Tafalla, J. y Andreassi, A. (2021) - Introducción Luxemburgo

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1. Introduccién. El debate sobre la cuestién nacional en el marxismo y en general en las ciencias sociales Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no tienen. Puesto que el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder politico, elevarse a la condicién de clase nacional, constituirse en nacién, todavia es nacional, aunque de ninguna manera en el sen- tido burgués. Karl Marx, Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista, febrero de 1848 Hemos hecho Italia ahora tenemos que hacer a los italianos. Massimo d’Azeglio, febrero de 1861 No importa si una reconstitucién de Polonia es posible antes de la proxima revolucién. En ningin caso tenemos la tarea de apartar a los polacos de sus esfuerzos de luchar por las condiciones vitales de su desarrollo futuro, o persuadirlos de que la independencia nacional es cuestién muy secundaria desde el punto de vista internacional. Por el contrario, la independencia es la base de toda accién interna- cional comin. Friedrich Engels, carta a Kautsky, 7 de febrero de 1882 ¢Tienen patria los obreros? El titulo de este capitulo intenta reflejar que existen diferentes visiones en la comunidad académica, independientemente de su marco tedrico de referencia sobre la cuestién nacional, ya se trate de la definicién de qué es una nacién, qué es nacionalismo, etc. Sin embargo, la cuestion nacional esta en el centro del debate politico desde el siglo x1x, y ha tenido pro- fundas consecuencias en la historia internacional tanto durante el cambio finisecular decimondnico como a lo largo del siglo xx, donde ha sido el detonador de dos terribles guerras mundiales, pero también ha jugado una influencia enorme en la resolucién de la liberacién de muchos pueblos del mundo extraeuropeo del yugo y la opresidén colonial. Por lo tanto, podriamos decir que la cuestién nacional tiene, desde el punto de vista no solo tedrico sino ideoldgico y axiolégico, una caracteristica transversal que va desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Existe cierto acuerdo entre los diversos autores de que la cuestién nacional ha sido tratada e impulsada en fases hist6ricas alternas por las derechas y las iz- quierdas. Ninguno de los movimientos politico-sociales modernos ha sido ajeno a dicha cuestién, aunque solo fuera para negar su transcenden- cia. Este trabajo se centra en el posicionamiento de Rosa Luxemburg sobre la cuestin nacional y el debate en el seno del marxismo entre 1848 y 1918, pero nos ha parecido necesaria esta introduccién para sefialar la complejidad tedrica del tema nacional, complejidad que nuestro tiempo no ha sido capaz de reducir ni resolver. Evidentemente, este capitulo no pretende ser exhaustivo ya que es inabarcable la bibliografia dedicada a este tema en los ambitos de la historiografia, la sociologia, la antropologia, el derecho, etc. Por ello hemos seleccionado unos pocos autores que, por su difusion y por pertenecer a orientaciones tedricas no coincidentes, pueden darnos una aproximacién al alcance del tema. Sin embargo, esos enfoques diferentes no impiden que haya un acuerdo casi undnime, en los estudios contemporaneos, respecto a que no debe asimilarse naciéna Estado, por lo que pueden existir naciones con o sin Estado y Estados multinacionales. Lo primero que enfrenta cualquier estudioso de la cuestién nacional, es la propia definicién operativa que quiera utilizar en su trabajo respecto a qué es una nacion. Comencemos con Eric Hobsbawm, cuyo libro Naciones y naciona- lismo desde 1780 ya es un clasico’. Para este autor, la nacién es un «orden imaginario», que no es invariable ni una entidad social primaria. En ello 4001) Sager fig a iar eerie asec a 1. Introduccién coincide, como veremos luego, con otros autores, como Benedict An- derson, aunque no comparta totalmente las tesis de este. Es un concepto histéricamente reciente y aparece en un perfodo concreto, o sea a partir de las grandes revoluciones del siglo xviii, y adquiere una posicién pri- vilegiada en los movimientos polfticos y en los estudios académicos du- rante el siglo xrx y la primera mitad del siglo xx. A partir de 1830, la nacién se asociara a las nociones de pueblo y de estado, evocando a las revoluciones norteamericana y francesa, y acabaria significando «el con- junto de ciudadanos cuya soberanjia los constitufa en un Estado que era su expresion politica». Es un producto de ingenieria social (un cons- tructo). Existe en funcién de la interseccidn de lo politico, lo tecnolégico y la transformacién social, y por lo tanto es resultado del proceso his- torico. Son construcciones desde arriba, pero para su comprensién cabal deben analizarse desde abajo, teniéndose en cuenta las aspiraciones, esperanzas y expectativas de los miembros de esa sociedad que se cons- tituye en nacién. La visién «desde abajo» permite detectar que la iden- tidad nacional debe coexistir con otras identidades (sociales, culturales) y no siempre en posicién preeminente. Ademas, aquella puede sufrir desplazamientos o transformaciones a lo largo del tiempo’. Asegura que no existen rasgos objetivos cuyo conjunto sirva como predictor o des- criptor del cardcter nacional de un grupo humano, ya que son muy pocos los ejemplos histdricos en los que tal conjunto pueda comprobarse —y que corresponderia al tipo del patrén, como, por ejemplo, el definido por Stalin. Considera que la nacién, tal como la conocemos actualmente, es resultado de la modernidad capitalista, y que el criterio que la define es la unidad de organizacién politica territorial, con lo cual considera que nacién equivale a estado-nacidn, aunque admite que puede considerarse también nacién al conjunto de personas que aspiran a formar un es- tado®. Sin embargo, a pesar de esta afirmacién Hobsbawm, también llama la atencién sobre la existencia de un protonacionalismo popular, o sea de estructuras simbdlicas que van formulandose con anterioridad a la modernidad capitalista, que aportan una simiente a la construccién nacional posterior, pero que no significan lo mismo, porque pueden que- dar subsumidas 0 eliminadas durante la configuracién del estado-nacién, ya que sera este el que movilice 0 utilice alguno de esos vinculos de pertenencia de la poblacién para aumentar la cohesion y la legitimidad 2 Hobsbawm, 18-19. 3 Hobsbawm, 55-56. 4 Tienen patria los obreros? de ese estado-nacién. Se trata de fendmenos culturales donde las dife~ rencia lingiiisticas, culturales, etnoldégicas, se modifican al ritmo de la propia lucha de clases y tomaran uno u otro significado, segtin la expe- riencia colectiva. En algtin caso, los preexistentes protonacionalismos se diluyen en un nacionalismo mayor, las lenguas y dialectos no devie~ nen «lenguas nacionales», ni lo necesitan*, La afirmacién de Massimo @’Azeglio, pronunciada en la sesién inaugural del primer parlamento del recién unido reino de Italia en febrero de 1861: «Hemos hecho Italia ahora tenemos que hacer a los italianos» es el anuncio de la de~ construccién de las culturas vernaculas, previas a la unificacion italiana, por la accién del Estado italiano surgido del Risorgimento, o sea, de la homogenizacién cultural como condicién de la construccién del estado- nacidn, generalmente a partir no solo del despliegue institucional, que se realiza a través de la escolarizacion y el reclutamiento militar, sino de la transformacion en lengua «nacional» de aquella que incluso no es mas que una version estandarizada y semiartificial de una lengua utilizada previamente por las elites y clases dominantes, y que se presenta no como producto de la modernidad sino como presencia de una «esencia» intemporal, simplemente porque es la lengua que representa al estado- nacion’. Reflexiona sobre el nacionalismo, que otorga a la lengua un papel esencial en la definicin nacional y que considera heredero de la tradicién romantica, cuya figura paradigmatica es Johann Gottfried Herder, quien sostenia que la literatura nativa revelaba el pensamiento, las aspiraciones y deseos del pueblo, rechazando esa propuesta, argu- mentando que el hecho lingiijstico y el literario, son solo una parte y no pueden representar el todo, sefialando el clivaje profundo que existia en cualquier sociedad —al menos hasta la escolarizacién obligatoria— entre la poblacién alfabetizada —una minoria— y la analfabeta, mayoritaria. Por lo tanto, afirma que la lengua no puede ser considerada una condicién de posibilidad de una naci6n, como si ella configurara la matriz de la que se forja el pensamiento nacional, aunque reconoce que puede jugar un papel en el desarrollo del protonacionalismo’. Por otra parte, aunque se reconozca un fuerte factor subjetivo en la formacién de las naciones —que queda reflejado en la formula de que es el nacionalismo el que produce a la nacién y no a la inversa-, 4 Hobsbawm, 55-88. 