Bloch - Historia

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BREVIARIOS del Fonpo pe currms Econémica 64. INTRODUCCION A LA HISTORIA INTRODUCCION ala Historia por MARC BLOCH ga FONDO DE CULTURA ECONOMICA en franck, 1949 en ssyaiol, 1962 Segunda eicin en espaol, 1957 a edicigm original de tn presente obra fue regietrada por Ie Librairie Armand Calin de Dati cm el ti de Agelogie pour Piste Derecot rgerviny canfome 2 © Fondo debuts Heonbniey, Drivernert 976 Mecca 1%) By B Imyew g Neo México Priued ind made Meveo A LUCIEN FEBVRE, 5s deplete no Spo i ee een at te oe heh ct eg fect pe a Pr Lan te eae teat Me el ee tie ea eae wc a I nd Se tat ai ne re ate Be foe tet ee fee gunas referencias? Juntos hemos combatido largamente feet i i re Fe i matin recom ce ee se te i sa el oan patado, Ure. Mientras tanto continuaré por mi parte et Te ee ea ci a ne as rca ci ee te ae ae ite oe et Moca fe Li i os ia Se roe erm me ee Si Nett Tg eet el et a st le oe ee Ty a or et ee Feugires (Crewe), 10 de mayo de 1942. INTRODUCCION “Papi, explicame para qué sirve la hisioria", pedfa hace slganos afios a su padre, que era historiador, an muchachi- to allegado mio, Quisiera poder decir que este libro es mi respuesta, Porque no alcsn20 inar mayor halego para un escritor que saber hablar por igual 2 Jos doctos y a los escolares. Pero reconozco que tal sencillez s5lo es privile- fio de unos cuantos elegidos. Por lo mence conservaré aqui con macho gusto, como epigrafe, esta pregunta de tun nifio cuya sed de saber scaso no ‘hays logrado apse far de momento, Algunos peasarén, sin duds, que es ana formula ingenaas a mi, por el contrario, me parece del todo pertinente! El problema que plantes, con la embs- rszosa descovoltura de cata edad implacable, ex nada menor que el de la legitimided de Ia historia. Ya tenemos, pues, al historiador obligado a rendie ‘cuentas, Pero no se aventurard a hacerlo sin sentir un temblor interior: jqué artesano, envejecido en sm oficio, no ae ha preguntado alguna vez, eon un ligero estremeci- miento, si ha cmpleado juiciosmente su vidat Mas el debate ‘obrepasa en mucho los pequetios eserépulos de una ‘moral corporativa, ¢ interesa a toda nuestra civilizacién oc- cidental. “Porque contra Jo que ocurre con otros tipos de cultura, ha esperado siempre demasiado de su memoria. Todo To conducia a ello: Ia herencia cristiana como la he- rencia clésice, Tos griegos y los latinos —nuestros prime- rop maestios—~ eran pueblos historidgrafos, El eristianiamo cs una religidn de historiadores. Otros sistemas religioss han podido fundar sus crcencias y sus ritos en una mitolo- ‘gia més o menos exterior al tiempo humano. Por libros ‘agrados, tienen los eristanos libros de historia, y sas litar- {iar contnemoran, con Jos epitodios de Is vida terrestre de tun Dios, los fartoe de la Iglesia y de los santos. El eristis- nlsmo 6 ademés histérico en otto sontido, quizé mis pro- fando: colocado entre Is Caida y el Juicio Final, el destino de fa humanidad representa, a sus ojoy una larga aventu- a, de la cual cada destino, cada “peregrinaciOn” indivi- ° 10 mernoDUCCIEN dual, ofrece, a vez, el reflejor en la duracién y, por Jo tanto, en la historia, ee central de toda meditaciém crstis~ ns, © desarvolla el gran drama del Pecado y de Ia Redea- ign, Nuestro arte, nuestrot monementos Titeraris, estin Senos de lot ecos del passdo; nuestros hombres de accién tienen constantemente en los labioe sus Ieeciones, resles 0 jmaginarias, Coavendris, sin dads, sefislar més de un mmatiz en Is prcologia de los grapos. Hace mucho tiempo que lo observ6 Cournot; ctermamente inclinados a recone trair el mundo sobse las ineas de Ja razin, Jos franceees ‘en conjunto viven sas recuerdos coleetvos con mucha me~ nor intensidad que los alemanes, por ejemplo? Es tam bién indudable que las civilizaciones pueden cambiar; -n0 se eoncibe, como hecho en si, que la nuestra no se sparte tun dia de Ja historia. Los” historiadores deberin refle- xionar wobre ello. Porque es posible que si no nos ponemot fen guardia, Is llamada historia mal entendida acabe por desacreditar 4 la historia mejor comprendida, Pero si He~ séramot a ex alguna vez, seria a costa de une profunda rup- tera con nueitras més constantes tradictones.intelectales, De momento en esta euestién no hemor pasado todavia de In etapa del examen de conciencia. Cada vez que nu ‘rss ettrictas aociedades, que se hallan en perpetus crisis de crecimiento, se ponen a dudar de sf misma, se las ve preguntarse si han tenido razén al interrogar a'ma pasado © #i lo han interrogido bien, Leed lo que se ceribin antes de la guerra, lo que todavia puede cseribirie hoy: entre las inguietudes difasss del ticmpo presente oiréis, casi infli- blemente, la vor de esta inguietud mezclada con las otras, En pleno drama me ha sido dado recoger el eco e de ello, Era en junio de 1940, el mismo dia, si mal no ime acuerdo, de 1a entrada de los alemanes en Pai jardin normando en que nuestro Estado Mayor, privado de fuerzas, arrastraba sa ocio, remachdbamos sobre las cau~ sas del desistre: “GHabré que pensar que not ha engaiiado J historia”, murmuré uno de nowtrox Asi la angustia del hombre hecho y derecho se unis, con su acento més amargo, a la sencilla curiosidad del jovenzuelo. Hay que responder 2 una ¥ a otra, vrnopuccisy 1 Sin embargo, conviene saber qué quiere decir em par libra “servis”, Pero antes de examinarla quiero agregar tinge palabras de excosa. Las circunstancias de mi vida pre- fente, Ja imposbilidad en gue me encuentro de wsar una {gran biblioteca, la pérdids de mis propios libros, me obli- fgan 4 firme demasiado de mia nots y de mie expesiencian Con demasieda frecuencia me estin prohibidoe las Tectoras complementarss, ln veriftaciones 4 que me obligan las le- yex miamas del oficio del gue me propongo describir las Prictiew. Podeé, algin dia, Uenar estas lagunas? Temo fue munca del todo. A este tespecto, no puedo menos de ‘oliciter indolgencia del lector yy dirfs, “declararme cul- able”, si ello no implicara echar sobre mi mis de Jv que justo, ls faltas del destino, Es verdad que, incluso si hubiera que considerar 2 Ja jstoria ineapsz. de otros servicios, por lo menos pods decine en sa favor que distrae. O, para ser mds exacto “puesto que cada quien busca sis distracciones donde quiere—, que asf se lo parece a gran mimero de personas, Peronalmente, hasta donde pueden llegar mis recuerdos, siempre me ha divertido mucho. En ello no creo diferen- ciarme de Jos demés historiadorer que, si no es por Sta, ‘por qué raza 10 hon dedicado a la historia? Para quien ‘no sea un tonto de marca mayor, todas las cfencias son erczantes, Pero cada sabio slo encuentra una cuyo cul- yo Je divierte. Descubrirla para consagrarse = ella es pro- piamente lo que se Hama vocacién. or sf mismo, por lo demés, este indisatible 2 de la historia merece ya que nos detengamos a reflexionar. Ante todo, como germien y como aguijén, su papel ha sido Y sigue siendo cxpital. Antes que el deseo de con ‘o el simple gustos antes que la obra cientifica plenamente consciente de sus fines, el instinto que conduce a ella: Ix evolucién de nuestro comportamiento intelectual abunda cen filiaciones de esta clase, Hasta en terrenos como el de Je fisica los primeros pasor deben mucho a las “eolecciones de curiosidades”, Hemos visto, incluso, figuras a los pe- ‘quefios goces de las sntiguallas en Ie cuns de més de ana n perRopuccion otientacién de estadios, que poco poco se ha cargado de srredad, Toa ev In géncss de In arguclogia yy mi recion: temente, del foldiore. Los lectores de Alejandro Damas no son, quizis, sinv historindores en potencia, a Jos que slo falta Ta educocién necesaria para darse un placer mis Puro, y, a mi juicio, més agudo: el de) color verdadero. Si, por otra parte, este encanto estf muy lejoe de acabarse, en cuanto da principio fz invesigacién metddica, on eus necestrias ansteridades; si, entonces, por el con trario —como pueden testimoniar todos los verdaderos his- toriadores—, gana todavia cn vivacided y en plenitud, nada hay en ello que, en cierto sentido, no valgs para cualquier twabajo del espiritu. Ta historia, sin embargo, tiene indu= dablemente sos propios placeres estéticos, que no se parecen alos de ninguna otra disciplina. Ello se debe a que el ese pecticulo de les actividades humans, que forma s1 objeto particular, estd hecho, més que otro cualguiers, para seducit Ja imagnscdn de Ios hombres, Sobre todo cuando, grit 4 sa alejamiento en al tiempo o on el espacio, oa despiegue t= suria con ls autessedaccones de lo extiaRo, El gran Leibniz. nos Jo ha confesado: cuando puuba de las abstrace scilaciones de las matemiticas, o de la teodicea, = ar vigjas cartas 0 Viejas erénicas de la Aleman! 3}, seatia, como nosotros, ess “voluptuosidad de apren- der coms singulares”. Cuidémonos de guitar « nuestra cien- cia sx parte de poesia. Cuidémonos, sobre todo, como he descubierto en el sentimiento de algunos, de sonrojarnos por ello. Seria una formidable tonteria pensar que por tan poderoso atractivo sobre 1a sensbilidad, viene que sr menos capaz también de satisfacer a nuestra inteligencia. Peto si es historia a Ts que nos conduce un atractivo yee siente todo el universo no tuviera mis que tal atrace tivo para justficarse; si no fuera, en suma, més que on amable pasatiempo como el bridge’ o la pesca con anzuelo, Jmereceria que hiciéramos tantos esfuerzos por exceibiclad Por escribirla, segin Io entiendo yo, honrsdamente, veri- dicamente, y yendo en In medida de lo posible hasta lor re- tortes mis ocaltoe, e+ decir, dificiImente, El juego —e- nvrropucciés 1B ibi6 André Gide— no nos exté ya permitide hoys ni jera cl de la inteligencia, afiadia. Exto se escribia en 1938. En 1942, afio en que me ha tocado escribir, jel propésito adguiere un sentido todavia més grave! A buen ‘segoro, en un mundo que acaba de abordar la quimica del tomo, que comienza a sondear apenas el secreto de los ceapacios estelares, en nuestro pobre mundo que, justamente loso de su ciencia, no logra, sin embargo, crearse un poco de felicidad, las largas minucias de Ta eradicién hise ‘Gries, harto capscea de devorar toda una vids, merecerien ser condenadas como un absardo derroche de energias ea criminal si no condujeran més que 2 revestir con un poco de verdad no de nuestros sentimientos. O sera preciso descomejar el cultivo de te historia 2 todos lor espicitus les de emplesr mejor su tiempo en otros terrenos, (ks historia tendri que probar su legitimidsd como cono- cimiento. ‘Pero aqui ve plantes una noeva eveitién: :Qué es ju samen i'gu lens un suc inet” imaginé que nadie se atreverfa hoy a decir, con Jos positivist de estricta observancis, que al valor de’una i vestigaciin se mide, en todo y por todo, segtin sa aptitud para wervir a le acciOn. Le experiencia no nos ha ensefiado solimente que es imposible decidir por adelantado si lar expecalaciones aparentemente més desinteresadas no s© re~ velirén un dia stombrosumente iitiles a la préctica, Reht- sar a Is hamanidad el derecho 2 investigar, a calmar ss sed intelectual sin preocuparte para nada del bienestar, equival- dria a motilarla en forma extrafiz. Aunque la historia fuera eternamente indiferente al homo faber 0 al homo poli- tious, bastaria para su defensa que se reconociera su necesi- dad ‘para el pleno deserrollo del homo sapiens, Sin em- fargo; aon limitada de ex modo, la cuestién dista mucho de quedar fécilmente resvelta. Porque a naturaleza de nuestro entendimiento lo ine ina mucho menos # querer saber que a querer compren- der, De donde resulta que Iss ‘inicas ciencise sutEnticas ton, segin sa volunted, las que logran establecer relaciones cexplicativas entre los fenémenos. Lo demés no es sogén % w7RopUCSIEN 1a expresin de Malcbranche, més que “polimatfa”. Ahora bien, poliatin puede muy bien peur por dicccibe 6 Pot manja, Pero hoy menos que en tiempo de Malebran. che podria pasar por una de las buenas obras de Ia intel gencia. Independientemente incho de toda crentasl pl cacién a la conducts Is historia no tended, pues, cl derecho de reivindicar au lugar entre les conocimientos verdaders= mente dignos de esfuerzo, sino en el caso de que, en vez progresivs. Ts innegable, sin embargo, que siempre nos parecerd gue una ciencia tiene algo de incompleto si no nos ayuda, tarde o temprano, a vivie mejor. g¥ cémo no pensit esto sin mas vivamente cuando nos referimoe a la hstorit que, segiin se cree, csté destinada a trabajar en provecho del hombre, ya que tiene como tema de estudio al hombre y sus actos? De hecho, una vieja tendencia a la que & supondré por Jo menos un valor instintivo, nos incina a pedis a Is historia que gafe nucstta accién} por Ip tanto, 4 indignarnes contra ella, como el soldada vencido + que tee rfid, spor caida parce manienar sme potencia para hacerlo asf. El problema de Is ilida tico” de Ia palabra wil, no se confunde con cl de ey timidad, propismente intelectual. Es un problema, ademas, aque no puede plantearte sino en segundo’ tcemino, Pats brar razonablemente, tno ex neceurio ante todo comprene dee? Perov wo pena de no rapondee mds que a medias 4 lt sogestiones mis imperious del sentido’ comén, aquel problems no puede cudine, See Algunos de nuestroe consejeros, p » 0 quienes quisieran ser- Jo, han respondido ya 2 eas cutiones, Pero lo To han hecho para amargar nucstras esperanzas. Los més indulgen tes han dicho: Ia historia carece de provecho y de solide: (tro, gm ant severdhd ‘nada amign de medion tint in dicho: es pernicioss. “El producto mis peligroso clas borado por la guimien dst ineleeso™, he che mmo: de nermopucciox 8 ‘lee, y no de Jos menos notorios. Fates invectivas tienen peligroso atractivo: justifian por adelantado Ia ignorencia Por fortuna, para lo que robsise afin en nowtroe de curio- sidad cspiritaal, esas censuras no earecen quizas de interés Pero si el debate debe ser considerado de nuevo, e recesario que 1o planteemos con datos més seguros. Porgue hay una precaucfn que los detractores corrien- tes de la historia no han tenido on cuenta, Su palabra no carece ni de elocuencia ni de esprit. Pero, por Io general, isn olvidado informarse con exictitud de lo que hablan. La imagen que tienen de nuestros extudios no parece ha er surgido del taller, Huele més a oratoris académica ‘que 4 pabinete de trabajo. Sobre todo, ha prescrito. De suerte que incluso padiers ocurrir que toda esa palabrerfa se haya gastado en exorcizar 2 un fantasma, Nuestro esfuerzo fen exte dominio debe ser harto distinto. Trataremor de Buscar el grado de certidumbre de lor métodos que ust realmente Ia investigecin, hasta en el homilde y delicado dotalle de sus téeniess, Nuestros problemas serdn los ‘mos que impone cotidisnamente al historiador su materia En una palabra, ante todo quisiéramos explicar cémo y por (qué practica s0 oficio de historiador. Dejamos que el lector decida a continuacién si vale la pena ejercer este ofc Pongamos aten imitada y com- prendida, Is tares puede pasar por sencilla slo en aparien~ Cia, Lo teria, quizis, si estuviéramos frente a una de esas artes aplicadas de as que se ha dicho todo cuando se han enumerado, una tras otra, las manipaléciones consogradas Pero la historia no es lo mismo que Ia relojeria o la cba nisterfa, Es un esfverzo para conocer mejor; por lo tanto, tuna cost en movimiento, Limitarse 2 deseribir una ciencia tal como se hace serd siempre traicionarla un poco, Es mu- cho més importante decir cémo espers logsar hacerse pro- gresivamente, Ahora bien, esfuerzo semejante exige de par- fe del analist forzoamente una dosis bastante amplia de seleccién personal, En efecto, toda ciencia se halla, en cada tina de sus etapay,stravesada constantemente por tendencias dlivergentes, que no es posible eeparar sin una especie de ane jdn del porvenir. No nos proponemos retrocedet 6 inrropucerée agui ante ests necesided, En materia intelectual, més gue en ninguns otra, el hértor de les responsbilidaces “no ‘sun sentimiento may recoinendable, Sin embargo, la hone radez nos imponfs advertin al lector, Asimismo, las dificultades, que 1¢ presentan inevitiblee mente cuando se hace un estudio de'los métodes, varian mucho eegén el punto que haya aleanzado momentiner. mente una disciplina en Ia curva, siempre un poco irregd- lar, de su desarrollo. Me imagino que hace cincuenta aos, cuando todavia reinabe Newton como maestro, ers much amis facil que hoy construir con el rigor de un pleno arqui- tecténico una exposicién de ta mecénica. Pero la historia 8 todavis una fase mucho més favorable a ls certidumbres, Porque la historia no es solamente una ciencia en mar cha, Es también una ciencia que se halla en ls infancia: como todas Tat que tienen por objeto el espirit humanoy ‘este recién Hlegado al campo del conocimiento racional, O, por mejor decir, vieja bajo ls forma embrionaria del rer lato, macho tiempo envuelta en ficciones, mucho més tiem: po todavia onida 2 Jos sucesoe més inmediatamente capt- Hes, ex muy joven como empress sazonada de andliss. Se csfuerzs por penetrar en fin por debajo de los hechos de Ie superficie por rechazar, ‘después de las seducciones de Ia leyenda o de Ia retdrica, los venenes, hay mas peli- sresot, de Ie ruting erudita y del empirismo distrazado de sentido comin, No ha superado atin, en algunos problemas esenciales de sx método, los primeros tanteos. Razén por Ja cual Fustel de Coukinges y, antes que él, Bayle no er taban, sin duda, totalmente equivoeados cuzndo Is lama- ban “la més dificil de todas las cienci 2Pero es exto una ilusién? Por incierta que sige siendo ff tantos puntos nuestra rata, me parece que estamon ac tualmente mejor situados que’ nuestros predecesores inme- iatos pare ver con mayor claridad, Las generaciones que han precedido inmediatamente Ja muestes, en fs éltimas décadas del siglo xx + hasta ci Jos primeros aiior del xx, hen vivido como alucinadas por tuna imagen demasiado rigida, una imagen verdaderamens erropuceitn ” te comtiana de as cen al conjunto de las adqusiciones del emirita ene ste Pemigiow, consderaban que no puede haber conocimicn. to auténtico que i Poeds dewembocar en certidumbres fomulads bajo ch spec de lyes imperioumente en tensle por medlio de demostraconcs irefales, Ex ery Uns opin ea ndnime, Pery aplicada 2 low eter itricow dio lugar 2 dos tendenels opus, en etzbn de Ios ditintontemperamenten Unor cryeron pose, on efecto, iauiwir une eien- cia de fa eralucién humans conforme con ene ide oh Sento modo penientitiny y eabujeron cot afin pst realy vin perjicio, pr lo demis, de optar_finalmeate por dejar facia de lov eectn de cme conocimiento de Jos hombres muchas realidades may humanas, pero que les reclin deseperadamente.rebeldes 4 un ber setsal Ente reiduo er lo gue lamaban desdeZoumene don. tecimienos era también una parte defo vida mas intima: mente individual, ‘Tal fue, en suma, la posicién de la es Gaels socldgca fandadh por Durtncim,” Por lo mene ti no se couideran ls eatlzas que_con a primers igre 4 lou principicntrajeron pono's poco Hoare: demeinte Intligentes para no satiny incon tm pear i pre delat com’ A este gran safuerzo.deben macho? nace tron ettdion "Non hs enatado smaller ‘com soayer rofundidsd, enfocar mis de cees los problems, 1 pene Bp me stra » decir, de immera tenes bac” De as ‘afoerzo no hablaremos aul sin ton un eapeto yh agra deine inion fy nt pre sdb el reco que pagan por su fecundided, atde'o tempo, to Us lv movment inecanen Owon invetigadoen, sin embargo, adoparon en ce momento una scdtud may diferente” No logan imertar ie" hitora en lor marcos del Tegan feeo, partes mente