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Victors OR a arse
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ARISTOTELES. LA VIDA BUENA
Mas de una vez se ha aludido al fresco de Rafael La escuela
de Atenas pata poner de relieve el contraste entre el idealis-
ta Platén y el realista Aristoteles. En el cuadro, Platén apa-
rece con el Timeo bajo el brazo y la mano apuntando hacia
arriba, hacia lo ideal y lo sublimes Aristételes sostiene la Eti-
ca y seftala al suelo, a lo concreto y real. Efectivamente, el
pensamiento de Aristételes y, en particular, su ética, se dis-
| tancian concienzudamente de la especulacién sobre las ideas
asi como de la utopia de la ciudad justa que ocuparon a su
maestro. Para Aristételes, la ética es una teorfa de la accion
humana en este mundo, con y para sus imperfecciones y fi
nitudes, una teoria basada en la experiencia y centrada en la
busqueda del bien para el hombre, que es, al mismo tiempo,
el bien de la polis, porque es en el contexto social donde, de
hecho, se realiza la excelencia del ser humano. Una de las
definiciones mas conocidas de Aristételes es la que da del ser
humano como animal que tiene légos (que habla y razona) y
como animal politico (que vive en la pds y su existencia es
social). Toda ética tiene en el trasfondo una antropologia,
uuna cierta concepcién del ser humano, y la de Aristoteles,
como veremos, queda perfectamente reflejada en el desarto-
lo de su reflexi6n ética.
Conocemos el pensamiento ético de A:
que ha quedado recogido en tres textos b:
eémaco, Etica a Eudemo y Magna Moralia {esta tiltima de
53
OEE54 BREVE HISTORIA DE LA ETICA
mas dudosa autenticidad). Los tres textos recogen lo que
hoy disiamos que son apuntes de las clases que Aristételes
daba en el Liceo y que fueron recopilados posteriormente
pot sus disefpulos en forma de libros. Constituyen los prime-
10s tratados de ética de la historia del pensamiento, més sis-
teméticos que las ideas que Platén habia ido desgranando en
sus didlogos. Por primera vez, la ética se presenta como algo.
ue tiene un contenido especifico y que puede ser enseitado
como una materia académica. Aunque, como se verd a lo
largo de este capitulo, fo que Aristoteles tiene muy claro es
que la ética no debe convertirse en un episodio entre otros
del conocimiento teérico que se transmite sobre todo en la
escuela, La ética tiene por objeto la formacién de la persona,
yes un saber practico. De ahi que la experiencia, las costum-
bres, las opiniones sean un material insustituible de la pro-
puesta aristotélica.
Suele calificarse la ética aristovélica como una ética teleo-
légica porque se constraye a partir del fin, télos, propio de la
vida humana: «Todo arte y toda investigacién e, igualmente,
toda accién y libre eleccién parecen tender a algiin bien; por
esto se ha manifestado, con raz6n, que el bien es aquello
hacia lo que todas las cosas tienden».' Con este parrafo, casi
una tautologia, empieza la Etica a Nicémaco, aficmando
quel fin hacia lo que cada cosa tiende es el bien de esa cosa.
‘Asi, el fin que le asignemos al ser humano seré su propio
bien, Ese fin no puede ser otro que la felicidad, aunque ha-
bra que ver qué hay que entender pot felicidad en el contex-
> de la ética, Aun asi, incluso cuando haya que precisar qué
debemos entender por felicidad, que ésta sea el fin especifi-
camente humano es indudable, ya que nadie pone en cues-
tidn que lo que procuramos en esta vida es ser Felices. No se
discute, pues, cual es nuestro fin, La ética elude entrar en esa
dliscusién porque no hace falta, De lo que va a tratar es de
los medios més adecuados para que se realice el fin 0 el bien
ARISTOTELES. LA VIDA BUENA 55
propio del hombre. Esos medios constituirdn la «vida bue-
na» o ia mejor forma de vivir.