5 Hobsbawm, 53 y 68-71. 6 Hobsbawm, 62-68. 12 1. Introduccion que la formacién de las naciones es un fenédmeno histérico y contin- gente, existe también el acuerdo de que resulta una entidad real, al menos en la medida en que los colectivos humanos se identifican como miembros de una determinada nacién, tenga 0 no Estado. Desde el mismo marco teérico que Hobsbawm, un autor tan tras- cedente sobre la cuestién nacional —Benedict Anderson— parte de la idea de que tanto la nacidn como el nacionalismo son artefactos cultu- rales de un tipo especial, en los cuales se manifiestan tres paradojas: 1) su objetiva modernidad desde el punto de vista de los historiadores frente a su cardcter subjetivo y ancestral para los nacionalistas; 2) la universalidad formal de la nacionalidad como concepto sociocultural frente la particularidad de sus manifestaciones concretas; y 3) el poder politico de los nacionalismos frente a su pobreza, e incluso incoheren- cia filos6fica’. Sittia su idea de las naciones como comunidades imagi- nadas, lo cual no equivale a inventadas arbitrariamente, sino a una construccién colectiva influida por numerosos factores, que se desarro- lla en el transcurso del tiempo y que se caracteriza porque sus miembros se conciben como parte de una comunidad que trasciende sus experien- cias fisicas de contacto y conocimiento, en un ambito geografico y hu- mano que supera al ambito de la aldea y su hinterland, o sea el paisaje humano con el que una persona podia llegar relacionarse de forma concreta en el precapitalismo. Esa trascendencia del espacio social ca- pitalista, que acaba conformando la nacién como comunidad imaginada, se debe a que es el resultado, segtin este autor, del desarrollo capitalista que, a través de la extensién y unificacién lingiifstica —por ejemplo, Anderson otorga una gran importancia a la aparicién de la imprenta y la difusién-aprendizaje del lenguaje escrito, fase a la que denomina como del print capitalism-, asi como del desarrollo de las comunicaciones que es inherente al desarrollo del mercado capitalista, permite que puedan sentirse miembros de la comunidad nacional, ciudadanos de diferentes puntos de un territorio, que seguramente nunca tendran la posibilidad de contactar entre si fisicamente’. El print capitalism, al que Anderson otorga tanta importancia en el desarrollo de una consciencia nacional, se vio posibilitado por la invencién de la imprenta y la reproduccién masiva de textos. Sin embargo, esa difusién del libro a través del mercado 7 Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of Nationalism (Verso, 2006), ver «Introduction» (Edicién electrénica). 8 Anderson. Ver especialmente el capitulo 7, «The Last Wave» (Edicién electrénica). gTienen patria los obreros? no podia producirse sin la condicion de que el lenguaje utilizado no fuera el de una reducida elite bilingiie —el latin— sino las lenguas verna- culas, teniendo en cuenta que la inmensa mayoria de la poblacién europea era monolingiie, lo cual potencié a dichas lenguas como lenguas escritas, pasibles de ser utilizadas por los aparatos administrativos de las monarquias absolutistas’. En la Europa medieval el latin era una lengua ecuménica de cardcter religioso, pero no politico, ya que el gran fraccionamiento de las estructuras politicas, propias de la Europa me~ dieval, impedia que las monarquias de la época se apropiaran del latin como lengua del poder politico. En cambio, la alianza entre el protes- tantismo y el print capitalism favorecié el impulso de las lenguas verng- culas, por la difusién masiva y mercantil de los textos —las tesis que Lutero fijé en la puerta de la iglesia de todos los Santos, en Wittemberg, estaban escritas en aleman, y quince dias después se habia distribuido por todo el territorio— transformandolas tanto en vehiculos religiosos como politicos, especialmente en los paises donde la Reforma protes- tante se habia impuesto. Anderson concluye explicando que lo que per- mitio que esas comunidades fueran imaginables fue la explosiva, aunque medio contingente, interaccién entre el capitalismo, la tecnologia de la comunicacién y la extraordinaria diversidad de las lenguas humanas". Tom Nairn, en una obra sumamente polémica", The Break-up of Britain. Crisis and neonationalism, cuyo capitulo referido al ocaso del Estado britanico fue publicado previamente en The New Left Review, establece como argumento central de su obra que el desarrollo desigual y contradictorio del capitalismo, no previsto en el marxismo clasico, lejos de reducir la cuestién nacional como consecuencia de establecer una eco- nomia mundial homogénea, ha conducido a una exacerbacién de las 9 Se calcula que durante el siglo xv1 se imprimieron unos veinte millones de ejem- plares, mientras la poblaci6n europea era de aproximadamente cien millones de habitantes. Como ejemplo, Anderson cita que en la Ginebra calvinista se produ- jeron 42 ediciones entre 1533 y 1540 que se elevaron a 527 entre 1550 y 1564, Anderson, «The Origins of National Consciousness»; Ver también, Lucien Fevre y Henri~Jean Martin, The Coming of The Book, 1923, 321. Fevre y Martin alit- man que en 1519 habia solo 40 titulos en aleman, que en 1521 ascendian a 211, y en 1522 y 1525 ya eran 347 y 498, respectivamente. Anderson, Imagined Communities, «The Origins of National Consciousness». Ver, por ejemplo, Ronald Beiner, «1989: Nationalism, Internationalism, and the Nairn—Hobsbawm Debate», European Journal of Sociology / Archives Européennes de Sociologie 40, nam. 1 (mayo de 1999): 171-84; Daniel Lvovich, «Hobsbawm y Nairn frente al problema del nacionalismo: Dos perspectivas enfrentadas en el are del marxismo britinico», Sociohistérica, nim. 13-14 (2003). 10 11 1. Introduccién confrontaciones entre naciones, relegando o desdibujando la lucha de clases a nivel mundial e incluso nacional. Su reflexién se enmarca en la teorfa del sistema mundo de Immanuel Wallerstein, que describe una estructura jerarquica en la que las naciones se ordenan segtin su posicién dominante o subordinada, representada por la metafora centro, semi- periferia y periferia, que refleja la divisi6n mundial en miltiples sistemas politicos. Esta es la disposicién que ha favorecido la mundializacién capitalista”. El sistema capitalista, segtin este enfoque, se debate en una tensi6n entre progreso y dominacidn al que «se podria denominar el dilema “productor del nacionalismo”»®. En general dirige su critica a un internacionalismo que considera abstracto, y paraddjicamente elitista y rigido'*. En cambio, propone un internacionalismo que se construya a partir de un nacionalismo democritico y alejado de los etnicismos. Una identidad civica en el sentido de elegida como parte de un contrato colectivo entre ciudadanos, no determinada por el lenguaje, la tradicion o la «sangre». Admite que la estructura de clases de una sociedad de- terminada impone y modula el tipo de nacionalismo, que evidentemente responde a los intereses y al ejercicio hegemonico de la clase dominante. Pero al mismo tiempo reconoce la existencia de una conciencia nacional popular, que las clases subalternas han ido construyendo a lo largo del tiempo, posiblemente en una perspectiva similar a la que sefialaba Gramsci cuando hacia referencia al sentido comin. La lucha de clases siempre se da en un marco nacional —haciendo referencia al Manifiesto Comunista- y afirma que no existe ninguna contradiccién entre los atributos de la nacionalidad y los del internacionalismo proletario o 12 Tom Nairn, The Break-Up of Britain: Crisis and Neo-Nationalism (London: Ver- so, 1981), 310-11. 