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OYHANARTE El Golpe A Frondizi
OYHANARTE El Golpe A Frondizi
OYHANARTE El Golpe A Frondizi
I. INTRODUCCIÓN
Puede decirse que la peculiaridad jurídica que tuvo la acefalía producida con
motivo del derrocamiento de Arturo Frondizi comenzó a configurarse casi desde el
inicio de su gestión.
Es que además de las inusuales circunstancias electorales que permitieron su
acceso a la presidencia, Frondizi tuvo que lidiar tempranamente con la renuncia del
vicepresidente de la Nación, Alejandro Gómez. Era éste un abogado radical,
originario de la provincia de Santa Fe, que adhería ideológicamente a la
Declaración de Avellaneda, pero rechazaba de plano los principios elementales de
la denominada política desarrollista. Según varios autores, “criticaba abiertamente
al Dr. Frondizi y se oponía –a veces frontalmente– a cuestiones fundamentales de
su accionar, llegando incluso a participar de reuniones conspirativas.”1
Ciertos allegados al Gobierno consideraban que este conflicto podía volverse
una fractura del frente interno y derivar en una debilidad ante las difíciles
decisiones que habría que tomar, por lo cual se sugería que era conveniente actuar
preventivamente e intentar desplazarlo. Al mismo tiempo, algunos autores señalan
que lograr la renuncia de Gómez podía significar no sólo prevenir un conflicto en
ciernes, sino que podía capitalizarse como una ventaja táctica para el presidente, ya
que en su ausencia se complicaba cualquier intento de derrocamiento.2
En cualquier caso, lo cierto es que el Gobierno inició investigaciones formales
para determinar la presunta actividad conspirativa de Gómez, lo que desembocó en
1
C ARDONE, EDGARDO H., José María Guido: Un patriota en la borrasca, De los cuatro vientos, 2005, p.
107. En igual sentido, ver GÓMEZ, ALBINO, Arturo Frondizi, el último estadista, Lumiere, 2004, p. 65;
RODRÍGUEZ LAMAS, DANIEL, La presidencia de Frondizi, Centro Editor de América Latina, 1983, p. 94;
ROUQUIÉ, ALAIN, Poder militar y sociedad política en la Argentina II 1943-1973, Emecé, 1982, p. 165;
POTASH, ROBERT, El ejército y la política argentina 1945-1962, Sudamericana, 1981, p. 369.
2
Cf. H ALPERIN DONGHI, TULIO, Historia Argentina, La democracia de masas, Paidós, 1972, p. 115.
3
Los viajes al exterior de Frondizi fueron muy frecuentes. Aunque resulte increíble, fue el primer
presidente argentino en visitar oficialmente, en su carácter de jefe de Estado, a los Estados Unidos,
Canadá, Gran Bretaña, Italia, España, Francia, Suiza, Holanda, Bélgica, India, Tailandia o Japón, por citar
los más importantes.
4
Algunos autores objetaban la procedencia constitucional de la actuación del senador Guido en este
carácter. Guillermo Díaz Doin, por ejemplo, afirmaba que era necesario cubrir la vacante con una nueva
elección (v. D ÍAZ D OIN, GUILLERMO, “La ausencia presidencial en caso de vacancia de la vicepresidencia
de la Nación”, J.A., 1960-III p. 87). Con fundamentos similares, González Calderón sostuvo en aquel
momento la necesidad de una elección de vicepresidente (J.A. 1959-I, Doct., p. 3). En contra, se
pronunciaron Roberto García Martínez, (“El problema de la elección de un nuevo vicepresidente de la
Nación”, J.A., 1959-II, Doct., p. 40) y Salvador C. Vigo (“Elección de vicepresidente de la Nación”, en
DJA, N° 7324, 17/12/1958, p. 4).
5
Cf. CORTÉS C ONDE, ROBERTO, La economía política de la Argentina en el siglo XX, Edhassa, 2005, p.
245.
6
Cf. FERRER, ALDO, La economía argentina, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 236.
