Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 8
HISTORIA Y CRITICA_ DE LA LITERATURA ESPANOLA a DADO Of FRANCISCO RICO I ALAN DEYERMOND EDAD MEDIA Escaneado con CamScanner 7, EL ROMANCERO La mayorfa de los paises de Europa ha tenido una floreciente tradi- cién de baladas (es decir, “breves cantates lfrico-narrativos, con frecuen- cia de estructura estréfica’), y en algunos todavia sobreviven baladas orales, aunque la sociedad urbana, los medios de comunicacién de masas y la educacién moderna probablemente contribuirdn a hacerlas desapa- recer en un futuro no muy lejano. La tradicién tomanceril hispdnica es poco comtin por su calidad, su amplia aceptacién social, su larga vida y su influencia en otros géneros literarios. Con todo, se trata de una dife- tencia de grado, no de género: no debemos olvidar que el romancero hispanico es el ejemplo supremo de un fenémeno de 4mbito europeo. Los romances viejos fueron compuestos y difundidos oralmente, de modo que resulta arduo fijar su cronologia. Es fécil clasificarlos en tres des grupos: histéricos (nacidos directamente al atrimo de un suceso ), épicos y literarios (procedentes de un cantar de gesta o de otra fuente ya elaborada literariamente, aunque versen sobre algtin mo- ia con realidad histérica) y novelescos o de aventuras (a menudo vincu- lados a un i a enso repertorio internacional de leyendas y relatos emo- Couantes). Pero sdlo el primer grupo oftece elementos para la datacién. mo los romances histéricos tienen un Propdsito inmediato —por Jo Benerel politico—, hay que suponer que se compusieron justamente al calor del hecho histético a que se refieren; el més antiguo que se con- wa Hata de la tebelién del prior Fernén Rodriguez en 1328, Las gue- pee de mediados del siglo x1v dieron lugar a una serie de fo se fs Propagandisticos; é&a es también la €poca en que parece iniciar- temprang linaje de romances histéricos, los fronterizos: el suceso més tee ° os Se toca en éstos es el sitio de Baeza (1368), pero en mente a “evan al siglo xv. Los romances literarios y novelescos normal- leguemos Rees fecharse de igual manera. Es probable, pues, que no ke ica y a aa er nunca si los primeros romances espafioles derivaron de 7 ofecieton asi un modelo para los histéricos y después’ para Escaneado con CamScanner EDAD MEDIA a . rerdad los primeros son los romances his; novelesc05s °F aed del romance seid sin dda muy prs ine 4d sigio xv. LA 5 asonantes de dieciséis on con ces 4 mare me Ta épica (verso! dos octosilabos; algunos le FT prime: +n romances te! tos ree anancia). Ello indica verse imente el origen més de tSricos g, el Fi il {ico de ocurre necesariamente lo mismo con el contenido, Ja forma, pero oon jones, los romances NO aparece por escrito hag Con escasas Galan xv, cuando los poetas cortesanos comenza; i Ja segunda mitad Gs pa popular. En el xvi se publican amplias n a interesatse Por ee de romances, que fueron hasta hace Bech Teccones, los a a el conocimiento de la tradici6n romanceril hisp4. fuente principal Pett & fen haber sido abreviados a fines del siglo ay nica. Mo eee de los cambios producidos en Jas modas musicales y Fe dn fen e] gusto poético: durante algiin tiempo, la breveded gu Meal estético de los circulos cortesanos) ¢ incluso causa de las conveniencias précticas de los impresores. Tal hecho tuvo a menudo como resultado un incremento de la calidad poética; Menéndez Pidal habla del «saber callar a tiempo». El estilo de los romances fue cambiando de modo gradual, si bien no lo suficiente como para justificar, a este respecto, Ja habitual distincién entre romances viejos y romances jugla- rescos. A finales del siglo xvi, sin embargo, era obvio que se haba pro- ducido un cambio fundamental ¢ irreversible: con el romancero nuevo terminaba el perfodo ‘clésico’ del romance tradicional, y en buena