Professional Documents
Culture Documents
El Principe Comentado Capitulos
El Principe Comentado Capitulos
El Principe Comentado Capitulos
Los principados hereditarios son los que la misma familia ha reinado en él por un
largo tiempo. Mientras que los nuevos, pueden ser del todo nuevos o miembros
agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere.
ADVERTISEMENT
REPORT THIS AD
Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por
segunda vez.
Al adquirirse estos estados se agrega a uno más antiguo, de la misma provincia y de
la misma lengua es muy fácil conservados, sobre todo cuando están acostumbrados
a vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se conserven sus
costumbres y las ventajas que gozaban permanecerán tranquilos y pueden
permanecer en total armonía. Se deben tener dos cuidados: que la descendencia del
príncipe anterior desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos sean alterados.
Destruirlo
Radicarse en él
Dejarlo regir por sus leyes, obligándolo a pagar tributo y establecer un
gobierno compuesto por un reducido número de personas que se
encarguen de velar por la conquista.
Es mejor conservar una ciudad que este acostumbrada a vivir libre que hacerla
gobernar por los mismos ciudadanos. El único sistema seguro de dominar una
ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad
así y no la aplaste, debe esperara ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre
serán representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua liberad no
les concede ni un momento de reposo si los habitantes no se separan ni se
dispersan, inmediatamente recurren a cualquier contingencia.
Estos príncipes tienen su base en la voluntad o en la suerte de los hombres que los
exaltaron, por lo que no cuenta con la preparación suficiente, ni el espíritu
adecuado para mantenerse en esa posición. No lo hará porque, aparte de que tenga
mucho talento, no es coherente que alguien que haya tenido todo fácil reúna la
suficiente experiencia para liderar un estado. Sobre todo porque para movilizar
tropas se debe tener fidelidad entre las partes y eso es algo que se gana con hechos
y años.
Por otro lado, los Estados que nacen de pronto con príncipes improvisados no
pueden crecer y mucho menos consolidarse porque, como las leyes naturales
manda, no puede crecer algo que está plantado y no tienes raíces. Caerán con el
primer golpe que reciban porque no tienen la energía para soportarlo, al menos que
hayan tenido las mismas bases que los príncipes de verdad.
Al apoderarse de un Estado todo usurpador debe considerar todos los crímenes que
le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que renovarlos
día a día. Quien procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal
aconsejado, se ve siempre obligado a conserva el cuchillo en la mano, y mal puede
contar con súbditos a quienes sus ofensas continúas y todavía recientes llenan de
desconfianza. Porque las defensas deben inferirse de una sola vez, para que
durando menos; mientras que los beneficios deben procurarse poco a poco, con fin
de que se deben saborear mejor.
Los nobles cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la
autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe para poder, a su sombra, dar rienda
suelta a sus apetitos. El pueblo cuando no puede hacer fuerte a sus grandes, cede su
autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. El que llega al principado
con ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el sí o hombre que ha
legado con el apoyo del pueblo, porque los que o rodean se sientes sus iguales.
Un príncipe jamás podrá dominar al pueblo cuando tenga por enemigo. Lo peor que
un príncipe puede esperar de un pueblo que no o ame es el ser abandonado por él;
de los nobles, si los tiene por enemigos, es que se rebelen contra él. Es una
necesidad del príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con os mismos
nobles, puede crear nuevos o deshacerse de lo que tenía a su conveniencia.
El que llegue a ser príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse por
conservar su afecto, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido. El que se convierta
en príncipe por ayuda de los nobles perecerá si se empeña en conquistarlo, lo que
sólo será fácil si lo toma bajo su protección.
Un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene
remedio en la adversidad.
Un príncipe que obtiene una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no puede ser
atacado. Si fuese el atacado se vería obligado a retirarse sin gloria, son tan vitales
las cosas de este mundo que es imposible que alguien permanezca con sus ejércitos
un año situando ociosamente una ciudad.
Es la forma de tener Estado pero de no tener que defenderlo, pues los súbditos no
gobiernan ni se preocupan por hacerlo, le dan su lugar al príncipe en su soberanía.
Por eso se dice que son los únicos principados en ser seguros y felices.
