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UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA* SAUL A. KRIPKE En este trabajo presentaré un enigma concerniente a los nombres ylacreencia. Sacaré una o dos moralejas sobre algunos otros argu- mentos que en ocasiones se han presentado en este terreno, pero mi tesis principal es una tesis sencilla: que el enigma es un enigma y,amanera de corolario, que cualquier explicacién de la creencia tiene en tiltimo término que vérselas con él. Cualquier especula- cin respecto de las soluciones tiene que posponerse. La primera parte del trabajo proporciona el trasfondo teérico que se encuentra en discusiones previas, y en mi propio trabajo, que me condujo a considerar el enigma. Dicho trasfondo no es de ninguna manera necesario para formular el enigma: en tanto que enigma filos6fico se sustenta a s{ mismo y pienso que su in- terés fundamental para el problema de la creencia va ms alld del trasfondo que lo engendré. Como sefialo en la tercera seccién, el problema va en realidad més alla de las creencias expresadas con eluso de nombres y se extiende a una clase mucho més amplia de creencias. Pienso, sin embargo, que el trasfondo ilumina la génesis del enigma y me permitiré sacar una moraleja en la seccién final. En la segunda seccién se formulan algunos principios genera- les que subyacen nuestra prictica general de informar sobre las creencias, Estos principios se formulan con mucho mayor detalle que el necesario para comprender el enigma; hay muchas otras formulaciones de los principios que también podrian servir. No * Saul Kripke, “A Puzzle about Belief", en A. Margalit (comp:), Use, Reidel, Dordrecht, 1979, pp. 289-288. / ‘Meaning ond 164 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 6 i eccién ni la primera para captar intuitiy ° ne central que se discute en la tercera seccign, aunque snibas pueden servir para apreciar algunos problemas suiley dg Ia discusidn. El lector que quicra acceder répidamente al proble. w ecentral podria fécilmente captar lo mas sobresaliente en tun, fectura répida de las dos primeras secciones, En alggin sentido el problema puede dar Ia impresién a algunoy de no ser un enigma en absoluto, pues, en la situacion que hemos de considerar, todos los hechos pertinentes pueden describirse sin dificultad en una terminologfa. Pero en otra terminologia, parece imposible describir la situaci6n de manera consistente. Todo esto resultaré mds claro més adelante. ‘amente I, PRELIMINARES; SUSTITUIBILIDAD En otros escritos! he desarrollado una concepcién de los nombres propios més cercana al antiguo paradigma milliano de los nom. bres que a la tradicién fregeana que ha sido probablemente la dominante hasta hace poco tiempo. Segén Mill, un nombre propio ¢s, por asf decirlo, simplemente un nombre. Simplemente refiere a su portador y no tiene ninguna otra funcién lingifstica, En particular, un nombre, a diferencia de una descripcién definida, no describe su portador como el poseedor de algunas propiedades especiales que lo identifican. La tesis opuesta de Frege sostiene que un hablante del lengua- je le asocia a cada nombre propio alguna propiedad (0 conjun- ‘ci6n de propiedades) que determina a su referente como la tinica cosa que satisface la propiedad (o propiedades) asociada(s). Esta propiedad (o propiedades) constituye(n) el “sentido” del nombre. Presumiblemente si “...” es un nombre propio, las propiedades ' “Naming and Necessity", en D. Davidson y G. Harman (comps.), The Se- mantics of Natural Languages, Dordrecht, Reidel, 1971, pp.258-355 y 763-769 [Los niimeros de pagina en las citas corresponden a esta edicién,] Publicado también como una monografia separada por Harvard University Press,y por Basil Blackvell, 1972, 1980, [Versi6n castellana: El nombrar y 1a necesidad, UNAM, México, 1985) “Identity and Necessity", en M. Munitz (comp.), Identity and Individuation, New York University Press, Nueva York, 1971, pp. 195-164, [Versién castellana: Identided y ne cesidad, Cuadernos de Critica, no, 7, UNAM, México, 1978,] La familiaridad con €stos trabajos no es un prerrequisito para entender el enigma central del presente ‘trabajo, pero puede ayudar para entender el trasfondo te6rico. Os a, | 165 SAUL A. KRIPKE das serfan aquellas que mencionarfa el hal guntara “eQuién (0 qué) es ‘ Si conten lh Bye "v8 propiedades que hubiesen de lense tome hueco son aquellas que determinan la referencia del nombre an ese hablante y constituyen su “sentido”, Por supuesto, al inher lnombre de alguna figura hist6rica famosa, diferentes penaale pueden dar diferentes respuestas igualmente Correctas a la ve ta “EQuién es ...". Algunos pueden identficar a Aristée ie como e!fil6sofo que fue el maestro de Alejandro Magno, otiea oo mo el fildsofo estagirita que estudié con Pltén, Para cote ac, grupos de hablantes, el sentido de “Aristételes” serg diferente; en particular, los hablantes del segundo grupo, pero no asf los. del pri- mero, considerarén que la oracién “Aristételes, si efectivamente existié, nacié en Estagira” es analitica Frege (y Russell)3 llega: cia . 380% sise le pre. ® rege oftece esencialmente este ejemplo en la segunda nota al pie de pé gina de “Sobre el sentido la denotaci6n’, Para que resulte aplicable la pregunta “Quitn es..." uno tiene que tener cuidado de extraer de entre las propiedades que ofrezca el propio informante aquellas que él considera que definen el nombre y determinan el referente, no sélo hechos bien conocidos acerca del referente, (Por supuesto, esta distincién bien puede parecer ficticia, pero es central para la teor‘a Frege Russell original.) 5 Por razones de conveniencia la terminologia de Russell es asimilada a la de Frege. Realmente, en lo que concierne a los nombres genuinos o “I6gicamente propios", Russell es un milliano estrict; los “nombres propios l6gicos” simplemen- te refieren (a objetos inmediatos conocidos directamente). Pero, segiin Russell, lo que habitualmente lamamos “nombres” no son nombres genuinos légicamente propios, sino descripciones definidas disfrazadas. Ya que Russell considera a las descripciones definidas como una notacién a su ver disfrazada, él no asocia ningiin “sentido” a las descripciones, pues no son términos singulares genuinos, Una vez que se elimine toda notacién disfrazada, los inicos términos singulares que habréin de quedar serdn nombres propios légicos para los que no se requiere la nocién de “sentido". Cuando decimos que Russell asigna “sentidos" a los nombres, queremos decir a los nombres ordinarios y, por conveniencia, ignoramos su tesis de que las descripciones que éstos abrevian desaparecen a fin de cuentas al analizarse. Por otra parte, la doctrina explicita de que los nombres son descripciones de- finidas abreviadas se debe a Russell. Michael Dummett, en su reciente libro, Frege, Duckworth y Harper and Row, 1973, pp. 110-111, niega que Frege haya sostenido luna teorfa descripcionista de los sentidos, Aunque hasta donde yo sé efectivamente Frege no hace ninguna formulacién explicita al efecto, sus ejemplos de nombres concuerdan con la doctrina, como lo reconoce Dummett. Especialmente, su ejem- Plo de “Arist6tcles” resulta revelador. Define ‘Aristételes” exactamente dela misma manera como lo harfa Russell; parece claro que en el caso de una figura hist6ri- (a famosa, el “nombre” ciertamente ha de darse al contestar la pregunta “2quién UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA strictamente hablando, los difere a concn end!) usan.coninmente tn no hablantes del pisstelea” en sentidos diferentes (aunque con Ia ferencia). Las diferencias concernientes a las propiedades ae ‘con esos nombres dan lugar, estrictamente hablando, a asociadas diferentes Meco eiores dentro de la tradicinfregean, Neon ‘encontrado poco atractiva esta Ultima consecuen. re avatado de modificar Ia teorfa convirtiendo al sentido ou : hombre en un “cdmulo” (vgn Aristételes ¢s aquella cosa que tienc Ia siguiente lista de propiedades 0, en todo caso, la mayorfa de ellas) 0, atin mejor para el propésito presente, socializéndolo (lo que determina la referencia de ‘Aristétcles es algin Conjunto, burdamente especificado, de creencias sobre Aristételes extendidas en toda una comunidad). Una manera de desta na estricta y la concepci car el contraste entre la concepcién millia- jn fregeana supone —si nos permitimos detal manera que se expecifique una vinica cosa. Dummett mismo caracter- ce prido como un “criteri...tal ue eleferente del nombre, si hay algune, ex ‘cualquier objeto que satisface el ‘criterio”. Ya que presumiblemente lo que satisface STarterio tiene que ser una snica cosa (de manera que se determine un tnico i erente), acaxo no equivale esto a defini los nombres mediante Ia satisfaccién de propiedades por una snica cos, es deci, mediante descripciones? Quis lo que se desea sefalr esque la propiedad en cuestién no tiene que ser expresable sfaiante un predicado usual de nuestra lengua, cosa que podria resultar verosinil til referente fuera alguna cosa conocida directamente por el hablante y no una figura histérica, Pero dudo que ni siquiera Russell, que es el padre dela teora descripcionista expictamente formulada, haya tenido la intencién de exigir que la descripcién tuviera siempre que ser expresable en nuestra lengua (no comple- mentada), De cualquier forma, la comunidad filos6fica ha entendido generalmente los sentidos fregeanos en términos de descripciones, y nosotros los hemos tratado asumiendo ese entendimiento habitual, Para los prop6sitos presentes esto es mis importante que las cuestiones historicas de detalle, Dummett reconoce (p. 111) que pocas cuestiones sustantivas resultan afectadas por su interpretacién de Frege (pretendidamente) més amplia, y ésta no pareceria importar para los problemas del presente trabajo, 4 Véase la nota al pie de Frege en “Sobre el sentido y la denotacién” men- cionada anteriormente en la nota 2 y, especialmente, su discusi6n de “Dr. Gustav Lauben” en “Der Gedanke", (Ena reciente traduccién de Geach Stoothoffal inglés, “Thoughts”, en Frege, Logical Investigations, Oxford, Blackwell, 1977, pp: 11-12,){La versién castellana de “Der Gedanke” de Frege aparece en el presente volumen con 1 titulo “El pensamiento: una investigacién I6gica",) SAUL A. KRIPKE, 167 esta jerg2— la nocion de contenido proposicional, Si la con- usin milliana estricta esta en lacorrecto, yla funcién lingiifstica oP nombre propio se agota en el hecho de nombrar a su por- ae, pareera que los nombres props de una misma cosa son siempre intercambiables no s6lo salva veritate, sino incluso saiva ienFcatione: la proposicién que expresa una oracién deberta se- a do la misma independientemente de cudl sea el nombre ye se use del objeto. Esto, por supuesto, no sera verdad si los nombres son “mencionados yno ‘usados"; “‘Cicerén’ tiene siete letras” difiere en valor veritativo de ‘Tulio’ tiene siete letras’, no se diga ya en cuanto al contenido. (El ejemplo es, por supuesto, de Quine.) Confinémonos a estas alturas de la discusién a las ora- ciones simples que no contienen ninguna conectiva ni otras fuentes Seintensionalidad. Si Mill esta enteramente en lo correcto, no sélo » Seberfan tener el mismo valor veritativo “Cicer6n era perezoso” y «Tulio era perezoso”, sino que ambas oraciones deberfan expre- sar la misma proposicién, deberfan tener el mismo contenido. De manera similar, “Cicerén admiraba a Tulio”, “Tulio admiraba a Gicerén’”, “Cicerén admiraba a Cicerén” y “Tulio admiraba a Tu- tio” deberfan ser cuatro modos de decir la misma cosa.® Si se acepta semejante consecuencia de la tesis de Mill, ésta pa- receria tener aun otras consecuencias relativas a los contextos “in- tensionales”. Que una oracién exprese una verdad necesaria o una contingente depende sdlo de la proposicién expresada y no de las palabras usadas para expresarla, De modo que cualquier oracién ir sien 5 Russell, como verdadero milliano respecto de los nombres genuinos, acepta este argumento respecto de los “nombres I6gicamente propios”. Por ejemplo, to- mando por el momento “Cicerén” y “Tulio” como nombres propios légicos, Russell sostendria que sijuzgo que Cicerén admiraba a Tulio, me relaciono con Cicerén, ‘Tulioylarelacién de admiraciOn de una determinada manera; ya que CicerénesT lio, me relaciono exactamente de la misma manera con Tulio, Cicerén y la admi- raci6n; por lo tanto, juzgo que Tulio admiraba a Cicer6n. Nuevamente, si Ciceron sf admir6 a Tulio, entonces, segin Russell, un solo hecho corresponde a todas las siguientes oraciones, “Cicerén admir6 a Tuli”, “Cicer6n admiré a Cicerén", ‘tcétera, El elemento constituyente de dicho hecho (ademés de la admiracién) es cL hombre Cicerén, considerado, por ast decitlo, dos veces. Russell pens6 que “Cicerén admiraba a Tulio” y “Tulio admiraba a Cicerén” de hecho, obviamente, no eran intercambiables. Para él, éste fue un argumento para considerar que “Cicer6n” y “Tulio” no son nombres genuinos y que el orador Tomano no es un elemento constituyente de las proposiciones (0 de los “hechos" 0 ‘juicios") que corresponden a las oraciones que contienen el nombre. a 168 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA simple deberfa conservar su valor modal (necesarla, imposible, contingentemente verdadera o contingentemente fl sa) cuando se reemplaza “Cicerén” por “Tulio” en uno ° mas lugares, ya que dicho reemplazo deja inalterado el contenido de la oracién, Esto implica, desde luego, que los nombres correferenciales son susti- tuibles salva veritate en los contextos modales; Es necesario que Cicerén. ..” y “Es necesario que Tulio...” tienen que tener el mis- mo valor de verdad sin importar cémo se Ilenen con una oracién simple los espacios punteados. La situacién parecerfa ser semejante para aquellos otros contex. tos que suponen el conocimiento, la creencia y las modalidades epistémicas. Que un determinado sujeto crea 0 no crea algo, es presumiblemente verdadero o falso de dicho sujeto independiente. mente de como se exprese esa creencia; de modo que si una sustitu- cién adecuada de nombres no cambia el contenido de una oracién que expresa una creencia, los nombres correferenciales deberian ser intercambiables salva veritate en los contextos de creencia. Un Tazonamiento similar valdria para los contextos epistémicos (“Juan sabe que. ..”) asf como para los contextos de necesidad epistémica (“Juan sabe a priori que...”) y para otros semejantes, Todo esto, desde luego, contrasta fuertemente con el caso de las descripciones definidas. Es bien sabido que de acuerdo con cualquier concepcién razonable de “contenido” la sustitucién de descripciones correferenciales en oraciones simples (esto es, sin operadores) puede alterar el contenido de la oracién, En particular, el valor modal de una oraci6n no es invariable cuando se efecttian cambios de descripciones correferenciales: “El menor de los nuime- ros primos es par” expresa una verdad necesaria, pero, “El niimero favorito de Juan es par” expresa una verdad contingente aun en el caso en que el nimero favorito de Juan resulte ser el menor de los niimeros primos. Se sigue que las descripciones correferenciales no son intercambiables salva veritate en contextos modales: “Es ne- cesario que el menor de los mimeros primos es par” es verdadera, €n tanto que “Es necesario que el niimero favorito de Juan es par” es falsa. Hay, desde luego, una interpretacién “de re” o una lectura “con alcance largo” en la que resulta verdadera la segunda oraci6n. Di- cha lectura serfa expresada de manera més precisa mediante la oracién “El ntimero favorito de Juan es tal que es necesariamen- te par” o, usando una burda transcripcién russelliana, mediante - a, SAUL A. KRIPKE 169 «yn niimero y s6lo uno es admirado por Juan més que nin; tal ntimero es necesariamente par (tiene la proy ite oneidad necesaria)”, Tal lectura de re, si tiene algin ‘cold ae gue sujetarse Por definicién a un principio de sustitucién ‘aes itate, ya que la pareidad necesaria es una propiedad de fi i ‘mero, independientemente de cémo se lo designe; en este respects no puede haber ninguna diferencia entre nombres y descripcio- oe La diferencia, segiin la tesis milliana tiene que aparecer en Ja lectura de dicto © con “alcance corto”, la cual es la tinica lec. tora que nos interesard en este ensayo tanto para los contextos fle creencia como para los contextos modales. Si se desea, po- demos subrayar esto en nuestra lectura de varias maneras, Di- gamos: “Es necesario que: Cicerén era calvo” o, de manera més Seplicta, “La siguiente proposiciOn es necesariamente verdadera: Gieer6n era calvo” 0, incluso, en el modo “formal” de hablar® de Carnap: “‘Cicerén era calvo" expresa una verdad necesaria’ ‘ahora bien, el partidario de Mill afirma que todas estas formula- ciones conservan su valor veritativo. cuando se reemplaza “Cice- 16n” por “Tulio”, en tanto que “el autor latino favorito de Juan” | y ‘el hombre que denuncié a Catiina” no serfan igualmente in- tercambiables en estos contextos aun cuando fueran codesigna- tivas. Sucede algo similar en los contextos de creencia. Aqui, las creen- cias de re—como, por ejemplo, “Juan cree de Cicerén (0 de su autor latino favorito) que era calvo”— tampoco nos interesan en este ensa- yo. Tales contextos, si tienen algun sentido, se sujetan por defini- cién al principio de sustitucién tanto para los nombres como para las descripciones. Lo que nos interesa aqui, mas bien, son las lo- cuciones de dicto que se expresan explicitamente en formulaciones tales como: “Juan cree que: Cicerén era calvo” (o “Juan cree que: clhombre que denuncié a Catilina era calvo”). Lo que aparece des- pués de los dos puntos expresa el contenido de la creencia de Juan. Otras formulaciones més explicitas son: “Juan cree la proposicién- que-Cicer6n-era-calvo” 0, incluso, en el modo “formal”: “La ora- cién ‘Cicer6n era calvo’ proporciona el contenido de la creencia de Juan.” En todos estos contextos, el milliano riguroso parece 6 Dados los argumentos de Church y de otros més, no creo que el modo formal de hablar sea sinénimo de las otras formulaciones, pero puede usérsele como una ‘manera tosca de dar a entender la idea de alcance. = _ a | UN ENIGMA SOBRE LA GREENCIA 170 rometido @ decir que los nombres codesignativos ton estar compromet i ritate, aunque no asf las descripciones co. jntercambiables sal designativas. teipra bien, muchos han supuesto que eS consecuencias ob. hora bien, . Mie ll son simplemente falsas. En primer lugar, vis de ere Ios valores modales de las oracionesa Paar un nombre por otro codesignativo. “Héspero es Hés. ee més cautelosamente, “Si existe Héspero, Héspero 7 Prsoeto) express una verdad necsariay en tanto que “Héspero Fosforo” (0, “Si existe Héspero, Héspero oF sfor0") exprera un descubrimiento empfrico y, por lo mismo, frecuentemente se se_que la tesis milliana implica que los nombres propios Paissae , eam se trata de ellos se desvanece la distinci6n todo care cess en consierablemente verosinil (mis propias tess sobre la rigider implicarfan algo como esto para los contextos ‘modales), pero aqu{ no seria necesario srenar en inguno de 10s dos sentido: los wsos dere simplemente no son nte trabajo. a nies Paco, a “Proper Names, Reference and Rigid Designation” en Blackburn (comp.), Meaning, Reference and Necessity, Cambridge, 1975, (véa- cee geccion I), usa lo que vendra a ser la equivalencia de las construcciones de setede we en todos los contextos (0, dicho de otra manera, la carencia de tl distin. Sion para caacterzar Ia nocin de designacin rigida. Estoy de acuerdo en que tmodales esto es aproximadamente) equivalente a mi propia idea, Pinbién en que I equivalencia de Peacocke vale para los nombres propios para ‘1 caso de los contextos temporales. (Esto ¢s aproximadamente equivalente a la “rigides temporal” de los nombres.) También concuerdo en que resulta sumamen- te verosimil extender el principio a todos los contextos. Pero, como lo reconoce €l propio Peacocke, esto parece implicar un principio de sustitubilidad para los nombres codesignatives en contextos de creencia, lo cual generalmente se supone que es falso, Peacocke propone usar la teorfa de Davidson de los contextos inten- sionales para bloquear esta conclusion (el material que figura dentro de la cléusula fubordinada conectada mediante “que” es una oracién separada). Yo, por mi par- te, no puedo aceptar la teorfa de Davidson; pero aun cuando ésta fuera verdadera, Peacocke reconoce en efecto que no elimina la dificultad (p. 127, primer pérrafo). (Incidentalmente, si la teoria de Davidson bloquea en efecto cualquier inferencia cuya conclusién sea la transparencia de los contextos de creencia respecto de los nombres, épor qué asume Peacocke sin ofrecer ningtin argumento que no hace Jo mismo para el caso de los contextos modales que tienen una estructura gra- matical similar?) Los problemas son, pues, los del presente trabajo; hasta que no sean resueltos prefiero atenerme por ahora a mi propia formulacién anterior mas | cuidadosa. Incidentalmente, Peacocke deja entrever un reconocimiento de que el lugar comin heredado —que los nombres codesignativos no son intercambiables en con- textos de creencia~ puede no ser tan claro como generalmente se supone. para los contextos ————— rE ——EEE ry Tn SAUL A. KRIPKE, i smido, una verdad contingente, (Podria hat tM tanto, podtia haber sido, de otra manera) ©” “Ultado y, a parecido aun més obvio que los nombres jntercambiables en contextos de creencia yen cont 2 jcos. Tomas, un hablante normal de la lengua, pucdeanes ‘Tullo denuncié a Catlina” pero noa “Cicerén denuserg ce? na". Puede incluso negar esto ultimo, tlle Y su negacién es compatil ss patible con su condicién de hablante normal del castellano* que satistace Jos criterios normales para el uso de “Cicerén” y “Tulio” como pombres del famoso romano (sin saber que “Cicerén” y “Tate nombran a la misma persona). En vista de esto, parece obvio que ‘omés cree que: Tulio denunci6 a Catilina, pero no cree (cartes de la creencia de) que: Cicerén denuncié a Catilina® Asi, parece daro que los nombres codesignativos no son intercambiables en contextos de creencia. También parece claro que tiene que haber dos proposiciones 0 contenidos distintos expresados por “Cicerdn denuncié a Catilina” y “Tulio denuncié a Catilina”, pues, éde qué | otro modo puede Tomés creer una y negar la otra? Mas atin la | diferencia en las proposiciones expresadas por esas oraciones s6. Jo puede provenir de una diferencia entre el sentido de “Tuli d io” yel de “Cicer6n”. Esta conclusién concuerda con una teoria fregeana y | | | Codesignativos no son parece ser incompatible con una concepcién puramente milliana.® * Cada vez que el autor usa “English” para referirse ala lengua en la que eseri- bebe traducido como “castellano”, excepto ena seccién tien donde para formular el enigma he traducido “English” como “inglés” y *French* como “francés”, [N. de BT} * £1 eemplo proviene de Quine, Word and Object, MIT Press, 1960, p. 145. La conclusi6n de Quine de que “cree que” interpretada de dicto es opaca, ha sido generalmente dada por sentada. En la formulacién en el texto he usado los dos puntos para subrayar que hablo de la creencia de dicto. Ya que, como he dicho, Ja creencia de dicto serd el tnico asunto de nuestro interés en este trabajo, los dos puntos sern habitualmente suprimidos en el futuro y todos los contextos con “cree que” deberdin leerse de dicto salvo indicacién en contrario. | ° En muchos escritos, Peter Geach ha defendido una tesis no milliana (él diria } “no lockeana") en el sentido de que a cada nombre se le afiada por definicién un | predicado genérico [sortal] (por ejemplo, “Geach” por definicién nombraa un hom- bre). Por otro lado, la teorfa tampoco es completamente fregeana, ya que Geach niega que ninguna descripcién definida que identifique al referente del nombre ‘entre varias cosas del mismo tipo esté analiticamente atada al nombre. (Véase, por jemplo, en Reference and Generality, Cornell, 1962, pp. 43-45.) En lo que respecta Solamente a los asuntos presentes, la tesis de Geach puede con justicia asimilarse rt. iy un PNIOMA SONRE LA GREENCIA 172 erior mencionado Lea tae Enel trabajo ant i ‘nrgument© modal, Sostu a :"Heape. qument0s Orr X ina verdad (an necesaria como la expresada aren psfor0” CSPFES sno hay ninguna situacién contraffctica Capuéspeto 68 HESPOT T uubieran sido diferentes Indudable ery que HESper Y FAST es Fésforo” nto se conocid a prior a d de “HOP fuese falsa antes de ‘eas apropiadas. Sin embargo, er sido ampliament crefdo que ypu si rucbas empiricas @ témicas deberfan separarse de tiva a la necesidad de “Héspero es Fés. ja de mi concepcién de los nombres Jos nombres propios codesigna- en todos los contextos de com son intercamb vafisica); mas atin, que el reemplazo de bilidad (metal deja inalterado el valor mn nombre propio por otro codesignativo ul nodal de cualquier oracion: No obstante, aunque mi postura confirmaba la versién millia- lo obstante, ,bres en contextos modales, a primera vista parecfa na de los nombres © ersi6n no miliana de los contextos pis- igure creenci (asf como de otros contextos de actitudes teenicionales). Pues presupone un contraste tajante entre la po- liad epistémica y la metafisica: antes de que se realizaran los descubrimientos empfricos apropiados, los humanos bien podian tre haber sabido que Héspero era Fésforo 0, incluso, podfan no haberlo crefdo, aunque supieran, por supuesto, que Héspero era Héspero. ¢No apoya esto acaso la tesis fregeana de que ‘Héspero” y *Fésforo” tienen distintos “modos de presentacion” que deter- Y snan su referencia? équé otra cosa puede dar cuenta del hecho de que, antes de que los astrénomos identificaran los dos cuer- pos celestes, una oracidn que usara “Héspero” podfa expresar una creencia comtn, en tanto que el mismo contexto con “Fésforo” no? En el caso de “Héspero” y “Fésforo” resulta bastante claro cuales serfan los diferentes “modos de presentacién”: un modo determina ala de Mill ms que a la de Frege, pues los nombres o1 y *Tulio" tendrfan tanto el mismo referente como el mismo sentido (geachiano) (a saber, que son nombres de un hombre). Parecerfa entonces que tienen que ser intercambiables en todo lugar. (En Reference and Generality, Geach parece no acep- tar esta conclusi6n, pero el argumento prima facie a favor de la conclusi6n seria el ‘mismo que en una concepcién puramente milliana.) ee ll a et SAUL A. KRIPKE 173 senpo celeste pot 8 posicin y apariencia tpica, en la esta un ct jada, en la tarde; el otro determina al mismo cuer, ion #P! osicién ¥ apariencia Upica, en la estacién apropiada, " por Pest, parece que aunque los nombres propics, seqdn la mare gerian modalmente rigidos —tendrian la misma referencia i ols usamos para describir situaciones contraficticas que la coat nen cuando se usan para describir el mundo real— tendrian ue a cie de “sentido” fregeano segein la manera como se fijase una ig referencia rigida. ¥ las divergencias de “sentido” (en este qv jo.de “sentido” conducirfan a falas de intercambiabilidad de oe codesignativos en contextos de actitudes proposiciona- a ue no en contextos modales. Tal teorfa concordarfa con Sin en Jo que respecta a los contextos modales, Pero con Frege en lo que respect a Jos contextos de creencia. La teoria no seria ‘yramente milliana." Pein embargo, si reflexionamos un poco més, la conclusion fre- ana parece menos obvia. Exactamente de la misma manera Smo se dice que hubo un tiempo en el que Ia gente no se ha- bia percatado del hecho de que Héspero es Fésforo, asf un ha- blante normal del castellano obviamente puede ignorar que Ci- terén es Tulio 0 que Holanda ¢s los Pafses Bajos, ya que puede asentir sinceramente a “Holanda ¢s un pais hermoso” y disentir 10 En un trabajo no publicado, Diana Ackerman lanza el problema de la fa: ti de sustituiblidad contra la tesis de Milly, por ende, contra mis propias Pienso que otros también pueden haber hecho lo mismo. (Tengo la impresién de ue el trabajo ha sufrido una considerable revsién, pero no he visto la versiones recientes.) Convengo en que este problema constituye una seria dificultad para la texis de Mill, asf como para el espfritu milliano que animaba mis propias tesis en ‘Naming and Necessity. (Véase la discusién de esto en el texto del presente trabajo.) Por otra parte, yo subrayaria que no tiene que haber una contradiccién al sostener que los nombres son madalmente rigidos y que satisfacen un principio de susttuibi- } lidad para los contextos modales, y a la vez rechazar el principio de sustituibilidad para los contextos de creencia. Todo el aparato elaborado en Naming and Neces- sig relativo a la distinci6n entre la necesidad epistémica y metafisca, y entre dar dl significado y fiar la referencia, ten‘a la intencién de mostrar, entre otras cosas, que podfa mantenerse una doctrina milliana de la sustituibilidad para los contextos modales, aun cuando se rechazara dicha doctrina para los contextos epistémicos. ‘ En Naming and Necessity nunca se afirmé un principio de sustituibilidad para los contextos epistémicos. Inclusive es consistente suponer que los modos diferentes de fijar (rigidamente) lareferencia son los responsables de las fallas de sustituibilidad, adoptando de esta ‘manera una postura intermedia entre la de Frege y la de Mil, sobre os lineamientos Die BIB a 174 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA de “Los Pafses Bajos son un pais hermoso”. En el caso de “Heés- pero” y “Fésforo”, parecia verosfmil dar cuenta de la situacién pa- ralela si suponfamos que las referencias (rigidas) de “Héspero” y “F6sforo” a un solo objeto se fijaban de dos maneras convencio- nalmente diferentes, una como “la estrella de la tarde” y la otra como “la estrella de la mafiana’, Pero, aun si consideramos que Jos “sentidos” son “modos de fijar rigidamente la referencia”, ¢qué *sentidos”convencionales correspondientes podemos verosimilmen- te suponer que existan para “Cicerén” y “Tulio” (0 para “Holan- da” y “los Pafses Bajos")? éNo son éstos acaso, simplemente dos nombres (en castellano) del mismo hombre? éHay acaso alguna “connotacién” especial convencional, extendida en toda la comunidad, de uno de ellos de la que carezca el otro?!” No sé de ninguna.!? indicados en el texto del presente trabajo, Puede incluso considerarse que Naming and Necesity sugiere, para el caso de algunos contextos en los que una descripcién ‘convencional fija rigidamente la referencia (HésperoFésforo), que el modo como se fija la referencia es relevante para las cuestiones epistémicas. Sabia cuando escri- ‘bi Naming and Necessity que debido a los problemas tratados en el presente trabajo, los asuntos relativos a la sustituibilidad en contextos epistémicos eran realmente muy delicados, pero pensé que era mejor no enturbiar mds las aguas. (Véanse las notas 43 y 44.) Después de terminar este ensayo, vi el trabajo de Alvin Plantinga: “The Boet- hian Compromise", American Philosophical Quarter, 15, 1978, pp. 129-188. Plan- tinga adopta una tesis intermedia entre Frege y Mill y menciona al principio de sustituibilidad como un argumento central a favor de su postura. También se refie- rea .un trabajo de préxima aparicién de Ackerman. No he visto este trabajo, pero probablemente es un descendiente del trabajo al que me referf antes. 11 Uso aqui “connotacién” de manera que se implique que las propiedades asociadas estén ligadas a priori con el nombre, al menos como propiedades que fijan la referencia, y que por lo tanto tienen que ser verdaderas del referente (en ‘caso de que exista). Hay otro sentido de “connotacién” en el que no tiene que asumirse la connotacién como verdadera del referente, o ni siquiera creerse que ¢s tal, como en el caso de “El Santo Imperio Romano”. En algiin sentido emparen- tado con esto, los especialistas en estudios clisicos y otras personas con algunos conocimientos clésicos pueden vincular determinadas “connotaciones” diferentes con “Cicer6n” y con “Tulio”. De modo similar, “Los Pa(ses Bajos" puede sugerir baja altitud a un ofdo atento. Tales connotaciones dificilmente pueden considerar- se como extendidas en toda una comunidad; muchos usan los nombres sin darse cuenta de tales sugerencias, Inclusive un hablante que se percate de la sugerencia de un nombre puede no considerar las propiedades sugeridas como verdaderas del objeto; comparese “El Santo Imperio Romano”, Una “connotacién” de este tipo no da un significado, ni fija una referencia. + Algunos podrian intentar encontrar una diferencia de “sentido” entre "Ci- cerén" y “Tulio” con base en que “Cicerén se llama ‘Cicer6n’” es trivial, en tanto SAUL A. KRIPKE 175 Parecerfa que semejantes consideraciones pudieran empuj nos a la tesis extrema fregeano-russelliana de que los sentidos de jos nombres propios varfan, rigurosamente hablando, de un ha. plante a otro, y de que no hay sentidos extendidos en toda una comunidad, sino sélo referencias extendidas en toda una comuni- dad.'