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Oe test LEO | oe \ COA | NY a * OC iE mente EDITORIAL ANDRES BELLO- Eis Jac eile fe. Bie) Ninguna parte de esta publicacién, incluido el disehio de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada 0 transmitida en manera alguna ni por ningin medio, ya sea eléctrico, quimico, mecinico, éptico, de graba- cin 0 de fotocopia, sin permiso previo del editor. iembre de 1994 Segunda edicién: abril de 1995 Titulo original: Catching the Light Edici6n original: Bantam Books, Nueva York, 1995 ‘Traduccién: CARLOS GARDINI Copyright © 1993 by Arthur Zajone ©EDITORIAL ANDRES BELLO. Av. Ricardo Lyon 946, Santiago de Chile Derechos exclusivos en lengua espafiola para América Latina Inscripcién N.* 91.382, 1994 Se terminé de imprimir esta segunda edicién de 2.000 ejemplares en el mesde abril de 1995 IMPRESORES: Antértica S.A. IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE ISBN 956-131270-0 CONTENIDO 2 ELDON DELALUZ u 8. LALUZ ESCINDIDA: LUZ DIVINAY CIENCIA OPTICA 30 4, ANATOMIA DE LA LUZ Bo 5,_LALLAMA CANTARINA: LA LUZ COMO ONDA ETEREA 7 6. CAMPOS RADIANTES: VIENDO ALA LUZ DE LA ELECTRICIDAD 128 7, LAPUERTA DEL. ARCO IRIS 157 B._UNA CIENCIA CON ALMA: GOETHE Y STEINER 183 9,_LATEORIA CUANTICA A LA LUZ DE LAS VELAS 219 27 10. RELATIVIDAD ¥ BELLEZA L._MENOS LUZ: UNA CONCEPCION CONTEMPORANFA 12. VIENDOLALUZ Notas Agradecimientos Indice tematico 328 337 357 Sao Te contaré cémo el sol elevé una cinta por vez. Emily Dickinson Yo soy aquel que abre los ojos, y se hace la hw: cuando cierra los ojos, se cierne la oscuridad. El dios egiprio Ra, 1300 .a.C. Si Ia luz se eleva en el cielo del coravén -y en el purisimo hombre interior alcanza el resplandor del sol o de muchos soles-, entonces su coraz6n es tini camente luz, su cuerpo sutil es luz, su atuendo m terial es luz; su porte, su visidn, su mano, sti ext rior, su interior, son nada mas que hz. Najm Razi, 1256 Cincuenta afos de tenaz reflexion no me han bas- tado para responder a la pregunta “zQué son los cuantos de lw2”. Clare que hoy cualquier pillastre cree conocer la respuesta, pero se engafia. Albert Kinstein, 1951 1 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA Usa tu luz interior para recobrar la claridad natural de tu vision.’ Lao-r2u En 1910 los cirujanos Moreau y LePrince operaron a un nino de ocho afios, ciego de nacimiento, que padecia de cataratas.* Después de la operacion, ansiaban averiguar cémo veia. Cuando los ojos del paciente sanaron, le quitaron las vendas. Agitando una mano frente a sus ojos, que ya no tenfan ningun problema fisico, le preguntaron qué vefa. El murmuré: “No sé”. “¢No ves el movimiento?” “No sé”, repitié el nifio. Los ojos no seguian el lento movimiento de la mano. Sélo vefan un brillo variable. Cuan- do le permitieron tocar la mano, exclam6 con voz triunfal: “jSe mueve!” Podia sentir el movimiento e incluso, como dijo, “oir el movimiento”, pero atin debja aprender a verlo. La luz y los ojos no bastaban para darle la vision. Al atravesar la negra y limpia pupila de sus ojos, esa primera luz no suscitaba el eco de una imagen interior. La visién del nifio comenzé como una vista hueca, muda, oscura y sobrecogedora. La luz del dia lo Mamaba, pero la de la mente no respondia desde el interior de sus ansio- sos ojos abiertos. La luz de la naturaleza y la de la mente se entrelazan dentro del ojo y suscitan la visidn. Pero cada una de ellas por separado es misteriosa y oscura. Aun la luz mas brillante pue- de escapar a nuestra vista. ATRAPANDO LA LUZ Como parte de lo que denomino “Proyecto Eureka”, un ami- go y yo hemos disenado y construido un dispositive donde se ye una regién del espacio inundada de luz. Es un artefacto sencillo pero sorprendente que consiste en una caja disehada cuidadosamente y un potente proyector que arroja luz en su interior. Hemos procurado que la luz no alumbre objetos ni superficies dentro de la caja. Dentro de ésta s6lo hay luz pura en abundancia. La pregunta es qué se ve entonces. ¢Qué as- pecto tiene la luz cuando esta totalmente sola? Enciendo el proyector, cuya bombilla y lentes se ven a través de un panel de plexiglas. Por medio de elementos 6pticos, el proyector envia una luz brillante al interior de la caja. Acercando- me a un orificio, miro dentro y observo la luz que contiene. Qué veo? jOscuridad absoluta! Sdlo la negrura del espacio vacio. En el exterior de la caja hay una manivela conectada a una vara que puede entrar y salir de ella. Si tiro de ella, la vara penetra en ese espacio oscuro con un relampagueo y se ve en un costado, brillante e iluminada. Pero sin un objeto donde caiga la luz, sélo se ve oscuridad. La luz es invisible. Uno sélo ve