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‘Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa ralesy biolégicos sobre las teorias ecolégicas.'" El puente que tiende Callicott dinamizg esta relacién y subraya el cardctet reciproco de esta interrelacién, pues fas cienciag ecolégicas influyen a su vez sobre la cultura y el modo en que nos relacionamos con nuestro entorno natural. Un espacio multicultural El camino multicultural, “etnometafisico”, abierto por Callicott representa una fuen. te fértil y relevante para una ética ambiental contempordnea. Fértil en cuanto nutre nuestra imaginacién para concebir nuevas relaciones posibles con la naturaleza: y relevante en cuanto propicia un diélogo con otras culturas, que, a través de un respeto mutuo,permita la perpetuacién de una multiplicidad de formas tradicionales en que los humanos representan la naturaleza y se relacionan con ella. "Se deserolla esto spcoximacién cientifca en Rucarde Rozzi y J.J. Anmesto, "Natural Dai” a5 1 Postmadeen voiut Metaphor", Reviste Chilena de Historia Narural, en prensa 84 EN BUSCA DE UNA ETICA AMBIENTA| Por J. Baird Callicot I. La necesidad de una ética ambiental 1. La primera ola de la crisis ambiental ‘A mediados de 1a década de 1960 se dio un despertar. La gente empezé a advertir que muchos de los grandes rios det mundo virtualmente se habfan convertido en cloacas al aire libre; que en muchas grandes ciudades la atmésfera estaba atestada de gases téxicos; que lo que otrora eran espacios abiertos y un habitat para la vida silvestre habia dejado su lugar a carreteras, fraccionamientos, eentros comerciales y suburbios: que el suelo se erosionaba con mas rapidez de lo que podia ser Teconstituido y que las toxinas industriales:y agricolas.aparecian por doquier, inclu- s0 en Ta leche materna y en los huevos de las aves de presa ni mas ni menos. El alcance y la complejidad de la incipiente “crisis ambiental” de los sesentas desafiaba los métodos corrientes de deteccién de problemas. No era posible aislar, analizar y resolver fécilmente los problemas ambientales como algunos de los ottos retos de aquella década -poner un hombre en la luna, por ejemplo~. De hecho, los ecologistas William Murdoch y Joseph Connell, en una celebrada discusién, sostu- vieron que la aplicacién de los métodos habituales de ingenierfa para la solucién de Problemas a los trastornos ambientales s6lo empeoraba las cosas, De este modo, pronto Hlegé a percibirse la crisis ambiental menos como un con- Junto de “problemas” fisicos independientes pasible de enfrentarse con un progra- " Tomainos este articulo de Tom Regen (comp), Matters of Life and Death, ¥ ed, McGraw-Hill, Nueva York, 1993. La presoote vaduceton es de Jorge 338, [N. comps) | Willa Murdoch y Joseph Connell, “Alt about Ecology”. en lan G. Barbour Comp), Mexlere Mw nd Environmental Eihics, Addiwon-Wesiey, 1973. pp. 156-130. 85 ‘Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa ma coordinado de “soluciones” de ingenieria, que como una reaccién ecolégica ‘muasiva que era y es sintomatica de Ia mala adaptacién al entorno natural por parte de la modema civilizacién tecnolégica. ¥ como esta moderna civilizacién tecnologi- ca esté afincada ¢ inspirada continuamente en actitudes. valores y creencias cultu. rales profuandamente arraigados, el paso primero y més fundamental hacia la salida de la crisis ambiental -parecfa entonces— deberia ser un programa de invencién y critica filoséficas. Segin el historiador Roderick Nash, “la clave son las ideas (...) Las maquinas, después de todo, s6lo son los agentes de un conjunto de preceptos éticos (...) El tipo més grave de polucién es mental. La reforma ambiental depen- de en iiltima instancia de un cambio de valores.” En otras palabras, se reconocia que lo que se necesitaba para “resolver” los “problemas” ambientales no era tanto aueva tecnologia cuanto una nueva ética ambiental. O, para ponerlo con mas preci- sién, la invencién y aplicacién de nuevas tecnologias y el empleo de las antiguas deberian estar guiados y limitados por una nueva “conciencia ecolégica”, tal como 1 filésofo aficionado y conservacionista Aldo Leopold (1887-1948) lo habfa plan- teado unas dos décadas antes. “Estamos remodelando la Alhambra con una pala mecénica—escribié—y orgullosos de nuestras maniobras. Dificilmente dejaremos la pala, que, después de todo, tiene muchas ventajas; pero necesitamos eriterios més flexibles y objetivos para su empleo acertado.”> En respuesta a la peticién de Leopold, el fil6sofo australiano Richard Sylvan {entonces Routley) emprendié en 1973 la bisqueda filos6fica sistemética de “una rmueva ética, una ética ambiental”. En su alocucién del XV Congreso Mundial de Filosofia, declaré: Si Leopold tiene raz6n en su critica a la conducta prevaleciente, lo que se requiere es un cambio de ética, en actitudes, valores y valoraciones. En efecto, tal como estén las cosas, (...) los hombres no se sienten moralmente aver- gonzados cuando interfieren en una érea natural, cuando maltratan la tierra, extrayendo de ella todo lo que dé, y después la abandonan; y no se considera que tal conducta sea una interferencia ni suscita la indignacién moral de los demés.* * Rode.ck Nash, The Environmental Studiee Program, 1983-84, Universidad de Californi, Santa BEtha* 2, 1983, Aldo Leopold, A Sand Counyy Almanac with Essays on Conservation from Round River, 8 Nueva York, 1966, pp. 263-264 “Richard Routley, “Is There a Need for s New, an Environmental, Ethie?", en Bulgerian Organizing Conmitee (comps ), Praceedingr af the World Congress of Phulocophy, Sofia Press, Sofia, 1973. p. 205. 