Utopias en El Mundo Antiguo

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UTOPIAS DEL MUNDO ANTIGUO ANTOLOGIA DE TEXTOS Alianza Editorial JESUS LENS TUERO JAVIER CAMPOS DAROCA UTOPIAS DEL MUNDO ANTIGUO ANTOLOGIA DE TEXTOS Ellibro de bolsillo {sicos de Grecia y Roma Alianza Editorial Diss de cubierta: Alianza Eeiorial Proyecto de coleccion: Rafe Sado Tstracidn: Rafael Sando Rexraostado lot dvachon Hct dessa es prog p a Ley _queeblee yeni yo ln ern dels carvesponietes inden ‘achnespr datos peri para quienes repre lapare,dsbyeren ‘Gomunicaenpibicorete endo gen prtevurm bral rac cee ‘Siro tlandormackninerprelicin ocelot oa en euler ipo ‘Sspecteovomnincadaatrns desu ed sin precept. © Delaintroduccin a elecdn de textos las nota fvier Campos Darocay herederasde ests Lens Tuero, 2000 © Alianea Editorial... Madrid, 2000 Cale an Ignacio ca Se Kena, 15; 28027 Made. 913958888 ISBN: 84-205-3688-6 Depo legal M. 15588-2000 Inpro en Ferns Cindod. SL rnd in PREFACIO Ala espera de las pruebas de este libro falleci inespetadamen: teuno desus autores, J, Lens Tuero, ala edad de cincuenta ycin- co atos. Sé bien que pocas cos la itusionaban més que ver pu- blicado este libro. Decir que estas paginas estin dedicadas a su ‘memoria sera una injusticia: son st memoria. Este libro debe mucho a mucha gente. El profesor Juan Las Lopex Cruces, de la Universidad de Almeria, ha realizado una intensa labor de revisin y correccién en la que no han faltado rejoras sustanciales al original. Lo mismo cabe decir de los profesores José Maria Camacho Rojo, dela Universidad de Gra- nada; Petro Pablo Fuentes, de la Universidad de Granada, y Mariano Nava, de la Universidad de los Andes. Las sugerencias, de la profesora Leonor Pérez Sincher, de la Universidad de ‘Granada, nos han permitido enriquecer notablemente Ios tex- 108 de los autores latinos y nos ha ofrecido hasta traducciones propias inéditas que han sido de gran ayuda, El profesor Jess Garcia Gonzalez, de la Universidad de Granada, nos ha orienta- «doen el material etnogrifico y sobre el ema ut6pico. El profesor Agapito Maestre, catedritico de Filosofia de la Universidad de Almeria, ha leido pacientemente el texto y ha asistido pacientemente al largo proceso de su escrturas él de bemos abundantes sugerencias cuyo rigor intelectual no es el 7 ® |. LENS TURRO ¥ J. CAMPOS DAROCA rigor mortis del dogma, tan al uso en la academia espaiola, sino el de una vital y sabia percepeidn del mundo y los libros. Entre lo mucho que debemos al profesor Gregorio Cabello Porras, dle la Universidad de Almeria, estélalectura detenida de la intro- dduccién, junto con importantes aportaciones. Son ademis mu- chas as personas con las que se han compartido ideas einquie- tudes que han revertido para bien en este trabajo. Noqueremos dejar de agradecer a los profesores Cayetano Aranda, Daniel Fuentes Gonilez, Javier Garcta Gonzalez, Joré Ma Mutioz,Jor- 4g Lirola Delgado y Esteban Molina Garcia el apoyo humano € ntelectual en los campos de la filosofia, mundo antiguo y in _istica. Un agradecimiento muy especial es el que quiero ex- presar al profesor D. Antonio Guzman Guerra. Gracias a él se emprendiéy se ha culminado, tras no pocos avatars, este pro yecto editorial. Todo ello no hacen sino mas imperdonables los errors, que deben atribuirse excusivamente a la responsabil dad de los firmantes. Queremos finalmente agradecer al perso~ ial del servicio de Biblioteca de la Universidad de Almeria, y ‘muy especialmente al equipo humano del servicio de Docu~ ‘mentacién de la Universidad de Almeria, la eficiencia nla lo calizacién y suministro de libros y articulos, que ha permitido ‘escribir muchas de esas linea, El trabajo se ha realizado en el seno del proyecto de investigacién (P. F. 940135) que actual: ‘mente desarrolla el Grupo de Investigacién «Hlistoriografia an- tigua y su pervivencia» PAI (1061). 1. INTRODUCCION 1, Posibilidad y limites de la «utopian en a Antigiiedad ELestudio de a literatura utopica en la Antgiiedad estéaboca- doa una serie de cuestiones metodol6gicas previas de manera «especialmente urgente, En efecto, al retrotraer un modo de es- critura y de pensamiento tan caractersticamente modernos a ‘una literatura que no puede sino desconocerlos en un sentido estricto, nos enfrentamos una y otra ver ala pregunta acerca de la leitimidad de nuestras pretensiones. Entendicos como ‘utopias, los textos dela Antigtiedad aparecen iluminados con Jaluz que irradia una manera moderna de entender la sociedad la politica; con ello se produciria un efecto distorsionador en Ja interpretacidn de los antiguos que repugna nuestro exigente sentido histérico!. La primera cuestion que ha de enfrentar el estudioso es de- terminara qué orden de hechos se atiene: a las ideas o os tex- tos. Los saberes humanisticos y sociales se reparten con relativa {acilidad su campo. Los estudio litrarios emprenden la inda- gacidn de las obras ylareconstruccién de un género, mientras que la filosofia y ls cencias sociales retoman la utopia para in- tegrarla entre las ideas socials y poiticas sin correlato univoco enlas formas de expresién de una época determinada, La inda- w J. LENS TUERO ¥ J. CAMMOS DAROCA ‘cin literaria asume, pues, un arduo cometido. La diversidad dels textos se impone de manera que es dificil sortearla con el recurso de las definiciones el establecimiento de «tipos». Ni ‘guna de las definiciones eestrictas» que e puedan dar de utopia llega a eliminar toda una galaxia de obras pertinentes para la indagacién de lahistoria de la utopfa. Naturalmente, el recono- cimiento de esta necesaria dispersion leva al esceptcismo y al rechazo del enfogue literario como superficial eincapaz de dar algo més que una relacin sempiriear, que slo lnatencién alas ideas daria profundidad y auténtico calado teérico:. En est li bro hemos intentado esbozar una comprensidn sliteraria» de la ‘utopia antigua, sin esforzarnos demasiado a cerrar un corpus, sino que hemos atendico, més bien, a las Hamadas internas de Jos textos entre sf. La utopia no es un génetoliterario vauténo- mo» en el mundo antiguo (tal vez tampoco en el moderno), ‘sino que ruza un buen nimero de ellos. Quien intente darsen- tido al término en la inmensa y compleja produccién literaria dela Antighedad debe seguir el avatar de los textos, sus miit- pies determinaciones genéricas ¢ histéricas, en cuyo seno se producen los efectos de sentido que nos hacen reconocer, aqui ‘all el mirage dela utopia El problemaees, entonces el de la definicién de «utopiay, con Ia que se pretende paliar la insuficiencia de la opeién lteraia. ‘Ademés, un libro antol6gico como éste debe justifcar la selec: ‘Gin que ocupa el grueso de sus paginas. La urgencia