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FINAL La vida se va presentando a través de historias reves; historias que uno se cuenta y se repite sin cesar, que forman un amplio Ga posibitidades nan Guillermo Samperio | i f L ahistoria de Irene Dunbar es triste porque nunca pudo ser contada. Pero es particularmente triste porque tenia todos los elementos para ser muy buena. No seria ambiciosa. Quizés la simpleza que debia tener al ser contada era algo inalcanzable, una pretensidn exagerada, juna ambicién miope? La historia de Irene Dunbar es triste porque su autor no pudo contarla. Yo, Antonio Corde, no pudecontarla, lo quehace que, ahora, esa historia triste se trate mas de m{ que de Irene, La traicién mas terrible que se le puede hacer a un personaje es forzarlo a que cuente mas de quien lo creé que de si mismo. Yo cometi ese crimen; le traspasé a Irene mis manfas, mis defectos, mis escasas virtudes. Prostituf la ficcién, la desvirtué, la contaminé, la embarré de mi, Dejé a Irene atrapada en un limbo con un pellejo propio, pero con todo el peso de mi esencia en su interior, con mi vocabulario en sus cuerdas vocales. Yo, como un cancer silencioso 49 esparciéndose por su cuerpo incompleto, atin no descrito. Para salvar a Irene —que ahora también es personaje de otra historia, de ésta— debo completarla. Sera més que solo un nombre, que una céscara, que una lapida sin muerto. El apellido de Irene es un préstamo que me hicieron las paginas de Catch 22, de Joseph Heller. Leia 0 acababa de leer ese libro cuando empecé a concebir su personaje. No sé por qué me encapriché con “Dunbar’, habia tantos otros nombres que sonaban mejor. “Dunbar” me parecfa un apellido aséptico, sin textura, desaborizado. Era perfecto para un personaje como ella, del cual queria contar pocos antecedentes Porque sabia que no tenfa la pericia para desarrollarlo mucho. Cuando Amelia leyé el primer borrador de la historia de Irene, se pregunt6 por qué elegi un nombre tan esttipido, «Suena a Dumbo, Antonio, Y Dumbo suena a tambor. Es estipido». Traté de explicarle a Amelia que, a pesar de su envoltura fonética, el Dunbar de Heller podia decir cosas como: Estds a unos pocas pulgadas de distancia de la muerte cada vez que sales en una misién, ;Cémo podrias ser mds viejo a tu edad? «q¥ esa linea de didlogo va a estar en tu guion? ;Tiene alguna relevancia para la pelicula? Me parece desesperado, como si quisieras que todos sepan que lees mucho, Claro, los que se den cuenta de que eso es una referencia literaria». No, Amelia no entendia nada de niveles de lectura, Amelia no me entendia. Dejé de hacerlo en algtin momento que pasé desapercibido, que quedé sepultado bajo el camuflaje que ofrecfa nuestra rutina de desayunos en cafeterias costosas, paseos en el parque con Ozzy-y James Dean, _nuestros pitbulls terrier; de cenas en casas de amigos influyentes o en los restaurantes de moda. Yo tardé en darme cuenta. Ella nunea lo not6. Ain piensa que es la tinica persona en el mundo que me conoce, que me comprende, que puede desarmar mi cabeza como si fuera un reloj averiado y rearmarla para que funcione como a ella le da la gana. Ain piensa que la extraftaré algiin dia, cuando los festivales, las ruedas de prensa y las grabaciones fuera del pafs me cansen. Piensa que extrafiaré su piel, sus lecturas de mi material, la crueldad con la que me hacfa sugerencias para que Jo mejorara, la manera en que me cuidaba las mafianas después de excederme en 50 a algtin afterparty, 0 los almuerzos caseros que preparaba los domingos. Piensa que cuando eso pase le pediré que me deje volver. Volver con Amelia seria intentar reescribir el final de una historia que ya se filmé y cuyas posibilidades han sido agotadas, no como la de Irene Dunbar, que mantiene intactos todos sus escenarios potenciales. A Amelia le gusta ser mi amor