EPISODIOS HISTORICOS
DE LA GUERRA
DE
INDEPENDENCIA
RELATADOS
POR
Lucas Alamdn, J. M. Lafragua, Manuel Payno,
Guillermo Prieto,
Ignacio Manuel Altamirano, Juan de Dios Peza, Vicente Ri-
va Palacio, Mariano Otero,
Domingo Revilla, Alejandro Villasefior y Villasefior,
Victoriano Agiieros, Genaro Garcia,
Luis Gonzalez Obreg6n, Ignacio B. del Castillo, Ezequiel A. Chavez,
Antonio de P. Moreno, Demetrio Mejia,
Manuel M. Escobar, Manuel Alvarez del Castillo,
Ignacio Ojeda Verduzco, Fulgencio Vargas, Eduardo E. Zarate,
Adalberto Carriedo, Joaquin Trejo, etc., etc.
CON ILUSTRACIONES
TOMO I.
(Reservados los derechos de propiedad.)
MEXICO, 1910
IMPRENTA DE “EL TIEMPO,”
DE VICTORIANO AGUEROS,
EDITOR
1! de Mesones nim. 18MORELOS EN TIXTLA
L
Tixtla, hoy ciudad Guerrero, que fué des-
de la ereccién del Estado de este nombre
en 1850, hasta 1870, capital del mismo, y
que sigue siendo una de las poblaciones
més considerables del Sur de México, era
en 1811 solamente un pueblo de cuatro mil
habitantes, escasog, consagrados en su ma-
yor parte 4 la agricultura y 4 la arrieria,
de que sacaban gran provecho, conduciendo
los cargamentos de la nao de China desde
Acapulco hasta México, en competencia con
los arrieros de Chilpancingo y de Chilapa.
Situada esta poblacion en un valle ame-
no, rodeada de montafias por todas partes,
regada por varios arroyes, disfrutando de
un clima templado y benigno, se habia he-
cho desde siglos anteriores uno de los cen-
tros m4s populosos y productivos del Sur
de_la Independencia de México.
En lo religioso, su Parroquia pertenecia
4 la Diécesi de Puebla, y en lo politico, e!
Subdelegado dependia directamente del Vi-
rrey.
Este Subdelegado era de gran importan-
cla, porque asumia en sv persona no s6lo
la autoridad civil y politica de toda aque-
la comarca, sino también la militar, y es-
taban por eso sujetos 4 61 todos los Cuer-
pos de milicias provinciales que se habian
levantado allf en afios anteriores y que
guarnecfan aquellas plazas.124
En 1811 era el Subdelegado y Comandan-
te militar Don Joaquin de Guevara, rico
hacendado de aquel rumbo, avecindado pri-
mero en Chilpancingo y duewio de las ha-
clendas de cafia de aztcar de Tepechico-
tlan, Acahuiizotla y San Miguel, situadas 4
poca distancia de Tixtla unas, y la Ultima
en el camino de Acapulco y al pie de la her-
mosa cordillera de los Cajones. Don Joa-
quin de Guevara, por sus opiniones realis-
las, por su caudal y por su influencia po-
derosa, venia 4 ser en aquellos rumbos lo
mismo que era en la Cafisda de Cuernavaca
el célebre realista espaiiol Don Gabriel de
Yermo, es decir, el sefior feudal y la fuerte
columna del Gobierno espafiol en aquella
extensa zona, limitada al Sur por un ramal
de la Sterra Madre, y al Norte por el rio
de Mescala.
Desde que Morelos aparecié en la costa
4 fines de 1810, y se acereé 4 Acapulco, Gue-
vara. siguiendo las 6rderes del Virrey, se
mantuvo 4 la espectativa, creyendo siew
pre que las intentonas de los. insurgentes
acabarian por fracasar allf mismo, y aun-
que los tiltimos triunfos obtenidos por aquel
caudillo le habian dado en qué pensar, no
juzg6 sino remoto el caso de ver invadida
la fuerte y populosa comarca encomendada
4 st Cuidado.
