colp6, era la misma mirada que tenia cxando haciamnos el
amor, y durante el tiempo en que estuvo preso nunca me
rechazé, ni yo falté una sola vez a los dias en que le daban
licencia para nuestros encuentros intimos durante una hora.
«Rita», era lo tinico que repetia muchas veces, y lo promun-
‘aba concienzudamente, como sicreara una estirpe al artien-
Jar cada una ce mis cuatro letras. Suexistencia es muy des-
sraciada, pensaba yo, pero le requiere el contacto con otro
cuerpo, porque todavia est vivo. Y sélo por eso tenfa senti-
«do mi vida por se el cuerpo que él agarraba como una ne
cesidad basco
Estos once aiios en que separé a Bernhard del mundo
fueron para mi los mis amables, gracias ala serenidad que
sme daba el saberme esperada cada dia, Desde la primera vez
cen que le vi, he mencionado antes, quise verle entre barro~
tes, Jamis habrfa soportado que exstera para él otra mujer,
1 otra mujer ni cualquier otro ser, animado o inanimado,
padre o madre, y cuando la idea de su muerte se me apareci6
en la cabeza quise arrebatirselo también a ella. Hoy ya no
tengo que luchar con ese rival, Bernhard lleva muerto una
semana, Logré quitarse la vida, quén sabe si ése era su pro-
pésito desde que me conoci6 o si once aos en Ia cércel fue
ron suficientes para acabar con sus esperanza, si alguna vex,
Jas tuvo, En cuanto ami la semana que viene cumpliré cu
renta y seis alos, y sospecho que la vida que me quede sera
de absoluta soledsd, una vida sin perro, sin hij, sin Bem-
hard.
Eltestamanto
Como cualquier virus, la locura se contagia. Los easos no
son frecuentes, pero s fatales. En esta historia, una sola pa-
Jabra fue la portadora dela demencia que arruin el destino
de le familia Jacobs en menos de dos afios y destruyé la
uunién de todos sus miembros como no podria haberlo he-
cho mas que la muerte. Los cuatro sucumbieron ante estas
das slabas, mas nocivas que una infidelidad, que una deuda
‘mpagable 0 un crimen atroz. Nada, absolutamente nada,
hhabria podido corroer de tal manera los cimientos de la
‘asa, que se desplomaron tras el paso de una marabunta de
els]
Pero antes del colapso, el matrimonio Jacobs alcanzé
durante unos aos a vida que habia deseado, una existencia
asentada en Ia singular cordialided de los dias iguales, una
“concepcisn inmutable de los habitos que, para Johanna, se
‘cents desde el nacimiento de su bebe. Asi, tarde tras tar-
de, cuando las éltimas luces del jardin se daban por venci-
dda, la madre entraba en Ia casa, le daba el pecho a su nfo,
BG devolvta ala cuns y comenzabe w preparar Ia cens. Vivia
3las actividades cotidianas como una hoja de edleulo, ¢ cada
tarea le correspondia un tiempo, y no le gustaba que al final
del dia las cuentas no le cuadraran y le restaran momentos
con su hij, Los detalles mis prosticos debian cumplise se-
‘rin unas coordenadas rigurosasy, entre ells, los euidados
la abuela llegaron a ser para Johanna los mis molestos,
porque no sélo le resultaban prosaicos, sino también inde
les, Dedicar atenciones a una vida que se apaga no tenia ya
sentido desde que sujetaba entre sus brazos una vida que
La anciifa pasaba el dia en un sillén que guatdaba su
forma durante las horas que estaba en la carn. Por la vejez,
nila vista ni las piernas le respondian, y por a desgana se
habia enmudecido hacia varios meses. A ls preguntas que
le formulaban, cosas corrientes refers ala comida, al rio,
al calor... ella respondia con un movimiento de cabeza. No
haba otras preguntas, ni las echaba de menos, y desde que
Noah vino al mundo, incluso aquellas referidasa sus necesi-
dades fisiol6gicas comencaron a perderse.