13 Nairn, 99. 14 Nairn, The Break-Up of Britain. Propone que el andlisis de la cuestién nacional se haga desde el campo tedrico del marxismo hacia otros campos 0 ambitos tedricos y no como mera reflexidn en su interior, lo que acaba transformando al marxismo en tun sistema cerrado como conjunto de creencias. Pone como ejemplo de la apuesta tedrica que defiende a Immanuel Wallerstein y su The Modern World System (hay traduccién al castellano: E/ moderno sistema mundial, Siglo XI, varias ediciones), y a Peery Anderson y sus obras Passages from Antiquity to Feudalism y Lineages of the Absolutist State (hay edicién en castellano: Transiciones de la antigiiedad al feudalismo, Siglo XXI, varias ediciones y E/ Estado absolutista, Siglo XXI, varias ediciones). Tam- bién Benedict Anderson opina que en el marxismo clasico existe un tratamiento inadecuado de la cuestidn nacional, pero contintia considerando su arsenal tedrico mucho mas adecuado para analizarla que el del liberalismo, y declara que apoya cri- ticamente el planteamiento de Nairn. Anderson, Imagined Communities, ver «Travel and Traffic: On the Geo-biography of Imagined Communities». 15 éTienen patria los obreros? socialista, ya que considera que la primera es solo una fase en el camino hacia el segundo”. Desde el campo liberal y de la sociologia, otro clisico en el tratamiento de la cuestién nacional es Ernest Gellner, de amplia aceptacion académica en este campo de estudios"*. Para este autor, tanto nacién como naciona- lismo son productos de la modernidad y son paralelos al despliegue del capitalismo. La necesidad de homogenizar un espacio econdmico exigié la supresién de las barreras internas procedentes del Antiguo Régimen, de las sociedades agrarias y preindustriales, pero no solo de ellas, sino la unificacién lingitistica como condicién de posibilidad de la expansion productiva y mercantil del capital, debido a que la industrializacién, que es su principal vector, exige un elevado nivel de formacién técnica y cientifica, un nivel educativo que seria imposible de alcanzar sin una lengua estatal que lo garantizara”. Todo el proceso es garantizado y consolidado por la ereccién de un Estado que centraliza la autoridad politica y controla los limites del espacio nacional asi construido. Es- tandarizacién, monolitismo, monolingitismo y homogeneidad cultural serfan para Gellner las condiciones de una exitosa construccin estatal- nacional. A ello cabe afiadir también el tamajio del estado-nacién, cuyo buen funcionamiento es directamente proporcional a su tamafio. Para este autor, es el nacionalismo el que engendra las naciones y no a la inversa, en un camino en el que «es posible que se haga revivir lenguas muertas, que se inventen tradiciones y que se restauren esencias origi- nales completamente ficticias»'’. De los fundamentos para definir una naci6n, nos recuerda que habitualmente se citan dos: voluntad y cultura. El primero, como la resolucidn con la que un grupo quiere perdurar como comunidad, aunque sefiala que esta definicién puede comprender otros tipos de grupos que no son una nacién (partidos, equipos, asocia~ ciones, etc.), y que si se acepta esta definicién es porque estamos en la era del nacionalismo y la forma de identificacion, adhesin o pertenen- cia preferida es a las unidades nacionales”. Respecto al segundo, la de- finicién de una nacién en términos de cultura comun considera que 15 Nairn, The Break-Up of Britain, 353-56; Tom Nairn, «Internationalism and the Second Coming», Daedalus 122, nim. 3 (1993); 155-70. 16 Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo. (Madrid: Alianza Editorial, 1997). 17 Gellner, 179-81. 18 Gellner, 80. 19 Gellner, 78. Aunque consideramos que el argumento de Gellner para descalificar a esta definicin es de tipo circular. 16 1. Introduccién posee los mismos defectos que la primera, es poco precisa y produciria muchos «falsos positivos». Entre otras cosas, porque la gran diversidad cultural no coincide la mayor parte de las veces con los limites politicos de los Estados. Por lo tanto, descartadas estas dos opciones, o la com- binacién de ambas, queda como posibilidad, teniendo en cuenta que nos hallamos en la era del nacionalismo, que cuando la unidad politica -o sea la constitucién de un Estado- se consuma es capaz de unificar entonces voluntad, cultura y unidad politica, ya que es la unica situaci6n en que pueden desarrollarse culturas estandarizadas, homogéneas y cen- tralizadas, capaces a su vez de promover la adhesion e identificacién de sus ciudadanos, porque al mismo tiempo significan la consumacién de la industrializacién y de la modernidad”. Sin embargo, esta posicién ha sido cuestionada por poner el énfasis exclusivamente en una construccién nacional, que depende de la accion concreta del Estado, y dejar de lado la accién de la sociedad civil en dicha construcci6n nacional. Ese cuestionamiento ha sido introducido por autores, como Anthony D. Smith”, que sin compartir el marco teé- rico de Benedict Anderson o Eric Hobsbawm, sefialan su acuerdo con el concepto «comunidad imaginada» propuesto por el primero, siempre que quienes lo sostienen reconozcan que este no surge tan solo de la modernizacién de sociedades que adquieren la condicién de naciones, sino que debe tenerse en cuenta el peso de tradiciones, practicas cul- turales que anteceden a la fase modernizadora, por lo tanto precapita- lista, lo que implica la participacién de las diversas clases que forman la sociedad civil”. Por ello, Smith considera que una nacién no surge ex nihilo, sino que es necesario investigar los antecedentes premodernos, que sittia en el Ambito de lo simbélico, incluyendo obviamente el len- guaje. Propone, por lo tanto, la siguiente definicién de nacién: «[...] es 20 Gellner, 79-83. 21 Smith pertenece a la corriente etno-simbolista, que sefiala la importancia de la historia de las identidades culturales colectivas en la construccién de las naciones a lo largo de largos periodos cronolégicos, Anthony D. Smith, The Nation in History: Historiographical Debates about Ethnicity and Nationalism, Edicion: 1 (Polity, 2013), 63. A pesar de que no comparten el mismo marco tedrico, es un autor recomendado por Eric Hobsbawm como uno de los autores mas destaca- dos en el campo de los estudios sobre naciones y nacionalismos, ver Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, 10, nota 2 y 12. 22 Smith, The Nation in History, 60-62 Este autor considera que «el pasado posee también el poder de moldear las preocupaciones del presente estableciendo para- metros culturales y tradiciones para nuestros intereses, necesidades y nociones del presente», 62. éTienen patria los obreros? una poblacién que ocupa un territorio histérico y que comparte mitos y recuerdos comunes; una cultura publica de masas; una economia Unica; y derechos y deberes comunes para todos los miembros», que no excluye obviamente como componentes, de lo que el mismo autor reconoce como un tipo ideal al modo de Weber, no solo elementos exclusivamente sim- bélicos, sino otros como territorio y economia”, Pero la peculiaridad de su tesis reside en la importancia que le otorga al pasado como factor en la constitucién de una nacion, Este se expresarfa a través de 1) la recu- rrencia del fenémeno nacional, tal como la concibe ese tipo ideal, a través de la historia, aunque adoptando formas particulars; 2) la conti- nuidad, que permitiria rastrear procesos e instituciones més alla, en la premodernidad; y 3) la apropiacién por las generaciones recientes, es- pecialmente por los movimientos nacionalistas, de los elementos del que consideran «su pasado étnico». Pero diferencia claramente qué entiende por etnia y nacién. La primera se definiria por la comunidad de mitos ancestrales y memoria histérica, mientras que la segunda lo seria por el cardcter histérico del territorio que ocupa, por su cultura publica de masas y por sus leyes comunes. Estas consideraciones le permiten a este autor justificar, al mismo tiempo, los puntos de vista aparentemente opuestos, entre los que consideran el hecho nacional como un fenémeno producto de la modernidad, que data del final del siglo xv1u, y los que consideran el caracter perdurable ancestral de las naciones, porque sefialan la continuidad y la recurrencia en algunas naciones de una identidad cultural colectiva’. Para muestra de los diversos matices y enfoques que integran la definicién de qué es una nacién, podemos considerar a Hans Ulrich Wehler®, un autor que muestra elementos que establecen puentes entre las definiciones propuestas por autores con marcos tedricos comunes, 23 Smith, 63. 