cosas, objetos, nunca luz. Este dispositivo me recuerda una conyersacién que enta- blé con Rusty Schweickart, astronauta del proyecto Apolo, mientras cendbamos juntos. Hablando de su caminata espa- cial, le pregunté qué se veia en el vacio iluminado del espacio exterior. Respondi6 que era dificil mantener la nave espacial y otros artefactos iluminados fuera de la vista, pero cuando uno lo conseguia sdlo veia las negras honduras del espacio profundo consteladas con la luz de un sinfin de astros. La luz del sol estaba presente por doquier, pero no caia sobre nada y en consecuencia no se veia nada. Sdlo oscuridad. Oscuridad interior Dos luces alumbran nuestro mundo. Por un lado tenemos la del|sol, pero otra le responde, la del ojo. S6lo vemos median- 2 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA te su entrelazamiento; cuando falta una de ambas, estamos a ciegas. Uno de los casos mejor estudiados de recuperacién de ceguera congénita es el de S. B., investigado por los psicélo- gos Gregory y Wallace.* El 9 de diciembre de 1958 y el 1 de enero de 1959, un sujeto masculino ciego, de nacionalidad inglesa, recibis trasplantes de cérnea. Por primera vez desde que tenia diez meses pudo utilizar sus ojos. ¢Qué vio? Los tutores de S. B. lo habian anotado a los nueve afios en la Escuela para Ciegos Birmingham, donde aprendioé el oficio de zapatero. Gandndose el sustento con ese medio, llev6 una vida de inusitada independencia, por tratarse de un ciego. Por ejemplo, realizaba largos paseos en bicicleta apo- yAndose en el hombro de un amigo. Aficionado a la jardine- ria y las tareas manuales en general, era un hombre aplomado, jovial e inteligente. Un mes después de las operaciones, Gregory y Wallace lo examinaron y le preguntaron cémo habia sido su primera experiencia visual después de las intervenciones. S. B. respon- did que habia ofdo la voz de su cirujano frente a él y a un costado, Volviéndose hacia el sonido, vio un “borrén”. No sabia qué era el borrén, pero, habiendo oido la voz del médi- co, y sabiendo que las voces venian de las caras, razond que debia tratarse del rostro del médico. Los rostros “nunca eran faciles”, declaré el paciente, aun largo tempo después de la operacién. Y ahi no acababan sus dificultades. Las investiga- ciones de Gregory y Wallace (y otros estudios anteriores y posteriores) han demostrado que no resulta facil aprender a ver cuando se es adulto. Cuando S. B. obtuvo el alta en el hospital, Gregory y Wallace lo Nevaron a un museo de ciencia y tecnologia. Se interesaba en las herramientas y estaba emocionado ante la posibilidad de ver cosas que hasta el momento sdlo habia manipulado o cuya descripci6n s6lo conocia de oidas. Lo acercaron a un torno y le preguntaron qué era. Contrariado, no supo responder. Lo acercaron mis y le permitieron tocar- lo. Lo acaricié avidamente con los ojos cerrados, retrocedié 3 ATRAPANDO LA LUZ un paso, abrio los ojos y declaré: “Ahora que lo he sentido, puedo verlo”. En este caso, el pausado aprendizaje de la visién se pro- long6 dos ajios, hasta su muerte. La lentitud del proceso y la limitacién de los resultados le causaron una profunda desilu- si6n, como invariablemente ocurre con todos los afectados que se encuentran en ese trance. A menudo S. B. y pacientes similares prescinden de la vista; por ejemplo, dejan las luces de la casa apagadas y se desplazan del modo habitual en los ciegos. En muchos casos el esfuerzo es demasiado grande. Algunos desisten por completo, y a veces llegan al tragico extremo de quitarse la vida. En su estudio sistematico sobre sesenta y seis casos de recuperaci6n de la vista en ciegos de nacimiento, M. von Sen- den Ilego a la conclusién de que es preciso superar un sinfin de asombrosas dificultades para aprender a ver. Cuando el paciente despierta de la intervenci6n quirtrgica no ve un mundo de luz, colores y formas inteligibles. E] proyecto de aprender a ver conduce inevitablemente a una crisis psicol6- gica que puede terminar en el rechazo de la vista. Las nuevas impresiones amenazan la seguridad de un mundo que se ba- saba en las sensaciones del tacto y del oido. Algunos deciden que es mejor ser ciegos en su propio mundo que videntes en un mundo extrano.* En las uiltimas décadas, la investigaci6n de la visién en los animales ha permitido ampliar y corroborar los estudios sobre recuperacion de ciegos congénitos. Se ha confirmado, por ejem- plo, que un gato sera ciego para siempre si no puede distinguir formas durante el perfodo critico que va desde su cuarta semana hasta su cuarto mes, aunque esté en un dmbito iluminado. La salud 6ptica del Grgano ocular no basta para la visi6n. Durante los primeros meses de vida, el acto de ver configura estructuras en el ojo o el cerebro del gato. Sin el alimento de la visi6n de los primeros meses, estas estructuras decaen o se atrofian. Al cabo del cuarto mes, el daiio es irreparable.