Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 74
6. Corporativismo y sociedad de masas La Gran Depresi6n de los afios treinta del siglo XX acentué la crisis del liberalismo en América Latina asi como también con- tribuy6 a hacer descarrilar la ya delicada transicién hacia la de- mocracia politica en la mayoria de los paises. Sin embargo, y al igual que en gran parte de la Europa latina, el pasaje a la so- ciedad de masas se produjo a través de instituciones e ideolo- gias antiliberales y en muchos casos abiertamente autoritarias. Comenzé entonces una nueva primavera de las concepciones sociales y las practicas politicas corporativas, de las cuales fue consecuencia el renovado protagonismo politico de las fuerzas armadas y de la iglesia catélica. La larga noche en la cual entra- ron la civilizacion burguesa y la democracia representativa tuvo por correlato la difusién de las grandes ideologias totalitarias del siglo XX, es decir, el fascismo y el comunismo, en las que se inspiraron numerosas corrientes sociales y fuerzas politicas. Nacionalismo politico y dirigismo econdémico fueron rasgos dis- tintivos de la nueva etapa. La declinacién del modelo exportador de materias primas La caida de la Bolsa de Wall Street en octubre de 1929 reve- 16 cudn interdependiente se habia tornado el mundo y el alww preciv a pagar por ello; también fue asf para América Latina, escenario que rapidamente sufrié un vuelco. Para comprender sus efectos, ¢s conve- niente distinguir los visibles e inmediatos de los de mas largo aliento, que incidirfan mis tarde en el modelo de desarrollo de la region. En cuanto a los efectos inmediatos, fueron pesarosos y tanto mas graves cuanto mayor era la exposicién al mercado internacional. En general, se manifestaron a través de Ja repentina caida del precio de las materias primas exportables, la cual, junto con la contraccién de los 114 Historia de América Latina mercados afectados por la crisis y el agotamiento del flujo de capitales extranjeros hacia la regi6n, provocé en toda América Latina una reduc- cién drdstica de los ingresos y del valor de las exportaciones, que alcan- 26 aproximadamente el 36% en apenas tres afios, aunque en los paises mas nuevos supers directamente el 50%, con diferencias notables entre uno y otro, dado que no todas las materias primas se vieron afectadas en igual grado por la tendencia negativa. Todo esto causé efectos en cadena, tanto en el plano econémico como en el social y politico. Por un lado, la caida de los ingresos hasta csc momento garantiza- dos por las exportaciones golpeé la economia local, con sus conse- cuencias en términos de aumento de la desocupaci6n, agitacion social ¢ inestabilidad politica. Por otro lado, los presupuestos ptiblicos se vieron reducidos de un dia para el otro allf donde la exacci6n fiscal sobre el comercio internacional componia la mayor parte del ingreso. Esto condujo a que los gobiernos se vieran obligados a recortar el gas- to ya disminuir la inversion publica para mantenerse a flote en medio de la tormenta. Sin embargo, en general no lo consiguicron, puesto que el resultado politico fue en muchos casos la caida, manu militari mediante, del gobierno constitucional. No obstante, hay que anadir que estos efectos no fueron duraderos y que el conjunto de la econo- mia de la regién se recuperé con bastante rapidez desde mediados de los afios treinta. Distinta, en cambio, es la cuesti de 1929 asest6 un golpe letal al modelo exportador de materias primas y creo las condiciones para su descarte. Ya fuera porque los cambios en la economia internacional contribuyeron a enterrarlo —dado que las potencias mis grandes crearon mercados protegidos por barreras aduaneras-, 0 porque muchos gobiernos del drea, con ritmos y tiempos diversos, reaccionaron a aquella dramatica prueba de vulnerabilidad orientandose hacia el nacionalismo econémico y abandonando a sus espaldas el liberalisno de tiempos pasados, ahora presentado como em- blema del dominio de los intereses oligérquicos. A menudo sc recurrié a medidas proteccionistas y, en América Latina, crecié la intervenci6n econémica del estado. Del mismo modo, en la formacién de la riqueza n del modelo de desarrollo. La crisis se tendi6 a reducir el peso del comercio e incrementar el de Ia indus- tria. Al principio con lentitud, y con mayor