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UN MODELO NO TRADICIONAL PARA EL ESTUDIO DEL CAMBIO GULTURAL EN TERRITORIO ARGENTINO DEL SIGLO XVI EN ADELANTE Giro René Lafon 1, Las paginas que siguen tienen por objeto la presentacién esque- matica de un modelo no tradicional para el estudio del cambio socio-cultural en nuestio pais, a partir del siglo xvs, que sirve de base para un trabajo de mayor envergadura que esté en plena realizacién, por obra de un grupo de egresados y alumnos de la Licenciatura en Ciencias Antropol6gicas de la Uni versidad de Buenos Aires, que me honro en encabezar y me honra con su colaboracién, unidos todos por la vocacién de servicio al pais, a su. presente y a su futuro. Hasta el momento de dar a publicidad este adelanto han co- jaborado Ana Marfa Puparelli, Luisa Mastrangelo y Graciela Kaplan, a los que infin incorporandose sucesivamente otros que han comprometido su co- laboracién desinteresada para seguir adelante. El trabajo nacié como consecuencia de la puesta en marcha de un pro yecto de largo aliento para estudiar el Nordeste Argentino, que algunos lec- tores ya conocerdn (Lafon, 1966; Actualidad Antropolégica, 1970; Lafon 1971), cuando encaramos el estudio del desarrollo cultural y cambio después de la legada de los espaficles. La compulsa de las fuentes histéricas y bibliogr- ficas nos ubicé frente a la imposibilidad de tratar el tema de manera. particul: y circunscripta a un determinado sector del pais; frente a la necesidad de con. tar con un modelo que sirviera para nuestro caso especial y frente a Ta nece- sidad de elaborar una metodolog{a operativa para organizar de manera inte: ligible cantidades cuasi astronémicas de datos ¢ informaciones que, hasta el momento, no han sido utilizadas ni valoradas en su justa medida por Tos an- tropélogos, y que deparardn, sin duda, grandes sorpresas. Dura y engorrosa es la tarea, pero estamos cumpliéndola paso a paso de acuerdo con la siguiente programacién: a) elaboracién de un modelo para el estudio del cambio. en el territorio argentino, cuya primera aproximacién es lo que hoy presentamos con la firma del director del proyecto; bb) una serie de mo- nograffas sobre temas especiales que se tratan en conjunto en el modelo (desa- -3- rrollo, economia, cuestién indigena, migracién, movilidad, distribucién geogri- fica precisa de los grupos aborigenes Juego dela Hegadade los espafoles, la secularizacion de la sociedad, las configuraciones regionales, el indio en Ia le gislacién —y en la realidad, ete. etc.); e) evaluacién de conjunto, Queda so- breentendido que el punto (b) sabemos cémo y cuando empieza, pero n6 c6- mo ni cudinds va a terminar. Tenemos clara conclencia de la magnitud de Ja tarea empezada, y de la responsabilidad que asumimos al hacerla publica, pe- To no hacemos mis que intentar saldar la deuda que los antropélogos argentinus tenemos con el pais: conocer su imagen real (Lafon, 1968). 2. El modelo propuesto ensaya desplegar una visién unitaria de tan com- vlicado fenémeno en funcién del medio geogrifico, del tiempo y de los horn- bres. Estd concebido en sentido vertical y horizontal, diacrSnico y sincrénico la vez. Signe las lineas de fuerza que generaron las distintas configuraciones regionales que resultaron del encuentro entre europeos y aborigenes, sin per- der de vista los lugares y los hombres que les dieron vida, a lo largo de més de cuatro siglos, -hasta legar a nuestros dias. Sobre la importancia de las fun- ciones espacio y tiempo no es necesario que insistamos, Pero si es imprescin- dible que pongamos en claro como coneebimos Ia importancia de la funci que determinamos al decir “los hombres”. Esa importancia reside en la in- terpretacién y valoracién de la accién humana en términos de demografia cul- tural, Con este r6tulo englobamos la informacién demografica calenlada, es- timada o aproximada que corresponde a cada