Download as pdf or txt
Download as pdf or txt
You are on page 1of 336

de los.

Estío,
Artísticos II
Desde el Renacimiento
hasta el tiempo presente
Dirigida por Ursula Hatje
Bajo la dirección de Ursula Hatje, un equipo de
prestigiosos especialistas ha elaborado este panora­
ma general de la estilística, donde junto al dato pre­
ciso e indispensable se expresan las características
históricas de cada tendencia artística, incluidos ios
movimientos renovadores más recientes.
HISTORIA DE LOS ESTILOS
ARTÍSTICOS**
DESDE EL RENACIMIENTO
HASTA EL TIEMPO PRESENTE

dirigida por
Ursula Hatje

ISTMO [X
Maqueta de portada:
Sergio Ramírez

Diseño interior y/o cubierta:


RAG

Traducción:
Antón Dieterich

Título original: Knaurs Stilkunde (Band II)


Dirigida por Ursula Hatje
Publicado por: Droemersche Verlagsanstatl Th. Knaur Nachf.,
de Munich/Zurich, en la colección Knaur Taschenbücher

© Droemersche Veriagsanstalt Th. Knaur Nachf., 1971

© Ediciones Istmo, S. A.,1995, 2009


para lengua española

Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España

Tel.: 918 061 996


Fax.: 918 044 028

www.istmo.es

ISBN: 978-84-7090-048-8 (Tomo II)


ISBN: 978-84-7090-031-0 (Obra completa)

Depósito legal: M-ó.257-2009


Impreso en
Fotocomposición FER (Madrid)
INDICE DEL TOMO II

Pág.

V II. R e n a c im ie n t o y M a n ie ­ Francia ........................ 85


r is m o ........................................... E sc u ltu ra ........................ 86

11 Alemania ................ 86
Arquitectura del Renací Francia ........................ 89
miento en Italia ... 14
La Arquitectura del Re V III. B arroco ................... . 93
nacimiento temprano 17 10...................................................... 95
La Arquitectura del alto La Arquitectura del Ba-
Renacimiento ... 26 r r o c o .................................. 98
La Arquitectura del Ma I t a lia ......................... 98
n ie r ism o ................
E s p a ñ a ..................... 103
Pintura del Renacimiento
yj Alemania .............104
en Italia ..................
Los Países Bajos me-
La Pintura del Rena
rid ion ales................ 110
cimiento temprano ..
Flandes .................. 110
La Pintura del alto Re
nacimiento .......... 45 Los Países Bajos sep­
tentrionales 111
La Pintura del Manie
r is m o ................... . 50 Holanda .................. 111
Escultura del Renacimien Francia ..................... 112
to en I t a lia ............... 52 Inglaterra ................ 116
La Escultura del Rena Los jardines de la época
cimiento temprano 53 barroca............................. 119
La Escultura del alto El ornamento en el Ba-
Renacimiento ......... 51 r r o c o .................................. 121

La Escultura del Ma Muebles del Barroco ... 124


n ie r ism o ..................... 59 La Escultura del Barroco. 127
El Renacimiento fuera de I t a lia .......................... 127
Italia ......................... 61 E sp a ñ a ....................... 130
Arquitectura .......... Francia ..................... 131
Francia ................. 61 Alemania ................ 134
España ................. 65 Los Países Bajos ... 137
Inglaterra ........... 67 La Pintura del Barroco ... 138
Alemania ........... 69 I t a lia ........................... 138
Los Países Bajos 77 España ....................... 142
Pintura ...................... 79 Los Países Bajos me-
Alemania ........... 79 rid ion ales................ 144
Países B a jo s ......... 82 Flandes ................... 144
Pág. Pág.

Los Países Bajos sep­ La escultura, del neoclasi­


tentrionales .......... 147 cismo al impresionismo. 192
Holanda ................. 147 Posimpresionismo y ex­
presionismo temprano. 198
Alemania ................... 149
La aparición de la arqui­
Francia ....................... 152 tectura del siglo xx ... 204
Inglaterra .................. 156 El m od ern ism o................. 207
Expresionismo y cubismo. 214
IX . Los SIGLOS XIX y x x ... 159
Del cubismo a la abs­
11..................................................... 161 tracción ... ................ 222
La Arquitectura de estilo 12. El arte de entreguerras ... 233
de los siglos x ix y xx. 164
Las construcciones en ace­ A p é n d i c e ..................................... 253
ro de los ingenieros ... 172 Indice on o m á stico ................ 255
La pintura, del clasicismo Indice de conceptos varios. 289
al impresionismo .......... 177 Indice de ilustraciones ... 305
vn
RENACIM IENTO
Y MANIERISMO
[497] M iguel Angel B uonarroti, M oisés de la tum ba del papa j u lio I I , 1315-16.
R om a, San P ie tro in V íncoli. E statua de m árm ol de tam año superior al natural.
R ep resen tació n heroica del h om bre renacentista. F u sió n del m undo clásico y del
cristianism o.
El concepto que aplicamos a la píam ente renacentista al arte coe­
época artística del comienzo de la táneo del norte de Europa.
Edad M oderna procede de la obra Exam inado desde la perspecti­
Vidas de pintores, escultores y va de la evolución artística gene­
arquitectos famosos, de Giorgio ral de Europa, el Renacimiento
Vasari (1511-74), publicada p o r significa una ru p tu ra con la unidad
prim era vez en 1570: una colec­ estilística, hasta entonces suprana-
ción de biografías de artistas italia­ eionai. E l estilo blando (hacia 1400),
nos que granjeó a su autor el de gran esplendor en el arte de oc­
título de «padre d e la ‘h istoria d d cidente, había sido una vez más una
arte» y que hace sombra en gran forma de estilo internacional. En
medida a su dim ensión de pintor cambio, la vuelta a la Antigüedad
y arquitecto. La R in a sá ta de la latina, iniciada hacia 1420 por los
A ntigüedad clásica, tomada como artistas italianos, crea un estilo ar­
modelo, n o es, sin embargo, más
tístico m arcadam ente nacional, a
que un aspecto parcial de lo que ac­
cuya prim era fase, el Renacimiento
tualm ente entendem os por Renaci­
temprano, sigue h a d a 1500, la eta­
m iento. F ue a lo largo del s. XIX
cuando d concepto recibiría una pa estilística del alto Renacimiento.
P artien d o de la costum bre italiana
amplia interpretación histórico-ar-
de denom inar los siglos según el
tística y estilística, al ser elegida
año inicial y designados sólo con
la traducción francesa de la pala­
el núm ero correspondiente a las
bra Rinascita para la designación
centenas (1400 = 400), se ha ins­
de la época que transcurre entre la taurado en el dom inio del arte ita­
Edad M edia y el Barroco, al anali­
liano la denom inación Q m tirocen-
zarse detenidam ente sus caracteres
to, que se refiere, como término
esenciales por historiadores como
cronológico, a todo el s. xv, pero
Jakob Burckhard't. La idea form u­
lada por Vasari d e un nuevo na­ q u e tam bién se utiliza, como tér­
cimiento del «buen arte antiguo» mino estilístico, para designar d
presupone una m arcada concien­ R enacim iento tem prano. Análoga­
cia individual- histórica, fenómeno m ente, el térm ino Cinquecento se
com pletam ente nuevo en la actitud emplea referido al s. xví, pero en
espiritual del artista. Consciente­ al dom inio artístico queda limi­
mente, el Renacim iento rom pe con tado al alto Renacim iento, que
la tradición artística de la E dad com prende aproxim adam ente al
Media, a la que califica con pleno prim er cuarto de siglo. Esta etapa,
desprecio como estilo de bárbaros, en la que la voluntad de estilo
de godos. Sólo a aislados artistas de la época experim enta su con­
de 3a «época oscura», como G io tto formación dásica, desemboca hada
o Cim abue, les concede valor de 1520-1530 en la reacción anticlá­
precursores. Y con igual conscien­ sica d d Manierismo, que pone en
cia se contrapone la creación pro cuestión la validez d d ideal ríe
belleza defendido por el aíto Rena­ Provenza, existen m onum entos ar­
cimiento. En los siglos pasados, tísticos clásicos, pero ninguna con­
la ciencia artística se preocupó ciencia de una herencia nacional— ,
detenidam ente de extraer el valor ei arte del s. XVI depende cons­
específico d e esta fase estilística tantem ente de los im pulsos de
q ue llega hasta 1600, aproximáda- Italia. Sólo Francia elabora, en
mente. Los caracteres propios que circunstancias singulares, una for­
en ella se reconocían condujeron ma estilística nacional q u e se in­
a considerar ed intervalo entre el dependiza tras una inicial inspira­
alto Renacimiento y los com ien­ ción en el m odelo italiano y es
zos del Barroco — que hasta e n ­ capaz de crear, en su evolución
tonces se había llamado sim ple­ posterior, una tradición barroca
m ente Renacim iento tardío— como propia.
un fenómeno artístico específico: Incluso ei M anierism o, sólo con
Manierismo. lim itaciones fundam entales, puede
M ientras que Italia desarrolla ser denom inado estilo internacio­
el Renacim iento tem prano y alto, nal, No adquiere, com o el Gótico,
el resto de los países europeos esa difusión general que convierte
se m antiene en el G ótico desarro­ su lenguaje de formas en patrim o­
llando formas tardías de diver­ nio incluso del m odesío artesano
sa matización nacional. Si se ex- o cantero. Es, sobre todo fuera
ceptúan casos aislados, esta situa­ de Italia, mudho más que en su
ción continúa hasta el comienzo patria, u n puro arte, cultivado
del siglo X V I; entonces el Rena­ tan sólo por un reducido círculo,
cimiento comienza a extenderse generalm ente cortesano (como los
más allá de los Alpes a través H absburgos en Viena. los W ittels-
de los artistas italianos emigran­ baoh en M unich o la C orte de]
tes y d e los nórdicos después de em perador R odolfo II en Praga).
sus viajes a Italia. E l norte de A rtistas em igrantes de la Corte,
Europa es influido tan sólo muy «im portados» de Italia o formados
marginaiknente por el Renacimien­ allí, hacen el p a p d de verdaderos
to tem prano y el Clasicismo italia­ transmisores. Lo trasplantan a di­
no, dando lugar a una situación versos núcleos, donde se extingue
muy característica. Será en la eta­ cuando sus creadores prosiguen su
pa estilística d d M anierism o cuan­ viaje. Se da de este modo, frente a
do enlazará el resto de Europa la homogénea evolución estilística
con el arte de Italia. de Italia, una m últiple adapción
E n este país, el enfrentam iento de estiilos en el norte de Europa,
directo con el arte de la A ntigüedad que siempre origina «estilos» par­
clásica, considerado como legado ticulares limitados local y 'tempo­
nacional, proporciona amplia base ralm ente, incapaces de lograr vali­
para una evolución estilística ho­ dez general.
mogénea y de validez general; por Si se -examinan ios caracteres
ello precede a todas las otras del Renacim iento, lo prim ero que
naciones en algo que éstas no se ha d e señalar es la vuelta ai
podrían recuperar ni con al más legado de la Antigüedad, el re­
diligente estudio. Para ellas la surgim iento de antiguas formas
A ntigüedad clásica constituye un arquitectónicas, como el orden clá­
caudal académico asimilable, como sico en las columnas, y la utiliza­
una lengua extranjera. Fuera de ción de m otivos formales plásti­
Italia — incluso donde, como en cos o pictóricos antiguos, pero
tam bién Ja apropiación de antiguas vuelve a despertar .por la literatu ­
creencias y temas de ia mitología ra clásica hubo d e dirigir forzo­
y de la H istoria, y, finalm ente, la samente la atención hacia los res­
adopción de antiguos elementos tos m onum entales del ‘p asado na­
simbólicos (por ejemplo, el empleo cional.
del arco de triunfo o e! tím pano del Políticamente, Italia está inte­
tem plo como sím bolo distintivo pa­ grada en eí s. xv 'por una m ulti­
ra fachadas de iglesias, tum bas o tud de formaciones estatales, en­
altares). Con todo, el objetivo no es tre las que destacan por su im por­
k copia servil, sino la penetración
tancia Venecia, M ilán y Florencia,
en las leyes en q u e se basaba el arte
ei .Estado Pontificio y el reino de
clásico. E stim ulado p o r su ejemplo, Ñ ápeles, Desde el exterior, los
el artista renacentista intenta im itar
em peradores del Sacro Im perio y
a los m aestros de la A ntigüedad o
los reyes de Francia intentan in­
incluso superarlos. Tam bién es ca­
tervenir en los destinos de Italia
racterístico del R enacim iento el re­
y procuran im poner sus pretensio­
surgim iento de u n a nueva rdkción
nes en largas campañas bélicas,
con la N aturaleza, que se une a
un ideal realista de la ciencia. hasta que, finalm ente, en el tercer
decenio deil siglo xvi, el empera­
La m atem ática se convierte en la
prinoipaJ. ayuda de un arte que dor Carlos V, de la casa de Habs-
burgo, decide a su favor, con la
se preocupa incensantem ente por
fundam entar racionalm ente su ideal conquista de Roma y Florencia,
de belleza. La aspiración a la ver­ la lucha -por el poder. La presión
dad d e la N aturaleza, que coinci­ desde el exterior im pide la unión
de con la que se daba en la de la nación, pero fortalece la
A ntigüedad, no se orienta, sin em­ conciencia cultural de los italianos.
bargo, h a d a el fenómen-o casual De este modo, las ciudades se con­
aislado, sino hacia su base, hacia vierten en centros de la renova­
la idea. La actitud básica antro- ción artística. Roma, sin embargo,
pocéntrica del Renacim iento hace no adquiere im portancia hasta m u­
ai hom bre «m edida de todas las cho tiem/po después ded retorno de
cosas». Com o arte esencialmente los papas del exilio de Avignon.
cultural ipresupone en el artista E n cambio, en Florencia florece
una form ación cíenrifica, que Je una rica burguesía, que ayuda al
hace liberarse de actitudes medie­ despliegue de las fuerzas espiritua­
vales y elevarse al más alto rango les d el Renacim iento y convierte
social. E stá anim ado -por la fe la ciudad en p u nto de partida del
en la validez universal de la form a nuevo estilo: surgen, bajo la ipro-
absolutam ente bella, por un idea­ tección de los .Médici, las prim e­
lismo optim ista y vivo, q u e alcanza ras obras y se extiende, desde d i­
su cum bre en la etapa clásica, cha oiudad, -por el resto de Italia.
Los supuestos históricos que En .torno a 'los diversos sobera­
perm itieron desarrollar el nuevo nos, y i junto a .potentados de las
estilo se rem ontan al s. x iv , cuan­ repúblicas ciudadanas, se forman
do, con el hum anism o, .progresa en cortes parnasianas, en las que son
las ciudades de Italia u n estrato acogidos artistas y letrados a q u ie­
social que es fiel al ideal indivi­ nes se trata como a familiares.
dualista de la cultura y que asipira Cuando se vuelve a afianzar la p o ­
a liberar Ja personalidad de lia es­ sición dei papa como soberano,
trechez medieval. E l interés que se asume Roma, bajo Julio I I (1503-
11) y León X (1513-21), la direc­ dicionada y acompañada por la
ción en el ám bito cultural. La con­ vuelta consciente a la A ntigüedad
centración del poder y el enorme clásica: su ejemplo fue confron­
deseo de representatividad perm i­ tado con el G ótico «bárbaro»; su
ten al Paipado preparar ei 'terreno modelo debía ayudar a acabar con
para el estilo clásico del alto Re­ el «oscuro Medioevo». Si la arqui-
nacim iento, y prom over las más im ­
portantes tareas artísticas, que em­
prenden Bram ante, Miguel Angel
y Rafael.
Cuando en 1527 los lansquene­
tes de Carlos V saquean la ciudad
en el tristem ente célebre «sacco di
Roma», se derrum ba el alevado
m undo idead.
E n lugar de las ciudades-estado
libres, aparecen soberanos y exten­
sos ducados y reinos, todos los
cuales dependen, en mayor o me­
nor m edida, de la C orte española.
E l norte de E uropa, que vive bajo
el em perador Carlos V (1519-1556)
la anexión de los países dependien­
tes d e A lem ania, los Países Bajos
y Borgoña p o r paute del Im perio
español, se encuentra bajo agudas
agitaciones sociales y espirituales.
La Reform a y las guerras de reli­
gión conm ueven el Occidente. Ba­
jo el influjo de la Contrarreform a, [498] P lan ta de iglesia basada en la
que condena en el Concilio de figura hum ana. T u rín , B iblioteca Reale,
C ódice Saluzza. La te o ría de las p ropor­
T rento (1545-1563) las m anifesta­ ciones d el R enacim iento in te n ta llevar a
ciones paiganas en el arte eclesiás­ un denom inador com ún el canon de p ro ­
tico, vuelven a los países que se porciones del cuerpo hum ano y las le ­
m antienen en el catolicismo ei cli­ yes m atem áticas de las form as geom é­
tricas básicas.
ma espiritual de parcial negación
del m undo, la ascesis y el ardor
religioso, rasgos esenciales que se tectura gótica buscaba desm ateria­
m anifiestan de manera ejemplar lizar el cuerpo ddl edificio y btfrrar
en las obras dei pintor español El irracionalm ente los lím ites espa­
G reco y que^ en general, flotan en ciales, el Renacim iento se inspira
el arte del M anierismo. en ias formas básicas geométricas
y estereométricas claram ente (per­
A R Q U IT E C T U R A ceptibles, qtie se encuentran ya
D E L R E N A C IM IE N T O en los edificios de la A ntigüedad
EN IT A L IA romana. Círculo y cuadrado, cubo,
esfera y cilindro son las formas más
Si la arquitectura gótica se ha­ adecuadas gracias a su perfecta re­
bía desarrollado como creación gularidad y a su incipiente senti­
autónom a de su época, 1a arqui­ do de lo racional. La ambigüedad
tectura del Renacim iento está con­ de la penetración y unión de las
formas del G ótico, con su dinám i­ vina del Universo. Las formas más
ca lineal, es desplazada ahora p o r •perfectas en este sentido son el
la univocidad y lógica claridad de círculo y el cuadrado. La cúpula y
los m otivos de la A ntigüedad clá­ el edificio central simbolizan ai
sica. El m uro, que en la construc­ orden divino del M undo. La idea
ción nórdica arriendada había sido renacentista de belleza y perfec-
abierto hasta los lím ites de lo p o ­
sible, se destaca de nuevo como
superficie. Su animación procede
tam bién de la m ism a superficie,
a través de los elem entos arm óni­
camente equilibrados: cornisas, p i­
lastras o columnas en marcadoras y
divisorias, etc. E sta articulación sie
m antiene aun plan a e incorpórea
— he aquí uno d e los rasgos esen­
ciales más generales de la a rq u i­
tectura del R enacim iento tem pra­
no— hasta di finad del Q uattrocen-
to. Excepciones aparte, es el alto
Renacim iento — siem pre en el m ar­
co del orden m odular clásico— el
que consigue la configuración plás­
tica y corpórea dal alzado m ural.
El artista se educa en las m e­
didas y proporciones del modelo
clásico, y aspira a la objetivación [4991 Sebastiano S erijo, los órdenes de
del proceso creador, a da codifica- colum nas, xilo g ra fía de S e tte lib ri d 'Á r -
cbiiettura, V enecia, 1556. R epresentación
oión científica d e lo estético. Ya de los cinco órdenes: toscano, dó rico ,
no se apoya, como los maestros de jónico, corintio y com puesto. Los tr a ­
los talleres medievales, en fórm ulas tados de arquitectura d el R enacim iento
contribuyen decisivam ente a la d ifu sió n
que pasan de m ano a m ano como del nuevo estilo; especialm ente In g late­
una especie de secreto de taller, sino rra, A lem ania y los P aíses Bajos se n u ­
que inten ta integrar su labor en un tren de dichas fuentes en el s. xví.
extenso sistema artístico-teórico y
fundam entarla racionalmente. La
arquitectura guardia para é l estre­ ción se basa en un racionalismo
cha relación con la m atemática, am­ orientado m atem áticam ente, lo cual
bas radicadas en 'leyes investiga- resulta evidente cuando, por
bles y objetivam ente válidas, C uan­ ejemplo, el arquitecto y teorizante
do la búsqueda de relaciones de de arte Leone B attista A lberti con­
medida constituye el problem a cen­ sidera q u e la belleza está fundada
trad de la .teoría arquitectónica, el «en una determ inada concordancia
arquitecto se m uestra de acuerdo sistemática de todas las partes en­
con la filosofía neoplatónica de su tre sí y con la .totalidad, de ma­
época. Para ella, el Cosmos está nera que n o se puede añadir, qui­
regido p o r leyes en las que se m a­ tar o alterar nada en el contexto
nifiesta la om nipotencia de Dios. sin ¡perjudicarla».
Las relaciones armónicas de m e­ Si se investigan las vías por las
dida de la obra hum ana deberían, que los arquitectos renacentistas
por tanto, reflejar la arm onía d i­ se acercaron a la Antigüedad, se
observan dos tendencias: primero, se encuentra en esta ciudad. Poco
la investigación sistemática de los después de mediado el siglo se em­
monumentos antiguos conservados, plea, por vez prim era, la composi­
que parte de la observación directa ción murad del Coliseo romano en
y, en segundo logar, el conocimien­ las «loggias» (galerías) del Palazzo
to teórico de la literatura arquitec­ Venezia de Roma. Complejos arqui­
tónica antigua. E n una prim era tectónicos mayores, corno las ins­
fase de 'asimilación del caudal an­ talaciones termales y el templo de
tiguo de formas, la atención se ia Fortuna en Paíestrina, son ahora
centra sobre todo en elementos ais­ objeto de investigación más pro­
lados, como capiteles, entablam en­ funda; en .1493 es excavada da
tos y marcos de puertas y venta­ «Casa Aurea» de Nerón. En esta
nas. Esta asimilaoión orientada segunda fase de acercamiento a la
más empíricamente es caracterís­ Antigüedad se intenta profundi­
tica deil iniciador de la arquitec­ zar en el lenguaje formal clásico,
tura dell Renacimiento tem prano captar la ordenación del m otivo ais­
Filippo Brunelleschi (1377- 1446). lado en contextos generales, como
La siguiente generación, la de el de un arco de triunfo, por ejem­
Leone Battista Ailberti (1404-1472), plo, y p en etrar más allá de la apro­
y la subsiguiente, la d e G iuliano piación de motivos en las leyes
da Sangallo (1445-1516), practican que fundam entan la arquitectura'
el estudio de la Antigüedad sobre de la Antigüedad.
una base más amplia y con método Las investigaciones teórico-arqui-
científico.De A lberti sabemos que tectóniccis parten del estudio de
fue e! prim ero que m idió sistemá­ escritores antiguos, especialmente
ticamente, en los años 30 dei s. del tratado de V itruvio. Bajo el
xv, las antiguas edificaciones de título De Arcbitectura ofreció en es­
te estudio, escrito en la época del
emperador Augusto y redescubierto
hacia 1415, una panorámica de la
arquitectura de la A ntigüedad, en
la que, junto a cuestiones estéticas
generales, también se trata acerca
de tipos de edificios, materiales
de construcción y maquinaria. D a­
do que el texto es, sin embargo,
oscuro en muchos puntos y plan­
tea obstáculos a ia aplicación prác­
tica, los arquitectos escriben co­
[500) F ilippo Brunelleschi, p l a n t a de mentarios que son fruto de su
S. S pirito en Florencia, comenzada en
1436. S istem atización geom étrica del pla­ propia experiencia, ilustran el texto
no partiendo del cuadro del crucero. original y publican tam bién, natu­
En la nave m ayor sobra m edio cuadra­ ralmente, tratados propios (L. B.
do, pues las naves laterales que circun­
dan el edificio estaban proyectadas in i­ Alberti, Filaret, Francesco di Gior-
cialm ente tam bién para la entrada. A p li­ gio M artini; en el s. x v i continúan
cación consecuente de form as geom étri­ esta labor los escritores Serlio
cas puras.
[499], Palladio, Vignola, Scamozzi
y otros).
Roma. E n 1446 adopta en Rimim, E ntre los temas más im portan­
en la transform ación de una igle­ tes que se abordan en dichos tra­
sia, detalles del arco augusteo que tados figura el de la proporción
de u n edificio y sus miembros. La A r q u i t e c t u r a
En la catedral gótica, la propor­ d e l R e n a c i m i e n t o t e m p r a n o
ción nunca estaba dirigida hacia
el recinto que habita el hom bre: En el año 1421 recibió Filippo
la edificación «existía», en cierto Brunelieschi el encargo de cons­
modo, más allá del ser humano. El truir la iglesia particular d e los
Renacimiento, en cambio, refiere Médici, San Lorenzo en Florencia
la arquitectura a la figura del hom ­ [5 0 1 ]: trata de integrar la planta
bre. Tal concepción se encuentra en un sistema racionad de relacio­
en V itrubio, de quien procede la nes; incluso recintos como las sa­
idea de que las partes de u n edifi­ cristías, que no pueden ser obser­
cio deben guardar, al igual que las vados ni concebidos desde el inte-
proporciones del cuerpo humano,
una cierta relación recíproca. Un
canon de proporciones deducido de
la N aturaleza, del estudio de la
relación de las medidas anatómi­
cas, sirve d e guía a la arquitectura
y se adopta d e una forma literal
en las columnas, capiteles o plan­
tas, cuyo plano se basa en una fi­
gura hum ana ideal [4 9 8 ]. La teo­
ría arquitectónica intenta ahora
sintetizar el canon d e proporciones
del cuerpo hum ano y las leyes
matemáticas abstractas de las fo r­
mas geométricas básicas, como la
circunferencia -y el cuadrado, y ex­
presarlas en reglas de proporción
de validez general. U na de las m-ás ■zo
[501] F ilip p o Brunelleschi, San L oren­
en Florencia, com enzada en 1421.
famosas, vigente desde el Renaci­ Vista de la nave m ayor hacia el coro.
miento como regla clásica ipara di­ Se rem onta en las form as singulares a
visiones de superficies, es la de edificios del «protorrenacim iento» flo­
ren tin o de los siglos x i-x it. La m ism a
la sección áurea, según la cual un im presión espacial que en S. S pirito:
segmento se divide de tal manera basílica de colum nas con nave central
que la 'porción m enor es reapecto cerrada en form a de caja, naves latera­
les con param em os de pilastras en las
a la mayor lo que ésta respecto al paredes frontales de las capillas y los
segmento total. Brunelleschi, que tram ps cupulados.,
redescubrió esta antigua ley de
proporción, la aplicó por prim era rior de la iglesia, quedan incluidos
vez en el Renacim iento a su ca­ en la sistematización geométrica.
pilla Pazzi, comenzada en 1430 en En un edificio posterior, la iglesia
Florencia. La proporcionalidad sis­ de S. Spirito en Florencia, comen­
temática de todo el conjunto edi­ zada en 1436, Brunelleschi extre­
ficatorio — la planta, el alzado, ma aún más la simplificación: su
las columnas, capiteles y corni­ plano [500] parte del crucero abo­
sas— convierte los edificios del vedado con cúpula, al que se aña­
Renacimiento en construcciones ra­ de al este, norte y sur otro cua­
cionalmente comprensibles, cuya drado, mientras que hacia di oeste
estructura interna se caracteriza cuatro cuadrados forman la nave
por su claridad. mayor. O tros cuadrados cuyos la­
dos son la m itad de largos que los para Lodovko Gonzaga, duque de
de! crucero forman las naves late­ M antua. No puede decirse con se­
rales, que rodean simétricam ente guridad si la cúpula y los brazos
los brazos d d transepto y la ca­ d d crucero fueron planeados ya
becera del coro. A los cuadrados por Alberti. Al entrar en la igle­
de las naves laterales se adosan, sia, aparece un ancho recinto, la
de nuevo con longitud 'laterail me­
dia, nichos de capillas semicircu­
lares. El esquematismo cuadrado,
que conocemos del «sistema liga­
do» de los edificios medievales
[2 5 6 ], se aplica de nuevo en sen­
tido neoplatónico; la figura del
plano está constituida consecuen­
tem ente por formas «absolutas»,
cuadrado y circunferencia.
Tam bién en la composición es­
pacial reina la ley de jas relacio­
nes claras de proporción. La nave
central, p o r ejemplo, es dos veces
más a¡ka que ancha, y los brazos de
la cruz se corresponden en com­
pleta -simetría. Se abandona la p ri­ [502] Leone B añista A lberti, vista de
macía d d coro principal frente a la nave mayor de S ant'A ndrca, en M an­
los coros laterales, que conservó tua, comenzada en 1472, En prim er té r­
aún Brunelleschi en San Lorenzo; m ino, a derecha e izquierda, respectiva­
m ente, una de las capilias laterales ce­
el altar se desplaza a la intersec­ rradas, y detrás una capilla abierta, cla­
ción de la nave, que se destaca ram ente ilum inada, Sobre el entablam en­
como centro p o r la cúpula. De­ to se puede ver el inicio de la bóveda
de m edio cañón. Efecto espacial m erm a­
bajo de ella se abre en todas las do p o r las pinturas realizadas poste­
direcciones la misma perspectiva: riorm ente.
un alto recinto en forma de caja
con techo plano, arcadas de arco nave central, con enorme bóveda
redondo sobre delgadas columnas, de cañón, En cada hastial hay seis
naves laterales bajas y corona cir­ capillas [503], de las que sólo
cundante de capillas. La nave ma­ tres tienen significación para d
yor presenta el mismo aspecto y interior; las otras tres están cerra­
su armonía era considerada ya das hacia d recinto principal y sólo
por los contemporáneos de Bru- son accesibles por una pequeña
nellesdhi como la solución ideal puerta. Las anchas zonas murales
para una basílica. en las que se asientan estas puer­
E n la segunda mitad d d siglo tas están enmarcadas por altas pi­
ninguna otra iglesia refleja con lastras. Por encima discurre un en­
tanta pureza el estilo de su época tablamento, sobre d que descansa
como Sant' Andrea de Mantua d cañón. E sta forma de aboveda-
(comenzada en 1472) [5 0 2], que mi en to le pareció al teórico de
proyectó el arquitecto y teorizante arquitectura Alberti la única ter­
de arte Leone Battista Alberti minación digna para un recinto sa­
(1404-72) — nacido en Venecia y grado, .por lo que también se uti­
con una formación de tipo univer­ liza en las capillas laterales abier­
sa!— dos años antes de su m uerte tas.
M ediante la alternancia entre las obliga, en muchas ocasiones, en la
capillas cerradas, cuadradas, y las realización práctica d e grandes igle­
abiertas, rectangulares, se crea en sias comunitarias, al compromiso
la articulación m ural una suce­ de unificar el esquema del edificio
sión rítmica que determ ina tam­ central y la construcción de nave
bién Ja iluminación: la luz laterál longitudinal en una forana mixta.
penetra sólo a través de las gran­ Incluso en los edificios centrales
des aiberturas de las capillas, m ien­ puros rara vez se lleva a la prác­
tras que los tramos más cortos tica .totalmente la idea básica: la
permanecen en la oscuridad. Tras exigencia de realzar la entrada im­
la forma de este recinto edesiai, pide tanto la simetría absoluta co­
desarrollado sin atenerse a u n mo­ mo la necesidad del culto de tras­
delo concreto gracias a la concap­ ladar el altar mayor del centro a
ción de un solo artista, se encuen­ una pared o a un brazo del cru­
tra el continuo análisis de la ar­ cero análogo al coro. Como conse­
quitectura clásica romana y la de­ cuencia de tales limitaciones, mu­
dicación intensa a los escritos an­ chos intentos quedan restringidos
tiguos. Por supuesto que la planta al estudio del proyecto, formula­
y el alzado están configurados has­ dos esquemáticamente, como los es­
ta en los detalles según un sistema tudios de Leonardo da V inel [508],
de proporciones previo. Lo decisi­ o elaborados didácticamente como
vamente nuevo frente a los edifi­ materia de enseñanza en los tra­
cios de la etapa estilística de Bru- tados de arquitectura. La gran pre­
nelles-chi es, sin embargo, la apa­ ocupación que debió suscitar tal
rición de la estructura espacial clá­ problema al artista del Renaci­
sica, en ia que la delimitación se m iento se percibe aún en los fon­
hace de nuevo tangible como vo­ dos de arquitecturas existentes en
lumen articulado. La concepción pinturas y relieves religiosos. Des­
arquitectónica de la iglesia de de G hiberti hasta Mantegna y des­
planta de salón con capillas late­ de G hirlandaio 'hasta Rafael, el
rales iba a influir decisivamente, edificio central siempre fue repre­
más allá d d Renacimiento, sobre sentado como símbolo de lo per­
la edificación de iglesias del M a­ fecto, absoluto y puro.
nierismo y del Barroco: cuando
Vignola construye, cien años más
tarde, la iglesia matriz de la Com­
pañía de Jesús, II Gesú de Roma
[523], toma como base ei esque­
ma de la iglesia de planta de salón
y extiende así este tipo de planta
mucho más allá de Jas fronteras de
Italia, en una expansión tan fuerte
que llegó incluso a desplazar a la
basílica hasta entonces dom inante.
[503] L. B. A lberti, planta de Sant'An-
La forma ideal del Renacimien­ drea en M antua, comenzada en 1472.
to, de la que se ocupa con predi­ Nave central y capillas laterales alterna­
lección ei pensam iento teórico de tivam ente abiertas y cerradas.
los arquitectos, es el edificio cen­
tral. Etl hecho de que su forma Los arquitectos renacentistas
sólo pueda ser adaptada difícil­ pudieron inspirarse para la reali­
mente a las necesidades del culto zación de dicha forma espacial en
las más diversas fuentes; en la cons­ plos de recintos centrales se en­
trucción circular del Panteón de cuentran en Florencia y de nuevo
Roma [119], en salas de nichos es Filiippo Bmnellesühi su cons­
de las termas imperiales, en mo­ tructor. Su A ntigud Sacristía de
San Lorenzo (1421-1429) y la ca­
pilla ■ Pazzi (comenzada en 1430)
[504], junto a Santa Croce, son p e ­
queños edificios de finos miembros,
cuyo interior está abovedado por
una cúpula nervada y sobre cuyos
muros fue aplicada una articulación

