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Volumen 1 Las sociedades originarias Directora: Teresa Rabiela Codirector: John V. Murra Volumen 11 El primer contacto y la formacién de nuevas sociedades Director: Franklin Pease, G. Y. Codirector: Frank Moya Pons Volumen Ill ‘Consolidacién del orden colonial Director; Alfredo Castillero Calvo Codirector: Allan Kuethe Volumen IV. Procesos americanos hacia la redefinici6n colonial Director: Enrique Tandeter Codiector: Jorge Hidalgo Lehuedé Volumen V ‘La cris estructural de las sociedades implantadas Director: German Carrera Damas ‘Codirector: John V. Lombardi Volumen VI La consérucci6n de las naciones latinoamericanas, 1820-1870 Directora; Josefina Z. Véequez : Manuel Mito Grijalva F - ] | Volumen Vit ‘Los proyectos nacionales latinoamericanos: sus insteumentos y articulacin, 1870-1930 Director: Enrique Ayala Mora Codirector: Eduardo Posada Carbé Volumen Vii ‘América Latina desde 1930 Director: Marco Palacios Codlitector: Gregorio Weinberg Volumen IX ‘Teorfa y metodologia en Ja Historia de América Latina Director: Herbert Klein Codirector: Bstevao de Revende Martins HISTORIA GENERAL DE AMERICA LATINA Volumen VI DIRECTORA DEL VOLUMEN: JOSEFINA Z. VAZQUEZ. CODIRECTOR: MANUEL MINO GRIJALVA, a THES | EDICIONES UNESCO / EDITORIAL TROTTA Oo 2 UNIDAD POLITICA Y CONFLICTOS REGIONALES David Bushnell ‘Ja Independencia hispanoamericana no tuvo como dnica consccuencia polftica el “jablecimiento de gobiernos republicanos y constitucionales en lugar de la Mo- Hjarquia borbénica. En 1830, los territorios continentales que habfan estado so etidos a la Corona de Espatia se dividieron en once naciones, nimero que en 11903 (con la desintegracién final de América Central, la independencia de la Re- Pibliea Dominicana y Cuba y la creacién de Panamé por escisiGn de Colombia) to incrementaria a dieciocho. Este resultado contrasta mareadamente con la uni- oil preservada en la América portuguesa y con la préspera unin federal que es- tablecieron las colonias inglesas de América, que haban conquistado su indepen encia a finales del siglo xvii. [La América espafiola se desintegré aunque tenfa una historia comin de cot {quista, colonizacién y gobierno imperial y pese a la existencia de una lengua y un irimonio cultural comunes, al menos entre las clases dominantes y los miem- ims hispanizados de los demis estratos sociales. Las nuevas unidades politi- ‘eas no constituyeron «naciones» en el mismo sentido que las viejas naciones eu opeas como Francia, Inglaterra y la propia Espafa, con sus lenguas y tradiciones slaves, Los limites de las nuevas naciones americanas los habfan trazado las utoridades coloniales por razones administrativas, teniendo en cuenta las vias de Comunicaeiéa y los obsticulos topogeaficos. Con frecuencia surgié una repiblica independiente en el territorio administrado por una audiencia colonial; las excep ‘jones transformaron simples provincias en Estados independientes y som casi tan ‘umerosas como los casos stipicos»! El proceso que condujo al imperio aparentemente monolitico de Espafia en América a dividitse en tun némero tan elevado de entidades politicas ha sido ob- jeto de una atencidn historiografica sorprendentemente escasa. El colapso de la tHimera federacién de América Central ha suscitado un niimero elevado de publi- “aciones polémicas, al igual que el surgimiento de Uruguay como Estado indepen- iente al término de la guerra argentino-brasilefia, Pero, en general, los america 1. Adem de as simples provincins (os Estados de América Cen, Paraguay y Uruguay) con ee aon icrpran repens mpi: Nueva Ge feinen Mexio 7 Cuzco on Per ‘nos de habla hispana parecen considerar que s respective Bstado-nacién existe oma igo totalmente natural, reulado de on procao Inelecle. Tables lox historiadores profesionales ignoran el problema, inclayendo a los estudiosos de la tegién de América Latina que no han nacido en ella. Entre las escasas excepcio- hes, cabe mencionar al chileno Gonzalo Vial y al argentino Jorge Abelardo Ra- ‘mo, quienes llegan a conclusiones diametralmente opuestas en cuanto a la natw- talidad e inevitabilidad de lo que ocurri6. ‘Vial estima que en visperas de la independencia las colonias de Espana habfan evolucionado hasta alcanzar un punto de diversidad socioecondmica y cultural que les conferfa el cardcter de naciones embrionarias, ya que no reales. Al rom- perse el lazo con la madre patria, solo falcaba dotarlas de los simbolos formales y fb apse hf ach (Val Cnnen, 1966: 110-114), Be sa ces inspiran, al menos en forma implicit, la mayoria de los escritos sobre la indepen- Dieia Be Ameria basiae, Dero im nimero redacido de hixoriadores revisions, ‘as sostienen, por el contrario, que la unidad intrinseca de la América espafiola se quebré artificalmente después de Ia independencia, Pocos autores han expresado cesta idea con mis vigor que Ramos, quien sostiene que la unidad continental por ln que abogaban los pattiotas mas esclarecidos (Simén Bolivar el primero) fue des- truida por las intrigas de las potencias extranjeras y las minorias locales que les eran (Ramos, 1968: caps. 7 y 8). ‘Los exponentes de una y otra escuela han omitido comparar los aconteci- ‘mieintos de América Latina con los ocurridos en otras partes del mundo, por sjemplo, en el Africa postcolonial, cuyos Estados independientes se consideran a ‘imentido como artficiales no porque violen una unidad mayor (como piensan de ‘América Latina Ramos y otros autores), sino por reunir bajo la misma bandera a pueblos y subregiones que tienen muy pocos rasgos en comin, ademés de haber sido atbitrariamente ubicados en la misma unidad administrativa por una poten- cia europea invasora. Tampoco han intentado los historiadores evaluar el peso re- lative de los diferentes rasgos en cada repiblica hispanoamericana, ni comp: tera Tale des diferencias que presenta los piss independents exeoloniles como lo hace Vial. Por dltimo, tampoco se ha prestado atencién a la po- Mblidad redrca de que se consttuyeran naciones hspancamericanas mayores de Js que finalmente surgieron. Aun reconociendo que un Estado-nacién hispano- ‘amerieano tinico no serfa viable, ya se deba tal cosa a incompatibilidades incrin- Secas entre las distinras partes, ya a influencias externas, no se deduce de ello la inevitabilidad de la existencia de dieciocho repiiblicas separadas. El problema histrico que plantea la multiplicidad de Estados-naciones resul- ta atin més interesante teniendo en cuenta las iniciativas actuales a favor de una mayor integracion de América Latina, en su totalidad o de paises. Para favbenar-en In compremslec tories del problems, conlene cramiear is tes DPrincipales iniciativas tomadas en la época de la independencia o poco después para conttarrestar el proceso de fragmentaci6n: la Gran Colombia, la Federacién ‘Centroamericana y la Confederacién Peruano-Boliviana. F LAGRAN COLOMBIA la oda Jos Jd mis ambiciosa, Represents el éinico ‘publican snico la unidad de un virreinato espanol (el de Nueva Granada, que Comprensdia los siguientes paises actuales: Colombia, Venezucla, Panam y Bewa~ lon), La Repablica de Colombia fue creada 1819, en un momento en que parte de Colombia y de Venezuela y la totalidad We Ficuador y Panama se hallaban asin en manos de los espafoles. La idea de basar ‘tL nombre de una nacién independiente en el de Cristobal Col6n, cuyos viajes ha Jin inangurado el dominio espaol en el hemisferio, fue lanzada por el précer ve- lano Francisco de Miranda, aunque en su versién el nombre era «Colom» Hera, gue se deGnicra munca elaramente el teritoro que formara pare de a nina, Miranda