dela defi- nicién obedece no silo a una exigencia stedrica», siempre més rmaleable, sino a la necesidad de, por un lado, jstticar el senti- do wut6pico» de los textos de la selecidiny, por otro, conjugar razonablemente el rango de los textos posibles con la muestra incluida. En realidad el corpus de textos pertinentes ha sido ya claborado una y otra vex.con distintos crterios y definiciones, con lo que hay, de hecho, un cierto acuerdo en cuanto alo que debe incluirse en un libro de estas caractersticas’, Siguiendo tun método de raigambre aristotélica, hemos intentado dar cuenta de los efendmenos, atender a lo que se tiene por vilido enteste asumto, bien entre el mayor niimero de autores, bien, al INTRODUCCION n ‘menos, entre los més reputados. A parti de aq pergeftar una definicion de compromiso que permita cierta fe xibilidad en la seleccién y un aura de justficacién, siempre sos- pechosa de petitions tenderer como ext pico aguel en el que rmas.de vida Sra uncer cn pri aliases _qhente valoradas. Se atiene esta definicién a los momentos que Themos visto reaparecer en Jas numerosas definiciones que he- ios podidlo ler en la ya vastisimna bibliografla l expresivo el ‘emitico y el valorativo. Las implicaciones cel momento valo- rativo,el hecho de que sefalar la perfeceién implica en el mis- _mo movimiento la devaluacién de lo que queda fuera y la pro~ _mocién de lo sefalado a la condicién de modelo, han podido desarrollarse hasta alcanzar un especial protagonismo e, incla- 0, la desconsideracién de las demas (es el easo dela utopfa en ‘Manheim, Bloch o la dificil posicién que la utopia tiene en la ‘ca discursva de Apel y Habermas} La.insatistacci6n socio- [ogica con la aproximacién literaria depende de que esta titi- ma, jos de simplificar las cosas, integra un cuarto momento «que podriamos denominar senunciativoo © pragmtico, sin que pueda como los demas ofrecer a uniformidad que nos pecmi ria establecer un género. Sin considerar que esta falta de univo- cidad sea un defecto la aproximacién lteraria lo esgrime como la fuente de una notable riqueza y sala como su punto de par- tida la obra «fundacionals: De optimo republicae statu deque noua insula Utopia libelus vere aureus’ Al proponer la lectara dena serie de textos como punto de partida para dar sentidoa |a utopia en la Antigiedad nos comprometemos con la aproxi- macin lterara,y ello doblemente: por la presentacién de los textos como lugar propio de a utopia y por tomar como refe- rente no una definicién sino un texto. Fn el econocimiento de su riqueza de sentido, en el ambiguo enclave entre literatura y teoria politica, vemos la condicién y justificacion de la diversi- ddad misma de los textos antiguos. En cualquier caso, toda definicién que podamos proponer podra también ser contestada de manera terminante por quie- n J LENS TUERO ¥ J CAMPOS DAROCA ges pene Schaap ated mecioe tiguo y conceden, a lo sumo, a los textos propuestos la condi- clin de precedents, En exe punto parece comendable ene estudio de la utopia antigua (en cualquiera de sus posibilida dhs] tarepeseaa agueaco ath gore wipcamoger os ba] ofa le istic Hla beeen subeareeucion wen satdonnpsastntnter tas deevaturpoltc que, er went géters homoptnen 3 (iit on a interpreta tiie ud peices no tla coninidad eas formas antiguas dl penvanent pe tc Ta il condicion dela utopia en lt Antigdad rela bien ene hecho de quel mayora de los abondjes de caricter, roel a tera reconoecaninmedatamente a dvenided tre. dactble deus opis asiguasypropengan pars haere ust cia divers dstinsionea hdsloan Eye ela destarala quasape ‘10s formas diferentes de utopia: por un lado, la utopia de. ‘erasidns, sescalatn eden as, cya Rema priate Sis npecmttmier We Sadiion persia came Edad de Oro o la evocacién de una vida de abundancia, Se dis- tingue porque conestci resulta en una aida a otros ain deo qu ubeanan las deficencns el reece sin que ea duped lance a tapenrloe nites la ostelebaca ioe: Sspetonle pegs, canis meter ota ees ms, programa de accién, En esta segunda se asienta con més eels cop adden ke Sera, con secon ‘textual de las obras de Moro y Platén, o bien el shistérico» dela rebelién de Munzer. La utopia «escapistay, en la medida en que ‘ompelos laze con una ealided histricsehace nteral-en scneyalda lldare, erate pr emp amd latopfproplamente dca, noel como relent de motives y oplontestmonio en definitive dea profunda imitacin del leceoee Es facil con todo reconocer los nos tipas esenciales en. los texto axigados a wopla antigua, Berteli itngue en eas Por otro lado, esté la utopia «constructivay-o «polit INTRODUCCION B {trabajos al menos dos modelos fundamentales pertinentes para ldiscurso utépico en la Antigiedad, a los que subyacen expe rienciase ideas bien diferentes sobre la sociedad perfecta. Por um lado, destaca todo un filin de textos que tienen como tras- fondo la fundacién de una ciudad, momento en el que se des- pliega por la accién de un personaje que se distingue por su ex- Celencia la complejaconstruccién de una comunidad nueva en el-espacio cerrado y bien deimitado de la ciudad. La xpolitica» ‘2 aqui el problema decisivo dela accién humana. Por otro, la representacién de las condiciones feices de la vida humana donde se reencuentran las formas mitol6gicas de la vida prés- pera bajo la guia bondadosa dela divinidad providente.Platn, ‘on la Republica y las Leyes por un lado, y el Tnneo-Critas por |, ‘otro, puede considerarse momento decisivo de amas orien cones. Los dilogos «politicos» permiten ubicaren la tradicién ‘t6pica, por la mediacién de Aristételes, los proyectos de Faleas € Hipédamo; os dilogos «cientifico-miticos» apuntan a loste- latos dela Bad de Oro y el pais de los feacios, y ofrecen el mo- delo de Staatsromars seguido de manera privilegiada poros a- tores de época helenistica, Ideas y motivos andlogos tendran en ‘uno w otro horizonte discursivo orientaciones diferentes y has- taopuestas. Pero esta aparente continuidad de la utopia antigua con la ‘moderna, saldada con la imponente figura de Pltén, no puede ‘cultar la profunda diversidad que las separa. Las distinciones de Finley, uno de los mis finos estudiosos de las diferencias en tre lo antiguo y lo moderno, son en este punto muy ihstrativas ‘yhan alcanzado una gran recepcién". Ly funda le separa catre utopia edindmica» y eestdica». Las utopias de Ta Antigitedad y dela primera modernidad se escriben bajo el im- perativo de la escasez de recursos a la que responden propug- nando una sociedad estitica, donde domina el principio de la -implicidad y la moderacién. El mundo actual ante la realidad del vance tecnolégico contempla la posibilidad de sociedades en constante transformacién ala abundancia