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~N Biblioteca de Patristica MAXIMO EL CONFESOR meditaciones sobre la agonia de jesus 2 ee ov no) ‘= = 3 a S sS = 3 2 g a = 1S S s iS a € ro a Ciudad Nueva maximo el confesor Maximo el Confes MEDITACIONES SOBRE LA AGONIA DE JESUS Miximo el Confesor, llamado ast por su heroico testimonio en defensa de la huma- aided de Crist Is aeculae capeculaciin patrstica sobre grandes temas cristolégicos El arco de su vida abares desde el ao 580 al 62 y esti marcado por tapas signifcatvas, desde su nacimiento en Palestina, como stestigua una biografia siria descubiert Fecientemente. Destaquemos sus relacones con Ia corte imperial de Constantinopls su cilia en Africa y, sobre todo, sx intensa tvidad en favor de la ortodoxia conta Ja herejia monotelista, que amenazaba con alterar y disolver ls realidad humans de ‘Ast como su detencién por parte del sdor Constante II tu procesamianto, lacén de la lengua y la mano derecha y Finalmente Ia muerte El tema de Ia agonia de Cristo es elegido por Maximo para profundizar en la inves- tigacidn sobre Ia distincién entre las dos sta en lo mis alto de voluntades de Cristo la divina y la huma- na, En efec . pareceria que tuviese que haber coneradicin y oposicién ence Ta peticiin de Jesus de que se aejaca el eliz de la dolorosa pasidn y su plena adhesin a Ta voluntad del Padre, como si la prirsera proviniese de su vol segunda de la divina, en an tad hurnana y Ja Mizime demuestra que entre las dos voluntades de Cristo no puede exisir epo- sicidn alguna y que el momenténco tenor de ls pasién es debido a Ia natursleza hhumana de Cristo, que no puede dejar de temer a la muerte, pero que con la misma voluntad humana supera el temor en p.eno srdo con su voluntad divin on comin con el Padre aque pose BIBLIOTE A DE PATRISTICA, 7 Director de la coleccién MARCELO MERINO RODRIGUEZ Maximo el Confesor MEDITACIONES SOBRE LA AGONIA DE JESUS Introduccién y notas de Aldo Ceresa-Gastaldo Traduccién del griego de Isabe! Garzén Bosque a Ciudad Nueva 3 edicién: marzo 2011 © 1990, Edicorisl Ciudad Nueva José Picén, 28 - 28028 Madrid weww.cludadaueva.com ISBN: 978.84-9715.224-2 Deposito Legal: M-12353-2011 Impreso en Espana Imprime: Estugraf Impresores ~ Ciempozuelos (M: INTRODUCCION 1. La agonia de Jessis en la obra de Maximo el Confesor En la obra de Maximo el Confesor aparece fre- cuentemente el tema de la agonia de Jestis entre los distintos episodios de la vide terrenal de Cris- to, episodios que demuestran su perfecta naturale- za humana y, en modo particular, su voluntad con la operaci6n correspondiente, en la polémica con- tra el monoenergismo y el monetelismo que la ne- gaban! En todo el corps de su obra se elevan a trein- ta y tres las citas de los textos evangélicos que se refieren al episodio de Getsemani, y especificamente siguiendo el orden y la numeracién progresiva de los capitulos de sus cuatro autores, resultan distri- buidas asf: 1, Para datos sobre la vida y obra de Maximo, confréncese 1a inroduccién de mi volumen Umaniti e aivinita di Cristo, Cites Nuova, Roma 1973, pp. 7-13 y un tataco mis amplio de 1. H. DADA, Maxime le Confessenr, en ol Dictionnaire de Spiritualite fasciculo 66-67, Paris 1978, colec. 836-847; confréntese también mi estudio especifico Agonia ¢ sangue di Gest nel Getsemani, en San ‘gue € aneropologie nelle litwygia, TI, Roma 1984, pp. 571 6 intnopyeciON 1. Mt 26, 38? (Mi alma estd triste hasta el punto de morir) se cita junto a Jn 12, 27 (Ahora mi alma esté turbada) y con Mt 26, 40 (2Congue no ba- béis podido velar una bora conmigo?) en Op. 8, del 640 aproximadamente? (PG 91, 105C, 1) para subrayar la operacién natural humana de Cristo; la misma cita se encuentra en Op. 15, del 646-647 (PG 91, 165B, 6) y viene referida aun pasaje de Severiano de Gabala para demostrar las dos vo- Juntades de Cristo y, de manera particular, Ia hu- mana, que experimenta turbacién, a diferencia de Ia divina, no sujeta a pasién (poco antes habia sido citado Jn 12, 27 seguido de Me 26, 41: El espivitue esté pronto, pero la carne es débil). 