Intervenciones y Textos 2 (Jacques Lacan)

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 74
JACQUES LACAN Sn ; - e LCHUCHUCHE Textes 2 JACQUES LACAN INTERVENCIONES Y TEXTOS 2 EDICIONES ‘Traduccion Julieta Suere, Juan Lisle Delmont: £1 niimera trece y la forma légica de 1a sompectia; Presentacion de la. traduccion francesa de las emorias ‘del Presidente Schreber; Breve discurso en la ORTF: Bos notas sobre el nifio; Prefacio a la edici6m inglesa del Seminario XI; Haiienaje 8 Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein: £1 despertar de la pricatvera, Julieta Suere, Juan Lasks Delmont, Diana S. Rabinavich: La tercera. Diana 8. Rabinovich: Del psicoanalists cn sus celaciones con Ja realidad. Conferencia en Ginebra sobre el sintoma Revision teeniea: Diana S, Rabinovich Impreso en la Argentina. Queda hecho el depésito que area fa ley 11.723. ‘© Navarin Editeur, Paris, Francia © 1088, de ia edlicion en eustellano, Ediciones Manantial SRL ‘Anda. de Mayo 1365, 6° piso, (1085) Buenos Aires, Argentina Telefax: 54 11 4383-7350 /6059 email: inloemanantisl.com.ar ‘www.emanantial.com. Publicado con el acuerdo de Jacques-Alain Miller, Uuular de los derechos morales de la obra de Uacques Lacan, seg la ley francesa del 11 de marzo de 1957 ISBN; 950-9515-21-3 Reimpresiones 1901, 1993, 1906 y 2001 Derechos reservados Prohibida sus reproduceiin total © parcial Impreso en enero de 2006 en Talleres Graficos Leograf SRL, Rucci 408, Valentin Alsina, Argentina, INDICE niimero trece y la forma logiea de la sospecha PresentaciGn de la traduccién francesa de las Memortas del Presidente Schreber Breve discurse en la O.R-TF. Del psicoandlisis en sus relaciones con la realidad Dos notas sobre el nino Prefacio a la edicién inglesa del Seminario XI Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein La tercera El despertar de la primavera Conferencia en Ginebra sobre el sintoma 27 35 43 5S 59 63 73 109, 115 ‘Titulo original y fuente ome rin ifr gig de x urpcon, Omar? Navarin Elites, fF 96, Porta, BS. Pression des Benbtes dy preident Sciwcbe Ureduction Frangeiae, Orieer ot 38. Novara Bilear, Pari, 968. Pett Gincoure arictPs Oncor #9, Navara Eater Pura YES. la pay chanalyse dans ses rapports avec la réalité, Sedicet, n* 1, Seull, Parts, 1968. Burrows sur enfant, Orncorh at 37, Navara balteur Pre, ee, Fretce SINEIAs Silane du Senne, Qriar nt 1/1, Rear Br Para IOP Homnge fit Mngertc Duras du enisacment debate, Orntart "94 Novartn Bleu, Pat, BBS ta ten Lewes deta Bec Sreudienne, a" 16. Paris, Véveil du printemps, Ornicar?, n° 39, Navarin Eells, Par IDS, Conférence & Gentes leejplaren Le lon: Notes de ta paxerniion Braeden EL NUMERO TRECE Y LA FORMA LOGICA DE LA SOSPECHA, nas inaccesiblé a nuestros ojos, hechos Para las signos det cambiste,.. Wiscurso sobre la causalidad psiquica,) Una vez mas partiremos de uno de esos problemas de aritmética en que los modernos apenas wen mds que re- creacién, aunque los obsesione la nocién de las virtuali- dades creadoras que en ellos descubria cl pensamiento tradicional. Este se debe al-sefior le Lionnais, muy iniclado énes- tos areanos, segimn nos han dicho, y quien con él ha per- turbado las veladas de algunos parisinos. Al menos asi nos fue propuesto por Raymond Quencau, gran experta en estos juegos, a los que no considera el objeto menos aptopiado para poner a prueba su agilidad-dialéctica, y No menos erudito en esas publicaciones resérvadas que los cultivan. A él nos hemos de atener, por ende, cuando dice que se trata de un aporte original. Examinémoslo. El problema de las doce monedas De doce monedas en apariencia iguales, una, que lla- maremos la mala, se distingue por una diferencia de pe- 8 Jacques Lacan so imperceptible sin aparato de medicidn, diferencia acerca de la cual no se dice si es en més 0 er menos. _ Nos piden que encontremos dicha moneda con tan sO- lo tres pesadas. para lo cual el dnicoinstrumento de que