Sibilia Biopoder Modo de Compatibilidad

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5. Biopoder PAULA SIBILIA La privatizacién de las biopoliticas Hoy el ane de conta ls eps es , be Ser iret ealanes Se 1 poeta fe a ace ae El homb re Cain hecende are ton eee su obra por medio de hipdtesis firmemen- te establecidas sobre una gran masa de postorganico — Se Lats a (“enimintindic ces sneae a “tc cstcareccee se Cuerpo, subjetividad ‘os too poop y tecnologias digitales wanted nena ae mois ‘THOMAS ASSHEUER? "Aldous Huxley, Regresso ao Admirdvel Mundo Novo, ‘San Pablo, Hemus, 1973, p. 17 [trad. esp: Nueva visita a wn ‘mundo feliz, Barcelona, Edhasa, 1989] ® ‘Thomas Assheuer, El proyecto Zaratustra. El fildsofo Peter Sloterdijk exige una revision téenico-genética de la 197 Las vidas humanas se revisten y estn constante- mente atravesadas, de los modos més diversos, por los saberes y poderes que configuran una determi nada época. Actualmente, las maneras como eso sucede estin en plena mutacién, acompafando las teansformaciones de las tltimas décadas. Bs licito sospechar, por Jo tanto, que también se estén pro- duciendo importantes cambios en la administracién de los procesos biolégicos y de los cuerpos huma- nos, tarea que suele recaer en manos de las més diversas instituciones sociopoliticas y tecnocientifi- cas, Para incitar Ja reflexién sobre esas rupturas, habra que examinar lo que ocurria en plena socie- dad industrial y en les formaciones histéricas prece- dentes, con el fin de detectar mutaciones y carto- grafiar sus sentidos. Segiin Foucault, uno de los fenémenos més signi- ficativos de las sociedades industriales fue la adquisi- cign de poder sobre el hombre en tanto ser vivo: una suerte de “estatizacion de lo biologico". Esa especie de secuestro de la vida fue implementado de manera sistematica y racional a través de las biopoliticas, es decir, toda una gama de dispositivos de poder que apuntaba a las poblaciones. Este ultimo concepto alude a un conjunto de seres vivos que comparten tun determinado espacio, con sus rasgos biologicos parti- Ibumanidad”, en Confines, Buenos Aires, nim. 8, enero-julio, dde 2000, pp. 23-25. 198 culares, y que pueden ser reconfigurados mediante el uso de téenicas y saberes especificos. Todos los Estados de la era industrial implementaron sus biopo- liticas de planificacion, reguilacién y prevencién, con cl objetivo de intervenir en las condiciones de vida para imponerles normas y adaptarlas a un determina- do proyecto nacional. Esas estrategias de poder comenzaron a delinearse a fines del siglo Xvi, pero se desarrollaron plenamente durante el siglo XIX y la pri- mera mitad del siglo xx. Entre los motivos de su aparicién, figura una nueva concepeidn de la vida, En Ia época en que Darwin dio a conocer los mecanismos de la natura- leza, los fendmenos bieldgicos propios de la especie humana ingresaron en los ambitos del saber y del poder conformando de todo un arsenal de técnicas para controlarlos y modificarlos. Fue asi como nacié Ia idea de poblactén como un problema politico, que logicamente debia ser administrado y explotado por el Estado, Segtin la definicion de Foucault, las bio- politicas son “Ja manera como se intenté, desde el siglo XVUll, racionalizar los problemas propuestos @ Ia prictica gubernamental por los fenmenos pro- pios de un conjunto de seres vivos constituidos en Poblacion: salud, higiene, natalidad, razas’. Muy pronto, la novedad histérica adquirié enorme impor- 3. Michel Foucault, 1978-1979: Nascimento da biopolt- Lica, en Resumo dos cursos do Collage de France (1970-1982), Rio de Janeiro, Jorge Zahar, 1997, p. 89. 