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Cvestion 6 VICTIMOLOGIA Y DERECHO PENAL. INTRODUCCION. A LA “VICTIMODOGMATICA” § 1. Ivrropucciox. Las APORTACIONES DE LA VICTIMOLOGIA Y SU CONSIDERACION EN LA POLITICA CRIMINAL, EN LA TRORIA DE LAS SANCIONES PENALES. YEN LA TEORIA DBL DBLITO En la historia del derecho penal es posible distinguir dos grandes fases en cuanto a la relevancia del papel de la victima. Inicialmente, en el derecho romano primitivo, en el derecho de los pueblos germénicos y, en alguna medida, en el derecho medieval, fue posible asistir a lo que se conoce como “edad de oro” de la vietima. En tales épocas, en parte también por la confusion existente entre el derecho civil y el derecho pe- nal, la reaccién al ilfcito (también al delito) quedaba préeti- camente en manos del sujeto pasivo del mismo, o de sus alle- gados, quienes devolvian la ofensa sobre la esfera juridica del sujeto activo (sus bienes juridicos o los de sus familiares) de modo ni siquiera coincidente con una genérica proporcionalidad en los términos del ius talionis'. Era éste el derecho penal de la “venganza privada”. "Of, Konkei, Historia det derecha romano, traduecién de J. Miquel, 5* ed., Barcelona, 1975, ps. 37 y 38. ® Gancin-Pantos pe Mouina, “La resocializacién de la vietima, Vietima, sistema legal y politica criminal”, en Criminologta y derecho penal al servicio 146 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA. Progresivamente, sin embargo, se produce la consolidacién del derecho penal como derecho puiblico y, con el advenimien- to del Estado moderno, es ya posible hablar de que el ejercicio del ius puniendi constituye un monopolio de las institucio- nes del Estado. Asimismo, tiene lugar la creciente diferen- ciacién entre derecho civil y derecho penal, como disciplinas que se ocupan, respectivamente, de la relacién entre delin- cuente y victima (en lo relativo a la correspondiente pretension indemnizatoria) y de la relacién entre delincuente y Estado”. El transito de un derecho penal con connotaciones privadas a un derecho penal piblico tuvo indudables ventajas, tanto en términos de pacificacién social como en objetivizacién, im- parcialidad y proporcionalidad. Sin embargo, y en lo que aqui interesa, con él dio comienzo también un largo proceso de pos- tergacién de la vietima en el derecho penal. Ast, el delito se define basicamente en el marco de una relacién entre individuo y Estado, ya sea como infraccién de normas estatales, ya como lesién de bienes juridicos, cuya proteccién se estima presu- puesto necesario de la convivencia en sociedad. También est ausente la victima de la definicién de la pena y de sus fina- lidades: la pena es un castigo por el comportamiento delictivo que cumple finalidades de prevencién general y especial (y no satisfactorias). Por fin, el proceso penal constituye bdsi- camente el mecanismo para la imposicién de la sancién estatal y no para atender las cuestiones entre individuo y Estado, ya sea como infraccién de normas estatales, ya como lesién de bienes juridicos, cuya proteccién se estima presupuesto ne- cesario de convivencia en sociedad. También esta ausente la victima de la definicién de la pena y de sus finalidades: la pena de la persona. Libro homenaje al profesor Antonio Beristain, San Sebastian, 10989, ps. 193 y siguientes. Como senala, por lo demas, OnteeA CankiLLo DE Aunonso7, De los delitos y las sanciones en la Ley de las XII Tablas, Malaga, 1988, p. 24: “la venganza lleva consigo un factor psicoldgico muy atractivo e inconfesable que consiste en devolver mal por mal, golpe por golpe: slo entonces el individuo que ha sufrido la ofensa estard satisfecho" 3 Sobre esto Roxix, La reparacién en el sistema juridico-penal de san. ciones, mecanografiado de la ponencia defendida en el Seminario hispano- aleman celebrado en Barcelona el 11 de marzo de 1992, p. 1. Ver, asimismo, Roxy, ‘Die Wiedergutmachung im Systom der Strafzwecke”, en Sciidcw (comp.), Wiedergutmachung und Strafrechs, Munchen, 1987, ps. 97 y siguientes. VicrimoLocia ¥ DERECHO PENAL 7 es un castigo por el comportamiento delictivo que cumple fi- nalidades de prevencién general y especial (y no satisfactorias). Por fin, el proceso penal constituye basicamente el mecanismo para la imposicién de la sancién estatal y no para atender las cuestiones privadas‘. Sin embargo, todo ello, instituido con Ia loable finalidad de obtener una justicia penal objetiva y desapasionada en la que queden debidamente garantizados los derechos del sujeto activo del delito, ha relegado a la victima a la condicién de ‘mero objeto, neutro y pasivo, sobre el que recae el delito, Ya no se trata s6lo de que la intervencién juridico penal no dé satisfaccién a los auténticos intereses de la victima, sino que en ocasiones incluso supone un dafo adicional para la misma (la llamada “vietimizacién secundaria”) Todo lo anterior, por significativas que sean las excepcio- nes que admite’, puede afirmarse de modo general. Y es ello mismo lo que propicia tanto el nacimiento de la victimologia como el contenido de las que hasta ahora han sido sus apor- 4 Scrtinen, “La posicién juridica de la victima del delito en el derecho yen el proceso penal”, en Libro homenaje al profesor Antonio Beristain, San Sehastian, 1989, ps. 379 y siguientes, 5 Por referirnos sélo al derecho espanol, hay que seialar que, si bien los delitos son, en principio, perseguibles de oficio, algunos de ellos se en: tionden como perseguibles a instancia de parte, exigiendo bien una querella bien una denuncia de la persona agraviada o de otras instancias en repre: sentacién de la misma, lo que atribuye a la victima cierta disposicién sobre el comienzo del proceso y, en el caso de la querella, sobre su prosecucién, ‘Ademas, incluso en los delitos perseguibles de oficio es posible constituirse fen acusscién particular. En otro orden de cosas, una de las causas de ex tineién de la responsabilidad criminal es el perdén del ofendido, En lo que se refiere a la satisfaccién de los dafios resultantes del delito, existe, como es sabido, en nuestro derecho la institucién de la responsabilidad civil derivada del delito, que puede dilucidarse en el propio proceso penal Pese a tratarse de una figura de naturaleza juridico-civil, parece claro que cumple una muy importante funcién politico-criminal, tanto de prevencin de conductas delictivas futuras, como, ante todo, de pacificacion de la si- tuacién conflictiva surgida entre autor y victima. De ahi que esta institucion se halle profusamente regulada en el Cédigo Penal. Bs este on punto en cl que el sistema penal espanol se ha adelantado a Ja tendencia internacional, do los anos ochenta (sobre ello efr: Silva SANCINZ, *Innovaciones te6rico- practieas de la victimologia en el derecho penal", en Briwstats, y DE LA CUESTA (comp.), Vietimotogia, San Sebastian, 1990, ps.77 y siguientes, 148 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA taciones®. Estas se coneretan en dos grandes bloques de con- sideraciones. Por un lado, y en la linea de lo acabado de ma- nifestar, la victimologia informa sobre que el funcionamiento del sistema juridico-penal (policia, derecho, proceso) y, mas tarde, el sistema social en su conjunto, ademds de no facilitar la intervencién de la victima como sujeto activo, suele depa- rarle otros perjuicios adicionales a los que representa el hecho de haber sufrido el delito’. En primer lugar, por la via de Ja Hamada “victimizacién secundaria”, que, en algunos delitos puede ser casi tan grave como la primaria: es este el caso de los delitos sexuales, por ejemplo, en los que en ocasiones las defensas adoptan estrategias de culpabilizacién de la vic- tima*. En segundo lugar, porque es frecuente que se frustren Jas expectativas de obtener un resarcimiento del dano sufrido en el delito: aunque se produzca una sentencia condenatoria para el autor, éste es a menudo insolvente, o incluso la condena refuerza su situacién de insolvencia, y el Estado carece, por el momento, de mecanismos para atender las necesidades de reparacién de la victima®, Por otro lado, sin embargo, la victimologia ha mostrado que la vietima no es siempre un mero objeto pasivo sobre el que “casualmente” recae el delito, sino que en ocasiones éste es pro- ducto de una cierta interaceién entre el autor y ella misma”. Esta apreciacién, obviamente, admite muy diversos grados, pe- * Of, de modo general Laxpnove Diaz, Victimolagia, Valencia, 1990, pps. 26 y siguientes. Sobre el surgimiento del movimiento vietimolégieo. Tam- bien Scuvten-Seninconve, Uber Vietimologie, Festschrift fur R.M. Honig 2am, 80, Geburtstag, Gottingen 1970, ps, 201 a 215, Newman, Vietimologta. El rol de la victima en los delitos convencionales y no-convencionales, Buenos Aires, 1984, Hagstik, “Einfubrung” en Viktimologie (ed. Haesler), Grasch (Suiza), 1986, p.5. Scuvirz, Kriminolagische und strafrechtliche Bemerkun- ‘gen 2ur Bezichung zwischen Tater und Opfer, SchwZSte 71 (1956), 98. 171 ¥y siguientes, También Enter, Verbrechensbekampfung durch Opferbestra Tung’, 12, 1983, ps. 633 y siguientes + Gauoia-PanLs De Mons, Libro homenaje al profesor Antonio Beris tain, ps. 194 y 197 ® Hexny, y Baven, “Blaming the victim", Die Schuldumkehr in Verge waltigungsprozessen, MschKrim, 1985, ps. 340 y siguientes, 8 Ganela-PaBios ok MoUs, Libro homenaje al profesor Antonio Beris: tain, p. 194. '© Gancia-Pam.os pe Mouna, Libro homenaje al profesor Antonio Be- ristain, p. 198. Laxonove Disz, Vietimologia, Valencia, 1990, p. 40 VicrimoLocta ¥ DERECHO PENAL 149 ro ha permitido afirmar de modo general que existen ciertas vietimas que contribuyen a la produecién de la lesidn del bien juridico del que son titulares, pudiendo ser estimadas, en un sentido amplio, al menos parcialmente corresponsables de tal lesion" Al primero de los dos bloques de andlisis victimolégicos efectuados se ha reaccionado en términos relevantes, aunque todavia insuficientes, tanto en el ambito del derecho penal ma- terial como en el procesal. Asi cabe constatar la promulgacién de recomendaciones del Consejo de Europa y de las Naciones Unidas, como también de leyes nacionales en Estados Unidos, Alemania, Francia, Gran Bretafa, Italia, Bélgica'®. Todas ellas, encaminadas bien a proteger a la victima de los dafios que pueda sufrir en la fase procesal, bien a garantizar la obtencién por la victima de una indemnizacién de modo seguro y no de- pendiente de la eventual solvencia del autor. Precisamente, en esta misma linea de tratar de dar respuesta a los plan- teamientos de la victimologia (entre otras cuestiones) se sittian las nuevas tendencias que tratan de incluir la reparacién como tereera consecuencia juridico-penal, junto a las penas y a las medidas de seguridad, ordenada al cumplimiento de los fines, del derecho penal (asi, el Alternativ-Entwurf Wiedergutmachung aleman de 1992). Asimismo, las propuestas en el sentido de recurrir a vias extrajudiciales de conciliacién para resolver el conflicto suscitado por determinados delitos: de ellas se espera evitar la victimizacién secundaria, as{ como de las téenicas exculpatorias del autor (Jas lamadas “téenicas de neutraliza- cién”) que suelen tener un sentido inculpatorio de la victima y, en todo caso, alejan de modo irreversible a ésta del autor” U1 Ast, W. Hassuasn, Racksiohten auf das Verbrechensopfer, Festschrift fur U. Klug zum 70. Geburtstag, II Koln 1983, ps.217 y siguientes. Scxe newawn, Die Zukunft der Viktimedagmatik: die viktimologische Maxime als umfassendes Prinzip zur Tarbestandseingronzung im Strafrecht, Festehrift fur H. J, Faller, Munchen, 1984, ps. 857 y siguientes, 12'Con detalle, Scuveiven, Libro homenaje al profesor Antonio Beristain. ps. 882, 383, 385 y 891, Scnunesann, Zur Stellung des Opjere im System der Strafrecktspflege, I, NStZ, 1986, ps. 199 y siguientes. Siva Saxcuz, en Brusran, y De La Cuesta (comp.), Vietimologia, ps. 79 y siguiontes. 8 Ce, Si.va Sancrz, en Brnistaly y ne La Cursra (comp.), Vietimalogia, ps. 281 y 232. Detalladamente, Conseil de L’ Europe, La position de fa vietime dans le cadre du droit pénal et de la procédure pénale, Strasbourg, 1985, p28. 150 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA En Jo que sigue, sin embargo, no nos ocuparén tales re- acciones. Aqui interesa, por el contrario, estudiar cudles son las consecuencias que ha tenido el segundo bloque de consi- deraciones de la victimolagta: a saber, el relativa a la existencia de victimas que, de uno u otro modo, contribuyen a la lesién del bien juridico"’. Son estas consecuencias las que han per- mitido que un sector de la doctrina alemana se manifieste proclive a la construccién de una “victimodogmética”, 0, ex- presado en otros términos, a la introduccién de la “perspectiva vietimolégica en 1a dogmatica penal (Viktimodogmatik, vikti- mologischer Ansatz)”™. § 2. La “vicrIMopoGMATICA”: POSTURA MAYORITARIA, CoNSIDERACION DEL. COMPORTAMIENTO DE LA VICTIMA EN LA DETERMINACION JUDICIAL DE LA PENA DEL AUTOR Habiamos expuesto mas arriba que la victimologia cons- tata la existencia de ciertas victimas que contribuyen a la pro- duccién del hecho delictivo y pueden calificarse, en mayor 0 menor medida, de “concausales” del mismo. Tomando esto co- mo base, la primera consecuencia que cabe extraer es la nece- sidad de incidir sobre los referidos grupos de victimas con el fin de eliminar su “predisposicién vietimal”; ello, como se ad- vertird, no es otra cosa que la adopeidn de medidas de politiea criminal encaminadas a la preveneién del delito que, en este caso, discurririan por el lado de las victimas”®. La victimo: ' Sobre ello, entre otros, Guirrs, La vittima, Milano, 1976, ps. 30 y 85.. 