segmento de tradicién propues to en este modelo de cambio; la suma de informacién cultural ueerea de ca- da grapo de poblacién que se moviliza de un lugar a otro para regresar 0 es- tablecerse en otro lugar definitivamente, y la informacién y valorizacién de la significacién de los centros urbanos en el proceso que estudiamos. Responde a la necesidad de bucear en los origenes de la nacionalidad, de rastrear los ingredientes que la constituyen, de articularlos en orden histérico, de valorarlos en su lugar y en su momento a través de quienes fueron sus portadores, y de presentarlos en forma dindmica y congruente, Como un pro- ceso continuo e ininterrumpido cuya ‘ltima etapa estamos padeciendo este Afio de Gracia de 1972. Quiere captar Ja esencia de nuestra realidad nacional que tanto nos preocupa. Tiene una funcién: promover el estado de discusién en un campo paco transitado por los especialistas, especialmente en la dimension que lo encara- mos, al proponer un modelo de estudio especial para la Republica Argentina, que hunde sus raices en Ja tierra y en los hombres que forjaron nuestra indi. vidualidad como Nacién; y evitar los estereotipos generalizados, para no caet en la trampa de Ja erudicién y la intelectualidad, tan caras a quienes elucu- bran sistemas, proyectos y encvestas, ajenas por completo a la realidad cir- cundante, que bulle a nuestro alrededor en la ciudad, en los pueblos y en lox campos. Quiere ser una interpretacién antropolégica global del devenir de la ar- gentinidad, con un matiz pragmitico, militante, combative y polémico, en cuanto servirt para demostrar que nuestra Antropologia mucho tiene que de- cir en estos momentos de prueba. Hacemos una antropologia del cambio con sentido nacional, que mira hacia atrés y hacia el interior, pero para poder pi- sar fuerte y marchar con seguridad hacia el futuro, y no para aforar el anti- guo esplendor de la década del Centenario, Una Antropologia que aspira a — 312 — auzar el deseo de ser utiles de estudiantes y profesionales de la especia- del pais, de sus hombres y de sus institu- ene: lidad. Una Antropologia all serv ciones. La militancia implica el conocimiento directo del pats, Este conocimiento hari posible dar testimonio de Ja situacién real en la que estamos viviendo. El testimonio servird para que estudiosos y gobernantes abramos los ojos y nos pongamos en accién. No dudamos que nuestro testimonio adquirizé, ante muchos que lo conozean, significacién combativa y polémica, como hemos manifestado en el pirrafo anterior, y que podré ser valorado como una de- nuncia. No nos airedra esa posibilidad y menos ese matiz, en cuanto un testi monio veraz, objetivo, fundado y manifiesto, puede contribuir a que un estado de cosas, admitido corrientemente como normal, pueda comenzar a ser enfo- cado desde otro éngulo, produciendo escozores © inquictudes. $i esta ocuri ra seria de gran utilidad, norque esperamos la critica que ayudard mucho a nuestra propia autocritica, El primer paso es la caracterizacién cultural de las poblaciones aborige- nes y su ubicacién precisa en el espacio a Ja legada de los europeos. Importa fundamentalmente no sélo la identificacién cultural sino también la ubic: cidn exacta en espacio y tiempo. El mosaico de culturas aborigenes condicio- nard en grado variable todo el proceso posterior, que se verd afectado por intensa moyilidad de los grupos indigenas, consecuencia de la entrada de los europeos. Esta movilidad debe estar siempre presente en la interpretacién de la informacién, so pena de caer en un quietismo que poco ha favorecido los estudios al respecto, dando por sentado un esquema fijo ¢ inmutable de la poblacién aborigen. La distribucién y caracterizacién de los aborigenes ar- gentinos a partir del siglo xvi ya ha sido planteada con precision (Lafon 1969; Pupavelli MS). El segundo paso es la caracterizacién de lo que !a cartilla histérica ha