24 Smith, 63-65. 25 Hans Ulrich Wehler fue fundador de la Escuela de Bielefeld, especializada en his- toria social, y uno de los principales defensores de la tesis del Sonderweg, 0 camino especial seguido por Alemania durante el ultimo tercio del siglo xix, para exp! el surgimiento del nazismo como consecuencia de una modernizacién econdmica que no fue acompafiada por una modernizacién politica en el sentido de una de- mocratizacién completa similar a las experimentadas por Gran Bretafta y Francia como democracia parlamentarias, ya que la unificacién alemana pilotada por Bis- marck consolidé una monarquia constitucional donde las elites preindustriales y especialmente la clase de los grandes terratenientes prusianos (junkers) conserva- ron todo su poder y control del Estado. 18 1. Introduccién como Eric Hobsbawm y Benedict Anderson, y diversos, como Anthony D. Smith: «Nacién debe significar, ese primer “orden imaginario”, que se desarrolla mediante el recurso a la tradicién de una organizaci6n étnica dominante y que se constituye paulatinamente por accién del nacionalismo y sus seguidores como unidad de accién soberana. Por lo tanto, es un error considerar que la nacién produce el nacionalismo. Por el contrario, es el nacionalismo el demiurgo de la nueva realidad que constituye la nacién»”*, Al igual que los estudiosos de la cuestién nacio- nal, calificados como modernistas, Wehler reivindica la importancia de los procesos revolucionarios republicanos de la Edad Moderna, tanto en el continente europeo como en Norteamérica, que significaban no solo la crisis del Antiguo Régimen sino el comienzo de los procesos de formacién de las naciones modernas, basadas mas en el contrato social que en los componentes de identidad etnoculturales —aunque admite que estos estaban presentes en la Revolucién inglesa del siglo xvul, especialmente por el peso del puritanismo-, pero remontaba su origen al siglo xv1, con la insurreccidn de los Paises Bajos contra la corona espafiola, cuya liberacién condujo a la constitucidn de la Repa- blica de las Provincias Unidas de los Paises Bajos”. Considera erréneo el planteamiento de Ernest Gellner, que sefiala como rigidamente fun- cionalista, sobre la intima relacién entre desarrollo del capitalismo in- dustrial y el desarrollo de la cuestién nacional como consecuencia de la instauracién de una lengua y una cultura nacionales, ya que en el centro y este europeo, especialmente, los movimientos nacionales fueron pre- vios a la industrializacién™. Esta brevisima resefia de la literatura académica sobre la cuestién nacional intenta ofrecer una visién general de los marcos teéricos y los criterios que han conducido la investigacién de la cuestién nacional. A su vez, nos sirve de introduccién y presentacidén de nuestro objetivo, que es mas limitado y gira alrededor de las preguntas: ;Son mutua- mente excluyentes cuestién social y cuestién nacional? ;Puede la clase obrera interesarse por la cuestidn nacional mientras atiende a las cues- tiones que como clase explotada le atafien? O, ¢la cuestién nacional 26 Hans-Ulrich Wehler, Nationalismus: Geschichte - Formen - Folgen (Mianchen: Beck, 2004), 13. 27 Wehler, 18-22. 28 Wehler, 24-25. 19 xX éTienen patria los obreros? puede estar entre las cuestiones que le atafien? En este sentido Eric Hobsbawm escribe que, El criterio fundamental del juicio pragmatico marxista ha sido siempre elucidar si el nacionalismo como tal, o cualquier caso particular de este, hace avanzar la causa del socialismo; 0, inversamente, como evitar que detengan ese proceso, 0, incluso, cé6mo movilizar el nacionalismo como una fuerza que contribuya al progreso del socialismo. Pocos marxistas habran sostenido que ningzin movimiento nacionalista deba ser apoya~ do; ninguno que ¢odos los movimientos nacionalistas contribuyan auto- maticamente al avance del socialismo y deban, por lo tanto, ser apoyados. Cualquier marxista, no perteneciente a la nacién implicada, mirara con desconfianza a los partidos marxistas que coloquen la inde- pendencia de sus naciones por encima de cualquier otro objetivo, sin tener en cuenta la totalidad de las circunstancias pertinentes”’. Para Engels, la importancia de la cuestién nacional era vital para obre- ros y campesinos en casos determinados como el de Polonia, tal como se refleja en este paso de una carta a Kautsky del 7 de febrero de 1882: 29 20 Cualquier campesino u obrero polaco que despierte del adormecimien- to general y se ocupe de los problemas de la colectividad, se encuentra en primer lugar con la situacién de sumisién nacional. Esta realidad, es por todos los lados, la primera barrera que se opone en su camino. Re- moverla es la condicién fundamental para la evolucién sana y libre. Los socialistas polacos que no ponen el problema de la liberacion nacional en el primer punto de su programa nos recuerdan a los socialistas ale- manes que no piden antes que nada la revocacién de las leyes antisocia- listas, la libertad de prensa, de asociacién y de reunion. Para poder sostener la batalla es necesario en primer lugar un terreno de lucha, aire, luz y espacio. Todo lo demas es charlatanerfa ociosa [...]. No importa si una reconstitucién de Polonia es posible antes de la proxima revolucién. En ningun caso tenemos la tarea de apartar a los polacos de sus esfuer- zos de luchar por las condiciones vitales de su desarrollo futuro, o per- suadirlos de que la independencia nacional es cuestién muy secundaria E. J. Hobsbawm, Universidad Autonoma de Puebla, y Instituto de Ciencias, Marxismo e historia social (Puebla: Instituto de Ciencias de la Universidad Auté- noma de Puebla, 1983), 140. 1. Introduccién desde el punto de vista internacional. Por el contrario, la independencia es la base de toda accién internacional comin [...]. Nosotros en particu- lar no tenemos ninguna razén para bloquear su irrefutable esfuerzo por la independencia, En primer lugar, han inventado y aplicado en 1863 el método de lucha [...]; y en segundo lugar fueron los tinicos lugartenien- tes capaces y leales de la Comuna de Paris®. Por lo tanto, la cuestién nacional, tal como la enfoca aqui Engels, levenfa una cuestidn de primordial interés para las clases oprimidas uando hacia referencia a derechos democraticos, cuando era el objetivo lel ejercicio democratico como camino de la liberacidn social, del mismo nodo que para los socialistas del Kaiserreich era la conquista de dere- ‘hos, que también tenfan que ver con el ejercicio de la democracia. Por ‘lo no es casual que el grito «jviva Polonia!» se transformara en sefia le identificacién entre revolucionarios, y expresién de la solidaridad del novimiento obrero europeo con Polonia™. Pero ademas, en la misma arta hace una afirmacién que, por su forma y contenido, puede consi- lerarse un principio tedrico que propone para orientar al movimiento brero internacional, donde la independencia nacional es la condicién le posibilidad del internacionalismo obrero: «Solo entre naciones inde- vendientes es posible un movimiento internacional del proletariado». Algunos autores reflexionan sobre esta cuestién resolviéndola del iguiente modo: el proletariado y el campesinado pobre tienen proble- nas inmediatos suficientemente graves como para detenerse en la cues- ién nacional”. Desde un punto de vista de los intereses de los grupos 1umanos considerados como clases esa reflexién podria ser aplicable a as otras clases, incluso a las dominantes. Por ejemplo, en una situacién le crisis econdémica la burguesia industrial podria tener poco presente a cuestién nacional, frente a los problemas econémicos debe afrontar incluso adoptar posiciones a favor de la nacién dominante, si ello onsidera que sirve a sus intereses como clase, e incluso una posicién ntinacional, como se ha observado en el caso de las burguesias naciona- es de los paises dominantes sometidos a la dominacién imperialista. Por 0 «Marx-Engels Correspondence: Nationalism, Internationalism and the Polish Question by Frederick Engels 1882», accedido 19 de agosto de 2020, https:// www.marxists.org/archive/marx/works/1882/letters/82_02_07.htm. 1 Pierre Vilar, Historia, nacién y nacionalismo: entrevista con Joseba Intxausti; Cuestion nacional y movimiento obrero; Pueblos, naciones, estados (Hondarribia: Hiru, 2002), 111. 