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fern] NOVENA EDICION 5 5 m iS rot 2 4 ° fe om ont Se Fs ® Titulo original de la obra: LA REPRESENTATION DU MONDE CHEZ L'ENFANT © Presses Universitaires de France, Paris 1933 1973 (reimpresién) 1975 (reimpresién) Cuarta edicién: 1978 (reimpresién) Quinta edicién: 1981 (reimpresién) Sextaedicién: 1984 (reimpresion) Séptima edicién: 1993 (reimpresion) Octava edicién: 1997 (reimpresion) Novena edicién: 2001 (reimpresién) ‘No esté permitida la reproduccién total o parcial de este libro, ni su tratamiento informatio, 1 la transmisién de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrénico, mecénico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los ‘itulares del Copyright. jorata@infornet.es direccién en internet: http:/www.edmorata.es © EDICIONES MORATA, S. L. (2001) Mejia Lequerica, 12. 28004 - Madrid Derechos reservados. Novena edicién ISBN: 84-7112-132-8 Depésito Legal: M-44.579-2001 Cubierta: A. Coraz6n Printed in Spain - Impreso en Espafia Imprime: LAVEL. Humanes (Madrid) CONTENIDO Pags. INTRODUCCION.—Los problemas y los métodos ... 1. ... «2 11 1, El método de los tests, 1a observacién pura y el método cli- nico, 12.—2. Los cinco tipos de relaciGn observables en el exa- men clinico, 18.—3. Reglas y criterios que permiten el diagnés- tico_de los tipos precedentes de reaccion, 25.—4. Reglas desti- nadas a Ja interpretacién de los resultados, 29. PRIMERA SECCION EL REALISMO INFANTIL CAPITULO PRIMERO.—La nocién del pensamiento ... ... 2... 41 1, Primera etapa: se piensa con la boca, 4: La vision y Ja_mirada, 49.—3. La segunda y tercera etapas: se piensa con Ia cabeza, 50.—4. Las palabras y las cosas, 55. 1, El origen de los nombres, 63.—2. El lugar de los nombres, 70. 3_EI valor intrinseco de los nombres, 77.—4. Conclusiones, 82. 1, Primera etapa: ¢l suefio viene de fuera y permanece exte- Hor, 87.—2. Segunda etapa: el suefio viene de nosotros, pero no ¢3 exterior, 98.—3, La tercera etapa: el suefio es interior y de Origen interno, 107.—4. Conclusiones, 109. CAPITULO IV.—E! realismo y los origenes de la participacién ... 113 1, El realismo y Ja conciencia de si, 114.—2. Los sentimientos de participacion y las practicas magicas en el mifio, 120.—3. Los origenes de la participacién_y de la magia infantiles, 135. 4, Contraprueba: las actitudes magicas esponténeas en el adul- to, 144.—5. Conclusion: egocentrismo légico_y egocentrismo ontoldgico, 148, 8 Contenido SEGUNDA SECCION EL_ANIMISMO INFANTIL Pgs. CAPITULO V.— La conciencia prestada a las cosas... +. s+ + 153 1. La primera etapa: todo es consciente, 156.—2. Segun etapa: son conscientes todos los méviles, 159.—3. Tercera eta- ja: _son_conscientes 10s cuerpos dotados de movimiento pro- pio, 162.—4, La conciencia es reservada a Tos animales, 164. 5. Conclusiones, 166. CAPITULO VL—El concepto de “vida’ 1. La_ pris etapa: la vida asimilada a la actividad gene- ral, 172.2, La segunda etapa: la vida asimilada al movimien- to, 175.—3. Tercera y cuarta etapas: Ia vida est4 asimilada al movimiento propio_y Iuego reservada_a los animales y a las plantas, 177.—4. Conclusién: Ia nocién de “vida” en el_ni- fio, 179. CAPITULO VIL—Los origenes de! _animismo infantil. Necesidad luna_nos_siguen, 187.—3. Determinismo_fisico_y necesidad moral, 193.—4, Conclusiones. Fl alcance de los interrogatorios sobre el_animismo infantil y la naturaleza del “animismo di- fuso”, 198.—5. Conclusiones (continuacién). Los orfgenes del animismo infantil, 202, TERCERA SECCION CAPITULO VIII.—E! origen de los astro: 1, Un caso primitivo de la primera etapa, 222.2. La primera CAPITULO IX.—La meteorologia y el origen de las aguas... ... 243 1, La béveda del cielo, 245.—2. La causa y la naturaleza de Ia noche, 248.—3. El origen de las nubes, 254.—5. El trueno y los reldmpagos, 261.—5. La formacién de la lluvia, 264. 6. Explicacion de la nieve, el hielo y el frio, 271.—7. Los rios, {os Tagos y el mar, El origen primero de las aguas, 276. Contenido 9 Pigs. CAPITULO X.—ET origen de los drboles, de las_montafias y de 1. El origen de la madera y de las plantas, 284.—2. El origen del hierro, del vidrio, del tejido y del papel, 287.—3. El origen de los guijarros y de Ta tierra, 288.—4. El origen de las monta- fias, 295, CAPITULO XI—La significacién y los origenes del artificialismo infantil... oee sa 1, La significacién del artificialismo infantil, ciones del artificialismo con el problema’ del nacimiento de os _nifios, 306.—3. Las etapas_del_artificialismo esponténeo y sus_relaciones con _el_desenvolvimiento_del_animismo, 313.