perdido. Le gusta convencerse a si misma y alos demés de eso. Le gusta interpretar el papel de la viuda de un vivo. Le gusta preparar el departamento de La Floresta que antes compartiamos para cuando la espiral de fiestas, alcohol y fracaso me vomite. Que aqui esté ella, le dice a quien le escuche. «Antonio es mi esposo, pero todavia no lo sabe». Amelia no sabe que solo fue una one-night stand que no supe cémo terminar, Quizds esa incapacidad que tengo para Mevar mis relaciones se transfiere al plano creativo, Cada dia, mi ingenio conquista el mundo una docena de veces; lo agarra del pescuezo, lo aprieta en su puiio hasta que sus misterios empiezan a chorrear y esa pasta divina es de lo que estén hechas las docenas de plots que se me ocurren cada dia. Pero mi cerebro es un lienzoresbaloso ymuy pocosde esos ploisse le adhieren. Mis relaciones personales son como esas ideas que se me ocurrena diario: las emociones no logran empalmarse con mis engranajes cerebrales, no sobreviven a los anticuerpos de mi indiferencia. Y si lo hacen, quedan reducidas a pardsitos que terminan por chuparme la vida. La historia de Irene Dunbar es una de las pocas ideas que mi cerebro no ha dejado que se desvanezca. Estd en ese estrato mental donde almaceno las cosas que nunca hice, las cosas que cambiaron el mundo que nunca pisaré y que nunca se materializaré, pero que tampoco dejar4 de existir como posibilidad. Antes de que Irene tomara forma, sus dientes llegaron a mi cabeza. Un dia, ella amanecié con los dientes negros. Mientras abria los ojos yo elaboraba ese despertar a la hora de almuerzo, en la cafeteria de Cinecitta, donde funcionaba la escuela de cine en la que estudié eseritura deguion. Losextras dela serie Romacomian sus panini, envueltos en tinicas, con las pantorrillas abrazadas por unas toscas sandalias de gladiador, Ella despertaba y yo hacfa que se incorporara lentamente, Primero, después de un suefo htimedo que involucraba a Pietro, un tipo que yo conocia en la vida real, uno muy idiota. Luego, después de una pesadilla. Ambos eran lugares comunes, me daba cuenta. La 58 hacfa, entonces, despertar sin dar detalles de cémo habfa pasado su noche. Mientras en la cafeteria un gladiador diseccionaba su panini con una daga de utilerfa para entretener a un grupo de esclavas, Irene llegé al bai y se colocé frente al espejo. ‘Todo esto yo lo escribfa en unas servilletas mientras comia un cornetio relleno de chocolate y me preparaba para que Irene descubriera su nueva sonrisa. Su reaccién seria de terror. Pero no del tipo de terror que experimentan los seres desvalidos. No serfa un terror ruidoso que deformara sus faccioneso exprimieranotas desafinadas de sus cuerdas vocales. Serfa un terror que le tensarfa el pulso y la lanzarfa ala accién. A una serie de acciones, cada una mas radical, que solo conseguirfan replicar el fracaso de la primera. Quizés a Irene le pasaron cosas terribles antes, quizas una cosa mas no la descolocarfa. O quizas podria sentirse devastada. Podrfa pensar que su mundo se habia acabado, pero su cardcter no se prestarfa para manifestaciones vistosds de abatimiento. Asfse rindiera, asi no quisiera vivir mas, su manera de evadirse seria continuar con sus actividades de todos os dias. Como Amelia, que pretendia que atin habfa una corriente fluyendo entre nosotros. Que no se habfa hecho problema cuando me fui del departamento. Que me hab{a reemplazado con un doble de cuerpo, con un escendgrafo que conocié cuando se ocupaba del vestuario de una produccién mediocre y pretenciosa que nunca se verfa en salas, solo en festivales europeos de peso ligero. No. Irene no se desesperaria. Ese dia en la cafeteria de Cinecitta logré que se duchara y que se vistiera. Hice que se lavara los dientes con un enjuague blanqueador y luego con cloro. Lo tinico que consiguié fue que su lengua y sus