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‘prevamentesllcitada, Diseo grafico: Manuel Ramirez Fotocomposcion: Nova Gomposiion, S.A. (Valencia) 1 eck: abril de 1992 © Roberto Juarroe, 1992 © de a presente edie PRE res, 192 vis Samtnge, 10 4005 Valencia ests BEBTIOLS9-3 mente UBUAL ¥, 15121092 1.6, Rivott, S.A, ~ Pot so. Fury om. Jun — Crores ‘wo Px poESiA Y REALIDAD UN espacio no puede borrar a otro, pero puede arrinconarlo. También los espacios ocupan un lugar, jon que es mas que espa en otra Hay espacios con una sola voz, espacios con muchas voce y hasta espacios s pero todo esp mas solo que aquello que contiene. acio esta solo, Aunque todo espacio se confunda al fin con todo espacio. Aunque todo espacio sea un juego imposible, porque nada cabe en nada. Tampoco el espacio de la poesia y el espacio de la realidad, que voy a tratar de relacionar esta tarde, caben uno en otro, Como tampoco caben : ROBERTO JUARRO? go ROBERTO JUARROZ ambos, ni siquiera uno de los dos, en el espacio tan relative de estas palabras, Sin embargo, la poesia es una visionaria y arriesgada tentativa de acceder a un espacio que ha desvelado y angus- tiado siempre al hombre: el espacio de lo imposi- ble, que a veces parece también el espacio de lo indecible. Como poeta, he buscado intensamente ese espa- cio. Creo, por lo tanto, que mi compromiso de esta tarde consiste en dar testimonio ante ustedes de esa biisqueda u obsesién o peregrinacién de mi destino a través del lenguaje, reuniendo dos pre- guntas en una, que equivalen para mi al supremo interrogante del hombre: la pregunta por la rea- lidad (zqué es lo real?, ,qué es ser?, ;qué lo dis- tingue de no ser?, ;qué somos?, ,qué no somos?) y la pregunta por la poesia (hay algin modo de expresar algo?, emo puede ser expresado lo real?, ay lo irreal?, ;qué realidad tiene la palabra?). Recurriré para este intento, casi seguramente condenado al plementarios: fracaso, a dos vias o caminos com- uno, la reflexién asociadora sobre Ia poesfa y la realidad; otro, algunos poemas donde trato de decir algo de ambas. Me alienta a lo pri- mero una cualidad distintiva y a menudo apre- miante de muchos poetas modernos: meditar sobre 9 PoEsi au «oficio» (como lo Hama Pavese), que no es pre- cisamente un oficio, sino mas bien un «anti-ofi- cio». O si se quiere, un modo de oficiar en sen- tido casi litargico: hablar ante el abismo en el que estamos con el abismo que somos, hablar de otra manera delante de lo que uno es, delante de los otros, delante de todo, delante de nada. Me anima a lo segundo —acudir a mis propios poemas—, la evidencia de que lo mejor que puede decir el poeta esté siempre en su poesia. Me conforta ademas para esto el penetrante comienzo de un conocido texto de Wallace Stevens: «La poesia es el tema del poema. / De ella parte el poema y /a ella vuel- ve» (Poetry is the subject of the poem. / From this the poem issues and / To this returns)». Alternaré, entonces, reflexiones y poemas, como si fueran los dos rostros de una especie de Jano poético: el pen- sary el imaginar, la inteleccion y el simbolo, la idea y el estremecimiento, lo univoco y lo multi- voeo, reconocer y crear. Formas que debieran ser una sola, como el espiritu es uno solo, aunque sople como quiera y por donde quiera. Y apelaré tambien, bajo esta misma perspectiva, a algunas citas o fragmentos entrafiables algunas déjicas. sobre la poesia y a Pardbolas o historias mas 0 menos para- i ROBERTO JUARROZ jo ROBERTO JUARROZ Quiero, precisamente, presentarles ahora un singular relato de la tradicién jasidiea, desear- tando por supuesto cualquier eventual interpreta. cién o connotacion exclusivamente doctrinaria. He aqui el texto: «Cuando el gran rabino Israel Baal Shem-Tov erefa que se tramaba una desgracia con- tra el pueblo judio, tenia por eostumbre ir a con- centrar su espiritu en cierto lugar del bosque; alli encendia un fuego, recitaba cierta plegaria y el milagro se cumplia: la desgracia quedaba