Qdoc - Tips El Misterio de La Casa Verde

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EI novio de mi abuela tide mi casa. Yo voy todos los dias a la carpinterfa porque me gusta ayudarlo. H me dice que no me preocupe, que me ede tranquilo que solo se are; pero yo sé que me necesita porque tiene mucho trabajo. Ademiis, mi familia est le acuerdo y les parece bien que vaya todos los dias, més que nada a la tard. «inindo Toto se Levanta de dormir la sies- ‘a, Pero también me dejan ira la mafiana, 2 bien, si quiero, Bn época de clases es diferente porque estoy mas ocupado, pero en vacaciones tengo tiempo de sobra. Especialmente en enero, que es cuando los hermanos Ricutti (mis tres amigos que viven enfrente de mi casa) se van de vacaciones a Santa Teresita y no vuelven hasta febrero. Fue a mi abuela a qu mandarme a la carpinteria. “Toms, ‘por ué no le levés el almuerzo a Toto!”, me dijo un dia que mis hermanas me cotrfan or el patio con la escoba y el escobillén, Mi abuela, que vive en la casa de adelan. te, estaba cocinando cuando oyé mis gri- tes pidiendo socorro. Menos mal que salié de la cocina justo a tiempo. Mis hermanas tienen muy mal carécter y poca paciencia, Tampoco voy a decir que son espantosa. mente malas y que viven torturando a su hermano menor. No, no es pata tanto, Lo «ine pasa es que las pobres no tienen sen- tide del humor. Les falta imaginacién. Son wrias y aburridisimas. Ese dia se habfan cnojado conmigo porque se me ocurrié. mandar por mail a sus amigos unas fotos Staciosisimas que les saqué mientras dor- mnfan. LY qué culpa tengo yo si Sabrina duerme con la boca abierta y Milagros n se le ocurrié con una méscara verde para los bartitos? Y bueno, se enojaron. Menos mal que me salvé mi abuela, porque sino, pobre de mf: eran dos contra uno. Asi no vale, Exe dfa, entonces, fi a llevarle el almuerzo a Toto a la carpinteria. Y los demas dias, también, porque Toto es el novio de mi abuela, y ella dice que si no le manda la comida, él come cualquier Porqueria y le sube el colesterol, Me gusta el trabajo de carpintero. Listima que Toto no me deje usar la sie. ra, dice que todavia no, que tengo que set un poco més grande. Lo que me def hacer es lijar la madera y juntar el ase- vin en una bolsa. Pero lo que a mf me Susta mas es acompaiiarlo en la camione- twa hacer las entregas. Toto hace mesas, hancos, armatios, de todo, y cuando va + las casas de sus clientes a llevar lo que le encargan, yo lo acompafio. Es la parte vis divertida del trabajo. A mi me gusta ‘cnucer lugares y gente, y Toto va a todas paites (Querés acompafiarme a Parque Chas? Bl Tunes tengo que llevar unos umuarios —me dijo un viernes a la tarde, Hictitras yo juntaba el aserrin del piso. Asf fue como me enteré de Parque Chas, que no es un parque como cual- ‘iuiera podria pensar, sino un barrio de Nuenos Aires. ¥ ademas de ser un barrio © un Taberinto. Yo vivo en Lantis ¥ eonozco muchos barrios y ciudades, no silo porque me leva Toto en la camio- ‘neta, sino también porque a veces acom- brafio a mi papa, que es taxista; pero eso Si, estaba seguro, segurisimo que nunca habfa conocido un barrio que fuera un luberinto. El Unico laberinto que conocia mel del Minotauro; Io lei en un libro de mites y leyendas que me regalé mi papa para mi cumpleafios. El Minotauro era ‘itad hombre y mitad toro y lo habjan eticerrado en un laberinto para que no se escapara, Le gustaba comerse a la gente, por eso todos le tenfan miedo; pero un slia Tego Teseo, que era muy valien- te y Io mat6. Entonces toda la gente «lel lugar pudo vivir tranquila. Mi papa te cont6 que en Cérdoba hay un labe- ‘into de arbustos, que lo hicieron como entretenimiento para la gente que va de Vacaciones ¥ no para encerrat a alguien, Vendréa a ser un laberinto vegetal, mien. tray que el del Minotauro eta de piedra Todo eso lo tenia claro. Lo que no peda entender es que un barrio entero, donde vivia un montén de gente, fuera un labe- rinto. [Qué queria decir, que la gente vivla encerrada en el barrio? (Que no Podia salir? ZY cémo se hacfa pata entrar? Le pregunté a Toto y me dijo que todas las calles eran redondas y que uno podia