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Andrés Codesal Martin jAY DE AQUEL POR QUIEN VINIERE EL ESCANDALO! APOSTOLADO MARIANO Recaredo, 34 41003-Sevilla Con licencia eclesiastica Depésito Legal: B-43357-85 ISBN:84 -86162-98-X Printed in Spain Impreso en Espafia EMEGE, Industria Grafica Londres, 98 / Barcelona-36 Almas redimidas por la sangre del Hijo de Dios: venid conmigo a postrarnos delante del Crucifijo y a pedirle desde lo mas intimo de nuestro corazén nos conceda la gracia de «poder comprender con todos los santos cual sea la anchura y profundidad de aquel in- comparable amor de Cristo que sobrepuja todo conoci- miento» (Ef 3,18-19). Cuando yo, pobre pecador, me postro delante del Crucificado y me pongo a pensar en el excesivo amor que lo llev6 a aquel estado, en el que no es posible mayor sufrimiento ni mayor humillacion, embargado por el asombro y la admiracion, atonito, no puedo menos de preguntarme zpor qué lo hizo? Comprendo que Dios, infinitamente sabio y podero- so, creara un dia innumerables angeles, espiritus de una inteligencia y un poder prodigioso, con el unico fin de compartir con ellos su eterna felicidad; comprendo que otro dia creara para el hombre un universo tan grande, perfecto y prodigioso, cuya magnitud y perfeccién llena de admiracién y asombra a los sabios; y comprendo también que Dios quisiera crear en la naturaleza tantas maravillas para que el hombre pudiera por ellas com- prender cuan grande sea el poder y la sabiduria de su Creador. Todo esto es comprensible, teniendo en cuen- ta que «para Dios todas las cosas son posibles» (Mt. 19, 3 26) y no tiene que sudar ni cansarse al hacerlas... Pero lo que no entiendo, y no hay inteligencia que pueda llegar a comprender, es e/ Por qué Jesucristo quiso sufrir tanto para salvar al hombre pecador. La pasi6n de Cristo ante la ciencia Los maravillosos descubrimientos hallados por los cientificos de la Nasa, al estudiar detenidamente, con sus modernos instrumentos, la fotografia de Cristo tridimensional de la Sabana Santa de Turin, ha llamado la atencion del mundo entero, atrayendo a sabios y cientificos de todas partes para dedicarse con el maxi- mo interés a estudiar la imagen de Cristo crucificado. Los descubrimientos han sido sorprendentes. Nos dice el Evangelio que Jesucristo estando hacien- do oracion en el Huerto de los Olivos sud6 sangre mien- tras padecia una tristeza mortal. Nadie ha comprendido nunca el origen y motivo de aquel misterioso sudor; pero hoy la ciencia médica nos asegura que el sudor de sangre solamente es posible ante un espectaculo de inmenso terror que nos espanta y horroriza, y no obs- tante nos esforzamos a aceptar. Jesucristo, entando en el Huerto, pudo ver de forma anticipada todos los horrores de su Pasion, y como era humano, «en todo igual a nosotros menos en el pecado» (Fil. 2,7), se espanto y sintid tanto miedo que, aterro- tizado, esclamé: «Padre, si es posible no me hagas beber este cdliz».Entonces el Padre le hizo ver lo bene- ficioso que seria para el hombre que El sufriera todos aquellos horribles tormentos, tan terribles y espantosos. Y Jesucristo, hizo entonces tal esfuerzo de voluntad, para aceptar lo que tanto le horrorizaba, que solamente asi se explica el que pudiera sudar sangre. 4 «Tanto amé Dios al mundo que no paré hasta que le entregé a su unico Hijo» (Jn. 3,16) Jesucristo es el Hijo tnico de Dios, en quien el Padre «tiene puestas todas sus complacencias» (Mt. 17,5), y le ama con un amor infinito: un amor tan grande, que supera infinitamente al amor que tiene a todos los angeles y santos juntos, incluida la Santisima Virgen. 