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Diccionario de Canonistas y Eclesiastici PDF
Diccionario de Canonistas y Eclesiastici PDF
Diccionario de Canonistas y Eclesiastici PDF
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Manuel J. Peláez
(director y coautor)
Tom o I (A-Z)
1
© Los autores
2
Justificación introductoria
El presente “Diccionario de canonistas y eclesiasticistas europeos y
americanos” surge como una necesidad científica derivada de la escasa atención
que, dentro del Derecho canónico y del Derecho eclesiástico, se presta a los
canonistas y a los eclesiasticistas. Preocupan mucho más las instituciones
canónicas, pero no los hombres que han construido a lo largo de siglos los diferentes
Derechos canónicos. Contábamos con un trabajo ya hecho, pues a lo largo de los 4
tomos aparecidos en 2005, 2006, 2008 y 2012 del “Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos (hispánicos, brasileños, quebequenses y
restantes francófonos)”, que en su conjunto alcanzan un total de 3.221 semblanzas y
que se ampliarán hasta la 4.003, D. m., en el tomo 5.º, habían aparecido allí
recogidos no pocos canonistas y considerablemente menos eclesiasticistas, pero
eran de unos territorios determinados, y había que ampliarlo a EE.UU, la totalidad del
Canadá (no sólo el Québec), los territorios americanos de colonización inglesa y
holandesa, y particularmente Europa. Países como Alemania, Francia, Austria, Italia,
Suiza, Bélgica y Holanda han contado con figuras extraordinarias dentro del Derecho
canónico. Además están los canonistas de las diferentes iglesias ortodoxas y
protestantes, y, por supuesto, los cultivadores del Ecclesiastical Law en Inglaterra,
preferencialmente. Igualmente tienen cabida en este Diccionario aquellos estudiosos,
que, siendo historiadores del Derecho y de las instituciones, una considerable parte
de su producción científica versa sobre el Derecho canónico o las instituciones
eclesiásticas en la época medieval o moderna, como pueden ser los casos de Paul
Viollet, Paul Ourliac, Paul Fournier, Gabriel Le Bras, José Orlandis Rovira, Jean
Gaudemet, etc.
A las razones que acabamos de aludir de que hayamos puesto en marcha el
presente Diccionario de canonistas y eclesiasticistas, debe añadirse de que lo
hacemos desde un área de conocimiento de Historia del derecho y de las
instituciones, 1.º) por la importancia histórica del Derecho canónico, 2.º) por la
decadencia en que viven sumidos en España y en Italia (más en España que en
Italia) tanto el Derecho canónico como el Derecho eclesiástico en nuestros días en el
ámbito de las Universidades públicas y privadas dentro de las Facultades de
Derecho y de Jurisprudencia, y 3.º) por ser un Diccionario de canonistas y
eclesiasticistas fallecidos en el que no tienen cabida como biografiables los que
están vivos.
Javier Hervada Xiberta ha reflexionado y escrito sobre la crisis del Derecho
canónico a mitad del siglo XX, calificándola de «decadencia que atravesaba la
ciencia canónica en su conjunto –con conocidas excepciones– y que era muy visible
allá por los años cincuenta» (“Coloquios propedéuticos sobre el Derecho Canónico”,
Pamplona, 1992, p. 12). Y añade: «La situación de la canonística era pobretona en
comparación con los grandes progresos que había realizado la ciencia jurídica
secular. No resistía la comparación en técnica, ni en método. Si se recuerdan los
muchos siglos en los que los canonistas y los legistas iban de la mano en cuanto a la
calidad, la situación de la canonística de la primera mitad de este siglo [s. XX] podía
3
calificarse de muy decadente. Sencillamente no resistía la comparación con los
juristas. Para quienes se habían formado en las Facultades de Derecho civiles, la
canonística aparecía muy pobre de técnica jurídica. En esas circunstancias, se
comprende que fuese natural, en quienes se habían formado en dichas Facultades,
el deseo de mejorar instrumentalmente la ciencia canónica. De ahí vino la polémica
sobre el método que tuvo lugar en Italia entre los años cuarenta y cincuenta, con
algún eco aislado en España» (p. 13). La conclusión para Hervada es clara: «Ser
canonista es ser jurista, esto es, el derecho canónico es verdadero derecho, luego
quien lo estudia y lo conoce es verdadero jurista. Por lo tanto, su técnica y su método
deben ser jurídicos» (p. 29).
La estrecha relación entre Derecho canónico y la Teología moral nos obliga a
que en el presente Diccionario aparezcan unos cuantos autores considerados
preferencialmente como moralistas, aunque también eran en algunos casos
licenciados o doctores en Derecho canónico, y con publicaciones específicas de
Derecho canónico o muy relacionadas, y también algunos teólogos, sobre todo de los
siglos XVI y XVII que sentaron doctrinas considerables no solo en el ámbito del
Derecho canónico, sino también en el del Derecho penal, civil o procesal. Hubo
efectivamente moralistas que en el decir del clásico fueron «A man for all the
seasons». Sin necesidad de hablar al viento, Aurelio Fernández nos precisa sobre la
relación entre Derecho canónico y Teología moral: «Las dos ciencias surgen en el
seno de la Iglesia en el decurso de su historia, de forma que en ocasiones no es fácil
señalar los límites de ambos saberes... Es digno de consignar que, mientras la
Teología adquiere su momento culminante en el siglo XIII con Santo Tomás y San
Buenaventura, el Derecho canónico tiene su “agmé” un siglo antes. En esa época los
canonistas eran, al mismo tiempo, eminentes teólogos» (“Derecho canónico y
Teología Moral”, en “Diccionario de Teología Moral”, Burgos, 2005, p. 366). Así, «el
Derecho Canónico tiene la misión de ofrecer un marco jurídico para la organización
de la Iglesia y la convivencia en justicia y la tutela de los derechos-deberes de los
bautizados en el seno de la Iglesia. En consecuencia, regula tan solo la vida exterior,
si bien, como se ha dicho, muchas de estas normas jurídicas son vinculantes y como
tales obligan en conciencia. La Teología Moral, por el contrario, inspira la vida del
cristiano en orden a alcanzar su propia vocación en Cristo. De aquí que la moral, a
diferencia del Derecho implique por igual la vida personal individual y la vida
comunitaria» (p. 367a-b). Eso ha llevado a «constatar que, a partir de la moral
casuística, la Teología Moral recurrió con más frecuencia de lo debido al auxilio de lo
que determinaba la ley... Por este motivo, lentamente la Teología Moral sufrió en
exceso la dependencia del Derecho canónico» (p. 367b).
Contábamos con las semblanzas de Tomás Sánchez, pero al carecer de una
bibliografía crítica hemos preferido dejarlo para el segundo o tercer tomo a fin de que
el autor que lo hizo lo amplíe. El problema de la biografía de Pedro Lombardía,
escrita para “Juristas Universales” (Madrid-Barcelona, 2004, vol. IV, pp. 722-726) por
Juan Fornés y cofirmada con Javier Hervada, es que hay algunos errores
significativos. Tratamos de corregirlos, tras ponernos de acuerdo con Fornés, para la
versión del “Diccionario crítico de juristas” (Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp.
4
482-485, n.º 470), referentes a algunos aspectos. Por ej., dice Fornés en “Juristas
Universales”: «obtuvo también el doctorado en Derecho canónico en la Pontificia
Universidad de Santo Tomás, con una tesis sobre “Los matrimonios mixtos en el
Concilio de Elvira”». Es un error gravísimo, 1.º) porque no existía todavía la Pontificia
Universidad de Santo Tomás, sino que fue en el Pontificum Athenaeum
Internationale Angelicum; 2.º) está confundido igualmente el título de la tesis, que no
era otro que “Los matrimonios mixtos en España hasta la caída de la monarquía
visigoda”, no en el Concilio de Elvira, que eso fue un artículo que publicó Lombardía
en el “Anuario de Historia del Derecho Español” en 1954; 3.º) omitía Fornés la data
de terminación de redacción del texto, el director, la extensión de la tesis, la fecha en
que fue defendida (todo eso nos vimos obligados a completarlo para el “Diccionario
crítico de juristas” tras una estancia romana y que pasara por nuestras manos el
original de esta memoria doctoral canónica de P. Lombardía); 4.º) no dice Fornés en
qué Universidad, ni en qué año, hizo la tesis doctoral en Derecho, ni quién fue
director, ni la nota que obtuvo. Sí proporciona el título, pero una vez más equivocado.
Dice Fornés: “La persona física en el Derecho canónico”, cuando en realidad su título
fue “Contribución a la teoría de la persona física en el ordenamiento canónico”. Se
defendió en la Universidad de Salamanca, en su Facultad de Derecho en 1956. 5.º)
toda la información sobre Lombardía la cierra Fornés en 1999, y se han escrito en
estos últimos trece años otras cosas sobre el canonista cordobés. Otras manos
expertas escribirán una semblanza distinta de Lombardía Díaz, actualizándola.
También se ampliará la semblanza de Francisco Suárez.
Tiene un relativo interés dentro del marco español el poner de relieve la
aparición de la obra de Manuel Martínez Neira y José María Puyol Montero, dedicada
a “El doctorado en Derecho (1930-1956)”, referido a la Universidad de Madrid, libro
publicado en 2008 por la editorial Dykinson, teniendo en cuenta que en ese periodo
en España sólo era posible alcanzar el doctorado en Derecho en la mencionada
Universidad de la capital de España. Supondría esto la lectura y defensa de un
número cuantioso de tesis doctorales, algunas de ellas en Derecho canónico. No
vamos a ocuparnos de las de aquellos que ya aparecen o aparecerán reseñados con
biografía en el presente “Diccionario de canonistas y eclesiasticistas europeos y
americanos”, pero sí hemos de mencionar las de quienes no son ni van a ser
biografiados en nuestro Diccionario y se doctoraron en Derecho con una memoria de
Derecho canónico o de Derecho eclesiástico. Veamos quienes fueron por orden
cronológico: Nemesio Martínez Antuña, “Significación y trascendencia de las
reservas pontificias” [13 de junio de 1932 (“El doctorado en Derecho”, p. 133, n.º 32)];
José Luis Santaló Rodríguez de Viguri, “Los estados de la Iglesia: su transformación
política” [5 de mayo de 1933 (p. 139, n.º 57)]; Eduardo Isidro Navarro Marco, “Los
acuerdos de Letrán. Examen especial, de las modalidades del Tratado, en relación
con la noción doctrinal del Estado, de la soberanía política y de la soberanía
espiritual” [11 de mayo de 1934 (pp. 143-144, n.º 75)]; Ángel Carrillo de Albornoz y
Lacasa, “Concepto jurídico y función social de la propiedad en el oriente cristiano
según las obras de San Juan Crisóstomo” [27 de septiembre de 1935 (p. 148, n.º
93)]; Alfonso de Lara Gil, “Un estudio sobre los concordatos y su aspecto jurídico” [16
de noviembre de 1935 (p. 148, n.º 94)]; Pedro Ramón Lamas Lourido, “Estudio
5
histórico doctrinal del matrimonio canónico en cuanto negocio jurídico formal” [25 de
septiembre de 1939 (p. 152, n.º 109)]; Miguel Hernández Ascó, “El matrimonio
condicionado en derecho canónico” [19 de julio de 1940 (p. 155, n.º 122)]; Álvaro
Soto Burgos, “La Santa Sede y el derecho internacional” [19 de julio de 1940 (p. 155,
n.º 123)]; Francisco Hernández Tejero, “La liturgia hispano-visigótica o mozárabe” [6
de diciembre de 1941 (pp. 164-165, n.º 162)]; Florentino Rodero Taranco, “El diezmo
en Indias” [5 de mayo de 1942 (p. 165, n.º 165)]; Luis Oller Nieto, “La forma
extraordinaria de la celebración del matrimonio canónico” [5 de mayo de 1942 (pp.
165-166, n.º 166)]; Ricardo Sánchez Elguero, “La cuestión romana” [4 de julio de
1942 (p. 167, n.º 173)]; Antonio de Santiago Soto, “La cuestión romana” [17 de
diciembre de 1943 (p. 174, n.º 200)] –aquí indicamos que ambas tesis sobre la
cuestión romana debieron de parecerles de escaso valor, si es que llegaron a
apreciar algún mérito, a los tribunales llamados a juzgarlas, pues las dos memorias
recibieron la calificación de Aprobado, en vez de la más usual de Sobresaliente–;
Isidro Arcenegui Carmona, “Valoración jurídico-canónica de las falsas decretales” [15
de junio de 1946 (p. 197, n.º 304)]; Manuel Iglesias Cubría, “Una herejía en el antiguo
reino de León” [22 de septiembre de 1946 (p. 198, n.º 308)]; Luis Terradas Soler, “La
llamada prohibición de confesores. Estudio jurídico-civil” [26 de noviembre de 1946
(p. 199, n.º 311)]; Miguel Montserrat Gámiz, “La parroquia de Santa Engracia de
Zaragoza” [13 de diciembre de 1948 (p. 199, n.º 313)]; Isidoro Escagües Javierre,
“Las cuatro supresiones del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición” [14 de enero
de 1947 (p. 200, n.º 316)]; Álvaro Alonso, “¿Cuándo el vínculo matrimonial es
disoluble?” [13 de enero de 1947 (p. 200, n.º 317)]; Federico Rodríguez Rodríguez,
“La doctrina de la Iglesia sobre la igualdad en el siglo XIX” [14 de abril de 1947 (p.
203, n.º 328)]; José María Taberner Collelmir, “El tema de la residencia episcopal en
la primera convocatoria del Concilio Tridentino” [14 de mayo de 1947 (p. 204, n.º
335)]; Máximo Palomar del Val, “La fiducia testamentaria ad pias causas en el
derecho civil y canónico” [30 de junio de 1948 (p. 214, n.º 375)]; Jaime Marco Baidal,
“Los estados canónicos de perfección cristiana y los institutos seculares” [30 de
septiembre de 1948 (pp. 214-215, n.º 378)]; Joaquín López de Prado, “La potestad
de la Iglesia sobre lo infieles en el pensamiento de Vitoria, Suárez y Lugo” [18 de
diciembre de 1948 (p. 218, n.º 393)]; José María de Bistué y de Guillerma, “El
ministro del sacramento del matrimonio: cuestiones de competencia entre la Iglesia y
el Estado que de ello se derivan” [31 de enero de 1949 (p. 219, n.º 396)]; Tomás
Cerro Corrochano, “Un capítulo fundamental en la historia de la Iglesia: la
condenación del comunismo y sus causas doctrinales” [9 de febrero de 1949 (p. 219,
n.º 397)]; Manuel Troitiño Mariño, “La Bula Apostolici Ministerii en Santiago y el
sínodo LXI compostelano celebrado en noviembre de 1735” [20 de junio de 1949 (p.
224, n.º 416)]; Honorio Alonso Alija, “El derecho de abusar el matrimonio: su
configuración en el orden sustantivo y procesal respecto al cónyuge culpable: bajo el
padrinazgo” [2 de junio de 1950 (p. 233, n.º 452)]; Víctor Sebastián Iranzo, “La
institución matrimonial en el derecho sinodal valentino” [23 de junio de 1950 (p. 233,
n.º 453)]; Ladislao López Izquierdo, “La impotencia como impedimento dirimente
matrimonial según el Código de Derecho Canónico vigente” [30 de junio de 1950 (p.
234, n.º 456)]; Antonio Molina Memije, “La falta de discernimiento en el matrimonio”
6
[15 de noviembre de 1950 (p. 236, n.º 464)]; Pedro Martín de Hijas Muñoz, “España
ante la reforma protestante” [13 de febrero de 1951 (p. 238, n.º 473)]; Julián Manuel
Fernández del Corral, “El concepto de delito canónico” [25 de junio de 1951 (p. 244,
n.º 496)]; Santiago Semir y Arquer, “Las presunciones en el Derecho canónico” [18
de junio de 1952 (p. 254, n.º 538)]; Pablo Pinedo Puebla, “Las «concordiae
canonum» en la formación de la ciencia canónica” [26 de junio de 1952 (p. 255, n.º
542)]; Manuel Jordán Montañés, “La simonía confidencial [18 de septiembre de 1953
(p. 275, n.º 618)]; Alberto Pacheco Escobedo, “El matrimonio de conciencia en el
derecho canónico y en el derecho concordatario español” [3 de julio de 1954 (pp.
287-288, n.º 662)]; Manuel Gutiérrez de Arce, “El Sínodo Diocesano de Santiago de
León de Caracas de 1687: valoración canónica del regio placet a las constituciones
sinodales indianas” [1 de febrero de 1955 (pp. 293-294, n.º 693)] y José Ángel
Fernández Arruty, “La Santa Sede y el Estado Vaticano ante el derecho” [10 de
febrero de 1955 (p. 294, n.º 685)].
¿Quién no ha manejado y aprovechado con fruto el “Dictionnaire de droit
canonique et de pratique béneficiale, conféré avec les maximes et la jurisprudence
de France”, de Pierre-Toussaint Durand de Maillane, publicado en París en dos
volúmenes en 1761?
Un ejemplo de la mencionada escasa importancia que se da a los canonistas
la observamos en el “Petit Dictionnaire de droit canonique”, del que es autor Jean
Werckmeister, publicado en París en 1993 [hay otra edición de 2010], donde solo
vemos a San Anselmo de Baggio (6 líneas), Étienne Balluze (2 líneas), Baldo degli
Ubaldi (2 líneas), Benedictus Levita (6 líneas), Bernardo da Pavia (6 líneas y media),
Bucardo de Worms (2 líneas y media), Pietro Gasparri (4 líneas), Graciano (13
líneas), Gregorio IX (2 líneas y media), Guillermo Durante el viejo y el joven (5 líneas
y media entre los dos), Hincmar de Reims (3 línea y media), Enrico da Susa (3
líneas), Uguccio (3 líneas), Isidoro de Sevilla (7 líneas), Marsiglio di Padova (5
líneas), Martín de Braga (5 líneas), Niccolo de Tedeschis (2 líneas), Paucapalea (1
línea y media), Rabano Mauro (4 líneas), Ramon de Penyafort (2 líneas), Reginon de
Prüm (3 líneas y media), Rolando (7 líneas y media), Rufino (2 líneas y media),
Tomás Sánchez (1 línea y media), Francisco Suárez (7 líneas), Tancredo de Bolonia
(3 líneas y media), Louis Thomassin (3 líneas), Yvo de Chartres (4 líneas y media).
Evidentemente tiene infinito más interés la obra de Mgr André, corregida y con
notables añadidos por Pierre Condis (1835-1891) y más tarde por J. Wagner,
conocida como “Dictionnaire de droit canonique et des sciences en connexion avec le
droit canon, ouvrage contenant la discipline générale de l’Eglise et la législation civile
ecclésiastique de France, des explications sur les congrégations romaines et les
usages du Saint-Siège de tres nombreux articles corcernant la liturgie et les
dévotions catholiques, la discussion et la solution d’une multitude de questions
ecclésiastiques, l’histoire des ordres religieux, la situation de l’Église dans toutes les
contrées du monde, avec le texte ou l’analyse des concordats accordés par la Saint-
Siège et, sur tous les sujets, les dernières décisions des Congregations romaines”,
3.ª ed., París, Hyppolyte Walzer Librairie-éditeur, 1901, tomo I (A-D) y los tres que le
siguieron. La actualización hasta su momento fue una tarea extraordinaria. El propio
7
canónigo J. Wagner lo describe del siguiente modo: «El “Dictionnaire de droit
canonique” de Mgr André ha prestado grandes servicios al clero, para reorientarse
rápidamente y de forma segura en el estudio de esta ciencia y proporcionando en el
mismo la solución de un tropel de cuestiones doctrinales y administrativas que se
presentan en el ejercicio de su santo servicio» (J. Wagner, París, 15 de febrero de
1894, p. I).
Gran importancia adquirió el monumental “Dictionnaire de droit canonique:
contenant tous les termes du droit canonique avec un sommaire de l’histoire et des
institutions et de l’état actuel de la discipline”, París, 1935-1965, en 7 volúmenes, en
cuya dirección estuvieron implicados Antoine Villien, Étienne Magnin y,
particularmente, Raoul Naz, siendo una obra en la que participaron un número
considerable de expertos.
Procuraremos en el segundo y tercer tomos de este Diccionario de canonistas
europeos y americanos publicar las semblanzas de un nutrido conjunto de
canonistas, entre los que aparezcan bastantes de países como Francia, Alemania,
Italia, Polonia, Inglaterra y Escocia. Esperemos que entre ellas se encuentre las de
Abbas Antiquus (siglo XIII); Abrich Mercer, Antoine (finales siglo XVII-primera mitad
XVIII); Adam de Adelsbach (siglo XIII); Affre, Denis Auguste (n. 1793); Agustín
Triunfo (1243-1328); Alain de Lille (siglos XII-XIII); Alanes, François (siglo XV);
Alanus Anglicus (segunda mitad del XII-primera del XIII); Albenga, Giovanni di
(†1274); Alberto de Morra Beneventano (†1187) [Papa Gregorio VIII]; San Alberto de
Vercelli (1149-1214); Alberto Gandino († c. 1310); San Bernardino de Siena
[Albizzeschi, Bernardino degli] (1380-1444); Alciato, Andrea (1492-1550); Aleny,
Joseph (siglo XVII); Alissen, Barthélemy (finales siglo XIV-primera mitad XV);
‘Aλινιζάτος, Άμίλκας (1887-1969); Almaraz Santos, Enrique (1847-1922) [Cardenal];
Alps, Bérenger (finales siglo XIV-primer tercio siglo XV); Aliat, Pierre François († c.
1677); Altieri degli Albertoni, Paluzzo Paluzzi (1623-1698) [Cardenal]; Altmann de St.
Florian (segunda mitad siglo XII-primer tercio del XIII); Alzina, Michel (último tercio
siglo XVI-primer tercio siglo XVII); Alzina, Raphaël (siglo XVI); Amort, Eusebius
(1692-1775); Anagni, Giovanni di (†1457); André, Jean François (1809-1881); André,
Michel (1803-1878); Andrews, John Wallingford (1849-1880); Angelis, Filippo (1792-
1877); Anstey, Thomas Chrisholme (1816-1873); Antigo, Joseph (siglo XVII);
Antoniutti, Ildebrando (1898-1974) [Cardenal]; Apollonius, Willem (1603-1657);
Aramburu, Juan Carlos (1912-2004) [Cardenal]; Arbolanche, Jerónimo de (c. 1546-
1572); Arènes, Raymond des († c. 1177) [Cardenal]; Arles, Raphaël (siglo XVII);
Arquer, Louis (siglo XVI); Arquer, Montserrat († c. 1612); Arriba Castro, Benjamín
(1886-1973) [Cardenal]; Assemani, Giuseppe Simone (1687-1768); At, Jean Antoine
(1827-1911); Beato Andrea Avellino (1521-1608); Atarrabía, Pedro de (†1347); Aylife,
John (1676-1732); Ayton, John (siglo XIV); Aznar Cleofe, Joaquín (n. 1908); Azzo de
Lambertazzi (†1289); Bachofen, Charles Augustine (n. 1872); Bafile, Corrado (1903-
2005) [Cardenal]; Baget, Jean (siglo XVI); Baggio, Sebastiano (1913-1993)
[Cardenal]; Bakhuizen van der Brink, Jan Nicolaas (1896-1987); Balanda, François
(último tercio siglo XVII-primer tercio siglo XVIII); Balanda Sicart, Joseph (siglo XVIII);
Balanda, Paul (siglo XVII); Balderan, Joseph (siglo XVIII); Baldo degli Ubaldi (c.
8
1327-1400); Balle, Pierre (último tercio siglo XVI-primer tercio siglo XVII); Ballerini,
Pietro (1698-1769); Balma, Josep (siglo XVII); Βαλσαμν, Θέοδωρος (siglo XII);
Baluze, Étienne (1630-1718); Bandinelli, Rolando (segunda mitad del siglo XII);
Baster, Michel (último tercio siglo XVI-primer tercio siglo XVII); Bateman, William (c.
1298-1355); Bayle, Sébastien (siglo XVI); Beitia García de Cortázar, Felipe (n. 1916);
San Roberto Bellarmino (1542-1621); Bellero, Jacques (último tercio siglo XIV-primer
tercio siglo XV); Bello, António Mendes (1842-1929) [Cardenal]; Belloc, Jacques
(último tercio siglo XIV-primer tercio siglo XV); Beltrami, Giuseppe (1889-1973)
[Cardenal]; Benelli, Giovanni (1921-1982) [Cardenal]; Beneshevich, Vladimir
Nikolaevich (1874-1943); Benlloch Vivó, Juan Bautista (1864-1926) [Cardenal];
Benoît, Guillaume (1455-1516); Berengario de Siena (siglo XIII); Berenguer, Pere
(último tercio siglo XIV-primer tercio siglo XV); Berga, Louis (siglo XV); Bergmann,
Friedrich Christian (1785-1845); Bernaerts, Vulmar (1510-1571); Beato Bernardino de
Feltre (1439-1494); Bernardis, Lazzaro Maria de (n. 1909); Bernardo de Montemirato
(n. c. 1225-1296); Bernardo da Pavia (†1213); Bertoli, Paolo (1908-2001) [Cardenal];
Bertram, Adolf (1859-1945) [Cardenal]; Beato Bertran de Aquileya (1260-1350);
Bertrand, Louis (siglo XVII); Bettinger, Franz von (1850-1917) [Cardenal]; Bevilacqua,
Anthony Joseph (1923-2012) [Cardenal]; Bickell, Johannes W. (1799-1848); Biener,
Friedrich August (1787-1861); Binterim, Antonius Joseph (1779-1855); Black, William
George (1857-1932); Blanes, Francesc (siglo XVII); Blasco Génova, Ricardo (n.
1902); Blay, Raymond (siglo XVII); Bliss, William Henry (1836-1909); Blundt, John
Henry (1823-1884); Blondel, David (1591-1655); Bogolepov, Aleksander
Aleksandrowich (n. 1886); Bois, Nicolas du (1620-1696); Böhmer, Justus Henning
(1674-1749); Boileau, Jacques (1635-1716); Bonaguida Aretinus (siglo XIII); Bondt,
Nikolaas (1732-1792); Bonet, François (siglo XVII); Bonet, Joseph (siglo XVII); Bonet,
Louis (siglo XVII); Bonet, Thomas Louis (último tercio siglo XVII-primer tercio siglo
XVIII); Bonet Matheu, Michel (siglo XVII); Boodt, Epo de (1529-1599); Boquet, Ange
(siglo XVII); Boque, Jacques (siglo XVII); Bordas, Raymond (siglo XVII); Bogoggini
Duca, Francesco (1884-1954) [Cardenal]; Borjon de Scellery, Pierre (1633-1691);
San Carlos Borromeo (1538-1584); Boscha, Dominique (siglo XVI); Bossuet, Jacques
Bénigne (1627-1704); Bou Lassus, Jean (segunda mitad del siglo XVII-primer tercio
siglo XVIII); Bou Matheu, Onofre (siglo XVII); Bou Matheu, Philippe (siglo XVII);
Bouchel, Laurent (1559-1629); Bouix, Dominique (1808-1870); Bovone, Alberto
(1922-1998) [Cardenal]; Boyer [o Boher, o Boerius], Nicolas (1469-1538); Bradshaw,
Henry (1831-1886); Brandhuber von Etschfeld, Heinrich (siglo XIX); Bredt, Johannes
Victor (1879-1940); Brockhaus, Friedrich Arnold (1838-1895); Bruguera, Jacques
(siglo XVII); Bruno, Giuseppe (1875-1954) [Cardenal]; Bucerus, Gerson (1588-1631);
Cabassut, Jean (1604-1685); Caccia Dominioni, Camillo (1877-1946) [Cardenal];
Calvès, François (siglo XVII); Camassei, Filippo (1848-1921) [Cardenal]; Camonibus,
Pierre de (siglo XV); Campredon, François (siglo XVI); Canisius, Heinrich (1548-
1610); Caprio, Giuseppe (1914-2005) [Cardenal]; San Juan de Capistrano (1386-
1456); Carberry, John Joseph (1904-1998) [Cardenal]; Carrera, Philippe (siglo XVII);
Carrerius, Aleixander (1548-1626); Casaroli, Agostino (1914-1998) [Cardenal];
Casoria, Giuseppe (1908-2001) [Cardenal]; Cavaller, Antoine (siglo XVII); Cella [o
Çella], Miquel (siglo XVI); Celler, Joseph (último tercio siglo XVI-primer tercio siglo
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XVII); Celles, Barnabé (siglo XVII); Celles Prats, Emmanuel (siglo XVII); Cento,
Fernando (1883-1973) [Cardenal]; Cerinyana, Raymond (siglo XVII); Chandonnet [o
Chandonnais, o de Saint-Claude], Thomas Aimé (1834-1881); Chappuis, Jean († c.
1531); Cheke, John [Sir] (1514-1557); Chifflet, Pierre-François (1592-1682); Choppin,
René (1537-1606); Ciron, Innocent (†1690); Clarke [o Clerke], Francis; Colasuono,
Francesco (1925-2003) [Cardenal]; Coll Soler, Joseph (segunda mitad siglo XVII-
primer tercio siglo XVIII); Collarès, Pierre Martyr (segunda mitad siglo XVII-primer
tercio siglo XVIII); Collet, Pierre (1693-1770); Colliva, Paolo (1929-1985); Colombo,
Carlo (n. 1909); Colomer, Jacques (último tercio siglo XVI-primer tercio siglo XVII);
Compte, Onofre (último tercio siglo XVI-primera mitad siglo XVII); Condis, Pierre
(1835-1891); Connell, John (c. 1765-1831); Corecco, Eugenio (1931-1995); Corripio
Ahumada, Ernesto (1919-2008) [Cardenal]; Cosin, Richard (c. 1549-1597); Cossa,
Baltasare [antipapa Juan XXIII] (c. 1369-1419); Cripps, Henry William (1815-1899);
Crivaller, Étienne (segunda mitad del siglo XV-primer tercio siglo XVI); Coustant,
Pierre (1654-1721); Curteis, William Calverley (1798-1894); Curtis, Charles (1860-
1936); Dadaglio, Luigi (1914-1990) [Cardenal]; Dalbor, Edmund (1869-1926)
[Cardenal]; Dale, James Murray (1822-1877); D’Annibale, Giuseppe (1815-1892);
Dante, Enrico (1884-1967) [Cardenal]; Daris, Joseph (1821-1905); Dartis, Jean
(1572-1651); Davezan, Jean (†1669); Davis, Charles Henry (c. 1823-1904); Debadia,
Jean Pierre (siglo XVII); Deccio, Filippo (1454-1536); Degge, Simon (1612-1704)
[Sir]; Delacouture, André-Vincent (siglo XIX); De Lai, Gaetano (1853-1928)
[Cardenal]; Del Mestri, Guido (1911-1993) [Cardenal]; Della Chiesa, Giacomo (1854-
1922) [Papa Benedicto XV]; Dell’Acqua, Angelo (1903-1972) [Cardenal]; Desautels,
Joseph (1814-1881); Deskur, Andrzej Maria [Cardenal] (1924-2011); Deville, Jean
Charles Fleury (1842-1904); Devoti, Giovanni (1744-1820); Doddridge, John (1555-
1628) [Sir]; Döllinger, Johannes Joseph Ignatius (n. 1799); Domenech Thomas,
Bernard (siglo XVII); Doujat, Jean (1609-1668); Dove, Richard Wilhelm (1833-1907);
Drehmanns, Josephus (n. 1882); Driessens, Walter (1588-1655); Duèse, Jacques
[Papa Juan XXII] (c. 1245-1334); Du Moulin, Charles (1500-1566); Du Pin, Louis Élie
(1657-1719); Duaren, François (1509-1559); Duprat, Antoine (1463-1535); Dupuy,
Pierre (1582-1651); Durand de Maillane, Pierre-Toussaint (1729-1814); Durante,
Guillermo (c. 1236-1296); Duvivier, Joseph Hippolyte (1752-1834); Egan, Charles
(1807-1869); Eichhorn, Karl Friedrich (1781-1854); Eichmann, Eduard (1870-1946);
Enrico da Susa (primera mitad del siglo XIII) [Cardenal]; Ernst, Simon Pierre (1744-
1817); Erler, Adalbert (n. 1904); Espen, Zeger Bernhard van (1646-1728); Evrard
d’Ypres (siglo XIII); Eyt, Pierre (1934-2001) [Cardenal]; Fábrega Grau, Ángel (n.
1921); Fagliolo, Vincenzo (1918-2000) [Cardenal]; Fagnani, Prospero (1598-1687);
Fasolino, Nicolás (1887-1969) [Cardenal]; Felici, Angelo (1919-2007) [Cardenal];
Felici, Pericle (1911-1982) [Cardenal] Ferraris, Ludovico († c. 1670); Ferretto,
Giuseppe Antonio (1899-1973) [Cardenal]; Fessler, Joseph (1813-1872); Fieschi,
Sinibaldo dei (c. 1200-1254) [Papa Inocencio IV]; Filipiak, Bolesław (1901-1978)
[Cardenal]; Fimiani, Carmine (c. 1740-c. 1797); Flamborough, Robert de († c. 1224);
Fleury, Claude (1640-1723); Florent, François (c. 1590-1650); Fluvià Abrich, Benoît
(siglo XVII); Foester, Erich (1865-1945); Folquet, Jean Paul (segunda mitad siglo
XVII-primer tercio siglo XVIII); Font, Gaudérique (siglo XVI); Forchielli, Giuseppe
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(1855-1969); Forni, Efrem (1889-1976) [Cardenal]; Forster, Valentin Wilhelm (1574-
1620); Foster, Michael (1689-1763) [Sir]; Fournier, Edouard (1819-1880); Fournier,
Marcel (1856-1907); Fowler, Edward (1632-1714); Foxe, John (1516-1587); San
Francisco de Sales (1567-1622); Fransen, Gérard (1915-1995); Frayssinous, Denis
Luc de (1765-1842); Fresno Larraín, Juan Francisco (1914-2004) [Cardenal];
Friedberg, Emil Albert (1837-1910); Führich, Max (1869-1934); Fullwood, Francis
(†1693); San Gaetano de Thiene (1480-1547); Gaffard, Joseph (siglo XVIII); Gagnon,
Édouard (1918-2007) [Cardenal]; Gallard, Antoni (último tercio siglo XIV-primer tercio
siglo XV); Garau, Antoine (finales siglo XVI-primera mitad siglo XVII); García Alfonso,
Ireneo (1923-2012); Garibi Rivera, José (1889-1972) [Cardenal]; Garnier, Jean
(1612-1681); Gasparri, Enrico (1871-1946) [Cardenal]; Gasparri, Pietro (1852-1934)
[Cardenal]; Gaudemet, Jean (1908-2008); Genestal du Chaumeil, Léon Henry
Robert; Gerbais, Jean (1629-1689); Gerbert, Martin (1720-1793); Gerdil, Hyacinthe
Sigismond (1718-1802); Gerlach, Hermann (n. 1833); Germont, Anastasio (1551-
1627); Giacopo da Albenga (n. c. 1190); Gibert, Jean Pierre (1660-1736); Gibson,
Edmund (1669-1748); Giménez Martínez de Carvajal, José (n. 1922); Giobbe, Paolo
(1880-1972) [Cardenal]; Giovanni da Faenza (siglo XII); Giovanni de Montemurlo
(segunda mitad del siglo XIII); Giralt, Antoine (siglo XVII); Giraud, Bernardino (1721-
1782) [Cardenal]; Gismondi, Pietro (n. 1913); Gispert Coma, Antoine (siglo XVII);
Glück, Christian Friedrich von (1755-1831); Godefroy, Jacques (1587-1652);
Godehard, Joseph Ebers D. (1880-1958); Godello, Asbert de (último tercio siglo XIV-
primer tercio siglo XV); Godolphin, John (1617-1678); Goethals, François
[Eutrachelus] (1529-1616); Goffredo da Trani (†1245); Gomá Tomás, Isidro (1869-
1940) [Cardenal]; González Zumárraga, Antonio José (1925-2008) [Cardenal];
Görres, Joseph von (1775-1848); Gorris, Gerard (1877-1948); Gozzadini, Ludovico
(siglo XV); Graciano (siglo XII); Grano, Carlo (1887-1976) [Cardenal]; Grassi, Achile
(1465-1523); Grau, Antoine (siglo XVII); Grégoire, Pierre (1540-1597); Grente,
Georges François Xavier Marie (1872-1959) [Cardenal]; Griffin, Bernard William
(1899-1956) [Cardenal]; Grosseteste, Robert (n. 1168); Grundmann, Siegfried (1916-
1967); Guardia, Jean Pierre (siglo XVII); Guasco, Octavien de (1712-1781); Guell,
Pere (último tercio siglo XVI-primer tercio siglo XVII); Guevara, Juan Gualberto (1882-
1954) [Cardenal]; Guisasola Menéndez, Victoriano (1852-1920) [Cardenal]; Guyot,
Joseph Nicolas (1728-1816); Haagh, Joannes (1857-1919); Haddon, Walter (1516-
1572); Haggard, John (1794-1856); Hale, William (1795-1870); Hallé, Pierre (1611-
1689); Hannah, John (1818-1888); Hartmann, Felix von (1851-1919) [Cardenal];
Hase, Karl von (1800-1890); Heard, William Theodore (1884-1973) [Cardenal];
Hauteserre, Antoine (c. 1602-1682); Heckel, Johannes (1889-1963); Hefele, Karl
Joseph von (n. 1809); Heiligenkreuz, Gutlof von (c. 1265-1293); Heiner, Franz (1849-
1919); Helyot, Pierre Hippolyte (1660-1716); Hergenröter, Joseph (1824-1890);
Héricourt, Louis de (1687-1752); Hervet, Gentian (1499-1584); Hickeringill, Edmund
(1631-1708); Hildenbrand, Charles (n. 1814); Hillebrecht, Arno (n. 1901); Hinschius,
Paul (1835-1898); Hodgson, Christopher (1784-1874); Hoffman, Murray (siglo XIX);
Hontheim, Johannes N. von (1701-1790); Hoven, Johann Daniel van (1705-1793);
Ingalls, John James (1833-1900); Innes, Alexander Taylor (1833-1912); Innocenti,
Antonio (1915-2008) [Cardenal]; Iohannes Teutonicus (†1245); Ivallar, Francesc
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(último tercio siglo XVI-primera mitad siglo XVII); Ivallar, Josep (último tercio siglo
XVI-primera mitad siglo XVII); Ivallar, Onofre (último tercio siglo XVI-primera mitad
siglo XVII); Jacobson, Heinrich Friedrich (1804-1868); Jaubert, Jacques (último tercio
del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Jemolo, Arturo Carlo (1891-1981); João de
Deus (†1267); João de Idanha (siglo XIII); Johannes Garsias Hispanus (siglo XIII);
John of Kent (segunda mitad del siglo XII-primer tercio del siglo XIII); John of
Tynemouth (†1221); John of Wales (segunda mitad del siglo XII-primer tercio del
XIII); Joli, Pierre (último tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Jombart, Émile
(1881-1964); Joos, Gustav (1923-2004); Jorio, Alberto di (1884-1979) [Cardenal];
Jorio, Domenico (1867-1954) [Cardenal]; Jou, Jean (último tercio del siglo XIV-
primera mitad del siglo XV); Jousse, Daniel (1704-1781); Juan Andrés (c. 1270-
1348); San Juan de Ávila (1500-1569); Juan de Friburgo (†1314); Justel, Christoph
(1580-1649); Justel, Henri (1620-1693); Kahn, Lois (1901-1974); Kakowski,
Aleksander (1862-1938) [Cardenal]; Καρανοκίρος, Μιλτιαδές (1832-1928); Kelly,
James Butler Knill (1832-1907); Kempeners, Auguste (1812-1889); Knust, Friedrich
Heinrich (1807-1841); Köninger, Albert Michael (1874-1950); Kossuth, Louis (1802-
1894); Kovalesvky, Jean (1905-1970); Kušej, Rado (1875-1941); Kuttner, Stefan
George (1907-1996); Labbé, Philippe (1607-1667); Labresta-Dulcat, J. (finales del
siglo XVII-primera mitad del siglo XVIII); Lacoste [o La Coste, o Costa], Jean de
(1560-1637); Lacreu, Jean (siglo XVII); Lafont, Antoine (siglo XVII); Laghi, Pio (1922-
2009) [Cardenal]; La Luzerne, César Guillaume de (1738-1770); Lambertini, Prospero
(1675-1758) [Papa Benedicto XIV]; Lambertus de Sancto Audomaro (siglo XIII);
Lancelotti, Giovanni Paolo (1511-1591); Landázuri Ricketts, Juan (1913-1997)
[Cardenal]; Lanversin, Bernard de (n. 1923); Langhecruys, Jean van (†1604);
Lardone, Francesco Giuseppe (1887-1980) [Cardenal]; Laspeyres, Ernst (1800-
1869); Lassus, Étienne (siglo XVII); La Torre, Carlos María de (1873-1968)
[Cardenal]; Laval, François de (1623-1708); Lavardin, Hildebert von (1056-1133);
Law, James Thomas (1790-1876); Le Conte, Antoine (1517-1586); Lefebvre, Charles
Léon (n. 1904); Lega, Michele (1860-1935) [Cardenal]; Legaz Laurencena, Dámaso
(1838-1902); Léger, Paul Émile (1904-1991) [Cardenal]; Leplat, Josse (1732-1810);
Lesage, Germain (n. 1915); Lescarbot, Marc (1570-1642); Lewis, James (1827-
1887); Liermann, Hans (1893-1976); Limoux, Guillaume de (último tercio del siglo
XIV-primera mitad del siglo XV); Lignano, Giovanni de (†1383); Ligorio, San Alfonso
María de (1696-1787); Lintot, Henry (1703-1758); Llaro, François (segunda mitad del
siglo XVII-primer tercio del siglo XVIII); Llobet, Raphaël (segunda mitad del siglo XVI-
primera mitad del siglo XVII); Llorens, Pierre (siglo XVII); Locatelli, Achille (1856-
1935) [Cardenal]; Lombardía Díaz, Pedro (1930-1986); Longchamp, William
(segunda mitad del siglo XII); Lorenzelli, Benedetto (1835-1915) [Cardenal]; Lothario
di Segni (c. 1161-1216) [Papa Inocencio III]; Lowrie, Walter (1868-1959); Lualdi,
Alessandro (1858-1927) [Cardenal]; Lucidi, Evaristo (1866-1929) [Cardenal]; Luçon,
Louis Henri Joseph (1842-1930) [Cardenal]; Ludovisi, Ludovico (1595-1632)
[Cardenal]; Lutz, Hermann (1881-1965); Lyndwood, William (c. 1375-1446); Maassen,
Friedrich Bernard Christian (1823-1900); Mackenzie, Edward Charles (1821-1880);
Magnin, Étienne (1880-1940); Manalt, Dominique (siglo XVII); Manalt, Jacques (siglo
XVII); Manalt, Nicolas (siglo XVII); Manarte, Jérôme de (siglo XVII); Mantighellio,
12
Marsiglio (siglo XIII); Marca, Pierre de (1594-1662); Mari, Joseph (siglo XVII); Marini,
Nicolò (1843-1923) [Cardenal]; Marquès, Gabriel (último tercio del siglo XIV-primera
mitad del siglo XV); Martene, Edmond (1654-1739); Martí Preixens, Vincent de (siglo
XVII); Martin, Jacques (1908-1992) [Cardenal]; Martín, Pierre (siglo XVII); Martin de
Troppau (†1278); Martino de Fano (†1275); Masdamont, Bernard (siglo XVI);
Massimi, Massimo (1877-1954) [Cardenal]; Matheu-Calaf, Pierre (siglo XV); Mathieu,
Pierre (1563-1621); Mattei, Alessandro (1744-1820) [Cardenal]; Maura, Guillem
(último tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Maurer, Konrad von (1823-
1902); Melo Alcaide, Prudencio (1860-1945) [Cardenal]; Mestres, Louis (siglo XVII);
Metz, René (n. 1911); Monaldo di Capo d’Istria (†1285); Monner, Antoine (segunda
mitad del siglo XVI-primer tercio del siglo XVII); Monteiro, António Xavier de Sousa
(†1876); Morano, Francesco (1872-1968) [Cardenal]; Morer, André (siglo XVII);
Morer, François (siglo XVII); Moriso, Jacques (último tercio del siglo XIV-primer tercio
del siglo XV); Moro, André (siglo XVII); Mörsdorf, Klaus (1909-1989); Mosset, Pierre
(último tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Motta, Carlos Carmelo de
Vasconcellos (1890-1982) [Cardenal]; Mouchy [o Démocharès], Antoine de (1494-
1574); Muro, Jacques de (último tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV);
Nassali Rocca di Corneliano, Giovanni Battista (1872-1952) [Cardenal]; Navarrete
Cortés, Urbano (1920-2011) [Cardenal]; Nave, Joseph de (1651-1705); Naz, Raoul
(1889-1977); San Juan Nepomuceno [Nepomuk] (c. 1345-1393); Niedener, Joahnnes
(1868-1920); San Νικόδημος ό Άγιορείτης (1749-1809) [santo de la Iglesia ortodoxa];
Noguer, Jacques (†1707); Noguer, Jean (siglo XVI); Noguer, Jean (último tercio del
siglo XVII-primera mitad del siglo XVIII); Nottarp, Hermann (n. 1886); Oddi, Silvio
(1910-2001) [Cardenal]; Oltzina, Bernard (último tercio del siglo XV-primer tercio del
siglo XV); Orlau, Josep (siglo XVII); Örsy, Ladislas M. (n. 1921); Ortega Closells,
Raphaël de (siglo XVII); Ottaviani, Alfredo (1890-1979) [Cardenal]; Oughton, Thomas
(c. 1690-c. 1740); Oviedo Cavada, Carlos (1927-1998) [Cardenal]; Owen, Robert
(1820-1902); Pacius, Jules (1550-1635); Pagès, Joan (siglo XV); Pagès, Joseph
(siglo XVII); Paget, John (1811-1898); Palazzini, Pietro (1912-2000) [Cardenal, a
quien debemos su afamado “Dictionarium morale et canonicum”, Roma, 1962-1968,
en 4 volúmenes]; Palès, Simon (siglo XV); Pals, Joan (siglo XVI); Panici, Diomede
(1841-1909) [Cardenal]; Panico, Giovanni (1895-1962) [Cardenal]; Pappalardo,
Salvatore (1918-2006) [Cardenal]; Paucapalea (segunda mitad del siglo XII); Paull [o
Poul], William (†1732); Paupini, Giuseppe (1907-1992) [Cardenal]; Pavlov, Aleksei
Stepanovich (1832-1898); Pellicer, Denis (último tercio del siglo XVI-primer tercio del
siglo XVII); Perov, Ivan (n. 1851); Perpinyà, Jacques (siglo XVI); Perry, William
Stevens (1832-1898); Pestell, Brancasius (siglo XVI); Pfaff, Christoph Matthäus
(1686-1760); Philips, Georges (1804-1872); Piati, Girolamo (1545-1591); Vitus
Picheler (1670-1736); San Antonino di Firenze (Antonino Pierozzi) (1389-1459);
Pierre de Brito (siglos XII-XIII); Pierre de Louveciennes (siglos XII-XIII); Pierre de
Sampson (siglo XIII); Pignedoli, Sergio (1910-1980) [Cardenal]; Pilati, Leopold (1705-
1755); Pillet, Albert (1842-1928); Pinoll, Jaume (último tercio del siglo XIV-primer
tercio del siglo XV); Pithou, Nicolas (1524-1602); Pithou, Pierre (1538-1596); Pitoni,
Francesco Maria (1666-1729); Pla Deniel, Enrique (1876-1968) [Cardenal]; Poggi,
Luigi (1917-2010) [Cardenal]; Pole, Reginald (1500-1558); Pompedda, Mario
13
Francesco (1929-2006) [Cardenal]; Pomposa, Rainiero de (último tercio del siglo XII-
primer tercio del siglo XIII); Pontalla, François (siglo XVII); Pontich, François (siglo
XVIII); Pou, Marc (siglo XVI); Pradt, Dominique Dufour de (1759-1837); Prideaux,
Charles Grevile (1810-1892); Prideaux, Humphrey (1648-1724); Pucelle, Gérard (c.
1120-1184); Puig Terrats, François (siglo XVII); Pujol, Jérôme (último tercio del siglo
XVI-primer tercio del siglo XVII); Pujol, Joseph (segunda mitad del siglo XVII); Pusey,
Edward Bouverie (1800-1882); Queralt, Francesc de (siglo XVII); Quesnel, Pasquier
(1634-1719); Quesnel, Pierre (siglo XIII); Quintana, Miquel (siglo XVI); Quintero
Parra, José Humberto (1902-1984) [Cardenal]; Quintin, Jean (1510-1561); Raimir,
Joseph (siglo XVII); Randall, James (1790-1882); Ranulphe de La Houblonnière (c.
1225-1288); Ranuzzi de’ Bianchi, Vittorio Amedeo (1857-1927) [Cardenal]; Ratti,
Achille (1857-1939) [Papa Pío XI]; Real, Jaume (último tercio del siglo XIV-primer
tercio del siglo XV); San Bernardino Realino (1530-1616); Rebiba, Scipione (1504-
1577) [Cardenal]; Rebuffe, Pierre (1487-1557); Reiffenstuel, Anacletus (1641-1703);
Richardus Anglicus [Richard of Mores] (1161-1242); Richer, Edmond (1559-1631);
Richter, Emil Ludwig (1808-1864); Ricolf, Jaume (segunda mitad del siglo XIV); Ried,
Marquard von (primera mitad del siglo XIII); Riegger, Joseph Anton (1742-1795);
Riegger, Paul Joseph (1705-1775); Riganti, Giovanni Battista (1661-1735); Ripoll,
Joan (segunda mitad del siglo XV); Ritter von Riegger, Joseph Anton (1742-1795);
Ritter von Riegger, Paul Joseph (1705-1775); Ritterhausen, Konrad (1560-1613); Riu,
Rafael (siglo XVI); San Juan de Rivera (1532-1611); Roberti, Francesco (1889-1977]
[Cardenal]; Roe, Henry (1829-1909); Roger, Josep (siglo XVII); Roig, Jérôme (siglo
XVII); Roskovanyi, Augustus (1807-1892); Rosen von Hoewel, Henry von (n. 1904);
Rosshirt, Franciscus (1793-1873); Rossi, Opilio (1910-2004) [Cardenal]; Rotond,
Pierre (último tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Rousseaud de la
Combe, Guy du (1705-1749); Roye, François de (†1686); Ruck, Erwin (n. 1882);
Ruffini, Francesco (1863-1934); Rufino (c. 1150-1191); Sabater, Antoni (último tercio
de siglo XIV-primera mitad del siglo XV); Sabater, Guillaume (último tercio del siglo
XIV-primer tercio del siglo XV); Sabbatini, Aurelio (1912-2003) [Cardenal]; San Juan
de Sahagún (1430-1479); Saleta, Thomas (segunda mitad del siglo XVII); Salins,
Pierre de (siglo XIII); Salmon, François (1676-1736); Salvany, Josep (siglo XVII);
Salvetat, Antoni (siglo XV); Samorè, Antonio (1905-1983) [Cardenal]; Sánchez,
Tomás (1550-1610); Santorio, Giulio Antonio (1532-1602) [Cardenal]; Sarpi, Paolo
(1552-1623); Saumaise, Claude de (1588-1658); Sasena, Francesc (último tercio del
siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Satorra, Antoni (siglo XVII); Satorres, Francesc
(siglo XV); Sbarreti, Donato Raffaele (1856-1939) [Cardenal]; Scaduto, Francesco
(1858-1942); Scapinelli di Leguigno, Raffaele (1858-1933) [Cardenal]; Scheemann,
Gerhardus (1829-1885); Scherer, Rudolf von (†1919); Schlegel, Johan Karl
Fürchtegott (1758-1831); Schmalzgrueber, Franciscus (1663-1735); Schotte, Jan
Pieter (1928-2005) [Cardenal]; Schreiber, Georg (1882-1963); Schulte, Johannes
Friedrich von (n. 1827); Schuler von Libloy, Friedrich (1827-1900); Schussenried,
Werner von (finales siglo XII-principios XIII); San Benvenuto Scotivoli (†1282);
Segura Sáenz, Pedro (1880-1957) [Cardenal]; Semaler, Étienne (siglo XVII); Sensi,
Giuseppe Maria (1907-2001) [Cardenal]; Sentis, F. Jakob (1831-1887); Serafini,
Giulio (1867-1938) [Cardenal]; Sibila, Enrico (1861-1948) [Cardenal]; Siccardo da
14
Cremona (c. 1155-1215); Silj, Augusto (1846-1926) [Cardenal]; Silva Henríquez, Raúl
(1907-1999) [Cardenal]; Simon of Southwell (siglo XII-principios del XIII); Simpson,
James (1853-1920); Sirmond, Jacques (1559-1651); Smith, Sebastian Bach (1845-
1895); Sobirà, Antoni (finales del siglo XVI-primera mitad del siglo XVII); Sobirà,
Miquel (segunda mitad del siglo XVI-primer tercio del siglo XVII); Soglia, Giovanni
(1779-1856); Sohm, Rudolf (1841-1917); Soldevilla Romero, Juan (1843-1923)
[Cardenal]; Soler, Francesc (último tercio del siglo XVI-primer tercio del siglo XVII);
Soler Coll, S. (siglo XVII); Soler Coll, Joseph (siglo XVII); Soler Soler, François
(segunda mitad del siglo XVII-primer tercio del siglo XVIII); Spelman, Henry (c. 1564-
1641) [Sir]; Spencer, Aubrey George (1795-1872); Stavensby, Alexander (primera
mitad siglo XIII); Stickler, Alfons Maria (1910-2007) [Cardenal]; Stillingfleet, Edward
(1635-1699); Stintzing, Johannes August von (1825-1886); Strahan, William (1715-
1785); Sundberg, Halvar Gustav Fredrik (n. 1894); Suvorov, Nikolas Semenovich
(1848-1909); Swinburne, Henry (1551-1624); Tabera Araoz, Arturo (1903-1975)
[Cardenal]; Tacci, Giovanni (1863-1928) [Cardenal]; Tancredo de Bolonia (c. 1185-
1236); Talbot, John (1818-1895); Tarassona, Arnau (siglo XV); Tarba, Raphaël (siglo
XVI); Tarquini, Camillo (1810-1874); Tartagni da Imola, Alessandro (1424-1477);
Tesauro, Carlo Antonio (1587-1655); Théas, Pierre-Marie (1894-1977); Theiner,
August (1804-1874); Tholosa, Guillaume (siglo XV); Thomas de Collioure (último
tercio del siglo XIV-primer tercio del siglo XV); Thomassin, Louis (1619-1695);
Thorkelin, Grímur Jónsson (1752-1829); Thorndike, Herbert (1598-1672); Thumsener,
Just Gotffried (siglo XIX); Beato Bernardo Tolomei (1272-1348); Tonti, Giulio (1844-
1918) [Cardenal]; Tornamira Vicente, Francisco de (†1597); Tort, Antoni (segunda
mitad del siglo XV-primer terco del siglo XVI); Tort, Llorenç (siglo XV); Tournai,
Étienne (c. 1128-1203); Trillach, Antoine (siglo XVII); Tudeschis, Niccolo de
[Panormitano] (1386-1445); Uguccio da Vercelli di Borromei (†1328); Uguccione da
Pisa (c. 1180-1210); Ugolino di Segni (†1241) [Papa Gregorio IX]; Uhac, Josop
(1924-1998) [Cardenal]; Urquhart, David (1805-1877); Vaccario (c. 1120-1205);
Vagnozzi, Egidio (1906-1980) [Cardenal]; Valensin, Albert (1873-1944); Valentí,
Antoni (último tercio del siglo XVI-primer tercio del siglo XVII); Valfrè di Bonzo,
Teodoro (1853-1922) [Cardenal]; Vaquer, Josep (segunda mitad del siglo XVII-primer
tercio del siglo XVIII); Verde, Alessadro (1865-1958) [Cardenal]; Vering, Friedric
Heinrich Theodor (1833-1896); Vermeersch, Arthur (1858-1936); Vetulani, Adam
(1901-1976); Viau, Pierre (1784-1849); Vico, Antonio (1847-1929) [Cardenal]; Vila,
François (siglo XVII); Vila, Jacques (siglo XVII); Vila, Jean Baptiste (siglo XVII); Vilar,
Hyacinthe (siglo XVII); Vilar, Michel de (siglo XVIII); Vilar Reynalt, Michel (segunda
mitad del siglo XVII-primer tercio del siglo XVIII); Viarcèques, Raimond (siglo XVIII);
Vilarnau, Jerònim (siglo XVII); Villeneuve, Jean Marie Rodrigue (1883-1947)
[Cardenal]; Villot, Jean Marie (1905-1979) [Cardenal]; Vinton, Francis (1809-1872);
Vio, Tommaso Caietano (1469-1534) [Cardenal]; Violardo, Giacomo (1898-1978)
[Cardenal]; Viollet, Paul (1840-1914); Viver, Joseph del (siglo XVII); Voet, Paulus
(1619-1667); Voltaire, François-Marie de Arouet [será recogido en este Diccionario,
pues no siendo canonista, hizo abundantes reflexiones sobre el Derecho canónico en
su “Dictionnaire philosophique”, II. Sin duda, pocos canonistas estarán de acuerdo
con el contenido de las voces dedicadas a los Concilios, el celibato sacerdotal, el
15
divorcio y, seguramente menos, con las siete secciones que dedica al Derecho de la
Iglesia católica, en concreto: la “Introducción general del Derecho canónico, por
Monsieur Bertrand, primer pastor de la Iglesia de Berna” y luego sus secciones. 1.ª
Sobre el Ministerio eclesiástico. 2.ª Sobre los bienes y propiedades de la Iglesia. 3.ª
Sobre las asambleas eclesiásticas o religiosas. 4.ª Sobre las personas eclesiásticas.
5.ª De la fiscalización y control sobre el dogma. 6.ª El control de los magistrados
sobre la administración de los sacramentos y 7.ª Jurisdicciones de los eclesiásticos.
Al final aparece el “Resumen de la tarifa de los derechos que se pagan en Francia a
la Corte de Roma por bulas, dispensas, absoluciones, etc. Dispensas
matrimoniales”]; Walter, Ferdinand (1794-1879); Wasserschleben, Ludwig Hermann
(n. 1812); Weigand, Rudolf (1915-1985); Weyms, Étienne (1553-1633); White, Edwin
Augustine (1856-1925); White, William (1748-1836); Whitehead, Benjamin (n. 1856)
[autor de “Church Law: being a concise Dictionary of statutes, canons, regulations
and decided cases affecting the clergy and laity”, Londres, 1892 y 2.ª ed. 1899];
Wiestner, Jakob (1640-1709); Wilkins [o Wilke], David (n. 1685); Willis, Robert (1785-
1865); Winning, Thomas Joseph (1925-2001) [Cardenal]; Wyszyński, Stefan (1901-
1981) [Cardenal]; Xaupi, Joseph (siglo XVII); Ximenes Monrrodon, Joseph (siglo
XVII); Zabarella, Francesco (1360-1417); Zaccaria, Francesco Antonio (1714-1795);
Zallinger, Iacobus Antonius zum Thurm von (1735-1813); Zallwein, Gregor (1712-
1766); Zaozeskii, Nicolai Aleksandrovich (n. 1851); Zayas Cuerpo, Malaquías (n.
1918); Zemeke, Johannes (c. 1170-1245); Zoesius, Hendrik (†1628) y Zyphaeus,
François (†1650). Obviamente, habrá otros más, distintos de los incluidos en esta
relación que es indicativa, no totalizante.
En el capítulo de agradecimientos no podemos dejar en el olvido a Antonio
Pérez Martín, catedrático jubilado de Historia del derecho y de las instituciones de la
Universidad de Murcia, hombre formado en Alemania y en Italia, iushistoriador muy
sólido, que ha dado notable lustro científico a su universidad; a Leonard Łukaszuk,
catedrático que fue de la Universidad de Varsovia y que alcanzó el puesto de
Vicepresidente del Tribunal Constitucional de la República de Polonia; a Jean-Louis
Clément, de la Universidad de Estrasburgo por la coordinación de las semblanzas de
canonistas franceses, y a Antonio Sánchez-Bayón, profesor de Historia Jurídica y
Derecho Comparado de la Universidad Loyola Andalucía (y canonista y
eclesiasticista en otras).
MANUEL J. PELÁEZ,
Institut d’Études Politiques de la Université de Strasbourg,
Viernes, 7 de septiembre de 2012.
16
ACEBAL LUJÁN, Juan Luis (1930-1998) . [N.º 1]. [A]. Originario de
Albacete, donde nació el 27 de diciembre de 1930, estudió Derecho en la
Universidad de Madrid y Filosofía y Teología con la Orden de Predicadores en la
que profesó. En el Pontificium Athenaeum Internationale Angelicum de Roma
estudió Derecho Canónico, pero se doctoró en cánones en la Universidad
Pontificia de Salamanca (1964), donde fue catedrático de Derecho Procesal
Canónico, Secretario General de la Universidad, Rector y Decano de la Facultad
de Derecho Canónico. Vocal de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa del
Ministerio de Justicia, con Margarita Mariscal de Gante Mirón (ministra del ramo
desde el 5 de mayo de 1996 al 27 de abril de 2000), también asesoró en materias
jurídicas a la Conferencia Episcopal Española. Publicó Las cuestiones
prejudiciales en Derecho canónico (1963) y colaboró en diversos manuales de su
especialidad, así como en los varios volúmenes del Curso de Derecho
matrimonial y procesal canónico para profesionales del foro, aparte de en los
comentarios al CIC de 1983 y al CCEO de 1990, y en la Jurisprudencia
matrimonial de los tribunales eclesiásticos españoles que se editó en Salamanca
en 1991. Las publicaciones periódicas Salmanticensis, Concilium, Revista
Jurídica de Catalunya y Revista Española de Derecho Canónico recogieron
buena parte de sus artículos en treinta años de fecundo magisterio, sobre la vida
consagrada, el laicado femenino, el proceso matrimonial de inconsumación y la
impotencia coeundi del varón, el Concordato de 1953, la reducción al estado
laical del clero secular, la fusión de monasterios, la renovación de la vida
religiosa, el régimen de la Federación de los monasterios de monjas, el derecho
de defensa en las causas de nulidad matrimonial, etc. Dedicó muchas horas a la
gestión universitaria, con gran sobriedad y cordialidad en tareas a veces no
fáciles. Falleció en Salamanca el 23 de diciembre de 1998.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Acebal Luján, Juan Luis, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2005, vol. I, p. 46, n.º 6 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
18
y luego participada por otros abolicionistas como L. Matheu Sanz (Tractatus de re
criminali, 1676) o Francisco Martínez Marina (Ensayo histórico-crítico sobre la
antigua legislación, y principales Cuerpos legales de los Reynos de León y
Castilla, 1808), y aún prolongada hasta la proposición derogatoria de Agustín
Argüelles en la sesión de 2 de abril de 1811 de las Cortes de Cádiz por refrendo
del Estatuto de Bayona, cabe relacionar un episodio más, cuando en 1784, L.
Pereira, editor del periódico El Censor, hizo indisimulado elogio de los textos de
Acevedo y Lardizábal (n.º 64, de 11 de marzo de 1784), que Castro procuró
rebatir con montaraces invectivas. Con Pereira, que procedía de los círculos
ilustrados gallegos, había hecho amistad Acevedo tiempo atrás, durante el
desempeño de su labor bibliotecaria en comisionado (1773-1774) para la
compulsa de manuscritos de la catedral de Santiago y otras iglesias de Galicia,
donde le sorprendería la muerte. De ese periodo data también el patrocinio ante
la Academia de Buenas Letras de Sevilla de María Francisca de Isla Losada,
poetisa gallega y hermanastra del padre J. F. de Isla (1703-1781), por entonces
desterrado en Italia. El Ensayo de una Biblioteca española de los mejores
escritores del reynado de Carlos III, formado por J. Sempere Guarinos, reseña en
autoría de Antonio María de Acevedo la obra presentada como Idea de un nuevo
cuerpo legal, que Javier de Burgos en sus adiciones a Biografía Universal antigua
y moderna (1822) atribuye con más razonable criterio a nuestro Alonso o Alfonso,
y donde con aplaudir en la noticia de su contenido las observaciones críticas
sobre la superfluidad de muchas leyes, acerca de su falta de método o el mal
estilo en que tantas veces van redactadas, de donde sin duda cabría rescatar
algún eco rousseauniano, objeta empero ciertas extravagancias en la idea exacta
de las materias que hubiera de abarcar la nueva recopilación.
[D]. Bibliografía: José Calvo González, Acevedo Rato, Alonso [o Alfonso]
María de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 48-50, n.º 10 [JO SÉ
CALVO G O NZÁLEZ ] (σόφος).
ADAM AGUD, Vicente (n. c. 1775) . [N.º 3]. [A]. Natural de la Sierra de
Engarcerán, en la diócesis de Tortosa, era hijo de Miguel Adam Bertran y de Ana
María Agud. Estudió en la Universidad de Salamanca en la que alcanzó el grado
de Bachiller en Derecho Canónico el 19 de junio de 1798. Posteriormente
consiguió el Bachiller en Leyes, presumiblemente también en la Universidad de
Salamanca. Presentó su candidatura a una plaza de colegial del San Clemente
de los españoles de Bolonia, en el que fue admitido por Simón Rodríguez Laso el
27 de octubre de 1804. El tema de su disertación de ingreso en el Colegio versó
sobre X 1.3.5. En la institución albornociana fue consiliario y superintendente de
géneros en 1805, consiliario y agregado del plan de estudios en 1808, 1810,
1811 y 1812, y consiliario y secretario en 1809. Sería abogado de los Reales
Consejos. Pertenecía a la condición clerical. No nos consta si llegó a doctorarse
en Cánones en Bolonia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. IV, pp. 1776-1777, n.º 1.330 y Adam Agud, Vicente, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 182, n.º
1.410 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
ADRA [o ARIZA], Pedro de (siglo XV) . [N.º 4]. [A]. Fue capellán del San
Clemente de los españoles de Bolonia; lo era en 1453. De hecho el 3 de
19
septiembre de 1453 asistió a la preceptiva visita canónica de la institución. El 4
de mayo de 1459 se examinó del doctorado en Derecho Canónico, recibiendo las
insignias doctorales de manos de Antonio de Grasis. El 28 de mayo de 1459 se le
concedió licencia para ausentarse del Colegio durante 6 meses, con reserva de
su puesto, hasta que el 4 de junio de 1459 abandonó definitivamente el Colegio y
probablemente también Bolonia.
[B]. Bibliografía: sobre su etapa boloñesa ver Celestino Piana, Il “Liber
Secretus Iuris Pontificii” dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 33
y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 286-287, n.º
307 y Adra [o Ariza], Pedro de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 183, n.º 1.412 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
20
cargo que ocupó también durante un cortísimo ámbito temporal (del 5 al 19 de
octubre de 1868). La mayor parte de sus publicaciones son de Derecho Canónico
como Procedimientos en negocios eclesiásticos. Autor de un Curso de Disciplina
Eclesiástica General y Particular de España, publicado entre 1857 y 1858 en
cuatro vols. en su 2.ª ed., acompañado de un cuadro sinóptico de territorios
exentos, y que concluye con una taxativa consideración: «nunca podrán los
prelados eclesiásticos proceder gubernativamente cuando se trata de imponer
penas que privan para siempre de los derechos de la sociedad cristiana, o de los
adquiridos en virtud del clericato». En su Curso se ocupó del Romano Pontífice,
el Consistorio de Cardenales, la Inquisición, la Curia romana, los Concilios
generales, los patriarcas, los metropolitanos, los obispos, órdenes militares,
capillas reales, las órdenes regulares, las jurisdicciones privativas, la prohibición
de beneficios eclesiásticos, la naturaleza, organización y distribución de los
oficios eclesiásticos, el derecho matrimonial, los establecimientos públicos
eclesiásticos, fundaciones particulares, etc. El apéndice presenta en el cuarto
volumen toda una serie de documentos de singular importancia de la historia de
la Iglesia española en su relación con el Estado desde 1099 hasta el Concordato
de 1851. La 3.ª ed. apareció en 1871. Junto con Florencio García Goyena de
Ororbia (1783-1855) intervino en la redacción del Febrero o librería de jueces,
abogados y escribanos, en sus ediciones de 1841-1842 hasta la de 1852. En la
Enciclopedia de Jurisprudencia y Administración hay buenas muestras de
escritos salidos de su pluma.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Aguirre de la Peña, Joaquín de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 54-55, n.º 17 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος
como canonista, σόφος como político y κουφος por el contenido general de su
obra jurídica).
21
285 y vol. IV, p. 2214 y Agullana de Catalunya, Antoni de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 188,
n.º 1.424 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
22
enterrados sus restos en la Catedral de Tarragona, en cuyo epitafio figura la
inscripción Editis avreis libris atq. edendis relectis.
[B]. Su aportación más original, en palabras de Francisco Tomás Valiente,
fue «extender al estudio de las fuentes del Derecho Canónico los beneficios de
los métodos humanistas». Rafael Gibert le considera «un campeón de la
depuración crítica de las fuentes y no debe extrañar que también fuera un jurista
activo y vital en las grandes cuestiones universales del derecho de su época».
Como indica F. Carpintero, Antonio Agustín, junto con otros grandes humanistas,
intenta redescubrir y restaurar el Derecho Romano. Diego de Covarrubias, otro
humanista español, en sus Prácticas, lo describe como «hombre insigne a juicio
de todos por su erudición y diligencia». Antonio Agustín es, en palabras de C.
Flores Sellés, «un historiador, y como ha estudiado principalmente Derecho y
Humanidades, investiga para la historia de ambos Derechos y de la antigüedad,
investiga empezando por el principio (…) es un historiador en la base utriusque
iuris». «Enciclopedia de toda la humanidad», como lo denomina Paulo Manucio,
su obra se desarrolla en tres grandes líneas: 1.ª) Estudios e Historia de las
Humanidades, entre los que cabe destacar, In M. Terentium Varronem de lingua
latina emendationes et notae (1557), e In Sext. Pompeium Festum Notae (1560).
2.ª) Derecho Civil, entre ellas, Emmendationes et opiniones iuris civilis (1543);
Emendationum et Opinionum libri IV (1543); Constitutionum Codicis Iustinianei
Collectio (1567); De nominibus Pandectarum (1569-1570); De nominibus propiis
tou Pandectou Florentini cum A. Augustini Archiepiscopi Tarraconensis notis
(1579); De Legibus et Senatusconsultis (1583). 3ª) Derecho Canónico, como,
Ordinarium Ilerdense (1567); Epitome iuris Pontificii (1567); Breviarum Ilerdense
recens, ab Ant. Augustino Episcopo collectum (1571); Antiquae Collectiones
Decretalium (1576); Canones Poenitentiales (1582) y De Emendatione Gratiani
(1586; la ed. de esta obra corregida e ilustrada con notas por S. Baluze fue
incluida en el Index por un decreto de 19 de diciembre de 1673; también la
versión de esta obra de Gehr von Mastricht aparece en el Index por sendos
decretos de 15 de julio de 1715 y de 27 de abril de 1716). Y algunas otras obras
en castellano, como Los Diálogos de las medallas, inscripciones y otras
antigüedades (1587), y sus Diálogos de las armas y linajes de la nobleza de
España, obra póstuma, fundamental para la Heráldica española. Dicha obra fue
enmendada por G. Mayans Siscar, y editada en Madrid en 1734. Fundamental es
la colección Opera omnia Antonii Angustini, Archiepiscopi Tarraconensis,
recogida en 8 vols. (publicados en Luca en 1764), donde se compendian sus
principales escritos.
[C]. Bibliografía: para conocer mejor la figura de Antonio Agustín, puede
verse la Biblioteca Hispana de Nicolás Antonio, la biografía de Gregorio Mayans
Siscar, redactada para servir de Introducción a la edición de los Diálogos de las
armas y linajes, y el artículo, Antonio Agustín, estudiante en Italia de Cándido
Flores Sellés, entre otros, junto a la edición que ha hecho del Epistolario de
Antonio Agustín, Salamanca, 1980. Fundamental, en general, es el artículo de
Francisco Carpintero, “Mos italicus”, “mos gallicus” y el Humanismo racionalista.
Una contribución a la historia de la metodología jurídica. Otra bibliografía: Francis
de Zulueta, Don Antonio Agustín, Glasgow, 1939; Tammo Wallinga, Tanta /
Δέδωκεν. Two Introductory Constitutions to Justinian’s Digest, Utrecht, 1989, pp.
9, 12-17, 18, 20, 21, 24-25, 44, 46, 76, 119 y 128 y Antonio Agustín and
Constitutio Δέδωκεν, en Studies in Roman Law and Legal History in Honour of
Ramon d’Abadal i de Vinyals on the Occasion of the Centenary, Barcelona, 1989,
pp. 259-269; Peter Landau, Agustín (Augutinus), Antonio, en Juristen. Ein
biographisches Lexikon. Von der Antike bis zum 20. Jahrhundert, Múnich, 1995,
23
pp. 21-23; Joan Carbobell Manils, La relación epistolar inédita entre Antonio
Agustín y el papa Gregorio XIII, en Faventia, n.º 22 (2000), pp. 121-138;
Francisco Cuena, Antonio Agustín, en Juristas Universales, Madrid y Barcelona,
2004, vol. II, pp. 212-216 (la p. 213 recoge un dibujo) y Alejandro Martínez Dhier,
Agustín Albanell, Antonio, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 57-58,
n.º 20 [A LEJANDRO M ARTÍNEZ D HIER ] (σοφώτατος).
ALARCÓN VARGAS, Luis Ambrosio de (n. 1660) . [N.º 9]. [A]. Nació en
Sevilla el 26 de diciembre de 1660. Era hijo de Antonio de Alarcón Vargas y de
Margarita de Liña. Había estudiado Jurisprudencia en Salamanca y Sevilla
durante más de cinco años, alcanzando el grado de Bachiller en Sevilla. Fue
presentado por el Colegio de España de Bolonia a una plaza de colegial
correspondiente al obispado y cabildo de Oviedo que no había utilizado su
derecho de presentación. Sería admitido el 2 de febrero de 1689 en el Colegio
por José de Amatria Reboles para estudiar Derecho Canónico en la Universidad y
en el momento de su ingreso en la institución albornociana consta que era
Licenciado en Cánones. El tema de su disertación de ingreso fue sobre X 4.19.4.
Durante el curso 1689-1690 fue consiliario del Colegio y en 1690-1691 consiliario
y bibliotecario. El 19 de octubre de 1690 se le concedió permiso de ausencia por
seis meses y parece ser que ya no regresó al Colegio. Fue nombrado auditor de
Trani en el mes de enero de 1691, auditor de Salerno en 1693 y de Lecce en
1694. Desempeñó altos cargos judiciales en Chieti y Catanzaro. Sería además
regente en el Consejo Supremo de Santa Clara de Nápoles, alcalde de Casa y
Corte en Madrid, consejero del Consejo Supremo de Indias y visitador y
comisario regio de los tribunales del Perú. Para este último puesto fue designado
por Felipe V en 1712.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1482-1484, n.º 1.199 y Alarcón Vargas, Luis Ambrosio de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º [2008] (= tomo 3.º), Apéndice
biográfico Ψ, pp. 188-189, n.º 1.425 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος como alto
funcionario de la administración de justicia de la monarquía hispánica y
κουφότερος como canonista).
24
bañada por el Turia en 1528, destinados a la práctica jurídica inquisitorial.
Falleció en Patti el 7 de octubre de 1544.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Roselló, Albertí, Arnau, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2005, vol. I, p. 62, n.º 26 [A NTO NIO P LANAS R O SSELLÓ ] (σόφος).
ALDANA ALVIZ, Diego de (siglo XVI) . [N.º 11]. [A]. Natural de Medina
del Campo, perteneciente a la diócesis de Salamanca. Era hijo de Cristóbal de
Aldana y de Isabel Alviz. Estudió Jurisprudencia en Salamanca, obteniendo el
grado de bachiller. Fue presentado por Diego de Covarrubias, obispo de Cuenca,
y el deán y cabildo conquenses a una plaza de colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia. El 6 de junio de 1577 fue admitido por el rector de la
institución albornociana Cristóbal Fuentes. Su disertación de ingreso versó sobre
X 3.5.3. Actuaron como testigos de su admisión los capellanes Toribio Calderón y
Pedro Fernández Homo. Durante los cursos 1579-1580 y 1581-1582 fue
consiliario canonista del Colegio. En el 1580-1581 sería ecónomo de la
institución. El 7 de abril de 1579 se le asignaron los puntos de examen en ambos
derechos, recibiendo como promotor en Derecho canónico al cardenal Paleotti. El
8 de abril de 1579 se examinó de ambos Derechos, siendo aprobado y recibiendo
las insignias doctorales de manos de Annibale Monterenzi. El 17 de julio de 1581
abandonó el Colegio de España y marchó a Nápoles. Allí será oidor y más tarde
presidente de la Cámara real en el Reino de Nápoles.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 289, n.º
2.844 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1036-
1037, n.º 960 y Aldana Alviz, Diego, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 32, n.º 2.347 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
ALFÓNSEZ, Juan (siglo XIV) . [N.º 13]. [A]. Colegial del San Clemente de
los españoles de Bolonia. El 18 de noviembre de 1387 se examinó de Derecho
25
canónico, siendo presentado por Lorenzo de Pinu, resultando pura y simplemente
aprobado por todos los doctores. El 4 de enero de 1388 se doctoró recibiendo las
insignias de manos del propio Lorenzo de Pinu.
[B]. Bibliografía: António Domingues de Sousa Costa, Portugueses no
Colégio de S. Clemente de Bolonha durante o século XV, en El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, vol. III, Bolonia, 1973, pp. 216-217 y Antonio
Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, p. 169, n.º 105 y Alfónsez,
Juan, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 196, n.º 1.438 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
26
eclesiástico de Teruel durante la ocupación francesa. Vino al mundo en el seno
de una familia infanzona y acomodada. Su padre, Salvador de Alfranca
Aramburu, era abogado y catedrático de Prima de Cánones de la Universidad de
Zaragoza y su madre, Josefa de Castellote Langa, poseía abundantes bienes en
Cuevas del Cañart, en el Maestrazgo turolense. Años más tarde, el “presbítero”
Alfranca aparece entre los eclesiásticos “particulares” contribuyentes con más
propiedades de Zaragoza, en la lista de un Catastro posterior a 1807. Fallecida
su única hermana, Joaquina, en diciembre de 1775, Juan José había quedado
como único heredero de la familia. Antes de ingresar en el Colegio de San
Clemente tenía 8 años de estudios mayores: 1 de Filosofía en Huesca y 7 de
Jurisprudencia en Zaragoza; se graduó de bachiller el 4 de enero de 1770 y de
licenciado y doctor en Derecho (1773) en Zaragoza, siendo sustituto de la cátedra
de Prima de Derecho y miembro de la Academia jurídico práctica de Zaragoza.
Desde muy joven era clérigo de prima tonsura. En el Colegio de España de
Bolonia se conserva el expediente de su ingreso en el mismo, el 29 de mayo de
1775, presentado por el deán y Cabildo de Zaragoza, con los cuales su padre
estaba muy bien relacionado. En los cursos 1776-1778 es nombrado consiliario e
historiador o cronista, durante los cuales, además de escribir la historia del
Colegio que le correspondía, escribió la de cursos anteriores. En los siguientes es
secretario y bibliotecario hasta que fue elegido rector como colegial más antiguo,
el 5 de septiembre de 1780, cargo que compatibilizó durante algún tiempo con el
de profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Bolonia (1778-1784). A lo
largo de su estancia en el Colegio opositó varias veces a cátedras de Derecho
Canónico (la primera el 18 de junio de 1775) hasta que consiguió ser “lector
honorario”, explicando Decretales en el curso 1778-1779 e Instituciones
Canónicas en los cursos siguientes. El 14 de julio de 1784 renunció a la cátedra y
se le aceptó por su calidad de rector del Colegio.
[B]. Durante su rectorado se llevó a la práctica un resurgimiento en los
estudios y fue el primero en establecer relaciones cordiales y amistosas con
algunos de los muchos ex jesuitas españoles expulsos residentes en Bolonia.
Permaneció en el cargo hasta el 15 de agosto de 1788 e inmediatamente
emprende el regreso a España, pues en el otoño registramos su presencia en
Zaragoza. En 1787 había sido nombrado alcalde del crimen en la Audiencia de
Sevilla en atención a su labor como rector del Colegio y a su pensamiento
reformista, que le había llevado a ser socio de la Real Sociedad Económica
Aragonesa desde el 21 de noviembre de 1783, con la que se carteaba, aunque
sólo pudo asistir a dos juntas generales de la Aragonesa, presidida por el oidor
Arias Mon (con quien coincidirá en la Audiencia de Cáceres), a lo largo del otoño
de 1788 (las juntas del 24 de octubre de 1788 y del 21 de noviembre de 1788), en
los meses de intervalo que van desde que dejó el rectorado del colegio de
Bolonia hasta su incorporación al nuevo destino sevillano.
[C]. Son pocos los datos concretos que conocemos de los dos años del
Alfranca como alcalde del crimen de la Audiencia de Sevilla (febrero de 1789-
octubre de 1790), y de los casi nueve del Alfranca como oidor de la Audiencia de
Extremadura (noviembre de 1790-febrero de 1799). Nos bastan los numerosos
informes que hizo con motivo de dirigir el Interrogatorio del Partido de Llerena,
primeros meses de 1791, para confirmar los rasgos de su personalidad
apuntados en el rectorado de Bolonia (educación refinada, rectitud de criterio,
regalismo convencido y profundo conocedor del Derecho), demostrando que, sin
duda, fue el mejor preparado intelectual y jurídicamente de los diez magistrados
fundadores de la Real Audiencia de Extremadura. Nos da su acertada y
fundamentada opinión sobre lo que le han contado o ha visto en los pueblos
27
visitados, con la agilidad de estilo de quien llevaba quince años relatando
crónicas e informes en la quisquillosa sociedad boloñesa. El nombramiento de
Alfranca «para la segunda plaza de oidor» de la Audiencia de Extremadura fue
acordado el 22 de septiembre de 1790 y publicado el 6 de octubre de 1790.
Hasta febrero de 1799 desempeñó con plena dedicación su oficio de oidor, de
manera que no pudo asistir al fallecimiento de su madre el 3 de enero de 1797, y
lo hizo con una rectitud de criterio que le llevó a enfrentarse con el pragmatismo
de sus compañeros y con algunas autoridades locales, como las de Castuera,
feudo del poderoso Godoy. Dado el carácter independiente de Alfranca, no es de
extrañar que fuese una de las víctimas políticas del vendaval antiilustrado
encabezado por el ministro de Gracia y Justicia, José Antonio Caballero, el
mismo que llevó al destierro a otros magistrados ilustres. El misterio que rodea el
periodo de 1799-1810 en la vida de Alfranca está ligado a su fulminante destierro,
comunicado el 5 de febrero de 1799 por el citado ministro reaccionario, en
términos tajantes: «El Rey se ha enterado de los notorios excesos de don Juan
José de Alfranca Castellote, oidor de esa Audiencia, y le ha sido del mayor
desagrado una conducta tal opuesta al bien de sus amados vasallos, por el que
está velando incesantemente. Y no pudiendo su paternal amor mirar con
indiferencia unas vejaciones de esta clase, y por la misma mano que había
autorizado y honrado para aliviarlas, en decreto de ayer [4 de febrero de 1799] se
ha servido separar a dicho Alfranca de su plaza, desterrándole perpetuamente de
esa ciudad, Madrid y Sitios Reales, y dejándole, sólo por conmiseración, 4000
reales anuales».
[D]. La etapa vital más oscura de Alfranca es la década que va desde 1800
a 1810, en la que sólo nos constan dos cosas importantes: sus ingresos
económicos y su ordenación sacerdotal. Después de dejar la magistratura vivió
del rico patrimonio familiar y de una pensión que el rey le había dado sobre la
mitra de Cartagena, como se hace constar tanto al recibir las órdenes
sacerdotales en Zaragoza (1806-1807) como al participar en la oposición a la
canonjía doctoral de Teruel (1810), lo que le hacía independiente
económicamente del arzobispado de Zaragoza, donde, al parecer, residió durante
esta década. Alfranca tenía casi 53 años cuando fue consagrado sacerdote
(marzo de 1807) y, sirviéndose de sus profundos conocimientos jurídicos, en
medio del desconcierto que suponía la Guerra de la Independencia, oposita a la
canonjía doctoral de Teruel, donde transcurren los últimos y ajetreados siete años
de su vida (1810-1817), periodo que conocemos bastante bien, gracias al
excelente trabajo del archivero César Tomás Laguía, La Iglesia de Teruel en la
Guerra de la Independencia.
[E]. Celebrados los ejercicios de oposición el 21 de septiembre de 1810,
Juan José Alfranca tomó posesión el 4 de diciembe de 1810, cuando ya el obispo
Blas Joaquín Álvarez de Palma había huido ante la cercanía del ejército francés.
Juan José tuvo la poca fortuna de llegar a una ciudad en la que dominaban unas
autoridades eclesiásticas mediocres, envidiosas y cobardes en unos tiempos
sumamente turbulentos, que le ocasionarán los momentos más amargos de su
vida, como lo fueron el obispo Álvarez de Palma y su mano derecha el provisor
Francisco Calvo Ruipérez, enemigo declarado de Alfranca. Dado que el obispo
estaba huido y que Alfranca poseía una cultura nada común, hablaba
perfectamente el francés y el italiano, y estaba dotado de una correcta diplomacia
para los negocios más difíciles, el cabildo lo nombró gobernador el 2 de febrero
de 1811 y ejerció como tal durante dieciséis meses y medio, hasta el 25 de junio
de 1812, en que fue secuestrado por el general Villacampa y, prisionero, obligado
a merodear por la Serranía de Teruel. Pero Alfranca había gobernado la diócesis
28
de Teruel con la prudencia de un sabio prelado, en medio de no pocos incidentes,
producidos por las exigencias del invasor y la falta de tacto de algunos
eclesiásticos. Transigió en cuestiones formales y de protocolo, en contra de la
opinión del general Villacampa y del reaccionario obispo Álvarez de Palma, pero
consiguió evitar muchos males a la iglesia turolense. Sujeto a un proceso formal
por sospecha de infidencia, con el correspondiente secuestro de todos sus
bienes, en los primeros días de noviembre de 1813 se vio su causa en la
Audiencia Territorial de Zaragoza, «con mucho concurso de gente de todas
clases». Alfranca no quiso otro defensor que a sí mismo y durante tres mañanas
fue exponiendo los hechos y deshaciendo los argumentos de la acusación con la
pericia de uno de los doctorales más competentes que ha tenido la iglesia
turolense. El resultado fue la sentencia absolutoria y definitiva del 10 de
noviembre de 1813, en la que se le concedió la libertad y la facultad de poder
regresar a Teruel para servir su canonjía. Firmó las actas capitulares, como
secretario que era del cabildo, desde el 10 de enero de 1814 hasta el 24 de mayo
de 1816. Los dos últimos años de la vida de Alfranca (marzo de 1815-abril de
1817) fueron más tranquilos y estuvieron, en gran parte, dedicados a reivindicar
su actuación como gobernador eclesiástico de Teruel durante la ocupación
francesa, en especial la validez del concurso de curatos que había convocado en
1812 y que el obispo Álvarez había anulado en 1813. En 1815 Alfranca estaba
totalmente rehabilitado políticamente y era un hombre importante del Cabildo.
Estaba ganando la batalla legal y moral, pero había perdido la salud con los
trabajos sufridos en la lucha con sus retrógrados superiores. Pasaba largas
temporadas de reposo en Las Cuevas de Cañart. Su última enfermedad debió
durar casi un año, desde junio de 1816 hasta mediados de abril de 1817, en que
falleció, sin que sepamos dónde, pues no está enterrado en la catedral de Teruel.
Todo hace suponer que murió en el citado pueblo de Las Cuevas de Cañart, en la
soledad del Maestrazgo. Alfranca todavía tuvo la satisfacción, antes de morir, de
ver la solución del concurso de curatos (decreto del nuevo obispo de Teruel,
Felipe Montoya, de 17 de febrero de 1816), y en una larga exposición de los
hechos que precedieron y siguieron a la celebración del mismo, enviada el 1 de
febrero de 1814 a la Real Cámara, habla del éxito de su gestión como
gobernador eclesiástico y hace notar que, en su tiempo, «ningún clérigo ni aún
seglar de la diócesis [de Teruel] haya sido fusilado ni conducido a Francia».
[F]. Destacamos entre sus obras: Interrogatorio de la Real Audiencia.
Extremadura a finales de los tiempos modernos. Partido de Llerena, (1791),
editado por la Asamblea de Extremadura, Mérida, 1994; Sobre provisión de
nueve curatos, cuyo concurso anuló el reverendo obispo de Teruel y formó y
convocó otro de nuevo para ello (1814), en el Archivo Histórico de la Diócesis de
Teruel (inéd.), Leg. 98-4, ff.
[G]. Bibliografía: C. Tomás Laguía, La Iglesia de Teruel en la Guerra de la
Independencia, en Revista de Teruel, n.º 21 (1959), pp. 135-221; M. Batllori, El
Colegio de España en Bolonia a fines del siglo XVIII, en El Cardenal Albornoz y el
Colegio de España, Bolonia y Zaragoza, 1971, vol. II, pp. 639-669; A. Pérez
Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1708-1711; S. Rodríguez
Becerra, Mirada de un ilustrado a la sociedad extremeña a finales del siglo XVIII,
Introducción a Interrogatorio de la Real Audiencia. Extremadura a finales de los
tiempos modernos. Partido de Llerena, Mérida, 1994; A. Astorgano Abajo, El
oidor Juan José Alfranca y Castellote (1754-1817), “visitador” del Partido de
Llerena (1791), en Torre Túrdula, n.º 11 (2005), pp. 12-13; El oidor Juan José
Alfranca, visitador del Partido de Llerena en 1791, en Actas del VIII Congreso de
Estudios Extremeños, 2007, pp. 891-932; Alfranca y Castellote, Juan José, en
29
“Apéndice V” de la Gran Enciclopedia Aragonesa, Zaragoza, Zaragoza, 2008;
Perfil biográfico del canonista Juan Josef Alfranca y Castellote (1754-1817),
rector del Colegio de Bolonia, en Hispania Sacra, LXI, n.º 123 (enero-junio 2009),
pp. 279-352; Alfranca y Castellote, Juan José, en Diccionario Biográfico Español,
Real Academia de la Historia, Madrid, 2010 y Alfranca y Castellote, Juan José, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 33-35, n.º
2.350 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (κουφότερος como canonista y σόφος como
hombre de Iglesia).
ALMADA, João de (siglo XVI) . [N.º 17]. [A]. Natural de Lisboa e hijo de
Ayres de Almada, «juiz dos feitos del rey», y de Caterina Gil. Fue presentado por
el obispado de Lisboa, que se encontraba en ese momento vacante, a una plaza
de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Derecho
canónico en la Universidad. Fue admitido por Diego de Neila. Versó su
disertación de ingreso sobre X 3.7.7, siendo, entre otros, testigos de su admisión
Francisco de Velasco. Fue consiliario de la institución albornociana en el puesto
correspondiente a los teólogos en 1525-1526, siendo consiliario canonista en
1526-1527, 1528-1529 y 1530-1531. El 22 de septiembre de 1531 fue dispensado
de los impedimentos existentes para ser admitido a exámenes de Derecho civil y
de Derecho canónico y se le asignó como promotor de suerte a Benito Calderini.
El 26 de septiembre de 1531 se examinó y doctoró en ambos derechos,
recibiendo las insignias doctorales del propio Calderini. Seguramente poco
tiempo después de doctorarse abandonaría el Colegio de España. En Portugal
fue consejero del rey.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 154, n.º
565 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 656-658,
n.º 710 y Almada, João, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), p. 35, n.º 2.351 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
ÁLVAREZ, Pedro (siglos XV-XVI) . [N.º 19]. [A]. Consiguió una beca de
colegial en el San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Derecho
Canónico, pero se desconoce qué diócesis lo presentó y cuál fue el resultado de
las pruebas de limpieza de sangre. Fue consiliario en el curso 1505-1506. Con
30
posterioridad no se vuelve a tener constancia de su presencia en el Colegio. No
sabemos si se doctoró en Cánones en Bolonia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 514-515, n.º 602 y Álvarez, Pedro, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 197, n.º 1.444 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
31
Aegidianae constitutiones Marchae Anconitanae (código de derecho destinado
inicialmente para la Marca de Ancona cuando se redactó en 1357 y
posteriormente extendido a todos los territorios pontificios, que estuvo vigente
hasta 1816) y un Formulario de la Penitenciaría Apostólica. Falleció en Viterbo el
24 de agosto de 1367.
[B]. Bibliografía: su vida y obra ha sido estudiada particularmente por F.
Filippini, J. Beneyto Pérez, M. Pecugi Fop, A. I. Pini, P. Partner, G. Mollat, S. de
Moxó, G. Franceschini, G. Fabiani, E. Dupré Theseider, G. Ermini, P. Colliva
(estudió las Constitutiones Aegidianae y publicó el texto de las mismas
conservado en sendos manuscritos vaticanos en lengua vulgar) y E. Sáez
(promovió la publicación de la documentación aegdiana: diplomas, cartas, etc.).
Ver además H. J. Wurm, Kardinal Albornoz der zweite Begründer des
Kirchenrechts, Paderborn, 1892 y Antonio Pérez Martín, Álvarez de Albornoz, Gil,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 87, n.º 49 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κλυτός
y Καρδινάλιος).
ÁLVAREZ DE CALDAS, Juan (n. c. 1542) . [N.º 23]. [A]. Nació hacia
1542 en Caldas (León). Sus primeros estudios en Lengua latina los cursó en la
capital leonesa, desde donde se trasladó a la ciudad del Tormes, obteniendo
beca en el colegio menor de Santa María, fundado por Juan de Burgos, abad de
Covarrubias y arcediano de Salamanca. Más tarde, logró integrarse en el círculo
restringido de colegiales del mayor del Arzobispo o de Santiago el Zebedeo,
ingresando como becario el 25 de marzo de 1571. Después de cursar Artes y
ambos Derechos, se trasladó a Sigüenza, en cuya catedral ganó la canonjía
doctoral, que llevaba aneja la cátedra de Prima de dicho Estudio universitario, y
además se graduó como licenciado en Leyes, el año 1578. Ese mismo año fue
promovido por el cardenal Quiroga a inquisidor en Barcelona, en cuyo oficio
permaneció hasta marzo de 1589, en cuyo momento fue ascendido a consejero
32
de la Suprema, prestando su juramento el día 21 de marzo de 1589. En 1592 fue
trasladado a Granada, para intervenir activamente en el proceso instruido contra
un grupo de la oligarquía burguesa granadina de judeoconversos, de donde
resultaron los autos de fe de 1593 y 1595. Defendió la conveniencia de reforzar la
institución inquisitorial frente a la concentración de poderes en el Inquisidor
general, de modo que el organismo mantuviera las facultades durante el período
de vacante del titular supremo, además de defender la comunicación respecto de
los asuntos de mayor trascendencia, aunque el criterio del consejo no fuera
vinculante para el Inquisidor general. Fue visitador de la Universidad de
Salamanca en el año 1601, y reformador de sus Estatutos, durante el período
1601-1603. Nombrado en 1601 prior de Aracena, prebenda que había disfrutado
algunos años antes el célebre Arias Montano, fue presentado por el rey Felipe III
para la sede episcopal ovetense, el 7 de noviembre de 1604, con retención del
citado priorato, y en sustitución de Alonso Martínez de la Torre. Recibió el
nombramiento del papa Clemente VIII, el 12 de enero de 1605. Los ejecutoriales
se datan en Valladolid, el 20 de enero de 1605, asumiendo la posesión de la
mitra de Oviedo el día 29 de enero de 1605. Se consagró obispo en el colegio
jesuítico de la ciudad del Pisuerga, y contaba en ese momento con unos 60 años
de edad. En mayo de 1606 celebró sínodo diocesano, rogándole los asistentes
que en la siguiente reunión sinodal se aprobaran nuevas constituciones para el
obispado de Oviedo y se imprimiesen, lo cual tuvo lugar en 1607. Dicha
normativa tenía por objeto aplicar las reformas de Trento, de las que estaba tan
necesitada la diócesis asturiana, y sus constituciones aparecieron en letra
impresa el año 1608. En 1610 fue encargado de efectuar la “visita” de la
Audiencia de Galicia. Al concluir esta comisión en 1611, Felipe III le presentó
para el obispado de Ávila, con nombramiento del 14 de mayo de 1612, y toma de
posesión del día 3 de agosto de 1612. Todavía fue elegido por el Rey para regir
la diócesis malacitana, aunque no llegó a tomar posesión, porque murió el 19 de
septiembre de 1614, reposando sus restos en la iglesia de San Juan Bautista de
Caldas, en la que había dotado cinco capellanías. En su localidad natal hizo
dotación de un maestro de escuela, además de haber escrito la obra Sumario de
las bulas y declaraciones pontificias a fin de comprobar la independencia de la
Inquisición de España de la Congregación del Índice de Roma. Por Real Cédula,
datada en Valladolid el 31 de mayo de 1601, fue designado visitador regio de la
Universidad de Salamanca, y por Real provisión, que lleva la fecha de 8 de junio
de 1601, fue presentado al Estudio salmantino por parte de Felipe III. Su
participación en la reforma de los Estatutos salmantinos quedó plasmada en
diversas intervenciones ante el claustro universitario, celebradas el 17 de abril de
1602. Los claustrales de la Universidad de Salamanca pidieron un aplazamiento
en la elaboración de la reforma por diversos motivos, tales como enfermedad del
rector, viaje a Madrid del doctor Carvajal, catedrático de Vísperas, que hizo la
síntesis de todo lo discutido en comisión, etc., ante cuyas alegaciones Juan
Álvarez de Caldas aceptó el aplazamiento, y comenzaron los debates el 29 de
abril de 1602 «en presencia del Rector, doctores y maestros». La discusión de los
estatutos concluyó en mayo de 1602, despidiéndose el visitador Caldas del
claustro universitario el día 15 de mayo de 1602, aunque la Universidad nombró
dos comisarios, que eran los doctores Rafael Carvajal y Gabriel Enríquez, para
que elevaran un memorial al Rey. Los Estatutos fueron confirmados por medio de
la Real provisión, fechada en Valladolid el 16 de septiembre de 1603, aunque en
los mismos había normas que el Claustro no había aprobado y otras que ni se
trataron ni se publicaron ante la comunidad universitaria. Ante el recurso de los
universitarios salmantinos, el fiscal Gil Ramírez de Arellano envió, el 13 de
33
octubre de 1603, una carta al Estudio salmantino, para suspender
provisionalmente la publicación de los nuevos Estatutos, hasta que el rey Felipe
III confirmó la reforma de los mismos, con data del 28 de febrero de 1604.
Después de concluidas las deliberaciones, y asumidas las modificaciones
oportunas, «leyeronse en el pleno, martes 6 de abril de 1604, publicaronse por
los generales viernes 9 de abril de 1604 en las cathedras de Prima de Cánones y
de Prima de Leyes del doctor Gabriel Henriquez y de prima de Theulogia y en la
cathedra de Decreto. A 10 de abril de 1604 se publicaron en las rejencias de
Artes». El punto estatutario más llamativo fue la fijación de ocho meses como
duración del período lectivo que era preciso para ganar curso, aunque esta
medida fue invalidada por una Real Cédula del mes de febrero de 1606. Otras
disposiciones resultan hoy un tanto pintorescas y, sin embargo, fueron objeto de
reclamación al Consejo de Castilla, como ocurre con el cinturón del hábito
universitario.
[B]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Álvarez de Caldas, Juan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp.
198-199, n.º 1.446 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ] (Καρδινάλιος).
34
consiliario y cronista, en 1687-1688 consiliario y tesorero y en 1688-1689 y 1691-
1692 consiliario y tesorero de nuevo. Durante el curso 1689-1690 desempeñó el
puesto de rector. Sería profesor de Decretales de la Universidad de Bolonia
desde 1690 a 1692. El 23 de noviembre de 1689 se doctoró en ambos Derechos,
como varón famoso, es decir no se le hizo examen, recibiendo las insignias
doctorales de manos de Floriano Marcello Dulfo, siendo promovido en Derecho
Canónico por el propio Dulfo y en Derecho Civil por parte de Alessandro delle
Donne y Giuseppe Musotti. En 1691-1692 fue cronista del Colegio albornociano.
Antes de terminar el período 1692-1693 marchó a Roma con aspiración de
conseguir una prebenda eclesiástica, pero no alcanzándola regresó a España,
primero a Montserrat, con el propósito de habitar en una cueva como eremita,
pero al no encontrar ninguna libre, se marchó a Sevilla donde fue aspirante a
jesuita, muriendo antes de conseguirlo.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1474-1476, n.º 1.194 y Álvarez de Rois Pardo de Ulloa, Diego, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 199,
n.º 1.448 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
35
Barcelona para iniciar el ejercicio de la abogacía. Paralelamente se sintió
decididamente inclinado por el estudio del derecho catalán, campo en el cual
publicó algunos trabajos, pero pronto inició una estrecha colaboración con
Guillem Maria de Brocà de Montagut (1850-1918), que dio como resultado la
edición de una importante obra conjunta: Instituciones de Derecho civil catalán
vigente, o sea exposición metódica y razonada de las leyes, costumbres y
jurisprudencia de los autores y de la antigua Audiencia del Principado,
completada con las doctrinas del Tribunal Supremo y precedida de una
introducción histórica (1880). Esta obra apareció oportunamente pocos meses
después del Real Decreto de 2 de febrero de 1880 que ampliaba la Comisión
General de Codificación para impulsar la última fase de redacción del Código civil
y de las instituciones que debían ser recogidas en un Apéndice. El título y su
explicación son suficientemente explícitos para ofrecer una idea del contenido de
la publicación escrita con una perspectiva y orientación modernas y constituye un
precedente de la literatura jurídica catalana, punto de partida y consulta obligada
de todo estudio posterior sobre el derecho y las instituciones jurídicas de
Cataluña, donde el Derecho canónico es muy significativo. Le sobrevino la
muerte mientras preparaba la 2.ª ed. de este libro. Por ello, el prólogo de Guillem
Maria de Brocà a esta nueva ed. (1866) es un recuerdo y un homenaje a la
memoria de su compañero y colaborador desaparecido.
[B]. Bibliografía: Josep Maria Mas Solench, Amell Llopis, Joan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 203-204, n.º 1.454 [JO SEP M ARIA M AS SO LENCH]
(κουφότερος).
AMO PACHÓN, León del (1905-1982) . [N.º 28]. [A]. Nació el 11 de abril
de 1905 en la pequeña población de la provincia de Valladolid denominada
Sahelices de Mallorga. Hizo los estudios eclesiásticos de Filosofía, Teología y
Derecho Canónico. También estudió la carrera de Derecho alcanzando el grado
de Licenciado. Se doctoró en Roma, en la Universidad Gregoriana (el más
prestigioso entonces, de los centros eclesiásticos romanos con enseñanzas
teológicas, canónicas y filosóficas; actualmente hay varias Universidades
eclesiásticas romanas que superan en los índices y ránkings de calidad a la
Gregoriana), en Derecho Canónico y en Teología. Fue canónigo penitenciario por
oposición de Málaga y luego canónigo doctoral. Defensor del vínculo en el
Tribunal de la Rota española, más tarde juez, decano y decano emérito de dicha
Rota. Su actividad judicial la hizo compatible con una amplia producción escrita
de Derecho matrimonial canónico. Autor de numerosísimos trabajos que
reproducimos cronológicamente: Los matrimonios civiles durante la República:
problemas que plantean, Madrid, 1954; La prueba de la simulación en las causas
matrimoniales, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XVIII, n.º 53
(1963), pp. 387-437; Iudiciarium serva ordinem, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. XIX, n.º 55 (1964), pp. 5-114; La eficacia del consentimiento en el
matrimonio civil de los apóstatas, en Revista Española de Derecho Canónico, vol.
XX, n.º 59 (1965), pp. 241-266; Las litisexpensas en los juicios eclesiásticos, en
Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXI, n.º 61 (1966), pp. 5-61; La
excepción del pleito acabado y la revisión de la causa, en Ius Canonicum, vol. VI
(1966), pp. 441-506; La cohabitación de los cónyuges, en Ius Canonicum, VII
(1967), pp. 157-166; La forma procesal y el actuario, en Revista Española de
Derecho Canónico, vol. XXIV, n.º 67 (1968), pp. 5-109; Interrogatorio y confesión
en los juicios matrimoniales, Pamplona, 1973; Reflexión acerca de las causas
36
matrimoniales en España, en Ius Canonicum, vol. XIV, n.º 27 (1974), pp. 169-
217; La ratificación de la nulidad del matrimonio por el tribunal de apelación, ¿es
acto judicial o ejecutivo?, en Ius Canonicum, vol. XIV, n.º 27 (1974), pp. 351-370;
El proceso de rato según la Instrucción “Dispensationis matrimonii”, en Ius
Canonicum, vol. XIV, n.º 28 (1974), pp. 53-127; La demanda judicial en las
causas matrimoniales, Pamplona, 1976; El escrito de alegaciones en el proceso
matrimonial, en Ius Canonicum, vol. XVII, n.º 33 (1977), pp. 135-136; El amor
conyugal y la nulidad del matrimonio en la jurisprudencia, en Ius Canonicum, vol.
XVII, n.º 34 (1977), pp. 75-104; La clave probatoria en los procesos
matrimoniales (Indicios y circunstancias), Pamplona, 1978; Mentalidad divorcista
y nulidad del matrimonio, en Ius Canonicum, vol. XX, n.º 39 (1980), pp. 255-272
[hace una observación final sumamente interesante: «En aquellos casos en que
el contrayente haya pensado en la separación o en el divorcio civil cuando se
casó, y haya dejado a salvo la indisolubilidad del matrimonio religioso que
celebró; éste ni excluye ni limita el bien del sacramento ni contrae inválidamente.
Una cosa es pensar en la posibilidad de pecar, y otra cometer el pecado con un
acto de la voluntad. Hay que insistir en dos cosas distintas que no deben
confundirse y que en la práctica no siempre es fácil distinguir: una el pensar y el
hablar de la posibilidad del divorcio; otra, la voluntad de excluir la indisolubilidad
en la celebración del matrimonio» (p. 271a-b)]; La verdad, la ley y la justicia en
las causas matrimoniales, en Revista Española de Derecho Canónico, vol.
XXXVI, n.º 104-105 (1980), pp. 499-552; Iniciativa de parte y oposición a la
demanda en las causas matrimoniales. Consideraciones morales ante el futuro
contexto legislativo español, en Ius Canonicum, vol. XXI, n.º 41 (1981), pp. 217-
276; La admisión a la forma sustancial del matrimonio canónico, en Revista
Española de Derecho Canónico, vol. XXXVII, n.º 106-107 (1981), pp. 5-42;
Sentencias eclesiásticas de nulidad del matrimonio y sus efectos civiles, en Ius
Canonicum, vol. XXII, n.º 43 (1982), pp. 115-164 y Valoración jurídica del peritaje
psiquiátrico sobre neurosis, psicopatías y trastornos de la sexualidad, en Ius
Canonicum, vol. XXII, n.º 44 (1982), pp. 651-706. Quizás su obra más importante,
al menos por la amplitud de la misma, sea Sentencias, casos y cuestiones en la
Rota Española, publicada por la Universidad de Navarra, Pamplona en 1977,
1517 pp., en la que el autor advierte que se ve movido «a publicar algunas de
nuestras sentencias, casos y cuestiones procesales movidos por el deseo y por la
petición reiterada que amablemente nos manifestaron no pocos sacerdotes
dedicados al ministerio sagrado de administrar justicia y abogados ilustres que
ejercen su noble profesión en las Curias eclesiásticas» (p. 23) y «hemos creído
que nuestras decisiones tienen algún interés doctrinal y práctico, que puede ser
útil para la más recta administración de justicia, con la garantía de la observancia
de las normas procesales» (p. 23).
[B]. Bibliografía: Feliciano Gil de las Heras, La personalidad humana y
sacerdotal de Mons. León del Amo, en Ius Canonicum, vol. XXII, n.º 43 (1982),
pp. 211-214, quien dijo de él: «conservó el equilibrio sin ceder al ‘permisivismo’
censurado por los últimos Pontífices. Escribió contra estas desviaciones
pensando en conciencia que debía hacerlo. Su intención fue siempre la de
ayudar a los que se dedicaban a la administración de la justicia» (p. 231). En
parecida idea da la impresión que coincide Carmelo de Diego Lora, en La
personalidad científica de Mons. León del Amo, en Ius Canonicum, vol. XXII, n.º
43 (1982), pp. 215-218, al precisar que fue «fiel observante de la ley canónica;
crítico ante las corruptelas procesales y frente a las maniobras de los leguleyos
que se sirven del proceso para satisfacer sus particulares fines» (p. 217).
Previamente de Diego-Lora le había dedicado otro artículo titulado La doctrina
37
procesal de Mons. León del Amo, en Ius Canonicum, vol. XVIII, n.º 35 y 36
(1978), pp. 485-576, trabajo muy importante sobre la precitada obra Sentencias,
casos y cuestiones en la Rota Española, donde precisa que «la obra de Mons.
del Amo proporciona un material precioso, de trabajo para la formación científica
y para la forense, a hora de actuar en y ante los tribunales eclesiásticos. El
conjunto de la obra goza, además, de un indudable valor para los investigadores
del Derecho matrimonial canónico, por ser expresivo del momento en que, este
derecho, se somete a contención por el ejercicio de las acciones procesales. La
mejor doctrina jurídica aparece aquí no alejada de la realidad de la vida, de un
modo abstracto y general, sino insertada en las situaciones, resolviéndolas en
justicia, sirviéndose de la Ley y de la ciencia canónicas» (pp. 575b-576a) y
termina por calificar a Del Amo como «conocedor profundísimo del Derecho
procesal canónico y magistrado ilustre, durante tantos años, de la justicia en la
Iglesia de Jesucristo» (p. 576b). Ver, además, Manuel J. Peláez, Amo Pachón,
León del, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 204, n.º 1.455 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
38
Madrid, 1973; José Leonardo Lemos Montanet, Ángel Amor Ruibal. El hombre,
en Anthologica Annua, XXXIV (1987), pp. 307-414 y Benjamín Ribaya, Amor
Ruibal, Ángel, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 98, n.º 64 [BENJAMÍN
R IVAYA ] (σόφος).
39
de Bolonia. En 1383 se le propuso para el Obispado de Huesca y al año siguiente
ya era obispo de Gerona. Berenguer de Anglesola vivió la época convulsa de la
Iglesia del Cisma de Occidente (1378-1417). Al Papa Clemente VI le sucedió en
las pretensiones al trono papal el Cardenal Pedro Martínez de Luna, que tomó el
nombre de Benedicto XIII, elegido el 28 de septiembre de 1394. Berenguer de
Anglesola se posicionó con Benedicto XIII cuando éste fue hecho prisionero en
Aviñón. De ahí su nombramiento como obispo de Gerona el 18 de octubre de
1384, aunque no fuese consagrado como tal hasta el 1386. Es un asunto algo
oscuro su designación como obispo de Gerona, pues según el derecho de las
Decretales de Gregorio IX pertenecía a los cabildos la elección del obispo cuando
la Seo quedaba vacante; pero se constata como diversos Papas de principios del
siglo XIV se reservaron dicha provisión de los obispados cuyo titular falleciera en
la Curia pontificia establecida en Aviñón. Dicha reserva de provisiones de los
obispados se amplió a todos los casos en que los interesados en el
nombramiento acudieran al Papa. En este contexto debemos situar la
designación de Berenguer de Anglesola, aunque alguna documentación intenta
acreditar su proposición por el propio cabildo de Gerona. Esta situación política
por el asunto del Cisma hizo que estuviera a menudo alejado de su diócesis. El
Cardenal Luna –futuro Papa Benedicto XIII– le recompensaría por sus servicios y
fidelidad en pro de su causa –cisma de Occidente– y lo nombraría presbítero de
San Clemente (20 de diciembre de 1397) y Obispo portuense, quedándose con la
administración del Obispado de Gerona. También los cuatro obispos que
siguieron a Anglesola en el Obispado de Gerona serían de nuevo nombrados
directamente por el sedicente papa Benedicto XIII. Entre alguna de sus
actuaciones cabe destacar, en 1388, el mandato de publicación de la Bula del
Papa Gregorio XI condenatoria de cierta doctrina de Ramon Llull. En 1397 fue
creado Cardenal por el Papa Benedicto XIII, entre los cuatro de la Corona de
Aragón designados por aquel pontífice el mismo año de cara a hacerse
partidarios en la cuestión del Cisma de Occidente. A Berenguer de Anglesola se
le conocería popularmente como el “Cardenal gerundense”. Murió el 23 de agosto
de 1408 en Perpiñán, lugar al que había acudido convocado por Benedicto XIII
que celebraba un Concilio en orden a la extinción del Cisma de Occidente. Una
cláusula testamentaria del propio Cardenal ordenaba la construcción de su
sepulcro. Dicho sepulcro se realizó tras su muerte y se cree que fue obra del
escultor Pere Oller, considerándose dicho sepulcro una de las obras más
significativas del gótico internacional gerundense. Su cuerpo se trasladó desde
Perpiñán a la catedral de Gerona en noviembre de 1411 una vez se acabó su
construcción. Fue sepultado en su mausoleo situado en el presbisterio de la
catedral de Gerona. Pero dicho sepulcro sería violado y vaciado, circunstancia
por la cual se decidió el trasladó del mausoleo a la capilla de San Dalmacio
Moner, también dentro de la propia catedral de Gerona.
[B]. Bibliografía: ver sobre este personaje la siguiente bibliografía y
fuentes: Luis Batlle Prats (1909-1983), Inventari dels llibres de Berenguer
d’Anglesola, en Estudis Universitaris Catalans, XVII (1932), 16 pp. de la separata;
Jaume Marquès Casanovas, El obispo Berenguer de Anglesola, en Revista de
Gerona, n.º 80 (1977), pp. 239-245; Joan Valero Molina, El contracte del sepulcro
del cardenal Berenguer d’Anglesola, en Annals. Centre d’ Estudis Comarcals del
Ripollès, n.º 45 (2004) y Isabel Sánchez de Movellán Torent, Anglesola,
Berenguer de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 206-207, n.º 1.463. Otras fuentes son
«Contracte entre els marmessors del cardenal Berenguer d’Anglesola i l’escultor
40
Pere Oller, per l’obra del sepulcro del cardenal. 109, 22 d’agost, Girona», en
Archivo Ciudad de Barcelona, Documentación notarial, caja, S. XV, n.º 980
[ISABEL SÁNCHEZ DE M O VELLÁN TO RENT] (σόφος y Καρδινάλιος).
41
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 207, n.º 1.466 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
ARANDA, Pedro de (siglo XV) . [N.º 37]. [A]. Fue ordenado presbítero en
la diócesis de Sevilla. Sería presentado a una plaza de colegial del San Clemente
de los españoles de Bolonia por el obispo de Burgos para estudiar Derecho
Canónico, siendo recibido en la institución albornociana por el rector Miguel de
Jaén. Durante los cursos 1467-1468 y 1470-1471 fue consiliario del Colegio y en
1467-1468 sería ocasionalmente vicerrector. Fue rector de la institución en 1468-
1469 y 1471-1472. Durante su rectorado activó el que se copiaran manuscritos
jurídicos para la Biblioteca del Colegio. En un documento del 1 de mayo de 1470
aparece con el título de Bachiller en ambos Derechos. Alcanzó el doctorado en
Derecho Canónico. Es presumible que fuera el 14 de diciembre de 1475. Desde
el 12 de septiembre de 1472 al 18 de octubre de 1472 estuvo fuera de Bolonia en
la Curia romana y del 17 al 28 de marzo de 1473 en Venecia. El 5 de abril de
1473 abandonó Bolonia y regresó a España, desconociendo si volvió al Colegio
de España. Fue preconizado obispo de Calahorra. Rodrigo de Borja, Alejandro
VI, le envió en el año 1496 como Legado a Venecia.
[B]. Bibliografía: Juan Gil Fernández, De codicibus albornotianis ad
graecas latinasque litteras pertinentibus commentarius, Bolonia, 1964, pp. 12, 13
y 14; Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 338-340,
n.º 383; Celestino Piana, Il “Liber Secretus Iuris Pontificii” dell’Università di
Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 80 y Antonio Pérez Martín, Aranda, Pedro
de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 209, n.º 1.471 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
43
ultramarino, y fue, sucesivamente, secretario provincial y provincial de la orden.
En 1846 fue nombrado arzobispo de Manila. Posee diferentes escritos sobre
Derecho canónico filipino.
[B]. Bibliografía: Javier Ibarra, Biografías de los ilustres navarros del siglo
XIX y parte del XX, tomo IV, Imprenta Jesús García, Pamplona, 1953, pp. 23-25
[R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (σόφος).
44
el grado de doctor, ya que era pobre. Fue consiliario de la Universidad por la
nación de Navarra y su escudo como consiliario está pintado en las paredes del
Archiginnasio. Por haber pernoctado una noche fuera del Colegio sin
autorización, el 17 de diciembre de 1618 se le privó de la mitad del subsidio
durante todo un año y se le castigó a tres días de pan y agua. El 7 de enero de
1619 se le dieron 10 escudos para que regresara a España y el 9 de enero de
1619 abandonó el Colegio y la ciudad en Bolonia. A partir de ese momento se
pierde su rastro.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1201-1202, n.º 1.051 y Arce, Nicolás de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 210, n.º
1.475 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
45
23 de octubre de 1669, teniendo en cuenta de que por no tener Arenillas Rojo
dinero suficiente se corría el peligro de que no consiguiera las mencionadas
bulas, el Colegio acordó enviar 1.200 reales de plata al expedidor de bulas,
aunque ese dinero al final tuvo otro destino del interés de la propia institución
albornociana, y no en Roma, sino en España. El 23 de diciembre de 1670
Arenillas había asegurado su canonjía y devolvió al Colegio el préstamo que le
había hecho. Pasó por Bolonia el 30 de noviembre de 1670 de camino hacia
España. En su despedida final del San Clemente dejó a Manuel Cavallo Maroto la
Historia naturalis de Plinio que había comprado al Colegio en 1665, coincidiendo
con el acuerdo de la institución de vender los libros de la Biblioteca que
estuvieran repetidos. No obstante, Salvador Claramunt [de qua vid. su
colaboración Procedencia de los incunables de la biblioteca del Colegio de
España en Bolonia, publicada en el libro colectivo El cardenal Albornoz y el
Colegio de España, Bolonia, 1973, vol. III, pp. 201-204] entiende, de forma
equivocada, a nuestro juicio, que, con el dinero que se obtuvo fruto de vender los
duplicados, Arenillas Rojo compró la obra de Plinio. El Colegio por los servicios
prestados a la institución le concedió la posibilidad de presentar a un candidato a
una plaza y lo hizo en la persona del filósofo y teólogo José de Amatria Reboles
(n. 1656).
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1417-1419, n.º 1.164 y Arenillas Rojo, Antonio de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 212-213, n.º 1.478 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
ARGÜELLES, Diego de (siglo XV) . [N.º 44]. [A]. Fue presentado por el
obispo de Oviedo Alfonso de Palenzuela y su cabildo a una plaza de colegial del
San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Derecho Canónico,
siendo admitido por el rector Jacobo Rodríguez de Sevilla, que era doctor en
Artes y desempeñó el puesto en dos periodos. Diego de Argüelles sería
consiliario del Colegio en 1480-1481. El curso 1483-1484 fue el último de su
estancia en Bolonia. No está identificado si llegó a doctorarse en Cánones en el
Alma mater.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 383, n.º 443 y Argüelles, Diego de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 213, n.º 1.480
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότατος).
ARIAS, Juan de (siglo XVI) . [N.º 45]. [A]. Natural de Ejea de los
Caballeros, de la diócesis de Zaragoza. Era de condición clerical. Fue admitido el
11 de diciembre de 1526 como capellán del Colegio de San Clemente de los
españoles de Bolonia por Francisco Mota. Desde el 6 de septiembre de 1530 al
29 de junio de 1531 estuvo fuera del Colegio haciendo gestiones en Roma,
donde quizás lograra que le fuera otorgada la prebenda de vicario perpetuo de
Ejea de los Caballeros. El 4 de abril de 1532 fue dispensado de los impedimentos
necesarios para ser admitido el examen de Derecho canónico, asignándole como
promotor de suerte a Lorenzo Pini. El 6 de abril de 1532 fue examinado del
doctorado en Derecho canónico en la sacristía vieja de San Pedro, recibiendo las
insignias doctorales de Marco Antonio Marescotti. Da la impresión de que
también consiguió el doctorado en Derecho civil. Debió regresar a España en
46
1532 y realizó las segundas pruebas de algunos colegiales, pero se negó a hacer
«propter aliquas causas bonas» las de Francisco Arias de Valderas.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 676-677, n.º 725 y Arias, Juan de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 213-214, n.º
1.481 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότατος).
ARIAS DÁVILA, Juan (c. 1436-1497) . [N.º 46]. [A]. Natural de Segovia,
de familia de conversos judíos, estudió en Salamanca, donde se licenció en
Derecho Canónico. Fue administrador, primero, y obispo, después, de Segovia.
Dotó un colegio de Gramática, Lógica y Filosofía y se preocupó por la
introducción de la imprenta en su diócesis y por el enriquecimiento de la
biblioteca capitular. Acusado de criptojudaista por la Inquisición, se exilió a Roma
para su defensa, donde murió. Probablemente fue autor de un comentario al
Ordenamiento de Briviesca y de otro al Ordenamiento de Alcalá, impresos como
incunables posiblemente en Segovia. El primero de ellos ha sido editado
críticamente por A. Pérez Martín.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Arias Dávila, Juan, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2005, vol. I, p. 110, n.º 82 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
ARIAS DE LEIZA ERASO, Tomás de (n. 1760) . [N.º 48]. [A]. Natural de
Zaragoza, donde nació el 11 de marzo de 1760 y fue bautizado al día siguiente.
Era hijo de Manuel de Arias Arbós y de María Antonia de Leiza Eraso. Hizo
estudios jurídicos en la Universidad de Zaragoza, alcanzando el grado de
bachiller en Leyes y de doctor en Derecho Canónico. Fue presentado a una plaza
de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Agustín de Lezo
47
Palomeque, arzobispo de Zaragoza, siendo admitido como colegial por Juan José
de Alfranca Castellote el 19 de noviembre de 1787. Sería elegido consiliario y
superintendente de rentas del Colegio para el curso 1787-1788 y 1790-1791,
consiliario y secretario para 1788-1789 y 1789-1790. El 29 de octubre de 1790 se
le dio permiso para regresar a España. Poco tiempo antes de que volviera a
Zaragoza, a donde iba a opositar a una canonjía, fue nombrado lector público de
Instituciones canónicas, a fin de que tuviera ese título como un mérito más de su
currículum. No llegó a impartir ninguna clase, aunque en los rótulos universitarios
aparece como lector honorario durante tres cursos a primera hora de la tarde. El
20 de mayo de 1790, aprovechando la visita de los Archiduques de Toscana a
Bolonia el Colegio recomendó a Arias de Leiza para una dignidad en Zaragoza;
no obstante, dicha recomendación no produjo el efecto requerido y deseado,
pues cuando la carta llegó a Zaragoza ya estaba provisto dicho puesto. El papa
en sendas cartas remitidas desde Roma el 29 de septiembre de 1790 dirigidas al
arzobispo y Cabildo de la iglesia catedral de Zaragoza recomendaba a Arias de
Leiza para una canonjía. El 18 de marzo de 1791 ya había tomado posesión de
dicha canonjía, en la que se mantuvo.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1744-1746, n.º 1.315 y Arias de Leiza Eraso, Tomás de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 214, n.º 1.483 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
48
de diciembre de 1741 opositó, junto con otros colegiales, a las cátedras vacantes
en la Universidad, nombrándole el Visitador catedrático de Cánones para el 2.º
cuatrienio. Su primera lección la impartió el 8 de noviembre de 1746, dejando de
ser docente en 1749, ya que el 10 de noviembre de 1749 se convocó a
oposiciones su cátedra. El 1 de octubre de 1747 el Colegio lo envió a Madrid para
obtener de Fernando VI la protección y confirmación de los privilegios del
Colegio. Fue nombrado oidor en Canarias en 1749, oidor en Granada en mayo de
1756, siendo más tarde oidor de lo criminal en Murcia y en 1761 de nuevo en
Granada. Además fue asesor jurídico del patrimonio regio, intendente y
corregidor de Córdoba a partir de octubre de 1765 y consejero en el Real
Consejo de Hacienda en 1768.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1615-1617, n.º 1.259 y Arredondo Carmona, Miguel, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 217, n.º 1.489 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος como jurista práctico).
ARROYO ZÚMEL, Fernando de (siglo XVI) . [N.º 51]. [A]. Era natural de
Medina del Campo, diócesis de Salamanca. Hijo de Juan de Arroyo y de María
Zúmel. Estudió Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca, donde obtuvo el
título de bachiller. Estuvo en Milán. Fue presentado por Mencía Carrillo, jefe de la
familia albornociana, a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles
de Bolonia para estudiar Derecho canónico. Fue admitido en la institución
albornociana por el rector Bautista Morales Vázquez. El tema de su disertación
de ingreso versó sobre X 2.28.52. Se le admitió con tal de que probara en el
plazo de seis meses que no padecía enfermedad contagiosa, haber nacido en
España de padres españoles y no haber servido en ningún oficio vil. El 22 de
junio de 1573 fue dispensado de los impedimentos existentes para ser admitido al
examen de doctor en ambos Derechos. El 23 de junio de 1573 se examinó y
recibió las insignias doctorales de manos de Ferrante Vezza. El 12 de diciembre
de 1573 da la impresión de que se ausentó definitivamente del Colegio. Consta
que en 1582 era oidor general en los tribunales de Etruria.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 268, n.º
2.492 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1011-
1012, n.º 947 y Arroyo Zúmel, Fernando de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 58, n.º 2.368 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
49
Servidumbres personales de los indios (1946), Ideas canónicas de Juan de
Solórzano (El tratado De Indiarum iure y su inclusión en el Índice) (1947) e Iglesia
y Estado en las Leyes de Indias (1949). Era doctor en Derecho Canónico por el
Laterano y Licenciado en Filosofía y Letras.
[B]. Hombre perspicaz, rápido de reflejos y admirable humanamente, más
tozudo que tenaz, presentaba matices diferenciales en relación a la vida
institucional, siendo jurista sugerente y con una cultura general de fondo.
Vocacionado por la Historia de la Filosofía del Derecho (con trabajos importantes
como El descubrimiento de América y la evolución de las ideas políticas
aparecido en 1945 o Filosofia da História e Filosofia do direito no século XIX
publicado en 1947 y centrado en Dilthey, Rickert, Savigny, Hegel, G. Hugo,
Comte, Spencer, Ihering y Marx, autores en los que observa una vinculación de
su pensamiento jurídico a una determinada concepción de la Historia), que
mantuvo dentro de otras incumbencias amplias y de sentido jurídico.
[C]. Tuvo presencia y participación en temas vivos de Derecho Canónico
como el Silencio y la manifestación de voluntad en el Derecho canónico, en Ius
Canonicum, vol. I, n.º 1 (1961), pp. 27-84; La naturaleza del ordenamiento
canónico, en Ius Canonicum, vol. II, n.º 2 (1962), pp. 595-632; La senectud en el
Derecho Canónico, en Ius Canonicum, vol. IV, n.º 1 (1964), pp. 101-146, donde
reivindica la necesidad de que el Derecho canónico proteja jurídicamente a la
ancianidad, y además O Direito de reunião no novo ordenamento canónico, en
Ius Canonicum, vol. XXVI, n.º 51 (1986), pp. 359-402. En El Derecho Canónico y
la idea de interés (1948) critica la noción lógico-jurídica de interés de Pio Ciprotti,
que sigue el esquema de la Teoria generale del diritto de Francesco Carnelutti.
También resalta Ayala que con la Constitución Apostólica “Provida Mater
Ecclesia” perdía relevancia la posición de Stutz de que los clérigos son miembros
plenos de la Iglesia (Volgenossen) mientras que los laicos son simples miembros
protegidos (Schutzgenossen). Por otra parte, en Eficácia civil do casamento
canónico, no perdió de vista el fundamento paulino formulado como `έσονται οί
δύο είς σάρκα μίαν. Se trata de un denso artículo aparecido en el Boletim da
Faculdade de Direito de Coimbra en 1950, donde demuestra un buen
conocimiento de la doctrina portuguesa (Mário de Figueiredo, Pires de Lima,
Cunha Gonçalves, Costa Campos y António Ferreira). Había sido ordenado
sacerdote en 1948 y fue nombrado miembro de la Comisión Pontificia para la
revisión del CIC de 1917 y Prelado de Honor de S. Santidad. Pertenecía al Opus
Dei, en el que había solicitado ser admitido el 3 de marzo de 1940 y fue
Consiliario de dicha institución en Portugal desde 1949 a 1958 y en Brasil desde
1961 hasta 1994. Fue nombrado miembro de la Comisión Paritaria de Estudio
creada en 1979 y de la que formaban parte tres representantes de la Sagrada
Congregación de los Obispos (Marcello Costalunga, Mario F. Pompedda y
Mariano Olés) y otros tres del Opus Dei (Amadeo de Fuenmayor, Julián Herranz
y el propio Ayala en propuesta elevada el 11 de diciembre de 1979) para analizar
y emitir un informe sobre «la configuración jurídica definitiva» del Opus Dei como
Prelatura personal. Esta comisión desarrolló sus actividades desde el 27 de
febrero de 1980 al 19 de febrero de 1981. Ayala tenía aficiones musicales y cabe
resaltar en él su nada despreciable admiración hacia la vertiente histórica del
Derecho foral aragonés. Son conocidas sus diferencias científicas y de política
universitaria con Joaquín Ruiz-Giménez Cortés (1913-2009).
[D]. Bibliografía: Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei.
Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, Madrid, 2002, vol. II, pp. 409, 510, 550,
616, 640 y 641 y Madrid, 2003, vol. III, pp. 173, 274, 283, 323, 360, 361, 362,
398, 479, 664, 694, 709 y 767; José Javier López-Lacoiste, Ayala Delgado,
50
Francisco Javier de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 119-120, n.º 95 y Julián
Herranz, En las afueras de Jericó. Recuerdos de los años con san Josemaría y
Juan Pablo II, Madrid, 2007, pp. 200, 201, 291, 292 y 293 [JO SÉ JAVIER LÓ PEZ -
JACO ISTE] (σόφος).
51
lugar a partir de 10 de enero de 1812, recibiéndose el 18 de abril de 1814 como
primer rector de ella, bajo oficial denominación de Real Universidad de León,
Ayerdi, cargo que asumió hasta el 24 de agosto de 1816. Destacó Ayerdi por
merecimientos bastantes para ese menester, habiendo desplegado con
anterioridad la necesaria influencia. Así, sirviendo en la Cátedra propiedad de
Ayesta como sustituto durante ocho meses (1798), al tiempo que gestionando
ante la Corte el nombramiento de canónigo de la Catedral de León (1799). En
adelante, también como examinador sinodal y juez de Capellanías y Obras pías
en sede vacante (30 de julio de 1805), asimismo con demostrada capacidad y
acierto en la administración de la diócesis leonense al resolver desavenencias
entre la jurisdicción eclesiástica y los jueces reales sobre el manejo de las
cofradías (28 de febrero de 1804). Por último, con ocasión de la muerte de Rafael
Agustín Ayesta, fue elegido para pronunciar las honras fúnebres, ceremonial en
el que igualmente participó Florencio Castillo (Ujarrás, Costa Rica, 1788-Oaxaca,
México, 1834). Señálese de éste que había cursado la carrera eclesiástica y que,
conocido por el “Mirabeau americano” por sus dotes oratorias, se le designó por
Costa Rica diputado a las Cortes Generales y Extraordinarias de la Monarquía
Española, Cortes de Cádiz de 1812, que él en algún momento presidió. De
indigenista obtuvo la abolición de la mita, la encomienda, el tributo indígena y el
repartimiento, repitiendo representación en las Cortes ordinarias de 1813-1814
hasta que éstas fueron disueltas por el rey Fernando VII. Más tarde, con la
independencia de México, diputado de su Congreso y Consejero imperial,
seguidamente representante por Costa Rica en el Congreso constituyente de
1822 y, por último, miembro del Consejo de Estado del Emperador Agustín I.
También Ayerdi se sintió llamado a la vida política. En efecto, si ya el
Ayuntamiento de León, intendencia de Nicaragua, lo había nominado el 21 de
noviembre de 1809 para diputado vocal ante la Suprema Junta Central, su
carrera en la política se inicia propiamente el 7 de agosto de 1814 siendo elegido
como diputado propietario a la Diputación Provincial de Nicaragua y Costa Rica,
condición que a esa fecha acumula a su calidad de rector y de juez y hacedor de
Diezmos. Y a la posesión de una de las canonjías de la Catedral de León en 18
de enero de 1821, igualmente la reelección dos meses después para la
Diputación Provincial. El 22 de diciembre de 1822, el gobierno imperial de León
procedió a la erección de un nuevo Cabildo seglar para la ciudad incluyéndolo
entre los diecisiete miembros, junto al obispo de Nicaragua y Costa Rica (1810)
Nicolás García Jerez (Murcia, 1756-Guatemala, 1825), al que en su expulsión el
año 1825 Ayerdi sustituiría haciéndose del Obispado con su carácter de vicario
general.
[B]. De los arriba mencionados López de la Plata y Buitrago Sandoval
añádase, siquiera una breve noticia. El primero, licenciado y doctor en Derecho
por la Real Universidad de San Carlos, tomó posesión del rectorado de la
Universidad de León en 1818, que ocupó hasta 1822, siendo conocido como el
“Demóstenes nicaragüense” por sus dotes y elegancia oratoria. El 14 de
diciembre de 1811 resultó diputado electo por el pueblo sublevado de León en las
elecciones convocadas por el obispo García Jerez para la reunión de una nueva
Junta Gubernativa, en cuya sesión inaugural siguieron los dictados del obispo
jurando fidelidad al rey de España. Al momento de la Independencia de la
provincia de Nicaragua formaba parte de su Diputación provincial (29 de
septiembre de 1822), y como alineado a las posiciones pro-españolas del prelado
García Jerez firmó el Acta conocida como «de los Nublados» (28 de septiembre
de 1821) en la que se acordó, «en vista de los sucesos que han tenido lugar en
Guatemala» (15 de septiembre de 1821), tanto «la absoluta y total independencia
52
de Guatemala, que parece se ha erigido en soberana», como «la Independencia
del gobierno español, hasta tanto que se aclaren los nublados del día y pueda
obrar esta provincia con arreglo a lo que exigen sus empeños religiosos y
verdaderos intereses, con arreglo a la constitución y a las leyes»; así, en
consecuencia, sin llegar a romper resueltamente el vínculo con la corona de
España. Respecto del segundo, se había graduado abogado por la Universidad
de San Carlos en Guatemala alcanzando a ser más tarde primer presidente de la
Corte Federal Centroamericana cuando la Independencia, y padre de Pablo
Buitrago Sandoval Benavente (León, 25 de enero de 1807-Santa Tecla, El
Salvador, 22 de julio de 1882), primer Jefe de Estado de Nicaragua (1841-1843).
[C]. Obra impresa: Oración fúnebre pronunciada por Dr. Dn. Florencio
Castillo y sermón predicado por el Dr. Don Francisco Ayerdi, en las honras
funerales del P. Dn. Rafael Ayesta; celebrada el día 19 de agosto del año de
1809 en la Santa Iglesia Catedral de León de Nicaragua, Guatemala, 1810 y
reed. por la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León, 1969 con el
título Oraciones fúnebres pronunciadas en los funerales del presbítero Dn. Rafael
Ayesta, fundador de la Universidad de León.
[D]. Bibliografía: Sofonías Salvatierra, Fundación del Seminario y la
Universidad, en Contribución a la historia de Centroamérica. Monografías
documentales, Managua, 1939, 2 tomos y Compendio de Historia
Centroamericana, Managua, 1964; Jorge Eduardo Arellano, Historia de la
Universidad de León, León, 1973-1974, 2 tomos; Edgar Zúñiga, Historia
eclesiástica de Nicaragua, Managua, 1996, pp. 155-167; Javier Vergara, Datos y
fuentes para el estudio de los seminarios conciliares en Hispanoamérica: 1563-
1800, en Anuario de Historia de la Iglesia, 14 (2005), pp. 239-300, en especial pp.
274-275; José Calvo González, Ayerdi Zarate, Francisco Miguel, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 222-224, n.º 1.504 y
Gérard Dufour, La formación y la obra de la Junta Central Suprema, en De
Aranjuez a Cádiz (Por la Libertad y la Constitución), Aranjuez, 2010, pp. 235-253
[JO SÉ CALVO G O NZÁLEZ ] (σόφος).
53
polifacética personalidad confluyen el teólogo, el canonista y el moralista
preocupado por las cuestiones económicas. De familia agramontesa, vinculada a
la causa de los Albret, últimos reyes de Navarra, su linaje procedía de los
“palacios” de Azpilcueta y Jaureguízar, enclavados en el valle de Baztán. Estudió
Gramática en Navarra, y Artes y Teología en la recién fundada Universidad de
Alcalá de Henares –donde fue condiscípulo de Alfonso de Castro y Juan Ginés
de Sepúlveda–, hasta 1516, en que marchó a Toulouse para cursar ambos
Derechos. En octubre de 1518 inició la docencia en la misma Toulouse, siguiendo
la antigua costumbre de que los alumnos explicasen a otros al tiempo que
estudiaban, pasando luego a enseñar en Cahors.
[B]. En 1524 tomó el hábito de canónigo regular de la Orden de San
Agustín en el Monasterio de Roncesvalles, cuyo prior, Francisco de Navarra, era
discípulo y protector de Azpilcueta desde la época de Toulouse; el mismo año
pasó a Salamanca, donde en 1532, tras graduarse de licenciado, y antes de
doctorarse, obtuvo la cátedra de Decreto, ocupando a partir de 1537 la de Prima
de Cánones. Él mismo se atribuía el mérito de haber traído desde Toulouse a
Salamanca una ciencia sólida y útil del Derecho canónico, del mismo modo que
Francisco de Vitoria introdujo un año después una elaborada Teología, estudiada
en la Universidad de París. Entre los discípulos de Azpilcueta en las aulas
salmantinas figura Diego de Covarrubias Leyva. Aunque durante su permanencia
en la ciudad del Tormes no publicó obra alguna, fue allí donde maduró
intelectualmente su pensamiento. En 1538, a instancias de Juan III de Portugal, y
pese a la oposición de la Universidad de Salamanca, Carlos I le envió a la de
Coimbra, donde regentó la cátedra de Prima de Cánones hasta su jubilación,
ocurrida en 1552; dos años después regresó a Castilla, y luego a su patria
navarra. Retirado a Salamanca, pasó siete meses de «encerramiento, soledad,
meditación y estudio», dedicados a preparar la primera edición castellana de su
Manual de confessores e penitentes; según asegura el propio Navarro, vivió en la
misma celda que un año antes había ocupado Gregorio López en la casa del
impresor real Andrea de Portonariis, mientras cuidaba su edición de las Partidas.
En 1561 aceptó la defensa del arzobispo fray Bartolomé Carranza en el largo
proceso al que fue sometido por la Inquisición, primero en Valladolid y, desde
1567, en Roma, una vez remitida la causa a la Santa Sede, tal y como había
solicitado al monarca el propio Azpilcueta. Sus biógrafos aseguran que desde
entonces el Doctor Navarro perdió el favor regio.
[C]. En la curia pontificia gozó de la estima de los papas Pío V, Gregorio
XIII y Sixto V, llegando a ser nombrado consultor canonista de la Sagrada
Penitenciaría, pero no cardenal, probablemente por la oposición de Felipe II. En
1570 escribió la célebre Carta apologética al Duque de Alburquerque, gobernador
de Milán, redactada con el designio de disipar las dudas sobre su actitud ante la
conquista e incorporación del reino de Navarra a la Corona de Castilla. Murió en
Roma el 21 de junio de 1586, a la avanzada edad de noventa y tres años.
[D]. Como cultivador del Derecho canónico, Azpilcueta ha dejado un
Tractatus de reditibus beneficiorum ecclesiasticorum (publicado en Roma en
1568, siendo la primera edición castellana la de Valladolid de 1556), dedicado a
Pío V, donde sostiene la tesis de que el derecho del beneficiado sobre las rentas
del beneficio eclesiástico no le convierte en propietario de los frutos, ni le permite
disponer de ellos por actos inter vivos o mortis causa. Revisión ortodoxa de los
problemas suscitados por el Modus orandi de Erasmo (Marcel Bataillon) es su
Commento en romance a manera de repetición latina y scholástica de juristas,
sobre el capítulo “Quando... De consecratione, Distinctio prima” (1545). En la
Relectio in cap. Novit. de iudiciis (1548), expone Azpilcueta su doctrina –al
54
parecer, ya defendida en 1528 en Salamanca– acerca del origen y naturaleza del
poder político, declarando que «el reino no es del rey sino de la comunidad, y el
mismo poder real es por derecho natural de la comunidad y no del rey; y por
tanto, no puede la comunidad abdicar de ese poder». En la misma obra defiende
la teoría de la potestad indirecta de la Iglesia en materias temporales. En ese
sentido, un estudioso del pensamiento de Azpilcueta ha definido su aportación
como «un meritorio intento de adaptar el pensamiento político escolástico a la
nueva mentalidad del mundo moderno» (Martínez Tapia). En el ámbito de la
Teología Moral destaca su ya citado Manual de confessores e penitentes,
reelaboración ampliada de una obra ajena, publicado primero en portugués a
petición del cardenal infante don Enrique (1552), luego en castellano y,
finalmente, en latín, bajo el título de Enchiridion sive manuale confessariorum et
poenitentium, y cuyo capítulo XVII se dedica a los préstamos, los cambios y otras
operaciones. La versión castellana del Manual editada en Salamanca en 1556
incorpora como apéndices un Comentario resolutorio de usuras y un Comentario
resolutorio de cambios, escritos donde Azpilcueta explaya sus ideas económicas.
El Doctor Navarro sostiene la licitud de determinadas operaciones crediticias y
financieras –como las «que sólo afectaban a mercaderes, o cuando entrando
otras partes (...), beneficiaban en especial a quienes no se dedicaban a la
profesión mercantil» (Bartolomé Clavero)–, al tiempo que formula la teoría
cuantitativa de la moneda: «siendolo al ygual en las tierras do ay gran falta de
dinero, todas las otras cosas vendibles, y aun las manos y trabajos de los
hombres se dan por menos dinero que do ay abundancia del; como por la
experiencia se vee que en Francia, do ay menos dinero que en España, valen
mucho menos el pan, vino, paños, manos y trabajo; y aun en España, el tiempo
que avia menos dinero, por mucho menos se davan las cosas vendibles, las
manos y trabajos de los hombres, que después que las Indias descubiertas la
cubrieron de oro y plata. La causa de lo que es, que el dinero vale más donde y
quando ay falta del, que donde y quando ay abundancia».
[E]. Bibliografía: Mgr André, Pierre Condis y J. Wagner, Dictionnaire de
droit canonique et des sciences en connexion avec le droit canon, 3.ª ed., París,
Hyppolyte Walzer Librairie-éditeur, 1901, tomo I (A-D), p. 700; H. de Olóriz,
Nueva biografía del Doctor Don Martín de Azpilcueta y enumeración de sus
obras, Pamplona, 1916; Paulino Castañeda Delgado, La doctrina del origen de la
autoridad en el Dr. Navarro, D. Martín de Azpilcueta, en Scriptorium victoriense,
vol. XVI, n.º 1 (1969), pp. 34-66; Francisco Salinas Quijada, El doctor Martín de
Azpilcueta en la Universidad de Coimbra, en Príncipe de Viana, año XLVII, n.º
179 (1986), pp. 609-640; Julio Gorricho Moreno, El Doctor Navarro, Don Martín
de Azpilcueta, en Scriptorium victoriense, vol. XXXIII, n.º 3-4 (1986), pp. 410-433;
Eloy Tejero, Martín de Azpilcueta en la Historia de la doctrina canónica y moral,
en Ius Canonicum, vol. XXVII, n.º 54 (1987), pp. 425-492; Ramón Martínez Tapia,
El canonista navarro Martín de Azpilcueta (1492-1586) y la Escuela Jurídica de
Salamanca, en Boletín de Información del Ilustre Colegio Notarial de Granada, n.º
173 (1995), pp. 1729-1757 y Filosofía política y derecho en el pensamiento
español del s. XVI: el canonista Martín de Azpilcueta, Granada, 1997; Rodrigo
Muñoz de Juana, Moral y economía en la obra de Martín de Azpilcueta,
Pamplona, 1998 y Valor económico y precio justo en los escritos de Martín de
Azpilcueta, en Cuadernos de Ciencias Económicas y Empresariales, n.º 37
(1999), pp. 73-85; Eloy Tejero y Carlos Ayerra, La vida del insigne doctor
Navarro, hijo de la Real Casa de Roncesvalles: texto manuscrito de Martín
Burges y Elizondo, Berriozar, 1999; Jesús de la Iglesia García, Martín de
Azpilcueta y su Comentario resolutorio de cambios, en Información Comercial
55
Española, n.º 789 (2000-2001), pp. 77-84; José Antonio Corriente Córdoba, El
derecho de gentes en la obra de Martín de Azpilcueta, el “doctor Navarro”, en El
derecho internacional en los albores de siglo XXI. Homenaje al profesor Juan
Manuel Castro-Rial Canosa, Madrid, 2002, pp. 159-173 [trabajo que como
artículo colocó también en otra sede, en una revista, el propio 2002]; Eloy Tejero,
Martín de Azpilcueta (Doctor Navarro, Doctor Navarrus), en Juristas Universales,
Madrid y Barcelona, 2004, vol. II, pp. 150-155; Claude Chauchadis, Virtudes y
pecados de la lengua: Sebastián de Covarrubias y Martín de Azpilcueta, en
Criticón, n.º 92 (2004), pp. 39-45; José Antonio López Nevot, Azpilcueta
Jaureguizar, Martín de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 125-127, n.º 102; María
Isabel Muguruza Roca, Género y sexo en los confesionales de la contrarreforma.
Los pecados de las mujeres en el “Manual de confesiones y penitentes” de Martín
de Azpilcueta, en Estudios humanísticos, n.º 33 (2011), pp. 195-218 y Roldán
Jimeno Aranguren, Martín de Azpilcueta “el mayor”, el Consejo Real y el proceso
contra Juan Navarro, defensor de la causa de los Albret en la conquista de
Navarra, en Príncipe de Viana, año LXXII, n.º 254 (2011), pp. 553-564 [JO SÉ
A NTO NIO LÓ PEZ N EVO T, A, B, C, D y M ARÍA ENCARNACIÓ N G Ó MEZ R O JO , E]
(σοφώτατος).
56
BAEZA, Juan (†1641) . [N.º 57]. [A]. Nació en Belmonte, diócesis de
Cuenca, y falleció en Las Cuevas (Sevilla) el 9 de marzo de 1641. Estudió ambos
derechos, doctorándose tanto en Derecho Canónico como en Leyes. Profesó el 6
de junio de 1610 en la Orden de los cartujos, dedicándose a diversas actividades
en la misma, como prior en buena parte de su vida. Ha dejado una importante
obra manuscrita referida al Derecho y las constituciones de los propios cartujos.
[B]. Bibliografía: Jean-Louis Hague Roma, Baeza, Juan de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 65-66, n.º 2.378 [JEAN -
LO UIS HAGUE R O MA ] (σόφος).
BARAHONA, Juan de (siglo XV) . [N.º 59]. [A]. Sería colegial del San
Clemente de Bolonia, al que fue presentado por el obispo de Ávila y su cabildo
para estudiar Derecho Canónico. Fue recibido por Miguel de Jaén el 27 de
noviembre de 1466. En el curso 1469-1470 tuvo asignada la lectura de Sexto y
de Decretales Clementinas en la Universidad. Sería rector del Colegio de España
en 1472-1473 y 1473-1474. El 23 de junio de 1474 fue presentado por
Bartolomeo de Lambertinis y Juan de Sala para el doctorado en Derecho
canónico, recibiendo las insignias doctorales. El 9 de octubre de 1488 está
documentado que era protonotario apostólico. Al ausentarse del Colegio dejó
varias obras jurídicas en prenda de una deuda de 11 libras que tenía con la
institución. El 16 de enero de 1475 Pedro de Morillo se comprometió a pagar ésta
y otras deudas de Juan de Barahona.
[B]. Bibliografía: Celestino Piana, Il “Liber Secretus Iuris Pontificii”
dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 74; Domenico Maffei et alii,
I codici del Collegio di Spagna di Bologna, Milán, 1992, pp. 610-611 y Antonio
Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 341-342, n.º 386 y
Barahona, Juan de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 228, n.º 1.517 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
BARBA DEL MAZO ORTEGA, Pedro (n. 1609) . [N.º 60]. [A]. Originario
de Astudillo, diócesis de Palencia, donde nació el 1 de marzo de 1609. Era hijo
de Pedro Barba y de Catalina del Mazo. Presentado a una plaza de colegial del
San Clemente de los españoles de Bolonia por Fernando de Andrade Sotomayor,
obispo de Burgos, y el cabildo de la diócesis, para estudiar Derecho Canónico en
57
la Universidad, fue admitido por el rector Juan Malo de Briones el 26 de enero de
1634. Durante el curso 1634-1635 fue consiliario y síndico anotante del Colegio.
El 7 de marzo de 1634 fue presentado para el examen en ambos Derechos
teniendo como promotor en Derecho Canónico a Marco Antonio Bocchi,
doctorándose al día siguiente tras recitar muy bien los puntos del examen.
Regentó la cátedra de Instituciones imperiales del Colegio, tras la renuncia que
de la misma hizo Gaspar de Soto Acuña. El 29 de mayo de 1634 se le otorgó
licencia para irse a Milán y el 15 de marzo de 1635 para marchar a Nápoles. Ya
no regresó al Colegio. El 17 de febrero de 1635 fue nombrado auditor en la
ciudad de Monopoli. El 7 de octubre de 1637 consta que tenía los cargos de
canónigo y maestrescuela complutense.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1309-1311, n.º 1.105 y Barba del Mazo Ortega, Pedro, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 228-229, n.º 1.518 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος como
canonista).
58
es el primero de su género, ya que Jerónimo Cardoso había publicado en 1569 el
Dicionário Latino-Lusitânico/Lusitânico-Latino, que científicamente resulta inferior
al de Barbosa y menos completo. Barbosa es además autor de Pastoralis
sollicitudinis sive de officii et potestate episcopi tripartita descriptio (que se publicó
en Lyon en 1628) y Collectanea doctorum tam veterum, quam recentiorum, qui
super rubricas, texus et glosas pontificii, et caesarei iuris universi ex professo, vel
incidenter scripserunt [a veces el título tiene alguna variación en el enunciado,
con la indicación final in ius pontificium universum] (editada en Roma en 1626 y
reed. de Lyon, 1637 y 1648-1656, 5 vols.). Debido a sus estudios, publicaciones y
personalidad afable, Barbosa ganó el título de Protonotario y Consejero del Índice
de libros prohibidos. En 1632, Barbosa trasladó su domicilio a Madrid, donde jugó
los papeles de juez eclesiástico y de escritor. Pocos meses después apareció su
libro más significativo, según la crítica, Historiae iuris ecclesiastici universi libri
tres (1633), que el canonista portugués dedicó a Felipe, rey de España.
[B]. A pesar de sus orígenes lusitanos, en 1640, año en que Portugal se
independizó de España, Barbosa continuó en España y se situó en posiciones
proespañolas, bien al contrario de cómo había actuado otro Barbosa anterior,
Pedro, natural Vianna do Castello y fallecido en Lisboa en 1606, que fue profesor
de Leyes en la Universidad de Coimbra. Pedro Barbosa se opuso y enfrentó a
Felipe II tras la unificación a la corona española. Pedro Barbosa es autor entre
otras variadas obras de De donatione et sponsalibus (1625) y De legatis et
substitutionibus (1664). Hubo otro António Barbosa Bacellar (1610-1663) que fue
docente de Derecho en la Universidad de Coimbra. Distinto es Jozé Barbosa
(1674-1750), el autor del Catalogo chronológico, histórico, e crítico das Rainhas
de Portugal e seus filhos (1727). Agostinho Barbosa publicaría otros volúmenes,
incluso un comentario sobre el Concilio de Trento: Remissiones doctorum, qui
varia loca Concilii Tridentini incidenter tractarunt (1618), que luego recibió el título
de Collectanea doctorum qui in suis operibus Concilii Tridentini loca referentes,
illorum materiam incidenter tractarunt et varias quaestiones, in foro ecclesiastico
versantibus maxime utiles, deciderunt (1642; otra ed., 1657). Más tarde esta obra
fue incluida en el Índice de libros prohibidos. Entre sus trabajos más
sobresalientes en torno al Derecho canónico y parcialmente al romano hay que
destacar las Variae tractationes iuris: quibus continentur quinque tractatus legales
iuxta seriem alphabeticam brevi methodo dispositi (1630); Praxis exigendi
pensiones contra calumniante cui accesserunt vota decisiva canonica (1635);
Pastoralis solicitudinis, sive de officio, et potestate episcopi (con eds. entre otras
de 1649-1650 y 1698); Pastoralis solicitudinis sive de officio, et potestate parochi
tripartita descriptio (son numerosas las ediciones, y mencionamos las de 1632,
1655 que era la 5.ª, 1712 y 1713); Collectanea ex doctoribus tum priscis, tum
neotericis in Codicem Justiniani (1637-1638; reedición, en Lyon, 1648-1650 y
otras de 1657-1660, 1720); Tractatus de canonicis et dignitatibus (1640); Summa
apostolicarum decisionum, extra ius commune vagantium, qua ex vario
approbatissimorum doctorum libris hucusque impressis (1645) y Thesaurus
locorum communium jurisprudentiae (editado en Nuremberg y Fráncfort en 1670,
reed. de Colonia en 1737). Agostinho Barbosa murió el 19 de noviembre de 1649,
en Ugento, en el reino de Nápoles, donde había sido nombrado obispo.
[C]. Bibliografía: Mgr André, Pierre Condis y J. Wagner, Dictionnaire de
droit canonique et des sciences en connexion avec le droit canon, 3.ª ed., París,
Hyppolyte Walzer Librairie-éditeur, 1901, tomo I (A-D), p. 700; David J. Viera y
Manuel J. Peláez, Barbosa, Agostinho, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I,
pp. 132-133, n.º 110 [D AVID J. VIERA y M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
59
BARCO, Alfonso del (siglo XVI) . [N.º 63]. [A]. Natural de la ciudad de
Alcántara. Era hijo de Alfonso del Barco y de Isabel Bolaños. Presentó sus
pruebas de limpieza de sangre el 26 de octubre de 1517 para ser admitido en el
Colegio de España de Bolonia. No consta, sin embargo, que fuera admitido en la
institución albornociana, ya que su nombre no aparece en las listas de colegiales
de los cursos 1517-1518 y siguientes. No obstante, debió de permanecer en
Bolonia. El 4 de febrero de 1523 fue dispensado de los impedimentos existentes
para ser admitido al examen de Derecho canónico y de Derecho civil,
asignándole como promotor de suerte a Battista dell’Oro. Al día siguiente fue
presentado por este último y por Alessandro Paleotti, se examinó de ambos
Derechos y aprobó, recibiendo las insignias doctorales de Paleotti. Es posible,
según otra fuente, que el doctorado en Derecho civil tuviera lugar el 6 de febrero
de 1523.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 142, n.º
370 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, p. 626, n.º
684 y Barco, Alfonso de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), p. 67, n.º 2.384 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
60
[B]. Bibliografía: Justiniano Rodríguez Fernández, En torno a varios
becarios de León en el Colegio de España de Bolonia, en El Cardenal Albornoz y
el Colegio de España, Bolonia, 1972, pp. 360 y 372 y Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 255-256, n.º 255 y Barreguín, Gómez,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 230,
n.º 1.523 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος como canonista).
61
consagra anualmente en la misma a su patrona María Ssma. de la Fuensanta,
Murcia, 1848.
[B]. Bibliografía: E. Olmos Canalda, Los prelados valentinos, Valencia,
1949, pp. 309-316; Vidal Guitarte Izquierdo, Episcopologio español (1700-1867).
Españoles obispos en España, América, Filipinas y otros países, Roma, 1994, p.
183; María José Vilar, Contribución a la biografía del cardenal Mariano Barrio,
Obispo de Cartagena y Arzobispo de Valencia. (Veintitrés cartas inéditas, 1858-
1874), en Carthaginensia, n.º 28 (1999), pp. 413-448 y Jean-Louis Hague Roma,
Barrio Fernández, Mariano Benito, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 68, n.º 2.388 [JEAN -LO UIS HAGUE R O MA ] (κουφότερος como
canonista y senador, σόφος como hombre de Iglesia y además Καρδινάλιος).
62
el colegio le pagase 50 liras boloñesas y que él renunciase a todo derecho que
pudiera tener sobre el Colegio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 252-253, n.º 251 y Basanta de Galicia, Fernando, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 233,
n.º 1.531 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος como canonista).
63
reliquias de santa Julia llegaron a la diócesis. Berenguer Batlle intervino en
diversas negociaciones de cara a solventar problemas surgidos entre los
territorios del reino de Mallorca, en concreto entre el Rosellón y el regente del
reino. Estimuló en Perpiñán los estudios de Derecho canónico y de Teología,
pero la Universidad tardaría todavía bastantes años en constituirse, pues fue
fundada por el rey Pedro III el Ceremonioso el 20 de marzo de 1350, con
facultades de Teología, Derecho Canónico, Derecho civil y Artes liberales, con
condición de Studium Generale, que fue transformado por el Papa Clemente VII
con la correspondiente bula de 28 de noviembre de 1379 en Studium universale.
En 1332 fue nombrado obispo de Mallorca. Formó parte del Consejo privado del
rey Jaime III de Mallorca, que había iniciado su reinado en 1324.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Batlle, Berenguer, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 234,
n.º 1.536 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (κουφότερος como canonista).
BAYLE, Juan (siglo XV) . [N.º 72]. [A]. Fue colegial del San Clemente de
los españoles de Bolonia, donde consiguió plaza para estudiar Derecho Canónico
en la Universidad. Durante el curso 1436-1437 sería rector de la institución
albornociana, y pudo beneficiarse de que el Gobernador pontificio en Bolonia
Daniele Scotti decretó el 17 de noviembre de 1436 que el primer puesto de honor
en el protocolo de la Universidad correspondiera a los rectores de las
Universidades de Leyes, Medicina y Artes y el segundo al rector del Colegio de
España. Durante el curso 1438-1439 fue consiliario del Colegio de España y
asistió a la lectura de la sentencia del visitador del Colegio contra los colegiales
Juan de Treviño y Juan de Góngora. El 4 de diciembre de 1438 el visitador del
Colegio decretó que, junto con otro consiliario Gómez Barreguín, diesen cuenta al
obispo del comportamiento de Juan de Góngora, una vez más. Presentado por
Antonio de Sancto Pietro se examinó de Derecho Canónico, siendo aprobado por
todos los doctores; tras doctorarse en Cánones, se le entregaron las insignias
doctorales.
[B]. Bibliografía: ver, sobre su etapa boloñesa, Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 250-251, n.º 249 y Bayle, Juan de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 235, n.º 1.538 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
64
Pontificia de Comillas, se trasladó a la Universidad Gregoriana en Roma para
completar estudios. De vuelta a su diócesis en 1963, ejerció distintos encargos
docentes y de administración eclesiástica: profesor de Derecho natural e
Introducción al Derecho en Deusto, de Teología Moral en el Seminario (antes de
la constitución de la Facultad de Teología en aquella Universidad en 1966), Fiscal
General de la diócesis, Defensor del Vínculo y director del Instituto Diocesano de
Formación Prematrimonial. Con el fallecimiento del obispo Pablo Gúrpide Beope
(1898-1968), el administrador apostólico en sede vacante de Bilbao y, por aquel
entonces, obispo de Santander, José María Cirarda Lachiondo (1917-2008), le
nombró asesor jurídico de la diócesis. Tuvo como tal la responsabilidad de
culminar el proceso de reforma de las estructuras diocesanas según los principios
de administración eclesiástica y las normas canónicas del Concilio Vaticano II, en
cuyo desarrollo habían participado tanto los obispos Gúrpide y Cirarda, como el
nuevo titular de la sede desde 1971, Antonio Añoveros Ataún (1909-1987), de
cuyos años de pontificado fue Belda estrecho colaborador (1971-1978).
[B]. Director del Centro Diocesano Teológico-Pastoral, miembro del
Consejo Presbiteral y de Pastoral y director del programa de Formación
Permanente del Clero desde 1972 –funciones, todas ellas, que conciliaba con sus
anteriores dedicaciones docentes y pastorales–, el 31 de enero de 1978 fue
preconizado por Pablo VI obispo de la pequeña diócesis de Jaca, al frente de la
cual permaneció durante cinco años (18 de julio de 1983). Hubo con ello de
abandonar definitivamente su propósito de culminar sus estudios jurídicos con la
preparación de su tesis doctoral, que poco antes de darse a conocer su
nombramiento episcopal, le llevó a solicitar su cese como Fiscal General de la
diócesis y de algunas de sus responsabilidades eclesiales. Su consagración
episcopal se produjo el 1 de abril de 1978 en la iglesia bilbaína de Nuestra
Señora del Carmen, de manos del nuncio en España de la Santa Sede, cardenal
Luigi Dadaglio (1914-1990), y los arzobispos Elías Yanes (n. 1928), de Zaragoza,
y José María Cirarda, desde enero titular de la diócesis de Pamplona-Tudela.
Desde entonces formó parte sucesivamente de distintas comisiones de la
Conferencia Episcopal Española: de Medios de Comunicación (1978-1981), de
Seminarios y Universidades (1978-1984) y de la Junta Episcopal de Asuntos
Jurídicos (1978-1990), dentro de la cual participó en el desarrollo de la reforma
de los tribunales eclesiásticos iniciada en 1980. Entre el 13 de junio de 1981 y el
21 de febrero de 1982, fue administrador apostólico de Tarazona, en sede
vacante desde el traslado a Albacete del obispo Victorio Oliver Domingo (n. 1929)
hasta la entrada de su sucesor, Ramón Búa Otero (n. 1933). Poco después fue
nombrado por Juan Pablo II obispo de León (18 de julio de 1983), en substitución
de Fernando Sebastián Aguilar (n. Calatayud, 14 de diciembre de 1929),
dimisionario desde su designación en 1982 como Secretario General de la
Conferencia Episcopal. Hizo entrada solemne en su nuevo destino el 30 de
agosto de 1983, y si bien fue igualmente breve su etapa al frente de la diócesis,
tuvo un importante papel en la promoción y reforma de algunos de sus principales
servicios administrativos y pastorales. Como previamente hiciera en Jaca,
durante su pontificado en León constituyó una Comisión diocesana de
Evangelización, promovió la realización de varias Semanas de Pastoral Rural y la
formación de Consejos parroquiales, reestructuró las Zonas Pastorales de la
diócesis y adaptó al nuevo CIC de 1983 los Estatutos de los Cabildos de la
Iglesia Catedral y Colegial. Afectado, sin embargo, de una precaria salud, decidió
renunciar al gobierno de la diócesis el 9 de febrero de 1987, quince años antes
de lo canónicamente previsto. Admitida inmediatamente por el papa su solicitud,
su vida desde entonces transcurrió entre Madrid (donde retomó su actividad
65
como profesor de Derecho natural en el ICADE –Universidad Pontificia de
Comillas–) durante el curso 1987-1988, Bilbao y, sobre todo, Huesca, ciudad a la
que se retiró con el progresivo agravamiento de su enfermedad y en la que
falleció tiempo después, el 22 de febrero de 2010, a la edad de ochenta y tres
años. Sus restos mortales fueron trasladados a León, en cuya catedral
descansan.
[C]. Pese a su sólida formación y reconocido prestigio intelectual, la obra
científica de Juan Ángel Belda es notablemente reducida. Merece destacarse, en
cualquier caso, su libro de Derecho Natural, Madrid, 1974, muy citado en aquellos
años, concebido como manual de uso universitario en su periodo docente en
Deusto. Colaboró igualmente en diversas obras colectivas, entre las cuales
destaca J. Arana et alii, Estudios sobre la constitución Gaudium et Spes, Bilbao,
1967 y J. R. Flecha et alii, Los mandamientos: el quehacer del cristiano, Madrid,
1984.
[D]. Bibliografía: Juan Carlos Valderrama Abenza, Belda Dardiñá, Juan
Ángel, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), p. 70, n.º 2.393 [JUAN CARLO S VALDERRAMA A BENZA ] (κουφότατος
como canonista y σόφος como obispo y hombre de Iglesia, aunque también
ύπόχολος).
BELTRÁN, Diego (siglo XVI) . [N.º 74]. [A]. Natural de Villanueva del
Arzobispo, de la diócesis de Jaén. Fue admitido el 20 de enero de 1551 como
capellán del Colegio de España de Bolonia por el Vicerrector de la institución
Antonio Cadena. Consta su estancia en el Colegio hasta el curso 1561-1562. El
15 de enero de 1560 el Rector de la Universidad Luis Campos de Aznar le
nombró en calidad de estudiante pobre para que pudiera doctorarse en Bolonia.
El 16 de enero de 1560 se examinó siendo aprobado por todos los doctores
presentes recibiendo las insignias doctorales de Benito Calderini como doctor en
Derecho Canónico. Más tarde sería Vicario General del Arzobispado de Reggio
Calabria y Fiscal del Tribunal de la Inquisición de Sicilia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 869-870, n.º 860 y Beltrán, Diego, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 236, n.º 1.542
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
66
pro tempore, a pesar de que se constató que era muy docto en el examen
privado que se hizo previamente. El 3 de mayo de 1601 marchó a España,
solicitando una ausencia de seis meses. Da la impresión de que ya no regresó al
Colegio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1141-1143, n.º 1.021 y Benítez Pizarro Negrón, Alfonso, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 238, n.º 1.548 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
BENITO, Juan de (n. 1713) . [N.º 76]. [A]. Nació en Pareja, en la diócesis
de Cuenca. Era hijo de Pedro de Benito y de Josefa de Sánchez Martínez.
Estudió Filosofía en Alcalá de Henares y Derecho Civil y Derecho Canónico en la
Universidad de Valladolid durante más de siete años. Se licenció en Derecho
Canónico en Ávila. Presentado por el obispo de Ávila Narciso de Queralt a una
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar
Derecho Canónico en la Universidad, fue admitido el 30 de julio de 1741 en la
institución albornociana por el rector Cristóbal Lorenzo de Pedrosa. El 9 de julio
de 1741 fueron presentados sus documentos sin encontrarle nada que no fuera
digno de su admisión. Entre enero y abril de 1742 fue rector del Colegio de
España, volvió a serlo durante el curso 1743-1744 y en 1749-1750. En 1745-1746
sería consiliario, en 1746-1747 consiliario y tesorero, en 1747-1748 consiliario y
cronista, y en 1748-1749 consiliario y secretario. Fue profesor de Decretales en la
Universidad de Bolonia. Opositó el 13 de diciembre de 1741 junto a otros
colegiales. Le nombró el visitador profesor de Decretales para el segundo
cuatrienio, teniendo su primera lección el 8 de noviembre de 1746 y cesó en el
puesto en 1750. El 9 de octubre de 1750 se le concedió licencia para ausentarse
del Colegio. Estuvo previamente en la Curia buscando alguna prebenda. Antes
de venir a Bolonia había sido fiscal general del Obispado de Jaén. Benedicto XIV
le nombró en mayo de 1751 arcipreste de Daroca y canónigo de Zaragoza. En
1760 fue nombrado Inquisidor de Aragón.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1610-1612, n.º 1.257 y Benito, Juan de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 239, n.º
1.549 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
67
también concurría con títulos de Cuenca, y se le computaban, dentro del cupo de
ocho años, aquellos que había estado en la institución albornociana desde su
admisión anterior. Su disertación de ingreso versó sobre X 2.20.31. El 4 de julio
de 1536 fue presentado para ser admitido al examen de doctorado en ambos
Derechos y el 13 de julio de 1536 se examinó y doctoró en Derecho civil y en
Derecho canónico. Tras una breve estancia en Roma entre el 8 y el 30 de mayo
de 1536, regresó al Colegio del que se ausentó al parecer definitivamente el 14
de agosto de 1536.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 161, n.º
689 (señala que sólo se doctoró en Derecho civil) y Antonio Pérez Martín, Proles
Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 716-717, n.º 758 y Bernal de Castellanos,
Lorenzo, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), p. 78, n.º 2.403 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
68
presupuestos históricos y jurídicos y a Borrero, hizo lo propio bastantes años
antes en la titulada Conexiones en materia de adopción entre el derecho
canónico y el derecho civil, también leída en la Facultad de Derecho de Sevilla el
1 de octubre de 1976. La Rota romana en la fundamentación de sus resoluciones
canónicas se hizo eco de las interpretaciones doctrinales de Bernárdez.
[B]. Bibliografía: Antonio Merchán, Doctores iuris de la Real Fábrica de
Tabacos, Sevilla, 2002, pp. 128, 129, 184 y 208 y Bernárdez Cantón, Alberto, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 148-149, n.º 134 [A NTO NIO M ERCHÁN ]
(σοφώτερος).
BERTRAN, Josep (siglo XVII) . [N.º 81]. [A]. Natural de Prades. Doctor en
Derecho canónico y en Derecho civil. El 27 de mayo de 1642 fue nombrado para
69
el cargo de asesor del Gobernador Raimon de Bas. El 12 de mayo de 1643
añadiría a su anterior cargo el de Juez de primeras apelaciones del Tribunal Real
del Rosellón y la Cerdaña. Próximo a los intereses franceses, supo beneficiarse
de la incorporación de los condados a la Corona gala y recibió bienes
confiscados a los partidarios del rey de España.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Bertran, Josep, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 241, n.º
1.556 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (κουφότατος como canonista).
70
un lado, Канонично право, София, 1919, vol. 1, 128 pp. y vol. 2, 127 pp., que es
un libro titulado Derecho canónico; y, en segundo lugar Черковно право, София,
1927, 419 pp., que es un volumen de lo que podríamos denominar Derecho
eclesiástico o derecho de la Iglesia, en inglés Church Law [G EO RGE P ENCHEV]
[trad. del inglés por Manuel J. Peláez] (σόφος).
73
fecha de 2 de febrero último... para que con la brevedad posible informen a Su
Santidad sobre la devoción y sentimientos de que estén animados el clero y
pueblo de su respectivas diócesis acerca de la Inmaculada Concepción de María
Santísima... Dada en Madrid á 25 de abril de 1849, Madrid, 1849; Litterae... ad
Sanctissimum Dominum Nostrum Pium IX, ex commisione speciali Hispaniensis
Ecclesiae Praesulum, ob exilium et tribulationes quas impraesentiaran patitur et
Sur. Dni. nostri responsio, Madrid, 1849 [sobre Teología moral]; Carta Pastoral
del Emmo. y Excmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo... Al Clero y fieles de su
Diócesis, al publicarse la Indulgencia Plenísima en forma de Jubileo, concedido
por... Pío IX en el año 1851, Toledo, 1851; Discurso pronunciado en la sesión del
senado de 18 de marzo de 1848 sobre el proyecto de ley para la provisión de
prebendas y beneficios eclesiásticos, Madrid, 1852; Carta pastoral del... Señor
Don... Arzobispo de Toledo... exhortando a sus diocesanos para que socorran
con sus limosnas a los necesitados de Galicia en la calamidad que los aflige,
Madrid, 1853; Carta pastoral, Madrid, 1854; Carta pastoral del Emmo. y Excmo.
Señor Cardenal Arzobispo de Toledo, primado de las Españas, al clero y fieles de
su diócesis al publicar la Indulgencia plenísima en forma de Jubileo, concedida
por Ntro. Smo. P. Pío IX en su Encíclica de 1.º de Agosto de 1854, Toledo, 1854
y Carta pastoral del Sr. Cardenal Arzobispo de Toledo: para que se hagan
rogativas públicas con motivo del cólera-morbo asiático, Toledo, 1854.