dado en Tamar las “‘corrientes colonizadoras” en lo que se refiere a sus mo tivaciones primarias, a la extraccién y mimero de sus integiantes, a su ruta de entrada y, sobre todo, a su bagaje sociocultural, porque en él descansara el segundo ingrediente inicial basico de nuestra cultura nacional. En un trabajo anterior (Lafon, 1969) englobamos esa fuerza cultural en una especie de pa- radigina bajo el nombre de “cultura de conqui ndonos de la dena minacién acufiada por Foster, pero sin compartir su argumentacién al respec- to; por cuanto su interpretacién es demasiado simplista. Una de las corrien- tes entré por el extremo noroeste; la segunda por el Rio de la Plata y la ter- cera, con algo de retraso, vino desde Chile. El choque con los indigenas pri mero y el contacto continuo después, decantaron un proceso de aculturacién con modalidades distintas, condicionadas por 1a diversidad cultural y_fisier de los aborigenes, a la que se sumé un medio distinto (ambito del noroeste y ambito del nordeste) que les dio sello propio. El tercer paso es la integracién de lo que hemos Hamado cultura crialla. unidad cultural resultante de la suma algebraica, y como tal, irreversible, de la cultura de los conquistadores y las culturas aborigenes, producto concreto de una aculturacién bilateral. Es algo nuevo, no es espaiiola, pero tampoco indi- gena. Es un tipo cultural. Tiene, y tuvo, existencia real. Su esencia es lo que bien podemos lamar criollismo, entendido como el conjunto de tradiciones so- ciales, culturales y religiosas de los criollos, y sus instituciones, en suma, 168 = the valores que regulan su vida, Podriamos lamar criallidad al modo de ser de un criollo, subjetiva y objetivamente, que se siente criollo y reacciona como crio llo y a su posicién en un medio no criollo, y denominar criollicidad al conjunto de personas criollas, del grupo criollo (Cf, Memmi Albert, El Hombre Domi- nado, Madrid, 1972 pp. 37 y ss.). Los antecedentes citados mas arriba hacen que esta cultura criolla se or ganice segtin dos sistemas de equilibrio distintos, uno en el cuadrante noroeste del pals, y otto) en el cuadrante nordeste, @ partir de Jas unidades cultura- les que tomaron forma en Asuncién a contar desde 1541, y en Santiago det Estero a partir de 1553, Cada una de ellas —verdadera Ciudad Madre— se conv entro de irradiacién de las modalidades propias de su res- peetiva cultura criolla, que fueron expandiéndose en las entradas y fundacio- tural, transmitida socialmente en el tiempo y ex- pandiéndose en el espacio se convierte en una Tradici#in Cultural Criolla, con una adaptacién y caracteristicas propias en el Noroeste y otra, distinta de tx del Nordeste. Cada una de ellas puede ser dividida en segmentos temporales de desarrollo con caracteristicas propias, que permiten seguir su devenir y sus cambios con seguridad cronolégica y geogrdfica, desde fines del siglo xvt hasta hoy, inclayendo sus contactos ¢ influenctas reefprocas. El sector Cw no durante el tiempo que transcurre hasta la Real Ordenanza de Intendencias permanece bajo la accién cultural de allende la cordillera, pero no por ello ajeno al devenir cultural de las tegiones vecinas, con las que estaba en con- tacto. Tanto la Tradicién Cultural Criolla del Nordeste, como la Tradicién Cul- tural Criolla del Noroeste estin integradas por la suma de las unidades de cultura criolla que pueden identificarse en el habitat respectivo, tomadas en conjunto y referidas a las eoordenadas espacio y tiempo. Hemos procedido ast. valiéndonos de nociones metodoldgicas procedentes de la Arqucologia, por que ninguna de las historias individuales de dichas culturas nos hubiera per- mitido aproximamos siquiera, al proceso total. Sola asi es posible seguir en di- mensién temporal (vertical) el desarrollo de las formas particulares (culturas) en sn habitat respective (dimensién espacial) y de su agrupacién conjun: ta teniendo en cuenta sus caracteristicas comunes (patrones) sin ovidar que todas esas formas culturales, particulares, estén relacionadas entre si de un moda u otro, y han caracterizado a determinados grupos humanos 0 a ciertos sectores de la sociedad. Los prototipos son Ja Cultura Asuncena a partir de 1541 y la Cultura Santiaguefia a partir de 1553. Sélo de este modo podemes rastrear el origen de la tercera gran Tradicién Cultural; la Tradicién Cultural de la Pampa, destinada a estereotipar largo tiempo Ja imagen del criolla de !a Mamura: el gaucho. 