® Seguin tal tesis, el sentido que un hablante dado atribuye 4 tun nombre tal como “Cicer6n” depende de qué aseveraciones ‘que comiencen con “Cicer6n” acepta, y cudles de ellas considera como definitorias, para él, del nombre (por contraste con aquellas que considera como simples creencias facticas “acerca de Cicerén”). De manera similar para “Tulio". Ast, por ejemplo, alguien pue- de definir “Cicerén” como “el orador romano cuyo discurso era griego para Casio” y “Tulio” como “el orador romano que denun- cié a Catilina”. Tal hablante, entonces, puede no aceptar “Cicerén aque “Tulio se llama ‘Cicerén'" puede no serlo. Kneale, asi como Church en un Iu- gar (probablemente al menos de modo implicito), han argumentado en esta vena. (Para el caso de Kneale, véase Naming and Necessity, p, 288. De esta manera, puede alan se llamado ‘Cicerén' es parte del sentido del nombre “Cicerén”, pero no je “Tulio”. He discutido algunos asuntos relacionados con esto en Naming and Necessity, pp. 283-286. (Véase también la discusién en tornoa las condiciones de no circulari- dad en otras partes de Naming and Necessity.) Se podria decir mucho més y en contra de este tipo de argumento; tal vez lo haré en otro lugar. Permitaseme mencionar brevemente la siguiente situacién paralela (que puede entenderse en relacién con la discusién en Naming and Necessity). Cualquiera que entienda el significado de “se llama” y de las comillas en castellano (y sepa que “alienista” es significativo y gramaticalmente apropiado), sabe que “los alienistas se llaman ‘alienistas’" expre- sa una verdad en castellano, aun cuando no tenga ninguna idea acerca de lo que significa “alienista”. No necesita saber que “los psiquiatras se llaman ‘alienistas'* expresa una verdad, Nada de esto muestra que “alienistas” y “psiquiatras” no sean sinénimos, o que “alienistas” tenga como parte de su significado haber sido Uamado “alienistas” en tanto que “psiquiatras” no. De manera similar para el caso de “Ci- cer6n” y “Tulio”. No hay més raz6n para suponer que ¢l llamarse de tal 0 cual manera sea parte del significado de un nombre que del significado de cualquier otra palabra. 13 Una posici6n se apega a Frege y Russell en estas cuestiones aun cuando per rita que todos los hablantes asocien un ciimulo de descripciones con cada nombre, siempre y cuando mantenga que el cimulo varia de un hablante a otro y que las variaciones de ciimulo dan lugar a variaciones de ideolecto. La tesis de Searle es, por ende, fregeano-russelliana cuando escribe en los iltimos parrafos de “Proper Names", Mind, 67, 1958, pp. 166-173: * ‘Tulio = Cicerén’, sugiero, seria analitica para la mayoria de la gente; las mismas presuposiciones descriptivas son asociadas a cada nombre, Pero, por supuesto, si fueran diferentes las presuposiciones des- criptivas, la oracién podria ser usada para hacer un enunciado sintético,” Sy 1% UN DIGMA SOBRE LA CREENCIA 3 Teo” si no se percata de que un solo orador satisfacta ambos descripciones (si hemos de creer tanto a Shakespeare como a historia). Bien puede, en su ignorancia, afirmar “Cicerén era cay yo" en tanto que rechaza “Tullo era caro” y cosas semejantes. No 3 caso esto lo que realmente sucede siempre que las creencias expresadas por alguien no son indiferentes a ba sustitucién de “Gj. ceréa” por “Tulio’? ZAcaso no tiene que radicar el origen de ta] falls ex di hecho de que hay dos descripciones distintas asociadas 2 los nombres, o dos modos de determinar su referencia? Sj un kecblante une, por suerte, las mismas propiedades identificadoras tanto con “Gicer6n” como con “Tulio”, al parecer sf usard “Cice, réa" y “Tullo” de manere intereambiable. Todo esto parece ser, a primera vistz, un poderoso apoyo 2 la tesis de Frege y Russell se, gin la cual en general los nombres son peculiares a los ideolectos, con “sentidos” que dependen de las “descripciones identificadg. toe sanciad Nétese que, segiin la tesis que estamos considerando, uno np puede decis: “Algunos ignoran que Cicer6n es Tullo”; pues, segiin esta tesis, no hay una inica proposicién denotada por la cliusula subordinada que comienza con “que” que la comunidad de hablan. tes normales del castellano exprese mediante “Cicerén es Tullio”. Algunos —por ejemplo, quienes definen tanto “Cicerén” como “Tullo” como “el autor de De Fato"— la usan para expresar una identided trivial. Otros, la usan para expresar la proposicién de que el hombre que satisface una descripcién (digamos, que denun- 6 2 Catilina) es uno y el mismo que el hombre que satisface otra Gescripci6n (digamos, que su discurso era griego para Casio). No hay ta tinico hecho, “que Cicer6n es Tulio”, conocido por algunos pero n0 por todos los miembros de la comunidad. Si yo aseverara “Muchos ignoran que Cicerén es Tulio”, yo usa- ri “que Cicerén es Tulio” para denotar la proposicién que yo entiendo mediante estas palabras. Si ésta es, por ejemplo, una iden- tidad trivial, yo aseveraria falsamente, y sin venir al caso, que hay una ignorancia extendida en toda la comunidad sobre una deter- minada identidad.* Puedo, desde luego, decir: “Algunos hablantes del castellano usan tanto ‘Cicerén’ como ‘Tulio’ con el referente 1 Aunque uso aqui la jerga de bs proposiciones, el asunto es enteramente insensible a las diferencias concernientes a los distintos puntos de vista teéricos. Por ejemplo, de acuerdo con el andlisis de Davidson, estaria aseverando (aprox SAUL A. KRIPKE, 177 usual (el famoso romano), no obstante no asienten a ‘Cicerén es Tulio’”. Este aspecto de la tesis fregeano-russelliana puede combinarse, como antes, con la concesién de que los nombres son designa- dores rigidos y que, por ende, la descripcién usada para fijar la referencia de un nombre no es sinénima de él, Sin embargo, hay dificultades considerables. La idea de que usamos nombres pro- pios, tales como “Cicer6n”, “Venecia”, “Venus” (el planeta), con “sentidos” que difieren y que, por esta razdn, “estrictamente ha, blando”, no hablamos un tinico lenguaje, de entrada nos parece obviamente inaceptable. Hay, ademds, las bien conocidas, cuan- tiosas e importantes objeciones a cualquier teorfa de los nombres como descripciones o ctimulos de descripciones. Y, ées en defini- tiva tan claro que la falta de intercambiabilidad en los contextos de creencia implique alguna diferencia de sentido? Después de todo, hay una bibliografia filos6fica considerable que argumenta que in- cluso pares de palabras que son francamente sinénimas, si es que algunas lo son, —“doctor” y “médico” para dar un ejemplo— no son intercambiables salva veritate en contextos de creencia, por lo menos en el caso en que el operador de creencia esté iterado.!8 ‘madamente) que muchos no se percatan-delcontenido-de la siguiente emisién por parte mfa: Cicerdn es Tulio, Esto se hallaria sujeto al mismo problema, 18 Benson Mates, “Sinonymity", University of California Publications in Philoso- hy, 25, 1950, pp. 201-226; reimpreso en L. Linsky (comp.), Semantics and the Philo ‘Sophy of Language, University of Mlinois Press, 1952. (Ha habido una gran cantidad de discusiones subsecuentes. En el trabajo original de Mates la idea se menciona casi incidentalmente.) Pienso de hecho que el problema de Mates tiene relativa- mente poca fuerza contra el argumento que estamos considerando a favor de la posicién fregeana. El enigma de Mates de ningxin modo va en contra de principios tales como el siguiente: Si una palabra es sinénima de otra, entonces, un hablante suficientemente reflexivo que no cometa impropiedades lingasticas 0 confusiones conceptuales y que asienta sinceramente a una oracién simple que contenga una de cllas también asentird (sinceramente) a la oracién correspondiente que contenga a otra en su lugar. Indudablemente es una parte crucial del presente argumento “fregeano" el que los nombres codesignativos puedan tener “sentidos” diferentes, que un hablante pueda asentir a una oracién simple que contenga uno de ellos y negar la oracién correspondiente que contenga el otro, aun cuando no sea culpable de ninguna con- {fusiOn lingitstica 0 conceptual, ni cometa ningin desl en consistencia légica. En el caso de dos palabras francamente sindnimas, esto no es asi Pienso personalmente que el argumento de Mates tiene un interés considerable, pero que las cuestiones examinadas son delicadas y producen confusién y que, en RELA CREENCIA . Russell en relacién con esta into saldré ala Juz en la siguiente secciéy ¢s fécil formular el argu. c ssell € n lo correcto, NO fel frm Ru! parece apoyarlos y que proviene de los contextos de creencla. que muestra que hay que darles su jecion me cea, ¢s ésta: la tesis bajo consideracién debida importancia #7 Gmeno que trata de explicar. Como ‘ «ndividuos que “definen ‘Cicerén’” he dicho oot ae 0 “el denunciador de Catilina”, “el autor ,étera, Son relativamente excepcionales: su predo- {a literatura filosdfica es el producto de la excesiva dealgunos fildsofos. Los hombres comunes que evie nombre de Cicerén, pueden “Cicer6n” como un i ] er capaces de dar una respuesta mejor a “eQuién fue Cicer6n?” b oso orador romano” y probablemente dirfan lo mismo dicen algo!) para el caso de “Tulio”. (Realmente la ma- {do el nombre “Tulio”). De la misma {do hablar tanto de Feynman como da uno de ellos como “uno de los més importantes fisicos tedricos contempordneos”, Tales personas no asignan “sentidos” del tipo habitual que identifican como al- ‘ombres (aunque usan los nombres go tinico al referente de los 1 n cia determinada). Pero, en la medida en que las con una refere descripciones indefinidas que se asocian a Jos nombres puedan Ila- arse “sentidos”, los “sentidos” asignados a “Cicern” ya “Tulio”, oa “Feynman” ya “Gell-Mann”, son édénticos.!” No obstante, los eblanige de este tipo claramente pueden preguntar “éEran Cice- r6n y Tulio un solo orador romano 0 dos?” o *éSon Feynman y Gell-Mann dos fisicos 0 uno solo?” sin conocer Ia respuesta a nin- ‘ana de las dos preguntas por el solo hecho de inspeccionar los “sentidos”. Alguno de esos hablantes podria incluso conjeturar 0 tener Ia vaga y falsa impresi6n de que, como dirfa, “Cicerén era calvo, pero Tulio no lo era". La premisa del argumento que esta, mos considerando a favor de la posici6n clésica de Frege y Russell minancia en cultura cldsica dentemente usan no st que “un fa (isi es que yorfa de Ia gente nunca hao manera, mucha gente que ha o} de Gell-Mann identificaria a ca‘ caso de funcionar el argumento, conduce a una paradoja o a un enigma mds que a ‘una condlusién definitiva, (Véanse también las notas 23, 28 y 46.) 18 Naming and Necessity, pp. 291-293. 1 Recuérdese también la nota 12, SAUL A. KRIPKE, 179 —que siempre que dos nombres codesignativos no son intercam- biables en la expresién de las creencias de un hablante, la falla de intercambiabilidad surge debido a una diferencia en las descrip- ciones “definitorias” que el hablante asocia a estos nombres— es, por lo tanto, falsa. El caso ilustrado mediante “Cicer6n” y “Tulio” es, de hecho, bastante frecuente y ordinario, De manera que la falla manifiesta de intercambiabilidad en todo lugar de los nom- bres codesignativos en contextos de creencia no ha de explicarse apelando a los “sentidos” de dichos nombres. Dado que la tesis extrema de Frege y Russell de hecho no explica la falla obvia de intercambiabilidad de nombres en los contextos de creencia, parece no haber ninguna otra razén —para los propési- tos presentes— para no darles todo su peso a las otras abrumadoras consideraciones en contra prima facie de la tesis de Frege y Russell. Los nombres de ciudades, paises, personas y planetas famosos son moneda corriente en nuestra lengua comtin, no términos usados homénimamente en nuestros ideolectos separados.!8 La manifies- 8 Algunos filésofos enfatizan que los nombres no son palabras de la lengua 0 que los nombres no se traducen de una lengua a otra. (La frase “moneda corriente de nuestra lengua comtin” tenfa la intencién de permanecer neutral respecto de cualquier asunto de este tipo.) Alguien puede usar “Mao Tse-Dong” en castellano, por ejemplo, aunque no sepa ni una palabra de chino. Parece dificil negar que “Deutschland”, “Germany” y “Alemania”, sean los nombres en alemAn, inglés y caste- Mano, respectivamente, de un solo pais y que una oracién del inglés que contenga “London” se traduce mediante una oracién del castellano que contenga “Londres”. Aprender estos hechos es una parte del aprendizaje del alemn, el inglés y el caste- ano. Tal parecerfa que algunos nombres, especialmente los nombres de paises, de otras localidades famosas y de algunas personas famosas, son ensefiadas como par- te de uma lengua (no tiene mucha importancia si se les llama “palabras” 0 no). ‘Muchos otros nombres no se ensefian como parte de una lengua, especialmente si el referente no es famoso (de manera que la notacién usada esti confinada a un circulo limitado) o silos hablantes de todas las lenguas usan el mismo nombre. Hasta donde puedo ver, es de poca o ninguna importancia semdntica el hecho de que un nombre particular sea o no pensado como parte de una lengua. La notacién matemitica, por ejemplo, “<”, tampoco es habitualmente pensada como parte del ‘castellano ni de ninguna otra lengua, aunque se usa en combinacién con palabras del castellano en tratados de matemética escritos en castellano. (Un matemético francés puede usar la notacién aunque no sepa ni una palabra de castellano.) Por otra parte, “es menor que” sf ¢s castellano. éTiene acaso alguna significacién se- ‘méntica esta diferencia? Hablaré en la mayor parte del texto como si los nombres de los que me ocupo fueran parte del castellano, del inglés, etcétera; pero importa poco para lo que digo 180 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA ta falla de intercambiabilidad de nombres codesignativos en con. textos de creencia sigue siendo un misterio, pero el misterio ya no parece un alegato tan claro a favor de una tesis fregeana y en contra de una tesis milliana. Ni los sentidos puiblicos diferentes, ni los sentidos privados diferentes peculiares a cada hablante, dan quenta de los fendmenos que hay que explicar. De manera que la existencia patente de tales fenémenos ya no Proporciona un argu. mento prima facie a favor de tales sentidos diferentes. ‘Una iltima observacién para terminar esta seccién. Me he re. ferido antes a mis propias tesis anteriores en Naming and Necessity, Dije un poco més arriba que en la medida en que tales tess hacen alos nombres rgidos y transparentes!® en los contextos modales, favorecen a Mill, pero que la concesién de que los nombres propios no son transparentes en los contextos de creencia parece favorecer a Frege. Sin embargo, bien miradas las cosas, se vuelve mucho més dudoso qué tanto apoyan realmente a Frege en contra de Mill es- tos fenémenos de opacidad. ¥ hay razones te6ricas importantes para ver el enfoque de Naming and Necessity bajo una perspectiva milliana. En aquel trabajo argumenté que de ordinario lo que real- mente determina la referencia del nombre de una figura histérica del pasado es una cadena de comunicacién, en la cual la referencia del nombre es pasada de eslabén en eslabén. Ahora bien, la legi- imidad de dicha cadena concuerda mucho mejor con las ideas ti millianas que con otras alternativas, ya que la tesis supone que un principiante adquiere de la comunidad un nombre al tomar la determinacién de usarlo con la misma referencia con la que lo usa la comunidad. Consideramos que dicho principiante usa “Cicerén ¢s calvo” para expresar la misma cosa que la comunidad expre- sa, sin importar las variaciones en las propiedades que diferentes principiantes asocien con “Cicerén”, siempre y cuando tenga la si son pensados como parte de la lengua o como anexos a ella. Y no es necesario afirmar que un nombre tal como “London” se *traduce” (si esta terminologia su giere que los nombres tienen “sentidos", me pareceria también objetable), siempre y cuando uno reconozca que las oraciones inglesas que la contienen se traducen correctamente al castellano usando “Londres”. '8 Cuando digo que los nombres son transparentes en un contexto, quiero decir que los nombres codesignativos son allf intercambiables. Por razones de bre vedad hay una desviacién de la terminologia habitual, segiin la cual es el context lo que es transparente, (También uso la terminologia habitual en este ensayo.) a i (twits ee SAUL A. KRIPKE 181 determinacién de usar el nombre con el referente aceptado por la comunidad, Que un nombre pueda transmitirse de esta manera ¢s algo que concuerda precisamente con un modo milliano de ver las cosas, segiin el cual s6lo a referencia es importante para la seméntica de las oraciones que lo contienen y no propiedades mas espectficas asociadas al nombre, Se ha sugerido que la cadena de comunicacién, que segtin este modo de ver las cosas determina la referencia, pudiera por ello mismo Ilamarse un “sentido”, Tal vez esto sea as{—si asf lo deseamos-,” pero con ello no hay que olvidar que la legitimidad de dicha cadena sugiere que, como Mill pens6, Jo que consideramos necesario para el aprendizaje correcto de la lengua es s6lo la preservacién de la referencia 2! (Esto contrasta con expresiones tales como “criatura con rifiones” y “criatura con coraz6n”, en donde se necesita algo mds que aprender la exten- sién correcta.) Asf mismo, como se sugirié antes, la doctrina de la rigidez en los contextos modales resulta disonante, aunque no necesariamente inconsistente, con una postura que invoque con- sideraciones antimillianas para explicar los contextos de actitudes proposicionales. El espfritu de mis tesis anteriores sugiere, entonces, que debe de mantenerse una linea milliana hasta donde resulte factible. 