[F]. Fuentes: Archivo Histórico del Senado. Expediente personal del
Senador D. Juan José Bonel y Orbe Sig. HIS-0069-01; Archivo Histórico del
Senado. Expediente personal del Senador D. Nicolás Bonel y Orbe, por la
provincia de Granada. Sig. HIS-0069-02; Archivo Congreso de los Diputados, Sig.
ACD, Serie documentación electoral, 28, n.º 19 (Diputado Nicolás Bonel y
Guzmán).
[G]. Bibliografía: Lisardo Guede Fernández y Rafael Gómez Marín, Historia
de Málaga, desde su restauración hasta hoy. Vicarías, parroquias, seminarios y
obispos, Málaga, 1983; Francisco Mondéjar Cumpián, Obispos de la Iglesia de
Málaga…, obra póstuma, ordenada, completada y anotada por Vidal González
Sánchez, con la colaboración de Wenceslao Soto Artuñedo, Córdoba, 1998;
Javier Miranda Valdés, Aureliano Fernández-Guerra y Orbe (1816-1894): Un
romántico, escritor y anticuario, Madrid, 2005, pp. 23, 27 y 28; José Antonio
Vázquez Vilanova, Una experiencia malograda: la Sociedad de Socorros Mutuos
del Clero (1847-1857), en Cuadernos de Estudios Gallegos, vol. LIV, n.º 12
(enero-diciembre 2007), pp. 249-273; José Calvo González, Letra y Duelo.
Imprentas de Viudas en Málaga, siglos XVII-XIX, Málaga, 2009, pp. 32, 33, 56 y
57 y Bonel Orbe, Juan José, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 83-85, n.º 2.415 [JO SÉ CALVO G O NZÁLEZ ] (Καρδινάλιος y
σόφος como hombre de Iglesia).
BORJA, Alfonso de [Papa Calixto III] (1378-1458) . [N.º 86]. [A]. Nació
en la Torre de Canals, próxima a Játiva, en 1378. Desde muy joven se formó en
el Estudio General de Lérida, donde se doctoró en Derecho canónico y en
Derecho civil. Llegaría a ser profesor y catedrático de Cánones (1413-1418).
Asesor de la Bailía de Lérida. En 1417 era consejero de Alfonso el Magnánimo y
en 1420 su vicecanciller. Desde 1418 era beneficiado de San Nicolás de Valencia
y abogado de la ciudad en diversos pleitos, en 1419. En 1422 los jurados de
Valencia le pedían ayuda para su enviado ante el rey, el jurista Tomás de
Coblliure. Intervino activamente en dar solución al Cisma de Occidente, asesoró y
74
ayudó al rey de Aragón en su guerra contra el de Castilla. Tras la renuncia del
papa Clemente VIII, que pretendía la sucesión del papa Luna (Benedicto XIII), en
1429 fue nombrado obispo de Valencia por el papa Martín V, donde tuvo como
obispo auxiliar a Nicolás de los Abades, que falleció en Valencia el 7 de abril de
1453. Siguiendo al rey Alfonso se trasladó a Nápoles donde su tarea como
embajador facilitó el acercamiento a la Santa Sede, lo que le valió el cardenalato.
Alfonso de Borja fue creado cardenal por Eugenio IV el 2 de mayo de 1444. En
Roma destacó por sus conocimientos jurídicos y canónicos y su vida austera,
pese a correr rumores de falsas paternidades. Ante el enfrentamiento entre
familias de señores poderosos, como la de los Colonna contra los Orsini, que no
ocultaban su ansia por el poder, el cardenal Borja logró mantenerse en equilibrio,
sin tomar partido. Una de sus virtudes fue la de intentar situarse al margen de
unos y de otros, y así lo hizo evidente en 1458 cuando no aceptó reconocer como
rey de Nápoles a Ferrante I (1423-1494), hijo bastardo de Alfonso el magnánimo,
rey de Aragón, y de Giraldona de Carlino (Alfonso V, casado con María de
Castilla, tuvo tres hijos con Giraldona; aparte de Ferrante, María y Leonor). El 4
de abril de 1455 fue elegido papa bajo el nombre de Calixto III, a una edad
demasiado provecta. En su pontificado destacó por su lucha contra el poderoso
turco. Tras la caída de Constantinopla, promovió la alianza con y entre los reinos
más amenazados como eran Albania, Hungría o Bohemia, también procuró la
eliminación de tensiones en Europa occidental, sobre todo entre Nápoles, Aragón
y Francia. Su actividad diplomática fue muy intensa, defendió incluso la idea de
una cruzada contra el Turco, pero sus intentos de recaudar fondos le crearon
problemas con la iglesia germánica, opuesta a la injerencia de Roma en sus
intereses económicos. Estas cuestiones desviaron su atención por la reforma de
la Iglesia, lo que unido a su nepotismo marcaron el aspecto negativo de su
pontificado. Los cargos públicos de Roma y de la Iglesia eran acaparados por
familiares y compatriotas de papa, la mayoría de ellos aragoneses, catalanes y
valencianos, quedando marginados los italianos que siempre habían detentado
los puestos más significados. Algunos de los beneficiados serían sus sobrinos
Juan Luis de Milá obispo de Segorbe y cardenal, o Rodrigo de Borja, futuro papa
Alejandro VI, que además era obispo de Gerona, Oviedo y Valencia, o el
hermano de este Luis de Borja, que fue capitán general de la Iglesia, uno de los
personajes más odiados en aquel momento. Canonizó a San Vicente Ferrer y a
Santa Rosa de Viterbo. Su formación jurídica se constata en la iniciativa de
revisión del procedimiento de Juana de Arco. Pese a la brevedad de su papado,
tan sólo tres años, Calixto III fue uno de los papas más significados de la época,
destacando por sus conocimientos jurídicos, su diplomacia y el interés que
manifestó por la cultura. Falleció en Roma el 6 de agosto de 1458. Fue sepultado
en Santa Maria della Febbre, pero más tarde fue trasladado a la Iglesia de
Montserrat en 1610.
[B]. Bibliografía: es amplísima. Sólo nos hacemos eco de una parte mínima
de la misma. J. B. Altisent Jové, Alonso de Borja en Lérida, después papa Calixto
III, Lérida, 1924; Josep Rius Serra, Catalanes y aragoneses en la corte de Calixto
III, en Analecta Sacra Tarraconensia, n.º 3 (1927), pp. 193-ss.; Alfons Vila
Moreno, Calixto III: un Papa Valenciano, Zaragoza, 1979 y Calixto III y su tiempo,
Valencia, 1979; Sussane Schüller-Piroli, Die Borgia Päpste. Kalixt III. und
Alexander VI., Múnich, 1984 (trad. esp. Los Papas Borgia Calixto III y Alejandro
VI, Valencia,1991); Friedrich Wilhelm Bautz, Calixt III., Papst, en Biographisch-
Bibliographisches Kirchenlexikon, I (1990), pp. 860-861; Francisco Esteve
Perendreu, Las bulas de Calixto III sobre el Estudio General de Lérida, en
Analecta Sacra Tarraconensia, n.º 63-64 (1990), pp. 257-ss. y Michael E. Mallett,
75
Callisto III, en Enciclopedia dei Papi, Roma, 2000, vol. II, pp. 658a-662b. Uno de
los autores que le ha prestado mayor atención es Miguel Navarro Sorní, con
trabajos importantes, como El enfrentamiento entre Calixto III y Alfonso V el
Magnánimo por el obispado de Valencia, en Cum vobis pro vobis. Homenaje de
la Facultad de Teología San Vicente Ferrer, de Valencia, al Excmo. y Rvdmo. Dr.
D. Miguel Roca Cabanellas en sus bodas de plata episcopales, Valencia, 1991,
pp. 709-727; Breves del papa Calixto III en el “Archivio di Stato” de Milán (año
1455), en Anthologica annua, n.º 44 (1997), pp. 675-734; Calixto III Borja y
Alfonso el Magnánimo frente la cruzada, Valencia, 2003 y Alfonso de Borja, Papa
Calixto III en la perspectiva de sus relaciones con Alfonso el Magnánimo,
Valencia, 2005. Además, Vicente Graullera Sanz, Borja, Alfonso de (Papa Calixto
III), en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 243-244, n.º 1.564 [VICENTE G RAULLERA SANZ y
M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος como canonista y como hombre de Iglesia; διχόφρων
como Romano Pontífice).
76
1484) le nombró legado para la cruzada contra los turcos; este mismo papa dio
validez al matrimonio de los Reyes Católicos, decisión en la que pudo estar
asesorado por el cardenal Borja, al igual que le apoyó en su elección. La labor
diplomática entre 1472 y 1473, buscando partidarios al papado en Aragón y
Castilla, en cuyas Cortes fue legado del papa, destaca por su intensidad y
notable éxito económico. Al mismo tiempo que iba acumulando cargos y
prebendas, ejercía su labor diplomática entre Milán, Nápoles y Florencia, fue
ordenado sacerdote en 1472. En 1492, tras la muerte del papa Inocencio VIII, la
división existente entre los cardenales italianos facilitó la elección el 11 de agosto
de 1492 de Rodrigo de Borja como papa, de forma unánime, en un cónclave con
la presencia de veintitrés cardenales. Con el nombre de Alejandro VI tuvo un
pontificado difícil de superar, debido a los enfrentamientos entre las grandes
familias italianas y entre los estados europeos. Ordenó la apertura de
procedimientos sobre los más de doscientos asesinatos perpetrados en Roma
desde el 26 de julio de 1492 fecha del fallecimiento de Giovanni Battista Cibo,
papa Inocencio VIII, su predecesor, hasta el momento de su elevación al solio
pontificio. Pese a que su vida privada no le facilitó el camino, sobre todo por el
comportamiento de dos de sus hijos Cesar [fue estudiante de Derecho en la
Universidad de Perusa y luego en Pisa, donde recibió probablemente las
enseñanzas de Filippo Decio] y Lucrecia Borgia, fue un gran político y mecenas
que laboró siempre por la mejora de las instituciones de la Iglesia. Tuvo varios
hijos: Pedro Luis [c. 1458-1488; fue reconocido como hijo del cardenal Rodrigo de
Borja, en una bula de Sixto IV de 5 de noviembre de 1481], el mayor que llegaría
a ser Duque de Gandía (ducado erigido el 3 de diciembre de 1483), y Jerónima,
de mujer que no se apunta con seguridad por los historiadores; además otros
hijos con Vannozza dei Cattanei (Giovanna o Giovannozza), los indicados César
[en una bula de 1493 Alejandro VI decretó que era hijo legítimo de Domenico
d’Arignano y Vannozza dei Cattanei (estuvo casada además con Giorgio della
Croce y Carlo Canale), mientras que, en otra bula remitida sólo a César, Rodrigo
de Borja declaraba que era su progenitor] y Lucrecia y los no tan famosos Jofré [o
Goffredo en italiano; nació en 1481 y falleció en 1516; Alejandro VI lo reconoció
como hijo suyo en una bula del 6 de agosto de 1493] y Juan [nació en 1476,
reconocido por Rodrigo como hijo suyo en una declaración notarial del 29 de
enero de 1483; segundo duque de Gandía y duque de Benevento, casado con
María Enríquez en Barcelona el 24 de agosto de 1493 y muerto asesinado –sin
que se haya esclarecido por quién, ni en qué circunstancias– en Roma el 14 de
junio de 1497, siendo su cadáver arrojado al Tíber; en su juventud hizo estudios
jurídicos junto con su hermano César, pero no sabemos si llegó a licenciarse y si
lo hizo en Cánones o Leyes]. Se ha de señalar que la relación afectiva entre
Rodrigo de Borja y Vannozza dei Catanei está documentada por varias fuentes
que terminó en la década de los ochenta del siglo XV, es decir antes de que
asumiera el solio pontificio [el trabajo más sólido sobre Vannozza dei Cattanei es
la tesis doctoral, de 486 pp., de Kari Lawe, defendida en la Universidad de
Uppsala, que está publicada bajo el título Vannozza de Cattanei och påven
Alexander VI: en renässanspåvenfamilj i relation till samtidens och eftervärldens
syn på celibat, prästätktenskap/konkubinat och prästbarns rättsliga och sociala
ställning, Estocolmo, 1997]. De su relación con Giulia Farnesio vinieron al mundo
otros dos hijos, Juan [nacido en 1498, fallecería probablemente en 1548;
sorprendentemente, hay dos bulas de 1 de septiembre de 1501, una declarándolo
hijo del Pontífice y otra de César Borja; hay quienes lo han creído hijo de Lucrecia
y del duque de Valentino, sin embargo Juan Borja habla de Lucrecia como “mi
77
hermana”, la cual le prestó protección en la Corte de Ferrara junto a Alfonso I
d’Este] y Rodrigo, este último nacido en 1502.
[B]. Cabe destacar, en el aspecto religioso, su acercamiento a los judíos y
turcos, pero no llevó a cabo la reforma que muchos esperaban y cayó en el
nepotismo en el nombramiento de cardenales, la mayor parte familiares y amigos.
También se singulariza por los pactos matrimoniales. Por otro lado, anuló el
matrimonio de Luis XII de Francia con Anne de Valois, permitiéndole contraer
nuevas nupcias. Pero en el análisis de sus actuaciones siempre se destaca en él
lo negativo como las acciones contra el dominico Savonarola, crítico de su vida
disipada, no tuvo fortuna en su acercamiento a Carlos VIII de Francia o su
posición frente Ferrante I de Nápoles y Ludovico Moro. Fomentó la devoción a la
Virgen María.
[C]. En el campo del Derecho, merecen especial atención las llamadas
Bulas alejandrinas, que regularon los problemas surgidos tras el descubrimiento
de América, concediendo el dominio de las tierras descubiertas y apoyando su
evangelización. Fundamentalmente estas bulas son tres, todas ellas fechadas en
1493: bula Inter Cetera del 3 de mayo de 1493, bula Eximiae devotionis del 3 de
mayo de 1493 y bula Aeterni Regis del 4 de mayo de 1493, esta última concedida
a los reyes de Portugal. Además los reyes de Castilla consiguieron del Pontífice
una nueva bula, Dudum siquidem del 26 de septiembre de 1493, igualmente de
demarcación territorial. Se ha afirmado que las bulas «otorgaron plena potestad,
autoridad y jurisdicción» sobre los territorios. Alejandro VI también concedió al rey
Manõel de Portugal la bula Infeffabilis el 1 de junio de 1497. El estudio más
importante sobre las bulas es el de Alfonso García-Gallo, Las Bulas de Alejandro
VI y el ordenamiento jurídico de la expansión portuguesa y castellana en África e
Indias, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXVII-XXVIII (1958), pp. 461-
829, y antes de este monumental trabajo los no menos densos del canonista
Manuel Giménez Fernández, Nuevas consideraciones sobre la historia, sentido y
valor de las Bulas alejandrinas de 1493, referentes a las Indias, en Anuario de
Estudios Americanos, I (1944), pp. 173-429 y Algo más sobre las Bulas
alejandrinas, en Anales de la Universidad Hispalense, 8 (1945), pp. 37-86; 9
(1946), pp. 115-126 y 14 (1953), pp. 241-301. También son de destacar los
estudios de Luis Weckmann, Las bulas alejandrinas de 1493 y la teoría política
del Papado medieval. Estudio de la supremacía papal sobre islas, 1091-1493,
México, 1949; Ismael Sánchez Bella, Las bulas de 1493 en el Derecho indiano,
en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, V (1993), pp. 371-388; Tarsicio de
Azcona, Relaciones de Rodrigo de Borja (Alejandro VI) con los Reyes Católicos,
en Cuadernos de estudios borgianos, n.º 31-32 (1994), pp. 11-52; István Szászdi,
Después de la “Inter Caetera”, ruptura y cambio en la política indiana de
Alejandro VI, en X Congreso del Instituto Internacional de Derecho Indiano, ed.,
1995, pp. 1577-1630 y Ángel Riesco Terreros, Alejandro VI honra a los reyes de
España: Doña Isabel y Don Fernando, con el título de “Reyes Católicos” (a.
1496), en Escritos dedicados a José María Fernández Catón, obra publicada en
2004, vol. II, pp. 1177-1199 y también del propio Riesco, Alejandro VI y los Reyes
Católicos: convergencias, discrepancias y rivalidades, en Cuadernos de
investigación histórica, n.º 21 (2004), pp. 95-118 y Documento del Papa Alejandro
VI (a. 1493) otorgado a petición de los Reyes Católicos para regular en sus
Reinos la concesión y predicación de indulgencias pontificias y cortar los abusos
cometidos con motivo de la recaudación de limosnas y donativos ofrecidos por
los agraciados, en Hidalguía, n.º 316-317 (2006), pp. 503-520. G. B. Picotti y M.
Sanfilippo han señalado que «sus intervenciones en el Nuevo Mundo han sido
78
considerablemente estudiadas, hasta demostrar que este ha sido el verdadero
legado de Alejandro VI» (ap. C, p. 21).
[D]. Bibliografía: ver, además de los trabajos ya citados supra, sobre el
propio Rodrigo de Borja las obras de Alexander Gordon, The lives of Pope
Alexander VI. and his son Caesar Borgia. Comprending the wars in the reigns of
Charles VIII. and Lewis XII. kings of France; and the chief transactions and
revolutions in Italy, from the year 1492 to the year 1506. With an Appendix of
original pieces referred to the work, Londres, 1729, 2 vols.; Domenico Cerri,
Borgia, ossia Alessandro VI Papa e i suoi contemporanei, Turín, 1873; Augustin
Clément, Les Borgia. Histoire du pape Alexandre VI, de César et de Lucrèce
Borgia, París, 1882; M. D. Oliver, Rodrigo de Borja (Alejandro VI; sus hijos y
descendientes), en Boletín de la Real Academia de la Historia, IX (1886), pp. 402-
447; Cal von Höfler, Don Rodrigo de Borja (Papst Alexander VI) und seine Söhne,
Don Pedro Luis, erster, und Don Juan, zweiter, Herzog von Gandia aus dem
Hause Borja, Viena, 1889; Arnold Harris Mathew (1852-1919), The life and times
of Rodrigo de Borja, Pope Alexander VI, Londres, 1912; Orestes Ferrara, El papa
Borgia, Madrid, 1913; Kurt Delbruck, Papst Alexander VI. und Savonarola, ein
Sittenroman aus der Renaissance, Halle, 1920; Johann Burchard, Pope
Alexander VI and his court: extracts from the latin diary of Johannes Burchardus,
Bishop of Orta and Cività Castellana, pontifical master of ceremonies, editado y
traducido por F. L. Glaser, Nueva York, 1921; Peter De Roo, Materials for a
History of Pope Alexander VI, his relatives and his time, Brujas, 1924, 5 vols., que
están dedicados, el primero a estudiar la familia de los Borja, con todos sus
antecedentes valencianos, el segundo su incorporación al orden clerical, obispo,
cardenal hasta su acceso al solio pontificio, el tercero a Alejandro VI en su
calidad de Romano pontífice, el cuarto en su condición de jefe de unos estados y
su política internacional y el quinto y último a sus relaciones con los turcos,
prestando espacial atención a la peculiaridades de su forma de ser y a su muerte;
Ferdinando La Torre, Del conclave di Alessandro VI, papa Borgia, Florencia,
1933; Ignazio Dell’Oro, Papa Alessandro VI. Rodrigo Borgia, Milán, 1940;
Ferdinand Gregorovius (1821-1891), Papst Alexander VI. und seine Zeit, Berlín,
1942; Sussane Schüller-Piroli, Die Borgia Päpste. Kalixt III. und Alexander VI.,
Múnich, 1984 (trad. esp. Los Papas Borgia Calixto III y Alejandro VI, Valencia,
1991); Arturo Scaltritti, Luci ed ombre del’400: San Francesco di Paola,
Alessandro VI Papa Borgia, Fra Girolamo Savonarola, Nápoles, 1986; Friedrich
Wilhelm Bautz, Alexander VI., Papst, en Biographisch-Bibliographisches
Kirchenlexikon, I (1990), pp. 104-105; Asunción Nicolau Senent, En defensa y
reivindicación de Alejandro VI (el papa Borja), Alicante, 1992; Ximo Company
Climent, Els Borja, espill del temps, Valencia, 1992; L. Tacchella, Alessandro VI e
la nunziatura in Spagna di Francisco des Prats (1492-1503), Génova, 1994; Juraj
Divnić, Pismo Papi Aleksandru VI., Šibenik, 1995; José Carlos Martín de la Hoz,
Las bulas inquisitoriales de Alejandro VI, en Anales valentinos, vol. XXVII, n.º 53
(2001), pp. 143-156; Johann Burchard, At the Court of the Borgia, being an
account of the reign of Pope Alexander VI, Londres 2002; Joan Francesc Mira,
Borja Papa, Barcelona, 2002 (antes hubo otra ed., 1997, en sede editorial
diferente, también de Barcelona, y una tercera en Valencia en 2007); Giovanni
Battista Picotti y Matteo Sanfilippo, Alessandro VI, en Enciclopedia dei Papi, vol.
III (Innocenzo VIII – Giovanni Paolo II), Roma, 2000, p. 13a-21a; Kurt y Theo
Reichenberger, Der Borgiapapst Alexander VI: Monster oder Märtyrer?, Kassel,
2003; Rafael Fantoni Benedí, V Centenario de la muerte del Papa Alejandro VI
(1503-2003), en Hidalguía, n.º 302 (2004), pp. 109-112; Dolores Galán y José
Catalán Deus, El Papa Borgia: un inédito Alejandro VI liberado al fin de la leyenda
79
negra, Madrid, 2005 y Manuel J. Peláez y Vicente Graullera Sanz, Borja Borja,
Rodrigo de [Papa Alejandro VI], en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 244-246, n.º 1.565; Volker
Reinhardt, Alexander VI. Borgia. Der unheimliche Papts; eine Biographie, Múnich,
2011; la Consejería de Cultura y Educación de la Generalitat de Valencia
promovió en 2002 una Edició facsímil de les cartes borgianes de l’Arxiu de la Seu
de València: recull epistolar. En 2005 la Universidad de la Santa Cruz de Roma
ha publicado un amplísimo estudio (838 pp.) de A. Fernández de Córdova
Miralles, Alejandro VI y los Reyes Católicos. Relaciones político-eclesiásticas
(1492-1503).
[E]. Falleció en Roma en 1503, tras once años de pontificado. Sus restos
como los de su tío Calixto III estuvieron en la sacristía de San Pedro, en un
itinerario que les llevó también a la Iglesia española de Montserrat. León XIII
autorizó el 24 de agosto de 1889 que fueran enterrados, exentos de cualquier tipo
de solemnidad, juntos, en una modesta tumba. Los desatinos, corruptelas, vicios
inconfesables, pecados y pésima imagen de los Borja los enmendaron, si bien
parcialmente, María Enríquez y San Francisco de Borja (1510-1572), tercer Padre
General de la Compañía de Jesús, canonizado en Roma el 12 de abril de 1671.
Sin embargo, en los últimos cincuenta años se han resaltado por la historiografía
diversos aspectos positivos del pontificado de Alejandro VI, que sin dudarlo lo
fueron y los hubo, y se han mirado con menor rigor los excesos sexuales y el
nepotismo de los Borja [M ANUEL J. P ELÁEZ y VICENTE G RAULLERA SANZ ]
(καταγύνης; como Romano Pontífice χείριστος; como mediador internacional
σόφος).
80
el Obispado vitoriano durante cuatro años, hasta que, en 1954, Pío XII le envía a
Sevilla como arzobispo coadjutor del cardenal Pedro Segura Sáenz (1880-1957);
una vez acontecida la muerte de dicho Cardenal, Bueno Monreal sería su
sucesor en el Arzobispado (1957); año y medio después (1958), Juan XXIII le
concedió el capelo cardenalicio. Fue el suyo uno de los obispados más largos (25
años) y fecundos de la archidiócesis hispalense, hasta que le fue aceptada su
dimisión el 22 de mayo de 1982, jalonado, además, por importantes
realizaciones. En los veinticinco volúmenes anuales del Boletín Diocesano queda
constancia de su intensa gestión de gobierno y de sus notables escritos
pastorales sobre una temática plural: el clero y las vocaciones, la promoción del
laicado, la integración de religiosos y monjas en la Iglesia local, la presencia de la
Iglesia en el campo social, etc. Resulta relevante, asimismo, su destacada
participación en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, así como en tres
Cónclaves, que eligieron Papas a Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. Bueno
Monreal ocupó igualmente la vicepresidencia de la Conferencia Episcopal
Española desde 1972 a 1978; presidió sucesivamente las Comisiones de
Enseñanza, Apostolado Social, Mixta de Obispos-Religiosos, de Asuntos
Económico-Jurídicos y la de Revisión de Circunscripciones Eclesiásticas. Fue, de
igual modo, impulsor de los encuentros que se celebraron a partir de 1970 entre
obispos del Sur de España, los cuales presidió en la treintena de reuniones
celebradas por ellos. En el terreno del Derecho, sus principales aportaciones
bibliográficas tuvieron lugar durante su etapa sacerdotal en Madrid, en la que
vieron la luz relevantes obras como Las relaciones entre la Iglesia y el Estado en
los modernos concordatos (1931), Principios Fundamentales de Derecho Público
Eclesiástico (1942) y Principios Fundamentales de Derecho Público de la Iglesia
Católica (1945).
[B]. Bibliografía: Salvador Pérez Moreno y Manuel J. Delgado Martínez,
Bueno Monreal, José María, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 169, n.º
163 y Santiago Martínez Sánchez, Dos amigos que se escriben: Josemaría
Escrivá y José María Bueno Monreal, 1939-1975, en Studia et Documenta, 6
(2012), pp. 297-394 [SALVADO R P ÉREZ M O RENO y M ANUEL J. D ELGADO M ARTÍNEZ ]
(κλυτός y Καρδινάλιος).
81
Colegio le asigna el 14 de abril de 1688 el subsidio económico que se hacía a los
colegiales por la obtención del doctorado. El Papa Inocencio XII le nombró
canónigo de Zaragoza el 5 de junio de 1698.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1480-1482, n.º 1198 y Burgos de Bivar [o Vivar], José de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 252, n.º 1.584 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
BUSTAMANTE, Luis (siglo XVI) . [N.º 92]. [A]. Era natural del Valle de
Ygana, en la diócesis de Burgos. Fue presentado por el obispo de Cuenca, el
Cardenal Alessandro de Cesarinis, para una plaza de colegial del San Clemente
de los españoles de Bolonia. Como le faltaban las letras presentaticias del deán y
del Cabildo de Cuenca, hubo de ser admitido con dispensa del Cardenal
Protector, siempre que cumpliera con el requisito de presentar los títulos que le
faltaban. El rector de la institución albornociana Pedro Domínguez Molón, doctor
en Medicina y rector de ambas Universidades de Artistas y Médicos, lo admitió el
19 de octubre de 1540. Su disertación de ingreso versó sobre X 3.38.4. El 16 de
abril de 1541 se le concedió una prórroga de cuatro meses para presentar los
títulos de la Iglesia de Cuenca que le faltaban; los entregó finalmente el 11 de
julio de 1541. Durante el curso 1542-1543 sería consiliario canonista, aunque
desde el 24 de junio de 1542 al 2 de septiembre de 1542 estuvo ausente del
Colegio. El 6 de septiembre de 1542 fue dispensado para poder ser admitido al
examen en ambos Derechos, y al día siguiente se examinó doctorándose en
Derecho civil y en Derecho canónico. El 21 de septiembre de 1542 da la
impresión que abandonó definitivamente el Colegio. Se dirigió a Nápoles para
conseguir una prebenda. En 1575 ya era Fiscal real en el Supremo Consejo de
Castilla.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 775-776, n.º 800 y Bustamante, Luis, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 253, n.º 1.588
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
82
CABREROS DE ANTA, Marcelino (1901-1995) . [N.º 93]. [A]. Natural de
Cerecinos de Campos (Zamora), donde nació el 15 de agosto de 1901. Estudió
en Segovia y en Santo Domingo de la Calzada. Amplió su formación en Roma en
Derecho Canónico, donde se doctoró en el Laterano (1927). Catedrático de
Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de Salamanca, de cuya Facultad
de cánones fue Decano.
[B]. Entre sus obras destacamos su artículo sobre el Valor teológico del
Derecho canónico (1971), donde define ese Derecho como «la acción rectora y
moralmente obligatoria de la Iglesia de Cristo, que determina, promueve y
garantiza, bajo el influjo del Espíritu Santo, lo que a cada uno es debido en el
orden comunitario para la santificación y la salvación eterna de los hombres».
Muy valorado fue su Derecho Canónico Fundamental (1960). Recogió en un tomo
sus Estudios Canónicos en 1955 y en 1966 sus Nuevos estudios canónicos. Sus
trabajos más significados fueron Los Estatutos en el Código de Derecho
Canónico, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. I, n.º 3 (1946), pp.
615-641; Naturaleza y competencia de la Rota de la Nunciatura Apostólica en
España (1947); La acción ejecutiva en el proceso canónico (1948); La apelación
propuesta por el Defensor del Vínculo (1948); La enajenación de bienes
eclesiásticos, en Revista Española de Derecho Canónico, V, n.º 13 (1950), pp.
193-228; La interpretación subjetiva de la ley (1951), Apelación contra la
sentencia del juez delegado, en Revista Española de Derecho Canónico, I (1946),
pp. 105-133; Concepto de potestad ordinaria y delegada, en Revista Española de
Derecho Canónico, vol. VIII, n.º 24 (1953), pp. 703-744; La ley peculiar de los
Institutos seculares (1953) comentando la Constitución Provida Mater Ecclesia de
2.II.1947, Los religiosos en el Concordato de 1953, en Revista Española de
Derecho Canónico vol. IX, n.º 25 (1954), pp. 117-136; Estudios especiales y
grados académicos en los estados de perfección, en Revista Española de
Derecho Canónico, vol. XII, n.º 35 (1957), pp. 455-477, glosando la Constitución
Apostólica Sedes Sapientiae de 31 de mayo de 1956; Investigación y elaboración
del Derecho Canónico (1957); La clausura de las monjas (1957); El proceso civil
y la realidad social (1957); Humanismo y realismo del Derecho Canónico, en
Revista Española de Derecho Canónico, vol. XVIII, n.º 52 (1963), pp. 285-290;
Itinerario del jurista, en Ius Canonicum, vol. IV, n.º 1 (1964), pp. 5-34; Algunas
reformas de la legislación eclesiástica, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. XIX, n.º 55 (1964), pp. 177-190; La “Ecclesia iuris” en el Vaticano
II, en Salmanticensis, vol. XVI, n.º 3 (1969), pp. 509-531, donde postula «una
más perfecta integración entre la Iglesia de la caridad y la Iglesia del derecho en
conformidad con la doctrina del Concilio Vaticano II» (p. 531); Valor teológico del
Derecho Canónico, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXVI, n.º 76
(1971), pp. 89-105; Límites de la jurisdicción eclesiástica y de la civil. Reforma del
canon 1553 (1971); Fidelidad a la vocación religiosa en la perspectiva conciliar:
aspecto jurídico moral, en Vida Religiosa, 30 (1972), pp. 59-69; Reforma del
proceso judicial en las causas matrimoniales según la Carta Apostólica “Causas
Matrimoniales” de Pablo VI, en Ius Canonicum, vol. XII, n.º 24 (1972), pp. 225-
258; Régimen colegial y exclusivo en los institutos religiosos, en Revista
Española de Derecho Canónico, vol. XXIX, n.º 82 (1973), pp. 144-147. Nos puso
al día a través de sus comentarios sobre las reformas en materia de legislación
eclesiástica, de procedimiento y derecho penal canónico. De este último, muchos
antes de que se promulgara el CIC de 1983, propuso una reforma radical de
reducción de penas y de reservas, como garantía de su eficacia por la carencia
de elementos coactivos materiales por parte de la Iglesia, pero sin dejar de
resaltar que «la eficacia y la ejemplaridad de las penas –junto con la caridad y la
83
prudencia gubernativa– tienen un poder indiscutible en el mantenimiento del
orden social, en la reparación del escándalo y en la formación de la conciencia».
Junto a Lorenzo Miguélez y Sabino Alonso Morán, publicó Derecho canónico
posconciliar. Suplemento al Código de Derecho Canónico bilingüe de la
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1972, 589 pp. De esta obra lo más
valioso no es la modesta presentación de la misma, sino los comentarios y
anotaciones que realiza a cada uno de los textos que publica; así el Motu proprio
Sacro Cardinalium Consilio de 26 de febrero de 1965; el Decreto Religionum
laicalium de 31 de mayo de 1966; la Constitución apostólica Paenitemini de 1966;
el Motu proprio De episcoporum muneribus de 15 de junio de 1966; el Motu
proprio Ecclesiae Sanctae de 6 de agosto de 1966; la Constitución apostólica
Regimini Ecclesiae Universalis de 15 de agosto de 1967; el Motu proprio
Sanctitas clarior de 19 de marzo de 1969; el Motu proprio Sollicitudo omnium
Ecclesiarum de 24 de junio de 1969; la Instrucción Venite seorsum de 15 de
agosto de 1969; las normas para tramitar en las Curias diocesanas y en las
religiosas las causas de reducción al estado laical, de 13 de enero de 1971; una
Carta circular a los Ordinarios y Superiores generales de las religiones clericales,
de 13 de enero de 1971; la Carta circular del Supremo Tribunal de la Signatura
Apostólica de 28 de diciembre de 1970 y las normas de dicho Supremo Tribunal
de 28 de enero de 1970 y la Carta circular de la Sagrada Congregación para los
Clérigos de 11 de abril de 1971.
[C]. Pero, no sólo prodigó su presencia en la Revista Española de Derecho
Canónico y en otras publicaciones periódicas de Derecho canónico (Apollinaris,
Salmanticensis e Ius Canonicum), sino que también apareció en el prestigioso
Anuario de Derecho Civil con Reconocimiento de la personalidad civil a las
personas jurídicas eclesiásticas (Artículo IV del Concordato), en VII, n.º 1 (1954),
pp. 19-34. Poseía la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio. Falleció en El Ferrol el 29
de enero de 1995
[D]. Bibliografía: la Universidad Pontificia de Salamanca le dedicó en 1972
un volumen de 649 pp., en su homenaje con motivo de su jubilación, Lex
ecclesiae: estudios en honor al Dr. Marcelino Cabreros de Anta, canonista
salmanticense. Ver también Antonio García García, In memoriam: Marcelino
Cabreros de Anta, CFM (1901-1995), en Revista Española de Derecho Canónico,
LII, n.º 138 (1995), pp. 475-479 y Manuel J. Peláez, Cabreros de Anta, Marcelino,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 171-172, n.º 167 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
84
fecha del 11 de enero de 1511), tras haber realizado los correspondientes
exámenes, los superó “nemine discrepante” y recibió las insignias doctorales. Da
la impresión de que no regresó al Colegio tras ausentarse el 8 de abril de 1511.
Fue canónigo tesorero de la Iglesia catedral de Granada. Donó varios libros de
Derecho civil y canónico para la Biblioteca del Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 131, n.º
188 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 532-533,
n.º 618 y Cabezas, Francisco, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 87, n.º 2.424 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
CALAFAT FEMENIA, Rafel (siglo XVII) . [N.º 95]. [A]. Natural de la villa
de Santa Margarita (Mallorca). Era hijo de Baltasar Calafat y de Margarita
Femenia. Su padre, familiar del Santo Oficio, teniente de Procurador real en la
villa de Santa Margarita, y síndico de la villa en los pleitos contra el conde de
Santa María de Formiguera, fue asesinado en 1647 por mandato del conde. Rafel
Calafat era hermano del doctor Mateu Calafat. Contrajo matrimonio con Antonia
Danús. Fue padre del doctor en teología y escritor Baltasar Calafat. Sería
nombrado doctor en Derecho canónico por el virrey tras ser examinado por el
regente en 1654. En 1658 y 1685 fue abogado anual de la ciudad y reino de
Mallorca. En 1665 es juez de la porción del Temple. En 1683 fue propuesto por el
virrey de Mallorca en una terna para ocupar el cargo de asesor de Ibiza. En 1688,
por el sistema insaculatorio, sería elegido asesor del veguer. Es autor de una
alegación jurídica impresa en 1672.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Rosselló, Los juristas mallorquines del
siglo XVII, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 11 (2001), p. 72 y Calafat Femenia, Rafel, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 88-89, n.º 2.429
[A NTO NIO P LANAS R O SSELLÓ ] (μέτρια νομικός).
85
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 261, n.º 1.599
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
86
una amplia, sacrificada y fructífera labor sacerdotal en Bilbao, Valencia,
Castellón, Murcia, Cartagena, Albacete y Alicante. En septiembre de 1958 volvió
a Francia. Establecido en París, donde sería consiliario de Opus Dei en Francia,
vivió en este país hasta 1968 afrancesándose notablemente; allí adquirió ese
talante de superioridad cultural y de elegancia intelectual republicana que
diferencia a los franceses del resto de los europeos, y en especial de los
españoles meridionales. En París hizo la Licenciatura y el doctorado en Derecho
Canónico, a la vez que se esmeraba en funciones pastorales y de gobierno.
Hospitalizado en París en abril de 1968, fue trasladado a la Clínica Universitaria
de Navarra, donde se produjo su deceso como consecuencia de una
complicación hospitalaria, tras ser operado el 22 de mayo de 1968. Está
enterrado en su localidad natal.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Calleja Goicoechea, Álvaro, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 89-90, n.º
2.434 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (κουφότερος).
CALVO, Miguel (siglo XV) . [N.º 100]. [A]. Aragonés, aunque no podamos
precisar su lugar de nacimiento ni la fecha. Fue colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia. Asistió a la visita canónica que se hizo a la institución el 3
de septiembre de 1453. Durante el curso 1453-1454 tuvo encargada en la
Universidad boloñesa la lectura extraordinaria del Decreto. El 1 de marzo de 1455
fue presentado por Antonio di S. Pietro y Melchiore de Muglio para examinarse
del doctorado en Derecho canónico, doctorándose tras ser aprobado por todos
los doctores. Fue bienhechor de la institución albornociana a la que regaló un
libro, que Antonio García García identifica como el manuscrito n.º 50 del archivo
del Colegio de España. La descripción del contenido del mismo puede verse en
Domenico Maffei et alii, I codici del Collegio di Spagna di Bologna, Milán, 1992,
pp. 60-61, n.º 50. Sería canónigo de la iglesia catedral de Zaragoza.
[B]. Bibliografía: sobre su estancia en Bolonia ver Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, p. 290, n.º 314; Celestino Piana, Il “Liber
secretus iuris pontificii” dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 16 y
nota 78 y Pérez Martín, Calvo, Miguel, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 262, n.º 1.601
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
87
es designado como profesor en propiedad de la clase de Derecho Romano en la
Delegación Universitaria del Instituto Nacional. Fue sucesor en el Decanato de la
Facultad de Leyes de Gabriel Ocampo, nombrado el 28 de abril de 1882.
Renunció a la cátedra en la Universidad de Chile con fecha 30 de marzo de 1892,
siendo sucedido por su hijo Luis Enrique Campillo. En 1891 comenzó a dar
clases de Derecho Romano en la recién creada Facultad de Derecho de la
Universidad Católica de Chile, bajo el primer decanato fundador de José
Clemente Fabres. Cesó en esas funciones en 1893, siendo también reemplazado
por su hijo Luis Enrique. Además de ser uno de los primeros profesores de
Derecho Romano de la República, destacó en política, llegando a ser diputado en
1865. Ejerció la abogacía y fue juez árbitro. Se dice que su opinión de notable
jurisconsulto era decisiva en los fallos judiciales de su época. Fue miembro de la
comisión revisora del Código de Comercio, del Código de Procedimiento Civil y
del Código de Procedimiento Penal. Falleció en 1910, dejando pocas obras
escritas. Aparte del discurso de incorporación a la Facultad de Leyes y de un
informe redactado junto a Enrique Cood sobre las obras de Fabres y Lastarria, se
le atribuyen unas Explicaciones de Derecho Romano arregladas al estudio del
ramo en la sección universitaria, editadas por primera vez en 1869. Al parecer se
trata de apuntes de sus clases tomados por alumnos pero que no fueron ni
rechazadas pero tampoco aprobadas expresamente por Cosme Campillo. Se
interesó igualmente por el Derecho canónico.
[B]. Bibliografía: Marcelo Nasser Olea, Campillo Ibáñez, Cosme, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 264-265, n.º 1.605 [M ARCELO N ASSER O LEA ] (μέτρια
νομικός).
88
[B]. Bibliografía: María Rosa López-Barajas, Campos Pulido, José María,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 183, n.º 181 [M ARÍA R O SA LÓ PEZ -BARAJAS]
(σόφος).
89
inglesa publicada en Chicago en 1959 y existe una versión francesa publicada en
Bruselas en 1959, con el imprimátur del obispo de Aix-en-Provence, editada
dentro de la misma colección donde había aparecido el libro del jesuita Jean
Beyer sobre Les Instituts séculiers), Secolarità e professioni negli Istituti Secolari
(1957), La piena dedizione negli Istituti Secolari (1958) y Los Institutos Seculares
(1960). J. M. Perrin señaló la autoridad de Canals en esta materia desde su
puesto de Presidente de la Comisión de Institutos Seculares dentro de la Sagrada
Congregación de los religiosos y la revista Scrinium de Friburgo consideró el libro
de Canals como «un estudio excelentemente documentado». En Estado de
perfección y sacerdocio (1953) se hace eco de una Alocución de Pío XII del 8 de
diciembre de 1950 a los Delegados del Congreso general de Religiosos
celebrado en Roma (el texto de la alocución puede verse en Acta Apostolicae
Sedis, del 10 de enero de 1951). En este trabajo Canals comenta igualmente el
Decreto Primum inter de 16 de junio de 1950, sobre la Sociedad Sacerdotal de la
Santa Cruz y Opus Dei. Respecto al “nihil sine Episcopo” de los sacerdotes de
dicha Sociedad, lo entiende en la vocación, en la consagración, en la vida
sacerdotal y en la vida de apostolado, porque según San Josemaría Escrivá «a
confratribus sacerdotibus nullo modo distingui velint, sed totis viribus uniri
nitantur» (ver p. 34). Escribió también Adnotationes ad “Normae dantur quoad
conventus qui accomodatam statutum perfectionis renovationem respiciunt (1956)
y Sobre el paso del orden administrativo al orden judicial en el Derecho canónico
positivo (1952), precisando que «ningún texto jurídico positivo concede al
Tribunal de la Signatura Apostólica la potestad de poder examinar una cuestión
fallada legítimamente por una Sagrada Congregación en vía disciplinar». No
obstante, su producción más meritoria (al menos editorialmente) se inserta dentro
de la Teología espiritual, con numerosas ediciones y traducciones a varios
idiomas de su libro Ascética meditada. Pero, por encima de todo esto, como ya
señalé en otra ocasión, «fue una de las almas más nobles, una de las
personalidades más luminosas y atractivas que he tenido la suerte de conocer».
San Josemaría Escrivá, con ocasión del óbito de Canals, encontrándose en
Barbastro donde le era concedida la medalla de oro de la ciudad, hizo una pausa
en la lectura de su discurso de agradecimiento, para decir: «Perdonad. Yo estoy
muy emocionado, por doble motivo: primero por vuestro cariño; y además, porque
a última hora de ayer recibí un aviso de Roma comunicándome la defunción de
uno de los primeros que yo envié para hacer el Opus Dei en Italia. Un alma
limpia, una inteligencia prócer, doctor en Derecho Civil por la Universidad de
Madrid, entonces Universidad Central; doctor en Derecho Canónico por la
Universidad Lateranense; abogado rotal. Después, en tiempos de Juan XXIII,
nombrado auditor de la Rota. Ha servido a la Iglesia con sus virtudes, con su
talento, con su esfuerzo, con su sacrificio, con su alegría, con este espíritu del
Opus Dei que es de servicio. Yo debería estar contento de tener uno más en el
Cielo, ya que tan frecuentemente en una familia tan numerosa tiene que suceder
un hecho de este género. Pero estoy muy cansado, muy cansado, muy
abrumado. Me perdonaréis, y estaréis contentos de saber que tengo corazón».
[C]. Bibliografía: José Orlandis Rovira, Canals Navarrete, Salvador, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 184-185, n.º 184. Ver abundantes
alusiones a Canals en un libro reciente de Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo.
Un hombre fiel, Madrid, 2012, pp. 224, 227, 232, 253, 255, 263, 269, 270, 276,
279, 280, 282, 286, 287, 295, 302 y 334 [JO SÉ O RLANDIS R O VIRA ] (σόφος).
90
CAPUTO, Giuseppe (1936-1991) . [N.º 104]. [A]. Nació en Teano el 16 de
septiembre de 1936 y falleció el 5 de septiembre de 1991. Hizo los estudios de
Jurisprudencia en la Universidad de Roma La Sapienza, donde realizó su tesis de
laurea sobre la vida y el pensamiento de Marco Minghetti, que le sirvió para
publicar tres trabajos significativos sobre la materia, donde recoge los resultados
de su memoria doctoral: Il pensiero religioso di Marco Minghetti, en Rassegna
storica del Risorgimento, año 48, fasc. 1 (1961), 20 pp. de la separata; La
separazione fra Chiesa e Stato e i suoi presupposti ideali nel pensiero di Marco
Minghetti, en Archivio Giuridico “Filippo Serafini”, vol. XXXI, fasc. 1-2, Serie 6
(1962), 42 pp. de la separata; La libertà della chiesa nel pensiero di Marco
Minghetti, Milán, 1964, que recoge ya una monografía en toda regla de 161 pp.,
no simples artículos de revista. Completó su formación en la Universidad de
Estrasburgo. Su iniciación científica se había producido con Carlo Arturo Jemolo
en Roma, y en la Facultad de Jurisprudencia romana fue asistente de la
asignatura de Derecho canónico con Pietro Agostino d’Avack. A Jemolo le dedicó
unas páginas llenas de simbolismo: Carlo Arturo Jemolo e la poesia della
memoria, en Il cannochiale, n.º 1-2 (1969), pp. 195-208. Encargado de la
docencia de la asignatura de Derecho canónico en la Universidad de Bolonia
desde el primero de marzo de 1969. Más tarde como consecuencia de haber
vencido el correspondiente concurso nacional pasó a ser profesor extraordinario
desde el primero de enero de 1974 y tres años más tarde catedrático de Derecho
canónico del Alma Mater, en sede jurídica. Enseñó en Bolonia Derecho canónico
y también la disciplina de Derecho musulmán. Fue director del Instituto Jurídico
Antonio Cicu de la Universidad de Bolonia desde 1985 a 1991. Dicho Instituto
Jurídico adquirió el nombre con el que era conocido a partir de 1962, año en que
falleció el que había dirigido dicha biblioteca, el propio Antonio Cicu desde 1927 a
1962. Pasó a denominarse a partir del 23 de febrero de 2002 Departamento de
Ciencias Jurídicas “A. Cicu”. En 1992, recordando a Caputo, se abrieron dentro
del entonces Instituto dos salas de estudio que recibieron los nombres de dos
grandes canonistas y eclesiasticistas, que fueron catedráticos de Bolonia Carlo
Arturo Jemolo y el propio Giuseppe Caputo. Nos consta que Giuseppe Caputo
dirigió numerosas tesis de laurea en el Alma Mater, pero solo hemos podido
localizar seis de ellas, que resultan significativas, de puntos de vista distintos, ad
casum Massimo Mattiuzzi, L’opera pastorale e teologica di Albino Luciani, Facoltà
di Giurisprudenza, año académico 1988-1989 y la memoria de Anna Cardiota, La
Chiesa e le sessualità altre, Facoltà di Giurisprudenza, año académico 1987-
1988. Además, las de Alessandro Cascio, Le organizzazioni cattoliche nel
Ravennate dopo l’unità italiana, Facoltà di Giurisprudenza, año académico 1979-
1980; Carla Garrasi, I principi ispiratori del Diritto penale canonico e la nuova
codificazione, Facoltà di Giurisprudenza, año académico 1984-1985; Giorgia
Donati, Diocesi di Ravenna: movimento cattolico e rivolgimenti sociali nel primo
‘900, Facoltà di Giurisprudenza, año académico 1986-1987; Lucio Merlin, Decime
e privilegi della Collegiata di S. Giustina di Monselice nel manoscritto di
Mercantonio Ferrazzi, Facoltà di Giurisprudenza, año académico 1987-1988.
Caputo promovió en los años ochenta del pasado siglo, prestándole mucha
atención, la recuperación del antiguo Collegio dei Fiamminghi, creado por Jean
Jacobs. Giuseppe Caputo fue una persona de una finísima sensibilidad, que
como no podía ser de otro modo tuvo también sus frutos en el campo de la
poesía y de la literatura de ficción.
[B]. Destacamos entre otras publicaciones suyas, aparte de las ya
indicadas supra: La qualificazione giuridica dello Stato in materia religiosa, Milán,
1965, 237 pp., aparecida en la colección “Il diritto ecclesiastico” [esta obra, según
91
se indica en una advertencia preliminar, había sido publicada parcialmente en
1964, y en su integridad en una edición provisional en 1965; en este libro, donde
se dedica por cierto un capítulo al Estado fascista (pp. 81-111), Caputo agradecía
a Carlo Arturo Jemolo, Pietro Agostino d’Avack y Pietro Gismondi que le hubieran
animado y seguido en la elaboración de la publicación de su obra, junto a los
profesores Vezio Crisafuli, Luigi Scavo Lombardi y Luigi De Luca]; Rabelais e il
diritto canonico: ancora sulla religione di Rabelais, en Rivista italiana per le
scienze giuridiche, vol. XI, Serie 3 (1967), pp. 274-375; Il separatismo cavouriano,
en La legislazione ecclesiastica, que recoge las Actas del Congreso
conmemorativo del centenario de las leyes administrativas de unificación, Neri
Pozza, 1967, pp. 67-91; Il carattere sacro di Roma, en Studi per la revisione del
Concordato, Padua, 1970, pp. 240-297; Il carattere sacro di Roma, Milán, 1971,
en esta ocasión un tomo de 218 pp.; La Chiesa e l’Italia: 1870-1871, en Clio, n.º
1-4 (1970), pp. 61-86; Sul caso Cordero, en Giurisprudenza costituzionale, año
XVII, fasc. 5-6 (1972), pp. 2857-2867; La tutela dei figli, en Studi sul divorzio,
Padua, 1972, pp. 318-338; Elogio della disperazione, en Nord e Sud, n.º 251
(1975), pp. 98-110; Le garanzie del disenso, en Nord e Sud, n.º 147 (1975), pp.
53-67; Il problema dei pubblici poteri: tecnologia e valori della tradizione, Trieste,
1976; Dalla libertà degli uguali alla libertà dei diversi (Antisemitismo e teoria dei
diritti di libertà), en Il pregiudizio antisemitico in Italia, Roma, 1984, pp. 147-162,
volumen coordinado por Caputo y que contó con las colaboraciones de
Bernardino Cocchianella, Andrea Zanotti, Alceste Santini, Eugenio Melani,
Emanuele Ascarelli, Mario Toscano, Anna Isolina Di Nola, Lucia Mazzola,
Gianluca Loredana, Massimo Jasonni y Raffaele Botta; Discorso di Giosuè
Carducci per l’ottavo centenario, con ocasión del noveno centenario de la
fundación de la Universidad de Bolonia, con presentación de rector Fabio
Roversi-Monaco, Bolonia, 1988, 161 pp., cuyo texto recoge también versiones en
francés e inglés; Scritti minori, Milán, 1998, grueso vol. de 744 pp. Por último su
obra más famosa desde el punto de vista del Derecho canónico Introduzione allo
studio del diritto canonico moderno, vol. I, Lo jus publicum ecclesiasticum, Padua,
1978, y vol. II, Il matrimonio e le sessualità diverse: tra istituzioni e trasgressione,
Padua, 1983, quizás su obra más significativa y más reconocida, utilizado como
instrumento de estudio y de trabajo en la docencia de la asignatura de Derecho
canónico, donde Caputo trataba de poner de relieve el carácter «crítico y
problemático» del Derecho canónico, del que «no pretende dar una información
minuciosa y exhaustiva», sino centrar la atención en puntos capitales que, a su
juicio, son: las relaciones Iglesia-Estado, el derecho público de la Iglesia (no el
Derecho eclesiástico del Estado), el matrimonio y los diversos problemas
sexuales que conlleva, todo ello con una impronta sobre todo cultural y a la vez
analítica, que no descuida los principios generales del ordenamiento canónico y
su evolución histórica en particular. Inicia la obra con un fragmento de Pier Paolo
Pasolini y la cierra con una poesía del propio Pasolini, titulda La religione del mio
tempo (pp. 257-259 del libro de Caputo). En su exposición introductoria,
terminada de escribir en abril de 1978, Caputo señala sobre el Derecho canónico:
«En las Universidades estatales el Derecho canónico no puede tener otra
dimensión que un corte cultural: no tiene sentido enseñarlo como si los
estudiantes debiesen mañana convertirse en ejercientes de aquel derecho: y
quizás discutir acerca de la materia y de la forma de los sacramentos o de los
derechos de estola» (Introduzione allo studio del diritto canonico moderno, I, pp.
XIII-XIV). Por eso creo que en una Universidad estatal debe introducirse en los
estudios canonísticos un capítulo inédito (aun cuando su lugar no sea el de la
exposición manualística, sino el de la profundización monográfica): la Iglesia vista
92
“por lo otros”, la reacción que las reglas y las instituciones canónicas provocan en
la cultura laica. Me es lícito recordar, que en esta perspectiva en los últimos años
de mis enseñanzas en Bolonia he dedicado una parte, breve, pero quizás no
infecunda, de mi docencia al estudio de la Iglesia en la obra de los “otros”, y
particularmente de Antonio Gramsci» (pp. XIII-XIV). De esta forma, cuando tuvo a
su cargo las enseñanzas de Derecho canónico en la Universidad de Bolonia
durante años recomendó para la superación del examen de la materia la lectura
de Antonio Gramsci (1891-1937), de parte de las numerosas páginas que escribió
en la cárcel, en concreto las luego recogidas en el volumen sobre Il Vaticano e
l’Italia, en la versión publicada en Roma por Editori Riuniti, donde el lector tiene a
su disposición un material selecto de ideas que reflejan el particular punto de
vista marxista y de comunismo culturalista de Gramsci, sobre las relaciones entre
la Iglesia Católica y el Estado italiano, y la articulación que se tradujo luego en el
reconocimiento en los Acuerdos de Letrán de 11 de febrero de 1929. Por otro
lado, René Metz comentó esta obra considerándola distinta completamente de
los manuales habituales de Derecho canónico, como “libro inconformista”. Metz
comparaba a Caputo con Rudolf Sohm, calificándolo como un “Sohm
postconciliar”.
[C]. Bibliografía: la Associazione Erchetempo de Teano, en Giuseppe
Caputo, un illustre teanese, en su revista Il Sidicino, año IV, n.º 3 (marzo 2007), le
dedica tres párrafos en su honor. Andrea Zanotti ha tenido oportunidad de
poetizar sobre Giuseppe Caputo, en Sull’intelligenza ed il cuore di Giuseppe
Caputo, resumen en Bibliomanie.it, www.bibliomanie.it/intelligenza_cuore_
giuseppe_caputo_zanotti.htm, pero, en estas dos páginas y media, a mi modesto
entender, no se dice nada concreto, salvo resaltar la genialidad de Caputo, la
juventud de Bolonia «en la búsqueda de un mito que se había perdido» y «la
temeraria profundidad con que hablando de las relaciones entre la Iglesia y los
Reinos de lo Invisible, nos enseñaba que no hay una solución de continuidad
entre el cielo y la tierra, entre nuestra finitud y lo eterno». Todo dentro de la
conmemoración dedicada a Giuseppe Caputo a los veinte años de su traspaso, el
25 de octubre de 2011. Intervinieron Ivano Dionigi, rector de la Universidad;
Giovanni Luchetti, decano de la Facultad de Jurisprudencia boloñesa, otro
anterior rector que lo conoció Fabio Roversi-Monaco (hombre muy recordado por
muchos administrativistas españoles que se doctoraron en Bolonia, entre otras
cosas porque no había forma de concertar una sola cita con él, aunque su talante
liberal hacía que siempre se resolviera todo y se defendieran las tesis de laurea
sin problemas) y Piero Belini de la Accademia dei Lincei. Sin embargo, sí resulta
útil el resumen biográfico de apenas dos páginas Prof. Giuseppe Caputo, 5
settembre 1991, en Annuario dell’Università, 1991-1992, que puede consultarse
en la red, aunque da la impresión de estar escrito a vuelapluma [M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σόφος) (άβροβάτης).
94
CARDOSO, João (siglo XV) . [N.º 107]. [A]. Portugués, de la diócesis de
Lamego, que fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de
Bolonia por Jorge da Costa, arzobispo de Lisboa, y su cabildo. Sería admitido por
Rodrigo Osorno el 2 de abril de 1481. En el curso 1483-1484 fue consiliario del
San Clemente y rector en 1485-1486. Su elección estuvo rodeada de una cierta
polémica, ya que los colegiales eligieron el 1 de mayo de 1485 a dos rectores,
Francisco de Gibraleón y Jacobo Sandoval. No obstante, el Legado papal en
Bolonia anuló ambas elecciones y nombró al aragonés Jacobo Molón, que había
sido rector hasta entonces. No obstante, el mes de junio de 1485 ya es rector
João Cardoso, pero el 17 de marzo de 1486 ocupaba ese puesto Juan de Toledo.
Se desconocen las razones de que renunciara al cargo. El 11 de febrero de 1488
Cardoso es presentado por el rector de la Universidad como estudiante pobre
para que pudiera ser examinado y doctorado gratuitamente, siendo dispensado
del requisito de haber leído o repetido el Decreto durante un año íntegro.
Presentado el 15 de febrero de 1486 por cuatro doctores, se examinó del
doctorado en ambos Derechos, siendo aprobado con dos votos negativos en
Derecho Canónico y por unanimidad en Derecho Civil, entregándole las insignias
doctorales Giovanni de Sala. Probablemente se ausentó del Colegio de España
en el segundo semestre de 1487.
[B]. Bibliografía: Salvador Claramunt, Procedencia de los incunables de la
biblioteca del Colegio de España en Bolonia, en El cardenal Albornoz y el Colegio
de España, Bolonia, 1973, vol. III, p. 204, n.º 4; Antonio Pérez Martín, Proles
Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 399-400, n.º 468; Celestino Piana, Il “Liber
Secretus Iuris Pontificii” dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p.
106; António Domingues de Sousa Costa, Portugueses no Colégio de S.
Clemente e Universidade de Bolonha durante o século XV, pp. 206-217, 251-252
y 254 y Pérez Martín, Cardoso, João, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 272-273, n.º 1.622
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
CARO, Rodrigo (siglo XV) . [N.º 108]. [A]. Canonista originario de una
localidad del territorio de la archidiócesis de Sevilla. Fue presentado a una plaza
de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por el Vicario general
de la hispalense Juan Diego de Madrigal y el cabildo de la archidiócesis para que
estudiara Derecho canónico en la Universidad. Sería recibido el 15 de marzo de
1468 en la institución albornociana por Pedro de León de Sevilla, prometiendo
presentar en el plazo de un año las cartas del arzobispo que era Alfonso de
Fonseca, cosa que ocurrió tiempo después, ratificándose la admisión el 22 de
julio de 1469; no obstante, los ocho años de su estancia en el Colegio se
contabilizarían desde su admisión condicionada. Sería rector de la institución el
curso 1470-1471 y consiliario canonista en 1471-1472 y 1472-1473. Aprovechó
su paso por Bolonia para viajar a Venecia, a Roma (donde en la curia consiguió
un breve de Calixto IV autorizándole para hacer estudios de Teología) y a
Ferrara. El 13 de mayo de 1474 volvió a marchar a Roma y da la impresión de
que no regresó al Colegio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 348-350, n.º 395 y Caro, Rodrigo, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 274, n.º 1.624
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
95
CARRILLO DE ALBORNOZ, Alfonso (siglos XV-XVI) . [N.º 109]. [A].
Natural de Cuenca. Era hijo de Peragano de Ribera y de Constancia de
Mendoza. El 8 de octubre de 1500 fue admitido en el Colegio de España de
Bolonia por el rector Juan Soto, con las condiciones requeridas de presentar en el
plazo de un año pruebas de limpieza y pertenecer a la familia albornociana; las
pruebas fechadas en Cuenca en junio de 1502 fueron presentadas al rector y a
los consiliarios el 10 de agosto de 1502. Se doctoró en Derecho Canónico el 26
de abril de 1508. El 31 de mayo de 1509 se le concedió licencia para ausentarse
del Colegio. En 1520 Alfonso Carrillo y Sancho de Miranda fueron a Roma con el
fin de conseguir un privilegio para los colegiales del San Clemente. Fue tesorero
y canónigo de la diócesis de Cuenca y en 1530 era obispo de Vesti.
[B]. Bibliografía: Celestino Piana, Ricerche su le Università di Bologna e di
Parma nel secolo XV, Florencia, 1963, pp. 192, 238 y 244 y Nuovi documenti
sull’Università di Bologna e sul Collegio di Spagna, Bolonia, 1976, p. 123 y
Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 496-497, n.º
595 y Carrillo de Albornoz, Alfonso, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 277, n.º 1.631 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
96
133 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 521-523,
n.º 609 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
97
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 278, n.º 1.633 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
98
Instituto de Integración del Saber, un centro de vital importancia dentro de la
mencionada Casa de Estudios. Como afirman Leiva y Abásolo, toda esta serie de
actividades docentes y directivas no impidió, sin embargo, que Casares tuviera
una vasta producción científica. El más importante de sus libros, La Justicia y el
Derecho (1935), es considerado por Massini-Correas el libro fundador del
iusnaturalismo argentino contemporáneo. En dicha obra Casares se ocupó de
defender las tesis principales de la teoría clásica de la ley natural, la misma que
plasmó en tantos votos como magistrado y que iluminó toda su actuación pública
y privada. Su principal punto de apoyo a lo largo de La Justicia y el Derecho fue
la filosofía jurídica de Santo Tomás de Aquino, figura que constituyó un punto de
referencia constante a lo largo de toda su vida. Transcribo para terminar unas
palabras de Mons. Octavio Derisi, quien fuera rector de la Universidad Católica
durante muchos años: «Pocas veces en la historia de nuestro País, se han
conjugado tan fuerte y armoniosamente, inteligencia y vida y formación intelectual
y conducta cristiana, como en Casares. Fue maestro insigne en la doctrina del
derecho y en la filosofía, y a la vez maestro insigne en su ejemplar vida
cristiana». En suma, Tomas D. Casares, fue un auténtico intelectual católico.
[C]. Bibliografía: Santiago Legarre, Casares, Tomás D., en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 280-281, n.º 1.638 [SANTIAGO LEGARRE] (σόφος).
99
Opus Dei desde 1958 a 1966, año en que regresó a México. Previamente había
viajado en 1948 por casi toda América del Norte y del Sur tratando de explicar el
Opus Dei a obispos, arzobispos, cardenales y a otras personas que pudieran
estar interesadas en el conocimiento de esta nueva institución.
[C]. Es autor de un libro autobiográfico Soñad y os quedaréis cortos.
Testimonio sobre el Fundador, de uno de los miembros más antiguos del Opus
Dei, Madrid, 1994, obra que ha sido traducida a diversas lenguas que han titulado
este libro de una forma distinta (Al di là dei sogni più audaci: gli inizi dell’Opus Dei
accanto al fondatore, Milán, 1995; Rêvez, la réalité dépassera vos rêves:
témoignage sur le Fondateur de l’un des premiers membres de l’Opus Dei, París,
1997; Nicht einmal in Traum, Colonia, 2002 y Dream and your dreams will fall
short, Londres y Nueva York, 2008).
[D]. Bibliografía: Ana Sastre, Tiempo de caminar, Madrid, 1989, pp. 151,
160-163, 178, 181, 191, 206-210, 219-224, 226, 227, 232, 246, 255, 275, 285,
329, 357, 396 y 641 y Amadeo de Fuenmayor, Valentín Gómez-Iglesias y José
Luis Illanes, L’itinéraire juridique de l’Opus Dei. Histoire et défense d’un charisme,
París, 1992, pp. 405, 420, 702 y 703. Informa igualmente con mucha profusión
sobre Casciaro, Andrés Vázquez de Prada, en El Fundador del Opus Dei. Mons.
Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), Madrid, 1982, pp. 161, 162, 178,
179, 182, 189-191, 298 y 369 y en El Fundador del Opus Dei, Madrid, 2002, vol.
II, pp. 29, 68, 88, 89, 90, 93, 94, 95, 99, 105, 108, 110, 111, 118, 136, 157, 160,
162, 163, 164, 166, 168, 169, 170, 171, 172, 176, 178, 179, 180, 181, 182, 184,
186-195, 198-203, 205, 207, 210, 212, 213, 215, 217, 219, 220, 221, 224, 225,
232, 237, 238, 248, 251, 252, 253, 271-275, 279, 282, 283, 284, 286, 291, 294,
300-306, 308, 309, 312, 313, 316, 318, 330, 331, 333, 335, 340, 341, 343, 345,
361-364, 375, 377, 378, 379, 400, 401, 404, 424, 429, 437, 438, 551, 597, 620,
625, 666, 667 y 698, y Madrid, 2003, vol. III, pp. 30, 36, 48, 51, 132, 145, 181,
186, 213, 214, 216, 218, 223, 228, 232, 235, 237, 255, 261, 274, 277, 278, 279,
322, 324, 326, 351, 352, 382, 383, 384, 405, 413, 510, 553, 585 y 663, aunque
Vázquez de Prada no se refiere prácticamente en ningún momento (sí, en al
menos tres ocasiones) a cuestiones jurídicas o canónicas cuando escribe sobre
Casciaro. Será su hermano José María Casciaro, destacado hombre de ciencia
como escriturista y arabista, quien le preste particular atención (sería temerario
reproducir las páginas donde lo menciona, pues aparece por todos lados), como
no podía ser de otro modo, en Vale la pena. Tres años cerca del Fundador del
Opus Dei, 1939-1942, Madrid, 1998, libro que ha sido traducido al inglés bajo el
título de It is worth while. Three years with the Founder of Opus Dei, Londres y
Nueva York, 2000. Además ofrecen información sobre Casciaro o siguen lo por él
escrito, Mercedes Eguibar Galarza, Guadalupe Ortiz de Landázuri. Trabajo,
amistad y buen humor, Madrid, 2001, pp. 94, 96, 101, 102, 108, 112, 115, 117,
139, 145, 149, 174, 175 y 182; John F. Coverdale, La fundación del Opus Dei,
trad. de Fernando Gil Delgado e Ignacio Barrera, Barcelona, 2002, pp. 146, 147,
148, 149, 180, 186, 187, 188, 215, 216, 217, 218, 219, 221, 222, 223, 226, 227,
228, 229, 230, 233, 234, 235, 236, 237, 239, 240, 241, 242, 243, 245, 246, 247,
248, 256, 257, 274 y 279 y Margarita Murillo Guerrero, Una nueva partitura.
México-Roma (1947-1955), Madrid, 2001, pp. 34, nota 11, 35, 37, 38, 39, 40, 43,
44, 49, 50, 53, 54, 57, 58, 61, 70, 95, 96, 97, 99, 101, 102 y 128. Por último,
Víctor Cano, Los primeros pasos del Opus Dei en México (1948-1949), en Studia
et documenta. Rivista dell’Istituto storico San Josemaría Escrivá, vol. I (2007), pp.
41-64 y Don Pedro Casciaro. Breve historia de “un pobre cura de ultramar”,
México, 2008 y, muy recientemente, Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo. Un
hombre fiel, Madrid, 2012, pp. 159, 165, 193, 287, 288, 290, 293, 309, 318, 357 y
100
508 y Manuel J. Peláez, Casciaro Ramírez, Pedro, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 110-111, n.º 2.464 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(κουφότερος como canonista, σόφος como hombre de gobierno en las
instituciones de la Iglesia católica).
101
octubre de 2007. Era sobrino de Lucas Guillermo Castillo, que fue arzobispo de
Caracas. Estudió Humanidades, Filosofía, Teología y Derecho Canónico en
Bogotá y en Turín. Salesiano, fue ordenado presbítero el 4 de septiembre de
1949. Ha sido docente de Derecho Canónico en Venezuela y en Turín en el
Pontificio Ateneo Salesiano. Doctor en Derecho Canónico, obtuvo posteriormente
el doctorado h. c. por la Universidad de San Pablo de Ottawa. Amplió su
formación canónica en la Universidad de Bonn. Sería provincial de la Sociedad
Salesiana en Venezuela (1966-1967). Elegido obispo titular de Precausa el 26 de
marzo de 1973, era al mismo tiempo nombrado coadjutor de Trujillo, con derecho
a sucesión. Su consagración episcopal se llevó a cabo en Caracas el 24 de mayo
de 1973. Fue Secretario de la Comisión Pontificia para la reforma del CIC,
nombrado el 20 de febrero de 1975, de la que llegaría a ser Pro-Presidente. El 18
de enero de 1984 fue nombrado Pro-Presidente de la Comisión para la
Interpretación Auténtica del CIC, con nominación de Presidente desde el 27 de
mayo de 1985. En 1985 accedió al cardenalato (creado el 25 de mayo de 1985) y
desde 1 de marzo de 1989 fue Presidente de la Comisión para la Interpretación
de los Textos Legislativos. Sería también Presidente de la Comisión Pontificia
para el Estado de la Ciudad del Vaticano (nombrado el 31 de octubre de 1990) y
Presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica. A este
último puesto renunció el 24 de junio de 1995. Miembro de varias
Congregaciones Pontificias y del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica.
Ha publicado algunos trabajos de contenido histórico-canónico muy citados,
particularmente su libro Coacción eclesiástica y Sacro Romano Imperio.
Interesado particularmente por la ciencia canonística alemana, sigue a K.
Mörsdorf, critica a R. Sohm y no parece importarle demasiado la doctrina
española y latinoamericana. Escribió también sobre los criterios de lectura y
comprensión a tener en cuenta respecto al CIC de 1983. Según Castillo Lara, «el
derecho canónico ocupa un lugar modesto dentro del misterio de la Iglesia, pero
juega un papel necesario. Subordinado a la enseñanza de la Iglesia y
dependiente de la doctrina santa, desempeña, al lado de la doctrina, un
irremplazable parámetro que sirve para guiar al pueblo de Dios, para que éste
avance con seguridad en su camino» y, por otro lado, «en la Iglesia es el
instrumento indispensable para crear el ambiente propicio a la salus animarum.
No es el sepulturero del amor, sino su guardián y defensor».
[B]. Tras su jubilación, regresó a su país. En julio de 2005, en Venezuela
se implicó de lleno en la censura del gobierno de Hugo Chávez, calificándolo de
«fraudulento, y el más nefasto en la historia de Venezuela, donde vivimos una
dictadura» y además añadía que se iba «perfilando una situación intolerable en la
que Venezuela se convierte en otra Cuba. Es una esclavitud». El Presidente
Chávez fue, también en julio de 2005, contundente en su valoración del Cardenal:
«Él es una pantomima. Da tristeza. Tiene el diablo por dentro y el diablo no
respeta sotana», además de calificar a Castillo Lara como «alcahueta de los
gobiernos bandidos de Acción democrática y Copei» y apuntillar al cardenal como
«bandido, inmoral y golpista» y, en alguna otra ocasión, tildándolo de «hipócrita y
diablo con sotana». Cuando el Papa Benedicto XVI recibió el 11 de mayo de
2006 a Hugo Chávez en audiencia en Roma, Castillo Lara hizo unas
declaraciones en las que volvió a reseñar: «Chávez es un déspota peligroso, el
suyo es un régimen dictatorial en el sentido más estricto del término ya que ha
concentrado todos los poderes en sus manos». Castillo Lara no se mostraba
tampoco demasiado partidario del sistema de nombramiento de obispos que rige
el acuerdo entre la Santa Sede y la República de Venezuela de 1964, ya que «la
Iglesia presenta un nombre al Presidente que dispone de un mes para poder
102
presentar objeciones políticas» y Chávez retuvo un año el nombramiento del
nuevo arzobispo de Caracas. Por otro lado, Castillo consideraba que el programa
de Chávez era «la indoctrinación revolucionaria-marxista-cubana».
[C]. Su funeral se celebró en la capilla de San José de la Iglesia que, bajo
la advocación de María Auxiliadora en Güiripa, en el estado de Aragua, había
sido fundada por los abuelos de Castillo Lara en 1904. El funeral fue oficiado por
el administrador apostólico de la diócesis de Maracay, Freddy Fuenmayor. El
Cardenal Jorge Urosa Savino calificó a Rosalío Castillo como «un defensor de la
verdad, la libertad y la justicia», pero no se olvidó también de evidenciar «el
ejemplo de una fe viva en Jesucristo, una consagración a Dios, una gran
devoción a la Santísima Virgen y un ejemplo en la promoción de los derechos
humanos que puso muy de relieve de acuerdo con sus convicciones personales».
Con ocasión de su óbito, el pontífice Benedicto XVI resaltó «su gran dedicación a
la causa del Evangelio» y compendió su figura como la un «celoso Pastor que
con tanta caridad ha servido a la Iglesia» (16 de octubre de 2007).
[D]. Sus publicaciones más significativas fueron: La potestad coactiva
material suprema de la Iglesia en las Actas Conciliares y epístolas de los
Romanos Pontífices desde Alejandro III hasta Bonifacio VIII: investigaciones
sobre un presupuesto fundamental de las relaciones entre Sacerdocium e
Imperium, que fue un resumen publicado de su tesis defendida en la Facultad de
Derecho Canónico del Pontificium Athenaeum Salesianum, Turín, 1955, 59 pp.;
Coacción eclesiástica y sacro romano imperio: estudio jurídico-histórico sobre la
potestad coactiva material suprema de la Iglesia en los documentos conciliares y
pontificios del periodo de formación del Derecho canónico clásico como un
presupuesto de las relaciones entre Sacerdocium e Imperium, Turín, 1956, 305
pp.; Estado actual de los trabajos de la Pontificia Comisión para la Revisión del
C.I.C., en Ius Canonicum, vol. XVI, n.º 32 (1976), pp. 37-47; colaboró en el Curso
de derecho matrimonial y procesal canónico para profesionales del foro, recogido
en Estudios en honor del profesor Juan Sánchez y Sánchez, Salamanca, 1990,
pp. 11-14 y publicó la biografía del Padre Ojeda: una vida dedicada a la
educación de los jóvenes, Los Teques, 2002, 280 pp. Además coordinó el
homenaje científico a Alfons M. Stickler, que vio la luz en Roma en 1992 en un
vol. de 627 pp.
[E]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Castillo Lara, Rosalío, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 282-284, n.º 1.644 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
CAVA, Francisco (siglo XVI) . [N.º 118]. [A]. Era natural de Huclano,
diócesis de Segovia. Era hijo de Agustín Cava y de Isabel Maestra. Estudió
Jurisprudencia en Salamanca. Fue presentado por Bernardo de Fresnada, obispo
de Cuenca, y el deán y cabildo conquenses a una plaza de colegial del San
Clemente de los españoles de Bolonia. Fue admitido por el rector Alfonso
Hermosa. Su disertación de ingreso versó sobre X 1.6.56. Como testigos de su
admisión estuvieron los capellanes Pedro Fernández y Francisco Vivero. Fue
ecónomo, consiliario canonista y rector de la institución albornociana. El 29 de
diciembre de 1572 fue dispensado de los impedimentos existentes para ser
admitido al examen de ambos Derechos, siendo Romeo Bochi su promotor de
turno, Ludovico Segni su promotor de Derecho civil y Antonio Glavarino el
promotor de Derecho canónico. El 30 de diciembre de 1572 se doctoró en ambos
derechos, recibiendo las insignias doctorales de Antonio Glavarino. Al final de su
103
etapa rectoral en el San Clemente se produjeron una serie de escándalos en la
institución, hasta el punto de que el Cardenal protector suspendió la elección del
nuevo rector que debía llevarse a cabo el 1 de mayo de 1572. Da la impresión
que poco después de doctorarse regresaría a España en 1573.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 267, n.º
2.466 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 976-
977, n.º 926 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
CELANO, Juan de (siglo XV) . [N.º 120]. [A]. Era capellán en 1453 del
Colegio de San Clemente de los españoles de Bolonia. Asistió a la visita
canónica hecha a la institución el 3 de septiembre de 1453. El 4 de febrero de
1454 fue presentado por Antonio di S. Pietro, Melchiore de Muglio, Antonio de
Grasis y Ludovico di Muzolis para examinarse del doctorado en Derecho
Canónico, siendo aprobado por todos los doctores, tras doctorarse en privado en
la sacristía recibiendo las insignias doctorales de Melchiore de Muglio.
[B]. Bibliografía: sobre su etapa boloñesa consultar Celestino Piana, Il
“Liber Secretus Iuris Pontificii” dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989,
p. 14 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, p. 286, n.º
306 y Celano, Juan de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
104
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 285, n.º 1.649 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
105
Eugenio Pacelli, Luigi Lavitrano, Carlo Dalmacio Minoretti, Joseph MacRory y
Jean Verdier. Fue Patriarca de Lisboa tras ser nombrado el 18 de noviembre de
1929 hasta 1971. Le substituyó António Ribeiro, que estuvo al frente del
Patriarcado entre 1971 y 1998. Cerejeira desarrolló buena parte de su actividad
durante las dictaduras de António de Oliveira Salazar (1889-1970) y Marcello
José das Neves Alves Caetano (1906-1980). Intervino en la creación de la
Universidad Católica y en la elaboración y firma del Concordato entre la
República Portuguesa y la Santa Sede de 1940. Recogemos algunas de sus
publicaciones: Notas históricas sôbre os ordenados dos lentes da Universidade,
en Byblos, vol. II, n.º 12 (1926) y vol. III, n.º 1 (1927), 68 pp. de la tirada aparte
del trabajo; A Idade Média, Coimbra, 1936; Dever de Portugal para com as
comundades Lusíadas da América do Norte, Lisboa, 1945; La Iglesia y el
pensamiento contemporáneo, trad., prólogo y artículo adicional de Jesús
Iribarren, Madrid, 1945; A condição do cristão na construção histórica do mundo,
Lisboa, 1958; Discurso à juventude portuguesa: a opção materialismo-
cristianismo, Lisboa, 1962 y O Renascimento em Portugal, Coimbra, 1974-1975,
4.ª ed., 2 vols.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Cerejeira, Manuel Gonçalves, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 287, n.º 1.653 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
106
el Seminario diocesano pamplonés y se doctoró en Derecho Canónico en la
Universidad de Comillas (1911). Tras desarrollar su labor pastoral por diferentes
parroquias navarras, fue profesor del Seminario, canónigo penitenciario (1931) y
director del Centro Catequístico Diocesano. Escribió en diferentes revistas y
boletines, como Mensajero Eucarístico, El Mensajero de la Reina de los
Corazones, (Tortosa), Vida Catequística y Boletín Oficial Eclesiástico (Pamplona).
Es autor de las obras Derecho Diocesano, Pamplona, 1929; D. Cipriano Olaso
Aranguren, Fundador y Director del Centro de la Unión Apostólica de Sacerdotes
seculares... muerto en olor de santidad: breve noticia de su santa vida y de sus
escritos conforme... por la Junta Directiva de la U. A., Aramburu, Pamplona, 1941
e Historia Sagrada, Secretariado Catequístico Diocesano, Pamplona, 1960
[R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (κουφότερος).
CLAVER, Juan (siglo XIV) . [N.º 127]. [A]. Fue colegial del San Clemente
de los españoles de Bolonia. Durante el periodo 1390-1391 parece que sería
Rector del Colegio, aunque hay quienes afirman que ese puesto lo desempeñaba
entonces Fernando Martínez. Era licenciado en Derecho Canónico en 1382. El 23
de agosto de 1390 se examinó del doctorado en Cánones, siendo presentado por
Lorenzo Pinu, recibiendo un voto de gracia, otro negativo y los demás positivos.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 170, n.º 107 y Claver, Juan, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 302, n.º 1.673 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
107
CÓFRECES MERINO, Evencio (1941-2001) . [N.º 128]. [A]. Natural de
Quintanilla de Onsoña (Palencia), donde nació el 25 de abril de 1941. Cursó
estudios en el Seminario de León y más tarde en el de Palencia, con notable
brillantez. Fue ordenado como presbítero el 29 de junio de 1964. Pertenecía a la
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que solicitó la admisión en 1965. Se
licenció y doctoró en Teología e hizo la licenciatura en Derecho Canónico en la
Universidad de Navarra. Fue docente de Teología Moral de esta última
Universidad y del Estudio Teológico de San Ildefonso de Toledo. Vicario Judicial
de la Archidiócesis de Toledo y además canónigo y deán de la Catedral. Autor de
numerosas publicaciones de Derecho Canónico y de Teología Moral sobre las
diferencias entre legalidad y moralidad (Lo legal y lo moral en la sociedad –
relación y diferencia–, que publicó la Universidad Pontificia de Salamanca en
1977), conciencia y libertad, doctrina social de la Iglesia, la solidaridad, la
sexualidad humana, la ética natural, la obligatoriedad moral de las leyes
humanas, la tolerancia en la ley civil y la dispensa de las leyes humanas. Otros
libros suyos fueron Conciencia cristiana y magisterio de la Iglesia sobre
cuestiones temporales (1974) y Teología moral fundamental. Fundamentos de
vida cristiana, Pamplona, 1998, escrito con Ramón García de Haro. La formación
jurídica de Cófreces y de García de Haro (doctor en Derecho del Trabajo por la
Universidad de Barcelona) resulta clave en una obra como ésta. Todo buen
moralista tiene que tener estudios jurídicos y canónicos, porque de lo contrario se
pierde en divagaciones antropológicas inútiles, poco prácticas y propias de quien
deseando decir algo, se pierde en prosas que no sirven para nada. Basta un solo
ejemplo, comparar el rigor, la claridad y la solidez con el paso del tiempo de San
Alfonso María de Ligorio o de Dominicus Prümmer, con cualquier libro o artículo
de moral escrito por Carlo Caffarra. Demos gracias Dios porque Caffarra fue
apartado de la ciencia para dedicarse a labores pastorales.
[B]. Personalidad afectuosa y leal, que llevó a cabo una amplia labor de
dirección espiritual en Toledo y muchos compañeros y discípulos suyos, luego
obispos, requirieron su consejo pastoral, moral y jurídico-canónico, ya que
apreciaban en mucho sus conocimientos, sus dotes de gobierno, su visión
sobrenatural y su fidelidad al cardenal Marcelo González Martín, que logró que
Cófreces fuera en algunas de las ternas de propuestas de obispos, pero no era
ese el destino que la Providencia tenía reservado para él, a lo que no fue ajena
alguna que otra (más de una y de dos) –quizás no tan providencial– turbulencia
prelaticia carpetovetónica. Pertenecía a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz
como socio agregado, institución en la que solicitó la admisión en 1965. Falleció
de una penosa enfermedad, sobrellevada con meritorio optimismo cristiano el 11
de abril de 2001 en Pamplona, siendo enterrado en Quintanilla de Onsoña.
[C]. Bibliografía: s. a., Evencio Cófreces Merino, en la sección In pace, de
Romana. Boletín de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, año XVI, n.º 32
(enero-junio 2001), pp. 111a-112a; Manuel J. Peláez, Cófreces Merino, Evencio,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 237, n.º 227 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος,
particularmente como moralista y en menor medida como canonista).
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Pedro de Briones. El 3 de mayo de 1485 consintió en la confirmación en el cargo
de rector, con la mayoría de los colegiales, en la persona de Jacobo Molón.
Durante su etapa boloñesa tuvo largas ausencias del Colegio, desde el 7 de junio
de 1485 al 29 de abril de 1486, desde el 2 de junio de 1486 al 4 de julio de 1486 y
del 16 de octubre de 1486 al 4 de febrero de 1487. Durante el curso 1487-1488
sería Rector del Colegio de España y como tal intervino decisivamente en la
reforma de los Estatutos de la institución albornociana, dispensó al colegial
Graciano Mejía que pudiera seguir en el Colegio después de doctorarse en
Medicina, y logró que, durante su rectorado, estuviesen ocupadas las treinta
plazas de colegiales. El 9 de octubre de 1488 una sentencia estableció, entre
otras cosas, que Collantes ese año fuese consiliario canonista y que si desease
doctorarse dentro de los seis meses siguientes el Colegio le abonase los gastos
de doctorado en atención a lo mucho que había trabajado por la institución
albornociana. El 27 de diciembre de 1488 fue dispensado para presentarse a
examen del doctorado en Derecho Canónico. El 30 de diciembre de 1488 realizó
el examen de doctor en Cánones, recibiendo las insignias doctorales de manos
de Agamenone de Calvis. El 18 de enero de 1489 se le concedió licencia para
ausentarse del Colegio. Regresó al San Clemente como Visitador en 1494 y
1501. Formó parte del séquito del pontífice Alejandro VI. Fue además Visitador
de la catedral y diócesis de Sigüenza en nombre del Cardenal Bernardino de
Carvajal.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 408-411, n.º 482 y vol. IV, p. 2218; Celestino Piana, Nuovi documenti
sull’Università di Bologna e sul Collegio di Spagna, Bolonia, 1976, pp. 151-152 y
Pérez Martín, Collantes, Ignacio de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 303, n.º 1.676 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
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portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 307, n.º 1.684 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
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CUBERO MONFORTE, Pedro († c. 1584) . [N.º 133]. [A]. Natural de
Alcañiz, diócesis de Zaragoza, hijo de Miguel Cubero de Monforte y de Beatriz de
Vespín. Se desconoce cuando se trasladó a Bolonia, pero es seguro que fue
colegial de la institución fundada por Andrés Vives para estudiantes naturales de
Alcañiz y que luego pasó a serlo del San Clemente de los españoles de Bolonia,
presentado por el arzobispo de Zaragoza Fernando de Aragón y el cabildo de la
archidiócesis a una plaza de colegial de la institución albornociana, siendo
admitido el 30 de abril de 1561 por Juan de Paredes. Se le admitió con tal de que
en un tiempo prudencial de ocho meses subsanara algunos defectos que
presentaban sus pruebas, lo que hizo el 29 de julio de 1561. El tema de su
disertación de ingreso en el Colegio versó sobre X 2.2.3. Sería consiliario
canonista durante el curso 1561-1562 y ecónomo del Colegio en 1562-1563. El
15 de enero de 1560 se doctoró en Derecho Civil en la Universidad de Bolonia.
Tiempo después alcanzó el doctorado en Derecho Canónico. Da la impresión de
que el 30 de enero de 1564 abandonó definitivamente el Colegio y Bolonia. En
septiembre de 1582 fue nombrado Senador de Milán. También sería Juez del
Gallo de Milán. En su testamento dejó 20 escudos el Colegio de España y 50 al
Colegio Vives.
[B]. Bibliografía: sobre su etapa boloñesa ver Antonio Pérez Martín, Proles
Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 930-931, n.º 899 y del mismo autor El
Colegio Vives, en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1979,
vol. VI, pp. 150-151, n.º 4 y Cubero Monforte, Pedro, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 312, n.º
1.699 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
111
aparecen algunos trabajos de Derecho Canónico y jurídicos de otras materias, tal
es el caso de la Ley de asociaciones ante la razón y el derecho (1906).
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Cueto Díez de la Maza, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 313, n.º 1.701 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος como hombre de iglesia).
112
se llevó a cabo con tal de que en plazo de nueve meses presentara otras pruebas
hechas en su lugar de nacimiento. Su disertación de ingreso en el Colegio versó
sobre X 3.38.3. Durante los cursos 1610-1611 y 1611-1612 desempeñó
contemporáneamente los cargos de ecónomo y de rector del Colegio. En otros
lugares aparece en el momento de su admisión que era doctor en Derecho,
presumiblemente en ambos Derechos. Durante su etapa rectoral, el 16 de enero
de 1611 se acordó hacer una cátedra en la habitación donde desarrollaba sus
tareas el ecónomo de la institución, para que en la misma leyera públicamente un
colegial. Se adoptó esta medida como paso previo a que el Senado de Bolonia
otorgara al Colegio derecho a una cátedra universitaria. El 5 de julio de 1612
regresó a España, en concreto a Pamplona, donde había sido promovido a una
canonjía.
[B]. Es autor de obras jurídicas de índices, con variadas eds., que Velasco
en su Compendio, p. 255 calificaba de «tan útiles y necesarias a nuestras
facultades». En concreto se trata de Iuris civilis sextum et novum volumen:
continens Absolutissimum Indicem & Summam omnium, quae continentur tam in
textu, quam in glossa, Lyon, 1612; Indicem juris civilis tam textus, quam Glossae,
Venecia, 1610; Index Iuris Pontificii, Burdeos, 1623-1624, 2 vols.; Index Iuris
Civilis copiosus, Lyon, 1627 e Iuris Pontificii summa seu index copiosus,
continens conclusiones ac Summam omnium materiarum quae exponuntur in
textu et glossis Iuris Canonici, Milán, 1745.
[C]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1177-1179, n.º 1.042 y Daoiz [o Daoyz], Esteban, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 318, n.º 1.709 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
113
clases de Derecho en las aulas universitarias, siguió los pasos de su padre en los
Tribunales Reales de Navarra. Colegial en la Universidad de Huesca, llegó a
catedrático de Decreto en aquella Universidad. Después pasó al Colegio Mayor
de Santa Cruz de Valladolid, donde obtuvo la cátedra de Decretales –la primera
cátedra a la que opositó y a la que concurrieron quince doctores– el 28 de agosto
de 1660, y la de Código en 1662. A lo largo de su vida demostró una estrecha
relación con el Colegio Mayor vallisoletano, cuyas autoridades escribieron a la
Diputación del reino en 1658 solicitando para Juan Bautista la plaza que había
quedado vacante en el Consejo Real de Navarra por muerte de su padre Juan
Donguillén. Los diputados sólo pudieron responder que «no podía la Diputación
ynterçeder en estos cassos porque el reino en la instrucción que da a sus
diputados no se lo permite». Él, a su vez, dejó en su testamento cien ducados a
favor del Colegio. Fue nombrado Alcalde de la Real Corte Mayor navarra el 3 de
abril de 1665, por muerte de Pedro Munilla. Seis años más tarde ascendió a oidor
del Consejo y se nombró, con fecha 12 de julio de 1671, a Juan Francisco de
Aguirre Álava para ocupar la plaza de Alcalde que dejaba vacante. Su
nombramiento de oidor del Consejo Real de Navarra es de 25 de mayo de 1671,
por ascenso de Miguel López de Dicastillo a Alcalde de Casa y Corte. En agosto
de 1679 fue elegido oidor de la Chancillería de Granada, pero no aceptó el cargo,
por lo que siguió desempeñando sus funciones de Consejero en Navarra hasta
su muerte en noviembre de 1682. Fue sustituido por Mateo López de Dicastillo,
nombrado el 8 de febrero de 1683. Entre las tareas que se le encomendaron en
esos años, queremos destacar que fue comisionado por el Consejo en octubre de
1672 para informar sobre el embargo de unas cargas de cereal –y arresto de los
que lo transportaban– ejecutado por el alcalde de Aézcoa, en el que se había
entrometido el auditor de la Gente de Guerra, cuando el caso competía a la
justicia ordinaria. Dos años después se le encomendó la supervisión de lo
decretado por Félix de Belzunce –recién nombrado sustituto Fiscal– en todos los
negocios criminales. Casado con Juana Antonia de San Martín, su viuda, aunque
gozaba de una escritura censal de dos mil ducados de capital en el Vínculo del
reino, solicitó, por los servicios prestados por su difunto marido, la merced de un
voto supernumerario de escribano real.
[B]. Bibliografía: María Dolores Martínez Arce, Donguillén, Juan Bautista,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 326-327, n.º 1.725 [M ARÍA D O LO RES M ARTÍNEZ A RCE]
(σόφος).
114
hasta el 9 de julio de 1862, e inmediatamente regresó a su silla episcopal. Fue el
más destacado canonista americano de todo el siglo XIX, cuya fama y prestigio le
vino sobre todo por su obra Instituciones de Derecho canónico americano, para el
uso de los colegios en las repúblicas de la América española, publicada en
Valparaíso en dos volúmenes en 1848-1849, reeditada en París en 1854 y 1885 y
en Friburgo en 1909, pero además fue autor del Manual del Párroco americano, o
instrucción teológico-canónico-legal dirigida al párroco americano y
particularmente al chileno sobre sus derechos, facultades y deberes, y cuanto
concierne al cabal desempeño del ministerio parroquial. Obra útil a los párrocos,
confesores y demás eclesiásticos (1844; hay ulteriores ediciones de 1862 y 1884)
y del Diccionario teológico, canónico, jurídico, litúrgico y bíblico, aparecido en
Valparaíso en 1855.
[B]. Bibliografía: Javier Barrientos Grandón, Donoso Vivanco, Justo, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 279-280, nº 270 [JAVIER BARRIENTO S
G RANDÓ N ] (σόφοτερος).
115
DOU DE BASSOLS, Ramon Llàtzer de (1742-1832) . [N.º 142]. [A].
Originario de la ciudad condal, donde vio la luz un 11 de febrero de 1742,
fallecería en Cervera el 14 de diciembre de 1832. Hijo de Ignasi de Dou Solà y
hermano del abogado y profesor de Instituta Ignasi de Dou. Estudió con los
jesuitas en el afamado Colegio de Cordelles y luego Derecho en la Universidad
de Cervera, alcanzando el Bachiller y la Licenciatura en Cánones y el Bachiller, la
Licenciatura (comentando un fragmento del Códex) y el Doctorado en Leyes [con
una disertación sobre De dominio maris. Oratio habita ad Cervariensis
academicos in petitione juris civilis doctoribus, defendida el 12 de diciembre de
1765, en la que discrepa de la tesis de Huig de Groot sobre el mar libre, aunque
sin leerlo directamente sino a través de Johann Gottlieb Heinecke. El trabajo se
publicó «sin los elogios que la Santa Inquisición prohíbe dar a los heterodoxos» y
una vez hechos algunos añadidos]. Fue ordenado sacerdote en 1795. Dou había
conseguido una canonjía (diaconal) en la Iglesia Catedral de Barcelona en 1794.
Se dedicó seis años al ejercicio de la abogacía, pero regresó a la Universidad
cervariense para emprender una meritoria carrera académica y científica como
docente tanto de Cánones (Liber Sextus, Decretales y Decreto de Graciano)
como de Leyes (Prima de Código, Regencia de Leyes y Prima de Leyes),
opositando numerosas veces para ir renovando su puesto en el prestigioso
Ateneo, donde habían quedado concentradas todas las enseñanzas superiores
de Cataluña a raíz del Decreto de Nueva Planta y de la erección a partir del 11 de
mayo de 1717 (interinamente inició su funcionamiento el 7 de enero de 1715) de
la Universidad de Cervera. El Marqués de Castelrrodrigo había elaborado un
informe sobre las ventajas de la creación de esta exclusiva Universidad para todo
el Principado. Políticamente fue diputado en las Cortes Generales y
Extraordinarias de Cádiz y primer Presidente de las mismas «a pluralidad de
votos» a partir del 24 de septiembre de 1810 (frente a Benito Ramón Hermida, al
que sólo superó por cinco votos), interviniendo con frecuencia en problemas
jurídicos importantísimos que allí se debatieron como la administración provincial
española o la supresión de los señoríos en lo que manifestó una opinión
discordante sobre la resolución que luego se adoptó, ya que era partidario de su
mantenimiento. En la Universidad fue muy celebrada la activa presencia de Dou y
su nombramiento, lo que comunicó el también profesor y diputado Ramon de
Utges desde la Isla de León el propio 25 de septiembre de 1810.
[B]. En 1805 había sido nombrado Canciller de la Universidad. La
importancia de este cargo era extraordinaria en Cervera, ya que la figura del
rector fue suprimida el 31 de marzo de 1718, a causa de los conflictos y
diferencias que mantenía con el Canciller. Por el contrario, a solicitud española, el
29 de marzo de 1831 Gregorio XVI suprimió los cargos de Canciller en las
Universidades españolas, manteniéndose sin embargo en el puesto a Dou. A su
muerte se suprimió la Cancillería y se restauró el cargo de rector. Le tocó poner
en práctica la transformación del Juez de Estudios en vicerrector, que dependía
del Canciller, y la importante reforma de las enseñanzas de 1807. El 24 de junio
de 1807 Pedro Bonifaci, Vicecancelario de la Universidad dimitió de su cargo, a
petición del propio Ramon Llàtzer. A finales de ese mismo año (17 de diciembre)
hizo un informe propugnando el mantenimiento del Colegio de Estudiantes
Pobres y de las relaciones e informes que escribió sobre el estado de la
Universidad resulta de gran interés una del 23 de marzo de 1825. El 1 de
noviembre de 1827 Dou redactó y publicó un edicto sobre el Reglamento
académico a observar por los estudiantes de Cervera. Mantuvo fluidas relaciones
con el Presidente de la Inspección General de Enseñanza y con el Marqués de
Palacio, mientras fue Capitán general del Ejército y Principado de Cataluña. Con
116
ocasión del Trienio Liberal hubo de elevar una serie de informes a la Dirección
General de Estudios del Reino y se posicionó contra los intentos de supresión de
la Universidad de Cervera y su traslado a Barcelona, manifestándose contrario en
un amplio informe del 13 de enero de 1823, en el que daba todo tipo de
argumentos, habida cuenta de «la incertidumbre –decía– y aventurada suerte,
con que quedan todos los empleados de esta Universidad después del servicio
público en una larga carrera de años». Al restaurarse el absolutismo, tuvo
entonces que hacer frente a las encuestas de la Junta de Purificación de los
Empleados de la Real Hacienda y de los Civiles del Principado de Cataluña de
1824, levantadas contra los que conspiraron desde 1820 «para el
restablecimiento y sostenimiento» de la Constitución de 1812.
[C]. La obra de Dou es muy amplia, máxime en relación a la de sus
contemporáneos. Consideraba que la esclavitud no era contraria al Derecho
natural. Escribió un Dictamen de las comisiones encargadas de informar a las
Cortes sobre el restablecimiento y reforma de las casas religiosas, impreso en
Cádiz y luego reimpreso en Palma de Mallorca, que recoge todo el plan de
restablecimiento de conventos y reforma de los regulares. Se manifestó partidario
de dicha reforma, aunque luego saliera en defensa de la Iglesia, manifestando
sus discrepancias con Muñoz Torrero. Su posición fue más bien ecléctica y
pasiva respecto a la abolición de la Inquisición. También fue célebre su memorial
de Teoría y práctica con que en tiempos de paz se pueden arreglar
equitativamente y todas las contribuciones de España, que presentó ante las
Cortes gaditanas el 14 de marzo de 1812. Dedicó una afamada oración fúnebre a
su maestro Josep de Finestres Monsalvo en 1778, a quien ya había vindicado
seis años antes (ver Finestresius vindicatus... adversus virum Henricum
Florenzium, 1772). La redacción de sus afamadas Instituciones de Derecho
público general de España, con noticias del particular de Cataluña y de las
principales reglas de Gobierno en cualquier Estado las terminó de escribir en
1793, pero no recibió la correspondiente autorización para pasarlas por los
tórculos de la imprenta hasta 1800. Es el tratado de Derecho público más
importante del Antiguo Régimen, publicado en nueve volúmenes y cuya reedición
en 1975 fue uno de los mayores aciertos científicos de Joan Banchs de Naya,
aunque le llevara a la ruina editorial. Escribió también sobre laudemios (Proyecto
sobre laudemios. Conciliación económica y legal de pareceres opuestos en
cuanto a laudemios y derechos enfitéuticos en 1829 y luego Pronta y fácil
ejecución del proyecto sobre laudemios en 1831) y una refundición del libro de
Adam Smith, An Inquiry into the nature and causes of the Wealth of Nations,
aportando ideas propias en las que se apartaba del escocés, incluso con
conclusiones neoescolásticas e impugnando algunas de sus interpretaciones.
Otras obras suyas fueron: Inscriptiones romanae in Catalaunia repertae post
vulgatam syllogen D. D. Josephi Finestres et de Monsalvo (1769), Memoria sobre
los medios para hallar dinero para los gastos de la guerra en que está empeñada
España, mediante una deuda nacional con la correspondiente hipoteca (1810) y
Equivalencia del catastro de Cataluña con las rentas principales de Castilla
(1822). Otros proyectos grandiosos de Dou se vieron coronados por el fracaso
como su intento de traducir a Jean Domat (1625-1696) y de dotar, a su famosa
obra sobre las leyes civiles en su orden natural y su continuación con el Derecho
público, de una introducción teórica y una exposición del Derecho castellano
vigente en el momento de la redacción, tarea que realizó Juan Antonio
Trespalacios y que apareció en Madrid en cuatro volúmenes en 1778. Josep
Torras Bages ha puesto de manifiesto la «agudeza intelectual» de Dou, su «viva
intuición», su «elocuencia académica», el «sempiterno espíritu regional que
117
respiran» sus escritos y su amor a los pueblos y ciudades de Cataluña. Fue
hombre sabio y prudente (fueron precisamente estas dos virtudes las que más
valoró Fernando VII en Dou, cuando le solicitó consejo en Tarragona en 1827
sobre los medios que podían ponerse en práctica para desbaratar el
levantamiento de los “Agraviados”), de reconocida autoridad moral que, junto a
Finestres y Jaume Balmes, proporcionó enorme lustre y prestigio a su
Universidad, pero al mismo tiempo era un apasionado servidor de los intereses
públicos a los que se entregó no exclusivamente con dedicación de tiempo
desmesurada, sino con particular afecto hacia las tareas y cometidos que estaba
llevando a cabo. A la prudencia de Dou substituyó en Cervera la radicalización de
muchos de sus planteamientos de su substituto Bartolomé Torrabadella.
[D]. Bibliografía y Fuentes: la información más abundante sobre Dou puede
encontrarse en el Arxiu Històric Universitari de Barcelona, Secció Universitat de
Cervera, en innumerables legajos, los más útiles los de Cancillería o Cancelaría,
Planes de Estudio, Catedráticos y Doctorados. Allí se conservan muchos
informes inéditos de los que es autor y abundante correspondencia. Puede
completarse con documentación del Archivo Municipal de Cervera. Josep Torras
Bages en su obra La tradició catalana publicada originariamente en 1892 y de la
que existen multitud de ediciones dedica unas páginas a Dou (pp. 395-400 de la
ed. de 1981). Guillem Maria de Brocà de Montagut nos lo ilustró con una lección
Biografia de Ramon Llàtzer de Dou i de Bassols (1916). La Historia de la Real y
Pontificia Universidad de Cervera (1915) de Manuel Rubió Borrás resulta más útil
que la comunicación de José Luis Meilán Gil al I Simposio de Historia de la
Administración o la Conferencia que en la Asociación Francisco de Vitoria
pronunció Manuel Raventós Noguer, sobre Ramón Lázaro de Dou y su obra “El
dominio del mar” (1932), que luego apareció como folleto titulado Ramón Lázaro
de Dou y sus obras: Instituciones del Derecho Público Español y El Dominio del
Mar (1933), que recoge y amplía el contenido de la conferencia. Consultar
además Manuel J. Peláez, Ramon Llàtzer de Dou i de Bassols (1742-1832), en
Juristas Universales, Madrid, 2004, vol. II, pp. 710-712 y en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005,
vol. I, pp. 284-286, nº 275 (versión esta segunda más amplia y corregida que la
primera) [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
118
la Universidad Jagellónica de Cracovia y en la Universidad de Varsovia, e
impartió docencia así como realizó diversos trabajos de investigación en el
campo del Derecho civil, bastantes de ellos conectados con el Derecho canónico
[L’adoption en droit de la République Populaire de Pologne (1974) y Family and
Guardianship Law (1984)] o con el Derecho romano [Les éléments romanistes et
les nouveaux éléments propres au droit socialiste dans l’institution de propriété
par rapport au droit polonais contemporain (1985)]. Sus monografías y estudios
recibieron elogios y reconocimientos entre otros lugares en la prestigiosa revista
mensual Państwo i Prawo y también por parte del Ministerio de Educación
Nacional. Respecto a su proyección exterior hemos de señalar que fue
magistrado del Tribunal Constitucional de la República de Polonia entre 1991 y
1997 y temporalmente (1992-1993) ocupó la presidencia de dicho Tribunal.
Durante sendos periodos fue miembro del Comité de Ciencias Jurídicas de la
Academia Polaca de Ciencias. Por su condición de experto en Derecho civil,
formó parte de diversos Comités y diferentes Comisiones del Gobierno de
Polonia y también trabajó en comisiones parlamentarias. Desde los más
inmediatos comienzos de “Solidaridad” fue un miembro activo de dicho
movimiento. Alcanzó un número considerable de méritos y reconocimientos por
su tarea en la Fundación de la Universidad de Varsovia como cabeza visible de la
misma. Cosechó numerosos premios y distinciones, incluidos los y las de más
alto rango.
[C]. El profesor Dybowski, en su calidad de magistrado del Tribunal
Constitucional, contribuyó entre otras cosas a la clarificación de la cuestión
doctrinal extrajudicial conectada con el Derecho civil y con el Derecho canónico
de la propiedad de algunos edificios de la Universidad de Varsovia, que habían
pertenecido antes de la Segunda República Polaca a la Iglesia Católica.
[D]. El autor de la presente semblanza, como magistrado y vicepresidente
que fue del Tribunal Constitucional de Polonia en esos momentos, cooperó
estrechamente con el profesor Tomasz Dybowski.
[E]. Bibliografía: Józef Wrocenski, Prof. Dr. hab. Tomasz Dybowski (1923-
2009), en Prawo Kanoniczne. Ius Canonicum. Folia Trimestria, 53, n.º 1-2 (2010),
pp. 5-8 [LEO NARD ŁUKASZUK ] [trad. del inglés por Manuel J. Peláez] (σόφος).
119
nombrado por Orden Ministerial de 25 de mayo de 1955. Llegó a ser decano de
ambas Facultades en periodos distintos. Dirigió diecisiete tesis doctorales. Sus
publicaciones científicas superan las quinientas en Derecho Matrimonial y Penal
Canónico, Historia de la Iglesia, Derecho Concordatario e Historia de las
Universidades, destacando sus libros La acción penal en Derecho Canónico
(Delimitación, naturaleza y características), Salamanca, 1952, 173 pp.; El
matrimonio en el Derecho Canónico particular posterior al Código, Vitoria, 1955,
419 pp.; El nuevo sistema matrimonial y el divorcio. Observaciones de tres
juristas, en colaboración con Carmelo de Diego Lora y Carlos Corral Salvador,
Madrid, 1981, 50 pp. y Sucesor de Pedro. El oficio de Papa, Madrid, 1982, 196
pp. Su Episcopologio español contemporáneo recoge los datos biográficos de
585 obispos relacionados con España por nacimiento o por haber sido allí
consagrados, desde el 1 de enero de 1868 al 31 de diciembre de 1985.
Organizador y animador de las Semanas de Derecho Canónico. Director de la
Revista Española de Derecho Canónico entre 1964 y 1983, donde el número de
recensiones, comentarios críticos de libros y noticias escritas y no siempre
firmadas por él son próximas al millar. Formó una importante biblioteca de
Sínodos, considerada como la mejor del mundo, que donó el 12 de febrero de
1980 a la Pontificia de Salamanca que encargó a Francisco Cantelar Rodríguez
la redacción de un Catálogo en tres volúmenes recogiendo el contenido de la
misma. Realizó una muy significada labor de publicista a través de Propaganda
Popular Católica. Formó parte de la Comisión Pontificia para la Interpretación del
CIC. Sus opiniones sobre personalidad y territorialidad en la Iglesia no fueron
bien acogidas por importantes e influyentes sectores canonísticos; su tarea
apologética fue bienintencionada, pero carente de horizontes universales, aunque
algún libro suyo de teología espiritual fue traducido al holandés. Nos referimos a
su Ascética del hombre de la calle (1954). Ver, entre sus artículos y
colaboraciones en libros colectivos los siguientes: En torno a la jurisdicción
eclesiástica de la abadesa de La Huelgas, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. I, n.º 1 (1946), pp. 219-233; Nobleza, Heráldica y Órdenes
Militares, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. I, n.º 2 (1946), pp. 507-
520; Estructura ideal del patrimonio eclesiástico, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. vol. V, n.º 13 (1950), pp. 61-89; Los dos Sínodos de Zaragoza,
bajo el pontificado de D. Pedro Lz. de Luna (1317-1345), en Scriptorium
victoriense, vol. II, n.º 1 (1955), pp. 118-196; En torno al vigente Derecho
ceremonial, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XI, n.º 33 (1956), pp.
699-711; La recíproca renuncia de la Iglesia y del Estado a los privilegios del
Fuero y de Presentación de Obispos, en Estudios eclesiásticos, vol. LII, n.º 201
(1977), pp. 197-221; Normas sobre la publicación de libros. Comentario a la
respuesta de 25 de junio de 1980 de la Congregación de la Doctrina de la Fe, en
Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXXVI, n.º 104-105 (1980), pp. 553-
558; El bautismo de los niños, en Revista Española de Derecho Canónico, vol.
XXXVII, n.º 106-107 (1981), pp. 119-146; Los Acuerdos entre la Santa Sede y
España, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXXVII, n.º 108 (1981),
pp. 403-450; Reflexiones sobre la legislación en materia religiosa de la
Revolución de 1868, en Estudios de Derecho canónico y de Derecho eclesiástico
en homenaje al profesor Maldonado, por parte de la Universidad Complutense,
Madrid, 1983, pp. 71-84; Acuerdos recientes suscritos por la Iglesia (Banco
Interamericano-Perú-Mónaco-España-Ecuador), en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. XXXIX, n.º 114 (1983), pp. 515-542; El Vicariato General
castrense de El Ecuador, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XL, n.º
115 (1984), pp. 63-70; Régimen de ediciones de material catequético, en Revista
120
Española de Derecho Canónico, vol. XL, n.º 115 (1984), pp. 41-62; El “Cambio
estructural de la Iglesia” de Karl Rahner. Reflexiones con ocasión de su muerte,
en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XL, n.º 116 (1984), pp. 335-362;
Régimen fiscal de la Iglesia católica en España, en La Ley, n.º 2 de 1984, pp.
1210-1212; Fundaciones piadosas, en El Derecho patrimonial canónico en
España, que recoge las actas de la XIX.ª Semana de Derecho Canónico
(Salamanca, 17 al 21 de septiembre de 1984), Salamanca, 1985, pp. 99-126; El
Acuerdo para la modificación del concordato con Haití: Texto y comentario, en
Revista Española de Derecho Canónico, vol. XLI, n.º 118 (1985), pp. 159-164 y
Las fundaciones religiosas en España, en La Ley, n.º 3 de 1986, pp. 880-884.
Aun cuando por parte de algunos han sido más valorados como cultivadores del
Derecho canónico en España Pedro Lombardía Díaz, Javier Hervada Xiberta,
Jaume Mans Puigarnau y Eloy Montero Gutiérrez, sin embargo Lamberto de
Echeverría tuvo una proyección en Italia (formando parte del Consejo de
redacción o asesor de numerosas revistas) y en Alemania que no alcanzaron los
cuatro indicados. No fue un primus inter pares, fue superior a todos ellos. Ha sido
sin duda el mejor canonista español del siglo XX.
[B]. Cuenta también con algunas publicaciones generalistas, catequéticas,
en las que no obstante no faltan consideraciones esporádicas iuscanónicas que
ponen de relieve su gran preparación jurídica: La vocación, esa misteriosa luz,
Madrid, 1977; Dios, el gran misterio, Madrid, 1979; Creo en el perdón de los
pecados. Catequesis para el año jubilar, Madrid, 1983; Ministros de Dios, Madrid,
1986 y El corazón de Dios, Madrid, 1986. Además, cuenta con dos ediciones de
San Francisco de Sales, una de sus Cartas religiosas, publicada por la Biblioteca
de Autores Cristianos, y otra de su Tratado del amor de Dios, editada en Madrid
en 1984.
[C]. Se le dedicó una miscelánea en su homenaje, titulada “Ubi societas
pluralistica viget”. Aspectos jurídicos de lo religioso en una sociedad plural.
Estudios en honor del Dr. D. Lamberto de Echeverría, Salamanca, 1987, 442 pp.,
en el que Alfonso Ortega le dedicó un poema en latín, Lamberto de Echeverría
scriptori collegae magistro in honorem, p. 9 y Alfonso Prieto Prieto, Biografía
urgente y algo “goliárdica” del doctor Lamberto de Echeverría redactada en
“mester de juglaría” por una persona bastante anárquica doctor en Cánones sin
“canongía”, pp. 11-13. Además contó con las colaboraciones de Javier Hervada
Xiberta, Elementos para una teoría fundamental de la relación Iglesia-Mundo, pp.
87-111; Alberto Bernárdez Cantón, El “munus docendi” y los asuntos temporales
en el Código Canónico, pp. 113-141; Francisco de Paula Vera Urbano, Sistemas
doctrinales sobre las relaciones jurídicas entre la Iglesia y el Estado, pp. 143-160;
Isidoro Martín Martínez, El “nacional-catolicismo” en las relaciones entre la Iglesia
y el Estado durante el gobierno del General Franco, pp. 163-191; Eduardo
Molano, La laicidad del Estado en la Constitución española, pp. 193-209; Antonio
Mostaza, El nuevo régimen de relaciones Iglesia-Estado según la Constitución
española de 1978 y calificación jurídica del mismo, pp. 211-226; José María
González del Valle, La bilateralidad de las fuentes del Derecho eclesiástico
español, pp. 227-236; Juan Goti Ordeñana, Los acuerdos con las confesiones
religiosas, pp. 237-257; Juan Calvo Otero, Comunidades autónomas y Derecho
eclesiástico del Estado, pp. 259-276; Juan Fornés, Libertad religiosa y regulación
de entes de las confesiones, pp. 277-293; José Luis Santos Díez, Legislación
española sobre asociaciones religiosas, pp. 295-317; Carlos Larrainzar, Libertad
religiosa y reconocimiento civil del matrimonio canónico, pp. 319-342; José de
Salazar Abrisqueta, La cláusula de “ajuste” al derecho del Estado en la eficacia
civil de las sentencias eclesiásticas de nulidad del matrimonio, pp. 343-377; Luis
121
Portero Sánchez, En torno al nuevo concordato italiano de 1984, pp. 381-421 y
Rafael Navarro-Valls, La objeción de conciencia al aborto en la legislación y
jurisprudencia norteamericanas, pp. 423-440.
[D]. Bibliografía: hay dos semblanzas muy elementales en relación a la
importancia del personaje de Luis Portero Sánchez, Echeverría Martínez de
Marigorta, en Juristas Universales, Madrid y Barcelona, 2004, vol IV, pp. 749-750
(23 líneas) y de Manuel J. Peláez, Echeverría Martínez de Marigorta, Lamberto
de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 290-291, n.º 279 (36 líneas). Dan la
referencia exacta de la tesis en Derecho en Madrid Manuel Martínez Neira y José
María Puyol Montero, El Doctorado en Derecho 1930-1956, Madrid, 2008, pp.
284-285 (11 líneas, de las cuales solo 3 completas). Otros han escrito con mayor
profundidad sobre Echeverría: Francisco Cantelar Rodríguez, Glosa a la
“Colección Sinodal Lamberto de Echeverría”, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. XLIII, n.º 120 (1986), pp. 61-100; Antonio García García, Glosa a
la “Colección Sinodal Lamberto de Echeverría”, en Revista Española de Derecho
Canónico, XLIV, n.º 122 (1987), pp. 221-224; José Francisco Serrano Oceja, La
obra publicística de Lamberto de Echeverría y Martínez de Marigorta: Incunable y
PPC en la renovación del catolicismo español, Salamanca, 1999; Mariano Sanz
González, Tipología documental de la colección sinodal Lamberto de Echeverría,
en Sínodos diocesanos y legislación particular. Estudios históricos en honor el Dr.
D. Francisco Cantelar Rodríguez, publicado en 1999, pp. 245-281 y Antonio
García García, La colección sinodal Lamberto de Echeverría y el Synodicon
Hispanum, en Sínodos diocesanos y legislación particular. Estudios históricos en
honor el Dr. D. Francisco Cantelar Rodríguez, pp. 25-44 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σοφώτατος).
122
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 291, n.º 280 [JAVIER BARRIENTO S G RANDÓ N ]
(σόφος como jurista).
123
cargo del cardenal Merry del Val y se llevó a cabo en la capilla del Colegio
Español. Tanto este último como el cardenal Marcelo Spínola Maestre
protegieron a Eijo, promoviéndole desde su juventud a cargos importantes en el
mundo eclesiástico. Al mismo tiempo Eijo Garay tuvo una relación
particularmente fluida con las autoridades políticas españolas. A los 27 años fue
nombrado capellán de Alfonso XIII, que tal vez lo conociera en Sevilla dos años
antes. Aunque su promoción al episcopado en 1914 es obra de Merry del Val, el
monarca español forzó de manera personal ante el nuncio el traslado de
Leopoldo Eijo a una sede más importante que la de Tuy, cuando tenía tan solo 37
años. En 1920 consta el interés particular de Antonio Maura Montaner porque
Eijo ingresara en la Real Academia Española, que iría asociado al puesto de
obispo de Madrid-Alcalá. Como obispo de Tuy, Eijo desarrolló una actividad
particularmente celosa en la atención de sacerdotes y seminaristas, así como en
la visita pastoral de las parroquias. Con su traslado a Vitoria, se observa en Eijo
Garay un cambio significativo, pues su actuación sería claramente españolista y
contraria al nacionalismo y regionalismo vasco. Destacó por su impulso del
sindicalismo católico, de gran importancia en Vizcaya. El 3 de mayo de 1922, al
final de su etapa vascongada, se vislumbra con particular fuerza la devoción más
conocida, incluso característica de Eijo Garay, la de las misiones, contando con el
impulso de Pío XI. En Madrid Eijo fue obispo durante más de cuarenta años, lo
que supone un tiempo superior al de los seis obispos juntos que le precedieron
en el puesto. Supuso un caso singular y muy difícil de que vuelva a repetirse,
pues teniendo en cuenta la actual edad de retiro de los obispos, supondría que
habría de ser nombrado con menos de treinta cinco años para la sede madrileña.
Durante el pontificado de Eijo se consolidó la diócesis de Madrid, sin vuelta a
atrás en que pudiera ser absorbida por Toledo. Entre 1923 y 1930, Eijo defendió
la institución monárquica, la confesionalidad del Estado y apoyó algunas de las
medidas impopulares tomadas entonces como la guerra de Marruecos o la
formación de la Asamblea Nacional Consultiva por parte de la dictadura de
Miguel Primo de Rivera. En 1926 fundó la Institución del Divino Maestro, de
inspiración enteramente contrapuesta a la de la Institución Libre de Enseñanza.
Estuvo directamente implicado con Eduardo Callejo de la Cuesta en la operación
que no tuvo resultado positivo para que Deusto y El Escorial obtuvieran el
reconocimiento oficial universitario. La Federación Universitaria Española y un
nutrido grupo de catedráticos españoles se enfrentaron con energía a los deseos
de Eijo y a los tejemanejes de Callejo. Para Eijo la Iglesia católica y la vida
española aparecían como dos realidades inseparables: la primera era el alma de
la segunda, y el deseo de evitar la separación (que en su opinión conduciría a la
muerte) difuminaba en muchos casos la distinción. Esto le haría incurrir en
algunas contradicciones, pues en 1935 al ingresar en la Academia de Ciencias
Morales y Políticas, defendía a los gremios frente al Estado, al que consideraba
un producto de la filosofía de la Revolución francesa de 1789. Sin embargo, en
1939 Eijo apoyaría entusiásticamente el establecimiento del Estado Nuevo.
[B]. Respecto a cuestiones relacionadas con el Derecho canónico,
resaltamos que en el ámbito académico universitario Eijo Garay formó parte de
algunos tribunales encargados de juzgar oposiciones de cátedras de Derecho
canónico durante la época de Franco, pero también fue nombrado el 13 de
febrero de 1930 para un tribunal de oposiciones a cátedras de Instituciones de
Derecho canónico. Formó parte igualmente de tribunales de otras disciplinas.
Durante el último año de la monarquía tuvieron lugar dos actos importantes para
la organización eclesiástica madrileña: el Concilio provincial de la archidiócesis
de Toledo y el decreto de Eijo Garay sobre los arciprestazgos. Ya en noviembre
124
de 1925, el cardenal Reig había enviado a Eijo una sinopsis de los decretos con
«la materia sobre [la] que ha de versar el futuro Concilio Provincial». En ella,
correspondía a Madrid la segunda parte del primer libro «sobre la doctrina de las
costumbres». Los capítulos IX al XV versaban sobre la sociedad civil, los deberes
de la autoridad civil y de los ciudadanos, «las relaciones de la sociedad civil con
la Iglesia», el derecho de asociación, las sociedades enemigas de la religión y
neutras, las sociedades que siguen los principios católicos y las normas para el
régimen de las sociedades cristianas. La convocatoria tendría lugar en febrero de
1930, y en la primavera los prelados tuvieron una reunión en la que se hicieron
diferentes observaciones. Mientras tanto, Eijo promulgaba en su diócesis un
decreto por el que instauraba un examen obligatorio para los sacerdotes
recientemente ordenados y fundaba la Asociación Diocesana del Clero de
Madrid-Alcalá. A finales de julio de 1930, el cardenal Segura enviaba a Eijo «el
acoplamiento de las enmiendas, retocando a la vez el estilo de los cánones» y le
pedía que las personas a quienes correspondiese hicieran nuevas observaciones
antes del primero de septiembre, teniendo en cuenta que el concilio se
inauguraría el 12 de octubre. El 2 de agosto, Eijo contestó al cardenal Segura
desde Vigo y le indicó que los interesados enviarían directamente las enmiendas.
El 21 de septiembre enviaba Segura el estudio hecho por una comisión presidida
por un obispo auxiliar. El día 22 enviaba la lista con los cargos del Concilio. El 11
de octubre tuvo lugar la sesión inaugural del concilio. El segundo acto de
importancia en cuanto a la organización eclesiástica de la diócesis sería la
publicación, el 28 de diciembre de 1930, del mencionado decreto de Eijo sobre
los arciprestazgos. El obispo relataba que tales cargos se crearon a partir del
siglo IV, cuando «surgieron otras iglesias distintas de aquella en que el obispo
tenía su sede». Se refería Eijo a los bautismales y oratorios: «Al frente de los
Bautismales estuvieron siempre en aquel entonces los Arciprestes, los cuales
gozaban por esto mismo de cierta preeminencia sobre los simples presbíteros.
Entre los siglos VI y IX fue práctica común, seguida por los Obispos, el dividir las
diócesis en Arcedianatos, y éstos en Arciprestazgos». Dicha división estaba ya,
en el momento que Eijo Garay escribía las presentes líneas, determinada en el
CIC 1917. Eijo enumeraba las misiones del arcipreste, concluyendo que, del
exacto y fiel cumplimiento de estos deberes, dependía, en gran parte, el éxito de
su tarea episcopal: «Imposible de todo punto que el obispo pueda hacerlo [vigilar]
por sí solo en una diócesis como la nuestra, aunque fuese la visita pastoral más
frecuente y detenida de lo que permiten otros quehaceres imperiosos e
ineludibles. Necesita de cooperadores que aunando con los del obispo sus
esfuerzos sean como una continuación de él mismo en el régimen y gobierno de
la diócesis».
[C]. Manifestó también Eijo Garay su admiración por Antonio Maura
Montaner (Palma de Mallorca, 2 de mayo de 1853-Madrid, 13 de diciembre de
1925) y define muy bien su pensamiento especto a las relaciones entre la Iglesia
y el Estado. De nuevo habla del catolicismo como algo perteneciente al alma
española («España no puede esperar nada que no haya de venir de ella misma»,
dirá –citando a Antonio Maura– ante la Real Academia de la Lengua) y promueve
el reinado social de Cristo porque Eijo piensa que, en los países católicos, Iglesia
y Estado forman una unión indisoluble (el papel que adjudica al Romano Pontífice
en la política internacional es consecuente con estas ideas). El propio Eijo Garay
debía ser consciente de los defectos de este planteamiento, y de hecho en sus
textos se ve la tensión entre un alma española que se proclama católica y un
cuerpo que deja mucho que desear. La ruptura del Estado con la Iglesia, tras la
llegada de la República, será un golpe duro e inesperado.
125
[D]. El 14 de abril de 1931 Eijo cayó en la cuenta de la gravedad de la
cuestión social en Madrid, concretamente en los suburbios. Unido a los
problemas que la República supuso para el clero, esto le llevó a una postura
firme pero extremadamente moderada (cooperar sin adherirse, y evitar cuanto
pudiera crispar la situación) respecto a las nuevas autoridades. Las iniciales
expresiones de buena voluntad del Gobierno provisional de la República no se
verían refrendadas con la defensa del orden público ante los brotes del
anticlericalismo violento. Los días 10 y 11 de mayo de 1931 tuvieron lugar los
primeros incendios de edificios eclesiásticos. Eijo optó por sacrificar la libertad en
aras del orden, y suspendió la procesión del Corpus. En vez de lamentarse o
protestar, el obispo encabezó con 4.000 pesetas una suscripción a beneficio de
los sacerdotes seculares «damnificados en los incendios del 11 de mayo» [ver
Pedro Cantero Cuadrado, La hora católica en España, Madrid, 1942, pp. 18-19 y
U. M. Mozzi, Storia della Chiesa spagnola (1931-1966), Roma, 1967, pp. 6 y 29-
30]. La recaudación no fue elevada, pues sólo alcanzó 8.408 pesetas. Eijo
decidió dar un impulso a los instrumentos que conocía para influir en la cuestión
social. Desde la primera noche republicana, había percibido la urgencia de la
labor pastoral en el suburbio. La quema de las iglesias debió de aumentar esa
preocupación, destinando dos sacerdotes Abundio García Román y Félix Gómez
Álvarez «a una labor muy meritoria de renovación de la espiritualidad en los
barrios de Entrevías y Doña Carlota». La propagación de la prensa católica en el
suburbio era para Eijo Garay más urgente «cuando precisamente cierto sector de
la prensa se ha desatado en sus ataques a la Religión». La construcción de
parroquias también había de acelerarse. El 4 de julio se abriría al culto parte del
nuevo templo de Nuestra Señora de las Angustias, construido por suscripción
popular en una populosa barriada. El propio Eijo había puesto la primera piedra
en diciembre de 1927. La situación había adquirido unos ciertos tonos dramáticos
y el propio obispo de Madrid-Alcalá estuvo incluso dispuesto a ejercer una acción
política directa, aceptando presentarse a diputado por Pontevedra en las
elecciones del 28 de junio de 1931, conforme a la propuesta que le hizo el 10 de
junio de 1931 el párroco de Padrenda. El proyecto, que no puede considerarse
como iniciativa de Eijo Garay, puesto que había estado en Vigo pocos días antes
de que le fuera expuesto, contó con poco tiempo para realizarse y, sobre todo, el
gobernador civil (antes de conocer la posibilidad de que se presentase el obispo,
incluso antes de que la conociera éste) hizo una maniobra para incluir el
candidato católico, el cura de Lérez, en una lista oficial única. Cuando Eijo dio su
conformidad, José Salgueiro se apresuró a disuadirle (el 15 de junio de 1931),
pues en su opinión, que era también la del cura de Lérez, no había «más que dos
caminos», a saber «o presentarse –señalaba Salgueiro– V. E. contra la
candidatura oficial, o formar en ésta en vez del cura de Lérez. En el primer caso,
imposible salir airoso. En el segundo no sabemos si los elementos directivos del
republicanismo de Pontevedra que son los asesores del Gobernador y que son
amigos personales del párroco de Lérez, se prestarían a la substitución de éste,
pero aún en el caso de que así fuera, no iba V. E. a declararse republicano (como
lo hizo previamente el cura de Lérez, aunque sea de derechas), para poder entrar
en la Candidatura oficial». Con posterioridad, Salgueiro informó a Eijo Garay que
la candidatura oficial, la del gobernador, aspiraba a nueve de los doce escaños,
«dejando tres para las minorías». Se opuso una candidatura monárquico-
reformista en la que militaba el cura de Lérez, quien habría conseguido que le
votaran «incluso las sociedades agrarias de la comarca de Pontevedra, que
sienten en socialista». El gobernador reaccionó el 12 de junio, formando «una
sola candidatura oficial para ir al copo», incluyendo al cura. Parece claro que el
126
gobernador no habría tolerado una candidatura con Eijo (a quien a duras penas
admitía en la candidatura oficial). Había un plan para hacer a Eijo diputado por
Sevilla, según las cartas de Salgueiro fechadas el 15 y 16 de junio de 1931. «En
Sevilla es otra cosa, porque ahí actúa la Acción Nacional» y el 16 de junio
aconsejaba al obispo: «No deje de dar su nombre para esta última ciudad». El 17
de junio de 1931 Salgueiro confirmaba que la candidatura oficial por Pontevedra
era republicano-socialista, y que lucharían por separado agrarios, galleguistas y
reformistas. Con los últimos iba el párroco de Lérez. Al final, como cuenta
Salgueiro el 22 de junio de 1931, los reformistas se retiraban y el cura de Lérez
marchaba en solitario hacia un «fracaso seguro». El obispo de Madrid no
necesitaría esos argumentos, porque el mismo día 15 de junio Miguel Maura
Gamazo (1887-1971), en nombre del gobierno, ordenó la detención y expulsó de
España al cardenal de Toledo, lo que debía obligar a los eclesiásticos a extremar
la prudencia si no querían radicalizar las tensiones. Segura, después de la
pastoral del 1 de mayo de 1931, donde llegó a afirmar que «la Monarquía en
general fue respetuosa con los derechos de la Iglesia», había salido de España el
12 de mayo por propia voluntad y en su regreso el 13 de junio, es posible que
hubiera imprudencia: «Sin embargo, la impresión general producida por la
expulsión del cardenal, con intervención de la fuerza pública, fue muy negativa en
los ambientes católicos y provocó numerosas protestas en toda España. El
obispo de Madrid elevó un escrito en nombre de los prelados de la provincia
eclesiástica toledana» [Vicente Cárcel Orti, La persecución religiosa en España
durante la Segunda República (1931-1939), Madrid, 1990, pp. 121-122].
Comisionado por los demás obispos de la archidiócesis, Eijo se entrevistó a
primera hora de la tarde con Niceto Alcalá-Zamora, para expresarle «su
condolencia y a la vez su protesta más sentida y respetuosa por la forma en que
se efectuaron la detención y expulsión de España del cardenal primado, doctor
Segura» y «es una pena –agregó Eijo Garay– que a este asunto se le revista de
un matiz político, porque nosotros queremos servir lealmente a la República.
Como es natural, nuestros fieles se resienten en sus hondos sentimientos, y esto
dificulta la labor de los prelados cerca de ellos. Es una lástima –repito– porque
los momentos actuales son propicios para llevar por nuevos cauces la vida
nacional, por ejemplo, en el problema social, cuyas realidades han sido siempre
sentidas por todos nosotros. La entrevista con el presidente –terminó diciendo–
ha sido cordial, y lo he encontrado animado de los mejores deseos» (ABC, 18 de
junio de 1931, p. 29). No obstante, la protesta de L’Osservatore Romano se
parecía más a la de Segura que a la de Eijo, pues no se fijaba en la forma sino en
el fondo: «el Cardenal Segura representa para la Santa Sede a la España
Católica». El estilo de Eijo estaba en consonancia con lo que exponía –en la carta
que escribía a finales de junio a Pacelli, Secretario de Estado del Vaticano–
Francesc Vidal Barraquer, cardenal de Tarragona, al hacerse cargo de la Iglesia
de España, un estilo claramente conciliador (desde un principio se impone la
tarea de alcanzar un modus vivendi con el gobierno) y contrario a las
intervenciones corporativas de apariencia monolítica. A pesar de la coyuntura que
Eijo Garay veía como propicia para «llevar por nuevos cauces» el problema
social, indudablemente el más grave con que contaba la España del momento
(por encima de las cuestiones regional y militar), la política religiosa estuvo en el
primer plano en el verano de 1931, de forma que Alcalá Zamora llegó a expresar
al cardenal Vidal i Barraquer su temor de llegar a una «cuarta guerra civil», a lo
que éste contestaba que «cuando un gobierno se erige en dictador o se convierte
en tirano, negando derecho a la vida y a los medios indispensables para la misma
a hombres pacíficos, a éstos no se les puede privar del derecho de legítima
127
defensa». Conforme a la política que se había propuesto, no obstante, el
cardenal catalán hizo todo lo posible para remover lo que aparecía como principal
escollo en las relaciones de la Iglesia con el nuevo Estado. Después de reunirse,
el 18 de septiembre, Vidal y los otros dos prelados (el arzobispo de Valladolid y el
Patriarca de las Indias Occidentales) con el presidente del gobierno provisional,
conseguían que Segura renunciara a la sede toledana, lo que permitía presentar
un rostro más conciliador a la hora de discutir con una República, que, por su
parte, prometía paz a la Iglesia.
[E]. Sus iniciativas fueron particularmente fructíferas en la provisión de
recursos para el clero y la educación (Cruzados de la Enseñanza, catequesis,
Acción Católica), y lúcidas en lo relativo a los sindicatos. Promovió la unión de los
católicos en política, pero consideró excesivamente derrotistas algunos de los
planteamientos de la CEDA. No ahorró críticas a las clases pudientes y consideró
que las desgracias padecidas por los católicos durante la República eran directa
consecuencia de su despreocupación hacia las clases desfavorecidas. Al estallar
la guerra civil, fue avisado con anterioridad del Alzamiento y pudo salir de Madrid.
Marchó a Galicia. Permaneció en silencio durante casi un mes, y el 15 de agosto
de 1936, cuando su silencio no podía ser ya útil a los que se escondían de la
persecución religiosa en la capital, se adhirió públicamente a los sublevados.
Amigo personal de Franco, lo consideró «hombre deparado por Dios para la
salvación de España». La República, para Eijo, había dejado simplemente de
existir –la guerra sólo podía terminar con la victoria de los sublevados– y se
trataba de reconstruir el régimen tradicional, viviendo con mayor exigencia la
fraternidad cristiana, austera y solidaria. Con 435 bajas entre el clero, Madrid-
Alcalá sufrió durante la guerra la mayor persecución religiosa de su historia, y en
números absolutos la más sangrienta en la España del momento. A sus sesenta
años, y contando con valiosos colaboradores, como Casimiro Morcillo, Eijo
asumió este nuevo problema (escasez de clero y de templos) que se sumaba a
los ya existentes, con un ambicioso programa de reorganización espiritual y
material. Al tiempo que una desgracia material, Eijo consideró una riqueza
espiritual la existencia de tan elevado número de mártires de su diócesis. Eijo
siguió con interés el desarrollo del Opus Dei desde su fundación. Conoció a San
Josemaría Escrivá. Defendió a esta institución, otorgándole la primera aprobación
eclesiástica de su historia (como Pía Unión). En 1944, ordenó a los primeros
miembros del Opus Dei promovidos al sacerdocio, y mantuvo su amistad y
admiración hacia Escrivá hasta el momento de su muerte, cuando manifestó que
las atenciones que prodigó al Opus Dei «serán mis credenciales para
presentarme ante el juicio de Dios».
[F]. Eijo apoyó decididamente la Ley de Bases creando el Régimen
obligatorio de Subsidios Familiares, promulgada el 18 de julio de 1938, y le indicó
al inefable Casimiro Morcillo el 11 de agosto de 1939 que la publicara en el
Boletín diocesano, con una circular firmada por el obispo «en el sentido de
felicitarnos por ese nuevo gran paso de cristiano perfeccionamiento social de
España». Sin embargo, por otro lado Eijo tenía ya desde 1939 bien clara la
independencia entre política y religión, cuando afirmaba: «No pertenece a la
misión sacerdotal dar garantías de orden político, aunque la política vaya de
acuerdo con los principios católicos. El sacerdote está por encima de las
diferencias que pueden distanciar a unos y otros ciudadanos entre sí. Por eso, no
es a él a quien se debe solicitar la certificación de adhesión a una causa social y
política» En la inmediata posguerra española, Eijo emprendió algunas acciones
para evitar la nazificación del régimen de Franco. A petición del nuncio de la
Santa Sede, se convirtió en asesor de moral y religión del Frente de Juventudes,
128
y a instancias del ministro José Luis Arrese, formó parte, sin ser falangista, de la
Junta Política de Falange, donde revisó la compatibilidad de algunas leyes –en
particular, el Fuero de los Españoles– y la doctrina católica. Participó igualmente
en el Consejo de la Hispanidad, institución organizada por Ramón Serrano Suñer
(1901-2003) en los momentos de mayor inclinación de España hacia el Eje. La
actitud de Eijo Garay, absolutamente seguro de que Franco no se separaría de la
Iglesia católica, contrasta con la de otros obispos españoles más críticos con el
gobierno de Franco. El colaboracionismo de Eijo, sin embargo, no parece ser la
única razón para excluirle en la sucesión del arzobispado de Toledo (Gomá había
muerto en agosto de 1940), ya que Enrique Pla Deniel, que resultó promovido a
la sede primada, era menos crítico que Eijo con el ala nazi de la Falange. En
1945 se produce un intento fallido de desmembrar la diócesis de Madrid, y
convertir a la capital en un vicariato de Toledo, administrado por un obispo
auxiliar, previsiblemente Ángel Herrera Oria. Eijo hizo saber su disconformidad a
Alberto Martín-Artajo, pero se desconoce si la comunicó a Franco o la puso en
conocimiento de la Santa Sede. El proyecto fue finalmente desechado, y Eijo
recibió del Papa en octubre de 1946 el nombramiento de Patriarca de las Indias
Occidentales, que suplía, en cierto modo, a la dignidad archiepiscopal que
hubiera recibido en caso de haber sido trasladado a Valencia. En 1947 Eijo creó
las Hermandades Católicas de Trabajadores, iniciativa al margen de los
sindicatos oficiales, que encargó precisamente al sacerdote que había nombrado
como primer asesor religioso del sindicato vertical en Madrid, Abundio García
Román. Eijo consideraba que estas Hermandades exigían menor grado de
compromiso que la Acción Católica y que, en caso de conflicto, era preferible la
existencia de las primeras: «tener masa pero sin ese núcleo» constituido por la
Acción Católica. Para algunos autores, Eijo habría tratado de evitar de esta forma
la influencia en Madrid de las Hermandades Obreras de Acción Católica,
dependientes de una autoridad externa (el arzobispado de Toledo). Eijo intervino
en el mundo de la cultura, principalmente como académico de la Lengua y de
Ciencias Morales y Políticas, procurando no adquirir más compromisos de los
que consideraba que podía cumplir (rechazó la presidencia de la Real Academia
Española). Fue Presidente del Instituto de España y del Instituto de Teología del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Desde el Instituto de España,
trató de obtener la adhesión de los intelectuales a la doctrina católica y al régimen
de Franco. En los últimos tiempos de la monarquía, como miembro del Consejo
de Instrucción Pública, había rehabilitado a Ortega Gasset, en 1929, y a
Unamuno, en 1930, aunque también evitó favorecer a personas como Fernando
de los Ríos Urruti. Un ejemplo de la amistad de Eijo con personajes alejados de
la fe católica puede verse en el caso de Manuel García Morente, que, cuando se
produjo su conversión, eligió al obispo de Madrid como destino de su confidencia.
En el Instituto Francisco Suárez, Eijo organizó, con ayuda de Joaquín Blázquez y
otros colaboradores, las Semanas de Teología y de Estudios Bíblicos, que se
celebraban anualmente. Con un valor científico desigual, constituyeron en
cualquier caso la reunión más cualificada que se celebraba en España sobre
Ciencias Sagradas, logrando la colaboración, aunque fuese puntual, de
personalidades y escuelas relativamente diversas. Eijo se cuidó mucho de evitar
que se orientaran en la línea de la Nouvelle Théologie.
[G]. La sintonía de Eijo con el régimen de Franco parece completa, por lo
que se refiere a sus documentos públicos, hasta el año del Concordato con la
Santa Sede, 1953. A partir de 1954, Eijo incide en algunos aspectos no resueltos
de la cuestión social, y constata en concreto que, mientras el suburbio madrileño
entra en vías de solución, el problema de la vivienda se agrava. Así, terminó por
129
asumir la necesidad de un cambio político que llevaba consigo la pérdida de
buena parte de la influencia política de los falangistas. En concreto, Eijo no evitó
el fracaso de las leyes fundamentales preparadas por Arrese. A diferencia de los
tres cardenales que previnieron a Franco contra estas leyes, el obispo de Madrid-
Alcalá no encontró inconveniente doctrinal en ellas. Su inferioridad jerárquica le
impedía advertir a Arrese de la oposición que sus leyes encontraban entre los
metropolitanos, en caso de que la conociera. Pero, aun en el caso de que le fuera
posible, es poco probable la hipótesis de que hubiera defendido a Arrese. Como
manifestaba el 29 de enero de 1957, había asumido la necesidad de una
renovación (al igual que Franco, más por motivos económicos que políticos):
«hay que fomentar cada día más la acumulación de capitales, a fin de que cada
día se pueda repartir más [...] Por cristianos debemos aspirar a la nueva etapa y
cooperar a su conquista, y no es cabal cristiano quien no se apreste a ella. La
implantación de tal régimen debe ser aspiración y anhelo de todo buen católico».
[H]. Tuvo variadas devociones. Probablemente todas las devociones de
Eijo pueden resumirse en su lema episcopal, in veritate et charitate, que expresa
un deseo de llevar al hombre todo (mente, voluntad y corazón) hacia Dios. Este
deseo parece haber constituido en el que fuera obispo de Tuy, Vitoria y Madrid,
una auténtica pasión por la unidad; no fue algo innato, sino que con el tiempo Eijo
fue tomando conciencia de la importancia de algunas de sus facetas: desde su
adolescencia, del papel del Papa y de la importancia del sacerdocio; desde 1922,
de las misiones; desde 1931, de la cuestión social. A su vez, estas cuestiones
adoptan diversos matices con el tiempo: la cuestión social se manifiesta una
veces clara y especialmente urgente en el suburbio, y más tarde en la vivienda o
en la emigración.
[I]. Cabe señalar entre sus publicaciones las siguientes: Eficacia del
pensamiento capital del Fundador de la Escuela Pía. Reforma de la sociedad
mediante la educación cristiana de la juventud, premio del certamen nacional
celebrado en Barcelona para conmemorar el centenario de San José de
Calasanz, el 13 de noviembre de 1898; El primer origen de la vida según el
Hexámeron y la Ciencia, Santiago de Compostela, 1923; Novena al Santo Ángel
Custodio de España, Madrid, 1917; Prólogo a José María Bover, Dominicales
evangélicas, Bilbao, 1922, pp. V-X; Prólogo a Daniel García Hugues, Los santos
evangelios de Nuestro Señor Jesucristo, Madrid, 1924; Discurso de clausura del
primer Congreso Nacional de Educación Católica, Madrid, 1924; Discursos leídos
ante la Real Academia Española en la recepción pública del Excmo. y Rvdmo. Sr.
Dr. D. Leopoldo Eijo y Garay, Obispo de Madrid-Alcalá el día 22 de mayo de
1927, Madrid, 1927; Esbozo apologético de la poesía eucarística clásica
española, en Revista Eclesiástica, 3.ª época, año IV (1932), pp. 369-394; Prólogo
a Francisco Sureda Blanes, El beato Ramón Llull (Raimundo Lulio). Su época. Su
vida. Sus obras. Sus empresas, Madrid, 1934, pp. I-XLIX; La persona jurídica. Su
concepto filosófico, y derechos fundamentales que debe respetar en ella el
Estado, discurso leído en el acto de su recepción en la Academia de Ciencias
Morales y Políticas el 9 de junio de 1935 y la contestación de Felipe Clemente de
Diego Gutiérrez, Madrid, 1935, pp. 3-93; La hora presente, Vitoria, 1937;
Directrices sociales, conferencia pronunciada ante el Primer Curso Nacional de
Instructores del Frente de Juventudes, celebrado en Madrid el 27 de noviembre
de 1941, Madrid, 1942; San Juan de la Cruz. Su mística, en Conmemoración del
IV Centenario de San Juan de la Cruz, Madrid, 1942, pp. 8-17; Sobre la caridad
fraternal cristiana, Madrid, 1942; Pasajes de las Instituciones Oratorias
entresacados y traducidos por..., en Conmemoración del célebre preceptista
español Marco Fabio Quintiliano en el XIX centenario de su nacimiento,
130
celebrada en el Instituto de España el día 28 de octubre de 1942, Madrid, 1942,
pp. 31-42; La finalidad de la Encarnación según el beato Raimundo Lulio, en
Revista Española de Teología, II (1942), pp. 201-227; A guisa de prólogo, a José
Luis Lazcano Escolá, Potestad del papa en la disolución del matrimonio de
infieles, Madrid, 1945, pp. 7-14; Dos pastorales sobre el Seminario, Madrid, 1946;
Exhortación pastoral con motivo del Día del Seminario 1951, Madrid, 1951;
Presentación de Teófilo Ayuso Marazuela, La Vetus Latina Hispana, Madrid,
1953, pp. 9-16; Prólogo a Salvador Muñoz Iglesias, Documentos Bíblicos, Madrid,
1955, pp. XVII-XXII; Carta pastoral sobre los notables progresos en la obra de los
suburbios y el camino por recorrer, Madrid, 1958; Exhortación pastoral sobre el
día de la Acción Católica, Madrid, 1959; Exhortación pastoral sobre el Día de la
Prensa e Información de la Iglesia, Madrid, 1959; A la unidad por la caridad,
Madrid, 1960; Puntos de Enseñanza sobre el Sacerdocio, el Seminario y la Obra
de las Vocaciones sacerdotales, Madrid, 1961; Las “razones necesarias” del
beato Ramón Llull en el marco de su época, en Estudios Lulianos, 9 (1965), pp.
23-38; La supuesta heterodoxia del Beato Ramón Llull, en Estudios Lulianos, 12
(1968), pp. 5-19; El Doctor Amor Ruibal y su juicio sobre el Beato Lulio, en
Estudios Lulianos, 14 (1970), pp. 227-235; La Luz divina en la gnoseología
luliana, en Estudios Lulianos, 15 (1971), pp. 153-173 y Las dignidades lulianas,
en Estudios Lulianos, 18 (1974), pp. 26-46.
[J]. Bibliografía: puede consultarse la siguiente bibliografía con referencias
a Eijo Garay: José J. Alemany, Pastorales para un tiempo de guerra, en
Miscelánea Comillas, 45 (1987), pp. 69-104; José Luis Alfaya Camacho, Eijo
Garay, un obispo para un Madrid dividido y en guerra, en ABC, 31 de agosto de
1988, p. 39; José Manuel Cuenca Toribio, Sociología del episcopado español e
hispanoamericano (1789-1985), Madrid, 1986; Lamberto de Echeverría Martínez
de Marigorta, Episcopologio Español Contemporáneo (1968-1985). Datos
biográficos y genealogía espiritual de los 585 Obispos nacidos o consagrados en
España entre el 1 de enero de 1868 y el 31 de diciembre de 1985, Salamanca,
1986; José Díez Niclós, El Pontificado de Mons. Dr. D. Leopoldo Eijo y Garay en
la diócesis de Madrid-Alcalá (1923-1936). Estudio a través del Boletín Oficial del
Obispado de Madrid-Alcalá, Pamplona, 1990; Anastasio Granados, El cardenal
Gomá, primado de España, Madrid, 1969; José Maria Javierre, Merry del Val,
Barcelona, 1961; Luis Martínez Kleisler y Juan Zaragüeta Bengoechea, A la
memoria del Excmo. y Revmo. Sr. don Leopoldo Eijo y Garay Patriarca Arzobispo
de Madrid Alcalá y Presidente del Instituto de España, Madrid, 1964; Antonio
Montero Moreno, Historia de la persecución religiosa en España 1936-1939,
Madrid, 1961; Salvador Muñoz Iglesias, Cincuenta años para un obispo: Don
Leopoldo Eijo Garay, en Cuadernos de Historia y Arte. Centenario de la diócesis
de Madrid-Alcalá, Madrid, 1986, vol. II, pp. 63-95; Juan Sáez Marín, El Frente de
Juventudes. Política de juventud en la España de la postguerra (1937-1960),
Madrid, 1988; Félix Verdasco, Medio siglo de vida diocesana matritense 1913-
1963. Memorias, recuerdos, evocaciones, Madrid, 1967 y, sobre todo, Santiago
Mata, Leopoldo Eijo Garay (1878-1936), tesis doctoral, Universidad de Navarra,
Pamplona, 1995, que he seguido de cerca en esta semblanza. Completar la
información con Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo. Un hombre fiel, Madrid,
2012, pp. 205, 206, 207, 208, 214, 217, 218, 228, 242, 243, 244, 245, 246, 247,
253, 265, 298, 310, 339 y 702 [SANTIAGO M ATA ] (κλυτός y σόφος como hombre
de Iglesia).
131
Humanidades en la Universidad de Huesca, y se doctoró allí en Derecho
canónico. Desempeñó diferentes cargos en la catedral de Pamplona: chantre
(1830), arcipreste (1860) y deán (1862). Miembro de una destacada familia
carlista –su hermano Joaquín fue general y su hermano Salvador presidente del
Tribunal Superior Vasco-Navarro–, fue nombrado por don Carlos rector de la Real
y Pontificia Universidad de Oñati (Gipuzkoa), inaugurada solemnemente en 1874
y clausurada con el final de la guerra carlista [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ]
(μέτρια νομικός).
132
biblioteca, que convierte en una de las principales de Chile. El General de la
Orden le designará en 1898 abad prior del convento, prelatura que conservó
hasta 1907. A esta etapa pertenecen sus investigaciones en historia eclesiástica,
de notabilísimo valor. El conjunto de su producción histórica habría de valerle
diversos reconocimientos; así, su elección para la Real Academia de la Lengua
de Chile (1874) y corresponsalía de la Real Academia de la Lengua Española,
Medalla de oro de la Sociedad Histórica y Geográfica de Chile (1912), como
también la Presidencia de la Academia Chilena de la Historia (1914). El año 1916
retornó a su enseñanza universitaria, coincidiendo con su nombramiento por el
Vaticano en la dignidad de protonotario apostólico. En 1918 el gobierno del
abogado y político Juan Luis Sanfuentes Andonaegui (Santiago, 27 de diciembre
de 1858-Fundo Camarico de Talca, 16 de julio de 1930), presidente de Chile
entre 1915-1920, lo presentó ante papa Benedicto XV a arzobispo de Santiago,
quien aceptándolo lo nombró el 30 de diciembre de 1918. Fue consagrado obispo
el 12 de enero de 1919 en la Catedral de Santiago de Chile por Monseñor Miguel
Claro Vásquez (1861-1921), obispo titular de Legione, quien era médico cirujano,
se convertiría luego en obispo Auxiliar de Santiago de Chile (1919-1921), y figura
como primer traductor al castellano de la Encíclica Rerum Novarum (15 de mayo
de 1891) del papa León XIII. Tomó posesión del Arzobispado el 29 siguiente.
Crux et Evangelium ecce arma mea fue su lema episcopal. En su labor se
contará la creación de los obispados de Valparaíso y Talca. De suma
importancia, principalmente a razón de la inestabilidad política chilena previa a la
sucesión presidencial de Sanfuentes y elección de Arturo Fortunato Alessandri
Palma (20 de diciembre de 1868–24 de agosto de 1950) en su primer mandato
(1920-1925; posteriormente también entre 1932 y 1938), hubo de resultar buen
entendimiento para la separación entre Iglesia y Estado, de la que no era
partidario el Partido conservador. Así, en noviembre de 1924 presidió la
Conferencia Episcopal que decidiría la independencia de los poderes civil y
religioso favoreciendo de ese modo las negociaciones que finalmente la
proclamaron en el texto de la Constitución de 1925, aprobada en plebiscito el 30
de agosto de 1925. El cuerpo de Crescente Errázuriz Valdivieso se halla
sepultado en la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile.
[B]. Obra impresa: 1) Canónica: Compendio de Derecho canónico,
Santiago, 1883 [2.ª ed., notablemente aumentada, Santiago, 1893]; 2) Historia
eclesiástica: Los orígenes de la iglesia chilena: 1540-1603, Santiago, 1873; Seis
años de la historia de Chile (23 de diciembre de 1598-9 de abril de 1605).
Memoria histórica, escrita en cumplimiento de los estatutos universitarios por…,
Santiago, 1881-1882, 2 vols. [Sobre Historia de Chile colonial, 1561-1810] [otra
ed. Santiago, 1908]; Historia de Chile sin gobernador: 1554-1557, Santiago, 1912
[sobre Historia de Chile colonial, y gobierno de Francisco Vilarga, 1511-1563];
Historia de Chile: Pedro de Villagra: 1563-1565, Santiago, 1916 [publicado por la
Sociedad Chilena de Historia y Geografía] [Pedro de Villagra, Gobernador de
Chile, 1563-1565]; Discursos pronunciados en la Sesión general celebrada por la
Sociedad Chilena de Historia y Geografía el 21 de diciembre de 1913, con el
objeto de hacer entrega al señor don José Toribio Medina de la medalla de oro de
la Sociedad, en Revista chilena de Historia y Geografía, t. 9, n.º 13 (primer
trimestre de 1914) [discursos de Crescente Errázuriz Valdivieso, Domingo
Amunátegui Solar (1860-1946), y José Toribio Medina (1852-1930)] [También en
Opúsculos varios de J. T. Medina, T. 4, 1928] [El homenaje a Toribio es por su
vol. 2 de Araucana]; 3) Devocionarios y novenas: Mes de María del Rosario,
Santiago, 1885 [con cuatro hasta 1934]; Novena de preparación para el
nacimiento de Nuestro señor Jesucristo, Santiago, 1898; Mes de San José,
133
Santiago, 1899; Mes de Noviembre dedicado a las ánimas del purgatorio,
Santiago, 1899; 4) Teológica: El periódico católico. Discurso leído el día 29 de
Agosto de 1872 en el acto de su incorporación a la Facultad de Teología,
Santiago, 1872; 5) Pastoral: Decreto sobre el matrimonio e informaciones
matrimoniales, del Ilmo. y Rmo. Sr. Arzobispo de Santiago don…, Santiago,
1924; Manual del Religioso Dominicano, Santiago, 1887; 6) Pensamiento
religioso: Introducción del Sr. Presbítero don… a Rómulo Mandiola, Francisco
Bilbao y sus panegiristas, Santiago, 1876 [Francisco Bilbao (1823-1865)] [Rómulo
Mandiola (1848-1881)]; 7) Memorias: Algo que he visto, Santiago, 1934
[Memorias póstumas publicadas en 1934 por Julio Vicuña Cifuentes (1865-
1936)]; 8) Obras selectas: Obras de Crescente Errázuriz, selección, bibliografía y
notas de Raúl Silva Castro, Santiago, 3 vols. [Raúl Silva Castro (1903-1970)].
[C]. Bibliografía: Ramón Ramírez, Los dominicos en Chile y la primera
Universidad, Santiago, 1979; Carlos R. Salinas Araneda, Una aproximación al
Derecho Canónico en perspectiva histórica, en Revista de Estudios Histórico-
Jurídicos, XVIII (1996), pp. 289-360; Salinas, Los textos utilizados en la
enseñanza del derecho canónico en Chile Republicano, en Anuario de Historia de
la Iglesia, 10 (2001), pp. 255-280; Salinas, El primer manual de Derecho canónico
escrito en América Latina después del Código de Derecho Canónico de 1917, en
Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, XXIII (2001), pp. 443-455 y José Calvo
González, Errázuriz Valdivieso, Crescente, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. III (= tomo 4.º de la colección),
Zaragoza y Barcelona, 2012, pp. 160-161, n.º 2.525 [JO SÉ CALVO G O NZÁLEZ ]
(σόφος).
ESCOBAR, Juan de (siglo XVI) . [N.º 150]. [A]. Natural de Córdoba, era
hijo de Alfonso Fernández de Escobar y Andrea Fernández de Córdoba. Había
estudiado Jurisprudencia en Bolonia, antes de ingresar en el Colegio de España.
Fue presentado por Pedro Miguel, obispo de León, por el deán y cabildo
legionenses a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia. Se le admitió en la institución albornociana el 28 de agosto de 1533,
para estudiar Derecho canónico, por parte del rector Diego de Santa Gadea. Su
disertación de ingreso versó sobre X 2.27.1. Durante los cursos 1535-1536 y
1537-1538 fue consiliario canonista. En su calidad de vicerrector del Colegio
admitió el 21 de noviembre de 1537 en el Colegio de España como capellán a
134
Francisco Barozo, que era natural de Módena, y el 30 de noviembre de 1537 a
Pedro Calderón, que ya había sido admitido como capellán en 1533 y en 1534,
pero que presumiblemente se había ausentado más del tiempo permitido. El 28
de junio de 1539 fue dispensado para ser admitido al examen de doctorado en
ambos Derechos. Dos días más tarde se examinó y se doctoró en Derecho civil y
en Derecho canónico. Durante el curso 1539-1540 volvió a ser consiliario
canonista. El 6 de abril de 1540 se ausentó, al parecer definitivamente, del
Colegio de España y se dirigió a Nápoles con el fin de obtener una prebenda o
desempeñar un cargo en aquel virreinato de la Corona española.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 167, n.º
805; Justiniano Rodríguez Fernández, En torno a varios becarios de León en el
Colegio de España de Bolonia, en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España,
Bolonia, 1972, pp. 368 y 371 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia,
1979, vol. II, pp. 724-725, n.º 763 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
135
así lo muestran algunas de sus obras como Consideraciones espirituales (1934),
Santo Rosario (1934), Camino (1939; obra sobre la que existe una impresionante
y muy documentada edición crítico-histórica a cargo de Pedro Rodríguez,
publicada en 2002, y de la que hay dos eds. posteriores hasta finales de 2004),
Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer (1968; que igualmente
cuenta con una edición crítico-histórica, que se ha encargado de dirigir José Luis
Illanes, probablemente el mejor teólogo español vivo, y en la que colabora Alfredo
Méndiz; esta versión de Conversaciones ofrece considerable interés para
diversas temáticas de Derecho canónico), Es Cristo que pasa. Homilías (1973), o
las póstumas: Amigos de Dios. Homilías (1977), Via Crucis (1981), Surco (1986)
y Forja (1987), que cuentan con multitud de ediciones y le han convertido en el
autor español traducido a más lenguas extranjeras después de Miguel de
Cervantes–, la necesidad de compatibilizar el carisma fundacional con el Derecho
vigente en cada momento en la Iglesia, le llevó a desplegar una intensa actividad
jurídico-canónica, que ejerció siempre con exquisita prudentia iuris. Consciente
de la novedad teológica y canónica del espíritu fundacional, no escatimó
esfuerzos para abrir nuevos, por necesarios, cauces en el Derecho de la Iglesia.
El 28 de noviembre de 1982 fue erigido el Opus Dei en Prelatura personal,
estructura jerárquica de naturaleza jurisdiccional creada por el Concilio Vaticano
II (Presbyterorum Ordinis, 10), mediante la Constitución apostólica Ut sit,
alcanzando así la configuración jurídica definitiva que se adecuaba al espíritu
fundacional y a la realidad eclesial de la institución (cfr. Amadeo de Fuenmayor,
Valentín Gómez-Iglesias y José Luis Illanes, El itinerario jurídico del Opus Dei,
Madrid, 1989 y sucesivas ediciones). La promoción de la responsabilidad de los
fieles laicos en la Iglesia, como consecuencia de sus enseñanzas sobre la
llamada universal a la santidad y la consiguiente posibilidad de vincularse a
estructuras jerárquicas con una declaración formal de voluntad; la consideración
del matrimonio como un auténtico camino de santidad para los cristianos, así
como su apasionada defensa de la libertad y responsabilidad personal de los
cristianos en la Iglesia, dentro de la comunidad eclesial, y en la sociedad civil, en
todas sus manifestaciones jurídicas, son algunas de sus más significativas
aportaciones a la teoría general del Derecho Canónico. Precisamente, en razón
de su doble formación de jurista y teólogo, tuvo siempre una visión amplia y
completa del fenómeno del derecho y de su función social, integrando, junto a los
aspectos formales e instrumentales de la norma jurídica, los fundamentos
universales de naturaleza antropológica. Los derechos fundamentales de la
persona humana fueron el objeto de numerosas referencias en sus escritos
impregnados del magisterio de la Iglesia sobre cada cuestión de la moral y del
derecho natural comunes a todos los seres humanos de todos los tiempos y
reconocibles dentro de la variedad de los distintos modelos culturales. Conviene
señalar de manera particular dentro del conjunto de los derechos civiles y
políticos, como de los derechos económicos, sociales y culturales, la afirmación
de la igual dignidad del hombre y de la mujer y, sobre todo, de su puesta por obra
en el amplio panorama de la res publica y específicamente en el ámbito de la vida
política (Conversaciones, n.º 90).
[C]. La insistencia sobre la libertad humana, en tanto que don inestimable
de Dios con todas sus consecuencias individuales y sociales, es el tema
dominante de sus escritos ascéticos que desarrollan abundantemente la moral
natural y cristiana. No es posible prescindir de algunas referencias textuales
dentro de un amplio abanico y de la recurrente calidad con que aborda la materia:
«... llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal
responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes
136
buscaba un hombre. Y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas
terrenas, es un tesoro que no apreciaremos nunca bastante» (Es Cristo que
pasa, n.º 184). Este amor a la libertad tiene por corolario la defensa del
pluralismo: «cuando se comprende a fondo el valor de la libertad, cuando se ama
apasionadamente este don divino del alma, se ama el pluralismo que la libertad
lleva consigo» (Conversaciones, n.º 98), se opone frontalmente e, incluso, según
sus propias palabras, se “detesta” (detestar es mucho más fuerte, siendo
sinónimo de aborrecer poniendo al Cielo por testigo) «la tiranía que es contraria a
la dignidad humana» (Conversaciones, n.º 53) y se rechaza toda violencia que no
«parece apta ni para convencer ni para vencer» (Conversaciones, n.º 44). Esta
posición contra la tiranía enlaza con la tradición de John of Salisbury, Sto. Tomás
de Aquino y Juan de Mariana, y es en Surco, n.º 397 donde la refleja con mayor
claridad: «Si la autoridad se convierte en autoritarismo dictatorial y esta situación
se prolonga en el tiempo, se pierde la continuidad histórica, mueren o envejecen
los hombres de gobierno, llegan a la edad madura personas sin experiencia para
dirigir, y la juventud –inexperta y excitada– quiere tomar las riendas...». Al fin y al
cabo, se trata siempre de una libertad que con claridad «asume sus propias
responsabilidades», contraria a «toda intolerancia» (Conversaciones, n.º 117), lo
que trae aparejada una impresionante insistencia sobre el deber de participación
y de intervención en las tareas de la sociedad por parte de todo hombre y
particularmente de cada cristiano: «Como cristiano, tienes el deber de actuar, de
no abstenerte... Los hijos de Dios, ciudadanos de la misma categoría que los
otros, hemos de participar ‘sin miedo’ en todas las actividades y organizaciones
honestas de los hombres» (Forja, 714 y 715). Escrivá quiso dejar claro a los
miembros y socios de su institución, siempre, pero de una forma muy nítida ya en
junio de 1955 cinco ideas: 1.ª) «La Obra no hace política ni la hará jamás, no
impone a sus socios ninguna opinión política determinada». 2.ª) «Nuestra libertad
política no tiene más trabas que la Fe de Cristo y la moral de la Santa Iglesia.
Lejos, pues de nosotros está la pretensión de uniformar todas las opiniones, en
materia de suyo tan relativa y mudable como el acontecer político». 3.ª) «Sería
una lamentable confusión –de resultados catastróficos– identificar al Catolicismo
como un partido político determinado». 4.ª) Recomendaba que los Catecismos de
doctrina cristiana incluyeran preguntas y respuestas sobre «los deberes que
impone a un ciudadano su condición de católico», con el objetivo de que se
adquiriese «conciencia de la responsabilidad social y política». 5.ª) Posición
contraria (reiterando lo que acabamos de escribir) hacia las posturas
abstencionistas e inhibitorias, «porque hay grave obligación de hacer uso de los
derechos cívicos y, en algunas circunstancias, renunciar a ellos es una acción
criminal». Otra posible manifestación de la formación jurídico-civil de Escrivá es
haber fijado la edad mínima de cuarenta años para poder ser elegido Prelado
[antes Presidente] del Opus Dei (ver Constitutiones, c. 300 y Codex iuris
particularis Operis Dei, c. 131, 1.º). No parece estar tomada del Derecho
canónico, cuyo CIC 1917, c. 331 § 1, 2.º cifra en treinta años la edad mínima para
ser obispo y el CIC 1983, c. 378 § 1, 3.º en treinta y cinco, sino que da la
impresión que tiene más que ver con algunas Constituciones europeas, como la
de la República española de 1931, art. 69, que establecía esa edad de ocho
lustros para la elección del cargo de Presidente de la República.
[D]. Por lo demás, su fina sensibilidad jurídica y su profundo sentido
práctico le permitieron captar con particular nitidez la intrínseca relación existente
entre derecho y vida (ius ex facto oritur), y le dotaron de una especial capacidad
para defender la superación tanto del puro legalismo positivista como de la
consideración meramente abstracta y racionalista de la norma. En esta línea, se
137
sitúa su valoración de la costumbre como fuente del derecho, tan presente ya
desde su estudio jurídico, teológico y canónico sobre la peculiar figura de la
abadesa del monasterio burgalés de Las Huelgas (La Abadesa de las Huelgas,
1944; 2.ª ed., 1974 y 3.ª ed., 1988). El libro tiene su origen en la memoria doctoral
que fue defendida el 18 de diciembre de 1939, con un título distinto Estudio
histórico canónico de la jurisdicción eclesiástica “nullius dioecesis” de la Abadesa
de las Huelgas de Burgos, ante un tribunal compuesto por Ignacio de Casso
Romero, Inocencio Jiménez Vicente, José López Ortiz y Mariano Puigdollers
Oliver, actuando como secretario Santiago Magariños Torres. Se la había dirigido
Eloy Montero Gutiérrez y obtuvo Sobresaliente. Era distinta de la que venía
preparando desde principios de los años treinta sobre los problemas canónicos
para la ordenación de cuarterones y mestizos en la América española, no perdida
en su totalidad, como se había venido reiterando durante años, y sobre la que ha
informado detalladamente en el primer semestre de 2008 el ya citado Pedro
Rodríguez, en un artículo publicado en Roma. El libro de La Abadesa fue objeto
de una calurosa acogida por parte del afamado catedrático de Instituciones de
Derecho Canónico de la Universidad de Sevilla, antiguo diputado y ministro de
Agricultura de la República y hombre liberal a quien se propuso por parte de
Claudio Sánchez-Albornoz en 1963 ocupar la Vicepresidencia (en España) del
Gobierno de la República en el exilio, Manuel Giménez Fernández, en la revista
Arbor, n.º 6 (1944), pp. 395-396, en la que resalta la «extraordinaria valía» del
autor, su «estilo correcto, límpido, terso, verdadero prodigio de equilibrio entre el
amenazado fárrago erudito y la peligrosa desviación emocional y apologética».
José Maldonado Fernández del Torco, entonces catedrático de Historia del
Derecho y más tarde de Derecho Canónico, tras un efímero paso por la cátedra
de Historia de la Iglesia y del Derecho Canónico, pone de relieve en La Abadesa
de las Huelgas, cuatro notas importantes recogidas en Anuario de Historia del
Derecho Español, XV (1944), pp. 774-778, cuales son: 1.ª) Su «firmeza, que da
solidez». 2.ª) «Finura de criterio y una lucidez de percepción que hacen que la
totalidad de la obra esté construida con toda armonía y que la exposición sea
nítida y de gran claridad lógica». 3.ª) La singular «conjunción de dotes de
historiador y de jurista» de Escrivá que permiten confirmar «una envidiable
capacidad de historiador del Derecho». 4.ª) «Cuando trata problemas jurídicos,
es en todo caso una copiosa información de autores de toda solvencia la que va
ayudándole en su marcha, y también entonces la interpretación se hace sin
salirse de unos términos claros y seguros». En la Revista Española de Derecho
Canónico, I (1946), pp. 219-233, sería el años más tarde Decano de la Facultad
de Derecho de la Universidad de Salamanca Lamberto de Echeverría Martínez
de Marigorta, con su artículo En torno a la jurisdicción eclesiástica de la abadesa
de Las Huelgas, quien resalte la importancia de la aportación científica de dicho
libro y que «está redactado en un castellano tan noble y rotundo, está lleno de un
interés y una amenidad tan grandes, que es difícil imaginar que se pueda llegar
más allá» (p. 220). Añade Echeverría: «Con pulso firme de cirujano experto, hace
Escrivá en cuatro magníficos capítulos la disección del cúmulo de potestades
inherentes al oficio abacial de las Huelgas. Señoría civil, superioridad religiosa,
administración del Hospital del Rey y jurisdicción eclesiástica cuasi episcopal.
Queda con ello centrado el problema, con sus contornos bien definidos, sin que al
lector pueda escapársele ya dónde está la dificultad. No cabe imaginar páginas
mejor aprovechadas» (p. 220). Sobre la parte jurídico-canónica del libro precisa
Lamberto de Echeverría: «los victoriosos capítulos de su parte histórica clavan en
el ánimo del lector la duda de si será capaz de sostener idéntica altura en lo
doctrinal. Mas es duda, que se hace aun más fuerte cuando se ve que trata de
138
buscar solución al difícil problema planteado en el breve espacio de noventa
páginas, se deshace en absoluto al contacto con la realidad. Método firme y
razonado, precisión matemática, claridad de conceptos y facilidad asombrosa de
síntesis pregonan bien alto su inanidad» (p. 229). Añade luego al respecto
Echeverría en lo que respecta al tratamiento por parte de J. Escrivá del título
jurisdiccional de la Abadesa de las Huelgas: «Su intento ha sido, ciertamente,
ambicioso. Explicar la legitimidad de dicho título, exponiendo al mismo tiempo
difíciles problemas planteados en torno a la costumbre “contra legem”, en el leve
espacio de 35 páginas es algo muy difícil. Por eso no es extraño que, aun
aceptando en lo fundamental su tesis y aplaudiendo sin reservas su valentía, no
todos los extremos de este capítulo final satisfagan por igual al jurista exigente./
Demuestra Escrivá, por ejemplo, con claridad y justeza la distinción entre
costumbre, prescripción y privilegio, acreditando una vez más su condición de
fino analista. Pero lo que no hemos alcanzado a ver, a pesar de ser tan claro que
no ha precisado demostración, es por qué el caso de la ilustrísima señora está
sujeto únicamente a las leyes de la costumbre. Que lo está es evidente. Nuestra
duda recae cabalmente en el adverbio... Nótese que no contradecimos a Escrivá.