4. El tercer paso, como acaba de verse se descompone en dos momen- tos. Uno es la consolidacién de una nueva forma cultural, que pasa de una generacién a otra y va expandiéndose a partir de un punto inicial hasta cub extensas areas geograficas. Otro es la integracién de una nueva unidad cul tural, algo ast come la esencia de las unidades culturales que mencionamas en el parrafo anterior: la Tradicién Cultural, transmitida socialmente en el tiempo, con una adaptacién ecoldgica que le es propia, con una teenologia determinada y una cosmevisién particular. Y esta es una nocién que nos vie- ne del campo de la Arqueologia (Willey, 1964; Willey, 1966) sobre cuya uti- tié en un nes posteriores, Esta forma © = 314 - lidad no estimamos necesario extendernos. Simplemente nos hemos aprove chado de ella, tan operativamente valiosa en el campo de Ja prehistoria, para aplicarla al estudio del cambio en tiempos histéricos, con la ventaja que re- presenta disponer de documentacién més completa y manejable y una crono- logia precisa, con resultadas altamente favorables, como demostraremos més adelante. La identi acién de Jos factores que contribuyeron a la consolidacién de cada Tradicién (biolégicos, ambientales, inherentes, societales, — culturales etc.) y la division de cada una de ellas en segmentos de desarrollo (directo, convergente, divergente, elaborado, reducido) permite seguir el proceso em espacio y tiempo; poder evaluar los cambios en su justa medida y determinar el nacimiento, la transformacién parcial o total y, eventualmente, la extinciéu de cada forma cultural, ast como su interaccién con las que se desarrollan con- ‘temporineamente. La utilidad de un planteo como el que aqui presentamos re- side en su visién de conjunto del proceso de los origenes y desarrollo de la na- cionalidad, sujeto a un sistema de coordenadas histérico-geograficas, con senti- do e interpretacién antropolégica, que no descuida ni descarta ninguna infor- macién (de las que conocemos, y con seguridad, na hemos agotado). De este modo se puede abarear verticalmente y horizontalmente, con precisién tem- poral y espacial, la integracién de Ja nacionalidad. 5. Esta nueva via de estudio ¢s diferente, sin duda, a la modalidad de trabajo de los historiadores tradicionales y atm a la de los nuevos cultores de la “historia social”, en cuanto hacen aparecer @ la Historia Argentina partiendo de los hechas desarrollados por Ja cultura espaiiola, sin tener en cuenta el tor aborigen y el posterior cambio espafiol en tierras americanas. No es ha- ciendo la “historia del pago chico”, ni hurgando los archivos en busca del do- cumento inédito, mientras mas antiguo mejor, como se réconstruird la historia nacional, Ni tampoco viéndola a la luz de sistemas sociales o politicos ajenos, ni sobre la base de un andamiaje ricamente erudito que sostiene interpretacio- nés in vitro, ni samando Jas historias regionales que se han popularizado ‘ilti- mamente, Y choca también con Ja Antropologia Social que quiere transplantarse a nuestra. tierra. Digo transplantar porque no tiene cuerpo todavia. Hay que ha- cerla, Tenemos que hacerla nosotros, los que trabajamos para el pais, antes que las especies transplantadas, bien regadas, bien protegidas y bien cuidadas, cu- bran los nacientes retofios de la Antropologia eriolla. No implica esta posicién