— 4, Los origenes del artificialismo, 319.—5. Los origenes de Ta identificaci6n_y Jas_causas de Ia decadencia_del_arfificialismo y del_animismo, 325, APENDICE.—Nota acerca de las relaciones de la creencia en la eficacia y de la magia, a ito de los Introduccién LOS PROBLEMAS Y LOS METODOS EI problema que nos proponemos estudiar es no los mas importantes, sino también uno de los mis di psicologia del nifio: qué representaciones del mundo se dan es- pontaéneamente en los nifios en el transcurso de las diferentes etapas de su desarrollo intelectual? Este problema se presenta bajo dos aspectos esenciales. De una parte, la cuestién de la mo- dalidad del pensamiento infantil: cuales son los planos de rea- lidad sobre la cual se mueve este pensamiento? O, dicho de otro modo: {cree el nifios, como nosotros, en un mundo real y distin- gue esta creencia de las diversas ficciones de su juego 0 de su imaginacién? {En qué medida distingue el nifio el mundo exte- rior de un mundo interno o subjetivo, y qué separaciones establece entre el yo y la realidad objetiva? Todas estas interrogaciones constituyen un primer problema: el de la realidad en el nifio. A éi se encuentra ligada una segunda cuestién fundamental: la de Ja explicacién en el nifio, {Qué empleo hace el nifio de las nociones de causa y de ley? ;Cudl es la estructura de la causalidad infantil? Se ha estudiado la explicacién en los primitivos, la ex- plicacién en las ciencias, los diversos tipos de explicaciones filo- s6ficas. {Nos ofrecer cl nifio un tipo original de explicacién? He ahi otras tantas preguntas que constituyen un segundo problema: el de la causalidad infantil. De la realidad y de la causalidad en el nifio vamos a tratar en este libro, asi como en una obra ulte- tior: La causalidad fisica en el nifio, Desde cl primer momento vemos que estos problemas son distintos de los que hemos estu- 12 La representacién del mundo en el nifio diado en dos voltimenes precedentes !, Mientras en éstos nos pro- pusimos cl andlisis de la forma y del funcionamiento del pensar infantil, abordamos ahora el andlisis de su contenido. Ambas cuestiones tienen muchos puntos de contacto, pero pueden ser distinguidas sin demasiada arbitrariedad. Ahora bien: la forma y el funcionamiento del pensar se ponen de manifiesto cada vez que el nifio establece relacién con sus semejantes o con el adulto: es una manera de comportamiento social que puede ob- servarse desde el exterior. El contenido, por el contrario, se des- cubre o no, segiin los nitios y segiin los objetos de representacién. Consiste éste en un sistema de creencias intimas y se necesita una técnica especial para Ilegar a descubrirlas. Es, sobre todo, un sistema de tendencias, de orientaciones de espfritu, de las cuales el mismo nifio no ha tenido conciencia y de las que nunca ha hablado. Por estas razones, es no s6lo ttil, sino indispensable, que nos pongamos de acuerdo, ante todo, acerca de los métodos que pen- samos emplear para el estudio de las creencias infantiles. Para juzgar de la Iégica de los nifios basta, con frecuencia, hablar con ellos. Basta también observar cémo hablan entre si. Para juzgar de sus creencias, es necesario un método especial, que conside- ramos que es, desde el primer momento, dificil y laborioso, y que necesita un golpe de vista que supone, por lo menos, uno 0 dos afios de entrenamiento. Los psiquiatras, acostumbrados a la clinica, comprenderén inmediatamente por qué. Para apreciar en su justo valor una determinada expresién de un nifio, es preciso tomar, en efecto, minuciosas precauciones. De estas pre- cauciones querrfamos decir unas palabras, porque, de ignorarlas, el lector correria el peligro de falsear completamente el sentido de las paginas que siguen, y existirfa, sobre todo, el riesgo de desnaturalizar las experiencias que hemos realizado, si se decide, ‘como esperamos, a repetirlas y comprobarlas por sf mismo. § 1, El método de los tests, la observacién pura y el método clinico. El primer método que se ha intentado utili- zar, para resolver el problema que nos ocupa, es el de los tests, que consiste en someter al nifio a pruebas organizadas, de tal modo, que satisfagan las dos condiciones siguientes: de una parte, la pregunta es idéntica para todos los sujetos y se propone sicm- 1 Estudios sobre la ldgica del nifio. Vol. 1: El lenguaje y el pensa- miento en el nifio (que designaremos con las iniciales L. P.); vol. I: El juicio y el razonamiento en el nifto (que designaremos por J. R.), ttaduc- cién espafiola de D. Barnés, “La