E] verano se prometia flaco para la abuela,y aunque el
armazén de la tragedia familiar ya se estaba fraguando, Jo-
hhanna lo ignoraba, y a menudo, en la poética del atardecer,
‘enna mecedora del porche que daba al jardin, pensaba que
1 sus treinta y siete aos estaba acarciando la plenitud, Te-
nia un marido fuerte y trabajador, que estaba siempre cerea
porque levaba los negocios desde casa; la propiedad donde
hhabitaban era la que esperaban heredar de la abuela, una su-
perficie generosa de tierra y una casa construida por su sue~
70, con sus popias manos, y que ahora, después desu muer-
te, podian disfrutar; lo més important, acababa de paris a
4
un nifio que cerraba ese cireulo perfecto que para ella era la
felicidad. Durante mucho tiempo aplazé so embarazo, pri-
mero esperando ocupar aquel hermoso hogar de madera
tendido sobre la paz de las lamuras, y después porque queria
tener un coche, algunos ahorros, incluso un perro con el que
puiera dara su hijo la bienvenida al mundo. Como el bebé
Iegé en el momento esperado, Johanna consideraba orgu-
Hosa a armonia del método con que habia ordenado su vida,
‘yuna sonrisa le suavizaba la cara mientras se mecia mirando
‘caer por el horizonte el sol enorme y naranja de Tennesse,
El marido de Johanna, Ephraim Jacobs, se imponia fe-
lizmente jornadas laborales de hasta doce horas, sn salir del
despacho ms que para ir al bafio. Los beneficios no pass
ban de ser modestos, pero munca se quejé, y cuanto menos
ganaba, més ahorraba. Al mediodia, Johanna le servi el al-
uerzo en una bandeja que dejabe en su eseritoria sigilosa-
‘mente, y se marchabeadiligente como otra hormiguita obre-
ta, Cuando Ephraim terminaba de trabajar, sala dela sala,
cangaba a su madre anciana en brazos hasta la cama y cenaba
con su esposa. El nifo ya dormia,y aunque su padte le dedi-
‘aba parte del fin de semana, los primeros tiempos del pe-
4quefio Noah transcurrieron prineipalmente janto a Johan-
na, que no se separé de él. Por esta razén, la majer no se
‘explicaba que su hijo aprendiera llamar antes a su padre
‘que alla, Pero ese detalle no tard6 en aclararse, y en cuan-
‘toNoah aprendis a articular una fase, él mismo, sin saber-
‘oe lanza expicacién que desaaria ls inicios del desas-
“tre: «Fa no mi mama. Una loa cayé sobre Johanna, pero
6 a agarrarse al beneficio de la duda para preguntarle a
Su hijo: «:Cémo?». Noah no respond eguia jogando,
35Durante los siguientes dias Johanna se esmeré por con-
vencerse de que no habia entendido bien y, aunque hubiera
escuchado correctamente, estimaba que no debia olvidar
que Noah tenia slo tres aios y apenas sabia hablar. En de~
finitiva, era mejor dejar de pensar en el asunto, y asi lo hizo.
Logré sentir de nuevo esa plenitud de su tltima época, y
apreciaba la dicha de pasar el dia en casa velando por la in-
fancia desu nifo. Esos primeros afios son fundamentales, le
habian advertido y ella, que no habia conocido a su madze,
decidié que no llevaria a sx hijo a a guarderia, para poder
calentarlo bajo las phumas del nido materno tanto como
fuera posible
[Noah estaba cada dia mis grande, parecia que crecia por
momentos. Era un nifo juguet6n pero tranquilo, y muy
catifioso, que no dudaba en dar cuantos besos le pidiesen
sus padres. Pero sobre todo, yaunque ella no podia corres-
ponderle, besaba mucho a la abuela. A ella le regalaba las
‘mayores muestras de carifio, y cuando tuvo edad de gatear
a menudo se subfa por sus piernas muertas y la trepaba
hasta babearle la cara. Ella permanecfa rigida, pero desde
.
‘Alos cuatro afios Noah ya no tenia problemas para pro-
‘unciar los términos mas difeiles, pero «mama» seguia sin
‘entrar en su vocabulario. El padre no encontraba en esta
‘ireunstancia mayor motivo de preocupacién; lo veia como
Jun capricho infantil, un detalleinsignifcante, asf que o-
“menzé a iritarse cuando not6 los efectos que esta ausencia
37esa cndo env spon Tal como wi a ai
Gln Jota em prt eva cgeracon mujer
cess yrs deoraelo pcs oe Nosh ke
arab «pre nar: Pow Noah serge le
sis tamato paps no pare disp a cambiar Hx
Delobel ene Joana dj
the theakn cece le expremer oan ened
Sinn debe amare»
Peron alg mics qo og
bit imo de Eira Foes enue al reese
Kren co dupes doin prs Noe co deo
Son deo sbnilcomm ena pro ea on
ts put toa: nh, mde dec, en
tre icretny tenia eer mor ati
fev arin de ona, ue ltl ee
Xe snes mln lib s Noa or pier ve
sor gt! Dine og? sense anda
Stn les gue Epes sv ie sepa dl io
‘spleen gusset”
Tord qusineron sels re says en
sera dor cago spect, per dats
fed era eves tat pecans aie
I caemedal po luo face on eden
sentir aed de oper ii
{lamas cmos al sbogado de mi. Quer
Tima pm rin een Cad
Sopa leg lac cna noord
itn grade stones No aa dese
Gh coe on yore de cmon rd
‘sr delay apie, Charron on pce, pros
8
abvela, que se cansaba, decidié plantearlesin predmblos su
propésito, Para asegurarse de que nadie les escuchaba, con
tun ritmo entrecortado y lento le pidié al abogado que ce-
rrarala puerta dele habitacién ysesentara en la cama, cerca
de ella, Entonces le declaré su iltima voluntad, que él dba
legalizar. Fl hombre respings ylerespondis:
—iPero seftora Jacobs, e0 es del todo imposible! Creo
que usted ha perdido el jucio..