[504] F ilip p o Brunelleschi, vista in te­


rior de la capilla Pazzi en Santa Crocc
de F lorencia, com enzada en 1430. E d ifi­
cio cen tral del R enacim iento tem prano
con cúpula nervada integradora y articu ­
lación arcaizante de pilastras; entabla­
m ento y formas circulares de proporcio­
nes arm ónicam ente equilibradas.

arcaizante. De todos modos hay


que señalar que Brunelleschi aún
no concibe el recinto como un orga­
nismo total, homogéneamente con­

numentos funerarios antiguos tar­


díos y caipillas bautismales paleo-
cristianas, en dos baptisterios ro­
mánicos y en las iglesias de cú­
pula sobre crucero de procedencia

[505] G iuliano da Sangallo, Santa M aría


delle C arceri en P rato, 1435-91. E dificio
central de las postrim erías del tem prano
Renacim iento, inspirado en la capilla P az­
zi [504] de Brunelleschi. P or vez prim era
en el Renacim iento, cruz griega como
punto de partida para la planta. La
fuerza de las proporciones evidencia ya
el alto R enacim iento e igualm ente la s i­
tuación libre, q u e da lu g a r at efecto
estético del exterior. í,a articulación
ex terio r, sin em bargo, es aún delicada
como en el tem prano R enacim iento, con
incrustaciones de color según la tra d i­
ción de Toscana.

bizantina, como San Marcos de Ve- formado; sus iparedes forman un


necia [296], Como ocurría en las equilibrado «pendant», que cons­
basílicas del tem prano Renacimien­ tituye un todo con la cúpula y los
to, también los prim eros ejem­ muros restantes.
En la fase posterior de esta evo­ to [505], construida en 1485-1491,
lución, Jos proyectos para edificios G iultano da Sangallo (1445-1516),
centrales se apoyan directamente consiguió un ejemplo extraordina­
en modelos clásicos. Así sabemos, rio de edificio central del Renaci­
miento temprano. Está levantada
sobre una planta de cruz griega
con brazos de igual longitud. Al
cuadrado de Ja cúpula se adosan,
por los cuatro lados, recintos rec­
tangulares bajos que están cubier-
[506] D onato Bram ante, T em pietto en
el p a tio in terior del m onasterio de
San P ietro in M ontorio en Rom a, 1502.
E dificio centra! del alto R enacim iento
como realización ideaí de su teo ría ar­
quitectónica. Pensado, según el plano
original [5 1 5 ], como centro de un pa­
tio redondo, las actuales paredes de! es­
pacio rectangular oprim en en cierto modo
el edificio. Form a estática, totalm ente
.cerrada, de arm onía clásica.

tos por bóveda de cañón. Como


en dos edificios centrales de Bru-
nelleschi, la parte inferior de la
cúpula nervada queda abierta por

por 'ejem plo, que el edificio cir­


cular comenzado hacia mediados
del s. xv, que sirve hoy como coro
de SS. _A nm unziata en Florencia
fue concebido .por su autor Mi-

[507] Cola da C apraroía y otros, San­


t i M aria della Consolazione en T odi,
comenzada en 1508. Im presionante rea­
lización d e ia idea de edificio central
en el alto Renacim iento. C ontinuación
m onum ental y espaciosa de la idea b á ­
sica realizada en P rato [5051: al recinto
cupular p rincipal cuadrado no se ado­
san aquí brazos cubiertos por cañón,
sino ábsides redondeados, que crean en
el interior un espacio diáfano armonioso.
La m onum entalidad plástica del edificio
se acentúa por su situación libre en el
paisaje. E n el exterior, delicado orden
corintio de pilastras de dos plantas con
entreplanta («m ezzanin») encim a.

