Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 32
1810 Antecedentes, desarrollo y consecuencias Mario Jaramillo Carlos José Reyes Gustavo Adolfo Quesada Vanegas Javier Ocampo Lépez Clément Thibaud José Fernando Ocampo taurus historia © De esta edicién: 2010, Distribuidora y Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 8. A. Calle 80 No. 9-69 Teléfono: (571) Bogota, Colombi: 60.00 Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 8. A Ay, Leandro N. Alem 720 (1001), Buenos Aires © Santillana Ediciones Generales, S. A. de C. V. ‘Avenida Universidad 767, Colonia del Valle, 03100 México, DF. * Santillana Ediciones Generales, S.L. Torrelaguna, 60. 28043, Madrid ISBN; 978-958-704-939-8 Impreso en Colombia - Printed in Colombia Primera edicién en Golombia, marzo de 3010 Imagen de cubierta: Cabildo Abierto de 1808, Museo del Cabildo, Monte Diserio de cubierta: Santiago Mosquera Mejia Proyecto editorial: El Ancora Editores Cronologia e iconografia: Andrés Olivos Lombana ‘Todos los derechos reservados. Esta publicacién no puede ser reproducida en todo ni en parte, i en, 0 transmitida de recuperacién de informacién, en ni ni por ningtin medi fotoquimico, electrénico, magnético, clectrodptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial, CapitTuto 5 Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NuEvA GRANADA CLEMENT THIBAUD Wa historiografia reciente sobre las independencias hispa- noamericanas ha demostrado, en forma sin duda definitiva, que la formacién de las nuevas reptiblicas no puede ser com- prendida a escala nacional. Estas revoluciones nacieron a raiz del derrumbamiento de un imperio —la Espafia de los dos mundos— bajo los golpes de otro imperio que traté de ab- sorberla: la Francia napoleonica. En otras palabras, la guerra de independencia en la Nueva Granada adquiere su sentido en un contexto atlantico, en relacién con los acontecimientos europeos. Esta, ademas, intimamente vinculada con los espa- cios jurisdiccionales vecinos como Venezuela y las presiden- cias de Quito y del Peri. Este contexto particular aclara la extraordinaria comple- jidad de las operaciones militares y de los procesos sociales asociados con el curso de los combates emancipadores. Rela- cionada con un proceso de redefinicién geopolitica mundial, la guerra en la Nueva Granada vio cambiar sus modalidades, asi como la identidad politica de los beligerantes, desde los combates al principio del interregno (1808) hasta la forma- cin de Colombia (1821). Estas evoluciones esconden una se- gunda fuente de complicacién. Ciertas luchas que tuvieron lugar en ese mismo momento en el territorio neogranadino diferian en cuanto a su objeto y sus fines. De entrada, resulta imposible calificar la guerra de 183 1810 independencia en la Nueva Granada como una lucha anticolo- nial contra Espana, que buscaba fundar Ja nacién colombiana y luego el Estado neogranadino. Fue en primer lugar una lucha entre ciudades y provincias que tenia como telén de fondo la adhesion o el rechazo de las autoridades que gobernaban Espa- na en nombre del rey depuesto. Se convirtié, con el tiempo, en un combate por la emancipaci6n politica, sin que sea posible fijar una fecha precisa para el cambio de una guerra que fue civil al principio antes de ser anticolonial e internacional. LAS FUERZAS ARMADAS DEL INTERREGNO NEOGRANADINO (1810-1816) A principios de 1810, el balance de las fuerzas armadas en la Nueva Granada sefiala a la vez fortalezas y debilidades. La posicién estratégica del eje Panama-Cartagena ciertamente hace del frente caribe un conjunto bien defendido por regi- mientos permanentes; pero el interior del reino sigue estan- do relativamente desprovisto de tropas profesionales, a pesar de la mejora real que significaron, en este campo, las refor- mas borbénicas, cuya ejecucién fue acelerada después de la revuelta comunera de El Socorro. Dos afos después de esta gran rebelién, en 1783, el establecimiento en la capital del Batallén Auxiliar permite en esta forma dotar la corte virrei- nal de unas fuerzas armadas respetables.’ Las autoridades virreinales también crearon en esta oca- si6n tas «milicias disciplinadas» semiprofesionales, con el fin de apoyar las tradicionales milicias urbanas que habian mos- trado sus limitaciones en 1781 y que, en el contexto confuso de las guerras contra las potencias europeas rivales —prime- ro Inglaterra, Francia (1793-1795) y, luego de nuevo, Ingla- ‘Allan J. Kuethe, Reforma militar y sociedad en la Nueva Granada 1773-1808, Bogota, Banco de la Repiiblica, 1993, pp. 199-234. 184 LOS ASPECTOS SOCIALES DE. LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA terra hasta 1808—, parecian bastante impotentes. Es cierto que estos cuerpos relativamente bien entrenados se concen- traban en las costas y que, asi, dejaron casi desierto el interior neogranadino. Esto lo demuestra el reparto geografico de las milicias disciplinadas en 1804: Riohacha, Santa Marta, Valle- dupar, Cartagena, Tohi, Panama, Nata, Portobelo, Chagres, Jaén, Loja y Barbacoas.* Cuando, con el anuncio de la invasién de Andalucia por las tropas francesas y de las proclamas autonomistas de la vecina capitania general de Venezuela, las juntas auténomas de go- bierno fueron creadas en todo el reino en el curso de los meses de mayo a septiembre de 1810, la estructura, la organizacién y la funci6n de las fuerzas armadas cambiaron profundamente. Estas desempenaron un papel decisivo en estos hechos, ya sea debido a su pasividad 0 por su apoyo a la proclamacién de los poderes auténomos. La mayor parte del tiempo, a instancias de las mayores autoridades civiles nombradas bajo el cuasi rei- no del valido Godoy, los oficiales de menor rango tuvieron que renunciar a sus funciones y exiliarse, al tiempo que eran reemplazados por oficiales superiores, la mayor parte proce- dentes de las élites locales. A imagen de la apropiacién por las ciudades y provincias americanas de un «depésito de sobera- nia» dejado vacante por el rey prisionero} la recomposici6n de las fuerzas armadas en el curso de la «revolucion feliz» de 1810 requirié una modificacién territorial, una reinscripcion en la escala local de la funcién militar. Desde esta perspectiva, debemos recordar que el contexto fundamental de 1810 no fue el de la creaci6n de nuevas nacio- nes, sino el de una guerra internacional contra los franceses. Esto explica el empleo frecuente del derecho de gentes en las proclamas de esta época y la permanente preocupacion id. sJosé Maria Portillo Valdés, Crisis atléntica, Autonomia e independencia en la crisis de la monarquia hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 1057158. 185 1810 por la defensa del reino. También la cuestién de los ¢jérci- tos fue central para los poderes auténomos. En estos tiempos agitados, cuando la legitimidad politica era cuestionable, el problema de la lealtad de las tropas regulares, asi como de las milicias, ocupaba el primer lugar. Gran parte de la acti- vidad de los gobiernos regulares estaba dedicada a resolver este candente problema. Una de las soluciones fue adoptar el modelo miliciano. Este parecia idealmente adaptado a la «regeneracion» de la institucién militar, que hasta entonces simbolizaba la arbitra- riedad colonial, el abuso de la coercién y la corrupcién del poder real debido a las malas practicas. La milicia respondia, en efecto, a las necesidades de entonces, tanto para las jun- tas como para los gobiernos de los Estados provinciales que las sucedieron en el curso de 1810. Por un lado, siguiendo una tradicién bien aceptada en las milicias urbanas y luego disciplinadas de la época anterior, muchos hijos de las mejo- res familias patricias recibieron mando en los antiguos y los nuevos cuerpos. Por otro lado, la existencia de estas unida- des civico-militares facilitaba nuevos espacios de poder a los grupos populares que se hicieron visibles en el curso de las emociones de 1810, en Cartagena y Bogota, por ejemplo. Desde este punto de vista, los nuevos poderes creyeron asegurarse la lealtad de las fuerzas armadas a la vez por la fuerte influencia de las élites urbanas tradicionales y por la cooptacién de los grupos populares mds reivindicativos. Esta politica fue acompariada por una mejora considerable de la paga, asi como por el muy politico empleo de las promocio- nes por los poderes civiles: las juntas y luego los gobiernos de los Estados provinciales. “Alfonso Mtinera, FL fracaso de la nacién. Region, clase y raza en el Caribe colom- biano: 1717-1810, Bogota, Banco de la Reptiblica-E] Ancora Editores, 1998, y Marixa Lasso, Myths of Harmony. Race and Republicanism during the Age of Re- volution, Colombia 1795-1831, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 2007. 