rapidez durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el nuevo colapso del comercio interocednico dio impulso ala produccién local, al menos en los paises més avanzados, donde mayor era el mercado interno y la disponibilidad de capital. No hay que olvidar, sin embargo, que aquella incipiente industrializacion Corporativismo y sociedad de masas 115 era, en su mayoria, sustitutiva de las importaciones y estaba orientada a la fabricacion local de bienes de amplio consumo, cuya produccién no requeria moderna tecnologia ni capitales ingentes: alimentos, ropa, calzado, etcétera. Claro que su aporte no era muy extendido, por cuan- to contribufa casi en todas partes en menos del 20% al producto bruto interno, ni eliminaba el peso estratégico de las materias primas, de cuya exportacién la economia local dependia en gran medida. Hacia la sociedad de masas Asi como cambiaron el perfil econémico de América Latina, la Gran Depresion y la guerra mundial modificaron también lo social, a veces imponiendo bruscos giros. Ese fue el caso de la inmigracién, que, tras haber trastocado durante décadas el panorama demografico de buena parte del continente, se empantan6 en los bancos de arena de la crisis. De un modo u otro, los principales pafses que acogian inmigracién le impusieron severas restricciones, con lo cual en los aios treinta su flujo prdcticamente se detuvo. Ello no impidié, no obstante, que con el estallido de la Guerra Civil en Espafia un gran ntimero de refugia- dos republicanos —~a menudo artistas e intelectuales— buscara asilo en América Latina, en especial en México. Tampoco fue obstaculo para que la poblacién continuase creciendo a un ritmo sostenido, casi en un 2% en los aiios treinta y aun mas en el decenio siguiente, debido a la eleyada tasa de natalidad y a la significativa reduccion de la tasa de mortalidad registrada en muchos paises, en particular en el Cono Sur y en México, donde se hicieron importantes intervenciones para la mejora de las condiciones sanitarias en las ciudades y para erradicar ciertas enfermedades endémicas, como el cdlera, que de hecho dejé de ser una epidemia recurrente. En este marco, es preciso mencionar también la inmigracién interna, es decir, la masa de poblacién rural que, empujada por el crecimiento demografico y la concentracién de la tierra, abandoné la campaiia para radicarse en la ciudad, donde, no obstante, era dificil hallar sustento, dadas las dimensiones limitadas de la naciente industria. Los principales centros urbanos, levantados en general en pocos afios, no fueron capa- ces de hacer frente a la novedad ni de proveer los servicios necesarios, de modo que a su alrededor crecieron cada vez més vastas y numerosas aglomeraciones de ranchos y casuchas de chapa y cart6n, a las que cada pats les dio un nombre diverso: favelas, villas miseria, callampas, etcétera. 116 Historia de América Latina El 13 de junio de 1939 llega a Veracruz el primer contingente de exiliados espajioles, a bordo del vapor Sinaia. Este tiltimo fenémeno, parte de una urbanizacién a menudo caética, se insertaba en las transformaciones en curso debido a la moderni- zacién econémica iniciada bajo los regimenes oligdrquicos. Lo que cambié fue el ritmo, antes que la sustancia, asi como los tiempos de un pais a otro, vistas las brechas netas existentes entre la Argentina, Chile y Uruguay, por un lado -donde la poblacién urbana superaba el 30%-, y paises como México, Pera, Brasil y Golombia, en los que la gran urbanizacin se produciria después, y donde los habitantes de las ciudades no alcanzaban atin el 15%. Estos datos impactan a su ‘vez en otros indicadores sociales, como por ejemplo la tasa de alfabe- tizacién, més elevada entre la poblacién urbana y por lo tanto en los primeros paises antes que en los segundos, rurales, donde el analfabe- tismo era mayoritario. En sintesis, en la mayor parte de los casos, el grueso de la poblacién continuaba viviendo en el campo, del cual dependfa atin en gran medi- da la actividad productiva. En este contexto, se comprende que el pro- pio ambito rural fuese el menos interesado en la modernizaci6n, pese a que la revolucién mexicana y la reforma agraria habian puesto en el centro de atencién el problema de la tierra y su pésima distribucién. El hecho es que, si por un lado la economia basada en la