Download as pdf or txt
Download as pdf or txt
You are on page 1of 3

Revista de la Red Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea 151

(Segunda Época), Año 1, N° 1, Córdoba, Junio de 2014. ISSN 2250.7264

Henrique Martins, Paulo, La decolonialidad de América Latina y la heterotopía


de una comunidad de destino solidaria, Fundación CICCUS/ Estudios
sociológicos editora, Buenos Aires, 2012. 160 páginas.

MARIO GUSTAVO PARRÓN*

Las diversas investigaciones que se efectuaron por iniciativa de la Asociación


Latinoamericana de Sociología (ALAS) y desde otras instituciones científicas de América
Latina y del Brasil en particular, le han permitido al sociólogo Paulo Henrique Martins tener
una mirada más amplia respecto a los estados de colonialidad vigentes en las realidades
históricas contemporáneas. A tal punto, que él mismo advierte de qué manera la práctica
científica, convertida en un “quehacer cotidiano”, también legitimó, en cierta medida, la
“evolución de los pueblos del Sur”, y específicamente el desarrollo de los países
latinoamericanos.

Al respecto, Henrique Martins sostiene que los intelectuales latinoamericanos en tanto


agentes operarios de las ideologías de la modernización de mediados del Siglo XX, habían
asumido ‒sin ningún tipo de cuestionamiento‒ el hecho de la inevitabilidad de la expansión
del capitalismo y por ende, de la intervención estatal en la organización de los ámbitos civiles
y públicos y de la ciudadanía en términos generales.

Entonces, como contrapeso a esa situación que se fue aggiornando con el tiempo, se
plantea la necesidad de pensar a Latinoamérica como comunidad de destino, con una
“identidad” que requiere, no solo de la ruptura con el eurocentrismo aún vigente, sino
también, de la difusión de una práctica reflexiva colectiva que se sustenta en la consciencia de
la colonialidad y de un quiebre, o en todo caso, del cambio definitivo de esta situación.

En ese sentido, la obra de Henrique Martins introduce la concepción de un Sur Global,


como marco interpretativo que sustituiría la “vieja” idea de la tensión centro-periferia y que
resulta de la heterotopia de otra globalización que se configura en dos direcciones: en el
Norte, a través de la reacción de los actores sociales y culturales a la modernidad eurocéntrica
(es el caso de los antiutilitaristas con sus críticas anticapitalistas) y en el Sur, por los actores
decoloniales que cuestionan los escenarios de violencia que se despliegan desde la cultura
capitalista hegemónica, sobre las culturas que emergen en “los bordes del sistema mundo”.
Por consiguiente, “la otra globalización” implica una crítica que se elabora en el mismo centro
como así también desde afuera y en la que se diseñan nuevos campos de producción de
saberes que evidentemente cuestionan las bases del eurocentrismo.

Es, pues, desde esa “perspectiva inédita”, como se concibe el pensamiento crítico en
tanto dispositivo de saber que resulta necesario para el avance de la idea de América Latina
como comunidad de destino solidaria. Y, a partir de la cual se efectúa, en el capítulo primero,
una relectura de la formación histórica de la sociología como campo de conocimiento.
Concluyéndose, que el pensamiento crítico, no logró reflexionar sobre el imperialismo desde
un lugar simbólico latinoamericanos, sino más bien a través de interpretaciones que en todo
caso privilegiaron las realidades nacionales.

*
Profesor a cargo de Historia de América III, Escuela de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad de
Salta, Argentina.
Revista de la Red Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea 152
(Segunda Época), Año 1, N° 1, Córdoba, Junio de 2014. ISSN 2250.7264

Ahora bien, en el segundo capítulo, se demuestra que las ideas fuerzas del Sur Global y
Norte Global son esbozadas a partir de una posición epistemológica que marca una distancia
respecto al “enfoque dependentista centro-periferia” que se basó en la afirmación de la
ideología del progreso económico y en cierta medida reprodujo la dominación colonial. En
ese sentido, desde la nueva perspectiva histórica, la ruptura se expresaría simultáneamente en
ambos lugares y no solo como el resultado de una tensión entre norte y sur. Por consiguiente,
lo interesante de esta propuesta radica en que la colonialidad sería criticada desde dentro
como fuera de los ámbitos representativos de esas configuraciones espaciales; integrándose en
el debate las teorías antiutilitaristas con las decoloniales.