me- dida se separaban los caminos de lo culto y lo popular Los poetas cultos se apoderaron de la forma del romance para sus propios propé- sitos, componiendo romances artisticos que jamas podrfan confundirse con los tradicionales (Géngora, Quevedo, Rivas, Garcfa Lorca), mientras el pueblo, especialmente en las zonas rurales, continuaba cantando Jos r0- mances viejos. Esta continua tradicién oral, que nos transmite muchas Pa de los Siglos xv y xvI, se encuentra no sélo en la y lt cour a, sino también en Hispanoamérica, las islas del Atléntico lades sefardies dispersas por cuatro continentes. Sumamente valiosa fue la tarea de recogi i : ‘ ; gida y estudio de los roms Paopzade en el siglo sax por Manuel Milé y Fontanals, Taal ms oy 5 investigadores alemanes Ferdinand Joseph Wolf y : en Burgo oe estudio moderno del romancero comenz6 en 1900, Maria Says camts cuando Ramén Menéndez Pidal y su espos romance 3e"4¢ ie de novios, escucharon a una lavandera cantar “erte del principe don Juan, compuesto en 14 ei, Para fla, Ti, 10,02 romancero é. 34 4 TH, sp, M00. véase Historia y critica de la literature Escaneado con CamScanner EL ROMANCERO 257 existencia se desconocta. El descubrimiento de que Ja tradicién oral Ma viva en Castilla impulsé un esfuerzo inmediato y sostenido para er el mayor niimero posible de textos, y Ja investigacién traspas6 sero Jos Himites de la Peninsula. El otro gran hallazgo hecho después Pont sos judfos sefardies, descendientes de los desterrados de Espafia fe ip y de los conversos refugiados después, guardaban un espléndido Cr oro de somances de Ja época de Ja expulsién (una buena antologia wt cto divugador se debe 2 M. Alvar [1966]), Los romances sefardies son notables tanto por su conservadurismo (mantienen, asf, EI conde Arnaldos en su forma extensa) como por los cambios que al empo introducen, no s6lo Tingifsticos, sino también ideolégicos: ropio ti ar ean prep plo, para eliminar Ios elementos cristianos (Armistead y Si yerman [1965]). Don Ramén y sus colaboradores recogieron muchos miles de textos, Ja mayor parte de Jos cuales, depositada en el Archivo Menéndez Pidal de Madrid, espera atin la publicacién, Sobre el contenido del Archivo proporcionan informacién ‘stil Samuel G. Armistead, respecto al material andi, y Diego Catalén, para el peninsular (Cologuio, pp. 23-30 y 85-94). Pot otro lado, Armistead [1977], gracias a su magnifico catélogo, ha hecho accesible por primera vez todo el contenido de Ja seccién sefardi. Tomén- dolos de manuscritos y de raros impresos, Armistead y Silverman han publicado muchos romances sefardies de los Balkanes [1971a; 19716] y del Egeo [1962], tradicién extinguida en su forma oral a rafz de las matanzas de la Segunda Guerta Mundial; a los textos acompafian impor- tantes estudios, incluyendo un valiosfsimo elemento, demasiado desaten- dido cominmente en las investigaciones sobre el romancero espafiol: indices de motivos folkléricos. Silverman (Coloquio, pp. 31-38) presenta algunas de las investigaciones conducentes a Ja formacién de ésas y futu- ras colecciones; para Andalucia una Jabor semejante corresponde a ‘Ma- auel Alvar (ibid., pp. 95-116), cuya larga atencién al romancero culmina por ahora en un sugestivo volumen misceléneo [1970]. Una de Jas pocas colecciones que puede rivalizar con los voliimenes sefatdies de Armistead- Silverman en riqueza de material, si no en apatato cientifico, es'1a de los romances orales de Canatias (Catalén [19696]). Patticularmente valiosa y bien comentada es asimismo la serie de romances judeo-espafioles te- cogidos en Marruecos por Bénichou [1968h]. By Hacia el final de Ja vida de Menéndez Pidal, el seminar, fundado en honor suyo en la Universidad de Madtid comenz6 a publicar, bajo dl titulo general de Romancero tradicional (Menénden Pidal_y otros 1957 sed), los textos que don