Lectura”, Madrid, 1929. Los problemas y los métodos 13 pre en las mismas condiciones; de otra, las respuestas dadas por los sujetos son referidas a un baremo o a una escala, lo cual per- mite compararlas cualitativa 0 cuantitativamente. Las ventajas de este método son indiscutibles para el diagnéstico individual de los nifios. Y en psicologia general las estadisticas obtenidas pro- porcionan con frecuencia informaciones de utilidad. Pero, con respecto a los problemas que nos ocupan, pucden reprocharse a los tests dos notables inconvenientes. En primer término, no per- miten un andlisis suficiente de los resultados obtenidos. Operando siempre en condiciones idénticas, se obtienen resultados brutos, interesantes para la prictica, pero, con frecuencia, inutilizables para teorizar, por insuficiencia de contexto. Mas, esto, toda es nada, porque se concibe que a fuerza de ingeniosidad se llegue a variar los tests hasta descubrir todas las componentes de una actitud psicolégica dada, El defecto esencial del test, em las in- vestigaciones que nos ocupan, estriba en que falsea la orientacién espiritual del nifio a quien se interroga, 0, por lo menos, tiene el peligro de falsearla. Si nos proponemos, por ejemplo, averiguar cémo concibe el nifio el movimiento de los astros, y planteamos la pregunta: “,Qué es lo que hace avanzar al sol?”, el nifio nos responderé quiza: “Es el Buen Dios que lo impulsa”, 0 “el viento que lo empuja”, etc. Se obtendran resultados que no debemos desconocer, incluso si son debidos a la fabulacién, es decir, a Ia tendencia que tienen los nifios a inventar mitos cuando se en- cuentran perplejos por una pregunta dada. Pero, aunque some- tigramos a prueba a los nifios de todas las edades, no bubiéramos avanzado nada, porque puede ocurrir que el nifio no se haya plan- teado nunca la cuestién de la misma manera e incluso que no se la haya planteado de ningin modo. Puede ocurrir muy bien que conciba el sol como un ser vivo cuyo movimiento le es propio. Al preguntar: “;Quién hace avanzar al sol?”, se sugiere stbitamen- te la idea de una obra exterior, y se provoca el mito. Al pregun- tar: “gC6mo avanza el sol?”, se sugiere, quizd, al contrario, una inquietud por el “cémo”, que tampoco existia, y se provocan otros mitos: “el sol avanza soplando”, “con el calor”, “‘rueda”, etcétera, El tnico modo de evitar estas dificultades consiste en variar las preguntas, en hacer contra-sugestiones, en una palabra, en renunciar a todo cuestionario fijo. EI caso es el mismo en patologia mental. Un demente precoz puede tener una lucidez © una reminiscencia suficiente para decir quién es su padre, aunque se crea habitualmente salido de una rama més ilustre, Pero la verdadera incégnita estriba en saber c6mo se planteaba el problema en su espiritu, y si se planteaba. Los problemas y los métodos 15 Escojamos un ejemplo. Estudiaremos en este volumen el ani- mismo infantil. Veremos que, cuando se pregunta a los nifios si el sol, etc., est vivo, dotado de saber, de sentimiento, etc., los nifios de cierta edad responden afirmativamente. Pero, ges ésta una idea esponténea o es una respuesta sugerida directa o indirec- tamente por el interrogatorio? Se busca entonces en las colecciones de preguntas de nifios si existe algtin fendmeno andlogo y se ve que un nifio de seis afios y medio, Del (véase L. P., cap. I, § 8), ha preguntado esponténeamente, al ver rodar una bola en la direccién de la observadora: “jElla sabe que estdis ahi abajo?” Se ve también que Del ha formulado un gran nimero de pregun- tas para saber cudndo un objeto, como una hoja, esté muerto o vivo. Se ve, sobre todo, que, para responder a la afirmacién de que las hojas muertas estaban muy muertas, Del ha contestado: “;Pero ellas se mueven con el vientof” (Id., § 8). Hay, pues, nifios que, por la manera de formular sus preguntas, parecen asimilar la vida y el movimiento. Estos hechos demuestran que un interrogatorio sobre el animismo, practicado de cierta manera (preguntando, p. ¢j., al modo de Del, si un cuerpo en movimiento “sabe” que avanza), no es artificial, y que la asimilacién de la vida y del movimiento corresponde a algo espontdnco en cl nifio. Pero, si vemos la necesidad de la observacién directa, adver- timos también qué obstaculvs limitan forzosamente su uso. El mé- todo de la observacién pura no sélo es laborioso y parece no poder garantizar la calidad de los resultados mas que en detri- mento de su cantidad (es imposible, en efecto, observar en las mismas condiciones un gran numero de nifios), sino