> E] desarrollo natural de la vision humana es muy similar. Durante un periodo critico de los primeros afios de vida, se 4 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA desarrollan aptitudes visuales, asi como muchas otras senso- riales y motrices tales como el hablar y el andar. Si se pierde esta oportunidad, es muy dificil compensar esta pérdida en un periodo posterior y, en general, el intento es infructuoso. En el caso del paciente de ocho afios del doctor Moreau, los padres del nifio lo obligaron a entregarlo a un instituto después de varios meses de labor. Al aio siguiente se perdid todo lo que habia aprendido con la ayuda del doctor Moreau. EI relato de éste trasunta el agotamiento y la decepcion de no haber conseguido mas efectos permanentes a pesar de consa- grarle toda su atencién. Una vez mas se impone la verdad que la visi6n requiere mucho mas que de un organo fisico funcio- nal. Sin una luz interior, sin una imaginacién visual y formati- va, somos ciegos. Moreau escribe: Seria err6neo suponer que un paciente que ha recobrado la vista mediante una intervenci6n quirtirgica esta en condiciones de ver el mundo externo. Los ojos, por cierto, adquieren la capacidad de ver, pero el uso de esta capacidad, la cual constituye el acto de ver, atin se debe adquirir desde el comienzo mismo. La operacién no cumple mas funcién que la de preparar los ojos para ver; la educacién es el factor mas importante... Devolver la vista a una persona congénitamente ciega es tarea de un educador, no de un cirujano.® El] nifio de Moreau se aferraba a los medios cognitivos que le resultaban familiares y tranquilizadores: el tacto, el oido, el olfato. Para actuar de otro modo, para ver, se reque- ria un esfuerzo sobrehumano. En muchos sentidos todos actuamos como este nifio. Las aptitudes cognitivas que posee- mos definen nuestro mundo, le otorgan sustancia y sentido. La posibilidad de crecimiento es también una posibilidad de pérdida, y no sdlo representa un don sino una amenaza. Uno debe morir para transformarse. Las aptitudes que adqui- rimos nos sumen en un tumulto de nuevos fenémenos psiqui- cos, y somos como Odiseo naufragando en un mar borrascoso. ATRAPANDO LALUZ Como él, nos aferramos tenazmente a la despedazada quilla del barco donde habiamos emprendido nuestra travesia, tini- co y Ultimo contacto con una realidad conocida. ¢Por qué abandonarla? :Tenemos la fuerza para renunciar, para cam- biar? :O las voces que nos incitan a aventurarnos en terreno desconocido pertenecen a las crueles sirenas? Asi cerramos los ojos y nos aferramos a lo conocido. Ademias de la luz exterior y el ojo, la vista requiere una “luz interior” cuyo resplandor complementa la exterior y trans- forma la sensacién pura en una percepcién dotada de senti- do. La luz de la mente debe conjugarse con la de Ja naturaleza para suscitar un mundo. Esto nos plantea un segundo interro- gante. Habiendo presentado la luz de la mente, gqué es en verdad la luz de la naturaleza? La oscuridad que es luz Mi “caja de luz” pone al observador frente a esta pregunta des- concertante: cual es la naturaleza de esa cosa invisible que lla- mamos luz y cuya presencia expone todo a la visién, con la excepcién de si misma? Con el tiempo, nuestra civilizacién ha dado muchas respuestas. La hemos llamado con nombres de dioses, o la hemos transformado en acto y atributo de lo divino. Aun cuando la ciencia occidental le otorg6 una naturaleza mas sustancial, siempre reflejaba nuestro asombro y capacidad imagi- nativa. A principios del siglo diecisiete, Francis Bacon se maravi- llaba de que se hubiera investigado tan poco la “forma y el origen de la luz”.” ;Por qué no se habia descubierto la naturaleza especi- fica de algo tan importante como la luz? Casi cuatrocientos afios después, atin sentimos, al igual que Bacon, una natural curiosi- dad acerca de su composici6n, tamafio y movimiento. En otras palabras, deseamos conocer su naturaleza fisica. En mi vida profesional, al principio procuré compren- derla por medio de investigaciones de laboratorio en 6ptica cuantica. En experimentos con laser realizados en institutos 6 LUCES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA. de Boulder, Amherst, Paris, Hanover y Munich, estudié la luz y el modo en que toca la materia. Cuanto mas aprendia sobre su teoria cudntica, tanto tedrica como experimentalmente, mas prodigiosa parecia. Aun munido con teorias tan afinadas, no vislumbro una conclusién para nuestra exploracién de la luz. Por el contrario, conserva