76 y ss., y 80 Y 88. Kini, y LaMneck, Soziologie des Opfers, Munchen, 1986, ps, 56 y se Neumas, Vietimolagta, ps.57 y ss.. y 64 y siguientes Una de las primeras aportaciones se encuentra en ScHUNEMANN, Met: hodologische Prolegomena zur Rechisfindung im Besonderen Teil des Stra: frechts, Festschrift fur P, Bockelmann zum 70, Geburtstag, Munchen, 1979, ps. 117 @ 132, y 180. Ya lo advierte como una auténtica “tendencia” Keven, Entwicklungstendenzen der Strafrechtswissenchaft in der Geganwart. Die Fest: sehrift fir Paul Bockelmann, GA, 1980, ps. 201 a 219, Como se advertira Ia postbilidad de una “victimodogmatica” sélo es concebible en una teoria del delito abierta a las ciencias empiricas y sociales, y no encerrada en si misma como construccién ldgieo-abstracta 6 Sobre ello, W. Hasseurn, U, Klug-PS, ps. 228 y 229. ViermmoLocia ¥ DeRECHO aL 151 dogmatica, en cambio, trata de examinar hasta qué punto (y en qué términos) el reconocimiento de la existencia ~en algunos supuestos delictivos— de victimas que contribuyen al hecho de- lictivo puede conducir a afirmar que éstas son corresponsables del mismo (por haber contribuido a él con actos dolosos o im- prudentes) y, seguidamente, influir ~en sentido atenuatorio 0 incluso eximente- en la responsabilidad criminal del autor”. Asi las cosas, lo primero que cabe advertir es una cierta perplejidad por el giro que las aportaciones de la victimologia adquieren al tomarse como punto de partida de la victimo- dogmatica. En efecto, todo el empeno de la nueva victimologia se centra en la adopcién de medidas encaminadas a lograr una mayor proteccién, tanto en el ambito del derecho material como en el del derecho procesal, para la victima del delito. En la vietimodogmética, sin embargo, partiendo de determi- naciones de la victimologia mas cldsica, la que clasifica las victimas segin tipologias, se trata de dilucidar si un deter- minado comportamiento de la vietima ha de repercutir favo- rablemente en la valoracién juridico-penal del comportamiento del autor, De ahf que algunos entiendan que la victimodog- matica se aparta por completo de las tesis de la moderna vic~ timologia", o incluso le achaquen que procede a una culpa- bilizacién de la victima (blaming the victim), a una inversién de papeles entre las dos partes del hecho criminal, "A pesar de las observaciones de, entre otros, AwELunxen, Das Opfer der Straftat, Hamburg, 1970, p.54. Sciweiner, Viktimologie. Wissenschaft ‘vom Verbrechensopfer, Tabingen, 1976, p. 185. Brekr, JZ, 1983, ps. 639 ¥ 640, lo cierto es que el estudio de las relaciones entre autor y victima 2 los efectos de su repercusién agravatoria en la responsabilidad penal del primero desempena un papel muy marginal entre las ocupaciones de Ia vie- timodogmatica, En este sentido, Aur, Viktimologie und Strafrecht, en MSchrKrim 67 (1984), ps. 105 y siguientes. Hiu.exkamr, Vorstzat und Op- ferverhalten, Gottingen, 1981, ps. 1 y 192, W. Hassesix, U. Klug-FS, ps. 229 y 230, que entiende incluso que lo ultimo queda fuera del propio principio victimolégico 1 SeELMANn, Opjerinteressen und Handlungsverantwortung in der Ga- rantenpflichidogmatik, GA, 1989, ps. 241 a 256. Por ejemplo, Latkauit PUUAN, “Vietimologia: Qui sén les victimes? Quins sén ols seus drets? Quines sin les seves necessitats?”, en AA.VV., De les causes del delicte a la produccié del control. Ki debat actual de la criminologia, Barcelona, 1992, ps, 138 y s8., 142 y 148. 152 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA Sin embargo, para evitar que se obtengan conclusiones precipitadas, lo primero que debe ponerse de manifiesto es que las mencionadas tesis no constituyen una novedad radical en el mundo de nuestra legislacién, doctrina y jurisprudencia, sino que, a lo sumo, lo que sucede es que proceden a teorizar, a “racionalizar’, algo que, en diferente medida, ya ha sido tenido en cuenta, aunque sélo fuera de modo inconsciente 0 intuitivo, en aquéllas. Asf, en efecto, una lectura superficial de los eédigos penales de nuestro entorno muestra que, en cocasiones, los legisladores han tenido en cuenta diversas for- mas del comportamiento de la victima a los efectos de eximir © atenuar el autor. A titulo meramente ejemplificativo, y con independencia de que después debamos ocuparnos de ellos con més detalle, reeuérdense ahora los preceptos que atribuyen eficacia eximente 0 atenuante, segiin los bienes jurfdicos de que se trate, al consentimiento del sujeto pasivo™; los que ate- nian en caso de provocacién del mismo®; la propia institucién de la legitima defensa®; o algunas disposiciones que permiten prescindir de la imposicién de pena o del cumplimiento de la condena®. Por lo demés, las repercusiones del comportamien- to de la victima en la responsabilidad del autor no sdlo han 2 Con efectos atenuantes en delitos contra la vida ver, por todos, pai. 216, StGB aleman. Sobre este ultimo preeepto, eff. R. Hassemen, Schuzt bediurfigheit des Opfers und Strafrechtsdogmatih, Berlin, 1981, ps. 86 y 87. 2 Por ejemplo, par. 213, StGB aleman; art. 64.3, SUGB suizo, que atenua ‘wenn der Tater durch das Verhalten des Verletzten ernstlich in Versuehung. kefuhet wurde"; recuérdese también Ia atenuante espafiola del art. 9.5, Céd, Penal: “la de haber precedido inmediatamente provocacién 0 amenaza ade- cuada de parte del ofendido”, derogada en la reforma de 1983, % Que, desde luego, puede explicarse desde una perspectiva “victimo- logica”: ef. R. Hasskaer, Schutebedtiftigheit, ps. 82 y 89. En efecto, el agre- sor, ademés de poner en peligro los bienes del agredido, en muchos casos std poniendo en peligro los suyos propios (abandonando su proteccién), pues la reaccién defensiva del agredido es previsible. 8) Asi, por ejemplo, el par. 174, IV, StGB, que permite recurrir a la institucidn del “Absehen von Strafe” en determinados delitos sexuales cuando, la vista de la conducta del sujeto pasivo, el injusto es minimo (cfr. sobre este caso JuNG, y Kunz, Das Absehen von Strafe, nach § 174, IV, S1GB, NStZ, 1982, ps, 409 a 413, y 410), También en la Secciin 7.01, pir. 2, del Model Penal Code (eit. or Sciitaner, Viktimologie, p. 186) que permite algo similar ten los casos, en general, en que la victima llevé al hecho o fucilité su re alizacién, Vicrimo.ocia ¥ DERECHO PENAL 153 sido tomadas en consideracién por los legisladores. También la jurisprudencia y la doctrina han seguido este camino, res- tringiendo la responsabilidad criminal del autor en virtud de construeciones que podemos denominar “supralegales”, que tie- nen su base en una determinada configuracién del comporta- miento de la victima”, Ello, de modo seftalado en los delitos imprudentes. A este respecto, la teoria de la imputacién ob- jetiva ha permitido negar en muchos casos la imputacién del resultado producido a la conducta del autor, por haber mediado un comportamiento de la victima que ha contribuido causal- mente a la produccién del resultado (argumentos de la pro- hibicién de regreso, interrupcién de la realizacién del riesgo creado en el resultado: Risikozusammenhang, ete.). En otros supuestos, se ha llegado incluso a degradar o hacer desaparecer Ja propia infraccién del deber de cuidado del autor. Ademés, también en los delitos de omisién se ha tenido consciente 0 inconscientemente presente el comportamiento de la victima a efectos de exencién®. Con todo, pese a que, como se ha podido comprobar de modo sumario, consideraciones materialmente “vietimolégicas” estan ya presentes en los cédigos penales y en las construc- ciones doctrinales y jurisprudenciales, lo cierto es que la teo- rizacién que aporta la denominada “vietimodogmatica” ha he- cho surgir una significativa polémica, En ella, lo primero que puede advertirse es la dificultad que plantea la adopeién de posturas maximalistas de uno y otro signo. No en vano Monika 24 0 de terceros, Jo que aqui interesa menos 3 Off, Scucten-SPuncones, Uber Viktimologie, Festschrift fur R.M. Ho- nig 2um 80. Geburtstag, Gottingen, 1970, ps. 201'a 215; también la obra basica de Fuisci, P., Das Fahrlassigheitsdelikt und das Verhalten des Verletzten, Berlin, 1973, ps. 155 y siguientes. De modo general, ScHUMAXN, Sirafrechtliches Handlungssunwert und das Prinzip der Selbestverantwor- tung des Anderen, Tubingen, 1986, ps.1 y 2. Sobre todo ello, ademés, en tendiendo que la relacién autor-vietima se configura de modo muy diferente fen los delitos dolosos, por lo que a éstos no les seria aplicable el mismo razonamiento, HiL.exkawe, Vorsatatat, ps. 10.¥ siguientes. Sobre el tema del decaimiento del deber generico de socorro 0 de los deberes de garantia consecuencia de una conducta del titular del bien juridico dirigida conscien- temente a la autolesién (suicida, por ejemplo), eft. Nevasanw, Die Scrafbarkeit der Suizidbeteiligung als Problem der Eigenverantwortlichkeit des Opfers, JA, 1987, ps. 243 y ss., y 248, nota 25, 154 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA Fromme alude, respecto del mismo, a la existencia de un “di- lema victimodogmatico”. En efecto, en este punto cualquiera de las dos soluciones extremas resulta insatisfactoria. Si, re- chazando la tesis central de la victimodogmética, se prescinde del comportamiento “concausal” de la victima a la hora de ana- lizar la responsabilidad del autor, resulta imposible eludir la indeseable consecuencia de que es posible que estemos sobre- cargando penalmente a un sujeto (el autor), a quien no cabe imputar el hecho delictivo por completo. Imponer la pena en tales términos implicarfa una clara vulneracién de principios como el de proporcionalidad y prohibicién de exceso, el de frag- mentaci6n en la proteccién de bienes juridicos e incluso el de necesidad de la intervencién penal. Algo que privaria de le- gitimidad a dicha intervencién. Ahora bien, por otro lado, des- cargar de responsabilidad al autor a costa de la victima, adu- ciendo la “corresponsabilidad” de ésta en la lesién del bien juridico del que es titular, puede generar fenémenos muy ne- gativos. Asi, cabe que propicie y potencie las antes aludidas “estrategias de inculpacién’” de la victima e incluso, en el caso extremo, genere una inversién factica de los papeles de autor y victima. De este modo, se observa que la insistencia en ar- gumentos de esta indole podria favorecer la aparicién de sen- timientos de culpabilidad en la victima y el surgimiento de un clima social de tensién en el que todo el mundo podria ver en el préjimo un agresor y en si mismo una victima fa- vorecedora 0 provocadora. Sobre los perjuicios psicolégicos y sociales que derivarian de ello, no parece necesario insistir™. ‘Dada esta ambivalencia, resulta claro que lo mas prudente es adoptar soluciones matizadas. Solueiones cuya adopcion pa- sa, en primer lugar, por la distincién entre delitos dolosos imprudentes. En los delitos imprudentes, se afirma, la con- curreneia simultanea de una imprudencia en Ja victima junto a la del autor puede conducir a rebajar el grado de la infrac- cién del deber de cuidado cometida por éste o incluso a excluir la propia existencia de tal infraccién. En este mismo ambito, la “corresponsabilidad” de la victima puede conducir a negar la imputacidn del resultado producido a la conducta del autor’. 28 nomic, Opferschuts durch hohe Strafdrohungen? Der vergiftete Ap fel vom Baume des Punitivismus, MschKrim, 1985, ps. 360 y siguicntes. 1p. Fuisctt, Das Fahrlacsighetedeliht, ps. 168 y 88. y 161; HILLENKAMP, Vorsatztat, ps.10 y siguientes. En Espafia, el muy interesante trabajo de ‘VicrimoLoaia ¥ p BHO PENAL. 155 Ahora bien, jeudndo puede hablarse de corresponsabilidad (Mitverschulden, en la terminologia alemana)? Un ejemplo del derecho penal del trafico puede contribuir a esclarecerlo: el supuesto en el que la victima det accidente de cireulacién pro- vocado por la imprudencia de otro conductor no llevara cenido el correspondiente cinturén de seguridad. En tal caso, las con- secuencias sufridas no se imputardn en su totalidad al autor, porque se debe también a la imprudencia (omisién de medidas de autoproteccién) cometida por la victima“*. Ello puede de- cirse que constituye practicamente un prineipio general, apli cable incluso a los delitos dolosos: si, de modo simultaneo posterior a la conducta del autor, tiene lugar una intervencién de la victima, mediante acciones u omisiones dolosas 0 gra- vemente imprudentes, que determina una agravacién del resul- tado previsible, dicho resultado mds grave no ser4 imputable objetivamente al autor. Naturalmente, los limites concretos de la aplicacién de este criterio son discutidos”. Asi, por ejem- plo, es cuestionable la forma conereta en que tiene que con- figurarse la intervencién de la victima para producir tales con- secuencias. Pero existe amplio consenso en relacién con uno de los supuestos mas extremos: las “omisiones” dolosas 0 gra- vemente imprudentes de la victima. En favor de que incluso éstas rompan la relacién de imputacién objetiva entre el re- sultado y el comportamiento del autor se han pronunciado ex- plicitamente cldsicos como Bixpiv¢ y ORTMANN, y autores mo- dernos como Orro, Burasraccer y Scemior-Usse", Por ultimo, y por lo que respecta a los delitos de omisién, se ha planteado si subsiste el deber de actuar, y cabe por tanto fundamentar una responsabilidad a titulo de omisién pura o de comision por omisién, segiin los casos, cuando la propia vietima rechaza tal actuacidn (esto es, no desea ser salvada). El tema ha sido ‘Towo Lorez, “Significacion dogméticade la ‘compensacién de culpas' en do- recho penal”, en AA.VV., Estudios penales en memoria del profesor Agustin Fernandez-Albor, Santiago de Compostela, 1989. ps. 709 y siguientes. 25 Smure, en ScHONkE, ¥ ScHRODER, Strafigesetzbuck Kommentar. 24° ed., Munchen, 1991, $46, n° marg. 24 8 Taxons, Strafrecht, AT, 2 ed., Berlin, 1991, 7. Abschn. n® marg. 59. 