propaso también el disefio amarillo, azul y rojo de la bandera ¢o ombiana (Robertson, 1929: 230, 242, 303-304), Pero el verdadero «inventor» de Ju Gran Colombia fue Bolivar, quien propugné la unidad de Venezuela y Nueva Granada (se consideraba que la Presidencia de Quito formaba parte de esta itis iii) en su profética Carta de Jamaica de 1815, aunque rechazando explicitamen= Wha ponibilidad de crear ana sola nacion que abarcara todas las ex colonias de Hspana (Carrera Damas, 1993: 107, 109-110). ‘Chiando el Congreso de Angostara proclam6 la unin, aprobando por unani- sila las ideas de Bolivar (y como resultado de su decisiva victoria de Boyacd que Veabrié as puertas de la capital virrcinal de Santa Fe de Bogotd), la unifieacion ile as regiones de Venezuela y Nueva Granada que estaban en manos de los pas {thotas se convirti6 en realidad. E] Congreso era précticamente venezolano pero Jncluia a un grupo de miembros de Nueva Granada, algunos de los cuales, por femplo Francisco Antonio Zea, obtuvieron puestos de responsabilidad en el Go~ bierno venezolano provincial creado en Angostura. Por afadidura, Bolivar cre lin eercito mixto de venezolanos y neogranadinos con el que pas6 a Nueva Gra fuida, levé a eabo la campatia de Boyaca y regres6 a Venezuela para seguit | Icha. Inmediatamente después de Boyacs, confi al militar neogranadino Francis- to de Paula Santander la tarea de administear las provincias liberadas con el tf Ilo de vicepresidente de Cundinamarca y bajo las Grdenes del propio Bolivar, se conservaba las funciones de jefe politico-militar supremo. En medio de una Icha por la supervivencia no habria tenido sentido desmantelar este frente uni= flo. A juicio de Bolivar, existfa ademés la ventaja suplementaria de que un vasto pais obtuviera un reconocimiento mayor en la escena mundial, lo que se trade {ria en un temprano reconocimiento, en eréditos y en inversiones. El Liberta- nr estaba eonvencido de la grandeza potencial de las ticrras y los pueblos de la mate septentrional de Sudamérica, pero consideraba que esa grandeza s6lo se crialvaria si todos unfan sus esfuerzos. Aunque no todos eran tan visionarios, {is beneficios estratégicos de la guerra contra Espatia y la aceptacin de la direc ‘san de Bolivar explican la ausencia de una oposicidn franca al acta de unién ‘woptada en diciembre de 1819 (Bushnell, 1984: 27-30; Bolivar, 1964: XVI, 468-469). EI Congreso Constituyente de ta Gran Colombia, que finalmente se celebré cen Ciicuta en mayo de 1821 cuando ya se habia logrado la independencia de todo el teeritorio, salvo Quito, confirms la decisién de Angostura con un solo voto en. contra, Algunos diputados planteaban el derecho moral de tun organismo que ca tecin de representantes de Quito y de buena parte de Venezuela (pues la eleccién de los diputados se efectué antes de la liberacién definitiva de la regidn de Cara- cats) para hablar en nombre de todo el antigno virreinato, El Congreso Constitu- Yente establecié una organizaci6n politica sumamente centralizada: las adminis~ traciones provinciales se confiaban a personas designadas por el ejecutivo central, Bdesret ns scmbleas provinces elec quedaban limiadas a funcones eles les y a lade presentar peticiones. Aunque se suponfa que el proyecto respon- dls los dteos del Libertador (quien habla critcado abieramerte cl federal de la efimera Primera Repablica de Venezuela, 1811-1812, como una rorpe i tacidn del modelo americano), su adopciGn enconte6 una fuerte oposicion, sobre todo por parte de los diputados de Nueva Granada. Los oponentes estaban dis- ‘puestos @ admit las ventajas del centralismo mientras durara la guerra contra Es- ‘Paha, pero consideraban que una estructura federal més laxa se adecuaria mejor alos tiempos de paz. A la larga, se logré que la gran mayorfa de los dipurados aaceptara la Constitucién, s6lo después de incluir en ella la cléusula de que seria Fevisada, y tal vez reformada, por una convencién especial al término de un pe- odo de ensayo de diez aitos (Bushnell, 1984: 32-35). Quizd se cometis la imprudencia de no estudiar seriamente la posbilidad de mantener a Venezuela, Nueva Granada y Quito en calidad de miembros auténo- mos de una confederacién, por miedo a promover movimientos separatistas. Como consecuencia, teSricamente la Gran Colombia result6 una estructura mu- ‘cho mds centralizada que el antiguo virreinato, ya que el virrey con sede en Bo- {got tenfa s6lo una autoridad nominal sobre la Capitania General de Venezuela y ‘poderes muy limitados sobre la Presidencia de Quito. En la practica, Venezuela ‘conserv6 durante un tiempo su autonomia politica bajo la autoridad del general Carlos Soubletee, a quien se confiaron, bajo los titulos de jefe superior y luego de director de Guerra, amplios poderes sobre las provincias venezolanas; pero aquél {fue un compromiso transitorio que rigié s6lo hasta 1824 y no impidié que Vene- ‘aiela quedara sujeto a las leyes y decretos generales de Colombia (Bushnell, 1984: 349-350). Ecuador fue objeto de un tratamiento especial ain mis amplio bajo las 6x denes directas de Bolivar. Para ello debi6 primero incorporar efectivamente la antigua Presidencia de Quito, lo que se vio complicado por el hecho de que en ‘octubre de 1820 la ciudad costera de Guayaquil habia llevado a cabo su propia revolucién y establecido una Junta auténoma. Guayaquil fue la base de la fuerza expedicionaria enviada por Bolivar para liberar el interior de Ecuador a las 6rde~ nes de Antonio José de Sucre. La Junta de Guayaquil mantuvo cuidadosamente abicrtas las posibilidades de adherirse a Peri o a Colombia o de constituirse en Estado-ciudad independiente. Loc sentimientos locales se inclinaban probable- ‘mente por la tercera opcién. Pero, habiendo sellado Sucre la liberacién del inte- rior con su victoria de Pichincha en mayo de 1822 y con Bolivar presente en Qui- to, Guayaquil no tuvo la posibilidad de elegir. La autoridad de Colombia se asent6, Jos Andes ecuatorianos sin nueva resistencia; Bolivar nunca habia permitido ‘qi [a salida de Quito al mar fuera independiente, ni mucho menos que se incor= ‘Perd, Sin mucho entusiasmo ¥ en un momento en que la situacidn esta i ‘manos de las fuerzas de Bolivar, una asamblea local vor6 la adhesion a epublica de Colombia en julio de 1822, Antes de partir para Pes en agosto ‘ile 1423, Bolivar no vacilé en eximir a Ecuador, por considerarlo conveniente, ie la leislacion de la Gran Colombia, Durante un tiempo, bajo los gobiernos d ‘Tow yenerales Bartolomé Salom y Juan Paz. del Castillo, Ecuador siguié gozando en estacuto especial y sélo a mediados de 1825 se establecié plenamente el or- den constitucional (Landéauri Camacho, 1983: 118-126; Fazio Fernandez, 1988: 19. Yi luera por su extensién, ya por la fama de su Libertador (que inevitable= nent fue si primer presidente por voto del Congreso Constituyente), la Gran “Golombia fue una de las primeras naciones latinoamericanas que obruvo el reco hnocimiento diplomitico de Estados Unidos en 1822 y de Gran Bretafia tres afios espués. En 1824 se le concedié un préstamo externo de 30 millones de délares condiciones relativamente favorables y, aunque buena parte del dinero se des: fijara a refinanciar obligaciones precedentes, los fondos se tradujeron en un in> vemento de las importaciones que a su vez aporté considerables derechos adua- ‘novos al tesoro (Lich, 1989: 476-486; Vittorino, 1990: 90-100), Entre tanto; a ‘conomfa interna empe26 a recuperarse de la guerra cuyas consecuencias iban desde fa disminucién de los rebafios hasta la drastica reduccién de la mano de ‘obra esclava (como resultado de la incorporacién