mucosas se despellejaran. En algan momento, inspirado por las armas falsas que blandfan los gladiadores frente a las esclavas, la obligué a frotarse los dientes con la lima de ufas que guardaba en su bolsa de maquillaje. Cuando eso fallé puse enfrente suyo la piedra pémez que usaba para hacerse pedicure. Sus encias sangraron y el esmalte dental se erosioné hasta casi desaparecer, hasta ser una pelicula a punto de desintegrarse. Nada funcioné. Pero Irene no se dejé vencer y salig-de su departamento. Tenia un dia importante por delante: empezaba Su primer trabajo después de haberse graduado de la universidad. Amelia me habia dicho que una mujer que descubriera que sus dientes se habian manchado ot cy irremediablemente, jamés saldria ala calle, Me dijo que ella ni siquiera salia de nuestro departamento cuando tenia el estémago 0 lacara hinchados. Primero tomaba laxantes © diuréticos que remediaran la situacién, Habfamos discutido por eso. «No es verosimil, Antonio». Amelia me gritaba y yo me defendia diciéndole que caracterizaria a Irene para que se entendiera que era el tipo de persona que no se preacupaba por las apariencias. «Eres un estiipido, Antonio, Si no le porta su apariencia, spor qué carajo se asusta cuando se ve al espejo? ;Ah? ;Por qué intenta arreglarse los dientes con cloro y esas mierdas?> En ese punto ya no gritaba, solo me miraba como quien mira el cadaver de un renacuajo queacaba de aplastar. No, Amelianoentendia que no era lo mismo amanecer con un grano rojo en la nariz que con los dientes negros. Irene habria podido manejar un grano, no le hubiera importado. Cuando el receso de los extras termin6 y los tinicos que quedamos en la cafeterfa éramos Irene, los meseros, la cajera y yo, la obligué a caminar hasta la parada del autobiis, manteniendo Ia frente enaltoy la expresién serena, Ella se esforzaba por sellar los labios herméticamente, pero yo hacfa que su pulso se acelerara. Irene no tenia otra opcién que entreabrir la boca y dejar que el aire frio de la mafana entrara y Ja calmase. Uno de los motivos por los cuales. la historia nunca se cristalizé fue porque me detuve mas tiempo del necesario en detalles sin importancia, como qué tipo de café pidié en el bar de la esquina 0 con qué conocidos del barrio se topé en su camino hacia la parada y sila saludaron sonriendo o no. Amelia siempre se quejaba de que yo la fastidiaba con preguntas parecidas, pero creo que eso no tiene que ver con esto que estoy, contando. Mientras Irene se acomodaba en el primer asiento que encontré libre en el autobiis, Tim Roth entré a la cafeteria y pidié un café y un cornetto. Amelia nunca me crey6, pero él estuvo ahi, solo y con el cuello y la cara arrugados. Llevaba jeans, una camiseta blanca y un abrigo de paito beige. Parecfa que habian pasado cincuenta aios desde que salié en Reservoir Dogs. Mientras esperaba que su pedido estuviera listo, se entretuvo disparando a los meseros con una pistola imaginaria que habia formado con su indice’y su pulgar. Cuando llegé mi turno de ser el blanco, me miré fijamente y halé el gatillo. Bang! Una sonrisa burlona me revel6 dos filas de dientes inmaculados, brillantes, 56 ” impolutos. Mi sobresalto le provocé una carcajada que se desvanecié solo cuando uno de los meseros puso su orden enfrente. Si hoy me topara con Tim Roth en la calle, lo abordarfa. Me presentarfa, ledirfaqueadmiro su trabajo y le contarfa que soy guionista de cine y que he ganado tres aiios seguidos los fondos concursables que da el Estado para la produccién nacional. Pero en ese entonces yo despreciaba cualquier manifestacion de fanatismo, me daba vergiienza ajena ver cémo la mesera se refa torpemente y le pedfa que se tomara una selfie junto a ella. Ademés, Irene necesitaba legar a su trabajo. Habja bajado del autobtis yle quedaban unas dos cuadras por caminar, En ese