2 Pero tenemos que usar aqui el término “sentido” en el sentido de “aquello que fija la referencia”, no de “aquello que da el significado", de otra manera irfamos en contra de la rigidez de los nombres propios. Si el origen de la cadena de cierto nombre es de hecho un determinado objeto, usamos el nombre para designar a ese objeto aun cuando hablemos de situaciones contrafécticas en las que algtin otro objeto hubiese originado la cadena, 21 La cuestion es que, segtin la doctrina de Naming and Necessity, al transmitirse os nombres propios de eslabén en eslabén, aun cuando las creencias que asocia- ‘mos sobre el referente cambien radicalmente, el cambio no ha de ser tenido como un cambio lingiifstico ala manera como sffue un cambio lingafstico el que se llevé a cabo cuando “villano” cambié su significado de “ristico” a “hombre malvado". En tanto que permanezca idéntica la referencia del nombre, las creencias que aso- ciemos sobre el objeto pueden sufrir una gran cantidad de cambios sin que esos cambios constituyan un cambio lingaistico. Si Geach tiene razén, al pasar un nombre también tiene que parczse un pre- dicado genérico [sortal] adecuado. Sin embargo, véase la nota 58 de Naming and Necessity, 182 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 11, PRELIMINARES: ALGUNOS PRINCIPIOS GENERALES dEn dénde nos encontramos ahora? Parece que nos hallamos en algo as{ como un brete. Por una parte, concluimos que la falla dein. tercambiabilidad salva veritate de “Cicerén” y “Tulio” en contextos de actitudes proposicionales no cra de ninguna manera explica- ble apelando a los diferentes “sentidos” de los dos nombres. Por otra parte, no olvidemos el argumento inicial en contra de Mill: si la referencia es todo lo que importa en el nombrar, équé diferen- cia semédntica puede haber entre “Cicerén” y “Tulio"? Y, si no hay una diferencia semédntica, éacaso no expresan la misma proposi- cién “Cicerén era calvo” y “Tulio era calvo"? éCémo, entonces, puede uno creer que Cicerén era calvo y no obstante dudar que Tulio fuese calvo o creer que no lo fuera? Hagamos un recuento. éPor qué pensamos que alguien puede creer que Cicerén era calvo, pero no creer que Tulio lo era; creer, sin inconsistencia légica, que Yale es una gran universidad, pero que Old Eli es una universidad de segunda categorfa? Bueno, un hablante normal del castellano, digamos Juan, puede asentir sin- ceramente a “Cicerén era calvo” y no a “Tulio era calvo”, Y esto puede ser asf aun cuando Juan use “Cicerén” y “Tulio” de manera estndar; esto es, usa “Cicer6n” en su afirmaci6n como un nombre de un romano y no, digamos, de su perro o de un espfa aleman. Hagamos explicito el principio desentrecomillador que aqui pre- suponemos y que conecta el asentimiento sincero con la creencia. Puede formularse de la siguiente manera, en donde “p” ha de re emplazarse, dentro y fuera de todas las comillas, por cualquier oracién apropiada del castellano: “Si un hablante normal del castella- no, luego de reflexionar, asiente sinceramente a ‘p’, entonces cree que p. La oracién que reemplace a “p” tiene que carecer de dispositivos defcticos 0 pronominales, o de ambigiedades, lo cual arruinarfa el sentido intuitivo del principio (por ejemplo, si Juan asiente a “Usted es maravilloso” no tiene que creer que usted —el lector— es maravilloso).2* Cuando suponemos que estamos tratando con un 2 Mas adelante se asumen restricciones adecuadas semejantes para el princi- pio desentrecomillador reforzado y para el principio de traduccién. No esnecesario cexcluir las ambigiedades si se supone técitamente que la oracién ha de entenderse de una cierta forma todas las veces que figure. (Para el caso del principio de tra- duccién se supone de manera similar que el traductor se ajusta a la interpretaci6n SAUL A. KRIPKE 183 hablante normal del castellano queremos decir que usa de manera estandar todas las palabras en la oracién, las combina de acuerdo con la sintaxis apropiada, etcétera; en suma, que al usar la oraci6n quiere decir Jo que un hablante normal querrfa decir con ella. Las “palabras” de la oracién pueden incluir nombres propios en la me- dida en que éstos formen parte del habla comdn de la comunidad, de tal manera que podamos decir que se usan de manera estan- dar. Por ejemplo, si la oracién es “Londres es bonita”, entonces el hablante debe de satisfacer los criterios normales para usar “Lon- dres” como un nombre de Londres y para usar “bonita” para atri- buir un grado apropiado de pulcritud, La especificacién “luego de reflexionar” protege contra la posibilidad de que un hablante, de- bido a algtin descuido o desatencién al significado de sus palabras o debido a alguna otra confusi6n lingiiistica o conceptual momen- tdnea, asevere algo que en realidad no quiere decir o asienta a una oracién debido a algun error lingiifstico. “Sinceramente” tiene por objeto excluir la mendacidad, la ironfa, la actuacién teatral y cosas semejantes. Me temo que aun con todo esto, es posible que algun lector astuto —tal es, después de todo, el modo como ocurren las cosas en filosofia— pueda descubrir alguna especificacién que yo haya pasado por alto y sin la cual el principio aseverado se halle sujeto a algdn contraejemplo. Dudo, sin embargo, que cualquier modificacién de ese tipo afecte cualquiera de los usos del princi- pio que consideraremos mas adelante, Después de todo, tomado en su sentido obvio, el principio parece ser una verdad evidente en sf misma. (Un principio similar vale para la afirmacién sincera o la aseveracién, en lugar del asentimiento.) Hay también una forma “bicondicional” reforzada del princi- pio desentrecomillador, en donde una vez mas cualquier oracién apropiada del castellano puede reemplazar a “p” en todo lugar: “Un hablante normal del castellano que no sea reticente estard dispuesto a ‘propuesta [intended interpretation) de la oraci6n.) No elaboro en detalle la restrieci6n, sobre los defcticos dado que la imencién ¢s clara, Resulta claro que el principio desentrecomillador se aplica s6lo a las atribucio- nes de creencia de dicto, no de re. Si alguien da su asentimiento sincero a la cuasi tivialidad “El espfa extranjero més alto es un espfa’, se sigue que cree que: el espfa extranjero més alto es un espfa. Es bien sabido que no se sigue que cree, de lespfa extranjero més alto, que es un espfa. En el segundo caso, pero no asf en el Primero, serfa su deber patriético ponerse en contacto con las autoridades. 184 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA asentirsinceray reflexivamente a ‘psi sélo si él cree que "La forma bicondicional refuerza la forma simple al aftadir que la ausencia de asentimiento es indicio de carencia de creencia, asf como el asen- timiento es indicio de creencia. La especificacién concerniente a la reticencia tiene por objeto tener en cuenta el hecho de que un hablante puede no confesar sus creencias debido a su timidez, a su deseo de mantener un secreto o de evitar alguna ofensa, etcétera, (Una formulacién alternativa otorgarfa al hablante una sefial para indicar carencia de creencia en la aseveracin que se le propone no necesariamente creencia en lo opuesto—, ademis de su sefial deasentimiento.) Tal vez la formulacién necesita, de nuevo, ceitirse mis, pero lo que se propone es claro. Generalmente en lo que sigue, el principio desentrecomillador simple bastard para nuestros propésitos, pero en una ocasién in- vocaremos también la forma reforzada. La forma simple puede usarse con frecuencia para probar [to dest] si un sujeto tiene la creencia contraria, siempre y cuando el sujeto sea un hablante con el minimo de légica requerida para que, al menos después de una reflexién adecuada, no sostenga simulténeamente creencias que sean contradicciones francas una de la otra —de la forma “p” y “no-p” 24 (No hay nada en esta exigencia que le impida sostener si- % Qué sucede si un hablante asiente a una oraci6n pero no a una aseveracién sinénima? Digamos que asiente a “Juan es doctor”, pero no a “Juan es médico". Dicho hablante o bien no entiende normalmente una de las oraciones o deberia ser capaz de corregirse a s{ mismo “luego de reflexionar”, En tanto que de manera confusa asienta a ‘Juan es doctor”, pero no a “Juan es médico”, no podemos aplicarle directamente el principio desentrecomillador para concluir que cree o que no cree que Juan es doctor, dado que su asentimiento no es “reflexivo”. De manera similar, sialguien asiente a “Juan es doctor, pero no médico” deberia ser capaz de reconocer su inconsistencia sin necesidad de informacién adicional, Hemos formulado los principios desentrecomilladores de manera que no necesaria- ‘mente nos lleven a atribuir creencias en tanto que tengamos razones para sospechar que hay alguna confusién lingiistica o conceptual, como en los casos que acabamos, de mencionar. Notese que si alguien dice “Cicerén era calvo, pero Tulio no lo era” no se tiene ‘ninguna razén para suponer que el sujeto es victima de alguna confusién lingiistica © conceptual. * Estono deberfa confundirse con la cuesti6n desi el hablante simulténeamen- te cree de un objeto que tiene una propiedad y que no la tiene. Nuestra discusiOn ¢s sobre las creencias de dicto (nocionales), no sobre las creencias de re. Me han mostrado un pasaje en Arist6teles que parece sugerir que nadie pue- de realmente creer dos contradictorias explicitas. Si quisiéramos usar el principio | — SAUL A, KRIPKE 185 multéneamente creencias que conjuntamente impli [entail] una contradiccién.) En este caso, ae ae cipio desentrecomillador simple (no reforzado), el asentimiento del hablante a la negacién de “p” indica, no solamente que cree que nop sino también que no cree que p (en donde “p” puede ser reemplazada por cualquier oracién apropiada del castellano). Hasta aqu{ nuestro principio se aplica slo a hablantes del caste- llano. Nos permite inferir del asentimiento sincero y reflexivo de Pedro a “Dios existe” que él cree que Dios existe, Pero, por supues- to, cominmente nos permitimos sacar conclusiones, formuladas en castellano, acerca de las creencias de hablantes de cualquier otra lengua: inferimos que Pierre cree que Dios existe a partir de su asentimiento sincero y reflexivo a “Dieu existe”. Hay varias maneras de hacer esto dadas las traducciones convencionales del francés al castellano. Elegimos la ruta siguiente, Hemos formulado 1 principio desentrecomillador en castellano, para oraciones del castellano; de la misma manera supondremos que vale un princi- pio andlogo, formulado en francés (inglés, alemén, etcétera), para oraciones del francés. Finalmente, asumimos el principio de traduc- cidn: Si una oracién de una lengua expresa una verdad en esa lengua, entonces cualquier traduccién de ella a otra lengua también expresa una verdad (en esa otra lengua). Algunas de nuestras prdcticas usuales de traduccién podrfan violar este principio; esto sucede cuando el objetivo del traductor no es el de preservar el contenido de la oracién, sino més bien el de proporcionar en su propia lengua una oracién que sirva —en algtin otro sentido— para los mismos propésitos que la emisiOn original en la lengua extranjera.”* Pe- desentrecomillador simple para probar si el sujeto tiene la creencia contraria, basta aque éste sea verdadero de algunas individuos que, al reflexionar, se percaten simul- ‘tdneamente de ambas creencias y tengan acumen légico suficiente y respeto por Ia logica. Tales individuos, si tienen creencias contradictorias, perderdn una o las dos creencias una vez que hayan notado la contradicci6n. Para tales individuos, el asentimiento sincero y reflexivo a la negacién de una oraci6n implica que ereen la contraria de la proposicién que dicha oracién expresa, de manera que la prueba [the test] en el texto se cumple. 35 Por ejemplo, al traducir una informacién histérica a otra lengua, tal como “Patrick Henry said: ‘Give me liberty or give me deatht’*, el traductor bien puede traducir la cita atribuida a Henry. Traduce una supuesta verdad a una falsedad, ya que Henry hablaba inglés; pero, probablemente, su lector se percate de esto y esté mds interesado en el contenido de la emisién de Henry que en sus palabras exac- tas, Especialmente este procedimiento es adecuado al traducir obras de ficci6n, _—_" — UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 186 san de una oracén ha de signifiear lo mismo que CI ro, sila traduct vaci6n del valor de verdad es una Ieoracién traducida, Ia preservar | vieién minima que debe CUPL, wa condici | principio desentrecomillador expresado or supuesto el consort nae Ge Pierre a “Dieu existe” continua de A con base en su emision y en el principi francés, inferimos (en francés): Pierre croit que Diew existe. deducimos,** usando el principio de traduc. que comienza con el asentimiento de la siguiente manera. Primero, io desentrecomillador en A partir de esto cin: Pierre cree que Dios existe. De esta manera podemos aplicar la técnica desentrecomilladora todas las lenguas. | , : “aun enel a de aplicar la técnica desentrecomilladora s6lo al castellano, hay un sentido en el que puede verse como si invocara t4citamente un principio de traduccién; ya que, presumiblemente, to aplico hablantes de mi propia lengua diferentes de m{ mismo, Gomo Quine ha hecho notar, considerar a los otros como si ha- blaran la misma lengua que yo, equivale, en un sentido, a asumir tcitamente una traduccién homofénica de su lengua a la mfa. Asf, cuando infiero.a partir del asentimiento sincero de Pedro a la ora- cién “Dios existe”, o de su afirmacién de ella, que él cree que Dios existe, se puede argumentar que, estrictamente hablando, combi- no el principio descitacional (para el ideolecto de Pedro) con el principio de traducci6n (homofénica) del ideolecto de Pedro al mfo. Pero, para la mayor parte de nuestros propésitos, podemos formular ¢l principio descitacional para una lengua, digamos, el castellano, suponiendo técitamente que es la lengua comtin de los hablantes del castellano. Slo cuando resulte pertinente la posibili- ‘en donde la verdad es irrelevante. Pero algunos que objetan el “argumento de la traduccién” de Church se han dejado confundir por la préctica. % Para formular el argumento con precisién necesitamos, ademas, alguna for- ma del principio de desentrecomillacién tarskiano para la verdad: Para cada re- emplazo (en francés o castellano) de “p", infiérase “‘p es verdadera” a partir de “p” y alla inversa. (Nétese que *'p" es verdadera” se convierte en una oracién del castellano aun cuando “p” sea remplazada por una oraci6n francesa.) En el texto ddejamos ticita la aplicacin del principio desentrecomillador tarskiano. SAUL A. KRIPKE, 187 dad de diferencias de dialecto necesitaremos e: de una manera ms detallada, Regresemos, pues, de estas abstracciones a Nuestro tema prin- cipal. Ya que un hablante normal —normal, incluso, por ten gue hace de “Cicerén” y de “Tulio” como nombres puede doy suasentimiento sincero y reflexivo a "Cicerén era calvo"y simuled neamente a “Tulio no era calvo", el principio desentrecemilladiy implica que él cree que Cicerén era calvo y que Tulio no era calvo, Puesto que parece que no necesariamente tiene que tener creom cias contradictorias (aun si es un légico brillante, no tiene que ser capaz de deducir que al menos una de sus creencias tiene que estar equivocada) y ya que el principio de sustituibilidad para nombres propios correferenciales en contextos de creencia implica que sf tiene creencias contradictorias, parecer‘a que dicho principio de sustituibilidad tiene que ser incorrecto. El argumento parece ser, ciertamente, una reductio ad absurdum del principio de sustituibil. dad en cuestién, Es curiosa la relacién de este argumento contra la sustituibili- dad con la postura clisica de Frege y Russell. Como hemos visto, el argumento puede usarse para prestar apoyo prima facie a la tesis de Frege y Russell, y creo que muchos filésofos lo han considerado como un apoyo tal. Pero, de hecho, este mismisimo argumento que ha sido usado en apoyo de Frege y Russell, no puede formularse de manera cabal si Frege y Russell estén en lo correcto, Pues, supén- gase que Juan asevera: “Cicerén era calvo, pero Tulio no lo era”. Si Frege y Russell tienen razén, no puedo yo deducir, usando el principio desentrecomillador: ‘xaminar la cuestién (1) Juan cree que Cicerén era calvo pero que Tulio no lo era, ya que, en general, Juan y yo no compartiremos, estrictamente ha- blando, un ideolecto comtin a menos de que asignemos los mismos “sentidos” a todos los nombres. Tampoco puedo yo combinar la desentrecomillacién y la traduccién para el efecto requerido, ya que la traduccién homofénica de la oracién de Juan a la mia sera ) en general incorrecta por la misma raz6n. Puesto que de hecho no hago ninguna distincién especial en cuanto al sentido entre “Cice- r6n” y “Tulio” —para mi, y probablemente también para usted, éstos son nombres intercambiables del mismo hombre- y, puesto