El Estrago en Elección de pareja.C.Cuñat

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El estrago en la eleccién de pareja Carmen Cufiat Hace unos meses recibo en consulta a una mujer de unos cua- renta afios. Viene acompaifiada por su marido. Me comunica que ha decidido irse de casa después de una discusién con él. No es la primera vez que esto ocurre, tiltimamente esas discusiones son cada vez mas frecuentes y violentas. Es ella la que ha decidido dejar la casa e ir a vivir con una amiga. «Mi marido —dice- no me soporta mas y tiene raz6n pues tengo muy mal cardcter como to- da mi familia, siempre lo estropeo todo»; «él sdlo quiere que sea- mos felices y yo siempre le fastidio.» Mientras que esta mujer habla no para de llorar y de autorre- procharse su conducta; es tal el estado de desasosiego en el que se muestra, que temo estar ante un proceso melancélico. Es la primera vez que consulta. Hago pasar al marido para conocer su opinién sobre la deci- sidn de ella y expresa que, en efecto, la convivencia es insosteni- ble, que es mejor que ella se vaya de casa pues él no tiene donde ir y ella puede vivir con su amiga o con su familia. Su familia est4 al tanto de los problemas pues él ha tenido que pedirles ayuda en los momentos de crisis. Sélo se calma cuando el hermano mayor le habla. Me advierte que él no ha tomado la decisién de separar- se, slo quiere que su mujer se trate y vuelva con él cuando se cu- te, él la esperar4 durante un aifio... Es ella, sin embargo, quien ha decidido consultar, expresando que quiere cambiar de modo de ser y, también, dejar de llorar, sobre todo delante de su marido, algo que se siente incapaz de evitar. En las siguientes sesiones el Ianto y la autocritica no cesa- ran. Repite con insistencia que es mala y parece sentirse muy cul- pable por ello. Frente a la decisién de ir a vivir con la amiga en vez de pedir 30 Las RELACIONES DE PAREJA ayuda a la familia, la invito a hablar de su familia. La paciente pertenece a una familia de cinco hermanos, dos varones con los que se leva pocos afios y dos varones mucho ms jévenes de los que tuvo que hacerse cargo. Su padre se enfermé cuando ella te- nia diez afios, de una enfermedad degenerativa. Murié diez aiios después. Recuerda entonces que ella lo acompafiaba el dia de su muerte. Fue una de las pocas ocasiones en las que su madre no estaba presente. Cuando la madre vuelve, le dice que nunca le perdonara este hecho, haber sido ella y no la madre quien estu- viera al lado del padre a la hora de la muerte. Es asi como habla por primera vez de su madre, y ello para explicarme por qué le resulta tan dificil pedirle ayuda. Describe entonces a una mujer rencorosa, de mal cardcter, que «dice todo Jo que se le pasa por la cabeza sin pensar que puede hacer da- fio». Siempre ha temido parecerse a ella, y afiade que quizd su marido tiene raz6n cuando se lo sefiala. Mas tarde la madre le pedira perdén por lo ocurrido. Es eso lo que ella hace cuando discute con su marido, «pedirle perdén cuando ya las cosas no tienen remedio». Aunque es asi como lo expresa, no queda claro que el sujeto lo presente como una repeticién. Pocos dias después de morir el padre, ella decide irse a vivir con este hombre, amigo de la infancia de su hermano mayor, con el cual habia empezado una relacién hacia unos meses. No llora la muerte del padre porque «ya lo habfa llorado todo antes», du- rante la enfermedad. Para ella su padre era alguien muy querido, que nunca la reprendid, que siempre mostr6 sus preferencias ha- cia ella frente a sus hermanos. Para él ella era, «la nifia», y asi le dicen sus familiares y amigos. Su marido también la llamaba «ni- fia» hasta que decidié dejar de hacerlo. Las discusiones en la pa- reja empezaron muy pronto y él la acusaba de ser una nifia mal educada y caprichosa. Un dia decidié dejar de lamarla «nifia», pero tampoco la volverd a llamar de ningtin modo, tampoco por su nombre de