disponemos es una balanza con dos platillos. sin ningun patron de peso ni tara ano ser las propias monedas. La balanza que aqui nos dan como aparate hara pa- ra nosotros de soporte de una forma logica, que llama- mos forma de la sospecha ambigua. y la pesada nos indl- cara su funcién en el pensamiento', Solucién del problema Este problema requiere una invencién operatoria delo ‘ms sencilla y perfectamente al aleance de la mente hu- mana. Dudamos., sin embargo, que estéal alcance deesa mecanica cuya maravilla expresa sobradamente su nombre de “maquina de pensar”. Y es. que habria mucho que decir sobre el tipo de dificultades que openen a la 1. El estudio aqui desarroliads encuentra su lugar en los analisis formales Iniciales de una logica colectiva, a la cual se referia ya el fragmento publicado en el nimero anterior de Cahiers d'Art con el t= tulo: El tiempo logico y el aserto de certeza anticipada, Ta forma aqui desarrollada, a pesar de que entrafa la sucesion, no es del orden del tempo Iogicoy se sitita como anterior en nuestro de- * sarrollo. ‘Forma parte de nuestros enfoques ejemplares para la concepcion de las formas logicas en las cuales deben definirse las relaciones del individuo con la coleccién, antes de constituirse la clase; en olras pa- Iabras,antes de que el individua esté especificada, sia concepcion sedesarrolla.en una logica del sujeto, que se per- eibe a las claras en nucsirootro estucia, piesto-que, en su Onal, Ie. amosa un inlento de formubaeién del silogisma subjetivo, pore! cual elsujeto de Ia existencia se asimila a la esencla, radicalmente culur Tal para nosotros, a la cual s¢ apli¢a el termine de humanidad El niumere trece 9 mente, por un lado, las formas desarrolladas deljuego de los nameras y, por otro, las formas mas simples. de las cuales cabe preguntarse si contlenen implicitamente a las otras. . Para quien quicra ponerse a resolver nuestro proble- ma, precisemos que las condiciones deben tomarse con todo rigor, o sea, que cada resultado comprobado al po- ner en los platillos dos monedas o dos grupos de mone- das (siempre iguales en mimero, por supuesto), cuenta como una pesada, ya se equilibren o no los platillos. Sefialamos esto a fin de que cuando el que indaga lle- gue al momento, aparentemente inevitable, en que la di- ficultad le parecera no tener salida. no vaya a tergiversar el asunto suponiendo, por ejemplo, que un doble inten- toreferidoal mismo tiempo operatorio puede considerar- se como una sola pesada; sino que mas blen, animado por la certeza de que existe la solucién, persevere en el fondo del impasse hasta descubrir su fala. Que se una a nosotros, entonees. para considerar su éstructura. En- trelante, guiemos al lector mas dé El reducido nimero de pruebas permitidas exige que se preceda por grupos. Dade que la presencia cierta de la moneda mala entre las doce es un dato, ello podria di- suadirnos de repartirlas mitad y mitad en los dos plati- llos: en efecto. este dato, en la misma’ medida en que asegura que uno de los grupos sera mas pesado que el otro, disminuye el interés de la prueba. No obstante, es- te razonamiento se revelara meramente aproximativo, La verdadera justificaci6n del procedimicnto que acierta estriba en que la pesada en una balanza de dos platillos tiene tres resultados posibles: que se equilibren oO que pese mas uno 0 el otra. Bs cierta que en el caso del desequilibrio nada nos permite reconocer de qué lado es- td cl objeto responsable de ello. Pero tendremos base pa- 10 Jacques Lacan ra operar segtin una distribucién tripartita, forma que encontramos en més de una incidencia en Ia logica de la coleccién, La primera pesada y el problema de los cuatro Pongamos en. cada platillo dos grupos de cuatro, to- mados de nuestras doce monedas. Si se da cl caso de que se equilibren, sélo nos queda encontrar la moneda mala entre las cuatro restantes. Problema cuya solucién parecera facil en dos