de los esclavos al servicio mili tur y de la facilidad con que habfan podido fugarse en tiempo de guerra). Los re- ‘afios aumentaron nuevamente y la pérdida de los esclavos no result6 tan grave ‘mo temian los plantadores y los dueiios de minas. En Venezuela, el declive de la ‘elavitud no hizo mas que acelerar el del cutivo de cacao a favor del de café, que ‘ependia menos de la mano de obra esclava (Izard, 1979; 80-87). Hasta el obser~ ‘valor més superficial podia comprobar en los centros urbanos los signos del desa- ttollo econdmico y la peneteacin de las modas e ideas més recientes de Europa. ‘Aunque disfrutaba de mayorcs ingresos aduaneros, el tesoro de la Gran Co- Jombia sasté mas de lo que recibia; el presupuesto militar siguié siendo elevado jun después de la victoria definitiva sobre Espana en la batalla de Ayacucho (An- tles peruanos), en diciembre de 1824. Pero el gobierno segufa siendo estable y de na razonable eficacia en manos del general Santander, quien en su earécter de vicepresidente tenia el ejecutivo a su cargo, mientras Bolivar continuaba sus eam pulias militares. Santander era un administrador infatigable que contaba con la tiyuda de funcionarios capaces y la disposici6n favorable del Congreso nacional. ‘Aunque se produjeron algunos trastornos por obra del bandidaj, del desconten- to de los vereranos militares y de algunas guerrillas realistas, la Gran Colombia ‘onovio disturbios de la magnitud de los de otras regiones de Hispanoaméri- ca desde el Rio de La Plata hasta México. No obstante, comenzaron a aparecer signos inquietantes. Ya en 1826 el go ‘ierno se enconteé en la imposibilidad de pagar las cuotas corvespondientes a los wéstamos externos. El volumen de las importaciones (y, por consiguiente, la mag itd de los ingresos aduaneros) tuvo que ajustarse a un nivel compatible con las we exportaciones (Safford, 1989: 187-189), La redueeidn del plantel milica, tn ld responds vanced econ al inl de er i por el otro, a problemas politics y sociales. Mas importante resalts la feticencia que manifestaron las minorias regionales de Venezuela y Ecuador. alin casos ll se debi as insatisfacen con I lel eral que hae ia introducido desde el Congreso de Cacuta, Por ejemplo, la implantacién (con ‘scaso éxito) de una forma de imposicién directa suscité resistencia en toda la Ree ppablica (Bushnell, 1984: 137 y ss) Las medidas antiesclavistas encontraron opo= ia sobre todo en las regiones que dependian del trabajo esclavo, una de elas” nezuela. No se discutia tanto el principio como el hecho de que la ley de 4 humisionditads en Cicut las medidas conenas no ofrectan una compenscion suficiente a Jos propietarios (Lombardi, 1971; 46-50, 63-65). Las medidas favo- aad a los indios, en especial la abolici6n del tributo, fueron criticadas por los Hancce del Ecuador, quienes se resistian a perder una forma de ingreso de espe- sportancia en esa regin. Los artesanos, comerciantes y otras personas Vin- culadas a la produccién textil de las zonas montaiiosas de Ecuador se quejaban de Ja polltica arancelaria de la Gran Colombia, que en general renunciabs al proteer cionismo en aras de la obtencién de mayores ingresos. La politica ices Ha te nla ‘mucha importancia en Venezuela, donde los indios constitufan una pequefia minoria, y la politica tarifaria favorecfa en realidad a Venezuela en su calidad de regién agroexportadora; por otra parte, la abolicién del tributo fue aplazada en atencién al régimen especial inicialmente establecido por Bolivar para Ecuador. En Quito otro apecto de as reformas liberals fue casa de wn denconsento ee neral : el comienzo de la legislacién anticlerical que reducia el mi Convento y menoscababa de diversas manera los pods yprivilegon de ge ona Las medidas anticlericales provocaron reacciones también en Nueva ,peto muy pocas en Veneauela donde la Iglesia era mais débil (Bus 1984: 366-374; Nite, 1983: Sra te i in genetal, la mayor resistencia se manifestaba en Venezuela. Los vc ix berales de Caracas se quejaban a menudo de que las reformas eae nai cil eepeidn de la ley de manumisi6n) no eran suficientes e insinuaban que la propia Constitucién carecia de plena legitimidad pues habia sido adoptada por um Cone Goon i Liege representada, Los venezolanos se ittitados por la preponderancia de los neogranadinos en los érganos ee civil de Bogota y tendfan a olvidar que los venezolanos ejercian hepato ‘mayor en las capas superiores del ejécito. En iltima instancia, es probable que tuna mayoria de los venezolanos politicamente activos estuvieran persuadidos de ae sus itereses quedatfan siempre relegados en una unién en Ia que Nueva Granada representaba mas de la mirad de la poblacién total y cuyas autoridades Seanrales ¢estaban en la lejana Bogotd, aislada por un terreno montafioso y las di fs aes «ue imponia el etado de los caminos. En las provinciasperiferieas de eee gcinoetlel eer apts /quedaba a menudo ‘en segundo plano con Fee eae ceneer nen at En Ecuador, las desventajas de la subordinacién a Bogota eran mas evidentes, pues tenia un peso ain menor en los asuntos politicos y carecia de la compensa Me pusizn on a jerarquia militar: no existia ningdn general ecuatoriano, ‘ive Venezuela la que asest6 el primer golpe a la unidad colombianay ello oet- "a principios de 1826 euando el Congreso convoct al jefe anero José Anto- ‘eomandante militar de la regién de Caracas, para juzgatlo en Bogots fabio de autoridad. Paez rehus6 presentarse ¢ imicid una rebeliGn que si te in cardcter netamente secesionista, estaba destinada a obtener una mayor aul a para Venezuela. Al mismo tiempo, Picz exigié que Bolivar regresara de ‘ imposiera una soluci6n a los problemas del pats. Voces similares se hicie- ‘lr tt las asambleas convocadas especialmente en Ecuador, donde se propu- Fae el Libertador asumiera poderes extraordinarios para salvar la Repablica, pensar que agus también los objetivos eran ambiguos, pero por lo menos ime truptura del orden juridico existente (Liévano Aguirre, 1971; 395- j/42S-426; Chiriboga, 1983: 298-299; Fazio Fernindez: 1988: 85-88). ‘Cuando Bolivar partié finalmente de Pert en septiembre de 1826, no acept6 Ecuador ni criticd a quienes se le ofrecfan. Su Veneruela adonde acudi a principios de 1827. idarios asumiendo el lo de Venezuela y administréndola sin tener en cuenta las leyes ni las directrices ela capital nacional. Esta situacion especial se mantuvo después de que Bolivar yeyresara a Bogoté para asumir la Presidencia, dejando a Paez a cargo de Vene- jcla en calidad de jefe superior. Para dar una solucién mas duradera a los pro- lemas de la Gran Colombia, Bolivar propuso retirar algunas de las medidas Ii- Dernies mis discutidas (pero no las que se habfan tomado contra la esclavitud) y telormar la constituci6n modeldndola segiin la que habia disefiado para Bolivia, tiv li que se establecfa una presidencia vitalica, Pero Ia Constituyente reunida en Geaha en abril de 1828 se disolvié sin haber Mlegado a ninguna conclusién, ena yada en el conflicto entre los partidarios del Libertador y las fracciones opuestas, lente las que destacaba la encabezada por el vicepresidente Santander. De origen predominantemente neogranadino y partidarios del credo liberal tradicional, los [intanderistas unieron sus fuerzas con los criptoseparatistas venezolanos para Jroponer tna reforma de sesgo federal que limitara las medidas arbitrarias del propio Libertador (Guerra, 1978; Bushnell, 1963: 65-68). Después del fracaso lhe Ocata, Bolivar asumié abiertamente los poderes dietatoriales, suprimié varias medidas fiscales y anticlericales de importancia y, siguiendo el modelo del man