Como todo buen maestro, lo primero que tiene en cuenta
Aristoteles es qué han propuesto los sabios que le han prece-
dido, El més inmediato es Platon, que es su referente y ha
sido su maestro mas cercano. Le admira, pero no comparte
muchas de sus ideas, y, menos que ninguna, la teoria de las
ideas, que no cree que pueda ser de ayuda para construir una
ética tal como Arist6teles la concibe. No le convence la teo-
ria platonica de las ideas porque piensa que la idea del Bien,
como un concepto general y abstracto, puede ser, efectiva-
mente, una bonita idea, pero poco eficaz para hablar de los
bienes concretos, que son los que nos interesan. Referirse al
Bien, con maytiscula, es una perspectiva indtil porque, para
empezar, tal Bien es incognoscible y, si pudiéramos conocer-
Jo, no nos aportaria nada. Lo que hace falta es determinar
qué nos hace buenos, qué nos conviette en los mejores, para
Jo cual debemos tener en cuenta nuestra realidad de seres
sociales, animales politicos, seres que hablan y que han de
aprender a convivir con sus semejantes. Por eso es indistinto
hablar del bien del individuo y del bien de la polis, porque la
vida plena, la mejor vida para el individuo, esta en la ciudad,
entre los demés hombres: «Quien no vive en sociedad 0 no
necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de
la polis, sino una bestia o un dios».* El mundo del que habla
al filésofo no es ni el divino ni el estrictamente animal, sino
el intermedio entre ambos, el que participa de lad
pero también, de algan modo, de la vida divina. El bien al
que el ser humano tiende ha de facilitar la vida en sociedad.
Por eso no interesa el Bien en abstracto, sino rebajar esa idea
a contenidos singulares y coneretos que nos dibujen el perfil
del hombre bueno, el gue ha aprendido a vivir con
hombres.
El télos de la vida humana es un bien que hay que conse-
animali
0S56 BREVE HISTORIA DE LA ETICA
guir, No es aiin un bien accesible a todos los humanos, pero
esta mas préximo que en la época prefiloséfica de los poe-
mas homéricos, en la que sélo podia ser bueno aquel que
pertenecfa por nacimiento a un estatus social elevado, el tini-
co del que podian salir los héroes. El acceso a la virtud esta-
ba reservado para aquellos que estaban en lo més alto de la
jerarquia social. Platén, por su parte, intelectualiza el bien,
lo proyecta como una idea de la que los bienes terrenos no
son sino sombras y a la que se llega a través del conocimien-
to. Alcanzar esa idea del bien, ef bien real y verdadero, sin
embargo, s6lo esta en manos de los sabios, mentes superio-
res que llegan a conocer en qué consiste el bien. Pero hemos
dicho que Aristételes mira a la tierra, es realista, se queda
aqui abajo, porque es aqui donde se desenvuelve la accién
calificable como buena. Alcanzar el bien, la mejor forma de
vivir, no sera una cuestién de desarrollo del conocimiento,
sino de experiencia y de buena préctica. Es cierto que no
todos los hombres serdn capaces de ser buenos 0 virtuosos,
porque para poder serlo hay que ser libre y no verse agobia-
do con las tareas propias de los esclavos, de las mujeres o de
os trabajadores. No existe entre los griegos la percepcién
del trabajo como una bendici6n, una forma de lograr la ple-
nitud humana viéndose cada uno reflejado en el fruto del
trabajo. El trabajo envilece y es distinto de lo que viene a
llamarse la «vida activay, la acci6n que es mayormente ac-
ci6n politica, dedicacién al gobierno y al servicio de la polis.
Ello explica que el bien de los que viven condenados a un
trabajo artesanal, el que utiliza las manos, sea un bien mu-
cho menos noble y més prosaico que el de los que se dedican
al bien comin, que es el bien de la ciudad. No en vano se
esta experimentando con la primera democracia, que es cau-
sa de orgullo y de examen. Los que se encargan de pensarla
y organizarla tendriin-que ser realmente los mejores para
poder ejemplificar con su manera de ser y de actuar la mejor
| DbimBn: basting individunal da /guien
ARISTOTELES. LA VIDA BUENA 37
manera de vivir en sociedad. Arist6teles se aleja del «amigo
Platén» para poner los pies sobre la tierra y explicar en qué
consiste vivir bien entre los hombres. Su ética sigue siendo
aristocratica, s6lo unos pocos podrén aspirar a ser éticamen-
te vieruosos y llevar una vida buena, en efecto, pero la aris-
cocracia ya no estd s6lo en la sangre, sino también en el espi-
rita, en eso que los griegos llaman éthos y que traducimos
por «carécter>, lo que cada uno llega a ser cultivando y de-
sarrollando lo mejor de sf mismo.