8 Chr. sobre ello Suva SANCHEZ, Preterintencionalidad y otras cuestiones en fa nueva jurisprudencia del Tribunal Supremo, ADPCP, 1985, ps. 194 y 85,, ¥ 196, notas 8 y 9, 156 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA profusamente discutido a propésito de casos de suicidio o de rechazo al tratamiento, Y, aunque no puede hablarse de una solucién admitida de modo amplio, son cada vez més los au- tores que responden negativamente a la cuestin de la sub- sistencia del deber de actuar (y, consiguientemente, de la res- ponsabilidad penal del omitente), por entender que la conducta de salvacién es inexigible en tales condiciones o que la negativa de la victima a ser salvada rompe la relacién de garantfa. Todo ello, claro est, siempre y cuando nos hallemos ante de- cisiones adoptadas de modo libre y responsable" En todo caso, sin embargo, en la década de los ochenta el problema fundamental no se ha planteado a propésito de los delitos imprudentes, ni de los delitos de omisién, sino con- cretamente a propésito de los “delitos dolosos de comisién ac- tiva”. Con relacién a éstos, se ha ido conformando una opinién moderada, que entiende que el comportamiento de la victima puede considerarse de modo general en el dmbito de la me- dicién de la pena, produciendo una atenuacién de la respon- sabilidad del autor, aunque siempre dentro del marco penal tipico”’. El fundamento de tal postura radicarfa en que, en oeasiones, el comportamiento provocador 0 concausal de la vic- tima puede disminuir el contenido de antijuricidad (dano cial) del hecho del autor, 0 la culpabilidad del mismo (posi- bilidad de recibir en condiciones normales la motivacién de la norma). Sin embargo, en ningtin caso se admite que pueda sobrepasarse la mera atenuacién, salvo que ello haya sido pre- visto expresamente por la ley. Precisamente con el fin de pro- poreionar ayuda al juez en su mision de determinar la pena en los casos que nos ocupan, Hitexkaur ha elaborado un ca- télogo de situaciones atenuantes tomando como punto de pa tida los escasos supuestos contemplados por la ley y operando 31 Ofr. Neumanw, JA, 1987, p. 248 y nota 28, 8 Asi, sobre todo, Hitteskawp, Vorsatztat, ps. 9, 211, 810, etestera. El mismo Huttenkane, Der Einfluss des Opferverhaltens auf die dagmatisehe Beurteilung der Tat-einige Bemerkungen 2um Verhalenis 2wischen Viktimolo- ‘ie und Dogmatik, Bielefeld, 1983, ps. 18 y siguientes. En esta linea, Scwuen: Sonmiconust, Honig-FS, p.209; aparentemente, también Eoexr, JZ, 1983, ps. 638 y 639. ‘Por lo demas sobre esta cuestion, en general, Mack, Opfer und Strafsumessung, Ein Beitrag zur Systematik und Dogmatik der richterlichen Strafeumessung, Stuttgart, 1983, VicTIMoLoGia ¥ DERECHO PENAL 157 por analogia®. Mas alld de esta atenuacién analdgica no se podria ir, segiin este punto de vista, salvo en virtud de una reforma legislativa. Esta, que en algin punto llega a esti marse incluso conveniente, habria de tener lugar por la via de la inclusién de un precepto genérico en la Parte General del Cédigo, o a través del recurso general a la institucién del “Absehen von Strafe” (§ 60, StGB alemén), en la que el tribunal renuncia por razones politico-criminales a imponer la pena“. La posicién moderada que se acaba de caracterizar su- cintamente se ha convertido pronto en dominante en la doc- trina y en la jurisprudencia alemanas. Estas, en efecto, han entendido que el comportamiento de la victima resulta per- fectamente encuadrable en los principios de la determinacién judicial de la penal del § 46, StGB, dado que éstos no cons- tituyen un catdlogo cerrado”, Asf, es conviecién generalizada la de que debe atenuarse la pena del autor cuando la comisin del hecho se ha visto favorecida por la falta de control de la vietima sobre el sujeto activo o por haber incitado a aquél a cometerlo™. En este punto se citan como ejemplos la violacion provocada por la victima o la apropiacién indebida facilitada por la falta de vigilancia sobre un empleado. Recientemente, Roxtx, en su Tratado, rechaza también la generalizacién y ab- solutismo del “principio victimolégico”, y, aunque con matices, parece mantenerse en el mismo plano de la relevancia exclu- sivamente atenuante del comportamiento de la victima®. B Hutexkamp, Vorsatztat, ps. 240 y siguientes 1 Hiruenkane, Vorsatztat, ps. 315 y 316. © Staes, en ScHONKE, ¥ SCHRODER, Strafgesetebuch Kommentar, 24° ed., §.46 n! marg. 24, % De modo general Lacwxex, Strafgesetzbuck mit Erlduterungen, 19° ed., Munchen, 1991, §46 n” marg. 35. Sobre la relevancia atenuante de casos préximos al consentimiento cen el acto sexual (oposicién en el tiktimo momento; negativa sélo frente a aspectos espaciales, tomporales o modales del acto sexual), Hous en RUDOLPH; Hons, y Sautsow, Systematischer Konumentar zum StGB, 4* ed., Newwied/Krif fel, 1989, § 46 n? marg. 102 y, sobre todo, 178 n? marg. 20. También DREHER, y Tuonpie, Strafgesetzbuch und Nebengesetze, 45° ed., Munchen, 1991, § 46 nt marg, 83: atenuacion de la violucién de una prostituta que inicialmente se mostraba conforme con el acto sexual, asi como en casos de provocacién, © seduceién por la vietima. 08 Roxix, Strafrecht, AT, I, Manchen, 1992, par. M4, III, n? marg. 15-24. 158 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA § 3. La “vicrmopocmarica”: posTuRA MINORITAR CONSIDERACION DEL COMPORTAMIENTO DE LA VICTIMA COMO FUNDAMENTO DE UNA EVENTUAL EXENCION DE RESPONSABILIDAD DEL AUTOR. EL PRINCIP(O DE “AUTORKESPONSABILADAD” Frente a la postura moderada expuesta, un sector doctrinal pretende atribuir mayor relevancia al comportamiento de la vietima a la hora de determinar la responsabilidad penal del autor. La idea central de este planteamiento es la de entender que el “enfoque victimolégico”, puesto en contacto con los prin- cipios generales inspiradores -y limitadores- de la intervencién penal, puede conducir no sdlo a una atenuacién, sino incluso a una total exencién de responsabilidad del autor®. En otras palabras, se estima que dicha exencién es consecuencia directa, de los principios de fragmentacién, subsidiariedad y ultima ratio. En otro orden de cosas, se considera que un abandono de las consideraciones victimodogmsticas al émbito ~de arbi- trio judicial~ de la medicin de la pena implicaria la practica inoperancia de las mismas*®. Asi, los esfuerzos de este sector minoritario de la doctrina se han dirigido a la elaboracién de tun principio ~el denominado “principio de autorresponsabili- dad” (Selbstverantwortungsprinzip)- que esté en condiciones de desempenar una doble funcién. Por un lado, inspirar fu- turas reformas legislativas (perspectiva de lege ferenda). Por el otro, presidir la tarea interpretativa de los tipos, propiciando restrieciones teleolégicas de los mismos, con la consiguiente exclusion de ciertas conductas del dmbito de lo penalmente 59 En tal sentido ya Scwutre, SchwZStr 71 (1956), p. 189; también Nev. max, Vietimologia, p, 282; Scuun, "Viktimologie. Der fatale Zusammenhang zwischen Widerstand uns Anziehung’, en Viktimologie (ed. Havsler), ps. 31 ¥ siguientes. Fundamental, ScHnemax, Faller FS, p. 371; Awcr, MschKrim 67 (1984), p. 110, 40 ASi, SchUnEwaNN, “Binige Voriufige Bemerkungen zur Bedeutung des viktimologischen Ansatues in der Strafrechtsdogmatik", en Das Verbre- chensopfer in der Strafrechtspflege (ed. H. J. Schneider), Berlin-New York, 1982, ps. 407 y siguientes, En contra HILENKAMD, Vorsatztat, ps. 215 y si guientes, Vie IOLOGIA Y DERECHO PENAL 159 relevante (perspectiva de lege lata)". La pretensién es que la conducta del autor deje de ser penalmente relevante (quede fuera del tipo) cuando la victima no se ha comportado conforme el referido principio de autorresponsabilidad, permitiendo que se produjera la lesién del bien jurfdico, cuando evitar ésta era algo que se encontraba en su propio ambito de competencia. EI referido “principio vietimoldgico” (o de autorresponsa- bilidad) no se construye inductivamente®, sino mas bien por via deductiva, derivandose de otros principios mas generales limitadores del ius puniendi estatal. Sobre la base de esta opcién dogmatica se halla una concepeién politico-criminal li- beral que trata de reducir al maximo la intervencién del de- recho penal. De conformidad con esto, se sefiala que de la naturaleza subsidiaria del derecho penal cabe desprender su cardcter secundario 0 accesorio no sélo respecto de otros medios del Estado, sino también respecto de posibles medidas de au- toproteccién del individuo-sujeto pasivo®. Los partidarios de esta tesis sostienen, pues, que la victima tiene un “deber de autoproteccién”. Este, ciertamente, no aleanza niveles desme- didos, sino que se refiere tinicamente a la adopcién de medidas posibles, razonables, usuales y exigibles. A partir de ahi, sin embargo, la infraccién de tal deber —esto es, la omisién de las mencionadas medidas~ implicaria para la victima el no- merecimiento -o, mejor, la falta de necesidad— de la proteccién penal (ésta no seria Schutzbediirftig). En definitiva, si la vie- tima, pudiendo y debiendo autoprotegerse, en los términos an- tes mencionados, no lo hace, el autor puede llegar a quedar exento de toda pena por el hecho, hecho que, en tales condi- ciones, se atribuirfa preferentemente a la victima, #1 Scnvstnasy, Das Verbrechensopfer, p.410, alude a ambas funciones. En la primera no se dan excesivos problemas (ver, al respecto, HILLENKAMP, Vorsatztat, ps. 315 y ss.) la segunda es la que ha provocado’bésicamente Ta discusién, #8 Scubwemayy, Das Verbrechensop/er, p. 410, entiende que las escasas referencias legales al respecto antes permitirian una argumentacién @ con: trario que analégiea. Analogico es, pese a todo, el proceder de HILLENKANP, Vorsatztat, ps. 240 y'ss., cuando construye circunstancias vietimolégicas que sirvan de gufa al juez en la medicién de la pena 4 Scuoxtsanx, Das Verbrechensopfer, ps. 411 y 412; Hasseaen, R., Schutzbedirfkeit des Opfers und Strafrecthsdogmatik, Berlin, 1981, ps. 35, 51, 89 y 98. 160 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL, MODERNA A tal concepcién del “principio victimolégico”, capaz, como se ha dicho, de eximir de responsabilidad penal al autor (por atipicidad) consecuencia de determinados comportamientos de la victima, se le han dirigido no pocas eriticas. Estas se basan en la consideracién general de que ningin comporta- miento de la victima puede tener entidad suficiente para dejar a la misma privada de toda proteccién penal; en consecuencia, careceria de sentido abrir “espacios de libertad” (exenciones de responsabilidad) al autor a costa de la victima. Los ar- gumentos centrales de esta tesis critica son dos. El primero, de indole metodolégiea; el segundo, centrado en los efectos po- litico-criminales de tal doctrina. Desde la perspectiva meto- dolégica, se ha sefialado que no es posible, sin base legal, res- tringir los tipos para excluir de ellos la conducta del autor en los casos de comportamiento “favorecedor” de la victima. El Cédigo Penal, se ha legado a decir, no es sdlo la Magna Charta del delincuente, sino también la dela victima. La tesis, criticada, al restringir el tenor de los tipos sobre la base de consideraciones victimolégicas, privaria a la victima de la se- guridad juridica consistente en saber si en el caso concreto continua estando protegida o no“, El segundo argumento, el relativo a los efectos politico-criminales de la argumentacién vietimodogmatica, es el ms insistentemente repetido. Sobre su base se ha puesto de relieve que la tesis minoritaria daria lugar a un clima social de desconfianza hacia el derecho y a un retorno a formas de justicia (venganza) privada‘®. En efec- to, se aduce que dicha tesis se asienta en una errénea con- cepcién del principio de subsidiariedad y de la nocién de ultima ratio. Dicho principio se refiere tan slo a la relacién entre el derecho penal y otros mecanismos del Estado, y no, en cam- bio, a la relacién entre el derecho penal y eventuales medidas defensivas de la victima, Precisamente, una de las funciones 44 Hutenkame, Vorsatztat, ps. 130 y ss, y 145.y ss. Hiuienkamp, Der Einfluss, ps. 12 y 13, Tambien Roxts, AT. par. 14, Ill, n' marg. 19, rechaza que en la base de nuestro derecho penal se halle el principio victimolégieo ¥, en consecuencia, tampoco acepta la tesis de que el legislador hace depender fl merecimiento o la necesidad de pena del autor de que la vietima haya hecho uso de los medios de proteccién exigibles. 4 Hutenkaur, Vorsatztat, ps. 205 y siguientes. Roxix, AT, par. 14, 1, nY marg. 24 46° Hintxswame, Der Einfluss, p. M4; Rony, AT, par. 14, TIL, n® mang. 20. VictmoLocia ¥ DERECHO PENAL 161 esenciales del derecho penal es la de pacificacién, que consiste en evitar un clima social general en el que todos se vean como enemigos potenciales y sientan la necesidad de protegerse al margen del derecho. Por otro lado, se indica que las tesis vietimodogmaticas de la postura minoritaria favorecen, abrien- do espacios de juego, a quienes agreden dolosamente, produ- ciendo dos consecuencias politico-criminales indeseables a las que ya se ha aludido: la “revietimizacién” de la vietima y la aparicién de “tendencias exculpatorias” en el autor. En fin, se apunta que una coherente generalizacién del argumento vie- timodogmético podria llevar a que el Estado tuviera que pres- cindir genéricamente de la pena, debido al cardcter crimin6- geno que nuestra sociedad tiene y que determina que la misma contribuya en medida importante a la produccién de los delitos de los que es vietima global”. § 4. VaLoractON De LAs PostuRas. Toma DE Postcion Las observaciones criticas que acabamos de transcribir tie- nen, sin duda, enjundia, Sin embargo, a mi entender, difi- cilmente pueden poner en tela de juicio la premisa mayor del enfoque victimolégico. Como apunta Scit'eMans, Zacaso puede el derecho penal sancionar cuando Ja conducta del autor, en si misma considerada, no contiene un peligro relevante de le- sién de bienes juridicos, sino que adquiere dicho cardcter pe- ligroso sélo a consecuencia de determinados comportamientos de la victima?". Respondida esta pregunta en términos ne- gativos, como parece obligado, tampoco parecen objetables, en lo esencial, ni el método de su puesta en préctica ni sus re- percusiones politico-criminales. No lo es el método, porque las restricciones teleolégicas que conlleva no implican la atipicidad de hechos encuadrables en el “niicleo conceptual” (Begriffskern) 47 Lenexsen; ScHonke, y Scunonen, Strafgesetzbuch Kommentar, 24° ed. nf marg. 70, b previo al §'13. 