Hertling - Principios Teología Mística PDF

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LA VIA DE LOS PERFECTOS 1. Principios tomados de la Teologia Mistica 327.—El término “‘mistico’”’ tiene hoy va- rias acepciones. Se dice, v. gr.: en la Catedral de Milan estamos rodeados de una mistica pe- numbra, o de un ambiente mistico. Se quiere decir: nuestros ojos no ven mucho, pero esto mismo, hace surgir en nuestra fantasia ciertas imagenes, sospechamos la existencia de secretos mas elevados. También se dice del artista: sus 209 4 cuadtos o esculturas estan dotados de cierto mis- ticismo: es decir: hay en ellos elementos simbé- licos; expresan mas © expresan_otra cosa de lo que aparece a primera vista. Cuando se habla de esta manera, mistico equivale a secreto, velado, ininteligible, 328. —En otro sentido hablan hoy dia mu- chos de lo mistico tratando de las cosas religio- sas: la mistica de la Cruz, la mistica de la Pa- sion, la mistica de Cristo y también la mistica de la Iglesia. De este modo se significa aquello que la teologia llama misterio, misterio de ta Fe; por tanto, una verdad revelada, que es superior a una explicacién sacional. Sin embargo, mu- chas veces, cuando se habla de la mistica de la Cruz, etc, no tanto se pretende significar el mistetio revelado, como la relacién del sujeto a este misterio. Toda la vida de este santo se ha- Ia regida por la mistica de la Cruz, quiere decir: por el amor al misterio de la Cruz. Y aqui es donde a veces se confunden falsamente los con- ceptos: porque el misterio revelado supera a la explicacién racional, también se introduce un elemento itracional en la relacidn que existe entre el sujeto y el misterio. Mas atin, no faltan quienes hacen consistir la profundidad de la re- ligidn en este elemento irracional subjetivo, en el cual reponen la esencia de la misma. Segtin éstos, la verdadera religidn en el sujeto es mistica, irracional; y por tanto, casi dejan de lado la teologia, sobre todo la escolastica, como contra- tia a la verdadera religiosidad. De estos errores 210 se habla en el tratado de la filosofia de la religidn y en el de la Fe. Pero hay algunos en nuestros dias, que rechazan estos errores en esos tratados, y luego inconscientemente los traen a la teologia espiritual. 329. —Lo mistico de que se trata en la teo- logia y de lo que tratamos nosotros también ahora, es aquello que en términos escolasticos se llama ‘‘contemplacién infusa”. Llamamos hom- bre mistico en teologia a aquél que posee la con- templacién infusa. Cuando investigamos sobre algun santo si fué o no mistico, queremos decir con esto, si tuvo o no tuvo la contemplacion infusa. 330, — Definicién previa de contemplacién infusa, La percepcidn de Dios o de los misterios de la Fe superior a lo que pueden proporcionar las facultades humanas. No tratamos aqui si existe o si es posible esta percepcién mas elevada, sino que suponemos el hecho de Ja contemplacién infusa. 331. — Descripcién negativa. La vision no es la contemplacidn infusa. Los pastores de Be- ién pudieron ver a los angeles con los ojos del cuerpo. También la llamada visién meramente interna es percibida por las facultades naturales (la imaginacién, el sentido comin), que son puestas en accién por una causa que no es natu- ral. Segin esto la vision pertenece al orden de los milagros. 332. — Asimismo la visién acustica, una voz que proviene del cielo, es percibida por los oidos 211 del cuerpo, No es algo mistico pero es también un milagro, aunque el acto de oir sea meramente interno y nada perciban los demas; pero el su- jeto es determinado por una causa no natural a percibir interiormente ciertas palabras. Como cuando se le revela a un santo que debe fundar una orden, esta revelacidn no es contemplacion infusa, sino un milagro (no un milagro en sen- tido estricto, segin la apologética, porque no puede aducirse en su favor pruebas extrinsecas; sin embargo, es un verdadero milagro, a saber: un efecto sensible, producido por Dios, fuera del orden de la naturaleza). 