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Que no me engaen (Dicho de ios baptistas primitivos) EE, Evans-Pritchard narra del siguiente modo su traba~ jo de campo entre los nuer african Bloqueaban las preguntas sobre sus costumbres con una téci ca que puedo recomendar a los nativos que se sientan impor tunados por la curiosidad de los etndlogos. El siguiente ejem- plo de los métodos nuer es el comienzo de una conversacién en la zona del io Nyanding sobre un tema que se presta a algunos :malentendidos, pero que, con deseo de coopera, se puede acla- rar répidamente. Yoo: :Quién eres ti? Cvot: Un hombre. Yor ;Cémo te lamas? Cuot: Quieres saber mi nombret Yor Sf vor: {De verdad quieres saber mi nombre? Yor: Si has venido a visitarme a mi tienda y me gustaria saber quign eres. vor: De acuerdo, Soy Cul, Cémo te lamas ti? Yo: Me lamo Pritchard. Cuor: ;Cémo se llama tu padre? 9 20 ater TROFOLOCICA Yor Mi padre se llama también Pritchard. uot: No, eso no puede ser cierto. No puedes llamarte igual que tu padre ‘Yor Ast se lama mi linaje. Como se lama tu linajet ‘CuoL: ;Quieres saber el nombre de mi linajet Yo: Si Cot Qué haras site lo digo? pTe lo levaris a tu tierra? Yo: No quiero hacer nada con él, Simplemente quiero conocer lo, puesto que estoy viviendo en tu campamento. ‘Cuyo: Bueno, somos los lou, | ‘Yo: No te he preguntado el nombre de tu tribu. Ya lo sé. Te pre- ‘gunto el nombre de tu linaje, CCuoL::Por que quieres saber el nombre de mi linajez Yo: No quiero saberto. Cuot: Entonces, por qué me lo preguntas? Dame un poco de tabaco. Desafio al mas paciente de los etnélogos a que intente avanzar ‘contra esa clase de oposicin, Simplemente te vuelves loco. De hecho, después de algunas semanas de relacionarse exclusiva _mente con los nuet, empieza uno a mostrar, sise me permite el retruécano, los sintomas més evidentes de «nuerosis» Se cuenta una historia del general ruso Kutuzov. Antes de una importante batalla, sus asesores estaban detalln- dole estrategias muy elaboradas. Aburrido, el viejo gene- ral se durmi6. La vispera de la batalla dio una vuelta a caballo y se entrevist6 son sus centinelas, Se dice que asi conocié mejor que sus estrategas cudl era realmente la situacién. Este relato deberia interesar al antropélogo. Al igual que el viejo general, aquel descontia de las formulaci | dines abstractas que estén lejos de la «gente real» y de la | avida real>, Busca la verdad de los indigenas en su propio | habitat, observando y escuchando. A este proceder le lla- mamos «trabajo de campo». 2 wero00 7 Bl testimonio de Evans-Pritchard nos recuerda que la investigacién no es tan sencilla como la historia de Kutu- zoy sugiere. A continuacién vamos a comprender la ex- periencia del trabajo de campo. Viajar En su novela El doctor Zhivago, Boris Pasternak presenta a una culta y privilegiada familia de Mosct, los Zhiva- 80, que, a causa de la Revolucién Rusa, se ve obligada a luchar con wfas y dientes por sobrevivir. Removiendo por entte la nieve y el hielo en busca de restos de lena, escarbando en busca de comida, Yuri Zhivago decide fi- znalmente apartar a su esposa, a su hijo yasu suegro de la vida urbana moscovita, tan querida por todos, para tras- ladarse a Siberia, donde la familia de su mujer tiene una antigua finca. Sélo por los pelos consiguen un asiento en un tren atestado; un éxito para el cual el Dr. Zhivago tiene que arrancarle un tiltimo favor a un orden que se devrumba y del que él ha formado parte con sentimien- tos encontrados. El viaje en tren, que parece eterno y que unos pocos: detalles geograficos y temporales convierten en épico, se ve interrumpido por maravillosas aventuras: sobre todo, elencuentro de Yuri con el implacable Strelnikov, el