todo su misterio. La teoria cuantica se ha hecho cargo de las concepciones simplistas y mecanicistas que ofrecia la ciencia del pasado y, sobre la séli- da base de la experimentacién, ha demostrado que son invia- bles. Las ha reemplazado por una nueva teoria que todo gran fisico moderno, desde Albert Einstein hasta Richard Feyn- man, ha procurado en vano comprender, como ellos mismos admitieron. Senti entusiasmo al entender que ~a pesar de los alcan- ces, la precisién y la belleza de la 6ptica cudntica— no sabemos qué es la luz. Sus viejos idolos cientificos han sido destruidos como efigies obsoletas, y los intentos de construir nuevos han fracasado. Nuestro dominio técnico ha abierto todas las puer- tas que una precipitada arrogancia cientifica mantenia cerra- das. No pude resistirme a explorar todos los pasadizos, viejos y nuevos, de la vasta mansi6n de la luz. Este libro cuenta la historia de lo que encontré alli. Ante todo, descubri que ha suscitado un sinfin de asocia- ciones artisticas y religiosas de extraordinaria belleza. Los fisi- cos la han abordado con un enfoque cientifico, los pensadores religiosos en forma simbélica, los artistas y tecnicos como algo practico. Cada cual expresa una parte de nuestra experiencia de la luz. Cuando se los oye en conjunto, todos hablan de algo cuya naturaleza y sentido ha sido objeto de atencién y veneraci6n humanas durante milenios. En los tres ultimos siglos, las dimensiones artisticas y religiosas de la luz han per- manecido aisladas de su estudio cientifico. Creo que ha llega- do el momento de reunirlas nuevamente para elaborar una imagen mas completa que la que puede ofrecer cualquiera de estas disciplinas. La luz toca todos los aspectos de nuestro ser, y en cada encuentro nos revela una nueva faceta. Una historia de estos ATRAPANDO LALUZ encuentros puede aproximarnos a su naturaleza e internar- nos en ella. Mucho antes de ser objeto de estudio cientifico, la luz, y especialmente sus fuentes, se veneraban como divi- nas, una imagen de la naturaleza de la deidad. En las mitolo- gias de todas las civilizaciones abundan las historias acerca del sol, la luna, las estrellas, el fuego, el arco iris y la aurora. También se relacionan con el ser de la luz, pues forman parte de la experiencia humana de ésta. En este libro hablaré tanto de la teorfa cuantica de la luz como de Ahura Mazda, su dios zoroastriano. La abordaré desde muchos dngulos, tanto miti- cos y espirituales como histGricos y técnicos. Sus multiples facetas han ejercido su atraccién sobre diversas épocas y di- versos pueblos. Mis estudios me condujeron a la conclusién de que las caracteristicas de una cultura se reflejan en la imagen que ha elaborado de la luz. Cada cual ha intentado develar a su manera su indole y sentido, y asf ha originado un relato sobre ella misma. Al narrar ese relato, una cultura reve- Ja tanto sobre si -sobre la luz de la mente de un pueblo— como sobre la luz de la naturaleza. Estos temas gemelos se entrelazan en torno del eje central de estas paginas, como las serpientes que se enroscan en el caduceo de Hermes, el dios de la comunicacién: la naturaleza cambiante de dos luces, la luz externa de la naturaleza y la luz interna de la mente. Estoy convencido de que ambas son inseparables. Al seguir su itinerario histérico, no sélo presenciamos las cambiantes ideas sobre la luz sino la cambiante conciencia humana que la estudia. Durante muchos anos hemos observa- do el semblante de la luz natural, preguntindonos qué es o quién es. Ha envejecido tanto durante esos milenios de obser- vaci6n, sus rasgos han cambiado, y el tierno rostro de su in- fancia esta oculto casi por completo. Exhibe ahora un semblante mas severo, mas utilitario y matematico, pero atin hoy otros rostros —artisticos, cientificos y espirituales~ comple- mentan el primero. :Cémo lucird majiana? A través de todas las épocas e imagenes, el mismo sol ha entibiado la tierra e iluminado el planeta. La luz, desde su nacimiento como idea hasta la forma que cobre al final del tiempo, habra presencia- 8 LUGES ENTRELAZADAS: MENTE Y NATURALEZA. do reinos enteros y nutrido praderas, 4rboles y flores. ¢C6mo hemos modificado esa cosa que llamamos luz por medio de las luces de nuestra conciencia? Del contacto de la naturaleza con la mente surge una comprensi6n de la vida de la luz. Este libro, pues, es una biografia de esa compajira invisible que no s6lo nos alumbra por fuera sino también por dentro. 