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TESTIMONIOS SI MUERO Bot EL RELATO DE TIM OTS oor ee at aS Daa ‘ PERIODO DE Seon Ps ln B73 ia CF ix. SOLDADO hein oY >. : ae a t PLANETA-AGOSTINI Edit: Editorial Ploneto-De Agostini, SA., Borcelone Numero 4 - Si muero en zona de combate Presidente: José Manuel Lara Conifer Delogado: Ricardo Rodrigo Director General: José Mas Director Editorial: Jordi Mart Coordinacion: Cormel Ferrer eesorio Tecnico: GEARCO Reclzocion Grafica: uit F Bologuer Produceién: Jacinto Tosca Redoccién y Adminiacién: Aribav, 185, 1° - Tel.(93)2098022 (08021 Barcelona - Tx. 93392 EPDA E Introduccion del Editor Muchas personas se han manifestado sobre la guerra de Viet~ nam: politicos, apologistas, moralstas,fil6sofos, hstoriadores, pacifisas, incluso directores de peliculas «artisticas». Todos tllos hincaron el diente en la experiencia colectiva estadouni- dense en el Sudeste asitico, la masticaron, la escupieron,y hu 0 explicaron por qué fracaso, quién es el eulpable y qué pe- cados se cometieron en la cruzada perdida por Estados Unidos. ‘Aunque los pareceres diserepan en los puntos fundamentals, tienen, sin embargo, algo en comiin: la incapacidad de com- prender Ia experiencia de Vietnam en su nivel més elemental, € del simple soldado de Infanteria que se arrastra por el lodo tratando de sobrevivir. Si muero en zona de combate nos ofrece esta experiencia, Reviviendo las penalidades del afto que pasé enel infierno, Tim O'Brien leva al lector a enfrentarse con la realidad, cara‘a cara con el mal, el sufrimiento y el horror. Des- de el alistamiento hasta Da Nang, desde Batangang hasta Pink- ville y My Lai, O'Brien obliga al lector a sentir la guerra, a sufrirla, a probar su sabor y su olor. No hay escapatoria {Qué se siente al recibir la orden de reclutamiento? ;,Cémo pue- tien soportarse la brutalidad y las humillaciones del campamen- to de instruccion, estar tan desesperado y asustado que se piense incluso en desertar? ;Qué se piensa al subir a bordo del avién hacia Vietnam, cuando se sabe que el regreso puede ser dentro de un ataii? ;Que se siente al legar, al ser objeto de burla por novato, sin tener ni idea de lo que esta ocurriendo? zAl en- frentarse en el primer combate, con los primeros muertos, con Jos primeros heridos mutilados? ;Al vivir constantemente presa de una gran tensiGn y miedo, siempre al aecho de una trampa, Ge un francotirador, de un asesino del Vietcong oculto tras la sonrisa de un rostro «amigo»? {Qué se siemte al recibir 6rdenes de un oficial estipido preocupado s6lo por ascender, al ver a Jos compatieros muertos, mutilados, retorciéndose en el fango, aplastados por sus propios carros de combate? Lo sabré después de haber leido Si muero en zona de combate. DOSSIER NAM-TESTIMONIOS es une publicacin de aparicién cater onal. Cada ejemplor consta de 64 paginas inferiores més sus correspon ‘hontes cubierto. El editor se everva al derecho de modificar el precio de venta de eiem plat, 3 las dreunstonelas del mercado os! lo exigeran {© 1988 Editorial Ploneta-De Agostini, S.A., Borcelone ISBN no 1 - 84295-09553, Depenito Legal: iA-1124-1988 Fotocomposicion: Tecfo, Barcelona Fotomecénica: Eurogemme, Borcelona Inmprenn: Graficos Estella, Navarra Iimpreso en Espofia- Printed in Spain - Octubre 1988 Editorial anaa-De Agostini garontialo publiacién de odo seem ‘lores que componen esta coleccién Infrmocin sare chroodos (ile gor Erna EDISA - Leper de Hoyos, 141"- 28002 Madrid = Tel. (91) 41597 12 Distibuye pore Exparo: Mero Ibdrica Ditribucén do Ediciones, S.A. Co- rreera deion, Ren. 13,350 —vorlante de Fuencarral—~ 28084 Modid Tid ow srcveeder obi qu le reserve on igneorde DOSSIER NAMCTESTIMONIOS. Comprancio su ejemplor cada dos semanas en mismo quiosco lugar de venta, usted conseguiré un servicio max répi- ‘doy nos permite la diribucion los puntos de venta con la mayor pret SIMUERO EN ZONA DE COMBATE TIM O'BRIEN Introduccién Capitulo 1 Zona de combate Los dias Las noches Al pie de la montaia