que, ade- més, parece contener ciertos inconvenientes sistemiticos, de los que vamos 2 exponer los dos principales, En primer término, el egocentrismo intelectual del nifio cons- tituye un serio obstéculo para quien desee conocerle por pura observacién, sin preguntar de ningin modo al nifio observado. En efecto, hemos intentado demostrar en otra parte (L. P., cap. I-11) que el nifio no busca esponténcamente, o no Hega a comunicar, todo su pensamiento. O bien esta en Ia sociedad de sus seme- jantes, y la conversacién va ligada a las acciones inmediatas y al juego, sin inclinarse sobre esta fraccién esencial del pensamiento destacada de la accién y se desenvuelve en contacto de los es- pectaculos de la actividad adulta o de la naturaleza. Desde este momento, las representaciones del mundo y la causalidad fisica parecerdn desprovistas para el nifio de todo interés. O bien el nifio estd en la sociedad de los adultos y entonces pregunta sin cesar, sin dar sus propias explicaciones. Las calla, primero, porque cree 16 La representacin del mundo en el niiio que todo el mundo las conoce, y después, a continuacién, por pudor, por miedo de equivocarse, por temor a las desilusiones. Las calla, sobre todo, porque, siendo suyas, sus explicaciones le parecen las més naturales y hasta las tnicas posibles. En suma, hasta lo que podria expresarse claramente con palabras perma- nece de ordinario implicito, simplemente porque el pensamiento del nifio no esta tan socializado como el nuestro. Pero, al lado de los pensamientos formulables, por lo menos gracias al len- guaje interior, zcudntos pensamientos informulables no perma- necen incognoscibles cuando nos limitamos a observar al nifio sin hablarle? Entendemos por pensamientos informulables las acti- tudes del espiritu, los esquemas sincréticos, visuales o motores, todos estos preenlaces que se siente existir en cuanto se habla con un nifio. Hay que conocer, ante todo, estos preenlaces, y, para hacerlos aflorar, es necesario emplear métodos especiales. EL segundo inconveniente sistematico de la observacién pura se refiere a la dificultad de discernir en el nifio el juego de la creencia. He aquf a un nifio que se cree solo y que dice a un rodillo compresor: “jHas aplastado bien las piedras grandes?” jJuega o personifica realmente la maquina? Es imposible decirlo en tal acontecimiento, porque es un caso particular. La obser- vacién pura es impotente para separar y distinguir la creencia de la fabulacién. Los tinicos criterios, como veremos posteriormen- te, estén fundados sobre la multiplicidad de los resultados y la comparacién de las reacciones individuales, Importa, pues, a toda costa, rebasar el método de la obser- vacién pura y, sin recaer en los inconvenientes del test, alcanzar las principales ventajas de Ia experimentacién, Emplearemos a este efecto un tercer método que pretende reunir los recursos del test y de la observacién directa, evitando sus respectivos incon- venientes: es éste el método del examen clinico, que los psiquia- tras emplean como medio de diagndstico. Es posible observar, por ejemplo, ciertas formas paranoides durante meses enteros sin ver aflorar la idea de grandeza que se presente, no obstante, a cada reaccién extrafia. Por otra parte, no se dispone de tests diferenciales para los diversos sindromes mérbidos. Pero el cli- nico puede, a la vez: 1) conversar con el enfermo siguiéndole en sus mismas respuestas de manera que no pierda nada de lo que pueda surgir en relacién con las ideas delirantes, y 2), conducirlo suavemente hacia las zonas criticas (su nacimiento, su raza, su fortuna, sus titulos militares, politicos, sus talentos, su vida mis- tica, etc.), sin saber naturalmente dénde afloraré la idea delirante, pero manteniendo de modo constante Ja conversacién en un te- 18 La representacién del mundo en el niko sefiado el método clinico para comprender su verdadera dificultad. O bien los alumnos principiantes sugieren al nifio todo lo que de- sean encontrar, 0 no sugieren nada, pero es porque no buscan nada, y entonces tampoco encuentran nada. En resumen, las cosas no son sencillas, y conviene someter a critica rigurosa los materiales asf recogidos. El psicélogo, en efecto, debe suplir las incertidumbres del método de interrogacién, aguzando su finura de interpretacién. Ahora bien, también aqui dos peligros opuestos amenazan al principiante: atribuir, a todo lo que ha dicho el nifio, ya el valor mdximo, ya el valor minimo. Los grandes enemigos dei método clinico son Jos que toman como moneda de ley todo lo que