46° Huucnxanr, Der Einfluss, p. 16. © Hutenkame, Der Einfluss, p. 15. 80 ScutwiMann, Die Stellung des Opfers im System der Strafrechtspflege, IL, NSU, 1986, ps. 439 y siguientes, 162 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA de los términos legales; al contrario, afectan solamente el “cam- po conceptual” (Begriffshof) de los mismos, zona cuyo aleance es discutible desde perspectivas gramaticales”. Y dentro de ese dmbito gramatical, la restriccién de los tipos puede fun- damentarse desde perspectivas de proporcionalidad y protec- cidn fragmentaria de los bienes juridicos, No lo son, por otro lado, las consecuencias politico-criminales, porque la funcién de proteccién de los individuos y pacificacién social no le co- rresponde sélo al derecho penal, sino a todo el ordenamiento juridico. De modo que una “retirada” del derecho penal no implica necesariamente la ausencia de una proteccién juridica en el caso concreto®, Precisamente, la regla es (y debe ser) Jo contrario: que la regulacién y resolucién de la mayorfa de Jos conflictos sociales tenga lugar al margen del derecho penal, quedando éste reservado para los hechos mas graves, en los que su intervencién pueda calificarse de necesaria y propor- cionada®. Ocurre, sin embargo, que los contradictores de la vietimodogmatica han interpretado que el “principio victimo- logico” también podria ser de aplicacion en uno de los m: tradicionales miicleos de lo penal: los delitos violentos (Gewalt- delikte). Pero, con ello, han ido en la eritica més alld de lo que los partidarios de la victimodogmitica pretendian defender. Los referidos autores, en efecto, suelen partir de la dis- tincién entre Beziehungsdelikte (delitos de retacion) y Zugriffs- delikte (delitos de intervencién)™, estimando aplicables sus ob- servaciones tan sélo a los primeros. Estos, a diferencia de los segundos, requieren para su consumacién una determinada con- tribucién de la victima. Pues bien, si esta contribucién se pro- duce, en el caso conereto, con infraccién de deberes usuales y exigibles de autoproteccién, el autor puede quedar exento de responsabilidad criminal (siempre, naturalmente, en opi- nin de los partidarios de la tesis minoritaria de la orientacién vietimodogmatica). A mi juicio -y valorando defensas y eriticas de la per pectiva victimolégica~ un correcto entendimiento de ésta ul- 81 Scuunenasy, sbidem. 52 Auriuno, Recensién de la obra de Hittsnxamr, Vorsatztat und Op ferverhalten, GA, 1984, ps. 579 y siguientes. 59 Por ejemplo Hassan, R., Schutzbedirfligkeit, ps. 54 % Por ejemplo Hass 55 y 8, R., Schulzbedurfuigheit, ps. 54 y 65 VicriMoLocia ¥ DERECHO PENAL 163 tima debe partir de las consideraciones que siguen. En primer lugar, en el momento legislativo de la incriminacién de con- ductas, es preciso tener en cuenta que la funcién del derecho penal es la proteccién de bienes jurfdicos de modo fragmentario, esto es, sdlo contra aquellas agresiones que son lo suficien- temente graves para que la intervencidn penal se estime ine- ludible, necesaria y proporcionada. Ello, por de pronto, sig- nifica que no basta con la produccién de un hecho antijuridico (atentatorio contra bienes juridicamente protegidos) para le- gitimar dicha intervencién. Al contrario, debe valorarse si el hecho es merecedor de pena, penalmente antijurfdico, para lo cual hay que ponderar los argumentos favorables (de necesidad de proteccién) y contrarios (de restriccién de derechos indivi- duales) a la ineriminacién. Dicha ponderacién, cuyo resultado se expresa en la tipicidad, se halla presidida por considera- ciones teleolégicas (materiales) relativas a los fines del derecho penal en la sociedad Una vez practicada la tipificacién la ineriminacién ge- neral de una clase de hechos— la determinacién por el intér- prete de los limites de ese tipo, esto es, la decisién acerca de qué conductas concretas pueden ser encuadradas en el mis- mo y cules no, debe estar presidida por las mismas consi deraciones teleologicas. Asi, no habré que estimar tipica una conducta cuando, pese a que la misma quepa dentro del sentido literal posible del tenor legal, ello se opondria a los referidos fines del derecho penal: evitar la hipertrofia punitiva, proteger sélo fragmentariamente los bienes jurfdicos, lograr, en suma, una “intervencién penal minima”. La atencién a estos fines permite, como se advierte, restricciones de alcance de los tipos, que adquieren asf una légica funcional superadora de las apa- rentes arbitrariedad e irracionalidad mostradas por la inter- pretacion gramatical. Dicha légica funcional es la que deter- mina que, por via interpretativa, se hayan introducido ~como limites de la tipicidad— las ideas de riesgo permitido, adecua- cién social o insignificancia. Ahora bien, ;e6mo integrar en el esquema anterior la pers- pectiva “victimologica”? A mi juicio, ello exige un planteamien- to en parte diferente del que suclen proponer los defensores alemanes de la tesis minoritaria de la vietimodogmatica. De las afirmaciones de.éstos parece desprenderse, en efecto, que 164 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA la no adopcién de medidas de proteccién por el sujeto pasivo determina la pérdida por el mismo de la proteccién penal. Esto ultimo, sin embargo, aunque luego se corrija, limiténdolo a los “delitos de relacién”, no puede sino producir una cierta perplejidad. En efecto, todo lo anterior podria conducir a pen- sar que hay deber de oponerse a las agresiones (de hacerlo activamente, por muchos limites que se quieran introducir aqui medidas razonables, usuales, exigibles, etc.). Y si esto fuera realmente lo que se sostiene, asistiria la raz6n a las criticas que apuntan hacia una posible ruptura de la paz social y a un renacimiento de formas de justicia privada. En efecto, se- gin entiendo, en la sociedad constituida en Estado se ha cedido a ste tiltimo la funcién policial y, consiguientemente, el mo- nopolio del uso de la fuerza. En tales condiciones, no veo po- sible concluir que la adopcién de medidas activas de autopro- teceién (preventivas o reactivas) deba ser algo usual, razonable y exigible (por supuesto, me expreso en términos jurfdicos y no practicos). Por todo ello, estimo que un planteamiento sa- tisfactorio de la perspectiva vitimolégica debe pasar, més que por la distincién entre “delitos de relacién” y “delitos de in- tervencién”, por una adecuada precisién del contenido de las mencionadas “medidas de proteccién”. En efecto, frente a lo sefialado lineas atrés, sf puede verse como algo exigible —al menos, en cierta medida— el que no se realicen actos ~dolosos © imprudentes- que directa o indirectamente puedan redundar en una lesién de los propios bienes juridicos por terceros. Esto es, que no se favorezca conscientemente la puesta en peligro ni se intensifique conscientemente el grado del mismo al que estan sometidos los bienes juridicos de los que es titular. Claro esté que ello significaré que la eventual “responsabilidad” de la victima sélo empezaré cuando, no ya ante un riesgo genérico ¢ indiferenciado, sino ante un riesgo conereto y relevante cua- litativa y cuantitativamente, se opta por exponerse al mismo. Quienes ni siquiera adopten esta minima medida, cuando el proceso lesivo de los bienes juridicos de los que son titulares se encuentra en su propio “émbito de responsabilidad”, diff cilmente podrén sostener que el hecho ha sido “cosa del autor” tan sdlo y que, por tanto, éste ha de ser sancionado de modo pleno. Pero, en el contexto de mi exposicién, la atenuacién © exencién de pena al autor no aparece como algo arbitrario, VictimoLocia ¥ DERECHO PENAL 165 ni como una “venganza” del derecho penal contra vietimas cuya desidia les leva a no autoprotegerse. Al contrario, este “re- descubrimiento” de la victima y de su contribucién al hecho delictivo propicia una distincién entre las aportaciones que han realizado al hecho el autor y la victima con la consiguiente atribucién de ambitos de responsabilidad a uno y a otra. As evita la posible imputacién al autor de todos los efectos lesivos derivados (en sentido puramente causal) de su conducta. Una imputacién que, con la correspondiente pena, contradiria los principios de fragmentariedad y proporcionalidad, al repre- sentar la sancién de hechos que en si no son especialmente graves y que solo adquieren virtualidad lesiva (o mas lesiva) a partir de la interaecién con la vietima. Tales principios, y no el de subsidiariedad, son los que pueden fundamentar de modo eonvincente la postura més amplia en relacién con las tesis victimodogmaticas. En el “enfoque vietimolégico” de la teoria del delito, a cuyo origen empirico (criminolégico) aludimos al principio, pueden, asi, advertirse coincidencias con una perspectiva de naturaleza tedrico-dogmatiea. En efecto, y contra lo que algiin autor ha pretendido, la adopeién del principio victimolégico no implica Ja necesidad de construir un nuevo concepto de injusto®, sino que resulta perfectamente compatible y coherente con una con- cepcién de lo injusto ex ante. Ello, porque es precisamente al volver la atencién sobre el comportamiento de la victima cuando se advierte que la conducta del autor en si, o no era cuantitativamente relevante (por falta de “cantidad” de riesgo), © no era cualitativamente relevante (por falta de significacién tipica: por ejemplo, era un riesgo permitido, consentido, etc.) © era, si, tipica, pero aparecia justificada. Asi, cabe perfec- tamente concluir que un riesgo que ex ante (esto es, en todo caso, antes de haber podido acceder a la esfera de la victima) se muestra como perfectamente inocuo para el ciudadano en cuestién (teniendo en cuenta las posibilidades de éste) es un riesgo tipicamente irrelevante, un riesgo que no debe prohibir- * Asi, Kusrascn, Verhaltenssteverung und Organisation im Strafrecht, Ansatze 2ur Reform des strafrechtlichen Unrechtsbegriffs und der Regeln der Gesetzesanwendura, Berlin, 1985, ps. 100 y 101, integrando la perspectiva vietimologica en una “eoneepeisn social del injusto", para la que ésta seria mucho mas que la relacien autor- norma 166 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA se bajo pena, si no se desea caer en hipertrofias punitivas™. ¥ ello, aunque el referido hecho peligroso cause efectivamente (perspectiva ex post) la lesion del bien juridico. Con esta con- clusion se advierte claramente la oposicién existente entre la perspectiva victimolégica (interaceionista) y el enfoque tradi- cional (causalista) de la teoria del delito, que lo entiende como un fenémeno lineal con un autor (agente) y una victima pasiva a la que se causa un daito. Pero, a la vez, se comprueba emo los modernos desarrollos de la teoria del delito concuerdan con las observaciones de la “victimodogmatica”. Asi, la teoria de la imputacién objetiva, a partir de la diferenciacién de un momento ex ante (ereacién de un riesgo relevante) y otro ex post (realizacién de ese riesgo, precisamente, en el resultado producido) constituye una de las vias mds adecuadas para tra- ducir en tesis dogméticas las consideraciones vietimologicas, El andlisis del comportamiento de la victima puede revelar la inexistencia de un injusto tipico (de Ja conducta) 0 la im- posibilidad de imputar el resultado concretamente producido a esa conducta antijurfdica, también en los delitos dolosos. Con mucho mayor motivo, podré sostenerse una relevante dis- minucién del contenido de injusto del hecho. Sin embargo, pe- se a todo lo sefalado hasta aqui, conviene prevenir frente a Jo que serfa una afirmacién demasiado categdrica en el sentido de que los postulados de la vietimodogmatica pueden recon- ducirse perfectamente a la teoria de la imputacién objetiva, sin que aquélla, por tanto, aporte nada nuevo. En primer lu- gar, porque el analisis de los propios argumentos de Ia doctrina de la imputacién objetiva adquiere dimensiones propias cuando se efectiia desde perspectivas victimoldgicas: baste aludir aqui ala determinacién del cardcter bastante del engafio en la estafa © del carécter adecuado de la intimidacién en delitos como las amenazas 0 la violacién intimidatoria. Y, en segundo lugar, porque hay una gran vertiente de la victimodogmatica (la que tiene que ver con todas las conductas “provocadoras”, en sen- tido amplio, de la victima) que evidentemente no puede re- solverse mediante la teoria de la imputacién objetiva y que, quizé precisamente por ello, resulta todavia més compleja que la anteriormente mencionada. 