EL FIN ES SER FELIZ
Buscar el bien, perseguir el propio fin, equivale a busear la
felicidad, ya lo hemos dicho. La ética aristotélica es una ética
hedonista. No se construye a partir de la nocién de deber 0
de una serie de obligaciones, sino a partir de la felicidad,
porque lo que hay que conseguir es estar bien con uno mis-
mo y con los demés. Al referirnos a la felicidad, en ética, el
equivoco es facil. Mas atin cuando el sétmino griego que
traducimos por felicidad es eudaimonéa, que liveralmente si
nifica algo un tanto incomprensible para nosotros: «tener un
buen ddimén». .* Asi, as virtudes humanas se tradu-/
cen en una cierta forma de vivir, de relacionarse con los
otros, de buscar la felicidad. Que la ética se plasme en las
costumbres no implica que todas ellas sean igualmente bue-
nas ni todas favorezcan la vida en comiin. Por el contrario,
seleccionar unas virtudes y desechar unos vicios es una ma-
era de distinguir las buenas costumbres, los buenos habitos
o las buenas actitudes de las que no lo son y deben corregirse.6 BREVE HISTORIA DE LA ETICA
Por eso la teoria de las virrudes como niicleo de la ética re-
mite directamente a la educacién, pues es a través de la edu-
cacién como se adquieren los habitos y las costumbres mas
convenientes para la vida en sociedad. La vinculacién de la
ética con la educacién le confiere a aquélla su vertiente mas
practica: uno se hace virtuoso a través de un largo aprendi-
habituandose a actuar de un modo especial, acostum-
\brandose a no ser cobarde o intemperante a fuerza de inten
tarlo una y otra vez. Nuestro estudio, no se cansa de repetir
Arist6teles en sus Bticas, «no es tedrico como los otros (pues
investigamos no para saber qué es la virtud, sino para ser
buenos, ya que de otro modo ningiin beneficio sacarfamos
de ella)».+
El ser humano, que va en busca de su bien o de aquello
que puede hacerle feliz, tendré que aprender a vivir de acuer-
do con la virtud. Para empezar, pues, ha de quedar claro que
nadie nace siendo buena persona o virtuosa. Las virtudes se
van adquiriendo a fuerza de practicarlas. , ya que «cuando los
hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia».*_|
Refiramonos primero a la justicia que, en las Eticas, es
tratada como Ia iiltima (no la menos importante) de las vir-
tudes éticas. La justicia busca una cierta igualdad, la misma
que persigue la ley. Es la expresiga legal de los mandamien-
tos divinos. El nombre griego para la justicia es diké, la vir-
ARISTOTELES. LA VIDA BUENA 3
gen que posefa la justicia divina, las leyes eternas de Zeus
que, mejor o peor, se reflejan en las ndmoi humanas. En ca-
pitulos anteriores hemos contrastado el sentido homérico
del éthos con la ética que adviene con la democtacia, Con
ella se pasa del valor supremo que tuvo la nobleza al valor
mas democritico de la justicia que consideca a todos los ciu-
justicia se seculariza, pierde la relacién con la divinidad y
pasa a expresar lo conveniente para los humanos a través del
derecho y de las decisiones de los jueces que interpretan la
ley. Aun asi, Arist6teles no acepta el convencionalismo del
‘némos que defendieron los sofistas. En su caso, no desapa-
rece la tensi6n entre una justicia legal y una justicia verdade-
1a pero imposible en las comunidades humanas.
Las formas de la justicia son dos: la justicia distributiva,
‘que reparte los bienes entre los ciudadanos, y la justicia correc
tiva, que corrige el dafio infligido. Ambas justicias se rigen
por el criterio de la proporcionalidad, que consiste en dar a
cada uno lo que le corresponde o lo que merece y en reparar
las injusticias derivadas de comportamientos perjudiciales
como el fraude o el robo. Acogerse al criterio de la propor-
cionalidad supone un paso adelante con respecto al signifi-
cado anterior de justicia. Ya no vale la reciprocidad de los
pitagoricos con la formula més primaria del «ojo por ojo y
diente por diente».