Ulo especial de Paez en Venezuela, cre6 puestos similares para Juan José Flores en Feuador y para Mariano Montilla en la costa del Caribe (de Panamé a Maracal- bo). Sélo las provineias internas de Nueva Granada quedaron bajo e! control di- recto de las autoridades de Bogotd. Estas medidas reflejan claramente la ambiva lencia de Bolivar respecto de la viabilidad de la Gran Colombia. En diferentes momentos, desde la Convencién de Ocaia hasta la disolucién final, jugé con la idea de aceptar la fragmentaci6n de su ereaciGn en dos o tres naciones separadas, tic tratar de mantener un régimen unitario y de conceder a Venezuela, Eeuador y ‘Nueva Granada (¢ incluso, separadamente, al interior de Nueva Granada y a la rexidn costera) gobiernos aurGnomos que se mancuvieran unidos en wna confe> dleracién para fines de defenss y relaciones exteriores. Esta solucidn, sin dud, tts la que mis probabilidades de éxito tenfa para conservar un vestigio de uni- Tiere Bolivar nunca se pronunelé decididaiente por ella (Bushnell, BI desenlace no tardé en producirse. Los venexolinos querian algo ms que «1 gobierno de un dictador cuyas facultades fueran delegadas en Paez El giro cone servador de la politica gubernamental (consistente en aplacar a los cleicales y ele» ‘yar marcadamente los aranceles aduaneros) en Caracas era mis impopular que en. cualquier otro lado, Las intrigas monarquistas de los ministros de Bolivar, que ine fentaban encontrar un principe europeo para sucederlo, fueron la gota que hizo desbordar el vaso: en noviembre de 1829. Pier se rebel6 de nuevo y esta vez no se detuvo hasta lograr la separacién completa de Venezuela. Nunca se contempld seriamente la posibilidad de reintegrar a Venezuela por la fuerza de las armas. Las medidas del dictador que irrtaban en Venezuela eran acogidas con beneplicito en Eeuador; pero no eran muchos los ecuatorianos que deseaban permanecer en wna, lunién amputada, sobre todo cuando decliné la estrella de Bolivar y resurgieron sus enemigos liberales neogranadinos, partidarios de Santander. Bolivar abando= 1d dlefinitivamente su puesto en marzo de 1830 y Juan José Flores se convirtis en presidente de un Ecuador independiente en agosto del mismo aio (Niiez, 1983: 257-261; Chiriboga, 1983: 301-306). AMERICA CENTRAL Aligual que la Gran Colombia, las Provincias Unidas del Centro de América tam= bién fracasaron en su experiencia de unién, en principio menos ambiciosa y en la prictica més fragil. Con objeto de mantener unidas las provincias de la Capitania General de Guatemala, nunca se alcanzé siquiera la apariencia de estabilidad que presentaba la Gran Colombia antes de la primera rebelién de Péez. la federacion centroamericana no surgié de una guerra prolongada de inde- ppendencia como la gran Repiiblica de Bolivar, ya que América Central se habia ‘mantenido en la periferia de la lucha contra los espafoles. A finales del periodo colonial no faltaban en la regiGn criticos del sistema imperial, algunos de los cua- les se proponfan sin duda alcanzar la independencia, pero sin pensar demasiado ‘en la creaci6n de un Estado independiente. Por ejemplo, nadic habia pensado en {os colores de la bandera como lo habia hecho Miranda para la Gran Colombia: 4a bandera centroamericana (azul, blanca y azul) se improvis6 copiando el estan- ddarte que Hlevaban los corsarios argentinos en aguas del Pacifico (Ferro, 1976: 182-184), Pero antes habia ondeado en América Central la bandera de México, ‘que habia logrado su independencia tras dura lucha. Una parte de América Central, la Intendencia de Chiapus, habia desempefia- «lo un pequerio papel en la guerra de independencia de México. En 1813 Maria- ;no Matamoros, uno de los tenientes de José Marfa Morelos, libt6 en territorio de Chiapas la baralla de Comitén, derrotando a las fuerzas enwviadas por el capitan sgeneral José de Bustamante desde Guatemala, para combatir la rebelién (Rinc6n Coutiio, 1964: 10). Pero en Chiapas no subsistieron fuerzas guerrilleras como las ‘que en México mantuvieron viva la causa de la independencia tras la derrota de- finitiva de Morelos. Y los estallidos de rebelién ocurridos entre 1811 y 1814 en 1 de América Central, habfan sido sofocados desde hacla tiempo cua oles terrtoros accedieron a la independencia. En el plano econdmico, = |i Independencia respecto de Espana estaba muy adelantada gracias -comercio ilicito con los enclaves britinicos de Belice y la Costa de los Mos- ‘in olvidar los tréficos que se desarrollaban en las costas del Pacifico, El » con Belice habia sido incluso legalizado por el ltimo capitén general de ‘Carlos Urrutia (quien sucedi6 al severo Bustamante en 1818, en parte ‘esultado de las gestiones efectuadas en Espafa por miembros de la aristo- criolla de Guatemala); Urrutia autoriz6 ese comercio para poder imponer les. Esta medida satisfizo los intereses agroexportadores pero irrité a los locales de las casas comerciales de Cadiz, a los tejedores y a los artesa- furales 0 urbanos que se sentian amenazados por la concurrencia britanica 1, 1985: 82-87). a ne de Agustin de Iturbide (una figura nueva que logr6 unir a viejos-y .vos patriotas mexicanos en un movimiento incontenible) encontraron natural: je su primer eco formal en América Central en el territorio de Chiapas, geo- ste vecino y esirechamente relacionado con el resto de Nueva Espafia. 124 de agosto de 1821 una asamblea reunida en Comitan declaré la independen- “fia de Chiapas con respecto a Espafia y envié un mensaje a la Ciudad de México ‘Pidiendo su incorporacién al imperio mexicano que acaba de proclamar Iturbide Sines ‘Coutifio, 1964: 10-12). En ee — la caret jproclat a el 15 de septiembre, siendo aceptada sin gran entusiasmo_ iBaiee eee cae aoe en funciones por la enfermedad de Urrutia, Si la ‘gotitud de Gainza fue eficaz para disipar toda veleidad de resistencia de os espa- ‘holes de Guatemala, no siempre fue imitada en otras ciudades de América Cen- ial; y en su declaracion no pedia explicitamente la unién con México (Rods Her, 1978: cap. 7) el scan dels "e septiembre fue redactada explicitamente en nombre de toda ‘América Central; pero los habitantes de otras partes de la Capitania General pre- firieron actuar por sw cuenta, siguiendo en ello el modelo de Chiapas que se hax ‘bia anticipado a Guatemala. La separacién respecto de Espaiia tropez6 con muy poca oposicién, pues hasta los partidarios mis fervorosos de la unién con Kew {ropoli reconocian ahora que se trataba de una causa perdida, Pero se manifesta- ron tendencias diversas en cuanto a la unién con México 0 al ener los mecanismos territoriales existentes en la propia América Central, a mec ‘que una asamblea tras otra se declaraba independiente de Guatemala o de alguna otra ciudad a la que habia estado administrativamente subordinada. cone (Honduras) y Ledn (Nicaragua), ambas sedes de una intendencia colonial, decla- raron sin ambages que deseaban depender directamente del imperio mexicano y ino de las autoridades que pudieran establecerse en Guatemala; Tegucigalpa deca 1c desaba esapar a Independencia de Comayagu, y Costa Riya lade vet into Soria, 1986: 47; Karnes, 1976: 20-23). ‘ enon la perspectiva de unirse a México seducia a los notables ccriollos de Guatemala, al clero seperior ee et ee ane fn ia constitucional, establecida por Iturbide, pareci czar oe dela autonomia yy al mismo tiempo la proteceién contra posibles cambios s0* Cialeso politicos radicale. sox grupos wales esperaban también que México sirviera de contrapeso a ta influencta de Guatemala, Pero esto no fue general: San Salvador, que se habsa mostrado inquicto bajo la autoridad de Guatemala, se