preocupades, ademas —-2 causa de su primera ed cacién—, por las dificaltades, las dudas, el freeuente volver 2 empezar de In critics docamentaly etrafeon de In oe periencia, ante todo, una leccién de humildad desengafiada. Les pares que ia dixiplina «gue abtan cong oto es 18 sTRODUCCION inteligencia no podia ofrecer, a fin de euentas, conclusiones may seguras en el presente, ni muchas persgectivas de pro- grew en el futuro. Se inclinaron 2 ver en ella, més que un conocimiento verdaderamente cientifico, una eapecie de juego estético, o, por lo menos, de ejercicio higiénico fax vorable a Iz ralud del expirita, A menudo ee Jes ha lamado “historiadores historizantes”, sobrenombre injurioro para sucstra corporacién, pues parece considerar In esencia de Ie historia en la propia negacién de sus posibilidades. Por mi pate, yo les encontrarfa de buena gana una rébrica més ex- presiva en ef momento del pensamiento francés al que per- tenecen. El amnable y escurridizo Silvestre Bonnard es un snacro- nismo, si se atiene uno a tas fechas en que el libro fija su actividad, justamente como esos santos antiguos pintados ingenuamente por los escritores de la Edad Media, bajo los colores de sa propio tiempo, Silvestre Bonnard (por poco ¢ se atribuya, aunque sea por un instante, 2 esta sombra venta, una exitencis homana), el “verdadero” tre Bonnard, nacido en el Primer Imperio —la generacién de lox grandes historiadores roménticos, le hubiera contado entre los suyor—, habria compartido con ella Jor entasiasmos emocionados y fecundos, Ia fe un poco cindida en el por venir de la “filooffa? de I historia. Otvidemes Ix épocs a Ia que w dice que pertenceié y situémosle en la gue se ‘escribi6 sa vida imaginaria: merecerd figarar como el pa- teén, como el santo corporativo de todo un grupo de hise toriadores, que fueron més 0 menos los contemporineos intelectuales de su bidgrafo: trabsjadores profondamente Ihonestor, pero de aliento un poco corto y de Tos que ie di- saa veces que, como esos nifios cayos pares se han diverti- do mucho, Hevaban en los huesos I fatiga de las grandes or- sas histricas del romanticismo, dispuestos a empequetiecerse ante sus colegas del laboratorio, mas deseosos, en suma, de sconsejarnos prudencia més que empuje. {Seria deme siado malicioro querer buscar su diviua en Is sorprendente fraze que se le escapé un” dia al hombre de inteligencia tan viva que fue mi querido maestro Charles. Scignobos: “Es muy stil hacerse preguntas, pero may peligroso res- nerropuceién 9 ponderlas”? No es de, 2 buen seguro, el propésito de un fanfacrén. Pero si los fisios no hubieran hecho més pro- feign de ineepider, jdénde evtcin a exe respecte fis Ahora bien, nuestra atmésfera mental no es ya la misma, La teorfa cinética del gas, Is mecénieca einsteinians, In teo- ra de Joe quanta, han alterado profundamente la idea que ayer todavia se formabe cadz cual de Ie eiencis, No la han 1ebajado, pero la han suavizado, Han surtituido en muchos ppuntee lo cierto por lo infinitamente probables fo rigurosi- mente mensurible por Ia nocién de la eterna selativided de la medida. Su accién se ha hecho sentir incluso sobre Jos innumerebles expiritus entre los cusles debo contarme yo a quienes las debilidades de su inteligencia o de sa ‘educacién Jes prohiben seguir esa metamorfosis en otra forma que no sea de may lejos y por reflejo. Ast, pars lo servo, etamos mucho mejor diapueston 2 samy que wa conocimiento puede pretender el nombre de cientifico aunque no se confiese capaz de realizar demostraciones ex dlidianas o de leyes inmutables de repeticién. Hoy accp- tamos mucho mis fécilmente hacer de la certidambre y del aniversalismo una cucwién de gradoe. "No sentimos ya Ja obligacién de tratar de imponer a todos Jos objetos del saber un modelo intelectual uniforme, tomado de las ciene cias de la naturaleza fisica, pues sabemos que en las propist ciencias fisicas exe modelo no se aplica ys completo. AGn no sabemos may bien qué serin on dia les ciencias del hombre. Subemos que para ser —obedeciendo siempre, por supaesto, 2 Tas Teyes fundamentales de la reaéa— no ten rin necesidad de renunciar a su originalidad ni de aver- gonzarse de ello. Me gustaria que entre los historiadores de profesiin, Jos jévenes sobre todo, se habituaran a reflexionac sobre ‘ata vacilaciones, sobre estos perpetuos “arrepentimientos” de nuestro oficio. Bsa serd para elles mismos ls mejor ma- ners de prepararse, por una eleccién deliberada, a conduc razonablemente sus esfuerzns. Sobre todo me gustaria ver- los acerears, cada vez en mimero mayor, a est hist Is vex ampliads y tratada con profundidad, cuyo diseio 20 prrnopucciéx concebimos varios —cada dia menos raror—. Si mi libro puede ayudarloe tendré Ja impresin de que no habré sido absolutamente init, ‘Tene, lo reconozco, algo de prow gram. Peto yo no escribo Gnieamente, ni sobre todo, para eb aso interior del taller. “Tampoco me ha parecido que fue- 2 menester ocultar alos simples curios nada de lab irrew- Juciones de nuestra ciencis, Estas ieresoluciones som nuestra cexcust, Mejor atin: a ellas xe debe Ja frescura de nuestros eatudion, No s6lo tenemos el derecho de reclamar 2 favor de Ta historia Ia indalgencia debida 2 todos Tos comienzos, Lo inacabado, si tiende perperoamente superar, tiene para todo espiritu. un poco ardiente una seduccida que bien vale por la del éxito més cabsl. AI buen labrador —ha dicho, més o menos Péguy— le gustan las labores y I siembra tanto como la recoleccin. Conviene que estas palabras introductorias terminen con una confesién personal. Considerads aisladamente, cada ciencia mo representa nunca més que un fragmento del morimiento universal hacia el eonocimiento, Ya se me ha presentado la ocasién de dar un ejemplo de ello mis arriba: para entender y apreciar bien ests procedimicntos de investigicién, aunque se trate de los man particulares en spariencia, seria indispensable soberlos anir con un trazo perfectamente seguro al conjunto de las tendencias que se stan en el mismo momento en las demas clasce de disciplina, Ahora bien, este estudio de los métodos consi derados en si mismos constituye, a su manera, uns expe idad, cuyos téenicos se llaman filésofos. Es éste un tulo al que me esti vedado aspirar. Por esta laguna de mi primera educacion el presente ensayo perder mucho, sin dads, en precisiéa de lenguaje como en amplitad de horizonté. No puedo presentarlo sino como Jo que es: el memento de un artesano al que siempre le ha gustado meditar tobre sa tarea cotidiana; el “caret” de un ofi- cial que ha manejado durante muchos ais la toesa y el nivel, sin creerse por eso matemstico. 1 LA HISTORIA, LOS HOMBRES Y EL TIEMPO 1, La exxceréx pEL murrontapor La palabra historia es muy vieja, tan vieja que a veces ha Megado a cansar. Cierto que muy rara vez. se ha legado a querer climinarla del vorabulario, Incluso los socidloges de I escuela durkheimiana la admiten. Pero s6lo para re« Jegarla al Gltimo rincén de las eiencias del hombre: especie de mazmorras, donde arrojan los hechos humanos, conside- tadon a Is vez Jos mas superficiales y los més fortaitos, al tiempo que reservan a Is sociologia todo aquello que les parece susceptible de andlisis racional. A es pair, por el contrariy le eoservaemo not ‘otros agut su ms amplia signficacién, No nos veda de an- temano ningtin género de investigacion, ya se proyecte de preferencia hacis el individuo o hacia ix sociedad, hacia la descripcin de las ers momentiness 0 hacis la blaqueda de los elementos més durables; no cncierra en sf misma sningsin credo; no compromete 2 otra cost, egiin su etimo- logis original, que 2 Ja “investigacién”. Sin dads desde que aparecié, hace mis de dos milenios, en lo labios de lo hhombres, ha cambiado mucho de contenido. Fee co el destino, en el Jenguaje, de todos los términos verdedera- sente vivos. Si lat ciencias tuvieran que buscarse un nom- bre nuevo cada vez que hacen una conguista, cudntos Dautiamos habria y cafnta pérdida de tiempo en el reino de las academiss! Pero por el hecho de que permanezca apaciblemente fiel a sa glorioso nombre heleno, nuestra historia no seri Ja misma gue escribia Hecateo de Mileto, como Ia fisica de Lord Kelvin o de Langerin no cs la de Aristételen iQué es entonces la historia? ‘No tendrfa interés alguno que encabeziramos este li- bro, centrado en torno 2 los problemas reales de la inves: tigacién, exponiendo una larga y rigida definicién, Qué 22 LA misronia, 10s HOMBRES ¥ 1, THEARO trabajador serio se ha detenido nanca ante semejantes artieulos de fe? Su cuidadoas precisiin no deja’ sola- mente escapar Io mejor de todo impalio intelectual: en- tigndase bien, lo que hay en al de simples veleidades-de impuloo hacit un suber todavia mal determinado, de po- tencia de extensién. Su peligro mis grave consate en no definir tn caidadommente sino con el Gnico fin de deli mitar mejor: “Lo que sin dtda puede reducis —dice cl Gusrdién del dios Término— os exe tema o esta manera de-tratarlo, Pero cuidido, joh efebo!; eso no es historia.” Somos, pues, reedores'de los tiempo! antiguos para codi- fear las tareas permitidasa laa gentes del oficio, y, sin duda, tana vez cerrada la lisa, para reservar el ejercicio de eas fareas a nuestros maestros patentados? * Lee fisicor y los quimicos son mas diseretos: que yo sepa jamie ue lex ha visto querellarse sobre los derechos respectivos de la fisics, de Ja quimica, de tn quimicafisica © —zuponiendo que este témino exista— de la fisicaguimics. No es menos cierto que frente lz inmensa y confusa reilidad, el historiador se ve necesariamente obligndo 2 x falar ell punto particular de aplicacién de eas itiles; en consecuencia, 2 hacer en ella una eleccién, eleecién que, evi- dentemente, no seri la miama que, por ejemplo, la del bidlogo: que seré propiamente una eleccién de historiador. Ee es un auténtico probleme de accién, Nos seguird a lo Targo de nuestro estudio. IL. La sssronsa ¥ os omnes Se ha dicho algana vez: ‘la Historia os la ciencia del pat ssdo”, Me parece una forma impropia de hablar. Porque, en primer lugar, es abserda Ia idea de que poco lz clasficacién necesaria, Es cierto que el Jenguaje, por ‘esencia tradicionalista, conserva volontariamente el nombre de historia a todo estudio de un cambio en Ia daracin. .. La costumbre carece de peligro, porque no engefie 2 nadie, En este sentido hay ana historia del sistema solar, ya que los astros que Jo cotiponen no han sido siempre como los vemos. Esa historia ineumbe a la asttonomia. Hay una historia de las erapciones voicénicas que seguramente tiene el mayor interés para Ta fisica del globo. Esa historia no pertenece a la historia de lox historiadores, ©, por lo menos, no le portenece quizis mis que en I medida on que s viers que sus observaciones, por algiin sesgo especial, se_unen a las preoenpaciones especificas de nuestra historia de historiadores. jEntonces, cémo © et tablece en la préctica Ia reparticidn de las tareas? Un ejem- plo batari para que lo comprend:mos, mejor, sin dads, que muchor discuros. En el siglo x de nuestra era habia un golfo profundo, cl Zwin, en la costa famenca. Después w ceg6. 2A qué rama del conosimiento cae asignar el estadio de ests fe- rnémeno? Al pronto, todos responderin que 2 la geologia, Mecanismo de los aluviones, funcién de las correnter ma- ritims, cainbos tal vez en el nivel de los oeéanos. ZNO he sido creada y trade al mando Ia geologia para que trate de todo exo? Sin duda. No bostante, cuando se examina Ja cuestiGn més de ceres, desebrimos que Iss coms no son ‘an sencills, Se twats ante todo de escrutar los origenes de Ia twaneformaciin! He aqui ya a nuestro geélogo cbligado 24 TA MISTORIA, Los HOMMRES Y EL THEMPO 4 plintesrse cuestiones que no son estricamente de 3 in cumbencia, Porque, sin duda, cl colmataje fue cuando i de digues, por Je cidor de necesidader colectivas y que sélo fueron posibles merced 4 una eatructars social determinada En ef otto extremo de Is cadena, nuevo problema: el de las consccuencias, A poce distancia del fondo del golfo habia una ciudad: Brujas, que se comunicaba con él por corwo trecho de rio. Por las aguas del Zwin recibfa 0 ex- pedia Ia mayor parte de las mercancfas que hacian de ella guardando todas las proporciones, el Londres o el Nueva York de aquel tiempo. El golfo se fue cegando, cada dia iis ostensiblemente. Buen trabajo tuvo Brajas, a medida {que se alejaba ls superficie inandada, de adelantar cada vez iis sus antepuertos: fueron quedando paralizados sus mue- Mes, Sin dada no fue és la nica causa de su decadencia. jActia alguna vez Jo fisico sobre lo social sin que s0 accién sea preparada, ayadada 0 permitida por otros factores que vieaen ya del hombre? Pero en el morimiento de las ondas causes, aquella causa cuente al menos, sin duda, centre las mis eficaces. ‘Ahora bien, la obra de una sociedad que modifica segin sas necesidades el suelo en que vive es, como todos perci- bimos por instinto, un hecho eminentemente “histérico”. ‘Atimismo, las vicisitades de un rico foc de intercam= ios; por un ejemplo harto earacteristico de 1a topografia del saber, he ahi, pues, de una parte, un punto de iater- seccin en que la alianza de dos disciplinas se revela indispensable para toda tentativa de explicacién; de ote parte, ui ponto de traasito, cn que una vez que se ha Gado’ cuenta de un fenémeno y que sélo aus efectos, por To demés, eatin en Ia balanza, e1 cedido en cierto modo definiivamente por una diseiplina 2 otra, {Qué he ocu- rido, cada vez, que haya parecido pedir imperiosamente la Frtevenci de le hstoria? Hs que he aparecido fo humano, Em efecto, hace mucho que nuestros grandes antepasi- dos, un Michelet y un Fastel de Coalanges, nos habfan tnsefiado a reconocerlo: el objeto de le historia es etencil- LA WUSTORIA, LOS HOMBRES Y EL, TEMPO 25 mente el hombre:* Mejor dicho: los hombret. Mis que Cl singalar, favorable a la abstracciéa, conviene a wna cisn- tia de Io diverso cl plursl, que es el modo gramatical de Ir rebatividad. Deteds de Tot raigos sensible del paisaje, de las hetramientas o de las maquinas, detrés de lov cx eriton aparentemente més fio y de as insttaciones apa Fentemente mae distanciadas de los que las fan creado, !e historia quiere aprehender «Joe hombres.” Quien no lo Jo- {re 10 pasard jamés, on el mejor de Tor casos, de ser un Sbreto thanual de la erudicién, Alli donde huele la carne humana, sabe que estd 9 pres, Del caricter de Ja historia, en evanto conocimiento de los hombres, depende su posicién particular frente a problema de la expresién, {Es Is historia wna ciencis 0 En arte? Hacia 1800 les gustaba @ nuestis tatarabusios dicernir gravemente sobre este punto, Mas tarde, por lov ‘fos de 1890, bafiados en una atméefera de positvismo un fanto radimentatia, se pudo ver cémo ee indignsban los eapeciaisias del método porque en los trabajos histiricos €l piblico dabs importancia, segim ellos excesiva, a 10 que fe Mamaba 1s “forma”. {EI arte contra la ciencia, Is forma contra el fondo! Cuintes querellas que mis vale mandar al archivo de Ie excoléstica! "No hay menos belleza en una exacta ecuscién que en tuna frase precisa, Pero cada ciencia tiene su propio lenguaje totético, Los hechos hemanos son esencialmente fenémencs uy dlicadoe y muchos de ellos escapan a la medida max india, Pata wads ben 7> pot Jo eno, pa come enderlos bien (jaca es posible comprender perfectamen- Wp gue no se be deck?) se necesita gran finura de Tenguaje, un color adecuado en el tono verbal. Allt donde es imposible calenlar se impone sugerir. Encre la fexpresion de’ las realidades del mundo fisico y ta ex presién de las realidades del espirita humano, el’ contraste fs, en suma, el mismo que entre Ia tarea del obrero que teabaja con una fresadora y la tarea del violero: Jos dos tr2- bajan al milimetro, pero el primero ust instrumentos mecinicos de precisién y el violero a gais, sobre todo, 26 4A wsToRM, Los HOMBRES Y EL THER por la sensbilidad del oido y de los dedos. No serfa con veniente que uno y otto tataran de imiterse reapectiva~ mente. jHabri quien miegue que hay un tacto de las palabras como hay un taeto de Ia mano? IIL. Ey timo merénico “Ciencia’ de Jos hombres”, hemos dicho. La frase es de- smasiado vaga todavia. Hay que agregar: “de los hombres en el tiempo”. EI historiador piensa no s6lo lo “humano”. La atmésfera en que so penssmiento respira naturslmente cs la categoria de la durscibn. Es dificil, sin duda, imaginar que una ciéncia, sea Ja aque fuere, pueda hacer’abstriccién del tiempo. Sin em- bargo, pare muchas ciencias que, por conveneién, dividen el tiempo en fragmentos artificiaimente homogéneos, éte senastepesenta ago ms gue ons medida, Por el con- trario el tiempo de la historia, realidad conereta y viva shandonads 2 su impalso irevertibla, es el plsma mismo fen que s¢ bafian los fendmenos y algo ssi como el lugar de sa inteligiilidad. EL niimero de segundos, de afios o de tiglos que exige un exerpo radisctivo pars convertiree en ‘otros cuerpos; es un dato fundamental de la atomistics. Pero que esta 0 aquella de sus metamorforis haya ocazride hace mil afos, ayer w hoy; 0 que deba prodcirse mafans, fes una consideracia que interes sin duda al gedlogo, porque Ia geologia es 2 sm manera ona disciplita hisérica, mas deja al fisco perfectamente impavido, En cambio, a ringtin historiador le bastard comprobar que César neces ocho afios para conquisar Ia Galias que Lutero neces 16 quince aos para que del novicio ortodoxo de Erfurt saliera el reformador de Wittemberg. Le interes: macho mis sefialar el Inger exacto que ocups la conguista’ de la Gulia en Is cronologia de las vivisitudes de las sociedades ceuropess; y sin negar en modo alguno lo que haya podido contener de eterno una crisis del alma como la del hermano Martin, no ereerd haber rendido cuenta exicta de ella mis que despaés de fijado con precisién su momento en Ia LA HISTORIA, Lot HOMBRES Y EL TIEMPO 27 curva de loa destinos simaltineos del hombre que fue = hétoe y de Ia civilizacidn que tuvo por elima. [ ‘Ahora bien, este tiempo verdadero es por s propia satoraleza, un continuo. Es también cambio perpetuo. De Ia antitesis de eston dos atributos provienen los grandes problemas de la investigacién histérice. Este, antes que btro algune, pues, pone en tela de juicio hasta la razén de thucstoe trabajos.” Considecemos dot periodos sncesivos de= dos en cl suceder ininterrampido de Jos tiempos, {En qué medida ef lazo que estiblece entre ellos el flujo de Th duracién es mayor o menor que les diferenciss naci de la propia duricién? {Hlabri que considerar el conosi- rmiento del periodo més ‘antigo como necesario © super- fluo para el conocimiento del mds reciente? IV, Ex, inoue ve 20s onicenes Nunca es malo comenzar con un mea culpa, Naruralmente ‘ara a los hombres que hacen del pasado el principal tema de investigacin, Ia explicacién de Jo mas proximo por lo mis lejano ha dominado a menudo nuestros extudios hasta t hipnoss. En sa. forma mis caracterttica, este idolo de Jn eribn de Jos historisdores tiene un nombre: Ia obse~ sim de los orfgencs. Ea el desarrollo del pensumiento bite Arico ea obvesién ha tenido también su momento de favor cola. PamiGfeo que foe Renan quien excribié un dia (cko so de memoria y me temo que com inexactitud): “En todas fas cosas humanss los origenes merecen ser extudiados antes que nada.” Y antes que €l habia dicho Srinte-Beave: “Es Po y not con ctlidad Yo que comiena.”