TICIO ESCOBAR
LA BELLEZA
DE LOS OTROS
ARTE INDIGENA DEL PARAGUAY
CENTRO DE DOCUMENTACION E INVESTIGACIONES
DE ARTE POPULAR E INDIGENA DEL
CENTRO DE ARTES VISUALES - MUSEO DEL BARRO
RPea iciones
ASUNCION
1993CAPITULO I
EL ARTE OTRO
UNA CUESTION PREVIA: EL TERMINO «ARTE INDIGENA»
El brazalete de Tukule
Es]a siesta blanca y vertical'del Chaco: la hora en que cl calor traspasa algiin
Ifmite e instala una ausencia de pura luz inmévil y ardiente. En cuclillas, el
indf{gena no rompe el hechizo que ha paralizado cl palmar y la aldea; sus manos
callosas se mueven apenas en tomo a una breve red tendida desde una vara de
algarrobo. Todo su cuerpo est4 quicto; parece no transpirar, parece no respirar
el aire de mds de cuarenta grados. Con un gesto rapidfsimo, de pronto alarga la
mano hasta cl cucro de un loro que, con todas sus plumas puestas, cst4 clavado
a Sus pies en una estaca cruzada. Arranca un manojo de plumones verdes que
pasaainsertar, pieza por pieza, entre la trama finade lamalla vegetal para formar
con ellos una hilera. El indio s¢ lama Tukule, pero los paraguayos le conocen
como Feliciano Rodriguez. (Todo indfgena debe usar dos nombres, como dos
Tostros, para poder transitar el cspacio ajeno que sc abri6 en su espacio).
Tuikule es el cacique de la comunidad chamacoco de Peichiéta y esté
confeccionando un adomo de plumas que habr4 de usar durante la ceremonia de
esa misma noche. Termina la hilera verde y comienza la amarilla, cuyo trayecto
paralelo luce més delgado porque las plumas de ese color son menores que laS
otras. Como un prestidigitador, hace aparecer cn la mano izquicrda un pufiado
de plumitas negras de chopf que se convierte pronto en otra franja que aprieta
alas demds. Se cific la pieza a medio terminar sobre la muficca para probar cl
efecto de la combinacién; las tiras paralclas laten sobre su picl oscura pero no
alcanzan atin la intensidad suficiente: hace falta otro color. Le agrega, en cl
medio, una angostfsima hilcra de plumas rojas que cnciende cn seguida cl
adomo. Le pregunto, en mi guaranf hace tanto tiempo vacilante, porqué le
agreg6 esa hilera. «Para que sea mds hermosa», me respondc distrafdamente en
15su firme guaranf reciente. Pero después, sin desmentir lo dicho, agrega que el
rojo significa cl resplandor de cicrtos seres sobrenaturales que ¢1 répresentaré
en cl circulo ceremonial. También, explica después de un silencio, ese color
lama a los frutos de Ja tuna y a las micles transparentes de ciertas avispas
salvajes. Por ultimo, casi conficsa en voz baja, esa pieza le signa como persona
y como micmbro de un clan.
Latal piczacs un oikakarn, una mufequera de solo ures 0 cuatro centimetros
dc ancho que, en determinadas ocasiones rituales, sirve también como guimalda
frontal para representar a cicrtas divinidades. Es realmenteana pieza hermosa:
sus colores vehementcs, subrayados por el negro, corren en franjas muy
estrechas lo que da al aderezo cl valor de una joya delicada y esencial. (Los
chamacoco jamds utilizarfan combinaciones tan fuertes en piezas mayores: las
tobilleras, que llcgan hasta los dicz centimetros de ancho, usan tonos blancos y
fosas, verdes, pardos y atin negros pero nunca el contrast rojo/amarillo que, en
superficics tan anchas. luciria cstfidente). Es una picza sugerente: estremecida
sobre el brazo rudo de Tukule, habla de pdjaros y de dioses, de nombres secretos,
de dulcisimos frutos del bosque, de serpientes de coral; del pulso flamfgero de
ciertos seres miticos.
A pesar de su belleza, buscada y fruida, la muflequera de Tékule Gene un _
destino utilitario; sirve para reunir y diferenciar a los hombres, nombrar a los
dioses y convocar a los alimentos diffciles que guarda la selva. {Es una pieza de
arte? {Como pucde definirse el borde de lo estético en culturas que mezclan la
pura belleza con los trajines cifrados del culto, los prosaicos afanes en pos dela
comida y el complicado cjercicio del pacto social?