333. —La ciencia infusa no es la contempla- cién infusa. Cuando se le infunde a un profeta el conocimiento de los acontecimientos futuros, puede éste percibir ese conocimiento por medio de sus facultades naturales; lo mismo si a un ig- norante se le infundiese la ciencia de la lengua hebrea o de Ja teologia escolastica (otra cosa seria si se le infundiese un conocimiento perfecto del Mistetio de la Santisima Trinidad). 334, — Tampoco es contemplacién infusa la inspiracion de los autores de la Sagrada Escritu- ra, ni la asistencia divinamente concedida a las qutoridades eclesidsticas; en orden a ejercer el magisterio ordinario o extraordinario. 335, —Por medio de la contemplacién infu- sa el hombre no recibe un nuevo objeto de co- nocimiento sino una manera distinta de conocer a saber, la que se da en la visiGn beatifica. La contemplacién infusa se encuentra en el. mismo 212 plano, aunque en esta vida no posea la claridad ni la extensién de aquélla. (Proposicién con- denada por el Concilio de Viena, DU 474: “Que el hombre puede conseguir en esta vida la felicidad wltima con toda perfeccidn, como la ob- tiene en la vida bienaventurada’’.) La psicologia distingue el conocimiento pro- pio y analogo. El conocimiento propio lo ad- auirimos por medio de los sentidos; también ob- tenemos de este modo el conocimiento de los propios actos, aun de los actos espirituales, aun- que tespecto de estos no es reflejo, sino sola- mente directo. De todos los otros objetos in- telectuales, suprasensibles, sobrenaturales, asi co- mo de Dios y de los Misterios de la Fe, tenemos tmicamente un conocimiento andlogo, La con- templacién infusa da también de estos un cono- cimiento més que analogo; por tanto, propio o cuasi - propio. 336. — Por eso los tedlogos describen la con- templacién infusa como una percepcién experi- mental, o cuasi- experimental de Dios y de los misterios divinos, _ De aqui se sigue que la contemplacion infusa perfecciona directamente y en primer término al entendimiento. Porque éste es incapaz del conoci- miento directo, propio y experimental, de las co- sas sobrenaturales. La voluntad por su naturaleza puede abrazar directamente y amar los objetos so- brenaturales previamente conocidos. Por eso, ésta no necesita ser perfeccionada o realzada a otro 213 orden. Debe ser elevada ciertamente al orden sobrenatural para que pueda obrar sobrenatural y meritoriamente, pero esta elevacion que se lle- ya a cabo por medio de la gracia elevante, no transforma la voluntad de querer en cuanto po- tencia. Esta a su vez amplia su campo de ac- cién cuando la facultad intelectual aumenta por medio de la contemplacién infusa. Sin embargo, muchos tedlogos establecen ademas del conoci- miento infuso y conjuntamente con él, el amor jnfuso. La cuestidn parece semejante a la que se plantea cuando se trata sobre si en la vision beatifica ademas de la Luz de la gloria se re- quiere también el amor jnfuso, o bien si el amor e$ una consecuencia necesaria de la Visidn. 337. —Asimismo se discute en qué forma se concede al entendimiento esta facultad mas elevada de conocimiento. Unos sostienen que ello se lleva a cabo por medio de la especie im- presa infusa (Farges) ; otros por medio de una Juz infusa, es decir, que el objeto es rodeado de nueva luz pata que pueda ser percibido por el entendimiento (Garrigou - Lagrange); otros en fin, afirman que es acrecentada Ja misma facul- tad de conocer. 338, — Segiin San Buenaventura el hombre en la contemplacién infusa tampoco percibe a Dios directamente, pero en su conciencia aparece una percepcién inmediata. Es decir, que no es percibido el mismo Dios sino el efecto propio de Dios en el alma (Dios habitando y obrando en el alma = la gracia santificante) . 