199 tancia econémica y politica, y se erigid como uno de los pilares de la sociedad industrial. Ese conjunto de estrategias estatales se comple- menté con otra serie de dispositivos y medidas, tam- bien caracteristicos de la era industrial: aquellos que apuntaban a disciplinar los cuerpos individuales. En las instituciones de encierro (escuelas, fabricas, hospitales, prisiones), éstos tltimos pretendian interiorizar la vigi- lancia mediante castigos normalizadores, ademas del ordenamiento racional del tiempo y la distribucién de os cuerpos en el espacio, Basados en los saberes pro- vistos por las ciencias humanas -a través de sus méto- dos clisicos: confesién, observacion y examen-, esos ‘mecanismos pretendian aumentar la fuerza util de los cuerpos individuales mediante un entrenamiento minuciosamente organizado, la docilzacion de los cuerpos y la domesticacién de las almas. Ambos vectores ~disciplina y biopoliticas se arti- cularon en el contexto del capitalismo industrial, como dos conjuntos de técnicas orientadas a perpe- tuar su buen funcionamiento. Mientras el primer eje se dirigia al hombre-cuerpo, en el seno de una anatomia politica que entrenaba y Iubricaba los organismos mecanizados de la sociedad industrial (con su impul- so individualizante), el segundo entocaba al hombre- especie, blanco de una biologie politica que reglamen- taba los factores vitales de las poblaciones (con su impulso masificante). Aunque cada uno de estos dos vectores desplegaba un conjunto especifico de meca- 200 7S nismos y dispositivos de poder, ambos constituian ins- trumentos de normalizacién destinados a maximizar ¥ expropiar Jas fuerzas humanas, para optimizar su utilidad. La implementacién estaba a cargo de una serie de instituciones (médicas, educativas, adminis trativas) con funciones claramente normalizadoras; es decir: distribuian a los sujetos en concordancia con la norma, estableciendo los limites que definirian los comportamientos normales y catalogando todos los desvios posibles. Para situar mejor estos procesos y comprender sus efectos de poder en los cuerpos y en las poblaciones, puede ser ilustrativo consultar las erénicas del flaneur que deambulaba por las calles de Paris a mediados del siglo XIX, seguido por la mirada atenta de Walter Benjamin, En esos famosos relatos, el autor rescata un cierto malestar y toma nota de los pequefios rechazos, suseitados por la amplia red de control que, desde la Revolucion Francesa, “habia amarrado la vida civil cada vez mas firmemente en sus mallas".# Reflotan asi las tentativas gubernamentales de poner un chaleco de fuerza en la confussa organizacién urbana de aquella época, propiciando su ordenamiento para sujetar y normelizar a sus habitantes. Fue necesaria cierta vio- Jencia para implementar las politicas de higiene y pla- nificacién urbana, y también para doblegar las diversas resistencias de la poblacién, tanto de extraccién prole- 4 Walter Benjamin, op. cit, pp. 75-79, 201 taria como burguesa. La numeraciin de las residencias, por ejemplo, no se acept6 décilmente: “cuando se le pregunta por la direccién @ uno de los veeinos de este suburbio, siempre responder el nombre que su casa ostentaba y no el frio namero oficial”, denuncian los archivos exhumados por Benjamin, Algo semejante ocurri6 con Ia iluminacién nocturna de las calles, primero por medio de faroles a gas y des- pués por el “brutal fulgor" de la luz eléctrica. Un con- trariado Edgar A. Poe se quejé de esa pertinaz. “lucha contra el anochecer”, mientras Robert L. Stevenson expresaba su indignacién asociando Ja iniciativa con tretas dignas de las instituciones de encierro: “esa luz sélo deberia caer sobre asesinos 0 criminales de la calle ©, si no, iluminar el camino en los manicomios; fue hecha para aumentar el terror’. Las manifestaciones de estos escritores no constituyen voces aisladas. Aunque no hayan podido impedir la implantacién triunfal de las medidas