pro- fesor convertido en soldado que se mueve por el pais en un vagén blindado que se detiene periédicamente para asesinar contrarrevolucionarios. Capturado y més tarde liberado, después de una entrevista sorprendentemente comprensiva (Strelnikov es el marido de Lara, la mujer ue posteriormente se convertiré en amante de Zhivago), Yuri es devuelto a la calidez de su familia, ahora compar- m tauanreaxtnorenoctca tiendo el vagén con un hablador abogado siberiano, que ‘Yuri tiene la sensaci6n de que ms tarde les serd de ul dad de una extrafia manera. Llegan a Torfianaia, donde suben a un carro y avanzan dando tumbos por el campo, evados por un carretero cuyo nombrees el de un legenda- rio herrero del que se decfa que se habia forjado intesti- nos de hierro. Finalmente llegan a la finca, ahora ocupada por un granjero cuya familia se sorprende y desconcierta al verlos, Han legado al final del viaje, pero aqui no hay nada para ellos. Alexandro Alexandrovitch descendié del vehiculo junto con los dems y, vacilante dio las primeras explicaciones, ponién- dose y quitindose el sombrero. ‘Durante unos instantes, los duefios de la casa, pllados des- prevenidos, se quedaron verdaderamente estupefactos, mien- {ras los infelices rec llegados, no menos sinceros en su con- fusién, enrojectan sin saber qué hacer ni qué decir La situacion cra clara y no requeria explicaciones, no slo por parte de los protagonistas, sino de Vakk, Niucha y Churotchka, El males~ tar se transmitié también ala yegua y al potrllo, alos dorados rayos del sol y los mosquitos que zumbaban alrededor de Fle- na Proklovna y se posaban en su rostto y su cuello. No lo comprendo - le enfrenta a uno a infi- nitas opciones. ;Qué hacer? gCémo organizar el tiempo? No se conoce a nadie, el teléfono (si es que hay alguno) no stena, no hay reuniones a las que acudit ni tareas, ni rangos que ocupano cfrculo del que formar parte ARO- amos desesperadamente todo lo que nos parecia una pesada carga en el otro lugar y la mayorfa de los seres hhumanos se mueven para «escapar de la libertad» esta- bleciendo rutinas. Sin embargo, la experiencia que aqui tenemos en ‘mente s6lo se refiere a un tipo de movimiento. Se trata de una «mudanza» en la que uno no viaja por el gusto de viajar, sino que, como hizo Zhivago, se traslada a un m4 Latereanrnoros0cc nuevo lugar en el que ha de permanecer durante algiin tiempo y reordenar su vida, quiza relacionéndose con otras vidas a ls que debe atender. Lo que engendra emo- ‘ciones como las que sintié Zhivago al llegar finalmente a Ia inca de Siberia es esa combinacién de responsabilidad ydesorientacion. = Se puede decir que una mudanza, en la que se deja un ugar para ir a otro nuevo, contrasta con un viaje, en el que siempre se est en marcha. El viajar, al menos en la tradicién romantica, no evoca la desolacién, sino la li- bertad y el entusiasmo. Hay una cancién alemana que hace una loa del «deambular»: Der Maiist gekommen, die Baume schlagen aus Da bleibe der Last ha, mit Sorgen zu Haus {Mayo ha legado los drboles florecen, jue cualquiera quo desce se quede en casa con sus problemas!) En cuanto a mi, apunta apasionado el cantor, me lan zaré alos caminos, a deambular, a contemplar la hermo- sura de las montafas y los valles, a llevar a cabo cosas extraordinarias y a correr maravillosas aventuras. Ahora también mos atrae ese vagabundeo que se manifiesta al hacer dedo 0 viajar con mochila. Algunos prescinden de Jos inconvenientes, los riesgos y la aventura que conlleva viajar contratando viajes organizados. Otros buscan las actividades més peligrosas posibles, cruzando el océano en pequefios botes de remo, sobrevolando Ios polos en aviones diminutos y lanzndose en paracaidas desde