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ma del amor esti muy presente en la obra de HA Ortega y Gasset, Fs:un género de presencia define, dotindola de personalidad propia. Pued Iabras suyas: “Amor me muewe, que “Amora la muliplicidad de lav amor configura wn determinada “ethos ime hace abl ser, en el que tiene cabida el proyecto vital de cada uno, Fl amor inteligente es el verdadero aicleo de sentirnento cestétic de la vida, El amor no es ciego, sino voluntad de ‘mangparencia, de laridad, no mero sentimentalismo, ¥ alcanza su pleniruc en la gravider, del concepto. amor como imperativo de excelencin 650 movimiento de fideidad a st mistno y als coms. Eso que para Ortega sgnilica la definicion platoniea del amor como un “deseo de engenadear en la belleza”, la aspirscidn al ser en plenitad al ser en forma, Eso es lo que constituye el, ideal de cada cosa, y'no es exelusivamente mcs En estos Foains sobre of am la palabra “ideal” es la lo éxico yl estético. Hay incerseecion de lo sentiments tamtos ideales como casas, y no Son, por tanto, privates de los seres huunanos. Luege las cosas lo d tampoco ciegos, saben fo que quien Jn perspicacia misma que descubre ese quetes de ells y de los dems. Fs entonces cuando se trata de un amot fico, Estrs gon rare ero, cuando esto scede, se i “Tit eres mi me da-al propio Bruins sobre el amor Publicado inicialmente en Buetios Aires en 1939, se puede desir con el po sta ediion lis ‘onvertiria ex uno de los libros mas difundios y estudiados de Ortega y Gascet, La presente edicion se completa con un estudio v cronoloaia preparados por el profesor José Luis Molinaevo, y nt elena 7elaenit F205 EDAF l Tas Molinuevo blioteca Edaf JOSE ORTEGA Y GASSET ESTUDIOS SOBRE EL AMOR Prélogo y cronologia de José Luis Molinuevo fi BIBLIOTECA EDAF 205 Direstor de la co MELQUIADES PRIETO © Moredeos de Joné Ong y Gi 1008, De eta ein, Eaonal EDAR, S.A. Bitorial EDAR, S.A Jorge Juan, 30. 28001 Madd Direct en Inert par etek Corea eesiica eda ea net (Cone eectiSnco:edafel3@ateacom ar oda sme! perio previo por sent de on lars del Cops ‘Chet Onsyen SL. Pa i na Pasi de Mand INDICE OnTEGA Y SU EPOCA PROLOGO. BIBLIOGRAFIA ESTUDIOS SOBRE EI FACCIONES DEL AMOR AMOR EN STENDHAL AMOR L. El amor visionario, Siibitamente y para siempre Amor a la perfeccién, Diversidad del amor ‘Atenci6n y «manta. De grado y sin remision Enamoramiento, éxtasis ¢ hipnotismo Pags st 99 105 ut 119 OL NV. VI ECCION EN AMOR Revelacién de la cuenca later Al microscopio. Amores sucesivos Las «equivocaciones> La influencia cotidiana, La seleccién erstica ORTEGA Y SU EPOCA ARO Devos locRéFicos T883,_| Nace en Madeid, el 9 de mayo, Padres José Ont 28 Minis y Dolores Gasset Chinchilla | 1896 1897, | Titulo de Bachiller en el Instituto de Malaga Curso en fa Universidad de Deusto, Filosofia y Letras y Derecho, 1898 | Exdmenes de fin de curso en Salamanca, Le exa mina de griego Unamuno, PANORAMA CULTURA Nave Benito Mussolini, 1884, Muerte de Alfonso XI Fundacién de la I Intern Guerra chino-japonesa de Corea. Comienza el affaire Deeyfus. Clnovas del Castillo es ase sinado, Guerra de Espana contra EE.UU. Espana pierde Cabo y Filipinas Nacen Karl Jasper, Walter Gropius, J. M. Keynes. Mueren Karl Marx y Richard Exposicién Universal de Paris Tore Fife) Oscar Wilde: Dorian Gre | P. Natorp: La vetigisn den de tos limites de la Huma ida Bergson: Materia y memoria Descubrimiemto del radio por Jos esposos Cure M, Planck formula ls teorta S. Pred: La interpretacion E, Husserls Investigaciones 1901-0 DDxTOs BioaRAFICOS y Leteas en la Univers Liceneiatura en Fil dad Cental de Medi PANORAMA CULTURAL XIll. Gobiemos de Sagasta y ORTEGA Y SU EPOCA, 1903 | 190s 1907 1908 1909 1910 Doctorado: los tenores del aio mil: eritiea de una leyenda. Primer viaje a Alemania, Universidad de Leipzig Segundo viaje a Alemania. Universidad de Mar- burg. CCatodritico de Metafisica en la Universidad Cen- ral, Matrimonio con Rost Spottorn Tercer viaje « Alemania. Universidad de Mar burg. Nace su primer hijo Miguel German, Guerra uso japonesa Boda de Alfonso XI y aten- | Premio Nobel de Medicina iado de Mateo Moral ‘A. Machado: Sotedades, Max Weber: La ica proves: Einstein formala le teoria de la relativided Ramen y Caja H. Bergson: La evolucion J. Benavente: Los intereses | (Cresci6n por Lerroux del Pardo Radical Semana Trégica de Barce- G. Simmel Sociologia. Revoluciones china y mexi CCweacidn de la Residencia de Estudiantes. Rilke: Elegas wis Vieja y Nueva Politien 1914 | Meditaciones de! Quijote. Nace su hija Soledad 1916 | Primer vine w Argentina. Bf Expectad 1917 | Fundacion de Bi Sot 1921 | Expania invertebrate Funda Revista de Occidente. El tema de nuestro 1925. | La deshumanizacién det arte 12a | Seguade viaje a Argentina, ANORAMACULTURAL | ACONTECIMTENTOS HSTORICOS Unamuno: Et sentimienco trigica de la vida, | Primera Guerre Mundial Formacion de Ia Liga Espar- | Kafka: La metamorfosis, taquista en Alemania BE,UU. entra en Ia guerra cnopea, Revolicién rss (©, Spengler: La decadencia de Occidente ‘Tratado de Versales P. Valery: Bl cementerio 1. Joyee: Ulises Dictadura de Primo de Ri Muerte de Lenin, subida de | A. Breton: primer Manifesto Stalin, surrealist A Hitler: Mi lucha, Huelga general de estudiantes, | Fleming descubre 1a peni- | cilia, | vo Dos miooréracos 1929 | Tncidentes en la Universidad de Madrid. Renan- ina la citedra. Qué es ilosofia? 