2 Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, 20. 21 gTienen patria los obreros? lo tanto, una respuesta provisoria a esta cuestion seria que el nudo a aoe ver no reside, en principio, en la incompatibilidad de los intereses dec te y los nacionales, sino en si estos tiltimos favorecen a los primeros 0, 408 bloquean. En definitiva, lo que esta en juego es que la hegemon!# dire ci6n mas dominacidn- de una clase sobre el conjunto de la sociedad gucte ejercerse mediante la capacidad de presentarse como «clase nacional», gilo tanto en el periodo previo a la conquista del Estado como en el periodo de ejercicio del poder. Marx y Engels lo expresan claramente €n el Ma- nifiesto Comunista cuando dicen que la clase obrera: Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no tienen. Puesto que el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder po- litico, elevarse a la condicién de clase nacional, constituirse en nacién, todavia es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués®, La cuestién de la hegemonfa es clave para entender la concepcién de Lenin sobre el hecho nacional. Se trata de un posicionamiento moralmente de principios (derechos de los pueblos mis internacionalismo), combinado con un posicionamiento politico pragmatico: dada la realidad incontestable del «hecho» nacional, no es posible rechazar ese campo © marco de lucha, hay que disputar la hegemonja dentro de la nacién. En el mismo sentido, puede observarse cémo la irresolucién de la cuestion nacional, en el sentido que sefialaba Lenin, podia deberse a la incapacidad de las elites 0 de las clases subalternas de constituir un bloque hegemo6nico que daria una salida a la cuestiOn nacional diferente, si la direccién moral e intelectual que im- plica la hegemonia fuera aleanzada por la burguesia o por la alianza entre la clase obrera y demas clases subalternas. Este es el déficit y problema nacional irresuelto que analiza Antonio Gramsci cuando reflexiona sobre el divorcio que percibia en Italia entre los intelectuales y las clases popula- res, que, desde la perspectiva del avance al socialismo, deberian formar un bloque organico hegeménico, divorcio que se habia manifestado durante el Risorgimento,y continuado en el periodo postunitario, La unidad italiana se sald6, como afirma Giaime Pala, con un régimen donde: [...] las clases dominantes dominaron la vida del pais sin una vision nacional del pais, y sobre todo mediante un método de gobierno 33. Karl Marx y Friedrich Engels, Manifi iesto Comunista, 2a ed. (Barcelona: EI Viejo Topo, 1997), 50. 22 1. Introduccién basado en una mezcla de elementos coercitivos y de esterilizacién del enemigo a través de la cooptacién. En resumen, Gramsci llegé a la conclusién de que el bloque del poder de la Italia liberal era un bloque dominante pero no propiamente dirigente, o sea decidido a gobernar sin proponerse captar el consenso y la participacién en la vida del Estado de las masas populares. De esa cooptacién resulté una alienacién de los intelectuales, y por lo tanto su neutralizacién para cualquier proceso para alcanzar la sobe- rania popular, que se traducia en su transformaci6n en una casta al servicio de las elites dominantes®. Un divorcio que se manifestaba en la ausencia de un arte popular (tanto a nivel de la literatura, el teatro o la divulgaci6n cientifica), que para Gramsci no se debia a la ausencia de intereses culturales a nivel popular, en el pueblo-nacién como sig- nificativamente lo denominaba y definia. Esa ausencia de una cultura nacional y popular era para él una sefial de la incompleta nacionalizacién italiana y de la ausencia de intelectuales que se convirtieran en intér- pretes de los intereses populares, que vivieran como propios los senti- mientos populares y, en definitiva, la ausencia de una concepcién del mundo compartida entre el pueblo e intelectuales®. También destacaba 34 Giaime Pala, «Lo nacional y lo popular. La reflexion de Antonio Gramsci sobre la crisis italiana en los afios de la guerra civil europea», en Maximiliano Fuentes Codera et. a/., Itinerarios reformistas, perspectivas revolucionarias (Institucién Fer- nando el Catélico, 2016), 247. 35. Gramsci considera que «no existe en el pais un bloque nacional intelectual y moral, ni jerérquico y mucho menos igualitario. Los intelectuales no salen del pueblo [...] no conocen y no sienten sus necesidades, sus aspiraciones, sus sentimientos difusos, sino que, frente al pueblo, son algo separado, sin raices, una casta, y no una articu- lacién, con funciones orginicas, del pueblo mismo». Antonio Gramsci, Cuadernos de la carcel (México; Puebla, México: Era ; BUAP, 1999), 43, vol. 6. Ausencia de percepcién, pero también de sentir y compartir los intereses, preocupa- ciones y escala de valores de las grandes masas populares, 0 sea de la totalidad de las clases subalternas, que constituyen para Gramsci el pueblo-nacién, para participar en Ja construccién de una voluntad colectiva nacional-popular que sistematice y organi- ce politicamente esa riqueza cultural popular, mediante el desarrollo de un intelectual colectivo. Gramsci sefiala las carencias en la experiencia histérica de esos intelectua~ les para poder vincularse orgénicamente a las clases subalternas: «{...] la organicidad de pensamiento y la solide cultural podia haberse dado solo si entre los intelectuales y los simples hubiese habido la misma unidad que debe haber entre teoria y practica; esto ¢s, si los intelectuales hubieran sido organicamente los intelectuales de aquellas masas, es decir, si hubieran elaborado y hecho coherentes los principios y los proble- mas que aquellas masas planteaban con su actividad practica, constituyendo asi un bloque cultural y social [...] para cada movimiento cultural que tienda a sustituir el 3 & 23 significativamente que, en Francia . . . ’ que era preferida a la italiana por el cepto nacional que estaba préximo a lo popular, pues se vinculaba al concepto de soberania popular, legad ty , 37, Los intel on 0 por la Revolucion frances@ intelectuales italianos, en cambio, habian permanecido como U que, separada del pueblo-nacién, quedaba vinculada —cooptada- a las clases dominantes y alienada de la soberania, que solo podrian recupe- rar si formaban parte del bloque popular*. Por ello, cuando pregunta por qué los italianos lefan preferentemente autores extranjetos (espe- cialmente franceses), responde que las clases populares «se sienten mas ligadas a los intelectuales extranjeros que a los nacionales, que no existe en Italia un bloque nacional intelectual y moral», o sea una conexién organica entre pueblo e intelectuales, por lo tanto, de un vinculo nece- sario para la conquista de la hegemonia por las clases subalternas”, A ello habria que agregar que los procesos culturales que forman y definen cuestiones nacionales pertenecen a los ritmos historicos de larga duracion (Jongue durée), lo que de ningin modo quiere afirmar que las naciones como tales son ancestrales e intemporales, sino por el contra- rio que son productos histéricos, pero que poseen una inercia de con- tinuidades mayor que otros fendmenos histdricos*’. Ello plantea Ja posibilidad de que, a pesar de la lucha de clases, existan periodos o coyunturas determinadas en las que clases antagénicas o por lo menos no coincidentes en sus reivindicaciones sociales coincidan en la cuestién nacional, o la consideren desde su propia perspectiva de clase, y por lo ar que producia esa literatur@ pote n- pueblo, se habia elaborado um ©° na casta sentido comtin y las viejas concepciones del mundo en general: [...] trabajar para crear elites de intelectuales de un tipo nuevo que surjan directamente de la masa aunque permaneciendo en contacto con ella para convertirse en el “armazén’ del busto. Esta necesidad, si es satisfecha, es la que realmente modifica el “panorama ideoldgico” de una época [...] y por lo tanto logre elaborar formalmente la doctrina colectiva del modo mas apegado y adecuado a los modos de pensar de un pensador colectivo [...]