7
GÓMEZ, supra nota 1, p. 25. En igual sentido, ver R ODRÍGUEZ LAMAS, DANIEL, La presidencia de
Frondizi, Centro Ed. de Am. Latina, 1984, p. 16.
8
GÓMEZ, supra nota 1, p. 80.
3
En ese momento, se avecinaron las elecciones legislativas del verano de 1962.
Al parecer, se confirmarían los peores temores de los jefes militares. Dado que
hasta ese momento Frondizi no había proscripto al peronismo, Perón decidió
integrar personalmente una de las listas de candidatos. Según varios autores, esto
constituía nada más que un ardid ingeniado por el líder exiliado. Ya que éste sabía
que jamás podría asumir, prefirió excitar al antiperonismo, forzar la proscripción y
asumir el rol de víctima, descolocando a un tiempo a los partidos de oposición y a
un oficialismo sediento de legitimación popular. La encrucijada para el Gobierno
era inexorable: la única carta –por arriesgada que fuera– era la de vencer al
peronismo en unas elecciones lo más abiertas y limpias posibles, ya que, de lo
contrario, se conseguiría una victoria sin legitimidad real y la caída sería inevitable.
Por eso, Frondizi se limitó a proscribir a Perón, pero no a los dirigentes locales, que
competirían entonces con chances de éxito en la mayoría de los distritos
electorales.9
La atrevida apuesta salió mal. Si bien el Gobierno tuvo una buena elección en
importantes distritos, tales como Capital Federal, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes,
Catamarca, La Rioja, La Pampa y Santa Cruz, el peronismo logró imponerse en
Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Río Negro y en la decisiva provincia de
Buenos Aires, que quedaba en manos del sindicalista Andrés Framini.
A partir de entonces, los hechos se desencadenaron de forma previsible. Las
Fuerzas Armadas exigieron la anulación de las elecciones y la intervención federal
de las provincias en donde había ganado el peronismo. Frondizi no tuvo más
remedio que ceder y el golpe era cuestión de días. En un clima de gran confusión,
la prensa, los partidos de oposición y los militares entraron en una vorágine de
planteos, reuniones secretas y especulaciones acerca del modo en que se derrocaría
a Frondizi y quién se haría cargo del poder. Pero nadie sospechaba el papel
decisivo que tendría la Corte Suprema en el desenlace de la tempestad política que
asolaba al país.
9
Por otro lado, la proscripción masiva de amplios sectores peronistas hubiese sido también suicida para el
Gobierno, ya que existía consenso entre los dirigentes más importantes de todo el arco político y la
opinión pública acerca de que debía evitarse esa medida (Cf. LUNA, FÉLIX, 1943-1973 De Perón a
Lanusse, Planeta, 1973, p. 73).
4
III. LA CORTE ENTRA EN ESCENA
La historia de los últimos días del gobierno de Frondizi está plagada de hechos
confusos y versiones contradictorias. Ante la difícil situación política, las salidas
que se ideaban y proponían fueron múltiples, pero ninguna de ellas lograba
imponerse. Así, por ejemplo, dentro de las Fuerzas Armadas se distinguía un sector
“legalista”, principalmente integrado por grupos del Ejército, que proponía la
continuidad formal de Frondizi acompañado por un gabinete de “coalición” o de
“unidad nacional” integrado por funcionarios que respondieran a la Fuerzas
Armadas.10
En una línea más dura estaba la Marina, que proponía la renuncia inmediata del
presidente y la conformación de un nuevo gobierno, al margen de los mecanismos
constitucionales.
En caso de que ninguna de estas dos alternativas fuera viable, algunos
imaginaban un posible reemplazo de Frondizi por otro funcionario civil, entre los
que figuraban Guido o el presidente de la Corte, Villegas Basavilbaso, al sólo
efecto de brindar continuidad institucional y una transición ordenada hacia una
nueva elección. Guido era especialmente apto, ya que tenía el entrenamiento de
haber ejercido la presidencia en reemplazo de Frondizi durante sus numerosos
viajes. Pero, ante la requisitoria de varios dirigentes, el senador declaró que “no hay
legalidad sin Frondizi”11, atando su suerte a la del presidente.