El arte de los otros
En principio, para trazar el contomo de la produccién del arte de los
indfgenas se deberia poder utilizar los mismos criterios que se aplican para |
dibujar cl perfil de cualquicr sistema artistico. Cuando hablamos d¢_arte,. |
indfgena, pucs, nos estamos refiriendo al conjunto de objetos y practicas que
subrayan sus formas buscando nombrar funciones e intensificar y expresar
mejor los recuerdos, los valores, la experiencia y los suefios de un grupo
humano; en este caso, de cualquicra de las comunidades indigenas que habitan
en el Paraguay. Pero, a la hora de intentar aplicar este término.a la situacién
concreta de tales comunidades, salta en seguida el problema de que en éstas lo
estético no pucde ser desgajado limpiamente de un complejo sistema simbdélico
16Oikakarn, brazalete ritual chamacaca, Archive del Centro Documentacisn ¢ Investigaciones (C DJ.) del
Centro de Artes Visuales dle Asuncién (CAM). Foto Ticio Escobar, Potrerite, Chaco, 1989,
que parece fundir diversos momentos que nosotros distinguimos desde afuera
como «arte», «rcligién», «politica», «derecho» 0 «ciencia». Por cso, lo que
admitimos en ltamar «arte indfgena» no puede sin mds scraislado del intrincado
conjunto social y aparece enredado en la tramade sus muchas formas con las que
termina por confundirsc casi siempre.
Esta confusién gencra no pocas dificultadcs, no solamente porque plantca cl
problema de la validez y del alcance mismo del término «arte» para designar cl
Ambito de ciertas expresioncs étnicas, sino porque, incluso, estorba la compren-
si6ndelos limitesde una posible estética indfgena. Lamodematcorfaoccidental
del arte distingue claramente entre forma y funcién y determina que son artfs-
ticos los fenémenos cn los que aquella se impone sobre ésta; por cso, los lindes
que scparan sus dominios sc recortan tajantes y nftidos. Pero, lacultura indigena,
al mezclar y, atin, identificar significantes y significados varios, dcsoricnta alos
estudiosos del tema: en un brazalete de plumas, cs imposible desprender'su
belleza de su utilidad m4gico-propiciatoria, sus papcles sociales y sus mévilcs
rituales. Pero atin hay més: a los indfgenas tampoco Ics intercsa cstablecer
distinciones entre lo que nosotros Hamarfamos «géncros» artisticos: las artes
visuales, la musica, la literatura, la danza y la representaci6n a menudo sc
17TIES
Escena de danza. Dibujo de Pascaim, mestizo mak‘a-nivaklé, Publicado en Belaieff, 1940.
mezclan en un promiscuo y fecundo maremagnum que, cn tomo a algun cje
invisible, es capaz de identificar manifestaciones estrictamente diferentes en
nuestra cultura.
La ultima dificultad a la que me referiré acd deriva también de la mecdnica
propia del pensamiento modemo que sc desorienta al transitar regiones diferen-
tes. A partir de determinadas razones hist6ricas, el arte occidental, moderno
requiere para sus propios productos los requisitos de la genialidad individual, la
tuptura renovadora y la unicidad de la obra. Ahora bien, aunque talcs condicio-
nes hayan surgido cmpujados por necesidades particulares, desde la extrafia
I6gica del colonialismo pasan a convertirse en exigencias normativas aplica-
bles, indebidamente, a todo tipo de arte. Pero el arte indfgena, como el
campesino, como casi todo tipo de arteno moderno, no cumple csas condiciones:
nies fruto de una creacién individual absolut (aunque cada artista 1
a su modo los inveterados c6digos colectivos) ni se produce a través de
innovaciones transgresoras (a pesar de que desarrollo suponga una constante
movilizaci6n del imaginario social) ni sc manifiesta en obras irrepctibles (atin
cuando cada forma especffica debe haber conquistado su propia capacidad
expresiva y estética).
18j
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Escena de danza. Dibuja pai-tavytera colectado por Olga Blinder y Bartomeu Meld, 1975.
Sin embargo, atin conscicnte de tales dificultades, creo’ que sigue sicndo
fundamental hablar de arte indfgena. El hacerlo exige, cn primer lug , partir de
las caracteristicas propias de las culturas diferentes y no de las condiciones que
‘marcan la produccién occidental “modema’ y que son, constantemente,
extrapoladas como normas abstractas que detcrminan qué cs artc y qué no
alcanza a revnir las notas que lo definen. Desde hace milenios'y cn los m6
Temotos lugares, diversas sociedades a-modemas construyen ret6ricamente la
experiencia colcctiva. Inventan imagenes y gestos cn los quc lo cstético impone
una direcci6n a pesar de que lo haga soterradamente y confundido con otros
factores culturales. Crean obras que, aunque repitan las pautas tradicionalcs,
dependan de funciones varias, se produzcan serialmente §y. correspondan a
autores anénimios y/o colcctivos, son capaces de revelar, desde cl juego de la
forma, oscuras verdades por otras vias inaccesibles'.
1. Presionada por imterferencias idcoldgicas, la teoria del arte occidental debe recurrir a ingeniosos
dispositivos para reconocer el potencial artistico de ciertas socicdades a-modemas aunque sus obras no
cuniplan con os requisitos del formalismo, la unicidad y cl genio, cxigidos atoda expresién marginal, que
aspire al titulo de arte. Ningin tratado de Historiadel Arte,en efecto, negaria l caricter estético a sistemas
formales que sirvende antecedentes al propioarte occidental (greco-romano, clisico,etc.)oque coinciden
con éste en cuanto manifestaciones de “alas culturas” (arte egipcio, oriental, precolombino, ete.). Estos
mecanismos son desarrollados sistematicamente en Escobar, 1987.
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