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La democracia y la Revolucién norteamericana Gordon S$. Wood La Revolucién norteamericana es el acontecimiento ms importante = historia de ae No sélo creo legalmente los Estados Inidos, sino que definié Ia mayor parte de los valores permanent los ideals mas nobles del pueblo nortenmercano includes Sus com promisos con la igualdad y el constitucionalismo. Lo mas importante es que la Revolucién creé la democracia norteamericana, que hizo de los estadounidenses, a pesar de Ja persistencia contradictoria de la es- clavitud hasta las décadas centrales del siglo xxx, el primer pueblo del mundo moderno que posefa un gobierno y una sociedad verdadera- mente democréticos. Con la Declaracin de Independencia de 1776, los norteamericanos prescindieron de la monarquia hereditaria, con su je- rarquia aristocrética de sangre y lazos familiares, y establecieron ré- pidamente nuevos gobiernos republicanos que daban por sentada la igualdad de todos los ciudadanos. Los revolucionarios no s6lo esta- Dlesiron soblemes ayos miembros, inchidos en algunas casos hasta los jueces, eran elegidos por el pueblo, sino que pronto extendieron al derecho de voto hasta tn grado apenas concebido por la mayona de los europeos. Pero hay otro aspecto atin més importante para la democracia que esta expansién del sufragio: la manera en que los nor- ‘teamericanos de Ja era revolucionaria hicieron que el pueblo lano par- ticipara en los asuntos del gobiemo, no tan sélo como votantes sino también como verdaderos dirigentes. Lo cierto es que, como conse- ‘cuencia de Ia Revolucion, los norteamericanos concedieron a la gente corriente una importancia cultural y social que hasta entonces jamés Taba tenido onl historia. Alina, est incosporacon del pueblo lane al gobiemo y la sociedad se convirtié en la esencia de la democracia norteamericana. A principios del siglo xx, la democracia en expansion y activa creadora de riqueza que habfa surgido de la Revolucién nor. ‘teamericana era nueva y tan increfble que sorprendfa al mundo, y no 1Pasé mucho tiempo antes de que aquellos intelectuales europeos cuya curiosidad habia sido suscitada, y entre los que Tocqueville fue uno de los més famosos, empezaran a atravesar el Atldntico para investigar to que acababa de forjarse en el Nuevo Mundo. 108 En el mundo angloamericano de! siglo xvnt, la democracia se refe- fa, como siempre, al gobierno del pueblo, no sencillamente el gobier- no establecido por el pueblo mediante el proceso electoral, lo cual era tuna repiblica, sino el gobierno realmente administrado por el pueblo. Era, como sefial6 James Otis, de Massachusetts, «un gobiemo de todos sobre todos», en el que los gobernados se convertfan en gobernadores y viceversa, Los briténices ilustrados de ambos lados del Atléntico po- Gian convenir en que lo ideal seria que el pueblo se gobernara a sf ‘mismo directamente, pero comprendfan que la democracia en este sen- tido literal sélo se habia dado de un modo aproximado en. las civ: dades-estado griegas y en las poblaciones de Nueva Inglaterra. Bl ver dadero autogobierno 0 democracia simple no era factible en una comunidad de gran tamafio, Como afirmé en 1776 un polemista nor- teamericano, incluso el gran radical whig Algemon Sidney habia es- crite que no conocia «ninguna democracia pura, en sentido estricto, donde ¢! pueblo lleva a cabo por si mismo todo cuanto corresponde al gobierno», y si habia existido alguna en el mundo, él no tenia «nada gue decir en su favors. En realidad, la mayoria de los briténicos del siglo xvit en Europa y América se sentian tan inquietos por la im: practicabilidad y la inestabilidad de la democracia pura, que ésta era tuseda generalmente en sentido peyorativo para desacreditar cualquier funesta tendencia hacia el gobierno popular. ‘Sin embargo, todos los britinicos estaban convencidos de que el pueblo tenfa que desempefiar un papel necesario en el gobierno, puesto que, sin la presencia del pueblo, el gobierno se convertiria ine vitablemente en una tirana. Pero gcémo se harfa sentir su presencia fen un gran Estado moderno? Se crefa que la imposibilidad de reunir a todo el conjunto de la sociedad habia dado lugar al gran descubri- iento briténico de la representacién, de «sustituir a Jos muchos por tunos pocose, como decfan algunos norteamericanos, Por medio de su representacién en la Camara de los Comunes y, en el caso de los co: Tomos, st representacién en las asambleas provinciales, los briténicos en el Viejo y Nuevo Mundo creian disponer de unos baluartes insti- tucionales para proteger sus libertades, algo que para otros pueblos era tan solo un suefio, Por limitado que fuese el sufragio, considerado desde el criterio moderna, y por poco representativas de la sociedad ue fuesen Ja Camara de los Comunes y las asambleas coloniales, en su €poca eran los organismos gubernamentales més populares del ‘mundo, Constitufan, y la gente as{ lo entendia, lo que llamaban «las partes democriticas» de sus constituciones mixtas 0 equilibradas. ‘Asi los ingleses de la madre patria participaban en el gobierno me- diante su Camara de Jos Comunes, de la misma manera que los co- Tonos participaban en sus gobiernos provinciales, sus «modelos re- ducidos de la constitucién inglesa*, por medio de sus cémaras bajas de representantes, Esto era lo que el mundo de habla inglesa del siglo 105 xvutt entendia esencialmente por democracia, la cual no era todavia tuna fe ni una ideologia ni una ética, sino un término técnico de la ciencia politica que describfa la participacién popular en el gobier- no