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(A Neg) ate ia aa Anéioe oft gn eae eps adh ps J Vi Stet yt {ise actnaprs te ea Toe de Bry, Opens 118, Ase a Rewirrce Fee ase e ebscegmdo tomo de LI Baia, Hire universe des por Michel de Certeau LA ESCRITURA DE LA HISTORIA Traduccién de Jorge Lépez Moctezuma Fine L. bres = ——PNEFERSIDAD-IBEROAMERICAN————— DEPARTAMENTO DE HISTORIA Titulo original en frances: L'Beriture de ristire Gallimard, 1978, Pais UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGI De Certeaul, Michel La excritura de la historia 1. Historingrafia 1. Lper Moctezuma, Jorge, 1. D13.C3818.2006 DAR © Ballons Gallimard, 1975 1a edicin en espanol, 1999 24. elmpresidn, 2006 D.R © Universidad iberoamericana, A.C. rol, Pasco de ta Reforma 880 Col, Lomas de Santa Fe México, DE, C.P. 01210 D.R. 0 Instituto Tecnologico y de Estudios Supesiores de Ovcidente (ITESO) Pesiferico Sur Manuel Gémez Morin 8585, ‘Tiaguepaque, Jalisco, México, C.P. 45090, ISBN 9¢8.859120:3, Impreso y hecho en México Printed and mate in Mexico “Prohibida la venta en Espaita”” indice Prélogo a Ia segunda édicién Escrituras e historias Primera parte Producciones del lugar Capitulo L. Hacer historia |. Un indicador: ef tratamiento de Ia ide, en la historia 2. Pricticas historicas y praxis social 3. La historia, discurso y realidad 4. La historia como mito Capitulo II. La operacién historiogr fic: 1. Un lugar social Lo no dicho La institucién historica Los historiadores en la sociedad El que permite y el que prohibe: el lugar 2, Una practica Laaniculacién natwaleza-cultura nl 15 36 45 3t 60. or 0 69. 71 16 81 8a El establecimiento de fas fuentes 0 la redistribu del espacio Hacer resaltar Ins diferencias: las desviaciones del modelo90 El trabajo sobre el limite Critica e historia 3. Una eseritura La inversion de la escritura La cronologia o la ley enmascarada La construccién desdoblada El lugar del mucrto y el lugar del lector Segunda parte Produccién del tiempo. Una arqueologfa religiosa Introduceién, Cuestiones de método Capitulo 11: La inversién des o pensable. La historia religiosa del siglo XVUL 1. La religiGn en la époes 2, La interpretacién histérica x Capitulo IV. La formalidad de las practicas. Del sistema religioso a la ética de las luces (siglos XVU-XVITN) 1. De la divisidn de fas iglesias a la “raz6n de Estado” (siglo xvil) 2. Una nueva formalidad de las practicas: la politizacin de los comportamientos. 3. La ligica del “practicante”: una alternativa entre el deber de estado y el profetismo ~ 4. Laética filos6fica: “legalidad” y “utilidad” en el siglo XVII 5. Las leyes propias del grupo religioso: reduccién al silencio y administracién cultural 85 93 98 101 101 104 108 6 129 130 144 149 152 Tercera parte Sistemas de sentido: Lo eserito y lo oral Capitulo V, Etno-grafia. La orali otro: Léry ad o el espacio del 1. La “leccion de eseritura” en Jean de Léry (1578) . La reproduecién escrituristica Una hermienéutica del otro Lapalabra erotizada Visto yt ofdo: el ojo y el ofdo Capitulo VI. Elenguaje alterado. La palabra de la posesa L Transgresién ¢ interdiccion 2. Documentos alteradgs: los textos de las posesas 3. Yo es otro: “la perversidn del lenguaje” 4, Construccién y deconstruceién de un lugar 5. El cuaclro de nombres propios: una toponimia “alterada” 6. La mentira de la interpretacién Capitule VIL. Una variante: la e¢ icacién hagio-gratica 1. Historia y sociolo 2. La estructura del discurso 3. Una geografia de lo sagrado Cuarta parte Escrituras freudianas Capitulo VIL: L 0 que Freud hace con la historia, 208 206 2 214 22 227 239 242 245 248 251 254 258 263 267 A propésito de Una neurosis demoniaca en el siglo XVI. 273 1. Lo histétieo, produceién de la “Autklirung” freudiana 2. Para une historia del siglo XVIL 3. Del pasado legible al presente oculto 4, Ocultar, wabajo de la historia 5. Las sustituciones del padre 6. Blacto y la ley Capitulo IX. La ficcién de la historia. La eseritura de Moisés y el monoteisma 1. El discurso de fragmentos o el cuerpo del texto 2. Fscribir en la lengua de otro, ola ficcibn 3. La tradicion de la muerte, ofa eseritura 4. El quid pro quo 0 ts comedia de lo “propio” 5. Lanoyela de lahistoria 278 280 283 286 288 293 294 302 309 315 329 Prélogo a la segunda edicién Amerigo Vespucei el Descubridor llega del mar. De pie, v revestido con -orae 2a, como un entzado, leva las armas europens del sentido y tiene dezris de si los navios que traerdn abOccidente los tesoros de un paraiso. Frente a si la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diforen- Cia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exsticas." Escena inaugural. Después de un momento de estupor en ese umbral flanqueado Por una columnata de drboles, el conquistador ve @ escribir el cuerpo de la otra y trazar en &I su propia historia, Vaa hacer de ella el cuerpo historiado ~¢l blas6n— de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella ser América “latina” Esta imagen erética y guerrera tiene un valor casi mitico, pues representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de | es- critura. Ciertamente, la escena de Jan Van der Straet revela la soryresa ante esta tierra que Vespucci capté claramente, el primero de todos, come luna nuova terra todavia inexistente en los mapas*-un cuerpo desconoci- do destinado a evar e} nontbre de su inventor (Amerigo). Pero lo que se esboza de esta manera es una colonizacién del cuerpo por el discurst del poder, la escritura conguistadora que va a utilizar al Nueva Mundo ¢omo ‘una pagina en blanco (salvaje) donde escribird el querer oceidemal. Esta eseritura transforma el espacio del otro en un campo de expansién para tun sistema de produccién, Partiendo de una ruptura entre un sujeto y el "0 Ls reproduc de tu primera pia # Off, WE Washbumm, “El signiicado de descubriniento en os silos XM y XVT* en ane Hescorical Review, 1962, 9.1 36: Urs Bier, Dre “Wile” und die "Zvtioten™ Gh la einer Geistes und Kulturgeschicite der exrapsischsibersecichen Begegning, Minshen, © {i Beck, 1976, np. 19-80 objeto de su operacién, entre un querer escribir y un cuerpo escrito (0 por escribir), la escritura fabrica la historia oveidental. La escritura de la historia es el estudio de Ia escritura como préctica histérica, Si toda empresa cientifica tiene como caracteristicas, desde hace cuatro siglos, la producein de artefactos Lingilisticos auténomos (lenguas y discursos “propios”), y la capacidad de éstos para transformar las cosas y los cuerpos de los que ya se han separado (una reforma o revolucién del ‘mundo que los rodea segiin la Jey del texto), fa escritura de la historia nos remite a una historia “moderna” de Ia escritura, De hecho, este libro se con- cibi6 primeramente como una serie de estudios destinados a sefalar la eta- pas cronolégicas de esta practica: en el siglo XVI, la organizacién “etnogratica” dela escritura en su relacién con la oralidad “salvaje”, “primitiva”, “tradicio- nal” 0 “populat” a Ja que constituye como su otro (tercera parte de este libro); en los siglos XVII y XVII, la transformacién de las Eserituras cristia- nas, legibitidad de un cosmos religioso, en meras “representaciones" o en “supersticiones” marginadas por un sistema ético y téenico de pricticas ca- paces de construir una historia humana (segunda parte}; en los linderos del iglo XX, el regreso de la alteridad rechazada gracias ala pricticn escriturstica de Freud (cuarta parte); finalmente, el sistema actual de la “industria” historiogratica,? que sirve de base a tn lugar socioeconémica de produc: cién, a las reglas cientificas de una pericia, y a la construccién de un relato ‘o texto (primera parte), A estos estuidios se afiade el que se refiere, en el fin, del siglo XVIII, a la lucha de una racionatidad escrituristica “ilustrada”, revolucionatia y jacobina contra las fluctuaciones idiomiticas de las oralidades de los dialectos.