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11 mitos sobre la toma de decisiones

por Cheryl Strauss Einhorn

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¿Se imagina la vida sin su smartphone?

Muchos de nosotros no podemos. Dependemos de ellos para todo, desde las direcciones hasta

la indicación de la temperatura exterior o el seguimiento de nuestros pasos diarios y la

frecuencia cardíaca. Nuestra cultura de "Oye, Siri" nos ha condicionado a equiparar la

velocidad con la eficiencia y la eficacia, y está cambiando nuestra forma de procesar la

información. Nuestros cerebros se han condicionado a responder con placer a los bings, pings

y dings que proporcionan nuestros teléfonos y ordenadores.


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Aunque Siri, Alexa y Google son geniales cuando nos apetece comer comida italiana y

queremos ayuda para encontrar un restaurante, no son geniales, ni siquiera deseables, cuando

se trata de tomar decisiones complejas. De hecho, contribuyen a hacer posible una serie de

ideas contraproducentes y comportamientos reactivos que realmente perjudican tu capacidad

para tomar decisiones informadas.

Por ejemplo, supongamos que quieres comprar un coche. Quizá estés sopesando un Prius

frente a un Crosstrek. Siri y Google pueden darte todo tipo de información, como la eficiencia

del combustible o el tipo de interés actual del préstamo. Pero un motor de búsqueda no sabrá

por qué estás comprando el coche, cómo piensas utilizarlo o qué impacto tendrá la compra

en tu presupuesto. En última instancia, tu decisión debe provenir de una comprensión clara

de tus necesidades, valores y objetivos, información que está fuera del alcance de sus

algoritmos.

11 mitos sobre la toma de decisiones

Llevo más de 20 años estudiando la toma de decisiones y he identificado una serie de mitos

profundamente arraigados y contraproducentes que perjudican nuestra capacidad de decisión.

Los más comunes de estos mitos son:


1. Me gusta ser eficiente. Muchos de nosotros pensamos que la eficiencia significa saltar

directamente y tomar una decisión. Pero para ser realmente eficaces, tenemos que

tener claro para qué estamos resolviendo. Las prisas pueden llevarnos a tomar una

decisión basada en factores erróneos, lo que en última instancia nos llevará a

arrepentirnos. Por ejemplo, entrar en un concesionario de coches y comprar el

primero que veas puede parecer eficiente, pero puede significar que acabes con el

coche del que el vendedor quiere deshacerse, y no con el que mejor se ajusta a tus

necesidades y presupuesto.

2. Estoy demasiado ocupado; no tengo tiempo para dedicarle a esta decisión. Aplazar

una decisión es una decisión en sí misma. Sin embargo, frenar intencionadamente

para tener claro lo que estás resolviendo acelerará tu eficacia. Ahorrarás tiempo más

adelante si dedicas un tiempo de calidad ahora para no tener que volver a tomar la

decisión. Por ejemplo, dedicar un poco de tiempo a investigar los precios antes de

visitar un concesionario de coches te ayudará a negociar mejor el precio del vehículo.

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3. Sólo necesito resolver este problema en este momento. Este es el clásico ejemplo de

"perder el bosque por los árboles". Nuestros problemas se sitúan en un contexto. Un

enfoque limitado puede resolver el problema equivocado, o sólo parcialmente. Si tu

coche se estropea inesperadamente y te apresuras a comprar uno nuevo, ¿estás

considerando tus necesidades más allá del presente?


4. La decisión es sólo mía; no necesito involucrar a otros. Nuestras decisiones

importantes sí implican a otras partes interesadas. Evitar este panorama más amplio

de quiénes se ven afectados por una decisión puede, en el mejor de los casos, resolver

sólo parcialmente el problema, y puede agravarlo. Por ejemplo, si tu cónyuge o tu

hijo no saben conducir un coche de marchas, ¿realmente quieres comprar un coche

de transmisión manual que nadie más de la familia pueda sacar de la calzada en caso

de emergencia?