86 1.08 CAMINOS DE LA ETICA AMBIENTAL, 2 La segunda ola de la crisis ambiental Desde su descubrimiento hace un cuarto de siglo, ha cambiado el foco de Ia crisis, ambiental y, dado tal cambio, ésta resulta ahora mnas inquietante y aguda que nunca, De hecho. podriamos decir que la segunda cla de la crisis ambiental esté reventan- do sobre nosotros en este momento, Durante la década de 1970, ef Congreso de los Estados Unidos promulgé un caudal de leyes (tales como las actas para un Agua y un Aire Limpios) para paliar el deterioro ambiental. Y también creé todo un nuevo ente burocratico federal: 1a ‘Agencia de Proteccién al Ambiente. El resultado es que las aguas superficiales y el aire de las ciudades estan un poco més limpios, las carreteras un poco menos sucias y tienen que hacerse estudios de impacto ambiental antes de emprender la realiza- ‘in de obras piblicas a gran escala. Sin embargo, durante la década de 1980 (1a era Reagan en fa historia de los Estados Unidos), la crisis ambiental aparentemente se vio desplazada de Jos prime- ros Ingares en Ia lista de las prioridades nacionales. La Administracién Reagan aplicé una politica de “desregulacién” (la supresin de las leyes restrictivas y las reglas burocritices) para favorecer a ta libre empresa econdmica, Se atacaron las regulaciones que buscaban atemperar la degradacién ambiental, No se hizo caso a lacrisis ambiental. Peto ésta, cual enfurecido espectro maligno, regres6 a vengarse en los aiios finales de la década de los bonos sin respaldo y de la caide del ahorro y elerédito. Los iltimos afios de la década de los ochentas (y el fenémeno se prolongé hasta entrados los noventas) fueron los més dlgidos que se hayan registrado. Parecia que en verdad habia comenzado el rapido calentamiento global -que los cientificos tanto habian predicho-. El efecto invernadero como a menudo se le llama es causado principalmente por la ignicién de combustibles fésiles, la cual libera bidxido de car- bono que va a la atmésfera. El biéxido de carhono y algunos otros gases se compor- tan como los cristales de un invernadero, dejando pasar la energia solar en forma de luz ¢ inbibiendo su salida en forma de calos, acrecentando con ello la temperatura de] planeta, El calentamiento global podria causar abruptos cambios climéticos y trastornar la agricultura y los ecosistemas; podria disolver las capas de hielo polar, levando el nivel de los mares e inundando las ciudades costeras.> ‘Mis o menos al mismo tiompo, los cientificos descubricron un “hoyo” en el ozono de la estratosfera encima de 1a Ani yun marcado adelgazamiento de esta capa de ozono en latitudes templadas. El ozono a elevadas alturas protege la v en la superficie del planeta Tierra de la letal radiacién solar ultravioleta. Sustancias seceeee ees CE Bul McKibben, The Ene of Nome, Random Howse, Nueve York, 1989. 87 ‘Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa quimicas sintéticas volétiles llamadas clorofluorocarbonos (que se usan en refrige. radores, acondicionadores de aire y aerosoles) reaccionan con el ozono que se halla en la capa superior de la atmésfera y lo reducen. Estas sustancias quimicas, por cierto, también son gases de invernadero y contribuyen al calentamiento global. ‘Al mismo tiempo, se increments draméticamente Ja destruccidn de los bosques de Iluvia tropical. Algunos bosques de lluvia estin destinados a satisfacer la cre- ciente demanda de maderas duras tropicales que se da en las naciones ricas del Primer Mundo. Otros se han convertido en tierras de pastoreo para satisfacer la ereciente demanda de came de res destinada a Ia elaboracién de comida répida y barata en las naciones del Primer Mundo. Y como la tierra est distribuida inequitativamente en muchos paises del Tercer Mundo, los campesinos desposeidos que mantienen una agricultura de subsistencia se ven forzados a cultivar tierras, forestales pobres y desgastadas. Estos campesinos cortan y queman los arboles para desarrollar sus cultivos. Después de tres o cuatro affos, los nutrientes de las cenizas se han agotado por completo y es necesario talar y quemar mas bosques, repitiéndose el insidioso ciclo de destruccién,? Los bosques de iluvia del mundo son hermosos y su destruccién es una tragica pér- dida de nuestra herencia natural. Y como los érboles estén compuestos en gran parte de carbono, la combustién de los bosques para crear campos y pastizales exacerba el efecto invemadero, Pero los bosques de lluvia tropical son tambien el hogar de quizis la mitad de todas las especies vivientes.* Con mucho, el corolario mas atroz de la destruc- cin de los bosques de uvia es la extincidn de muchas de estas especies, Si cambiatmos Jos combustibles fésiles por diversas formas de energia solar y permitimos que se rege- neren los bosques del mundo, puede revertirse el efecto invernadero, Si dejamos de fabricar clorofluorocarbonos. la capa de ozono en algiin momento se regenerara. Pero laextincién, como lo dice la propia palabra, es para siempre. Por supuesto, la destruccién de los bosques de Iluvia no es el tinico medio de una extincién antropogénica (causada por los humanos) de las especies, La destruccién de otros biomas (ciénagas o Ilanuras, por ejemplo) también puede provocar la extin- cién de las especies. La introduccién 0 invasién de depredadores ajenos (como gatos y ratas) 0 competidores (como carpas) puede causar la extincién de especies nativas y endémicas. Y algunas especies (por ejemplo, el uro europeo, la moa, el dods y la paloma emigrante) simplemente cayeron en el olvido.? tod 16F, Robert Goodland (comp), Race 10 Save the Tropics: Beology and Economies for a Sustainable Futwe, island Press, Washington, D. C., 1990, FCF. Norman Myets, The Primary Source: Tropical Forests and Our Future, W. W. Norton and CO Nueva York, 1984 "CE Geerat J, Vermeij, “The Biology of Human-Caused Extinction”. ev Bryen G. Norton (comp), TE Preservation of Species: The Value oj Biological Diversity, Princeton University Press, Nuev Jersey. 