* En lugar de proceder a una reconstruccidn cronolégica, demasiado ape~ gad a la ficcién de una concepeién lineal del tiempo,‘ hemos preferido hacer visibles el lugar presente, del que tom su forma estainterrogante, a particul rrdad del campo, del material y de los procesos (los de lahistoriografia “moder- nna”) que permitieron analizar la operacién escrituristica, junto con las diferen cias metodolégicas (semisticas, psicoanaliticas, etcétera) que inttoducen otras posibifidades tedricas y pricticas en el fimcionamiento occidental de la escritu- ra, Poresta razba sali6 un discurso ftagmentado por investigaciones ticticas que ‘obedecian cada una areglas propias:enfoxe socioepistemaligico (primera parte), segunda parte), semiético (tercera parte), psicoanalitico y freudiano La expresiin es de Marc "La india es el azo tniin rel bistro ene Ia naturaleza ‘vel hombee” y es "el fundamento de a ciencin humana. Acetea del insta histoiog fe M. de Certeny, "Esenturae histori, en Poliigne aujord” hui, diciembre 1975, pp. 65- * Michel de Certeau, Dominique Julia y Jacques Revel, Une poltigue dela langue La Revwition angaive te ptois, Galina Biblio des Histoites, 1875, 320 pp. infcap 83 {cuatta parte). Rehusar la ficcién de un metolenguaje que unifique el todo, es dejar aparecer Ia relacin entre procedimvientos cientificos limitados y to que les falta de lo “real” que estén tratando. Es evitar la ilusién, necesariamente dogmatizante, propia del discurso que pretende hacer creer que ests “ade cuado” a to real -ilusién filos6fica agazapada detris de las condiciones previas al trahajo historiogrifico y cuya ambicidn tenaz ha sido maravillo. samente expresada por Schelling: “EI relato de los hechos re nosotros doctrinal”. Este tipo de relato en en nombre de lo real La historiografia (es decit “historia” y “escritura”) Mleva inserita en su nombre propio la paradoja -y easi el oximoron- de la relacién de dos términos antinémicos: lo realy el discurso. Su trabajo es unirlos, y en las partes en que esa unién no puede ni pensarse, hacer coma si los uniera. Este bro nacié de tarelacion que el diseurso mamtiene con lo real del que tratan ® {Qué alianza existe entre la escritura y la historia? Ya era fundamental en la concepcida juddeo-cristiana de tas Escrituras. De agui se sigue el papel des. empetiado por esta arqueologia religiosa en la elaboracién moderna de lo historiografia que ha transformade los términos y el tipo misma de la rela. cidn pasada, para darie una figura de fabricacién y ya no de lectura o inter. pretacién. Desde este punto de vista, el nuevo examen de la opetatividad bistoriogrfica desemboca, por una parte, en un problema politico (los pio- cedimientos propios de un “hacer historia” nos remiten a ut “hacer la historia”), y por otra parte, en i palabra enunciadora), Por la fey de una escrituta “cientitiea ales es para gaia porque pretende hacer la ley 4 manera dle la cuestion del sujeto (el cuerpo y fa cuestion rechazada ala zona dela fiecivin o del silencio * Sobre este punt, ft. ME de Certeau v Réxi Diatectiques. wizs, 14. verano 1976, pp. Al Cte inf ap en prepara, bin, “EL discus histnive y Yo weal", en M, de Cenean, La fable du set. Langages sti cu ste Escrituras e historias “s Estudioso y benévoto, iero como soy con todos los muertos, sigo mi cami- to, de edad en edad, siempre joven, nunca cansado, durante miles de aioe." El camino ~“tni camino”-me recuerda esta expresion de caminante: "Carni, naba, erraba... corria por mi camino... caminaba como un viajero atrevieo” Caminar y/o escribir, tal es el trabajo sin tregua “impuesto por la fuerza del deseo, porel aguijén de una curiosidad ardiente.a la que nada puede detener™ Michelet, con “indulgencia” y “temor filial” mukiplica las visitas alos muer. ‘es, beneficiatios de un “didlogo extrafio, con la seguridad de que "no se puede reavivar 1o abandonado por la vida”. En el sepulcro en que habits ef historiador solo se encuentra “el vacio”.' Asi pues, esta “intimidad con el eire mundo” no representa ningun peligro2“Esta seguridad me vuelve mas be. volo con los que no me pueden perjudicar” Eltrato con el mundo muerto, definitivamente distinto del nuestro, se convierte cada dia en algo mds “joven” y atractivo. Después de haber atravesado una por una la Historia de Franca, {as sombras “regresaron menos tristes a sus tumbas”, alla las lleva el discurso, las seputta y las separa, las honra con Jos ritos fimebres que faltaban. Las “Hora”, cumpliendo con un deber de piedad filial, tal coro Pedia un suefio freudiano, escrito en la pared de una estacidn: “Se supliza cerrar los ojos”.* La ternura de Michelet va de un lado para otro introxa les Michels," eran del Espsitu(1869, proyecto indie de Pefacioa la isuae de Fn e01 Are sit 82,1973, pp. 7.59 8 3} Michele Préfice d'Histoire de Francee8, Mota, A. Colin, 1962, 9.175 24. Michelet, Herofsme del Esprits ep cp. 8 “Cte, pp 305-307 ciendo las sombras en el tiempo, “el todopoderoso hermoseador de las nuinas: (© Time beautifying of things!”.* Nuestros queridos muertos entran en el texto Porque no pueden ni dafiarnos ni hablarnos. Los fantasmas se meten en le escritura, sélo cuando callan para siempre. Otro duelo, mas grave, se afiade al primero: Tambien el pueblo es el separado. “Naci pueblo, tenia al pueblo en el coraz6n, peto st lengua... Su lengua me fe siempre inaecesible, nunca pude hacerlo hablar» “El pueblo tam- bin es silencioso, como para ser et objeto de un poema que habla de este silen- cio, Es cierto que sélo el pueblo “autoriza’ la manera de escribir de! historiador, pero por esta misma razén se halla ausente. Es una voz que no habla, in-fars, sélo existe fuera ce ella misma, en el discurso de Michelet, pero le permite ser un eseritor “popular”, rechazar el orgulo; val volverlo “grosero y bétbaro” le hace pender todo To que le quedaba de sutileza literaria.” “£1 otro" es el fantasma de la historiografia, el objeto que busca, hhonra y entierra. Un trabajo de separacién se efectia en esta proximidad ih- quietantey Tascinadora, Michelet se coloca en fa frontera, donde desde Virgitio hasta Dante se han construido todas las ficciones que todavia no eran historia, Este lugar sefiala una cuestidn ordenada desde entonces por practicas cientifi- cas, y de la que se encarga ahora toda una disciplina. “La bitsqueda histérica del sentido’, no es sino la bisqueda del Otro” * pero esta accidn contradicto- ria trata de envolver y ocultar en el “sentido” Ia alteridad de este extrafio. 0,10 {que es lo mismo, trata de calmar a los muertos que todavia se aparecen y ofrecerles tumbas escrituristicas El diseurso de la separacién: la eseritura La historia modema occidental comienza efectivamente con la diferencia en- tre el presente y el pasado. Por esta diferencia se distingue también de la scion (eliiosa), We Va CURT muna Tlegn a SepararSe Sm pee, Y CON seiva con esta arqueologia una relacién de deuda y de rechazo. 