organizadoras, toda una serie de criticas, malestares ¢ intransigencias fue emergiendo de los rin- cones de las ciudades. Medidas que, como interpreta Benjamin, “compensaban la pérdida de rastros a través de una miltiple caricatura de registros". Fue asi como se impusieron los procesos analégicos de clasificacién de la poblacién y fijacién del individuo en la masa, en las ciudades dirigidas por los ritmos mecinicos del capitalismo industrial, sofocando la pequefia rebeldia de las singularidades. De todas mane- 1as, algunas palabras y otras huellas de esos procesos se 202 conservaron en el tiempo, como esta deliciosa queja de Balzac sobre'“las mujeres de Francia” en Modeste Mignon: “Bien que os gustaria permanecer desconocidas para tejer vuestra pequefia novela de amor.” Pero todo cons- pira contra ese romantico deseo de anonimato:“¢Cémo queréis hacer eso en una civilizacién que manda regis- trar en las plazas puiblicas la legada y salida de los carruajes, que cuenta las cartas y las sella una vez. en el despacho y otra ver al entregarlas, que pone ntimeros a las casas y que pronto tendra a todo el pais catastrado hasta su mas minimo detalle?” ‘Ademis, fue instaurada una serie de procedimientos cuyo objetivo era modernizar y “purificar” los cuerpos: higiene, normas de conducta, salud, disciplina, limpieza, orden. Es aquello que Norbert Blias denominé proceso sal y det tiempo, el espacio y los cuerpos en las ciudades indus- triales que se reproducian como hongos en los paisajes occidentales* Pero no fue nada Ficil imponer esa cate- ‘quesis de la higiene y la salud: Ia proeza demands cier- ta violencia, con la intervencién de la policia y otros dis- positivos de control poco amables, aunque muy eficaces cen su rigurosa tarea de disciplinar y purificar® La ética isador un encusdr isten 5 Norbert Elias, El proceso de civlizacion, México, Fondo de Cultura Econémica, 1989. Véase tambien Georges ‘Vigarello, O limpo ¢ o sujo: uma histéria da kigiene corporal, ‘San Pablo, Martins Fontes, 1996. ® George Rosen, Da Policia Médica a Medicina Social Ensaios sobre a histéria da assisténcia médica, Rio de Janeiro, Graal, 1980. 203 ‘protestante fue un ingrediente fundamental en esa dura implantacién del “espiritu del capitalismo” y su credo ientificista, de acuerdo con los célebres anilisis de Max Weber? Las pricticas ascéticas, la moral del trabajo, la corganizacién racional de fa vida cotidiana, la veneracion del orden y la autodisciplina contribuyeron a lograr algo nada ficil ortopedizar los cuerpos para adecuarlos a los modos de vida urbanos y al individualismo exigido por el capitalismo industrial Todos esos registros, medidas y controles fueron implementados de manera gradual, con la minucio- sidad paciente y laboriosa que caracteriza a las meto- dologies prometeicas. Debido a su complejidad cen- tralizada en el aparato estatal, Ja aparicién historica de las biopoliticas fue levemente posterior al surgi- miento de las técnicas disciplinarias, pero sus estra- tegias sélo pudieron arraigarse en la poblacién gra- cias a ese trabajo previo operado en los cuerpos individuales. Pues el objetivo de las biopoliticas era organizar la vida, cultivarla, protegerla, garantizarle, multiplicarla, regularla; en fin: controlar y compen sar sus contingencias, delimitando sus posibilidades biolégicas al encuadrarlas en un formato preestable- cido y definido como normal. De esa manera, empe- zaron a administrarse de manera racional y ctectiva todos los procesos inherentes a las poblaciones vivas: 7 Max Weber, La érica protestante y el espiritu del capita- lismo, Buenos Aires, Andeomeds, 2004. 