186 LOS ASPEGTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA Nurva GRANADA La escogencia de las milicias era tan logica en el marco de las posibles modalidades que en la Nueva Granada orien- taron la reversién de la soberania monarquica a los pueblos. Estos, entendidos como cuerpos politicos territoriales, se convencieron de que podian ¢jercer todos los poderes reales, el principal el de la prerrogativa militar. Pequeiios y grandes municipios aumentaron el ntimero de sus fuerzas armadas —en las ciudades ya defendidas— o crearon unidades como sefial inequivoca de su acceso a la existencia politica. Estas milicias siempre eran discriminadas, como en los tiempos coloniales, segtin su origen social, incluso si su clasificacién racial o étnica era mas discreta. Asi fue como las guardias na- cionales reagrupaban donde fueron creadas, como en Santa Fe, a los vecinos, y las milicias de caballeria siguieron siendo patrimonio de la élite criolla. No debemos, sin embargo, pasar por alto el entusiasmo po- pular que se apoderé del reino en esta época. En El Socorro, poco después de la destitucién del corregidor José Valdés, estan- do desarmada la guarnici6n, se organizaron milicias en el acto. En Tunja también fueron formados estos cuerpos, asi como en. las ciudades confederadas del Valle del Cauca, con el fin de en- frentar la amenaza de Popayan. Unos patriotas se alistaron y sir- vieron voluntariamente en el batallén «Patriotas de defensa», formado en Santa Fe a fines de diciembre de 1810. Estas nue- vas unidades armadas se convirtieron asf en el lugar ciudadano donde se vivié un patriotismo regenerado, al principio monar- quico y poco después republicano. El niimero de las milicias se multiplic6 entonces por tres en toda la extensién del reino. Este dominio del espfritu miliciano respondia también a un conjunto de representaciones politicas y de referencias in- » Arnovy Fajardo Barragan, Algo mas que sables y penachos. Militares y socie- dad en las provincias del interior de la Nueva Granada (segunda mitad del siglo xvu-r819), tesis de grado en historia, Bogota, Universidad Nacional de Co- lombia, 2005, capitulo 1. 187 1810 telectuales propias de la Tlustracion. La adhesion de las élites a una forma de republicanismo atlantico, admirador de Gre- cia y de Roma, exaltaba las virtudes del ciudadano-soldado. Mientras los derechos del hombre eran proclamados en todos los Estados provinciales, y con ello se levantaba el pedestal in- dividualista y liberal del primer constitucionalismo neograna- dino, el servicio de las armas representaba en compensacién el sacrificio, si legare el caso heroico, de cada ciudadano por la patria. En éste todo hombre era «soldado nato de la patria» entre los 16 y los 50 anos. Tal primacia de lo colectivo sobre lo individual se alimentaba con otra clase de reflexién fun- damental en la reconfiguraci6n patridtica de las fuerzas mi- litares. Fieles a una corriente del pensamiento ilustrado que condenaba la representacién y la delegacién, reinterpretado a la luz de la Revolucién de las Trece Colonias estadounidenses, los reformadores criollos desconfiaban de los ejércitos profe- sionales. Estos, decian, separaban al ciudadano del soldado, hacian pesar la amenaza de una tirania militar. Miguel de Pombo lo demostraba sin rodeos en un texto de 1811: ++. no hay tropas estacionarias, ni esos costosos estableci- mientos militares que en otros Estados sdlo sirven para co- rromper la moral, para empobrecer y oprimir al ciudadano, para hacer que el magistrado tenga mas confianza en el te- mor de las bayonetas que en el respeto que se debe a las le- yes; y ultimamente para afirmar el despotismo, porque el es- piritu militar acostumbra a la subordinaci6n pasiva y ciega; y el habito de reconocer y respetar a un solo Jefe de ejército, familiariza con la autoridad de un solo sefior de gobierno.’ Por esto, sin destruir los ejércitos permanentes, los cuerpos milicianos debian servir de contrapeso del poder de los milita- °Miguel de Pombo, Discurso preliminar sobre los principios y ventajas del sistema federativo, Santafé, En la Imprenta Patridtica de D. Nicolas Calvo, 1811. 188 LoS ASPEGTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NOEVA GRANADA res de carrera. Se multiplicaron alli donde existian las guarni- ciones permanentes. Hay que reconocer que estas precaucio- nes eran sabias y que la adopcién del modelo miliciano tuvo éxito al principio. En Cartagena, por ejemplo, el levantamien- to del Fijo a favor de la regencia fue sofocado por la accién combinada de diez companias de milicias, cinco de blancos y cinco de pardos, apoyadas por el pueblo de la ciudad’ La participaci6n de la poblacién negra, basada sobre todo en el barrio de Getsemani, pasa entonces a la vez por una acci6n re- lativamente espontanea, pero también por el marco miliciano, que constituye un formidable contexto de aprendizaje politico. Las nuevas directivas militares que florecen a partir de 1811 se concentran en un reglamento coherente y detallado para las Provincias Unidas reunificadas en 1815,5 y a menudo insisten en el caracter civico del alistamiento bajo las bande- ras, ya fuera permanente o temporal. El Copiador de Ordenes del Regimiento de Milicias de Infanteria de Santafé informa en junio de 1812 que los sargentos que reclutaban en los para- mos mas cercanos a Bogota transmitian algunos principios de una virtuosa propedéutica republicana: ga. — Se les hara comprender que son voluntarios en cuanto no sirven por sueldo ni paga, que son voluntarios para servir a la patria en cuanto depende de su arbitrio el ser 0 no ser ciudadanos de la Provincia de Cundinamarca pero que, una vez resueltos a serlo de ésta, estan obligados a alistarse € ES como soldados de la patria segtin la Constituci6n.? ?Cfr. la relacién de Antonio de Narvaez, Archivo Restrepo, vol. 6, 7 de febrero 1811, fols. 7-9, y el proceso de Lorenzo Ley, Archivo General de la Nacién, Bogota, Archivo Anexo, Purificaciones, t. 2, fols. 106-107. * Reglamento Militar», 1815, en Congreso de las Provincias Unidas. 1811-1815, tl, pp. 166-200. » Oswaldo Diaz Diaz (ed.), Copiador de Ordenes del Regimiento de Milicias de Infanteria de Santafé (1810-1814), Bogota, Revista de las Fuerzas Armadas, 1963, p. 203. 