recha- zada. Mas adelante, cuando su diseipulo, el céle- bre Maguid de Mezeritsch tenia que implorar al cielo por las mismas razones, acudia a aquel mismo lugar del bosque y decia: “Sefior del Universo, préstame oido. No sé como encender el fuego, pero todavia soy capaz de recitar la plegaria”. Y el milagro se cumplia. Mas adelante, el rabino Moshe- Leib de Sassov, para salvar a su pueblo, bién al bosque y decia: “No sé emo encender el fuego, no conozco la plegaria, pero puedo situar- me en el lugar propicio y esto deberia ser suli- ciente”. Y esto era suficiente: también, entonces: el milagro se cumplia. Después, le tocé el turno al rabino Israel de Rizsin de Sentado en su sillén, se tomaba la cabeza ent? las manos y hablaba asi a Dio: ba tam- apartar la amenaza- “Soy incapaz de encender el fuego, no conozco la plegaria, ni siquie- ra puedo encontrar el lugar del bosque. Todo lo ia. Esto deberia que sé hacer es contar esta hist bastar”. Y esto bastaba. Di que le gustan las historias». Se hable de Dios o no se hable, la realidad produjo al hombre porque algo en ella, en su fondo, misteriosamente, pide historias. O dicho de otro modo, parece haber en lo profundo de lo real un reclamo de narraci6n, de iluminacién, de vis y hasta quizé de argumento que los hombres deben proveer, haya o no haya otro sentido. No se trata de la historia vulgar, la historia de la historio- grafia, sembrada de erimenes y aberraciones, sino de esa ilacién secreta de hechos profundos que constituye la verdadera historia de la humanidad y tal vez de algo més. Siempre he pensado a la poesia como la manifestacién mas eminente de esa historia oculta de los hombres y el inefable empal- me con la realidad que alli se revela, mas alla del simple y entumecido tiempo lineal, mas alla de las formulas y los sistemas que codifican el conoci- miento, la plegaria, la mirada, el gesto, el lugar, el amor, el bosque y hasta el fuego. Creo, ade- dan os creé al hombre por- én iis, que la realidad y la poesia, tal como s al hombre, exigen un desprendimiento gradual, un progresivo despojamiento, una desnuder erecien. te, como en la parabola jasidiea, hasta acerear. nos al nitcleo esencial de lo que hay 0 existe o es © nos parece que ¢ El hombre existiria porque a alguien o a algo le gustan las historias. Pero no cualquier historia, ni tampoco «la historia». Por eso la poesia, que como sonido arménico de lo real es historia pro- funda, otra historia, se opone también casi siem- pre a la historia de superficie, se ¢ «anti-historia», Octavio Paz lo ha dicho justa- mente: «un poema es un objeto hecho del lengua- je, los ritmos, las creencias y las obsesiones de este 0 aquel poeta y de esta o aquella sociedad. Es el producto de una historia y una sociedad, pero su manera de ser histérico es contradietoria. nvierte en El poema es una maquina que produce, incluso sin que el poeta se lo proponga, anti-historia. La operacién poética consiste en una inversion y con- versién del fluir temporal; el poema no detiene el tiempo: lo contradice y lo transfigura>. Voy a decirles esto de otro modo, voy a leer- les un poema sobre la poesia. Desde el fondo del suefio, como un puiio iluminado que emerge de la criatura solitaria que duer™ sia Y REALIDAD. surge la voluntad irresistible de continuar la narracién. No se trata de contar esto o aquello, ni de copiar o traducir © sonsacar la vigilia acorralada. Se trata de una pulsién mucho més fuerte y que no puede interrumpirse: simplemente seguir la narracién. La narracién que no empez6 ni concluira, la narracién que no es un género y no enlaza una intriga. Imagenes que corren como un rio, tomandose y solténdose, extrafia forma de decir y desdecir por atras y por delante de las cosas. Voluntad de continuar la narracién, energia suelta en el aqui de todas partes, que no distingue entre las vidas y las muertes, entre ser hombre u otra cosa. Es la historia que transcurre desde el fondo, la historia sin historia y con historia que retine en un ramo sin lazo el aroma de ser y la fragancia de la nada. El servicio que se le pide al hombre es nada més que continuar la narracién, con cualquier argumento © también sin ninguno. 