1930 | La rebelion de tas masas. Colgpso de la Bolsa de Nue- va York Disimisn de Primo de Ri ACONTECIMIENTOS HSTORICOS Heidegger: Kant y el prob ma de la metafisea Buel: La edad de oro 1931. | Funda la «Agrupacién al Servicio dela R a>. Diputado por Leén, isolucidn de la «AgrupaciGn», Retirada de la 1936 | Traslado a ta Residencia de Estudiantes, Exilio 1938 | Conferencias en Holanda. Grave operacidn en | Pats 1939 | Tercer viaje » Argentina. Conferencias sobre «EI hombre y It gente» y en 1940 «Sobre la tazén histvicas 1940 1942__| Se instala en Lisboa 1944 Abaicacién de Alfonso XI Spengler: £1 hombre y fa tée- tle cancillr de Alemania Azata presidente de Ia Rept blica Alemania invade Austr [Comienzo de 1a Segunda Guerra Mundial. Lona: Boda de sare Mueren Unamuno y Valle: Tela, J.P. Sate: La nausea Ch. Chaplin: EI gran die tador Desembarco alia en el nor tede Africa Cela: La familia de Pascual Duarte masa Alonso: Hijas de la | 945 _| Entra en Espana, Veraneo en Zamaya, =f 1043 | Fundacion de Iastuwo de Humanidades. | 1949 | Conferencias sobre Goethe en Aspen (EE.UU.) y | Huamburgo. «Meditacion de Europa», en Berlin. | 1950 1951 | Encuentos en Darmstadi. Didlogo con Hei-| dogger 1053, Jubilacisn en Ia etedra de Universidad 1955. | Muere el 18 de octubre en Maki ONU. | PaNoRaMA CULTURAL | ACONTECIMIENTOS HISTORIC Swicidio de Hille. Fundaci6n de [a ON} Plan Marshall Fundacién dela OTAN, | Buero Vallejo: Historia de Blas de Otero: Angel fiera Espata miembro de la UNESCO. Pacto hispano-norteameri- | Sender: Réguiem por Ingreso de Espafia en 1a | Blas de Otero labra. PROLOGO Los textos El tema del amor est muy presente en la obra de Ortega y Gasset. Es un género de presencia que la define, doténdola de personalidad propia. No s6lo aparece mencionado c sino que también le ha dedicado estudios espeetficos. Alg nos de ellos han sido recogidos en estos Estudios sobre el amor. La composicién y avatares de caci6n ilustran sobre el contenido de los mismos. A ello se refiere Ortega en un afio crucial de su vida, en 1932, cuando reflexiona sobre su obra y anuncia su embarque en una «segunda nav n frecuenci publi- le Fer- nando Vela a la edicisn de Goethe desde dentro. Ei el marco de consideraciones generales sobre la rela- ciGn amorosa entre el hombre y Ia mujer menciona cin». Lo hace en el Prélogo-conversacién esos Estudios, ya impresos, que acaban de aparecer como libro en Alemania, y que esperan otras 150 paginas mas para su publicacién en Espafia. Esas a inas no Hegaron y como otros temas quedé en proyecto, El exilio dificultaria su conclusién. En 1939 aparecié en Espasa Calpe A\ cién de Estudios sobre el amor en Ia que se ini yen otros estudios sobre el mismo tema, En las edi- ‘ciones espafiolas de los afios cuarenta observamos sucesivas metamorfosis de contenidos teméticos agrupados bajo el mismo titulo, que han continuado posteriormente. La presente edicidn se atiene a los Estudios sobre el amor que estén reco} tomo V de las Obras Completas libro es, pues, desde su estructura misma, un fragmento, Lo que no resulta casual en Ortega, y por eso merece la pena reparar en ello. Es fr to en un doble sentido, Pone de manifiesto qi deel f generacional de transitoriedad, de transitividad, propia de una generacién de transici6n, de comier zos de siglo, que aspira a entregar lo mejor de sf misma a la siguiente, Su drama, el drama de Espa- i, fue Ia guerra y el exilio que interrumpieron esa continuidad. Pero, ademas, y fiel a su lema de que nuestro tiempo es nuestro destino, hay una decidida voluntad de estilo como voluntad de fragmento, de ensayo, de fidelidad a la circunstancia, que hace que la obra de Orteg palabra, también circunstancial. De ahi que esté compue: ntina una edi- des incipio de la trayectoria, hay una conciencia sa sea, en el mejor sentido de la do escritos reactivos, de una gran poro- sidad y capacidad de sugerencia, en los que la vir- tud del decir esta precisamente en el s yalos que falta con frecuencia (Ortega se quejaba de ello) el sosiego para el desarrollo de los temas y el puli- mento del estilo. Y, sin embargo, son obras que, por vitales, alcanzan el dificil equilibrio del interés de la actualidad y la permanencia de lo cldsico. Un 10 caracteristico de las es su estilo retérico, en el sentido de que no hay grandes diferencias entre Ja palabra hablada y escrita, y muchos contertulios de Ortega se sorprendfan al encontrar en los perié- dieos y en los libros no ya las ideas odas, sino tam- bién el ritmo y la construccisn de la frase. Los Estudios sobre el amor son originalmente unos articulos de periddico publicados en el diario El Sol durante los aios 1926-27, El medio y la fecha son significativos. Ortega dijo que habia naci- do encima de una rotativa. Con ello indicaba una tradici6n familiar, pero también un destino perso- nal, La mayor parte de los intelectuales de su g¢ neraci6n escriben en periddicos, Eso significa, en parte, hacer de la necesidad virtud. Dadas las cir- cunstancias sociopoliticas (desastre del 98, Ia crisis, de la «vieja politica»), es el medio de intervenir en la vida cotidiana de a Nacién mediante la creacién de opinién pablica. Sienten que no pueden ni deben estar encerrados en las torres de marfil de sus res- pectivas profesiones. Pero, ademas, necesitan esas colaboraciones para un complemento econémico de las respectivas profesiones, una vez que las fortunas familiares han sufrido grave quebranto con Ia crisis econémica derivada de la pérdida de las colonias. 