de una manera que no se diferenciaba mucho de la manera en que Jos antiguos griegos la habian usado, Para los briténicos, como para Aristételes o Plutarco, esta participacién popular constituia idealmente solo una parte de su gobierno. Por mas que el pueblo briténico va. Jorase su participacion en la Camara de Jos Comunes y en sus asa. leas coloniales, pocos crefan que esa participacién popular bastara por sf misma para elaborar una constitucién apropiada y para la pro- tecclén de la libertad. Se necesitaba alguna suerte de mezcla de de- mocracia con monarquia y aristocracia. En realidad, los briténicos del siglo xvi usaban el término «de- ‘mocracia» casi siempre conjuntamente con los de «monarquia» y «aris. tocracia», es decir, como una parte esencial de la constitucién mixta © equilibrada de Gran Bretafia, La teoria del gobiemo mixto 0 equi librado era tan antigua como los griegos y se habia impuesto durante siglos en el pensamiento politico occidental. Se basaba en la antigua categorizacion de las formas de gobierno en tres tipos ideales: mo- arguia, aristocracia y democracia, una disposicién clésica derivada del ntimero y el cardcter del poder dirigente: el nico, los pocos 0 los muchos. Cada una de estas formas simples posefa cierta cualidad ex- celente: para la monarqufa, se trataba del orden o la enengfa; para la aristocracia, era la sabiduria; y para la democracia, la honestidad o Ja bondad. No obstante, el mantenimiento de estas cualidades pect. liares dependia de que las formas de gobierno mantuvieran la firmeza fn un supuesto ejercicio del poder, pero la experiencia habia ensefiado tragicamente que ninguna de estas formas simples podia permanecer. stable por si misma. Si se las aislaba, cada una de ellas caia en for- ‘mas perversas, dada la ansiosa persecucion del poder por parte de los dirigentes, va fuera uno, unos pocos, o muchos. La monarqufa se aba- lanzaba hacia stu punto extremo y terminaba en el despotismo. La aris. tocracia, que ocupaba una posicién intermedia en la franja de po- der, tiraba en ambas direcciones y creaba facciones y divisiones. Por ‘iltimo, la democracia, al buscar mais poder para el pueblo, degeneraba ‘en anarquia y tumultos. La politica mixta equilibrada tenia la fi- nalidad de impedir estas perversiones, mediante la inclusién de cada tuna de las clasicas formas simples de gobierno en la misma consti. tucién, Asf las fuerzas que tiraban en una direccién tendrian su con: trapeso en otras fuerzas y el resultado seria la estabilidad. Solo esta manera de compartir reciprocamente el poder politico por parte del ‘nico, los pocos y los muchos permitia la preservacién de las cuali- dades deseables de cada uno. Esta teoria del gobierno equilibrado consiguié, al ser expresada en la constitueién briténica del siglo xvi, una vitalidad y preeminencia 106 que no tenja desde Ia Antigiiedad. La divisién de la sociedad briténica en los tres estamentos de rey, nobleza y pueblo, y st encarnacién cons- titucional en Ja Corona, 1a Cémara de los Lores y Ia Cémara de los Comunes patecia realizar de forma casi milagrosa el antiguo suetio de cequilibrar las formas simples de monarquia, aristocracia y democraci dentro de una sola constitucién. El Estado y la sociedad se unificaron, No es de extrafiar que los tedricos de otros paises, entre ellos Mon- tesquieu, expresaran su admiracién y respeto hacia Ta Constitucién bri- tanica del siglo xvm, La mayoria de los revolucionarios norteamericanos de 1776 no te- nian la menor intencisn de abandonar esta oélebre teoria del gobierno mixto o equilibrado, aun cuando renunciaran a la monarguia y es- tablecieran repiiblicas. Todavia creian que sus nuevos gobiernos es- tatales republicanos, aunque ahora fuesen clectivos, debian encarnar los principios clasicos de monarquia, aristocracia y democracia. En cconsecuencia, en casi todas sus nuevas constituciones estatales redac- tadas en los ailos 1776 y 1777, los revolucionarios crearon versiones republicanas de una constitucién equilibrada, con gobernadores sin- gulares, aunque de poder considerablemente debilitado, que eran la ‘expresion del xinico; con cémaras altas 0 senados que expresaban a los pocos; y con poderosas y extensas cdmaras de representantes 0 diputados que expresaban a los muchos. De hecho, la concesién de tanto poder a las cdmaras populares de representantes fue lo que con- dujo a algunos norteamericanos, como Richard Henry Lee, de Virginia, concluir, en 1776, que sus nuevos goblernos eran xen gran medida de indole democrética», aun cuando admitieran «un gobernador y una segunda rama legislativas En varios estados, sobre todo en Pennsylvania, algunos revolucio- narios rechazaron deliberadamente la incorporacion de la teoria del gobierno equilibrado a sus nuevas constituciones estatales. En 1776, las fuerzas radicales de Pennsylvania razonaron que un gobierno mixto que incluyera un gobemador y un senado implicaba la existencia de elementos monérquicos y aristocraticos en su sociedad que la Revo- ucién republicana supuestamente habfa abolido. Los radicales de Pennsylvania argumentaban que «no hay més que una clase de hom- bres en América, y por Jo tanto... deberia haber una sola represen: tacién de ellos en el gobierno». Advertian que la creacién de un senado conduciria a la existencia de una Cémara de los Lores. En conse- ‘cuencia, Jos redactores de Ia constitucién en Pennsylvania, emulando a la que consideraban sla antigua constitucién sajona», establecieron tun gobierno simple, compuesto por un tinico cuerpo legislativo, sin nningin gobernador y sin senado ni camara