4 ROBERTO JUARRoz MST SUARRO7, Deseo recordar aqui una «situacién» 0 paré. bola o «koan» zen, texto con el que abri tiempo atras un libro sobre la creaci é «—He estado explicando Zen toda mi vida —con- fesé una vez Basho— y sin embargo nunca he podi- do comprenderlo. Pero —dijo su interlocutor— jcémo puedes explicar algo que té mismo no entien- des? —jOh! —exclamé Basho—. {También tengo que explicarte eso?». Hablar sobre la poesia y aun la poesia misma consisten también en hablar de algo que no se com- prende. No es posible definir la poesia, como tam- poco es posible definir la realidad. ;Acaso lo es definir la vida, el amor, la muerte, la masica, el dolor, el suefio? zAcaso es posible definir algo? ;0 todo se trata nada mas que de una pequefia apro- ximacién a lo inasible, nada mas que el suefio de una formulacién de lo inabarcable? Basho, ade- mas de maestro zen, era uno de los poetas mas altos de su tiempo. No comprendia el zen, no com- prendia la poesia, pero los vivia, los experimen- taba, los creaba. {Hay otra forma de conocer alg jHay otra forma de acceder a lo real? Utopia las definiciones, tanto como el ancestral espejis™? de los nombres, esos rétulos fijos que escamote’” la identidad de las cosas. La poesia es creacie” por medio de la palabra, creo que el margen mayor de creacion que posee el hombre. No, por supues- to, a partir de la nada, sino a partir de uno mismo, de su propia conversién en algo diferente, de su propia invencién a través de la interminable inven- cién que es el lenguaje. El poe el_poema y se crea otra_vez-enel_poema. Por eso, en iltimo término, el poema no admite explicaciones ni dis- cursos paralelos y Novalis pudo afirmar que «la critica de la poesia es un absurdo». Por eso tam- bién me atrvei a escribir alguna vez: «La nica mapers_de secibir una creacién, es crearla de augvo; Tal ver, erearse con ella». Y creo mas toda-| via: pienso que la anica forma de reconocer la\ realidad y recibirla, de ser realidad, es crearla,) creandose y recreandose con ella. La poesia y la realidad aparecen asi como la més intima afini- dad que se da‘en el ser del hombre. Escribi hace casi veinte afios: «Vivo el poema como una explo- sién de ser por debajo del lenguaje». Y me pare- ce oportuno volver a recordar hoy a Heidegger, cuando dice, con algunos de los giros mas con- movedores del pensamiento de nuestro siglo: «El lenguaje es la morada del s. u_easa, habi- ta_el hombre. Los _pensadores_y los pactas_san los guardianes d » (Carta sobre el hu- 16 ROBERTO JUARRoy 16 BERTO JUARKOz manismo). Y luego: «la poesia es la fundacién de} ser por la palabra». (Hélderlin o la esencia de la poesia). Para agregar todavia, en uno de sus estudios sobre Rilke: «Esta es la funcién del poeta, sobre todo en épocas de penuria». (Sendas perdidas.) Y si atin insisto alguna vez y me planteo esa pregunta que esta en el niicleo de la vida de todos los hombres, manifiesta en algunos, tacita o sofo- cada en la mayoria —jqué es el ser o qué es la realidad?—, la misma pregunta que esta en el cen- tro de todo arte, toda filosofia, toda religion, pre- fiero entonces colocarle al lado otra pregunta, la que cierra. zQué es metafisica?: «<;Por qué hay algo y no mas bien nada?». En esta relacién entre poesia y realidad, la primera condicién de cualquier poesia valida es una ruptura: abrir la escala de lo real. Quebrar el_segmento convencional y espasmédico de los automatismos cotidianos, situarse en el infinito real © si se quiere en “ado finito sin limites», como pre- tenden algunos cientificos. Asumir, a través de u" inevitable dislocamiento, de la vida y del lengu™ je, este infinito que empieza en cada cosa y dei# de ser asi un anacrénico decorado, una invor® cién medieval, un concepto matematico 0 una 6" nescente y tenebrosa