pila. Poco a poco, la paciente empieza a hablar de su vida conyu- gal, de su marido, aunque anteponiendo siempre su culpa en el asunto. La presencia del sentimiento de culpabilidad hace fran- camente dificil el advenimiento de Ja responsabilidad del sujeto EL ESTRAGO EN LA ELECCION DE PAREJA 31 y, sobre todo, parece estar expresamente destinada a velar la fal- taen el Otro. Asi, al marido lo presenta como una persona muy ordenada y minuciosa, ella, en cambio, «es bastante despistada»: si, por ejemplo, ella deja un mechero encima de la mesa, eso es motivo de discusién porque la mesa se puede rayar; cada vez que salen a la calle hay que asegurarse de que el gas y la luz estén cor- tados y ella se olvida; a él le gusta que los flecos de la alfombra estén bien peinados y ella los pisa sin darse cuenta. El prefiere comer verduras todas las noches, a ella le gusta variar, pero final- mente cocina lo que él propone; ella prefiere una casa bien airea- da, él cierra las puertas y ventanas en invierno y en verano. Poco a poco, entonces, la paciente empieza a describir a un hombre con sintomas obsesivos evidentes, que padece también importantes crisis de angustia; uno de los mayores placeres de la pareja era viajar, pero ella cada vez se pone de peor humor ante la posibilidad de un viaje y el gran enfado del marido. Luego relata que él insiste en conducir pero antes deben estudiar los recorri- dos con minuciosidad, pues él padece de vértigo, lo cual hace que tengan que sortear cualquier carretera de altura. El no va nunca solo a una tienda, tampoco al médico. Es ella quien lo acompaiia. Ella se ocupa también de la economia familiar. A él le gusta vestir bien, la buena misica, los libros, gasta el dinero en completar co- lecciones. A ella también le gustan los libros, es una buena aficio- nada a Ia lectura, pero es mds ahorrativa, no le gusta comprarse cosas para ella y se preocupa mas por las compras esenciales de la casa. El la acusa de exagerar con el ahorro, siendo que ella gana més dinero que él, y de amargarle esos pequefios placeres. A medida que el sujeto va localizando esos sintomas del mari- do, y no sin el asombro del analista, la culpa parece pacificarse. Al mismo tiempo se pregunta si no serd todo ello lo que le pro- duce tanto malestar. Reconoce entonces que ella nunca se ha atrevido a contradecirlo, sélo salta a destiempo y de mala mane- ra. Nunca tuvo argumentos para hacer oir sus razones, pues le parecian inmotivadas; de todas maneras, él siempre las califica de inoportunas y de mal intencionadas. Confiesa, entonces, que pasaba las tardes acurrucada en un silln frente al televisor comiéndose las ufias, esperando a que el 32 LAS RELACIONES DE PAREJA marido se levantara de la siesta para tomar el té, cosa que no han dejado de hacer desde que se casaron, siempre a la misma hora, Confiesa también que hace mucho que no reciben amigos en ca- sa, ni a sus familiares, sobre todo si tienen nifios. Al principio del matrimonio vivian en su ciudad natal. Su ma- yor ilusion era vivir en Madrid. Cuando lo consiguieron, pusie- ron todo su empeiio en decorar la casa. Sefiala entonces que lo mejor de Madrid es «poder conservar el anonimato», y «poder ir lorando por la calle sin temor a encontrarse con alguien que pre- gunte». Ella nunca ha querido tener nifios, y el marido tampoco; «quizas ella quiso seguir siendo la nifia»; él tuvo una infancia tris- te en un internado, no se sentian capaces de ser padres ninguno de los dos. Por este motivo nunca discutieron. Este querer seguir siendo la nifia la hace adentrarse en Ja neu- rosis infantil, donde aparece un sujeto inmerso en la rivalidad con los hermanos: «Ella siempre quiso ser un chico»; en los re- proches hacia la madre: «Ella siempre tuvo que asumir ciertas ta- reas porque era una chica»; en la venganza: cuando el padre vol- via a casa de trabajar, ella lloraba hasta que conseguia que alguno de sus hermanos fuera reprendido «por lo que le habian hecho» y, también, «por lo que ella habia hecho». Este recuerdo le hace reconocer el Ilanto como una repeticién, y afiade que es ella tam- bién la que ha hecho que, para su familia, «el marido sea el malo de la pelicula». Todo ello parece permitirle cesar de llorar en las sesiones. Mientras tanto, el marido la llama a casa de la amiga y le pide que vuelva con él. Ella acepta pasar los fines de semana con el marido y se propone hacer las cosas bien: le dird lo que le disgus- tan a tiempo y de la mejor manera para no fastidiarle, ademas, in- tentaré no llorar. En las siguientes sesiones se planteard si no sera que ella tien- de a compararse todo el tiempo con él, hasta el punto de sentirse superior, Ella le ve mucho més «razonable» y «templado» que ella, pero «quizds a veces él se angustia demasiado». Ultimamen- te él tuvo un problema con los dientes, malestar que padece des- de la infancia. Este problema hizo que tuvieran que ponerle algu- EL ESTRAGO EN LA ELECCION DE PAREJA 33 os dientes postizos. Y cuando un diente se le mueve, él entra en panico. A raiz de ello, la paciente suefia que es ella a la que se le caen los dientes y «los escupe como si fueran pipas». El nunca ha accedido a tratarse esa angustia Mas adelante reconoce que quizd también lo compare con el padre, pues «el padre nunca se quejé de su enfermedad». Este descubrimiento la pacifica también. Poco tiempo después deci- den volver a vivir juntos. El le aconseja entonces que quiza debe- ria dejar de fumar «porros». Es la primera vez que la paciente habla de ello en sesidn y confiesa que, en efecto, «quizds tltima- mente fumaba demasiado». Pero es algo que ella ha hecho siem- pre. Al caer la tarde, se fumaba uno 0 dos porros y eso le permi- tia «quedarse tranquila escuchando a su marido o escuchando musica con él». Esta vez reconoce que quizds eso la ha ausentado demasiado. Por primera vez empieza a hablar de su trabajo como profe- sora de idiomas. Confiesa que es un trabajo que nunca la ha en- tusiasmado demasiado y que ha sido causa de su malestar, sobre todo a principio de curso, pero ultimamente se ha sentido mas animada para organizar alguna actividad extraescolar con los alumnos. Poco tiempo después la pareja discute de nuevo. En el fragor de la discusién, él le dice: «Todo este tiempo he estado pensando en la manera de matarme»; frente a ese decir del marido, ella se encierra en el lavabo y se toma un frasco de pastillas. A la salida del hospital, la paciente confesar4 que frente a la amenaza de ma- tarse de su marido, ella eligid quitarse de en medio. E] marido propone entonces la separacién definitiva. Ella lo acepta pero sin quererlo. La pena y la culpa vuelven al primer plano. Lo que no aceptard es ir a vivir con la madre como él le propone. Eso seria para ella como «enterrarse viva». Se busca una casa en su ciudad natal, ayudada por sus hermanos y amigos que la conminan a poner fin a esa historia. Aunque se siente «absolutamente fracasada», ella se siente ca- paz de vivir sola, pero expresa que él le da pena. A pesar de los reproches que ella le puede hacer, confiesa «que no se veia aho- gada». Asocia con un suefio de repeticién en el que una ola se le 34 LAS RELACIONES DE PAREJA yenia encima pero no la alcanzaba. Pone en oposicién este 1. con otro suefio de repeticidn que tiene desde la infaneie. ae acerca a su pueblo y en el centro de la plaza haan in ella ge ella intenta zafarse de ese toro pero se lo encuentra en t qos sitios donde va. Odos los Lo que parece estar mas manifiestamente en juego en chazo a la separaci6n es volver al lugar de donde este Reins 7 sacé, al lugar en donde vive la madre. Eso no le impide habl re lg una infancia feliz al lado de sus padres y de sus hermanos a. frente a la posibilidad de volver al lado de su madre habla de alls Sousa veeada rencorosa € inoportuna, ademas de descuida.

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