2 EL DON DE LA LUZ Oh sol, de este grandioso mundo ojo y alma. Minton Mientras se creaban las bestias de la tierra, el titan Epimeteo (cuyo nombre significa “pensamiento retrospectivo”) asumié la tarea de brindar a cada cual ciertas facultades para prote- gerse y sobrevivir.! Dio a la tortuga su duro caparaz6n, a la avispa su aguijén, a otros celeridad y astucia. Cuando llegé a la especie humana, ya estaban adjudicados todos los pode- res de la naturaleza; nada quedaba para el hombre. En pala- bras de Platén, éste permanecia “desnudo, descalzo, desprotegido y desarmado”. El abatido y desmafiado Epime- teo acudi6 a su sabio hermano Prometeo (cuyo nombre sig- nifica “pensamiento prospectivo”). Al ver el desamparo del hombre, Prometeo tuvo la osadia de robar a Zeus el don del fuego, y se lo llevé a la humanidad en un gigantesco tallo de hinojo, tal como los antiguos marineros a menudo llevaban rescoldos calientes. Con la lumbre del regalo de Prometeo, el ser humano ha encendido civilizaciones, culturas y tecnolo- gias. El fuego y la luz de Zeus se convirtieron en patrimonio de la humanidad. Prometeo recibié un cruel castigo por su generosidad. Fue encadenado a las montafias del Caucaso, donde cada dia un Aguila enviada por Zeus le arrancaba y devoraba el higa- do, asiento de la vida. Y la humanidad no pudo disfrutar en paz del regalo de Prometeo. Zeus, presa de la célera y la envidia, ordené a Hefestos, el contrahecho herrero de los il ATRAPANDO LA LUZ dioses, que creara a una seductora antémata, Pandora, quien ofrecié a Epimeteo una caja tristemente célebre. E] codicioso Epimeteo la acepté, y cuando vio su maligno contenido era demasiado tarde. Contra la voluntad del titén, Pandora vaci6 la caja y desaté la enfermedad, la pena y el dolor contra los hombres.” El don del fuego y todo lo que simboliza esta inva- tiablemente asociado con el lastre de la pesadumbre. Bajo el control humano, el fuego de los dioses quema ademas de entibiar, enceguece ademas de iluminar. La civilizaci6n occidental nacio hace tres mil afos con el can- to de un bardo ciego que, al componer la Iliada y la Odisea, dio voz a la imaginacién griega y a la poesia occidental. La ceguera infundia pureza y poder a las palabras de Homero. En las tinieblas de su mundo sensorial nacié un universo de portentos, y su memoria se extendi6 hacia actos arquetipicos y una eterna edad heroica. Hay Anforas griegas que muestran al poeta de pie, hama- cAndose mientras canta, aureolado por su gloria interior, es- cuchando una voz recéndita. Como Homero, los vates errantes del norte de Carelia, a orillas del mar Baltico, se mecian, cerrando los ojos, sentados en un banco de madera, estre- chando el brazo de un campesino, para entonar antifonal- mente su antigua gesta, el Kalevala. El Bhagavad-Gita o “cantar de Dios” es la melédica res- puesta del ministro y auriga Sanjaya a las preguntas del rey ciego Dhritarashtra. El rey, el ser mas poderoso de la tierra, es ciego. Ve por los ojos de otro, su auriga y conscjero, cuyos dones espirituales agudizan su visién. Cuando pregunta por los sucesos de un campo distante y sagrado donde sus seres amados se disponen a combatir, Sanjaya puede ver y oir la intima conversaci6n que entablan el virtuoso principe Arjuna y el divino Krishna, quien también ha cobrado forma de auri- ga. Aqui la facultad espiritual de la visi6n superior se encama en la persona del auriga. Se convierte en el bardo que canta ante un monarca ciego y mundano. El auriga, como el poeta, 12 EL DON DELA LUZ debe ver mas lejos que otros, y hablar y conducir de acuerdo con lo que ve. gEs mera coincidencia que el mas célebre profeta de la antigiiedad, Tiresias, fuera ciego desde los siete afios? Habia perdido la vista por haber sorprendido a la diosa Atenea du- rante el bano, es decir, por ver a una deidad desnuda. Este tema es eterno. La luz del dia cede paso a la de la noche, la de la ceguera a la visidn interior. Como escribi6 Platon: “El ojo de la mente comienza a ver con claridad cuan- do se enturbian los ojos exteriores”.* E] poeta romantico No- valis comprendié plenamente el poder de las tinieblas. Sus Himnos a la noche comienzan con una antitesis sublime: “Qué ser viviente y sensible no ama ante todo las portentosas mani- festaciones que lo circundan, la gloriosa luz...” ¥ sin embargo él mismo nos cuenta que, a pesar de la belleza del dia, se vuelca hacia “la sacra, inefable, misteriosa noche”. En la oscu- ra soledad de la pérdida nacen la luz y la voz del poeta. En medio de la oscuridad externa, de la ceguera, una luz interior alumbra un paisaje imaginario dotado de belleza y realidad. Con su canto, el aedo ciego vuelca sus visiones en el corazén de sus oyentes, para que por una velada también ellos olviden las cuitas de este mundo y disfruten la belleza de un mundo interior. ¢Cual es la fuente de luz poética que alumbra la noche de la ceguera de Homero? Es su imaginacién, que también es im- portante para la