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En una época en que los métodos naturales curativos y la vision ecolégica entre = oe STC Sat Coe eet Cerne eae Sree ez Coe Ce oe COC Ree en ere eran Dread Teofrasto Paracelso (1493-1541), uno de los espiritus mas ene CR coer ee ere) ron te Recreate een Eee oe en Sec ese rena eee ee eee eee iv Coreen Res ees n ee ace ae ed CO Oem Re eae Tees de Bohme y Weigel en toda la teosofia moderna. oma EM es ee sae antigua sabiduria de resonancias magicas se unia en un eee ee eee ery investigador que trataba al hombre como unidad fisica Parte) Bee er eee eRe ees SOEUR Os ese Ua oe eee ee at Preece esos tealizada con el apoyo de C. introduccion a una obra de dificil compendio. Dos eet ee rae One eect completan y ayudan a comprender los grandes temas Peet eo Ci eed ce ree Pe eT Goes San eating en eer rie recat ee ts Paracelso Textos esenciales Edicién de Jolande Jacobi Introduccion de Gerhard Wehr t Epilogo de C. G. Jung Traduccién de Carlos Fortea ‘ Ediciones Siruela Todos tos derechos reservados. Ninguns parte de esta publicacion puede ser reproducids, lmacenads o trinsmitida en manera alguna ni por ningun medio, ya sea eléctrico, quimico, mecénico, optico, 4e prabacion 0 de fotocopia, sin permiso previo del editor. Titulo orignal: Paracelsus. Arst und Gottsucher an der Zeitenwends Disedo grifice: G. Gauger & J, Siruela © ediciones Sieuela, §. A. 1995, 2001 Plaza de Manuel Becerra, 15. «El Pabellin> Printed and made in Spaia indice Paracelso: Arcano y jeroglifico Gerhard Wehr Prélogo Jolande Jacobi Paracelso: Su vida y su obra Jolande Jacobi Confesiones Paracelso Textos esenciales 1. Hombre y creacién La creacién del mundo La creacién del hombre La composicién del hombre El hombre y su cuerpo De la esencia del cuerpo Cuerpo y astro La estructura del hombre La creacién de la mujer La mujer como seno materno La mujer como suelo fértil La mujer como Arbol de la vida La mujer durante la concepcién De la esencia de la semilla 15 25 33 63 6 B 6 16 n 78 79 a1 st at 83 84 84 86 Semilla y frutos La gestacién del nino Madre ¢ hijo Hombre y mujer Instinto y amor Sobre el matrimonio Hombre, mujer, mundo El hombre en el Cosmos Hombre y cielo Hombre y cielo en equilibrio De la esencia del hombre De la dignidad del hombre De la nobleza del hombre 11. Hombre y cuerpo Médico y Naturaleza Médico y experiencia El cirujano Del recto saber del médico Escuelas y preceptos del médico El médico como viajero Los fundamentos del arte de la Medicina Macrocosmos y Medicina Del saber del médico Dios es el supremo médico Médico y profesién Médico, amor al préjimo y muerte De la misericordia del médico Unidad de palabra y obra Actuar a partir de la veracidad Curar es la misién suprema De la esencia de la enfermedad Cada enfermedad tiene su medicina Enfermedad y salud Dios envia la enfermedad Del sentido de la enfermedad 26. a7 89 90 92 93 on 95, 95 97 99 100 101 105 106 108 110 412 113 113 1s 417 118 120 124 122 123 124 124 127 128 129 132 432 Dios cura la enfermedad Medicina y médico Los dos libros de la Medicina Preceptos para estar sano Sobre 1a dicta Sobre la dosificacion La Naturaleza como farmacia De la correcta medicina De la obtencién de las medicinas La medicina como obra De la fuerza curativa del veneno Medicina viva y eterna 11. Hombre y obra El trabajo es un mandato de Dios Las escuelas del hombre La escuela de los antepasados La escuela del tiempo La escuela de la Naturaleza El hombre como revelador de la Naturaleza Dios no ha creado nada vacio La Naturaleza nunca descansa Tampoco el hombre descansa nunca Al hombre se le conoce por sus obras Dios ha repartido las obras Las obras atestiguan al maestro Interior y exterior La Naturaleza lo ha marcado todo Naturaleza y signatura Fisionomia, la doctrina de las signaturas de la cabeza Quiromancia, la doctrina de las signaturas de las manos Las signaturas de la Tierra Dios ha otorgado las artes Surgen nuevas artes constantemente 133 133 134 137 137 139 139 at 142 144 144 145 149) 150 152 152 153 155 158 158 139 159 161 162 163 164 166 167 168 170 170 am Los caminos del arte Sobre la miisica La unidad de todas las artes Las artes inciertas De la interpretacién de los sueiios Sobre el sentido de los suetios Sueiios proféticos y creadores La magia como don de Dios Magia auténtica y falsa Santos y magos Alquimia, el arte de la transformacién Alquimia y resurgimiento La Alquimia como reveladora La Alquimia como perfeccionadora Quinta essentia Qué es Arcanum Los cuatro Arcana La Alquimia es secreta La mano de Dios y el firmamento Sabiduria y astro El cielo sélo rige lo animal Dios es el Gnico profeea De la libertad del hombre El sabio supera el destino Iv. Hombre y ética Sabiduria y Fe De las dos clases de entendimiento De la sabiduria Conocimiento y sabiduria Del oficio del angel Verdad y mentira Palabra y corazén El amor es el Bien supremo De la misericordia De la pureza del corazén 10 172 173 173 174 175 176 176 177 177 179 181 182 182 184 185 185 186 188 188 189 191 193 193 194 197 197 198 200 201 202 203, 205 206 206 La guerra como castigo Humildad y arrepentimiento Sobre la tentacién Ante Dios somos todos iguales De nuestros pecados Riqueza y pobreza En el hospital de Dios Dichosos los pobres v. Hombre y Espiritu Las dos luces del hombre Del arbol del Espiritu Santo Aprender del Espiritu Santo De los pastores nombrados por Dios y los milagros de los santos Del recto gobierno Sélo los mandatos de Dios duran eternamente Gobernar a partir del espiritu de Dios Hombre y Demonio Obra de Dios y obra del Demonio Tampoco los paganos han sido apartados El espiritw es libre EI conocimiento de Dios y la fuerza de la Fe El hombre es de naturaleza divina EI hombre tiene que basar su ordenamiento en Dios Sobre el bautismo Del nacimiento del alma De la esencia del alma Sobre nuestra condicidn de hijos de Dios vi. Hombre y destino Cada cual es el forjador de su suerte Sobre la suerte y la desgracia De la libre voluntad Sélo en Dios hay certeza u 207 207 208 208 210 aut 212 a3 217 218 218 219 224 222 23 226 224 226 227 220 229 230 230 232 234 234 237 237 238 239 La vida es un tesoro inseguro Todo tiene su desarrollo Sélo Dios conoce el final Hombre y Muerte La Muerte como Hamada a despertar La Muerte como puerta La transfiguracién del cuerpo De la superacién de la Muerte Sobre el Juicio Final El hombre esta obligado a Dios Del cuerpo resurrecto De la alimentacién eterna De lo inmortal en el hombre EI camino hacia Dios Al final se hard todo manifesto De la redencién Cristo vence Del fin del mundo Vil. Dios, la luz eterna Dios, la luz eterna 2 239 244 242 243 244 245, 246 247 247 249 250 251 251 233 253 255 255. 