contestan los nifios, y los que no con- ceden crédito a un cierto resultado procedente de un interroga- torio. Los primeros son los mas peligrosos, pero ambos proceden del mismo error: creer que lo que dice un nifio, durante el cuarto de hora, la media hora o los tres cuartos de hora que se conversa con él, debe situarse en un mismo plano de conciencia: el plano de la creencia reflexiva, 0 el plano de la fabulacién, etc. La esen- cia del método clinico consiste, por el contrario, en discernir el buen grano de la cizafa y en situar cada respuesta en su contexto mental. Ahora bien: hay contextos de reflexidn, de creencia in- mediata, de juego o de psitacismo, contextos de esfuerzo y de interés 0 de fatiga, y, sobre todo, hay sujetos examinados que inspiran desde el primer momento confianza, a quienes se ve reflexionar y buscar, ¢ individuos de quienes se tiene la sensacion que se burlan de nosotros o de que no nos escuchan. No nos es posible precisar aqui las reglas de este diagnéstico de las reacciones individuales. Es problema de practica. Pero lo que nos falta intentar para hacer inteligible la manera con que hemos escogido las observaciones que se siguen, entre todas aquellas de que disponemos (para este volumen hemos tomado personalmente mds de seiscientas observaciones, y, en muchos puntos, nuestros colaboradores han examinado por su parte un gran nmero de sujetos), es la clasificacién, en algunas grandes categorias, de los tipos de respuesta que se pueden obtener. Sien- do éstos de valor muy desigual, importa tener en el espiritu un esquema claro de esta clasificacin, para poder matizar las inter- pretaciones, § 2. Los cinco tipos de reaccién observables en el examen clinico. Cuando la pregunta planteada disgusta al nifio, 0, de una manera general, no provoca ningiin trabajo de adaptacién, el nifio contesta no importa qué y no importa cémo, Los problemas y los métodos 19 sin tratar de distraerse o de construir un mito. Nosotros desig- naremos esta reaccién con el término cémodo, aunque barbaro, debido a Binet y Simon: el no importaquismo. Cuando ¢l nifio, ‘sin reflexionar, responde a la pregunta inventando una historia en la que no cree, o en la que cree por simple impulso verbal, deci- mos que hay fabulacién, Cuando el nifio se esfuerza por contestar a Ja pregunta, pero ésta es sugestiva, o el nifio trata simplemente de responder al examinador, sin recurrir a su propia reflexién, decimos que hay creencia sugerida. Hacemos entrar en este caso la perseveracién, cuando es debida al hecho de ser formuladas las preguntas en series sugestivas. En los demés casos, la pe veracién es una forma del no importaquismo. Cuando el nifio contesta con reflexién extrayendo la respuesta de su propio fon- do, sin sugestin, siendo la pregunta nueva para él, decimos que hay creencia disparatada *. La creencia disparada esta influencia~ da necesariamente por el interrogatorio, ya que la forma misma como es planteada y presentada al nifio Ja pregunta le fuerza a razonar en una cierta direccién, y a sistematizar su saber de una manera determinada, pero es, no obstante, un producto original del pensamiento del nifio, ya que ni el razonamiento realizado por éste para contestar a la pregunta, ni el conjunto de los conoci- mientos anteriores que utiliza durante su reflexion son influencia- dos directamente por el experimentador. La creencia disparada no es, pues, ni propiamente esponténea ni propiamente sugerida: es el producto de un razonamiento verificado ante una peticién, pero por medio de materiales (conocimientos del nifio, imagenes mentales, esquemas motores, preenlaces sincréticos, etc.) y de instrumentos Jégicos (estructura del razonamiento, orientaciones de espiritu, habitos intelectuales, etc.) originales Finalmente, cuando el nifio no tiene necesidad de razonar para contestar a la pregunta, sino que puede dar con presteza una respuesta formu- lada o formulable, hay creencia espontdnea. Existe, pues, creencia espontinea cuando la pregunta no es nueva para el nifio y en el caso de que Ja respuesta sea fruto de una reflexién anterior y original, Excluimos, naturalmente, de este tipo de reaccién, como por otra parte de cada uno de los precedentes, las respuestas influenciadas por las ensefianzas recibidas con anterioridad al in- terrogatorio. Hay en ello un problema distinto y muy complejo, * No encuentro mejor traduccién a las palabras croyance déclenchée que la de creencia disparada, La respuesta que el nifo da brota de él como la flecha sale disparada del arco; es decir, que todos los elementos productores de la respuesta estaban en el nifio (de son propre fonds, sans suggestion) y la pregunta nueva no ha hecho més que disparar la flecha de Ia respuesta, (Nota del traductor.) 