vista comun. La luz de la imaginaci6n tendra un papel protagénico en nuestra exposicién, dada su trascen- dencia en el mundo antiguo y la poesia y en el mundo actual y la ciencia. Por brillante que sea el dia, nos volvemos figura- da y literalmente ciegos si carecemos del poder artistico y formativo de la fantasia. La visi6n requiere una luz interior ademas de la luz diurna y exterior: poética o cientifica, subli- me 0 vulgar. Como veremos, la vista induce una actividad mental in- tensa e inconsciente que crea y recrea sin cesar el mundo que 13 ATRAPANDO LA LUZ vemos. Participamos en la vista. Las estructuras que nos per- miten ver se fijan en los primeros afios de vida. Aun los actos mas simples y “objetivos” de conocimiento requieren nuestra participaci6n. Ademiés, la indole de ésta es propia de cada cultura y periodo histérico. Una botella de Coca-Cola arroja- da desde un avién a una sociedad de bosquimanos puede significar muchas cosas, pero nunca un recipiente de refres- cos. La conciencia humana ha cambiado con el correr del tiempo y difiere seguin la cultura. En la antigiiedad, nuestra participacién en la visién, en el otorgamiento de sentido al mundo sensorial, se notaba con mayor agudeza que hoy; la luz interior estaba mas cerca de la conciencia. A diferencia de los antiguos griegos, vivimos habi- tualmente en una visién cientifica del mundo que a menudo considera que nuestra intervencién en el conocimiento es prescindible o ilusoria. Pero para ver, para ofr, para ser hu- mano, se requiere, atin hoy, nuestra participacién incesante y activa. Reforzaremos este argumento con un ejemplo: el cu- rioso fenémeno de la visi6n del color entre los griegos. El oscuro mar color vino de la antigiedad El sol se elevé sobre el placido y rebosante mar hacia un cielo broncineo resplandeciendo por igual para dio- ses y mortales en labrantios desbordantes de grano.' Homeno, Odisea La atmésfera y el paisaje de la Grecia homérica parecen muy similares a los nuestros, pero son profundamente disimiles. El sol atin se eleva sobre labrantios desbordantes de grano, pero al despertar ya no vemos un cielo broncineo iluminado por dioses inmortales. Mientras recorria las orillas de una isla, cautivo de la hermosa ninfa Calipso, Odiseo oteaba con anoranza el “vino- so) mar”, ansiando regresar a su nativa Itaca y a su amada 4 EL DON DE LALUZ esposa Penélope. Hoy, de pie a orillas del Egeo, no veo un vinoso mar ni un cielo broncineo, sino un mar y un firma- mento espléndidamente azules. Entre los muchos epitetos con que Homero describié el cielo y el mar, ninguno puede interpretarse como “azul”, se- gun los lingiistas. El cielo se define como “férreo” o “bronci- neo”, el mar como negro, blanco, gris, rojo o vinoso, pero nunca azul. ¢Los antiguos griegos carecian de la experiencia del azul, o sufrian de ceguera parcial al color? ¢O acaso ve- mos aqui otro ejemplo de la presencia de una luz interior, de la actividad de la visi6n? Desde 1810, cuando Goethe senalé por primera vez la llamativa falta del azul en el uso griego, los intrigados eruditos han analizado ésta y otras ausencias en las alusiones cromaticas de la antigua poesia griega.® A partir del atento anilisis de los vocablos que designan los colores en griego antiguo, y de nuestro conocimiento moderno de la ceguera al color, se han elaborado convincentes argumen- tos para refutar la hipotesis de que los griegos poseian ojos fisicos diferentes de los nuestros. Pero ya hemos comprobado que la vista supone algo mas que un 6rgano fisico saludable. Al analizar los siguientes ejemplos de visién cromatica en la Grecia homéri- ca, tengamos en cuenta el significativo polo interior y psicolégico de la vista. De esa manera, tal vez desentrafiemos el enigma que ha desorientado a tantos. Quinientos afios después de Homero, Teofrasto, el gran discipulo de Arist6teles, escribi6 un tratado sobre minerales donde describia una piedra llamada kyanos, la cual ahora iden- tificamos con la piedra preciosa azul que denominamos cia- nea o lapislazuli. Cuando encontramos kyanos como adjetivo, es natural pensar que se refiere al azul (emparentado con la raiz cian- que empleamos en palabras como cianea, cianosis y cianuro). Aunque la asociacién parece natural, sus aparicio- nes en Homero desmienten esta interpretacion. Enfurecido y apenado por la muerte de su amigo Patroclo, Aquiles mata a Héctor, perfora los tobillos del noble hijo de Priamo y mancilla su cuerpo arrastrandolo doce dias por las planicies de Troya: “una polvareda se elevaba donde Héctor 15 ATRAPANDO LA LUZ era arrastrado, y su cabello kyanos caia en derredor”.