alta, Esta era la version de la democracia que, en el siglo xvi, parecia factible para una gran comunidad. La Constitucién democritica de Pennsylvania en 1776 prodyjo un 107 aluvién de controversias que no remitieron hasta quince afos después, cuando la Constitucién fue modificada. E] debate sobre esta Constitu- ion estatal radical dio origen a algunas de las ideas més iluminadoras de toda la era revolucionaria y ayud6 a transformar el pensamiento norteamericano acerca del gobierno mixto y la democracia. Los ad- versarios de la Constitucién de Pennsylvania pensaban que el Estado habfa creado un monstruo politico al que serfa preciso dar muerte pia- dosamente. Eran incapaces de imaginar un gobierno sin un tinico jefe ejecutivo y una cdmara alta del poder legislativo. Pero al mismo tiompo, en la atmésfera igualitaria de la Revolucién republican, los adversarios de la Constitucién de Pennsylvania comprendieron ense- guida que no podian justificar facilmente el establecimiento de un go- bernador y un senado en las condiciones tradicionales del gobierno mixto © equilibrado: como encarnaciones de ls monarquia y la aris- tocracia. Una y otra vez se veian obligados a negar que su propuesta de creacion de un senado significara que querfan establecer una aris tocracia hereditaria en Pennsylvania. Decian que no deseaban una Cé- mara de los Lores, sino tan s6lo un organismo que incorporase en el gobierno la sabiduria de la elite natural de la sociedad y ayudara a ‘mantener un equilibrio en la repiblica mixta, Pero resullaba dificil mantener esta distinci6n, y al final, los adversarios de la Constitucién. de Pennsylvania tuvieron que abandonar por completo la teoria del | gobierno equilibrado y justificar Ia existencia de una cémara alta sobre | la base de que en modo alguno era una aristocracia, sino tan sdlo «una | doble representacién del pueblo». Asf, el bicameralismo se explicaba hho Como Ta enéarnactin de esthdos sociales diferentes o de las formas {de gobierno simples de Aristételes, sino como la divisién en dos ra- ' mas de un poder legislative en el que se desconfiaba. Las implicaciones de semejante argumento eran inmensas, Si se crefa que los senados eran simplemente una clase mas de represen- tacion del pueblo, entonces se hacia posible que otros elementos del gobierno —gobernadores y juecés, por ejemplo— fuesen considerados igualmente como representantes del pueblo. De ser ast, Ia distincién, en otro tiempo clara, entre una repiblica, donde toda la autoridad procedfa del pueblo, y una democracia, en la que los miembros del pueblo eran los dirigentes, dejaria de existir, En 1776, cuando empezaron a redactar sus constituciones, los nor- teamericanos no habian pensado que sus gobernadores y senados, aun- que elegidos por el pueblo (en ocasiones de la misma manera y por el mismo electorado que las cémaras bajas del poder legislative) eran por esa razén considerados representantes det pueblo. La eleccién era incidental a la representacién, y no se suponia que fuera su origen, La reciprocidad de intereses entre el representante y aquellos en nom bre de lot que hablaba era la medida apropiada de la representacién. ‘Aunque los magistrados jefes elegidos obtentan su autoridad del pue- 108 blo, presumiblemente no compartfan una reciprocidad de intereses con el pueblo y, por lo tanto, no lo representaban. Ese privilegio corres- pondia en exclusiva a las adecuadamente lamadas camaras de repre- sentantes, cuyos miembros supuestamente compartian intereses co- munes con el pueblo. Pero el desarrollo de sus ideas sobre la representacion, reveladas ya en el debate imperial con Gran Bretafia a partir de 1760, habian preparado a los norteamericanos para un im portante cambio en su manera de pensar En 1765, como justificacién del derecho que tenia el Parlamento 4 exigir impuestos a los colonos, los portavoces de! gobierno britanico argumentaron que todos los ingleses, tanto si votaban como si no,para legir a los miembros del pariamento, estaban implicitamente repre- sentados en la Camara de los Comunes y, por lo tanto, sometidos al ago de impuestos. Los colonos rechazaron de inmediato esta afir- macién de que estaban representados en el parlamento de la misma ‘manera que Jo estaban en Inglaterra quienes no votaban. En 1765, James Otis, de Massachusetts, pregunté qué finalidad tenian los re- petidos intentos de los ingleses de justificar la falta continuada de re- presentacién en el Parlamento, citando los ejemplos de las nuevas y florecientes ciudades de Manchester y Birmingham, que no designaban miembros para Ia Camara de los Comunes. «Si esos lugares, abora tan notables, no estén representados, deberian estarlo.» Por la experiencia que tenfan del Nuevo Mundo, los norteamericanos habfan llegado a jereer en una clase de representacién muy distinta a la de los brits nnicos: una clase de representacion efectiva que convertia a la eleccién 'y el voto en elementos no accesories sino centrales del proceso. En ‘América los derechos e intereses de una persona parecian tan parti- culares y personales, y la desconfianza hacia los superiores estaba tan arraigada, que slo podrian bastar los vinculos mis fuertes entre la persona y el representante que hablaba en su nombre en el gobierno. Si bien el voto por ese representante era el menor de tales vinculos (otros vinculos eran los requisitos de residencia en la localidad del re presentante y Ia formacién de éste), el derecho a votar adquirié ine- vitablemente una importancia cada vez mayor para los norteameri Hacia Ia década comprendida entre 1780 y 1790, muchos