chelozzG como una copia del tem­ una corona de ventanas circulares,
plo decagonal de la Minerva M é­ que, en consonancia con el ideal
dica de Roma. Con la iglesia de del Renacimiento, asegura una ilu­
Santa) María delle Carceri en Pra- minación uniforme.
En la iglesia de Santa Marta íntimos se diferenciaban claramen­
della Consolazione en Todi [507], te, aun en el exterior, los palacios
comenzada en 1508, se consigue renacentistas florentinos adoptan la
plasmar de la manera más gran­ forma cerrada de un bloque con pi­
diosa y unitaria —ya totalm ente sos marcadamente discernidles, ven­
en el sentido del alto Renaci­ tanas repartidas regularmente y re­
m iento—- 3a idea del edificio cen­ cintos de altura uniforme, sin tener
tral. Al cuadrado copular se ado­ en cuenta la distinta función de las
san, por sus lados, altos y amplios
ábsides, de manera que sobre ia
planta trebolada se origina u n in­
terior absolutam ente equilibrado,
cuyo monum ental carácter espa­
cial está acentuado por la' compo­
sición de pilastras de dos pisos,
jónicas en el interior y corintias en
el exterior. El empeño de los arqui­
tectos renacentistas culmina final­
m ente en Jos proyectos para Ja igle­ [5 08] Leonardo da V inci, d ib u jo de la
sia de San Pedro en RomaJ de los planta y perspectiva de un edificio cen­
cuales hablaremos más adelante. tral. P arís, In st. de France, M s. 2037.
En sus estudios, Leonardo desarrolla n u ­
C on el Renacimiento, la cons­ merosos sistemas de edificios centrales
trucción profana se sitúa al mismo con cúpulas principales y laterales, ábsi­
nivel que la arquitectura religiosa, des, galerías y recintos laterales, de ló ­
■y desde entonces los grandes cons­ gica perfecta y claro predom inio del re ­
c in to principal.
tructores de iglesias son al mismo
tiem po los creadores de im por­ estancias. La estructuración del edi­
tantes edificaciones profanas. Ju n to ficio está determ inada también por
a los edificios públicos predom i­ la claridad racional; en ei interior
nan desde el s. xv dos tipos de se agrupan las cuatro alas en torno
construcción: el palacio, que las a. un patío interno rodeado por
familias de Ja nobleza y los ciu­ «loggias».
dadanos ricos mandan construir en E n el curso de la evolución de
los centros urbanos, y la villa ru­ dichas edificaciones van apuntando
ral, que, situada fuera de la ciu­ las diversas variantes en las ins­
dad, sirve de refugio durante ilos talaciones palaciegas del Renaci­
calores estivales. M ientras que en m iento. El palacio urbano floren­
los «tpalazzi» se manifiesta el de­ tino prosiguió la tradición de los
seo de representación, la villa brin­ palacios comunales toscanos, repre­
da un confortable marco para la sentada en el Palazzo Pubblico de
evocación d e la antigua vida del Siena [425] y el Palazzo della
campo. En ambos tipos de cons­ Signoria de Florencia. El duque de
trucciones, Florencia se adelanta de Milán, en cambio, construyó un
nuevo ail resto de Italia. palacio, el Castello Sforzesco, que
Si la casa burguesa gótica [419] dominaba a ia vez como una forta­
y e l castillo medieval [418] del leza la agitada ciudad. También el
norte se desplegaban orgánica­ duque de Urbino, hombre de gran
m ente, ipor las exigencias de habi­ cultura, hizo construir un extenso
tabilidad, desde dentro hacia fuera, patio parnasiano que, a pesar de
de forma que las habitaciones re­ su fortificación exterior, exhala, a
presentativas de los dominios más través de su profusa ornam enta­
ción, sus aéreas galerías y los «jar­ altura se reduce de nuevo un poco,
dines colgantes» (desde los que se falta por completo. En su lugar
podía ver más allá de las marcas se han empleado piedras labradas
fronterizas), el aliento libre de la en plano, cuidadosamente dispues­
vitalidad del Qualtrocento. Los ri­ tas. El volumen del edificio está
cos comerciantes de Venecia, que contenido por una cornisa muy
prestaban la mayor atención a la
configuración particularm ente fas­
tuosa de k fachada que daba a
los canales, fueron dominados, es­
pecialmente en el s. xvi, por una
pasión constructora que transfor­
mó básicamente el panorama de la
ciudad. En Roma eran en defini­
tiva los papas y cardenales quie-
nes intentaban superarse unos a
otros con sus palacios y villas. Pe­
ro .por m ucho que la tradición
arraigada y las diferentes preten­
siones de los constructores d eter­
minasen la fisonomía de los edi­
ficios, la verdadera medida del
palacio del Quattrocento la daban
[509] M ichelo 2zo di Bartolom m eo, pa­
los palacios florentinos. tio de «loggias» del Palazzo M édici-Ric-
El arquitecto Miohelozzo ( 1396- cardi en Florencia, 1444-1460. Pesada
m onum entalidad del ex terio r [5 1 0 ], sor­
1472) comienza en Florencia, en prendente intim idad y serenidad del in­
el año 1444, el palacio de los Mé~ terior.
dici [5 1 0 ], Como punto de par­
tida tenía ante sí el Palazzo delta
S i g n o r i a construido más de cien prom inente, arcaizante, que surge
años antes; quitándole a éste la en lugar del alero de vigas hasta
torre queda un sencillo cubo, cuya entonces usual. Las ventanas bi­
fachada, desnuda, con los sillares partidas del arco de medio punto
toscamente labrados del muro de de las dos plantas superiores se
orden rústico, ofrece un aspecto asientan sobre frisos de dentícu­
seco y duro. Las plantas no guar­ los. Lo que sobresale como lím ite
dan relación formal alguna; su al­ horizontal de plantas no es, por
tura parece determ inada por la tanto, el borde anterior de tedho o
casualidad. Precisamente aquí, en suelo, sino la línea de antepecho.
el Palazzo M édici, se inicia la nue­ No se -proyecta la textura construc­
va configuración artística. Un an­ tiva del edificio sobre la fachada,
cho banco de piedra, que sirve de sino a base de una articulación
asiento a los olientes de la casa geométrica que tom a sus dimen-
comercial, rodea en forma de zó­ siones de la división armónica de
calo todo el edificio. La planta superficies y no de la estructura
baja, con los arcos antes abiertos, del edificio. Las tres plantas guar­
está revestida de toscos sillares al­ dan, p o r la disminución de la altu­
mohadillados; un piso más arriba, ra de p lanta y el aplanamiento de
en la planta m edia, de m enor altu­ los sillares, una relaoión lógica y
ra, la rusticidad de la sillería es más sintetizada. Como en la arquitec­
plana, y en el piso superior, cuya tura religiosa de la época, en la
c o n s tru c c ió n profana se intenta dicho contraste como recurso artís­
destacar relaciones racionales sen­ tico. Está rodeado por aéreas gale­
cillas. Pero igual que las basílicas rías; en la planta media, las de co­
de Brunelleschi, tam bién esta facha- municación están cerradas. D e nue­
vo es Leone Battista A lberti quien
hace avanzar la evolución de la ar­
quitectura palaciega. De él procede
el proyecto de la casa urbana que
manda construir el comerciante flo­
rentino G iovanni Rucelíaí en 1446-
1451. A lberti em prende nuevos ca­
minos en la fachada del Palazzo
Rucellai [5 1 1 ], conservando la si­
llería almohadillada, aunque ahora
uniform em ente aplanada, a la que
divide siguiendo el modelo del Co­
liseo romano por medio de pilas-

[510] M ichelozzo di B artolom m eo, P a ­


lazzo M édici-R iccardi d e Florencia, 1444-
60. C reación precursora de los palacios
florentinos. Form a de bloque; desde la
planta baja hasta el segundo piso su­
p erior, reducción de la altura de p lan ­
tas y aplanam iento de los sillares de
orden rústico; la fachada se cierra con
u n a arcaizante com isa saliente.

da de palacio se caracteriza, en
tanto que obra del Renacimiento
temprano, por la manera acumula­
tiva de alinear sus distintos ele­
mentos, que no están aún subordi­
[511] Leone B attista A lb erti, Palazzo
nados a un principio general, como RuceSlai en F lorencia, 1446-51. P osterior
ocurrirá más tarde en el alto Rena­ desarrollo de la fachada; la sillería rús­
cimiento. tica está articulada po r una estructura
plana —vertical y horizontal— d e p ila s­
Al entrar en el recinto del patio tras y cornisas.
de «loggias» [509] se abre u n mun­
do diferente. E l airoso patio, en
cuyo centro había antes una fuente tras y cornisas, y configura los ca­
de Donatello, sorprende, frente a piteles de las tres plantas según
la representatividad oficial del ex­ los órdenes dórico, jónico y corin­
terior, p o r su intim idad: se utiliza tio. Y si bien esta articulación
apenas sobresale de la superficie terraza tendida en torno al bloque
mural, constituye un sistema ho­ de la casa. Sólo las ventanas, rít­
mogéneo de ejes horizontales y micamente dispuestas, interrum pen
verticales. su lisa fachada y únicamente las
esquinas están acentuadas con si­
llares de orden rústico. Destaca
así con más fuerza el pináculo de
templo sobre la sala vestibular, cu­
yo empleo en una vivienda apa­
rece en este palacio por primera
vez en la historia de la arquitec­
tura renacentista: signo visible de
la dignidad que hay que otorgar al
patrocinador de la construcción. En
su época, esta villa causó gran sen­
sación 'por la sala cubierta con
bóveda de cañón, que abarcaba
dos plantas en su centro. Para el

[5^2] Rafael Sand, Palazzo Vidoni-Caf-


fareUi en Rom a, hacia 1515. A rticulación
plástica de fachada del alto Renacim iento,
que se rem onta a B ram ante: semicolum-
nas em parejadas sobre fuertes zócalos
entre balaustradas.

Ei ejemplo más im portante y


significativo del otro tipo de ar­
quitectura profana, al que hemos
hecho referencia más arriba, es la
Villa de los Médici en Poggio a
Caiano [514], comenzada en 1485.
Su constructor, Giuliano da San-
gallo (1445-1516), se aparta por
[513] Bartolom m co A m m anati, patio in-
completo d e la tradicional finca terior del Palazzo P itti de Florencia,
fortificada e intenta crear para el 1558-70. T íp ic a solución de fachada del
dueño de la construcción, Lorenzo M anierism o. La sillería rústica cubre las
colum nas.
el Magnífico, u n marco que corres­
ponda mejor que 'los casitillos de
aquella época a las ideas de la an­
tigua vida campestre. Funde el desarrollo de la casa rural fue, sin
edificio con eí paisaje, asentando el embargo, de mayor importancia la
sencillo cubo sobre u n zócalo, una clara configuración racional de la
«loggia» abierta que forma una planta y el alzado.
ios dos primeros decenios del s.
[514] G iu liano da Sangallo, V illa de los
M édici (más tarde V illa R eate) en Poggio
xvi. Pero tam bién en el sentido
a Caiana, comenzada en 1485. Edificio en
forma de cubo sobre zócalo de terraza artístico, espiritual, ha de hablarse
circundante en forma de «loggias». de una concentración. Se eliminan
los elementos superñuos y deco­
rativos y se reprim e el gusto por
el adorno arquitectónico refinado.
Ningún elemento externo debe ya
desviar la intención artística de
una obra. El sentido vital de la
nueva generación no está orienta­
do ya hacia el alegre anhelo de
vida terrena, sino hacia un m undo
ideal. Y el sentido de la armonía
y Ja lógica se aúnan en ella con el
intento de alcanzar una solemne
m onumentalidad. Por tal motivo
la arquitectura se desarrolla en es­
tos momentos hacia formas m onu­
mentales y hacia una diferencia­
ción plástica. El .proceso configu-
rador se somete a una disciplina
L a A r q u it e c t u r a d el
a l t o R e n a c im ie n t o
espiritual que determ ina tanto la
apariencia del detalle como su re­
El tránsito hacia el siglo xvi se­ lación con al todo. El edificio se
ñala a la ve 2 un cambio en la evo­ convierte en un conjunto plena­
lución estilística: al alto Renaci­ mente configurado; cada elemento
miento eleva, por un corto inter­
valo de ¡tiempo, 'las conquistas de
la etapa tem prana a su perfección
clásica. Los últim os decenios del
siglo precedente se caracterizaron,
en' prim er lugar, p o r la mayor pe­
netración de motivos antiguos, y
en segundo término, por la difu­
sión del nuevo estilo por todo el
país, D e este m odo se daba lugar
a una diversificación del aparato
formal, pero crecía también el pe­
ligro de la desintegración y Ja
confusión con el empleo pura­ 1515 J D o n a t o Bram ante, planta de!
mente decorativo de las formas olá- Triamem nistto, con e! patio circular origina­
ente planeado, de San P ietro ¡n
sicas. Frente a esta situación, el M oiItorio en Roma, 1502 {según S cliioj.
alto Renacimiento significa, por Según este proyecto, e! T em pietto habría
ele pronto, una concentración es- quedado enm arcado, com o una joya, p oi
la forma circular del patío,
paciail y temporal. Puede decirse,
salvo contadas excepciones, que las
obras capitales del alto Renaci- ocupa su lugar indicado por una
cien-to surgieron en Roma y bajo jerarquía espiritual. Sin embargo,
los papas Julio II (1503-1513) y dentro del mayor orden se da la
León X (1513-1521), es decir, eo más amplia libertad interior. El
principio ordenador, que exige una cúpula semiesférica. Igual que ia
conformación consecuente, va ad- ceña, el tam bor está articulado por
quiriendo tal importancia que nichos alternativam ente redondos y
también las artes figurativas lie- angulares. La forma perfecta, ce­
rrada, del Tem pietto. descansa en
sí misma y, aparte de la articulación
arquitectónica, no precisa adorno
alguno.
Cuando el papa Julio I I colocó
en el año 1506 la primera piedra
de un pilar de crucero en San Pe­
dro de Roma, la concepción ideal
de «edificio central» debía conse­
guir, según el deseo del fundador
y de su arquitecto Bramante, su
coronación perfecta. Pero pronto
surgieron dudas sobre ol proyecto
[516] D onato B ram ante, plan ta p a r a de realizar la iglesia de la Cris­
San P edro de Rom a, 1506 (según Gey- tiandad como un edificio central
müller}. La forma d e la cruz griega con puro, y a raíz del enfrentamiento
brazos redondeados se repite en las cua­ de opiniones, los más importantes
tro cúpulas laterales; en la diagonal, re ­
cin to s octogonales separados. arquitectos comienzan a buscar la
solución definitiva e id eal Por
fin, cien años más tarde, logra­
gan a someterse a una ordenación rían el triunfo los defensores del
arquitectónica. venerable esquema basilicai: des­
El T em pietto [5 0 6 ], de Donato pués de 1607, Cario M aderna an­
Bramante (1444-1514), en el pa­ tepuso a la construcción central
tio del m onasterio de San Pietro
en M ontono de Roma, es la más
tangible encarnación del ideal re­
nacentista. Fue levantado en 1502
en el mismo iugar en que sufrió
m artirio el apóstol Pedro. Ninguna
otra forma podía parecer ai Rena­
cimiento más apropiada para tal
m onum ento que la circular, y así
adquirió este edificio cristiano el
aspecto de un templo circular an­
tiguo. Sobre un zócalo redondo se
alzan, con sobria severidad, dieci­
séis columnas dórico-toscanas que [5171 M iguel Angel Buonarroti, planta
portan un friso de triglifos corona­ para San Pedro de Roma, después de 1547.
do por una balaustrada. El m uro re­ Cohesión y unificación del efecto espa­
dondo de la celia está articulado cial; mayor acentuación de los pilares de
por nichos que se repiten en el la cúpula dentro del cuadrado principa!.
interior, como m uestra la planta
[515], de tal forma que cada n i­ la nave y la fachada. La forma
cho interno está situado estre dos básica, d e la que partió e! proyec­
externos. Sobre la balaustrada se to de Bramante [516], era la cru2
eleva el tam bor cilindrico con una griega con brazos de igual longi­
tud cerrados en hemiciclo, sobre artistas, entre ellos Rafael, influ­
cuya intersección se planeó una cú­ yen sobre eá cam biante destino del
pula hemisfética. En las esquinas, edificio de San Pedro. E n el año
entre cada dos brazos de ia cruz, 1547 es encomendada la dirección
debía repetirse a escala menor el de la obra a Miguel Angel Buona-
motivo del recinto cupular, y final­ rroti (1475-1564), que vuelve a
m ente estaban previstas, sobre las concebir la idea prim itiva de un
diagonales, sacristías octogonales, edificio central [517], que, sin em­
que habrían formado las esquinas bargo, no puede llevar a cabo. En
de u n gigantesco cuadrado. El con­ la misma línea estilística, que se
junto está concebido a -partir de hallaba en transformación, Miguel
la figura geométrico-abstracta de! Angel quería anteponer al edificio
plano, más que en función de la una enorme nave de columnas, que
armonía del efecto espacial. Ed le habría conferido la orientación
aspecto exterior del edificio hubie­ sobre el eje longitudinal. Lo que
ra sido semejante a una m ontaña más sobresale en la planta de su
de cúpulas en la que ios volúme- proyecto es la rotunda simplifica­
ción y rigor de la figura del plano.
Los recintos cupulares laterales
tienen una mayor participación en
el efecto general del espacio, con
lo cual prospera una idea arquitec­
tónica que, junto al esquema de la
cruz griega, ya se había extinguido:
la idea de instalar el recinto d i ­
putar principal sobre cuatro apo­
yos, en un cuadrado. La cúpula
habría condicionado en mayor me­
dida todo el conjunto, pues los
espacios laterales habrían perdido
[518] A ntonio da Sangallo el Joven, Pa­ su peso propio.
lazzo Farnese de Roma, comenzado en M ientras que los arquitectos del
1514. La zona central la realizó M iguel
A ngel, después de 1546.
alto Renacimiento se enfrentaban,
en el terreno de la arquitectura
religiosa, con el problema del edi­
nes menores apoyan y acompañan ficio central, pudieron, realizar más
al mayor. En el interior se habría fácilmente en la arquitectura p ro ­
percibido en principio la enorme fana su ideal artístico. De todos
cruz griega y la cúpula relativa­ modos, sólo podemos formarnos
m ente oscura. Los recintos centra­ una idea difusa de las edificacio­
les, de menor tamaño, habían sido nes más im portantes, pues, o de­
concebidos sólo corno formaciones bieron ceder paso a construcciones
espaciales independientes, que se posteriores, o fueron ulteriorm ente
coordinaban con la mayor, y en transformadas o bien quedaron in­
general se había basado la armo­ conclusas. El propio palacio de
nía del conjunto más sobre el tra­ Bramante, que él mismo construyó
tam iento equivalente de unidades poco antes de morir en las proxi­
de espacio independientes que so­ midades de San Pedro, se encuen­
bre la consecución de su relación tra actualmente destruido, Pero
con una totalidad espacial continua. como su sobrino Rafael Santi
Después de Bramante, diversos (1483-1520), que no sólo era pin­
tor, sino tam bién arquitecto, se guel Angel después de la muerte
inspiró «hacia 1515, en el proyecto de Sangallo— , aparecen elementos
del Palazzo V idoni - CaffarelU en extraños que, con la inserción de
Roma [5 1 2 ], cuyo aspecto po­ la zona dal portal entre las venta­
demos colegir de la solución dada nas laterales y d forzado contraste
a la fachada p o r Bramante. Aun­ de la ventana y el balcón, hablan
que el Palazzo Caffarelli fue pos­ ya otro lenguaje: el del Manie­
teriorm ente elevado y alargado, rismo.
ambos palacios tenían seguramente
sólo dos plantas: una baja a ma­ L a A r q u it e c t u r a
nera de zócalo con un revestim ien­ del M a n ie r is m o
to macizo de sillería rústica y una
planta superior que recogía ahora, E l Palazzo Farnese, en cuanto
dentro del gusto del alto Renaci­ conjunción de síntomas estilísticos
miento, la articulación plana de diversos, ofrece u n ejemplo muy
pilastras dal Palazzo Rucsllai, de ilustrativo de la evolución general:
Aiberti [511]. Semicohiirmas co­ el estilo ideal clásico del alto Re-
locadas en parejas, con zócalos muy
prom inentes y ¡balaustradas tendi­
das en m edio de ellas, adquieren
volumen plástico, ad igual que el
perfil sombreante del tím pano so­
bre los vanos de las ventanas.
El más im portante entre ios pa­
lacios romanos del alto Renaci­
miento es el Palazzo Farnese, co­
menzado en 1514 [51S ], de A nto­
nio da Sangallo el Joven (1485-
1546). E n su disposición general
recuerda al tip o de los «palazzi»
florentinos. E n la fachada aparece,
sin embargo, en lugar del pesado
almohadillado, u n auténtico muro
romano de ladrillo, enmarcado úni­ [519] G iulio Rom ano, Palazzo del Té
camente en las esquinas por tiras en M antua, 1525-35. Form a m am erista
de orden rústico. Bandas de cor­ «im puesta» y «discordante»: piedras de
los triglifos que parecen caer, claves de
nisa muy perfiladas separan m ar­ excesivas dim ensiones, rusticado irregular.
cadamente ios ¡pisos; encima se
asientan los marcos de ventanaje
(edículos), con sus formas varia­ nacimiento domina sin restriccio­
bles de tímpanos que están super­ nes la escena sólo durante un
puestos a la pared como articula­ corto intervalo de tiempo, aproxi­
ción plástica. Se consigue de este madamente en el prim er cuarto
modo un efecto general que ex­ del s. xvi. Ya en esta época sur­
presa al mismo ¡tiempo serenidad gen tendencias que acentúan, fren­
y matizada viveza, enérgica monu- te a la objetividad absoluta del
m entalídad y noble reserva. En el ideal alto-renacentista, ia libertad
eje medio, realzado' por el portal individual del artista, remitiéndose
de orden lústico y una configura­ expresamente al ejemplo de M i­
ción plástica más rica de la ven­ guel Angel. Crear la «maniera di
tana central — innovaciones de Mi­ Michangelo», legitima la necesi­
dad de escaparse del canon clásico expone como modelo en su tratado
y tornarlo en subjetivo, en decora­ de arquitectura, diciendo que para
tivamente caprichoso, e incluso ab­ ofrecer algo nuevo había «roto y
surdo, El objetivo de los manie- perturbado la forma bella». Con
respecto a las concepciones espa­
ciales del Manierismo, se deben
destacar las comprimidas y angos­
tas fugas espádales, que arrastran
al espectador a la profundidad, y
los recintos urbanos y los patios
que se estrechan en gargantas opri­
mantes,
El prim er gran edificio en d
que- se percibe claramente la deri­
vación dei alto Renacimiento en el
Manierismo es una creación del
discípulo de Rafael, G iulio Roma­
no (1499-1546). Construyó de 1525
a 1535, para el conde Federigo
Gonzaga, un palacio rural, en M an­
tua, ante las puertas de la ciudad,
el Palazzo del Té [519], E l muro
dei patio interior está articulado,
como en la época clásica, por un
orden dásico; pero lidia articula­
ción ya no expresa unívocamente
[520] M iguel Angel B uonatroti, v e s tí­ la función arquitectónica de carga
b ulo de la B iblioteca L aurenzíana, 1530- y apoyo, sino que está superpuesta
34. E n la articulación de la antesala, como mera decoración a la super­
d isto rsió n de las reglas clásicas dentro
del gusto niariierisfa.
ficie mural. Intendonadas rudezas
incluso disonancias rom pen.la ar­
monía dásica: estrechas bandas de
ristas no es el equilibrio armónico, manipostería rústica alternan con
sino la agudeza ingeniosa y el otras más anchas; a veces sillares
efecto de sorpresa: se trata en el enteros aparecen extraídos del con­
fondo de una intencionalidad no junto mural; la dave desmesurada
arquitectónica. Se debe señalar sobre el pórtico se incrusta en ei
también que, de forma 'muy signi­ tím pano triangular, y sobre las
ficativa, los principales represen­ ventanas y nichos se insertan pie­
tantes de la arquitectura m anierista dras de triglifos resbalando de la
son además pintores o escultores fila, de manera que inspiran el
por tradición familiar. Por afán temor de su caída en cualquier
de originalidad no tem en colocar momento, . En suma: estamos ante
directam ente, unas junto a las un ejemplo de la forma impuesta
otras, las formas constructivas más y a la vez de Ja forma intenciona­
contradictorias, cambiar bruscamen­ damente perturbada. El artista, que
te 'las alturas d e recintos o defor­ puede presuponer en su público un
mar intencionadam ente los órdenes conocimiento exacto «conforme a
dásicos d e columnas: Sebastiano la regla», se divierte desconcer­
Serlio (1475-1554) justifica explí­ tándolo con «errores», El princi­
citam ente das extravagancias que pio estilístico del M anierismo de
conservar el aparato formal del bargo, ya no se limita a la super­
Clasicismo, aunque desplazando la ficie m ural, sino que cubre tam­
serenidad y el equilibrio clásicos bién las columnas como decoración
con «incorrecciones» conscientes superpuesta en bandas. Los gran­
des espacios intermedios entre los
sillares del primero y segundo piso
no perm iten crear la sensación de
que la sillería rústica pertenece
a la pared como elemento integra­
do, ya que cubre de una forma
exuberante las partes estructurales
de la articulación mural.
E i gran prom otor e iniciador del
Manierismo fue Miguel Angel
(1475-1564). Con su estilo indivi­
dual potenciado hasta lo titánico
rompió ed cerco de la idealidad
clásica y se sobrepuso soberana­
mente a sus reglas. La sala de lec­
tura (1524-1527) y el vestíbulo
(1530-1534) de la Biblioteca Lau-