4Como, pues, se explica que viendo Dios Padre a su Hijo en aquella mortal agonia, no le liberé de ella, sino que quiso que sufriera todos aquellos acerbisimos tormentos para salvar al hombre pecador? ;Qué espe- raba recibir del hombre, que El no lo tuviera, y sola- mente el hombre se lo pudiese dar? ,Por qué tanto interés en salvarlo, sabiendo lo desagradecidos que so- mos y la poca falta que le haciamos? jOh si pudiésemos comprender el significado de aquella expresién: « Tanto amo Dios al mundo!». La ciencia médica, al estudiar hoy la Pasion de Je- sucristo, no explica cOmo un hombre normal pudo padecer tantos tormentos, pues cada uno de ellos por separado, era suficiente para causar la muerte. El tormento de la flagelacion, reservado unicamente a los esclavos malvados, era tan doloroso y cruel, que sin causar heridas mortales, muchos morian por la in- tensidad del dolor... El tormento de la corona de espinas, clavadas en la cabeza, la parte mas delicada y sensible del cuerpo, porque a ella van a parar todas las sensaciones de dolor por estar en ella la terminal de todos los nervios, fue un tormento supersensible y doloroso, capaz de volverle loco y de hacerle morir de puro dolor. El tormento de los clavos en los pies y en las mu- fiecas, con todo el peso del cuerpo, al estar colgado 5 y sujeto por ellos a la cruz, fue tan terrible y espan- toso como nadie puede imaginar. jNadie en este mundo, si no es milagrosamente iluminado por la gracia de Dios, tiene capacidad para poder comprender la grandeza de los tormentos que Jesus padecid en la cruz por nuestro amor! Conclusion Pues, gcual es la logica conclusion que hemos de sacar de la realidad de esa muerte tan cruel que volun- tariamente padece Cristo por nuestro amor? jQue el amor de Dios por el hombre, supera todo conoci- miento y toda valoracién! Si, pues, como nos dice Santa Teresa, el amor solamente puede medirse por lo que uno es capaz de sufrir por el amado, zcual sera el amor que Dios nos tiene cuando ha llegado a tales extremos? «No hay mayor amor, nos dice el mismo Jesus, que el que da la vida por sus amigos» (Jn. 15,13). «Pero lo que hace resaltar mas el amor de Dios hacia nosotros, afiade San Pablo, es que cuando atin éramos pecadores, es cuando al tiempo sefialado murié Cristo por noso- tros» (Rm. 5,8). El amor de Cristo supera todos los amores, porque El no ama solamente a los amigos, sino también a los enemigos; pues «E/ no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Ez. 11,33), y da su vida para salvarlos, y no les regatea una sola gota de su sangre ni los mayores sufrimientos. jOh hombre que esto lees! No mires con desprecio a las almas por las que Jesucristo muri6, y no seas indiferente a los problemas que puedan tener en orden a su salvacién. Mira a ver si esta en tu mano hacer algo para que se salven y no resulten inttiles tantos tra- 6 bajos que por ellas Jesucristo padecio. j;Ay de ti si pu- dieras hacer algo para que se salve algun alma, si no lo haces! EL MANDAMIENTO DEL AMOR Un dia un doctor de la ley, se acerc6 a-Jesus y le dijo: «Maestro: gcual es el mayor mandamiento de la ley?» Respondio Jests: «Amards al Seftor Dios tuyo con todo tu corazon, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el mayor y el primero de los mandamientos. El segundo es semejante y es: ““«Amards a tu prdjimo como a ti mismo.”’ No hay otro mandamiento mayor, y en estos dos manda- mientos se halla resumida toda la Ley y los Profetas» (Mt. 22; Mc. 12; Le. 10). 