8 Sobre esto ScHuMann, Strafrechtliches Handlungeunwert, ps.4 ¥ 9. ‘VICTIMOLOGIA ¥ DERECHO PENAL 167 En todo caso, frente a este planteamiento, las objeciones de la doctrina dominante no parece que tengan valor conclu- yente. Asi, no parece que tengan valor las apelaciones al de- recho penal como Magna Charta de la victima enando de lo que se trata no es de sobrecargar a ésta con deberes excep- cionales de autoproteccién”, sino de proceder a una distribu- cién ponderada de responsabilidades seguin el criterio estricto de proporcionalidad, cual es el de las esferas de competencia © imputacién. Tampoco cabe aludir a que nos hallemos ante un errdneo entendimiento del principio de subsidiariedad, puesto que las tesis victimodogmaticas pueden fundamentarse perfectamente a través de un entendimiento inobjetable de los principios de proporcionalidad e igualdad. En cuanto a las consecuencias politico-eriminales negativas, a saber, descon- fianza y agresividad contenida entre los ciudadanos, revicti- mizacién del sujeto pasivo y favorecimiento de tendencias ex- culpatorias en el sujeto activo, procede sehalar lo siguiente. En primer lugar, que tal desconfianza y agresividad reciprocas no tienen por qué producirse si de lo que se trata es de la adopcién de las medidas de proteccién usuales y razonables, sin que nunca tengan que desembocar en una injerencia en esferas juridicas ajenas, sino, mas bien, en hacer lo procedente dentro de la propia esfera de competencia. En segundo lugar, que no se trata de vietimizar nuevamente al sujeto pasivo con una vietimizacién secundaria, sino de reducir la "victimizacién” del delincuente a través de la pena a aquello de lo que re- almente es responsable, sin cargar sobre él riesgos que pro- ceden de otras esferas organizativas. En tercer lugar, que el surgimiento de tendencias exculpatorias en el sujeto activo es algo posible desde el momento en que existe en derecho penal un sistema de eximentes y de tipos que han de ser interpre- tados para decidir si la conducta del sujeto es tipica o no. Subrayado, pues, que la argumentacién victimodogmatica no reviste peculiaridad alguna desde esta perspectiva, procede también sefialar que la restriccién teleolégica de los tipos que le servirfa de via tampoco ofrece dificultades insalvables: basta con que haya en el caso conereto la correspondiente justifi- 87 Lo ve, sin embargo, de modo distinto Hiu.enkaur, Der Einfluss, ps. iy 168. PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MOD cacién teleolégica (esto es, basada en los fines a que debe res- ponder la intervencién del derecho penal) y un asidero textual. Si todo esto concurre, y no cabe duda de que en buen niimero de casos asi sera, en los términos expuestos, no parece que sea decisiva otra objecién que ha sido formulada: v. gr., la de que la argumentacién vietimodogmética, al aseverar que la vic~ tima ha “precipitado” el delito, no contempla la cuestién de- cisiva de si la victima tenia derecho a comportarse como lo hizo, En primer lugar, si la vietima no tiene derecho a com- portarse como lo hizo, esta clara la configuracién de una si- tuacidn de corresponsabilidad. Es mas, si la victima no tuviera tal derecho, la cuestin no serfa sélo la de la atenuacién o exclusién de la responsabilidad del autor, sino la de la medida en que deberia ser sancionada la propia victima, en via civil, penal o administrativa. Pero, en segundo lugar, es discutible que, ante un riesgo claro y cuantitativamente relevante para los propios bienes juridicos, quepa afirmar, sin mas, que al- guien tiene derecho a exponerse a ese riesgo sin que de ahi resulte consecuencia juridica alguna. Por fin, ni siquiera la afirmacién de que la victima pueda tener derecho a favorecer, co-causar el delito implicarfa que no pueda rebajarse la res- ponsabilidad del autor en tales casos de contribucién victimal (y un ejemplo evidente de ello es el consentimiento). Si la victima, teniendo derecho a ello, ha aportado un 20 % del riesgo tipico, ello significa que, en atencién al principio de proporcio- nalidad, al autor sélo se le podra responsabilizar por el 80 % restante. Por eso, las argumentaciones victimodogmaticas na- da tienen que ver con un “blaming the victim”. Mas bien, ana- lizan un caso peculiar de concurrencia de conductas de sujetos diferentes en el hecho delictivo, tratando de valorar la exacta medida de la responsabilidad del autor en atencién al riesgo que le es atribuible a éste. En esa medida, puede verse en ellas que conducen a apreciar un contenido inferior (o nulo) de riesgo en el hecho del autor, la contrapartida de las agra- vaciones de pena que tiene lugar en los casos de alevosia, 0 de robo con fuerza, 0 de robo con violencia o intimidacién, casos éstos de peligrosidad superior o adicional de la conducta del autor. 5% Lanuaun Puoax, De les causes del delicte, p. 142, nota 12, VicTIMoLOGIA ¥ DERECHO PENAL 169 Por lo que se refiere al argumento ad absurdum, segun el cual un coherente desarrollo de las tesis victimodogmaticas habria de evar a la renuncia del Estado a la pena, lo cierto es que hay que atribuirle su parte de razén. En realidad, la mayorfa de las modernas instituciones de la politica criminal e incluso algunas construcciones dogmaticas, que en general tienden a una creciente restriccién del ambito y de la inten- sidad de lo punible, pueden hallar un buen fundamento en la constatacidn de la corresponsabilidad social en el delito (ine- xigibilidad, error de prohibicién, etc.). La propuesta alemana de despenalizacién del hurto en grandes almacenes (AE-GLD, 1974), en un dmbito en que el factor crimindgeno esta per- fectamente determinado, da buena cuenta de ello”. § 5. Excurso: {Dz La “Maya Cuanra” PARA EL DELINCUENTE La “Maga CHarta” TaMBIEN PARA LA VICTIMA? De todas las observaciones efectuadas hasta aqui no quiero dejar de subrayar la relativa a las consecuencias que, en re- lacién con el significado del principio de legalidad y la me todologia de la obiencién judicial del derecho, cabria deriva de una concepeién del derecho penal como “Magna Charta’ no solo del delincuente, sino también de la victima. Dicha metodologia, en efecto, ha partido tradicionalmente del primero de ambos aspectos. Sentado esto, se ha admitido, ciertamente no sin discusin (de modo sefalado, en Espana) que los tipos penales son susceptibles de una interpretacién restrictiva (nor- malmente, de base teleolégica) e incluso de una propia “re- duccidn teleolégica”®". Del mismo modo, se ha admitido -como correlato natural de lo anterior Ia analogia en el émbito de las eximentes y atennantes (en particular, en las causas de jus- tificacién). El fundamento de dicha forma de obrar es, natu- 5% Aunque el argumento vietimoligico no fuera el nico de la misma % Criticamente, Hiusenkawr, Vorsatztar, ps. 134 y 138, advietiendo que la consideracion de ciertos comportamientos de la vietima para limitar la imputacion de hechos tipicos al autor incurriria en este, a su juicio, inacep: table proceder; del mismo, Der Einfluss, p. 13, 170 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA ralmente, la apreciacién de que la ley penal constituye una garantia para el delincuente, de modo tal que nada obsta a la reduceién interpretativa del ambito de lo punible nia la analogia in bonam partem", La cuestién que cabe entonces plantear es si ese modo de proceder sigue siendo igualmente admisible desde la perspectiva de quien entendiera que la ley penal es la “Magna Charta” de la victima’, Naturalmente, ello requerirfa, en primer lugar, que se admitiera lo eorrecto de tal proposicién, que no es autoevidente"’, Pero, en el caso de que asi fuera, parece claro que ni la reduceién teleolégica de los tipos ni la aplicacién analégica de las eximentes, en particular de las causas de justificacién, se manifestarian como proce- dimientos incontestados. En cambio, se plantearfa como cues- tién a considerar Ia relativa a la interpretacién restrictiva de St Hintenmane, Der Einfluss, p. 18: “Ciertamente en el derecho penal aleman se parte del caracter permitido sin problemas de la llamada reduccién teleolégica, porque silo favorece al autor. Sucede sélo que no se castiga Io ‘que en siesta es, segtin el tenor literal- seguiria siendo punible. Se supone que esto ha de ser ~como Ia analogia en favor del autor~ incuestionable. Por mi parte, querria ponerlo en cuestién, Ciertamente nos hemos acos- tumbrado a contemplar con Franz von Lisat el Cédigo Penal sélo como la Magna Charia del delincuente, que protege a los ciudadanos que se alzan contra el ordenamiento juridico frente a la omnipotencia estatal. El Estado solo puede castigar alli donde previamente ha conminado de modo expreso y preciso. El enuneiado de que las soluciones que favorecen al autor son incuestionables puede conciliarse sin mas eon ello’ 2 Como Huuitnkar, Der Binfluss, p. 13: "Sin embargo, se olvida con cllo que el Cédigo penal es tambien una Magna Charta de la vietima”. ‘! Cir la linea argumental de HuissKanp, Der Einfluss, ps. 18 y 14: “Todo el mundo puede extraer del Cédigo Penal contra qué abusos le protege el Estado con los medios del derecho penal. Esta funcién del derecho penal no deberia ser infravalorada. Contribuye de modo esencial a un sentimiento de seguridad vital y a una renuncia del ciudadano a autodefenderse y a armarse en todas direcciones (Rundumbewaffnung). Garantiza un espacio de pax minima, que queda libre de la atmosfera de homo homini lupus. Este efecto del derecho penal estatal no deberia ser minusvalorado en su significado de psicologia social. Con él no se coneilia el enunciado -tran- dquilizador desde la perspectiva del estado de derecho- del mero favoreci rmiento del autor. Quien propaga soluciones favorecedoras del autor, propaga, cen el mismo instante soluciones que lastran a la victima. Con ello, provoca fricciones en una estructura que slo se aprehende de modo suficiente con el doble sentido de la imagen de Magna Charta, Esto 0 no se veo se silencia, pero no deberia pasar desapercibido en una época que ha asumido como tarea cl descubrimiento de la victima, VicrimoLocia ¥ DERECHO PENAL m las eximentes (o de ciertas eximentes). De hecho, algo ha su cedido en este sentido en los tiltimos tiempos, en que no es extraiio advertir interpretaciones restrictivas de base teleolé- gica, cuando no auténticos supuestos de reduecién teleolégica en el campo de las eximentes y atenuantes (y la doctrina de las restricciones ético-sociales de la legitima defensa seria un mero ejemplo de ello). El tema debe quedar necesariamente abierto aqui. Pero es indudable que se configura como una importante tarea de futuro. Seré preciso, pues, proceder a la revision del método de obtencién del derecho (y su relacién con el principio de legalidad) propio de un derecho penal Magna Charta del delineuente y, en su caso, Magna Charta tatabién de Ia victima, § 6. jAncumentos “vicrimopocmémicos” EN LA LEGISLACION Y EN LA. JURISPRUDENCIA PENAL ESPANOLAS? a) BREvE ALUSION AL CONSENTIMIENTO, LA “CONCURRENCIA DE CUL- Pas” ¥ 1A “AUTOPUESTA EN PELIGRO”. — Expuestos en lo anterior los términos esenciales del debate sobre la victimodogmatica, resta, para finalizar, comentar en forma sucinta algunos ejem- plos de utilizacién del razonamiento victimolégico en la dog- matica de la Parte General y de la Parte Especial del Cédigo Penal espafiol. Tales ejemplos pueden hallarse ya en los pro- pios delitos contra la vida 0 la integridad fisica. Asi, nos en- contramos en primer lugar con la significativa relevancia del consentimiento®, 0 de los casos de autopuesta en peligro y de concurrencia de culpas. En relacién con esta tiltima, pueden citarse sentencias como la de 16 de mayo de 1988, ponente Ruiz Vadillo (A. 3664): “La sentencia citada (se refiere a la STS de 3 de diciembre de 1982, A. 7376] contempla el problema de la concurrencia de culpas; de la vietima y del inculpado que han contribuido concausalmente a la produccién de un resul- Sobre todo en los delitos imprudentes, porque en los delitos dotosos contra 1a vida e incluso contra la salud es euestion discutida. Ver, con toda, discutiendo el tema incluso para Jos delitos imprudentes, Ia STS del 17/7/90, ponente Bacigalupo Zapater (Rep. "La Ley”, 11, 173), 172 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA, tado lesivo y examina las consecuencias que de este hecho pueden derivarse desde la regla general segun la cual la culpa del ofendido o de la victima concurrente con la del acusado no tiene virtualidad exonerativa, pasando por los supuestos en los que al coadyuvar eficazmente y de modo culposo a la produccién del resultado esta adicién concausal de culpas pue- de determinar una moderacién en la determinacién cuantita- tiva de la indemnizacién e incluso degradar la calificacién del hecho (pasando de imprudencia temeraria a simple con infrac- cién reglamentaria o incluso a simple falta) hasta Negar en casos muy excepcionales a su desaparicién si la culpa de la victima es de tal gravedad que su insercién en la relacién causal hace que el resultado sea consecuencia indeclinable de Ja misma, apareciendo la del inculpado como manifiestamente irrelevante, en cuyo caso queda totalmente exonerado de res- ponsabilidad’. Asimismo, la STS de 26 de diciembre de 1989, ponente Diaz Palos (Rep. “La Ley”, 10.649): “es lieito y obligado valorar las conductas concurrentes de todos los protagonistas del he- cho, ineluida la propia victima, desplazando asi el tema desde el plano de la culpabilidad al de la causalidad o, si se prefiere, desde el Angulo de la imputacién subjetiva al de la imputacién objetiva que le es mas propio, aunque con la inevitable re- percusién de éste en el primero, hasta el punto de que si /a actuacién del sujeto pasivo de la infraccién se estima como causa decisiva y eficiente del resultado, habré de reputarse la del sujeto activo como accidental y fortuita, esto es, inculpable, como asi mismo, si las conductas del imputado y de la victima se revelan igualmente favorecedoras de] resultado, segtin el juicio de prognosis posterior hecho por el juzgador, habré lugar imputar al primero su imprudente conducta, si bien ade- cuando el grado de culpa a la mayor o menor eficacia causal de su intervencién” (el destacado me pertenece). in términos similares puede citarse, entre otras muchas, la STS de 8 de marzo de 1990, ponente Puerta Luis (Rep. “La Ley", 10.905), y, wltimamente, la importante STS de 20 de febrero de 1993 (R. 5052/90), ponente Conde-Pimpido Fe- rreiro, Esta, sentando doctrina de modo mucho mas general, declara que: “Respecto al comportamiento de la propia victima es evidente que nadie debe favorecer conscientemente el in- VictimoLocia Y DERECHO PENAL, 173 cremento del peligro a que estan sometidos los bienes juridicos de que es titular, y si lo hace esa asuncién del riesgo de la accién del agente influye sobre la imputacién objetiva de tal accién. Pero solo si puede reprocharse a la victima por algun titulo ~dolo 0 culpa- esa asuncién del riesgo puede ésta tomarse en cuenta para atenuar o excluir Ja imputacién objetiva. Pero tal asuncién del riesgo implica el conocimiento de su existencia. Si no, no hay asuncién, esto es, aceptacién voluntaria o ne- gligente del peligro, sino inconsciente inmisin en su esfera. Y la inmisién inconsciente en la esfera del peligro o la inocente colaboracién a la produccién del resultado es irrelevante en orden a la imputacién objetiva, pues de otro modo quedarian impunes todo el grupo de los delitos Hamados de ‘relacién’ (Be- zichungsdelikte), en los que la victima coopera 0 acepta su pro- duccién (estafa, estupro, delitos de contagio, ete.)”