2. Mt 26, 39 (Padre mio, si es posible, que pase de mi esta copa): Op. 6, del 640-642 (PG 91, 65A, 8-69A, 15) est dedicada por entero al comentario de este versiculo; aparece ademas en Op. 7, del 642 aproximadamente (FG 91, 80C, 9), para poner de relieve la debilidad de Ia carne de Cristo que se manifestaba realmente y no de manera fantastica a quien lo veia, hasta el punto de tenerle miedo a la muerte; en Op. 3, del 645-646 (PG 91, 48C, 4), para sostener las dos voluntades de Cristo, en las, que la humana esté marcada, no opvesta, por In divina; cinco veces es citado en Op. 15, como 2. Este texto biblico ctado por Maximo puede tener algunas variantes en las traducciones de modernas ediciones critcas, 5, Sigo, salvo divergencias, el orden cronalégico establecido por P. SHRWoOD, An Annotated Date-lst of the Works of Maximus the Confessor, en «Scudia Anselmiana», 30, Roma 1952, opuecs 7 mvTropuecié extraido de un pasaje de Atanasio (PG 91, 160C 12), de Juan Cris6stomo (Ibid. 164C, 1), de Ciri lo de Alejandria (Ibid. 164D, 7), de Severiano de Gabala (Ibid. 165A, final) y de Apolinar (Ibid. 169C, 10). 3. Mt 26, 39 (Pero no sea como yo quiero, sino como quieras tit) aparece en Ambigua Il, del 628- 630 (PG 91, 1076B, 6), para indicar que el mismo Salvador ha marcado en sf nuestra voluntad hu- mana; tres veces en Op. 15 (PG 91, 164A, final; 164B, 6; 164C, 2) en una amplaa cita de Juan Cri- séstomo referida de manera casi idéntica en Op. 24 (PG 91, 268B, 9), que considero que pertenece a la misma época del Op. 15, 0 sea, muy poco posterior +. 4. Mt 26, 40 (:Conque no babéis podido velar una hora conmigo?) aparece ya recordado en Op. 8 (PG 91, 105C, 2) 5. Mt 26, 41 (El esptritu estd pronto, pero la carne es débil) esta citado dos veces en Op. 15 (PG 91, 160D, 1 y 165B, 9) en pasajes tratados respectivamente por Atanasio y por Severiano de Gabala. 6. Le 22, 42 (Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya) es objeto de un amplic comentario en Op. 6, donde resulta citado cinco veces (PG 91, 65B, 8 68A, 3; 68B, 1; 68C, 6; 68C, 12); en Op. 7 (PG 91, 80D, 7); en Op. 16 (PG 91, 197A, 7); en Op. 4. Segiin SHERWOOD, op. cit. p44, sera anterior y se remon- varia al 640. 8 INTRODUCCION 3 (PG 91, 48C, 5); y tres veces en Op. 15 (PG 91, 161C, 7; 169C, 11; 176B, 1). 7. La primera parte de Jn 12, 27 (Ahora mi alma esta turbada) aparece en la ya citada Op. 8 (PG 91, 105C, 2); la segunda parte (Padre librame de esta hora) es citada en Op. 15 (PG 91, 165B, 1). Como puede verse, las citas son aisladas, 0 van conjuntas con otras andlogas y, entre éstas, las més numerosas son las de Le 22, 42 (once en total), obviamente por la presencia del término theléma, de primordial importancia en el pensamiento de Maximo. En ninguna de sus obras aparecen citados los versiculos de Le 22, 43-44, referentes al angel con- fortador y al sudor de la sangre de Cristo, y el Ié- xico concerniente especificamente a la agonia es también limitado. De hecho, el sustantivo agonia aparece una sola vez, en Op. 16 (PG 91, 196C, 10D, 4) donde Mé- ximo demuestra que Cristo no sélo posefa dos vo- luntades en el momento de su pasion, sino siem- pre, ya que «si posey6 entonces una voluntad hu- mana, la posefa también desde el principio, desde que se hizo hombre, No fue una innovacién de aquel momento. Y si no la poseyé desde el prin cipio, tampoco la tenia entonces, en el momento de la pasién, Sino que se limit6 a fingir la sapli- ca de alejamiento y zon ella el resto de las accio- nes mediante las cuales fuimos salvados: el Ianto, la stiplica, la tristeza, la agonia, la cruz, la muer- te, la sepultura». Tres veces aparece el término ago- nnfa en pasajes tomados de Juan Cris6stomo y ci- INTRODUCCION 9 tados en Op, 15: «Las palabras (de Mt 26, 39) no s6lo manifiestan la agonia sino dos voluntades, una del Hijo, Ia otra del Padre» (PG 91, 164A, 11-13); poco después: «Es signo (de la carne) el temer la muerte, el estar