189 1810 Bajo formas y nombres distintos, la organizacién de las fuerzas armadas en los diferentes Estados provinciales se es- tabilizé en torno a tres tipos que segufan el esquema bor- bénico: milicias urbanas de cardcter local y semiprofesional, milicias disciplinadas, en las que los hombres recibian paga, y, por fin, las tropas profesionales. Aunque las primeras y las segundas eran bien aceptadas por la poblaci6én —las élites veian en los grados de oficial un medio de asegurar su presti- gio y de hacer visible su influencia social, y los grupos popu- lares, sobre todo los negros, utilizaron estas unidades como un medio para acceder a la posicién de sujeto politico y asi mejorar su posicion social—, las tropas de linea gozaban, por su lado, de una popularidad mucho menor, salvo entre los hijos de familia que eran oficiales. Las razones para el afecto de las primeras y el desafecto de las segundas eran muy comprensibles. Las milicias encar- naban, a la vez, el acceso moderno de las ciudades y de las provincias a la soberania, y representaban al mismo tiempo la cohesidn de la comunidad en torno a valores compartidos. Conciliaban la herencia del pasado y las promesas del futuro. Las tropas regulares, que consumian las finanzas ptblicas, ale- jaban en cambio a los hombres de sus vinculos, representaban. una nacién de contornos todavia vagos, y alimentaban la ima- gen desastrosa del servicio de las armas entre una poblacién dedicada a las labores agricolas. Tanto mas cuanto que el alista- mientg forzado de los marginales, «vagos o malentretenidos», segtin la f6rmula consagrada, seguia siendo moneda corriente a pesar de los discursos patridticos sobre el valor heroico y las virtudes espartanas de los defensores de la reptiblica. Los historiadores han subrayado en muchas ocasiones la impotencia militar de Ia Patria Boba,’ idea errénea que en Armando Martinez Garnica fue el primero en criticar esta interpretacion de la primera independencia en El legado de la Patria Boba, Bucaramanga, Universidad Industrial de Santander, 1998. 190 LOS ASPEGTOS SOGIALES DE L.A GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA Nurva GRANADA el futuro habria que reemplazar por «interregno», tal como propone Daniel Gutiérrez." La Reconquista espafiola de 1816 a menudo parece un argumento decisivo para probar la incapacidad guerrera de Jas Provincias Unidas, pero un examen mas atento permite matizar esta impresion de fra- caso. Las dificultades propias de la compleja estructura con- federal ciertamente trajeron consigo su parte de conflictos. 2Quién debia financiar las unidades? :Cual poder civil tenia la competencia para nombrar oficiales de menor rango y su- periores? Todo esto dependia en realidad de la clase de cuer- pos, de su localizacién y de las circunstancias. Pero la mes- colanza de competencias y responsabilidades administrativas no impidié que la Unién estableciera un sistema militar que le permitiera defenderse frente a los ataques de los regen- tistas de Santa Marta o de las tropas venidas de Quito, que enviara batallones para sostener la expedicién de Bolivar en Venezuela en 1813, y que luego triunfara sobre la provincia de Cundinamarca a fines de 1814. Si la organizacién de las fuerzas armadas cambio continuamente a todo lo largo de los ocho anos del interregno, se puede decir que su base era un sistema astuto de jerarquizacién de las unidades militares segtin sus funciones, que aseguraba al mismo tiempo una compleja circulacién de los soldados entre las unidades y las provincias. El acta de confederacién que creé las Provincias Unidas en noviembre de 1811 apuntaba especialmente a la organi- zacién de esta defensa comin, cuya codificacién se estabili- 20 gracias al reglamento militar de 1815. Este distinguia tres ‘ases de reclutas que debian ser distribuidos en otras tantas unidades diferentes, cada una de ellas con papeles distintos: la guardia nacional local, el nivel de base menos activo y me- “Daniel Gutiérrez Ardila, Un Nowveau Royaume, Céographie politique, pactisme ct diplomatie durant Vinterrégne en Nouvelle-Grenade (1808-1816), tesis de docto- rado de la Universidad de Paris I, 2008. 191 1810 nos prestigioso, que se formaba en el espacio parroquial hombres entre 15 y 17 aiios y luego de 35, a 50 afios, dems siado jovenes 0 con demasiada edad para ser militares entr nados. La guardia nacional activa, que reclutaba ciudadan™ entre los 17 y los 35 aos. En la ctispide de la piramide. '» batallones reglamentados, profesionales, completaban sus las con los mejores milicianos activos. El circuito se cerraba en el otro sentido y en Antioqu después de un servicio de seis afios, al volver a servir el dadano-soldado en las milicias urbanas durante cuatro ano Incluso si los modos de alistamiento valorizaban el volun riado en el espacio de los valores republicanos, el sistema © la «quinta», destinado a completar las filas en caso de uns insuficiencia de voluntarios, perduré en el curso del interreg no, sobre todo en Antioquia. A partir de una lista de Jos ha tantes, los oficiales tenian asi el poder de designar los futur soldados. La practica detestada de la leva —el alistamiem colectivo y forzado— fue incluso practicada con ocasién ciertas campatias militares (pensamos en Bolivar cuando i= rio arriba por el Magdalena, en 1812). La necesidad de mantener estos métodos coercitivos reclutamiento militar no indica necesariamente una falta & simpatia por la causa de la patria, pero resalta los limites c= consentimiento de la poblacién al servicio militar. En el m> mento en que se trataba de integrar unidades permanent= el entusiasmo se debilitaba: las tropas de linea implicabas a la vez el alejamiento de la comunidad de origen, con |» inconyenientes econémicos, sociales y afectivos que esto tras consigo, y también los riesgos reales de morir lejos de casa nombre de valores todavia abstractos. Las deserciones m: vas que algunos batallones debieron sufrir en campafia prus ban igualmente que el apoyo de los hombres a las filas : ert incondicional, pero esta caracteristica afecté a todos lo ejércitos de la época, tanto en Europa como en las Américas debido al origen rural de la mayor parte de los soldados. 192 Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA Trazados estos limites, hay que reconocer que tanto las milicias como los ejércitos fueron instituciones importantes para la constitucién de los grupos populares en sujetos poli- ticos activos: negros y mestizos, pero también indigenas y ar- tesanos urbanos. Aunque en Cartagena, en 1811, las milicias no mezclaban los blancos y los pardos —los cuales estaban bajo el mando de oficiales blancos—, esto no evité que la poblacion de origen africano usara estas unidades para pre- sionar al gobierno de la ciudad y reclamar sus derechos re- cientemente adquiridos de ciudadanos. Gracias a la guerra, las unidades militares mezclaron cada vez mds hombres de diferentes origenes étnicos y sociales, mientras que el cuerpo de oficiales se enriquecia con unos pocos marginales sociales 0 «raciales» (lo que en lo sucesivo las leyes y reglamentos de- jaron de prohibir). La ideologia republicana del mérito influy6 —aunque ti- midamente— en las prdcticas discriminatorias y los soldados no fueron ya explicitamente degradados a un rango juridi- co-étnico que las constituciones escritas habian anulado. Asi fue como, durante el interregno, las listas nominales de los batallones s6lo indicaban en contadas ocasiones el color de la piel, al contrario de lo que ocurria en la €poca colonial o en la década de 1820, en el curso de la cual reapareci6 esta practica para detectar a los desertores. Estos cambios toda- via timidos no tuvieron, sin embargo, nada en comin con la gran reconfiguraci6n sociopolitica del ejército y de su mando durante la resistencia en los Llanos entre 1816 y 1819. La evolucién ms notable de las fuerzas armadas en el cur- so del tiempo, sobre todo después de 1812 y de la caida de la «Primera Reptiblica» de las Provincias Unidas de Venezuela, fue Ja valorizacion progresiva del ejército profesional. Son bien conogidos los argumentos de Sim6n Bolivar contra el fe- deralismo y el modelo miliciano que los espiritus de la época asociaban naturalmente a aquel. Exiliado en Cartagena en 1812, después de la derrota venezolana frente al ejército de 193 1810 Monteverde, el futuro Libertador condené la forma confed ral, por su impotencia ejecutiva —molesta en una situacio: de guerra—, y a las milicias, por su falta de eficacia en ¢ campo de batalla. Con la guerra, las Provincias Unidas evolucionaron hacia una concentracion cada vez mayor de los poderes con las re- formas de 1814 y 1815,* y abandonaron asi su visidn negativz de las tropas de linea. Este cambio se afirm6é también en seno