. b) La “inevracion oaseriva” sN Los peutros potosos. — Sen- tado lo anterior a propésito de los delitos imprudentes, también cabe hallar pruebas de la utilizacién de argumentos victimo- dogmaticos en la imputacién objetiva de delitos dolosos contra la vida o la salud, Ello ocurre sobre todo a propésito de la repercusién en la responsabilidad del autor de determinadas omisiones de la victima (o de terceros, lo que aqui no interesa) Estas, en efecto, producidas cuando el proceso ha abandonado de modo definitivo la esfera de responsabilidad del autor, pue- den determinar la imposibilidad de imputar el resultado al hecho de aquél. Aunque, por supuesto, el tema es discutido Pero, en todo caso, pone de relieve que en algunos casos la vietima si puede “estar obligada” a adoptar medidas activas de autoproteccién: concretamente, cuando se trata de medidas curativas o paliativas que corresponden una vez que el proceso se halla en sus manos. Asi lo entiende, por ejemplo, la STS. de 6 de noviembre de 1986, ponente Manzanares Samaniego (Rep. “La Ley”, 6915). En el supuesto de hechos se habian causado a la victima unas lesiones “de las que debio tardar en curar treinta dias, a no ser por una infeccién por falta de higiene personal, por lo que fue dado de alta a los 197 dias, queddndole como secuela una resonancia anormal que le di- ficulta para dediearse a sus ocupaciones habituales” 174 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA Pues bien, en la sentencia la condena tiene lugar por el articulo 422 del Cédigo Penal (antigua redaccién), relativo a las lesiones que tardan en curar entre quince y treinta dias, por entenderse que ello era lo atribuible al autor, debiendo imputarse el plus de lesividad al comportamiento de la vietima. En realidad, ello es evidente para la doctrina contemporénea: si la victima de una lesién deja sin cuidar la herida, 0 se la arafia continuamente para obtener ventajas patrimoniales co- mo beneficiaria de un seguro, por ejemplo, el autor no responde de las consecuencias ulteriores” ©) Lagsrara, — Si lo anterior parece claro, més evidente es la “obligacién” de la victima de no realizar conscientemente actos que supongan una creacién o incremento del riesgo de lesién de los bienes jurfdicos de que es titular. Esta tiene todo su sentido en los casos en que, para la produccién de tal lesién, debe mediar, entre el hecho del autor y la misma, un acto de la propia victima (los antes mencionados “delitos de rela- cién”). Asi, por ejemplo, en la estafa -acto de disposicién de la victima- 0 en la violacién intimidatoria acto de consen- timiento— entre otros delitos que veremos a continuacién. El caso mas significativo y que ha merecido mayor con- sideraci6n doctrinal y jurisprudencial es el de Ja estafa. La doctrina, en efecto, se ha ocupado de aquellos supuestos de estafa que generalmente se conocen como “caso del estafador estafado” (por ejemplo, buen mimero de situaciones del llamado “timo de la estampita”)". Asi, se ha concluido -teniendo muy presente el enfoque victimolégico- que en los casos en que la vietima no se encuentra en una plena situacién de error, sino en une de duda, en la que habria de informarse més y, no obstante ello, realiza el acto de disposicién, decae la Schutz- bedirfligheit™. Ala misma solucién, sin embargo, puede lle- 6 Jaxous, AT, 2 od, 7. Absch, n® marg. 59 © Cir. por ejemplo, Auzr, y Wratk, Strafrecht BT, LH 3, Vermoxens delikte (Kernbereich), Bielefeld, 1986, ps. 134 y 195, n° marg. 379 a 381, admitiendo la posible relevaneia del Mitverschulden de la victima STR, Hassemen, Schutzbedurftigheit, ps. 166 y siguientes. AMELUNG, Urrtum und Zweifel des Getauschten beim Betrug, GA, 1977. ps. La 17; Scuu NaMaNN, Das Verbrechensopfer, p. 416; Faller-FS, ps, 468 y 364. Critico Hw tena, Funktion und Bedeutung des Merkmals “Irrtum’, in § 263, StGB, GA, VicTIMOLOGIA Y DERECHO PENAL 175 garse a partir de la definicién del artfculo 528 del Cédigo Penal, (derogado) segtin la cual la estafa requiere un “engafio bastante para producir error”®, Ello es una muestra mas de como las perspectivas de la imputacién objetiva (con la consiguiente con- templacién del hecho ex ante) y del enfoque victimolégico coin- ciden en su delimitacién de las aportaciones del autor y de la vietima a la lesién del bien jurfdico. Como consecuencia de ello, la puesta de manifiesto del papel de la victima puede conducir, en ciertos casos, a negar el propio injusto de la con- ducta en el hecho del autor y en otros, si no a tanto, sf a negar la imputacién del resultado al referido hecho. Es decir que en unos casos cabré apreciar sdlo una tentativa punible del autor, y en otros ni siquiera eso. En efecto, si un engafio aparece ex ante como no-bastante para producir error, nos ha- Hamos ante una conducta atipica (tentativa irreal) y la pos- terior realizacién por la vietima de un acto de disposicién que Ia perjudique no puede modificar tal calificacién. Y si se trata de un engaio “bastante” ex ante, pero la posterior intervencién de la victima rompe toda conexién entre el mismo y el resultado Ailtimo, serd la tipicidad de la tentativa y no la del delito con- sumado la que cabré afirmar. En este punto, como en general en toda la argumentacién vietimodogmatica, un aspecto esencial es del baremo por el que habré de regirse 1a determinacién de la peligrosidad de la condueta del autor. Si se opta por un baremo subjetivista, extremadamente ceido a las circunstancias individuales de la victima, seran pocos -si es que alguno- los casos en que 1977, ps. 289 a 298; ya antes SrurvuenSrncowm, Honig FS, p. 212, En Es pata Baso Fensannes, Manual de derecho penal, “Parte Especial”, Il, “Delitos patrimoniales y econdmicos", Madrid, 1987, ps. 182 a 193, estima que en los casos de “estafador estafado” debe apreciarse delito de estafa consumado,, citando, no obstante, la opinion contraria de Huerta Toctcoo. 5 Cf, por ejemplo, Tonto Lopez, “Accién y resultado tipico en la estafa procesal”, en Libro homenaje al profesor Antén Oneca, Salamanca, 1982, ps. B77 y ss, y 884 a 886. Gowrz Benitez, Funcién y contenido del error en ef tipo de estafa, ADPCP, 1985, ps. 935 a 345, y 340, entre otras; VALLE Musur, El delito de estafa, Barcelona, 1987, ps, 186 y 189 a 191. Como estos autores apuntan, en el juicio acerea de cusndo el engaso es “bastante” Guicio de adecuacion) debe tener presentes Ins condiciones del sujeto pasivo y sus reales posibilidades de autoproteccién, 176 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL NOt haya habido acto de disposicién en que se rechace la estafa: pues el error y el acto de disposicién en perjuicio propio 0 de tercero serian la prueba de que ~para el sujeto pasivo en cuestion~ el engafio fue bastante. En cambio, desde un baremo is objetivista o generalizador, podrén ser muchos més los casos en que, pese a haberse producido el error y el acto de disposicin perjudicial, pueda sostenerse que el engaho no fue bastante y que el perjuicio es imputable a la escasa diligencia de la victima, E} Tribunal Supremo adopts inicialmente una postura de ambiguedad en esta disyuntiva. Asi, por ejemplo, en sentencias como la STS de 25 de junio de 1976, ponente Vivas Marzal, se indicaba que: “El engaito debe tener, por regla general, la cualidad de eficaz para el logro de los fines de- fraudatorios si bien ciertos sectores doctrinales tratan de ob- jetivar la entidad del mismo, atribuyéndole sélo tal calidad ‘a los que fueren idéneos aptos para inducir a error a personas de mediana cultura, a hombres de prudencia o sagacidad or dinarias, al ‘buen padre de familia’, ‘a los ciudadanos medios’ © finalmente ‘al que observa normal diligencia’, llegando a ne- gar la eficacia y trascendencia del engaio cuando el sujeto pasivo demuestra una credulidad rayana en la necedad, afia- diendo que una absoluta falta de perspicacia, una esttipida credulidad 0 una extraordinaria indolencia para enterarse de la entrafa de la conducta ajena pueda llegar a considerarse consecuencia de censurable abandono, mientras que otros con més atinado y moderno criterio, estiman que la aptitud e ido- neidad del engaito, asi como su eficacia, deben subjetivarse, reputdndose relevante en tanto en cuanto haya bastado para inducir a error al sujeto pasivo, siendo de tal indole que oculte al perjudicado el cargeter nocivo de su acto de disposicién, afadiendo que la entidad de dicho engano ha de medirse no con cémputos objetivamente cuantitativos, sino en relacién con su eficacia operativa real en el caso concreto, pues maniobras del mds burdo contenido pueden ser idéneas si producen el resultado deseado gracias a la rusticidad o minima cultura del sujeto pasivo”, Por su parte, la STS de 16 de julio de 1987, ponente Diaz Palos, (Rep. “La Ley”, 7856), senalaba, en términos mas ma- tizados, que: “hay que partir de una eficacia objetiva innata en el engafio para que pueda surtir sus efectos defraudatorios VicrimoLocia ¥ DeRECHO PENAL 7 en persona de mediana perspicacia 0 que sea considerado como tal en la convivencia social (STS, 25/6/76 y 18/1/83), lo que excluye aquellos supuestos en que el perjuicio se caus6 por la esttipida credulidad y extraordinaria indolencia de la vic- tima, hasta el punto de resultar futil 0 absurdo dentro del normal aetuar social (STS, 21/5/83). Ahora bien, habida cuen- ta de que el delito de estafa explota por regla general la con- fianza y buena fe de las gentes (citada 8. 25/6/76), hay que completar el médulo objetivo con el subjetivo que toma en cuen- ta las condiciones personales del sujeto pasivo, de modo que haya que apreciar también el engaiio intuitu personae. Se tra- ta, por ende, de determinar si el engaiio fue un ‘acto conclu- yente’ o una condicién ‘cuantitativamente dominante’ para cau- sar el error de la victima y no que sea imputable en exclusiva ala reprochable negligencia de la misma. En otras palabras, se trata de reconducir el problema a la causalidad o, si se prefiere, al més amplio campo de la imputacién objetiva, en la que ademds de exigirse en el engafio el atributo de conditio sine qua non, le adornen las cualidades de adecuacién y re- levancia en el sentido tipico y, por tanto, se muestre de acuerdo con el discurrir y la marcha normal de la vida y el tréfico Jjurfdieo”, En el caso objeto de estudio, tales declaraciones sirvieron, no obstante, para negar la coneurrencia de una falta de ligencia en las tres posibles victimas de la estafa: el Banco titular de la tarjeta de crédito que la entregé al titular sin recoger previamente la firma; dicho titular, que demoré la de- nuncia de la sustraccién de la tarjeta, y los comerciantes, que entregaron las mereanefas compradas por el procesado, sin identificar previamente al titular de la tarjeta. Sin embargo, con el paso del tiempo parecen adoptarse médulos crecientemente objetivizadores 0 generalizadores. Ast, en la STS de 26 de octubre de 1988, ponente Moyna Ménguez (A. 8397), Fundamento Juridico 4°, se seftala que: “el elemento primordial de la estafa es la conducta engafosa, consistente en una simulacién o disimulacién capaz de inducir a error a una o varias personas, pero no toda maniobra fraudulenta —que aqui ha existido- puede dar motivo a la estafa: el engafio ha de ser bastante, segin ha entendido Ja jurisprudencia, la doc- trina y ahora la definicién legal del art 528 y tiene una doble 178 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA medida: desde un punto de vista objetivo, se ha exigido que la maniobra defraudatoria revista apariencia de seriedad y re- alidad frente a personas de una mediana perspicacia e inte- ligencia, cuyas condiciones subjetivas han de ponderarse ade- cuadamente; y en el supuesto ‘sub iudice’ los presuntos engafiados no eran personas, por su nivel social y cultural, que pudieran entregar su confianza con imprevision y ligereza”. Lo que lleva a rechazar la calificacién de estafa. Esta tendencia a la objetivizacién contintia, en lo que al- canzo a ver, con doctrinas como la sentada en la STS de 13, de noviembre de 1990, ponente Martin Pallin (Rep. “La Ley", 11.373), la cual, en su Fundamento Juridico 4%, coneluye que: “la manifestacién de la procesada sobre la situacién de las fineas no tiene entidad suficiente para constituir el engano configurador del delito de estafa, ya que tratandose de cargas o gravémenes que existfan en el Registro de la Propiedad, el querellante pudo y debié acudir a la oficina correspondiente, amparandose en el art. 221, LH, que proclama que los Registros sern puiblicos para quienes tengan interés conocido en ave- riguar el estado de los bienes inmuebles, luego la manifestacién falsa de la procesada carecia de relevancia y no pudo actuar sobre el dnimo del prestamista, por lo que al faltar este requi- sito esencial desaparece el delito de estafa’ , en la misma linea, incluso mas claramente, la STS de 30 de octubre de 1992, ponente Garcfa Miguel (A. 8615), la cual, en su fundamento de derecho tinico, indica que: “el engafio ha de ser bastante para inducir a error por lo que no puede reputarse como tal la simple mentira o cuando el engafo sea, fitil, absurdo o inane dentro del normal modo de suceder las cosas en el diario discurrir de la vida o cuando la defraudacién més que producto del engaiio lo sea de un censurable abandono 0 de falta de haber empleado la corriente y usual diligencia, por lo que la falta de verdad cometida en la declaracién exigida a un cliente por un banco como base para la concesién de un préstamo cuando los bienes ofrecidos en garantia, 0, mas exac- tamente declarados, como de la propiedad del prestatario son inmuebles, y el prestamista no ha adoptado la elemental me- dida de precaucin de cerciorarse de si en realidad dichos bie- nes pertenecen a quien los incluye en la declaracién prestada © si los mismos se hallan libres o sujetos a cargas que haga VicrimoLocia ¥ DERECHO PENAL. 