incierto y el entrar en agonia» (PG 91, 164C, 4-5, idéntica a la cita de Op. 24, ibid 268B, 11-13); y finalmente: «Las palabras (de Le 22, 42) no solamente revelan el ser en agonfa, sino dos voluntades» (PG 91, 176B, 4-5); una vez, en un pasaje tomado de Severianc de Gabala (Ibid. 165B, 4: el cuerpo de Cristo «lucha angustiosa- mente con la muerte»). La defensa de la plena bumenidad de Cristo El motivo de la agonia de Jesits es elegido por Maximo para profundizar en la investigacién sobre la distincién entre las dos volurtades de Cristo, la humana y la divina, y, como han mostrado los re~ cientes estudios de F. M. Léthel S y de P. Piret ha sido su reflexién la que ha servido para aclarar y superar las dudas que se p-esentaban en este punto. 5. Théologie de V'agonie du Christ. Le liberté bumaine di Fils de Diew et som importance sotériologique mises en lumitre par Saint ‘Maxime le Confesseur, Paris 1979: las conclusiones a las que Mega ‘ste estudio me parecen plenamente aceptables, 2 pesar de las eri- ticas hechas por M, DOUCET, «Est-ce que le monothélisme a fait autant @ilustres victimes? Reflevions sus xm owcrage de F. M. LEr- HEL=, en «Science et Sprit», 35 (1983), p>. 53-83. 6. Le Christ et le Trinté selon Mazime le Confessewr, Paris 1983, en particular los capitulos V y VI ipp. 241-360), 10 pyTRODUCCION De hecho parecfa que tuviese que haber con- tradiccién y oposicién entre la peticién de Jestis de alejar de El la dolorosa pasion y su adhesin plena a la voluntad del Padre, como si la primera proviniese de su voluntad humana y la segunda de su voluntad divina, en antitesis entre ellas, Maximo demuestra que entre las dos volunta- des de Cristo no puede darse oposicién alguna y que el momentineo rechazo de la pasién se debe a la plena naturaleza humana de Cristo, que no puede dejar de temerle a la muerte, pero que con Ia misma voluntad humana supera el temor, en pleno acuerdo con su voluntad, que pose en comin con el Padre. Al hacerse hombre, Jesiis se apropié de todo lo que pertenece a la naturaleza humana, comprendi- dos el dolor y el miedo a la muerte, pero, al mismo tiempo, le confirié aquello que era propiamente suyo como persona divina, cuya voluntad huma- na, del todo libre ¢ independiente, no es como la del hombre, esclava del pecado, sino que esta plena y. constantemente de acuerdo con su voluntad di- vina, EI pensamiento de Maximo representa el cul- men de la secular especulacién cristoldgica enca- minada a iluminar plenamente la humanidad de Cristo en relacién con su divinidad, entre las in- certidumbres y dudas de las que no habjan logra- do escapar ni siquizra los més significativos pen- sadores cristianos. Para citar aunque s6lo sea un ejemplo, es sufi- ciente lo que observa A. Grillmeier a proposito de InTRODUCCION n Hilario de Poitiers: «Aunque Hilario tuvo con res- pecto a Atanasio la ventaja de reconocer claramente Ja existencia del alma humana de Cristo, no apro- vech6 suficientemente esta ventaja para responder a los arrianos. Incluso en el Comentario a Mateo trata de mantener lejos del almz de Cristo el dolor y Ia angustia, refugiandose en una exégesis forza- da. Cristo no tenia miedo del sufrimiento y de la muerte por si mismo, sino porque esto hubiese su- puesto un motivo de escéndalo para sus discipu- Jos. Cuando el Sefior rezaba fara que el caliz se alejase de El, (oraba) al Padre que diese el céliz. a sus disefpulos, para que éstos también pudiesen be- berlo con el mismo valor... En el libro décimo del De Trinitate él poscula la impasibilidad no sélo para el Logos, sino también para el cuerpo y el alma de Cristo. Hilario acentiia tan fuertemente la influen- cia del Logos en su naturaleza humana que, segiin su opinién, el cuerpo y el alma de Jestis sélo son capaces de suftir gracias a un milagro divino»’. En Maximo existe también la conviccin de que la humanidad de Jestis es supzrior a la de todos los hombres, como lo demuestra este importante pasaje suyo: «El gran misterio de Ia encarnacién sigue siendo siempre un misterio, no sdlo. porque revelindose de manera correspondiente a la capa- cidad de aquellos que gracias a ella son salvados, Jo que atin no se ha visto es mayor que lo que se 7. Gest il Cristo nelle fede della Chiesa, Vol. I. tomo TI, Bres: ia 1982, p. 753. 