7 a Finalmente, hay un tercer corte que organiza el contenido en lo que va del trabajo a la naturaleza'y que supone una separaciin entre el disGirrso yC eierpo (GocTAly, La historia hace hablar al cuerpo que calla Supowe un desfasamniento entre [Wopacidad silenciosa de a realidad” que desea expresar y el lngar donde produce su discurso, protegida por Tvs +5. Aishele "EL Home dl Exp op it 9.8 Cito por olan Barthes, Michelet hoy"sen Are. 9.26 11 Mishel, "Et Herofsme del Esp op opp 1213, * Alphonse Daron, “Lengua e historia", en kur Congrés ternational des sciences historgues, More, 1970 16 tancia que la separa de su objeto (Gegen-stand). La violencia del euerpo llega basta la pigina escrita por medio de la ausencia, por medio de los doctomentos que el historiador pudo ver en una playa donde ya no esté la presencia que los dejé alli, ya través de un murmullo que nos permite of, como venido de muy lejos, el Sonido de a inmensidad desconocida que seduce y amenaza al saber Gna estructura propia de la cultura occidental modema se indica sin duda en este tipo de historiografia: Lainreligibilidad se establece en relacign al “otro”, se desplaza (0 progresa" al modiicar 104 5 peer pa iio, elt ites, heternor a las -etnoogi, histori, Piqua, pedayo. aia, eteétera-, se desarrolla una problemstica que elabora un “saber decit”™ {odo to que el otro calla, y que garantiza el trabajo interpretativo de una eien- cia (humana) al establecer una frontera que la separa de Ia regidn donde ta espera para darse a conocer. La medicina modema nos presenta un modelo de todo esto, a partir del momento en que el cuerpo se convicrte en un cuaidro legible, y por tanto iraducible en algo que puede eseribirse en un espacio de lenguaje. Gracias al despliegue del cuerpo ante la mirada, lo que se vey lo que se sabe pueden superponerse o cambiarse (tradtcitse). El cuerpo es una clave que espera ser descifrada, Lo que en los sigios XVII y XVIII hace posible la convertibilidad del cuerpo visto en cuerpo sabido, o de la organizacién espacial del cuerpo en organizacidn seméntica de un vocabu- lario -o fo contrario., es Ia transformacién del cuerpo en extensién, en interioridad abierta como un libro, en un cadaver mudo que se ofrece a las mmiradas. Se produce una mutacién andloga cuando la tradicién, cuerpo vivido, se despliega ante la curiosidad erudita en un grupo de textos, Una ‘medicina y-una historiografia modernas nacen casi simultineamente dé la separacién ete un sujeto que Se-TUpOTE sabe Teer y un objeto que se suponeeseri (BU. Ue HO coMDEE, peg lie debe ser descitia. fasion de una separacioi eiiire eT saber que provoca el discurs y el auei- po itude que To supone. fi oe HsToriografia separa en primer lugar sit propio presente de un pasado, pera repite siempre el gesto de dividiz. La cronologia se compone de eriodos™ (por ejemplo: edad media, historia thodema, historia contempo- "aiiea) wile Jos cuales se traza cada vez la decisin de ser giro 0 de no ser ‘mds lo dle se ha sido hasta entonces (Renacimienfo, Revolucién). Por tum, GBF Tempo "nievO" ha dado /ygara un discurso que trata com “muerto” todo lo que le precedia, pero que recibia un “pasado” ya marcado por rupturas anteriores E * Ctrenpaicular Miche Foucaul, Nousance de lclinigus. 1963, pp «=x Yalacdo, A sot owas tea Jc eect i cane a partir de un présente) y su objeto (las divisiones organizan las representa Sonesque dstenser ze-inierpretadas). El trabajo determinado por este corte ex VoTinitarisia. Opera en eT pasado, del cual se distingue, una sclecein entre ) lo que puede ser “comprendido” y lo que debe ser olvidado para obtener la | representaci6n de una inteligibilidad presente. Pero todo lo que esta nueva! comprensién del pasado tiene por inadecuado -cesperdicio abandonado al seleccionar el material, rest olvidado en una explicacién~ vuelve, a pesar de todo, a insinuarse en las orillas y en las fallas del discurso. “Resistencias”, “supervivencias” o retardos perturban diseretamente Ia hermosa ordenaeién de un "progreso” o de un sistema de interpretacion. Son lapsus en Ja sintaxis dad occidental, En la India, por ejemplo, “las formas nuevas no expulsan a) las antiguas", uns bien se da un “amontonamientoestratificado”. La marcha Gel tiempo no tiene necesidad de airmarsedistanciéndose de“pasados”, como tampoco un lugar no tiene porque definirsedistinguiéndose de “heejias”. Un , proceso de coexistenciay de reabsorcién, es, por el contrario, el “hecho cardi- nal de la historia india.” De la misma manera entre los merina de Madagascar, tos oviarana (antiguas listas genealgicas) y los tantra (historia de pasado) cconstituyen ua “herencia del oido” (ovantsofina)o una “memoria de la boca (tadidivaya); Lejos de ser un objeto lanzade hacia atrés para que un presente auténomo Iegue a ser posible, es un tesoro que se coloca en medio de la socie- dad para que le sirva de memorial un alimento para serrumiado y memoriza- do. La historia es el “privilegio" (cansara) que es previso recordar para no olvidarse uno de si mismo, Sita en medio de él mismo al pueblo que se ex- tiende de sado aun porvenir."" - ae ena de Dahomey, hinvn es emu, la pala eo tiempos pasados” -palabra (fio), es decir presencia que viene de arriba y lleva hacia abajo. No tiene nada en comuin con la concepeién (aparentemente cerea- na, pero de origen etnogrdfico y museografico) que al separar la actuali- dad de la tradicién, al imponer, pues, Ja ruptura entre un presente y un Cobicrs des Louis Dumont, “Elproble dela historia en La Ciiliation ine er ous, A Cli ‘Annales, 1968, pp. 31-54 : "ch An Dei, eration une aio orale Hise srl dna Pats Se Ja Sorbons, mimmeogafada, 1967 sobre to la 2a. pare pp. 143-227: "Fstactura del pensar antguo ySeaido de ahs pasado, y al conservar la relacién occidental cuyos términos invierte, def 4a identidad como el regreso a una “negrura” pasada o marginada,”” Es initil multiplicar ejemplos que dan testimonio, fuera de nues'ra historiografia, de una relacion distinta con el tiempo, o lo que es lo mismo, de tna relacign distinta con la muerte. En Occidente el grupo (ae inviduo) se ‘da autoridad con lo que excluye (en sto consise la creacion de un ugarpyo. ‘e Y eiiciehifa su Seguridad en las confesiones que obliene de los dominac o ne 8 (Constitayendo asf el Saber de otro o sobre otro, 0 Sea Ta clencla human) } be que Tous Victoria sobre Ta muerte es efimera; fatalmente, la segadcia”| vuelve y corta. La muerte obsesiona a Occidente. Desile este punto de viste el discurso de las ciencias humanas es patolégico: discurso del pathos -calan dad y accién apasionada— en una conffontacin con esa muerte @ la que nuestra sociedad ya no considera como un modo de participacién en la via Por su cuenta Ja historiografia supone que es imposible creer en este tipo ie presencia de los muertos que ha organizado (u organiza) Ia experiencia ie Civilizaciones enteras, y por lo tanto ya es imposible “tenerlos en cuents”, debemos, pues, aceptar la pérdida de una solidaridad viva con los desapaic cidos, razar un limite irreductible. Lo perecedero es su base; el progreso, afirmacién. En