| Es one ides Inuy propia de oa tiemgo, tan_ propia como Is palabra or'- By rp Sea te On ro ome Ee ce this tarde los Origenes de la Francia Comcemporsines, Contar os epigonos. Pero el término es inguietante, porgue ‘8 equivoco. : ‘Significa simplemente “los principioe”? Exo seria miso. menos claro, Habri, sin embargo, que hacer uni reserva: Ia nocién misma de este punto inicial aplicado 2 28a nistonia, Los HOMBRES ¥ BL TIEMPO Ja mayoria de las realidedes histiricas sigue siendo sin- golarmente huidiza, Cuestidn de definicién sin dada, De luna definicidn que con demasiada facilidad se olvida por desgracia, Cuando se habla de los orfgones.jdebemos entender, por el contrario, las causas? En ere caso no habri mie Gificultades de las que constantemente (y -mée todavia, sin duds, en tas cfencias del hombre) won, por natursleza, inherentes a las investigeciones cause. Pero con frecuencia se establece entre los dos sentidos una contaminacién tanto més temible cuanto que, en gene= ral, no ae percibe muy claramente, En el vocabulario con rriente lor origenes son un comienzo. que explica, Peor sin: que basta para explicar. Ahi radica la ambiguedsd, ahi esté ol peligro, Serfa_una interesantisima investigacién tk que tratara dde estudiar exta obsesiin embriogénica tan notoria en todat Jas preocapaciones de los exégetas. “No comprendo vuce- tua emocién —coafesaba Barres a un sacerdote que habia perdido la fe—. ;Qué tienen que ver con mi sensibilidad Jas discusiones de un paiado de sabios wbre unas pala- ‘bras hebress? Basta la atméetera de las iglesia” “Y Mat sas, 2 su ¥e2: “{Qué me importan los evangelios de cuatro judtos oscuros? ” (“oecaros” quiere decir, me imagino, ple- beyoss porque parece dificil no reconocer a Mateo, Marcos, Lascas y Juan cierta notoriedad literaria). Estos bromistas sélo quieren presumir, y seguramente ni Pascal ni Bostuet hubieran hablado asi. Es indudable que se puede concebir una experiencia religioa que no debs nada 3 la historia. Al dlefsta puro le basta una iluminacidn interior pore excer ea Diot. No para creer en el Did de ice crstisnos, Pore que el crstianismo, como he secordado ya, es esencialmemte tana religién hindries: entiéndase bien, una religion cuyos dogmas primordiales descansan sobre acontecimientos, Vol- ved a leer nuestro Credo: “Creo en Jesuerito... que fue crucificado bajo Poncio Pilates... y al tercer dia resucits de entre Jos muertos.” “Af Tos comienzos de Ia fe son time bién sus famdamentos, elle oH la investigacién en que su legitimic era mucho mas dis- una historia centrada en los panei jut wu Femtodino denunciar ef error de ona politica eurgide Volvamos, sin embargo, a Jos estudios cristianos. Uns com para ia cnsincia inguieta ques bucs a sf miss un fegla pera {jar a actitud frente 2 la religion catdies, tal y como ve define cotidianamente en noestas iglesiay y Bae eeotra el historian, explicar, como in hecho de ob- tervacon, el extoliciimo setual, Aunque sea indispensable, ‘por supucsto, para una inteligencia jaste de los fendmenos Feligiowe actuiles, el eonocimiento de sus comienzos, és fo busts explicarlos. Con objeto de simpificar el proble- ny renunciemos indluw a pregamtarnos hasta qué punto, bajo on nombre que no ha cambiado, ha permanecido fa te realmente inmate en wwe. Por Hnuela gue una tradiciony Habel siempre que dar lis rs20- SEE mameinient. Reorper hts ean te hipotess de wna accién providencial etcaparia a Ja iene cia, En uns palabra, la cuestioa no es eaber ai Jexds foe trucificado y Inego resucité, Lo que ee trata de compre der es por qué tantes hombres creen en la Crucifix y fen la Resurreccién, Ahora bien, la fidelidad 3 wns creen- no em erdentenent, mse uno de os pect de ida general del grupo en que exe caricter se manifiet Soir como un nado cn of que ve mezelan una mula 301A msToRIA, Los HOMMRES YL THEMED de rages convergetcs, wea de estructura weil, wa de mencalidad colectiva, En una palabra, plantea todo un problema de clima fuimano. BI robie ule dele bao ‘ero aio Mega a ser zoble y sigue siendo roble si encuentra iciones ambientales, las cuales no pertenecen al Po de la embriologia, at Hesmot ctdo la hisorie religion rit religion slo 2 manera siemplo, Pero + toto ested de te actividad. hu 7 imenaza el mismo error: confundir una filiaciér oe eed ilacién con ant Se tats, om ena, ae ein de ds a isin de ton viejo ctimSloge, guy mines lar eotd tema cond, eae a Hostal pont el wetio ny atgu ced: cena hb * prota, xpongo, que la palabra “urea” dng itament oer y * a0 due la palebie “nine? desigmabs un brmnehtecd si el verdadero problema no copies on tier cimo'y por Gué goood liento. Como he eae ‘cualquier palabra ‘no tuviere : i en la lengua, por el etale ont neo del vocation cul te hls detained wes vet por las condiciones socials del somente sBicexeats en “bureaux” de ministerio, quiere decir una burocrs Cuando yo pido “timbres” en una oficina de correo, el empleo que hago del término ha exigido, pars establecere, Jan con i otantancin lemenent ebres te e Vilo por, Is tansormacin teenies deen pea ae tint cn umn Goce deem ee slo fre aplcie de an ht ena ae ta bale pore, eens pr fy ia rene seine dl ssn aot hah pad ya fl mod'une de or aoe noha ple gee ene fee aie‘ oy pn bee, po Buell vemedor demi, emN we C- Se habla de Tos “origenc det régimen feudal”. sD eb hes co uc Sa Rapa id a cn Germania". ‘Ea tones ex epchcnes oe oe LA HISTORIA, LOL HOMBRES ¥ EL TIEMPO 31 dentes. Aqui y alld habfa efectivamente ciertos wios —te laciones de clientela, compaferismo guerrero, posesion del feado como salario por los servicios— que las generaciones pposteriores, contemporiness, en Europa, de las Hamades Epocas feudsles, habrian de’ continuar. No, por Jo demas tin modificarla: mucho. Ra ano y otto lado se empleaban palabras —“beneficio” (Beneficium) entre los “feu- Bo” entre lor germanos—, que iban a seguir siendo em- ppleadas por esis generociones dindoles poco & poco, sin vert, an contenido csi entermente maero, Porgns 2 desesperacién de los historiadores, lor hombres no Eenen el hibito de cambiar de vocibulario exds vez que cambian de costumbres, Todas étas son prucbas Hens de interés. {Cabr4 pensar que agotan cl problema de las ‘aust? El feudslismo europeo, en sos insiuciones carac- ‘eristicas, no fue un tejido de supervivencias arcaics. Dux ante una fase determinada de nuestro patado nacié de todo_un ambiente social. Seignobos ha escrito en alguna parte: “Creo que las ideas revolucionariss del siglo xvum provienen de las ideas ingleas del siglo xvn.” {Tataba con ello de decir que Tabiendo leido lox cscritos ingleses del siglo anterior 0 que habiendo saftido indirectamente su influencia, lot ppublicistas franceses de la época de las lucee adoptaron Joe principios politior de aquéllos? Podrd dinele Ja r4- zm, suponiendo al menos que nuestros fildwofos no pusie- fan verdaderemente nada euyo original en lee f6rmolas ex- (eanjeras, como surtancia intelectual, 0 como tonalidad de fentimiento, Pero incluso reducida de ee modo, no sin ierta arbitrariedad, sl hecho de haberlas tomado prestadas, fe historia de este movimiento de las ideas extaré may le- jos de haber quedado completamente evcarecida, Porque fiempre subsist el problema de saber por qué ocurrié Ia transmision en a fecha indicads, ni mis pronto ai més tarde, Todo contagio sapone dos cosas: generaciones mai- crobianas, y, en ef instante en que prende el mal, un “terreno”. En una palsbra, un fendmeno histérico nunca puede ver explicado en su touslidad fuera del estudio de su mo- 32 LA WHFTORIA, 10s HowtnRES ¥ rt, TIEMPO ‘mento, Esto es cierto de todas ls etapas de la evolucién, De la etapa en que vivimos como de todas las demas. Ya Jo dijo el proverbio drabe antes que nosotros: “Los hom= ‘bres se parecen més 2 su tiempo que a sus padres.” El estudio del pasado se ha desacreditado en ocasiones por ‘aber olvidedo esta muestra de la sabidusia oriental V, Los viurrss DE Lo ACTUAL ¥ DE Lo INAcTUAL, {Hay que creer, sin embargo, que por no explicar todo lo? €l presente, es el pusado toralmente inguil para expl Lo curio es que hoy pueda plantearse esta cuestiéa, En efecto, hasta hace muy poco tiempo, esa cues parecia a casi todo el mundo resuelta por adelantado. “Quien quiera atenene al presente, Io actusl, no com- pronderi lo actual”, escribia Michelet en el siglo pasado, a Is cabeza de sa hermoso libro El puedlo, leno sin em= bargo de las pasioncs del momento. Y ya Leibniz inch ‘entre los beneficios que esperaba de Ja historia “los orige= nes de hs coms presentes descubiertos en ls cosas pasidass porque —apregabi— una realidad no se comprende nunca ‘mejor que por sis causay”,* Pero desde Ja épocs de Leibniz, desde la époea de! Michelet, ha ocurrido un hecho exttsordinatio: Ist revo~ Tuciones sucesivss de las técnicas han aumentado conside~ rublemente el intervalo psiceldgico entre Jas. generaciones. No sin ciertz razdn, quizé, cl hombre de la edad de la cleeticidad 0 del avién se siente may lejos de sus ante- pasado, De buena gona © imprudentemente concluye que hv dejado de estar determinado por ellos. Agréguese 2 lo anterior [a indicacién modernista innata a toda mentalidad de ingeniero. Para echar a andar o para reparar una dina- mo jes neccsario conocer las ideas del viejo Volta sobre cl galvanismo? Por una analogia.ciertamente falst, pero ‘que se impone esponténcamente a mis de una inteligen sometida a la miqnina, se pensard igualmente que para com- prender los grandes problemas humanos de la hora presente y- tatar de resolverlos, de nada sirve haber analizado sus antecedentes, Cogidos ellos también, sin darse cuenta exze- LA IUNTORIA, 108 HOMBRES ¥ EL TIEMPO 33 ta de ello; en esa atmésfera modernists, jcémo no van 4 tener los historiadores Ia ensacién de que, asimismo en #2 dominio, no se. deipliza con movimiento mencs cons. tante la {routers que separa lo reciente de lo antiguo! El regimen de la moneda evtable y del potr6n oro, que ayer figarabs en todos lor manuales de economia politics como Ji norma misma de la actuslidad, es para el economists aé= tual toda iderablemente enmohe- sida?’ T dewubrir, por Io tanto, un haz de ideas menos inconsivtentes y cays sim- Plicidad, al mono aparente, ha weducido a ciertos espiris, Créese que es poritle poner aparte en el largo decurso tiempo una fase de eorta extensidn, Relativamente poco distante de nosotros en sa punto de partida, esx fare Eomprende en ea sltima etapa los dies en que vivimos, Ea ell ni os caracteres mis sobresalientes del estado social 0 polftico, ai el herramental material, ai la tohalidad general He la eivilizacién presentan, al parecer, profundas dife- rencias con el mundo'en que tenemos nucstras costumbres. Parece estar afectada, en una palabra, en relacién con nceotros, por un cocficiente muy fuerte de “‘contempora- neidad”, ‘De ahi el honor, o lt tara, de que esa fase m0 tes confundida con el pasado, “A partir de 1830 ya no hay ia”, nop decia wn profesor del liceo que era muy jgjo cuando yo ers may joven: “hay politics”. Hoy ya ne ira: “desde 1830” ins Tres Glorons #0 ets hhan envejecido—y ni exo “es politica”. Mit bien, con tun tono respetuoso: “Sociologia”; 0, con menos considers- cin: “periodismo”. Muchos, sin embargo, repetirian gus- tosos: desde 1914 6 1940 y2 no hay historia, Y.ello sin centenderse bien sobre los motives de este omtracismo. Considerando algunos historiadores que los hechos mas cereanos 4 nosotros son por ello mismo sebeldes 2 todo cemtudio sereno, slo desean evitar a Tz casta Clio comtactos demasiado ardientes. Creo que asi pensaba mi vie) to. Pero cso equivale a penser que apenas Agbit doniinio sobre muestros nervios. Es tam! que desde el momento en que entran en juego las res 56 LA.aMTORIA, 208 MORES ¥ EL TIEMPO. hablar asi, a manera de fila india: los hijos sin otro coin~ tseto con sus antepassdos que por mediacién de sus padzes. Pero es0.no ocurre i siquiera con las comunicaciones ppuramente orsles, Si volvemos Ja vista 2 nuestras aldexs escubrimos que los nifios son educados sobre todo por sus abuclos, porque Tas condiciones del trabajo hacen que l padre y Ia madre eatén alejados casi todo el dia del hoger. Ast vemos cémo se da un paso atrés en cada nueva for- macién del expirite, y cdmo se unen los cerebros_mis Ialeables a Jos mis eristlizados, por encima de Ta gene~ raciéa que aporta jos cambios, De ahi proviene ante todo, ‘no lo dudemos, ef tradicionalismo inherente a tanta socie~ Gader campesinas, Fl cao es patticulsrmente claro, pero no taico. Como el antagonismo natural de los grapos de edad te ejerce principalmente entre grapos limitrofes, mis de una juventud debe a ks lecciones de lor, ancianos. por lo menos tanto como a las de los hombres maduros. Lo’ escritos facilitan com mis razén ettan transferenciat de pensumiento entre generaciones muy alejadas transfe~ fengias que conatituyen propiatiente la continoidad’ de una izacién, Lutero, Calvino, Loyola: hombres de otro jempo, sin dada, hombres del siglo xv, a quienes el hie toriador que trata de comprenderlos y de hacer que se comprenda dcberi, ante todo, volver a sitvar en su miedioy bafiados por la atmésfers mental de su tiempo, de cara a problemas de conciencia que no son exactamente Joe nives~ tros, {Se orara decir, no obstante, que para Ia comprensién josta del mundo actual no importa mis comprender la Reforma protestante o la Reforma estdlics, eeparadas de nosotros por un espacio. varias veces centenario, que. com- Fender acho ouoe movimiento de ideo de te ad que cicrtamente se hallan més cerca de nosotros en Blempo pero que son més efimerot? ‘A fin de cuentas el error es muy claro y pars dese tuuirlo asia con formularlo,. Hay quienes se’ representan Ta cortiente de x cvolucién humana como wna serie de breves y profundar scudidas cada unz de las cuales no lara sino ef férmino de unas cuantas vides. La. observacién 1a MTORA, 20s HowBKES ¥si-TuEMFO 37 pruca, por el conzuio, que en et inmenso conineo lo Fraudesgeremectoien bn pefectmente capaces de por ogaeedexde ls molecale mio jana la da prin YQué se diria de un geofisico que, contenténdose con sefialar los miridmetros, considerara Ia accién de la luna sobre nuestro globo més grande que Ja del sol? En-la dur Tacén como en ol Gel, la fica de ons fucren no © scluiamente por Is distancia, {Hlabrd que tenets en fin, por intl el conocimiento, nog ine wah podan, de eels —ereocln deupreeh Sn sin dejo el menor eupoy formas sells aborted se nnieas muertss— que han dejado, al parecer, de dominar el prone? Exo cqeivaira a alvide que no hay verdadero poelmiento trp ve tiene una ewals de comparstifns A condi, clo ex de que we hoga una aprosimaci6n e+ fee relies a ven diversas y for tanto, emperentada nadie podslanegar que es eel eno 4¢ gue blames ‘Giertmente, hoy ao ereemos que, como exrbia Mes guisrelo y como pentben Blame o Bondy en el tempo Kiya, por omens algo inmusble: ef hombre”, Hee ‘mos aprendido que también el hombre ha cambiado mu- cho: en su cspiritu y, duds, hasta en los més deli- ccddos mecanismas de su cuerpo. jCémo habja de ser de otro'modo? $u atmésfera mental sc ha transformado. pro- fandamente, y no-menos su higiene, su alimentacién. Pero, a pesar de todo, es menester que exista en la naturaleza talmans jen ln ssledader humtinas un fon permanente, Snel ia ni sun an palabras shombse™ y soctedad™ que. Sven decir nada. cCraeremos, puss, comprender 4 los Hombres a alo ln éwudiames en ar rescence fens. lis circunstancias particalares de un momento? La experien~ a ert nmuicche inch para comprender lo que won tee momento. Mucha vireadades que provisonaente ton pore apart pero gue a cul inant preden damper tar:muchos motores mds 0 menos inconscientes de les acti- tudes individuales 0 colectivas, permanceerin en la sombra. Una-esperiaca nica eb Geupre impotent pare dc nina us propie factors yy polo tanto, para euinitst ‘sa propia interpretacién. 38 LA HISTORIA, Los HOMBRES Y EL. ‘THEStPO VIL. CostPRENDER EL PASADO POR EL PRESENTE, Asimismo, esta solidaridad de las edades tiene tal fuerza ‘que los lazos de inteligiblidad entre cilas tienen verdade- ramente doble sentido. La incomprensién del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado. Pero no es, quiz menos vano esforzarse por comprender el pasido si nos sabe nada del presente. En otro lugar he recordado esta anéedota: en cierta ocstién acompafabs yo en Estocelmo Henri Pirenne. Apenas habjames legedo cuando me pre- gunté: “{Qué vamos a ver primero? Parece que hay un syontamisnto completamente nuevo, Comencemos por Yer 1.” Y después aiadi6, como si quisiera erttar mi ssombro: “Si yo fuera un anticuario slo me gustaria ver las cosas Viejas, Pero soy un historiador y por exo amo la vida.” Enta facultad de captar Io vivo es, en efecto, la calidad dominante del historiador. No nos dejemos engafiar por ierta frialdad de estilo; los mis grandes entre noyotros han poxcido esa cualidad: Fastel o Maitland a sa mmera, que era més austers, no menos que Michelet. Quizé esta facul- tad sea en su principio un don de las hadas, que nadie pre~ tenderia adgairir si no Jo encontré en lacuna, Pero no por e10 e¢ menos necesario ejercitarlo y_desarrollarlo cons- tantemente. Cémo hacerlo sino del mismo modo de gue dl propio Pirenne nos daka ejemplo en su contacto perpe- tao con Ia actuslidad? Porque el temblor de vide humana, que exigiré un duro esfuerzo de imaginacién para ser restituido a los viejor textos, es aqui directamente perceptible 2 avestros sentidos. Yo habia lefdo muchas veces y habia contado 2 menudo historian de guerra y de batallss. Pero conocfa realmente, ‘en el sentido pleno de la palabra conocer, conocis por den- tro lo que significa part un cjército quedar cereado 0 para un pueblo Ia derrota, antes de experimentar yo mix mo esa nivicq stro? Antes de haber respirado yo la alegria de Ja victoria, durante el verano y el otofio de 1918 (y eapero henchir de alegria por segunda vez mis pulmones, pero el perfume no seré jay! el mismo), jaa LA HISTORIA, Los HOMBRES ¥ EL TIEMPO 39 bia yo realmente todo lo que encierra es: bella pslabra? Fn verdad coneentoments 0 aot Segre tan le rnucstras experienciss cotidianas, matizadas, donde es pre~ iso, con nuevos tintes, los elementos que’ nos sirven para reconstruir el pasado. | {Qué sentido tendrian para nor ‘otros los nombres que wsamor para caracterizar Jon estadoe de alma dewsparecidos, las formas sociales desvancciday, no hubigramon visto antes vivir a lov hombres? Es cien veces preferible suntitatir eas impregnacin instintiva por una observaciOn voluntaria y contiolada, Un gran ma- temitico no seré menos grande, a mi ver, por haber at vesado el mundo en que vive con los ojos cerrados. Pero el erudito que no gusta de mirar en tomo suyo, ni los hombres, ni las cosas, ni los acontecimientos, merece quizé, como decfa Pirenne, el nombre de un anticuario atil Obraré sabiamente renunciando al de historiador. ‘Mis atin, la edacscidn de la sensbilidad histrice no cs siempre el factor decisivo. Oeurre que en uns lines determinads, el conocimiento del presente es directamente mis importante todavia para Iz comprensién del passdo, ‘un grave error pensar que los historiadores de- ben adoptar en tov investigaciones um orden que esd modelido por el de los acontecimientos, Aunque acaben restituyendo a la historia so verdadero movimiento, mt- chas veces pueden obtener un gran provecko si comienzan 4 leerla, como deofs Maitland, “al revés. Porque el ca- mino natural do toda investigacién cx el que va de lo mejor conocido © de lo mencs mal conocido, 2 lo més oscuro, Sin duda algana, la luz de loe documentos 20 siempre x hace progresivamente mis vive a medida que se desciende por el hilo de las edades, Estamos comparie blemente mucho peor informados sobre el siglo x de nues- tra ers, por ejemplo, que sobre Ia época de César 0 de Augusto. En la mayoria de los catos los periodos mis préximos coinciden con las zonas de relativa claridad, Agrégues: que de proceder mecénicamente de_strés ade~ ante, x corre siempre el riesgo de perder el tiempo bur cando los principios 0 las causas de fendmenos que la ex- 40 LA HISTORIA, 1.05 HOMBRES Y RL THEBIFO periencia zevelari tal vez como imaginariot.. Por 20 haber practicado tn método prudentemente regresivo caan- doy donde se imponis, los més ilustres ‘de entre nos ‘otros se han absndonado a veces a extrafios exrores, Fastel de Coulanges se dedieé buscar los “origenei” de las stitucioncs feudales, de Jas que no se formd, me temo, sino tina imagen bastante confusa, y-asimismo. bus lis primicias de una servidumbre que, mal informado por des- cripciones de seginda mano, concebia bajo colores de todo punto falos. En forma menos excepcional de Jo que se pienss ocurre ‘que pita encontrar a Iu es necesario llegar hasta el pre~ tente, En algunos de sus earacteres fundamentales nuestro paimje rural data de épocss muy lejanas, como hemos tho, Pero para interpretar los raros documentos que nos pemiten penetrar en esta bramosa genesis, para. plantear correctamente los problemas, para tener idea de ellos, hubo aque camplir una primers con ‘observar, analizar ol Prinaje de hoy. Porque sélo él dabs las perspectivas de Conjunto de que era indispenssble partir. No ciertamente porgue, inmovilizada de una vez. para slempre esa imagen, pueda trataree de imponerla sin mds en cada ctapa del pax fEedo, sucexivamente, de abajo arriba, Aqui, como en todas partes, lo que ol historiador quiere eaptar es un cambio. Pero ta el film que considers, slo esti intacta 1s sleims pelicula, Para reconstruir los ttozos rotos de las demés, hs ido’ necesario pasar Ia cinta al revés de como se fomaron as vist No hay, pues, mis que una ciencia de los hombres en el tiempo y ex: ciencia tiene necesidad de-unir el estudio de Jos muertos con el de Jos vivos, jCémo amafla? Ya he dicho por qué el antiguo nombre de historia me parcte a més completo, el menos exclusivos el més cargado tam bién de emecionantes recuerdos de un cofuerzo mucho mis que secslar y, por tanto, el mejor. Al proponer exten derlo at estudio del presente, contra ciertos prejuicios, por Jo demés mucho menos viejos que él, nos persigue —fhabré necesidad de defenderse contra ello?