204 natalidad, mortalidad, morbilidad, procreacién, lac- tancia, epidemias, endemias, envejecimiento, incapa- cidades fisicas y efectos del medio ambiente ‘Tanto la elaboracién como la ejecucién de las bio- politicas a través de las instituciones estatales sélo fueron viables en la era moderna, gracias a la acumu- acién de conocimientos cientificos basados en la observacion y el examen (medir, evaluar, clasificar, jerarquizar) y ala capacidad de efectuar un procesa- miento centralizado de toda esa informacion median- te saberes enteramente nuevos, tales como la estadis- tica y la demografia. A partir de los datos recolectados meticulosemente entre los ciudadanos de los Estados, nacionales, los profesionales de las nuevas ciencias humanas y sociales calculaban previsiones, indices, promedios, estimaciones y probabilidades. Ast fue posible intervenir racionalmente en el sustrato biol6- ico de las poblaciones, con leyes y medidas sanitarias, planificaciones reproductivas, campaitas de aprendi- zaje en salud publica, propagacién de habitos de higiene y prevencién de enfermedades. El objetivo de las biopoliticas era dominar el inefable azar que afec~ ta a toda poblacién de seres vivos; en definitiva, esta- blecer mecanismos capaces de estimular la natalidad, prolongar la vida, prevenir epidemias, regularizar la extensidn ¢ intensidad de las enfermedades. La meta era, por lo tanto, controlar los diversos factores de sus- traceién de fuerzas y disminucién del tiempo de tra- bajo de los ciudadanos, ademas de reducir los costos 205 de los eventuales tratamientos médicos. Un proyecto titinico, digno ejemplo de las prometeicas ambiciones de aquella tecnociencia estatizada. Frente a las complejas estrategias politicas desarro- adas en Ia era industrial, resulta evidente que en las sociedades preindustriales (regimenes vertebrados por una forma de poder que Foucault denomin6 “sobera- 1a’), el control ejercide sobre la vida de los sujetos era ‘menos intenso. Aunque mis sombrio y absoluto, mas puntual y fatal, En esos casos, el derecho a la vida s6lo era ejercido con la muerte: el monarea podia enco- mendar el fusilamiento de sus sibditos, o bien podia mandarlos a morir en las guerras. La dinémica de ese tipo de poder consistia en hacer morir, porque se base- ba en el derecho a confiscar: era una prerrogativa del soberano ia captura de bienes, cuerpos, tiempo y vidas. Atin asi, en los intersticios de ese magno poder de muerte, las autoridades mondrquicas simplemente dejaban vivir, Peto las formas jusidicas cristalizadas en el prometeico siglo XIX enunciaron un tipo de dere- cho completamente distinto: hacer vivir y dejar mori. O sea: administrar las vidas. Se trata de una verdade- 1a transicidn desde la soberania sobre la muerte hacia la meticulosa reglamentacién de la vida, que inaugu- 16 Ia era de la disciplina y sus biopoliticas estatales. Esa es Ia configuracion que adquieren las redes de poder en las sociedades industrials, conformando una dinamica que Foucault sistematiz6 con el nombre de biopoder un tipo de poder que apunta directamente a 206 la vida y es fundamental para el desarrollo del capita- lismo, ya que su objetivo consiste en producir fuerzas, hhacerlas creces, ordenarlas y canalizarlas, en vez de obstruirlas 0 destruirlas, Esa administracién de las fuerzas vitales de los ciu- dadanos encontré apoyo en los conocimientos cienti- ficos de tipo prometeico, que proyectaron su accionar sobre Ia materia biolégica de los seres humanos, un, incesante impulso regulador y corrective. Porque todas las vidas, a lo largo de toda la vida, debian entrar en la mira de los dispositivos politicos: las vidas de todos los hombres, durante todo el tiempo, Esa ges- tion permanente del biopoder sélo podria empren- derse con la ayuda de herramientas tecnocientificas que se dirigieran a los dos polos antes mencionados: el cuerpo individual (anatémico) y el cuerpo de la poblacién (biolsgico). La meta de