uno esta la experiencia que compensa y combate el otto La historiografia traia de probar que el lugar donde se produce Por ejemplo, qué relaciones podemos establecer entre la espirituali- dad o la feologia jansenistas por un lado, y por otro las estructuras socio- culturales 0 la dindmica social de Ia época’? Hay todo un abanico de espuestas. Asi, para Orcibal, fo que se debe buscar es una experiencia radical en su estado primario y en el texto mas? Primitivo. Pero, aun ali, la experiencia-se enajena entre los apremios de un lenguaje contemporineo; fa historia desu difision seri, pues, la historia de una degradacion progresiva. Aun cuando el historiador pera remontar Ia co- | riente hasta las fuentes mis primitivas, escrutando sin cesar en los sistemas Lstricns y lingtistics hasta encontrar la experiencia que ovaltan al desarro- Hlarse, nunca capta el origen sino solamente los estadios sucesivos de su pérdi- da, Por el contrario, Goldmann lee en la doctrina jansenista el resultado y el signo de la situacién econémica en ta que se encuentra una categoria social; al perder su poder, los hombres de toga se vuelven hacia el cielo de la predestina- cién y del Dios escondido, revelando ast rina coyuntura politica nueva que es cierra el porvenir, aqui, la espirtualidad, sintoma de lo que no dice, nos lleva al nilisis de una mutacin econémica y a una sociologia del fracaso.* * Muchas de las Hamada test de teologn, ef preciso confesarla, som fnizameateaniisis {erarioe de vn ave no 38 eitingen de los demés estos leraon sna por st beste de tener us ceo religoso como hace lelogt” fra deer lt en clipes cates nie en wa on as : a * Asis por elmo, en su gran Witeo Critien sant Eplise La conscience religieuce oe lew Las atmbigtiedades de tates sistemas de interpretaeién han sido vig. rosament€ Grificadas, en particular por Michel Foucault. Se mantieni n yesh Iiniente en Ta condicioa meierta, ni came ni pescado, de esas “tota’i- dades” que no pueden leerse en la superficie de los textos, pero que les sen { subyacentes, realidades invisibles que llevarian encima a los fendmenes «Con qué derecho podemos suponer y eémo podremos identificar a ests unidades que se hallan a medio camino entre lo consciente y lo econémnics.? che pV Zoo Lain detain abo Sind prasee, "AD Lovey The Grew Chan of Bg Sent 838 "Ande ts en eater face cheese Gg Dayenn ‘cimthodes,Caimar Pease 18 9p. 387968 Pew mines eee ee Sarre tenant kode by ode) Ue Gt por amaea pena iimlenent id Fo Vena Insane arc alpen oan nema dESS anh Ss cog Tao apni etna dels ese stom cto uy pana nse ser nee oe salons mm pc conox-Oberadnshanbe"neatonomntineheteacte “yeloieopa, cane eteaseny el poate lnc Chee ene en eso nel sense Bat 99 esa Bahr Le atone pin Po, 19.0405 > Niel Fcc thsi sto, Galo, 56) 93 lelossabios en Kur Hist. Nan A Study ofthe History ofan Idea, Camirhe (Mass Suldlogisme. Seine muy profs sustnuTdas por un “inconsciente coleet- waiterse, puede erecerodisminuicsegin nuestra voluntad iene Ia am- | plitud de los “fentémenos comprensibles”. De hecho, representa la necesi~ ¢ | dad que de #l tiene el historiador.y no es propiamente un instrumento de} | anadlisis; significa una necesidad de la operacién cientifica, y no una realidad jue se pueda captar en su objeto. . ese coneepeion manifesta ques imposible elimina del tabsio vistoriogdneoturtieolagasqueteyenchas Poe Pero al concederles el fugar de Tarovjes-atastaas de las esiructuras sosToeconémicas, suponiendo por afiadidura que las “ideas” funcionan de la misma manera que las estructuras, paralelamente y a otro nivel,” la “historia de las ideas” s6lo encuentra bajo la. forma de un “inconsciente”, la inconsistente realidad donde suefia descubri los historiadares, o mas exactamente, del grupo al que pertenecen. La volun tad de definirideoldgicamente I historia es propia de una élite social. Se funda en una division entre las ideus y el trabajo, Acostumbraba iguimente descuidar las relaciones entre Ins ciencias y sus téenicas, entre Ia ideotogia de tos historiadores y sus practicas, entre las ideas y su localizacin o las condi- ciones de su produccién en los conflictos socioecondmicos de una sociedad, etcétera, Nada tiene de notable que esta divisién, resurreccién y refuerzo de tun “elitismo” ya muy marcado a finales del siglo XVIII (Frangois Furet fo ba notado entre otros muchos), tenga por simbolo la yuxtaposicién entre una “histori de las ideas” y una “historia econdmica” f La biisqueda de la coherencia propia de un nivel ideoldgico nos remite, pues, al lugar de los que la claboran en el siglo XX. Gramset nos indica sin duda alguna su verdadero aleance, cuando dejando a vn lado la historia de las ideas, la sustituye por ls historia de los “intelectuales orgini- 0s", grupo particular, donde analiza fa relacidn entre la ‘posicibn” sosal que ‘ocupan y los discursos con que la manifiestan. “-upotema espn god ses ua ces con nese Duy tine wht ateencm anes octet tel pepo run esl ebjers SI'S mar ert propio com “reaps ta expres rsa no Sagres so completes 32 menu vets Cn medi en She emncm fo qs se pote come “ae Ce Antonie Gramsci, Ocwores Chose, Ed. Sociales, 1989, p. 432: “Cuando Ins diversas categories de intelectual fndiionales experimentan, con un espiita de cuerpo el seni= fniento desu contimidad bisrieaisnterumpiday de so calfiescin, se stan ellos mismos {mo auténomos e independicstes del grupo social dominante, Esta autoposicién tne conse ocncias de largo akanee en et dominio weokigio y politico: toda Ta filosofaideatite puede Stribwirae fScloente a ext posicion toads por et comple socal de fs fotelestats, 44 2. Practicas histéricas y praxis social Elexamen de todos estos “modelos” (euya lista y andlisis padriamos proton gat) tos revela dos problemas conexos: el desvanecimiento de Ia ideotogia ‘como una realidad que pueda ser explicada, y su reintroduccién como i referencia en fucién de Ia cual se elabora una historiografia. Como objeto de estudio parece eliminada —o siempre menospreciada-—- por los métodos actuales de investigacidn. Por el contrario, se presenta como el presupuesto de"*modelos” que catacterizan un tipo de explicacién; est implicada en cada sistema de interpretacién pot las caracteristicas que conserva, por los proce- dimientos que le son propios, por tas dificultades técuieas que le salen al encuentro y por los resultados obtenidos, Dicho de otra manera, ef ite hace historia en la actualidad parece que ha perdido los medios de eaptar tna afirmacién de sentido como objeto de su trabajo, pero encuentra la misma afirmacién en el modo de su propia actividad. Lo que desaparece del pro- ducto aparece en la produceién, Sin duda alguna, el término “ideologia” ya no es conveniente para designar Ja forma como surge Ia significacion en la Optica o “mirada” del historiador, El uso comin de este término data det momento en que el lenguaje se objetivizd; cuando, reciprocamente, los problemas de sentido fueron remi- tidos al proceso de la operacién y presentados en términos de selecciones historicas integradas en el desarrollo cientifico. Es necesario decir en seguida quese trata de una revolucién fundamental, ya que coloca el hacer historiogratico cn lugar del dato histrico. Camibia el significado de la investigncién: de un sentido revelado por la realidad observada pasa al andlisis de opciones 0 de organizaciones de sentdos implicadas por operaciones interpretativas. Esto no signifiea de ninguna manera que la historia renuncie a la realidad y se vuelva sobre sf misma para contentarse con exaninar sus proce S08, Mas bien, como veremos, lo que ha cambiado es fa relacidn con lo real Y sil sentido no puede ser captado bajo la forma de un conocimiento parti- cular que seria extraido de lo real o que le seria afiadido, se debe a que todo “hecho histirico” es el resultado de una praxis, signo de un acto y por cons uiente afimacién de un sentido, Es resultado de procedimientos que hat permitido articular un modo de comprensién con un discurso de “hiechos"?