214 Dios es percibido en este efecto propio suyo como en un medio “in quo’. Pero como este medio “in quo” no es una especie (inteligible) , no le corresponde un acto inteligible (verbum mentis), y por tanto, no puede ser extrinseca- mente expresado. (Asi mas o menos Estanislao a O. M. Cp., “Mistica Franciscana’’, 339. —De Guib. Th. Sp. nim. 399: “mu- chos antes, y hoy dia parece que muchos mas, reponen la esencia de la contemplacién infusa en que el alma es hecha consciente de una mane- ra directa e inmediata de los dones sobrenatura- les que ha recibido del sefior en Jos cuales percibe al mismo Dios presente y obrando en si por medio de aquellos. No se da pues, ninguna in- tuicién inmediata de Dios, sino en un espejo, en.un medio objetivo, no ciertamente en el de las especies infusas, sino en el de los dones sobre- naturales asi presentes al alma. Num. 401: Pe- to no por esto se debe pensar que el objeto de la contemplacién infusa no es ya el mismo Dios, sino sus dones. Pues éstos, como se ha dicho, no son otra cosa que el espejo o el medio en el que el alma percibe a Dios, no por medio de un proceso dialéctico o del raciocinio, sino de una manera intuitiva, asi como cuando vemos Un objeto cualquiera reflejado en un espejo natural, ¥ nuestra atencién de ninguna manera se dirige al espejo, sino que toda ella se concentra en el objeto’. 340. —Sea lo que fuere del modo como es 215 dispuesto el entendimiento para este conocimien- to mas elevado, todos admiten que esta disposi- cion es una gracia distinta de las otras. Consta ademas que la contemplacién infusa pertenece al género de gracias que los tedlogos llaman ‘‘gratum faciens” y no a las denominadas “gratis datae’; porque son gracias que se dan en beneficio del mismo sujeto y no de los otros 341. — Pero se discute si dentro de este gé- uero debera Ilamarse gracia ordinaria o extraor- dinaria, A esto respondemos: 1. La contem- placién infusa es una gracia no necesaria para la salvacidn (todos lo admiten); 2. El hombre no puede merecerla “‘de condigno’’ sino sola- mente ‘‘de congruo’”’ (también estan todos de acuerdo); 3. Se concede relativamente pocas veces; 4. Los efectos que causa en el alma son con frecuencia muy notables. Ahora bien: una gracia que posee tales caracteristicas yo preferitia amarla exttaordinaria, por lo menos si por extraordinario se entiende lo que esta fuera de lo normal, y no lo que causa admiracién. Pero no es en tal forma extraordinaria, que sea temera- tio desearla u orar para merecer recibirla, y dis- ponerse intencionalmente para ella, como setia temerario desear las visiones o el don de los mi- lagros, 342. — Algunos niegan lo que hemos dicho en el nim. 3, a saber, que la contemplacién in- fusa es relativamente rara, Dicen que la poseen todos los que han sido justificados, como quiera que es un efecto especifico de los dones del Espi- 216 titu Santo, y porque estos dones se infunden en el alma con la misma gracia santificante. Y co- mo la experiencia parece contradecir esto, a saber, que todos los justificados posean la contempla- cién infusa, afirman que en los mas imperfectos ésta se encuentra en forma inconsciente, y que luego conforme aumenta la perfeccién y la pur- gacién de los afectos desordenados, va entrando cada vez mas en el campo de Ja conciencia. Resp. La contemplacién infusa es un acto del entendi- .miento, o por lo menos asi debe concebirse, y no como una cualidad o como un habito. Ahora bien: un acto del entendimiento que sea incons- ciente o una ilustracién de la mente que no sea percibida parece que es un absurdo. Es verdad que Ja contemplacién infusa es un efecto de los dones, o mejor atin, ella misma es un don del Espiritu Santo. 3A quién se atribuiria sino al Espiritu Santo? Pero no es un efecto especifico de los dones, en el sentido de que necesariamente deba existir. Asi pues, parece que mejor seria decir: que los dones que son infundidos en la justificacién, disponen (remotamente) al alma para recibir la contemplacién infusa; pero ésta sdlo se posee cuando penetra en la conciencia. Pero no necesariamente sdlo cuando entra en forma refleja a la conciencia; porque puede al- guno poseer la contemplacién infusa no. cono- ciendo su nombre, o bien ignorando que es algo que los demas no tienen. Pero cuando no es per- cibida en ninguna forma, no se la posee. 