236 261 Apéndices Paracelso (1929) C. G. Jung Paracelso como médico (1941) C. G. Jung Notas a las conferencias Glosario Cronologia indice de ilustraciones indice de citas Bibliografia B 265 274 290 294 307 315. sat > ALTERIVS NON SIT.QVI SVVS ESSE POTEST. SP AVREOLI THEOPHRASTI AB HOHENHAIM EFFIGIES SVA. ATATIS 45- Paracelso: Arcano y jerog! La salvacién y la curacién estin intimamente unidas, y no s6lo por el parecido de las palabras. En una época en la que las medicinas naturales y ks formas de vida humanizadas se han convertido en una necesidad a- da vez mayor para muchos, crece también el interés por la figura de los fandadores de una idea integral y espiritual de la Naturaleza y de la Hu- manidad. Una de esas figuras es Theophrastus Bombastus von Hohen- heim, llamado Paracelo, reformador de la Medicina en la era de la Re~ forma. A pesar de ser contemporineos, el médico y filésofo itinerante Paracelso y el monje agustino de Wittenberg Martin Lutero, unos diez aihos mayor que él, casi no tuvieron noticia el uno del otro. Lo que no es sorprendente, dado que cada uno de ellos tenfa que cumplir la misién ue se habja marcado en la vida. Sea como fuere, es sin duda indiscuti- ble que su accién fe eficaz. Cada una de estas figuras fiundacionales en el campo del espiritu se afirma por si sola. No podia ser de otra manera, aunque su destino se consumara a las puertas de un profundo horizonte de la Historia mundial, como el Renacimiento, Figuras as{ sno necesitan a nadier. Y eso es lo que dice literalmente la famosa mixima del de Hohenheim con la que el retratista Augustin Hirschvogel encabez6 opor- tunamente en letras latinas el grabado de Paracelso: Alterius om sit qui sus esse potest. Y, por otra parte, también es cierto que: «Como un misterioso jero- alifico, el nombre de Paracelso se tiende a lo largo de la reciente historia del espiritu y mueve a las almas a elevada conversaciéne, segrin conside- taba el historiador de la Medicina Heinrich Schipperges, de Heidelberg! Paracelso: un sjeroglificor que esconde un earcano», un secreto. Arcanos Iamé él mismo a las formulas (secretas) que de él nos han legadbo. " Heinrich Schipperges: «Paracelos,en Die Grossn der Wolgshihte, Zurich 1974 to- mo 1, pig. 95 15 Schipperges continéa en otto lugar: «Estamos sencillamente fascina- dos por un fenémeno situado entre la Edad Media y la Edad Moderna, centre las facultades de la antigua Escolistica, pero también entre las luch del Humanismo por hallar una nueva vision del mundo; por un fenéme- no que podria ser para nosotros clave para el pasado y el futuro. Al fin y al cabo, en la Teologia y la Filosofia, sin olvidar la Medicina, buscamos iis de lo que nuestras ciencias tienen que offecernos hoy en diav’ iQuién podria negarlo! Sin duda, con esto no se delimita atin el hori zonte ante el que actian los buscadores de todos los tiempos, pero ese horizonte se ha abierto de un modo que, dejindolo en libertad, impulsa a cada individuo a su propio esfuerzo en pro del conocimiento, Apertu- 1a puede significar aqui poner en cuestiOn criticamente a las autoridades vigentes, hacer un desaire al dogmatismo ciego, estimar la propia vision y la experiencia alcanzada por uno mismo como superior a las doctrinas, cen boga, que en alguna ocasién han adoptado el caricter de prejuicios in- fandados, y tener una y otra vez el valor de recorrer caminos no trillados para Hegar a nuevos territorios. No de otro modo procedié Paracelso. Asi se convirtié en revolucio- nario de cio propio, en impulsor de generaciones. Y por es0 se le pe= de seguir atin hoy, aunque no pocos de sus resultados concretos hayan po- dido quedar superados. Es algo que forma parte de la esencia de toda clase de investigaci6n progresiva. De hecho la figura intelectual de este hombre, al que sus contemporineos y sus continuadores se han referido con alabanza y admiracién, y naturalmente también con fuerte critica, in vita a la polémica, Presupuesto para ella es un esmerado conocimiento de su obra literaria, y también del paisaje intelectual en el que crecid, Pero zen qué consiste ese «miss del que se habla en el juicio de Heinrich Schipperges, si no se trata de una profundizacién espiritual que nos per- ‘ita hacernos una imagen del mundo y del hombre cualitativamente mis amplia? Sus afines estén de acuerdo desde hace generaciones en que Paracelo, el médico y fil6sofo de la Naturaleza, el cristiano esotérico y cl buscador alquimico, el astrlogo, incluso el mago, nos hace sefias que sirven de ayu- da, por dificil que pueda resultar en concreto pergefiar una imagen autén- * Heintich Schipperges: Paracas. Der Mensch im Licht dor Natur, Stotgast 1974, ig 9 Edition Alpha). 16 tica del magnifico. ¥ es que ya sus biégrafos tienen algunas dificultades, porque no todas las estaciones de su agitadisima vida pueden ser alumbra- das suficientemente. Aparentemente no hallé tiempo para documentar su inquieto spaso por el mundo», si no queria perjudicar con ello la produccién de sus nue merosos escritos de contenido médico, filoséfico y teoldgico o adéptico. Y quien, por otra parte, profuundice en esta amplia herencia espiritual del maestro de Hohenheim tendri que someterse al esfuerzo de separar las fuentes literarias. Porque zdénde habla el autor con sus tonos originales y donde tenemos que vérnoslas con el protocolo no siempre inequivoco de un discipulo mas o menos congenial? Dénde acaba Paracelso y dén- de empieza el coro multiforme de los llamados paracelsistas? La transti- sién de Paracelso tiene su propia historia. Aun asi, la investigacién ha po- dido dotar a un abundante fondo con el sello de calidad: sjLo dijo en personaly En cambio, no fue ni es cosa de cualquiera la desbocada supera- bundancia sentimental de Paracelso, su temperamento ni mis ni menos que volcanico, que no estaba dispuesto a someterse 2 ningtin freno: un polemista por excelencia, dispuesto al tajo aniquilador contra ciertos, colegas, alguien que podia odiar e injuriar, no un estetizante