[521] F ilip p a B ninelleschi, cúpula de


la catedral de F lorencia, 1420-36. A lta
m aestría técnica del tem prano R enaci­
m iento, elevación fuertem ente peraltada
de la cúpula.

hacia lo rebuscado, lo tenso e in­


cluso lo disonante, se manifiesta
con singular claridad en el patio in­
terior del Palazzo P itti en Florencia

[322] M iguel A ngel B uonarroti, cúpula


de San P edro en Rom a, después de
1557. E l p eralte está inspirado en la
cúpula floren tin a; dinám ico m ovim iento
prebarroco.

(1558-1570) [513], de Bartolom- renziatia [2 0 ], que construyó para


meo Amm anati (1511-1592). Tres los Médici en San Lorenzo de Flo­
plantas componen, como en el rencia, son ejemplos característicos
Palazzo Kucellai [5 1 1 ], un lla­ de su estilo. La escalera, que fue
mado orden de Coliseo cuyas for­ proyectada por él, aunque no se
mas dórico-toscanas, jónicas y co­ construyó hasta después de su
rintias corresponden al canon clá­ m uerte, apenas tiene sitio en la
sico. El almohadillado, sin em- estrecha y altísima antesala. A esta
angosta entrada sigue la larga y lanta y las columnas quedan atra­
estrecha sala de da biblioteca, que padas pasivamente en u n nidio.
parece infundir en el visitante No sustentan nada, pero tampoco
una sensación de profundidad. son sustentadas, pues las ménsu­
También en este caso la brusca las de volutas que hay debajo
contraposición se utiliza como me- están tan carentes de función como
ellas mismas. Cada elemento de la
articulación del muro es plena­
mente independiente. E l espacio
no está concebido, por tanto, co­
mo una totalidad orgánica, sino
como una formación compuesta,
en la que cada miembro guarda su
independencia. Sin embargo, la
gran tensión del conjunto produce
un efecto general de grandiosa uni­
dad.
Del mismo m odo que esta com­
pleja creación constituye u n anun­
cio de las intenciones estéticas del
Manierismo, tam bién Miguel An­
gel dejó una obra que, más allá de
la etapa estilística manierista del
[523, 524] G iacom o da Vigilóla, igle­ s. xvi, se proyecta hacia el Barro­
sia jesuíta de II G esü en Rom a, comen-
sada en 1568. V ista del in te rio r y gra­ co: la cúpula de San Pedro de
bado con la fachada (term inada por Roma. Ciento cincuenta años an­
G iacom o della P orta) y esquema del re­ tes (1420-1436), Brunellesahi ha­
cinto (según J. V. Sandrart).
bía llevado a cabo u n prodigio téc­
nico con la cúpula de la catedral de
Florencia [521], Las dimensio­
nes inusitadas de esta bóveda
estaban determ inadas p o r da plan­
ta de la catedral gótica [404],
así como también surge del Gótico
el plano d e la cúpula. A unque su
interior ofrece un aspecto grandio­
so, su verdadera im portancia resi­
de en su exterior, como p u nto des­
collante de la ciudad que se im­
pone al espectador. Partiendo del
octógono, surge .majestuosamente
entre las cúpulas laterales conco­
mitantes y se yergue, fuertem ente
peraltada, con amplio impulso ha­
cia arriba, para encontrar en la
dio estilístico intencionado y de linterna puntiaguda su rem ate co­
rechazo consciente del canon clá­ ronador. Nervios perfilados subra­
sico. E n el vestíbulo no destacan yan su ascensión. Frente -a la cú­
las columnas de pared como sería pula catedralicia florentina, la se-
de esperar, sino que, por el con­ miesfera con que Bramante abo­
trario, la superficie murad se ade­ veda el Tem pietto [506] consti-
tuye la realización del ideal rena­ forma de nichos, en vez de naves
centista del equilibrio armónico. laterales, pilastras emparejadas sus­
Cuando- Miguel Angel comenzó a tentan un ancho entablam ento con
coronar, después de 1557, la edi­ un alto ático encima, sobre el que
ficación de San Pedro con una descansa la bóveda de cañón. En
cúpula [5 2 2 ], tomó como modelo el cañón hay ventanas perforadas
la de la catedral florentina, que con ¡uñetas, por las que se consigue
tiene aún pervivencias góticas, re­ un sistema de iluminación que evo-
trocediendo de este modo más allá ca la antigua composición de la ba­
del alto Renacimiento. No partía sílica. Si se deja al margen la poste,
y.a del octógono, sino del círculo. rior decoración barroca, nos encon­
Sobre u n ancho y macizo anillo se tram os con un recinto interior re­
alza el tambor, que está enérgica­ lativam ente sobrio, cerrado, que
m ente articulado por columnas reu­ se corresponde con el ideal de la
nidas en parejas. D el ático supe­
rior suben nervios hacia la lin ter­
na, que se halla de nuevo rodeada
por dobles columnas y adornada con
volutas y candelabros. Pueden
apreciarse rasgos manierístas en el
motivo de las columnas empareja­
das. Es de la mayor importancia
el que la cúpula de San Pedro no
esté realizada, según planeó Bra­
mante, como semiesfera, sino fuer­
temente peraltada: en lugar dei
arco circular matemáticamente
perfecto, pero sin tensar, que ha­
bría producido un efecto más ra­
cional, «la solución actual permite
seguir ia ascensión dinámica de la
cúpula. E n esta transferencia de
energías móviles se anuncia ya un [525] Jacobo Sansovino. A ntigua B iblio­
rasgo esencial del Barroco. Igual­ teca de San M arcos en V enecia, 1536-
mente es anticipo de la arquitec­ 1553. M anierism o decorativo veneciano
tura barroca la nueva obra de la con acum ulación sobrecargada de fo r­
mas ornam entales.
iglesia jesuíta 11 Gesü de Roma
[523], que comenzó Vignola (1507-
1573) en el año 1568. El general iglesia de la Contrarreforma. Este
de ia Compañía requería, en pro espacio unitario recibe poca luz, y
de mejores condiciones acústicas, el últim o tramo carece incluso por
una edificación de planta de salón completo de ventanas, en contraste
de una nave y abovedada, que debía con la abundancia lumínica del es­
estar unida a una parte oriental. pacio cupular, que resulta por ello
Vignola tomó como modelo Sant' impresionante.
Andrea en M antua [5 0 3 ], de Al­ El esquema de la fachada de
berti, y resolvió el problema de una doble planta [524] se remonta
forma tan perfecta, que el esquema igualmente al s. xv: en Santa Ma­
de II Gesü encontró adeptos en ría Novella de Florencia ya había
todos los países católicos. En ia salvado A lberti el salió de la zona
nave mayor, con sus capillas en media, más alta, a las laterales, más
bajas, por medio de volutas. Gia- curso del s. XVI Venecia se sitúa
como della Porta (1540-1602), a su altura, y encuentra en Andrea
quien prosigue la construcción de Palladio un representante que in­
11 Gesü tras la m uerte de Vignola, fluiría aún por mucho tiempo des­
se mantiene, en principio, dentro pués de su época y más allá de las
del frío proyecto de su predecesor, fronteras de Italia. El Renacimiento
concebido 'plenamente en al espí­ en sí no se había consolidado en
ritu del Renacimiento, pero en los Venecia hasta muy tarde. M ien­
lugares claves lo transforma. Si en tras que en Florencia dos genera­
Vignola las pilastras estaban dis­ ciones de artistas se habían pre­
puestas uniform em ente en hilera ocupado ya por su desarrollo, la
y no se diferenciaban las alturas ciudad lacustre permanecía some­
de las plantas, Della P orta junta tida aún al Gótico tardío. Incluso
las pilastras en parejas y la mayor las primeras edificaciones del nuevo
altura confiere un peso más sig­ estilo buscan más el efecto pictó­
nificativo a la planta baja. El por­ rico que la conformación estructu­
tal medio adquiere, por el ensam- ral o la m onum entaüdad cúbica.
Se puede ver en la inclinación .por
lo pictóiico-decorativo tanto una
reminiscencia de la herencia bi­
zantina, que ios venecianos podían
percibir siempre en San Marcos,
como la influencia de O riente, con
el que Venecia cuLtivaba extensas
relaciones comerciales. No es ex­
traño que en el ámbito de una tra­
dición local tan marcada no pudie­
ran surgir edificios susceptibles de
comparación con las creaciones de
Bramante. En cambio, estos mis­
mos condicionamientos dieron lugar
a una forma tan específica del Ma­
nierismo, como la Antigua Biblio­
[52 6] Andrea Palladio, Villa Rotonda teca de San Marcos (1536-1553)
en Vicenza, 1550-52. A plicación de 13 [525], frente a¡l palacio del Dogo.
idea de recin to central a la casa rural, Su constructor, el florentino ve­
con p lan ta totalm ente sim étrica.
nido de Roma, Jacobo Sansovino
(1486-1570), parte del sistema mu­
blaje de dos tímpanos en la zona ral del antiguo Coliseo, cuyas ar­
de cornisas, un acento más m ar­ cadas con los paramentos articu-
cado frente a los otros miembros ladores de columnas antepone co­
de la fachada. A unque esta solu­ mo «loggias» a las dos plantas. Si
ción no es aún dinámica en un se compara es.ta fachada con un
sentido barroco, sí contiene, igual frente de palacio del Renacimien­
que todo el edificio, sugerencias to [5 12], se observa de inmediato
fundam entales para la evolución la orquestación mucho más rica
posterior. del conjunto: a! friso de triglifos
Si en el Renacimiento temprano adornado con relieves sobre la
era Florencia y en el alto Renaci­ planta baja, las balaustradas rít­
m iento Roma los centros de la micamente articuladas de ia planta
evolución estilística, en el trans­ superior y el entablam ento exor­
nado con guirnaldas de frutas y práctica su concepción de la villa
amorcillos bajo el ático coronante. clásica en forma de edificio cen­
Tam bién es m anierista, y a la vez tral. E n torno a una sala redonda,
típicam ente veneciana, la apretada en el núcleo del edificio se agru­
abundancia de los motivos, la acu­ pan, dentro del cuerpo cuadrado
mulación de los adornos, d vacia- de la construcción, las diversas es­

[527] A ndrea P alladlo, in terio r de II


R edentora de V enecia, 1576-92. V ista de
la nave m ayor hacia e l coro. Variante de
i a iglesia de p lan ta de sa ló n con capillas
laterales; articu lació n m ural plástica por
sem icolum nas colosales; p arte oriental
centralizante separada p or arco de triunfo.

do del m uro y el juego consciente


del contraste de luz y sombra.
Por su absoluta racionalidad y
m onum ental tamaño los edificios
de A ndrea Palladlo (1508-1580)
pueden considerarse como la consu­
mación del alto Renacimiento. A
causa de la abstracta severidad de
sus formas, se ha querido interpre­ tancias; la disposición de la planta
tarlos como creación de un clasicis- y la vísta exterior son totalmente
ta, pero, por la elegancia y la simétricas. A cada lado se antepo­
riqueza equilibrada de su obra, ne una -gran escalinata, que con­
Palla dio se halla m uy lejos del es­ duce a un frente de templo. E n la
tilo figurativo académicamente co­ concordancia entre el interior y el
rrecto, aunque exangüe, del «autén­
tico» Clasicismo de épocas posterio­
res. Sin 'em bargo, tampoco encaja
en el estilo del Manierismo: su pro­
funda penetración en la esencia de
la intencionalidad constructiva clá­
sica le ayudó para realizar creacio­
nes llenas de ingenio y muy perso­
nales. E i campo d e actividad de

[52S] A ndrea P alladio, fachada de San


G iorgio M aggiore en V enecia, 1565-S0.
Ingeniosa interp en etración de dos siste­
mas d e articu lació n (orden colosal de
doble plan ta con sem icolum nas y orden
d e una sola planta con pilastras).