20 La representacién del mundo en el nifo que consiste en discernir, en las respuestas recibidas, lo que pro- viene del nifio y lo que le ha sido inspirado por el medio que lo rodea. Volyeremos en seguida acerca de esta cuestién, Limité- monos por ahora a distinguir mds claramente unos de otros los cinco tipos de reaccién que acabamos de describir, empezando por los tiltimos. Que se pueda descubrir por el examen clinico la existencia de creencias espontdneas en el nifio, y que se Tegue a lograr que las desenvuelva por si mismo, es algo indiscutible. Esta clase de creencias ¢s rara, porque son mis dificiles de alcanzar, pero existen. Mas adelante veremos, por ejemplo, que los nifios de ocho afios (término medio) saben dar explicacién verbal correcta y el dibujo completo del mecanismo de la bicicleta. Es evidente que este resultado, y un tal sincronismo en las respuestas individua- les, denotan una observacién y una reflexién anteriores al inte- rrogatorio, aun no habiendo anotado ninguna pregunta infantil relativa al detalle de la bicicleta. Veremos también que basta pre- guntar a los nifios de seis-ocho afios “ZQué hace el sol cuando th te paseas?”, para que estos nifios cuenten sin més dilacién que el sol y la luna les siguen, marchan y se detienen con ellos. La constancia de las respuestas y la espontaneidad del relato com- parado con el cardcter vago de la pregunta denotan seguramente una creencia esponténea, es decir, anterior a la pregunta misma. Por otra parte, no se trata tanto de la existencia de creencias espontineas, que el lector se vera obligado a discutir, sino, ante todo, del limite que deba establecerse entre las crecncias esponté- neas y las creencias disparadas. En efecto, a cada momento se tiene la impresién de que planteamos a los nifios preguntas en que nunca habian pensado, y, sin embargo, lo imprevisto y la originalidad de las respuestas parecen indicar una reflexién an- terior. zDénde est4 el limite? Preguntamos, por ejemplo, a los nifios: “7De dénde viene la noche?” Planteada en esta forma, la pregunta no sugiere nada. EI nifio vacila, clude la pregunta y, finalmente, contesta que grandes nubes negras vienen a formar Ja noche, Es ésta una creencia espontanea? ,O bien es que, no habiéndose el nifio planteado nunca esta interrogaci6n, para res- ponder a ella recurre a la hipdtesis mas simple, 1a més econémica para su imaginacién? Ambas interpretaciones se dejan discutir. Més atin, las dos son verosimilmente exactas. En efecto, hay nifios que, cuando se les pregunta por qué avanzan las nubes, respon- den: “Para hacer Ja noche.” En este caso, la explicacién de la noche por las nubes es claramente esponténea. En otros casos, se tiene la impresién de que el nifio inventa en el momento la 22 La representacién del mundo en el nifio de una parte, el nifio ha encontrado con preferencia a otras mu- chas, y que, por otra, no elimina ni siquiera bajo la presién de nuestras contrasugestiones. Hay, pues, ciertas probabilidades para que la contestaci6n artificialista del nifio, incluso si es disparada, esté ligada a un artificialismo latente, a una orientaci6n de espi- ritu artificialista. Queda, naturalmente, por hacer la prueba, pero Ia misma posicién del problema no acarrea dificultad. De otra parte, el nifio no elimina su hipétesis mientras dura el interroga- torio, a pesar de nuestras tentativas. En esto hay una segunda indicacién, la de que existen pocas tendencias antagonistas a esta actitud artificialista, Serfa f4cil, sin esto, desviar al nifio, hacerle inventar otra cosa, etc. En resumen, en vista de todo ello, es licito proponers> el estudio de las creencias disparadas. El método consiste en pre- guntar al nifio acerca de todo lo que le rodea. La hipétesis con- siste en admitir que el modo como el nifio inventa Ia solucién revela algo de sus actitudes de espiritu espontneas. Para que este método dé algin resultado, es necesario, naturalmente, regularlo por medio de un control severo, en lo que se refiere al modo de proponer las preguntas al nifio y en Io que concierne a la inter- pretacin de las respuestas. Estas reglas son Io que intentaremos poner de relieve inmediatamente. Pero si la frontera que separa las creencias disparadas de las espontaneas es de una importancia relativa, es, por el contrario, necesario distinguir claramente las creencias disparadas