ni chauvinismo ni xenofobia, sino coneiencia de la responsabilidad que nos ca- be a quienes estudiamos este sector del conocimiento: si no empezamos a mi- rar pam adentro y a tomar en cuenta él pais real; si no empezamos a conocer nos a nosotros mismos, segiin el precepto griego; si no elaboramos nuestros pro pios modelos y nuestras propias reglas de juego, estaremos contribuyendo a que la situacién que atravesamos se haga mas dura. No podemos seguir “mi- rando a los otros” como lo hacian etnégrafos y viajeros del siglo pasado, méixi- me cuando “esos otros” pertenecen a nuestra propia estructura politica y social, pertenecen al Estado Argentino, Tenemos conciencia de que es dificil ser obje- toy stijeto a la vez de Ja Antropologia; es dificil, realmente. Pero esa situacién es la que hace que la Antropologia sea ciencia del hombre. Ese-hombre-y-yo. Yo y ese hombre. No yo (antropélogo) frente a otra cosa (el otro hombre). Claro que es mis eémodo objetivar esa alteridad y contemplarla y estudiarla co- = 315 = mo a los -peces en un acuario, Ser comodo pero no es ni antropoldgico, ni cientifico, ni humano, ni actual. Esa posicion, respetable y aséptica, sin duda, en cuanto a su seriedad y objetividad, no puede ser ya la dinica valida, si es que lo es. Hay otra que ¢s militante, de accién, de colaboracién, de poner el hombro. Es la que hemos elegido, Esta aparente disgresién contribuye a aclarar lo que dijimos en el acipite 2, cuando mencionames que haclamos una antropologia nacional, polémica ptagmética y militante, 6. El choque de la cultura europea con las culturas indigenas se dié por segunda vez, en forma masiva, sin haberse realmente nunca interrumpido de! todo, en Ia segunda mitad del siglo pasado, al ampliarse la frontera por el Sud (primera y segunda Campaiia del Desierto) y en el Chaco (expedicién Vieto- rica). Pero esta vez no fueron los eonquistadores europeos, sino los habitantes de Ia ciudad (la civilizacion), cuya neta raigambre cultural europea opera co- mo grupo de referencia més que como grupo de pertenencia (Sarmiento, Ro- ea, ete.). Avasallaron a los indigenas diezmdndolos, arriconandolos, reservando- Jos, 0 directamente ignordndolos. En el Sur, Ja entrada del blanco —ya en este momento se plantea concre- tamente la oposicién— es agresiva y violenta, pero cierto mimero de indigenay que sobrevivieron dieron lugar, en ciertas dreas, al nacimiento de una nueva forma cultural, que no esté totalmente estructurada todavia. Es esta una Cul- tura Criolla Araucano-Neuquina cuyo destino parece ser el de no convertirse en una Tradicién Cultural Criolla Patagénica, por razones que trataremos por se- parado en otra seccién, aunque resulta evidente que las autoridades no han favorecido, precisamente, Ia puesta en marcha de los factores que pudieron ha- ber ayudado a que tomara cuerpo. Recordamos también que este Tejano Sud, al sur del Rio Colorado, pareceria no existir para la Antropologia, excepto pa- ra la Arqueologia, hasta el iltimo Iustro. No habfa folklore, no habia probl ena, por lo menos para la ciencia oficial. Algunas comunidades eran periédicamente visitadas por estudiosos de distinto nivel que luego relataban o no sus experiencias (Ruca Choroi, por ejemplo) o exponfan sus fotografias, 0 daban conferencias en tribunas de distinta jerarquia, Nosotros hemos localizado el problema contacto con el blanco en el sig!» XIX, como una expansién procedente de Ja Tradicién Gultural Griolla de la Pampa, en cuanto forma parte de un proceso que se origina y se incorpora al que se desarrolla en la mitad norte del pais. Por eso dijimos “contacto masivo”. Contactos esporddicos los hubs desde Magallanes (1520) y Aleazaba (1534), seguidos de un fallido intento de colonizacién que motivé Ja difusién del ca- ballo. A mitad del siglo xvir empieza la evangelizacién con Rosales, a quien sigue Mascardi; mucho se habla de estas tierras y se