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) Y diciendo esto, picd a Rocinantey "* on EQuijote regresa en poco tiempo se aparté de ellos. El § labrador Jo siguié con los ojos, y en a casa apateado 2 cuanto vio que estaba lejos se volvié a cos Don QyIJOTE DE LA MANCHA. Qeemecexr i) | | su criado y le dijo: =Venid acd, hijo mio, que os voy a pagar lo que os debo Zz» Quijote creyé que habia Y cogiéndolo del brazo lo volvié a dado felicisimo principio a sus atar a la encina y continu6 azotandolo. aventuras y continué su cami- Cuando por fin lo dejé libre, Andrés no. En esto Ilegé ante un grupo de mer- prometié buscar a don Quijote para caderes toledanos que iban a comprar contarle lo que jm habia pasado. sedas a Murcia. Apenas los vio, se ima- gind que tendria nueva aventura, asi eas eon fO Don CQuijote regresa a casa apateado CUarextem \ que se puso en la mitad del camino, es- perd a que Ilegasen, levanté la voz y con gesto arrogante les dijo: -Deténganse todos si no confiesan que no hay en el mundo doncella mas hermosa que la emperatriz de la Man- cha, la sin par Dulcinea del Toboso. Los mercaderes se detuvieron al ver la extrafa figura que les hablaba, y uno de ellos, que era un poco burlén, dijo -Sefior caballero, nosotros no cono- cemos a esa buena sefiora. Mostradnos Su retrato para que podamos verla. Y ap x aunque en su retrato veamos que es tuerta y jorobada, diremos en su favor lo que quiera con tal de complacer a vuestra merced -iNo es tuerta!, canalla infame -res- pondié don Quijote-, ni jorobada como decis. Pagaréis la blasfemia dicha con- tra tanta belleza Y diciendo esto, atacé al burlén con su lanza con tanta furia que si en la mi- tad del camino no hubiese tropezado y caido Rocinante, muy mal lo habria pa- sado el atrevido mercader. Cayé el ca~ (Sh aunque quiso incorporarse no pudo. Y desde el suelo gritaba: -iNo huyéis, gente cobarde! Sabed que no por culpa mia, sino de mi caba- lo, estoy aqui tendido. Un mozo de mulas de los que venian con los mercaderes se acercé a don Quijote, rompié la lanza y con uno de los trozos le dio tantos golpes en las costillas que lo dejé molido. Sus amos le daban voces para que lo dejase, pero el mozo estaba tan picado, que no qui- so dejar el juego hasta calmar la cdlera que llevaba dentro. Luego los mercaderes siguieron su camino, DON QVIJOTE DE LA MANCHA he Bk ae ballo y su amo rodé por el campo, y Al poco rato, pas6 por alli un labra- dor vecino suyo que, viéndolo tendido, se Ilegé hasta donde estaba y trato de levantarlo. ~iSefor Quijano! -exclamé-. ¢Quién lo ha tratado de esta manera? Pero como el pobre herido no res- pondia, lo subid sobre el mulo que lle- vaba y lo llevé hasta su pueblo. En casa de don Quijote halld al cura y al barbe- ro del lugar, que eran muy amigos del hidalgo. Todos corrieron a abrazar a don Quijote, pero éste los detuvo diciendo: ~iQuietos todos! Vengo malherido por culpa de mi caballo. Llévenme a mi lecho y llamese, si fuera posible, a la sabia Urganda, que cure mis heridas. Mil preguntas le hicieron a don Qui- jote, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de co- mer y le dejasen dormir, que era lo que mas le importaba entras don Quijote dor- La guema de libros Co el barbero, maese Nico- las, le pidieron a la sobrina las Ila- ves del aposento donde estaban los libros autores del dafo, y ella se las dio de muy buena gana Entraron dentro todos, y el ama con ellos, y hallaron mas de cien li- bros grandes, muy bien encuader- nados. Y asi como el ama los vio, se

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