opus 50a la uniGn con México. Los salvadoreiios tomaban a mal no sélo la subordina- ‘6i6n administeativa, sino también el conttol que los comerciantes de Guatemala «jetcian sobre los prochictores salvadorefios de afl, mediante anticipos financie~ ros. Los «irigentes salvadoreiios José Matias Delgado y Manuel José Arce conside- aban que ¢! imperio de Iturbide no iba a dar respuesta a sus problemas: preferfan francamente el republicanismo. Lo mismo pasaba con los liberales doctrinarios de Guatemala y otros lugares. Sin embargo, en nimero creciente se divulgaron pro- lamas en favor de la unién con México. Paralclamente, el gobierno de Iturbide manifest6 a las claras su intenciGn de absorber América Central despachando un ejército bajo el mando del general Vicente Filisola con el argumento de proteger a las regiones de América Central adheridas al imperio. Una vez mas, Gainza se ple- 196 y anunci6 la unin en toda América Central con México el 9 de enero de 1822 (Pinto Soria, 1986: 39-42; Karnes, 1976: 23-26; Chandler, 1988: 11-12, 25-27), La anexién a México suscité la resistencia armada de San Salvador, reprimi- sda por Fillsola casi cuando el imperio se derrumbaba, a principios de 1823. Filf- sola tom6 Ia iniciativa de convocar a una asamblea centroamericana encargada de ‘examinar las orientaciones posibles y, con una sola excepcién, ya no se consider6, seriamente la opcién mexicana. La excepcién fue Chiapas, que prefirié conservar In unidad con su gran vecino, decisién que ratificé formalmente en un plebiscito ‘celebrado en septiembre de 1824 (Rincén Coutifio, 1964: 15-16). Con una gran ‘mayoria indigena subordinada a una pequefia oligarquia criolla y un sector inter- medio predominantemente mestizo, Chiapas presentaba una estructura socioeco- ‘nOmics muy similar a la de Guatemala, pero sus habitantes se habian sentido abandonados y maltratados por las autoridades de Guatemala y no pudieron es- capar a la atraccién de México, América Centeal no intent6 evitar por la fuerza lasecesion de Chiapas. Procedis a elegir su propia asamblea nacional constituyen- fe que inici6 sus labores en junio de 1823 en la Ciudad de Guatemala y en no- viembre de 1824 dio a conocer la constituciGn de las Provincias Unidas del Cen- to de América, El fracaso de la experiencia imperial mexicana habia desacreditado a sus par- ‘idarios centroamericanos. Ese fue uno de los factores que influyeron para que la Asamblea Constituyente fuera un Srgano relativamente liberal a pesar de la debi- lidad numérica de las fuerzas liberales en el conjunto de América Central. Al igual que el Congreso de Ciicuta en la Gran Colombia, aunque en muchos aspectos fue- a més lejos, la Asamblea Constituyente implanté una serie de reformas progre- sistas (abolié la esclavitud y limit6 las prerrogativas de la Iglesia catdlica), ademas de llevar @ cabo su tarea primordial de redactar una Constitucion. A diferencia de {a Gran Colombia, la Constitucién centroamericana tenia un cardcter estricta- mente federal y reconocia amplias facultades de auronomia interna a los Estados «le Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Estableci6 ademas tun ejecutivo central débil que carecfa de la facultad de vetar las leyes del Congre- 80, salvo en casos excepcionales, y disponia de facultades muy limitadas en mate- tia de nombramientos. Los elementos conservadores de Guatemala hubieran pre- ido un Estado centralizado con un efecutivo nacional fuerte, pero las emis hie wo al repeal Slain oid er Oe ‘allstas (y Ia desconfianza respecto del pocler ejecutivo) que existfan incluso en ‘Guatemala (Chamorro, 1951; Pinto Soria, 1986: 53-59), z ‘Al menos, el concepto de wna América Central unida no fue objeto de graves ‘ubjeciones, con la’excepcién de Chiapas y, en menor medida, de Costa Rica don: de se elevaron algunas voces a favor de la adhesién a su poderoso vecino Colom> bia (Rerninder Guardia, 1971: 62). Bl Estado centroamericano asi formado refle= jon la organizacién de las nuevas repdblicas de Hispanoamérica wna modalidad ‘wsual, segdin el modelo de las audiencias coloniales. S6lo sw ulterior fragmenta ‘id obliga a preguntarse por qué se cre6 ese Estado en primer lugar. Para los cet youmericanos, Ia experiencia de convivir en el seno de una sola capitanta gene tal expafiola habfa sido fuente de tensiones y desacuerdos pero, de todos modos, tepresentaba una herencia comin. Muchos miembros de la clase alta eriolla com- tan la experiencia de haberse educado en las mismas instiruciones de Guatema- También existfan cireuitos comerciales internos en virtud de los cuales llegaban Al mercado de Guatemala productos alimenticios y ganado desde Nicaragua e in ‘so Costa Rica, el afil de El Salvador y la plata de Honduras, en camino hacia |wexportaci6n. Los comerciantes de Guatemala otorgaban créditos a los produc- tores de anil y de plata y muchas veces ayudaban a distribuir las mercancias traf= ilav de contrabando de Belice a otras partes del istmo (Pinto Soria, 1986: 12 y ss.) La unién obedecié también a motivos geopoliticos, pues la nica frontera segura de América Central era el océano Pacifico. Como dijimos, América Central no se ‘opuso a Ia separacion de Chiapas; pero el distrito de Soconusco, reclamado al ‘hisimo tiempo por Chiapas y Guatemala, qued6 como objeto de litigio con ME ‘xico. La Gran Colombia tenia la ambici6n de extenderse por la costa del Caribe hasta [a desembocadura del rio San Juan. Y atin més amenazadora era la presion ‘onstante de los britinicos. En estas circunstancias, era prudente mantener la Amé= fica Central unida por motivos de defensa comin. De rodas las provincias de ‘América Central, s6lo Guatemala, con unos 660 000 habiantes (més de la mitad del toral) renia el tamaio y los recursos suficientes para lograr el respeto de otras haciones (Vayssiere, 1991: 40). ‘\ la larga, los factores favorables a la uni6n terminarfan por pesar menos que Jos factores contrarios. Cabe mencionar entre estos iltimos el particularismo pro ‘vineial, més o menos refrenado bajo el yugo colonial, que se ponta fécilmente de ‘manifesto; por ejemplo, en la dispata sobre si unirse o no a México, Adem, las relaciones econémicas existentes eran fuente de conflicto tanto como de solidari- dad. En la medida en que el comercio se orientaba hacia el exterior, las relaciow nies internas se debilitaban. Tras la independencia ee el contraband y se elev el nsimero de puertos legales, lo cual contribuy6 a socavar el espacio eco- Winks couteasona ‘Con la excepcién de Belice y de algén oro, los puce- tos eran poco més que fondeaderos. Pero, aun asi, una particularidad geogrifica de América Central era que todos los Estados menos El Salvador posefan dos fa chadas costeras, en el Pacifico y en el Caribe. En este sentido, América Central re= prresentaba geopoliticamente un caso diametralmente opuesto al de Argentina, v= yas provincias podian presentar también fuertes particularismos pero no tenia ‘otra via de sila que el rio Parand y el puerto de Buenos Aires: La América Cen- ‘ral diferia también en cuanto a la faclidad de sus transportes internos. Sin plan- tear la dificultad de los Andes, las montafas de América Centealcreaban una to= pografia tan compleja que, con suerte, se tardaba 45 dias en recorrer los 1500 kildmettos que separan Cartago (Costa Rica) de Guatemala. En la estacién lluvio- ‘sv el viaje era simplemente imposible o suicida (Worthman, 1982: 216-218, 226, arne, 1976: 244; Vays, 1991: 36) 1a Rica y Guatemala estaban separadas por otras cosas ademis de la pene dirin peogstice:rcprcemnndie on exrmsae epnoe Se Acta ‘Central en materia de estructura étnica