nortes- mericanos se habjan convencido de que sélo votando realmente a los cargos publicos podia una persona tener la garantia de que estaba re- presentada, Esto tuvo el efecto de convertir Ia eleccién en el tinico criterio de Ia representacion. James Wilson lo expresé afirmando que el derecho de representacion se confiere por el acto de elegir». En consecuencia, los norteamericanos se habian acostumbrado de forma gradual a considerar a todos los elementos de sus repiblicas sometidos a eleccién como representantes, de una u otra manera, del pueblo. Los funcionarios federales y estatales, el presidente, los senadores naciona- 109 | les, los gobernadores, Ios senadores estatales, incluso los jueces, cual- quier organismo que recibiera su autoridad del pueblo, eran conside- rados ahora como distintas clases de representaciones del pueblo. Desde Juego, se crefa que los miembros de las cfmaras de representantes eran Jos «nas inmediatos representantes», pero ya no eran los tinicos y ex- clusivos representantes del pueblo, el cual estaba representado en to- das partes y por todos los funcionarios de los gobiernos norteameri Al extender la representacién a todos los elementos de sus gobier- nos, los norteamericanos pudieron justificar su nuevo sistema federal, con su multiplicidad de funcionarios estatales y nacionales: ahora todos eran agentes, aungue limitados, del pueblo que permanecta al margen del sistema completo de gobiemo. Puesto que las lamadas cémaras de representantes habian perdido su papel exclusive de encarnar al pucblo en el gobierno, la democracia, tal como la hablan entendido Jos norteamericanos en 1776, desaparecié de sus constituciones. El pueblo gobernaba en todas partes o, desde una perspectiva diferente, no gobernaba en ninguna. Daba la impresién de que el pueblo ya no participaba realmente en los gobiernos norteamericanos como seguia haciéndolo, por ejemplo, en la Camara de los Comunes. Los norte- americanos habfan separado por completo al pueblo, como Estado so- cial, del gobierno, y por Jo tanto destruido Ia identidad entre estado y sociedad que tanto habian apreciado los teéricos desde Aristoteles. James Madison escribié en el n.° 63 de The Federalist que la werdadera| distincién» de los gobiernos norteamericanos, el elemento que los se~! paraba de las antiguas repuiblicas eradica en la exclusidn total del pue- blo, en su capacidad colectiva, de toda coparticipacién> en el gobierno. Afiadi6 que en Estados Unidos no existia la menor democracia, Bra una reptiblica de parte a parte, y, para Madison, una repiblica era un gobierno «en el que tiene lugar un sistema de representacion» Ahora los norteamericanos se decfan a s{ mismos que ninguin pue- blo antes que ellos, ni siquiera los briténices, habfan comprendido ja- més el principfo de la representacién en Ja forma que ellos lo habian hecho. En 1788 James Wilson decia que el mundo haba «concedide a América la gloria y la felicidad de formar un gobierno en el que la representacin proporcionaré enseguida la base y el cemento de la su- perestructura... dftundiendo este principio vital a través de todas las ivisiones y departamentos diferentes del gobierno». Madison afirmé en The Federalist que la representacién era «el eje> sobre el que se ‘movia todo el sistema norteamericano de gobierno. Debido a que sus gobiemnos eran ahora tan nuevos y caracterfsticos, los norteamericanos buscaban a tientas términos adecuados para des” cribitlos. Muchos dieron la vuelta a la perspectiva de Madison y, como cl pueblo estaba representado en todas partes, describieron el nuevo sistema como absolutamente democratico, John Stevens, de Nueva Jer- 110 sey, afirmé que la eleccién por parte del pueblo, y no la fuerza de las ‘cdmaras bajas en el poder legislativo, convertian a nuestros gobiernos cen los mas democraticos que hayan existido jamés en cualquier pais» No obstante, otros comprendian que «democracia», tal como la elencia politica del siglo xv habia entendido el término, no era una palabra del todo exacta para describir a sus nuevos gobiemos. Seria mas pre- ciso darles 1a denominacién de «repablicas democréticas», lo cual sig- nificaba, como dijo Alexander Hamilton en 1788, «una democracia re presentativas ‘Aungue en aos posteriores los conservadores temerosos siguieron usando peyorativamente Ia palabra wdemocracia», cada vez era mayor el ntimero de norteamericanos no s6lo dispuestos a aceptar, sino tam- bign a celebrar la democracia como la manera més precisa de carac- terizar su sistema politico. En 1809, el lider baptista renegado Elias Smith dijo a sus compatriotas: «El gobiemo adoptado auf es una DE- MOCRACIA. Es preciso que comprendamos esta palabra, tan ridicu- lizada por los enemigos internacionales de nuestro amado pais. La palabra DEMOCRACIA esté formada por dos palabras griegas, una de Jas cuales significa ef pueblo y la otra el gobiemo, que radica en el pueblo... iNo nos avergoncemos munca de Ia DEMOCRACIA, amigos miosle. Para muchos norteamericanos, a principios del siglo xx la de- mocracia se habia identificado con la nacién, era la fe en la que ha- bian legado a creer. Sin embargo, este répido andlisis de la manera en que la demo- cracia cambié de significado no hace justicia al pleno significado de Jo que ocurrié. Tal vez es demasiado formal y tedrico, se interesa de- 1masiado por los significados de palabras e instituciones, y se muestra demasiado preocupado por las elecciones y el voto para captar lo cambios considerables ocurridos en la sociedad y Ia politica que hi- cieron de los Estados Unidos posteriores a la Revolucién la