2 INTRODUCCION ha revelado, sino también porque lo que aparece queda atin del todo escondido, sin ser conocido tal y como es por ninguna razén. Y cuanto se dice no debe parecer paradéjico a nadie. De hecho, sien- do Dios suprasubstancial y subsistiendo por enci- ma de toda substancia superior, al querer aleanzar la substancia la obtiene de forma suprasubstancial. Por consiguiente, sun habiéndose hecho verdade- ramente hombre por los hombres, y por amor a ellos de Ix substancia de los hombres, en lo que respecta al modo con el que se hizo hombre sigue siendo impenetrable, porque se hizo hombre de un modo superior al kombre» & A pesar de todo, para Maximo la humanidad de Jestis no es absorbida por su divinidad «como una gota de vinagre en el mar» por usar la audaz expresion de Gregorio de Nisa’. Mas atin, el in- terés por el realismo de Ia historia de Jess y por las distintas fases ce su pasién ~siendo la prime- ra de todas la dramstica noche de la agonia~ ha hecho que la especulaci6n maximiana sea constan- temente conereta y ponga de relieve, cada vez con mayor claridad, la kumanidad de Jestis bajo el per- manente estimulo de la lucha contra el monoe- nergismo y el monetelismo, en defensa de su plena voluntad humana Con respecto a 2sto, Léthel escribe justamente: «Desde Nicea hasta Constantinopla Il, el misterio 8. De los 15 Capito, c, 12 (PG 91, 172A, 9s 9. Citada por A. GAILMEMR, op. at. p. 7 perropuccioN 13 de Cristo parece haber sido principalmente consi- derado desde un punto de vista ontolégico, mien- tras que ahora la Iglesia lo considera desde una perspectiva principalmente historica. Y esta pers- pectiva se halla delineada en su afirmacién central: Cristo queria humanamente nuestra salvacién. La relacién dinamica entre el suje:o que quiere y el objeto querido, segin la libre voluntad humana, determina netamente el eje mayor de la formula- cidn del 649 como eje hist6rico. El estudio del de- bate teoldgico sobre la agonfa no nos permite dudar; los grandes problemas han sido planteados desde el punto de vista de la historia de Jestis. Pero esta lectura histérica de la cristologia presupone la lec- tura ontolégica, porque la historia de Jestis perde- ria todo su sentido teolégico si ella no fuese la his- toria humana de una Persona divina» ™. Esta historia de Jestis, que Maximo tuvo cons- tantemente presente en su especulacién, es de fun- damental importancia Gnicamente porque sin ella perderfa toda su eficacia y se disolveria en el mito Ia historia de la salvaci6n, a la cual aquella est in- timamente ligada. Cristo «se hace hombre, sotre todo para salvar, no para padecer» , afirma Maximo claramente, reafirmando una vez més la realidad de la dramé- tica tensién de su yoluntad humana en la agonia de Getsemani 10. Théologie de Hagonie, cit. p. 108. 11. Op. 3, PG 91, 48C, 3-5. “ ByTRODUCCION De esta manera se comprende la hicida cohe- rencia del humilde monje Maximo que, para d fender la humanidad de Cristo, en pleno acuerdo con la tradicién secular de la Iglesia, y contra cual- quier intento de negacién o de atenuaci6n, no duda en afrontar diferentes procesos, la carcel, la dolo- rosa amputacién de la lengua y de la mano dere- cha, y el exilio, mereciendo ei titulo de . Mas, si la interpretas asf, equé dirs de lo que a continuacin se aftade, «no se haga mi voluntad, sino la tuya»? Esta tiltima parte, cexpre- sa cobardia, o valor? ¢Concordia, 0 desacuerdo? Nadie que esté en su sano juicio pretenderé decir que esas palabras reflejan cobardia o falta de su- misién. Muy por el contrario: manifiestan concor- dia y asentimiento plenos. 