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En un lugar
de ta Mancha...
nun lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme, vi-
via no hace mucho tiempo un hi-
dalgo de los de lanza en astillero, adar-
ga antigua, rocin flaco y galgo corredor.
Tenia en su casa un ama que pasaba de
los cuarenta y una sobrina que no Ile-
gaba a los veinte.
La edad de nuestro hidalgo rozaba
los cincuenta afios; era de constitucién
recia, seco de/carnes, delgado de ros-
tro, muy madrugador y amigo de la
caza.
Dicen que tenia el sobrenombre
de Quijada, 0 Quesada, que en esto
hay alguna diferencia en los autores
que han escrito de este caso, aunque
nosotros creemos que se llamaba Qui-
jano. Pero esto importa poco a nuestro
cuento
Conviene saber que este hidalgo, los
ratos que estaba ocioso (que eran la
mayoria), se entretenia leyendo libros
de caballeria con tanta aficién, que
olvidé casi del todo el ejercicio de la
caza, e incluso la administracién de sus
bienes, y Ilegd a tanto su curiosidad y
desatino, que vendié muchos metros
de tierra para comprar libros de caba-
llerias. Y asi, llevé-a su casa todos los
que pudo encontrar.
Se enfrascé tanto en la lectura de es-
tos libros, que se pasaba las noches y
DON QVIJOTE DE LA MANCHA
GESLLLLLILS
ae los dias leyendo. Y de este modo, de
dormir poco y de leer mucho se le secé
el cerebro hasta que vino a perder el
juicio. La fantasia se le llené de todo
aquello que leia en los libros: los en-
cantamientos y las disputas, las bata-
llas, los desafios, las heridas, los amo-
res y disparates imposibles, de modo
que llegé a creer que eran verdad todas
las invenciones que habia leido.
Entonces, rematado ya su juicio, le
parecié conveniente hacerse caballero
andante, e irse por todo el mundo con
sus armas y caballo a buscar las aven-
turas y a practicar todo aquello que él
habia lefdo quelos caballeros andantes
practicaban, deshaciendo todo género
de agravios, y buscando las ocasiones y
los peligros en los que poder alcanzar
eterno nombre y fama.
La tocura
de don €Duijote
ce
I pobre ya se imaginaba coronado
emperador, por lo menos, del Rei-
no de Trapisonda. Y asi, con estos
agradables pensamientos, se dio prisa
en llevar a cabo lo que deseaba. Y lo
primero que hizo fue limpiar una arma-
dura que habia sido de su bisabuelo y
que estaba llena de moho, pues habia
estado olvidada en un rincon muchos
siglos. Y cuando la tuvo lista le parecié
finisima y muy apropiada.
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