nactén més democratica del mundo. Aunque los mismos norteamerivanos son con frecuencia los tiltimos en darse cuenta de este hecho, la democracia ha llegado a significar mucho més que el recuento de votos y la elec- cién de representantes. Por debajo de Ia transformacién de las cons- tituciones, el aumento del miimero de elecciones y Ia ampliacion del sufragio en la era revolucionaria, se produjeron unos cambios més Fun- damentales en 1a manera en que los norteamericanos organizaban st politica y su sociedad, y esos cambios erearon las fuentes auténticas y sustentadoras de Ja democracia estadounidense. Al principi, en 177, les dirgentes reolucionarios tenian una com cepcién republicans, no democrétiea, del liderazgo politico. Se pro- onten destruir la confianza monérquica en la familia y los lazos de | sangre, y admitir en el gobierno a quienes no sélo posefan talento sino que eran virtuosos. Ser virtuoso significaba tener la buena voluntad | ‘necesaria para sacrificar los intereses particulares en aras del bien pis un blico, una buena voluntad que no podian mostrar todos los miembros de la sociedad, Para ser virtuosos de esa manera, los hombres tenfan que ser independientes y estar libres de las ocupaciones y los triviales imtereses de la plaza piblica. El dirigente politico ideal desde la Anti- siiedad era siempre alguien capaz de clevarse por encima de los in- tereses comerciales egoistas y que no sobrellevara Ia carga de tener que ganarse la vida, De ahi que, como dijera Aristoteles, quienes tenfan que llevar una vida mecéinica 0 comercial» no podian ser Iideres po- liticos, puesto que tales lideres necesitaban socio para desarrollar su virtuds, En el mando englonorteamericano del siglo xvut se habia lle- gado a Ja conclusion de que los mejores dirigentes y los ciudadanos ‘is virtuosos para servir a la repiblica provenian de la nobleza pro vinciana que, sestin Adam Smith, no tenfa que esforzarse para obtener beneficios, y los agricultores independientes que, como proclamé Jef ferson, estaban libres de elas contingencias y los caprichos de los clien- tes. Algunos llegaron a la conclusién de que en un mundo republicano ideal los dirigentes piblicos deberian ser lo bastante virtuosos como para servir sin salario alguno, Ser titular de un puesto piblico, co- mo dijo Jefferson, deberta conformarse al «principio romano»: «En un gobierno virtuoso. los cargos pablicas son lo que deben ser, respon sabilidades para quienes han recibido los nombramientos, los cuales harian mal en rechazarlos, aungue prevean que les causarén mucho trabajo y grandes pérdidas personaless, Recibir beneficios de lo pa- blico olia a interés y manchaba la virtud de quien ostentaba un cargo. Por este motivo la Constitucién radical de Pennsylvania de 1776 abolié todos los «cargos de provecho» en el gobierno. Por las mismas razones clésicas George Washington deseaba no recibir salario alguno en st calidad de comandante en jefe 0 como presidente. Esta insistencia, de rafces tan antiguas, en el liderazgo de una no- bleza rural ociosa que no tenfa necesidad de ganarse la vida se hallaba en el corazén del republicanismo clisico norteamericano: s6lo quienes eran capaces de alzarse por encima del torbellino de los intereses par- ticulares de la plaza piiblica podrian realizar juicios desinteresados a favor del bien comiin. En consecuencia, el objetivo ideal del republi canismo norteamericano de 1776 consistia en separar esos intereses | privados de la politica o, por lo menos, en crear un sistema politico | que permitiera a los dirigentes de la pequefta nobleza trascender esos intereses No obstante, este republicanismo contenta las serillas de su propia transformacién en una democracia. La igualdad, que era tan crucial para la ciudadania republicana, adquirié en Estados Unides una signi- ficacién garantizada que no podia ser restringida, y la gente corriente, cuya inferioridad y necesidad de trabajar Ia habia hecho despreciable ppara sus superiores desde los comienzos de la historia, encontré en 412 x! Ja igualdad republicana una poderosa justificacién para su amor pro- pio y para la afirmacién de sf misma. En consecnencia, la importante y ancestral distincién entre caballeros ocfosos y vulgo trabajador, que los dirigentes revolucionarios segufan intentarido honorar, se fue di- fuminando hasta quedar finalmente disuelta. Al mismo tiempo, el pue blo norteamericano, como origen republicano de toda autoridad, no estuvo dispuesto a verse representado exclusivamente por dirigentes seforiales, por muy educados, acomodados 0 ilustrados que fuesen, Tnsistieron en que deseaban que su consentimiento fuese continto ¥ explicito, como venfan afirmndolo desde los mismos comienzos del , debate imperial. De hecho, el inicial énfasis norteamericano en la.re- on efectiva, mds que en la virtual, fue en 1765 um inesperado | hheraldo del fusuFo desarrollo democratico. Las concepciones de la representacion real y virtual que surgieron ‘a partir de 1760 suponian dos clases de sociedad muy diferentes, La, ») fepeesentactén viral sélo era comprensible en una sociedad ocpe{ ja jerérqiiicamente, en la que quienes ocupaban la cispide podfan (hablar de manera justieada en nombre de quienes estaban por de-| | bajo. Daba por sentado que el pusblo ers un cuerpo homogéneo yer | intereses podian ser dsceridos por una elite iustrada como una to- | tlidad: como un bien public unitari, Pero a pesar de las experatas | puestas por numerosor dirgentes revohicionaios en que America pu | Gera estar represenada por caballerosdesineresados qe trascentie- | ran a los distintos