Palladio es prim ero la misma Ve- exterior y en la clara visualiza-


necia, donde levantó sus i-glesías, ción, unida a la intención arcai­
y luego Vicenza, «térra ferma» zante, se ha alcanzado una trans­
donde construyó palacios y villas. parencia ideal de la forma.
En la Villa Rotonda [526], reali­ La iglesia de II Redentore de Ve-
zada hacia 1550-1552, llevó a la necia (1576-1592) [527] es la
aportación de Palladlo al tipo de naves laterales se les ha antepuesto
la iglesia de planta de salón con un orden m enor de pilastras pla­
capillas laterales. Como en II nas, que corre por detrás del o r ­
G esü [523], un recinto centrad se den colosad. Ambos órdenes están
une a un cuerpo de nave longitu­ ensamblados: dos niahos pertene­
dinal. Pero m ientras Vignola in ­ cientes al menor, enmarcados por
tenta fundir el coro y la nave en
una unidad espacial, Palladio se­
para los dos espacios m ediante un
arco de triunfo. E ste motivo se
repite ante el ábside principal del
coro trebolado. El aboved amiento
hemisférico de los ábsides se apoya
en u n semicírculo de columnas
que perm iten ver el coro de los
monjes, que se encuentra detrás,
La sala del cuerpo longitudinal está
articulada plásticam ente por semi-
columnas colosales; sobre el fuerte
entablam ento se alza la bóveda
con lunetas, sin adornos. En sus
apoyos se abren ventanas que lle­
nan el recinto de una luz clara, so­ [529] Vincenzo Scamozzi, Palm anova, de
lemne, que acentúa con fuertes V enecia, comenzada en 1593. Las ca­
sombras la plasticidad de la arti­ lles conducen desde la piaza hexagonal
culación dei m uro. La serena dis­ a la fortificación exterior de nueve radios,
posición de la estructura espacial
y la armonía de sus miembros, sus edículos en las zonas frontales de
relaciones de proporción delicada­ las naves laterales, están coloca­
m ente matizadas a pesar de su vo- dos sobre podios a la altura del
lum inosidad plástica, no poseen en zócalo de columnas mayores, y a
absoluto el dinamismo propio del ia inversa, el pórtico principal, co­
Barroco. E n esta construcción se mo parte del orden mayor, es en­
puede percibir, como en pocos edi­ marcado por dos pilastras del me­
ficios del Renacimiento tardío, el nor. La contradicción de este sis­
espíritu de la A ntigüedad clásica, tema puede interpretarse como sín­
Si Palladio prefiere en sus villas toma del Manierismo, pero la fa­
las fachadas antiguas de templos, chada posee de nuevo, gracias a
para los frentes de sus iglesias des­ sus proporciones cuidadosamente
arrolla, partiendo d e la tradición equilibradas, una transparencia ar­
de Leone Battista A lberti (Sant‘ mónica. Precisamente esta cuali­
Andrea en M antua y San Frances­ dad, junto a la fría elegancia ca­
co en Rímini), una complicada racterística de Palladio, fue muy
textura de diversos motivos singu­ apreciada posteriorm ente, pues el
lares, La fachada de San Giorgio palladianismo — difundido rápida­
Maggiore en Venecia (1565-1580) mente en Europa a través del trata­
[52 8 ] adquiere, en su parte cen­ do de dicho arquitecto, aparecido
tral un orden colosál ante la nave en 1570, los «Q uattro Libri de’l ’
mayor, que abarca más de dos plan­ Archítettura»— ejerció una gran in­
tas y cuyas enormes columnas des­ fluencia en Inglaterra después de
cansan sobre altos zócalos, A las 1600, posteriorm ente, en la última
parte del s. x v n en Francia, y se dada por tres de sus lados por pa­
convirtió en el s. x v m en una fuen­ lacios proyectados por Miguel Á n­
te im portante para el Neoclasicismo gel, cuidadosamente calculados en
europeo. dimensión, disposición y configura­
En el terreno del urbanismo, el ción de fachada con arreglo a su
Renacimiento opuso al desarrollo disposición urbanística. En el cen-
arbitrario de la ciudad «crecida»
el ideal dé la planificación sistemá­
tica, que obedecía al mismo deseo
de orden matemático-racional que
los principios configurativos vale­
deros para el edificio aislado. En
la literatura de tratados, la plani­
ficación de ciudades y el descubri­
miento de una planta ideal para
toda una ciudad desempeñó un p a­
pel im portante; los teóricos inten­
taban enlazar, tam bién en este do­
m inio, con las ideas de autores
clásicos. Se consideró especialmente
idónea la planta urbana estrellada
ya citada por V itruvio. Sus ven­
tajas edificatorias pesaron conside­ [530] M iguel Angel B uonarroti, C api­
rablem ente en esta apreciación, to lio de Rom a, después de 1538. E l p ro ­
yecto que m uestra el grabada £ue a lte ­
dada la situación de la Edad Mo­ rado después de 1576 por Giacom o della
derna: desde los bastiones prom i­ Porta con la añadidura de una ram pa
nentes podía defenderse fácilmente, (según L afréry).
con fuego de artillería y de mos­
quetes, cualquier punto de la m u­ tro de la plaza, sobre una convexi­
ralla. E n forma estrellada total­ dad oval ligeramente elevada, se
m ente simétrica fue construida, a encuentra la antigua estatua ecues­
partir de 1593, según el proyecto tre de Marco Aurelio, de la que
de Vincenzo Scamozzi (1552-1616), parten dibujos en estrella sobre el
la ciudad Palmanova [529] en Ve- adoquinado del suelo. Al subir ¡as
necia, que m uestra aún hoy casi escaleras, el visitante se veía exclui­
sin variaciones el esquema abstrac­ do del centro ovoidal y rem itido al
to ideal. borde elevado: idea auténticamente
Sin embargo, los arquitectos del manierista que intensifica la gran­
Renacimiento tuvieron rara” vez la diosidad de la primera solución mo­
posibilidad de construir una ciu­ derna de una plaza.
dad entera según su propia con­
cepción: generalmente debían en­
frentarse con formaciones urba­ PIN T U R A D EL
nas ya existentes y podían única­ R E N A C IM IE N T O
m ente sanear distritos aislados o EN IT A L IA
renovar complejos menores. Una
de sus empresas urbanísticas más La pintura del Renacimiento
destacadas es la reforma del Ca­ constituye ía manifestación artís­
pitolio de Roma [530], em pren­ tica más multiforme de la época.
dida en 1538 por Miguel Angel. M ientras que la pintura mural y
La plaza trapezoidal está circun­ de tabla encuentra en el terreno
profano un extenso campo para sazione, que tienen como objeto el
nuevas empresas, la pintura de diálogo contemplativo entre la
libros pierde progresivamente su Virgen entronizada y los santos
importancia, hasta que en el s. xvi acompañantes [531, 532], Respe­
tuosa, pero Ubre y familiarmente,
se aproximan a la M adre de Dios
las figuras de santos como repre­
sentantes del m undo terrenal. Se
percibe claramente un cambio pro­
fundo en la relación con el mundo

[531] A ndrea M anteana, zona central


de la Sacra Conversazione, del a ltar m a­
yor . de San Z eno de V enecia, 1457-59.
A sim ilación sistem ática de m otivos an­
tiguos. A pesar de la aguda captación
de la realidad, altivo distanciam iento de
la Virgen por la rica configuración de la
arquitectura de! trono y el corro de
angelotes.

trascendente. La Virgen, encam a­


ción de lo suipraterreno, ya no es
la majestuosa reina celestial entro­
nizada, tal como aún la pintara
G iotto [4671; ahora aparece in­

casi deja por completo de exis­


tir como género autónomo. Su
función de adornar el libro es asu­
mida ahora por la técnica del gra­
bado.

[5 3 2 ] P iero della Francesca, Saeta Con-


versazione con donante arrodillado, hacia
1475, M ilán, B rera. Realism o .m onum en­
ta l. A rquitectura im aginaria con luz la­
teral plásticam ente m odeladora. D istan-
ciam iento fren te a la cotidianidad por
la com posición sim étrica del cuadro y la
severa dignidad de las figuras,

El centro de toda manifestación


artística se halla también en el Re­
nacimiento en la representación de
los temas cristianos. Así se vuelve
a interpretar toda la serie de imá­
genes del m undo religioso con
los nuevos medios de representa­ cluida en el mundo de los hom­
ción. Pero a la vez se desarrollan bres, que, conscientes de sí mis­
tam bién temas hasta entonces des­ mos, se sitúan al mismo nivel que
conocidos, como la Sacra Conver- la Virgen. La secularización de te­
mas cristianos se manifiesta, ade­ del s, xv, ipor el retrato de medio
más, en que en las representacio­ o tres cuartos de perfil, mediante
nes religiosas aparecen cada vez el cual se consiguen las creaciones
con mayor frecuencia figuras de más importantes del arte retra­
santos que corresponden a perso­
nas contemporáneas.
El despliegue de una hum anidad
libre, como propugnaba el H um a­
nismo, prepara el terreno a un
nuevo género pictórico: el retrato.

[5341 P arinigianino, M adonna del eolio


lungo, hacia 1535, Florencia, U ffici. Com ­
posición m anierista artificiosa, llena de
contrastes (lleno • vacío, V irgen grande-
profeta dim in u to ); V irgen como «figura
serpentinata» alargada.

La tipificación medieval de la re­


presentación del hom bre es susti­
tuida por 'la caracterización de lo
individual, que destaca los rasgos
únicos e inconfundibles, no sólo
en su realidad física sino también
en su individualidad anímica. El

tista: los retratos de papas de Ra­


fael y Tiziano y el enigmático re­
trato de la M ona Lisa de Leonardo.
E l desarrollo del retrato mani­
fiesta al mismo tiempo un rasgo

[533] Leonardo da V inci, Santa A na,


la V irgen y el N iño, hacía 1503-06. P a­
rís, L ouvre. C lásica p irám ide de figu­
ras del alto R enacim iento. Perspectiva
aérea por «sfum ato» pavoroso envolven­
te,' El paisaje se convierte en elem ento
de am bientación.

esencial que caracteriza, en gene­


ral, a todo el arte figurativo del
Renacimiento: el afán de verdad.
En vez de transform ar el mundo
estilizándolo, como hacía el Gótico,
se intenta representarlo como es en
realidad. La Naturaleza es la gran
tipo andguo de perfil severo, tal maestra. La preocupación por la
como aparece en los retratos sie- verdad, sin embargo, no persigue
neses de caballeros del s. xiv, es sólo la mera imitación de la reali­
sustituido, en la segunda mitad dad, sino el descubrimiento de las
leyes orgánicas que rigen en la N a­ que el punto de fuga se encuentra
turaleza. E n lugar del fragmento en el eje medio. Se construyen for­
casual d e la Naturaleza se busca maciones estereométricas más com­
su «summa» y se aspira a la es­ plicadas; surgen recintos oblicuos
piritualización de lo m aterial. Así, con punto de fuga excéntrico; se
pues, no hay contradicción a'Iguna buscan puntos de vísta desusados,
en el hecho de que el Renacimien­ como la forzada perspectiva infe­
to se empeñe en captar la reali­ rior o el escorzo extremo, y, final­
dad, para transform arla luego de m ente, la perspectiva sirve tam­
nuevo, idealizándola. Esta bús­ bién para despertar, en pinturas de
queda de realidad la com parte, ade­ techos, la ilusión de que se mira,
más, con el norte de Europa — se a través de una abertura, directa­
manifiesta tanto en Jan van Eyck mente al cielo (el ejemplo más tem­
[489] como en K onrad W itz prano es el de M antegna, Camera
[4 8 7 ]—•; la diferencia radica en degli sposi, en el palacio ducal de
que el sur investiga más sistemá­ M antua, concluido en 1474). La
tica y consecuentemente las leyes perspectiva cromática se sirve del
objetivas de la N aturaleza. De este efecto psicológico de proximidad
modo se manifiesta, una vez más, o lejanía, producido, por ejemplo,
la positura básica racionalista del por el rojo «cercano» o el azul
Renacimiento. C on la doctrina de «lejano». La perspectiva aérea,
las proporciones busca establecer en la que las zonas más alejadas
u n canon ideal de las medidas parecen disolverse en u n tono at­
del cuerpo; en sus estudios anató­ mosférico general, aparece a finales
micos penetra en las funciones del del s. xv junto a la perspectiva
cuerpo, observando particularm ente lineal, magistralmente utilizada por
el juego de los miembros y el Leonardo da Vinci [533] y que
proceso orgánico de los movimien­ constituye el principal medio de
tos. Su predileoción por las for­ representación de la posterior pin­
mas geométricas y estereométricas tura paisajística.
fundam entales le hace preferir es­ Debido al acusado sentido de la
quemas de composición elementa­ realidad del s. xv, se introducen en
les: la circunferencia, el triángulo, la pintura nuevos motivos repre­
la pirám ide. Pero sobre todo se sentativos que desempeñan al prin­
crea, con la perspectiva lineal, un cipio sólo un papel secundario en
instrum ento m ediante el que se las composiciones de figuras, pero
consigue dar a la representación que toman fuerza más tarde, ya
bidimensional una apariencia tri­ en el s. xvi, y se convierten en te ­
dimensional. mas pictóricos independientes: el
La correcta aplicación de la pers­ paisaje y la naturaleza muerta. En
pectiva central, cuya invención se sus fondos de cuadro, los pintores
atribuye al arquitecto Brunelleschi, del Quattrocento no buscan repro­
pareció ofrecer una m edida obje­ ducir ninguna parte concreta de
tiva para valorar una obra artís­ paisaje, como lo hacía K onrad W itz
tica, y no es extraño que el Rena­ en el norte [487], sino que aspiran
cim iento, abierto a las cuestiones a un «paisaje del mundo» ideai,
teóricas y experimentales le otor­ síntesis de lo cósmico, Giovanni
gara el mayor interés. Beliini, por ejemplo, se aproxima
P ronto los artistas no se confor­ a esta idea en sus fondos de cua­
man ya con espacios de caja sen­ dro. A rtistas como Leonardo da
cillos, paralelos al cuadro, en los Vinci [5 33], Giorgione [5 4 2 ] y
Tiziano [54 3 ] conciben el paisaje o también grupos o escenas (lucha
como un reflejo del estado de áni­ de los vicios y virtudes, edades de
mo d e los personajes. Así el .pai­ la vida hum ana, los cuatro elemen­
saje se rem ite, tam bién en el alto tos, etc.), Pero se introduce ade­
Renacimiento, al hombre. Cuando más en otros géneros, como el cua­
aparece por vez prim era como te­ dro histórico y, especialmente, el
ma independiente en Italia con retrato (la Fortuna y la Valentía
Polidoro da Caravaggio (1495 - coronan al general victorioso), y
1546), se tom an como modelos, de constituye el motivo de pomposas
ana m anera justificativa, los pai­ pinturas representativas (Triunfo
sajes mitológicos de la pintura m u­ de Venecia [5 4 6 ]) que se acercan
ral clásica, en la que se apoya en gran medida a la apoteosis ba-
también formalmente.
Con la evolución estilística de
la pintura renacentista se amplía
a la vez su función y el marco so­
ciológico en que opera. Su uso ya
no se lim ita al ám bito eclesiástico
y representativo oficial; en medi­
da creciente se convierte también
en objeto de deleite artístico indi­
vidual, pasando a las colecciones
de olientes privados que pertene­
cen a la aristocracia o a la rica b u r­
guesía. Con especial predilección
se pedían estos cuadros para ador­
no del «studiolo», el cuarto de
estudio, o para otras habitaciones
más íntimas.
El Nacimiento de Venus [537],
de Botticelli, o A m or sacro y
amor profano [5 43 ], de Tiziano,
son ejemplos característicos que su­
gieren asimismo los temas preferi­
dos en esta categoría de cuadros: la
mitología y la 'historia antigua y [535] M asaccio, fresco de la Santísim a
la alegoría o temas de la cultura T rinidad en Santa M aría Novella de
humanística que perm iten repre­ Florencia, hacia 1426-27. P in tu ra arqui-
tectónica de perspectiva central; donan'
sentar «el m undo y los hombres» te representado im aginariam ente «fuera
y ensalzan, como la más noble de la escena del cuadro»; estilo m onu­
meta, la perfección del cuerpo des­ m ental de las dos figuras.
nudo.
La alegoría {del griego allego- rroca. Su difusión se vio favore­
rein = decir de otro m odo) bus­ cida considerablemente por la ge­
caba representar en imágenes, ideas neral estimación de la finalidad
y conceptos abstractos, sirviéndose didáctica y la afición por plantea­
casi exclusivamente de la personifi­ mientos de problemas que debían
cación. La alegoría puede constituir, resolverse racionalmen- ; y a base de
como tema principal, el único ob­ combinaciones. E l Manierismo, es­
jeto del cuadro: bien una figura pecialmente, no se cansaba de des­
única (Castidad, Justicia, Fe, etc,) cubrir enigmas cada vez más con>
píicados y alusiones literarias, que, tras su construcción y tras las for­
incluso para los coetáneos, eran di­ mas arquitectónicas, captadas con
fíciles de descifrar y que conduje­ realismo, la m ano de Branelieschi.
ron, a finales del s. xvi, a la edición D elante de la arquitectura pinta­
del prim er manual iconológico. da, en una zona que parece an­
tepuesta al propio escenario del
cuadro, se arrodillan los dos fun­
La p in t u r a del R e n a c im ie n t o
dadores. Tras ellos se yerguen las
TEMPRANO