Ramén y su mujer habfan recopilado du- rante més de medio siglo, complementindolos con ayuda de otras fuen- tes, Los dos primetos vokimenes inclufan principalmente piezas tradi- uy! Escaneado con CamScanner EDAD MEDIA 7 258 ie textos de los siglos xv y Xv1, apreos, conales conoces PH Se Gee silat; pero dese eS ot antiguas ‘Migamente Jos textos orales modernos, que dan yng et, 00 entraron vewadura alos volimenes dedicados & los romances qt Bat eral, 33), €e Gerineldo (68), La dam y el pastor (19.94) tipo ristico (9). Esta serie, en que trabajan equipos de jévenes in’,¢® alores espaaoles ¥ nottesmericanos bajo la direccién de Diego cane” Eonstituye ya Ie obra bésica ¢ indispensable para los textos del soma’? cero. an a Los trabajos realizados durante los tiltimos veinticinco afios han mo. dificedo algunas de las conclusiones a que se legaba en Iss dos obns clisicas sobre el romancero, la de Entwistle [1939] y la de Menéndes Pidal [1953], las cuales, pese a todo, contintian siendo puntos de par. tida esenciales. El libro de Entwistle examiné las caracteristicas gene, rales de Ja balada europea en su conjunto, situando la tradicién espa. fiola en ese marco, mientras que el tratado sistemdtico de Menéndez Pidal traz6 Ia historia del género en el dmbito hispénico, sefialando sus rasgos distintivos (cf. también Horrent [1970]). Sélo teniendo en cuenta Ja tarea de ambos investigadores se hace posible Iegar a un punto de vista equilibrado (como el de Di Stefano [1973] en la introduccién a su excelente antologia; otra buena seleccién, muy amplia y anotada, se debe a Alcina Franch [1969]). El panorama de Ia historia temprana del romancero que dio Menéndez Pidal (vid. también el volumen péstumo [1973] de sus escritos al respecto) ha sido ampliado y modificado por Catalén [19694], que ha demostrado Ia existencia de romances histéricos en el primer tercio del siglo x1v y descubierto restos de algunos a favor de Pedro el Cruel durante Ja guerra civil con Enrique de Trastémara. Digna de resefia es también Ja aportacién de MacKay [1976], quien, uti- lizando sus conocimientos histéricos, aclara el trasfondo social de los tomances fronterizos y de su publico originario. Siempre se ha admitido que el romance es un género fundamental mente oral: oral en gran parte de su transmisién y oral —al menos en las primeras etapas— en su composicién. Se presta, pues, particular mente a ser analizado desde la perspectiva del estilo formular, siguiendo cl camino trazado por Milman Parry y Albert B. Lord para la épict (véase men >. Webber [1951] ofrecié un prometedor acres snuado més Jentamente por otros investigadores. El siguiente pas a lo dio Beatie [1964] al examinar 1a composicién formule Flamativos cones, wolingios del siglo xvz, con resultados tanto ®® resces oe tt? Ue Menéndez Pidal opinaba que esos romances Cae usieron por escrito. Los hallazgos de Beatie fueron ‘mates (téctamente) por Ochrymowyer [1975], esfumdadore sl Escaneado con CamScanner EL ROMANCERO 259 fsicas para distinguir firmemente los romances viej de fas somes ae eta parte, Notton y Wilson [1969] nensins o Jos [Helter cambios entre los varios textos de un mismo romance, igures ee jor Menéndez Pidal a la transmisién otal, son en verdad el anfuidor OT "yecesidad tipogréfica de incluir los romances en el espe rest ego suelto (Ins observaciones de Norton y Wilton. estén cio dias ce modo muy cauto, pero sus implicaciones se expresan més formu ityente en Ja sesefia de Keith Whinnom, Bulletin of Hispanic Stu- i, XLVIL, 1970, pp. 150-153). La interaccién de la tradicién otal y fe Ja escrita, que ya cabe contemplar como un tasgo fundamental de Ja épica espafiola medieval, parece ser también de importancia en el roman- pies HP conclusion esté sblidamente avalada, en especial, por las exhaus- a exploraciones bibliogréficas de