Una vez hechas las aclaraciones y distinciones referidas a
la virtud de la justicia, Aristételes se refiere a un concepto
que de nuevo pone de relieve su mentalidad préctica y con-
creta. Se trata de la epikéia (traducida por «equidad»), que
consiste en una especie de «excepcién» a la justicia. El tema
€s importante porque guarda una estrecha relacin con la
indeterminaci6n atribuida a todas las vietudes (el término
medio no esta fijado de una vez por todas}, y, en especial, a
la pradencia, En realidad, lo justo y lo equitativo son lo mis-
aaa a a ne74 BREVE HISTORIA DE LA ETICA
mo —dice Arist6teles—, pero lo equitativo es mejor, aunque
| aceptarlo, porque lo equitativo consiste en «una
gisla para todos, cuando los casos particulares en ocasiones
exigen ser vistos como casos excepcionales que reclaman
una suspensién de la ley o una interpretaci6n distinta de la
habitual. En tales casos, la excepcién es mas justa que la
aplicacién estricta y rigurosa de la letra de la ley. No es que
la legislacion esté mal, es que la realidad es compleja y no se
ajusta a la uniformidad que la legislacién supone. «Por eso,
lo equitativo es justo y mejor que cierta clase de justicia, no
que la justicia absoluta, pero si mejor que el error que surge
de su cardcter absoluto».:*
Siempre pensando en la realidad social o politica del ser
humano, se entiende que la amistad y la justicia responden a
Ja comunidad de intereses que une a los ciudadanos, si bien
los tipos de justicia dependen de los regimenes constitucio-
nales que rijan en cada caso. En las monarquias predomina
la telacién entre el superior y ef inferior, y en las tiranias no
caben ni la amistad ni la justicia porque la relacién es la que
existe entre el amo y el esclavo. En la democracia, en cam-
bio, puede haber amistad, una amistad basada en el interés |
comin, Aun asi, la amistad que florece en las democracias |
no es la amistad auténtica, sino una amistad «itil», alejada
de la verdadera amistad que es la «virtuosa», la amistad pri-
meta, auténtica philia, que esta motivada por el bien moral.
La amistad virtuosa es la nica duradera y que no envilece a
quien la practica. ¢Es una virtud? No exactamente. Es mas
bien un complemento de la vida virtuosa que hace que la
excelencia busque la excelencia. Dado que el amigo es im-
prescindible para el conocimiento de uno mismo, la amistad
s6lo puede darse entre iguales. Entre el amo y el esclavo es
imposible la relacién de amistad, s6lo se concibe entre ellos
[ARISTOTELES. LA VIDA BUENA, 7s
una amistad de utilidad porque se necesitan mutuamente.
Muy distinta es la «amistad primera», que es el amor del bien,
no del Bien con maysiscula, como pens6 Platén, sino el bien
encamado en la persona que actéa de acuerdo con la virtud,
Como después dird Pascal, no amamos a las personas, sino
sus cualidades. Tan estrecha es la vinculacién de la amistad
con el autoconocimiento que Aristételes piensa que el fun-
damento ontolégico de la amistad no es otro que el amor
por uno mismo, por lo mejor de uno mismo que se refleja en
el amigo.
Es lo que explica que el hombre bueno no sea autarquico
o autosuficiente, sino que necesite tener amigos. Los necesita
porque se complace en la vireud que puede contemplar en el
otro mejor que en uno mismo. También la amistad distingue
a los hombres de los dioses ya que éstos se bastan a s{ mis-
‘mos, no necesitan amigos. Los humanos tienen necesidad de
los amigos porque la conciencia es imperfecta y s6lo se teco-
noce a si misma en el otro.
DE LA ETICA A LA POLITICA
Ha quedado suficientemente repetido que la ética es para
Aristételes un saber eminentemente priictico, cuyo objetivo
no es conocer la virtud, sino tenerla y practicarla. Esa idea
casi obsesiva es la que le lleva a distanciarse de Platén, segiin
expresa el célebre proverbio que se encuentra en una biogra-
fia de Aristoteles: Amicus Plato, sed magis amica veritas
(«Platén es amigo, pero lo es mas la verdad»). Asi, nila idea
del Bien ni la felicidad en abstracto sirven como guia para la
ética; ésta debe partir de lo particular concreto y elevarse
después, en todo caso, a los principios. No es el qué sino el
cémo aleanzarlo lo que debe preocuparnos: No deliberamos
sobre los fines, sino sobre los medios: «Niel médico delibera76 BREVE HISTORIA DE LA ETICA
sobre si curard, ni el orador sobre si persuadiré,
co sobre si legislara bien, ni ninguno de los dems sobre su
fin, sino que, establecido el fin, considerardn el modo y los
medios para alcanzaclo».7 Lo que importa es la accién, no
la especulacién.