ras- cacielos. yD6nde encajan los viajes antropol6gicos en todo esto? Con frecuencia, los medios de comunicacién po- pulates los presentan como una aventura; el antropélo- {g0 es Indiana Jones descubriendo el Arca Perdida o el 2. mero i ‘Templo Maldito, Thor Heyerdahl, un aventurero de la vida real, construy6 una balsa con técnicas prehist6ricas que llamé Kon-Tiki, y naveg6 con ella desde Perd a Tahi- ‘i, Aparentemente, su propdsito era cientifico: demostrar que los peruanos de la Antigitedad podrian haber hecho lo mismo y, por tanto, influir en la cultura pacifica; sin embargo, al margen de la justificacion cientifica, la em- presa permitié a bronceados nérdicos llevar a cabo una varonil aventura. En el National Geographic se pueden leer reportajes de antropélogos que, con ese mismo espi- rity, viajan por selvas, desiertos y montaas para vivir con tribus perdidas o descubrir ciudades olvidadas. O bas- ta con escuchar lo que lamamos «historias del trabajo de campo». Al volver de esas empresas, os retornados, regocijndose en la «civilizacién», cuentan percances que van desde encontrar una serpiente en el propio saco de dormir a verse envuelto en una revolucién. Yo cuento ‘i trabajo de campo en Indonesia, donde en el curso de 24 horas un voleén entré en erupcién y mi esposa fue mordida por un perro rabioso; hablo de mi experiencia en campos de entrenamiento de radicales musulmanes ©, en un tono més sosegado, de algin recorrido leve- ‘mente aventurero, como el siguiente: Visjando en cient, es decir, durmiendo al raso, se podian recorrer por diez délares varios miles de millas en un barco indonesia 1870, and aba ican un esto sae el movimiento ilémico indonesio Muhamadiy,recbi perm sode te paraflevarlox cabo y me deron una cata de presen tacign para todas nu sede, qu se extenan To argo de as 3.000 mils de ils, desde el norte de Sumatra hasta Nueva Gunes ocidental. center decusndo pats un boro y me fuial muelle de Yakarta levando una matetacargada de cna ras grabadoras pero sin cet cosas esenciaes, como nota 126 Latryrearnorou0c1, daria en descubrit, Me uni a una gran multitud de indonesios {que cruzaron un enorme portén en cuanto los guardias lo abtieron. Subimos a la cubierta del buque y descubri que todo ‘el mundo se habfa trafdo una estera para dormir. Por fortuna, ‘durante el revuelo que produjo la busqueda de un espacio en ‘cubierta, habia conocido a un grupo de estudiantes indonesios (que volvian a su casa en Sulawesi desde la facultad de agricul- {ura de Bogor), que me permitieron compartir sus esteras Para entonces estaba cayendo la noche y, mientras el barco soltaba marta se anni a ena os dee dares inclafan también la comida para las dos semanas de viaje! Pero entonces resulté ‘que aquella comida consistia en dos cubas situadas en la bode- ‘ga, una llena de arroz y otra de agua hirviendo. Todo el mundo hizo cola, llené su cuenco de arroz y su taza de agua. Yo no te- nani cuenco ni taza, De nuevos estuliante vio eee ‘me. Compartid su cuenco y su taza hasta que, después de va~ ios dias en alta mar,atracamos en Surabaya, donde me compré mi propio juego de cuenco y taza. Bl viaje tuvo su aspecto aventurero, pero fue una for- ‘ma lenta de llegar a donde iba a encontrar lo que pensa- ba que necesitaba saber. | Qué lugar ocupan el viaje y la aventura en Ia investi- gacién del antropologo? Una dcida opinién de a aventu- ra la proporciona el antropélogo Claude Lévi-Strauss, autor él mismo de uno de los principales testimonios antropol6gicos de indole viajera, Tristes trépicos. Co- mienza diciendo: «Odio los viajes y a los exploradores. Y he aqui que me dispongo a relatar mis expediciones» Contintia asi La aventura no cabe en la profesion del antropélogo; no es mas, ‘que ua carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de las se- rmanas 0 de los meses perdidos en el camino horas ociosas ‘mientras el informante se escabulle; hambre, fatiga y hasta en- fermedad (..]