Sin embargo, procur6é desde aquellos me-
ses y ms todavia en los primeros del 11,
poner en buen pie de fuerza los Regimien-
tos de milicias, encargando su mando y dis-
ciplina 4 entendidos jefes espafioles, forti-
ficé la plaza dé Tixtla, reunié considerable
niimero de municiones de guerra, hizo traer
ocho piezas de artilleria que colocé en un
fortin en una eminencia del lado occiden-
tal de Tixtla, 4 la izquierda de otra cono-
cida con el nombre del Calvario y dividida
de ella por una calle profunda y por un
acueducto, y en otros puntos de la pobla-
cion, en que levant6 fuertes parapetos, y
una vez asf, se dedic6é 4 vigilar el camino
real de Acapulco y 4 preparar de mil mo-
dos 4 los pueblos para is resistencia.
En semejante empeiio le ayudaba oficio-
samente y con el entusiasmo de un antiguo
predicador de las eruzadas, el Cura de Tix-ib
tla, Don Manuel Mayol, clérigo poblano, fu-
ribundo realista y que ejercia un dominio
absoluto en la conciencia de sus feligre-
ses.
Este Cura predicaba cada cuatro dias en
el pilpito contra la Independencia y sus
caudillos, 4 quienes presentaba con odiosos
colores. Pero con particularidad hablando
de Morelos, el atrabiliario clérigo legaba
hasta el frenesf. Al principio lo presentO
solamente como un rebelde insignificante,
que en breve iba 4 ser colgado en una
almena del Castillo de Acapulco; pero 4
medida que Morelos fué creciendo en im-
Portancia militar, 4 causa de sus victorias,
el furor del Cura no conoci6 limites, y lle-
g6 en sus diatribas hasta lo absurdo y lo
erosero. De este modo, el Cura Mayol lo-
er6 exaltar el dnimo de la gente supersti-
ciosa é ignorante de su feligresfa, haciéndo-
te entender que la guerra de los insurgen-
tes era una guerra contra Dios y la reli-
gién, y que combatir contra ellos era com-
batir contra los poderes infernaies. Asi es
que en el puebio de Tixtia habia una espe-
cie de furor febril contra Morelos, furor
que se habia apoderado hasta de las mu-
jeres y Ios nifios, de la gente espafiola y
mestiza, y hasta de los numerosos habitan-
tes indigenas, que profesaban la religién
cat6lica como verdaderos id6latras.
De modo que cuando el Comandante Gue-
vara determin6 levantar fortificaciones en
la plaza, la poblacién entera se apresur6 4
wyudarle. Aun las mujeres y los nifios car-
gaban piedras y arena, presididos por et
Cura y sus Vicarios, que levando un Cru-
cifijo, los estimulaba 4 la tarea, mientras
que las campanas de la Parroquia tocaban
rogativa.
En semejante disposicion de 4nimo, Gue-
vara esper6 confiadamente. Si los insur-
gentes se atreviesen 4 invadir su zona mill-
tar, él contaba con buenas tropas, con una
plaza bien fortificada y con la adhesi6n
de las poblaciohes.
Una sola sombra vino 4 turbar su 4nimo
sereno. Habiendo invitado 4 los Bravos, ha-
cendados de Chilpancingo, para que levan-
tasen tropas también, y se mantuvieran dis126
puestos 4 la defensa, esos sujetos, los pri-
meros de aquella poblacién por su impor-
tancia social y su riqueza, pues eran due-
fos de la gran hacienda de Chichihualco y
de otras fincas, se habian negado con tri-
volos pretextos, pero en tealidad porque les
era simpatica la causa de la Independencia
proclamada en Dolores y sostenida por Mo-
relos.
Desde el dia en que tuve conocimiento de
la repulsa de los Bravos, el Comandante
Guevara no cesé de vigilarlos, y 4 pesar de
que estaba emparentado con ellos, pues su
hija Doiia Antonia de Guevara acababa de
casarse con el joven Don Nicolas, hijo de
Don Leonardo Bravo, lo# persiguié tenaz-
mente, obligandolos 4 ocultarse 6 4 andar
fugitivos en aquellas comarcas.