* Antes de precisar més esta situacin epistemoldgica que ya no nos permite buscar el sentido bajo la figura de una ideologéa mas o de un dato de ® Se puede mer i evolucin de I hstoriografa acer de fs nocién de “hecho hstrieo” comparando la explicacin de Henn-énée Marrow (“Qué es un bec histric?™ en Lite 1 st méthodes, op. ci. pp. 494-1800) y los problemas planteados por Fangois Pure en Le Golf y P Nora (ed), Fare de Pasir, Gallimacd, 1974, Upp. 42-61 la historia, es preciso recordar los indicios que aparecen en la historiografia, actual. Volveremos a considerar, através de estudios hist6ricos, el problema planteado hace tiempo por la tesiscldsica de Raymond Aron.™ Pero no pode ‘mos contentamos, como le pasaba a él, con captar la interpretacién historica tinicamente al nivel dela filosofia implicita en los historiadores, porque llegs- riamos a un juego indefinido de ideas relativizadas unas por otras, juego reservado a una élite y combinado con la conservacién de un orden estable~ cido. La organizacién de cada historiografia en funcién de épticas particula- res y diversas se tefiere a actos histéricos, fundadores de sentidos ¢ instauradores de ciencias. Desde este punto de vista, cuando la historia toma ‘en consideracién el “hacer” (“hacer historia”), encuentra al mismo tiempo sus raices en la accién que “hace Ia historia”. Como el discurso no puede desolidarizarse hoy en dia de su produceién, tampoco lo puede de la praxis politica, econdmica o religiosa que cambia las sociedades y que, en tun mo- mento dado, vuelve posible tal o cual tipo de comprensién cientifica De los “prejuicios” histéricos a las situaciones que revelan ellos mismos EL alejamiento en el tiempo, y sin duda alguna una reflexion mis epistemolégica, nos permiten hoy en dia descubrir los prejuicios que han ejeroido presion en la historiografia religiosa reciente. Aparecen tanto en la seleccién de temas como en la determinacién de objetivos del estudio. Pero cada vez se ven ligados a situaciones que fijan al historiador una posicién particular frente @ las realidades religiosas. Asi, los contflictos entre la Iglesia y et Estado, o los debates de la escucla “libre” contra la escuela laica, han traido, entre otros efectos, el resultado de privilegiar entre los fenémienos religiosos, a los que se presenta- ban bajo la forma de una oposicidn a las ortodoxias, y por consiguiente, de favorecer la historia de las “herejias” mas bien que la de las instituciones eclesidsticas o de las “ortodoxias”, No tanto las intenciones personales, sino ‘mis bien las localizaciones socioculturales, movilizan entonces el interés y el tipo de investigacién. Por ejemplo, el estudio de los principios del siglo XVI se ha dedica- do mas a la “prerreforma” que a las corrientes escolisticas, por lo demas ‘mayoritarias e igualmente importantes, Se aborda al “humanismo” bajo el aspecto de una ruptura con Ia tradicion cristiana, y no se le inscribe en la ° Invoduction& lt phlosophe de Mhsive. Etat sure loies de I object hisorigue, Vin 1938, Las misma tesis son repetidas x Dimensions de la conscience hetorique, Pion, 19SL 46 prolongacién de la patistica, © de los reformismos sucesivos, o de una serie de retornos a a antigitedad a lo largo de la Edad Media.** Del misino modo, se ha identificado al siglo XVI religioso con el jansenismo, ‘rebelién” profética, sicndo asi que ¢s tno de los fenémenos de la época y que muchos de ls elementos considerados como caracteristicos del jansenismo se encuentran en otras corrientes espirituales.**O bien, de Ia obra de los grandes “sabios” de los sighos XVIy XVII, se han retirado los escrtos teologicos 0 exegéticcs, considerados como restos de épocas superadas, indignas de interesar a una sociedad progresista,etcétera.” El analisis cortaba, pues, en el tejido de Ia historia, “temas” confer= ‘mesa los lugares de observacién. No nos admiremos de que los estudios tratan de comegir ese tipo de cortes, para establecer otros, provengan 110 solamente de tradiciones ideolédgicas diferentes, sino de lugares yuxtapues- tos y a menudo opuestos alas primeras, por ejemplo de medios eclesiistics 0 de centros extrafios al ambiente de la Universidad francesa. De este tipo son las reseias del P. Bernard-Maitre y de otros, hasta el gran libro de M, Massaut sobre los tedlogos “conservadores” de princ - pios del siglo XVI; los trabajos del P. de Lubac o del P. Bouyer sobre ia repeticion de la exégesis apostolic y patristica en el humanismo erasmiiano los de Gilson sobre el vocabullario tradicional adoptado por Descartes;”” Ins de Bremond, o de tantos otros después de él, sobre el vasto repertori corrientes misticas, una de las cuales es el jansenismo, La aportacién co siderable de estos estudios no esfuma su caricter més o menos discret mente apologético, Tal vez, la misina riqueza de su contenido se hizo pos ble gracias a este aspecto de réplica o de cnuzada, que los asemejaba a vn caballo de Troya, ° Cf bra magistal de A. Renae, Privo ot humanisme @ Parts pendant les pres puerres dale, 1994-1817, Dros, WB, y toda 30 postetiad * Tadiiénuniveritaia que correspond a sechzo del ansevisms po la ensefancaacaénica, ie Sivahasta mins deli xD se mien basta la Vigor sitesi Anoine Adam, Dum dla révole Les Jansénister du wir sete, Fayard, 1968. ” Un indisioente muchos: el ugar concedio a low Theological Manuscripts (ed. H. MeLacl Liverpool, 1950) en lsinterpretcion de sobre News, Alecanie Koyis especiales ban ‘sacolas prspectiva (ff Da monde cls 6 univers fin, 1961), Emsesos dis sehr hinap 2 enaue In cieoci oceidetal ha sd eatorada en funeiin de deter eoegicosy que, por employ = ‘ullaenrelacsin intrinscacon el dogma dela Enearcin; ef, Alenanire Kojive “El orgeh ea» dc inciencia modem’, en Mlangs dloxandre Koyrd Hera, 1964, 1.1, pp 295908, “ Heni Berard Maite, "Los “Teologasts’ dela Universidad de Pais eo Getapo de Fras y Ce Rabel, on Bblohégued Penanisme e Renaissance, 77, 1965,9p. 248-264; Jas Pete Mavs esse Cichiove, umanisme et la formed clea, Les Belle Lees 1968, * Louis Bouyer, 4uicur a” Eruime, Enufes sur le cvitantsne des Hamanitescathligues, Pt 1955; lear de Lupo, Exe iédivale, blen 1, 1964 °*Femie Cian, nudes sur lye dela pense miiévate dans la formation du systime core Vii, 1951 Lamarea de los compartimentos socioideolbgicos es particularmente isible en la historiografia religiosa francesa, Es un rasgo, muchas veces subrayado, de la sociedad francesa, Los trabajos cienificos nos revelaban la posicin universitaria en esta materia, Privilegiaban a los ‘catdlicos liberales” sobre los “catdlicos intransigentes” (con excepcién de Ia