343, —La vocacién a la contemplacién in- 217 fusa. Se discute si todos estén llamados a ella o solamente algunos elegidos. Por mi parte afir- maria lo mismo que se dice acerca de la perfec- cién o del estado de perfeccién: admito 1a voca- cién remota en todos, si es que puede llamarse asi esa disposicién que cualquier justificado re- cibe por medio de los dones, peto rechazo la afirmacién de que todos posean la vocacién pro- xima. Pero aqui no se trae con propiedad el término vocacién, pues se trata de un don que debe ser recibido, Por eso yo diria mas bien “promesa”’: gha prometido Dios a todos los que cooperen a las otras gracias concederles también ésta? Y me inclinaria a negarlo. Dios no con- duce a todos por el mismo camino a la’ perfec- cién, ni quiere hacerlo. Véase también lo que mas abajo se dice sobre la disposicién, num. 361 y sgts. _ 344, —Decimos, pues, que la contemplacién infusa pertenece al orden de la gracia actual (ex- citante), y a la que los tedlogos Maman “‘gra- tum faciens’”; mas atin, que en este orden es una gracia eficacisima, muy grande, y segtin esto, extraordinaria. Sin embargo, no es la tnica. Dios puede, si el hombre coopera, suplir la au- sencia de la contemplacién infusa con otras gra- cias, de tal manera que pueda llegar también a la perfeccién sin ella. (Es verdad que éste mismo Megaria mas facilmente a la perfeccién o a una perfeccidn mas elevada con la contemplacién in- fusa, que sin ella). Juzgamos que ésta es la sen- tencia mas comtin sobre la contemplacidén infusa. 218 345, — iBs la vida mistica el fin normal y la coronacién de la vida espiritual? En este asunto no nos gusta ese término ambiguo de “vida mistica’. En general entendemos por “vida"’ un conjunto de actos que tienden hacia un fin (cfr. mas arriba, nim. 204). Asi ha- blamos de la vida politica, deportiva o cientifi- ca de una comunidad; asi también de la vida es- piritual o mistica de cada uno. Segin esto la vida mistica podrd ser: 1. Cierta religiosidad afectiva o amorosa, sobre todo la frecuente ora- cién tierna y afectuosa. Pero aqui el término m’stico se emplea en sentido amplio, y no in- cluye necesariamente la contemplacién infusa. En verdad que semejante religiosidad afectiva, aunque no pueda llamarse el fin normal y la coronacién de la vida espiritual, sin embargo, se encontrara en mayor o menor grado en todos los perfectos, 2, La vida mistica significa la misma contemplacién infusa frecuentemente repetida. Pero ésta no es la perfeccién ni su coronamiento, sino un medio muy eficaz para ella, una gracia eficacisima que se obtiene en el camino de la perfeccién. 3. Por vida mistica se entiende la vida espiritual del que posee la contemplacién infusa. Es verdad, que la. vida espiritual de éste, serA distinta en muchas cosas, de la de otro que no la posee, sobre todo en lo que se refiere a la forma de oracién; pero la perfeccidn no sera di- versa. No nos es posible conocer por medio de los actos heroicos de alguno o por la forma con que las practica, si posee o no la contemplacién ‘ 219 4 infusa, 4, Por vida mistica se entiende la vida divina en nosotros. De este modo vida mistica es sindnimo de gracia santificante. Pero la gra- cia santificante no es ni el fin ni la coronacién de la vida espiritual, sino que es la misma vida espiritual ontolégicamente considerada. _ 346. —Relacién entre la Mistica y la Ascé- tica. Después de lo dicho proponemos la cues- tién con més exactitud en esta forma: Qué relacién tiene la contemplacion infusa con el ca- mino de la perfeccién? Sentencias: 1. La via ascética comprende a los incipientes y a los pro- ficientes: los misticos son los perfectos. 2. Después de las vias purgativa - iluminativa - uni- tiva comunes comienza la via mistica que se di- vide asimismo en tres partes: purgativa - ilumi- nativa- unitiva. 3. (La nuestra): Todo el camino de la perfeccién se divide en incipientes, proficientes y perfectos. La contemplacién infu- sa puede tener lugar en cualquier parte del co- mino, pero en la realidad dificilmente se encuen- tra antes que el hombre haya Ilegado a una per- feccidn algo elevada; y entonces,.es evidente que le ayuda en gran manera a conseguirla en un grado mucho mayor. 