Por otro lado, los propios integrantes del gabinete también sugerían soluciones,
como por ejemplo, Rodolfo Martínez, quien a partir de su fuerte vinculación con
los sectores militares propuso un plan que “en líneas generales limitaba el poder
del presidente desde el punto de vista político y lo subordinaba a un Consejo de
Gobierno; todo ello debía ser aprobado por el Congreso, y también se había
pensado en una ley de representación que impidiera el uso de símbolos y emblemas
peronistas.”12 Más allá del mérito de estas ideas, ninguna reunía el consenso
necesario.
10
CARDONE, supra nota 1, p. 119.
11
Diario La Nación, 21 de marzo 1962, p. 1.
12
C ARDONE, supra nota 1, p. 120. En igual sentido, SZUSTERMAN, CELIA, Frondizi, la política del
desconcierto, Emecé, 1996, p. 310 con cita del diario La Nación del 28 de marzo de 1962.
5
La cúpula militar integrada por Cayo A. Alsina, Raúl Poggi y Agustín Penas
comenzó a impacientarse y exigió públicamente la renuncia del presidente. Este
había resuelto resistir hasta el final, y pronunció una de sus líneas más recordadas:
“Tengo la firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me
suicidaré, no me iré del país, ni cederé.”13 Pero las esperanzas de Frondizi de
continuar en el poder se esfumaron luego de entrevistarse con Pedro E. Aramburu,
referente de la línea legalista en el ámbito castrense, quien confirmó que su
continuidad era inviable. Así fue que el propio Frondizi, tomando ahora la
iniciativa, habría decidido su propio alejamiento, y sugerido su detención durante el
cambio de guardia en Casa de Gobierno y el posterior traslado a la base militar en
la isla de Martín García.
Quedaba por ver quién sería el sucesor y cómo se haría cargo del poder.
Algunos juzgaron inexorable la conformación de un gobierno militar, mientras que
otros se volteaban una vez más hacia el senador Guido. Este, fiel a la UCRI y a
Frondizi, continuaba negándose a dialogar con los operadores que tramaban el
golpe, con la esperanza quizás de que los sectores legalistas de las Fuerzas
Armadas impidieran a último momento la caída del presidente.
Frondizi, consciente ya de su suerte y temiendo que luego de su derrocamiento
se produjera un baño de sangre, habría remitido un mensaje al juez de la Corte
Suprema Julio Oyhanarte, para que encontrara algún modo de evitar la
conformación de un gobierno militar. Al recibir este mensaje, Oyhanarte juzgó que
dadas las circunstancias políticas y jurídicas del momento, el hombre era Guido.
Otros dirigentes, como Rodolfo Martínez, aceptaron a esta idea como la mejor
alternativa disponible.
Para materializar la iniciativa se consideró necesario que la Corte Suprema se
jugara políticamente por Guido, para lo cual era imprescindible idear los
argumentos jurídicos apropiados para darle al nuevo título visos de legalidad.
Quien tuvo a su cargo esa responsabilidad fue el propio Oyhanarte, quien era
especialista en Derecho Constitucional y que para entonces se había ganado el
respeto de sus colegas. Así, se lanzó a la difícil tarea de lograr el consenso y de
13
Diario La Nación del 26 de marzo de 1962, § 1, p. 1.