1986. 88 EERE EERE eee ee ee aaa LOS CAMINOS DE LA BTICA AMBIENTAL Desde el afio 1600 (cuando empezarona mantenerse registros confiables) hasta 1900, el ritmo promedio de extincin de especies fue aproximadamente de una cada cuatro afios.'" De 1900 a mediados del siglo xx, el ritmo de extincidn fue de una especie al afio, Segiin el conservacionista Norman Myers, “si persisten los patrones actuales de explotacién”, la velocidad de extincién durante la éltima década del siglo xx podria superar las jcien especies por diat!! Para fines de siglo, la pérdida total de especies podria rebasar la cantided de un millén: jentre una décima y una vigésima parte de Ja dotacién total de especies de la Tierral Por supuesto que en el curso de la evolucién biolégica las especies se extinguen naturalmente, ya sea cuando se transforman en una nueva especie, o bien cuando las desplazan tipos mejor adaptados. Existe una “tasa normal” de extincién estima- da en una especie cada cien afios, que es un ritmo significativamente menor al de produccién de nuevas especies.'? De este modo, en el momento en que el Homo sapiens heredé la Tierra se habjan acumulado gradualmente entre diez y treinta millones de clases vivas, En el pasado cayeron sobre la Tierra algunas catistrofes y provocaron extinciones masivas abruplas.'? Esto ocurrié —como os de todos sabido- con los dinosaurios en la més reciente oleada de extincién en masa antes de la actual, hace unos sesenta y cinco millones de afios, Se cree que los escasos y remotos episodios anteriores de extincién masiva y abrupta de especies tuvieron tuna causa extraterrestre.'* Los cientificos ereen que en estas raras ocasiones un gran meteoro choeé contra la Tierra y levanté tanto polvo y detritus que bloqueé el paso de la luz solar, con lo que se extinguié la mayoria de las formas de vida a la sazén existeates.'* Hoy on dia nos encontramos en medio de un episodio de extin- cién masiva y abrupta de especies de proporciones comparables. En este caso, sin embargo, el agente destructor es de origen terrfcola, Para ponerlo en las multicitadas Palabras de Pogo, el personaje de la tire cémica, “ya dimos con el enemigo. y el enemigo somos nosotros”, En suma, hoy en dia esta ocusriendo un fenémeno que podriamos llamar biocidio. andlogo a un genocidio, salvo porque sus victimas no son gens humanas ni gru- Pos étnicos, sino especies no humanas. Estamos hablando aqui de algo mas que una TLC, Ieenetionsl Union for Conservation of Nature and Natural Resources (IUCN), Red Data Bo IUCN, Merges, Suize, 1974 eect "Norman Myers, The Sinking Ark: A Mew Look at she Problem af Dissepearing Species, Nueva York, 1979, p 4 pabavid M_ Raup, “Diversity Crises in the Geologieal Past", en E. O, Wilson (comp }, Biodiversiy, National Academy Presa, Worhiegten, Dy 1988. yp. 31 1 David M, Raup, “Biological Extinction iv Earth History", Scrence 251 (1986), pp. 1528-1533, suilishtel R, Rampino y Richard B. Strothers, “Teresvial Mass Entintions, Cometary Impacts and the Spn's Motion Perpendicular to the Galsetie Plane”, Mature 308 (1984), pp. 709-712, Tells Alvarea, W. Alvaiez, F, Asnto y HV. Michel, “Exttaterestria! Cause for the Cretaceous ertiary Extinction", Science 208 (1980), pp. 1095-1108 rgamon, 89 ‘Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa mera cuestién de vida y muerte. Antes bien, estamos hablando de una cuestién de supervida (de formas de vida. y no de la vida efimera de esta.o aquella cosa vivien. te) y megamuerte (de una extincién antropogénica masiva y abrupta de especies), Edward 0. Wilson, entomélogo social de Harvard, sugiere que el empobrecimiento biol6gico de la Tierra es probablemente la locura que menos nos perdonara la pos. tetidad."* Por consiguiente, hoy mas que munca es seguro que requerimos “una ética nueva, una ética ambiental”. 3. Alternativas a la ética ambiental <0 no es asi? Algunos filésofos han sostenido que realmente no necesitamos wna teoria nueva y especial de ética ambiental. Mas bien ~insisten ellos~. bastaria llevar a la practica con asiduidad nuestra ética humanista tradiciona} para atemperar la crisis ambiental. Y los portavoces de dos “movimientos” —Hlamados asi pues son aun tiempo més y menos que filosoffas~ contempordneos de orientackén ambiental sugieren que, si bien definitivamente requerimos un gran cambio de actitud, no ne- cesitamos una nueva teorfa de ériea ambiental. La requerimos tanto como cada uno de nosotros necesita otro hoyo en ta cabeza —dicen (bien que por razones diferentes y opuestas) tanto “ecologistas profundos” como “ecofeministas La ecologfa profunda es generosa en produccién de teoria pero rechaza categ6- ricamente la ética, mientras que el ecofeminismo es profundamente suspicaz hacia Ja “totalizacién” tanto de la construccién teérica como de la ética tal cual ésta se entiende habitualmente (como filosofia moral coherente a partir de la cual pueden inferirse y luego aplicarse universalmente principios rectores del comportamiento). Por otro lado, el humanismo tradicional se siente bastante cémodo tanto con la teoria cuanto con la ética ~después de todo, gen qué medio intelectual crecié y florecié histéricamente la teoria ética?