1. Segtin SHERWOOD, Dare-List, op. ct, n, 64, pp. 44-43, fue redactado entre el 640 y el 642. La cita de Gregorio Nacianceno, comensads por Méximo, ha sido tomada del Or. 30, en PG 36, 117C, tes3 y la cita final es de Flp 2, 8 2» MAXIMO EL CONFESOR Si esto es asi, sila segunda parte de la propo- sicién refleja concordia y asentimiento plenos, ga quién atribuyes esos sentimientos? ¢Al_ hombre igual a nosotros, o a. Salvador? Si los atribuyes al primero, yerra el juicio del maestro cuando dice: > ropia, suprimiéramos en cam- bio y eliminaramos de la naturaleza humana tales condiciones. Por est camino vendriamos a hacer desaparecer lo extraordinario de la unién, pues re- ducirfamos a nada uno de los elementos que con- 12, Algunos autores usin el srmino emticor, que se a hecho Ia ries le hstorsidad dl mensaje evangdico. ; 1a Lerner gue no pons logue ees e conser ortscuto 7 # vyienen en una sola persona, No cabria afirmar en- tonces que el Verbo posee perfecta ¢ integramente una carne animada de modo racional ¢ inteligente, tuna substancia y naturaleza igual a la nuestra. Y, ademas, je6mo definir y qué caracterfsticas deben ser atribuidas a una naturaleza que ha pa- decido la pérdida de parte de lo que le es propio? Si el Seftor carecia de éstas o de cualesquiera otras condiciones de las que son naturales a la carne, no puede decirse de El que fuera enteramente carne u hombre. Quien tal diga deberé demostrar que es posible ser hombre sin esas condiciones 0, en caso contratio, reconocer que, al estar privado de ésas © de otras condiciones naturales, el Verbo encar- nado no se ha hecho hombre. En efecto, ge6mo serfa posible que se hubiera hecho hombre si la naturaleza humana no carece de dichas propieda- des? El Verbo se habria hecho algo extrafio a nues- tra naturaleza, algo desconocido. Para que no sea asi es necesario que aquéllo a lo que se unié al principio, cuando descendié desce lo alto, sea lo que nosotros decimos. De no ser asi, qué relacién tiene con nosotros su descenso, si no le estamos uridos mediante la came, si ésta no ha sido tomada de nosotros y unida a El segiin la persona? ¢Se trata acaso sola~ mente de fantasia y apariencia que engafia a los sentidos y no de substancia de carne? Mas enton- ces no es la primicia de nuestro linaje, que me- diante la gracia unifica y libera de cuanto divide, de la division de que es culpable el pecado, por cuya causa incluso la muerte ent-6 en la naturale- 30 MAXIMO EL CONEESOR za. ¢Por qué nos envidian a causa de nuestra per- fecta confesién de la salvacién “? ;Por qué dirigen contra nosotros esos izcomprensibles razonamien: tos segtin los cuales, aunque las operaciones deri van de la voluntad, llevan aparejada a contradic- ‘cidn 8, lo que les permite lo que quieren cuando Jes conviene? Dejando aparte la refutacién de esas afirmacio- nes, gde dénde y por qué via se extraen? Me con- tento con preguntar y saber si quien las ha pro- puesto y ha avanzadc Ja nueva definicién lo ha hecho contra su voluntad, forzado por alguien. Y, de haber sido asi, zestaria dispuesto a aceptar que lo sucedido era voluntad suya, aunque no lo hu- bicra deseado antes de suceder? Mas, entonces, de donde, de quién provenia esa voluntad? gQuién fue capaz de conseguir que lo sucedido se quisiera de modo tal que, 2 un mismo tiempo, sucediera con- tra la propia voluntad y fuera aprobado por ella contra su deseo? Por otra parte, gcémo es posible decir que el Verbo encarnado aceptaba, queriéndolas gustoso, el hambre, a sed, la fatiga, el cansancio, el suefio y todas las demas adversidades, si no las aceptaba en su calidad de hombre, queriéndolas segiin su na- fero una endiadis. ’ 15. Aceea del motivo de la oposicién y aerdad de las dos volumtades,divina y humana, de Cristo, presene en I especslacign el. CE. Introduceién, pp. 10-11 es i e oposcuto 7 aL turaleza humana? De hecho no podia ser que acep- tara y cumpliera tales cosas segtin su condicién de Verbo. Como tal posee, junto al Padre y al Espi- ritu, una naturaleza infinita y superior a la subs- tancia. Queda sélo que, con palabras de san Gre- gorio, el gran maestro de Nisa, «como Dios, cuan- do queria