4Por qué nos mandara Dios que le amemos? Nadie tiene interés en ser amado de alguien a no ser que él también le ame. Cuando uno esta enamorado desea con ansia el ser correspondido. A nadie le importa el amor de los desconocidos. Si Dios nos manda tan encarecida- mente que le amemos, es porque El nos debe tener un amor muy grande. : Dios quiere que le amemos, con todo nuestro ser, y mas que a todas las cosas; pero también quiere que amemos al projimo, porque todos somos hijos suyos y por todos murio Cristo en la cruz. Si amamos a Dios no podemos mirar con indiferen- cia las almas por las que El! tanto sufrid. Dios es un Padre que tiene muchos hijos, que viven cerca de ti y estan muy necesitados: El demonio, el mundo y la carne quieren perderlos, son innumerables los peligros que les acechan. Algunos ya han sucumbi- 7 do, otros estan en peligro de sucumbir; muchos de ellos ni siquiera se dan cuenta del peligro en que viven... Pero tu, que has sido favorecido con una luz especial y comprendes el peligro de sus almas, jqué vas a hacer para ayudarlas? ;No las ayudaras? ;Cdmo podras decir a Dios que le amas si miras con indiferencia y no te importan las almas por las que El murié en la cruz? Considera a Cristo en la cruz, colgado de tres clavos, soportando los mas terribles tormentos para salvar esas almas que tt estas viendo marchar alegres y des- preocupadas por los anchos caminos que conducen a la perdicion... gHas pensado si estaria en tu mano hacer alguna cosa que pudiera detener alguna y volverla al camino que conduce a Dios? jAy de ti si alguna de ellas se condenase por tu negligencia y descuido! La caridad cristiana éQué es la caridad cristiana? La caridad es una vir- tud que infunde Dios en el alma, junto con la gracia santificante y es inseparable de la misma. La gracia santificante es un don sobrenatural, in- fundido por Dios en nuestras almas, para darnos una participacion verdadera y real de su propia naturaleza divina, hacernos hijos suyos y herederos de la gloria. La caridad, podriamos decir que es la accién del alma en gracia, que ama a Dios por ser quien es, y al projimo por Dios. La gracia y la caridad son inseparables, y son in- fundidas juntas en nuestras almas, segun las palabras del Apostol: «La caridad de Dios se ha derramado o infundido en nuestros corazones por virtud del Espiritu Santo que nos ha sido dado» (Rm. 5,5). «Dios es caridad» | Jn. 4,18) y esta en el alma que esta en gracia, y El mismo es quien inspira y obra en 8 el alma los actos de caridad, pues «sin El nada podria- mos hacer» (Jn 15,5). La virtud de la caridad es la que da valor a todos nuestros actos, pues sin ella, todo cuanto hagamos care- recera de valor. San Pablo nos asegura que, aun cuando repartiéra- mos toda nuestra hacienda a los pobres, e incluso, aun cuando diéramos la vida por ellos, si no tenemos cari- dad, no nos servira de nada (1 Cor. 13,3). La caridad es la médula de la santidad, pues aunque tuviéramos todas las heroicas virtudes de los santos, si nos falta la caridad, no nos servirian de nada. Todos sabemos que nuestra religion se reduce toda al amor; el mandamiento mas grande es amar a Dios; y el segundo, muy semejante al primero: amar al proji- mo como a nosotros mismos. En estos dos mandamien- tos se resume toda la Ley y los Profetas (Mt. 33,40). Hoy dia entre nosotros se habla mucho de la cari- dad; no obstante, por mucho que se hable, siempre nos quedaremos cortos, porque ella es el fundamento y perfeccion de toda la vida cristiana. Todos sabemos que la caridad lo es todo: La gracia, el mérito, la gloria... La caridad es el conjunto de todas las virtudes; ella sola produce la santidad y es el origen de todos los bienes. Todos estamos de acuerdo en que la caridad es lo mas grande, lo mas sublime, lo mas divino...; pero, des- graciadamente, en lo que no nos ponemos de acuerdo, es en la forma o el orden de ponerla en practica. Jerarquia de valores Muchos de