Rodriguez-Mofiino [1970, 1973], el primero en Hamat Ja atencién sobre el papel vital de Ja imprenta en la ervivencia de Ia pocsia en la memoria del pueblo. Adem&s de sus rasgos formulares, han sido estudiados varios otros aspectos estilfsticos del romancero. Lapesa [1964] coteja magistralmente Ja lengua de las gestas con la de Jos romances de tema épico; Catalin [1970-1971] insiste en el equilibrio entre memoria ¢ improvisacién; Mi- Ietich [1974-1975] recoge el interés de Entwistle por el comparatismo y Je da un nuevo giro con el anilisis de las repeticiones y otros recursos dilatorios en romances espafioles y en baladas eslavas, La cuestién de Jos tiempos fluctuantes, tan intrigante en el romanceto como en la epo- peya (véase arriba, pp. 91, 116), es tratada de modo inteligente por Szertics [1967], Sandmann [1974] y Chevalier [1971], este wltimo basindose en tres textos que estudia en detalle. Al conocimiento de la métrica del romancero ha hecho una contribucién sustancial Navarro Tomés [1973] al clasificar Jas modalidades del octosflabo. Sélo en Jos iltimos tiempos se ha desarrollado de modo sistemético la critica especificamente literaria del romanceto. Quizé Ja aportacién més importante hasta ahora sea Ja de Bénichou [19684], que analiza textos antiguos y modernos como poemas con plenitud’ de derechos. Dos de los capitulos més extensos y logrados de su libro estén dedicados a romances que también han atraido la atencién de otros criticos: Abené- mar (pp. 61-92; véase Spitzer [1945]) y Helo, helo, por do viene, sobre Ja huida de Buca perseguido por el Cid (pp. 125-159; véase Di Stefano 1967] y [1973], pp. 87, 360-368; Horrent [1973]). Catalén bere como Bénichou, contrasta criticamente los textos antiguos y Jos moder- hos, y se ocupa también de ciettas adaptaciones cultas de ominees Be dicionales. Wilson [1958] trata con gran finura y don re nie temas trdgicos del romancero, y Smith [1972] muestra que los rom: 5; viejos distan mucho de ser tan sevetamente virtuosos como sostiene ‘a Escaneado con CamScanner EDAD MEDIA 260 fi ici En cuanto a romances concret i: ica espafiola tradicional. nce 08, quing ttt to infante) Arnaldos el que haya recibido més atencign an con frecuencia excesivamente aplicada q mas at ), aunque Hobe ee Spier [1955-1956] investiga su trasfondo folie tal @ oi inte [19691 amplfan al enfoque para dilucider u simbolsm Hawt (con lo cual dan algiin apoyo « Smith); Hart [19571, de as no forzosamente incompatible con los citados artfculos, propone ung interpretaci6n religiosa de la version més extensa del romance (que ha interPiyido inieamente en Ia tradicin sefardi). M, R. Lida [1941] cp sommes con clegancia y erudicién Ja trayectoria dé La misa de amor, y a Eugenio Asensio [1954] se debe una magistral ilustracién de cémo en Fontefrida convergen diversos elementos de abolengo principalmente 1f. rico. En Moraima y El prisionero, Aguirre [1972] analiza los aspectos folkléricos y simbélicos que Hauf y él mismo habfan asediado en E] conde Arnaldos, y utiliza’ las glosas de los poetas cancioneriles de fines del siglo xv pata confirmar sus jnterpretaciones. En polémica con el «mé. todo geogrifico» pidaliano (cf. M. Pidal, Cataln, Galmés [19541), Devoto busca el «contenido Jatente» y los arquetipos colectivos perdurables en Jas vatias recreaciones de los romances, y ofrece, por ejemplo, fascinantes interpretaciones de A cazar va el caballero [1960]. El libro de Mancini sobre El conde Alarcos [1959] se ocupa del tema, estilo y relacién de la pieza con los libros de caballerfas. Entwistle [1941, 1950] estudia las versiones antiguas y modernas de El conde Dirlos, as{ como de sus ané- Jogos extranjeros, y demuestra la dependencia Ultima del romance con respecto a la Odisea. Dronke [1977] escudrifia sagazmente Jos preceden- tes y la singularidad de Gaiferos; De