de los Estados provinciales, donde se declara la dictadu- ra para sofocar los disturbios interiores y asegurar la defensa del Estado (Antioquia, Cartagena, Cundinamarca, Popayan etc.), Antioquia, por ejemplo, crea un batall6n de Conscrip- tos del Estado, en 1813, una comparifa de artilleria y un cuer- po de ingenieros bajo la dictadura de Juan del Corral. Estos Estados financian el grueso de las tropas profesionales de la Unién. Fundan igualmente escuelas militares con el fin de formar oficiales de las armas técnicas y cientificas, como la artilleria y las ciencias exactas 0 los conocimientos practicos. Aunque estos intentos siguen siendo limitados y no inno- van respecto a la época colonial, permiten, sin embargo, for- mar algunos grandes militares de la Independencia, comc Atanasio Girardot, Joaquin Ricaurte o Francisco de Paula Santander. Los ejemplos mas conocidos fueron la institucién dirigida por José Ramon Leyva, en Bogota, entre 1810 y 1812. y el Cuerpo de Ingenieros Cosmégrafos, de Francisco José de Caldas, quien a pedido del dictador antioqueno Juan del Co- rral fund6 una Escuela Militar en Medellin, a fines de 1813. Estos diferentes intentos prepararon la creacién del Conse- jo Supremo de Guerra de las Provincias Unidas de la Nueva Granada en 1815, compuesto por militares experimentados '= Corfstitucionalizaci6n de la Unién gracias a la «Reforma del Acta fede- ral hecha por el Congreso de las provincias unidas de la Nueva Granada», 23,1X.1814; decreto del 21.X.1814, que creo un triunvirato y una presiden- cia alternante de la Unidn; reforma del 15.X1.1815, que dot6 a la Union de un presidente. 194 Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA y encargado de aconsejar al gobierno confederal en asuntos militares. Esta voluntad de racionalizacién y de concentracién del poder militar pasé incluso por la modernizacion del nombre de los grados mediante el reglamento de 1815, con el fin de romper con el Antiguo Régimen y las tradiciones espaniolas. Los confederados adoptaron la nomenclatura militar de la Francia revolucionaria. El general de divisi6n reemplaz6 al mariscal de campo y el brigadier cedio ante el general de bri- gada. Los sargentos mayores fueron abolidos y se convirtieron en capitanes-mayores."’ Esta reforma, bastante superficial, no debe esconder la continuidad de las practicas militares. Des- de el punto de vista de la estructura, de la tactica y técnicas militares, los primeros ejércitos republicanos se parecian mu- cho a sus antecesores coloniales. Si hubo ruptura, ésta debe situarse tanto antes como después del interregno: donde la Guerra de los Siete Atos marca una inflexion significativa, asi como el perfodo posterior de la Reconquista (1816) y la recomposicién a fundamentis de las fuerzas armadas neogra- nadinas y venezolanas. UNA TIPOLOGIA DE LAS GUERRAS DEL INTERREGNO La confusién politica que siguié a la proclamacién de las jun- tas en el territorio neogranadino hace en cierto modo impo- sible una historia militar del interregno (1810-1816). Rodrigo Llano Isaza, quien traté de hacerla, contabiliza «43 ocupacio- nes militares de ciudades, [...] doce revueltas y levantamien- tos», y afiade que «las armas patriotas lucharon nueve veces contra otros patriotas en los campos de batalla por diferentes Fazones, y en 58 ocasiones los ejércitos patriotas combatieron > Archivo Restrepo, vol. 12, fol. 231. 195 1810 contra las fuerzas realistas...».'4 Durante este tiempo, cuatro virreyes gobernaron el reino, Santa Fe tuvo seis presidentes; la pequena ciudad de Neiva, cinco; Antioquia, ocho; Socorro, siete, y las Provincias Unidas, nueve. De entrada, la descripci6n de las operaciones militares impone un ensayo de clasificacién de los diferentes tipos de conflicto en accién. El concepto de guerra civil da global- mente cuenta de estas luchas con mds pertinencia, porque en éstas se enfrentaban ejércitos formados por americanos.'s Desde esta perspectiva, la Nueva Granada constituye un la- boratorio extraordinario para comprender los conflictos de la Independencia. El denominador comin de estos combates es la escasa violencia desplegada, que contradice las profecias @ posteriori de un pais violento por naturaleza. La mayor par- te de las batallas eran en realidad intimidaciones habladas y no luchas sin cuartel, y de ahi el papel central que tuvo en ellas la diplomacia, como lo subraya Daniel Gutiérrez."° Los ejércitos enfrentados estan formados por una inmensa ma- yoria de americanos. La mayor parte de los soldados tienen una conciencia dolorosa de ello, aunque las rivalidades de las ciudades de las regiones matizaron en cierta medida la im- presion de un combate fratricida. Sin embargo, estos mismos actores no confundian los diferentes niveles de guerra civil, en cuanto de un lado y otro de Ia linea de batalla los soldados compartian un mismo origen. Distinguian, por ejemplo, la lucha contra las ciudades regentistas de los combates librados contra los ejércitos virreinales venidos del Sur. “Rodrigo Llano Isaza, Centralismo y federalismo (1810-1816), Santafé de Bogo- ‘a Banco de la Repiblica-El Ancora Editores, 1999, p. 34- * Georges Lomné, «Una “palestra de gladiadores”. Colombia de 1810 a 1818 eguerra de emancipacién o guerra civil?», en Gonzalo Sanchez Gomer y Maria E. Wills (eds.), Museo, memoria nacién, Bogota, Museo Nacional de Colombia, pp. 285-314. **Daniel Gutiérrez, «La diplomacia constitutiva en el Nuevo Reino de Gra- nada», Historia Critica, n° 33, 2007, pp. 38-72. 196 LOS ASPEGTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA Para los bogotanos, tanto como para sus hermanos enemi- gos de las provincias, las querellas entre los centralistas y los federalistas eran de una naturaleza diferente de la guerra con- tra las autoridades peninsulares de Santa Marta 0 Pasto. En un sentido, los patriotas anticiparon la lucha contra los regentistas en un combate de emancipacién nacional, puesto que sabian que la guerra entre Bogota y la confederacin de las Provincias Unidas de la Nueva Granada se limitaba a un conflicto politi- co sobre la naturaleza de los vinculos entre las provincias que constituirian la futura nacién. También debemos, en forma sin duda artificial, distinguir tres clases de lucha civil. El primer tipo corresponde a la guerra entre las ciudades regentistas y las provincias autogobernadas por juntas, luego por gobiernos auténomos y finalmente independientes. La confrontaci6n se simplifica con el tiempo, al limitarse a la oposici6n entre las tropas realistas y las legiones republica- nas. Esta linea de polarizacién adquiri6 con el tiempo mas y mas importancia para acabar por resumir la lucha de emanci- pacion misma. Las razones de esta evolucién son numerosas. En primer lugar, la derrota de Cundinamarca y su adhesién a la Union, a fines de 1814, sell6 la unificaci6n del campo republicano. Enseguida, la reconquista de Monteverde en Ve- nezuela (1812), y luego el restablecimiento del absolutismo en Espana y el retorno de Fernando VII (1814), eliminaron cual- quier ambigiiedad sobre la posicién de los patriotas frente a la Peninsula. E] desembarco en 1815 de Morillo cerca de Cartagena pu- so fin a este proceso de decantacién entre los frentes enemi- gos. Los republicanos, centralistas y federalistas, diferencia- ban muy bien entre su conflicto y aquel que los enfrentaba conjuntamente a los realistas. La prueba es que se aliaron 0 se apoyaron mutuamente para lanzar expediciones contra los ejércitos del rey. En 1812, por orden de la Cartagena fede- ralista, Bolivar recibid tropas del centralista Narifio, asi como de las Provincias Unidas, para reconquistar Venezuela. Ade- 197 1810 mas, una tregua fue negociada entre Bogota y el Congres confederal en 1813 para rechazar un ataque de los «ejércitos del rey», en el Sur. La guerra contra los realistas se desarrollé esencialmente en dos teatros de operaciones: el sur, sobre todo la regié: situada entre Pasto y Cali, en torno al cerrojo estratégico de! rio Juanambi, y el norte, donde la provincia realista de Santa Marta se enfrents a la patriota Cartagena. En el curso de es- tos ultimos combates, la primera recibié el apoyo de Maracai- bo y de la isla de Cuba, que le envié hombres —el regimient: de Albuera—, municiones y dinero; mientras que Cartagena luché con sus propias fuerzas.’’ En esta guerra hubo crueles batallas, tanto terrestres como navales, que culminaron con la toma provisional de Santa Marta por las tropas de Cartage- na, en enero de 1813. Pero las decisiones impoliticas de Pie- rre Labatut, el comandante de las fuerzas patriotas, llevaron aun levantamiento de los indigenas y de los habitantes de la ciudad, que forzaron a los republicanos a una dificil retira El sur de la Nueva Granada, después de haber conocido el movimiento juntista, también se alineé del lado de la regen- cia, de las cortes y del rey. Las famosas guerrillas negras del valle del Patia’* y las comunidades indigenas de Ja region de Pasto les hicieron entonces la guerra a los juntistas, converti- dos en republicanos. Recibieron el apoyo de tropas enviadas "Véanse las monografias de Adelaida Sourdis de la Vega, Cartagena de In- dias durante la Primera Reptiblica 1810-1815, Bogotd, Banco de la Reptblica 1988; Christiane Laffite Carles, La Costa colombiana del Caribe (1810-1830 Bogota, Banco de la Republica, 1995; Aline Helg, Liberty and Equalil the Caribbean Colombia (1770-1830), Columbia, Chapel Hill, The Universit of North Carolina Press, 2004, pp. 121-161; Steiner Sacther, Identidades ¢ independencia en Santa Martay Riohacha, 1750-1850, Bogota, Instituto Colom- biano de Antropologia y de Historia, 2005; Marixa Lasso, «Race War and Nation in Caribbean Gran Colombia, Cartagena, 1810-1832», The American Historical Review, n° 111.2, 2006, pp. 336-361. Francisco Zuluaga Ramirez, Guerrilla y sociedad en el Patia. Una relacién en- tre clientelismo politico y la insurgencia social, Cali, Universidad del Valle, 1993: Jairo Rodriguez, Los indios de Pasto contra la Reptiblica, Bogota, 1cANH, 2007. 198 Los ASPEGTOS SOGIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA por el virrey de Lima, Abascal. Dentro de esta compleja confi- guracién, Popayan vacilé segan los informes de fuerzas en el seno del patriciado local y de las relaciones de fuerza militar. Apesar del alto grado de enemistad que opuso alos comba- tientes, esta guerra entre realistas y republicanos conserv6 un cardcter limitado; la mayor parte de los encuentros no puso frente a frente sino pequefios ejércitos y dej6 pocos muertos y heridos. Este frente se caracteriz6 por las tres campajias del Sur, en las que se enfrentaron los ejércitos del rey, ayudados por los pastusos y los patianos, a las legiones de la Union y de Cundinamarca. Fl general Baraya condujo la primera, que culmino con la toma de Popayan en agosto de 1813. Con la ayuda del levantamiento pastuso y patiano, el brigadier Sa- mano, actuando bajo las 6rdenes del presidente de Quito, Toribio Montes, retomé Popaydn en agosto de 1813, lo que llev6 a una segunda expedicién conducida esta vez por Anto- nio Nariiio en persona. No obstante, después de las victorias de Cebollas y Tacines, el traductor de los Derechos del Hombre fue tomado prisionero en mayo de 1814, circunstancia que aprovecharon los realistas para avanzar hacia Cali. No fue sino hasta julio de 1815 cuando Popayan fue vuelta a tomar por José Maria Cabal. Se traté de una cuestién de honor: Pa- blo Morillo sitiaba a Cartagena desde abril. El segundo tipo distingue la Nueva Granada en relaci6n con el resto de la América hispana, por su precocidad y su intensidad. Se trata de las guerras civicas en las que se en- frentaron las ciudades capitales a las ciudades y pueblos de su jurisdiccién, las cabeceras provinciales a las comunidades subalternas. Estas luchas provenian de la disgregaci6n de las jerarquias territoriales en el seno del conjunto imperial. Las élites criollas habian, en efecto, justificado la creacion de las juntas con Ia idea de una «reversion de la soberania a los pue- blos» a continuacion de la vacancia real; pero si cada pueblo tenia el derecho de declararse soberano, :quién podia asegu- rar la unidad? 199 1810 A esta pregunta sin respuesta, la guerra le dio una solu- cién. Los primeros conflictos entre ciudades y pueblos, libra- dos como guerras limitadas, eran en realidad un medio en- tre otros de fijar las jerarquias entre los diferentes cuerpos politicos territoriales del reino. Cada entidad territorial de- seaba mejorar su estatuto: los pueblos deseaban convertirse en villas, las villas en ciudades, las ciudades en capitales de una provincia aut6noma. También aqui, el fin relativamente restringido de los objetivos politicos limitaba la violencia y Jas batallas iban a la par con negociaciones que buscaban un compromiso. La trama cronolégica de esta desarticulaci6n fue un gran enredo. Mompox, para librarse de la preemi- nencia de Cartagena, declara por ejemplo su independencia absoluta el 6 de agosto de 1810." Santa Marta, Choco, Neiva, Mariquita, Casanare y Tunja siguicron esta tendencia, a ima- gen de Gir6én. Esta «disgregacién» del gobierno, para tomar la palabra acertada del positivista venezolano Laureano Vallenilla Lanz, fue finalmente refrenada con el restablecimiento del control de muchas capitales regionales de sus jurisdicciones respecti- vas. Cartagena retomé Mompox; Pamplona, Girdn; Tunja, So- gamoso (etc.) en el curso de los aiios 1811 y 1812."" Luego ce- saron estos conflictos gracias a la constitucionalizacion de los espacios provinciales y a su transformacién en Estados. Estas guerras corporativas, Ilevadas sobre la base y en el marco del pueblo, constituyen combates civicos encaminados a mejorar el estatuto y la autonomia politica de las comunidades. En ge- neral, se resuelven mediante tratados basados en el derecho 19 Sourdis de la Vega, Cartagena de Indias..., op. cit, p. 29. Fueron los co- merciantes, que dominaban el cabildo, quienes tomaron esta decisién, que levé a la guerra con Cartagena. Gfr. sobre este punto, Orlando Fals Borda. Mompox y la Loba. Historia doble de la Costa, Bogota, El Ancora Editores-Uni- versidad Nacional de Colombia, 2002, I, pp. 1184-1354. * Ibid. y Rebecca A. Earle, Spain and the Independence of Colombia 1810-1825. Exeter, University of Exeter Press, 2000, p. 38 ss. 200 Los ASPEGTOS SOCIALES DF LA GUERRA POR LA INDEPENDENGIA EN LA NEVA GRANADA de gentes: todo sucede como si estas comunidades politicas independientes, y casi extranjeras, se hicieran la guerra segan el modelo de los conflictos limitados del siglo xvi. El ultimo tipo de diferendo no es en realidad sino una de las modalidades de la desarticulaci6n del virreinato. Se trata del combate entre federalistas y centralistas, que condensa una serie de conflictos diferentes. La lucha, en primer lugar, entre la antigua capital del virreinato, Santa Fe, y las antiguas provincias de su jurisdicci6n erigidas en Estados; conflicto politico e ideolégico sobre las modalidades de articulaci6n de la nacién neogranadina, que enfrentaba a los confedera- listas estrictos contra los centralistas, que cran en realidad mas bien centrofederalistas. Se trata aqui, ciertamente, de una guerra civil en el sen- tido estricto, que enfrenta a beligerantes conscientes de una identidad compartida y que lucha por cambiar la forma de asociaci6n comin sin ningtin objetivo secesionista. Desde fines de 1810, Cartagena combatié asi en dos frentes, al ne- garle la autonomia politica a su subordinada Mompox y a Bogota el derecho de volver a ser capital del reino. La ciudad caribe propuso a Medellin como sede de la futura asamblea federativa de las provincias. En septiembre de 1810, las pro- vincias se reunieron en un Congreso del Reino, que fue un fracaso. Sin embargo, la amenaza regentista hizo necesaria la unidad politica del reino. A fines de noviembre de 1811 se firmé un Acta de Federaci6én entre los Estados de Antioquia, Cartagena, Pamplona, Neiva y Tunja, con el fin de formar las Provincias Unidas de Nueva Granada.” Las operaciones militares comenzaron después de que Narifio rechaz6 el Acta de Federaci6n en enero de 1812 y de que en octubre el Estado de Cundinamarca, es decir Bogota * «Acta de Federacidn», 27 de noviembre de 1811, Congreso de las Provin- cias Unidas 1811-1814, Bogota, Biblioteca de la Presidencia de la Republica, 1989, pp. 1-21. 