En estas apreciaciones hay que ver no tanto un desprecio
de los razonamientos como la conviccién de que la pasién
no cede ante los argumentos, sino ante la fuerza de las leyes.
Debemos tener en cuenta, asimismo, que las virtudes son hé-
bitos acompafiados de sentimientos, no sélo célculo racio-
nal, porque sélo asf se explica que se reflejen en la practica
de quienes las poseen. Ya hemos dicho que Aristételes des-
hace la célebre falacia socratica segtin la cual basta conocer
la virtud para ser bueno. No es asf. Existe la akrasia, tradu-
cida por «incontinencia» y que consiste en actuar en contra
del recto juicio que uno, sin embargo, tiene. El dcrata 0 in-
continente prescinde de los principios, le puede mas el placer
que espera disfrutar de una accién que el conocimiento de
que esa accién deberfa ser evitada porque no le conviene. La
incontinencia ha sido tratada después por el cristianismo
como debilidad de la voluntad, y por otros fildsofos que han
visto en ella una muestca clara de la impotencia de la razén
para guiar por sf sola la conducta, como es el caso de Spino-
za, Arist6teles lo expresa de forma inmejorable: «Bl inconti-
nente se parece a una ciudad que decreta todo lo que se debe
decretar y que tiene buenas leyes, pero no usa ninguna de
ellas».* Asi es de contradictorio el ser humano. Asi se expli-
_can la corrupci6n, el fraude y el abuso.
Precisamente porque eso ocurre, el propésito de la ética
aparece en entredicho en el tiltimo libro de la Etica a Nic6-
‘maco, el libro X, que su autor dedica a analizar el paso ine-
vitable que hay que dar de la ética a la politica, ya que la
al
on Ja condici6n politica y social de los humanos. Aristéte-
|ARISTOTELES, LA VIDA BUENA 7
Jes empieza hablando del placer, un tema reiterativo en una
ética que pone como fin de la vida humana la felicidad, pero
que no puede identificar sin més la felicidad con cualquier
placer. No sélo el placer, por definicién, no puede ser malo,
sino que lo que mueve a actuar es el deseo de conseguir algo
placentero, Descartada, por otra parte, esa «felicidad perfec-
ta», privativa de los dioses y de la actividad contemplativa,
porque no es humana, habrd que volver a las otras virtudes,
como la justicia, la valentia, la prudencia, etcétera, que son
las que necesitamos cada dfa.
Ahora bien, una vez discutidas todas las cuestiones relati-
vas a la virtud, el filésofo cae en la cuenta de que la tarea no
estd terminada, pues «el fin no radica en contemplar y cono-
cer todas las cosas sino mas bien en realizarlas>. Los raaona-
mientos no bastan para hacernos buenos. Es necesaria la
educacién y son necesarias las leyes, «porque la mayor parte
de los hombres obedecen més a la necesidad que a la razon,
y a los castigos mas que a la bondad»."” No sélo eso, sino
que los mandatos legales tienen més fuerza obligatoria que
las 6rdenes del padre. Hay que aprender de Esparta, afiade
Aristételes, siempre dispuesto a comparar las formas politi-
cas de los distintos Estados, pues es la ‘inica ciudad que se ha
preocupado de la educacién y de las ocupaciones de los ciu-
dadanos.
Ademés de la educaci6n, es central la figura del legislador
‘0 del politico. ;Cémo se ensefia a ser politico y quién debe
hacerlo? Es una pregunta interesante que nadie ha sido ca-
paz de resolver nunca de manera satisfactoria, como, por
otra parte, pasa con la mayoria de las preguntas filosoficas.
Aristételes desprecia la suficiencia del sofista que se cree
apto para ensefiar politica cuando lo que hace es confundir-
la con la retérica. El conocimiento de las leyes y las constitu-
ayuda para aprender a gobernas, pew 0
servira de mucho si no se poseen de antemano los habitosa BREVE HISTORIA DE 1A ETICA
necesarios para formarse un buen juicio. Todo son dudas, y
desde ellas Aristdteles vislumbra la necesidad de ponerse a
elaborar lo que hoy llamariamos una «ciencia de la politi-
ca», que empiece por recopilar las constituciones existentes
para compararlas y valorarlas. Y finaliza diciendo: «