—- ninguna ronthy Loe MOMORES ¥ EL TIEMPO 4 reivindicacién de clase, La vida es demasiado bieve y los Conocimientos se adguieren Jentamente, FI mayor genio tro puede tener una experiencia tot de la humanidad. El tmundo actual tendré siempre sus especialstas, como la edad de piedra o la egiptologis, Pero to tinico que se les puede pedir a unos y a otros es que recuerden que las invest aciones histéricas no admiten tn autarquia. Ninguno de cllot-comprenders, i siquiera a medias, No omprenderi nis propio campo de esuudios. Ia tinica oe ce eer ce cin ef lx historia univers. ‘Sin embargo, una cieneia no se define dnicamente por su objeto. Suv limites pueden ser fijadon también por ls haturalezs propix de sts métodos. Queda por pregunta se si lay técnizat de Ta investigaciin no won fundamental mente distintss eegin- se aproxime uno o se aleje del momento presente, Esto equivale a plantear el problema de la observacion histrcs. " LA OBSERVACION HISTORICA 1. Cancrunts cENERALES DE La OnSERVACIN AUsréRICA Para comenzar cologuémonos retueltamente en el eatudio del passdo, Lo caracteres mis aparentes de Ia informacién histérica entendids en este sentido Timitedo y uml del término han sido deseritos muchas veces. EI historiador se halla en la imposibilidad abeoluta de comprobar por af mismo los hee chos que estudia, Ningiin egiptélogo ha visto a Ramsés, Ningéin especialista en las guerras napolednicas ha ofdo el caiida de Austerlitz, Por lo tanto, no podemos hablar de fas &poeas que nos han precedido sino recurtiendo a los testi monios. Estamos en 1a misma situacién que un juez de instruceién que trata de reconstrair on erimen al que no ha asistidos en lz misma situacién del fisio que, obligado a quedarse en cama por la gripe, no conoce los rewaltadoe de 40s experiencias sino por Jo que de ellas le informa el mozo el laboratorio, En una palabra, en contraste con el conoci tnienio del presente, el conocimiento del parade seré nece- sarismente “indirecto”. ‘Que haya en todes estes observaciones una parte de verdad nadie se atreverf a dieutirlo, Exigen, sin embare ‘que las maticemos considerablemente. Sapongamos que un jefe de ejército acsbs de obtener une vietoria, Inmedistamente trata de escribir cl relato de ella, EL mismo ha concsbido cl pln de la batalla, FIle ha dirigido. Gracias « la pequeta extensién del terreno (porque decididos a poner todos los triunfoe en nuestro juego, nos imaginamos un encuentro de los tiem- pos pueados, concentrado en poco espacio) pudo ver cémo se desrrllaba ante sus ojos el combate casi completo, Ee temos seguros, sin embargo, de que sobre mas de un episo- dio ewencil tendré que remitine al informe de aus tenien- 8 1A OnGERVACION wISTRICA 8 tes. Asi, tendré que conformarse, como nerrador, con segult Ja mimma conducts que observ6'unas horas antes en 1a ac- ign. {Qué le seré’ mis stil, sas propias experiencias, los recuerdos de lo que vio con si catalejo, o Jos informes que Te Meraron al gelope sus correos o ayuclantes de campo? Un conductor de hombres rara vez considera que st propio tes timonio es suficiente, Pero conservando nuestra hipétesi favorable, [qué nos queda de esa famosa observacién direc ‘2, pretendido privilegio del estudio del presente? "Y ec que cite privilegio en realidad no es casi nanca nis que un efvelo, por lo menos en cuanio se amplia on poco el horizonte del observador. ‘Toda informacién sbre Eowat vistas erté hecha en buena parte de cosas vistas por five. Cemo sconemints, euio el movimiento de Tos came bios este mes cxta semana: tengo que recurrir a estadis- tieas que otros han formade, Como explorador de Ja actua~ Jidad inmediata trato de sondesr la opinién péblics sobre Jos grandes problems del momento: higo preguntas, snoto, comprucbo y enumero las respocstas. 2Y qué obtengo si-no ft ls imagen que mis interlocutores tienen de Jo que ereen pensar 0 de Jo que desean presentarmme de wx pensamiento? Ello: son los sujetor de mi experiencia, Y mientras que tun fisilogo que disecs un conejillo de Indias percibe eon tes propios ojos Is lesién o la anomalia que busca, yo. no onoze0 el estado de alma de mis “hombres de I ca sino por medio de un caadro que ellos mismos consienten proporcionarme. Porque en el inmento tojido de los ac fecimientos, de los gestos y de las palabras de que esté compuesto el destin de un grupo hamano, el individuo rho percibe jamés sino un pequeio rincén, estrechamente fmitado por sus sentidos y por su facultad de atenciin, ‘Ademas, el individuo no posse jamds Tz concfencia inme~ data de nada que no aan sus propios estados mentales: todo conocimiento de Ia humanidad, +e & Ja naturale jue fueze, y apliquese al tiempo que se aplicare, extraer Jempre de los tenimonios de otro na gran parte de sustancis. El investigador del presente no goza en esta cuestion’ de mayores privilegios que el historiador del pasado. “ 1A onscRvactén HISTERIEA Pero hay mis, js seguro que la observacién del pi sado, incluso de un pasado muy remoto, sea siempre a tal punto “indirecte”? Si se piensa wn poco se ve claramente por qué rszones ‘i impresion de este alejamiento entre el objeto del cone- cinnjento y el investigador ha preocupado con tanta fuerza a muchos tedricos de Is histori. Es (que ellos penss- ban ante todo en: una historia de hechos, de episodion; quiero déeir en una historia qie, con'rxzén'o'sin ella (ain no es tiempo de diseutir esto), concede una extremada im Portancia al hecho de volver & registrar con exactitud Tos actos, las palabras o las setiiudes de algunos personajes que se hallan agrupados en una escena de duracién relativamen- te corts, en la que se juntan, como en la tragedia clitica, todas las fuerzas criticas déi momento: jomada revolu- cionsria, combate, entrevista diplomitica. Se ha dicho que 1 2 de septiembre de 1792 los revolucionarios pasearon la cabeza de la princess de Lamballe clavada em la pants de tuna pica bajo las ventanas de Is familia real, 2Fs esto cierto? JUBs esto falso? M. Picrre Caron, que ha eterito un libro de admirable probidad sobre Ins Masuacres, no ae ha atrerido 4 pronuncisrse wbre este punto. Pero si hubicra conten pledo el horrible cortejo desde una de las torres del ‘Teme ple, habria sabido veguramente a qué atenerse, Y aun en xe caso cabria suponer que en esas circunstancias hubiera conservado toda su sangre frfa de sabio y que, desconfiando de.sa memoria, hubicra tenido cuidado,de anotar inmedia- tamente aus observaciones. Sin duda en ese caso el hiato- tiador se sentird, frente 2 un buen testimonio de un. hecho presente, en und posicién un poco humillance. Estaré como en la cola de una columna en que los avisos x transmiten desde la cabeza, de fila en fila, Y sin duds no seri. ée tan: buen lugar para estar bien informado. Hace mucho tiempo, durznte un relevo nocturno, vi pasar at, a lo largo de la filay la vox de ‘*jAtencién! Hoyos de obusee a Ja inguierda’”. El dltimo hombre reeibié el grito en esta for- ma; “lzquierde”, dio un paso hacia la izquierda y se hondia. ; Po 1A OBSERVACION HISTORICA 4s Hoy oties eventualidades. Ba los muros de ciertss cur dade erias, conmtruidas algunas milenios antes de Cristo, los arquediogos han encontrado en nuestros dias un buen mimero de visijas llenas de esqueletor de nition, Como tno es posible muponer gue exe huesos: han legado alli por Casualidad, nor remos obligedos 2 reconocer que estamos frente 4 los restos de sacrificios hemanos Mevados.a cabo en cl momento de Ta construeciGn, ¥ relacionados con: ét3. Para-saber a qué creencias coriesponden estor ritos nos werd aecessrio remitimnos los textimonios del tiempo, si los hay, o 8 proceder por analogia con ayuda de otros text hogios. {Como comprender una fe que no compartinios End por fo que se nos dign? Es el cso, repinémoslo, de todos lee Fendmenot de conciencia que nos son extraios, En ‘cuant6 al hecho iismo del sacrificio, nuestra posicién es dit fereite. Ciertanente 0 lo aprehendemos de una manera abyolutamente “inmediata, como el ge6logo que so percibe fa amonita en of fill gue descubre, como el fisico que no percibe el: movimiento’ molecular a pesir de descubrit sus efectes én tl movimiento browniano, Pero et simple razonamiento’ que excluye toda posiblidad de’ una’ expli= acién diferente y nos permite pasar del objeto verdadera- mente comprobado al hetho del que este objeto: aportt a prucba este: trabajo rudimentario de interpretacifn mpy Primo. ln operaciones mentee insintivas, vn Tee finguna sensscion legeria a ser percepeiOn— no exige lt Rng, con a or Fan Si todo. han ‘entendido generslmente por conocimiento, indi- recto el que no alcanzs al, espirite del historiador més que por el canal de espiritus Romanos diferentes. Quizd el tér~ {nino 90 ha sido bien escogido; se limita a indicar le pre- sencia de un intermediarios pero no & ve por qué lt relacién, 1a cadena, tiene que ser necesariamente. hamans: ‘Aceptemos, sin embargo, el uso comin, sit dispatar sobre fas palabras. En ese sentido nuestro conociniient6’ de las fnmolaciones murales en Ia antigia Sitia ho tiene wida db indirecto. Puce bien, hay mivichos otros vestigios de) pastdo que nos ofrecen un accesa igualmente Mano. Til.es el cato de 6 1A OBSERVACIBN aIsTERICA Js mayor parte de Ta inmensa mata de testimonios no ecer tos y también de buen niimero de testimonios evcrites, $i lo tedricos mas conocidos de nuestros métodos ‘no hubie an manifestado una indiferencia tan sorprendente ys» herbia por las técnicas propias de Ja arqueologia, si no hhubieran estado obsesos en el orden docamentil por el relato y en el orden de los hechos por el acontecimiento, in duda habrien sido mis cautos y no habrian condenado al historiador a una observacién ternamente dependiente. En Jas tumbas reales de Us, en Caldea, se han encontrado cuentas de collares hechos de smazonite, Como lov yack mientos mas prévimos de esta piedrs se hallan sitaadon el corszén de la India 0 en los alrededores del logo Baikal, ha sido necesario concluir que desde el tercer milenio antes dle nuestra era las ciudades del Bajo Bufrates mantenian re- ies de intercambio con tieeras muy lejanss, La indue- cién_podré parecer buens o frigil. Caslquiera que sea el jiuicio que nos formemos de ella, debemos admitir que se trata de una indaccién de tipo clisico; se fanda en In com- probscién de un hecho y no interviene ef testimonio de una persona distinta del investigador. Pezo los documentos ma- terialea no son en modo alguno Ton inicos que poseen este privilegio de poder ser captados asi de primera mano. El pedernal tallado por el artesmo de la Edad de Piedra, tun raxgo del lenguaje, una regla de derecho incorpor:~ da en un texto, un rito fijado por un libro de ceremonias © representado en una estela, on otras tantas realidades que captamas y que explotamos con un esfuerzo de inteligencta catrictamente personal. Para ello no necesitemos recutrir a aingén intérprete, a ningin testigo, ¥ volviendo a la com- parzcién que hacfamos arriba, eabe decir que no es cierto que ol historiador so ves obligado a no saber lo que ocurre en su laboratorio sino por las informaciones de un extraio, Es verdad que nunca Hega hasta después de terminada Ia ‘experiencia, Peto si las circunstancias lo favorecen, éta ha- brf dejado residuos que no Te sera imposible percibir con sus propios ojos, {LA OBSERVACISN RISTORICA an Por lo tanto, hay que definir las indiscutitles particu- Jnidader de In cberacin hitvice, con trot témine 2 la-vex menos ambiguos y més amplios. La primera caracteristica del conocimiento de lox hechot humanos del pasado y dela mayor parte de los del presente contiste en ser un conocimento por huelly, para tar In feliz expresién de Frangois Simiand. ‘Trétese de Tos huctos enmurallados de Siria, de una palabra cuys for ‘ma o empleo revelt una costumbre, de un relato escrito por el testigo de una excena antigua o reciente, jgué ene tendemos por documentos sino una “huella”, es decir, la marca que ha dejado un fenémeno, ¥ que nuestros entidos pueden percibir? Poco importa que ef objeto original wa por naturaleza inaccesible 2 Ja sensacién, como la. trayec- toria del étomo, que slo es visible en el tubo de Crook Poco importa que se haya vuelto inaccesible 2 la sensi 2 caum del tiempo, como el helecho que, podrido hace Tares de afios, ha dejado su huellz, sin embargo, en el Bloque de hulls, 0 como las solemidades que han eaido cen desuso y que vemos pintadas y comentadas en los muros de lor tomplos egipeion. En ambos eaion el procedimien- to de reconstruccién es el mismo y todas Jas cienciss ofte= cen miltiples ejemplos de él. Pero el hecho de que gran nimero de investigadores de todas categorfas se vean obl fenémenos centrales slo met dos de ellos, en modo alguno quiere decir que haya en tedog un peer iguaded de medio Es pore que, como cen el caso del fisico, tengan el poder suficiente para pro- vocar la aparicién de las huellar, Fs también posible, por el contrario, que tengan que esperar a que obre el capricho de fuerzs sobre las que no tienen la menor in‘luencia, En uno ¥ otto cao su posicién seri muy distinta, como es cevidente. {Qué ocurre con los observadores de los hechos hhamanos? “Aquf las euestiones de fecha vaelven a ocupar un primer plano. Es evidente que todos Jog hechos hamatos algo com+ plejos escapan a la posiblidad de una reproduccién, 0 de a 1a omsBRvAcION ISTORICA Tina orientacién voluntarii, y. sobre esto hablaremor més tarde. Desde: las medidas mis elementales de.la seneicidn fasts lay prucbas mie refimadas de la inteligencia y- de 12 Ghotividad, existe ana experimenticién psicolégics. Pere chs experimentaciOn no ee aplica, en sua, sino a indivi Guo. Ta prcologia colectiva es cssi por completo rebelde + ls, Noes posible —y nadie se atzeveria a hacerlo supo- ‘feado que fuera pouble— suscitar deliberadamente wn pie Tico o on movimiento de entusiasmo religiow. Sin embar~ fo, cozno los fendmenos esadiados pertencsen al preset Bit pando inmediato, el obserrador —por.incapacitado que elie. para forvar_ a repeticidn 0 para invertir = s Sigrad cl demrrollo— no se encuentra. igualmente, dese wore o frente w sue huctlas. Puede, diteralmente, hacer que Sigonae de ells vuclvan 2 exist. “Me refiera # los infor ies de los’ testigos. | EL 5 de diciembre de’ 1805 er tan imposible como hoy. que-se reptiers la experiencia de Ansterlit,» (Qué Mbsatheaho en lz balls tal o cual regimiento? A Napo- Tada le habrian bastado dos palabras para hacer que an of (Bi ie informara sobre el ssunto apenan unas horas des Ge ta iuatalla, {Pero nunca se ha comprobado Js exivten- SE de um informe de esta clase, piblico 0 privado? jAcuo te perdieron los que s© estribieron? Si novoros tratramot Sia hacer: las misiss preguntas que Napoleén habris po- ‘Mido hacer, nos quedariamos eternamente tin respuesta Qué Ihistoriador 0 ha sofado, como. Ulises, en. alimentar Iss ombras con sangre a fin de interrogarhas?: Pero Jos mite fio de la Nekuia ya no eatin de moda y no tenemos més eririna. para remontar el. tiempo que nuestro cerebro, Thntloe mrteriales que J+ proporcionan las generaciones Pe idan, : ‘No hubris que exagerar tampdon los privilegios que tic ne el estudio del ‘presente. . Imaginemos por sn momento ‘tue todoslor oficiales, que todor los hoinbres de un regi Jemto han pereeido; o, mejor, que entre todos los super Mivientes nose encuentra un solo testigp cuya_memor caer facultades de atenci6n sean dignas de: crédito. En Gee cao Napolen-no.se encontrara en ana situacion mejor LA ORSERVACIGN HISTORICA 0 que ta nuestra, Todo aguel que hs tomado parte, aun nando éea en.el papel mis humilde, en una gran accién, febe may bien que al cabo de unas horas es a veces impo- sible precisar un episodio de capital importancia, Y 2 eso habria que agregar que no todas las huellas del pasado in- mediato se pretentan con la misma docilidad « cualquier cvocacién. Si las aduanat hubieran dejado de registrar Gia a dia la entrada y slide de las mereancfas en el mes de noviembre de 1942, me seria imposible saber en el Ses fe Betembre el’mento del comerio exterior del mes anterior. En una palsbra, entre la encuceta de los tiempos pretérites y del pasado inmediato mo hay mée que una di- ferencia de grado, que en nada afects al fondo de los rmétodos empleados para estudiarios, Pero no por ello Ia diferencia es de poca importancia, y conviene deducir las comsecuencias de €X0. El pasado es, por definiciéa, un dato que ya nada ha- ‘bri de modificar. Pero el conotimiento del pasado es algo aque esté en coastante progreso, que se transforma ¥ s pet ESE Gh rar Sen daar defo antennas recordarle Jo que ha ocarrido deide hace més de un siglo: por la investigacién han silido de las brumas inmemoe Conglomerados hamanos que antes eran ignoredos; Egipto y.Caldea se han sseudido sus sadarios; las ciudades muer- tis del Ada Central han revelado sus lengoas, que nadie cabia hablar ya, y sus religiones, extinguidas desde hacia mucho tiempo; en Iss orillas del Indo se ha levantado de ss ums one iain, omelette ‘gnorads. Pero no €8 e10 todo, y la ingeniosidad de los investigadores que Been tebe on as hilotea y she exeaaa en vifon siclos nuevas zanjes, no sirve slo, ni quieds con In mayor cficacia, para enriquecer