. La adhesién de las masas a una ideologia o la no adhesién es el modo con que se efectua la critica real de la racionalidad e historicidad de los modos de pensar», Gramsci, 250 y 258-259, vol. 4. 37 Gramsci, 42, vol. 6. . 38 Un bloque popular que fuera capaz de alcanzar la hegemonia y que para Grams’ tenfa una composicion similar a la definida por Lenin y refrendada por el My! congresos de la Komintern: la alianza de la clase obrera con el campesinado y 0%” ° sectores subalternos. 39 Gramsci, Cuadernos de la carcel, 63-66 y 40-45, vol. 2 y vol. 6. «nals 40 Xavier Torres Sans, «La historiografia de les nacions abans del nacion (després de Gellner i Hobsbawm)», Manuscrits, nim. 19 (2001): 28-31. 1. Introduccién tanto refleje propuestas antagonicas en relacion a la cuestidn nacional". En un marco histérico, que bien podria corresponder a la categoria definida por E. P. Thompson como lucha de clases sin clases, 0 sea previo al comienzo de la Revolucion Industrial®, la Revolucién nortea- mericana que condujo a la independencia de las Trece Colonias es un ejemplo de la convergencia de lucha de liberacién nacional y de lucha de clases. Esta ultima alcanzé su mayor intensidad inmediatamente des- pués de la consecucién de la independencia. Se caracterizé por el en- frentamiento entre agricultores pobres del oeste que habian jugado un papel decisivo en la guerra y en la revolucin, que no recibieron respuesta a sus demandas por las nuevas autoridades estatales, y las nuevas clases dominantes resultantes del conflicto, especialmente comerciantes y te- rratenientes. Uno de los enfrentamientos mas importantes se produjo en Massachusetts en el verano de 1786, cuando las autoridades del Estado se negaron a emitir papel moneda para que los agricultores pudieran pagar sus deudas, y el poder judicial procedié a embargar ganados y cosechas para cubrir los impagos. Campesinos y excombatientes del Ejército continental se unieron bajo el liderazgo de Daniel Shay, tam- bién agricultor y excapitan del ejército independentista. Esta fuerza se dirigié a la ciudad de Boston, mientras la milicia enviada para detener- los confraternizaba con ellos. Al final fueron derrotados por una fuerza militar financiada por los comerciantes de Massachusetts, mientras el gobierno del Estado aprobaba una ley de Motines que suprimio el habeas corpus y desencadené una dura represalia contra los insurrectos, algunos de los cuales fueron condenados a muerte y ahorcados*. Como afirma un historiador norteamericano, «Si en su origen la Revolucién americana fue una guerra anticolonial por la independencia y la iden- tidad nacional también acabé caracterizada por sus corrientes libera- doras, su lucha de clases e impulsos igualitarios»*’, Es que, en su origen, la revolucion y la guerra de la independencia fueron desencadenadas por una amplia colacién social en la que no solo las elites coloniales 41 Asi explica Pierre Vilar el paso desde un nacionalismo burgués a un nacionalis- mo popular, quien ademds agrega que: «el nacionalismo no es burgués por natu- raleza», Vilar, Historia, nacién y nacionalismo, 43-44. 42. «La sociedad inglesa del siglo xvimi: :Lucha de clases sin clases?», en E. P. Thomp- son, Tradicién, revuelta y consciencia de clase: estudios sobre la crisis de la sociedad pre- industrial (Barcelona: Critica, 1979), 13-61. 43 Aurora Bosch, Historia de Estados Unidos, 1776-1945 (Editorial Critica, 2005), 49-50. 44 Richard B. Morris, «Class Struggle and the American Revolution», The William and Mary Quarterly 19, nim. 1 (1962): 29. 25 sexotes pOPUIAEES, Con, s ‘ i ‘¢ consideraban impo, en el que 10 tenian », ambie? erciantes Pemmratenientes” #09 7, “fampesinos y artesanos, se unieron COM" Ciones injustas de un parlamento MetP®, "oes, Ello permitig Presentantes que decidieran por U8 d maba la identidad de foralecimiento de uns desea 264 Pe era un product libertad con Tepresentacién politica ¢ igualdad, y 4 Pai ety 5 Sense de Tom Paine, donde de. intelectual tan radial come el Cmmon Semeie LT gt fendfa que la independencia era la condicion de po alitario y d eaciy de un nuevo régimen politico y social republican» 1B ¥ democrs, tico. Sien la Revolucién norteamericana faltaba el sector comunista agn. tio de la Revolucién inglesa del siglo xvi, si faltaban diggers habig suficientes /evelers para garantizar un fuerte y combativo sector Popul y-democritco®, La lucha de clases no cedi6 durante la guerra de Ia inde pendencia, sino que delimité los ambitos en los que se impusieron ly | fuerzas democritica radicalesy donde se impusieron las elites colonials, dirigiendo respectivamente la ucha contra la corona britanica por lain dependencia*. Esa experiencia popular explica que después de alcanzad, Ja independencia y consolidado el poder en manos de la fraccién mi conservadora de la elite dirigente, partidaria de un parlamentarismo res- tringido que dejara fuera a las clases subalternas, hubieran podido estalla insurrecciones como la liderada por Daniel Shay, referida mas arriba’. También puede comprobarse una vinculacién estrecha entre lucha de liberacién nacional y social en los casos de la resistencia antifascist: durante la Segunda Guerra Mundial, o en las luchas antiimperialis- tas de la posguerra, como los casos de China o Vietnam, donde 45. Howard Zinn cta esta declaracién de un granjero en una convencién clandesit para oponerse al gobierno controlado por las elites posrevolucionatrias: «He re bido abusos de todo tipo, me han obligado a hacer un papel desproporcionado* Ja guerra; me han cargado de impuestos de clase, municipales y provincial continentales y de toda clase [...] me han maltratado los sheriffi, los guardias yl recaudadores, y he tenido que vender mi ganado por menos de lo que vale [-! los hombres importantes se van a quedar con todo lo que tenemos y creo que" siendo hora de que nos levantemos y paremos esto, y no tengamos més sheri ni recaudadores, ni abogadose, Howard Zinn, La otra historia de los Estad U" dos (Argitaletxe Hiru, S.L., 1997), 84. : 46 Segiin Aurora Bosch: «{...] en las principales ciudades —Boston, Nueva Yo* Filadelfi-, los nuevos estratos sociales de la clase media se hicieron con el po incorporando a los blancos pobres», aunque el balance definitivo de la oe” consolidara el dominio de las clases gran propietarias coloniales, Bosch, Hi” de Estados Unidos, 1776-1945, 20. 47 Bosch, 17-34. 26 hegemonia de la izquierd tantes de sectores de la p René Rémond sobre la re [..