Así como Brunellesohi fue el gran


propulsor de k arquitectura, Ma-
saccio (1401-1428) introdujo en la
pin tu ra la revolución del nuevo
estilo. En una época en que la ele­
gancia cortesana de un G entíle da
Fabriano [478] marcaba la pauta
con su fluido lenguaje de lineas y su
suave y lum inoso colorido, irrumpe
en la pin.ti.ua, con la obra artística
de Masaccio, realizada en unos po­
cos años, un matiz más duro y d i­
fícil. Si su m aestro M asolino (Í3S3-
1447) intentaba aún unir el precio­
[536] Dom enico G hirlandaio, N acim ien­
sismo cromático del G ótico tardío to de M a ría, del ciclo de frescos de la
al nuevo sentido realista, Masaccio vida de M a ría en Santa M aría Novella
tiende hacia atrás un puente hasta de Florencia, 1485-90. E stilo narrativo
realista, con exactitud retratista en la
G iotto [4 7 6 ], cuyo estilo m onu­ descripción del tema.
m ental de figuras trasplanta a]
lenguaje form al del Renacimiento pilastras pintadas, sobre las que se
tem prano. D e este modo logra con­ levanta la bóveda de medio cañón
ferir una mayor plenitud de vida, con casetones, sustentada por co­
dentro de una misma forma expre­ lumnas. A su entrada, entre M a­
siva, una caracterización más indi­ ría y Juan, se alza la cruz, soste­
vidual, en ocasiones retratista, una nida p o r Dios Padre. A pesar del
mayor movilidad en las figuras, un aspeoto conmovedor de las figuras
cromatismo más fuerte en la compo. llenas de vida y del efecto «moder­
sición de los -grupos y la organiza­ no» de 1a arquitectura, el artista
ción del espacio del cuadro según no logra conjugar armónicamente
las leyes d e la perspectiva lineal. los dos elementos básicos del cua­
E n la misma época, aproximada­ dro: la figi.ira representada con rea­
m ente hacia 1426-1427, en la que lismo y el recinto construido en
aparece la obra capital de Masaccio perspectiva. Las figuras no se mue­
— los frescos de la iglesia de los car­ ven aún librem ente en el espacio,
melitas de Florencia— realiza en mientras que en una posterior eta­
Santa María Novella el fresco de la pa estilística, en los frescos de Ra­
Trinidad [5 3 5 ], en cierto modo fael por ejemplo [538], llenarán
una capilla funeraria pintada, cuyo todo el espacio del cuadro con su
escenario, artísticam ente concebi­ vitalidad.
do, está tan consecuentemente des­ El monje dominico Fra Angé­
arrollado según las leyes de Ja lico (1387-1455), al que se debe da
perspectiva lineal, que se presiente decoración del monasterio floren­
tino de San Marcos, fundado por lismo plástico de Donatello. Do-
Cósimo di Médici, encama una menico Veneziano (hacia 1410-
fase deJ Renacimiento temprano, 1461), finalmente, intenta crear
en la que se unen una ternura e a base de luz y color la unidad de
intimidad aún medievales con los composición pictórica.
descubrimientos de la perspectiva Los maestros florentinos del nue­
y el detalle realista. El fondo de vo estilo son pronto conocidos y so­
oro y la paleta gótica de colores se licitados en todo d país: Masac-
mantienen durante mucho tiempo
en sus obras, hasta que hacia el fi­
nal de su vida desarrolla un arte
narrativo grave, más monumental,
Cercano a él se encuentra el más
mundano Fra Filippo Lippi {1406-
1469), del cual poseemos, además
de frescos, un gran núm ero de cua­
dros de Vírgenes de suave tonali­
dad, que cautivan por su hum ani­
dad [539], E n los fondos de dichos
cuadros se representan habitacio­
nes busguesas de época: en el cua­
dro citado como ejemplo vemos
tina habitación de parto, en la que
la joven madre rodeada por sus [537] Sandro B otticelli, el N acim iento
de Venus, hacia 1485, Florencia, Uffici.
servidoras, recibe la visita de las M ítica representación cargada de ambicn-
vecinas. De no aparecer las aureolas tación fabulosa. La com posición estilizada
de santidad transparentes y repre­ acentúa las líneas.
sentadas en perspectiva, apenas cae­
ríamos en la cuenta de que la esce­
na presenta en realidad el nacimien­ ció pintó en Roma; Castagno
to de María, y que la joven y deli­ marcha a Venecia; Fra Angélico y
cada mujer burguesa del borde su discípulo, Beno’/zo Gozzoli, tra­
anterior del cuadro representa a la bajan en Roma para el papa Nico­
Virgen. La búsqueda de situacio­ lás V. Bajo su influencia, las di­
nes cotidianas y su utilización en versas regiones se adhieren, más o
un cuadro religioso constituyen los menos estrechamente, al ideal re­
síntomas más característicos del nacentista y desarrollan desde me­
realismo del Quattrocento. diados del s. xv escuelas de pin­
Otros pintores florentinos se si­ tores propias, que poseen su pe­
túan más cerca de Masaccio e in­ culiar e inconfundible fisonomía.
tentan proseguir determinados as­ A 'la escuela de Umbría pertene­
pectos parciales de su arte: Paolo ce un maestro que, con su realismo
Ucello (1397-1475) une un interés monumental, constituye el eslabón
casi apasionado 'por la perspectiva entre Masaccio y el alto Renaci­
a un tono narrativo, como de miento: P ierodella Francesca (1416-
cuento, m ientras que Andrea Cas- 1492). Trabaja sobre todo en Ur-
tagno (1423-1457), poseído de un bino, donde Federigo da Montefei-
serio fanatismo por la verdad, acen­ dre reúne un selecto grupo de ar­
túa la apariencia corpórea de los tistas y sabios en la Corte ducal.
«hombres famosos» por él pinta­ P or encargo del duque, Piero pinta
dos y transfiere a la pintura al rea­ para la capilla funeraria de San
Bernardino, hacia 1475, u n cua­ espacial. Este fondo arquitectónico
dro [532] que m uestra al funda­ está construido en perspectiva con
dor ante la . Virgen entronizada, exactitud y con una línea de ho­
arrodillado en u n círculo de san­ rizonte que se interna profunda­
tos y de ángeles juveniles (una Sa­ mente en la lejanía, de m odo que
cra Conversazione). Como en Ma­ la vista desde abajo —desde la po­
saccio [535], la escena está situa­ sición del observador-™- aumenta
da en una pieza de arquitectura aún más ■ el efecto monumental.
pintada que continúa y amplía la La zona central queda reservada a
arquitectura real. D etrás del jue­ la Virgen, que aparece rodeada de
go ilusionista con la arquitectura angelotes músicos; en ias zonas
aparente, se manifiesta la intención laterales se disponen en profundi­
de integrar la esfera de lo suprate- dad cuatro santos. Relieves arcai­
rreno en el m undo real. Con la zantes cubren el entablam ento y
construcción estrictamente axial de los pilares. Tam bién la pesada guir­
la composición, la solemne frial­ nalda de frutas, plenam ente na­
dad de la arquitectura y la digni­ turalista, tiene precedentes en de­
dad interna de las figuras, se con­ coraciones murales romanas. Toda
sigue crear una distancia que es­ la composición está penetrada por
cinde claramente el dom inio de lo el espíritu clásico: la suntuosa ar­
trascendente del dom inio de lo te­ quitectura del trono, cuyo rema­
rrenal cotidiano. La descripción di­ te en forma de rueda constituye
ferenciada de los caracteres es tan
una segunda aureola de santidad;
admirable como el magistral tra­
la serena dignidad de la Virgen y
tam iento del color y la luz, que in ­
la seriedad con que se mueve el
cide intensam ente por la izquierda
y es empleada con verdadero vir­ corro de angelotes. La forma de
representación es plenamente pic­
tuosismo para com pletar la ilusión
espacial de la bóveda de cañón. tórica, resalta inexorablemente ca­
da detalle con el más agudo dibu­
Con otros medios, pero con la jo, y, al mismo tiempo, somete
misma intención monumental, tra­ las formas minuciosas y contradic­
baja Andrea M antegna (1431-1506) torias al efecto del conjunto.
en el norte de Italia. Como ningún
otro pintor coetáneo se educó en En los últimos decenios del s. xv
la Antigüedad clásica. Su formación la pintura no tiene ya la fuerza
clasicista se percibe tanto en la es­ activa del período temprano. E n el
tatuaria de sus figuras como en la gusto por lo multiforme, por é. su-
diversidad de ornamentos, escul­ perrefinam iento decorativo de la
turas y elementos arquitectónicos form a, en la nerviosa prem ura de
que emplea en sus cuadros. Reali­ los movimientos y en el abandono
zó en 1457-1459 el altar mayor de de la intensidad anímica, se mani­
San Zeno de Verona [531], con­ fiestan en Florencia, por ejemplo,
siguiendo crear un ejemplo magis­ los indicios de un estilo tardío que
tral de la artesaría renacentista que no ofrece la posibilidad de ras­
podemos hoy contem plar en su trear la línea que conduce al ar­
marco originario. Pilares pintados te del alto Renacimiento, En ias
y semícolumnas plásticas antepues­ iglesias surgen grandes ciclos de
tas dividen la tabla en tres zonas, frescas, en los que aparece fiel­
pero el fondo arquitectónico con­ mente retrasada la sociedad de la
tinuo, una sala de pilares en for­ época bajo el tema de la vida de
ma de peristilo, asegura la unidad M aría o una ’eyenda de santos.
Los frescos terminados hacia 1490 ¡LA PINTURA DEL ALTO
por Domenico G hírlandaio (1449- R e n a c im ie n t o
1494), en «1 coro de Santa María
Novella, son ejemplos de este ex­ La pintura dei alto Renacimien­
tendido arte narrativo que perpe­ to no constituye una continuación
túa ios usos y costumbres de la directa de las aspiraciones artísti­
vida de la época con amorosa m i­ cas de finales del s. xv. Los. m a­
nuciosidad. Si se compara su Naci­ dras de Botticelli, Pinturrichio, Fi-
miento de Marta [536] con la ha­ lippino Lippi o Signorelli encar­
bitación de parto de Filippo Lip­ nan más bien la consumación de
pi [539], se hace evidente el afian­ una etapa estilística que el co­
zamiento del marco arquitectónico mienzo de una nueva. Si compro­
que documenta, con relieves cui­ bamos que la arquitectura experi­
dadosamente reproducidos y con mentó con la iniciación de la fase
la más rica decoración, el seguro clásica una concentración decisiva,
predom inio de las formas ornam en­ lo mismo puede decirse, en mayor
tales antiguas. A pesar del gusto
por el detalle, estos frescos tienen,
gracias a la claridad de su com­
posición, una intencionalidad m ar­
cadamente monumental. El estilo
tardío del s. xv se desarrollará
perceptiblem ente en la acumula­
ción de motivos de un Pinturri-
chio o en la extravagancia de for­
mas de un Filippino Lippi. Tam ­
bién se manifiesta de una manera
característica en las obras de San­
dro Botticelli (1444-1510), cuya
pintura m uestra aún, en el realce
de lo lineal y en la delicadeza de
las figuras, relaciones claras con
el Gótico. En su cuadro, del Naci­
miento de Venus [537], hacia [5 J8 ] Rafael Santi La Escuela de Ace­
ñas, fresco en las E stancias de! V atica­
1485, la frágil diosa flota desnuda, no, 1509-1512. La figura y las arquitec­
de pie en una concha sobre unas turas forman una unidad espiritual; idea-
olas estilizadas, Su sencilla silueta lización de la figura hum ana.
contrasta con las formas ornamen­
tales retorcidas de las deidades de medida aún, de ía pintura. Los ras­
los vientos y de la ninfa que es­ gos acumulativos, minúsculos e in­
pera en la orilla con el m anto hin­ quietos del Renacimiento tem pra­
chado por el viento. El aspecto ge­ no dejan paso posteriorm ente a
neral de fragilidad estiliza la Na­ una textura armónicamente com­
turaleza y la figura, consiguiendo pensada del cuadro, en la que las
el ideal del cubrim iento decora­ figuras, el paisaje o la arquitectura
tivo de la superficie, y logra crear circundantes están penetradas por
un tono lírico de fábula. P or estos una misma intención monumental.
rasgos estilísticos el Nacimiento de Roma es el centro de la pintura
Venus constituye una creación tí­ alto-renacentista, donde Rafael y
pica del Quattrocento tardío. Miguel Angel realizan sus obras
capitales para glorificación de la una pirámide de figuras que, su­
Iglesia y del Papado. perando ¡a alineación aislada, do­
Leonardo da Vinci (1452-1519) mina como centro unívoco y com­
inicia el nuevo estilo. E l carácter pacto la superficie del cuadro. F i­
experimental de su arte, causa de gura y paisaje parecen fundidos en
que algunas obras quedaran sin una misma tonalidad pictórica: es-

[539] Fra F ilip p o L lppi, cuadro circu­ [540] Rafael Santi, M adonna della Sedia,
lar (fondo) con la V irgen y el N iño. Al 1514-15, Florencia, Palazzo P itti. E jem plo
fondo, el N acim iento de M a ría, 1452, clásico de un fondo del alto Renacim iento.
Florencia, Palazzo P itti. H um anización En la com posición centrada se acoge la
realista del tem a religioso. En la com po­ forma redonda inm ediata y librem ente, y,
sición apenas se tiene en cuenta la fo r­ ai m ism o tiem po, de una m anera p lás­
ma redonda del cuadro. tico-espacial.

term inar, y los avalares del trans­ tan vinculados por el famoso j/h-
curso del tiempo, no han perm i­ mato¡ el difuso velo de vaho que
tido que se conserven más que al­ juntO' al claroscuro ambientador
gunas obras acabadas de su mano, confiere al cuadro profundidad
Su influencia, sin embargo, no deja perspectiva.
de poseer por ello una gran tras­ Julio II había llamado a Miguel
cendencia. La universalmente cono­ Angel (1475-1564) a Roma y le ha­
cida Ultima Cena de Milán le mues­ bía encargado el diseño de su tum ­
tra com,o un maestro en los más ba. Pero pronto el interés del papa
diversos motivos de movimientos, se dirigió a un nuevo proyecto:
gracias a los cuales Jos .Apóstoles, quería hacer adornar la bóveda de
reunidos en grupos rítmicos, lle­ la Capilla Sixtina de tu tío Sixto IV
nan el cuadro con pujante vida. con un gran fresco. Su realización
El cuadro de Sania Ana, la Virgen fue confiada a Miguel Angel, a
y el N iño [533], realizado hacia pesar de que éste se resistiera. Tras
1503-1506, tiene tanta im portan­ penoso trabajo surgió entre 1508-
cia por la composición de grupo 1512, la obra maestra que consti­
como por la representación paisa­ tuye una de las cumbres del arte
jística. Santa Ana forma con la V ir­ occidental. El extenso ciclo de
gen, el Niño Jesús y d cordero imágenes, que se refiere al acón-
tecimiento de la Salvación, está la Madonna di Foligno, de Rafael,
articulado por u n marco arquitec­ realizada hacia 1511-1512), como
tónico que ofrece la armazón es­ visión de la «Virgen en la G lo­
tructural para los distintos edemen­ ria». De una aureola de luz, cuyo
tes: la representación de la histo­ brillo ilumina toda la escena, des­
ria de la Creación y el pecado o ri­ ciende flotando sobre nubes, ro-
ginal en las zonas centrales, los pro­
fetas titánicos, sibilas y gigantes,
y los medallones, r/dieves y escul­
turas pintados. D e acuerdo con
su significación y su peso interno,
dichos elementos están subordina­
dos a u n sistema polivalente; se en­
cuentran insertos en una ordena­
ción formal y espiritual de aspecto
natural y libre, pero que es impe­
rativa para cada elemento. Las Es­
tancias del Vaticano, pintadas sólo
algo más tarde por Rafael Santi
(1483-1520), m anifiestan la inten­
sidad del ansia de libertad que ins­
piró las obras del alio Renacimien­
to. La Camera della Segnatura
(1509-1511), el prim er recinto de
esta serie es, en cierto modo, la ré­
plica pintada del Tem pietto de Bra­
mante. Cada fresco, como La Es- [541] G iorgione, la T em pestad, hacia
1505. Venecia, A cadem ia. El paisaje apa­
cuelá de Atenas [5 3 8 ], por ejemplo, rece pintado con tonalidades terrosas co­
constituye una cima de la pintura mo «espacio am biental» para el grupo
monumental, en la que la figura y de figuras.
la arquitectura están fundidas en
una unidad espiritual. H a desapare­ deada de una masa inmaterial de
cido la habitual rigidez del cuadro ángeles infantiles. Con ademanes
ceremonial. Las distintas figuras sumamente elocuentes y ampulosos
parecen moverse en el espacio del reaccionan los cuatro personajes de
cuadro por propio-impulso, sin que la zona inferior ante ia aparición
sea perturbado en lo más mínimo ultraterrena: San Jerónimo, a la
el perfecto equilibrio de la com­ derecha, encomienda a la gracia
posición. Rafael conjura a un m un­ celestial al conmovido fundador,
do ideal cuyas figuras están sen- arrodillado; también arrodiliado,
soríallmente próximas, pero p erte­ a la izquierda, San Francisco se
necen a una esfera elevada y orde­ dirige hacia ed espectador del cua­
nada. Es un m undo sin excesos dro y le incluye de este modo
extáticos, pero también sin suje­ en el acontecimiento; Juan Bautis­
ción a una sistematización formal. ta mira asimismo hacia el exterior
El deseo de idealización y digna del cuadro y señala a la vez hacia
interpretación aparece en todos los el Niño Jesús. Una artística tex­
temas del dominio religioso. El te­ tura de gestos y miradas envuel­
ma de 1a Sacra conversazione, por ve al grupo, y es igualmente cohe­
ejemplo, aparece representado fre­ rente la constitución compositiva de
cuentemente (tal como muestra todo el cuadro. El triángulo de la
Virgen y las figuras arrodilladas, ’b an pintadas sobre lienzo e inserta­
el ■eje vertical, acentuado por el das luego en la arquitectura. Con
angelote, el semicírculo en la m itad ello desaparecía la necesidad del
del cuadro, donde un fondo enfrentam iento artístico con un
de paisaje une a las dos figuras marco arquitectónico impuesto.
en pie, son, todos ellos, elementos Bajo tailes condiciones, el cuadro
de composición claramente separa­ de tabla independiente, que no
bles, que, sin embargo, no se apli­ exigía la subordinación a un con­
can siguiendo u n rígido esquema­ texto superior, pudo desarrollarse
tismo, sino que están empleados con mayor rapidez y riqueza que
como medios de ordenación modi- en Florencia o Roma. Cierto es que
ficables a voluntad. Esta libertad también en estas ciudades se cono­
convierte tam bién la composición cía ya desde el s. xv el cuadro de
de la Madonna dellá Sedia [540], caballete independiente, pero no
de Rafael, de 1514-1515, en viva liego a alcanzar la misma im portan­
encarnación del ideal renacentista, cia que en Venecia.
ajena a Ja abstracción formal. Un típico cuadro de caballete
A unque Roma fue el centro de por sus dimensiones (8 0 x 7 3 cm.),

[542] T iziano, Am or sacro y am or pro ­ es la Tem pestdd [541], de Gior-


fano, hacia 1516, Roma, G allería Borfihese.
Id ealid ad festiva del alto Renacim iento, gione (1478-1510), pintado hacia
sensualidad natural y lum inoso colorido. 1505. Su interpretación es discu­
F u sió n de figura y paisaje. tida y oscila entre la leyenda m i­
tológica y la escena arcádica. Ante
la pintura del alto Renacimiento, nuestra vista aparece un paisaje
también Florencia tuvo en Fra pintado en tonalidades terrosas,
Barto’ommeo y A ndrea del Sarto magistralmente compuesto y rítm i­
im portantes representantes del es­ camente articulado, que no consti­
tilo clásico. Sin embargo, Venecia tuye ya simplemente el fondo, sino
constituye la cumbre del desarrollo que rodea a las figuras como espacio
pictórico. armonioso. Tam bién en al conte­
La pin tu ra veneciana va dando nido ambiental forman una unidad
preferencia progresivamente al cua­ la figura y el paisaje. Todo está
dro de tabla, ya que no existían dispuesto, por la fuerza luminosa
muros y paredes para ios extensos de ios colores, en formas suavemen­
ciclos de frescos. Si aparecían se­ te modeladas,
cuencias cíclicas de imágenes, esta- La diferencia entre la actitud
básica del alto Renacimiento y la circundante. Su reproducción na­
del s, xv se percibe claramente al turalista está iluminada por una
comparar el A m or sacro y amor calidad luz que aumenta la solemne
profano [5 4 2 ], de Tiziano (1477- idealidad del cuadro.
1576), pintado hacia 1516, con el La imagen humana de Ja época
Nacimiento de Venus [537], de encontró su formulación literaria
Botticelli. E n lugar de un estilizado en el «Cortegiano» del conde Bal-
m undo de fábula, de una «cuasi dessare Castiglione (escrito en 1514
realidad», aparece en Tiziano una
terrenalidad cálidamente sentida
y elevada a una aotitud solemne.
El color adquiere una cadencia
arrebatadora; el desnudo sobre el
borde del pozo es de una plenitud
sensual desconocida en el siglo
anterior. Y frente a él está sentada
otra figura femenina, cuyo cuerpo
parece intuirse bajo la suntuosi­
dad del vestido. Con el amorcillo
que chapotea en el sarcófago anti­
guo lleno de agua, las figuras for-

[544] Jacopo P o n to ra o , José en E gipto,


hacia 1518-19. Londres, G a le ría N acional.
A bandono deliberado de las reglas com ­
positivas habituales, En vez de la unidad
de lugar, representación sim ultánea de
diversos escenarios relegados a los b o r­
des del cuadro.