pesadas, aunqueé se la ha de formular sin precipitacién. Precisemos que en la segunda pesada pondremos en cada platillo una y solo una moneda de las cuatro res- tantes. Se equilibran los platillos? Entonces las dos mo- nedas con de las buenasy. una de ellas, opuesta en una tercera pesada a cualquiera de las restantes. o bien evi- denciara que ella es la mala o bien permitira situarla por eliminacion en la tillima no pesada. Si, por el contrario uno de los platillos pesa mas que lotro, entonces la moneda mala esta entre las dos que ‘estdin en los platillos y, como las dos restantes seran. por tanto, de las buenas. la situacion, semejante a la del ca- so anterior, podré resolverse de la misma manera, es de- cir, comparande entre ellas una moneda de cada grupo, ‘El desarrollo del problema mostrara que no es vano pereatarse aqui de que este procedimiento resuelve un problema que podemos considerar autonome: el de como encontrar la moneda mala entre cuatro mediante dos pe- sadas, o sea, el problema inmedialamente inferior al nuestro. En efecto, las ocho monedas de nuestra prime- ra pesada no han intervenido para nada en la busqueda de la mala entre las cuatro restantes El niumero irece aL Ethic de Ia dificultad y la sospecha dividida Regresemos ahora’a esa primera pesada para cdns|- derar él caso en que uno de los grupos de cuatro coloca~ dos en la balanza pesa mas que el otro; Este caso es el hiede la dificultad. Aparentemente nos obliga a detectar la moneda mala entre ocho.y a hacer- lo en dos pesadas, cuando esas dos. pesadas son justo las. ue naceellan para detectarla entre cuatro. ora bien, es cierto que si debemds'reconocer ocho la moneda mala, la sospecha, di Femina qk oan ae bre cada una de ellas queda de antemano dliviclida. Y aqui nos topamos con una dialéctica esenclal de las re- laciones entre el individuo ya coleecién, en tanto ellas Suatan la ambigttedad de lo demasiado o demasiado co, : Entonces, el resultado de |. formularse de la siguiente See ee De las monedés que estén en el platillo més cargado silo se sospecha que son demasiodd pesttiarie las que estdn en el més tivlano, que son demasiado livianas.." La rotacién tripartita o id tria Esta es la raiz de la operacién que permite resolver nuestro problema y que Hamaremos la rotacién triparti- lao. para hacer un relruécan com su papel de triar la fa. Esta operacién se nos presentara como el nudo en el desenvolvimiento de un drama, asi se trate del problema de las doce 0, como veremos, de su aplicacién a coleccio- nes superiores, Aqui, la tercera pesada, come en los otros 12 Jacques Lacan casos todas las pesadas que le siguen, sdlo representa: ra un desenlace que opera la liquidacion. Este es el esquema de la operacion: Plattuio pesaao ‘Platilo liwiano La rotacién tripartita o la tria ‘Vemos que intervienen en ella tres monedas ya deter- minadas coma buenas; tal como, en efecto, nos son proporeionadas, siendo otro resuliado de la primera pe- sada, en las cuatro restantes, —ya que la moneda mala esta con certeza entre las ocho ineluidas en la pesada. Existe, por clerto, una forma de la operacién en la que no intervienen estas monedas —y en la que se pro- cede redistribuyendo tan sélo las que estan en los plati- llos, después de la exclustén dealgunas. Pero por clegan- te que sea esta economia de elementos, me atendré a la exposicién de la forma aqui representada por las razones siguientes: 1") la distribucion tripartita de los elementos en la prueba que precede inmediatamente a la operacién, da necesariamente un niimero de elementos, depurados de toda sospecha, siempre mas que suliciente para que es- El niimero trece 13 ta forma pueda aplicarse en la-extension ad indefinitum que daremos a nuestro problema y,.mas ampliamente aim, veremos, cor ¢l complemento esencial que le apor- taremos. 2) esta forma de la operacién es mas facil de mane- jar mentalmente para aquellos que no se hanadiestrado en concebirla sometiéndose a la prueba de su hallazgo. 