referencia, que la mayoria trata de olvidar, como si fuera una mala ocu- rrencia. Esto implica recordar, entre otras cosas, que lo visible es s6lo un ejemplo de lo realy, le expresion de Paul Klee, y segin la incomparal e, que, «si se limpiaran las puertas de la pereepeion, como queria William Blake, todas las cosas apa- recerian tal cual son, es decir infinitas». Esto supo- ne también que ya no es posible reducirse a un lugar, un pais, una lengua, una vida, una époea, una literatura. Es entender de una vez que toda literatura es literatura comparada, que todo pen- samiento es pensamiento comparado. No hay esca- patoria: la poesia abre la escala de lo real (espa- cio, tiempo, espiritu, ser, no ser) y cambia la vida, el lenguaje, la vision o experiencia del mundo, la posibilidad de cada uno, su disponibilidad de crea- n. Y en este proceso que no admite atenuan- tes, al romper también el uso normal, encallecido y a veces encanallado de las palabras, al asumir la transgresién redentora e inevitable del lengua- je, para ir mas lejos en la expresién de lo real y de lo humano, al buscar esa «profundidad de forma» que pretendia Hebbel y que es insepara- ble de la profundidad de sentido, la poesia crea mds realidad, agrega realidad a la realidad, es realidad. Y el poema, que aparece asi como ung organizacién o una estructura abierta, intencio. nalmente incompleta, ya que debe completarse en cl lector o receptor o escucha, se nos impone cabal- mente como una presencia. Y es el poema como presencia el que va més all de las alirmaciones y Tas explicaciones, para configurar esa vigencia mas que légica y no discursiva que es la poesia. Y esa presencia que es el poema, por afiadidura, quiebra también la soledad del~homibre, le sirve } como compaiiia esencial y-lo ayuda @ trascender el tenebroso juego de las preguntas y las respuestas. Por todo esto, la poesia es el mayor realismo posi- | ble, aunque los incautos, los ignorantes y los sober- ‘bios la consideren una abstraceién, una evasion 0 una veleidad subsidiaria de la prepotencia politi- ca o ideolégica. Si, la poesia es el mayor realismo posible. hasta salta por encima de los nombres de las cosas. para nombrarlas de otra manera, sin el engaiio ¥ la arbitrariedad de la etiqueta. Desnombra, como lo han sefialado Roger Munier y Laura Cerrato, para ir més alla de la designacién que fija, pa™ liza o petrifica, mas que la mirada de la Medus*. y aleanzar ese transnombre o metanombr: reeupera el ser, por medio de la imagen inesP*” 19 de lametafora, de las . Pero todo esto exige la disponibilidad, lo abier- to de Rilke, la espera sin tregua, cuando ya casi no es posible la esperanza. Bien lo dijo Emily Dickinson, con su voz tan entrafable: «Habito la Posibilidad —/una casa mas bella que la Prosa — / mas numerosa en Ventanas —/ superior en Puertas. En uno de mis dltimos libros encuentro est texto: Tengo un péjaro negro Para que vuele de noche. AY REALIDAD eee 29 Y para que vuele de dia tengo un pajaro vacio. Pero he descubierto que ambos se han puesto de acuerdo para ocupar el mismo nido, la misma soledad. Por eso, a veces, suelo quitarles ese nido, para ver qué hacen cuando les falta el retorno. Y asi he percibido un increible dibujo: el yuelo sin condiciones en lo absolutamente abierto. Y la espera. La espera en lugar de la espe- ranza, que se nos ha deshecho. Sin proyecto, sin balsamos consoladores, sin hipertrofias de la fe, percibiendo la angustia de ese conmovedor pen- samiento de Heidegger: «Hemos Hegado_demasia- do tarde para los dioses y demasiado pronto para el ser», La espera, que constituye uno de tos nie cleos mas decisivos de la poesia, el arte y el pen- samiento contemporaneos, esa tensién de fondo que se traduce a veces genialmente en obras como Esperando a Godot. Sabemos que cuando a Beckett so ROBERTO JuARRO? = PARROZ le preguntaron qué quiso decir, respondié: «Esperando a Godot». Hustracién inconfundible de su temo, a la sobreinterpretacién, mas peligrosa