Ideologías, Partidos y Otras Organizaciones Políticas 1820-1870

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4 IDEOLOGIAS, PARTIDOS Y OTRAS ORGANIZACIONES POLITICAS, 1820-1870 Brian R. Hamnett Durante esos decenios, los Estados latinoamericanos trataron de definir del me- jor modo posible sus relaciones mutuas y, sobre todo, con el resto del mundo. Las potencias enropeas dominaban la region atlantica ¢ intentaban aprovechar la caf da de los imperios ibéricos introduciéndose cada vez mas en los mercados ibero- americanos, Ast, por ejemplo, se habfa iniciado ya la penetracin comercial brité- nica directa en la zona del Rio de La Plata y Brasil, tras el establecimiento de relaciones comerciales con los Estados extranjeros amigos, respectivamente en 1809 y 1810, En el primer caso, los comerciantes locales de Buenos Aires fueron excluidos rapidamente del negocio de las importaciones. En 1824, el valor de las importaciones briténicas a Buenos Aires ascendia a un millén de libras esterlinas ¥ Ia comunidad briténica residente en el puerto habfa aumentado a unas 3 000 personas (Ferns, 1960; Halperin Donghi, 1975: 66-72, 81-101; Brown, 1979: 69-122). Durante este perfodo, Estados Unidos inicié su ascenso en el continen- te americano, aunque al principio su importancia comercial no era tan grande como la de sus competidores europeos. Fue en Mexico donde la influencia de Es- tados Unidos fue mayor, Las presiones territoriales ejercidas sobre los territorios del Norte de México por los Estados esclavistas del Sur de Estados Unidos y la expansin de su economia de plantacién estimularon el movimiento anexionis- ta. En 1836, tras el éxito de un movimiento secesionista, México perdié Texas y poco después Ia mitad de su territorio con el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), que puso fin a la guerra de 1846-1847 con Estados Unidos (Vazquez y Meyer, 1982; Moyano Pahissa, 1987; Hamnett, 1994: 145-165; Hale, 1957: 153-173). Tarde 0 temprano, muchos Estados latinoamericanos s¢ hallaron en- tre fa espada de las potencias europeas y la pared de Estados Unidos. Al mismo tiempo, existfan enconadas rivalidades entre los nuevos Estados: la Guerra Cis- platina (1825-1828) opuso a Argentina y Brasil, herederos de los conflictos co- oniales entre espafioles y portugueses en torno a la Banda Oriental, que en 1828 constituy6 la Repiiblica del Uruguay; en 1828-1829, Nueva Granada y Perd se disputaron el control del antiguo territorio colonial de Quito; las disputas per- sistentes empeoraron las relaciones entre Ecuador y Perit, Perdi y Chile y Para- guay y Brasil. ni BRIAN R, HAMNETT Hustracion 1 ees Un juez y su escribano, Hesiquio Iriarte, siglo xix. Fuente: México Tustrado..., 1994: 156. LA APARICION DE ESTADOS-NACIONES FRAGMENTADOS En aqnella época no existia en América Latina ningin sentido de comunidad 0 so- lidaridad que pudiera resistir eficazmente a esas presiones externas o impedir los conflictos regionales. La postura ideolégica de Simén Bolivar, Libertador de la parte septentrional de América del Sur, concedia més importancia al continenta- lismo o el panamericanismo que al nacionalismo. Sin embargo, en el perfodo pos- terior a Ja independencia el localismo y el provincialismo resultaron ser fuerzas mis poderosas. El fracaso del ideal bolivariano de sustituir los antignos imperios coloniales iberoamericanos por grandes Estados supranacionales que pudieran es- tar en un pie de igualdad frente a Estados Unidos y las potencias europeas dio paso a Ia formacién de una serie de «Estados-naciones» débiles, divididos e im- perfectamente articulados, en los que habria que inculcar ulteriormente un senti- miento de identidad nacional, En 1825-1826, Bolivar no logré impedir la consti- tucién del Estado de Bolivia en el antiguo territorio colonial del Alto Pera, dependiente desde 1776 del Virxeinato del Rio de La Plata. El frustrado Congre- so de Panamé de 1826 no logré invertir estas tendencias centréfugas predominan- tes y los Estados latinoamericanos recién emancipados quedaron en una situacin vulnerable en un mundo peligroso. Cada Estado tendrfa que negociar por separa- do sus propias relaciones con la comunidad internacional, No obstante, la idea IDEOLOGIAS, PARTIDOS Y OTRAS ORGANIZACIONES POLITICAS, 1820-1870 113 continental (que exclufa a Estados Unidos) no habia muerto del todo. En 1847, tras [a derrota de México frente a Estados Unidos, el caudillo peruano Ramén Castilla patrociné un congreso en Lima para debatir la cuestion de la