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volvié a salir del aposento con gran pri-
sa y volvié con una escudilla de agua
bendita, y dijo:
-Tome vuestra merced, sefior cura:
rocie este aposento, no vaya a ser que
esté escondido algtin brujo que quiera
hechizarnos.
Causé risa al cura la simpleza del
ama, y mand6 al barbero que le fuese
dando aquellos libros uno a uno, para
ver de qué trataban, porque podia ocu-
rrir que alguno de ellos no mereciese el
castigo del fuego.
-No dijo la sobrina-, no hay que
perdonar a ninguno, porque todos han
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causado el mal de mi tio. Mejor sera
arrojarlos por la ventana al patio y ha-
cer un buen mont6n con ellos y pegar-
les fuego.
Lo mismo dijo el ama, pero el cura
no estuvo de acuerdo y quiso leer al
menos los titulos. Y asi le fue pasando
maese Nicolas los libros uno a uno al
cura para que hiciera escrutinio de
ellos. La mayor parte fueron arrojados
al patio, y después quemados, y sélo
unos cuantos de ellos se salvaron de la
quema, porque al cura y al barbero le
parecieron saludables y de muy buena
invencién.
=p