que, segiin Frege y Russell, la afirmacién misma de Juan en la que — UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA élsthay alguna distincién de sentido, we para i : seapoya( muestra ge Tnorasseliana tiene que usar uno de ole vane diferente que Y° Y Por lo tanto, la traduc. le ae tima, Por ende, si Frege y Russell estén en cign homofbnica es a fim ejemplo de la manera directa co, ct mn se para conclu que 10s nombres propios reales en 10S contextos de creencia —aunque se haya vencia que el ejemplo, y el subsecuente veredicto sad con fecuen dad, apoyan a Frege ya Russell negativo sobre [a de Frege y Russell, aun cuando Juan i n Ja tesis Ru ‘ Ms a, cen ‘uso del principio desentrecomillador y 7 , i " Pepresando su conclusion en su propio ideolecto: (2) Yo creo que Cicerdn era calvo pero que Tulio nolo era, dos esta consn en a propis palabras de siovarto el ideolecto de Juan. Por supuesto, yo ue Ja") vapresa ura verdad en el ideolecto de Juan". i 1 vo tos dos “sentidos” que Juan asignaa *Cicerén”y “Tulo’ sesén puedo introducir en mi propia lengua dos nombres "X" ry" cok esos dos mismos sentidos (pues “Cicerén” y “Tulio” ya han sido confiscados) y concluir: yo no puedo en (8) Juan cree que X era calvo y que ¥ nolo era, ‘Todo esto basta para que podamos concluir, segiin la tesis frege- anotusselliana, que los nombres codesignativos no son intercam- biables en contextos de creencia. Ciertamente esto puede mostrar- se de una manera més simple dentro de esta concepcién, ya que las descripciones codesignativas obviamente no son intercambiables en tales contextos y, dado que para Frege y Russell los nombres son esencialmente descripciones abreviadas, no pueden diferir de ellas en este respecto. Sin embargo, el argumento simple, libre obvia- mente de semejantes premisas doctrinarias fregeano-russellianas (¥ con frecuencia usado para apoyar esas premisas), de hecho no puede formularse si Frege y Russell estén en lo correcto. Sin embargo, si, con el debido respeto a Frege y Russell, los nom- bres ampliamente usados son moneda corriente en nuestra lengua, entonces, ya no hay ningtin problema en el argumento sencillo que ara tendo e! principio desentrecomillador. Ast, parece que, condenar a Juan a tener creencias inconsistentes —sin — SAUL A. KRIPKE 189 duda un veredicto injusto—, no debemos sostener un principio de Sustituibilidad para nombres en contextos de creencia, Si uséramos di principio descitacional reforzado, podrfamos invocar Ia presunta ausencia de cualquier tendencia por parte de Juan a asentir a “Tu- lio era calvo” para concluir que no cree (carece de la creencia de) ue Tulio era calvo. Ahora, la refutacién del principio de sustitui- pilidad es aun mds fuerte, pues, al aplicarse a la conclusién de que an cree que Cicer6n era calvo, pero no cree que Tulio era calvo, Yenducirfa a una contradiccién flagrante, La contradiccign ya no estarfa en las creencias de Juan, sino en las nuestras. Este razonamiento, creo yo, ha sido ampliamente aceptado co- mo una prueba de que los nombres propios codesignativos no son intercambiables en contextos de creencia, Generalmente se deja tAcito el razonamiento y bien puede pensarse que he hecho de- masiados aspavientos sobre una conclusién obvia. Sin embargo, quisiera cuestionar el razonamiento, Lo haré sin desafiar ningiin paso particular del argumento; mds bien presentaré un argumento ~y esto constituird el meollo del presente ensayo— a favor de una paradoja sobre los nombres en contextos de creencia que no invo- ca ningin principio de sustituibilidad. En lugar de esto, se basard en los principios —manifiestamente tan obvios que su uso en estos argumentos ¢s generalmente ticito~ de desentrecomillacién y de traduccién. Por lo general el argumento supondré mas de una lengua, de modo que tendran que invocarse el principio de traduccién y nues- tro manual convencional de traduccién. Sin embargo, daremos también un ejemplo para mostrar que puede producirse una ver- sién de la paradoja tomando tinicamente el castellano, de manera que el tinico principio invocado sea el desentrecomillador (0, tal vez, el desentrecomillador mas el de traduccién homofonica). Resul- tard intuitivamente bastante claro, en estos casos, que la situacién del sujeto es “esencialmente la misma” que la de Juan respecto de “Cicerén” y “Tulio”. Mas atin, las conclusiones paradéjicas acer- ca del sujeto serén comparables a las que sacamos acerca de Juan con base en el principio de sustituibilidad, y los argumentos serdn comparables a los concernientes a Juan; sélo que en estos casos no se invoca ningun principio de sustituibilidad especial. El uso que por lo general se hace del caso de Juan como un contraejemplo al principio de sustituibilidad es, entonces, creo yo, de alguna manera andlogo al siguiente tipo de procedimiento. uN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 90 19 ofrecer un argumento por ent ad absurdum ns Alguien desea hipétesis €0 topologia, y tiene éxito en reltar ontra de una S derivar un absurdo a partir dela hiptesishace pipotesiss Pe Le uema de comprehensién irrestricto en teorig go esencial del a sidera evidente en sf mismo. (En particule Tages que no son miembros de sf mismas qe, pel crucial en su angumento,) i ‘Vez que sabemos de comprehension irrestricto y la clase de Russel ue el esque? {jamos a una contradiccin, resulta claro que era conchae amos adcein anterior a hipStesis topol gic. acién hubiera sido la misma si se descubriera, después de La stuacion Diana partir dela hip6tesistopoldgica még deducir ura Spvio” de comprehension irrestricta, que se seguir, el esquema in similar si eemplazéramos la hipétesis topols. ae ei remisa manifiestamente “obvia”. En ambos casos aia ro ue, aunque pudiéramos no estar Seguros todavia de ningin error especifico en el argumento en contra de la hi. pétesis topolbgica, ilegttimo achacarle la contradiccién a dicha hipétesis; més bien pensarfamos que estamos en un 4rea paradc aven a que resulta poco claro qué estuvo mal” Mi sugerencia, entonces, es que la situacién relativa a la inter. cambiabilidad de los nombres codesignativos es similar. Es verdad gue cuando se combina dicho principio con nuestros ici de Aeeentrecomillacién normales de creencia conduce a francos ab- surdos. Pero veremos que los “mismos” absurdos pueden derivarse al remplazar el principio de intercambiabilidad por nuestras préc ticas normales de traducir y desentrecomillar o, incluso, porla sola préctica de desentrecomillar. El principio particular aqui formulado ofrece s6lo una mane- ra particular de “formalizar” nuestras inferencias normales que van de la afirmaci6n o el asentimiento explicitos a la creencia; hay otras maneras posibles de hacerlo. Es innegable que st inferimos, a partir de la afirmacién sincera de un hablante del castellano de Ia oraci6n “Dios existe” 0 “Londres es bonita”, que él cree, res- ®7 Entiendo que Burali-Forti pens6 originalmente que habia “probado™ que los ordinales no estn linealmente ordenados, razonando de una manera similar ala denuesto topélogo, Alguien que escuché la presente conferencia dictada me dio que Kénig cometié un error similar. | — SAUL A. KRIPKE 191 ectivamente, que Dios existe o que Londres es bonita; y también Pe nnegable que ‘harfamos las mismas inferencias a partir de la afirmaci6n de un inglés de God exists” 0 “London is pretty”. Cuales- niera principfos que justifiquen dichas inferencias son suficientes ala siguiente seccidn. Resultard claro que los principios particu. Pires formulados en Ia presente seccién son suficientes, pero en la wéxima seccién el problema se presentard informalmente al con- siderar nuestras inferencias de creencias a partir de aseveraciones en una lengua extranjera 0 en nuestra propia lengua, IL. EL ENIGMA He aqut, (i)finalmente(!), el enigma. Supongamos que Pierre es un hablante normal del francés que vive en Francia y que no habla una sola palabra de inglés ni de ninguna otra lengua excepto el francés. Por supucsto ha ofdo hablar de una famosa ciudad lejana, ala que él Ilama “Londres”, aunque él mismo nunca ha salido de Francia. Con base en lo que ha ofdo acerca de Londres, se siente inclinado a pensar que Londres es bonita, de manera que dice en francés “Londres est jolie”. Con base en su emisién sincera en francés, concluiremos: (4) Pierre cree que Londres es bonita. Estoy suponiendo que Pierre satisface todos los criterios para ser un hablante normal del francés; en particular, que satisface cua- lesquiera criterios generalmente usados para juzgar que un francés usa (correctamente) “est jolie” para atribuir belleza y que usa “Lon- dres” —de manera estndar— como un nombre de Londres. Mas tarde, Pierre, debido a visicitudes afortunadas o desafortu- nadas, se muda a Inglaterra, de hecho a Londres mismo, aunque a una parte poco atractiva de la ciudad en donde los habitantes son bastante incultos. El, como la mayorfa de sus vecinos, practica- mente nunca sale de esa parte de la ciudad. Ninguno de sus vecinos sabe nada de francés, de modo que tiene que aprender inglés por el llamado “método directo”, sin usar ninguna traduccién del inglés al francés; de esta manera, por el hecho de hablar y mezclarse con la gente, eventualmente empieza a hablar un poco de inglés. En particular, todos hablan de la ciudad, “London”, en donde todos ellos viven. Supongamos por un momento —aunque, como vere- _— a DN ENIGMA SORE LA CREENGIA wz no es crucial que la poblacién loc, anos tts aie pocos de los hechos acerca de Londra a tan incall ques renter 1 Francia, Pierre aprende de ellos todo Jos que Pierre 7 rea de Londres, pero hay muy pocos datos que se ec ben que loys decir antes. Aprende, por supuesto eat traslape™ a vo amar ala ciudad en la que vie “London”, Com hablar inglés trededores de Pierre son poco atractivos y la mayor del resto de las cosas que por casualidad ve no Haman espe. " 7 cente su atencion. De modo que tiene la inclinacién a asentip cialn : sla oracién del inglés (6) London is not pretty. No tiene ninguna jnclinacién a asentir a (6) London is pretty. Por supuesto en ningin momento retira su asentimiento de la oracién francesa “Londres est jolie" simplemente da por sentado que Ia fea ciudad en la que ahora se encuentra atrapado es dif. rente de la ciudad encantadora acerca de la cual oy6 hablar en Francia, Pero no tiene ninguna inclinacién a cambiar su opinién, ni por un momento, sobre la ciudad que él atin lama “Londres” ste es, pues, cl enigma. Si tomamos en consideracién las cir cunstancias de Pierre en el pasado en tanto que hablante del fran- cés, su conducta lingiiistica entera, sobre cuya base sacarfamos una conclusién semejante acerca de muchos de sus paisanos, todo eso apoya la conclusin ((4) anteriormente) de que cree que Londres es bonita. Por otro lado, después de que Pierre vive en Londres por tun tiempo, no se distingue de sus vecinos —aparte de su educacién francesa- en cuanto a su conocimiento del inglés ni en cuanto a su manejo de los datos importantes de la geografia local. Su voc bulario inglés difiere poco del de sus vecinos y él, como ellos, rara vez se aventura a salir del triste barrio en el que todos viven. EI, como ellos, sabe que la ciudad en la que vive se lama “London” y conoce algunos otros hechos. Ahora bien, seguramente dirfamos de los vecinos de Pierre que usan “London” como un nombre de Londres y que hablan inglés. Dado que Pierre no difiere de ellos, en tanto que hablante del inglés, dirfamos lo mismo de él. Pero, entonces, con base en su asentimiento sincero a (5), deberfamos coneluir: ec tt—“‘<é«éi*é*é*é«é«*r etl SAUL A. KRIPKK, 193 (7) Pierre cree que Londres no es bonit eCémo podemos describir esta situacién? Parece innegable que hubo un tiempo en el que Pierre crefa que Londres es bon! por lo menos antes de aprender inglés. Pues, en ese momento, no se dife. renciaba en absoluto de un ntimero incontable dle palsanos suyos y tenfamos exactamente las mismas razones para decir de él, como de cualquiera de ellos, que crefa que Londres es bonita; si hay al grin francés ignorante del inglés que nunca haya visitado Londres y que crea que Londres es bonita, ése ¢s Pierre. Tampoco es ra- zonable en absoluto suponer que, debido a su situacién posterior después de haber aprendido inglés, debiéramos juzgar retroactiva- mente que Pierre nunca creyé que Londres es bonita. Permitir tal legislacién ex post facto, en la medida en que el futuro es incierto, pondrfa en peligro nuestras atribuciones de creencia a todos los franceses monolingiies, Nos verfamos obligados a decir que Marie, una monolingiie que asevera firme y sinceramente, “Londres est jolie", puede creer o no creer que Londres es bonita dependiendo de las vicisitudes posteriores de su vida (si posteriormente aprende inglés y. ..). No. Pierre, como Marie, crefa cuando era monolin, que Londres es bonita. e@eberfamos decir que Pierre, ahora que vive en Londres y que habla inglés, ya no cree que Londres es bonita? Bueno, incuestio- nablemente fiubo un tiempo en el que Pierre crefa que Londres es bonita, de modo que nos verfamos obligados a decir que cambié de opinién, que abandoné su creencia anterior. Pero, ¢realmente lo ha. hecho? Pierre tiene ideas muy estables; reitera, con vigor, cada una de las aseveraciones que hizo en francés, dice que no ha cambiado de opinién sobre nada, que no ha abandonado ninguna creencia. ePodemos decir que se equivoca acerca de esto? Si no conociéra- mos la historia de que fue a vivir a Londres y de sus emisiones en inglés, estarfamos obligadas a concluir, con base en su dominio normal del francés, que todavia cree que Londres es bonita. Y esto sf parece correcto. Pierre no ha cambiado de opinién ni ha aban- donado ninguna creencia que haya tenido en Francia. Dificultades similares acechan a cualquier intento de negarle su nueva creencia. Haciendo a un lado su pasado francés, es exacta- mente igual a sus amigos en Londres. Indudablemente en el caso de cualquier otra persona que hubiese crecido en Londres con los mismos conocimientos y creencias que él expresa en inglés, juzga- HONRE LA CREENCIA uN KNIGMA mw he ve que Londres no es bonita, persona 10 ea fame que tle be Her perre ifica le ho Julelo? ePoderney dec psn Malo frances 0 Coe (9? Sipe ques lei geurlea borraea Todos sus rectterdos dela eng que uch ¢ aprendld francés y st pasado francés, Ser, ae mente como su veclnos en Londres, Tendria y) enone ay eapactdades lingitatias, Enign ¢ obligados a decit que Pierre cree jlo decimos de sus vecinos. Pero, ciertamente parte de los recuerdos y los conoc, fe unt nueva creencia, Si Pierre ces, est ¢ Londres ¢8 1 choque ye de Pierre puet fs del choquer Jengua francesa _ ‘a Pierre, en su clapa bilingtie, su creencia de ‘wu ercencia de que Londres no ¢s bonita ades de las dos anteriores opciones, Se. famos obligados a juzgar que Pierre crefa en un momento que , pero que ya no lo cree, a pesar de que el pro. pio Pierre niegue sincerameme haber abandonado ninguna de sus ncias, También tiene que preocuparnos el que Pierre adguiera ndres no es bonita si olvida totalmente su jones no parecen muy satisfactorias. De modo que ahora parece que tenemos que respetar tanto las emisiones en francés de Pierre como sus contrapartes en inglés, de manera que tenemos que decir que Pierre tiene creencias contra- dictorias, que cree que Londres es bonita y que cree que Londres no es bonita. Pero también parece haber dificultades insuperables con esta alternativa. Podemos suponer que, a pesar de la situacién desafortunada en la que ahora se encuentra, Pierre es un notable légico y filésofo. Nunca dejarfa pasar un par de creencias contra dictorias, Y, seguramente, cualquier persona est en principio en posicién de detectar y corregir creencias contradictorias si las tie- ne, sea 0 no un légico notable. Es precisamente por esta raz6n que consideramos que los individuos que se contradicen son mas censurables que los que simplemente tienen creencias falsas. Pe 10, resulta claro queen tanto que Pierre no se percate de que las ciudades que llama “London” y “Londres” son una y la misma, no est en posicién de darse cuenta, por mera légica, que al menos una de sus creencias tiene que ser falsa, Le falta informacién, n° fea sl que destruya Je aportar! entonces lo crefa antes, a pesar de sy qui ning rniento eree (8) despu educaci6n y 8" i le negaramos que Londtes es bonlty combinamos las dificult gui ; Londres es bonita creen ia ereencia de que Lond pasado francés. Las opci we ee —__ SAUL A. KRIPKE, 195 acumen légico. No puede acusarsele de inconsistencia, hacerlo es incorrecto. Podemos arrojar mas luz sobre esto si cambiamos el caso. Su- pongamos que en Francia, Pierre, en lugar de afirmar “Londres est jolie”, afirmara, mds precavidamente, “Si New York est jolie, Londres est jolie aussi", de manera que creyera que si Nueva York es boni- ta, entonces Londres lo es, Mas tarde Pierre se muda a Londres, aprende inglés