3") por ultimo que, una vez resuelta por la pesada con que concluye, es la que deja la menor complejidad a las operaciones de liquidacién. Nuestra rotacién tripartita consiste pues en lo si- guiente: Se sustituyen por tres monedas buenas tres monedas cualesquicra del platillo mas pesado, por ejemplo, y luego por las tres monedas extraidas de ese plaiillo tres monedas tomadas del platillo mas liviano, que quedan entonces excluidas de los platillos. La segunda pesada y ta disyuncion decisiva Basta comprobar en una segunda pésada el efecto de esta nueva distribucién para concluir, segin cada uno de los tres casos posibles, Ios siguientes resultados: Primer caso: los platillos se equilibran. Todas las mo- nedas en los platillos son buenas. La mala se halla enton- ces entre las tres monedas exchuldas de un platillo que era el mas liviano en la primera pesada, y como tal sabe- mos que sélo puede ser una moneda mes liviana que las demas. Segundo caso: cambio de lado det platillo mas pesado. Ello se debe a que la mala moneda cambié de platillo. Se halla entonees enure las tres que salleron del platillo mas 14 Jacques Lacan do de la primera pesada y, como tal, sabemos que Fala puede per una moneda mis pesada que las demas. Tercer casor la balanza sigue inclinada del mismo la~ do que en la primera pesada. Es porque la moneda ma- la se halla entre las dos que no han sido movidas. Sabe- mos, ademés, que si es la que esta evel platillo mas pe- sado sélo puede tratarse de una moneda més pesada y, sies la otra, solo puede ser una moneda mds lviana que las demas. La tercera pesada en los tres casos Lievado hasta este grado de disyuncién, el problema frece ninguna resistencia grave. » tina moneda en efecto, que ya se ha determinado que tiene que ser mas pesada en un caso, mas liviana cn el otro, se detectara entre tres, en una pesada que opone a dos de ellas y en Ja cual se revelara sin ambigtedad. a fal- ta de lo cual, resultara ser la tercera. Para el tercer caso sdlo tenemos que reunir las dos monedas sospechosas én un mismo platillo y, poner en elotro dos cualesquiera de las restantes, depuradas ya de toda sospecha, para que la pesada designe la mone- da mala. En efecto, el platillo de las monedas sospecho- sas se manifestara forzosamente como mas cargado o como mas liviano que el otro ya que en él esta con toda. seguridad o una moneda demasiado liviana o una mo- neda demasiado pesada; y sabremos. por tanto, a eual incriminar, con tal de no haber perdido de vista la indi- vidualidad de cada una, en otras palabras, de qué platt- lo de la segunda pesada proviene, Ya tenemos resuelto el problema. Elntunero trece 15 La coleceién maxima accesible a n pesadas gPodemos ahora deduclr la regla que. para un niime- ro determinado de pesadas, nosde el ntimero maximo de monedas entre las cuales estas pesadas permitan de- tectar una y sélo una caracterizada por una diferencia ambigua —9 sea, la razén de la serie de las colecclones maxtmas, determinadas por una admision creciente de pesadas? En efecto, podemos ver que si se necesitan des pesa- das para detectar la moneda mala en una coleccion de cuatro, y si tres nos permiten resolver el problema de las. doce, es porque bastan también dos pesadas para encon- trar la moneda entre ocho, cuando una primera pesada ha repartido en ellas dos mitades, entre las cuales se di- viden la sospecha del exceso y la del defecio. Se com- probara fictlmente que una aplicacién adecuada de la Totacidn tripartita permite extender esta regla alas colec- ciones superiores y que cuatro pesadas resuelven f4- cilmente él problema para 36 monedas y asi sucesiva- mente, multiplicando por 3 el ntimero N de las monedas cada vez que se otorga una unidad mas al nomero nde las pesadas permitidas. Formulando N como equivalente a 4 por 3°*3determi- naremos el ntimero maximo de monedas accesible a la