Debe entenderse a las leyes no solo a las reglas con sentido legal sino también a las
condiciones para la vida cotidiana. Y a lo que se refiere en cuanto a “dónde hay un
buen ejército, hay buenas leyes” significa que si hay alguien que puede liderar un
buen ejército puede hacerlo igual de bien sobre la población.
Por otro lado, Maquiavelo se refiere a “Buenas armas”, que solo pueden
ser las propias tropas del Estado; Es decir, sus propios ciudadanos, y no los
forasteros. Manteniendo con su punto de vista que la independencia y la
autosuficiencia son la única seguridad, él afirma que la dependencia de las tropas
extranjeras es la perdición de un príncipe. Y tenía buenas razones para pensarlo,
habiendo observado el uso generalizado de mercenarios extranjeros en Italia y lo
que él sentía eran sus consecuencias desastrosas. Culpaba a los mercenarios por
carecer del espíritu de los soldados que defendían sus propias tierras y casas.
Las armas para defender el estado son los príncipes propios, mercenarios,
auxiliares, o una mezcla de los tres. Mercenarios y auxiliares son peligrosos y poco
fiables. Si un mercenario es talentoso, siempre tratará de aumentar su poder a
expensas del príncipe. Si es incompetente, arruinará al príncipe. Sólo los príncipes
y las repúblicas que pueden lanzar sus propios ejércitos pueden tener éxito, porque
los mercenarios no hacen otra cosa que perder. Los que están bien armados pueden
vivir libres.
Es por eso que todo príncipe consiente prefiere refugiarse en las tropas propias y
prefiere triunfan con las tropas auxiliares y evitar las mixtas. Conocer esto es una
virtud que la tienen muy pocos y es símbolo de una gran sabiduría.
Debería pensar aún más en la guerra en tiempos de paz que en tiempos de conflicto.
Debe leer la historia y “reflexionar sobre las acciones de los grandes hombres”.
Después de todo, Alejandro Magno imitó a Aquiles; César imitó a Alejandro; Y
Escorpio imitó a Ciro. Reafirmando uno de los temas principales del Príncipe,
Maquiavelo subraya la importancia de aprender del pasado para construir un futuro
mejor y más políticamente exitoso.
Todos los hombres, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más
elevadas, son juzgados por alguno de estas cualidades, tacaño, avaro.
Un príncipe posee las cualidades que son consideradas buenas pero como no es
posible consérvalas todas, es preciso ser tan cuerdo que pueda evitar la vergüenza
de aquellas que le significarán la pérdidas del Estado, si no puede, no debe
preocuparse y mucho menos incurrir en la infamia de vicios sin os cuales
difícilmente podrá salvar el Estado, porque a veces lo que parece virtud escasa de
ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por trae el bienestar y la seguridad.
Capítulo 16 DE LA LIBERALIDAD Y LA
PARSIMONIA
En este sentido, Maquiavelo sigue insistiendo en la necesidad del Príncipe de
transmitir a otros la idea de que él cuenta con virtud. De esta forma, Maquiavelo
señala la importancia de parecer –no necesariamente siéndolo- que practica la
generosidad, a fin de ir ganando adeptos, sin necesidad de poner en riesgo las arcas
públicas.
Estaría bien ser tenido por pródigo de manera que se sepa que uno es, perjudica; y
por otra parte, si se le practica como se le debe practicar no será conocida y se le
considerará como el vicio contrario. Un príncipe así acostumbrado a proceder
consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, si desea conservar
su reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y hacer todas
las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual comenzará a tornarlo
odioso.
Sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaños; los
demás siempre han fracasado. Un príncipe debe reparar poco, con tal de que ello le
permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no
mostrarse ladrón , en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es uno de los vicios
que le hacen posible reinar.
Capítulo 17 DE LA CRUELDAD Y LA
COMPASIÓN; Y DE SI ES MEJOR SER
AMADO QUE TEMIDO O LO CONTRARIO
De igual forma, Maquiavelo dispondrá de un capítulo para exponer el cómo deben
ser empleadas durante el ejercicio del poder tanto la crueldad como la compasión,
las cuales deben ser administradas de forma correcta por el Príncipe. Así mismo,
expone sus comentarios sobre la importancia de ser un líder amado, o por el
contrario si es mejor ser temido, llegando a la conclusión de que el Príncipe debe
en todo momento generar en sus súbditos, de forma simultánea, el amor y el temor,
como forma de proteger su posición.