filosofo de salén o un médico de moda de delicada encordadura para la «gente bien». No es cosa del gusto de cualquiera tener que vérselas con un miembro del gremio itinerante que tan pronto se irrita como incluso disputa a manos limpias. Paracelso, gun nstico camorrista? Sin duda, no el favorito de aquellos que prefieren en todo el trato cémodo y sin asperezas, y en resumen, segtin su posterior compatriota Conrad Fer- dinand Meyer (en Los tiltimos dias de Hutten): «No un libro sutile sino sun hombre con su contradiccién», Cémo iba a serle ajeno lo huma- no, que ~de una forma o de otra~ precisa un tratamiento médico? En Jo que se refiere a fama y honores, tampoco faltan, Vayan por de~ Jante algunos ejemplos. Nada menos que con Hipécrates, el fundador clisico de la Medicina y la Antropologia occidentales, le comparaba ya Giordano Bruno (1584): +A un médico como Paracelso, ese milagro del arte médico, no se le puede comparar nadie después de Hipécrates, Si en su embriaguez (es decir, en su celo fogoso) alcanzé a ver tanto, zqué hubiera podido hacer si hubiera contemplado las cosas con serenidad?... Paracel... tavo al pa- recer un conocimiento ms- profundo del arte médico y de los medica~ mentos que Galeno, Avicena y todos los doctores y adeptos de los mis- mos que se pueden oir en latins’, No de otro modo se autovaloraba el asi ensalzado, Era el que menos necesitaba a su enaltecedor de la poste- ridad. Pero no basta con eso: el erudito universal y filésofo Gottfried Wil- helm Leibniz (1677) confirma a su manera el alto rango del médico re- nacentista, tanto en la Historia del Espiritu como en la de la Medicina. Y no es sorprendente que entre los diecinueve y los veinte aitos Goethe topara con los escritos de Paracelso en elacién con sus tempranos estu= dios sobre Filosofia de la Naturaleza y mistico-ocultistas'. Su afinidad es- piritual se advierte especialmente en que en su Fausto pone en pie una fi- ura que se corresponde con ese Paracelso de actuacién fiustica como €l fendmeno con el fendmeno primigenio (en sentido goethiano), como la imagen con el modelo, En lugar de fenémeno primigenio se podria decir también: arquetipo. Cuando el sucesor suabo del de Hohenheim, Johann Valentin Andreae, lanza sus tres manifiestos rosacruces* en visperas de la Guerra de los Treinta Afios y crea, en la figura ficticia de «Christianus Rosenkreutz», tun modelo semejante, es demostrable que pensaba en Paracelso como en carnacién y suma del buscador espiritual abierto al mundo. Lo mismo se puede decir del zapatero silesio y «Philosophus tentonicusr, el poderoso intelectual Jakob Bohme; cuando pocos afios antes que Andreae escribe, shajo el signa del liriost, su famosa Autona o amanecer en ascensc, le rodea Ta atmésfera de Paracelso. Porque cuando Jakob Bahme redacta, con el mismo titulo que su hermano en el espiritu de Hohenheim, De Signatu- 1a Rerum (1622), emplea vocablos y metaforas que son en gran medida fa- » Giordano Bruno, citado por Best Kaiser: Parcels in Selbezeugisen und Bilddo- eumenten, Reinbek 1969, pig, 140, * Rolf Christian Zimmermann: Da Weld des jungen Gethe, Munich 1969 * Los textos completos de los rosacruces estin recogides en Die Bridenchaft der Ro- senkreuzer, 3 edicin, Munich 1990 ‘Jakob Bohme: lm Zeihen der Lilie. Aus den Werken des chrisichen Mystibers(clec- i6n y comentario de Gerhard Wehe), Munich 199% Jakob Bohme: Aurora oder Mergntte im Aufeang(elecci6n y comentario de Ger hard Webs), Frankfurt 1991 18 rilliares para el conocedor de Paracelso. El aliento de este espiritu per dura, Asi que volvamos al de Weimar. El mismo Goethe que ha formado su ¢juicio intuitivor y que tres si- glos después de Paracelso ha alcanzado una contemplacién cualitativa de Ja Naturaleza considera notable a Paracelso, en st Historia de la teora de los colores (1810), porque #guia el circulo de aquellos que buscan legar hasta el fondo de la manifestacién quimica del color y de su cambio... En los {itimos tiempos, se ha hecho mis justicia que antafio al espiritu y el ta- lento de este hombre extraordinario... ‘También esto es cierto desde Goethe y desde el Romanticismo’, so- bre todo porque aquellos que busean la claridad conceptual suelen tener dificultades con aquellas personas que estin en relacién directa con ma- teriales, calidades y tinturas y por tanto no estin interesadas en la estric~ ta formacién de los conceptos. A tales personas les bastan las fuerzas ac- uantes como tales, Sus imigenes, comparaciones y simbolos hablan un lenguaje distinto, propio y no menos claro. Es cierto que informarse sobre Paracelso significa preguntar por un hombre extraordinario, por no atribuible a sorden» alguno, que se en cuentra como en casa en muchos terrenos: en la Medicina y en la Far- macia, en los fundamentos germinales de la Filosofia y de la Religion, Que a este hombre asediado por iluminaciones, pero también por pasio~ nes y contradicciones, se le hayan adherido cosas abismales, elementales y eruprivas, forma parte de la marca inconfundible de su ser y de su in- cansable vida. Carl Gustav Jung, que como experto en psicologia pro funda ¢ investigador de la imagen arquetipica del mundo ha dedicado gran atencion al médico y alquimista en distintos lugares de su obra, da su testimonio, como un discépulo congenial a su manera, de su viejo co lega y maestro de Basilea: «Fue un poderoso viento que arrastraba y re- volvia todo lo que se podia mover de su sitio. Perturbé y destrayé como tuna erupcién volcinica, pero también feuctificé y vivific6. No se le pue- * J. W. von Goethe: eMateriales para Ia Historia de la teoria de los colores, en J. W. von Goethe: Natunisenschafliche Sdrfen (edicion de R. Steines), Stutgart 1883-1897; Domach 1975, tomo 1, pig, 151 » Kurt Goldammer: Parsclas in der dewschen Romansit. Eine Untersuchung 2ur Ges chichte der Paracas Reseption und =u gestesgeschihichen Hintegninden der Romantik, Vie~ 1a 1980 (Saleburger Beitsige aur Paacelsus-Forsehung 20), ra de hacer justicia: sélo se le podra siempre subestimar o sobrestimar... Pa- racelso 5 un mar 0 ~dicho con menos cordizlidad~ un caos, y en tanto personalidad humana, histéricamente limitada, e le puede calificar como tno de los crisoles alquimicos en los que los hombres, dioses y demonios de aquella época atroz de la primera mitad del siglo XVI derramaron, ca- da