Pero con esta sola excepcién, todos los
pueblos de la Subdelegacion de Tixtla, se
manifestaban decididos sostenedores del Go-
bierno espafiol. Asi es que Guevara, 4 quien
s6lo inquietaban, de cuando en cuando, las
excursiones nocturnas de los Bravos 4 Chil-
pancingo, que por otra parte no tenfan
consecuencias serias, nada temfa respecto
de la adhesi6n popular.
A mediados del mes de Mayo, el Coronel
realista Don Nicolas Cosfo, antiguo Sar-
gento Mayor de Dragones de Espafia, y que
Habia sido nombrado Comandante general
de la Divisién del Sur, hasta principios de
ese mismo mes en que de orden del Virrey
tué substituido en ese cargo por el Coro-
nel espafiol Fuentes, fué enviado por és-
te filtimo violentamente a la plaza de Tix-
tla, para tomar el mando de las tropas y
ayudar 4 Guevara en la defensa de la plaza,
pues Fuentes previ6, con 1az6n, que habien~
do salido Morelos del Veladero el dia 3
por el camino de la sierra, no tardarfa en
aparecer en la Zona militar encomendada
4 Guevara.
Asi, pues, al llegar 4 unirse 4 ella, sa-
biendo que los Bravos reunian gente en Amo-
fileca, Zitzicazapan y otros lugares cerca-
nos 4 Chilpancingo, que elaboraban parque
en la gruta de Michapan, en que habfan es-
tado ocultos, y que se mostraban ya més 4
Ja luz tanto Don Leonardo como Don Mi-127
guel y Don Victor Bravo, determin6, de
acuerdo con Guevara, acabar de una vez
eon aquellos temibles conspiradores. Al
efecto, organiz6 una division compuesta de
un piquete del Regimientc “Fijo de Méxi-
co,” de algunas Compafiias de milicianos
Mamados patriotas de Chilapa, Tixtla, Zum-
pango y Tlapa, y del Fijo y Lanceros de
Veracruz, todo en niimero de seiscientos
hombres, y poniéndola bajo el mando del
Comandante espafiol Don Lorenzo Garrote,
uno de los jefes veteranos que habfan veni-
do Gltimamente de la Peninsula, d16 4 éste
orden de que pasase 4 Chichihualco y de
que se apoderase de los ires hermanos Bra-
vos, vivos 6 muertos.
Garrote se puso en marcha con la reser-
va y rapidez que el caso exigia, y mientras
que llega 4 Chichihualco diremos lo que ha-
bia pasado allf.
Morelos se dirigi6é, después de salir del
Veladero, 4 la pequefia hacienda de La Brea,
que esté situada ya en las primeras cum-
bres de la Sierra Madre, y allf se detuvo,
tanto para apoyar 4 su retaguardia, que
fué atacada por el jefe espafol Fuentes,
quien logré apoderarse de un cefién cast
abandonado 4 causa de las asperezas del
camino, como para dar tiempo 4 los Bravos
para que se adelantasen y preparasen en
Chichihualco 4 sus tropas.
Adelantaronse, pues, Don Leonardo, Don
Miguel y Don Nicolas, y can luego como lie-
garon 4 su hacienda, se pusieron de acuer-
do con Don Victor. vy reunieron 4 todos
sus parciales y amigos, 4 quienes armaron
con las armas que pudieron, organizando
también una excelente caballeria, compues-
ta de los mejores jinetes de aquellos luga-
res, De modo que ecuande Don Hermenegil-
do Galeana leg6 con su Regimiento de
Guadalupe, se encontré ya con la gente de
los Bravos dispuesta.
Mientras que veuia Morelos, que se ha-
bia quedado atras dos jornadas, Galeana,
obedeciendo las 4rdenes recibidas, determt-
n6 dar descanso 4 su tropa, en tanto que
los Bravos disponfan mejor la suya y se pro-
curaban viveres para alimentar 4 las dos.