® gHemos de entender que Héctor tenfa cabello azul? Para detener esta desaforada afrenta contra un digno principe y guerrero, Zeus envia a Iris al fondo del mar para que visite a Tetis, la madre inmortal de Aquiles. Iris, “con pies de tormenta”, se zambullé en el mar y le pidié que se reuniera con Zeus. Intimidada por ese encuentro con los dioses, Tetis “se pone su velo kyanos, y no hay prenda mas oscura’, y sigue a Iris al Olimpo.’ Estos y muchos otros ejemplos nos ensefian que kyanos significaba oscuro, no azul. Sin embargo, no existia otra palabra para denominar el azul en cl griego homérico. Homero y otros poetas antiguos carecian de un término que significara azul. Para ellos no era un color en el sentido que le atribuimos nosotros, sino la cualidad de oscuro, ya fuera para describir el cabello, las nubes o la tierra. Lo mismo sucede con chloros, el vocablo que los teéricos griegos posteriores definen como verde. En la Iliada, la miel es chloros, en la Odisea, también lo es el ruisenor; en Pindaro, el rocio es chloros, y en Euripides lo son las lagrimas y la sangre. Ello nos indica que no significa verde sino himedo y fresco, vivo. Aiin usamos el verde para referirnos a la inma- durez o la falta de experiencia. Para los antiguos griegos, estas connotaciones constituian la acepcién primaria. Esta- ban tan distanciados de la percepcién externa del color que la cualidad psicolégica de “frescura” u “oscuridad” podia con- vertirse en el atributo percibido. Veian verdor en la himeda frescura de las lagrimas. Decimos metaf6ricamente que al- guien se pone “rojo de furia”. Sugiero que el uso de estas expresiones en el mundo homérico no se entiendan metaf6- rica sino literalmente. Ni la luz del sol ni sus ojos eran dife- rentes de los nuestros. En cambio, la luz interpretativa de su imaginacién antigua cambiaba su manera de ver, tal como una luz similar continda modelando nuestra manera de ver en la actualidad. Hallamos un ejemplo mis reciente en el “caso del pintor que no veia los colores”, expuesto por Oliver Sacks y Robert 16 EL DON DE LA LUZ Wasserman en 1987;5 Jonathan I. habia sido un pintor de éxito hasta que, a los sesenta y cinco afios, tuvo un accidente automovilistico. Padecié una conmocién cerebral y ¢l trauma que suele asociarse con dichos accidentes, pero no sufrio le- siones duraderas, Sin embargo, qued6 totalmente incapaz de ver los colores, un estado repentino, persistente e inexplica- ble que se produjo con el accidente. Veia el mundo, en sus propias palabras, como “una pantalla de televisién en blanco y negro”. Es un caso tragico y conmovedor. Un artista que habia vivido su vida entera por intermedio del color era ciego a los colores. Oftalmélogos y neurdlogos, entre ellos Sacks y Wasserman, sometieron a I. a toda suerte de andlisis médicos infructuosos. La causa de su ceguera al color atin es un miste- rio. Sacks y Wasserman sintetizan su estudio declarando: “Los pacientes como I. nos muestran que el color no es algo dado sino que se percibe merced a un proceso cerebral extraordi- nariamente complejo y especifico”. Mas atin, aunque conti- ntien los cémputos fisiolégicos, la visi6n del color “es infinitamente mas; se eleva a niveles cada vez mas altos, se mezcla inextricablemente con nuestros recuerdos visuales, ima- genes, deseos, expectativas, hasta convertirse en parte inte- gral de nosotros mismos, de nuestro mundo vital”. El “mundo vital” de Homero en las costas de Troya era profundamente diferente del nuestro. Sus recuerdos, asocia- ciones, deseos y expectativas eran distintos de los que noso- tros Ilevamos al campo de batalla. El 6rgano mental de la vista que utilizaba el bardo ciego era un lugar comuin de su cultu- ra, pero diferia profundamente de nuestra disposici6n men- tal actual. Nosotros tendemos a pensar que nuestros ojos son cAmaras y nuestros cerebros procesadores informaticos que generan el equivalente de la conciencia. Los capullos de la percepcién florecen a partir de una unién mucho mis rica y autorreflexiva de las luces mentales y naturales. Los casos de S. B. y de I. presentan situaciones donde las personas no podian ver algo que todos convendriamos en decir que “existia” ante sus ojos. Se produce la situacién con- 17 ATRAPANDO LA LUZ traria cuando alguien ve algo que para nosotros “no existe”. Normalmente calificamos dichas experiencias de alucinacio- nes. Surgen cuando el estado psicoldgico de un individuo es tan fuerte como para producir una experiencia similar a la que producen los sentidos. ;Acaso los antiguos griegos aluci- naban el color de su vinoso mar? Los estudios lingiisticos sugieren que no, pues de lo contrario tendriamos que imagi- nar toda una cultura entera sufriendo alucinaciones colecti- vas. Sin embargo, en cierto sentido, sus emociones interiores © su etapa de desarrollo “coloreaban” el mundo que veian. E] estudio de otros grupos lingiisticos, como los chinos 0 ame- rindios, respalda la interpretacién de que otras culturas ven el mundo, aun en sus texturas y colores, de modos profunda- mente diferentes de los nuestros.