Capitulo 2 19 Retrospectiva La huida La llegada Capttulo 3 35 salto My Lai en mayo Pisa con cuidado Capftulo 4 a Ofciales y soldados Julio Corazones El valor es algo que hay que conservar {No nos conocemos? INTRODUCCION EL PRINCIPIO Surgi de una guerra y fui a otra. Mi padre vino de los buques del océano, del teatro del Pacifico. Mi madre llevaba el unifor- me de las mujeres de In reserva naval. Yo fui el vastago hin- cchado y arrugado de las grandes eampafias contra los tiranos de los afios 40, una explosién en el Baby boom, uno de los millor de seres humanos llamados a reemplazar a los que acababan de ‘morir. Creci con la prisa y la premura de una nacién rejuve necida y triunfante que daba alas a su buena fortuna y a su éxito. Me alimenté con los despojos de la victoria de 1948. El verano de 1968, e1 afo en que me converti en soldado, era tuna época propicia para hablar de la guerra y de la paz. Eugene ‘MeCarthy nos ofrecia sus reflexiones sobre el tema. Ganaba vo- tos en las primarias. Los estudiantes universitarios le escucha- ban y algunos intentamos cooperar. Lyndon Johnson casi estaba olvidado, ya no se le temia, ya no impresionaba. Robert Ken- nedy estaba muerto, pero no olvidado del todo. Richard Nixon parecfa un perdedor. Con tanta tragedia y tantos cambios, aquel verano era propicio a la reflexién, Y en mi cartera habja una orden de reclutamiento, Nunca fui un luchador. Temia a los matones. Sus misculos maduros me encolerizaban: una c6lera frustrada. Sin embargo, no cedia ante nadie. Dominaba a mis inferiores. Ademis, es- taba el asunto de Ia conciencia y la conviceién, incierto y su- perficial tal vez, pero sincero: yo era un liberal, no un pacifista; pero hubiera votado por el fin inmediato de la guerra en Viet- nam. Hubiera votado por Eugene McCarthy con la esperanza de que él lograra la paz. Una cosa era segura: no tenia madera de soldado, Pero me someti. Toda la historia personal, todas saciones nocturnas, los libros, las creencias y el saber sucum: bieron bajo la abstencion, se extinguieron por falta de oxigeno, por una especie de ausencia sonémbula. No fui a la guei causa de una decisiOn, de una cadena de ideas o razones. Fue un distanciamiento intelectual y fisico, y no tuve la ener- ‘fa de ponerle fin. No queria ser un soldado, ni siquiera un ob- servador de la guerra, Pero tampoco queria destruir un cierto Doonan Ne ati NV AV ZEN 4 cequilibrio peculiar entre el orden que yo conocia, la gente que ‘conocia y mi propio mundo privado. No es que valorara este orden. Pero temia su opuesto, el caos inevitable, Ia censura, el desconcierto, el fin de cuanto habia ocurrido en mi vida, el fin de todo, Y este distanciamiento todavia perdura, Quisiera que este Ii bro se convirtiera en un alegato en favor de la paz duradera, un alegato pronunciado por uno que sabe, por uno que estuvo y ha vuelto, por un viejo soldado que contempla tina guerra Aagonizante. Esto valdria la pena, Valdria la pena integrarlo todo para per- suadir a mi hermano menor y tal vez a otros a que digan no a las guerras y a todas las batall tal vez valdria la pena confirmar las extrafias ideas sobre la guerra: es horrible, pero es un crisol de hombres y aconte- cin hombre Y, sin embargo, ninguna de estas dos ideas parece correcta Los hombres se matan entre si, los muertos son pesados y di ficiles de llevar, las cosas huelen de otro modo en Vietnam, los soldados tienen miedo y a veces son valientes, los sargentos de instruccién son unos patanes, algunos creen que la guerra es justa y otros que no lo es y a la mayoria no les importa. {Es esto el tema de una leccién de moralidad? {Se pueden sacar lecciones de los sueiios? {Tienen mensajes las pesadillas? ;Nos despertamos y las analizamos y vivimos la y jamos a los dems en consceuencia? ;Puede un simple soldado decir algo importante sobre la guerra por el ‘mero hecho de haber estado all? Creo que no. Sélo puede con: tar historias de guerra. ntos y, a fin de cuentas, te hace mi Tim O'Brien 1969 IZQUIERDA: También en el calor de ta guerra los hombres deben encontrar un lugar donde descansar. El secreto esd en asegurarse de que el descanso no sea para siempre. ARRIBA: Otro dia de trabajo, otro dia en el campo. Séto Mec cern ar DERECHA: /Fuego en el agujero! Cazar a Charlie antes de ce eee @7yiriow ZONA DE COMBATE CAPITULO 1 ZONA DE COMBATE oe «jEsto es increible, realmente increible! ;Cémo iba a pensar gue algiin dia estaria corriendo por un camino como éste, me- tigndome en el barro y saliendo de él, saltando como un maldito sapo, esquivando las balas sin parar? Nunca pensé que podria Iegar a pasarme todo el santo dia asi. En Cleveland todavia estaria durmiendo.» Barney sonri6, «;Has visto alguna vez algo parecido?» Ayer», dif. jAyer? Ayer era totalmente distinto.» «Francotiradores ayer y francotiradores hoy. {Qué diferencia hay?» “Tal vez», dijo. «Te agujerean el culo de todos modos, ;no Pero ayer era totalmente distinto.» ‘«Francotiradores ayer y francotiradores hoy», dije otra vez. Barney ri6, «No te gustan los francotiradores, ;verdad? Ayer habia algunos francotiradores, pero, jDios!, hoy no hay otra ccosa. No puedo esperar a la noche. Esta noche sera maravillosa, No nos dejarin en paz. Me estoy excavando una madriguera ‘grande como un sétano.» Nos tumbamos uno junto al otro hasta que los disparos ce saron, No nos tomamos la molestia de levantar los fusiles. No sabfamos dénde disparar y, de todos modos, ya se habia aca: bado. Barney cogié su casco y con un lapiz hizo una marca en él «Mira», dijo, sonriéndome y mostrandome diez marcas, «diez veces hoy. Cuéntalas: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete ‘ocho, nueve, ;DIEZ! ;Te han disparado alguna vez diez veces en un dia? «Ayer», dije. . El barro amortigus el golpe de Ortez cuando a, Pasd as atropellaron a Paige, oF encima, pero se rompid una pie cojeando por mi lado, sangrando y sin easco ni ametralladora, Arrojé su cantimplora y su cinturén de municiones, Se detuvo, dio la vuelta y se alejé del oruga, lorando. 9 ARRIBA: El lema de encontrar y atacar al enemigo parece bueno, pero en realidad muchos soldados norteamericanos trataron de evitar todo contacto con el enemigo, hasta el punto de redactar informes falsos, Otro ory McEthat 1i6 ahogado y aplastado. Los orugas segufan retrocediendo. Los artilleros disparaban contra el pueblo, Otra tanda de granadas cay6 en el artozal. Los orugas y los hombres eorrian, Parecia la batalla de Bull Run, Todos chapoteando y procu- rando evitar los vehiculos. Echamos la municién, los cascos y Jos einturones en el arrozal. Todo el equipo desparramado por doquier. Dejé mi radio colgando en el oruga y traté de alcanzar a la compaiia, Finalmente nos detuvimos. Formamos una lines de escaramuza a lo largo de una zanja. Los orugas se detuvieron ante nosotros. Smith se aceres y dijo que queria llamar al cuartel general para que bombardearan el pucblo. Limpié sus gafas y chasqued Ta Tengua. Me acerqué al oruga y cogi la radio, mientras un ra diotelegrafista buscaba la suya en el arrozal. Luego llegaron los reactores y permanecieron durante veinte minutos, Los vimos tirar napalm también atropell6 aun muchacho Hamado No pudo moverse porque Mevaba una radio, 50 HEADQUARTERS Z/ ii ACR PND THE BASTARDS- -THEN PILE ON- Los sanitarios dieron morfina a Paige, sentado en el interior de un oruga, Fumaba y no Hlor6 ni sonri6, no perdi la com- postura, Sabfa que regresaba al mundo; lo demas no importaba, {{No duele? Debe de doler terriblemente.» Algunos de los ami- {gos negros de Paige estaban con él, hablando e incluso riendo. ‘Qué suerte tienes, muchacho, Se acabé la guerra para ti.» «Vamos, hombre, fuma un cigarrillo. Tienes una herida de un mill6n de délares, Mafiana estaras en casa, no te preocupes.» ‘Smith metié la cabeza en el interior del vehiculo y le dijo a Paige que no se preocupara, que ya estaba Hegando un heli- soptero. Cuando oj el ruido del rotor, eché humo amarillo en | arrozal. La granada silbé, dejando un pequefio chorro de humo