? 2. too _ Al margen del declarado cinismo de Lévi-Strauss, Tristes tr6picos es una evocacién encantadora, aunque pesimista, de un periplo por las selvas, que, en busca del primitivo puro, va dejando atras vias férreas abandona- das y cables de teléfono estropeados. La obra también es autobiogréfica, ya que el autor reflexiona sobre como se ha embarcado en esa extrafia ocupacién, inspirado por tun profesor al que retrata como algo parecido a un vege- tal. El viaje y la autobiografia conducen a un anilisis, también con frecuencia irénico, de las pautas culturales de los nativos que el autor encuentra en la selva. Mien- tras viaja y escribe, Lévi-Strauss hace reflexiones filoséi- cas y, al final, adopta una postura de estoico distancia- miento, declardndose satisfecho simplemente con dar fe de su lugar en la naturaleza mediante un intercambio de guios con un gato. Un titular del Times Literary Supplement capta el am- biguo papel de Ja aventura en el trabajo de campo: «Clerk no es Gable». «Clerk» ~oficinista en inglés se pronuncia en Gran Bretafia como «Clark» en Estados Unidos, de manera que el titular juega con el contraste ‘entre un oficinista y el aparatoso aventurero personifica~ do por Clatk Gable en las antiguas peliculas de Hollywood. En realidad, el articulo es una resefia de un libro que re- Jata las aventuras, no siempre aparatosas, de un antropé- Jogo; pero lo que pretende el juego de palabras es setalar con qué frecuencia el componente aventurero del tra- bajo de campo se ve atenuado por rutinas similares a las de un oficinista, que son necesarias para recoger infor- macion‘, Quizé menos aparatoso, pero también menos aburri- do que la imagen de Clark Gable y del oficinista, es el tipo de etnografia que proporciona Mary Steedly en ws ‘a tmrnoreLocicn Colgando de una cuerda: narracién de una experiencia co- Tonial y poscolonial en Karoland®. Su historia va interca~ Jando testimonios coloniales relacionados con perspec- tivas hist6ricas locales y también revela el papel de la propia autora como confidente de Bu Garo Batak un curandero indonesio. A través de ese tapiz, el lector co- noce las atealidades» de Batak y de la vida colonial, tal como las experimentaron varios narradores, entre ellos laetndgrafa. Ellugar que ocupa Ia aventura en el trabajo de campo comiin lo ilustra un estudio ahora clisico de Clifford Geertz, que habla de los problemas que conlleva intentar penetrar en la sociedad balinesa. fl y su mujer, Hildred, eran tratados cortésmente pero era como si no existie- ran: como sino tuvieran ningiin lugar 0 entidad en las vidas de los balineses. Entonces los Geertz asistieron a tuna pelea de gallos que, al ser ilegal, fue objeto de una redada policial. Como todo el mundo, los Geertz huye- ron, Este incidente los convirtié en la comidilla del pue- blo, Todo el mundo se regocijaba caricaturizando sus movimientos al huir, disfrutando con los detalles de la escapada y embelleciendo el recuerdo de este percance {que los antropélogos habian compartido con los nativos. ‘Asi es como los Geertz consiguieron una identidad den- tro de la comunidad’. Fl trabajo de campo {Qué diferencia hay entre el testimonio de Geerts y los periplos y relatos de viajes antes mencionados? Sin duda, Geertz narra una aventura, y lo hace con cierto sabor li- terario, pero el resultado es diferente y también lo es el 2 mero00 bo objetivo del relato, Lo que Geertz pretende decir ¢s que esa aventura (0 desventura) signified un paso esencial, aunque prosaico, en el