Evidentemente, el problema no es meramente analítico sino práctico. Así pues, en el


tercer capítulo, se señala que el capitalismo se fundamenta en una filosofía moral, utilitarista y
mercantilista que introduce, entre otras cuestiones, la concepción nefasta de que “todos los
hombres son individualistas”. Este planteo hace hincapié en la debilidad del propio sistema en
su formulación doctrinaria y ello permite someterla a la crítica decolonial (política, cultural,
lingüística y moral) para así revelar los componentes excluyentes del modelo hegemónico
denominado neoliberalismo. A la vez que facilita identificar las maneras en las que la
colonialidad asistida se ha internalizado en el tiempo presente no solo en los sistemas
científico, político, moral y económico, sino también en los ámbitos de la vida cotidiana.

En el cuarto capítulo encontramos que la crítica decolonial se propone indagar en las


particularidades de la colonialidad del saber en el campo específico de la sociología de las
redes sociales. Ello, con la finalidad de cuestionar el movimiento de recolonialidad basado en
las teorías utilitaristas (como la del capital social) y con el propósito de deconstruir las
tendencias colonizadoras al interior de las ciencias sociales.

Siguiendo esa misma orientación, en el capítulo quinto, se intenta aplicar el modelo de


doble crítica (antiutilitarista y decolonial) a la teorización sobre la democracia en base a una
valoración del concepto de simbolismo asociativo ‒ es decir, los Signos, imágenes y sentidos
que circulan entre los individuos‒, con el objetivo de interpretar la dimensión de la
intersubjetividad y de las relaciones interpersonales, en particular la acción colectiva y cívica,
en el proceso de construcción de una democracia participativa; y con ello poder superar las
interpretaciones que se reducen a los aspectos formales y que no consideran la dinámica de
los contextos locales. De esta manera, el debate sobre democracia no quedaría en abstracto ni
al arbitrio de las manipulaciones ideológicas.

Ciertamente, el sexto capítulo, es uno de los más interesantes ya que introduce el modelo
de análisis de redes a los trabajos sobre familia. En efecto, la idea de red hace pensar en la
familia en su aspecto funcional a las políticas públicas que se imponen desde el Estado.
Asimismo, posibilita concebirla como el espacio de producción social, en la medida en que
sus miembros interactúan e intercambian desde la porción minúscula, tal como lo puede
significar una unidad barrial. Por consiguiente, cuando se indaga en las políticas
descentralizadas y se observan sus modos de aplicación a escala municipal, se les presenta
tanto a sus gestores como a los cientistas sociales el desafío de cuestionar y deconstruir las
formas de degradación humana que son generadas por las nuevas iniciativas recolonizadoras.

Puntualmente, la obra presentada, constituye una invitación a develar los “rostros” del
imperialismo, en su nueva fase de construcción o bien, en su lógica renovada de
Revista de la Red Intercátedras de Historia de América Latina Contemporánea 153
(Segunda Época), Año 1, N° 1, Córdoba, Junio de 2014. ISSN 2250.7264

internalización; y por supuesto, a sus agentes activos, en tanto sostenedores de ese sistema de
dominación. Al tiempo que posibilita, en particular, a los intelectuales a incluir al análisis de
las condiciones materiales de los procesos sociales, las dimensiones culturales, simbólicas y
lingüísticas en su conjunto; a través de la teoría democrática y a partir del entendimiento de
ésta como forma reflexiva de cooperación comunitaria que articula deliberación racional y
comunidad democrática.

You might also like