Lo que él dice es verdad. Pero para que ésta hubiera sido cabal hubiera
convenido atender a la prescripción, fácil empresa cuando se cuenta con una
posesión centenaria, que no es un título inatacable, y la buena fe ha sido
manifiesta. Aunque hubiera que trabajar para remover la adversa doctrina de
Benedicto XIV en cuanto a la adquisición por este medio de jurisdicción
eclesiástica prelacial» (pp. 230-231). Otros catedráticos de Historia del Derecho y
de Derecho Canónico, en años posteriores, hicieron valoraciones muy positivas
de La Abadesa de las Huelgas, como José López Ortiz, José Orlandis, Pedro
Lombardía y Rafael Gibert Sánchez de la Vega. Pero pasando de las
valoraciones doctrinales a las intrinsiquezas iushistóricas, el libro examina los
diversos aspectos de la jurisdicción cuasi episcopal vere nullius por el cauce de la
consuetudo legitime praescripta y «contra vel supra omnem Ecclesiae morem» de
la abadesa, con competencias como el privilegio de moneda forera, derecho de
prenda, designación de merinos y potestad judicial con nombramiento de alcaldes
mayores con conocimiento de asuntos civiles y criminales en primera instancia y
en apelación, jurisdicción sobre personas eclesiásticas, lógicamente en nada que
pueda vincularse o menoscabar la potestad de orden. Justifica San Josemaría
dicha autoridad en el ámbito canónico por vía consuetudinaria no contraria al
derecho natural y por asentimiento tácito del Romano Pontífice, en concreto de
Inocencio III, por reconocimiento implícito y clarividente de Inocencio IV en 1245,
por confirmación tácita de San Pío V en 1566 y por ratificación de «privilegios,
indultos, prerrogativas, preeminencias, libertades, inmunidades y exenciones»
como monasterio nullius dioecesis por parte de la bula Sedis Apostolicae de
Urbano VIII de 1629. Resulta sorprendente que a la abadesa –como señala
Escrivá– le correspondiera «la plena jurisdicción, alto, bajo, mero y mixto
imperio». En el libro que recoge su tesis Escrivá de Balaguer se mueve por un
terreno difícil y aurragado que no le impide demostrar un conocimiento fuera de lo
común de la doctrina canónica histórica (Bernardo da Parma, Pierre de
Belleperche, Guilelmus Durantis, Enrico da Susa más conocido como cardenal
Hostiense, Martín de Azpilcueta, Juan Andrés, François Baudouin, Leonardo
Lessio, Niccolò dei Tedeschi, André Del Vaux, etc.). De su anterior proyecto
doctoral Escrivá conocía a fondo a Juan de Solórzano Pereira (también citado en
La Abadesa), que es autor de una obra muy importante De indiarum iure
disputatitone, sive de justa Indiarum occidentalium inquisitione et retentione, que
se publicó en Madrid en dos vols. en 1629 el primero y en 1639 el segundo; hay
139
otras ediciones de Lyon de 1672 y de Madrid de 1777. El CSIC hizo una edición
parcial en 1994. Esta obra fue traducida al castellano por el propio Solórzano bajo
el título Política indiana sacada en lengua castellana de los dos tomos del
derecho y gobierno de las Indias Occidentales (1648, que contó con otras eds.
posteriores de Amberes en 1703; de Madrid en 1736, corregida e ilustrada con
anotaciones por Francisco Ramiro de Valenzuela, y en 1947, con selección y
prólogo de Luis García Arias).
[E]. Pour aller plus loin, nos atrevemos a señalar cinco ideas iuscanónicas
que consideramos importantes en los libros que dejó escritos Escrivá de
Balaguer: 1.ª) Sobre el derecho de asociación de los clérigos: «En virtud de [un]
derecho fundamental, los sacerdotes pueden libremente fundar asociaciones o
inscribirse en las ya existentes, siempre que se trate de asociaciones que
persigan fines rectos, adecuados a la dignidad y exigencias del estado clerical. La
legitimidad y el ámbito de ejercicio del derecho de asociación entre los clérigos
seculares se comprende bien –sin equívocos, reticencias o peligros de anarquía–
si se tiene en cuenta la distinción que necesariamente existe y debe respetarse
entre la función ministerial del clérigo y el ámbito privado de su vida personal»
(Conversaciones [1967], n.º 7). 2.ª) Sobre el Opus Dei y los Institutos seculares:
«¿A qué otras organizaciones podríamos compararlo? No es fácil encontrar una
respuesta, pues al intentar comparar entre sí a organizaciones con fines
espirituales se corre el riesgo de quedarse en rasgos externos o en
denominaciones jurídicas, olvidando lo que es más importante: el espíritu que da
vida y razón de ser a toda la labor./ Me limitaré a decirle que, con respecto a lo
que ha mencionado, está muy lejano de las órdenes religiosas y de los institutos
seculares y más cercano de instituciones como la Holy Name Society»
(Conversaciones [1967], n.º 24). 3.ª) En torno a la unidad e indisolubilidad del
matrimonio: «La indisolubilidad del matrimonio no es un capricho de la Iglesia, y
ni siquiera una mera ley positiva eclesiástica: es de ley natural, de derecho divino,
y responde perfectamente a nuestra naturaleza y al orden sobrenatural de la
gracia» (Conversaciones [1968], n.º 97). 4.ª) Sobre las relaciones entre la Iglesia
y el poder político: «No podemos cruzarnos de brazos, cuando una sutil
persecución condena a la Iglesia a morir de inedia, relegándola fuera de la vida
pública y, sobre todo, impidiéndole intervenir en la educación, en la cultura, en la
vida familiar./ No son derechos nuestros: son de Dios, y a nosotros, los católicos,
Él los ha confiado..., ¡para que los respetemos!» (Surco, n.º 310). 5.ª) En relación
a la función de gobierno en la sociedad civil y eclesial: «El buen gobierno no
ignora la flexibilidad necesaria, sin caer en la falta de exigencia» (Surco, n.º 406).
Además, en 1967, en la investidura del grado de doctores honoris causa por la
Universidad de Navarra, hizo el siguiente panegírico de uno de los más grandes
canonistas del siglo XX, Willy Onclin: «Un maestro de la Ciencia Canónica, un
ilustre Profesor y Decano de la preclara Universidad de Lovaina, se acaba de
incorporar asimismo a nuestro Claustro de Doctores: Monseñor Guillermo Onclin.
Todos conocéis su relevante personalidad, acreditada por las más importantes
publicaciones científicas de las que es autor y por su docencia en las Facultades
lovanienses de ambos derechos. No puede, por tanto, sorprender que el Profesor
Onclin haya sido uno de los juristas que más eficazmente ha contribuido a los
trabajos del Concilio Vaticano II. Su historial universitario y su valiosa
cooperación en las tareas conciliares han recibido el más solemne
reconocimiento con su designación como Secretario de la Comisión Pontificia
para la reforma del Código de Derecho Canónico, que está llamada a realizar una
obra de histórica trascendencia en la renovada vida de la Iglesia de Cristo»
(Pamplona, 7 de octubre de 1967).
140
[F]. Escrivá es también autor de un artículo, su primera publicación jurídica,
que llevaba por título La forma del matrimonio en la actual legislación española,
publicado en el n.º 3 (1927) de la revista Alfa-Beta, de un comentario a La
Constitución “Provida Mater Ecclesia” y el Opus Dei, insertado en el n.º 427
(1949) del Boletín de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y de
Accommodata renovatio statuum perfectionis quoad regiminis constitutionem et
quoad regiminis exercitium recogido en las Acta et documenta Congressus
generalis de statibus perfectionis publicadas en Roma en 1950. Sobre Escrivá
son incontables las semblanzas, las valoraciones y elogios que desde el mundo
eclesial (en mucha mayor medida que desde el político o el universitario) se han
hecho. Tratándose de una semblanza jurídica nos permitimos seleccionar una
opinión de las emitidas sobre el personaje. Para el catedrático de Derecho
Financiero y Económico y político portugués, ya fallecido, António Luciano
Pacheco de Sousa Franco (1942-2004) «al fundar el Opus Dei en 1928, San
Josemaría Escrivá» puso de relieve que «el mundo de hoy sólo se evangeliza por
la santificación libre y plural en el trabajo, en la familia, en la escuela, en la
empresa, en la política», porque Escrivá es un creador de «una Iglesia laical
(popular) en un Mundo popular», «sin sumisión al clericalismo», y Camino es todo
lo contrario a una visión conservadora ya que presenta «una doctrina clara de
emancipación del Pueblo de Dios» y el Opus Dei es «una fundación de uno de
los primeros y más perfectos movimientos de cristiandad laical». Además San
Josemaría cuenta con varias biografías, pero hay una impecable desde el punto
de vista científico e historiográfico, pero de interés general, no jurídico y para la
que pasan desapercibidas cuatro de las cuestiones que aquí hemos abordado. El
autor, no obstante, es doctor en Derecho, y realiza la biografía con un esmero,
minuciosidad y una profundidad de altos vuelos que llaman poderosamente la
atención, como muy pocos lo habían hecho hasta ahora en España y Portugal en
los últimos doscientos años dentro del género biográfico. Se trata de Andrés
Vázquez de Prada, El Fundador del Opus. Vida de Josemaría Escrivá de
Balaguer, publicada en Madrid en tres vols. (I, 1997, 638 pp.; II, 2002, 759 pp., y
III, 2003, 796 pp.). El libro de Peter Berglar, Opus Dei: Leben und Werk des
gründers Josemaría Escrivá, se publicó en Salzburgo en 1983 (364 pp.) y cuenta
con traducciones a varios idiomas [la versión castellana no coincide con el texto
alemán en varias ocasiones]. Sobre periodos concretos del personaje, el mejor
tratado es la etapa zaragozana, en el libro, que tiene su origen en su tesis
doctoral, de Ramón Herrando Prat de la Riba, Los años de seminario de
Josemaría Escrivá en Zaragoza, 1920-1925: el Seminario de San Francisco de
Paula, Madrid, 2002, 451 pp., y además los libros de Jaume Toldrà Parés,
Josemaría Escrivá en Logroño (1915-1925), Madrid, 2007, 327 pp. y de Beatriz
Comella Gutiérrez, Josemaría Escrivá de Balaguer en el Real Patronato de Santa
Isabel de Madrid (1931-1945), Madrid, 2010, 408 pp. y antes, de la propia
Comella, La jurisdicción eclesiástica palatina en los patronatos reales del Buen
Suceso y de Santa Isabel de Madrid (1753-1931), Madrid, 2004, 284 pp. e
Introducción para un estudio sobre la relación de Josemaría Escrivá de Balaguer
con el Real Patronato de Santa Isabel de Madrid, en Studia et Documenta, 3
(2009), pp. 175-200. Ver además Carmelo de Diego-Lora, 2 de Octubre de 1928:
conmemoración de una fecha jubilar, en Ius Canonicum, vol. XVIII, n.º 35 y 36
(1978), pp. 21-51; Álvaro del Portillo, Una vida para Dios: Reflexiones en torno a
la figura de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer. Discursos, Homilías y
otros escritos, Madrid, 1992; Javier Echevarría, Memoria del beato Josemaría
Escrivá, Madrid, 2000; Flavio Capucci, Favores que pedimos a los santos. 200
relatos en vivo de la intercesión de San Josemaría, Madrid, 2003; William
141
Keenan, St. Josemaría Escrivá and the Origins of Opus Dei. The Day the Bells
Rang Out, Leominster, 2004, 316 pp.; Johannes Grohe, Escrivá de Balaguer y
Albás, José María, en Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, XXIII
(2004), pp. 325-343; Amadeo de Fuenmayor, Escrivá, San Josemaría, en Juristas
Universales, Madrid y Barcelona, 2004, vol. IV, pp. 751-752 (51 líneas); Jean-Luc
Chabot, Amadeo de Fuenmayor y Manuel J. Peláez, Escrivá de Balaguer Albás,
San Josemaría [Julián Mariano], en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 298-302
(228 líneas, base de la actual semblanza, que hemos ampliado casi al doble su
extensión); Hugo de Azevedo, Primeiras viagens de S. Josemaria a Portugal
(1945), en Studia et Documenta, 1 (2007), pp. 15-39; Juan Larrea Holguín, Dos
años en Ecuador (1952-1954): recuerdo en torno a unas cartas de san Josemaría
Escrivá de Balaguer, en Studia et Documenta, 1 (2007), pp. 113-125; Constantino
Anchel y Federico M. Requena, San Josemaría Escrivá y el obispo de Ávila,
mons. Santos Moro: epistolario durante la Guerra Civil (enero de 1938 – marzo
de 1939), en Studia e Documenta, 1 (2007), pp. 287-325; Pedro Rodríguez, El
doctorado de san Josemaría en la Universidad de Madrid, en Studia e
documenta, 2 (2008), pp. 13-103 [artículo, arriba aludido, verdaderamente
importante desde el punto de vista historiográfico, que es posterior a algunas
afirmaciones que ya habíamos publicado los autores de esta semblanza en 2004
y 2005]; Francesc Castells Puig, Gli studi di teologia di san Josemaría Escrivá, en
Studia e Documenta, 2 (2008), pp. 105-144 [contribución de gran relieve, que
aclara cuestiones relevantes y complementa el anterior artículo de Pedro
Rodríguez]; Santiago Casas Rabasa, Las relaciones escritas de san Josemaría
sobre sus visitas a Francisco Morán (1934-1938), en Studia et Documenta, 3
(2009), 371-411; Flavio Capucci, Josemaría Escrivá, santo: el itinerario de la
causa de canonización, Madrid, 2009, 199 pp.; Constantino Ánchel, Fuentes para
la historia de la Academia y de la Residencia DYA, en Studia et Documenta, 4
(2010), pp. 45-101; Aldo Capucci, San Josemaría Escrivá e il beato Ildefonso
Schuster (1948-1954), en Studia et Documenta, 4 (2010), pp. 215-254; Francisco
Crosas, Epistolario de san Josemaría Escrivá de Balaguer y mons. Javier
Lauzurica (enero 1934 – diciembre 1940), en Studia et Documenta, 4 (2010), pp.
411-435 [Lauzurica era doctor en Derecho canónico]; Carlo Pioppi, Alcuni incontri
di san Josemaría con personalità ecclesiastiche durante gli anni del Concilio
Vaticano II, en Studia et Documenta, 5 (2011), pp. 165-228; Luis Cano, San
Josemaría ante el Vaticano. Encuentros y trabajos durante el primer viaje a
Roma: del 23 de junio al 31 de agosto de 1946, en Studia et Documenta, 6
(2012), pp. 165-209; Santiago Martínez Sánchez, Dos amigos que se escriben:
Josemaría Escrivá y José María Bueno Monreal, 1939-1975, en Studia et
Documenta, 6 (2012), pp. 297-394 [de gran interés es este epistolario sobre
cuestiones canónicas o jurídicas en bastantes casos, entre ellas sobre las
diversas aprobaciones que el Opus Dei recibió de la Santa Sede, las
Constituciones de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, la fundación del
Instituto de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra que fue el germen
de la posterior Facultad de Derecho Canónico, sobre la denegación de
subvenciones a la Universidad de Navarra por las Cortes totalitarias de la
dictadura franquista, etc.]. Con multitud de referencias sobre el santo, que
aparece en una página sí y en la otra también, ver Javier Medina Bayo, Álvaro del
Portillo. Un hombre fiel, Madrid, 2012.
[G]. San Josemaría fue Profesor de Ética y Moral Profesional en 1940 y
1941 de los “Cursillos de Especialización de Periodistas” (germen de la posterior
Escuela de Periodismo de Madrid) [de qua vid. Pablo Pérez López, Josemaría
142
Escrivá de Balaguer, profesor de ética para periodistas: Madrid 1941, en Studia et
Documenta, 3 (2009), pp. 335-368], Prelado de Honor de Su Santidad (1947),
Académico ad honorem de la Pontificia Academia Romana de Teología (19 de
diciembre de 1956), Consultor de la Sagrada Congregación de Seminarios y
Universidades (23 de julio de 1957) y de la Comisión Pontificia para la
interpretación auténtica del CIC (21 de marzo de 1961). Estaba en posesión,
entre otras, de las Grandes Cruces de Carlos III (18 de julio de 1951), de San
Raimundo de Peñafort (23 de enero de 1954) y de la Orden Civil de Beneficencia
(26 de noviembre de 1964). Fue beatificado en Roma por Juan Pablo II el 17 de
mayo de 1992 acompañado por más de doscientos sesenta y cinco mil fieles y
canonizado el 6 de octubre de 2002 en la canonización más numerosa tenida
hasta entonces en la Plaza de San Pedro ante más de cuatrocientas treinta y
cinco mil personas y con la presencia de cuatrocientos setenta obispos venidos
de todo el mundo. Es el jurista de formación o profesión, canonizado por la
Iglesia, nacido en España, Portugal o en los territorios hispánicos, francófonos y
lusófonos de Latinoamérica, que viene suscitando mayor devoción popular en los
últimos cuatro lustros y los favores de aquéllos que acuden a su intercesión se
cuentan por millares en esos países, estados, nacionalidades y territorios [JEAN -
LUC CHABO T, A MADEO DE FUENMAYO R y M ANUEL J. P ELÁEZ ] (Μεγάλος Άγιος).
ESPINO VERGARA, Francisco del (siglo XVI) . [N.º 152]. [A]. Natural de
Logroño, diócesis de Calahorra y La Calzada, era hijo del licenciado Francisco
Espino y de Elena Vergara de Enciso. Estudió tres años de Jurisprudencia en
Nápoles. Fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia por el obispo de León Andrés Cuesta y el Cabildo de la
diócesis. Será admitido en el Colegio por Antonio de Raya el 19 de octubre de
1561, aunque hubo varios colegiales que dieron su voto en contra. Su disertación
de ingreso versó sobre X 2.27.4. Sus pruebas, aunque habían sido hechas al
parecer ante los tribunales de la Inquisición, debían dejar traslucir algunas dudas
sobre su limpieza de sangre, ya que fueron examinadas varias veces en el
Colegio y aprobadas al fin por el Cardenal de la Cueva, protector de la institución
albornociana. Sin embargo, fue admitido con la condición de que el Colegio
enviase un nuncio a España para investigar su limpieza de sangre. Si el resultado
fuera favorable, los gastos los pagaría a medias el Colegio y el propio Francisco
del Espino. No obstante, si resultaran desfavorables, Espino asumiría la totalidad
de los gastos ocasionados durante su estancia en la institución y además sería
expulsado del San Clemente. Las dudas de los colegiales contrarios a la
admisión de Espino obedecían a que, según rumores, era de raza judía y de que
en Logroño, de donde era natural, ya habían hecho sus pruebas, y había la
costumbre de no tener en consideración la ascendencia materna para la limpieza
de sangre. Contra ese parecer se pronunció tiempo después el colegial Antonio
Pérez, afirmando que tal afirmación era falsa y que en Logroño predominaba el
régimen común de otros lugares de España. El problema no se solucionó con su
admisión, que costó el cargo a Juan de Paredes, sino que es el comienzo de un
largo proceso entre Francisco del Espino y la institución albornociana. En el curso
1561-1562 fue consiliario canonista. El 22 de junio de 1562 fue dispensado de los
impedimentos existentes para ser admitido al examen en Derecho canónico,
recibiendo como promotor a Giovanni Ludovico Bove. Al día siguiente se
examinó, aprobó y doctoró en Derecho canónico, recibiendo las insignias
doctorales de quien había sido su promotor. No se ha encontrado la fecha de su
doctorado en Derecho civil, pero en el curso 1562-1563 consta que era doctor en
ambos Derechos. Hubo de ausentarse en varias ocasiones del Colegio como
143
consecuencia del contencioso en torno a su limpieza de sangre. Finalmente se
acudió al Tribunal de la Rota romana, que sentenció en 1567 a su favor y hubo
de ser readmitido en la institución albornociana, aunque Espino ya no regresó al
Colegio. No obstante, el Colegio determinó el 3 de febrero de 1568 promover
nuevas acciones contra Espino en Roma.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 227, n.º
1.829 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, p. 932-934,
n.º 900 y Espino Vergara, Francisco del, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 165, n.º 2.538 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
144
del 23 de noviembre de 1649, al ausentarse el rector del Colegio Nicolás
Romano), en 1650-1651 consiliario y bibliotecario y en 1654-1655 de nuevo
consiliario y bibliotecario, y en 1655-1656 consiliario y vicerrector. Sería rector en
1652-1653. El 26 de abril de 1656, al término del tiempo que los Estatutos
establecían para permanecer en el Colegio, hubo de abandonarlo. Sin embargo,
continuó en Bolonia y recibió la ayuda económica del San Clemente para poder
doctorarse. El 22 de mayo de 1656 fue presentado al examen en ambos
Derechos, y al día siguiente procedió a responder a las preguntas que se le
hicieron, recibiendo la insignias doctorales de Domenico Odofredo. En 1658 fue
nombrado auditor en Catanzaro y más tarde en Montefiascone. Desempeñando
este puesto fallecería en septiembre de 1668. Sin embargo, la noticia no debió
llegar con rapidez a conocimiento del Colegio de España, ya que el 31 de mayo
de 1670 fue cuando se acordó hacerle funerales en la entidad.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1341-1344, n.º 1.127 y Espinosa Garay, José de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 336,
n.º 1.746 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
145
seguro es que poco tiempo después le llegaba el nombramiento para la nueva
denominación de la asignatura, Instituciones de Derecho Canónico, materia sobre
la que publicó un manual del mismo título, que fue elevado al Consejo de
Instrucción Pública para que fuera considerado de mérito por dicha institución. En
varias ocasiones formó parte de tribunales de cátedras de Derecho canónico,
pero también en algunos otros, habiendo sido ya nombrado, renunció, tal y como
sucedió el 24 de enero de 1901, ante sendas cátedras de Santiago de
Compostela y de Zaragoza sacadas a oposición.
[C]. Ver, entre sus publicaciones, el Discurs llegit en lo certamen
Catalanista de la Joventut Catòlica de Barcelona, Barcelona, 1890, 22 pp. y el
Discurso inaugural leído en la solemne apertura del curso académic de1907 a
1908 ante el claustro de la Universidad de Barcelona, Barcelona, 1907, 75 pp.
Luego su manual de Instituciones de Derecho Canónico, Barcelona, con varias
eds. (1893, una de ellas) y con dos tomos, que además fue traducido al italiano
con notas a cargo de Antonio Bollani y llevando por título, Lezioni didattico-
storiche di diritto canonico, Roma, 1897, en un grueso volumen de XIX + 543 pp.
[D]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Estanyol Colom, Josep, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 166, n.º 2.540 [M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σόφος).
146
archivo del Colegio otra disertación jurídica manuscrita de 30 de abil de 1745 de
Estévez sobre el privilegio de conceder al colegial más antiguo una prebenda y
una tercera sobre la jurisdicción del Romano Pontífice sobre el San Clemente.
Fue consiliario e historiador del Colegio durante el curso 1741-1742, consiliario y
secretario en 1746-1747 y rector en el curso 1742-1743. Sería profesor de
Decretales de la Universidad de Bolonia desde 1742 a 1748, opositando junto a
otros colegiales el 13 de diciembre de 1741, siendo nombrado en enero de 1742
catedrático de Cánones para el primer cuatrienio por parte del arzobispo Visitador
de la institución. En 1743 sería enviado a Madrid para alcanzar cartas de
recomendación de los magnates de la Corte y obtener el favor real del monarca
felizmente reinante Felipe V para el Colegio. El 16 de agosto de 1747 se le
concedió el certificado de colegial más antiguo para obtener la prebenda en la
Curia romana. El 12 de mayo de 1747 se había acordado recomendarle ante el
Marqués de Villarias para que con su influencia encontrara un puesto dentro de la
administración de justicia española. Antes de venir a Bolonia había sido abogado
en Granada y Madrid. Durante su estancia en Roma logró para sí una canonjía
en Palencia, aunque es seguro que también lo fue con posterioridad de
Plasencia. En 1750 el Colegio le solicitó que fuera a la Corte a pedir ayuda para
la reconstrucción de la hostería de los Tres Reyes que se había incendiado. En
su testamento hizo una donación para el Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, p. 1599-1602, n.º 1.254 y Estévez de Castro, Ignacio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 337-338, n.º 1.751 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
EXIMÉNEZ FUSTER, Juan Jerónimo (siglo XVI) . [N.º 159]. [A]. Era
natural de la diócesis de Valencia, sin que podamos precisar la población de su
nacimiento. Fue admitido el 30 de agosto de 1568 como capellán del Colegio por
su pariente Alfonso de Villanueva del Peso. El 16 de enero de 1571 se le
dispensó para que pudiera ser presentado por el rector de ambas Universidades
de Juristas José González Velázquez de Flores al doctorado en ambos Derechos
antes del primero de febrero y que pagara no doble dulciaria, sino simple. El 18
de enero de 1571 se le dispensó de todos los impedimentos para ser admitido al
examen de doctorado en Derecho Canónico y en Derecho Civil, superando el
147
examen y recibiendo las correspondientes insignias doctorales. Da la impresión
de que el 2 de octubre de 1572 abandonó definitivamente el Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, p. 979, n.º 929 y Eximénez Fuster, Juan Jerónimo, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 338, n.º
1.754 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
149
n. 89516-89526), quien le atribuye a Jerónimo la obra titulada De pascuis et jure
pascendi, la cual no fue compuesta por el inquisidor sino por su hermano Antonio.
[B]. Comenzó sus estudios en la Universidad de Valladolid, en donde se
graduó de bachiller en Cánones el 3 de abril de 1610. Desde esta Universidad
pasó a la de Irache en donde curso las Leyes, graduándose de bachiller por
aquella Universidad el año de 1612; graduado volvió a Valladolid en donde
incorporó su grado en Leyes el 2 de enero de 1613. Entre sus maestros reconoce
al catedrático de prima de Cánones en Salamanca, Juan de Balboa Mogrovejo. Al
llegar a Valladolid comenzó rápidamente a leer de extraordinario en las Escuelas
de Cánones y en las de Leyes, y al año siguiente (1614), habiendo quedado
vacante la cátedra de Instituta que había tenido el licenciado Bustillo, lo vemos
por primera vez presentarse a oposición, pidiendo licencia en su instancia al
rector para que, a pesar de los Estatutos, se le permita salir de su casa para
seguir leyendo de extraordinario y acudir a algunos negocios que tiene en esta
ciudad. La gracia se le concede a pesar de que los Estatutos, dado el sistema de
proveerse las cátedras, establecen para los opositores una situación especial de
semiconfinamiento domiciliario, incluso desde el momento que queda vacante la
cátedra, con el fin de evitar los sobornos (Estatutos de la Universidad de
Valladolid de 1545, puntos 50 y 60). Lo establecido era que los que iban a
opositar no pudieran salir de su casa «salvo a misa... a la Audiencia Real, o leer
en las escuelas, o a informar a los oidores o a otro cualquier justicia seglar o
eclesiástica y el médico a curar... y si tuviera otra causa justa para salir, haya de
pedir licencia al Rector», y seguían añadiendo que en caso de salir de casa «lo
hagan sin hablar o detenerse con otro alguno, ni entrar en casa de algún voto».
No se les escapa la situación especial de los opositores de los colegios,
ordenando que «puedan entrar los estudiantes votos en el colegio, pero no en la
cámara del opositor». Son sus contrincantes en esta cátedra el licenciado Manuel
de Valcárcel y el doctor Ibáñez de Albisu, colegial de Santa Cruz, leyendo de
oposición Otero a las nueve de la mañana del 10 de marzo de 1614 sobre el
punto de locatione et conductione de la Instituta.
[C]. Puesto a votación de estudiantes Otero obtuvo, sobre el que más de
sus contrarios, 18 votos personales, un curso y 10 calidades, siéndole, por tanto,
adjudicada la cátedra de la que tomó posesión en 17 de marzo de dicho año de
1614 (Archivo Universidad de Valladolid, legajo 914, exp. 1). Como esta cátedra
era trienal, Otero la explicó hasta el año de 1617, e intentó continuar en la
docencia, pues opositó a la cátedra de Sexto en 1616, adjudicada el 19 de
octubre de ese año a Juan Morales Barnuevo o Barrionuevo (AUV, legajo 883,
exp. 11). Ante este fracaso, en enero de 1617 presentó al Claustro un escrito de
renuncia a la cátedra de Instituta, siéndole aceptada, para ejercer de fiscal en la
Chancillería de Valladolid. Por este tiempo debió graduarse de licenciado y doctor
en Leyes en la Universidad de Irache, pues aparece con el título de doctor en las
portadas de sus libros en 1632, si bien en 1638 se verá forzado a doctorarse en
la Universidad de Valladolid al reincorporarse a la misma.
[D]. Luego fue nombrado por oposición canónigo doctoral de la catedral de
Valladolid. Por lo tanto, durante los veinte años que estuvo alejado de la
Universidad (1617-1638) se curtió como jurídico práctico ejerciendo la abogacía
canónica (cabildo) y civil (Chancillería), lo cual demostró ampliamente en el tema
concreto del aprovechamientos de los pastos (De pascuis et de iure pascendi,
1632).
[E]. Pero su auténtica vocación era la docencia universitaria, pues en 1638
lo volvemos a ver presentarse a opositar a cátedras, haciéndolo a la de Decreto,
150
que había quedado vacante por renuncia de Francisco de Alarcón. En la instancia
que presenta se opone también a las que habían vacado de Sexto y Prima de
Leyes; y hace al mismo tiempo presentación de un bulero del nuncio de Su
Santidad en que se le autoriza para opositar a cátedras, no obstante tener
recibidas órdenes sagradas (era canónigo doctoral). Extraña petición pues no hay
ninguna disposición en los Estatutos que establezca alguna incompatibilidad de
este tipo; es más, él mismo, en circunstancias análogas ya había opositado y
ejercido como catedrático entre 1614 y 1617. Son ahora sus coopositores el
doctor Andrés Santos de San Pedro, el licenciado Felipe García Ibáñez, el
licenciado Pedro Mexía de la Portilla, colegial de Santa Cruz y catedrático de
Instituta, y el notable jurisconsulto y catedrático de Código Alonso de Olea. La
cátedra de Decreto le es conferida a Otero, y toma posesión de ella en 1.º de
febrero de 1638 (AUV, legajo 884, exp. 42). Por el mismo tiempo que opositaba a
Decreto quedó vacante también la cátedra de Prima de Leyes por muerte de
Francisco Uriarte Salinas, y presentó instancia para opositarla; pero, obteniendo
la de Decreto, desistió. Fueron opositores casi todos los que concurrieron a la de
Decreto: Antonio Fernández de Otero, canónigo doctoral, Andrés Santos de San
Pedro, Felipe García Ibáñez, Atanasio Oteyza Olano, Alonso de Olea, Pedro de
la Portilla y Lorenzo Perlines de Guevara, en quien se proveyó por el Consejo el
11 de diciembre de 1637 (AUV, Legajo 6, número 916, exp. 4 bis). Otero
desempeñó la cátedra de Decreto hasta su muerte en 1645, la cual se proveyó
por el Consejo de Castilla en Francisco de Zárate, colegial de Santa Cruz y
catedrático de Digesto Viejo, el 5 de agosto de 1645, siendo también opositores
José de Sagara, Francisco Cardeña, Francisco Antonio Caballero, Juan de
Villasante, catedrático de Instituta, Manuel de Santiago, Martín de Sarabia,
catedrático de Decretales, Antonio Núñez de Prado, Justo de Quevedo, Andrés
Venero y el doctor Perlines (AUV, legajo 7, número 885, exp. 11).
[F]. Por el tiempo en que ganó la cátedra estaba sólo graduado en
Cánones, y exigiendo el Estatuto que antes de los dos años había de graduarse
de doctor el que tuviera cátedra de propiedad, Otero pretendió del Consejo de
Castilla una moratoria para graduarse; pero el Claustro de 7 de diciembre de
1639 acordó, al saberlo, que por el agente de la Universidad se hiciese presente
al Presidente de Castilla los graves perjuicios que de tal concesión se originaban,
y que, supuesto que Otero era bastante rico, que se graduase según ordenaban
los Estatutos, acordándose en el claustro de 14 de febrero del año siguiente que
hiciera Otero el depósito de los derechos de grado. Resuelto el asunto por el
Consejo conforme a los deseos del Claustro, Otero pidió una moratoria de dos
meses; pero el Claustro le exigió hiciera su presentación para el grado, como así
lo hizo en 8 de marzo de 1640 (AUV, Libro 8 de claustros, ff. 35-42 y 344),
graduándose por fin en 15 de julio de dicho año (AUV, libro 274, f. 68). Hay que
tener presente, el importante descenso que se estaba experimentando en el
número de doctores, uno de los pilares del prestigio de la Universidad, según el
propio Consejo. Como hemos dicho, falleció en Valladolid en 1645, pues en
agosto de dicho año se declara vacante su cátedra por su muerte.
[G]. Antonio Fernández de Otero fue autor de algunos afortunados tratados
de Derecho público y Derecho civil, además de colecciones de “disputationes”,
“quaestiones” y “lucubrationes”. De él nos han quedado dos obras publicadas,
Tractatus de Pascuis et jure pascendi, aparecida en 1632, y Tractatus de
officialibus reipublicae, al parecer del mismo año, si bien la ediciones
conservadas son póstumas (a partir de 1681-1682). De la importancia de las
mismas dan fe las numerosas ediciones posteriores y las modernas
reproducciones digitales, con frecuencia reunidas en el mismo volumen. El
151
Tractatus de officialibus reipublicae está dedicado al ramo jurídico del derecho
administrativo que estudia los empleos públicos, con particular atención al tema
jurisdiccional. El Tractatus de Pascuis está monográficamente consagrado al
derecho de pastos y al tema de la propiedad colectiva. Lógicamente Otero se
centra en la problemática castellana (durante casi toda su vida residió en
Valladolid), pero en ellos, rebosantes de erudición, encontramos la presencia de
fuentes documentales y resoluciones judiciales en varias lenguas y en relación a
varios territorios europeos, correspondientes al entonces Imperio español.
Analicemos brevemente estos dos importantes tratados, manejando la edición
unitaria de los Hermanos De Tournes (Ginebra, 1750).
[H]. Empecemos por el Tractatus de Officialibus, cuya portada es bastante
descriptiva: D. Antonii Fernandez de Otero J. C. Carrionensis, olim in Pintiana
Academia Institutionum Civilium Cathedrae Moderatoris; deinde in Pintiano Regio
Senatu Forensium causarum patroni, Tractatus de Officialibus Reipublicae,
necnon oppidorum utriusque Castellae. Tum de eorundem electione, usu &
exercitio. Opus non solum tironibus, sed etiam magistris pernecesarium, duplici
Indice, Capitum scilicet, & Rerum locupletatum. Editio nova, auctior et accuratior,
Coloniae Allobrogum [Ginebra], apud Fratres de Tournes, 1950, pp. 1-226. Título
que nos evoca antecedentes conocidos sobre el pensamiento en torno al
gobierno, la justicia, la religión y el origen y legitimidad de los Príncipes, como
Jerónimo Castillo de Bovadilla, quien en 1597 publicó Política para Corregidores
y Señores de vasallos, en tiempo de paz y de guerra y para prelados en lo
espiritual y temporal entre legos, juezes de comisión, regidores, abogados y otros
oficiales públicos y de las jurisdiciones, preeminencias, residencias y salarios
dellos y de lo tocante a las de órdenes y cavalleros dellas.
[I]. Puesto que Antonio Fernández de Otero falleció en 1645, no debe nada
a otros autores posteriores, como afirman algunos estudiosos que sólo se han
fijado en la fecha de las primeras ediciones conservadas (1681-1682), pues Juan
de Solórzano Pereira publica su Política indiana en 1648 y J. Enríquez de Zúñiga
su Tractatus de officialibus reipublicae en 1676. El estudio de la administración en
España es antiguo; dio comienzo en el momento mismo en que España se
convierte, en el siglo XVI, en la primera potencia de Europa. La obra de Castillo
de Bobadilla sobre los corregidores muestra gran interés por la administración
provincial, en tanto que las de Enríquez de Zúñiga y Fernández de Otero, ambas
en latín, son dos importantes trabajos sobre la jerarquía de los funcionarios
reales. Del mismo modo, Política indiana de Solórzano Pereira es una obra
monumental sobre la administración colonial americana. Dejando aparte algunas
impresiones sin lugar ni fechas conocidos, las ediciones posteriores del Tractatus
de oficialibus reipublicae de Otero, de las que tenemos noticia, son las de Marci &
Joan. Anton. Huguetan Fratrum (Lugduni [Lyon], 1681 y 1682), Anisson & Joan.
Posuel (Lyon, 1700), Jean Coutavoz (Lyon, 1700, tal vez relacionada con la
edición de Posuel). Pero las ediciones más cuidadas y ampliadas salieron en
Ginebra (Coloniae Allobrogum) a cargo de los hermanos Tournes en 1732 y
1750. Modesto Fenzo lo reeditó en Venecia en 1753. Son varias las ediciones
electrónicas en Internet (Universidad de Valencia, Biblioteca Cervantes,
Biblioteca Digital de Castilla y León, Google, etc.). Otero, como la mayoría de los
pensadores de su tiempo, creía que el monarca era el propietario de la
República, y no únicamente su usufructuario o administrador. Por eso debía de
tener acierto en la elección de los funcionarios, tarea que no desempeñaban
satisfactoriamente desde hacía casi un siglo (a partir de 1543), cuando se
empezaron a vender los oficios al mejor postor, sin atender previamente a la
calidad de los candidatos. Otero está en contra de la elección de los “indignos” e
152
“incapaces” (cap. 5) y del tráfico venal de los oficios, es decir, de la primacía del
dinero sobre la calidad, la virtud y el mérito de los funcionarios. Por otro lado, era
acusación generalizada que los compradores de oficios, muchos de ellos «gentes
sin calidad y de baja suerte», se movían atendiendo a su propio beneficio, sin
ninguna preocupación por el interés general. Para aumentar las ventas de oficios,
la monarquía acrecentaba las plantilla de funcionarios, lo cual atentaba contra la
propia conservación de la República, al exceder con mucho a las verdaderas
necesidades de gobierno (cap. 8). Varios capítulos están dedicados al
procedimiento posterior a la elección, como obligaciones del funcionario,
revocación, cese y salarios.
[J]. El Tractatus de pascuis solo parcialmente ha sido estudiado por
Salustiano de Dios y de Dios en el marco de la historia de la adquisición y
enajenación de los bienes de las ciudades. La propiedad de las tierras baldías y
concejiles nunca estuvo claramente deslindada, a pesar de que el patrimonio
rústico comunal y sus aprovechamientos agrícolas, ganaderos y forestales
desempeñaron un papel decisivo en la economía tradicional castellana, sin
olvidar aspectos institucionales tan relevantes como el gremio trashumante de la
Mesta y los incesantes conflictos que sostenía con los labradores. La importancia
de los dos tratados de Otero es que reflejan la práctica seguida en la sala de
hidalgos de la Chancillería donde era abogado, matizando el ius commune de
dimensión europea y tradición de siglos. En conclusión, las dos obras de Otero
sobre la organización administrativa de las ciudades y sobre los pastos y al
derecho de pacer, son dos tratados completos de notable mérito, por la
abundancia de fuentes manuscritas y profusa erudición, que él manejaba con
soltura según las numerosas citas.
[K]. Destacamos las indicadas obras de Fernández de Otero: De pascuis et
iure pascendi tractatus per utilis et necessarius: in duos tomos divisus, authore
utriusque iuris Doctore Antonio Fernandez de Otero Iurisconsulto Carrionensi,
primus tomus, Valladolid, apud Ioannem de Rueda, 1632; Tractatus de
Officialibus Reipublicae, necnon oppidorum utriusque Castellae, tum de
eorundem Electione, Usu et Exercitio, Lugduni, 1681.
[L]. Bibliografía: M. Alcocer Martínez, Historia de la Universidad de
Valladolid, vol. V, Bio-bibliografías de juristas notables, Valladolid, Imprenta de la
Casa Social Católica, 1924, pp. 61-63; Rosa María Pérez Estévez y Rosa María
González Martínez, Algunos aspectos de la proyección de la Universidad de
Valladolid en Palencia: II. Los catedráticos. Biografías, en Actas del II Congreso
de Historia de Palencia, 27, 28 y 29 de abril de 1989, coord. por María Valentina
Calleja González, vol. 3, 1990 (Edad Moderna y Edad Contemporánea), pp. 142-
143; E. Galván Rodríguez, Una visita a la Chancillería Valladolid en la primera
mitad del siglo XVII, en Anuario de Historia del Derecho Español, LXVII (1997), II,
pp. 981-992; A. Marcos Martín, Evolución de la propiedad pública municipal en
Castilla la Vieja durante la época moderna, en Studia Historica. Historia Moderna,
16 (1997), pp. 57-100; Salustiano de Dios y de Dios, Representación doctrinal de
la propiedad en los juristas de la Corona de Castilla (1480-1640), en S. de Dios,
Javier Infante, Ricardo Robledo y Eugenia Torijano, coord., Historia de la
propiedad en España. Siglos XV-XX, Madrid, Centro de Estudios Registrales,
1999, pp. 235-242; Salustiano de Dios de Dios, Doctrina jurídica castellana sobre
adquisición y enajenación de los bienes de las ciudades (1480-1640), en S. de
Dios, Javier Infante, Ricardo Robledo y Eugenia Torijano, coords., Historia de la
propiedad en España, bienes comunales, pasado y presente. II Encuentro
interdisciplinar, Salamanca, 31 de mayo-3 de junio de 2000, Madrid, Fundación
Beneficentia et Peritia Iuris, Colegio de Registradores de la Propiedad y
153
Mercantiles de España, Centro de Estudios Registrales, 2002, pp. 14-79;
Salustiano de Dios de Dios, Doctrina jurídica castellana sobre costumbre y
Prescripción (1480-1640), en Historia de la propiedad, en el IV Encuentro
interdisciplinar, Salamanca, 25-28 de mayo de 2004, Madrid, Fundación
Registral, Colegio de Registradores de la Propiedad y Mercantiles de España,
2006, pp. 212-281, y Laureano M. Rubio Pérez, Bienes concejiles y régimen
comunal. Claves, modelos y referencias del mundo rural durante la Edad
Moderna, en Campo y Campesinos en la España Moderna, María José Pérez
Álvarez, ed., León, Fundación Española de Historia Moderna, 2012, pp. 87-152
[A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
154
«ex toto titulo ff et C. de edendo y et toto titulo ff et C. ad exhibendum et
capitulum 1 de probationibus». Le contraargumentaron en su exposición los
doctores Angelo Spanochio, Catáneo, Diego Millán (colegial), Martín Fernández
de Lechuga (colegial) y Francisco Sallén. El 4 de enero de 1611 se acordó
imprimir a expensas del Colegio estas conclusiones, sostenidas por Fernández
de Otero. Posteriormente se mandaron retirar unas hojas de esta obra, que se
estaba imprimiendo, porque en ella no aparecía expresamente que fuera colegial,
y nuevamente el 28 de febrero de 1613 se acuerda que se imprima la obra a
expensas del Colegio, siempre que no cueste más de 40 liras, ya que en parte la
culpa era del Colegio al mandar a la imprenta la obra sin revisarla antes.
[C]. El 10 de enero de 1611 es presentado al examen en ambos Derechos,
teniendo como promotores en Derecho Canónico a Arnobio y Blondino y en
Derecho Civil al obispo Reatino y a Aníbal Marescotti. Al día siguiente, 11 de
enero de 1611, recita muy bien los puntos del examen, siendo aprobado por
todos y recibiendo las insignias doctorales de manos de Hércules Peregrino.
Conseguido el doctorado, estuvo cuatro años (1611-1614) ocupado en tareas
internas del Colegio de San Clemente, como consiliario y secretario. El 20 de
mayo de 1611 fue nombrado secretario para escribir las cartas y decretos del
Colegio. El 16 de agosto de 1611 se declaró que mientras el Cardenal Protector
del Colegio no decidiera otra cosa correspondía al Dr. Otero, y no al colegial
Francisco Sallén, el interceder por el candidato y presentar sus pruebas. Pero no
estaba inactivo, pues el 14 de abril de 1611 hizo un primer viaje a Nápoles,
ciudad en la que triunfará plenamente como jurista a partir de 1616. Fue profesor
de Derecho canónico (Decretales) en la Universidad de Bolonia dos cursos
(1614-1616). El 30 de junio de 1614 fue elegido por todo el Colegio para suceder
al colegial Diego Millán en la cátedra vespertina ordinaria de Derecho Canónico
(«Predictus dominus Hieronimus legit ad presens cum maxima totius Universitatis
aprobatione cathedram ordinariam juris canonici vespertinam»). En concreto
explicaba el título "de usuris" (X 1.19) de las Decretales durante la tercera hora
postmeridiana. Empezó el curso con cierto retraso, pues entre el 1 y el 20 de
noviembre de 1614 estuvo en Roma para gestionar asuntos del Colegio ante el
Cardenal Protector (Antonio Zapata), según acuerdo del Colegio del 19 de
octubre de 1614, donde se determinó que Otero fuera a Roma para tratar con el
Protector asuntos gravísimos del Colegio y se le dieran 400 liras para que pudiera
honrosamente desempeñar su encargo, lo cual hizo con «maxima dexteritate ac
prudentia». El curso 1615-1616, el último como colegial, actuó como consiliario,
ecónomo y vicerrector. El 25 de agosto de 1615 fue nombrado ecónomo de 1615,
presentando como fiador al rector Diego Millán Hurones, cargo que desempeñó
hasta su partida para Nápoles el 3 de marzo de 1616, día en que se le da licencia
para que se vaya a dicha ciudad a opositar para una cátedra vacante en aquella
Universidad. Al mismo tiempo continuó como profesor de Decretales en la
Universidad de Bolonia, leyendo ahora el título «de regularibus et transeuntibus
ad religionem» (X 3.31) durante la tercera hora postmeridiana. No regresó más al
Colegio. Su nombre figura como ausente en el curso 1615-1616 y falta en las
listas de colegiales a partir del curso 1616-1617, si bien continuaron los contactos
con el Colegio, pues consta que el 30 de mayo de 1617 Otero estaba en Nápoles
y se acuerda escribirle recordándole una deuda que tiene con el Colegio.
[D]. En la ciudad sureña no sólo ganó la cátedra de Prima de Leyes, sino
que desempeñó varios importantes cargos civiles en poco tiempo, pues en la
portada de la obra Diversarum quaestionum, impresa en Nápoles (1619), aparece
Fernández de Otero con los siguientes títulos: «...quondam almi ac celeberrimi
Collegii Maioris Hispanorum Bononiae alumno, et illius Archigymnasii catedrae
155
vespertinae Iuris Pontificii moderatore, et postea in amplissimo Neapolitano
Studio Publico Iuris Caesarei matutino professore, deinde Regiae Aprutinae
Audientiae, et postea Regiae Dohanae manucudum Apuleae et Dohanellae
Aprutii Auditore, et earundem Officialium Visitatore. Et nunc totius regii exercitus
huius regni generali auditore et simul Magnae Curiae in Criminalibus Iudice…»,
es decir, en tres años (1616-1619) había sido catedrático de Prima de Leyes en
la Universidad de Nápoles, oidor de la Real Audiencia de los Abruzos, oidor en la
Audiencia de Puglia, así como visitador real. En 1619 era juez de la Vicaría de
Nápoles, auditor General de Nápoles, visitador general del Reino de Nápoles y
vicario general castrense. Todos estos empleos fueron desempeñados con gran
diligencia («Hic nobilis vir post multas Audientias Regni Neapolitani quas
integerrime administravit fuit creatus generalis Auditor eiusdem Regni et
Regiarum ecclesiarum Visitator»). Es fácil adivinar que detrás de esta fulgurante
carrera administrativa estaba su protector, el virrey Pedro Téllez-Girón Velasco,
III duque de Osuna (virrey entre 1616 y 1620): «Iste nobilis vir [Fernández de
Otero] fuit electus ab Excellentissimo Duce de Osuna post multa alia officia judex
vicarie Regni Neapolitani et Auditor Generalis regis simul et postea ab eodem
Excellentissimo Duce [Osuna] fuit creatus Visitator generalis totius Regni eiusdem
in quo officio mirifice omnibus satisfecit». Caído en desgracia el duque de Osuna,
destituido por sospechas de independentismo y sustituido por el cardenal Antonio
Zapata (septiembre de 1620-diciembre de 1622), Fernández de Otero abandona
Nápoles y se dirige a Roma, donde el pontífice Gregorio XV (papa entre 1621 y
1623) lo nombró Referendario Apostólico en ambas Signaturas de Justicia y
Gracia, y su Camarero Mayor (1622), con la expectativa de una prometedora
carrera en la Curia Vaticana («cum non parva spe progrediendi ad maiora»). El
25 de mayo de 1622 está en Roma, fecha en que el Colegio de Bolonia acuerda
enviarle una copia de sus segundas pruebas de limpieza de sangre, que Otero
había solicitado para su ingreso en la burocracia vaticana. Además, participa
activamente en las polémicas de los canonistas, publicando en Roma unas
Romanae lucubraciones seu Miscellaneae iuris disputationes (1623).
[E]. El nuevo papa, Urbano VIII (nacido Maffeo Barberini, papa entre 1623
y 1644) lo nombró canónigo y deán de Orense, en señal de vieja amistad y
premio de sus servicios («in veteris amicitiae signum et laborum premium»), pues
Otero siempre mantuvo buenas relaciones con la familia Barberini, como
demuestra el hecho de que en 1628 le dedicase su Tractatus de Actionibus al
cardenal Francesco Barberini, sobrino predilecto del papa, siendo ya inquisidor
en Cagliari. Pero Jerónimo Otero no debió abandonar Italia ni pisar nunca
Orense, pues no se consigna su presencia en ningún Cabildo y solo dos actas
hacen referencia a él. En la del 12 de junio de 1624 en que se posesionó del
deanato y de una cardenalía (en Orense como en Santiago había seis canónigos
cardenales). Y el 14 de junio de 1625 en que se posesiona su sucesor Lucas
Dogal por haber renunciado en su favor el deanato Jerónimo de Otero. Por lo
tanto, fue nombrado Inquisidor Apostólico en el reino de Cerdeña en la primera
mitad de 1625, donde continuaba en 1629 («Et iste nobilis vir ad presens
Inquisitor Regni Sardinie ubi rectisimum Inquisitoris oficium exercet 1629»).
Hecho confirmado por una nota del rector del Colegio de San Clemente de
Bolonia, Alfonso del Río: «Hic nobilis vir est ad presens [¿1625-1627?, años en
los que fue rector] creatus inquisitor Regni Cerdanie». Teniendo en cuenta que
Otero falleció en enero de 1635, fue inquisidor unos diez años (1625-1634), sin
duda los más oscuros y ajetreados geográficamente, pues ejerció en los
tribunales inquisitoriales de Cagliari (entre 1625 y 1632, aproximadamente),
Llerena (inquisidor apostólico de la provincia de León en la ciudad de Llerena,
156
título con el que se autocalifica en 1633, según Nicolás Antonio, Bibliotheca
Hispana Nova, I, Madrid, 1783, p. 574), aunque probablemente nunca pisó la
ciudad extremeña, y Barcelona, donde falleció a principios de 1635, dejando
bastantes deudas, a juzgar por el «Pleito civil contra los bienes de Jerónimo
Fernández Otero, difunto, inquisidor que fue del Santo Oficio en Barcelona, a
instancias de Juan Barceló, receptor del Tribunal de la Inquisición de Barcelona,
de Diego Villaseca, boticario y vecino de la referida ciudad, y de Agustín Monella,
caballero de la Orden de Alcántara y vecino de Madrid, todos acreedores, sobre
cierta cantidad de maravedíes» (Archivo Histórico Nacional, Inquisición, 1582,
Exp. 14). Una nota del colegial José Muñoz Hurtado, rector del Colegio de San
Clemente entre 1635 y el 8 de marzo de 1637, en que fue asesinado, dice a este
respecto: «Dominus Hieronimus Otero postquam in Sancte Inquisitionis
Barcinonensi tribunali mirifice vita per aliquot annis dedit, obiit anno 1635 mense
januari». De los tres tribunales inquisitoriales que conoció Otero, fue el de
Cerdeña donde más tiempo permaneció y jugó un papel más relevante, porque
tuvo que sacar a relucir sus notables dotes de jurista en el enconado pleito de
competencias entre el Tribunal de la Inquisición de Cerdeña y la jurisdicción
eclesiástica del obispo de Ampurias (hoy Tempio-Ampurias, sufragánea de
Sassari), Giovanni della Bronda (obispo entre 1622 y 1633). El regalista
Fernández de Otero defendió, en contra del obispo, la postura del virrey de
Cerdeña (marqués de Bayona, Jerónimo Pimentel, virrey entre 1625 y 1631, del
que se conservan varias cartas dirigidas a Jerónimo F. de Otero) y se vio
obligado a pronunciar varios discursos, apoyando el servicio que pedía el rey
Felipe IV en las Cortes de 1631. Sin embargo, en esta pugna entre el tribunal de
la Inquisición de Cerdeña y el obispado sardo, Otero salió perdiendo, pues,
fallecido su protector el virrey marqués de Bayona en 1631, quien fue sustituido
interinamente por fray Gaspar Prieto, general de la Merced Descalza, obispo de
Alguer y enemigo de nuestro inquisidor (en 1628 había mandado un memorial de
agravios contra los inquisidores de Cerdeña), Otero tuvo que trasladarse a
Madrid para defenderse en el Consejo de Aragón (Véase AHN, Inquisición, legajo
1630). Después de elevados gastos y correspondientes deudas, logró rehabilitar
su nombre y continuar en la administración inquisitorial, pero no se le permitió
regresar a Italia, asignándolo a tribunales dentro de España.
[F]. Pero Fernández de Otero hoy es recordado por alguna de la media
docenas de obras que escribió, todas en latín, excepto la última y más
importante, El maestro del príncipe (1633), publicada dos años antes de morir. El
Selectarum Interpretationum Iuris. Liber unicus. [Selectae interpretationes iuris]
(Bolonia, 1613, 315 pp.), hoy la denominaríamos «tesis doctoral», pues fue una
disertación defendida un mes antes de examinarse para dicho grado y con ella se
dio a conocer en el mundillo jurídico boloñés. Su obra Diversarum quaestionum
juris disputatio, publicada en Nápoles en 1619 está dedicada al duque de Osuna,
Pedro Girón, virrey de Nápoles, su mecenas, quien había dado el imprimátur el
25 de enero de 1618. El colegial Fernando de Muñoz Villa (rector de San
Clemente en el curso 1622-1623) destaca la utilidad de estas dos primerizas
obras jurídicas de Otero: «Compusuit librum unum selectarum interpretationum
cum repetitionibus ad titulos de judiciis, de consuetudine, de sententia et re
iudicata et de probationibus et postea existens Neapoli composuit alium librum
diversarum questionum canonicarum et civilium ingeniossisimum et maxime
utilem». El Tractatus de Actionibus et illarum origine, natura et effecto, fue
publicado en 1628 y está dedicado al cardenal Francesco Barberini (1597-1679),
nepote de Urbano VIII. Es un ataque valiente contra las tesis de Calvino y Lutero
en la materia. Pero sin duda, como acabamos de señalar, el libro más
157
significativo de Otero es El Maestro del Príncipe (Madrid, 1633), dedicado al
conde-duque de Olivares, donde se autocalifica de Inquisidor Apostólico de la
Provincia de León en Llerena, y hace hincapié en que el príncipe debe estar bien
instruido, por un buen maestro, «valiéndose para ello de los hombres más doctos,
prudentes, sabios y valerosos que ha podido hallar dentro y fuera de sus estados
[...]. Pues ni la grandeza, ni los títulos le pueden hacer bueno, ni la falta de ellos
le harán malo. Luego la buena educación para que se cría señor dellos es lo que
principalmente y ante todas las cosas debe procurar». Esta obra tiene dos
aprobaciones (hay ejemplares con una sola de las dos), del doctor fray Juan
Pastor, de san Francisco de Paula, y del maestro fray Gaspar de Villarroel,
agustino, quien señaló que el libro «serviría de manual» al príncipe. En 1627 la
condesa de Olivares, Inés de Zúñiga Velasco, había sido nombrada Camarera
Mayor tras el fallecimiento de la duquesa de Gandía, por lo que se convertía en
aya del hijo de Felipe IV. Fernández de Otero escribió al conde-duque, en la
dedicatoria de su libro, que dado que la condesa había comenzado «la crianza y
educación del príncipe», bien podía ayudar a convertir al príncipe en el «más
perfecto de todo el orbe, como es el mayor en la grandeza y Monarquía, pues con
eso se dilatará tanto su imperio que pueda añadir las tres letras que faltan al Plus
Ultra que su invicto rebisabuelo le dejó con el nombre». El autor insiste en que la
buena educación del príncipe era lo más importante, por eso debía aprender
idiomas, latín, griego, alemán, francés e italiano. Debía tener conocimientos de
Dialéctica, Filosofía y Aritmética. Pero lo más importante era que dominara la
Aritmética. Detrás encontramos críticas a la conducta real por dejar los asuntos
militares en manos de Olivares, impidiendo que el rey estuviera presente en el
Consejo de Guerra y fuera en persona a las campañas más importantes.
Fernández de Otero dirá: «Cuanto importa esta ciencia para todas las demás y
en particular para las materias de guerra, en que el príncipe ha de estar tan
advertido y diestro, que desde su palacio sepa en lo que le sirven sus capitanes,
a quién encomendar sus armas, y cuando fuere necesario hallarse en el gobierno
de ellos con su persona. No sólo conozca la importancia de los pareceres de sus
consejeros de guerra, sino que los obligue a mayor desvelo para el acierto de
ellos» (p. 59). Se debe tener presente que en 1632 Olivares se había percatado
del fracaso desde el punto de vista militar que supuso el Colegio Imperial de
Madrid. Quería formar academias al estilo de las que podían encontrarse en
Francia y Venecia. Es posible que tuviera presente el libro de Fernández de
Otero, porque fue entonces cuando decidió crear una Junta de Educación para
crear una academia militar y política. En conclusión, el castellano viejo Jerónimo
Fernández de Otero fue jurista práctico, más que inquisidor (simple modus
vivendi), al servicio de su patria, cuya decadencia ya vislumbra, aunque tuvo la
suerte de morirse antes de que empezase el ocaso. Lo mismo que Francisco de
Quevedo, ve en Italia que el Imperio español tenía los pies de barro, por lo que
Otero cree que era necesario que el príncipe tuviera una educación especial para
saber conservar y aumentar la monarquía. En este sentido Fernández de Otero
ofrece los medios en su libro El Maestro del Príncipe, subrayando la importancia
de que el rey debe estar preparado para la guerra, sin necesidad de depender de
consejeros, atacando así veladamente al conde-duque de Olivares. En cuanto
que propugna la idea de una España como defensora de la religión para
restablecer en Europa y en el mundo un periodo de paz bajo la autoridad del
monarca español como «Monarca Universal», haciendo hincapié en los medios
que permitieran a Felipe IV «dilatar su Imperio», Fernández de Otero es
personalidad peculiar y un magnífico paladín de la pedagogía especial, la de los
príncipes, de los días de Baltasar Gracián.
158
[G]. Entre sus obras hemos de señalar: Selectarum Interpretationum Iuris.
Liber unicus. [Selectae interpretationes iuris], Bolonia, 1613, 315 pp.; Diuersarum
quaestionum iuris disputatio [Diversae quaestiones iuris]: diuisa in tres partes: in
quarum prima canonicae, in secunda ciuiles... in tertia plurium delictorum natura
et circunstantiae describuntur et cuiusq[ue] poena a iure canonico, ciuili,
consuetudinario et municipali Unius et Hispani regni statuta refertur / authore D.
Hieronymo Fernández de Otero..., Nápoles, 1619, [12], 248, [32] pp.; Romanae
lucubraciones seu Misecellaneae iuris disputationes, Roma, 1623, 290 pp.;
Tractatus de Actionibus et illarum origine, natura et effecto, ex typographia
doctoris Antonii Galcerin, Cagliari, 1628, 290 pp., y El maestro del príncipe:
dividido en dos libros: en el primero se prueua quam importante y necesario es
dar maestro a un príncipe..., qual debe ser, cómo se ha de elegir...: en el segundo
se trata de lo que a de enseñar al príncipe... por... don Jerónimo Fernández de
Otero..., Madrid, 1633, 62 hojas.
[H]. Bibliografía: hay no escasas referencias en diversos lugares sobre
este gran jurista: Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana nova, 2 vols., Madrid 1783-
1788, I, p. 574; Serafino Mazzetti, Repertorio di tutti i professori antichi e moderni
della famosa Università e del celebre Istituto delle scienze di Bologna, Bolonia,
1843 y reed., 1988, pp. 124-125, n.º 1.197; A. Renedo, Escritores Palentinos.
Datos bio-bibliográficos, 2 vols., Madrid, 1919, vol. I, pp. 239-242; E. Toda Güell,
Bibliografía Espanyola d’Itàlia, Barcelona, 5 t., 1927, t. 3, p. 117; A. García
García, Fernández de Otero, Jerónimo, en Quintín Aldea Vaquero, T. Marín
Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España,
t. II, Madrid, 1972, p. 920; Supl. I, 1987, p. 2; G. Díaz Díaz, Hombres y
documentos de la Filosofía española, Madrid, 1980-2003, vol. III, p. 170; J. S.
Díaz, Bibliografía de la Literatura Hispánica, 15 vols., Madrid, 1963-1994, vol. 10,
pp. 157-158; A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1184-
1189, n.º 1.045; Enrique García Hernán, Escritores políticos palentinos del Siglo
de Oro, en Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, n.º 73 (2002),
pp. 245-273 y Antonio Astorgano, Fernández de Otero, Jerónimo, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), Zaragoza y Barcelona, 2012, pp. 172-175, n.º 2.552 [A NTO NIO
A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
160
muchos y muy buenos. Tenía mucha plata labrada, y el pontifical que heredó la
yglesia fue tasado en dos mil ducados».
[B]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Fernández de Portocarrero, Martín,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 347-348, n.º 1.774 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ] (μέτρια
νομικός).
161
1419). Estudió en Italia y en Lérida donde se doctoró en ambos derechos. De
regreso en Valencia en 1376 se hizo cargo de la enseñanza de Derecho en la
escuela episcopal. Se casó en 1382 con Jaumeta Despont con la que tuvo once
hijos. En 1386 era asesor del Justicia Criminal de la ciudad de Valencia y al año
siguiente fue elegido Jurado de la ciudad. Ese mismo año compró el lugar de
Alafara que le vendió el jurista Guillem Jaffer. Como consecuencia de una peste,
en 1395 falleció su mujer y nueve de sus hijos, por lo que renunció a todos sus
cargos y oficios, ingresando en 1396 en la orden de los cartujos, cuando tenía 41
años. Desde su retiro a la Cartuja de Porta Coeli, de la que llegó a ser su Prior,
apenas tuvo actividad como jurista y su nombre sólo se cita ocasionalmente.
Como religioso tuvo cierta relevancia al ser nombrado por el papa Benedicto XIII,
legado suyo en la Junta Magna de prelados de Pisa; también fue propuesto como
General de la Orden, pero renunció a estas preeminencias. Con ocasión del
Cisma de Occidente, se distanció del Papa, regresando a la cartuja. Tras la
muerte de Martín el humano, rey de la Corona de Aragón, sin dejar
descendencia, se planteó el problema sucesorio. Bonifacio fue nombrado
representante del Reino de Valencia destacando su intervención en el llamado
Compromiso de Caspe, en el que participó como uno de los nueve jueces, que
decidió sobre la sucesión. Cuando falleció en 1417, era prior de la Cartuja de Val
de Crist. De su vida nos han quedado algunos recuerdos singulares como es el
famoso retablo gótico denominado “Retablo de Bonifacio Ferrer” que se expone
en el museo de Pío V de Valencia y algunos capítulos de la Biblia, traducidos por
él del latín al valenciano. También se le atribuye un tratado De novo schimate o
De Schismate Pisano, escrito con la ayuda del mencionado Benedicto XIII, el
papa Luna, a propósito del llamado Cisma de Occidente.
[B]. Bibliografía: Vicente Graullera Sanz, Ferrer, Bonifacio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 356-357, n.º 1.783 [VICENTE G RAULLERA SANZ ] (κλυτός por su actividad
eclesial y ‘άριστος por su vida ejemplar) (μέτρια νομικός).
162
Pontevedra, bien en el Real Hospital de Santiago de Compostela. Quienes de
ellos parecen más solventes señalan lo último, al ser su padre, Manuel Figueroa,
practicante mayor de dicho Real Hospital, concretando asimismo la fecha de
bautismo a día 21 de diciembre de 1708. Murió el 3 de abril de 1783. Siguió
carrera eclesiástica que inició en Valladolid, continuándola Ávila, donde se
licenció y doctoró en 1733. Prelado doméstico y capellán del Santo Padre
Benedicto XIV, Auditor de la Sacra Rota Romana por la Corona de Castilla y
León, Plenipotenciario de su Majestad Rey Fernando VI (1750), Comisario
General de la Santa Cruzada, Colector General de Expolios y Vacantes (1771),
Gobernador del Real Consejo Cámara de Castilla (1773-1783) sucediendo al
Conde de Aranda, fue consagrado Arzobispo de Laodicea in partibus en la
Capilla de Palacio el 23 de marzo de 1782. A los anteriores cargos y puestos
acumuló también otros como Protocapellán y Limosnero mayor del rey Carlos III,
Vicario General de sus Ejércitos y Patriarca de las Indias. Su intervención
fundamental en servicio del monarca Fernando VI tuvo lugar durante la
negociación del Concordato de 1753, que firmó por parte española como
Plenipotenciario de aquél. Su actuación, enviado a Roma en julio de 1750 a
propuesta de Francisco Rávago y Noriega [Tresabuela (hoy Cantabria), 1685-
Madrid, 1763], confesor del rey, enemigo de la Compañía de Jesús y regalista,
fue propiciadora del plan fernandino de reforma eclesiástica, logrando obtener
para la Corona el patronazgo casi universal sobre los beneficios eclesiásticos
más importantes, pues quedaron reservados a la privativa colación de la Santa
Sede apenas cincuenta y dos de aquéllos, de donde el Monarca amplió muy
considerablemente sus facultades decisorias sobre la provisión de las prebendas
eclesiásticas.
[B]. Cumpliendo así secretas instrucciones de palacio su negociación del
Concordato, ajustada directamente con el Papa, pronto alcanzó a persuadir a
éste respecto «a lo vano de esquivar el reconocimiento sobre el patronato
universal de los reyes, y que respecto de las pensiones y demás derechos
curiales nada aventuraba el Papa en abolirlos» (Alejandro del Cantillo, p. 421), de
donde la firma demoró sólo el tiempo invertido en calcular los ingresos anuales
papales por pensiones, bancarias, expolios y vacantes y demás derechos
ejercidos sobre los beneficios eclesiásticos de España. Benedicto XIV se refiere a
Figueroa en el Breve pontificio en aclaración y mejor observancia del Concordato,
dado en Roma en Santa María la Mayor el 10 de septiembre de 1753, como
«eclesiástico tan insinuante y dulce en sus modales, como de entendimiento claro
y profundamente instruido en la ciencia canónica».
[C]. Conocedores de la calidad de agente secreto fueron únicamente,
además del Rey y su confesor, Zenón de Somodevilla Bengoechea, marqués de
la Ensenada (Hervias, La Rioja, 20 de abril de 1702-Medina del Campo, 2 de
diciembre de 1781), y en comunidad con ellos también el cardenal Valenti de
Gonzaga, Secretario de Estado del gobierno pontificio. En su misión actuó
Figueroa como «un celoso y distinguido cooperador» del marqués (Lafuente, p.
317), y tan a espaldas de José de Carvajal Lancáster (Cáceres, 1698-8 de marzo
de 1754), Ministro de Estado, como del cardenal Luis Manuel Fernández de
Portocarrero (Palma del Río, Sevilla, 1635-Toledo, 1709), embajador español en
la Santa Sede. Los comentarios más prontos a la fecha de aquel Concordato los
realizó Gregorio Mayans Siscar con el título de Observaciones sobre el
concordato del Santíssimo Padre Benedicto XIV i del Rei Cathólico Don Fernando
VI. Las ofrece a la memoria de los españoles, i las dedica a su Rei i Señor, que
Dios guarde (2 de junio de 1753).
163
[D]. Otros juicios bien distintos al del Papa Benedicto XIV han
caracterizado su persona, carácter, méritos y espíritu. Era, se ha escrito, «un
eclesiástico de carácter flexible y conciliador, hábil en el trato del mundo, y diestro
para conocer y aprovechar las flaquezas de las personas cuya benevolencias
necesitaba» (Francisco de Cárdenas, p. 56). Y también: «Hijo de Galicia, nuevo
gobernador del consejo, distinguíase por su fecundidad de recursos en buscar
medios términos para todo, y en no perder el buen lugar que se hacía siempre
con particularísimo estudio. Jamás echaba fuego sobre los negocios ya
encrespados o mal dispuestos, ni daba paso que no fuera sobre seguro; y si las
circunstancias le cerraban tal vez esta puerta, los negocios quedaban parados en
sus manos, haciendo semblante de suspensión precisa o demora forzada por la
aglomeración de otros muchos, hasta ganar el beneficio del tiempo. Por su
natural heredado o por su política adquirida en Roma, cultivaba asiduamente,
como perito cortesano, a los poderosos. A su muerte, ocurrida diez años más
tarde, sobre el título de arzobispo de Laodicea, reunía cargos tan elevados como
el gobierno del consejo, el patriarcado de Indias, la comisaría general de Cruzada
y la colecturía de Expolios y Vacantes; en cuyos crecidos sueldos y las no menos
pingües rentas eclesiásticas que disfrutaba hubiera podido remediar muchos
infortunios, a no inclinarse su sórdida avaricia a rellenar arcones con cartuchos
de plata y oro y sobre cada uno de los cuales se complacía el escribir el rótulo de
su procedencia. Tres o cuatro contadores de la Tesorería real, muy diestros en su
oficio, gastaron cuatro o cinco días de continuo trabajo en saber a cuanto
ascendía lo que aquel eclesiástico poco digno tenía usurpado a los pobres.
Cuando Carlos III supo que ascendía a muchos millones de reales, dijo con
asombro: No lo esperaba de Figueroa» (Antonio Ferrer del Río, pp. 108-109). Sí
parece que mejor opinión mereció a Pedro Rodríguez, conde de Campomanes,
poco dado precisamente a la generosidad en sus pareceres, que lo reputaba en
fama de inteligente y buen jurista. Figueroa, desde luego, laboró como
Gobernador del Real Consejo de Castilla por la difusión del Discurso sobre el
fomento de la industria popular (Madrid, 1774), enviando al Ayuntamiento de
Sevilla un ejemplar de aquella obra, y carta de 18 de noviembre de 1774
recomendándola de beneficio público (Calderón España). En su etapa de
gobierno del Consejo de Castilla fue implacable partidario de la expulsión de los
jesuitas, promoviendo algunos entre los decretos más terminantes, en igual línea
de los emitidos por la Secretaría de Despacho del anterior presidente del Consejo
de Castilla, Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda (Siétamo, Huesca,
1719-Épila, Zaragoza, 1798), y tras Figueroa asimismo continuados por su
sucesor, Pedro Rodríguez.
[E]. También intervino en la fundación del Banco de San Carlos, actual
Banco de España. Figueroa nombraría a Campomanes, a José Moñino Redondo,
conde de Floridablanca (Murcia, 1728-Sevilla, 1808) y al malagueño José de
Gálvez Gallardo como sus testaferros, quienes organizaron su legado
testamentario de biblioteca y manuscritos para la Universidad de Santiago de
Compostela, y los seis millones treinta y siete mil reales y diecisiete maravedíes y
medio para la creación de una fundación, instituida en 1784, haciendo
beneficiarios a los parientes huérfanos, conocidos como figueiroístas y entre los
que se contó Eugenio Montero Ríos. La Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando conserva un busto en escayola de Manuel Ventura Figueroa
Barrientos, obra de José Rodríguez Díaz (San Pedro de Sesterey, Lugo, c. 1746-
La Carraca, Cádiz, 1817). El 22 de julio de 1899 se inauguró en Santiago su
estatua en bronce de la fundición catalana Casa Masriera, obra del coruñés
Francisco Vidal Castro, quedando emplazada entonces delante del edifico de San
164
Clemente, y estándolo hoy en el Mirador do Campus Universitario. En 1929
recibió el también escultor Cristino Mayo y Bucitos (Pontevedra, 1905-Madrid,
1987) encargo para una lápida conmemorativa de Manuel Ventura Figueroa
colocada en Hospital Real de Santiago de Compostela.
[F]. Manuscritos e impresos: abundan los manuscritos de muy diverso
tema relacionados con su función eclesiástica y también política. Numerosos son
también los archivos documentales que los custodian. Ver así por el Catálogo de
la Biblioteca Nacional de Madrid, Comunicación de Manuel Ventura Figueroa a
Baltasar Aperregui, de la Audiencia de Zaragoza, sobre la Resolución de Carlos
III, referente a la administración de justicia en los procesos criminales [fechada en
Madrid, 28 de enero de 1783, Bibl. Nacional, ms. 11.266/12] [Sobre
procedimiento penal]; Discurso sobre el Concordato de 1737 [en la portada: Año
MDCC.XL.IX, Biblioteca Nacional, ms. 13.129] [Real Patronato y Concordatos],
Catálogo de la Universidad de Barcelona, y de la Biblioteca Histórica Santa Cruz
de la Universidad de Valladolid, donde se localiza en “Fueros y Cruzada” como
ms. 284 un Discurso sobre la administración de los caudales de la Cruzada.
Pueden consultarse además, entre otros, también el Catálogo de los pergaminos
que se custodian en el Archivo Municipal de Córdoba apareciendo la Bula de la
Santa Cruzada, 1 de junio de 1770, Madrid [sobre dispensas y privilegios de
bulas anteriores, concedidas y confirmadas por Clemente XIII, insertando: 15 de
julio de 1573, Roma. Sumario de indulgencias concedidas por Gregorio XIII; 20
de marzo de 1768, Roma. Bula de Clemente XIII dirigida a Carlos III; 20 de marzo
de 1768, Roma. Bula de Clemente XIII dirigida a Carlos III], o el Catálogo del
Archivo Histórico de la Santa Iglesia Catedral de Málaga (Leg. 13:7: Carta-Orden
firmada por D. Manuel Ventura Figueroa al Cabildo de Málaga en la que se pide
oraciones para el éxito de una expedición contra Marruecos cuyo Rey había roto
con mala fe, el tratado de paz y había sitiado la plaza española de Melilla, Madrid,
8 de junio de 1775; Leg. 14: 38: Carta del Ilmo. Sr. Ventura de Figueroa en que
nombra contador de Rentas Decimales a D. Juan de Marcaida, Madrid, 18 de
octubre de 1774. Entre los impresos: R.P.D. Figueroa Barchinonen. decimarum,
Veneris 11 Januarii 1754, Decimarum omnium pro aequis partibus divisionem
inter parochum seu rectorem Ecclesiae S. Stephani de Ripollet & Monachum
Franciscum de Rovira uti possessorem simplicis regularis beneficii erecti in altare
Monasterialis Ecclesiae S. Cucuphatis...; Sententia Rotalis, Emmanuel Ventura
Figueroa... Sacrae Rotae Romamae Auditor..., noveritis, quod aliàs introducta
coram nobis in vim specialis commissionis sanctissimi domini nostri Papae lite &
causa, seu causis inter R.D. Iosephum Salvany, rectorem Sancti Stephani de
Ripollet ex una, & R.D. Franciscum Rovira partibus ex altera, Roma, 1754; Real
Cédula en que S. M. se sirve comunicar á los Prelados y Cabildos de las Iglesias
Catedrales, Canónigos de Oficio y ciudades del Reyno el Reglamento hecho por
el Colector General de Espolios y Vacantes D. Manuel Ventura Figueroa... y
aprobado por S.M... para el establecimiento de un fondo de que costear la
expedición de bulas de los Arzobispados y Obispados, reserva de muebles y
alhajas para el uso de los Prelados, como también de libros para una Biblioteca
Pública en los Palacios Arzobispales y Episcopales, encargando su observancia y
práctica en la parte que á cada uno toque, Madrid, 1771, y Declaraciones del
Excmo. Sr. Dn. Manuel Ventura Figueroa... sobre el indulto apostolico para comer
carne en los dias quadragesimales que expresa el edicto de 18 de Diciembre del
año pasado 1781, que de orden de los ilustres señores Dn. Manuel de Guell y
Serra, Dn. Francisco Sans y de Sala y Dn. Alberto Ramon de Ibarra... han
mandado imprimir para mayor inteligencia y claridad de todos los que quisieren
usar de la expresada gracia y son à la letra del tenor siguiente, s.l., c. 1782.
165
[G]. Bibliografía y Fuentes: Concordato de 1753, recogido en Novisima
Recopilación, 1, XVIII, 1; Luis Martin, Disertación crítico-jurídico-moral sobre la
verdadera, propia, y genuina inteligencia que se le debe dar al edicto que el año
de [17]81 se dirigió a todos los fieles, estantes, y habitantes en estos reynos, por
mandado del Excelentisimo Señor Don Manuel Ventura Figueroa. Se demuestra
con las cláusulas del dicho edicto, que así los hijos de familias, como los
sirvientes y sirvientas, y mugeres de los fieles... deben tomar el sumario de dos
reales, Sevilla, 1782 (al colofón 14 de mayo de 1782) [Mandamientos de la
Iglesia]; Escritura de fundación del Patronato laycal y Memorias del Excmo. Sr. D.
Manuel Ventura de Figueroa otorgada por sus testamentarios à consequencia del
poder y facultad, que para ello del dexó en su testamento y ultimas disposiciones,
Madrid, 1784; Alejandro del Cantillo, Tratados, convenios y Declaraciones de Paz
y de Comercio que se han hecho con las potencias extranjeras de los monarcas
de la Casa de Borbón desde el año 1700 hasta el día, puestos en orden el
ilustrados muchos de ellos de sus respectivas negociaciones por…, Madrid,
1843, pp. 421 y 424; Francisco de Cárdenas, Estudios histórico legales sobre los
principales concordatos celebrados por la Santa Sede con varios Estados de
Europa, en El Derecho moderno. Revista de Jurisprudencia y Administración, XI
(1851), pp. 3-112 (en espc. la sección «Concordato celebrado con Fernando VI
de España en 1753», p. 56); Antonio Ferrer del Río, Historia del Reinado de
Carlos III en España, Madrid, 1856, t. III, pp. 108-109; Modesto Lafuente, Historia
General de España, Parte Tercera, Edad Moderna, t. XIX, Madrid, 1857, p. 317;
Eugenio Montero Ríos, Escritura de Fundación del patronato laical instituido por
el Excmo. Sr. D. Manuel Ventura Figueroa, Santiago, 1894; Pedro Benito
Golmayo, Instituciones de Derecho Canónico, Madrid, 1896; Celestino Sánchez
Rivera, Datos biográficos del Excelentísimo Señor Don Manuel Ventura,
Santiago, 1929; Rafael Sánchez de Lamadrid, El concordato español de 1753
según los documentos originales de su negociación, Jerez de la Frontera, 1937;
Amancio Portabales Pichel, Don Manuel Ventura Figueroa y el Concordato de
1753, Madrid, 1948; Antonio Mestre Mestre, Ilustración y reforma de la Iglesia.
Pensamiento político-religioso de don Gregorio Mayans y Siscar, Valencia 1968;
Richard Herr, España y la Revolución del siglo XVIII, Madrid, 1973; José Filgueira
Valverde, Manuel Ventura Figueroa, Pontevedra, 1978 (reed., Pontevedra, 1996);
M. B. Cava, El montañés Francisco Rávago, confesor de Fernando VI. Algunas
anotaciones sobre los prolegómenos del concordato de 1753, en Altamira, II
(1974), pp. 55-91; Teófanes Egido, El regalismo y las relaciones Iglesia-Estado
en el siglo XVIII, en Historia de la Iglesia en España, IV, Primera parte, cap. III,
Madrid, 1979, pp. 125-249 (en especial, «El concordato de 1753 y el cambio de
sistema», pp. 177-188); Manuel Reimóndez Portela, A Estrada, Madrid, 1987;
William James Callahan, Iglesia, poder y sociedad en España, 1750-1874, trad.
de A. L. Alfaro y J. Izquierdo, Madrid, 1989, p. 13; María Consolación Calderón
España, La Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País: su
proyección educativa (1775-1900), Sevilla, 1993; Pablo Pérez Costanti, Linajes
galicianos, con introducción de Pablo de Guevara Valdés, Santiago, 1998, pp.
240-241; María Soledad Santos Arrebola, La proyección de un ministro ilustrado
en Málaga: José de Gálvez, Málaga, 1999; José Juan Berbel Rodríguez, La
tragedia Ataúlfo de Montiano y el concordato de 1753, en Revista de Literatura,
63, n.º 125 (2001), pp. 117-128; María Teresa Cruz Yábar, José Rodríguez Díaz,
“Sócrates” (h. 1746-1817), en Espacio, Tiempo y Forma, Serie VII, Historia del
Arte (UNED), 15 (2002), pp. 169-188 y fig. 6 y José Calvo González, Figueroa
Barreiros, Manuel Ventura, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
166
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 359-361, n.º 1.789 [JO SÉ
CALVO G O NZÁLEZ ] (σόφος).
FORZ, Miguel (siglo XV) . [N.º 174]. [A]. De origen aragonés. Presentado
por el arzobispo de Zaragoza Alfonso de Aragón y su cabildo para estudiar
Derecho Canónico en Bolonia ocupando plaza de colegial del San Clemente de
los españoles, fue admitido en el Colegio por el rector Pedro de Briones el 17 de
marzo de 1484. En 1487-1488 sería consiliario de la institución albornociana. Fue
rector del Colegio desde el 1 de mayo de 1490 al 30 de septiembre de 1490. El
12 de agosto de 1490 sería elegido por los doctores del Colegio de Derecho
Canónico para doctorarse de forma gratuita, con la condición de estudiante
pobre, en honor de la Bienaventurada Virgen María. El 17 de agosto de 1490 se
167
doctoraba en Cánones recibiendo las correspondientes insignias doctorales de
manos de Agamenone de Mariscotis. Es muy probable que, al término de su
rectorado, abandonara el Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 419-420, n.º 495 y Forz, Miguel, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 364, n.º 1.797
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
168
Merced. Es autor de obras diversas de Derecho canónico como Additiones ad D.
Roderici da Cunha Bracharensis Archiepiscopis Tractatum de Confessariis
sollicitantibus (con ediciones de 1620 y 1623) y Resolución de lo que se ha de
hazer para ganar el Jubileo que el Papa Gregorio XV concedió el año MDCXXI
(1621). Resulta muy meritoria y digna de ser destacada su obra De iusto Imperio
Lusitanorum asiatico (1625), en la que defiende la teoría clásica del origen del
poder otorgado por Dios al príncipe a través del sistema de transferencia de la
comunidad que está imposibilitada para ejercerlo por sí misma. La obra también
se inscribe dentro de la polémica de la libertad de los mares, uno de los capítulos
más apasionantes de la Historia del derecho internacional. Freitas se alinea en la
posición de defensa de los intereses oceánicos portugueses junto a António
Gama y Jorge Cabedo de Vasconcelos y realiza una crítica detalladísima del
Mare liberum de Huig de Groot. Para Freitas el imperativo evangelizador de los
reyes de Portugal está en la base del monopolio real del comercio en Brasil y en
los territorios africanos y asiáticos dependientes de la Corona lusitana. Cabe
situar el pensamiento de Freitas en el entorno del anterior comercialista
portugués Rodrigo Soares, de cuya pluma salió De usu maris et mercibus super
illo transvehendis (1558) y, sobre todo, de Pedro de Santarém Santerna, jurista
notable del que poco se sabe salvo que fue cónsul de Portugal en Florencia, Pisa
y Liorno y que escribió en 1488 un Tractatus de assecurationibus et sponsionibus
mercatorum, que se recogió en varias ediciones entre 1552 y 1669, ad casum en
Amberes (1554), en Venecia en el año 1584 dentro del Tractatus de Ziletti, vol.
IV-I, pp. 348-357 y en la obra colectiva De Mercatura Decisiones et Tractatus
Varii, aparecida en Lyon en 1621, pp. 749-775. Santerna proponía que en los
conflictos suscitados entre diversas plazas comerciales con prohibiciones
asegurativas mutuas como consecuencia de un conflicto bélico, se recurriera a un
árbitro de país neutral. Sus ideas fueron seguidas por Francesco Rocco, Juan de
Hevia Bolaños y el propio Serafim de Freitas. También apuntó Santerna tesis
originales sobre la baratería y su cobertura por el seguro marítimo. Santerna es
también autor de otras obras jurídicas escritas en latín. Gabriel Pereira de Castro,
autor de unas celebérrimas Decisiones publicadas en Coimbra en 1790 y José
Ferreira Borges han resaltado el mérito de Santerna en materia aseguradora.
Nicolás Antonio cita como obra manuscrita no impresa de Freitas Locorum
oppositorum Juris Canonici cum Jure civili.
[B]. Bibliografía: Domenico Maffei publicó en 1982 un artículo sobre el
tratado de Santarém Santerna. Bensabat Amzalak dedicó unas páginas
importantes a fray Serafim de Freitas, comparándolo con Pedro de Santarém y
los orígenes del Derecho bursátil en la obra del también erudito y humanista
portugués José da Veiga, pero igualmente se ocuparon de la polémica de Freitas
con Huig de Groot, Marcello das Neves Caetano, Paulo Merêa, Camilo Barcia
Trelles y Adolfo Miaja de la Muela, entre otros. Ver Manuel J. Peláez, Freitas,
Serafim de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 332-333, n.º 325
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
169
archidiócesis para estudiar Derecho Canónico en la Universidad, fue admitido en
el Colegio por el vicerrector Gregorio de Parga Bassadre el 13 de abril de 1704.
Su disertación de ingreso versó sobre X 2.2.1. Durante el curso 1704-1705 fue
consiliario de la institución albornociana a la vez que bibliotecario, en el 1705-
1706 consiliario y cronista, en 1706-1707 rector del Colegio, en 1708-1709
consiliario y secretario y en 1709-1710 consiliario. El 6 de junio de 1707 fue
presentado para el examen en ambos Derechos (el Colegio de España le
concedió en esa misma fecha el permiso para doctorarse) y el 7 de junio de 1707
se doctoró en Derecho Canónico y en Derecho Civil, recibiendo las insignias
doctorales de Bartolomeo Cesi. Los días 8 y 17 de mayo de 1704 opositó con
otros candidatos a la cátedra de Instituciones que había dejado vacante Josep
Potau Olcina. El 11 de marzo de 1705 volvió a opositar, junto con Antonio de
Aragón Angulo, a la cátedra que había dejado vacante Parga Bassadre,
disertando el 31 de marzo de 1705 sobre X. 2.27.1, concediéndosele la cátedra
dicho día; sería profesor de Decretales desde 1706-1710. Sería consultor del
Santo Oficio en Bolonia. El 27 de agosto de 1709 se le dieron los 50 escudos que
se concedían a los colegiales al término de su estancia en el Colegio de España.
Regresó a Sevilla, donde sería prebendado racionero de la iglesia catedral. Por
su condición de bienhechor del Colegio, la institución le concedió el derecho de
presentar a un candidato a colegial, haciéndolo en la persona de Martín Antonio
de Aguilar Navarro.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1534-1537, n.º 1.223 y Fuente Ponce de León Rosales, Juan José de
la, Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 371, n.º 1.805 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
170
para ser promovido a catedrático de Universidad de una forma tan directa,
impensable en los tres últimos lustros del siglo XX y en los dos primeros del siglo
XXI. Sólo hubo ocho firmantes, el propio Fuenmayor, y José Fernández Santa-
Eulalia, Miguel Royo Martínez, Antonio Hernández Gil, Cristóbal Navajas Tirado,
Luis Riera Aisa, José María Valiente Soriano y Diego Eduardo Espín Cánovas. El
tribunal se constituyó el 9 de diciembre de 1942 y los ejercicios comenzaron el 4
de enero de 1943. De los firmantes sólo concurrieron cinco (Fuenmayor, Royo,
Hernández Gil, Valiente y Espín). Los ejercicios realizados por Fuenmayor
muestran, en su actuación, características que siempre han sido resaltadas de su
figura, pues exponía –según Viñas y Bonet– «con claridad, precisión y riguroso
tecnicismo» o, conforme al parecer más autorizado de De Diego y de Castán, de
manera «clara, sobria y concisa». Su memoria, que tituló, como era preceptivo,
Concepto, Método y Fuentes del Derecho Civil español, común y foral, estaba
terminada en junio de 1942, y se componía de un texto escrito a máquina en 354
cuartillas con una media de catorce líneas, y fue valorada también como «clara,
sobria y reveladora de amplia cultura». En la misma maneja abundante doctrina
española, pero también francesa, italiana y alemana. Hay allí mucha teoría
general y recoge, solo definiéndose frente a todos los posicionamientos más
diversos en favor de uno, del que hablaremos más adelante. Es importante esta
Memoria por tratarse de un texto inédito, en la que procede a una introducción
con consideraciones sobre la modernidad, los ciclos de cultura, de la mano de
Paul Hazard y Alois Dempf. Subraya ideas conocidas sobre que el Derecho es
una creación de la Historia y en torno al subsuelo filosófico de las ideas jurídicas.
Presta particular atención a la Weltanschaung nacionalsocialista. No merece la
pena hacer interpretaciones en este caso por lo que vamos a recoger algunas
cosas de las que indica Fuenmayor al respecto con su propia pluma: «Si a una
nueva idea de la cultura corresponde una nueva forma de saber jurídico, no es
extraño que haya surgido una filosofía jurídica del nacionalsocialismo, ya que
éste representa una concepción integral del mundo, de la vida, y de los valores.
Si queremos tipificar la posición del Nacionalsocialismo en el mundo de las
modernas tendencias y concepciones sociales, con una fórmula sintética
diríamos que representa la antítesis de la vieja forma mental individualista,
burguesa, para establecer una nueva forma mental supraindividualista, orgánica.
Frente a la mentalidad burguesa, liberal, cerrada y estática, a consecuencia del
triunfo de la Revolución individualista –no obstante la savia iluminista y romántica
que al nutrirla pareció iba a imprimirle un dinamismo de permanencia y vida
constantemente renovada– aparece el movimiento revolucionario hitleriano que
lucha a la vez contra la democracia liberal y contra su degeneración de tipo
socialista. Con Lavagna podemos resumir el contenido político del movimiento
hitleriano en tres motivos fundamentales: el nacionalismo, el socialismo y el
prusianismo. El nacionalismo significa, con la nota racista que le da contenido, la
concepción del pueblo de raza alemana devenida realidad política a través de la
autoconsciencia. El socialismo supone, en contraste con la concepción liberal, la
valoración del pueblo sobre el individuo, expresada en el principio de que el
interés individual se subordina al colectivo. El prusianismo recoge en sí el
principio militarista y de la autoridad del gobierno. En el aspecto filosófico cabe
caracterizar el pensamiento nazi por dos rasgos fundamentales: de un lado el
universalismo y de otro el objetivismo. Universalismo significa el destierro del
individualismo positivista que concibe al individuo como célula aislada y medida
de todas las cosas, por una nueva idea del hombre, como elemento creado –en
cuanto ente dotado de personalidad– por la colectividad (Gemeinschaft): el
ciudadano desaparece para dar entrada al camarada (Volkgenosse); en realidad
171
se substituye el concepto formal de sujeto del Derecho, por el de compañero de
estirpe totalmente absorbido por la colectividad. Junto a este universalismo, se
profesa un idealismo objetivo, que habla de un espíritu general (Gemeinsgeist),
concreto e inmanente, según el cual la realidad está animada por una fuerza ideal
dinámica (bewegendes Prinzip), que crea el organismo colectivo: Gemeinsgeist y
Gemeinschaft no se identifican, sino que la segunda es una creación del primero;
y del espíritu general se pasa al individual (Individualgeist), que no es sino la
proyección del primero en los miembros de la colectividad (Mitträger), que por
otra parte no es poseído uniformemente por todos los individuos; de aquí el
reconocimiento de una elite política (Führung) y de un jefe (Führer) que es
portador del Espíritu general en grado máximo. De estas dos premisas filosóficas
(universalismo e idealismo objetivo) derivan los conceptos fundamentales de la
doctrina nazi: El pueblo (Volk o Nation), como organismo social dinámico, creado
por el concurso de factores biológicos, culturales y políticos. La raza, como
elemento, sino exclusivo, al menos predominante, del pueblo, ya que el espíritu
del pueblo es el alma de la raza (Rassenseele). El Derecho como forma viva de
la colectividad popular (Volksgemeinschft), como la forma a través de la cual se
actúa y se plasma unitariamente la vida colectiva. La voluntad colectiva
(Gemeinwille) como norma que expresa el espíritu jurídico del pueblo, a través
del Führer que la formula. El Estado como forma política del pueblo, que debe
disponer de un aparato estatal que le permita realizar sus fines políticos y
sociales. Baste lo expuesto como antecedente para comprender la posición
crítica de la ciencia alemana de nuestros días ante los problemas capitales de la
dogmática jurídica, que será señalada a lo largo de la Memoria. Sólo como
anticipada afirmación nos interesa hacer constar su enemiga al iusnaturalismo y
al positivismo así como a la Escuela Vienesa kelseniana, mientras nos recuerda
viejas doctrinas de la Escuela Histórica, aunque remozadas con savia hegeliana y
fenomenológica» (Memoria, texto manuscrito inédito, pp. 44-51). Luego
Fuenmayor vuelve a ocuparse del nacionalsocialismo en el apartado «doctrinas
nacionalsocialistas» en relación a la negación del tradicional dualismo entre
Derecho privado y Derecho público, en pp. 117-127. Sin embargo, Fuenmayor es
claro por sus afirmaciones escritas que no se adscribe ni a estas doctrinas
nacionalsocialistas, ni a la Escuela histórica, ni a a las teorías de Hans Kelsen,
pero tampoco al Estado Nuevo. Su pensamiento jurídico filosófico en 1942
resultaría de una extraña mezcolanza (deducido de lo que él escribe) de las ideas
neotomistas de Jacques Maritain con su humanismo no antropocéntrico sino
teocéntrico, con las de Carlo Costamagna. No es extraño el atractivo que
Costamagna ha tenido para algunos españoles, aunque desconozco las razones
de fondo. La definición ideológica resulta sorprendente ya que Maritain era un
antifranquista y el mérito mayor fue definirse partidario del ideólogo democristiano
en 1942, no hacerlo en los años sesenta y setenta en España como se definieron
Gregorio Peces-Barba y José Luis Illanes; entonces carecía de atractivo. De esta
forma, en junio de 1942, Fuenmayor creemos que era claro en sus postulados:
«Nos encontramos en un momento revolucionario en que hay que tomar partido –
sin neutralidad posible– en la lucha entablada entre dos posiciones puras: la
posición ateísta pura y la posición cristiana pura. No caben ya dualismos
ingenuos, ni eclecticismos cobardes... Urge tomar partido ante problemas
fundamentales para sentar los cimientos seguros sobre que ha de construirse el
edificio de la cultura, pues el Derecho no es en último extremo sino un elemento
de la misma. Urge plantear de nuevo las eternas cuestiones: relación del hombre
con Dios, relación con sus semejantes, existencia de valores objetivos, etc.
Porque el hombre ya no puede mantenerse mucho tiempo en el exterior, en la
172
superficie del ser. Debe o bien emprender un movimiento hacia la profundidad, o
bien aventurarse definitivamente y vaciarse. Si hace lo segundo prescindirá de
Dios enteramente, pero si opta por lo primero habrá de reconocerse en Dios el
centro y el eje de su existencia, sin apartarlo, por incompetente, de ninguno de
los órdenes de su vida y de la vida del mundo. Y para ello, deberá admitir que
existen unos valores objetivos y con ellos una jerarquía, y presidiéndolo todo una
unidad vivificada por Dios; que el hombre es un ser dotado de fines, y por tanto
de una personalidad; y que el agregado social no le absorbe plenamente,
debiendo estar en relación con la persona en la misma relación que el todo con la
parte. Deberá, en una palabra, tener conciencia evangélica de su ser. Claro está
que necesitará de un instrumento conceptual para reconstruir el edificio en ruinas
que tiene ante sus ojos. En tal tarea deberá volver la mirada hacia el tomismo,
pero no para quedarse en él, sino para continuar su tradición, profesando un
iusnaturalismo ortodoxo y progresivo, que tome como punto de partida la doctrina
del bien común y la creencia en valores objetivos. Y si el hombre preocupado por
estas cuestiones tiene la suerte de ser español, deberá sentirse orgulloso cuando
descubra que el humanismo que defiende y profesa no es en último extremo sino
el humanismo español de nuestros siglos de oro» (Memoria, inédita, pp. 51-55).
En esta línea, Fuenmayor sostenía que «para dar ropaje jurídico a esas
afirmaciones tomistas que dejamos apuntadas, vamos a servirnos de la doctrina
del orden nacional expuesta por Carlo Costamagna, a propósito del problema que
nos ocupa». Fuenmayor consideraba en 1942 que la reconstrucción de las
relaciones entre el individuo y el Estado puede tener el «ropaje jurídico» que le
podía prestar la doctrina del citado orden nacional de Costamagna. A su juicio la
cuestión debe plantearse –superando las teorías normativista y pluralista–
alrededor de la noción ético-orgánica de la Sociedad realizada en el Estado,
sobre la cual se afirma el orden nacional. «El orden individualista basó el
ordenamiento jurídico sobre un orden natural de las cosas. Se identificaba el
interés general con el interés de los individuos, resolviéndolo en la suma de
utilidades propias de cada ciudadano. Se excluía la posibilidad de un interés del
Estado autónomo, independiente del individual. La crítica se hizo por la lucha de
clases (socialismo y comunismo): el interés general propiamente se concretaba
en los intereses patrimoniales de una minoría social. Ni la democracia resolvió la
cuestión con el flamante Derecho Social, ni el pluralismo supera la dificultad al
rectificar esa noción con la de los intereses de categoría, que encierra en su seno
un “egoísmo potenciado”, derivado de la interpretación hedonista y materialista
que acompaña al valor moral de la civilización moderna. Hay que abandonar la
proposición naturalística de la condición espontánea entre bien individual y bien
general, y partiendo, por una constatación experimental, del inmanente conflicto
entre utilidad del particular y del todo, considerar al Estado, en cuanto Gobierno y
ordenamiento jurídico, como el medio indispensable de actuar la conformidad
entre interés particular e interés general, en el ámbito de aquella entidad
determinada y subjetivamente definida que se concreta en el Estado mismo en
cuanto Nación, que en la concreción de la comunidad particular, constituye el
único titular de tal interés. De tal presupuesto se deriva el principio de
subordinación que sustituye al individualista de la autonomía individual y permite
extraer un criterio de diferenciación entre Derecho público y Derecho privado,
cuya importancia no puede desconocerse, a juicio de Costamagna, cuando se
trata de restaurar el orden del Estado moderno en defensa de la civilización. El
error de los defensores del Derecho público y privado proviene de una grosera
confusión entre el elemento subjetivo y el objetivo del Derecho. De la
consideración de que todo derecho subjetivo expresa un interés del Estado y
173
debe ser considerado según un criterio público, concluyen falsamente que la
relación entre norma e interés implica la identidad constante entre interés público
e interés privado. Es esencial reconocer que el Derecho privado es trámite del
interés público en el sentido de que la libertad individual es un medio del fin del
Estado. Pero esto no empece que algunos intereses sean inmediatamente
estatales, porque en ellos no hay ninguna subjetivación de ningún interés
determinado del individuo; mientras otros intereses son estatales sólo en vía
mediata, dado que al goce de los mismos es admitido el particular como sujeto de
un derecho propio» (Memoria, inédita, pp. 147-152). Para Fuenmayor, «pasaron
ya los fetichismos liberales de culto a la ley, y hoy no podemos por menos de
estimar en lo que valen los criterios de interpretación dirigidos a la crítica del
ordenamiento» (Memoria, inédita, p. 255). En parecida dirección Fuenmayor
critica el formalismo, «cuya ilusión estriba en profesar la ciencia de la autonomía
de los complejos mentales» y además «el formalismo en triunfo último y absoluto
de la concepción nominalista, que a través del positivismo jurídico, desemboca en
la “teoría pura del Derecho”, basada en una caprichosa “norma fundamental”, y
construye sus conceptos en una red matematizadora de lógica cerrada»
(Memoria, inédita, p. 42). Sin embargo, si Fuenmayor reniega de los liberales,
también lo hace del pensamiento jurídico fascista, muy de moda en aquel
momento, y en esta línea Fuenmayor aseveraba: «El pluralismo profesado por los
fascistas, sin advertirlo, basa su construcción sobre la misma idea de la
democracia, que apenas logra remozar ni con intentos orgánicos; y del interés
social, suma o medida de los intereses individuales, se pasa al interés social
como complejo de intereses de categoría, representados por agregados de
utilidad económica, concebidos corporativamente. Y así se llega a la creación de
contratos colectivos de trabajo, contratos tipo y contratos cartel. No debe
confundirse pluralismo jurídico y pluralismo social» (Memoria, inédita, p. 143).
Prosiguiendo con las pruebas de la oposición, la lección magistral de Fuenmayor
versó sobre los pactos sucesorios y el cuarto ejercicio sobre las fuentes de las
obligaciones. El quinto, que era práctico, hubo de aplazarse del 8 al 15 de marzo
de 1943 como consecuencia del fallecimiento de la madre de José María
Valiente. Solamente los ejercicios prácticos de Royo merecieron el rechazo del
tribunal por inexactitudes, lo que no impidió que pasara por unanimidad al sexto,
que versó para todos los opositores sobre el derecho de troncalidad en la
legislación foral de Navarra, en el que Fuenmayor brilló particularmente, pues
todo el tribunal lo consideró «perfectamente construido» y haciendo «una
interesante y documentada exposición del concepto, caracteres, diferencias,
elementos y contenidos de la troncalidad en general y de la troncalidad navarra».
El esquema de Fuenmayor difícilmente puede ser más clarificador al referirse a
su naturaleza, presupuestos, elementos (reales y personales), eficacia y vigencia,
invocando doctrina y jurisprudencia elegantemente manejada. Fuenmayor fue
propuesto por unanimidad para ocupar el segundo puesto, con la excepción del
vocal José Viñas que consideró era merecedor de la primera plaza.
[B]. Fuenmayor fue ordenado sacerdote el 14 de noviembre de 1949 y
ocupó el cargo de Consiliario del Opus Dei en España desde 1952 a 1956.
Situados en la perspectiva eclesial, Fuenmayor formó parte de la Comisión
Paritaria de Estudio con representantes de la Congregación para los Obispos
(Marcello Costalunga, Mario Pompedda y Marian Olés) y del Opus Dei que, con
carácter técnico, se ocuparía de analizar y proponer por elevación la
configuración jurídica definitiva del Opus Dei. Álvaro del Portillo, como Presidente
del Opus Dei, el 11 de diciembre de 1979 comunicaba a dicha Congregación
entre otros el nombre de Amadeo de Fuenmayor como miembro de dicha
174
Comisión, que actuó en sesiones celebradas desde el 27 de febrero de 1980 al
19 de febrero de 1981. De ella formaron parte en representación del Opus Dei, el
ya biografiado Francisco Javier Ayala Delgado y el actual cardenal Julián
Herranz, doctor en Medicina y en Derecho Canónico. La tarea de dicha Comisión
fue muy fructífera [de qua vid. J. Herranz, En las afueras de Jericó. Recuerdos de
los años con San Josemaría y Juan Pablo II, trad. española (ed. italiana, Milán,
2005), Madrid, 2007, pp. 181, 200, 201 y 291-293, sobre Amadeo de Fuenmayor]
y Juan Pablo II manifestó su decisión de erigir el Opus Dei en Prelatura personal.
El Cardenal Herranz ha narrado la intrahistoria del trabajo de la comisión y
también la infrahistoria de los aconteceres –ajenos a los miembros de la comisión
paritaria– de la «transformación del Opus Dei», con filtraciones a obispos y a los
medios de comunicación social «con violación del secreto pontificio», difundidos
como anónimos (pp. 284-312). Fuenmayor, en libro escrito con Valentín Gómez
Iglesias y José Luis Illanes, dejó noticia de estos y otros avatares anteriores, pero
no de todos los ulteriores, en El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa
de un carisma, publicado en Pamplona en 1989 en un documentadísimo libro de
663 pp., del que conocemos la traducción, francesa [L’itinéraire juridique de
l’Opus Dei: histoire et défense d’un charisme, París, 1992, con traducción de
Dominique Le Tourneau y J.-P. Schouppe, que se acompaña con un prólogo del
catedrático de Historia del derecho y de las instituciones de la Universidad de
Toulouse Paul Ourliac (1911-1998)], italiana (L’tinerario giuridico dell’Opus Dei:
storia e difesa di un carisma, Milán, 1991, trad. de Arturo Cattaneo y de Davide
Cito Paghani-Cesa), inglesa (The canonical path of Opus Dei: the history and
defense of a charism, Princeton, 1994, con trad. de William H. Stetson) y alemana
(Die Prälatur Opus Dei: Zur Rechtsgeschichte eines Charismas: Darstellung,
Dokumente, Statuten, Essen, 1994). Hay dos ideas menos conocidas sobre este
libro. La primera es que el título de la obra varió por momentos hasta tener el
definitivo. El título original que llevaba era El iter jurídico del Opus Dei, que luego,
a sugerencia de José Orlandis, llegó a denominarse El camino jurídico del Opus
Dei, para pasar en un tercer momento, por indicación de Álvaro del Portillo, a
tener aquel con que fue publicado. La segunda es que dos de los autores, el
propio Fuenmayor y Valentín Gómez Iglesias, en la parte de la redacción que les
correspondió, no han manejado sendas tesis doctorales inéditas, en concreto la
de Juan Francisco López Félix, Las Pías Uniones en la legislación canónica,
Pontificium Athenaeum Internationale Angelicum, Facultad de Derecho Canónico,
relator: Antonio Abate, Roma, 1960, 183+21+7+5 pp. y, sobre todo, la de mi viejo
e inteligente amigo de Bolonia Ugo Borghello, Le società di vita comune. Un
fenomeno sociale-giuridico quale si verificò nella storia, Pontificium Athenaeum
Internationale Angelicum, Facultad de Derecho Canónico, Roma, 1958, relator: P.
R. Arbus, 487 pp., más bibliografía e índices. Quizás las magníficas páginas de
Borghello pudieran haberles sido de utilidad, al menos en toda la construcción
inicial.
[C]. También formó parte Fuenmayor de la Comisión encargada de la
aplicación del Concordato de 1953 entre el Estado español y la Santa Sede.
Cuando se plantearon una serie de necesidades derivadas del espíritu conciliar
del Vaticano II, Fuenmayor intervino muy directamente en la elaboración del texto
de la Ley de Libertad religiosa de 28 de junio de 1967. En 1967 pasó a la
Universidad de Navarra a ocupar una de las cátedras de Derecho Civil en la
Facultad de Derecho, en la que se mantuvo hasta su jubilación en 1985 y a
desempeñar también la primera cátedra de Derecho Eclesiástico del Estado que
hubo en España, en este caso en la Facultad de Derecho Canónico. En esta
segunda Facultad sería Decano desde 1967 a 1987. De su trayectoria profesional
175
canónica y civilística dijo José Orlandis en su momento: «Se ha convertido en un
jurista pleno, en un maestro in utroque iure; tal vez el único maestro en ambos
derechos que ha conocido en nuestro siglo la Universidad española». A nuestro
modesto entender la afirmación no es incorrecta, ya que Orlandis es de un rigor
impresionante al escribir y es muy difícil que llegue a equivocarse, por eso
emplea ese “tal vez”, que significa que Lamberto de Echeverría Martínez de
Marigorta fue catedrático de Derecho Canónico en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Salamanca y catedrático de Derecho Civil en la Universidad
Pontificia de Salamanca y además Decano de ambas Facultades. Pero, yendo
más lejos, el malagueño Ernesto Caparrós, doctor en Derecho Canónico por la
Universidad de Navarra, ha sido catedrático de Derecho Civil de las
Universidades de Laval y Ottawa y es miembro de la prestigiosa Sociedad Real
del Canadá, y cuenta con una importante labor de redacción de proyectos de ley
tanto para el Québec como para Canadá, y con docenas de publicaciones tanto
de Derecho Canónico como de Derecho Civil.
[D]. Fuenmayor recibió la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort (1965)
y en 1986 fue nombrado Prelado de Honor de Su Santidad y Consultor del
Consejo Pontificio para la interpretación de los Textos Legislativos. El número de
sus publicaciones es muy abundante, aunque la casi totalidad de las mismas son
de Derecho Civil, Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico. Veamos en primer
término las de estas dos últimas ciencias, dejando para un segundo lugar las que,
por regla general, cronológicamente constituyeron su primer objeto de
investigación, dentro de las diversas ramas del Derecho Civil. Da la impresión de
que su primer trabajo canonístico fue Problemas que plantean los cánones 1.499
& 1, y 1.513 desde el punto de vista civil, en Revista Española de Derecho
Canónico, vol. V, n.º 14 (1950), pp. 421-448, que recogía una ponencia
presentada en la III.ª Semana de Derecho Canónico. Después, el 10 de junio de
1963, con ocasión de su ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación, leyó y publicó su discurso El matrimonio y el Concordato español,
que también apareció en Ius Canonicum, vol. III (1963), pp. 251-418. La
contestación corrió a cargo de José Pío Castán Tobeñas. Vino precedida dicha
publicación por alguna otra, pero sobre todo fue seguida de muchas más: La
libertad religiosa y el “ius nubendi” en el ordenamiento español, en Ius
Canonicum, vol. V (1965), pp. 455-462; Problemas actuales de la confesionalidad
del Estado, en Ius Canonicum, vol. VI, n.º 2 (1966), pp. 375-402; Convenio entre
la Santa Sede y España sobre Universidades de estudios civiles, publicado en un
vol. de 310 pp., en Pamplona en 1966; Estado y Religión (El artículo 6.º del Fuero
de los Españoles), en Revista de Estudios Políticos, n.º 152 (1967), pp. 99-120;
La libertad religiosa y el bien común temporal, en Ius Canonicum, vol. X (1970),
pp. 281-302; El juicio moral de la Iglesia sobre materias temporales, en Ius
Canonicum, vol. XII, n.º 24 (1972), pp. 106-120; El juicio moral de la Iglesia sobre
cuestiones de orden temporal, en Anales de la Real Academia de Jurisprudencia
y Legislación, de 1973, pp. 111-126, que es distinto del texto anterior como puede
comprobarse contrastando ambos; Libertad religiosa y libertad de predicación, en
Ius Canonicum, vol. XIV, n.º 28 (1974), pp. 254-368; La erección del Opus Dei en
Prelatura Personal, en Ius Canonicum, vol. XXIII, n.º 45 (1983), pp. 9-55; en
colaboración con Pedro Rodríguez, Sobre la naturaleza de las Prelaturas
personales y su inserción dentro de la estructura de la Iglesia, en Ius Canonicum,
vol. XXIV, n.º 47 (1984), pp. 11-49; Potestà primaziale e Prelature personali, en
Romana. Bollettino della Prelatura della Santa Croce e Opus Dei, año II, n.º 2
(1986), pp. 143-150; Sobre el destino de los estipendios de misas binadas o
trinadas, en Ius Canonicum, vol. XXVIII, n.º 55 (1988), pp. 201-211; La “prudentia
176
iuris” de Mons. Josemaría Escrivá en su tarea fundacional, en Ius Canonicum,
vol. XXXII, n.º 63 (1992), pp. 23-37; Escritos sobre Prelaturas personales, libro
publicado en 1990 y que contó con una 2.ª ed, y sobre ambas hay comentarios
elogiosos de Antonio Viana en Ius Canonicum, vol. XXXI, n.º 62 (1991), pp. 767-
770 y de Eduardo Molano, en la misma sede, vol. XXXV, n.º 70 (1995), pp. 804-
806. Ya correspondientes al ámbito del Derecho Civil, con algunas aportaciones
filosófico-jurídicas y de Teoría General del Derecho, pueden verse: El derecho
sucesorio del cónyuge putativo, en Revista General de Legislación y
Jurisprudencia, año LXXXVI, tomo 170 (1941), pp. 431-474 (el Tribunal que lo
juzgó consideró que era «una tesis original de gran trascendencia práctica, para
la interpretación de los artículos 51 y 69 del Código civil español»); La deuda
alimenticia del donatario, en Revista de Derecho Privado, año XXVI, n.º 301
(1942), pp. 154-188 [vemos obligado, habida cuenta de las críticas de que fue
objeto este estudio, en la correspondiente “trinca” por parte de uno de sus
opositores –Miguel Royo, en relación a un artículo de Bo, en la Rivista di diritto
civile, de 1931–, el recoger el contenido total de la valoración del mismo hecha
por el conjunto del tribunal: «La interpretación contradictoria del n.º 3.º del artículo
648 del Código civil español, justifica la elección del tema del presente trabajo,
galardonado con el Premio Olóriz de la Facultad de Derecho de Valencia.
Examina la deuda alimenticia del donatario en la tradición jurídica y en los
Códigos modernos, y las peculiaridades que presenta la institución frente a los
alimentos familiares en nuestro Derecho, del que hace una interpretación
concienzuda»]; Estirpe única y representación hereditaria, en Estudios Jurídicos,
IV (1942), pp. 329-389; Mejora ordenada por el reservista del art. 811 del Código
civil, en Revista de Derecho Privado, año XXX, n.º 350 (1946), pp. 345-353;
Acumulación a favor del cónyuge viudo en un legado y de su cuota legitimaria
(comentario a una sentencia), en Revista General de Legislación y
Jurisprudencia, año XC, tomo 179 (1946), pp. 43-90; La mejora en el sistema
sucesorio español, en Boletim da Faculdade de Direito, Coimbra, XXII (1946),
trabajo muy elogiado por Antonio Hernández Gil, en Revista de Derecho Privado,
XXXII, n.º 376-377 (1948), pp. 750-752, a pesar de que se limitaba a recoger el
contenido de una conferencia pronunciada el 18 de abril de 1944 en la Facultad
de Derecho de la Universidad de Coimbra; Doctrina de Vitoria sobre el
matrimonio, en el vol. colectivo Francisco de Vitoria (MDXLVI-MCMXLVI), que
organizó la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago y se editó en
1947, pp. 76-111; Resolución parcial de la sociedad mercantil de responsabilidad
limitada, en Revista de Derecho Privado, año XXXI, n.º 363 (1947), pp. 448-457;
Intangibilidad de la legítima, en Anuario de Derecho Civil, tomo I, n.º 1 (1948), pp.
46-77; La mejora de labrar y poseer, en Anuario de Derecho Civil, tomo I, n.º 3
(1948), pp. 877-921; Equivalencia de la prestaciones en la legislación especial de
arrendamientos, en Anuario de Derecho Civil, tomo III, n.º 4 (1950), pp. 1189-
1217; Edad mínima civil en que las hijas pueden abandonar el domicilio de sus
padres, sin licencia de los mismos para ingresar en un instituto religioso o en un
instituto secular, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. VI, n.º 17
(1951); Dictamen sobre prohibición de disponer y cláusula penal reglamentaria,
Anuario de Derecho Civil, tomo IV, n.º 3 (1951), pp. 1062-1081; Sobre una
revisión de las donaciones “mortis causa” en nuestro Código civil, en Anuario de
Derecho Civil, tomo IV, n.º 3 (1951), pp. 1082-1095; Sobre la nueva redacción del
artículo 321 del Código civil, en Anuario de Derecho Civil, vol. V, n.º 1 (1952), pp.
202-205; La inscripción del matrimonio canónico en el Registro Civil, en Anuario
de Derecho Civil, tomo VII, n.º 1 (1954), pp. 61-114; El sistema matrimonial
español (comentario al artículo 42 del Código Civil), en Revista General de
177
Legislación y Jurisprudencia, año CVII, tomo 206 (1959); La propiedad privada y
su función social, en Libro homenaje al Dr. Serrano y Serrano, Valladolid, 1965,
vol. I, pp. 221-234; La interpretación comparativa del Código y de las
Compilaciones civiles, en Estudios de Derecho Civil en honor al prof. Castán,
Pamplona, 1969, vol. IV, pp. 377-403; A revisión periódica do Código e das
compilacións civis, en Estudos do dereito civil de Galicia, Santiago de
Compostela, 1973, pp. 213-236; La revisión periódica del Código y de las
compilaciones civiles, en Anuario de Derecho Civil, tomo XXVI, n.º 1 (1973), pp.
215-240; La interrupción judicial de la prescripción extintiva civil en el derecho
navarro, en Anuario de Derecho Civil, tomo XXVII, n.º 1 (1974), pp. 3-24; En
defensa de los hijos ilegítimos, en Nuestro tiempo, n.º 50 (1975), pp. 21-32; El
matrimonio como contrato civil, en Revista General de Legislación y
Jurisprudencia, año CXXV, tomo 240 (1976), pp. 93-110, que recoge una
conferencia suya pronunciada en la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación el 11 de diciembre de 1975, donde dedica un tercio de su trabajo a
criticar lo que denomina «una travesura de Ruiz Zorrilla en las constituyentes de
1870»; La influencia de las leyes civiles en el comportamiento moral, que fue su
discurso de apertura del curso académico 1978-1979 de la Universidad de
Navarra; Legalidad, moralidad y cambio social, en Ius Canonicum, vol. XIX, n.º 38
(1979), pp. 39-62; Divorcio, legalidad, moralidad y cambio social, Pamplona,
1981; Derecho civil de Galicia, en Nueva Enciclopedia Jurídica, Barcelona, 1985,
tomo I, pp. 239-270; Tratamiento civil del matrimonio canónico en la legislación y
la jurisprudencia, a partir de los Acuerdos con la Santa Sede de 1979, en
Acuerdos Iglesia-Estado español en el último decenio: su desarrollo y
perspectivas, Madrid, 1987, pp. 107-124; El matrimonio en el Código civil, en Ius
Canonicum, vol. XXX, n.º 59 (1990), pp. 223-241; Estudios de Derecho Civil,
Pamplona, 1992, 2 vols., introducidos por una breve presentación de Francisco
de Asís Sancho Rebullida; Alcance del principio constitucional de igualdad, en
Humana Iura, n.º 2 (1992), pp. 245-266 y antes en Anuario de Derecho Civil,
tomo XXXVI, n.º 4 (1983), pp. 1327-1342; El derecho a contraer un matrimonio
felizmente indisoluble (el llamado divorcio opcional), en Estudios de Derecho civil
en homenaje al profesor Dr. José Luis Lacruz Berdejo, Madrid, 1993, vol. II, pp.
1331-1348; Revisar el divorcio. Tutela de la indisolubilidad matrimonial en un
Estado pluralista, Pamplona, 2000, que cuenta con traducción al italiano de
Cristina Ceccarini publicada en Milán en 2001 y portuguesa de Hugo de Azevedo,
aparecida en Lisboa en 2002; La cuestión del divorcio en una sociedad pluralista,
en Homenaje a Don Antonio Hernández Gil, Madrid, 2001, vol. II, pp. 1249-1257 y
La inspiración cristiana de las leyes. Para una pedagogía del inconformismo
ambiental, Pamplona, 2003, 107 pp. Este último libro va acompañado en anexo
de la Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y a la
conducta de los católicos en la vida política, dada en Roma el 24 de noviembre
de 2002 por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Fuenmayor censuró el
denominado “piccolo divorzio”: «El éxito de la campaña divorcista en Italia se
debió en buena parte a un eslogan aparentemente humilde e inofensivo. Los
divorcistas supieron encontrar una palabra mágica y, con ella, inventaron un
“eslogan definición” sumamente eficaz porque era, a la vez, un “eslogan
argumento”./ Tras las numerosas intentonas, todas ellas frustradas, que se
suceden en Italia durante el siglo XIX desde 1878, y en el XX hasta la de Enrico
Ferri de 1923, las propuestas para implantar el divorcio vuelven a aparecer con la
proposición de ley presentada a la Cámara de Diputados el 26 de octubre de
1954 por el honorable Sansone. Posteriormente –superadas algunas dificultades,
que hicieron fracasar tanto éste como otros dos proyectos de Nenni y Fortuna–
178
logra la aprobación el presentado por Fortuna y Baslini, que se convierte en la ley
de divorcio de 1 de diciembre de 1970» (pp. 51-52).
[E]. Pour aller plus loin, vemos conveniente resaltar seis afirmaciones de
Fuenmayor referentes al Derecho canónico, al Derecho eclesiástico y a la
tolerancia civil, en una entrevista que le fue hecha por Fernando de Meer y
Antonio Viana, y que, con el título Entrevista con Amadeo de Fuenmayor, fue
publicada en Ius Canonicum, vol. XXXVII, n.º 73 (1997), pp. 313-350. Estas
respuestas aclaran enormemente sobre sus aportaciones a la ciencia iuscanónica
y al Derecho eclesiástico del Estado. 1.ª) «Me encargué a partir de aquel curso
[año 1967] de la asignatura de Derecho Eclesiástico del Estado, sin tradición en
los planes de estudio de las Universidades españolas. De hecho, como escribió
Pedro Lombardía, yo fui titular durante años de la única cátedra de Derecho
Eclesiástico del Estado existente en España. Esto era perfectamente explicable
en el contexto de la Facultad de Derecho Canónico de Pamplona, en la que hubo
desde el primer momento una estrecha colaboración entre civilistas y canonistas.
Resultó hasta paradójico en este sentido que durante algunos años el Decano de
la Facultad de Derecho de Pamplona fuese un canonista –Javier Hervada–,
mientras que yo mismo –un civilista– ocupaba por las mismas fechas el decanato
de la Facultad de Derecho Canónico» (p. 315). 2.ª) Sobre la crisis del Derecho
canónico en la propia Iglesia: «Desde la perspectiva que da el paso de los años
se ve la sinrazón programática porque hay que tener en cuenta las circunstancias
del momento: había un claro vacío normativo que ocasionaba una gran
inseguridad en la vida de la Iglesia. Aquel vacío intentó colmarse mediante la
propuesta de soluciones puramente “pastorales”, que eran presentadas como
alternativa al derecho. Me parece que esta situación ha sido superada, pero no
totalmente. Desde mi experiencia como consultor del Consejo Pontificio para la
interpretación de los textos legislativos puedo decir que algunas cuestiones que
se plantean actualmente ante el Consejo recuerdan aquello, la supuesta
antinomia entre derecho y pastoral. En toda esta materia lo importante es
entender el derecho como un elemento imprescindible en la Iglesia, pero al
mismo tiempo el derecho debe tener siempre un sentido instrumental. Está al
servicio de la misión de la Iglesia» (pp. 315-316). 3.ª) En torno a la enseñanza del
Derecho canónico en las Facultades de derecho españolas: «El estudio del
derecho canónico en las Facultades de derecho nada tiene que ver con la
profesión de la fe católica. Es una cuestión profundamente cultural y un elemento
de mucho valor para la formación del jurista. Aparte de la vigencia que tenga en
el ámbito civil, no se puede desconocer la armonía entre ambos derechos a lo
largo de muchos siglos. Por lo que se refiere al derecho eclesiástico, me parece
que es una disciplina todavía no centrada: de hecho viene estudiándose casi
exclusivamente a partir de las normas jurídicas del Estado, con un planteamiento
radicalmente positivista, sin atención suficiente al fundamento de las normas, ni al
ideal al que debe servir el derecho, ni a consideraciones históricas. Eso produce
como resultado que con frecuencia la verdadera temática se desconozca» (p.
317). 4ª) «Hay un problema que me interesa particularmente desde hace algunos
años. Se trata de lo que ha venido en llamarse divorcio opcional; es decir, si es
planteable y de qué manera en una sociedad pluralista, que admite legal y
socialmente la disolución del matrimonio por el divorcio, el reconocimiento jurídico
de la opción por un matrimonio indisoluble» (p. 318). 5.ª) En torno a la Ley de
Libertad Religiosa de 28 de junio de 1967, «el Ministro Subsecretario de la
Presidencia, Luis Carrero Blanco, hizo unas objeciones muy serias al
procedimiento. Carrero argumentó a partir de la fe católica como aglutinante de la
unidad política. En su mentalidad había una unidad indisoluble entre la profesión
179
religiosa católica y la conciencia nacional. Permítaseme leer algunas frases de su
texto, que lleva fecha de 18 de septiembre de 1964: “Nuestra unidad política se
asienta fundamentalmente sobre nuestra unidad religiosa y todo aquello que
atente a ésta atenta evidentemente a la primera”. Carrero opinaba además,
según un modo de pensar frecuente en aquellos momentos, que el
reconocimiento de la libertad religiosa suponía el reconocimiento del error. Y así
lo hacía constar en el texto. La conclusión era que “en modo alguno, debe
promulgarse la Ley propuesta”. Bastaban unas instrucciones del ministro de la
Gobernación a los Gobernadores civiles para tolerar el culto privado de las
confesiones religiosas, prohibiéndoles todo proselitismo, en aplicación del art. 6 el
Fuero de los Españoles» (pp. 330-331). 6.ª) «Tolerancia civil y libertad religiosa
son dos especies de un solo género: dos ediciones, podríamos decir, del régimen
jurídico civil que tiene por objeto fijar la esfera de autonomía de las personas y de
las comunidades. Históricamente la libertad religiosa ha venido a sustituir en el
Magisterio de la Iglesia a la tolerancia./ La noción de tolerancia, según la doctrina
tradicional católica, parte de un presupuesto dogmático, es decir, de la distinción
entre el bien y el mal, entre la verdad religiosa y el error. El mal se tolera. En ese
sentido la tolerancia significa dar a la norma civil un cierto sello dogmático
religioso. Significa también calificar como mal lo que es objeto de tolerancia,
aunque se estime buena la tolerancia en sí (para evitar males mayores, o
conseguir un bien, con causa proporcionada)./ La noción de libertad religiosa
responde a una orientación distinta que la tolerancia civil. No son nociones
contradictorias, pero en el régimen de libertad religiosa la norma jurídica
tuteladora de la libertad se abstiene de calificar los credos religiosos, salvo en lo
que mira a sus relaciones con el bien común (y especialmente con el orden
público). Y deja que los súbditos del Estado consideren en conciencia sus
deberes personales para con Dios. De esos deberes, intencionadamente, no se
hace cuestión civil» (p. 332).
[F]. Bibliografía: sobre su figura y su pensamiento, lo mejor (de lo que
hemos visto) lo ha escrito Eduardo Molano, Amadeo de Fuenmayor, civilista y
canonista, en Ius Canonicum, vol. XLVI, n.º 91 (2006), pp. 11-30, pero no da
mucha información biográfica y datos, sino que estudia parte de su obra. Carlos
Errazuriz, en In Memoriam. Amadeo de Fuenmayor, en Ius Ecclesiae, vol. XVIII,
n.º 2 (2006), pp. 9-13, escribe recuerdos emotivos. No se ocupan Molano y
Errazuriz ni de su oposición, ni de la enumeración de sus publicaciones, ni de la
valoración doctrinal de su producción jurídica, pero tampoco da la impresión de
que lo hayan pretendido, pues les preocupaba más el recuerdo de testimoniar su
amistad. Sobre su vertiente más civilística da mayor información, aunque sin
acribia ninguna (no proporciona con exactitud los títulos de los trabajos, ni los
vols. o tomos de las revistas donde aparecen, ni los números, ni las páginas) Luis
I. Arechederra Aranzadi, Amadeo de Fuenmayor Champín, en Anuario de
Derecho Civil, tomo LIX, n.º 1 (2006), pp. 5-10. La Real Academia de
Jurisprudencia y Legislación organizó el 16 de enero de 2006 una sesión de
homenaje en memoria de Fuenmayor, en la que hubo intervenciones de
Landelino Lavilla, Juan Berchmans Vallet de Goytisolo, Ángel J. Gómez Montoro,
Pablo Sánchez Ostiz, José Antonio Doral y Rafael Rodríguez Ocaña, con
parecida línea testimonial y grandes elogios, de los que era sin duda merecedor.
Lo mencionan con frecuencia Ernst Burkhart y Javier López, Vida cotidiana y
santidad en la enseñanza de San Josemaría. Estudio de teología espiritual,
Madrid, 2010, vol. I, p. 13, 66, 105, 110, 125, 234, 239, 494, 534, 595 y 599. Sin
embargo, nada de lo que antecede nos ha servido para escribir la presente
semblanza. Falta una memoria doctoral que recoja su pensamiento jurídico en su
180
quintuple vertiente científica más acusada (Derecho matrimonial canónico,
Derecho de familia, Derecho eclesiástico del Estado, Prelaturas personales y
Filosofía moral de la normación jurídica). Ver además Manuel J. Peláez,
Fuenmayor Champín. Amadeo de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Barcelona-Zaragoza, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 365-371, n.º 1.804 [28.729
caracteres, frente a la presente versión que cuenta con 36.113] y Javier Medina
Bayo, Álvaro del Portillo. Un hombre fiel, Madrid, 2012, pp. 189, 191, 206, 213,
216, 222, 228, 241, 262, 277, 292, 293, 297, 346, 347, 348, 367, 387, 430, 431,
434, 480, 483, 485, 490, 495, 497 y 618 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σοφώτατος).
181
Episcopal española de Seminarios y Universidades lo eligió para formar parte del
grupo de expertos encargados de acometer la planificación de los estudios
superiores eclesiásticos en España y, en 1969, el Ministerio de Educación y
Ciencia lo nombró Consejero nacional de Educación, en calidad de representante
de la jerarquía eclesiástica. Por causas de salud abandonó la docencia en 1980.
En su vertiente de investigador, fue autor de varios libros: Un canonista español,
el doctor don Remiro de Goñi. Su vida, su obra científica (1481-1554) (1947),
Visión católica del comunismo (1962) y El vínculo matrimonial. ¿Divorcio o
indisolubilidad? (obra de conjunto en colaboración entre otros de A. Bernárdez
Cantón, que se publicó en Madrid en 1977, por parte de la Editorial Católica),
participando en los comentarios al CIC de 1917 hechos en Salamanca. Escribió
también unos setenta artículos dedicados a temas matrimoniales (incluso sobre el
matrimonio en la legislación soviética, que fue su lección inaugural del curso
académico 1949-1950 en la Pontificia Universidad de Salamanca), penales, de
patrimonio eclesiástico, enseñanza de la religión en la Universidad,
nombramiento y facultades de los obispos y otros de muy diversa índole.
Resaltamos las siguientes: Las fuentes de Derecho privado del patrimonio
eclesiástico, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. V, n.º 13 (1950), pp.
91-110; Sobre la idea contractual en el matrimonio canónico, en Miscelánea
Comillas, vol. IX, n.º 16 (1951), pp. 155-180; Disimulación y tolerancia en el
ordenamiento canónico, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. VIII, n.º
24 (1953), pp. 985-992; “Motu proprio” por el que se suprimen algunas palabras
del canon 2.319, & 1, 1.º, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. IX, n.º
26 (1954), pp. 405-411; Propiedad y destino de los ingresos procedentes de
visitas de los turistas (Dictamen), en Revista Española de Derecho Canónico, vol.
IX, n.º 25 (1954), pp. 259-267; Procedimiento de suspensión “ex informata
conscientia”, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XI, n.º 33 (1956),
pp. 507-533; La afinidad de los infieles, impedimento matrimonial, en Revista
Española de Derecho Canónico, vol. XII, n.º 34 (1957), pp. 125-134; Motu proprio
“Pastorale munus” (comentario), en Revista Española de Derecho Canónico, vol.
XIX, n.º 55 (1964), pp. 117-149; Sobre las facultades concedidas a los obispos en
la facultad número 35 del “Motu proprio” Pastorale munus, en Revista Española
de Derecho Canónico, vol. XIX, n.º 56 (1964), pp. 403-408; La coactividad en el
Derecho de la Iglesia, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XIX, n.º 57
(1964), pp. 663-687; Las iglesias de propiedad privada y el artículo IV del
Concordato, en Anuario de Derecho Civil, vol. XVIII, n.º 4 (1965), pp. 823-852; Un
estudio sobre los poderes en la Iglesia universal, en Revista Española de
Derecho Canónico, vol. XXI, n.º 62 (1966), pp. 357-361, posicionándose muy
favorablemente sobre un libro de Giuseppe Alberigo; Magisterio eclesiástico y
libertad religiosa, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXIII, n.º 66
(1967), pp. 533-554; La dispensa del matrimonio rato y no consumado.
Problemas generales, en Ius Canonicum, vol. XIV, n.º 28 (1974), pp. 129-144;
Norma en sentido material y en sentido formal, en Ius Canonicum, vol. XVI, n.º 31
(1976), pp. 145-168 [ponencia presentada en el III Congreso Internacional de
Derecho canónico, celebrado en Pamplona entre los días 10 al 15 de octubre de
1976], donde aquí precisa: «la norma in fieri es la promulgación imperante del
legislador que la impone y en este sentido promulgación, normación y norma in
fieri son términos equivalentes, por lo cual la promulgación es la esencia misma
de la norma, como el consentimiento es la esencia del matrimonio. Una vez
promulgada y vigente, tenemos la norma-vínculo, engendradora de derechos y
deberes, la norma in facto esse consistente en sí misma, cortado ya el cordón
umbilical que originariamente la unía con el acto de imperio de la promulación»
182
(p. 167); El nuevo Código de Derecho Canónico: Notas a algunos comentarios
recientes, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XL, n.º 115 (1984), pp.
71-86. También despuntó en su faceta de conferenciante, amén de haber sido
director de diez tesis doctorales de Derecho Canónico.
[B]. Bibliografía: Miguel Pino Abad, García Barberena, Tomás, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 343-344, n.º 339 [M IGUEL P INO A BAD y
M ARIA ENCARNACIÓ N G Ó MEZ R O JO ] (σόφος).
183
[B]. Bibliografía: Carlo Malagola, I Rettori dell’antico studio bolognese e
nella moderna Università di Bologna. Note storiche sul Rettorato e serie dei
Rettori, Bolonia, 1888, p. 51 y reedición anastática, Bolonia, 1979, p. 191, que en
nota reproduce el texto completo de la inscripción que recuerda la visita de Carlos
V y A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 687-689, n.º 734
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
184
GARCÍA DE TRASMIERA, Diego (1604-1670) . [N.º 186]. [A]. Natural de
Valladolid, fue bautizado en la Iglesia parroquial de San Pedro el 23 de
septiembre de 1604. Hijo de Benito García de Trasmiera, regidor de Madrid,
oriundo de Requena (Cuenca), y de María de Espinosa, que habían ido a
Valladolid con la Corte de Felipe III. Realizó sus estudios en Alcalá, graduándose
en Leyes y Cánones; además de ser arcediano y canónigo de la Iglesia de
Palencia. Ganó por oposición una beca de capellán canonista del Colegio Mayor
de Santa Cruz de Valladolid, donde ingresó el 15 de mayo de 1631 para estudiar
como alumno extraordinario en la Universidad. En 1632 fue nombrado fiscal de la
Inquisición de la misma ciudad y poco después fue elegido para el puesto de
inquisidor de Valencia; en junio de 1634 era Inquisidor y Visitador de Palermo,
aunque en 1639 de nuevo lo encontramos como inquisidor apostólico de los
bienes de Valencia, Aragón y Sicilia. Ese mismo año obtuvo hábito de Caballero
de la Orden de Santiago. Su último destino, antes de venir a Navarra, fue en
1654 como inquisidor decano de Toledo. Fue nombrado Regente del Consejo
Real de Navarra el 26 e junio de 1655, en sustitución de Martín Lopes, cargo que
simultaneó con el de inquisidor de la Suprema. Tras su estancia en Navarra, el 13
de diciembre de 1658 fue promovido para ocupar una plaza de la General
Inquisición siendo sustituido en la regencia por Lope de los Ríos. En 1669 fue
nombrado Obispo de Zamora, pero no llegó a consagrarse, y murió en enero de
1670 en Madrid. Hasta hoy han llegado cuatro obras escritas por él: De
polygamia et polyviria libri tres, post breviorem in re Montagni Galli operam,
Palermo, 1638; Stimulus fidei, sive de obligatione recelandi haereticos et de
haeresi suspectos; item de correctione fraterna tractatus obsolutissimus, Palermo,
1642; Epítome de la santa vida y revelación de la gloriosa muerte del venerable
Pedro de Arbués, Monreale, 1647 y Madrid, 1648, y Vida de la venerable madre
Ursula de Benicasa, fundadora de la Sociedad del Yermo de la Concepción,
Monreale, 1648.
[B]. Bibliografía: María Dolores Martínez Arce, García de Trasmiera, Diego,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 377-378, n.º 1.825 [M ARÍA D O LO RES M ARTÍNEZ A RCE]
(κουφότερος).
185
no ocupar. Consagrado con las órdenes menores a fines de ese año, fue
ordenado diácono el 19 de diciembre de 1925 y presbítero el 29 de mayo de 1926
de manos del entonces obispo de Madrid-Alcalá Leopoldo Eijo Garay. Como
primera responsabilidad pastoral se le encomendó la atención de las HH. del
Sagrado Corazón de Jesús y de los Santos Ángeles (popularmente conocidas por
Angélicas), donde permaneció hasta 1930, en que fue nombrado Prefecto de
Alumnos Externos y Secretario de Estudios del Seminario. Director espiritual del
Seminario Menor en 1932, decidió cursar en Ávila estudios oficiales de
Magisterio, cuyo título sin embargo no llegó a obtener a falta de una sola
asignatura (religión). En 1928 obtuvo con excelentes calificaciones el grado de
doctor en Derecho Canónico por la entonces Universidad Pontificia de Toledo
(antes de que esta institución, en virtud de las nuevas disposiciones adoptadas
por Pío XI en la Const. Apost. Deus Scientiarum Dominus [23 de octubre de
1931], volviera a su condición de Seminario Conciliar).
[C]. Especialmente preocupado por el cuidado y formación del clero, fue
uno de los cuatro iniciadores de la Congregación Mariana Sacerdotal de Madrid,
erigida canónicamente por el prelado Eijo Garay el 8 de diciembre de 1929, bajo
la dirección del jesuita P. Quintín Castañar. En la iniciativa, impulsada por el
sacerdote asturiano José María Somoano (1902-1932), participaron igualmente
Lino Vea-Murguía (1901-1936) y José María Vegas Pérez (1902-1936),
relacionados todos ellos con el fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de
Balaguer, de quien García Lahiguera fue amigo y director espiritual (1940-1944).
El recrudecimiento de la persecución religiosa en la capital de España y el
estallido de la guerra civil en 1936 –en cuyos primeros momentos fueron
asesinados Vea-Murguía y Vegas–, así como el inesperado fallecimiento de
Somoano algunos años antes (1932), pusieron temprano fin a esta realidad
asociativa. José María García Lahiguera prolongará su espíritu bajo una nueva
forma con la fundación, junto a María del Carmen Hidalgo de Caviedes Gómez
(1913-2001), de la congregación contemplativa femenina de las HH. Oblatas de
Cristo Sacerdote (OCS). Constituida el 25 de abril de 1938, obtuvo el nihil obstat
de la Santa Sede para su erección como Congregación de Derecho Diocesano el
mismo día de 1950, y apenas diecisiete años después (24 de enero de 1967), el
decretum laudis como Congregación de Derecho Pontificio. En vida de José
María García Lahiguera contaron con siete monasterios: Madrid (11 de octubre
de 1945), Salamanca (11 de octubre de 1949), Zaragoza (11 de octubre de
1956), Huelva (2 de febrero de 1962), Tudela (15 de agosto de 1965, trasladado
a Javier [Navarra] en marzo de 1971), la villa valenciana de Moncada (2 de
febrero de 1970) y Oropesa, en la provincia de Toledo (21 de abril de 1980, en la
capital castellana desde septiembre de 2002).
[D]. El inicio de la guerra civil le sorprendió en Madrid, recién nombrado
Director espiritual del Seminario Mayor y Visitador de Religiosas (1936-1948).
Mons. Eijo Garay, desplazado a la zona nacional, le nombró Vicario General de la
zona republicana, donde permaneció hasta el fin de la contienda. Dirigió toda la
vida diocesana desde su refugio inicial en la embajada de Finlandia y, tras su
asalto por los milicianos en diciembre de 1936, el domicilio del exministro
socialista Fernando de los Ríos (1879-1949), entonces embajador de la
República en los EE.UU., de quien era secretario el hermano de José María,
Antonio. Al término de la guerra recobró sus responsabilidades pastorales
ordinarias. Juez sinodal en el Seminario desde 1948, fue nombrado Vicario
General de la Diócesis en 1950, año en que fue llamado a la dignidad episcopal
como obispo titular de Zela y auxiliar de Madrid-Alcalá (17 de mayo de 1950).
Recibió su consagración el 29 de octubre de 1950 en la iglesia basílica de San
186
Francisco el Grande de manos de los obispos Leopoldo Eijo Garay, José María
Bueno Monreal y Casimiro Morcillo González (1904-1971). Con la muerte en
1963 del Patriarca Eijo Garay, se hizo cargo del gobierno de la diócesis en
calidad de Vicario Capitular hasta la llegada del nuevo prelado, Casimiro Morcillo
(27 de marzo de 1964). Meses después fue nombrado obispo titular de Huelva (7
de julio de 1964), en sustitución de su primer pastor, Pedro Cantero Cuadrado,
que gobernó dicha diócesis desde su erección el 22 de octubre de 1953 hasta su
marcha aquel año a la sede arzobispal de Zaragoza. Su actividad pastoral en la
diócesis onubense se concentró especialmente en tres frentes: el cuidado de la
formación y vida del clero diocesano, la aplicación de las nuevas disposiciones
administrativas, litúrgicas y pastorales emanadas del Concilio Vaticano II
(relativas sobre todo a la reorganización de las estructuras diocesanas, la reforma
litúrgica y la coordinación del apostolado laical), y la atención a los problemas
sociales del entorno, cuyo desarrollo industrial y económico apenas había
comenzado. En este campo destacó su especial preocupación por los hombres
del mar, cuyas dificultades buscó conocer directamente. Impulsor del Apostolado
del Mar en Huelva, fue nombrado su Promotor Nacional por la Conferencia
Episcopal Española (19 de abril de 1969), poco antes de su traslado a Valencia
como nuevo titular de la diócesis, en sede vacante desde la renuncia en 1966, de
acuerdo con las nuevas disposiciones canónicas, del hasta entonces arzobispo
Marcelino Olaechea (1888-1972). En Huelva le relevó Rafael González Moralejo
(1918-2004), auxiliar hasta ese momento en la misma diócesis valentina. Dos
meses después de su preconización por Pablo VI (1 de julio de 1969) hizo
entrada solemne en su nuevo destino (6 de septiembre de 1969). En Valencia
encontró nueva ocasión para la promoción del Apostolado del Mar y para la
aplicación –entrañada de no pocas dificultades en aquellos años– de las
directrices conciliares sobre organización eclesial, centros de enseñanza y vida
sacerdotal. Con tales objetivos creó la Escuela Universitaria de Formación del
Profesorado Edetania (3 de noviembre de 1969), que integrada posteriormente
en la Fundación Agrupación del mismo nombre (enero de 1974), constituiría el
germen de la actual Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir”,
fundada en 2004 por iniciativa del futuro cardenal Agustín García-Gasco (1931-
2011). Asimismo, en 1974 le fue concedida la erección de la Facultad de
Teología San Vicente Ferrer, de la que fue primer Gran Canciller. A este periodo
responden sus esfuerzos para la inclusión en el calendario litúrgico nacional
(agosto de 1973) y universal, de la festividad de Jesucristo Sumo y Eterno
Sacerdote, por cuyo reconocimiento había ya abogado durante su participación
en las discusiones sobre el esquema De ministerio et vita presbyterorum de la 4.ª
Sesión del Concilio Vaticano II (25 de octubre de 1965). Tuvo como auxiliares
desde 1971 a Jesús Plá Gandía (1915-2000), titular de Sigüenza-Guadalajara en
1981, y a José Gea Escolano (n. 1929), hasta su traslado a la sede sufragánea
de Ibiza en 1976. Renunció al gobierno de la diócesis por límite de edad el 25 de
mayo de 1978, relevándole al frente de la diócesis el obispo mallorquín Miguel
Roca Cabanellas (1921-1992). Retirado desde entonces a la Casa Madre de las
HH. Oblatas de Cristo Sacerdote (Madrid), falleció el día 14 de julio de 1989. Sus
restos descansan en la capilla de esta congregación. En 1995 dio inicio el
proceso informativo sobre su vida, virtudes y fama de santidad, clausurado
solemnemente por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio M.ª Rouco Varela, el
22 de septiembre de 2000. Dos años después (25 de enero de 2002), la
Congregación para las Causas de los Santos emitió el decreto de validez del
proceso, en nueva fase desde la publicación por la Santa Sede del decreto sobre
187
sus virtudes heroicas por el que ha sido declarado Venerable (21 de junio de
2011).
[F]. En la Conferencia de Metropolitanos españoles (luego Conferencia
Episcopal) ejerció como Presidente de la Comisión Nacional de Ejercicios
Espirituales y de la Junta Episcopal Pro Religiosas; Vocal de las Comisiones de
Ortodoxia y Moralidad, de Liturgia, Pastoral y Arte Sacro (1960), de Migraciones,
y de la Comisión Mixta de Obispos y Religiosos; consultor de la Congregación de
Religiosos e Institutos Seculares y miembro de la Comisión Permanente de la
Conferencia Episcopal (1966). Como obispo auxiliar de la diócesis de Madrid-
Alcalá y luego titular de Huelva, participó como Padre Conciliar en las cuatro
sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965). Desde su nombramiento como
arzobispo de la Iglesia metropolitana de Valencia, fue nombrado miembro
consultor en la Santa Sede de la Sagrada Congregación de Religiosos e
Institutos Seculares (9 de agosto de 1969). Fue asimismo Consejero Nacional de
Educación y de la ONCE, Presidente de la Asociación Española San Pío X y
Santa Cecilia para la Música Sagrada, del Instituto Pontificio de ayuda a los
monasterios de clausura, y miembro del Consejo de Patronos de la Universidad
de Navarra (1968). Hijo predilecto de Fitero (1950), y Adoptivo de Huelva (1969) y
de Valencia (6 de octubre de 1978). Medalla de Oro de la ciudad onubense de
Aracena en reconocimiento de su labor social (17 de julio de 1969). Grandes
cruces de la Orden de Isabel la Católica (1 de abril de 1965), de la Soberana
Orden de Malta (1966) y sencilla de S. Raimundo de Peñafort.
[F]. Pastor y hombre de gobierno, carece de obra científica. Autor de obras
ascéticas y espirituales, los últimos años de su vida quedan reflejados
especialmente en su Diario espiritual (19 de julio de 1972-8 de diciembre de
1979) y Apuntes espirituales (1980-1989). Ambos han sido publicados por la
Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2004. Otros escritos: Selección de
escritos, Arzobispado de Valencia, Valencia 1975; Josemaría Escrivá de
Balaguer: un hombre de Dios, Madrid 1992; Santidad sacerdotal, Madrid, 1998 y
2007, 2.ª ed. y Horizonte de santidad: ser como Él, Madrid, 2004.
[G]. Bibliografía: Juan Carlos Valderrama Abenza, García Lahiguera, José
María, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, vol. III (= tomo 4.º de la colección), Zaragoza y Barcelona,
2012, pp. 210-212, n.º 2.603 [JUAN CARLO S VALDERRAMA A BENZA ] (σόφος como
obispo; βοσκός των ψυχές y κουφότερος como canonista).
GARCÍA NORIEGA, José (siglos XVIII-XIX) . [N.º 188]. [A]. Poco está
averiguado acerca de este jurisconsulto sevillano. Lo reunido de noticias
dispersas señala, además de esa naturaleza, el estudio universitario en Sevilla,
graduado en Cánones el año 1767, su oficio de Abogado de los Reales Consejos
y parece que también, aunque inconcreto, un empleo de catedrático. Más preciso
y revelador se muestra no obstante, si aún sólo como reseña, lo detectable del
ingreso a 27 de enero de 1775 en la Real Academia sevillana de Buenas Letras o
su condición de socio de erudición de la Regia Sociedad de Medicina y demás
Ciencias de Sevilla. Indicará lo primero la conexión a los círculos de mentalidad
ilustrada y, más en particular, por lo segundo, una inclinación hacia la
investigación empírica y a conceder a la experiencia, tomada como fuente de
conocimiento, valor científico. Este será el sentido que de su curiosidad
intelectual y modelado interés se sigue principalmente en la temática jurídico-
médica de los manuscritos e impresos conservados a su firma. Así, la Disertación
exponiendo una nueva idea del derecho natural, explicada por el conocimiento
188
del Hombre mismo (1774) [en Valentín González Centeno, Memorias académicas
de la Real Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla. Extracto de las
obras y observaciones presentadas en ella, t. IV (1786)], donde los rasgos
inherentes a la noción de Derecho se figuran proyectados desde el perfil que
muestra el carácter de sujeto responsable como consustancial al ser de su
humana condición. E igualmente, De los monstruos y sus distintas clases y
cuáles se tienen en el Derecho por tales, para de aquí inferir los que se
consideran o no por hijos capaces de ser instituidos o exheredados, fechado el 2
de marzo de 1775 (Academia de Medicina, Sevilla, leg. 1775). Y todavía, para
añadidura, el discurso leído en esa misma Real Sociedad intitulado Qualidades
que debe tener el parto en Physico y civil para que se diga vital (1796).
[B]. Bibliografía: José Calvo González, García Noriega, José, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 354, n.º 347 [JO SÉ CALVO G O NZÁLEZ ]
(κουφότερος como canonista).
189
[B]. Bibliografía: Manuel Iribarren, Escritores navarros de ayer y hoy,
Gómez, Pamplona, 1970, pp. 100-101 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια
νομικός).
GAYTÁN, Pelayo (†1230) . [N.º 190]. [A]. Nació en la segunda mitad del
siglo XII. Canonista de origen probablemente leonés, creado cardenal en 1206 y
obispo de Albano en 1213. Desempeñó importantes legaciones en Oriente y en la
V.ª Cruzada y ante el emperador alemán. Es autor de glosas inéditas al Decreto
de Graciano y a la Compilación 1.ª Antigua e inspiró unas constituciones dadas
por Honorio III en 1224 para el Cabildo de León.
[B]. Bibliografía: Antonio García García, Derecho común en España. Los
juristas y sus obras, Murcia, 1991, p. 59, n.º 5 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(Καρδινάλιος).
GÓMEZ, Luis (c. 1494-1553) . [N.º 193]. [A]. Nació en Orihuela en fecha
próxima a 1494 y murió en Macerata (Italia) en 1553. Es conocido también con el
apellido Gomecio, de la traducción de la latinización Gometius. Hizo los primeros
estudios en su ciudad natal; pasó después a Italia, y en la Universidad de Padua
se aplicó desde 1522 al estudio de ambos derechos, y, obtenido el grado de
doctor, desempeñó las cátedras, primero de Instituta y después de Cánones. Con
posterioridad fue nombrado juez de la Sagrada Rota y a partir del 24 de abril de
1534 Clemente VII le dio el episcopado de Sarno, en el reino de Nápoles. Se le
distinguió con el sobrenombre de “Jurisconsulto Sutil”, porque estaba dotado de
un gran talento y agudeza de ingenio junto con un conocimiento profundo de
ambos derechos. Defendió con argucia la práctica castellana de poner personas
no naturales en los cargos públicos, como el mejor modo de acabar con las
querellas intestinas en la administración pública de los reinos españoles. Fue un
prolífico escritor y entre sus obras destacan: In Regulas Cancellariae Apostolicae
Commentaria publicada en París en 1545, reeditada muchas veces con
posterioridad incorporándole las reglas de Inocencio VII, Julio II, Clemente VII y
Pablo III; Decisionum Rotae (1546); Ad titulum Institutionum de Actionibus, sive
actionum civilium et criminalium (1523); Commentaria in nonnullos Lib. VI
Decretalium Titulos (1539). Además de otras muchas como las que se guardan
en el Colegio de San Clemente de Bolonia: De contractibus et usuris, De
Nobilitate y Commentaria in Clementinas. Una obra de referencia para la
bibliografía jurídica es su Index librorum omnium qui in utroque jure hinc inde
eduntur..., que apareció en 1525, que revisa y amplía el trabajo de Giovanni
Nevizzano llamado Inventarium librorum in utroque jure hactenus impressorum...,
tres años antes publicado también como la obra de Luis Gómez en la ciudad de
los canales.
[B]. Bibliografía: María Francisca Gámez, Gómez, Luis, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2005, vol. I, p. 384, n.º 377 [M ARÍA FRANCISCA G ÁMEZ ] (σόφος).
191
GÓMEZ DE YEPES, Alfonso (siglos XV-XVI) . [N.º 194]. [A]. Natural de
Yepes, diócesis de Toledo, era hijo de Juan Gómez Fernández de Blanca y de
Eleonor Gómez. Hizo los estudios de bachiller, presumiblemente en Cánones en
España. Fue presentado por el obispo de Sigüenza y Cardenal Protector del
Colegio de España, Bernardino de Carvajal, a una plaza de colegial de la
institución albornociana. Las letras presentaticias de Carvajal están firmadas en
Roma el 11 de agosto de 1506. Fueron presentadas al rector del San Clemente el
22 de agosto de 1506. Se observaron defectos de forma y fue admitido
provisionalmente el 12 de octubre de 1506 por el rector Diego Velázquez (clérigo
sevillano que se doctoraría en 1508 en Filosofía y Medicina) concediéndosele
ocho meses para que subsanara errores. Los nuevos títulos los presentó Alfonso
Gómez el 24 de febrero de 1507 y fueron aprobados como suficientes. Estuvo en
Bolonia hasta 1510. Da la impresión de que se doctoró en Derecho canónico el 6
de agosto de 1510.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 130, n.º
178 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, p. 536-537,
n.º 621 y Gómez de Yepes, Alfonso, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 227, n.º 2.620 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
192
de posesión el 23 de marzo de 1914. En ella substituyó a Josep Estanyol Colom
(1858-1911), que había escrito unas documentadas Instituciones de Derecho
Canónico. Contaba en su cátedra con un detalladísimo Programa-guía con
algunas notas bibliográficas para el estudio del Derecho canónico general y
particular de España, Barcelona, 1919, 133 pp. y en la versión de 1929 con 93
pp. El 23 de marzo de 1929 fue nombrado Presidente de la Comisión regia para
la Escuela de Arquitectura de Barcelona y al mes siguiente, el 23 de abril de
1929, vocal de la misma. Durante la guerra civil pasó un verdadero calvario y
hubo de ser ocultado y protegido, viendo además acrecentado su dolor por el
fallecimiento de su único hijo, que precisamente se había doctorado en Derecho
en la Universidad de Madrid con una memoria titulada Influencia de España en el
nacimiento y desarrollo del Derecho internacional americano y que había
publicado un prometedor estudio sobre La responsabilidad criminal del
Presidente de la República en nuestra Legislación vigente, en la Revista de
Derecho Público, III, n.º 33 (1934), pp. 269-276. El 12 de abril de 1939 se produjo
el nombramiento más luctuoso de la carrera académica de Gómez del Campillo,
el de Juez instructor para la depuración del profesorado y del personal de su
propia Universidad. Sería Decano de la Facultad de Derecho de Barcelona en
sendos periodos. Vicerrector de la Universidad de Barcelona, accedería al cargo
de Rector por nombramiento el 12 de julio de 1941, puesto que ya venía
desempeñando interinamente desde hacía más de un año, tras la marcha del Dr.
Jimeno a una cátedra en Madrid. El 13 de octubre de 1941 fue nombrado
delegado provincial de Educación Nacional de FET y de las JONS. También sería
procurador en Cortes y nombrado Presidente del Tribunal de Cuentas, no pudo
posesionarse del cargo.
[B]. Dentro de su no muy abundante producción científica destaca su
primerizo trabajo Consideraciones sobre el derecho egipcio, publicado en la
Revista General de Legislación y Jurisprudencia, XLI, 82 (1893), pp. 299-309 y
XLI, 83 (1893), pp. 289-319, que es un estudio elemental, construido no sobre las
fuentes, sino sobre bibliografía especializada y generalística, un total de 16
trabajos fundamentalmente de autores franceses. Las conclusiones a las que
llega Gómez del Campillo no pueden ser más generalistas, al menos por lo que
se refiere a la organización política, el derecho de obligaciones y la
administración de justicia. Casi al cierre de su estudio se lee: «reyes que eran
dioses, súbditos envilecidos y degradados que les prestaban adoración y les
rendían culto; tal es el cuadro de la monarquía egipcia; y en verdad que cuesta
trabajo llegar a convencerse de tanta degradación, si no fuera por los constantes
ejemplos de esta naturaleza de que está llena la historia de la humanidad» (p.
318). De entidad mucho mayor, a pesar de su título son sus Apuntes para el
estudio de las instituciones jurídicas de la Iglesia de España desde el siglo VIII al
XI, editado dentro de los Anales de la Universidad de Barcelona en 1943.
También cultivó la manualística de su disciplina que se encargó de actualizar su
discípulo Mans Puigarnau. En este sentido cabe destacar sus Apuntes de
Derecho eclesiástico general y particular de España, publicados en Barcelona por
la Librería Bosch en sendos volúmenes en 1923 y 1924, su Derecho eclesiástico
general y particular de España. Compendio de las explicaciones, Barcelona,
1928, esta vez en un solo tomo, del que hay posteriores ediciones de 1934 y
1940 (en dos vols.); el Derecho canónico: parte general (con reed. de 1949) y su
Derecho matrimonial canónico, Barcelona, 1948, 152 pp., estos dos últimos ya
revisados, completados y adaptados a la legislación vigente por su mencionado
discípulo. Sugerente resulta su artículo sobre El P. Suárez y la ciencia canónica
(1922).
193
[C]. Su fallecimiento fue motivo en la ciudad condal de un espectacular
duelo y a su sepelio acudieron las máximas autoridades civiles, militares y
religiosas de la provincia de Barcelona, calificando La Vanguardia Española a
Gómez del Campillo como «uno de los más positivos valores de la jurisprudencia
española». A pesar de que le correspondía su jubilación en marzo de 1943, por
una Orden de 18 de marzo de 1943, en atención a sus méritos y a las «presentes
circunstancias», fue mantenido en el cargo de rector hasta su fallecimiento,
substituyéndole en el puesto el iusnaturalista Enrique Luño Peña. Entre otras
distinciones contaba con la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio.
[D]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Gómez del Campillo, Francisco, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 385-386, n.º 380 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
194
gobierno de Venezuela. En 1978 fue designado embajador extraordinario de la
Santa Sede para la transmisión de mando presidencial. En 1982, Juan Pablo II le
nombró miembro de la Comisión Pontificia para la celebración en Cartagena del
IV Centenario del Nacimiento de San Pedro Claver. El Ministerio de las
Relaciones Exteriores lo condecoró con la Orden de San Carlos en 1975, en
nombre del Presidente López Michelsen. El 27 de julio de 1979 recibió la Orden
al Mérito Militar “José María Córdoba”. En 1982 el Presidente Betancur lo designó
como integrante de la Comisión de Paz asesora del Gobierno Nacional. Miembro
correspondiente extranjero de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela.
Autor prolijo de obras jurídicas, eclesiásticas e históricas. Cuando tuvo lugar su
fallecimiento, la Academia Colombiana de Jurisprudencia y Legislación deploró
su fallecimiento, mediante proposición publicada en la revista de la Corporación,
n.º 288-289, enlutando durante un mes su sillón. Su retrato, pintado por el
maestro Justiniano Durán, adorna el salón de actos “Jorge Vélez García” de la
Corporación desde el 6 de julio de 2000, fecha en la cual Fernando Mayor García
pronunció una brillante semblanza, recogida como «una página de la historia de
la Academia de Jurisprudencia» y publicada en la revista de la docta corporación
n.º 319.
[B]. Bibliografía: Hernán Alejandro Olano García, Gómez Hoyos, Rafael, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 227-228, n.º
2.622 [HERNÁN A LEJANDRO O LANO G ARCÍA ] (σόφος).
GÓMEZ TERÁN, Roque (†1748) . [N.º 198]. [A]. Natural de Madrid. Era
hijo de José Gómez Terán y de Manuela Delgado Crespo. Estudió Filosofía y
Jurisprudencia en la Universidad de Alcalá, donde sería colegial en el Colegio de
San Ambrosio durante nueve años. Presentado a una plaza de colegial del San
Clemente de los españoles de Bolonia por Juan Antonio Jiménez de Urrea
Palafox, patrono del Colegio, para estudiar Derecho Canónico en la Universidad,
el 3 de junio de 1713 sería admitido por Tirso Gómez Piñero, que era rector del
Colegio y profesor de Teología escolástica de la Universidad. Su discurso de
ingreso versó sobre X 3.26.10. Durante el curso 1714-1715 sería consiliario y
bibliotecario del Colegio, en 1715-1716 y 1717-1718 consiliario y secretario y en
1716-1717 y 1720-1721 Rector del Colegio. El 1 de septiembre de 1714 se le
concedieron veinte días de permiso para irse a la ciudad de Parma a postrarse,
en nombre del Colegio, a los pies de Isabel de Parma que iba a contraer
matrimonio con Felipe V. El 8 de mayo de 1715 le fueron concedidos seis meses
de permiso para desplazarse a Roma a fin de gestionar asuntos propios. El 7 de
abril de 1718, tras ser examinado en privado por Vicente Peregrino,
encontrándole apto, fue presentado para el examen en Derecho Canónico y
Derecho Civil. Al día siguiente recitó brillantemente (lo cual se expresaba
golpeando los examinantes el suelo con los pies) los puntos del examen siendo
aprobado por unanimidad, doctorándose en ambos Derechos y recibiendo las
insignias doctorales de Claudio Maria Guidotti. El 4 de abril de 1718 el Colegio le
había asignado el subsidio económico para el doctorado. Durante su estancia en
Bolonia opositó en varias ocasiones a las diversas cátedras. El 27 de noviembre
de 1714 opositó a dos cátedras sin conseguir ninguna. El 18 de octubre de 1716
opositó, a la cátedra que había dejado vacante Raimundo Marcial de Cuguera,
disertando el 27 de octubre de 1716 sobre X 2.1.8, concediéndosela el 2 de
noviembre de 1716. Debió explicar el Decreto hasta 1722, ya que el 5 de mayo
de 1722 se convocó de nuevo la cátedra a oposición. Presumiblemente estuvo en
el San Clemente hasta principios del curso 1722-1723. Durante su estancia en
195
Bolonia llegó a ser asistente canonista del Santo Oficio. En 1723 consiguió en
Roma una canonjía y un arcedianato de la diócesis de Mondoñedo. Además sería
procurador en la Corte de las Iglesias de Castilla. Antonio Martínez de Pons
señala que debió de fallecer alrededor de 1748.
[B]. Bibliografía. Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1555-1558, n.º 1232 y Gómez Terán, Roque, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 400, n.º
1.868 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
196
1572-1573 fue también rector del Colegio de España. Logró doctorarse en
Derecho canónico y en Derecho civil el 15 de febrero de 1567. Durante el
ejercicio de su rectorado en el Colegio de España, solicitó al Cardenal Protector
que enviara un visitador al Colegio para que pusiera remedio a los partidos y
disensiones internas existentes. Fue enviado el visitador Cepeda, cuyas medidas
provocaron la protesta de González de Flores, que amenazó con recurrir al papa
o al rey de España. A fines de 1572, como proseguían los enfrentamientos y
diferencias notables entre los colegiales, el Cardenal Protector suspendió la
elección del rector del Colegio, que debía llevarse a cabo y prorrogó el cargo de
vicerrector de Matías Monter de la Cueva. Sin embargo, un nuevo breve del
mismo Cardenal anuló el anterior permitiendo la elección del rector que tuvo lugar
el 8 de julio de 1572. Sería elegido José González de Flores. Durante el curso
1573-1574 fue consiliario canonista. El 6 de diciembre de 1575 se ausentó
definitivamente del Colegio, cuando solo le restaba medio mes para cumplir el
octonario de estancia en la institución a que le daban derecho los estatutos. Fue
luego Auditor General en el Reino de Nápoles y juez en Trani. Escribió Variarum
Juris quaestionum, publicado en Bolonia en 1571.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 244, n.º
2.104 y A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 971-974, n.º
924 y González de Flores Velázquez, José, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), pp. 243-244, n.º 2.637 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(σόφος).
197
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1365-1367, n.º 1.140 y González de Oñica, Diego, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 404, n.º 1.881 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
GOÑI, Miguel de (†1579) . [N.º 203]. [A]. Natural de una familia nobiliaria
de Cintruénigo (Navarra), se desconoce la fecha de su nacimiento. Falleció en su
localidad natal el 20 de marzo de 1579. Fue bachiller en Decretos, canónigo de la
catedral de Pamplona y abad, por designación real, del monasterio
premonstratense de Urdax. Felipe II también lo promovió como abad del
monasterio cisterciense de La Oliva, y obtuvo la provisión canónica de Pío IV en
noviembre de 1563. Fue suspendido del gobierno temporal por una visita
realizada en 1571 por el prior de Calatrava, por comisión del abad de Cister,
acusado de nepotismo.
[B]. Bibliografía: José María Jimeno Jurío, Monasterio de La Oliva, en
Merindad de Tudela. Historia, Etnografía y Folklore, Pamiela, Pamplona, 2005, p.
117 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια νομικός).
GOÑI ATIENZA, Blas (1881-1952) . [N.º 204]. [A]. Profesor del Seminario
diocesano de Pamplona. Nacido en la localidad navarra de Muruzábal el 21 de
diciembre de 1881, falleció en Pamplona el 23 de junio de 1952. Cursó Filosofía y
Teología en el Seminario de Pamplona, y se doctoró en Derecho Canónico en la
Universidad Gregoriana, y en Filosofía en la Academia de Santo Tomás de
Aquino, de Roma. Profesor durante cuatro décadas en el Seminario pamplonés,
impartió materias tan diversas como Retórica y Latín, Griego, Oratoria,
Sociología, Teología fundamental y Hebreo. Fue fiscal eclesiástico (1926-1935) y
provisor (1935-1946), y desde 1935 canónigo del cabildo de la catedral de
Pamplona. Fue promotor del Sindicalismo Católico Libre. Su obra se centró, por
un lado, en la pedagogía de las lenguas, y llegó a publicar exitosas gramáticas
del latín, griego y hebreo, y el tratado La educación de la niñez y de la juventud,
Pamplona, 1913. Y, por otro, en la defensa de los derechos de los obreros, para
los que propugnaba una cultura intelectual y una mejora de sus condiciones
económicas, en suma, una defensa de los derechos de la clase trabajadora pero
sin desatender su formación religioso-moral. Fue autor de La Fe católica.
198
Conferencias científico-morales, Imprenta, Librería y Encuadernación Diocesana,
Pamplona, 1915; Cartas a un Obrero sobre el Sindicalismo Católico Libre,
colección Biblioteca del sindicalista católico, n.º 1, Pamplona, 1919; Poesías
sindicalistas en torno de la cuestión social, colección Biblioteca del sindicalista
católico, n.º 2, Pamplona, 1919; La misa dialogada, Pamplona, 1936; La vida
campesina en la Biblia, Pamplona, 1945. Colaboró en la prensa navarra y en
diversos periódicos y revistas católicas para divulgar sus tesis. Participó,
asimismo, en el Segundo Congreso de Estudios Vascos de Eusko Ikaskuntza,
celebrado en Pamplona en 1920, con la ponencia titulada “Seguro de paro
forzoso. Bolsas de Trabajo”.
[B]. Bibliografía: José Goñi Gaztambide, Goñi y Atienza, Blas, en
Diccionario de Historia Eclesiástica de España, II, CSIC, Instituto Enrique Flórez,
Madrid, 1972, p. 1040; Javier Ibarra, Biografías de los ilustres navarros del siglo
XIX y parte del XX, tomo IV, Imprenta Jesús García, Pamplona, 1953, pp. 147-
148 y Antonio Pérez Goyena, Ensayo de Bibliografía Navarra, IX, Aldecoa,
Burgos, 1964, pp. 752-753 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια νομικός).
199
[C]. Bibliografía: Tomás García Barberena, Un canonista español: el doctor
Don Remiro de Goñi. Su vida, su obra científica (1481-1554), Seminario
Diocesano, Pamplona, 1947 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (σόφος).
200
[B]. Tradujo diversas obras clásicas, como la Poética de Aristóteles
(diversas ediciones desde 1798 hasta la actualidad), los Comentarios sobre la
guerra de las Galias y la guerra civil de Julio César (numerosas ediciones desde
1798 hasta la actualidad). También es autor de la traducción de Pedro Canisio,
Catecismo católico trilingüe, dispuesto para uso de la juventud española,
Imprenta de don Benito Cano, Madrid, 1798, en el que dispone los textos en latín,
griego y español de manera paralela. No se ha conservado su traducción de la
obra titulada Exercicio, y que elaboró en 1791. José Goñi Gaztambide publicó
dos manuscritos inéditos de José Goya: el Cuaderno de curiosos apuntamientos
para uso privativo de J. Javier de Goya o Diálogo que escribió para enseñar a su
hermano mayor la manera de santificarse en medio de los quehaceres
domésticos y agropecuarios; y las Memorias que finalizó en 1807. Su única
aportación intelectual a la Historia del Derecho canónico se circunscribió a un
plan, frustrado, consistente en compilar la documentación de lo relativo a los
españoles en el concilio de Trento (1793).
[C]. Bibliografía: Miquel Batllori, Un corpus documental español, en
Estudios Eclesiásticos, 17 (1943), pp. 319-327; José Goñi Gaztambide, Las
“memorias” de don José Goya y Muniáin (1807), en Homenaje de D. José
Esteban Uranga, Aranzadi, Pamplona, 1971, pp. 441-471; El “diálogo” de José
Goya y Muniáin, en Príncipe de Viana, XXXII, n.º 122-123 (1971), pp. 77-115 y A.
Huarte, Un proyecto frustrado, en Revista de Bibliografía Nacional, 5 (1944), pp.
136-149 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (σόφος).
201
Illinois. Tras ser nombrado Vicario Regional de Opus Dei en Kenya se trasladó a
Nairobi. Allí fundó la Asociación Kenyata de Derecho Canónico.
[B]. Entre sus publicaciones de Derecho canónico resaltamos las
siguientes: Decree of the Roman Rota concerning a new presentation of a case
on nullity of marriage (10.IV.1987), en Ius Canonicum, vol. XXIX, n.º 58 (1989),
pp. 611-613; Autonomy and Identity of Catholic Universities in the United States,
en Ius Ecclesiae, vol. IV, n.º 2 (1992), pp. 463-493; en colaboración con Leroy A.
Wauck, Marriage Consent and its Pathology, en Ius Ecclesiae, vol. III, n.º 2
(1991), pp. 529-558 [conjunto de reflexiones sobre el manido canon 1095 del CIC
1983] y también con el propio Wauck, “Lack of Due Discretion”: Incapacity or
Error?, en Ius Canonicum, vol. XXXII, n.º 64 (1992), pp. 533-558. Además cuenta
con un libro en colaboración con Wauck y Javier Hervada de comentarios a los
cánones del CIC 1983 dedicados al matrimonio, bajo el título Canons and
Commentaries on Marriage, Collegeville, 1987, en el que Gramunt se ha ocupado
del proceso matrimonial canónico.
[C]. Bibliografía: s. a., Ignacio Gramunt, en la sección In pace, de Romana.
Boletín de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, año XVI, n.º 32 (enero-junio
2001), p. 105a-b y Jean-Louis Hague Roma, Gramunt, Ignacio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 413, n.º 1.890 [M ARÍA ENCARNACIÓ N G Ó MEZ R O JO y JEAN -LO UIS HAGUE
R O MA ] (σόφος).
202
abril de 1811 es elegido Síndico Procurador del Concejo Municipal de Caracas y,
como tal, es uno de los firmantes del manifiesto que ese cuerpo (que entonces se
llamaba Tribunal de Policía) dirige a la ciudadanía caraqueña al ser declarada por
el Congreso la Independencia de Venezuela el 5 de julio de 1811. En enero de
1812, es elegido como uno de los representantes de la ciudad de Caracas a la
Legislatura provincial que se reúne el 24 de febrero de 1812.
[B]. Cuando la Primera República (5 de julio de 1811 hasta el 25 de julio de
1812) entra en crisis en 1812 y ante el avance de las fuerzas realistas del
almirante Domingo Monteverde (1773-1832), Gual está al lado de Miranda como
persona de su confianza, y se halla presente cuando éste, en La Victoria, recibe
el 5 de julio de 1812 la noticia del alzamiento realista de Puerto Cabello y
exclama en francés, dirigiéndose precisamente a Gual: «Venezuela está herida
en el corazón». Por aquellos días, Miranda había decidido enviar a Gual a los
EE.UU. a fin de negociar el reconocimiento de la independencia de Venezuela
por el gobierno de Washington y adquirir armas y municiones. Gual se halla
todavía en La Guaira cuando se produce la prisión del generalísimo Miranda en la
noche del 30 al 31 de julio de 1812, hecho en el cual no participa. Logra
refugiarse a bordo de un buque que lo conduce a Nueva York, de donde pasa a
Washington. Cuando a fines de ese año llega a esta ciudad Manuel Palacio
Fajardo con una misión similar del gobierno republicano de Cartagena, Gual
participa con él en varias entrevistas con el presidente James Madison (1751-
1836), con el secretario de Estado James Monroe (1758-1831) y otros
funcionarios estadounidenses, las cuales no arrojan ningún resultado positivo.