completa. Moro seen- contrarfa todavia, segtn este criterion e horizonte antiguo. “ J. LENS TUERO ¥ J. CAMPOS DAROCA Sin embargo, est distinciin se cruza con otra de no menor lnterés, por la que podemos trazar una diferencia entre utopias |jerdrquicas e iguaitaras, Finley defiende la ausencia completa [fc utopasigaltrinen le Actigedad, pertaaones contin: | cas, sociopoliticas ¢ ideoldgicas, y es aqui donde la utopia de Moro opera una ruptura radical sobre la que ha insistido uno de sus més grandes estudiosos, Surtz, quien destaca que el co- ‘munismo de Moro no tiene precedentes en sus modelos, sino que debe leerse en clave judco cristiana!!. La obra de Moro | tend sen el cuadro que pinta Finley un penteentreel pen- samiento antiguo y el moderno, en el que el ideal de continen- ‘jay moderacién caracteristco de las utopias de la Antigiedad | les reformalado en un sentido universalista plenamentecristia- wi ero tal vez la solucion de continuidad més definitiva que se- para la utopia antigua de a moderna es la que marca el despla- zamiento ala temporaidad como ej pertinente de localizacion ddl ideal. Frente al modelo espacial propio de una tradicion para a que todavia habia lugares por descubrir la modernidad se distingue por ubicar en el tiemapo la posibilidad del bien. Esta transformacién tiene fecha de nacimiento, 1770, y el nombre de Louis Sebastien Mercier, quien en ese aio publica un libro de extraordinario éxito, de titulo Elano 2430. R.Koselleck ha ana- lizado con detalle los camibios decisvos de los que es simulté- nneamente reflejo y causa la obra de este curioso escritor. En la funcién del autor viajeroy el descubridor son sustituidos por ¢lvisionario ye sofiador. Esto implica a su ver en el estatus de Iaficcidn un cambio radical ena forma de experiencia que sub- yyace al discurso ut6pico, que pase a sera conciencia, el interior dl escritor que imagina o sueia sin pasar por el expediente an- tiguo del desplazamiento espacial. La utopia del futuro es una variante dela filosofia del progreso cuyo fundamentoesté en la | temporalizacién del ideal de perfeccion. || Bnestosesquemas,lahistoria de la utopia estésometida alos ‘mismos esquemas-de progreso que el resto de la. cultura. La se- ‘cuencia que va del mito ala moderna cien ANTRODUCOION 6 termedio de a utopia espacial responde al mismo principio yes testimonio del mismo progresivo madurar dela concienciahis- {rica Bn este progreso el mundo antiguo queda congelado en cl gesto de laestaticidad atemporal, cercano del modelo mitolé- fico que siempre ronda los discursos ut6picos, del mismo modo que su posiciéin ilosfica nunca se desernbaraza del ges- to sustancialy metaisico, que no deja de ser un mito impertec- tamente racionalizado. No faltan, sin embargo, formas alterna~ tivas de considerar la presencia y vigencia de la utopia antigua, de los que destacaremos en esta ocasisn dos ejemplos de cierto interés por la capacidad renovada de reorientar el foco de atencién y los modos de entender las ideas y los textos. ‘Asie trabajo de Herzog parte de la necesidad de superar la tarea reconstructiva de la utopia antigua con respecto a un mo- elo prototipico de los que alcanzariamos a senalar las «formas previas»!2, Herzog considera que el eje de interés en a utopia antigua no estén las formas literarias que adelantan la obra fandadora, sino ena consttucién ene siglo v de una suerte de ‘idea de progreso» en la que proiferan los proyectos ut6picos ‘que plantean una radical transformacién de la realidad. Lejos «de considerar le wtopie antigua ajena a la idea de tiempo, Her 29g subraya que es precisamente el pensamiento orientado ha- cia el futuro el que se deja ver en la actividad de personalidades como Hipédamo de Mileto o en la comedia de Aristélanes, en «1.que Bloch encontraba una de as mis adecuadasrealizaciones dela idea de utopia. Este pensamiento es el que queda bloquea- o con la crisis dela ciudad y es objeto de una wijacion litera a sus correlatos formalexpresivos. En el siglo 1v proliferan los textos ut6picos en los que se conjura esa proyeccidn temporal por medio de otros mundos el ideal de as formas platénicas, el pasado del mito dureo oel de los paraisos y mundos ex6ticos. i se acepta esta revision del significado de la utopia antigua res ta que la mencionada atemporalizacins tiene ya un referente importante en lo que no en vano se ha lamado a silustracion ateniense», 6 J, LENS TUERO Yj. CAMPOS DAROCA Mantener viva la capacidad de leer utépicamente los textos antiguos, de atenernos al valor critico de la utopia sin esforzar- nosa terminologizarlaa toda costa como condicién sinica de su productividad, es precisamente lo que permite a A. M. lacono proponer recientemente la posibilidad de que el mundo anti uo aporte atin una idea aceptable de utopia’. Se trata de la posibilidad de un modelo que se compare criticamente con la realidad historia, y que é localiza en una figura conceptwal ‘que, precisamente, no tiene funci6n ut6pica en la Antiguedad pero que la ha aduirido con su recepcidn. Se trata, ni mas nit ‘menos, que del famoso «animal politico» que conocemos fun- damentalmente por Atist6tees. Iacono repasa la vigencia de este controvertido personaje en K. Marx, H. Arendt, K. Polanyi ‘ML Finley, donde el funcionamiento de las esferas especiali- zadas de la politica y la economia son sometidas a una aguda critica. No se trata de que la idea aristotlica se proponga ahora como ideal, la manera de toda una poderosa corriente de pen- samiento politico y étcoen EE.UU. y Alemania, sino de que st- ‘vapara cuestionar la idea vigente dela accién humana y atisbar zo ya la garantia, sino la posibilidad de algo mejor. No era menos escéptico Finley en cuanto ala relaci6n que los proyectos ut6picos de la Antigtiedad pudieran haber tenido ‘con las pretensiones «revolucionarias» de ciertos movimientos sociales, sobre todo en época helenistica. Merece la pena, con todo, recordar. En al menos dos ocasiones nos encontramos en el mundo antiguo con aparentes intentos de plasmar en la realidad doctrinas ut6picas, o por lo menos con actuaciones de carécter prictico relacionadas con doctrinas ut6picas. El p ‘mer caso que vamos considerar es el de la Urandpolis de Ale- xarco", En-una fecha que no se puede precisar con exactitud, ‘peto que se puede situar muy probablemente poco después del 316.2.C." Alexareo, el hermano de Casandro”,recibié a do- iinio sobre un vasto terrtorio situado en el istmo del Atos (apéndice oriental de a Calccica), al que dio el nombre de Ura- népolis™. Las fuentes literariasrelativas 2 la organizacion de INTRODUCCION u «ste terttorio son Ateneo" y Clemente de Alejancria® (Siglo 4.C.