ese proyecto bipo- lar de ortopedia social, sin embargo, era una sola: Ia insercién controlada de los cuerpos en el aperato de produccién, ajustando los fenémenos concernientes a Ia poblacién a los procesos econémicos. En otras pala- bras: el objetivo era potenciar las fuerzas vitales, pero evitando que se tornen dificiles de sujetar, y conver- tirlas en recursos uitiles para los intereses del capitalis- ‘mo industrial. En sintesis: un formateo de cuerpos y almas cuya meta era la productividad. Gracias a la diseminacién de esas estrategias, se construyé una importante figura sociopolitica y eco- némica: el trabajador. Nacié asi el obrero, uno de los 207 protagonistas de le gran epopeya industrial. Porque no es cierto que el trabajo, tal como fue definido en la era mecénica, constituya “la esencia natural del hombre"; para que semejante rasgo pasase a estructurar los cuer- os y las subjetividades occidentales, hubo que efec- tuar una complicada operacién biopolitica y discipli- naria, En las cinco conferencias que integean el libro La verdad y las formas juridicas, dictadas en Rio de Janeiro en 1973, Foucault explica que en el siglo xix se hizo necesario articular toda una serie de institucio- nes paralelas al sistema penitenciario, que fueran capa- ces de remozarlo en su funcién normalizadora, AL extender sus controles a la vida entera de todos los individuos, el proyecto del biopoder era demasiado ambicioso: requeria la participacién de una serie de establecimientos pedagogicos y sanitarios calcados del modelo de la carcel, dedicados a labrar incesantemen- te todos los cuerpos y todas las almas. Al pasar del nivel micro al macro, entran en escena los fuertes Estados nacionales del siglo XIX y de la primera mited del siglo Xx, cuyas biopoliticas apuntaban directamen- te al nucleo vivo de las poblaciones nacionales, Fue asi cémo las sociedades industriales generaron las diversas levas de obreros, destinadas a saciar los voraces engra- ngjes de la produccién fabril En Normas para el parque humano, Peter Sloterdijk juega -ya desde el titulo~ con los conceptos ideados por Platén en su diélogo El politico. En aquel texto cla- sico, el fil6sofo griego sugeria que el genuino arte de le 208 politica no seria més que “el cuidado voluntariamente ofrecido [...] de rebarios de seres vivos que lo aceptan, voluntariamente”. De modo que la activided politica como “arte de pastorear hombres” consistiria en la mera, elaboracién de “normas para administrar parques ‘humanos’, en una expresién que evoca tanto los par- ques industriales y la mecanizacién de la vida como los jardines zoolégicos y la domesticacién de animales. Tras ¢sa incursién en los origenes del pensamiento occiden- tal, el filosofo aleman concluye que la cuestién funda- mental en la actualidad seria “verificar si entre pobla- ion _y administracion existe una diferencia s6lo gradual, 0 una diferencia de especie”. En términos todavia menos pudorosos, la pregunta podria glosarse ast: desde el punto de vista politico, gen qué aspectos divergen una poblacién de hombres y un conjunto de mecanismos 0 de animales domésticos? {La distincién ataie a la calidad, 0 se trata de una mera variacién, ‘cuantitativa? Antes de responder (0 para evitar hacer- Io), vale recordar la extrema semejanza entre seres humanos y chimpancés, confirmada recientemente por los bidlogos moleculares. Como vimos, basta cotejar las cifras genéticas de ambas especies: es idéntica nada menos que ¢l 96% de la informacién contenida en sus cédigos vitales. Una pequefia diferencia, minima y meramente cuantitativa, Pero aun sin necesidad de § Peter Sloterdijk, Regras para o pare humano, op. cit. p52. 209 recurrir a esas verdades digitales que fluyen de las ecua-

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