A esta saz6n, el Comandante Garrote, que128
nada sabfa, Ileg6 4 Chichihualco 4 las doce
del dia 21 de Mayo, y encontrando algu-
nos pelotones de gente ermada, los atac6,
logrando arrollarlos, merced & la sorpresa
que recibieron. Pero avisados los Bravos y
Galeana, que se hallaban en la casa de su
hacienda, corrieron 4 ponerse al frente de
sus Compaiiias organizadas. Galeana se di-
rigi6 al rio, en el que sue costefios se ba-
fiaban y lavaban su ropa, y haciéndolos to-
mar sus machetes, asi desnudos como es-
taban, los condujo frente 4 los realistas, lan-
zando su terrible grito do guerra: “jGalea-
na! ;Galeana!” que debia ser por mucho
tiempo el terror de sus enemigos.
Los realistas, sorprendidos 4 su vez, ate-
rrados ante el aspecto de aquellos intrépi-
dos combatientes negros, que acometian co-
mo fieras, y flanqueados ademas por la ca-
balleria de los Bravos, echaron 4 correr
despavoridos, dejando en poder de los in-
surgentes, armamento, parque, dinero y
cuantas cargas llevaban. El tremendo Co-
mandante Garrote lleg6 ¢l primero 4 Chil-
pancingo 4 contar el caso, y sin detenerse
allf mas que el tlempo necesario para bever
agua, se dirigid 4 Tixtla, en donde entro
4 la madrugada del dia 22 4 despertar 4
Cosfo y 4 Guevara con ls noticia de seme-
Jante desastre.
El pnico y la consternaci6n que ella pro-
dujo, no pueden describirse. Era, pues, cier=
to: los Bravos se habian alzado por fin, y
habfan Hamado en su auxilio al poder in-
fernai de Morelos. Los demonios pintados
por el Cura Mayol habfan aparecido por fin
en la zona militar del Comandante Gueva-
ra, hoy defendida, sin embargo, por un mi-
tar experto como Cosfo. Estos jefes l!ama-
ron al Cura Mayol y le comunicaron la fa-
tal nueva, El Cura, después de conferen-
clar con aquellos jefes, se dirigié 4 la igle-
sia y mand6 lamar 4 misa La dijo temblan-
do, y después subié al ptlpito y excit6é de
nuevo 4 sus feligreses 4 defender al Rey
y 4 la religién. S6lo que la muchedumbre
observ6 que en Vez del furor de antes, el
terrible Cura no tenfa ahcra mas que lagri-
mas y sollozos, lo que no dej6 de ser co-
mentado desfavorablemente.129
Después de la misa, Cosfo mand6 tocar
generala, y el Cura ech6 4 volar las cam-
panas, tocando 4 rebato, toque que duré to-
do el dia y Gifundié la alarma hasta en
los campos y cuadrillas mas lejanas del
pueblo.
IL.
En semejante estado de alarma paséron-
se los dias 23 y 24 de Mayo de 1811. Cosfo
y Guevara reunieron todas las tropas de
que pudieron disponer: ei Regimiento Ia-
mado “IFijo de México,” cuyos soldados eran
conocidos popularmente con el nombre de
“Los Colorados,” 4 causx de un brillante
uniforme de paiio de grana, el Regimiento
“Lanceros de Veracruz,” las Compafifas de
milicianos de Tixtla, Chilapa, Zumpango y
Tlapa, que no habfan ide 4 Chichihualco,
y los dispersos de esta accién que fué posi-
ble reunir. Ademas, dieron armas 4 todos
los hombres aptos para vombatir en Tixtla,
entre los que se hallaban como 400 indige-
nas, 4 quienes en raz6n de manifestarse
decididos en favor del Gobierno, se admitio
en las milicias, confidndoles la defensa de
algunos puntos importantes, slempre bajo
el mando de jefes espaficles.