intereses y grupos y promovieran el bien comin, is sociedad norteamericana se revelo demasiado diversay plural, las { liness dela autorkded eran dennasiado vagas y tenucs, ye lideraxgo smismo de la pequeta arstocacia, demasiado vulnerable a la impug. | nacién desde abajo para que fuese posible mantener cualquier clase | de representacion virtual Esta podia ser todavia significative en la | arisioeritica y jerdrquiea Gran Bretada, pero tenia cada vez menos | sentido en la Norteamérica igualitaria. Como evidenciéfinalmente el debate sobre la constituelén en 1787 ¥ 1788, la sociedad norteamericana, incluso en eh interior de wn solo Sstad, aparecia crecientemente.no-como una entdad unitaria gon un Ginico interes comin sigo, segin éBcmé un chodedano de Maryland en 1788, como ua mezela heterogénea de «muchas clases u otdenes di- ferentes de personas, mercaderes, granjeros, plantadores, tecnicos y hhombres acomodados>, cada uno de ellos igual alos demés, Si bien, Jia nueva conctitocién federal tena la finaldad de crear x. sstera, {politico que permitera a los drigentes lustrados y virtuosos situa |se por encima de esos intereses encontrados, los adversarios de la, constitucion comprendieron agudamente que el pluralismo y el igua-| Titarismo de la sociedad norteamericana impediria a cualquier elite, por grandes que fuesen su talento ¢ ilustracion, hablar en nombre de la totalidad. Decian que los hombres de una clase o con unos intereses 113 ado| ¥ determinados nunca podian estar al corriente de Ia «situacion y las necesidades» de otros. Los intereses de la sociedad eran tan diversas y diseretos que sélo los individuos que compartian un interés parti- cular o parcial podian hablar por ese interés, El concepto de Ia re- presentacién real que estaba implicito en le vida norteamericana desde ] comienzo se aproximaba ahora a su plenitud. ‘Los adversarios de la constitucién perdieron la batalla por el nuevo gobierno nacional creado en los aiios 1787 y 1788, pero su vision de Ia necesidad de lograr la mas explicita forma posible de consenso sin- toniz6 mas con Ja futura direecién de la politica norteamericana que Ja postura de los defensores de la constitucién. Consideraban absurdo decir a la gente, como hacfan los proponentes de la constitucién, que deberfan dejar de lado sus intereses personales y locales, cuando éstos eran todo Jo que contaba. James Winthrop, de Massachusetts, decia en 1788: «Ningiin hombre, al ingresar en la sociedad, lo hace con el fin de promover el bien ajeno, sino que lo hace por su propio bien» El Granjero Federal, el mas distinguido de los escritores contrario a la constituctén, afirmaba que, como todos los individuos y grupos de Ja sociedad eran fgualmente egofstas, Ia dinica «representacion justa> cen el gobierno deberia establecerse de tal manera que «pudiera com partila cada grupo de hombres que componen la comunidad». En consecuencia, todo gobiemo norteamericano deberia «permitir que los, profesionales, mercaderes, comerciantes, téenicos, eteétera, aportaran respectivamente al poder legislative tuna justa proporcién de sus hom | bres mejor informados». La Gnica manera en que una persona podia | estar justa y exactamente representada en el gobierno consistia en que | \ alguien como él, con sus mismos intereses, hablara en su nombre; no | podia conflar en que nadie mds lo hiciera. De hecho, esa desconfianza constituyé un gran impulso para el desarrollo de la democracia nor-| | teamericana. Ast pues, los ciudadanos llegaron a Ia conclusion de que | sélo una forma explicita de representacién que permitiera a alemanes, | ( baptistas, artesanos, granjeros, etcétera, enviar delegados de su propia | clase a Ia arena politica podia encamar el particularismo democritico | de su sociedad. En definitiva, la W6gica de esta forma extrema de representacion real determin6 qie nadie podia estar repieseniado env el gobierie a ‘ehos que tuviera por lo menos derecho al voto. Por ello, la expansion del sufragio lego a set una de las piiticipales reformas al principio E18 Republics. En'la epoca en que los européos se debatian todavia con los problemas de incorporar a los estamentos y otros grupos so ciales en el gobierno, los norteamericanos se apresuraron a conceder cl voto a casi toda la poblacion blanca, masculina y adulta. Hacia 1825, la mayor parte de los estados de la Unién habian obtenido el sufragio universal para los varones de raza blanca. Pero esta forma extrema de representacion real tuvo otras conse- 14 ceuencias, aparte de Ia expansién del sufragio. Finalmente justifies Ia participacién de personas comunes y corrienies en el gobier6, "no Some. meros votantis, sino” como dirigentes."Ei Tos pritieros tchapos & i Replica erica, y ¥0bT€ todo en el poder lepslativo estatal, tuvieron acceso al liderazgo politico los mismos mercaderes, anesanos y hombres de negocios de quienes los tedricos, desde Ari toteles en adelante, hablan dicho que estaban mal preparados para adguirr tales responsabilidades debido a su involucracion en la plaza pblica y Ia falta de ocio para desarrollar su virtud, Se suponia que tales hombres de clase bajo, que trabajeban para ganarse la vida, es taban excluidos del gobierno porque eran parciales, de miras estrechas, ¥ tenfan intereses privados que promover. Sin embargo, incorporar tales sntereses privados directamente a la actividad del gobierno cons. ‘ituiria un elemento central para el significado de la democracia nor teamericana, Uno de los momentos cruciales en Ia historia de la politica de Bs- fados Unidos, tal vez el mas crucial, tuvo lugar en 1786, durante