Todos los príncipes desean ser tenidos por clementes y no por crueles, deben
cuidarse de emplear mal esta clemencia. Un príncipe no debe preocuparse por que
o acusen de cruel, y siempre cuando su crueldad tenga por objeto l mantener unidos
y fieles a los súbditos; con pocos castigos ejemplares será más clemente que
aquellos que , por excesiva clemencia dejan manipular sus órdenes.
Debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de si mismo y proceder con
moderación y humanidad. Surge una cuestión: si vale más ser amado que temido, o
temido que amado. Nada sería mejor que ser las dos a la vez, ya que es difícil
unirlas y siempre ha de faltar una.
Los hombres tienen más cuidado al ofender a uno que se haga amar que a uno que
se haga temer; el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos
rompen cada vez que pueden beneficiarse, el temor es el miedo al castigo que no se
pierde nunca.
El control del príncipe sobre su imagen pública recibe una atención
especial en este capítulo. Un príncipe debe siempre parecer sincero, misericordioso
y religioso, aunque a veces actúe en sentido opuesto.
Es decir, es útil parecer virtuoso, pero usted debe estar listo para actuar de manera
opuesta si la situación lo requiere. Un príncipe debe hacer el bien si puede, pero
esté listo para hacer el mal si es necesario. Sin embargo, un príncipe debe tener
cuidado de actuar siempre de una manera que parece virtuosa, porque muchos
pueden verlo, pero pocos saben lo que realmente son. Si un gobernante conquista y
mantiene su estado, todos lo alabarán, juzgando sus acciones por su resultado.
El príncipe tiene dos cosas que tener: al interior de su Estado, alguna rebelión de
sus súbditos y afuera del Estado, un ataque de una potencia vecina. Acabará con
cualquier ataque de afuera si tiene buenas armas y consigue tener aliados, y tendrá
aliados si tiene buenas armas, al mantener las cosas exteriores aseguradas las
interiores también lo estarán, aunque puedan surgir conspiraciones que se forman
muy ocultamente, si el pueblo está descontento esto motivará al accionar del
conspirador para hacer perecer al príncipe porque busca contentar al pueblo pero
las posibilidades de conspirar son mínimas si el conspirador actúa a pesar del sentir
del pueblo porque puede lograr su objetivo pero la benevolencia generada en el
pueblo por el príncipe terminara con las conspiraciones, el príncipe no tiene que
preocuparse por las conspiraciones cuando hay voluntad del pueblo. El príncipe
debe preocuparse por no descontentar a los grandes y contentar al pueblo, también
saber dejar a otros la disposición de las cosas odiosas, reservándose a si mismo las
de gracia.
El príncipe debe hacer de león y zorra, debe camuflar sus intenciones y atacar
ferozmente cuando se presente la oportunidad, de esta forma también se puede
mantener contento a todos, una vez contentos el príncipe no debe ofender a
ninguno de los que emplea, los emperadores romanos favorecían más a los
soldados puesto que con ellos ganaban territorio por ello buscaban que estén
contentos olvidándose de lo demás, lo que generaba desprecio y aborrecimiento,
en la actualidad (en el tiempo que se escribió el libro) es necesario contentar al
pueblo que a los soldados.
Los príncipes han intentado varias tácticas para mantener el poder:
desarmando a sus súbditos, dividiendo a sus súbditos en facciones, animando a sus
enemigos, ganando a los sospechosos, construyendo nuevas fortalezas y derribando
fortalezas.
Los nuevos príncipes nunca deben desarmar a sus súbditos, porque si un
príncipe arma a su pueblo, sus brazos se convierten en suyos. Si un príncipe los
desarma, el pueblo lo odiará, y se verá obligado a emplear mercenarios.
Debido a que los gobernantes se hacen grandes al superar las dificultades,
algunos creen que un príncipe debe alentar secretamente a sus enemigos, de modo
que cuando los supera, su reputación será mayor.