trabajo de campo: la consecucién de un rol dentro de la comunidad. Ese paso le evs a otro: la interpretacién. Los tres pasos experiencia, establecimiento de una identidad en el nuevo mbito e interpretacién—apuntan ala peculiar combinacién de subjetividad y objetividad, aventura y trabajo, romanticismo y pragmatismo, que constituye la llamada observacién participante, que est cen la raiz del trabajo de campo antropologico. La aven- tura de Geertz no es en absoluto lo que dice Lévi-Strauss: tuna pérdida de tiempo. Pero tampoco es una simple aventura que termina en si misma; uno no esta simple mente cen la carretera», sino que esta «sobre el terreno», yy debe moverse para encontrar su lugar en él y, después, para comprenderlo, Para el aventurero, al igual que para el turista y para otros viajeros, los lugares y la gente que encuentra son como la naturaleza: objetos que se reba- san, se miran y, quiz4, se fotografian y se apuntan, pero eso es todo, Puede que el viajero sufra penalidades ¢ in- cluso que experimente relaciones dolorosas y roménti- cas mientras avanza hacia su destino, pero siempre se estara moviendo. El etndgrafo viene a quedarse durante tun tiempo; para bien o para mal, tiene que encontrar un espacio. ;Acaso es diferente del viajero de temperamento abierto al que se le da bien hacerse un hueco e instalarse; del buscador de la verdad que termina meditando en un ashram de la India o en un monasterio tibetano durante afios, o del mistico que, como el Don Juan de Carlos Castaneda, encuentra su «rincén>? Existe una diferencia. El antropélogo no puede limitarse a rondar por ahi o a ser absorbido, También debe registrar, describir,analizar 130 aan erRoFOLOCICA Js finalmente, formular lo mejor que pueda las cosas que hha aprendido, cualesquiera que sean. Esa formulaci6n es lresultado del trabajo de campo: la etnografia. [EL TRABAJO DE CAMPO Y 10S RENACIDOS: UN TESTIMONIO Cuando se viaja para tener aventuras el enfoque es exter nor se trata de encarar penalidades fisicas, sensaciones de peligro y lugares extraios. Los viajeros que més lejos han ido desde el punto de vista fisico, ls astronautas, no des tacan por haber sabido expresar con elocuencia el signi ficado interior de su viaje, y las aventuras que, como el montafismo, comportan peligros fisicos, giran més so- bre la ingenieria que sobre la poesta. Sin embargo, los re~ latos introspectivos de viajes constituyen un importante _género literario. Los alemanes tienen un término para de~ nominarlo: Bildungsroman o «novela formativay;la obra os afios de aprendizaje de Wilhelm Meister, de Goethe, es ‘un famoso ejemplo: narra las andanzas de un adoles- ‘ente mientras va madurando. Bs0s relatos combinan el ‘movimiento de un sitio a otro con la indagacién interna, la biisqueda y la maduracién a través de una conciencia yy comprensidn crecientes. Bl viaje no sélo amplia sino que «profundiza» Bl trabajo de campo también es un rito de paso. Se ice que la experiencia sobre el terreno transforma radi- calmente al sujeto; es como el psicoanalisi, como un la- vado de cerebro, pero también es una iniciacién ritual que, mediante pruebas terribles y profundas percepcio- nes lleva al iniciado a un nuevo nivel de madurez. Se puede establecer un paralelismo con la experiencia de la conversi6n religiosa en la que, utilizando una expresion 2. wer000 BL populatizada por el cristianismo fundamentalist, se «nace de nuevo». Al igual que Sail en el camino de Damasco, San Agustin 0 Lutero, el converso experimenta una trans- formacién espectacular; la venda se le cae de los ojos, contempla un mundo renovado; en realidad, vive en uno nuevo, porque ha nacido otra vez, no es la misma per- soma. La analogia de la conversi6n quiza