el debate que se prolong6 varios dias en la asamblea de Pennsylvania para dotar de una nueva carta de privilegio al Banco de Norteamérica, El debate se centr en el papel del interés privado en los asuntos pt. bcos. Los principales participantes en este debate fueron William Findley tun antiguo tejedor de origen escocése irlandés, procedente de Penns}. vania occidental y promotor de los intereses de adeudo y papel mo- neda en el Estado, y Robert Mortis, el comerciante mds rico del esta. o, el cual tenia aspiraciones aristecréticas y apoyaba firmemente la concesién al banco de una nueva carta de privilegio. En su empefio de conseguir otra carta para el banco, Morris y sus distinguidos con. sgéneres de Filadelia trataban continuamente de pasar por cabaleros desinteresados a la manera clsica, que estaban por encima de los tos. 0s intereses de la plaza patblica y slo les interesaba el bien piblico, Pero Findley y sus plebeyos colegas occidentale, quienes desde liege tenfan que trabajar para vivir, se negaron a permitir que Morris y sus atistocréticos partidarios siguieran adelante con esa pose. Findley atacé diciendo que aquellos partidarios de Ia concesién de una nueva carta al banco eran hombres interesados, directivos o accionistas del bbanco, por lo que no tenfan derecho alguna a afirmar que eran unos Arbitros neutrales y desinteresados que sélo decidfan lo que era bueno para el Estado. Los abogados del banco ase sienten interesados per. sonalmente en él y, por lo tanto, al promoverlo actian como jusces fen su propia causay. No habia nada nuevo en estas acusaciones. En los debates del siglo vm, acusar a un adversario de egoismo era una estrategia Tetdrica convencional, pero Findley emprendié otra clase de argumentacion que resulta nueva y asombrosa: acepts los intereses de Morris y sus par. 15 tidarios en el bance y afirmé que no habja nada ins6lito o impropio fen el hecho de que apoyaran la concesién de una nueva carta de pri- vilegio a la entidad. Al fin y al cabo, eran directivos y accionistas del banco, y era de esperar la promocién que hacian de éste. «Cuales- quiera otros en st situacién harfan lo mismo, afirmé Findley. Morris y los dems inversores del banco tenfan epleno derecho a defender su ausa en esta sala», Pero puntualizé que no tenfan derecho alguno a protestar cuando otros comprendian «que abogan por su propia causa; ¥ dan erédito a sus opiniones y piensan, de acuerdo con ello, en sus Yotoss. En otras palabras, no tenfan ningtin derecho @ intentar que el ‘apoyo a su causa personal pasara por un acto desinteresado de virtud palricia. Segiin Findley, la promocién de los intereses particulares en la politica era del todo legitima, siempre que se realizara de una ma- nera abierta y franca, sin disfrazarla con afirmaciones engafiosas de desinterés, Debido precisamente a que ningiin miembro de la sociedad tera capaz de promover un interés ptiblico exclusivo que fuese distin- tauible de los intereses particulares de la gente, Findley sugeria que la [promocién de tales intereses constitufa necesariamente la finalidad de Ia politica electoral norteamericana. Findley no se contentaba tan sélo con exponer y justificar In rea- lidad de la politica de los grupos de interés en el poder legislativo re presentativo, Advertia algunas de las implicaciones importantes que tendria esa politica de grupos de interés, y con unas pocas observa Clones puso en tela de juicio toda la tradicién clasica de liderazgo p Dlico desinteresado y expuso el razonamiento fundamental de una po- Iitica democratica competitiva que nunca ha sido mejorado. Si los representantes eran elegidos para promover los intereses particulares y las causas privadas de sus votantes, entonces la idea de que tales re- presentantes no eran més gue unos caballeros desinteresados, aristo- Eratas a quienes el deber exigia que aceptaran la carga del servicio piiblico, resultaba arcaica. En el pasado, cuando realmente existieron tales hombres virtuosos, el hecho de que un representante tan desin- teresado no hiciera esfuerzo alguno en su propio beneficio y se lt itara a presentarse como candidato a las elecciones pudo tener sen- tido. Pero ahora, segin Findley, en la América democrética de ‘multiples intereses, donde el candidato al poder legislative «tiene una causa propia que defender, el interés dictans la idoneidad de solicitar votos para obtener un escafio». Esta politica de grupos de poder sig- nificaba que hombres con ambiciones politicas, incluso los que tenfan intereses y causas que defender, podian ahora competir lepitimamente cn las elecciones para los cargos y convertirse asi en lo que Madison (en The Federalist, n.° 10) mds temfa: partes que eran al mismo tiempo jueces de sus propias causas. ‘Con esta unica sugerencia radical efectuada en 1786, Findley se amticipaba a todos los avances politicos democraticos y modernos de 16 la siguiente generacién en Estados Unidos: le politica orlentada gra- dualmente a las campafias electorales y la competencia, la franca pro- mocién de los intereses particulares en la legislacion, la aceptacién de la legitimidad de las facciones politicas, Ia ampliacién de la represen- in real y directa de grupos particulares en el gobierno y la eventual debilitacién, sino el repudio, del ideal republicano clasico, segiin el ‘cual los legisladores tenian que promover desinteresadamente un bien piblico que era independiente de los intereses mercantiles de la so- ciedad. Bajo la presin de estos avances democriticos tenia que cam- binr el carscter de los funcionarios piblicos norteamericanos. Aun- que