Algunos nuevos príncipes encuentran que aquellos que fueron sospechosos por
primera vez resultan más útiles que otros en gobernar el estado. Están ansiosos de
probarse ante el príncipe. Aquellos que ayudaron al príncipe a ganar el poder
pueden haberlo hecho por insatisfacción con el estado anterior, y el nuevo estado
también puede dejar de complacerlos.
Con respecto a los asuntos internos, los príncipes deben encontrar siempre maneras
dignas de mención de recompensar o de castigar cualquier acción extraordinaria.
Maquiavelo menciona específicamente los espectáculos públicos al final de este
capítulo, y hay una sugerencia de que el espectáculo, ya sea en forma de festivales
de entretenimiento, ejecuciones dramáticas o esquemas atrevidos, es uno de los
instrumentos más importantes del príncipe para controlar la opinión pública. De la
misma manera, recompensar los logros de los ciudadanos o castigar sus malas
acciones debe tener un elemento de espectáculo. Debe hacer hablar a la gente, y
cuando hablan, debe ser acerca de lo notable que es el príncipe.
Un príncipe debe demostrar que ama el talento y lo recompensa. Debe alentar a sus
ciudadanos a prosperar en sus ocupaciones. Debe mantener a la gente entretenida
con fiestas en los momentos apropiados. Y debe prestar atención a los diversos
grupos cívicos, asistiendo a algunas de sus actividades, pero sin parecer indignos
El príncipe sólo debe escuchar consejos cuando él lo solicite, debe quitar las ganas
a los aduladores de aconsejarlo cuando no lo ha solicitado, algunos piensan que la
prudencia del príncipe se debe a los consejeros, si esto fuera así aquel sujeto
conductor le quitaría el estado en breve tiempo, por lo tanto, se entiende que la
prudencia proviene del príncipe y conviene que los buenos consejos nazcan de la
prudencia del príncipe y no de los buenos consejos que recibe.
Varios príncipes italianos han perdido estados a través de sus propias faltas
militares. Por ejemplo han huido cuando debieron haber luchado, esperando que
sus súbditos los llamaran y eso les llevó al fracaso debido a su propia
incompetencia. Otra causa fue que to maron demasiada confianza en épocas
prósperas, sin pensar que podían entrar en batallas y que su estado iba a ser robado
y cuando fueron conquistados, esperaban que el pueblo se revelara y quisieran que
ellos vuelvan a gobernar; pero fue absurdo depender de otros para volver al poder.
La mejor defensa de un príncipe es su propio valor.
Capítulo 25 CUÁL ES EL PODER DE LA
FORTUNA EN LAS COSAS HUMANAS Y
CÓMO HAY QUE ENFRENTARSE A ELLA
Frecuentemente se piensa que el destino controla los asuntos humanos, pero el
destino solo controla la mitad de las acciones de uno, mientras que el libre albedrío
determina la otra mitad.
Como la fortuna varía, un hombre puede tener éxito y otro fracasar, aunque ambos
sigan el mismo camino. Los tiempos y las circunstancias cambian, así que un
príncipe debe ajustarse a ellos para seguir siendo acertado; sin embargo, los
hombres tienden para permanecer en el curso que les ha traído éxito en el pasado.
La fortuna se deja dominar por los más impetuosos y menos prudentes, por ello es
amiga de los jóvenes.
Era necesario que Israel se encuentra sometida a Egipto para que Moisés resalte,
era necesario que los persas se encuentren sometidos a los medos para que Ciro
muestre su grandeza, era necesario que los atenienses se dispersen para conocer la
superioridad de Teseo, es necesario que Italia se encuentra más esclava que los
hebreos, más sujeta que los persas, más dispersa que los atenienses, que esté
vencida, despojada, conquistada, asolada, que ha de pensar de encontrar un hombre
para la redención pero este sólo vio intereses en fortuna, se aguardó a una Italia sin
vida, destrozos y saqueos de Lombardia, a los pillajes y matanzas del reino de
Nápoles para aprender el valor de un alma italiana que enarbole y despliegue la
bandera y que inicie la redención debe ser de ilustre casa, vuestra familia, que su
valor y fortuna elevarán a los favores de Dios y de la Iglesia a la que ella dio su
príncipe.