uno, su savia especial ‘A sas frases eles puede atribuir un especial valor en la obra de Jung. Por un lado tenemos el volumen Paracebsca, con las dos conferencias so- bre el médico y fildsofo Theophrastus, Nuestra cita ls introduce. Se tra- ta de aquellas conferencias que Jung pronuncié en septiembre de 1941 en Basilea y en octubre de 1941 en Einsiedeln, el verdadero lugar de naci~ miento del de Hohenheim, con ocasién de la conmemoracién stiza de Paracelso, Hacia cuatrocientos afios que Paracelso habia muerto en Salz- burgo. Pero aparte de este motive externo Jung habia desarrollado sus propios trabajos bajo el tema marco «Psicologia y alquimias, que apare- cerfan impresos con ese mismo titulo en 1944. Tenia a sus espaldas inves- tigaciones muy especiales, que se habian extendido a lo largo de dos dé- cadas, Baste aqui indicar lo que le interesaba principalmente al psic6logo de los arquetipos: demostrar que los fenémenos observables del incons- ciente, como los suefios y visiones, hacen aflorar relaciones grificas co- ‘mo las que, sorprendentemente, aparecen también en la simbologfa de la alquimia' Como Jung veia en Paracelso a un profundo «filésofo alquimico» cu- ya xcoxmovisién roliginsa se encuentra en una contraposicién, incons ciente para él mismo y casi inextricable para nosotros, con el pensamiento y la fe cristiana de su tiempos, le dedicé su especial atencién relativa~ mente pronto. La primera conferencia de Jung sobre Paracelso™ data de junio de 1929. A esto se afiade otro aspecto, porque el psicélogo, sensibilizado con la situaci6n espiritual y la sintomatologia de la época, escribia en 1941 la si- guiente frase: «En esta [es decir, la de Paracelso] filosofia hay puntos de "©. G. Jung; «Paraceso como médicos, en Paralea, Zurich 1942, pigs 9-5; aho- en Gesammelte Werke, tomo XV, pags, 21s. " Gethard Wehr: Carl Gustav Jang. Leben, Werk, Winkung, Munich 1985, pigs. 22t- sy «Encuentro con la Alguimia, pigs. 300-8. C.G. Jung: «Paracelon, en Gesammelte Werke, tomo XW. pigs 11-5. 2 partida, cargados de futuro, sobre problemas filos6ficos, psicol6gicos y re~ ligiosos que en nuestra época comienzan a adoptar una forma mis cla- Si se hace abstraccién de las corrientes de la moda, indefinidas y mis bien irritantes, que ahora dominan literalmente el mercado, hay sin em- argo algunas manifestaciones que hacen mis comprensible la observa cién hecha por Jung hace medio siglo de lo que podia serlo en 1941 Piénsese tan s6lo en la necesidad de una comprensién del mundo y una configuracién de la vida integrales, unida a los esfuerzos por alcanzar un conocimiento interdisciplinar en el que se tome nuevamente en serio la dimensién de lo espiritual, de lo que confiere sentido a las cosas. Sin du da, no se puede derivar de ello la recomendacién de un retorno a Para celso y a has figuras afines del pasado, Pero, por otra parte, no hace falta especial justficacin para cerciorarse de la sherencia vivas que yace ocul- ta bajo algunas ideas epocales. Merece la pena examinarla de nuevo des- de un punto de vista critico, Para ello sirve de ayuda la seleccién de obras que Jolande Jacobi, una destacada alumna de Jung, publieé por primera vez en 1942. Lo hizo con apoyo de C. G. jung, que le presté ayuda especialmente a la hora de confeccionar el giosario a emplear para la lectura de Paracelso. He mos de hacer notar que la reedicién actualizada se hace también bajo el signo de un doble aniversario: el 24 de septiembre de 1991 se conme- mora el CDI aniversario del fallecimiento de Paracelso; el V centenatio de su nacimiento es en 1993, Sobre la reedicién ‘Como se veri en la bibliogratia adjuntada en anexo, actualizada y am- pliada por el abajo firmante, hay distintas ediciones del texto que res- ponden al estado de la investigacién y las necesidades del usuario en ca~ da momento. Aparte de la vieja edicién, redactada por Huser (en el siglo Xv), y de la nueva de Will-Erich Peuckert, en texto normalizado, sigue siendo definitiva la edicion de las obras completas a cargo de Karl Sud- hoff y W. Matthiessen, En ella se basa la presente seleccibn, levada a ca- bo por Jolande Jacobi y dotada de un esbozo biogritico. Alla editora de 1941 y 1942 le importaba acercarse a los grandes temas © G, Jung: Prélogo a Parasia (ver nota 10) a4 del de Hohenheim que también son importantes para el lector de hoy. Nos referimos al hombre, situado en los puntos de interseccién de Dios y I Creacién, la mortalidad y el destino, el pensamiento y la accién. Ya con esto queda claro algo de Ia visién universal que, hoy como ayer, ca- racteriza al médico Paracelso. Nunca se dedica sélo a la Medicina en el estricto sentido de la palabra, por no hablar de los planteamientos de tin moderno especialista médico. Siempre se rige por el viejo principio her- mético: «Como arriba, asi abajo», es decir: todo esti unido a todo... un ctiterio redescubierto en la actualidad. En lo que se refiere a la configuracién lingiistica de las unidades tex- tuales seleccionadas, Jolande Jacobi sefiala al respecto en su prélogo (1942) Para facilitar el acceso a Paracelso al hombre dedicado a su esfuerzo cotidia~ ‘no, a los interesados ¢ intelectuales de toda condicin y a los amigos de la Cul- ‘ura alemana, sin distinciGn de lengua matema, se ha asimilado al uso lingiistico actual el alemin de Paracelso, a menudo oscuro, impenetrable, abitrario en estilo, estructura y forma de expresién y alguna ver incluso intencionadamente encubri- dor, Naturalmente, esto significa algo més que una mera «traduccién», Porque a Ja asimilacién tenia que ir unida una interpretacién. Este comienzo aparente- ‘mente osado puede tener su justificacin, si se piensa con calma, Paracelso habl6 y escribi6 en un modemo alto alemén temprano que, no obstante, como por asi decirlo personal creaci6n, contiene numerosss formaciones verbales arbitrarias, a- tin valgar y expresiones dialecalee del interior de Suira, Con ello se apunts la tarea de la editora, Una pequeiia prueba de la Jengua original de Paracelso (o de la de sus transmisores) la oftecen las ci- tas anexas ala biograffa, Estin tomadas, en su tenor literal y ortografia, de Ih edicién completa de Sudhoft. J. Jacobi observa: «Son “confesiones” que deben transmitir toda su originalidad en el imbito de lo subjetivo, allé donde el contenido sentimental tiene prelacién sobre