-, pero se opone a cualquier nueva filosofia moral no antropocéntrica (no centrada en el hombre). Para redondear Ja parte I. retiro primeramente la barricada que el humanismo tradicional habia levantado contra la biisqueda de una ética nueva, una ética aim biental, y muestro luego que ta teoria moral conservadora no puede fundamentar satisfactoriamente una respuesta ética a la crisis ambiental. Paso después a consi derat una por una las alternativas radicales a la ética ambiental representadas pot la ecologia profunda y el ecofeminismo, y més tarde defiendo a la ética y a la teoria ética en contra de sus oponentes. Por tiltimo, expongo de manera explicita criterios para evaluat las teorias candidatas de ética ambiental que se analizan ef las partes II, IIL y IV. © Baward © Wilson, Biophili, Herveré Univesity Press, Cambridge, Mass. 984, p 121 90 a4. LOS CAMINOS DE LABTICA AMBIENTAL, ‘4, BI desafio del humanismo tradicional: antropocentrismo ecuérdese que al ser descubierta la crisis ambiental se vio reducida, para todo pésito prictico, @la polucién. ¥ recuérdese también que cuando Sylvan convocé por primera vez a sus colegas filésofos a prestar atencién a la demanda de Leopold yaacometer seriamente [a tarea de desarrollar “una nueva ética, una ética ambion- ial”, dijo que “no debe pensarse que (la mala conducta ambiental) interflere con fa indignacion moral de los demas y tampoco la provoca”. Empero, muchos perjui- cios al medio sf interfieren con los demas (humanos). De aqui que, en 1974, el distinguido filésofo australiano John Passmore pensara que podia simplemente de- cir que no al Ilamado que hacia su colega de Canberra a ir mas allé del humanismo tradicional y afirmara: “los problemas morales inmediatos, en el caso de la polucién, no son abrumadores (. ..) En efecto, hay un acuerdo general de que a nadie se le debe ppermitir que envenene a su vecino.”"” Asf,a la pregunta acerca de si es defendible la afirmacién de que Occidente necesita una “nueva ética”, Passmore responde: Lo que se necesita en general no es tanto una “nueva ética”, cuanto una adhesin més generalizada a una ética perfectamente conocida. Efectivamente, las fuentes principales de nuestros desastres ecoldgicos — adetmés de la ignorancia— son la codicia y la estrechez de miras, que en gran medida son Ja misma cosa (.. .) No hay ninguna novedad en la opinién de que Ja codicia es mala; tampoco es necesaria una nueva ética que nos lo diga.!® Hacigndose eco de la posicién de Passmore, el distinguido filésofo norteameri- cano William K, Frankena ha enunciado con gracia y autoridad el desafio del uma- nismo tradicional a toda biisqueda de una nueva ética ambiental Hemos ofdo varios llamados en favor de una “nueva ética” (. ..) para tratar al medio (. . .) Sin embargo, existe en verdad otra posibilidad que debe explorarse primero, a saber, que muestra antigua ética (0 por lo menos sus mejores partes) es enteramente satisfactoria como base para conducir rmues- tra vida en el mundo, de modo que el problema sélo es que no somos bastan- tes los que vivimos de acuerdo conella el tiempo suficiente; es decir, que lo que necesitamos no es tina nueva ética, sino un nuevo “rearme moral”. un resurgimiento de Ia dedicacién moral.” seca eeeseeeee ‘ohn Passmore, Mans Responsbiy for Notre, Chris Serbners Sons, Nueva Yook, 1974, p. 72 "Dds 187 W. K. Frankena, “Ethics and the Environment", en K E. Goodpaster y KM, Sayre (comps }, Sthres ‘Ped Problems af the 210! Contry, Unversity 9 Nowe Dave Pres, Neste Dame, Ind, 1979, p'3 ot ‘Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa El enfoque humanista tradicional de los problemas ambientales trata al entorng ‘meramente como una “reserva” de “recursos naturales” y como una “arena” para la interaccién y los potenciales conflictos humanos que, segiin ha revelado reciente. mente la ciencia de la ecologia, son mucho més complejos de lo que antes se supu. so. Los efectos adversos que los seres humanos pueden causar indirectamente en otros seres humanos con lo que le hacen directamente al medio (como “desarrollar- Jo”, consumirlo y tratarlo como depésito de desperdicios) recientemente se han incrementado, més atin con la explosién poblacional y el surgimiento de tecnologias més poderosas y/o t6xicas. Segiin la fildsofa Kristin Shrader-Frechette, una de las principales defensoras de un enfoque humanista tradicional de la crisis ambiental, es dificil pensar en una accién que infligiera un dafio irreparable al medio o ecosistema sin amenazar también el bienestar humano (. . .) Si un agente contaminador descarga desechos t6xicos en un rio, podria decirse que esta aecién es equivocada (...) porque se han violado los “intereses” del rfo, pero también (....) porque existe el interés humano de contar con agua limpia (por ejemplo, para la recreacién y para beberla).2° En suma, Passmore, Frankena y Shrader-Frechette sostienen que no necesita- ‘mos una nueva ética ambiental que nos diga lo que los seres humanos pueden y no pueden hacer con las entidades naturales no humans y con la naturaleza en su {otalidad. Nuesiras éticas antiguas, que propugnaban una mismo trato moral y/o