Iz imagen de los tiempos passdoe. Han surgido nuevos procedimientos de investigacion antes jgnorados. Sabemos mejor que nuestros antepasidos inte- srogar a lis lenguas sobre las costumbres y a las herramientse tobre los obreros. Hemos aprendido, sobre todo, « descen- der a mas profundos niveles en ef anlisis de Is realidad to- cial, Bl estudio de las exeencias y de los rts populazes ape- so LA onSERVACION HIETORICA ‘nus desarrolla sus primeras perspectivar. La historia de la economia —de la que Cournot, al enumerar los pecton de Ia investigactin histérica, ni sig acaba de comenzar 2 constituirse. Todo ello es cierto y nos permite slimentar las mayores esperanzas, No esperan iMimitadas, claro exté, pues nos ha sido rehusado exe sent rmiento de progresién verdaderamente indefinida que da tuna ciencia como Ia quimica, eapaz de crear hasta su propio objeto. Los exploradores del pasado no son hombres total- mente libres. El pasdo es su tirsno, y les prohibe. que fepan de él lo que él mismo no les entrega, cientifica- mente o no. Nunca podremes establecer una estadistca de los precios en la épocn merovingia, porque aingiin docu mento regis esos procios sofisientemente. Nos es impo sible penetrar en Ia mentalided de los hombres del siglo xt curopeo, por ejemplo, como podemos hacerlo cn Ia men- talidad “de los contemporincos de Pusedl o de Voltaire. De aguéllor no tenemos carta privadas ni coafesioies; slo nos quedan algunas malas biografias escritas cn un estilo convencional. A causi de esta laguna toda una parte de nuestra historia adquiere necesariamente el aliento, un poco mos demasiado, En esta estrecha somisién a un inflexix bile destino —nosotros, pobres adeptos 2 menudo ridiculi= ‘zados por las nuevas ciencias del hombro— nos toes peor pparte que 4 muchos de nuestros compafieros, dedicados a isciplinas mis antiguas y més seguras de si Tal es la fuerte comin de todos los estudios cuya misién es es crutar los fonémenos pados, Yl prohistoriador, falto de testinionios cacritor, cs mis incapaz de reconstruir tae Titargias de Ia Edad de Piedre que —pongo por eao— el palcontélogo las glindulas de secrecién interna del plesio- saurio, del que solo subsise el esqucleto, Siempre es dese agradable decir: “no sé”, “no lo puedo saber”; no hay ‘que decirlo sino después de haber buscado enérgica, deses- peradamente. Pero hay momentos en que el mis imperioso Aber del sabio es, habiéndelo intentado todo, resignarse a la ignoraneia y confetarlo honestamente A omsERVACION sUSTORICA st TL, Lot esrioxios “Herodoto de Turios expone agut el rewultado de ama bic. cqucdan, para que las omar hechas por los hombres no we dlviden con ef tiempo y que las grandes y maravilloss acx ciones Hlevadas 2 cabo tanto por les griegos como por los bisbaros no pierdan su explendor.” “Ast empieza el mis ntiguo libro de historia, no fragmenta, que en el mune do occidental haya Nlegedo hasta nosocros. Pongsmos a st Jado, por ejemplo, una de esss guias de viaje al mas alld aque Tos egipcios del tiempo de los Faraoncs introdacian cn las combat, Tendremos, frente a frente, los prototipos de las dee grands clases en fas que se reparte Ie masa inmen= ente varia de lee documentos puestos, por el pasadoy'a dFsporciSn de los historiadores, Los testimonios del primer grupo son voluntarios. Los otros, no, Caando leemos, para. informamos, a Herodoto 0 Froissrt, as Memcrias del mariscal Jofire o los comunica- dos, por otrs parte completamente contradictorios, que not dan en estos dias los periédicos alemanes y britinicos sobre cl atague de an convay en el Mediterrinco, jqué hacemot sino conformaraoe exsctamente a Jo que los autores de esos foeritos esperaban de nowoteor? Al contrario, las érmulas de lor papiros de los muerton silo cataban destinadas a ser recitadas por el alma en peligro y ofdas sélo por los dio- vets cl hombre de los palafitos que echaba en el lago lor residuos de su comida —donde hoy los remueve el ar guedlogo— no hacia sino Timpiar su cocina, sn vivienda; 1 bula de exeneién pontificia se guardaba con tanto cuidae do en los eofres del monasterio tinicamente pars poder mos- trarla ante les ojos de un obispo importano, en el momento precito, Nada de ello tenia que ver con la preocupacién de instruir a lz opinién, ya fuera Ia de sus'contemporincos © de futoros historiadares; y cuando el medievalista ho- jea en los archivos, en el afio de gracia de 1492, Ia corres: Pondencia comercial de los Cedamos, de Lucca, comete una Indiserecién que los Cedamos de nuestros dias calificarian se 1A OMSERVACION HISTORICA darsmente si sc tomaran lis mismas Hbertades con so libro copiador de carts, Sin embargo, las fuentes narrativan —expresién consa- prada, es decir, lon relator deliberadamente dedicados 2 Ia Jnformacién de los lectores, no han dejado auacs de pptestar una precion ayada al investigedor. Entre otras ventajas, son ordinerismente las dnicas que proporcionan uun-encusdre cronotégico casi normal y seguido. ZQué a0 daria un prehistoriador —o un historiador de Ia India— ppor disponer de un Herodoto? No puede dudarse de ello: sen Ia segunda categoria de testimonios, en los testigos sin saberlo, donde te investigacién histériea, en el-curo de su avance, ha puesto cada vez més su confianza, Comparese Ja historia romana, tal como. la cseribian Rollin, o el mie- mo Nicbahr, con la de cualquier manual de nuestros dict: Ja primera tomaba lo mis claro de su sustancia de Tito Livio, Suetonio o Floro; Iz segunda se constraye, en una gran parte, segin Isa inscripciones, los papicos y las mone~ in. Trozn enero del patado no_ hen podido wer recon truldos sino asi: toda Ia prehistora, casi toda 1a historia econdmice, casi toda la historia de las extracturas sociales, Y aun en el presente, iquién de nosotros no preferiria tener centre las manos, en ¥e2 de los periddicos de 1938 5 1939, algunos documentos secretos de ‘as cancilleias © algunos informes confidencisles de jefer milicares? No eb que documentos de este tipo estén exentos de cerrores o de mentiras en mayor medida que los otros, Ni falian falas bolas, ni dicen. verdad todas las cartas de nego cios y todos los informes de embajadores; pero ahi ta d= formacién, suponiendio que exists, por To menos no ha sido concebida especizimente para la poseridad, Ante todo, er tos indicios que, sin premeditacin, deja exer el pasado 2 Io Jargo de sa ruts nos permiten suplir las narraciones, cuando no las hay, 0 contrastarls si su veracidad es soepechona, Pre~ servan a nuestros estudios de un peligro peor que la igno- ancia o la inexzctitud: el de una esclerosis irremediable. Efectivamente, sin su socorto verfamos inevitablemente ai historiador convertirse en seguida en prisionero de los pre~ 1A onsenvaci6n rsTORICA 53 jvicios, de Ik fala prndencia, de la miopfa que sufrie on ess mismas generaciones desaparecidas sobre las que te inclina, y veriamos al medicealists, por ejemplo, no dar sino muy poca importancia al movimiento de las oo- munidades, a pretexto de que los excritores de la Edad Media no suelen hablar de él, 0 desdefar los grandes im= ppabioe de Ia vida religion on razén de que ocupan en ta letra napa dea emo mocho menos espacio que las guerrae de los Barones, En una palabra, veriamos a Ja Fisoriay pare sir una anitenecira'a Michelet, dejar de ter la exploradora cada vez mas arrojeda de las edades ppusadas para venir a ser Ia eterna ¢ inmévil alumna de sas “crénicas”. [No slo cio, sino que hasta en los testimonios mis decididamente voluntarios, lo que nos dice el texto he de- jado expresamente de ser, hoy, el objeto preferido de nuestra stencida, Nos interesamos, por lo general, ¥ con mayor ardor, por Jo que se nos deja entender sin haber Aeseado decitlo. Qué descubrimos de, més instructive en Ssint-Simon? Sis informaciones, tantas veces controver~ das, sobre Jos acontecimientos d¢ su tiempo, o la extras ordinaria luz que las Memoria: arrojan sobre la mentalidad dde un gran sefior de la corte del Rey Sol? Entre las dis de sintos de la alta Edad Media, por Jo menos las tres cuartas partes son incapaces. de envefiarnes algo slido acer~ ca de los pladotos personajes cayo destino pretenden evocars Ina si, ad contrario, lap interzogamot acezca de las maneras de vivir o de pensar correspondiensee a las Epocss en que fueron excritss —cosas todas cllas que la hagiografis no tenfa el menor desco de exponernos— Iss hallaremos de tun valor inestimable. En nuestra inevitable subordina~ fl pasido, condenados, como To estamos, a conocerlo nicamente por sus rastros, por lo menos hemos conseguido ‘aber mucho més acetea de él que Jo que tavo a dejarnos dicho. Bien mirado, es un gran desquite de la inteligencia sobre los hechos. Pero desde el momento en que ya no nos resigna- mos 4 regitrar pura y sencillamente los dichos de nuestros 34 {EA OBGERVACIGN atsTSRICA testigon, desde cl momento en que nos proponemos obli« garies a hablar, aun contra su gusto, se impone un cuct tionario. Tal es, en efecto, la primers necesidad de toda bisqaeds histérica bien levada, Muchas personas, y aun al parecer ciertos autores de mansles, forman una imagen sombrosamente cide fe In matcha de nuestro trabajo. Em el principio, parccen decir, extn los docunnton, El hisoriador ov rodney lon lee, se esfuerza on posar su autenticidad y su veracidad, ‘Tras ello, dnicamente tras ello, deduce ws consecuencias Desgraciadamente, nanca historiador alguno ha procedido asi, ni aun coando por azar cree hacerlo. Porque fos textos, 0 1os documentos argueoligices, aun Jos més claros en apariencia y los més complacientes, no hablan sino cuando se sabe interrogarlos. Antes de Boucher de Perthes abundsban Tas herramientas de pedernal, al igual que en muestros dias, en las tierras de aluvién’ del Somes pero no hubiendo quien las interrogars, no habia prehistoris, Como viejo medievalista que soy, confieso no conocer Jectura mds atrayente que Ia de un cartalaro, porque of, mas o menos, qué pedirle. Una compilacién de inscripciones romanas, en cambio, me dice bien poca cos. Las Ito mejor o peor, pero no me dicen ada. “En otros tézminos, toda investigacion histiriea premapone, desde sus primeroe pasos, que Ta encucsta tenga ya una direccin En el principio exté Ja inteligencia, Noncs, en ninguna ciencia, 1s observacién pasiva —aun éuponiendo, por otra parte, que sea posible— ha producido nada fecundo, No nos engaiiemos, Sin duds, sucede a veces que a cuestionario es paramente instintivo, pero existe, Sin que ¢l tabajador tenga conciencia de ell, los aticuln del mi. ro le son dictados por las afirmaciones o las dudas que ss experiencias anteriores han inscrito oscaramente en si ce- ebro, por Ja tradicién, por el sentido comin, es decir, de~ masiado 2 menudo, por los prejuicior comuncs, No ve os nunca tan receptive como se cree. No se puede dar de aparente cumisién, J ingpiraciéa del documento. Por 1a opseavaciGn asréRICA 35 exc camiao més de una investigacién hecha con buena vo! Tantad ha sido condenada al fr1cao o a ls intignificoncia, La facultad de cecoger es necestria, pero tiene que mF extemadamente flexible, susceptible de secoger, en medio del camino, multitad de nuevos aspectos,abierca a todas 1s sorpresay, de modo que pueda atraer derde cl dhs las Himaduras del documento, como un imén. que el itinerario extablecido por un explorador antes de su salida no serd sguido punto por punto; pero, de no tenerlo, se expondri 2 errar etemmamente 2 a ventura, nits, ‘Todo cuanto el hombre dice o excribe, todo cuanto fabrics, cuanto toca puede y debe informarnos acerca de él, Ts curiow dare cuenta de cémo las perionas extcafias ucstso trabajo calibran imperfectamente la extensién de cos posibilidades, Contingan atadas a una idea may afeja de nuestra ciencia: Is del tiempo en el que apenas si se st- bia leer mis que lor testimonios voluntarion, Reprochando a 1a “historia tradicional” el dejar en la sombra “*fendmenot considerables” que, sin embargo, cran “de mayores conse- Stencin y imi eapaces de. motes Iz vide proxima que todos los acontecimientos politis”, Paul Valery ponis como ejemplo “la conguista de la tierra” por la electricidad. En ‘esto se le aplaudira con gusto. Es, desgraciadamente, demax Siado exacto que erte iamenso tema no ha producido todavis ningiin trabajo serio. Pero cuando, arrebatado en cierta ma~ hnera por el exceso mismo de'su severidad para justificar la falta que acaba de denunciar, Paul Vsléry afiade que ces fendnenan “emapan”—neceninente al hieridor porque, prosigae, “ningin documento los menciona ex- petamenicho ie temcion, pando del bio = In cien- Ea, se equivoca de direccign, ;Quién puede creer que las empresas de fa industria eléetries carezcan de archivos, de estates de consumo, de mapas de extension de sus redet? Loe historiadores, dirin, han descuidado haste ahora con~ saltar ewe documentos; y es, sin duda, wna falta; a menos que Ia reeponesbilidad recsiga en guardianes tl vex demasiae do celowos de tantos hermosos texoros. Hay que tener par 56 1A OBSERVACION HISTORICA ciencis, La historia no es todavia como debiera ser, Pero Ro ¢6 una razn para cargar a Ia historia posible con el peso de los errores que no pertenecen sino a la historia smal ‘comprendids. De ese caricter maravillosamente dispar de_nucstros materiales nace, sin embargo, una dificultads desde luego, lo suficientemente grave para contarie entre las tres 0 cas tro grandes paradoja del oficio de historiador, Serfa una gran ilusidn imaginarse que cada problema hinSrico se vale de un tipo Sno de doctmenton especial zado en este empleo. Al contrario, eusnto mis ve eafuerza la investigaciéa por llegar x los hechos profundos, menos le ¢¢ permitido esperar Ia luz si no es por medio de rayos sconvergentes de testimonios muy diversos en a nataraleza. 2Qvé hhistoriador de las religiones se contentaria con. la compulsa de tratados de teologia o colecciones de himnos? EL To sabe: acerce de las creencias y las sensibilidades muer- tas, las imagenes pintadaso esculpidas en las paredes de los santuarios, la disposicién 0 el mobiliario de las turubas le dicen, por lo menos, tanto comé muchos escrito. Asi, tanto como’ del estudio de fas crGnicss o de las carts puebls, anuestro conocimiento de las invasiones germénicas depende de Ja arqueologia funeraria y de Jos estudios toponimicos, ‘A medida que se acerca uno a nuestro tiempo estat exigen cias se hacen, sin duda, distintass pero no por ello menos imperiosss. Para comprender las sociedades de hoy, cquién ‘ree que baste hondizse en ls lectura de debates parlamen- tarios 0 de oficios de cancillerfa? {No habri que aber interpretar el balance de un banco, texto, pare el profano, és hermético que muchos jeroglfficor? El historiador de tuna époea en la que reina la maquina, {dcberd ignorar ‘cémo estin constituidss y edmo se han modificado tas 'Y ssi caif todo problema humano importante necesita ‘1 manejo de testimonios de tipos upuestos es al contrario, de toda necesidad, que las téenices cruditas se distingan segin los tipos de testimonio, El aprendizaje de cada ana de ellas es largo, su posesiOn plena necesita una prictica més larga todavia y, por decirlo asi, constante, Por ejemplo: 1A onsenvaciSw wisrénica 57 sélo un nimero muy redacido de investigadores pueden vanagloriasse de hallarse bien preparados para leer y erie ticar una carta pucbla medieval, para interpretar correctz= mente los nombres de logares (que son, ante todo, hechos Tin fsticos), para fijar sin errores Ia fecha de los ves jos de un habitat prehistérico, celta, galorromano; para sanalizar lar avociaciones vegetales de un prado, de on ber- echo, de un crial. Sin embargo, sin todo ello, jc6mo pretender escribir la historia dela ocupacién del. suclo? Creo que pocas ciencias estin obligadas a usar simultines- mente tanias herramientas dispares. Y es que los hechos hhumanos son de los més complejos, y el hombre se esloca en el extremo de In naturaleza, Es Geil, a mi ver, es indispensible que el historiador ay al menos, una nocién de las principales técnicas de f ofcio. "Aunque slo ses para ther ‘modir por ade- lantado la fuerza de Ja herramienta y las diticultades de ss manejo. La lista de las “disciplinas auxiliares” que pro- ponemos a nuestros principiantes ex demasiado reducida. A hombres que en la mitad de su tiempo no podrin alean- tar el bjeto de es vedio sino a través de las paras, ipor qué absurdo paralogismo se les permite, entre otrst lagunss,ignorar lv adquskiones fundamentaes de Tine giistica? ‘Aun asf, y suponiendo una gran variedad de con rmientos en los investigadores mejor provistos, éxtor hallarin pte, y normalmente may de pris, sus Timites, Enton- cea no queds otro remedio que sustituir la muliplicidad de aptitedes en un mismo hombre por une alianza de tée- nicas practicadss por diferentes eruditos, pero dirigidas todas ellis a In elucidacién de wn tema tinico. Este método supone Ja aceptacién del abajo por equipos. Al mismo tiempo exige Iz dofiniciOn previa, de comin severdo, de algunos grandes problemas dominantes. Se trata de logros de los que todavia estamos muy lejos. Pero ellos influirén, sin duda alguna, en el porvenir de nuestra ciencia. 