numerosos dirigentes revolucionarios deseaban idealmente considerar sus cargos como obligaciones por las que no deberfan recibir ninguna recompensa econ6mica (como hicieran Jefferson y Washington), carecian de las grandes plantaciones y los centenares de esclavos para mantenerlas que posefan Jefferson y Washington. En consecuencia, desde 1776 en adelante muchos de ellos se en contraron en la embarazosa situacién de tener que instar a sus goblernos republicanos para que no sélo les pagaran salarios sino ‘que los aumentaran con regularidad. Si bien a los miembros del Parlamento no se les pagé honorarios hasta 1911, los miembros de los gobiernos norteamericanos recibieron salario desde los int ios de la Republica, Io cual surtié un enorme efecto en el cardcter del liderazgo politico norteamericano. ‘A fin de justificar sus salarios, los funcionarios norteamericanos empezaron a argumentar que setvir en el gobierno no se diferenciaba, de ejercer la abogacia, la medicina 0 inchiso dedicarse a los nego- cios, Era otra manera de ganarse la vida. Pero considerar un cargo piiblico séle come otra ocupacién remunerada estaba muy lejos del pensamiento clisico republicano, era algo que realmente destrufa la bimilenaria inhibicién del servicio en el gobierno de técnicos, hom- bres de negocios y otras personas innobles y con intereses comer ciales, Ya a principios de la década comprendida entre 1780 y 1790, una serie de ambiciosos personajes, que trabajaban por dinero, como el arribista pero rico hombre de negocios Matthew Lyon, originario de Vermont, empezé a atacar ¢] ocio que proporcionaba a los caballeros educades el tiempo y Ia responsabilidad necesarios para dedicarse al servicio piiblico, El ocio, entendido como no tener que trabajar para ganarse la vida, habfa sido durante mucho tiempo una marca distintiva de la aristocracia y la base de Ia obligacién que ésta tenfa de servir cen el gobierno sin recibir honorarios. En las décadas posteriores a la Revolucién, esta ociasidad fue interpretada como indolencia y fue sometida a una critica mordaz, una critica que iba més alld de lo ‘que se experimentaba en Gran Bretaha y el resto de Europa hacia 47 la misma época. Antes de que cesara por completo esa critica, en las primeras décadas del siglo x1x, no quedaba nadie, por lo menos en Ja mitad norte de Estados Unidos, que se atreviera pablica y orgullo- samente a afirmar que no trabajaba para ganarse la vida. Y, como los visitantes extranjeros descubrian con asombro, esto inclufa también a los funcionarios piiblicos. ‘Tocqueville afirmaba que, en América, no s6lo todo el mundo tra- bajaba para vivir, sino que todo el mundo consideraba el trabajo como honorable, incluso eel trabajo realizado especificamente para ganst nero», En Europa la tradicién republicana clisica del liderazgo polit por parte de una aristocracia ociosa y desinteresada seguia muy viva. ‘Segtin Tocqueville, en Europa «apenas hay un solo funcionario puiblico {gue no afirme servir al Estado sin motivos interesados. Su salario es tun detalle en el que a veces piensan umn poco y en el que fingen no pensar jams», Pero en Estados Unidos el servicio paiblico y el be- neficio estaban visiblemente unidoss. Michael Chevalier, compatriota francés de Tocqueville, observé que «las ideas de servicio y salario es- tan conectadas de un modo tan inseparable» en el pensamiento de los orteamericanos que «en sus almanaques se ve con frecuencia el monto de la paga adjunto a las listas de los cargos paiblicos». ‘Todo este hincapié en el hecho de que, como decfa Tocqueville cada hombre trabaja para vivirx, tuvo enormes consecuencias en la gestacidn del sentimiento de igualdad. La igualdad en el trabajo a fin de consumir bienes, que hasta entonces habia estado reservada a une minoria de ociosos propietarios rurales, era Jo que proporcionaba a los norteamericanos las satisfacciones en sus ocupadas vidas: «Cada di concede tuna serie de pequenios goces a cada hombre. Y Tocqueville aafiadi6 que, cuando todos trabajaban por igual para obtener un pro- vecho, nadie, ni siquiera los criados, tenfa que «sentirse degradado por el hecho de trabajar». ¢A quién podria humillarle trabajar por una aga cuando hasta el presidente de la nacién «trabaja a cambio de un salarios? rropeos, a principios del siglo xIx, que su actitud hacia el trabajo y su ctiterio igualitario y democratico de que todo el mundo debia tra- bajar. Como todos trabajaban, y no sélo una clase obrera, no es sor- prendente que se inhibiera el desarrollo de un movimiento socialista en Estados Unidos. Allf parecta que todo el mundo debfa tener una ‘ocupacién, y, a partir del censo de 1820, a todo varén adulto se le preguntaba su actividad. Todos los ciudadanos se convirtieron en tra- Dajadores y la finalidad de todas las actividades, incluidos los cargos piiblicos, quedé reducida a Ia de ganarse Ja vida, una nivelacisn pro- funda y sin precedentes que ninguna otra sociedad en el mundo mo- derno legaria a igualar del todo. Esto dio a la democracia nortea- ‘mericana un poder social biisico que jamds habrfa logrado la simple 18 Es posible que nada separase més a los norteamericanos de los | extensién del voto y el mero recuento de manos alzadas. En ima instancia, esta preocupacién comuin de los norteamericanos por ge: narse la vida y consumir bienes, muchos dirian que por buscar su fe- licidad personal, ha hecho que incluso hoy su sociedad, a pesar de las grandes diferencias de riqueza, sea una de las mas democréticas que han existido jams en el mundo, 19

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