sea demasiado exa- gerada, pero quien realiza trabajo de campo siexperimen- tacierta transformacién interior. Sufre un «choque cultu- ral» cuando llega al lugar de estudio y otro designo contrario al volver a casa. Durante el trabajo tiene encuentros re- yeladores que hacen aticos sus presupuestos de toda la ‘Como decimos nosotros, poco a poco se va «acul- turizandoy, lo cual significa que desarrolla cierto grado de identificaciOn con la cultura y el grupo nuevos, que ‘con mucha frecuencia le lleva a pensar en ellos como «su pueblo»; en cierto modo, participa en sus vidas con més, intensidad que en las de los amigos con los que ha creci- do, en parte porque esta poniendo todo su ser en apren- det a conocerlos y no en dividir sus energfas en diversas ‘empresas, como le ocurre en la vida normal en su propio pais. Puede que, si persiste en la antropologia, pase el resto de su vida haciendo interpretaciones basadas en este primer trabajo sobre el terreno, Ese relato es como el testimonio de una revelacién religiosa: es la historia de la experiencia que tiene uno mismo al convertirse. Bl len- {guaje es diferente; el converso habla de s{ mismo y de Dios, el antropélogo y su etnografia hablan de personas, pero la descripcién de cémo «son ellos» suele revelar mucho de «quién soy yor. Dado el caracter formativo de la experiencia sobre el terreno, no es sorprendente que para la disciplina uno 12 auinrzanrnoronocaca no sea pricticamente antropélogo, al menos en la rama de antropologia sociocultural, hasta que no ha pasado por ella. La situacién, en este sentido, es andloga a la del meédico en practicas, aunque quizd se acerque mas al com- bate en el ejército; a experiencia es en parte entrenamien- to y certificacién, pero es atin mas un rito de paso que ceremoniosamente confirma la propia idoneidad, Ese es el ideal. La realidad varia segiin las circunstan- cias y los antropélogos se divierten incesantemente los ‘unos a los otros, cuando no a los demas, compartiendo sus propias ubatallitas» sobre el trabajo de campo, Mi propia experiencia inicial en este sentido pone de mani- fiesto algunos elementos del rito de paso. El objetivo (segiin se enunciaba en el proyecto de in- vestigaciOn presentado para obtener fondos que cubrie- ran la empresa) era aprender cémo se transmitian los valores nacionales al pueblo llano indonesio. Para inves- tigar este asunto me fui a Indonesia en septiembre de 1962, acompafiado por mi esposa, que no era antropélo- ga. Me quedé un afio, durante el cual nos expusimos @ dos cosas: en primer lugar, a ochenta y dos representa- ciones de un drama popular indonesio conocido con el nombre de ludruk; en segundo lugar, a las vidas de los indonesios en cuyo medio adquiria sentido dicha fun- ibn, Los contextos de la «observacién participante» iban desde el barrio de chabolas en el que viviamos ala par- te trasera de la furgoneta de la troupe del ludruk en la que vviajé en una ocasi6n. El afio no carecié de aventuras ¥ penalidades en el més puro sentido fisico: piojos, el hi- medo hedor de una barriada tropical e incidentes como tuna erupcién volcénica 0 los mordiscos de un perro rabioso (aunque tuvimos la suerte de no contraer ningu- na enfermedad grave). La principal sensacién negativa 2 e000 Bs que recuerdo es la de la desorientaci6n. En ese vaio que vivimos peligrosamente>, las inestables circunstancias econémicas y politicas, asi como las impredecibles situa- ciones vitales, fueron perturbadoras para nosotros y también para los indonesios, hasta un punto que resul- ta dificil transmitir a quienes dan por hecha la sorpren- dente estabilidad de los érdenes occidentales. Esas citcunstancias las compensaban la tolerancia y la amabilidad de muchas