en el aire; luego se hundis. Otro hizo lo mismo con humo rojo. El helicéptero lo vio, y nos pusimos a andar ba menta de barro Hevando a Paige, a Ortez y algunos otros, Luego los orugas se colocaron en linea recta y se pusieron en marcha. Nosotros caminiibamos entre los monsituos y detras de ellos, buscando a McElhaney. El batro nos llegaba a las rodillas| y el agua a veces hasta la horcajadura y nos menesbamos las majorettes del Cuatro de Julio, Cada paso era un martitio. Nadie queria verdaderamente encontrar el cuerpo de Mac. El capitan Smith se rezag6. Un amigo de McElhaney se aceres pedirme un cigarrllo y luego siguid andando a mi lado. No que- ARRIBA: Pérdidas civiles. Los cuerpos despedazados y ‘mutilados de inocertes entre los restos retorcidos de wn ‘motocarro ria encontrar a su amigo y hablaba de los viejos tiempos, cuando 41, yo y Mac éramos los nuevos de la comp “«Nunca pensé que durarias tanto», me dijo. «Y creo que tam= poco pensé que Mac saldria con vida. Yo, mierda, me iré a Chu. Lai para reengancharme a la primera oportunidad. Daré tres afios al Ejército solo para librarme d a reenganchar. Ya no pu mierda.» Mas adelante esto. No exagero. Me voy jo soportar por mis tiempo esta Iguien encontr6 a McElhaney bajo medio me- tro de agua, Habia perdido casi toda la sangre. De todos modes, rnunca tuvo mucha, Estaba blanco y empapado y eubierto de algas, Algunos hombres lo envolvieron con un poncho. Ni el amigo de Mac ni yo miramos. Nos apoyamos en un oruga y fumamos mirando hacia otra parte. EL capitan Smith se aceres, Bromes, no fu guna ayuda en el asunto de McElhan pensibamos de la operacisn, «Seftor, creo que deberiamos dar la vuelta y alejarnos pronto de estos pueblos. Esta es mi opinién, sefor. «no prests -gunts qué YY BOs Pr CAPITULO 4 OFICIALES Y SOLDADOS Muy bien, Timmy, pero soy un oficial, Debemos cumplir las érdenes.» Si, sefior, pero si el oficial de campo cree que es mejor Smith agité un dedo en el aire y adquirié una pos- sonriendo como un estipido, actuando. «Claro, ‘Timmy, casi lo habia olvidado, Hablaré con el oficial de los ore: gas sobre tu idea, Gracias, Timmy; gracias, muchacho.» Los dos oficiales discutieron y finalmente decidieron entrar cen la proxima aldea. Para empezar, Smith ordené al primer pe lot6n salir del arrozal y dirigirse a una zona seca, cubriendo el fanco izquierdo. Luego mand6 una patrulla del tercer peloton hacia el flanco derecho, un canal muy grande, de quizé seis me: tros de anchura, Los oruga se pusieron en marcha y las tropas los seguian, muy lentamente, Todos fuimos cogiendo una ametralladora y mu- hiciones, Era el material del que nos habiamos deshecho du- rante la reti da. Recorrimos cincuenta metros. Luego uno de los soldados de la patrlla del flanco derecho hizo estallar una mina, Fue una gran explosién, Pensé que nos atacaban con mortero. Smith estaba frente a mi. Grité «Dis: paran'», y los dos nos metimos en el fango y nos hundimos endl CAPITULO 4 OFICIALES Y¥ SOLDADOS Empezamos a ofr voces reclamando a los sanitarios, voces apagadas, suaves, temerosas. Luego todos vociferal sanitario aparecié corriendo, tropezando, saltando a grandes zancadas. Cay6 de rodillas y tat6 de ayudar a los muertos hasta que se dio cuenta de que estaban muertos. Otros soldados del servicio sanitario se acercaron lentamente. Estaban cansados de mojar sus dedos en Los orugas se detuvieron y todos buscamos algiin lugar donde sentarnos y esperar. Uno dle mis amigos se aceres y me ensené su cantimplora, en la que un pedazo de metralla habia abierto tun boquete de unos einco centimetros. «No esta mal, ceh?», dijo Barney. Era un soldado muy joven, ¥y estaba mas sorprendido que asustado. Esboz6 una sonrisa ‘. Por la radio podiamos ofr “Tenemos dos hombres muy malheridos. Necesitamos urgentemente, repito, urgentemente, un helicéptero de evacuacion. Uno de los hombres puede morir. No hay tiempo que perder.” Aterrizamos, nos dispersamos y nos ditig nos a la poblacién. ranada feniente, El ruido. tas hat ciendo