—Le digo que asi es, y que asf debe usted dejarlo por
escrito —declaé lla.
—Peto zcémo? ;Qué idea tan disparatada! No, no me
abe en lacabeaa..
—Acérquela le pi la abuea
—elq
—La cabera. Acérquelaa mi
La abuela le bes la frente el abogado sintié una pi-
cadura. Entonces suets la mano trémula de la enfecma y
la yu a escribir a frase que meses después la levaria a la
muerte. Cuando salié de la habtacion rechaz el refrigerio
que le ofrecia Johanna, para escabullirse de cualquier tipo
de explicacion:
‘A pesar de que la inelinacién de Noah hacia la abvela
superaba con creces la que demostraba por su madre, guia
fequiriendo los mimos de Johanna. Peto ella, por aquellos
dias, comenz6 a sufrr una reaceiin fica inexplicable, y era
‘que cada ver que su hij le echaba los brazos senia una ira
subigndole hasta la cabeza en rifagas de un calor desagrad
bie, enfermo. Al principio intents esquivarle, le compro
uevosjuguetes para mantenerleentretenido y, sobre todo,
jado de ella. Pero cuando tenia que tocar a Noah por las
39obligaciones bisicas de madre, como bafiarle limpiarle la
cara, y especialmente evando su hijo aleanaba a besarla, Jo-
hhanna experimentaba una grima que la llevaba a lavarse allt
por donde habian pasado los labios himedos del nit,
Su propio comportamiento la asusté de si misma, y €x-
primiendo ls iltimas gotas de paciencia intent6, una vez
mis, olvidar las palabras del hijo. Pero el esfuerzo vacié sa
voluntad una mafiana en que escuché desde la cocina el te-
ido «mama» del nifo encima de la abuela. «Esa vor no 65
ae ca fon, pom, ste da Sa tanh ard
salén, se acered hasta su sega, le quité al nifio de encima y
rminindola alas rodillas rompié en elas el plato que tenfa en
las manos mientras gritaba: «(Cerrad la boca, rodillas des-
lenguadas!», y después, a la abuela, que no habia sentido
is que el dolor de las palabras y del sonido del plato all
romperse, le grit: «(Fuera de aquil». Noah se puso a lorar
y la abuelase Fue dela nica manera en que su cuerpo impe-
dido se lo permitié:apretando los ojos. Pro Johanna rept:
<< Hle dicho que fuera's, mientras arastraba el in tirando
de l com todas sus fuerzas hasta sacarlo del salén. Ephraim,
{que habia tenido que salir por un asunto labora, leg’ horas
después, y su madre estaba todavia en la entrada; el cuerpo le
temblaba por el fro y pore disgust, y su roillasacartona-
das ain sudzban algo de sangre, con el silencio de los santos
Horesos de madera, Ephraim le impié los cores y fue a ha-
bar con Johanna, pero tanto ella como Noah dorméan, ast
que cargé con Ia anciana, la lev6 ala cama y se acost sin ce-
nar, rumiando la saspecha de lo sucedido. Al dia siguiente, en
un arrebato de eompasién, le dijo a Johanna: «No vuelvas a
tocara mi madre».
~
Johanna cumplié la orden de su esposo de manera ra
cal. No volviéa tocar a la abuela y Ephraim tuvo que hacer-
se cargo de tndos sus cuidados.
‘Tras los iltimos sucesos la obsesin de Johanna terminé
de apuntalane las ideas se le enmarafaron de tal modo en
la cabeza quese convencis de que vvia tan silo para uta cosa:
evitar todo contacto con su hij. Su vida diana se convitié en
‘un permanerte juego al escondite con unas reglas singular,
pues lo nico que ella buscaba cuando no le tocaba esconder-
se era la ausencia del nifio. Cuando Noah asomaba por la es-
uina de une habitacin,o si se lo topaba simplemente en
un lugar inesperado, Johanna pegeba un brinco, dejba lo
‘que cstuviera haciendo y se marchaba corriendo, Las prime-
ras veces Noah se ref, y tomaba las carreras de la madre
‘como una inctacién a juego, pero cuando vio que sus ma-
nos, dia tras ca, nunca la alcanzaban, euando vio que siempre
peruia todas hs jugndas, se le acabé la diversion, como tam-
bien se le acabaron las carcias, ls arrumacos, ls canciones...