como antes, y dice (en inglés) “London is not prety”. De manera que ahora cree, ademds, que Londres no es bonita. Ahora a partir de las dos premisas, ambas de las cuales se encuen- tran obviamente entre sus creencias ((a) Si Nueva York es bonita, entonces Londres lo es, y (b) Londres no es bonita), Pierre deberfa ser capaz de deducir por modus tollens que Nueva York no es bonita. Pero, sin importar qué tan grande pueda ser el acumen légico de Pierre, él no puede de hecho hacer tal deduccién en tanto que suponga que “London” y “Londres” pueden nombrar dos ciudades diferentes. Si sé sacara dicha conclusién, se le podrfa imputar haber cometido una falacia. Intuitivamente, bien puede sospechar que Nueva York es bonita yjusto esta sospecha puede llevarlo a suponer que “Londres” y "Lon- don” nombran probablemente ciudades distintas. No obstante, si seguimos nuestra practica normal de informar de las creencias de Ios hablantes del francés y del inglés, Pierre tiene a su disposicién (en- tre sus creencias) las das premisas de un argumento por modus tollens de que Nueva York no es bonita. De nuevo, podemos subrayar la carencia de creencia de Pierre en lugar de su creencia. Pierre, como he dicho, no tiene ninguna disposicion a asentir a (6). Concentrémonos en esto, ignorando su disposici6n a asentir a (5). De hecho, si lo deseamos, podemos cambiar el caso: Supongamos que los vecinos de Pierre piensan que, dado que rara vez se aventuran fuera de su feo barrio, no tienen derecho a emitir ninguna opinién sobre la belleza de toda la ciudad, y supongamos que Pierre comparte esta actitud, Entonces, con base en su falta de respuesta afirmativa a “London is pretty”, podemos juzgar, dada la conducta de Pierre en tanto que hablante del inglés, que carece de la creencia de que Londres es bonita; sin importar si cree lo contrario, como en el caso anterior, 0 si, como en lahistoria modificada, insiste en que no tiene una opinién firme al respecto. Wee i BI 196 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA Ahora (usando el principio desentrecomillado, demos derivar una contradiccién, no sdlo en Jos j, sino en los nuestros. Pues con base en su conducta Como h, del inglés, concluimos que no cree que Londres es bonita ablante no es el caso que cree que Londres es bonita), Pero (63 deci, uu conducta como hablante del JSrancés, tenemos ie ase gque sf eree que Londres es bonita. ¥ esto es una contra; oir Hemos examinado cuatro posibilidades de caracterigg, “10 cuando se encuentra en Londres: (a) que en ese moment ®t respetamos su emisién en francés ("Londres es jolie”), es dee no yano le atribuimos la creencia correspondiente; (b) que no T, Que tamos su emisién en inglés (0 su carencia de emisién); ©) Tespe. respetamos ninguna de las dos; (d) que respetamos amba a no posibilidad parece llevarnos a decir algo francamente fay c°®* dluso, elaramente contradictorio. ¥, sin embargo, las posibitgaa parecen ser lgicamente exhaustivas. Esta es, pues, la paradop” No tengo ninguna opinién firme acerca de cémo resoliia, Pero, cuidado con una fuente de confusién. No es en s{ mismo nig guna solucin el observar que alguna otra terminologta, que evade la cuesti6n de si Pierre cree que Londres es bonita, puede bas. tar para formular todos los hechos pertinentes. Estoy plenamente consciente de que son posibles algunas descripciones completasy dlaras de la situacién y de que, en ese sentido, no hay paradoja Pierre est dispuesto a asentir sinceramente a “Londres est jolie, pero noa “London és pretty”. Usa normalmente el francés y normal- mente el inglés. Asocia, tanto con “Londres” como con “London”, propiedades suficientes para determinar aquella famosa ciudad, pero no se percata de que determinan una sola ciudad. (Y sus usos de “Londres” y “London” se conectan hist6ricamente (causalmente) con una sola y la misma ciudad, aunque él no se percate de eso.) Podemos formular a grandes rasgos, incluso, sus creencias: cree que la ciudad que él llama “Londres” es bonita y que la ciudad que Tefory clos de pr Po que ens % No es posible, en este caso, como silo es en el caso del hombre que asiente a “Juan es un doctor” pero no a “Juan es un médico”, rehusarse a aplicar el prio- ipio desentrecomillador argumentando que el sujeto debe carecer de un dominio adecuado de la lengua o ser victima de una confusién lingiistica o conceptual Es tanto que Pierre no se percate de que “London” y “Londres” son codesignativs, n° tenemos por qué considerar que carece del conocimiento lingistico aproplad® ° {ue es victima de una confusién lingiistica o conceptual cuando afirma “L ‘st jolie”, pero niega *London is pretty”, ad SAUL A. KRIPKE, 197 Allama “London” no lo es. Indudablemente son posibles otras des- cripciones igualmente claras. Sin duda, algunas de ellas son, en cierto sentido, descripciones completas de la situacién, Pero nada de lo anterior contesta la pregunta original. “Londs"? Tal expediente es desesperado; la traduccién en cues. tién es una traduccién estiindar que aprenden los estudiantes al aprender el francés y el inglés. Giertamente “Londres” y “London” se introducen respectivamente como las versiones francesa e ingle- sa de “Londres” ponsabiliz y que tiene que haber condiciones (necesarias y) suficientes para que esto sea el caso, Si se satisfacen esas condiciones para la igualdad de sentido, es legftima fa traduecién de un nombre por otto, de otra manera no, Las consideraciones pre- sentes (y la extensign de éstas, mis adetante, a los términos de clases naturales y ‘otros relacionados), indican, sin embargo, que sila nocién de igualdad de sentido haa de explicarse en términos de igualdad de propiedades identificadoras y si ex tas propiedades se expresan ellas mismas en los lenguajes de los dos respectivos ideolectos, entonces presenta problemas de interpretacién del mismo tipo del que presentan los nombres, A menos que el fregeano pueda proporcionar un método para identificar la igualdad de sentido que se halle libre de esos problemas, no tiene condiciones suficientes para la igualdad de sentido, ni para considerar la traduccién legétima, Estaria entonces obligado a mantener, en contra de las intenciones del propio Frege, que no sélo en la prictica poca gente usa los nombres propios con el mismo sentido, sino que en principio carece de sentido comparar sentidas. La tesis de que las propiedades identificadoras usadas para definir los sentidos debieran ser cexpresables en un lenguaje russelliano de “nombres propios légicos” serfa una so- lucién a este problema, pero supone una epistemologia y una filosofia del lenguaje dudosas, ® Sia algin lector le parece objetable usar el término “traduccién” cuando se trata de nombres, recordémosle que lo tinico que quiero decir es que las oracio- ‘nes en francés que contienen “Londres” se traducen uniformemente al inglés com a SAUL A. KRIPKE 203 Dado que estamos entre la espada y la pared, examinemos este expediente desesperado ¢ inverostmil un poco més. Si “Londres” y “London” no son las versiones correctas de “Londres”, éen qué cin cunstancias pueden traducirse los nombres de una lengua a otra? Las teorfas descripcionistas clésicas sugieren la siguiente res- uesta: la traduccién, estrictamente hablando, se da entre ideolee. tos; un nombre en un ideolecto puede traducirse a otro cuando y s6lo cuando) los hablantes de los dos ideolectos asocian las mismag propiedades identificadoras de una tinica cosa con los dos nom- bres. Hemos visto que cualquier restriccién tal que se proponga, no sélo va flagrantemente en contra de nuestras prdcticas norma- les de traducir y de dar informes en discurso indirecto, sino que ni siquiera parece bloquear la paradoja.! De modo que seguimos a la busqueda de una restricci6n apro- piada. Abandonemos las referencias a ideolectos y regresemos a “Londres” y “London” como nombres del francés y del inglés res- ectivamente, las lenguas de dos comunidades. Si “Londres” no es una traduccién correcta al francés de “London”, épodrfa acaso ser mejor alguna otra versién? Supongamos que introduzco otra pala- bra al francés, con la estipulacién de que esa debe usarse siempre para traducir “London”. ¢Acaso no surgirfan los mismos proble- mas también respecto de esa palabra? La tinica solucién factible en esta direccién es la mds drdstica: decretar que ninguna oracién que contenga un nombre puede traducirse excepto por una ora- cién que contenga el nombre fonéticamente idéntico. Asf, cuando Pierre asevera “London is not pretty” nosotros, hablantes del caste- Ilano, podemos en el mejor de los casos concluir que Pierre cree que London no es bonita. Dicha conclusién, por supuesto, no se expresa en castellano, sino en una ensalada de palabras de inglés y de castellano; seguin la tesis que ahora consideramos no pode- mos en absoluto formular la creencia de Pierre en castellano.** De 5! Se bloquearia la paradoja si exigiramos que definieran los nombres me- diante las mismas propiedades expresadas mediante las mismas palabras. No hay nada en la motivacién de las teorias descripcionistas clisicas que justifique esta déusula adicional. En el presente caso del francés y el inglés, dicha restriccién ‘equivaldria a decretar que ni “Londres”, ni ningiin otro nombre concebible en fran- és, podrian traducirse al inglés como “London”, Trato esta tesis en lo que sigue inmediatamente, ® Las ensaladas de palabras de dos lenguas (dela misma manera quelas “semi- °raciones” de una lengua) no tienen que ser ininteligibles, aunque son expedientes , aa UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 204 decir: Pierre cree que Angleter, rfamos que re.crec tendrfai Plato escribié didlogos, y cosas jsma manera, aaa Pierre cree que es una monarquiay semejantcs in" parece a primera vista eficaz contra la Paradoja, Esta “sol a eGué tienen las oraciones que contienen nombres peroes drésti derabl le— que las hace intrfnsecamente intraducj. =una a hace expresar creencias que no pueden expresarse en se i a race Prec ig ‘uno se ve obligado a usar una ensalada de palabras en otra lengua, ngua se importan a la otra. Semejan. les ¢ los nombres de una n 1 Q ced j6n contradice nuestra practica normal de traduccién y i i inveros{mil. 4s, tiene un aire muy 1 “ e sea, hay a estas alturas al menos una débil inverosfmil qu‘ east 8 favor de 2 “solucién” propuesta. Nuestra prictica nor- oy en el caso de los nombres de algunas personas famosas, y especialmente de algunas localidades geogréficas, es tener nom- en diferentes lenguas. Pero esto no es asi bres diferentes para ellas : para el caso de muchisimos nombres, especialmente los nombres de personas; el nombre de una persona se usa en oraciones en todas las lenguas. Por Jo menos la restriccién en cuestién nos ins- ta solamente a enmendar nuestro habito de manera que hagamos siempre lo que en el presente hacemos ocasionalmente. Pero el cardcter realmente drdstico de la restriccién propues- ta sale a la luz cuando nos percatamos de qué tanto podria tener que extenderse. En Naming and Necessity suger que hay analogfas importantes entre los nombres propios y los términos de clases naturales y me parece que el presente enigma es un caso en el que vale la analogfa. Putnam, quien ha propuesto algunas tesis so- bre las clases naturales similares a las mfas en muchos respectos, subraya la extensién del enigma en sus comentarios hechos en el Segundo Encuentro Filoséfico de Jerusalén (abril de 1976). No'es que el enigma se extienda a toda traduccién del francés al inglés; me parece, al menos por el momento, que si Pierre aprende se paradamente el inglés y el francés, sin contar con ningin manwal sin una sintaxis fj. “Si Dios no existiera, dijo Voltaire, il faudrait imventer”. BL significado es claro. 8 i Si hubiéramos dicho, “Pierre cree que el pais que él llama ‘Angletert’ ¢ moran ; la oracién pertenecerfa al castellano, ya que la palabra. Saaria mencionada, no usada, Pero por esa misma raz6n no habriamos cap ntido de la palabra original en francés, re SAUL A. KRIPKE 205 de traduccion entre arabas lenguas, Hene que concluir que “doctor” “meen ¥ “Raph” y ‘aeureus”, son sinénimos o, en todg caso, ¥ extensivos: Por lo tanto, cualquier Paradoja Potencial del pre- sente tipo queda bloqueadsa, Pero, équé decir acerca de “lapin" y “rabbit”, 0 de “beech” y “hétre"? Podemos suponer que Pierre no €, ni un zodlogo ni un botdnico. Ha aprendido cada lengua en su pais correspondiente y los ejemplares que le han ensefado para Htustrar “les lapins” y "rabbits", o “beeches” y “ls hétres”, som Yite rentes; de manera que parece posible que él suponga que “lapin”y “rabbit”, 0 “beech” y “hétre”, denotan especies o clases distintas,aury que superficialmente similares, cuyas diferencias pueden revultar indiscernibles para el ojo inexperto. (Esto resulta especialmente verosimil si, como supone Putnam, un hablante del castellano que no sea un boténico puede usat, por ejemplo, “haya” y “olmo” con sus significados normales (diferentes), aun cuando no sea capaz mismo de distinguir los dos tipos de érbol®® Podemos supo- ner bastante razonablemente que Pierre se pregunte si los Arboles que él llamaba “les hétres” en Francia eran hayas o eran olmos, aun cuando satisfaga todos los criterios corrientes para usar “les hétres” normalmente en tanto que hablante del francés. Si las hayas y los olmos no sirven, hay ciertamente otros pares mejores de cosas que no pueden ser distinguidas una de otra salvo por un experto.) Una vez que Pierre se encuentra en esa situacién pueden obvia- mente surgir paradojas sobre las hayas y los conejos andlogas ala ‘% Bajo la influencia de Word and Object de Quine, algunos pueden alegar que tales conclusiones no son inevitables; ital vez traduciré *médecin” como “doctor stage” [etapa de doctor] 0 como “undetached part of a dector” {parte no separada de doc- tor]! Si algiin escéptico quineano hace una prediccién cempirica en el sentido de que tales reacciones de hecho pueden ocurrir en el caso de sujetos bilingiies, dudo que resulte estar en lo correcto. (No sé lo que pensaria Quine, pero véase Word and Object, p. 74, primer parrafo.) Por otra parte, si en esta situacién es inevitable, em- piricamente hablando, la wraduccién de “médecin” como “doctor” y no como “doctor art”, entonces incluso el partidario de la tesis de Quine tendra que admitir que hay algo especial en una particular traduccién . La cuestién no es crucial para nuestro interés presente, de modo que la dejo con estas observaciones apenas esbozadas. Pero véase la nota 36, ® Putnam oftece el ejemplo de las hayas y los olmos en “The Meaning of “Meaning”, en K. Gunderson (comp.), Language, Mind and Knowledge, University of Minessota Press, 1975, reimpreso en H. Putnam, Philasophical Papers 1, Cambridge University Press, 1975, Véase también la discusi6n de Putnam de otros ejemplos en [as pp. 189-143 de su libro antes citado asi como mis observaciones sobre “el oro de los tontos*, tigres, eteétera, en mi Naming and Necessity, pp. 316-823. a Ee lll—( (‘ ung que proponfa que, en lugar de traducir los nombre Aree extranjeras, deberfamos siempre de apropidmnosion ‘0 lenguay ce que estaremos obligados a hacer lo mismo con ng 1? Pare, clases naturales. (Por ejemplo, a menos de caer en vy aTas dg Ino debemos traducir “/apin” como “congjo”!) Ya no puted, derse la propuesta ast extendida, ni siquiera débilmene fet “meramente” universalizara lo que hacemos en algunas ¢, Como sj Se trata indudablemente de un cambio demasiado drag 8% para conservar alguna credibilidad,%® 0 como Hay atin otra consideracién que hace més invero ci6n propuesta: ni siquiera ella bloquca realmente ly stil la restr. Paradoja. Aun 86 Resulta poco claro para mf qué tan Iejos pueda ir todo esto, Pierre oye hablar el inglés s6lo en Inglaterra, el francés en Franc Jenguas por el método directo. (Supongamos también que nadie de los dos paises habla la lengua del otro pais.) éTiene acaso que tener reenter dle que “hor” y “chau” son coextensivos? En Ia préctica sin duda la tendn Pero fupongamos que de alguna manera su experiencia es consistente con a sigue hipotesis extravagante —y, desde luego, falsa~: Inglaterra y Francia fiers. atmos. féricamente de tal modo que los cuerpos humanos son afectados de manera muy diferentes al interactuar con la atmésfera circundante, (Esto seria mas verona, Francia estuviera en otro planeta.) En particular, y dentro de ciertos nites man nables, las cosas que se sienten frias al tocarlas en uno de los dos Paises se sienten calientes en el otro y viceversa, Las cosas no cambian su temperatura cuando se le mueve de Inglaterra a Francia, simplemente se sienten diferentes al tocarlas debide a sus efectos en la fisiologia humana. Entonces, i*chaud” en francés seria verdadero de las cosas que en inglés se les llama “cold”! (La discusi6n presente se halla indu- dablemente comprimida debido a la falta de espacio. Véase también la discusi6n sobre “calor” en