y social. Costa Rica contaba con una po= ‘biaci6n predominantemente blanca y el nimero de habitantes por kilometro cua dirado mis bajo de toda la federaci6n; aunque el mito patri6tico de una sociedad igualitaria de granjeros ha sido desmentido por los especialistas (Gudmundson, 1986), la distancia entre ricos y pobres era mucho menor que en otras partes. En ‘el polo opuesto, Guatemala no s6lo presentaba diferencias notables entre ricos y pobres, sino ademas una gran diferencia social y cultural separaba a lx minoria ‘riolla de las masas indigenas. En Honduras, El Salvador y Nicaragua coexistia tina poblacién predominantemente mestiza con reductos de cultura indigena in- tucta y una clase dominante de propietarios y comerciales criollos. Es indudable 4que lo mismo podria decirse de diferentes regiones lel México independiente, de ‘Chiapas a Chihuahua, que sin embargo se mantuvieron unidas bajo la misma ban- ddera, Pero en América Central se puede sefialar otro rasgo, ausente en México, el hecho de que Guatemala poseyera més de la mitad de la poblacién y un porcen- taje desproporcionadamente alto de otros recursos, En la Gran Colombia, el pre= dominio demografico de Nueva Granada contribuy6 al alejamiento de Venezuela y Eeuador, ln mie marada era la desproporion demogrifica que se observa ‘entre Guatemala y los demas Estados de América Central (con la posible exeep- ‘cin de Fl Salvador). La desconfianza y el temor consiguientes faero factores de desestabilizacién, e estrone poriama nec rtp nose considers que lox obtusa la uidad foeran insuperae y se cre6 una administracion central; en virtud de un comprom ‘ presencia liberal moderadosalvadoreSo Manel Jou Aree, Cada Esa fe dderado estableci6 su propia Constitucién y un gobierno propio. La nueva repi- blica obtavo el répido reconocimiento diplomatico de los Estados Unidos y de ‘ras naciones americanas. Gran Bretata no lo hizo de inmediato, pero estable- ci6 relaciones consulares y promovis el comercio con tal dinamismo que aventa- 6, todos sus competidores. En 1824, los banqueros britnicos otorgaron un pri- imer préstamo externo al nuevo Gobierno que, mis tarde, results ser atin més ‘oneroso y menos productivo que el otorgado a la Gran Colombia el mismo af. El comercio exterior creci6 gracias ala definitiva supresién de las restricciones impuestas por Espafiay, ademds, al crecimiento de la demanda de afi. Pero los artesanos sufrieron la ereciente competencia extranjera y, en todo caso, los signos de progreso resultaron fugaces o engatiosos (Worthman, 1982: 216-218, 226; Karnes, 1976: 58-60). El curso de los acontecimientos exacerbé los sentimientos de discordia y suscité dudas en cuanto ala viabilidad, e ineluso la utilidad, de la ‘uni6n centroamericana, ‘Las luchas interns, Jarvadas © violentas, entre faeclones politias, eivdadtes {istados se mantuvieron dentro de limites aceptables hasta 1826. Ese afto, los ‘herales (cexaltados» o sfiebres») rompieron sus relaciones con el presidente Arce bide a que éste se plegaba cada vex mas a las fuerzas conservadoras (erviles) {hana tratar de fortalecer sus funciones presidenciales y seguir ejereiéndolas. El re- fultado fue una guerra civil sangrienta y destructora, que comenzd entre Arce ¥ ‘wis oponentes en el Congreso y el Gobierno liberal del Estado de Guatemala, pero que pronto se extendié a todo el pats y duré tres afios. Los liberales ob: Vieron la vietoria bajo la gufa del hondurefio Francisco Morazdn y mantuvieron et poder hasta los dlkimos afios del decenio siguiente. Los vencedores acentuaton las edidas de reforma, aplicaron castigos a los derrotados conservadores y en 1830 fentronizaron a Morazan como presidente de fa Unién. Dando pruebas de habili iad politica y militar, Morazén logré disipar las amenazas que pesaron en distin- {os momentos sobre el gobierno federal y los gobiernos liberales de los Estados. También desempend un papel importante el dirigente liberal Mariano Galvez Gracias a una campafia sistematica para reducir los poderes de la Iglesia catdlica ¥ otras medidas, Galvez logré que el Estado de Guatemala se convirtiera en tnt modelo de reformismo tratando de ponerlo a la par de los paises mas avanzados de Occidente, aunque sin modificar el régimen de propiedad de la tierra ni la su- Jecidn de la poblacién india. Bajo la direccién de Galvez, el Estado de Guatemala Tespondié fielmente al gobierno federal de Morazén y le prest6 apoyo militar y econdmico, inchiso después de que en 1834, la capital federal fuera trasladada de {Guatemala'a San Salvador (cambio destinado a atennar el temor que despertaba la hhegemonta guatemalteca en las restantes regiones) (Karnes, 1976: 64-80). ‘Los liberales ejercian el poder en el centro y en la mayoria de los Estados; pero los decretos y leyes de la Federacién no eran objeto de wna aplicaci6n estric- ta. Los Estados se quedaban con los ingresos del monopolio del tabaco, tedrica- mente reservados al tesoro federal y llegaron a apropiarse de los ingresos de la ‘duana. Por otra parte, evitaron que sus fuerzas armadas locales se integraran en ‘un verdadero ejército nacional. Las autoridades nacionales dependian asi para st funcionamiento, e incluso para su existencia, de la buena volunrad de los Estados. En general, podian fiarse de la Guatemala de Galver; pero en Costa Rica, Braue lio Carrillo establecié una dictadura conservadora moderada suave que prictica- ‘mente se mantuvo independiente de la Unién. El Salvador dio pruebas de mayor integracién, sobre todo cuando se convirti6 en sede federal. Pero en iiltimo tér- tino no habia fondos suficientes para que ninguna de las instancias administeath- ‘as prestara servicios, ni siquiera proteccién ala ciudadanta, Guatemala pudo evi- tar en parte esta situacién gracias a los ingresos de la creciente exportacién de cochinilla, aungue el aumento de las ventas de afiil a mediados del decenio de 1820 result6 efimero, lo que produjo que El Salvador enfrentara una depresién econdmica de la que s6lo salié més tarde gracias al comercio del café. En estas rancias se fue afianzando la idea de que la Unién acarreaba mis inconve= hientes que beneficios. En especial, los eonservadores se alejaban eada vex mis de lividea misma de federacién, que para ellos iba asociada a la de marginaci6n po- liticay al hostigamiento de la Iglesia (Pinto Soria, 1986; 184-206; Karnes, 1976) 66-67). {La apariencia misma de wn gobierno general de América Central se disipé al ‘hundirse el régimen liberal del Estado de Seem oma ros «lian sobrevivir las autoridades federales encabezadas por Morazin. Las reformas legates habian suscitado no sélo la reaccién de los grupos directamente interesa- «dos, por ejemplo el clero, sino también de las masas campesinas,sensibles ala agi- tac clea. eitadas por algunas de las innovaione scales y administra partir se produjeron insurrecciones populares que condujeron a la &alda dl gobierno liberal de Guatemala, La inervencign de Morazdn ls fuer 2a federales (en su mayoria salvadorefas) no logré detener este proceso. Guate- mala qued6 bajo el control del caudillo popular y fururo dictador conservador Rafael Carrera, quien a su vez contribuy6 a que los grupos conservadores asumie~ ‘an el poder en ours Estados nchyendo El Salvador, “ando en 1840 Morazin partis para el exilio, desaparecié el dltimo vesti- tio de gobierno federal, Nicaragua, Honduras y Costa Rica ya se habian separa ido en 1838. Morazan intenté volver a la escena paiblica en 1842 asumiendo el poder en Costa Rica, el menos unionista de los Estados, desde donde esperaba har ‘cor tevivir la federacién, Poco después fue derrotado y