38 LA OMSERVACION ISFORICA TIL, La TRANSMistGN DE Los TESTIMONIOS Una de las taress mis dificiles con las que se enérents el historiador es la de reunir los docomentos que cree ne cesitr, No lo logratia sin la ayuda de diversos gatas: in- venterios de archivos 0 de biblotecas,eatilogos de muss epertorice bibliogréficos de toda indole. Vemos, muchas recen cruditos a la violeta que se extrafian del tiempo ssri= Feado por auténticos eruditos ea componer obras de este tipo, y por todos los investigadores en conocer et exixtencia Y aprender sa manejo; como e,gracis alas hora invertidat fstos trabajos que, aunque no earezcan de cierto escondi- do atractivo, desde Inego extin faltos de billo romdatico, no se ganara tiempo y ve ahorrara mucha encrgin, Ex diffil imaginaree, si no ee es expecialista, Ja suma de esfuerzos catipidamente instiles que un apssionado por ts historia del tulto de los sancos ee ahorza si conoce 12 Bibliotheca Ho- giogrephica Latina de los Padres Bolandistas. Lo que hay Gus sentir, en verdad, ex que no podamos tener en ues tras bibliotecas ana mayor cantidad de estos instrumentos (cays enameraciGn, materia por matcria, pertenece a lon libros especiales de orientacién) y que no sean todavia lo bastante numeroros, sobre todo para las Gpocas menos ale- jadas de novotrosy que sa_establecimiento, principalmente tn Francia, no obedezca sino por excepcién a un plan de Conjunto raclonalmente concebidos que su puesta al dia sea demasiadas veces abandonada caprichos individusles 0 2 Ja parsimonia mal informada de algunas cases editoras. El tomo primero de lat admicsbles Fuentes de la Historia de Froncls, de fimile Molinier, no he sido reeditado desde su primeta aparicién, en 190%. Este sencilla hecho es toda Sng grave acaaciin, Evidentements, Is herramienta 00 hace le lencia, pero uaa sociedad que protende respetar Ia iencia no debetia desinteresare de sus herremientas, No abe duds que seria prudente no confiar demasiado, para fograrlo, en las instituciones académicas, que por so re dlstamiento favorable a a preemineneia de la eded_y propicio a los buenos divcipulos, suele carecer de expiritu 1a omsssnvacidn misrénten 9 de empresa, Nuestra Escuela de Guerra y mucsttos Ee tedos Mayores no son los tinicos, en nuestro. pais, que contervan en tiempos motorizadcs fa mentalidad de'a eax rreta de bueyes. ‘A pesar de lo bien hechos, de Io abundantes, que puc- dan ser esos mojones, servirian de poco 2 un investgador ‘que no tuviete, por adclantado, wna ide: del terreno 2 cexplorar. in contra de lo que a veces suclen imaginarse fos prineipiantes, no surgen Jos docementos, aqui y alld, por cl sole efecto de no se sabe qué misteriowo decreto de los dioses. Sa presencia o eu susencia, en tales 0 cuales archi- vot en una u otra biblioteca, en el suelo, dependen de ‘eautgs humanas que no escapan al anilisis, y Jos problemas que laatea st taneniGey ejoe de tener dnicamente el mero alcance de ejervicios técnieos, rozan lo ms de la vida del passdoy porque lo’ que se en puesto en juego 9 nada muenos que el paso del recuerdo a través de Jas generaciones, Al frente de obras histiricas serias el autor generalmente coloca una lista de siglas de los archivos que hz compalsado, de los libros gue le han ser vido, Esti bien, pero noes suficiente, “Todo libro de historia digno de cxe nombre debicra incluir un espitulo, 6, si se prefiere, insertar en los puntos cardinales del des- atrollo del libro, una serie de pérrafos que se intituarian poco mas o menos: jCémo puedo saber Io que voy « de cir!” Estoy persuadido de que si conociesen estas confesio- nes, hastz Jos lectores que no fuesen del oficio hallarian en clas un verdadero placer intelectual. El especticulo de la investigaciGn, con sus éxitos y fracasos, no cs casi munca aburrido, Lo acabado es lo que destla pesidez y tedio. A. veces reedio In visita de invesigadoren que desan escribir In hora_de su pucblo. Por lo general, ls digo To igoiente, que agai simplifca an poco pars eviar det Tee erates que catarfan era de lugar: “Lav comonida- dss campesinas no tarieron sino tara rex 3 tardiamente archivos’ Low seoron, al contrary eran cmprcer rl Trmente bien organizaday poveedores de una contntidad, {qe kan comervalo, por lo general y desde my pronto, 60 1A OBSERVACIEN HISTORICA sus archivos, Para el perfodo anterior a 1789 y, oxpe- cialmente para épocis més antiguas, los principales docu- mentor, de los que pueden esperar servitse son, pues, de procedencia seforial. De donde resulta que ie primera fuestién a la que tendrin que contestar y de la que todo ependerd, sré Is siguiente: en 1789, jquién eca el sefor del pueblo?” (En realidad no es imposible la existencia si- rultines de ratioe efiores entre quienes hays sido repar~ tido cl pucblo; pero, para simplificer, dejaré de lado esta suporicién.) “Pueden conecbirse tres eventualidades: El tefiorfo pado haber pertenecido a una iglesia, a un Inico emigrado darante la Revolucién a un Isico no emigrado. EL primer caso es) con mucho, el més favorable, En ext eventualidad el archivo seguramente ha sido bien mane jado, y desde hace macho tiempo; y fue seguramente con Fiseado a partir de 1790 al mismo tiempo que las tiérras, por Ia aplicacin de las leyes de secularizacién del lero. De- bieron Hlevarlo a algin depésito pablico y puede espersrse, razonablemente, que alli continga hoy, mis o menos intac~ to, a disposicidn de los eraditos, La hipdtesis del emigrado todavia es bastante buena: en este caso debié de ser embar~ ado y transferido; a lo sumo, el peligro de una destruc~ cién voluntaria como vestigio de un régimen aborrecido parecerd un poco de temer, Queda la altima posbilidad, que seria simamente desagradable: los antiguos duefios, desde el momento en que se quedaban en Francis, no exfan bajo la férule de las leyes de salvacién piblica y no’ pade fan en aus bienes; perdian, sin duda, sas derechos sefio~ Tiales, ya que éstos habian’ sido universalmente abolidos Y, por ende, sus Iegajos, No habiendo sido munca reclama~ fos por el Estado, Jos documentos que buscsmos han corri- do, sencillamente, Ia suerte comin de todos los papeler de familia durante Js sigles xix y tacién de helenists. Frangois Lenormant, hijo de un jembro del Instituto de Francia y lismado, él mismo, a jngreur més tarde en ex honorable compaiiia, entrd en In carrera a Jos 17 alos; confundiendo a so propio padre con el falo descubrimiento de inscripeiones en la capilla de Sin Floy, que habia fabricado con sas propias manos ya viejo y cargado de dignidades, sw sltimo golpe maestro fue, a lo que dicen, publicar como originales griegos al- gunas triviales antigicdadcs prehistéricas que habia. reco- ‘ido sin dificaltad en la eampifia francesa, Lo mismo que individuos, hubo épocas mitémanas. Tales fueron, hacia finales det siglo xvm y-principios del xxx, Jas generaciones prerroméaticas o ‘roménticas, Poemss pseudo-célticos esritos bajo e) nombre de Ossian; epope- yas y baladas que Chatterton crey6 escribir en inglés arcaico; possias pretendidamente medievales, de Clotilde de Sure Yille; cantos bretones imaginados por Villemarg res imaginarismente traducidas del croata por Merimées canciones heroiess checas del manuscrito de Keavoli-Dvor. Y basta de efemplees fue, de un confin a otro de Europa y durante algunas décsdas, slgo ssi como una vasta sinfo- nia de fraudes, La Edad Medis, sobre todo del siglo vin al xn, presenta otro cjemplo de esta epidemia colectivs. Sin dada la mayoria de los falios diplomas, de los falsos Gecretos pontificio, de las falsas capitalares, entonces fam bricadas en tan gran nfimero, lo faeron por interés, Los falsarios no se proponian otra cosa que asegarar 3 una ighe= sia un bien que Je disputaban, 0 spoyar Iz avtoridad de Roms, 0 defender a los monjes contra el obispo, a los obise ‘pos contra los metropolitanos, al pays contra los soberanos, al emperador contra el papa, Pero es un hecho caracteristico aque estos engatios de personajes de una piedad y muchss veces de una virtad incontestables fueron hechos con sa syada directa, A todas luces, no herfan, ni poco ni mucho, La oxirica. 7 Ja moralidad comin, En camto al plagio, en exe tiempo, parecia ser, universaimente, ef acto més inocente del mane do: el analista, el hagigrafo se apropiaban sin remor~ dimiento trozos enteros de escritores mis antiguos, Sin ‘embargo, nada menos “futuristz” que ens dos sociedsdcs, por otra parte de tipo tan diferente. Para su fe, como para sa derecho, la Edad Media no eonocia otro fanda- mento que la leeciéa de sus antepandos. El romanticismo desesba beber en la fyente viva de lo primitivo y de lo popular. “Asi, pues, lor perfodos més nidos a la tradicién fueron los que te tomaron més libertades con sa herencia, como si por uns singular revancha de ona irresistible nece- sidad de crescién, a fuerza de venerar el pasido, fueran paturalmente Hevados a inventarlo. En cl mes de julio de 1857, el matemético Michel Chasles puso en conocimiento de la Academia de Cioncias tun fote de cartas inéditas de Pascal, que le habfan sido ‘vendidae por su proveedor habitus, e lustre falsrio Vrain- Lucas, Segiin elles, el autor de las Provinciales habia for- rmuledo, antes gue Newton, el principio de la atraccién univers, No dejé de extrafarse un sabio inglés. ¢Cémo explicare —dijo en sustancls— que estos textos recojan medidas astronémicas levadas a cabo muchos afios después de la muerte de Pascal y que sélo conocié Newton ya pa- blicadas las primeras ediciones de su obra? Veain-Lucas no cera hombre para apurarse por tn poco, puso de nuevo mano a la obra y pronto, rearmado por el, Chasler pndo mostrar nuevos sutégrafos. Ahora los firmaba Galileo y emaban dirigidos Pascal, De eta manera se resolvie ef ernigma: el ilustre astrénomo habia hecho las obscrvaciones yy Pascal los eileulos. ‘Todo ello, y por ambas partes, seere- Taniente. Cierto cs que Pascal no tenia sino 18 afior a Ja rmucrte de Galileo. Pero exo nada importaba; no era sino cura razén que aliadir para admirar Ia precocided de su genio. Sin embargo, advirti6 el infatigable objetante, existe tuna nueva rarcza: en una de exis carta, fechada en 1641, Gilileo se queja de no poder escribir sino 2 costa de una ‘gran fatiga de sus ojos, y_jmo sabcmos que desde fines del 7" 2A cnfrica fio 1637 estaba completamente ciego? Perdéneme —cone testé poco después el buen Chasler—, estoy de acuerdo en aque haste ahore todos erefamos en ess cegueras pero nos fequivocamos, porque puedo introducir en lot debates una ppieza decisiva: otfo sabio italiano hizo saber a Pascal, el 2 de diciembre de 1641, que en es fecha Galileo, cuya vier ta te debilitabs devde hacia varios afios, accbsba en este momento de perderla por completo. .. No todos los impostores han desplegado tanta fecun- didad como Vrsin-Lucis; ni todos los engafiados, el candor de wu lamentable victima. Pero que el isulto 2 Ia verdad fea un engranaje, que toda mentiza acartee casi forzosa~ mente como secuela muchas otras, Ilamadas 2 prestanse, por Jo menos en apariencia, apoyo matuo, es cost que ensefia Is experiencia de Ia vida y confirma la de la historia. Es la azn por Ia que tantos fraudes célebres se presentan en racimos: falsos privilegios del sitio de Canterbury, falios privilegios del ducado de Austria —suscritos por tantos grandes wberanos, de Julio César a Federico Barbarroja—y falsificaciones en’ fora de arbol gencalégico, del cao Dreyfuss: ereeriase (y no he querido citar sino algunos ‘ejemplos) ver ana multiplicacién de colonias microbianas, El frande, por nataralezs, engendra el fraude. Existe una forms més insidioss del engsfio; en vex de la mentira bratal, completa y, si puede decirse, franca, el sola pido retoque: interpolaciones en cartas auténticas, 0 el bor ado en las narraciones, sobre un fondo sproximadamente veridica, de detalles inventados, So interpola generalmes te por interés, se borda muchas veces para adornar; los dafios aque una extéties falaz ejerci6 sobre Ja historiografia antigua ‘© medieval han sido denunciados muchas veces. La parte gue les corresponde no es tal vez mucho menor que Ta que puede observaree en nuestra prensa, Aun a costa de la ve racidad, cl més modesto cuentista forja voluntaria ‘sus personajes segiin las convenciones de una retérica que Ta edad no ha empafiado en su prestigio, y en muestras ze~ dacciones, Aristételes y Quintifiano cuentn con mas dis- cipulos de To que se cree cominmente. 1A enirica, 9 Algunas condiciones téenicas parecen favorecer extas de= formaciones. Cuando el expfa Bolo fue condenado a muerte en 1917, un periddico publics, 2 lo que dicen, el 6 de abril, los detalles de 1s ejecucién que, primero fijada para esta fecha, no tuvo lugar sino once “dias mas tarde. El periodiets habia excrito ou relato con anticipaciOn, y per suadido de gue el acontecimiento sucederia el dia previsto, czeyé indtil comprobarlo, Ignoro lo que valga la anéedota. Sin duda equivocaciones tan grandes won excepcionales, pero feniendo en cuenta que el original debe ser entregado a tiempo, los reportajes de sucesos previstos son, 2 veces, pre= parades de antemano; suponer la repeticién de hechos parecidos no es inverosimil. Estamos convencidos de que Jz urdimbre seré modificada si se observa que se refiere = hrechos importantes, pero puede dudarse que s retoguen notes accetorian si dst se juzgam necesaias al color Jocal, con la seguridad de que a nadie se Je ocurrira comprobarlas, Por lo menos, lo que un profimo cree entrever. Seria de descar que un hombre del oficio aportase al tema laces sincerss. Deseraciadamentc, los periddicos no han dado to- davia con su Mabillon, Lo seguro es que Ta obedien: tun e6digo un tanto pasado de moda, do conrenien rari, el respeto a una psicologia estereotipada, la pasién por lo pintoresco, no perderin muy pronto su sitio en Ia gale- ria de lo fabricantes de mentiras De la simulacién pura y simple al ervor enteramente involuntario existen muchos maticet aunque slo sea en xzzén de la fécil metamorfosis con que el embaste més bur~ doy sincero se truec, si la cain es propicia, en mentira habitual. Inventar supone un esfuerzo que sepugns 2 la pe- zeza capiriteal, comin a la mayoria de los hombres. 2No et més cdmodo aceptar complacidamente ona slesién, espon= tanea en su origen, que halage el interés del momento! Véase al célebre cpitodio del “avién de Nuremberg”. A pesar de que el asunto nunca fue perfectamente acara- do, parece ser que ua avién comercial francés volé sobre J ciudad algunos diss antes de la declaracién de guerra; + porble que ac le tomara por un avidn militar. No es 80 1a oririca fnverosimil suponer que en una poblcién ya press de Jot fantaamas de una guerr préxima, cundieta la noticia de ‘que habia arrojado bombas. Sin embargo, es evidente que no fueron lanzadas, que los gobernantes del imperio alemin pposeian todos los tedios para deshacer ese rumor y- que, scogiéndolo sin comprobacidn, pars transiormarlo en mo- tivo de guerra, mintieron; pero tal vez sin haber tenido primero una conciencis muy clare de ex imposturs. El sboardo rumor foe creido porque era étil creerlo, De to- dos los tipos de mentira, el que se crea a si mismo no es de los menos frecuentes, ¥ la palabra “sinceridad” recabre un conecpto poco claro que no debe manejane sin considerar muchos matices. No es menos cierto que muchos testigos se equivocan de buena fe. He aqui, pues, legado e} momento, para el historiador, de aprovechar los excelentes resultados que dan, desde hace algunas décadss, [2 observacién é vin y que ha forjado una disciplina cisi nucva: la peicologia del tes timonio, En lz medid2 en quc- nos interesa, las adguisi- ciones esenciales parecen ser las que siguen, Si se cree a Guillaume de Ssint-Thicrry, a0 diseipalo y amigo, San Bernardo se extraié mucho on dia al saber ywe en la capilla en la que siendo un joven monje seguia Cotidiaoamente tor ficce divinoy, Is parte alt, del alat se abria en tres ventanas, y siempre se habia imaginado que tno existia més que una. Acerca de ello, a au vez, t€ ex” traiia y admira el hagidgrafo. Semejante desprendimiento de Jas cosas de Ta tierra. no presagiabs 2 un perfecto servider de Dios? Sin dada, Bernardo parece haber sido de una distraceién_poco comin si es cierto que, tal como se cuen ‘a, le sucedié més tarde andar darante todo un dia por las corilas del lago Lehman sin darse cuenta de ello. Pero para cequivocarse tan groseramente acerce de las reilidades que nos debieran ser mas conocidas parece que no se necesita ser un principe de le mistica. Los alamnos del profesor Claparéde, en Ginebra, 2 resultis de amas eélebres expe riencias, fueron tan_inctpaces de describir correctamente el vestibulo de so Universidad, como el doctor ‘de palae 2a eririca sr bra de let” ta iglesia de su monasterio. La verdad es que, fen la mayoria de los cerebros, el mundo circundante no frlla sino mediocres, aparatos tegistradores, Afddae que, no siendo los testimonies en verdad sino ia expresién de recuerdos, los errores primeros de la percepciin se exposten sienipre 2 complicarse con errores de lz memoria, la ret ‘memoria que ya denunciaba uno de nuestros vie~ ado irreverente pro- poner pars ests psicoss la denominacién de ‘“nfermedad de Lamartine”?” Como todos saben, estas mismas pertonas no ton: de ordinario lis menos piontay 3 afirmar, Pero si cexisien’teatigon m3 o menos sobpechooos y seguros, I ex pperienéis prueba que no se encuentran otros cuyos dichos sean igualmente dignos de fe acercs de todos los temat y en todas citcunstancias, En sentido absoluto, no existe el buen testgo; no hay més que buenos o males testimonioe. Dos Srdenes de causa, principslmente, slteran_hesta' en el hombre mejor dotado'la veracidad de las imagenes cere- bralei. Unas'dependen del estado momenténeo del obser vvador: la fatiga, por ejemplo, o la emocién's otras, del grado de sa aténcidn. Con poeas excepciones, no se ve, no se oye bien sing lo que & quiere percibir. Si un médico we acerea al lecho de un enfermo, es de creerle, con mayor seguti- dad, acerca del aspecto de su pacfenic, que hs examinado detenidamente, qe sobre lor mucbles de Ia alcobs, sobre os que probablemente no lanzé sino miradas distrafdas. Asi, a poser de un prejuicio bastante coin, lor objetos del mis familiares. —como para San Betnardo la capil Cister— cuenteh ordinariamente entre los mis dificiles de describ con precisin; porque le familisridad leva con sigo casi nécctariamente la. indiferencia. ‘Ademés, muchos acoftecimientos histéricos no han po- ido ser obiervados sino ext momentes de violents conmo ign emotiva, o por testigos cuya atencién fuera vlicitada demasiado tarde, si habia sorpresa, o rétenida por lis pre- ceupaciones de Ia accién inmediata, era incapaz. de fijarse saficientemiente en aquellos rasgos 2 los que el historiador 82 a erfrica stribuitia hoy, y con sobrada razén, un interés preponde~ ante, Son célebres algunos eazos. El primer disparo que te oy6 al 25 de febrero de 1848, frente al Mininerio de Relaciones Exteriores, y que sefial6 el principio. del smotin del que debi, 2 50 vez, slr Is Revoloci,. fue hecho por el ejército 0 por k multitud? Lo més pro- bable es que no Jo sepamos muncs, jCémo, pues, por otra parte, tomar en serio Toe grandes trozos descriptivor, lat pintores minucioses de les trajes, de les gest, de las cere~ monias, de los episodios guerreros hechos por fos cronitat? sPor qué ratina obstinada se puede conservar la menor ilusién acerca de Ia veracidad de todo ese baratllo del que se mutre la morralla de los historiadores rominticos cuaie do, 1 nuestro alrededor, ni un solo testigo puede acordarse exactamente, en su integridad, de los detalles tbre lor que se ha interrogado tan ingenuameste a los viejos autores? [A To més, estos cuadrot nos dan el decorado de las acciones tal como ve las suponfa en los tiempos del escritor. Ello es muy instructivo, pero no ex el tipo de informes que los aficionados a lo pintoresco piden generalmente 4 sus fuentes, Conviene ver, sin embargo, qué conchisiones, tal vez pesimistas, pero Gnicamente en apariencia, imponen en lo sucesivo 2 nuestros estadios estas observaciones, No Megan a Ia estractara elemental del puedo. El dicho de Bayle sigue siendo justo: “Nunca se objetaré nada que valga In pena contra la verdad de que César vencié 2 Pompeyo y, sea cual sea el principio aue se quiera discutir, no se har Maré, por mucho que se busque, cost més inquebrantable que esta proporicién: Cérar 9 Pompeyo exiitteron 3 no fuee rom una simple modification del alma de los que excribieron tu gida” Bs ciety pos no debra mali, com er dad algunos hechot de este tipo, desprovistos de explica- clones, Ia historia ee reduciefa a uaa ata de burda ane- taciones, sin gran valor intelectual: Felizmente no es ér cl caso,” Las Gnicas causas que lt psicologia del testimonio cstigmatiza por su frecucnte incertidumbre son los antece- entes may inmediatos. Un_ gran acontecimiento. puede compararse a una explorién, (En qué exactas condiciones 4¢ prodgjo el sltimo choque molecular indispensable a la ex- 2A enirica 83 plosién de Jos gases? Bueno seri 2 menudo resignsraos a Sgnorarlo. Evo es Jamentable, sin duds, {Pero acao los qui- icos estén en mucho mejor situsci6n? ‘Lo que, in embar- 80) no impide que In composicién de 1x mezcla detonante fea perfectamente susceptible do andliis, La revolecién de 1848, que por una extrafa aberraci6n algunos historiadores han cteido poder citsr como el prototipo de an aconteci mniento fortuito, fue claramente determinads por numero- ss factores, muy diversos y muy activos, y, desde el primer inomento, un Tocqueville pado entrever cuiles fueron fos que Ta habfan preparado desde hacfs macho tiempo, ;Qué fue el tiroteo del bulevar de Iss Capuchins sino ta ile tima chispa necenria? ‘Va veremos efmo las cama prévimas no se ocaltan elo a I observaciéa de nucstros interrogsdos, sino también ¢ Je nuestra, Ellas constituyen, en si, la parte. privilegiada de Io imprevisible —del azir— en la historia, Podemor comiolarnos sin demasiada pena de que los achaques de