}, que citan nominalmente a autoridades del siglo na.Gy el primero a Heréclides Lembo" y el segundo a Aristo de Salamis na de Chipre’ Se trata, pues, de una informacién bien doct- rmentada, que remonta, por vias independiente, a fuentes no ‘muy alejadas en el tempo de los hechos que refieren. Ademds ‘una parte de estas informaciones ha sido confirmada por ana :mismética. Se dala circunstancia, en efecto, de que, aunque no than sido encontrados el emplazamiento y las ruinas de Urand= polis, si se an recuperado monedas de oro y plata de esta act dad del cielo», Conviene subrayar que la tradicién litearia yla numismatica coinciden en senalar el importante papel que en Inorganizacin religiosa de esta Uranépolisdesemperian las di vinidades preolimpicas,en particular Urano (que da el nombte «la ciudad), Helio (la deidad solar alternativa de Apolo) y ‘Atrodita Urania. En relacién con este hecho hemos de ponet la informacién que nos procura Clemente de que Alexarco se ve \iay ataviaba como Helio, cl dios dl sol. Un segundo hecho que nos importa resltares el de que Alexarco invents, para st cit- dad, una lengua artificial. Ateneo, tomando sus datos de Hers clides Lembo, da varios ejemplos de ellay cit, por otra parte, «lcomienzo de una carta enviada por la autoridad de Uran6= polis alos magistrados de Casandria en la que se dirigea ellos con el apelativo de chermanos». Tarn interpret6 todo este con- junto, realmente notable, de hechos a partir de su conocida ddoctrina de que el ideal de la igualdad y a fraternidad huma- nas antecede en la cultura griega al estoicismo (escuela filos6fi- ca.en la que se reconoce habitualmemte su primera aparicin) yyse encuentra yaen la practica politica de Alejandro, Mientras (ue esta segunda parte de la interpretacion de Tarn ha caido.en tun descrédito absolut, la primera merece una consideracion seria. Segiin Tarn la ciudad de Alexarco era una miniatura del Estado universal. En Urandpolis y en sus simbotos habria que ver pues, un modelo a escala reducida del universo como iu dad comiin de dioses y hombres, concepto elaboraco por la f- losofiaestoica bastante afios despues de Alexarco, Este, segiin 18 J. LENS TUERO Y |. CAMPOS DAROCA ‘Tarn, habria considerado convenicnte que su Estado universal dispusiese de una tinica lengua, cuya finalidad seria equipara- ble a la de las lenguas universales, como el esperanto inventa- dasen los tiempos modernos. Todo ello seria, pars Tarn, la con- | secuencia de las ideas de Alejandro, firmemente convencido de | a igualdad primordial de todos los hombres y, por ello, pro- 4 pugnador de la fraternidad humana y eampeén de un imperio \ universal en el que todos los sibditos tuvieran los mismos de~ rechos y deheres. 1a hnella de ests ideales de Alejandra se ha laria en Teofrasto y Evémero, Desde luego, no cabe mega los puntos comunes que unen a la Urandpolis de Alexarco con la Pancaya de Evémero, en particular en el plano relgioso. En esta wal igual que en la primera, encontramos reiteradamente li mencién de Urano como objeto particular de veneracién, ya lo que parece Afrodita tampoco estaba ausente de la obra de Evémero”, El rf llamado «agua de Helio» (que posefa propie- dades terapéuticas) banaba la lanura en la que se encontraba el templo de Zeus Trifiioen el relato de Evémero. A estassimilitu- des habria que afiadir las que estos dos textos presentan con la utopia de Yambulo, En ella, los habitantes de las isla del sol cantan himnos y alabanzas en honor de los dioses, en particu- Jar en honor del sol, que da sunombre alas islasy a Sus habitan- tes® éstos adoran como divinidades al quel abraza todo, al sol asi como a todos as objetoscelestes Hl sentido profundo de estas tres utopias, que ha llevado a sus autores a colocarlas bao la advocacién de divinidades as- trales preolimpicas, es la promocion de un ideal de concordia social fundada sobre el igualiterismo comunista Al introducit cena reflexin sobre el papel de a religion astral en la utopia he- lenistica est tecer texto, el de la utopia de Yambulo, ponemos de manifiesto nuestro completo desacuerdo con la hipétesis de Tarn de que los antecedentes de estas concepcioneshayan de ‘encontrarse en los supuestos ideol6gicos yen la prctica de Ale- jandro, El relato de Yambulo (que Tarn, signiticativamente, hhuyé mencionar en este coniexto) es totalmente incomptible con tal hip6tesis. A nuestro juicio, los antecedentes de estas tres INTRODUCTION 19 construcciones utpicas han de ser buscados, siguiendo el ca- ‘mino magistralmente trazado por Gernet®, ena tradicién ut6- pica misma, ylos conceptos lave, unto al universalism subra- yado por Tarn, son los de iguaitarismo y vida perfecta. Laes- trecha unién entre dioses y hombres es un rasgo caracterstico de la representacin paradisiaca desde la tierra de los feacios homérica. La lengua artificial inventada por Alexarco puede haber tenido, sin dda, ls pretensidn de ser lengua de comuni cacién universal, pero era quizds tambicn cl itento de conse guir una lengua perfecta para una sociedad perfect Fl segundo caso en el que se detecta una conexi6n entre re- flexién ut6pica y actividad politica concreta lo consituye Ia de~ sarollada por Aristénico en Pérgamo en el siglo 11 a.C. La si tuacién del reino dle Péngamo en el siglo 11 a conocemos fran. camente bien, dentro de las limitaciones que impone el cardcter de la documentacién, a través de trabajos cldsicas como el de Broughton. E1 reino de Pérgamo se caractetiza por un claro divorcio entre las minorias griegas. asentadas fundamental- ‘mente en las ciudades junto con una minoria de nativos inte grados, y la gran mayoria de los pobladores autéctonos que practican laagricultura y viven, bien de modo disperso, bien (y {qizd sea lo mds frecuente) agrupados en pequerias concentra- ciones aldeanas; sin olvidar, naturalmente, la presencia en las ciudades de buen niimero de personas del pais reducidas ala esclavitud y teniendo siempre presente que pueden haber exis- tido multiples situaciones singulares. La mayor parte dla tie~ rra cultivable constituye lo que nuestras fuentes llaman chéra, decir, propiedad estaal tenemos, de otro lado, la cha basi- like, territorio propiedad del rey y patrimonio de la corona, abareando ambas categorias la mayor parte del suelo agricola. Las ciudades, a su ver, disponen de la chéru politike, extensio- nes rurales probablemente no demasiado extensas (en relacién ‘con las anteriores) que circundan ala ciudad, Los personajes u ‘organismos (templos, por ejemplo) que disfrutan de propieda- des agrarias lo hacen normalmente en virtud de donaciones porel ey de porciones de la chéra basiliké o politike. Si bien esta 20 J. LENS TUERO Y J. CAMPOS BAROCA ccuestién, aunque siga