personas, empezando por la no- table madre de la familia javanesa con la que viviamos. Esas atenciones constituyen un penetrante recuerdo, arruinado por la sensaci6n de culpa y de remordimiento ‘que deja el hecho de que mi impulso un tanto implaca- ble de recogida y anilisis de datos obstaculizara en oca- siones los vinculos humanos. El afio fue intenso, aunque aparentemente careciera de una «convetsién» totalmen- te espectacular. Habla tenido empleos que conllevaban tareas manuales, esfuerzo intelectual y sensibilidad so- cial, pero el trabajo de campo exigia todo eso, y en un entorno extrafio. A veces, nuestras relaciones humanas fueron profundas e importantes pero, siguiendo las cos- tumbres javanesas, también eran estilizadas y corteses; sin embargo, siempre estuvieron plagadas de tensiones y sacrificios, por su parte y por la nuestra, Hay quien rela ta momentos dramaticos en los que la nueva cultura los agarra y conmociona, echando por tierra sus principios. Mis interpretaciones se desarrollaron de forma més gra- dual (atin siguen haciéndolo, ya que uno de los miem- bros de esa familia javanesa vive ahora cerca de nosotros yes amigo nuestro). Los resultados tangibles del trabajo de campo estaban hechos de notas (tunas 600 paginas a un espacio, teclea- ‘das de mala manera en una maquina de escribir porta), 14 aunts nstnoroLoctea cintas, fotografias, articulos y libros. Esta prosaica afir- macién nos recuerda que el trabajo de campo se basa tanto en el método como en la experiencia. En su inte- rior puede albergar el rito de paso y la experiencia de tuna conversién, la transformacién del yo y el aptendiza~ je de maneras de profundizar. Sin embargo, cualquiera que sea su componente subjetivo, también es un méto- do, de indole incluso cientifica, que, mediante la descrip- ci6n, trata de caracterizar la forma de vida de otras per- sonas. PARTICIPAGION Y OBSERVACION Se decta que el poeta Goethe mantenfa romances con el expreso propésito de poder escribir sobre ellos, pero sin dejarse consumir por los mismos (de hecho, terminé to- ‘mando como compafiera a una mujer de una clase s0- cial inferior, como para mantener las distancias). Parte de esa psicologia sera sin duda aplicable al antrop6logo, pese al desbordante gregarismo que puede mostrar su temperamento, Su tarea exige tanto implicacién como desapego, entrada y salida. Debe organizar el compro- miso de modo que su participacién sea también obser- vacién. La tradicién abunda en relatos de antropélogos {que se han convertido en nativos: parece ser que el joven estudiante de Oxford, Noone, se cas6 con una mujer de Ja tribu malaya de los ulu y que ningéin occidental volvi6 averle més, pesar de la larga biisqueda emprendida por su hermano. Kurt Onkel se integré en una tribu brasile- fia y se convirtié en Nimuendaju. Quizé cualquiera que haya hecho trabajo de campo ha sentido la tentacién de hacerse nativo. La raz6n no s6lo radica en que la mayo- 2. tro00 Bs ria de las culturas tiene su atractivo, sino en la propia naturaleza de la labor sobre el terreno. En la sociedad ‘moderna, la mayorfa llevamos vidas limitadas: hacien- do nuestro trabajo, cumpliendo con nuestras rutinas. Se podria decir que participamos en la vida social de ma- nera activa y enfitica s6lo a tiempo parcial y a deshoras. En el trabajo de campo uno se compromete a dedicarse exclusivamente a la vida del grupo nativo. Esto puede ser enormemente agotador, pero también estimulante. La participacién en dicho grupo, pese a la insuficiente com- prensién dela cultura, a veces alcanza una profundidad considerable. No es extrafio que algunos se conviertan en nativos! Sin embargo, al fin y al cabo, el trabajo del antropélogo no se limita a experimentar