integridad territorial de las reptiblicas iberoamericanas, al que asistieron representantes de Chile, Bolivia, Colombia y Ecuador (Lynch, 1986: 25). Enel caso mexicano, la caida del Primer Imperio (1822-1823), el Estado que sucedié al desaparecido Virreinato de Nueva Espafia, se acompaité de dos acon- tecimientos que tendrfan una importancia trascendental: la fragmentaci6n de las fuerzas armadas oficiales en facciones rivales y la aparicién en las provincias de tun poderoso movimiento federalista, que constitufa una reaccién enérgica contra el centralismo colonial (Costeloe, 1975; Anna, 1990). Durante un breve periodo, el antiguo Reino de Guatemala se adhirié al imperio mexicano, pero se separ6 de nuevo (salvo la provincia de Chiapas) tras la abdicacién en marzo de 1823 del emperador Agustin I, Este territorio, que comprendia Guatemala y lo que hoy dia son El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, intent6 preservar su unidad mediante un experimento paralelo: la Federacién de América Central. Sin embar- g0, hacia 1840 las fuerzas centrifugas dentro de cada uno de los texritorios de la Federacién habfan acabado con ella, A partir de entonces, América Central que- 6 expuesta a la penetracién externa y a los conflictos internos (Worthman, 1982: 229-277). En México, en cambio, existian suficientes elementos de cohesién, lo que permitié que sobreviviera un sistema politico nacional integrado a pesar de la transicin al federalismo en 1824. Estos elementos provenfan del régimen colo- nial que habia conferido coherencia al pafs en los planos administrativo, econémi- co y eclesidstico. Aunque en 1835 y 1836 se produjeron movimientos separatistas en Yucatan y Texas, el sentimiento regional que habia alimentado el movimiento federalista no tenia un cardcter separatista sino que, por el contrario, procuraba reajustar el equilibrio politico y fiscal dentro del sistema politico nacional (Gon- zAlez Navarro, 1979: 43-75). EL IDEAL CONSTITUCIONAL Y LA REALIDAD DEL PODER PERSONAL El fin de la tradicién de la legalidad colonial, que se habia caracterizado en gran medida por la supremacia del poder civil, planteé los problemas conexos de la legitimacién y la transferencia del ejercicio del poder politico. En toda América Latina, las tendencias autoritarias y los nuevos preceptos constitucionales se dis- putaban la primacfa, Esta lucha coincidié con un creciente antagonismo entre el centro y las regiones. El constitucionalismo en América Latina nacié de la reac- cién de las elites americanas al férreo control imperial impuesto durante la ah ma parte del siglo xvm. En Hispanoamérica, durante la crisis imperial de 1808 se gjercieron presiones a favor de la autonomia dentro del imperio y bajo la Monar- guia, pero fueron barridas en gran medida después de 1810 por los movimientos de independencia. No obstante, las clases poseedoras y cultas americanas habfan conquistado un medio legitimo de expresi6n politica con las nuevas instituciones y pricticas establecidas por la Constitucién imperial de 1812, promulgada por las Cortes de Cadiz. Esta Constitucién senté las bases de gran parte de Ia tradicién 14 BRIAN R. HAMNETT constitucional de la América Latina del siglo x1x, que a su ver le incorporé la in- fluencia de la Tlustracién dieciochesca. Sin embargo, la Constitucién de Cadiz habia definido la «nacién» como la reunién de todos los habitantes hispanos de ambos hemisferios y, al mismo tiempo, habia excluido toda posibilidad de trans- ferencia del poder a los territorios integrantes de la Monarquia. Simulténeamen- te, habia conferido a esta nacién el ejercicio de la soberanfa. Una vez redefinida la soberania como algo ajeno a la Corona, se planteé el nuevo problema de saber si ésta se debia ejercer exclusivamente en el plano nacional en cada Estado inde- pendiente de América Latina o en un plano regional en forma de federalismo (Mi- tanda, 1952; 304-310; Anna, 1983b: 1-63; Hamnett, 1985a: 31-94). La cafda del absolutismo ibérico en América durante el perfodo 1808-1826 permitié que las nuevas elites gobernantes reestructuratan los sistemas politicos y judiciales en provecho propio. Estas procuraron preservar sus posiciones domi- nantes en el proceso de adopcidn de decisiones institucionalizando el proceso de consulta y debate mediante reuniones periddicas de érganos representativos —se- nados y cémaras de diputados— y el establecimiento de tribunales supremos de justicia en sustitucién de las

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