6
encontrar una fórmula jurídica que satisficiera a los demás ministros,
convirtiéndose en “el ideólogo y ejecutor de la asunción de Guido ante la Corte.”14
En una de las tantas entrevistas acerca de este tema, Oyhanarte relata:
14
C ARDONE, supra nota 1, p. 182. En idéntico sentido GÓMEZ, supra nota 1, p. 238; GAMBINI, H UGO,
Frondizi, el estadista acorralado, Vergara, 2006, p. 368; MENOTTI, EMILIA, Arturo Frondizi: biografía,
Planeta, 1998, p. 400; SABSAY, FERNANDO, Frondizi, Illia, Alfonsín, Ciudad Argentina, 2000, p. 131; FINK,
ANDRÉS, Los gobiernos de facto: Ante el derecho y ante la circunstancia política, Depalma, 1984, p. 93;
PANDIS, J UAN, Illia: Un tiempo de la democracia, Torres Agüero, 1993, p. 39; DE TITTO, R ICARDO,
Hechos que cambiaron la historia argentina en el siglo XX, El Ateneo, 2004, p. 215; PANDOLFI, R ODOLFO
y GIBAJA, EMILIO, La democracia derrotada, Lumiere, 2008, p. 26, MENDELEVICH, P ABLO, El final,
Ediciones B, 2010, p. 194.
15
CARDONE, supra nota 1, p. 181.
7
Más allá de la buena voluntad puesta al servicio de la causa, la tarea más difícil
consistía en persuadir a todos los miembros de la Corte acerca de la factibilidad
legal de la iniciativa. Debe tenerse presente que algunos de los miembros de la
Corte Suprema eran afines a sectores castrenses. Por ello, en este tramo tuvo
influencia práctica la gestión del ministro de Defensa Martínez, quien habría
enviado a sus emisarios Gordillo Gómez y Agote para que ayudaran en la tarea de
convencer a algunos miembros de la Corte acerca de la necesidad de llevar a cabo
la asunción de Guido.16
Desde el punto de vista jurídico, el problema era que no había antecedentes de
una situación semejante en nuestra historia, por cuanto en los anteriores casos de
fallecimiento o renuncia voluntaria había asumido el vicepresidente, y en los casos
de golpe de Estado, el poder había recaído en una junta militar. Entonces, la
cuestión a resolver era el siguiente: si Frondizi era depuesto, la aplicación del art.
75 de la Constitución17 y los arts. 1 y 3 de la ley de acefalía 252 era dudosa, por
cuanto esta preveía la asunción del vicepresidente o del presidente provisional del
Senado únicamente en caso de “destitución, muerte, dimisión o inhabilidad”.
Si bien el texto era amplio, lo cierto era que Frondizi iba a ser depuesto por la
fuerza, es decir, estrictamente hablando, no habría ni renuncia ni ausencia
voluntaria. Aquí no cabe duda que fue Oyhanarte, con la colaboración de la
oratoria de su colega Ricardo Colombres, quien sugirió interpretar de manera
flexible la ley 252, atendiendo a las posibles consecuencias sociales que derivarían
de las posibles soluciones. De esta manera, lo que inclinaba la balanza era el
argumento de que la opción no era “Frondizi o Guido”, sino “Guido o dictadura
militar”, y que era misión de la Corte Suprema velar por la continuidad
democrática y ejercer una misión de “salvación institucional”.18 El juez Aberastury,
por su parte, había recibido un mensaje de Martínez y también era favorable a la
solución propuesta. El ministro decano, Villegas Basavilbaso, tenía reparos
formales pero apoyó la solución ofrecida, confirmando que –por información
proporcionada por un amigo común que él tenía con el almirante Isaac F. Rojas–
existía una posibilidad cierta de que se procediera a la “formación de un triunvirato
16
PELLET LASTRA, ARTURO, Historia política de la Corte (1930-1990), Ad Hoc, 2001, p. 254.
17
Cf. numeración del texto constitucional de 1853/60.
18
La intención de conformar un gobierno militar era cierta, tal como lo asevera Robert Potash (aut. cit.,
supra nota 1, p. 182 y su cita).
8
militar”.19 El único que permaneció imperturbable fue Luis M. Boffi Boggero,
quien expresó su parecer personal mediante una disidencia solitaria, como era su
costumbre. Si bien este juez defendió siempre la tesis de que la Corte debía adoptar
una postura activista y no autolimitarse en las denominadas "cuestiones políticas",
en esta histórica ocasión optó excepcionalmente por la tesitura contraria, y sostuvo
que por razones formales la Corte sólo podría pronunciarse al respecto una vez
planteado un “caso o causa” judicial.