347, —Escolio. Quiza se diga: ¢A qué vie- nen estas discusiones? Tratamos de algo expe- timental. Preguntémosles, pues, a los mismos misticos, a los que poseen la contemplacién in- fusa, Estos, y sdlo éstos podran decirnos cOmo son estas cosas, Consultemos aquellos autores que se vieron favorecidos con las gracias misticas, 220 como Santa Teresa, San Juan de la Cruz y otros. Ellos nos daran la teoria. Porque el que no experimenta en si mismo las gracias misticas, no tiene mds remedio que callarse en esta mate- ria. Resp. Todo esto es verdad, Pero hay que distinguir entre la descripcién de los fendmenos misticos y su interpretacion teoldégica, su expli- cacién psicolégica y su clasificacién. Describir solamente lo pueden hacer los misticos practicos, En sus descripciones est4 basado todo nuestro tratado. Se trata de un fenédmeno que ocurre en an sujeto humano, Semejante fendmeno al igual que otros, puede ser descrito psicolégicamente, o al menos se lo puede determinar en alguna forma. Pero no todo lo que dicen los, misticos practicos es mera descripcién. Cuando el mistico escribe: “Dios me concedié una gracia especial’, o bien, “en mi oracién permanecieron completamente inactivos mi entendimiento y mi voluntad’’, es- to no es una descripcién sino una interpretacion. Pues los conceptos “‘gracia especial”, ‘'‘entendi- miento”’, ‘‘voluntad’’ son ya conceptos especu- lativos, que no son percibidos como tales en forma refleja, ni aun en el estado de contem- placién infusa. Cuando el mistico nos dice: “En esta oracién me ocurrié algo que no experimento otras veces cuando oro, o cuando me asalta de repente una idea, o cuando me veo agitado por un gozo o un terror repentino. Sucedid de una ma- nera enteramente diversa. Yo estaba tranquilo, no tenia ninguna agitacién. Todo ocurrid en un momento; pero luego durante muchas horas 221 | | | ) : senti como un gozo secreto; muchas veces me ha venido el recuerdo de esto’; he aqui una des- cripcién. No todos los misticos poseen el mismo don de describir psicolégicamente, ni todos de- sean hacer lo mismo, _ Unicamente las descripciones psicolégicas de los fenémenos ofrecen la materia para la inqui- sicion teolégica, Es cierto que también un mis- tico ptactico puede ser al mismo tiempo tedlogo e intérprete de sus fendmenos. Pero en cuanto tal no tiene mayor autoridad; mas atin, quizas menor, como el enfermo que no siempre es el mejor médico. Los fendmenos misticos son muy diversos, aunque puedan reducirse todos a uno como fundamento. El mistico practico facilmen- te se inclinard a cree que en los demas todo sucede como a él le ocurre. El tedlogo no tiene necesidad de la contem- placion infusa para poder interpretar y clasificar esta clase de fendmenos; lo que se requiere es erudicién, ciencia psicolégica y teoldgica, cosas que el mistico practico no necesita y muchas ve- ces no tiene. VALOR DE LA CONTEMPLACION INFUSA 348. — En esta materia existe, en la practica, mayor diversidad de opiniones entre los directo- res espirituales que entre los tedlogos, Hay algu- nos directores que parecen temer la contemplacién 222 infusa en las almas que les han sido confiadas. Siempre tienen miedo a las ilusiones. De aqui que se esfuercen en probar a aquellos que presen- tan indicios de que poseen la contemplacion in- fusa, Creen que ésta es algo tan alto y sublime que rata vez o nunca ocurre entre los mottales, de tal manera que para ellos aprobar la con- templacién infusa de alguno, equivale a canoni- zarlo. 349, —En el extremo contrario estan aque- Hos que incitan a todos a practicar la mistica, que desean que se exhorte a los que comienzan, a te- ner o a esperar de inmediato, la contemplacién infusa. Estos se engafian ciertamente con las teo- rias de que hemos hablado antes sobre la vocacién universal a esta clase de contemplacién, sobre la identidad de la perfeccién y la vida mistica, etc.; cosas todas que los tedlogos no explican en esa forma. De este modo, como dice Santa Teresa, inducen a los hombres a que se entrometan en los caminos misticos, y alli permanezcan como tontos. Entre estos dos extremos existe gran va- tiedad de opiniones. 350.