e impreso en 1528), un tratado que


glorifica el tipo del perfecto corte­
sano: di modelo lo constituye el
hom bre orientado hacia lo univer­
sal, equilibrado, autoconsciente y
confiado en su cultura. Cuan­
do Rafael pinta hacia 1516 un
retrato de Castiglione [543], lo
[543] Rafael S anti, retrato del conde
Castiglione, hacia 1516, P a rís, L ouvre. configura plenam ente en el sentido
R epresentación ejem plar del cortesano del ideal literario. Desaparecen
seguro de sí m ism o, distanciado; se aban­ los detalles 'perturbadores; la fuerza
dona la forma circu lar en la com posición.
está concentrada sobre los ojos,
de mirada fría y dominadora. De
man un grupo artísticam ente com- manera significativa, la composi­
puesto e inmerso, como formación ción está realizada a partir de
cerrada en sí misma, en el paisaje formas circulares.
L a p in tu h a del M a n ie ris m o Médici como duques de Toscana
desde 1531. En dicha ciudad, como
Con la m uerte de Rafael irrum pe en las restantes Cortes de Italia,
en el idealizado m undo de la for­ el arte deriva hacia un estilo cor­
ma equilibrada un profundo des­ tesano, en el que lo artístico se
concierto. Sus discípulos no lo ­ convierte a m enudo en artificioso,
grarán crear ya obras artísticas y la form a no constituye parte
de la estructura de la obra sino
que aparece superpuesta como re­
vestimiento estilístico externo. Se
realizan ios grandes ciclos de cua­
dros para la glorificación de las
casas reinantes y los retratos y
miniaturas de príncipes, aprecia­
dos como objetos de colección
y en los que se representa con
minuciosa exactitud la pompa de
la etiqueta cortesana. Se fundan
ias academias, en las que se aho­
ga el gran aliento del estilo clási­
co en ei culto a las reglas dog­
máticamente correctas del Clasicis­
mo. Dado que la pintura está
cada vez más penetrada de ele­
mentos teóricos, el centro de gra­
vedad de la configuración del cua­
dro se desplaza de la forma al
contenido. El arte de esta época
necesita de una explicación para
poder ser comprendido realmente.
[545] Jacopo R obusti, llam ado T in ta r m e ,
En el cuadro de José- en Egipto
T raslado del cadáver de San M arcos, [544], que reaiizó jacopo Pon-
hacia 1562. V enecia, Academia. P erspec­ tormo (1494-1557) hada 1518-1519,
tiva m anierista en el decorado arquitec­ se h a eliminado la unidad de la
tónico, esquem áticam ente sugerido; ilu­
m inación inquieta y vibrante. acción. E n dos lugares extremos,
abajo, a la izquierda, en prim er
plano, y arriba, a la derecha, en
semejantes. Es cierto que no te­ el fondo, se desarrollan símultá-
nían la talla de su maestro; pero neamente, como en cuadros góti­
a la vista de la caótica abundancia cos de altar, los sucesos princi­
de cuerpos que se precipitan y pales. E ntre los dos escenarios
se enredan en la Sala Constantina median hercúleas figuras infanti­
del Vaticano (1517-1525), se per­ les en movidas posturas junto a
cibe, tras todos los fallos formales, adultos que se comportan como
la profunda duda sobre ia vali­ actores. La escaJera, qué Sota
dez general de su ideai artístico. libre en el espacio, sube en movi­
Se anuncian ya la artíficiosídad miento torneante hacia al esce­
subjetiva y las inarmónicas tensio­ nario superior, Comparando esta
nes del Manierismo. Su núcleo obra con el vestíbulo de la Bi­
principal ya no es Roma, sino blioteca Laurenziana [520], de
Florencia, donde gobiernan los Miguel Angel, se hace palpable
el parentesco estilístico. También la pintura la sugestiva profundidad
en aquella obra se buscaba inten­ de la arquitectura manierista, a
cionalmente el «distanciamiento» la vez que concede valor propio
de lo habitual. a la luz como elemento espiritua­
La «maniera», ia peculiar inten­ lizante.
cionalidad del nuevo estilo, su Mucho menos cercana al Ma­
ambivalencia interna, aparece par­ nierismo se encuentra la obra de
ticularm ente marcada en la Ma­
donna del eolio lungo (hacia 1536)
[534], d e Parm igianino, natural
de Parma (1503-1540). E l contras­
te entre Ja gran Virgen estatuaria
y el pequeño profeta enjuto, con
el rollo de escritura junto a la
fila de columnas fugadas en el es­
pacio de brusco escorzo, está ma­
nejado como m edio estilístico. La
relación bien proporcionada' entre
el hom bre y la columna era, para
el arte clásico, algo natural. En
teoría, nada varió con el M anie­
rismo, pero esto no excluye que
el subjetivismo artístico propor­
cione los distintos elementos den­
tro de u n cuadro, según puntos
de referencia diferentes y ajenos
entre sí. Tam bién es característica
la manera de vincularse la artifi-
ciosidad formal a la elegancia re­
finada y al frío colorido.
[546] Paolo Veronese, triunfo de Ve-
Venecia conservó en esta época necia, hacia 1580-85. Venecia, Palacio
su alto nivel pictórico. La crea­ D ucal. P intura de techo sobre lienzo
ción de Tiziano se prolonga hasta con alegoría llena de fastuosidad; apro­
muy entrada la época del M anie­ xim ación a la p in tu ra barroca de techos.
rismo, pero sólo u n cortísimo nú­
mero de sus obras puede denom i­
narse manierista, pues conservarán, Paolo Veronese (1528-1588), que
a pesar de los nuevos medios for­ concede el lugar central de sus
males, el equilibrio de una com­ cuadros a las ceremonias fastuo­
posición armónica. T intoretto y sas. Por el pomposo despliegue
Paolo Veronese form an con él la de sus representaciones religiosas
gran constelación de la pintura ve­ entró en conflicto con la Iglesia,
neciana del Cinquecento. T intoretto que quería evitar en el curso de
(1518-1594), e! principal maestro la Contrarreforma el excesivo es­
del Manierismo veneciano, une en plendor mundano. En su gran­
obras como el Tráslado del cadá­ diosa alegoría del Triunfo de Ve-
ver de San Marcos [5 4 5 ], realizada necia (hacia 1580 hasta 1585)
hacia 1562, la desmaterialización [546], pudo, en cambio, desarro­
visionaria de formas arquitectóni­ llar, a salvo de cualquier objeción
cas y figuras, con una audaz com­ eclesiástica, la pom pa característi­
posición espacial, que transfiere a ca de una glorificación ceremonial.
Se aproxima a la pin tu ra de techo como 2a conocemos en 'los cuadros
barroca, pero en la apretada abun­ de Tiziano, ha sido abandonada.
dancia y la rígida división cons­ En el Martirio de San Mauricio
tructiva del cuadro pervive aún y la legión tebana {hacia 1580-
el espíritu formal manierista. 1584) [547], las alargadas figu­
Las iglesias de Toledo cobijan ras parecen devoradas por eá fuego
el caprichoso m undo de imágenes interno de la fe; su postura tiene
de un p in to r que sintetiza el M a­ algo de amaneramiento y de vio­
nierismo de manera completamen­ lenta distorsión. Igualmente han
te personal y que ha depuesto, sido abolidas las leyes clásicas
como ningún otro, la postura secu­ de la composición dei cuadro,
lar y abierta al m undo del Re­ y en el abrupto cambio de escalas
nacimiento: El G reco (1541-1613). no se respeta en absoluto el de­
En su manera de pintar no ocui- sarrollo continuo de la profundi­
dad espacial. Las miradas y adema­
nes de las cuatro figuras princi­
pales, que en forma típicamente
manierista son desplazadas del
centro del cuadro a un lado, no se
cierran en un círculo auténtico.
Sobre la misma escena del mar­
tirio, pequeña y relegada al án­
gulo inferior izquierdo, un haz
de luz conduce hacia arriba al coro
de ángeles, tras el cual se abren
las nubes como descubriendo el
cielo del creyente. La pálida y
trémula luz se convierte en sím­
bolo de la inquietud interior y
de la actitud ascética de la época.

ESCULTURA D EL
R E N A C IM IE N T O
EN IT A L IA
El problema capital al que se
enfrenta la escultura del Renaci­
miento en sus intentos de renova­
[547] El G reco, M artirio de San M au­ ción es la liberación de los ele­
ricio y la L egión T ebana, 1580-84. El mentos figurativos dei relieve y
E scorial. A centuación individual de las
tendencias figurativas m aníeristas, bajo
de la vinculación arquitectónica.
la influencia de la C ontrarreform a es­ La figura de nicho y el relieve,
pañola. tendentes cada vez más hacia lo
pictórico, se mantienen como ac­
ta nunca su formación en la es­ tividades im portantes para los ima­
cuela veneciana, pero en el con­ gineros y broncistas. Pero el prin­
tenido expresivo y la composición cipal interés se dirige claramente
formal, sus cuadros hablan un len­ hacia la figura libre de bulto re­
guaje com pletam ente diferente. La dondo, que ocupa una posición pre­
belleza del cuerpo humano, tal ferente, análoga a la del edificio
central en la arquitectura. El R e­ ción para el uso privado. Con bas­
nacimiento, orientado hacia el h o m ­ tante frecuencia los escultores eran
bre, fija su objetivo en la repre­ a la vez orfebres, a los que de to ­
sentación del desnudo, ya desde dos modos ■parecía natural ¡la labor
los prim eros años del s. xv, inten­ en pequeño formato. Libres de
tando aclarar la anatomía, la fun­ toda atadura a fines litúrgicos o
ción del cuerpo y su relación con de cualquier otra dase, las meda­
el espacio. llas, estatuillas de bronce y obje­
tos d e artesanía ofrecían a los ar­
tistas la ocasión de aprovechar pa­
L a e s c u l t u r a d e l R e n a c i m i e n t o ra sus creaciones la mitología y ia
TEMPRANO H istoria, la vida cotidiana y la
Naturaleza; por estas razones, si
Florencia constituyó también el arte menor nos ofrece u n testimo-
centro de la escultura del tem pra­
no Renacimiento. El s. xiv había
legado a los ciudadanos de dicha
ciudad una serie de grandes obras
artísticas inconclusas; a la cate­
dral le faltaban cúpula y facha­
da; el baptisterio exhibía solamen­
te una de las tres puertas en bron­
ce proyectadas [454], y Orsan-
michele —el oratorio de los gre­
mios, cuyos patronos debían ser
representados en los tabernáculos
del exterior— esperaba aún su de­
coración estatuaria. Estos encargos
fueron adjudicados por los b u r­
gueses; sus comisiones decidieron
sobre los concursos y vigilaron la
realización, por lo cual se unía a
estas obras de arte el particular o r­
gullo del florentino, Al mismo tiem ­
po, los Médici hacían algunos im ­
portantes encargos privados para
su palacio urbano y sus villas. [548] D onatello, estatua en bronce de
O tro destacado sector de encargos D avid, hacia 1430. F lorencia, M useo N a­
lo formaban las costosas tum bas cional. P rim era escultura exenta dei Re
de la nobleza, el patriarcado y el nacim iento tem prano. A lto grado de rea­
lism o, unido a ia naturalidad y elegancia
clero, en las que se habían de de ia época tem prana.
unir elementos arquitectónicos de­
corativos con abundante ornato de
relieves y esculturas exentas. En nio amplio y vivo de los gustos
conjunto, el volumen de grandes e intereses de la época.
encargos debió ser, sin embargo, La obra de Lorenzo G hiberti
considerablemente menor que en (1378-1455) se sitúa en la transi­
la pintura. En cambio, fue quizá ción ded G ótico al Renacimiento
más profusa la producción en el temprano. En la forma individual,
terreno de la escultura menor, que en la delicadeza de sus figuras y
interesaba como objeto de colec­ en la fluidez de los ropajes, dicho
artista se halla aún fuertem ente anteriores, deja paso ahora a espa­
sometido al preciosismo del estilo cios rectangulares, cuyos relieves,
blando, especialmente en su p ri­ de efecto pictórico, están compues­
mera obra capital, la segunda puer- tos según ias nuevas leyes pictó­
ricas de composición. En sus ar­
quitecturas ideales se muestra el
exacto conocimiento de la perspec­
tiva lineal; los grupos de figuras
manifiestan un fírme sentido de
la interrelacíón de cuerpo y espa­
cio. Bajo las vestiduras, de suave
fluidez, é. cuerpo se percibe como
realidad viva y palpable. El marco
que rodea las distintas zonas del
relieve delata d conocimiento de
la escultura clásica, especialmente
en las cabezas y retratos que resal­
tan de los medallones.

[549] M iguel Angel B uonarroti, estatua


en m árm ol de D avid, 1501-05. Florencia,
Academia. F igura colosal (tam año triple
que el n atural) con cuerpo de constitución
atlética. E jem plo de la figura hum ana del
alto R enacim iento, elevada a lo heroico.

ta para el Baptisterio de Floren­


cia, en la que trabajó con sus ayu­
dantes durante más de veinte años
a partir de 1403. En este intervalo
de rtiempo, su estilo figurativo se
aproxima cada vez más a las Ideas
formales clásicas, de manera que
su taller se llegó a convertir en [550} Benyenuto C eliini, estatua en
centro de formación de im portan­ bronce de Perseo, 1554- Florencia, Loggia
dei Lanzí. Exageración m anierista de Jo
tes artistas del Renacimiento. Su anatóm ico (m úsculos). C ontraste entre ei
tercera puerta del B a p tiste rio frío distanciam iento de la expresión del
[551], la «Porta del Paradiso» rostro y el extraordinario realism o (cabe-
za sangrante de M edusa).
(1425-1452), está, pues, mucho
más fuertem ente penetrada por el
espíritu del tem prano Renacimien­ El primer maestro del Renaci­
to. El cuadrilóbulo medieval, en miento es Donatello (1386-1466),
el que estaban insertadas las re­ a quien se deben soluciones nor­
presentaciones de las dos puertas mativas en los más diversos do­
minios: su David en bronce es la bro, mientras que las articulacio­
prim era escultura exenta, libre de nes del lado de la pierna libre se
cualquier enm arque arquitectóni­ mueven en sentido contrario. En
co; su Gattamelata, la primera es- el «contraposto» de las partes del
cuerpo se produce un juego de
fuerzas tenso pero armónicamente
equilibrado, cuya ley orgánica de­
term ina de ahora en adelante a 'la
figura en pie. La tribuna de los
cantores (1433-1439) [552], de
Donatello, realizada para la cate­
dral florentina, es, con sus con­
chas, rosetas, ánforas y hojas de
acanto, una obra maestra de la
magnífica ornamentación renacen­
tista que quizá se derive, igual
que el conjunto de la obra, de los
sarcófagos clásicos. Dichos edemen-
tos ornamentales forman, junto con
el brillo dorado de las iplaquitas
[551] Lorenzo G h ib erti, detalle de Ja
de mosaico en las columnas y en
«Porta del Paradiso» del B aptisterio de el fondo del relieve, el marco
Florencia, 1425-52. T inglado arq u itectó ­ pictórico-deportivo para el jugue­
nico en perspectiva lin eal, efecto espa­ tón corro de angelotes que no se
cial, cabezas de m edallones análogas a
retratos; se m antiene, sin em barco, el p re ­
ciosism o gótico e a el estilo del ropaje.

¡rúa ecuestre de esta época; su


representación de Niccoio da Uz-
zano, el prim er busto retrato, se­
gún la concepción clásica. Igual­
m ente marcó nuevos caminos para
la evolución de la figura de nicho
y de relieve, en una dimensión
expresiva hasta entonces nunca
lograda y en la modelación natura­
lista del cuerpo y el vestido.
Hacia 1430 realizó la estatua en
bronce de David [5 4 8 ], de tama­
ño natural, en la que Donatello re­
presenta, con exuberante sensua­ [552] Donatello, tribuna de cantores
lidad, el motivo predilecto de la de la catedral de Florencia, 1433-39.
Florencia, M useo catedralicio. Crudo
escultura renacentista: el desnu­ realism o jocoso del corro de angelotes
do. La pletórica realidad, que hizo sobre fondo de m osaico, pictóricam ente
sospechar a Vasari que se trataba concebido. Rica ornam entación del Re­
nacim iento tem prano.
de un molde en vivo, se aúna a la
equEibrada ponderación, que de­
termina, según el modelo clásico, detiene ante las parejas de colum­
el juego de los miembros. Sobre nas, sino que continúa por detrás,
la pierna de apoyo se encuentra como sobre un escenario. Los re­
alzada la cadera y caído ei hom ­ vueltos y semidesnudos angelotes
son descendientes de los antiguos lio. Sin ninguna relación con un
amorcillos, convertidos por el Re­ marco arquitectónico, la escultura
nacimiento en niños angelicales en bronce se alza líbre sobre el
cristianos, que son utilizados como alto pedestral Caballo y jinete se
amable, alegre y sensual motivo de funden en una unidad y forman
contraste respecto a la idealidad una composición, cerrada en sí
misma, de serena estatuaria. Esta
serenidad la abandona Verrocchio
intencionadamente en su Colleoni,
en el que todo es más intenso y
momentáneo. El caballo parece más
fogoso, pero también más inquie­
to; su giro de cabeza es absorbido
por el acentuado movimiento con­
trario del jinete, que se mantiene
erguido sobre los estribos. El ros­
tro se contrae en altiva expresión y
los movimientos parecen más angu­
losos. Como en la pintura, también
aquí se percibe, en vísperas del
Clasicismo, una cierta tendencia a
la exageración.

[553] D onatello, estatu a ecuestre del


condotiero G attam elata en Padua, 1447-53.
Calma y serenidad del jinete y del caballo
que constituyen una unidad.

del dominio sacral. Donatello fue


el primero en representarlos en un
contexto mayor y. conferirles, en
el tratamiento naturalista, una ple-
tórica y casi ruda corporeidad. De
este modo se introdujo y legitimó
el amorcillo en el arte cristiano,
y a partir de este momento ya no
se puede concebir fuera de la es­
cultura y la pintura.
Si se compara la estatua ecues­
tre del condotiero Gattamelata
(1447-1453) [553], de Donatello,
en Padua, con el monumento a
Colleoni (comenzado en 1479)
[5 5 4 ], de Andrea Verrochio (1436-
1488), en Venecia, se puede seguir [554] Andrea Verrocchio, estatua ecues­
claramente el camino que recorre tre del condotiero Colleoni en Venecia,
1479-88. La representación m ás tensa y
la escultura en el s. xv. Del G at­ expresiva del jin ete y d el caballo co­
tamelata irradia una confiada se­ rresponde a) estilo de finales del siglo xv.
renidad, que recuerda el equilibrio
de la estatua clásica romana de Los canteros, que procedían fre­
Marco Aurelio [120] en el Capito­ cuentemente de los alrededores de
Florencia, como Benedetto da Maia- virlum brar aún hoy levemente la
no o M ino de Fiésole, encontraron grandiosidad de este proyecto, que
un extenso campo de actividad en el mismo papa relegó, porque le
la decoración de las iglesias. El parecía más urgente la decoración
estilo más bien preciosista de estos de la Capilla Sixtina. E l musculoso
trabajos está representado por la cuerpo de la figura sedente surge
tumba de M arsuppini, humanista orgánicamente de ia función de
florentino (1455) [555], de De­ los distintos miembros: ed vestido
siderio de Settignano (1428-1464). no sigue ningún esquema abstracto
En la composición se ciñe estre­ e im puesto de pliegues, sino sólo
chamente a la tum ba medieval de la ley de su propio peso m aterial
nicho, que es r e v e s t i d a , como Con mirada profética, lleno de ira
aquélla, por pilastras, entablamento por la mezquindad de los hombres.
y arco de medio punto. En ei mis­
mo nicho se encuentra el sarcófago
suntuosam ente decorado, sobre el
cual descansa el difunto, durm ien­
do sobre un lecho. Completan la
composición amorcillos sostenien­
do escudos, y ángeles púberes por­
tando guirnaldas. La tum ba de
Marsuppini, por su composición y
ornamentación, constituye uno de
los más tem pranos ejemplos de
un género, plenam ente renacen­
tista, que perseguía un doble ob­
jetivo: la honra de Dios y el pre­
mio de la propia fama.