nosotros parecemos saduceos, que, no sabemos ver mas que los males materiales de este 9 mundo, y no le damos importancia a los males verda- deros que son los males del alma. Veamos, pues, cual ha de ser el orden de nuestra caridad, segun lo expone uno de nuestros mejores ted- logos modernos: - «Nuestros deberes de caridad para con el prdéjimo estan en proporcion directa con la importancia de los bienes a que se refieran y con el grado de necesidad en que se encuentre. »Este es el principio fundamental que, bien enten- dido, resuelve por si solo la infinita variedad de apli- caciones que se presentan continuamente en la practica. »Para su recta inteligencia hay que precisar, ante todo, la jerarquia de bienes que pueden afectar al pro- jimo, y los distintos grados de necesidad en que pueda encontrarse. »En primer lugar, es evidente que el bien sobrenatu- ral esta mil veces por encima del bien puramente ma- tural. Santo Tomas no vacila en decir que, ‘‘el bien sobrenatural de un solo individuo, es mayor y vale mas que el bien natural de todo el universo’’. Esto es evidentisimo para todo el que conserve una chispita de fe y aun de simple sentido comtn. »Las aplicaciones de este principio son inmensas. No se puede favorecer al projimo, ni aun a la huma- nidad entera (v.gr., evitando una guerra mundial), si ha de ser a costa de cometer nosotros o hacerle cometer a él un simple pecado venial, por muy pequefio y ligero que sea. »Al que se encuentre en extrema necesidad espiritual (v.gr., sin nuestra ayuda morira sin bautismo o en pecado mortal), se le debe socorrer, bajo pecado mortal, aun con peligro de nuestra propia vida, con tal que la ayuda se estime necesaria y ciertamente eficaz. 10 »La razon es porque, el bien espiritual del projimo debe prevalecer sobre nuestro propio bien corporal, incluso sobre la misma vida si depende de ello la salva- cién eterna del projimo. Seria un desorden monstruoso anteponer nuestros intereses temporales, riquezas, co- modidad y aun nuestra propia vida temporal, a la sal- vacion eterna del projimo» (Royo Marin, Teologia de la Caridad). EL MAYOR MAL DEL MUNDO Una de las verdades fundamentales de nuestra fe, es que el unico mal verdadero que existe 0 puede exis- tir en el mundo, es el pecado. Todas las demas cosas que pueden afligir al hombre, ninguna es realmente mala, y solamente puede tener una razon de mal rela- tiva, que sera medida por la fuerza con que pueda in- fluir en nuestra voluntad para llevarnos al pecado. Asentada esta verdad, tendremos que asegurar que no es mala el hambre, ni la pobreza, ni la enfermedad, ni todas las miserias de este mundo, incluida la muerte, mientras no nos lleven al pecado. Fuera del pecado, las demas cosas, incluso las mas desagradables y con mayor apariencia de malas, no so- lamente no son malas, sino que podemos y debemos considerarlas buenas como venidas de la bondadosa mano de Dios que nos dice: «Todas las cosas contri- buyen al bien de los que aman a Dios» (Rm. 8,28). Las cosas desagradables que nos suceden, si las sufrimos con paciencia y por amor de Dios, se con- vierten en bienes eternos de inexplicable valor. Jesu- cristo en el sermon de la montajiia, llama «bienaventu- rados» a los pobres, a los que pasan hambre, a los que 1 Horan, a los perseguidos, y a todos los que sufren con paciencia por amor de Dios. ,Cémo podriamos decir que son malas las cosas que nos hacen. bienaventurados? Confiemos en Cristo, que sabemos que no nos en- gafia, y sepamos apreciar el valor del alma que El a tan caro precio compré (1Cor. 6,20). é Qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? Y si la perdiere,

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