justicia para todos los seres fhumanos, son bastante adecuadas ~en especial si con “todos” nos referimos a los hombres del fururo tanto como a los que existen actualmente- Pese a que los problemas de la “segunda ola” de Ja crisis ambiental son mucho més graves y complejos, el fildsofo Bryan Norton sostiene que las politicas ambien- tales basadas en un antropocentrismo suficientemente ancho y largo ~en el cual reciba la debida cousideracién la més amplia variedad de valores humanos de esta gencracién y las futuras~ serian indistinguibles de las que se basan en la controvertible y problemética nocién de “valor intrinseco” de la naturaleza.2" A esta idea la deno- mina hipétesis de convergencia e insta a los fildsofos ambientales a prohijar ua antropocentrismo conservador pero “débil” y a que nuestras politicas se basen en el espectro total de valores materiales, cientificos, estéticos y espirituales de las gene raciones presentes y futuras.22 BK. S. Shrader-Frechette, Environmental Buhcs, Boxwood, Paci Grove, 1981, p 47. Bryan ©. Norton, “Conservation and Preservation: A Conceptual Relabilitation”, Environmental Bthics 8 (1986), pp. 131-148, Bryan G Norton, “Environmental Ethics and Weak Anthtopocentrism’. Environmental éthics 6 (1984), pp. 131-148 92 LOS CAMINOS DELAETICA AMBIENTAL : Como el filésofo Tom Regan ha sefialado. la respuesta humanista z la crisis ambien- tal, aun si se incluye explicitamente a las generaciones futuras en nuestra clase qnoral base, de hecho no conduce en modo alguno a una ética ambiental, sino a una ‘ica para usar el entorno, a una ética de la “administracién”.” Es decir, nuestros geberes con el ambiente sélo scrian deberes indivectos: nuestros tinicos deberes directos Son con nuestros “congéneres”. “Bueno, ;y eso qué? ~podria replicar un defensor del antropocentrismo-, Si esto permite conseguir lo que se pretende, si probibe con tanto rigor como una ética ambiental idénea el sobreconsumo, la polu- ci6n, la destruccién del habitat y otros dafios que infligen los humanos al medio, ;por {qué no inclinarse por esta opcién, mAs que buscar alguna otra problematica y ‘controvertible?” ‘Sin embargo, la antigua y conocida ética antropocéntrica simplemente no puede prohibir tan estrictamente como una étice no antropocéatrica genuinamente am- biental los datos que infligen los humanos al medio. Para tomar et mismo ejemplo de Shrader-Frechette, una industria contaminante podria compensar generosamen- tea las personas afectadas por la pérdida d= Ia recreacién que les proporcionaba un rio de aguas limpias y brindarles una fuente alternativa de agua para beber. Ademés de esto ~y estamos ante el enfoque antropocéntrico habitual de los paliativos am- bientales-, la industria podria asi, éticamente, seguir usando el rio como vertedero para sus desechos toxicos. gPor qué “éticemente"? Porque se haria justicia respe-~ tando los intereses de Ias partes humanas afectadas, aun cuando 2 los peces. los pajaros y al rio mismo se les siguieran causando enfermedades, muerte y degrada- cién. EL bidlogo de ta conservacién David Ehrenfeld ha sido un acerbo critico de La afirmacién de Sbrader-Frechette y Norton en el sentido de que las éticas antropocéntricas tradicionales son pragmédticamente equivalentes a (esto es, que, al orientar la definicién de politicas, convergerian con) na ética ambiental direc- ta.4 Ehrenfeld nos pide que pensemos en ¢l sapo de Houston. que “no es un recur- ‘80 que posea ningtin valor demostrado o conjeturable para el hombre”.25 Su extin- cién tampoco significaria un daito irreparable para el ecosistema del sudeste de ‘Texas, donde habita, y ademas ~lo que es triste pero cierto-. el sapo de Houston no reviste ningiin interés particular para la ciencia ni pose ningtin valor estético 0 Teligioso especial. Si Ehrenfeld no lo hubiera convertido en una causa célebre, la — ® Tom Regan, “The Nature and Possibility of an Environmental Ethics", Environmental Bihcs 3 (1981), Bp. 19-34 ELC David Ehrenfold, The Arrogance of Humamere, Oxford Universny Press, Nueva York, 1981 David Ehrenfeld, “The Conservation of Non-resources". dmerrcur Seientat 64 (1976), p 650 3. SESE ee Teresa k} iatkowska y Jorge Issa gran mayorfa de la gente no sabria que alguna vez existié y las personas del futuro no lo echarian de menos. Mas atin, como Ehrenfeld sefiala, el sapo de Houston no, es tinico a este respecto. Literalmente, millones de otras especies en peligro tampo. co son recursos clasificables ni especies clave. y con frecuencia son desconocidas incluso para la ciencia, El antropocentrismo, que moralmente s6lo reconoce intere. ses humanos presentes y en el mejor de los casos futuros, serfa un junco en verdad muy débil para resistir ia marea del biocidio. Ademés, resulta irénico que Shrader-Frechette concluya que “hay un s6lido fun- damento racional para usar las teorias éticas utilitarista e igualitarista existentes a fin de salvaguardar el medio”, ya que una profunda disonancia cognitiva acecha en el niicleo de esta respuesta a la crisis ambiental.2° Los apologistas del antropocentrismo parecen a un tiempo ecoldgicamente bien informados y ecolégicamente ignorantes. Para ellos, la ecologia s6lo complica la interaceién en- tre humanos, tanto en el presente como a través de las generaciones; no transforma nuestra idea de la naturaleza y de lo que significa ser humanos. El distinguido filésofo noruego Arne Naess y sus seguidores norteamericanos y australianos Haman “superficial”, en oposicién