—Parece pues que debe decirse: 1. La contemplacién infusa no es tan rara como mu- chos piensan. Son ciertamente muy escasos los grados mas elevados, pero no ocurre lo mismo con los grados inferiores, de que luego trataremos, los cuales, no obstante, son verdaderos grados misticos, No sera temerario afirmar: en una co- munidad religiosa numerosa, aun de las de vida activa, se encontrard facilmente uno que otro ver- 223 dadero contemplativo, y esto no solamente entre jos ancianos. Y no por tener la contemplacién infusa, estos religiosos seran necesariamente esti- mados por todos como muy santos y los mejores de la congregacién. El director, cuando se en- cuentra con uno de estos, no debe asustarse. No se trata de algo tan admirable, ni es tampoco muy peligroso. Las gracias no suelen ser peligro- sas. Las ilusiones tienen lugar con mas facilidad, cuando se trata de otra cosa y no de la contem- placién infusa; v. gr. las visiones, las revelacio- nes, las érdenes sobrenaturales: em estas materias creerfa sdlo a uno entre ciento o mil. Pero tra- tandose de la contemplacién infusa, a lo mas puede ocurrir que alguno crea que la tiene, siendo asi que Unicamente posee una oracién notable- mente afectiva. Pero esta también es muy util, y produce efectos parecidos en orden al ejercicio de la perfecci6n. Cuando el director hace muchas preguntas y prueba de muchas maneras, y sobre todo cuando habla demasiado de estas materias, no solamente atormenta al discipulo, sino que también crea en él] una opinién exagerada. Ade- mas, no debe tenerse como criterio en este mun- do, el que no existan defectos de orden moral. Se encuentran aun en los santos. 351, — Los efectos de la contemplacién infusa son muy vehementes y muy agradables, sobre todo cuando ocurre con frecuencia. No quere- mos decir que el hombre se santifica directamente por medio de ella. Pero como antes lo hemos dicho, cuando se trata de adquirir la perfeccién, 224 todo depende de los motivos, de esa saturacién del hombre interior de las verdades de la Fe. El hombre solamente entonces obra heroicamente y con constancia, cuando se halla repleto de las ver- dades de la Fe, en tal forma que éstas superen por completo en su pensamiento y en su amor, a las cosas terrenas, Este estado interior puede adqui- rirse con trabajo, valiéndose de los medios comu- nes, sobre todo con la meditacién; pero se lo logra con mucha mayor rapidez y eficacia por medio de esta luz que viene de Jo alto. En el estado ordinario, las verdades de la Fe, como quiera que unicamente son conocidas de una ma- nera analoga, tienen mucha menot eficacia psico- ldgica, que debe suplirse con un trabajo asiduo y constante; pero en la contemplacién infusa ad- quiere el hombre, por lo menos en parte, un co- Nocimiento cuasi-propio de los objetos sobrena- turales, en tal forma que los motivos de este orden tienen para é1 la misma o mayor eficacia que las cosas terrenas. 352. — Por eso el que tiende a la perfeccién puede (mas atin, debe) desear y esperar esta gra- cia eficacisima, pero no debe usar para ello de otros medios que los comunes, aun: cuando crea que ya comienza a verse favorecido con ella: el tecogimiento interior, la meditacién discursiva, la oracién, los sacramentos, la mortificacién, el ejercicio de todas las virtudes, Cuanto mayor sea la diligencia y la constancia con que se aplique a estos ejercicios, tanto mas crece la probabilidad 225 15 (relativa) de que al fin recibira también gracias mas grandes. 353, —2. Por otra parte, el verdadero peli- gro existe cuando uno abandona el camino comin antes de tiempo y por propia voluntad, creyen- do que ya posee la contemplacion infusa, cuando en realidad atin no la tiene. Léase lo que ya dijimos sobre las abreviaciones del camino espi- ritual, que nunca conducen al verdadero fin sino a un seudo-fin y a una sustitucién del mismo. Ello ocurre principalmente cuando uno se adju- dica los privilegios antes de poseer la causa de ellos, (Por lo demas, los verdaderos misticos no tienen tales ‘‘privilegios’”). Oye uno que suele ccurrir en los contemplativos que les es muy difi- cil la meditacién discursiva y hasta imposible durante algin tiempo: en seguida cree que él es contemplativo, cuando por pereza o porque nun- ca aprendié a meditar, no goza ni aprovecha en la oracién mental. La contemplacién infusa no se adquiere omitiendo la meditacién, sino que de este modo se cierra el camino a toda esperanza de recibirla alguna vez. AdemAs, también los con- templativos, como