pricticas de tiro en Fort Lewis, Smith vociferé algo al EI primer pelotén fue atacado inmediatamente. Una arrancé de cuajo el constante de los dispa ulo izquierdo d 0s parecia el de una fila de r ARRIBA: El Ejército norvie emblema de la Cruz Roja, pero tos pi 105 de los helicdpteros de evacuacion sanitaria sorteaban las balas y se Hlevaban a los tercer pelotén: los soldados echaron a correr, se tumbaron en cl suelo y dispararon contra un seto, El fuego eruzado dut6 cin ida por radio del primer peloton, La persona que hablaba decia que su amigo habia sido aleanzado y que el jefe de su pelotén estaba mutilado, co minutos. Luego recibimos una Il Llamamos al comandante del batall6n, un coronel muy duro cn circulos en su helicdptero dirigiéndolo todo, Le pedimos que descendiera y se llevara a los heridos. El co- ronel respondié que lo intentaria y pregunt6 si tenfamos alguna zona de atertizaje segura. Me pregunts donde estaba el ene- nitarios eran urgentes. Luego dijo {que era mejor que Tlamdramos al euartel un helicéptero de evacuacién normal El radioemisor del primer pelot6n intervinc hombres muy malheridos. Necesitamos urgentemente, repito, rneral y pidigramos, Tenemos dos urgentemente, un helicoptero de evacuacidn, Uno de los hom: bres puede morir. No hay tiempo que perder.» El helicéptero del coronel zumbé por encima de los arboles, explorando el campo de batalla. Estuvo volando otros cinco minutos y lue} © pidiéramos un helicéptero de eva cuacién sanitaria por los canal volvi6 a Hamar diciendo 4} normales, «jMaldita sea, no tengo tiempo de hacerlo todo! Tengo que diigir esta opera: El operador del primer pelotén volvié a intervenir diciendo {que su amigo tenia el pecho destrozado y q le atendia inmediatamente CAPITULO 4 OFICIALES Y SOLDADOS «Soldado, no interrumpa y haga sus peticiones a su oficial Déjeme en paz.» «Setior...» El operador del primer pelotén hizo una pausa y Iuego aitadié que su oficial estaba inconsciente y perdia mucha sangre. Los teactores machacaban el pueblo. A cada vuelta, el aire se llenaba de humo. De pronto, otro reactor pasé silbando so- bre nuestras cabezas, hacia el pueblo, entre el humo. El humo ‘uments. Teniamos que gritar para hacernos oir entre tanto rui- do, entre tantos disparos, esperando el heliesptero de salva- mento. ‘Cuando os reactores se fueron y el humo hubo desaparecido, el comandante del batall6n descendi y recogié al oficial herido, ya.un hombre muerto con el pecho destrozado, Entramos en el pueblo. Habia dos vietcong muertos. Una vie ja vagaba de un lado a otro, sonriendo. Esto era todo, Cogimos lunos papeles de los vietcong y la vieja se alejé Hicimos un perimetro alrededor del pueblo, Todos sabiamos ‘que nos iban a atacar con morteros, de modo que excavamos madrigueras profundas. Y montamos puestos de escucha en el ‘mismo pueblo. El lugar estaba lleno de tineles y refugios, y el ‘napalm pudo no haberlo aleanzado todo. Por la noche, sonaron Jos morteros. Hirieron a dos de nuestros hombres. Dormimos ‘un poco més. Luego el eapitin Smith y otros tres hombres abrie- ron fuego en el interior del perimetro. Lo que ellos mataron ‘estuvo tendido en el suelo toda la noche. Por la mafiana vimos ‘que era un cerdo. “El capitan Smith y otros tres hombres abrieron fuego en el interior del perimetro... Por la mariana vimos que era un cerdo.”” AAI dia siguiente destruimos con explosives tineles y refugios antiaéreos. Un trozo de arcilla golpe6 a un hombre y le reband la nariz. El hombre murié ahogado en su propia sangre, Estaba comiendo jamén y huevos de una lata, Luego nos dirigimos al campo abierto, Nos detuvimos y des- ccansamos en una colina, Pensando en la seguridad, el capitan ‘mand6 una patrulla de seis hombres para que vi la colina desde abajo. Poco después hubo una explosién y yo me puse {en contacto con ellos preguntindoles si todo estaba en orden No recibi respuesta y esperamos. El capitan S habia sido més que un disparo de artller Luego uno de los hombres de la patrulla salié cojeando