a la ecologia “profunda”, a la res- puesta antropocéntrica a la crisis ambiental.2” Se reconoce o se afirme intelectual- ‘monte la ecologia en un area o nivel del pensamiento (las relaciones de causa y efecto en el entomo natural no humanio), pero se le pasa por alto o se le niega en otro nivel o area del pensamiento (a estructura general de fa naturaleza y la posi= cién de las personas dentro de esa estructura). Desde un punto de vista ecol6gico evolutivo, estamos “emparentados” con los demas miembros de la comunidad biética, Nuestras acciones con respecto a estos ofros miembros de algin modo deberian poder considerarse directamente morales, y la integridad de esta comunidad per se deberia tener de alguna manera un interés moral directo Normaimente, en un acervo de literatura sobre el tema que crece répidamente, la importancia moral de las generaciones futuras es motivo de intensa controversia, pues exige que se tome en cuenta moralmente a (0 se reconozcan deberes con) perso nas que no existen o que, en el mejor de los casos. sélo existen potencialmente.®® Me siento inclinado a convenir con Passmore y Norton en que deberiamos legar a la poste- ridad un ecosistema sano, vigoroso, rico y exuberante. Pero este deber tendria un ca récter subordinado o de corolario, cuyo cumplimiento naturalmente vendrfa después de ‘que se pusiera en préctica una genuina ética ambiental, y no a la inversa, 2% Shuader-Frecheite, op. cv. p. 23 (la eursivas son miss, 27 CF, para una discusién completa, “The Deep Ecology Movement", Nature! Resources Journal 20 (1980), pp_ 299.322. 234 Para encontrar literatura representative, ef RJ. Stkora y B. Barry (comps ). Oblvgaitons 40 Futart Generauions, Temple University Press, Fliedeltia, 1978, y Eraest Pertridge (comp.), Responsibilities Future Generations: Environmental Bchics, Prometheus, Bifalo, N.Y, 1981 94 a LOS CAMINOS DE LA ETICA AMBIENTAL 6, BI desafio de Ia ecologia profimda ‘amne Naess. fundador y actual gurii del movimiento de ecologia profunda, es un famoso alpinista y célebre fildsofo, una verdadera leyenda en vida.” En los Estados Unidos, Bill Devall y George Sessions popularizaron las ideas de Naess.>” Recien- temente, el joven psicélogo-filésofo australiano Warwick Fox ha desarrollado atin mas y transformado la ecologia profunda’! El ensayo “The Shallow and the Deep, Long-Range Ecology Movements: A Summary”, que Naess escribié en 1973, es el texto seminal de Ia ecologia profunda La visién superficial trata 2 Ia ecologia como wna ciencia mas de la familia de las ciencias de la Tierra (como la oceanografia o la meteorologia). ¥ los ecologistas superficiales utilizan su ciencia para fomentar la secular emipresa de conquistar la naturaleza y para anticipar y evitar tas consecuencias desagradables e indeseadas, los “efectos colaterales”, Por ejemplo, las dependencias estatales de pesca y caza ‘emplean ecologistas para manipular e! entorno a fin de crear un conjunto de “teeur- sos recreativos” maximamente sustentable. Y los ecologistas asesoran al gobierno y Ia industria acerca de todo, desde los efectos de la lhuvia acida (causados princi palmente por la combustién de carbén salfuroso) sobre los bosques y pesqueras comerciales, hasta las consecuencias biolégicas potenciales de introducir en el me- dio organisms creados por la ingenieria genétice. En las concisas palabras de Naess: “El movimiento superficial: combate la polucién y la disminucién de los recursos. Objetivo central: la salud y Ia opulencia de los habitantes de los paises dsarrollados.” El ecologista profundo, por otro lado, considera que la ecologies una ciencia diferente y especial porque, cuando se exploran ¢ internalizan totalmente sus implicaciones, da lugar a una nueva manera de experimentar Ia naturaleza, literal- mente a una nueva visién del mundo que replantea preguntas bisicas acerea de la naturaleza de la naturaleza, de lo que significa ser humano y c6mo deberia vivir un hombre en el medio natural. A través del cristal de la ciencia clisica moderna, la naturaleza se experimenta somo una coleccién de objetos discretos en un paisaje inerte cuyos componentes interacttian en cualquier forma. A través de los lentes de la ciencia de la ecologia ~ Para ona presentacion sisteméica de los puntos de vista de In ecologis profunde de Nace, véare Arie Naess, Ecology, Communit, and fife Sisfe, traducida y eduiada por David Rothenberg, Cambridge University brass, Cambridge, 1989 Rall Devally George Sessions. Deep Seology: Leos as Uf ature Mattered Peregrine Smith Boake. Salt Lake City, 1985, 1p, Warwick Fox, Toward a Transpersonal Psychology: Developing New Foundations For Environmentatiay, Shambala, Boston, 1990 ‘Ame Yaess, “The Shalow and the Deep, Long-Range Ecology Movements) A Suman 1973), p95 Inquiry V6 95 Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa (del estudio de las relaciones entre los organismos y su medio). cada cosa viviente se experimenta —segitn la formulacién clésica (bien que de algin modo informal) de Naess como “nudos en la red biosférica 0 en el campo de las relaciones intrinsecas dg la biosfera”. Este “modelo de campo total disuelve, no sélo el concepto del hombre en su medio. sino todo concepto de una cosa compacta en su medio ~excepto cuando se habla en un nivel de comunicacién superficial o preliminar-”.