trayecto tenia que esquivar saludos de conocidos y miradas, incluyendo la de un actor de su reality favorito, quien providencialmente apareceria en su camino, Irene se maldeciria por habérselo topado justo el dia en que amanecié siendo un monstruo, porque cualquier otro dfa le hubiese sonrefdo, quizas hasta le hubiese hablado coquetamente. Sentiria humillacién al darse cuenta de que él, como toda otra persona que se le cruzaba, se apartaba de su paso. Sus nuevos colegas también la recibirian con hostilidad. No le dirigirfan la palabra, se comunicarfan con ella con seiias displicentes. Todos evitarian mirarla, Cabezas bajas, ojos clavados en el suelo, silencio incémodo. Irene probaria un poco de lo que seria el resto de su vida. Marginalidad, rechazo, vergiienza, Estaria convencida de que alguna contraccién muscular involuntaria hacia que sus dientes fueran visibles, que su boca adoptara una mueca grotesca que a todos espantaba. «Lo saben, pueden verme», pensarfa, Irene empevaria a resignarse. Quiz4s pudiera hacerse extraer todos los dientes y usar una dentadura postiza. La idea le provocaria un nudo en el estémago. Mientras pensaba que seria imposible esconder a una eventual pareja el hecho de que usaba una prétesis, llegaria a sus ofdos un Ianto ahogado. Junto al botellén de agua del area de descanso, una mujer més joven trataba de calmarse tomando sorbos de un vaso desechable. Irene se le acercarfa e intentarfa consolarla poniéndole una mano en el hombro, pero la mujer la esquivaria con un movimiento brusco, Irene alcanzarfa a ver un destello de oscuridad en la mueca de rechazo de la mujer. Labios apretados, mandibulas tensas, pAnico ahogado. Ausencia de palabras. Irene reconocerfa su desesperacién en los ojos de ella, del mensajero, de su jefe, de sus colegas, de cada una de las personas a su alrededor. Las miradas empezarian a cruzarse; las 8 9 mandibulas se aflojarfan. La certeza descenderia sobre todos lentamente. «No soy solo yo», la revelacién explotarfa en la cabeza de Irene y la onda expansiva alcanzaria a todos a su alrededor. Habria suspiros de alivio y labios descolgados cuando se dieran cuenta de que esa manana todos, al igual que Irene Dunbar, habfan amanecido con los dientes negros, «Pasas del conflicto a la resolucién. Te hace falta un climax. Te falta jugar con las expectativas del espectador, te falta poner tensién, te falta generar empatia. No pasa nada que te enganche, que te haga sentir comprometido con el personaje, que te Ponga en sus zapatos», Ahora que vivo en un hotel y ya no en el departamento, he pensado mucho en todo lo que me decia Amelia sobre Irene y quizds sea cierto. No soy capaz de construir universos diegéticos verosimiles. Solo logro mundos vacios de légica cotidiana, donde suceden cosas surreales y muy aburridas. Mundos que ademas son insostenibles, inconsecuentes con sus propias leyes, como lo not6 Amelia. Esto Irene lo debia saber. Por eso, durante todos los aftos que vinieron después de ese dia en la cafeterfa, se negé a volver sobre aquellos primeros pasos que dio. Se negé a Ilenar las lagunas narrativas. Por eso accedié a que le dé un nombre tan pendejo y rimbombante, Ella, que seria la estrella de mi historia y de su consecutiva puesta en escena en la pantalla grande, supo siempre que la conjuré en una calentura creativa que, ‘como el resto de mis calenturas creativas (y emocionales, digimoslo de paso), estaba condenada a ser estéril. Mi fuerte es la inspiracién y no la ejecucién, como sabia decirme Amelia, Mis decisiones, como mis proyectos cinematogréficos, solo existen en el verbo y en el gesto, pero nunca en la préctica. Por eso atin vivo en un hotel y ella en el departamento. Y cuando me resigne al hecho de que en mi vida tampoco habré ningtin climax —ella lo sabe—, volveré ©

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