de entre los arbustos, sangrando y sollozando. La patrulla habia trope- zado con una mina grande. Los otros estaban todavia alli. El personal sanitario trabajé duro con ellos, pero dos estaban ‘muertos, uno habfa perdido una pierna y los otros no se podian ‘mover. El comandante del batall6n vino a recogerlos con su he- licoptero. Por esta acciGn obtuvo una Cruz distinguida, una me- dalla muy importante para los coroneles. A finales de julio, nos Hlevaron a la cima de una montana Alli habia un monasterio, pero los servicios de inteligenci jeron al capitan Smith que estuviera preparado para un com- bate. Aterrizamos al lado de una estatua de Buda, y vino un ‘monje a recibirnos. Trafa sandia y otra fruta. Pasamos al inte- rior del recinto y caminamos por senderos limpios y bien cui dados, entre jardines y estatuillas s4 El monje mantenia la cabeza erguida sobre un cuello que no usaba, Para mirara la derecha o a la izquierda, giraba todo el troneo, Tenia un erineo redondo y pelado, cubierto con una piel trsa que pareciacuero curiéndose al sol y que legaba has- ta su naz, pequefia y puntinguda Nos enseits los huertos, con sands y otra cosas que pare cfan pepinos. Los senderos erun de color rojo: los edificios baneos y puleros. Nos mostré un grupo de nits, la mitad de ellos huérfanos, nos dijo, y la otra mitadabandonadas. Se 1ocd su calva cabeza yri6 entre dientes. EI lugar estaba lejos de los escenarios de la guerra; se en- contraba al sur de Chu Lai, al norte de Batangang, al este de la carretera Uno, al oeste del mar. Se hallaba situado en la ver- tiente de una cadena montafiosa que produc palmeras, pinos Ysen dos hucrtos, sand y ruts. EI monje nos indicé donde excavar madrigueras en su patio. CCon gracia, acept6 nuestra raciones enlatades y permitié que el personal sanitario examinara alos niios. Lleg6 ln noche y el monje penetré en un pequeio ecifci, quem incienso y se fue a dormir. Hice una guard, dormiy cuando estaba otra vez de guardia emper6 a lover. Abri una lata de comida en ka oscuridad y es- cuché la radio. Llamaron e informaron de certo movimiento en las laderas dela montafia. Unos soldadosarrojaron granadas al lugar indicado. Hicieton explotar una mina Claymore. Sus se tecientas grageas de acero pasaeon entre los arbustos y egaron hasta el patio, donde arrancaron fragmentos de piedra blanca del vientre de Buda, Este no protest6, como tampoco lo hizo el monje euando nos fuimos por la mafana A\principios de agosto, el capitin Smith fue relevado det mando de la compaiia Alfa, Otro oficial, también surefo, se hizo cargo de In compania. No hacia mis de una hora que tenia 1 mando cuando nos ordené marchar por un campo minado, Enseguida tuvieron que venir los helicopteros para recoger un ruerto, llamado Rodriguez, y a un mutilado, llamado Marti neg, Eran dos latinoamericanos que pasaban largosratos juntos hacigndose fotografia uno al otro con el fasil en brazos. Pero cuando esto ocurrié yo estaba en Chu Lai en busca de otro destino. EI capitan Smith, tal vez sintiéndose culpable de no haber cumplido una promesa que me hizo de encontrarme un puesto en la retaguardia, me habia dado un permiso de tes Me dese6 suerte. Yo me paseaba por las arenas de Chu Lai, emsefando mis cartas de recomendacién del capitan Jo- hansen y del sargemto primero de la compara Alfa, con la es peranza de que alguien me Hlevara consigo. Pero el Ejército es leno de mecanégrafos mediocres. Yo no sabia ni cambiar una lanta,y, por otra parte, nadie quiere un soldado de Infanteia sao. No recibi ninguna oferta y regresé a la compan Alta “Contestan, se enojan, haraganean, se fingen enfermos, fuman porros. Se retnen, gritan y se cagan en el sistema.” La nica obsesién de un soldado de Infanteria en Vietnam es la tentadora esperanza de que le asignen un puesto en la reta- quardia. Cualquier cosa que le mantenga alejado del eampo de batalla, ya sea cargar helicépteros, quemar basura o lavar la ropa del eoronel

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