obra de René Rémond, estos iltimos han sido estudiados por ingleses o norteamericatos, que no se interesan del misto modo en los problemas franceses);” 0 bien aban la preferencia al “modemnismo” cientifico o social, “sobre el integristno"* (Cuyo interés histérico acaba de ser demostrado por Poulat).” Los debates internos de la sociedad francesa han traido consigo un fixismo historiogrifico, ‘¥ durante mucho tiempo, la reproduccién indefinida de cartes formals, cuando ‘ya una erudicién nueva modificaba el contenido. Esta esquematizacion traia como efecto el reempleo actual de los “partidos” opuestos de antafio —reformadas contra catélicos, jansenistas contra jesuitas, modernistas contra integristas, etcéiera— y las banderas pro- venian mds de las situaciones socioculturales que de las convicciones perso- nales, Las polémicas antiguas organizaban la investigacién cientifica sin sa- berlo, Los historiadores se “metian en la sotana, el habito 0 la toga de sus predecesores, sin darse cuenta que se trataba de vestimentas de controversistes © de predicadores que defendian cada uno su causa”.® Algunos silencios atestiguan hoy en dia la huella de este pasado reciente, aun en estudios magistrates sobre la sociedad y el pensamiento clisicos: discrecién de Goubert en lo referente a las teologias"* o aun a la religi6n;® ausencia de referencias a Ia literatura religiosa en Ia interpreta cién que Foucault nos da del episteme clisico."* Pero también, y reciproca- mente, silencio del abate Cognet sobre la historia sacioecondmica en la Espiritualidad moderna,” o bien, por el contrario, en muches trabajos con sagrados a las temporalidades de las abadias, la presién social que hacia que muchos clérigos historiadores no prestaran atencién a la vida religiosa de esas mismas abadias, " Cie René Rémond, La Droiteen France de 1815 @ nos jours Aubiee 1954. Se tienen ls pecspectivas anplo-americanas con Richard Griffiths; The Reactionary Revolution, Londees, 166; Eugen Weber, L'dcion faneaice, Stock, 1962; eedtern, ™ File Pola, ingrisme et athlete ntgra,Cesterman, 1969, el debate que ostuvo con Pal Droulers. en Archives de Socoloie der Religions, 28,1968, 131 “152 Lucien Feber, du coeur Reiger 57 site, Senpeay 1957, 9.146, "Bn Reais le Beauvais de 16008 1730, Seve, 1860 En Ancien Rime, A Co, 1969, YM Fewcul, Ler Ao eer choses, Gallina 1965, 0p. 1 L, Copuct La Spiritual moderne, Aube, 1966, a reseda de M, Nenad ea Rev His de Egh de France, 54,1968, 9p. 101-103, 48. La mutacién de los “prejuicios” en objetos de estudio Liberados de situaciones conflictivas que se alejan cada vez mas de noso- tros, nos es mis fécil descubrir su huella en los estudios arriba citados, Nosotros mismos estamos ya en otro lado. A medida que se borran las divisiones que todavia ayer organizaban a una época y a su historiografia, estas iiltimas pueden ser anafizadas en los mismos trabajos de aque tiempo, La terminacién de un periodo aumenta nuestra lucidez, pero esta compren- sion, que se considera “mejor” y que serd en lo sucesiva la nuestra, se debe al hecho de que nosotros mismos nos hemos desplazado; nuestea situacién ‘nos permite conocer la de ellos de una manera muy diferente a como ellos ta conocieron.* Lo que hace posible a relativizacin de los debates de ayer, y porto tanto la identificacion de las presiones que ejercieron sobre el discurso cien- tifico, es la posicidn mieva de la religion ent muestra sociedad Lejos de ser una fuerza, una amenaza, un conjunto de grupos v de cuerpos constituidos, como ocurtia ayer, el cristianismo francés se libera hy gn dia de su pesantez social al satirse de eompartimentos cerrados, Deja de constituir lugares propios, vigorosos pero cerrados, en la nacién, Se von- vierte en una regia mal definida y mal conocida de ta cultura francesa. Una historiografia religiosa puede ahora convertirse en el objeto de un nuevo exo. tismo, semejante al que conduce al endlogo hacia los “salvajes” del interior o hacia fa brujeria francesa, Sociatimente, el eristianismo existia mis inten ‘mente cuando se le concedia menos lugar ayer en el tiempo que el que se le concede hoy en el mundo. Podia uno callarse o ser parcial, cuando se trataba de enftentamientos, de adversarios o de grupos encetrados en su vitalidad propia, Ahora se dice que ya no constituye una fuerza, y que por necesiad se ha “abierto”, “adaptado” y conformado a una situacidn donde se convicrte enel objeto de una curiosidad “imparcial” y en signo lejano de “valores”. La renovacién de la historia religiosa no significa, pues, un avance del ctistianismo, sino fa disolucién de sus instituciones y sus doctrinas en las nuevas estructuras de la nacién, el paso de un estado de cuerpo opace y resistente a un estado de transparencia y movimiento. "Chic Ias observeciones de D. Juli, P Levin, D. Nordmn y A. Vaace, “Reltevinnes acerca Ia hstriografis foncesa contenporinea™, en Recherches ot Débats 47, [96h py 39.34 2 Acerca dl intesésetolinco y (reo, que ee co ye se presta ahora la tetigié, 9 se enplica ala vez fa murleza de wna nueva "erisidad” Ia renova de for estooe ‘rca de ls ideclogin (en lo scesivo tnd por inceiles, pero porters de en shabutsive gue debe dessifrrse). ef: M. le Certeo, La Culture au pluie col 1018; 1834, ph TT 3s Las Revaluciones de Io ereble™ 49 Los “prejuicios” de la historia 0 de los historiadores desaparecen cuando se modifica la situacién a la que se refsrian, La organizacién ayer viviente de una sociedad, inctustada en la Optica de sus historiadores, se vambia entonces en un pasado que puede set estudiado. La organizacion cambia de condicién: deja de estar del lado de los autores, como aquello en fuacion de lo cual pensaban y se pasa del lado del objeto, al cual nosotros, ‘nuevos autores, debemos convert en pensable. En funcién de otra situacién hos es ahora posible examinar como “prejuicios” las circunstancias de una época y el modo de comprensidn de nuestros predecesores, rebabilitar las relaciones con ottos elementos de la misma época ¢ inscribir su historiografie ¢n Ia historia que constituye el objeto de nuestra propia historiografia.* Scgiin este modo de ver las cosas, los modos de comprensidn de la historiografia de ayer se encuentran en la misma posicién que las ideologias © las creencias cristianas, Estas iltimas representan solamente a la distancia mayor secorrida por la eonviecién que proporcionaba a un pasado sus prin. ipios de inteigibilidad y que hoy en dia debe ser comprendido segin otros puntos de referencia. La separacién entre estas dos posiciones nos esta sefia. {ando el problema mismo del proceso hisiérico: la relacién entre el “sentido” ue se ha convertido en un objeto, y el “sentido” que permite actualmente comprencierl. Desde el momento en que se busca el “sentido histérico” de una ideologia o de un acontecimiento, se encuentran no solamente métodos, ideas ‘una manera de comprender, sino la sociedad a la que se refiere la definicion ic lo que tiene “sentido” Si existe, pues, una funcién historica que especifica la confronta- ion incesante entre un pasado y un presente, es decir, entre lo que organiza. ba a la vida o al pensamiento y lo que permite hoy en dia pensarlo, existe también una serie indejinida de “sentidas histiricoy “ Las ercencias nos offecen un caso extremo de la relacién