presentando algunos perfiles difusos, esti hoy relativamente clara, en cambio dista mucho de resul- tarlo el problema del estatus juriico de los cutivaores de es- tas tierra. Sabemos con certeza que un porcentaje importante, pero que no es posible evaluar numéricamente, eran esclavos, en su inmensa mayoria asiticos. Las difcultades se refieren de ‘modo especial ala situacion del trabajador tedricamente libre ‘pero cuya posicién real esjuzgada por los diversos estudiosos de Inanera elaramente antitética, Par nos 3¢trataria de personae auténticamente libres, aunque de condicién econémica modes: ta, mientras que para otros su estatus se aproximaria o entrar decididamente en los limites dela servidumbre, A nuestro juicio tiene mucha razén Finley cuando protesta por la introduccidn de la nocién de siervo en el mundo grecorromano, entendien- do que este término, en vex de clariicar la posicién de estas personas, introduce un elemento perturbador. ‘alo il fue, como es bien sabido, el ultimo rey de Pérgamo, pues murié (en et 133 a.C.) dejando un testamento en el que rnombrabe al pueblo romano heredero de sus bienesy del reino, Inmediatamente despues de conocerse la muerte de Atal, Aris- ‘nico, quzis hijo ilegitimo de rey Eamenes Il de Pérgamo, pa- dre de Atalo TH, planted sus reivindicaciones al trono real; la interpretacin mais generalizada es la de que en estos primeros ‘momentos el pretendiente se presenta como el director de la re- sistencia nacional contra el imperialismo romano, sin plantear ningéin programa de reforma social, y que por ello consigue el apoyo mayoritario de la poblacién de buen niimero de ciudades € intentos minoritarias en otras de colocarlas en su bando. Pero esevidente que la famosa inscripeién OGIS 338, que ha de ser fechada entre la primavera y julio de 133, y enla que se grabé el decreto adoptaclo por el pueblo de Pérgamo, contiene una se- rie de medidas que s6lo pueden ser explicadas como respuesta ‘una situacion social explosiva que, razonablemente,s6lo pue- de ser identificada con el movimiento dirigido por Aristénico. ‘No es nuestra intencién narrar aqui en detalle el curso de la _guerra, sino que nos conformaremos con referr lo més impor~ INTRODUCCION a tate. Aristonico logra, en un principio, apoderarse de una par- te dela flota real. Una comisién del Senado romano lege a Asia ‘yencarga de la solucin del conilicto alos reyes del Ponto, Bit: nia, Capadocia y Paflagonia, pues el Senado no envia tropas hasta l 131, probablemente por encontrarse hasta entonces ob- sesivamente preacupados por la sublevacidn de los esclavos en Sicilia. Se encarga, luego, de dirigirla expedicion el consul Pu- blio Licinio Craso, y su derrota constituye el mayor triunfo de \énico. Lo més probable es que, cuando el e6nsul Hega a Aristénico haya concentrado su actividad en el interior microasidtico, estableciendo su reinoheliopolitano en la regién del Alto Caico, el rio principal que atraviesa el reino de Pérga- ‘mo, como lo muestrael hecho de que las emisiones monetarias recuperadas procedan de iatira, Apolonia y Estratonicea del Caico; mas atin, dado que dichas emisiones monetarias remon- tanal 133, hemos de pensar que éste debi6 de ser desde el prin- cipio el nileo principal del apoyo de que disfruté Arist6nico,y que su aventura naval no fue més que una peripecia sin mayor importancia. Que el miicleo de los combatientes del lado de [Aristénico estaba formado por esclavos y por diversas catego- ras de desposetdos es algo de lo que nuestras fuentes no dejan «menor lugara dudas,siendo significative el papel que desem- pefian en concreto los tracios y los misios™, Evidentemente, ‘omo en tantas otras ocasiones en la historia, la guerra social ¢s también en parte considerable, aunque no exciusivamente, Jucha entre las poblaciones autéctonas del pais y las minorias ue, en la mayor parte rural del mismo, son vistas como ex- tranjeras™, Ello ha dado pie amis discustones de la valoracion de los aspectos ideol6gicos de la actividad de Aristénico, para lo que hemos de partir de un texto fundamental de Estrabsn fen el que se nos dice™ que Aristénico, subiendo hacia el inte- Flor, reunié a marchas forzadas aun gran niimero de pobres y ¢sclavos alos quellam6ala libertad y dio el nombre deheliopo- litas. Es verdad que a partir de este texto se han construid elu- cabraciones ingenuas, y hemos de reconocer que a Finley le asiste una cierta razéin en su critica negativa™, al protestar con 2 | LENS TLPRO Y | CAMPOS DAROCA tra la falaciaintelectualista de buscar algin libro concreto de- ‘tris de toda idea o accién popular Pero, desde hiego la cues tin no se agota aqui, pues o que es evidente es que el término hliopolitas (habitantes de la ciudad del sol) esté en el texto, y poco valen los intentos de minimizar esta presencia; menos que ninguno el argumento cuantitativo, el decir que se trata tan slo ‘de una tinicacita, pues no estard de mas recordar que nuestra informacién respecto a todo el movimiento dirigido por Aris {6nivoes escastsinia, sobre todo la procedente de fuentes litera- rias, Los hechos, reducidos a la mas desnuda objetividad son: Aristénico dirige un movimiento de pobres y esclavos, alos que ha llamado a la libertad y dado el nombre de heliopolitas; ante allo, si se desea sostener la tesis de que dicho movimiento no comportaba sustrato ideolégico alguno, la nica solucién ra- ional seria decir que este nombre fue elegido por pura casuali- dad, exactamente igual que podia haberlo sido cualquier otro, Porque desde el momento en que se busque cualquier significa- ion en el uso de este término concreto, hay que pensar por ne- ‘esidad en textos como la utopia de Yambulo (cuyos habitantes, no hay que recordaro, recbian precisamente el mismo nom bre} o lade Evémero, ola Urandpolis de Alexarco. 