depuracién de n pesadas? Basta intentar la comproba: cién para reparar en que el nimero, de hecho, es mayor, y que la razon de cllo ya se manifiesta a nivel de nuestro problema, El sefor le Lionnais, acaso obedeciendo al precepto tradicional segiin el cual cuando se sabe diez salo se ha de ensefar mueve, acaso por benevolencia o malicia, nos ha vuelto ef juego demasiado facil. Sisu postulado, en efecto, nos Ilevé a un procedimien- 16 vaeques Lacan to que conserva su valor, veremos que la comprensian del problema queda mutilada para quien no se percate de que ires pesadas permiten detectar la moneda mala no sélo entre doce sino también entre trece. ‘Vamos a demostrarlo ahora. El problema de las trece Las ocho primeras monedas representan eri verdad euanto puede entrar en juego en la primera pesada. ¥en el caso en que todas son buenas, caso que antes exami- namos primero, quedaran cinco monedas, entre las eua- les, para determinar la mala, dos pesadas parecerin insuficientes, y lo serian de veras si a este nivel del pra- blema esas cinco monedas fueran Ios unicos elementos de que disponemos. En efecto, al examinar el problema limitado a dos pe- sadas, se evidencia que el numero cuatro es el maximo posible accesible a su alcance. Podemos, empero, obser- var que sélo tres monedas entran electivamente en la prueba, pues la cuarta nunca se coloca en un platilloy, en caso extreme, sélo es incriminada en base al dato que certifica la existencia de una moneda mala. La misma observacién valdra para ese grupo que es- tamos considerande como residuo en el problema supe- rior (y valdra sélo para ese caso tinico, pues la deteccién de una moneda por eliminaci6n en una pesada en la que ella no entra, tal como se observa en olres momentos po- sibles del problema, depende del hecho de que su presen- cia en un grupo se ha manifestado efectivamente en una pesada anterior). Pero cuando el grupo de cince monedas viene dado co- mo residuo, el caso ne es igual al de las cuatro monedas El niumere trece a7 aisladas. Porque aqui una pesada anterior ha determina- do como buenas otras monedas y basta’con una sola de éstas para modilicar el alcance de las dos pesadas que nos han sido otorgadas. La posieién por-tes-y-uno Consideren la figura siguiente: ‘La posieion por-tres-y-una Los cireulos representan los dos platillos de 1a balan- za. En uno de ellos, representada por un redondel negro, esta la moneda buena que intreducimos, junto con otra. tomada de las cinco bajo sospecha; en el otro platillo po- nemos dos mas de estas cinco. Tal ser la distribucin de nuestra segunda pesada, Dos casos: ‘O bien los platillos se equilibran y habra que hallar la moneda mala entre las dos monedas restantes de Jas cin- co monedas, en una pesada que la revelara al oponerla ala misma moneda buena que aquinos basta, 0 sino, la indieara en la Ullima y no probada. 18 Jacques Lacan O bien uno de los platillos pesa mas que el otro y ha- llamos de nuevo la sospecha dividida, pero esta vez en forma desigual:.entre una sold pleza, Sospechosa en un sentido, y dos, sospechosas en sentido opuesto. Basiaré entonces tomar una de las dos restantes, ya delerminadas cn ese momento como de las buenas, pa- ra sustituir por ella la sospechosa aislada, y reemplazar cont ésta tiltima una del par de saspechasas, ejecutando asi la mas reducida de las rotaciones tripartitas o rota: cién triple, para poder leer de inmediato el resultado en una tercera pesada: = stel mismo platillo pesa més, la mala seré la queno se movid del par de las dos sospechosas: = silos platillos se equilibran, la mala es la otra del par que fue expulsada del platillo: — si cambia el lado mas pesado, Ja mala es la aislada que cambié de platillo, ‘Aqui la disposicion decisiva. la que ordena la pesada de las tres monedas bajo sospecha con una de las bue- nas, la designamos como posicion por-ires-y-uno. Esta posicién por-tres-y-uno es la forma original de