También se ponen en contacto con el embajador de Napoleón, general Philibert
Sérurier. Luego, Palacio Fajardo viaja a Francia y Gual se dirige a Cartagena de
Indias, en donde se halla en mayo de 1813. Allí publica, a partir de agosto, el
periódico El Observador Colombiano, en el cual hace campaña por la unidad de
acción entre Venezuela y la Nueva Granada. En diciembre es elegido para
ocupar un puesto en la Legislatura provincial de Cartagena, y designado como
presidente de una de sus secciones, le toca firmar el decreto en que se declara a
Simón Bolívar «Hijo Benemérito de Cartagena» y es comisionado por el gobierno
para presentar personalmente dicho decreto al Libertador en Caracas y, al mismo
tiempo, conferenciar con él sobre una posible confederación de Venezuela y del
Estado de Cartagena (abril 1814). Sin embargo, el avance de las huestes del
realista José Tomás Boves (Gijón 1783-Urica, Venezuela, 1814) y las urgencias
de la guerra (derrota en la batalla de la Puerta) impiden que los planes de
confederación se puedan llevar entonces a cabo. En junio de 1814, cuando la
Segunda República (7 de agosto de 1813 hasta el 5 de diciembre de 1814) está
amenazada de muerte, Bolívar encomienda a Gual una misión ante el almirante
inglés de Barbados, que no tiene éxito. Gual logra llegar a la isla danesa de Saint
Thomas, de donde regresa a Cartagena fletando un buque con otros
compatriotas en septiembre de 1814, y participa en la organización de la defensa
de la plaza. Elegido diputado al Congreso central de Bogotá (17 de diciembre de
1814), no asiste al mismo. Poco después asume el cargo de Gobernador del
estado de Cartagena (27 de enero de 1815). Cuando al poco tiempo el general
Simón Bolívar llega ante Cartagena con su ejército, procedente de Bogotá, y se
produce un enfrentamiento entre él y el jefe militar de la plaza, Manuel del
Castillo, Gual trata de mediar, pero no logra reconciliarlos.
[C]. Poco tiempo después, el gobierno de Cartagena lo nombra agente
diplomático en EE.UU. (22 de mayo de 1815), pero desilusionado al conocer la
ocupación de Cartagena por el realista Morillo, se agregó al bufete del jurista
Duponseau, ejerciendo, poco después, como abogado en Washington. Los cinco
203
años de su permanencia en la república del norte (1815-1820), los dedicó a
trabajar en pro de la causa independentista. En tal sentido, durante este tiempo
ayuda a Bolívar a armar la Expedición de los Cayos (marzo-mayo 1816), participa
junto con Lino Clemente y Juan Germán Roscio, en los preparativos de la
fracasada invasión de la isla Amelia, cerca de las costas de Florida (junio-
diciembre 1817), viaja por diferentes puntos del Caribe (Haití, Jamaica), llegando,
según afirmación propia, hasta Buenos Aires (1818-1819).
[D]. Regresa a la región de Cartagena en abril de 1820. Para entonces, el
Congreso, reunido en Angostura desde febrero de 1819, había decretado la
creación de la Gran Colombia. Nombrado gobernador civil de la provincia de
Cartagena (junio de 1820-febrero de 1821), Pedro Gual se abocó a la tarea de la
reorganización política y financiera de la misma, pero no en la propia ciudad de
Cartagena, que permaneció hasta octubre en poder de los realistas. Nombrado
ministro de Hacienda y de Relaciones Exteriores de la Gran Colombia (8 de
marzo de 1821), participó en el Congreso de Cúcuta (mayo-octubre 1821). Como
ministro de Hacienda y miembro de la comisión correspondiente, Gual fue el
principal autor de toda la legislación financiera sancionada en Cúcuta. Al ser
elegido Simón Bolívar presidente de la República de Colombia (7 de octubre de
1821), Gual es encargado de enviar misiones diplomáticas hacia el sur (Joaquín
Mosquera al Perú, Chile, Buenos Aires) y hacia el norte (Miguel Santamaría a
México) a fin de concluir tratados de unión y alianza entre las nuevas naciones
hispano-americanas. Trasladada a Bogotá la sede del Gobierno, Gual desplegó
todos sus esfuerzos para buscar el reconocimiento internacional de la nueva
República, iniciando, en particular, negociaciones con EE.UU. e Inglaterra, las
cuales culminaron satisfactoriamente en 1822 y 1825, respectivamente. Como
canciller de la Gran Colombia, a él correspondió negociar y suscribir los tratados
de Amistad, Navegación y Comercio concluidos con EE.UU. (1824) e Inglaterra
(1825). Fue también uno de los principales organizadores del Congreso
Anfictiónico de Panamá (22 de junio de 1826-15 de julio de 1826) de los nuevos
estados hispanoamericanos, al cual asistió como representante de la Gran
Colombia, después de haber renunciado a su cargo ministerial (agosto 1825).
Concluidos los debates en Panamá, Gual se trasladó a México, donde
permaneció hasta 1829, empeñado en lograr la ratificación de los acuerdos del
Congreso de Panamá por parte del Gobierno mexicano, a fin de reanudar las
sesiones en Tacubaya.
[E]. Frustrado por el fracaso de este congreso, volvió a Colombia en marzo
de 1829, llamado por Bolívar para formar parte del Consejo de Estado, tocando
en Guayaquil, donde fue capturado por los peruanos, que lo retuvieron prisionero;
al quedar libre, Bolívar lo nombró su delegado para hacer la paz (la guerra había
estallado a fines de 1828) con el plenipotenciario del Perú, Larrea. Al producirse
la disolución de la Gran Colombia (1830), Gual decidió permanecer en Bogotá
(donde había contraído matrimonio el 9 de diciembre de 1822 con Rosa María
Domínguez) retirado de la vida pública y dedicado al ejercicio de su profesión de
abogado. Durante este período, ayudó a su amigo, el general Daniel Florencio
O’Leary en la recopilación de los documentos incluidos en las memorias de este
último. En 1837 partió a Europa para arreglar los asuntos del Ecuador,
representándolo en Londres y firmando en Madrid el reconocimiento de la
independencia de este país y la reanudación de relaciones, en 1840, negociación
comenzada en Londres en 1838. Volvió a Bogotá en 1844 y a fines de 1847
decide regresar a Venezuela, donde se mantiene al margen de toda actividad
política. Gual, apóstol de los principios republicanos, rechazó la cartera de
Relaciones Exteriores que le ofrecieron los dos generales Monagas (José Tadeo
204
y José Gregorio, presidentes entre 1847 y 1858), por no estar conforme con su
política antiliberal. El 15 de marzo de 1858 el pueblo de Caracas, sublevado
contra José Tadeo Monagas, aclamó al doctor Gual como presidente del
gobierno provisional venezolano, por lo que le tocó encabezar dicho Gobierno,
designado por el Congreso (15 al 18 de marzo de 1858).
[F]. Miembro del Consejo de Estado nombrado por Julián Castro, fue
diputado por la provincia de Caracas en la Convención de Valencia (julio-
diciembre 1858), y desempeñó un papel importante en la elaboración de la
Constitución de 1858, para la cual redactó un proyecto. Elegido para el cargo de
primer designado por los diputados de la Convención (diciembre 1858) y también
presidente del Consejo de Estado de Venezuela, Pedro Gual se encargó, por
segunda vez, de la presidencia de la República (2 de agosto de 1859 al 29 de
septiembre de 1859) al ser derrocado Julián Castro. Celebradas en 1860 las
elecciones generales, en plena Guerra Federal, Gual resultó electo
vicepresidente de la República y, por renuncia del presidente Manuel Felipe de
Tovar (20 de mayo de 1861), asumió, por tercera vez, la primera magistratura a la
avanzada edad de 78 años. A pesar de enfrentarse con energía a los
federalistas, no logró controlar los propósitos conspirativos del bando del general
José Antonio Páez (1790-1873), siendo derrocado el 29 de agosto de 1861 y
arrestado en su casa por el jefe de la guarnición de Caracas, el coronel José
Echezuría. Trasladado a las Antillas, se dirigió luego a Guayaquil, donde murió a
los pocos meses.
[G]. En resumen, Gual, uno de los creadores de la política exterior de
Venezuela y la Gran Colombia y encargado en tres oportunidades de la
presidencia de la República de Venezuela, fue uno de los diplomáticos más
destacados de la época de la Emancipación, y como muchos personajes de la
época estuvo al servicio de varios países americanos. Pero fue sobre todo en la
Venezuela de los años convulsos de mediados del siglo XIX en los que Gual
puso de manifiesto su sincero republicanismo, basado en el respeto a la
Constitución y a la ley, aunque no dejan de ser exagerados los epítetos de
algunos de sus contemporáneos que lo consideraban «el primer diplomático del
Nuevo Mundo», si bien fue un magistrado bastante íntegro y recto, y
administrador probo, pues murió «sin hacienda y sumido en lúgubre pobreza»,
según las necrológicas de la época.
[H]. Bibliografía: H. A. Bierck, Vida pública de don Pedro Gual, Caracas,
1947 (trad. L. Landaeta); A. Cruz Santos, Don Pedro Gual. El estadista
grancolombiano, Bogotá, 1971; A. Cruz Santos, Don Pedro Gual. Homenaje en el
Bicentenario de su nacimiento (17 de enero de 1783-17 de enero de 1983),
Caracas, 1983 (ed. Abel Cruz Santos y Alberto Miramón); H. A. Bierck, Vida
pública de don Pedro Gual: homenaje a don Pedro Gual en el bicentenario de su
nacimiento, Caracas, 1983; R. Ezquerra, Gual, Pedro, en Diccionario de Historia
de España, Madrid, 1986, tomo II, p. 262 (Dir. Germán Bleiberg; 1.ª ed. de 1952);
C. Fulgencio López, Juan Bautista Picornell y la conspiración de Gual y España;
narración documentada de la pre-revolución de independencia venezolana,
Caracas, 1955 (reeditado en Caracas por la Biblioteca de la Academia Nacional
de la Historia de Venezuela en 1996 y reimpresión en 1997) y Antonio Astorgano
Abajo, Gual, Pedro, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), pp. 248-251, n.º 2.645 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος como
político, pero κουφότερος como teólogo y canonista).
205
GUARDIOLA, Mateo (siglo XVI) . [N.º 211]. [A]. Natural de Murcia, de la
diócesis de Cartagena. Era hijo de Bartolomé López y de Leonor Martín de
Jumilla. Presentado por Mencía Carrillo de Albornoz a una plaza de colegial del
San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Derecho Canónico, fue
admitido por el rector Martín Vélez. El tema de su disertación de ingreso versó
sobre X 3.5.3. Sería consiliario canonista del Colegio los cursos 1567-1568,
1569-1570 y 1571-1572. El 11 de junio de 1572 se marchó del Colegio al que
seguramente ya no regresaría, pudiendo estar motivada su marcha por las
acusaciones que tanto contra él como contra otros colegiales fueron mentadas en
la Visita institucional al Colegio de 1572, razón por la que fue citado en Roma.
Ello no le impidió doctorarse en ambos Derechos. Fue dispensado el 24 de
octubre de 1573 para ser admitido al examen en Derecho Civil y en Derecho
Canónico, y esa misma tarde se examinó de los dos recibiendo las insignias
doctorales de manos de Pietro Maria Sangiorgio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 966-968, n.º 920 y Guardiola, Mateo, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 414, n.º 1.895
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
206
Portilla] (1711-1767) . [N.º 213]. [A]. Nació en Mamblas (Ávila), el 24 de febrero
de 1711 y falleció en Valladolid, el 13 de junio de 1767. Jesuita expulso, teólogo,
moralista y con abundantes reflexiones iuscanónicas en sus diversos escritos.
Fue hermano del influyente jesuita José Guerra (1720-1775), predicador de los
reyes Fernando VI y Carlos III. «Escribieron su vida [de Antonio], que no se ha
publicado, dos discípulos suyos» (Hervás). Ingresó en la Compañía de Jesús el
14 de mayo 1726 en la provincia de Castilla. Estudió las ciencias
correspondientes a la profesión solemne que hizo en 1774. Enseñó filosofía en
Santiago y teología en Salamanca, y después de doctorarse en Teología en la
Universidad de Valladolid «regentó por muchos años la primera cátedra de
teología con singular aplauso» (Hervás). Al tiempo de la expulsión de los jesuitas
españoles era rector del importante colegio de San Ambrosio de Valladolid, en
donde quedó enfermo y murió en el convento de S. Francisco de dicha ciudad.
Luengo cuenta detalladamente cómo fue arrestado, postrado en su misma cama,
y enterrado de manera poco honrosa. Sus compañeros destacan su relevancia
intelectual y social, como consejero de la Chancillería, Inquisición, Consejo de
Castilla y de muchos obispos, que Hervás resume: «El P. Guerra fue varón
insigne en doctrina, piedad y celo. Su instrucción era no menos en los derechos
canónico y civil que en la teología, en que era eminente; y de su gran
conocimiento en estas ciencias dio pruebas frecuentes en las consultas que tuvo
de la Real Chancillería de Valladolid, de la Inquisición (de que era calificador), de
la universidad (de que era vicecanciller) y de los monseñores Delgado [Martín
Delgado Cenarro y Lapiedra, obispo de Valladolid entre 1743 y 1753] y Cossío
[Isidro Cossío y Bustamante, obispo entre 1754 y 1774], sucesivamente obispos
de Valladolid, de quienes fue teólogo. Por su gran fama y mérito tuvo también el
honor de ser consultado del Real Supremo Consejo de Castilla, de la universidad
de Alcalá y de casi todos los obispos de las dos Castillas. A su ciencia
correspondieron su religiosidad, su amabilidad pacífica (que le era característica)
y su celo para ayudar espiritual y temporalmente a los prójimos, a quienes asistía
frecuentemente como digno operario apostólico con toda clase de obras de
misericordia y caridad». Los hermanos Guerra son alabados por el Padre Isla
como famosos oradores: «Era voz común que se podía equivocar con las más
preciosas oraciones que produjeron y están todavía produciendo, en nuestro siglo
y en nuestro hemisferio español, los Gallos, los Radas, los Aravacas, los Rubios,
los Ordeñanas y los Guerras». José Jurado cree que Isla se refiere a Josef,
contradiciendo a Sebold, quien piensa que se refiere a su hermano Antonio.
Jurado se apoya en que el estilo de Antonio, cargado de «abundantes ribetes
retóricos», no era del agrado de Isla (a pesar de que el 14 de abril de 1750 el
leonés P. Isla firma la aprobación del discurso de Antonio Guerra, La mujer
prudente...); por el contrario la elocuencia de Josef es «limpia de barroquismo
exagerado, aunque no totalmente, y llena de decoro religioso, que ya es mucho
para el tiempo [...]. Nos consta que Isla siguió muy de cerca la predicación del P.
José Guerra». Jurado cita dos oraciones de Antonio y tres de Josef.
[B]. Fue amigo del P. Luengo, quien dice de él: «Es casi incomprensible
como un solo hombre [el P. Guerra] podía con tantas cosas a un tiempo, con
tantas ocupaciones y negocios; y aún lo es más todavía cómo con un género de
vida, por decirlo así, bulliciosa e inquieta y en un continuo trato con todo género
de gentes, pudo leer tanto, saber tanto y escribir tanto [...], y después de lo que
acabamos de decir, sin ponderación alguna, es más incomprensible que todo,
que con tantos negocios y ocupaciones y empleos, bastante para oprimir a seis u
ocho hombres hábiles y laboriosos, parecía que siempre estaba el P. Guerra
desembarazado y desocupado, y siempre con la puerta de su aposento franca
207
para todos; pronto para oír a todos, para servir a todos y aún para divertirse
graciosa y honestamente en festivas y amenas conversaciones con sus
discípulos y otras gentes, como por muchos lo experimentamos nosotros
mismos».
[C]. La obra de Guerra es poco conocida, porque no se preocupó de su
impresión y usó diversos seudónimos para publicar muchos de sus escritos,
como los de Francisco Ignacio Ortega, Padre Francisco Cutillas, Melchor Betegón
o el de Doctor don Domingo Antonio González de la Portilla, bajo el cual tradujo
El pecador sin escusa. Lo que más han llegado a nosotros son oraciones
fúnebres, como la dedicada a la «buena memoria de su digníssima Abadesa D.ª
Celedonia María Díez Palomino» o la del Venerable Antonio Alonso Bermejo,
fundador del hospital en la Nava del Rey (calificado por Luengo como «muy
hermoso»), y otras oraciones fúnebres, impresas en Valladolid. Dada su
relevancia social y oratoria debieron publicarse muchos discursos suyos:
«Escribió meditaciones y lecciones sobre el Santísimo Sacramento, las cuales se
cree que se hayan impreso anónimamente, como también otras obras, y un
panegírico pronunciado en las fiestas por la beatificación del beato Simón de
Rojas» (Hervás). Casi todos sus manuscritos están relacionados con su actividad
académica y versan sobre asuntos teológicos, muchos de los cuales se
conservan en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca (ms. 948, 949, 950,
951 y 952). Según Hervás dejó dispuesto para la prensa un tomo De locis
theologicis y «Diez y ocho tratados teológicos, que comprenden casi toda la
teología». Lógicamente la colección de sus respuestas a consultas teológicas,
morales, canónicas, a la Inquisición, etc. «hacían muchos tomos» (Hervás).
[D]. Obras: Compendio y resolución de las dudas que pueden ofrecerse en
el Breve, concedido por la Santidad de Inocencio Décimo, en que da facultad a
los militares que sirven a la Magestad Cathólica del Rey de España para comer
carnes en Cuaresma y otros días, fuera de los exceptuados en la Bula, Madrid,
1734; Gerarchía eclesiástica militar en España. Controversias jurídico-morales,
en que se declara el origen y antigüedad de la jurisdicción eclesiástica que, por
inmemorial costumbre y bulas apostólicas, gozan los Vicarios generales de los
Exércitos y Armadas nombrados por las Cathólicas y Reales Magestades de los
Reyes nuestros Señores, Valladolid, 1740; Devoción preciosa a la gloriosa Santa
Ana, Madre de la Virgen María, Valladolid, 1742; Nueva Recopilación de Leyes
Divinas para gobierno de los mortales principiantes, Madrid, 1747; Fragua de
Amor Divino y Oratorio de suavíssimos Afectos: oraciones y exercicios devotos
para cada día..., traducidos de lengua portuguesa por Don Melchor Betegón,
Valladolid, 1748; La mujer prudente. Oración fúnebre que dixo el Rmo. P. Dr.
Antonio Guerra, de la Compañía de Jesús, cathedrático de Prima de Theología
de ella, en las Magníficas Honras, que a la buena memoria de su digníssima
Abadesa D.ª Celedonia María Díez Palomino, celebró el exemplarísimo Convento
de San Quirze de el Orden de San Bernardo de Valladolid el día 8 de Abril de el
presente año de 1750. La da a la luz don Joseph Arribas, rector y administrador
del Real Hospital de Mater Dei, de la villa de Tordesillas; y lo dedica al Illmo. y
Rmo. señor D. Francisco Rávago, confesor del Rey Nuestro Señor, y de su
Consejo, Valladolid, 1750; Flor de la Doctrina Christiana, con documentos de
buena crianza y ortographía en romance, para leer en él y aprehender el
christiano su breve declaración, Burgos, 1753; El pecador sin escusa, o los falsos
pretextos con que suspende su conversión... Por Santiago Giroust, de la
Compañía de Jesús, Madrid, 1751 [traducción]; Oración fúnebre que en las
solemnes exequias celebradas a la buena memoria del Siervo de Dios Hno.
Antonio Alonso Bermejo por los dos Ilustres Cabildos Eclesiástico y Secular de la
208
Villa de la Nava del Rey, Valladolid, 1760 y Carta del P..., rector del Colegio de
San Ambrosio a los superiores de la Provincia de Castilla sobre la muerte y
virtudes del P. Román Oxeda, Valladolid, 1767.
[E]. Bibliografía: M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas de los
Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Vieja,
después más en general de toda la Compañía, aunque siempre con mayor
particularidad de la dicha provincia de Castilla, t. I, 1767, pp. 636-645; Biografías
sacadas del "Diario" del P. Luengo, t. 2.º. Varones insignes de la Provincia de
Castilla, pp. 3-13, en Monasterio de Loyola, Escritos 42/05; C. Sommervogel,
Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, Bruselas-París, 1890, III, cols. 1911-
1912; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Madrid,
1986, tomo IV, pp. 354-355 y L. Hervás Panduro, Biblioteca jesuítico-española,
Cuenca, Diputación Provincial, 2006, edición de A. Astorgano [A NTO NIO
A STO RGANO A BAJO ] (σόφος como moralista, pero no como cultivador del Derecho
canónico).
GUILLA, Miguel (siglos XV-XVI) . [N.º 215]. [A]. Natural de Zaragoza, era
hijo de Guillermo Guilla y de Catalina Constantin de Agramunt. Fue presentado a
una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por el
administrador perpetuo de la archidiócesis de Zaragoza Alfonso de Aragón y por
el Cabildo zaragozano con letras presentaticias del 11 de enero de 1505, en las
209
que se indicaba que había recibido una instrucción suficiente en Zaragoza en
Lógica, Gramática y Principios de Derecho. Fue admitido en la institución
albornociana por Diego de Fierro el 3 de agosto de 1505. El 24 de marzo de 1508
fue candidato a un puesto de lector de Decreto, que le fue asignado el 23 de junio
de 1508 y desarrolló en 1508-1509 en la Universidad. El 24 de diciembre de
1509, presentado por Juan Gaspar de Sala, se le dispensó de los impedimentos
para examinarse de Derecho canónico. Al día siguiente el Colegio libró 12 liras
para el pago de los derechos de su graduación. El 29 de diciembre de 1505 se
doctoró en Derecho canónico. Es posible que, al ausentarse del Colegio, el 30 de
abril de 1511, ya no regresaría más a la institución albornociana, aunque solicitó
licencia de seis meses, y su procurador Juan Isert, doctor en Artes y profesor de
Lógica en Bolonia, el 14 de octubre de 1511 solicitó otro permiso en su nombre.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 129, n.º
167 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 528-529,
n.º 615 y Guilla, Miguel, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), pp. 528-529, n.º 2.651 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
210
la Facultad de Derecho. Es además autor de El pensamiento jurídico valenciano
del siglo XIII al XIX. Aportaciones a su historia (1986); Sínodos postridentinos de
Segorbe (1983) y de un conjunto de publicaciones que recogen el episcopologio
español, americano y de Filipinas entre 1500 y 1867 [ver Obispos auxiliares en la
historia de la diócesis de Segorbe-Castellón, en Anales Valentinos, XIX (1984),
pp. 113-135; Obispos auxiliares en la historia del Arzobispado de Valencia,
Castellón de la Plana, 1985; Episcopologio español (1700-1867). Españoles
obispos en España, América, Filipinas y otros países, en Anthologica Annua,
XXXIX (1992), pp. 433-688]. Compiló varios catálogos de incunables y raros de
las bibliotecas eclesiásticas de la provincia de Castellón. Escribió sobre la
incapacidad para asumir las obligaciones conyugales como causa de nulidad
matrimonial y publicó abundantes artículos y críticas en Revista Española de
Teología, Anales Valentinos, Revista Española de Derecho Canónico, Ius
Canonicum y Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado. Cultivó más el
Derecho Canónico (suya es una Jurisprudencia Matrimonial Canónica 1980-1990,
aparecida en 1991), sobre todo en su vertiente histórica, que el Derecho
Eclesiástico del Estado, en el que su contribución escrita fue más bien modesta.
[B]. Diversas instituciones, entre ellas las Facultades de Derecho de las
Universidades Jaume I y de Valencia, organizaron unos Estudios jurídicos en
homenaje al profesor Vidal Guitarte, publicados por la Diputación de Castellón en
1999, en dos vols., con el siguiente contenido (excluimos las que no sean
colaboraciones de Derecho Canónico, Eclesiástico o Matrimonial tanto civil como
canónico): Javier Escrivá Ibars, In memoriam del Prof. Dr. Vidal Guitarte
Izquierdo, vol. I, pp. 15-19, con bastante información biográfica, aunque no tan
completa por lo que a la bibliográfica se refiere; Sara Acuña Girola, Estado
intervencionista, formación y libertad de conciencia, vol. I, pp. 21-24; Manuel
Alenda Salinas, Reflexiones acerca de la relación entre el delito de bigamia y la
concepción monogámica matrimonial, vol. I, pp. 25-32; Josefina Alventosa del
Río, Notas sobre el derecho a la libertad religiosa del menor, vol. I, pp. 33-38;
María Teresa Areces Piñol, Tutela del menor y libertad religiosa, vol. I, pp. 39-50;
Federico R. Aznar Gil, El matrimonio civil de los fieles católicos y el impedimento
de pública honestidad, vol. I, pp. 51-59; Rafael Ballarín Hernández, Reflexiones
sobre una paradoja del prof. Sancho Rebullida en torno al régimen de matrimonio
putativo, vol. I, pp. 75-82; Silvia Barona Vilar, Efectos de la reconciliación en el
proceso de separación, vol. I, pp. 83-89; Jesús Bogarín Díaz, El Derecho
eclesiástico en la C.D.U., vol. I, pp. 95-101; Jaime Bonet Navarro, La
administración estatal española con competencia en materia religiosa: su
adecuación al estado de libertad religiosa desde el modelo confesional, vol. I, pp.
109-114; Santiago Bueno Salinas, Actualidad, perspectiva y cuestiones
académicas y sociales en torno a la enseñanza del Derecho canónico en los
centros universitarios de Cataluña, vol. I, pp. 127-132; María Pía Calderón
Cuadrado, La dependencia de un proceso matrimonial como presupuesto de las
medidas provisionales, vol. I, pp. 139-144; Aránzazu Calzada González, Una nota
sobre la sucesión ab intestato en favor de iglesias y monasterios, vol. I, pp. 145-
149; Victoria Camarero Suárez, Incidencia de la anorexia nerviosa y bulimia
nerviosa en la capacidad consensual, vol. I, pp. 151-157; Marita Camarero
Suárez, Esterilización de incapaces y derecho a la integridad física, vol. I, pp.
159-167; Salvador Carrión, La denominada “prohibición de confesores” en la
jurisprudencia del Tribunal Supremo, vol. I, pp. 179-189; Adoración Castro Jover,
Asistencia sanitaria y libertad religiosa, un supuesto: la denegación de reintegro
de gastos médicos a los testigos de Jehová, vol. I, pp. 211-219; Óscar Celador
Angón, Definición de organización religiosa en el ordenamiento jurídico fiscal
211
estadounidense, vol. I, pp. 221-226; Vicenta Cervelló Donderis, Consecuencias
jurídico-penales del rechazo al tratamiento médico por motivos religiosos, vol. I,
pp. 227-233; César Chaves Pedrón, La intervención de los contrayentes en el
delito de autorización de matrimonio nulo, vol. I, pp. 235-242; María José Ciáurriz,
La libertad de conciencia del rey en la constitución, vol. I, pp. 243-251; Asunción
Colás Turégano, Libertad de conciencia versus defensa nacional. ¿Situación de
necesidad? (Reflexiones sobre la problemática penal que plantea la insumisión),
vol. I, pp. 253-262; Iciar Cordero Cutillas, En torno a algunas posibles
consecuencias de las uniones de hecho respecto de los hijos, vol. I, pp. 263-266;
Luis Mariano Cubillas Recio, Sobre la tolerancia, vol. I, pp. 275-282; Paloma
Durán Lalaguna, El derecho a casarse y a fundar familia, vol. I, pp. 283-289;
Javier Escrivá Ivars, Aproximación al estudio de la mediación familiar como
fórmula alternativa de resolución de conflictos vol. I, pp. 291-309; María Ángeles
Félix Ballesta, El concilio provincial tarraconense y la jurisdicción eclesiástica en
Cataluña, vol. I, pp. 311-318; Juan Fornés, El matrimonio celebrado en secreto
según el Código de 1983, con referencia a sus efectos civiles en el derecho
español, vol. I, pp. 319-323; José García Añón, Los derechos de las minorías
religiosas: otra prueba de fuego para las teorías de los derechos humanos, vol. I,
pp. 325-331; Alfredo García Gárate, La regulación jurídica del fenómeno religioso
y la ciencia del Derecho eclesiástico, vol. I, pp. 333-341; Juan Luis Gómez
Colomer, Las partes en el proceso matrimonial consensuado, vol. I, pp. 381-384;
José María González del Valle, Les origines de la législation cultuelle dans
l’Espagne et le Portugal, vol. I, pp. 405-410; Diego González Ortiz, La Iglesia
Católica en el impuesto sobre sociedades, vol. I, pp. 411-416; María Jesús
Gutiérrez del Moral, Derecho Eclesiástico del Estado e inhumaciones, vol. I, pp.
425-429; Alberto de la Hera, La bula “In Coena Domini”, vol. I, pp. 431-441; Iván
C. Ibán, Unión Europea, religiones e individuo, vol. I, pp. 443-445; Carmen
Jiménez-Castellanos Holgado, Unas reflexiones acerca de la naturaleza especial
del Derecho canónico, vol. I, pp. 447-454; María Luisa Jordán Villacampa, La
objeción de conciencia al sistema escolar, vol. II, pp. 465-472; María Reyes León
Benítez, El Estado ante el factor religioso: modelos básicos contemporáneos, vol.
II, pp. 473-479; María Cruz Llamazares Calzadilla, Breve comentario sobre la
cláusula de conciencia de los profesionales de la información (a propósito de la
nueva Ley Orgánica 2/1997), vol. II, pp. 481-487; Dionisio Llamazares Fernández,
A vueltas con la laicidad, vol. II, pp. 489-496; Mariano López Alarcón, La función
calificadora en el Registro de Entidades Religiosas, vol. II, pp. 503-519; Aurora M.
López Medina, El acto administrativo en el Derecho de la Iglesia: decreto singular
y rescripto, vol. II, pp. 521-527; Paloma Lorenzo, Historia y presente del
matrimonio condicionado, vol. II, pp. 529-534; Joaquín Mantecón Sancho, Notas
en torno al canon 455, vol. II, pp. 545-554; José M. Martí, Consideraciones sobre
la protección penal de la libertad religiosa, vol. II, pp. 555-558; María Teresa
Martín Morón, La representación legal de los hijos en la esfera personal, vol. II,
pp. 559-563; Antonio Martínez Blanco, El carácter propio del centro docente o
ideario, vol. II, pp. 565-577; Javier Martínez-Torrón, El Estado confesional, vol. II,
pp. 587-595; Joaquín Martínez Valls, El Derecho en la Iglesia de Inglaterra, vol. II,
pp. 597-604; Antonio Molina Meliá, La viabilidad de la ciencia eclesiasticista, vol.
II, pp. 621-627; Rosa María Moliner Navarro, El problema jurídico de las “parejas
de hecho”, vol. II, pp. 629-640; Nieves Montesinos Sánchez, La iniciativa
legislativa y las uniones de hecho, vol. II, pp. 653-663; Agustín Motilla, La
naturaleza jurídico-laboral del trabajo realizado por los religiosos en la orden de
pertenencia, vol. II, pp. 665-682; María Cruz Musoles Cubedo, La incapacidad
psíquica por falta de uso de razón en la doctrina y jurisprudencia de Vidal
212
Guitarte, vol. II, pp. 683-689; Rafael Navarro Valls, Justicia constitucional y factor
religioso, vol. II, pp. 691-700; María Elena Olmos Ortega, La enseñanza religiosa
acatólica en los centros docentes no universitarios, vol. II, pp. 705-712; Paulino
César Pardo Prieto, Los artículos 32 y 39 de la Constitución española en los
trabajos parlamentarios previos, vol. II, pp. 721-727; Antonio Pérez Ramos,
Canonística española defensora del error en la personalidad: iter de autores y
textos (1970-1991), vol. II, pp. 737-743; Purificación Peris García, El deber de
información tributaria y las confesiones religiosas, vol. II, pp. 745-750; Rosa María
Ramírez Navalón, El concepto de ministro y lugar de culto en las leyes 24, 25, y
26 de 10 de noviembre de 1992, vol. II, pp. 771-777; María José Redondo
Andrés, La protección penal de los ministros de culto, vol. II, pp. 779-73; Patricia
Reina Martínez, Los matrimonios canónicos no inscribibles en el ordenamiento
jurídico italiano: un supuesto de familia de hecho, vol. II, pp. 785-791; Víctor
Reina, Laicidad y escuela pública en Francia, vol. II, pp. 793-798; María José
Reyes López, Los efectos económicos que produce la declaración de nulidad
matrimonial, vol. II, pp. 799-806; Ana Isabel Ribes Suriol, La enseñanza de la
religión católica desde la Constitución española de 1845 hasta la Revolución de
1868, vol. II, pp. 807-811; José Ramón Salcedo Hernández, Algunas
consideraciones en torno a la delimitación jurídica del bien de los cónyuges, vol.
II, pp. 819-827; Mercedes Salido López, Acercamiento al estudio de un
precedente de los acuerdos autonómicos sobre patrimonio histórico-artístico de la
Iglesia Católica, vol. II, pp. 829-837; Rosa María Satorras Fioretti, Los debates
parlamentarios en torno a la libertad de enseñanza (art. 27 CE), vol. II, pp. 845-
853; Raquel Tejón Sánchez, Orígenes de la protección del patrimonio cultural en
su concepción moderna: especial referencia al patrimonio cultural eclesiástico en
España, vol. II, pp. 863-868; Daniel Tirapu Martínez, Valoración del hecho
religioso en las sociedades contemporáneas; pluralismo, verdad y libertad, vol. II,
pp. 869-873; Alejandro Torres Gutiérrez, Aplicación del I.V.A. a la Iglesia Católica:
estudio del artículo III del Acuerdo sobre asuntos económicos de 3 de enero de
1979, entre el Estado español y la Santa Sede, vol. II, pp. 875-881; José María
Vázquez García-Peñuela, Precedentes de la ciencia española del Derecho
eclesiástico. Algunos datos y reflexiones, vol. II, pp. 891-896; Ana María Vega
Gutiérrez, Fundar una familia del tercer milenio: nuevos retos y perspectivas para
el Derecho, vol. II, pp. 897-903; Margarita Vento Torres, Los bienes culturales de
las entidades religiosas en la Ley 4/98, de 11 de julio, Ley de patrimonio cultural
valenciano, vol. II, pp. 905-913; José Ramón de Verda Beamonte, La reserva
mental desde la perspectiva del Código civil, vol. II, pp. 915-920; Rafael Verdera
Server, Separación conyugal y presunción de paternidad marital, vol. II, pp. 921-
927; A. Viguri Perea, Las uniones homosexuales en el ámbito del derecho
comparado, vol. II, pp. 945-949; Francisco Javier Zamora Cabot, Consideraciones
sustantivas en las normas de conflicto sobre divorcio: una visión comparada, vol.
II, pp. 949-953 y Pedro-Juan Viladrich, Sobre la definición del matrimonio:
elementos tridimensionales de la expresión canónica, vol. II, pp. 965-977.
[C]. Bibliografía: Justo Fernández Alonso et alii, Guitarte Izquierdo, Vidal,
en El Centro Español de Estudios Eclesiásticos (1950-1975), Roma, 1975, p. 118
y Manuel J. Peláez, Guitarte Izquierdo, Vidal, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I,
p. 406, n.º 399 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
213
de Toledo Alfonso de Fonseca y el Cabildo de la archidiócesis, fue admitido el 14
de septiembre de 1529 (otras fuentes indican que fue el 1 de mayo de 1529) por
Gonzalo de Vega para estudiar Derecho Canónico. Durante el curso 1531-1532
sería ecónomo del Colegio. Entre el 11 de septiembre de 1533 y el 12 de octubre
de 1533 se ausentó de Bolonia para ir a Roma. Vuelto a la ciudad universitaria el
rector del Colegio le privó de los derechos de colegial mientras no probase su
limpieza de sangre, ya que no resultaban claras las pruebas aportadas por Juan
de Arias. Marchó a España donde se entretuvo más del tiempo necesario y
permitido por los estatutos del Colegio. El 26 de mayo de 1533 estaba de nuevo
en Bolonia, presentando segundas pruebas hechas por Diego Girón, que fueron
aprobadas, aceptándosele como colegial por sentencia del 27 de mayo de 1535.
El 10 de octubre de 1538 se le dispensó para poder ser admitido al examen de
doctorado en Derecho Civil, doctorándose poco después. También se doctoró en
Derecho Canónico. Fueron frecuentes sus ausencias del Colegio entre 1536 y
1538. No consta que estuviera ya en la Colegio albornociano el curso 1540-1541.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 679-680, n.º 729 y Gumiel, Pedro de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 415-416, n.º
1.901 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
214
una sede episcopal, aunque ignoramos los motivos que dificultaron el éxito de la
iniciativa diocesana. Esta vinculación con la ciudad del Águeda se mantuvo hasta
los últimos días de su vida, como lo demuestra el haber elaborado casi por
completo sus escritos en Miróbriga, sirviendo lealmente las obligaciones de su
prebenda, sin menoscabo de sus preocupaciones por los intereses universales
de la Iglesia. Falleció en Ciudad Rodrigo, «famoso y doctísimo», el 4 de mayo de
1618, después de llevar como canónigo doctoral de la ciudad del Águeda más de
cuarenta y dos años y fue enterrado en la catedral, por disposición testamentaria
del jurista.
[B]. Aunque Juan Gutiérrez abandonó las aulas salmantinas hacia 1566
para ejercer como abogado, no olvidó su sólida formación científica, antes al
contrario dedicó una buena parte de sus esfuerzos profesionales a la elaboración
de escritos, más tarde impresos durante los siglos XVII y XVIII, que gozaron de
unánime reconocimiento en las Facultades de Derecho, Leyes y Cánones, en los
tribunales destinados a la administración de justicia y entre los prácticos, como lo
demuestra la reedición de sus obras en las principales ciudades de Europa:
Salamanca, Madrid, Alcalá, Fráncfort, Amberes, Lyon, Colonia o Venecia, hasta
tal punto tuvo importancia para los operadores jurídicos que actuaban en el foro,
que no es desdeñable la publicación de una monografía con las Decisiones de la
Sagrada Rota romana domini Ioannis Gutiérrez opera omnia laudantes, privilegio
compartido por escasísimos especialistas durante la Edad Moderna o la
reimpresión de sus Opera omnia. La sola enumeración de sus obras es suficiente
para darse cuenta del extraordinario nivel y alcance de su producción literaria.
Comienza con sus Repetitiones et allegationes, impresas en Salamanca en 1570,
seguidas por el Tractatus tripartitus de iuramento confirmatorio et aliis in iure
variis resolutionibus (1573), pero el resto de sus estudios corresponden a su
etapa mirobrigense: Consilia (1587); Canonicarum quaestionum utriusque fori
(1587); Practicarum quaestionum (1589), los libros I y II publicados en Salamanca
en 1589, el III y el IV en Madrid en 1593 y en 1611 respectivamente, y el V, como
Tractatus de gabellis, aparecido también en Madrid en 1612; Información del
derecho a favor del estado eclesiástico, sobre que no debe contribuir... (1596);
Tractatus novus de tutelis et curis minorum (1601); Tractatus de absoluto
matrimonio, lib. III de las Quaestiones Canonicae (1617). Obra póstuma suya fue
Praxis criminalis civilis et canonica in lib. VIII Novae Recopilationis (1632). El
método de estudio de las fuentes justinianeas que utiliza este jurista placentino es
sincrético, ya que mantiene vivo el mos italicus de los comentaristas, aplicando
los textos del Corpus Iuris para resolver problemas jurídicos de la sociedad de su
tiempo, junto a la normativa regia más próxima, como lo demuestran sus
comentarios a la Nueva Recopilación, pero al mismo tiempo conoce y pone en
evidencia la importancia del mos gallicus, en línea con los humanistas más
relevantes de su tiempo, como Andrea Alciato, pudiendo afirmar su partida de
defunción: «Siempre lleva, defiende y sigue las opiniones más seguras, comunes
y prácticas». Sus contemporáneos lo calificaron como vir eruditus multum et
virtute summa condecoratus, mostrando una gran humildad para acoger las
correcciones oportunas de sus patrocinadores, a los que dedica las obras, así
como un gran respeto a los lectores que compran sus libros, a los que pide
disculpas si no resultan de su agrado o si consideran que el resultado del estudio
no era el esperado.
[C]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Gutiérrez de Plasencia, Juan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 407-409, n.º 402 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ]
(σοφώτατος).
215
GUTIÉRREZ VALLEJO, Melchor Ángel (c. 1670-1734) . [N.º 220]. [A].
Obispo de Pamplona. Nacido en la localidad burgalesa de Poza hacia 1670,
falleció en Pamplona en 1734. Cursó estudios de Derecho Canónico en la
Universidad de Salamanca. Fue doctoral en Palencia, Burgos y Toledo. En 1729
accedió a la mitra pamplonesa. Comenzó a erigir el Seminario de San Juan,
promovió la construcción del palacio episcopal e impulsó la enseñanza de la
doctrina cristiana. Fue autor de la visita ad limina más importante de la diócesis
de Pamplona, desarrollada conforme al nuevo esquema impuesto desde Roma
en 1725 para elaborar y organizar la relación. Acompañó a su relatio un completo
Catálogo aportando numerosos datos de todas las parroquias de la diócesis
pamplonesa, y un cuadro resumen con numerosos datos y cifras generales y por
arciprestazgos.
[B]. Bibliografía: José Goñi Gaztambide, Historia de los Obispos de
Pamplona. VII. Siglo XVIII, libro editado por el Gobierno de Navarra y Eunsa,
Pamplona, 1989, pp. 251-354; María Iranzu Rico Arrastia, La Diócesis de
Pamplona en 1734, a través de la visita “ad limina” del obispo Melchor Ángel
Gutiérrez Vallejo, Universidad Pública de Navarra, Pamplona, 2010; José Ignacio
Tellecha Idígoras, Don Melchor Ángel Gutiérrez Vallejo, obispo de Pamplona
(1729-1734). Radiografía de una diócesis y autoexamen de un obispo
postridentino, en José Ignacio Saranyana, (dir.), De la Iglesia y de Navarra.
Estudios en honor del prof. Goñi Gaztambide, Pamplona, 1984, pp. 363-392
[R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια νομικός).
HERMOSA GARRIDO, Alfonso de (siglo XVI) . [N.º 221]. [A]. Era natural
de Villalar, diócesis de Zamora. Hijo de Pedro [García] de Hermosa y de Juana
Isabel Garrido. Estudió cuatro años de Jurisprudencia en Salamanca, obteniendo
el título de bachiller. Fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de
los españoles de Bolonia por el Cardenal Francisco de Mendoza Bobadilla,
obispo de Burgos, y por el deán y cabildo burgalés para estudiar Derecho
canónico en la Universidad de Bolonia. Sería admitido en la institución
albornociana por Diego Gasca el 25 de febrero de 1565, actuando como testigos
Martín Díaz de Corcuera, Francisco de Bivero, Pedro Fernández y otros
colegiales. Su disertación de ingresó versó sobre X 1.29.7. Entre el 13 de octubre
de 1565 y el 24 de diciembre de 1565 estuvo asusente de Bolonia ocupándose
de asuntos del Colegio de España en Roma. El 13 de enero de 1566 fue
dispensado de los impedimentos existentes para que pudiera doctorarse en
ambos derechos. Al día siguiente procedió a realizar los exámenes, logrando su
propósito y recibiendo las insignias doctorales en Derecho civil de manos de
Geronimo Fronti y las de Derecho canónico de Romeo Bocchi. Entre el 15 de
enero de 1566 y el 13 de abril de 1566 estuvo de nuevo en Roma para prestar
obediencia a Pío V, que había sido elegido papa el 7 de enero de 1566 y que fue
consagrado el 17 de enero de 1566. En la entrevista que Hermosa mantuvo con
Pío V, éste le comunicó que la Sede Apostólica no tendría nada en Italia si no
fuera por el Cardenal Albornoz. A su regreso al Colegio desempeñó varios
cometidos, siendo vicerrector de la institución entre el 22 de noviembre de 1566 y
el 1 de mayo de 1567. Fue elegido precisamente vicerrector en la víspera de la
festividad de San Clemente, ya que el rector Pedro Carnicer se encontraba
enfermo en dolorosa postración. De hecho Carnicer falleció el 15 de diciembre de
1566. Hermosa fue rector del Colegio de España y rector de ambas
Universidades jurídicas en 1567-1568. Sin embargo, tuvo que superar no pocas
contradicciones para acceder a ese cargo, debidas a antiguas enemistades y a
enfrentamientos. El propio Hermosa dejó escrito al respecto el origen y las
216
dificultades que tuvo en ese sentido: «Die 1 septembris 1567 ego Alfonsus
Hermosa collegii Rector electus fui Rector Utriusque Universitatis Juristarum
Bononie summo applausu totius reipublicae et omnium scholarium post longam
disputam inter italos et ultramontanos propter rixas et inimititias preteritas inter
nos et italos propter Rectorarum Cesaris de Laquila sed mea industria et auxilio
excelenti Bini Papii victor evasi. Alfonsus Hermosa». Fue lector de Decretales y
de Inforciato en la Universidad en días festivos. El 24 de abril de 1568 da la
impresión de que abandonó definitivamente el Colegio de España, aunque pidiera
dos prórrogas de ausencia de seis meses el 23 de octubre de 1568 y el 24 de
abril de 1569, a través de su procurador Mateo Guardiola. Fue consejero en el
Tribunal de Santa Clara de Nápoles y más tarde consejero del Consejo Supremo
de Italia en 1589. A pesar de lo indicado por Antonio Martínez de Pons, no es
nada seguro que llegara a ser Gobernador general de Milán, dando la impresión
de que no desempeñó esa magistratura suprema.
[B]. Bibliografía: Carlo Malagola, Monografie storiche sullo studio
bolognese, Bolonia, 1888 y reimp. anastática, 1979, pp. 202-203; Maria Teresa
Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I dottori in diritto nello Studio di Bologna
(1501-1796), Bolonia, 2005, p. 239, n.º 2.034 y Antonio Pérez Martín, Proles
Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 960-963, n.º 918 y además pp. 537, 769,
770, 911, 922, 924, 925, 929, 934, 935, 940, 945, 953, 958, 970, 972, 974, 976 y
978 y Hermosa Garrido, Alfonso de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 257-258, n.º 2.659 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
217
Estudiaba Derecho Canónico, aunque su formación precedente era teológica, lo
que motivó que en la visita canónica del 3 de septiembre de 1453 fue acusado de
estudiar Cánones y no Teología. Fue rector del Colegio durante el curso 1454-
1455. Sería dispensado el 28 de enero de 1456 para poderse doctorar en
Derecho Canónico. Se doctoró el 31 de enero de 1456, siendo aprobado por
todos los doctores y a continuación le fueron entregadas las insignias doctorales.
Tras abandonar Bolonia, se le vuelve a encontrar más tarde en Roma, donde
llegó a ser auditor de la Rota y donde falleció en octubre de 1492, habiendo
donado al Colegio albornociano ornamentos y cuatro volúmenes.
[B]. Bibliografía: A. Pérez Martín, Poles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp.
287-288, n.º 309 y Herrera, Pedro de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 421, n.º 1.912 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
218
de Burgos, y el Cabildo burgalés a una plaza de colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia. Fue admitido en la institución albornociana por el rector
José González de Flores Velázquez. El tema de su disertación de ingreso versó
sobre X 2.2.8. Durante el curso 1573-1574 fue vicerrector del Colegio. El 19 de
agosto de 1574 fue dispensado de los impedimentos existentes para ser admitido
al examen en ambos Derechos, recibiendo como promotor de turno en Derecho
civil al prior del Colegio y como promotor de suerte a Ludovico Segni. Al día
siguiente se doctoró en Derecho civil y en Derecho canónico, recibiendo las
insignias doctorales de manos de Ludovico Segni. Durante el curso 1576-1577
fue consiliario del Colegio y en 1578-1579 sería rector. El 22 de abril de 1579
regresó definitivamente a España. En 1582 fue nombrado alcalde de los
hijosdalgos de la Chancillería de Valladolid.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 274, n.º
2.576 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1004-
1006, n.º 943 y Hinojosa González, García de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 262, n.º 2.669 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
219
Navarra, Pamplona, 1989, pp. 23-48 [R OLDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια
νομικός).
220
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 427, n.º
1.929 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
INFANTE URREA, Rodrigo (siglos XV-XVI) . [N.º 231]. [A]. Era natural de
Sevilla. Hijo de Benedicto Infante y de Isabel Urrea. A veces es conocido como
Rodrigo Infante II, para no ser confundirlo con su homónimo y pariente Rodrigo
Infante, colegial como él, del San Clemente de los españoles de Bolonia. Según
un documento hecho en Salamanca el 19 de junio de 1504, consta que era
bachiller en Derecho. Fue presentado por la Iglesia salmantina a una plaza de
colegial canonista de la institución albornociana. Fue admitido en el Colegio por el
rector Francisco Alfonso de Yepes el 5 de febrero de 1505, tras obtener dispensa
del Cardenal protector del San Clemente, por defectos de forma en relación a sus
letras presentaticias. Durante los cursos 1507-1508 y 1509-1510 fue consiliario
canonista del Colegio y en el 1510-1511 ecónomo de la institución. Durante el
curso 1509-1510 tuvo asignada la lectura de Digesto nuevo o de Inforciato en la
Universidad. Consta que entre el 13 de septiembre de 1509 y el 16 de octubre de
1509 estuvo ausente del Colegio. El 12 de agosto de 1510 se le dispensó de los
obstáculos que hubiese para poder recibir el doctorado en Derecho civil y dos
días más tarde se doctoró. No hay referencia documental de que se doctorara en
Derecho canónico. La última noticia que se conserva de él en el Colegio de
España es su intervención el 5 de enero de 1511 como procurador de Bernardino
de Carvajal (I). Consta que compró un texto manuscrito con comentarios de
Bartolo da Sassoferrato al Digesto nuevo y al Inforciato y que regaló al Colegio de
España las Apostillae super prima parte Codicis de Alessandro Tartagna da
Imola, impresas en Pavía en 1487. Debió regresar a España a inicios de 1511.
Introduce ciertas confusiones al hablar de él Salvador Claramunt, Procedencia de
los incunables de la biblioteca del Colegio de España en Bolonia, en El cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1973, vol. III, pp. 202 y 206,
confundiéndole con su pariente homónimo.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 519-521, n.º 607; Maria Teresa Guerrini, «Qui voluerit in iure
promoveri...». I dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia,
2005, p. 130, n.º 180 y Pérez Martín, Infante Urrea, Rodrigo, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 268-269, n.º 2.678 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
222
della dissertazione intorno al dolore necessario per il valore, e per il frutto del
sagramento della Penitenza da lui presa a confutare ne' fogli di Marzo 1781, sotto
i numeri 11 e 12).
[D]. En la dicha ciudad de Asís, Iturriaga entra en polémica Sul sistema
della tolleranza (1782 con reedición en 1783 y posterior traducción en lengua
alemana) con monseñor Leopoldo Ab-Hai, obispo de Konigsgratz, quien había
publicado una carta pastoral, sobre la tolerancia de la religión. En 1784 Luengo
reseña la impugnación que hizo el padre Iturriaga de una pastoral del obispo de
Mantua sobre los regulares y matrimonios: «El americano Manuel Iturriaga, de
quien hemos hablado muchas veces en este escrito, acaba de dar a luz otra obra
muy semejante a la que escribió no hace mucho contra el obispo de Konisgratz.
Su título es el siguiente: Sulla esenzione [...]. Y quiere decir en castellano: Carta
del ilustrísimo señor obispo de... al Ilmo. Sr. D. Juan Bautista de Pergen, obispo
de Mantua, sobre la exención de los regulares de la jurisdicción de los obispos y
sobre las causas matrimoniales. En Asís, año de 1784, por Octavio Sgariglia. Con
licencia. Y es, como todas las demás obritas suyas, un tomito en octavo de 96
páginas. Se lee este último escrito de Iturriaga con igual gusto que todos los
otros, y generalmente se le alaba y aplaude, y más que entre los españoles por la
gente del país, mirándole a su autor como un hombre singular, extraordinario y
teólogo de primer orden; y no son los que hablan así precisamente del inferior
vulgo entre los literatos, sino personas y de la mayor distinción, de todas clases y
Estados; y yo mismo he visto una carta de propio puño del Eminentísimo Valenti
Gonzaga, legado de Ravena, en la que le da grandes elogios y presenta con
buen aire la reflexión natural que salta luego a los ojos, de que uno nacido en la
América haya venido a Italia a enseñar a los obispos italianos su oficio, su deber
y su obligación» (Diario, t. XVIII, Año 1784, pp. 141-144). A su vez, la obra de
Iturriaga fue impugnada por el ex jesuita aragonés y antiguo catedrático de la
universidad de Cervera, Josef Casanovas (1725-1787). Iturriaga responde al año
siguiente (1785) con Sul sistema della tolleranza, giudizio apologetico o sia
risposta di D. Emmanuele Mariano Iturriaga angelopolitano, all'esame critico
contro d'esso dato dal signore abate D. Isacco Vanspeuspeg, obra alabada por el
papa Pío VI, mediante un Breve gratulatorio, fechado el 15 de diciembre de 1785.
[E]. En 1787 Luengo reseña este detalle del papa y la concesión de la
pensión doble al P. Mariano Iturriaga: «El cuarto a quien se le ha dado este
premio de la segunda pensión es el famoso angelopolitano, Manuel Mariano
Iturriaga, ya bien conocido en este nuestro Diario, por haber hablado de él
muchas veces con ocasión de las muchas y excelentes obritas que ha escrito
sobre varios puntos teológicos. Por ellas era aún antes de ahora dignísimo de
este premio, y últimamente le mereció con la obra contra el abogado Nesti Sobre
matrimonios, en la cual insertó oportunamente e hizo valer una Pragmática
Sanción del Rey católico Carlos III. Este señor comisario, don Luis Gneco, le
recomendó a la Corte, y por su recomendación, sin que interviniese el señor
Azara, ha venido el orden de dar la segunda pensión. El papa, por su parte, le ha
premiado también por esta última obra, honrándole con otro Breve, de que va
copia entre mis Papeles [Está en el tomo XVI de Papeles varios, p. 117]. En él
alaba Su Santidad su celo por conservar en su vigor los derechos de la iglesia;
alaba su piedad en defender la causa de Dios con un ánimo fuerte e
irreconciliable con sus contrarios, y supone el papa que todo esto se puede juntar
muy bien con la caridad cristiana, y espera que en él sucederá así; y finalmente le
da con ternura su apostólica bendición. El empleo en que está, de algunos meses
a esta parte, este intrépido americano, teniendo además de las ocupaciones
proprias de teólogo del obispo, cátedra de teología, le impedirá en adelante
223
escribir tantas obritas como hasta aquí. En él no sólo hace bien las cosas que le
tocaban, sino que se ha ganado el afecto aun de los religiosos que se turbaron
mucho por hacer de tener sobre si, de algún modo, a este hombre tan vehemente
y fogoso en su manera de escribir. Pero Iturriaga, tratándoles a todos con agrado
y con mucha suavidad y blandura en los exámenes y en todas cosas de su oficio,
se ha ganado el afecto y estimación de todos» (Diario, t. XXI, Año 1787, pp. 625-
634).
[F]. En 1787 Iturriaga entra al trapo de la controversia de la regulación del
matrimonio, contencioso que enfrentaba al papa y a los gobiernos borbónicos,
por todo lo relacionado con las dispensas de impedimentos y el flujo de divisas
que ocasionaba a favor del Papado (L'avoccato pistojese citato al tribunale
dell'autorità della buona crítica e della ragione sulla podestà della Chiesa intorno
a i matrimoni, podestà relijiosamente contestata ed autorizata dal cattolico
Monarca delle Spagne Carlo III). Como buen jesuita, Iturriaga se puso del lado de
la Santa Sede, por lo que «luego que se publicó esta obra, el Papa Pío VI,
felizmente reinante, escribió al señor Iturriaga un Breve gratulatorio con fecha de
22 de agosto 1787» (Hervás). El prestigio del jesuita mejicano era lo
suficientemente grande como para que en 1788, Caffarelli, impresor de Génova,
avisase al publico de la próxima impresión de todas sus obras, en cinco tomos,
con el título de Opperette del M. R. Sacerdote D. Emmanuele Mariano
d'Iturriaga... in questa edizione tutte racolte, ricorrette dall'autore accresciute.
Añade Hervás: «he visto un tomo de dichas obras [...]». De este título se infiere,
según Hervás, que «en esta edición el autor ha publicado algunos escritos suyos
inéditos». En efecto, los cinco tomos aparecieron en la Stamperia Gesiniana de
Génova, a partir de 1790.
[G]. Hervás siguió de cerca las publicaciones de Iturriaga, por lo que
reseña su Dominicus Lanzerinus (1788), disertación sobre el valor del dolor de
atrición y el purgatorio en relación con los pecados veniales (Disertación sobre el
dolor necesario para el sacramento de la penitencia, según título de Luengo),
polémica en la que participará el mismo Hervás (Della Carità ossia dell'Amor di
Dio, Fuligno, 1792) y su amigo, el polifacético y variable ex jesuita Gian Vincenso
Bolgeni. El abate conquense señala la intensa actividad del mejicano en 1793:
«El señor Iturriaga actualmente es teólogo de monseñor obispo de Fano; y, por
razón de su empleo, cada mes en las conferencias morales públicas del clero a
las que preside, debe leer una disertación moral. Juan Tomassini, impresor de la
ciudad de Fuligno, tiene ya en su poder para imprimirlos seis tomos de
disertaciones morales en latín [Dissertationes in morales quaestiones], según
noticia que recibo hoy, 13 de noviembre 1793». Hervás concluye su artículo
dando noticia de los manuscritos del P. Iturriaga: unas cartas sobre teología
moral (Litterae septem ad Philippum Tosselium) y la «traducción de algunos
dramas de Metastasio y de algunas comedias morales francesas en verso
español», lo que prueba que el mejicano nunca perdió su gusto por la creación
literaria, aunque la vida lo llevase por el rumbo de las ruidosas polémicas
morales, firmemente apoyadas en sus profundos conocimientos teológicos y
poder de convicción.
[H]. Señalamos sus siguientes obras: El dolor rei, Guatemala, 1759;
Dominicus Lanzerinus, in publico Bononiensi Archi-Gymnasio lector, vindicatus ab
injuria, quam sibi irrogavit auctor, qui sub tanto doctoris mentito nomine
dissertationem quamdam manuscriptam, vulgavit super attritione venialium ex
metu purgatorii concepta. Dissertationes tres, quarum prima de confessione
venialium agit, secunda eximii doctoris mentem explicat, tertia attritionem ex metu
purgatorii commendat, Cesenae, 1778; Esame critico teologico che servira per
224
fare un "errata corrige" ad un certo libro stampato in Bologna da un certo Lelio
della Volpe l'anno 1777, intitulato "Raccolta di varii esercizii di pietà ed Instruzioni
nelle quali s'insegna e si spiega tutto quello che è necessario di sapere, ed
operare per vivere da vero buon Christiano, e salvarsi". Opera utilissima ad ogni
sorta di persone, ed anche debbono insegnare ad altri. Edizione seconda
ricorretta ed accresciuta dall' istesso autore di varie aggiunte, Venecia, 1779;
Dissertazione teologico-morale intorno alla santificazione delle feste, Modena,
1780 (1783); Dissertazione intorno al dolore necesario per il valore, e per il frutto
del Sagramento della Penitenza, Asís, 1780; Saggio di risposta all'autore
degl'Annali Ecclesiastici in difesa della dissertazione intorno al dolore necessario
per il valore, e per il frutto del sagramento della Penitenza da lui presa a confutare
ne' fogli di Marzo 1781, sotto i numeri 11 e 12, Asís, 1782; Sul sistema della
tolleranza. Lettera de Monsignore Vescovo di..., indirizzata a Monsignore
Leopoldo Ab-Hai, Vescovo di Konigsgratz, Asís, 1782 (Roma, 1785); Saggio di
risposta alla lettera di Adelfo Mariodulo all'amico suo Aristo Evorgo sul precetto
divino della santificazione della feste, Venezia, 1782; Sulla esenzione de' Regolari
dalla giurisdizione de' Vescovi, e sulle cause matrimoniali. Lettera indirizata a
Monsignore Giovanni Bautista di Pergen, Vescovo di Mantova, da Monsignore
Vescovo Di..., Asís, 1784; Sul sistema della tolleranza, giudizio apologetico o sia
risposta di D. Emmanuele Mariano Iturriaga, angelopolitano, all'esame critico
contro d'esso dato dal signore abate D. Isacco Vanspeuspeg, Roma, 1785;
L'avoccato pistojese citato al tribunale dell' autorità della buona crítica, e della
ragione sulla podestà della Chiesa intorno a i matrimoni, podestà relijiosamente
contestata, ed autorizata dal cattolico Monarca delle Spagne Carlo III, felicemente
regnante, nella Prammatica sanzione, che dassi come appendice all'opera da
Emmanuele Mariano Iturriaga sacerdote, Ferrara, 1787; Opperette del M. R.
Sacerdote D. Emmanuele Mariano D'Iturriaga, Volume I... In questa edizione tutte
raccolte, ricorrette e dall'autore accresciute, Genova, 1790, 5 vols.; De lege
secreti dissertatio moralis, Senigállia, 1793; Dissertationes in morales
quaestiones quas fanensi clero dissolvendas proponebat Emmanuel Marianus de
Ithurriaga, Asís, 1794, 6 vols.; Litterae septem ad Philippum Tosselium (inéd.);
Saggio di riflessioni sul biglietto del Padre Schiara, maestro de sacro palazzo,
all'eminentisimo signore Cardinale Alessandro Albani sopra il libro intitolato "De
clarorum virorum retractationibus" (inéd.); Disertación latina sobre el artículo:
"Credo santorum communionem" (inéd.).
[I]. Bibliografía: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus,
Bruselas-París, 1890, IV, cols. 689-692; IX, col. 509; XII, cols. 526-527; L. Polgár,
Bibliographie sur l'histoire de la Compagnie de Jesus 1901-1980, Roma, 1983,
vol. III, 2, p. 260; M. Cascón, Los jesuitas en Menéndez y Pelayo, Santander,
1940, p. 556, n.º 513; I. Fernández Arrillaga, La crítica teológica del P. Manuel
Iturriaga y las impugnaciones que recibió en Italia, en El hispanismo
angloamericano: aportaciones, problemas y perspectivas sobre Historia, Arte y
Literatura españolas (siglos XVI-XVIII), Córdoba, 2001, vol. II, pp. 703-713; L.
Hervás Panduro, Biblioteca jesuítico-española, Madrid, 2007, pp. 301-306,
edición de A. Astorgano y del propio Astorgano, Iturriaga, Manuel Mariano de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 266-268, n.º
2.677 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
225
Criado de Quintanilla. Estudió durante cuatro años Jurisprudencia en la
Universidad de Sevilla, alcanzando el grado de Bachiller. Fue presentado a una
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar
Derecho Canónico en la Universidad por el patrono del Colegio Juan Antonio
Ximénez de Urrea Palafox, Almirante de Aragón y Marqués de Ariza y de la
Guardia. Sería admitido el 12 de enero de 1715 por el rector Manuel Francisco
Rodríguez de Castro. El tema de su disertación de ingreso versó sobre X 2.2.12.
En el Colegio de España sería consiliario y bibliotecario en 1715-1716 y 1722-
1723, consiliario y secretario en 1716-1717 y 1718-1719, consiliario y tesorero en
1717-1718 y 1720-1721 y consiliario y cronista en 1719-1720. El 28 de enero de
1721 fue dispensado de los obstáculos existentes para que realizara el examen
de doctorado en Derecho canónico, examinándose al día siguiente y recibiendo
las insignias doctorales de manos de G. Conventi. Durante el curso 1721-1722
fue rector del Colegio de España. Opositó sin éxito a varias cátedras de la
Universidad en octubre de 1716, en diciembre de 1717 y en septiembre de 1720.
Sin embargo, el 2 de diciembre de 1720 lo hizo a una cátedra de Decretales,
disertando el 9 de diciembre de 1720 sobre X 2.2.2, consiguiéndola el 12 de
diciembre de 1720. Su cátedra quedó vacante y se convocó a oposiciones el 15
de febrero de 1724. El 1 de noviembre de 1723 se le concedieron dos meses de
permiso para irse a Roma, donde realizó diversos encargos en favor del Colegio.
Durante el curso 1724-1725 ya no estaba en el Colegio de España. Fue
secretario del Cardenal Bentivoglio. Sabemos que en 1763 todavía vivía y era
secretario del Rey.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1562-1565, n.º 1.235 e Izquierdo de Quintanilla, Julián, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 430, n.º 1.939 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
JAUREGUI, Miguel de (siglo XVI) . [N.º 235]. [A]. Natural de Vergara. Era
hijo de Juan Gamboa y de Francisca Añayo. Fue admitido para estudiar Derecho
Canónico el 13 de diciembre de 1529 en el Colegio de San Clemente de los
españoles de Bolonia por Gonzalo de Vega en la plaza correspondiente al
arzobispo y al Cabildo de Santiago de Compostela, que llevaba trece años
vacante. Durante los cursos 1530-1531 y 1532-1533 fue consiliario canonista. El
31 de agosto de 1534 fue dispensado para ser admitido a examen del doctorado
en ambos Derechos y el 2 de septiembre de 1534 se doctoraba en Derecho
Canónico y en Derecho Civil. El 18 de noviembre de 1533 fue privado, por
sentencia del rector y consiliarios del Colegio, de su condición de colegial
mientras no probase su limpieza de sangre, cosa que quedó probada con las
segundas pruebas realizadas por Francisco López de Gomera en Marbella el 4
de abril de 1538 y en Málaga el 30 de marzo de 1538. Aunque quedó libre de
toda sospecha, da la impresión de que ya no regresó al Colegio. Consta que en
1538 era Inquisidor de Córdoba.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 159, n.º
642 y A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 683-684, n.º
731 y Jauregui, Miguel de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 270, n.º 2.686 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
226
JIMÉNEZ DE MELGAREJO, Alfonso (siglo XVI) . [N.º 236]. [A]. Natural
de Valdemoro, diócesis de Toledo, era hijo de Alfonso Jiménez y de Francisca
Romana. Estudió Jurisprudencia en las Universidades de Salamanca y de Alcalá.
Fue presentado por Bernardo de Fresnada, obispo de Cuenca, y el Cabildo
conquense a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia. Sería admitido por el rector Francisco Cava el 29 de noviembre de 1571.
Su disertación de ingreso versó sobre X 2.20.1. Se le admitió con tal de que
probara al cabo de un cierto tiempo que sus rentas anuales no excedían de los
50 ducados, condición que cumplió dentro de los límites establecidos. Durante el
curso 1572-1573 fue consiliario canonista de la institución albornociana y en el
1574-1575 rector. El 22 de agosto de 1576 fue presentado para el examen en
ambos Derechos, asignándole los puntos de examen y recibiendo como
promotores a Franco Zanetti en Derecho canónico, Antonio Monterenzi en
Derecho civil y de suerte a Giacopo Venenti. El 23 de agosto de 1576 se examinó
y doctoró en Derecho civil y en Derecho canónico, recibiendo las insignias
doctorales de Venenti. Durante el curso 1578-1579 fue ecónomo del Colegio y el
3 de mayo de 1579 parece que se ausentó definitivamente de la institución
albornociana. En 1587 Felipe II le nombró Gobernador del Principado de Meliti y
del Ducado de Francavilla. Fue además capitán de guerra de toda la Calabria. En
1593 se le nombró Presidente del Capuano y oidor en Santa Clara. No puede
darse por cierto, aunque haya quien lo afirme, que llegara a ser Inquisidor en
Nápoles y Senador en Milán.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 999-1000, n.º 941 y Jiménez de Melgarejo, Alfonso, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 272-273, n.º 2.688
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
JIMÉNEZ VALLÉS, Juan (siglo XVI) . [N.º 237]. [A]. Natural de Alfaro,
diócesis de Tarazona. Era hijo de Pedro Jiménez y de Toda Vallés. Estudió
Derecho canónico y sabemos que alcanzó el grado de bachiller. Fue presentado
a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia, en letras
firmadas por el administrador de la diócesis de Toledo Sancho Busto de Villegas
el 6 de octubre de 1573, que fueron entregadas en la institución albornociana el 9
de junio de 1574. No consta que llegara a ser admitido.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 1020-1021, n.º 952 y Jiménez Vallés, Juan, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 273, n.º 2.689 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
227
en 1940 y parcialmente publicada en 1952. Fue ordenado presbítero en
Barcelona el 30 de julio de 1939. Fue consagrado obispo por el cardenal
Ildebrando Antoniutti, actuando en dicha consagración también Gregorio Modrego
Casaus y José Bascuñana López. Obispo Auxiliar de Barcelona y titular de
Gerona, alcanzó el arzobispado de Barcelona (fue nombrado obispo de
Barcelona el 3 de diciembre de 1971) y más tarde fue creado cardenal. Sería
profesor de Derecho Canónico en el seminario de Barcelona e intervino en la
redacción del CIC de 1983; se le atribuye la versión definitiva de algunos de los
cánones dedicados a la presencia y participación de los laicos en la Iglesia, la
supresión de los tribunales contencioso-administrativos de cada país, así como
buena parte de lo referente al derecho de asociación de los fieles, tanto clérigos
como laicos. No obstante, hay quienes han argüido que, formado en la lectura de
las Decretales, de Tomás Sánchez, de F. Wernz, y del antiguo CIC, a veces,
había comentado (con incomprensible desconocimiento e ironía impropia de un
purpurado del siglo XX, aunque quizás sí propia de un cardenal de la primera
mitad del siglo XVI) que la nueva figura de las prelaturas personales era
comparable a una cofradía. Su sentido del humor, no estaba carente de una
cierta recámara, no ad casum, sino in multis argumentis. Miembro de número de
la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Cataluña, desde el 12 de abril de
1957, ocupó la vacante dejada por un político de tanta significación durante la
Segunda República como fuera Josep Oriol Anguera de Sojo (1879-1956). La
propia Academia, a través de uno de sus miembros de número, se preocupó de
recordar a Jubany con ocasión de su óbito, en Necrológica del Emmo. Sr.
Cardenal Dr. Narcís Jubany i Arnau miembro de la Acadèmia de Jurisprudència i
Legislació de Catalunya, año XCVI, n.º 3 (1997), pp. 743-750.
[B]. Escribió sobre cuestiones pastorales (como, por ej., las razones de la
reforma litúrgica), con prosa sobria a la vez que fecunda, pero también sobre el
impedimento matrimonial de orden sagrado en el Concilio de Trento, la dispensa
recogida en el canon 81 del CIC de 1917 (1948), S. Ramon de Penyafort (1956)
[materia ocasional en la que no aportó nada que no supiéramos de antemano], el
pensamiento político de Jaume Balmes, el diaconado y el celibato eclesiástico en
1964, cuando el tema cobraba particular candencia, el pacto de continencia
periódica en sentido más amplio, la colaboración de los religiosos con los obispos
de las diócesis, la posición de la Iglesia en el mundo (1977), el pontificado de
Juan Pablo II (1982) y la relación entre cristianismo y sociedad compartiendo
tribuna con Nicolás Lossky y Gérard Defois (1992). Publicó además dos libros
que recogían partes de sus escritos pastorales, bajo el título Glosas, Barcelona,
1980 y Glosses dominicals, Barcelona, 1981. Colaboró activamente en la revista
Apostolado sacerdotal, en las secciones habituales de “Documentación
eclesiástica” y “Consulta de casos de Derecho Canónico”. Comentó la consulta
del Obispo chino de Kinghsien a la Sagrada Congregación del Santo Oficio sobre
los impedimentos matrimoniales, utilizando una profusión notable de doctrina
canónica clásica [Una respuesta del Santo Oficio sobre los impedimentos
matrimoniales, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. V, n.º 14 (1950),
pp. 643-666]. Sobre Las Conferencias episcopales y el Concilio Vaticano II,
publicó un artículo en Ius Canonicum, vol. V, fasc. II (1965), pp. 343-363,
indicando que es una exigencia que las Conferencias episcopales «constituyan
no un órgano meramente privado, sino una institución de derecho público con la
potestad correspondiente» (p. 357). Fue ponente de temas jurídicos y
económicos de la Conferencia Episcopal Española. Sería además miembro de la
Comisión especial creada para solventar los problemas del Instituto de Obras de
Religión. La fecha oficial de su retiro es del 23 de marzo de 1990. Muy estimada
228
(por muchos, pero no por todos) su labor diocesana y su capacidad de delegar en
la Unión Apostólica, supo atravesar con prudencia el difícil camino hacia la
recuperación de las libertades democráticas en España, con la generosidad y la
elegancia (pero sin la altivez de su sucesor) propias de un Príncipe de la Iglesia.
Jubany falleció en Barcelona el 26 de diciembre de 1996, a resultas de una
enfermedad cancerosa. Tras la aceptación de su renuncia, pasó a vivir en un
convento de monjas, con una nota muy meritoria de sobriedad. Su sucesor, sin
embargo, el cardenal Ricard Maria Carles, cuando se aceptó su renuncia, se
recluyó durante dos años en una lujosa mansión propiedad de la diócesis de
Barcelona en la zona alta de la ciudad condal. Más tarde se retiró a una vivienda
de su propiedad en Tortosa.
[C]. Como nos advirtió con acierto Ricardo Vallet Nubiola, de Jubany no se
ha escrito ningún libro biográfico, a diferencia de su predecesor en la diócesis
catalana que cuenta con varios libros y semblanzas ya publicados sobre su vida,
su labor pastoral y su pensamiento, cuales son los de Rafael Palmero Ramos
(uno de sus dos secretarios, el otro fue Santiago Calvo), Don Marcelo González
Martín, Cardenal Arzobispo de Toledo, diez años de servicio episcopal en la
diócesis primada, Ávila, 1983; Alberto J. González Chaves, Don Marcelo, “amigo
fuerte de Dios”, vida y semblanza del Cardenal primado de España Don Marcelo
González Martín, Madrid, 2002 y Concepción Rueda Fernández, Don Marcelo,
servidor y maestro, Toledo, 2006. Sobre Jubany han aparecido algunos artículos
que se hacen eco de su labor como obispo de Gerona, a cargo de Ángel
Jiménez, Narcís Jubany, un bisbe contestat a Girona, en Revista de Girona, n.º
187 (1998), pp. 76-83 y Josep Clara Resplandis, Sobre l’elecció de bisbes durant
el franquisme: els casos de Narcís Jubany (1964) i Jaume Camprodon (1973) per
a la seu de Girona, en Annals de l’Institut d’Estudis Gironins, n.º 42 (2001), pp.
639-662.
[D]. Pour aller plus loin I, tratándose de un personaje histórico del siglo
pasado, se han hecho de él ciertos comentarios por algunos o se pueden hacer
también otras valoraciones, considerándole un catalanista acérrimo para un cierto
sector españolista, de simple cultura catalana para otros y patriótico para más de
uno y más de dos; en segundo término, que no supo o no pudo imponerse en
actos de indisciplina flagrante por parte del clero de su diócesis, lo que no le
impedía ser a la vez inflexible, en ocasiones, precisamente con aquellos que
sabía que no le iban a responder. La coautora de esta semblanza tuvo el
siguiente desencuentro con el ilustre prelado. Fui a visitarle para invitarle a que
bendijera una capilla de una casa que mi familia había promovido para la
realización de actividades formativas católicas y campamentos de verano. No
alcanzo a recordar, si pretendiendo que bendijera el lugar, dicho acto fuera
acompañado del reconocimiento de la citada capilla como oratorio semipúblico o
público. Acudí al Palacio episcopal de Gerona, acompañada de un representante
municipal, al que me unía una cierta amistad y estaba más forjado en el
conocimiento de los entresijos curiales. Planteado con brevedad el asunto de la
visita, Jubany golpeó en tres ocasiones, con sonora percusión, su mesa de
trabajo, advirtiéndome: «¿Cómo se atreve Vd. a venir a invitarme a algo que ha
llevado a cabo en mi ámbito jurisdiccional, sin yo haberme enterado
previamente?». A los pocos minutos algo amenazante me recriminó: «Piense Vd.
que, si yo quisiera, podría hacer derribar dicho oratorio». Salí compungida y
anonadada. Años más tarde, Jubany, un veinticuatro de diciembre por la noche,
en el Cotolengo de la ciudad condal, se esforzó en mostrarse especialmente
cariñoso conmigo y con mis hijos, siendo él quien tomo la iniciativa y, habiendo
tenido conocimiento de nuestra amistad (de mi marido y mía) con el cardenal
229
Marcelo González Martín, le rogó nos transmitiera sus excusas, a la vez que a él
le pidió perdón «por la mala inteligencia que había tenido con sus amigos
[entiéndase, de González Martín, no suyos]». No va a aparecer en el presente
Diccionario de canonistas Marcelo González Martín (Villanubla, Valladolid, 16 de
enero de 1918-Fuentes de Nava, Palencia, 25 de agosto de 2004), ya que no era
canonista sino filósofo y teólogo, doctor en Teología por la Universidad de
Comillas. Sin embargo, sí cuenta con algunas contribuciones y reflexiones sobre
diversos argumentos más propios del Derecho canónico que de la Teología y
también sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado, por lo que vamos a
ofrecer algunas pinceladas biográficas y jurídicas al respecto. Obispo de Astorga,
fue nombrado obispo coadjutor de Barcelona, con derecho a sucesión. Sucedió a
Gregorio Modrego el 7 de enero de 1967. Se ocupó de llevar a cabo una
importante reordenación de la archidiócesis de Barcelona. De Barcelona pasó a
la diócesis primada de Toledo. Renunció en 1993 y le fue aceptada la renuncia el
23 de junio de 1995. Consejero de Estado con nombramiento del 23 de marzo de
1972. González Martín escribió sobre la financiación de la Iglesia, igualmente con
justificada firmeza contra la ley de divorcio 30/81, de 7 de julio y previamente
sobre las carencias de la Constitución española de 1978 en materia de familia y
educación y sobre la ambigüedad notoria en lo atinente a la protección de la vida
humana del concebido y no nacido con una indefinición que, con el tiempo, se ha
visto que abrió portillos, puertas y ventanas a la despenalización de diversos
supuestos de aborto y a la actual legislación permisiva al máximo con la vigente
ley de plazos y el reconocimiento del aborto como un derecho de la mujer, no
como un delito con supuestos despenalizados. En los Anales de la Real
Academia de Ciencias Morales y Políticas centró su atención en la importancia
del III Concilio de Toledo del año 589. El c. d. sacerdocio femenino, la potestad
sagrada de la Iglesia y la importancia de la Iglesia católica en las relaciones
internacionales fueron algunos de los temas que abordó. En este sentido ver sus
publicaciones Creo en la Iglesia, Madrid, 1974 y Escritos sobre la transición
política española (1977-1984), Toledo, 2006. Marcelo González, huérfano de
padre y madre, fue criado por una hermana suya. No creo que se pueda afirmar
como han hecho algunos que «se hizo santo gracias a su hermana». Tuve la
suerte en 2010 de poder hablar con Benedicto XVI, a quien manifesté la amistad
de mi familia durante varios lustros con el cardenal González Martín. El Romano
Pontífice me respondió: «mi amigo Marcelo, corona de la Iglesia en el mundo».
Un ilustre prelado me comentó que Marcelo González «había sido el obispo
español que mejor había interpretado y expresado el contenido del Concilio
Vaticano II».
[E]. Pour aller plus loin II. Varios recuerdan a Jubany verdaderamente
emocionado viendo en sesión privada las dos partes de la película de Zefirelli
sobre Jesucristo. Particularmente, nos consta que la desbandada clerical
postconciliar y la descristianización y modernización salvaje de las costumbres le
originaban honda preocupación. No obstante, nos permitimos unas reflexiones
finales sobre el fallecido canonista: 1.ª) su forma mentis era claramente la del CIC
de 1917 en cuya lectura y estudio se había formado; 2.ª) la diócesis de Gerona le
venía pequeña; 3.ª) las prelaturas personales no son de derecho divino positivo,
sino de derecho eclesiástico, como las diócesis, el propio colegio cardenalicio en
el que Jubany estaba integrado, y forman parte de la estructura jerárquica de la
Iglesia; 4.ª) las prelaturas personales no son asociaciones relevantes y
dignificadas a diferencia de las asociaciones ordinarias, como tampoco son
realidades pastorales jerárquicas, ni entidades jurídico-públicas integradas en el
Derecho administrativo canónico a efectos de la agrupación del clero con
230
exclusivos fines jurisdiccionales o asistenciales; 5.ª) la incorporación a dichas
prelaturas personales tiene una base claramente objetiva de inserción en una
estructura canónica vertical, mientras que la vinculación a una asociación es
subjetiva y en estructuras de inserción horizontal, por lo que una parte de la
doctrina ha señalado la deficiencia de ubicación de la entonces novedosa
institución en el CIC de 1983, pues la prelatura personal no es una societas, ni
una associatio, ni una consociatio; 6.ª) los prejuicios psicológicos son impropios
de la pedagogía del hombre de Iglesia, y más propios de lo que los griegos
llamaban un φιλακόλαστος y a la vez un δοκησίνοος y 7.ª) hasta es probable que
la ratio essendi y la ratio iuscanonica no coincidieran con la ratio intelligendi que
motivó algunas de las decisiones de Jubany. Ha señalado Benedicto XVI que
«las coordenadas histórico-políticas no condicionan las decisiones de Dios»
(Homilía Basílica Vaticana, 31 de diciembre de 2005). La historia, como todos
sabemos, es maestra de vida y los frutos del Espíritu iluminando el Concilio
Vaticano II tardaremos docenas de años todavía en percibirlos (M ANUEL J.
P ELÁEZ , A, B, C y E; JO SEP M ARIA M AS SO LENCH, A y B, y N URIA BARCELÓ DE
VALLET, D y E) (Καρδινάλιος).
231
presunciones en Derecho Canónico, Pamplona, 1967, 202 pp., donde realiza un
estudio histórico-jurídico de las presunciones tanto en el Derecho romano como
en el Derecho canónico histórico. En cuanto a las formulaciones sobre la
presunción del juez en la época clásica, imperial y justinianea, no menciona para
nada la doctrina española (d’Ors y su escuela no le interesaban a Labandeira;
ahora comprendemos las razones de Rafael Domingo al excluir a Labandeira del
Apéndice del tomo 4.º de Juristas Universales y señalar a Labandeira como un
autor sin relieve, sin relieve para Domingo claro, pero no para la ciencia canónica
italiana y alemana que se ha ocupado de su pensamiento). Labandeira sigue
doctrina sólida alemana, francesa e italiana: Salvatore Riccobono, Pietro di
Francisci, Contardo Ferrini, F. W. Hedemann, R. Decottingnies, Pietro Bonfante,
G. Donatuti, etc., olvidándose también no sólo de orsianos en general, sino
igualmente de ursicinos y tejerinos. Para Labandeira la presunción legal no
aparece en el Decretum de Graciano, que sí se detecta en las Decretales de
Gregorio IX de la mano de S. Ramon de Penyafort. En las Decretales
clementinas y en las Extravagantes, Labandeira con genial olfato jurídico
descubre el uso del «término presunción en un sentido totalmente diferente al
que hasta entonces hemos estudiado, con la significación de un acto que se
ejecuta “sciens et volens” contra un precepto. Tiene este concepto gran
importancia en la comisión de determinados delitos, y a ellos se aplican penas
más graves» (p. 36).
[B]. Fue docente de Introducción al Derecho y de Filosofía del Derecho de
la Universidad Católica de Guayaquil en Ecuador y de Derecho Administrativo
Canónico en la Facultad de Cánones de la Universidad de Navarra y notable
innovador en la materia, con proyección internacional.
[C]. Publicó numerosos trabajos sobre la naturaleza jurídica del poder de
absolver los pecados desde la perspectiva del Vaticano II y del CIC, sobre los
recursos jerárquicos ante la Curia Romana (uno de ellos en el volumen colectivo
sobre La giustizia amministrativa nella Chiesa), el procedimiento contencioso
administrativo ante la Signatura Apostólica, la carga de la prueba en el proceso
canónico, la defensa de los administrados en el Derecho Canónico, el apostolado
laical asociado, la distinción de poderes y la potestad ejecutiva. Pero veamos el
enunciado específico y el lugar donde aparecieron: El objeto del recurso
contencioso-administrativo en la Iglesia y los derechos subjetivos, en Ius
Canonicum, vol. XX, n.º 40 (1980), pp. 151-166 [en este trabajo concluye de
forma clarividente: «Aunque en la actual fase de la vida jurídica de la Sección 2.ª
de la Signatura Apostólica no se pronuncia, en la parte dispositiva de sus
sentencias, sobre los derechos subjetivos afectados o lesionados por la
Administración, no puede evitar en muchos casos emitir un juicio sobre los
mismos cuando constituyen el fundamento del recurso; en tales casos aparece el
derecho subjetivo en la motivación de la sentencia. Esta solución parece poco
razonable, ya que el tribunal en verdad juzga sobre lo más (los derechos) para
decidir sobre lo menos (la ilegitimidad del acto administrativo) por un puro
impedimento formalista que carece de razones sólidas. En realidad se trata de
una disfrazada jurisdicción de derechos subjetivos, limitada a la simple decisión
de anulación./ Otras veces el tribunal hace equilibrios para que de hecho el
resultado venga a coincidir con lo que es de justicia, aunque por una vía que nos
atreveríamos a calificar –técnicamente– de incongruencias. Y nos tememos que
en algunos casos no se preste una tutela suficiente a los derechos en juego./ Los
defectos del sistema se verán parcialmente corregidos cuando se instituya la
prevista acción de resarcimiento de daños ante los tribunales administrativos.
Pero esto –a nuestro modesto entender– no resulta suficiente: es preciso admitir
232
una acción declarativa de derechos subjetivos también y no basta una acción de
condena» (pp. 165-166)]; La tutela de los derechos subjetivos ante la Sección 2.ª
de la Signatura Apostólica, en Les droits fondamentaux du chrétien dans l’eglise
et dans la société, comunicación presentada al IV.º Congreso Internacional de
Derecho Canónico, que tuvo lugar en Friburgo (Suiza) del 6 al 11 de octubre de
1980, y cuyas actas se publicaron al año siguiente, pp. 571-593; La incardinación
“ipso iure” en otra diócesis y su amparo por la Sección 2.ª de la Signatura
Apostólica, en Ius Canonicum, XXI, n.º 41 (1981), pp. 393-417; La “remonstratio”
y la aplicación de las leyes universales en la Iglesia particular, en Ius Canonicum,
XXIV, n.º 48 (1984), pp. 711-740; Apostolado laical asociado, en Ius Canonicum,
vol. XXVI, n.º 52 (1986), pp. 651-673; La distinción de poderes y la potestad
ejecutiva, en Ius Canonicum, vol. XXVIII, n.º 55 (1988), pp. 245-273; Las
máximas de experiencia en los procesos canónicos, en Ius Canonicum, vol.
XXVIII, n.º 56 (1988), pp. 245-273; Clasificación de las normas canónicas
escritas, en Ius Canonicum, vol. XXIX, n.º 58 (1989), pp. 679-693; El recurso
jerárquico ante la Curia Romana, en Ius Canonicum, vol. XXX, n.º 60 (1990), pp.
449-465; Gli atti giuridici dell’amministrazione eclesiástica, en Ius Ecclesiae.
Rivista internazionale di diritto canonico, vol. II, n.º 1 (1990), pp. 225-260,
comentando los cánones 29 a 93 del CIC; La defensa de los administrados en el
Derecho Canónico, en Ius Canonicum, vol. XXXI, n.º 61 (1991), pp. 271-288; y El
precepto penal en el CIC 83 (1991) escrito en colaboración con su discípulo
Jorge Miras y publicado en Ius Ecclesiae, III, n.º 2 (1991), pp. 671-690. Es autor
de un clásico de su especialidad, el Tratado de Derecho Administrativo Canónico
(1988 y 1993, 2.ª ed.), obra que por su importancia doctrinal ha sido vertida al
italiano (publicada en Milán en 1994), siendo positivamente valorada entre otros
por K. K. Schwanger, Francesco d’Ostilio, William O’Connell, Zenon
Grocholewski, Julián Herranz y J. J. Coughlin, y a la que Juan Ignacio Arrieta
consideraba «trabajo de rigurosa sistematización y síntesis global de la materia,
al servicio de la ciencia canonística, de la enseñanza de la disciplina y de la
actividad administrativa de la Iglesia». Otro libro suyo fue Cuestiones de Derecho
administrativo canónico (1992), donde recogía algunos de sus artículos
anteriores. Se ha escrito de él que, «durante muchos años, hasta el final de su
vida, supo desempeñar esta enseñanza (la del Derecho Canónico) con una
maestría y dedicación ejemplares, de la que es testimonio el hondo recuerdo que
dejó en sus alumnos». Su maestro Laureano López Rodó (1920-2000)
consideraba que Labandeira utilizaba un método que consistía «en intentar la
recepción en el Derecho Canónico de las instituciones y de la doctrina de los
administrativistas, acomodándolas a los condicionamientos impuestos por el
carácter, la misión y la estructura jerárquica de la Iglesia, y teniendo en cuenta la
implicación de cuestiones dogmáticas aún no resueltas sobre la potestad
eclesiástica y su ejercicio». De hecho, Labandeira manejaba con soltura no sólo
la doctrina administrativista, sino también, y a veces más frecuentemente la
procesal, poniéndola en conexión con el Derecho canónico con un dominio muy
meritorio. Científicamente mantuvo discrepancias significativas sobre la
naturaleza de algunas normas y los actos administrativos con Pedro Lombardía y
Javier Hervada y también disintió de algunas doctrinas e interpretaciones en
materia de incardinación defendidas por el Cardenal Herranz, el propio Hervada y
José María Ribas.
[D]. Bibliografía: s. a., Eduardo Labandeira Monteiro, en Romana.
Bollettino della Prelatura della Santa Croce e Opus Dei, año VII, n.º 12 (enero-
junio 1991), pp. 179-180 [elementalísima información] y Manuel J. Peláez,
Labandeira Monteiro, Eduardo de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
233
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 452-453,
n.º 439 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
LAGUNA, Pedro de (siglo XVI) . [N.º 242]. [A]. Natural de Moya, diócesis
de Cuenca. Era hijo de Diego de Laguna y de Juana de Almonasar. Hizo el
bachiller, no sabemos si en Leyes o en Cánones. Fue presentado a una plaza de
colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Ludovico Carrillo de
Albornoz, jefe de la familia albornociana, para estudiar Derecho canónico en
Bolonia. El 18 de septiembre de 1535 es admitido en el Colegio por Pedro
Rodríguez de la Fuente. El tema de su disertación de ingreso versó sobre X
1.31.12, que desarrolló de una forma docta, aguda y elegante delante de 16
escolares. Fue privado de su condición de colegial in integrum por el rector
Francisco de Villanueva; recurrió al Cardenal Protector Francisco de Quiñones,
quien sentenció a su favor. Durante el curso 1536-1537 fue ecónomo de la
institución albornociana y durante el 1538-1539 consiliario canonista. El 18 de
mayo de 1541 se doctoró en ambos Derechos. Durante el curso 1541-1542 fue
rector de la institución albornociana. A finales de 1542 abandonó el Colegio de
España, al parecer de forma definitiva.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 171, n.º
878 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, pp. 734-735, n.º
771 y Laguna, Pedro de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), pp. 278-279, n.º 2.702 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
234
LANTADILLA VELA, Antonio de (siglo XVI) . [N.º 243]. [A]. Natural de
Burgos. Era hijo de Pedro Lantadilla y de Catalina Vela. Estudió Derecho en la
Universidad de Bolonia antes de ingresar como colegial en el Colegio de San
Clemente de los españoles. Fue presentado para una plaza de la institución
albornociana por el Cardenal Juan Pardo de Tavera, arzobispo de Toledo y el
Cabildo de la archidiócesis. Sería admitido por el Rector del Colegio Rodrigo de
Carvajal. Su disertación de ingreso en el Colegio fue sobre X 2.1.6. El 14 de abril
de 1547 fue dispensado de los impedimentos existentes para ser admitido al
examen de doctorado. El 20 de abril de 1547 se doctoró en Derecho Civil y en
Derecho Canónico, siendo acompañado hasta el Colegio triunfalmente al son de
trompetas y se celebró una cena en su honor. Durante el curso 1547-1548 sería
consiliario canonista del San Clemente. Da la impresión de que el 4 de
septiembre de 1548 abandonó definitivamente el Colegio de España. Tradujo al
español la vida del Cardenal Gil Álvarez de Albornoz escrita por Juan Ginés de
Sepúlveda.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 806-807, n.º 824 y Lantadilla Vela, Antonio de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 444-445,
n.º 1.965 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
236
LARRAONA, Arcadio María (1887-1973) . [N.º 246]. [A]. Nació en Oteiza
de Solana (Navarra) el 13 de noviembre de 1887 y murió en Roma el 7 de mayo
de 1973, en olor de santidad. Era hijo de Patricio Larraona y de Bartolina
Saralegui. Cursó sus estudios primarios y secundarios en Estella y más tarde en
el seno de la Congregación Claretiana en Alagón, en la que hizo profesión
religiosa el 8 de diciembre de 1903. Continuó con estudios eclesiásticos en Vic y
Cervera. Fue ordenado presbítero el 10 de junio de 1911 en Zaragoza por Juan
Soldevilla Romero. Doctor en ambos Derechos en 1914 por el Pontificium
Athenaeum S. Apollinare. Fue profesor de Derecho Romano y de Historia del
Derecho en el propio Apolinar y en el Laterano, pero su más reconocida y
verdadera especialización científica fue el Derecho Canónico. Sería Secretario de
la Congregación de Religiosos y Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos.
El 19 de diciembre de 1959 fue designado miembro de la Pontificia Comisión
para la interpretación del CIC. Mucho tuvo que ver con la preparación y desarrollo
del Concilio Vaticano II en particular en materias de Liturgia y en la Constitución
dogmática de la Iglesia. Llegó a ser Cardenal (14 de diciembre de 1959). Sería
notable su intervención en la legislación canónica sobre Institutos Seculares y en
la Provida Mater Ecclesia. Su producción jurídica cabe inserirla dentro de tres
campos: el Derecho Canónico, sin duda el mayoritario, el Derecho Romano y la
Historia del Derecho. En relación a esta última, escribió junto a Arturo Tabera
sobre el derecho justinianeo en España, con ocasión del Congreso romanístico
internacional celebrado en Bolonia, trabajo que publicó en Pavía en 1934. En
parecida línea cabe ubicar Un aniversario de gloria (Historia de la formación de
las Constituciones Cordis Mariae Filius), publicado en los Annales Congregationis
Missionarium Filiorum Immaculati Cordis B.V.M., 15 (1915-1916) y 16 (1917-
1918). En el campo del Derecho Canónico, el Diritto comparato dei religiosi está
constituido por cuatro vols. publicados en Roma entre 1952 y 1955. Autor de La
nuova disciplina sulle monache que se editó en Roma en 1952 y de unas
reconocidas Institutiones Iuris Canonici. Realizó una importante labor dentro de la
institución claretiana, en la que cabe resaltar la de contenido jurídico-canónico de
adaptación de las constituciones propias de la orden al CIC de 1917.
[B]. Bibliografía: Ottorino Alberti, La Pontificia Università lateranense:
profilo della sua storia, dei suoi maestri, e dei suoi discepoli, Roma, 1963, pp.
240-241; Basilio Frisón, Cardenal Larraona, Madrid, 1979. Ver además Luis
Cano, San Josemaría ante el Vaticano. Encuentros y trabajos durante el primer
viaje a Roma: del 23 de junio al 31 de agosto de 1946, en Studia et Documenta,
vol. 6 (2012), pp. 16-209, donde escribe el autor, entre otras cosas, sobre los
encuentros que Escrivá de Balaguer mantuvo con Larraona, que vivía entonces
en la mansión de la Curia Generalicia de los Claretianos. Álvaro del Portillo
insistió a Larraona en que moviera con mayor agilidad y rapidez que la Santa
Sede promulgara un Decretum laudis sobre el Opus Dei. Larraona dedicó
bastantes horas a esta actividad, y fue clave en las gestiones que se hicieron
ante el cardenal Luigi Lavitrano (1874-1950). Ya había adelantado algunos datos
al respecto Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Madrid, 2003,
vol. II, pp. 21, 24-27, 47-49, 51, 53, 204, 206-208, 364, 505, 556 y 637. Ofrece
información ocasional, pero sugerente, Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo.
Un hombre fiel, Madrid, 2012, pp. 226, 273, 274, 276, 285, 291, 292, 294, 300,
354, 388 y 704 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σοφώτατος como canonista y Καρδινάλιος).
238
Internacional Privado. Fue subdecano de la Facultad de Derecho de la
Universidad Católica durante catorce años.
[C]. Se ha ganado el título del escritor más prolijo del Ecuador. Autor de
más de ochenta obras de jurisprudencia, derecho civil, internacional privado,
canónico, constitucional, Historia del derecho, entre otras materias. Entre sus
escritos destaca especialmente el comentario al Código civil, de catorce tomos.
Fue el primer jurista latinoamericano en comentar todo el Código civil de Andrés
Bello, obra que varios de sus antecesores –como Luis Felipe Borja Pérez–
intentaron y no acabaron. Al final de su vida, cuando padecía un cáncer, todavía
le quedaron arrestos para meterse en una nueva empresa: escribir una
Enciclopedia Jurídica de Derecho ecuatoriano (de diez tomos, de los cuales
Larrea escribió tres). Además de esos ochenta libros, fue autor de decenas de
obras de carácter ético y religioso. Es, sin duda alguna, el jurista ecuatoriano más
insigne, el que más ha influido en la legislación y en la doctrina nacional y
extranjera. Sus libros jurídicos, éticos y religiosos han circulado por el mundo
entero y muchos se han traducido a varios idiomas.
[D]. Bibliografía: Juan Carlos Riofrío, Larrea Holguín, Juan, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 451-452, n.º 1.969 y Antonio Vázquez, Juan Larrea. Un rayo de luz sobre
fondo gris, Madrid, 2009, 270 pp., obra prologada por Antonio Arregui Yarza,
arzobispo de Guayaquil y presidente de la Conferencia Episcopal de Ecuador,
quien advierte refiriéndose a Juan Larrea: «Yo también había aprendido, como él,
de san Josemaría [Escrivá] a no desear alcanzar cargos ni retenerlos, a
fundamentar toda tarea en la oración, a llevar con naturalidad momentos que
podrían prestarse al dramatismo, a ser ordenados, a pensar en los que vendrán
después, a no buscar alabanzas, por ejemplo, mediante informes esplendorosos
de la tarea realizada, a trabajar mucho y bien tantos aspectos más de una
espiritualidad para vivirla en el mundo» (p. 8) [JUAN CARLO S R IO FRÍO M ARTÍNEZ
VILLALBA ] (σοφώτερος).
239
[B]. Cuenta con numerosas obras que permanecen inéditas, que entregó a
su valedor y gran amigo el canónigo Isidre Valls Vilaseca (natural de Sallent,
1785, doctor en Derecho Canónico por Cervera y Vicario General Capitular y
Gobernador eclesiástico de la diócesis de Barcelona, calificado en 1824 como
“constitucionalista exaltado”) y que se han dado a conocer muy
fragmentariamente, como Pintura y tono del siglo XVIII, con una descripción
sintética de los movimientos ideológicos de signo liberal y constitucional del
Setecientos, Gobierno, La Monarquía de España según el Estatuto Real, Del
espíritu del tiempo y de las formas políticas, Historia de la legislación romana y
Principios de Derecho Político. Estudia el origen del término gobernar, la crisis del
antiguo régimen en Francia, la división de poderes, la opinión pública, los bienes
del clero, las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el habeas corpus, el Estatuto
Real de 1834, las grandes ideas de la filosofía política escocesa, etc. Defendió
con pasión «el juicio por Jurados, en materia criminal» que «es el muro más
formidable contra la tiranía, y el medio más poderoso para reprimir los delitos
privados, o la forma más suave e indulgente con los errores y flaquezas de la
humanidad», como afirma en su texto manuscrito Derechos del hombre. Para
Latre los derechos principales que deben gozar los hombres en sociedad son la
libertad, la propiedad, la seguridad y la igualdad. También cuenta con un estudio,
que lleva un título al uso de la época, Alianza y concordia de la Religión Católica
con la Constitución de la Monarquía española, donde defiende el entendimiento
entre la Iglesia y el Estado liberal y que la religión debe asegurar la estabilidad
del Gobierno de la nación. Reflexionó igualmente sobre el panorama de las
relaciones entre los Estados católicos de Europa y Roma en tiempos de
revoluciones. En su Ensayo sobre la libertad de imprenta hace un canto a favor
de la libertad y de los espíritus independientes que resultaban para Latre escasos
en la primera mitad del siglo XIX, a la vez que se posiciona en contra de la
filosofía del libertinaje público. Le preocuparon los problemas de las dotaciones
de culto y clero, pero no se encuentran en su obra reacciones ante el proceso de
desamortización. Sus fuentes de inspiración fueron Gottfried Wilhelm Leibniz
(1646-1716), J. J. Rousseau, William Robertson (1721-1793), Jean-Jacques
Burlamachi (1694-1748), J. P. F. Ancillon, Henry Benjamin Constant de
Rebecque (1767-1830), Charles-Louis de Secondat barón de Montesquieu y de la
Brède (1689-1755) y Charles Maurice Talleyrand-Périgord (1754-1838), junto a
otros autores españoles como Jerónimo Blancas Tomás, J. de Lafont de Ferrer,
Fernán Pérez de Oliva y Francisco Meneses Bravo. La teoría del corpus misticum
aplicada a la comunidad política la toma de la tradición.
[C]. En materia de relaciones entre la Iglesia y el Estado, que en gran
medida se vieron alteradas por los procesos revolucionarios europeos, Latre
Juste sigue al ya citado Charles Maurice Talleyrand-Périgord, nacido en París el
13 de febrero de 1754 y fallecido también allí el 17 de mayo de 1838. En
particular en su intervención en la redacción del Concordato de 1802 y en todo lo
referente a los bienes de la Iglesia, particularmente en su Moción del 10 de
octubre de 1789 del obispo de Autun y diputado en los Estados Generales sobre
los bienes eclesiásicos, texto impreso en Versalles. Son interesantes en este
sentido las reflexiones que Latre hace sobre el diezmo (no perdamos de vista que
Talleyrand fue uno de los promotores de la abolición de los diezmos en Francia),
que no considera un impuesto, ya que si así fuera considerado se le podría
calificar como «el más injusto y detestable de todos los impuestos». Según Latre,
«el pago de los diezmos es anterior a las leyes que hablan de él; cuando
comenzó a pagarse no era igual ni idéntico en todas partes, ni en su cuota ni en
la especie de sus productos, como en algunos se ve hoy todavía, y esto es una
240
consecuencia natural del modo en que comenzó a pagarse el diezmo; que
primero fue como un don libre y voluntario, que hicieron algunos propietarios;
luego fue generalizándose con el ascendiente de las ideas religiosas,
concluyendo en ser una verdadera cesión por aquellos que transmitían sus
bienes, cuyos herederos o donatarios los adquirían con la precisa condición de
tratar de pagar el diezmo del producto de sus tierras». Latre Juste admira al clero
francés y los cambios que en el mismo se han producido tras la revolución, el
Concordato y la restauración. Esto le llevaba a señalar que «Francia es tal vez el
único país católico de Europa que se ha portado con su clero de un modo justo y
razonable. En Bélgica apenas se han hecho otras mejoras que las de los obispos
y las catedrales». Elogia Latre la restauración social y religiosa de Francia tras el
18 brumario y diez años de persecución contra la Iglesia. Para Latre la actitud de
Napoleón y la del Pontífice fueron las más sabias y acertadas posibles. La
Constitución civil del clero de 26 de diciembre de 1790, las constituciones de
1793 y de 1795 y el Informe de Maximilien Robespierre redactado el 18 de
Floréal de 1794 en nombre del Comité de Salud Pública sobre las relaciones de
las ideas religiosas y morales con los principios republicanos no merecen el
apoyo ni el concurso de Latre, pero sí la política napoleónica y la actitud del Papa
«con su espíritu de sabiduría, de caridad y de doctrina, que quiso olvidar y borrar
las culpas y manchas pasadas, y tendiendo su palio sobre todos sus hijos, abrió a
todos los tesoros de perdón y de indulgencia, y poniendo todo en manos de Dios
y del tiempo, se aplicó con su acostumbrada mansedumbre a reunir en todos sus
corazones el espíritu de servicio común de la Iglesia, y el mantenimiento de la
paz. Éste fue el objetivo del Santo Padre que, lejos de tratar a los franceses como
apóstatas y rebeldes, quiso con la indulgencia ganarlos a todos y reunirlos en su
redil como hijos obedientes, sumisos y agradecidos dándoles la paz y la
tranquilidad». Expone luego Latre cuál fue el modo de actuar del primer cónsul
tratando de restaurar el orden eclesial, los nombramientos de cardenales llevados
a cabo por el papa Pío VI, la redacción del Concordato y el ejemplo que, según
Latre, dio entonces Francia al resto de Europa. Latre califica la nueva situación
en los siguientes términos: «Espectáculo verdaderamente admirable ver en
Francia unos días tan nuevos y serenos, tan inesperados y consoladores, en que
después de diez años de irreligión y de horrores antisociales, vuelve triunfante el
culto católico a los mismos templos de donde había sido arrojado con execrables
ultrajes. Por todo el territorio de Francia resonaron las aclamaciones de júbilo y
alegría, como sinceros intérpretes de la opinión pública, que sofocaron los gritos
de los descontentos y los furores que el restablecimiento de la religión había
suscitado en corazones perversos e impíos». Para Latre no le cabe la menor
duda que, de todas las actuaciones llevadas a cabo por Napoleón, fue ésta la que
vino a reconciliar, en mayor medida, a la sociedad francesa con el poder político.
[D]. Bibliografía: Manuel J. Peláez y Concepción Serrano, Mariano Latre
Juste, filósofo de la política y sus escritos de Derecho Político, en Estudios de
Derecho Público en Homenaje a Juan José Ruiz-Rico, Madrid, 1996, vol. II, pp.
1625-1635; Peláez, Latre Juste, Mariano, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, pp.
461-462, n.º 451; Peláez, “Del espíritu y de las formas políticas” y “El poder de la
instrucción pública”, dos textos inéditos del catedrático de Constitución y
canónigo liberal Mariano Latre Juste (1770-c. 1845), en Derecho, historia y
universidades. Estudios dedicados a Mariano Peset, Valencia, 2007, vol. II, pp.
395-401; Peláez y Miriam Seghiri, Verdad histórica e influencia revolucionaria
francesa en el pensamiento y en las obras de Mariano Latre Juste (1770-c. 1845),
profesor de Derecho constitucional, en Contribuciones a las Ciencias Sociales,
241
ISSN 1988-7833, diciembre 2008, en línea, www.eumed.net/rev/cccss/02/ps/htm.
pp. 1-27; Peláez, Le droit naturel et la fonction législative dans la pensée du
professeur de droit constitutionnel Mariano Latre Juste (1770-1845), en Un
dialogue juridico-politique: le droit naturel, le juge et le législateur (Colloque
International de l’Association Française des Historiens des Idées Politiques,
Faculté de droit, Université de Poitiers, 14-15 Mayo 2009), Presses Universitaires
d’Aix-Marseille, Aix-en-Provence, 2010, pp. 213-225; Peláez y Seghiri, L’influence
révolutionnaire français dans la pensée et les œuvres de Mariano Latre Juste
(1770-c. 1845), professeur de droit constitutionnel, en Révolutions au XIXe siècle.
Violence et identité, Centre de Recherches Révolutionnaires y Centre de
Recherches sur les Littératures et la Sociopoétique, Université Blaise Pascal,
Clermont Ferrand, 2011, pp. 153-164 [M ANUEL J. P ELÁEZ y M IRIAM SEGHIRI]
(μέτρια νομικός).
242
podía permanecer en él. Entre enero y marzo de 1506 fue consiliario canonista
sustituyendo a Rodrigo de Bivar, que pasó a desempeñar el cargo de vicerrector
por ausencia del rector Diego de Fierro. Durante el curso 1508-1509 fue
consiliario canonista. Consta su estancia en el San Clemente hasta el curso
1509-1510. Aparece en documentación del 26 de abril de 1509 con el título de
Magister, pero desconocemos en qué lo era. M. T. Guerrini no lo recoge entre los
doctores por Bolonia, ni en Leyes, ni en Cánones.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol.
II, pp. 515-516, n.º 603 y León, Alfonso de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 286, n.º 2.715 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
LIRIA DE VALENCIA, Tomás de (siglo XIV) . [N.º 251]. [A]. Sería colegial
del San Clemente de los españoles de Bolonia. El 12 de mayo de 1392 se
examinó de Derecho Canónico, siendo presentado por Carlo de Zabecariis,
mereciendo el aprobado de todos los doctores. Esa misma fecha se doctoró en
secreto con la condición de que si en breve volvía a su patria, mientras
permaneciera en Bolonia debía mantener en secreto su doctorado y si restaba en
la ciudad torreada por más tiempo, se debería doctorar públicamente en San
Pedro. El 28 de agosto de 1392 procedió a hacerlo públicamente en la iglesia de
San Pedro. Durante el curso 1392-1393 tuvo encargada la lectura ordinaria del
Decreto en la Universidad.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 171-172, n.º 110 y Liria de Valencia, Tomás de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 460,
n.º 1.991 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
243
28 de noviembre de 1765, obtiene por oposición la plaza de canónigo doctoral del
arzobispado de Sevilla, tomando posesión de la misma en febrero del año
siguiente. Desde ese año hasta el final de su vida estuvo vinculado al
arzobispado y cabildo de Sevilla, a quienes todos los años felicitaba las
Navidades, incluso cuando era obispo de Segovia, aunque físicamente no se
estableció en Sevilla hasta 1784, pues, a poco de conseguir la canonjía doctoral,
el cabildo de esta archidiócesis lo nombró su diputado en Madrid para
representarle en los numerosos asuntos que afectaban al Cabildo y a la Iglesia
sevillana y que se resolvían en la Corte. Esto generó dos voluminosos legajos de
correspondencia (unas ochocientas cartas), de la que se desprende una muy
sólida formación como canonista, cuyas argumentaciones, fuerza persuasiva y
galanura de estilo literario son recopiladas en la Demostración histórico-canónica-
legal de los reales privilegios y donaciones que hicieron los señores reyes San
Fernando y don Alfonso el Sabio, su hijo, al reverendo arzobispo y cabildo de
Sevilla, publicada en Madrid en 1771, relacionada con el más afamado y largo de
los pleitos que gestionó y ganó en 1774: la defensa de los derechos que el
cabildo sevillano tenía en la percepción de los diezmos del territorio de la abadía
de Olivares, que había sido muy privilegiada en el siglo anterior por el famoso
conde-duque del mismo nombre.
[B]. Estos años de abogado del cabildo sevillano en la Corte (1766-1774)
fueron capitales en su vida, pues entabló relaciones con personas doctas y de
gran influencia en la Corte, incluida la familia Real y Campomanes, que
culminaron con la propuesta de su nombre para ocupar la mitra vacante del
obispado de Segovia, el 19 de abril de 1774, «por fallecimiento del reverendo en
Cristo padre D. Juan José Martínez Escalzo y teniendo delante las virtudes, letras
y otras buenas partes de don Alfonso Marcos de Llanes, canónigo doctoral de la
Santa iglesia de Sevilla». Desde el punto de vista de la historia literaria, en estos
años madrileños Llanes hizo íntima amistad con el también abogado canonista
Esteban Meléndez Valdés, por cuyo motivo lo llevó como secretario (1774-1777)
a su obispado de Segovia y se convirtió en protector de nuestro mejor poeta del
siglo XVIII, Juan Meléndez Valdés. Preconizado como obispo de Segovia el 6 de
junio de 1774, el conde de Floridablanca remite desde Roma, el 16 de junio de
1774, las bulas, que son recibidas en la secretaría del Real Patronato el 20 de
julio de 1774. Tomó posesión el 23 de julio de 1774 y fue consagrado el 28 de
agosto de 1774 en el Monasterio de los carmelitas descalzos de Madrid, por
Francisco Antonio Lorenzana Butrón, arzobispo de Toledo. A finales de
septiembre ya está en Segovia. Visitó la diócesis los años 1777, 1779 y 1780. El
año 1782 hizo la visita "Ad limina" (Archivo Diocesano de Segovia, Estado, ms.
4). Instituye el Seminario conciliar (1781) con una buena biblioteca y escribe un
plan de estudios eclesiásticos. Llanes se preocupa de la mejora material e
intelectual del clero, dotando los curatos y abre al público una selecta biblioteca
en junio de 1781. En 1783 aprobó el Plan de reforma de beneficial, fijando la
congrua de los curas de la ciudad en 5.000 reales anuales, en 4.000 la de los
curas de los pueblos y en 3.500 la de los vicarios perpetuos. Para título de
ordenación fijó la congrua en 1.100 reales, según Barrio Gozalo. En resumen,
durante los nueve años (1774-1783) que estuvo como obispo en Segovia se
preocupó muy vivamente por su diócesis. Organizó la jurisdicción y los derechos
de las parroquias, impulsó la enseñanza popular, recorrió varias veces la diócesis
en visita pastoral, y escribió varias pastorales, dejando un buen recuerdo.
[C]. Es promovido a la sede hispalense, en carta comunicada a su cabildo
del 2 de noviembre de 1783 y, despachadas las bulas el 15 de diciembre de
1783, tomó posesión por poderes el 8 de febrero de 1784, aunque no llegó a
244
Sevilla hasta el 26 de mayo de 1784. Visitó dos veces personalmente los curatos
del arzobispado. Los Libros de Mayordomía reflejan los gastos realizados en las
visitas pastorales. En 1789 empleó para dicho fin 307.725 reales, y en 1791 la
suma de 153.659 reales. El 17 de diciembre de 1787 publicó una pastoral
apoyando las medidas del Gobierno represivas del contrabando. Entre los gastos
generales del prelado, conservados en los Libros de Mayordomía, figuran las
grandes sumas empleadas en limosnas. Según el cronista Matute, las limosnas
repartidas durante este pontificado «pasaron de siete millones de reales y seis mil
fanegas de trigo». La preocupación mayor de Llanes fue la digna dotación
económica de los clérigos y su instrucción en todos los conocimientos necesarios
para el desempeño de sus sagrados ministerios. Para ello, en 1790, reunió los
beneficios poco rentables y dotó a los curas de sueldos decentes, y tenía la idea
de la fundación del Seminario conciliar, pero no pudo ver cumplidos sus deseos,
aunque para este fin tenía reservados 10 millones de reales. También fracasó en
su deseo de hacer los enterramientos fuera de las iglesias. Para que fuese
realidad el restablecimiento de la disciplina eclesiástica, la digna dotación de los
curatos y la mejora del nivel intelectual de los clérigos, llevó a cabo durante los
años de su pontificado un programa de reformas, basado en la elevación de las
congruas de las capellanías, dotación digna y suficiente para los sacerdotes que
ejercían la cura de almas y, por último, el restablecimiento de las conferencias
morales como mejor remedio para erradicar la ignorancia en el clero. Estos
objetivos aparecen claros en la oración fúnebre pronunciada por Antonio Vargas,
canónigo y rector de la Universidad de Sevilla, en el Sagrario de la catedral el 25
de abril de 1795 (Biblioteca Colombina, Papeles Varios: 63-1-30). Empleó
grandes sumas en obras y reedificaciones, como en el palacio de Umbrete (1784)
y en el solado de la catedral (contribuyó con cincuenta mil pesos); en la
reedificación de la iglesia de San Bernardo de Sevilla, en las de Villar, El
Madroño y Las Delgadas. Fue muy generoso con los clérigos emigrados
franceses que no juraron la constitución civil del clero de 26 de agosto de 1792.
Remitió al obispo de Pamplona 12.000 reales para su distribución entre los más
necesitados y 20.000 reales para los que fueran llegando. Ofreció al obispo de
Calahorra 5.000 misas de a 2 reales para los presbíteros franceses. Recogió en
su arzobispado a más de 160 religiosos franceses y corrió con la manutención de
la mayor parte de ellos (Archivo General del Arzobispado de Sevilla, Sección
Asuntos Despachados, n.º 83). Trató con el cardenal Lorenzana para poder
admitir en esta diócesis a los prelados que residían en Monserrat. En Sevilla,
Llanes tuvo como obispo auxiliar a Agustín de Ayesterán Landa (1738-1805) y
contó con el apoyo de su hermano Francisco Llanes, canónigo, y de su sobrino,
Rodrigo de Sierra Llanes, canónigo y sumiller de cortina. Los cronistas destacan
la mansedumbre y amor a la paz de su carácter. Fue elegido académico
numerario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras el 14 de septiembre
de 1787. Fue condecorado por el rey Carlos IV con la Gran Cruz y Collar de oro
de la orden de Carlos III el 6 de junio de 1792. La Universidad de Sevilla le
ofreció las borlas de Teología, Filosofía, Leyes y Cánones el 3 de enero de 1793
(entre los festejos programados estaba la representación de la Zayda, tragedia de
Voltaire). Falleció el 7 de enero de 1795 «de una afección al pecho que le
dificultaba la respiración durante dos meses», a los 62 años de edad. Fue
enterrado en el Sagrario de la catedral y en agosto de 1798 se concluyó su
panteón, en cuyo epitafio se califica justamente a Llanes de «afable, docto,
piadoso y espléndido».
[D]. En resumen, Llanes fue un profundo conocedor del Derecho canónico
(convencido de la justicia en el pleito de Olivares, lo sostuvo en contra de la
245
opinión del cabildo, que llegó a pensar en una transacción), un celoso pastor
espiritual (visitó todos los pueblos de su obispado, predicando junto con los
misioneros que lo acompañaban) y buen obispo ilustrado (siempre preocupado
por la promoción intelectual y económica del clero y del pueblo: el 12 de abril de
1792 abrió al público la biblioteca del Palacio), que gobernó acertadamente sus
dos diócesis, oscilando entre el más aparatoso y rancio catolicismo, como
evidencia su amistad con el capuchino beato fray Diego José de Cádiz, cuyas
santas misiones alentó en su arzobispado (Llanes anualmente hacía Ejercicios
espirituales en el convento capuchino de Sevilla), y la promoción de la oración
mental en sus pastorales y exhortaciones, como demuestra su gran aprecio por la
casa de ejercicios de San Felipe Neri, y el más estricto sometimiento a la política
religiosa del regalismo de sus protectores gubernamentales, como Campomanes.
[E]. Entre sus obras destacamos: Cartas del doctoral don Alonso Marcos
Llanes, agente en la Corte, al Cabildo de Sevilla desde Madrid, en su diputación
de Hacienda. Años 1766-1774 (Archivo Capitular de Sevilla, Libros 479 y 480);
Demostración histórica, canónico-legal del valor e inteligencia de los Reales
Privilegios y donaciones que hicieron los señores Reyes San Fernando y Don
Alonso el Sabio, su hijo, al arzobispado de Sevilla, en cuya virtud han estado y
están percibiendo los diezmos eclesiásticos de la Abadía de Olivares. Por el
licenciado don Alonso Marcos de Llanes, canónigo doctoral de dicha Santa
Iglesia y su diputado en Corte. Para satisfacer los reparos y objeciones que ha
propuesto la insigne Colegial de Olivares en el Supremo Tribunal de la Cámara,
contra el valor e inteligencia de dichas Reales Donaciones, Madrid, 1771, 41 pp.;
Exhortación pastoral que el ilustrísimo señor don Alonso Marcos de Llanes hace
a los Vicarios, Curas Párrocos, Confesores, Predicadores y demás fieles de su
obispado, con motivo de la extensión del jubileo del año Santo, concedida por
nuestro Santísimo Padre a todo el orbe christiano, Madrid, 1776, 74 pp.; Don
Alonso Marcos de Llanes, a nuestros muy amados y venerables hermanos,
señores presidente y cabildo de nuestra Santa Iglesia Catedral, vicarios,
párrocos, prelados y clero secular y regular, y a todos los fieles de nuestro
obispado, salud en Nuestro Señor Jesu-Christo, s. l., [1783], 276 pp.; Pastoral del
Ilmo. Sr. Don Alonso Marcos de Llanes, obispo de Segovia, arzobispo electo de
Sevilla, en que explica los motivos y medios para que los fieles tributen a Dios las
gracias por los prósperos sucesos de la Monarquía, les deja algunos avisos
espirituales y procura excitar el celo y vigilancia de los párrocos, sacerdotes,
predicadores y confesores, Segovia, 1784, 267 pp., y Plan y decreto de erección
y dotación de curatos del Arzobispado de Sevilla, en la Imprenta Mayor de dicha
ciudad y de la Dignidad Arzobispal, Sevilla, 1791, 142 pp.
[F]. Bibliografía: A. de Vargas, Oración Fúnebre que en las exequias se
hicieron por el Excmo. Sr. D. Alonso Marcos de Llanes y Argüelles el día 28 de
Abril de 1795, Sevilla, 1795, 47 pp.; J. Alonso Morgado, Prelados sevillanos o
episcopologio de la Santa Iglesia Metropolitana Patriarcal de Sevilla, Sevilla,
1899-1904, pp. 699-722; M. Barrio Gozalo, Estudio socioeconómico de la Iglesia
de Segovia en el siglo XVIII, Segovia, 1982; Carlos Roc (dir.), Historia de la
iglesia de Sevilla, Sevilla, 1992, pp. 528-530; A. García García-Estévez,
Episcopologio de la diócesis de Segovia, en Estudios Segovianos, tomo XL, n.º
97 (1998), pp. 298-299; Historia de las diócesis españolas, Madrid, 2002-2004,
tomo 10 (Iglesia de Sevilla) y tomo 19 (Iglesia de Segovia); F. Sabas Ros
González, Los modelos de retablos del arzobispo sevillano Alonso Marcos de
Llanes y Argüelles, en Congreso sobre el cardenal Lorenzana en el II centenario
de su muerte, León, 2005; A. Astorgano Abajo, Esteban Meléndez Valdés (1742-
1777) y la educación del joven “Batilo” (1767-1777), en Actas del Simposio
246
Internacional sobre Juan Meléndez Valdés, Cáceres, 2005; Juan Meléndez
Valdés, 250 años después, Badajoz, 2005 y Esteban Meléndez Valdés (1742-
1777), Badajoz, 2007 y Llanes Argüelles, Alonso Marcos de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 287-289, n.º 2.718 [A NTO NIO
A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
247
[B]. El 7 de junio de 1808 fue elegido por las autoridades francesas para
acudir a la Asamblea de Bayona en la que tomó parte. Colaboró con el gobierno
de José Napoleón proponiendo un Reglamento para la Iglesia española, la
supresión de las órdenes monacales y otras medidas tendentes a la disminuir la
jurisdicción e influencia del Papa y su Nuncio en materias eclesiásticas
nacionales. Por ello fue nombrado Comisario General de Cruzada, Colector
General de Depósitos y Vacantes, Director de Bienes Nacionales, todo lo cual le
dio ocasión para acceder a los archivos del Consejo de la Suprema Inquisición,
información que completó con la investigación sistemática en otros archivos
eclesiásticos. Así publicó en 1812 el primer tomo de los Anales de la Inquisición
de España. Se vio obligado a huir a Francia el 5 de julio de 1813 con su criado
Francisco Carbonoro, no sin antes dejar constancia que los diputados de Cádiz,
para él, «no representaban la nación ni su espíritu, y sólo eran unos siervos
condecorados del ministerio inglés de Londres, el cual causaba la ruina de las
Españas». En Francia publicó una Petite histoire de l’Inquisition d’Espagne
(1816), pero sobre todo le dio enorme fama su Historia crítica de la Inquisición
Española, que fue traducida casi de inmediato al alemán, inglés, italiano y
neerlandés. El arzobispo de París manifestó su discrepancia e incluso su
escándalo ante semejante obra. Marcelino Menéndez Pelayo en su Historia de
los heterodoxos españoles, más que dibuja, cincela toda una catarata de insultos
sobre esta obra de Llorente, como sobre otras del autor cuyas ideas «eran
enrevesadas y mal zurcidas simplezas» (II, p. 782). A la vez «su erudición en
materia de libros impresos era muy corta; su crítica, pueril; su estilo insulso y sin
vigor ni gracia» (II, p. 780). Por demás, para Don Marcelino, «está tan mal hecho
el libro de Llorente, que ni siquiera puede aspirar al título de libelo o de novela,
porque era tan seca y estéril la fantasía del autor y de tal manera la miseria de su
carácter moral ataba el vuelo de su fantasía, que aquella obra inicia, en fuerza de
ser indigesta resultó menos perniciosa, porque pocos, sino los eruditos, tuvieron
el valor para leerla hasta el fin. Muchos la comenzaron con ánimo de encontrar
escenas melodramáticas, crímenes atroces, pasiones desatadas y un estilo igual,
por lo menos en solemnidad y en nervio, con la grandeza terrorífica de las
escenas que se narraban. Y, en vez de esto, halláronse con una relación
ramplona y desordenada, en estilo de proceso, obscura e incoherente, atestada
de repeticiones y de fárrago, sin arte alguno de composición, ni de dibujo, ni de
colorido, sin que el autor acierte nunca a sacar partido de un personaje o de una
situación interesante, mostrándose siempre tan inhábil y torpe como mal
intencionado y aminorando lo uno el efecto de lo otro» (II, p. 780). No hay que
esperar a Menénez y Pelayo, pues recibió en su momento Llorente duras
afirmaciones en su contra por parte de Cayetano Sixto García, en su Respuesta
de... a las calumniosas expresiones contra su persona insertas en el art. V del
tomo 1.º de las “Memorias para la historia de la revolución de España”,
publicadas en París en español y en francés, por D. Juan Antonio Llorente, baxo
el anagrama de Nellerto, Madrid, 1816. Pese a ser regalista y episcopalista, su
crítica hacia la Inquisición y, más aún, contra Roma supuso la inclusión en el
Index romano (en el que le había precedido por decreto de 27 de noviembre de
1820 el libro de Antonio Bernabeu, España venturosa por la vida de la
constitución y la muerte de la inquisición, que veía como también por el mismo
decreto también se condenaba su Juicio histórico-canónico-político de la
autoridad de las naciones en los bienes eclesiásticos, o disertación sobre la
pertinencia de un dominio según el espíritu invariable de la Iglesia y los principios
inconcusos del derecho público) y español de algunas de sus obras como su
historia de la Inquisición por un decreto de 26 de agosto de 1822; los Aforismos
248
políticos escritos en una de las lenguas del norte de Europa por un filósofo y
traducidas al español por Llorente por otro decreto del 20 de enero de 1823; la
Apología católica del proyecto de Constitución religiosa, escrito por un americano
dada a conocer por Llorente por decreto de 26 de agosto de 1822; Portrait
politique des Papes considérées comme princes temporels et comme chefs de
l’eglise depuis l’établissement du Saint-Siège à Rome jusqu’en 1822, París, 1822,
por decreto de 19 de enero de 1824; Disertación sobre el poder que los reyes
españoles ejercieron hasta el siglo duodécimo en la división de los obispados y
otros puntos conecsos de disciplina eclesiástica con un apéndice de escrituras en
que constan los hechos citados en la disertación por decreto de 6 de septiembre
de 1824; las Notas al dictamen de la comisión eclesiástica encargada del arreglo
definitivo del clero en España por decreto de 6 de septiembre de 1824; la
Colección diplomática de varios papeles antiguos y modernos sobre dispensas
matrimoniales y otros puntos de disciplina eclesiástica por decreto de 26 de
agosto de 1822 y Discursos sobre una constitución religiosa considerada como
parte de la civil nacional. Su autor, un americano, que saca a la luz el propio
Llorente, quien se encarga de ponerle un prólogo, apareciendo en Burdeos en
1821 y siendo incluida en el Index por decreto de 26 de agosto de 1822. Este
texto es otra versión y edición de la Apología católica. En el “Prólogo” Llorente no
muestra especialmente su prudencia al escribir sobre «los intereses de la curia
romana que se habían disfrazado con máscara de religión» (p. IV), a la par que
«se abusa notablemente del nombre religión para intimidar a los débiles,
incautos, ignorantes y fanáticos; llamando herege a cualquiera que descubre una
verdad destructora del error que había prevalecido por la malicia de unos,
ignorancia de otros, intereses de todos» (p. V).
[C]. Poco crédito da al Derecho Canónico y a las normas de la Iglesia
Llorente cuando habla de «las máximas de no reconocer como preceptos
verdaderos, sino sólo como consejos los de ayuno, abstinencia de carne, celibato
clerical, votos religiosos, asistencia a la misa, cesación de trabajos en días
festivos, impedimentos del matrimonio, y otras cosas de esta naturaleza; todas
contrarias a las ideas ultramontanas que nacieron para enriquecer a Roma por
medio de las dispensas» (p. VIII). La versión francesa del Projet d’une
constitution religieuse había merecido un dictamen negativo de 4 de julio de 1820
de Roque de Olsinellas y Juan Tapias, a iniciativa del obispo de Barcelona, que
les llevaba a formular «un juicio general de toda la obra», por el que entendían
«que debía ser prohibida por contener varias proposiciones heréticas,
sospechosas de herejía, inductivas a cisma, depresivas de la autoridad pontificia,
sumamente injuriosas a todo el estado eclesiástico, contrarias a la sana moral,
destructivas de la disciplina universal de la Iglesia» y hasta de determinados
preceptos de la misma. Respondió Llorente, desde París el 24 de febrero de
1821, ampliamente en ciento setenta y dos números (pp. 207-294 de la ed. de
Burdeos) considerando tal censura como un «enorme abuso». También es autor
Llorente de otras obras que no fueron incluidas en el Index y que tienen particular
interés jurídico y político como Leyes del Fuero Juzgo o recopilación de las leyes
de los visigodos españoles, titulada primeramente Liber judicum y últimamente
Fuero Juzgo (1792) y la Colección de las obras del venerable obispo de Chiapa,
don Bartolomé de las Casas defensor de la libertad de los americanos que se
publicó en dos volúmenes en París en 1822. Pueden verse además otras
publicaciones de Llorente como Observaciones sobre las dinastías de España,
Zaragoza, 1813, 2.ª ed. (obra reducida de 60 pp.) y Demande adressée par...,
chanoine de la cathédrale de Tolède, pour la restitution de son canonicat ou, à
son défaut, pour une pension congrue [Paris, 19 décembre 1820], Paris, 1820.
249
[D]. Dejó una abundante producción inédita en ocasiones inacabada como
una Historia de la vida y sucesos de Antonio Pérez, primer secretario de Estado
del rey de España Felipe II, la Disertación sobre la división de obispados de
España, que se dice hecha por el rey Wamba en el siglo VII y la Carta crítica
sobre si el templo del Pilar de Zaragoza fue construido fuera o dentro de las
murallas romanas de la ciudad.
[E]. Son muchos los ataques que en vida sufrió Llorente, acusaciones
justas en unos casos e injustas en otros a las que contestó en su Defensa
canónica y política... contra injustas acusaciones de fingidos crímenes, publicada
en París y, sobre todo, en su Noticia biográfica. Memorias para la historia de su
vida escritas por él mismo, que se publicó en París en 1818, y que resulta
esencial para reconocer su vida y su pensamiento. A. Márquez la ha republicado
con un estudio preliminar en 1982. Sin embargo, Enrique de la Lama Cereceda
en J. A. Llorente, un ideal de burguesía. Su vida y su obra hasta el exilio en
Francia (1756-1813), libro publicado en Pamplona en 1991, considera que la
Noticia biográfica presenta «silencios», «inexactitudes» y «auténticas
manipulaciones de objetividad» (p. 27). Sobre su etapa francesa resulta muy
esclarecedora la monografía del catedrático y rector de la Universidad de
Provenza, el hispanista que acabamos de citar Gérard Dufour, Juan Antonio
Llorente en France (1813-1822). Contribution à l’histoire du libéralisme chrétien
en France et en Espagne au début du XIX e siècle, aparecida en Ginebra en 1982
y que tiene su origen en su tesis de Estado defendida en París en 1979 [ver la
valoración muy positiva de esta obra que hace Emilio La Parra López, en Revista
de Historia moderna, n.º 3 (1983), pp. 409-414]. De la Lama ha hecho una
edición de los Discursos sobre el orden de procesar de los tribunales de la
Inquisición que editó en Pamplona en 1995, mientras que antes Dufour había
sacado a la luz en París en 1977, al abrigo de la Universidad de Rouen, una
edición moderna de la Memoria histórica sobre cual ha sido la opinión nacional de
España acerca del Tribunal de la Inquisición, que fue leído por Llorente en la Real
Academia de la Historia, de la que existe versión por parte de la Editorial Maxtor
en 2002.
[F]. La información se puede completar con otros trabajos de: Gérard
Dufour, Les victimes de Torquemada (Les calculs de Llorente: sources et
méthode), en Cahiers du monde hispanique et luso-brésilien, n.º 25 (1975), pp.
103-118; Gérard Dufour, Le centralisme des “afrancesados”, en Nationalisme et
littérature en Espagne et en Amérique Latine au XIX e siècle, París, 1982, pp. 11-
24; Gérard Dufour, La Inquisición española: una aproximación a la España
intolerante, Barcelona, 1986; Gérard Dufour, Juan Antonio Llorente, de servidor a
crítico de la Inquisición, en Historia 16, n.º 83 (1983), pp. 13-20; Gérard Dufour,
La tragedia del clero afrancesado, en Historia 16, n.º 122 (1986), pp. 21-28;
Gérard Dufour, El tema de la constitución antigua de Aragón en el pensamiento
político de la Ilustración española, en Actas del I Symposium del seminario de
Ilustración aragonesa, 1987, pp. 215-222; Gérard Dufour, Las ideas político-
religiosas de Juan Antonio Llorente, en Cuadernos de Historia Contemporánea,
n.º 10 (1988), pp. 11-22; Gérard Dufour, La visión educativa de los afrancesados:
Amorós y Llorente, en La Revolución Francesa y su influencia en la educación en
España, libro publicado en 1990, pp. 529-538; Gérard Dufour, La Inquisición en
España, Madrid, 1992; Leandro Higueruela del Pino, La política eclesiástica
según Juan Antonio Llorente: ideas europeas, coyuntura española, en Hispania
Sacra, n.º 93 (1994), pp. 291-330; Gérard Dufour, El Tribunal del Santo Oficio de
Logroño en el siglo XVIII (1700-1820) y Juan Antonio Llorente: de Comisario del
Santo Oficio de Logroño a Consejero de Estado para los negocios eclesiásticos,
250
en Historia de la ciudad de Logroño, Logroño, 1994, vol. IV, pp. 321-352 y 353-
357, respectivamente; Francisco de Aranguren, Julián Viejo y José María Portillo,
Demostración del sentido verdadero de las autoridades de que se vale el doctor
don Juan Antonio Llorente, Bilbao, 1994; Jesús Cáseda, Juan Antonio Llorente y
la Calahorra de su tiempo, en Kalakorikos. Revista para el estudio, defensa,
protección y divulgación del patrimonio histórico, artístico y cultural de Calahorra
y su entorno, n.º 2 (1997), pp. 153-164; Gérard Dufour, Los orígenes de la
historiografía sobre la Inquisición: la obra de Juan Antonio Llorente y su evolución
desde 1797 a 1817, en Historia, memoria y ficción, IX Encuentro de la Ilustración
al Romanticismo, editado en 1999, pp. 15-22; Francisco Fernández Pardo, Juan
Antonio Llorente, español “maldito”, San Sebastián, 2001; Gérard Dufour,
Journaux intimes et mémoires en Espagne (milieu du XVIII e-milieu du XIXe
siècle), en Bulletin Hispanique, vol. CIV, n.º 2 (2002), pp. 811-828; Enrique de la
Lama, La sucesión a los bienes de Juan Antonio Llorente, en París, en Hispania
Sacra, vol. LV, n.º 111 (2003), pp. 133-236; Manuel J. Peláez y Javier Alvarado,
Llorente González, Juan Antonio, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 477-480
[hemos seguido esta versión ampliándola; tenía 149 líneas y 11.249 caracteres
escritos por Peláez, previa una versión de J. Alvarado de 2.043 caracteres;
hemos procedido a suprimir esos dos mil caracteres y a aumentar la semblanza
hasta 16.025]; Gérard Dufour, ¿Cuándo fue abolida la Inquisición en España?, en
Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, n.º 13 (2005), pp. 93-107 y Les
afracensados entre réformisme et révolution, en L’administration napoléonienne
en Europe. Adhésions et résistances, Aix-en-Provence, 2008, pp. 131-148;
Gérard Dufour, La opción josefina, en Ilustración y liberalismo, 1784-1814,
Madrid, 2008, pp. 211-220; Gérard Dufour, Juan Antonio Llorente, collaborateur
de périodiques français et espagnols, rédacteur des Conversaciones de Cándido
y Prudencio sobre el estado actual de España (1820), en El Argonauta, n.º 6
(2009), en línea, http://argonauta.imageson.org/ document117; Gérard Dufour,
Los afrancesados o una cuestión política: los límites del despotismo ilustrado, en
Cambio social y ficción literaria en la España de Moratín, Madrid, 2009, pp. 269-
277; Guillermo Martínez Pascual, Juan Antonio Llorente, en Belezos. Revista de
cultura popular y tradiciones de La Rioja, n.º 14 (2010), pp. 78-81 y Gérard
Dufour, La pensée des Espagnols “afrancesados” réfugiés en France, en Les
Cahiers de la Méditerranée, n.º 82 (2011), pp. 27-36.
[G]. Expulsado Llorente de Francia por sus actividades políticas liberales y
después de que el propio arzobispo de París le retirara las licencias e incluso le
quedara prohibida la enseñanza de la lengua castellana, regresó a España
aprovechando las libertades del Trieno, pero no pudo recuperarse del penoso
viaje realizado en pleno invierno, falleciendo en Madrid un mes más tarde, el 5 de
febrero de 1823, repentinamente a las dos y media de la tarde. Llorente fue
además académico honorario de la Real de Buenas Letras de Sevilla y
académico de la Real de Sagrados Cánones de San Isidro de Madrid. Menéndez
Pelayo lo consideraba sacerdote secularizado y francmasón, pero otros niegan
que abandonara el estado clerical y que perteneciera a la masonería. Enrique de
la Lama ha escrito que como «sacerdote celebró Misa tal vez hasta el último día
de su vida» y le consideraba un clérigo racionalista, pero piadoso, fallecido en el
seno de la Iglesia, aunque sus escritos le hayan merecido a esta última sus
mayores reservas [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σοφώτερος).
251
en Palma de Mallorca en 1232/1235, creció en un ambiente confortable y formó
parte de la corte real, hijo de Antoni “Amat” Llull e Isabel Erill, que habían
acompañado a Jaime I en la conquista de la Isla. Contrajo matrimonio con una
mujer de su misma posición –Blanca Picany– y tuvieron dos hijos, Domènec y
Magdalena. Durante esta etapa de su existencia, tuvo una vida cortesana,
dedicado al lujo y a los placeres mundanos, entre los que se encontraban la
seducción y conquista de damas. A los treinta años, de acuerdo con su propio
testimonio, se le apareció Cristo Crucificado y tras una serie de hechos que le
hicieron recapacitar, decidió ponerse al servicio de Cristo y escribir «el mejor libro
del mundo» para combatir los errores de los infieles. Después de escuchar un
sermón sobre la pobreza, predicado en el convento de los franciscanos, decidió
abandonar la vida disoluta y convertirse en un cristiano modélico, dedicado a la
oración, a la penitencia y a la caridad. Tras asegurar la manutención de su
esposa y de sus hijos, vendió parte de sus bienes y los entregó a los pobres.
[B]. Poco después, se embarcó como peregrino hacia el santuario mariano
de Rocamador y hacia Santiago de Compostela. De regreso, pasó por Barcelona,
donde quiso exponerle sus dudas al ilustre predicador Ramon de Penyafort. Llull
le comunicó su deseo de acudir a París para estudiar y el dominico le aconsejó
que se retirase a Mallorca para prepararse intelectualmente. Cuando llegó a la
isla, adquirió un esclavo moro que le ayudó a aprender la lengua árabe y con ello
inició un período de nueve años dedicado al estudio (1265-1274). Su estancia
posterior en Randa fue el inicio de la vida contemplativa, en la que recibió la
iluminación divina que a su vez se tradujo en dos frutos –espirituales e
intelectuales– de gran calado: el primero, la concepción del Arte, y el segundo,
idea de la fundación de colegios para el estudio de las lenguas orientales. Ambos
objetivos estaban concebidos para convertir a los infieles a la fe de Jesucristo.
[C]. Como su fama se extendiera, el príncipe Jaime, su antiguo educando,
le llamó a Montpellier. Allí escribió el Arte demonstrativa y obtuvo –de la
liberalidad y afecto de su protector– la fundación de un Colegio en Miramar
(Mallorca), en el que podrían residir trece franciscanos para aprender teología y
lengua árabe. El papa Juan XXI aprobó dicha fundación en 1276. Se encaminó a
Roma para conseguir que el papa aprobase la creación de más centros como el
de Miramar, pero, al llegar a la Ciudad Eterna, Honorio IV acababa de fallecer. Se
dirigió a París, en cuya Universidad explicó el Arte. Un año después viajó a Roma
para explicar de nuevo sus proyectos de reforma al papa, pero sus ideas
tampoco se llevaron a la práctica. Nicolás IV escuchó la exposición de Llull,
partidario de la convocatoria a una nueva Cruzada sobre territorios musulmanes,
pero el Sumo Pontífice se mostró remiso a tal decisión. Llull no se desanimó y
decidió emprender su propia cruzada personal. Su interés se centraba en la
conversión de musulmanes y judíos de esas regiones, aunque su éxito fue
escaso.
[D]. Algunos autores apuntan que en 1295 habría ingresado en la Tercera
Orden de los franciscanos, pero es un dato controvertido. El General de los
franciscanos, Raimon Gaufredi había permitido a Llull enseñar en los conventos
que la Orden tenía en Italia. Las relaciones del mallorquín con los hijos de San
Francisco siempre fueron excelentes, pero no por ello –y he aquí la diferencia con
otros contemporáneos suyos– dejó de tener un trato afectuoso y cercano con los
dominicos. Con todo, hay que decir que los franciscanos, desde su muerte, le han
honrado como uno de los suyos y, en vida, recibió de ellos múltiples ayudas
logísticas y espirituales. Los reiterados fracasos de sus propuestas le llevaron a
la configuración de un proyecto militar-espiritual más ambicioso, plasmado en el
Liber de Fine (1305) en el que la recuperación de Tierra Santa se hiciese
252
unificando las órdenes militares bajo el poder de un príncipe cristiano. La Iglesia,
sin embargo, tenía otras preocupaciones en Europa, entre ellas la coronación en
ese mismo año de Clemente V, pontífice títere de Felipe el Hermoso, el poderoso
monarca francés. En 1307 Llull estuvo en Túnez y a su regreso desde Bugía
hacia Génova su barco se hundió a escasa distancia de la costa de esta ciudad
italiana. Llull logró salvarse, pero tuvo que rehacer buena parte de sus escritos,
perdidos por culpa del naufragio. Acudió hacia 1310 por última vez en su vida a
París donde, al parecer, fue recibido con éxito por parte de los profesores de la
Universidad. El propio Canciller y cuarenta profesores aprobaron sus escritos, así
como también el propio monarca, Felipe el Hermoso. En 1311 dictó Vita
Coaetanea, su autobiografía, a los monjes de la Cartuja de Vauvert.
[E]. En 1308, Clemente V convocó un Concilio, que tendría lugar en la
ciudad de Vienne en 1311, para tratar variados temas que interesaban a Felipe el
Hermoso. Llull asistió y se sabe que la petición del mallorquín para crear colegios
con la finalidad de enseñar a los misioneros las lenguas orientales fue aceptada
por el Concilio. Al acabarse éste, viajó a Mallorca, donde en fecha de 27 de abril
de 1313 otorgó testamento. Luego emprendió un viaje a Messina, atraído
probablemente por las ideas reformistas del monarca Federico III, y más tarde
otro a Túnez, lugar al que llegó con cartas de recomendación de su soberano,
Jaime II. En esta ciudad vivió dos años, dedicado a la predicación, intentando
convertir al cristianismo a partir de las “razones necesarias”. Su muerte es otro
aspecto rodeado de leyenda, pues no se sabe a ciencia cierta ni dónde ni cuándo
sucedió, aunque es muy probable que fuera hacia 1316 y en la nave que le
llevaba de regreso hacia Mallorca o incluso al poco tiempo después de llegar. La
leyenda construida sobre su muerte hace referencia al martirio en Bugía, pero los
datos invitan a pensar que se trata de una idea que empezó a extenderse a
mediados del siglo XV. No hay duda de que durante su vida se expuso a grandes
calamidades para hacer pública demostración de su fe en Cristo crucificado. Está
enterrado en la Basílica de San Francisco de Palma de Mallorca y se le considera
Beato en la Diócesis de Mallorca y en la Orden Franciscana.
[F]. Sus ideas sobre el Derecho canónico se expresaron a través de dos
vías: el Arte, como método para alcanzar la verdad, aplicado a ambos derechos,
y la literatura divulgativa, donde sus ideales reformistas mezclaban el derecho
canónico con la eclesiología. Cuatro son los libros que Llull dedicó a la aplicación
jurídica del Arte. Durante la llamada etapa cuaternaria escribió dos: Liber
principiorum iuris (1273-1275) y Ars iuris (1275-1281). En la llamada etapa
ternaria escribió otros tantos: Ars de iure (1304) y Ars brevis quae est de
inventione iuris (1308).
[G]. El Liber principiorum iuris se inspiró en el Ars compendiosa inveniendi
veritatem, que tenía cinco figuras principales y dos auxiliares para representar el
objeto de estudio. Describió asimismo una figura específicamente jurídica (4 x 4):
B (forma), C (materia), D (ius compositum), E (ius commune), F (ius speciale), G
(ius naturale), H (ius positivum), I (ius canonicum), K (ius civile), L (ius
consuetudinale), M (ius teoreticum), N (ius practicum), O (ius nutritivum), P (ius
comparativum), Q (ius novum), R (ius antiquum). Cada uno de estos principios
tenía mayor o menor relación con las definiciones de los distintos tipos de
derecho que manejaban los juristas (así, por ejemplo, ius speciale, ius naturale,
ius positivum, ius canonicum, ius civile…) mientras que otras se fundamentan en
los principios antropológicos o teológicos lulianos (ius compositum, ius
nutritivum…), de manera que el libro se volvía prácticamente inmanejable tanto
para los juristas como para los filósofos y los teólogos. Estos dieciséis principios,
combinados entre sí, daban un total de ciento veinte posibilidades, que
253
representaban la totalidad de los saberes jurídicos, tal y como se ponía de
manifiesto en la segunda parte del tratado.
[H]. El segundo libro era el Ars iuris (1285-1287), una obra sustentada
sobre los principios de la anterior y concebida principalmente para dar solución a
problemas de carácter jurisdiccional. Llull creía que el mayor problema de la
aplicación del derecho era su complejidad y su falta de sistematicidad, extremo
que hacía que los pleitos se volviesen interminables. Con la finalidad de
abreviarlos, simplificó el sistema anterior, reduciéndolo a una primera figura de
ocho principios simbolizados con las letras siguientes: A (Deus), B (Actor), C
(Ius), D (Reus), E (Anima B), F (Corpus B), G (Corpus D) y H (Anima D). Como
puede verse, su contenido es claramente antropológico y teológico,
entremezclando la justicia de Dios con la humana y el fin del cuerpo y del alma
tanto del actor como del reo. Esta obra contenía al final algunos casos de
derecho canónico.
[I]. En la época ternaria, Llull articuló su obra más ambiciosa en cuanto a la
aplicación del Arte a la resolución de problemas jurídicos: el Ars de iure, también
llamado Ars iuris naturalis (1304). También esta obra pretendía obtener la
reducción de todos los derechos particulares (fundamentalmente el civil y el
canónico) a principios universales del saber jurídico, pero en esta ocasión se
enfatizaba especialmente la relación que tenían todos ellos con el derecho
natural. Llull dividió el libro en dos partes: en la primera de ellas se ocupó de la
construcción del árbol del saber jurídico (arbor iuris), y de los principios y de las
reglas de éste, mientras que, en la segunda, se trataron cuestiones jurídicas y se
mostró cómo a partir del árbol y de los principios y las reglas se podía dar la
solución concreta a cada una de ellas. El libro ponía nuevamente el acento en la
importancia del Arte para resolver casos jurídicos complejos y consideraba que el
derecho era una ciencia prolija. La última parte del libro estaba destinada a los
casos de derecho canónico y comentaba la Decretal 1, 1. 1. Firmiter credimus et
simpliciter confitemur.
[J]. El Ars brevis de inventione iuris, escrita en Montpellier en enero de
1308, representaba un modelo más complejo de aplicación del Arte al derecho.
Mientras que el Ars de iure era una obra concebida para demostrar la
racionalidad del derecho natural y su aplicación para resolver casos jurídicos, en
el Ars brevis de inventione iuris se puso un mayor énfasis en la solución de
problemas de derecho civil y canónico a través del comentario de algunos
pasajes del Corpus Iuris Civilis y del Corpus Iuris Canonici. En esta obra, entre
muchas otras cosas, se proponían cinco términos para poder estudiar el derecho
y luego se aplicaba tanto a algunas máximas del Digesto como a algunas
Decretales. Se trataba del esfuerzo explícito de Llull no sólo para tratar
cuestiones jurídicas, sino de hacerlo de acuerdo con los textos que manejaban
los juristas del momento.
[K]. Los temas del Derecho canónico que más interesaban a Llull eran el
matrimonio y los que vinculaban a la reforma moral de las dignidades
eclesiásticas. Así, en los libros antes citados de aplicación al Arte, son
numerosos los ejemplos de matrimonios problemáticos por cuestión de forma o
de fondo, así como también los de canónigos y obispos indignos de su cargo por
ser mentirosos, soberbios, ineptos, golosos o avaros. Todos estos temas se
encontraban en consonancia con la reforma eclesial que Llull quería llevar a
cabo, y que es aún más fehaciente en los libros divulgativos, como Blanquerna
(1282-1287) o el Arbre de Ciència (1296). En estas dos últimas obras aparecían
expuestas, sin la estructura del Arte, las ideas de Llull sobre el Derecho canónico
254
y la reforma de la Iglesia. Su concepción se basaba en una transformación de la
Cristiandad para dejar sus desavenencias internas a través de una reforma
liderada por el Papa. Dicha reforma tenía que ser básicamente moral y espiritual,
pero también –en último extremo– jurídica y política. La principal idea de Llull era
la conversión de los Infieles a la fe de Jesucristo. Para ello, antes de cualquier
otra cosa, era necesario reformar moralmente la Iglesia, para que cada uno de
sus miembros tuviese una vida acorde con su posición y que sirviese de luz y
ejemplo. De aquí que obras como l’Arbre de Ciència, contuvieran partes como el
Arbre apostolical, en la que se propugnaba una reforma eclesiológica y canónica.
Su idea principal era dar una explicación completa de cuál debería ser el modelo
de la vida y de la organización moral y social de la Iglesia. Su disposición,
siguiendo la metáfora del árbol, permitía una estratificación social muy plástica,
de acuerdo con lo que Llull pensaba de cada uno de los miembros de una
sociedad bien organizada y con la mirada puesta perpetuamente en Cristo.
[L]. En definitiva, Llull consideraba que su Arte era un instrumento para
alcanzar la verdad tanto para el Derecho civil como para el Derecho canónico. La
estructura formal del Arte, pese a su gran complejidad, podía ser –según Llull– la
vía para solucionar los problemas más importantes del derecho canónico del
momento (matrimonio, disciplina eclesiástica, jurisdicción…). Tales problemas
iban ligados mayoritariamente a la eclesiología y a la vocación misionera del
propio autor. En este sentido, puede decirse que, sin ser un canonista, el Doctor
Iluminado merece un lugar en la historia del Derecho canónico.
[M]. Bibliografía: Andreu de Palma, Els sistemes jurídics i les idees
jurídiques de Ramon Llull, Palma de Mallorca, 1936; Francisco Elías de Tejada,
Historia del pensamiento político catalán, Sevilla, 1963; A. Monserrat Quintana,
La visión luliana del mundo del Derecho, Mallorca, 1987; José Luis Muñoz de
Baena Simón, Llull, un ensayo de epistemología jurídica, Madrid, 1988; Pedro
Ramis Serra, Lectura del “Liber de Civitate mundi” de Ramon Llull, Barcelona,
1992; Rafael Ramis Barceló, Estudio preliminar a Ramon Llull, Arte del derecho,
Madrid, 2011, pp. 11-86; J. E. Rubio Albarracín, Un “casus” de derecho canónico
matrimonial en el primer libro del “Romanç d’Evast e Blanquerna”: una
aproximación al texto literario desde el contexto cultural, en Revista de lenguas y
literaturas catalana, gallega y vasca, 15 (2000), pp. 285-297; J. M. Soto Rábanos,
Lo jurídico en la filosofía luliana, en Revista Española de Filosofía Medieval, 5
(1998), pp. 75-85; E. Wohlhaupter, Ramon Llull und die Rechtswissenschaft, en
Festschrift Ernst Mayer, Weimar, 1932, pp. 169-202; E. Wohlhaupter, Ramon
Llull, ein Vorläufer der Postglossatoren?, en Atti del Congresso interazionale di
diritto romano: Bologna 1, Pavía, 1934, pp. 490-514 y E. Wohlhaupter, Die “Ars
Brevis, quae est de inventione mediorum iuris civilis” des Ramon Llull, en Estudis
Franciscans, 46 y 47 (1934 y 1935), pp. 196-215 y 161-250 [R AFAEL R AMIS
BARCELÓ ] (σοφώτατος como intelectual in multis argumentis).
255
doctorado en Derecho Canónico en 1474, y consta al año siguiente como,
además de deudor del Colegio, doctor en Decretos. Están documentadas sus
ausencias del Colegio desde el 8 al 16 de marzo de 1469, del 1 de julio de 1469
al 11 de mayo de 1470 y del 1 al 6 de julio de 1473. Obtuvo del pontífice Sixto IV
en 1474 un breve que conllevó la expulsión de Villada y la no admisión de
colegiales con pretexto de breves pontificios por el perjuicio que ocasionaba al
derecho de presentación de quienes podían hacerlo conforme a los estatutos del
San Clemente. Intervino en la copia y corrección de manuscritos jurídicos de la
biblioteca del Colegio, de lo que ha dejado constancia Juan Gil Fernández, De
codicibus albornotianis ad graecas latinasque litteras pertinentibus commentarius,
Bolonia, 1964, pp. 13-15.
[B]. Bibliografía: Salvador Claramunt, Procedencia de los incunables de la
biblioteca del Colegio de España en Bolonia, en El cardenal Albornoz y el Colegio
de España, Bolonia, 1973, vol. III, p. 206, n.º 10 y Antonio Pérez Martín, Proles
Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 347-348, n.º 394 y Lodeña [o Luduegna],
Pedro de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 465, n.º 2.001 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
256
Bolonia. El 21 de abril de 1551 fue admitido por el vicerrector Alfonso de
Sotomayor en la plaza correspondiente a la Iglesia sevillana que entonces estaba
vacante, a condición de que probara en el plazo de seis meses que sus rentas
anuales no excedían los 50 escudos. El tema de su disertación de ingreso versó
sobre X 2.2.20. Fue dispensado el 15 de abril de 1556 de los impedimentos
existentes para ser admitido a los exámenes de Derecho canónico y de Derecho
civil, siendo sus presentadores en Derecho canónico Alfonso Binaini y en
Derecho civil Ludovico Bove como promotor circular y Cristophoro Angelelli como
promotor en suerte. Al día siguiente se doctoró en ambos Derechos,
acompañándole, sin trompetas, los doctores de ambos Colegios jurídicos hasta el
Colegio de España, donde se les sirvió una colación espléndida. Da la impresión
que desde su marcha del Colegio el 30 de abril de 1558, ya no regresó a la
institución albornociana. Pasó a ser oidor de la Chancillería de Valladolid. En
1569 fue nombrado miembro del Consejo de las Órdenes Militares, en 1572 del
Consejo de Castilla y, entre 1582 y 1586, fue presidente del Consejo de Órdenes
Militares, cesando con su fallecimiento. Sería comendador de Hornachos y
comendador de la Orden de Santiago en la encomienda de Corral de Almaguer.
[B]. Bibliografía: M. T. Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I dottori
in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 201, n.º 1.437 y
Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol. II, pp. 872-875, n.º
862 y López de Cárdenas, Ignacio, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 308-309, n.º 2.733 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
258
entonces reino: el bandolerismo, y junto a él la delincuencia común, con
ramificaciones de ambos fenómenos en todos los estamentos sociales, incluido el
clero. La política represiva del arzobispo para con los clérigos díscolos y la labor
conjunta de jurisdicción eclesiástica y real en esta materia, sumada a la decisiva
contribución episcopal al sofocamiento del motín de los labradores de la huerta y
la contribución capitalina, en 1663, se tradujeron en una serie de éxitos que
merecieron al religioso el reconocimiento de la corona. El 5 de septiembre de
1666, a los setenta años de edad, fallecía Martín López de Ontiveros en Valencia,
depositándose sus restos mortales en la capilla catedralicia de San Pedro,
trasladados luego al convento por él mismo fundado en Russafa.
[B]. Bibliografía: hay una amplia bibliografía que lo menciona. Ver E. Olmos
Canalda, Los prelados valentinos, Valencia, 1949; L. Guía Marín, La revolta dels
llauradors de l’horta de 1663, en Estudios dedicados a Juan Peset Aleixandre,
Valencia, 1982, pp. 305-326; V. Cárcel Ortí, Historia de la Iglesia en Valencia,
Valencia, 1986, vol. I; J. Teixidor, Episcopologio de Valencia (1092-1773),
Introducción y trascripción por A. Esponera Cerdán, editado por la Facultad de
Teología de San Vicente Ferrer, Valencia, 1998; E. Callado Estela, Inmunidad
eclesiástica y delincuencia en el siglo XVII. Los arzobispos de Valencia y la
pacificación del reino (1612-1699), Valencia, 2003 [EMILIO CALLADO ESTELA ]
(σόφος).
259
bellatoribus (tanto de esta última como de la anterior hay traducción castellana de
F. Antón Moreno publicadas con el original latino en 1931), De heresi et
hereticorum reconciliatione eorumque pertinacium dampnatione, Questio an sit
licitum clericis ex mandato pape contra turchos armam assumere et bellari,
interficere et mutilare sine pena irregularitatis.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, López de Segovia, Juan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 489, n.º 475 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(σόφος).
260
en revistas compostelanas), aparte de sus novelas, dedicando la mayor parte de
ellos a su tierra como buen amante de la misma. Algunas de sus obras las
escribió en lengua gallega como sus novelas románticas de contenido histórico A
Tecedeira de Bonaval (1894), O Castelo de Pambre (1895) y O niño de Pombas
(1905). Destacan sus estudios sobre la historia de Galicia en el último tercio del
siglo XV (1883-1885); biografías de personajes gallegos (algunos de ellos juristas
y canonistas); los Fueros municipales de Santiago y su tierra (1895 y 2.ª ed.,
1975) en documentadísima obra en la que, a lo largo de 725 páginas, no sólo hay
un estudio diplomático y paleográfico de relieve sino también un fino análisis
jurídico dentro del contexto histórico con estudio del concejo, los gremios y la
administración de justicia. A estos hay que sumar otros trabajos sobre el
priscilianismo, las tradiciones populares sobre el Sepulcro del Apóstol Santiago, o
temas controvertidos como la pluralidad de cultos, el poder temporal de los
obispos, los conflictos entre el poder religioso y laico en la Compostela de Carlos
V o un folleto sobre «el matrimonio civil y su relación con la religión, la moral y la
libertad», donde se manifestaba abiertamente, desde el punto de vista cristiano,
en contra del discurso pronunciado el 29 de abril de 1870, por Montero Ríos en
las Cortes en defensa del mismo, discurso que indignó a muchos pero que pocos
se atreverían a rebatir. Precisamente este folleto sorprendería gratamente al
cardenal García Cuesta y le llevaría al antedicho nombramiento como canónigo
de la catedral de Santiago, poco antes de cumplir los treinta y tres años, aunque
hay quien afirma que no sería éste el motivo. No se puede obviar su monumental
historia de la catedral compostelana en once volúmenes realizada por orden del
cabildo que comenzaría en 1895, editándose el primer volumen en 1898. Tras su
fallecimiento, por decisión propia, su fondo documental fue entregado a la
custodia de la Compañía de Jesús hasta que en el año 2000 fue cedido al archivo
de la catedral de Santiago.
[B]. Obras del autor (aparte de las ya referidas), algunas de ellas con
contenido iuscanónico: Estudio histórico-crítico sobre el Priscilianismo (1878);
Historia de la Santa A. M. Iglesia de Santiago de Compostela, 11 vols., (1898-
1910); La Historia de Compostela y su reprobación crítica por Masdeu (1866); El
Sepulcro del apóstol Santiago (1872); Leyenda sobre la vida de San Pedro de
Mezonzo (1872); Entretenimientos críticos sobre la traslación del cuerpo de
Santiago a España (1878); Don Rodrigo de Luna: Estudio histórico (1884); El
Pórtico de las Platerías (1884); Don Alfonso VII, rey de Galicia, y su ayo el conde
de Traba (1884); El Pórtico de la Gloria: estudio sobre este célebre monumento
de la basílica compostelana (1886; 2.ª ed. 1893); “Liber Tenencie de Horro” o
memorial de la Hacienda, rentas, pensiones de la antigua Tenencia del Hórreo,
escrita en el año 1438 por el canónigo Gonzalo Vázquez de Mandayo (1888-
1889; reed. 1967); Altar y Cripta del Apóstol Santiago. Reseña histórica desde su
origen hasta nuestros días (1891); Santiago y la crítica moderna (1901) y
Biografía de San Rosendo (1907)
[C]. Bibliografía: Pilar Sánchez-Cantón, Apuntes para la biografía de Don
Antonio López Ferreiro, en Cuadernos de Estudios Gallegos (Instituto Padre
Sarmiento de Estudios Gallegos), nº 47 (1960); Victoria Armesto, Galicia Feudal,
Vigo, 1.ª ed., 1969; 2.ª ed. 1971; Patricia Zambrana Moral, López Ferreiro,
Antonio, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, p. 491, n.º 477; Xosé
Manuel Sánchez Sánchez, Antonio López Ferreiro: un historiador en los inicios
del medievalismo, en Compostellanum: revista de la Archidiócesis de Santiago de
Compostela, vol. 55, n.º 3-4 (2010), pp. 503-516; José Leonardo Lemos
Montanet, Hominem quaero¡ una nueva aproximación bio-bibliográfica a López
261
Ferreiro en el centenario de su muerte, en Compostellanum, vol. 55, n.º 3-4
(2010), pp. 361-400; José Leonardo Lemos Montanet y Carlos Miramontes
Seijas, Dos artículos de López Ferreiro en el BOE de Santiago, en
Compostellanum, vol. 55, n.º 3-4 (2010), pp. 401-434; José Ramón Barreiro
Fernández, López Ferreiro y Montero Ríos: polémica por la Ley de matrimonio
civil, en Compostellanum, vol. 55, nº 3-4 (2010), pp. 557-574; Segundo L. Pérez
López, A biografia de San Rosendo escrita por A. López Ferreiro, en
Compostellanum, vol. 55, nº 3-4 (2010), pp. 641-644 y Guzmán Urrero, en
www.cvc.cervantes.es; Carlos Santos Fernández, De Santa Baia a Vilanova:
Antonio López Ferreiro no concello de Vedra, La Coruña, 2010 [P ATRICIA
Z AMBRANA M O RAL] (σόφος).
LÓPEZ ORTIZ, José (1898-1992) . [N.º 263]. [A]. Nació en San Lorenzo
de El Escorial el 10 de julio de 1898 y falleció en Madrid el 4 de marzo de 1992.
Estudió Derecho en Oviedo, Zaragoza y Madrid. Doctor en Derecho por la
Universidad de Madrid (1931), con una tesis sobre La recepción de la escuela
malequí en España, de cuyo tribunal formaron parte José Castillejo, Galo
Sánchez, Eloy Montero, Román Riaza y Emilio Costa, y doctor en Filosofía.
Religioso agustino, hizo estudios eclesiásticos de Teología y Derecho Canónico y
sería ordenado sacerdote el 17 de septiembre de 1922. Amplió sus
conocimientos en Múnich, Wurzburgo y Berlín. Fue nombrado el 7 de agosto de
1934, tras brillantes oposiciones, catedrático de Historia General del Derecho
Español de la Universidad de Santiago. Más tarde el Ministerio de Educación
Nacional por una Orden de 30 de septiembre de 1939 reestableció en los
estudios de doctorado de la Facultad de Derecho de Madrid la enseñanza de
Historia de la Iglesia y del Derecho Canónico, y quedó acumulada dicha docencia
a la cátedra de Instituciones de Derecho Canónico hasta que se dotara
presupuestariamente una nueva plaza. No tardó en ser así y convocada por
concurso el 1 de agosto de 1941, le fue asignada a López Ortiz, en concurrencia
con Escobedo y Manuel Giménez Fernández. Antes, durante la guerra civil López
Ortiz pasó por un verdadero calvario. Fue detenido en El Escorial y trasladado a
la prisión de San Antón de Madrid el 6 de agosto de 1936, de la que salió el 26 de
octubre de 1936, gracias a los buenos oficios de Wenceslao Roces Suárez,
refugiándose en casa de Galo Sánchez Sánchez y luego en la Legación de
Rumanía. Con la entrada de las tropas nacionales en Madrid, fue nombrado Jefe
del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. En julio de 1939
impartiría en Madrid un cursillo sobre Derecho musulmán y daba clases de
Derecho Internacional Público y de Historia del Derecho, antes de incorporarse a
la nueva cátedra de doctorado. En Santiago en 1935 se había encargado de las
enseñanzas de Derecho Canónico y en Madrid en el último trimestre del curso
1935-1936 de Filosofía del Derecho. Fue preconizado Obispo de Tuy-Vigo el 10
de julio de 1944 y consagrado el 21 de septiembre de 1944. El 18 de febrero de
1969 fue nombrado Arzobispo titular de grado y Vicario General Castrense,
puesto en el que se mantuvo hasta que Pablo VI aceptó su renuncia el 28 de
mayo de 1977. Pertenecía a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación en
la que ingresó el 12 de mayo de 1947 con un discurso sobre el regalismo indiano.
Fue miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (en el que
alcanzó una de las Vicepresidencias) y del Consejo Nacional de Educación.
Rector honorario del Real Colegio Universitario María Cristina de El Escorial.
Asesor religioso del Sindicato Español Universitario a partir de abril de 1942 y
fundador y director de la revista Arbor hasta 1946, publicación periódica ésta que
en su primer número iba acompañada de un dibujo del General Franco realizado
262
por Rostki Pinel, con el texto latino «Devictis hostibvs lavros Victor deposvisti
svulcis exiit inde ad caelum ramis felicibus Arbor frvctvs collige».
[B]. Sus aportaciones principales, de entre las 366 publicaciones que ha
localizado Modesto González Velasco (aunque en realidad pueden alcanzar las
390), son en el campo jurídico en su mayor parte correspondientes al periodo
anterior a que asumiera particulares responsabilidades pastorales (el mundo del
Derecho esperaba más de su clarividencia, pero a partir de 1944, ¿Θέμις
abandonó al agustino o fue fray José quien se apartó de la diosa griega del
derecho?). Sus trabajos versan sobre el Derecho Musulmán y Bereber: escuela
malequí en España, Fatwas granadinas, régimen económico de las mezquitas,
formularios notariales, el Tribunal de los Omeyas cordobeses, las kabilas
bereberes en el protectorado marroquí, junto a su conocido manual de Derecho
Musulmán (1931). También cuenta con estudios de Historia del Derecho
Internacional, Literatura Canónica Medieval y Moderna sobre Isidoro de Sevilla,
Ramon de Penyafort, Gaspar de Villarroel (1587-1665), Martín de Azpilcueta,
Francisco de Vitoria, etc., de Historia del Derecho Público Medieval, semblanzas
de historiadores del Derecho y canonistas (Ulrich Stutz, Contardo Ferrini y A.
García Gallo) y Derecho Procesal altomedieval. Respecto a este último fueron
más promesas que realidades lo que logró, pues su prometida gran obra El
proceso español antes del siglo XII no alcanzó a ver la luz. Ha sido señalado en
este sentido, en al menos cuatro ocasiones, que en julio de 1936 tenía
completamente redactado su trabajo El tránsito de la justicia privada a la pública
en la Edad Media, que se perdió con ocasión del saqueo de su domicilio.
Igualmente se atrevió a apuntar en 1928 algunas claves para la reforma del
procedimiento civil español, volviendo sobre la reorganización judicial en otro
estudio de 1929 y en 1930 sobre la independencia del poder judicial. También
tiene un estudio importante sobre la reforma de la enseñanza universitaria en
España y otro sobre la responsabilidad de los universitarios (1956). Estudió los
cien años de vigencia de Concordato de 1851 con ocasión de un ciclo sobre el de
1953, haciendo una consideración no ocasional: “Dios quiera deparar a nuestro
Concordato [1953] tiempos más pacíficos y más fecundos que los que le tocó
vivir al Concordato de 1851, y, en consecuencia, hacer poco útil, como prudente,
una gran parte de esos recuerdos”. Pronunció una interesante lección el 2 de
febrero den 1966 en la inauguración de un ciclo de conferencias en el Instituto
Nacional de Estudios Jurídicos sobre Valoraciones y decisiones jurídicas en el
Concilio Vaticano II, que se publicó en Ius Canonicum, vol. VI, n.º 1 (1966), pp. 5-
24. Es muy abundante el número de notas, recensiones y comentarios
bibliográficos de publicaciones alemanas, francesas, italianas y españolas y
noticias que publicó en Anuario de Historia del Derecho Español, La Ciudad de
Dios, Al-Andalus, Cruz y Raya, Religión y Cultura, Arbor, Archivo Agustiniano,
etc. López Ortiz sería el primero de los catedráticos españoles de Historia del
derecho que consideró que la disciplina era esencial y preferencialmente materia
jurídica, aunque compartiera aspectos de las ciencias históricas y de las
disciplinas auxiliares de la Historia. Para él, el objeto de la asignatura es «el
estudio genético de las normas». Era hombre de gran inteligencia y de notable
intuición jurídica. Su lema episcopal fue «plus amari quam timeri» y en su escudo
se combinaban evocaciones escurialenses, de la Orden de San Agustín, de los
López y de los Ortiz de la Torre [ver noticia editorial Fray José López Ortiz,
O.S.A., Obispo de Túy, en Arbor, n.º 4-5 (1944), pp. 5-16 y Dalmiro de Válgoma
Díaz-Varela, Heráldica episcopal de Fr. López Ortiz, Obispo de Tuy (1944), 20
pp.].
263
[C]. Bibliografía: Sobre su figura y su obra como jurista han escrito su
discípulo José Orlandis y Rafael Gibert, Angélica Guckes y Manuel J. Peláez,
pero el máximo y detallado estudioso de su producción científica, pastoral e
itinerario vital es el ya mencionado González Velasco. Ver además José Carlos
Martín de la Hoz, Un amigo de San Josemaría: José López Ortiz. OSA, obispo e
historiador, en Studia et documenta, 6 (2012), pp. 91-121 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
264
de dos días, para abandonarlo definitivamente. En 1741 fue nombrado camarero
honorario de Benedicto XIV. Sería canónigo de Ávila y vicario general de la
diócesis.
[B]. Bibliografía: Ver A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol.
III, pp. 1586-1589, n.º 1.247 y Lorenzo de Pedrosa, Cristóbal, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 471, n.º 2.017 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
265
Glosa Ordinaria de Juan Teutónico y autores como Vincentius Hispanus, Juan
Hispano de Petesella, Guido de Bayso, Juan Andrés y Ramon de Penyafort.