todavia que la interpretacién errénea, y confirmacién por otra parte de aquella afirmacién rotunda de Sisan Sontag: «Enlugarde una hermenéutica, necesita mos una erética del arte». O dicho de otro modo: lo que Hos resulta urgente no es una interpolacién discursiva o explicativa sino una vibracién pro- funda, una comuni6n, una conversién ante el texto, sobre todo si ese texto es un poema. Por otro lado, en una de las iiltimas entrevistas que le hicieron, encuentro estas lineas de Heidegger: «Solamente un dios puede todavia salvarnos. Nos queda como ‘nica posibilidad preparar en el pensamiento y la poesia una disponibilidad para la aparicién del dios o para la ausencia del dios en nuestra decli- nacién. Que nosotros declinemos ante la faz del dios ausente». Y en un libro publicado hace tres afios por el poeta francés Roger Munier, euyo titu- lo es una frase del Vishnu Purana, «el Visitante que nunca llega» (Le Visiteur qui jamais ne vient)» aparecen estas palabras fundamentales: «Yo esP* ro. En verdad yo no espero ni esperaré jamas ot"? cosa que el Visitante que nunca llega, del Vishne Purana. Esta espera es lo que dejo aqui. Ella tom merables formas, pues el Visitante que nunca innw ines puede y debe ser esperado en todo. El no es real mas que en esta espera, pero en ella si es real: en ella, por asi decir, viene. El es el senti- do que se difiere, la esperanza o la vision que se ofrecen tanto como se eseapan, en una palabra, Ja serenidad de la espera que no es otra cosa que espera, pero que se ilumina como espera. El Visitante que nunca Iega es el tejido mismo de nuestros dias». Si, la poesia es el servicio de una espera esen- cial, proyectada por la palabra en el misterio que sel proceso creador en el hombre. Porque «la reaci6n —como escribiera Clarice Lispector, en descoberta do mundo— no es una comprensién: sun nuevo misterio». Por mi parte, en un poema jue sobresalté a algunos (nunca son muchos los que inquietan por un poema), expresé lo siguiente: Me estan dictando cosas, pero no desde otro mundo u otros seres, sino, mas humildemente, desde adentro. Pero jquién esta adentro, ademas de estar yo? 40 tal vez no estoy yo y he dejado mi lugar Para que otro me dicte? ___Roserro JUARKO2 Si esto es asi, no importa que el dictado no lo comprenda nadie. No importa ni siquiera que lo comprenda yo. Ser no es comprender. Todo esto nos lleva, casi espontanea o natu- ralmente, a otro aspecto o problema mayor, que pocos meses atrés sinteticé de este modo para una publicaci6n que realizan ejemplarmente varios poe- tas jovenes de Buenos Aires: «Es_impostergable resacralizar el mundo y devolverle a la vida su trascendencia originaria. Pero esa resacrilizacién ya laicamente, para algunos sdlo puede hacerse amente (sin dogmas, teologias o iglesias). La poesia es "# verdadera resacralizacién laica del mundo. Y °° aunque el poeta sienta que su reino tampoco es de este mundo. Pero sabe ademas que mo ¢ tt poco del que Haman el otro mundo. No le du" entonces otro camino que crear un nuevo mi el tercero. Mas real que Tos otros, ef mundo 4° , Algunos ese 01 cont hablar Novalis cuando eseribié qu ade la humg la religion origins uperar gen para ereemos que hay que ° cmos que solo por ese r. Algunos « poder contin eje. por la poesia, pasa el estremecimiento y la verticalidad de la t supuesto inc dificable; del infinito, por supuesto sin nombre: de lo sagrado, por supuesto sin teologia, Quiero decirles un poema de mi primer libro: No sé si todo es dios. No sé si algo es dios. Pero toda palabra nombra a dios: zapato, huelga, corazin, colectivo. Y mas colectivo incendiado, zapato viejo, huelga general, corazén junto a ruinas. Y més todavia colectivo sin hombre, Zapato sin suela, huelga general de los muertos, corazén en las ruinas del aire. Y més todavia inmévil colectivo para dioses, 34 ROBERTO JUARR¢ zapato para andar por las palabras, huelga de los muertos con la ropa gastada, corazén con la sangre de las ruinas. Y ma Pero no