de las creencias sugeridas. Ahora bien: no hay que creer que la suges- tién sea facil de prevenir. Se necesita un largo aprendizaje antes de aprender a reconocer y a evitar las numerosas formas posibles de sugestién, Dos variedades son particularmente temibles: Ia sugestion por la palabra y la sugestién por perseveracién. La primera es muy facil de caracterizar en términos generales, pero muy dificil de discernir en el detalle. El tinico medio de evitarla estriba en aprender a conocer el lenguaje infantil y en formular las preguntas en este mismo lenguaje. Es, pues, preciso, al principio de cada nueva informacién, hacer hablar a los nifios con el exclusivo fin de constituir un vocabulario que evite toda sugestién. Por ejemplo, las palabras “avanzar”, “marchar”, “mo- verse”, no son para el nifio sinénimas. El sol avanza, pero no se mueve, etc. Si se emplea imprudentemente tal palabra, inespe- ada para el nifio, se corre el riesgo de provocar, por pura su- gestién, reacciones animistas 0 antropomérficas que se toman Tuego por espontineas. ‘La sugestién por perseverancia es todavia més dificil de evi- Los problemas y los métodos 23 tar. porque el solo hecho de proseguir Ia conversacién, después de la primera respuesta del nifio, lo lleva a perseverar en el ca- mino que ha adoptado. Ademés, todo cuestionario ordenado en serie provoca la perseverancia. Pedir al nifio, por ejemplo, si un pez, un ave, el sol, la luna, las nubes, el viento, etc., etc., son seres vivos, es impulsarle a decir que si a todo, por un sencillo dejarse llevar. En tal caso, las respuestas son naturalmente “su- geridas” y de ningin modo “disparadas”, en el sentido en que hemos tomado este término, Ahora bien: Ia creencia sugerida carece de interés para el psicélogo. Mientras la disparada descubre habitos de espiritu an- teriores al interrogatorio, aunque sistematizados bajo su influen- cia, la sugerida no revela otra cosa que la sugestibilidad del nifio, la cual no tiene nada que ver con la representacién del mundo. Quisiéramos poder desterrar la fabulacidn con la misma seve- ridad. Pero Ja cuesti6n de la fabulacién es una de las mas delica- das que presenta el estudio clinico del nifio. Cuando se interroga a los nifios, principalmente antes de los siete-ocho afios, ocurre frecuentemente que, aun guardando un aire de candor y de se- tiedad, se divierten con el problema planteado ¢ inventan una solucién simplemente porque les agrada. La solucién, en este caso, no es sugerida, puesto que es enteramente libre y hasta imprevisible, y, sin embargo, no puede clasificarse en las creen- cias disparadas, por la sencilla raz6n de que no es una creencia. EI nifio se limita a jugar, y si lega a creer lo que dice, es por dejarse evar, y al modo como cree en sus juegos, por simple deseo de creer. Ahora bien: la significacién exacta de esta fabu- lacién es muy delicada de precisar. Tres soluciones son posibles. La primera consiste en asimilar la fabulacién a lo que, en el adulto normal, se puede lamar la “fumisteria”. El nifio fabularia segtin esta interpretacién para burlarse del psicélogo, y, princi- pa!mente, para evitar el reflexionar mds adelante en una cuestién que le aburre y le fatiga. Esta interpretacion es ciertamente la buena en la mayoria de los casos —por otra parte, bastante ra- ros—, que se observan después de los ocho afios. Pero antes de los siete-ocho no lo explica todo. por lo que hay que recurrir a las otras dos soluciones. La segunda solucién consistirfa en asimilar la fabulacién a la mitomanja de los histéricos. El nifio fabularia entonces, no tanto por burlarse de alguien, sino porque serfa éste uno de sus pro- cedimientos de pensar, y el més cémodo en Ia circunstancia de los problemas molestos. En esta segunda solucién, el nifio seria, Los problemas y los métodos 25 a un débil o a un nifio demasiado joven “cudntos hacen 3 y 3”, Ja contestaci6n nos la da completamente al azar: 4 6 10 6 100. EI nifio, en efecto, sabe callarse raramente, y prefiere inventar una respuesta que permanecer callado. En este caso no hay fa- bulacién, porque no hay ninguna sistematizacién en el invento ni interés alguno puesto en juego. El nifio fabula cuando se di- vierte: el “no importaquismo” nace del aburrimiento. De este inventario de las diferentes clases de respuestas posi- bles, retengamos, pues, esto. Las creencias esponténeas, es decir, anteriores al interrogatorio, son las mds interesantes. Las dispa- radas instruyen en la medida en que permiten descubrir la orien- tacién del espiritu del nifio. La