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2. Trinsito de a filosofia moral popular. 1) Alguien que por una serie de infortunios quede sumido en la desesperacién y experimente un hastio hacia la vida todavia se halla \ con mucho en posesién de su raz6n como para poder preguntarse a si mismo si acaso no sera contrario al deber para consigo mis- mo arrebatarse la vida. Que compruebe si la maxima propuesta para su accién pudiera convertirse en una ley universal de la naturaleza. Su méxima seria ésta: «En base al egofsmo adopto el principio de abreviar- me la vida cuando ésta me amenace a largo plazo con mas desgracias que amenidades prometa». La cues- tin es si este principio del egoismo podria llegar a ser una ley universal de la naturaleza. Pronto se advierte que una naturaleza cuya ley fuera destruir la propia vida por esa misma sensacién cuyo destino es | impul- sar el fomento de la vida se contradiria asf misma y no podria subsistir como naturaleza, por lo que aquella maxima no puede tener lugar como ley universal de la naturaleza y por consiguiente contradice por comple- tol principio supremo de cualquier deber. 2) Otro se ve apremiado por la indigencia a pedir dinero en préstamo. Bien sabe que no podra pagar, sentido, no sélo habria deberes perfectos meramente externos, sino tambien internos, lo cual es contrario a uso terminolégico adoptado por alguna escuela’, mas no pretenly justificalo aqui, poryue te sulta indiferente para mi propésito actual si se me concede 0 no la razén en este punto, 16, Kant estaria aludiendo aqui a la tradicién representada por pen- sadores iusnaturalistas tales como Grocio, Pufendorf, Thomasius y JG. Sulzer. [N. T] 127 Tada [ass] Ak. 1V,425> Fundamentacin para una metafisica de las costumbres pero también sabe que no se le prestard nada sino promete solemnemente devolverlo en un plazo deter- minado. Le dan ganas de hacer una promesa seme- jante, pero todavia tiene suficiente conciencia [mo- ral] como para preguntarse: «No ¢silicito y contrario al deber remediar asi la indigencia?». Suponiendo que con todo se decidiese a ello, la maxima de su ac- cién seria del siguiente tenor: «Cuando me crea sumi- do en un apuro econémico, pediré dinero a crédito y prometeré devolverlo, aunque sepa que nunca sucede- ri tal cosa», Este principio del egoismo o de la propia conveniencia quiz pueda conciliarse con mi bienes- tar futuro, sélo que ahora la cuestién es ésta: «¢Es es0 justo?». Transformo por tanto la pretensién del egois- mo en una ley universal y reformulo asf la pregunta: «¢Qué pasarfa si mi maxima se convirtiera en una ley universal?» Al instante advierto que nunca podria valer como ley universal de la naturaleza ni concor- dar consigo misma, sino | que habria de contradecir- se necesariamente, Pues la universalidad de una ley segin la cual quien crea estar en apuros pudiera pro: meter lo que se le ocurra con el designio de no cum- plirlo haria imposible la propia promesa y el fin que se pudiera tener con ella, dado que nadie creeria lo que se le promete, sino que todo el mundo se reiria de tal declaracién al entenderla como una fatua im- postura, 3) Un tercero encuentra dentro de si un talento que con cierto \ cultivo podria convertirlo en un hom- bre dil para diversos propésitos. Pero sus acomoda- das circunstancias le hacen preferir recrearse con los 128 2, Transit del filosofia moral popular. placeres antes que esforzarse por ampliar y mejorar sus afortunadas disposiciones naturales. Pero todavia se pregunta si, al margen de que su maxima sobre descuidar sus disposiciones naturales coincida de suyo con su propensién hacia lo placentero, se com- padece también con aquello que se llama «deber». Entonces advierte que sin duda la naturaleza siempre puede subsistir con arreglo a semejante ley universal, aun cuando el hombre (tal como hacen quienes habi- tan los mares del sur) deje enmohecer su talento y consagre su vida simplemente a la ociosidad, la diver- sién y la procreacién, en una palabra, al goce; con todo, le resulta imposible querer que esto se convierta en una ley universal de la naturaleza o que haya sido depositada como tal dentro de nosotros por el instin- to | natural, Pues como ser racional quiere que se de- sarrollen en él todas las capacidades, ya que le son dadas y resultan dtiles para toda suerte de posibles propésitos. 4) Todavia piensa un cuarto, a quien le va bien pero ve que otos (a los cuales él bien podria ayudar) han de luchar con improbas dificultades: «Qué me importa? {Que cada cual sea tan dichoso como el cie- lo quiera o pueda hacerse a si mismo, que yo no le quitaré nada ni tan siquiera le envidiaré, sdlo que no me apetece contribuir en algo a su bienestar 0 a su auxilio en la indigencia!». Desde luego, si semejante modo de pensar se convirtiera en una ley universal de la naturaleza, el género humano podria subsistir y, sin duda, mejor todavia que cuando todo el mundo habla mucho de compasién y benevolencia, apresu- 129 (ase) (as) Ak IV, 424> Fundamentacin para una metafisca de las costumbres rindose a ejercitarlas ocasionalmente, pero en cam- bio miente alli donde puede, trafica con el derecho de los hombres o lo quebranta de algiin otro modo. ‘Sin embargo, aun cuando es posible que segiin aque- Ula maxima pudiera sostenerse una ley universal de la naturaleza, es con todo imposible querer que un prin- cipio semejante valga por doquier como una ley natu- ral, Pues una voluntad que decidiera eso se contradi- ria a si misma, al poder darse algunos casos en que precise amor o compasién por parte de otros y en los, que, merced a una ley natural emanada | de su propia voluntad, se arrebataria la esperanza de auxilio que desea para si. Estos son algunos de los muchos deberes reales, 0 al menos que son tenidos como tales por nosotros, cuya deduccién'” a partir del aducido principio \ tni- co salta claramente a la vista. Uno ha de poder querer que una maxima de nuestra accién se convierta en una ley universal: tal es el canon del enjuiciamiento moral de una maxima en general. Algunas acciones estin constituidas de tal modo que su méxima no puede ser pensada sin contradiccién como ley univer- sal de la naturaleza y mucho menos que uno pueda querer que deba volverse tal. En otras no cabe detec- tar esa imposibilidad interna, pero si resulta impo: ble querer que su maxima sea elevada a la universali- dad de una ley natural, porque semejante voluntad 17. Me atengo aqui a la correccién introducida por Haterstein, quien propone leer «deduccién» (ABleitung) donde se leia divin» (Ab- teilung). IN. T] 130

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