entre dos sistemas de comprension através del paso de una sociedad todavia religiosa (adel siglo XV1, por ejemplo) a una sociedad, la nuestra, donde lo “pensable”™ se ha secularizaco. ‘EI problems consiste en saber qué rcontecimiento o qué mutacin sociopolitca vuelve ponte, sey el puto de vista de In histciografia del siglo 0, un anise aslogy ol se Mousbicr dedi en estos whhimos sos a los historiadores del siglo xvin, Peto'ain dean os Decesario invert los términos de In cuesti: UO nuevo punio de witty cealico'sy peccwe site uno de os wdicios por donde se expresa y se encuentra tn “scontectulcone 50 » diseurso y realidad Dos posiciones de lo ve.11 > regpitulames todas estas aportaciones, la situacin de Ia historiogratia ns presenta la interrogacién sobre lo real en dos posiciones muy diferentes en 1 Proceso cientifico: To real como conocido (lo que el historiador esti, cor Brende 0 “resucta” en una sociedad pasada) y fo real como implicado por peracion cientifca (Ia sociedad actual ala que se refieren la problemticed 1 bistriador, sus procedimientos, sus modos de comprensén y finalmente te Patetce del sentido). Por una parte, loreal esel resultado de alii, y por ot © suposttilado, Estas dos formas de la realidad no pueden nicliminarse ot red ‘irse la una ala otra, La ciencin historica se apoya precisamente en su seleers» ‘mutua. Su objetivo propio es el desarrollo de esta relacién en tn discus, Pvidentemente, siguiendo los periods o los grupos, la viensia ic torica se moviliza de preferencia hacia uno de los dos polos. Hay, en efe ‘0, dos especies de historia, segim prevalezca la atencién a una de les cox posiciones de lo real, Y aun cuando tos easos en que hay mezcla de las de EsPecies superan a los casos puros, cada especie puede ser ficilmen seeoueeida, Un primer tipo de historia se interroga sobre lo pensable « spbre las condiciones de su comprensidn; cl otro pretende Megara lo viv do, exhumado gracias al conoeimiento del pasado. Ea primera problematica examina la eapacidad de convertir en Pensables a los documentos que ha encontrado el historiador, Obedece a Jeepaidad de claborar modelos que permitan constiuir y comprender series de documentos: modelos econsmicos, modelos culturales, etegtera, Esta perspectiva, cada vez més connin en nuestros dias, conduce al bistoriador a ls hipStesis metodol6gicas de su trabajo, asu revision s nance gc intercambios pluridseiplnares; a principios de ineligiblidad eapaces da instaurar pertinencias y de producir “hechos", y finalmente a una situocion cBbtemoligica presente en el conjunto de las investigaciones caracteristicas dela sociedad donde trabaja."! {Ls otra tendencia favorece larelacibn del historiador con lo vivido, G3 teit la posibilidad de revivi ode “resuciter” un pasado. Quiere restasng IP clvidade y encontiar alos hombres através de las huellas que han dejado, Implica ademas un géneroliteratio propio: el relat; mientras que primera, snucho menos descriptiva se enfrenta més bien con series de donde saldién diferentes tipos de métodes. intr ena nec zdelo Aanater 8 ede 1389), 0 The umf encima Hotors STOMIT Press oss), 5 Entre estas dos formnas hay tensién, pero no eposicisn, Porque es un hecho que el historiador se halla en una posicién inestable. Sida la prioridad a lun resultado “objetivo”, si intenta colocar en su discurso la realidad de una sociedad pasada y si desea devolver la vida aun desaparecitio, reconoce siem- pre en toda reconstruccién el orden y el efecto de su propio trabajo. El diseur- 50 destinado a decir /o otro sigue siendo sw discurso y el espejo de su opera- ida. Por el contratio, cuando vuelve a sus précticas y examina sus postulados para renovarlos, el historiador deseubre presiones que se originan mas allé de su presente y que se remontan a onganizaciones anteriores, de las cuales st trabajo es ef sintoma, no la fuente. Ast como el “modelo” de ta sociologia religiosa implica (entre otras cosas) la condicién nueva de la prictica o del onocinniento en el siglo XVI, no de otra manera los métodos actuales evan consigo disimulados como acontecimientos y cambiados en cédigos oen pro- blematicas de Ia investigacién, antiguas esiructuraciones e historias olvidadas. Fundada, pues, en el rompimiento entre un pasado, que es su objeto, Y un presente, que es el lugar de su préctica, la historia no cesa de encontrar al presente en su abjeto y al pasado en sus précticas. Esta poseida por la extrafieza de lo que busca, ¢ impone su ley alas regiones lejanas que conquis- tay cree datles la vida Lo intermedio, situacién de la historia y problema de lo real Un trabajo incesante de diferenciacidn (entre acontecimientos, entre periodos, entre aportaciones, entre scries, etcétera) es, en historia, la condicién que per. mite relacionar elementos distintos, y por lo tanto, comprenderlos: Este trabajo Se apoya en la diferencia que existe entre un presente y un pasado, Supone siempre al acto que presenta una novedad y se separa de una tradicién para ‘onsiderarla como un objeto ce conocimienito. El corte decisivo en cualquier ciencia (una exclusién es siempre necesaria cuando se procede con rigor) toma en historia la forma de un limite original que constituye a una realidad ‘como “pasada”, y que se explicita en las téenicas proporcionadas ala tarea de “hacer historia”. Ahora bien, este corte pareve ser negado por Ia operacion ala que da origen, puesto que lo “pasado” regresa a la prctica historiografica. El ‘muerto resueita dentro del trabajo que postulaba su desaparicién y que postu- laba también la posibilidad de analizarlo como objeto. La condicién de este limite, necesario y negado a ta vez, caracte- riza ala historia como ciencia humana. Es “humana”, no en cuanto tiene al hombre por objeto, sino porque su prictica reintroduce en el “sujeto” de la ciiencia lo que ya haba distinguido como su objeto, Su funcionamiento nos 52 envia del uno al otro polo de lo “real”. La actividad productora y el periodo conocido se alteran reciprocamente. EI corte que habia puesto entre ellos tuna decisin generadora de trabajo cientifico (y fuente de “objetividad") comienza a tambalearse, Se invierte, se desplaza, avaniza. Este movimiento se debe precisamente al hecho de que el corte ha sido impuesto y no puede ser sostenido, En el curso del movimiento que desplaza los tétminos de Ia rela- cidn inicial, la misma relacion es el lugar de la operacidn cientifica, Pero es umn lugar cuyas mutaciones, como un eorcho que flota en el agua, siguen Jos movimientos mas vastos de las sociedades, sus revoluciones econoni a8 y politicas, las relaciones complejas entre generaciones o entre clases, eicétera. La relacidn cientifica reproduce el trabajo que asegura a unos grupos el dominio sobre otros hasta convertirlos en objeto de posesidn: Dero ca testimonio también del trabajo de fos muertos, el cual, gracias a.una especie de energia cinética, se perpetiasilenciosamente junto con Ia super- vivencia de estructuras antiguas, “continuando”, dice Marx, “su vida vegetativa” (Fortve-getation)." El historiador no escapa ni del estado latente ni de la pesadez de un pasado que todavia esté ahi (inercia que el “tradicionalista llamaré “continu dad”, con Ia esperanza de presentarla como la “verdad” de la historia), Ya no puede hacer abstraceién de los distanciamientos y de las exclusiones que definen la Epoca o la categoria sociat a la que pertenece. En su operacion, las Permanenicias ocultas y las rupturas instauradoras se amalgaman, Y esto lo demuestra claramente ia historia, nuesto que tiene por abjeto diferenciatlas.