Chasca [1955] traza un andlisis formal de Alora la bien cercada; Avalle-Arce [1966] esclarece hébilmente Jos romances de Bernal Francés, histético capitan de los Reyes Catélicos; Hortent [1974, pp. 157-194] define con exactitud Ja posicién de En Santa Gadea de Burgos respecto al ciclo épico del Cid, mientras ‘Cummins [1970] estudia Ja evolucién poética de un romance en la tradicién de Ia gesta de Los siete infantes de Lara. Los mencionados no son, €n m° Pa alguno, los tinicos ensayos ctfticos sobre romances conctetos, pero sin duda se cuentan entre los mejores y de més seguro valor metodolésice El descubrimiento en Ja tradicién oral de muchas nuevas vee de Jos romances conocidos, en coincidencia con Ia apaticién de Pr escuelas criticas, constituye un desaffo de importancia considerable Prt los estudiosos del romanceto. ¢Hasta qué punto es posible oe we técnicas de la poética a un abanico tal de variantes? eEs posible de generalizaciones crfticas vélidas acerca del romancero oF 3 cen una serie de estudios de detalle? Tales problemas y ott0s Mf "or ©, a veces, son tratados frontalmente en Ja obra de Catalin [ef Escaneado con CamScanner EL ROMANCERO 261 ejemplo, 1970, y el importante trabajo de 1978] y en varias ponencias presentadas en el I Coloquio Internacional sobre el romancero oral: Catalén esboza un panorama de Ja critica reciente y trata del proceso de la creacién poética (Coloquio, pp. 153-166 y 181-206); Petersen informa de un intento de fijar principios estructurales (ibid., pp. 167-180); A. Sén- chez Romeralo se ocupa de Jas conexiones existentes entre el romance y la tradicién lirica (ibid., pp. 207-232), asunto considerado més por largo en el libro de Diaz Roig [1976]; Di Stefano, en fin, hace una juiciosa resefia de los problemas planteados en Jas ponencias del Coloquio (ébid., pp. 277-296). Una tendencia notoria desde 1a celebracién del mencionado Coloquio, en 1971, es Ia de utilizar cada vez més las computadoras para Ia clasi- ficacién de las variantes y las familias de textos, que después son some- tidos a un detallado andlisis semiético por los investigadores que traba- jan bajo la direccién de Catalén. El sistema ofrece ventajas, pero tam- bién peligros: el andlisis detallado de cada uno de los miles de textos manejados puede ser tarea tan larga y abrumadora, que acabe por cana- lizar todos los recursos disponibles hacia una empresa en dltima instan- cia estéril. Sin embargo, quizds este punto de vista sea demasiado pesi- mista, y desde Iuego es cierto que el proyecto romanceril del Seminario Menéndez Pidal, dirigido por Catalin, ha dado ya frutos de enorme im- portancia. En efecto, Catal4n, como Armistead, es una de las grandes figuras en la moderna investigacién del romancero. En cualquier caso, mucho queda por hacer: es preciso catalogar el material no sefardi del Archivo Menéndez Pidal; Ja tarea de recoger romances de la moribunda tradicién oral no sdlo no ha terminado, sino que cada vez es mds utgente; muchos de los romances més importantes esperan todavia un estudio literario adecuado; es necesario explorar mis y més los contactos que existen entre el romancero y Ia tradicién Ifrica; es posible, en fin, que el problema de Ja cronologfa pueda ser parcialmente resuelto gracias a nuevos descubrimientos. BIBLIOGRAF{A Aguirre, J. M, «Moraima y el prisionero», en Studies of the Spanish and Portuguese Ballad, ed, N. D. Shergold, Tamesis, Londres, 1972, pp. 53-72, Alcina Franch, Juan, ed., Romancero antiguo, Juventud, Barcelona, 1969, 2 vols. Alvar, Manuel, ed., Poesia tradicional de los judios espaitoles, Porréa («Sepan cuantos...», 43), México, 1966. ' —, El Romancero. Tradicionalidad y pervivencia, Planeta, Barcelona, 1970. Armistead, Samuel G., El romancero judeo-espatiol en el Archivo Menéndez Escaneado con CamScanner

You might also like