2. Las convenciones literarias Concentrados en los contenidos «positivos dela obra de Moro, ‘en su pensamiento social como sintoma y emblema de una nue- ‘va época (moderna ya pese a su dependencia dela tredicién an. tigua y medieval, cel pensamiento politico social, no suet ser habitual, fuera de los estudiosos del tema, parar mientes en las complejas condiciones enunciativas por las que se presenta el ccuacro ideal de la isla de Utopia. Hasta legara é se encastran en la obra de Moro toda a serie de formas literarias que en el [Renacimiento pretenden crear el efecto de los modos «civiles» dela comunicacién y el hablar cotidiano, que sin las restriccio- nes del saber institucional abordan con todo los problemas INTRODUCCION 2B acuciantes de la sociedad de la época. EL estilo «intimos de Ia ‘arta introductoria con su constante referencia ala experiencia ‘compartida, repleta de sobreentendidos (entre los que se cuen- tan elementos fundamentales de la fiecin sin tematizarlos pro- piamente), remite una y otra vez al momento distendido de la |) ‘conversacién’, Fl didlogo que sigue, que e inicia por elanclaje ‘en um hecho real, ka estancia de Moro en Holanda como emba- jador de Enrique VIM, procede por una intensiticacion del ele ( ‘mento ficticio, hasta que, en su parte final irrumpe el relato de viajes que integra la descripcion de la vida maravillosa y regu lada de los habitantes de Utop ‘Asi pues, slo en siltima instancia se acercala Utopia a lo que hoy podriamos considerar un «tratado politico». Lo mas pro piamente «ut6pico» no aparece desnudo, como sila perfecci6n ‘evidenciara por si misma su alteridad superior ¢ inasequible, sino inserto en un marco complejo que tiene, entre otras cosas, la funcién de destacarlo, ce seta su carécter peculiar y extra- fio, su idiosincrasia modélicae ideal y su dificil elacién con la realidad actual. Desde el mas sencillo dela narracin de viajes, donde ya el alejamiento espacial es signo del extraiamiento, hhasta el més complejo del dialogo ola presentacin critica, a li- ‘cratura ut6pica es inseparable de un marco, que en el caso dela ‘obra de Moro se multplica enabime. Este marco lterario no es ‘un mero decorado, sino expresién del nuevo lugar en el que los asuntos dela vida social e deben debatir, que noes el seno-de una institucién autorizada, sino determinados momentos de esa misma vida social en los que se permite la mirada relativamen- tedistanciada y exenta. No existe el punto absoluto desde el que poder enjuiciar los problemas, del mismo modo que ne hay po- sibilidad de salirse del lenguaje, 0 encontrar uno «perfecto», ppara poder valorar su capacidad de verdad. La implicacién de Jos hombres en la comunidad yellenguaje que los acoge es ine- ludible y cualquier rellexin al especto debe asumir una condi- cin en tikima instancia paradojca®. Esta leccin de a Utopia de Moro es especialmente sugeren- te para el estudio de los textos ut6picos en el mundo antiguo, uM | LENS TUHRD Y J) CAMPOS DAROCA, donde no existe la posbilidad de reconstruir las constantes de tun egénerom, sino que los textos pertinentes se presentan en el entorno de otros ya codificados por la tradicidn lteraria. Setra- ta pues, si se quiere, de textos que sélo en segundo grado ad~ quieren la calidad de ut6picos. Precisamente porque el marco literario es expresin simulténeamente de una distancia critica y dela imposibilidad de que esa distancia sea absoluta, la expo- sicidn que sigue pretende repasar las formas lterarias atendien- dol doble momento dela descripcién dela zociedad ideal yas formas de enunciacisn que lo representan como expresion de diversos grados de esa distancia. 2.1, EL VIAIERO Y EL LEGISLADOR \ Tal vez marco lterario més generalmente mencionado como | caracteristco de los textos utépicas es el de la narracién de via- jes en primera persona, elemento que se ha podido considerar souclear» en la definicon de la utopia de los primeros tiem- “pos, El relato de viajes presenta un régimen especialmente in *teresante,en tanto queestrechamente emparentado por un lado ccm el de discurso historiogrifico, que se constituye a partir de Herddoto desde la aticulacién, compleja y no sin importantes fisuras, de lo visto y lo oido con miras.aun establecimitento ve "idico de los hechos:y, por otro, con una de las formas discursi- vas fundamentales en la tradicién juridica occidental: el testi monio aut6ptico como elemento de «prueba» en la indagacion de la verdad”. Bl relato de lo maravilloso y munca oido, de quello que se sale de toda experiencia, sdlo es posible en pri- {mera persona sise quiere solictarcredibilidad, segtin una ley» ‘arrativa que formulara genialmente Perry en su estudio sobre (7) lanovea antigua Suparadigma eselengafios Ulises del que i ‘en cierta manera es heredero ese decidor de vanidades que es \, Rafael Hitdodeo™. En efecto, la descripcién dela isla maravillosa funciona en el proceso argumentativo como una salida a la aporia a la que ha MawO_UCCION cS Iegado cl didlogo,laincapacidad de ls interlocutores de Fitlo- ‘eo para representarse algo tan inédito como una sociedad sin propiedad privada, Fl dilogo se mueve sega una disyuntiva {que Skinner ha trazado para configurar las diversas tradiciones, 4que coniluyen en el nacimiento del pensamiento politico mo- dleeno. Por un lado una tradicién «retéricay que se funda en la dea cle que la clave del buen gobierno esti en la calidad moral de los gobernantes, cuya figura esencial es por tanto la del con- fjero y que tione como género propio el specular principe por otra, la tradicién escolistica, que localiza la excelencia de Jas constitaciones en el buen funcionamiento de sus institacio- nes". Hitlodeo ha refutado la posibilidad de que la convivencia, con el gobernante pueda derivar en una mejora dela sociedad, Yasi como la de que la persuasién pueda hacer componendas ‘on la verdad, La isla de Utopia es su respuesta, la realidad de una sociedad perfectamente regulada en la que la vida excelen- tey virtuosa se da bajo la concordia perfecta entre poder y sa- ber. Elrelato dle viaje en boca de Hitlodeo se hace marco de esta, ‘maravillayjuega con la credibilidad a través dela forma enun- ciativa que solicta el ser creidot® (cuya auténtica dimensién se Podré aclarar cuando abordemos el problema dela sitira), En realidad, el relato de viajes es uno de los géneros donde és radicalmente se cuestiona la ancilaridad de la descripcién «on respectoala narracién, En , ladescripcién adquiere una posicion central, siendo el moniento propiamente narrativo notablemente subordinado, Enel relato wtdpico es la presencia, de una instancia modélica en forma de la descripcién de una sociedad lo que se constituye en la «figuras de la obra, descrip cin que lleva ala representacién en el lector lo ms vivida po- sible. La dominancia del momento descriptivo en este micleo utopico es de un interés excepcional, pues a reside la grande- zay la miseria dela utopia", La utopia aborda el problema dela sociedad por un expediente que es precientifico yen definitiva, de orden lterario, y aspira a suscitar una representacién, de la ‘misma manera que se funda en una wisién», la del testigo o la del 6 J, LENS 'TUBRO Y J. CAMPOS DAROCA Latradicion retrica antigua, tan actual en tiempos de Moro, hacia gran hincapié en la capacidad de las descripciones para poner delante de los ojos», y todo un género literario, la cekphrass, estaba dedicado a la traduccién al medio verbal de elementos visuales, desde obras de arte a pasajes®. No pocos textos de los que hemos recogido en este libro responden preci- samente a esta ambicidn