la légica de la sospecha. Seria errado confundirla con la ro- tacién tripartita, aunque se resuelva en esta operacién. Por el contrarlo podemos ver que sélo esta posicién otor- gaa la operacién su eficacia plena en nuestro problema. ¥ dela misma manera que aparece come el verdadero re- curso para resolverlo, sélo ella permite también revelar su auténtico sentido, Es lo que vamos a demostrar a con- tinuacién. El problema de las cucrenta Pasemos al problema de las cuatro pesadas para ave- El niumero trece 19 riguar a qué niimero de monedas puede extenderse su alcance, conservando las mismas condiciones dekpro- blema. ‘Notamos de inmediato que una primera pesada pue= de abarcar con éxito no sélo dos veces doce-monedas. segun la regla sugerida por la primera resoluciondelasi llamado problema de las doce, sino también-dos veces trece monedas. En efecto, si se presenta el desequilibrio, la rotacién. tripartita, efectuada con el aporte de nueve: monedas buenas es capaz de detectar entre las 26 dela primera pe- sada la moneda mala en tres pesadas. 1a pesada después de la tria las dividira, en efecto, en dos grupos de nueve, bajo sospecha univoca —en cuyo caso una tercera pesada de tres contra tres manifestara la presencia de la mala, o bien en unovde estos grupos, o bien en el de las tres restantes, donde, sea el que fue- Fe, una cuarta y ultima pesada Ja aislard—.y'en un gru- po de ocho, de sospecha’ dividida, en el que ya sabemos. hallar la moneda en dos pesadas. Pero si las 26 primeras monedas resultan ser de las ‘buenas, nos quedan tres pesadas. y én este caso la po- sicién por-tres-y-uno demostrara su valor. Para llenar el campo de una nueva tria, ella nos indi- cara en efecto que hay que oponer, no sdlo cuatro mone- das a cuatro, como lo sugiere el estudio del caso de las tres pesadas, sino cinco contra cuatro, aftadiendo una de las buenas. Después de las demostraciones anteriores, ja figura siguiente basta para demostrar la solubilidad de Ja posicién de las nueve monedas, cuando el desequill- brio de los platillos revela la presenela de la mala. Presentamos abajo el esquema de la tria que, con la prueba de la tercera pesada, revelara en qué grupo de ‘res bajo sospecha se halla la moneda mala; una cuarta 20 Jaeques Lacan pesada bastara para alslarla en cualquiera de los casos. Pero si el equilibrio de los platillos revela que la mala aiin ne esta presente, —reducidos como estamos.al mar- gen de dos pesadas, procederemos Igual que al nivel co- rrespondiente del problema de las trece poniendo tres nuevas monedas sospechosas. dos contra una, usando para balancear la ayuda de una de'las buenas, y de no manifestarse la presencia buscada (y por ende aislable en la siguiente pesada), nos quedara una pesada para probar todavia una moneda e incluso poder designar la malaa loultimo, con el vinico fundamento del dato.de que existe dicha moneda mala. De donde resulta que con la prueba de cuatro pesadas se pueden abarcar 40 monedas: 26 +9 +3+ 1+ 1=40 La tria completada en la posicion por-tres-y-uno (Las monedas introduciclas como buenas aparecen en negra La regia general de la conduccion de tas operaciones Al reproducir la misma indagacién para un ntimero superior de pesadas, se despejara la regla que ordena el maneje de las operaciones para esta indagaciOn, A saber: El ntimero trece 21 Intreductr Ja tria si la mala moneda revela su presen- cla entre las que abarca la primera pesada. Si no €g asi: Emplear la posicion por-tres-y-uno, en cuanto se dis- ponga de una moneda buena, ¢s decir, en las condiciones aqui postuladas, a partir del ordenamitento dela segun= da pesada, y volver a usarla’ en todas las pesadas si- guientes hasta que la mala moneda revele su presencia en una de ellas. Hacer entrar en juego, entonces; la:rotacién tripartita, que es el momento de viraje de toda la operacién.'La po- sicién por-tres-y-unose aisla en uno de los grupes, cuya disyuncién