Naming and Necessity. Simplemente estamos creando, para el caso de la propiedad fisica “calor”, una situacién andloga a la situacién para las clases naturales en el texto.) Si las experiencias de Pierre fueran arregladas de tal modo que resultaran consistentes con esta extravagante hipétesis y de alguna manera llegara a creerla, podria asentir simulténeamente a *C’est chaud” y a “This is cold” sin caer en se tradiccién, aun cuando hablara normalmente francés ¢ inglés en cada uno de los afses separadamente, Pupstecaso necesita un desarrollo mucho mayor para ver si puede defender detalle, pero no puedo aqui seguir considerandolo, éTenfa yo arn alias el texto que la dificultad no podfa surgir para “médecin” y “doctor”? Supongamos que Yaprendeambas mds en ninguno aa SAUL A. KRIPKE, 207 en que nos confinemos a una sola lengua, digamos el cas. ccna eemplares particulars fonéticamente idénicos de un frmo nombre, podemos nuevamente generar el enigma. Pedro yo también podemos llamarlo ahora) puede aprender el nom- (contfaderewski identificando a la persona nombrada como un bre geo pianists, Naturalmente una vez. que Pedro ha aprendido fam, asentird a la oracién “Paderewski tenfa talento musical, y ures poclemos inferir ~usando el nombre “Paderewski", como remios cortientemente, para nombrar al mtsico y estadista: Jo hac (8) Pedro cree que Paderewski tenfa talento musical, sélo necesitamos el principio desentrecomillador para nuestra inferencia; no es necesaria ninguna traduccién. Mds tarde, en un cfrculo diferente, Pedro oye hablar acerca de alguien llamado “Pa- derewski" que fue un Iider nacionalista y Primer Ministro polaco. Pedro es escéptico respecto de las habilidades musicales de los politicos y concluye que probablemente dos personas, sin duda aproximadamente contempordneas, se llamaban ambas “Paderew- ski", Al usar “Paderewski” como el nombre de un estadista, Pedro asiente a “Paderewski no tenfa ningdin talento musical”. Deberfa- mos acaso inferir, por el principio desentrecomillador, (9) Pedro cree que Paderewski no tenia ningiin talento musical, ono deberfamos inferirlo? $i Pedro no hubiese tenido en su histo- ria pasada el hecho de haber aprendido el nombre “Paderewski” de otra manera, seguramente juzgarfamos que usa “Paderewski” nor- malmente, con la referencia normal, e inferirfamos (9) por el prin- cipio desentrecomillador, La situaci6n es paralela al problema que tenfamos con Pierre y Londres. Sin embargo, aqui no puede ayu- darnos ninguna restriccién relativa a que los nombres no deben traducirse, sino repetirse fonéticamente en la traducci6n. Sélo in- tervienen una lengua y un nombre. Si alguna nocién de traduccién se halla supuesta en este ejemplo, es la de traduccién homoféni- ca, S6lo se usa explicitamente el principio desentrecomillador..” 5” Se podria alegar que Pedro y nosotros hablamos ideolectos diferentes, ya que enclideolecto de Pedro “Paderewski se usa ambiguamente como el nombre de un Imisico y de un estadista (aunque de hecho éstos sean el mismo), mientras que en nuestro lenguaje se usa de manera no ambigua para un muisico estadista. El proble- ‘ma, entonces, seria el de si puede traducirse homofénicamente el dialecto de Pedro De UN ENIGMA SORE LA ORFENGIA 208 original de las "dos lenguas® tong (Por otra pare eat aun cuando hablésemos lenga™ ta ea a bres tvierat ie AENOI Una nly ye aos aa, he restriclén de que 10s nombres ny yep to ineficaz como Inverostinll y drat an ino esta secclon con algunas observaciones sobre |i rely een vente enigma con la doctsina de Quine de Ia singe cién del Piven traducci6n” con el repudlo que ta acompaty, termina ensionales de "atitdes propostclonales", com 2s pa inlso, acta inet Al simpatizante de eay dog trinas puede parecerle que el pi inte enigma no hace may que llevar mas agua a su conocido molino, La situacién del enigina va onder a derrumbe de nuestas prcticasnormales dg Parpardbn de creencias e incluso de citacin indirect, No sug ninguna paradoja obvia si describimos la misma situacién en tgp. ayer asenimiento sincero de Pierre a varias oraciones, jung, sanas condiciones en as que aprendié el nombre en cuestign, Semejante descripci, aungue no se cia alos estrictosextinds, res conductistas de Quine, se ajusta bien a su tesis de que en algiin rentide lacita indirecta es un giro mds “objetivo” que las ackauy des proposicionales, Inclusive quienes, como el que escribe, no encuentran muy seductora kt actitud negativa de Quine respects de las actitudes, tienen indudablemente que reconocer esto, Pero, aun cuando los simpatizantes de In tesis de Quine puedan usar los presentes ejemplos para apoyarla, no debertan escapdr senos las diferencias entre estos ejemplos y las consideraciones que aduce Quine a favor de su propio escepticismo acerca de la creencia ylatraduccién. Aqut no hacemos uso de sistemas ex6ticos hipotéticos de traduccién que difieran radicalmente del habitual, que traduzcan “lapin’, digamos, como “etapa de conejo” o “parle no separada de conejo”. El problema surge enteramente dentro de traducirse es tant alnuestro, Antes de que é oiga hablar de “Paderewski el estadista’, pareceriaquela respuesta tendria que ser afirmativa respecto de su uso (entonces no ambiguo) de “Paderewski", ya que Pierre no se distingue de alguien que simplemente haya ofdo hablar dels méritos musicales de Paderewski y no de su condicién de estadista, Lo mismo sucederia respecto de su uso posterior de “Paderewski" si ignoramos su uso anterior. El problema es igual al de Pierre y es esencialmente el mismo sea que lo planteemos en términos de si Pedro satisface las condiciones para que sea aplicable 1 principio desentrecomillador o de si es legitima la traducci6n homofénica de su dialecto al nuestro, Lhe a re ‘SAUL A. KRIPKE, 209 nuestro sistema habitual y usual de traduccién de una lengua a otra; en un caso, el problema surgié incluso dentro del castellano solamente, usando cuando mucho la traduccién “homofénica”. El roblema tampoco radica en el hecho de que haya muchas inter pretaciones © traducciones diferentes que se ajusten todas ellas a nuestros criterios habituales, esto es, que, en palabras de David- son,*® haya mds de una “manera de acertar”, La dificultad aqui, no es que muchas opiniones acierten en cuanto a las. creencias de Pierre, sino que definitivamente todas ellas estan equivocadas, Una sencilla aplicacién de los principios de desentrecomillado y de tra duccién a todas las emisiones de Pierre, en francés y en inglés, da lugar al resultado de que Pierre sostiene creencias inconsistentes y que la sola logica deberia ensefiarle que una de sus creencias es falsa. Intuitivamente, esto es sencillamente incorrecto. Si nos nega- semos a aplicar del todo los principios a sus emisiones en francés, concluirfamos que Pierre nunca creyé que Londres es bonita, aun cuando, antes de su impredecible cambio, hubiese sido como cual- juier otro francés monolingtie. Esto es absurdo. Si nos negamos a atribuirle la creencia en la belleza de Londres s6lo después de que Pierre se mud6 a Inglaterra, obtenemos el resultado contrain- tuitivo de que Pierre cambié de opinion, y asf sucesivamente. Pero hemos revisado las posibilidades anteriormente: la cuestién no era que todas ellas fueran “igualmente buenas”, sino que todas son obviamente equivocadas. Si el enigma ha de usarse como un argu- mento a favor de la postura quineana, se trata de un argumento de un tipo fundamentalmente diferente de los ofrecidos antes. E incluso Quine tiene que considerar el enigma como un genuino problema si quiere incorporar la nocién de creencia aunque sea en un “segundo nivel” de la notacién canénica,°9 La pretendida indeterminacién de la traduccién y dela cita indi- recta causa un problema relativamente menor para ese programa para la creencia; la dificultad que presenta para dicho programa 88 D, Davidson, “On Saying That”, en D. Davidson y J. Hintikka (comps.), Words and Objections, Dordrecht, Reidel, 1969, p. 166. 8° En Word and Object, p. 221, Quine defiende un segundo nivel de notacién canénica que admita las actitudes proposicionales “para disolver perplejidades ver- bales o facilitar deducciones légicas”, aun cuando él las considere como giros “ca- Fentes de bases” que debieran excluirse de una notacién que “dibuje la estructura verdadera y iltima de la realidad”, 210 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA cx, después de toto, la eifiuttad de Ia opulenca, Pero al gy, ma presente indica que los principios habituales que usamos bars atribuir creencias son susceptibles, en cienes casos, de conducir a fontradiccién 0, cuando menos, 2 falsedades patentes. De moy que presenta un problema para Coe quineano o de otro tipo, que quiera habérselas con la “légica” de la cteencia g cualquier nivel.”? IV. CONCLUSION alejas podemos sacar? La moraleja fundamental —po, completo independiente de cualesquiera de las discusiones de lag dos primeras secciones~ es que el enigma ¢s un enigma, As coma coalguierteorfa de a verdad tiene que habérselas con la Paradoja del Mentiroso, de la misma manera cualquier teorfa dela creencig y de los nombres tiene que habérselas con este enigma, &Qué mor 40 En cierto sentido, las consideraciones anteriormente mencionadas sobre las clases naturales muestran que el aparato de traduccién de Quine es insufcienge. srente excéptico. Quine est seguro de que la orcién del nativo,“IGavagail” debert, traducirse como “IH aqu{ un conejo!" siempre y cuando los significados estimulo irmativos y negativos para el nativo coincidan con los de la oracién castellana para el hispanoparlant; el escepticismo hace su aparicién s6lo cuando el lingdista propone traducir el término general "gavagai" como “conejo”, ms que como “etapa fe conejo” o “parte de conejo" y cosas semejantes. Pero hay otra posbilidad que fs independiente de esas alternativas escépticas (y menos fantistica que ella), En el rea geogréfica habitada por los nativos, puede haber una especie indistinguible de los conejos para los no zoélogos, pero que ¢s una especie diferente, Enton. ces, el “significado estimulo’, en el sentido de Quine, de “ie aqui un conejo!" y “IGavagait”, bien puede ser idénico (para los no zo6logos), especialmente sls jrradiaciones oculares en cuestién no incluyen una especificacién de la localidad ‘geogréfica, (Los “gavagais” producen los mismos patrones de irradiacién ocular {que los conejos.) No obstante, dificlmente son sin6nimos “iGavagail” y “ie aqui ‘un conejot"; en ocasiones tipicas tendrn valores de verdad opuestos. Creo que las consideraciones sobre los nombres destacadas en Naming and Necessity, no digamos ya sobre las clases naturales, van en contra de cualquier intento simple de basar a interpretacién vinicamente en la idea de maximizar el acuerdo con las afirmacio- nes atribuidas al nativo, de hacer coincidir los significados estimulo, eteétera, El Principio de Caridad’, en el que se basan tales metodologfas, fue enunciado por primera vez por Neil Wilson en el caso especial de los nombres propios como una formulacién de la teoria del cimulode-descripciones. Asi, el argumento de Naming ‘and Necessity esté dirigido contra el “Principio de Caridad” simple aplicado a ese caso. ere SAUL A. KRIPKE 21 Pero nuestro punto de partida tedrico en las primeras dos sec- ciones incumbfa a los nombres propios y las creencias. Volvamos a Juan que asiente a “Cicerén era calvo” y a “Tulio no era calvo". Usando el principio desentrecomillador, los filésofos han conclui- do que Juan cree que Cicerén era calvo pero que Tulio no lo era. Luego, dado que Juan no tiene creencias contradictorias, han con- duido que los contextos de creencia no son “shakespearianos” en el sentido de Geach: los nombres propios codesignativos no son intercambiables salva veritate en estos contextos.!! Pienso que el enigma sobre Pierre muestra que la conclusién simple era infundada. La situacién de Juan es sorprendentemente similar a la de Pierre. La propuesta de que “Cicer6n” y “Tulio” son intercambiables equivale aproximadamente a la “traduccién” no homofénica del castellano al castellano en la que “Cicerén” se mapea en “Tulio” y viceversa, en tanto que el resto se deja fijo. Se- mejante “traduccién” puede usarse, ciertamente, para obtener una paradoja. Pero, édebemos acaso culpar del problema a este paso? Habitualmente supondriamos, sin lugar a dudas, que las oracio- nes en francés con “Londres” o en inglés con “London” deberfan traducirse al castellano con “Londres”. Sin embargo, surge la mis- ma paradoja también cuando efectuamos esta traducci6n. Hemos visto que el problema puede surgir inclusive con un solo nombre enuna sola lengua, y que surge con los términos de clases naturales en dos lenguas (0 en una, véase més adelante). Intuitivamente, el asentimiento de Juan tanto a “Cicerén era calyo” como a “Tulio no era calyo” tiene su origen en fuentes exactamente del mismo tipo que el asentimiento de Pierre tanto a “Londres est jolie” como a “London is not pretty”. Es equivocado culpar a la sustituibilidad de las inaceptables con- clusiones sobre Juan. La raz6n no radica en ninguna falacia espe- cifica en el argumento, sino mds bien en la naturaleza del reino en el que se ha penetrado. El caso de Juan es exactamente como el de Pierre: ambos se encuentran en un terreno en el que nues- 41 Geach introdujo el término “shakespeariano” conforme a la linea, “A rose / By any other name, would smell as sweet”. [*Una rosa / aunque tuviera otro nombre, tendria el mismo dulce aroma. (Shakespeare, Romeo y fulcta.)] Quine parece definir los contextos “referencialmente transparentes” de tal ma- nera que se implica que los nombres correferenciales y las descripciones definidas tienen que ser intercambiables salva veritate. Geach subraya que un contexto puede ser *shakespeariano” pero no “referencialmente transparente” en ese sentido. _"- UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA 212 es de atribucién de creencias, basadas ey las iesentrecomillador y de traduccién, son Cuestionables, ‘ervarse en conexién con lo anterior que los li illador y de traduccion pueden conducir tan como a “pruebas en contra” de la sustituibilidag en cia En hebreo hay dos Rombres para Alemania ‘gn aproximada es “AshKena2” y “Germaniah ya trans gatos puede ser un tanto arcaico. Cuando se trady, primero CF jlano las oraciones hebreas ambos se convierten en on a “Aas caras un hablante normal del hebreo, andlogg a “Alemania entra una oracién del hebreo que incluyera *Ashje Juan, Po que disintiera de su contraparte con “Germania va aqui, tenemos un argumento contra la sustitubilidad, Pero hay también un argumento a favor de la sustituibilidad basado en el principio de traducci6n. Tradkizcase al castellano una oracién hebrea que contenga “Ashkenaz”, de manera que “Ashkenaz” secon. ierta en “Alemania”. Vuélvase a traducir el resultado al hebreo, vn esta ocasiOn traduciendo “Alemania” como “Germaniah”. Por ai principio de traducci6n, ambas traducciones preservan el valor yeritativo, De esta manera, el valor veritativo de cualquier oracién del hebreo que contenga “Ashkenaz” sigue siendo el mismo cuando “Ashkenaz” se remplaza por “Germaniah”; ihe aqui una “prueba” de asustituibilidad! Se puede proporcionar semejante “prueba” siem. pre que haya dos nombres en una lengua y una préctica normal de traducir a ambos indistintamente como un solo nombre de otra lengua.