179 que, précticamente, se hallen vacfos de contenido econémico” no se estima suficiente para determinar la apreciacién del de- lito de estafa. Con todo, debe subrayarse que esta tendencia a la obje- tivizacién del caréeter bastante del engafo y, por tanto, a la imposicién de deberes de diligencia a la victima, no es uni- forme. Asf, en la linea justamente contraria se ha pronunciado la STS de 15 de diciembre de 1992, ponente Conde-Pumpido Ferreiro (Rep. “La Ley”, 15.021-R), al sefalar que: “el engaitio bastante a que se refiere el art. 528, Cédigo Penal, ha de va- lorarse en funcién de los términos de la buena fe y la credi- bilidad propia del tréfico, y en todo caso, la valoracién del engafio debe ser siempre una valoracién ex post, pues de ese juicio a posteriori es de donde puede inducirse que el meca- nismo mendaz fue suficiente en el caso conereto para mover al destinatario del engafto a realizar un acto de disposicién, sin que pueda excluir esa eficacia causal conereta del engaiio la negligencia o falta de cuidado del engafiado, que, a lo mas, debera tener su reflejo en otra vertiente, la de la reparacién del perjuicio” Es ésta, como puede verse, una declaracién radicalmente contraria a los postulados de las tesis victimodogmaticas, pero también a los de la imputacién objetiva, pues en ella se hace derivar de la relacién de causalidad entre el engatio y el corres pondiente acto de disposicién (perspectiva ex post) el caracter bastante de dicho engano, que, obviamente, habria de deter- minarse ex ante, si es que se quiere dotar a dicho elemento de cierta autonomia y de auténtico significado politico-criminal en el contexto del tipo de estafa, En todo caso, esta ultima sentencia no hace sino confirmar que el tema de la victimo- dogmatica en la estafa dista de estar resuelto en uno u otro sentido, @) Los petsros contra 1a tinenraD (amswazas, coaccrones). La viotacion nrimrparorts. — Consideraciones préximas a las reali- zadas a propdsito de la estafa cabe establecer a propésito de los delitos en los que se lesiona la libertad del sujeto pasivo. Asi, en las coacciones y amenazas, en las que se afirma la 180 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA existencia sobre la vietima de un cierto deber de no-ceder® (en la medida de sus posibilidades)”. Todo lo cual coincide con Ia exigencia, propia también de las concepciones de la impu- tacién objetiva, de que la amenaza revista una cierta seriedad, teniendo siempre en cuenta la situacién del sujeto pasivo”. Como apunta Roxx, el requerir un cierto nivel de seriedad en la coaccién responde a la necesidad de no incluir en el tipo supuestos cuya incriminacién perturbaria el libre juego de las fuerzas sociales”. En la misma linea se sitdan los in- tentos doctrinales de restringir teleoldgicamente el tipo de vio- lacién intimidatoria, En Espafia es conocida ante todo la tesis de Giwpersat. Segiin este autor, no toda amenaza que causa en la victima una actitud de consentimiento al yacimiento car- nal da lugar al delito del articulo 429 del Codigo Penal (de- rogado), sino sélo algunas que, desde un punto de vista ob- jetivo-general ex ante, muestran la suficiente gravedad. En otras palabras, si, tras una amenaza insignificante, la victima acepta yacer para que el autor no la lIleve a término, dicho autor, debido a la poca entidad de su amenaza, no podré ser hecho responsable de violacidn intimidatoria. Se diria, en tér- minos victimodogmaticos, que en tal caso el yacimiento es mas imputable al comportamiento de la victima que al del autor. Con todo, desde diversos sectores doctrinales se ha objetado a este planteamiento su cardcter generalizante, que prescinde de la existencia de victimas mas resistentes y otras més vul- nerables a determinadas amenazas. Asi, se ha propuesto una correccién en términos individualizadores de tal punto de vista, de modo que, a la hora de valorar la gravedad de la intimi- dacién, se tengan en cuenta las reales posibilidades de resistir de la vietima, esto es, cual era la “entidad real” de la amenaza “para ella’ © Asi, Anat, MschrKrim 67 (1984), p. 113. Row, Nota a la S. BGH de 18 de enero 1983 1 SiR 737-1981, JR, 1983, ps, 381 y 88. ¥ 1 Esto ultimo no queda claro del todo en Scxinema’ chensopfer, p. 418, cuando alude a la exclusién del tipo de los casos de vietima “hipersensible” 11 Por ejemplo, Musox, Coxne, Derecho penal, PE, 8* ed., Valencia, 1990, ps. 142 y 143. 7 Roxin, AT, par. 14, 111, nt marg. 22. 79 Giwneinar, "Sobre algunos aspectos del delito de violacién en el Cé- digo Penal espanol: con especial referencia a la violacién intimidatoria", en Estudios de derecho penal, 2 e4., Madrid, 1980, ps. 227 y s8., y 282 y's8., VicriMoLoata Y DERECHO PENAL, 181 Esta linea intermedia, sin duda necesitada de ulteriores conereciones, es la que se pone de manifiesto en sentencias como la STS de 27 de febrero de 1991, ponente Diaz Palos: la intimidacién no ha de entenderse de un modo tan radical “que suponga una violencia moral generadora de una invencible inhibieién psiquica, sino que basta que la fuerza o la intimi- dacién, como en el supuesto frecuente de que se empleen am- bas, sean eficaces y suficientes para doblegar la voluntad de Ja mujer. Lo fundamental es que la mujer acceda al yacimiento por un temor real, de manera que salvo supuestos extremos de pusilanimidad, interesa més la eficacia misma de la ame- naza 0 vis moralis que el contenido del mal utilizado para la conminacién (STS del 21/3 y 15/4/88, 12/6 y 20/11/89 y otras muchas)’. Asimismo, la STS de 11 de diciembre de 1992, ponente Conde-Pumpido Ferreiro (Rep. “La Ley”, 15.228-R): “El pro- blema de la valoracién relativa a la fuerza o intimidacién que tipifican el delito de violacién radica en un enfrentamiento de voluntades: 1a del agresor dispuesto a imponer por medios violentos e intimidatorios sus deseos sexuales y la de la victima negandose a perder su libertad sexual y oponiéndose a aquellas pretensiones hasta donde razonablemente se le puede exigir que mantenga su negativa; por lo que, igual que cabe exigir que la fuerza sea lo bastante intensa y mantenida como para en- tender que vencera cualquier resistencia opuesta en condicio- nes normales, as{ como que la intimidacién sea seria y de un mal suficientemente grave como para inhibir la capacidad de resistencia de la persona amenazada, gravedad que ha de va- lorarse no en términos absolutos, sino en funcién de las cir- cunstancias del caso y la mayor pusilanimidad de la victima, sobre todo, establece un criterio objetivo-general ex ante; otros autores, pos- teriormente, han ahadido a ese eriterio referencias personales, es decir, aten- tas a las condiciones de la victima, Todo ello, en el fondo, responde a la idea, en la que aqui estamos insistiendo, de que lo decisivo es si la vietima, pudiendo no hacerlo y siendole ello exigible, contribuyé conscientemente (ac- cediendo) a la lesion del bien juridico. Cir, por todos los que siguen ma- tizadamente a Ginuenvat, Musoz Coxe (nota 71), ps. 966 y 367; Oxrs en Cowo, y Vives (coord), y Bom: Ors, ¥ Cannoxtst, Derecho penal, “Parte Es pecial”, 2" ed., Valencia, 1988, ps. 598 y 599. En Alemania, eff. Anzr, nota 12, p. 113. 182 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA cabe también esperar que quien defienda su libertad sexual mantenga una posicién no heroica 0 a ultranza, pero si seria, real y que demuestre claramente su negativa, de modo que no puede considerarse como un disentimiento cierto el de quien, expresando inicialmente una negativa, termina admitiendo la propuesta del agente por una decisién propia y no forzada”. Esta misma argumentacién conduce a descartar la pre- sencia de una violacién intimidatoria en el caso examinado por la STS de 6 de octubre de 1990, ponente Montero Fer- nandez-Cid. En él, el procesado se habfa dirigido a una ado- lescente de dieciséis afios, amenazandola con suicidarse (mien- tras presionaba contra si el arma), sospechando la vietima que aquél tenfa el propésito de acceso carnal. La argumentacién de! Tribunal sostiene que: “El temor ‘ha de ser, asi, en primer término, racional y fundado, lo que exige una valoracién aten- diendo a criterios de normalidad. En segundo lugar, de ca- rdcter grave e inminente. Por ultimo, ha de recaer sobre la persona 0 bienes del sujeto pasivo, sobre la persona o bienes de sus descendientes, ascendientes 0 cényuge”. Por lo que no coneurriria en el caso en cuestién. Pero debe afirmarse que, en general, la tendencia es ex- tensiva en cuanto a la apreciacién de la intimidacién a los efectos del delito de violacién. Ciertamente, las consideraciones victimodogmaticas, en la medida en que tratan de restringir los supuestos de respon- sabilidad, 0 al menos de responsabilidad plena, del autor, pue- den producir cierta perplejidad en un delito tan polémico como el de violacién, a propésito del cual se dan incluso demandas sociales de mayor rigor punitive. Sin embargo, con indepen- dencia de la argumentacién técnico-juridica que, desde luego, abona la linea aqui seguida, debe sefialarse, en términos de una adecuada politica criminal, que las estrategias punitivistas no siempre favorecen a las victimas, sino que més bien se limitan a cumplir una funcién meramente simbélica, sin con- tribuir a una efectiva proteccién de la vietima. En efecto, pe- nas elevadas, desproporcionadas en ocasiones, indiferenciadas, no favorecen a la victima sino que, de algun modo, determinan que todo el mecanismo del sistema penal, desde la policia a la judicatura, adopte instintivamente una postura reticente (ustifieada 0 no) frente a la misma. Esto perjudica precisa- VictiMoLocia ¥ DERECHO PENAL, 183 mente los intereses de la victima mucho més que la existencia de tipos flexibles, en los qui. weda considerarse la variedad de cireunstancias coneurrentes en cada caso concreto. Y, al res- pecto, las observaciones de Monika Fromwet, sobre la violacién, abonando una politica de reformas legislativas orientadas en sentido victimodogmatico, son absolutamente significativas™, ©) Deviros contra ta inrtwioan, OTROS PROBLEMAS RELATIVES 4-108 DELITOS SBXUALES. Eb TEMA DE LA PROVOCACION (ARP. 9.5, Co. iGo Peat. neRoGADo &N 1983). — Principios distintos, en cambio, aunque también de base victimodogmética, inciden en los de- litos contra la intimidad o, asimismo, en los delitos sexuales. Ej planteamiento de cuestiones en estos seetores muestra, ade- mas, como ya antes apuntabamos, que 1a posible incidencia de la victimologia en la dogmética del delito va mucho mas alla del ambito de 1a doctrina de la imputacién objetiva del resultado. El tema es aqui, ante todo, la cuestién de la “pro- vocacién de la victima”, como conducta a través de la cual la vietima crea o incrementa el riesgo a que estén expuestos sus bienes juridicos”. Asi, un sector de la doctrina se refiere a que les falta el merecimiento de proteccién a quienes no son celosos de su intimidad, 0 la venden, 0 ni siquiera hacen uso de los medios de que normalmente disponen para protegerla. La instrumentacién dogmatica de lo anterior podria ser la alu- sién a la existencia de un “consentimiento concluyente”. En cuanto a la provocacién sexual y sus efectos atenuantes de la responsabilidad del autor, se comenta en la doctrina, por ejemplo, el caso de la prostituta que, en el momento del ya- cimiento, exige a su cliente mds dinero del convenido minutos antes, no accediendo éste y produciéndose un yacimiento con fuerza” Ello no ha sido tenido en cuenta por la STS de 28 de septiembre de 1991, ponente Huerta Alvarez de Lara. En el caso, una mujer haba aceptado expresamente realizar el acto 1% Fuostue, MschrKrim, 1985, ps. 952 ¥ siguientes. Cir. para los delitos contra la intimidad, Avr, MschKrim 67 (1984), ps. 115 y 116; Scnvaesann, Das Verbrechensopfer, p. 419; Der strafrechtliche Schutz von privaigeheimnissen, ZS, 90 (1987), ps. 11 y 88. ¥ 35. 