De modo que todas estas fuerzas forma-
ban un conjunto respetable de cosa de mil
quinientos hombres, teniendo, ademas, la
ventaja de contar con una plaza de guerra
con buenas fortificaciones, con ocho pie-
zas de artilleria; bien municionada y pro-
vista, y con la adhesiOn Gel vecindarlo.
‘Asi las cosas, se supo que Morelos, sin
perder tiempo, habfa Megado 4 Chilpancin-
go al anochecer del dfa 24, al frente de
seiscientos hombres. Cosfu y Guevara pasa-
ron, pues, el 25, preparandose 4 la defen-
sa, pues no dudaron que Morelos atacarfa
la plaza éh los dias proximamente inmedia-
tos, tan pronto como contara con mayores
fuerzas, supuesto que seria absurdo tal in-
tento con las que tenfa.
A fin de recibir noticias oportunas, ha-
bfan enviado numerosos emisarios 4 Chil-
pancingo, que evitando las avanzadas in-
surgentes, situadas en el camino, habian130
estado viniendo cada dos horas 4 dar parte,
pues Chilpancingo no dista de Tixtla mas
que tres leguas escasas.
Hasta las cinco de la tarde del dia 25, na-
da se habia sabido de particular. Las tro-
pas de Morelos descansaban. El caudillo,
alojado en casa de los Bravos, era festejado
con un banquete, al que asistian los jefes
y oficiales insurgentes. Los soldados tfra-
ternizaban con los vecinos, y las hermosas
chilpancinguefias, afamadas por su belleza
y su gracia, lejos de espantarse ante la apa-
ricion de los “demonios de Morelos,” ha-
bian despojado sus lindox huertos moris-
cos, pomposos y ricos en aquella estacion,
& fin de que la casa del General insurgente
apareciera al amanecer del dia 25 como
apareciO, adornada con flores, cortinas y al-
fombras de bellisimas flores, las incompa-
rables flores de la zona templada del Sur.
Semejantes noticias hacian bailar de c6-
Jera al Cura Mayol, quien Jas repetia y exa-
geraba adrede 4 Cosio y 4 Guevara, para
exasperarlos, lanzando al mismo tiempo los
més terribles anatemas contra los chilpan-
cingueiios y amenazdndolos con que no que-
daria dentro de poco piedra sobre piedra en
su pueblo, nido infame de herejes y de re-
beldes.
Cosio y Guevara, por su parte, se explica-
ban aquella conducta del vecindario de Chil-
pancingo, considerando: que los Bravos es-
taban emparenfados con todas las familias
de allf, lo mismo que sucedia con sus adic-
tos de Chichihualeo, pues esta hacienda y
Chilpancingo formaban una misma pobla-
ci6n. Pero aquel recibimiento hecho 4 Mo-
relos, indicapa, ae todos moaos, que el
pueblo de Chilpancingo iba 4 convertirse
desde entonces en enemige del Gobierno es-
pafiol.
La tarde toda del expresado dia 25 se pa-
s6 sin novedad. A las seis y media, las tro-
pas acuarteladas en la casa de Comunidad,
6 que vivaqueaban en el cementerio de la
Parroquia, convertido en fuerte, salieron 4
formarse para pasar lista, en la plaza bas-
tante amplia y que entonces no tenia los
Arboles coposos que hoy la adornan.
La plaza se len6 de soldados y de ofi-131
clales, pues con excepcién de las fuerzas que
guarnecian el fortin del Calvario y los pa-
rapetos levantados en lo que se llamaba en-
tonces “Barrio alto,” el costado oriental de
la poblacién, es decir, del lado de Chil-
pancingo, todas estaban allf.
Cosio y Guevara les pasaron revista, des-
pués de lo cual y segin la costumbre mi-
litar de aquel tiempo, los tambores y pi-
fanos tocaron la oracién, que escucharon
los saldados con las armas al hombro y los
oficiales descubierta la cabeza. Luego y al
concluir la diana que seguia al toque de
oraci6n, Cosio grité6 con voz fuerte por tres
veces: {Viva el Rey!, grito que repitio la
tropa y ésta se entrd en sus cuarteles al
toque de fagina.