®" La frigil y necesaria froatera entre un objeto pasado y una praxis presente comiienza a tambalearse desde el momento en que al postulade ficticio de un dato que debe ser comprendido, o sustituye el examen de una operacion siempre afectadapor determinismos y que siempre puede ser reconsiderads, siempre dependiente del lugar donde se efectia dentro de una sociedad, y por lo tanto especificada por problemas, métodos y funciones propias. La historia se desatrolla, pues, alli, en esas fronteras donde una sociedad se une con su pasado y con el acto que lo distingue de él; en las lineas que trazan la figura de una actualidad al separarla de su otto, pero ue borran o modifiean continuamente el retorno del “pasado”. Como en la Pintura de Mird, el rasgo que dibuja las diferencias con contornos precisos y hace posible una escritura (un discurso y una “historicizacian”) se ve atravesado por un movimiento contrario. Hay vibracién de limites. La rela- ‘Ko Maes, Dos Kept, Rein, 194,119. 7 (pier pefico) te, Oeste, Pgiade. 1965. .9 49 "Estes lo que ha hecho tar insistentmenteM, Fel enpaiculares Arche dasa 1960, pp 16-17 cién que organiza la historia es una referencia cambiamte en la que ninguno de los términos puede considerarse como estable. La relacién con el otro Fsia situaciGn fundamental se revela en nuestros dias de muchas maneras que se refieren a fa forma o al contenido de la historiografia Por ejemplo, el anaisis de una duracién breve o larga, socioeconémica © cultural, se ve precedido, en las obras de historia, de un Prefacio donde el historiador narra las etapas de su investigacidn, El libro, compuesto de dos rmitades desiguales, pero simbélicas, une ala historia de un pasado, el itinera- rio de un proceso. Ya Lucien Febvre inauguraba la presentacion de su Lutero con ef examen de su propia situacién como historiadoren la serie de estudios consagrados al mismo objeto (1928). El se inscribia en la evolucién de una historia presente, al mismo tiempo que colocaba a Lutero en una serie andlo- ga mas antigua, Posteriormente, el histofiador ya no sélo precisa el lugar desde donde habla, sino los movimientos que ha hecho, 0 el trabajo que ha realizado en su metodologia y en su problemitica. Pierre Vilae y Emmanuel Le Roy Ladurie, cuyas obras dominan la historiografia presente, yuxtaponen el tazo de una curva metodolégica de sus trabajos a la de las transformacio- nes estructurales de Cataluita 0 del Languedoc durante cuatro siglos.** La verdad de la historia esté en un “estado intermedio” impuesto por tuna obra ineapaz de crear un objeto que sustituya a esta relacion. En Soriano, el andlisis de los cuentos de Perrault se convierte en relato 0 en eonfesion de uuna basqueda, de manera que el objeto del estudio, fragmentado por sondeos metodol6gicos heterogéneos, encuentra su unidad en la operacién donde se ‘combinan sin cesar las acciones del auior y Jas resistencias de su material. Con esta tension interna, nervio de la explicacién hist6rica, debemos relacionar otro aspecto no menos sorprendente de las investigaciones actuales: la con- frontacién de un método interpretativo con su “otro”, o mas precisamente, la evidencia de la telacién que mantiene un modo de comprension con lo incom: prensible que “ha hecho resalta”, Por ejemplo, la inmensa erudicién cultural de Alphonse Dupront encuentra por todas partes en la historia un “pénico”, pro- fundidad salvaje y sagrada, Si alguna vez.esta “alma panica del colectivo", este impulso original, o esta opacidad neutra de una “mentalidad colectiva’, toma el aspecto de un punto de referencia, de un significado, o de una base de la Enmenuel Le Roy Ladi, Les Paysans de Languedoc, Sespen, 1965, ¢ 4. pp. Te, sobne tudo Piere Vilar, La Catologre dans I'Fspagee maderne, Sexpen, 1962, pp. Ui-3® “Mate Sonimo, Les Cowes de Perrault Culare sovante vt naditns poputares, Gallimatd, 1968 54 historia, se debe a una especie de ficcién que se apoya en los puntos de vista mis discutibles de Otto 0 de Jung. Porque, en realidad, este “panico” es el nombre que un conocimienta prodigiosamente extendio da a su propio limi- te, a lo desconocido que revela y encuentra en su avance, a todo lo ignotado que hace aparecer el progreso de una ciencia, Una dimension de la bistotia se sefiala (y no sc elimina, como en otras partes) por un “itracional” proporcic. nado a la investigacién que se ha colocado bajo el signo de un conocimiento de las ideas y de las formas culturales: “Lo no historico, dice Dupront, es indispensable a lo histérico”.** Pierre Vilar presenta un fenémeno andlogo: la existencia misma del tema de su trabajo ~Cataluila~ es el enigma que hace surgir un rigurose anilisis socioecondmico, {.Cémeo se constituye Catahuita como unidad propia? {Cémo eambia esta unidad con la aparicién, también problemética, dela unidad “espaiiola” En estos problemas, Ia notable demostracién de P. Vilar, que convierte Jn teoria econ6mica en analisis historico para eaptar una “historia profumela” partiendo de las variaciones econémicas, encuentra su otro. Se topa con continuos enigmas: “la formacién de grupos con fuerte conciencia de comu- ‘nidad”, la naturaleza de la “personalidad regional” o nacional el sentido de un ‘querer politico”.*” El rigor de su interpretacidn libera, como umn resto 0 como Jo que.se fe vuelve incomprensible, a la unidad de coneiencia cuyas condicio- nes y funcionamiento han sido, sin embargo, tan vigorosamente actaradas No debe sorprendemos que el problema abierto por la inrupeién del otro en los procesos cientificos aparezca igualmente en sus objetas. La investigacién no busca tinicamente comprensiones que salgan bien, Regre- sa.a los objetos que ya no comprende. Se da cuenta de lo que va perdiendo al fortificar sus exigencias y sus métodos. La Historia de la locura nos indica ef momento en que un cientificismo inflado tiene que enfrentarse con Zonas que habia considerado como un desperdicio 0 como un reves in: comprensible.** La ciencia historica ve erecer las regiones silenciosas de “Bo Reswe de Synthere, nim 37-39, p. 329, Ch. tambien algunos estdios pariularmente importsntes “Lovtdes, pespectivas de vo secologn de lo agsato", ea La Table rane, 125 mayo 1988, pp. 74.96; "Problemas y métodos de una historia de la Psicologia eutectic, Anais 256,16, 961, pp. 211; "Formas de a culture de las masa de la ja plitcn 9 Te aregsnacin tumaltosa (siglo XVLA%)", en Nisewun de culture ot groures soctoue, Mu 1968, pp. 149-167, SP Vila a Catalgne..op cit. 1, Preficl,pp. 6.37. Lasontotacin ene expresin sult éstctureseconsmicas es arttulamnenie rica (debit al mise objeto estudiads) en Hempodel Quijote” Europe, enero 1856, np. 3-18); “Las prinitivosespaeles del pensamicsto econo’ (Nlanges M. Baan, 1962, p. 261-2840, desde wn punto de vst is metodic, en" Mar moe historia ene desaroo de as ciensias himanas” Sul toric, La $1960, pp. 1008-1063) “AM, Foocauly, Folie et dérason. Histoire de a flea de classique, Plo, 1961 (neva edi, Galina, 1972), 55

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