de «hacer ver» las condiciones paradi- sacas de vida. El éxito de unos w otros depende en una medida no pequefia de la capacidad de conseguir el efecto de vision en elector, y merece la pena senialar que es precisamente esa capa: cidad la que se reconoce de manera sobresaliente a la obra de Moro, La carta de Budé a Lupset incluida en los prolegsmenos del libro de Moro es bastante elocuente™, pero es sobre todo Pe- ter Gilles quien evidencia el efecto visionario que la lectura re- petida de la obra produce en el lector en su epistola a Jeronimo Busleiden: Morola presenta describe ofecea nuestra mirada con tl elocuen- cia que, cad letra, te parece ves un poco igor que cuando Fan con el mismo Moro exnar en aut ois lx palates Ae Rate Hilodes He de conus uc et tts aba dotado de tara cocaencia, Aexpone array, oxi aa ars que no rei eco de cid in traced rena como soe dds ante ss jos, puesta que se habla enructo en els urate "sho tempo. A mij, conoimiema de pbs hombres As coan Te ace superior el msn Use ns, en ft geen estos thimos ochotentos aos ninguna parte del mundo ba vist tac ante sr Cmputaon Vpn pu haya visto gran coma, Por ota pate, bien er ito ue contain inet lo que vvimnos qu logue fas, eso hombre pose dopa del deta Noes extraio que el viajero encuentre paraisos 0 sociedades pperfectas que si miramos aris, encontramos ya en boca de los poetas, quienes hablan desde un cuadro enunciativo completa- mente diferente™. En éste, sin embargo, la autoridad no deriva de la experiencia, sino de un complejo mecanismo de sancion INTRODUCOION, comunitaria en el que sereconace a importaneia del ligiosoy que tiene su exprescn podtica interna en las figuras de la sinspiraciéns. La larga tradicion podtica cuyos momentos fundamentales podemos seguir a lo largo de la Antighedad, (Caps. 1, 16 y 21) y que se suele englobar bajo a ribrica de «bdad de Oro» es el punto de partida de una serie de elementos de fortuna indudable en ta literatura utopica, pero cuya presens {acién no se siente bajo la exigencia de consolidar la credibili- dad. Constituyen, por tanto, una sucrte de eyrado cero» de Ia tradicion utépica en la medida en que los problemas de credi- bilidad se encuentran suspendidos, aunque hay que destacar 4que el estudio en profundidad de los textos singulares descu bre formulaciones muy compleja y que no se pueden someter ‘vun esquema evolutivo: los textos mas antiguos, los de Home ¥0 0 Hesfodo son en este sentido singularmente complejos mientras que los de Arato y Ovidio son, desde este punto de Vista, més simples. texto de Ovidio, dande se habla propia mente de wedadl de oro y no de aestirpe» durea, constituye el ppunto de referencia ms seguido en la tradiciin posterior para este mit, Textos como los de Virgilio, Horacio © juvenal nos llevan a aprovechamientos del mismo notablemente complejo, ‘que implican opciones especficas dentro de géneros ya de por sibastantesofisticados®, Es alyez uno de los movimientos ms habituoles en la cons- truccion de un concepto «estricto» de utopia el de exeluit estos relatos de a némina de utépicas por considerar queen ellos la actitucl es completamente ajena alos problemas politicos yso- ciales con los que la utopfa propiamente tiene que enlrentarse. Con ello es tambien frecuente considerar reaccionario, scapis- 1a. retrdgrado el planteamiento de la Edad de Oro. Con todo, hay que tener en cuenta dos cosas: que no es necesariamente éta la orientacién que informa a los relatos de esta tradicién®™ ums importante para nosotros, que no son pocos os elemen- tos en las que se pueden constatar importantes continuidades entre Edad de Oro y utopia y queen el caso de las discontinui dades y ruptutas es precisamente el trasfondo de la Edad de 8 J, LENS TUERO Y J, CAMPOS DAROCA ‘Oro el que permite destacar los contomnos de la utopia con mas nitidez. Un desarrollo més amplio de estos planteamientos lo hhemos expuesto en la seccién siguiente de esta introduecisn. ‘La Antigiiedad nos ha legado un ejemplo magnifico de rela~ to de viajes, el relat de Yambulo (Cap. 14), en el que se oftece de ia forma mas esencial una utopia en el seno de relato de wia- jes, mostrando al mismo tiempo la continuidad y parentesco {que el relato de experiencia mantiene con la historiografiay el provechamiento simltineo de ls tradiciones micas seala~ das, dando como resultado uno de los momentos en los que la utopia antigua se acerca més ala moderna. Diodoro, quien ha transmitido por extenso esta noticia, no parece distinguir entre al viajero Yambulo y otros historiadores consagrados por st credibilidad, Megastenes o Hecateo por ejemplo, Esta ambigie- ddad va a garantizare al relato de Yambulo una fortuna notable ‘que llegar hasta la época de los descubrimientos, sin que se dleba pasar sin mencidn el hecho de que Tomés Moro tuvo en este relato, sentado por Luciano en el mismo banquillo que Ho- ‘mero, Herédoto y Ctesias, uno de sus moxtlos literarios Tay que insstr en que los textos singulares aportan, dentro de una notable homogeneidad que favorece un cierto automa~ tismo en la recepcisn, importantes variaciones de detalle que permiten hablar de la gran riquera de la utopia antigua. Nos fustaria destacar aqui un texto de Plinio sobre las costumbres Ge Taprobana (Ceilin) en el que el motivo del viaje e encuen~ tra porasi decirloinverti. No es el viajero el que, tras su visi- ta, cuenta las maravillas que ha visto, sino un enviado del rey de Ins el que relata en Roma las excelencias de aquells tierras, relacién que Plinio siguiendo un procedimiento recurrente en ‘suobra, pone en estilo directo para marcar su distancia con res- pectoa una idealizacin dela que él no se muestra muy conven- ido, Pinio es un autor que no se deja innpresionas por la exce- lencia de paisajes ni pueblos fuera de su Italia, welegida por la providencia de los dioses para hacer el mismo cielo ms ilus- tres, cuya descripcion tal vex deberiamos haber incluido en nuestros textos” REPRODUCCION 29 Avanzamosun paso mésen la consttucién del género w6pi- eo cuano dirgmos sven al reato dela undo ‘colonial, en el que es momento culminanteel de establecimien-, to delasleyes*. Dos puntos son especialmente significativos en ‘estos relatos. Por un lado, el hecho de que en ellos el viajees un elemento fundamental de la accién, y, por otro, la nitider y casi sjemplaridad con la que se destaca el momento racional de la accion, pese al indudable peso que asin mantiene el factor reli- ginso. Porello algunos autores consideran que es aqui donde se dda el avance decisivo hacia un utopismo antiguo™. Fundacio- nes y legislaciones tienen el comin denominador de construir- ‘seen torno a una solucién de continuidad, al comtar el paso