ensayan fundaciones, co- mo San José (Chubut, 1779), Carmen de Patagones (sobre el rio Negro, 1779) y otras, de las que solo sabrevivi6 esta iiltima, Recién el choque masivo se pro- duce en el siglo XIX. ¥ a eso nos referimos, localizado en Neuquén y Rio Ne sro. Avis asf, el fendmeno es muy complejo. Hay: numerosos aportes cuya signi ficacién esté siendo valorada, Algunos, ademés del procedente de la Conquista del Desierto, son de origen hispano-portugués de siglos anteriores, otros de origen chileno (Gonzalez, M. H. 1970). En el extremo Nordeste, (el Chaco, genéricamente hablando) la entrada también fue agresiva y hostil, tanto que el indio fue totalmente marginado y = 316 — qued6 fuera del proceso. Las tierras conquistadas (?) fueron ocupadas por criollos poriadores de tradiciones culturales distintas (saltefios, tueumanos, co- rrentinos, santafecinos, paraguayos, etc.) que convivieron y se mezclaron con colonos de origen europeo, avanzado ya este siglo. Esta consolidandose aqui una forma cultural nueva, una Cultura Griolla Chaqueiia que, con respecto a las otras que hemos earacterizado, si se nos permite, consideraremos como de segundo grado, aunque su criollidad (vide supra) es més criolla, si vale la comparacién. El indio, aparte. Esta ahi. En su territorio, misiones de distintos credos intentan rescatar su alma. Estos aspectos son tema de estudio especial en otra seccién. La faja septentrional de Ja Mesopotamia pasé y pasa por un proceso sermejante, A la extincién virtual de la Tradicién Cultural Criolla Mi sionero-Guarani después de transitar por su Segmento Reducido hasta princi pios de este siglo, se implanté la colonizacién de origen europeo. Indios y crio- los de zonas veci egregados y en situacién equivalente a la del Chaco. Pe- ro la segunda generaciin de europeos esti cambiando o desapareciendo. Ha mezcla, mestizaje_y rompimiento de la estructura patriareal y segregacionista que cuajard, sin duda alguna en una nueva Cultura Criolla Misionera, que ya existe, aunque no se vea del todo nitida. Y a las puertas de Buenos Aires estiin los criollos del Delta, los islefios que claman vor integrarse al proceso nacional. Alli también, la nueva genera- eién rompe los moldes europeos de organizacion familiar paternalista y se re- bela contra la explotacién no planificada de sus tierras feraces y productivas. Esta ahi, tomando cnerpo, la nueva Cultura Criolla del Delta. Esta, como la de Misiones, es de segundo grado y recentisima, 7. Con esta rivida sintesis crenolégico-cultural que venimos a esbozar. enunciamos el cuarto paso de nuestro esqnema: el estudio particular acerca del origen, consolidacién, desarrollo y cambio de las dos grandes tradiciones eulta- rales: la Tradicién Cultural Criolla del Nordeste —que dié origen a la Tra- dicién Cultural Griolla de la Pampa— y la Tradicién Cultural del Noroeste. En la integracién de cada una de ellas determinaremos la existencia de un proto:ezmento en el que empieza a tomar cuerpo, en el que se identifican una serie de “fendencias a” que Inego se asociarén intrinsecamente hasta confor- mar Ja tradicién propiamente dicha. Este protosegmento s a partir de los primeros contactos entre europens e indigenas. Tiene una duracién distinta segiin los lugares, ya se trate del Nordeste o del Noroeste. Su desarrollo varia segin el tipo de relacién con el aborigen. Su mayor o menor integracién esti condicionada por la forma cultural autéctona y por la forma cultural que Ja invade. De abi Ja necesidad de conocer bien no sélo la poblacién aborigen a In llegada de los espaiioles, como Io exige el primer paso de nuestro modelo, sino- también los altimos periodos de desarrollo cultural local. La contribucién de Ja Arqueologia es decisiva, por Jo menos en el cua- drante noroeste del pals, La informacién sobre los perfodos Tardio e Im- perial se hace imprescindible si se tienen en cuenta los cambios