ofrecfa a la naturaleza la posibilidad de cumplir las operaciones correspondientes a su subs- tancia» * Si queria solamente como Dics, y no como hombre, se ha de decir o bien que la divinidad es cuerpo por naturaleza, o bien que habiendo per- dido sus propiedades divinas ha padecido un cam- bio de naturaleza conyirtiéndose en carne, o bien que aquella carne no estaba animada por un alma racional, sino que por entero carec‘a de alma y de raz6n. En cambio, si se admite que posefa un alma racional, ha de admitirse también que posefa una voluntad natural, pues lo que por xaturaleza es ra~ cional, por naturaleza también, posee voluntad. Y si como hombre poseia una voluntad natural, es necesario que, en raz6n de su naturaleza, usara ple- namente de la yoluntad con que El mismo, como Dios, doté a la naturaleza humana cuando la creé. En efecto, no vino El para cambiar la natura- eza que habia creado como Dios y como Verbo, sino para divinizar por entero la naturaleza que libremente unié a sf en una misma y tinica persona, 16. Cita dificilmente idemtficable (ef, la & de la col. 77 del Migne). 2 MAXIMO EL. CONFESOR con Ia aprobacién del Padre y la cooperacién del Espiritu Santo, naturaleza dotada de todas las ca- racteristicas que naturalmente le corresponden, ex- cepcién hecha del pecado. ‘Asi, pues, al igual que siendo Dios por natu- raléza, por naturaleza queria las cosas divinas y las del Padre, pues tenia una voluntad comin a la de quien le engendré, siendc hombre por naturaleza, queria las cosas humanas segdin su naturaleza, lejos de todo engafio y sin oposicién ninguna a la vo- Juntad del Padre. Nada que sea natural, como tam- poco la naturaleza misma, puede oponerse al autor de la navuraleza, Y eso ha de aplicarse también a Ja volicién y la voluntad misma, al menos en cuan- to se conforma a los principios de la naturaleza. Tal vez.alguno objete alo anterior que encuentra en su naturaleza cosas que se oponen a Dios. Mas al decir eso se estaré acusando a si mismo, No cabe acusar a la naturaleza, pues eso equivaldria a decir que Dios ha puesto en los seres un princi- pio de rebelién contra El mismo y contra el resto de los seres. ® Nada hay en la naturaleza que se oponga a Dios. Esta proposicién se deduce con evidencia del hecho de que las cosas han sido ereadas por Dios por ge- neracién, sin que se dé en ellas ningiin principio ” que justifique que la existencia les sea substancial. Verdad es que existe en las criaturas oposicién a 7. Asi vaduzco aitiasi, eérmixa no atestiguado en el Lexikon de Lampe orescute 7 3 Dios. Mas eso es producto de una infortunada co- rrupeién. Por culpa del pecado Iegamos a actuar culpablemente, obrando el mal segiin la antigua mal- dad de la serpiente. Pero, si procedemos de acuer- do con nuestra condicién natural, por ser hechura | de Dios somos por naturaleza buenos Por consiguiente, aceptando la doetrina de los Santos Padres, rechazamos cualquier merma en la voluntad, en las operaciones naturales y en Ia na- turaleza misma del solo y tnico Verbo de Dios hecho hombre y creemos que El mismo es, al mismo tiempo, en todos los aspectos, perfecto Dios y hombre, pues posee por naturaleza y de modo perfecto todas las caracteristicas propias de las na- turalezas divina y humana, sus voluntades y ope- raciones, De esta suerte evitamos que, por la sus- traccién de algunas de las propiedades que definen a una o a otra de esas dos naturalezcs, leguemos no sdlo a disminuir la realidad de caca una de las dos partes en las que y a las que subsiste, sino in- cluso a la completa ehiminacién de ambas o de a guna de ellas. Y que tenia una verdadera voluntad humana, como cumple a su naturaleza, al igual que pose una voluntad divina por su esencia, lo manifiesta el propio Verbo con aquella human’sima stiplica con la que rogaba ser librado de la rmerte y que hizo en favor de nuestra salvacién, diciendo: Padre, si es posible, aleja de mi este ciliz '*. Revelaba de 18, Mt 26, 39,

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