AA principio, como si fuera lo tnica que su conciencia
recordaba, Johanna continus dindole de comer, y también
evandole a lacama por lasnoches después de un bao ri
do y casi a distancia, pero su comportamiento se iba dete-
Torando como vitima de una prematura demencia seni, y
waba en su decadencia a pasos de gigante. Cuando tenia
costar al hijo simplemente lo metia en la cama, suje-
indole come con pinzas para tocarle lo menos posible, lo
ypabay cerabala puerta para no escuchar que Noah ll-
Porque:no podia dormirse solo. En cuanto ala comida,
plaz6 las cuatro tomas habituales por tres, luego por
‘yantes de legar a una sola le pis al padre que se en-
"cargara dl de darle de comer, bafale y acostarle por las no-
ches. A partir de entonces ella s6lo cocinaria, lejos, siempre
lejos y esquiva de a presencia del hijo.
Ephraim empez6 por atenderal no cuatro veces al dia,
pero desde el primer momento sinti la ansiedad de aban-
onar su trabajo durante ese tiempo. Si Noah le requeria
fuera de las cuatro eitas (que hahian de coincidir rigurosa-
‘mente con las atenciones ala abuela), él nose alteraba, y por
Peeps
Enelenrens ope la cas, nel porch Johann
se pasaba la mayor parte del tiempo mirando al horizonte,
‘como en sus dias mis felies, pero ahora con a cabeza vacia,
No respondia a ningin estimulo, y tanto si el sol quemaba
‘como sicaia un aguacero ella no se inmutaba; se dira que le
habian extipado parte del cerebro. Dejo de hablar y se mo-
via como un anfibio tratando de ahorrar oxigeno.
Después de algunas semanas con swesposa en este estado,
Ephraim pens6 que le costaria volver a hablar aunque quise
+3, pero una noche ella le demostré que sus capacidades ora-
les no se habian resentido. Estaban las dos durmiendo cuan-
do el padre excuché los pasos descalzos de Noah entrando en
la habitacién. El nifio pas6 por su lado, se dirigi6 a la parte
del cama donde estaba la madre, se lepegé ala cara y le dijo
al oido: «Johanna, tengo miedo». La madre se despert6 y en
lun salto le grits al hijo <;Vigjo pervertio, apirtae de
‘Aquella noche Ephraim supo que la cabeza de Johanna’
estaba completamente tarada, pero por la mafiana, en wna
inercia ya incomprensible, intents hacer recapecitar a su es-
poss por el bien de la familia, Cuando Johanna escuch6 sus
palabras, gast el ttimo momento de Incidez para decile:
2
<él’s posible que seas tan iota? (Fs que no te das cuenta de
que aborrezeoa nuestro hijo? y dias después, exande Noah
cumin inc ats dsc pr sempre. Ephraim ais
aquiera la bused, vse organizé como puda para hacerse ea
deca sin cer que pga sys deta ened, Ee
sélo varias semanas quel hogar agoniranteempea a acu=
lar sucidad, olor llanto de nfo ysudores de anciana
Los nervios de Ephraim estaban a panto de quebrarse
cuando una noche encontr3, en un can, el tstamento que
Ja abuela habia solicitado revisar durante las febres de la
gripe. Ni Johanna ni él habian necestado abrir el sobre,
Porque no desconfiaban de su posicién de benefciarios ab-
solutos; pero ahore, con el delirio con que ua néutrago eree
aque un espeismo le puede devolver lava, Ephraim lo as-
6 y, estupefico, leyé: «.. En plenas facultades mentales
eteétera etcstera. yo nombro universal y tnico heredero
de mi casa y de todas las propiediades que me son legitimas
ereéteraetcéte..a Noah Jacobs, mi nico ijo>.
“Tree im pbs de re Ep ios
por la pared hasta el suelo. Not una pres terrible en is
sienesy se le ocurrié que era la lacurasubigadole a la eabe-
22, Quiso rechazarla,y apenas ls fuereasle aleanzaron para
tomar aliento, se levant6 y coloeé en una maleta la docu
mentacién mis rlevante de ane negocios. Antes de cerar
tras él y para siempre la puerta de la casa, entré en el sain,
1mird por Gltima vera os ciegos de sa mad yl dijo
“Ahi te quedas.con tu iio hijo.
El nito I abuela continuaron haciéndose compat,
se ablaban, se ofan; hasta que el hambre y la sed comenza™
ron aafectarles