23 Con frecuencia, pues, los libros han salido de peris- dicos, El ritmo, la intencién, aparecen en el estilo, Son como flechas de arquero dirigidas a los lecto- res, que exigen una respuesta dialogal, lo que esti- Isticamente se refleja también en la obra, en forma de cartas de los lectores, Por otra parte, la fecha es también signiticati va. Han sido escritos en los afios de la Dictadura de Primo de Rivera, con el telén de fondo de una efervescencia juvenil que vuelve la mirada a Orte. ga en demanda de direccién, Esa inquietud estalla- 4 en la huelga general de estudiantes, y en 1929 dimitiré Ortega en acto de protesta y de solider dad de su cétedra universitaria, La oportunidad de unos estudios sobre el amor en estos momentos debe entenderse en la perspectiva de la nueva sen~ sibilidad que ve Ortega aparecer en Europa, y de la que ya se ha hecho eco en La deshumanizacién del arte (1925), y que supone, tal como dice en el Mirabeau o el politico (1927), eulminar su tarca de llevar a cabo una higiene de los ideales y una ligica del deseo, Los textos tienen, pues, una génesis en el con- texto inmediato, pero éste adquiere su sentido en uno mas amplio que explica Ia constancia de un tema en su expresién circunstancial. Mostrar esa constancia significa seguir un camino que, al final, nos va a devolver a Ios origenes. Sirvan de invita: ciGn a seguirlo en Ia lectura de las obras algunos mojones del mismo. 24 Amor intelectual Si a esta primera vista le afiadimos una mirada en profundidad, no cuesia descubri que, ademds, y para utilizar una imagen querida a Ortega, cl tema del amor es el hilo rojo en el que estétrenzado su pensamiento. Para ello es preciso ampliar la pers Pectiva y tomar en el conjunto de la obra toda Ia Aampliud del tema del amor. Porque, efectivamente este tema, 10 s6lo la vertebra, sino que constituye un elemento diferenciador, le presta una identidad propia, Sobre Io primero nos extenderemos a con segundo. Hay huella de lecturas de Scheller y de Pfander, el propio Ortega las sefiala, asf como de Stendhal, Chateaubriand y tantos otros. Pero lo interesante a destacar es la estélica desu recepcién, en otros pensadores de gran calado filos6fico (con objeto de una frfa consideracién académica. Por ora parte, el amor configura un particular «ethos» talante, estilo de Ortega, y es el del sentimiento estético de la vida, de placer y delectacin en ell, frente al sentimiento trdgico de la vida, Esta actitud Ja mantiene hasta el final, por lo que insiste en su validez respecto a las nuevas filosofias existencia lists de la angustia, la ndusea o, en definitiva, de la nada, Consituye, pues, el ncleo de ese humanism aque ha sostenido siempre, y que teivindiea una con- el alan epcidn), este tema esti 25 -gral del hombre, es decir, de su cuerpo, de sus facultades, en una sintesis arménica de las El amor es para Ort modo de ser de las cosas desde sus comienzos, e plenitud. En todo ser late un anhelo de totaidad: queremos conocer todo, porque, en defintiva, queremos ser todo, el ideal mismo de pantonoma. Este es para Ortega el nuevo coneepto de ser, pero tan viejo como la historia frente al modelo de ser sustancial, solitario, propo- ne él un concept de ser dinimicoy solidario. Es el vie, La vida es un tejido de relaciones en las que tuno es él mismo en los demds, Y querer ser en ple- nilud significa ser 61 mismo en Ia totalidad de esas relaciones como posibles modos de ser. Las conse cuencias en el terreno politico son deducibles: no se puede vivir aislado, y por eso, frente a la «vieja polt tica», Ortega propondré como «nueva politica» que Espaifa es una posibilidad de Europa, y viceversa, Este ideal de «pantonomfa» lo mantendré siem: pre Ortega, slo que en esta primera época, de fu te presencia spinozista, tiene a veces los tintes de un pantefsmo, del roméntico «Uno y Todo». El amor como modo de ser es el vinculo invisible que mantiene unidas a las cosas, evitando su disgrega- cién y cafda en el caos. Es un vinculo proteico, y Ortega gusta de recordar a Empédocles que reeuer- 26 da lo que ha sido, pez mudo, animal, planta... en las sucesivas metamorfosis. El amor, siguiendo el mito que narra Platén, tiene como punto de partida la escision, la cosas, pero su aspiracién es la unidad perdida, el anhelo de totalidad, Estos dos elementos, escision y unidad, configuran en Ortega un modo de ser y de pensar dialécticos, en los que desde el reconoci- miento de la naturaleza dual, bifronte, cen el hombre, se aspira a una sintesis que no elimine la diversidad. En esa misién de buscar Ia sintesis de las cosas, en los modos de ser y de pensar, en la materia y espititu, ve Ortega la posibilidad de una mirada espafiola hacia el mundo, integradora de los extremos y del individualismo congénitos. EL amor es una forma de ser y de ver las cosas. El pensamiento es para Ortega «arte eréticas: un estilo, una forma de ser del hombre y de las cosas. En su primer libro, Meditaciones del Quijote (1914), caracteriza a las «meditaciones» como «ejercicios de amor intelectual». La expresin «amor intelectual» remite a Spinoza, pero