*? (Si combinamos la “prueba” y la “prueba en contra” de tras précticas normal rincipios 4 Deberia obs cipios desentrecom a “pruebas” contextos de cre cuya transliteract 4 Generalmente esos casos pueden ser un poco menos inexpugnables que el de “London’-"Londves", “Londres” es simplemente la versién francesa de “London”, fen tanto que no podemos decir que se dé la misma relacién entre “Ashkenaz” y “Germaniah*. No obstante: (a) Nuestra préctica estindar en tales casos consiste en traducir ambos nombres de la primera lengua como uno solo de la segunda, (b) Frecuentemente no se pueden discernir matices de “significado” que permi- tan diferenciar nombres tales como “Ashkenax” y “Germaniah”, de tal modo que no dirfamos que el hebreo habria sido mAs pobre si hubiera carecido de uno de ellos (0 que el castellano es pobre porque sélo tiene un nombre para Alemania), como tampoco decimos que una lengua es pobre si s6lo tiene una palabra que corresponda a “doctor” y “médico”. Dado lo anterior, Parece dificil condenar por “inexacta” nuestra préctica de traducir ambos ‘nombres como “Alemania”; de hecho, parecerfa simplemente que el hebreo SAUL A. KRIPKE 213 la sustituibilidad en este pérrafo, podriamos obtener otra paradoja andloga a la de Pierre: nuestro hablante del hebreo a la vez cree y no cree que Alemania es bonita. Sin embargo, ninguna cantidad de légica pura o de instrospeccién seméntica le basta para descubrir su error.) Una consideracién més, en relacién con las clases naturales. Anteriormente sefialamos que un sujeto bilingiie [francés-inglés] puede aprender “lapin” y “rabbit” normalmente en cada una de las lenguas respectivas y, no obstante, preguntarse si son la misma especie 0 dos, y que este hecho puede usarse para generar una paradoja similar a la de Pierre. De la misma manera, una perso- na que sélo hable el castellano puede aprender *retama” y “tojo” (por separado) normalmente y, sin embargo, preguntarse si son lo mismo 0 Clases semejantes. (éQué decir de “conejo” y “liebre”?) Seria facil para tal hablante asentir a una aseveracién formula- da con “retama” y negar su asentimiento a la aseveracién corres- pondiente que contenga “tojo”. La situacién es enteramente and- loga a la de Juan respecto de “Cicerén" y “Tulio”. No obstante, “retama” y “tojo”, as{ como otros pares de términos para una mis. ma clase natural, normalmente son concebidos como sinénimos. El asunto que se desea destacar no es, por supuesto, que los nombres codesignativos sean intercambiables salva veritate 0 que sean intercambiables en contextos simples inclusive salva significa- tone, La cuestin es que los absurdos que generarfan la desentreco- millacién més la sustituibilidad son calcados exactamente por los absurdos generados por la desentrecomillacién més la traducci6n o, incluso, por “la sola desentrecomillacién’” (0 la desentrecomi- lacién més la traduccién homofénica). Ademés, aunque nuestras pricticas ingenuas pueden conducirnos a “pruebas en contra” de Ia sustituibilidad, pueden también conducirnos a “pruebas” de la sustituibilidad en algunos de esos casos, tal como lo vimos dos p4- rrafos antes. Cuando penetramos en el terreno ejemplificado por tiene dos nombres para el mismo pais, en tanto que el castellano se las arre- gla con uno. (©) Cualquier inclinacién a evitar los problemas declarando, digamos, que la ‘traduccién de “Ashkenaz” como “Alemania” es inexacta, deberia mitigarse considerablemente en vista de la discusién de problemas andlogos en el texto. 24 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA. Juan y Pierre, penetramos en un 4reaen la que nuestras prey normales de interpretacion y de atribucién de creencias sche? sometidas a la mayor presién posible, tal vez hasta ¢| puna senise abajo. Lo mismo sucede con 1a noci6n de contenian'y aseveracion de alguien, la proposicién que ésta expresa, En tn la actual de nuestro conociiniento, pienso que serfa impru dente se? ealguierconclusi6n, positiva onegativa, sobre lasustiuibitgnr a, «8 a pesar de esta tess ficial, quiz seré ms dogmstico en otra part, En el easo de “Héspero” y *Fosforo” (por contraste con el de “Cicerén ti) en el que hay un argumento a favor dela existencia de “sentdoy wo ex extendidos en toda una comunidad que distinguen alos dos aj ora ios disintos de “iar la referencia de dos designadoreswigidog més verosimil suponer que los dos nombres definitivamente no son, fomeseag ee legen contentos de creenci, Segin tal suposicin, una ereencia de que Here ta un planeta es una creencia de que un determinado cuerpo celeste sae sradosigiamente como el vstoen a tarde en a estacin apropiada, es un pane” 1 similarmente para Foxfro. Se puede argir que los problemas de waducign Tilares alos de Pierre se bloquearfan en este caso, que “Vesper” tiene que traduei Como “Héspero" y no como Fésforo. En contra de esto, sin embargo, dos cosa, "y"Te conven. (@) Debertamos recordar que el hecho de que se usen las mismas propiedades para fijr la referencia no parece garantizar en general que la paradoja no surja. De modo que uno puede oponerse a adoptar una solucién para este caso que apele a las propiedades que fijan la referencia por considerar que ésta no toca el meollo del problema general. (b) La cuestién principal aquf me parece ser la siguiente: Qué tan esencial es un modo particular de fijar la referencia para un aprendizaje correcto del nombre? Sin padre, consciente de la bien conocida identidad, levaa suhijo al campo en la mafana y dice (seiialando a la estrella matutina) “Aquella se llama ‘Héspero'”, dha ensefiado el padre incorrectamente el lenguaje? (Un padre que diga “Las criaturas con rifiones se llaman ‘cordadas'*, definitiva- ‘mente ha ensefiado incorrectamente el lenguaje, aun cuando el enunciado sea extensionalmente correcto.) En la medida en que no sea crucial para el aprendizaje correcto de la lengua que se use un modo particular de fjar a referencia, en esa medida no hay ningtin “modo de presentacién” que haga diferente el “contenido” de una creencia acerca de *Héspero” del de otra acerca de *Fésforo”. Tengo dudas acerca de que en la transmisién de un nombre tenga que preservarse el método original de fijar la referencia, Si el modo de fijar la referencia es crucial, puede sostenerse que creencias en to- do idénticas excepto por que una se expresa con “Héspero” y la otra con “Fésforo" tienen diferencias definidas de “contenido”, al menos en un sentido epistémico. La regulacién convencional contra la sustituibilidad podrfa mantenerse sin escr+ pulos para algunos casos, aunque no tan obviamente para otros, tales como el de “Cicerén’ y “Tulio”. Pero para mi no es claro ni siquiera si “Héspero” y "Fésforo® SAUL A. KRIPKE 215 Por supuesto nada de lo dicho en las consideraciones anteriores nos impide observar que Juan puede asentir sinceramente tanto a “Cicer6n es calvo" como a “Tulio no es calvo”, aunque Juan sea un hablante normal del castellano y use “Cicerén” y “Tulio” de manera normal y con el referente normal. Pierre y los otros casos paraddjicos pueden describirse de manera similar, (Para aquellos interesados en una de mis propias doctrinas, podemos seguir di- ciendo que hubo un tiempo en el que los hombres no se hallaban en la situacién epistémica requerida para asentir a “Héspero es Fésforo” debido a que carecfan de informacién empirica; pero la oracién expresaba, no obstante, una verdad necesaria.) Pero no es ninguna sorpresa que los contextos entrecomillados no satisfa- gan un principio de sustituibilidad dentro de las comillas. Mas atin, en nuestro estado actual de claridad sobre el problema, no estamos en la posicién requerida para aplicar un principio desentrecomi- lador a estos casos ni para juzgar cuando dos de estas oraciones expresan, 0 no expresan, la misma “proposici6n”. ‘Nada en esta discusi6n impugna la opinién convencional de que los contextos de creencia son “referencialmente opacos”, si “opaci- dad referencial” se entiende de tal modo que la falla de intercam- biabilidad salva veritate de descripciones definidas correferenciales es suficiente para la opacidad referencial. Indudablemente Juan puede creer que el ntimero de planetas es par, sin creer que el cuadrado de tres es par, en caso de hallarse bajo una falsa impre- sién sobre los hechos astronémicos, pero no sobre los aritméti- cos. La cuestién que nos planteébamos era la de si los contextos tienen tales “modos de presentacién” convencionales. No tengo que tomar una po- sicin definida y el veredicto puede ser diferente para distintos pares particulares de nombres, Para una discusién breve relacionada con lo anterior, véase Naming ‘and Necessity, p. 831, primer pérrafo. # Sin embargo, algunas formulaciones anteriores expresadas sin usar comillas, tales como “Hubo un tiempo en el que se ignoraba que Héspero ¢s Fésforo”, re- sultan cuestionables a la luz del presente trabajo (pero véase para este caso la nota anterior), Yo estaba consciente de esa cuestién al escribir Naming and Necessity, pero no queria enturbiar las aguas més de lo necesario en ese momento, En cualquier caso consideré valida la distincién entre necesidad epistémica y metafisica, asi co- mo adecuada para las distinciones que deseaba hacer. Las consideraciones en este trabajo son asi mismo pertinentes para mi discusién anterior de la “contingencia a priori"; tal ver discutiré esto en otro lugar. FASTIN os 216 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA de creencia eran “shakespearianos’, no Ia de si eran “referencia mente transparentes”, (Los contextos modales, en mi opinign, att “shakespearianos”, pero “referencialmente opacos”,)'5 cei Inclusive si nos sintiéramos inclinados a reglamentar que 1 contextos de creencia no son “shakespearianos", resultaria inves sfmil actualmente usar el fenémeno para apoyar una teorta fre anowusselliana de que los nombres tienen “sentidos” descriptiny mediante “propiedades que identifican una tinica cosa". Tenemes Jos bien conocidos argumentos, independientes de la presente die cusién, contra las teorfas descripcionistas; tenemos que es invere, simil la tesis de que la diferencia en los nombres es una diferenci, en ideolecto y, finalmente, tenemos los argumentos del Presente trabajo en el sentido de que en cualquier caso las diferencias en las propiedades asociadas no explican los problemas. Dadas estag consideraciones, y dada la obscuridad que nuestra paradoja arroja sobre la nocién de “contenido” en esta drea, no es muy clara iy relaci6n entre la sustituibilidad y la disputa entre las conclusiones milliana y fregeana. Reiteramos nuestras conclusiones: los filésofos frecuentemente han supuesto, basdndose en casos como el de Juan u otros simila. res, que virtualmente huelga decir que los contextos de creencia no son “shakespearianos”. Pienso que, por el momento, es infundada semgjante conclusién definida. Més bien, el caso de Juan, como el de Pierre, se encuentra en un terreno en el que nuestro aparato normal para la atribucién de creencias esté sometido a las mayores presiones y puede incluso venirse abajo. En el momento actual hay incluso menos justificacién —en ausencia de una mejor compren- sin de las paradojas presentadas en este trabajo— para usar las pretendidas fallas de sustituibilidad en contextos de creencia para “5 Seguin Russell, las descripciones definidas no son términos singulares ge- nuinos. Por ende, él habrfa considerado profundamente confundente cualquier concepto de “opacidad referencial” que incluyera a las descripciones definidas. También mantuvo un principio de sustituibilidad para los “nombres propios I6gi- cos” en contextos de creencia y de otras actitudes proposicionales, de manera que para él los contextos de creencia eran tan “transparentes”, en cualquier sentido filos6ficamente decente, como los contextos veritativo-funcionales, Independientemente de las tesis de Russell, hay mucho que decir a favor de la opinion de que la cuestién acerca de si un contexto es “shakespeariano” es filos6- ficamente mds importante —inclusive para muchos propésitos para los que Quine invoca su propio concepto— que la de si es “referencialmente opaco”. el SAUL A. KRIPKE 217 sacar cualquier conclusién tedrica significativa sobre los nombres propios. Los casos dificiles dan lugar a malas leyes,"6 [Traduccién de Margarita M. Valdés] “© Haré algunas breves observaciones sobre la relacién del problema de Benson Mates (véase n. 15) con el presente problema, Mates alegaba que una ora- cin tal como (+) “Algunos dudan que todos los que ereen que los doctores son felices creen que los médicos son felices", puede ser verdadera, aun cuando “doc- tor" y “médico” sean sinénimos y aun cuando hubiera sido falsa si se hubiera sustituido en ella “médicos” por una segunda figuracién de “doctores". Church objet6 que (+) no podia ser verdadera, ya que su traduccién a una lengua que s6lo. tuvierg una palabra para los doctores (que seria la traduccién tanto de “doctores” como de “médicos”) seria falsa, Si las intuiciones tanto de Mates como de Church fueran correctas podriamos obtener una paradoja andloga a la de Pierre. Aplicar los principios de traducci6n y desentrecomillador al enigma de Mates supone muchas més complicaciones que nuestro presente problema. Primero, si alguien asiente a “Los doctores son felices", pero niega su asentimiento a "Los miédicos son felices”, no se le aplica prima facie el principio desentrecomillador, ya que es victima de una confusi6n lingistica o conceptual. (Véase n. 23.) De manera {que no tenemos atin razones, para dudar s6lo porque eso haya sucedido, que todos los que creen que los doctores son felices creen que los médicos son felices. Supongamos ahora que alguien asiente a “No todos los que creen que los doc- tores son felices creen que los médicos son felices”. Qué es lo que origina su asen- ‘timiento? Si ¢s el hecho de que no se da cuenta de que “doctores” y “médicos” son sinénimos (ésta era la situacin que Mates originalmente tenia en mente), entonces se halla en una confusién lingiifstica o conceptual, de modo que la desentrecomi- Iaci6n no se aplica claramente, Por ende, no tenemos ninguna razén para concluir a partir de este caso que (+) es verdadera. Alternativamente, puede darse cuenta, de que “doctores” y “médicos” son sinénimos, pero aplica la desentrecomillacién a.un hombre que asiente a “Los doctores son felices” pero no a “Los médicos son felices", ignorando la advertencia en el pérrafo anterior, En este caso no se halla en una simple confusi6n lingtifsica (como seria el no darse cuenta de que “doctores” y “médicos” son sinénimos), sino que parece encontrarse en una profunda confu- sién conceptual (Ia aplicaci6n incorrecta del principio desentrecomillador). Puede alegarse, quiza, que entiende equivocadamente “Ia légica de la creencia’. éSignifica ‘caso su confusién conceptual que no podemos desentrecomillar su emisi6n y que, por lo tanto, no podemos concluir a partir de su conducta que (+) es verdadera? A pesar de que las cuestiones son delicadas y aunque actualmente no estoy comple- tamente seguro de las respuestas que habria que dar, creo que hay un argumento a favor de una respuesta afirmativa. (Compérese el caso mds extremo de alguien que esta tan confundido que piensa que el disentimiento de un sujeto respecto de “Los doctores son felices” implica que ese sujeto cree que los doctores son felices. Sila emisén de alguien que dice: “Muchos creen que los doctores son felices” esta asada en tal aplicacién equivocada de la desentrecomillacin, con toda seguridad ‘no deberfamos nosotros a nuestra vez aplicar la descitacién a dicha emisién. Quien 218 UN ENIGMA SOBRE LA CREENCIA hace la emisién, al menos en este contexto, no sabe realmente lo que signtig “creer”. No Ee aque la anterior discusién ponga fin al asunto, Tal vez pueda discutc més extensamente el problema de Mates en algun otro lugar. El problema de Mates es desconcertante y su relacién con el presente enigma es interesante. Pero deberf, quedar caro a partir de lo precedente que el argumento de Mates supone euestio. nes atin mds delicadas que las que surgen en relaci6n con Pierre. En primer lugar, e problema de Mates supone cuestiones delicadas relativas ala iteracién de contextos de creencia, en tanto que el enigma acerca de Pierre supone aplicar la desentreco. millacién s6lo a las aseveraciones de oraciones simple (0 a asentimiento a ella), ‘Aiin més importante, el problema de Mates no surgirfa en un mundo en el que nadie se hallara nunca en una confusién lingiistica o conceptual, en el que nadie pensara nunca que alguien més se hallase en tal confusién, en el que nunca na. die pensara que alguien alguna vez pensara que alguien se hallase en tal confusién, yasi sucesivamente, Es importante, tanto para el enigma sobre Pierre como para el argumento de Frege de que “Cicerén" y “Tulio” difieren en cuanto a su “sentido”, que seguirfan surgiendo en un mundo tal. Ambos se encuentran enteramente libres del delicado problema consistente en aplicar la desentrecomillacién a emisiones ba- sadas directa o indirectamente en la existencia de confusiones lingiifsticas. Véanse las notas 15 y 28, as{ como la discusién en el texto sobre la consistencia légica de Pierre. Otro problema discutido en la bibliografia filos6fica para el que pueden ser pertinentes las presentes consideraciones, es el de la “autoconciencia", 0 el de la peculiaridad de *Yo". Las discusiones sobre este problema han subrayado que "Yo", aun cuando lo use Maria Pérez, no es intercambiable por “Maria Pérez” ni por ningén otro término singular convencional que designe a Marfa Pérez. Si ella ‘no es consciente de que es Maria Pérez’, puede asentir a una oracién formulada con “Yo", pero disentir de a oracién correspondiente con “Marfa Pére2”. Es muy posible que cualquier intento de aclarar la Iégica de todo esto se vea enredado a su vez con el problema del presente trabajo. (Para este propésito, la presente discusién se podria extender a los demostrativos y defcticos.) La redaccién de este trabajo fue parcialmente subsidiada por la National Science Foundation, una beca de la John Simon Guggenheim Foundation, una invitacién como profesor visitante a All Souls College de la Universidad de Oxford, y un afio sabdtico de la Universidad de Princeton. Varias personas en el Encuentro de Jerusalén y en otras partes que nO enumeraré, influyeron en este trabajo a través de la discusin.

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