5. Sé que tengo razón; sólo quiero datos o una opinión que confirme mi propio

pensamiento. Conocido como "sesgo de confirmación", este defecto en la toma de

decisiones ha estado detrás de notorios fracasos, desde la Bahía de Cochinos hasta la

implosión del mercado de préstamos de alto riesgo, pasando por la explosión del

Challenger de la NASA o la catástrofe medioambiental de Deepwater Horizon. En

todos los casos, se disponía de datos que no confirmaban los hechos y que deberían

haber suscitado preocupación, pero el pensamiento de grupo se impuso y nadie quiso

levantar la bandera roja. Para entender y definir mejor las limitaciones de lo que se

cree saber, hay que buscar ejemplos contrarios y evaluar las explicaciones rivales.

Estas técnicas pueden evitar que la "ceguera del marco" te impida ver lo que quieres

ver en lugar de lo que puede estar presente. Por ejemplo, puede que te hayas

decantado por el Crosstrek en tu búsqueda de coche, pero decides echar un vistazo de

todos modos. ¿Podría su preferencia por el Crosstrek influir en la forma de evaluar

los otros coches? ¿Podría estar buscando confirmar su inclinación en lugar de

comprar el mejor coche para sus necesidades? Para abrir un espacio cognitivo,
primero considera tus necesidades y luego busca coches que se ajusten a esos

parámetros.

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6. Confío en mi instinto. Está muy bien confiar en tus instintos cuando eliges un cereal

para el desayuno. Pero en las decisiones más importantes y de mayor calado, cuando

confiamos en nuestro instinto, nos basamos en prejuicios y en una memoria

defectuosa. Las decisiones importantes se benefician de abrir un espacio cognitivo

que permita la obtención de nueva información y la comprensión. Puede que te hayas

decidido por el Suburu Outback porque tienes buenos recuerdos de que tu familia

tuvo uno hace años, pero algunos conductores encuentran el asiento del conductor

incómodo. Omitir la prueba de conducción puede resultar en un coche que no

funcione para tus largos viajes.

7. La toma de decisiones es lineal. De hecho, una buena toma de decisiones es circular;

necesita un bucle de retroalimentación a medida que recopilamos información y la

analizamos y nuestro pensamiento. A veces tenemos que volver atrás para encontrar

información que hemos pasado por alto, o para reunir nueva información o realizar

un tipo de análisis diferente. Al comprar un coche, por ejemplo, podemos pensar que

con investigar primero y luego ir a un concesionario y negociar el precio es suficiente.

Pero hay muchos concesionarios, y cada uno de ellos tiene margen para negociar un

precio, por lo que dar vueltas y comparar ofertas puede conseguir un mejor precio.
8. Puedo reunir bien mis ideas en mi cabeza. Las grandes decisiones se componen de

múltiples decisiones más pequeñas. Cuando intentamos mantener todas esas piezas

en movimiento en nuestra mente, acabamos confiando en una memoria defectuosa y

una mente distraída. Nuestras emociones también pueden interponerse en el camino,

llevando a un pensamiento sesgado. Llevar un registro es una parte importante del

pensamiento y el análisis; tanto Albert Einstein como Leonardo da Vinci llevaban

cuadernos. Puede que nunca seamos tan brillantes o creativos como ninguno de estos

grandes pensadores, pero podemos tomar una página de sus cuadernos y anotar cosas

para crear un registro de nuestro pensamiento y nuestro trabajo.

9. Tengo toda la información que necesito. Aunque queramos seguir adelante, podemos

mejorar nuestras decisiones -y nuestra satisfacción- invirtiendo en un poco de

investigación y confrontando las suposiciones con las pruebas. Puede que a tu mejor

amiga le encante su coche, pero eso no significa que sea el coche para ti, sobre todo

si no cabe el equipo de hockey de tu hija. Acudir a los expertos, como Consumer

Reports, que realiza una investigación exhaustiva, puede ayudarte a tomar una

decisión informada que, además, sea adecuada para ti.