[C]. Fue nombrado obispo de Orense el 30 de noviembre 1218. Durante su
mandato, se realizó un pórtico de la catedral llamado de la Gloria o Paraíso. Los
Papas Honorio III, Gregorio IX e Inocencio IV encomendaron al antiguo canonista
de Bolonia la solución de diversos asuntos, mostrando el prestigio jurídico
alcanzado en la cristiandad pero, sobre todo, en Roma. Gozó del favor de
Fernando III el Santo, pues ayudó al Rey a resolver sus contiendas con el de
Portugal. Asistió al Concilio Lugdunense I, celebrado en 1245. Rigió dicha sede
hasta el 15 de diciembre de 1248, fecha de su muerte. El significado de
Laurentius en la historia del derecho canónico se considera importante, sobre
todo, a través de su influencia en la Glosa Ordinaria, a la cual pasaron no pocas
de sus glosas.
[D]. Bibliografía: Antonio García García, Derecho común en España. Los
juristas y sus obras, Murcia, 1991, pp. 60-61 y José Garrido Arredondo, Lorenzo
Hispano [o Laurentius Hispanus], en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2005, vol. I, pp. 501-502,
n.º 488 [JO SÉ G ARRIDO A RREDO NDO ] (σοφώτερος).
LORSCHEITER, José Ivo (1927-2007) . [N.º 267]. [A]. Nació en São José
do Hortêncio (Brasil) el 7 de diciembre de 1927 y falleció en Santa Maria, Estado
de Río Grande do Sul, el 5 de marzo de 2007. Pertenecía a una familia de origen
alemán, Lorscheider, pero fue inscrito en el registro como Lorscheiter y así se
mantuvo con ese apellido que fue el que le acompañó toda su vida. El fallecido
cardenal brasileño Aloísio Leo Arlindo Lorscheider era primo carnal suyo. Estudió
Filosofía, Teología y Derecho Canónico en diversos lugares como los seminarios
de Gravataí y São Leopoldo. Amplió su formación en Roma en la Pontificia
Universidad Salesiana, donde se doctoró en 1956. El 20 de diciembre de 1952
sería ordenado sacerdote en la Ciudad eterna. Participó en el Concilio Vaticano
II, aunque sería en la última sesión. Fue preconizado obispo auxiliar de Porto
Alegre el 12 de noviembre de 1965 y titular de Tamada, siendo consagrado
obispo el 6 de marzo de 1966 por Alfredo Vicente Scherer, el citado Aloísio
Lorscheider y Edmundo Luís Kunz; de ellos, los dos primeros llegaron a ser
cardenales. Su lema episcopal sería Nova et vetera. Lorscheiter pasó luego como
obispo titular de Santa Maria, en Rio Grande do Sul. Jubilado el 24 de marzo de
2004, se convirtió en Obispo emérito. Sería secretario del Episcopado brasileño
desde 1971 a 1979, pasando a ser entre 1979 y 1987 Presidente de la
Conferencia Episcopal de Brasil. Frente a las dictaduras militares (1964-1985) de
Humberto de Alencar Castelo Branco (1900-1967), Arthur da Costa Silva (1902-
1969), Emilio Garrastazu Medici (1908-1985), Ernesto Geisel y João Baptista de
Oliveira Figueiredo, supo defender los derechos humanos y protegió a muchos
perseguidos políticos. Sus declaraciones y escritos en defensa de las libertades
públicas y los derechos del hombre le otorgaron un enorme prestigio y un gran
reconocimiento social en su país.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Lorscheiter, José Ivo, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 471-472, n.º 2.018 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (μέτρια νομικός).
266
de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Derecho
Canónico en la Universidad. Sería admitido en la institución albornociana, aunque
desconocemos la fecha. Los días 26 y 29 de noviembre de 1438 asistió a la
lectura de la sentencia del Visitador de la institución que conllevó la deposición
del rector Juan de Treviño y la expulsión del Colegio de Juan de Góngora en el
término de tres días, luego ampliados a ocho, por no haber obedecido la
amonestación de que había sido objeto el año anterior por parte del Cardenal
Administrador, de dedicarse al estudio y no mezclarse en asuntos lascivos y
deshonestos. No obstante, el 4 de diciembre de 1438 Góngora fue readmitido con
el propósito de enmienda correspondiente. Nuestro colegial lisboeta fue
autorizado el 15 de agosto de 1440 para poderse examinar, aunque no había
frecuentado las clases de Decreto en la forma acostumbrada. Fue presentado el
20 de agosto de 1440 para el examen de Derecho Canónico y ese mismo día se
licenció en Cánones. En 1439-1440 fue encargado por la Universidad boloñesa
de la lectura del Sexto y de las Clementinas. Fue familiar del Obispo de Oporto,
Antonio Martín, canónigo de Viseu y murió en la Curia pontificia en 1454.
[B]. Bibliografía: António Domingues de Sousa Costa, Portugueses no
Colégio de S. Clemente de Bolonha durante o século XV, en El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1973, pp. 258-262 y Antonio Pérez
Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, p. 258, n.º 259 y vol. IV, p. 2212 y
Ludovicus Iohannes de Portugalia, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 474, n.º 2.021 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
LUGO, José de (†1548) . [N.º 269]. [A]. Natural de Medina del Campo,
diócesis de Salamanca. Era hijo de Álvaro de Lugo y de Juana de Ribera. Estudió
durante seis años Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca y alcanzó el
grado de Bachiller en Derecho Pontificio. Fue admitido el 5 de enero de 1547
como colegial para una plaza de Derecho canónico del San Clemente de los
españoles de Bolonia, por el rector Antonio Manrique, con dispensa del Cardenal
protector Juan Álvarez de Toledo, con la condición de que en el plazo de un año
procediera a conseguir letras presentaticias. El tema de su disertación de ingreso
versó sobre X 2.1.2. Las letras presentaticias habían sido ya emitidas con
anterioridad por el obispo de Palencia Ludovico Cabeza de Vaca el 13 de octubre
de 1546 y por el deán y Cabildo palentino el 25 de octubre de 1546. Se ausentó
del Colegio varias veces. Da la impresión de que no llegó a doctorarse en
Cánones. El 15 de abril de 1548 falleció y fue admitido en su lugar en el Colegio
Juan de Bustinza.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol.
II, pp. 832-833, n.º 838 y Lugo, José de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 328, n.º 2.746 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
267
le hicieron. El 26 de marzo de 1389 se doctoró públicamente recibiendo las
insignias doctorales de manos del propio Lorenzo de Pinu.
[B]. Bibliografía: A. Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, p.
169, n.º 106 y Lupus de Yspana [o Lope de España], en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 475, n.º
2.027 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
268
modo para su asistencia, necesitó buscar caritativo asilo en dicho hospital, en
que murió».
[C]. La única obra suya que Maestre pudo ver impresa, fue Cumulata
Borbonici foederis gloria, en extrañas circunstancias, según relata el autor: «Obra
anónima, es un elogio de D. Carlos III el Justo, que corrió por la Italia estampado
sin nombre de autor, en ocasión del último tratado de paz con la Inglaterra. D.
Francisco Javier Maestre estampó este elogio en la imprenta de Montefiascone»,
pero al poco tiempo fue reimpresa fraudulentamente. El año de su muerte salió
en Florencia, la ciudad regalista por excelencia en estos años (recuérdese el
Sínodo de Pistoya, recientemente celebrado en 1786), el primero de los tres
tomos de su obra más importante La libertá della chiesa di Spagna, con el título
de Della maniera di pensare degli spagnuoli nelle cose religiose: e della libertá
della chiesa di Spagna. Opera postuma di Francesco Saverio Maestre, sevigliano.
Este primer tomo se «empezó a publicar ruidosamente, con grandes elogios de
los diaritas de Florencia, que descubiertamente habían adoptado las opiniones
dogmáticas y eclesiásticas de Quesnell y de otros autores anatematizados por
toda la iglesia». Pero, «a la mitad de la impresión del segundo tomo, el autor
murió, y el impresor suspendió la edición de dicho tomo, que no se ha publicado
hasta ahora».
[D]. Su máximo valedor era Masdeu, quien, por su parte, tenía serios
problemas para financiar su Historia crítica de España y de la cultura española,
por lo que poco podía ayudar a Maestre: «El autor, en su última enfermedad,
llamó al mencionado señor abate Masdeu y le dijo: “Señor, no ignora Vuestra
merced que se está imprimiendo mi obra sobre la Libertad de la iglesia de
España. Yo la dejo y sujeto a la censura de Vuestra merced. Si juzgase que yo
he errado o he escrito lo que no debía, vuestra merced no dé a ninguno mis
manuscritos”». Maestre le había confesado a Hervás: «el autor prueba con
documentos irrefragables los esfuerzos que los españoles hicieron en el concilio
Tridentino para reformar la iglesia y sostener las máximas de la venerable
antigüedad tocantes [a] la divina institución de los obispos y la superioridad del
concilio». Más adelante le dibujó el plan del resto de su muy regalista obra: «El
segundo tomo contiene las máximas de la Iglesia de España en lo tocante a la
independencia absoluta del Rey Católico en las temporalidades de sus vastos
dominios, los derechos que le competen como protector de la Iglesia y defensor
de los Sagrados Cánones; el ius-patronato; el derecho de retención; la parte que
le cumple en los negocios de pura disciplina. A continuación trata de la divina
autoridad episcopal, dispensas, reservas, exenciones de religiosos, juicios
eclesiásticos, &, &. El tercer tomo contiene el divino primado de autoridad del
Pontífice Romano y el gobierno de la iglesia establecida por Jesucristo. Se
prueba que, en el sistema de la iglesia de España, el Papa no es infalible ni
superior al Concilio ecuménico, y que está sujeto a los sagrados cánones».
[E]. Las once obras que dejó manuscritas también son regalistas. En los I
secoli cristiani, obra compuesta por el autor para la instrucción de su sobrino,
presenta en un cuadro todos aquellos sucesos eclesiásticos que merecen la
atención de una persona bien educada, comenzando desde el primer siglo de la
iglesia. Se registran «las disensiones del santuario y del imperio», los cánones
más singulares de los concilios ecuménicos y provinciales; la decadencia y la
restauración de estudios, etc. La Storia della nostra pretesa barbarie, con un
criterio de auténtico ilustrado, «trata del estado presente de Europa por lo que
toca a la política, filosofía y legislación, y se hace ver con precisión la
superioridad del siglo XVIII a todos los siglos de la Era Cristiana». Parecida visión
regalista tienen sus estudios de Derecho Canónico, como las Dissertazione sulle
269
Decretali d'Isidoro Mercator, donde prueba «cuánto se engañase el cardenal
Aguirre atribuyendo este parto monstruoso a San Isidoro de Sevilla; y señala
algunas consecuencias de dichas Decretales en el gobierno de la iglesia» o la
Dissertazione sul decreto di Graziano, donde «se ponen en vista la autoridad del
Decreto, los errores, la reforma y sus consecuencias», o la Dissertazione sulle
decretali, en la que «se da una breve noticia histórica y crítica de las Decretales
de Gregorio IX; el texto de Bonifacio VIII; las Clementinas, las extravagantes de
Juan XXII y las extravagantes comunes». De tema más literario era El Horacio
español, «libre traducción de las Odas y del Arte poética de Horacio, con algunas
notas sobre el teatro» y la Raccolta di diverse lettere spagnuole, latine, italiane e
francesi. Elegie, sonetti inscrizioni lapidarie, que es «una recopilación de cartas y
varias composiciones, que el autor escribió para mantener sus correspondencias
y para complacer a diversos personajes».
[E]. Igual que Masdeu, Maestre era un convencido patriota y apologista de
la cultura española en una Italia bastante crítica con España, por lo que escribió
un Discorso sulla scuola di Bologna, donde «se demuestra con suma
imparcialidad el mérito de los maestros españoles que honraron a aquellas
famosas cátedras, la decadencia de los estudios, la fundación del noble colegio
de San Clemente, hecha por el Cardenal Albornoz con la idea de sostener el
crédito de aquella universidad, el bien y el mal que los estudios de Bolonia han
causado a la nación española». Reivindicación expuesta más específicamente en
sus Gli spagnuoli in Italia, discurso «donde se hace ver que los españoles no son
aquellos esclavos de Roma, que pinta el Bondino, y cuánto debe la Italia a
aquella católica nación». De la importancia e interés, o al menos de la rareza, de
los escritos de Maestre, es indicio la peripecia que tuvieron en los años
posteriores a su muerte, con cuya narración concluye Hervás su artículo: «El
señor Masdeu tomó los manuscritos [de Maestre] y se los llevó a su casa.
Algunos le hicieron instancias para que los diese al impresor, mas él se negó
pidiendo tiempo para reveerlos. Y, últimamente, resolvió no darlos. Habiéndose
publicado en Roma este hecho y sus circunstancias, el Santo Padre Pío VI,
felizmente reinante, por medio de monseñor M. ordenó al señor Masdeu que
entregase los manuscritos de Maestre, porque Su Santidad los quería ver. El
señor Masdeu los entregó prontamente a dicho Monseñor».
[F]. Destacamos sus siguientes obras: Cumulata Borbonici foederis gloria,
Montefiascone (anónima y sin fecha); La libertá della chiesa di Spagna, Florencia,
1790 (Vol. I: Della maniera di pensare degli spagnuoli nelle cose religiose: e della
libertá della chiesa di Spagna. Opera postuma di Francesco Saverio Maestre,
Sevigliano, Firenze, Per Jacobo Grazioli, 1790); I secoli cristiani (inéd.); Storia
della nostra pretesa barbarie (inéd.); Intertenimenti del signor "Don" con "Milord" y
"Monsieur" (inéd.); El Horacio español (inéd.); Discorso sulla scuola di Bologna
(inéd.); Dissertazione sulle Decretali d'Isidoro Mercator (inéd.); Dissertazione sul
decreto di Graziano (inéd.); Dissertazione sulle Decretali (inéd.); Gli spagnuoli in
Italia (inéd.); Raccolta di diverse lettere spagnuole, latine, italiane e francesi.
Elegie, sonetti inscrizioni lapidarie (inéd.).
[G]. Bibliografía: L. Hervás Panduro, Biblioteca jesuítico-española, Madrid,
2007, edición de A. Astorgano y de este último Maestre, Francisco Javier, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 332-334, n.º
2.753 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
270
MAINETA DE VALCÁRCEL, Jerónimo (siglo XVI) . [N.º 272]. [A]. Natural
de Murcia, diócesis de Cartagena. Era hijo de Juan Antonio Maineta (o Mayneta) y
de Leonor de Valcárcel. Estudió Filosofía y Jurisprudencia en Murcia y en Bolonia.
Fue presentado por Bartolomé de Carranza, arzobispo de Toledo, a través del
Administrador general de la diócesis y por el cabildo toledano a una plaza de
colegial de San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar Teología o
Derecho Canónico. También entregó letras presentaticias del vicario general de
Cuenca dadas el 17 de noviembre de 1571 y presentadas en el Colegio 29 de
marzo de 1573. El tema de su disertación de ingreso versó sobre X 2.13.11. El 6 de
junio de 1573 fue admitido por el rector Bautista Morales, con tal de que probara, en
el plazo de un año, que sus rentas anuales no superaban los 150 ducados y que
tanto el notario como los testigos de sus actas fueran cristianos viejos. Se doctoró
en ambos Derechos el 27 de agosto de 1576, recibiendo las insignias doctorales de
manos de Antonio Monterenzi. Fueron sus promotores Ludovico Gozzadini [el que
se había doctorado in utroque iure el 15 de mayo de 1562, no el jurista del mismo
nombre que igualmente se doctoró en ambos Derechos el 25 de ocxtubre de 1505]
en Derecho canónico, y, respecto al doctorado en Derecho civil, Antonio Monterenzi
como promotor en suertes y Achille Butrigario como promotor de turno. El 3 de
mayo de 1579 marchó a España como nuncio del Colegio para hacer las segundas
pruebas de colegiales. En 1593 Felipe II le nombró alcalde mayor de la Audiencia
de Galicia.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 280, n.º
2.697 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1012-
1014, n.º 948 y Maineta de Valcárcel, Jerónimo, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p.334, n .º 2.754 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
271
Derecho en la Universidad de Madrid, tras haber superado el examen de grado
del bachillerato en el Instituto General y Técnico Cisneros de Madrid el 8 de julio
de 1929 con Sobresaliente en el primer ejercicio y Matrícula de Honor en el
segundo. El título le fue expedido el 7 de diciembre de 1929. Durante aquel
periodo fue vocal de la Junta de Estudiantes Católicos. Al término de una brillante
carrera de Leyes, hizo el examen de grado de Licenciatura el 27 de septiembre
de 1934, cuyo título le fue expedido el 22 de noviembre de 1935. Durante el curso
1934-1935 superó con Sobresaliente y Matrícula de Honor las cuatro asignaturas
del doctorado en Derecho con la máxima calificación de Sobresaliente y Matrícula
de Honor. Doctor en Derecho por la Universidad Central con una tesis sobre la
Influencia de las Decretales en las Partidas en Derecho matrimonial, que
defendió el 2 de junio de 1936 ante un tribunal presidido por José de Yanguas
Messía (1890-1974) y cuyo secretario era José López Ortiz, siendo los vocales
Galo Sánchez Sánchez (1892-1969), Eloy Montero y Román Mariano Raimundo
Riaza y Martínez-Osorio (1899-1936). No se pudo celebrar entonces el examen
de Premio extraordinario de doctorado, cosa que ocurrió bastante tiempo
después, el 25 de septiembre de 1939. Presentados los candidatos de aquel
curso 1935-1936, realizaron una prueba única bajo el tema Formas nuevas del
Estado, título muy adecuado en ese momento. El tribunal formado por Eloy
Montero, José Gascón Marín y Federico de Castro otorgó a Maldonado el Premio
extraordinario, compartiéndolo con Ángel Enciso Calvo. Maldonado llegó a ser
también Licenciado en Ciencias Políticas, Económicas y Comerciales. Fue
profesor ayudante de clases prácticas de Instituciones de Derecho Canónico en
la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid durante los cursos 1934-
1935 y 1935-1936. Durante la guerra no se personó en la Facultad, ni siquiera
para cobrar unas cantidades que le habían sido asignadas para un viaje de
estudios. Incorporado a filas en el ejército republicano, sería destinado a servicios
auxiliares, convirtiéndose en espía a favor de la España franquista a la que
pasaba toda la información que le era solicitada y a la que tenía acceso. En 1937
se adhirió a las milicias clandestinas de Falange Española. Tras la entrada de los
nacionales en Madrid, sería depurado por un juez militar y militarizado como
Teniente honorario del Cuerpo Jurídico Militar. En el desempeño de este cargo
prestó servicios en la Auditoría de Guerra del Ejército de ocupación de Madrid.
En el ámbito universitario fue depurado sin sanción, en juicio instruido por el Dr.
Enríquez de Salamanca (catedrático y decano de Medicina), que propuso su
reincorporación a la enseñanza universitaria (conforme a la Ley de 10 de febrero
de 1939, la Orden de 18 de marzo de 1939 y la Resolución del Ministerio de
Educación Nacional de 13 de julio de 1940 –coincidiéndose con la propuesta
formulada por el juez instructor, para su «reintegro en el goce de los derechos
que pudieran corresponderle»–). En su caso fue un mero trámite. El 10 de
octubre de 1939 fue nombrado auxiliar temporal de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Madrid para la asignatura de doctorado de Historia de la Iglesia y
del Derecho Canónico y desde el 13 de noviembre de 1939 pasó a ser
vicesecretario de la Facultad, ocupando la secretaría Eugenio Cuello Calón
(1879-1963). El 18 de junio de 1940 Maldonado era nombrado ayudante de la
sección de Derecho Canónico del Instituto Francisco de Vitoria dependiente del
Patronato Raimundo Lulio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Llegó a ser consejero adjunto del Consejo y secretario de la Sección de Historia
del Derecho del Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, además de miembro del
Instituto San Raimundo de Peñafort.
[B]. Concurrió a unas oposiciones de Derecho Canónico en las que no
alcanzó a ser propuesto, pero sí tuvo más éxito a las siguientes en que se
272
presentó de otra disciplina. Fue así como el canonista Maldonado pasó a ser
catedrático de Historia del Derecho Español de la Universidad de Santiago de
Compostela en virtud de oposición en turno libre (anunciada por Orden de 7 de
abril de 1941, BOE de 20 de abril), siendo nombrado el 12 de agosto de 1941 y
tomando posesión el 25 de agosto de 1941. Pasaría luego a la Universidad de
Valladolid y más tarde opositaría a la cátedra de Historia de la Iglesia y del
Derecho Canónico del doctorado (concurso-oposición convocado el 5 de julio de
1950, produciéndose su nombramiento el 23 de octubre de 1952). Al desaparecer
las cátedras de doctorado pasó a la de licenciatura de Derecho Canónico en la
Universidad de Madrid (manteniendo su prestigio e incrementándolo al ser
nombrado vocal de la Comisión del Ministerio de Justicia para la ejecución del
Concordato). Académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación, con un discurso sobre la Significación histórica del Derecho
Canónico (1969). Excelente conocedor del Derecho Público, fue Letrado del
Consejo de Estado y, entre 1956 y 1962, desempeñó el cargo de subsecretario
de Educación, en el Ministerio a cuyo frente estaba Jesús Rubio García-Mina
(1908-1976). Entre otras distinciones de la época cabe destacar su ingreso en la
Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid (1961) y
la obtención de la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio (1962).
[C]. Políticamente había estado afiliado a Acción Popular, en la que
comenzó a militar en 1933. Formó parte del grupo de historiadores del Derecho
que dieron continuidad a la Escuela de Eduardo de Hinojosa y Naveros (1852-
1919) y al Anuario de Historia del Derecho Español, de 1936 a 1984 (además de
colaborar con artículos, fue miembro del Consejo de Redacción, de los vols. XIII-
LIV, a la vez que secretario, de los vols. XV-XXVI), brindando apoyo a la
siguiente generación, lo que se manifestó, entre otras cosas, en que prologó la
segunda edición del manual de Historia del Derecho de Alfonso García-Gallo y
llevando a cabo una labor tutelar importante sobre los neófitos, etc. De igual
manera, su influjo ha sido decisivo en la promoción de publicaciones periódicas
de Derecho Canónico como la salmantina Revista Española de Derecho
Canónico (1946) –en la que dirigió la sección de Derecho del Estado sobre
materias eclesiásticas [embrión de la futura dogmática de Derecho Eclesiástico
del Estado]– e Ius Canonicum de la Universidad de Navarra (1961), aunque en
esta última, la verdad sea dicha, fueron tan sólo dos los trabajos que publicó: La
significación histórica del Derecho Canónico, vol. IX (1969), pp. 5-99 –que fuera
además su discurso de ingreso a la Real Academia, vid. supra– y Los juristas
ante el momento actual del Derecho Canónico, vol. XI, n.º 21 (1971), pp. 37-67.
Sí colaboró con mayor asiduidad en la Revista Española de Derecho Canónico,
con artículos meritorios, aparte de las crónicas de Derecho del Estado sobre
materias eclesiásticas, como Acerca del carácter jurídico del ordenamiento
canónico, vol. I (1946), pp. 67-104, con una conclusión apasionada y que no se
cumple en el siglo XXI: «En la Iglesia, sociedad perfecta, se vive un orden
jurídico, ese Derecho Canónico que tantas veces ha sido, y debemos pedir a Dios
que siga siendo, modelo y guía de los Derechos estatales» (p. 104); El problema
de los hechos notorios en el Código de Derecho Canónico, vol. II (1947), pp. 749-
766; Herencia a favor de alma, vol. III (1947), pp. 203-212; Las causas pías ante
el Derecho civil, vol. V, n.º 14 (1950), pp. 449-474; Los primeros años de vigencia
del Concordato de 1953, vol. XII (1957), pp. 7-28; Otros tres años de vigencia del
Concordato de 1953, XV (1960), pp. 261-279 y El Convenio del 5 de abril de 1962
sobre reconocimiento, a efectos civiles, de los estudios de ciencias no
eclesiásticas realizados en España en Universidades de la Iglesia, XVIII (1963),
pp. 137-188.
273
[D]. Su producción científica es muy prolífica. Destacamos algunas
aportaciones suyas más al Derecho Canónico con obras como La construcción
jurídica de las relaciones entre la Iglesia y el Estado (1940), una magistral
monografía sobre Historia del derecho canónico en España (1952) y la parte
general de un Curso de Derecho Canónico para juristas civiles, cuya 1.ª ed.
apareció en 1967 [obra clave, pues servirá de inspiración a su discípulo (de
oposición) Lombardía para construir su dogmática de Derecho Eclesiástico del
Estado]. También conviene tener en cuenta sus trabajos de Historia del Derecho:
Un fragmento de la más antigua Historia del derecho español. (Parte del texto
primitivo de la obra del Dr. Espinosa), en Anuario de Historia del Derecho
Español, XIV (1942-1943), pp. 487-500; Las relaciones entre el Derecho canónico
y el Derecho secular en los concilios españoles del siglo XI, en Anuario de
Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), pp. 227-381; Sobre la relación
entre el Derecho de las Decretales y el de las Partidas en materia matrimonial, en
Anuario de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 589-643; Ante una
exposición de conjunto de la Historia del Derecho español, en Anuario de Historia
del Derecho Español, XVII (1946), pp. 1010-1025; Líneas de influencia canónica
en la Historia del proceso español, en Anuario de Historia del Derecho Español,
XXIII (1953), pp. 467-493; Los recursos de fuerza en España. Un intento para
suprimirlos en el siglo XIX, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXIV
(1954), pp. 281-380; así como un impecable estudio sobre el método, La técnica
de la investigación histórica del Derecho Canónico (1956); Un manuscrito del
Fuero Viejo, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXXII (1962), pp. 471-
481; Las crónicas de Indias y la Historia del Derecho Canónico: Gil González
Dávila, en Anuario de Historia del Derecho Español, L (1980), pp. 781-795. A
estos hay que añadir otros de suma importancia para el Derecho Eclesiástico del
Estado español como Herencias a favor del alma en el Derecho español (1944),
La condición jurídica del “Nasciturus” en el derecho español (1946), La exigencia
del matrimonio en nuestra legislación civil (1954), Los cultos no católicos en el
Derecho español (modélico trabajo recogido en un vol. colectivo publicado en
1956 sobre el Concordato de 1953, en el que hace referencia al marco de la
evolución histórica, haciendo hincapié en la Orden circular de 12 de noviembre de
1945 y en la de 30 de enero de 1954), Las nuevas orientaciones sobre los
conflictos de competencia Canónica-Civil (1967) y Las nuevas relaciones entre el
ordenamiento jurídico de la iglesia y otros ordenamientos jurídicos (1972). Publicó
con Emilio Sáez Sánchez el Fuero de Coria (1949), en notable versión
sistemática para la que Maldonado redactó el estudio histórico-jurídico.
[E]. Se le dedicaron unos Estudios de Derecho canónico y de Derecho
eclesiástico en homenaje al profesor Maldonado, por parte de la Universidad
Complutense, Madrid, 1983, coordinados por Pedro Lombardía y Lamberto de
Echeverría, con colaboraciones exclusivamente españolas y en castellano de las
que precisamos los autores y títulos: Alberto Bernárdez Cantón, La declaración
de ajuste en el contexto del sistema matrimonial español; Juan Calvo Otero, El
canonista liberal Montero Ríos: universitario y político; Lamberto de Echeverría,
Reflexiones sobre la legislación en materia religiosa de la Revolución de 1868;
José Ángel Fernández Arruty, La norma singular en el ordenamiento canónico;
Alberto de la Hera Pérez-Cuesta, Los impedimentos matrimoniales en el nuevo
Código de Derecho Canónico; Javier Hervada Xiberta, Las raíces sacramentales
del Derecho Canónico; Iván C. Ibán, Grupos confesionales atípicos en el Derecho
eclesiástico español vigente; Carlos Larrainzar, La disolución de los esponsales
en el periodo clásico; Pedro Lombardía, Personas jurídicas públicas y privadas;
Mariano López Alarcón, Algunas consideraciones sobre el régimen jurídico de las
274
entidades eclesiásticas católicas; José María Martinell Gispert-Sauch, Los
impedimentos matrimoniales en el Derecho Civil español; Antonio Martínez
Blanco, El diálogo entre las comunidades autónomas y las Iglesias regionales y
locales; Eduardo Molano, Dimensiones jurídicas de los sacramentos; Antonio
Mostaza Rodríguez, La simulación en el C.I.C. y en el Proyecto de Nuevo Código;
Rafael Navarro Valls, La posición jurídica del matrimonio canónico en la Ley de 7
de julio de 1981; Santiago Panizo Orallo, La Iglesia y la política; Jaime Pérez-
Llantada, Estudio histórico-jurídico de las “Acciones reconvencionales”; Alfonso
Prieto Prieto, La interpretación de la norma canónica; Antonio Reina Bernáldez,
Matrimonio concordatario y jurisprudencia constitucional; Víctor Reina Bernáldez,
Culpabilidad conyugal y separación, nulidad o divorcio en el Derecho español:
Antecedentes legislativos; José Luis Santos Díez, Matrimonio civil de católicos y
nuevo Código; Carlos Seco Caro, ¿Pueden adoptar los clérigos católicos en el
ordenamiento español después de la Constitución de 1978?; Carmen Serrano
Postigo, Libertad religiosa y minoría de edad en el ordenamiento jurídico español;
Francisco de Paula Vera Urbano, Iglesia y derecho: La dimensión jurídica de la
Iglesia como problema eclesial y Luis Vicente Cantín, La confesionalidad
genérica del Estado español, pp. 863-888.
[F]. Bibliografía: sobre el pensamiento en torno a las Universidades
católicas en España puesto de relieve por José Maldonado, como canonista y
eclesiasticista –habiendo impartido sendas disciplinas en Facultades de Derecho
Canónico y de Derecho Civil– y en su calidad de subsecretario del Ministerio, ver
Amadeo de Fuenmayor Champín, El Convenio entre la Santa Sede y España
sobre Universidades de estudios civiles, Pamplona, 1966, pp. 71, 82, 92, 99, 103,
105, 109, 144, 154, 176, 189, 203, 215 y 228, donde recoge también Fuenmayor
las opiniones sobre el particular vertidas el 26 de marzo de 1950 en el diario
Patria de Granada, por quien más tarde sería catedrático de Derecho político y
rector de la Universidad de Barcelona, ministro de Trabajo y presidente del
Tribunal Constitucional, Manuel Jiménez de Parga Cabrera, para quien la
existencia de Universidades libres y de la Iglesia «en España se advierte cada
día más su necesidad. A mi modo de ver, una competencia bien organizada
elevaría a niveles que todos –universitarios y extraños– venimos padeciendo. Y
con ello se ofrecería un amplio campo donde las honrosas excepciones de
nuestros claustros destacarían justamente. Lo estimo oportuno por dos razones.
La primera, en relación con la necesidad de que antes hablé; en segundo lugar
porque al amparo de este derecho a la Universidad libre podría la Iglesia fundar
esa Universidad católica que tanto anhelamos y necesitamos. Y veo una especial
oportunidad en las actuales circunstancias favorables a la Religión, porque si
llegara el día en que la Universidad estatal volviera a ser corruptora de la
juventud, poseería entonces la Iglesia una Universidad ya acreditada,
exclusivamente regida por ella (y aquí cabe también el elemento secular católico),
donde se asegura un grupo escogido de católicos, jefes en el campo de la cultura
y paladines de la conservación de la Fe en la vida pública nacional» (Fuenmayor,
El convenio, pp. 65-66, nota 65). Consultar además Manuel J. Peláez, La
enseñanza de la Historia de la Iglesia en las Facultades de Derecho. La cátedra
de Historia de la Iglesia y del Derecho canónico de la Universidad Central, en
Infrahistorias e Intrahistorias del Derecho Español del siglo XX, Barcelona, 1995,
pp. 266-288; Rafael Domingo, Maldonado Fernández del Torco, José, en Juristas
Universales, Madrid y Barcelona, 2004, vol. IV, pp. 770-771 [semblanza de 24
líneas, tan elemental como imprecisa en fechas y con errores: se doctoró en
1936, pero el premio extraordinario le fue asignado en septiembre de 1939; no
obtuvo la cátedra de Derecho canónico en 1942, sino la de Historia del Derecho
275
en 1941 (ver arriba fecha de nombramiento y toma de posesión, que son ambas
de 1941), es más resulta absurdo decir que catedrático de Santiago en 1942,
«pronto pasó por concurso a la de Valladolid» salvo que se metiera en el túnel del
tiempo y volviera al pasado, pues el 15 de septiembre de 1941 ya había tomado
posesión como catedrático de Valladolid; tampoco se detalla lo de la cátedra de
doctorado; las carencias de información son máximas con respecto a su
amplísima producción escrita]; María Ángeles Liñán García y Manuel J. Peláez,
Maldonado Fernández del Torco, José, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II,
tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 26-28, n.º 507; Iván C. Ibán,
Catedráticos de Derecho Canónico en la Universidad Complutense, en Ius
Canonicum, vol. XXXVII, n.º 73 (1997), pp. 194, 217-221; Manuel Martínez Neira
y José María Puyol Montero, El Doctorado en Derecho 1930-1956, Madrid, 2008,
p. 150 y Antonio Sánchez-Bayón, Estudios de cultura político-jurídica: de la
tolerancia a la libertad y su cuarentena actual, Madrid, 2009, pp. 127, 160 y 175-
182 [M ANUEL J. P ELÁEZ , A NTO NIO SÁNCHEZ -BAYÓ N y M ARÍA Á NGELES LIÑÁN
G ARCÍA ] (κουφότερος como político, σόφος como canonista).
276
fue nombrado y pudo tomar posesión el 23 de mayo de 1879, permaneciendo en
la mencionada Universidad hasta el 27 de mayo de 1880, tan sólo durante un año
académico. Por concurso de traslado, obtendría, mediante Real Orden de 17 de
abril de 1880, la Cátedra de Instituciones de Derecho Canónico en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Granada, su destino final, posesionándose de la
misma el 28 de mayo de 1880 y teniendo ascensos en los años 1882, 1887,
1890, 1892, 1900, 1904, 1906, 1911 y 1917 (Juan A. Ramallo Ortiz). La Junta de
la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada, por acuerdo adoptado el
19 de octubre de 1914, le propone, junto al por aquel entonces joven Fernando
de los Ríos, para el premio creado por Real Decreto de 6 de septiembre de 1908,
y por Real Orden 13 de junio de 1911, por su labor social desarrollada en las
Escuelas del Ave María. La cátedra de la Universidad de Granada la
desempeñaría hasta el 20 de septiembre de 1918, donde cesaría por jubilación a
los setenta y dos años, de acuerdo con el Real Decreto de 19 de septiembre de
1918.
[B]. Una vez jubilado, y al haber rechazado años antes su nombramiento
como rector de la Universidad de Granada, el máximo mandatario de la
Universidad granadina va a elevar el 3 de abril de 1919 al ministro de Instrucción
Pública y Bellas Artes, una propuesta de la Junta de la Facultad de Derecho, a la
que el propio Rectorado se adhiere, en la que se acordaba su nombramiento
como Rector honorario de dicha institución, fundamentándose la misma «en que
es reconocido unánimemente como Gloria de nuestra Universidad, al que por su
merecimiento y valiosísima labor docente en el profesorado Universitario, es de
justicia honrarlo con el Título de Rector Honorario» (R. Fernández Espinar). El 23
de octubre de 1885 el Cabildo del Sacromonte le designa para la docencia de
Derecho Canónico en la Abadía. En 1886, previa oposición, obtendría una
canonjía en la Abadía granadina del Sacromonte, ordenándose, ahora sí, de
sacerdote intra annum, el 19 de junio de 1886, y tomando posesión de su nuevo
cargo el 15 de agosto de 1886 como canónigo de la Santa Iglesia Magistral del
Sacromonte de Granada. Fue conminado para ocupar diversos e importantes
cargos: Abreviador de la Nunciatura (en 1895), Auditor del Tribunal de la Rota (en
1897), Rector de la Universidad de Granada (en 1899), Abad del Sacromonte (en
1902), renunciando a todos ellos. En 1902 es nombrado Consejero
correspondiente de Instrucción Pública por el Conde de Romanones. Sería
miembro correspondiente de diversas academias. En 1896 es nombrado
Caballero de la Orden de Carlos III, condecoración que también rechaza. Ese
mismo año es elegido Hijo Adoptivo de Granada, honor que aumentaría en 1900
al ser nombrado Hijo Predilecto de la misma; en 1909 Burgos le nombrara Hijo
Predilecto (placa que figura en la fachada del palacio que ocupa en la actualidad
la Diputación Provincial burgalesa). Poco amigo de los homenajes y honores, a
ninguno de dichos actos asistirá, otra prueba más de su carácter y personalidad
humilde que marcaría toda su vida y trayectoria personal y profesional. Se le
concedió la Gran Cruz de Alfonso XII, costeándose dicha gran condecoración
mediante suscripción pública; aunque cuando, al fin recibió el dinero de dicha
suscripción, lo utilizó para construir una Escuela modelo en los Cármenes del Ave
María, la primera Escuela del Ave María en el camino del Sacromonte, en 1889.
Una vez enterado el monarca de dicho uso, él mismo le financió y envió las
insignias. A dicha labor social dedicaría toda su vida y su salario, siendo sus
principios básicos: contra la ignorancia, la enseñanza; contra la pobreza, el
socorro; contra la corrupción, la educación moral; contra el escándalo público, la
influencia social.
277
[C]. Entre sus obras vamos a señalar exclusivamente las de contenido
jurídico, ya que las pedagógicas y catequéticas (las más abundantes) quedan al
margen de este Diccionario: Derecho Eclesiástico General y Español, 2 vols., vol.
I, Parte General; vol. II, Parte Especial, 1.ª ed. Madrid, 1885, y la 4.ª,
notablemente modificada, Granada, 1913; su traducción de las Instituciones de
Derecho Público Eclesiástico de C. Tarquini, 2.ª ed. corregida, Granada, 1890;
Soberanía de la Iglesia, que fue su discurso leído en la apertura del Curso 1903-
1904 en el Sacromonte de Granada, Granada, 1903.
[D]. Dejó testamento con fecha de 25 de mayo de 1923, legando todos sus
bienes de Granada a las Escuelas del Ave María, bajo el Patronato económico y
pedagógico de las mismas, incluidos los beneficios económicos de sus obras
jurídicas. Existe un Aula dedicada a Manjón en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Granada, donde enseñó Derecho Canónico entre 1880 a 1918,
ubicada junto a la Cátedra de Derecho Notarial, donde asimismo se halla una
escultura en su memoria realizada en Madrid en 1921. Igualmente se creó en su
honor la Cátedra “Padre Manjón” de la Abadía de Sacromonte del Arzobispado
de Granada, cuya dirección es ocupada en la actualidad por Jesús Blanco
Zuloaga.
[E]. Bibliografía: se ha escrito mucho sobre él, pero no como jurista, ni
canonista. De contenido parcialmente jurídico son la referencia como Catedrático
de Derecho Canónico en Catalogo de Profesores de la Universidad de Granada
(1845-1935) de Juan A. Ramallo Ortiz, Granada, 1976, pp. 8-9; la monografía de
José Montero Vives, Andrés Manjón, Granada, 1999; el artículo de Ramón
Fernández Espinar, Andrés Manjón, Catedrático de la Facultad de Derecho de
Granada (1880-1918), en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Granada, 3.ª época, n.º 6 (2003), pp. 535-548 y Alejandro Martínez Dhier, Manjón
Manjón, Andrés, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), pp. 35-37, n.º 518 [A LEJANDRO M ARTÍNEZ D HIER ] (σόφος).
278
obispo de Pamplona. No obstante, hay otras fuentes del propio Colegio de
España que sitúan dicho nombramiento en 1573. En la información del propio
Arzobispado de Pamplona y Tudela se sitúa a Manrique de Valencia como obispo
de la diócesis entre 1575 y 1577. Lo que ocurre es que desde 1573 dicha
diócesis estaba vacante; la misma había sido ocupada desde 1561 hasta dicha
fecha de 1573 por Diego Ramírez de Sedeño de Fuenleal. A Manrique de
Valencia le substituyó en 1578 Pedro de la Fuente. Manrique celebró un concilio
diocesano en 1576. Fue ese mismo año cuando visitando la diócesis fue herido
de una maligna enfermedad que le dejó paralítico, debilitándose primero su
cuerpo y más tarde su mente hasta que falleció el 19 de diciembre de 1577.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 786-788, n.º 809 y Manrique de Valencia, Antonio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 487-488, n.º 2.038 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
279
del que pasó a estar efectivamente al frente en 1938, aunque en ese año se hizo
notar la presencia en Barcelona de Josep Maria Ots Capdequí (1893-1975). El
Patronato de la Universidad Autónoma aprobaba ese año que dicho Seminario
«tendrá como objetivo el perfeccionamiento de la preparación científica de los
alumnos universitarios que sigan los cursos de las disciplinas de Derecho
Canónico e Historia jurídica; procurar la extensión universitaria de estas
enseñanzas, contribuir a la formación postescolar de los futuros especialistas; y
establecer vínculos de cooperación con las instituciones similares que funcionen
dentro o fuera de la Universidad». Mans Puigarnau debía esforzarse, y no poco,
ya que los deseos del Patronato y de la Generalitat eran que «para la realización
de este cometido desarrollará la labor siguiente: a) Completar los fondos
bibliográficos que actualmente posee, y procederá a su catalogación y a ponerlos
a disposición de las personas que concurran al mismo, de conformidad con las
normas que para este servicio determine la Dirección. b) Organizará lecturas
regulares de fuentes y obras fundamentales, como complemento de los cursos
correspondientes a la materia que se profesen en la Facultad de Derecho y
Ciencias Económicas y Sociales. c) Organizará cursillos extraordinarios de
lecciones para ampliación de estudios y ciclos de conferencias de extensión
universitaria, a cargo de especialistas designados por la Dirección. [...] e)
Propulsará y orientará los trabajos de investigación sobre la materia que se
realicen en la Universidad, y contribuirá corporativamente o por medio de algunos
de sus miembros a los que se inicien fuera, siempre que a juicio de los Directores
sean de interés científico y universitario. f) Publicará a sus expensas los trabajos
científicos preparados por sus miembros, cuya edición se estime oportuna, y
colaborará a otras publicaciones científicas relativas a la materia, nacionales o
extranjeras. g) Cooperará con otros organismos similares con los cuales
establecerá intercambio y mantendrá relaciones para el cumplimiento de los fines
comunes» (Arxiu Històric Universitari de Barcelona, Universitat Autònoma,
Seminari de Dret Canònic i d’Història del dret).
[B]. Mans sería depurado en la zona nacional, sin sanción, en expediente
instruido en la Universidad a partir del 29 de abril de 1939, requerido por el
Capitán Juez instructor especial de Depuración de Funcionarios Civiles de la
Auditoría de Guerra de la IV.ª Región Militar, que lo había solicitado a la
Universidad el 4 de abril de 1939. No obstante, el 15 de mayo de 1939 cesó
como profesor de la Universidad de Barcelona por cumplimiento del plazo
reglamentario para el que había sido nombrado, pero pudo reincorporarse sin
dificultades a la Facultad, habida cuenta de que, según el Decano accidental de
la misma, Mans «era persona adicta al Glorioso Movimiento Nacional» y el 17 de
noviembre de 1939 se confirmaba definitivamente libre de todo cargo y sanción.
También intervino a su favor con declaración escrita el Comandante de artillería
Pío Planas Rodés. Así el 17 de agosto de 1939 el Ministerio de Educación
Nacional volvía a nombrarlo auxiliar interino de Historia del Derecho y de Derecho
Canónico. Le fue encargada la cátedra de Derecho canónico durante los cursos
1943-1944, 1944-1945 y 1945-1946, por diversas Órdenes del propio Ministerio
de Educación Nacional de 25 de octubre de 1943, 25 de octubre de 1944 y 10 de
octubre de 1945, cesando el 12 de mayo de 1946. El 24 de enero de 1950 era
nombrado Profesor Adjunto de Derecho Canónico, tomando posesión el 1 de
febrero de 1950, volviendo a encargarse de la cátedra de Derecho canónico por
otra Orden de 25 de enero de 1956. El 31 de marzo de 1973 prestaba juramento
en Madrid ante el Ministro de Educación y Ciencia (en una conocida y
multitudinaria reunión) como profesor adjunto, tras ser nombrado el 1 de febrero
de 1973, pero el 17 de agosto de 1975 causaba baja en dicho cuerpo como
280
consecuencia de la jubilación. Sería también profesor de la Escuela Social de
Barcelona, nombrado por el Ministerio de Trabajo y Previsión el 29 de noviembre
de 1930. En época franquista volvió a ser nombrado por el Ministerio de Trabajo
el 1 de junio de 1940. Tanto en el periodo republicano como en el primer
franquismo desempeñó el puesto de secretario de la Escuela. Director de la
Biblioteca del Colegio de Abogados y miembro de la Academia de Jurisprudencia
y Legislación de Barcelona, tras el acuerdo unánime de la misma de 6 de abril de
1954, en la que ingresaría el 27 de abril de 1956 con un discurso que llevaba por
título El matrimonio condicional ante el Derecho canónico y al que respondió
Josep Oriol Anguera de Sojo (1879-1956). Vocal de la Comisión de Juristas para
el estudio y ordenación de las instituciones forales de Cataluña por una Orden del
Ministerio de Justicia de 10 de febrero de 1948. Magistrado de la Territorial de
Barcelona. Premio Duran Bas (1947), fue distinguido con la encomienda de
Alfonso X el Sabio (1947), la Cruz de honor de San Raimundo de Peñafort (1961)
y la Orden del Mérito Civil (1962).
[C]. Autor de una producción muy fecunda de Derecho Canónico, con El
consentimiento matrimonial, defectos y vicios del mismo como causas de nulidad
de las nupcias (1956); Legislación, jurisprudencia y formularios sobre el
matrimonio canónico. Textos latino y castellano, en tres vols. (1951-1952);
Derecho Matrimonial Canónico, Barcelona, 1954 y 1956, en dos volúmenes
rigurosamente anotados y con una erudición en el manejo de las fuentes clásicas
muy sorprendente y no menor de la que manifiesta de la bibliografía alemana e
italiana, y El error de cualidad en el matrimonio ante la reforma del Código de
Derecho Canónico (1964). Llama la atención que prácticamente lo escribió todo
sobre el matrimonio, pero no quiso probar esa suerte y se mantuvo soltero toda
su vida, alardeando de su condición de célibe en sus clases barcelonesas. De
gran utilidad práctica es un repertorio de textos jurídicos precedido de una amplia
y documentada introducción que tituló Los Principios Generales del Derecho.
Repertorio de reglas, máximas y aforismos jurídicos con la jurisprudencia del
Tribunal Supremo de Justicia, Barcelona, 1979, pero, sobre todo, en la 2.ª ed. de
su Derecho Canónico. Parte General (1953) propuso «una resistematización de
la Ciencia canónica, en virtud de la cual se antepusiese a la tradicional división
pentapartita –Normas generales, Derecho constitucional, Derecho administrativo,
Derecho procesal y Derecho penal de la Iglesia–, un estudio del que ya tituló
‘Derecho público fundamental de la Iglesia’, en el que, después de una
Declaración preliminar teológico-jurídica sobre reafirmación de la Iglesia como
sociedad perfecta..., se pasase a proponer, en su dimensión estrictamente
jurídica, la normativa fundamental desarrollada sobre la doble vertiente del
Derecho público interno y del Derecho público externo» (Mans, Memoria, inédita,
10 de septiembre de 1971, pp. 5-6). Publicó una versión medieval en castellano
de las Decretales de Gregorio IX en tres vols. (1940-1943), que hace preceder de
una interesante y muy documentada introducción, estudio codicológico, tablas de
rúbricas, anotación de variantes y muy cuidados índices. Es autor también de
diversos trabajos sobre los orígenes de la justicia obligatoria en España, el
Recognoverunt proceres y las Ordinacions de Santacília. Tradujo del alemán la
Política agraria de Thalheim. Si desde la Historia del Derecho pasó al Derecho
Canónico, en una tercera etapa vio en la Teoría General del Derecho el origen de
la Ciencia jurídica, y así trató de resaltarlo en Hacia una ciencia general y unitaria
del Derecho, Barcelona, 1960, 224 pp., donde puso de relieve la importancia del
dualismo jurídico, negó el formalismo kelseniano y afirmó que la Filosofía del
Derecho no podía crear un auténtico sistema jurídico. Sin embargo, Javier
Hervada Xiberta señaló dos puntos débiles en esta obra de Mans: «El primero de
281
ellos –no me atrevo a llamarlo defecto, porque tal es lo que algo debiendo tener
no tiene y aquí no ocurre así– es el mismo carácter de la obra. Su objeto no es
presentar una doctrina elaborada sino una orientación, un avance de lo que el
autor cree que podría ser el resultado de una labor de equipo sobre el tema de su
obra. Por eso expone más que fundamenta. De ahí la constante sensación de
perplejidad del lector que no puede menos de preguntarse en muchas ocasiones
acerca del porqué se afirma tal o cual cosa./ El segundo punto débil arranca, a mi
parecer, de la autonomía que el autor establece entre Ciencia del Derecho y la
Filosofía jurídica. ¿Hasta qué punto es correcta, dentro de la teoría gnoseológica
tradicional, la autonomía de estas ciencias en el sentido en que el prof. Mans las
desvincula? La subalternancia de las ciencias establecida por la gnoseología
tradicional es difícil de relacionar de manera coherente con la tesis del autor»
[Xavier Hervada, en Ius Canonicum, vol. I, n.º 1 (1961), p. 292].
[D]. No podemos olvidar tampoco la tarea de actualización que llevó a
cabo de los manuales de Derecho canónico y Derecho eclesiástico de quien
había sido uno de sus maestros, Francisco Gómez del Campillo, catedrático de
Derecho Canónico, decano de Derecho y rector de la Universidad de Barcelona,
que precisamente como Mans se había iniciado en la Historia del Derecho.
Quizás uno de los logros mayores de Mans fue el de conseguir aplicar al Derecho
Canónico «los esquemas del Derecho Civil» y a la vez «mantener el paralelismo
entre el Derecho Canónico y el Derecho Secular, haciendo extensivo a este
último el espíritu y la tónica del primero, demostrando la necesidad de incorporar
a la jurisprudencia general algunos institutos canónicos que tienen la esencia y
función de categorías y universales jurídicos» (Memoria, 10 de septiembre de
1971, p. 3).
[E]. Una selección de sus artículos principales y de algunos libros y folletos
de menor entidad, agrupados cronológicamente, pudiera estar constituida por:
Consideraciones canónicas sobre la naturaleza, los fines y las propiedades del
matrimonio, en Revista Jurídica de Cataluña, año LI (1952), pp. 271-293; Nulidad
del matrimonio, en Revista Jurídica de Cataluña, año LVII (1958), pp. 511-522;
Integración del ordenamiento laboral en la sistemática general del Derecho,
Barcelona, 1958; En torno a la naturaleza jurídica de los impedimentos
matrimoniales, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XIV (1959), pp.
793-804; Nulidad del matrimonio por condición del pretérito incumplida, en
Revista Jurídica de Cataluña, año LVIII (1959), pp. 864-871 y El error de cualidad
en el matrimonio ante la reforma del Código de Derecho Canónico, en Revista
Jurídica de Cataluña, año LXIII (1964), pp. 615-638.
[F]. Mans era hombre erudito y muy sistemático en su obra escrita. Josep
Maria Font Rius (10 de diciembre de 1971) lo consideraba personaje de «sólida
preparación histórica y jurídica» y de «meticulosa labor de estudio e
investigación», que supo mostrar «su sagacidad y fino espíritu de jurista
consumado». Su particular carácter y su nula afición a las oposiciones le
impidieron llegar a la cátedra universitaria, pero pocos canonistas tuvo Cataluña
en los siglos XIX y XX de su relieve intelectual y el Derecho Canónico le debe
mucho más a él que a los Gómez del Campillo, Bernárdez Cantón, Alfonso
Prieto, Josep Maria Vidal Guitart, Ramon Maria Veciana de la Cuadra, Víctor
Reina y otros canonistas menores (menores científicamente respecto a Mans)
que pasaron como docentes por la Central de Barcelona, antes de la actual
plétora de nuevas generaciones de verdadero relieve en la que me atrevería a
mencionar a Eduard Bajet, Santiago Bueno y María Ángeles Félix.
282
[G]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Mans Puigarnau, Jaume, en Juristas
Universales, Madrid y Barcelona, 2004, vol. IV, p. 771 (34 líneas); Manuel J.
Peláez, Mans Puigarnau, Jaume [Maria], en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II,
tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 40-43 (148 líneas con 12.522
caracteres) [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σοφώτατος como canonista).
MARÍN DE ÉPILA, Sancho (siglo XV) . [N.º 279]. [A]. Fue presentado por
el Cabildo y por el Administrador de la archidiócesis de Zaragoza a una plaza de
colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia. Encontrándose fuera del
Colegio Pedro de Colobor, no es admitido el 2 de mayo de 1463 por el rector
Juan de Piñeira, aun cuando en el examen de ingreso se le encontró apto en sus
conocimientos de Gramática y de Lógica, que eran los que se exigían para ser
admitido en Medicina. Sin embargo, descontento con su no admisión recurrió al
vicario del obispo quien en su calidad de visitador del Colegio ordenó su
admisión, pero el rector y los consiliarios del San Clemente se negaron a hacerlo.
Acudió al Legado de Bolonia para que resolviera su caso y éste encargó al vicario
que excomulgase al rector y consiliarios. Convocados el vicario y todos los
colegiales ante el Legado, ordenó el Legado que fuera admitido pese a la división
de opiniones existente entre los colegiales. Fue admitido por uno de los
consiliarios, aunque Pedro de Villasendino apeló al Romano Pontífice por
considerar dicha recepción contraria a los estatutos. El rector Juan de Piñeira se
rebeló, pero ante la amenaza de su deposición se sometió al Legado. El 23 de
julio de 1463 es por fin recibido ante el Legado, por el rector y los consiliarios
para estudiar Medicina en la Universidad; no obstante el rector dejó claro por
escrito que lo admitía exclusivamente por razones de obediencia. Durante los
cursos 1464-1465, 1465-1466 y 1469-1470 fue consiliario. Durante el periodo
1468-1469 sería consiliario médico. Fue castigado a permanecer fuera del
Colegio desde el 2 de junio de 1470 al 1 de agosto de 1470 por haber recibido
283
una espada para Juan Martínez. Ese mismo año 1470 ó en 1471 abandonó
definitivamente el Colegio. Aun cuando fue recibido para estudiar Medicina, da la
impresión de que estudió Derecho Canónico y Derecho Civil, debiendo
doctorarse en ambos en Bolonia. En un documento de época se le califica como
«viro perito et studiosisimo in iure canonico et imperali». Consta que disponía
además de un ejemplar del Codex y de otro de las Decretales. Fue Inquisidor en
Zaragoza y fundador de la Inquisición en las islas de Mallorca y de Cerdeña.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 326-327, n.º 363 y Marín de Épila, Sancho, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 488, n.º
2.039 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
284
la Compañía de Jesús. El escrito de Bruno Martí es un proyecto de reforma de la
Iglesia dirigido al neo-electo Pío VI y cuyo cap. IV, La causa dei gesuiti, se
difundió en manuscrito con mejor estilo y atribuido al cardenal Leonardo Antonelli
(Uriarte, Catálogo, n.º 1.169). Responsable de la publicación (que no preveía
Bruno) fue el joven jesuita Agustín Puchol, que tuvo además la imprudencia de
contratar su venta con libreros, lo que puso en la pista a la policía. Descubiertos
ambos, Martí fue encarcelado en Ravenna, junto con Puchol; pero habiendo
enfermado de gravedad, se le trasladó al hospital de Faenza, donde murió.
Hervás relata ampliamente las repercusiones de la publicación de esta obra,
fechada el 22 de marzo de 1775 e impresa en Forli en 1777: «se publicó en el
1777 sin noticia suya, le ocasiono la cárcel perpetua hasta que murió en el
convento de S. Juan de Dios de la ciudad de Faenza, como se expondrá después
de haber dado noticia de sus obras». La Lettera se prohibió en los Estados
Pontificios y fue la que «ocasionó el encierro perpetuo y la muerte al señor
Martí», quien la había escrito «en el retiro de su pobre habitación». Los enemigos
de los jesuitas vieron una conexión entre la Primera Memoria Católica, escrita por
el jesuita catalán Andrés Febres (Manresa 1734-Cagliari, 1790) y dicha obra, que
«era como un índice de la celebre Memoria Católica, que después se publicó tan
ruidosamente y se prohibió por el Papa Pío VI. Mas este índice contenía muchos
artículos o asuntos que no se tocaban en la dicha Memoria Católica. Martí,
después de haber hecho el dicho índice [de la Lettera], escribió sobre él un
tratado y éste es el que dio modelo a la dicha Memoria Católica, en la que el
editor (que según la opinión común de esta ciudad fue el general Scarponi,
célebre literato) quitó algunas reflexiones e introdujo otras que dieron motivo a la
censura» (Hervás). Recordemos que hubo dos Memorias Católicas, que
defendían la restauración de la Compañía de Jesús, por lo cual fueron
tenazmente perseguidas por el embajador Azara. Martí mostró dichas dos obras
al ex jesuita Josef Pujol, su amigo, suplicándole no dar noticia de ellas a nadie
«porque no quería que se publicasen y ni que ningún otro, las leyese». Pujol las
llevó a su casa para leerlas; y las copió en Ferrara en donde residían ambos.
Pujol pasó desde Ferrara a Rímini y en esta ciudad dio a ver el dicho índice a
algunos amigos suyos que lo copiaron, y, probablemente, algún ejemplar
manuscrito se envió a Roma. En estas circunstancias, una persona desconocida
proyectó la impresión del índice en Rímini con la única intención de obtener
alguna ganancia, que esperaba con la impresión. Luego se empezó a vender
públicamente en las ciudades circunvecinas, al tiempo que se enviaron varios
ejemplares al cardenal Torregiani (fallecido durante la impresión, pero sin saberlo
en Rímini). Lo cierto es que o por traición de algún familiar del cardenal, o por
accidente hasta ahora desconocido, un ejemplar de la Lettera fue a parar a
manos del cardenal Palavicini, Secretario de Estado, el cual, después de algunas
semanas, ordenó al obispo de Rímini que encarcelase al señor Pujol (después
fue llevado a la fortaleza llamada Urbano, en la que estuvo algunos años); y al
legado de Ferrara (cardenal Borghese), que encarcelase a Martí. Borghese le
hizo saber «preventiva y ocultamente la orden que había tenido» para que Martí
pudiese huir, pero el catalán, «que entonces se hallaba algo indispuesto»,
respondió agradecido al cardenal «que estaba a su disposición, no queriendo
aprovecharse del aviso para huir, porque él no reconocía como producción suya
la que contra su voluntad expresa se había publicado y daba motivo a la orden de
su encarcelamiento». El cardenal Borghese procuró que Martí fuese asistido con
el mayor cuidado, enviándole desde su palacio buenos manjares, y avisando de
la mala salud de Martí al cardenal Palavicini, «el cual, habiendo oído el parecer
del señor duque de Grimaldi, embajador de España, ordenó al cardenal Borghese
285
que enviase a Martí al convento de San Juan de Dios de Faenza; para que en él
fuese curado de su enfermedad y continuase, después, como en cárcel, hasta
nueva orden. Esta no se dio jamás en vida de Martí; el señor D. Francisco
Cabrera [Tamarite, Huesca, 1724-1799], algunas veces, apeló a la compasión del
duque de Grimaldi para que Martí pudiese salir del encierro; mas el duque se
excusó siempre, diciendo que la resolución dependía del primer secretario de
estado de España. Últimamente, el duque de Grimaldi se resolvió a escribir a
Pedro de Laforcada (comisario real de los ex jesuitas) para que, en su paso por
Faenza, viese personalmente a Martí y le informase de su estado. El comisario le
visitó a Martí y éste, cuatro días después, pasó a la eternidad en el hospital de S.
Juan de Dios, en Faenza a 25 de junio 1778» (Hervás). Ésta es la fecha de la
muerte de Martí, confirmada por Diosdado Caballero y por Luengo [Diario, tomo,
XII (1778) pp. 290 y ss.], y no 1783 ni 1788 (Ignacio Casanovas).
[C]. Según confesión propia, Juan Francisco Masdeu fue coautor de la
famosa Lettera, a quien libró de la persecución la fidelidad y discreción de Martí.
Dice Masdeu: «Apenas abolida la Compañía, el gran jesuita P. Bruno me llamó a
mí, y a mí sólo, para compañero y ayudante en el glorioso trabajo en que larga y
secretísimamente nos empleamos, con el solo fin de defender la inocencia de
nuestro Cuerpo, e impugnar el Breve por todos sus lados, como consta por los
libros impresos en Italia y fuera de ella. Presto el buen P. Bruno me hizo decir por
su fidelísimo confesor que tal nombre no saldría jamás de su boca, como
realmente lo efectuó, a pesar de los exámenes que se le hicieron muy rigurosos y
muy repetidos» (Pruebas prácticas de mi amor a la compañía de Jesús). Hervás
quiere dejar claro que Martí no tuvo nada que ver con la impresión de la Primera
Memoria Católica, obra de Febres, quien optó por la huida, y cuyos destinos
compara Hervás: «La Memoria Católica, de que antes se habló, se publicó un
año después que Martí estaba encerrado. Ella, en Roma, halló no pocos
cardenales protectores, por lo que llegó a venderse públicamente; y la venta
pública continuó hasta que el duque de Grimaldi, en nombre de su Corte,
presentó al Papa una representación, la cual, aunque celosamente se ocultó en
el año siguiente, se publicó por el luterano [Cristóbal Gottlich von] Murr en uno de
los tomos de su voluminoso Diario [Journal zur Kunstgeschiche und zur
allgemeinen Litteratur]». El efecto de esta Memoria fue encarcelar a los que la
vendían o retenían algunos ejemplares de ella. Andrés Febres era uno de los
depositarios de esos ejemplares, por lo que el cardenal Palavicini dio orden para
encarcelarlo. La orden salió de la secretaría de dicho cardenal al anochecer y,
horas después, Febres estaba ya fuera de Roma en un coche, que se le había
preparado. Este hecho después notorio, dio a conocer, qué personaje principal de
la Corte romana protegía a Febres. «Se cree que este personaje era el señor
cardenal Juan Bautista Rezzonico. Febres, en dicha ocasión, salió de Roma para
vivir fugitivamente oculto toda su vida. Por encargo del ministerio español se
hicieron las más vivas diligencias para saber el lugar de su residencia, y se ignoró
hasta que se publicó su muerte. Véase el artículo Febres en esta Biblioteca»
(Hervás).
[D]. Pero Martí también escribió otras obras, bastantes anónimas o a
nombre de otro. Hervás reseña, además, diez impresos y once manuscritos sobre
filosofía, algunas tragedias y sermones, que «han visto los señores D. Antonio
Conca, y D. Joaquín Plà, y que de ellos me han dado noticia». Destaquemos la
faceta teatral, pues aunque Martí sólo publicó El Jonatás: tragedia en verso
español suelto (1775), según el P. Cladera, amigo que prologó la obra, Martí
había escrito otras tragedias. En efecto, el P. Prat de Saba (Vic, 1733-Roma,
1810) cita una tragedia intitulada Trebellio. Como se puede observar por los
286
títulos de la bibliografía muchos de sus escritos tienen relación con su espíritu
apologético del jesuitismo, como la Demonstratio (Cosmopoli, lugar ficticio,
bastante utilizado en la literatura de ideología ilustrada o de sus detractores, en
realidad, Ferrara, 1776), contra N. Altieri, un franciscano de Ferrara que defendía
públicamente la «opinión extravagante» de que el papa Clemente XIV, también
franciscano, estaba en su derecho de poder suprimir la Compañía de Jesús. En
el mismo sentido pro jesuítico está la Orazione funebre (1776), en honor del
último general de los jesuitas, Lorenzo Ricci (Florencia, 1703-Roma, 1775), de la
que «se han publicado diversas ediciones, sin nombre de ciudad ni de impresor».
Entre los manuscritos, Hervás se fija en El espíritu del cristianismo: «Obra en 858
pliegos de letra menuda, cual era la del autor, que en ella confuta el pensar de los
herejes y de los nuevos filósofos, ilustra los principios del cristianismo, los
dogmas de la teología natural y sobrenatural, los fundamentos de la ley natural, la
posibilidad y la existencia de la revelación divina, la jerarquía de la iglesia, sus
sacramentos, disciplina &c. Obra de profunda metafísica y de sólida erudición».
Parece que Hervás quiere dejar patente, a lo largo de su artículo, que Martí no
era un alborotador político, sino un buen jesuita, olvidándose de que su excesivo
celo jesuítico le acarreó muchos problemas: «El señor Martí vivió siempre, como
religiosísimo eclesiástico, y en los cinco años antes de su muerte dio ejemplos de
suma paciencia y de conformidad con los altos designios de la Suprema
Providencia en la meditación y lección de libros sagrados». Más adelante insiste
en las cualidades morales del catalán: «En el señor Martí resplandecían agudo
ingenio, solidez en el pensar y expresiva claridad en declarar sus pensamientos,
por lo que en España fue celebre orador. Luego que, desterrado de España, llegó
a Ferrara, en que residió hasta el 1777, vivió en el retiro aplicado a la lección
sagrada, y ocupándose algunas veces en escribir materias dogmáticas. A pocos
amigos daba noticia de lo que escribía, porque la escritura para él era como una
ocupación del intervalo que hacía a la lección, y no escribía con intención de
publicar sus producciones. Siendo éstas parto de gran ingenio, algunos de sus
amigos las trasladaron [copiaron] y aún procuraron que se publicasen, como
efectivamente lo consiguieron, no poniendo el nombre del autor en ninguna de
ellas». Según el jesuita Ignacio Casanovas (1872-1936), Martí era hombre de
gran talento y de muy sólido juicio, nada aficionado a novedades superficiales.
Sin duda, las circunstancias de su muerte por haber salido a defender la
Compañía caracterizan a su persona y a su vida de convencido filósofo cristiano.
Aun cuando conocía muy bien las letras humanas y las ciencias, se dedicó, con
preferencia, a la filosofía y teología, con una solidez muy superior a lo que se
podía esperar en el siglo XVIII. «En la restauración finestresiana prefirió sujetar
las letras a la filosofía más que la filosofía a las letras, y dio la nota de más
seriedad científica».
[E]. Obras: Theses philosophicae sub auspiciis Deiparae numquam
maculatæ propugnandæ A D. D. D. Emmanuele Vidaurreta et La Quadra, D.
Petro Martínez de la Mata et Herrero, D. Joanne Emmanuele Galindo et Náxera,
D. Emmanuele Hyacintho Antillón et Ximénez, D. Juliano Retamosa et La Rasa,
D. Francisco Olamendi et Camino, Regii Bilbilitani Nobilium Seminarii Alumnis.
Eos vero, se totum, et philosophicas Theses Carolo III. Hispaniarum regi maximo
dicabat Bilbilitanum Nobilium Seminarium. Propugnandæ erant autem Theses
Ann. 1760. Patrono P. Brunone Marti Soc. Jes. Phil. Prof. Bilbili, Calatayud, 1760;
Sermón de Ntra. Sra. de el Pilar, predicado en uno de los días de la Octava de la
Dedicación de su Santo Templo de Zaragoza, año 1764, Zaragoza, 1764;
Sermón predicado en las honras que hizo a su difunto Amo el Ilmo. Sr. D
Francisco Ignacio de Añoa i Busto, arzobispo de Zaragoza, su agradecida familia,
287
en la iglesia de la Compañía de Jesús el día 26 de maio de 1764. Lo da al público
y dedica el Colegial Maior de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid, Don
Miguel de Añoa y Busto, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de
Zaragoza, sobrino de el Difunto Ilustríssimo, Zaragoza, 1764; Lettere di un
Francese all' autore Italiano "Dell' indifferenza nel secolo XVIII", Venecia, 1772; El
Jonatas: trajedia en verso español suelto, Ferrara, 1775; Lettere di un francese
all'autore italiano dell'indifferenza su i tre quesiti accademici, Venecia, 1776;
Demonstratio contra N. Altieri asserentem romanum pontificem posse etiam sine
ulla causa extinguere aliquem regularem ordinem, quamtumvis ab aliis
Pontificibus approbatum, et solemniter approbatum, Cosmopoli [Ferrara], 1776;
Orazione funebre recitata in Breslavia ne' funerali di Lorenzo Ricci, ultimo
Generale della Compagnia di Gesù, 1776; Lettera scritta da Venezia ad un amico
in Roma nel 1775 sopra i miracoli di Clemente XIV (sin lugar ni fecha); Lettera del
vescovo N. in Francia al Cardenal N. (Sin nombre de ciudad ni de impresor,
Rímini, 1777); Ragionamento d'un sacerdote ferrarese diretto al Rmo. Guardiano
fra' Lorenzo Altieri sopra due asserzioni teologiche &c., Ginebra, 1780; Tratado
sobre los milagros (inéd.); Sobre el estudio serio, constante y profundo de las
ciencias relativamente a la salud corporal y vida larga (inéd.); Sobre el tiempo en
que empezó la idolatría, osea, de la idolatría antediluviana (inéd.); Sobre la
autoridad legitima del principado temporal en orden a fijar la edad para la
profesión solemne de las personas religiosas (inéd.); Disertación sobre la lengua
española (inéd.); Sermones para el Adviento (inéd.); Seis panegíricos para las
fiestas de la Virgen Santísima María (inéd.); Panegíricos de los Santos de la
Compañía de Jesús (inéd.); Panegíricos y sermones veinte de diversos asuntos
sobre la pasión del Salvador, sobre la publicación de la Bula de la Cruzada, sobre
el purgatorio, &c (inéd.); Misiones cristianas dos, una con seis discursos y otra
con nueve (inéd.) y El espíritu del cristianismo (inéd.).
[F]. Bibliografía: Libelo infamatorio de los ex-jesuitas Martí y Puchol, en
AEER, Santa Sede, leg. 226 (Reales órdenes de 1777); R. Diosdado Caballero,
Bibliothecae scriptorum Societatis Iesu supplementa, Roma, 1816, vol. II, pp. 65-
s.; Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, Bruselas-París, 1890,
vol. V, cols. 616-617; XII, col. 569; J. E. Uriarte, Catálogo razonado de las obras
anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la
antigua Asistencia española, Madrid, 1904-1916, vol. V, pp. 518, 1177-1179; E.
Toda, Bibliografia espanyola d'Itàlia, Barcelona, 1927, vol. III, pp. 35-s.; I.
Casanovas, La cultura catalana en el siglo XVIII, Barcelona, Editorial Balmes,
1953, pp. 96-97; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo
XVIII, Madrid, 1989, vol. V, p. 437; F. de P. Sola, Martí, Bruno, en Diccionario
Histórico de la Compañía de Jesús, Roma y Madrid, 2001, p. 2415; L. Hervás
Panduro, Biblioteca jesuítico-española, Madrid, 2007, pp. 359-365, edición de A.
Astorgano y de este último, Martí, Bruno, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), pp. 338-341, n.º 2.762 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ]
(σόφος).
289
Lobkowitz, aunque era persona no intransigente y acogedora [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
290
bachillerato en el Colegio de los Hermanos Maristas de Murcia, obteniendo el
Premio extraordinario en la Reválida (sección de Ciencias). Durante los años
1926 a 1930 estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Murcia con las
máximas calificaciones, logrando el Premio extraordinario de Licenciatura, así
como el Premio Gotor del Ilustre Colegio de Abogados de Albacete al mejor
expediente de la Licenciatura en Derecho. Debido a sus inquietudes espirituales y
apostólicas formó parte de la Asociación de Estudiantes Católicos, asumiendo
posteriormente la presidencia de la Federación de Estudiantes Católicos de la
Universidad de Murcia. Terminada la licenciatura, fue nombrado profesor
ayudante de Derecho canónico de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Murcia, puesto que desempeñó durante los cursos 1930-1932. Mientras, debido a
su vocación periodística, se inició con la integración en 1931 como redactor de el
periódico La Verdad de Murcia, dirigido por el Propagandista Federico Salmón
Amorín (1900-1936). En 1932 se trasladó a Madrid, llamado por Ángel Herrera
Oria, director del diario El Debate, para cursar estudios en la Escuela de
Periodismo de la Iglesia. Incorporado definitivamente a la redacción de El Debate
en 1933, fue encargado de la Sección sobre cuestiones sociales que estaba a
cargo de Alberto Martín-Artajo Álvarez (1905-1979). En 1933 fue designado
profesor de Derecho romano del Centro de Estudios Universitarios, fundado el
mismo año por la Asociación Católica de Propagandistas de la que era presidente
el citado Ángel Herrera Oria. En 1934 obtuvo una beca para realizar el doctorado
en la Universidad de Bolonia, como colegial del San Clemente de los Españoles.
Allí se doctoró en Derecho romano con la puntuación máxima, obteniendo el
Premio San Clemente a las mejores calificaciones. Dicha tesi di laurea fue
dirigida por Antonio Cicu (1879-1962), versando sobre La delegazione nel Codice
civile italiano secondo la dommatica de la delegatio romana, a medio camino
entre el Derecho romano y el Derecho civil. De regreso a España, se instala en
Madrid, reincorporándose a la redacción de El Debate, además de continuar con
sus tareas universitarias como profesor del Centro de Estudios Universitarios.
[B]. En julio de 1936 fue pensionado por la Universidad de Murcia para
realizar estudios de Derecho romano en la Universidad de Roma. En esta ciudad
le sorprendió la guerra civil por lo que decidió regresar a España, logrando pasar
desde Francia en septiembre de dicho año a la zona nacional. Durante la guerra
trabajó como redactor de la Agencia Logos en Burgos y desempeñó el cargo de
alférez del Cuerpo jurídico en esta ciudad y en Ávila. Finalizada la guerra, obtuvo
el nombramiento de profesor ayudante de Derecho romano en la Universidad de
Madrid, y en 1940 ganó por oposición la cátedra de esta asignatura, que
desempeñó en la Universidad de Murcia hasta 1947. Asimismo, en 1940 fue
nombrado director del Colegio Mayor Cardenal Belluga de la Universidad de
Murcia, estando al frente del mismo hasta 1949. Fue decano de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Murcia desde 1943 a 1947. Durante los cursos
1947 a 1950 se hizo cargo de la cátedra de Derecho canónico en esta Facultad.
En esta etapa murciana continuó con su trabajo periodístico, siendo el primer
director de la Hoja del Lunes, periódico fundado por la Asociación de la Prensa
de Murcia. Desde 1948 a 1950 siguió los cursos de la licenciatura en Derecho
canónico en la Universidad Pontificia de Salamanca. En 1950 se trasladó a
Madrid para dirigir el Colegio Mayor San Pablo, fundado por la Asociación
Nacional Católica de Propagandistas, adscrito a la Universidad Complutense. En
dicha dirección permaneció hasta 1957. Durante este periodo se licenció en
Ciencias Políticas en la Universidad de Madrid (1957), pasando luego a ser
encargado de la asignatura de Derecho Público Eclesiástico y Relaciones de la
Iglesia y el Estado en la Facultad de Ciencias Políticas de esa Universidad (la
291
mencionada cátedra de Ciencias Políticas fue desempañada más tarde por José
Giménez Martínez de Carvajal, creándose ulteriormente una Agregación que
ocupó Carlos Corral Salvador, pero ambos en 1985 pasaron a integrarse en el
área de conocimiento de Derecho internacional público y Relaciones
internacionales, no en la de Derecho Eclesiástico del Estado).
[C]. Asimismo, Isidoro Martín, durante los años 1957 a 1960, dirigió el
Boletín de la Asociación Católica de Propagandistas. Reingresó como catedrático
de Derecho canónico en la Universidad de Murcia, en la que impartió su docencia
durante el curso 1958-1959. En este último año obtuvo por concurso la cátedra
de Derecho canónico en la Universidad Complutense, que desempeñó hasta su
jubilación en 1979. En esta Universidad ocupó el cargo de Secretario general
desde 1959 a 1967, y el de Rector en 1967. En el rectorado estuvo solo unos
meses pues dimitió en la primavera de 1968 debido, según sus propias palabras,
a «la progresiva desconexión entre los Ministerios de Educación y Gobernación,
el cual obraba al margen de la autoridad académica». Desde 1962 a 1967 estuvo
al frente de la Comisaría de Protección Escolar del Ministerio de Educación. Tras
su jubilación fue director del Colegio Universitario San Pablo CEU durante los
cursos 1979 a 1981, donde continuó como profesor hasta su jubilación en este
centro en 1990. En 1983 ingresó en la Real Academia de Jurisprudencia y
Legislación. Fue también director de la Sección de Relaciones entre el Estado y
la Iglesia del Instituto de Estudios Políticos. En el ámbito periodístico, colaboró
habitualmente en el diario Ya, especialmente con sus comentarios semanales al
Evangelio de los domingos. Isidoro Martín logró un gran número de honores y
reconocimientos, entre los que destacan su título de doctor honoris causa por el
Colegio de Cultura China Hwekang de Taipei (Formosa); la obtención de la Gran
Cruz al Mérito Civil y la de Alfonso X el Sabio, y la medalla al mérito científico de
la República italiana.
[D]. Entre sus múltiples publicaciones cabría destacar: Concepto y misión
de la Universidad (1940), El estudio del Derecho Romano actual (1944); Los
principios orientadores de la compilación justinianea (1945); Seglares en la
historia del catolicismo español (en coautoría con González Ruiz, 1968); La
revisión del Concordato de 1953 en la perspectiva del Episcopado español
(1974); Iglesia y comunidad política en la Enseñanza del Episcopado mundial
después del Vaticano II (1975); Colegios Mayores Universitarios en la estructura
Universitaria española (1977). En el Anuario de Historia del Derecho Español se
recogieron varios artículos suyos, aunque son de carácter preferentemente
instrumental: Escritos en honor de Contardo Ferrini, en XVIII (1947), pp. 543-590;
Guía bibliográfica sobre metodología del Derecho Romano, en XIX (1948-1949),
pp. 606-637 y Un breviario de prudencia política en el Memorial antirregalista de
Belluga a Felipe V, en XXIII (1953), pp. 119-138. Por otro lado, la Revista
Española de Derecho Canónico publicó sus trabajos Contribución al estudio del
regalismo en España. Un índice de las prácticas regalistas desde los visigodos
hasta Felipe V, en VI (1951), pp. 1191-1208 y El segundo centenario del
Concordato español de 1753, en VIII (1953), pp. 745-759. La importante y amplia
colección de sus trabajos, bajo el título Sobre la Iglesia y el Estado, fue publicada
por la Fundación Universitaria Española en 1989.
[E]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. IV, pp. 1925-1928, n.º 1.511; Iván C. Ibán, Catedráticos de Derecho
Canónico en la Universidad Complutense (1929-1996), en Ius Canonicum, vol.
XXXVII, n.º 73 (1997), pp. 199-204; María Ángeles Liñán García, Martín Martínez,
Isidoro, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
292
colección), pp. 74-75 (3.424 caracteres, frente a los 7.322 de la presente
semblanza) y Antonio Sánchez-Bayón, Estudios de cultura político-jurídica: de la
tolerancia a la libertad y su cuarentena actual, Madrid, 2009 [A NTO NIO SÁNCHEZ -
BAYÓ N y M ARÍA Á NGELES LIÑÁN G ARCÍA ] (σοφώτερος).
MARTÍNEZ, Juan (siglo XVI) . [N.º 287]. [A]. Nació en Aguila Fuente,
diócesis de Segovia. Era hijo de Gómez Martínez y de Juana Sánchez. Estudió
seis años de Derecho en la Universidad de Salamanca. Fue presentado a una
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por el obispo de
Oviedo Cristóbal de Rojas, actuando en su lugar el Vicario de la diócesis, y por el
Cabildo catedralicio ovetense. Fue admitido en la institución albornociana el 25
de abril de 1551 por el vicerrector de la institución albornociana Alfonso de
Sotomayor. Sería consiliario canonista de la institución albornociana en 1552-
293
1553, 1554-1555 y 1557-1558. El 9 de septiembre de 1558 fue dispensado para
poder doctorarse en Derecho Canónico, lo que hizo al día siguiente, recibiendo
las insignias doctorales de Paolo de Pini. Intervino en el proceso de delito de
herejía contra Pedro Martínez de la Membrilla, que fue acusado en 1553 de
comer carne en cuaresma, tener y leer libros prohibidos, afirmar que la confesión
personal, auricular y secreta no era necesaria ya que había sido inventada
apenas cien años antes, y además de ver en las guerras de Carlos V fines
políticos y no religiosos y de mantener doctrinas condenadas por la Iglesia sobre
el purgatorio, las indulgencias y la autoridad del Romano Pontífice. Juan Martínez
fue uno de los compurgatores que absolvió a Martínez de la Membrilla de los
delitos de que había sido acusado. El 30 de septiembre de1558 se ausentó del
Colegio y da la impresión de que ya no regresó a la domus hispanica.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 871-872, n.º 861 y pp. 867-869, n.º 859 y Martínez, Juan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 492-493, n.º 2.048 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
294
Gregorio XI (1370-1378), le confió la misión de estudiar los hechos de Santa
Brígida fallecida en 1373. Fue creado Cardenal en 1375 y por tanto intervino en la
violenta elección de Urbano VI en 1378, que fue el punto de partida del Cisma de
Occidente. Los cardenales franceses promovieron una nueva elección en la que
fue nombrado papa Clemente VII, sin haber renunciado el anterior, mientras que
éste residía en Aviñón Urbano permanecía en Roma. El cardenal Luna fue elector
y partidario del papa cismático, consiguiendo la adhesión de algunos países,
entre ellos Castilla y Aragón y de personajes carismáticos como el futuro San
Vicente Ferrer. También intentó atraerse a Portugal e Inglaterra, sin éxito. A la
muerte de Clemente en 1394, el Cardenal Luna fue elegido papa en Aviñón,
accediendo al pontificado como Benedicto XIII, popularmente llamado el Papa
Luna. Las sucesivas escisiones dentro y fuera de la Iglesia y los cambios de
partido, hicieron que llegase a haber tres papas al mismo tiempo. Cercado el
papa en su sede de Aviñón, pudo resistir más de cuatro años el asedio de los
franceses, hasta 1399. Se convocó un Concilio en Perpiñán y Pisa en 1408, que
no dio ningún resultado salvo la declaración de cismático a Benedicto XIII,
eligiendo un nuevo papa, Alejandro V, sin que renunciase el aragonés. Por
entonces se planteó la sucesión de la Corona de Aragón, el compromiso de
Caspe y la coronación de Fernando de Antequera quien, a la larga, retiraría su
apoyo al papa cismático. El Concilio de Constanza, apoyado por el emperador,
que se inició en 1414 puso fin a este cisma. Se pidió la renuncia a los tres papas
y se eligió a uno nuevo en 1417 Martín V. La renuncia de Benedicto XIII no llegó
nunca, por lo que tuvo que ser depuesto, calificándole de perjuro y herético. El
papa Luna, perdidos los apoyos, se retiró a Peñíscola donde mantuvo sus
pretensiones y una modesta corte papal, hasta su muerte acaecida el 23 de mayo
de 1423.
[B]. Bibliografía: Sebastià Puig Puig (1866-1931) publicó en 1920 el
importante volumen Pedro de Luna último papa de Aviñón (1387-1430), que
puede complementarse con la abundante información que también proporciona
en Martín V. Su itinerario de Constanza a Roma (1417-1420), que se publicó en
Barcelona en 1930. James Houston Baxter (1894-1973) intentó, en colaboración
con el Institut d’Estudis Catalans, que un equipo científico de la Universidad de
Saint Andrews, llevara a cabo la publicación de los registros vaticanos del Papa
Luna. La operación quedó en mero proyecto. De ella informa, aunque no con
mucho acierto ya que su fuente de información era Lluís Nicolau d’Olwer, e
incluso no identifica bien al profesor escocés, Francesc Martorell Trabal en
Informe relatiu a la publicació dels registres de Pere de Luna (Benet XIIIè), en
Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans, vol. VIII (1927-1931) [1936], pp. LII-LIII.
Con ocasión de sexto centenario de su elección como Romano Pontífice se
celebraron en Calatayud e Illueca en 1994 unas jornadas de estudio, que fueron
publicadas en 1996 recogiendo los textos allí presentados. Ver además Pedro
Altabella, La Iglesia española en los primeros años del pontificado del Papa Luna,
en Italica. Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y
Arqueología en Roma, n.º 11 (1961), pp. 33-80; Alec Glasfurd, The Antipope
Peter de Luna, 1342-1423. A study in obstinacy, Londres, 1965; Joan Baptista
Simó Castillo, La verdad sobre el “indestronable” Papa Luna, Bilbao, 1976;
Alfonso Barcía de Paso Remón, Algunos mecenazgos del Papa Luna, en
Seminario de Arte Aragonés, n.º 33 (1981), pp. 137-145; Josep Perarnau Espelt,
Benedicto XIII, la Compañía Salvago de Génova y las minas de Almadén, en
Anthologica Annua, XXX-XXXI (1983-1984), pp. 355-362; Francisco de Moxó
Montoliu, El Papa Luna. Un posible empeño: estudio político-económico,
Zaragoza, 1986; José Antonio Parrilla, Camilo Caride y José Antonio Muñiz,
295
Benedicto XIII: la vida y el tiempo del papa Luna, Zaragoza, 1987; Luis Panzán y
Gregorio de Andrés, Recordanzas en tiempo del Papa Luna (1407-1435), Madrid,
1987; Giulio Battelli, Riccordo di Papa Luna, en Notariado público y documento
privado: de los orígenes al siglo XIV, en Actas del VII Congreso Internacional de
Diplomática, publicadas en Valencia, 1989, pp. 141-152; Friedrich Wilhelm Bautz,
Benedikt XIII., Gegenpapst, en Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, I
(1990), pp. 488-489; Ángel Canellas López, Papa Luna, Zaragoza, 1991; Begoña
Pereira Pagán, El Papa Luna Benedicto XIII, Madrid, 1999; Jesús Maeso de la
Torre, El Papa Luna: Benedictus XIII y el Cisma de Occidente, Barcelona, 2002;
León Esteban Mateo, Cultura y prehumanismo en la curia pontificia del papa
Luna (1394-1423), Valencia, 2002; Vicente Graullera Sanz y Manuel J. Peláez,
Martínez de Luna, Pedro de [Benedicto XIII], en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), Zaragoza y Barcelona, 2006, p. 81, n.º 559; Isidoro Miguel García,
Jorge Andrés Casabón y Ester Casorran Berges, En la estela del Cisma de
Occidente: dos nuevas bulas del Papa Luna en los Archivos Capitulares de
Zaragoza, en Aragón en la Edad Media, n.º 20 (2008), pp. 479-503; Barbara von
Langen-Monheim, Une mémoire justificatif du pape Benoît XIII: l’Informatio
seriosa. Étude sur ses reformulations, de 1399 aux actes du Concile de
Perpignan (1408), Canet, 2008 y Gérard Touzeau, Benoît XIII, le trésor du pape
catalan, Perpiñán, 2009 [VICENTE G RAULLERA SANZ y M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(διχόφρων como Romano Pontífice y como antipapa y σόφος como canonista).
296
modestia ingratum ducat, sed vel maxime, ne illae ab affectu blandientis proficisci
videantur. Itaque constitui hoc solum titulo Antonium commendare, quod hodierna
die sua elegantissima oratione de venerando atque mirabili Eucharistiae
sacramento, quasi aliud agens, ostendit jurisprudentiae Canonicae dignitatem et
excellentiam». Ello lo consiguió argumentando no sólo con especulaciones
canónicas sino con elevados argumentos teológicos que venían a probar una vez
más, a juicio de Finestres, la conexión entre el Derecho Canónico y la Sagrada
Teología. El texto del discurso doctoral de Finestres está publicado en Josep
Finestres. Epistolari, Suplement, libro aparecido en Barcelona en 1969, pp. 348-
349, n.º 1.535.
[C]. Gracias a los buenos oficios de su progenitor y de José de Llupia
Roger, obispo de León, lograría una plaza en el Colegio español de Bolonia,
donde fue recibido por el rector Cristóbal Lorenzo Pedrosa y llegaría a ser
profesor de Decretales de la Facultad de Derecho Canónico. Rector por elección
de los colegiales del Colegio de San Clemente de los Españoles (1 de mayo de
1745), antes había sido consiliario, bibliotecario, secretario, cronista y tesorero de
dicha institución. Coincidió allí con el canonista Melchor Tomás de la Sala Añón
Guzmán, con el afamado teólogo Dionisio Pérez Albendea (fallecido el 13 de abril
de 1774) y el también profesor de Derecho Canónico de Bolonia Ignacio Estévez
de Castro. Se mantuvo en Bolonia hasta el 12 de noviembre de 1748, en que
marchó a Roma, buscando alguna prebenda en España (canonjías de León,
Cuenca, Segovia, Ávila, Medellín y Jaén, que fue al final la conseguida),
regresando a España en 1750, aunque durante su etapa romana mantuvo su
condición de colegial. Canónigo en Jaén, hubo de renunciar a esta prebenda
desde Barcelona. Nombrado rector, de nuevo, del Colegio por parte de Fernando
VI, el 9 de noviembre de 1757, regresaría a Bolonia. El 30 de abril de 1758
llegaba a la ciudad estudiantil acompañado por Juan Antonio Quadrado
Valldenero, nuevo capellán a la vez que ecónomo del San Clemente,
coincidiendo con el visitador real Francisco Pérez Bayer, que le tomó el
juramento, en vez de hacerlo el arzobispo de Bolonia como establecían los
estatutos. Ostentó, a partir de entonces, el cargo durante varios años, con
singular prudencia, manteniendo excelentes relaciones con Fernando VI y Carlos
III, que se declaró protector del Colegio, a la vez que este último monarca
actuaba sin embargo con dureza inusitada respecto a instituciones parecidas de
la Península. El 1 de diciembre de 1768 partiría de la ciudad universitaria,
quedando Joaquín Quintano como rector interino; regresó a Cataluña donde
había sido nombrado el 11 de marzo de 1768 Arcediano Mayor de Tortosa,
estableciendo su residencia en la ciudad del Ebro el 18 de febrero de 1769,
manteniendo unas fluidas relaciones con el obispo Bernardo Velarde Velarde,
que lo fue de esa diócesis entre 1767 y 1779.
[D]. Es autor del Liber de rebus gestis del Colegio de Bolonia entre 1756 y
1765 y de un Catálogo de los manuscritos jurídicos, canónicos, filosóficos y
científicos de la Biblioteca Albornociana (Bibliotheca Albornotiana continet
manuscriptos codices qui adservantur in Regali ac Maiori Collegio Hispanorum
gratia ab Eximio Card. Albornotio Bononiae erecto, anno 1748, illustrata cum
indice alphabetico in fine), del que se conservan tres copias manuscritas y es
obra muy citada y valorada por A. Frati, A. García García, C. Piana, J. Gil
Fernández, A. Pérez Martín, M. J. Peláez, P. O. Kristeller, F. Blume, P. Bertran
Roigé, M. Batllori, E. Cortese y D. Maffei. También escribió en latín las biografías
de muchos colegiales, bastantes de ellos canonistas y juristas, lo que sirvió de
punto de partida a A. Pérez Martín para la realización de su monumental Proles
Aegidiana hasta mitad del Setecientos, aunque la labor del catedrático de Murcia
297
es colosalmente importante en contraste con los apuntes de colegiales de
Martínez de Pons.
[E]. Bibliografía: sobre Martínez de Pons, fundamentalmente en su relación
con Bolonia, ver Miquel Batllori, El Colegio de España en Bolonia a fines del siglo
XVIII, en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, II, serie publicada en los
Studia Albornotiana, XII, Bolonia y Zaragoza, 1972, pp. 639-669; G. Roversi,
L’azione di papa Lambertini a favore del Collegio di Spagna e la controversa visita
apostolica del 1741, en el mismo vol. II, pp. 523-638; Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1602-1607, n.º 1.255; Manuel J.
Peláez, Antonio Martínez de Pons y el Colegio España, en la misma serie de
trabajos, vol. VI (= XXXVII de los Studia Albornotiana), 1979, pp. 583-621;
Peláez, Catálogo de la documentación manuscrita de la “Biblioteca Universitaria
di Bologna” sobre el Colegio de España durante el siglo XVIII, con especial
mención de algunos códices de Derecho romano citados en el “Inventario de
1748” (ms. lat-299, I), en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España, vol. V,
Zaragoza y Bolonia, 1979, pp. 485-548; Peláez, Médicos y juristas catalanes en
Bolonia durante los siglos XVII y XVIII, en Gimbernat. Revista Catalana d’Història
de la Medicina i de la Ciència, I (1984), pp. 244-320 y Martínez de Pons, Antonio,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 81-
83, nº 560 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
298
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 523-525, n.º 609 y Martínez de Villaescusa, Pedro, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 345-346, n.º 2.767
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
299
su puesto el 17 de diciembre de 1492. Se doctoró en Derecho Canónico en la
Universidad de Ferrara el 5 de junio de 1493. En 1494 ya no está en el San
Clemente y no hay noticias suyas hasta 1505 en que se comprometió a pagar
una deuda a Juan de Santa Cruz, que había sido su procurador en Bolonia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 428-429, n.º 504 y Mazariegos, Juan Antonio, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 500, n.º
2.064 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
MEDINA, Juan de (1490-1546) . [N.º 295]. [A]. Juan de Medina (O. S. B.)
nació en Santayana (Burgos) en 1490 y murió en 7 de septiembre de 1546,
probablemente en Salamanca y según otros en Alcalá de Henares. Estudió Leyes
y Cánones en la Universidad salmantina. Profesó en la Orden de San Benito y
enseñó Sacra Teología en el Colegio complutense de Alcalá de Henares. Forma
parte de la generación prócer de la llamada Escuela de Salamanca, anticipadora
varios siglos del análisis económico del Austrian Economics. Según el
economista norteamericano Murray N. Rothbard, este fraile español fue uno de
los primeros autores en reconocer que el cobro de intereses por parte del
prestamista es legítimo si ello constituye la compensación por el riesgo de
impago. Es autor de un Codex de poenitentia, Alcalá de Henares, 1544. Su obra
jurídica más importante es Codex de restitutione et contractibus, Alcalá de
Henares, 1546, reimpreso en Salamanca en 1550 y en Brescia en 1606. Se
ocupó también de la beneficencia y la acción caritativa en De la orden que en
algunos pueblos de España se ha puesto en la limosna para el remedio de los
verdaderos pobres, Salamanca, 1545, publicada también en 1757 y 1766 como
La Charidad discreta practicada con los mendigos y utilidades que logra la
república en su recogimiento.
[B]. Bibliografía: Jerónimo Molina Cano, Medina, Juan de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 500, n.º 2.065 [JERÓ NIMO M O LINA CANO ] (σόφος).
300
MELÉNDEZ VALDÉS, Esteban (1742-1777) . [N.º 297]. [A]. Nació en
Ribera del Fresno (Badajoz), el 3 de septiembre de 1742 y falleció en Segovia, 4
de junio de 1777. Sacerdote, canonista, abogado de los Reales Consejos,
hermano y mentor del poeta Juan Meléndez Valdés. Nació en el seno de una
familia plebeya de labradores de mediana labranza, aunque bastante ligada a la
baja nobleza local. El documento principal para conocer su biografía es una
impresa Relación de los títulos, méritos y ejercicios literarios del bachiller don
Esteban Antonio Meléndez Valdés, fechada en Madrid, el 23 de agosto de 1773
(Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, Legajo 375), presentada para
aspirar a un beneficio en Sacedón (Cuenca).
[B]. La primera noticia individualizada de Esteban es el expediente de
prima tonsura (1754), según el cual era un despierto “estudiante gramático” de
casi doce años, titular de una pobre capellanía (101 reales anuales de renta).
Desde niño manifestó su profunda vocación religiosa, que lo conduce a recibir la
prima tonsura (junio de 1754), a obtener, antes de cumplir los 19 años (6 de julio
de 1761), las «licencias absolutas de predicar en la Provincia de León» y a
ordenarse de presbítero (1766). Aunque no lo veremos a lo largo de su vida
encargado de la cura de almas, por dedicarse al estudio, al ejercicio de la
abogacía y a la burocracia de la secretaría del obispado de Segovia, Esteban
siempre dejaba claro que era “predicador” y que había ejercido como tal. En 1754
inicia siete años de estudios con los franciscanos observantes, sufragados por la
familia, según la madre declara en su testamento, poco antes de fallecer en junio
de 1761. Los estudios secundarios de Artes fueron tres cursos (1754-1757) en el
Convento de Nuestra Señora de los Ángeles de Zalamea de la Serena,
proseguidos con cuatro de Filosofía y Teología en el convento de San Francisco
de Badajoz (cursos 1757-1761). Estos estudios le permitirán ser ordenado
sacerdote el 31 de julio de 1766.
[C]. En el otoño de 1761, Esteban se dirige a la Facultad de Cánones de la
Universidad-Colegio de Santa María de Jesús de Sevilla, donde estudió hasta
principios de 1766 y consiguió el título de bachilleramiento en marzo de 1764. No
tenemos documentado lo que pudo hacer Esteban en el curso 1766-1767, es
decir, desde que se encontró cura recién ordenado hasta que emprende el viaje a
Madrid para emplearse en un despacho de abogados (1 de junio de 1767). Como
todo recién graduado, debió aterrizar en la cruda realidad de que con sus
sermones y pobre beneficio no había suficientes ingresos económicos como para
sostener a la familia, de la que, como primogénito, se sentía responsable. Entró
en contacto con el círculo de abogados extremeños ejercientes en Madrid, en
concreto con el abogado, nacido en Fuente del Maestre, Mateo Hidalgo de
Bolaños, a la sazón presidente del Colegio de Abogados de la Corte (1768), en
cuyo despacho empezará a trabajar, comenzando así un periodo de abogado
canonista que, incluyendo la etapa de secretario del obispado, abarcará los
últimos diez años (1767-1777) de su corta vida. Conoce a los mejores abogados
de la Corte, como a Campomanes y al doctoral de la catedral de Sevilla, el
asturiano Alonso Marcos de Llanes, comisionado permanentemente por su
cabildo para resolver los muchos e importantes litigios que se generaban en la
archidiócesis hispalense. Fueron siete años (1767-1774) que marcaron la
trayectoria profesional de Esteban, pues en agosto de 1774 consigue aprobar el
examen de abogado de los Reales Consejos y al mes siguiente acompaña, en
calidad de secretario y mano derecha, a su amigo Alonso Marcos de Llanes,
recientemente consagrado obispo de Segovia. Este periodo también es
importante para conocer la biografía del poeta Juan Meléndez Valdés, quien pasa
301
la importantísima etapa vital de los trece a los dieciocho años (1767-1772) en
Madrid al amparo evidente de su hermano Esteban, trabajador nato, única fuente
de ingresos de su familia, que lucha denodadamente para sacarla adelante en
Madrid y en Extremadura. Los dos últimos años de Esteban en Madrid (1773-
1774) coinciden con los dos primeros de Juan en la Universidad de Salamanca.
Los tres últimos años de la vida de Esteban (1774-1777), en Segovia, fueron de
intenso trabajo, que agravó su enfermedad de tuberculosis, que lo llevó a la
tumba el día 4 de junio de 1777.
[D]. El influjo de Esteban fue importante en dos aspectos que destacan en
la personalidad del poeta Juan: su formación humanística y su vocación jurídica,
sobre todo en los trascendentales años de la pubertad y primera juventud, que
van desde 1767 hasta 1772, en los que convivieron en Madrid, de donde Juan
llevó a Salamanca su vocación de abogado humanista, que habría de
caracterizar su vida entera, al más puro estilo de Campomanes. Juan retrató a
Esteban en la carta del 24 de mayo de 1777 a Gaspar Melchor de Jovellanos, en
la que lo califica como «incansable, estudiosísimo; un canonista de los más
cumplidos». Poéticamente registra el triste acontecimiento de la muerte de su
hermano en tres poemas elegíacos de tono claramente fúnebre, en la oda XXIV,
A la mañana en mi desamparo y orfandad, y en dos elegías que no tuvo fuerzas
para concluir, a pesar de haber sido planificadas en sendos y amplios borradores:
la elegía V, La muerte de mi hermano D. Esteban, y la elegía VI, La muerte de mi
hermano Don Esteban. Elegía en verso blanco endecasílabo (1777-1778). En
estas elegías se entremezclan las reminiscencias de la literatura lúgubre de la
época (los Night Thoughts de Young) y el más puro sentimiento personal. Hoy
leemos los tres poemas con gusto porque están más cercanos al lamento íntimo
y nostálgico de la poesía moderna que de la laudatio funeral del barroco, indicio
evidente, no sólo del romanticismo que se avecina, sino también de la sinceridad
y el dolor con que Juan vivió la muerte de Esteban.
[E]. Bibliografía: Archivo Capitular de Sevilla, Cartas del doctoral don
Alonso Marcos Llanes, agente en la Corte, al Cabildo de Sevilla desde Madrid, en
su diputación de Hacienda. Años 1770-1774, (Libro 480) (inéd.); G. Demerson,
Don Juan Meléndez Valdés y su tiempo (1754-1817), Madrid, 1971, 2 vols.; A.
Astorgano Abajo, Biografía de D. Juan Meléndez Valdés, Badajoz, 1996; Juan
Meléndez Valdés, humanista, en Revista de Estudios Extremeños, LX, n.º 1
(enero-abril 2004), pp. 97-208; J. Meléndez Valdés, Obras Completas, Madrid,
2004, edición de A. Astorgano; T. Egido (coord.), Historia de las diócesis
españolas, tomo 19, Madrid, 2004 y A. Astorgano Abajo, Don Juan Meléndez
Valdés. El Ilustrado, Badajoz, 2007 y Meléndez Valdés, Esteban, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 357-358, n.º 2.782
[A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (μέτρια νομικός).
302
(1423) y obispo de León (preconizado el 26 de agosto de 1437), Zamora
(trasladado el 6 de abril de 1440) y Sigüenza (20 de mayo de 1465), pero en todo
ese tiempo residía casi permanentemente en Roma, donde llevó a cabo una
importante labor tanto política, como jurídica, judicial y de mediación
internacional. Intervino en el Concilio de Basilea de 1433. Es autor de unas
Allegationes fatae super XLII legibus factis per dominum regem Portugalliae
(1427), en las que proponía limitaciones diversas al ejercicio del poder por parte
del monarca lusitano, en parte coincidentes con las consideraciones que, también
por indicación pontificia, llegó a escribir el catedrático de Cánones y obispo de
Cádiz (preconizado el 8 de julio de 1426) Juan González, bajo el título Gravamina
illata clero per dominum Ioannem Regem Portugalie, texto conservado en forma
manuscrita en la Biblioteca Apostólica Vaticana, y también de una abundante
producción inédita (Allegationes in facto regis Franciae et Anglie, Decisiones y
Elucidarium). Antonio García García es quien, entre los españoles, más ha
estudiado a este personaje (confundiéndolo en el nombre, haciéndolo pasar por
Juan Alfonso de Mella, cuando eran tres hermanos distintos: Juan, Alfonso y
Fernando), aunque Thomas M. Izbicki ha publicado las páginas más sugerentes y
con mayor información sobre Mella en un artículo en 1974 y en su libro
Conciliarism and Papalism (1998), obras tampoco exentas de algunas
confusiones. Su hermano Alfonso de Mella ingresó en la Orden de San Francisco
en un pueblo de Cantabria, apostató luego y se trasladó a Durango, donde
levantó un foco herético (comunidad de bienes y de mujeres, entre otras cosas).
Envió Juan II a Durango en 1446 a dos pesquisidores Francisco de Soria y Juan
Alfonso Merino, pero el de Mella huyó, acompañado de siete muchachas a las
que había convertido, a Granada por mar, pasando primero por África, librándose
de ser detenido por los alguaciles del rey. Antes había tenido sus diferencias con
los de su propia secta, cuando trató de unir a sus propuestas religiosas otras
reivindicaciones políticas contra las autoridades del municipio. Encontró la muerte
no en Valladolid, sino en la propia Granada donde fue procesado y condenado a
la pena capital. Se presume que las siete mujeres corrieron cruel destino.
[B]. Bibliografía: Reyes Martín Sánchez, Mella, Juan de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 119, n.º 598
[R EYES M ARTÍN SÁNCHEZ ] (Καρδινάλιος).
303
[B]. Bibliografía: Celestino Piana, Il “Liber Secretus Iuris Pontificii”
dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 76; António Domingues de
Sousa Costa, Portugueses no Collegio de S. Clemente e Universidade de
Bolonha durante o século XV, Bolonia, 1990, pp. 8, 128, 165, 184-194, 196, 252,
253, 766, 987, 988, 1076-1078, 1179-1180 y 1348-1349; Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 344-345, n.º 390 y Mendonça de
Portugal, Pedro de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 501, n.º 2.071 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
304
[C]. En 1839 se le designó ministro plenipotenciario de los Estados de
Nicaragua y Los Altos (formado por los departamentos de Totonicapán,
Quetzaltenango y Sololá de Guatemala) ante el gobierno salvadoreño, y con
dignidad de párroco pasó a Ahuachapán en el mismo año, cuando también fue
electo presidente de la Asamblea Legislativa ordinaria reunida en la capital
provisional de San Vicente, y cumplió labores como delegado salvadoreño en la
Convención de Santa Rosa Los Llanos (Honduras), con el fin de reorganizar la
Federación Centroamericana, ya cercana a su desintegración. Como diputado y
senador federal, al año siguiente hubo no obstante de exilarse a Costa Rica (8 de
abril de 1840), habiendo ordenado su expulsión el General conservador
Francisco Malespín en alianza con el obispo Jorge de Viteri, que la aprobó (20 de
diciembre de 1840). Así, embarcó en la goleta Izalco en el puerto de La Libertad
junto con Francisco Dueñas Burgos (San Salvador, 3 de diciembre de 1810-San
Francisco, 4 de marzo de 1884) formando parte del grupo liberal encabezado por
Morazán. Dueñas se convirtió un año más tarde en vicepresidente de la
República de El Salvador. Hallándose en Costa Rica en 1841 recibió la comisión
gubernamental de elaborar el Código de procedimientos criminales y el
Formulario de actuaciones y cartulación, y de adaptar los códigos penal y civil
costarricenses. En aquella República alcanzó Menéndez a ser vicepresidente de
su Asamblea Legislativa (1842). De regreso a El Salvador en ese mismo año,
enfrentó serias diferencias con el obispo Viteri, que le valieron una temporada de
exilio en Puebla de los Ángeles (México), donde fue nombrado provisor y vicario
de Chalchicomula. De vuelta nuevamente a tierra salvadoreña, sobre mayo de
1845, fue nombrado para abril del año siguiente miembro de la Junta de
Instrucción Pública, catedrático universitario de Cánones y rector de la
Universidad y de su anexo, el Colegio de La Asunción, cuyos primeros estatutos
redactó quedando aprobados por la Asamblea Legislativa en 1847.
[D]. En diciembre de 1847, el Poder Ejecutivo nacional aprobó los primeros
estatutos de la Universidad de El Salvador, redactados por el Dr. Menéndez. Fue
chantre de la Catedral de San Salvador (1848), entre 1851 a 1853 se hizo cargo
del curato de Juayúa y Nahuizalco y, a partir de fines de este último año, retornó
a su parroquia de Ahuachapán, en cuyas dependencias fundó e instaló un
Colegio de Abogados o Facultad de Jurisprudencia. El 1 de enero de 1854 fue
electo por segunda ocasión como rector de la Universidad, pero no asumió dicho
cargo, opuesto al traslado de su sede a la ciudad de San Vicente, a raíz del
devastador terremoto del 16 de abril de 1854. El 12 de julio de 1854, el coronel
José María San Martín, presidente de la República salvadoreña (1852 y 1854-
1856), lo comisionó para que formara una recopilación sistematizada de todas las
disposiciones legales vigentes en el país desde el período español,
independentista, federal y republicano, abarcando según acuerdo gubernativo de
24 de agosto de 1854 en respuesta a consulta del propio Menéndez hasta ese
año de 1854. El 9 de enero de 1855 remitió al gobierno central los originales de
una Recopilación de leyes patrias, editada en dos volúmenes entre 1855 y 1856.
La obra, que se abría con el Acta de Independencia del 15 de septiembre de
1821, reunió 731 disposiciones entre actas, leyes, decretos legislativos, decretos
ejecutivos, incluyendo la primera Ley de Imprenta, decretada a 28 de septiembre
de 1830, además de hasta treinta normas sobre derecho militar y organización
del ejército. Su sistemática es por libros y títulos, y alguno de ellos por leyes y a
su vez de nuevo por títulos. Con acierto Menéndez observaba el abundoso
estado de la legislación, con frecuencia referida a casos demasiado específicos,
no siempre depurada de contradicciones, carente de unidad, y raramente
conformada a los principios constitucionales vigentes (art. 1 del Decreto
305
legislativo de 25 de septiembre de 1824 declarando qué leyes de la Asamblea
Nacional Constituyente regían el Estado hasta esa fecha). Como director de la
comisión integrada por los licenciados Ignacio Gómez y José Eustaquio Cuéllar
revisó, actualizó y concluyó asimismo el proyecto de Códigos de Procedimientos
Civiles y Criminales, que remontaba al encargo gubernamental de un proyecto de
Código de Procedimientos Judiciales cuya elaboración había sido prevista en dos
fases (1844 y 1847) y acumulaba retardo de una década. La comisión se instaló
en la salvadoreña Villa de Ahuachapán y empezó su trabajo en mayo de 1857,
concluyéndolo 6 meses más tarde, resultando el proyecto de Ley de la República
el 20 de noviembre de 1857, que lo publicó con añadido de las Fórmulas de todas
las Instancias y Actas de Cartulación de la República de El Salvador. En el
Informe que Menéndez acompañó al Proyecto de Código de Procedimientos
Judiciales, se lee: «La legislación que ha rejido al Salvador, formada por el
confuso hacinamiento de voluminosos e incoherentes cuerpos de leyes
españolas y coloniales y de disposiciones patrias, dictadas sin unidad ni sistema,
ha formado en nuestro foro un caos de complicación y oscuridad y ha venido a
convertirse en un desordenado arsenal en que se recojen a la ventura armas
para la demanda y la escepción, para la acusación y defensa» (Informe, 1858, p.
4). El Código de Procedimientos Judiciales del Presbítero Menéndez dejó
establecida la forma de proceder, en asuntos civiles como criminales, y se
compuso de cuatro partes: una preliminar de introducción y división del Código;
sobre procedimientos civiles en primera instancia; sobre procedimientos
criminales en primera instancia; y de procedimientos civiles y criminales en
segunda y tercera instancias, además de acerca de los recursos extraordinarios.
Esta labor le mereció ser considerado el primer gran jurisconsulto salvadoreño.
La vigencia del texto se extendió hasta la reforma introducida por los licenciados
Tomás Ayón y Ángel Quiroz, adoptada como Ley de la República el 12 de enero
de 1863. Promotor de la candidatura presidencial liberal del vicentino general
Miguel Santín del Castillo (1858-1859), fue llamado por éste a integrarse al
gabinete de gobierno con el empleo civil de ministro de Gobernación, Justicia,
Instrucción Pública y Negocios Eclesiásticos (24 de febrero de 1858), a la vez
que las autoridades eclesiásticas lo promovían a provisor y vicario general de la
Diócesis de El Salvador (1 de marzo de 1858). Quebrantado de salud, hizo
dejación a ambos cargos en marzo y julio de ese mismo año. Contagiado en una
epidemia de cólera morbo dispuso en testamento cláusula de expresa renuncia al
privilegio que como cura vicario del lugar le confería el ser inhumado en el templo
conventual, y así fue a su muerte sepultado en el camposanto ahuachapaneco,
revestido con el capelo doctoral, borlas de tres colores –rojo, verde y blanco– y el
árbol de la ciencia en el bonete. La tumba sería saqueada poco después en
busca de riquezas, que no se hallaron. El 4 de diciembre de 1899, se hizo
traslado de los restos a un nicho encastrado en el altar mayor de la Iglesia
Parroquial de Ahuachapán. Recuerdan en San Salvador a nuestro personaje la
Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales «Doctor Isidro Menéndez», de
Universidad «Dr. José Matías Delgado», y en las inmediaciones del Centro de
Gobierno el conjunto de dependencias que forman el Centro Judicial «Isidro
Menéndez» de la capital salvadoreña. La Corte Suprema de Justicia de San
Salvador exhibe un óleo con su retrato, fechado a 1851.
[E]. Obra impresa: Exposición del senador por el estado de Nicaragua
P.C.L.D.C. Isidro Menendez, hecha en el senado á 1º. de agosto de 1825 al
deliberar sobre el proyecto de decreto y órden del congreso federal en el negocio
de obispado de S. Salvador, por…, San Salvador, 1825; Discursos pronunciados
en la Iglesia Catedral del Salvador en el aniversario de la independencia y en la
306
primera Misa de Pontifical del Illmo. Sr. Obispo Jorge de Viteri, por…, San
Salvador, 1843; Discurso pronunciado en la catedral de San Salvador el 15 de
septiembre de 1847, San Salvador, 1847; Recopilación de las leyes del Salvador,
en Centro-América: formada por Isidro Menéndez, a virtud de comisión del Sr.
presidente don José María San Martín, refrendada por el Sr. ministro del interior
Lic. D. Ignacio Gómez, Guatemala, 1855-1856, 2 vols.; Informe del señor
licenciado doctor don Isidro Menéndez, comisionado para formar la recopilación
de las leyes del Salvador acerca de las omisiones y reformas que, a su juicio
necesitan las mismas leyes y medios para llenar aquéllas, Guatemala, 1856;
Códigos de Procedimientos Civiles y Criminales y de Fórmulas de todas las
Instancias y Actas de Cartulación de la República de El Salvador de 1857,
Guatemala, 1858 (2.ª ed., San Salvador, 1956).
[F]. Bibliografía: Buenaventura Guerrero, A los admiradores: de la censura
del Dr. Isidro Menéndez que hace del decreto de 23 de enero por el que se
destituye al Dr. José Matías Delgado del nombramiento de Obispo y Gobernador
de la nueva Diócesis del Estado, San Salvador, 1831; Jorge Larde Larín, Isidro
Menéndez, San Salvador, 1958; Homenaje del Gobierno de la República al
prócer Isidro Menéndez en el primer centenario de su muerte, San Salvador,
1958; Ítalo López Vallecillos, El Periodismo en El Salvador. Ensayo histórico-
crítico (1964), San Salvador, 1987, 2.ª ed.; Constantino Lascaris, Historia de las
ideas en Centroamérica, San José, 1970; Héctor Lindo-Fuentes, Weak
Foundations. The Economy of El Salvador in the Nineteenth Century 1821-1898,
Berkeley, Los Angeles y Oxford, 1990 y José Calvo González, Menéndez
Posada, Isidro, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 502-504, n.º 2.073 [JO SÉ CALVO G O NZÁLEZ ]
(σόφος como político y jurista y κουφότερος como canonista).
307
licencia de ausencia del Colegio. No consta cuando regresó al San Clemente, ya
que el 2 de mayo de 1580 el colegial Jerónimo Maineta de Valcárcel envió sus
segundas pruebas, que había hecho en Madrid el 11 de enero de 1580, en base
a las cuales fue expulsado del Colegio. Tanto el Colegio como Jerónimo
Meléndez elevaron el asunto a Roma. El Colegio nombró procurador suyo para
este asunto a Lope de Barahona. La causa fue encargada al Cardenal Protector
Deza. Finalmente se optó por una solución intermedia y, a propuesta del propio
Meléndez Jibaja, se encargó el 21 de septiembre de 1582 a Francisco Vidal de
Fontana que hiciera nuevas pruebas sobre la limpieza de sangre de Meléndez
(las pruebas fueron hechas el 19 de abril de 1583 y el 2 de mayo de 1583). Los
resultados de las mismas fueron satisfactorios para la pretensión de este colegial
y las pruebas fueron aprobadas por el Colegio el 14 de junio de 1583. A resultas
de lo cual se le volvió a reintegrar en su puesto. El 9 de julio 1583 se decretó su
readmisión en el Colegio. Sin embargo como, entre tanto, en su puesto había
sido admitido Juan Bautista de Estrada, se declaró que, por dispensa del
Cardenal Deza, tanto Meléndez como Estrada podían permanecer en la plaza
correspondiente a la diócesis de Osma. No obstante, el curso 1584-1585, ya
Meléndez Jibaja no se encontraba en el San Clemente.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 286, n.º
2.788 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1030-
1032, n.º 958 y Menéndez [o Meléndez] de Jibaja, Jerónimo, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 366, n.º 2.792 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
308
MERRY DEL VAL ZULUETA-WILCOX, Rafael [María José Pedro
Francisco Borja Domingo Gerardo de la Santísima Trinidad] (1865-1930) .
[N.º 304]. [A]. De blasonada estirpe de raíces irlandesas, vascas y aragonesas,
Rafael Merry del Val nació en la ciudad de Londres el 10 de octubre de 1865, en
cuya embajada española era agregado su padre, Rafael Merry del Val Gayte. Su
madre, Sofía Josefa Zulueta-Wilkox, hija de Pedro José de Zulueta Madariaga,
segundo conde de Torre Díaz, había nacido en Londres en 1839, muriendo como
su esposo en la ciudad guipuzcoana de San Sebastián en 1925. Segundo hijo del
matrimonio, fueron sus hermanos Alfonso, embajador en Inglaterra bajo el
reinado de Jorge V (1913-1931); Pedro Merry del Val (1867-1958), y Domingo
(1870-1935), afincado y muerto en Chile. Por su ilustre ascendencia gozó de una
exquisita educación, políglota y cosmopolita, de porte principesco y rica erudición.
Con el traslado paterno a la Embajada del Reino de España en Bélgica (1878),
pasó a estudiar en los colegios de Notre Dame de Namur y de Saint-Michelle de
Bruselas. De regreso a Inglaterra en 1883 dio comienzo a sus estudios
universitarios en la ciudad de Ushaw (St. Cuthbert College), donde descubrió su
vocación sacerdotal. Allí mismo realizó sus estudios eclesiásticos, al término de
los cuales recibió tonsura y órdenes menores. Aconsejado entonces por el
cardenal Herbert Vaughan (1832-1903), arzobispo de Westminster, se trasladó a
Roma dos años después para completar su preparación al sacerdocio en la
Universidad Gregoriana, donde obtuvo sucesivamente el doctorado en Filosofía
(1888), Teología (1890) y Derecho Canónico (1891) [algunas fuentes sitúan más
tardíamente este doctorado, por la Universidad de Ottawa, en Canadá (Hierarchia
Catholica Medii et Recentioris Aevi, VIII: 1846-1903)]. A falta de un Colegio
Español próximo a la Santa Sede en 1885 –él mismo intervendría en su
fundación siete años después, junto al sacerdote tarraconense Manuel Domingo
Sol (1836-1909)–, su padre decidió su ingreso en el Pontificio Colegio de los
Irlandeses. No obstante, fue deseo de León XIII (1810-[1878]-1903) que, pese a
su juventud y aún no haber recibido las órdenes sagradas se incorporase a la
Pontificia Accademia dei Nobili Ecclesiastici –actual Pontificia Accademia
Ecclesiastica–, de la que posteriormente llegaría a ser nombrado Presidente
(1899-1903).
[B]. Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de diciembre de 1888 de manos
del Cardenal Lucido Maria Parocchi (1833-1903), vicario general de Roma.
Consciente de su talento, conocimiento de lenguas y dotes diplomáticas, León
XIII le nombró en los largos años de su pontificado Monseñor (1887), Camarlengo
privado de numero participantium (1891) y miembro, así, de la Familia Pontificia
(1891-1898), Secretario de la Comisión Pontificia para la Unión de las Iglesias
disidentes (1895) y de la Comisión especial para el examen de la validez de las
ordenaciones anglicanas (1896), Prelado doméstico de Su Santidad (1897) y
Consultor de la Congregación del Índice (1897). Como miembro del cuerpo
diplomático de la Santa Sede participó en distintas misiones especiales al Reino
Unido (1887, 1896), Alemania y Austria (1893), Canadá (1897-1898), etc. Su
labor en todas ellas sirvió a la determinación de la posición de la Santa Sede ante
algunos de los problemas más acuciantes para la vida de la Iglesia católica del
momento y para la definición magisterial de sus principios doctrinales.
Especialmente decisiva fue su intervención en el examen de la situación canónica
de las ordenaciones sacerdotales y episcopales en la Iglesia de Inglaterra, que,
frente a la política condescendiente del entonces Secretario de Estado, Card.
Rampolla del Tíndaro (1843-1913), juzgó imposible considerar válidas. Su
posición quedó magisterialmente sancionada en la carta apostólica del Romano
Pontífice al Arzobispo de Westminster, Ad anglos (15 de abril de 1895), y en la
309
bula Apostolicae curae (13 de septiembre de 1896), documentos ambos en cuya
redacción participó. De análoga importancia fue su misión extraordinaria de
apaciguamiento en los momentos difíciles por los que atravesaba la Iglesia en
Canadá («problema de las escuelas de Manitoba»), a cuya solución cooperaría el
papa con la redacción de la encíclica Affari vos sobre la educación católica del 18
de diciembre de 1897. Preconizado Arzobispo Titular de Nicea el 19 de abril de
1900, recibió su consagración episcopal por el Card. Rampolla en la iglesia
romana de Sta. María de Montserrat de los Españoles (6 de mayo de 1900).
[C]. El fallecimiento de León XIII el 20 de julio de 1903 coincidió con el del
Secretario del Sacro Colegio Cardenalicio, Alessandro Volpini. El doble deceso
motivó, a instancias del Camarlengo y Cardenal Decano Luigi Oreglia di Santo
Stefano (1828-1913), la elección de R. Merry del Val como nuevo Secretario de la
Congregación Consistorial y, en consecuencia, como encargado de la
preparación y desarrollo del difícil cónclave de 1903 en que fue elegido nuevo
papa Pío X (Giuseppe Sarto, 1835-1914). La elevación al solio pontificio del
Patriarca de Venecia vino precedida por el uso del derecho de veto del que
gozaban históricamente algunas naciones europeas –hasta su anulación por el
nuevo pontífice mediante la constitución Commissum nobis (20 de enero 1904)–,
contra la candidatura mayoritaria representada en esta ocasión por el Card.
Rampolla, cuya inclinación favorable a Francia motivó la oposición del emperador
de Austria, Francisco José de Habsburgo, y a instancia suya de un cierto número
de cardenales electores. Elegido en séptimo escrutinio en la mañana del 4 de
agosto de 1903, Pío X dio inmediatamente a conocer a Merry del Val su deseo de
tomarlo como pro-secretario de Estado hasta su nombramiento oficial, que se
produciría el día 12 de noviembre de 1903, tres días después de su preceptiva
elevación a la dignidad cardenalicia con el título de Cardenal Presbítero de S.
Práxedes (9 de noviembre de 1903). El nuevo cardenal contaba con tan sólo
treinta y ocho años. Su vida desde entonces permaneció ligada a la magna figura
del papa Pío X, para cuya difícil tarea al frente de la Iglesia fue un apoyo
constante y firme. Formó parte de la comisión pontificia encargada de la
elaboración del primer Codex iuris canonici de la historia de la Iglesia,
promulgado por su sucesor en la Cátedra de Pedro, Benedicto XV, el 27 de mayo
de 1917 (const. apost. Providentissima Mater Ecclesia). Como Secretario de
Estado tuvo especial protagonismo igualmente en los inicios de solución de la
llamada “cuestión romana”, que enfrentó al gobierno italiano y la Santa Sede
desde 1861 hasta la firma del Tratado de Letrán por Pío XI (1857-[1922]-1939) y
Benito Mussolini en 1929. Los años del Card. Merry del Val al frente de la
Secretaría de Estado se caracterizaron por un notable esfuerzo por conjugar la
fidelidad a la tradición y a la comunión eclesial frente a la propagación del
modernismo y la crisis galicana (que amenazaba con desvincular la Iglesia en
Francia de la jurisdicción papal), con las nuevas exigencias avanzadas en el
desarrollo del Concilio Vaticano I de descargar a la Iglesia de su otrora potestas
temporal. Meses antes del fallecimiento de Pío X (20 de agosto de 1914), fue
nombrado Arcipreste de la Basílica de San Pedro y Prefecto de la Fábrica
adscrita a ella para su cuidado (13 de enero de 1914).
[D]. Formó parte como elector del cónclave de septiembre de 1914 en que
fue elegido nuevo papa Benedicto XV (Giaccomo della Chiesa, 1854-1922),
anterior arzobispo de Bolonia y antiguo colaborador suyo en la Secretaría de
Estado (1887). Dimitió entonces de sus funciones al frente de la Secretaría
vaticana (20 de agosto de 1914), en manos ahora del Card. Domenico Ferrata
(1847-1914) y, tras su inmediato fallecimiento, de Pietro Gasparri (1852-1934). Al
igual que sucedió con su predecesor en el mismo dicasterio, el cardenal
310
Rampolla, una vez abandonó sus responsabilidades diplomáticas fue nombrado
Secretario de la Congregación del Santo Oficio (14 de octubre de 1914).
Compatibilizó el ejercicio de esta tarea con la redacción de sus recuerdos sobre
Pío X que sirvieran al proceso de su canonización, y con su antigua dedicación
social en los suburbios romanos del Trastévere, donde en 1890 había fundado la
Pía Unión del Oratorio del Sagrado Corazón de Jesús y cuya atención pastoral no
abandonó hasta su fallecimiento. Con la muerte del pontífice el 22 de enero de
1922, nuevamente participó en el cónclave en que resultó elegido papa el
cardenal arzobispo de Milán, Ambrogio Damiano Achille Ratti (1857-1939), con
nombre de Pío XI. Aquejado de un agudo dolor de apendicitis, probablemente no
intervenida a tiempo, falleció de forma inesperada en la Ciudad del Vaticano el 26
de febrero de 1930, a la edad de sesenta y cuatro años. Todos sus bienes los
legó a la Congregación de Propaganda Fide para el sostenimiento de las
misiones más necesitadas. Sus restos fueron depositados en la cripta vaticana
próximos a los de su amado papa Pío X, en una sobria sepultura con su nombre
y el versículo veterotestamentario dispuesto en su testamento, Da mihi animas,
caetera tolle (Gn 14, 21). El papa Pío XII (1876-[1939]-1958), que comenzó a sus
órdenes su carrera eclesiástica, dio inicio a su proceso de canonización en 1953.
[E]. De entre las biografías dedicadas al cardenal Merry del Val, quizá las
más completas sigan siendo las de José María Javierre, Merry del Val,
Barcelona, 1961 y 1965, 2.ª ed., y P. Cenci, Il Cardenale Raffaele Merry del Val,
Roma, 1933 (cuenta con ediciones posteriores). También merecen reseñarse: A.
Canestri, Un missionario in porpora: S. Em. il cardinale Merry del Val, publicada
por la Unione Missionaria del Clero in Italia, Roma, 1934; H. Mitchell, Le cardinal
R. Merry del Val: Secrétaire d’État de Saint Pie X, París, 1956; M. C. Bruehrle,
Rafael, Cardinal Merry del Val, Glasgow, 1958; G. Dal-Gal, El cardenal Rafael
Merry del Val, Secretario de Estado de S. Pío X, Papa, Madrid, 1954, y The
spiritual life of Cardinal Merry del Val, Nueva York, 1959; C. de Viñayo, Senda
luminosa: vida del cardenal Merry del Val, Madrid, 1959; L. Leblanc, Dictionnaire
biographique des évêques catholiques du Canada. Les diocèses catholiques
canadiens des Églises latine et orientales et leurs évêques; repères
chronologiques et biographiques (1658-2002), Ottawa, 2002, pp. 242-245 y Juan
Carlos Valderrama, Merry del Val Zulueta-Wilcox, Rafael [María José Pedro
Francisco Borja Domingo Gerardo de la Santísima Trinidad], en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 368-370, n.º 2.796 [JUAN CARLO S
VALDERRAMA A BENZA ] (Καρδινάλιος).
311
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, vol. IV, pp. 1780-
1781, n.º 1.333 y Mezquita de Pedro, Joaquín, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 371, n.º 2.798 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
MIERES, Sancho de (siglo XVI) . [N.º 306]. [A]. A veces aparece como
Santius (Silvester) de Mieres (Sirvente) y se le conoció también con el alias de
Silventes. Originario de Andújar (Jaén). Hijo del licenciado Bartolomé Sirvente y
de Isabel de Mieres. Estudió Jurisprudencia en Salamanca donde obtuvo el título
de Bachiller. Fue miembro del Colegio de San Clemente de Bolonia donde sería
presentado por el obispo y Cabildo salmantinos para estudiar Derecho Canónico
en 1539. Pero el 27 de julio de 1541 fue dispensado para poder ser admitido al
examen de ambos derechos y al día siguiente se examinó y doctoró en Derecho
Canónico y Civil. Fue ecónomo del Colegio y también vicerrector (1543-1544) y
consiliario teólogo (1544-1545). El 24 de mayo de 1545 se va a la Corte del
Emperador y parece ser que no volvió más al Colegio, ya que su nombre no
aparece en las listas de colegiales a partir del curso 1545-1546, según indica
Antonio Pérez Martín. Cuando regresó a la Península, después de este periplo,
ejerció la abogacía en la Corte española y en 1579 fue nombrado fiscal de la Real
Chancillería de Granada, y en 1584 también juez de la misma Chancillería. Sería,
además, juez del Duque de Medinaceli. Según la relación del Colegio de San
Clemente, del cual fue bienhechor generoso, escribió De Majoritatibus.
[B]. Bibliografía: María Francisca Gámez, Mieres, Sancho de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
131-132, n.º 613 [M ARÍA FRANCISCA G ÁMEZ ] (σόφος).
313
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
141-142, n.º 625 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
314
[D]. Obras: Vida del venerable sacerdote D. Domingo Muriel, último
provincial de su Provincia del Paraguay, Córdoba, 1916 (ed. P. Hernández); «Los
novicios de Córdoba del Tucumán y otros novicios Americanos. Relato de sus
pruebas y constancia en seguir la Compañía de Jesús en la expulsión de Carlos
III», en Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires 6 (1906), pp. 199-
209, 285-297, 367-380; «Sinopsis o ensayo de los daños en lo espiritual y
temporal, seguidos del destierro de los Jesuitas del Paraguay y por identidad o
paridad de razón, de los daños de una y otra clase seguidos en las dos Américas,
Septentrional y Meridional», en G. Furlong, Francisco J. Miranda y su Sinopsis
(1772), Buenos Aires, 1962, pp. 57-92; Breve relación de la República jesuítica
del Paraguay (ms.); Discurso por el restablecimiento de la Compañía (ms.);
Philosophía Naturalis sive Physica (ms.); Tractatus Theologicus de Merito Xhristi
(ms.); El Fiscal fiscalizado, o sea, Examen de la consulta de D. Pedro Rodríguez
Campomanes, Fiscal del Consejo Extraordinario de Castilla, hecha a nombre del
mismo Consejo al Rey Nuestro Señor, en vista del Breve del Papa Clemente XIII,
en que se interesaba por los jesuitas extrañados de los dominios de España (En
Loyola hay dos libros manuscritos, uno borrador y otro definitivo).
[E]. Bibliografía: C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus,
Bruselas-París, 1890, vol. XII, col. 1158; G. Furlong, Francisco J. Miranda y su
Sinopsis (1772), Buenos Aires, 1962; L. Polgár, Bibliographie sur l'histoire de la
Compagnie de Jesus 1901-1980, Roma, 1983, vol. 3/2, p. 539; J. Baptista,
Miranda, Francisco Javier, en Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús,
Roma y Madrid, 2001, p. 2685; A. Astorgano Abajo, La “Biblioteca jesuítico-
española” de Hervás y Panduro y su liderazgo sobre el resto de los ex jesuitas,
en Hispania Sacra 112 (2004), pp. 171-268, y L. Hervás Panduro, Biblioteca
jesuítico-española, Cuenca, Diputación Provincial, 2006, edición de A. Astorgano
[A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
315
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1478-1480, n.º 1.197 y Miranda Gayarre, Francisco de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 506, n.º 2.079 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
316
Salamanca, graduándose en Derecho Canónico. Desde 1564 a 1566 estuvo en la
Universidad de Coimbra, donde su presencia había sido requerida por su tío Juan
de Mogrovejo, que era profesor de dicha Universidad. Entre los papeles
conservados de Coimbra hay 451 hojas manuscritas escritas por Santo Toribio.
En 1568 recibió la autorización para la práctica del derecho en Santiago de
Compostela. Desde allí se trasladó al Gran Colegio de El Salvador de Oviedo
donde continuó sus estudios. Felipe II le nombró Inquisidor de Granada y Toribio
desempeñó este cargo demostrando gran talento y capacidad desde 1575 a
1580. Al mismo tiempo, el todopoderoso monarca español solicitaba al papa
Gregorio XIII que lo nombrase arzobispo de Lima. El papa dio por buena la
propuesta de Felipe II, pero Toribio se mostró dubitativo. Al cabo de tres meses,
finalmente aceptó. Él no había recibido todavía ninguna orden sagrada, por lo
que tuvo que ser ordenado diácono, luego presbítero en 1578 y por último obispo
en la catedral de Sevilla en 1580.
[B]. Llegó a Perú en mayo de 1581 y gobernó la archidiócesis durante
veinticuatro años. Entre sus primeros cometidos cabe señalar el que tuvo que
aplicar las reformas aprobadas por el Concilio de Trento. Con este pensamiento
como objetivo, comenzó con la reorganización de la estructura de la
archidiócesis. Toribio propuso encuentros y reuniones con los presbíteros y
obispos de Sudamérica que sirvieran para instruirles y guiarles. Tuvo así
reuniones con el clero de su diócesis en años alternos y con los de las diócesis
vecinas cada siete años. Insistió en que las actuaciones y las decisiones
correctas y adecuadas fueran seguidas y aplicadas sin merma y de forma
irreprochable, aún en las zonas y territorios más pobres y lejanos. Derivó su
atención más tarde a resolver y eliminar diversas situaciones escandalosas que
se venían arrastrando en los últimos tiempos. A lo largo de todo el territorio los
conquistadores europeos habían cometido algunos abusos contra los nativos, y
los clérigos no se habían atrevido a corregirles. Los opresores reivindicaron que
sus acciones se ajustaban a algo que se había consolidado como costumbre.
Toribio respondió que el camino de Cristo se basaba en la verdad y no en la
costumbre. Él denunció los abusos y se opuso a quienes los cometían, incluso a
aquellos que pertenecían a las clases sociales más elevadas. Cuando sus
esfuerzos le acarrearon un rechazo y condena, él replicó que la única cosa que
necesitaba para alcanzar la felicidad era seguir la voluntad de Dios. Toribio urgió
a los laicos que asumieran la tarea de evangelización a través de la figura de los
catequistas, y él mismo se afanó con su ejemplo personal para demostrar cómo
debía llevarse a cabo. Visitó la totalidad del territorio de su amplia diócesis,
muchas veces desplazándose a pie. En ocasiones usaba un mulo, atravesando
con frecuencia caminos intransitables, sufriendo penalidades extremas como
consecuencia de las inclemencias del tiempo y el abrupto y escarpado territorio
por el que tuvo que moverse. Visitaba y se entretenía con los indígenas más
pobres, durmiendo con frecuencia en el suelo de chozas y cabañas. Cuando
llegaba a una población, se dirigía en primer lugar a la iglesia de la localidad,
donde se reunía con los habitantes durante horas. Residía en cada pueblo
durante unos cuantos días que fueran suficientes para tener encuentros y charlas
con la gente, y además para bautizar y confirmar a los habitantes prescindiendo
de las rudimentarias comodidades que pudieran ofrecerle. Su primer viaje duró
siete años. El segundo tardó un lustro en llevarlo a cabo, y el tercero le empleó
cuatro años. Cuando regresaba, continuaba su trabajo sin problemas, estimulaba
a la gente, y administraba el sacramento de la confirmación. Confirmó a millares
de indígenas durante sus viajes misioneros. Al final de su vida, uno de sus
despachos enviados al monarca daba la noticia de que había administrado el
317
sacramento de la confirmación a más de ochocientas mil personas. El sistema
organizativo establecido por Santo Toribio se mantuvo durante siglos en las
ciudades de Perú. Fundó el primer Seminario de América en Lima en 1591.
Cuando él llegó había 150 parroquias en la archidiócesis, y cuando falleció dejó
en el mismo territorio alrededor de 250. Se sabía que era un trabajador
infatigable, levantándose temprano por la mañana; en este sentido, con
frecuencia repetía: «El tiempo presente es nuestro tesoro más grande. Nosotros
tenemos que aprovecharlo para alcanzar la vida eterna. Dios nuestro Señor nos
pedirá cuentas de en qué hemos empleado nuestro tiempo». Toribio murió de
unas fiebres contraídas por la fatiga y el esfuerzo, mientras visitaba Zaña, en las
montañas boscosas del Perú el 23 de marzo de 1606. Fue beatificado por el
Papa Inocencio XI en 1679 y el pontífice Benedicto XIII le declaró santo en 1726.
En 1983 Juan Pablo II le otorgó el título de fundador del Episcopado
Latinoamericano.
[C]. Es muy extensa la producción escrita sobre el personaje. Ver Antonio
de León Pinelo, Vida del Illustrisimo y Reverendisimo D. Toribio Alfonso
Mogrovejo, Arzobispo de la Ciudad de los Reyes, que se publicó en Madrid en
1653, libro del que se hizo reed. en Lima en 1906; Francisco García, Obra
evangelizadora de Santo Toribio Alfonso Mogrovejo, Madrid, 1926; Cristóbal
Castro, Toribio de Mogrovejo (La conquista espiritual de América), Madrid, 1944;
Vicente Rodríguez Valencia, Santo Toribio de Mogrovejo, organizador y apóstol
de Sudamérica, Madrid, 1957, 2 vols.; Enriqueta Vila Villar, Santos de América.
Un arzobispo de Indias: Santo Toribio, Bilbao, 1968; P. S. Márquez Zorrilla, Santo
Toribio de Mogrovejo, Apóstol del Perú, Huaraz, 1970; Juan Villegas, Fiel y
evangelizador. Santo Toribio de Mogrovejo, patrono de los obispos de América
Latina, Montevideo, 1984; Fernando Valle, Santo Toribio de Mogrovejo, apóstol
de los Andes, que editó la Biblioteca de Autores Cristianos en 1986; Napoleón
Mogrovejo, Santo Toribio de Mogrovejo, defensor del indio americano, Caracas,
1987; Rubén Vargas Ugarte, Santo Toribio, segundo arzobispo de Lima, Lima,
1989; J. A. Benito Rodríguez, La promoción del indio en los Sínodos y Concilios
de Santo Toribio de Mogrovejo (1582-1604), en Castilla y León en América,
Valladolid, 1991, tomo III, pp. 279-294; Augusto Vargas Alzamora, Santo Toribio y
la Nueva Evangelización, Lima, 1991; José Agustín de la Puente Cándamo,
Santo Toribio y la formación del Perú, en Historia de la Evangelización de
América, Ciudad de Vaticano, 1992, pp. 831-840; Francesco Pini et alii, Santo
Toribio de Mogrovejo, apóstol del Callejón de Conchucos Prelatura de Huari,
Lima, 1994 y Derek H. Davis, Mogrovejo, Santo Toribio de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 143-144, n.º 625 [D EREK H.
D AVIS] [trad. del inglés por Manuel J. Peláez] (Μεγάλος Άγιος).
MÓN BASCÓS, Joan [Emili Jaume] (1868-1919) . [N.º 314]. [A]. Nació
en Santa Coloma de Farners (Gerona) el 8 de noviembre de 1868 a las cuatro de
la tarde, siendo bautizado en la parroquia de su pueblo el 10 de noviembre de
1868. Falleció en Canet de Mar. Era hijo de Joan Món y de Ventura Bascós.
Después de los estudios primarios en su ciudad natal, siguió el bachillerato en
Gerona, alcanzando el grado de bachiller el 10 de junio de 1885, tras superar el
primer ejercicio con Sobresaliente y el segundo con Aprobado. La carrera de
Derecho la comenzó el curso 1885-1886 y obtuvo Sobresaliente y Matrícula de
Honor en varias asignaturas como Metafísica, Historia crítica de España, Derecho
natural, Derecho romano, Economía política y Estadística, Historia general del
Derecho español, Derecho canónico, Derecho civil I, Derecho internacional
público y Derecho procesal II. Se licenció el 27 de junio de 1891 con
Sobresaliente, desarrollando por escrito el tema De los lugares de contratación.
Su historia y diverso carácter. Naturaleza y efectos de las operaciones de bolsa.
El título le fue expedido el 7 de junio de 1892. En este periodo se sintió inclinado
al sacerdocio y, por ello, cursó estudios eclesiásticos en el Seminario de la ciudad
condal. Parece ser que su pretensión era llegar a ser canónigo. Ello no obstante,
una vez terminada la carrera de Derecho, ingresó en el Colegio de Abogados de
Barcelona para iniciar el ejercicio de la profesión. Por su conocimiento de las
disciplinas eclesiásticas dedicó su tesis doctoral al tema La importancia del
Pontificado en el Derecho Internacional y se presentó a las oposiciones a la
cátedra de Derecho canónico de la Universidad de Barcelona que consiguió. En
esta misma línea de conocimientos publicó una curiosa obra titulada De los
cementerios, en la cual recogió, como reza el subtítulo «la noción, la división, la
historia y el derecho de la Iglesia» sobre el tema. Muy pronto consiguió una
proyección social y ciudadana que le llevó a presidir diversas asociaciones de
carácter religioso. También desde muy joven militó en el catalanismo político:
formó parte de la junta directiva del Centre Escolar Catalanista y, más tarde, fue
elegido presidente de la Lliga. Su dedicación a la política le llevó a escribir en la
prensa, en especial en el diario La Renaixença y participó en los trabajos de la
Asamblea de Manresa en la que se elaboraron unas Bases para la Constitución
regional catalana y también en las reuniones sucesivas de Reus, Balaguer, Olot,
Gerona, Tarrasa y Barcelona. Sus grandes éxitos los consiguió como abogado
penalista, iniciados en 1902 con la defensa del asesino convicto de un personaje
conocido en los ámbitos políticos como un importante cacique. Fue un juicio que
alcanzó gran resonancia en la ciudad y del que los medios de comunicación de
Barcelona y Madrid se ocuparon a diario mientras duró hasta el punto que se
hicieron ediciones especiales. Al conseguir un dictamen favorable del jurado, el
319
abogado y el acusado fueron recibidos con aplausos por un numeroso público
que esperaba en el exterior de la Audiencia. El eco del juicio reabrió un debate
sobre la institución del jurado. Món Bascós fue considerado como un abogado de
una gran vocación y habilidad por lo que fue solicitado como defensor de otros
pleitos igualmente espectaculares. Falleció súbitamente mientras descansaba
durante unos días de vacaciones en Canet de Mar, el mes de agosto de 1919.
[B]. Bibliografía: Josep Maria Mas Solench, Món Bascós, Joan [Emili
Jaume], en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), p. 150, n.º 633 [JO SEP M ARIA M AS SO LENCH] (κουφότερος).
320
y de Romano (en concreto la de Barcelona en 1902). Su afición a las materias
históricas le llevó a participar en el concurso de traslado para cubrir la cátedra de
Historia General del Derecho español de Zaragoza, pero fue excluido y declarado
desierto el citado concurso el 10 de octubre de 1906, por carecer de los requisitos
establecidos por el art. 2 del Real Decreto de 8 de mayo de 1903, a pesar de que
el rector de Zaragoza el 17 de agosto de 1906 había resaltado por escrito su
vocación por los estudios históricos relacionados con la ciencia jurídica. Su
trayectoria de oposiciones recuerda a la de su compañero de claustro Josep Pou
Foxà, que fue catedrático de Instituciones de Derecho Romano en Zaragoza por
concurso, a partir del 8 de mayo de 1923, aunque había ingresado en el
escalafón como catedrático de Derecho Canónico por oposición el 13 de abril de
1918 en la Universidad de Murcia. Moneva sería Decano de la Facultad de
Derecho a partir del 27 de junio de 1933, tras haberse jubilado Antonio de
Lafiguera Lezcano (1863-1948). En este puesto fue cesado el 19 de mayo de
1939, pero antes hubo de sufrir la correspondiente depuración, con resultado
parcialmente adverso hasta su restitución en la cátedra. Lo de Moneva fue una
persecución política en toda regla y de hecho en la «Barcelona roja» los medios
de comunicación hicieron un panegírico de Moneva señalando que «era la
primera inteligencia de Aragón y que por sus ideas liberales y acentuado
antimilitarismo se le desposeía de su cátedra y era muy perseguido en la zona
facciosa». Entre tanto, Moneva criticó los excesos de la represión franquista en
Zaragoza, por lo que fue multado y amonestado en diversas ocasiones. Como
proseguía con sus lenguaraces ataques al Movimiento y «sembrando el
derrotismo» con sus comentarios, la Delegación de Orden Público solicitó el 14
de julio de 1938, sin conseguirlo, al Ministerio de Educación Nacional su destierro
de Zaragoza. No obstante, tenía amigos en el Movimiento Nacional, pero era
hombre incontinente de palabra y se le reprochaba su amistad con Ángel Ossorio
Gallardo (1873-1946) y «de haberle sorprendido el Movimiento en zona roja...
hubiera colaborado con Aguirre y Maritain, y demás canalla que con apariencia
de buenas personas hacen daño al Movimiento». También se le acusó de
admirar a Miguel de Unamuno y a Francesc Macià. Coincidió su depuración con
el recuerdo de su antigua animadversión hacia el ejército, que le había llevado a
ser procesado por injurias (aunque fue absuelto por un Consejo de Guerra en
Zaragoza y por el Supremo de Guerra y Marina), su expulsión de la Academia de
Nobles y Bellas Artes de San Luis (de la que se negaba a devolver la medalla,
hasta que la hizo llegar nada menos que a la Junta Técnica de Burgos, no a la
Academia, de la que había sido expulsado en la primavera de 1936 por un asunto
no aclarado relacionado con unos libros y un plano de Zaragoza del siglo XVI) y
del Sindicato del Riego de la Almozara (había ocupado el puesto de secretario y
asesor jurídico de dicho sindicato, pero se le expulsó porque «tergiversaba y
cambiaba el sentido de los acuerdos de las Juntas, para buscar litigios y cobrar
como abogado su minuta»), junto a su cese como asesor del Colegio de
Arquitectos de Zaragoza. El Ministerio de Orden Público y el de Educación
Nacional decidieron multarle previamente y luego amonestarle severamente,
aunque la Comisión Superior Dictaminadora de expedientes de depuración llegó
a proponer «su inhabilitación para cargos directivos y de confianza». El 3 de
agosto de 1939 fue rehabilitado como catedrático de Universidad sin sanción,
testimoniando en su favor el Cardenal primado Isidro Gomá y Ramón Serrano
Suñer. Con la mediación de semejantes valedores, de poco sirvieron los
testimonios locales y se veía como conducta no reprobable el que permitiera a los
alumnos examinarse en latín, catalán, valenciano y mallorquín. Moneva, antes
había sido consejero de Instrucción Pública y, con Franco, llegaría a ser
321
consejero de Educación Nacional. Fue fundador de la Sociedad Aragonesa de
Ciencias Naturales y de la Academia Jurídico Literaria de Aragón y académico
profesor de la Real Jurídico Práctica Aragonesa y correspondiente de las de
Buenas Letras de Barcelona y Sevilla y de la de Nobles y Bellas Artes de San
Carlos en Valencia. También era socio correspondiente de la Societat
Arqueològica Luliana de Mallorca y socio de mérito de la Sociedad Granadina de
Amigos del país y de la Litterarische Gesellschaft de Colonia. Fue también
Cónsul honorario de Venezuela en Zaragoza. Participó en numerosos
certámenes enviando trabajos literarios o científicos, lo que le permitió conseguir
trece premios y cuatro accesits (tres de ellos habiendo sido declarados desiertos
los premios), convocados en Barcelona, Lérida, Zaragoza, Calatayud, Granada,
Reus y Santiago de Compostela. Como ya hemos precisado, ejerció la abogacía
y estaba colegiado en ejercicio en la Ilustre corporación del territorio de Aragón
desde el 1 de julio de 1895. También fue Abogado fiscal de la Audiencia desde el
28 de enero de 1897 al 10 de julio de 1897.
[B]. Entre sus obras destaca sobre todo Introducción al Derecho Hispánico
(con tres eds. de 1925, 1931 y 1942) y antes La Asamblea Nacional de
Productores (1899) y Política de Represión (1921). Tradujo la Historia de Italia de
Pietro Orsi, la Europa medieval de Henry William C. Davis, El sacrificio en el
Dogma católico y en la vida cristiana de Buathier, y revisó y anotó la biografía de
Alfonso XIII de Robert Sencourt. Del alemán vertió al castellano el Derecho
Canónico del profesor de la Universidad de Erlangen E. Sehling (1926 y 2.ª ed.,
1933), en cuyo texto introdujo algunas referencias sobre el Derecho Canónico en
España y sobre las novedades que trajo consigo el bienio radical-socialista de la
Segunda República en materia religiosa, matrimonio civil, divorcio, educación,
etc. Destacan igualmente algunas semblanzas, como las que dedicó a Faustino
Sancho Gil en 1898, a Luis Royo Villanova en 1900 y a Jacinto Verdaguer con
ocasión de sus respectivos óbitos. Individuo con amplias relaciones y con una
fuerte personalidad, particularmente ejercida y sufrida por quienes estaban más
próximos a él. San Josemaría Escrivá hizo en breves líneas en 1960 la mejor
semblanza de la figura de Moneva: «Yo pude apreciar siempre todo el tesoro de
recia piedad cristiana, de íntima rectitud de vida y de tan discreta como admirable
caridad, que se ocultaba en él bajo la capa, para algunos engañosa, de su aguda
ironía y de la jovial donosura de su ingenio». Joaquim Carreras Artau lo
consideraba «profundamente religioso y practicante y ejemplarmente austero,
odió la hipocresía y no dudó en asumir con extrema franqueza las opiniones
corrientes y comunes, a despecho de diversos conflictos» en que se vio inmerso,
y a la vez escribía «un catalán pintoresco de ortografía arcaizante» [Juan Moneva
Puyol. 1871-1951, en Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans, año XLV (1952), pp.
77-79]. Otros le habían definido con anterioridad como «ardiente partidario de la
derecha de ideas e implacable debelador de la derecha de intereses», lo que se
constata en su libro La educación cristiana de los hijos (1935-1936, en dos vols.).
Para esos “algunos” que acabamos de aludir, sin embargo, fue un «hombre
extravagante tanto en sus ideas como en su figura y porte, con extravagancia
buscada y no innata para conseguir algún cargo o ayuda económica de la que
estuviera necesitado» y que se aprovechaba de los cargos que tenía en beneficio
propio, a la vez que era «aficionado a la intriga contra los compañeros (de
Universidad), con la mayoría de los cuales estaba en malas relaciones de
amistad». Otros fueron todavía más críticos señalando su «porte y ademanes
ratoniles» y que «era partidario de la independencia de Cataluña, Vascongadas y
Aragón». Nadie negaba que fuera católico practicante, de los que frecuentaba
con asiduidad «la Iglesia y los Sacramentos», pero «fustiga al clero alto y bajo,
322
censura lo que no es dogma». Desde el Gobierno civil de Zaragoza incluso se le
calificaba de «cínico extravagante o extravagante cínico. Se le ha tenido por raro,
pero su rareza es hija muchas veces de la maldad» y además «su influjo es
inmoral y antipatriótico». Buena parte de los que le conocieron señalaron su
«carácter díscolo y rebelde», aunque otros valoraban todo esto de manera
indulgente como «cosas de Moneva». Lugar común, tanto entre sus críticos como
entre los que lo defendían, era la consideración de ser persona de portentosa
inteligencia. Cualquiera podrá apreciarlo tras la lectura de su trabajo La posición
moral y la posición jurídica ante el donjuanismo (1928). Escribió también sobre
Los males de la Universidad (1924) y, en este sentido, fue partidario, sin que
lograra conseguirlo en vida, de la reimplantación del doctorado en todas las
Universidades españolas, sin «padecer la esclavitud bajo Madrid». En 1952
aparecieron publicadas unas Memorias póstumas y al año siguiente una
colección de artículos sobre Zaragoza, prologados por Luis González Laguna.
Dejó muchos papeles inéditos, entre ellos toda una abundante documentación
para escribir el abaciologio y el episcopologio de Aragón y junto a Leopold Perels
colaboró con varias voces (la más importante la generalista Spanien) en el
Rechtsvergleichendes Handwörterbuch für d. Zivil- und Handelsrecht des In- und
Auslandes, que se editaba en Berlín.
[C]. Bibliografía: Juan Francisco Baltar y Manuel J. Peláez, Moneva Puyol,
Juan, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), pp. 153-156, n.º 636 [JUAN FRANCISCO BALTAR R O DRÍGUEZ y M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σόφος).
323
MONTE, Juan de (siglo XVI) . [N.º 317]. [A]. Nació en Segovia. Era hijo de
Juan de Monte y de Leonor de Solís. Estudió Jurisprudencia en Salamanca
durante cuatro años. Fue presentado por el vicario de la diócesis de Ávila y el
Cabildo abulense a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia. Sería admitido por Rodrigo Carvajal el 20 de enero de 1546, versando su
disertación de ingreso sobre X 2.24.14. Transitoriamente en el año 1550 fue
vicerrector de la Universidad y del Colegio de España. El 6 de febrero de 1550 se
doctoró en ambos Derechos, recibiendo las insignias doctorales de Alessandro
Magnani en Derecho canónico y de Antonio Galeazzo Malvasia en Derecho civil.
El Cardenal protector del Colegio lo expulsó de la institución el 10 de mayo de
1553, junto a otros colegiales, Antonio de la Cadena, Martín de Avellaneda,
Fernando Bravo y Juan Bustinza.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 190, n.º
1.242 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol. II, pp. 813-
815, n.º 827 y Monte, Juan de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 378, n.º 2.813 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
324
quienes sostienen que su nombramiento es de febrero de 1940, ya que fue
entonces cuando apareció oficialmente publicado, hasta el 4 de octubre de 1951),
centro docente al que regresaría con nuevos bríos, tras haber sido separado
«definitivamente del servicio» universitario por el Gobierno republicano por una
Orden de 22 de noviembre de 1937. Después de la guerra civil intervino en la
liquidación de los asuntos pendientes en aplicación de la Ley de Divorcio de 1932
y tuvo acumuladas las enseñanzas de la cátedra de doctorado de Historia de la
Iglesia y del Derecho Canónico, hasta el nombramiento como titular de la misma
de fray José López Ortiz, aunque el Ministerio de Educación Nacional dotó una
auxiliaría para la misma a efectos de aligerar las tareas de Montero. Iván C. Ibán
señala que el encargo de la asignatura de doctorado lo tuvo encomendado desde
el 1 de octubre de 1939 al 30 de septiembre de 1942 [Catedráticos de Derecho
Canónico en la Universidad Complutense (1929-1996), en Ius Canonicum, vol.
XXXVII, n.º 73 (1997), p. 197 y ver también pp. 192 y 196-199]. Consejero del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas y miembro de las Academias de
Jurisprudencia y Legislación y de Ciencias Morales y Políticas. En esta última
ingresó el 15 de abril de 1942 con un discurso (al que contestó Eloy Bullón
Fernández) que titularía Crisis de la familia en la sociedad moderna, cubriendo la
vacante de Tomás Montejo [ver información sobre el acto en Revista General de
Legislación y Jurisprudencia, año LXXXVII, tomo 171 (1942), pp. 532-534] y
disertó ampliamente el 20 de enero de 1954 sobre El nuevo Concordato español
de 1953, que luego recogió en una publicación en la que se atrevió a afirmar que
el Concordato de 1953 «es, sin duda alguna, el más conforme a la doctrina de la
Iglesia que haya podido ajustarse a través de todas las épocas de la Historia. El
Derecho público eclesiástico está intensamente encarnado en todas sus
disposiciones, informando a todos y cada uno de sus artículos la savia del
Catolicismo».
[B]. Su obra es amplísima, y en la misma aparecen densos tratados como
Derecho Canónico Comparado (1934-1936), Manual de Derecho Canónico
(1950), sus Instituciones de Derecho Canónico (en tres vols. en su primera ed.,
dedicados a Fundamentos, preliminares y normas generales; Derecho canónico
constitucional y Derecho canónico administrativo y penal) y toda clase de libros y
folletos de su especialidad como El matrimonio y las causas matrimoniales (1930,
2.ª ed. y 1965), junto a obras que reflejan experiencias personales como Lo que
vi en Rusia (1935) o artículos de lo más diverso sobre asuntos mixtos Iglesia-
Estado, los delitos contra la religión en el Código penal de 1848, el Tribunal de la
Rota de la Nunciatura Apostólica, la Iglesia en la China comunista, la Santa Sede
en el contexto internacional, el existencialismo, la política religiosa francesa, y
otros como La cláusula “rebus sic stantibus” ¿es aplicable a los Concordatos?, en
Información Jurídica, n.º 27 (1944), pp. 3-10. Al lado de estos aparecen libros y
folletos como Marruecos: el pueblo moro y el judío (1911), La guerra ante el
Derecho y ante la Iglesia (1915) y El individualismo económico y las modernas
exigencias de la justicia social (1917). Es, no obstante, en Derecho matrimonial
canónico donde llevó a cabo sus publicaciones más sobresalientes, definiendo
esta ciencia como «el conjunto de leyes propuestas (Derecho divino) o dadas
(Derecho eclesiástico) por la autoridad eclesiástica competente, para ordenar en
el fuero externo las causas matrimoniales de los cristianos, sometidas a la
jurisdicción de la Iglesia». Recoge la doctrina de que la poliginia simultánea no se
opone al derecho natural primario, aunque señala que, hace ya tiempo, «la
poligamia y la poliandria están prohibidas en absoluto por el derecho divino
positivo». Resulta interesante poner de relieve su fundada opinión sobre el
comportamiento de abogados, procuradores y partes interesadas en asuntos de
325
divorcio civil, ya que –señala Montero Gutiérrez– «la parte actora, que pide el
divorcio pleno con intención de pasar a nupcias adulterinas posteriores,
promueve una causa intrínsecamente mala; es más, ni siquiera puede intentar la
disolución de su verdadero y válido matrimonio, persiguiendo un fin puramente
lucrativo y sin intención de atentar otro matrimonio. Con mayor razón diremos
que, ejerciendo su oficio libremente los abogados y los procuradores, no pueden
defender ni representar lícitamente a semejantes demandantes». Fue director de
la Biblioteca de clásicos jurídicos de la Facultad de Derecho de Madrid. Apoyó
doctrinalmente el nuevo Estado nacido del 18 de julio de 1936 en Los Estados
Modernos y la Nueva España, que se publicó en Vitoria en 1939. Sus ideas poco
debían coincidir con las de aquel destacado anarquista, Agustín Cervantes del
Castillo, que fue catedrático de Derecho Canónico de la Universidad Libre de
Córdoba entre 1870 y 1874, o con las de quien fue mi catedrático de Derecho
canónico en la Universidad de Bolonia, el eurocomunista Giuseppe Caputo, pero
su talante profundamente conservador no impide que Eloy Montero sea
considerado como uno de los más grandes canonistas españoles de las dos
últimas centurias.
[C]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Montero Gutiérrez, Eloy, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1º (= tomo 2.º de la colección), pp. 162-163, n.º 647
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
MONTOYA, Luis de (siglo XVI) . [N.º 320]. [A]. Nació en Huete, diócesis
de Cuenca. Era hijo de Francisco de Montoya y de María de Valdolivas.
Presentado a una plaza del Colegio de España de Bolonia para estudiar Derecho
Canónico en la Universidad por parte de Alfonso Carrillo de Albornoz, obispo de
la familia albornociana, fue admitido en la institución albornociana por el rector
Rodrigo de Carvajal el 1 de enero de 1544. Su disertación de ingreso versó sobre
X 2.22.1. Fue consiliario canonista en los cursos 1545-1546, 1547-1548 y
ecónomo en 1546-1547. El 5 de octubre de 1548 se ausentó del Colegio de
España, no regresando más a la institución albornociana. Consta que en el curso
1547-1548 era doctor en ambos Derechos, pero su doctorado no aparece
registrado en los correspondientes Libri secreti de los Colegios de doctores
boloñeses. Sería Gobernador de la provincia de Calabria.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 795-796, n.º 816 y Montoya, Luis de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 512, n.º 2.091
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
326
113 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 413-414,
n.º 486 y Morellón, Alfonso de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 512, n.º 2.092 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
NADAL DEZCALLAR, Pere (siglo XVII) . [N.º 327]. [A]. Jurista mallorquín.
Era hijo del doctor Francesc Nadal y de Margarida Dezcallar Zanglada. Fue
creado doctor en Derecho canónico por el virrey tras superar un examen ante el
regente en 1656. En 1668 fue extraído por el sistema insaculatorio para el cargo
329
de asesor del veguer. Abrazó el estado eclesiástico tras ejercer la abogacía. En
1679 era vicario general de la diócesis de Mallorca. En 1683 consta que ya había
fallecido.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Rosselló, Los juristas mallorquines del
siglo XVII, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 11 (2001), p. 92 y Nadal Dezcallar, Pere, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 394, n.º 2.844 [A NTO NIO
P LANAS R O SSELLÓ ] (κουφότερος).
330
recursos de fuerza y la bula papal In Coena Domini, en la que llegó a intervenir el
propio Felipe II. En este sentido, A. de Narbona toma partido a favor de la
jurisdicción real frente a la eclesiástica, situando la primera por encima de la
segunda: en la ley 80 se indica «que en los pleitos eclesiásticos se haga justicia a
las partes y se castiguen los que impidieren traer los dichos procesos al consejo y
audiencias», se critica el envío de monitorias desde Roma y el uso de la bula In
Coena Domini por el gran perjuicio que significaba «para la autoridad y la
preeminencia de la Corona destos Reinos» y, por ello, «el remedio de la fuerza
es el más importante y necesario que puede haber para el bien y quietud de buen
gobierno dellos»; en la ley 81 se continúa con este tema, concretando que los
pleitos relacionados con la Iglesia no se traten «por vía de fuerza» en las
Audiencias y se remitan al Consejo Real.
[C]. Alfonso de Narbona murió en 1626, dejando, como ya se ha dicho
anteriormente, varios hijos que siguieron y aumentaron su estela académica en la
Universidad toledana. Como ocurre en el caso de su hermano Eugenio,
disponemos de pocos datos sobre su vida. Y algunos de los que nos han llegado
a través de Nicolás Antonio no son demasiado fiables, puesto que confunde a
padre e hijo, homónimos, indicando, por ejemplo, que murió en 1611 a los 47
años, cuando, como hemos visto, tenemos datos de su actividad como jurista
unos años después.
[D]. Obra impresa: Commentaria in Tertiam Partem Novae Recopilationis
legum Hispaniae, sive in leges sub unoquoque Novae Recopilationis titulo
quaternionibus duobus ultimis additas, quas nec Alphonsus Azevedus, nec alius
aliquis interpres attigit, Toleti, apud Didacum Rodriguez, 1623; Ad Legem XX. Tit.
I. Lib. IV. Eiusdem Compilationis; sive ad Concordiam inter Fidei Judices, et alios
Saeculares Magistratus circa exemptionem Familiarium Sancti Officii.
[E]. Bibliografía: Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, apud
Joachimum de Ibarra typographum regium, 1783, tomo I, p. 38; Francisco José
Aranda Pérez y Ramón González Sánchez, Jurisprudencia y bibliofilia: la familia y
la biblioteca de los Narbona, en Francisco José Aranda Pérez (coord.), Letrados,
juristas y burócratas en la España moderna, Cuenca, 2005, pp. 253-396; Pedro
Gómez de la Serna y Juan Manuel Montalbán, Elementos del derecho civil y
penal de España, Madrid, 1861, vol. I, p. 198; Antonio Martín Gamero, Historia de
la ciudad de Toledo, sus claros varones y monumentos, Toledo, imprenta de
Severiano López Fando, 1862, p. 1001; Sixto Ramón Parro, Toledo en la mano.
Descripción histórico-artística de la magnífica Catedral y de los demás célebres
monumentos, Toledo, imprenta y librería de Severiano López Fando, 1857, p.
580; Miguel de Portilla y Esquivel, Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente
Alcalá de Santiuste y ahora de Henares, en Alcalá, por Joseph Espartosa,
impresor de la Universidad, año de 1725, p. 352; Pedro Rodríguez Campomanes,
Tratado de la regalía de amortización, Madrid, en la Imprenta Real de la Gaceta,
1765, pp. 140-150 y 225-227 y David Martín López, Narbona, Alfonso de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 395, n.º 2.846
[D AVID M ARTÍN LÓ PEZ ] (σόφος).
331
fueron consultores del Santo Oficio. Su vida está rodeada de incógnitas y
solamente tenemos noticias fehacientes de los trabajos que desempeñó, las
obras que publicó y su formación académica. No obstante, a pesar de conocer
estos detalles, salvo sus obras, muchos de los aspectos de su vida no están
datados cronológicamente. En esta falta de concreción han coincidido todos
aquellos que se han aproximado a la vida y obra de Eugenio de Narbona y que
han pretendido, al menos, esbozar una breve biografía, como el bibliógrafo
Nicolás Antonio, el francés Jean Vilar o, más recientemente, el profesor Francisco
Aranda. Ocupó diversos cargos eclesiásticos en su ciudad natal, alguno
relacionado con la Catedral, cuya primacía en la jerarquía de la Iglesia defendió
en la biografía del arzobispo Pedro Tenorio. Fue párroco de la Iglesia de San
Cristóbal, protonotario apostólico y capellán beneficiado de la capilla catedralicia
de San Blas, fundada en el siglo XIV por el recién mencionado cardenal. También
es destacable la vinculación que mantuvo con el colegio-universidad de Santa
Catalina, institución en la que se graduó como doctor en Cánones y,
posteriormente, ocuparía diversos cargos, como demuestran los libros de
claustros de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII que se conservan en
el Archivo Histórico Provincial de Toledo. Junto a esto, es reseñable su
pertenencia a algunos de los más importantes círculos culturales del Barroco,
pues entre sus amistades se encontraban figuras de gran peso y fama como
Lope de Vega y Luis de Góngora. Finalmente, y como del resto de su biografía,
no hay datos que nos permitan afirmar el año exacto de su muerte. No obstante,
ésta tendría lugar en 1625, al año siguiente de la publicación de la Vida de D.
Pedro Tenorio y antes del fallecimiento de su hermano Alfonso, en 1626.
[B]. En cuanto a su obra, Eugenio de Narbona aparece como un personaje
polifacético, cuya pluma fue capaz de dedicarse a temas tan diversos (aunque,
en cierta manera, relacionados) como la Historia, la teoría política y la literatura
ascética. Su obra más famosa es, al mismo tiempo, la que más quebraderos de
cabeza le trajo, puesto que algunas de las ideas expuestas en ella provocaron la
intervención del Santo Oficio, su secuestro en 1604 y la inserción de la obra en el
Índice de libros prohibidos de 1612. Finalmente, tras la primera edición toledana,
la Doctrina política civil vio la luz en Madrid en 1621. La originalidad de esta obra
reside en la forma en la que se E. de Narbona presenta su pensamiento, a través
de una serie de sentencias, denominadas aforismos. A causa de su comodidad
de uso como manual de enseñanza y educación del político, en los años
siguientes siguieron su estela otras obras del mismo signo y forma, como el Arte
Real del también jurista toledano Jerónimo de Ceballos. Los problemas con la
Inquisición estuvieron provocados por las ideas aparecidas en sus páginas,
incluidas dentro de la corriente tacitista de pensamiento, que, siendo breve, se
podría definir como un «maquiavelismo encubierto». Presenta el gobierno como
un acto que debe tender hacia su conversión en ciencia, sujeto a reglas
concretas, contrastables y razonables. Además, lo que era más criticable por su
cercanía a Maquiavelo, en su aforismo 79 expresa que el monarca podía –más
bien, debía– hacer uso de la disimulación como herramienta política para evitar
que se «conozcan sus afectos». De este modo, E. de Narbona se posiciona a
favor de la ambigüedad y el uso del engaño en la política con afirmaciones como
«Nescit regnare qui nescit simulare» o «Disimular es el mayor arte de que debe
usar; ni de verdad ni de mentira se dé por entendido con extraños ni propios». A
pesar de esto, y causado seguramente por la intervención inquisitorial, no se
extiende demasiado en este tema ni hace referencia a la maquiaveliana
autonomía de la política frente a la religión. Más bien hace todo lo contrario,
puesto que sitúa en todo momento a Dios como máximo gobernante y lo religioso
332
como el límite para la actuación de cualquier monarca. Así lo dice su aforismo 10:
«Del conocimiento de las personas y cosas sagradas se abstenga el Príncipe,
que allí está la raya y límite de su poder y el pasar della es sacrilegio». De este
modo, se observa que, como tacitista, estaba muy cercano a las teorías del
secretario florentino, pero que, para evitar la censura inquisitorial, no debía
presentarse excesivamente partidario a esas ideas y, además, conceder en su
obra algún tipo de contraprestación teórica que pudiera servir de distracción al
censor.
[C]. Aparte de la Doctrina política civil, que es la obra que más fama le ha
concedido, Eugenio de Narbona dedicó sus esfuerzos en otras direcciones, como
hemos afirmado anteriormente. Como historiador llegó a tener cierta fama en su
tiempo, puesto que fue calificado como “Salustio toledano”. Redactó una biografía
del arzobispo medieval Pedro Tenorio, en la que, además, hacía una defensa de
la Primacía de la Catedral toledana dentro de la jerarquía eclesiástica peninsular.
Uno de los factores más destacables de esta obra es que, como indicó Diego de
Castejón, su situación como capellán de San Blas le permitió acceder a la
documentación del archivo de la capilla, algo que no estuvo al alcance de otros
historiadores. En tercer lugar, entre sus obras impresas, nos encontramos con
unos Ejercicios Espirituales, que pueden ser muestra de las buenas relaciones
que mantuvo con la Compañía de Jesús. Por último, también redactó una crónica
de los festejos que se hicieron en Toledo por el traslado de la imagen catedralicia
de la Virgen del Sagrario.
[D]. Al margen de estas tres obras, Nicolás Antonio le atribuye la redacción
de una serie de manuscritos que no llegaron a la imprenta y de los que no
conocemos su localización. Según se indica en la introducción de la edición de
1779 de la Doctrina política civil, estas noticias fueron comunicadas al propio
bibliógrafo por Juan de Narbona, su sobrino. Las obras en cuestión serían unos
Anales Eclesiásticos, unos apuntes biográficos sobre D. Gaspar de Guzmán,
conde de Olivares, y una Historia de Toledo. Junto a estas, la Bibliotheca
Hispana Nova le atribuye La recuperación del Brasil, una obra sobre la que
mantenemos serias dudas de si surgió de la pluma de E. de Narbona.
[E]. Obra impresa: Doctrina Política civil escrita por Aforismos, Toledo, por
Pedro Rodríguez, 1604 y Madrid, viuda de Cosme Delgado, 1621; Relación de
las fiestas que hizo la Imperial ciudad de Toledo en la traslación de la sacro
Santa Imagen de nuestra Señora del Sagrario, Toledo, Bernardino de Guzmán,
1616; Historia de D. Pedro Tenorio Arzobispo de Toledo, Toleti apud Joannem
Ruiz Pereda, 1624; Exercicios espirituales y oración afectuosa para estar en
presencia del Santísimo Sacramento, Toledo, 1624; Annales Eclesiásticos desde
el nacimiento de Jesu Christo Nuestro Señor; Don Felix de Luna, sive sub hoc
nomine vitan & res gestas D. Gasparis de Guzmán, comitis de Olivares; Historiam
quoque urbis suae Toletanae bona ex parte confecit.