también al Sécrates platénico. Representa un ideal de cono- cimiento movido y guiado por el amor. Pero esos ejercicios expresan y tienen su fundamento en una la salvo a ella no me salvo yo.» Traducen la convic~ cién de que sélo podemos salvarnos en las cosa porque ellas son la otra mitad de nuestro yo. Tene- mos, pues, en la propuesta de Ia «salvacién» u una aturaleza dividida del hombre y de las forma de ser: «Yo soy yo y mi circunstancia, y variante de la ética del «amor propio». El modo de hacerlo es ayudar a Hevar a cada cosa a la plenitud de su desarrollo, de su significado. Porque de lo contrario son «insignificantes», no significan nada, en el doble sentido de no saber lo que son y de no ser ellas mismas, por lo que carecen de identidad. La salvacién tiene lugar, pues, mediante la idea, mediante el concepto, dice Ortega siguiendo a Pla- o éste debe ser un concepto sensible, la forma, pero también la «carne» de Ia cosas, no s6lo lo abstracto, sino también lo concre to, que nos dé todo. En la sintesis de concepto impresiGn, de lo abstracto y lo t0, de lo ger ménico y mediterrineo, ve Ortega la posibilid n de las cosas y de nosotros en er sintético se revela tambié aspiraciGn: unir Dionisos con Platén. Quien realiza esta aspiracién sintética de totali dad es el arte, En el Ensayo de estét prologo (1914), Ortega observa cémo la ciencia y el concepto mismo nos dan sélo aspects, partes de las cosas, y que, por lo tanto, querer tener la totali- ficcién, Pues bien, afirma Ortega, el arte es la ficcin de esa totalidad, El arte es el proceso de desrealizacién de lo real por el que se le da un sentido ideal, Es la construccién de un nuevo obje to, el estético. El medio es la metifora, que permite fundir los objetos reales en uno ideal, sin confuundir- los. La metafora es asf el arte erética por excelen- cia, El arte no es sélo, entonces, un medio de embe- la salvac a manera de dad es un 28 llecimiento de lo real, sino de conocimiento de lo mismo, Adelanténdose a teorfas contemporiineas de la narratividad, Ortega afirma que el arte es un nedio de conocimiento no objetivador, que nos per- mite asistir al nacimiento de los objetos, desde den- Cultura del amor Este arte alcanza su culminacién en lo que Orte- ha denominado como el «sentido estético del ivir», que consiste en hacer de la vida misma una bra de arte, es decir, en plasmar en ella el ideal Pero {qué ideal? Cuando Ortega decfa que hay que salvamos en la circunstaneia no estaba hablando de nodo abstracto, sino muy conereto, hablaba de él y a circunstancia espafiola. Por ello afirmaba que a hacer, en todos los sentidos, un «enss ‘tica espafiola». Pero, precisaba también, es su paisaje, lo que configura la identidad tle nues- ro habitar en una circunstancia, el espacio de la convivencia, El modo de conocerlo es el viaje, lo permite, segtin el ideal moderno y roméntico a vez, un contacto directo con las cosas, y a t ellas, con uno mismo. Tiene un carécter inieiéti- 0, y es simbolo de ese arte erética, que en Ortega le leva a trabar conocimiento con Ia «Espafia profun- ja». Escritores y pintores se ponen a recorrer los aminos de Expaiia en busca de la identidad perdida 29 en el momento del desastre, Y alli contrastan la ima: gen dejada por los viajeros rominticos de misticis- mo y extrema sensualidad. Por otra parte, lo que ‘nuestros pintores han reflejado de ella en sus textos pict6ricos es para Ortega un paisaje de enormes con- trastes, que le ha Llevado a d fol como «desmestrado», nir el caricter espa- Es éste el ideal espafiol? {EI de nuestros mits: El Cid, Don Quijote, El Escorial? {0 quiz4, Don Juan? No existe un pueblo hasta que no ha construi- do su propia mitologia. Pero ni la tarea ni los resulta- dos son neutros, y forman parte de una historia que es preciso escribir y reescribir continuamente. Ortega ha tenido palabras duras contra los mitos espaioles convertidos en t6picos. Aquello por los que nos conocen y en los que parece que tenemos que reco- Rocernos. Son nuestro paisaje histérico, es decir, mites en los que se nos dan nuestras posibilidades, De la revisién que ha hecho de esos mitos des- taca la realizada en diversas ocasiones sobre el mito del Don Juan, como aguel que los acaba reuniendo 8 todos. Es el «héroe del esfuerzo intitil», pero tam: bien una «figura de altisima moralidad», porque es quien esta siempre dispuesto @ poner Ia vida a una carta, La moralidad de un acto no consiste ahora para Ortega en el cumplimiento de pre hormas, sino en la «plenitud con que es querido» Con ello se alcanza una comprensién del querer que ‘matiza anteriores eriticas, como la de Don Quijote, el «querer del querer»: del Esc tos 0 de ial, «monumento 30 dedicado al esfuerzo», 0 de Ios espafioles como estallido de «voluntad ciega> en la historia, En este contexto se comprende Ia importancia del tema del ss en separarlo de In sensualidad, del era, también del misticismo. Como ha subrayado con acierto Paulino Garagorri, lo que Ontega intenta realmente es lo mentado en el titulo de uno de sus ensayos: una «cultura del amor». sentido de la palabra «ideal». En u ca, que hacen de frontera los ensayos ita: ideal de las cosas es lo que «deben ser», Con ello se esté criticando y poniendo un freno a la espontanei- dad difusa, la individualidad estéril, en suma, al subjetivismo, y se