el grupo o si- ‘quiera unirse a él, sino a analizarlo y comprenderlo, Para alcanzar ese objetivo, el participante debe seguir siendo observador. Desde un punto de vista practico, el trabajo de campo es bastante dificil. Resulta casi inevitable contraer enfer- medades causadas por bacterias ¢ insectos, y también sufrir inomodidades, ya sea por dormir en lugares ex- tratios, por tomar comidas peculiares o simplemente por vivir en la pobreza, renunciando a accesorios familiares hasta un punto que pocos viajeros podrian imaginar. Hay peligros y, de hecho, algunos antropélogos han muerto sobre el terreno, aunque generalmente por acci- dente y (en contra de la impresi6n que proporcionan es0s dibujos animados que muestran a canibales po- niendo en el caldero a sus visitantes) muy pocas veces a ‘manos de los nativoss sin embargo, en Iineas generales, los antropélogos han sido tratados con un grado de amabilidad y tolerancia notable. Los obsticulos buro- ctiticos ~conseguir financiacién, visados y permisos, ast 136 taumntenstroroiocicn ‘como el simple hecho de llegar al destino son frustran- tes. Los impedimentosfisicos y politicos a veces son ex- tremos: pensemos en el trabajo realizado entre grupos némadas de la selva, como los siriono y los penan; 0 el que tiene lugar en entornos érticos, entre esquimales y lapones; o en lugares en guerra, como Irn, Argelia 0 Vietnam; o entre grupos como la mafia y bandas calleje- ras de Chicago y Nueva York. Lo normal es que uno ten- {ga que aprender uno o més idiomas, que en algunos ca- s0s tienen un complicado sistema fonético y gramatical, radicalmente distinto del materno y que quizé no se haya estudiado escrito hasta el momento. Esos obstéculos précticos imponen limites que, por lo menos, son exter- nos. Lo ingrato del trabajo de campo es la conjuncién de exigencias exteriores y psicolégicas. En un enclave remo- to y en una situacién fisicamente penosa hay que lidiar con problemas de comunicacién interpersonal y de defi- nicién fntima que muy pocos enfrentan en su vida coti- diana, Lo mas dificil, algo realmente irresoluble, es el Jema de ser a un tiempo participante y observador, de ‘estar tanto dentro como fuera, comprometido pero dis- tanciado. IMPLICACION Y POSICION 1a tensiGn existente entre la implicacién y el desapego se convirtié en una importante preocupacién para los cetndgrafos de finales del siglo xx. Una de las consecuen- cias de dicha tensién fue que les record6 la historia co- lonial de su disciplina. Se ha criticado a la antropolo- sfa, acusandola de hijastra del colonialismo, porque, con frecuencia, los primeros antropélogos accedian a sus 2.61000 137 mbitos de estudio como funcionarios 0 ciudadanos de imperios coloniales, El método etnogrifico atin refleja la posicion del etndgrafo en el mundo: como heredero de la dominacién colonial. Aunque en la actualidad los etndgrafos puedan luchar por defender a la gente que estudian, lo hacen desde la posicién de poder que les ha otorgado la historia, Esta conciencia ha variado la clase de asuntos en los que inciden los etnégrafos durante el trabajo de campo. Ya no basta el anilisis etnogréfico de un todo cultural, estudiado de forma aislada o en comparacién con otras culturas del mundo, Del mismo modo que un fot6grafo puede cambiar de lentes para captar la amplitud de un paisaje o los detalles mimtisculos de una escena, los etné- ‘grafos tratan de captar las fuerzas que envuelven a las caulturas en los émbitos local, nacional e internacional. Es preciso tomar por separado las desigualdades y dife- rencias de acceso al poder existentes entre los miembros de un grupo cultural, con el fin de observar eémo parti-

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