[F]. Bibliografía: Nicolás Antonio, Bibliotheca Hispana Nova, Madrid, apud
Joachimum de Ibarra typographum regium, 1783, tomo I, pp. 361-362; Francisco
José Aranda Pérez, Recetarios políticos. Aforismos tacitistas en la Escuela de
Toledo en el primer tercio del siglo XVII, en Conceptos. Revista de Investigación
Graciana, 4 (2007), pp. 13-32; Francisco José Aranda Pérez y Ramón González
Sánchez, Jurisprudencia y bibliofilia: la familia y la biblioteca de los Narbona, en
Francisco José Aranda Pérez (coord.), Letrados, juristas y burócratas en la
España moderna, Cuenca, 2005, pp. 253-396; Antonio Cánovas del Castillo, De
las ideas políticas de los españoles durante la Casa de Austria, en Revista de
España, primer año, tomo IV (1868), pp. 547-548; Diego de Castejón y Fonseca,
333
Primacía de la Santa Iglesia de Toledo. Su origen, sus medras, sus progresos, en
la continua serie de prelados que la gobernaron y a vista de las mayores
persecuciones de la católica religión, en Madrid, por Diego Díaz de la Carrera,
1645, p. 824; José A. Fernández-Santamaría, Simulación y disimulación. El
problema de la duplicidad en el pensamiento político español del barroco, en
Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 177, n.º 1 (1980), pp. 741-770;
Fernando R. de la Flor, El príncipe escéptico, en Pasiones frías. Secreto y
disimulación en el Barroco hispano, Madrid, 2005, pp. 45-86; Bernal Herrera
Montero, Fuenteovejuna de Lope de Vega y el maquiavelismo, en Criticón, 45
(1989), pp. 131-153; Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, Toledo en el
siglo XVI, después del vencimiento de las Comunidades, Madrid, 1901, p. 82;
José Antonio Maravall Casesnoves, La corriente doctrinal del tacitismo político en
España, en Estudios de Historia del pensamiento español, Madrid, 1999, tomo III,
pp. 73-98; Abraham Madroñal Durán, Sobre el vejamen de Grado en el Siglo de
Oro. La Universidad de Toledo, en Epos: revista de filología, 10 (1994), pp. 203-
232; Abraham Madroñal Durán, “De grado y de gracias”. Vejámenes
universitarios de los siglos de Oro, Madrid, 2005; Antonio Martín Gamero, Historia
de la ciudad de Toledo, sus claros varones y monumentos, Toledo, imprenta de
Severiano López Fando, 1862, p. 1001; Henry Méchoulan, El honor de Dios,
Barcelona, 1981, p. 230; Víctor Mínguez, Introducción. De Dios y los reyes
hispanos en la Edad Moderna, en Víctor Mínguez (ed.), Visiones de la monarquía
hispánica, Castellón, Universidad Jaume I, 2007, pp. 9-16; Cristóbal Pérez
Pastor, La imprenta en Toledo, Madrid, 1887; Francisco Tomás y Valiente, La
“Doctrina Civil” de Eugenio de Narbona y la Inquisición, en Homenaje a José
Antonio Maravall, Madrid, 1985, tomo III, pp. 405-416; Jean Vilar, Intellectuels et
noblesse: le doctor Eugenio de Narbona (une admiration politique de Lope de
Vega), en Études ibériques, III (1968), pp. 7-28, y David Martín López, Narbona,
Eugenio de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), pp. 395-396, n.º 2.847. Además, Archivo Histórico Provincial de
Toledo, I-429, I-433 y Biblioteca Nacional de España, manuscrito 4.100 [D AVID
M ARTÍN LÓ PEZ ] (σόφος).
NÚÑEZ DEL CASTILLO, Álvaro (siglo XVI) . [N.º 331]. [A]. Hombre de
poliédrica formación. Natural de Sevilla. Era hijo de Pedro Núñez y de Catalina
Gómez. Estudió probablemente Artes y Medicina en Sevilla. Fue presentado a
una beca de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Juan
Álvarez de Toledo, obispo de Córdoba, y el cabildo de la diócesis para estudiar
Teología en la Universidad. Sería admitido en la institución albornociana el 21 de
mayo de 1534 por el Rector Luíz Álvarez de Nogueira. En el Colegio sería
consiliario teólogo durante el curso 1536-1537, ecónomo en 1537-1538,
consiliario canonista en 1538-1539 y consiliario teólogo en 1540-1541 y 1542-
1543. La Universidad le encargó en el curso 1536-1537 la lectura de Lógica.
Según Vicente Busacchi, Gli studenti spagnoli di medicina e di arti in Bologna dal
1504 al 1575 secondo le registrazioni del primo Libro secreto del collegio di
medicina ed arti, en Bulletin Hispanique, 58 (1956), pp. 193-194, se doctoró el 26
de enero de 1538 en Artes, mientras que Giovanni Bronzino, Notitia doctorum
sive catalogus doctorum qui in Collegiis Philosophiae et Medicinae Bononiae
laureati fuerunt ab anno 1480 usque ad annum 1800, Milán, 1962, p. 27 señala
que en realidad lo obtuvo en Medicina, lo que se corresponde con alguna fuente
de información manuscrita de los archivos del Colegio de España. El 17 de
febrero de 1539 obtuvo el Magisterio en Teología y fue incorporado al Colegio
teológico. El 4 de abril de 1543 fue dispensado de los impedimentos existentes
para ser admitido al examen de Derecho canónico, recibiendo como promotores
de suerte a Graziano de Grassi y a Antonio Galeazzo Malvasia. El 9 de abril de
1543 fue presentado por Agostino Berò, Graziano de Grassi y Romeo Bocchi y se
examinó de Derecho Canónico, doctorándose en Cánones y recibiendo las
insignias doctorales de manos de Bocchi. En ese mismo día, presentado en esta
ocasión por Alessandro Magnani, el mencionado Romeo Bocchi y Ugo y Giovanni
Boncompagni, se examinó del doctorado en Leyes, siendo aprobado por todos
los doctores y recibiendo las insignias doctorales en Derecho Civil de Giovanni
Boncompagni. Durante el curso 1543-1544 permanecería en el Colegio de
España. Se ha escrito que falleció el 13 de marzo de 1539, pero es falso, ya que
incluso aparece como vivo en 1547. Se pierden sus trazas a partir de este último
año.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 728-730, n.º 767 y Núñez del Castillo, Álvaro, en Diccionario crítico de
Juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 516, n.º
2.106 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
335
las primeras letras en Coca, en 1773 se traslada a Arévalo. De ahí pasó a
Madrid, donde cursó un año de filosofía moral en los prestigiosos Reales
Estudios de San Isidro de Madrid. En 1780 fallece su padre y se traslada a
Salamanca, en cuya universidad alterna los estudios de Filosofía (dos años de
lógica y metafísica, graduándose de bachiller en Filosofía, «saliendo aprobado
nemine discrepante»), Leyes («dos años de leyes las Instituciones de Justiniano,
comentadas por Arnoldo Vinnio»), Teología («El curso de los lugares teológicos
del Cano, y otro año de Teología en que se explicó la primera parte de Santo
Tomás») y, sobre todo, Cánones, en cuya facultad se graduó de bachiller el 30 de
mayo de 1789.
[B]. La formación de Núñez fue multidisciplinar, pues pensaba que el
ejercicio del Derecho debe ir acompañado de los saberes humanísticos,
«indispensables en esta universidad para la carrera de los Cánones en que
quería instruirse, por estar convencido de que esta facultad [Leyes], con la de la
Sagrada Teología, formaban toda la ciencia de la religión cristiana, y de que los
conocimientos de una u otra no podrían ser ni en mucho número ni muy
fundamentales sin el auxilio de cada una». Al mismo tiempo completaba su
formación jurídica asistiendo a las Reales Academias de Teología, Derecho
Eclesiástico y Cánones (de la que era presidente en 1791) establecidas dentro de
la misma universidad.
[C]. En los tres cursos siguientes (1790-1793) los estudios van dirigidos a
conseguir la licenciatura en dicha facultad de cánones («tiene pasantía cumplida
en esta forma: en el año de 1790, primer curso de derecho de Historia
Eclesiástica; en el año de 1791, el segundo en cátedras de Colecciones
Canónicas más y menos antiguas; en el año de 1792 presente tiene el tercer año
de Concilios Nacionales y generales en cátedras de prima y vísperas; y el último
curso de pasantía de cánones se dispensó en claustro de señor cancelario de 25
de agosto presente [1792] por la calidad de noble que acreditó gozar»). El 10 de
septiembre de 1792 sufre el examen del grado de licenciado. Al mes siguiente, el
13 de octubre de 1792, recibe el grado de doctor con pompa. Ese mismo año
(1792) copia para Ramón de Salas los Diálogos de A.B.C. de Voltaire.
[D]. Durante esta etapa de estudiante en Salamanca Núñez se adscribió
claramente al grupo más reformista del claustro universitario, pues fue protegido
por Meléndez Valdés y colaborador de Ramón de Salas, de quien fue amanuense
«por tener letra decente». Durante toda su vida Núñez estuvo ligado a la familia
de Meléndez. El 24 de enero de 1788 Núñez participa en un acto en Leyes,
presidido por Meléndez, en el que defendió la materia de Religione Politice. En el
currículo de la oposición de 1791 manifiesta con cierto orgullo que «ha sido tres
años sustituto nombrado por el claustro de esta universidad de la cátedra de
Prima de Letras Humanas de ella en ausencias y enfermedades de su
catedrático, el doctor don Juan Meléndez Valdés». Esos lazos se estrecharon
cuando el 15 de diciembre de 1792 en la parroquia de San Benito de Salamanca
Toribio Núñez se casa con Cándida de la Riba Coca, sobrina de la mujer de
Meléndez, Andrea de Coca. Aunque Núñez, viudo, se volverá a casar, siempre
será “sobrino político” para la familia de Meléndez, de manera que al morir sin
sucesores directos el poeta, su mujer y su cuñado el presbítero don Matías de
Coca, Toribio Núñez será el albacea y heredero de los bienes del poeta y lo
veremos, el mismo año de su muerte (1834), reclamar los derechos de autor.
[E]. Doctor y casado, entre 1793 y 1796 Núñez intenta la estabilidad
laboral regentando interinamente varias cátedras (la de Prima de Letras
Humanas y la de Instituciones canónicas). También opositó infructuosamente a
336
varias de ellas (a las Filosofía [1791], Derecho Eclesiástico, Colecciones
Canónicas, Instituciones Canónicas [30 de agosto de 1793]). La última oposición
documentada en la que Núñez participó fue en otra de Instituciones canónicas,
sin éxito, el 19 de junio de 1795. A partir de ese año Toribio Núñez no vuelve a
concursar en ninguna oposición a cátedras. El grupo de los catedráticos
progresistas, amigos suyos, empieza a ser vigilado desde 1794. En enero de
1796 se ordenó la detención de Ramón Salas. Núñez, citado por la Inquisición,
fue absuelto. A pesar de todo no desaparece el afán reformista de Núñez, quien
repetidas veces manifestó en el claustro su posición favorable a la creación del
Colegio de Filosofía y, en 1795, presenta una solicitud al Consejo de Castilla para
publicar el periódico Distracciones Literarias (junto con Josef Luis Munárriz y
Juan Ramón Osés), para contribuir al bienestar de España en tiempos donde «la
confusión de las luces y de conocimientos literarios produce todo el desorden de
Europa». No consiguieron el permiso.
[F]. Dada la persecución contra el grupo de universitarios progresistas,
Núñez decide, hacia 1798, trasladarse a Sevilla con el empleo de administrador
de los estados de la Duquesa de Alba y, hacia 1802, lo encontramos ejerciendo
de comerciante en la misma ciudad. Quintana, otro ilustre discípulo de Meléndez
Valdés, le dedica el libro de sus Poesías, publicado en 1802. Los biógrafos de
Quintana han hecho notar que esta dedicatoria («A mi amigo don Toribio Núñez»)
desaparece de la edición de 1813, debido a la infidelidad de su mujer María
Antonia Florencia («una de las beldades de Zaragoza») con T. Núñez, lo que
ocasionó un evidente antagonismo sentimental y financiero, que no ideológico,
pues ambos eran fervientes liberales y admiradores de Meléndez.
[G]. Hacia 1804 se trasladó a Piedrahita (Ávila), perteneciente a la
provincia de Salamanca del Antiguo régimen, pues se casó con Teresa Somoza
Carvajal, hermana del famoso escritor liberal “temprado” José Somoza (1781-
1852), quien, a su vez, parece que anduvo enamorado de una de las hijas del
primer matrimonio de Núñez. En 1807 y 1809 era Procurador Síndico general por
el estado noble del Ayuntamiento de Piedrahita. Al paso de las tropas francesas
por Salamanca en dirección a Portugal, Núñez fue comisionado por el citado
Ayuntamiento con su cuñado José para aplacar las iras de un comandante
francés y adquiere entre otros libros los Principios de legislación civil y penal de
Bentham, de quien será su difusor en España. Nace su hija Cecilia, ahijada del
poeta Quintana, y poco después (1810) surgen las desavenencias, por la aludida
infidelidad de María Antonia Florencia. Derozier afirma que Núñez fue
condecorado por José I en noviembre este año como «Caballero de la Nueva
Orden de España», si bien el nombre de Núñez no está entre la lista de los 130
que recibieron el nombramiento de caballeros de esa Orden.
[H]. Por influencia del afrancesado Meléndez, su cuñado José Somoza fue
nombrado prefecto de Ávila (no aceptado) y Núñez, hacia 1812, traslada su
residencia a Salamanca. En 1813 es designado bibliotecario mayor de la
Universidad de Salamanca (cargo bien remunerado e incompatible con la
docencia). Derrotados los franceses, Núñez forma parte de la comisión que debe
informar sobre el Proyecto de instrucción pública. En 1814 es elegido, junto con
el catedrático salmantino Tomás González, para presentar el Plan de la
Universidad y, personalmente redacta el Discurso Preliminar (editados ambos en
1820).
[I]. Producido el golpe de estado de Fernando VII en mayo de 1814,
Núñez, cambia el tono del Discurso Preliminar, que acababa de redactar, y alaba
las escuelas de latinidad y de Religión, según los deseos del nuevo gobierno
337
absolutista. Presenta el Plan de la Universidad a Fernando VII y Núñez es
condecorado con la insignia de la Real y Distinguida Orden de Carlos III en
agosto de 1814. También pasó por momentos de peligro, pues en Piedrahita, la
casa de su cuñado, el poeta José Somoza, estuvo a punto de ser asaltada aquel
año por creer que albergaba, una vez más, al liberal Agustín Argüelles.
[J]. Pero en pocos meses se va a producir la mudanza política que llevó a
Núñez a ser procesado. En 1815 se pasa la inspección de la Universidad de
Salamanca por los visitadores, Jerónimo Castrillón, poco después inquisidor
general, y el catedrático Manuel Caballero del Pozo «para acabar con las
opiniones perniciosas a la Religión e inductivas de subversión a las legítimas
potestades».
[K]. El trienio de 1816 a 1819 es tiempo de persecución, pues, el
bibliotecario mayor, Toribio Núñez es procesado y expulsado de la Universidad y
pierde su empleo el 2 de septiembre de 1817. Fue recluido 19 meses en el
Seminario Conciliar de Salamanca y después se traslada a Piedrahita, con su
numerosa familia. En este retiro y con alguna ayuda económica del Claustro,
escribe gran parte de la obra sobre Bentham. Simultáneamente se ocupa de los
intereses de la viuda de Meléndez (arrendamiento de algunas fincas cerca de
Salamanca).
[L]. Sublevado Riego en enero de 1820, llega la rehabilitación política y
académica de Toribio Núñez. Es nombrado alcalde 2.º de Salamanca (y alcalde
1º en octubre); secretario del Gobierno político –cargo al que renunciará– (y
Bibliotecario). Publica en Salamanca (dedicado a las Cortes) el Espíritu de
Bentham. Sistema de la Ciencia Social, se editan trabajos de Núñez
interrumpidos en 1814, como el Informe de la Universidad sobre plan de estudios
(1814) con el aludido Discurso preliminar, donde se dice: «Desde que Locke,
Newton y Kant guiados por el análisis, la analogía, y la experiencia, han abierto
un camino tan seguro, y dirigido con tanto acierto la marcha de las ciencias, sería
una temeridad apartarse de sus guías». Se inicia la correspondencia de Núñez
con su admirado Bentham. Ese mismo año (1820) parece que colaboró con el
Semanario nacional, político y científico de Barcelona.
[M]. En 1821 publica Principios de la Ciencia Social. Participa en la
comisión del Informe de la Universidad de Salamanca sobre el proyecto del
Código Penal. Candidato a Diputado a Cortes, por la segunda legislatura, es
elegido a fines de año, pero buena parte de los asistentes salen del colegio
electoral y se procede a la impugnación de la elección de Núñez. En 1822 se
produjo la confirmación del acta de diputado de Núñez, quien el 11 de mayo pide
a las Cortes «que las propiedades rústicas y urbanas del clero» sirvan para
indemnizar a las universidades. Con intensa actividad parlamentaria, forma parte
de diversas comisiones y del Tribunal de las Cortes.
[N]. Publica en Salamanca su Carta a Bentham, quien le confesaba a
Núñez que deseaba para Oxford la libertad de espíritu que entonces reinaba en
España. El 5 de julio de 1822 Matías Coca, cuñado de Meléndez, da un poder a
favor de Toribio Núñez para que recoja en Madrid el testamento de María Andrea,
fallecida el mes anterior. El 30 de abril de 1822 don Matías había hecho
testamento, donde Toribio Núñez es calificado como “mi sobrino político” y es
nombrado heredero casi universal, mediante una venta fingida.
[Ñ]. A principios de 1823, Núñez es miembro de la Diputación permanente
de las Cortes y con el resto de diputados salmantinos vota la destitución temporal
del Rey y el traslado de la familia real a Cádiz. Restablecido el absolutismo,
llegan las represalias contra Núñez y comienza para él una década realmente
338
ominosa. Fija su residencia en Sevilla y tiene dificultades económicas, pues sus
libros y derechos de autor son afectados por la real orden que mandó recoger los
libros impresos de 1820 a 1823, entre ellos los derechos heredados de los cuatro
tomos de las Poesías y el tomo de los Discursos Forenses de Meléndez. En abril
de 1833, Núñez, albacea de la viuda del poeta, solicita autorización para
comercializar dichas obras de Meléndez. En 1834 fallece en Sevilla con ocasión
de la epidemia de cólera y también dos hijas. Parte de su descendencia se
traslada a Piedrahita bajo la tutela de José Somoza. Póstumamente, en 1835
aparece en Madrid Ciencia social según los principios de Jeremías Bentham.
[O]. El pensamiento filosófico-jurídico de Núñez es esencialmente
utilitarista, corriente desde la que alimentó el flujo de renovación filosófica y en la
enseñanza del derecho. Como muchos de los discípulos del ilustrado progresista
Meléndez Valdés, Núñez viró hacia el liberalismo claramente, si bien en etapas
de su vida, como muchos de sus contemporáneos, presenta ciertas
contradicciones ideológico-vitales para sobrevivir en medio de la persecución
absolutista. Su utilitarismo perseguía el ideal de la felicidad del mayor número de
personas. Junto a la difusión del utilitarismo conviene citar otra aportación menos
conocida de Núñez, como es la de difundir el pensamiento de Kant en España, lo
que obliga a corregir la idea de que su recepción en el siglo XIX fuera tardía o
débil. En el fondo, la pretensión de Núñez consistía en completar y sintetizar la
filosofía social y moral de Bentham con la filosofía kantiana de la naturaleza,
aprovechando los principales logros de ambos pensadores, ya que para él,
Bentham había descubierto las leyes de la conciencia, de la psicología y del
mundo moral, y Kant había descubierto los elementos y leyes de nuestro
conocimiento del mundo físico.
[P]. Resumiendo, Núñez fue un fracasado profesional, pero fue pionero en
difundir en España el pensamiento de Kant, buscando conciliarlo con Bentham,
de cuyo utilitarismo fue entusiasta. Fue un destacado sostenedor del movimiento
reformador salmantino de fines del siglo XVIII y lo continuará haciendo hasta
principios de la década de 1830. En el medio siglo que va desde 1780 a 1830
Núñez estuvo ligado a la figura de Meléndez Valdés y a los profundos cambios
sociales y políticos de ese periodo. No caben dudas sobre el talante liberal que
mostró en su trayectoria política este “apóstol” de Bentham y su defensa de la
universidad de Salamanca.
[Q]. Las obras de Toribio Núñez Sessé son Informe de la Universidad de
Salamanca sobre Plan de Estudios o sobre su fundación, altura y decadencia y
sobre las mejoras que es susceptible, con cuyo motivo presenta un proyecto de
Ley sobre Instrucción Pública, Salamanca, Imp. de Vicente Blanco, 1820 (1.ª
edición 1814, secuestrada); Espíritu de Bentham. Sistema de la Ciencia Social,
Salamanca, Imprenta Nueva de Bernardo Martín, 1820; Principios de la Ciencia
Social o de las Ciencias morales y políticas, por el Jurisconsulto inglés Jeremías
Bentham, ordenados conforme al sistema del autor original y aplicados a la
Constitución española por D. Toribio Núñez, Salamanca, Impr. Nueva de
Bernardo Martín, 1821; Informe de la Universidad de Salamanca sobre el
proyecto del Código Penal que van a discutir las cortes extraordinarias, Parte I,
Salamanca, Imp. Nueva, 1821; Carta de Núñez a Bentham, Salamanca, Impr. de
Vicente Blasco, 1822, y Ciencia social según los principios de Jeremías Bentham
por el Doctor Don Toribio Núñez, bibliotecario de la Universidad de Salamanca,
Diputado a Cortes en las de 1822. Obra impresa de orden del Gobierno, Madrid,
Imprenta Real, 1835.
339
[R]. Bibliografía: Felicitación de la Universidad de Salamanca Al Rey
Nuestro Señor Don Fernando VII de Borbón. En testimonio de amor, de gozo y
homenaje, por su vuelta a la capital del Reyno, y al Trono de sus mayores,
después de seis años de cautiverio, Madrid, Imp. de Repullés, 1814; M. Quintana,
Noticia histórica de Meléndez Valdés, en Obras Completas, Madrid, Atlas, 1946
[1.ª ed. 1820]; J. R. Lomba Pedraja, Obras en prosa de José Somoza, con notas
y apéndices y un estudio preliminar de..., Madrid, Imp. de la Revista de Archivos y
Bibliotecas, 1904; J. Sánchez-Rivera de la Lastra, El utilitarismo. Estudio de las
doctrinas de J. Bentham. Su expositor en España, Madrid, 1912 (Prólogo de
Quintiliano Saldaña); A. Derozier, Manuel José Quintana y el nacimiento del
liberalismo, Madrid, Turner, 1978; S. Rodríguez, Renacimiento universitario
salmantino. Ideología liberal del Dr. Ramón de Salas y Cortés, Salamanca,
Universidad de Salamanca, 1979; B. Pendas García, Jeremy Bentham, Política y
Derecho en los orígenes del Estado Constitucional, Madrid, Centro Estudios
Constitucionales, 1988; R. Albares, Los primeros momentos de la recepción de
Kant en España: Toribio Núñez Sessé (1766-1834), en El Basilisco. Revista de
filosofía, ciencias humanas, teoría de la ciencia y de la cultura, 21 (1996), pp. 31-
33; C. Calles, La represión fernandina en Salamanca 1814-1820. Primeros datos,
en A. Gil Novales, ed., La Revolución liberal, Madrid, 2001, pp. 203-224; Los
diputados salmantinos en las Cortes del Trienio Liberal 1820-1823. Su aportación
a la progresión del liberalismo hispano, en Orígenes del liberalismo, CD,
Salamanca, 2002; A. E. Pérez Luño, Ilustración y utilitarismo en la Universidad de
Salamanca, en Salamanca. Revista de Estudios, n.º 47 (2002), pp. 313-339; A.
Astorgano Abajo, Meléndez Valdés y la enseñanza de las Humanidades en las
preceptorías de gramática, en Bulletin Hispanique, t. 103, n.º 1 (junio 2001), pp.
75-125; El conflicto de rentas entre las cátedras de humanidades y Meléndez
Valdés (1780-1784), en Cuadernos del Instituto “Antonio de Nebrija”, n.º 4 (2001),
Madrid, Universidad Carlos III, 2001, pp. 11-90; R. Robledo, Reformadores y
reaccionarios en la Universidad de Salamanca a finales del siglo XVIII, algunos
testimonios, en Estudi General, 21, Miscel.lània d’Homenatge a Modest Prats,
tomo I, Universidad de Girona, 2001, pp. 283-305; A. Astorgano Abajo, Juan
Meléndez Valdés, opositor a la cátedra de Prima de Letras Humanas, en
Dieciocho, Charlottesville, Universidad de Virginia, Spring, 2002, pp. 75-105; R.
Robledo, Quiebra de la Universidad tradicional 1790-1845. Hacienda y Política,
en Rodríguez-San Pedro, dir., Historia de la Universidad de Salamanca, tomo I,
Trayectoria y vinculaciones, Ed. Universidad, Salamanca, 2002, pp. 205-237; A.
Astorgano Abajo, Godoy y Meléndez Valdés en la Salamanca de 1805-1808, en
Manuel Godoy y su tiempo. Congreso internacional Manuel Godoy (1767-1851),
Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2003, tomo II, pp. 161-211; R.
Robledo, Reforma, revolución, represión: La Universidad de Salamanca y el
liberalismo español 1771-1833, en Orígenes del liberalismo, Salamanca, 2003;
Tradición e Ilustración en la Universidad de Salamanca: sobre los orígenes
intelectuales de los primeros liberales, en Orígenes del Liberalismo. Universidad,
política, economía, Ediciones Universidad de Salamanca y Junta de Castilla y
León, Salamanca, 2004, pp. 50-80; La Universidad de Salamanca en la
restauración del absolutismo. Notas sobre Toribio Núñez “apóstol” de Bentham,
en Josep Fontana, edit., Història i projecte social. Reconeixement a una
trajectòria, Barcelona, 2004; A. Astorgano Abajo, Juan Meléndez Valdés,
humanista, en Revista de Estudios Extremeños, tomo LX (2004), pp. 289-400; J.
Meléndez Valdés, Obras Completas, Madrid, Ediciones Cátedra, Bibliotheca
Áurea, 2004 (edición, introducción, glosario y notas de Antonio Astorgano Abajo);
R. Robledo, La difusión del pensamiento moderno en la Universidad de
340
Salamanca a fines del siglo XVIII, en Historia Constitucional. Revista Electrónica,
n.º 6 (2005), pp. 427-450 y A. Astorgano Abajo, Don Juan Meléndez Valdés. El
Ilustrado, Badajoz, 2007 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
OJEDA, Juan Bautista de (siglo XVI) . [N.º 336]. [A]. Natural de Sevilla,
era hijo del doctor en Medicina Juan de Ojeda y de Leonor de Herrera. Su padre
había estudiado en Bolonia y fue colegial del San Clemente. Su hermano,
Leonardo de Herrera, pasó igualmente por la Universidad boloñesa y el Colegio
de España. Fue presentado a una plaza de colegial de la institución albornociana
por el arzobispo de Sevilla Alfonso Manrique, con letras presentaticias dadas el
20 de agosto de 1531, que fueron presentadas en el Colegio el 12 de enero de
1532. Ese mismo día se entregaron las letras presentaticias del deán y Cabildo
hispalenses firmadas el 28 de agosto de 1531. Fue admitido en el Colegio el 12
de febrero de 1532 por Cristóbal de Rus, rector de ambas Universidades de
342
artistas. Su disertación de ingreso versó sobre X .1.29.20. Fueron testigos de su
admisión Lorenzo Polo y Vicente Yzar. En el curso 1536-1537 fue consiliario
canonista. El 28 de marzo de 1538 fue dispensado para ser admitido al examen
en ambos Derechos, y al día siguiente fue examinado y doctorado en Derecho
civil y en Derecho canónico. El 14 de octubre de 1538 se ausentó del Colegio de
España, al que ya no regresó como colegial. Fue Presidente del magno Tribunal
sumario de Nápoles. El 26 de enero de 1560 fue nombrado obispo de Trani y
posteriormente de Agrigento. Fue bienhechor del Colegio de España al que donó
100 escudos en el año 1575.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 164, n.º
740 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 714-715,
n.º 755 y Ojeda, Juan Bautista, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 398, n.º 2.855 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
343
en Derecho canónico. Dos años más tarde se convirtió también en doctor en
Derecho y después, en 1938, en maître en Derecho canónico. La tesis doctoral le
valió, al año siguiente, un premio interuniversitario; se titula De territoriali vel
personali legis indole. Historia et disciplina Codicis iuris canonici (Gembloux,
1938, XXIV + 390 pp.). Después de haber impartido cursos en el Seminario
mayor de Lieja (1932-1934), comenzó, en 1938, su docencia universitaria en
Lovaina con una materia que trataba de la teoría general del Estado (en el
departamento de Ciencias Políticas y Sociales). Continuó su formación jurídica,
canónica y civil, en la Rota romana y, después, en la Akademie für Deutsches
Recht de Múnich.
[C]. Continuemos con su carrera universitaria en Lovaina. En 1938 fue
nombrado profesor ordinario en la Facultad de Derecho canónico de Lovaina.
Sucedía así al canónigo Alfons Van Hove, célebre historiador del Derecho
canónico, pero también fino conocedor del derecho eclesial en vigor, como
testimonian sus volúmenes de Commentarium Lovaniense. Él hizo allí su carrera
continuamente, hasta 1975, cuando le llegó la edad de la jubilación. Muchos
centenares de estudiantes procedentes de continentes distintos, siguieron sus
cursos de Derecho canónico, que en general estaban abiertos a los estudiantes
de otras Facultades. Enseñaba normas generales, Historia del derecho, Derecho
matrimonial, Iglesia y Estado, así como Teología del Derecho canónico. Políglota,
impartía sus cursos habitualmente en latín, en francés, en neerlandés (a partir de
la apertura de la sección neerlandesa de la Universidad católica de Lovaina;
después, con más razón, como consecuencia de la escisión en dos universidades
autónomas), así como en inglés. No perdía jamás de vista la necesidad de
integrar armoniosamente las instituciones canónicas en la historia que las había
visto nacer, ni tampoco desdeñaba la perspectiva de la fe y el esclarecimiento
teológico y eclesiástico que les confería su verdadera significación. No temía
entrar en discusiones con sus alumnos. Estaba dotado de una jovialidad y de un
sentido del humor que se unía a su natural realismo. Sus amigos apreciaban su
capacidad de convivir y conocían su rara habilidad a la hora de identificar los
mejores vinos. Al mismo tiempo, Onclin enseñaba también a los alumnos de
Derecho civil. Formó así en Lovaina a numerosas generaciones de juristas
belgas, neerlandófonos y francófonos. No sólo en cursos de tipo introductorio
(enciclopedia del Derecho, introducción a las fuentes, introducción al Derecho
civil), sino también en enseñanzas más técnicas como el Derecho constitucional y
el Derecho administrativo, curso que ofreció en 1944-1945 sustituyendo al
profesor Frans Brusselmans. Es un dato que permite apreciar mejor la calidad y
la extensión de la formación jurídica que había conseguido adquirir. Esta
experiencia constituía una preparación ideal para “olfatear” las cuestiones que los
canonistas habían de abordar en adelante, en un mundo cada vez más
secularizado y “juridizado”.
[D]. Una palabra sobre su producción científica (1932-1985). Su
bibliografía, completa pero inacabada (hasta 1974), se encuentra en el Liber
Amicorum (pp. XV-XXII), mientras que su bibliografía acabada cronológicamente,
pero aligerada de las recensiones, actos académicos, informes aparecidos en
Communicationes y crónicas de las actas de la Santa Sede, figura en el
Repertorium (21-24). Se pueden sacar algunas enseñanzas. En primer lugar, su
aportación principal, innovadora y estimulante por más de un título, no toma la
forma de amplios tratados, ni de colecciones de artículos, apropiados para
divulgar sus ideas bajo la forma de tesis precisas. Sus notas de los cursos para
estudiantes, que han quedado generalmente en estado de un modesto pro
manuscripto (y que por ello no figuran en su bibliografía) no están, sin embargo,
344
desprovistas de interés. El impresionante número de estudios aparecidos a todo
lo largo de su carrera en revistas y obras colectivas impone respeto. Es también
sorprendente constatar que Onclin abordó temas jurídicos variados, históricos o
concernientes al derecho vigente de su época, tanto en el orden canónico como
en lo relativo al ámbito secular. Junto al carácter internacional de sus
publicaciones, se observa también su asidua colaboración con Ephemerides
Theologicae Lovanienses; era miembro del consejo de redacción desde 1940.
Publicó también numerosos informes relativos al estado de los trabajos de
revisión del Código, de los que hablaremos más adelante. Dirigió no menos de 18
tesis doctorales en Derecho canónico, entre ellas las de Paul Theeuws y Gérard
Fransen y, más tarde, la de su discípulo Luc Du Fleurquin.
[E]. Siempre en el plan académico, estaba lejos de limitar sus actividades
lovainistas como lo muestra su estancia de 4 meses en 1947 como Visiting
professor en las Facultades de Derecho y de Derecho Canónico de la
Universidad Laval (Québec). De 1959 a 1966, fue también profesor extraordinario
en la Universidad católica de Nimega (Nijmegen), donde enseñó Historia del
derecho canónico.
[F]. Antes de cerrar su actividad lovaniense, hay que subrayar la decepción
que el desgajamiento de la Universidad católica de Lovaina debió suponer para
este verdadero universitario, que se caracterizaba por su apertura de espíritu, su
dominio de lenguas, así como su pertenencia a las dos secciones lingüísticas de
la Universidad unitaria, y después a las dos universidades (Université catholique
de Louvain y Katholieke Universiteit te Leuven). El hecho de que, a pesar de la
escisión del Alma Mater, se tomara seriamente en consideración la posibilidad de
mantener una enseñanza unitaria del derecho canónico no es, sin duda, extraño
a los deseos de Mons. Onclin. Pero esta idea no prosperó. Alguna décadas más
tarde, hubo de constatarse claramente una progresiva decadencia de la
enseñanza del derecho canónico en Lovaina. Actualmente subsiste en Lovaina la
Facultad especial de Derecho canónico. Cuenta con una sección neerlandesa y
una sección inglesa y organiza todos los años la Monsignor W. Onclin Chair. En
Lovaina-la-Nueva, la formación en Derecho canónico en francés ha funcionado a
todos los efectos (en la Facultad de teología y de derecho canónico), dando lugar
a numerosas tesis doctorales. Desde hace algunos años, la enseñanza del
derecho canónico ha sido, de todos modos, reducida sólo a las exigencias
establecidas en la materia por los programas de teología, ciencias religiosas y
derecho de las religiones. Fue sobre todo con el Concilio, y después con la
reforma del CIC 1917, cuando la estatura de Mons. Onclin alcanzó su desarrollo
total. Esta parte de su trabajo comenzó en 1958, año en el que fue nombrado
miembro de la Comisión preparatoria del Concilio (De disciplina cleri et populi
christiani). Desde 1962 hasta 1965 intervino igualmente en el Concilio como
experto en las comisiones De episcopis et diœcesium regimine y De seminariis,
de studis et de educatione catholica. Ello le llevó a participar en la redacción de
los decretos Presbyterorum Ordinis y Optatam Totius. Los retoques que aportó al
texto original de la Constitución dogmática Lumen Gentium, preparado por su
compatriota Mons. Gérard Philips, con quien trataba regularmente en el Colegio
belga, lo mismo que con el canonista Gustave Thils, están lejos de ser
desdeñables. Pero los historiadores del Vaticano II han subrayado sobre todo el
papel determinante que jugó en su calidad de secretario de la Comisión a cargo
de la redacción del Decr. Christus Dominus: «una fiera para el trabajo [...], fue de
algún modo el Philips de este decreto» (Soetens, pp. 172-173; más detalles en
Grootaers, pp. 420-455). Haciendo equipo con Mons. Veuillot, el canonista de
Lovaina no tenía igual a la hora de redactar en excelente latín textos que
345
conciliaran los puntos de vista discordantes sin perder el rumbo fijado, explicitar
los pasajes discutidos o enmendar formulaciones que podían prestarse a
malentendidos. El esquema Veuillot-Onclin, que buscaba inspirarse más en el
esquema De Ecclesia fue decisivo; la defensa de dicho texto fue excelente. A lo
largo de estos años y después, dio prueba de realismo, de franqueza y de lealtad
y, en cualquier circunstancia, conservó su sangre fría. Después del Concilio,
mantuvo su colaboración como miembro de la Comisión encargada de la
ejecución de los decretos.
[G]. Pero hizo falta esperar al día después del Concilio para que
comenzara la etapa más significativa de la vida de este profesor ya sexagenario:
el 14 de noviembre de 1965, Pablo VI le nombró secretario adjunto de la
Comisión pontificia encargada de la revisión del CIC; por ello fue un colaborador
cercano al cardenal Felici. Un secretario adjunto no es lo mismo que un simple
subsecretario, precisaba él: los 17 años que consagró útilmente a esta tarea le
permitieron ilustrar esa precisión. Algunos autores han intentado dar cuenta del
esfuerzo que podía suponer para él este ir y venir mensual entre Lovaina y
Roma, aquellas sesiones de intenso trabajo que venían a añadirse a sus
actividades académicas habituales. Además de su capacidad jurídica, su
capacidad de tender puentes entre categorías canónicas en ocasiones algo
estereotipadas y ciertas ideas innovadoras llegadas con el soplo conciliar, su
aptitud para unir el centro y la periferia, así como su conocimiento del latín y de
las principales lenguas vernáculas, hacían de él un hombre clave del proceso de
reforma del Código. Sus noches quedaban a veces recortadas. Se ha cifrado en
varios centenares el número de las reuniones de trabajo habidas para preparar
los más de 1700 cánones. Buen número de ellos, en varias partes del CIC, fueron
redactados por él o, al menos, llevan su marca. Sus archivos –el profesor
Constant Van de Wiel los ha ordenado y catalogado y pueden consultarse en
Lovaina (cfr. Repertorium)– contienen numerosos textos inéditos que prueban
sus también numerosos dictámenes. Le ocurría a menudo que respondía por
escrito a estas cuestiones para sí mismo, sin preocuparse de dar notoriedad a
sus reflexiones jurídicas. Hay que recordar especialmente su interesante
contribución a la Lex Ecclesiae Fundamentalis, destinada a proteger los derechos
fundamentales de los fieles, querida por los canonistas que entendían las
ventajas de las que se podían beneficiar la Iglesia y su derecho con la adopción
de una constitución no sólo material sino también formal. Pero, como se sabe,
este proyecto, sin duda excesivo para una época más bien fría en relación con
todo lo que podía evocar un riesgo de “juridicismo” fue finalmente aplazada sine
die.
[H]. La función de secretario adjunto comprendía también el tratamiento de
las numerosas reacciones, a veces críticas, y de proposiciones provenientes de
obispos, de conferencias episcopales y de expertos del mundo entero. El trabajo
diligente hecho por Onclin contribuyó a aumentar su reconocimiento y su
notoriedad. Cuando el fruto de esta labor estuvo maduro, Juan Pablo II publicó el
CIC de 1983, sin olvidarse de aquel que fue uno de sus principales artífices,
elevándole al rango de los nombres que quedarán ligados para siempre al
Vaticano II y, en particular, a la aprobación del último documento del Concilio, por
retomar una expresión cara al Pontífice. La Constitución Sacrae Disciplinae
Leges subraya su apreciable contribución con estos términos: «qui assidua
diligentique cura ad felices operis exitum valde contulit» («que tanto ha hecho,
con un esfuerzo asiduo y diligente, por la feliz culminación de la tarea»). Entre
tanto, mientras que en Lovaina la hora de la jubilación había llegado ya varios
años antes, su actividad romana hubo de proseguirse con motivo de su nuevo
346
nombramiento (en 1984) como nuevo miembro de la Comisión pontificia para la
interpretación auténtica del Código.
[I]. Junto a su participación en el Concilio y en la reforma del Código, hace
falta referirse aún a otras facetas de su vida. En 1969 intervino como secretario
del sínodo de los obispos de Roma. Participó activamente de modo habitual en
numerosos congresos jurídicos y canónicos. Estuvo entre los fundadores y los
directivos de la Consociatio internationalis studio iuris canonici promovendo.
Representó con frecuencia a la Santa Sede con ocasión de congresos
internacionales y conferencias. En el plano de las distinciones honoríficas, fue
hecho canónigo honorario de catedral de Lieja en 1942, prelado doméstico del
Papa en 1962 y, después, en 1975, protonotarius apostolicus. En 1967, el Gran
canciller de la Universidad de Navarra, luego elevado a los altares como San
Josemaría Escrivá, le otorgó el grado de doctor honoris causa por la citada
Universidad. Fue apadrinado por Pedro Lombardía, que jugó un papel pionero en
el seno de la Facultad de Derecho canónico. En el discurso que W. Onclin
pronunció en esta ocasión se transparentaba su gran humildad, pero también su
orgullo al ver que, a través de la distinción que se le otorgaba (era entonces
decano de la Facultad de Derecho canónico de Lovaina), estaba el deseo de
honrar a la Universidad católica de Lovaina. Como es sabido, esta última se
remonta a 1425, y su Facultad de Derecho canónico –precisaba– fue creada
antes de la Facultad de Teología. Subrayó el ideal común que unía a las dos
Universidades (de Lovaina y Navarra) del siguiente modo: «buscar lo verdadero,
servir a lo que es justo, acercar a los hombres y edificar así un mundo mejor». En
1976 le fue ofrecido un Liber amicorum en Lovaina. Finalmente, cómo pasar en
silencio los elogiosos términos que empleó la revista Communicationes con
motivo de su fallecimiento: «hoc in officio sese ingenio, iuris peritia, sedulitate...
totum impendit. Fideli sacerdote, optimo professori, indefesso laboratori, atque
amico carissimo tributa Dominus coronam iustitiae».
[J]. Bibliografía: L. De Fleurquin, In memoriam W. Onclin, en Ephemerides
theologicae lovanienses, 65 (1989), pp. 481-483; L. De Fleurquin, Mons. Willy
Onclin. Doctor “honoris causa” de la Universidad de Navarra (1905-1989), en Ius
Canonicum, XXX (1990), pp. 15-18; J. Grootaers, Willy Onclin et sa participation à
la rédaction du décret “Christus Dominus”, en J. Grootaers, Actes et acteurs de
Vatican II, Lovaina, 1998, pp. 420-455; J. Lindemans y H. Demeester, eds., Liber
amicorum Monseigneur Onclin. Actuele thema’s kerkelijk en burgerlijk Recht.
Thème actuels de droit canonique et civil, Glemboux, 1976; J. S. Quinn,
Monsignor Onlin and the Second Vatican Council, en J. Lindemans y H.
Demeester, eds., Liber amicorum Monseigneur Onclin. Actuele thema’s kerkelijk
en burgerlijk Recht. Thème actuels de droit canonique et civil, Glemboux, 1976,
pp. 13-21; P. Lombardía, Palabras en elogio del graduado Dr. Willy Onclin, en Ius
Canonicum, vol. XXX (1990), pp. 19-20; J. P. Schouppe, Les archives louvanistes
de Mgr. Willy Onclin. À l’occasion de leur ouverture et de la publication du
“Repertorium”, en Ius Ecclesiae, vol. X (1998), pp. 621-626; J. P. Schouppe, La
découverte de saint Josémaria Escriva par le canoniste Willy Onclin, en Studia et
documenta, 6 (2012), pp. 123-161; Cl. Soetens, Vatican II et la Belgique, Lovaina
la Nueva, 1996, pp. 172-173; R. Torfs, Canon law in the balance. Monsignor W.
Onclin revisited, en Bridging past and future Monsignor W. Onclin revisited,
Lovaina, 1998, pp. 21-31 y C. Van de Wiel, Repertorium van de Documenten in
het Archief Monseigneur Willy Onclin, Lovaina, 1998, especialmente pp. 11-24
[JEAN -P IERRE SCHO UPPE] (σοφώτατος).
347
ORLANDIS ROVIRA, José (1918-2010) . [N.º 339]. [A]. Nació en Palma
de Mallorca el 29 de abril de 1918. Falleció en su ciudad natal el 24 de diciembre
de 2010. Historiador del Derecho y de la Iglesia Católica, catedrático de
Universidad, que se convirtió en su momento en el primer experto mundial vivo
sobre la España visigoda. Hijo de José Orlandis Meliá y de Luisa Rovira Orlandis.
Su familia pertenece a la nobleza balear y era orginaria de Pisa. Estudió la
carrera de Derecho en la Universidad de Valencia, licenciándose en febrero de
1940. Amplió estudios en la Universidad de Madrid, donde cursó las cuatro
asignaturas del doctorado y defendió el 7 de noviembre de 1941 con
Sobresaliente la tesis doctoral sobre La prenda en nuestro derecho medieval:
notas para su estudio (186 pp. mecanografiadas), dirigida por José López Ortiz,
catedrático de Historia General del Derecho español en la Universidad de
Santiago de Compostela, y entonces en trámite de espera para ocupar una
cátedra de doctorado en Madrid de Historia de la Iglesia y del Derecho canónico,
para la que fue nombrado en 1942. Opositó Orlandis a cátedras de Universidad
en 1942, obteniendo la unanimidad en los seis ejercicios, lo que le permitió con
24 años ser catedrático de la Universidad de Murcia, en la que tomó posesión el
25 de mayo de 1942. Por concurso de traslado pasó a la Universidad de
Zaragoza en 1945. No obstante, desde 1942 a 1945 estuvo becado en Roma
donde estudió Derecho Canónico en el Athenaeum Pontificium Lateranensis,
doctorándose, con una memoria dirigida por el profesor y luego Cardenal Arcadio
María Larraona y que llevaba por título Traditio corporis et animae. Estudió
igualmente Teología en el Angelicum. Orlandis fue discípulo, en cierto modo, en
Roma de Pier Silverio Leicht (1874-1956) y amigo de su yerno, el también
catedrático de Historia del derecho italiano Carlo Guido Mor (1903-1990), de la
misma forma que también lo había sido con anterioridad Juan Beneyto Pérez en
Bolonia y en Roma. No ha sido hasta hace bien poco tiempo precisada en todos
sus matices la importancia que Leicht y Mor han tenido sobre los historiadores del
Derecho españoles y sobre la historia jurídica española de la Antigüedad tardía y
de la alta Edad Media. En Zaragoza, Orlandis fue vicedecano de la Facultad de
Derecho. Hizo compatible durante algún tiempo su dedicación docente en
Zaragoza con la de profesor de las Facultades de Teología y de Derecho
Canónico en la Universidad de Navarra hasta que se trasladó definitivamente a
esta segunda. Allí fue Decano de la Facultad de Derecho Canónico desde 1962 a
1969 y director del Instituto de Historia de la Iglesia desde 1969 a 1980. También
impartió docencia como profesor extraordinario en las Facultades de Derecho
Canónico y de Teología de la Universidad de la Santa Cruz en Roma. Durante su
carrera profesional desempeñó además otros cargos como el de presidente de la
Academia Aragonesa de Ciencias Sociales (1961-1964) y también el de
presidente de la Sociedad Española de Estudios Monásticos (1965-1968).
Académico de número de la Accademia Spoletina. El 14 de septiembre de 1939
pidió la admisión en el Opus Dei como numerario y en 1949 fue ordenado
presbítero. Fue tratado directamente por el fundador de esta institución, San
Josemaría Escrivá.
[B]. Hombre hecho a lo clásico, recio, diríamos duro como algunos de los
hombres de su generación, curtido para el sufrimiento y en el contentarse con
bien poco. Enérgico de trato, sabía ser humano en tantas cosas, y así lo
recuerdan en Zaragoza, Palma de Mallorca y Pamplona. Domingo Ramos-Lissón
en 1988 escribió de él: «Al haber compartido con don José Orlandis el oficio de
juez en tribunales de tesis de licenciatura y de doctorado, he podido constatar las
múltiples facetas que nos muestran su exquisita amabilidad en el trato, su
prudencia en los dictámenes y, sobre todo, su gran amor a la verdad, que le
348
otorga una indiscutible autoridad científica y que se proyecta, sin formalidades ni
barroquismos, entre sus alumnos y discípulos» (vid. D, p. 33).
[C]. Su producción escrita es muy abundante, sobre el Derecho, las
instituciones y la Iglesia en la España visigoda, en torno a las instituciones
eclesiásticas medievales, el Derecho procesal civil y penal altomedieval, junto a
obras de espiritualidad, estudios sobre la Iglesia en el siglo XX y cinco libros de
memorias. Supera las nueve mil páginas impresas y ha publicado en español,
francés, inglés, alemán, italiano, polaco, croata, finlandés y latín. En 1990 recibió
la medalla de honor de la Fundación Singer-Polignac y en 2006 la Comunidad
autónoma de las Islas Baleares, a propuesta de su Presidente, le concedió el
Premio Ramon Llull. Así debemos destacar entre sus obras: La prenda como
procedimiento coactivo en nuestro Derecho medieval (Notas para su estudio), en
Anuario de Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), pp. 81-183, de qua
vid. Antonio Marongiu, en Rivista di Storia del Diritto Italiano, XXI (1948), pp. 279-
283; La paz de la casa en el Derecho español de la Alta Edad Media, en Anuario
de Historia del Derecho Español, XV (1944), pp. 107-161, de qua vid. R. Gibert,
La paz otorgada y la paz entre partes en el derecho medieval español (León y
Castilla), en Fundamentos culturales de la paz en Europa, vol. II, Barcelona,
1986, pp. 423-426, sobre el estudio de Orlandis con grandes elogios, aunque, no
obstante, parece algo exagerado el punto de partida de Orlandis al precisar que
«el concepto de la paz es el centro alrededor del cual gira entero el Derecho
Penal de la Alta Edad Media» (p. 107), pero no se ocupa Gibert para nada del
planteamiento que de esa institución de la paz de la casa llevó a cabo con
anterioridad Luis García de Valdeavellano Arcimís al reflexionar sobre la
Hausfriedensbruch, si bien partiendo de Eduard Osenbrüggen (Uetersen, 24 de
diciembre de 1809-Fluntern, 9 de julio de 1879) y su libro Der Hausfrieden. Ein
Beitrag zur deustchen Rechtsgeschichte, Erlangen, 1857, que terminó de
escribirlo en Zürich en mayo de ese mismo año 1857; Orlandis fundamentó su
trabajo igualmente en doctrina germánica: Rudolf His, W. E. Wilda, Heinrich
Brunner, Robert von Keller, Hans Planitz y el citado Osenbrüggen; Huellas
visigóticas en el Derecho de la Alta Edad Media, en Anuario de Historia del
Derecho Español, XV (1944), pp. 644-658; Sobre el concepto de delito en el
Derecho español de la alta Edad Media, en AHDE, XVI (1945), pp. 112-192; El
pseudo ordenamiento de Alcalá, en Anuario de Historia del Derecho Español,
XVII (1946), pp. 683-711; Las consecuencias del delito en el Derecho de la alta
Edad Media, en Anuario de Historia del Derecho Español, XVIII (1947), pp. 61-
165; Algunos aspectos procesales de los Fueros de Aragón de 1247, en Anuario
de Derecho Aragonés, IV (1947-1948), pp. 101-112; Sobre la elección de
sepultura en la España medieval, en Anuario de Historia del Derecho Español,
XX (1950), pp. 5-49; La prenda de iniciación de juicio en los fueros de la familia
Cuenca-Teruel, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXIII (1953), pp. 83-
93; “Traditio corporis et animae”: “la familiaritas” en las Iglesias y Monasterios
españoles en la alta Edad Media, en Anuario de Historia del Derecho Español,
XXIV (1954), pp. 95-279, texto originario, como acabamos de indicar, de una de
sus memorias doctorales, que completó con información de fondos documentales
inéditos de diversos archivos, gracias a José María Lacarra, Ángel Canellas,
Josep Maria Font Rius y Emilio Sáez Sánchez, y prudentemente no abusa,
publicando tan solo en el apéndice un documento del Archivo Histórico Nacional
(pp. 271-279); en colaboración con Vicente Blasco García, Textos latinos
patrísticos, filosóficos, jurídicos, Pamplona, 1954, libro que dedican los dos
afamados catedráticos zaragozanos a López Ortiz, en los siguientes términos
«praecellentissimo viro domino Iosepho Lopez Ortiz Tudensi episcopo claroque
349
magistro sacrum»; El cristianismo en el Reino visigodo, en I Goti in Occidente,
Spoleto, 1956, pp. 153-171; Los monasterios familiares en España durante la Alta
Edad Media, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXVI (1956), pp. 5-46;
Perfil universitario cristiano, Zaragoza, 1956; El hombre en rebeldía, en Nuestro
Tiempo, n.º 29 (1956), pp. 24-30; Algunas observaciones en torno a la “tiranía” de
San Hermenegildo, en Temis, 2 (1957), pp. 67-75; La reina en la monarquía
visigótica, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXVII-XXVIII (1957-
1958), pp. 109-135; En torno a la noción visigoda de tiranía, en Anuario de
Historia del Derecho Español, XXIX (1959), pp. 5-43; Le catholicisme dans
l’Espagne d’aujourd’hui, en La Table Ronde, n.º 135 (1959), pp. 128-152; La
Iglesia visigoda y los problemas de la sucesión al trono en el siglo VII, en Le
chiese nei regni dell’Europa occidentale e i loro rapporti con Roma fino all’800,
Spoleto, 1960, pp. 333-352; Los monasterios dúplices españoles en la Alta Edad
Media, en Anuario de Historia del Derecho Español, XXX (1960), pp. 49-88;
Portrait de Sisyphe, en La Table Ronde, n.º 146 (1960), pp. 69-74; El Derecho
Canónico y el jurista secular, en Ius Canonicum, vol. I, n.º 1 (1961), pp. 5-26;
Notas sobre la “oblatio puerorum” en los siglos XI y XII, en Anuario de Historia del
Derecho Español, XXXI (1961), pp. 163-173; En torno a la visita del Arzobispo
anglicano de Canterbury a S. S. el Papa Juan XXIII, en Ius Canonicum, vol. I, n.º
1 (1961), pp. 229-232; El espíritu de la verdad, Madrid, 1961; Problemas
canónicos en torno a la conversión de los visigodos al catolicismo, en Anuario de
Historia del Derecho Español, XXXII (1962), pp. 301-321; La oblación de niños a
los monasterios en la España visigótica, en Yermo, I (1963), pp. 33-47; El poder
real y la sucesión al trono de la monarquía visigótica, Roma-Madrid, 1962, que
recensionó José Martínez Gijón, en Ius Canonicum, vol. IV, n.º 1 (1964), p. 284;
La disciplina eclesiástica sobre la vida eremítica, en Ius Canonicum, vol. IV, n.º 1
(1964), pp. 147-163, que publica una comunicación presentada a la VI.ª Semana
de Estudios Monásticos (15-20 de septiembre de 1963); Roma, ciudad abierta, en
Nuestro Tiempo, n.º 117-118 (1964), pp. 532-546; Las Congregaciones
monásticas en la tradición suevo-gótica, en Anuario de Estudios Medievales, I
(1964), pp. 97-119; El elemento germánico en la Iglesia española del siglo VII, en
Anuario de Estudios Medievales, III (1966), pp. 27-64; La “lectio divina” en el
monacato visigodo, en Ius Canonicum, vol. VII, n.º 1 (1967), pp. 149-156; El
movimiento ascético de San Fructuoso y la congregación monástica dumiense,
en Bracara Augusta, XXII (1968), pp. 81-91; Un libro inglés sobre los godos en
España, en Cuadernos de Historia de España, XLIX-L (1969), pp. 310-322; Las
relaciones intereclesiales en la España visigótica, en Temis, n.º 25 (1969), pp. 9-
32; Communications et échanges entre l’Espagne wisigothique et la France
mérovingienne, en Annales de la Faculté de Droit et Sciences Économiques de
Toulouse, XVIII (1970), pp. 253-262; Los hispano-romanos en la aristocracia
visigótica del siglo VII, en Revista Portuguesa de História, XIII (1970), pp. 189-
196; Sobre el origen de la “Lex in confirmatione concilii”, en Anuario de Historia
del Derecho Español, XLI (1971), pp. 113-126; Miguel Costa y Llovera, sacerdote
y poeta, en Nuestro Tiempo, n.º 216 (1972), pp. 631-647; Sobre el nivel de vida
en la España visigótica, en Anuario de Estudios Medievales, VIII (1972-1973), pp.
17-33; El trabajo en el monacato visigótico, en Scripta Theologica, V (1973), pp.
667-684 y en Yermo, XIII (1975), 87-102; Lex in confirmatione concilii, en Actas
del II Symposium de Historia de la Administración, Madrid, 1974, pp. 433-445;
Historia económica y social de la España visigoda, Madrid, 1975; Los cristianos
en un tiempo de prueba, Pamplona, 1975; La Iglesia en la España visigótica y
medieval, Pamplona, 1976; Historia de España. La España visigoda, Madrid,
1977; ¿Qué es ser católico?, Pamplona, 1977; Los cristianos hacen la historia,
350
Pamplona, 1977; Exigencias actuales de la educación cristiana, Pamplona, 1977;
Bagaudia hispánica, en Revista de Historia del Derecho, II (1977-1978), pp. 33-
42; La problemática conciliar en el reino visigodo, en Anuario de Historia del
Derecho Español, XLVIII (1978), pp. 277-306; Mis recuerdos de Pablo VI, en
Nuestro Tiempo, n.º 292 (1978), pp. 11-16; El derecho a la libertad escolar, en
Persona y Derecho, VI (1979), pp. 109-120; Hacia una mejor comprensión del
problema judío en el reino visigodo-católico de España, en Gli ebrei nell’Alto
Medioevo, Spoleto, 1980, vol. I, pp. 149-196, estudio que construyó manejando
fuentes literarias, jurídicas y arqueológicas, precisando que el concilio de
Narbona del 589 fue la única asamblea eclesiástica provincial que mencionó a los
judíos como elemento social. Resaltó Orlandis cómo Sisebuto logró que se
convirtieran muchos judíos, no por la fuerza, sino por la bondad y la caridad. Por
otro lado, los judíos conversos, a los ojos de las autoridades, solían estar bien
considerados; de otra forma no se explicaría que Julián de Toledo, de presumible
origen judío según una fuente del siglo VIII, llegara al primado de la Iglesia
española. Para Orlandis, Isidoro de Sevilla pudo intervenir en la política antijudía
de los reyes godos. No obstante, Isidoro era un intelectual, mientras que Julián
de Toledo o San Leandro eran eclesiásticos y también políticos. Además, Los
laicos en los Concilios visigodos, en Anuario de Historia del Derecho Español, L
(1980), pp. 177-187; La ambigua jurisdicción de la metrópoli toledana, en
Cuadernos de Historia de España, n.º 63-64 (1980), pp. 7-11; Don Claudio
Sánchez Albornoz, “un conservador revolucionario”, en Nuestro Tiempo, n.º 314
(1980), pp. 106-108; con Domingo Ramos Lissón, Die Synoden auf der
Iberischen Halbinsel bis zum Einbruch des Islam (711), Paderborn, 1981,
XVII+317 pp., donde estudian los Concilios de Ilíberis (306), Zaragoza (380), I.º
Toledo (400), Tarragona (516), Gerona (517), II.º Toledo (531), Barcelona (540),
Lérida (546), Valencia (546), I.º Braga (561), II.º Braga (572), III.º Toledo (589),
Narbona (589), Sevilla (590), II.º Zaragoza (592), pluriprovincial de Toledo (597),
Huesca (598), II.º Barcelona (599), IV.º Toledo (633), V.º Toledo (636), VI.º
Toledo (638), VII.º Toledo (646), VIII.º Toledo (653), IX.º Toledo (655), X.º Toledo
(656), Mérida (666), XI.º Toledo (675), XII.º Toledo (681), XIII.º Toledo (683),
XIV.º Toledo (684), XV.º Toledo (688), III.º Zaragoza (691), XVI.º (693) y XVII.º
Toledo (694); El arrianismo visigodo tardío, en Cuadernos de Historia de España,
n.º 65-66 (1981), pp. 5-20; Del mundo antiguo al medieval, Pamplona, 1981;
Historia breve del Cristianismo, Madrid, 1983 [hay trad. inglesa, Dublín, 1985;
portuguesa, Lisboa, 1986; croata, Split, 2004; finlandesa, Helsinki, 1994 y
holandesa, aunque el título ha sido variado en este caso pues se denomina Korte
Geschiedenis van de Katholieke Kerk, Amsterdam, 2010]; Gregorio Magno y la
España visigodo-bizantina, en Estudios en homenaje a Don Claudio Sánchez
Albornoz en sus 90 años, Madrid, 1983, vol. I, pp. 329-348; Claudio Sánchez-
Albornoz, maestro y amigo, en Nuestro Tiempo, n.º 365 (1984), pp. 110-120; El
clima religioso en la Baja Edad Media, en Cuadernos de investigación histórica, 8
(1984), pp. 215-222; Cristianismo e ideologías contemporáneas, en Razón
española, n.º 5 (1984), pp. 7-21; Hispania y Zaragoza en la Antigüedad Tardía,
Zaragoza, 1984; Las peregrinaciones en la religiosidad medieval, en Príncipe de
Viana, n.º 2-3, anejo (1986), pp. 607-614; El Primado romano en Hispania
durante la antigüedad tardía, en Historia Instituciones Documentos, n.º 14 (1987),
pp. 13-26; Laicos y monasterios en la España medieval, en Anuario de Estudios
Medievales, vol. XVII (1987), pp. 95-104; Los orígenes de la unidad religiosa en
España, en Verbo, n.º 253-254 (1987), pp. 237-248; Historia del reino visigodo
español. Los acontecimientos, las instituciones, la sociedad, los protagonistas,
Madrid, 1988 y 2003, donde termina con un personaje tan significativo como Egilo
351
o Egilona, la viuda del último rey godo Rodrigo, que contrajo matrimonio con Abd-
al-Aziz, y que probablemente estuvo a punto de cambiar el rumbo de la España
musulmana; El Fundador del Opus Dei y Nuestra Señora de Torreciudad, en
Torreciudad, Madrid, 1988, pp. 55-67; La conversión de Europa al cristianismo,
Madrid, 1988; La proyección del Concilio III de Toledo, en Razón española, n.º 36
(1989), pp. 7-15; Recuerdos de Don Ramón d’Abadal, en Annals of the Archive of
«Ferran Valls i Taberner's Library»: Studies in the history of political thought,
political & moral philosophy, business & medical ethics, public health and juridical
literature, 3-4 (1989), pp. 35-37; El radicalismo contemporáneo, en Razón
española, n.º 42 (1990), pp. 9-21; La vida en España en tiempos de los godos,
Madrid, 1991; La diócesis de Zaragoza y el mundo hispano-visigodo, en El espejo
de nuestra historia: la diócesis de Zaragoza a través de los siglos, Zaragoza,
1991, pp. 131-136; Un poeta neo-romántico mallorquín: Pedro Orlandis y
Despuig, en Estudios de Historia moderna y contemporánea: homenaje a
Federico Suárez Verdeguer, Madrid, 1991, pp. 311-321, dedicado a Pere
Orlandis Despuig, personaje singular nacido en Palma el 9 de junio de 1864 y
fallecido en Salamanca el 12 de noviembre de 1897; Semblanzas visigodas,
Madrid, 1992; Algunas reflexiones en torno a la “Historia de la Iglesia”, en Anuario
de Historia de la Iglesia, 1 (1992), pp. 15-22; Años de juventud en el Opus Dei,
Madrid, 1993; Memorias de Roma en guerra, 1942-1945, Madrid, 1993; Libertad
interior y “realismo teologal” en la doctrina conciliar visigoda, en Anuario jurídico y
económico escurialense, XXVI, n.º 2 (1993), pp. 139-152; La Roma del Cardenal
Despuig, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 6 (1994), pp. 11-17; Crisis de las monarquías, en
Razonalismo. Homenaje a Fernández de la Mora, Madrid, 1995, pp. 226-230;
Mons. Álvaro del Portillo (1914-1994), en Anuario de Historia de la Iglesia, 4
(1995), pp. 19-26; Mis recuerdos. Primeros tiempos del Opus Dei en Roma,
Madrid, 1995; Tras la huella de un Concilio isidoriano en Sevilla, en Anuario de
Historia de la Iglesia, 4 (1995), pp. 237-246; Una nueva noticia sobre los judíos
en la España visigoda, en Homenaje al profesor Alfonso García Gallo, Madrid,
1996, vol. III, pp. 359-366; El Pontificado romano en la historia, Madrid, 1996,
libro del que se hizo eco Dominique Le Tourneau, en Ius Canonicum, vol.
XXXVIII, n.º 76 (1998), pp. 772-773 [resulta interesante resaltar la conclusión
final, la n.º 10, de esta obra: «En el umbral del tercer milenio, el Pontificado, sin
perjuicio de la íntegra salvaguardia de la potestad papal, indispensable para el
ejercicio de la misión pastoral del Vicario de Cristo, advierte la conveniencia de
atribuir el realce que se merece a la función de servicio propia del Primado papal.
Un Primado que aparece así ante los ojos del mundo como instrumento
primordial para el logro de la unidad ecuménica, que constituye el anhelo común
de un creciente número de cristianos» (p. 283)]; El canon 2 del XIII Concilio de
Toledo en su contexto histórico, en Anuario de Historia del Derecho Español,
tomo LVIII, vol. II (1997) [1998], pp. 1601-1607, en homenaje a Francisco Tomás
Valiente; Algunas consideraciones en torno a la circunstancia histórica de Valerio
del Bierzo, en Helmántica, vol. XLVIII, n.º 145-146 (1997), pp. 153-164; El Papa
Pío XII, en Anuario de Historia de la Iglesia, 6 (1997), pp. 113-126; Estudios de
historia eclesiástica visigoda, Pamplona, 1998, de qua vid. María del Mar Martín
García, en Ius Canonicum, vol. XL, n.º 79 (2000), pp. 369-374; Un poeta
neoromàntic mallorquí: Pere Orlandis i Despuig, en Memòries de l’Acadèmia
Mallorquina d’Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 8 (1998), pp. 169-176;
La Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XX, Madrid, 1998, comentado
por Eduardo Molano en Ius Canonicum, vol. XXXIX, n.º 78 (1999), pp. 798-800,
obra por cierto de la que existe cuidada traducción alemana Sturmische Zeiten.
352
Die Katholische Kirche en der Zweiten Hälfte des 20. Jahrhunderts, Aachen,
1999; Tardía Antigüedad. Consideraciones en torno a la conversión al
cristianismo, en Cuadernos de Historia del Derecho, 6 (1999), pp. 233-246;
Problemas en torno a la cristiandad balear en la época preislámica, en Anuario de
Historia de la Iglesia, 8 (1999), pp. 145-159; Don Pedro Orlandis y Maroto, un
mallorquín de la Trapa en Francia, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina
d’Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 9 (1999), pp. 81-88; La doble
conversión religiosa de los pueblos germánicos (siglos IV al VIII), en Anuario de
Historia de la Iglesia, 9 (2000), pp. 69-84; Estampas de la vida en Palma antes de
la Guerra Civil. Memorias de infancia y juventud, Palma de Mallorca, 2000; La
vida cristiana en el siglo XXI, Madrid, 2001; Estampas de la guerra en la España
visigoda, en Revista de Historia Militar, n.º 91 (2001), pp. 11-24; Noticias
históricas sobre la familia Orlandis de Pisa, en Memòries de l’Acadèmia
Mallorquina d’Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 11 (2001), pp. 31-44; El
amanecer de Europa, en Razón española, n.º 108 (2001), pp. 15-36; Jornadas
del Anuario de Historia del Derecho Español (Segovia, 21-22 de junio de 2001),
en Anuario de Historia del Derecho Español, LXXI (2001), pp. 820-823;
Monarquía, monocracia y dictadura, en Razón española, n.º 105 (2001), pp. 121-
130; La doble conversión religiosa de los pueblos germánicos (siglos IV al VIII),
en Dos mil años de evangelización. Los grandes ciclos evangelizadores,
Pamplona, 2001, pp. 53-70; Mi primer y mi último encuentro con Gonzalo
Fernández de la Mora, en Razón Española, n.º 114 (2002), pp. 78-81; La última
gran sociedad europea en el testimonio de Don Jacobo Fitz-James Stuart, Duque
de Alba, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 12 (2002), pp. 151-158; Islas que miran hacia Levante. Las
Baleares y el Mediterráneo, en Nueva revista de política, cultura y arte, n.º 89
(2003), pp. 106-112; Consideraciones sobre la evolución estadística de la Iglesia
en el último cuarto del siglo XX, en Anuario de Historia de la Iglesia, n.º 12
(2003), pp. 181-200; Memorias de medio siglo en Aragón, Zaragoza, 2003, sobre
las que ver comentario de Guillermo Hierrezuelo, en Revista de Estudios
Histórico-Jurídicos, XXVII (2005), pp. 559-562; Historia del reino visigodo
español: los acontecimientos, las instituciones, la sociedad, los protagonistas,
Madrid, 2003; Historia de las Instituciones de la Iglesia Católica. Cuestiones
fundamentales, Pamplona, 2003, de qua vid. también G. Hierrezuelo, en Revista
de Estudios Histórico-Jurídicos, XXVI (2004), pp. 671-675, y en versión italiana
Le istituzioni della Chiesa cattolica, Milán, 2005; Consideraciones históricas sobre
la disciplina de los concilios provinciales, en Cuadernos de Historia del Derecho,
n.º 11 (2004), pp. 203-210; Europa y sus raíces cristianas, Madrid, 2004; Oriente
y Occidente cristianos (1054-2004). Novecientos cincuenta años de Cisma, en
Anuario de Historia de la Iglesia, 13 (2004), pp. 247-256; Ciento veinticinco años
de escuela laica en Francia, en Anuario de Historia de la Iglesia, n.º 14 (2005),
pp. 82-90; Epistolario mallorquín de Álvaro d’Ors, en Memòries de l’Acadèmia
Mallorquina d’Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics, 15 (2005), pp. 127-136;
Un papa que no fue papable: Juan Pablo II en la historia de la iglesia universal,
en Nueva revista de política, cultura y arte, n.º 99 (2005), pp. 82-90; Cuando la
vida se alarga, Madrid, 2005, donde señala, entre otras muchas cosas, que «la
irrupción de la nuevas generaciones en la historia de un pueblo –y menos si es
irrupción que entrañe una ruptura de continuidad– no es por sí misma garantía de
avance hacia un futuro mejor» (p. 16); Los signos de los tiempos, Madrid, 2006;
La vida en España en tiempos de los godos, Madrid, 2006; Y vosotros, ¿quien
decís que soy yo?, Madrid, 2007; La prima Messa del fondatore dell’Opus Dei in
Italia, en Studia et Documenta. Rivista dell’Istituto storico San Josemaría Escrivá,
353
n.º 1 (2007), pp. 245-256 (la última son fotografías de la iglesia de San Sixto II,
papa y mártir), artículo que prueba la tenacidad de Orlandis para ser lo más
exacto posible en la localización del lugar, que visitó en junio de 1946, abril de
1978 y noviembre de 1984; Sobre los orígenes de la nación española, en
Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics, Heràldics i Històrics,
17 (2007), pp. 7-17; La acogida en la Mallorca de ayer de familias nobles
naturales de otras tierras, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis
Genealògics, Heràldics i Històrics, 18 (2008), pp. 89-94; La vida vista a los
noventa años, Madrid, 2008 y traducción francesa, París, 2008 y El Instituto de
Derecho Canónico del Estudio General de Navarra, en Ius Canonicum, vol. L, n.º
100 extra (2010), pp. 385-397. Cuenta con muchos más trabajos, que no se
recogen en este listado, que por fuerza ha de ser selectivo.
[D]. La Bibliografía sobre Orlandis no es tan abundante como debiera: s.
a., Nuevo catedrático de Historia del Derecho, en Anuario de Historia del Derecho
Español, XIV (1942-1943), p. 742; José Antonio Escudero, Jubilación del profesor
don José Orlandis, en Anuario de Historia del Derecho Español, LVII (1987), pp.
1107-1109; Manuel J. Peláez, Prólogo a Orlandis 70: Estudios de Derecho
privado y penal romano, feudal y burgués, Barcelona, 1988, pp. 5-13 [se publican
en homenaje colaboraciones en este volumen de 403 pp. de Jean Gaudemet,
Formes et fonctions de l’adoption dans le monde antique, pp. 17-42; Álvaro d’Ors
Pérez-Peix, Los arquetipos contractuales (un ensayo de meta-historia jurídica, pp.
43-47; Arrigò D. Manfredini, Celso e il “locus sepulturae” (D. 11,7,2,5), pp. 49-57;
Giulio Vismara, La giurisdizione dei vescovi nelle controversie private dai laici
(sec. IV), pp. 59-82; Alfonso García-Gallo de Diego, El bautismo y la capacidad
jurídica en la época visigoda, pp. 83-89; Paul Ourliac, La pratique et la loi (note
sur les actes français et catalans du Xème siècle), pp. 93-118; Josep Maria Font
Rius, Aspectes de dret civil acollits en les ordinacions municipals de Catalunya
(segles XIII-XVIII), pp. 119-140; Jesús Lalinde Abadía, Sectores sucesorios
hispánicos resistentes al derecho común, pp. 141-161; Gonzalo Martínez Díez,
Concurrencia de hermanos y sobrinos en la sucesión legítima o ab intestato
(cuatro textos alfonsíes), pp. 163-171; Geoffroy de Gislain, L’expropriation en
France au Moyen Âge, pp. 173-186; Juan Beneyto Pérez, Derecho y moral en la
doctrina mercantil del siglo de oro, pp. 187-196; Manuel J. Peláez, Letteratura
giuridica e storiografia sul contratto di noleggio nel diritto catalano-baleare e
pisano-genovese, pp. 197-241; Santos M. Coronas González, El concepto de
seguro en la doctrina mercantilista de los siglos XVI y XVII, pp. 243-254; Jean-
Louis Gazzaniga, Le droit des rivières dans le projet de Code rural napoleonien,
pp. 255-278; Germain Sicard, La Révolution Française et le divorce, pp. 279-296;
Rafael Gibert Sánchez de la Vega, Acusaciones y maleficios o Derecho Penal en
las Partidas, pp. 299-347; Joaquín Cerdá Ruiz-Funes, Delitos y penas en Murcia
a fines del siglo XIV, pp. 349-370; Jose Antonio Escudero, Inquisidor General y
Consejo de la Suprema: dudas sobre competencias en nombramientos, pp. 371-
380 y José Sánchez-Arcilla Bernal, Notas para el estudio del parricidio en el
Derecho histórico español, pp. 381-398], de qua vid. Jean Imbert, en Revue
historique de droit français et étranger, LXVI (1988), pp. 652-653 y M. D. Gordon,
en The American Journal of Legal History, XXXV (1991), pp. 99-100; Josep Ignasi
Saranyana y Eloy Tejero, Prólogo y D. Ramos-Lissón, Don José Orlandis Rovira,
pp. 27-34, y editores de Hispania Christiana. Estudios en honor al prof. José
Orlandis Rovira en su septuagésimo Aniversario, libro promovido por la Facultad
de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona, 1988, 783 pp.
[colaboraciones de Javier Zabalo Zabalegui, Posibles antecedentes bíblicos de
algunas instituciones medievales, pp. 51-64; Walter Brandmüller, “Traditio
354
Scripturae Interpres”. La doctrina de los concilios sobre la recta interpretación de
la Biblia hasta el Concilio de Trento, pp. 65-84; Marcelo Merino, Terminología
pedagógica del “Discurso de agradecimiento a Orígenes”, pp. 85-109; Alberto
Viciano y Massimo Stefani, Fuentes de la especulación de Mario Victorino (†387
ca.). Un “statvs quaestionis” de la investigación reciente, pp. 111-121; Luis
Manuel García García, El papa Siricio (†399) y la significación matrimonial, pp.
123-137; Miguel Lluch-Baixaulí, Una referencia trinitaria en la “Consolatio
Philosophiae”, pp. 139-146; Luis A. García Moreno, Problemática de la Iglesia
Hispana durante la supremacía ostrogoda (507-549), pp. 147-160; Ángeles
Alonso Ávila, La meseta norte de la Península Ibérica en la antigüedad tardía.
Testimonios literarios de visigotización, pp. 161-191; Francisco Martín
Hernández, La formación del clero en la Iglesia visigótico mozárabe, pp. 193-213;
José Luis Sáenz Ruiz-Olalde, Correspondencia de San Bonifacio con el Papa
San Zacarías (741-752), pp. 217-237; José Antonio Fuentes Alonso, “Oikonomía”
en la Iglesia bizantina ante el divorcio de Constantino VI (años 795-811), pp. 239-
255; Antonio Linage Conde, El “Duraton sacro” de San Frutos y sus hermanos
Valentín y Engracia: del eremitismo visigótico al patronazgo benedictino y
diocesano, pp. 257-278; Luis Orfila Carreras [discípulo de Orlandis en Pamplona
y en Roma], A propósito del ms. 6.093 de la Biblioteca Vaticana, pp. 279-302;
Eloy Tejero, “Ratio” y jerarquía de fuentes canónicas en la “Cesaraugustana”, pp.
303-322; Soledad Silva Verástegui, La escultura funeraria en el románico
español, pp. 323-349; Horacio Santiago-Otero, Comentarios bíblicos en lengua
vernácula (siglos XII-XV), pp. 351-364; José Antonio Íñiguez Herrero, Literatura
medieval y permanencia de las formas iconográficas cristianas. Sicardo de
Cremona (†1215), pp. 365-377; Alfonso C. Chacón, Sobre la autoría de la
“Summa Theologiae” del Cardenal Pedro de Capua (†1242), pp. 379-387; María
Raquel García Arancón, La Curia Pontificia y la Corona de Navarra a mediados
del siglo XIII, pp. 389-405; Federico R. Aznar Gil, Constituciones conciliares
tarraconenses del siglo XIII en la diócesis de Jaca-Huesca, pp. 407-428; Vicente
Cárcel Ortí, Sínodos medievales valentinos, pp. 429-447; Javier Ibáñez y
Fernando Mendoza, Una biografía inédita del Ven. P. Dom Domingo de Prusia,
Vicario de la Cartuja de Tréveris (ca. 1384-1461), pp. 449-459; Nicolás López
Martínez, Las “Reglas Magistrales” de Juan de Torquemada (†1468), pp. 461-
477; Ramón Hernández, El Cuerpo Místico de Cristo en la eclesiología de Juan
de Torquemada, pp. 479-497; Juan Berchmans Vallet de Goytisolo, El
pensamiento y el sentimiento de España de Jaume Marquilles, pp. 499-511; J. N.
Hillgarth, La Teología en Mallorca desde el siglo XIII al XVI, pp. 513-520; José
María Desantes Guanter, Caracteres del “ius communicationis” en Francisco de
Vitoria, pp. 523-544; Ernesto de la Torre Villar, El encuentro de la cultura
occidental con las Amerindias, pp. 545-565; Josep Ignasi Saranyana, Sobre el
origen y la estructura del “Catecismo” de Fray Pedro de Córdoba (ediciones de
1544-1548), pp. 567-594; Javier Vergara Ciordia, Vertiente pedagógica de un
proyecto de colegio clerical en tiempos del obispo Don Álvaro de Moscoso, pp.
595-612; Álvaro Huerga, Las diatribas de Fray Alonso de la Fuente (1584-1589)
contra Taulero, pp. 613-636; Miguel Ángel Medina, La preparación evangélica y el
modo de predicar el Santo Evangelio según Fr. Miguel de Benavides ( †1605), pp.
637-658; Jesús Polo Carrasco, Un milagro concepcionista en la villa zaragozana
de Zuera (17 de marzo de 1621), pp. 659-675; Santiago Portero Luyando, El
Venerable Palafox (†1659). Una figura de la Merindad de Tudela poco y no bien
conocida, pp. 677-684; José Goñi Gaztambide, La capilla del trascoro de la
catedral de Pamplona, pp. 685-718; Tomás Domingo Pérez, Aportaciones a la
historia del culto a San Braulio (siglos XII-XX), pp. 719-740; Arturo Lozano
355
Burzuri, Concordia por la que Santa Engracia de Zaragoza se convirtió en
enclave eclesiástico de Huesca durante ocho siglos, pp. 741-747 y Antonio
García García, La religiosidad popular en Canarias, pp. 749-779]; Manuel J.
Peláez, Jubilación legal y Homenaje a José Orlandis Rovira, en Cuadernos
informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 8
(noviembre-1988), pp. 1792-1808; Ana Sastre, Tiempo de caminar, Madrid, 1989,
pp. 319, 320, 321, 322, 323, 328, 361, 362 y 508; Enrique de la Lama Cereceda,
Conversación en Pamplona con José Orlandis, en Anuario de Historia de la
Iglesia, 5 (1996), pp. 359-376; Manuel J. Peláez, José Orlandis Rovira y la
Historia del Derecho Español, en Anuario de Historia del Derecho Español, LXX
(2000), pp. 449-470; Ignacio Peiró Martín y Gonzalo Pasamar Alzuria, José
Orlandis Rovira, en Diccionario Akal de historiadores españoles contemporáneos
(1840-1980), Madrid, 2002, pp. 451-452; John F. Coverdale, La fundación del
Opus Dei, trad. de Fernando Gil Delgado e Ignacio Barrera, Barcelona, 2002, p.
278, el apartado “José Orlandis” de pp. 287-288 y p. 315; s. a., José Orlandis
Rovira, en la sección In pace, de Romana. Boletín de la Prelatura de la Santa
Cruz y Opus Dei, año XXVI, n.º 51 (julio-diciembre 2010), p. 408a-b; Javier
Ortega, Un histórico del Opus Dei, en El Mundo, Madrid, 13 de enero de 2011;
Josep Ignasi Saranyana, Ante Pío XII y Monseñor Montini. Audiencia a miembros
del Opus Dei en los diarios de José Orlandis (1942-1945), en Studia et
Documenta, 5 (2011), pp. 311-343, quien relata como el 15 de enero de 1943
Orlandis fue recibido en audiencia privada por Pío XII y por Giovanni Battista
Montini, con el tiempo Pablo VI, e igualmente por Pío XII, acompañando a Álvaro
del Portillo y hubo una última audiencia el 6 de agosto de 1945; Domingo Ramos-
Lissón, José Orlandis Rovira (1918-2010), “in memoriam”, en Anuario de Historia
de la Iglesia, 20 (2011), pp. 497-501; Romà Pinya Homs, In memoriam: José
Orlandis Rovira (1918-2010), en Anuario de Historia del Derecho Español, LXXXI
(2011), pp. 1188-1191, y Eloy Tejero, “In memoriam” del Prof. Dr. José Orlandis
(1918-2010), en Ius Canonicum, vol. LI, n.º 101 (2011), pp. 11-25. La Real
Academia Mallorquina de Estudios Históricos organizó en marzo de 2011 una
sesión en homenaje a Orlandis, en la que intervinieron la alcaldesa de Palma de
Mallorca Aina Calvo, el consejero de Presidencia del Gobierno balear Albert
Moragues, el cronista oficial de la ciudad Bartomeu Bestard, el director del
Archivo de Palma Pere de Montaner, Domingo Ramos-Lissón por la Universidad
de Navarra, y el Presidente de dicha Academia, el citado catedrático jubilado de
Historia del derecho y de las instituciones Pinya Homs, amigo personal de
Orlandis. Ver además Manuel J. Peláez, Orlandis Rovira, José, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), Zaragoza y Barcelona, 2012, pp. 403-410, n.º 2.862 y,
últimamente, Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo. Un hombre fiel, Madrid,
2012, pp. 195, 201, 202, 223, 224, 225, 226, 227, 228, 232, 233, 253, 255, 263,
264, 265, 269, 270, 273, 275, 279, 280, 281, 287, 288, 290, 293, 333 y 334.
[E]. En el Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos dejó escritas las semblanzas de sus amigos romanos y de un
discípulo suyo en Zaragoza. Ver Salvador Canals Navarrete (vol. I, p. 185-186,
n.º 184), Vladimiro Vince (vol. II, 2.º, pp. 100-101, n.º 1.312), Anton P. Wurster
(vol. II, 2.º, pp. 137-140, n.º 1.346) y José Enrique Rivas Pérez (vol. II, 2.º,
Apéndice Ψ, p. 548, n.º 2.189) [completamos la fecha exacta del nacimiento de
Rivas Pérez que fue el 8 de marzo de 1920 y la de su nombramiento como
profesor adjunto por una Orden Ministerial de 1 de febrero de 1973, no indicadas
por Orlandis en su biografía]. Previamente había publicado notas necrológicas
diversas: Friedrich Kentgen (1861-1936), en Anuario de Historia del Derecho
356
Español, XIII (1936-1941), p. 498; Andreas Heusler (1865-1940), en Anuario de
Historia del Derecho Español, XIII (1936-1941), pp. 498-499; Hans von Voltellini
(1862-1938), en Anuario de Historia del Derecho Español, XIII (1936-1941), pp.
499-500 y Pier Silverio Leicht (1874-1956), en Anuario de Historia del Derecho
Español, XXVI (1956), pp. 992-995, lugar donde precisaba algo poco conocido en
España sobre Leicht: «En su casa de Roma guardaba Leicht como una reliquia
un volumen preciosamente encuadernado que contenía unos cuantos trabajos de
Historia del Derecho: eran las primicias de un joven historiador, las primeras
publicaciones de otro Leicht, su único hijo varón, muerto en la flor de la edad» (p.
895). Previamente Orlandis había reseñado un libro de Leicht, Storia del diritto
italiano. Il diritto privato, Milán, 1941 y 1943, para la primera y segunda parte, en
Anuario de Historia del Derecho Español, XIV (1942-1943), pp. 690-692, donde
precisa: «es la obra de una figura consagrada, de un maestro; el fruto sazonado
de toda una vida de labor investigadora y experiencia universitaria» y es «una
aportación fundamental a la ciencia histórico-jurídica italiana» (p. 690). Por último,
Orlandis también escribió otra nota necrológica sobre otro iushistoriador
aragonés: Juan Salvador Minguijón Adrián (1874-1959), en Anuario de Historia
del Derecho Español, XXIX (1959), pp. 763-766.
[F]. Pour aller plus loin, es posible e incluso verdaderamente oportuno
hacer algunas consideraciones complementarias. La metodología histórico-
jurídica de Orlandis es impecable. Considera el mallorquín que «el objeto de la
Historia del Derecho es la norma jurídica, el Derecho y concretamente el Derecho
del pasado» (J. Orlandis, Memoria sobre el Concepto, Método y Fuentes de la
Historia del Derecho Español, texto mecanografiado inédito, Madrid, 1942, p. 30).
Orlandis no comparte el escolasticismo del materialismo histórico, ni aplicado al
Derecho, ni siquiera a la Historia social. Para él, «el marxismo introdujo como
materia de la Historia la consideración de las masas y de los factores económicos
y hay que reconocer que, aunque reducidos a su justo valor, han quedado como
contenido de la Historia al lado del de los factores de tipo puramente político»
(Orlandis, Memoria, pp. 8-9). No le impide esta consideración abundar a
posteriori en la materia señalando que «el materialismo económico encuentra en
el instinto de nutrición el móvil de todos los actos humanos y también, por lo
tanto, del total desarrollo de la Historia. Creada por Carlos Marx, esta concepción
fue desarrollada por los teorizantes del socialismo, en especial Friedrich Engels,
[Ferdinand August] Bebel y [Karl Johann] Kautsky. Opuesta radicalmente a las
concepciones religiosas y espiritualistas, el factor determinante de todas las
relaciones entre los hombres es la producción, distribución y consumo de los
artículos destinados a satisfacer las necesidades naturales y este factor el que
determina todas las distintas formas religiosas, culturales, políticas y jurídicas»
(Orlandis, Memoria, pp. 16-17). Otra idea importante del pensamiento de Orlandis
es que, para él, el siglo XX formaba ya en 1942 parte de la Historia del Derecho
(no digamos en nuestros días iniciado ya el tercer lustro del siglo XXI, cuando hay
algunos que se atreven a negarlo o que no quieren complicarse la vida a la hora
de ampliar sus manuales, más por comodidad que por ignorancia, aunque
tampoco debemos descartar esta última, pues a veces aparece por ahí más de
algún desiluminado y débil de razón). El programa de Orlandis presentado a sus
oposiciones de 1942 tenía entre sus apartados “El Nuevo Estado Español”, “La
guerra de liberación y sus causas”, “El Estado nuevo. Su naturaleza y sus
caracteres”. Debate importante el que planteaba en 1942 sobre los límites
cronológicos de la Historia del Derecho, que sin duda debe asumir que el siglo
XX y, respecto a algunos países, también el XXI, en muchos ámbitos jurídicos y
periodos históricos, es objeto de su particular, en algunos casos, de su exclusiva
357
incumbencia. Llega Orlandis hasta el Derecho vigente que era algo que ya
defendía como marco cronológico de la Historia del Derecho nada menos que
Rafael de Altamira en 1903, en concreto advirtiendo: «Nuestra asignatura tal y
como fue creada –y como, desde luego, debe entenderse– comprende bajo su
apelativo de ‘general’, el recorrido cronológico entero, desde los tiempos
primitivos hasta el derecho vigente; las esferas todas de la vida jurídica (Historia
del derecho político, del administrativo, del penal, de los procedimientos, del civil,
etc.) [Altamira ya era claro, en 1903 (sic), nada de solo las fuentes y las
instituciones político-administrativas, que escribir sobre eso está al alcance de
todas las fortunas e, incluso, de los más ignorantes] y, desde luego, tanto la
llamada historia externa como la interna. ¿Se concibe que pueda estudiarse todo
eso en un solo curso?» (Altamira, Historia del Derecho español. Cuestiones
preliminares, Madrid, 1903, p. 147). En este sentido, Orlandis era consciente de
que una cosa es el programa y otra bien diferente lo que llega a explicarse al
alumnado. De esta forma, Orlandis, algunos años, en sus clases en Zaragoza,
concedía una importancia desmedida al Liber Iudiciorum y a las instituciones
administrativas, penales y procesales visigodas, haciendo reflexiones muy
profundas que denotaban horas de investigación. En eso coincide Orlandis con
Altamira, quien proponía desarrollar en las clases unos contenidos diferentes
cada curso a modo de una materia monográfica que permitiera profundizar y
preparar mejor al elemento discente, dejando la visión general de la asignatura
para que la adquirieran los alumnos en los manuales al uso, que precisamente en
el momento en que escribía Altamira, constituían un número bien reducido. Para
Rafael de Altamira, «al contrario de lo que exige la ley, la corriente que se inicia
en nuestra enseñanza es ésta: dejar cada día más la formación de lo que
diríamos el conocimiento general de la materia que puede abarcar la Historia del
Derecho a la preparación particular del alumno, por medio de un manual que se
puede encontrar en cualquier parte y que se puede estudiar perfectamente en
nuestras casas, y ahondar en materias especiales explicando cosas diferentes
cada año, en la seguridad de que con el estudio monográfico de cada uno de los
asuntos especiales se capacita mejor al alumno» [Rafael de Altamira, La
Enseñanza de la Historia del Derecho en España, en Revista Jurídica y de
Ciencias Sociales, XXVI, n.º 1-3 (julio-septiembre, 1909), que conocemos a
través del resumen que se reproduce en la Revista General de Legislación y
Jurisprudencia, año LVIII, tomo 116 (1910), p. 112 para esta cita concreta]. No
obstante, Galo Sánchez Sánchez no tenía un concepto elevado de Altamira y lo
consideraba simplemente un «celebrado vulgarizador de la Historia española» [G.
Sánchez, en Revista de Derecho Privado, año II, n.º 9 (15 de junio de 1914), p.
304]. Pero Orlandis hace otra consideración de mayor enjundia, ajena a Altamira
y a Galo Sánchez, y es que de las siete etapas en las que divide la Historia del
Derecho en España, en la sexta «la vida social, en todos sus aspectos, el jurídico
entre ellos, se aparta de todo cuanto pueda suponer relación con Dios: el hombre
se basta a sí mismo y no tiene por qué sujetarse a nadie: después de quince
siglos de continuidad han dejado de ser consubstanciales lo cristiano y lo
español» (Memoria, p. 139). De esta forma, «el séptimo y último periodo es la
lógica consecuencia del anterior: perdida el alma de lo español, su esencia, lo
que aun conserva externamente aquel calificativo, y en primer término el derecho,
será campo abonado para todas las novedades: las influencias extrañas se
suceden, pero sus principios no aciertan a asimilarse: es inútil buscar una nueva
faceta de lo español. La extranjerización, la desnacionalización, es el único rasgo
que acusa nuestro Derecho. El año 1936 marca el inicio de la nueva era.
Después de dos siglos lo español vuelve a encontrar su alma. Y la paz interior de
358
España coincide con el principio de la mayor de las guerras que hace adivinar
una subversión absoluta de todo aquello que el Mundo moderno se había
acostumbrado a considerar como fundamental» (Memoria, pp. 139-140). Otra
cuestión significativa del pensamiento iushistórico de Orlandis es que se debe
marcar una distinción clara entre la Historia del Derecho y otras ciencias afines
como son la Filosofía del Derecho y la Historia Económica. A mayor
abundamiento, el mallorquín Orlandis salió en defensa de la continuidad y
renovación en la historia jurídica, y en un trabajo suyo de semejante título, a
través de un breve resumen, pasaba revista al goticismo mozárabe y astur, a la
génesis de un derecho nuevo, al respeto que en los siglos XVI y XVII se produce
hacia el Derecho antiguo, al despotismo ilustrado, concluyendo de forma
pesimista que en España se da la carencia de una constitución histórica y
observando «la falta de unas instituciones vivas y representativas –esto lo
escribía en 1955– enraizadas en ese pasado, con la agilidad flexible que la vida
misma infunde, capaces de informar, generación tras generación, la cambiante
realidad social y de garantizar una continuidad político-administrativa, entendida
en el más noble de los sentidos» [José Orlandis, Continuidad y renovación en la
historia jurídica española, en Nuestro Tiempo, n.º 18 (diciembre 1955), p. 12].
Indicaba además Orlandis en su memoria inédita con ocasión de las citadas
oposiciones de 1942: «Otros factores hay que tener en consideración pues han
contribuido también notablemente a la formación del Derecho español: me refiero
al Derecho romano de la Recepción, al Canónico, y en menor grado al Derecho
feudal lombardo. El derecho romano justinianeo cuya recepción marca el principio
de la Baja Edad Media, era el resultado del Renacimiento jurídico que habían
originado las escuelas italianas... Un criterio semejante debe seguirse en relación
con el problema de la atención que nos merece el Derecho Canónico. Debemos,
de una parte, recoger la influencia que este elemento ejerce en la evolución de
nuestro derecho, sin pretender trazar una historia total que es labor que no nos
incumbe a nosotros. Con más detención habrá que considerar en cambio las
singularidades canónico-nacionales que van desapareciendo a medida que se
generaliza este derecho y las disposiciones, normas y falsificaciones que pueden
considerarse como peculiaridades de la Iglesia española» (Memoria, pp. 64-65).
Sin embargo de su extenso programa para la explicación de la asignatura de
Historia del Derecho de 1942 solo aparecen en el mismo escasas referencias a
temáticas de Derecho canónico, en concreto: Los Concilios de Toledo (lecc. 20),
La sociedad [musulmana]: estructuración étnica, social y religiosa (lecc. 24), La
Iglesia [alta edad media]. Organización. Relaciones con el Estado (lecc. 32), La
Recepción: derecho romano, el canónico y el feudal (lecc. 34), La Iglesia [baja
edad media]. Organización. Relaciones con el Estado (lecc. 41), La Iglesia [edad
moderna]. Organización. Relaciones con el Estado (lecc. 48) y La influencia de la
Iglesia [en el derecho de familia] [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος, además, σοφώτατος
como historiador de la Iglesia y de sus instituciones).
359
Bolonia era bachiller en Derecho Canónico. Allí amplió su formación, aunque el
27 de abril de 1525 hubo de ser dispensado de los impedimentos existentes para
ser examinado de Derecho Canónico, y al día siguiente se doctoró en Cánones,
pero obtuvo dos votos negativos. No obstante, se le concedió el nemine
discrepante, por haber defendido conclusiones públicas con acierto en la catedral
de San Petronio y por pertenecer al Colegio de España, cuyas constituciones,
según el decano del Colegio de Derecho Canónico, contienen tales disposiciones
que es casi imposible que sus colegiales no sean doctísimos. En el curso
siguiente ya no estaba en Bolonia.
[B]. Bibliografía: sobre su paso por la ciudad italiana ver Antonio Pérez
Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 617-618, n.º 676 y Ortiz de la
Changa, Domingo, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 518, n.º 2.113 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
360
Cánones, con unánime reconocimiento de sus examinadores, entre los que se
cuentan los doctores Antonio Gómez, Juan de Orozco, Antonio de Benavente,
Pedro de Peralta, etc. Las relaciones familiares con el duque de Alba, Fernando
Álvarez de Toledo, y un contacto personal con progenie a la que pertenecía,
explican que recalara en Italia durante su etapa formativa salmantina, y en
aquella Península gozó de la protección de su primo el cardenal Pedro Pacheco,
importante teólogo en Trento, quien resignó a su favor una prebenda de la
catedral Civitatense. Antes de su ordenación fue regidor de Miróbriga, por
renuncia expresa que le hizo en 1547 el hermano mayor antes citado, y el año
1551 ya estaba ordenado in sacris, aunque probablemente como diácono. Por
intervención directa del Gran Duque de Alba y de Cosme de Medici, en el
consistorio celebrado el 26 de febrero de 1561 fue electo cardenal por el Papa
Pío IV, por cuyo motivo los mirobrigenses le tributaron un gran recibimiento, ya
que el regimiento acordó celebrar en su honor una corrida de toros, a primeros de
julio del mismo año, a la que asistió el purpurado, disfrutando del espectáculo
taurino desde el edificio de las casas consistoriales, además de ofrecérsele un
refrigerio. No tomó posesión del capelo cardenalicio hasta el 26 de mayo de
1564, de cuyo momento ha quedado un testimonio gráfico en un cuadro pintado
al óleo por Palma el Joven, que se puede admirar actualmente en el Museo
Cerralbo de la capital de España. Inicialmente disfrutó como cardenal diácono del
título de Santa Susana, aunque poco después fue promovido al de Santa
Pudenciana y, finalmente, en 1565, siendo presbítero, pasó el 7 de noviembre de
1565 al de Santa Cruz en Jerusalén, que conservaría hasta su óbito en 1579. Fue
elegido por el rey Felipe II para que interviniera ante la Santa Sede como
protector de los intereses del Reino de Castilla, cargo que ejerció eficazmente
desde 1560 hasta su partida de la Ciudad Eterna, durante el verano de 1574,
presentando los nombramientos propuestos desde Madrid y las erecciones de
diócesis, en España e Indias. Asimismo actuó como embajador de España ante
la Santa Sede, y ese encargo diplomático fue desempeñado temporalmente por
su hermano Rodrigo. El 1 de mayo de 1567 fue elegido por el rey para ocupar la
vacante episcopal de Burgos, y en el consistorio del 8 de agosto de 1567 resultó
promovido a la silla episcopal burgense. Se le consagró obispo en la basílica de
su título cardenalicio, el 26 de octubre de 1567, e intervino en la elección del
Pontífice San Pío V, quien le otorgó el voto en el cónclave del que salió electo
Papa. Permaneció en Roma, con dispensa pontificia y respaldo regio, dados los
intereses importantes que estaba negociando en aquel momento, con dos
contenidos muy distintos, pero de máxima relevancia: el proceso del arzobispo
toledano fray Bartolomé de Carranza, y la organización de la Liga contra los
turcos, en cuya negociación con la Signoria de Venecia y el papa formaba terna
junto al embajador Zúñiga y al cardenal Granvela, defendiendo los intereses
hispanos, avalando con éxito la dirección de la flota por parte del hermanastro del
rey español D. Juan de Austria. Ejerció durante dos años, 1572 y 1573, el oficio
de camarlengo del Sacro Colegio Cardenalicio, y el 22 de octubre de 1574, a
propuesta de Felipe II, fue elevada la mitra burgense a metropolitana,
asignándole como sufragáneas las diócesis de Pamplona y Calahorra, al mismo
tiempo que Pacheco de Toledo fue designado como primer arzobispo de Burgos.
Las reiteradas peticiones del eclesiástico para retornar a la Península y hacerse
cargo personal de su gobierno diocesano, que había confiado hasta ese
momento en un procurador, Lorenzo Hernández, deán de Zamora, en quien
había resignado esa dignidad previamente, tuvieron eco en el papa y en el
monarca, dadas las difíciles relaciones diplomáticas del momento, que exigían
unas conversaciones directas con el rey, dado que el pontífice deseaba
361
entrevistarse personalmente con la autoridad política hispana en territorio italiano,
al mismo tiempo que demandaba el papa su presencia en los territorios del
Milanesado, a causa de la situación convulsa que atravesaba Génova, pero sin
resultado positivo, no obstante las intensas gestiones que ejecutó en la Villa y
Corte con Antonio Pérez. Aunque en la diócesis burgense se había celebrado en
1569 un sínodo para la aplicación de los decretos tridentinos, Pacheco de Toledo
celebró nuevo sínodo, aprobando en junio de 1575 unas constituciones que
fueron impresas el año 1577. Hizo la visita pastoral de la diócesis burgalesa,
recorriendo personalmente el territorio y desterrando vicios, no solo de los laicos
sino también de los eclesiásticos, al mismo tiempo que defendió las
competencias episcopales frente al cabildo catedral. Murió en su palacio
episcopal de la capital de la diócesis, y en su testamento cerrado, con data del
día 17 de agosto de 1579, dejó dispuesta la fundación de una importante
colegiata en Ciudad Rodrigo, que acogería sus restos mortales en espera de la
Resurrección final. Provisionalmente fueron trasladados a la capilla del Cristo del
Oriente de la catedral Civitatense, que era fundación de su familia, hasta que se
concluyó dicha colegiata de San Andrés (hoy conocida popularmente como la
Iglesia del Sagrario o de Cerralbo), en la que actualmente descansan sus
despojos, después de sufrir un saqueo infame por parte de las tropas
napoleónicas en la Guerra de la Independencia. Se trata del mirobrigense más
importante a lo largo de la historia, y uno de los eclesiásticos más relevantes en
las relaciones de España con la Santa Sede, a pesar de lo cual su figura reclama
la redacción de una primera monografía que la analice en su integridad y con
imparcialidad. Sirva como referencia, de los juicios que se han formulado sobre
su persona, la valoración que contienen los Acta Camerarii: «Vir prudentia,
gravitate et rerum gerendarum usu praestans».
[B]. Bibliografía: Justo García Sánchez y Beatriz García Fueyo, Pacheco
Osorio, Francisco [Pacheco de Toledo], en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), pp. 413-414, n.º 2.871 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ y
BEATRIZ G ARCÍA FUEYO ] (Καρδινάλιος).
362
PARETS, Bartomeu (†1686) . [N.º 344]. [A]. Jurista y canonista
mallorquín. En 1646 fue nombrado doctor en Derecho canónico por el virrey, tras
ser examinado por el regente. Fue consejero del Gran i General Consell en 1655,
1661, 1666, 1674 y 1683. En 1670 fue abogado anual de la ciudad y reino de
Mallorca. En 1671 fue abogado de la ciudad de Alcudia. En 1678 era consultor
del Tribunal de la Inquisición. En 1680 era consejero del juez del Hospital
General. Juez mayor de la porción del abad de Sant Feliu de Guíxols en 1667.
Fue extraído por el sistema insaculatorio para el cargo de asesor del baile en
1685. Es autor de varias alegaciones jurídicas impresas. Falleció en 1686.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Rosselló, Los juristas mallorquines del
siglo XVII, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 11 (2001), p. 93 y Parets, Bartomeu, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 421-422, n.º 2.886 [A NTO NIO
P LANAS R O SSELLÓ ] (κουφότερος).
363
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 522, n.º 2.127 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
364
defensa de Monseñor Felipe Rincón González (1861-1946), arzobispo de
Caracas (1916-1946) injustamente acusado ante el Vaticano por su desafiante
oposición al ministro de Instrucción Pública ante la voluntad de control estatal del
proceso educativo y la exclusión de la doctrina cristiana como materia de
enseñanza obligatoria (Ley Rubén González, de 1924).
[C]. Una vez concluidos sus estudios, Caracciolo Parra León ingresa como
docente en la Universidad Central de Venezuela donde imparte hasta 1939, fecha
de su fallecimiento, las asignaturas de Derecho Español, Derecho Público
Eclesiástico y Principios Generales de Derecho, disciplina esta última que
contenía la temática de Filosofía jurídica. A su muerte lo sustituye en la Cátedra
de Principios Generales del Derecho otro insigne jurista venezolano, Rafael
Pizani. Como jurista escudriña y pone de relieve los vínculos e interrelaciones
entre Derecho, Historia y Filosofía, así como la influencia de éstas en el
surgimiento de los nuevos y diversos campos del Derecho. Su línea de
pensamiento puede ubicarse dentro de la corriente iusnaturalista. Sostiene como
tesis central que el ser humano posee una dignidad intrínseca que le debe ser
respetada y en función de la cual han de ser organizados los servicios públicos
del Estado a fin de garantizar el derecho a la vida, a ser libre, a la salud, a la
educación, al trabajo, a la manifestación del pensamiento, a la propiedad, etc. El
Derecho positivo sólo debe constituirse en el vehículo y praxis de aquellos
principios superiores. En la biografía elaborada por Tomás Polanco (1988), se lee
que, en sus enseñanzas, «Parra León mostraba que el Derecho no era una mera
técnica sino una exigencia necesaria de la naturaleza del hombre en sociedad,
pues cada ser humano está rodeado de derechos y deberes cuya existencia no
depende de ninguna norma jurídica sino del mismo orden natural de las cosas.
Un sistema jurídico debe estar enmarcado dentro de una visión filosófica de la
persona, la sociedad y el mundo, y supone la existencia de valores que deben
regir la sociedad y ser respetados. Abría, a los alumnos, el panorama de los
distintos campos del Derecho para que observaran que las Ciencias Jurídicas
eran la cobertura normativa de toda la vida social». En el año de 1934, Parra
León promovió la creación del Círculo de Estudios «Los caballeros del Espíritu
Santo», donde se debatían problemas relacionados con la situación jurídica y
social del país, que para la época se hallaba bajo la dictadura gomecista. Ese
Círculo estuvo integrado por Mario Briceño-Iragorry, Tomás Andrés Polanco,
José Manuel Núñez Ponte, Crispín Ayala, entre otros venezolanos ilustres. En su
seno, y tomando como referencia la Encíclica Rerum Novarum de León XIII, se
proyectaron leyes relacionadas con la jornada laboral y el salario de los
trabajadores, vivienda, salud, educación, etc., preparando de ese modo el
necesario soporte jurídico al régimen democrático que había de instaurarse al
finalizar la dictadura.
[D]. Desde 1928 hasta 1935 ejerció el cargo de vicerrector de la
Universidad Central de Venezuela. El ejercicio del vicerrectorado le permitirá
dedicarse a dos actividades de alta relevancia para la vida cultural venezolana:
por una parte, a la investigación, estudio y reclasificación de la importante
documentación histórica que reposaba desconocida e inédita en el Archivo
Universitario y que en su mayoría, hasta 1810, estaba escrita en latín; y, por otra,
a recuperar la tradición de los estudios filosóficos en la Universidad Central de
Venezuela, los cuales, como ya se dijo, habían desaparecido durante la segunda
mitad del siglo XIX. En efecto, el Código de 1912, mediante el cual se creó la
Facultad de Matemáticas y Física, anteriormente llamada Facultad de Ciencias
Exactas, también no obstante suprimió la Facultad de Filosofía y Letras. Sólo en
junio de 1916 la promulgación de la nueva Ley de Instrucción Superior autorizó la
365
libertad de estudios y la creación de escuelas superiores autónomas de Ciencias
Eclesiásticas, Ciencias Políticas, Ciencias Medicas, Ciencias Físicas y
Matemáticas, además de Filosofía y Letras. Con todo, la reflexión filosófica
prácticamente carecía de tono intelectual y la misma Universidad aún permaneció
inactiva, desde que el dictador Juan Vicente Gómez decretara su clausura por
una década. Fue en 1928, ocupando Parra León el Vicerrectorado de la
Universidad Central de Venezuela y por su personal impulso, que finalmente la
Escuela de Filosofía logró ser reinstalada de nuevo en este centro universitario. A
su promoción se debe también la creación de la revista Anales de la Universidad
Central de Venezuela, que dirigió, y del Boletín de la Academia Venezolana de la
Lengua. Parra León inauguró una cátedra de Filosofía y luego asumió la dirección
de la recién creada Escuela de Filosofía (1928-1933). El fruto de sus labores de
investigación de la documentación histórica lo expone Parra León en varios
trabajos donde explica la evolución de la cultura colonial en Venezuela y sus
instituciones jurídicas, constituyéndose así en pionero de una materia muy poco
cultivada hasta aquel momento. El primero de estos trabajos fue la recopilación,
en 1930, de Documentos del Archivo Universitario de Caracas 1725-1810.
Posteriormente publica La instrucción en Caracas (1932), donde demuestra
cómo, ya desde mediados del siglo XVII, existió auténtica preocupación por
establecer en Caracas un régimen de instrucción pública que abarcara desde la
escuela primaria hasta los estudios universitarios. La obra, en lo demás,
constituye un sobresaliente estudio del currículum de la Universidad de Caracas
durante la época de Andrés Bello.
[E]. Con Caracciolo Parra León se inicia asimismo el «revisionismo de la
época colonial y la reivindicación de la influencia hispánica en la cultura
venezolana». Emprendió sus investigaciones históricas guiado por el propósito de
indagar los orígenes de la Patria, así como las fuentes con las que se formó el
intelecto de los hombres de la Independencia, la cual, en su criterio, no había
podido surgir de la ignorancia y del milagro de una nebulosa espontaneidad. Su
empeño representa sin duda un esfuerzo de construcción científica de la historia
nacional, abordado en una dualidad metodológica que, de modo muy personal,
combina la praxis positivista y la comprensión del hecho histórico desde la
metafísica católica. Otro aspecto a reseñar será el de su faceta de editor (Parra
León Hermanos, Editores). Parra León invirtió parte de su vida en dar a la
imprenta libros e importantes fuentes documentales que hasta entonces habían
permanecido fuera del alcance de los estudiosos. En esa labor editorial destaca
la recuperación de la Historia de la conquista y población de la Provincia de
Venezuela (1723) de José Oviedo Baños (1671-1738), texto del cual existía una
sola copia manuscrita (de la edición caraqueña de 1825, anterior a la de Madrid
de 1885). Para ésta y otras publicaciones preparó rigurosos estudios preliminares
en los que expuso con profundidad y elocuencia sus criterios en torno a la
temática respectiva, ya jurídica, histórica o filosófica. En el año 1954 discípulos y
familiares recopilaron sus escritos fundamentales sobre temas jurídicos,
filosóficos, literarios, históricos, etc., los cuales se publicaron en Madrid con el
título Obras.
[F]. Caracciolo Parra León se incorpora a la Academia Nacional de la
Historia el 7 de marzo de 1932 con el discurso titulado La instrucción en Caracas.
El 24 de noviembre de 1933 es nombrado Individuo de Número de la Academia
Venezolana de la Lengua con su trabajo Filosofía universitaria venezolana 1788-
1821. Ambas obras son justamente reconocidas como valiosa contribución a la
cultura nacional. En la Academia Venezolana de la Lengua llevó a cabo también
notables aportaciones, tales como la referida fundación y dirección del Boletín de
366
la Academia, la edición de importantes obras para el estudio del idioma en
Venezuela, convocatorias de concursos para el estudio y mejor conocimiento de
destacados personajes en las Letras venezolanas, etc. En 1935, publicó otro
significativo trabajo de recopilación documental titulado Analectas de historia
patria. En 1936 asumió la dirección de la Biblioteca Nacional. A su intervención
se deberá también el nombramiento del escritor merideño Mariano Picón Salas
(1901-1965), otro de los grandes historiadores de Venezuela, en la Dirección de
Cultura y Bellas Artes, quien en adelante habrá de fundar y dirigir la prestigiosa
Revista Nacional de Cultura (1938) así como, en 1946, la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad Central de Venezuela (hoy Facultad de Humanidades y
Educación). Luego, en la Cancillería de la República el propio Parra León
ocupará el cargo de director de Política Internacional, diseñando políticas
capaces de reorientar las relaciones de Venezuela con la Comunidad
Interamericana. Representó así al país en la Conferencia de la Paz reunida en
Buenos Aires (1936). En 1938, mediando un clima tenso por la cercanía de la II
Guerra Mundial, Parra León se encargará asimismo de la organización de la VIII.ª
Conferencia Interamericana, celebrada en Lima (Perú). Por su demostrada
capacidad de sindéresis, elocuencia y persuasión, fue elegido por todas las
Delegaciones para pronunciar el discurso de clausura, cuyo tema fue El valor de
las ideas, «que no se pueden ahogar –dijo– con dictaduras ni con opresión, que
persisten a través del tiempo y que tienen un imperio maravilloso».
[G]. Obra impresa: Condiciones de la poesía mística, Caracas, 1919;
Prólogo a Joseph Joachin de Soto [s. XVIII], Relación de la visita general que en
la diócesis de Caracas y Venezuela hizo el Ilustrísimo dr. Don Mariano Martí
(1771-1782), en el espacio de doce años, tres meses, y veinte y dos días,
transcurridos desde ocho de diciembre de mil setecientos setenta, y uno, que la
comenzó en la santa iglesia catedral, hasta treinta de marzo de mil setecientos
ochenta y quatro, que la concluyó en el pueblo de Guarenas, Caracas, 1928, 3
vols.; Documentos del Archivo Universitario de Caracas, 1725-1810, Caracas,
1930; Prólogo a José Oviedo Baños, Historia de la conquista y población de la
Provincia de Venezuela, Caracas, 1930; Prólogo a Juan de Castellanos (1522-
1607), Elegías de varones ilustres de Indias, edición en Homenaje al Libertador
Simón Bolívar con motivo del Centésimo Aniversario de su muerte, Caracas,
1930; Prólogo a Alonso Zamora (O. P.) (1635-1717), Historia de la provincia de
San Antonio del Nuevo Reino de Granada, Caracas, 1930 [la ed. contiene notas a
cargo del propio Caracciolo Parra León y del R. P. Fray Andrés Mesanza, de la
Academia Colombiana de la Historia]; La instrucción en Caracas. 1567-1725.
Discurso de incorporación y estudio histórico anexo presentados a la Academia
Nacional de la Historia, Caracas, 1932 [otra ed. en Universidad Central de
Venezuela, Caracas, 1989]; Filosofía universitaria venezolana, 1788-1821.
Discurso y estudio histórico presentados por el Sr. Dr… en el acto de su
incorporación a la Academia Venezolana correspondiente de la Española.
Contestación del Académico Dr. José Ramón Ayala, Caracas, MDCCCCXXXIII
[2.ª ed. 1934] [ed. facsimilar, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1989];
Prólogo a Rafael Caldera Rodríguez, Andrés Bello. Síntesis de su vida, obra y
pensamiento, Caracas, 1935 [Rafael Caldera Rodríguez (n. en San Felipe.
Estado de Yaracuy, Venezuela, 24 de enero de 1916] obtuvo con dicha obra en
julio de 1935 el Premio de la Academia Venezolana de la Lengua. Con
posterioridad han sido numerosas las ediciones nacionales que la obra ha
registrado (2.ª ed., 1946; 3.ª ed., 1950; 4.ª ed., 1965; 5.ª ed., 1972; 6.ª ed., 1978;
7.ª ed., 1982; 8.ª ed., por Círculo de Lectores, 1982; 9.ª ed. por La Casa de Bello,
1994), y también extrajeras (ed. española de Vicens-Vives, Barcelona, 1981, o
367
argentina de Monteavila Editores, Buenos Aires, 1994, entre otras) así como las
traducciones (francesa, 1972; italiana, 1972; portuguesa, 1973; parcial al ruso,
1972; al inglés, 1977). No todas contienen el citado Prólogo de Parra León. Sí lo
hace, la francesa, Seghers, París, 1972, por trad. de Chantal de Roquefeuil y con
Préface de Jean Decola, que hemos podido consultar]; Analectas de historia
patria, Caracas, 1935; Obras, Madrid, 1954 [contiene: La instrucción en Caracas,
Filosofía universitaria venezolana y Cronistas de Venezuela].
[H]. Fuentes y bibliografía: José de Oviedo Baños, Historia de la conquista,
y población de la provincia de Venezuela, Madrid, 1723; Historia de la conquista y
población de la provincia de Venezuela, escrita por D... Primera parte, Caracas,
1824; Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela, escrita
por D...; ilustrada con notas y documentos por el capitán de navio Cesáreo
Fernández Duro, Madrid, 1885, 2 vols.; Mario Briceño Iragorry (Trujillo, 1897-
Caracas, 1958), Trayectoria y tránsito de Caracciolo Parra, 1901-1939, San José
(Costa Rica), 1940 (3.ª ed.) [también en Boletín del Archivo Histórico de la
Universidad Central de Venezuela (Caracas), 8, 1990]; Caracciolo Parra León, en
Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), 88, 1939; Unión
Nacional Estudiantil, Homenaje de la UNE a Caracciolo Parra León en el quinto
aniversario de su muerte, Caracas, 1944; Jesús María Gil, Caracciolo Parra León,
Caracas, 1949; Carlos Felice Cardot, Caracciolo Parra León, separata del Boletín
de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), 1966; Ildefonso Leal,
Caracciolo Parra León y la historiografía venezolana, en Boletín de la Academia
Nacional de la Historia (Caracas), 218 (1972); Eduardo Arroyo Álvarez,
Caracciolo Parra León: paradigma de nuestra cultura colonial, en Revista
Nacional de Cultura (Caracas), LV, n.º 292-293 (1984); Tomás Polanco
Alcántara, Conversaciones sobre un joven que fue sabio: semblanza del Dr.
Caracciolo Parra León, Academia Nacional de la Historia, Caracas, 1988; José
Humberto Quintero, El Arzobispo Felipe Rincón González, con Prólogo de
Baltasar Porras, Caracas, 1988; Tomás Polanco Alcántara, Venezuela y sus
personajes, Caracas, 1998; Alexis Ramos (ed.), Homenaje a Caracciolo Parra
León en el cincuentenario de su muerte, en Boletín del Archivo Histórico de la
Universidad Central de Venezuela (Caracas), 8, 1989; Tomás Polanco Alcántara,
Parra León. Existencia plena, luminosa y fecunda, en Alexis Ramos (ed.), cit., pp.
19-39. Julián Padrón, La tesis histórica de Parra León sobre la instrucción en
Caracas, Alexis Ramos (ed.), cit., pp. 243-252 [también los trabajos de Cristóbal
Benítez, Caracciolo Parra y su obra, y José Marcial Ramos Guédez, Repertorio
bibliohemerográfico de Caracciolo Parra León, ambos Alexis Ramos (ed.), cit.];
Fundación Polar, Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, 1997 (2.ª ed.);
Carlos Casanova, La Universidad en peligro, en Revista Dikaiosyne (Universidad
de Los Andes. Mérida. Venezuela), 5 (2000), pp. 47-59; Guillermo Luque,
Gomecismo y Educación: Reforma, Contrarreforma y nuevas Reformas. 1900-
1930, en Investigación y Postgrado, 16, 2 (2001), pp.103-133; Níger de J.
Contreras, La hispanidad y el concepto de Dios en la obra historiográfica de
Caracciolo Parra León, en Extramuros, vol. 1, n.º 16, 2002, pp.33-35 y Margarita
Belandria, Parra León, Caracciolo, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 422-425, n.º 2.888 [M ARGARITA BELANDRIA ] (σόφος).
PASCUAL LLEU, Antoni (†1704) . [N.º 347]. [A]. Nació en Santa Maria
de Arenys de Mar, correspondiente a la diócesis de Gerona. Falleció en Vic el 25
de julio de 1704. Era hijo de Miquel Pascual Lleu y de Isabel Pascual March.
Estudió Jurisprudencia en Barcelona, y consta en un documento de 1664 como
368
bachiller en Derecho Civil, aunque luego aparece como Doctor en ambos
Derechos, título posiblemente obtenido en Bolonia. Fue presentado por el Colegio
de España a una plaza de dicha institución al no ejercitar su derecho el arzobispo
de Sevilla Antonio Payno y el cabildo de Sevilla, con el fin de estudiar Derecho
Canónico en la Universidad de Bolonia. Sería admitido en el Colegio de España
por Feliciano Molinos el 18 de julio de 1665. Durante el curso 1668-1669 fue
consiliario y secretario del Colegio y en 1669-1670 consiliario y bibliotecario.
Desde 1668 a 1672 sería profesor de Decretales de la Universidad de Bolonia,
manifestando el 22 de noviembre de 1666 su intención de opositar a la cátedra
vacante de Decretales y el 1 de diciembre de 1666 se le concedió después de
haber expuesto durante una hora el tema X 2.28.32. Fue nombrado para cuatro
cursos, aunque dio la impresión de que, durante los dos últimos cursos, no
estuvo en Bolonia, ya que marchó a Roma el 26 de febrero de 1670. En
Barcelona sería profesor de Instituta; además fue auditor del Cardenal
Portocarrero, protector del Colegio, canónigo y arcediano de Gerona, visitador
general de Madrid, vicario general de Madrid y auditor de la Sagrada Rota
Romana. Carlos II lo presentó el 29 de agosto de 1684 para obispo de Vic, siendo
nombrado el 25 de julio de 1685. Es autor de un memorial sobre un pleito que fue
objeto de litigio en Roma y escribió una Biblioteca Aurea Albornotiana en la que
se daba noticia de los colegiales desde el siglo XIV.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1413-1415, n.º 1.162 y Pascual Lleu, Antoni, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 524-525,
n.º 2.132 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
369
Millán y el Cabildo leonés a una plaza del Colegio de San Clemente de los
españoles de Bolonia. El 28 de noviembre de 1571 fue admitido en el Colegio por
Francisco Cava. El tema de su disertación de ingreso versó sobre X 1.29.42.
Actuaron como testigos de su admisión Pedro Fernández y Toribio Calderón.
Durante los cursos 1572-1573 y 1573-1574 fue consiliario canonista de la
institución albornociana, en el 1574-1575 y 1576-1577 síndico anotante y en el
1578-1579 síndico sindicante. En el curso 1575-1576 fue rector del Colegio de
España y de ambas Universidades Jurídicas de Bolonia, teniendo asignada la
lectura de las Decretales y del Inforciato los días festivos. El 29 de abril de 1576
fue dispensado de los impedimentos existentes para ser admitido al examen de
ambos Derechos. El 30 de abril de 1576 se examinó, aprobó y doctoró en
Derecho civil y en Derecho canónico, recibiendo las insignias doctorales de
manos de Francesco Gioanetti. Junto a él se examinó y doctoró Francesco
Giorgio, a quien había presentado en función de su cargo de rector de la
Universidad. Fue canónigo de Tuy; con toda probabilidad dicho beneficio se lo
había otorgado el papa y por ello le escribió su tío Antonio de Pazos al papa
agradeciendo el favor que había dispensado a su sobrino Rodrigo de Pazos. Fue
además oidor de la Chancillería de Granada.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 279, n.º
2.674 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol. II, pp. 996-
998, n.º 940 y Pazos Figueroa, Rodrigo de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 426, n.º 2.893 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
PAZOS GÓMEZ, Luis de (†1700) . [N.º 350]. [A]. Natural de San Juan de
Meaño, de la diócesis de Santiago de Compostela. Era hijo de Juan Pazos y de
Francisca Gómez. Estudió Filosofía y Jurisprudencia en Santiago, alcanzando el
grado de bachiller. Fue presentado por el arzobispo de Compostela Francisco de
Seijas Losada y su cabildo a una plaza de colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia, siendo admitido por el rector del Colegio José Pelegrín el
23 de junio de 1682. Su disertación de entrada en el Colegio fue sobre X 2.14.2.
En la institución albornociana sería consiliario y bibliotecario el curso 1682-1683,
consiliario, bibliotecario y tesorero en 1683-1684, consiliario en 1684-1685 y
consiliario, tesorero y vicerrector en 1685-1686. Se doctoró en Derecho canónico
en Bolonia el 27 de marzo de 1686. El 9 de mayo de 1686 se le concedieron seis
meses de licencia para irse a Roma y el 19 de noviembre de 1686 se le nombró
procurador del Colegio en Roma. A su regreso a España sería canónigo de la
Iglesia de Compostela. Gregorio Parga Bassadre, también de Santiago, lo da
como fallecido en 1700.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1461-1462, n.º 1188 y Pazos Gómez, Luis de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 525, n.º
2.135 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
370
Santiago (1921) y Doctor en Derecho por la Universidad Central (1922).
Licenciado en Historia por Santiago (1929). Profesor encargado (1926-1942) y
después Catedrático de Derecho Canónico de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Santiago hasta su jubilación en 1969. Decano de su Facultad de
Derecho (1961-1965). Numerario de la Real Academia Gallega (La Coruña, 1941)
y de la Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación, también de La Coruña,
desde 1969. Sus principales publicaciones jurídicas son: El matrimonio en las
costumbres sinodales de Galicia desde el Concilio de Trento, especialmente en
las del arzobispo de Santiago D. Francisco Blanco (1943), Los lectores de
Decreto y la antigua Facultad de Cánones de la Universidad de Santiago (1946),
La evolución de la enseñanza del Derecho Canónico en España (1946), Las
relecciones “De potestate Ecclesiae” y el ambiente jurídico-teológico de Vitoria
(1946), Fuentes del conocer del Derecho Canónico. Algunos aspectos de su
historia (1950), Colmeiro, maestro de la Universidad Gallega (1950), El decreto
“Ne temere” en la Archidiócesis de Compostela (1951), La Facultad de Derecho
de la Universidad Gallega al comenzar el año 1900 (1953), Datos para una
biografía de Alfredo Brañas (1956), Mis Maestros Gratuitos (1957), El Derecho
Público Eclesiástico en tiempos de Álvaro Pelayo (1957), Don Salvador Cabeza
de León (1969), El Derecho Canónico en Compostela (1969) y La evolución de la
enseñanza del Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela (1969). En
el Anuario de Historia del Derecho Español aparecieron en tres ocasiones unas
pocas páginas suyas que no alcanzan en total la decena.
[B]. Bibliografía: Francisco Puy Muñoz, Pedret Casado, Paulino, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
271-272, n.º 754 [FRANCISCO P UY M UÑO Z ] (σόφος).
371
convocados cuatro doctores en Derecho en calidad de árbitros de dicha cuestión,
quienes dictaminaron que era inválida y contraria a los estatutos del Colegio su
no admisión, ordenando que fuera admitido sin demora. El 11 de septiembre de
1401, con las debidas licencias del Cabildo de la diócesis lisboeta, por estar
vacante la sede arzobispal, fue admitido en el Colegio por el rector Martín de
Valencia. En la cuestión arbitral llevada a cabo el 18 de mayo de 1405 sobre la
elección de consiliarios se determinó que Gómez Peláez fuera uno de los
consiliarios del San Clemente de ese año, y, en calidad de tal, asintió el 7 de
junio de 1405, a la admisión de Juan Díaz de Sevilla, que era maestro en
Medicina y había sido presentado por el arzobispo de Sevilla y el cabildo de dicha
archidiócesis. El 27 de octubre de 1405 asistió a la lectura de la reforma del
Colegio. El 30 de abril de 1408 fue testigo de la recepción de Raimundo de
Cerillano en el Colegio. En el curso 1410-1411 fue rector del Colegio, constando
la admisión de colegiales y la concesión de licencias de ausencia. El 9 de
septiembre de 1411 asistió a la visita canónica de la institución. El 10 de febrero
de 1413 como consiliario consintió en la admisión de Fernando de Cañamero y el
3 de mayo de 1413 fue testigo en la admisión de Gil Martínez de Sevilla de
Portugal. El 30 de enero de 1414, siendo presentado por Floriano di San Pietro y
Giovanni Andrea de Calderinis, se examinó de Derecho Canónico, alcanzando el
aprobado de todos los doctores. El 15 de febrero de 1414 se doctoró en Cánones
públicamente recibiendo las insignias doctorales. Era entonces rector de los
ultramontanos Raimon de Catalunya.
[B]. Bibliografía: Berthe M. Marti, Gomez versus the Spanish College at
Bologna, en Didascaliae. Studies in Honor of Anselm M. Albareda, Nueva York,
1961, pp. 293-319; António Domingues de Sousa Costa, Portugueses no Colégio
de S. Clemente de Bolonha durante o século XV, en El Cardenal Albornoz y el
Colegio de España, vol. III, Bolonia, 1973, pp. 231-236 y Portugueses no Colégio
de S. Clemente e Universidade de Bolonha durante o século XV, Bolonia, 1990,
pp. 1288-1289 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp.
195-196, n.º 158 y Peláez de Portugal, Gómez, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 527, n.º 2.143
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
373
pero no consta documentalmente. En aquella época había adquirido fama la
Universidad de Bolonia, que había sido fundada en el siglo XI y era considerada
el centro más acreditado para el estudio de los derechos canónico y romano, y
allí acudió el de Penyafort, como muchos estudiantes catalanes, castellanos y
europeos, en búsqueda de una formación jurídica que satisficiera su vocación.
Permaneció en Bolonia entre los años 1217 y 1221, durante los cuales adquirió
fama como estudiante y como profesor. La alta consideración que merecía en el
ambiente universitario hizo que fuera designado, juntamente con otro jurista, para
dirimir ante el pontífice Honorio III un conflicto surgido entre la Universidad y los
magistrados municipales, que consiguieron resolver favorablemente por la vía de
la conciliación. Durante este período consta que escribió unas Glosas al
Decretum de Graciano, las cuales habían sido consideradas perdidas pero fueron
descubiertas en el 1937, así como un tratado de derecho, redactado a ruego de
sus condiscípulos como consecuencia de su labor docente, conocido con el título
de Summa Iuris Canonici. Se trata de un manual dedicado a la enseñanza que
posiblemente dejó sin terminar y concluyó alguno de sus discípulos, pero que es
indicativo de una sólida doctrina y muestra de una «extraordinaria erudición», en
la que abundan citas de derecho romano y derecho eclesiástico, a la vez que a lo
largo de la obra se nota «un elevado concepto de los principios de filosofía del
Derecho materia que entonces se iniciaba en contacto con la Teología» (Ramon
Baucells). Parece ser que a raíz de un viaje a Roma del obispo de Barcelona
Berenguer de Palou († 24 de agosto de 1241), a su regreso pasó por Bolonia y
conocedor por el mismo papa Honorio III de las condiciones de excelente jurista
reclamó a Ramon de Penyafort su regreso a la diócesis. Precisaba el consejo de
un hombre conocedor de las leyes para orientar su labor pastoral y en este
sentido encontraba al jurista de prestigio idóneo que podría ayudarlo en los
problemas que constituían la preocupación de aquellos momentos: la herejía
cátara, los judíos, la lucha contra los sarracenos, la evangelización de las tierras
conquistadas bajo el impulso de Jaime I y la necesidad de armonizar los
habitantes del territorio. Efectivamente, en 14 de marzo de 1223 se hallaba en
Barcelona y dictaba una resolución de arbitraje entre dos canónigos, lo cual hace
suponer que el mismo formaba parte del cabildo catedralicio.
[B]. Hacía poco que la orden dominicana se había establecido de
Barcelona y Ramon de Penyafort había conocido a Domingo de Guzmán cuando
éste pasó unos meses en Bolonia entre los años 1220 y 1221, con motivo de la
celebración del capítulo de la orden. Fueron quizás estas coincidencias las que le
decidieron a ingresar a la orden dominicana en la que colaboró en el orden
interno. No obstante, poco después de su ingreso como dominico, el provincial de
la orden fray Suero Gómez sabiendo la ciencia jurídica y teológica del ya fray
Ramon de Penyafort le encargó una obra que sirviera de guía a los directores de
conciencia y así surgió una de las principales obras de fray Ramon: Summa de
casibus conscientiae conocida más concretamente como Summa de Poenitentia.
Terminó su redacción hacia 1227 y en ella se recogían ya ciertas decretales del
papa Gregorio IX que acababa de ser elegido, si bien más tarde, entre 1234 y
1236 le añadió nuevas decretales del mismo pontífice. El encargo obedecía a las
directrices del Concilio de Letrán de 1115 en su interés de renovar el sacramento
de la penitencia. En esta obra, dividida en tres partes sigue la línea de exposición
escolástica y utiliza el método casuístico, a la vez que ofrece «una exposición
sistemática de textos autorizados sobre cuestiones de teología moral y derecho
canónico», según ha escrito Valls Taberner. La obra sobrepasa el interés
exclusivamente pastoral para adentrarse en el campo de las ideas jurídicas
propias de la época: la doctrina del pacto entre el soberano y los súbditos, la
374
limitación del poder, la legalidad de los tributos, la costumbre y la moral de los
tratos mercantiles, entre otras. El valor e interés de esta obra no solamente fue
reconocido por sus contemporáneos, sino que mereció la aprobación y
recomendación de Alberto el Magno y Tomás de Aquino en el capítulo de la
orden celebrado en Valenciennes. En el 1276 figuraba como obra de texto en la
Universidad de París y era objeto de glosas y compendios y nuevas ediciones
fueron publicadas hasta el siglo XVII. A finales del XIX el eminente jurista Manuel
Duran Bas, siendo decano del Colegio de Abogados de Barcelona, al escribir la
biografía del ya entonces San Ramon de Penyafort, destaca tres notas de este
tratado: el método excelente y su claridad; la riqueza de erudición canónica y
teológica, y el gran espíritu de caridad. Merece, pues, la calificación de auténtico
tratado universitario. Un tiempo después, en ocasión de preparar una nueva
edición de la Summa de Poenitentia, fray Ramon de Penyafort le añadió la
Summa de matrimonio, aun cuando es un texto independiente ha sido
considerado complementario. Más que una obra original es una puesta al día,
para adecuarla a las nuevas decretales, de otra ya existente de Tancredo de
Bolonia. Trata de los esponsales y el matrimonio y los impedimentos legales, de
los hijos y las diversas materias que se refieren a la institución matrimonial.
[C]. Pero fray Ramon de Penyafort no solamente era reconocido como un
gran tratadista en cuestiones jurídicas sino que también era un jurista conocedor
de la práctica legal, como demostró en los casos en que intervino a raíz de la
visita del cardenal Jean Halgrin d’Abbeville, obispo de Sabina, quien escogió a
fray Ramon de Penyafort como su secretario y penitenciario. Ambos visitaron
toda la Península cristiana de aquellos momentos, durante los dos años que duró
la estancia del legado en nuestro país a partir del año 1229. Este recorrido le
permitió conocer la situación espiritual de los territorios visitados y relacionarse
con las altas jerarquías de sus gobiernos civiles y eclesiásticos. Pero uno de los
problemas que había de resolver el cardenal de Sabina, por encargo del pontífice
Gregorio IX (1227-1241), era el del matrimonio de Jaime I el Conquistador con
Eleonor de Castilla, fruto del cual había nacido su hijo Alfonso que los
aragoneses habían ya jurado como heredero del reino. El matrimonio empero se
había contraído con el impedimento de que los contrayentes eran parientes
dentro del cuarto grado, lo cual estaba prohibido según las disposiciones del
concilio de Letrán de 1215. Esta nulidad era realmente difícil dadas las
circunstancias de los esposos. Fray Ramon de Penyafort supo tratar el tema con
el máximo saber jurídico y tacto político y consiguió una sentencia que fue
aceptada por todos y ha sido considerada por los estudiosos como «un modelo
de regulación equitativa». Es significativo, por otra parte, que mientras los
documentos elaborados durante la visita del legado si bien preparados por fray
Ramon figuran solamente firmados por aquél, esta sentencia está firmada por
Frater Raimundus Penitentiarius Domini Legati. La misión del legado había
concluido pero fray Ramon de Penyafort recibía otro encargo comprometido por
parte del Pontífice, predicar la campaña contra las herejías y la cruzada para la
conquista de Mallorca, por parte de Jaime I, lo que le obligó a viajar por las tierras
del sur de Francia.
[D]. Mallorca era conquistada en diciembre de 1230, pero unos meses
antes, fray Ramon ya había sido llamado a Roma por el papa Gregorio IX quien
contaba una avanzada edad. Conocedor de los méritos personales del dominico
y su condición de jurista reconocido, le nombró su capellán, penitenciario y a la
vez confesor. Los cargos eran de gran compromiso y le obligaban a resolver
asuntos jurídicos de trascendental importancia. El papa deseaba poner orden a la
confusión que en la práctica del derecho representaba el conjunto de diversas
375
compilaciones existentes, muchas veces contradictorias, después del Decretum
que había elaborado el monje Graciano, y esta labor fue la que el pontífice
encargó a fray Ramon de Penyafort. El resultado fue la importante recopilación
conocida por Decretales. Adoptó el plan que habían utilizado Graciano y los
compiladores que le sucedieron en cinco libros: I sobre las fuentes de derecho, la
jerarquía y la jurisdicción eclesiásticas; II, el procedimiento canónico en materia
de derecho privado; III, reglas referentes al estado y a los derechos y deberes de
los clérigos regulares y seculares; IV, el matrimonio; y V, el derecho penal
canónico y el procedimiento criminal. El trabajo compilatorio fue realizado por fray
Ramon de Penyafort en un tiempo breve si se tienen en cuenta las
complicaciones que comportaba y el hecho que tenía que atender las
responsabilidades que pesaban sobre él y los encargos papales. En 1234
Gregorio IX con la bula Rex Pacificus promulgaba las Decretales. En su
cuidadosa labor fray Ramon recogió las decretales vigentes, prescindió de las
que ya estaban derogadas y fragmentó los textos para repartirlos entre los
diversos títulos establecidos según la sistemática establecida. De ahí que se
haya reconocido que fray Ramon no fue únicamente un compilador sino un
creador de derecho que «en muchas instituciones concretas imprimió una nueva
fisonomía a la legislación eclesiástica» (Antonio García García). El resultado
conseguido fue calificado como la más grande colección canónica. Más tarde las
Decretales, juntamente con otros textos posteriores, formaron parte del Corpus
Iuris Canonici, que se constituyó por un decreto de Gregorio XIII de 1 de julio de
1580 y que estuvo en vigor hasta la promulgación del CIC de 1917. La
compilación de fray Ramon influyó en todo el derecho europeo desde la edad
media. En Cataluña fue derecho supletorio, reconocido en la constitución
aprobada en las Cortes de Barcelona de 1599, incluso después de promulgado el
CIC. Son muy importantes las cuestiones que fray Ramon tuvo que dilucidar
durante su estancia en Roma y las consultas a que tuvo que dar respuestas
como penitenciario a las órdenes mendicantes misioneras, las cuales fueron
recogidas en una obra titulada Dubitabilia cum responsoribus, dictadas con gran
saber práctico y conocimiento del derecho canónico.
[E]. Después de esta etapa de febril actividad regresó a Barcelona. Era el
año 1236, contaba ya cincuenta años y necesitaba descansar. Pero aquí el rey
Jaime I el Conquistador también requería sus consejos y asesoramiento para sus
empresas de gobierno por lo cual en ocasiones le acompañó en las cortes, así el
15 de octubre de 1236 asiste a las sesiones de las cortes que se celebran en
Monzón, acompañado de otros frailes de la orden. Es significativo que el rey
quisiera tenerlo cerca en un momento delicado ya que eran unas cortes
importantes en las cuales había de decidirse la campaña para la conquista de
Valencia, zanjar las graves luchas feudales para conseguir la pacificación del
reino y mantener la estabilidad de la moneda. Cabe señalar la consideración que
el rey tenía hacia fray Ramon, ya que, conociendo los esfuerzos que dedicaba al
apostolado misionero de la orden dominicana, el 26 de agosto de 1236, había
promulgado un edicto ordenando a los oficiales reales que facilitaran la labor de
los dominicos y protegieran a los conversos. También el propio monarca
patrocinaba con acierto controversias cristiano-rabínicas que se celebraban
públicamente en Barcelona con el fin de combatir el error. Estas controversias
fueron frecuentes en la Corona catalano-aragonesa y en ellas Predicadores y
Rabinos polemizaban sobre los más elevados conceptos de la religión. Los
protagonistas eran siempre personalidades destacadas. Una de las sesiones que
tuvo gran resonancia fue la celebrada el 20 de julio de 1263, bajo la presidencia
de Jaime I el Conquistador en presencia de las autoridades civiles y religiosas. Al
376
lado del rey se sentó el ya venerable Ramon de Penyafort. La controversia se
establecía entre Pau Cristià, judío converso, y el famoso rabino de Gerona Mosé
ben Nahman, una de las personalidades más prestigiosas del judaísmo de aquel
tiempo, conocido por su nombre catalanizado como Benastruc de Porta, quien
más tarde relató el evento en hebreo. Su posible descanso tuvo que ser
pospuesto porque en el capítulo general de los dominicos que se celebró en
Bolonia el 22 de mayo de 1238, sin estar presente, fue elegido general de la
orden. Ello le obligó a viajar a Bolonia y permanecer unos meses en París.
Durante su generalato fue el encargado de redactar unas nuevas Constituciones
de la orden. A pesar de este cúmulo de actividades no dejaba de predicar, como
misión esencial de un miembro de la orden de Predicadores, incluso en París. Se
ha conservado un guión de uno de sus sermones sobre el versículo Beatus est
qui non fuerit scandalizatus que dividió en dos partes: firmeza de la fe y firmeza
de la conducta, como buen tratadista de moral. Nuevamente retirado en el
convento de Santa Catalina de Barcelona, a pesar de su delicado estado de
salud, continuó colaborando con los pontífices sucesores de Gregorio IX:
Inocencio IV (1243-1254), Alejandro IV (1254-1261), Urbano IV (1262-1264),
Clemente IV (1265-1268) y Gregorio X (1271-1276), y con el rey Jaime I, y
aconsejando a clérigos, gobernantes y ciudadanos que constantemente
solicitaban su asesoramiento. Igualmente fue llamado a resolver muchos asuntos
de la provincia eclesiástica tarraconense y acudir en auxilio de prelados y abades
en solución de sus problemas incluso del resto de la Península.
[F]. Asimismo intervino en la implantación de la inquisición en Cataluña y,
por encargo del Pontífice y del propio rey Jaime I, dictó las directrices que habían
de regirla con benevolencia y ponderación y a tal fin redactó un texto conocido
como Nota Raimundi. Más adelante, para responder a unos canonistas que le
consultaban redactó un Directorio o manual práctico para uso de inquisidores.
También tendría un gran interés en promover las misiones sobre todo en tierras
del sur de la Península y del norte de África. Era el siglo de importante
producción jurídica especialmente relacionada con el comercio marítimo. No
sabemos cuál podría ser su intervención, precisamente como consejero del rey
Conquistador, pero el desarrollo del comercio de Barcelona llevó a los
mercaderes, preocupados por la especulación que los negocios comportaban, a
consultar a fray Ramon de Penyafort y pedirle una norma moral justa en el
desarrollo de sus actividades. Él se pronunció con un texto titulado Modus iuste
negociandi in gratia mercatorum, desgraciadamente perdido. Ello nos ha privado
de conocer su criterio jurídico y moral en un momento histórico interesante por la
transformación social de la época.
[G]. Pasó largos años recluido en el convento de Santa Catalina. Su edad
superaba ya los noventa años cuando el día de la Epifanía el Señor, 6 de enero
de 1275, murió en olor de santidad. Las exequias extraordinariamente solemnes
fueron presididas por los reyes Jaime I el Conquistador y Alfonso el Sabio así
como la reina Violante de Castilla, el infante Jaime de Aragón, los hijos de
Alfonso X, personajes de las cortes, toda la clerecía, miembros de la orden de
Predicadores y un gran número de ciudadanos. Era la justa correspondencia
hacia un dominico que siempre había velado por Barcelona y Cataluña en
general, porque siempre se había sentido ciudadano de una y otra, como así lo
atestiguaba fray Ramon y el propio Papa: Catalaunus, profesor iuris canonici,
declaraba el dominico en una de sus primeras obras; Catalanus natione,
Barchinonensis, indica el acta de un capítulo general de la Orden; dilectissimum
filium fratrem Raymundum, escribía el pontífice Gregorio IX e incluso tres siglos
después de su fallecimiento al ser elevado a beato en su efigie, pintada por fra
377
Angelico, en la Iglesia de San Marcos de Florencia se añadía en el mismo fresco
la inscripción Catalonia, magister tertius Ordinis. En 1279 el concilio provincial de
Tarragona se había dirigido al papa Nicolás IV para que iniciara los trámites para
la canonización de fray Ramon de Penyafort. Azares en el proceso y
complicaciones históricas impidieron que la buena noticia de la proclamación de
su santidad por el papa Clemente VIII no llegara hasta el 29 de abril de 1601. En
1646, fue proclamado patrono de Barcelona y muchas corporaciones de
abogados lo tienen también como patrono y es venerado en su sepulcro de la
catedral de Barcelona.
[H]. Bibliografía: las publicaciones sobre Ramon de Penyafort son
numerosas. Con ocasión de los cuatrocientos años de su canonización la
Pontificia Universidad de Santo Tomás reunió un Congreso en Roma los días 2 al
4 de abril de 2001, con ponencias y comunicaciones de L. Galmés Mas, Carlo
Longo, B. Hodel, Martin Bertram, G. Minnuci, Pérez de Heredia, A. Errera y Mas
Solench, editado en 2002, bajo el título Magister Raimundus, Roma, 2002, 208
pp. Además, señalamos por orden cronológico: Mgr André, Pierre Condis y J.
Wagner, Dictionnaire de droit canonique et des sciences en connexion avec le
droit canon, 3.ª ed., París, Hyppolyte Walzer Librairie-éditeur, 1901, tomo I, p.
406, 600, 689, 690-691, 693 y 698; Daniel-Antonin Mortier, Histoire des maîtres
généraux de l’Ordre des Frères Prêcheurs, París, I, 1903, pp. 255-285; E. Vacas
Galindo, San Raimundo de Peñafort, fundador de la Orden de la Merced (1919);
Berthold Altaner, Die Dominikanermissionen des 13. Jh. (1924), pp. 81-114;
Ferran Valls Taberner, El diplomatari de Sant Ramon de Penyafort, en Analecta
Sacra Tarraconensia, V (1929), pp. 249-304 y después editado aparte, Barcelona
y Málaga, 1991; A. Walz, S. Raymundi de Penyafort auctoritas in re paenitentiali,
en Angelicum, XII (1935), pp. 346-396; A. van Hove, De Decretalium Gregorii IX
origine historica, utilitate et momento, en Ius Pontificium, XIV (1934), pp. 102-120;
Stephan Kuttner, Zum Entstehungsgeschichte der Summa de casibus
poenitentiae des hl. Raymund v. Penyafort, en Zeistchrift der Savigny Stiftung für
Rechtschgeschichte, Kanonistische Abteilung, LXX (1953), pp. 419-434; Ramon
Baucells Serra, La personalidad y la obra jurídica de San Raimundo de Peñafort,
en Revista Española de Derecho Canónico, I (1946), pp. 7-47; Alfons M. Stickler,
Historia iuris canonici latini. Institutiones academicae, I (1950), pp. 241-251;
Manuel Benach Torrents, La devoció popular a S. Ramon de Penyafort (1961);
Pedro Ribes Montané, San Ramón de Penyafort y los estudios eclesiásticos, en
Analecta Sacra Tarraconensia, n.º 48 (1975), pp. 85-ss.; Álvaro Huerga, Los
criterios metodológicos del diálogo ecuménico según S. Ramón de Penyafort, en
Angelicum, LVIII (1981), pp. 367-388; Ferran Valls Taberner, La acción política y
el pensamiento moral, jurídico-público e iusinternacionalista de S. Ramon de
Penyafort, y el segundo trabajo titulado El problema de la licitud de la guerra
segons Sant Ramon de Penyafort [previamente aparecido en Mélanges Altamira,
Madrid, 1936, pp. 160-183 y después con ampliaciones hechas en Roma en 1936
y 1937 en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la
navegación, n.º 6-7 (diciembre 1987), pp. 921-930], en Estudis d’Història del Dret
Internacional, Herausgabe und Vorwort von Angelica Guckes, Barcelona, 1992,
pp. 37-60 y 61-76; Vicente Forcada, San Ramón de Peñafort: biografía, Valencia,
1994; Josep Maria Mas Solench, Ramon de Penyafort, Barcelona, 2000; Josep
Lligadas Vendrell, Ramon de Penyafort, el seny de la fe, Barcelona, 2001 y en
castellano La sensatez de la fe, Barcelona, 2001; Josep Antoni Iglesias Fonseca,
Una declaració acerca de un llibre de Sant Ramon de Penyafort, testimonio
notarial de una supuesta summa raimundiana autógrafa (Barcelona, Bibl. de la
Universitat, ms. 746), en Homenaje a Antonio Matilla Tascón, Zamora, 2002, pp.
378
291-314; Josep Maria Mas Solench, Ramon de Penyafort i el Consell de Cent,
conferencia dada en el Salón de Ciento de Barcelona el 21 de febrero de 2002,
con ocasión del 750 aniversario de los privilegios otorgados por Jaime I a la
ciudad condal en 1249; Eduardo Molano, Raimundo de Peñafort (Raymundus de
Pennaforte), en Juristas Universales, Madrid y Barcelona, 2004, vol. I, pp. 414-
417 [hay no obstante algunos errores en esta voz elaborada por Molano: 1.º)
Menciona al papa Clemente VII en 1601, es Clemente VIII; 2.º) Debería haber
indicado en vez de «nació entre 1175 y 1185, seguramente en el Castillo de
Peñafort, junto a Villafranca del Panadés», lo siguiente: «nació hacia 1185» y
luego añadir: «hoy término de Santa Margarida i els Monjos»; 3.º) No pertenecía
exactamente a la nobleza catalana, que tiene muchos escalones, sino a la
«pequeña nobleza» catalana; 4.º) Resulta poco correcto afirmar «poco después –
en torno a 1224– deja el clero secular»; al parecer la fecha es 1222; 5.º) «Entre
1228 y 1230 acompaña al Cardenal Juan de Abatisvilla». Es un personaje muy
significativo, más conocido como Jean Halgrin d’Abbeville; 6.º) Al final, se olvida
de señalar Molano que, en Cataluña, las Decretales fueron el primer derecho
supletorio según la Constitución de las Cortes de 1599 y hasta la Compilación de
1984] y Josep Maria Mas Solench, Penyafort, Sant Ramon de [Raymundus de
Pennaforte], en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), pp. 276-281, n.º 762 [JO SEP M ARIA M AS SO LENCH] (Μεγάλος Άγιος)
(σοφώτατος).
379
En 1468 fue nombrado obispo de Cristopoli y auxiliar de Rodrigo de Borja
Gobernador Eclesiástico de Valencia y Cartagena; de hecho sustituía al Cardenal
Borja, que residía en Roma. Fue persona muy activa en la mejora y reforma de
las iglesias de Valencia. Los Reyes Católicos le nombraron Inquisidor General de
Valencia. Falleció en 1490, habiendo cumplido los 82 años, y fue enterrado en la
iglesia del convento de San Agustín. Publicó algunas obras, muy celebradas en
su tiempo: In centum et quinquaginta Psalmos David (1484), Tractatus contra
judeus (1484), In cantica ferialia (1485), In cantica evangelica (1485), Expositio in
Psalmum quincumque (1512), todas estas obras publicadas en Valencia salvo la
última de las reseñadas que apareció en París.
[B]. Bibliografía: Vicente Graullera Sanz, Pérez de Valencia, Jaime, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
293-294, n.º 778 [VICENTE G RAULLERA SANZ ] (σόφος).
380
PÉREZ DE OLIVÁN, Martín (siglo XVI) . [N.º 361]. [A]. Natural de
Zaragoza, era hijo de Juan Pérez de Oliván y de Ana de Cis. Fue presentado por
Juan de Aragón, arzobispo de Zaragoza, y el Cabildo zaragozano, con letras
presentaticias dadas el 14 de noviembre de 1523, a una plaza de canonista de
colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia. Del 11 de enero de 1525
hay una atestación del oficial principal del arzobispado de Zaragoza sobre la
preparación científica, buenas costumbres y limpieza de sangre de Pérez de
Oliván. El 16 de junio de 1525 presentó su documentación en la institución
albornociana y fue admitido como colegial por Juan Soriano el 15 de julio de
1525. Su disertación de ingreso versó sobre X 2.1.14. Durante los cursos 1527-
1528 y 1531-1532 fue consiliario canonista en el San Clemente. El 10 de febrero
de 1533 fue dispensado para poder ser admitido al examen en ambos Derechos.
El 15 de febrero de 1533 se examinó y doctoró en Derecho civil y en Derecho
canónico, estando presentes en esa ceremonia de doctorados el papa Clemente
VII y el emperador Carlos V. Da la impresión de que el 26 de noviembre de 1533
se ausentó del Colegio de España para no volver a regresar. Fue abad de San
Juan de la Peña, canónigo en Zaragoza, Inquisidor de Navarra (parece que este
cargo lo obtuvo del emperador Carlos V al abandonar el Colegio de Bolonia) y
más tarde de Logroño, Córdoba y Zaragoza. Felipe II le nombró Visitador del
reino de Aragón. Es autor de obras jurídicas diversas.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 156, n.º
595 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol. II, pp. 663-665,
n.º 716 y Pérez de Oliván, Martín, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 436, n.º 2.909 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
382
para que pudiera trasladarse a Como. Ya no regresó al San Clemente en calidad
de colegial. En 1662 fue nombrado podestà de Como, capitán de Justicia de
Finale y Langues en 1664 y 1672, podestà de Domodossola en 1666, podestà en
Novara en 1668 y con nombramiento reiterado el 6 de enero de 1670, podestà de
Lodi en 1674, cuestor del magistrado extraordinario de Milán en agosto de 1675,
senador de Milán en 1690, presidente del Magistrado extraordinario de Milán en
1698 y regente del Consejo Supremo de Italia en 1702, puesto en cuyo
desempeño falleció en febrero de 1707.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1386-1389, n.º 1.153 y Pinacho Guijelmo de Paredes, Juan, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 534, n.º 2.159 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος como
jurista práctico).
PINHEIRO, Gaspar de (siglo XVI) . [N.º 364]. [A]. Nació en Lisboa. Era
hijo de Sebastião Pinheiro y de Ilena Galor Mosqueira. Fue presentado a una
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Fernando de
Vasconcellos, arzobispo de Lisboa, y el cabildo de la archidiócesis lisboeta,
siendo admitido para estudiar Derecho Canónico por el rector Pedro de Estrada,
con la condición de que probase que sus rentas anuales no superaban los 50
escudos y que había estudiado durante al menos cuatro años en una Universidad
insigne. Probó lo atinente a sus rentas anuales. Su disertación de ingreso en el
Colegio sería sobre X 2.12.1. En 1552-1553 fue rector de ambas Universidades
jurídicas y rector del Colegio de España. Sería lector de Decretales y de Inforciato
en días festivos durante el curso 1552-1553. Durante el periodo 1554-1555
desempeñó el puesto de ecónomo de la institución albornociana. El 4 de febrero
de 1556 se ausentó del Colegio, renovando su procurador Ignacio López de
Cárdenas su permiso de ausencia el 1 de agosto de 1556. Da la impresión de
que no regresó al Colegio. Previamente a su estancia boloñesa había estado en
Siena donde se doctoró en Derecho. Desde el 25 de septiembre de 1550 al 29 de
abril de 1550 estuvo ausente en Pisa. El 15 de noviembre de 1569 el vicario
general de Bolonia Alessandro Coadebo, a propuesta del entonces rector del
Colegio Alfonso del Peso, sentenció que Pinheiro tenía precedencia sobre el
cordobés Andrés de Espinosa por haber recibido el doctorado antes que él,
aunque fuera en la Universidad de Siena y no en la de Bolonia, lo que hace
pensar que se doctoraría entre 1549 y 1552. Ya fuera de Bolonia sería nombrado
consejero en el Tribunal de Santa Clara en Nápoles.
[B]. Bibliografía: Carlo Malagola, I Rettori dell’antico studio bolognese e
nella moderna Università di Bologna, Bolonia, 1884, p. 54 y reed., 1979, p. 198 y
Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 687-689, n.º
734 y Pinheiro, Gaspar de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 535, n.º 2.161 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
383
Madrigal de las Altas Torres, soldado en quiebra, expiró su postrer aliento aquel
ruiseñor herido que se firmó, tan tímido, Fray Luis. En Madrigal de las Altas
Torres, paladín ya viejo, lloró aquella paciente hormiguita que se nombró, tan
ejemplar, el Tostado. En Madrigal de las Altas Torres, halcón a tierra, el verdugo
mandó para el otro mundo a aquel grillo con manía de grandezas que se dijo,
¡pobre Gabriel Espinosa, de oficio dulcero!, el rey don Sebastián de Portugal,
perdido en tierra de moros». Polo de Madrigal, citado también como Alonso de
Madrigal, Alfonso Fernández de Madrigal “el Abulense”, e incluso Alfonso
Tostado de Rivera, además conocido por el dicho sobrenombre de “el Tostado”,
que debió a la color oscura de su tez, fue asimismo individuo pequeño de talla,
refiriéndose de ello el sucedido de que comisionado por Juan II para asistir al
Concilio de Basilea, hallándose ocupando el escaño que a su dignidad
correspondía y como fuera invitado a levantarse pues no veíanle dijeron surge, a
lo que entonces respondió ergo non sum plus. Sin embargo y bien distinta, como
de gigante, fue la medida de su estatura intelectual.
[B]. Colegial de San Bartolomé siguió estudios en la Universidad de
Salamanca entre 1426 y 1431, alcanzando el título de Magíster en Artes y
Filosofía, así como en Teología, y el de Bachiller en Derecho. En ella profesó
también las enseñanzas de Filosofía Moral, Biblia y Teología, y obtuvo la Cátedra
de Vísperas. Ocupó asimismo el rectorado del San Bartolomé y una cancillería de
la salmanticense. Del hábito de la Orden de Predicadores y luego consejero y
Canciller Mayor del Reino con Juan II de Castilla, además de obispo de Ávila
desde 1449 hasta su muerte, acaecida en Bonilla de la Sierra (Ávila), formó en su
vida de teólogo escriturista, canonista, literato y jurista tan prolífica obra que hoy
todavía es de uso popular español el dicho antiguo «escribes más que el
Tostado», para aplicar a quien emula la desmesura de su grafomanía. De la
enormidad de su producción da cuenta la gruesa 1.ª ed. completa, Opera
p[re]clarissima beati Alphonsi Thostati ep[iscop]i Abule[n]sis, compuesta por
Gregorium de Gregorijs (Venecia, 1507-1531) en 20 vols. in fol., que Francisco
Ximénes de Cisneros (1436-1517), arzobispo de Toledo, contrató con el
mercader micer Agustín Italián el 12 de marzo de 1506, entregándole para la
empresa la muy importante suma de 265.000 maravedíes, que no obstante
precisó mas tarde la intervención de la Corona, implicando al propio emperador,
Carlos V, a partir de 1523. Otra edición, no menos vasta, será la afrontada por
Nicolaus Pezzana intitulada Opera omnia (Venecia, 1728), de 27 t. en 20 vols. in
Fol., tan amplia como de la que de 13 vols. en foll. mlla. habían sido impresores
Joannes Gymricus y Antonius Hieratus en Colonia en 1613.
[C]. Del mecenazgo de Cisneros hace prueba igualmente la dedicatoria
contenida al proemio del vol. I, por la edición salmantina de Hans Gysser (1506-
1507, 5 vols.), del Comento sobre las Crónicas de Eusebio (1450), en realidad
Exposición de la traducción latina hecha por san Jerónimo como Historia de todos
los tiempos de los Canones chronicarum griegos de Eusebio, obispo de Cesarea,
y otras varias menciones en las dedicatorias de los vols. siguientes, o la misma
carta proemial de Benedicto Bino (Epístola sobre las obras del Tostado) donde se
laurea fama, planes y realizaciones culturales de aquél, atribuyéndole
directamente ese proyecto de imprimir las obras del maestro salmantino
(«segundo Salomón del mundo y primero de España»), de quien otrora fue
alumno, y que «estavan sepultadas e sin fruto» en la Biblioteca del Colegio de
San Bartolomé de Salamanca. De la hercúlea labor del abulense baste señalar
que las cuarenta líneas del prólogo de san Jerónimo pasan de 2000 en su glosa,
haciendo de toda la obra, que tuvo otras eds. en Burgos 1545 y en la Noble Villa
de Amberes 1551, una auténtica enciclopedia del saber y conocimiento para el
384
Siglo de Oro español, continuando ciclópea aún en la abreviada por Joseph
Almonazid, de la Orden de S. Bernardo († 1704) en 2 vols. [vol. I, a cargo de la
oficina de Melchor Sánchez (Madrid, 1677), y vol. II, por el impresor Francisco
Sanz (Madrid, 1679)] presentada con parco titulo de El Tostado sobre Eusebio, y
desarrollado subtítulo de Mineral de letras diuinas y humanas en la Historia
general de todos los tiempos: segun los comentarios del Doctor Don Alonso
Tostado sobre los libros de Historias y chronologias que dexo escritos el grande
Eusebio. De su incalculable tesoro sapiencial destacan particularmente las ideas
sobre la traducción; así, por diferenciar la traducción ad verbum, que denomina
con terminología ciceroniana “interpretación”, de la ad sensum, que llama
«exposición, comento o glosa», donde aquélla no añade glosas, si bien admite
binomios léxicos o desdoblamientos, siempre que no superen tres o más
palabras, o sea que no formen paráfrasis, pues «cuando ponemos tres o muchas
palabras por una paresce glosa o declaración e no testo interpretado», lo que
mejor incumbe al modelo de traducción como traslación de sentido, y consiste en
poner «la sentencia sin seguir las palabras» (cap. 1: «De la condición del
processo que tiene el interpretador y de la condición de la obra principal del
autor»); y también donde al comentario a la palabra Letrados que traduce del
latín diserti, la que según su “derivación”, léase etimología, significa «hombres en
diversas cosas intendidos», sostiene que únicamente un diserto puede bien
traducir ya que «para fazer alguna interpretación son dos cosas a lo menos
necesarias: La primera es intendimiento de la verdad de la sentencia de aquella
cosa que interpreta: lo segundo, perfecto conoscimiento de aquellas dos lenguas
de quien o quien traslada» (cap. 4), como asimismo que «no solo requiere la
interpretacion exprimir complidamente la sentencia de la scritura que
interpretamos –porque esto fazer se podía avn que más palabras ouiesse o por
otra manera dichas– mas requiere quedar la apostura de la original scritura en la
traslación» (del lema Dureza, cap. 6). Late en esta teorización traductológica el
interés por el modo de acertar en el empleo igual número de voces que el
original, ideal de las traducciones bíblicas, porque siendo el texto original la
palabra divina allí también era, según san Jerónimo, singuli sermones, syllabae,
apices, puncta… plena sunt sensibus.
[D]. En otro plano, “el Tostado” se vincula al proyecto cisneriano que busca
la emergencia de una teología española humanística capaz de reformular la
tradición cristiana y repensar sus sagrados textos desde una profunda renovación
espiritual y religiosa, siendo así en ello muy notable la influencia de conversos,
representados en figuras de varios profesores salmantinos del XV como Juan de
Segovia (†1496) y el mismo Polo de Madrigal –según noticias que de su origen
aporta Antonio Domínguez Ortiz (Los judeoconversos en la España moderna,
Madrid, 1993, pp. 162-164)– y por otros como Lope de Barrientos (1382-1469),
Pedro Martínez de Osma (1427-1480) o Fernando de Roa, propugnando como
vía la directa recepción de la Ética y Política aristotélica antes que el método de
las disputas escoláticas de usanza entre los seguidores de Pedro Lombardo
(1095-1160) y su Sententiarum libri quatuor y partidarios de Tomás de Aquino en
el Scriptum super quatuor libris Sententiarum Magistri Petri Lombardi.
Confluyendo así por fondo reformista en espíritu erasmista fue “el Tostado”
expositor en Siena el 21 de junio de 1443, ante del papa Eugenio IV, de las
conocidas como 21 proposiciones, donde tres no satisficieron al Pontífice, que las
encargó impugnar a su adversario el vallisoletano y apologista del poder papal
Juan de Torquemada (1388-1468) en su Defensorium trium propositionum (Ms.
Biblioteca Vaticana), autor también de Meditationes seu Contemplationes
devotissimae (Roma, 1467) y Summa de Ecclesia contra impugnatores potestatis
385
Summi Pontificis (Roma, 1448-1449). Sea o no por ello de mérito calificarlo de
“marinado” heterodoxo tal que precursor de la reforma «por Lutero y Calvino más
tarde y con más fruto llevada a cabo», como sostiene el abate Marchena (en
Prólogo a Lecciones de filosofía moral y elocuencia, Burdeos, 1820), y de
contrario le vindica Marcelino Menéndez Pelayo (Historia de los heterodoxos
españoles, T. I), sí tuvo en grande preocupación hacia el estado del clero (v. gr.:
Tractat[us] contra sacerdotes [con]cubinarios, per co[n]clusio[n]es quattuordecim
diuisus, Venecia, 1529) y hondo desvelo por su correcta formación (v. gr.:
Confesional o breve forma de confesión (1498) (Medina del Campo, 1542, y ed.
lit. y est. prel. de Ignacio Cabano Vázquez y Xosé María Díaz Fernández,
Santiago de Compostela, 1995), entendiendo necesario instruirlo antes en
Teología que Derecho, sumándose a ese parecer Cisneros –quien hasta se
resolvió en no haber lugar para su universidad complutense a estudio jurídico
(vid. José García Oro, Cisneros y la reforma del clero español en tiempos de los
Reyes Católicos, Madrid, 1973, p. 344, nota 118)– así haciendo coincidencia
igualmente Roa en Dissertatissimi Ferdinandi Rhoensis commentariis in
Politicorum libros, Salamanca, 1502. Destaca “el Tostado” en teología dogmática
y filosofía moral por títulos como los siguientes: Çinco figuratas paradoxas (1437)
(Prólogo, edición y notas de Carmen Parrilla, Universidad de Alcalá de Henares,
1998); Tostado sobre las cuatro quistiones (1453), Salamanca, 1507, reimpreso
en Burgos en 1545; Tostado sobre las diez quistiones (1453), Salamanca, 1507.
Van estas dos últimas obras extraídas del Comento sobre las Crónicas de
Eusebio, estando ambas reunidas como Tratado sobre los dioses de la gentilidad
o las catorce cuestiones en ed. Biblioteca de Autores Españoles, n.º 65, Madrid,
1953, pp. 144-152. Contiene la primera de ellas dos disertaciones de filosofía
moral; la segunda una exposición sobre virtudes morales arreglada al libro II de la
Ética Nicómaca de Aristóteles, y otra sobre dioses de los gentiles, que deja sentir
notables influencias boccaccianas de Las genealogías de los dioses (vid. Sobre
los dioses de los gentiles, ed. de Pilar Saquero Suárez-Sotomonte y Tomás
González Rolán, Madrid, 1995). En cuanto a la redactada sobre paradojas o
contradicciones, que dedicó a la Reina, usa de la práctica del comentario
escolástico medieval a fuentes bíblicas y textos aristotélicos, abordando por su
orden alegorías sobre la Virgen María, de Jesucristo como león, del cordero, de
la serpiente y su maléfico aojamiento (vid. sobre éste como opúsculo, Cuatro
tratados médicos renacentistas sobre el mal de ojo, estudio, ed. y notas de
Jacobo Sanz Hermida, Salamanca, 2001, que fue Premio “Villar y Macías” en
1998), y acerca de Cristo como águila y su ascensión. Añádanse aún, en filosofía
moral, sus repeticiones De statu animarum (1436), cuya ed. latina se presenta
como Exquisita doctrina philosophi ... Alphonsi Thostati ... Repetitio de statu
anima[rum] post ha[n]c vita[m]: vbi fidei luce seclusa, ex fundame[n]tis nature,
aduersus philosophantiu[m] teterrima[m] caligine[m] ac ventosa[m]
loq[ua]citate[m] ... demo[n]strant[ur], eterna [et] inte[n]sissima reprobo[rum]
supplicia, [et] immensa gaudia recte viue[n]tiu[m], et cur [de] his Aristoteles nihil
omnino dixerit innuitur apertissime: co[n]futat[ur] opinio pythagore platonisq[ue]
pone[n]tiu[m] a[n]i[m]a[rum] circulatione[m]: oste[n]ditur vbi sit i[n]fe-ro[rum] locus,
a[n]i[m]aru[m]q[ue] receptacula post morte[m] manere p[ro]bat[ur] vbi multa
p[ro]fundissime de eleme[n]tis [et] de eo[rum] q[ua]litatibus enodant[ur], [et]
demu[m] de ignis infernalis conditionibus quedam apud alios inte[n]tata referuntur
(Venecia, 1529).
[E]. En su prosística romanceada se debe mención al Breviloquio de amor
et amiçiçia (1437-1441) (selec. de textos e introd. de Nuria Belloso Martín,
Pamplona, 2000), dedicado a Juan II, donde toma pie en el fragmento platónico
386
«quando tovieres amigo, cumple que seas amigo del mismo, mas, por esto non
cumple que seas enemigo de su enemigo» para resaltar la excelencia que al
amor y la amistad cumplen desempeñar en la vida social –acoso incluso como
vínculos sustitutivos del jurídico– y religiosa. Suele también atribuírsele un
anónimo Tratado de cómo al ome es necesario amar, editado por Antonio Paz
Meliá en Opúsculos literarios de los siglos XIV al XVI, Madrid 1892, pp. 221-224,
y como Del Tostado Sobre el amor, con noticia preliminar de Pedro M. Cátedra,
Bellaterra, 1987.
[F]. En su producción jurídica ha de incluirse para materias canónicas el
Brevis tractatus de episcopis, parochis, praedicatoribus, confessoribus,
sacerdotibus, clericis, poenitentibus, praelatis religiosorum, de religiosis, & mortis
consideratione, & de cognitione sui ipsius, Nápoles, 1605, y un manuscrito
Quaestio domini Alfonsi de Matricali de absolutione eorum quibus conceditur
indulgentia plenaria (h. 286-294), procedente del Convento de San Francisco, de
Segovia (Sig.: Estante 2, cajón 1, n.º 3), conservado en la Biblioteca Nacional, de
Madrid, bajo el título uniforme de Tratados varios de Derecho canónico.
[G]. Al género de tratados políticos de la Baja Edad Media pertenece la
repetición De optima politica (vid. El “De optima política” de Alfonso de Madrigal,
trad. y est. prel. de J. Candela, Murcia, 1954, y El gobierno Ideal, trad. e introd. de
N. Belloso Martín, Pamplona, 2003) pronunciada como disertación hacia 1436,
sobre la mejor forma de gobierno. La obra, aunque quedó incompleta de entero
desarrollo, defiende la democracia y expone su teoría del Poder, cuya
manifestación está en la Legislación, que ha de ser principio de razón, sobre el
Reino y el Príncipe en una concepción democrática y moral de monarquía
limitada –democratismo que influirá en los Comentarii in Politicorum Aristóteles
(1502), de Fernando de Roa, y más adelante en las tesis del movimiento
comunero castellano– y acerca del Derecho Natural, que ahonda en raíces
ciceronianas y agustinianas, y del Derecho de Gentes, con apuntes sobre ius
bellum y relaciones internacionales, toda ella festonada de acentos humanistas
conjugados a referencias clásicas, principalmente a Platón y de Aristóteles.
Defiende la democracia como mejor forma de gobierno. A veces se cita asimismo
su Comentario al Tratado sobre el Regimiento de los Príncipes, de Egidio
Colonna (1247-1316), y otros escritos ahora perdidos como Liber de potestate
papae, De Monarchia o Libellus de origine et distinctione jurisdictionum.
[H]. Encargada a Vasco de la Zarza, escultor del primer tercio de s. XVI
(†1524), la decoración del trasaltar mayor de la catedral de Ávila, la concluyó en
1518. En su diseño reservó para el centro la ubicación del sepulcro de “el
Tostado”, a quien se representa con figura exenta sobre un atril en gesto de
escribir, lo que trae recuerdo del de Dante, en Verona. En el basamento van
esculpidas las virtudes y, por encima, en círculo el relieve –de casi bulto
redondo– la Adoración de los Reyes, donde algunas figuras presentan cierta la
desproporción; en el friso, la cabalgata de los Magos y en el ático, la Natividad.
Los cuatro paños laterales, de rica ornamentación renaciente y encuadrados por
sencillas portadas, muestras a los Evangelistas escribiendo; encima, adornos
circulares rehundidos sobre el paramento con santos y, sobre tales tondos, el
Bautismo, la Degollación del Bautista, el Noli me tangere y la Ascensión.