201 1810 y su jurisdiccion, se separ6 definitivamente de las Provincia Unidas. Los combates entre Bogota y la Union se desarroll2- ron en la meseta cundiboyacense entre Tunja, convertida ez capital de las Provincias Unidas, y Santa Fe, sitiada dos veces Se caracterizaron por el paso ala Unién del general centralis- ta Baraya en abril de 1812, el sitio infructuoso de Bogota por los federalistas en diciembre de 1812, seguido por una tregu yun segundo ataque a la antigua capital virreinal, victorios esta vez, dos afios después. Simon Bolivar, conocido por s rechazo de las ideas confederales, condujo los ejércitos a la Union. Cundinamarca se confederé por fin y Bogota s convirtié en la nueva capital de las Provincias Unidas, desc enero de 1815. Enel plano tactico y estratégico, las batallas del interre; conservaron el caracter negociador tipico de las guerras Antiguo Régimen. Las operaciones militares se integraban = un plano politico mas general, en el que se trataba de desg; tar al enemigo por medio de negociaciones diplomaticas lugar de destruirlo. Estos combates no estaban en el domin: de las guerras nacionales iniciadas por la Revolucion Fra: cesa. Ni la confederacion ni la reptiblica de Cundinamarc tenian por lo demds las capacidades administrativa 0 fisce para organizar grandes ejércitos de ciudadanos-soldados. los cuerpos en campaiia rara vez pasaban de 2.000 hombres Eran financiados por los municipios y los Estados provinc les, gracias a los ingresos de Ja renta de tabaco, el monopa de aguardiente o las alcabalas. En caso de urgencia, exigia: contribuciones especiales bajo Ja forma de préstamos 0 donaciones, a menudo reclamadas por Ja fuerza a las fami’ ricas de una ciudad enemiga o también a opositores politicos En ocasi6n de las expediciones militares, la pobreza ce bagaje obligaba a los pueblos a alojar y alimentar a las tror a menudo contra su voluntad. Al avanzar, también las hacier das y los hatos eran forzados a contribuir con la promesa ¢ reembolsar los alimentos para las comidas de los soldados 202 Los ASPECTOs SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENGIA EN LA NUEVA GRANADA Con el tiempo, estos procedimientos alienaron cada vez mas a las poblaciones que se resistian a las exacciones militares. Esta inercia, notable a partir de 1814, explica la impopula- ridad creciente de las tropas de la reptiblica y permite una mejor comprensién de su derrumbamiento bajo los golpes del ejército de «pacificacién» enviado desde Espaiia en 1815. DE LAS GUERRILLAS LLANERAS AL EJERCITO LIBERTADOR DE COLOMBIA La Reconquista de Pablo Morillo marcé en efecto la ruptura decisiva de la funcién y organizacién de las fuerzas armadas republicanas. A pesar de los esfuerzos de coordinacién del gobierno de la Uni6n, reunificada por fin después de la rein- tegracién manu militari de Cundinamarca, a fines de 1814, ni las fuerzas de los Estados provinciales ni las tropas confede- rales pudieron resistir el avance de las legiones Ilegadas de Espania, las cuales estaban grosso modo formadas por liberales adversarios del régimen fernandino. Después de la toma de Cartagena y el ascenso hacia la cor- dillera Oriental, el general Morillo entré en Bogota el 26 de mayo de 1816. Las fuerzas republicanas, al mando del joven Liborio Mejia, libraron en aras de la gloria una batalla de- sesperada en Cuchilla del Tambo, el 29 de junio de 1816, en la que fueron derrotados los tiltimos restos del ejército confederal. La pacificacién tuvo una politica de represién de gran amplitud. Muchos soldados patriotas, entre ellos nume- rosos oficiales, fueron apresados y algunos de éstos obligados a servir en los ejércitos del rey como soldados rasos. Otros lograron huir hacia los Llanos de Casanare o de Venezuela. Alli hicieron subsistir la causa patriota y adoptaron el modo de organizacién de combatientes irregulares. En las cordille- ras de la Nueva Granada surgieron numerosas guerrillas que rechazaron durante largos meses a las cohortes monarquicas. 203 1810 La adopcién —forzada— de la estrategia del débil contra el fuerte de las guerrillas abrié el camino para los futuros éxitos decisivos de los republicanos. El hecho mas importan- te de este renacimiento fue la toma de Angostura, en 1817, que fue la base de la reconquista patriota. El éxito de esta estrategia indirecta, encaminada a desgastar la moral del ad- yersario en lugar de tratar de destruirlo en batallas decisivas, inspir6 al estado mayor general el plan del genial rodeo de 1819. En lugar de atacar donde los republicanos eran espera- dos, habia que hostigar la retaguardia del enemigo gracias a una extraordinaria alternaci6n estratégica: no Caracas, sino Bogota. Conocemos las consecuencias, que desde hace dos siglos hacen las delicias de la historia patritica: la reunién de tro- pas en el Orinoco y sus afluentes, el paso del paramo de Pis- ba, los triunfos sobre el ejército del rey en Paya, Gameza y Pantano de Vargas, que culminaron en la batalla de Boya- c4 el 7 de agosto de 1819, en la cual, dicho sea de paso, se enfrentaron dos pequeiios ejércitos en un combate bastan- te poco sangriento.” Esta victoria militar tuvo, sin embargo, profundas implicaciones geopoliticas en el continente, pues permitié la formacién definitiva de la reptblica de Colombia. Por lo dems, la victoria de los republicanos fue mas estraté- gica que tactica; premié el enfoque indirecto, basado en la sorpresa, la inteligencia y la audacia. La historia ofrece pocos ejemplos de tal vuelco obtenido con tal economia de medios. Esta conducta no produjo los bafios de sangre ni las exaccio- nes conocidas en Europa con Napoledn, lo que también le yalié el ejército libertador la popularidad en las poblaciones por las que pasaba. Entre 1816 y 1819, la historia de la Nueva Granada se des- plaza entonces hacia los Llanos, porque es alli donde a partir % Cerca de 5.000 hombres en el campo de batalla, y por mucho unas dece- nas de muertos. 204 Los ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDFPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA de pequefios grupos dispersos se fue formando un poderoso ejército libertador al mando de oficiales carismaticos, proce- dentes de los antiguos ejércitos confederales o de las filas. La adopci6n de la estrategia de guerrillas tuvo un considerable efecto en la guerra. Una resistencia relativamente organizada logré asi luchar en Casanare al mando de jefes como Ignacio Marino y, sobre todo, Juan Nepomuceno Moreno, goberna- dor autoproclamado de esta provincia, en 1816.3 Mas hacia occidente, en Arauca, José Antonio Paez, antiguo pedn, se convirtié en el hombre fuerte de la regién y logr6 alinear a los jinetes laneros a favor de la independencia. En el plano de la organizaci6n, las fuerzas patriotas cons- tituian un conjunto en extremo descentralizado, que reunia pequeiios grupos de combatientes casi auténomos. Los sa- beres y valores tradicionales de los oficiales profesionales, habiles para hacer maniobrar batallones de infanteria, se yolvieron mas 0 menos intitiles en el nuevo contexto militar. La capacidad de organizar unidades combatientes flexibles, formadas por soldados avidos de desertar o indiferentes a la disciplina, se volvi6 un valor cardinal que determin6 las nue- vas jerarquias. La guerrilla promovi6 asi a hombres nuevos, a menudo de origen popular, que reemplazaron a muchos oficiales de las primeras republicas, incapaces de adaptarse alas condiciones geograficas, sociales y econémicas del com- bate en los Llanos. En el curso de los afios 1817 y 1818, los republicanos en armas, ya fueran de origen patricio 0 popu- lar, lograron formar el ejército libertador que triunf6 en la campaiia de la Nueva Granada, en 1819. Es necesario subrayar ¢l papel de Francisco de Paula San- tander en la formacién del ejército que triunfé en Boyaca. A principios de 1819, después del fracaso de la campaiia del centro dirigida a tomar Caracas, el gran problema de los s3Jane M. Rausch, «Che Taming of a Colombian Caudillo: Juan Nepomuce- no Moreno», The Americas, n° 42, pp. 275-88. 