® Desde el punto de Vista de la ecologia profunda, los seres humanos —para usar un vocabulario filoséfico més comin estan “relacionados internamente”; es decir, as cosas sdlo se pueden concebir a través de sus relaciones con otras cosas, y esta red constitutiva de relaciones lo vincula todo en una totalidad o unidad integrada sistémicamente, Como sostendré més tarde, tal visién ecolégica del mundo da fundamento a una ética ambiental razonable; empero, los ecologistas profuundos han ido més lejos (por decirlo asi, mas alla del nivel profundo) y (partiendo quizas de especulaciones bas- tante profundas) han Hegado a conclusiones antiéticas. Ellos piensan que la unidad de ta naturaleza sugerida por 1a ecologia deberia conducir a la Autorrealizacién [Self-realization],* no a una ética ambiental. Con Auto (con A mayiiscula) reali- zacién, los ecologistas profundos no se refieren a la realizacién del potencial de una persona; ésta es una ordinaria auto (con a minuscula) realizacién, Se refieren. més bien, a la conciencia de que no existimos separados de, ni en oposicién a, todos los demés seres vivos y procesos naturales. Para ponerlo en términos positivos, con Antorrealizacién quieren decir que, puesto que los seres humanos formamos parte de una totalidad simbidtica integrada sistémicamente (el ecosistema), una autoconciencia madura y completa se expandiria hasta abarcar esa totalidad. De hecho, sostienen que la ecologia nos ensefia que la totalidad de la naturaleza es el verdadero Yo. Asi, pues, zqué hay de malo con la érica ambiental? Segin Fox, “las exigencias morales (. . .) son todas de! tipo: este yo particular deberta respetar a las otras entidades”.}! Desde el punto de vista de la ecologia profunda, la ética implice necesariamente una “concepcién del yo que lo trata como particula, que es atomista, estrecha” y falsa.*$ Por lo tanto, de acuerdo con Naess, “cuando la gente siente que desinteresadamente debe dejar de lado. incluso sacrificar su interés para mostrar amor a la naturaleza, ésta constituye probablemente, a largo plazo, una base fals® para la conservacién”. der Jo que sigue es necesaro tener en cuenta que la palabra fglesa Self significa tanto“ miso" ‘0a uno mismo” como "yo", casa que no ecute co eh prelyo easellano(procedente del rego) uno, el cus! blo recapera el primero de esos seatidos. Otro tanto sucede con la palabra inglesareafizaron, que se pued® tuaducir como “realizaién” y también como “comprensién” o “toma de concieacia”, (N. trad) Fox, op. cit p. 216 % fod. p OS 96. Eee ee LOS CAMINOS DE LA ETICA AMBIENTAL La ecologia profunda nos muestra otro camino: “Por medio de Ia identificacién, a través del auténtico amor a si mismo. del amor de un yo expandido y profundizado, la gente podria llegar a pensar que es su propio interés el que se ve promovido por la conservacion.”®© No se trata sélo de un “egoismo iltuminado”. mistificado y pasado de tnoda. El yo (dea ecologie profuunda) remite« una concepcién ampli de campo o expansiva jdelyo". que cuando esta mas expandido incluye ls totalidad del entorno natural. ‘Como vemos, la ecologia profunda se opone explicitamente a ta ética ambiental En lugar de la ética, Ia ecologia profunda recomienda una “préctica”. Sien efecto la ciencia de Ja ecologia implica que el yo y el mundo son uno. que el mundo es el yo extendido al maximo. no viviremos ala luz de esta “verdad” a menos que podamos experimentarla ademas de conocerla. Warwick Fox ha hecho recientemente una sintesis de la ecologia profunda y la psicologia transpersonal para crear la “ecologia transpersonal”, La psicologia transpersonal es un corpus de teorfa y practica que pretende trascender los limites del ego (0 yo) personal y limitado a través de méto- dos tradicionales como Ia meditacién y otros no tradicionales como el empleo de drogas psicodélicas, La ecologia transpersonal extiende y complement el cultivo tradicional que hacia la psicologia transpersonal de la experiencia de la autotrascendencia (entendida como un sentimiento de unién con una realidad espi- ritual més abarcadora) con una experiencia de unién con un reino natural més abarcador. Como Fox explica, él “ecologiza” la psicologia transpersonal y “psicologiza” la ecologia profunda.?* En un nivel mas pedestre, la ecologia profunda también es un movimiento con raices hundidas en la hierba, con un ala politica que comprende varios partidos verdes ¢ incluso una milicia irregular, los “ecoguerreros” de jLa Tierra es Primero! (Estos ecoguerreros. sin embargo, no llevan a cabo una guerra de guerrillas. Limi- tandose escrupulosamente a atacar la propiedad. no a personas, realizan una “gue- tra de monos” [monkey warfare").°*) Para unificar ¢ identificar al movimiento, se ha compendiado la ideologia de la ecologfa profunda en una “plataforma” de ocho puntos de la que son coautores Naess y Sessions.” En gran parte de la literatura de la ecologia profunda, se ha evaluado la pureza ideolégice de los princi- pales pensadores ambientales contemporineos y, segtin el resultado, se les ordena Como ecologistas profundos bona fide o bien se les estigmatiza como herejes (en ‘un grado u otro) superficiales. | i Ame Naess, “Self Realization’ An Ecological Approach to Being in the World”, The Trumpeter 4/3, 1987), p. 36 Fox, op, cx) ps 215, Mord op 199 ease Cunstopher Manes, Green Rage: Radreal Emverommenultant and the Unmaking of Cn itatron, tie, Brown and Co , Boston, 1980 Vense Devall y Sestions, op 2p. 70 on eae NOS DELA #TICA AMBIENTAL. Teresa Kwiatkowska y Jorge Issa LOS CAMINO: “everdo con el ecofeminista Marti Kheel, “para los ecologistas profuundos, a la vi- fan antropocentrica