exportaci6n habia favorecido grandes concentraciones de tierras, en su mayoria usu- fructuadas por monocultivos para el mercado mundial, por otro lado gran parte del ambito agricola presentaba un perfil por demés arcaico, en el cual dominaba el autoconsumo y se extendia la miseria, donde el mercado interno permanecia raquitico y la mayoria de la poblacion Corporativismo y sociedad de masas 117 carecia de tierra o esta le resultaba insuficiente, donde los contratos de arrendamiento eran a menudo formas legales de servidumbre... Dados los rasgos que asumié la urbanizacién y las tensiones que atravesaban el mundo agricola, no sorprende que tanto en el campo como en la ciudad se crearan las condiciones para la explosién de revueltas y conflictos, es- ponténeos u organizados, ni que ello diera mayor sustancia a las sefiales lanzadas por las huelgas de 1919, confirmando que el moderno con- flicto de clases habia desembarcado en América Latina, cuya sociedad comenzaba a presentar los contornos tipicos de la sociedad de masas. En una sociedad en la cual las jerarquias sociales tradicionales esta- ban a punto de estallar (desde los movimnientos campesinos promovidos por el APRA en Pert hasta aquellos ahogados en sangre en El Salvador; desde los de México al grito de “Viva Cristo Rey”, a las primeras ligas campesinas brasilefias), el campo seria cada vez mas un territorio de enfrentamientos. Si esto sucedia en las zonas rurales, donde imperaba el atraso, con mucha mayor raz6n sucederia en las ciudades: alli crecian los adherentes a sindicatos de obreros y empleados, que intensificaron las moyilizaciones para obtener la jornada laboral de ocho horas junto aun sistema de previsién social para casos de accidente o enfermedad, para lo cual confrontaban con una patronal poco propensa a la nego- ciacin (y viceversa), que intentaba atribuir la responsabilidad de los conflictos a Ja perniciosa influencia de agentes externos. Con ello, cul- miné la abdicacién del liberalismo cultivado otrora por las viejas clases. dirigentes, ahora abocadas, mayoritariamente, a abrazar el reaseguro del nacionalismo. A partir de entonces, comenzaron a prefigurarse las corrientes sindi- cales que en el futuro se disputarian el espacio en frentes opuestos o en el seno de una misma confederacién. Se destacaban los sindicatos cla- sistas, donde socialistas y comunistas minaron el declinante anarquismo y hacia 1938 convirtieron la Confederacién de Trabajadores de Améri- ca Latina, un organismo colateral, en un frente antifascista, encabezado por la figura carismatica del mexicano Vicente Lombardo Toledano. A estos se sumaban los sindicatos catdlicos, no siempre con capacidad de penetrar a fondo en el mundo obrero, pero de todas formas influyentes por su capacidad para atraer consensos en torno a Ia invocaci6n de la doctrina social del Papa, es decir, de una tercera via entre comunismo y capitalismo. Por iltimo, se destacaban los precoces esfuerzos llevados a cabo por los sindicatos estadounidenses para difundir el panameri- canismo entre los trabajadores de América Latina, en pugna con las ideologias clasistas. 118 Historia de América Latina LE TSO Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la Confederacion de Trabajadores Mexicanos y organizedor y presidente de la Confederacién de Trabajadores de América Latina, segin un grabado de Alberto Beltrén La noche de la democracia Al igual que en Europa, donde en los aiios treinta y mas tarde, duran- te la guerra, la democracia representativa capitul6 en buena parte de los paises, en América, donde apenas daba los primeros pasos, ocurrié algo similar. Sin embargo, aqui no slo capituld, sino que se configuré, mas que nunca, como un ideal sin encanto ni credibilidad, obsoleto y anacr6nico, incapaz de representar la nueva realidad social. En el clima de €poca, signado por el advenimiento de las masas a la vida politica y la difusion del moderno contflicto social, prevalecieron ideologias y mo- delos politicos contrarios o indiferentes a la democracia liberal y a las instituciones del estado de derecho, las cuales parecfan meras ficciones inventadas por la burguesia para enganar al pueblo —como era el caso para las corrientes revolucionarias inspiradas en la revolucién bolche- vique y en el régimen soviético~ o, en su defecto, artificiosas divisiones