el intelectual. El resto lo hacen las numerosas expresiones contemporsneas que recorren to- do el libro. Estin recogidas en detalle, igual que las citas, en el anexo. Finalmente, hay que alegrarse de que el editor de las obras completas de C. G, Jung haya afiadido dos pertinentes conferencias del psicélogo a modo de postdata: la conferencia sobre Paracelso pronunciada en junio de 1929, en el marco del Club Literario de Zurich, en la casa natal de Pa- 2 racelso y en el Puente del Diablo de Einsiedeln, y la conferencia men- cionada al principio, pronuneiada con ocasién de a celebracién del 1V centenario organizada por la Sociedad Suiza de Historia de la Medicina y de las Ciencias Naturales, el 7 de septiembre de 1941 en Basilea. Ambos textos estin tomados del tomo XV de las obras completas de C. G. Jung Finalmente, siguiendo las palabras del psiquiatra, sélo queda constatar tuna cosa: Paracelso es una de esas grandes figuras del Renacimiento que hoy, después de cuatrocientos cincuenta aftos, sigue resultindonos pro- blemitica en su abismalidad o, para decirlo con palabras de Paracelso so- bre Paracelso: «Quien sea fiel y devoto del enfermo, quien quiera seguir ala Naturaleza en su Arte, ése no huiré de mis. Gerhard Wehe Schwarzenbruck bei Niimberg, en el CDL aniversario de la muerte de Paracelso 23 Prologo Toda «seleccién» es un riesgo. No s6lo porque, a pesar de toda la in- tencién de objetividad, estard siempre condicionada por el gusto de la @poca y por la ubicacién intelectual de quien la leva a cabo, sino sobre todo porque se plantea la tarea de recoger y transmitir una totalidad me- diante el desgajamiento de sus partes. Pero igual que el Cosmos se di suelve en mil contradicciones cuando fijamos la vista en sus manifesta cones aisladas, también la personalidad ~tanto mis cuanto més amplia, mis rica en tensiones y més multiforme sea~ se disgregard en contrastes en apariencia incompatibles ¢ insuperables en cuanto se espere recogerla mostrando todas sus facetas. Por cso, querer delinear en su integridad y singularidad a Paracelso, ese hombre enigmatico de un tiempo en transicién, ese genio arbitrario cargado con el dinamismo de una época agénica y pugnaz, mediante tuna seleccién de sus escritos completos, parece tener pocas expectativas de éxito, Partiendo de ello, se ha evitado conscientemente el querer ates- tiguar todos los ramificados 4mbitos del pensamiento y la creacién de Paracelso mediante sentencias aisladas; antes bien, esta compilacién esta ba orientada desde un principio a mostrar al gran solitario ~liberado de todo lo que no es mis que temporal y accesorio~ tinicamente en sus ras gos esenciales y vilidos a largo plazo. Si se mira hacia ellos, resplandece esa eunidad interna» a cuya orientadora luz la falta de consecuencia que pueda haber en la ilacion de los pensamientos, algunas oscuridades en la formacién de los conceptos, todas las aparentes discordancias intelectua~ les y espirituales parecen s6lo sendas accesorias de un camino trazado con amplitud y claridad. Desde ese punto de vista, los textos seleccionados se aunaban por si mismos en un resumen de la imagen del mundo de Paracelso, guiada por Ia linea conductora shombre-Dios», que empapa ¢ irradia todos los terre- nos como una vertical que se lanza hacia lo alto. Toda la obra de Paracel- So es como ui hilar ese mismo tema en variaciones siempre nuevas, y re- 25 cuetda ora Ia ornamentacién del gotico tard, misteriosamente enmara- fiada y a menudo recargada, ora la clara y refinada linea de una fags dh mio fndament: Eo hombre cui td vid. Es el eet del mundo; todo est referido a él, En él se tocan Dios y la Naturalees» (Wale tease), Como imagen de Di cpa ive ein neta El principio de una jerarquia de la cteaci6n, que va desde lo meri hasta Dios como maxima cima, fe para Paracelo el punto desde el que supo conjugar todas las contradicciones de una mistica natural de tines Paganos y una fe cristina y devota. La forma en que supo fundir en aa personalidad ascetsmo y alegria de vivin piedad y serena empirisme, ex Piritu de investigador en las ciencias naturales y esperanca de salvacion agudas dotes de observacién y apasionada sentimentalidad, coneiencig stitica y temperamento voleinico sigue siendo hoy para nosotros, penta sma de expresién con la que pugnara por hacer una afirmacion exacts se. bre los grandes temas del hombre, el mundo y Dios, ya ocurriers en ol lenguaje de la Medicina, de la Magia, de la Alguimia, de la Asronorns © de otros campos de la vida y del pensamiento de su tiempo, lo nico aque quiso siempre fixe dar testimonio del hombre, de su relscn com el ereadory la creaion su dignida y su camino, sus abigaciones ys to En este orden del mundo del maximo y mis consecuente carieter santropocéntrico», como pocos lo percibieron antes que €ly casi ningun sion se convierte en vocacién, la aztesania en arte, la ciencia en eabiden ria, A la vista de esta gran linea, todo lo demis resulta hojaraca, Rores ciente 0 seca, pero nunca decisiva para sus conocimientos, Para serle completamente fiel, en la presente seleccién se ha renunciado a todo le especificamente médico, lo diagnéstico, lo terpéutico, lo especishzad Sobre todo, habia que mantener alejada de los textos la stménfema de ly Supersticién, que tn ficilmente y durante tanto tiempo velo su verdade- ¥2 imagen. En consecuencia, habia que excluir aqui cl a menudo reuilta, do aspecto del astrélogo, el vidente, el mago, el vsionario, el fabricanee de or, experto en amulets y eagugrafo, ee Dado que nos fila el ae fondo de una vsiGn del mundo, no podrlamos hacer justcia a a mente aque se dedicd a tales tea; hoy slo podriamos y tendifamos que malens 26 tenderle, Hemos perdido casi por completo la conciencia de aguellas grandes relaciones que Paracelso atin tenia. Pero, dado que en la obra de Paracelso cada miembro esti unido orginicamente al otro, los que més profundicen distinguirén atin en el material presentado los rasgos bisicos de los terrenos pasados por alto. Por las mismas consideraciones, se ha optado por ignorar en la selec- cién todo lo polémico, lo incidental, lo demasiado subjetivo en la obra ‘Aunque una observacién psicoldgica podria interpretar estas peculiarida~ des como resentimiento, como compensacién, como expresion de un ca acter volcinico en el que las contradicciones del espiritu