[I]. Bibliografía: Joaquín Carreras Artau, Las repeticiones salmantinas de
Alfonso de Madrigal, en Revista de Filosofía, II (1943), pp. 218-ss., y Tomás y
Joaquín Carreras Artau, Historia de la Filosofía española. Filosofía cristiana de
los siglos XIII al XV, vol. II, Madrid 1943, pp. 614-622; Luisa Cuesta, La edición
de las obras del Tostado, empresa de la corona española, en Revista de
387
Archivos, Bibliotecas y Museos, 56 (1950), pp. 321-331; O. García de la Fuente,
Dos obras castellanas de Alfonso Tostado inéditas, en La Ciudad de Dios, 168
(1955), pp. 278-311; Agustín de Asís Garrote, Ideas sociopolíticas de Alonso Polo
(El Tostado), Sevilla, 1955; Francisco Rubio, Don Juan II de Castilla y el
movimiento humanístico de su reinado, en Ciudad de Dios, 168 (1955), pp. 55-
100; J. M. Blázquez Hernández, El Tostado, alumno, graduado y profesor en la
Universidad de Salamanca, en AA. VV., XV Semana Española de Teología (19-
24 de septiembre de 1955), Madrid 1956, pp. 411-447; Luciano Pereña Vicente,
El sistema de El Tostado sobre el Derecho de Gentes, Madrid 1956; P. L. Suárez,
Los manuscritos de Alfonso Tostado de Madrigal conservados en la Biblioteca de
la Universidad de Salamanca, en Salmanticensis, 4 (1957), pp. 3-50; Vicente Luis
Simó Santonja, Doctrinas internacionalistas de Alfonso de Madrigal, Ávila, 1959;
Francisco Elías de Tejada, Derivaciones éticas y políticas del aristotelismo
salmantino, en Miscellanea Mediaevalia, II (1963), pp. 708-ss.; Florencio Marcos
Rodríguez, Los manuscritos pretridentinos de ciencias sagradas en la Biblioteca
de la Universidad de Salamanca, en AA. VV., Repertorio de Historia de las
Ciencias Eclesiásticas en España, Salamanca, 1971, vol. 2, pp. 261-507; Ottavio
Di Camillo, El Humanismo castellano del Siglo XV, Valencia 1976; Karl Kohut,
Der Beitrag der Theologie zum Literaturbegriff in der Zeit Juans II von Kastilien.
Alonso de Cartagena (1384-1456) und Alonso de Madrigal, genannt el Tostado
(1400?-1455), en Romanische Forschungen, LXXXIX (1977), pp. 183-226; Nuria
Belloso Martín, Política y humanismo en el siglo XV: el maestro Alfonso de
Madrigal, el Tostado, Valladolid, 1989; Rosana Recio, Alfonso de Madrigal (El
Tostado): la traducción como teoría entre lo medieval y lo renacentista, en La
Crónica, 19 (1991), pp. 112-131; Curt Wittlin, El oficio de traductor según Alfonso
Tostado de Madrigal en su comentario al prólogo de san Jerónimo a las
“Crónicas” de Eusebio, en Quaderns. Revista de traducció, 2 (1998), pp. 9-21;
Carmen Parrilla, Alfonso Fernández de Madrigal, el Tostado, en Diccionario
filológico de la Literatura medieval española, Madrid, 2002, pp. 153-166 y José
Calvo González, Polo de Madrigal, Alonso [“el Tostado”], en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 1º (= tomo 2.º de
la colección), Zaragoza y Barcelona, 2006, pp. 323-327, n.º 809 [JO SÉ CALVO
G O NZÁLEZ ] (σοφώτατος).
PONCE POZO, Juan de Dios (†1936) . [N.º 366]. [A]. Falleció asesinado
el 30 de noviembre de 1936. Clérigo perteneciente a la diócesis de Guadix.
Estudió en Roma en la Universidad Gregoriana en la que alcanzó los doctorados
en Derecho Canónico, Filosofía y Teología. Fue nombrado Administrador
apostólico de la diócesis de Orihuela el 29 de octubre de 1935. Asaltado el
palacio episcopal de Orihuela, que además fue desvalijado en julio y agosto de
1936, hubo de refugiarse Ponce en diversos domicilios privados. Preparó su
marcha a Barcelona, para escapar de los controles de los milicianos, pero fue
detenido en la estación de Novelda. De allí sería transferido a la cárcel de
Orihuela. El 30 de noviembre de 1936 fue sacado de la cárcel orcelitana junto a
nueve sacerdotes que, trasladados a Elche, fueron fusilados ante las tapias del
cementerio. Fue beatificado en Roma el 28 de noviembre de 2007.
[B]. Bibliografía: Antonio Montero Moreno, Historia de la persecución
religiosa en España, 1936-1939, Madrid, reimp., 2000, pp. 428-430 y Manuel J.
Peláez, Ponce Pozo, Juan de Dios, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
388
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 536, n.º 2.165 [M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (Άγιος).
389
de aquel seminario; obra que completó con otras tres: Ristabilimento delle
università, tras las reformas napoleónicas, Studi degli ecclesiastici e Il perfetto
scolaro. De tradición neohumanística, sobre la filosofía remozada por las nuevas
ciencias tratan las Dissertationes binae, sobre la moralidad y la imputabilidad de
las acciones humanas, contra Samuel Pufendorf y Christian Wolff, el Discorso
sull'utilità del metodo scolastico per comparazione col geometrico y dos obras
inéditas, De societate civili y Philocentrica sive de corporum gravitate libri II. Por
fin, de teología pastoral y de ambos derechos son el Episcopus y su De vita et
honestate clericorum, dos temas que venían interesando desde la prerreforma del
siglo XV. Su obra principal, como canonista, son sus dos tomos de Ius canonicum
iuxta nativam eius faciem. Pons compuso también poesía científica en latín,
Philocentria seu de innata corporum propensione ad centrum, sobre la gravedad
de los cuerpos. Polígrafo y esencialmente canonista, formaba parte del grupo
jesuítico de Cervera, tan ponderado por Casanovas y por Batllori: «Aquel
selectísimo grupo de jesuitas jóvenes que habían sabido infundir a una
universidad [la de Cervera], nacida muerta, una maravillosa vida humanística y
crítica [...], quedarán honrosamente engarzados en nuestra historia setecentista»
(La cultura, p. 484). Estaba profundamente versado no sólo en la Escolástica,
sino en las escuelas filosóficas de su tiempo, íntimamente ligadas al estudio de
las matemáticas (Aritmética difusa y Tratado de esfera son dos títulos suyos).
Como poeta es esencialmente didáctico e ilustrado, imitando a Lucrecio,
cantando la atracción newtoniana en versos latinos. Concluye Luengo en 1786,
incapaz de reseñar sus numerosas publicaciones: «Y un gran número de
disertaciones sobre diferentes asuntos, como Sobre el patriotismo y Sobre el
estudio de la lengua griega» (Papeles varios, XV, p. 258). Trabajador infatigable
durante toda su vida (ochenta y seis años) conservó su activísimo afán
intelectual, combinando la enseñanza, siempre en diversos seminarios de Italia,
con la redacción de libros llenos de doctrina y elegancia.
[D]. Entre sus publicaciones destacamos: Ignis, poema didascalicum a
Patre Josepho Pons, Soc. Jesu, in Seminario Nobilium de Cordellas, publico
professore rhetorices et poetices professore, Barcelona, 1760; De societate civili,
Cervera (inéd.); J. P. Philocentria seu de innata corporum propensione ad
centrum. Poema in duos libros divisum, Bolonia, 1774; Dissertatio historico
theologica de materia et forma sacrae ordinationis, et singillatim presbyteratus, in
illorum utilitatem qui sacros ordines suscipere aut ministrare debent, Bolonia,
1775; Binae dissertationes de intima ac naturali humanarum actionum ante
omnem legem honestate atque inhonestate, necnon de inhonestarum actionum
merito et imputabilitate ad poenam adversus Samuelem Pufendorfium et
Christianum Wolfium, Bolonia, 1780; Episcopus sive de munere episcoporum libri
tres, Foligno, 1784; Historia studiorum iuris civilis ab editione duodecim tabularum
usque ad saeculum decimum octavum a Josepho Ponsio theologiae in Episcopali
Fulginiae seminario proffesore, Foligno, 1788; Della salute di letterati, o sia
discorso contro il ragionamento sul medesimo assunto del signor Tissot, che
serva di correttivo ad alcune cattive impressioni intorno allo studio, Foligno, 1789;
Dissertazione canonico teologica in torno alle ordinazioni, o consacrazioni de'
vescovi fatte ultimamente in Francia senza il consenso del Sommo Pontefice
Romano, Foligno, 1791 (obra anónima); Ius canonicum iuxta nativam eius faciem,
sive De ratione discendi et docendi ius canonicum, Foligno, 1794, 2 vols; De vita
et honestate clericorum, Spoleto, 1800; Del regolamento de' collegi, Senigállia,
1801; Ristabilimento delle università e di altri studi generali, Spoleto, 1806; Studi
degli ecclesiastici, Spoleto, 1806; Il perfetto scolaro, Spoleto, 1808; Discorso
sull'utilità del metodo scolastico per comparazione col geometrico, Spoleto, 1809;
390
De reditu Pii VII... oratio, Spoleto, 1814; Philocentrica sive de corporum gravitate
libri II (inéd.) y Memorias por el derecho de Primacía de la Iglesia de Tarragona,
en la Biblioteca Universitaria de Barcelona (manuscrito 840, inéd.).
[E]. Bibliografía: R. Diosdado Caballero, Bibliothecae scriptorum S. J.
suplementa, Roma, 1814-1816, vol. I, pp. 229-230; vol. II, p. 83; C. Sommervogel,
Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, Bruselas y París, 1890, vol. VI, cols.
1000-1002; J. Vilar, Ensaig biobibliogràfic sobre el canonista barceloní J. Pons y
Massana, en Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans, 6 (1915-1920), pp. 87-123; I.
Casanovas, Documents per la història cultural de Catalunya en el segle XVIII,
Barcelona, 1931, vol. I, pp. 111-153; M. Cascón, Los jesuitas en Menéndez y
Pelayo, Santander, 1940, p. 575, n.º 766; I. Casanovas, La cultura catalana en el
siglo XVIII, Barcelona, 1953, pp. 98-99; L. Polgár, Bibliographie sur l'histoire de la
Compagnie de Jesus 1901-1980, Roma, 1983, III-2, p. 688; F. Aguilar Piñal,
Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, Madrid, 1991, VI, p. 443; J.
Medina, “Ignis”: un poema jesuític del segle XVIII, en Faventia, XVIII, n.° 1 (1996),
pp. 105-117; M. Batllori, Pons y Massana, José, en Diccionario Histórico de la
Compañía de Jesús, Roma y Madrid, 2001, p. 3190; L. Hervás Panduro,
Biblioteca jesuítico-española, Madrid, 2007, edición de A. Astorgano y del propio
Astorgano, Pons [o Ponsi, o Ponsius] Massana, José, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), Zaragoza y Barcelona, 2012, pp. 450-451, n.º 2.926 [A NTO NIO
A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
391
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1551-1553, n.º 1229 y Porras de Figueroa Clavijo, Miguel José, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 537, n.º 2.167 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
392
Panamericana de México se guarda el “Archivo Guillermo Porras Muñoz” con
abundante información histórica sobre Nueva Vizcaya.
[C]. Bibliografía: s. a., Guillermo Porras Muñoz, en Romana. Bollettino della
Prelatura della Santa Croce e Opus Dei, año IV, n.º 6 (1988), p. 167; Manuel J.
Peláez, Porras Muñoz, Guillermo, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (=
tomo 2.º de la colección), pp. 332-333, n.º 815 y Víctor Cano, Los primeros pasos
del Opus Dei en México (1948-1949), en Studia et Documenta, vol. I (2007), pp.
41-64, quien muy ocasionalmente se ocupa de Guillermo Porras, pues el artículo
gira en su casi totalidad en torno a Pedro Casciaro Ramírez [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
393
Borbón a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia
para estudiar Derecho Canónico en la Universidad. Sería admitido por el Rector
José Antonio García Prieto en la institución albornociana el 25 de enero de 1752.
El 24 de noviembre de 1751 habían sido presentados en el Colegio su
candidatura y documentos, con algunos defectos subsanables; tras recibir una
carta del arzobispo de Farsalia, coadministrador de Toledo, se alcanzó el acuerdo
de exponer el asunto al Cardenal Protector para solicitar al Romano Pontífice la
dispensa correspondiente. El 22 de enero de 1752 se examinaron sus cualidades
y costumbres y no se le encontró nada indigno que mereciera la pena ser
señalado. El argumento de su disertación de ingreso en el Colegio versó sobre X
2.8.65. El 1754-1755 fue consiliario y secretario del Colegio y en 1755-1756,
1756-1757 y 1757-1758 Rector del Colegio. Sería el último Rector por
nombramiento del Cardenal protector, pasando a serlo a partir de entonces por
nombramiento real. El 27 de octubre de 1752 se le otorgó licencia para que se
fuera a España a hacer gestiones en favor propio y del Colegio de España. Debió
de marchar el 9 de noviembre de 1752 y el 20 de junio de 1753 estaba de vuelta
en Bolonia. Fue profesor de Decretales de la Universidad desde 1755 a 1759
según los rótulos universitarios en la primera hora de la tarde para la lectura de
las Instituciones canónicas durante cuatro cursos; disertó el 15 de diciembre de
1754 sobre X 3.23.4 y se le concedió una cátedra, aunque se sostiene
contrariamente en una nota del Libro de admisiones del Colegio que no llegó a
tomar posesión de la cátedra. El 11 de mayo de 1759 se marchó a España. En
1761 era decano de los Alcaldes del crimen de La Coruña. Más tarde sería
Alcalde de Casa y Corte, Presidente de la Real Chancillería de Valladolid y
Consejero en el Real y Supremo Consejo de Castilla. Las últimas noticias suyas
se remontan a un currículum suyo solicitado en 1805 por su hija Gala Portero,
quien también pidió en 1806 a Simón Rodríguez Laso información sobre la familia
de su madre, los Prosperi.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1643-1646, n.º 1.269 y Portero de Huerta, Gregorio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, pp. 537-538, n.º 2.168 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
395
Cavalleri, Intervista sul fondatore dell’Opus Dei, Milán, 1992, obra escrita en
forma de entrevista a Álvaro del Portillo) tras su fallecimiento el 26 de junio de
1975, como Secretario General hasta su elección en primera votación por
unanimidad el 15 de septiembre de 1975 como Presidente General del Opus Dei
y, siete años después, el 28 de noviembre de 1982, fue nombrado por Juan Pablo
II, primer Prelado de la entonces recién creada Prelatura de la Santa Cruz y Opus
Dei, en que se había erigido el Opus Dei por expreso deseo de su fundador.
Romolo Carboni el 19 de marzo de 1983 procedió a la ejecución de la erección
pontificia de la Prelatura en la Basílica romana de San Eugenio. Muchos
esfuerzos son atribuibles, intelectualmente (y presumimos que también
espiritualmente, tal vez en mayor medida), a Del Portillo para que el Opus Dei
fuera erigido en Prelatura personal, materia sobre la que se ha escrito hasta la
saciedad, de la que ya sabemos lo que es y también lo que no es, ni puede ser.
No obstante, no dejan de ser sorprendentes al respecto algunas afirmaciones
poco conocidas de un personaje de tanto relieve y sugerente como Álvaro d’Ors
Pérez-Peix (1915-2004), para quien los «que no entienden las prelaturas
personales, es porque no se han parado a pensar que la relación fundamental del
prelado con sus fieles es personal, como la del pastor-rebaño, clásico arquetipo;
y que San Pablo, en cierto modo, como Apóstol “de los Gentiles”, tenía una
prelatura personal y no territorial» y «la prelatura territorial –la diocesana– es algo
sobrevenido por derecho eclesiástico. ¡Jesucristo no fundó diócesis!» (A. d’Ors,
Correspondencia científica, Pamplona, 27 de diciembre de 1990).
[D]. El 6 de enero de 1991 recibió la ordenación episcopal, en una
ceremonia en la que fueron elevados al episcopado otros doce candidatos.
Impulsor de los estudios universitarios en todo el mundo, fue Gran Canciller de
las Universidades de Navarra (1975), Piura en Perú (1975), La Sabana en
Colombia (1990), así como de la que luego sería Pontificia Università della Santa
Croce en Roma (1990), que había fundado en 1984. Estuvo en posesión de la
Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort (le fue concedida el 23 de enero de
1967) y, desde 1982, fue miembro ad honorem de la Pontificia Academia
Teológica Romana.
[E]. Entre su vasta y variada producción científica escrita, cabe destacar su
estudio histórico, que tiene su origen en su tesis doctoral, Descubrimientos y
exploraciones en las costas de California 1532-1650, con dos ediciones, una de
1947 (bajo el título de Descubrimientos en California) y otra, bastante actualizada,
de 1982. En esta obra el autor utiliza una documentación abundante
(particularmente en la 2.ª ed., y también en la 1.ª, en mayor y mejor uso que en el
original de su tesis) de diversos fondos del Archivo General de Indias, Archivo
Histórico Nacional, Museo Naval de Madrid, Biblioteca de Palacio y Archivo
General de la Nación de México. De interés histórico-jurídico son algunas partes
del libro, referidas a las instituciones del Derecho de la navegación marítima,
sobre posibles residuos matriarcales en California, organización política tribal y
familiar (monogamia y poligamia) de los indios, pena capital aplicable a un
número no pequeño de delitos, etc. Interesantes, aunque bien diferentes, son las
observaciones que sobre este libro hace Valentín Vázquez de Prada, Don Álvaro
de Portillo, historiador. Descubrimientos y exploraciones de las costas de
California 1532-1650, en Anuario de Historia de la Iglesia, vol. IV (1995), pp. 27-
35. Como historiador tenía una concepción providencialista templada, tal y como
expresó en Czestochowa (Polonia) el 14 de agosto de 1991 al decir: «No penséis
que la historia se desarrolla según unas leyes independientes de la libertad del
hombre. No. La historia la plasmamos con el ejercicio de nuestra libertad; de ahí
nuestra responsabilidad. Dios es el Señor de la historia, pero quiere contar con
396
nuestra colaboración en el cumplimiento de sus destinos salvíficos. “El espíritu de
los hijos de Dios” –ha escrito Juan Pablo I– “es fuerza propulsora de la historia de
los pueblos”» [Omelia nella Chiesa della Madonna della Vittoria, en Romana.
Bollettino della Prelatura della Santa Croce e Opus Dei, año VII, n.º 13 (1991), p.
251]. Además han tenido una amplísima proyección sus Escritos sobre el
sacerdocio (1970, de los que la 6.ª ed. apareció en 1990) y muy particularmente
Fieles y laicos en la Iglesia: bases de sus respectivos estatutos jurídicos (1969 y
3.ª ed., 1991). Traducida a diversas lenguas [de la traducción francesa ver
recensión del civilista y canonista malagueño-quebequense Ernest Caparrós, en
Studia Canonica, 15 (1981), pp. 523-528], esta obra señera constituye una
importante aportación a la Ciencia canónica en tema del principio fundamental de
igualdad de todos los fieles (compatible con una necesaria diversidad funcional)
que en nada menoscaba la esencial distinción entre sacerdocio común y
sacerdocio ministerial. No se recordaba una aportación en la materia de tanto
relieve desde que G. Philips publicara Le rôle du laicat dans l’Eglise, Tournai-
París, 1954 (hay trad. italiana de Giulio Perotto, I laici nella Chiesa, Milán, 1956).
Antes algunos de los trabajos recogidos en este libro habían aparecido en
distintas sedes como I laici nella chiesa e nel mondo en Studi Cattolici, n.º 68
(noviembre-1966), pp. 4-13, en francés en La Table Ronde, n.º 219 (1966), pp.
85-110, y en castellano en Nuestro Tiempo, n.º 148 (1966), pp. 297-316, donde
señalaba que la figura de los Institutos Seculares no resultaba clara, ni jurídica, ni
teológicamente respecto a la función que competía a los laicos. Se había
producido una evolución, que no se alcanza a ver cuando escribió Constitutio,
formae diversae, institutio, regimen, apostolatus Institutorum saecularium que se
publicó en las Acta et documenta Congressus Generalis de statibus perfectionis,
aparecidas en Roma en 1950, pp. 289-303. En este sentido mucho habían
cambiado las cosas desde que el P. Saturnino Álvarez Menéndez, profesor del ya
citado Pontificium Athenaeum Internationale Angelicum, escribiera En torno a la
nueva Instrucción “Provida Mater Ecclesia”, publicado en varios n.º 166, 169 y
172 del Boletín Eclesiástico, Manila, año XV (1947), 31 pp. de la separata, trabajo
en el que maneja la muy importante doctrina francesa de Jean-Paul-Hyppolite-
Emmanuel-Adhémar Esmein (1848-1913) [jurista de Estado de la Tercera
República gala] y de Robert Génestal du Chaumeil (1872-1931). Por otro lado, el
actual cardenal Julián Herranz señalaba algo al respecto en La evolución de los
institutos seculares, en Ius Canonicum, vol. IV, n.º 2 (1964), pp. 303-334, estudio
en el que concluye que «el Opus Dei no puede ser ya considerado, porque de
facto no lo es, Instituto secular; y en realidad ya nadie lo considera como tal» (p.
332).
[F]. Sus principales aportaciones al Derecho Canónico se encuentran
recogidas en Ius Canonicum, en concreto: Ius associationis et associationes
fidelium iuxta Concilii Vaticani II doctrinam, VIII (1968), pp. 5-28; Los derechos de
los fieles, XI (1971), pp. 68-93 y Dinamicidad y funcionalidad de las estructuras
pastorales, IX (1969), pp. 305-329, también editado en La collegialità episcopale
per il futuro della Chiesa, que vio la luz en Florencia en 1969, pp. 161-177. Con
ocasión del Liber amicorum Monseigneur Onclin. Thèmes actuels de droit
canonique et civile (1975) publicó Le associazioni sacerdotali, pp. 131-149 y
escribió sobre El Obispo diocesano y la vocación de los laicos para el vol.
colectivo Episcopale munus (1982), pp. 189-206. Junto a estos trabajos o
colaboraciones en obras de varia participación, hay otros artículos
iuscanonísticos de relieve como The Present Position of Secular Institutes on the
XIIth anniversary of “Provida Mater Ecclesia”, en The Irish Ecclesiastical Record,
92 (1959), pp. 29-40, con versiones anteriores en castellano, francés e italiano y
397
Coelibatus sacerdotalis in decreto conciliari “Presbyterorum Ordinis”, en
Seminarium, 4 (1967), pp. 711-728, con traducciones en otras sedes al alemán,
castellano e italiano. Ver además Commento all’Esortazione Apostolica
“Christifideles laici”, en la obra colectiva Giovanni Paolo II, l’uomo, il Papa, il suo
mesaggio, Milán, 1992, pp. 3-12 y en Romana, año VIII, n.º 15 (1992), pp. 259-
265, y L’Università nel pensiero e nell’attività apostolica di Mons. Josemaría
Escrivá, en Romana, año VIII, n.º 14 (1992), pp. 102-113. Ha escrito algunas
voces sobre instituciones canónicas en la Enciclopedia Cattolica, en el Dizionario
del Concilio Ecumenico Vaticano II y en la Gran Enciclopedia Rialp. Un tema
clásico de Filosofía del Derecho es el que abordó en Morale e diritto, en
Seminarium, XI (1971), pp. 732-741. Una selección de sus principales artículos
fue publicada póstumamente, en Roma, bajo el título de Rendere amabile la
verità (1995).
[G]. Con ocasión de su fallecimiento, Juan Pablo II y el cardenal Secretario
de Estado Angelo Sodano visitaron la Iglesia prelatica del Opus Dei, y el Romano
Pontífice estuvo diez minutos rezando de rodillas ante el corpore insepulto de A.
del Portillo. Después rezó una serie de oraciones y aspergió agua bendita sobre
el fallecido. Además, en un telegrama Juan Pablo II se ocupó de poner de relieve
«la vida llena de celo sacerdotal y episcopal del difunto, el ejemplo de fortaleza y
confianza en la Providencia divina que ha ofrecido constantemente, así como su
fidelidad a la Sede de Pedro y su generoso servicio eclesial como íntimo
colaborador y benemérito sucesor del Beato Josemaría Escrivá». El 20 de marzo
de 2004 el Tribunal de la Prelatura del Opus Dei dio comienzo a la fase de
instrucción de la causa de canonización de Álvaro del Portillo y el 23 de marzo de
2004 tuvo lugar la apertura de dicha causa en el Tribunal del Vicariato de Roma,
bajo la presidencia del Cardenal Camillo Ruini. El 28 de junio de 2012 fue
declarado “venerable”.
[H]. Bibliografía I: De la amplia producción que por medio de semblanzas
se han escrito sobre el personaje, o sobre San Josemaría Escrivá en las que se
le menciona, vamos a hacernos eco únicamente de aquellas escritas por juristas,
aunque realmente aporten poco en algunas ocasiones sobre la materia canónica
interesándoles más otros asuntos referentes a la fama de santidad en vida del
biografiado. Siempre defenderemos que para escribir sobre juristas y canonistas,
si no se es doctor en Leyes y Cánones debe uno excusarse, y si se procede
exclusivamente de una Facultad de Filosofía y Letras o de Teología, mejor es
abstenerse de escribir, lo que nos permite olvidarnos de otros muchos que han
escrito sobre Del Portillo, pero carecen de esa formación (nos referimos a
pedagogos, periodistas, médicos, moralistas, filósofos, teólogos, antropólogos
polianos, historiadores generalistas, economistas, mariólogos, enfermeras, etc.).
No nos interesa por tanto la periodista Pilar Urbano, ni el debate (de gran altura)
de A. del Portillo con el doctor en Literatura germánica y teólogo exjesuita Hans
Urs von Balthasar (1905-1988), ya que este último ni tenía el doctorado en
Derecho canónico, ni la carrera de Jurisprudencia, por lo que no podemos
ocuparnos de cuestiones sobre inexactitudes canónicas o eclesiológicas de quien
carece de la titulación requerida para llevarlas a cabo, todo ello con el máximo
respeto hacia ese teólogo de fama mundial que fue von Balthasar, con su
interesantísimo Tratado sobre el infierno o sus escritos sobre la lucha
apocalíptica, pero lamentablemente el Derecho canónico es algo de mucha
menor entidad, muy concreto, como ocuparse de los apocrisiarii de la Iglesia
romana o el matrimonium disparagium, bastante distante de ese navegar por el
Hades, solo o acompañado por la parca Cloto. Simplemente indicamos que Del
Portillo intervino para dar respuesta a algunas de las manipulaciones llevadas a
398
cabo por von Balthasar en su artículo Integralismus, publicado en Neue Zuricher
Nachrichten, Zúrich, 23 y 30 de septiembre de 1963, malinterpretando
determinados puntos del libro Camino, sobre lo que proporcionan sólida
información Ernst Burkhart y Javier López, en Vida cotidiana y santidad en la
enseñanza de San Josemaría. Estudio de Teología espiritual, Madrid, 2010, pp.
107-112. Allí los autores mencionan el artículo de Del Portillo, en respuesta al
exjesuita, Integralismus: Stellungnhame des Opus Dei su dem gleichnamigen
Artikel von Hans Urs von Balthasar, en Wort und Wahrheit, 19 (1964), pp. 224-
225. Von Balthasar utiliza una ironía rayana en la zafiedad y manipula los puntos
de Camino que cita, suprimiendo partes de los mismos. Burkhart y López aclaran
los sucesivos cambios que adoptó von Balthasar. Por otro lado, este gran libro
ofrece referencias y pone de relieve con profundidad diversas ideas puestas por
escrito por Del Portillo en otras ocasiones (ver pp. 21, 22, 37, 47, 48, 74, 98, 100,
105, 107, 108, 111, 122, 222, 224, 229, 231, 248, 249, 310, 453, 455, 456, 532,
533, 543, 568, 573, 596 y 599). Del Portillo volvió a tener otro desencuentro con
el exjesuita, con ocasión de que Hans Urs von Balthasar en una entrevista en la
televisión suiza atacó al Opus Dei, lo que provocó que Del Portillo le remitiera una
carta en la que, entre otras cosas, decía: «Sus afirmaciones sobre el Opus Dei,
como se entienden comúnmente, constituyen –lo quiera o no– un grave
escándalo permanente para muchas almas, si no las rectifica usted
personalmente y con claridad» (cit. J. Medina Bayo, infra, p. 577, nota 66).
Vamos a referirnos, pues, a los problemas de matriz jurídica como hacen
algunos, tal es el caso de Pedro Lombardía Díaz (1930-1986), en Acerca del
sentido de dos noticias, en Ius Canonicum, vol. XV, n.º 30 (1975), pp. 13-38;
Javier Echevarría Rodríguez, Don Álvaro del Portillo successore di Mons. Escrivá
de Balaguer: profilo del nuovo presidente generale dell’Opus Dei, en Studi
cattolici, n.º 180 (1976), pp. 94-98; José Luis Illanes Maestre (gran jurista,
canonista y teólogo incluido en el Diccionario Biográfico Español de la Real
Academia de la Historia como uno de los cuarenta mil españoles más
importantes de todos los tiempos), Disponibilità e servizio. Un breve sguardo
all’opera canonica, teologica e ecclesiale di Mons. Álvaro del Portillo, en Annales
theologici, 8 (1994), pp. 13-21, también recogido en Servo buono e fedele. Scritti
sulla figura di Mons. Álvaro del Portillo, Ciudad del Vaticano, 2001, pp. 140-148;
Eduardo Molano, In memoriam. Mons. Álvaro del Portillo, en Ius Canonicum, vol.
XXXIV, n.º 67 (1994), pp. 11-22; José Orlandis Rovira (1918-2010), Monseñor
Álvaro del Portillo (1914-1994), en Anuario de Historia de la Iglesia, IV (1995), pp.
19-25, quien resalta dos ideas interesantes ya sabidas, pero menos conocidas, la
primera que «en 1943 en Roma habló en tres ocasiones con el Cardenal
Francesc Vidal Barraquer que sentía extraordinario interés por tener una amplia
información sobre el Opus Dei» (p. 22) y, en segundo término, que «escribía un
latín intachable, al que nada podían objetar los célebres latinistas de la Curia, que
tenían por misión verter a la lengua oficial de la Iglesia los documentos más
solemnes de la Sede Apostólica» (p. 21); AA.VV., Atto accademico in memoria di
S. E. R. Mons. Álvaro del Portillo, Università Pontificia della Santa Croce, Roma,
1996; Salvador Bernal, Recuerdo de Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei,
Madrid, 1996, 296 pp., texto que ha sido vertido al inglés, al italiano, al alemán y
al polaco y que dice muchas cosas; Javier Echevarría Rodríguez, La formazione
del sacerdote nella vita e negli scritti di monsignor Álvaro del Portillo, en Romana,
vol. XII, n.º 23 (1996), pp. 200-218 y AA.VV., Servo buono e fedele: scritti sulla
figura di Mons. Álvaro del Portillo, Città del Vaticano, 2001. Consultar además
una de las tres versiones que se solapan en algunos de sus contenidos: Amadeo
de Fuenmayor (1915-2005), Portillo Diez de Sollano, Álvaro de, en Juristas
399
Universales, apéndice de Notas biográficas de juristas españoles del siglo XX,
Madrid y Barcelona, 2004, vol. IV, pp. 778-779 [con los ocho errores que, en esta
versión, al respecto se indicaron en el Diccionario crítico de juristas, vol. II, 1.º
donde se advierte: «Se dice que “era doctor en Derecho canónico por el
Angelicum de Roma (1948). La fecha está equivocada. Es más correcta la
indicación dada en el vol. II, 1.º de nuestro Diccionario crítico donde se señala:
“realizó los estudios de Derecho Canónico en el Pontificium Athenaeum
Angelicum, alcanzando la licenciatura el 30.V.1948. La tesis doctoral la defendió
el 18.IV.1949”. También en relación al mismo canonista, en Juristas Universales,
IV, p. 779 se dice que era “consultor de las Sagradas Congregaciones de
Religiosos (1954) y del Concilio”. La fecha correcta que debería decir es 1955.
Señala además equivocadamente A. de F. respecto a Del Portillo: “Juan Pablo II,
por su parte, le nombró consultor de la Sagrada Congregación para la Causa de
los Santos”. Con Pablo VI perdieron el título de “Sagradas” las Congregaciones.
Además no es “para la Causa”, sino “para las Causas de los Santos”. Precisa
Fuenmayor además: “El 5 de marzo de 2004 se inició en Roma su causa de
canonización”. La voz del vol. II, 1.º del Diccionario crítico advierte con mayor
grado de exactitud: “El 20.III.2004 el Tribunal de la Prelatura del Opus Dei dio
comienzo a la fase de instrucción de la causa de canonización de Álvaro del
Portillo y el 23.III.2004 tuvo lugar la apertura de dicha causa en el Tribunal del
Vicariato de Roma, bajo la presidencia del Cardenal Camillo Ruini”. Tras detectar
la posibilidad de un cierto cúmulo de errores en la redacción de la voz, rehice [M.
Peláez] lo hecho por Fuenmayor, en agravado estado de salud, que se tradujo en
su muerte el 22 de noviembre de 2005... Estando inmovilizado Fuenmayor en su
domicilio en Pamplona, era presumible su inaccesibilidad a determinadas
informaciones. Rafael Domingo corrigió el texto de Fuenmayor, deslizó su pluma
y metió solemnemente la pata. En nuestro caso recuperamos lo que se podía del
texto escrito y lo ampliamos considerablemente para el Diccionario crítico, y
sometimos el texto a la revisión de un experto de Madrid, conocedor de la materia
a ciencia y conciencia» (Justificación criteriológica al volumen segundo, tomo 1º
de Diccionario crítico..., Zaragoza y Barcelona, 2006, p. 5)
[I]. Bibliografía II: Amadeo de Fuenmayor Champín y Manuel J. Peláez,
Portillo Diez de Sollano, Álvaro [José María Eulogio] del, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 1º (= tomo 2.º de
la colección), Zaragoza y Barcelona, 2006, pp. 335-339, n.º 818 y Amadeo de
Fuenmayor Champín, Manuel J. Peláez y María del Carmen Amaya, la anterior
semblanza traducida al inglés y con varios añadidos en inglés, que no estaban en
las dos versiones anteriores, en Informes jurídicos y notas políticas sobre la
situación política y jurídica de Andorra remitidos al Prefecto de los Pirineos
Orientales (1881-1965) por el Ministerio de Asuntos Exteriores galo, por el
Comisario extraordinario para los Valles de Andorra René Baulard (1933 y 1936-
1940) y por otras autoridades y personalidades políticas y académicas (tercera
parte), en Contribuciones a las Ciencias Sociales, octubre de 2010, on line,
www.eumed.net/rev/cccss/10/pag.htm (pp. 1-76), ad casum, pp. 5-9, nota 9; las
dos primeras redacciones, no la inglesa, y otros abundantes añadidos conforman
la actual semblanza de Del Portillo como canonista. Muy sugerente es el libro de
Pedro Rodríguez, Edición histórico-crítica de Camino de [San] Josemaría Escrivá
de Balaguer, Madrid, 2002, pp. 11, 12, 15-18, 22, 27, 40, 41, 53, 55, 58, 59, 68,
70, 77-79, 89, 92, 93, 95, 100, 111, 112, 116, 120, 136, 137, 150, 151, 158, 174,
192, 193, 223, 224, 227, 235, 239, 251, 253, 263, 282, 283, 296, 305, 313, 327,
334, 346, 351, 368, 370, 376, 380, 381, 392, 437, 459, 463, 465, 466, 467, 472,
477, 483, 511, 517, 543, 605, 630, 649, 659, 676, 677, 688, 698, 702, 713, 721,
400
730, 745, 748, 820, 839, 879, 880, 891, 892, 939, 940, 948, 951, 975, 978, 990,
1005, 1010, 1012-1014, 1017 y 1047. Resaltamos igualmente la muy meritoria
biografía de Hugo de Azevedo, que es doctor en Derecho Canónico y en Derecho
Civil comparado, titulada Misión cumplida. Mons. Álvaro del Portillo, Madrid,
2012, 2.ª ed., de interés biográfico, pero máximo en lo que respecta a las
cuestiones jurídicas y canónicas, lo que le hace contemplarlas con la lucidez
propia de un hombre que sabe de lo que escribe. La única salvedad que se nos
ocurre respecto a este libro es que se descubren algunos deslices que no son tan
propios de la lengua castellana actual, quizás sí de la del siglo de Oro, pero
bastante mérito tiene el autor en haberlo vertido él directamente a la lengua de
Cervantes. Por supuesto, no puede dejarse en el tintero la obra de ese gran
doctor en Derecho que fue Andrés Vázquez de Prada (1923-2005), El Fundador
del Opus Dei. Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, vol. I, Madrid, 1997, pp.
515 y 550, vol. II, Madrid, 2002, passim; vol. III, Madrid, 2003, mucho más que
passim, diríamos por todos lados. El catedrático de Derecho fiscal e historiador
John F. Coverdale le presta atención hasta el año 1943, en La Fundación del
Opus Dei, trad. de Fernando Gil-Delgado e Ignacio Barrera, Barcelona, 2002, pp.
149, 150, 180, 182, 183, 186, 187, 201, 204, 208, 210, 252, 253, 254, 255, 256,
257, 258 (subapartado “Álvaro del Portillo”), 271, 274, 278, 279, 288, 293, 295,
298, 320, 322, 328, 331, 333, 336 y 338. Hace lo propio el cardenal Julián
Herranz, En las afueras de Jericó. Recuerdos de los años con san Josemaría y
Juan Pablo II, Madrid, 2007, pp. 31, 48, 52, 59, 69, 82-89, 95, 215-223, 253, 265-
280, 284-304, 308-318 y 449. Acaba de aparecer a finales de 2012 publicada por
Rialp la obra de Javier Medina Bayo, Álvaro del Portillo. Un hombre fiel, Madrid,
826 pp., que de momento es la bibliografía de referencia y mejor que existe sobre
este personaje, y sin duda con diferencia notable sobre las demás aparecidas
hasta ahora [A MADEO DE FUENMAYO R usque ad MMIV y M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
401
Clemente VIII le nombró Inquisidor general, asumiendo el cargo el 7 de junio de
1596, del que se apartó el 26 de septiembre de 1599, al tener que residir en su
propia diócesis, además de confluir algunas razones de tipo político, vinculadas al
entorno del nuevo Rey Felipe III. En septiembre de 1599 fue designado consejero
de Estado, falleciendo en Cuenca el 20 de septiembre de 1600.
[B]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Portocarrero Manuel, Pedro, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 538, n.º 2.169 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ] (σόφος).
PRADO, García de (siglo XVI) . [N.º 375]. [A]. Natural de Prado, diócesis
de Toledo, era hijo de Alfonso García de la Plaza y de María González de Prado.
Hizo estudios de Derecho canónico y alcanzó el grado de Bachiller en Cánones.
403
Fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia por el deán y Cabildo de Cuenca, dadas las letras presentaticias el 5 de
julio de 1536 y entregadas en el Colegio el 26 de septiembre de 1536, por el deán
y Cabildo de Toledo con letras presentaticias dadas el 16 de julio de 1536, por el
obispo de Osma Pedro Gonzalo dadas en Burgo de Osma el 31 de enero de
1537, por el vicario general de Salamanca dadas el 13 de febrero de 1537 y por
el deán y Cabildo de Salamanca con cartas del 12 de febrero de 1537. El 19 de
abril de 1537 fue admitido en el Colegio por el rector Pedro Rodríguez de la
Fuente. Su disertación de ingreso, que le había sido asignada dos días antes,
versó sobre X 2.20.39. Supo contestar con sutileza a todas las objeciones que le
plantearon los colegiales Antonio de Valderas y Alfonso de Guevara. Durante el
curso 1541-1542 fue consiliario canonista del Colegio. También desempeñó ese
curso en algunas ocasiones el cargo de vicerrector. El 13 de septiembre de 1543
en la “Cámara del horno” fue dispensado de los impedimentos existentes para
poder ser admitido al examen en Derecho canónico, recibiendo como promotor
de suerte a Peregrino Fabio. El 19 de septiembre de 1543, presentado por
Agostino Berò, Giovanni Lodovico Bove y Paolo Savaceni, fue examinado y
aprobado como doctor en Derecho canónico, recibiendo las insignias doctorales
de Giovanni Lodovico Bove. Curiosamente seis días más tarde, el 25 de
septiembre de 1543 se doctoró en ambos Derechos otro español originario de
Valencia, Gaspar Zapella, que nada tenía que ver con el Colegio de España.
Recibió su doctorado en Derecho civil ese mismo día. Durante el curso 1544-
1545 fue síndico del Colegio. El 20 de octubre de 1545 da la impresión de que
abandonó definitivamente la institución albornociana.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, pp. 177-178,
n.º 1.007 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp.
755-756, n.º 788 y Prado, García de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), p. 456, n.º 2.937 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
RAMÍREZ DE ARELLANO, Luis (siglo XVI) . [N.º 377]. [A]. Era natural de
Villamayor, correspondiente al priorato de Uclés de la orden de Santiago. Era hijo
de Francisco Ramírez de Arellano y de Guiomara de Morales. Estudió Cánones y
Leyes durante cinco años en las Universidades de Alcalá de Henares y de
Salamanca, alcanzado el grado de bachiller. Fue presentado por el arzobispo de
Sevilla Fernando de Valdés y el cabildo de la archidiócesis hispalense a una
404
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia para estudiar
Derecho Canónico en la Universidad. También presentó cartas del obispo de
Salamanca Pedro González de Mendoza, del obispo de Ávila Álvaro de Mendoza,
del deán y cabildo de Salamanca, del deán y cabildo de Toledo y del
administrador general de la archidiócesis de Toledo Gómez Tello. Será admitido
el 25 de enero de 1567 en la institución albornociana por el Rector Alfonso de
Hermosa. Su disertación de ingreso versó sobre X 2.2.8. Durante los cursos
1568-1569 y 1570-1571 sería consiliario canonista del Colegio. El 29 de
septiembre de 1572 fue dispensado de los impedimentos existentes para ser
admitido al examen en ambos Derechos. El 30 de septiembre de 1572 se
examinó y aprobó el doctorado en ambos Derechos, recibiendo las insignias
doctorales de manos de Ludovico Segni, que había sido su promotor sorteado en
Derecho civil. El 9 de octubre de 1572 se ausentó del Colegio, al parecer
definitivamente. Diversos miembros de la familia Ramírez de Arellano fueron
colegiales del San Clemente.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 974-975, n.º 925 y Ramírez de Arellano, Luis, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, pp. 543-544,
n.º 2.178 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
405
que las que había presentado, hechas en Villamayor el 11 y 23 de julio de 1535,
no demostraban suficientemente que sus “mayores” no habían sido
“reconciliados”. El plazo le fue ampliado por los inconvenientes que suscitaban
las guerras entre Francia y España a la hora de comunicarse con la Península.
Las pruebas, hechas en Villaescusa de Haro el 3 de febrero de 1537, fueron
presentadas en el Colegio el 11 de agosto de 1537. Su disertación de ingreso en
el San Clemente había versado sobre X 2.20.54. El 15 de diciembre de 1539 fue
dispensado para ser admitido al examen en ambos Derechos y el 18 de
diciembre de 1539 se examinó y doctoró en Derecho canónico y en Derecho civil.
Tras ausentarse el 20 de mayo de 1540, da la impresión de que ya no regresó a
España, donde contrajo matrimonio con una noble, Guiomara Morales. Uno de
los vástagos de esta unión, Luis Ramírez de Arellano, fue también colegial en
Bolonia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 745-746, n.º 779 y Ramírez López, Francisco, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 461, n.º 2.953 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
406
918, n.º 891 y Raya, Antonio de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 463-464, n.º 2.961 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
407
del franquismo, como la de Rafael Calvo Serer, para quien «la democracia y la
libertad no sólo habían muerto en Rusia, sino que perecieron también en España
con la victoria de Franco en 1939» [Redondo, La configuración del Estado
español, nacional y católico (1939-1947), Pamplona, 1999, p. 63], para concluir
que –para él– el franquismo fue «un régimen autoritario, el régimen u
organización sociopolítica dirigido por un gobernante que sabe que tiene
autoridad y que la emplea con decisión» (p. 64). Redondo es reconocido como
uno de los críticos más serios del totalitarismo franquista, en un plano meramente
intelectual y teórico. Como hombre de ciencia agotaba la materia que examinaba
y también agotaba al lector con su sobredosis de citas, referencias, autores,
doctrinas, etc., con una sistemática ex iure geometrico. Redondo Gálvez
pertenecía al Opus Dei desde su época de estudiante universitario; solicitó la
admisión en dicha institución el 28 de junio de 1952. Fue ordenado diácono y
posteriormente presbítero en 1964. En la Universidad de Navarra constituyó un
archivo de documentación sobre la España del siglo XX reuniendo ciento veinte
archivos privados, a base de donaciones de políticos y juristas españoles, como
Laureano López Rodó, Rafael Calvo Serer, Antonio Garrigues Díaz-Cañabate,
Manuel Valdés Larrañaga, Torcuato Luca de Tena Brunet, José María
Doussinague, Jesús Barros de Lis, Licinio de la Fuente, José Luis Álvarez
Álvarez, el conde de Fontanar, etc. Está considerado como el cuarto mejor
archivo español del pasado siglo XX después del Archivo General de la
Administración de Alcalá de Henares, del de la Guerra Civil de Salamanca y del
Arxiu Nacional de Catalunya.
[C]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Redondo Gálvez, Gonzalo, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 544-545, n.º 2.181 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (μέτρια νομικός
por un lado y σοφώτατος como historiador de la Iglesia y de sus instituciones).
408
moral, historia de la Iglesia, liturgia, etc., que no son al caso en una semblanza
como la presente.
[B]. Bibliografía: Vicente Graullera Sanz, Reig Casanova, Enrique, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 377,
n.º 866 [VICENTE G RAULLERA SANZ ] (Καρδινάλιος).
409
noviembre de 1572 estuvo ausente del Colegio. En la visita efectuada a la
institución por Paleotti, en 1572, fue acusado de muchas cosas, entre ellas el
haber intervenido en la admisión ilícita de Lope de Barahona, en la expulsión
injusta de Rodrigo Pazos Figueroa, a quien había golpeado, hiriendo además a
García de Hinojosa González, siendo condenado con privación de voz activa y
pasiva durante tres meses y 10 liras de multa. Fue además acusado de estudiar
muy poco, andar siempre por la ciudad, tener una concubina, dormir fuera del
Colegio, tener altercados con otros colegiales, ambicionar el economato del
Colegio contra el estatuto 7 de la distinción 4 de dicha institución, llevar anillos de
oro, haber recibido dinero de Alfonso Jiménez de Melgarejo y del propio
Barahona para que apoyara sus candidaturas de admisión en la institución
albornociana y adeudar 41 liras a un criado del Colegio. El 27 de agosto de 1577
fue nombrado secretario del Colegio, cargo que hasta entonces no existía, siendo
por tanto el primero que lo ejerció. Durante el curso 1577-1578 fue también
consiliario del San Clemente. El 7 de marzo de 1577 fue presentado para el
doctorado y se le asignaron los puntos de examen en ambos Derechos, teniendo
como promotor en Derecho canónico a Romeo Bocchi y en Derecho civil a
Francesco Gioanetto, siendo promotor de turno Achille Butrigario. Al día siguiente
fue aprobado recibiendo las insignias doctorales de Gioanetto. Al término de su
mandato como secretario del Colegio en 1578 abandonó el Colegio de España.
Desconocemos la suerte que corrió luego en España la vida de tan pintoresco
personaje y doctor in utroque iuris que fue Pedro Ribadeneira de Quesada. No
conviene confundirlo con el gran jesuita y hagiógrafo Pedro Ribadeneira (1527-
1611).
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 282, n.º
2.736 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 990-
991, n.º 937 y Ribadeneira de Quesada, Pedro, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 467, n.º 2.971 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
RIBERA IBÁÑEZ, Matías [o Mateo] (siglo XVI) . [N.º 385]. [A]. Era natural
de Espinar, de la diócesis de Segovia. Hijo de Francisco Bermejo Ibáñez y de
Catalina de Ribera. Estudió Decreto y Decretales, en total tres cursos, en la
Universidad de Salamanca. Sería presentado a una beca de colegial del San
Clemente de los españoles por el obispo de Ávila Diego de Alaria y su cabildo
para estudiar Derecho Canónico. Su disertación de ingreso versó sobre X 3.5.13.
Fue admitido el 3 de diciembre de 1552 por Gaspar Piñeiro. Durante su estancia
en Bolonia fue acusado de herejía y de haberse expresado con principios
luteranos en relación a los milagros. Sin embargo, como las pruebas eran
inconsistentes, se le absolvió con la condición de que no leyera libros prohibidos,
ni se le ocurriera discutir sobre materias de fe. En 1558-1559 fue ecónomo del
Colegio. El 11 de enero de 1559 sería dispensado de los impedimentos
existentes para la admisión en Derecho Civil y Canónico, a efectos de
examinarse del doctorado, cosa que hizo el 12 de enero de 1559, recibiendo las
insignias doctorales en ambos Derechos. Alrededor del 6 de julio de 1559
abandonaría el Colegio de España definitivamente.
[B]. Bibliografía: sobre su paso por Italia ver Antonio Batistella, Processi
d’eresia nel Collegio di Spagna (1553-1554). Episodio della storia della riforma in
Bologna, Bolonia, 1901, pp. 21 y 26-27 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana,
410
Bolonia, 1979, vol. II, pp. 884-885, n.º 870 y Ribera Ibáñez, Matías [o Mateo], en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 547, n.º 2.185 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
411
Congregación del Clero. Autor de una abundante producción científica con Fin del
Derecho de la Iglesia (1947), Sobre el matrimonio “in fieri” (1954), ¿Es contrato el
matrimonio? (1955), La nulidad del acto jurídico. Su teoría en los Códigos civiles
francés, alemán, italiano y, especialmente, en el Código de Derecho Canónico
(1958), Ius privatum romanum, vol. I, Introductio in studium iuris privati romani
(1960) (escrito para que sirviera de manual de dicha materia a los estudiantes de
Derecho Canónico, para los que redactó esta introducción general circunscrita
casi exclusivamente a las fuentes), El matrimonio en el derecho romano (1970), Il
diritto degli schiavi nell’antica Roma (1977), que recoge sus explicaciones en el
doctorado de Derecho en un curso impartido en la Universidad Gregoriana e
Introduzione allo studio del diritto privato romano (1979, adaptación con
variaciones y en italiano de su volumen de 1960). Se ocupó también de las
innovaciones del Concilio Vaticano II en materia de oficios y beneficios (1969 y
1970) y sobre la potestad de orden y de jurisdicción (1968 y 1970). Son muy
abundante sus artículos, tanto de Romano como de Canónico, como por ej.,
Definitionis “boni communi” declaratio (1967), Divortium: ius romanum et theoria
generalis (1969), De iure matrimoniali responsiones (1972), De vinculo matrimonii
apud Romanos (1973), Matrimonio inexistente o nulo en derecho romano (1973),
De nullitate sententiae iudicialis. Retractatur ius canonicum circa querelam contra
sententiam (1974), Riflessi romanistici nella definizione canonica del matrimonio
(1975), El divorcio tácito en derecho romano (1975) y L’equità in diritto romano
(1978), que no es otra cosa que un paseo por algunos textos seleccionados de
Aristóteles, Cicerón y San Isidoro de Sevilla, y mucho antes sobre el mismo
argumento La “aequitas” en Aristóteles, Cicerón, Santo Tomás y Suárez, en
Miscelánea Comillas, vol. IX, n.º 15 (1951), pp. 239-279. Es precisamente en
Miscelánea Comillas donde más se prodigó con colaboraciones científicas en
suelo hispánico: Consultas resueltas en la revista “Sal terrae por el R. P.
Regatillo, vol. IX, n.º 15 (1951), pp. 47-80; Persona y sociedad: el principio de
subsidiaridad, vol. XVII, n.º 31 (1959), pp. 152-190 y En torno al binomio “Ius
Publicum – Ius Privatum” en Derecho romano, vol. XXV, n.º 47-48 (1967), pp.
541-568, en un volumen precisamente dedicado a conmemorar el setenta y cinco
aniversario de la Universidad Pontificia de Comillas.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Robleda, Olís, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006,
vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 405, n.º 901 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος como canonista).
412
Provincias Unidas. Ocupa de Roda en ese Consejo una posición subordinada a
otros dos españoles, Juan de Vargas y Louis del Río. Pero cuando a finales de
1573 Luis de Requesens fue llamado a sustituir al Duque de Alba en la
Gobernación de Flandes, el nuevo Gobernador le confiere la preeminencia en el
Conseil des Troubles. Durante la comisión de Requesens, Roda se convirtió en
uno de sus hombres de confianza, obteniendo asiento en el Consejo de Hacienda
flamenco, que llegaría a presidir en mayo de 1574. No fructificaron las
sugerencias de Requesens para que Felipe II le nombrara miembro de la Cámara
secreta del Rey en Flandes. Roda, que sabe hacerse imprescindible para el
Gobernador, entre otras cosas por su facilidad para la lengua francesa, se
convirtió de facto en una suerte de canciller o primer ministro de los Países Bajos.
Al morir Requesens, de Roda, que ahora contaba en Madrid con el patrocinio del
nuevo presidente del Consejo de Castilla, recibe el encargo de informar
secretamente al Rey de la situación. En ese momento parece imposible la
pacificación del país por la mano del murciano, que se ha ganado el odio de
aquellos súbditos. El Consejo de Estado flamenco acuerda la abolición del
Conseil de Troubles, decisión contra la que maquina de Roda enviando al Rey
misivas que son interceptadas. Esta correspondencia irrita a la mayoría del
Consejo de Estado, que se aproxima a Guillermo de Orange y declara a de Roda
“enemigo”. De Roda y otros españoles son detenidos en Bruselas, pero aquel
puede evadirse, refugiándose en la ciudadela de Amberes. Allí se proclamará
Gobernador y Capitán general de los Países Bajos el 16 de septiembre de 1576.
Su mandato debilitó la causa española, siendo responsable, según parece, del
célebre Saco de Amberes del 4 de noviembre de 1576, ocasión recordada por la
furia española (spaansche Furie). La llegada de Don Juan de Austria a Flandes le
determinó a regresar a España, rechazando el ofrecimiento de un sitio en el
Consejo de Castilla, considerándolo un desmerecimiento de sus cualidades. Su
protector Covarrubias le llevó a la presidencia de la Real Chancillería de
Granada, pasando poco después, con el mismo empleo, a la de Valladolid. Se le
atribuye la obra De Auctoritate concilii generalis et de obligatione ejus decreta
observandi. Son conocidas también una parte de su correspondencia con Madrid
y dos Relaciones de 1571 sobre el Conseil de Troubles. En la ciudad castellana
murió en 1578, quedando dispuesto su enterramiento en la Catedral de Murcia.
[B]. Bibliografía: Jerónimo Molina Cano, Roda Fernández, Jerónimo, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 555-556, n.º 2.193 [JERÓ NIMO M O LINA CANO ] (μέτρια
νομικός y σόφος como hombre de Estado).
413
manos de Giulio Cesare Segni. Por ser rector del Colegio no se le hicieron
objeciones a sus preguntas.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 387, n.º
4.343 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1143-
1145, n.º 1.022 y Rodas de Arévalo Montenegro, Lorenzo, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 475-476, n.º 2.984 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
RODRÍGUEZ, Juan [Johannes Rodorti] (siglo XIV) . [N.º 391]. [A]. Fue
colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia. Para el curso 1377-1378
fue elegido por la Universidad boloñesa para la lectura extraordinaria del Decreto
con un salario de 100 boloñinos. En julio de 1387 se examinó de Derecho
Canónico siendo presentado por Gaspare de Calderinis, recibiendo cuatro votos
aprobatorios, uno negativo y tres aprobatorios ob reverentiam et de gratia. El 26
de agosto de 1387 se doctoró públicamente en Cánones recibiendo las insignias
doctorales de manos de Gaspare de Calderinis.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 168, n.º 104 y Rodríguez, Juan [Johannes Rodorti], en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 556,
n.º 2.195 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
414
RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, Gonzalo (siglo XVI) . [N.º 392]. [A]. Natural de
Aguilar, diócesis de Córdoba. Era hijo de Rodrigo Rodríguez y de Teresa Álvarez
de Tapia. Estudió Derecho canónico, alcanzando el grado de bachiller. Fue
presentado por Ludovico Carrillo de Albornoz, jefe de la casa y mayorazgo
albornociano, con letras presentaticias dadas en Cuenca el 19 de marzo de 1525,
a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia. Hizo
entrega de las mismas al rector y colegiales el 11 de mayo de 1525.
Probablemente no fuera admitido pues no aparece entre los colegiales de los
años 1525-1526 y siguientes. No da la impresión de que obtuviera el doctorado
en Cánones en la Universidad de Bolonia.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, p. 662, n.º 715 y Rodríguez Álvarez, Gonzalo, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 477, n.º 2.988 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
415
había escrito un alegato Rodríguez de Castro. El Cardenal protector declaró que
el compostelano cesara en el cargo de rector y le substituyera en calidad de
vicerrector el rector del año anterior. Ante la imposibilidad derivada de que este
último se encontraba ya en España, Boncompagno propuso que fuera vicerrector
el colegial más antiguo. El 11 de octubre de 1715 fue presentado para la
realización del examen de Derecho Canónico, contando como promotores con
Claudio Maria Guidotti y Giuseppe Maria Zanchetti. El 12 de octubre de 1715 se
celebraron los exámenes, siendo aprobado por unanimidad, recibiendo las
insignias doctorales de manos de Claudio Maria Guidotti. Mientras fue colegial en
Bolonia opositó a una cátedra los días 15 y 18 de marzo de 1713, que no
consiguió, y sí concurrió con éxito a otra el 27 de noviembre de 1714, disertando
el 14 de diciembre de 1714 sobre X 2.23.5. Su cátedra quedó vacante en 1717 y
se convocó a oposiciones el 20 de noviembre de 1717. El 31 de marzo de 1717
se le concedieron los 50 escudos que se otorgaban a los colegiales al término de
su estancia en el Colegio de España. Regresó a Santiago de Compostela de
donde había sido elegido canónigo. Más tarde sería deán del Cabildo
catedralicio. Intervino en defensa del Colegio de España ante la Corte de Madrid
en 1740, presentando al monarca un memorial en nombre del Cardenal
Lambertini y del Colegio de España para oponerse a las pretensiones del
Cardenal Belluga que deseaba suprimir el Colegio de Bolonia y que las rentas del
mismo fueran remitidas a Roma. Legó en su testamento 100 doblones al Colegio
de España.
[B]. Bibliografía: Gian Carlo Roversi, L’azione di papa Lambertini a favore
del Collegio di Spagna e la controversa Visita Apostolica del 1741, en El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1972, p. 550 y Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1544-1547, n.º 1.227 y Rodríguez de
Castro, Manuel Francisco, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 557, n.º 2.198 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
416
Calderinis, Antonio de Albergatis y Giovanni de Gasconia para examinarse en
Derecho Canónico, licenciándose en Cánones, siendo aprobado por todos los
doctores.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 248, n.º 246 y Rodríguez González, Gonzalo, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 558, n.º
2.202 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
417
bien aprovechada, ya que llegó con los títulos de bachiller en Leyes y Cánones y
salió con el de doctor en Cánones y canónigo maestrescuela de Ciudad Rodrigo,
pasando por los cargos de consiliario, celario y secretario del Colegio y
catedrático de Derecho Pontificio de la Universidad de Bolonia (2 de mayo de
1775). Con rapidez va superando distintas etapas académicas: el 10 de junio de
1773 el Colegio le dio permiso para que se doctorara, cosa que consigue el 22 de
junio de 1773. El 24 de diciembre de 1774 obtiene permiso para ir a Roma, donde
se entrevista con el poderoso cardenal-arzobispo de Sevilla, Francisco Solís
Folch de Cardona (Salamanca 1705-Sevilla 1776), cabecilla importante del
cónclave que estaba eligiendo a Pío VI.
[B]. Puesto que su nombre falta en las listas de colegiales a partir del curso
1775-1776, debió posesionarse de la canonjía en Ciudad Rodrigo en el otoño de
1775, donde permaneció hasta la primavera de 1788 en que retorna al Colegio de
Bolonia, ahora con el cargo de rector-visitador. Fueron unos doce años de
intenso trabajo del canónigo y “Dignidad de Maestrescuela”, con muchos
periodos de sede vacante, pues, al morir el obispo Agustín Alvarado Castillo en
1781, Simón fue designado gobernador y vicario, y al año siguiente impulsa la
creación de la Sociedad Económica de Ciudad Rodrigo, de la que era secretario y
cuyo discurso inaugural pronunció. Simón fue un entusiasta impulsor de las
enseñanzas prácticas en el seno de la misma, en especial del dibujo, sobre cuya
utilidad publicó una oración (1782). La labor de Simón en la Económica fue eficaz
y debió ser el trampolín para el rectorado del Colegio de San Clemente de
Bolonia, según se desprende de la contestación que dicha Sociedad dio a la
Circular del Consejo de Castilla, de 14 de julio de 1786, enumerando sus
actividades. Simón le daba dinamismo a la Sociedad de Ciudad Rodrigo como
demuestra el hecho de que enviase sus publicaciones a otras Sociedades
Económicas. El 24 de enero de 1783, Simón fue elegido académico
correspondiente de la Real Academia de la Historia, probablemente a propuesta
de su hermano Nicolás, quien ya lo era desde 1779. El día 4 de abril de 1783
firma en Ciudad Rodrigo la Oración gratulatoria que hizo a la Real Academia de
la Historia, de cuya lectura se concluye que Simón era un enamorado de la
literatura de la Edad Media. Entre 1784 y 1786 Simón hizo algunos favores al
célebre ex-jesuita Pedro de Montengón, amigo de su anterior etapa boloñesa
como colegial, de manera que le dedica, en 1786, el Eusebio, su novela más
importante, dedicatoria eliminada en la edición de 1807. Simón Laso fue admitido
como académico de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, el 3 de septiembre de 1786. Todas estas noticias demuestran que
Simón había conseguido que desde Madrid se estimase su trabajo en la apartada
Ciudad Rodrigo y los políticos de la corte pensasen en él para reformar el Colegio
de Bolonia, por el que había pasado bastante fugazmente como colegial.
[C]. No vamos a extendernos en la narración de esta larga etapa vital del
rectorado de Simón (1788-1821), muy documentada por su duración y por el
tormentoso momento histórico, que estuvo a punto de hacer desaparecer el
Colegio. El 26 de febrero de 1788, el conde de Floridablanca le comunicó su
nombramiento de rector del Colegio de San Clemente de Bolonia y toma
posesión el 15 de agosto de 1788, acompañado por su hermano el inquisidor
Nicolás. Floridablanca le da instrucciones precisas a Simón (carta del 15 de abril
de 1788), según las cuales se le confieren las cualidades de visitador y delegado
regio. El sueldo asignado era de 1500 ducados, «a fin de que vuestra señoría
pueda desempeñar el cargo con la debida dignidad», dignidad que fue reforzada,
meses más tarde, con la concesión de la Cruz del Orden de Carlos III (20 de junio
de 1789). Simón estuvo al frente de este Colegio desde 1788 hasta su muerte,
418
ocurrida en el Colegio el 26 de diciembre de 1821, pero solamente desde 1788
hasta 1796, fecha de la ocupación de la ciudad italiana por las tropas
napoleónicas, pudo llevar a la práctica sus profundas ideas ilustradas, que
materializó en un avanzado plan de estudios, continuación del rector Alfranca, en
el que el derecho y la economía tuvieron preeminencia. Leandro Fernández de
Moratín nos da, en su Diario, numerosas referencias de Simón porque
convivieron largas temporadas en Bolonia (desde el 23 de septiembre de 1793
hasta el 10 de septiembre de 1796). Fruto de esta amistad con el rector boloñés
son dos poemas moratinianos: epístola I. A don Simón Rodríguez Laso, y la oda
V. A los colegiales de San Clemente de Bolonia.
[D]. Podemos distinguir varios periodos en el rectorado de Laso y en la
vida del Colegio durante la larga etapa que siguió a la ocupación francesa de
Italia. Los dos primeros años (1796-1797) se caracterizan por el enfrentamiento
en torno a la exención de impuestos con las nuevas formas políticas. Sigue un
periodo de crisis aguda (1798-primera mitad de 1799), causada por el problema
anterior, que llegó a plantear el traslado del Colegio a Roma. Sin duda, el acto de
mayor representación político-social del rector Laso fue el alojamiento en el
Colegio del desterrado papa Pío VI, la noche del 30 al 31 de marzo de 1799. El
apogeo napoleónico es una etapa de distensión con el colegio (mediados de
1799-principios de 1812), singularizado por una gran tolerancia y permisividad,
con alguna sacudida desagradable, como la orden del prefecto del Reno (26 de
octubre de 1808), por la que se cesaba al rector Simón en la administración de
los bienes (revocada en enero de 1809). El lapso 1812-1815 fue de crisis total,
pues durante esos cuatro años la fundación egidiana desapareció oficialmente,
perdió sus bienes y se dispersaron los colegiales. Finalmente, el periodo 1815-
1821 fue de restablecimiento, en el que, con ayuda de las Cortes de Madrid,
Viena y Roma, el viejo rector Laso consigue que el Colegio recuperase su
primitiva misión, ingresasen nuevos estudiantes y se le dotase de un nuevo
patrimonio, bastante diferente del que disfrutaba tradicionalmente. Pocos meses
antes de morir, Simón R. Laso pudo tener la satisfacción de que su Colegio
superaba la más grave crisis de su existencia, logrando ser una de las pocas
instituciones que resurgía tras el vendaval revolucionario. Había redactado su
testamento el 31 de mayo de 1817. Dejaba como heredero universal a su sobrino
Francisco de Sales Rodríguez Laso (también heredero de Nicolás), ex-colegial,
domiciliado en Bolonia y casado con Carlotta Zambeccari.
[E]. En Simancas se conservan bastantes cartas del rector Simón con los
sucesivos Secretarios de Estado madrileños, sus superiores, de las que se
deducen los aspectos más importantes de su gestión: mantener buenas
relaciones con los sucesivos secretarios de Estado, conde de Floridablanca,
conde de Aranda y Godoy, y con el entorno boloñés, lo que explica su
supervivencia en las difíciles circunstancias históricas que le toco vivir. El rector
Simón aspiró al sumillerato de cortina en 1791, que lo hubiera devuelto a España,
y cuyo fracaso supuso la continuación al frente de su rectorado boloñés. El doctor
en Teología, Simón Rodríguez Laso, fue un auténtico ilustrado y un magnífico
rector, porque supo defender los intereses de los colegiales y mantener a flote la
nave del Colegio en medio de la borrasca napoleónica, y guardar el equilibrio
social y político necesario para no irritar a los cambiantes políticos madrileños ni
a la susceptible sociedad boloñesa, en la que se llegó a integrar completamente,
de manera que casará a su sobrino Francisco con una de las familias más
notables de la ciudad.
[F]. Entre sus obras destacamos: Oración fundacional de la Sociedad
Económica de Ciudad Rodrigo, 1782 (inéd.), Madrid, Archivo Histórico Nacional,
419
Consejos, 5546; Oración sobre la excelencia del dibuxo..., Madrid, 1782; Oración
gratulatoria que hizo a la Real Academia de la Historia, por su admisión en la
clase de correspondiente: Estado de los estudios eclesiásticos y escuelas
clericales por el siglo X y XI, contra la opinión de Giovenni, canónigo de Palermo,
1783 (inéd.), 32 hojas, Madrid, Academia de la Historia, 9-29-6-5992, pp. 274-
307; Elogio del Señor Don Antonio del Águila, Marqués de Espeja, pronunciado
por el Dr. Don..., Dignidad de Maestrescuela de la Santa Iglesia Catedral de
Ciudad Rodrigo, Secretario de la Real Sociedad Económica de dicha Ciudad, e
individuo de la Real Academia de la Historia, en la Junta General de 5 de enero
de 1783, Madrid, 1783.
[G]. Bibliografía: N. Rodríguez Laso, Diario de Don Nicolás Rodríguez Laso
en el viaje de Francia e Italia, 1789 (edición de A. Astorgano, Bolonia,
publicaciones del Real Colegio de España, 2005); L. Fernández de Moratín,
Diario (mayo 1780-marzo 1808), Valencia, 1967; Viage a Italia, Madrid, 1988; M.
Batllori, El Colegio de España en Bolonia a fines del siglo XVIII, en El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1972, vol. III, pp. 641- 668; J. Martínez
Cardós, La extinción del Colegio de España en Bolonia en 1812 y su
restablecimiento en 1818, en El Cardenal Albornoz y el Colegio de España,
Bolonia, 1979, vol. IV, pp. 795-817; P. Bertrán Roigé, Huéspedes ilustres del
Colegio de España: Pío VI y la familia real de Etruria, en El Cardenal Albornoz y
el Colegio de España, Bolonia, 1979, vol. V, pp. 425-464; B. Tejerina, Leandro
Fernández de Moratín y el Colegio de España, en El Cardenal Albornoz y el
Colegio de España, Bolonia, 1979, vol. VI, pp. 623-650; E. Giménez López,
Enrique y J. Pradells Nadal, Los jesuitas expulsos en el “Viaje a Italia” de Nicolás
Rodríguez Laso (1788-1789), en Expulsión y exilio de los jesuitas españoles,
Enrique Giménez (ed.), Alicante, 1997, pp. 381-398; A. Astorgano Abajo, La
personalidad del ilustrado don Nicolás Rodríguez Laso (1747-1820), inquisidor de
Barcelona y Valencia, en Revista de la Inquisición, n.º 8 (1999), pp. 121-187;
París y la embajada de España a través del “Diario” del inquisidor Rodríguez
Laso, en IV Congreso de Historia Militar: Guerra y Milicia en la España del Conde
de Aranda, Zaragoza, 2002, pp. 506-545; El París del verano de 1788 a través
del “Diario” del inquisidor Rodríguez Laso, en Trienio. Revista de Ilustración y
Liberalismo, n.º 40 (2002), pp. 5-42; Nicolás Rodríguez Laso. Un viajero por la
Europa prerrevolucionaria, en Historia 16, n.º 314 (mayo 2002), pp. 86-98;
Introducción a Nicolás Rodríguez Laso, Diario del viage a Francia e Italia (1788),
Zaragoza, 2006, edición crítica, Prólogo y notas de Antonio Astorgano y del
propio Astorgano, Rodríguez Laso, Simón, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), pp. 482-484, n.º 2.995 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ]
(κλυτός).
420
cursos correspondientes a la sección de Químicas de la misma en la Universidad
de Madrid. Alférez de complemento del ejército español, se licenció en Químicas
en junio de 1949, doctorándose tres años después con una memoria dirigida por
Octavio Foz Gazulla. Luego hizo estudios de Teología y de Derecho Canónico.
Fue ordenado sacerdote el 22 de enero de 1953, como presbítero del Opus Dei.
Se doctoró en Derecho Canónico. Desarrolló su actividad pastoral en diversos
países de América Central, llegando a ciudad de Guatemala el 22 de julio de
1953 y siendo consiliario de la región de América Central desde 1956 a 1961 y
desde 1966 a 1995. Fue distinguido con la Orden de Quetzal en grado de
Caballero por el Gobierno de Guatemala el 19 de octubre de 2005. Es autor de
un libro, que según Rodríguez Pedrazuela, no tiene carácter memorialístico, ni
histórico, aunque sí posee mucho de ambas cosas. Se titula Un mar sin orillas,
Madrid, 1994, y allí pueden verse muchas cosas sobre su itinerario vital. En el
oratorio de Nuestra Señora de la Paz de la ciudad de Guatemala, Francisco
Wurmser concelebró con otros presbíteros el 3 de octubre de 2008 la Santa Misa
en memoria de Rodríguez Pedrazuela, resaltando la admiración que hacia él
sentía, tras cincuenta años de trato, el cardenal Rodolfo Ignacio Quezada Toruño
(n. 8 de marzo de 1932).
[B]. Bibliografía: José Rodolfo Pérez Lara, Don Antonio Rodríguez
Pedrazuela. Guía perfecto del seno en que nacimos, en El Periódico, Guatemala,
27 de septiembre de 2008; María del Rosario Sandoval, Obituario: La huella del
pionero del Opus Dei en Guatemala, en El Periódico, Guatemala, 28 de
septiembre de 2008 y Manuel J. Peláez, Rodríguez Pedrazuela, Antonio, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 484, n.º 2.996
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (μέτρια νομικός).
421
persona y la labor eclesial desarrollada, que es ajena a lo jurídico-civil, pero no al
Derecho canónico.
[B]. Bibliografía: Jean-Louis Hague Roma, Roig Reixart, Antoni, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 486, n.º 3.001
[JEAN -LO UIS HAGUE R O MA ] (κλυτός).
ROS, Joan (siglos XV-XVI) . [N.º 402]. [A]. Nació en Perpiñán y falleció en
la misma ciudad. Estudió Cánones en la Universidad de Perpiñán, en la que se
doctoró en Derecho Canónico en 1515. Fue lugarteniente del Presidente del
Tribunal real en la capital del Rosellón. Contrajo matrimonio con Margarita Moner,
que falleció el 18 de mayo de 1551, y con la que previamente había tenido tres
hijos: Antoni, Genís, que fue caballero de San Juan de Jerusalén, y Pere.
[B]. Bibliografía: Jean Capeille, Dictionnaire de biographies roussi-
llonnaises, Perpiñán, 1914, p. 535; Philippe Lazerme de Règnes, Noblesa
catalana: Cavallers i burgesos honrats de Rosselló i Cerdanya, París, 1975, vol.
III, p. 180 y Manuel J. Peláez, Ros, Joan, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 559, n.º 2.207
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (μέτρια νομικός).
RUBÍ, Pere Antoni (†1652) . [N.º 404]. [A]. Jurista y canonista mallorquín.
Hijo del boticario Joan Antoni Rubí y de Joana Pol. En 1649 era doctor en
Teología y en Derecho civil y Derecho canónico. En 1650 no fue admitido en el
cargo de asesor del baile por ser beneficiado de la catedral. Falleció el 19 de
agosto de 1652. A pesar de ser soltero, en su testamento había instituido
herederos a los hijos que pudiera tener en el futuro.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Rosselló, Los juristas mallorquines del
siglo XVII, en Memòries de l’Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics,
Heràldics i Històrics, 11 (2001), p. 97 y Rubí, Pere Antoni, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 491, n.º 3.013 [A NTO NIO P LANAS
R O SSELLÓ ] (μέτρια νομικός).
RUBÍ COLL, Rafel (siglos XVI-XVII) . [N.º 405]. [A]. Hijo de Joan Rubí y
de Massiana Coll. Natural de Puigcerdà. Doctor en Derecho Canónico y en
Derecho Civil. Miembro del Consejo Real de Cataluña. Fue además asesor de la
Capitanía General. Felipe III lo nombró caballero el 13 de julio de 1599. Contrajo
matrimonio con Victoria Roger de Vallseca el 22 de marzo de 1593, con Laura de
Marimon de Comallonga el 28 de noviembre de 1597 y con Anna de Guimera de
Llupia.
[B]. Bibliografía: Philippe Lazerme, Noblesa catalana: Cavallers i burgesos
honrats de Rosselló i Cerdanya, París, 1975, vol. III, p. 207 y Jean-Louis Hague
Roma, Rubí Coll, Rafel, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
423
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la
colección), p. 492, n.º 3.014 [JEAN -LO UIS HAGUE R O MA ] (κλυτός).
RUIZ COTORRO VELASCO, Francisco (siglo XVII) . [N.º 406]. [A]. Era
originario de Cornejo, pueblo perteneciente a la diócesis de Burgos, e hijo de
Juan Ruiz Cotorro y de María López Velasco. Estudió en la Universidad de
Valladolid, alcanzando el título de bachiller en Derecho Canónico. Fue además
colegial del San Nicolás de Burgos. Sería presentado por el Colegio de España a
una plaza del mismo en la de colegial canonista que correspondía al obispo y al
cabildo de Burgos. Al parecer la iglesia burgalesa llegó a ejercitar su derecho de
presentación, otorgando las correspondientes letras a Ruiz Cotorro, pero da la
impresión de que lo había hecho fuera de tiempo, pues Cotorro fue presentado
directamente iure devoluto por la institución albornociana. Fue admitido por el
rector Juan Bernardo de la Fita Jiménez de Vagues el 24 de enero de 1676. Su
disertación de ingreso en el Colegio versó sobre X 2.23.2. Sería consiliario y
tesorero de la institución albornociana durante el curso 1676-1677, consiliario y
secretario en 1677-1678 y bibliotecario y vicerrector en 1678-1679. Durante el
curso 1679-1680 sería rector del Colegio. El 7 de abril de 1679 fue presentado
para el examen en Derecho Canónico, teniendo entre sus promotores nada
menos que al conde Camillo Malvezzi. El 8 de abril de 1679 se doctoraba en
Derecho Canónico y era el propio conde quien le entregaba las insignias
doctorales. El 5 de junio de 1676 expresó su deseo de opositar a la cátedra de
Decretales que había sido convocada el 26 de mayo de 1676, siendo elegido
para dicha cátedra el 20 de septiembre de 1676 tras disertar sobre X 2.2.20,
autorizándole para que la pidiera al Senado boloñés. El Senado se la concedió en
diciembre de ese mismo año y continuó siendo profesor hasta 1681 en que se
trasladó a la Curia romana y luego a España para posesionarse de un beneficio
eclesiástico, el de arcediano de Valderas para el que había sido nombrado por
Inocencio XI, a la vez que canónigo de León, que es posible constituyeran el
mismo beneficio. El Colegio de España para agradecer las gestiones que había
hecho en Roma en favor de la institución le concedió la facultad de presentar un
candidato a colegial el 16 de agosto de 1681.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1438-1441, n.º 1.174 y Ruiz Cotorro Velasco, Francisco, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 562-563, n.º 2.220 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
RUIZ DE MOROS, Juan (siglo XVI) . [N.º 407]. [A]. Natural de Alcañiz, era
hijo de Juan Ruiz de Moros. Hacia 1565 se trasladó a Bolonia para estudiar
Derecho en la Universidad, ingresando en el Colegio Vives. El 22 de enero de
1568 era el colegial más antiguo y desempeñaba el cargo de prior de la
institución. Se doctoró en la Universidad en Derecho civil y en Derecho canónico
el 6 de abril de 1570, teniendo como patronos a Monterenti, San Giorgio y
Antonio Gipsio. Carecía de dinero suficiente para pagar los gastos que originaba
el doctorado, pero se le concedió un periodo de seis meses para abonarlos.
Dirigió el Colegio Vives durante tres años. Lo abandonó dejando una deuda de
150 escudos. A tal extremo llegó la situación del Colegio que el Confaloniere y
dos Senadores de Bolonia, que estaban encargados del Colegio Vives,
escribieron al consejo municipal de Alcañiz informándole sobre las rentas del
424
patrimonio del Vives que hacían poco viable la institución sin una ayuda
económica.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, El Colegio Vives, en El Cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1979, vol. VI, pp. 151-152, n.º 5 y p.
188, doc. VIII y Ruiz de Moros, Juan, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 563, n.º 2.221 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
RUIZ DE VEGA, Pedro (siglo XVI) . [N.º 408]. [A]. Natural de La Puebla
del Monasterio de Guadalupe, diócesis de Toledo. Era hijo de Pedro Ruiz y de
María de Vega. Fue presentado por el obispo de Salamanca Pedro González de
Mendoza y el Cabildo salmantino a una plaza de colegial del San Clemente de
los españoles de Bolonia. El 19 de octubre de 1561 fue admitido en la institución
albornociana por el rector Antonio de Raya. Como sus pruebas tenían algunos
defectos y carencias de información que exigían los estatutos del Colegio, se le
admitió con dispensa del Cardenal protector, aprobada por todo el Colegio y con
tal de que en un plazo de ocho meses supliera dichos defectos, lo que hizo con
un nuevo documento entregado el 9 de junio de 1562. El tema de su disertación
de ingreso en el Colegio versó sobre X 2.12.5. Actuaron de testigos de su
admisión los colegiales Pedro Cubero Monforte y el doctor en teología y decano
del Colegio teológico Juan Antonio Díaz de Salcedo. Cinco colegiales se
manifestaron contrarios a su admisión. Su disertación de ingreso versó sobre
X.2.12.5. En 1563 tuvo varias ausencias del Colegio, estando en España, en
Roma y en Nápoles. En 1564 el Visitador del Colegio lo expulsaría de la
institución, tras haber protagonizado varios escándalos dentro y fuera del San
Clemente, aparte de ser hombre que iba siempre armado. Dicha expulsión no fue
obstáculo para que pudiera doctorarse en ambos Derechos. El 28 de junio de
1565 fue dispensado de los impedimentos existentes para la realización de
ambos exámenes, recibiendo como promotor en suerte a Annibale Monterenzi y
como promotor circular a Tadeo Seccadenari. Al día siguiente se examinó y
doctoró en Derecho civil y en Derecho canónico, recibiendo las insignias
doctorales de Monterenzi.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 237, n.º
2.001 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 934-
936, n.º 901 y también Ruiz de Vega, Pedro, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 498, n.º 3.019 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
425
1964. Docente de Derecho Canónico y de Historia de la Iglesia en Bogotá y
Manizales. Fue asesor jurídico de la Nunciatura en Colombia e intervino
decisivamente en la redacción y firma del Convenio de Misiones de 1953 entre el
Gobierno colombiano y la Santa Sede. Publicó en el Anuario de Historia del
Derecho Español un trabajo muy celebrado sobre Las cartas de hermandad en
España, XV (1944), pp. 387-463, que había defendido como memoria doctoral [el
título de la tesis era en realidad Las cartas de hermandad espiritual en España y
el texto mecanografiado alcanzaba las 248 pp.] y en la Revista Española de
Derecho Canónico su significado estudio en torno a Los efectos jurídicos de la
ignorancia en la doctrina matrimonial de Hugo de San Víctor y Roberto Pulleyn
(1948). Comentó la ed. de la Summa Iuris de Ramon de Penyafort. Alfonso
García-Gallo ha señalado que Pérez de Urbel, Vázquez de Parga, José
Maldonado y Ruiz Jusué abrieron camino, tras la guerra civil española, en el
Anuario de Historia del Derecho Español al Derecho Canónico Histórico. Durante
su estancia colombiana fue orientador de muchos estudiantes de Derecho.
Personaje entrañable, pero de gran solidez al mismo tiempo, que dejó muy grato
recuerdo en los dos países donde ejerció su ministerio, supo intuir muchos
problemas emergentes que se han planteado en el Derecho Canónico de los
últimos nueve lustros.
[B]. Bibliografía: s. a., Teodoro Ruiz Jusué, en la sección In pace, de
Romana. Boletín de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, año XVI, n.º 33
(julio-diciembre 2001), p. 233b; Manuel J. Peláez, Ruiz Jusué, Teodoro, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 444,
n.º 952 y Manuel Martínez Neira y José María Puyol Montero, El Doctorado en
Derecho 1930-1956, Madrid, 2008, p. 176 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
SAA, Gaspar de (siglo XVI) . [N.º 410]. [A]. Natural de la Vila do Conde,
población costera de la diócesis de Braga, situada entre Póvoa do Varzim y
Oporto. Era hijo de Ossimo Vaz y de Filipa de Saa. Fue presentado a una plaza
de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Jorge de Almeida,
arzobispo de Lisboa, y por el Cabildo lisboeta. Aportó primeras pruebas, hechas
en Vila do Conde, entre el 14 y 20 de marzo de 1572, que fueron presentadas al
Colegio de España el 29 de agosto de 1572, aprobándolas el 8 de octubre de
1572 con tal de que Gaspar de Saa probase que había estudiado Derecho
durante tres años en alguna Universidad, que no tenía parientes en el Colegio de
España y que no era religioso, ni había contraído matrimonio. El 1 de enero de
1573 fue admitido en el Colegio por el rector José González Flores Velázquez y
los capellanes Toribio Calderón y Pedro Fernández. Sus segundas pruebas
llevadas a cabo en Vila do Conde el 30 de junio de 1575 fueron aprobadas en el
Colegio el 3 de enero de 1575. En la institución albornociana fue síndico
sindicante en 1573-1574, consiliario en 1574-1575, síndico anotante en 1575-
1576 y de nuevo consiliario en 1577-1578. El 8 de junio de 1576 fue dispensado
de los impedimentos existentes para ser admitido al examen en ambos Derechos,
teniendo como promotores en Derecho canónico a Romeo Bochi y en Derecho
civil a Monterenzi como promotor de turno y a Venenti como promotor sorteado.
El 10 de junio de 1576 se examinó brillantemente de ambos Derechos y recibió
las insignias doctorales de manos de Venenti. El 14 de noviembre de 1578 se
ausentó del Colegio y da la impresión de que ya no regresaría a Bolonia. Sería
canónigo en Lisboa. Pariente de Manuel de Saa, también originario do Vila do
Conde (1528-1596), a quien se atribuye ser el precursor del método histórico-
crítico.
426
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 280, n.º
2.682 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1009-
1010, n.º 946 e igualmente Saa, Gaspar de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), pp. 498-499, n.º 3.020 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
SAGRADO GARCÍA, Pedro José (n. 1745) . [N.º 412]. [A]. Nació el 25 de
marzo de 1745 en Barbadillo, diócesis de Salamanca, hijo de Francisco Sagrado
y de María Ana García. Estudió tres años Filosofía y cinco años de Leyes en la
Universidad de Salamanca, donde obtuvo el grado de bachiller el 10 de octubre
de 1762. Fue miembro y Presidente de la Academia de Leyes y de la de Cánones
de Salamanca. Presentado por el obispo de Salamanca Felipe Bertrán y el
cabildo de la diócesis a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles
de Bolonia para estudiar Derecho Canónico en la Universidad, fue admitido el 10
de agosto de 1766 en la institución albornociana por Antonio Martínez de Pons.
El tema de su disertación de ingreso versó sobre X 3.17.3. Durante el curso
1767-1768 sería consiliario y celario del Colegio, en 1771-1772 consiliario y
secretario, en 1772-1773 consiliario y secretario y en 1773-1774 consiliario
sustituto. Opositó a una cátedra de Derecho canónico de la Universidad de
427
Bolonia el 8 de marzo de 1768 y a una segunda el 7 de junio de 1770, disertando
sobre X 3.10.1, saliendo triunfador en este segundo caso. Durante cuatro cursos
sería profesor de Decretales leyendo diversos títulos en la segunda hora de la
tarde. El 3 de marzo de 1774 fue presentado al examen de Derecho Canónico,
teniendo como promotores a Gregorio Vernizzi y a Antonio G. Gandolfi,
realizando al día siguiente el examen siendo aprobado en el doctorado en
Cánones. Volvería poco después a España donde debió encontrar rápida
colocación. Vivía todavía en 1789 y para celebrar la exaltación al trono de Carlos
IV remitió al Colegio de España 650 reales con los cuales sufragar parte de los
gastos.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1681-1683, n.º 1287 y Sagrado García, Pedro José, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 571, n.º 2.225 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
428
hispalense, desde donde accedió, alrededor del año 1551, a una plaza de oidor
de la Chancillería de Granada, y permutando además la prebenda hispalense por
un arcedianato en la catedral granadina, lo que le permitió simultanear ambos
empleos, junto con el oficio de consultor del Santo Oficio. En su última etapa,
igualmente con el patrocinio del Inquisidor General, logró ser incorporado como
consejero en el de Indias, a partir del 14 de noviembre de 1565, al mismo tiempo
que ejerció el cargo de secretario de su benefactor y consanguíneo, para lo cual
se trasladó a la Villa y Corte, donde permaneció hasta su muerte, ocurrida a
principios de los años setenta de esa centuria.
[B]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Salas, Hernando de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, pp. 571-572, n.º 2.228 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ] (μέτρια
νομικός).
429
de Juan de Sala. Es posible que abandonara Bolonia en 1491, dejando deudas, y
es seguro que en 1500 ya había fallecido.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 424-426, n.º 500 y Salazar, Fernando, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 572, n.º 2.229
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
SALCEDO DEL VILLAR, Alfonso (siglo XVII) . [N.º 418]. [A]. Natural de
Andújar, diócesis de Jaén. Era hijo de Juan Salcedo de Olid y de Jerónima de
Villar. Estudió Jurisprudencia en Osuna y en Granada, alcanzando el título de
bachiller. Fue presentado por Domingo Pimentel, obispo de Córdoba, y el cabildo
de su diócesis a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia. Fue admitido el 28 de marzo de 1647 por Diego Aguilera, Cardenal de la
Cueva, en la institución albornociana. Durante el curso 1647-1648 fue rector del
Colegio de España, tras ser nombrado por el citado cardenal. El 4 de octubre de
1649 se le concedió licencia para marchar a Roma, dando la impresión de que ya
no regresó al Colegio español. Sabemos que en 1649 era licenciado en Derecho.
No consta que en Bolonia alcanzara el doctorado ni en Derecho canónico, ni en
Derecho civil. Durante dos años permaneció en Roma. Fue nombrado canónigo
de la Colegiata de San Salvador de Sevilla.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1340-1341, n.º 1.126 y Salcedo de Villar, Alfonso, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 502, n.º 3.030 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
430
una plaza de estudiante de Derecho Canónico en el Colegio de España de
Bolonia. Fue admitido por el rector Juan Soriano el 18 de julio de 1525. La
disertación de ingreso en el Colegio versó sobre X 2.27.2. Fue consiliario
canonista de la institución en 1527-1528. El 1 de febrero de 1533 sería
dispensado para concurrir a los exámenes de doctorado en ambos Derechos. El
6 de febrero de 1533 se doctoraba en Derecho Canónico y en Derecho Civil.
Abandonó definitivamente Bolonia el 11 de marzo de 1533.
[B]. Bibliografía: sobre su presencia en el Alma mater ver Antonio Pérez
Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 665-666, n.º 717 y Salinas,
Fernando, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 572, n.º 2.231 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
431
compuestas en 1680. A finales de la centuria pasó a desempeñar los puestos de
comisario de la Santa Cruzada y examinador sinodal del obispado de Tarazona,
hasta que en 1703 su experiencia y contactos le valieron el nombramiento como
provisor y vicario general de la diócesis de Valencia, regida entonces por el
arzobispo fray Antonio Folch de Cardona, a cuyas órdenes sirvió durante un
trienio. No debió de hacerlo mal Sallent Trasobares, por cuanto el prelado avaló
su candidatura como obispo auxiliar, si bien el estallido de la Guerra de Sucesión
impediría su confirmación como tal. De hecho, la huida del padre Folch con
ocasión del desembarco de las tropas austracistas en territorio valenciano, dejó
en sus manos las riendas de la Iglesia local hasta ser represaliado por las nuevas
autoridades políticas. Su encausamiento, pese a todo, quedó en suspenso a
cambio de colaborar con ellas, como haría hasta su inesperada muerte, acaecida
en febrero de 1706.
[B]. Bibliografía: C. R. Fort, España sagrada, continuada por la Real
Academia de la Historia. Tomo LI, tratado LXXXIX. De los obispos titulares de
Iglesias in partibus infidelium o auxiliares en las de España, Madrid, 1879, p. 341;
Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa. Aumentadas y
refundidas en forma de diccionario bibliográfico-biográfico por M. Gómez Uriel,
Zaragoza, 1886, vol. III, pp. 116-117; E. Callado Estela, Obispos auxiliares de
Valencia en el siglo XVIII, en E. Callado Estela, coord., La catedral ilustrada.
Iglesia, sociedad y cultura en la Valencia del siglo XVIII, Valencia, 2012, pp. 13-
18 [EMILIO CALLADO ESTELA ] (σόφος).
432
[B]. Después ingresa en la Facultad de Filosofía durante otros tres años
(1757-1760): «Consta también que ha asistido tres años completos a la cátedra
de filosofía, en los que cumplió exactamente con las conferencias diarias,
defendiendo todas las cuestiones que por turno le tocaron, siempre que le fue
mandado. Tuvo varios argumentos y réplicas en los actos literarios de filosofía de
dicha Universidad de Cervera. Consta asimismo que el último año del curso de
filosofía fue electo para defender un acto mayor en dicha universidad,
defendiendo toda la filosofía aristotélica y mucha parte de la moderna, habiendo
su maestro mandado imprimir para este fin un tomito de cuarto mayor en diez
pliegos y medio, en cuyo acto arguyeron varios catedráticos y doctores. Recibió
en dicha Universidad de Cervera el grado de bachiller en filosofía, con examen
riguroso, el que obtiene con todos los honores de nemine discrepante. Hizo el
correspondiente año de pasantía (1757-1758), exigido para optar a los grados
mayores, en que, como a bachiller pasante en esta facultad de Filosofía, presidió
un acto de conclusiones, previo a la obtención del grado de Licenciado, en el que
argumentó contra el nuevo sistema de los Turbines de Cartesio, diciendo por
espacio de una hora una oración que compuso, llena de erudición, historia y
varias doctrinas». Recibió en dicha universidad de Cervera el grado de licenciado
en la facultad de Filosofía, habiendo precedido las funciones que son de práctica,
en que fue aprobado nemine discrepante, con todos los honores que se dan a los
más beneméritos. También recibió en la misma Universidad de Cervera el grado
de doctor en Filosofía, con la solemnidad acostumbrada y pública función,
durante el curso 1758-1759.
[C]. Mientras continuaba estudiando Leyes, hizo oposiciones a cátedras y
varias sustituciones. Leyó de oposición tres veces a las cátedras de regencia de
Filosofía de dicha universidad: en cada una de ellas argumentó durante una hora
sobre los Phísicos de Aristóteles. Sustituyó diferentes veces las cátedras de
filosofía por ausencias y enfermedades de los catedráticos. Con cierta capacidad
de liderazgo, Sampere fue elegido entre los alumnos de la congregación de la
Purísima Concepción de María de Cervera para defender un acto de
conclusiones de Filosofía, lo que efectuó con aplauso de toda la congregación.
Durante seis cursos estudió en la Facultad de Leyes de la Universidad de la
Cervera (1759-1765). Defendió un acto de conclusiones sobre las Instituciones
del emperador Justiniano y fue también elegido entre todos sus condiscípulos
para defender el acto mayor de leyes pro universitate en las fiestas anuales que
dicha Universidad consagra a su patrona la Purísima Concepción de María,
argumentando sobre los títulos del Digesto Viejo y Código de Inofficioso
Testamento. En premio de haber defendido el mencionado acto mayor pro
universitate en dichas fiestas, la Universidad le dio el grado de bachiller en Leyes
gratis, en el curso 1762-1763, pasando por el examen riguroso acostumbrado,
cuyo grado obtiene con todos los honores al caso, nemine discrepante.
[D]. El año 1762 fue uno de los que podríamos llamar trascendentales para
la Universidad de Cervera, pues se nombró nuevo canciller de la Universidad y,
acabado el curso 1762-1763, abandonaron la ciudad los magníficos humanistas
Mateo Aymerich y Luciano Gallissá, pero permaneció el catedrático de elocuencia
Blas Larraz, a cuyas clases continúa asistiendo el flamante bachiller en Leyes,
Sampere, al mismo tiempo que sigue los trámites académicos para conseguir la
licenciatura en dicha Facultad. Hizo los dos años correspondientes a la pasantía
de la facultad de Leyes, en los cursos 1763-1764 y 1764-1765, durante los cuales
presidió dos actos de conclusiones: uno sobre el título Negotiis gestis, y el otro
sobre el título Depositi vel contra del Digesto Viejo. Con su presidencia corroboró
varias veces en actos pro universitate de Leyes los argumentos propuestos por
433
los estudiantes de dicha facultad. Durante estos dos años sustituyó diferentes
cátedras de Leyes por ausencias y enfermedades de los catedráticos. Al final de
curso 1764-65, «leyó de repetición para obtener el grado de licenciado en leyes,
a la ley 1.ª Código de Naufragiis, diciendo por espacio de una hora una oración
que compuso muy erudita», por lo que el día 22 de abril de 1765 recibió el grado
de licenciado en Leyes en dicha Universidad de Cervera, con todos los honores y
el de nemine discrepante «que se dan a los más beneméritos». Durante los dos
años que van desde la obtención del grado de bachiller y el de licenciado en
Leyes, ejerció la docencia como “repasante” de la Facultad de Leyes a los
estudiantes de leyes del tercer año. Pero su afición a las Humanidades, en
especial a la Retórica, le llevó a continuar asistiendo a las clases de impartía el
Padre Larraz, a pesar de estar matriculado en la facultad de Leyes, durante los
cursos 1761-1762 al 1764-1765: «Finamente consta que siendo doctor en
filosofía, asistió por espacio de cuatro años enteros a la cátedra de retórica en la
Universidad de Cervera en concurso de otros muchos graduados». La huella del
catedrático de elocuencia entre 1750 y 1767, P. Larraz (Zaragoza, 1721-Ferrara,
1796) en Sampere fue profunda. Hervás, al ponderar la actividad docente de
Larraz en Cervera, nos dice que «entre sus discípulos, Larraz veía algunas veces
a los doctores y profesores públicos de la universidad: tanto ésta distinguía y
honraba su mérito singular y se aprovechaba de los frutos de su acertada
elección». La personalidad de Larraz era realmente atractiva, según confiesan
unánimemente sus coetáneos. El austero José Finestres Monsalvo dice de su
discípulo Larraz: «su voz y acción es igual a su elocuencia y la hace resaltar
extremadamente». Sin embargo, a la altura de mediados de 1765, las
perspectivas profesionales de docencia en Universidad de Cervera en los
campos jurídicos y humanísticos eran pocas y estaban copados por los discípulos
de Finestres y por la excelente generación de jesuitas reunidos en Cervera, por lo
que Sampere, cumplidos ya los 26 años, decide emigrar a la universidad de más
prestigio de España, la de Salamanca.
[E]. El curso 1765-1766, el primero de Sampere en la ciudad del Tormes,
fue muy activo y fructífero académica y profesionalmente. Por su edad y por su
mejor capacitación intelectual, «el doctor don Francisco Javier Sampere fue
elegido y nombrado por consiliario de la Corona de Aragón por el claustro de
rector y consiliarios de esta universidad de Salamanca, el día 10 de noviembre de
1765, y como tal asiste a los claustros plenos y de rector y consiliarios para
resolver lo más conveniente, votando con mucho acierto y cuidado».
Simultáneamente se matricula en la facultad de Cánones, con la finalidad de
preparar las convalidaciones oportunas para conseguir el grado de Bachiller por
la Universidad de Salamanca, necesario para poder opositar a cualquiera de sus
cátedras. En consecuencia, el 19 de diciembre de 1765 incorporó a esta misma
universidad los grados de bachiller en filosofía y leyes recibidos en la universidad
de Cervera. No hubo ningún problema con la convalidación, por lo que se le
confirió también el grado de bachiller en Cánones, por la Universidad de
Salamanca en el mismo mes de diciembre de 1765. Ya con el título de bachiller,
consigue «explicar de extraordinario en las escuelas de esta Universidad de
Salamanca en el curso de 1765 en 1766». Comienza a hacer currículum
académico con varias sustituciones, nombrado por el rector, en la cátedra de
Prima de Cánones y en la de Retórica, durante gran parte del curso, pues el
propietario, Miguel Salgado, se había trasladado a Zamora («sustituyó también
por espacio de cinco meses y medio la cátedra de Retórica»). Pero, además,
asistió durante todo el curso «con gran aprovechamiento» a la explicación de
Cosmografía, impartida por el catedrático de matemáticas Isidoro Ortiz Villarroel.
434
[F]. Al mismo tiempo hizo cuatro oposiciones a lo largo del curso 1765-
1766: a las cátedras de Artes, Lógica Magna, Retórica y Sagrados Cánones de la
Universidad de Salamanca. En la que hizo a la de propiedad de Retórica disertó
sobre el capítulo 17 del libro I de Quintiliano, de Musices laudibus et eius utilitate,
durante una hora, con otra de argumentos de dos de sus coopositores, «con
mucho lucimiento, crédito y aplauso de sus oyentes». El claustro del rector,
Francisco Plácido Maldonado, y consiliarios, entre los que se encontraba el
mismo Sampere, se había reunido el 27 de enero de 1766, para publicar la
vacante. El 2 de julio de 1766 se asignan los puntos a Sampere. Realizados los
ejercicios de la oposición en junio de 1766, se elevaba al Rey el expediente en el
que se resumían los “títulos” de los opositores, en cuadernillo impreso, fechado
en Salamanca el 25 de agosto de 1766. El Consejo de Castilla, en su sesión del 2
de octubre de 1766, propone al rey para dicha cátedra de Retórica a Sampere.
Ese mismo curso 1765-1766 empieza a ejercitarse como abogado en el gabinete
del doctor Manuel Blengua, «del gremio y claustro de esta universidad», y
después catedrático de Leyes, quien certifica que «el expresado don Francisco
Javier Sampere ha asistido, a su estudio de práctica, en el que se ha instruido en
el manejo y práctica de los pleitos, con gran aprovechamiento, en este curso de
1765 en 1766». En efecto, el ejercicio de la abogacía le suplirá el miserable
salario de la cátedra de Retórica, durante muchos años. Porque había el
inconveniente de tener que compartir su sueldo con el anterior catedrático
jubilado, maestro José Hernández, quien se quedaba con el 60% del salario. Era
una cátedra dotada de muchos laureles y de muy poco dinero. Transcurren 14
años de estrecheces económicas para Sampere, «los seis primeros sin renta
alguna y los restantes con 40 florines», hasta que en el claustro pleno del 29 de
noviembre de 1780 Sampere logra que se saque a oposición la cátedra de Prima
de Letras Humanas con sólo 40 florines de renta, reservándose los 60 restantes
para la de Retórica, ocupada por él mismo. Ganada la oposición de Humanidades
por el poeta Meléndez Valdés, provocó un enfrentamiento en el interior del
Colegio de lenguas entre 1781 y 1784, estudiada por Astorgano. Las aguas
volvieron al cauce de la paz a partir de 1785 y Meléndez y Sampere convivieron
pacíficamente en la Junta o Colegio de Lenguas hasta 1788 en que Sampere se
trasladó a la cátedra de Historia Eclesiástica en la Facultad de Cánones.
[G]. Sampere era un intelectual inquieto y continuó estudiando Cánones,
de manera que tomó el grado de Licenciado en esa Facultad el 14 de abril de
1768 y el de Doctor el 21 de octubre de 1771, aprovechándose de las ventajas
legales que permitían a los catedráticos de cátedras de humanidades doctorarse
con media propina, lo que supuso una innovación y provocó cierto enfrentamiento
con la inmovilista Facultad de Cánones, que zanjó una Carta-orden del Consejo
de Castilla, a favor de Sampere, leída y obedecida en el claustro pleno del 10 de
octubre de 1771. En su calidad de catedrático de Retórica, y de acuerdo con el
nuevo Plan de Estudios (1771), fue nombrado por el Consejo de Castilla director
de los Estudios de Gramática, Latinidad y Lenguas de la Universidad, y se le
atribuía el honor de leer el discurso inaugural de cada curso. Ésta es la razón por
la que escribió las Oraciones inaugurales de curso que disponía el referido Plan
que fueron leídas por él, desde 1771 en adelante, el día de San Lucas. Pero la
aspiración de Sampere era pasar de la poco rentable económicamente cátedra
de Retórica a otra de una Facultad Mayor, en concreto de la Facultad de
Cánones. A ese fin hizo varias oposiciones a cátedras de dicha Facultad y el 20
de junio de 1788 ganó la cátedra de Historia Eclesiástica. La razón de la tardanza
en el ascenso a una cátedra jurídica es que Sampere en la leguleya Universidad
de Salamanca estaba considerado como buen humanista, pero mal canonista,
435
según informe del obispo Bertrán sobre las cátedras de Leyes consultadas en 14
de febrero de 1769: «está reputado por buen latino y humanista; pero no está
acreditado de impuesto a fondo en la facultad de Leyes». El 17 de octubre de
1790 estaba en San Lorenzo de El Escorial para «presentar a la Reina Nuestra
Señora unas conclusiones dedicadas a Su Majestad con una oración que en su
elogio dijo el suplicante», por lo que no se incorporó a sus clases hasta principios
de diciembre. En la cátedra de Historia Eclesiástica permaneció tres años hasta
que se jubiló en 1791, después de 25 años de ejercer la docencia en la
Universidad de Salamanca. Gozó de la jubilación hasta su muerte, ocurrida el 23
de marzo de 1810, en plena Guerra de la Independencia. Esperabé dice que
«escribió algunas obras sobre puntos de Derecho, según consta en su hoja
literaria». En efecto, no llegó a publicar nada, y sus manuscritos no manifiestan
especial doctrina jurídica.
[H]. En resumen, el catalán Sampere fue un magnífico pedagogo, en el
marco del deprimente panorama que presentaba la enseñanza de las
humanidades, en general, y en la Universidad de Salamanca de la Ilustración, en
particular, según se reconoce en un informe del obispo Felipe Bertrán de 1769,
en el cual se dice que es «muy hábil y aplicado. Tiene bastantes discípulos». El
catedrático de retórica era “el director o superintendente” o coordinador de área,
según el Plan de estudios de 1771, lo que le confería cierta autoridad sobre el
resto de catedráticos de lenguas. Su destreza jurídica aparece demostrada con
motivo del litigio para recobrar la totalidad de la renta de su cátedra. A pesar de
sus penurias económicas, Sampere fue el director del colegio de Lenguas más
competente que surgió en la universidades españolas de la Ilustración, después
de la expulsión de los jesuitas [Maestro Bernardo Zamora, Gaspar González de
Candamo, Juan Meléndez Valdés, José Ruiz de la Bárcena], y uno de los que
más dedicación y permanencia consagró al mismo, aunque, como casi todos sus
catedráticos, terminó desertando hacia una cátedra de Facultad Mayor, en busca
de mejores perspectivas económicas y profesionales.
[I]. Bibliografía: cabe poner de relieve las siguientes publicaciones:
Proceso de la vacante de la cátedra en propiedad de retórica, en Archivo de la
Universidad de Salamanca, libro 1012, Libro de procesos de cátedras (1764-
1770), fols. 206-209; E. Esperabé Arteaga, Historia pragmática e interna de la
Universidad de Salamanca, Salamanca, 1917, vol. II, p. 706; I. Casanovas, La
cultura catalana en el siglo XVIII. Finestres y la Universidad de la Cervera,
Barcelona, 1953; A. Astorgano Abajo, Meléndez Valdés y la enseñanza de las
Humanidades en las preceptorías de gramática, en Bulletin Hispanique, t. 103, n.º
1 (junio 2001), pp. 75-125; Meléndez Valdés y el enfrentamiento entre los
catedráticos del Colegio de Lenguas (1780-1784), en Real Academia de
Extremadura de las Letras y las Artes, El Humanismo Extremeño. Estudios
presentados a las Cuartas Jornadas organizadas por la Real Academia de
Extremadura en Trujillo en 2000, Trujillo, 2001, pp. 263-290; El conflicto de rentas
entre las cátedras de humanidades y Meléndez Valdés (1780-1784), en
Cuadernos del Instituto "Antonio de Nebrija", n.º 4 (2001), pp. 11-90; Juan
Meléndez Valdés, opositor a la cátedra de Prima de Letras Humanas, en
Dieciocho, Universidad de Virginia, Charlottesville, (Spring 2002), pp. 75-105;
Meléndez Valdés y el helenismo de la Universidad de Salamanca durante la
Ilustración, en Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija, n.º 6 (2003), pp. 11-86;
Juan Meléndez Valdés, humanista, en Revista de Estudios Extremeños, (2004), I,
pp. 97-208; Meléndez Valdés, helenista, en Dieciocho, 25, n.º 2 (2004), pp. 321-
344; Don Juan Meléndez Valdés. El Ilustrado, Badajoz, 2007 y Sampere
Ramonichk, Francisco Javier, en Diccionario crítico de juristas españoles,
436
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 507-510, n.º 3.036 [A NTO NIO A STO RGANO A BAJO ] (σόφος).
437
tarde sería Licenciado y Doctor en Leyes. También debió hacer los estudios de
Teología, logrando el bachilleramiento en esta ciencia sagrada. Fue profesor de
Derecho Romano y de Derecho Canónico. Participó activamente en el Concilio de
Basilea y llegó a ocupar la Comisión de Asuntos generales. Cuando se
desencadenó el hostil enfrentamiento entre el Papa y el Concilio, Sánchez de
Arévalo, que formaba parte de la comitiva enviada por Juan II de Castilla, pidió
que no se rompiera la relación, pero luego votó el 16 de mayo de 1439 los
cánones a favor de la defensa de posiciones conciliaristas extremas. No obstante
contra el “Conciliábulo” escribió en 1447-1448 Contra tres propositiones concilii
Basiliensis. Su regreso a Castilla coincidió con su nombramiento para una
canonjía en Burgos, donde llegó a ser vicario general. Sería deán de la Iglesia
catedral de León, embajador en Borgoña y en Roma, y obispo de Oviedo
nombrado el 22 de abril de 1457, y más tarde de Zamora (30 de octubre de
1467), Calahorra (1468) y Palencia (1469). Desarrolló su labor de Embajador del
rey castellano en Roma, alcanzando el puesto de referendario con Calixto III y el
de castellano de Sant’Angelo. Falleció en Roma el 14 de octubre de 1470.
[B]. Sus escritos son preferencialmente teológicos, literarios, pedagógicos
y humanísticos en sentido amplio, lo que no impide que en algunos de ellos
aparezcan reflexiones de contenido e interés jurídico y canónico como en De
arte, disciplina et modo alendi et erudiendi filios, pueros et iuvenes (1453), obra
publicada por H. Keniston en el Bulletin Hispanique en 1930, y que es ponderado
como uno de los primeros tratados pedagógicos españoles que influyó en Antonio
de Nebrija (ha sido con posterioridad traducido al castellano por Pedro Arias y
publicado con un estudio y notas de Lorenzo Velázquez, bajo el título de Tratado
sobre técnica, método y manera de criar a los hijos, niños y jóvenes), El vergel de
los Príncipes (1457), De castellanis et custodibus arcium (1465) y Speculum vitae
humanae (1468). Aparte hay otros escritos suyos políticos, jurídicos y canónicos
como Suma de la Política escrita en 1455 y de la que hay ed. publicada en
Madrid en 1959; Tractatus de expedientia, utilitate et congruentia congregationis
concilii generalis (1460-1461); Tractatus de appellatione a sententia Romani
Pontificis non informati ad seipsum bene informatum (1464-1465); Libellus de
libera et irrefragabili auctoritate Romani Pontificis, cuyo texto publicó en
Salmanticensis A. García en 1957; Defensorium ecclesiae et status ecclesiastici
(1466); Liber de monarchia orbis et de differentia cuiusvis humani principatus tam
imperialis quam regalis et de antiquitate et iustitia utriusque que se editó en Roma
en 1521; Commentum et apparatus super bulla privationis et depositionis Georgii
regis Bohemiae (1467); Clypeus monarchiae ecclesiae (1468); De Pace et Bello
(1468); De regno dividendo et quando primogenitura sit licita (1468) y De septem
quaestionibus circa convocationem et congregationem generalis synodi (1470).
[C]. Bibliografía: Sánchez de Arévalo ha sido estudiado entre otros por
Juan Beneyto Pérez, V. Beltrán de Heredia, G. Butler, Hubert Jedin, José Antonio
Maravall Casesnoves, J. López de Toro, Hermann Josef Sieben, Antonio García
García, Robert Brian Tate y Richard H. Trame, pero sobre todo con una gran
densidad de páginas y de estudio de manuscritos del Archivo Secreto Vaticano
por parte de Teodoro Toni y Juan María Laboa [R EYES M ARTÍN SÁNCHEZ ] (σόφος).
438
Osma al afamado Rodrigo Jiménez de Rada cuando fue trasladado a Toledo.
Hizo algunas glosas al Decretum de Graciano y otras a la Compilatio I Antiqua,
de lo que se tiene conocimiento a través de las referencias de otros canonistas y
en particular de Vincentius Hispanus.
[B]. Bibliografía: al margen de otras cosas y lugares, ver Manuel J. Peláez,
Sánchez Valdés, Melendo [Melendus Hispanus], en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II,
tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 494-495, n.º 1.003 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
SAN MARTÍN VILLARROYA, Lamberto (siglo XVII) . [N.º 427]. [A]. Era
natural de Daroca, de la diócesis de Zaragoza. Sus padres fueron Diego de San
Martín y María de Villarroya. Era bachiller en Derecho Canónico, estudios que
siguió en una Universidad española. Fue presentado a una plaza de colegial del
San Clemente de los españoles de Bolonia por el propio Colegio en el puesto que
correspondía al arzobispo de Zaragoza Diego de Castrillo y al Cabildo de su
diócesis, que al no utilizar su derecho de presentación, tal derecho revirtió en el
Colegio. Sería admitido por el rector Francisco Gil de Castañera el 24 de agosto
de 1677. El tema de su disertación de ingreso en el Colegio fue X 3.19.1. Sería
consiliario de la institución los cursos 1677-1678 y 1678-1679 y consiliario,
secretario y vicerrector en 1679-1680. Desde el 1 de mayo de 1680 al 1 de mayo
de 1681 ostentó el rectorado del Colegio de España. El día 3 de abril de 1679
opositó a la cátedra de Instituciones imperiales de la Universidad, que se le
concedió el 13 de junio de 1679 después de haber disertado sobre X 2.1.21. Leyó
en la primera hora de la tarde. El 25 de mayo de 1681 se le nombró procurador
del Colegio en la Curia Romana, en substitución de Francisco Ruiz Cotorro
Velasco y se le ordenó que partiera cuanto antes. Sin embargo, en Roma da la
439
impresión de que permaneció poco tiempo, ya que el 24 de julio de 1681 el
Colegio acordó concederle la ayuda necesaria para regresar a España. Volvió a
Zaragoza y cambió su estado, tiempo después, ingresando en la cartuja de Scala
Dei, la primera fundada por los monjes de San Bruno en España. Sabemos que
en 1705 todavía vivía en la citada cartuja ubicada en la comarca del Priorato.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1441-1443, n.º 1.175 y San Martín Villarroya, Lamberto, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 574, n.º 2.235 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
440
SANTILLÁN [o SANTILLANA], Pedro de (†1643) . [N.º 430]. [A]. Natural
de Coria, según una fuente, y según otra de Trujillo, diócesis de Plasencia. Era
hijo de Pedro de Santillán y de Teresa del Puerto. Estudió Jurisprudencia en
Salamanca, donde alcanzó el grado de bachiller. Fue presentado a una plaza de
colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por Enrique Pimental,
obispo de Cuenca, y el cabildo de dicha diócesis. El 7 de mayo de 1638 fue
admitido en la institución albornociana. Durante el curso 1638-1639 fue consiliario
y síndico sindicante del Colegio y en el curso 1639-1640 ocupó temporalmente el
cargo de rector. El 19 de junio de 1638 fue elegido para regentar la cátedra de
Instituciones Imperiales del Colegio. El 21 de febrero de 1639 fue presentado
para examen en ambos Derechos, teniendo como promotores en Derecho
canónico a Constancio Peregrino y en Derecho civil a Sebastiano Allè como
promotor por suerte y a Claudio Aquilino como promotor de turno. Al día siguiente
recitó los puntos del examen, siendo aprobado y recibiendo las insignias
doctorales de manos de Sebastiano Allè. Consta que dicho cargo lo ostenta el 8
de julio de 1639. El cargo no lo desempeñó todo el tiempo previsto en los
Estatutos del Colegio. Como en aquellas circunstancias todo el Colegio estaba
enfrentado con el visitador Juan de Madariaga, es fácil suponer que Santillán
fuera elegido rector alrededor del 1 de mayo de 1639, en que cesaba el anterior
rector, y en dicho cargo duraría hasta el 9 de julio de 1639, aproximadamente, en
que Madariaga nombró a Pedro Rubio Peñalver. Como resultas del citado
incidente, Santillán, lo mismo que los demás colegiales, fue encerrado en la
cárcel del arzobispo, de donde se le sacó el 9 de marzo de 1640 para encerrarlo
en el Colegio Vives. En agosto de 1640 fue nombrado auditor de Lecce por parte
de Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres, virrey de Nápoles.
Santillán falleció en Lecce el 27 de diciembre de 1643.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 517, n.º
6.278 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1328-
1330, n.º 1.115 y Santillán [o Santillana], Pedro de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 526, n.º 3.052 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
441
SARAVIA, Melchor de (siglo XVI) . [N.º 432]. [A]. Natural de Soria,
diócesis de Osma, era hijo de Juan de Saravia y de Mayora Vera. Con seguridad
hizo un bachiller en Leyes o Cánones antes de solicitar una plaza de colegial del
San Clemente de los españoles de Bolonia. Como las letras presentaticias con
que contaba eran de una diócesis española que estaba entonces cubierta su
plaza, fue admitido el 15 de enero de 1531 en la institución albornociana para
estudiar Derecho canónico, con dispensa de Francisco de Quiñones, cardenal
protector del Colegio, y con tal de que en un plazo de ocho meses presentase los
títulos adecuados para alguna de las plazas vacantes de Derecho canónico. Su
disertación de ingreso en el Colegio versó sobre X 2.1.3. El 14 de octubre de
1531 presentó los títulos legítimos de la iglesia seguntina, con lo que se quedó
libre de la obligación impuesta. El curso 1532-1533 fue consiliario canonista. El
16 de septiembre de 1538 fue dispensado para poder ser admitido al examen de
Derecho civil y al día siguiente se doctoró en Leyes. El 19 de septiembre de 1538
de ausentó del Colegio de España, al que da la impresión de que ya no
regresaría.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 165, n.º
768 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, p. 697, n.º
742 y Saravia, Melchor de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 526-527, n.º 3.055 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
442
se mantuvo allí hasta que fue trasladado a Jaén el 27 de mayo de 1580,
substituyéndole en esta diócesis sufragánea de Oviedo Alfonso Delgado que fue
preconizado cuatro semanas después del traslado de Francisco Sarmiento. En
Jaén tomó posesión el 30 de noviembre de 1580, falleciendo en el ejercicio de
sus funciones el 9 de junio de 1595. Tuvo ciertas diferencias con la entonces
existente e incluso pujante Universidad de Baeza. Entre sus obras impresas
destacaríamos De redditibus ecclesiasticis, publicada en Roma en 1569 y en
Burgos en 1573 y 1575; Interpretationum selectarum libri octo, que cuenta con
ediciones en Roma (1571), Burgos (1573) y Amberes (1616), y obra de la que De
redditibus ecclesiasticis constituye el lib. I de los ocho que consta, al que siguen
la defensa de algunas de las impugnaciones y observaciones que al mismo
fueron hechas y que en la ed. de Amberes ocupa 732+28 pp. Del libro VIII de las
Selectarum interpretationum hay una edición en Astorga en 1577, con notable
número de erratas de impresión y de paginación.
[B]. Bibliografía: el Instituto de Estudios Giennenses ha tenido la brillante
iniciativa de publicar el muy documentado trabajo de Francisco Juan Martínez
Rojas, El Episcopado de D. Francisco Sarmiento de Mendoza (1580-1595): la
reforma eclesiástica en el Jaén del siglo XVI, Jaén, 2004, 618 páginas y Manuel
J. Peláez, Sarmiento de Mendoza, Francisco, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II,
tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 518, n.º 1.030 [M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
443
Pío XI (Achille Ratti) en 1927, y primado de Hungría hasta su fallecimiento el 29
de marzo de 1945 en Esztergom.
[B]. Serédi fue discípulo del canonista Pietro Bastien. Hizo su tesis doctoral
en Derecho canónico bajo su dirección. Llevó a cabo sus estudios esclesiásticos
en Roma en el Anselmianum, donde más tarde enseñaría Historia del Derecho
canónico hasta el año 1927. En 1904 el papa Pío X encargó a Pietro Gasparri la
codificación del Derecho canónico, que fue promulgado en 1917 y entró en vigor
el 19 de mayo de 1918. Al frente de la comisión codificadora fue puesto el citado
Gasparri, que había sido profesor del Instituto Católico de París entre 1898 y
1901 y más tarde llegó a ser cardenal Secretario de Estado de la Santa Sede
(1914-1930). Uno de los miembros integrantes de dicha comisión fue Pietro
Bastien. Serédi fue consejero en asuntos de Derecho canónico de la Embajada
de Hungría en Roma durante los años 1920 a 1927. Colaborando con Bastien, a
Serédi le encagó Pietro Gasparri de la colección y revisión de las fuentes (fontes)
del Derecho canónico. Serédi sería el autor de una obra excepcional en su
género Codicis Juris Canonici Fontes, publicada en Roma en varios volúmenes
entre 1923 y 1939. Serédi, por su contribución excepcional al Derecho canónico,
fue distinguido con el título de doctor honoris causa por la Universidad de Oxford
en 1936.
[C]. Pour aller plus loin, nos vemos obligados a completar la información,
indicando que Serédi nació en Deáki el 23 de abril de 1884. Fue ordenado
presbítero el 14 de julio de 1908. Ver entre sus publicaciones: A "Ne temere"
dekrétum magyarázata. Különös tekintettel hazánkra. Jogtörténeti elözmények, a
dekrétum szerinti tételes jog és a gyakorlati eljárás, Pannonhalma, A Szent-
István-Társulat bizománya, 1909, 144 páginas; Szent István király halálának
kilencszázadik évfordulóján, Budapest, A Magyar Tudományos Akadémia
Kiadása, 1938, 3 vols.; On inconsistency, Budapest, 1943; Catalogus fontium
historiae Hungaricae aevo ducum et regum ex stirpe Arpad descendentium: ab
anno Christi DCCC usque ad annum MCCI, en colaboración con Ferencz Albin
Gombos (1873-1938), Budapest, 2005, reimpresión.
[D]. Bibliografía: Gábor Hamza, Entstehung und Entwicklung der modernen
Privatrechtsordnungen und die römischerechtliche Tradition, Budapest, 2009, pp.
70-71 y Henrik Fisch, Keresztény egyházfők felsőházi beszédei a zsidókérdésben
(1938-ban az I. és 1939-ben, a II. zsidótörvény kapcsán) Szerk, Budapest, 1947;
György Tarczai, Az Árpádház szentjei / Serédi Jusztinián el szavával, Budapest,
1994 [G ÁBO R HAMZA , A, B y D; M ARÍA ENCARNACIÓ N G Ó MEZ R O JO , C y D]
(Καρδινάλιος).
444
ingresó en la Real Academia Jurídico-Práctica de Zaragoza, corporación de la
que llegaría a ser presidente. A instancia del Real Colegio de Abogados de
Zaragoza ejerció también como abogado de pobres durante tres años. En 1774
trabajaba ya como letrado en el Real Acuerdo de la Audiencia Real de Aragón.
[B]. El año de 1784 puede considerarse clave en su trayectoria vital, pues
en esa fecha sufrió una auténtica metamorfosis que rompió con todo lo anterior.
Pablo Sichar, con cerca ya de cuarenta años, aceptó una proposición de su primo
Manuel Abad Lasierra, obispo de Ibiza, abandonando la abogacía y ordenándose
sacerdote. Tras iniciar su carrera eclesiástica como racionero de la Colegiata de
Torres del Obispo, Sichar vivió un amplio periplo que le llevó sucesivamente a
Ibiza, Astorga, Barcelona y Lérida. Fue nombrado obispo de Gera (antigua sede
episcopal romana situada en Egipto) el 24 de julio de 1797, el mismo día que su
tío Eustaquio de Azara Perera, obispo titular de Barcelona y hermano del célebre
embajador José Nicolás de Azara, consiguió su nombramiento como obispo
auxiliar de Barcelona. Poco más tarde, el 28 de octubre de 1797, fue consagrado
en la Catedral de Lérida como obispo, oficiando el acto el obispo de aquella
diócesis, Jerónimo María de Torres, consagración que estuvo apadrinada por su
tío José Nicolás de Azara. Entre 1799 y 1808 fue obispo auxiliar en Barcelona del
obispo titular Pedro Díaz de Valdés, doctor en Derecho por la Universidad de
Oviedo, quien por intercesión de Jovellanos y de Campomanes había sido
nombrado obispo de la ciudad condal sustituyendo en el cargo al abad
benedictino Eustaquio de Azara y de Perera, hermano del diplomático José
Nicolás y del geógrafo Félix y tío del propio Sichar. El aragonés permaneció pues
diez años como auxiliar de Díaz de Valdés, a quien sucedió en el cargo el 16 de
marzo de 1808, en un complejo contexto marcado por la invasión napoleónica
sobre el territorio español.
[C]. Precisamente la ocupación francesa de Barcelona hizo que el
obispado dirigido por Sichar se quedara sin una sede estable. El aragonés tuvo
que tomar posesión de su cargo en la Iglesia de Santa María de Villafranca del
Penedés, adoptando Villanova y la Geltrú como residencia principal, en donde
tomó posesión de la diócesis el 6 de noviembre de 1808. En 1809 se vio obligado
a huir a Mallorca, hecho que se volvió a repetir en varias ocasiones. En
septiembre de 1810 fue elegido diputado a Cortes extraordinarias por la Junta
Superior de Aragón, que a su vez seguía las órdenes del propio Consejo de
Regencia. Sin embargo estas elecciones fueron inmediatamente anuladas, pues
la Real Orden de 4 de agosto de 1810, firmada por el también aragonés Nicolás
María Sierra, en la que se autorizaba a la Junta Superior de Aragón a proceder
directamente a la elección violaba de forma notable lo dispuesto con carácter
general para el resto de las provincias ocupadas por el enemigo francés. A lo
largo de la Guerra de la Independencia formó parte de la llamada Junta de
Defensa de Mallorca. A mediados de 1812, pese a sus reticencias iniciales contra
el magno texto gaditano, juró la Constitución, hecho que se produjo el 22 de
agosto. No obstante, el 12 de diciembre de ese mismo año firmó en Mallorca una
controvertida pastoral, que resultó muy difundida, junto con los también exiliados
obispos de Teruel, Pamplona, Lérida, Tortosa y Urgell, en la que protestaban por
la política llevada a cabo por las Cortes de Cádiz en materia religiosa, a la que
calificaban de simple copia con respecto a la realizada unos años atrás por los
revolucionarios franceses: Instrucción pastoral de los Ilustrísimos señores
obispos de Lérida, Tortosa, Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona al clero y pueblo
de sus diócesis (Imprenta de Felipe Guasp, Mallorca, 1814).
[D]. Pablo Sichar fue elegido diputado por el Reino de Aragón en la
legislatura extraordinaria de 1810, si bien su fecha de alta como diputado es de 1
445
de abril de 1813. Su elección se llevó a cabo el 4 de enero de 1813, siguiendo el
procedimiento utilizado para las provincias parcialmente ocupadas por el invasor.
Obtuvo doce votos de los quince electores de los partidos de Calatayud, Daroca,
Alcañiz, Tarazona y Borja, elección que se llevó a cabo en la casa de la
comunidad de Calatayud. Su representación en el hemiciclo no llegó a los seis
meses (pues las Cortes extraordinarias se clausuraron el 14 de septiembre de
1813). No pudo intervenir activamente en ninguna de las sesiones celebradas, ni
formó parte de comisión alguna. Su nombre ni siquiera aparece en el Diario de
las sesiones de Cortes. Compartió la representación del viejo Reino de Aragón
con hombres de la talla intelectual de Isidoro de Antillón, Juan Polo y Catalina,
Vicente Pascual, Pedro Silves o Manuel Abella, todos ellos personalmente
comprometidos en la implantación y defensa del régimen constitucional en
España.
[E]. Con el regreso de Fernando VII Sichar volvió a Barcelona, entrando en
la ciudad el 29 de mayo de 1814. Ya durante todo el Sexenio absolutista adoptó
una postura muy conservadora, que le hizo oponerse frontalmente a la
sublevación de Lacy, lo que le granjeó una notable oposición entre los sectores
más liberales del pueblo barcelonés. En este período Sichar se preocupó
especialmente por aumentar la biblioteca episcopal situada en el Seminario
Conciliar de Barcelona, en donde por cierto estudiaría su sobrino el jurista y
catedrático de jurisprudencia Jorge Sichar Loscertales, quien pasaría tristemente
a la posteridad por ser el último rector de la Universidad Sertoriana de Huesca.
Dicha biblioteca ya existía desde 1772, cuando se fusionaron la Biblioteca del
Seminario Conciliar, o Colegio del Obispo, con la Biblioteca del Colegio de
Nuestra Señora de Belén, de la Compañía de Jesús. Sin embargo fue a partir de
comienzos del siglo XIX cuando esta biblioteca se enriqueció profusamente con
nuevos volúmenes. José Nicolás de Azara contribuyó en 1804 con la donación de
un buen número de ejemplares enviados desde Italia. El propio Sichar también
cedió una estimable parte de sus libros. En 1816 redactó un duro reglamento
para dicha biblioteca, en el que se castigaba con la inmediata pena de
excomunión a todo aquel que sustrajera o extraviara algún volumen de la
biblioteca. En 1818 creó la llamada Sala de autores catalanes, cuyos cerca de
2000 volúmenes constituirían el objeto inicial de análisis de los trabajos
compilatorios llevados a cabo por los hermanos Ignacio y Félix Torres Amat, que
darían lugar al Diccionario de escritores catalanes. También cabe fechar durante
el Sexenio la creación del cementerio de Montjuich, que el mismo Sichar bendijo
el 15 de abril de 1819.
[F]. Tras la triunfante revuelta del coronel Riego en Cabezas de San Juan
dio inicio el Trienio Liberal, que para Sichar de nuevo supuso una desagradable
itinerancia por varias localidades aragonesas y catalanas, como Esparraguera,
Estada, Estadilla o Graus, en donde al parecer se hospedó en casa de su primo
el ilustrado Eusebio de Bardaxí y Azara, primer secretario de estado y del
despacho universal durante las Cortes de Cádiz. Pese a haber firmado varias
pastorales favorables a la Constitución gaditana, entre las que destacó la
Pastoral del Ilustrísimo Obispo de Barcelona a sus diocesanos, encargándoles la
observancia de la Constitución, manifestando las utilidades que nos ha de
producir y que no solo es contraria a nuestra sagrada religión, sino que la
custodia (Librería de Ramírez, Madrid, 1820), resulta llamativo constatar que el 3
de abril de 1821 Sichar fue el objeto central de las iras del pueblo barcelonés en
una virulenta manifestación contra los serviles. El aragonés presentó entonces la
renuncia a su cargo, que no le fue aceptada por el nuncio [en este sentido:
Valeriano C. Labara, Pablo Sichar Ruata, en Diario del Altoaragón, 10 de agosto
446
de 1996]. Sin embargo Sichar tampoco era estimado por los realistas, pues tras
la implantación de la absolutista Regencia de Urgell el prelado marchó a residir a
Graus, por sugerencia del propio gobierno constitucional.
[G]. Con la llegada de los impertinentes Cien mil hijos de San Luis y la
reimplantación del absolutismo borbónico en todo el territorio nacional Sichar
regresó a Barcelona, hecho que se consumó el 21 de febrero de 1824. En la
ciudad condal permaneció ya como obispo titular hasta su muerte, llevando a
cabo una notable labor episcopal que ya ha sido analizada por Joan Bada Elías
[en especial en su tesis doctoral: Don Pablo Sichar, obispo de Barcelona en la
época fernandina (1808-1831): la iglesia de Barcelona en la crisis del Antiguo
Régimen (1789-1833), Universidad de Barcelona, 1983]. En 1824 destacó la
defensa que realizó a favor de Tomás Spá Torner, quien desde febrero de 1822
era gobernador del capítulo de la diócesis de Barcelona, quien había sido
acusado de ser un liberal adicto al sistema constitucional. No consta que
participara de forma activa en la llamada revuelta de los Malcontentos, llevada a
cabo en 1827. Ya en esta última etapa, frisando los ochenta años y con la salud
muy deteriorada por numerosos achaques, Sichar cedió el protagonismo a su
vicario general, el canónigo Pedro José Avella. A finales de julio de 1831 Pablo
Sichar se encontraba ya gravemente enfermo, falleciendo en Barcelona el 21 de
agosto de dicho año a las diez y diez de la mañana con la estimable cifra de 84
años cumplidos. Tras las correspondientes exequias, que duraron tres días, fue
enterrado el día 26 con los honores y fastos que demandaba su cargo. Fue
sustituido al frente del obispado Barcelonés por Pedro Martínez de San Martín,
eclesiástico de confesas tendencias liberales.
[H]. A lo largo del cuarto de siglo en el que Pablo Sichar Ruata desempeñó
el cargo de obispo de Barcelona se significó como un prelado comprometido con
los importantes problemas que vivió la Iglesia española, a menudo confusa en un
período tan convulso como fue el del fin del Antiguo Régimen en España, lo que
puede observarse sin dificultad analizando sus numerosas pastorales firmadas
como obispo de la ciudad condal. Durante su dilatada trayectoria el aragonés fue
el principal consagrante del obispo de Huesca, Eduardo María Sáenz La Guardia,
del obispo de Santiago de Compostela, Creus Martí, del obispo de Lérida, Manuel
Villar, y del obispo de Vic, Ramón Strauch Vidal.
[I]. Entre toda su producción escrita destacó de forma especial por su
notable difusión, pese a ser prohibida de forma taxativa por la Junta Suprema de
Censura de Cádiz, la carta pastoral ya citada con anterioridad y titulada
Instrucción pastoral de los Ilustrísimos señores obispos de Lérida, Tortosa,
Barcelona, Urgel, Teruel y Pamplona al clero y pueblo de sus diócesis. Elaborada
en Mallorca junto con los también exiliados obispos de Teruel, Blas Joaquín
Montoya Díez, de Pamplona, Veremundo Arias Texeiro, de Lérida, Jerónimo
María de Torres, de Tortosa, Antonio José Salinas Moreno, y de Urgell, Francisco
de la Dueña y Cisneros, se trata de una interesante carta en la que los
mencionados obispos protestan por la política anticlerical llevada a cabo por las
Cortes de Cádiz. Esta pastoral aparece firmada por dichos obispos el 12 de
diciembre de 1812, si bien sería publicada dos años más tarde con un prólogo del
deán y canónigo de la Santa Iglesia de Mallorca Josef Montes. Analizando el iter
vital de los mencionados obispos y su obra escrita no resulta difícil colegir que la
redacción material de la pastoral debió correr a cargo del propio Sichar, auxiliado
tal vez por el obispo de Urgell Francisco de la Dueña. En Mallorca se encontraba
también exiliado el arzobispo de Tarragona, Romualdo Antonio Mon Velarde, que
sin embargo no firmó la encíclica. En el momento de la redacción de la carta
447
pastoral el único obispo de diócesis catalana que no se encontraba refugiado en
Palma de Mallorca fue el de Vic, Francisco de Veyan y Mola.
[J]. Estudiada con minuciosidad por Antoni Sánchez Carcelén
[Eclesiásticos catalanes y las Cortes de Cádiz, en Anuario de Historia de la
Iglesia, vol. 19, 2010], la Instrucción pinta con tintes dramáticos la situación de la
nación española y, de forma especial, la de la misma Iglesia, objeto a su juicio de
«la persecución más horrible con que los modernos Nerones y Decios procuran
acabar con la Iglesia de Jesu-Christo, cautivando a su suprema cabeza,
dispersando, aprisionando, y despedazando bárbaramente a sus ministros». Su
verdadero objeto gira en torno a la defensa a ultranza del estamento eclesiástico
y de la propia Iglesia, intentando justificar sus bienes y riquezas y denunciando el
intervencionismo estatal en materia religiosa patrocinado por los diputados a
Cortes. La encíclica intenta parar la descristianización de España: «sabemos bien
que todo el Pueblo Español es sólidamente Christiano», lo que a juicio de los
prelados queda suficientemente probado por «la insurrección general de toda
España, y su admirable constancia en la guerra contra un enemigo
declaradamente impío; las representaciones enérgicas y multiplicadas a favor de
la Inquisición, y contra la impiedad filosófica del día; y la execración, en fin, con
que fueron recibidos de los pueblos los papeles más escandalosos que salieron
de nuestras prensas, como el Diccionario Burlesco».
[K]. Pero lo cierto es que, posiblemente por el devenir de los
acontecimientos, Sichar evolucionó en algunos de sus postulados esenciales. En
una fecha tan reveladora como comienzos de marzo de 1820, recién jurada a
regañadientes la Constitución gaditana por el propio Fernando VII, el prelado
aragonés presentó un interesante Manifiesto del ilustrísimo obispo de Barcelona.
Nos D. Pablo de Sichar por la gracia de Dios y de la santa sede apostólica
Obispo de Barcelona, del consejo de S. M. &c. A todos los fieles de esta ciudad y
diócesis: salud en nuestro Señor Jesucristo. Excitado por haber recibido un oficio
del jefe político de Barcelona, en el que se le instaba a elogiar la Constitución
recién implantada, Sichar asegura que «aquel que no sea un buen católico no es
amante de la Constitución» (Manifiesto, p. 3), subrayando con evidente intención,
haciendo referencia al artículo 12 del magno texto, que «leed, leed, amados hijos,
este código fundamental de los derechos y obligaciones de todos los españoles,
leedlo con atención, y ved lo que hallaréis en él que no esté arreglado a los
principios de una sólida moral y a los preceptos del Evangelio. El primer
mandamiento que impone es la puntual observancia de la Religión Católica,
Apostólica Romana con exclusión de toda otra» (Manifiesto, p. 2). En un contexto
tan complejo como el de inicios del Trienio Liberal, Sichar concluye asegurando
que «la Constitución no amenaza a nuestra santa Religión ni a las buenas
costumbres» (Manifiesto, p. 4), por lo que solicita guardar «puntualmente cuanto
prescribe y ordena la Constitución, porque estamos seguros de que observándola
religiosamente no podéis dejar de cumplir con cuanto Dios manda y exige de
vosotros» (Manifiesto, p. 3),
[L]. Adscrito recientemente a una tendencia reformista [así Guillermo
Vicente Guerrero, Diputados aragoneses juristas en las Cortes de Cádiz, en
Revista Jerónimo Zurita, 2012], lo cierto es que con Pablo Sichar nos
encontramos ante un obispo partidario de la necesidad de mantener una cierta
armonía entre el poder eclesiástico y el poder civil, conservando ambos su
independencia, ante «un hombre que concibe el diálogo como el instrumento
fundamental para subsanar los conflictos» [en este sentido Luis Blanco Domingo,
Sichar Ruata, Pablo. Obispo de Barcelona, en Diccionario biográfico de
parlamentarios españoles, tomo III, 2010]. Ese comportamiento dialogante fue
448
una constante en su trayectoria, como se puso de manifiesto en su actitud
transigente en las purificaciones llevadas a cabo sobre afrancesados y,
posteriormente, sobre las sufridas por los mismos liberales. Tampoco se mostró
partidario de que los clérigos participaran en los procesos acusatorios que
implantó el gobierno fernandino.
[M]. En definitiva, la figura de Pablo Sichar es la de un hombre que, sin ser
liberal, lo cierto es que participó como diputado por Aragón en las Cortes de
Cádiz, jurando la Constitución en varias ocasiones y redactando pastorales en las
que, si bien en algunos casos denunció la política intervencionista en materia
religiosa emanada de los bancos gaditanos, en otros momentos sancionó las
disposiciones necesarias para que los clérigos de su obispado juraran y
explicaran a su vez el magno texto constitucional. Perteneciente a una corriente
episcopalista y juridicista [así Joan Bada Elías, Pau Sichar, bisbe de Barcelona a
l’época ferrandina (1808-1831), en Pedralbes, n.º 4, 1984], mantuvo una postura
contraria a la infalibilidad del Papa, pues a su juicio dicho don debía atribuirse a la
Iglesia. Sus innegables pruritos culturales, materializados de manera significativa
entre otras realizaciones en la potenciación de la biblioteca episcopal del
Seminario Conciliar de Barcelona, centro de una enorme vitalidad para la difusión
del conocimiento en la ciudad condal, o en su sensibilidad hacia las obras
escritas en catalán, que se evidenciaría en la creación de una sala de autores
catalanes, su fomento de la catequesis y su preocupación por la enseñanza
primaria derivadas de algunas de sus cartas pastorales y, en suma, su talante
abierto y conciliador al frente de la diócesis barcelonesa, en un contexto
absolutamente convulso como fue el de la crisis del Antiguo Régimen en España,
hacen de Pablo Sichar un personaje de un notable interés. Su papel al frente del
obispado barcelonés no por modesto debe dejar de ser observado con atención,
pues en buena medida muchas de las vicisitudes que sufrió y de las
contradicciones que mostró fueron, en esencia, las mismas que experimentó la
propia Iglesia española en su difícil tránsito hacia la Edad Contemporánea
[G UILLERMO VICENTE G UERRERO ] (κλυτός y σόφος como hombre de Iglesia).
SORA, Juan de (c. 1510-1570) . [N.º 439]. [A]. Natural de Zaragoza. Era
hijo de Luis Sora y de Catalina Tomás. Fue presentado a una plaza de colegial
del San Clemente de los españoles de Bolonia por el vicario general de la iglesia
de Zaragoza, cuya sede estaba vacante, para estudiar Derecho Canónico en la
Universidad de Bolonia. Sería admitido el 3 de diciembre de 1533 en el Colegio
de España por el rector Diego de Santagadea. El tema de su disertación de
449
ingreso versó sobre X 2.12.2. El 11 de octubre de 1535 fue dispensado para ser
admitido en el examen del doctorado en ambos Derechos, y el 14 de octubre de
1535 se examinó del doctorado en Cánones y Leyes, aprobándolo en ambos
casos. El 25 de febrero de 1536 marchó a Roma, pero regresó al Colegio
ausentándose definitivamente el 10 de febrero de 1537. En España desempeñó
diversas magistraturas, entre ellas la de Regente del Consejo Supremo de
Aragón. Su nombre aparece en una lista manuscrita de los abogados del Ilustre
Colegio de Zaragoza en 1546. Al parecer escribió unas notas sobre algunos
fueros de Aragón que permanecen inéditas y que se desconocen donde podrían
encontrarse.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 726-727, n.º 765 y Sora, Juan de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 583, n.º 2.261
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
450
ejercer dicho puesto, el Colegio le otorgó licencia de ausencia el 15 de marzo de
1635 y consta que el 20 de julio de 1635 ejercía ya el citado cargo. Sería además
Senador del Consejo de Santa Clara y Regente del Colateral, para el que fue
nombrado en 1653. Falleció en 1657 en la terrible peste que asoló Nápoles en
ese momento. La peste de 1656-1657 fue un acontecimiento dramático para todo
el reino de Nápoles; tan sólo en L’Aquila fallecieron 2.294 personas de una
población total de algo más de seis mil habitantes. Resulta interesante lo que al
respecto ha escrito M. A. de Cristofaro, La peste de 1657 nelle relazioni di Pier
Luigi Carafa vescovo di Tricarico, en Annali della Facoltà di Lettere e Filosofia,
Università degli studi della Basilicata, año académico 1986-1987 (Nápoles, 1988),
pp. 197-214.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1301-1303, n.º 1101 y Pérez Martín y Manuel J. Peláez, Soto Acuña,
Gaspar de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 583, n.º 2.262 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN Y
M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
451
13 de abril de 1874, falleciendo el 13 de agosto de 1958 (en su casa familiar de
Lenox, Massachusetts, EE.UU.). Casado con Carol G. Mitchell, con quien tuvo
cuatro hijos (Isaac, Sarah, Helen y Anson Jr. –quien ha llegado a ser un
importante Obispo Episcopaliano–). Hijo de un rico banquero de Nueva Inglaterra,
fue enviado a estudiar a la Universidad de Yale, licenciándose en Artes en 1896.
Durante esos cuatro años universitarios ingresa en la fraternidad de Skull and
Bones [calavera y huesos –versión estadounidense de la masonería, de donde
han salido varios dirigentes del país e importantes empresarios–]. Para
distanciarse de la carrera política y de influencias que le había preparado su
padre, viaja al sudeste asiático, regresando al año, para ingresar en la Escuela
de Teología Episcopaliana en Cambridge (Massachusetts, EE.UU.). Obtiene su
grado en Teología en 1900, pero no es ordenado sacerdote con destino hasta
1925. En 1899 comienza su carrera universitaria como Secretario de Yale, a la
vez que sirve de coadjutor de la Iglesia episcopaliana de San Pablo en New
Haven (Connecticut, EE.UU.). En 1921 iba a ser el sustituto del Presidente de
Yale, A.T. Hadley –pues contaba con su apoyo y el de la mayor parte de la junta–
, pero debido a las intrigas académicas –supuestamente por oposición a que un
clérigo volviera a ser Presidente de la Universidad, al viejo estilo–, finalmente
decide renunciar, pasando a desarrollar su labor activista, como filántropo,
gestionando la fundación familiar Phelps Stokes Fund. En 1924 es nombrado
canónigo de la Catedral Nacional de Washington, cargo que desempeña hasta
1939. Luego seguirá compaginando su carrera académica con la religiosa,
además de mantener su labor filantrópica mediante la fundación y con amistades
tales como el matrimonio Roosevelt (en especial, con la Primera Dama, Eleanor).
[B]. Se trata de un hombre con una carrera académica plena, en cuanto a
que realizó gestión, docencia e investigación al más alto nivel y con un gran
índice de impacto en su producción. Su gestión académica, la desempeñó
principalmente en la Secretaría de la Universidad de Yale –uno de los cinco
mejores centros universitarios de los EE.UU., así como, uno de los diez primeros
del mundo–. Durante las dos décadas largas que durará su considerable labor de
Secretario, no sólo impulsó la modernización y homologación de los planes de
estudio y sus títulos correspondientes, sino que además favoreció la creación de
programas y centros de investigación, a la vez que logró fondos para la biblioteca
de Yale, convirtiéndose así en una de las más importantes del país. En su
periodo como canónigo, no cesó de investigar y publicar, además de apoyar a
otros para que lo hicieran, sentando de este modo las bases de futuros estudios
universitarios –de gran pujanza desde los años 60– (e.g. Negro/Afro American
Studies, Civil Rights, Religious Studies). Como docente, impartió disciplinas
clásicas como Estudios Iglesia-Estado –equivalente a Derecho Eclesiástico en
Europa– y alguna disciplina de Teología, además de hacerse cargo de elaborar
los programas de novedosos seminarios fruto de su investigación, como los
aludidos sobre Negritud o Ciencias de la Religión.
[C]. Su producción científica goza de gran acogida por la comunidad
científica estadounidense, pues además de impulsar numerosos proyectos
enciclopédicos, es autor de una de las obras más leídas y citadas en Church-
State Studies/Estudios Iglesia-Estado, en American Studies/Estudios
Estadounidenses, así como en otros Cultural Studies/ Estudios Culturales (e.g.
Negro/Afro American/Ethnics Studies): Church and State in the United States
(1950). Se trata de una enciclopedia en forma de trilogía, cuyo primer volumen
(de casi 900 pp.) se dedica al estudio de la herencia occidental recibida y sus
desarrollos en el periodo fundacional; el segundo volumen (de casi 800 pp.), se
centra en los problemas sobre las relaciones Iglesia-Estado además de libertad
452
religiosa en el periodo previo a la Guerra Civil, llegando hasta la II Guerra
Mundial; el tercer volumen (de más de 900 pp.), se dedica al estudio de la
materia, sobre todo, la asistencia socio-religiosa (e.g. en escuelas, hospitales,
prisiones, medios), en las últimas décadas. Resultó tan importante y demandada
esta trilogía, que hubo que encargar –al joven, pero prometedor– profesor de
Ciencias Políticas de la Universidad de Long Island, L. Pfeffer, la actualización de
la obra, así como una posterior edición revisada y reducida a un volumen (1967)
–tiempo después, sacaría el propio Pfeffer su propia versión de la obra: Church,
State and Freedom–. Otras publicaciones destacadas del autor son (por orden
cronológico): Memorial of Eminent Yale Men (2 vols., 1914), Tuskegee Institute:
The First Fifty Years (1931), Art and the Color Line: An Appeal made May 31,
1939 to the President General and Other Officers of the Daughters of the
American Revolution to Modify the Rules so as to Permit Distinguished Negro
Artists such as Marian Anderson to be Heard in Constitution Hall (1939),
“Introduction” –Presentación a la– Encyclopedia of the Negro: preparatory volume
with reference lists and reports (1946), Negro Status and Race Relations in the
United States, 1911-1946 –coautor del informe– (1948).
[D]. Más que libros homenaje, al estilo europeo-continental, a Phelps
Stokes, se le ha reconocido con placas honoríficas en bibliotecas universitarias y
salas de estudio en think-tanks/Centros de Investigación de Alto Rendimiento de
Estudios Iglesia-Estado, de Libertad Religiosa, y de Religión y Política –
existentes por todo el país: DePaul, Baylor, Vanderbilt, Yale, Stanford, etc.–. En
1952, recibe la Medalla de Yale (el honor más alto a un antiguo alumno). En
1958, tras su muerte, muchos periódicos recogen la noticia, entre ellos The New
York Times, declarándole «uno de los principales intelectuales estadounidenses
de la época». El mejor homenaje posible al Prof. A. P. Stokes ha sido la gran
acogida de su trilogía Church and State in the United States, con todas sus
reimpresiones y reediciones, así como la ya citada revisión y síntesis en un solo
volumen encargada al Prof. Pfeffer (vid. Wood Jr.).
[E]. Bibliografía: sobre el impacto de la obra de Phelps Stokes en el
devenir de los Estudios de Iglesia-Estado (en español), ver Antonio Sánchez-
Bayón, La Modernidad sin prejuicios: la religión en la vida pública estadounidense
(3 vols., 2008-2012) y Estado y Religión de acuerdo con los Estados Unidos de
América (2012) [A NTO NIO SÁNCHEZ -BAYÓ N ] (σοφώτατος).
453
Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, año XXIII, n.º 45 (julio-diciembre 2007), p.
332a-b; Manuel J. Peláez, Taboada del Río, Alberto, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 548, n.º 3.114 y Javier Medina Bayo, Álvaro
del Portillo. Un hombre fiel, Madrid, 2012, pp. 191, 299, 310, 311, 314 y 340
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (μέτρια νομικός).
454
sacerdote en Sainte-Marie de la Beuce (había sido tonsurado en Roma el 20 de
mayo de 1837 en una ceremonia celebrada en la Basílica de Letrán). En 1854 se
trasladó de nuevo a Roma para ampliar estudios alcanzando el doctorado en
Derecho Canónico en el Apolinar el 17 de julio de 1856. Desde 1860 hasta 1866
fue rector del Seminario de Québec. Preconizado arzobispo de Québec el 24 de
diciembre de 1870, fue consagrado obispo el 19 de marzo de 1871 por el
arzobispo Édouard-Charles Fabre y el cardenal Louis-Nazaire Bégin. El 7 de junio
de 1886 fue creado cardenal. Es uno de los fundadores de la Universidad Laval,
junto Edward John Horan, Louis Gingras, Léon Gingras, Antoine Parent, Joseph
Aubry, Louis-Jacques Casault, John Holmes y Michel Forgues, de la que fue
rector en sendos periodos (1860-1866 y 1869-1871). La Universidad Laval fue
fundada por el Seminario de Québec y sería erigida civilmente el 8 de diciembre
de 1852 por la reina Victoria de Inglaterra y más tarde vendría la erección
canónica (ver Mandement de Mgr. Elzéar-Alexandre Taschereau, Archevêque de
Québec, promulgant la bulle “Inter varias sollicitudines”, qui érige canoniquement
l‘Université Laval, 13 septembre 1876, Québec, 1876). De interés jurídico y
político son algunas de sus circulares y declaraciones pastorales sobre
elecciones, reforma del Código civil, sociedades secretas (1 de junio de 1883),
bienes de la Iglesia (en particular de la Compañía de Jesús, no sólo en la
provincia del Québec sino igualmente en todo el Canadá), la enseñanza, etc. Ver
también Discipline du diocèse de Québec, Québec, 1879 y 2.ª ed., 1895, que es
un libro extenso (303 pp.); Ad Summum Pontificem: archiepiscopi, episcopi et
presbyteri qui adfuerunt celebrationi bis centenarii erectionis sedis Quebecensis
die 1 octobris 1874, Québec, 1874 y además Instructions and prayers for the
jubilee of 1881, Québec, 1881.
[B]. Bibliografía: Sir Adolphe Basile Routhier, Les hommes du jour: le
cardinal Taschereau, en Les Hommes du jour, vol. IX (1891), pp. 129-143; Henri
Têtu, Notice biographique: S. E. le Cardinal Taschereau, archevêque de Québec,
Québec, 1891; David Gosselin, Le cardinal Taschereau (1820-1898), en La
semaine religieuse de Québec, X (1897-1898), pp. 531-536; Pierre-Georges Roy
(1870-1953), La famille Taschereau, Lévis, 1901; Henri Têtu, Les souvenirs
politiques de l’honorable Charles Langelier et le premier cardinal canadien, en La
Semaine religieuse de Québec, XXI (1908-1909), pp. 665-669, 681-685 y 697-
703; D. C. Lyne, Sir John A. MacDonald and the Appointment of the First
Cardinal, en Journal of Canadian Studies, II, n.º 4 (1967), pp. 58-69; J. R. Gaudin,
Les rapports entre l’Eglise et l’État d’aprés le cardinal Elzéar-Alexandre
Taschereau, Ottawa, 1972; Jacques Grisé, Les conciles provinciaux de Québec
et l’Église canadienne (1851-1886), Montréal, 1979, 454 pp. y Manuel J. Peláez,
Taschereau, Elzéar-Alexandre, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (=
tomo 2.º de la colección), pp. 579-580, n.º 1.108, e igualmente las semblanzas de
sus parientes Jean-Thomas Taschereau (1778-1832), Joseph-André Taschereau
(1806-1867), Louis-Alexandre Taschereau (1867-1952) y Robert Taschereau
(1896-1970), en Diccionario crítico, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección),
pp. 580-582, n.º 1.109, 1.110, 1.111 y 1.112 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (Καρδινάλιος).
THÉRIAULT, Michel (1942-2000) . [N.º 447]. [A]. Nació en 1942. Era hijo
del escritor canadiense Yves Thériault. Su carrera profesional tuvo dos caminos.
Después de terminar el doctorado en Derecho canónico y defender la tesis en
1967, marchó a la Universidad de Toronto donde obtuvo el Master en
Biblioteconomía y Documentación en 1969. Mientras trabajaba como profesional
de una biblioteca, continuó interesándose por el Derecho canónico, llegando a
455
ser un experto reconocido en la materia. Su primer contrato docente lo consiguió
en la Universidad de Montréal, que compaginó con un puesto en la Biblioteca
Nacional de Canada en Ottawa. Durante su estancia en dicha Biblioteca
Nacional, dirigió la división de Bibliografía Antigua, estableciendo un sistema de
catalogación respecto al periodo que abarca desde 1867 a 1900. Orientó su
trabajo partiendo de lo que había hecho Raymond Tanghe, bibliotecario emérito y
colaborador de la Biblioteca Nacional que fue quien dio comienzo al proyecto en
1953. Creó un pequeño grupo de trabajo y con la ayuda de estudiantes que
trabajaban durante los veranos, construyó la bibliografía documento por
documento. Fue el primero que publicó en 1980 Canadiana 1867-1900:
Monographs, en formato de microficha. Sucesivas revisiones y añadidos a lo
largo de los años aumentaron el trabajo. Cuando comenzó el proyecto en 1975,
la bibliografía incluía aproximadamente 20.000 entradas. Cuando lo dejó en 1985,
la bibliografía contaba con más de 40.000 títulos. Michel Thériault recorrió el país,
dando conferencias y charlas sobre el trabajo en la Biblioteca Nacional,
específicamente en la materia de bibliografía retrospectiva. En 1980 la Biblioteca
Nacional canadiense publicó la obra de Thériault, Les instituts de vie consacrée
au Canada depuis les débuts de la Nouvelle-France jusqu’à aujourd’hui: notes
historiques et références = The institutes of consecrated life in Canada from the
beginning of New France up to the present: historical notes and references, que
se publicó en Ottawa en 1980. Este estudio es una obra de referencia y un
instrumento de trabajo de continuo uso en la investigación bibliográfica, pues
además delinea la historia de las comunidades religiosas en Canadá, que
desempeñaron un importante papel en la vida social y política del país.
[B]. Después de trabajar durante quince años como bibliotecario, se dedicó
en los siguientes tres lustros de su vida a ser profesor de Derecho Canónico y
Secretario de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de San Pablo.
Falleció en Ottawa el 27 de septiembre de 2000, tras haber luchado durante dos
años contra el cáncer. Hasta su muerte estuvo trabajando en un glosario de
terminología de cara a un nuevo libro Canonical Glossary: 125 terms to help you
through culture shock y también como editor de los vols. de Studia Canonica. A
Canadian Law Review, publicación periódica cuya aparición se ha relentizado
tras su muerte.
[C]. Aparte de los ya citados, entre sus obras destacamos, Le livre religieux
au Québec depuis les débuts de l'imprimerie jusqu'à la Confédération, 1764-1867:
relevé statistique et essai d'interprétation (Graduate School of Library Science,
McGill University, 1977); la ed., junto a Jean Thorn, de Unico ecclesiae servitio:
Études de droit canonique offertes à Germain Lesage, o.m.i, en l’honneur de son
75e anniversaire de naissance et du 50e anniversaire de son ordination
presbytérale, publicado por la propia Universidad de San Pablo en un vol. de 355
pp. en 1991 [de qua vid. Dominique Le Tourneau, en Ius Canonicum, vol.
XXXXIII, n.º 66 (1993), pp. 760-768] y la ed. también de Le nouveau Code de
droit canonique: actes du Ve Congrès international de droit canonique, que se
organizó por la Universidad de San Pablo y se celebró en la Universidad de
Ottawa desde el 19 al 25 de agosto de 1984 y se publicó en sendos volúmenes
en 1986. En el libro en colaboración con Gaston Boulanger y Serge Marcil sobre
Conception d’écrits en éducation à distance, editado por la Facultad de Ciencias
de la Educación de la Universidad de Montréal en 1986, participó con unas
páginas sobre Des objets de formation pour concepteurs en éducation à distance.
Interesante es su artículo Canonical questions brought about the presence of
Eastern Catholics in Latin areas in the light of the “Codex Canonum Ecclesiarum
Orientalium”, en Ius Ecclesiae, vol. III, n.º 1 (1991), pp. 201-232. Junto a Ernesto
456
Caparrós y Jean Thorn, llevó a cabo la traducción al francés y edición del Code
de droit canonique bilingüe et annoté, siguiendo los comentarios y traduciéndolos
de la edición del Instituto Martín de Azpilcueta de la Universidad de Navarra y
editándolo en Montréal, en su 2.ª ed. en 1999. Tradujo igualmente junto a Francis
C. C. F. Kelly y James H. Provost al inglés la Constitución apostólica Pastor
bonus de Juan Pablo II de 28 de junio de 1988, en una cuidada edición bilingüe
inglés-latín anotada, que apareció en Ottawa en 2000. Revisó científicamente la
versión de los Indices ad Corpus iuris canonici de Francis Germovnik, que editó la
Universidad de San Pablo en 2000.
[D]. Bibliografía: Derek H. Davis, Thériault, Michel, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006,
vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 590-591, n.º 1.125 [D EREK H.
D AVIS] [trad. del inglés por Manuel J. Peláez] (σόφος).
457
Taxaquet quien convenció al Papa de la necesidad de esta revisión crítica.
Falleció en Lérida el 9 de julio de 1578.
[B]. Bibliografía: Antonio Planas Rosselló y Manuel J. Peláez, Thomàs de
Taxaquet, Miquel, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la
colección), pp. 591-592, n.º 1.127 [A NTO NIO P LANAS R O SELLÓ y M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σοφώτατος).
TORRE, Fernando de (siglo XIV) . [N.º 449]. [A]. Fue presentado a una
plaza de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por la diócesis
de Lisboa. Está documentado que en 1377 ya se encontraba en Bolonia
estudiando en la Universidad. Consta que en 1380 era bachiller en Decretos. El
18 de enero de 1380 solicitó al Papa una prebenda en la diócesis de Cuenca. Se
doctoró en Derecho Canónico el 2 de marzo de 1382, siendo presentado por
Rodulfo de Rodulfis, doctor en ambos Derechos en su nombre y en el de
Giovanni de Lignano y de Lorenzo Pinu, siendo aprobado.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 143, n.º 41 y Torre, Fernando de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico Ψ, p. 592, n.º 2.282
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
458
TORRE GARCÍA, Francisco de la (n. 1859) . [N.º 451]. [A]. Natural de
Torredonjimeno, donde nació el 12 de marzo de 1859. Era hijo de Manuel de la
Torre. Estudió Leyes y Cánones en la Universidad Central, licenciándose en
Derecho Civil y Canónico. Fue nombrado para una plaza de colegial del San
Clemente de los Españoles de Bolonia el 11 de junio de 1883. De la Torre cubrió
la vacante de Jerónimo Vida Vilches, que no se incorporó al Colegio. En la
Facultad de Jurisprudencia se doctoró en 1884 con una memoria que llevaba por
título Concetto del diritto e dei suoi elementi.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. IV, p. 1830, n.º 1.390 y Torre García, Francisco de la, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 554, n.º 3.131 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
459
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 561, n.º 3.142 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
460
durante su estancia en Milán, tuvo frecuente trato con el cardenal Alfredo Luigi
Ildefonso Schuster (18 de enero de 1880-30 de agosto de 1954), que ha sido
beatificado el 12 de mayo de 1996, entre algunas controversias relacionadas con
sus elogios al gobierno italiano por los Pactos Lateranenses (fue el primer
arzobispo nombrado tras la firma de los acuerdos) y a los avances del ejército
italiano en sus conquistas de Etiopía; sin embargo, está documentado y probado
que Schuster salió también en defensa de la Acción Católica ante los ataques del
fascismo y se opuso frontalmente a las leyes raciales de 1938.
[B]. Bibliografía: Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei.
Vida de Josemaría Escrivá de Balaguer, Madrid, 2002, vol. II, pp. 572 y 575 y
Madrid, 2003, vol. III, pp. 144, 147, 175, 193, 200, 202, 203, 205, 206, 208, 209,
421, 489 y 599; Manuel J. Peláez, Udaondo Barinagarrementería, Juan de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
612-613, n.º 1.155 y Aldo Capucci, San Josemaría Escrivá e il beato Ildefonso
Schuster (1948-1954), en Studia et Documenta, 4 (2010), pp. 215-254 [M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σόφος).
461
Fue canónigo y deán de la Iglesia de Badajoz. Inquisidor en Sicilia, en Llerena, en
Córdoba y en Sevilla. Protonotario apostólico.
[B]. Durante el ejercicio de su cargo como vicerrector, el 3 de octubre de
1584 fue alevosamente asesinado en su propia habitación el doctor en Artes y
Medicina Ignacio de Erquinigo, consiliario médico de la institución. Ulloqui solicitó
la intervención del Gobernador de Bolonia. Fueron encarcelados varios
colegiales. Uno de los colegiales falleció en la cárcel. El hecho de que Ulloqui
renunciara a su derecho a juzgar a los culpables como rector del Colegio con
jurisdicción y la cediera al Gobernador ha sido siempre mal visto por los
colegiales, que expresaron su repulsa por escrito en varias ocasiones, calificando
su actuación, alguno más benevolentemente, como «imprudente y disparatada» y
en otro lugar que adoptó dicho acuerdo sin perjuicio de los privilegios del Colegio,
sino solamente «in subsidium iuris». El crimen se atribuyó a Gaspar de Velandia
Arellano, quien huyó del Colegio.
[C]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 291, n.º
2.864 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 1049-
1052, n.º 969 y Ulloqui Huarte, Martín de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 562, n.º 3.145 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
462
ejercicio de la cura práctica espiritual, Imprenta de Erasun y Labastida,
Pamplona, 1868.
[D]. Bibliografía: José Manuel Cuenca Toribio, El pontificado pamplonés de
D. Pedro Cirilo Úriz y Labayru (1862-1870), en Sociedad y clero en la España del
XIX, Córdoba, 1980; José M. Cuenca Toribio y Soledad Miranda García, La visita
ad limina de 1866 en la diócesis de Pamplona, en Boletín de la Real Academia de
la Historia, 182 (1968), pp. 503-530 y José Goñi Gaztambide, Historia de los
Obispos de Pamplona, X. Siglo XIX, Gobierno de Navarra y Eunsa, 1985, pp. 11-
320 [R O LDÁN JIMENO A RANGUREN ] (μέτρια νομικός).
463
obsequio de la Religion, y del Monarca nuestros resentimientos y agravios
personales..., [S.l., s.n., c. 1824] y Carta pastoral. Prevenciones para el ejercicio
de la cura práctica espiritual, Imprenta de Francisco Erasun y Rada, Pamplona,
1827, reed. 1868.
[C]. Bibliografía: José Goñi Gaztambide, Joaquín Xavier de Uriz, el obispo
de la caridad (1815-1829), en Príncipe de Viana, XXVIII, n.º 108-109 (1967), pp.
353-440 y del propio Goñi, Historia de los Obispos de Pamplona, IX. Siglo XIX,
Gobierno de Navarra y Eunsa, Pamplona, 1991, pp. 165-462 [R O LDÁN JIMENO
A RANGUREN ] (σόφος).
464
hierro. La justicia de Dios tiene su tiempo, y ya ha llegado en su carro de fuego.
Juzgará por el fuego y por la espada a toda carne, y serán muchos los que
caigan a los golpes del Poderoso» (El valor divino..., Madrid, 1971, 18.ª ed., p.
249). No obstante, en los escritos de Urteaga, no puede achacarse la presencia
de irregularidades teológicas, aunque censuró la marcada afección monjil y
cleriguicia que se daba en España en los años cuarenta del pasado siglo XX. Ni
defectus fidei, ni defectus scientiae se aprecian en todo lo salido de su pluma,
aunque al mismo tiempo en algunos de sus escritos y en la música y letra que
puso a algunas canciones hay quien ha detectado ciertos aires patrióticos y
propios de la milicia, a la vez que una confianza en el porvenir, propia de hombre
de bien, al que puede aplicarse lo del clásico recte faciendo nemimem timeas.
Casi todos sus títulos están todavía vivos en las editoriales que los editaron, con
ediciones anuales en muchos de ellos.
[D]. Ver Andrés Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei. Vida de
Josemaría Escrivá de Balaguer, Madrid, 2003, vol. III, pp. 55, 57, 30, 143, 150,
221, 407, 469 y 472; s. a., Jesús Urteaga Loidi, en la sección In pace, de
Romana. Boletín de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, año XXV, n.º 49
(julio-diciembre 2009), p. 375a-b; Manuel Martínez Neira y José María Puyol
Montero, El Doctorado en Derecho 1930-1956, Madrid, 2008, pp. 251-252 y 328 y
Dario Chimeno, Urteaga Loidi, Jesús, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º
de la colección), pp. 565-566, n.º 3.154 [D ARÍO CHIMENO ] (κλυτός e igualmente
σόφος como comunicador de la teología de la Iglesia y en menor medida de su
derecho).
USÓN, Pedro (siglo XVI) . [N.º 460]. [A]. Natural de Alcañiz. Fue a la
Universidad de Bolonia a estudiar Cánones y Leyes, ocupando una plaza en el
Colegio Vives. En el curso 1579-1580 le fue conferida por la Universidad la
lectura ordinaria de Digesto nuevo o de Inforciato y en el curso 1580-1581 la de
Libro Sexto y Decretales clementinas. Fue consejero de la Universidad por las
naciones de Portugal, Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca. Se conservan en el
Archiginnasio de Bolonia cuatro escudos referidos a Pedro Usón. El 30 de marzo
de 1581 consiguió el grado de doctor en Derecho civil y en Derecho canónico,
concediéndosele seis meses para abonar los gastos del doctorado.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, El Colegio Vives, en El cardenal
Albornoz y el Colegio de España, Bolonia, 1979, vol. VI, p. 153 y Usón, Pedro, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 611, n.º 2.297 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια
νομικός).
465
Fueron testigos de su admisión Miguel Fernández y Pedro Vitelo. Ya dentro del
Colegio cambió su orientación teológica por la jurídica y fue los cursos 1564-
1565, 1566-1567 y 1569-1570 consiliario canonista y en 1565-1566 y 1568-1569
ecónomo de la institución. El 20 de septiembre de 1568 fue dispensado de los
impedimentos que había para ser admitido al examen de doctorado en Derecho
Civil y en Derecho Canónico. El 22 de septiembre de 1568 se doctoraba en
ambos Derechos, recibiendo las insignias doctorales de A. Grasso, las canónicas,
y de Francesco Zanetti las de Derecho Civil. Da la impresión de que el 20 de
mayo de 1570 abandonó definitivamente el Colegio de España. Ya en España
sería Vicario general del arzobispado de Sevilla y juez de la Chancillería de
Granada.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 944-946, n.º 906 y Valdecañas de Arellano, Antonio, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Apéndice biográfico
Ψ, p. 612, n.º 2.300 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
VALDERAS, Antonio de (siglo XVI) . [N.º 462]. [A]. Natural de León, era
hijo Diego de Valderas, bachiller en Decretos, y de Catalina Lorençana. Fue
presentado a una plaza de colegial del San Clemente de los españoles de
Bolonia por la Iglesia de León. El 11 de abril de 1537 es admitido por el rector
Pedro Rodríguez de la Fuente. Su disertación de ingreso versó sobre X.2.6.5,
desarrollándola docta y elegantemente y respondiendo a los sutiles argumentos
que le opusieron Melchor de Saravia y Juan de Escobar. Como sus pruebas
tenían algunos defectos y los títulos presentaticios que había traído estaban
ocupados, el Colegio con autoridad del Visitador el abad Diego de Ginebra, le
dispensó de tales requisitos y le admitió entre los canonistas en una de las plazas
vacantes de teólogos, con tal de que en el plazo de diez meses aportase títulos
presentaticios para canonista en alguna de las vacantes. Como consecuencia de
las guerras entre España y Francia las comunicaciones del Colegio con las
diócesis de España estaban entorpecidas; se le concedieron entonces otros diez
meses más. El 11 de abril de 1543 fue dispensado de los impedimentos para ser
admitido al examen en Derecho canónico y en Derecho civil. El 8 de mayo de
1543, presentado por Agostino Berò, Graziano Grassi y Giovanni Ludovico Bove,
es examinado y graduado en Derecho canónico y presentado por los propios
Berò y Bove y además por Giovanni Buoncompagni, se examinó y doctoró en
Derecho civil. A su doctorado asistió un duque y varios nobles. Durante el curso
1543-1544 fue consiliario canonista. El 9 de octubre de 1544 da la impresión de
que se ausentó definitivamente del Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia 1979, vol.
II, pp. 751-752, n.º 785 y Valderas, Antonio de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III
(= tomo 4.º de la colección), p. 567, n.º 3.158 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
466
Consiliorum sive responsorum iuris, publicados en Nápoles en 1618 y en 1634, y
en Madrid en 1653. Tiene interés su Discurso... en razón de las conuenencias
que ay para que su Magestad... ampare las letras, y profesores dellas y no
consienta que a los libros se carge alcauala, ni otra imposición y sus Opuscula
theologico-juridico-politica liber primus seu Defensio iustitiae [et] justificationis
monitorii emissi [et] promulgati, publicados en Valencia en 1728. Destacó por su
defensa de los interés del Romano Pontífice frente a la República de Venecia en
Defensio iustitiae et iustificationis monitorii emissi & promulgati per per S. S. D. N.
D. Paulum papam quintum XVII die mensis Aprilis anno Domini MDCVI adversus
ducem & Senatum Reipublicae Venetorum super quibusdam statutis & decretis
ab eisdem editis contra Sancta Apostolicae Sedis authoritatem et libertatem ac
immunitatem ecclesiasticam, que se publicó en Valencia en 1607. Consultar
igualmente De status ac belli rationes servanda cum aliisque a legitimo suorum
principum dominio & obedientia revellantibus: discursus et animadversiones, que
vio la luz en Nápoles en 1620.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Valenzuela Velázquez, Juan Bautista,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp.