los. testimonios ye disimulen generalmente a lea mds sutiles de nuestros instrumentos, AUngue fuesen mejor conocidos, su encuentro con las grandes cadenas causiles de In evolucion reptetentaria el residuo de mentiras que nucstra ciencia no Tograté jamés eliminer, ni tiene el derecho de. preten- derlo, En ewanto a los resortes intimos de lor destinos hhomanos, a las vicisitudee de lz mentalidad o de le sensi- bilidad, ‘de las tenieas, de la estructura socisl 0 econd= mica, los testigos que interrogvemos no estarin sujetos las fragilidades de la percepciéa momenténes. Por wn fe- liz acuerdo —que ya Vohaire habia entrevisto—, Jo que hay en Ia historin de més profundo pudiera ser tambi Jo que hay de més segus Eminentemente variable, de individuo a individao, la facaltad de obserraciéa no es, tmpoco, una constante s0~ cial, Algunas Zpocas extin mée desprovistas de ella que otrat, Por mediocre que ses, por ejemplo, hoy y en Ta mayoria de los hombres, la apreciacién de los niimeros, ya no falta tan universalmente como entre los cronistas mee dicvales; nuestra percepcién, como nuestra civilizacién, 84 2a eririca has impregnado de matemitices. Sin embargo, si los errores del testimonio fueran determinados, en tltimo andliss, sélo por las debilidades de los sentidos o de la atencién, el historiador no tendria, en suma, més que abandonar su esta~ dio al psicSlogo. Pero mas alli de estos pequeiiosaccidentes cerebrales, de_nsturaleza bastante comtin, muchos de los errores se femontan a causss mucho més as de tuna atméefera weial particular. Por esta razén adquieren 2 menudo, a. vez, como la mentira, an valor documenta En el mes de septiembre de 1917, el regimiento de infanterfa al que yo pertencefa se encontraba en las trin- cherat del Camino de las Damas, al norte de In pequefia ciudad de Brsime. Como consecuencia de un golpe de mano, hicimos un prisionero, Era uo reservista, de oficio comerciante, originario de Bremen, junto al Weeer. Poco tiempo después nos llegé una curios hisoria de la reta- guardia: [Qué marsvilloso es el espionaje alemén!, nian a decir, poco més 0 menos, cxos camaradss ‘bien informados, Se atace uno de sus pequefios pucstos en el corazén mismo dc Francis, {Qué se encuentra? {Un co- merciante extablecido durante los aos de paz a unos Ailémictros de alli: en Braisne.”” El despropésito aparece cla- ro Sin embargo, guardémonos de tomarlo demasiado 2:14 Tigers, {Se tratard sin mis de un error del ofdo? Seria, de todas maneras, expresarse con bastante inexactitud, por- que, mejor que mal ofdo, el nombre verdadero habia sido; sin dada, mal comprendido: generalmente descon ro lamaba Ia stencién, Pero hay mis. En este primer tratajo de interpretacién se hallaba ya implicado otro, igual- mente inconsciente. Ta imagen, muchas veces. verfdica, de Tas astucias alemanas se habia popolarizado en inname- rubles narracioncs y halagaba vivamente Ta sensibilidad fo- tinesca de las matas, La wustitocién de Bréme por Braisne armonizaba + maravilia con esx obsesién y no podia dejar de imponerse, en cierto modo, espontineamente, Tal es el caso de gran nimero de deformaciones de testimonios, El error esté casi siempre orientado de ante- Fn francés) Beéme (nombre francés de Bremen 9 Brema) y Braiige se promuncian cost igual. [T-] ba oninica, as ‘mano, Sobre todo, no se esparce, no toma vide tino a con- icién de estar de’ acuerdo con lon prejuicios de le opinion ‘coming entonces 26 convierte en el expejo donde Is con ciencia coleetiva contempla sus propios rasgos. Machas cic tas belgas tire, en aus fachadas, aberturas extrechas des tinadas a facitar a Jos pintores 2 eolocacién de sus andamioss en 19145 los soldsdos alemanes jamés hubieran sofiado ver tantas ttoneras en esos inocentes artificios de albsfil, confondigndolos con puestos para los francotira- ores, si su imaginacién no hubjese estado alucinada, desde mucho tiempo atris, por el temor de lis guerrillas, Las fhubes no han exmbiado de forma desde Is Edad Medias sin embargo, ya no percibimos en ellas ni cruz ni expada milagroses. La cola del cometa que observ el gran Am= broise Paré no era evidentemente, muy distinta de Int que barren a veces nuestros cieloss sin embargo, cteyé des- ubrir en ella toda una panoplia de armas extrafias, La obediencia al prejuicio universal habia triunfado de It acor tambrada exzctitud de sa mirada, y su testimonio, como tantos otros, no aos informa de lo que vio en realidad, sino de To que, en su tiempo, se crefa natural ver. Sin embargo, para que el error de un testigo venga & ser el de machos hombres, para que una observacin equi= vorada se metsmorforee cn falio rumor, <3 necesario que el estado de la sociedad favorezca esa difusién. ‘Todor los tipos sociales no Te son, ni mucho menos, igualmente pro- picios, Acerca de ello Jos extraordinarios avatares de fa vida colectiva que nucstras gencraciones han conocido constite- yen otras tantas admirables experiencias, Las del momento factual, 2 decir verdad, son demasiado cercanas para per- mitir todavia un anilis exacto. Pero Ie guerra de 1914 4 1918 permite otra perspectira. ‘Todos sbemos que esos cuatro afios fueron’ fecundos cn falsss noticias, principalmente entre los combatientes. Como tema a estudiar, ex en la sociedad tam par Tis trincheras donde su formacién parece més i Los papeles de la propaganda y de la censura fueron, + sa manera, considerable. Pero exactamente contrario a lo 86 sa eninicn, que de cllss experaban los ereadores de esas institaciones Como dijo muy bien un humorist: “Prevalecia la opinién de que todo. podia ser verdad menos lo que se permitia imprimiz”” No oe refa Jo que declan Jo periicoy a ampoco mucho lo que tralan las cartas, ya que, sobre llegar con ivegaltidady elt wopoots muy Wigs, De ello sulta un prodigiowo renuevo de la tradicidn oral, vieja madre de las leyendss y de los mitos. Por un golpe audaz, que ningin experimentador hubiese ostdo sofar, Jos go~ Biernos abotian los siglot patados y retrotraian al soldado del frente a Joe medios de informaciéa y al estado de espirita de los vicjos tiempos, anteriores al peridico, an teriores a Ja hoja de noticias, anteriores al libro. Por Jo general, no era on Ia inca de fuego donde nsx cian Tos rumores. Alli Jos pequefios grupos estaban dema- sado aisldos entre si. Al soldado no se le permitia des Plizaree sin orden exprest; por otra parte, no hubiera hacerlo las més de ls veces sino con peligro de aa Vida, En ciertor momentos, cizeulaban viajeros intermiten= test agentes de enlzce, telefonistss que reperaban sus reas, obvervadorce de axtillera, pero esos importantes pe tonsjes tenfan pocas zelaciones con el soldado raso. Sin embargo, exixtin comanicaciones peri6dicas, mucho mit importantes, impacstas por la preocupacida de Ia comida, El agora de cx pequeiio mundo de refugios y puestos de cb- servacin fueron las cocinas, Alli, una 0 dos veces al diay los abastecedores Hegedos de diversos puntos del sector se en contraban y charlsban entre si 0 con los cocineros. Sabfan Estos muchas cosss, y2 que tenfan el. privilegio —colo- cados en Ja encrucijada de varias unidades— de inter- cambiar cotidianamente algunas palabras con los conductores ddel tren del regimiento, hombres afortunados que parabin fen Iss cercanias de los estados mayores. Asi, por un mo- mento, se anudaban relaciones precarias, entre medios sin- gularmente desemejantes, al amor de los fucgos al aire libre © de las calderas de las cocinas rodantes. Lego, los eqa~ se ponfan en marcha, por veredas o trincheras, y trafan Fare It primera nes, con sola, lt informacione, er daderas o falsa, casi siempre, por lo menos, deformadas y 1A onirica, 87 Tistas para sufrir alld una nueva claboracién. Sobre los planos directivos, un poco detris de los trazos enlzzadea que diba- jaben tas posiciones de vangusrdia, hubiese podido som- bbrearse un espacio continuo: Ia 2ona de formacién de las leyendas. 1s historia ha conocido més de una sociedad regida en ‘gran escala por condiciones anilogas, con la diferencia de gue, en ver de ser el efecto pasajero de una crisis excepcion nal, representaban Ja trama normal de la vids, Alli también Ja transmisién oral era cari Is dnics eficaz, Alli también, en- tre clementos muy fragmentados, los enlaces se hacian casi exclusivamente por intermediarios especializados, o en ciet~ tos punios de enlace precisos. Buhoneros, juglares, pere~ tings, mendigos hacfan Ja vez de los que ibaa y venian ppor las trincheras. Los encuentros regulares producianse en Jos mercados 0 con ocasién de la fiestas religioss, tal como sucedi6, por ejemplo, durante Ia alta Edad Media. Rea Tizads gracias a un conjunto de interrogatorion de gentes de puso que servian de informadores, las crdnicas monéstie cas # parecfan macho a los mementor que hubiesen podido evar nuestros eabos, sf no les hubiese faltado. gusto. para cllo. Estas sociedades fueron siempre buen medio para c} cultive de las falss noticias, Las relaciones frecuentes entre oe hombres hacen facil la comparacién entre divertos re- Jetot excitan ef eentido critico; por el contrario, xe cree fervientemente al marrador que, a largos intervalos y por diffciles caminos, trae rumores lejanos, IIL, Ensayo pe uxa 1écica Det mitrono cRirico La critica del testimonio, que trabsja sobre realidades paie gquicay, seri siempre un arte leno de sutilezas, Para ella rho existe libro de recetas. Pero ex también on arte rae cional que descansa en Ia prictics merédiea de algunas de las grandes operaciones del espiritu. Tiene, en una pale- bra, su dialéctica propia, que conviene intentar desentraar, Supongamos que, de una civilizacién desgparecida, sub- sista un solo objeto y que, ademés, las condiciones de 20 88 La exfrica descubsimiento prokiban ponerlo en relacién: aun con hue- as extrafas al hombre, tales como ciertas sedimentaciones ‘gooldgicas (ya que, en esta rebusca de ligazones, [a natura~ Jeza inanimada puede tener su parte). Seré absolutamente le pronuncisrse acerca de la fecha de origen de cette tinico vestigio, ni acerca de su autenticidad, ya que no se restablece jamés una fecha, ni se comprueba, ni, en suma, se interpreta nunca an documento sino por su inser= cién en una serie cronolégics o en un conjunte sincrénico, Mabillon fund6 la diplomitica comparando los diplomas ‘merovingios, unas veces entre si, otras con otros. textos istintos por Ta época ola naturaleza. De a confronta- cid de las narraciones evangélicas nacié Ta exégesis. En la base de casi toda exftica se inscribe un trabajo de compa- Pero los resultados de esta comparscién nads tienen de sutométicos, Acaba por hallar, necesiriamente, 3 veces #= ‘mejanzas, 2 veces diferencias. Sin embargo, segin lor « tos, el acuerdo de un testimonio con los testimonios vee znos puede imponer conclusiones exsctamente opuestas. Consideremos primero el caso clemental de la narra cidn, En sus Memoria, que hicieron stir tantos comzo- nes j6renes, Markot cuenta, con gran abundancia de deta- Hes, un rasgo de valentia del que se presenta como héroe: si se le cree, en Iz noche del 7 al 8 de mayo de 1809 atra- veaS en una barca las agitadivimas aguas del Danubio, por entonces en pleni crecids, para hacer en Ja ottaorilla sl- ‘unos prisioneros austriacos. {Cémo comprobar la anéedota? ‘Acudiendo 2 otros testimonios. Poseemoe lat érdenes, loa cuadernos de ruta, los informes dsdos por los ejércitos en= frentados; atesguan que, durante et famosa noche, las ferzas austriaces de las quo. Marbot pretende haber encon- ‘ado los vivacs en Ia orilla i2guierda, ocapaban todavia. la ribera opuesta, Ademés, puede leerse en la Correspomdencia de Napoleéa que el 8 de mayo todavia no habia empezado Ja crecida de ls aguas. En fin, © ha dedo con una peticién de axcenso hecha ct 30 de junio de 1809 por el propio Marbot, ex la que no dice palabra de su.supuesto hecho de 1a orinics 89 armas del mes anterior. De an lado, pues, Jes Memscrise y de otro todo un lote de textos que las invalidan. Convene sgxaminar estos testigos irreconcilable, {Qué sltemnativa juzga mas verosimil? Que, en el mismo memento, se ha yan equivocedo los estados mayores y el propio emperador “a menos que, iquién sabe por qué!, hayan altersdo a sabiendss la realidad—; 0 que el propio Marbot de 1809, fue demaba aseender, pears de loca tnodctn; © gee) mee cho més tarde, cl viejo guerrero cuyat fanfarronadas sm, ‘por otra parte, notoriat le haya echado una nueva zancadila ala verdad? Nadie dodaré: las Memorias mintieron ma ‘Aqui, pues, la comprobacin de un destcuerdo 16 tino de fos testimonios opuestos. Se necesitabs que uno de ellos sacumdiers, Ast lo exigla el mis universal de los postulados Jégicos: que un acontecimicnto pueda ser y no 4er al mismo tiempo es cosa que prohibe incxorsblemente principio de contradiccién. Por el muado existen cru dditos que se empefian ingenuamente en buscar el términe medio entre afirmaciones antagénicas: es como imitar al nifio, que, interrogado acerca del cuadrado de 2, y como tuno de sus vecinos le soplara que 4 y otto que’ 8, creo ‘estar endo jasto contestando: 6, Quedaba, todavia por escoger entre el testimonio dete echidoy el que debin wait, Lo decide un andl psicaligico: del lado de Jos testigos se sopessron, una tras otra, las razones presuntas de veracidad, de mentira o de error, Hollamos, en este cxt0, que esta apreciacién tenta sun cardctor de éridencia casi abeoluta. En otras ocasiones no dejari de mostrarie afcetada de un cocficiente de in- certidumbre macho mis clevado, Tat conclasiones que # fundamentan en ona delicads dovificacién de motives si ponen, de lo infinitamente probable a lo estrictamente ve- rosimil, una large degradscién, Pero veamos, ahora ejemplos de otzo tipo, Una carta de donacién que se dice del sgio xu aparece cerita wbre papel cuando todos lee originales de esa epoca thusta hoy hallados To fueron en pergamino; la forma de at CF LA onirica letras aparece muy distinta del dibujo que se observa en ‘otros documentos de la misma fecha; el idioma abunda cen palabras-y giros estlisticos extraios al uso general. O la talla de una herramienta que se cree palelitica revela pro- cedimientos de fabricacién empleados, segin sabemas, en tiempos mucho mas recientes. Sicaremos la conclosién de que 1a carta y Ia herramienta son fal. Igual que antes, al desncuerdo condena, mas por razones de un orden may dintinto. La idea que ahora guia Ia argomentacién os que en Ja misma generacién de una misma sociedad reina una similitud de costumbres ¥ de técnicas dematiado fuerte para permitir que ningin individuo se apotte eensiblememte de réetica comiin. “Tenemos por cierto que un francés del tiempo de Lais VII trazaba sus pilotes mas 0 menos como sus contemporéneos; 7 que se expresaba poco mis o menos fen sus mismes términos; que se servia de Jos mismos mate- Fiales, Que si un obrero de las tribus magdelenienses ha- Diese podido disponer de una sierra mecénica pars recortar sos puntas de hueso, sus cemaradas la hubiesen usado lo mismo. En resumen, el postulado es agai de orden soeio= égicos confirmadas, sin Tugar a duds, en por una constante experiencia de la hos nes de endéamosis colectiva, de presién del’ nimero, Iz imperiom imiticién sobre Iz que descanss, se confunden al final-con el concepto mismo de civilzacién. Mas la semejanza no debs ser execsiva, porque entonces Acjarfa de declarar en favor del testimonio. Al contratio, ronunciaria su conden. ‘Cualquiera que tomara parte en a batalla de Waterloo supo que Napoleén la perdi6, Un testigo —muy originalk— gue ssegerars lo contrario seria tenido por fal testigo. Por otra parte, consentimos en aceptar que no existen, en francés, machas maneras distintas de decirlo, si nos atene~ mot a esta sencilla y burda comprobacién. Pero dos testi- 205, 0 sedicentes testigos, jdescribirian 1a batalla con lat mismas palabras? 0, aun a costa de cierta diversidad de expresién, exactamente con los mismos detalles? Se llegar 2 1 conclusién de gue uno de ellos copié al otro 0 que bos copiaron un modelo comin. En efecto, nuestra ra rehus admitir que dos observadores colocados necesaria- mente en dos puntos dstintos del espacio y dotados de fa ccoltades de stencién desiguales hayan podido notar, panto or ont, es menos epi lat 36 sccpati 1 dos cscritores, trabajando independientemente el uno El ctro, hubiran fertitamente exngido Toe miomos ter minos, entre las innumerables palabras del idioma francés, y Tos hubiesen reunido de Ia misma manera para contar fas mismas cous, Si lax dow narraciones asegoran_haberse basado directamente en la realidad, es necesario gue por lo menos una de ellas fate a la verded Todarfa més: considérese, en. dos monumentos anti- sguos, ambos exculpidos en piedra, dos escenas guerreras, Se refieren 2 campaiss divtintass sin embargo, oc repretentan bajo raigos casi idénticos. El arquedlogo dird: “Seguree mente uno de los dos artistas plagié al otro, a menos gue ambos se hayan contentedo con reprodacir un mismo mo- dejo.” No importa que entre los combates sélo haya habi- do un corto intervalos que en ellos se hayan enfrentado, tal vex, adverurios de los mismos pueblos: egipcios contra hhititas, Aisor contra Elam. Nos sublevamos contra la idea de que en la jnmensa variedsd de las actitudes humanas, doo acciones distintas, en momentos diversos, hayan podido renovar exactamente Ios mismor gestor. Como testimonio Ae Tos fattos militaes que simubn recordar, una de ambat imigenes, por lo menos —si no las dor— es, sin dada, an frande, (Ja critica se mueve entre estos dos extremos: Ja similitud que justfiea y la que desacedita. Porque el azar de fos encueniros tiene sus limites y la armo i hhecha de mallas poco tirantes. En otros términos, ext mos que existe en el universo y en la weiedad una sufix cionte wniformidad para excluir la eventualidad de diver- gencias extrema, Pero esta uniformidad, tal como nos Ja epresentamos, obedece 2 carscteres muy generales. Supo- ne, pensamos, y de alguna manera engloba, tan pronto como se penetra en Jo real, un mimero de combinaciones posibles 9 ta critic demasjado cercanas’al infinito para poder concebir sue ontinea repeticién: se necesita un acto voluntatio de imi= taelén. En fin de cuentas la critica del testimonio se spoya fen una instintiva metafisica de lo igual y lo desigual, de o ano y Jo miltiple. Cuando la hipétesis de la copia se ha impuesto asi, guedan por fijar ln diccioncs © iflencian Bebiewon ambos documentos en una fuente comin? Suponiendo que uno de ellos, por el contrario, sea original, je6mo reco rocerle ee titulo? A veces Ia contestaién seri dada pot titerios exteriores, tes como, por ejemplo, ls fechas re- Iutivas, si es posible establecerlas, Sin esta ayuda, el andlisis pslcolégico, ayudindose en los caracteres internos del ob- jeto-o del texto, volverd por sus derechos. Es evidente que no implica reglas mecénicas. {Hay que creer, por ejemplo, y convertir en principio, como. pate- cen hacer algunos eraditos, que los plagisrios maltiplican constantemente nuevas invenciones, de manera que el tex: to mas. sobrio y el menos inverosimil tendria siempre Ia posbilidad de ser el. mis antiguo? A veces, es cierto. De inscripcién en inseripeiéa vemos multiplicare desmesurae damente el mimero de enemigos caidos bajo los golpes de tun rey asitio, Pero también sacede que la r22én se rebela, La mis fabulona de las Pasiones de San Jorge es la cronoligicamente; con el tiempo, los Tedactores su han. mcrificado primero tal hecho, luego tal otro, cuys fitemperante fantasia les chocaba en el viejo relator Hay muchas manerus distintas de imiter; vazian segin el widuo, a veces