de la época se resumian en rencor, 0 como parte de la aspereza del lenguaje de la épo- a, siguen teniendo una importancia secundaria para lo esencial de la per sonalidad de Paracelso y su voluntad, Tras ellas resucita, sin que le afec~ ten, el arrojado e incansable buscador de Dios, el humilde ser humano Paracelso, en su figura mas propia. Y esta figura conserva aquellos valo- res que son imprescindibles para nuestra cultura cristiano-occidental en el presente y en el faturo, Forman la eherencia vivar que quiz pueda que- car temporalmente ignorada, pero que con la aparicién de nuevas co- rrientes espirituales reaparece bajo una luz cada vez mis brillante y ejer~ ce unos efectos cada vez mis fuertes, aunque sélo podremos volver a comprender sus iltimas profundidades cuando este mundo tantas veces secularizado se haya reencontrado con su Dios y su polinémico orden. En ha selecci6n de Hans Kayser, publicada en 1924 en Leipzig y ex- traordinaria en su género, se puede leer aiin que el mundo de Paracelso es «completamente ajeno a la época actual, y sélo raras veces en contac to con ellav. Pero ya hoy Paracelso nos dice més que a nuestros padres. Esto parece no ser casualidad, y la creciente comprensién de su figura no se debe a la conmemoraci6n de los cuatrocientos afios de su muerte. Por que, como él, también nosotros somos hombres de un gran periodo de ‘wansicién, también somos puente, que ha de unir una orilla que se hun- de con otra que apenas empieza a emerger, por encima de una corrien- te que todo lo arrastra, Su necesidad es similar a la nuestra, también po- demos compartir su ansiedad. Por eso, al contrario que antafio, los pensamientos de Paracelso ya no deben estar reservados sélo al médico, fico de la Naturaleza o del Espiritu o al mistico, sino que deben hacerse accesibles al creciente ntimero de buscadores de todos los estra~ tos sociales, Al hombre que ha vuelto a ser receptivo a la alabanza de la 7 criatura y de su cteador, al hombre que esti en el camino hacia una nue~ va realidad, esta seleccién de escritos podria transmititle una idea de la poderosa vision de aquel gran hermano, Para facilitar el acceso a Paracelso al hombre dedicado a su esfuterz0 co- ‘idiano, a los interesados ¢ intelectuales de toda condicién y a los amigos de la cultura alemana, sin distincién de lengua materna, se ha asimilado al uso lingiistico actual el alemn de Paracelso, a menudo oscuro, impene- table, arbitrario en estilo, estructura y forma de expresién y alguna vez incluso intencionadamente encubridor. Naturalmente, esto significa algo mis que una mera straduccién. Porque a la asimilacién tenia que ir uni- da una interpretacién. Este comienzo aparentemente osado puede tener su justificacion, si se piensa con calma, Paracelso habl6 y escribié en un. alto alemyin temprano, que no obstante, como por asi decitlo personal crea- cién, contiene numerosas formaciones verbales arbitrarias, latin vulgar y expresiones dialectales del interior de Suiza. Es incansable, en apariencia en busca de tuna mayor precisién ¢ impacto, a la hora de dar a lo ya men- cionado expresiones siempre nuevas, de reforzar en cierto modo lo ya di~ cho en constantes repeticiones y giros, circunstancia que dificulta nota blemente la comprensién de sus escritos. A partir de una nueva y desacostumbrada vision de las cosas, tuvo que crearse, obligado por la necesidad, un nuevo lenguaje que en su dinémi co grafismo se adecuara mejor a sus intenciones que uno abstracto y con- ceptual o que la lengua latina de sus contemporineos cientificos. Sus escritos estin entretejidos de manifestaciones de temperamento, expre- siones de fuerza y extraiias comparaciones, de concepciones a menudo fluidas y poco definidas, que parecen responder mas al actuar y tejer de la vida que a los rigidos conceptos y palabras tradicionales, Cuando se le- cen sus obras se tiene muchas veces, a pesar de toda la fuerza que brota de ellas, Ja impresién de un primer esbozo plasmado con furia, en el que in- tentara aclarar y retener la corriente de sus pensamientos sin haberlos re- ducido ya a lo esencial; lo que puede haber sido otra de las razones de que produjeran tantos malentendidos. Dado que tenemos pocos manus- critos del propio Paracelso y nuestras fuentes principales estin formadas por las ediciones publicadas después de su muerte, a finales del siglo XVI y principios del Xv1t, por Huser, Bodenstein y otros, tenemos que atri- buira esa cizcunstancia numerosos puntos ascuros, a pesar de todo el and lisis eritico textual y correccién posteriores, como el llevado a cabo por 28 { i | | { ejemplo por Sudhoff, Sin duda estas ediciones siguen los manuscritos or: ginales, pero a menudo, debido a la letra dificil de descifrar, contienen y nos transmiten inexactitudes, muchas veces incluso amputaciones. Ade~ mis, como es sabido, Paracelso casi siempre dictaba sus escritos, y a tal ve- locidad «como si el diablo hablara por su boca», segiin afirmaba su disci- pulo Oporino; con frecuencia fueron escritos de memoria por sus discipulos, y algunos incluso traducidos al latin sobre la marcha. De ahi que casi cada una de sus obras tenga diferente caricter lingitistico, y ha- ya por asi decitlo que «familiarizarse» de nuevo con cada una. Ast pues, no se puede hablar en el caso de Paracelso de manifestaciones verbal 0 artisticamente depuradas y ponderadas. Y dado que de todas formas lo que aqui importa es «s6lo» la totalidad intelectual y la intemporalidad de su visidn del mundo, se ha legado ~con todo el respeto a la expre- sign concreta— en primer término a una reproduccién del sentido en tun lenguaje accesible para todos. Por tanto, la absoluta exactitud de pala bra y giro tuvo a menudo que ceder el paso en favor de una elaboracién ‘mis clara del espiritu y la voluntad de Paracelso, cuya custodia y en nin- ‘gin caso violacién era el mis sincero anhelo. Por eso, parecia justficado -sobre todo cuando esta seleccién no tie- he pretensiones cientificas de ningiin tipo, sino que ante todo quiere ser ‘una introduccién ficil de leer, comprensible y clara~ tratar el material co- ‘mo si estuviera en lengua extranjera. El riesgo de exponerlo al malen- tendido por una reproduccién inexacta no era mayor que el de entregar a Paracelso al lector en texto original. Con todo, una pequefia prueba de la lengua original