que no siempre son favorecidos con la contemplacién infusa, en estos intervalos deben acudir asiduamente a la meditacién comtin. Oye otro que los contemplativos se hallan bajo la direccion especial del Espiritu Santo (como Si la contemplacién infusa obrase en el hombre a modo de director espiritual), e inmediatamente cree que puede hacerlo todo segin su propia vo- 226 luntad, y que ya no debe oir mas “los consejos de los mas ancianos’’. | Peto estas ilusiones y peligros no provienen de i contemplacién infusa, sino del engafio de aque- ilos que no la poseen. De aqui que el predicar imoperunamente; que todos estén llamados a ella y que todos deben desearla, haga mas dafio gue provecho, LOS GRADOS DE LA CONTEMPLACION INFUSA 354. — Los autores convienen en la descrip- cién de los grados, en cuanto a lo substancial; sin embargo, no hay acuerdo cuando se trata de precisar su numero, Nosotros distinguimos te- niendo en cuenta la frecuencia con que se da la contemplacién infusa: 3:1. Los grados inferio- res: cuando se tiene rara vez y durante muy breve tiempo; 2. cuando con més frecuencia y durante un espacio mayor de tiempo; 3. cuando es casi continua (la unién transformadora). 355. — 1. Los grados inferiores. Ocurre el fenémeno una que otra vez, en un instante, como un rayo muy sutil, como uma centella, de im- Proviso, pero en medio de una gran paz. Las llamadas vulgarmente consolaciones sensibles afectan mucho més al hombre y aun llegan a causarle fatiga. La contemplacién infusa pene- tra sin ninguna perturbacidén. Por eso parece que algunos laman al infimo grado ‘‘oracién de quie- 227 tud’’; pero no porque sea un descanso dulce y amoroso en Dios, y mucho menos un descanso prolongado, La contemplacién infusa en este grado ofrece un contenido muy escaso, como por ejemplo, una percepcién oscura y confusa de la presencia de Dios o de algin atributo divino, v. gr. la incomprensibilidad. Las personas que no saben reflexionar sobre sus propios actos, 0 que todo lo hacen consistir en-los afectos, no suelen percibir durante mucho tiempo esta con- templacién infusa como tal. Sin embargo, sus efectos pueden ser ya en este infimo grado, muy vehementes. Una centella de esta luz divina pue- de ser suficiente para encaminar con nuevo vigor toda la vida espiritual de un hombre. 356, —Nota. Mucho se discute sobre si los grados mas bajos de la contemplacién infusa di- fieren esencialmente o sdlo en grado, de los mo- dos mas elevados de oracion comtin, es decir, de la oracién “afectiva” y “‘simple”’. Sin embargo, todos convienen en esto, a saber: que ningun humano conato 0 attificio podria producir a vo- luntad, ni aun los grados mas bajos de esta clase de contemplacién. Nosotros decimos que difiere esencialmente, no en cuanto es una gracia, porque también la oracién afectiva, mas aun, el simple acto de fe, proceden de la gracia, sino en cuanto que la contemplacién es psicologicamente algo nuevo, vale decir, una forma de conocimiento, que de otro modo el hombre no posee. Por eso no puede producir esta clase de contemplacién, ni 228 por sus propias fuerzas, ni ayudado ‘solamente por las gracias comunes. 357, 2. Grados intermedios. Son mucho mas ratos. Log teéricos los subdividen de muchas maneras. Rasgo comin: mayor frecuencia y du- racién del fendmeno. Sin embargo, se trata de una frecuencia relativa: aun en este grado puede permanecer interrumpida la contemplacidn infusa durante meses y afios. Duracién mas larga: es decir, mayor que la instanténea, pero no durante varias horas, lo cual ocurre rarisima vez. En este grado aumenta también Ia extensién y la claridad del conocimiento infuso. Sin embargo, una ma- yor extensién no significa que se conozcan nuevas verdades, ni los misterios de la fe dejan de serlo por la mayor claridad. Una propiedad de este grado es lo que Ilaman “‘la ligadura’”’, que muchos se ocupan en describir extensamente. Es decir: quedan ligadas durante la contemplacién infusa las fuerzas del cuetpo y del alma. El hombre en este estado se concentra de tal manera que difi- cilmente o apenas puede percibir nada por medio de los sentidos: oir, hablar, obrar, etc. Cuando la ligadura Iega