estar dando vueltas toda la vida, sin encontrar la salida. Me dijo que la gente que vivia abi era la dnica que conoc bien el barrio, pero los de afuera tenfan que tener cuidado porque seguro que se perdian, Bsa tarde me fui a mi casa pensandoen el barrio-laberinto. Le conté a mi mand y me dijo que me dejaba ir si le prometfa ue no me iba a separar de Toto. Mi papa tne dijo lo mismo y ademas me conté que una vez levé a una sefiora en el taxi hasta Parque Chas y que después estuyo como tuna hora dando vueltas hasta que al final alguien le dijo c6mo salir, Me pasé todo el fin de semana pen- sando en el laberinto. El domingo a la noche estaba tan emocionado, que no podia dormir. Al final me dormé y soné con un laberinto de plantas gigantescas y un castillo donde habia dos brujas que tenfan la cara verde y lena de granos. No me acuerdo bien qué pasaba; creo que las brujas me persegufan con una escoba, Al final soné el despertador y me levanté de un salto, No era cosa de hacerlo esperar a Toto, con lo puntual que es. El laberinto Sains alas ocho y diez: consulté mi ‘eloj cuando arrancé la camioneta. Toto tis que en menos de una hora llegsbamos, eve tardamos una hora y media. Ya habia. ‘os hecho unas diez cuadras, ms 0 menos, ¥ estibamos por cruzar el paso bajo nivel, courris revisar la mochil ~1Qué busciis? —me pregunté Toto. No sé, siento como si me hubiera olvidado algo... LY se puede saber qué traés abi ‘cruindo se m itt Galletitas de chocolate, un cua- derno para tomar notas, una birome, dos alfajores, una gorra, una banana, la cdmara de fo... iMe olvidé la cémara de fotos! Ya me parecia que me faltaba algo. AY para qué querés llevar la cémara? —Para sacarle fotos al laberinto, si no, {qué les muestro a los Ricutti cuando vuelvan de Santa Teresita? No me van a creer que conoci un laberinto... Volvimos a casa y busqué mi cémara digital. Me la regalaron mi abuela y mi tia para Navidad; est buenisima, Con la emocién, me la habfa olvidado en la mesa del comedor. Menos mal que volvimos, porque saqué un montén de fotos. Los Ricutti son un poco desconfiados y capaz que después no me crefan que habta conocido un laberinto de verdad. Llegamos —dijo Toto—. Presta atencién porque ahora nos metemos en. cel barrio y en una de esas no salimos més. Seguro que me estaba cargando. Nos metimos por una callecita angosta, hici- mos unos metros, me di vuelta para ver la avenida por Ia que habfamos llegado, para orientarme bien, y no la vi. —iY la avenida? (Dénde esta. ‘no doblamos —Te dije que prestaras atencién. Empecé a sacar fotos, porque segu- te que si les contaba a los Ricutti que la iwenida ya no se vefa ms y no habfamos Iublado por ninguna calle, no me iban a cer, con lo desconfiades que son, Mabfa muchas casas viejas. Para mi, liv casas viejas son les mejores; me gustan. mu ho. No vi ningéin edificio alto, y me pvci6 bien, porque un laberinto combi- ths suejor con una casa antigua que con un ‘slits uy moderno. Vimos una plaza redon- vay fuci, lena de drboles. Las calles eran bates, csi todas doblaban, pero no tenfan texquitnas; y las que no doblaban, eran cor- tisine., Ademis no habia negocios, eran tials «rs. Se ve que en los laberintos no feimiten poncr negocios. Muchas casas Heitor: tec hus le tejas chatas y no redon- as Come fas que hay en [a mfa. Algo qque me llams ta atencién fue el HWio. Neve, pero me parece que en mi » eons ansis hochincheros. Toto me que por ef Laberinto no pasan colee- Ty tnejar era por eso. Muchos famposs vi; alums estacionados, ca si, pero circulando me parece que éramos los éinicos. Les saqué una foto a dos sefioras que charlaban en una esquina y otra a un hombre que caminaba leyendo el diatio, asi les mostraba a los Ricutti cémo es la gente que vive en un laberinto. Mis ami- fos son capaces de pensar que es gente diferente, y no, nada que ver; son como fa gente de cualquier lugar. Al menos, eso me pareci6. La casa verde _E, es la casa —dijo Toto, de Fepente, Yo estaba distrafdo, tratando de adi- Vinai «line desembocarfa la calle por la Que thamos y no me di cuenta de qué me hablibs. Toto estacioné la camioneta y fefialé Ii vereda de enfrente. # Te