-] los resistentes tenia su naturaleza podia ser n lucha armada. En ese ser naria como la Francia co Pero incluso podemos ir tiempo, observar cémo la el capital multinacional, ha guesia, que participa del fe segunda, segiin la jerarqu acuerdo con la estructura d ha tenido como resultado | como tinico antagonista d obrero y campesino que, pa de la soberania nacional pe berania popular, es decir de formacién radical de cada s en el contexto concreto de « y nacional, tal como, por ¢j antiimperialista y, dentro ¢ criticos con la actual Uni6: euro®. Este contexto expl del independentismo en E Neil Davidson refiriéndos Habia mucho en juego y padas. Por un lado, el po: gobierno, el palacio de Bu de lejos la fuente mas inf por las ondas~ y la abrum 48 Hobsbawm, Naciones y naci 49 Claire Andrieu, Le Progra (FeniXX réédition numéric 50. Vilar, Historia, nacién y nacion Europea: 32, traduccién de Ar 1. Introduccién hegemonia de la izquierda no excluia la participacién de represen- tantes de sectores de la pequefia burguesia**. En ese sentido escribe René Rémond sobre la resistencia francesa que: [...] los resistentes tenfan que constituir un régimen nuevo en el que su naturaleza podia ser modulada por el modo de organizacion de la lucha armada. En ese sentido era una guerrilla nacional y revolucio- naria como la Francia contemporanea jam4s habia conocido”. Pero incluso podemos ir un poco mas alld e, internandonos en nuestro tiempo, observar cémo la globalizacién capitalista, cuyo nucleo duro es el capital multinacional, ha diluido el papel histérico nacional de la bur- guesia, que participa del festin imperialista como invitado de primera o segunda, segtin la jerarquia del estado-nacion al que pertenecen, de acuerdo con la estructura de dominacién imperialista. Esa globalizacién ha tenido como resultado una pérdida de soberania nacional, que sitia como unico antagonista de ese proceso a las fuerzas del movimiento obrero y campesino que, paraddjicamente, visualizan que la recuperacién de la soberania nacional perdida solo puede hacerse en términos de so- beranfa popular, es decir de plena democracia como garantia de una trans- formacién radical de cada sociedad, haciendo que coincidan nuevamente, en el contexto concreto de este siglo xx1, los objetivos de liberacién social y nacional, tal como, por ejemplo, reflejan los movimientos de izquierda antiimperialista y, dentro de ellos y muy cerca nuestra, los movimientos criticos con la actual Unién Europea y su unidad monetaria a través del euro”, Este contexto explica, por ejemplo, las caracteristicas del auge del independentismo en Escocia, en donde, como explica el historiador Neil Davidson refiriéndose al referéndum de 2014: Habia mucho en juego y los contendientes enarbolaban briosos las es- padas. Por un lado, el poderio del estado britanico, los tres partidos de gobierno, el palacio de Buckingham, la BBC —que sigue siendo todavia de lejos la fuente mas influyente de informacién y opinién transmitida por las ondas— y la abrumadora mayoria de la prensa, el alto mando del 48 Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, 155-158. 49 Claire Andrieu, Le Programme commun de la Résistance : des idées dans la guerre (FeniXX réédition numérique, 1984), 7-8. 50 Vilar, Historia, nacion y nacionalismo, 143-46, Costas Lapavitsas, Lesquerra contra la Unio Europea: 32, traduccién de Angel Ferrero, Edicion: 1 (Tigre de Paper, 2020), 122-34. 27 capital britdnico y la elite liberal, respaldados por el peso internacional de Washington, la OTAN y la UE. Frente a ellos, una coalicién de fuerzas jovenes y esperanzadas, que incluidas franjas de votantes labo- ristas desilusionados en las conurbaciones —los «planes» de Chydesite {Gran Glasgow] y Tayside [Angus, Dundee, Perth y Kinross] asf como sectores significativos de la pequefia burguesia y de las comunidades in- migrantes, movilizados en una campafia en la que conflujan las reivindi- caciones sociales con las nacionales. Esa erupcién popular-democritica, iniciada hace mucho, ha hecho pasar a la clase dominante britanica el peor ataque de nervios desde las huelgas de la mineria y del sector metalmecdnico en 1972, suscitando escalofrios de panico en los lideres conservadores, laboristas y liberales™'. Davidson adjudica esa conjuncién social-nacional al deterioro de is condiciones de vida y trabajo de la clase obrera y amplios sectores po- pulares de la sociedad escocesa, como consecuencia local del impacto de la nueva fase de acumulacién capitalista caracterizada por la globaliza- cién, con su secuela de privatizaciones, precariedad laboral, con politics aceptadas y asumidas no solo por los partidos de derechas sino también por la socialdemocracia, en el caso de Escocia el Labour Party. Cabe destacar que Davidson sostiene, a diferencia de Tom Nairn, que la cues tidn nacional en Escocia no se asienta en un protonacionalismo previo al Tratado de Unidn de 1707, que dio nacimiento al Reino de Gran Bretafia, con la unién de los reinos de Inglaterra y Escocia, Su anilisis no esta hecho desde una perspectiva nacionalista sino de clase, qu incluye la cuestién nacional, pero no acaba en ella®. Pensamos que, teniendo en cuenta las tendencias principales citi- das y desde la perspectiva sobre las relaciones entre la lucha de clases y la cuestién nacional, al menos de forma provisoria descartamos tantd la definicién objetivista, estilo Stalin, como la subjetivista, estilo Re- nan, y adoptamos como definicién una que podriamos considerit como constructivista: constituyen una nacién un conjunto de ciudad nos libres ¢ iguales que se sienten y deciden formar parte de una deter- minada comunidad. Eric Hobsbawm escoge un criterio similar, menos como concepto inicial en su obra: «se trataré como nacién a todo conjunto de personas cuyos miembros consideren que pertenecen uti 51 52 28 Neil Davidson, «La linde escocesa», New Left Review 89 (2014): 7. Neil Davidson, The Origins of Scottish Nationhood (London: Pluto Press, 2000) 1. Introduccién in». La perspectiva constructivista nos parece la mas adecuada, en ‘0 fija claramente el caracter nacional de una comunidad como do de un proceso histérico, y es radicalmente antagénica a cual- interpretacién biodeterminista o esencialista de la cuestién nacio- mismo tiempo que centra el andlisis de la nacién en los seres anos que la componen y no en el territorio en que se desenvuelve objetiva®. Con esta definicién, pensamos que podemos abarcar las naciones con Estado como las que carecen de él, por otra parte, ato que, al menos observando situaciones histéricas concretas, es robable: Francia seria una nacin, pero también lo es Irlanda y lo talufia y Euskadi*®, Pero también un proceso observable, por ejem- n las numerosas comunidades de inmigrantes europeos en América ay los EE. UU., donde constituyeron un tejido asociativo en fun- de la nacionalidad de procedencia®, un fendmeno que no se limi- a lo nacional, sin especificidad social, sino que afectaba también a izaciones obreras que se organizaban segiin la nacionalidad de pro- cia de sus miembros”. Por supuesto que esa respuesta de cohesién lobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, 16-17 y 27. tenas esta donde estan los atenienses». Temistocles ante la batalla de Salami- , depués de la evacuacion de Atenas, en Los Persas, de Esquilo, quien como mbatiente en la batalla recreé el episodio, que Herédoto relaté. Eric Hobs awm muestra con numerosos ejemplos las dificultades de vincular la nacionali lad al territorio. Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780. wier Domenech, Un haz de naciones: El Estado y la plurinacionalidad en Espana arcelona: Peninsula, 2020). .os casales catalanes o centros gallegos existentes en varios paises latinoamerica- 10s y también en EE. UU. son una muestra de ello, ver Silvina Jensen, «Asociacio- ismo catalan en América Latina. Notas al estudio de un territorio poco lorado», 129-150; Marcelino Xulio Fernandez Santiago, «Asociacionismo ga- go en América, 1871-1960», 199-233; German Rueda Hermanz, «Asociaciones otras formas de relacién de los espafioles en Norteamérica», 235-276; en Juan drés Blanco Rodriguez, E/ asociacionismo en la emigracién espanola a América (Zamora: UNED Zamora, 2008). En EE. UU. el fracaso relativo del «melting pot» lebido al predominio de la cultura wasp, también denominada Anglo-conformity, ataba una xenofobia a veces latente y a veces expresada, impuls6 a que los inmi- ‘antes alemanes en un momento acariciaran la idea de crear un Estado aleman, lue se convertiria en miembro de la Unién, y la comunidad griega consideré la sibilidad de elegir diputados para el parlamento de Atenas, ver Adams, Willi aul, Los Estados Unidos de América (Madrid: Siglo XXI de Espafia Editores, S.A., 992), 192-195. ‘ueden registrarse, al menos con el inicio de las organizaciones obreras america s, asociaciones de trabajadores en funcién de su nacionalidad de procedencia. lorris Hillquit sefiala que en 1868 se constituyé la General German Labor Asso- ation (Allgemeiner Deutscher Arbeiterverein), formada por obreros alemanes y 29 nacional de los inmigrantes, fueran