en el organismo cohesionado de la naci6n, introducidas por una clase dirigente sometida bajo diversas formas, como en el caso de los nacio- nalismos atraidos por el fascismo europeo. Corporativismo y sociedad de masas 119 EI hecho es que el encuentro entre las masas y la democracia politica comenz6 a hacerse afiicos a fines de los aios treinta. Si por un lado el empuje hacia la democratizacion continud y se intensificd, por otro en- contré menos cauce en las instituciones representativas, a las que, por lo dems, raramente apelé, Ademés, si ya se habia revelado dificultosa la integracién politica de los nuevos estratos medios ~casi siempre blan- cosy alfabetizados, y socialmente moderados-, es ficil imaginar la enor- me presi6n que gravité sobre aquellas instituciones cuando la protesta comenz6 a emerger de los sectores populares, a menudo indigenas 0 negros, a veces analfabetos, y en ocasiones impregnados de ideologias radicales 0 revolucionarias. Diversos factores histéricos pesaron entonces sobre el destino de la democracia. En primer lugar, las abismales desigualdades sociales, que eran fruto tanto de los ingresos econdmicos como de la etnia y la his- toria, Dicha desigualdad condujo a que las elites estuvieran mal predis- puestas 0 temerosas de cuanto en general fuera a abrir las puertas de la representacién politica. En segundo lugar, la desigualdad era de tal naturaleza que volvia a la democracia liberal extrana y hostil a los ojos de los sectores étnicos y sociales que presionaban por su inclusién, los cuales se mostraron propensos a sostener una idea distinta y mds arcai- ca de democracia: una orgénica, invocada por los lideres populistas, intolerante hacia las mediaciones y las instituciones de la democracia representativa y abocada a unir al pueblo contra sus supuestos enemi- gos, internos y externos. En tercer lugar, ni siquiera la tradicién jugé a favor de la democracia politica, ya que esta no habia alcanzado a echar raices en los diversos estratos sociales en que los modernos conflictos se parecian un poco a todas las patologias de un organismo social que, por historia y cultura, tendia a concebirse fisiolégicamente unido. La caren- cia de una cultura del conflicto (natural a la sociedad moderna) y de que para gobernarlo se requieren instituciones fuertes y democraticas peso mas que cualquier otro factor sobre el resultado de las numerosas ry is politicas de la €poca. De hecho, los casos en los que las instituciones de la democracia li- beral resistieron las presiones y sobrevivieron a este delicado pasaje se cuentan con los dedos de una mano, e incluso entonces, como demos- traron Chile, Uruguay y Costa Rica, estaban lejos de quedar exentos de peligrosos problemas. En los otros, la embestida democritica fue detenida por bruscas reacciones autoritarias, como en Perd, Bolivia y Nicaragua, entre otros, al precio de hacerla mas dificil y traumatica en el futuro; o bien fue absorbida en el seno de los regimenes populistas, 120 Historia de América Latina como en México, Brasil y la Argentina, los cuales respondieron a la creciente demanda de democracia apelando a la parafernalia naciona- lista. Con ello, volvfan la espalda al liberalismo caro a las viejas clases dirigentes y se esforzaban por adaptar a la sociedad moderna el antiguo ideal organico y corporativo, sobre la base del cual dichos regimenes organizaron a las masas y las incluyeron en los nuevos érdenes sociales, aunque al precio de una fuerte intolerancia al pluralismo. Los militares: cémo y por qué En la mayor parte de los paises, la crisis de los regimenes liberales condujo a las fuerzas armadas al escenario politico, ya sea a través de golpes de es- tado ~como en la Argentina, Brasil y Pert o bien en funciones politicas, tal como ocurrié en Venezuela, sobre la que se cernié la larga dictadura de Juan Vicente Gémez. ;Quiénes eran esos militares que tan a menudo tomaban posesin del poder y por qué lo hacfan? No es ficil encontrar respuestas univocas que sean validas tanto para la pequefia y poco desa- rrollada repiiblica de El Salvador como para la grande y avanzada Argenti- na. Sin embargo, existen algunos elementos generales a considerar. Juan Vicente Gémez, dictador de Venezuela, en sus titimos afios. Ros- tros y personajes de Venezuela, El Nacional, 2002

You might also like