gusta? —me pregunts. {Lu coat estaba en una esquina, Era toda Ble. [ijcamos que eso fue lo que crei, ws In vi. Después me di cuenta de que fa lun asi. Lo que pasaba es que estaba cubierta casi por completo de enredade- ras. Era una casa de dos pisos, con un jar- din alrededor y un cerco de plantas que se asomaban por encima de una pared de pie- das. La puerta del jardin era de madera y estaba pintada de verde. Habia érholes en la vereda y en el jardin. LA esa casa vamos’ —pregunté. —Si. Tengo que colocar los armarios dela cocina, Ayudame a bajarlos, Yo bajé los cajones, que eran més livianos. Toto bajé todo lo demés, Una sefiora que parecfa enojada abrié la puer ta del jardin y nos hizo pasar. {Qué tal, cSmo le va? éSe trajo un ay dante? le dijo a Toto. A mf, ni me mind. Toto acomod6 todo en Ia cocina y empez6 a trabajar. La mujer le dijo que iba a estar en el lavadero y que cualquier cosa que necesitara, la amara, Salié y nos dejé solos. Yo tenia hambre. Menos mal gue habia levado la mochila con las provisio nes. Saqué el paquete de galletitas de cho- colate y me puse a mirar por la ventana —Qué linda casa —dije—. Me gusta- tia recorrerla. ‘Se podr —No. Acordate de lo que te dije. No estés ni en tu casa ni en Ia mfa. Ac4 no se wi puede andar de un lado para el otro. Si querés, andG al jardin, Mas que eso, no. —Y si quiero ir al bafio? Le pedis permiso a la sefiora, —iNecesits que te ayude en algo? —Por ahora no, quedate tranquilo. Toto siguié martillando y yo me fui al jardin a comer las galletitas. Lindo el jar- din. Me puse a recorrerlo y vi que daba vuelta alrededor de toda la casa, Estaba lleno de plantas con flores y tenia el pasto bastante alto. En casa, el encargado de cortar el pasto es mi papé y seguro que si veia ese iba a decir que necesitaba una podada. De repente, algo me llamo la atencién: debajo de un limonero habia seria! Toto no una pelota, (De qui ‘me dijo que hubiera chicos en la casa. El conocfa a la mujer antipatica, nada més. Y bueno, pensé, yo la agarro y pateo un rato; si aparece el duefo le digo que jue- gue conmigo y listo. Era una pelota nueva, parecia casi sin usar. Me puse a hacer jueguito; no que- ria patear muy alto, por las dudas, a ver si rompfa un vidrio y Toto tenfa que pagar- Jo, Estuve um rato asf, hasta que empecé a sentir algo raro. Me parecfa que alguien te estaba mirando. Qué sé yo. Fue una «nsacion extrafia. Me sentia observado, pero no sabfa por quién. Miré para un luo y para otro, pero no via nadie. Segui iteando. Al rato, volvi a sentir una tmirada, pero ahora era diferente: sa ‘quién me estaba mirando, —Por favor, dejé esa pelota —dijo la sefiora antipatica—. Damela que la voy a vuardar, Se la tuve que dar. No me iba a poner 1 discutir, Después de todo, ella estaba en su casa y yo no. Volvi a la cocina y 1yudé un poco con los armarios. Comi lo e me quedaba en la mochila, le saqué tina foto a Toto trabajando y pedi permi- 0 para ir al ano, —No tardes que ya nos vamos —dijo Voto y se quedé charlando de los arma- ties con a sefota. El bafio estaba al lado del lavadero y también tenfa una puerta que daba al jardin, Era un bafio chiquito, y junto con cl lavadero y la cocina, parecfan sepa- rados del resto de Ia casa. Cuando sali, tlgo cay6 a mis pies. Miré para arriba y vi una ventana abierta en el primer piso. levanté una piedra que tenfa un papel % sujeto con una gomita. (Quién la habria tirado? Saqué el papel, me guardé la gomita en el bolsillo y dejé Ia piedra en el suelo. El papel era una hoja rayada de cuademo. Tenia “Hola, Maradona. Escondé el papel y no digas nada. Que no lo vea la bruja. Escribime a: Minotauro@yumail.com.at” Igo escrito: Maradona y Minotauro Mesvcrau, Minotauro, De no creer. (Quién serfa? {Un prisionero de ln bruja? Lo primero que hice al llegar a «casa fue encerrarme con la computadora Aproveché que no estaban mis herma: ‘nas, porque desde que mandé las fotos squellas, me controlan todo lo que hago. Hola, Minotauro: Gracies porlo de Maraciona, Me lama Tomas y fui a tu case con Toto, el carpin- era, a colocar los armarios de la cocina,

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