politicas o econémicas las razones de traslado transoceinico, se debia a muchos factores y variantes, entre las que no faltaban la de defenderse de la hostilidad de las autoridades del pais receptor ~acusados de introducir «ideologias foraneas y subversivas», de atentar contra el orden establecido o constituir una amenaza para el Es- tado y el orden establecido- 0 de los habitantes autéctonos que veian a los inmigrantes como competidores laborales o introductores de costum- bres aldgenas. Pero, frente a una mayor o menor hostilidad manifestada por sectores sociales del pais de acogida, posiblemente no era solo la so- lidaridad de clase la que podia ofrecer un mecanismo protector, sino también la comunidad de lengua y las sefias de identificacién en cuanto acultura popular con otros emigrados de la misma nacionalidad, refor- zando su visibilidad en la sociedad de acogida mediante la manifestacién de sus rasgos culturales propios®. Porlo tanto, la perspectiva constructivista nos permite observar el de- sarrollo dialéctico de la cuestién nacional, en el que intervienen miltiples factores, uno de los cuales es objetivo de estudio de este trabajo. En esa construccién de la nacién interviene indudablemente la lucha de clases, si concebimos a esta no solo como la confrontacién entre los factores huma- nos que en relaciones de produccién pujan por la redistribucién del pro- ducto, sino como un enfrentamiento mucho mas complejo, a través del cual se elabora una concepcién de la sociedad y del mundo que es antagénica para las clases enfrentadas. Esa concepcién resulta de la considerada Ja primera organizacién marxista de cierta influencia, mientras se for- maban otras secciones alemanas en San Francisco y en Chicago, mientras que en 1870 se habfa constituido en Nueva York una seccin francesa y otra bohemia, ver Mortis Hillquit, History of Socialism in the United States. (New York: Funk & Wag- alls Co., 1903), 195-196. Sobre la composicién nacional de las secciones obreras motivaron que Marx opinara que no representaban a «ninguna seccién de traba- jadores norteamericanos, sino a secciones constituidas por extranjeros residentes en Estados Unidos», cit. por Marianne Debouzy, «El movimiento socialista en los Estados Unidos hasta 1918», en Historia General Del Socialismo (Barcelona: Des- tino, 1976), 639. En el caso del movimiento obrero argentino, se registran en las décadas de 1880 y 1890 la constitucién de grupos obreros por nacionalidades, que son precursores del futuro Partido Socialista Argentino. En diciembre de 1881 se funda el club Vorwarts, que asumirfa el programa del PSD de Alemania, formado por exiliados alemanes como consecuencia de la represién impulsada por Bismarck mediante la aplicacién de la ley Antisocialista de 1878, en 1891 se constituyé el grupo francés Les Egaux, y en abril de 1894 se constituyé el grupo italiano Fascio dei Lavoratori, que asumi¢ el programa del PSI, Jacinto Oddone, Historia del socia- lismo argentino (Buenos Aires: La vanguardia, 1934), 201-202. 58 Blanco Rodriguez, E! asociacionismo en la emigracién espanola a América, 9-11. 1, Introduccién ticulacién de elementos materiales y simbdlicos que crean sistemas de lores, objetivos y métodos para alcanzarlos, y, por lo tanto, una cosmo- in o interpretacién del mundo que resulta de esa praxis de confronta- n y que tanto fija principios y valores de comportamiento social, como r ejemplo el de «economia moral de la multitud» o «el inglés libre de imiento»®, como reelabora otros aspectos de esa cosmovisién en fun- 6n de dicha praxis. Parafraseando a Otto Bauer, podriamos completar la nicién propuesta diciendo que una nacién es una comunidad de expe- ncia —Otto Bauer, como veremos mas adelante— hablaba de comunidad destino, pero este término, que da lugar a ambigiiedad y confusion, referimos cambiarlo por experiencia, ya que Bauer queria significar con lo no el sometimiento de una comunidad nacional a un final prefijado, n determinismo fatalista ni una predeterminacién, sino que la nacidn era resultado de un proceso histérico estructurado por las vivencias que se perimentan colectivamente en el pasado y en el presente. Justamente, es a historicidad la que pone en evidencia que las diferentes coyunturas por que atraviesa un colectivo nacional no solo tienen relacién con los onflictos generados en el seno de su estructura social sino también con )s relacionados con otras naciones o estados, de la cual derivan cambios la orientacién del propio proceso de definicién nacional. Sirva de ejem- lo este paso de Miquel Caminal, escrito en octubre de 2013: As{ que la obligacién de todo federalista es promover la unién en la di- versidad, pero cuando esto no es posible, también asume el deber y el derecho a promover la secesién o independencia, aunque sea la tiltima opcidn, cuando todas las demas han resultado baldias o imposibles. La autodeterminacién en su sentido federal se fundamenta en la consulta democratica y pluralista, se orienta hacia la unién de pueblos libres y acepta la posibilidad de la independencia o secesién cuando no hay otra salida democratica. El catalanismo, en la hora actual, esta asumiendo de forma preponderante la opcidn por la independencia de Catalunya y su separacién del Estado espafiol. Durante décadas se han defendido de forma mayoritaria las opciones autonomista y federalista dentro del Es- tado espafiol, pero la cerraz6n e intolerancia del nacionalismo espafiol ha 9 Ver respectivamente, «La econom{a “moral” de la multitud en la Inglaterra del siglo xvitm, Thompson, Tradicién, revuelta y consciencia de clase, 62-134; E. Thompson, La i formacion historica de la clase obrera: Inglaterra: 1780-1832 (Edito- rial Laia, S.A., 1977), 101-135. 31 if dejado sin futuro ni credibilidad estas tradiciones pactistas del catalal ; mo. Solo una rectificacién radical y profunda en los planteamiento® : nacionalismo espafiol podria cambiar las cosas y reabrir un escenario le entendimiento y concordia federal. No parece que esto suceda. rae caso la ruptura se hace inevitable y a la nacién catalana, siempre abierta al acuerdo y convivencia con los demas pueblos hispanicos, n° le queda més remedio que iniciar su propio camino, navegar por su cuenta, y espe- rar que su voluntad de autodeterminacién sea respetada y no ahogada por la fuerza”. Hobsbawm también incide en la importancia de rechazar estereotipos y antinomias ideolégicas rigidas y ahist6ricas, al considerar la relacién entre cuestién nacional y social. Analizando las profundas convulsiones sociales y aspiraciones nacionales generadas por la Gran Guerra y la Re- volucién rusa en diversas naciones europeas, especialmente en el caso del Imperio austrohtingaro, basandose en un estudio de las cartas de comba- tientes escritas entre noviembre de 1917 y marzo de 1918, Hobsbawm considera que: La nacionalidad aparece con mayor frecuencia como un aspecto del conflicto entre ricos y pobres, especialmente donde los dos pertenecen a nacionalidades diferentes. Pero incluso donde encontramos el tono nacional mas fuerte —por ejemplo en las cartas checas, serbias e italia- nas~ encontramos también un deseo abrumador de transformacién social [...] la adquisicién de conciencia nacional no puede separarse de la adquisicion de otras formas de conciencia social y politica durante este periodo: todas van juntas [...] el progreso de la conciencia nacio- nal (fuera de las clases y casos identificados con el nacionalismo de derechas integrista o extremista) no es ni lineal ni necesariamente tiene lugar a expensas de otros elementos de la conciencia social". Por lo tanto, una vez planteadas las preguntas que sefialan las hipotesis y desde la perspectiva constructivista elegida, abordamos el anilisis del po sicionamiento de Rosa Luxemburg respecto a la cuestién nacional y * comparacién con otros miembros del movimiento socialista de la €poc* F yen” 60 Miquel Caminal, «Trilogia federal: tres cartas de un federalista catalan”, Le aie : plurinacionalitat (La Magrana, 2017) (edicidn electronica). Al Tabsbawmn, Naciones y nacionalismo desde 1780, 137-139.

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