de Paracelso la offecen las citas anexas a la biografia (cu- yo tenor literal y ortografia esta tomado de la edicién completa de Sud- hoff). Son sconfésiones» que deben transmitir toda su originalidad en el Ambito de lo subjetivo, alli donde el contenido sentimental tiene prela- cidn sobre el intelectual No se pudo evitar el que en tal versidn se perdicra también algo del polen del lenguaje y del aroma medieval del contenido, aunque en nin- tin caso se han tocado las comparaciones y metiforas y lo tachado solo elimina la hojarasca o puntos eventualmente duros, sin interrumpir el di- namismo propio del curso de los pensamientos. Se intent6 constante~ mente mantener en el estilo y en la elecci6n de las palabras la fuerza y as- pereza del lenguaje de Paracelso, y no dar entrada al alemidn de raiz mas moderna 2» Las numerosasilustraciones se offecen como un apoyo eficaz a la hora de aclarar lo que en el texto pueda ser poco clato y extraiio. Deben con- tribuir a la comprensién del espiritu de aquella época e ilustrar el conteni do de las citas. ‘Todas las ilustraciones proceden de la época de Paracelso. ‘Una serie de ella le fteron probablemente conocidas. Son testimonios elo cuentes de la vitalidad, profiundidad y fuerza de configuracién de la volun tad artistica que florecia por doquiera tras la invencién del arte de impri- ‘mir y ballaba su plasmaci6n, entre otras cosss, en tna gran cantidad de tallas ¥ dibujos, caracteristicas y de alto valor, destinados a la decoracién de los libros. En una mezcla de contenidos mistico-simbélicos y materiales toma- dos de la vida coridiana, aportan una atractiva muestra del mundo de con. cepciones y la vida de la Baja Edad Media, y esperan poder aspirar aun in terés historico-culeural En has ilustraciones reproducidas aqui estin representados la mayoria de los ilustradores de aquella época, entre ellos también algunos grandes artistas contemporineos de Puracelso, como Durero, Leonardo da Vinci, Holbein, Burkmair, Amann y Weiditz. No solamente pueden facilitar el sabor del espiritu de la época y revivir su atmésfer, sino consttuir, por asi decirlo, un hilo conductor que atraiga marcindole el camino la ca Tiosidad y los sentidos del lector y le facilite también la orientacién te mitica. La seleccién misma se hizo sobre Ia edicién completa de los escritos de Paracelso realizada por K. Sudhoff y W. Matthiessen, Obras completas de Paracelo (15 tomos en 2 secciones, O. W. Barth, Munich, y E. Olden. bourg, Munich), Las distineas citas se iudivan en anexo en una tabla pro Pia y se pueden encontrar por tanto ficilmente en la edicién completa con ayuda de esta tabla. Se ha adjuntado también una lista de las ilustra- clones, con indicacién de la fuente y su descripcién. En apoyo de la ela. boracién lingiistca y en la confeccién del glosario se emplearon ademis las ediciones originales de Huser, ls de Adam von Bodenstein, Steyner, {a seleccién de escritos de Hans Kayser y otra serie de obras, Estin rese fadas en la parte bibliogrifica, El apunte biogrifico que antecede a la se~ leccién no tiene la posibilidad de ser realmente exhaustivo ni en sus da tos ni en Ia apreciacién de la personalidad de Paracelso; mis bien quisiera ser una incitaci6n a profundizar en las numerosas biografias descriptivas € interpretativas, algunas de las mis importantes estin recogidas en la bi- bllografia del anexo. Hay que destacar entre ella, de las antiguas, las de 30 et c ecientes, las de Betschart y Sticker; para las Strunz y Netzhammer; de las recientes, I personas interesadas en la problemitica religiosa, se remite a la de B. von ‘Waltershausen. ; Una lista de lugares e ilustraciones, un cuadro sinéptico de bibliogea~ fia, pero sobre todo el glosario, deberin servir de guia a quienes se aden- tren en el mundo de Paracelso, Aungue el lenguaje de Paracelso apenas uede sexplicar y lo mejor es absorber sus imagenes, dejar que su di- se puede sexpl x aa nica ace sobre un, para entender qué cx lo gus hay edets dels alabraso ~que en él siempre es lo esencial, el glosario se esfuerza en rienat bevemente, de forma Bil de entender y sin todo el laste cien- tifico de un erudito, sobre ls expresiones especificamente paracelsianas y el sentido de su empleo, Debe representar, por asi decitlo, un pequeiio comentario a esta seleccién ¢ iluminar e ilustrar lo que todavia haya po- dido quedar poco claro. No obstante, en una autolimitacién consciente, abarca solamente aquellos conceptos y expresiones que aparecen en los textos recogidos aqui. ; Ta onientacién hacia on punto de vista unitario, a claboraci6n lin- giiistica y la rica ilustracion podrin quiza hablar en favor de la edicién de esta seleccién de escritos. Junto con la bibliografia sobre Paracelso, hoy contribucién y afirmar su es- cn dia ya casi inabarcable, espera aportar su contribucién y pacio, dentro de su humildad firmemente delimitada, Con las palabras de Paracelso, no tiene otro objetivo que llevar al hombre moderno, en me- dio de su confusion, esa fuerza y esa fe que emanan de todo ser y todo actuar imperecedero y creador. ningtin otto objetivo que ayudarle a apo- mc enn igen del compost mana de Pace ha noblee Ugnidad que aribuyé a lon hombres, para sacar nuevas fueras de ella isiera expresar una vez més agut mi més sincero agradecimiento al como a él y al Sr. Oskar Schlag por facilitarme valioso material grifico y literario, pero sobre todo al profesor Dr. Horst von Tscharner, que me ayud6 en el esclarecimiento filol6gico de los textos. Dra. Jolande Jacobi Zurich, otofo de 1981 a Paracelso: Su vida y su obra Que no sea vasallo de otro quien puede ser su propio setior. Sélo conocemos los contornos de la vida de Paracelso. Unos pocos datos de su paso por el mundo y una obra que parece casi sobrehuma- na son todo el material concreto que de él poseemos. Lo dems se ha perdido, envuclto ya en una abundante mitologia en la que el aspecto supratemporal de este hombre enigmitico resplandece atin con mis bri- lo. Una figura mis bien flaca, rechoncha, ficilmente irritable, de ma- nos sensibles y nerviosas y un créneo pelado relativamente grande, en- mareado por un circulo de cabello un tanto hirsuto, en el que se asientan unos ojos Ilameantes de misteriosa profundidad... asi vive st imagen externa en la memoria. De su accién nos informan en algunos lugares singulares