ocurridos i mediatamente antes de los europeos. Integracién y desajustes previos bien co- nocidos serin una hase sélida para evaluar el proceso de ahi en adelante. Y la compulsa menuda de las fuentes completard el conocimiento de ese perfodo Hispano-Indigena que en buena parte de los cuadros cronolégicos figura redu- cido generalmente a un lapso variable segiin la regién, al que no se asigna, sal- vo contadas excepciones, ni significacién ni contenido preciso. (Cf. Lafon 1968). — 317 — Suele ser tan imprecisa esa presentacién que sin querer se la suele hacer si- nénima de Estadio Colonial; como se vera en la seccién correspondiente, dis- tinguimos neta y claramente entre Hispano-Indigena y Colonial. El. primero im- plica contacto y aculturacién bilateral. El segundo, la instalacién de la ma- quinaria burocratico-administrativa espafiola. En otras términos, la domina- cién politica, cultural y econémica. Afirmamos también que tanto el uno co- mo el otro tienen un contenido social y cultural que condiciona e} desenv miento posterior. ‘Asi encarado el problema de estos primeros momentos, el protasegmento de Jas tradiciones en cuestion debe ser concebido en términos de periodizacién, como un Estadio Hispana-Indigena con el choque cultural primigenio que re sulta de un dindmico proceso de contacto, luchas, intercambios y adaptacién entre las formas culturales intervinientes. Cuando se logra el ajuste (?) 0 nue: ‘vo equilibrio a favor de la unidad vencedora, se inicia el Estadio Colonial. Su- jeccién y dominacién politica y social, pero con un contenido cultural no uni- forme, En ¢l Nordeste, el. Estadio Colonial empieza cuando oficialmente la ges tién coma Gobernador se ordenay codifica por mandato real (Ca. 1594/1585). En e! Noroeste, se inicia casi contempordneamente, después que el gobernadar Aguirre establece la sede definitiva de Santiago del Estero (1553/1554), pero ‘no acurre lo mismo en todo el dmbito. En Jujuy, por ejemplo, recién a partir de 1601 (Lafon 1968), En los Valles Calchaquies los aborigenes resistieron hasta mediados del siglo XVII, atrasando el proceso de hispanizacién, No hay sincronia en el establecimiento definitivo de Ja estructura politica colonial en este amplio cuadrante noroestina, La integracion del Estadio Hispano-Indigena ‘en su completa configuracién social y cultural constituye uno de los centros de interés, objeto de investigacién en marcha, por nuestros colaberadores, A manera de ejemplo, esquematizamos a continuacién Ja aplicaciin de! modelo en el cuadrante Nordeste del pats. ® La Tradicién Cultural Criolla del Nordeste nace, se consolida y cam- bia en un marco preciso de coordenadas, en las cuales el espacio corresponde a lo que hemos llamado Nordeste (Lafon 1969) y en tiempo, al que va desde 1536 hasta 1950. Advertimos que hemos elegido 1536 por su significacién y trascendencia, efectiva y comprobada, pero no hemos dejado de. tener presen- te contactos anteriores, desde Gaboto en adelante, ni tampoco las informa nes que tenian ya los indigenas procedentes de los puertos brasilefios o de dis- tintos extraviados o ndufragos de otras entradas y descubrimientos fallidos, Y hemes elegido 1950 un poco arbitrariamente, Han sido tantos los cambios de ahi en adelante y tanta Ia “contaminatio”, que con criterio semejante al de los arquedlogos y al fechaje radiocarbénico, consideramos Presente al que empezs en 1950. Que haya sido éste el Afilo del Libertador General San Martin, es pro- ducto de la casualidad. Empezamos por una enumeracién de los factores que contribuyeron a con: solidarla. Brorécicos: {potencial de adaptacion del recién Iegado al nuevo abitat; falta de mujeres, que ocasioné mestizaje intensive; aumento acclerady de mestizos 0 mancebos de la tierra, ete.) Ascomyrates: (Feraci la tierray benignidad del clima; facilidad de subsisten trépoli; difieultad de las comunicaciones que hicieron surgir