205 LAS REVOLUCIONES EN EL MUNDO ATLANTICO sis de los cacicazgos*". El conflicto entre los Titichoca y los Cayo debilit6 a las dos familias, que tuvieron que ceder el poder. En 181 aparece Basilio Fulguera y Arocha® como cacique gobernador d< pueblo de Toledo; también una figura nueva, y es que Fulguera Arocha es al mismo tiempo cacique gobernador —con jurisdiccic: sobre las comunidades indigenas del pueblo de Toledo— y alcalc pedaneo, figura que varios documentos registran como autorida judicial para los vecinos del pueblo pero no asi para los miembro de las comunidades indigenas. Como cacique, tiene la misién de envio de mitayos a Potosi y el cobro del tributo, mientras que com alcalde pedaneo (0 juez pedanco, como aparece en otros docume: tos) tiene la funcidn de juzgar y conciliar problemas diversos ent los vecinos del pueblo y también ser parte del cabildo del puebl Todo esto se presenta como consecuencia del sistema constitucic- nal de Cadiz, que establecia que «El alcalde de cada pueblo ejercer: en élel oficio de conciliador, y el que tenga que demandar por neg¢~ cios civiles o por injurias, deberd presentarse a él con este objeto» Si se analiza este caso desde una perspectiva institucional, salts alavista que nos encontramos en la otra punta del sistema de pode: en el mas pequeno o menor, el de las comunidades 0 ayllus, don- de también hay conflictos y tensiones interinstitucionales. Si en 181 existid un lider rebelde capaz de organizar a los indigenas de la re- gién con un programa politico propio, también es evidente que est proyecto fue frustrado por el sistema y las instituciones mayores, importar, como bien sefala René Arze en su libro, que los criollos pertenecieran a uno u otro bando (a favor de los portefios 0 a favor del Virreinato de Lima)*‘. Otro aspecto que se percibe es la luchz 31 4 partir de mediados del siglo xvi se inicié en gran parte del 4rea andina un proc so de crisis del sistema cacical cuyas causas han sido analizadas por diversos autore Algunas de estas causas son el nombramiento de caciques mestizos, Ia apropiaci6n p parte de los caciques de las tierras comunales, Ia filiacién a favor de los espaiioles & rante las sublevaciones indigenas y otras. Sobre este tema se puede consultar entr otros a Scarlett O’Phelan, Sinclair Thomson y Jorge Hidalgo. 32 Archivo hist6rico judicial de Poopé, Toledo, 1816. Documentos sin catalogar. 33 Constitucién Politica de la Monarquia Espafiola. Titulo v, capitulo it, art, 282. F Domingo Garcia Belaunde, Las Constituciones del Pert, Ministerio de Justicia, 1933, ; 44. El hecho de que este sistema subsistiera atin después del retorno al sistema abs~ Intista es una muestra mas del entrecruzamiento constante de instituciones consti cionales y no constitucionales en esta etapa. 4 Bs sintomatico que pocos dias después de la partida de los soldados cochabamb nos y de sus jefes de Oruro, se produjera el movimiento juntista en Cochabambe = 206 OCESO DF INDETENDENCIA EN EL ALTO PERU ¥ 1A CRISIS INSTITUCIONAL: EE CASO DE ORURO a por el cacicazgo entre las familias mds poderosas del puc- ~ cémo esta lucha se decide por la influencia de las politicas de . Finalmente, un tercer aspecto es el de la falta de definicion instituciones diferentes, en este caso, entre el cacicazgo y los dos indigenas. Los caciques tradicionalmente habian solucio- © conciliado los conflictos internos, sin embargo, a partir de isis de legitimidad y de la presencia de cada vez mas vecinos en pueblos, se empez6 a solicitar la presencia de nuevas autoridades asumieran el poder entre los vecinos. A este pedido respondio nstitucién de Cadiz, provocando una dualidad de funciones e el cacique y el alcalde pedaneo, que también fue «soluciona- con el nombramiento de una figura doble, cacique y alcalde pe- eo ala vez. En medio de la crisis de institucionalidad, los caci- empiezan a asumir nuevamente su funcidn conciliatoria, pero no como parte de su funcion cacical sino a través de la apropia- sn del otro cargo, el de pedaneo. Cabildo constitucional de Oruro (1822) = cuarto caso para el andlisis de la cri is institucional desde lo lo- se centra en la organizacion y acciones del Cabildo Constitucio- de la Villa de Oruro en 1822. Este caso permite comprender me- los cambios y permanencias que se dieron en la ultima etapa del ssoceso de independencia en el ambito local. Como vimos la historiografia tradicional boliviana presenta un ean vacio entre los afios 1816 y 1823, pero este vacio no se circuns- “abe tnicamente a la investigacién, sino también a la documen- ‘sci6n®®. La condicion de territorio militar que le habian asignado ss autoridades de Lima al Alto Pert, y la crisis del Virreinato del coor de la Junta de Buenos Aires, lo que significa que si en el mes de julio Rivero scdecia Sidenes del presidente Nieto, en septiembre ya lo hacia en el bando con- sario (Arze, op. cit.) © £l Archivo Nacional de Bolivia, que contiene gran parte de la documentacién de oncia de Charcas, es muy pobre en este periodo; en el Archivo General dela Nacién en Lima, tampoco se encuentra documentacion sobre esta etapa para la re- Sa del Alto Pert. Ocurre lo mismo en el Archivo General de la Nacion, en Buenos ees, Las consultas que hice indican que lo propio sucede en el Archivo Departa- se etal del Cusco, donde tendria que haberse concentrado la documentacion, luego = 1821. Una excepcién seria la inigualable fuente del diario de José Santos Vargas, ene contempla toda esta etapa. 207 1810 El gobierno militar de Bolivar y Santander tuvo resultados notables dadas las circunstancias. En efecto, la guerra habia arruinado el comercio y la agricultura, lo que sumi6 al anti- guo virreinato en un profundo marasmo. A pesar del dificil contexto, el joven e impetuoso gobierno de la Nueva Grana- da pidi6 todo, exigié listas de todo: listas de personas, listas de bienes «en préstamo» o requisados en toda la jurisdiccion del territorio liberado de la reptiblica, listas que detallaban el ganado en un-valle, etc. De 1819 a 1821, el ejército libertador paso de 7.000 a 23.000 hombres. En 1824, tenia 30.000 hom- bres organizados en go batallones de infanteria y 22 compa- fifas de artillerfa en campania.”° Esta admirable legion, a pesar de los esfuerzos titanicos del gobierno y de sus éxitos en los campos de batalla de los Andes, sigui6 siendo miserable. Rara vez, habia un fusil o una carabina por hombre y los archivos nos muestran que con mucha frecuencia los soldados republi- canos estaban medio desnudos y no comian todos los dias. Este ejército en harapos tuvo muchas dificultades después de Boyaca. Quedaba por liberar el resto del territorio neogra- nadino, lo que hizo no sin grandes trabajos, y luego girar ha- cia la clave del dominio imperial en América del Sur: Lima. Cartagena sdlo fue recuperada hasta 1821, y Pasto requirio una sangrienta politica de pacificacién que no tuyo €xito sino a medias. El restablecimiento de Nueva Granada, Venezuela y Quito, y luego la preparacién para la expedici6n hacia Pert, exigieron un esfuerzo considerable de la poblacién neograna- dina en el plano fiscal. E] ejército consumia la casi totalidad del presupuesto ptiblico y el monto de sus gastos superaba incluso ampliamente los ingresos fiscales del joven Estado colombiano. El vicepresidente Santander establecié una politica prag- matica encaminada a encontrar, costara lo que costara, los recursos necesarios para el Leviatén armado de la repuiblica © aGn-c, Guerra y marina, t. 360, fols. 706-719. 