ofrece como antidoto lo que Il m6 «vida genérica», vida en la ciencia, Posterior- mente, y reconociendo que esa critica al subjetivis- mo estaba justificada en su momento, pero que luego resultaba excesiva, identifica precisamente el «deber ser» con lo subjetivo, que se impone y susti- tuye ahogando lo real. Seria una muestra del «pen: sar desiderative,, que no acepta las cosas tal como son, sino como nos gustaria que fueran, Departamentos prohibidos A partir de 1915 Ortega subrayard decidida: mente que el ideal de cada cosa es ella misma, y no lo que nos gustaria que fuera, De esta forma el ideal cumple su verdadera funcién, pues saea lo mejor de cada cosa, lo que ella quiere ser. El amor a las cosas te ahora para Ortega en Ia alegria de que sean como son, en lo que denomina como la «alegre aceptaci6n de lo real». A partir de la publicacién de El Espectador, en 1916, este giro es perceptible. El ideal del minimo de accion y maximo de contem- placién se traduce en un observar y atender temas gue en el fragor de la accién pasan desapercibidos, © simplemente no parecen dignos de consideracién © estudio serio, o incluso son prohibidos. Tal es el caso del amor. En Leyendo el «Adolfo», libro de amor (1916), indica que «EI Espectador se resiste a aceptar que en el especticulo de la vida haya depar- tamentos prohibidos» (Il, 27). Es un tema delicado ya que su consideracin va de lo sublime a lo Fepugnante, pero que es preciso abordar. A ello se afiade la observacién de un cambio de sensibilidad epocal, que, unido a lo anterior, explica la introduc cidn del tema del amor como objeto de estudio: «Abrigo la creencia de que nuestra época va a ocu- parse del amor un poco més seriamente que era uuso.Va a tener el valor de mirar cara a cara el pro- blema del amor» (ib,, p. 26). En eso, y frente a la a, Ortega se declara también «nada 10 y muy siglo Xx». De acuerdo con ello, el amor es, ante todo, un imperativo vital, que se traduce en un imperativo de seleccién y de excelencia, Se trata de imperativos estéticos que se convierten en imperatives éticos. Bs un imperativo vital, ya que es la expresién mis- ma de la vida, de su cardcter transitive. Ya se ha mencionado que para Ortega vivir es convivir, 1o que hace de Ia aventura vital una constante emigra- cién hacia los otros. No es casual que en esta mis: ma época conciba la historia de este m un intento presente comprensién migratoria de ese pasado n el que construimos nuestra identidad. El resiGn del sentimiento Ia vida, que acorta distancias, frente al sentimiento negativo, el odio, que introduce la divisi6n y la dis- cordia. Ortega ha r verdadero ese «estar ontoldgi do», En esa «porosidad del amor, la suprema aspi- afirmat mo sintoma del amor icamente con el ama- raci6n es precisamente esa «individualidad a dos». Lo que implica un juego de cercani cias, un fundir que no confunda. En ese juego de cercanfas y distancias, el amor es respeto: alegria de que el otto sentido, no del tuencias, el deseo, el sentimiento, apetito, lo y de distan- sta y de que sea como es; y en ese e confundirse con lo que son sus sexual, etc. Del amor no se puede excluir lo sexual pero tampoco puede quedar reducido a ello, Ahora bien, esia consideracién general d matizada, pues en ello reside una de las aportacio- nes mils interesantes de Ortega. El deseo de El Especiador de entrar en esos «departamentos prohi- bidos» implica, ademas de ese rativo vital de id de que el jeseo, de ese impe a, la firme volun- mor no quede tampoco reducido a renuneiar a 33 una espiritualizacién del mismo. Se trata de sacarle de esa dualidad antinémica alma-cuerpo. Mas atin: en la medida en que uno de los elementos ha sido postergado en la tradicién platénica, se trata también de reivindicar sus derechos. Me refiero a la revalori- zacion que hace Ortega del ps consideracién de la totalidad de lo humane, ¥ asi afirma que «el cuerpo es la realidad del espiritu». En relacién con lo expuesto en El tema de nuestro tiem po, de reducir la cultura a la vida, el sentido de la cultura del amor es precisamente no una sublima cién del mismo, sino su consideracién biolégica, Es cierto que se ha denominado el «biologis- mo» como uno de los periodos del pensamiento de Onteg: ia traducido en una atencién al medio, al paisaje, al cuerpo, a lo que ha Hamado reiteradamente la necesidad de hacer una «higiene de los idl ser ideales de la vida, y no desnaturalizaci6n de la mis- ma. En este contexto, el anilisis que hace Ortega del amor se hace concreto, en toro a lo que para él enta «el ideal conereto», como la concretiza: ccidn de todos los ideales, la mujer. Ese es también «el tema de nuestro tiempo»: «Era preciso ciert mente descubrir la emocién espiritual hacia la mujer, que antes no existfa, Pero después de haber ascendido hasta ella hi la al cuer- po. Yo creo que esta integracién del sentimiento, este ensayo de fundir el alma con la carne, es la nisiGn del nuestra edad» (III, 335), el del cuerpo en Ia Esa consideracién bioldgica se 19> que Tes hi repres falta reintegrar u Merece la pena destacar esto, pues con frecuen- se presenta de modo sesgado el cambio epocal érminos de cambio de ideas, pero la ratz. profun: 4, como vemos, en esta «revolucién en e fica introducir este tema, amor», que no s6lo sig » presentar al sentimiento como drgano de ienlo, y no