cubiles de alquimista; son mostrados al viajero curio- so con temeroso respeto, con sus extrafios crisoles, retortas y redomas, y estin acompafiados de extraiios relatos sobre el maravilloso doctor de antafio. Las etapas del camino, cubierto de luchas y preocupaciones, que Paracelso recorrié desde su nacimiento hasta su muerte, dan testi- monio hasta donde las conocemos~ de una vida inconstante y desga~ rrada, Dejan al tardio explorador margen suficiente para llenatlo de poe- sia y verdad. Sobrepasindolo todo esti su obra, los innumerables escritos que dejé; atestiguan una titinica pulsidn creadora, una fuerza creativa y una poten- cia intelectual que abren horizontes y discurren incesantes a través de los tiempos. Estos textos son algo mis que ideas plasmadas por escrito; son a su manera reflejo de las profandidades espirituales en las que la palabra y Ia vida permanecen entretejidas en una mitica urdimbre atin por separa Asi, representan leyenda y aserto en un ser actuante que, justificado s6lo por si mismo, nunca puede no obstante ser medido con la vara de la pon 3 deracién consciente y la conclusién logica ni valorado en su descompo: sicién analitica Laesencia de un hombre cuyo espiritu desciende a las profundidades originarias casi nunca se puede recoger en su biografia plasmada docu ‘mentalmente. La verdadera personalidad siempre es mis que un devenir biogrifico definible; la mayoria de las veces, lo que se puede establecer histricamente solamente abarca a la persona. Porque ser personalidad significa siempre incluir algo cuya descripeién escapa ampliamente a la expresién con palabras y en el mejor de los casos slo se puede intuir. La esencia de la personalidad es su nécleo vivo y actuante, alimentado por el seno materno de la profundidad espiritual; en este fondo del alma se mantiene guardado el tesoro de las imagenes eternas, de las que procede vo. Y cuanto mis se aventure el hombre en sus profundida indolas, se empape de sus secretos, tanto mis rotunda seri la amplitud de su accién, tanto més fuerte la fascinacién que de él emane. Sin embargo, cuando este niicleo esencial de la personalidad se vuelve tan potente que su fuerza de irradiacién revienta la corteza individual y la di- suelve por asi decirlo al atravesarla de mil maneras, entonces se ha pues to un limite ala palabra descriptiva y explicativa, entonces el reino de las sagas y los mitos campa por sus respetos. En este reino ya no es necesaria 1a intermediacién, porque st lenguaje es el lenguaje comin a todos los hombres, al que cada uno tiene dado el acceso en el fondo de st propia alma. En él todo lo individual tiene espacio como alegorfa y se funde en algo de validez general en el mito. En el mito, el destino del individuo se alza al mbito de lo intemporal, y su sentido se convierte en simbolo pa~ za todos los tiempos. Pero slo cuando el individuo haya experimentado profundamente alguna vez, en el espejo del simbolo, lo que en él es in- dividual e irrepetible como parte de lo humano, general y permanente, podré confiarse de verdad a la gran corriente comin de la vida que flu ye a través de la Humanidad, Sélo entonces podei liberarse de su aisla- miento y ser consciente de su integridad, que abarca los dos mundos, el individual y el colectivo. Por eso las épocas de agobio intelectual y espi- ritual, en las que el ser humano ya no se orienta porque ha perdido la co- nexi6n con este origen intemporal dentro de sf, son a un tiempo las épo~ cas de nacimiento y floracién de los mitos, En tales épocas, una vida incrementada emana de sus imagenes preiiadas de parabola, y ls gentes se vuelven especialmente receptivas a sus verdades ocultas. Y una y otra Fy vez, cuando se invocan esas imagenes, liberan el eco de una alegria que vuelve a reconocerse; una liberacién que trae al mismo tiempo solucién y redencién al alma solitaria. Pero aqui radica en dltima instancia el mis terio del valor simbélico de un destino individual. Esto puede decirse, para nosotros, de la vida y obra de Paracelso, Philippus Aureolas Theophrastus Bombastus von Hohenheim, lama- do Paracelso, nacié en el aiio 1493 en Einsiedeln, antiguo y honorable lu- gar de peregrinacién de Suiza, hijo inico del noble suabo Wilhelm von Hohenheim, de la estirpe de los Bombaste, y de la hija de un servidor del templo de Einsiedeln, Els Ochner. De su padke se dice que era hijo ilegi- timo de una familia de caballeros venida a menos, y que suffi6 por cllo du- rante toda su vida, En un bello retablo en madera que todavia se puede contemplar en Salzburgo se le ve con una expresién inteligente, algo mi lancélica, con el clavel nupcial en la mano, como hombre de caricter hon- rado y refiexivo, La madre descendia de las gentes del templo de «Nuestra Sefiora de Einsiedeln», ssituado bajo la autoridad del abad del mismo nom- bres. Conforme a los principios juridicos de la época, el nifio descendia de |i mano sizquierda», la emis débile, y por eso los derechos de sucesion co- rrespondieron siempre al seiior feudal, en este caso la abadia de Einsiedeln, Asi apadrinaban la cuma de Paracelso la virtud medieval-caballeresca, la 28 piracién a una mayor formacién, por parte del padre, y un sano tener los pies en el suelo y una profunda fe en Dios por parte de la madre. La dis- par herencia que asi recibia no dejaria sin duda de influir en la riqueza de tensiones que albergaba en sf un cuerpo mis bien débil Pero también el paisaje del que el dnimo infantil recibié sus primeras impresiones puede haber sido codeterminante. Rodeada de severas y em- pinadas montaiias, la pequeiia localidad de Einsiedeln esti como encerra- 4a por su entorno en un suave cuenco maternal de inflexible dureza, pe~ 10 humildemente abierta al cielo. En medio de oscuros bosques de abetos y verdes alfombras, atravesada por el espumante arroyo silvestre del Sihl, n su coraz6n el gran templo visitado cada afio por miles de devotos pe- regrinos, es una imagen fiel de la vida, en la que cada dia emprenden tnueva lucha la eternidad y la fagacidad. Cruzando el Puente del Diablo, en el que segin antigua tradicién estuvo la casa natal de Paracelso, la sen- da de los peregrinos llevaba al santuario de la Madre de Dios, extraiia- mente simbélico del propio Paracelso, de las viviendas interior y exterior

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