cjecutado por los costatti- ‘conses (Pernindez. Guardia, 1943), LA CONFEDERACION PERUANO-BOLIVIANA A diferencia de los casos antes mencionados, la Confederacién Peruano-Bolivia- sna de 1836-1839 estuvo destinada a reunificar dos naciones hispanoamericanas ‘que ya habjan seguido una trayectoria independiente. La idea de unién no era fuera tenia comp base vineulos del pasado y rasgossocioeconémicos y culture ‘comunes mds fuertes que los que habian patrocinado la unién de | lombia y de Centroamérica. = — Port y Bolivia mantenfan relaciones desde antes de la conquista espafiola ‘como partes del imperio incaico. Contaban con una poblacién mayoritariamente indigena, formada en ambos casos por quechuas y aymards (los dos principales {sfUpos lingtisticos). En la era colonial la presidencia de Charcas (0 del Alto Per, hombre que se daba entonces a Bolivia) fue una dependencia del Virreinato de Pert hasta 1776, cuando fue anexionada al nuevo Virreinato del Rio de La Plata. Las relaciones establecidas en los dos sighos precedentes no desaparecieron con el ssambio de jurisdiccién. Tanto la presidencia de Charcas como el Virreinato de Perd se vieron sacudidos por la importante insurreecién indigena de Tiipac Ama- 10 en 1781-1782; el miedo a la poblacién indigena fue compartido por los crio- Hlos de ambos territories, incluso después del fin del periodo colonial. El comer- ‘io exterior del Ato Peri, que antes se efectuaba a través de Lima y el Pacifico, se orient6 a partir de 1776 hacia Buenos Aires y el Atkintico; pero Peri y el Alto eri mantuvieron el circuito de relaciones comerciales internas que aportaba alas explotaciones mineras de Potosi trabsjadores con arreglo al sistema de la mita y alimentos y suministros procedentes de la colonia vecina, en especial de la pro~ Vincias meridionales de los Andes peruanos (Durand Flérez, 1993: 77+ z 215, 441-451, 458-469), me fang Hosea, 2 AO ‘Las guerras de la independencia siguieron pautas may diferentes en Peri y en ‘#1 Alto Pert; pero los acontecimientos de ese perfodo volvieron a producir una ‘uproximacién politica. El hecho de que Buenos Aires se mantuviera en manos de Jog patriotas de forma ininterrumpida a partic de 1810 hizo resurgir los lazos del ‘Alto Nerd con su vecino del Oeste, El virvey de Lima reafirmé su autoridad, orga~ ‘nit ln resistencia a las expediciones altoperuanas de los patriotas del Rio de La Plas y combatié también a los movimientos guerrilleros de patrioras del Alto Heri, Por dtimo, el Alto Perd fue liberado como consecuencia de la derrota de los ‘oalstas en Pers a manos de la fuerzas de Simén Bolivar. Los ¢jércitos libertado- fey estaban integrados por colombianos, peruanos, chilenos y argentinos, pero ve- fnfan desde Perit y una parte de los habitantes del Alto Pera, por ejemplo en La Mar, creyeron que habia llegado el momento de formar una sola nacién indepen- lente con Peri. Por su parte, las autoridades argentinas sostenfan con razén que el Alto Peri pertenecia a las Provincias Unidas del Rio de La Plata en su calidad e sucesoras naturales del Viereinato del mismo nombre. Pero en la asamblea es ‘pecial de 1825, convocada por el general bolivariano Antonio José de Sucre para ecidir el futuro del Alo Peri, s6lo hubo dos votos a favor de la unin con Peri ¥y hinguno a favor de la unién con Argentina, La gran mayoria de los delegados f16 crear una nueva repaiblica en los territorios de la antigua Presidencia de Charcas, a la que dieron el nombre de Repablica de Bolivar (y, poco después de olivia) (Arnade, 1957). Bn realidad, s6lo un pusiado de bolivianos hablan refle- iionado sobre su futuro politico. Para las masas indigenas, las nociones de Pert, olivia y Rio de La Plata tenian poca importancia en comparacin con sus iden idhides étnicas inmediatas. La minorfa criolla dominante y, sobre todo, los profe~ slonales que esperaban ocupar puestos en un posible gobierno nacional no veian ‘ninguna raz6n para no asumir plenamente y de inmediato el control de la cosa pplblica. Algunos se ocuparon de dejar abierta la posibilidad de tna furura fede- tweiGn con Pend. Como ya se ha sugerido, La Paz constituyé una excepcién par ‘lala causa de las intensas relaciones comerciales y de otro tipo que mantenfa con fl vecino Perd. El hecho de que Chuquisaca (ciudad que més tarde recibié el nom- bore de Sucte y cuya importancia relativa habia disminuido en comparacién con La Pur) fuera designada como capital de la Bolivia independiente contribuy6 a ate- ir el entusiasmo de los pacetios por la solucién adoptada. Algunos dirigentes de 1 Paz se imaginaban actuando en un amplio escenario nacional en el caso de que ambos Penis se unificaran. Tal era, por ejemplo, la ambicién de Andrés de Santa ‘Chia, oficial pacefio de origen mestizo que, tras combatir a las érdenes de los rea Jistas, cambié de bando y se convirti6 en eficaz colaborador de Bolivar en la soli con de los asuntos de Bolivia y Peri (Arnade, 1957; Parkerson, 1984: 21-29). Bolivar esperaba que Santa Cruz contribuyera 2 la realizacién del gran pro- yecto de establecer una Federacién de los Andes integrada por los territorios que habian sido liberados bajo su direccién. Con tal fin se desmembraria la Gran Co- liombia en los tres Estados de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador, y Peri se di- Vidiria en dos Estados separados, Pert septentrional y Perti meridional. Esa divi sidn de Pert, ademas de coincidir con antecedentes jurisdiccionales coloniales (pues después de la revolucién de Tépac Amaru se habia creado la Presidencia de Czeo con su propia audiencia), habria contribuido a atenuar los remores de los bolivianos (incluyendo los de Santa Cruz) de quedar relegados en una federacién fen la-que Peri ingresaria como un Estado dnico. Bolivar esperaba también que ‘cada uno de los: miembros de la federacién adoptara una Constitucién similar a {a que habia preparado para Bolivia (con vin presidente vitalicio), adoptada en 1826 con algunas modificaciones por el Congreso Constituyente de Bolivia. Bo- livar, que se reservaba la funcidn de presidente vitalicio de toda la Federacién, prevela que Sucre ocupara el puesto en Bolivia y Santa Cruz el de uno de los dos Estados peruanos. En la practica, la Federacin de los Andes no desperté gran en tusiasmo, Pero Bolivar logr6 que los bolivianos nombraran a Sucre para el cargo de presidente, que Pert adoptara una Constitucién similar a la de Bolivia y que Santa Cruz fuera elegido presidente del Peri. En ese momento Bolivar se trasla- «d6.a Colombia dejando a sus asociados de Bolivia y Pert la tarea de promover los planes de una federacién (Parkerson, 1984: 26-29). En noviembre de 1826 se fir- ini el Tratado de Federacién de Perd y Bolivia con la idea de invitar a la Gran Co- lombia a que se adhiriera a la misma, pero el tratado s6lo fue ratificado por el Congreso de Bolivia. El golpe de Estado ocurrido en Lima a principios del afio siguiente suprimi6 el régimen establecido por Bolivar en Perd, aunque mantuvo durante algunos meses a Santa Cruz en las funciones de presidente. El plan de Bolivar de crear una Federacién de los Andes recibié as el golpe de gracia. El Propio Libertador, a su regreso a Colombia, habia ya perdido toda esperanza tal sentido (Parkerson, 1984: 29-33). Peri y Bolivia prosiguicron su existencia omo Estados independientes. Pero la idea de una unién no habia quedado com= ppletamente olvidada y la evolucién de los asuntos en ambos paises permitié que ‘se hiciera un nuevo intento. En Bolivia, una insurrecci6n que oblig6 a Sucre a “abandonar la Presidencia (no totalmente contra su voluntad) precedié a un inter- dio de violencia