208 LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENGIA EN LA NUEVA GRANADA colombiana, compuesto por 30.000 hombres. Los financia- mientos tradicionales (los monopolios del tabaco, las alcaba- las, el aguardiente, las salinas de Zipaquira) estaban en crisis en raz6n de la escasez general y del decaimiento del comer- cio. Se establecié6 un impuesto por cabeza, pero su recolec- cién parece haber encontrado dificultades insuperables. Du- rante el periodo de la guerra, hasta 1824, se traté en realidad de un sistema tributario de excepcidn que permitié pagar los inmensos gastos del ejército libertador. El gobierno militarizado buscaba dineros dondequiera se encontraren. Incluso eché mano a los bienes de la Iglesia. De noviembre de 1819 a agosto de 1820, Santander expidi6 diez decretos en los cuales le imponia préstamos forzosos y nuevos impuestos a la Iglesia neogranadina. El cobro de diezmos por el gobierno fue incluso legalizado después de haber sido una practica corriente.*’ Los pueblos se vieron obligados legalmen- te a alojar los ejércitos en campafia;** también debian finan- ciarlos. Las aldeas pagaban las raciones de los soldados; las ciudades fueron puestas a contribuci6n, como Popayan, que desembols6 400.000 pesos para probar su patriotismo en no- viembre de 1819.”9 Los préstamos y las donaciones forzosas gol- peaban, ante todo, a aquellos senalados como simpatizantes de los realistas. La requisa de bienes de los espafoles emigra- dos también financié el voraz apetito del ejército bolivariano. Como todo esto no bast6, el vicepresidente Francisco Antonio Zea negocié un préstamo en Londres, con la casa Herring, Graham y Powels, por dos millones de libras esterlinas. La aplastante presién del ejército sobre la sociedad neo- granadina permite explicar el mantenimiento de los altos *7Decreto de Santander del 23 de mayo de 1820, en Luis Horacio L6pez (comp,), De Boyaca a Cticuta, memoria administrativa 1819-1821, Bogota, Presi- dencia de la Reptiblica, 1990, p. 198. *SDecreto del 1° de diciembre de 1819. *Carta del cabildo de Popayan, 30 de noviembre de 1819, en Boletin de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), n° 21, 1938, p. 371. 209 1810 niveles de desercidn en el curso de la década de 1820, mas a menudo de pequeiios grupos que rechazaban el engancha- miento forzado del cual eran victimas muchos jévenes sol- dados. Aunque el entusiasmo republicano se apoder6 de las poblaciones de la meseta cundiboyacense, con la llegada de los ejércitos patriotas venidos de los Llanos para poner fin a la opresiva «pacificaci6n» espafiola, la campana para liberar a Quito y el Perti fue mucho menos atrayente para un ejérci- to de campesinos que miraban con recelo el alejamiento y la miseria resultante de sus familias a causa de la falta de brazos en los campos. El proceso de politizacién de los campos y ciudades era entonces reversible, y en suma inestable. La intensa presién ejercida por el gobierno sobre la Nueva Granada, en los pla- nos humanos y financieros, hizo que la mayor parte de los pueblos temieran, primero, y, luego, odiaran al ejército, so- bre todo después de las dictaduras de Bolivar y de Urdaneta (2828-1831). La drdstica reduccion de los efectivos militares fue un objetivo popular de los gobiernos posteriores. BIBLIOGRAFIA «Acta de Federacién», 27 de noviembre de 1811, Congreso de las Provincias Unidas 1811-1814, Bogota, Biblioteca de la Presidencia de la Reptiblica, 1989, pp. 1-21. BLANCHARD, Peter, Under the Flags of Freedom. Slave Soldiers and the Wars of Independence in Spanish South America, Pitts- burgh, Pittsburgh University Press, 2008. Carta del cabildo de Popayan, 30 de noviembre de 1819, en Boletin de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), n’ 21, 1938, p. 371- Decreto de Santander del 23, de mayo de 1820, en Luis Horacio Lopez (comp.), De Boyacd a Cricuta, memoria administrativa 1819-1821, Bogota, Presidencia de la Republica, 1999, p. 198. 210 LOS ASPECTOS SOCIALES DE LA GUERRA POR LA INDEPENDENCIA EN LA NUEVA GRANADA Desertores del batall6n «Cazadores de Neiva», acn-c, Republi- ca, Guerra y marina, t. 326, fol. 798. Diaz Diaz, Oswaldo (ed.), Copiador de Ordenes del Regimiento de Milicias de Infanteria de Santafé (1810-1814), Bogota, Re- vista de las Fuerzas Armadas, 1963, p. 203. Ear LE, Rebecca A., Spain and the Independence of Colombia 1810- 1825, Exeter, University of Exeter Press, 2000, p. 38 ss. FaJARDO BarraGAn, Arnovy, Algo mds que sables y penachos. Mili- tares y sociedad en las provincias del interior de la Nueva Grana- da (segunda mitad del siglo xvm-1819), tesis de grado en histo- ria, Bogota, Universidad Nacional de Colombia, 2005. Fas Borpa, Orlando, Mompox y la Loba. Historia doble de la Costa, Bogota, El Ancora-Universidad Nacional de Colom- bia, 2002, I. GuTtiRREZ ARDILA, Daniel, Un Nouveau Royaume, Géographie politique, pactisme et diplomatie durant Vinterrégne en Nowvelle- Grenade (1808-1816), tesis de doctorado de la Universidad de Paris I, 2008. GUTIERREZ, Daniel, «La diplomacia constitutiva en el Nuevo Reino de Granada», Historia Critica, n° 33, 2007, pp. 38-72. HEL, Aline, Liberty and Equality in the Caribbean Colombia (2770-1830), Columbia, Chapel Hill, The University of North Carolina Press, 2004. Kuerue, Allan J., Reforma militar y sociedad en la Nueva Grana- da 1773-1808, Bogota, Banco de la Reptblica, 1993. LaFFITE CARLES, Christiane, La Costa colombiana del Caribe (1810-1830), Bogota, Banco de la Reptiblica, 1995. Lasso, Marixa, «Race War and Nation in Caribbean Gran Colombia,Cartagena, 1810-1832», The American Historical Review, n° 111.2, 2006, pp. 336-361. Myths of Harmony. Race and Republicanism during the Age of Revolution, Colombia 1795-1831, Pittsburgh, Univer- sity of Pittsburgh Press, 2007. Liano Isaza, Rodrigo, Centralismo y federalismo (1810-1816), San- tafé de Bogota, Banco de la Reptiblica-E1 Ancora, 1999. 211 1810 Lomné, Georges, «Una “palestra de gladiadores”. Colombia de 1810 a 1818 :guerra de emancipaci6n o guerra civil?», en Gonzalo Sanchez Gomez y Maria E. Wills (eds.), Museo, me- moria y nacién, Bogota, Museo Nacional de Colombia, pp. 285-314. Martinez Garnica, Armando, El legado de la Patria Boba, Bu- caramanga, Universidad Industrial de Santander, 1998. Monera, Alfonso, El fracaso de la nacién. Region, clase y raza en el Caribe colombiano: 1717-1810, Bogota, Banco de la Reptblica-El Ancora, 1998. Pomso, Miguel de, Discurso preliminar sobre los principios y ven- tajas del sistema federativo, Santafé, En la Imprenta Patri6ti- ca de D. Nicolas Calvo, 1811. PorTILLo VaLpEs, José Maria, Crisis atlantica. Autonomia e independencia en la crisis de la monarquia hispana, Madrid, Marcial Pons, 2006. Rauscu, Jane M., «The Taming of a Colombian Caudillo: Juan Nepomuceno Moreno», The Americas, n° 42, pp- 275-88. «Reglamento Militar», 1815, en Congreso de las Provincias Uni- das. 1811-1815, t. Il. Relacién de Antonio de Narvaez, Archivo Restrepo, vol. 6, 7 de febrero 1811, fols. 7-9, y el proceso de Lorenzo Ley, Archivo General de la Nacion, Bogota, Archivo Anexo, Pu- rificaciones, t. 2, fols. 106-107. SAETHER, Steiner, Identidades e independencia en Santa Marta y Rio- hacha, 1750-1850, Bogota, Instituto Colombiano de Antro- pologia y de Historia, 2005 SouRDIS DE LA VEGA, Adelaida, Cartagena de Indias durante la Primera Repiblica, 1810-1815, Bogota, Banco de la Reptbli- ca, 1988. ZuLuacA Ramirez, Francisco, Guerrilla y sociedad en el Patia. Una relacién entre clientelismo politico y la insurgencia social, Cali, Universidad del Valle, 1993; Jairo Rodriguez, Los in- dios de Pasto contra la Repiblica, Bogota, 1cANH, 2007. 212

You might also like