importa. Ya he dejado de orar. Voy a buscar ahora las espaldas de dios. Todo esto exige simultaneamente lo que podria- mos Hamar una meditacién trascendental del Ien- guaje o sobre el lenguaje. No hay poesia plena sin ella. Y nadie puede tampoco hablar en verdad de la poesia sin esa meditacién trascendental. Todo auténtico poeta vuelve a fundarla. Sélo en ella puede arraigar una poesia trascendente, en elsentido que hoy le hemos dado al término. Y_ereo que en rigor no hay otra poesia, por lo menos que merezea ese nombre. Por otro lado, tampoco es suficiente la trascendencia sin mas para la poesia _ En consecuencia, estimo que la poesia es nece- sidad, exigencia fundamental del ser del hombre. confesada o no. «Cuando digo Io que digo es por aero it vencido lo que digo», escribié ilumi- : Pees Antonio Porchia. «Las pale uarios», como afirma también ¢ pogsi Y REALIDAD 35 Porshe 8 jasidismo. La palabra poética, como el ala, es la condicién para soportar el abismo. pues de Toe “rario sélo quedan el vértigo y la caida. En los jimites del hombre, la poesia es el hito moviblée que lo acompaiia y lo preserva, Una poesia inne- cesaria no es poesia. Por eso pudo decir Rilke, pensando sobre todo en la poesia: «Una obra de arte es buena cuando nace de una necesidad. Es la naturaleza de su origen la que la juzga. Las obras de_arte son de una infinita soledad; nada es peor que la critica para abordarlas. Sélo el amor las puede ale nzar, guardarlas, ser justo con ellas». Seria por lo menos deseable que todos aque- llos que hablan de la obra de arte, de la poesia, desde afuera, pudieran por lo menos captar la paradéjica necesidad de este otro brevisimo texto del creador de Las elegias de Duino: «Cuando eseribo, yo no miro la punta de la pluma, sino el capricho, en el aire, de la otra punta de la lapi cera». He ahi ila dltima necesidad de la poesia: s Sonexion irremplazable con el azar_o con la fuer- % irresistible de lo que ignoramos. Sin embargo, por todo estoy por el mundo des; 7 aM embrado y contradictorio en que vivimos, por “ lacerante condici "regua del lengauje jn humana y la aventura sin + por el misterioso amor a la ROBERTO JUARR ATO SUARROZ, vida y la desgarrante inmediatez de la muerte, la oesia muchas veces puede Hegar a ser una espe= ve te-balbuceo, una articulacién aparentemente vonfusa. No en vano, aunque quizg pal, Jakobson compara la afa- vacilante y lejos de la via prin , ; sia y la poesia. Y por algo dice Octavio Paz, en Aguila 0 Sol?: «No es hora de cantos, sino de balbuceos». En enero de este afio, en Paris, la ciudad donde él terminé su vida, encontré estos versos de Paul Celan, quiz4 el mas importante poeta aleman después de Rilke: Si él viniese, si viniese un hombre, viniese un hombre al mundo, hoy, con la barba de claridad de los patriarcas: él deberia, si hablase de este tiempo, deberia solamente balbucear, balbucear, siem siem siempre balbucear. La poesia es el in el uso mis extrem tento de decir lo indecible, pere 2 0 y arrie el Teng al perseguiy apne) arriessado del lenguaje, | fe por la inepey ee”, ©a8i inaleanzable, obsesionadi a inefabilidad, termina a veces rompiendo las palabras. jrabarcable. Eseribf hace pocas semanas: partiéndolas como astillas de_un troneo Romper también las palabras, como si fueran coartadas delante del abismo © eristales burlados por una conspiracién de la luz y la sombra. Y hablar entonces con los fragmentos, hablar con pedazos de palabras, ya que de poco o nada ha servido hablar con las palabras enteras. Reconquistar el olvidado balbuceo que hacia juego en el origen con las cosas y dejar que los pedazos se peguen después [solos. como se sueldan los huesos, como se sueldan las ruinas. A veces lo roto precede a lo entero, los trozos de algo son anteriores a algo. El aprendizaje de la unidad es atin mas humilde e incierto que lo que sospechamos. La verdad es tan poco segura (para [el hombre) como su negacién.

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