y confusién hasta que Santa Cruz asumié la Presidencia de su pais natal en mayo de 1829. Aunque tenia atin la esperanza de crear el Gran Peet fon la inclusién de Bolivia y se mantenia en contacto con los peruanos que apo- yaban la idea, Santa Cruz qued6 ahora totalmente absorbido por sus nuevas fun clones. Ademias, logrs en general restaurar el orden pblico y establecer un go- bierno eficaz. Por momentos recurrié a métodos autoritarios, y su éxito se debi6 en parte a que supo evitar las medidas progresistas relativas a la Iglesia y la fisca+ Shae habianacareado problemas a Antonio José de Sucre. Enel contexto de la época, la Bolivia de Santa Cruz constituyé un ejemplo de relativa estab (Flores, 1976: 103-164). “neem a ‘Muy diferente era la situacién politica de Peri, sacudido por un conflicto ideo- logico entre liberaes y conservadores, por rivalidades personales y de facciones y [por graves antagonismos regionales entre la costa y la sierra y entre el Norte y el Sur, Desde el punto de vista de una posible unién con Bolivia, lafractara més im- portante era la que separaba el Norte del Sur, relacionada en parte con el antiguo resentimiento de Cuzco, Arequipa y en general las zonas meridionales contra la dominacién de Lima, al mismo tiempo septentrional y costena, Las distancias ‘geogrificas y la diferenciacién sociocultural entre varias regiones se acentuaban por una division de intereses econémicos. Ademas de sus esirechos lazos econd- micos y de otto tipo con Bolivia (entre ellos, la creciente utilizacién del puerto peruano de Arica para cl comercio exterior boliviano, ahora que la independen- “clu habla reducido su relacién con Buenos Airey) las regiones meridionales inten: tilicaban sus vinculos econdmicos con el Atlintico norte en virtud del eomercio dle la lana y preferian, por consiguiente, el libre comercio, En cambio, en el Nor= {w los agricultores de la costa estaban mis interesados por los mercados locales (y jpor el mercado chileno, a donde ya exportaban azdicar durante el periodo colo~ ‘hal, mientras los comerciantes de Lima, prosiguiendo las tradiciones coloniales, ‘se-oponian a la apertura del comercio al extranjero con el apoyo de los obr: Yartesanos. El contraste entre el Norte y el Sur encontraba su expresién inisclara en el debate entre partidarios de un Estado centralizado y quienes se in> linaban por una federacién de provincias. La ideologia liberal se compaginaba {wo con la libertad de comercio como con el federalismo, de modo que el cons Aico entre liberales y conservadores tendia a coincidit con el que oponfa el Sur jl Norte. Naturalmente, no existéa una homogeneidad total y la multiplicacion de ractutas de opinion no faclitaba el logro de la estabilidad (Gootenberg, 1989: 40-67). | gobierno de Bolivia encabezado por Santa Cruz interventa a yeces en los uuntos peruanos y procuraba sacar partido de esta situacién para despertar sen- Aimientos favorables a la uni6n. El general liberal Luis José de Orbegoso fue ele filo pata cl cargo de presidente del Pera en 1833, Los problemas se agravaron después de esa fecha, pues Orbegoso se vio enfrentado con los intereses comet ales de Lima y de los ditigentes militares conservadores, y pidié a Santa Crus ‘que le ayudara a combatir la rebelidn; los bolivianos accedieron en virwad del tra~ ‘ado de junio de 1835. A principios de 1836, Pera estaba en gran medida pacific ‘ado, pero era Santa Cru y no Orbegoso quien controlaba realmente la situaciGn, Las asambleas que se reunieron en el Pera meridional y el Peri septentrional crea ‘on dos Estados separados que convinieron en unirse con Bolivia para formar la ‘Confederacién Peruano-Boliviana, proclamada formalmente el 28 de octubre. ‘Aunque la eleccién de las asambleas peruanas haba sido manipulada por los par- tidarios de Santa Cruz, tampoco cabe duda de que la Confederacién respondia a los deseos de una parce importante de la opinién, sobre todo en las zonas donde «| Pest: meridional linda con el Norte de Bolivia. Los liberales del Sur de Peri no ‘compartian algunas de las ideas del dirigente boliviano, pero se habfan dado cuen- ta de que sin la ayuda de Bolivia no podrian mantenerse en el poder. En el Not te de Pera los partidarios de la unién preferfan un Estado unitario gobernado des tle Limas pero incluso en Lima algunos conservadores saludaron a Santa Cruz ‘om gatantia de estabilidad. La nueva nacién fue bien recibida en el plano inter nacional, con el reconocimiento diplomatico de Estados Unidos de América, Gran Bretafia y Francia (aunque no de Argentina ni de Chile, lo que no presagia tba nada bueno) (Parkerson, 1984: 87-132, 148-152), El enemigo mas visible de la Confederaci6n era Chile, que temia la modifica- «i6n del equilibrio de poder en la costa occidental de Sudamérica y la pérdida de wu predominio en el plano del comercio exterior. Este itimo temor demostré no ser infundado, La victoria de Santa Cruz. tuvo como resultado la supresin del re- tratado comercial entre Perit y Chile, con el argumento de que era dema~ ado favorable a este tiltimo, La Confederacion redujo los aranceles aduaneros, eyocié tratados comerciales con Gran Bretaiia y Estados Unidos (esperando los ‘rae asf que Fos buques de esos palies comerciatan directamente con los puercos Peruano) ¢ impuso nuevos impuestos a las mereancias que transitaban por Val- paraiso antes de llegar a los pucttos peruano-bolivianos (Burr, 1967: 33-43; Goo- tenberg, 1989: 715 Bonilla, 1980n; 420-422), También se oponia a la union el dic= tador argentino Juan Manuel de Rosas, que compartia algunos de los temores de Chile en cuanto al equilibrio de poder y no veta con buenos ojos que Santa Cruz ubiera acogido a unitarios exiliados, enemigos de Rosas. Tampoco habla acepta- do Argentina la incorporaci6n a Bolivia de la provincia de Tarija, que antes de la independencia formaba parte de la Intendencia de Salta. Chile declaré la guerra fla Confederacién en diciembre de 1836 y Rosas en mayo de 1837. Ya antes ha- bian comenzado las hostilidades de facto (Burr, 1967: 46-47). La Confederacién Peruano-Boliviana no conocié nunca una existencia pacifi- ‘a, En virtud del Tratado de Tacna det 1.® de mayo de 1837, las autoridades de la Confederacién quedaron a cargo de la defensa, las relaciones exteriores y los ‘asuntos que concernian conjuntamente a los tres Estados. Las demas funciones de trobierno quedaron en manos de los Estados, entre ellas, la de recaudar impues- tos. La Confederacion dependia ast de la buena voluntad de los gobiernos de los Estados, lo que a la larga habria sido perjudicial si la Confederacién hubiera du- ado, Por el momento, el general Santa Cruz, a la cabeza del gobierno central con eltitulo de Protector Supremo, dio pruebas de la misma energia que habia demos- ‘rado on la administracién de Bolivia, Santa Cruz hizo algunas contribuciones po- sitivas, por ejemplo, promulgé el primer Cadigo Civil y el primer Cédigo Pena Pero también suscit6 reacciones adversas por algunos actos arbitrarios y, sobre todo en el Norte de Peri, por la idea de que el nuevo régimen representaba una forma de hegemonia boliviana. Esa idea no dependia exclusivamente de la pre- seticia de Santa Cruz.en el poder supremo, sino también del hecho de que sus ase- ‘ores mis préximos fueran bolivianos (o de oteas nacionalidades extranjeras) y, fi inalmente, de la presencia de tropas bolivianas en la propia Lima. Pera quedaba dividido en dos, lo que tampoco era del agrado de los limefios, acostumbrados a | primacia de un gran pats. Sobre todo cuando los partidatios de Santa Cruz pro=

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