76 Aw, MscheKrim 67 (1984), p. 114 184 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA carnal con los dos procesados, conviniendo con ellos el precio y accediendo voluntariamente a subir al vehiculo donde via- jaban para trasladarse al lugar donde realizarlo. Ahora bien, al mostrar la mujer su disconformidad con el paraje solitario elegido por los procesados para la realizacién del acto, se pro- dujo un yacimiento coactivo. Para el Tribunal, “se dan todos los elementos o requisitos, objetivos y subjetivos, de la infrac- cién, sin que en nada pueda influir para su calificacién la conducta privada de la victima, ni el consentimiento inicial y voluntario de ella, al tratarse de un delito contra la libertad sexual” (el destacado me pertenece). Pero asimismo eabria pensar en los casos de una provo- cacién o seduceién (por ejemplo, de menores de 12 aftos -a los efectos del delito de violacién— o incluso de mayores de esta edad —a los efectos del delito de estupro de prevalimien- to-). Parece posible sostener que la provocacién disminuye, desde luego, la exigibilidad de condueta ajustada a derecho del autor (e incluso, en algunos casos extremos, la propia im- putabilidad); lo que, por de pronto, podria atenuar su culpa- bilidad. Pero también cabe pensar en una disminueién del in- justo en la medida en que la victima crea una parte del riesgo que se expresa en el resultado (una parte del mismo puede serle atribuida). El tema es ciertamente muy complejo y ne- cesitado de ulteriores investigaciones y concreciones, por cuan- to la incidencia de la conducta de la victima sobre el resultado no tiene lugar aqui por una via causal externa, sino por una via de eficacia interna, que la motiva Al respecto, es preciso aludir a la incidencia atenuante que la provocacién del ofendido tuvo en nuestro sistema hasta la derogacién del articulo 9.5, del Cédigo Penal en 1983. En los términos formulados por la STS de 15 de noviembre de 1984, ponente Vivas Marzal (A. 5494), la provocacién se ca- racteriza “no sélo por las notas de inmediatividad y propor- cionalidad respecto a la reaccién del provocado, sino por la de que, la referida provocacién, ha de proceder necesariamente del més tarde ofendido, entendiéndose que se provoca cuando, mediante actos, palabras o ademanes, se incita, excita u hos- tiga a una persona, despertando en ella la agresividad inma- nente en el ser humano, si bien la referida atenuante tiene otros muchos medios de manifestarse tales como el reto o el VicTIMOLOGiA ¥ DERECHO PENAL 185 desafio, y ya fuera del Ambito de los delitos singularizados por la violencia ~homicidio, lesiones-, ofrece variadas moda- lidades o formas de producirse tales como v. gr., la exhibicién al hambriento de manjares suculentos, el despliegue de sun- tuosidades 0 acopio de riquezas ante el indigente 0 meneste- oso, y las insinuaciones de la mujer 0 su comportamiento pro- caz, liviano o descocado que, excitando al varén 0 despertando el apetito sexual del mismo, pueden motivar 0 desencadenar un atentado de la citada indole”. Con todo, no parece que la provoeacién de a vietima haya adquirido ni siquiera una minima carta de naturaleza en nues- tra jurisprudencia como elemento de valoracién de la situacion delictiva a efectos de una eventual atenuacién de la respon- sabilidad del autor. Ello, tanto en lo relativo a los delitos se- xuales como en lo referente a otras modalidades delictivas. Tales afirmaciones no afectan sentencias como la STS de 22 de noviembre de 1992, ponente Delgado Garcia, en la que claramente parece poder afirmarse la ausencia de provocacién. En efecto, se trataba de un caso en el que un guarda jurado de un establecimiento hotelero, sirviéndose de la lave de la que disponia por su condicién de tal, se introduce, con fines sexuales, en la habitacién en la que duerme una stibdita ex- tranjera. Se discute la apreciacién de la agravante del artfeulo 10, 16, del Cédigo Penal, relativa a la comisién del hecho en Ja morada del ofendido “cuando no haya provocado el suceso”. El Tribunal, con raz6n, rechaza la posible alegacién de una provocacién de la victima, afirmando que “si ella dormfa mal podia provocar, y si se pretende que tal provocacién existis porque ella estaba desnuda, o casi desnuda, circunstancia que el acusado conocia por su presencia anterior en dos ocasiones en la habitacién para expulsar a un joven que reiteradamente se haba introducido en la misma, es claro que tal alegacién ha de rechazarse, porque a ella en la intimidad de la habitacion en que se hallaba le era plenamente legitimo adoptar la ves- timenta que considerase oportuno, incluso no llevar prenda alguna si asi lo deseaba, tanto para dormir como para cualquier otra actividad. Y si lo que se pretende decir es que la situacién de la joven incits el apetito sexual del ahora recurrente, es claro que él, como toda persona, varén o hembra, maxime de- sarrollando un trabajo de vigilancia en el establecimiento don- 186 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA de ella estaba hospedada, tenfa el deber de controlar ese apetito (0 de satisfacerlo de otro modo no lesivo para nadie de acuerdo con lo que libremente pudiera ser su deseo, pero nunca puede entenderse que estuviera autorizado para entrar en el local cerrado donde ella se encontraba segura, sin el recelo de que alguien pudiera molestarla, maxime si habia una persona que te- nia como obligacién velar por esa seguridad”, En cambio, sf podrian afectar a una sentencia como la STS de 8 de diciembre de 1979, ponente Vivas Marzal (A. 4534), que analiza un supuesto mucho més discutible. Se trata de un caso en que la victima de una violacién consiente en estado de embriaguez en la realizacién de ciertos actos sexuales con el sujeto que finalmente comete aquel delito. Ante el ale- gato de la defensa relativo a un consentimiento en actio libera in causa por parte de la victima “que, en caso de prosperar, implicaria que el problema del consentimiento de la mencio- nada vietima se situarfa no en el momento de la perpetracién sino, retroactivamente, en el instante en que ella comenzd a ingerir bebidas alcohdlicas con el propésito preconcebido y pre- ordenado de caer en un estado de inconsciencia que le per- mitiera ser presa facil, y aparentemente inocente, de las ape- tencias sexuales de determinado y querido varén, buscando y encontrando en dicha ingestién el valor necesario para el encuentro carnal asi como la impunidad familiar y social, para ella, originada por su estado de inconsciencia’, el Tribunal res- ponde que: “se constata, en efecto, la ligereza de la ofendida =producto de su juventud, de su inexperiencia y de la fami- liaridad 0 camaraderia con que se tratan hoy los jévenes de ambos sexos-, la imprudencia evidente de su conducta al in- gerir, con breves intervalos, hasta nueve martinis, e incluso la inconveniencia y frivolidad de que hizo gala la mujer a lo largo de todo lo sucedido (...), pero sin que se evidencie, de ningiin modo, que la joven virgen de autos se embriagara con el propésito preconcebido de hallarse en estado de inconsciencia (..) cuando sobreviniera la agresin sexual intuida y secre- tamente deseada”. Por lo que se refiere a la provocacién, se rechaza su apreciacién en el caso “no s6lo porque los actos que se citan como incitadores —insistencia de la joven para que la acompanara el procesado desde el bar en que se hallaban ambos hasta su domicilio, el haberse sentado ella, en el citado VicrimoLocia Y DERECHO PENAL 187 bar, sobre las piernas del joven sin que conste la duracién de tan inconveniente asiento, y los tocamientos con 4nimo li- bidinoso habidos entre ambos sin que conste quién los realizé ¥ quién los toleré— 0 son inanes o inocuos, como en el caso de la insistencia, 0 siendo provocativos, en el caso del asiento y de los tocamientos, pierden trascendencia y carga incitadora cuando la mujer, como en este caso, realiz6 0 consintié tales actos halléndose ya en estado de mareo profundo y habiendo perdido totalmente el raciocinio y la capacidad de inhibicién, Jo que, como antes se ha visto, le constaba al procesado, sino también porque, en cualquier caso, tales actos no fueron ade- cuados, es decir, proporcionados, en el orden de lo normal, a la reaccién desencadenada en el varon, que, al violar a una joven virgen, se excedié respecto a las veniales concesiones realizadas por ésa, las que, por lo demas, dada su inconsciencia, ni siquieran podian interpretarse como invitacién a la reali- zacién de actos de mayor lascivia”. Como se advertird, afirma- ciones como éstas llevan a la préctica irrelevancia del compor- tamiento de la vietima en el andlisis jurfdico-penal del hecho. Ello, aunque en el caso de autos aparezca condicionado por la apreciacién que la Sala de instancia hizo de una atenuante muy calificada de embriaguez en el autor, no parece, sin em- bargo, defendible de modo general. £) La ceciniis DereNSA ¥ struscrones PROxiuas. — Una fi- gura legislativa y dogmatica cldsica y que, sin embargo, admite una interpretacin en clave vietimodogmstica es la legitima defensa. Ello, tanto por lo que se refiere al elemento de la “agresién legitima’, central en la misma, como en lo que se refiere a la “provocacién suficiente del que se defiende”, El comportamiento del agresor es, precisamente, el que determina que luego dicho agresor (convertido en victima) deba soportar la defensa, no sujeta al principio de proporcionalidad, que sobre él descarga el agredido; dicho en otros términos, que el autor agredido previamente por su victima quede impune. La agre- sion es, pues, una forma especialmente clara de comportamien- to de la victima que permite concluir la ausencia de responsabi- lidad del autor (el que se defiende, realizando un tipo delictivo). Por lo que se refiere a la provocacién, la misma determina que el que provocé la agresién no pueda defenderse legitima- 188 PERSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL. MODERNA mente de la agresién que luego se produce (sdlo se aleanza la eximente incompleta), de modo que se veria expuesto a una nueva actuacién que, contra su defensa, realizara el agresor (quien a su vez tampoco podria alegar una defensa legitima). Son paradojas de la concurrencia, general, en los supuestos de legitima defensa, de las condiciones de victima y autor en la misma persona, segtin que observemos el proceso en un momento 0 en otro. Algo parecido ocurre en los supuestos de “hechos pasio- nales”. Asi, recientes investigaciones ponen de manifiesto que el fundamento de exencidn de responsabilidad en estos casos, tradicionalmente contemplados en el ambito de la inimputa- bilidad, se halla, més que en un mero dato interno psiquid- trico-psicolégico, en un dato social-objetivo, constituido por la relacién entre autor y victima”. Los casos a los que se refiere esta investigacién, llevada a término en Alemania, son ante todo los de “tirano doméstico”. Se trata de supuestos en los que un marido/padre tirénico, agresivo y aleohdlico, maltrata a los demés miembros de la familia, generando una tensi6n ereciente que un dfa se desborda. Pues bien, al respecto se han podido constatar dos cosas: 1) que son extremadamente raros los casos de reaccién pasional en los que no se da un factor exdgeno de provocacién, y 2) que, en la jurisprudencia alemana, la sancién es distinta, dada una misma conformacién psicolégica del caso, segiin que la reaccién recaiga sobre el propio provocador o sobre un tercero (que sufre la explosién pasional sin tener que ver con su génesis)"". La idea es que, en estos casos”, que en Espafia se han examinado en ocasiones a propésito de la eximente de miedo insuperable (art. 8°, 10, Céd. Penal), los bienes juridicos del provocador pierden valor ante el derecho", Sin embargo, mas que eso lo que debe apre- ciarse es una disminucién del contenido de peligrosidad del hecho imputable a la esfera de competencia del autor (0, ade- mas, la disminucién de la culpabilidad de éste). Mas que de 7 Benwsaeann, Affekt und Opferverhalten, NSWZ, 1989, ps. 160, siguientes 78 Branswans, NStZ, 1989, ps. 163 y. 164 7 Que se enmarean en el mismo contexto que el exceso en Ia legitima defensa 6 el homicidio provecado (que en Alemania tienen regulacién espe ifica el los pars. 33 y 218, SUGB, respect.) 8 Bruxssawn, NSUZ, 1989, p. 165, VicTIMOLOGIA Y DERECHO PENAL 189 una culpabilizacién de la vietima, se trata, de nuevo, de hacer responsable al autor tan sélo por lo que ha realizado efecti- vamente y en la medida en que es culpable por ello. &) La costuccioy unrspaupENctal, DEL “DELITO PROVOCADO”. — Un especial interés desde perspectivas vietimodogmaticas tiene la construccién tradicional de nuestra jurisprudencia sobre el “delito provocado”, En éste, como es conocido, el comienzo de la ejecucion tipica es debido a la incitacién de un “agente pro- vocador”, que, dando pie a la ejecucién delictiva, controla el proceso con el fin de que no tenga lugar la consumacién y, por contra, puede detenerse al autor con pruebas concluyentes. Como ha senalado la sentencia de la AP Sevilla (secc. 7") de 8 de julio de 1992: “Delito provocado es aquél que aparente- mente llega a realizarse como consecuencia de la induccién engafosa de una persona, que persuade a otra para que lleve a cabo los actos que lo constituyen. El provocador simula pri- mero facilitar su supuesta comisin, para impedirla en ultimo término, con lo cual quiere conseguir pruebas directas e inequi- voeas contra el inducido, Ninguna responsabilidad criminal puede resultar de estos hechos, porque sdlo son una mera apa- riencia delictiva, sin contenido penal real. Falta en estos casos Ja tipicidad y la antijuricidad, porque el provocado no realiza una verdadera accién tipiea, ni lesiona ni pone en peligro el bien juridico protegido”. Pues bien, la doctrina jurisprudencial del delito provocado venfa a concluir la impunidad tanto para el agente provocador como para el sujeto provocado"'. Y, aunque es cierto que pos- teriormente se ha Ilegado a excluir de este concepto general -de modo discutible por diversas razones, en las que ahora no puedo entrar- los casos de provocacién policial de actos de tréfico de estupefacientes (su ambito mas comin de apli- cacién), sigue teniendo interés la afirmacién que en su dia hiciera Luzox Dowco en el sentido de que, en estos casos, el autor es realmente “victima de una maquinacién insidiosa en la que se le ha envuelto™, En efecto, también en el “delito © Rute Awtox, BI delito provocado, construccién conceptual de la ju- risprudencia det Tribunal Supremo, ADPCP, 1982, ps. 119 a 143. © Lo cita Ruiz ANTON, ADPCP, 1982. p. 126, 190 PENSPECTIVAS SOBRE LA POLITICA CRIMINAL MODERNA provocado” resulta que la victima (sea ésta una persona con- treta, sea la sociedad, a través de la policia) es la que genera la decision delictiva, manteniendo ademés bajo control la eje- cucién de la misma, con lo que la responsabilidad del autor por hechos que discurren realmente en su esfera de compe- tencias es minima De nuevo agui se observa eémo la ratio de la argumen- tacién victimodogmatica es la correcta distribucién de respon- sabilidades segtin un criterio de delimitacién de esferas de competencia y no una sobrecarga de la victima con respon- sabilidades que le corresponden.

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