del mundo es a la que hay que culpar primero (. . ) Los “ofeministes, por su parte, sostienen que la visién androcéntrica (centrada en el _ ferén) del mundo es la que tiene la culpa principal.” ‘Kheel sostiene que “a los hombres en nuestra sociedad se les socializa para que cerciban su identidad en oposicién a un mundo devaluado hecho a la imagen feme- Sina’4# Por lo tanto, una cultura en la que los hombres detentan el poder y estén " jnstitucionalizados los valores masculinos subordinar& tanto a las mujeres como ala | gaturaleza, Por otro lado, “la autoidentidad de las mujeres, a diferencia de 1a de los hombres, no se halla estrechamente ligada al impulso a negar nuestra dependencia ‘del mundo natural”. De este modo, si se desecharan el patriarcado y los valores - esencialmente masculinos, y en su lugar se diera el poder a las mujeres y se _ {nstitucionalizaran los valores esencialmente femeninos, entonces emergeria _ autométicamente una relacién més considerada entre una sociedad humana ~ feminizada y la naturaleza ‘Warwick Fox respondié al ataque ecofeminista a 1a ecologia profunda. Conside- ra que la interpretacin que hace Kheel del ecofeminismo es tipica y replica que la abolicién del patriarcado es demasiado complaciente, simplista y superficial como para que se le pueda tomar seriamente como panacea para nuestros males ambien- tales. Sefiala que otros movimientos podrian hacer (y ya han hecho en efecto) el mismo planteamiento: basta con que suprimamos Ia ideologia del racismo, el capitalisto, el imperialismo, etc., para que entremos en el milenio y todo esté bien nel mundo natural y social. Fox escribe: Deberia aclarar que Naess mismo no se ha preocupado tanto como las demée lumbreras notables por la pregunta acerca de quién es y quién no es. en cuanto a 5, ideologia, un correcto ecologista profundo. Antes bien, Naess se ha interesado mig desde el principio por los cambios de estilo de vida que se derivarian de |, Autorrealizacién. Hablando en términos generales, la Autorrealizacisn implicarig una vida “simple en medios y rica en fines”. es decir. una vida caractetizada por un ‘bajo consumo material y un elevado contenido de experiencias.*! 7. El desafio del ecofeminismo Jean-Paul Sastre escribié un ensayo bastante conocido titulado “El existencialistug es un humanismo”. Su colega y amante, Simone de Beauvoir, escribié una obra pionera de filosofia feminista totalmente humanista titulada £/ segundo sexo. No obstante, no se puede declarar con tanta confianza que el ecofeminismo es un hu- manismo. La tensién entre la respuesta antropocéntrica y la no antropocéntrica a la crisis ambiental podria ser uno de los puntos de conflicto entre el ecofeminismo y ta ecologia profunda. Sin embargo, existen otras diferencias bien claras. La literatura reciente del supuesto “ambientalismo radical” se ha caracterizado por ventilar es- tas diferencias frecuentemente de manera céustica. Segiin la fildsofa Karen Warren, una destacada ecofeminista, “el feminismo ecoldgico es la postura de que hay importantes nexos (histéricos, experienciales, simbélicos, te6ricos) entre la dominacién de las mujeres y la dominacién de la natu- raleza”.? Los hombres han dominado a las mujeres y el hombre ha dominado a la naturaleza, El principio basico del ecofeminismo es que el andlisis y la comprensién de la primera relacién de dominio puede iluminar la tltima. Si ademds e! ecofeminismo es la posicién de que el patriarcado (literalmente, gobierno del padre) -la ideologia que se considera responsable de que los hombres dominen a las mujeres es también la ideologfa responsable de que el hombre domsi- ne a la naturaleza y que, por consiguiente, liberar a las mujeres del dominio de los hombres liberara autométicamente a la naturaleza del dominio del hombre, enton- ces podemos declarar con toda confianza que el ecofeminismo es un humanismo. En efecto, el orden del dia ecofeminista consistiria en desviar las energias del mo- vimiento ambiental hacia el movimiento de las mujeres basindose en la premisa de que la derrota del patriarcado no sélo liberara a las mujeres del dominio de los hombres, sino que también liberaré a fa naturaleza del dominio del hombre. De Tal idea es simplista (y por consiguiente superficial) porque implica que la solucién a nuestros problemas ecoligicos esté casi a la mano -todo lo que tenemos que hacer es eliminar “Ia verdadera raiz” del problema, mientras que es perfectamente posible, ea efecto, concebir una sociedad no androcéntrica, socioeconémicamente igualitaria, no racista y no imperialista con respecto a otras sociedades, y cuyos miembros, sin embargo, sigan sien- do agresivamente antropocéntricos al coincidir colectivamente en explotar su entorno para su beneficio colectivo en formas que a los no antropocentristas les parecerian del todo objetables.*® ‘GMaMti Khecl, “Ecofeminism and Deep Ecology: Reflections on Identity and Difference", en Irene Diamond and Gloria F Orenstein (compa), Reweaving the World: The Rmergence af Renfeminien, Sia Chup Books. San Francisca, 1990, p. 129, (ibd p13) * thud. p. 137, (qulatmick Fox, “The Deep Eeology-Ecofeminist Debate and Its Parallels, Environmental Eihics 11 (1989), p. 15 8 Yease Bill Devall, Simple in Means, Rich an Ends: Practicing Deep Beology, Peregrine Smith Book®. Selt Lake City, 198% “Karen J. Waren, “The Power and Promise of Ecological Feminism”, Environmental Ethics 12 (1990. p. 126, 99 98

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