Gnicamente de placer y de dolor es y Don Juan, el hombre racional y el hom sentimental: éstos son los cambios de paradigma un texto que radores. Si hubiera que eleg presara ese sendero por el que se ha adentrado ega en el nuevo camino de la historia, & Epilogo al libro «De Francesca a Beatrice» ¥), de Victoria Ocampo. De camino trata el bro, del ideal de la «vita nuova», pero Ortega trata exto de modo ejemplar como el texto de una vida, Por ello se interesa ante todo por el gesio de Vitoria con el que indica ese camino. En nace efectivamente realidad el espiritu en el cuerpo. Y Ortega emprende un didlogo sobre lo esencial del amor a través de la que llama una mujer «esencial>. El calificativo muestra el nivel del andlisis. Es un ejemplo de ese método oblicuo que ha seitalado como propio del mirar del espectador: «.. era deme: siado doctor en voluptuosidades para ignorar esta Juplicada delicia que es, a vet ‘or derecho, sino oblicuamente, variaciones de un semblante» (III, 319) Las consideraciones de Ortega tienen ¢ do esencial pero también circunst e senti- neial, es decir due vistas hoy es patente el contraste entre la adm Tacién por la superioridad de la mujer y las formu: las en que se expresa, deudoras fatalmente de Ia Poca. Asi hay una contraposiciGn entre saber y Sentir, entre Io prosaico y puntual del hacer del On y la fascinacién por el ser, difuso, atmosieri- © ¥ climético de la mujer: «il hombre vale por lo due hace; la mujer por lo que es» (Ill, 329), La Tue como ideal conereto de cada hombre es aqui cl Poder de atraccién, de encantamiento que movi. 22 en el hombre lo mejor de s{ mismo. La mujer es cl imperativo de execlencia del hombre, En la elec cin del amor, uno elige, pero también es el en esie doble juego se traduce el imperative coms realidad y no mero intento, La eleccién del hon es una seleccisn de la mujer. El amor como imperativo de excelencia Profundizar en este tema significa entrar en el Gontexto inmediato de los textos seleccionados en Esnudios sobre el amor El amor es, en cuanto imp Tativo vital, un imperativo de selecciGn. Pero ae quiere decir esto ahora? Es el cruce entre lo cogs fitivo y lo ético en un nuevo replanteamiento de instancias anteriormente examinadas. El amor es una forma de conocimiento porque todo conoci. Imiento ¢s intencional, es decir, va a los objetos des, dle una manera determinada de ser y segdn una re. 36 Ucula de intereses. No hay un conocimiento neutro, desapasionado y objetivo, y tampoco es ése el ideal para Ortega, Conocer es seleccionar, lo que s ca que hay ya un elemento atencional en esa inten. cionalidad. Es un juego de intencién y de atencién, cn el sentido de que sélo se va a aquello y en la diteccién a que se presta atencién. Pues bien, dice Ortega en estos textos, el amor es una forma pects liar de atencién, y aftos antes, en Las Aildmidan (1924), que «El amor es, por fo pronto, un grado superior de atencidn» (O.C., 1983, TH p. 263), Esto implica negar tpicos en tomo al amor, ya Sea pot exceso 0 por d (IL, 38), te pudiera ser José Luts MOLINUEVO BIBLIOGRAF{A* MARIAS JULIAN: Ortega, circunstancia y vocacién, (Reed.). Revista de Occidente, Madrid, 1973, >: Las trayectorias. Alianza, Madrid, 1983. CEREZO, PEDRO: La Barcelona, 1984, RopriGuez Huéscar, luntad de aventura. Ariel ANTONIO: Perspectiva y verdad. Revista de Occidente, Madrid, 1966, MOLINUEVO, José LUIS: 1 id Narcea, Madrid, 1983, SANCHEZ CAMARA, IGNACIO: La teorfa de la minorta selecta en el pensamiento de Ortega, ‘Teenos, Madrid, 1986. dealismo de Ortega, Desde 1991 se ei en la Fundacisn Joss Ortega y G ib ESTUDIOS SOBRE EL AMOR FACCIONES DEL AMOR ‘ABLEMOS del amor, pero comencemos por no hablar de «amores». «Los amores» son historias mas © menos accidentadas que acontecen entre hombres y mujeres. En ellas intervienen fae~ tores innumerables que complican y enmarafian su proceso hasta el punto que, en la mayor parte de los casos, hay en los «amores» de todo menos eso que en rigor merece lamarse amor. Es de gran interés un analisis psicol6gico de los «amores» con su pin- (otesca casufstica; pero mal podriamos entendernos si antes no averiguamos lo que es propia y pura- mente el amor, Ademés, fuera empequeficcer el tema reducir el estudio del amor al que sienten, unos por otros, hombres y mujeres. El tema es mucho més vasto, y Dante crefa que el amor mueve cl sol y las otras estrellas, Sin llegar a esta ampliacién astrondmica del erotismo, conviene que atendamos al fenémeno del amor en toda su generalidad. No s6lo ama el hom bre a la mujer y la mujer al hombre, sino que ama- 55 mos el arte 0 la ciencia, ama la made al hijo y el hombre religioso ama a Dios. La ingente variedad y distancia entre esos objetos donde el amor se inser- {a nos har cautos para no considerar como esencia- les al amor atributos y condiciones que més bien proceden de los diversos objetos que pueden ser amados. Desde hace dos siglos se habla mucho de amo- res y poco del amor. Mientras todas las edades, des- de el buen tiempo de Grecia, han tenido una gran teorfa de los sentimientos, las dos centurias tltimas han carecido de ella. El mundo antiguo se orient6 primero en la de Platén; luego, en la doctrina estoi- a, La Edad Media aprendis la de Santo Toms y de los érabes; el sigo XVit estudi6 con fervor la teoria de las pasiones de Descartes y