opera ia tria. Si la pesada que concluye esta tria establece la pre- senela de la moneda en dicho grupo, unico caso complejo por resolver, se repite con este grupo la tria'con lamis- ma posibilidad de que se mantenga la posicién por-tres- yrurto, y la misma indicacion para resolverla, hasta ago- tar las posibilidades. Hay que afiadir algunas reglas mas pda conducir Lr ‘busqueda respecto de una coleccién cualquiera, es deci no maxima, La razén de la serie de las colecciones méaximas Pero estas reglas nos permiten notar que cinco pesa= das podran aleamwar el maximo de: 1+1+3+9+27+80 = 121 monedas; —que seis pesadas aleanwaran: 1+14+34+0+27+81 + 242 = 364 monedas (clira singular} y asi sucesivamente: —que, en forma algebraica, la verdadera formula, buscada anteriormente, de nseré tal que: 22 Jacques Lacan n= L$ 1¥343743%....... + (8-1) o bien: n=14+3+37+3% +e donde se ve que cada nimero N, correspondiente. a un niimero nde pesadas, se obtiene multiplicando el mime- To N’, correspondiente a (n.-.1) pesadas, por $y anadien- do una unidad a ese producto. Esta formula expresa conentera evidencia la potencia tripartita de la balanza a partir de la segunda pesada y. como tal, su mero aspecto nos manifiesta que las opera~ ciones s¢ ordenaron de manera tal que colman todo el campo numérico que se ofrece a su potencia. Esta confirmacién es especialmente importante para los primeros ntimeros de la serie, en tanto demuestra la adecuacién de estos a la forma légica de Ja pesada y, en. particular, para el numero trece, en la medida en que el aparente artificio de las operaciones con el cual lo con- seguimos, podia hacernos dudar. ya sea de que una nue- va conjuncién permitiese rebasarlo, ya sea de que deja- se vacio un margen fracclonario bajo la dependencia de alguna discontinuidad irreductible en el ordenamiento de operaciones de aspecto disimétrico. El sentido del ruumero trece Entonees, €l ntimero trece muestra su sentide como expresion de la posicién por-tres-y-uno y no, ciertamen- te, porque se escriba con esas dos cifras: esto no es mas que pura colncidencia, pues este valor le pertenece inde- pendientemente de su referencia al sistema decimal. Se debe a que trece representa la coleccién que tres pesadas determinan, por lo cual la posicién por-tres-y-uno exige El nitrmero trece 23 para su desarrollo tres pruebas: una primera para pro- curar el individuo depurado de Ia sospecha, una segun- da que divide la sospecha entre los individuos que inelu- ye, una tercera que los discrimina después dela rotactore viple, (Esto, a diferencia dela operacién dela traque s6- Jo exige dos.) La forma légica de la sospecha Sin embargo, esclarecidos por la formula de N, pode- mos atin avanzar en la comprensién de la posieién por- tres-y-uno como forma logiea —y a la vez demostrar que en nuesiro problema, los datos, aunque contingentes, no son arbitrarios. Si el sentido de este problema se relaciona con la 16- gica de la coleceién, donde manifiesta la forma original que designamos con el término de sospecha. es porque Ja norma con queserelaciona la diferencia ambigua que supone, no es una norma especilicada ni especilicante, no es mas que relacién de individuo a individue en la co- leccién, referencia no a la especie sino a lo uniforme. Esto lo podemos ewidenciar si, manteniendo el dato de que el individuo portador de la diferencia ambigua es unico, s¢ suprime el dato de su existencia en la coleccién, para sustituirlo por el aditamento de un individuo pa- tr6n, dado fuera de la coleccién, Sorprendera entonces comprobar que no cambia es- triclamente nada en las formas ni en las cifras que de- terminara el nuevo dato aplicado a nuestro problema. Ciertamente, las monedas esta vez tienen que ser pro- badas hasta la tliima, con lo cual ninguna puede ser considerada como mala, en posieién de residue externa a la tiltima pesada, y el alcance de esta pesada quedara

You might also like