segiin las modas comunes « una gencracin, ‘Al igual que cualguicr otra actitad mental, no debsmos pre- suponerlas alegundo que nos parecfan “naturales”, Feligmente Jos plagiarios se traicionan con frecuencia por sus errores, Cuzndo no comprenden #4 modelo, los contrasentidos denuncian el fraude, Si tratan de disfrazar sus fuentes os pierde'la torpeza de sus estratagemss, Cono- i on estudiante que durente un examen, fije Is mirada fen al.trabajo de su vecino, transcribia, con. cuidado, todas Taxfrases al revés, mudzndo los sujetos-en atributes y el 1A crimiea 93 activo en pasive. No logré mis que suministrar al profesir tun excelente ejemplo de critics histéri Desenmatcarar una imitacién no es sino reducir'a uno solo Jo que primero crefamos dos o varios testimoniix. Dos eontemporineos de Marbot, el conde de Ségur yl ge- neral Pelet, han dado del pretendido cruce del Danabio tan telato andlogo al soyo. Pero Ségar venia tras Pelet, Lo habia Iefdo. No hizo, en sastancia, mis que coptarlo, En cuanto a Pelet, no importa que haya escrito antes que Martbot: era su amigo y, sin ainguna duda, le habia oido ‘machas veces evocar sus provzas Fieticias, porque el infatigas ble jactancioso se preparabs'a gusto, engaiando a sus amie tades, para mistficar a la posteridad, Marbot ex, pucs, net nico fiador, ya que Jos que pareeen responder por 41 hablaron, después’ de él, Cuando ‘Tito Livio repro- dace a Polibio, aun adoméndole, nuestra’ nica autoridad cs Polibic. Cuando Eginhard, bajo el pretexta de pintars ‘not « Carlomagno, calea el retrsto de Augusto por Susti- nio, ya no hay, en sentido propio, teitimonio que valga, Sucede, pare terminar, que trad al sedicente testigo se esconde un apuntador que querria pasar inadvertido, Ex tudiando el proceso de los Templarics, Roberto Lea obier= ¥6 que, euando dos acusados pertenecian a dos casas distine ‘oran interrogados por el mismo inguisidor, se les vets; fablemente, cohfesar lai mismasatrocidades las blasfemiss. En cambio, si eran dela misms casa y Jes interrogsbin distintos inquisidores, tas confesiones y2 xno eran concordantes, La conclusiin es evidente: cl juez dlictaba las respuesta. Es un rasgo del que creo +e podrian ‘encontrar otros ejemplos en los anales judicial, En ningiin sitio, sin duda, el papel desempeftado por 1 razonamicnto critico, por lo que podria lamarse el prin= ipio de semejanca limiteda, aparece a una luz més curios que con Ia aplicacién de un método de los mis nuevos: 1h cericica estadistics, Pongamos. por caso que yo estudio Ia historia de-los precios entre dos lechas determinadas, eri una sociedad cohe= Tente y recorrida por actives cortientes de intercambio, ‘Tras m4 1a oniricn de mi, un segundo investigador, y después un tercero, tra- ‘eajan en el mismo tema, pero con la ayuda de elementot dlintinton de los mios y distintos igualmente entre sf: otrot Iibros de contabilidad, otros indices de precios. Cada uno, por nuestro lado, establecemos nuestros promedios anuales, hhuestros némezos indices a partir de una base comin, nues tas gréficas, Las tres curvas son parecidas. Y se sacard le conclosién de que cada una de ellas de una, imagen suma- rlamente exicta del movimiento. Por qué! ‘La razén no et t2n aélo que en an medio econémico Thomogéneo las grandes fluctuaciones de precios deben ne~ ceuriamente obedecer 2 un ritmo sensiblemente uniforme. Exta consideracién battaris, sin duda, para hacer sospecho- ‘ss carvas brutalmente divergentes; no para aseguramos ‘que, entre’ todos fos trazos posibles, el que las tres gréficas oinciden en dat ses, porque coinciden en ello, forzosamen= te el verdadero, Pesar tes yeces algo cn balanzas igualmente Aescompucstas adrede, dari la misma cifrs, y esa cifra send fal, Aqui todo el fezonamiento descansa sobre el andli= tis del mecanismo de los errores. De esos errores de detalle ninguna de lat tres lstes de precios esté libre, En mate de estadistica son casi inevitables. Podemos suponer eli- tminadas Iss equivocaciones personales del investigador (sin hablar de equivocaciones mis groveras: jquién de nosotros te atreverd a asegurar no haberse equivocado munca en el horrendo dédalo de las antiguas medidas? ), Por maravillo- samente atento que se imagine al eradito, siempre queds~ 14m las trampat tendides por loe mismos documentos: algu> tos precios padieron ser, por ligereza o mala fe, transcitos inexactamente; otros serin excepcionales (precios “de amix 80", por ejemplo, o, al reves, precios para bobos) y por 10 mismo muy propio pars equivocar los promedios; las Tistas de precion que registran los cursos medios, valederos cen los mercados, no siempre habrén sido calculadas + la perfeccién; pero, en gran nimero de precios, extos ettores fe compentan; porque seria completamente inverosimil que Siempre we hublesen desiado em cl mismo entdo, Asi si Ta concordancia de los resltadoe, obtenitcs con Te ayuda de datos distintos, confirma los unos por los otros €8 porque, 1a oxinien, 9% fen ea bate, Ia concordancia de las negligencias, los menue dos engafios, las menudas complacencias, nos ‘parece con razén inconcebible, Cuanto habia de irreductiblemente diverso entre los testigos nos ha levado a conclair que 1 acuerdo final no puede proceder sino de una realidad cuya uunidad fundamental estaba, en este cat, fuers de dads, Los reactivos de la prueba del testimonio no estén. he- chos para ser manejados brutsimente, Casi todos los prin- cipics racionales, casi todas las experiencias que los gufan, encuentran, por poco que se les ex:mine 2 fondo, wat lic mites en principios o experienciss contrarias. Como toda légica que se respete, Is eritice histérica tiene set antino~ miss, cuando menos aparentes, Para que wn testimonio sex reconocido como auténti- co hemos visto que el método exige que presente una cierta imilitud con los testimonios vecinos. Sin embargo, si se aplicara este precepto al pie de Ia letrs, qué seria de los Aescubrimientos? Quien dice descubrimiento, dice sor- presi, dice semejanza, La prictica de una ciencia que s© Jimitara a comprobar que todo sucede siempre tal como se ct peraba no serviria para gran cose ni seria divertide. Harta ahora no se ha encontrado ninguns carta de donzcién et crita en francés (en vez de serlo en ltia como Jo fueron anteriormente) anterior al affo 1204. Imaginémonos que rmafiana un investigador hable de una carta francesa fechs- daen 1180. ZResolveremoe que el documento es flo 0 que nvesteos conocimientos eran insuficientes? Por otra parte, le impresin de una contradicciéa en- tte un documento nuevo y ottos conacidos puede no tener otro fandamento que nuestra ignerancia. Pero puede s0- ceder que el desacuerdo esté aaténticamente entre ls cores La uniformidad social no tiene bastante fuerza como para ‘que ciertos individuos © pequeios grupos pucdan cacapar Hl. A pretexto de gue Pal no extbfa como Arnauld © de que Cézanne no pintaba como Bouguereau, (nos ne= garemos 2 admitir lay fechas reconocidas de las Proein isles 0 de Ia “Montagne Sainte Victoire”? jTendremos por falms las mis antiguas herramientas de bronce, por el 6 LA entries hhecho de que la mayorta de los yacimientos coeténecs no nos den mas que herramientas de piedra? oe Estas falsas conclusiones no tienen nada de imaginae sine ysis muy Tage I Tit de os Bechon qu de buenat a primeras ha negado a ratina eradica porque eran sor rela tanto, hata los vertigios romangs de Ia era tercaria. Peso silo vemos mie de cercs, Ia paradoja metodoligica no es sino superficial, El rezonemionto de hs semejanzas no plete sis derechor. Slo imports que un anilisie mis acto disciemn los saltor posbles y los puntos de similitad ginalidad individual viene aus limites, El et tilo de Pascal es Gnicamente suyo; pero su gramitica y ‘vcsbulario on dé su tiempo, Aunque emplease una len- (goa inusiteds, nuestra supaesta carts de donacién de 1180 “-por'micho que difiera de otras de esa fecha, haste hoy conocidas—, pars ser juggada auténtica necesitarfa que su francés se conformara, en Hineas generales, al estado del Tenguaje fijado en em dpoca en los textos literarios, y aque las instituciones mencionadas correspondiesen + les de 1b época. : La comparacién srftica bien entendida no + satisface s6lo con sproximar testimonios en un mismo plano xxmpo- tal, Un fendmeno humano es siempre una malla de una erie que atravices las edades FI dia en que un nuevo ‘Vrain-Lueas pusiera sobre la mesa de In Academia un pu- ado de autdgrafos pretendiendo probarnos que Pascal vent6, antes que Einstein, la relatividad generalizads, po- rfamos estar wegaros, devantemano, de que todas Ise cartes fran falsis. No et que Paical fuera incspaz. de ballar Jo {ue no hallaron sus contemporincos, sino que la teoria de fs relatividad tiene su pustorde arrangue en un Tsrgo dee arrollo previo de especulaciones mateméticas, Por grande (que fuera, ningén hombre podrfa, por la sola fuerza de sa fenio, saplir exe trabajo de generaciones. Por el contra fo, cuando se descubrieron las primeras pintaras palco- fitleas, vimos a ciertos sabios neger eu autenticidad pu feche con el pretexto de que semejante arte no fabiz a 1a crimica, 7 odido florecer y luego desvanecerse; esos escépticos riz nbun mal: hay eadenes que © rompen y les cvfizacioncs Cuando se tee, dice en resumen el padce y gis Helga cde mimo dnd antes ae gee vervidores, muertos ambos en Ttliss que la conversién. del sano y del otro se debié als lectura de Ia vide de wrntcs ae cada uno de ellos fund6 una orden religices bajo el ‘mismo voeablo; que ambas drdenes fueron suprimides por $e paps oméninen no hay nae que no ex tents le decir que s ha inscrito en el martirologio con den nombres distites un solo individu, desioblade por cur Ys ta smug es muy Gee Se igulnent cone wistdos para In vida religiom por el ejemplo de ples Biografin, San Juan ‘Colombini ‘etblecs ls Orden! de Jos Jesuatos © Ignacio de Loyola's de loe Jeaaiuss que ambos murieron un 31 de jlio, el primero cerca de Sen Wh fm 1367 y al segundo en Rosia on 1356; gue kn Jemiatos foeron dimaelios por el papa Clemente Ik y ln Gompasia de. Jenin por Clemente IV. Hl ejemple os chocante, y, sin dvds, no es nico, Si por casulided un ‘ataclismo no deja eubsitir de la obra filostica de exes ‘mos siglos sino alganor menguados lineamientos, ieuln: ip rips concen a Peper para ov eu bow Manado ls dos Bacon y anor de tues on er en sus doctrinas wna gran importancia al conocimiento ese Femell ML Pde aun toc chas wisjas tradiciones romanas por el solo hecho, o punto ‘menos, de que en ella aparecen los mismos nombves ota, dos episodios bastante vemejantes. Pese 2 la eritice del plagio, cuya alma es la negacién do re ae acontecimientos y de palabras, la coincideneia « uns de ois extravaguncas que no se dejan climinar de ty historia, 70 no seria saficiente reconocer, em general, Ia por ibitidad de encuentros fortuitox. Reducida 1 ests sencilla comprobscién, Ia critica se equilibrarts inccomtemente en tue el pro y el contra. Pars que la dda venge a we ticiones espoatiness 9 ta crimes instramento de conocimiento es necesario gue en cada cao particlar pueda pene con alguna exactitad el grado de Yerosimilitad de la combinacién. Aqui, Ja. investigacién hinérica, como tantes otras dieiplinas del espiria, eruza su ruta con el gran camino real de Ia teoria de las proba- bilidades, Valuar la probabilidad.de un acontecimiento es medir las oportunidades que tiene de producine, Sentado cso, {es legitimo hablar de la posibilided de un hecho pasdo? En sentido absoluto, evidentemente, no. Sélo el porvenir ‘es aleatorio. El passdo es un dato que ya n0 deja loger = lo posible. Antes de echar los dados, 1a probabilidad para ‘que apareciers cualquier faceta era de uno contra diez; una vez vaciado el cubilete, el problema desaparece: Puede 4) dudemos, mis tarde, i fae cl ttes o el cinco el que salié. La incertidumbre esti entonces en nosotros, en nuestra ‘memoria, 0 en la de nuestros testigos; 10 en'las coma, ‘Analizindolo bien, sin embargo, el uso que de la no~ cig de To probable hace Ia jnvestigacion histérica no tiene nada de contradictorio. jQué hace, en efecto, el histo- Finder que se interrogs acerca de la probabifidad de un acontecimiento pazado sino transportarse, por an audaz mo- Vimmicnto del espiriea, ante exte mismo acontecimiento para ‘ts probabilidades tal como se preentaban la vise medi Bora de que acacces? Ta probsildad vive, put, en 8 porvenis, pero la Tinea del presente ha sido, en cierta mmanery imainarimentetetirada hacia stréy de tl modo ‘que os un porvenir de antafio construido con un fragmento de Jo que actualmente es, para nosotros, el pasado, Si ef hecho ha socedido sin lugar a dudas, ests especalaciones rno tienen més valor que el de juegos metafisicot: jeuil tera Ia. probabilidad de que Napoleén naviera 0 de que Adolfo Hitler, wldado en 1914, escapara con vids 2 las Balas francesss? No esti prohibido divertirse con sas cuestiones, siempre que no se tomen por mas de lo que son: simples artificos del lenguaje destinados a poner en cro, en Is marcha de la humanidad, In parte de lo contin- gente y de lo imprevisble. Nada tienen que ver con la 2a critica 9 erties del testimonio. {Pero y i, al eontratio, pareciera ta la existencia del hecho? gPodemos dada, Br elemplo de que un autor sin haber copido ot se- to extranjero, pueda repetir eapontincamente muchos de tus epitodios y muchas de sus palabras? gE que Ja wala camulidad, o ho sf qué armonfa divinamente preesable a, basta para explicar tan extraordinaria remejanza entre los Prosocolor de lor Sabios de Stim y los panfletos de an ‘oxuro polemista del Segundo Imperio? Segin que la coincidence sperene afetada por un mayor 0 menor cx cionte de probabilidades, antes de le composicién del re- Int, admitiremos o no #0 wersinilitads i embargo, Ios mateméticas del azar descansan sobre na ficciin. Bn tors los casos posibles postulan, desde el principio, la impercialidad de las condiciones; si exitiera tuna causi particular que favoreciera por adclantado a uno uw otro, vendria a ser como un cuerpo extrafio en el célex~ lo, EI dado de los teérioos es un cubo perfectamente eq librados si bajo una de sur feceta te introdujers un grano de plomo, Ia suerte de oe jugadores dejaria de er idén- tiea, Pero en Ia critica de los testimonios exsi todos los dados tienen tramps, Porque elementos humanos delica- Afsimos intervienen constantemente para incinar Ia balanza hcis una eventualidad pri _A decir verdsd, os excepe histdricas: Ia lingtfstica 0, por 1o menos, aquellar de sus amas gue se interesin por establecer el parentesco entre Jor idiomas. Muy diferente por su alcance de les oper clones propiamente critics, esta investigacién tiene con muchat de ellas el raego comin de esforzane en descubrie filiaciones. Pero Ins condiciones sobre las que r2zona estén excepcionalmente cercanas de la convencién primordial de figualdad, familiar a Is teoria del azar. Débete ests pre rrogatira a las particularidades mismas de los fendmenos def Tenguaje. En efecto, no silo el némero inmenso de combinaciones posibles reduce 2 un valar infimo Is. pro babilidad de sa. abandante repeticién fortuita en lat die tintas Tenguas, sino que, cosa todavia més importante, Aejando aparte algunas raras armonias imitativa, Lov ig 0 1a oninica nificaciones stribuidis_a esas combinaciones son comple~ temente arbitretias, Ninguna Higazdn previa de imagenes impone que li aciacioncs muy préximas te y tou (té pronunciado 2 Ia francess o a la latina) sirvan para desig- far la segunda perions, Si se comprucba, pucs, que des empefian este papel, sl mismo tiempo, en francés, en ftallano, en expafal y en ramanos si se observe, al mismo tiempo, una multitud de otras correspondenciss igualmente fracionales, In nica explicaciin vensata seri que el fran- cs el italiana, el espafol y cl rumano tienen un origen comin. Porque siendo indiferentes Tae diverses posiilida- des, un céleulo de probabilidades casi puro impone la de- cisiéa, ‘Pero falta mucho pars que esta sencillez sea Jo co rrlente. Vatioe diplomas de un sobermo medieval, acerca de asuntos difezentet,reproducen Jes mismas palabras y los mis- mos giros. Es, pacs, afirman los faniticos de la “critica de estilon, gue los redact6 el mismo notario. Estariames de acuerdo si el solo evar jugar en este cato. Cada to Gieded y, aun més, cada gropo profesional, tiene sus hé- bitos Tingifticos. No bastzba, pues, cnamerar Jos pontot de similitud, Habria habido’ que distinguir, entre ellos, Jo raro de lo ural. Unicamente las expresionss verda- deramente excepeionales pueden denunciar a un, autor: wdo, quede bien entendido, que las repeticiones sean Jo euficientemente numerosis, El crror reside en att 2 todes Jos elementos del discarso un peso parsjo, como si Jos cocficientes variables de preferencia social, que afectan a cada uno de ellos, no fuerm granos de plomo que con- tuarien Ia equivalencta de las probabilidades. ‘Toda una escuela de eruditos se ha interesado, desde principios del siglo x1x, en el estudio de In transmisién de os textos literarios. El principio es sencillo: existen res smanuscritos de la misma obra: B, Cy D; se compracbs que Jos tres presentan fas mismas eatacteristicas, evidentemente exrineas (es el método de los errores, cl mis antiguo, el Lachmann); 0, més generalmente, s encuentran en ellot ss mismas cartcterfticas, buenas “0 muilat, pero A critica 108 de las de In mayorta de los dems manascrites (es el secusn to integral de as variantes, preconizado por Dom Quen- tin). Se decidiré si estin “emparentados”. Fs decir, segin Jos catos, si facron copiados unos de otros, conforme = tum orden que queda por determinar, 0 si dependen todos, por filiaciones particulases, de un modelo comin, Es ab- lutamente cierto, en efecto, que un encuentro tan spe tenido no puede ser fortuito, Sin embargo, dos observacio- nes han constrefido a la critica textual, hace relativamente poco tiempo, a abandonar mocho del rigor, casi mecinion, de sus primeras conclusiones. Los copistas corregian, 2 veces, sas modelos; aun tra: bajando independicntemente unos de otros, ciertas cos tumbres comtines dcbieron, con bastante frecuencia, suge- rirles conclusiones parecidas. ‘Terencio emplea en algén ager Ia palabra raptio, que es muy raras no entendigndola, dos excribas Ta reemplazaron por roti, Jo que es an con trmentido; pero Ia palabra les era familiar. {Yuvieron, para ello, que concertarse o imitene? He aqui, pues, un fénero de errores en el que la “gencalogia” de fos manus ‘completamente impotente para ensefiamos nada, Hey mis. {Por qué no habria utilizado nunca el copista sino un modelo tinico? No le estaba prohibido, cuando podia hacerlo, confrontar varios ejemplares con tl de cecoger, segdin su gusto, entre las variantes, Evidentemente, cl co debi6 de ser muy excepcional en In Bdsd Media, cuyas bibliotecas eren pobress mucho més frecuente, sin embargo, 2 lo que parece, tn Ia Antigiedad, ;Qué lugar hhabrd que asignar a cstos incestuosos productos de varias ttadiciones distintas, en los hermoms dzboles de Jefté que es costumbre poner en la primera pégina de Tae ediciones Criticas? En el juego de las coineidencias Ia volantad_ del individuo, al igual que la presiGn de las fuerzas colectivas, hace trampat con ta casualided, f puee, tal como lo habfa ya visto, con Volneys Ie Filosofia del siglo xvi, Ia mayoria de los problemas’ de critica histérica son, ante todo, problemas de probibilidad, ppero de tal magnitud que el més sail de los edleulos debe fonfesarse incapaz de resolverlos. No se trata colamente

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