fabulacién puede dar algunas in- dicaciones, sobre todo negativas, a condicién de ser interpretadas con Ia prudencia necesaria. Por fin, las sugeridas y el no impor- taquismo deben eliminarse severamente; las primeras porque s6lo revelan lo que el experimentador ha querido hacer decir al nifio, y lo segundo porque s6lo testimonia la incomprensién del sujeto examinado. § 3. Reglas y criterios que permiten el diagnéstico de los tipos precedentes de reaccién. Sabemos ya lo que queremos investigar. Intentemos ahora darnos algunas reglas des- tinadas a seleccionar las respuesta interesantes. O, dicho de otro modo: intentemos entendernos acerca de los medios practicos de distinguir los cinco tipos de reaccién caracterizados in abstracto en el pardgrafo precedente. En primer lugar, gcOmo reconocer la creencia sugerida y el no importaquismo? La creencia sugerida es esencialmente mo- menténea. Basta una contrasugest no inmediata, pero sf diferida, para quebrantarla. Es suficiente, a veces, dejar de hablar algunos instantes y reinterrogar al nifio indirectamente sobre las mismas cuestiones: la creencia sugerida constituye un pardsito en el pensamiento del sujeto, quien tiende, por si mismo, a desem- barazarse de ese cuerpo extrafio. Pero este primer criterio no basta. Hay nifios especialmente sugestionables que cambian de opinién con facilidad, sin que podamos servirnos de estas oscilaciones como criterio unfvoco. El método que debe seguirse entonces es proseguir el interroga- torio en profundidad. Lo propio de las sugeridas consiste en carecer de ligaduras con el resto de las creencias del sujeto, y, por otra parte, de analogias con las creencias de los nifios de Ja misma edad y del mismo medio. De ello se deducen dos reglas suplementarias. En primer término, ahondar alrededor de la res- 26 La representacidn del mundo en el nifio puesta de que se sospecha, para ver si tienen o no raices sélidas. Después, multiplicar los interrogatorios variando el enunciado de las preguntas. De este modo, la sugestién es susceptible de ser evitada a fuerza de paciencia y de anilisis. Estos tres criterios valen a fortiori para eliminar el no im- portaquismo, siendo este tipo de respuesta mucho mis inestable que la misma creencia sugerida. En cuanto a distinguir el no importaquismo de 1a fabulacién, es facil independientemente del contexto: la fabulacién es mucho mis rica y sistematizada, mien- tras que el no importaquismo constituye un punto muerto des- provisto de ramificaciones. Después de reconocer de este modo las contestaciones suge- ridas y el no importaquismo, tratemos ahora de definir los criterios de la fabulacién. De las tres reglas precentes, dos son imprac- ticables para distinguir la fabulacién. De una parte, la contrasu- gestion no climina la respuesta fabulada, porque el fabulador lucha con el contradictor, y fabula tanto mas cuanto més apre- miantes le son presentadas las objeciones. De otra parte, es dificultoso el andlisis de las raices de la respuesta dada, precisamente porque la respuesta fabulada se ramifica y prolifera hasta dar el cambio y aparecer encajada en un conjunto de creencias sistemAticas. Contrariamente a la sugestién, la fabula- cién se deja reconocer con gran dificultad en un individuo aislado. El tinico medio de descubrirla es multiplicar los inte- rrogatorios. Si se dispone de un gran numero de sujetos, la fabulacién se distingue entonces de las creencias disparadas v de Jas espontaneas por medio de los tres criterios siguientes. Interrogando un gran ntmero de nifios de una misma edad, se comprueba, o que la respuesta imputada es muy general o que es privativa de uno o de dos nifios dados. En el primer caso. hay muchas probabilidades de que no haya fabulacién. En efecto. siendo la fabulacién una invencién libre e individual, ofrece un inimo de condiciones para que todos los nifios inventen de igual manera cuando responden a la misma pregunta. Pero este primer criterio no basta, porque es concebible que una pregunta determinada sca totalmente incomprendida en una edad dada y solo puede dar lugar a Ia fabulacién. Ademés, puede ocurrir que ésta se oriente en tal caso en la direccién mas simple, y de ahi su uniformidad. Esta interpretacién es particularmente plausible en lo que concierne al artificialismo infantil. Se pregunta, por ejemplo, a los nifios de cuatro-seis afios, cémo ha empezado Ia luna. Supongamos incomprendida para los pequefios esta pre- gunta: inventardn entonces un mito, y como el més sencillo es

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