un espirit pendiente, etc.) Dexccnarioos: (el niimero de indigenas que se vincula- ron ¢ fueron sometidos y el crecimiento del niimero de los mancebos, que pa- — 318 — ra 1570 superaban en proporcién de cuatro a uno a los espafioles, ete.) INHE- RENTES AL GRUPO MISMO: (fuerza vital, tendencia al cambio, ambicién de ri- quezas, etc.) Socterates: (produccién de nuevas pautas; apetencia de cambio. espintti separatista; olvido y rechazo de la funcionalidad de las instituciones espafiolas, etc.). Los Facrones cuntunates tuvieron gran significacion més allé de la explicacién simplista de ayuda mutua que sienta la cartilla histérica. La cesién de mujeres por parte de los carios (guaranies) no fue porque si. La es- tructura de parentesco guarani implicaba incorporacién al grupo de la mujer y servicio a su familia por parte del cufiado (tobaya) al hermano de su mujer. Por su parte, la actitud paternalista de los espafioles aspiraba a dominar a los indios a través de su mujer. Que tampoco resulté. La suma de estos factores convirtié a Ja Cultura Asuncefia, consolidada a partir de 1541, en una Tradi- cién Cultural Criolla de larga, fecunda y azarosa continuidad, como se vera en la escueta caracterizacion de los segmentos por los que transeurre. El Protosegmento al que aludimos en el acdpite n° 6 cubre el lavso que va entre 1536, con el establecimiento del Primer Adelantado en Buenos Aires, v 1555 0 1554, fecha en la que Irala “goberné en paz” a los asuncefios, a los cua les se habfan incorporado los portefios que abandonaron el asiento. De sumo interés son Ios acontecimientos, y los fenémenos que ocurren en estos atios, Son conocidos, es verdad, perono ensu yaloracién al servicio de nuestra meta (re- laciones con la Tradicién Cultural Criolla del Noroeste; distribucién y caracte- tizacién precisa de las parcialidades aborigenes como consecuencia de la en- trada por el ngroeste; exacta valoracién del despoblamiento (?) de Buenos Ai- res, frente al hecho de que cuando vino Garay habia sementeras y ganado: enumeracién y caracterizacion del bagaje cultural que vino con Mendoza y los refuerzos legados en 1538, con Alonso de Cabrera; verificacion de quienes eran y porqué se quedaron los que se quedaron, ete. Temas todos que estan en plena etapa heuristiea unos y de redaccién otros). Para cuando llega en 1555 el primer obispo, el “nuevo estilo de vida” inaugurado en Asuncién ya sc expande en varias direeciones. El Segmento Directo transcurre entre 1555/56 y 1617. La eleccién de ta fecha final corresponde a la division del Rio de la Plata en dos gobernaciones. la del Rio de la Plata propiamente dicha y la de la Guayra (0 Paraguay) que no hace sino dar estado juridico a algo que ya habia tomado cuerpo a través de Jos hechos acaecides a partir de fines del siglo xvr, diriamos a partir de 1580. Hasta este momento la Tradicién Cultural Criolla del Nordeste se habi: expandido, con un contenido cultural si no uniforme, por lo menos sin cam- bios muy notables, La segunda generacién de mancebos tenia ya entre 15 y 16 afios y habia consolidado ya su estilo de vida propio. Su expansién choca con la del Peni, se crea una nueva provincia, etc. Importa que se sigue eligien- do a Jas autoridades y que Ja sociedad y cultura criolla es algo real, con en- tidad propia, En 1573, se expande hacia e] Sud fundando Santa Fe. y luego, en 1580 Buenos Aires. En el transcurso de este segmento nace el urbanismo, entendido como la cindad planificada, con reparto de solares y suerte de estancias, trazados. a cordel. Es la muestra de algo nuevo. Estos “loteos” un poco condicionados por Garay, favorecen a sus amigos y sostenedores. La estratificacién social de es- tas “ciudades”’ se complicé répidamente con la Hegada de nuevos contingen- tes (clérigos, liceneiados, comerciantes, monjes mendicantes, hasta algunos-me- — B19 —

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