de luna situacién degenerada por los elementos que amenazan la vida (las condiciones adversas del medio fisico 0 la agresién hu ‘mana, lo que los griegos resumian bajo el comin denominador de ananke, enecesidad») a una vida mejor por el intermedio destacado de la accién humana, con una intervencién mais 0 ‘menos importante de la divinidad, Invierten pues la kigica del "htoSre paras deems mii dominante, ¢ instauran la orientacién racional que encontrare- mos como definitoria de la utopia. Corresponclientemente, los motivos de fecundidad natural y abundancia pasan a ser hasta cierto punto secundarios, cuando no objeto de importantes restricciones. Sin perder la condicién paradisiaca pertinente, a 4 abundancia natural que invita ala inaccién se responde con lun comportamiento ético responsable por parte de la legisla-\ cid y que se funda en restringir el distrute del medio. Con todo, aces oe ease Ja Antigiedad muestran una cier- {a proctividad a la tépica paradistaca, mientras que la solucién {Mow fats dca anim enbeni pec ‘mente de la accidn del hombre bajo la forma de la prudente ac- ‘cin del rey Utopo. La importancia del modelo fundacional va a ser extraordina- ria en la utopia antigua. La accién instituyente de fundar una comunidad en ruptura con el pasado es la que articula los tex- tos mds importantes de la tradicién ut6pica, conspicuamente 30 J. LENS TUERO ¥ |. CAMDOS DAROCA, enlos de Aristéfanes (Cap. 2, texto 3) y Platin (Cap.5).Dos de los mis antiguos ejemplos indiscutidos del géner0 ut6pico son Jos que hemos recogido en el Cap. 3 como los «primeros utopis tas, Hipédamo de Mileto y Fleas de Calcedn, (ea. mitad del siglo v a.C.) precisamente por haber elevado la accidn funda dona a la condicion de accion del pensamiento (sin conver Ia en teoria,y como tal asequible a cualquiera. Arstteles, a {quien debemos la noticias, insiste sobre su condicin indivi- ‘hal, sprivadas jena tanto a profesional del politica o como a lsofo,ysenala el acto de Hipédamo como un satrevimien- tor. La orientacién videologicay de estos proyectos es contro vertida, pero es indudable su originalidad, sobre todo er el ‘arco del utopismo antiguo, casi siempre cargado sob las es- paldas de Plan, 2.2. LAS FORMAS CRITICAS: HISTORIOGRAFLA, DIALOGO, TRATADO 22.1, Hisoriografia Bajo la rubrica de shistoriograian, tomado el temino historia, ‘en su sentido ampli vigente alo largo de la Antigiiedad, pode~ os subsumir esa serie de discursos que reformulan ls tradi- cones mitolégicas desde una nueva perspectivaracional al so ‘eterlas a un eserutinio enitico. Esta se constituye al dotar a luna incipient categoria de la vexperiencia» de una forma de autoridad que se presenta como alternativa y superior ala auto tidad potica™. En aquella se opera una traslacion compleja, ya ‘encauzada por el relato de visjes y fundaciones, de los motives aun espacio en el que se jeg con su posible ubicacicn y don- de adguieren con mayor plenitud el aspecto critico y mod de una sociedad para quien la contempla”. En elect, es en la critica del mito como relat increible (y no como relato inmo- ral, que se implanta con Jendfanes) donde se forjalaidentidad el discurso historiografco antiguo, en el que se abren nuevos BerRoDUCCION 31 Horizonte del tiempo y el espacio a la narracién autorizada, y se:configuran los antiguos relatos sobre el modelo de los nie vs. Con notable frecuencia encontramos el mismo material Initico reforjado como narracién enclavada en un discurso au- torial, en la que la responsabilidad ante lo dicho es siempre un flemento clave y distintivo frente al «se dice» dela tradicién mi tia. La historiografia antigua, través ce losiversosgénerosen los que se especializa, se va a hacer marco de tres modalidades de textor ut6picos, entre las cuales se dan muliples imterferent «as ycontinuidades. Distinguimos por un lado toda la comple- jtradicidn que podemos denominar «primitivistan, en ln que ‘tideal social se localiza en condiciones de naturaleza en un es- tndio todavia muy poco avanzado de fa cultura; en segundo li- {ar todos aquellos relatos en los que el centro esta constituid por a figura del monarea y su reino, donde lacivilizacién llega Alotro polo de elaboracién. Finalmente, aquellos cuadros en los que es Ia misma imagen de la Grecia en sus diversas formas de Estado la que se ofrece como modelo. | En la primera historiografia es donde se reaiza el peculiar paso por el que as tradiciones antiguas son asentadas en el es- Pacio de lo posible, sometigndolas al doble mecanismo de la traduccién a un horizonte dela credibilidad, y dela presenta- cin por los medios de expresién de esa credibilidad. A partir de Herddoto se establece una tradicién historiogritica de ten- dencia universal y, diriamos, sencilopédica», cuyas pretensio nes globales hacen obligada una relacidn més o menos detalla da de los limites de la terra, en los que se localiza de manera «asi indefectibley seg las preferencias del auto os parajes en Jos que las condiciones primitivas devienen condiciones de ex- ‘celencia Se diria que a propuesta universlista exige de mane fa inexcusable, y en proporcién variable segtin los autores, sportar a este panorama completo de la variedad humana el contraste genérico entre a buena y la mala cultura, Eforo y'Teo- pompo (Cap. 9), yal hilo de ello historiadores como Pompeyo Trogo (Cap. 15), representan bien esta corriente, con sokuciones muy diversas esta exigencia de integracidn del ideal en el mar- 2 LENS TUPRO Y 1, caMos DAs 0 geogrfico completo desu historia universal, Y es en defini Sinn obra dees carers que debe ru 50 de los textos con caricterutépico dela época helenistica Biblioteca Histéria de Diodoro de Sicilia, Yahemos visto como la historiogafia traslada estas trac nes pretendidamente universales de una condicién feliz de hhumanidad a un euadro espacial de earicter global que de ma neraincipiente se diseBa como «mapas, ysubyace a toda conse truecidn historiogrica antigua. Pero lasimplicdad del mis denuncia la coexistencia y predominio de lo que Jann ha la mado representacién shodoldgicay del espacio, trasunto una concepcsn culitativa, y mitica en definitva, del mis sobre la cartogrética™. A partir de esta engaiosa localizacié se crea a posibilidad de acceso y, ridico sobre lo increible, construido por la complea attcula- «im de o visto lo ofdo, Nace aqui lo que podemos lamar etnograffa antigua en la que el elemento mitic y ficcional no dejace ser percibido hastalatardia Antigiedad!, Enel seno de esta articulacin los tépicos de aquellamitologia dea flicida humana se mantienen en buena medida intactos. Una plétora 5 J. LENS TUERO ¥ J, CAMPOS DARO

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