® A través de los milenios, la luz de la naturaleza y la de la mente han interactuado para presentar diversos mundos a distintas épocas. Como trovadores ciegos a quienes se otorga la visién, atin tenemos dificultades para aprehender con la imaginacién el modo antiguo de comprender la luz solar y el ojo dotado de vista. Al principio parecen extrafas y aun ab- surdas. Pero esa extraiieza puede reflejar la proyeccién de nuestra imaginacién moderna en experiencias antiguas. En cada época deberemos imaginar nuevamente el universo, par- ticipar activamente para oir el épico cantar de la luz. La magnifica estatua de bronce de Poseidén, que se res- cat6 del Egeo y hoy agracia el Museo Nacional de Atenas, s6lo tiene huecos oscuros en vez de ojos. En el 450 a. C., gemas incrustadas cubrian esas cuencas vacias, brindando vida cog- nitiva a esa figura esbelta y poderosa. Cuando cayé del pedes- tal y se derrumbé en el mar, Poseidén perdi6 los ojos. El dios que antano gobernaba el mar, ahora ciego, fue depuesto. Nuestra historia de la luz comienza con la comprensi6n anti- gua y sagrada del ojo. Empédocles, médico y semidiés, de- vuelve las gemas al rostro de Poseidén. Mas tarde otros se las quitaran. EL DON DE LA LUZ Poseidén. El farol y el ojo Los ojos son como una lampara para el cuerpo; asi que si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendré luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estard en oscuridad. ¥ si la luz que hay en ti resulta ser oscuri- dad, ;qué negra seré la oscuridad misma! Marto 6:22-23 En Vidas de los fildsofos ilustres, Didgenes Laercio cuenta la historia de una pestilencia que atacé la ciudad siciliana de Selino en el siglo quinto a. C.'° Las estancadas y contamina- das aguas del rio propagaron la enfermedad y la muerte entre los selinuncios. Al enterarse de la tragedia, el noble médico, cientifico, estadista y poeta Empédocles acudio desde la veci- na localidad de Acragas vestido con su rica y purpurea ttnica, cefida con cintur6n de oro. Llevaba sandalias de bronce, y una corona de laurel en la cabeza; le seguia un cortejo de efebos que atendian sus necesidades. Al descubrir el origen 19 ATRAPANDO LA LUZ de la pestilencia, Empédocles hizo reencauzar dos rios cercanos para mezclar sus aguas limpias y caudalosas con las aguas putre- factas del rio de Selino, liberando a los habitantes de sus males. La historia es totalmente crejble, teniendo en cuenta el alarmante estado de los rios en los centros urbanos de la actualidad. Paris, encaramada en torno de la Ile de la Cité, ya era famosa en su periodo romano por la fetidez del Sena; el Mar Baltico, otrora un magnifico recurso natural, se ha con- vertido en ponzonoso sumidero de la Polonia industrial. El acto de Empédocles merece nuestros aplausos, pues fue quien identificé la causa de la enfermedad, elaboré un plan y luego costed la excavaci6n de un canal para diluir las hediondas aguas de Selino. No nos sorprende que luego sus habitantes lo alabaran y adoraran como a un dios. Si nos sorprende que, en respuesta a sus plegarias, se arrojara al fuego, al parecer sin causarse dano, para confirmar su divinidad. En Empédocles no sdlo encontramos a un notable cienti- fico antiguo cuyas ideas sobre la visién nos resultaran de inte- rés, sino también al ultimo y tardio ejemplo de un tipo humano que desaparecié de Grecia con su memorable muerte, cuan- do se esfumé en el crater volcdnico del monte Etna, con sus sandalias de bronce. No sdélo era un médico y un cientifico sino un poeta y un chaman que escribié, ademas de su pene- trante tratado Sobre la naturaleza, un desconcertante texto es- piritual y religioso, Purificaciones.'' S6lo nos quedan fragmentos de estas dos obras, pero aun asi nos permiten formarnos una opinion sobre el temple de la personalidad y el pensamiento de Empédocles. En las Purificaciones, habla de su origen divino, diciendo que ha sido condenado a “vagabundear tres veces diez mil estaciones lejos de la compariia de los benditos, habiendo renacido durante ese periodo en toda clase de formas morta- les”.!? Es un dios sentenciado a vivir como un pajaro, un mor- tal, y en un sinfin de otras formas por la espantosa transgresién de haber comido la carne humana del sacrificio. Al estudiar sus comentarios sobre la vista, recordemos la paraddjica mez- cla de chaman y cientifico en la Grecia del siglo quinto, me- 20

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