19
MENOTTI, supra nota 14, p. 401.
20
Diario La Nación, 30 de marzo de 1960, §1, p. 1.
21
CARDONE, supra nota 1, p. 135.
9
Oyhanarte, pidiendo que no se lo considere un traidor a su partido o al pueblo. La
emoción alcanzó también a los demás, y fue así que el presidente Villegas
Basavilbaso dijo: “Podemos decir, como Cicerón, que hemos salvado la República
violando la ley”, a lo cual respondió Colombres: “Se equivoca Cicerón, porque
quien salva a la República nunca puede estar violando una ley.”22
V. LA TOMA DE POSESIÓN
22
O YHANARTE, J ULIO C., "Historia del Poder Judicial", en Recopilación de sus obras, La Ley, 2001, p.
204.
23
Entrevista personal citada por MENOTTI, supra nota 14, p. 401.
10
En aquella jornada de marzo de 1962, el general Jonet, comandante en
jefe del primer Ejército en Palermo, pidió autorización para rodear con
tropas el Palacio de Justicia en momentos en que los miembros de la Corte
Suprema tomaban juramento a José María Guido como presidente de la
República, y realizar descargas de armas a los efectos de impedir la
designación, solicitud que fue denegada.24
VI. EPÍLOGO
Fue así como Guido fue ungido presidente de la República y comenzó su breve
interregno. Al margen de las vicisitudes que viviría la Corte en los meses
siguientes, conviene analizar lo que fue la puntada final de esta curiosa historia. Es
que había dudas entre los distintos actores políticos y entre los juristas sobre si el
gobierno de Guido era de facto o de iure.
Más allá de la opinión que el asunto pueda merecernos hoy, es interesante ver
cuál fue la recepción de la iniciativa por parte de los especialistas de aquel
momento. Para algunos prestigiosos autores, como González Calderón, el título de
24
Id., p. 402.
25
GAMBINI, HUGO, supra nota 14, p. 368 y en igual sentido MENOTTI, supra nota 14, p. 401.
26
“Doctor José María Guido. Su juramento y homologación del acta de asunción del mando como
presidente de la Nación”, Fallos, 252:8 (1962).
11
Guido era considerado perfectamente válido y ajustado a la Constitución.27 Para
otros, el título era irregular, porque si bien se respetó el orden de sucesión
establecido en la ley, no se produjo el antecedente fáctico de la renuncia o
vacancia.28 Se argüía que el derrocamiento no era un hecho previsto ni por la
Constitución ni por la ley 252, por lo que no era de aplicación la consecuencia
jurídica allí prevista.
Si es cierto que el derecho es lo que los jueces dicen que es, tenemos que tomar
como veredicto final el que provino de la propia Corte, que no se hizo esperar. Tres
días después de homologar el acta de juramento, el Tribunal debió pronunciarse in
extenso acerca de la validez constitucional del título de Guido en la causa “Pitto”.29
En el caso, el Sr. Pitto requirió directamente ante la Corte la nulidad de todo lo
actuado y la restitución de Frondizi en su cargo. Todo ello, con la previa recusación
de los magistrados que intervinieron en la homologación del acto.
La Corte, por mayoría conformada por Villegas Basavilbaso, Oyhanarte,
Aberastury, Colombres e Imaz, resolvió desestimar el planteo y aprovechó la
circunstancia para explicar la decisión de tomar juramento al presidente provisional
del Senado. Boffi Boggero, a pesar de que ahora sí se presentaba un caso judicial
que le permitía pronunciarse sobre la situación, prefirió abstenerse.30
27
De acuerdo con este autor, “la situación constitucional del doctor Guido es perfectamente clara. Con
motivo de los graves sucesos políticos de estos días y, en consecuencia de la insistencia en no renunciar a
su cargo de Presidente del doctor Frondizi, se ha colocado al país ante un tremendo dilema o, en otras
palabras, se lo puso ante la disyuntiva apremiante de tener un gobierno ‘de facto’ con régimen militar, o
refugiarse en la Constitución, encontrando en ella la solución jurídica prevista por sus sabias
disposiciones y por la ley de acefalía n° 252 del año 1868” (GONZÁLEZ CALDERÓN, J UAN A., Curso de
Derecho Constitucional, Kraft, 1967, 5ta. ed., p. 567).