619-620, n.º 1.164 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
467
Jurisprudencia a claustro pleno, desarrollando el argumento No requiere
solemnidad alguna el testamento militar para ser válido. El peligro inminente de la
vida, y que se tomara afición a la milicia fueron causa de concederse este
privilegio a los militares. Durante el año académico 1844-1845 superó el Derecho
Político y la Economía Política y en el curso 1845-1846 terminó el séptimo año de
la carrera de Jurisprudencia. En el grado de Licenciado eligió, de entre los tres
que le cayeron en suerte, la cuestión de ¿El depositario que es acreedor del
deponente, puede compensar su crédito con la cosa depositada?, que prefirió al
de si ¿Tiene la Iglesia poder judicial y coercitivo? Realizó la prueba el 10 de julio
de 1846, a las 5½ de la tarde. El 13 de julio de 1846 llevó a cabo el práctico,
llamado entonces «tema controvertible». Era Licenciado el 19 de julio de 1846,
con veinticuatro años, superando las pruebas con todos los votos. Sería investido
públicamente como Licenciado ese mismo día, el 19 de julio de 1846. En 1848
consiguió el grado de Regente de Religión y de Moral. Más tarde alcanzó el
grado de Bachiller en Filosofía, acreditando los estudios que tenía durante tres
años de Filosofía. Fue ordenado presbítero. En la ciudad condal pasó a ser
profesor del Seminario de las materias varias de Derecho Canónico. En
Barcelona sería además Fiscal del Tribunal Castrense y Defensor del Vínculo
Matrimonial en el Tribunal Eclesiástico. Enseñó en la Escuela Normal de
Barcelona Religión y Moral. Canónigo doctoral por oposición de la catedral de
Gerona desde 1853, el 28 de diciembre de 1854 fue nombrado arcipreste de la
Catedral de Lérida, puesto del que tomó posesión el 1 de febrero de 1855. En la
diócesis ilerdense sería más tarde nombrado Administrador diocesano y
Archivero de la catedral. Acudió al Concilio Vaticano I, acompañando al obispo de
Lérida Marià Puigllat. Fue preconizado obispo de Gerona el 17 de septiembre de
1875 por el pontífice Pío IX. Un hecho significativo es que el Papa preconizara
también ese mismo día a Pere Colomer como obispo de Vic y a Tomàs Costa
para la diócesis de Lérida. Valls fue consagrado en la catedral de Barcelona el 9
de enero de 1876, tomando posesión oficial de la diócesis el 14 de enero de
1876. Intervino en la restauración económica de la diócesis en relación a medidas
tomadas durante el sexenio liberal, haciendo las correspondientes reclamaciones
patrimoniales al Estado con energía y se mantuvo al frente de su diócesis hasta
su fallecimiento, sucediéndole Tomás Sivilla Gener preconizado el 31 de
diciembre de 1878, que gobernó durante más de veinticinco años la Iglesia de
Gerona, falleciendo el 8 de enero de 1906. Valls Pascual murió joven, con tan
sólo 55 años, de una enfermedad aparentemente leve que le aquejó desde el 6
de septiembre de 1877, lo que le permitió el mismo 11 de septiembre por la
mañana recibir los pertinentes sacramentos y disponerse a buen morir, diciendo a
viva voz: «En presencia de Dios aquí presente pido humildemente perdón a
cuantos haya podido ofender o desedificar en mi vida; así como perdono de todo
corazón a cuantos me hayan ofendido». Fue enterrado el viernes 14 de
septiembre de 1877 en la catedral de Gerona. El obispo de Gerona Jaume
Camprodon lo retrató en 1990 como hombre afable, pero a la vez «enérgico a la
hora de urgir el cumplimiento de los deberes, reivindicador con exquisito tacto de
los derechos de la Iglesia, trabajador y persona de costumbres austeras».
[B]. Valls dejó páginas escritas de Derecho, Filosofía, Teología y Pastoral,
que restan inéditas y por sus actividades históricas y archivísticas fue nombrado
correspondiente de la Real Academia de la Historia. Protestó, junto al resto de
obispos catalanes, el vicario capitular de Solsona y el gobernador eclesiástico de
Urgell contra el Proyecto del Ministerio de Fomento sobre la Instrucción Pública,
en escrito dirigido tanto al Congreso de los Diputados como al Senado, ya que
para Valls «la enseñanza, organizada conforme a las bases del proyecto, en las
468
que se descarta paulatinamente el elemento católico, a proposición que se
supone más ilustrada la inteligencia de los alumnos, podrá producir generaciones
que tengan mayores o menores conocimientos científicos que la actual, pero no
elevará nunca el nivel religioso de las mismas; condición esencialísima para que
los pueblos progresen con paso seguro por las sendas de la verdad y de la
justicia. Es preferible la ignorancia a la mala ciencia, ha dicho una persona tan
poco sospechosa como Victor Hugo y para atajar estos dos males no hay otro
antídoto que el de la ciencia ilustrada por la fe, que es la única y verdadera
ciencia» (Boletín oficial eclesiástico del Obispado de Gerona, 16 de agosto de
1877, p. 317). Cuenta con una calle de unos trescientos cincuenta metros en su
villa natal, Sallent, que le fue dedicada el 26 de abril de 1917, y su casa familiar
ha pasado a denominarse Tinell del bisbe Valls. El 16 de junio de 1990 el
Ayuntamiento de Sallent dedicó un homenaje, con diversos actos, a tres
sallentinos ilustres Josep Pascual Campo (1750-1810), Tomàs Viladomiu
Bertrand (1809-1879) y el obispo Valls Pascual.
[C]. Bibliografía: Elías Romero González, Isidre Valls i Pallerola (1859-
1933) [sic], empresario y político catalán en la Restauración. Notas para su
estudio, en Annals of the Archive of “Ferran Valls i Taberner’s Library”: Studies in
the history of political thought, political & moral philosophy, business & medical
ethics, public health and juridical literature, Barcelona, vol. 3-4 (1989), pp. 309-
317; Concepción Serrano, Historia de los Valls: Una familia catalana de juristas,
catedráticos, empresarios, políticos, banqueros y eclesiásticos. (Dos siglos de
derecho, finanzas y política de la Cataluña contemporánea), Universidad de
Málaga, Barcelona, 1994, pp. 46-54 y para el resto de los Valls, passim; Manuel
J. Peláez, Valls Pascual, Isidre [Esteve Rudesindi], en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2006,
vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), pp. 627-628, n.º 1.170 y también en
ese mismo Diccionario las de sus parientes Joaquim Sebastià Esteve Valls
Pallerola (pp. 626-627, n.º 1.169), Josep Esteve Sebastià Valls Pascual (pp. 628-
629, n.º 1.171), Ferran [Joan Salvador] Valls Taberner (pp. 629-634, n.º 1.172),
Lluís Valls-Taberner Arnó [en coautoría con M. A. Prieto Martín] (pp. 634-638, nº
1.173) e Isidre Valls Vilaseca (p. 638, n.º 1.174). [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
VALLS VILASECA, Isidre (1785-c. 1856) . [N.º 466]. [A]. Nació en Sallent
(Barcelona) en 1785. Era hijo de Ramon Valls Casaña y de Antonia Vilaseca
Traver. Ramon Valls fue bayle de Sallent en 1788. Los primeros estudios los hizo
en el Seminario Conciliar de Barcelona. Con posterioridad pasó a la Universidad
de Cervera donde completó su formación haciendo los estudios de Derecho
Canónico, ciencia sagrada en la que se doctoró en 1810. Fue ordenado diácono y
más tarde presbítero. Canónigo en la Seu d’Urgell y luego en Barcelona. El 16 de
abril de 1834 sería nombrado canónigo doctoral de Seu d’Urgell. Unido a los
liberales y constitucionalistas, tuvo que sufrir amargas depuraciones. Fue además
canónigo de la Iglesia catedral de Barcelona, por conmutación de la canonjía de
Urgell, nombrado el 15 de agosto de 1841. A partir de 1845 pasaría a ser Vicario
general Capitular y Gobernador Eclesiástico de la diócesis barcelonesa, siendo
aprobado su nombramiento por Isabel II el 16 de marzo de 1845. En la
Universidad de Barcelona, solicitó la convalidación del grado de doctor en
Cánones conseguido en Cervera por el de doctor en Jurisprudencia, a lo que fue
autorizado por el Ministerio de la Gobernación en virtud de la Real Orden de 18
de mayo de 1843, pero tuvo que realizar las correspondientes pruebas, sufriendo
el 30 de abril de 1844 exámenes de todas las materias que no tenía superadas
conforme al Real Decreto de 1 de octubre de 1842, alcanzado la calificación de
469
Sobresaliente por unanimidad en todas las asignaturas. La reina Isabel II,
mediante Real Decreto del 19 de junio de 1844, le concedió la Cruz de
Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica. Dejó algunos
escritos jurídicos, canónicos, teológicos y pastorales, que restan inéditos.
Particular interés tienen las más de doscientas páginas que dejó escritas con
argumentos de todo tipo en su defensa ante los varios procedimientos de que fue
objeto por sus veleidades liberales, donde resalta por sus conocimientos jurídicos
y canónicos.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Valls Vilaseca, Isidre, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2006, vol. II, tomo 1.º (= tomo 2.º de la colección), p. 638, n.º 1.174
[M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
470
España tuviera el puesto de honor de mayor dignidad después de los rectores de
la Universidad, incluso antes que los obispos y arzobispos. Por defender este
privilegio, declarado ya en 1436 por el Gobernador Pontificio en Bolonia e
incorporado a los estatutos del Colegio y de la Universidad, llevaba ya el rector
del Colegio tres años sin pisar la Universidad. Igualmente Varaona consiguió del
Sumo Pontífice letras comendaticias para el obispo Marco Senogalense,
gobernador de Bolonia, para que con el consejo de Andrea Alciato y Agostino
Berò, declarase si el rector del Colegio y los colegiales podían ser rectores de la
Universidad, a pesar del estatuto que exigía para ser rector el haber vivido cinco
años a sus expensas. El citado gobernador, con el consejo de dichos doctores,
declaró la duda en sentido afirmativo. Tras su marcha de la institución
albornociana ocupó varios cargos de relevancia como podestà de Lodi, regente
del Estado de Milán y Gran Canciller del Estado de Milán. Fue caballero de la
Orden de Santiago.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 166, n.º
776 y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 707-708,
n.º 751 y Varahona [o Varaona, o Barahona], Juan de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2012,
vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 579, n.º 3.173 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(σόφος).
VARGAS, Rodrigo de (siglo XVI) . [N.º 470]. [A]. Natural de Mérida, era
hijo de García de Vargas y de Juana Céspedes. Estudió Leyes y Cánones en la
Universidad de Salamanca. Consta que en 1531 era clérigo. Fue presentado a
una beca de colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia, con
propuesta de dispensa de los estatutos por parte del Cardenal Protector
471
Francisco de Quiñones, firmada en Roma el 12 de diciembre de 1531 y
presentada en el Colegio el 12 de enero de 1532, si lo quisiese la mayor parte de
los colegiales, para que fuera admitido a una prebenda de Derecho canónico sin
títulos, ni pruebas, con la condición de que en el plazo de ocho meses aportase
títulos y pruebas. Entregó al Colegio el 12 de enero de 1532 unas actas de
pruebas de limpieza de sangre hechas en Roma el 14 de diciembre de 1531 y en
Siena el 20 de diciembre de 1531. Posteriormente fueron enviadas otras actas
hechas en Mérida el 30 y 31 de enero de 1532, que serían presentadas en el San
Clemente el 22 de octubre de 1532. Da la impresión de que no fue admitido como
colegial, ya que su nombre no aparece entre los colegiales del curso 1532-1533 y
siguientes. El 9 de septiembre de 1533 fue dispensado para poder ser admitido al
examen en ambos Derechos y el 12 de septiembre de 1533 se examinó y doctoró
en Derecho civil y en Derecho canónico.
[B]. Bibliografía: Maria Teresa Guerrini, “Qui voluerit in iure promoveri...” I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 157, n.º
617 (sólo recoge el de Derecho civil) y Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana,
Bolonia, 1979, vol. II, pp. 717-718, n.º 759 y Vargas, Rodrigo de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 582, n.º 3.175 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος como canonista).
472
otras del vicario general de la diócesis de Cuenca, también del 7 de octubre de
1570. Durante el curso 1572-1573 fue consiliario canonista del San Clemente. Al
curso siguiente ocupó la responsabilidad de rector de la institución albornociana.
El 26 de octubre de 1573 fue dispensado de los impedimentos existentes para
ser admitido al examen en ambos Derechos, recibiendo como promotores a
Ferrante Vezza en Derecho civil y a Ludovico Segni en Derecho canónico. Al día
siguiente se doctoró en ambos Derechos, recibiendo las insignias doctorales de
manos de Ferrante Vezza. Estuvo algún tiempo en España como nuncio del
Colegio para procurar las segundas pruebas de algunos colegiales. Durante el
curso 1575-1576 volvió a ser consiliario canonista y en el 1576-1577 de nuevo
rector. Da la impresión de que el 21 de abril de 1578 abandonó de forma
definitiva el Colegio de España.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 994-996, n.º 939 y Vázquez de Morales, Juan Bautista, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 586-587, n.º 3.180
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
473
fue sobre C. 6.22.3. Durante el curso 1524-1525 sería ecónomo del Colegio, en
1525-1526 consiliario canonista, en 1528-1529 consiliario teólogo substituto. El
23 de abril de 1529 fue dispensado de los impedimentos que había para que
fuera admitido al examen de Derecho civil y de Derecho canónico, asignándole
como promotor de suerte a Benito Calderini. El 30 de abril de 1529 se examinó
del doctorado en Cánones y en Leyes, siendo aprobado y recibiendo las insignias
doctorales de manos de Marco Antonio Marescotti. Durante el curso 1529-1530
sería rector del Colegio de España. Es probable que al término de su mandato
como rector abandonara el Colegio y regresara a España. Ejerció como abogado,
y de él se señala que «fuit integerrimus et prestans jurisconsultus». Falleció en la
localidad de Carmona, diócesis de Sevilla, en 1575.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 644-645, n.º 701 y Vega, Gonzalo de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 9, n.º 1.190 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος como canonista).
474
facilite una nave para Acapulco, que conduzca al autor, electo arzobispo de
México, publicado en Lima en 1640.
[B]. Bibliografía: José Cano y Javier Barrientos Grandón, Vega Padilla,
Feliciano de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 10-11, n.º 1.193 [JO SÉ CANO y JAVIER BARRIENTO S G RANDÓ N ]
(σόφος).
475
consiliario y bibliotecario en 1693-1694. El 15 de diciembre de 1693 opositó sin
éxito a la cátedra de Digesto Viejo. El 8 de noviembre de 1694 fue presentado
para realizar el examen de doctorado en Derecho Canónico, que pudo llevar a
cabo al día siguiente, recibiendo las insignias doctorales. Poco tiempo después
abandonaría el Colegio de San Clemente y regresaría a España. El 5 de junio de
1694 había sido nombrado protonotario apostólico y canónigo de la Iglesia
colegiata de San Salvador de Sevilla. En 1714 como consecuencia de la ceguera
es seguro que había perdido la canonjía sevillana. Ello no le impidió seguir
viviendo muchos años. Es autor de numerosas obras referentes al Colegio de
España y sus colegiales más distinguidos, aunque muchas de sus aseveraciones
están faltas de una base sólida y no pudo consultar alguna documentación
importante del archivo del Colegio. Ver así Compendio de la nobilíssima
fundación y privilegios del Colegio Mayor S. Clemente de Bolonia, espejo de los
demás Colegios Mayores y Menores de España e Italia fundado por el
Eminentíssimo Señor Cardenal de la Santa Iglesia de Roma D. Gil Carrillo de
Albornoz... Vidas y gloriosas muertes de San Pedro de Arbués y Venerable Nuño
Álvarez Ossorio..., Madrid, 1695. Además hay manuscritos en el Colegio como
Colegio Mayor de San Clemente de los Españoles o Lapidario Precioso
Albornociano, Bolonia, 1714 (parte impreso y parte manuscrito) y Theatro de las
Ciencias y Prosapia albornocianas (igualmente parcialmente impreso y
manuscrito). Hay otras variantes de estas obras en texto manuscrito aunque
generalmente el contenido es deudor casi al completo de los textos iniciales y las
variantes son mínimas.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. III, pp. 1505-1507, n.º 1.208 y Velasco Herrera, Salvador Silvestre de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 19,
n.º 1.204 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
476
VELASCO ZORRILLA, Francisco de (siglo XVI) . [N.º 479]. [A]. Nació en
Salas de Bureba (diócesis de Burgos). Era hijo de Fernando de Velasco y de
María Zorrilla. Fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de los
españoles de Bolonia por el obispo de Burgos Juan Rodríguez de Fonseca y su
Cabildo para estudiar Derecho Canónico. Tuvo algunos problemas con ocasión
de su admisión y hubo de aplicársele una dispensa del Cardenal protector
Bernardino de Carvajal. Fue acusado ante el rector de carecer de limpieza de
sangre y hubieron de realizarse las correspondientes pesquisas que disiparan
ese defecto. Desde el 23 de diciembre de 1522 al 4 de febrero de 1523 fue
enviado a una misión fuera de Bolonia para llevar a cabo asuntos de interés para
el Colegio. Volvió a ausentarse del 7 de marzo de 1525 al 25 de abril de 1525. En
1529-1530 fue consiliario de la institución albornociana. Es probable que se
doctorara en Derecho Canónico en Bolonia el 28 y el 30 de abril de 1530.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 638-639, n.º 695 y Velasco Zorrilla, Francisco de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 20, n.º 1.206 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος como canonista).
477
académico 1552-1553, donde ya aparece como «bachiller en cánones», así como
en 1553-1554, que reitera el asiento precedente, y matiza más claramente en
1554-1555: «don Pedro Vélez de Guevara, bachiller canonista, prior de Sevilla».
Como era bastante habitual entre los canonistas que estaban matriculados como
alumnos salmantinos, Pedro Vélez de Guevara se graduó probablemente de
bachiller en el Alma mater de la ciudad del Tormes, mientras que obtuvo la
licenciatura en Cánones por otra Universidad hispana. No existe duda alguna de
haber cursado en Salamanca dentro de esa Facultad jurídica, y se matriculó en el
Estudio salmantino todavía durante algunos años de la sexta década de esa
centuria, porque en el curso académico 1564-1565 se le identifica claramente con
el grado de bachiller: «don Pedro Vélez de Guevara, natural de Toledo, bachiller
canonista, se matriculó a 16 de octubre de 1565». Todavía mantuvo su presencia
en el Estudio salmantino al año siguiente, 1565-1566: «Don Pedro Vélez de
Guevara, natural de Toledo, bachiller en Cánones, se matriculó a 11 de enero».
Beltrán de Heredia indica que recibió en el Estudio universitario de Valladolid el
grado de licenciado en Derecho Canónico, que debió adquirir el año 1566,
además de resaltar: «y en cuya Universidad fue rector».
[C]. Pedro Vélez de Guevara fue un filósofo y jurisconsulto, que en 1538 ya
era clérigo de la diócesis de Burgos, fundado en los beneficios de Santa María de
Magazos, Santiago de Cillero, San Julián de Landrove y San Pedro de Vivero,
todos en la provincia de Lugo y diócesis de Mondoñedo. El año 1546, al ocurrir el
óbito de su padre, Pedro Vélez de Guevara desempeñaba el oficio de prior o
superior de los eremitorios «en el sacro colegio de la Iglesia de Sevilla». Como
indica José Antonio Ollero, las bulas del priorato de las ermitas fueron
presentadas por el clérigo valenciano, bachiller Juan de Escayo, quien actuaba
como procurador en virtud de poder notarial otorgado por Pedro Vélez de
Guevara, con data en Salamanca el 25 de septiembre de 1546. La dignidad de
prior de las ermitas de Sevilla había sido ocupada anteriormente por Juan
Fernández de Temiño, provisor de la diócesis hispalense con el Inquisidor
general Fernando de Valdés, quien la transfirió a un clérigo de la diócesis
pampilonense, de nombre Juan Cortázar de Arroba, el cual la resignó litteris non
confectis, en manos del Pontífice Paulo III, a favor del canonista Vélez de
Guevara. Aunque el 9 de octubre de 1546 fue aceptado el nombramiento por
parte de los capitulares sevillanos, se le puso como condición que accediera a
una canonjía o ración de la persona jurídica catedralicia para que pudiera ejercer
plenamente las facultades inherentes a la dignidad. Este título del priorato
hispalense fue motivo de una ardua indagación por parte de Felipe II al fallecer el
canónigo doctoral, porque entendía que la provisión del oficio correspondía al
patronato regio, y con este objeto encargó al regente de la Audiencia de Grados
sevillana y al archivero de Simancas que le facilitaran toda la información posible
de la provisión del priorato en Vélez de Guevara, que entendía tuvo lugar entre
1540 y 1559 merced a la generosa presentación de su padre el emperador Carlos
V, y a falta de resultado positivo por parte del regente, dirigió la investigación a
los papeles de Simancas, a fin de cerciorarse documentalmente del modo de
provisión que tuvieron, tanto Pedro Vélez como su predecesor, Cristóbal Tello.
[D]. Pedro Vélez de Guevara debió permanecer en Salamanca durante los
años centrales de la centuria, salvo la estancia que realizó a la Ciudad Eterna
entre 1550 y 1551. Gracias a la resignación de la prebenda sevillana, en su
condición personal de «prior de las hermitas de Sebilla en la sancta yglesia de
Sevilla y medio rraçionero en la dicha santa yglesia de Sevilla», pudo otorgar un
poder ante el notario salmantino Antonio Pérez, con data en Salamanca el 9 de
septiembre de 1560, al obtener a su favor unas bulas apostólicas del Papa Pío
478
IV, fechadas el 17 de marzo de 1560, que le concedían la «provisión y colación
[de] una media ración que en la catedral hispalense tuvo e poseyó Alonso
Rodríguez medio rraçionero que fue de la dicha santa yglesia de Sevilla por
resignación renunçiaçión e çessión que de la dicha media ración en fabor del
dicho señor constituyente fizo Gonzalo de Çervantes, clérigo de la diocésis de
Toledo», designando como sus procuradores a Antonio Vélez de Alcocer,
«mayoral de la casa de Sant Lazaro de la dicha çiudad de Sevilla», y a Lázaro
Martínez, «notario de la audiençia arzobispal de Sevilla», ambos ausentes y
como si fueran presentes, a cada uno in solidum para que puedan comparecer
ante el deán y cabildo de la catedral hispalense, «y pedir y requerir a los dichos
señores deán y cabildo que las obedezcan y cumplan y cumpliéndolas le reciban
por tal medio rraçionero e le pongan en la tenencia posesión propiedad señorío
real actual corporal vel casy de la dicha media ración, dándole y señalándole silla
en el coro y lugar y boz en el cabildo y le acudan y fagan acudir con los frutos y
rrentas y otras distribuciones a la dicha media ración debidos e pertenecientes e
para que en nombre del dicho señor constituyente puedan tomar y aprehender,
tomen y aprehendan la posesión de la dicha media ración, faziendo los actos y
çeremonias que en las semejantes posesiones se suelen y acostumbran fazer y
dello dar y pedir testimonio, y para que en nombre del dicho señor constituyente
puedan jurar e juren de guardar y cumplir los estatutos y loables costumbres de la
dicha santa yglesia de Sevilla y cabilldo della e fazer otros cualesquier
juramentos que sean necesarios de se fazer…». Antonio Vélez de Alcocer, en su
calidad de representante autorizado, pudo presentar el día 27 de enero de 1561
las pruebas de legitimitate, que fueron aceptadas por los capitulares y le
otorgaron al día siguiente, una vez prestada la obediencia a los estatutos y
constituciones de la catedral hispalense, la posesión de la prebenda de medio-
racionero de dicha catedral andaluza, aunque no lo encontramos por primera vez
en dicha corporación, a tenor las actas capitulares hispalenses, hasta el cabildo
celebrado el 3 de enero de 1565, habiendo permanecido este tiempo anterior en
Salamanca.
[E]. Las raíces académicas salmantinas, unidas a los relevantes vínculos
familiares y a la confianza que despertaba en el entorno regio, hizo que se le
nombrara en 1565 como uno de los dos secretarios del Concilio provincial
salmantino-compostelano para la aplicación de los decretos tridentinos, y aparece
calificado ya como doctor, junto a Antonio Alguibar, notario apostólico y secretario
conciliar, que era persona de la mayor confianza del arzobispo de Santiago,
autoridad eclesiástica convocante. Asumió la representación de Felipe II en dicho
concilio provincial el conde de Monteagudo, Francisco Hurtado de Mendoza,
entonces simple señor de Almazán. Culminada la celebración del concilio
provincial salmantino-compostelano antes referido, Pedro Vélez de Guevara
asumió el oficio de provisor y vicario general del obispado hispalense, en virtud
de nombramiento del Inquisidor General y arzobispo Fernando de Valdés, del que
informa al cabildo el 18 de febrero de 1568. No debió permanecer largo tiempo en
el cargo, porque debió cesar con la muerte del prelado en diciembre del mismo
año. Existe certeza de haber sido investido de una canonjía en la catedral de
Sevilla el 8 de junio de 1569, aunque el fallecimiento del doctoral Fernando
Vázquez de Menchaca, «famoso por sus obras y dignidad», ocurrido el 12 de
agosto de 1569, le hizo optar a la provisión de la vacante. Pedro Vélez de
Guevara renunció a su canonjía, y fue provisto en la misma persona jurídica
hispalense como titular del canonicato de oficio nominado “doctoral”, es decir,
asumió las tareas de jurista capitular, con anterioridad al 1 de marzo de 1570,
gracias al prestigio de que gozaba en el mundo del Derecho. Dos años más
479
tarde, en 1572, el canónigo doctoral asiste al concilio provincial celebrado en la
capital andaluza, en representación del cabildo y con la experiencia acumulada
del celebrado en Salamanca, durante el mes de septiembre de 1565. Aunque
estuvo ausente de Sevilla durante algún tiempo, la única propuesta de promoción
que le llegó del entorno regio, y que tengamos bien contrastada, fue la realizada
por el secretario de Felipe II, Mateo Vázquez, al incluirlo en el elenco de personas
hábiles para ocupar la sede episcopal mindoniense, en la carta de 20 de
diciembre de 1581, dirigida por Vázquez al P. Chaves, donde figura en segundo
lugar de posibles candidatos: «don Pedro Vélez de Guevara, prior de Sevilla».
[F]. El canónigo doctoral adquirió en las aulas salmantinas una especial
vocación por el humanismo, lo que le facilitó una plena sintonía con el grupo de
personas cultas que conciliaron las letras humanas con las divinas y dieron luz
propia al ambiente cultural sevillano en el que se fraguó la biografía del pacense
Benito Arias Montano, al que acompañó en 1555, cuando el extremeño mostró a
Fray Luis de León un libro «escrito en toscano», que era «extrañamente
curioso… de un italiano habilísimo… que era hombre de grandísima vida». El
planteamiento ortodoxo-tridentino de Pedro Vélez de Guevara, próximo al
Inquisidor general Valdés Salas, consta por la consulta que hizo, estando en
Salamanca, el patriarca de Valencia San Juan de Ribera, acerca del opúsculo
intitulado las Consideraciones de Juan de Valdés, solicitando el criterio personal
del hebraísta y catedrático salmantino maestro Martín Martínez de Cantalapiedra,
además de Guevara, quienes le aconsejaron que denunciara la obra ante la
inquisición, lo que realizó el purpurado ante el tribunal sevillano el 27 de
diciembre de 1559. La amistad entre el biblista extremeño y el jurista pudo derivar
de la relación de consanguinidad que unía a Pedro Vélez de Guevara con Gaspar
Vélez de Alcocer, reconocida explícitamente por el hebraísta de Fregenal de la
Sierra, y de la que tenía buen conocimiento, porque en su casa sevillana se alojó
Arias Montano, y el alto grado de amistad que les unía hizo que el autor de la
Políglota de Amberes le dedicara los Rhetoricorum libri. Montano consideraba a
Gaspar como si fuera su propio padre, mostrando la misma familiaridad con sus
hijos, a los que calificaba como hermanos, mientras el procurador del canonista
vallisoletano, para presentar las bulas y poderes ante el cabildo hispalense, era
Antonio Vélez de Alcocer, hermano de Gaspar. Los elogios que tributa el
humanista pacense al jurista castellano se reparten en tres obras. En los
Rhetoricorum libri, publicados en Amberes 1570, donde recuerda Arias Montano
que Vélez de Guevara acaba de editar el volumen de opúsculos romanistas,
impresos en Salamanca el año 1569, de los que realiza una síntesis muy
ilustrativa y bastante ajustada a la finalidad del autor: «exposuit nuper
sanctissima dicta et vitae praecepta», aunque el primero de los comentarios tiene
por objeto una disertación sobre el primer fragmento del Digesto, el segundo
incorpora sus reflexiones acerca del oficio del gobernador y el tercero analiza la
definición del dolo malo.
[G]. En la misma línea de exaltación de los conocimientos de Pedro Vélez,
no sólo por lo que concierne a su doctrina jurídica, sino también por la forma de
presentarla, en un latín elegante, característico del buen humanista, Arias
Montano no duda en afirmar: «Maxima praeterea Latino sermone parare/ ingenii
monumenta sui non desinet usque,/ quae legum et iuris nodos exoluere caecos/
iustitiae et faciem possint ostendere certam,/ grataque sermones specie». Su
ausencia de la ciudad del Guadalquivir fue sentida por el grupo de humanistas
que conformaban un relevante círculo cultural de marcado corte humanista y
profunda religiosidad intimista, como lo demuestra la dedicatoria de Plantino,
quien, desde Amberes, recuerda su ausencia en los Salmos del Rey David, a
480
cuyo deseo obedecía esa obra, y en una oda que le dedica el biblista, escrita en
estrofas alcaicas, distingue en Pedro Vélez de Guevara los títulos académicos
que le asistían: jurisperito y jurisconsulto, teólogo y jurista, así como sus dos
oficios eclesiásticos: prior de las ermitas sevillanas con prebenda en la catedral y
canónigo doctoral en el primer templo hispalense: «Oda Benedicti Ariae Montani
ad Petrum Veleium Guevaram theologum et iurisperitum, hispalensis ecclesiae
Priorem et Iurisconsultum canonicum». La estrecha amistad que unía a Vélez con
Arias Montano aparece reiterada en la dedicatoria de otra oda intitulada «De
Nathani vatis oportuna libertate, ad Petrum Veleium», incluida en el libro IV de los
Saecula. El canónigo doctoral hispalense Pedro Vélez de Guevara falleció en
Sevilla el 17 de enero de 1591 y fue inhumado en la catedral donde se colocó
una lápida con inscripción latina, todavía visible en la actualidad.
[H]. Respecto a su producción literaria impresa cabe señalar que la
relación de obras, cuya autoría intelectual pueda atribuírsele, indubitadamente
resulta problemática, porque al existir otros personajes coetáneos con el mismo
nombre y apellido se presta a confusión en algunas de ellas. Nicolás Antonio
enumera las siguientes: «In Topica Ciceronis Notae. Sevilla, en la imprenta de
Alfonso Escribano 1573, en 8º»; «Selectae Sententiae, seu Paradoxa VI, ad
Ciceronis imitationem, scilicet: I. Omnis malus exul. II. Optandum est castigari a
Deo. III. Labor inter praecipua bona numerandus. IV. Nulla est causa peccandi. V.
Soli bono bona senectus. VI. Bonus vir non moritur, sed abit», añadiendo el
bibliógrafo del siglo XVII: «Creo que dedicada a Juan de Ribera, quien “in
clarissimum dignitate ac pietate virum postea evasit”. “Impreso en Sevilla, en
1558, en 8º”»; «Ad titulum de Officio Praetoris Digestorum lib. I. Itemque: De
diffinitione doli mali librum singularem. Salmanticae typis Mathiae Gastii 1569 in
4»; «Tradujo también del italiano al castellano un opúsculo del cardenal Mafeo,
dirigido a sus hermanas Julia y Emilia, con el título de: Buena Monga, sobre la
instrucción o institución de la virgen consagrada a Dios. Sevilla, en la imprenta de
Juan de León, 1587, en 8º». Actualmente hemos podido verificar las obras
impresas siguientes, que responden a su autoría intelectual: Marci Tullii Ciceronis
Topica, Petri Velleii Guevarae notis explicata, Sevilla, 1573; Selectae sententiae,
s. l., 1557; Ad legem primam Digestorum libri VI; Eiusdem, Ad titulum de officio
praesidis commentarii y De diffinitione (sic) doli mali, liber singularis, estos tres
últimos comentarios se publican impresos en el mismo volumen en Salamanca en
1569. Los dos primeros opúsculos del volumen impreso por Matías Gast en
Salamanca, Ad legem primam Digestorum libri VI y Ad titulum de officio praesidis
commentarius, tienen un mismo destinatario de la dedicatoria redactada por el
autor, mientras que el tercero, intitulado De diffinitione doli mali, liber singularis,
sirve a Vélez de Guevara para honrar a Antonio Padilla de Meneses. En la parte
final de su dedicatoria a Espinosa afirma ser un modesto jurisprudente, bien
ilustrado con la bibliografía más autorizada, a la que ha dedicado mucho tiempo
de estudio, conjugándola con una sólida formación recibida desde su juventud,
donde gozó de óptimos maestros del saber jurídico y ejemplos dignos de imitar
en su vida personal. La proximidad a los miembros del Consejo de Castilla no le
proporcionaron la promoción eclesiástica y jurídica deseada por los miembros de
su entorno, y tan sólo hemos encontrado su designación entre los propuestos por
el secretario regio Mateo Vázquez, el 20 de diciembre de 1581, para la provisión
del obispado mindoniense, para el que no fue nombrado, a pesar de figurar en el
Reino como uno de los humanistas más relevantes desde el plano jurídico, y en
los órganos jurisdiccionales debían ser elegidos los expertos en Derecho, porque
era preciso «saber de letras». La primera nota distintiva de Vélez de Guevara, en
el volumen publicado por Matías Gast, reside en centrar su discurso como jurista
481
desde la óptica de la virtud de la justicia, con lo cual se manifiesta plenamente
identificado con los postulados de la Escuela jurídica salmantina tardo-
escolástica, o quizás mejor neoclásica del siglo XVI, ya que los principales
factores que la definen son: 1º. Análisis de aquellas materias que tienen mayor
relieve en la vida social. 2º. Examen de las cuestiones jurídicas desde las
diferentes facetas de estudio, con fundamento en todo tipo de argumentos, y no
exclusivamente en las autoridades precedentes, desde la Glosa a los
Comentaristas. 3º. Fidelidad a la Escuela, aunque refiriendo las diferentes
interpretaciones doctrinales, que recogen un pluralismo científico altamente
enriquecedor, comparable a la jurisprudencia romana del período clásico. 4º.
Examen directo de las fuentes legales aplicables a la materia, no sólo de las del
ius commune, sino también de las diferentes disposiciones normativas regias,
tanto hispanas como otras europeas. 5º. La carencia de sectarismo interpretativo,
porque no hay un único criterio impuesto a los discípulos. 6º. Valoración de cada
autor, a pesar de las proximidades ideológicas o de magisterio. 7º. Actitud
intelectual abierta a las corrientes científicas que llegan de otras Universidades
europeas, con especial atención y acogida al humanismo jurídico.
Metodológicamente tiene elementos que le adscribirían al mos italicus, conforme
al sistema de exposición de la materia jurídica que se practicaba
institucionalmente en las aulas salmantinas, carente en gran medida de
creatividad y siguiendo muy de cerca la doctrina de los Comentaristas,
especialmente la doctrina de Bartolo da Sassoferrato, aunque compagina este
planteamiento con otros caracteres específicos del mos gallicus, tales como el
sistematismo, la historicidad de las reglas jurídicas y el interés por comprender en
profundidad y desde su fundamento la norma del Derecho romano, al margen de
su aplicación a la realidad inmediata, en sintonía con Andrea Alciato y Ulrico
Zasio. La segunda nota distintiva es la constatación en Vélez de Guevara de un
enfoque selectivo al tratar del argumento de autoridad, ya que no pretende agotar
las corrientes de opinión existentes, ni en el ius commune ni en la ciencia jurídica
del siglo XVI, que le resultaban bien conocidas por la abundante circulación de
obras en el Estudio salmantino, impresas en las ciudades europeas de Lyon,
Amberes, Colonia o Venecia, además de las hispanas, comenzando por las
salmantinas o complutenses, a las que tenía fácil acceso, así como revela dentro
de su brevedad una manifiesta claridad expositiva. En tercer lugar, defiende
continuamente su criterio personal con objeto de enriquecer el legado cultural del
que parte, y en ocasiones hace una síntesis propia con las diversas opiniones
que había escuchado en las aulas salmantinas o consultado en las obras
impresas del siglo XVI. Como cuarta nota distintiva vemos cómo Vélez de
Guevara intenta conciliar los diferentes preceptos que integran el ordenamiento
jurídico entonces vigente, porque al igual que otros coetáneos, viendo las
contradicciones existentes en el Corpus Iuris Civilis, trata de resolver las
antinomias existentes en el Digesto y Código justinianeos, porque ambos textos
integran el ius commune, y este es un conjunto normativo que todavía está
vigente en la sociedad de su tiempo, aunque aplica a su interpretación
conciliadora un criterio no solo filológico y exegético, sino también sistemático,
doctrinal e histórico, aun cuando este último con alcance moderado. En sus
razonamientos ocupan un lugar destacado los provenientes de la filología y
sintaxis latina, ya que el punto de partida de su estudio jurisprudencial versa
sobre los textos clásicos de los jurisconsultos romanos, que adquieren nueva luz
a la vista de las diferentes partes de la obra justinianea, pero no duda en incluir
los derivados de la dialéctica, así como los provenientes de la doctrina, teológica
y patrística, civilista y canonista, sin caer en el exceso de identificación de
482
autores, así como no se le puede atribuir una adhesión inquebrantable a la
communis opinio, porque en cada argumento no deja de presentar su opinión
personal. A este respecto debemos recordar que la relación entre Retórica y
Gramática, por una parte, y los juristas, cuyos fragmentos son recogidos en el
Digesto, por otra, es estrecha en el Humanismo, desde el momento en que Valla
y el Brocense consideran a los jurisconsultos clásicos, cuyas obras se han
transmitido a través de los compiladores del Digesto, como auctoritates de la
elegantia latina.
[I]. Bibliografía: lo mejor ha salido de la pluma de Justo García Sánchez,
Vélez de Guevara, Pedro, canónigo doctoral, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 20-26, n.º 1.208 [JUSTO G ARCÍA
SÁNCHEZ ] (σόφος).
484
catedralicia a través del juramento que emitió el 27 de febrero de 1577. Unas
fechas más tarde, el 18 de marzo de 1577, Pedro de Guevara hizo la profesión
de la fe que estaba prescrita a todos los prebendados en el Concilio de Trento. El
oficio de maestrescuela implicaba además la condición de canciller de la
Universidad, por lo cual tuvo que supervisar la vida académica durante esos años
e intervenir en el otorgamiento de los grados académicos de los estudiantes,
algunos de los cuales fueron tan relevantes como fray Domingo Báñez, Luis de
Molina o fray Luis de León, entre otros insignes graduados.
[C]. Uno de los asuntos más importantes que abordó el canónigo
vallisoletano fue la exención de la maestrescolía respecto de la jurisdicción
episcopal, hasta el extremo que promovió en 1581 un pleito ante la Rota para que
se ratificara una normativa plurisecular que le desvinculaba en varios asuntos del
prelado salmantino, ganando una sentencia favorable y la ejecutoria ulterior a
favor de su dignidad, en 1582. En criterio de Gil González Dávila, «governó esta
dignidad [de la catedral salmantina] con satisfacción del reino. Estimó y honró
mucho a los sabios de su tiempo. Ya viejo siendo maestrescuela se dio al estudio
de las letras santas». No comparte este criterio el dominico Beltrán de Heredia,
porque después de relatar la obligación que tenía de asistir al coro, no estando
legítimamente impedido, y de gozar de algunos auxiliares que formaban la
audiencia escolástica, cuya presidencia le correspondía, mediante los cuales
satisfacía sus deberes, llega a afirmar: «los señalados por los reyes [a partir de
los Reyes Católicos] no siempre eran los más aptos para el oficio por apatía
temperamental o por falta de esmero en la administración del cargo. Algo de eso
tuvo lugar durante el mandado de Fernando Enríquez (1565-1576) y de su
sucesor Pedro de Guevara (1576-1584). En las actas del claustro se refleja a
veces ese descontento y los perjuicios que de ello se derivan». En consonancia
con el juicio emitido por González Dávila, y discrepando del que manifiesta el
dominico, es un hecho relevante que, durante el desempeño del canonicato,
fuera propuesto para la visita del Milanesado en Italia, en marzo de 1579,
afirmándose de su persona: «tiene opinión de hombre bastante para cualquier
cosa y es hombre curado de negocios y hizo la visita que Su Majestad sabe en
Sevilla». El maestrescuela Vélez de Guevara, canciller universitario, aparece
referido en el claustro de diputados, celebrado el 20 de diciembre de 1584, como
obispo electo civitatense. Su propuesta de elevación al episcopado llegó a Roma
por vía ordinaria durante el año 1583, y el Nuncio Taverna informa al cardenal de
Como, el 22 de octubre de 1583, del nombramiento regio a favor del nuevo
obispo de Ciudad Rodrigo, junto al prelado recientemente nombrado para la
diócesis de Astorga. De gran importancia es la anotación que incorpora el
secretario regio Gaztelu, a propósito de los posibles candidatos en la futura
provisión de obispados vacantes en los reinos hispanos, porque hace una
valoración muy elogiosa de Pedro de Guevara, a partir del relevante juicio
positivo que emitió previamente un eminente jurista y benemérito prelado
Francisco Sarmiento. «In marg.: Proveydo a Ciudad Rodrigo. El Doctor Don
Pedro de Guevara, Maestrescuela de Salamanca, graduado por Valladolid donde
fue Rector y cathedrático, es tenido por letrado y de buen gobierno, y mucha
honestidad, cordura, modestia y caridad, y el obispo de Astorga que le visitó
siendo oydor de Valladolid me dixo aquí quando por mandado de vuestra
Majestad me ynforme del para lo de la dicha maestrescolía que halló muy buena
relación de su persona y aprovadas costumbres».
[D]. El canónigo salmantino quedó desvinculado del cabildo catedralicio el
9 de enero de 1584, a causa de su nombramiento episcopal para la sede
Civitatense, por lo que dejó de percibir su retribución capitular: «Enero. Lunes [9
485
de enero de 1584]: Ab hac die non computatur Dominus Dominus Petrus a
Guebara magister scolae quoniam Romae conçessa est ei eclesia civitatensis».
En su lugar fue nombrado por el rey como nuevo titular de la maestrescolía
Francisco Gasca Salazar, quien tomó la residencia el día 16 de abril de 1584, y
realizó la profesión de fe el día 20 de abril de 1584. Felipe II procedió a designar
en el mismo acto como canónigo palentino al inquisidor Junco de Posada, en el
anterior oficio del nuevo maestrescuela salmantino Francisco Gasca Salazar y
presentó como nuevo prelado civitatense, en la vacante producida por el óbito de
Andrés Pérez, ocurrido el 26 de marzo de 1583, a Pedro Vélez de Guevara. Un
problema que no había aflorado hasta entonces fue puesto de manifiesto por el
nuevo obispo de Ciudad Rodrigo, quien presentó a Felipe II un memorial,
acreditativo de su filiación ilegítima. Esta situación podía impedir radicalmente el
nombramiento pontificio, por lo cual, al mismo tiempo que pide a Roma la
dispensa y habilitación para poder desempeñar el oficio episcopal, suplica al rey
que interceda con sus recursos políticos ante la Curia romana, y en última
instancia ante el Santo Padre Gregorio XIII, a fin de lograr la dispensa necesaria
de su ilegitimidad, y la respuesta de Su Majestad consistió en otorgar un respaldo
total a su petición.
[E]. El éxito alcanzado con esta gestión personal y política contrasta con
otros afectados por el mismo defecto de legitimidad, ya que era hijo adulterino,
nacido de la unión de casado y soltera, como ocurrió con Juan de Zúñiga,
propuesto por Felipe II para el obispado de Canarias, cuyo nombramiento se
frustró, porque no pasó en la Curia romana la presentación hecha el 28 de
febrero de 1586, aunque era inquisidor apostólico en Toledo; en su lugar fue
propuesto el Dr. Figueroa, el 13 de diciembre de 1586. El secretario de Felipe II
Mateo Vázquez y el P. Chaves incluyeron a Vélez de Guevara en el elenco de
aspirantes a la mitra vacante de Mondoñedo, con data del 20 de diciembre de
1581, pero el propio secretario Vázquez anota: «maestrescuela de Salamanca,
hijo no legítimo de Oñate», lo que demuestra que esa condición de naturaleza
ilegítima del canónigo salmantino era plenamente conocida en el entorno regio, a
pesar de lo cual fue promovido a la sede episcopal Civitatense. Pedro Vélez de
Guevara fue designado por el rey y remitido su nombre al embajador en Roma el
8 de noviembre de 1583, viniendo nombrado por el papa Gregorio XIII, como
titular de la sede episcopal Civitatense, el 9 de enero de 1584, merced a la
presentación que hiciera de su persona Felipe II. La documentación vaticana
refleja que el candidato a obispo, Pedro Vélez de Guevara, «sará promosso a 45
anni, da ilustre familia; presbitero tanti anni, dottore in Diritto Canonico, buone
maniere. E’ in possesso di tutte le qualità che exige il Concilio de Trento». Este
asiento está en plena consonancia con la presentación que hizo de su persona
Felipe II, al promoverlo para la Mitra civitatense, en cuya súplica dirigida al
pontífice señala las cualidades que adornaban la persona del canónigo
salmantino. El 23 de febrero de 1584 se despacharon en Madrid las ejecutoriales
«para que se dé al doctor don Pedro de Guevara la posesión del obispado de
Ciudad Rodrigo conforme a las bulas de Su Santidad a que su Magestad le
presentó como patrón de las iglesias de España por fallecimiento del obispo don
Andrés Pérez». Su consagración episcopal tuvo lugar en la villa salmantina de
Béjar, el día 16 de abril de 1584, actuando como consagrante el obispo de
Salamanca Jerónimo Manrique Figueroa. Durante los meses anteriores a su toma
de posesión, la diócesis civitatense estuvo regida por varios provisores y vicarios,
como demuestra que en el mes de febrero de 1584 fueran responsables del oficio
los licenciados Gómez Suárez del Castillo y uno de los sobrinos del cardenal
Pacheco, de nombre Diego, canónigo de la catedral. Sin embargo, Vélez de
486
Guevara, como buen jurista y conocedor de los problemas que surgían en los
cargos a los que se accedía, no dudó en otorgar poder en Salamanca, durante el
mes de marzo de 1584, a favor de su primer provisor y vicario general, Martín
Fernández Portocarrero –que en la segunda década del siglo XVII llegaría a
obispo de Ciudad Rodrigo, después de haber ejercido diferentes oficios de
justicia en la Corona española–, para que pudiera tomar todo tipo de cuentas y
ejercitar cualquier tipo de acciones que le correspondieran, al mismo tiempo que
le encargaba liquidar las secuelas que le alcanzaban de los actos realizados por
su predecesor en la Mitra, Andrés Pérez, con especial atención a los gastos
originados con ocasión de las reparaciones llevadas a cabo no sólo en las casas-
palacio episcopales de Ciudad Rodrigo, sino también en otros inmuebles de
residencia del prelado, como era Sepúlveda. Dada la trascendencia del asunto,
se llegó a una transacción, que suscribieron el apoderado del obispo Vélez y uno
de los testamentarios del prelado anterior, el deán mirobrigense Bernardino del
Águila. Llama la atención que Pedro de Guevara, aún residente en Salamanca,
se ocupara durante los meses de febrero y marzo de 1584 de la elección de los
sirvientes de su palacio mirobrigense, seleccionando las personas que se
encargarían del servicio doméstico, como acredita la escritura notarial, bajo
fianza, del responsable de la provisión de los alimentos y cocina, nominado
Francisco Alonso.
[F]. Dada la avanzada edad del prelado, para su gestión diaria contó con la
colaboración inestimable de su secretario particular, Hernán González, y en el
mes de mayo de 1584 otorgó un poder general para defender sus intereses en
los lugares e instituciones donde las causas podían tener lugar. El jurista
toledano ejerció durante poco tiempo su ministerio episcopal, en el que había
sucedido a Andrés Pérez, y para el que se había preparado especialmente con el
estudio intensivo de la Sagrada Escritura, en cuya discencia gozó del magisterio
del célebre humanista y canónigo lectoral salmantino Juan del Caño, que formó
parte de la corporación capitular salmantina durante los años 1582 y 1583. Pocas
referencias se conservan de la actividad pastoral de Pedro Vélez en la diócesis
civitatense, en cuyo gobierno contó con la ayuda inestimable de Francisco de
Esquivel, como vicario, si bien a finales del año referido nombró como visitador
del obispado a Antonio de Chaves. Consta por las actas mirobrigenses que, en
su reconocida condición de jurista, se le elevó una consulta, en mayo de 1584,
sobre el pleito que contendían el Hospital de la Pasión de Ciudad Rodrigo y Juan
de Chaves, a propósito del cumplimiento del testamento de Juana Pérez Piñero,
en cuya actividad queda justificada suficientemente su intervención, en palabras
textuales de los manuscritos: «como tan gran letrado». Su óbito tuvo lugar en
Ciudad Rodrigo el día de Navidad, 25 de diciembre de 1584, aunque todavía el
día 22 de noviembre de 1584 autorizó la continuación de las obras de la iglesia
parroquial de la villa de Lumbrales, objeto de una importante obra de cantería, de
donde vino la publicación de edictos para que concurrieran a la misma los
maestros canteros más relevantes del territorio castellano-leonés. Vino designado
como vicario capitular de la diócesis, durante el período de la Sede vacante de
Ciudad Rodrigo, el teólogo granadino maestro Miguel de Palacios, uno de los
canónigos más insignes que ha tenido en Filosofía y Teología el cabildo catedral
mirobrigense, junto con el placentino y canónigo doctoral, experto en ambos
Derechos, Juan Gutiérrez Vázquez.
[G]. Bibliografía: Justo García Sánchez, Vélez de Guevara, Pedro, obispo,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 26-
30, n.º 1.209 [JUSTO G ARCÍA SÁNCHEZ ] (σόφος).
487
VÉLEZ [o BÉLEZ] DE LA PEÑA MORALES, Martín (siglo XVI) . [N.º
482]. [A]. Natural de Guadalajara (diócesis de Toledo). Era hijo de Lorenzo de la
Peña y de María de Morales. Estudió Filosofía en Alcalá de Henares, donde
alcanzó el título de Licenciado. Presentado para una plaza de colegial del San
Clemente de Bolonia, por el arzobispo de Toledo Bartolomé de Carranza y su
Cabildo para estudiar Teología, fue admitido por Pedro Carnicer el 7 de julio de
1562. De hecho su disertación de ingreso versó sobre el De anima, 3, 2 de
Aristóteles. Teniendo en cuenta que sus pruebas no eran completamente
satisfactorias, se le admitió condicionalmente a que probara que tenía más de 23
años, que no estaba casado y que además no había sido criado de ningún
colegio, lo que pudo hacer al poco tiempo. Más tarde cambió sus aficiones
filosóficas y teológicas por el Derecho civil y canónico, en cuyos estudios se
concentró. En el San Clemente fue ecónomo desde enero a abril de 1564,
substituyendo a Tomás de Santiesteban Bustamante. En 1564-1565 y 1569-1570
sería consiliario canonista y en 1567-1568 de nuevo ecónomo. Durante el periodo
preceptivo de 1565-1566 ejerció el cargo de rector del San Clemente y dio inicio a
la costumbre de que los acuerdos y disposiciones tomadas por el rector y los
consiliarios de la institución o por todo el Colegio fueran anotados en un libro
propio, el Liber Decretorum. Se ausentó del Colegio entre el 6 y el 27 de abril de
1565 para ocuparse de asuntos pertinentes al propio Colegio y entre el 20 de julio
de 1568 y 10 de agosto de 1568 ya para asuntos de su particular interés
haciendo gestiones en Milán. El 16 de noviembre de 1569 fue dispensado para
ser admitido en los exámenes de Derecho civil y canónico. Sabemos que el 17 de
noviembre de 1569 se doctoraba en ambos Derechos, recibiendo las insignias
doctorales de Annibale Monterenzi. El 3 de enero de 1570 se ausentó del Colegio
al parecer definitivamente. En el mes de octubre de 1580 fue nombrado
presidente de la Cámara Real en el Reino de Nápoles.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 947-949, n.º 908 y Vélez [o Bélez] de la Peña Morales, Martín, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 30,
n.º 1.210 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (σόφος).
VERA ARAGÓN, Pedro de (siglo XVI) . [N.º 484]. [A]. Natural de Estepa.
Era hijo de Rodrigo de Vera Aragón y de Catalina Calderón de Osuna. Había
estudiado Jurisprudencia durante tres años. Fue presentado a una plaza de
Colegial del San Clemente de los españoles de Bolonia por el Cardenal Francisco
Pacheco, obispo de Burgos, y el Cabildo de la diócesis. Sería admitido el 11 de
diciembre de 1579 por el rector Lope Barahona. El argumento de su disertación
de ingreso versó sobre X 2.26.7. Fue secretario y consiliario del Colegio en 1580-
1581, consiliario canonista en 1581-1582, vicerrector en 1582-1583 y consiliario
canonista de nuevo en 1584-1585. El 11 de diciembre de 1584 fue dispensado de
los impedimentos existentes para ser admitido a los exámenes de Derecho Civil y
de Derecho Canónico y al día siguiente respondió a los puntos de examen
recibiendo las insignias doctorales. El 13 de marzo de 1585 se fue a Milán, con
ánimo de no regresar al Colegio y marchar a España. Un mes antes se le había
confiado una misión ante la Corte, proveyéndole de un mandato procuratorio de
representación del Colegio, y asignándole cien escudos de oro para el viaje. En
Bolonia fue consiliario de la Universidad por Aragón. Sería oidor en el Consejo de
Santa Clara y más tarde Presidente, además de Regente del Colateral Supremo.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 1046-1048, n.º 967 y Vera Aragón, Francisco de, en Diccionario crítico
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 36, n.º 1.217 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
489
Suárez editó Libertad Religiosa y Confesionalidad en el Ordenamiento Jurídico
Español en Vitoria en 1978, mientras que F. Vera había publicado La libertad
religiosa como derecho de la persona, en el Instituto de Estudios Políticos, en
Madrid en 1971.
[B]. Puede decirse que en materias de libertad religiosa y tolerancia
Francisco Vera fue una autoridad, ya que es citado no sólo por la doctrina
española, sino incluso por el afamado Pietro Agostino d’Avack (1905-1982), que
fue rector de la Universidad de Roma (1967-1973), en la Enciclopedia del diritto,
XXIV, p. 614. También esa obra fue muy elogiosamente comentada por Enrique
Rubio en Ius Canonicum, XII, n.º 24 (1972), p. 323. Ni en esta última publicación
periódica, ni en Ius Ecclesiae publicó nunca Francisco Vera. Sí lo hizo en la
Revista Española de Derecho Canónico, que es donde aparecen el mayor
número de sus contribuciones jurídicas, la primera de ellas el año 1958,
Sacerdocio e Imperio en los siglos XII y XIII. Cultivó sobre todo el Derecho
matrimonial canónico, las relaciones Iglesia-Estado y la mencionada libertad
religiosa, sin que llegara a escribir la muchas veces anunciada Historia de la
libertad religiosa, para la que acumulaba materiales y hacía redactar trabajos a
sus alumnos y discípulos, pero sí que dejaba caer de vez en cuando alguna
contribución de estas temáticas por doquier como en el libro conmemorativo de
los diez años de la Facultad de Derecho de Málaga, editado en Madrid en 1992,
bajo el título La libertad religiosa y la reforma protestante: los reformadores, en
pp. 200-219, o en otras oportunidades: En torno al concepto tradicional de
tolerancia, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XX (1965), pp. 389-
403; El punto de partida político de la libertad religiosa europea: Aubsburgo y
Westfalia, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. XXXIX, n.º 114 (1983),
pp. 509-514; La libertad religiosa en la antigüedad, en Dimensiones jurídicas del
factor religioso. Estudios en homenaje al profesor López Alarcón, Murcia, 1987,
pp. 595-611 (trabajo en el que apunta que su tarea es una labor de síntesis sobre
una abundante bibliografía, la casi totalidad de la misma extranjera); Formación
de la doctrina de la libertad religiosa. La tolerancia religiosa desde Santo Tomás
hasta el cardenal Juan de Lugo, en Estudios canónicos en homenaje al profesor
Lamberto de Echeverría, Salamanca, 1988, pp. 441-462; La libertad religiosa en
la Edad Media, en Las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Estudios en
memoria del profesor Pedro Lombardía, Pamplona, 1989, pp. 1109-1122; La
libertad religiosa y la reforma protestante: las corrientes espirituales derivadas del
protestantismo, en Revista Española de Derecho Canónico, vol. LI, n.º 137
(1994), pp. 663-669; La libertad religiosa y la Reforma protestante. Las corrientes
espirituales derivadas del protestantismo. El Anabaptismo, en Estudios en
homenaje al profesor Martínez Valls, Murcia, 2000, vol. II, pp. 739-745; La
libertad religiosa en el pensamiento católico según los tratados de teología moral
y la literatura polémica del siglo XVIII, en Revista de Estudios Histórico-Jurídicos,
XXV (2003), pp. 445-474; La doctrina católica sobre libertad religiosa durante el
siglo XVIII: 1. Los tratados de teología moral y 2. La literatura polémica, en
Anales de la Facultad de Teología, vol. LVII, n.º 1 (2006), pp. 93-125. En
Periodica de re morali canonica liturgica de la Pontificia Universidad Gregoriana
(la primera y más prestigiosa de las Universidades eclesiásticas romanas en
aquellos momentos, aunque últimamente la han superado en diversos rankings
de calidad algunas otras de la propia Roma) publicó en 1977 un artículo que tituló
De natura iuris canonici. Su manual, que lleva por título Derecho Eclesiástico I,
editado por Tecnos en 1990, en realidad es de Derecho canónico, salvo la última
parte (pp. 273-372). Es un manual sin bibliografía, ni notas y la carencia de
aparato crítico dificulta la valoración. En la parte histórica de la evolución de la
490
doctrina canónica le fueron señalados la existencia de errores tradicionales, que
habían sido resueltos por la doctrina alemana e italiana más de treinta y cinco
años antes de que se publicara el libro de Vera. Previamente Vera había
colaborado en otro manual, de mayor empaque, Nuevo Derecho canónico.
Manual universitario, de la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1983,
redactado en colaboración con Antonio Mostaza Rodríguez, José Salazar
Abrisqueta, José Luis Santos, Alfonso Prieto y Lamberto de Echeverría,
correspondiéndole a Francisco Vera los capítulos dedicados al Derecho procesal
(pp. 383-422) y a las relaciones Iglesia Estado (pp. 463-525). Otros trabajos
suyos, al margen de los ya citados, que merece la pena reseñar su existencia sin
ánimo de exhaustividad, serían por orden cronológico: La consulta de los
católicos ingleses a las Facultades teológicas españolas en tiempos de Pitt el
Joven, en Anthologica Annua, vol. XIX (1972), pp. 615-650; La ordenación de la
mujer ante el ordenamiento canónico, en Anuario de Estudios Sociales y
Jurídicos, n.º 4 (1975), pp. 59-86; Iglesia y Derecho. La dimensión jurídica de la
Iglesia como problema eclesial, en Estudios de Derecho canónico y de Derecho
eclesiástico en homenaje al profesor José Maldonado, Madrid, 1983, pp. 829-
862; El error de la persona sobre el matrimonio según el nuevo CIC, en Revista
Española de Derecho Canónico, vol. XLIII, n.º 121 (1986), pp. 359-409; Sistemas
doctrinales sobre las relaciones jurídicas entre la Iglesia y el Estado, en “Ubi
societas pluralistica viget”. Aspectos jurídicos de lo religioso en una sociedad
plural. Estudios en honor del Dr. D. Lamberto de Echeverría, Salamanca, 1987,
pp. 143-160; en colaboración con Francisco José González Díaz, María Gabriela
Domingo Corpas, José Antonio Parody Navarro y Ángeles Liñán García, La
acción de España en América, en Annals of the Archive of «Ferran Valls i
Taberner's Library»: Studies in the history of political thought, political & moral
philosophy, business & medical ethics, public health and juridical literature, 11-12
(1991), pp. 299-317; El poder de régimen al servicio de la función santificadora,
en Derecho canónico a los diez años de la promulgación del Código, Salamanca,
1994, pp. 203-228; Los orígenes doctrinales del sistema norteamericano de
relaciones Estado e Iglesias. Separación respetuosa y cooperación, en Acuerdos
del Estado español con confesiones religiosas minoritarias que se recogen en las
Actas del VII Congreso Internacional de Derecho Eclesiástico del Estado,
Barcelona, 1996, pp. 515-521; en colaboración con José Requena Maldonado,
Homosexualidad y matrimonio. Incidencia de la homosexualidad, en Revista
Española de Derecho Canónico, vol. LVI, n.º 147 (1999), pp. 693-696;
Homosexualidad y consentimiento matrimonial. ¿Es incurable la
homosexualidad?, en Laicos en la iglesia, el bien de los cónyuges, en Actas de
las XIX Jornadas de la Asociación Española de Canonistas, Madrid, 2000, pp.
265-274; de nuevo en colaboración con Requena Maldonado, Homosexualidad y
matrimonio. Incidencia de la homosexualidad, en Actas del XV Simposio de
Derecho Matrimonial Canónico, Salamanca, 2000, pp. 39-42 y Remisión de
penas canónicas en el fuero interno sacramental, en Actas de las XX Jornadas de
la Asociación Española de Canonistas, Madrid, 2001, pp. 553-570.
[C]. En la Universidad de Málaga (donde fue catedrático y profesor emérito
–no renovado por diversas instancias–, a la vez que durante poco tiempo Director
del departamento de Derecho Civil, Derecho Eclesiástico del Estado y Derecho
Romano) dirigió cuatro tesis doctorales, que se defendieron en su momento, y
cuya valoración queremos dejar al margen de esta breve semblanza porque ya la
hicieron los respectivos tribunales.
[D]. Bibliografía: Justo Fernández Alonso et alii, Vera Urbano, Francisco de
Paula, en El Centro Español de Estudios Eclesiásticos (1950-1975), Roma, 1975,
491
pp. 216-217 (23 líneas incompletas; solo se mencionan seis publicaciones de
Vera); Enrique M. Guerra, “Estado y Religión”, ciclo organizado por el
Departamento de Derecho Eclesiástico del Estado de la Facultad de Derecho de
Málaga, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la
navegación, 2-3 (noviembre 1986), pp. 314-318 y Manuel J. Peláez, Vera Urbano,
Francisco de Paula, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 38-40, n.º 1.221 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
492
hasta media noche en que entró en la cámara rectoral en la que se encontraba
descansando Juan de Santa Cruz, asestándole ocho puñaladas que le originaron
la muerte. Pidió asilo en el convento de Santo Domingo, pero el Consejo de
Ancianos de Bolonia solicitó el 21 de octubre de 1493 autorización del pontífice
Alejandro VI para que fuera juzgado, a pesar de la petición de asilo y de su
condición clerical. Accedió Rodrigo de Borja y el 28 de noviembre de 1493
Verdejo fue despojado de su estado clerical y entregado al brazo secular. Fue
juzgado y condenado a la horca en el mismo sitio en donde había perpetrado el
crimen. La ejecución se llevó a cabo el 4 de diciembre de 1493. Verdejo era de
formación canonista y había venido a Bolonia para ampliar sus conocimientos de
Derecho Canónico.
[B]. Bibliografía: mayor información puede verse en Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, n.º 542, pp. 453-454 y n.º 539, pp. 450-
451 y Verdejo [o Verdejo de Caropesa], Juan de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 45-46, n.º 1.228 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (κουφότερος).
493
la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Barcelona. No obstante, en
cursos sucesivos también enseñó Ampliación de Derecho civil romano y español
(que se le encargó el 30 de septiembre de 1864) y Derecho canónico (por Real
Orden del 21 de diciembre de 1866). Disfrutó de simpatías por parte del
alumnado sobre todo después de haber sido detenido el 1 de mayo de 1873 (fue
puesto en libertad el 10 de mayo de 1873) por un supuesto complot a favor del
carlismo cuando se dirigía hacia la Universidad para impartir clase. El claustro de
la Facultad de Derecho lo había elegido decano en 1867, siendo nombrado el 30
de julio de 1867. Fue magistrado suplente de la Audiencia de Barcelona, siendo
nombrado por la sala de gobierno de la misma audiencia el 28 de enero de 1850.
En 1855, había fallecido su esposa dejándole ocho hijos. Fue el momento en que
descubrió su vocación sacerdotal y fue ordenado el año siguiente, tras expedirse
el 23 de mayo de 1856 el correspondiente breve pontificio con dispensa para ser
ordenado subdiácono, diácono y presbítero extra tempora. Fue promovido a las
tres órdenes el 31 de agosto, el 7 de septiembre y el 14 de septiembre de 1856.
Esta condición le llevó a ser asesor de diversos prelados y al nombramiento de
vicario general diocesano, auditor de causas pías y delegado para la instrucción
de expedientes. El primer nombramiento es del 8 de enero de 1858 y sería
nombrado examinador sinodal del obispado de Barcelona. En 1849 fue elegido
bibliotecario de la Academia de Jurisprudencia y Legislación y presidente de 1865
a 1867 y, en 1881, ocupó la vicepresidencia del Congreso Catalán de
Jurisconsultos. Fue personaje reconocido en la sociedad civil barcelonesa y
catalana. Ya el 1852 había sido elegido miembro de la Academia de Buenas
Letras de Barcelona y ocupó la vicepresidencia (1863-1866) y después la
presidencia (1887-1889) de la Sociedad Económica de Amigos del País. Sería
además correspondiente de la Academia matritense de Jurisprudencia y
Legislación, siéndole expedido el título el 26 de noviembre de 1847. Intervino en
la edición y traducción de la glosa de Gregorio López a las Partidas (tradujo las
glosas a la 1.ª Partida) en la conocida edición llevada a cabo en Barcelona. Con
Tomás Sivilla, quien fue obispo de Gerona, publicó la traducción de las
Instituciones canónicas de Selvagio (1847) con abundantes anotaciones sobre
Derecho eclesiástico español y entre otras publicaciones merecen ser citadas
Sobre la influencia de la filosofía pagana en el derecho romano (1864); Influencia
del Cristianismo en el Derecho (1864); Oración fúnebre que en las solemnes
exequias celebradas en la Sta. Iglesia Catedral de Vich el día 4 de julio de 1865,
con motivo de la colocación de los restos mortales del Dr. D. Jaime Balmes pbro.
en el nuevo monumento levantado en los claustros de la misma catedral, Vic,
1865, 23 pp., y el discurso inaugural del curso universitario sobre La nueva
Universidad de Barcelona (1872-1873). Fue jubilado en la Universidad por Real
Orden de 28 de enero de 1881.
[B]. Bibliografía: Josep Maria Mas Solench y Manuel J. Peláez, Vergés
Permanyer, Felip, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 48-49, n.º 1.234 [JO SEP M ARIA M AS SO LENCH y M ANUEL J. P ELÁEZ ]
(σόφος).
494
doctorado en Leyes en la Universidad de Coimbra. Este último título lo alcanzó en
1587. Desconocemos si se doctoró en Derecho Canónico. Fue ordenado
presbítero y llegó a ser canónigo y Vicario General de la diócesis de São
Salvador. Ingresó en la Orden franciscana y participó en diversas misiones de
dicha orden. Viajó a la metrópoli al ser nombrado custodio de la Orden
franciscana en el Brasil. Es autor de una História do Brasil, que escrita en 1627,
cubre el periodo de va desde 1550 a 1627 (desde el descubrimiento hasta el
gobierno de Diogo Luís de Oliveira), que fue revisada por João Capistrano de
Abreu (1853-1927) y con el paso del tiempo por otros como Rodolfo Garcia y
Venâncio Willeke; cuenta con varias eds., por ej., una en São Paulo y Río de
Janeiro, 1918, XXXV + 632 pp.; la 4.ª ed., São Paulo, 1954, 476 pp.; la 5.ª en São
Paulo, 1965, 527 pp., conmemorativa del centenario del nacimiento del autor; la
6.ª en São Paulo en 1975, 437 pp.; la 7.ª en Belo Horizonte, 1982, 437 pp. No
obstante, desde que se escribió la obra hasta que se publicó pasaron muchos
años; permaneció manuscrita, aunque se conocían impresos algunos capítulos,
hasta que se editó por primera vez en 1889, en Río de Janeiro. La obra está
dividida en cinco libros y responde a la tarea que le encargó Manuel Severim da
Faria. Fray Vicente do Salvador se sirvió de escritos que leyó, de tradiciones
orales y de lo que él mismo tuvo oportunidad de ver, experimentar y conocer
como fraile de misiones en São Salvador, Pernambuco, Río de Janeiro, Olinda y
Bahía. Cuenta también con otras páginas que llevan por título Chronica da
Custodia do Brasil, terminada de redactar en 1618. Diogo Barbosa Machado en
su Bibliotheca Lusitana Historica, critica, e cronologica na qual se comprehende a
noticia dos authores portuguezes, e das Obras, que compuzeraõ desde o tempo
da promulgação da Ley de Graça até o tempo presente, Lisboa, 1752, tomo III, p.
787, da referencias de quienes (fundamentalmente Jorge Cardoso y fray
Agostinho de Santa Maria) se habían ocupado de su indicada Chronica de
custodia do Brasil «en la que trata de muchas noticias pertenecientes a este
Estado».
[B]. Bibliografía: la información que ofrece Johannes Madey, en Vicente do
Salvador, en Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, XVII (2000), p.
1486, es muy sumaria e incompleta y no nos ha servido para esta semblanza.
Ver además Manuel J. Peláez, Vicente do Salvador, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 55-56, n.º 1.248 [M ANUEL J.
P ELÁEZ ] (σόφος).
496
Gregorio XVI lo designó obispo de Santiago el 2 de agosto de 1832; para obviar
dificultades con el gobierno de Chile, que no lo había presentado para dicha
diócesis, el obispo no hizo pública su toma de posesión de la diócesis y continuó
firmando «obispo y vicario apostólico», si bien ya no era vicario apostólico de
ninguna parte. Cuando el obispado de Santiago fue erigido en arzobispado,
Gregorio XVI lo nombró su primer arzobispo, el 1 de julio de 1840, tomando
posesión del mismo el 21 de marzo de 1841. Durante su gobierno pastoral fue
creada la Universidad de Chile (1842) y La revista católica (1843) concebida
como el órgano de prensa que representara en forma oficial a la Iglesia de
Santiago y defendiera los intereses religiosos atacados por las nuevas doctrinas.
Falleció en Valparaíso el 3 de mayo de 1843. Siendo arzobispo de Santiago
publicó un texto en el que fija las Obligaciones de los que reciben capellanías
eclesiásticas (1840), un Edicto sobre la erección de los obispos de Chile (1840),
una Pastoral invitando a dar limosnas para la reedificación del templo de la
Compañía después del incendio voraz que sufrió (1841) y una última pastoral en
1842.
[B]. Bibliografía: Fidel Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile,
Santiago, 1986, pp. 410-428 y 444-449; Biblioteca Central de la Pontificia
Universidad Católica de Chile, Bibliografía eclesiástica chilena, Santiago, 1959, p.
307; Carlos Oviedo Cavada, Los obispos de Chile, Santiago, 1996, pp. 240-241;
Luis Francisco Prieto del Río, Diccionario biográfico del clero secular de Chile
1535-1918, Santiago de Chile, 1922 y Carlos Salinas, Vicuña Larraín, Manuel, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Apéndice biográfico Ψ, p. 628, n.º 2.332 [CARLO S SALINAS] (σόφος).
497
pisar suelo italiano. En 1929 publicó otro libro titulado Entre budistas y
brahmanes. Relato de un viaje por la India, en el que mostraba un espíritu
cultísimo, original y espontáneo. Vuelto a Chile en 1930 se manifestó contrario al
régimen político de Carlos Ibáñez del Campo por lo que fue confinado al sur del
país. Cambiado el régimen político, fue director de la Biblioteca Nacional y
Director general de bibliotecas, archivos y museos entre 1932 y 1935. Fue
profesor de idiomas y de filosofía en el Seminario de Santiago, y de religión en el
Liceo de Aplicación. A su ilustración unió un carácter independiente y una
conducta irreprensible como sacerdote. Después de una larga enfermedad
falleció en Santiago el 27 de agosto de 1966, ocasión en la que todos los órganos
de prensa le tributaron homenajes de respeto y admiración. Además de las obras
señaladas, se pueden mencionar: Armonía de la ciencia y fe (1915); El origen del
mundo (1916); Divinidad del sacerdocio católico (1917); Trozos escogidos del
protestantismo comparado con el catolicismo de Balmes (1917); Cuestiones
bíblicas (1918); Por la justicia y la paz (1924); Política chilena (1925); Bajo el cielo
africano (1931); Cicerón (1933); Savonarola (1934); El señor de Ginebra: san
Francisco de Sales (1935, 1955); Crisóstomo (1936); El monje político: san
Bernardo (1937); La propiedad (1937); Horacio (1938); Cisneros (1939); Juvenal
(1940); Inés de Suárez (1941); Salomón (1942); Moisés (1943); El Bautista
(1944); Yo el Jordán. Memorias de un río (1945); Crónicas de un pimiento (1947);
Bascuñán el cautivo (1948); Loyola (1950); Abelardo o una vida borrascosa
(1951); Pablo de Tarso, libertador del cristianismo (1953); Stalin (1954); Franco
(1956), y Eisenhower o un triunfo de la honestidad (1958).
[B]. Bibliografía: Raymundo Arancibia Salcedo, Diccionario biográfico del
clero secular de Chile: 1918-1969, Santiago, 1969, pp. 212-213; Biblioteca
Central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Bibliografía eclesiástica
chilena, Santiago, 1959, pp. 305-307; Virgilio Figueroa, Diccionario histórico,
biográfico y bibliográfico de Chile, Santiago de Chile, 1931, IV-V, p. 1055 y la que
da origen a la presente semblanza de Carlos Salinas, Vicuña Pérez, Alejandro,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º, Apéndice biográfico Ψ, pp. 628-
629, n.º 2.333 [CARLO S SALINAS] (σόφος).
498
VIDAL BARRAQUER, Francesc d’Assís (1868-1943) . [N.º 496]. [A].
Nació en Cambrils de Mar en 1868 y falleció en Friburgo (Suiza) el 13 de
septiembre de 1943. Inició los estudios primarios en su villa natal y cursó el
Bachillerato en el prestigioso internado de los jesuitas en Manresa (1880-1884),
examinándose en el Instituto de Barcelona y alcanzando entre 1881-1882 y 1886-
1887 Sobresaliente en todas las asignaturas del mismo. Se examinó del grado de
bachiller el 29 y el 30 de junio de 1887 obteniendo Sobresaliente en el primer
examen y Aprobado en el segundo. En 1887 comenzó la carrera de Derecho en
Barcelona, donde fue compañero de Enric Prat de la Riba (1870-1917), Francesc
Moragas (Fundador de la Caixa) y Joan Moles Ormella (1871-1943). Entre el
curso 1887-1888 y el de 1892-1893 superó las 19 asignaturas de Derecho con
Sobresaliente, no apeándose en ninguna de ellas con concesiones al notable o al
aprobado. Se licenció en Derecho civil y en Derecho canónico, con Sobresaliente
en el examen de grado realizado el 22 de junio de 1892, desarrollando el tema
Examen y resolución de las cuestiones que suscita la autoridad del derecho
extranjero. Trabajó como pasante de Joaquim Almeda Roig (1843-1915),
Catedrático de derecho romano. En 1895 ingresó en el seminario de Barcelona
para cursar Teología y Derecho canónico y pasó a la Pontificia Universidad de
Tarragona, donde se doctoró en ambas facultades. Ordenado sacerdote el 17 de
septiembre de 1899, obtuvo el doctorado en Derecho civil en 1900 en la
Universidad de Madrid, con la tesis El derecho de guerra en Roma. Ejerció su
ministerio sacerdotal en Tarragona, ya desde el principio con cargos en la curia
diocesana. Fue canónigo en 1907 y en 1910, al morir el arzobispo Costa
Fornaguera, fue elegido vicario capitular a la primera votación. Pío X le nombró
obispo el 10 de noviembre de 1913 y le confirió la Administración Apostólica de
Solsona, de la que se hizo cargo en 1914. Escogió el lema «Amaos los unos a los
otros». Mejoró el Museo y la formación de los seminaristas, instaurando las
clases de sociología y fomentando que los futuros sacerdotes obtuvieran el título
civil de maestro. Trabajó para que Solsona recuperase la condición de sede
episcopal plena. El mismo 1914, los obispos y cabildos catedralicios de la
Provincia Eclesiástica Tarraconense le eligieron Senador del Reino. También fue
elegido académico de la Real Academia de la Historia y, ya en la vejez,
intervendrá en la redacción final de la Histoire spirituelle des Espagnes de Carles
Cardó. Presentó la ponencia La catequesis cristiana por la liturgia en el I
Congreso Litúrgico de Montserrat, en 1915, precedente de la reforma litúrgica
que después el Concilio Vaticano II extendería a toda la Iglesia católica.
[B]. Declinó el ofrecimiento de la sede episcopal de Cádiz (entonces una
de las de mayores rentas del estado español) y el 7 de mayo de 1919 Benedicto
XV le nombró arzobispo de Tarragona y, por tanto, máxima autoridad eclesiástica
de Cataluña. Abominaba del gobierno unipersonal e inmediatamente impulsó la
preparación de un concilio provincial de las diócesis con sede en Cataluña, con el
propósito de fortalecer la recristianización del país que multitud de movimientos
renovadores llevaban a cabo. En 1921 Benedicto XV le creó Cardenal. Organizó
una “Peregrinación Espiritual” al Templo de la Sagrada Familia, cuya
construcción estaba entonces prácticamente paralizada por falta de donativos, y
era criticada por los intelectuales y atacada por los anticlericales. Obtuvo un
decreto favorable del papa Benedicto XV (19 de noviembre de 1921) y en una
solemnísima ceremonia, el 11 de diciembre de 1921, bendijo la primera piedra de
la nave, apoyando públicamente a su amigo el arquitecto Antoni Gaudí. Frente a
la dictadura de Primo de Rivera, defendió firmemente la libertad de la Iglesia y a
los sacerdotes detenidos, lo que le ocasionó persecuciones de la policía y
grandes campañas difamatorias, especialmente del diario ABC, que situaban al
499
cardenal Vidal Barraquer en la opinión pública española como uno de los más
eficaces paladines de la “anti-España”. Al llegar la Segunda República, en 1931,
se entrevistó con el presidente Francesc Macià y favoreció el acuerdo entre las
recién proclamadas República Española y República Catalana (que se transformó
en Generalitat de Cataluña). Consiguió evitar las quemas de conventos en
Cataluña. Tras la expulsión del cardenal Pedro Segura, le correspondió la
presidencia de la conferencia de metropolitanos españoles, el vértice del
episcopado del estado. De acuerdo con Niceto Alcalá-Zamora Torres (1877-
1949) –a quien le unía una sincera amistad–, se esforzó en mitigar las
disposiciones del proyecto de constitución lesivas para la Iglesia y se preocupó
de que los católicos españoles aceptasen el nuevo régimen. Con esta intención,
en nombre de todos los obispos de la provincia Tarraconense, dirigió el 19 de
agosto de 1931 un Mensaje a las Cortes Constituyentes. Contó con la
comprensión del nuncio Tedeschini y la aprobación constante del cardenal Pacelli
–secretario de estado y futuro Pío XII– para buscar fórmulas para el deseado
acuerdo entre la Segunda República y la Santa Sede. Todo ello lo expresó en la
Carta Colectiva de 1 de enero de 1932, dirigida a evitar una guerra civil y firmada
por todos los obispos españoles, sin excepción. Es el documento de más altura
del episcopado español durante el siglo XX. Escrita desde una perspectiva civil y
no teológica, reclama para la Iglesia la misma independencia y libertad de que
disfrutan todas las asociaciones; recuerda a los católicos la obligación de cumplir
las leyes, de participar en la vida política, y de ser fieles a la patria y lealmente
sumisos a la autoridad; ordena expresamente a todos los católicos el acatamiento
y la obediencia a los poderes constituidos; les impulsa a un intenso apostolado,
especialmente en la familia y en la educación; prohíbe el recurso a la violencia; y
condena la abstención y la oposición a priori que propugnaba la teoría de la
“catástrofe previa”: «Cooperar con la propia conducta o con la propia abstención
a la ruina del orden social con la esperanza de que de tal catástrofe previa nacerá
un mejor orden de cosas sería una actitud reprobable que, por sus fatales
efectos, se reduciría a traición a la religión y a la patria». El 25 de diciembre de
1933 atendió sacerdotalmente en su muerte al presidente Francesc Macià, en su
residencia del Palacio de la Generalitat.
[C]. La revolución de octubre de 1934 enrareció las difíciles negociaciones
entre la República y el Vaticano que sustentaba Vidal Barraquer y que eran
objeto de ataques constantes del integrismo español, capitaneado desde el
exterior por el cardenal Segura y gran parte de los jesuitas y desde el interior por
monseñor Gomá, nuevo arzobispo de Toledo desde el 12 de abril de 1933.
Finalmente, la Santa Sede consideró “inicua” la constitución, determinó inviable el
pacto y nombró a Gomá cardenal. La jerarquía de este cargo por encima de Vidal
Barraquer puso de manifiesto el fracaso de sus intentos de pacificación y marcó
el giro definitivo de la política vaticana y de la abrumadora mayoría de los obispos
españoles. Estallada la revolución de 1936, Vidal Barraquer fue perseguido a
muerte por los anarquistas y salvado in extremis por el presidente de la
Generalitat, Lluís Companys. Desde Italia, Vidal Barraquer trabajó
incansablemente a favor del armisticio bélico entre los dos ejércitos que
permitiese poner fin a la guerra civil mediante una negociación de paz, de la
ayuda a los obispos y sacerdotes encarcelados y perseguidos, del fomento del
culto cristiano clandestino, del intercambio de prisioneros y de la conmutación de
penas de muerte. Partidario de que los obispos y eclesiásticos –ni aún en las
graves circunstancias de persecución que se daban en el territorio de la
República– no participasen en una guerra, se negó a firmar la Carta Colectiva del
episcopado de la cruzada (1 de julio de 1937) preparada por el cardenal Gomá a
500
petición de Franco. Rechazó en 1938 el ofrecimiento del ministro republicano
Manuel Irujo de regresar a Tarragona y volvió a ofrecerse al gobierno republicano
como rehén a cambio de la liberación de los centenares de sacerdotes
encarcelados en su territorio. Las tropas franquistas incautaron el Palacio
Episcopal de Tarragona, que no fue devuelto a la Iglesia católica hasta el 31 de
diciembre de 1940. Pío XII ofreció a Franco, a cambio de que permitiera el
retorno de Vidal Barraquer a Tarragona, la restauración, hacia su persona y el
Movimiento Nacional, del juramento de fidelidad al rey que los obispos españoles
debían efectuar en virtud del viejo concordato. Pero el nuevo régimen no sólo
impidió a Vidal Barraquer su regreso, sino que realizó gigantescas campañas de
difamación como separatista, masón, comunista, etc. e intentó infructuosamente
que Pío XII le destituyese como arzobispo de Tarragona. Vidal Barraquer tuvo
que seguir gobernando la archidiócesis desde el exilio, a través de sus vicarios
Salvador Rial y Francesc Vives, con quienes se relacionaba pasando las cartas
de forma clandestina por la frontera escondidas en los hábitos de religiosas. No
excomulgó a Franco, a pesar de las numerosas presiones que recibió en este
sentido. El inicio de la Segunda Guerra Mundial y la afinidad del régimen de
Mussolini con Franco determinaron su traslado a Suiza, donde fallecería. Sus
restos mortales fueron depositados en la cartuja de la Valsainte. El deseo del
“cardenal de la paz” de ser enterrado en su catedral de Tarragona pudo cumplirse
en 1978.
[D]. Bibliografía: Ramon Comas, Vidal i Barraquer: sintesi biogràfica,
Abadia de Montserrat y Barcelona, 1977; Ramon Comas y M. Icart, Isidro Gomá,
Francesc Vidal i Barrraquer: dos visiones antagónicas de la Iglesia española de
1939, Salamanca, 1977; Hilari Raguer Suñer, Una carta de Yanguas Messía
sobre Vidal i Barraquer, en Studia historica et philologica in honorem M. Batllori,
Barcelona, 1984, pp. 387-392; Josep Raventós Giralt, Francesc Vidal i Barraquer,
Barcelona, 1993; Francesc d’Assís Picas, Les llàgrimes del Cardenal Vidal i
Barraquer: una biografia inèdita, Barcelona, 1994; Luis Añigo Fernández, El
posibilismo de la Iglesia Catolica durante la Segunda república (1931-1936): un
estudio a partir del Archivo Vidal i Barraquer, en Cuadernos republicanos, n.º 21
(1995), pp. 51-74; Josep Maria Tarragona, Vidal i Barraquer: de la República al
Franquisme, Barcelona, 1998; Miquel Batllori, Eulàlia Duran y Josep Solervicens,
L’Església i la II República Espanyola: el Cardenal Vidal i Barraquer, Valencia,
2003; Albert Manent, El salvament i el traspàs del cardenal Vidal i Barraquer a la
premsa catalana d’exili, en las actas del congreso Las literaturas del exilio
republicano de 1939, publicadas en Barcelona, 2003, vol. I, pp. 71-80; Hilari
Raguer Suñer, Dos cardenales antagónicos: Gomá y Vidal i Barraquer, en
España en guerra: protagonistas para un conflicto, libro colectivo publicado en
2003, pp. 39-70; Miguel Ángel Dionisio Vivas, La controversia sobre la primacía
entre los arzobispos Gomá y Vidal i Barraquer, en Toletana: cuestiones de
Teología e Historia, n.º 19 (2008), pp. 265-288; José María Tarragona, Vidal
Barraquer, Francesc d’Assís, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), pp. 62-64, n.º 1.256; José María García de Tuñón, Vidal
i Barraquer, el cardenal que creyó en la paz, en Altar Mayor, n.º 127 (2009), pp.
694-713; Moisés Selfa Sastre, Quaranta anys del llibre Vidal i Barraquer cardenal
de la pau, en Foc Nou, n.º 444 (2011), pp. 36-37 y Walther L. Bernecker y
Jennifer Schnaufer, Vidal Barraquer, Francesc d’Assís, en Biographisch-
Bibliographisches Kirchenlexikon, XXXII (2011), p. 1450 [JO SEP M ARIA
TARRAGO NA ] (Καρδινάλιος).
501
VIDANIA BROTO, Diego Vincencio de (1644-1731) . [N.º 497]. [A].
Nació en Huesca en el seno de una familia destacada de notarios oscenses. Hijo
de Diego Antonio Vidania y de Inés Josefa de Broto Santapau. Fue bautizado el
día 5 de octubre de 1644. Cursó estudios superiores en la Universidad de
Huesca, graduándose como bachiller en Leyes el 19 de abril de 1663, como
licenciado en Leyes el 6 de diciembre de 1667, como doctor en Leyes el 18 de
diciembre de ese mismo año y como bachiller en Cánones el 15 de septiembre
de 1668. Contrajo matrimonio con Teresa Insausti, con la que no tuvo
descendencia. En esta primera etapa de su vida, entre 1667 y 1684, fue
subrayable su labor al frente de dicha Universidad Sertoriana, en la que llegó a
ocupar el cargo de rector (1667-1668), destacando como catedrático de Digesto
Viejo, Sexto y Código. Igualmente desempeñó la labor de secretario de la
Universidad y del concejo de la ciudad, actuando también como notario, pues así
aparece en el testamento (1679) y en el codicilo (1681) de su maestro Vincencio
Juan de Lastanosa (de esta forma le denomina en su Carta y elogios de Vidania
a Lastanosa, que aparecen como prolegómenos al Tratado de la moneda jaquesa
y de otras de oro y plata del Reyno de Aragón, escrito por Lastanosa en 1681).
Abogado en las Reales Audiencias y Corte del Reino de Aragón, ejerció también
como cronista del Reino de Aragón y de los de Castilla y León.
[B]. Tras enviudar hacia 1680, Vidania se hizo eclesiástico abandonando
Huesca en 1684. Ingresó como ministro en el Santo Oficio y se ordenó sacerdote,
pasando a residir en Madrid, en Barcelona, ciudad en la que ejerció de inquisidor
fiscal, en Roma, desde donde informó al inquisidor general sobre el proceso
romano contra Miguel de Molinos, y en Nápoles, asentándose allí desde 1693 al
ser nombrado capellán mayor de dicho reino. En Nápoles fue muy bien acogido
entre los círculos intelectuales, relacionándose con juristas de la talla de
Doménico Aulisio, Félix Espinosa y Malo o Giambattista Vico, quien en sus
memorias califica a Vidania como «hombre doctísimo en antigüedades romanas,
especialmente en lo que se refiere a las leyes». El oscense alcanzó el cargo de
prefecto de la Universidad de Nápoles, proponiendo interesantes planes de
reforma académica tanto al virrey español en 1698 como, años más tarde, a los
dominadores austríacos. Defendió con notable capacidad las regalías napolitanas
frente a Roma, siendo al parecer excomulgado por el Papa Clemente XI en 1707
(según indica José María Lahoz Finestres, Una perspectiva de los funcionarios
del Santo Oficio, en Revista de la Inquisición, nº 9, 2000). También ejerció el
cargo de inquisidor de Sicilia. Pese a residir tantos años fuera de Huesca nunca
renunció a su origen aragonés, como prueba que poco antes de su muerte
enviara desde Italia, tal vez como penitencia, una bella custodia de plata con una
representación de San Miguel para la Iglesia de San Lorenzo de Huesca. Falleció
en Nápoles en 1731, siendo enterrado en la Iglesia de Santa Anna de Palazzo.
[C]. Vidania destacó también como autor de obras de carácter jurídico,
canónico, histórico y religioso. En su primera etapa, la de Huesca, publicó varios
escritos, ya consignados por Félix de Latassa en su Biblioteca Nueva de
escritores aragoneses (1800), entre los que descolla especialmente una
Disertación histórica de la patria del invencible mártir San Laurencio.
Respondiendo al doctor Juan Bautista Ballester (1672), obra en la que defendía
el origen oscense del santo frente a quienes lo hacían valenciano. También
puede subrayarse, por paradigmática, una Oración panegírica, por la admisión de
Jaime Félix Mezquita, en el muy ilustre Colegio de Notarios de Zaragoza (1673),
en la que sobresalen no sólo su afición por las citas de escritores clásicos como
Sócrates, Cicerón o Plutarco sino también su gusto por los autores aragoneses
como el viejo cronista Gerónimo de Blancas. Del período matritense cabe resaltar
502
el panegírico compuesto para mayor gloria del Pontífice Inocencio XI, y que
aparece como discurso titulado: Inocencio XI. Héroe de las victorias contra los
bárbaros, dentro de un libro colectivo publicado por el propio Vidania con el
significativo nombre de Triunfos cristianos del mahometismo vencido (1684). De
la fase napolitana, mencionar su Thesoro de las Españas, en el que ofrecía gran
cantidad de datos históricos, geográficos y genealógicos, así como el escrito D.
Francisco de Benavides representa los servicios heredados y propios (1696), en
el que realizaba un recorrido por los favores prestados al rey por dicho noble
español, entonces virrey en Nápoles.
[D]. También fue autor Vidania de varios manuscritos que no llegaron a ver
la luz de la imprenta. Cinco de ellos se encuentran en la actualidad en la
Universidad de Bonn, según informó hace ya más de medio siglo Ángel Losada
(Una crónica inédita de Felipe III y otros manuscritos en la Biblioteca de la
Universidad de Bonn, en Revista Bibliográfica y Documental, 1951). Dichos
manuscritos son de una considerable extensión, pues entre los cinco suman
2.700 folios. De ellos dos son en castellano y de naturaleza histórica: Anales de
las Españas, desde el diluvio hasta el felicísimo reinado del señor rey don Carlos
Segundo (hacia 1694); y Anales del reinado de don Felipe III, rey de las Españas
y Nuevo Mundo (2 tomos, 1707). Los otros tres están escritos en latín, dos versan
sobre temas jurídicos: Fasti legales (2 tomos, comentando leyes griegas y
romanas); De Praefecto Urbi (analizando dicha magistratura romana); y el tercero
trata sobre el abuso del sacramento de la penitencia: De abusu poenitentiae.
[E]. En cualquier caso, la obra más importante de Vidania, también
manuscrita, fue redactada entre el 6 de mayo y el 15 de julio de 1712 en
Barcelona y titulada El Derecho Natural innato en las mentes de los hombres y
sus efectos. Escríbelo para su uso Diego Vincencio de Vidania, encontrándose
conservada en la actualidad en la matritense Real Academia de la Historia. En el
mencionado manuscrito, desempolvado hace ya unos años por Víctor Tau
Anzoátegui [Fragmento de una cultura jurídica desaparecida. Un manuscrito del
español Vidania sobre Derecho Natural (1712), en Quaderni fiorentini per la storia
del pensiero giuridico moderno, nº XXIV, 1995], Vidania introducirá algunas de las
fuentes del racionalismo europeo, especialmente a Hugo Grotius, el jurista
teólogo más influyente en la cultura napolitana de finales del siglo XVII, a cuyo De
iure belli ac pacis parece acudir sin demasiados recelos en búsqueda de
autoridad. No obstante, por sus páginas desfila un amplio elenco de autores
españoles y europeos de muy diverso alcance y significación, como Thomas
Hobbes, Jean Bodin, Joannes J. Mullerus, Fernando Vázquez de Menchaca,
Sófocles, Tácito o Samuel Pufendorf.
[F]. La estructura del manuscrito, que divide en veinte capítulos, gira en
torno a la idea de presentar una síntesis de los principios constitutivos del
Derecho Natural. El objeto de estudio es El Derecho o Jurisprudencia Natural,
separada de lo que llamaríamos Derecho de las Gentes, y de la formada de
ambos, se intitula Derecho Civil. Dicha separación no es en absoluto cuestión
baladí, ya que para el oscense a «este Natural Derecho deben todas las Leyes su
fundamento» (folio 1). Para definir el Derecho Natural, Vidania se apoyará en una
triple autoridad: Hugo Grotius, Joannes J. Mullerus y Guillermo Grocio. Es
ciertamente un dato a resaltar cómo un alto mandatario del Tribunal de la
Inquisición trabajó, en la elaboración de su propia obra teórica, con muchos libros
de autores condenados por dicha institución, como Hobbes, Bodin o Mullerus, lo
que por otro lado puede ayudar a explicar la razón por la que este manuscrito no
llegara a sentir el calor de la imprenta.
503
[G]. La obra de Diego de Vidania, a cuya memoria la ciudad de Huesca
dedica hoy una calle como sentido homenaje, supone uno de los primeros
eslabones del lento proceso de difusión de los postulados del iusnaturalismo
racionalista europeo. El conocimiento y asimilación de autores e ideas, en
especial las de Hugo Grocio, se desarrolló en España en un ambiente poco
idóneo marcado por una densa preocupación religiosa procedente de la filosofía y
de la teología escolásticas, encontrando a través de la obra de Vidania una de
sus primeras vías de penetración sobre el territorio hispano [G UILLERMO VICENTE
G UERRERO ] (σόφος como jurista y también como canonista práctico, no teórico).
504
VIGIL, Rodrigo de (siglo XV) . [N.º 499]. [A]. Presentado por el obispo
Eneco Manrique de Lara y el Cabildo de Oviedo a una plaza de colegial del San
Clemente de Bolonia para canonista, fue admitido el 27 de septiembre de 1456
por el rector Álvaro de Vargas. Al día siguiente de su admisión partió hacia Roma
en la que se mantuvo hasta el 5 de noviembre de 1456. En el Colegio fue
consiliario, procurador, síndico, vicerrector y rector; este último puesto lo
desempeñó en 1460-1461. En Bolonia estudió Derecho Canónico. Como
vicerrector del Colegio llegó a un acuerdo con Santiago de Salcedo para que
hiciera varias copias de manuscritos para la biblioteca del Colegio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín informa además sobre sus estancias
en Roma y Padua en Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 297-298, n.º 323
y vol. IV, p. 2215 y Vigil, Rodrigo de, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), p. 72, n.º 1.269 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
505
Miguel Jerónimo contrajo matrimonio con Rafaela Díaz de Quijada Merino con la
que tuvo dos hijos, Francisco y Miguel. Estudió en la Universidad de Valladolid
donde alcanzó el grado de bachiller en Cánones el 17 de mayo de 1776. Más
tarde se licenció en Leyes en Toledo el 19 de enero de 1779, tras completar su
formación jurídica y el grado de bachiller en Leyes que previamente había
conseguido por Zaragoza el 29 de abril de 1774. Consiguió el grado de doctor,
pero desconocemos dónde; se constata que no fue en la Universidad de Bolonia.
Fue docente substituto de la cátedra de Decreto en la Universidad de Valladolid.
Sería presentado por su tío el citado arzobispo para una plaza de canonista del
Colegio de España de Bolonia, siendo admitido el 23 de mayo de 1779 por el
rector Luis Urriola. Su disertación de ingreso en el San Clemente versó sobre X
1.7.2. En el Colegio sería consiliario, celario, historiador y superintendente de
rentas, y en la Universidad sería lector honorario de Instituciones canónicas.
Opositó con ese propósito, aunque sin éxito, el 14 de noviembre de 1780 a una
cátedra de Derecho canónico. Volvió a hacerlo el 1 de mayo de 1782 disertando
sobre X 4.19.8, ganándola el 2 de mayo de 1782, lo que le permitió dar clases en
horario de primera hora de la tarde. El 19 de abril de 1784 se convocó de nuevo a
oposición dicha cátedra, lo que indica que había dejado vacante el puesto. En
1782 consta que le fueron concedidas licencias por el Colegio para ir a Venecia,
Roma y Nápoles. El 7 de febrero de 1784 se le autorizó a abandonar
definitivamente el San Clemente, cosa que llevó a cabo dos días después.
Regresó a España, pero previamente se entretuvo tres o cuatro meses en
Francia. En 1785 fue nombrado Alcalde del crimen en La Coruña; después fue
oidor de la Real Audiencia de Galicia, y llegó a ser Consejero de Castilla. Logró
ingresar en la Orden de Carlos III en 1796. Fue diputado de las Cortes de Cádiz
en representación del reino de León e intervino en el debate sobre la soberanía
nacional.
[B]. Bibliografía: mayor información sobre su estancia en Bolonia en
Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp. 1717-1719, n.º
1303. Ver además Miguel Ángel González de San Segundo, Las cuatro
universidades de un Consejero del Antiguo Régimen: D. Miguel Alfonso-
Villagómez y Lorenzana, en Ius fugit, I (1992), pp. 37-46y Antonio Pérez Martín y
Manuel J. Peláez, Villagómez [Rodríguez] Lorenzana, Miguel Jerónimo Alfonso
de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), pp. 78-
79, n.º 1.279 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN y M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος como jurista
práctico, pero no como canonista).
506
Montalvo escribió una vida de Santo Toribio de Mogrovejo, Breve teatro de las
acciones más notables de la vida del Bienaventurado Toribio Arçobispo de Lima,
impreso en Roma en 1683, obra que se dedicó a Pedro de Villagómez. Entre las
publicaciones de este bidoctor señalamos: Exortaciones e instrucción contra los
idólatras de los indios del arçobispado de Lima, Lima, 1649; Información en
Derecho, en defensa de las salutaciones que los predicadores han hecho primero
á los señores obispos, que á los señores de la Real Audiencia, s. l., 1650; Iuris
Allegatio, pro edicto suo contra laicos comis habitum clericalem deturpantes,
Madrid, 1650 y Oración evangélica, que predicada en la Cathedral de Lima al
juramento, que hizieron los Señores Virrey, Arçobispo, Audiencia, ambos
Cabildos y demás de la Ciudad, de tener y defender la Concepción Santíssima de
María el día de su fiesta, Lima, 1655. Suponemos que será hermano suyo
Francisco de Villagómez Vivanco que es autor de unas Consideraciones políticas
y exhortación christiana en prosa y verso, Madrid, 1629.
[B]. Bibliografía: Manuel J. Peláez, Villagómez Vivanco, Pedro de, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 79,
n.º 1.280 [M ANUEL J. P ELÁEZ ] (σόφος).
VILLALPANDO, Alfonso de (siglo XV) . [N.º 504]. [A]. Tuvo una plaza de
colegial del San Clemente de los españoles en Bolonia. Sabemos que logró
doctorarse en Derecho Canónico y que además era rector del Colegio en 1452,
en que recibió como colegial el 5 de septiembre de 1452 a Álvaro de Vargas.
Tras su regreso a España sería deán del cabildo catedralicio de Jaén y canónigo
en León y Zamora. En esta última prebenda pudo verse beneficiado por ser
familiar del obispo cardenal de Zamora. El 1 de septiembre de 1468 consta que
visitó el Colegio de España, con ocasión de un viaje a Italia, del que ignoramos
su origen y destino.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, pp. 280-281, n.º 296 y antes que él las alusiones parciales de Juan Pineda
Hurtado de Mendoza, Proles Aegidiana seu catalogus illustrium virorum qui ex
sacro, et perinsigni collegio maiori Sancti Clementis Hispanorum... huc usque in
lucem prodiere, Nápoles, 1632, pp. 26 y 60. Además ver Pérez Martín,
Villalpando, Alfonso de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses
y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), p. 82, n.º 1.287 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
507
VILLANUEVA LÓPEZ, Domingo de (siglo XVI) . [N.º 505]. [A]. Nació en
Huete. Era hijo de Francisco Villanueva y de Catalina López de Oreja. Estudió
seis cursos de Derecho canónico en la Universidad de Alcalá, tres de Decretales,
uno de Decreto y dos de Libro Sexto entre 1581 y 1585. Fue presentado a una
plaza de canonista del Colegio de España de Bolonia por el obispo de Cuenca
Gómez Zapata y el Cabildo de la diócesis. Fue admitido por el rector Juan
Martínez de Verastegui el 24 de diciembre de 1586, para estudiar Derecho
canónico, y se mantuvo en el Colegio hasta el curso 1595-1596. Fue consiliario
canonista, ecónomo y rector del Colegio. El 7 de noviembre de 1592 se doctoró
en ambos Derechos. Durante el curso 1594-1595 fue consiliario pro tempore del
San Clemente. De su primera etapa en Bolonia fue acusado de llevar una vida
algo libertina, a pesar de ser presbítero.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 1090-1091, n.º 991 y Villanueva López, Domingo de, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 83, n.º 1.291
[A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
508
sobre X 2.28.11. Con ocasión de la aprobación de sus primeras pruebas en el
Colegio de España tuvo que demostrar que tenía más de 24 años, que no había
contraído matrimonio y que no pertenecía o había pertenecido a ninguna orden
religiosa. En el San Clemente fue consiliario canonista y rector. Durante su
rectorado (1568-1569) no fueron admitidos colegiales por los problemas que
conllevaba en aquellos momentos atravesar la frontera francesa. El 20 de agosto
de 1566 se doctoró en Derecho Canónico recibiendo las insignias doctorales de
Antonio Gipsio. Es probable que también se doctorara en Derecho civil. Fue
enviado por el Colegio como nuncio a España para hacer las segundas pruebas
de algunos colegiales. Sufrió la pérdida de buena parte de sus pertenencias
como fruto de un robo a su paso por Cataluña. Más tarde en Soria cayó
gravemente enfermo. Regresó al Colegio, pero el 6 de mayo de 1573 se ausentó
al parecer definitivamente.
[B]. Bibliografía: sobre su relación con Bolonia ver Antonio Pérez Martín,
Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. II, pp. 952-955, n.º 912 y Villanueva [o
Villanova] del Peso, Alfonso, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (=
tomo 3.º de la colección), pp. 84-85, n.º 1.294 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(κουφότερος).
509
de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona,
2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 87, n.º 1.298 [A NTO NIO
P ÉREZ M ARTÍN ] (κουφότερος).
VILLENA, Sancho de (siglo XV) . [N.º 511]. [A]. Sería presentado a una
plaza de colegial del San Clemente de Bolonia por el arzobispo de Toledo
Alfonso Carrillo, en virtud del estatuto 4 del Colegio de 1377, según el cual el
prelado de mayor dignidad de la familia albornociana estaba facultado para
presentar un candidato para colegial que fuera a Bolonia a estudiar Derecho
Canónico. Es recibido como colegial el 16 de mayo de 1459 por el rector Juan
Alfónsez de Cuéllar. En Bolonia fue consiliario de la institución albornociana en
1464-1465 y 1467-1468. Abandonó definitivamente el Colegio el 3 de septiembre
de 1468, siendo despedido con honores. Se sabe que era licenciado en Derecho
Canónico, pero se desconoce donde consiguió el título, quizás en Roma. En 1469
consta que era canónigo de Toledo.
[B]. Bibliografía: sobre sus estancias en Italia, en concreto en Bolonia y en
Roma desde el 18 de mayo de 1459 al 19 de julio de 1459 y del 16 de abril de
1460 al 10 de junio de 1460 ver Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia,
1979, vol. I, pp. 311-312, n.º 342 y Villena, Sancho de, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 98, n.º 1.308 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (κουφότερος).
510
VILLODRE, Juan Bautista (siglos XVI-XVII) . [N.º 512]. [A]. Nació en el
Castillo de Garci Muñoz (diócesis de Cuenca). Era hijo de Juan de Villodre y de
Isabel de Valderrama. Estudió Jurisprudencia en la Universidad de Pavía.
Presentado por el propio Colegio de España a una plaza de colegial para que
estudiase Derecho Canónico en la Universidad, fue admitido por el rector Martín
Fernández de Lechuga. Por razones de enfermedad, se le señalaron los puntos
de su disertación de ingreso pero sin que tuviera que exponerla en público.
Durante los cursos 1609-1610 y 1610-1611 fue consiliario de la institución
albornociana y en 1613-1614 rector. El 19 de diciembre de 1611 fue presentado
para el examen en ambos Derechos, realizando las pruebas al día siguiente y
recibiendo las insignias doctorales. En Bolonia fue consiliario de la Universidad
por Indias y por Castilla y en las paredes del Archiginnasio se reproducen los dos
escudos pintados. Tras abandonar Bolonia el 5 de mayo de 1615 sería podestà
de Pontremoli, podestà de Alessandria y capitán de justicia del Marquesado de
Finale. Fue nombrado auditor general por el duque de Fuentes. Más tarde sería
juez extraordinario de Milán, juez ordinario de Milán y senador de Milán desde
1647 a 1649.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidana, Bolonia, 1979, vol.
III, pp. 1171-1174, n.º 1.040 y Villodre, Juan Bautista, en Diccionario crítico de
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 99, n.º 1.310 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (κουφότερος).
512
[B]. Bibliografía: ver, de cara a una mayor información en parte distinta
pero complementaria, José Orlandis, La Historia de Vlado y La vocación de
Vlado, en Mis recuerdos. Primeros tiempos del Opus Dei en Roma, Madrid, 1995,
pp. 77-88 y 89-96 y, con anterioridad, Memorias de Roma en guerra (1942-1945),
Madrid, 1992, pp. 108-109, sobre Anton Wurster, V. Vince y Zelić Zwiko. Este
último, católico progresista y antifascista, tuvo un trágico destino a su regreso a
Spalato en 1945, a manos precisamente de aquéllos a quienes él se había
preocupado de defender con la palabra pero no con las armas durante su
soggiorno romano. Consultar además José Orlandis, Vince, Vladimiro y Wurster
[o Vurster], Anton P., en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 100-101, n.º 1.312 y pp. 137-140, n.º 1.346 [JO SÉ O RLANDIS
R O VIRA ] (σόφος como hombre de Iglesia).
VINUESA, Juan de (siglo XV) . [N.º 514]. [A]. Era hijo de Juan de Vinuesa
y originario de una localidad de la diócesis de Osma. Presentado por el
administrador de dicha diócesis y el Cabildo de Osma a una plaza del Colegio de
España de Bolonia para estudiar Derecho canónico en la Universidad, fue
admitido por el rector Pedro de Briones que curiosamente había sido recibido
formalmente en la institución el 2 de julio de 1478 como «virum providum,
honestum et discretissimum», pero con el tiempo alguien corrigió estas
afirmaciones añadiendo en el Liber Admissionum del Colegio que era «virum
putridum, inhonestum et indiscretissimum». Fue consiliario del San Clemente
durante el curso 1486-1487, y con anterioridad y al curso siguiente viceconsiliario.
En la Universidad de Bolonia fue lector del Decreto en 1487-1488. En este
sentido se sabe que en 1487 llegó a participar en el concurso de lecturas de la
Universidad con una tesis de Cánones, cuyo texto se conserva en el Museo
histórico de la Universidad de Bolonia; la lectura le fue asignada el 25 de julio de
1487. El 23 de mayo de 1489 realizó el examen de doctorado en Derecho
Canónico, superándolo con todos los votos y recibiendo las insignias doctorales.
El 21 de julio de 1489 abandonó el Colegio de España, al que no regresó siendo
ocupado su puesto por Juan de Santa Cruz el 22 de septiembre de 1490.
[B]. Bibliografía: Celestino Piana, Il “Liber Secretus Iuris Caesarei”
dell’Università di Bologna: 1451-1500, Milán, 1984, p. 93 e Il “Liber Secretus Iuris
Pontificii” dell’Università di Bologna, 1451-1500, Milán, 1989, p. 108 y A. Pérez
Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. I, pp. 416-417, n.º 490 y Vinuesa,
Juan de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 101-102, n.º 1.313 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
VINYOLES, Narcís (siglo XV) . [N.º 515]. [A]. Doctor en Leyes, escritor.
Lo encuentro por primera vez ejerciendo como jurista en 1420. Era hijo de
Domingo Vinyoles “coltellerius”. Sus primeras actuaciones son como bachiller en
Decretos y era beneficiado de la Seo de Valencia desde 1413, según
manifestaba su padre. En 1423 actuaba como árbitro en un reparto de bienes, fue
nombrado inquisidor de oficiales en 1428 y al año siguiente actuó como Asesor
del Justicia Civil, sustituyendo a miçer Bernat Bonshom que había fallecido.
Asesor del Criminal en 1433. En 1429 fue testigo en la boda de miçer Nicolau
Filach, junto con los juristas Pere Belluga y Clemente de Vilanova. En 1432, fue
incluido en una lista de “sospechosos” de ejercer con parcialidad y no ser apto
para arbitrar conflictos. A partir de este momento inicia su actividad de jurista por
513
cuenta propia, su nombre empieza a citarse en los documentos procesales,
desde 1440 hasta 1443. Le encontramos en 1441 como fiador en el
avecinamiento de Arnau Vinyoles, labrador natural de Sueca. Consta que estaba
casado en 1428 con Isabel Descamps, hija del notario Berenguer Descamps. En
1448, su mujer figuraba haciendo un donativo para ayudar a la construcción del
monasterio de la Trinidad de Valencia. En 1454 Isabel, como viuda de Vinyoles,
vendía unas tierras ubicadas en Alboraya, en el término de Rafalteran. A finales
de siglo destaca un caballero de su mismo nombre, que fue administrador de
Lonja y contador de la Generalidad, y que quizá fuese hijo del jurista por lo que
se confunden las dos personas. El segundo Narcís entró en el mundo de la
literatura por concurrir con un poema al certamen de la Virgen que, con otros
poetas, dio lugar al libro que se tiene por ser el primero impreso en España: Les
trobes en llaors de la Verge Maria, que apareció en Valencia en 1474. También
colaboró con Bernat Fenollar en Escacs d’amor que se considera la primera
partida de ajedrez documentada. Como poeta, entre otros, escribió un poema en
honor a Santa Catalina de Siena, que fue impreso en 1492, y también la Omelia
sobre lo psalm: Miserere mei Deus impresa en Valencia por Nicolas Spindeler en
1499.
[B]. Bibliografía: Vicente Graullera Sanz, Vinyoles, Narcís, en Diccionario
crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y
Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 102, n.º 1.314
[VICENTE G RAULLERA SANZ ] (μέτρια νομικός).
514
Madrid, 1977, vol. II; V. Lladonosa Pujol, Història de la ciutat de Lleida,
Barcelona, 1980 y E. Callado Estela, Todos los hombres del Patriarca. Obispos
del entorno de don Juan de Ribera, Valencia, 2010 y también Virgili, Francisco,
en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), p. 596, n.º 3.208
[EMILIO CALLADO ESTELA ] (μέτρια νομικός).
VITORIA, Miguel (siglo XVI) . [N.º 517]. [A]. Natural de Bilbao. Era hijo de
Juan Alfonso de Vitoria y de María López de Uriondo. Presentado a una plaza del
Colegio de España de Bolonia por Francisco de Mendoza, obispo de Oviedo, y
por su cabildo, fue admitido por el rector Juan Soriano. Como consecuencia de la
peste se ausentó de Bolonia el 10 de enero de 1528 junto a otros colegiales
Francisco Mota, Pedro Carnicer y Martín Pérez de Oliván. Miguel de Vitoria se
fue a Roma y luego a Siena. Durante 1528-1529 fue consiliario canonista del
Colegio. No consta que se doctorara en Derecho Canónico en Bolonia. Es seguro
que era bachiller en Derecho, pero no sabemos por dónde.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, p. 673, n.º 723 y Vitoria, Miguel, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 124, n.º 1.322 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
516
de elaboración del CIC de 1917. En Roma fundó el Colegio Latinoamericano y
fue cofundador del Pontificio Colegio Español. Recibió violentos ataques del clero
integrista y de los teólogos modernistas. Publicó setenta y ocho libros, de
Teología moral, dogmática y espiritual, historia de la Iglesia, filosofía, además de
compilaciones de textos de los papas y tratados de Derecho pontificio. Así de
contenido jurídico-canónico e histórico-jurídico, cabe destacar su Compendium
iuris canonici, cuya primera edición vio la luz en 1882, Cronicón de la misión de
PP. Capuchinos en Centro América, o fundación y propagación de la Seráfica
Religión Capuchina en la América Central (1888), Documenta regularitatis, seu
de agendis et fugendis in fratruum regimine (1889), Instituta Franciscana
monumentis benevolentiae RR. Pontificum laudata, magnificata, defensa (1904);
De dignitate et officiis episcoporum et praelatorum. Tractatus canonico-moralis,
Roma, 1905 y Carta a un sacerdote, Barcelona, 1925.
[B]. Bibliografía: Klaus Hausberger, Vives i Tutó, José Calasanz, en
Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, XII (1997), pp. 1535-1545;
Frederic Raurell, L’antimodernisme i el Cardenal Vives i Tutó, Barcelona, 2000;
Valentí Serra de Manresa, El cardenal Vives i Tutó (1854-1913). Aspectes
biogràfics i projecció eclesial, en Analecta Sacra Tarraconensia, vol. LXXVII
(2004), pp. 233-272; Valentí Serra de Manresa, Actuaciones eclesiales de fray
José de Calasanz de Llavaneres, cardenal Vivés y Tutó, en Estudios
franciscanos, vol. CVIII, n.º 442 (2007), pp. 1-40 y Josep Maria Tarragona, Vives
Tutó, Josep de Calassanç, en Diccionario crítico de juristas españoles,
portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección),
Zaragoza y Barcelona, 2008, pp. 128-129, n.º 1.329 [JO SEP M ARIA TARRAGO NA ]
(Καρδινάλιος).
517
XAMMAR [o XETMAR] DE SALA, Joan Pau (siglo XVII) . [N.º 522]. [A].
Jurista natural de Barcelona. Estudió Leyes y Cánones en la ciudad condal,
doctorándose en ambos y siendo profesor de Derecho Canónico en la
Universidad de Barcelona. Miembro del Consejo Real, Cónsul de la Lonja y
asesor de la Bailía General. Es autor de obras como De officio iudicis et advocati
liber unus sobre Derecho Procesal que apareció publicado en Barcelona en 1639,
Civilis doctrina de antiquitate et religione, regimine, privilegiis et praeheminentis
inclytae Civitatis Barcinonae (obra que versa sobre las costumbres, inmunidades,
privilegios y el conjunto de las instituciones civiles, políticas, canónicas y
religiosas, a la vez que la propia historia de Barcelona, y que apareció publicada
en esta ciudad en 1644 y se reimprimió en 1668; se detenía en los Usatges, el
Recognoverunt proceres, las Constitucions de Corts, etc.) y Rerum iudicatarum in
Sacro Regio Senatu Cathaloniae sub diversis definitionibus cum rationalibus seu
(si mavis) allegationibus (1657). De estas tres obras, quizás sea la segunda la
más conocida cuando menos porque nos consta que, durante mucho tiempo, fue
muy utilizada por el Consejo municipal de Barcelona. En la Universidad de
Bolonia consta que un tal Joan Xammar, originario de la diócesis de Barcelona,
se doctoró en ambos Derechos el 27 de febrero de 1571 y que otro Joan
Xammar, también de Barcelona, se doctoraba igualmente in utroque iure el 23 de
septiembre de 1578 [ver M. T. Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I dottori
in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 259, n.º 2.340 y p.
287, n.º 2.809]. Previamente Francesc Xammar, hijo de otro Francesc Xammar,
se doctoraba igualmente en ambos Derechos en la ciudad italiana el 6 de julio de
1540 (p. 169, n.º 844). Desconocemos la relación exacta de parentesco entre
estos tres Xammar y Joan Pau Xammar.
[B]. Bibliografía: Josep Serrano Daura, Xammar [o Xetmar] de Sala, Joan
Pau, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, p. 140,
n.º 1.347 [JO SEP SERRANO D AURA ] (σόφος).
518
XUÁREZ DE DEZA [o SUÁREZ DE DECA], Diego (siglos XVI-XVII) . [N.º
524]. [A]. Natural de Vigo, diócesis de Tuy. Era hijo de Fernando Pereira y de
Beatriz Xuárez. Estudió Jurisprudencia en Salamanca, donde obtuvo el título de
bachiller. Fue presentado a una plaza de colegial del San Clemente de los
Españoles de Bolonia por Luisa Carrillo de Albornoz Cárdenas, para estudiar
Derecho canónico en la Universidad. Sería admitido el 10 de septiembre de 1589
por Francisco Esteban. El tema de su disertación de ingreso en el Colegio versó
sobre X 2.24.6. Actuaron como testigos de su admisión Juan de Valencia y
Jerónimo de Corrigis, camarero del Colegio. Da la impresión de que se ausentó
definitivamente del Colegio el 24 de enero de 1591.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 1103-1104, n.º 999 y Xuárez de Deza [o Suárez de Deca], Diego, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos,
Zaragoza y Barcelona, 2012, vol. III (= tomo 4.º de la colección), pp. 601-602, n.º
3.215 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
YÁÑEZ, Gonzalo (siglo XV) . [N.º 525]. [A]. Clérigo toledano, que accedió
a una plaza del Colegio de España de Bolonia, siendo presentado por el obispo
de Sigüenza Pedro González de Mendoza, el luego afamado Cardenal de Toledo,
y su cabildo. Fue admitido por el rector Ignacio de Collantes el 18 de agosto de
1487. Sería propuesto para estudiar Derecho Canónico en la Universidad. El 8 de
mayo de 1489 su procurador pidió para él una licencia de ausencia con reserva
de plaza.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 436, n.º 517 y Yáñez, Gonzalo, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, p. 145, n.º 1.356 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
519
[B]. Bibliografía: Javier Barrientos Grandón, Librería de don Sebastián
Calvo de la Puerta (1717-1767) oidor de la Real Audiencia de Guatemala, en
Revista de Estudios Histórico-Jurídicos, XXI (1999), pp. 337-373, quien lo sitúa
entre los “alegacionistas” indianos, indicando que alguna de sus obras se hallaba
en las bibliotecas de Francisco Pablo Coronado y de José Messía de la Cerda.
También las obras de Yáñez Fajardo estaban en la biblioteca de José de la
Garza Falcón, como ha probado su estudioso Rafael Diego Fernández Sotelo, en
Biblioteca del oidor de la Audiencia de Nueva Galicia Joseph Manuel de la Garza
Falcón (1763), en Anuario Mexicano de Historia del Derecho, XI-XII (1999-2000),
pp. 91-160, de qua vid. sus afamadas Iuris allegationum en p. 110 y nota 57.
Consultar además Reyes Martín Sánchez, Yáñez Fajardo, Diego Antonio, en
Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, p. 146, n.º
1.358 [R EYES M ARTÍN SÁNCHEZ ] (σόφος).
YEPES, Martín de [I] (siglo XV) . [N.º 529]. [A]. Clérigo toledano que fue
presentado a una plaza del Colegio de España de Bolonia para estudiar Derecho
canónico por el arzobispo de Toledo Alfonso de Acuña Carrillo. Sería recibido por
el rector Pedro de Aranda el 13 de agosto de 1468. En 1469-1470 fue consiliario
del Colegio. Entre el 11 de marzo de 1471 y el 9 de abril de 1471 estuvo en
Roma y, al poco tiempo de regresar a Bolonia, pidió una licencia para viajar a
España. No consta cuando regresó a Bolonia, pero sí sabemos que estaba en el
Colegio el 8 de enero de 1472. El 17 de marzo de 1475 marchó a Roma.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 353, n.º 400 y Yepes, Martín de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, p. 148, n.º 1.364 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
520
YEPES, Martín de [II] (siglo XV) . [N.º 530]. [A]. También es toledano
como su homónimo Martín de Yepes, con quien no se le debe confundir. Fue
presentado por el arzobispo de Toledo Alfonso Acuña Carrillo y su cabildo a una
plaza de colegial del San Clemente de Bolonia. Fue a la ciudad italiana a estudiar
Derecho Canónico. Sería admitido en el Colegio el 1 de abril de 1477 por el rector
Pedro de Veas de Sevilla, que era doctor en Artes y maestro en Teología. Consta
que en 1479-1480 fue consiliario canonista del San Clemente de los Españoles,
pero el 2 de febrero de 1480 ya no ocupaba ese cargo. Ignoramos las razones de
que abandonara el Colegio.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. I, p. 387, n.º 448 y Yepes, Martín de, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, p. 148, n.º 1.365 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
521
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), Zaragoza y Barcelona, 2008, pp. 152-153,
n.º 1.371 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
522
insignias doctorales de Ercole Peregrino. Fue consiliario de la Universidad por
Aragón. A su regreso a España consiguió una canonjía en Tarazona.
[B]. Bibliografía: es posible ver más información sobre su estancia en
Bolonia en Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979, vol. III, pp.
1174-1176, n.º 1.041 y Zapata Mendoza, Juan, en Diccionario crítico de juristas
españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II,
tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 160, n.º 1.385 [A NTO NIO P ÉREZ M ARTÍN ]
(μέτρια νομικός).
523
Constituyente. Desde abril a octubre de 1829 sería Secretario del Tesoro con
Vicente Ramón Guerrero. Fue también Gobernador del Estado de México. Con el
posterior triunfo de los centralistas frente a los federalistas fue desprovisto de su
cargo. Más tarde sería enviado a París como Ministro plenipotenciario. Regresó
al nuevo continente e hizo un viaje por EE.UU. del que dejó escrito un libro.
Establecido más tarde en Texas, fue privado de la nacionalidad mexicana. En la
República de Texas llegó a ostentar la vicepresidencia. Falleció antes de que se
produjera la anexión de Texas a los EE.UU. y por las páginas que dejó escritas
no da la impresión de que ni siquiera llegara a soñar con dicha anexión. Su tarea
política y literaria fue reconocida dando nombre al condado de Zabala en el
estado de Texas. Entre sus publicaciones destacamos: Proyecto de reforma del
Congreso, México, 1822; Manifiesto de los principios políticos del Excmo. Sr. D.
J. R. Poinsett, México, 1828; Manifiesto del Gobernador del Estado de México,
Tlalpam, 1829 y Viaje a los Estados Unidos de América, París, 1834.
[B]. Bibliografía: a Zavala dedicó su tesis doctoral Raymond Estep
defendida en la Universidad de Texas en 1942, autor también de la semblanza
Lorenzo de Zavala (1788-1836), en Handbook of Texas, vol. I, Austin, 1952, p.
498. Igualmente se ha publicado otra biografía salida de la pluma de Margaret
Swett Henson, Lorenzo de Zavala, Fort Worth, 1996 y ofrece datos interesantes
el artículo de W. S. Cleaves, Lorenzo de Zavala in Texas, en Southwestern
Historical Quarterly, vol. XXXVI, n.º 1, consulta online 26 de octubre de 2007.
Consultar además Reyes Martín Sánchez, Zavala [o Zabala] Sáenz, Manuel
Lorenzo Justiniano de, en Diccionario crítico de juristas españoles, portugueses y
latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008, vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la
colección), pp. 164-165, n.º 1.390 [R EYES M ARTÍN SÁNCHEZ ] (μέτρια νομικός).
ZAYAS, Francisco de (siglo XVI) . [N.º 538]. [A]. Natural de la villa de los
Santos de Maymona, que pertenecía a la jurisdicción de la Orden de Santiago.
Era hijo de Alfonso de Zayas y de Inés Sánchez. Estudió Derecho canónico en
Salamanca, donde alcanzó el grado de bachiller. Presentado a una plaza de
colegial de España en Bolonia por el obispo de Ávila Álvaro de Mendoza y su
cabildo para estudiar Derecho Canónico, fue admitido el 26 de marzo de 1562 por
el rector Antonio de Raya, e hizo una disertación de ingreso sobre X 2.28.22. En
1563 fue elegido consiliario del Colegio. El 28 de octubre de 1563 se le dispensó
de los impedimentos para ser examinado en ambos Derechos y se doctoró el 29
de octubre de 1563 [Maria Teresa Guerrini, «Qui voluerit in iure promoveri...». I
dottori in diritto nello Studio di Bologna (1501-1796), Bolonia, 2005, p. 231, n.º
1.896 señala que fue el 30 de octubre de 1563], recibiendo las insignias
doctorales de manos de Antonio Galeazzo Malvaticeo. Fue expulsado del San
Clemente en 1563 por el rector Francisco Mota, al descubrirse que se había
apoderado de ciertas cantidades de trigo del Colegio. Además, al realizar sus
segundas pruebas en 1565, quedó probado que tenía un pleito como
consecuencia de haber contraído matrimonio en Salamanca con Luisa de Zayas,
con la que tuvo un hijo, la cual además había contraído otro matrimonio. La
señora reclamaba a Zayas alimentos tanto para ella como para su hijo, y a esos
efectos pleiteó con él en Granada. En 1581 todavía seguía vivo y desde España
solicitaba se le autorizara el sello que se concedía a los colegiales después de
aprobadas las segundas pruebas y le fue denegado porque se demostró que se
había casado antes de ser admitido en el San Clemente.
[B]. Bibliografía: Antonio Pérez Martín, Proles Aegidiana, Bolonia, 1979,
vol. II, pp. 942-943, n.º 905 y Zayas, Francisco de, en Diccionario crítico de
524
juristas españoles, portugueses y latinoamericanos, Zaragoza y Barcelona, 2008,
vol. II, tomo 2.º (= tomo 3.º de la colección), p. 165, n.º 1.391 [A NTO NIO P ÉREZ
M ARTÍN ] (μέτρια νομικός).
525
526
RELACIÓN DE SEMBLANZAS DE CANONISTAS Y ECLESIASTICISTAS PUBLICADAS EN EL
TOMO I
527
35. Celestino de Añorbe [Tomás Istúriz Martoret] (1880-1969)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
36. Antonio de Aragón Angulo (n. 1680) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
37. Pedro de Aranda (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
38. José Aranguren de San Agustín (1801-1861)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
39. Lope de Arcaraso (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
40. Diego Arcas Díaz de Soto de Sevilla (siglos XIV-XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
41. Nicolás de Arce (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
42. Manuel Arce Ochotorena (1879-1948) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
43. Antonio Arenillas Rojo (n. 1640) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
44. Diego de Argüelles (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
45. Juan de Arias (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
46. Juan Arias Dávila (c. 1436-1497) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
47. Arias de Cepeda (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
48. Tomás de Arias de Leiza Eraso (n. 1760) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
49. Pedro de Arines Troncoso (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
50. Miguel Arredondo Carmona (n. 1720) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
51. Fernando de Arroyo Zúmel (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
52. Francisco Javier de Ayala Delgado (1922-1994)
[JOSÉ JAVIER LÓPEZ-JACOISTE]
53. Francisco Miguel Ayerdi Zárate (1765-1827) [JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
54. Ramón María Azpeitia Sáenz de Santa María (1770-1845)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
55. Martín de Azpilcueta Jaureguízar (1492-1586)
[JOSÉ ANTONIO LÓPEZ NEVOT y MARÍA ENCARNACIÓN GÓMEZ ROJO]
56. Martín José de Badarán Osinalde (1624-1677)
[MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ARCE]
57. Juan Baeza (†1641) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
58. Marco Balabanov (1837-1921) [GEORGE PENCHEV]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
59. Juan de Barahona (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
60. Pedro Barba del Mazo (n. 1609) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
61. José Barberá (†1675) [EMILIO CALLADO ESTELA]
62. Agostinho Barbosa (1590-1649) [DAVID J. VIERA y MANUEL J. PELÁEZ]
63. Alfonso del Barco (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
64. Gaietà Barraquer Roviralta (1839-1922) [MANUEL J. PELÁEZ]
65. Gómez Barreguín (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
66. Gonzalo Barriga Errázuriz (1902-1992) [HERNÁN CORRAL TALCIANI]
67. Mariano Benito Barrio Fernández (1805-1876)
[JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
68. Nicolás Bas Galcerán (1653-1719) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
528
69. Fernando de Basanta de Galicia (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
70. Manuel Basulto Jiménez (1860-1936) [MANUEL J. PELÁEZ]
71. Berenguer Batlle (†1349) [MANUEL J. PELÁEZ]
72. Juan Bayle (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
73. Juan Ángel Belda Dardiñá (1926-2010)
[JUAN CARLOS VALDERRAMA ABENZA]
74. Diego Beltrán (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
75. Alfonso Benítez Pizarro Negrón (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
76. Juan de Benito (n. 1713) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
77. Lorenzo Bernal de Castellanos (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
78. Alberto Bernárdez Cantón (1929-2003) [ANTONIO MERCHÁN]
79. Bernardo Compostelano Antiguo (siglos XII-XIII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
80. Bernardo Compostelano el Joven (siglo XIII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
81. Josep Bertran (siglo XVII) [MANUEL J. PELÁEZ]
82. Francisco Blanco Nájera (1889-1952) [REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
83. Stefan Bobchev (1853-1940) [GEORGE PENCHEV]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
84. Pedro de Bohórquez de Birues (†1613) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
85. Juan José Bonel Orbe (1782-1857) [JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
86. Alfonso de Borja [Papa Calixto III] (1378-1458)
[VICENTE GRAULLERA SANZ y MANUEL J. PELÁEZ]
87. Rodrigo de Borja Borja [Papa Alejandro VI] (c. 1430-1503)
[MANUEL J. PELÁEZ y VICENTE GRAULLERA SANZ]
88. Francisco Borrull (1695-1758) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
89. José María Bueno Monreal (1904-1987)
[SALVADOR PÉREZ MORENO y MANUEL J. DELGADO MARTÍNEZ]
90. José de Burgos de Bivar (1663-1700) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
91. Antonio de Burgos de Salamanca (1454-1525) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
92. Luis Bustamante (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
93. Marcelino Cabreros de Anta (1901-1995) [MANUEL J. PELÁEZ]
94. Francisco Cabezas (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
95. Rafel Calafat Femenia (siglo XVII) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
96. Toribio Calderón (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
97. Juan Calderón de Peciña (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
98. Pedro Calelato de Úbeda (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
99. Álvaro Calleja Goicoechea (1926-1968) [MANUEL J. PELÁEZ]
100. Miguel Calvo (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
101. Cosme Campillo Ibáñez (1826-1910) [MARCELO NASSER OLEA]
102. José María Campos Pulido (1876-1939)
[MARÍA ROSA LÓPEZ-BARAJAS]
103. Salvador Canals Navarrete (1920-1975) [JOSÉ ORLANDIS ROVIRA]
529
104. Giuseppe Caputo (1936-1991) [MANUEL J. PELÁEZ]
105. Carles Cardó Sanjuan (1884-1958) [JOSEP MARIA TARRAGONA]
106. Francisco Cardoso [de Portugal] (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
107. João Cardoso (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
108. Rodrigo Caro (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
109. Alfonso Carrillo de Albornoz (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
110. Bernardino de Carvajal [I] (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
111. Bernardino de Carvajal [II] (siglos XVI-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
112. Cristóbal de Carvajal (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
113. Tomás D. Casares (1895-1976) [SANTIAGO LEGARRE]
114. Pedro Casciaro Ramírez (1915-1995) [MANUEL J. PELÁEZ]
115. Guillem Cassador (1477-1527) [MANUEL J. PELÁEZ]
116. Diego del Castillo de Villasanta (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
117. Rosalío Castillo Lara (1922-2007) [MANUEL J. PELÁEZ]
118. Francisco Cava (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
119. Pedro Cavaller Solán (†1671) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
120. Juan de Celano (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
121. Marcelo Celayeta Esparza (1867-1931)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
122. Alfonso de Cereceda (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
123. Manuel Gonçalves Cerejeira (1888-1977) [MANUEL J. PELÁEZ]
124. Antonio Cerezuela Felices (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
125. Juan Manuel Chavarri Remírez (1885-1969)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
126. Pau Claris Casademunt (1586-1641) [JOSEP MARIA TARRAGONA]
127. Juan Claver (siglo XIV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
128. Evencio Cófreces Merino (1941-2001) [MANUEL J. PELÁEZ]
129. Ignacio de Collantes (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
130. Antonio de Contreras [o Contieres] de Toledo (siglo XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
131. Josep Domènec Costa Borrás (1805-1864)
[VICENTE GRAULLERA SANZ]
132. Jorge Cotán [Cotam o Cottam] (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
133. Pedro Cubero Monforte († c. 1584) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
134. José Cueto Díez de la Maza (1839-1908) [MANUEL J. PELÁEZ]
135. Raimundo Marcial de Cuguera (siglos XVII-XVIII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
136. Esteban Daoiz [o Daoyz] (†1619) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
137. Miquel Despuig (†1559) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
530
138. João de Deus [Johannes de Deo Hispanus] (c. 1189-1267)
[JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
139. Juan Bautista Donguillén (†1682) [MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ARCE]
140. Justo Donoso Vivanco (1800-1868) [JAVIER BARRIENTOS GRANDÓN]
141. Antoni Ignasi de Dou de Bassols (1730-1802) [MANUEL J. PELÁEZ]
142. Ramon Llàtzer de Dou de Bassols (1742-1832) [MANUEL J. PELÁEZ]
143. Tomasz Dybowski (1923-2009) [LEONARD ŁUKASZUK]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
144. Lamberto de Echeverría Martínez de Marigorta (1918-1987)
[MANUEL J. PELÁEZ]
145. Mariano Egaña Fabres (1793-1846) [JAVIER BARRIENTOS GRANDÓN]
146. Leopoldo [Francisco Antonio] Eijo Garay (1878-1963)
[SANTIAGO MATA]
147. Luis María Elío Ezpeleta (1810-1892) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
148. Crescente Errázuriz Valdivieso (1838-1931) [JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
149. Carlos Luis Escartín Núñez (1930-2008) [MANUEL J. PELÁEZ]
150. Juan de Escobar (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
151. San Josemaría [Julián Mariano] Escrivá de Balaguer Albás
(1902-1975) [JEAN-LUC CHABOT, AMADEO DE FUENMAYOR
y MANUEL J. PELÁEZ]
152. Francisco del Espino Vergara (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
153. Andrés de Espinosa (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
154. José de Espinosa Garay (†1668) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
155. Josep Estanyol Colom (1856-1911) [MANUEL J. PELÁEZ]
156. Joan Josep Esteve (c. 1550-1603) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
157. Ignacio Estévez de Castro (1712-1757) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
158. Andrés de Exea [o Eixea] (†1545) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
159. Juan Jerónimo Eximénez Fuster (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
160. Antonio de Feloaga Ozcoidi (†1658) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
161. Ignacio Rufino Fernández (1780-1857) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
162. Rafael Fernández Concha (1833-1912)
[ALEJANDRO MIRANDA MONTECINOS]
163. Pedro Fernández de la Barca (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
164. Antonio Fernández de Otero (c. 1585-1645)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
165. Jerónimo Fernández de Otero (1586-1635)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
166. Martín Fernández de Portocarrero (†1625) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
167. Rodrigo Fernández de Santaella (1444-1509)
[JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
168. Pedro Fernández Zorrilla (c. 1590-1637)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
531
169. Bonifacio Ferrer (1355-1417) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
170. Francisco Hipólito Ferrer (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
171. Manuel Ventura Figueroa Barreiros (1708-1783)
[JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
172. Pablo Forcada de la Sierra (†1668) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
173. Juan de Formentera (†1407) [MANUEL J. PELÁEZ]
174. Miguel Forz (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
175. Francisco de Huesca (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
176. Francisco de Sevilla Alfaro (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
177. Serafim de Freitas (1570-1633) [MANUEL J. PELÁEZ]
178. Juan José de la Fuente Ponce de León Rosales (1684-1754)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
179. Amadeo de Fuenmayor Champín (1915-2005) [MANUEL J. PELÁEZ]
180. Juan Galán de Palacios (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
181. Tomás García Barberena (1911-1987)
[MIGUEL PINO ABAD y MARÍA ENCARNACIÓN GÓMEZ ROJO]
182. Fortún [Fortunius] García de Arteaga de Ercilla (1494-1543)
[MANUEL J. PELÁEZ]
183. Pedro García de Atodo (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
184. Lope García de Burgos (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
185. Gonzalo García de Villadiego (mediados del siglo XV-1486)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
186. Diego García de Trasmiera (1604-1670)
[MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ARCE]
187. José María García Lahiguera (1903-1989)
[JUAN CARLOS VALDERRAMA ABENZA]
188. José García Noriega (siglos XVIII-XIX) [JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
189. Javier Gárriz Ayariz (1894-1977) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
190. Pelayo Gaytán (†1230) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
191. Diego Girón de Loaysa (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
192. Silvester Godinho (†1244) [MANUEL J. PELÁEZ]
193. Luis Gómez (c. 1494-1553) [MARÍA FRANCISCA GÁMEZ]
194. Alfonso Gómez de Yepes (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
195. Diego Gómez de Zamora (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
196. Francisco Gómez del Campillo (1873-1945) [MANUEL J. PELÁEZ]
197. Rafael Gómez Hoyos (1913-1990)
[HERNÁN ALEJANDRO OLANO GARCÍA]
198. Roque Gómez Terán (†1748) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
199. Gonzalo González de Bustamante (mediados siglo XIV-1392)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
200. José González de Flores Velázquez (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
201. Diego González de Oñica (†1682) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
532
202. Gonzalo de León (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
203. Miguel de Goñi (†1579) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
204. Blas Goñi Atienza (1881-1952) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
205. Remiro [o Remigio] de Goñi Peralta (1481-1554)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
206. Bartolomé de Gorostiola [o Martos de Gorostiola] (1540-1603)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
207. José Goya Muniaín (1756-1807) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
208. Siervo Goyeneche (1886-1964) [MANUEL J. PELÁEZ]
209. Ignacio Gramunt (1932-2001) [MARÍA ENCARNACIÓN GÓMEZ ROJO
y JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
210. Pedro Gual (1783-1862) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
211. Mateo Guardiola (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
212. García de Güemes (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
213. Antonio Guerra [Francisco Ignacio Ortega, Padre Francisco Cutillas,
Melchor Betegón, Doctor don Domingo Antonio González
de la Portilla] (1711-1767) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
214. Alfonso de Guevara (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
215. Miguel Guilla (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
216. Simeón Guinda Apéztegui (1659-1737) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
217. Vidal Guitarte Izquierdo (1940-1996) [MANUEL J. PELÁEZ]
218. Pedro de Gumiel (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
219. Juan Gutiérrez de Plasencia (c. 1535-1618) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
220. Melchor Ángel Gutiérrez Vallejo (c. 1670-1734)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
221. Alfonso de Hermosa Garrido (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
222. Cristóbal Hernández [o Fernández] de Cepeda (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
223. Pedro de Herrera (†1492) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
224. Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros (1822-1903)
[JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
225. Juan Hervás Benet (1905-1982) [MANUEL J. PELÁEZ]
226. García de Hinojosa González (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
227. Evangelista de Ibero [Ramón de Goicoechea Oroquieta]
(1873-1909) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
228. Francisco Idóneo de Guzmán (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
229. Pedro María Ilundáin Oyaregui (1817-1902)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
230. Rodrigo Infante Barrios (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
231. Rodrigo Infante Urrea (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
232. Juan Íñiguez de Arnedo (1641-1710) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
533
233. Manuel Mariano de Iturriaga (1728-1819)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
234. Julián Izquierdo de Quintanilla (n. 1682) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
235. Miguel de Jauregui (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
236. Alfonso Jiménez de Melgarejo (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
237. Juan Jiménez Vallés (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
238. Narcís Jubany Arnau (1913-1996) [MANUEL J. PELÁEZ,
JOSEP MARIA MAS SOLENCH y NURIA BARCELÓ DE VALLET]
239. Santiago Key Muñoz (1772-1821) [MANUEL J. PELÁEZ]
240. Eduardo Labandeira Monteiro (1931-1991) [MANUEL J. PELÁEZ]
241. Pedro Francisco de Lafiguera Cuéllar (1725-1763)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN y PATRICIA ZAMBRANA MORAL]
242. Pedro de Laguna (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
243. Antonio de Lantadilla Vela (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
244. Miguel Lanz Rubio de Maluenda (†1614) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
245. Cruz Laplana Laguna (1875-1936) [MANUEL J. PELÁEZ]
246. Arcadio María Larraona (1887-1973) [MANUEL J. PELÁEZ]
247. Juan Larrea Holguín (1927-2006)
[JUAN CARLOS RIOFRÍO MARTINEZ VILLALBA]
248. Mariano Latre Juste (1770-c. 1845)
[MANUEL J. PELÁEZ y MIRIAM SEGHIRI]
249. Francisco Javier Lauzurica Torralba (1890-1964) [MANUEL J. PELÁEZ]
250. Alfonso de León (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
251. Tomás de Liria de Valencia (siglo XIV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
252. Alfonso Marcos de Llanes Argüelles (1732-1795)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
253. Juan Antonio Llorente González (1756-1823) [MANUEL J. PELÁEZ]
254. Ramon Llull (1232/35-1316) [RAFAEL RAMIS BARCELÓ]
255. Pedro de Lodeña [o Luduegna] (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
256. Juan López de Arrechavaleta (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
257. Ignacio López de Cárdenas (†1586) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
258. Miguel López de Dicastillo Azcona († c. 1683)
[MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ARCE]
259. Martín López de Ontiveros (1596-1666) [EMILIO CALLADO ESTELA]
260. Martín López de Osuna (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
261. Juan López de Segovia (1441-1496) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
262. Antonio López Ferreiro (1837-1910) [PATRICIA ZAMBRANA MORAL]
263. José López Ortiz (1898-1992) [MANUEL J. PELÁEZ]
264. Luis López Soldado (1731-1800) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
265. Cristóbal Lorenzo de Pedrosa (siglo XVIII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
266. Lorenzo Hispano [Laurentius Hispanus] († c. 1248)
[JOSÉ GARRIDO ARREDONDO]
267. José Ivo Lorscheiter (1927-2007) [MANUEL J. PELÁEZ]
534
268. Ludovicus Iohannes de Portugalia (†1454) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
269. José de Lugo (†1548) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
270. Lupus de Yspania [o Lope de España] (siglo XIV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
271. Francisco Javier Maestre (1745-1790) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
272. Jerónimo Maineta de Valcárcel (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
273. Melchor de Malburgo (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
274. José Maldonado Fernández del Torco (1912-1992)
[MANUEL J. PELÁEZ, ANTONIO SÁNCHEZ-BAYÓN
y MARÍA ÁNGELES LIÑÁN GARCÍA]
275. Andrés Manjón Manjón (1846-1923) [ALEJANDRO MARTÍNEZ DHIER]
276. Antonio Manrique de Valencia (†1577) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
277. Jaume [Maria] Mans Puigarnau (1905-1983) [MANUEL J. PELÁEZ]
278. Juan Franciso Marco Catalán (1771-1841) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
279. Sancho Marín de Épila (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
280. Francisco Márquez [o Manríquez] (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
281. Bruno Martí (1728-1778) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
282. Francisco Martí Gilabert (1923-2012) [MANUEL J. PELÁEZ]
283. Justo Martí Gilabert (1912-1988) [MANUEL J. PELÁEZ]
284. Isidoro Martín Martínez (1909-1990) [ANTONIO SÁNCHEZ-BAYÓN
y ÁNGELES LIÑÁN GARCÍA]
285. Álvaro Martínez (siglo XIV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
286. Álvaro Martínez (†1529) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
287. Juan Martínez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
288. Juan Martínez de Asurduy (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
289. Pedro Martínez de Luna [Benedicto XIII] (c. 1328-1423)
[VICENTE GRAULLERA SANZ y MANUEL J. PELÁEZ]
290. Antonio Martínez de Pons (1713-c. 1785) [MANUEL J. PELÁEZ]
291. Pedro Martínez de Villaescusa (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
292. Martinus de Yspania (siglos XIV-XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
293. José Luis Masot Abizanda (1924-1998) [MANUEL J. PELÁEZ]
294. Juan Antonio Mazariegos (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
295. Juan de Medina (1490-1546) [JERÓNIMO MOLINA CANO]
296. Alfonso de Mejía de Toledo (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
297. Esteban Meléndez Valdés (1742-1777) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
298. Juan de Mella (1397-1467) [REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
299. Pedro de Mendonça [de Portugal] (siglo XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
300. Isidro Menéndez Posada [Presbítero Menéndez] (1795-1858)
[JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
535
301. Jerónimo Menéndez [o Meléndez ] de Jibaja (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
302. Sebastião César de Meneses (†1672) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
303. Jesús Mérida Pérez (1891-1956) [MANUEL J. PELÁEZ]
304. Rafael [María José Pedro Francisco Borja Domingo Gerardo
de la Santísima Trinidad] Merry del Val Zulueta-Wilcox (1865-1930)
[JUAN CARLOS VALDERRAMA ABENZA]
305. Joaquín Mezquita de Pedro (c. 1782) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
306. Sancho de Mieres (siglo XVI) [MARÍA FRANCISCA GÁMEZ]
307. Diego Millán de Hurones (†1633) [MARÍA FRANCISCA GÁMEZ]
308. Venancio María de Minteguiaga (1838-1911) [MANUEL J. PELÁEZ]
309. Francisco Javier Miranda (1730-1811) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
310. Francisco de Miranda Gayarre (n. 1660) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
311. Francisco Miravete Velasco [o Belasco] (n. 1662)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
312. Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606) [DEREK H. DAVIS]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
313. Feliciano Molinos Bueso [o Buesso] (†1670)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
314. Joan [Emili Jaume] Món Bascós (1869-1919)
[JOSEP MARIA MAS SOLENCH]
315. Juan Moneva Puyol (1871-1951)
[JUAN FRANCISCO BALTAR RODRÍGUEZ y MANUEL J. PELÁEZ]
316. Juan de la Montaña (†1566) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
317. Juan de Monte (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
318. Fernando de Montenegro Sotomayor (siglo XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
319. Eloy Montero Gutiérrez (1887-1972) [MANUEL J. PELÁEZ]
320. Luis de Montoya (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
321. Alfonso Morellón (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
322. Salvador Moret Buendía [o Bondía, o Bondia] (1920-1985)
[MANUEL J. PELÁEZ]
323. Pedro Juan de Morillo (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
324. Santos Moro Briz (1888-1980) [MANUEL J. PELÁEZ]
325. Francisco Mota (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
326. José Muñoz Hurtado (†1637) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
327. Pere Nadal Dezcallar (siglo XVII) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
328. Alfonso de Narbona (†1626) [DAVID MARTÍN LÓPEZ]
329. Eugenio de Narbona († c. 1625) [DAVID MARTÍN LÓPEZ]
330. Pedro Nieva de Rozas (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
331. Álvaro Núñez del Castillo (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
332. Toribio Núñez Sessé (1766-1834) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
333. Sancho de Ochoa (†1865) [JEAN-LOUIS HAGE ROMA]
536
334. Javier Ochoa Sanz (1924-1989) [MANUEL J. PELÁEZ]
335. Juan de Ocón Trillo (†1618) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
336. Juan Bautista de Ojeda (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
337. Pedro Oliver (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
338. Willy Onclin (1905-1989) [JEAN-PIERRE SCHOUPPE]
339. José Orlandis Rovira (1918-2010) [MANUEL J. PELÁEZ]
340. Domingo Ortiz de la Changa (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
341. Nuño Álvaro Osorio de Fuente Encalada (1401-1477)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
342. Francisco Pacheco Osorio [Pacheco de Toledo] (1522-1579)
[JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ y BEATRIZ GARCÍA FUEYO]
343. Alfons Par Balcells (1922-2002) [MANUEL J.PELÁEZ]
344. Bartomeu Parets (†1686) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
345. Gregorio Parga Bassadre (n. 1671) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
346. Caracciolo Parra León (1901-1939) [MARGARITA BELANDRIA]
347. Antoni Pascual Lleu (†1704) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
348. Antonio Patiño (†1567) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
349. Rodrigo de Pazos Figueroa (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
350. Luis de Pazos Gómez (†1700) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
351. Paulino Pedret Casado (1899-1969) [FRANCISCO PUY MUÑOZ]
352. Pedro de Portugal (siglos XIV-XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
353. Gómez Peláez de Portugal (siglos XIV-XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
354. Álvaro Pelagio [Alvar Pais, Álvaro Pelayo, Alvarus Pelagius]
(1275/1280-1349/1352) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN y MANUEL J. PELÁEZ]
355. Andrés de la Peña (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
356. Sant Ramon de Penyafort [Raymundus de Pennaforte]
(c. 1185-1275) [JOSEP MARIA MAS SOLENCH]
357. Francisco Peralta Ballabriga (1911-2006) [MANUEL J. PELÁEZ]
358. Jaime Pérez de Valencia (1408-1490) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
359. Antonio Pérez [Perezius o Peresius] de Alfaro (1583-1673)
[JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
360. Juan Pérez de Lobete de Sevilla (siglos XIV-XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
361. Martín Pérez de Oliván (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
362. Alonso Pérez Valdivia (1723-1800) [ANTONIO ASTORGANO PÉREZ]
363. Juan Pinacho Guijelmo de Paredes (†1707) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
364. Gaspar de Pinheiro (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
365. Alonso Polo de Madrigal [“el Tostado”] (1401-1455)
[JOSÉ CALVO GONZÁLEZ]
366. Juan de Dios Ponce Pozo (†1936) [MANUEL J. PELÁEZ]
367. José Pons [o Ponsi, o Ponsius] Massana (1730-1816)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
368. Miguel José Porras de Figueroa (n. 1684) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
537
369. Guillermo Porras Muñoz (1917-1988) [MANUEL J. PELÁEZ]
370. Miguel Porres de Salazar (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
371. Gregorio Portero de Huerta (n. 1730) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
372. Álvaro [José María Eulogio] del Portillo Diez de Sollano (1914-1994)
[AMADEO DE FUENMAYOR y MANUEL J. PELÁEZ]
373. Pedro Portocarrero Manuel (†1600) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
374. José [Román Tomás de Aquino Antonio Buenaventura] Pou de Foxá
(1876-1945) [MANUEL J. PELÁEZ]
375. García de Prado (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
376. Mateu Puigdorfila Gual (†1665) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
377. Luis Ramírez de Arellano (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
378. Francisco Ramírez de Villaescusa de Haro (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
379. Francisco Ramírez López (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
380. Antonio de Raya (†1606) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
381. Gonzalo Redondo Gálvez (1936-2006) [MANUEL J. PELÁEZ]
382. Enrique Reig Casanova (1859-1927) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
383. Juan de Retana Aguirre (†1582) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
384. Pedro Ribadeneira de Quesada (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
385. Matías [o Mateo] Ribera Ibáñez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
386. José Enrique Rivas Pérez (1920-2002) [JOSÉ ORLANDIS ROVIRA]
387. Olís Robleda (1909-1980) [MANUEL J. PELÁEZ]
388. Jerónimo Roda Fernández (1531-1578) [JERÓNIMO MOLINA CANO]
389. Lorenzo Rodas de Arévalo Montenegro (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
390. Fernando Rodríguez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
391. Juan Rodríguez [Johannes Rodorti] (siglo XIV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
392. Gonzalo Rodríguez Álvarez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
393. José Javier Rodríguez de Arellano (1702-1791)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
394. Manuel Francisco Rodríguez de Castro (1688-1747)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
395. Francisco Rodríguez de Salamanca (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
396. Gonzalo Rodríguez González (siglo XIV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
397. Nicolás Rodríguez Hermosino (†1669) [MANUEL J. PELÁEZ]
398. Simón Rodríguez Laso (1751-1821) [ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
399. Antonio Rodríguez Pedrazuela (1925-2008) [MANUEL J. PELÁEZ]
400. Martín Rodríguez Rodríguez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
401. Antoni Roig Reixart (1750-1808) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
402. Joan Ros (siglos XV-XVI) [MANUEL J. PELÁEZ]
538
403. François-Xavier Ross (1869-1945) [DEREK H. DAVIS]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
404. Pere Antoni Rubí (†1652) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
405. Rafael Rubí Coll (siglos XVI-XVII) [JEAN-LOUIS HAGUE ROMA]
406. Francisco Ruiz Cotorro Velasco (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
407. Juan Ruiz de Moros (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
408. Pedro Ruiz de Vega (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
409. Teodoro Ruiz Jusué (1917-2001) [MANUEL J. PELÁEZ]
410. Gaspar de Saa (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
411. Juan Sáenz de Biamonte [o Viamonte] (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
412. Pedro José Sagrado García (n. 1745) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
413. Álvaro de Salas (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
414. Hernando de Salas (siglo XVI) [JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
415. Baltasar de Salazar [o Zalazar] (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
416. Fernando Salazar († c. 1500) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
417. José de Salazar Lacerda (†1650) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
418. Alfonso Salcedo de Villar (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
419. Fernando de Salinas (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
420. Francisco Sallén Jordán (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
421. Francisco Antonio Sallent Trasobares (†1706)
[EMILIO CALLADO ESTELA]
422. Francisco Javier Sampere Ramonichk (1739-1810)
[ANTONIO ASTORGANO ABAJO]
423. Francisco Sanabria Feijoó (1590-1640) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
424. Rodrigo Sánchez de Arévalo (1404-1470) [REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
425. Melendo [o Mendo] Sánchez Valdés [o García Valdés]
[Melendus Hispanus] (†1225) [MANUEL J. PELÁEZ]
426. Juan de Sandoval Loyola (†1632) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
427. Lamberto San Martín Villarroya (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
428. Diego de Santagadea de Orón (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
429. Tomás de Santisteban Bustamante (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
430. Pedro de Santillán [o Santillana] (†1643) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
431. Benito Sanz Fores (1828-1895) [MANUEL J. PELÁEZ]
432. Melchor de Saravia (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
433. Luis Saravia [o Sarabia] de la Calle (siglo XVI)
[MARÍA FRANCISCA GÁMEZ]
434. Francisco Sarmiento de Mendoza (1525-1595) [MANUEL J. PELÁEZ]
435. Antonio de Saura Salvador (n. 1545) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
436. Jusztinián György Serédi (1888-1945) [GÁBOR HAMZA
y MARÍA ENCARNACIÓN GÓMEZ ROJO]
539
437. Pablo Sichar Ruata (1747-1831) [GUILLERMO VICENTE GUERRERO]
438. Eduardo Soler Pérez (1845-1907) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
439. Juan de Sora (c. 1510-1570) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
440. Juan Soriano (siglo XIV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
441. Gaspar de Soto Acuña (†1657) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN
y MANUEL J. PELÁEZ]
442. Pedro de Sousa (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
443. Anson Phels Stokes (1874-1958) [ANTONIO SÁNCHEZ-BAYÓN]
444. Alberto Taboada del Río (1919-2007) [MANUEL J. PELÁEZ]
445. Serapio Tamayo Pascual (1866-1948)
[MANUEL J. DELGADO MARTÍNEZ]
446. Elzéar-Alexandre Taschereau (1820-1898) [MANUEL J. PELÁEZ]
447. Michel Thériault (1942-2000) [DEREK H. DAVIS]
(trad. del inglés por Manuel J. Peláez)
448. Miquel Thomàs de Taxaquet (1529-1578)
[ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ y MANUEL J. PELÁEZ]
449. Fernando de Torre (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
450. Jorge de la Torre (†1541) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
451. Francisco de la Torre García (n. 1859) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
452. Miguel Traver (siglo XVII) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
453. Alfonso Trullench Cardona (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
454. Juan de Udaondo Barinagarrementería (1923-1999)
[MANUEL J. PELÁEZ]
455. Lorenzo de Ulloa Ubando (†1554) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
456. Martín de Ulloqui Huarte (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
457. Pedro Cirilo Úriz Labayru (1799-1870) [ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
458. Joaquín Javier Úriz Lasaga (1747-1829)
[ROLDÁN JIMENO ARANGUREN]
459. Jesús Urteaga Loidi (1921-2009) [DARÍO CHIMENO]
460. Pedro de Usón (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
461. Francisco Valdecañas de Arellano (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
462. Antonio de Valderas (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
463. Juan Bautista Valenzuela Velázquez (1574-1645)
[MANUEL J. PELÁEZ]
464. Diego de Vallecillo Núñez (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
465. Isidre [Esteve Rudesindi] Valls Pascual (1822-1877)
[MANUEL J. PELÁEZ]
466. Isidre Valls Vilaseca (1785-c. 1856) [MANUEL J. PELÁEZ]
467. Martín Vara (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
468. Juan de Varahona [o Varaona, o Barahona] (†1565)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
469. Diego de Varela Marrón (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
540
470. Rodrigo de Vargas (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
471. Ignacio Vásquez (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
472. Juan Bautista Vázquez de Morales (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
473. Pedro Vázquez de Velasco (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
474. Gonzalo de Vega (†1575) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
475. Feliciano de Vega Padilla (1580-1640) [JOSÉ CANO
y JAVIER BARRIENTOS GRANDÓN]
476. Gaspar de Velandia Arellano (n. 1556) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
477. Salvador Silvestre de Velasco Herrero (1671-1754)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
478. Silverio Velasco Pérez (1881-1927) [MANUEL J. PELÁEZ]
479. Francisco de Velasco Zorrilla (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
480. Pedro Vélez de Guevara, canónigo doctoral (1529-1591)
[JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
481. Pedro Vélez de Guevara, obispo (1538-1585)
[JUSTO GARCÍA SÁNCHEZ]
482. Martín Vélez [o Bélez] de la Peña Morales (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
483. Francisco de Esteban Vélez de Zayas (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
484. Pedro de Vera Aragón (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
485. Francisco de Paula Vera Urbano (1927-2005) [MANUEL J. PELÁEZ]
486. Peter Verdaguer [Pere Verdaguer Prat] (1835-1911)
[MANUEL J. PELÁEZ]
487. Juan de Verdejo [o Verdejo de Caropesa] (†1493)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
488. Lope de Vergara [siglo XV] [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
489. Felip Vergés Permanyer (c. 1811-1889) [JOSEP MARIA MAS SOLENCH
y MANUEL J. PELÁEZ]
490. Vicente do Salvador (1564-1636/1639) [MANUEL J. PELÁEZ]
491. Domingo Vicente Fernández (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
492. Juan de Vico [o Vich] (†1526) [REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
493. Manuel de Vicuña Larraín (1778-1843) [CARLOS SALINAS ARANEDA]
494. Alejandro Vicuña Pérez (1889-1966) [CARLOS SALINAS ARANEDA]
495. Pedro Vidal (1867-1938) [MANUEL J. PELÁEZ]
496. Francesc d’Assís Vidal Barraquer (1868-1943)
[JOSEP MARIA TARRAGONA]
497. Diego Vincencio de Vidania Broto (1644-1731)
[GUILLERMO VICENTE GUERRERO]
498. Manuel Lorenzo de Vidaurre Encalada (1773-1841)
[JAVIER BARRIENTOS GRANDÓN]
499. Rodrigo de Vigil (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
541
500. Luis de la Villa de Liaño Obregón (siglos XVII-XVIII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
501. Miguel Jerónimo Alfonso de Villagómez [Rodríguez de]
Lorenzana (n. 1754) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN y MANUEL J. PELÁEZ]
502. Pedro de Villagómez Vivanco (1589-1671) [MANUEL J. PELÁEZ]
503. Diego de Villalón (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
504. Alfonso de Villalpando (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
505. Domingo de Villanueva López (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
506. Francisco Villanueva (1509-1559) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
507. Alfonso Villanueva [o Villanova] del Peso (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
508. Gregorio Villaprego (siglo XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
509. Lope Pedro de Villaprovedo (siglos XIV-XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
510. Rodrigo Fernando de Villaquirán (siglos XIV-XV)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
511. Sancho de Villena (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
512. Juan Bautista Villodre (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
513. Vladimiro Vince (1923-1968) [JOSÉ ORLANDIS ROVIRA]
514. Juan de Vinuesa (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
515. Narcís Vinyoles (siglo XV) [VICENTE GRAULLERA SANZ]
516. Francisco Virgili (1551-1620) [EMILIO CALLADO ESTELA]
517. Miguel Vitoria (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
518. Rodrigo de Vivar (siglos XV-XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
519. Francisco de Viveros [o Bubero] (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
520. Josep de Calassanç Vives Tutó (1854-1913)
[JOSEP MARIA TARRAGONA]
521. Franz Xaver Wernz (1842-1914) [MANUEL J. PELÁEZ]
522. Joan Pau Xammar [o Xetmar] de Sala (siglo XVII)
[JOSEP SERRANO DAURA]
523. Alfonso Ximénez de Sádaba (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
524. Diego Xuárez de Deza [o Suárez de Deca] (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
525. Gonzalo Yáñez (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
526. Juan de Yáñez de Deza Frechilla († c. 1603)
[REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
527. Diego Antonio Yáñez Fajardo (siglos XVI-XVII)
[REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
528. Dionisio Ibarra [o Ibarra] Betelu [o Veteli] (†1629)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
529. Martín de Yepes [I] (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
530. Martín de Yepes [II] (siglo XV) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
531. Pablo Yrazoqui [o Irazoqui] Remón (1780-1855)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
542
532. Pedro Yrigoyen [o Hirigoyen] (siglos XV-XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
533. Mateu Zaforteza (siglos XV-XVI) [ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ]
534. Antonio Zapata de Mendoza (1550-1635) [REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
535. Juan Zapata Mendoza (siglos XVI-XVII) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
536. Esteban Zarco [de] Morales [o Zarcho de Murales] (siglo XVI)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
537. Manuel Lorenzo Justiniano de Zavala [Zabala] Sáenz (1788-1836)
[REYES MARTÍN SÁNCHEZ]
538. Francisco de Zayas (siglo XVI) [ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
539. Pedro Martín Zubiero de Guía [o Çubero de Eguía] (siglos XVI-XVII)
[ANTONIO PÉREZ MARTÍN]
543
544
Relación por orden alfabético de colaboradores
del primer tomo del
Diccionario de canonistas y eclesiasticistas
europeos y americanos
ANTONIO ASTORGANO ABAJO (catedrático de Lengua y Literatura del Instituto
“Corona de Aragón” de Zaragoza. ESPAÑA); JUAN FRANCISCO BALTAR RODRÍGUEZ
(catedrático de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de
Zaragoza. ESPAÑA); NURIA BARCELÓ DE VALLET (empresaria catalana. CATALUÑA);
JAVIER BARRIENTOS GRANDÓN (catedrático de Historia del Derecho de la Universidad
Central de Santiago de Chile y profesor visitante de la Facultad de Derecho de la
Universidad Autónoma de Madrid. CHILE); MARGARITA BELANDRIA (catedrática jubilada
de Filosofía del Derecho y de Metodología Jurídica. VENEZUELA); EMILIO CALLADO
ESTELA (profesor y director del Departamento en la Facultad de Humanidades de la
Universidad Cardenal Herrera-CEU. ESPAÑA); JOSÉ CALVO GONZÁLEZ (catedrático de
Filosofía del Derecho de la Universidad de Málaga. ESPAÑA); JOSÉ CANO VALERO
(profesor titular de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha, en Albacete. ESPAÑA); JEAN-LUC CHABOT (catedrático emérito de
Ciencia Política de la Universidad Pierre-Mendes-France de Grenoble. FRANCIA);
DARÍO CHIMENO (director de la revista Mundo Cristiano. ESPAÑA); HERNÁN CORRAL
TALCIANI (catedrático de Derecho civil. Universidad de Los Andes. CHILE); MANUEL J.
DELGADO MARTÍNEZ (Licenciado en Derecho. Abogado. ESPAÑA); DEREK H. DAVIS
(catedrático de Derecho Eclesiástico. Director del Instituto J. M. Dawson de Estudios
sobre las relaciones Iglesia-Estado de la Universidad de Baylor. Colaborador del
New York Times y del Washington Post. ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA); AMADEO DE
FUENMAYOR CHAMPÍN [†] (catedrático jubilado de Derecho civil. Académico de
Legislación y Jurisprudencia. ESPAÑA); MARÍA FRANCISCA GÁMEZ MONTALVO (profesora
titular de Historia del Derecho y de las Instituciones de la Universidad de Granada.
ESPAÑA); BEATRIZ GARCÍA FUEYO (Licenciada en Derecho. ESPAÑA); JUSTO GARCÍA
SÁNCHEZ (catedrático de Derecho Romano de la Universidad de Oviedo. ESPAÑA);
JOSÉ GARRIDO ARREDONDO (profesor asociado de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad de Granada. ESPAÑA); MARÍA ENCARNACIÓN GÓMEZ
ROJO (profesora titular de Historia del Derecho y de las instituciones de la
Universidad de Málaga. ESPAÑA); VICENTE GRAULLERA SANZ (profesor titular jubilado
de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de Valencia. ESPAÑA);
JEAN-LOUIS-GILBERT HAGUE ROMA (Licenciado en Derecho y en Filología Románica.
Doctor en Historia Contemporánea. Doctor en Derecho. ESPAÑA); GÁBOR HAMZA
(catedrático de Derecho romano y de Derecho constitucional de la Universidad
Eötvos Loránd. Miembro de número de la Academia Húngara de Ciencias. HUNGRÍA);
ROLDÁN JIMENO ARANGUREN (profesor titular de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad Pública de Navarra. ESPAÑA); SANTIAGO LEGARRE
(profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Argentina.
ARGENTINA); ÁNGELES LIÑÁN GARCÍA (profesora colaboradora de Derecho Eclesiástico
del Estado de la Universidad de Málaga. ESPAÑA); MARÍA ROSA LÓPEZ BARAJAS
(profesora titular de Derecho romano de la Universidad de Granada. ESPAÑA); JOSÉ
JAVIER LÓPEZ-JACOISTE (catedrático jubilado de Derecho civil. Notario jubilado.
ESPAÑA); JOSÉ ANTONIO LÓPEZ NEVOT (catedrático de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad de Granada. ESPAÑA); LEONARD ŁUKASZUK (catedrático
jubilado de Derecho internacional público de la Universidad de Varsovia. Fue
Vicepresidente del Tribunal Constitucional de la República de Polonia. POLONIA);
DAVID MARTÍN LÓPEZ (doctorando en Historia de la Universidad de Castilla-La
Mancha. ESPAÑA); REYES MARTÍN SÁNCHEZ (fue profesora asociada de Historia del
Derecho y de las instituciones de la Universidad de Málaga y contratada de Derecho
civil de la Universidad de Cádiz. ESPAÑA); MARÍA DOLORES MARTÍNEZ ARCE (doctora en
545
Historia por la Universidad de Navarra. ESPAÑA); ALEJANDRO MARTÍNEZ DHIER
(profesor titular de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de
Granada. ESPAÑA); JOSEP MARIA MAS SOLENCH [†] (fue presidente de la Societat
Catalana d’Estudis Jurídics. Académico correspondiente de la Real de Buenas Letras
de Barcelona. Medalla President Macià de la Generalitat de Catalunya. CATALUÑA);
SANTIAGO MATA (doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra.
ESPAÑA); ANTONIO MERCHÁN (catedrático de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad de Sevilla y Decano de su Facultad de Derecho.
ESPAÑA); ALEJANDRO MIRANDA MONTECINOS (profesor de Derecho Natural de la
Universidad de Los Andes. CHILE); JERÓNIMO MOLINA CANO (profesor titular de Política
Social de la Universidad de Murcia. ESPAÑA); MARCELO NASSER OLEA (profesor de
Derecho romano de la Universidad de Los Andes. CHILE); HERNÁN ALEJANDRO OLANO
GARCIA (catedrático de Derecho constitucional de la Universidad de la Sabana.
COLOMBIA); JOSÉ ORLANDIS ROVIRA [†] (catedrático jubilado de Historia del Derecho y
de las instituciones. ESPAÑA); MANUEL J. PELÁEZ (catedrático de Historia del Derecho y
de las instituciones de la Universidad de Málaga. ESPAÑA); GEORGE PENCHEV
(catedrático de Derecho del medio ambiente de la Universidad de Plovdiv. BULGARIA);
ANTONIO PÉREZ MARTÍN (catedrático jubilado de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad de Murcia. ESPAÑA); SALVADOR PÉREZ MORENO
(profesor titular de Economía Aplicada [Política Económica] de la Universidad de
Málaga. ESPAÑA); MIGUEL PINO ABAD (profesor titular de Historia del Derecho y de las
instituciones de la Universidad de Córdoba. ESPAÑA); ANTONIO PLANAS ROSSELLÓ
(profesor titular de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de las
Islas Baleares. ESPAÑA); FRANCISCO PUY MUÑOZ (catedrático jubilado de Filosofía del
Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela. ESPAÑA); RAFAEL RAMIS
BARCELÓ (profesor de Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de
las Islas Baleares. ESPAÑA); JUAN CARLOS RIOFRÍO MARTÍNEZ-VILLALBA (catedrático de
Derecho constitucional y de Derecho de la información. Decano de la Facultad de
Derecho de la Universidad de los Hemisferios. ECUADOR); BENJAMÍN RIVAYA (profesor
titular de Filosofía del Derecho de la Universidad de Oviedo y Decano de su Facultad
de Derecho. ESPAÑA); CARLOS SALINAS ARANEDA (catedrático de Historia del Derecho
de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. CHILE); ANTONIO SÁNCHEZ-BAYÓN
(profesor de Historia Jurídica y Derecho Comparado de la Universidad Loyola
Andalucía. ESPAÑA); ISABEL SÁNCHEZ DE MOVELLÁN TORENT (profesora de la
Universidad Pompeu Fabra en excedencia y asociada de Historia del Derecho y de
las instituciones de la Universidad a Distancia de Madrid. ESPAÑA); JEAN-PIERRE
SCHOUPPE (doctor en Derecho canónico por la Universidad Católica de Lovaina y
profesor de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, Roma.
BÉLGICA); MIRIAM SEGHIRI (profesora titular de Traducción e Interpretación de la
Universidad de Málaga. ESPAÑA); JOSEP SERRANO DAURA (profesor de Historia del
Derecho y de las instituciones de la Universidad Internacional de Cataluña.
CATALUÑA); JUAN CARLOS VALDERRAMA ABENZA (profesor de Historia de las ideas
políticas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU. ESPAÑA); GUILLERMO VICENTE Y
GUERRERO (doctor en Derecho, doctor en Historia; ha sido profesor de Filosofía del
Derecho de la Universidad de Zaragoza. ESPAÑA); DAVID J. VIERA (fue catedrático de
Lenguas Modernas de la Tennessee Technological University, de Cookeville.
ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA) y PATRICIA ZAMBRANA MORAL (profesora titular de
Historia del Derecho y de las instituciones de la Universidad de Málaga. ESPAÑA).
546
SUMARIO:
Justificación introductoria………………………………………………………… 3
Biografías………………………………………………………………………….. 17
Relación de semblanzas y autorías…………………………………………….. 527
Relación de colaboradores………………………………………………………. 545
Sumario…………………………………………………………………………….. 547
547