Spinoza. Porque no ha habido gran fil6sofo del pretérito que no se cre- yese obligado a elaborar la suya, Nosotros no po- seemos ningtin ensayo, en grande estilo, de siste- matizar los sentimientos, S6lo recientemente los wabajos de Pfiinder y Scheler yuelven a movilizar el asunto. Y en tanto, nuestra alma se ha hecho cada vez més compleja y nuestra percepeién mas sutil De aqui que no nos baste alojarnos en esas anti- guas teorias afectivas. Asf, la idea que Santo To- nds, resumiendo la tradicién griega, nos da del amor es, evidentemente, errénea. Para él, amor y odio son dos formas del deseo, del apetito 0 lo con- cupiscible. El amor es el deseo de algo bueno en cuanto bueno —concupiscibile circa bonun—; el 56 ESTUDIOS SORRE EL AMOR odio, un deseo negativo, una repulsién de lo malo cen cuanto tal concupiscibile circa malum, Se acusa aqui Ia confusién entre los apetitos 0 deseos y los sentimientos, que ha padecido todo el pasado de la psicologia hasta el siglo Xvi; confusién que volve- ‘mos a encontrar en el Renacimiento, si bien trans- portada al orden estético. Asf, Lorenzo ef Magnifi- co, dice que l’amore @ un appetito di bellezza. Pero ésta es una de las distinciones mas impor- ‘antes que necesitamos hacer para evitar que se nos ‘escape entre los dedos lo espectfico, lo esencial del amor. Nada hay tan fecundo en nuestra vida intima como el sentimiento amoroso; tanto, que viene a ser el simbolo de toda fecundidad. Del amor nacen, pues, en el Sujeto muchas cosas: deseos, pensa~ mientos, voliciones, actos; pero todo esto que del amor nace como la cosecha de una simiente, no es el amor mismo; antes bien, presupone la existencia de éste. Aquello gue amamos, claro esté que, en algiin sentido y forma, lo deseamos también; pero, ‘en cambio, déseamos notoriamente muchas cosas {que no amamos, respecto a las cuales somos indife- rentes en el plano sentimental, Desear un buen vino no es amatlo; el morfinémano desea la droga al propio tiempo que la odia por su nociva accién. Pero hay otra razén més rigorosa y delicada para sepurar amor y deseo. Desear algo es, en defi- nitiva, tendencia a Ia posesién de ese algo; donde posesiGn significa, de una u otra manera, que el objeto entre en nuestra drbita y venga como a for- 7 1086 ORTEGA ¥ GASSET mar parte de nosotros. Por esta razén, el deseo mue- re autométicamente cuando se logra; fenece al satis- facerse. El amor, en cambio, ¢s un eterno insatisfe- cho. El deseo tiene un carécter pasivo, y en tigor lo ‘que deseo al desear es que el objeto venga a mi. Soy centro de gravitacién, donde espero que las ‘cosas vengan a caer. Viceversa: en el amor todo es actividad segin veremos. Y en lugar de consistir en que el objeto venga a mi, soy yo quien va al objeto y estoy en él. En el acto amoroso, la persona sale fuera de sf: es tal vez el maximo ensayo que ta Naturaleza hace para que cada cual salga de sf mis- ‘mo hacia otra cosa. No ella hacia mf, sino yo gravi- to hacia ella San Agustin, uno de los hombres que mas hon- damente han pensado sobre el amor, tal vez el tem- peramento mis gigantescamente erético que ha existido, consigue a veces librarse de esta interpre~ tacién que hace del amor un deseo o apetito, Ast dice en liriea expansién: Amor meus, pondus ‘meunr; illo feror, quocumgue feror. «Mi amor es mi peso; por él vay dondequiera que voy.» Amor es sgravitacién hacia lo amado, Spinoza intent6 rectificar este error, y eludiendo los apetitos busca al sentimiento amoroso y de odio una base emotiva; segtin él, serfa amor ia alegria unida al conocimiento de su agente. Amar algo 0 alguien seria simplemente estar alegre y darse cuen- (a, ala par, de que la alegrfa nos llega de ese algo 0 alguien, De nuevo hallamos aquf confundido el 38 ‘amor con sus posibles consecucncias. ,Quién dda que el amante puede recibir alegria de 1o amado? Pero no es menos cierto que el amor es a veces tris te como la muerte, tormento soberano y mortal. Es mds: el verdadero amor se percibe mejor a si mismo y, por decirlo asf, se mide y calcufa a si propio en el dolor y sufrimiento de que es capaz. La mujer ena~ morada prefiere las angustias que el hombre amado Ie origina a la indolora indiferencia. En las cartas de Mariana Alcoforado, la monja portuguesa, se Jen frases como éstas, dirigidas a su infiel seductor: «Os agradezco desde el fondo de mi corazén la desesperacién que me causiis, y detesto Ta tranqui- Tidad en que vivia antes de conoceros.» «Veo clara- ‘mente cul seria el remedio a todos mis males, y me sentiria al punto libre de ellos si os dejase de amar. Pero, jqué temedio!, no; prefiero sufrir a olvidaros. Ay! gPor ventura depende esto de mi? No puedo reprocharme haber deseado un solo instante no ‘amaros, y al cabo sois més digno de compasién que yo, y més vale sufrir todo lo que yo sufro que gozar de los lnguidos placeres que os proporcionan vues~ tras amadas de Francia» La primera carta termina: «Adi6s; amadme siempre y hacedme sufrir atin mayores males.» ¥ dos siglos mas tarde, la sefiorita de Lespinasse: «Os amo como hay que amar: con desesperacidn.» Spinoza no mir6 bien: amar no es alegria. El ‘que ama a la patria, tal vez muere por ella, y el mir- tir sucumbe de amor. Viceversa, hay odios que 59 JOSE ORTEGA Y GASSET gozan de si mismos, que se embriagan jocundamen- {te con el mal sobrevenido al odiado. Puesto