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10. Puedo tomar una decisión racional. Psicólogos de todo el mundo, como Amos

Tversky y Daniel Kahneman, han demostrado que, por mucho que queramos creerlo,

ninguno de nosotros es racional. Todos operamos a través de un sucio parabrisas de

prejuicios basados en experiencias y sentimientos pasados. Puede que pienses que no


te vas a dejar engañar por un vendedor de coches, pero son vendedores profesionales

que saben cómo evocar una respuesta emocional.

11. Sólo hay una manera de hacerlo. Ya sea cómo se debe hacer la cama, qué dieta seguir

o cómo repartir la cuenta de la jubilación, siempre hay más de una forma de llegar al

"sí". Hemos sido condicionados a no escuchar otras voces, aislados en nuestros

círculos de información, entorno y redes sociales. Pero salir de tus rutinas y patrones

te lleva a ver las cosas de otra manera. Puede que siempre hayas ido al concesionario

a comprar coches, pero cada vez más, la gente negocia la compra de coches por

Internet y a través de mensajes de texto y correo electrónico.

Tómese un tiempo libre

En estos mitos subyacen tres ideas comunes y populares que no nos sirven: En primer lugar,

como personas ocupadas, no necesitamos invertir tiempo para tomar buenas decisiones. En

segundo lugar, que somos seres humanos racionales, capaces de resolver de forma reflexiva

problemas espinosos y de alto riesgo en nuestra cabeza. En tercer lugar, la toma de decisiones

es personal y no necesita involucrar a nadie más.

Estas tres suposiciones son falsas y problemáticas para el pensamiento y el análisis claros.

No somos ordenadores. Somos seres sociales que actúan en comunidad. Necesitamos tiempo

para reflexionar, para enfrentarnos a los prejuicios inconscientes o para tener en cuenta el

panorama general.
Una forma de combatir estos sesgos es poner un tope de velocidad en nuestro pensamiento:

una parada estratégica que nos dé tiempo para hacer una pausa, ver el panorama completo y

reflexionar sobre lo que estamos experimentando. Reducir la velocidad puede ayudar a

mejorar la eficacia al alejarnos de nuestra dependencia de estos mitos en la toma de

decisiones y de los comportamientos reflexivos.

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Llamo a estas paradas estratégicas "pausa del guepardo". Se me ocurrió este término después

de aprender que la prodigiosa habilidad de caza del guepardo no se debe a su velocidad. Más

bien, es la capacidad del animal para desacelerar rápidamente lo que lo convierte en un

cazador temible. Los guepardos suelen perseguir a sus presas a velocidades cercanas a los

100 kilómetros por hora, pero son capaces de reducir su velocidad en nueve kilómetros por

hora en una sola zancada. Esto les permite realizar giros bruscos, saltos laterales y cambios

de dirección.

También en la toma de decisiones, el pensamiento de calidad se beneficia de períodos de

desaceleración reflexiva. Estas pausas calculadas te permiten comprobar y cuestionar tus

prejuicios, consolidar tus conocimientos, incluir a los demás y decidir si pivotar y avanzar en

una nueva dirección o mantener el rumbo antes de volver a acelerar.

Aquí tienes cinco preguntas que debes hacerte en estas pausas a la chita callando:

1. ¿En qué mitos de la toma de decisiones me baso para tomar esta decisión?
2. ¿Cómo me hará avanzar esta decisión hacia mis objetivos vitales?

3. ¿Mis sentimientos relacionados con esta decisión se basan en lo que realmente está

ocurriendo o reflejan mis patrones de comportamiento aprendidos?

4. ¿Qué información hay en el mundo que pueda ayudarme a tomar mejor esta decisión?

5. ¿Cómo puedo entender mejor las percepciones y perspectivas de los demás

implicados en la decisión?

La próxima vez que te precipites hacia una decisión, deja que la pausa del guepardo te

recuerde el valor de hacer una parada estratégica. Esta vívida señal puede ayudarte a ver más

allá de los "árboles" de los mitos de la toma de decisiones y más allá del "bosque" de los

prejuicios en los que se basan, mejorando tu capacidad de decisión. El resultado de la decisión

compleja adecuada para ti está ahí fuera, en la jungla, y tú (no tu smartphone) tienes las

herramientas para encontrarlo.

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