28
Cf. B IDART CAMPOS, GERMÁN J., Tratado elemental de Derecho Constitucional argentino, Ediar,1993,
t. I, p. 655; y, en igual sentido, FINK, supra nota 14, p. 93.
29
Caso “Pitto, Luis María s/petición”, Fallos, 252:177 (1962).
30
Posteriormente, Boffi Boggero mantuvo su posición en el caso “Argüero Fragueyro” (Fallos, 252:285,
1962). Recién en el caso “Rodolfo Gutiérrez” (Fallos, 252:288, 1962), explicaría su posición relativa al
prejuzgamiento en que habría incurrido la Corte, diciendo que “Ostentando el Doctor José María Guido
‘prima facie’ el título indicado por la ley de acefalía para los casos de ‘falta de presidente y vicepresidente
de la Nación’, por ser ‘presidente provisorio del Senado’ […] y teniendo en cuenta que el art. 75 de la
Constitución Nacional menciona en su primer párrafo la ‘destitución del presidente’ y la ‘inhabilidad’ de
este sin añadir calificativo alguno, para negarse la Corte a tomar el juramento hubiese debido prejuzgar
sobre el alcance de esas normas […], con olvido de que al tomar juramento integra un proceso necesario
[…] para el ejercicio de las funciones de quien presta ese juramento, pero sin conferirle título ni
pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de él” (p. 292). Más adelante, en el caso “Monseñor
12
En primer término, la mayoría rechazó la petición de recusación de los jueces,
explicando que la actuación de la Corte, en la medida en que la imponga el
ejercicio de las atribuciones específicas del Tribunal, no importa prejuzgamiento ni
configura el “interés personal” que requiere la causal invocada por el actor. Se
contestaba así, también, a la objeción planteada por Boffi Boggero al negarse a
homologar el acta de asunción.
En cuanto al fondo, ratificó que era de aplicación la ley de acefalía ante la “falta
de presidente y vicepresidente de la Nación”, sin que incumba a la Corte
pronunciarse acerca de las causas determinantes de esta falta. Como ya se dijo, ésta
era una interpretación ciertamente flexible de la ley, pero razonable en atención a
los hechos que se habían producido.
Por último, se agregó el argumento ensayado oportunamente por Oyhanarte ante
la urgencia de los acontecimientos, y que describe acabadamente el alto rol
institucional que para estos jueces le tocaba a la Corte ante situaciones extremas. Se
dijo que el Tribunal actuó en el desempeño de la “función que inviste, la cual
presupone el deber de asegurar la subsistencia y continuidad del orden
constitucional, única valla cierta contra la anarquía y el despotismo.”31
Este pronunciamiento dio por terminada la cuestión desde un punto de vista
jurídico y práctico. Quizás pueda decirse que la gesta no fue del todo feliz, porque
las acciones que debió llevar a cabo el presidente Guido, bajo fuerte presión
militar, lo apartaron paulatinamente del marco jurídico establecido en la
Constitución. Pero en todo caso, resulta de un indudable valor recordar que, en
cierta circunstancia histórica, nuestros jueces fueron capaces de poner en juego su
vida y su libertad para defender las instituciones sobre las que se erige el ideal
democrático.
Oscar Villena”, Fallos, 254:345 (1962), Boffi Boggero afirmó en un voto concurrente que el ejercicio del
cargo de Guido era "de facto", aunque paradójicamente llegó a la conclusión de que debía convalidarse la
constitucionalidad de lo actuado en ese caso.
31
Fallos, 252:177, consid. 5°.
13