La plaza qued6 todavia ocupada por los
curiosos que habfan acudido 4 ver la for-
maciOn; pero como comenzaba 4 obscure-
cer, y las patrullas de caballeria y de in-
fanterfa circulaban despejando las calles,
momentos después, aguel lugar estaba sulo
y la poblacion entera parecié quedar de-
Blerta.
S6lo en la gran casa del Subdelegado, re-
cién construida y situada en el lado meri-
dional de la plaza, junto 4 la Parroquia, pa-
recia reinar alguna animaci6n, y entraban
y salfan 4 cada instante por el enorme za~
guén que servia de entrada principal de
ella, caballos, mulas, jinetes y soldados de
4 pie. Ademds, las ventanas del salon prin-
cipal que daban 4 la calle, estaban alum~-
bradas. La casa era baja, pero de aspecto
sefiorial. El tinico piso se elevaba del suc-
lo como dos metros, resguardado por un
fuerte antepecho rematado con una magni-
fica balaustrada de piedra. Esta balaustrada
estaba también convertida en parapeto, y
entre ella y el muro de 1a casa se paseaban
varios centinelas guardando el salén y las
piezas todas, que daban por un lado 4 la
plaza, y por el otro 4 la calle Real.
En el sal6n, bastante Jujoso para aquellos
tiempos y aquelios rumbos, y cuyo techo
de magnifico cedro artesonado era digno de
una mansi6n regia, y cuya alfombra y ca-
napés de damasco y candles de cristal re-
velaban desde luego la riqueza de su duejio,132
se hallaban en animada conversaci6n cua-
tro personajes, de los cuales tres estaban
sentados junto 4 una mesa cubierta con un
tapete de damasco rojo y en la que se velan
en revuelta comfusién, un gran tintero, sal-
vadera y braserillo de plata, con su pirami-
de de ceniza, candelabro del mismo metal,
en el que ardian cinco velas de esperma,
muchos papeles, pistolas, sables, y, por al-
timo, un frasco de aguardiente de Espafia,
con cuatro copas y vasos de agua puestos
en una bandeja también de plata. Uno de
estos personajes, vestido cen el uniforme de
Coronel de aragones, hudcaro azul con so-
lapas blancas y botones de oro, pantalon
blanco y botas fuertes, era un hombre al
parecer alto, como de cuarenta afios, buen
mozo y densamente p4lido, casi amarillo;
se conocia luego que padecia de calenturas
de la costa y que en esos momentos sufria
uum acceso que en vano procuraba dominar,
y que se revelaba en su inquietud, en su
humor irascible, en el brillo intenso de sus
grandes ojos negros y en el temblor de sus
mandibulas, que parecia sacudir sus pobla-
das patillas negras. Ltevaba el cabello se-
gin la moda Introducida por el Virrey Ve-
negas, es decir, corto y con espesa furia,
sobre la trente.
Era el Mayor Cosifo, el pobre Cosfo, que
destituido del mando de la divisién realista
del Sur pér Venegas, 4 causa del mal éxito
de sus operaciones contra Morelos, y 4 cau-
sa tal vez de sez Mexicano de origen, se
yeia ahora subalternado al Coronel espa-
fiol Fuentes quien lo habia enviado quizis
con toda malicia 4 unirse 4 Guevara para
que asumiera la responsabilidad de un nue-
vo desastre.
Sin embargo, Cosio era como todos esos
mexicahos que habian abrazado la causa de
Espafia contra la insurreccién, como Elorza,
como Iturbide, como Armijo, realista fiel,
exaltado, sumiso hasta el nervilismo, y aun-
que lastimado en su dignidad por aquella
destitucién, lejos de manifestar resentimien-
to, procuraba exagerar su adhesion al Go-
pierno, y se alegraba interiormente de ha-
llarse en aptitud, defendiendo la plaza de
‘Tixtla, de recobrar su perdido crédito. As!