al extremo de inhibir casi com- pletamente toda accién externa se Ilama éxtasis. Sin embargo parece que la ligadura es un efecto natural -(De Guib. Th. Sp. nim. 439), como ocurre también en algunas afecciones psiquicas muy vehementes; oen la distraccién del “‘sabio’’; o en la insensibilidad causada por un gran dolor espiritual, etc. La debilidad de la naturaleza hu- mana reacciona en esta forma contra los actos o 229 pasiones de orden psiquico muy vehementes. Por eso parece que la ligadura depende también de Jas fuerzas corporales del sujeto. Algunos misticos casi no la experimentan aun en los _grados mas altos de contemplacién. Y por lo mismo no po- demos medir la grandeza de ésta por la magnitud de Ja ligadura o la frecuencia de los éxtasis. 358, —En el tiempo intermedio, cuando no se tiene la contemplacién infusa, aun el mistico que se encuentra en este grado, debe proceder en todo como los demas, haciendo su oracion, su meditacién, etc. Estos intervalos, muchas veces Jargos, suelen ocasionar graves aflicciones y el tedio en el alma. Se los llama “‘noches’’ y “pur- gaciones pasivas’. Algunos colocan entre los mismos grados misticos a estas noches”, Debe- mos pensar que tienen su origen en el conoct- miento experimental de la propia miserta. Segtn esto, el mistico se ve como “‘el mayor pecador de todos”, porque respecto de los pecados y de las imperfecciones de los demas sdlo tiene conoci- miento analogo. Hay otros misticos que en el tiempo de las noches tienen como dividida el alma: en la ‘regién superior” tienen la paz y aun Jag contemplaciones; en la “‘regi6n inferior”, una gran perturbacién: (dudas acerca de la Fe, ten- taciones, escttipulos, sequedad, tedio). 359, —3. “La unién transformadora’’ (al- gunos la Ilaman el matrimonio mistico) . Se dis- tingue de los otros grados porque aqui la con- templacién infusa llega a ser (en cierto modo) permanente. El hombre no se siente a si mismo, 230 sino solamente a Dios que habita en su alma y obra en ella. (“Vivo yo, ya no yo, sino que Cristo vive en mi’, Gal. 2, 20). Suele cesar la jigadura y se experimentan pocos o ningunos éx- tasis. La actividad externa puede ser muy gran- de, sin que se vea impedida por nada, como puede observarse en muchos santos hacia el fin de su vida. Es evidente que semejante estado mistico no debe confundirse con el estado de alguna per- sona muy devota y recogida que siempre ‘‘anda en la presencia de Dios’, es decir, que habitual- mente piensa en El; este estado, que por lo de- mas es laudable y digno de ser deseado, puede te- nerse sin la contemplacién infusa. 360.— Nota. Como la unién transformado- ra lleva a la mayor actividad parece que las gra- cias misticas se laman con menos exactitud ‘‘vias pasivas’’, en oposicidn a las “‘activas’’, es decir, a las ascéticas. Es verdad que como gracia, la con- templacién se introduce pasivamente, pero el ‘‘ca- mino”’ por el que avanza el hombre con Ia forta- leza que le da esta gracia, a saber, el ejercicio de ja virtud heroica, es cada vez mas activo, Sin embargo, esta actividad que se ejerce sobre todo en el estado de la unidn transformadora, no es necesariamente externa, no consiste en Ilevar a cabo multitud de negocios. ‘También un religio- so “‘contemplativo’’ puede estar en este sentido en un estado de suma actividad. 231 COLECCION VIDA DIVINA (Ditigida por HuGo M. pE ACHAVAL S. J.) 1, JUAN EusEBIO NIEREMBERG S, J. Vida divina, 2-3, Luts LALLEManr §, J. Doctrina espiritual (2 tomos). 4-5, ALONso RopR{GUEZ 8. J. Platicas de la docteina cristiana (2 ts.) 6. MANUEL TEIXEIRA S, J. Vida de San Francisco davier. 7. LUIs DE LA PUENTE §. J. Sentimientos y avisos espitituales, 8-9. ENRIQUE RAMIERE 8. J. El corazén de Jestis y la divinizacién del cristiano (2 ts.) 10-11. JUAN N. Grou S.J. El interior de Jestis y de Maria (2 ts.). 12. JUAN RUYSBROECK Tratado del Reina de los amadores de Dios. ae LUDOVICO HERTLING, S. 1. Prof. de Teol. Asc. e Hist. Eeles. en Ie Pont, Univ. Greg. CURSO BREVE TEOLOGIA ASCETICA . Traduccién de IGNACIO GRANERO COLECCION VIDA DIVINA GRUPO DE EDITORIALES CATOLICAS : BUENOS AIRES 1947

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