que estas ilustres definiciones no nos. satisfacen, més vale que ensayemos directamente describir el acto amoroso, filindolo, como hace el entométogo con un insecto captado en la espesura. Espero que los lectores aman 0 han amado algo 0 alguien, y pueden ahora prender su sentimiento por las alas transhicidas y mantenerlo fijo ante la mira- da interior. Yo voy a ir enumerando los caracteres iis generales, mas abstractos de esa abeja estreme- ida que sabe de miel y punzada. Los lectores juz gardn si mis formulas se ajustan 0 no a lo que ven dentro de si En el modo de comenzar se parece, ciertamente, el amor al deseo, porque su objeto —cosa 0 perso- ‘na— lo excita, El alma se siente irritada, delicada- ‘mente herida en un punto por una estimulacién que del objeto llega hasta ella. Tal estimulo tiene, pues, tuna direccidn centripeta: del objeto viene a nos. otros. Pero el acto amoroso no comienza sino des- pués de esa excitacién; mejor, incitacién. Por el oro que ha abierto la flecha incitante del objeto brota el amor y se dirige activamente a éste: cami- nna, pues, en sentido inverso a la incitacién y a todo deseo. Va del amante a lo amado —de mi al otro— en direcci6n centrifuga. Este cardcter de hallarse psiquicamente en movimiento, en ruta hacia un objeto; el estar de continuo marchando intimamente de nuestro ser al del projimo, es esencial al amor y 60 [ESTUDIOS SOBREEL. AMOR al odio. Ya veremos en qué se diferencian ambos. No se trata, sin embargo, de que nos movamos fisi- camente hacia lo amado, que procuremos la aproxi- macién y conviyencia externa, Todos estos actos cexteriores nacen, ciertamente, del amor como efec- {os de él, pero no nos interesan para su definicisn, y debemos eliminarlos por completo del ensayo que ‘ahora hacemos, Todas mis palabras han de referirse al acto amoroso en su intimidad psfquica como pro- eso en el alma. \ No se puede ir al Dios que se ama con las pier nas del cuerpo, y, no obstante, amarle es estar yen- o hacia El. En el amar abandonamos la quictud y asiento dentro de nosotros, y emigramos virtual- mente hacia el objeto. Y ese constante estar emi- grando es estar amando. Porque —se habré reparado— el acto de pensar y el de Voluntad son instanténeos. Tardaremos mas ‘0 menos en prepararlos, pero su ejecucién no dura: acontece en un abrir y cerrar de ojos; som actos pun- tuales. Entiendo una frase, si la entiendo, de un gol- pe y en un instante. En cambio, el amor se prolonga en el tiempo: no se ama en serie de instantes sib tos, de puntos que se encienden y apagan como la chispa de la magneto, sino que Se esti amando lo amado con continuidad, Esto determina una nueva nota del sentimiento que analizamos; el amor es tuna fluencia, un chorro de materia anfmica, un flui- do que mana con continuiclad como de una fuente. Podiamos decir, buscando expresiones metalSricas 6 ost oRTHGA ¥ GASSET «que destaquen en la intuicién y denominen el carse- ter a que me refiero ahora, podiamos decir que cl ‘amor no es un disparo, sino una emanacién conti- rnuada, una irradiacién psfquica que del amante va @ Jo amado. No es un golpe Gnico, sino una corriente. ‘PRinder ha insistide con gran sutileza en este aspecto fluido y constante del amor y del odio. “Tres facciones 0 rasgos hemos apuntado ya, las tres comunes a amor y odio: son centrifugas, son un ir virtual hacia el objeto y son continuas 0 fluidas. Pero ahora podemos localizar la radical diferen- cia entre amor y odio. ‘Ambos poseen la misma direcci6n, puesto que son centrifugos, y en ellos la persona va hacia el objeto; pero dentro de esa tinica direccién evan Uistinto sentido, opuesta intencién. En el odio se va hacia cl objeto, pero se va contra él; su sentido es negative. En el amar se va también hacia el objeto, peto se val en su pro. Otra advertencia que nos sale al paso, como caracteristica comtin de estos dos sentimientos y superior a sus diferencias, es Ia siguiente: El pensar y el querer carecen de lo que podemos Hamar tem- peratura psfquica. El amor y el odio, en cambio, ‘comparados con el pensamiento que piensa un teo- rema de la matemética, tienen calor, son eflidos y fademds su fuego goza de las mis matizadas grada- ciones. Taio amor atraviesa etapas de diversa tem- peratura, y sutilmente el lenguaje usual habla de lamores que se enftfan y el enamorado se queja de la ea [eSTUDIOS SOBRE TL ANOR tibieza o de la frialdad de 1a amada. Este capitulo de a temperatura sentimental nos Hevarfa epis6diea- mente a entretenidos parajes de observacién psico- Jégica, En él aparecerian aspectos de la historia uni- versal, hasta ahora, segin creo, ignorados de la moral y del arte. Hablariamos de la diversa tempe- ratura de las grandes naciones histéricas —el frio de Grecia y de China, del siglo Xvill, el ardor medieval, de la Europa romdntica, ete.—; hablarfa- mos de la influencia en las relaciones humanas de ja diversa temperatura entre las almas —dos seres que se encuentran, Io primero que perciben uno de dotro es su grado de calorfas sentimentales—; en fin, dd Ia cualidad que en los estilos artisticos, especial- ‘mente literarios, merece Ilamarse temperatura. Pero seria imposible rozar siquiera el amplio asunto. ‘Qué sea esa temperatura del amor y del odio se entiende mejor si lo miramos desde el objeto,

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