L a escultura d el alto
R e n a c im ie n t o

El alto Renacimiento sólo pro­


dujo algunas obras escultóricas;
en el estilo clásico predominan la
arquitectura y la pintura. Dos
grandiosos .proyectos esculturales,
cuyos m onum entos habían sido
confiados a M iguel Angel, queda­ [555] D esiderio de Settignano, rumba
ron estancados en sus inicios: la de pared de C ario M arsuppini, hacia 1455.
Florencia, Santa Croce. Rica decoración
conformación de la fachada de San que no deja ningún espacio libre. Las
Lorenzo en Florencia, que inten­ guirnaldas de frutas del pedestal se in s­
taba ser un espejo de la arquitec­ piran en m odelos clásicos, como los
tura y escultura italianas, y la ornam entos del Ara Pacis.
tumba para el papa Julio II, que
debía ser colocada en la reciente Moisés mira retador al mundo:
construcción de San Pedro y que constituye un reflejo del gran hom­
estaba concebida igualmente como bre autocrático del Renacimiento
síntesis m onum ental de escultura y, a la vez, la encarnación del pa­
y arquitectura. La figura de Moisés triarca bíblico ancestral. Antigüe­
(1515-1516) [49 7 ] nos perm ite dad y cristianismo encuentran su
armonía en esta obra: están unidos una escultura de la fachada de la
en la «terribilitá», en esa grandeza catedral. Proyectada para su colo-
sobrehumana con que las obras de cación en la Piazza della Sígnória,
esta figura colosal, de conformación
naturalista, es tan monumental en
sus dimensiones como en la inten­
sidad psíquica con ia que su crea­
dor conjuró la «gravitas» de una
sobrehumana estirpe de héroes.
La apariencia atlética y e! hábito
anímico-espiritual se funden en
una unidad ético-sensual.
Pocos años después (1520-1527
y .1530-1534), Miguel Angel re­
alizó, en la nueva sacristía de San
Lorenzo, las tum bas Medíceas, para
Jos duques Giuliano y Lorenzo de
Médici [556], Tampoco en esíe
caso pudo concluir sus proyectos,
pero las construcciones marmóreas,
situadas una frente a otra, pro­
porcionan una clara idea de las
tendencias manierístas del gran ar­
tista. La articulación arquitectó­
nica está sometida a tensiones aná­
logas a las del vestíbulo de la
Biblioteca Laurenztana [520]; dis-
[5 5 6 ] M iguel Angel B uonarroti, n ía - tintos elementos, c o jijo l a balaus­
ta del duqu e Lorenzo de M édici, 1530- t r a t Ja e n e l ¿ticQ C 0 r 0 n a r i0 e s t á n
34. F lorencia, San Lorenzo, Nueva Sa- • . , , ,
c ristía. La gravedad trágica constituye ei insertos en el sistema, .desafiando
rasgo fundam ental de esta tum ba de pa- tocias las reglas, A ello se añade
red que en aigunos aspectos ya anuncia \& severidad del efecto cromático,
al M anierism o, d W a n c o f r f o d d m ám j£>1 y g rjs

distante de las restantes paredes.


Miguel Angel fascinaban a los hom- La figura pensativa, melancólica y
bres. Con la escultura dal Moisés contenida de Lorenzo está sentada
creó una réplica de los profetas en un estrecho niaho y cubierta
y sibilas pintados del techo de la de yelmo y coraza. Miguel Ango]
Sixtina. Todas estas figuras no se ha alejado aquí de la iracunda
sólo son ejemplos de un ideal esti- actitud det Moisés tanto como de
Ustico determ inado, sino a la vez la apolínea juventud del David, y
testim onio de una expresión per- ha llegado a representar una me-
sonal. En ellas se equilibran la va- ilancólica resignación. La compo-
lidez universal del lenguaje formal sición, el triángulo de las figuras
de la época y la singularidad del —sedente una y yacentes las
heaho creador individual. «II Gi- otras— son de alta perfección ar-
gante» llamaban los florentinos a tística. Pero no produce la impre-
la estatua en mármol de David sión equilibrada y suave de la
[5 4 9 ], de 5,5 m. de altura, que composición piramidal que utilizan
comenzó a esculpir Miguel Angel sus coetáneos, sino que deja vis­
en 1501 en el bloque destinado a lumbrar, en la anchura tendida y
aplanada, la tendencia m anierista [549], que conserva un aspecto
h ad a la disolución centrífuga. T o­ macizo, sino que se hace estereo­
das las formas tienen una gravedad métrica y multivisual. El especta-
interna y fatalista, y precisamente
esta gravedad que jamás libera a
las figuras del bloque de mármol,
fija tam bién a las dos figuras ale­
góricas, «Aurora» y «Crepúsculo»,
al sarcófago, sobre el que no des­
cansan serenas, pero del que tam ­
poco pueden desprenderse. Lo trá­
gico y tenso de su expresión se
une a complicados movimientos y
a una silueta más viva, incluso fu ­
gaz en algunos lugares; constitu­
yen los dos monumentos que pre­
cisamente los sucesores manieristas
de Miguel Angal convertirán más
tarde en su «credo».

La escultura del
M a n ie r is m o

Si se intenta caracterizar los


recursos estilísticos de la escultura
m anierista, se ha de señalar prim e­
ram ente la acentuación de los mo­
tivos dinámicos. D onde más m ar­
cadamente se manifiesta es en la
[557] G iovani da Bologna, fuente de
«figura serpentinata», la figura ar­ N eptuno de la Piazza del N ettuno en
tificiosamente torsionada; en ella la Bolonia, 1563 a 1566. Direcciones de mo­
ponderación clásica retrocede hasta vim ientos de varios ejes anim an el con­
torno de la figura.
una postura exagerada de sinuosi­
dad helicoidal. U n claro ejemplo
de este tipo de configuración lo dor ha de circundarla si quiere
constituye la figura de bronce de examinar la abundancia de los mo­
la fuente de N eptuno (1563-1566) tivos y la alternancia de las super­
[557 ], d e G iovanni da Bologna posiciones. La evoludón de la es­
(1529-1608), un artista que acele­ cultura exenta alcanza de este mo­
ró decisivamente la evolución, e do una nueva etapa.
influyó, sobre todo, en los esculto­ La ascensión helicoidal puede
res de más allá de los Alpes. En comprender tam bién grupos ente­
el giro de la cabeza, d retraim ien­ ros de figuras, como ocurre en la
to del hom bro y el adelantam iento escuiltura en mármol del Rapto de
de una rodilla, se desarrolla un las Sabinas [558], acabada en 1583,
complicado juego de direcciones de Giovanni da Bologna. La com­
dinámicas, en m utua corresponden­ plicada trabazón de ios cuerpos
cia, que animan la silueta. La está concebida — con plena in­
figura ya no está dispuesta se­ tención— para una contemplación
gún una perspeotiva principal, co­ omniiaterai. Los movimientos de-
mo el D avid de M igud A ngd fluyentes y angulosos, y la intensi­
dad de la expresión recuerdan algo ta con ia intensa corpulencia del
al" Colleoni de Verrochio, del mis­ cuerpo, con lo cual la «tcrribiíitá»
mo modo que existe cierto paren­ de Miguel Angel se convierte casi
tesco entre el M anierismo y el en caricatura. E n otra obra capi­
tardío Quattrocento. tal del M anierismo, el Perseo
El juego de constrastes, que (1554) [550], de Benvenuto Cal-
no teme la disonancia, es un me­ lini (1500-1571), el fresco acabado
dio estilístico predilecto del Manie- de la forma y la expresión ausente
del rostro se unen a una extrema
pasión por la veracidad, que halla
su expresión en el desnudo, en la
sangre que brota y en el cabello
serpentino de la cabeza de M e­
dusa.. El efecto resulta rayano en
lo desagradable, e incluso repulsi­
vo, y es precisamente esta provo­
cación de sentimientos contradic­
torios lo que busca el Manierismo.
La fuente constituía un motivo
ideal para utilizar efectos de con­
traste, En la misma línea del gusto
por la contradicción, los manieris-
tas emplean el agua fluyente, por
primera vez, como elemento artís­
tico. En la barroca Pontana de Pre­
vi [665] el agua fluye y corre en
ricos torrentes sobre rocas artifi­
ciales hasta un ancho y profundo
estanque. E l M anierismo, por el
contrario, busca evitar tal efecto:
el chorro que tiene que llenar un
gran estanque sorprende por su del­
gadez. La Fontana delle Partarugbe
(1581-1594) [559] en Roma cons­
tituye un ejemplo excelente de ias
fuentes manieristas. En medio de
un estanque bajo se alza el zócalo
arquitectónico con perfiles dura­
m ente recortados. Sobre los án­
gulos se abren cuatro conchas lle­
nas de agua y en el centro se
[5 5 8 ] G iovanni da Bologna, R apto de alza un panzudo vaso que sostiene
¡as Sabinas. 1583. F lorencia, Loggia dei una plana taza frontal. C uatro ado­
L anzj. La torneada «figura serpentinata»,
form a ideal del M anierism o, trasladada lescentes desnudos, de miembros
a un grupo de figuras. N o tiene p ers­ angulosos, unen ia taza superior y
pectiva p rincipal, lo que obliga a c ir­ las conchas angulares. Con una
cundaría. G estos extrovertidos en lugar
d e adem anes arm ónicos. mano agarran las tortugas de arri­
ba y, con la otra, sujetan del­
fines, que se apoyan sobre las vo­
rismo. E n la fu en te de N eptuno lutas de las conchas. En un chorro
[5 5 7 ], la actitud artística contras­ fino y punzante, el agua corre di­
rectam ente de ía taza al estanque él, ios edificios eclesiales de for­
plano; un segundo chorro mana de mas renacentistas tienen una im­
ios hocicos de los delfines a las portancia completamente secunda­
conchas, de las que desborda una ria; en la planta y en la intención
exigua venilla al estanque. Esta constructiva permanecen ligados en
contradicción entre la maciza ple­ muchos aspectos al Gótico, que
nitud de las conchas, que prom e­ determ ina la construcción religiosa
ten u n ancho torrente de agua, y hasta muy adentrado el s. xvi.
el tenue chorro que de ellas La llegada dei Renacimiento se
mana, es sintom ática de la actitud produce a través de las campañas
interna del estile manierista. italianas de los reyes franceses an­
tes y después del s. xvi. Francis­
co I (1515-1546) trae a su Corte,
como ya muchos de sus predece­
sores, a toda una serie de artesa­
nos y artistas italianos, entre ellos
a Leonardo da Vinci y Benvenuto
Celiini, E n el segundo cuarto del
siglo, un grupo de pintores, escul­
tores y arquitectos italianos (Rosso
Florentino, Primsticcio, Serlio y
otros) forman, junto con artistas
franceses, la escuela de Tontaine-
bleau, que ejerce, más allá de las
fronteras de Francia, una gran in­
fluencia como representante deí
arte cortesano oficial. Un estrato
social feudal —'la alta aristocracia
y la burguesía potentada, con tíl
rey a la cabeza de todos— inicia
[559] G iacom o della p o rta y T adea Lan- en el s. xvi una extraordinaria ac­
d in í, Fontana ddUe T artarughe (Fuente tividad constructora, en cuyo cen­
de las tortugas) en Rom a, 1581-84. C on­ tro está, precisamente, la edifica­
traste entre ¡os delgados chorros de agua
y las gruesas formas de las caparazones. ción palaciega. En los alrededo­
Figuras con lin eas reforzadas a m odo de res de París, sobre todo en los
rejas. cotos de caza del Loira, las fami­
lias ricas intentan superarse m utua­
m ente en la am plitud y despliegue
EL R E N A C IM IE N T O de fasto de sus nuevas edificacio­
FUERA D E IT A L IA nes. Al contrario que en la «villa
suburbana» italiana de esta época,
A r q u it e c t u r a que sólo servía como residencia
temporal, los palacios renacentistas
Francia franceses estaban construidos como
sedes rurales fijas, y habitadas du­
Si en Italia el desarrollo de la rante largos períodos de tiempo.
arquitectura renacentista se rea­ A diferencia del «palazzo» italia­
liza tanto en la construcción reli­ no, no se crea para al palacio fran­
giosa como en la profana, en F ran­ cés ningún tipo fijo. En la dispo­
cia dom ina netam ente esta última, sición de la planta y en la agrupa­
y sobre todo el palacio. Frente a ción de las construcciones hubo
una mayor libertad, aunque pue- panos de adorno y las llamadas
den observarse también, en ge­ lucernas = ventanas adornadas de
neral, ciertas características de es­ tejado), la inclinación p o r la articu­
tilo: el realce de las esquinas por lación vertical del exterior y la
torres circulares o pabellones rec­ predilección por escaleras exterio­
tangulares, la destacada modelación res' de caracol, que se adosan como
torres a los cuerpos del edificio.
Bien considerado, se trata de ele­
mentos que, en parte, estaban ya
preformados en los castillos de la
época gótica [490].
En el año 1519 Francisco I da
comienzo a la construcción del
mayor castillo del Loira, Cham-
bord [560]. Cuenta la tradición
que Leonardo da Vinci influyó en
el proyecto. De hecho, se puede

[5 6 0 ,5 6 1 ] F ierre N epveu, l l a m a d a [5623 C astillo de C ham bord, detalle ól.


T rin q u eau, castillo de Cham bord, com en­ ]a escalera de Francisco I , O rden de p i­
zado en 1519. V ista general y plan ta de lastras escalonado en altura, aun en la
la gigantesca edificación de sim etría lín ea de la tracería gótica ciega y fus­
axial (400 estancias) con las fantásticas tes antepuestos.
construcciones adicionales de los tejados.
E stilo m ixto a base de elem entos del G ó ­ percibir la intencionalidad arqui­
tico y del R enacim iento, con influencias
del norte de Italia . E dificación central
tectónica italiana no sólo en ía
cuadrada y corredores cruciform es a m a­ sistematización de la planta [561],
n era de salas, en cuya intersección se sino también en la conjunción
encuentra la escalera doble de caracol. compacta del cuerpo del edificio.
U na g alería de tres plantas conduce a
las alas laterales, que flanquean el gran Las nuevas edificaciones del s, xvi
p atio in terio r y están edificadas, en p a r­ que no respetaron en absoluto las
te, a base de una sola planta. partes antiguas, se levantan sobre
un plano proyectado geométrica­
de la zona del tejado en rica si­ mente, cuya uniform idad se ve, sin
lueta (tejados empinados de altura embargo, interrum pida por los
distinta, torrecillas coronarias, tím ­ acentos plásticos de las tradicio­
nales torres. Tampoco pasa inad­ góticos, como el adorno del fron­
vertida la propia tradición en la tón y las ventanas de trazado en
solución de tejados y en la com­ cruz, cuya división rectangular pa­
posición vertical. E n una parte de rece tallada en la superficie. In ­
la fachada d d patio [562] puede cluso cuando un artista italiano in­
reconocerse fácilmente cómo el tenta ceñirse más .estrechamente a
orden renacentista de delgadas pi­ las regias arquitectónicas del Re­
lastras, de evidente origen extran­ nacimiento, como Sebastiano Serlio
jero y concebido casi literaria­ en el palacio Ancy-le-Franc (1546),
mente, cubre la fachada formando no puede sustraerse a la tendencia
una red. Está coordinado con las francesa de acentuar la verticali­
filas verticales de ventanaje, que dad.
sobresalen con ventanas de fron­ Cuando Enrique I I subió, en eí
tón, ricamente adornadas, por en­ año 1547, al trono de Francia nom­
cima de la línea del tejado. La bró a P hilibert Delorme (hacia
composición de las columnas de la 1512-1570) arquitecto mayor; sólo
escalera circular está orientada en el Louvre, el palacio real parisino,

[563] P h ilib ert D elorm e, palacio A net, [564] F ierre Lescot, ala occidental d d
1549-52. D ib u jo de Jacques A ndrouet Louvre en P arís, com enzado en 1546.
D ucerceau, en el M useo B ritánico, Lon­ R a m ificació n serena y plana de la fa­
dres. T ransición a 1í^ arquitectura rena­ chada con adornos diferenciados de re ­
centista nacional francesa, con m otivos lieves; frío pero elegante efecto de con­
de procedencia italian a elaborados in d e ­ junto.
pendientem ente (por ejem plo, arco de
triunfo) y elem entos de tradición pro­
p ia (patío in terio r libre, articulación
quedó al margen de su competen­
vertical, tejado em pinado con construc­ cia. Para Diana de Poitiers levantó
ciones adicionales). E jem plo de parque Delorme, en 1549-1552, el pdacio
sim étrico del Renacim iento. A net, que sería destruido en gran
parte durante la Revolución Fran­
función de los «fustes» verticales cesa, Pero un dibujo [563] de ja c ­
propios de la estructura gótica y ques A ndrouet Ducerceau (1510-
no tanto en función del volumen 1584) puede proporcionarnos una
arquitectónico. Tam bién en los de­ idea de la edificación original.
talles se hace visible la conjunción Este mismo dibujo proporcionó im­
de ambos estilos. Decoraciones re­ portantes elementos de partida al
nacentistas con influencias lom­ grupo de artistas que adquieren,
bardas aparecen junto a vestigios hacia mediados del s. XVI, consi-
deración e influencia como arqui­ Barroco. Hacia mediados del si­
tectos y teóricos de su especiali­ glo xvi la arquitectura renacentista
dad. Pertenecen a una generación francesa alcanza su segunda etapa
que se encuentra en situación de estilística, y, de este modo, sur­
relevar a los italianos llamados a gen nuevas edificaciones — como
Francia. Todos eilos conocen la el ■ala occidental del Louvre en
nueva y la antigua arquitectura de París [564], comenzada en 1546
Italia por observación propia y por Pierre Lescot (1510-1578)— ,
disponen tam bién del bagaje teó­ que presentan más marcadamente
rico necesario para poner fin al los rasgos de un estilo arquitec­
«estilo mixto» de los primeros de­ tónico nacional independiente, Los
cenios. Ducerceau, impresionado elementos góticos de la tradición
por Jos edificios clásicos y las autóctona han desaparecido casi
obras de Bramante, se cuenta en­ totalmente. El p u nto de partida es
tre los fundadores de la arquitectu­ el aparato formal, firmemente do­
ra clásica francesa; su gigantesca minado, del Renacimiento italiano,
guía «Les plus excellents Basti-
m ents de France» (1576-1579) ejer­
ce una influencia incalculable. De-
lorme influye especialmente a tra­
vés de sus numerosos edificios,
en los que intenta adaptar a la
arquitectura patria las experien­
cias de su e s t a n c i a en Italia.
En el palacio A n e t se pueden com­
probar diversos motivos formales
tomados de modelos italianos cla­
ram ente determ inados, y en el arco
d d portal, como en la parte media
del cuerpo principal de tres alas,
se adopta el motivo del arco de
triunfo, A pesar de la influencia i! 565 J Rosso F lorentino, galería cíe
Francisco I en el palacio de Fontaine-
italiana, los elementos franceses se bleau, hacia 1533-40. T íp ico estilo de
abren paso hasta ocupar un prim er decoración de la «escuela de Fontaine-
plano: el gran patio libre y la bleau», con fuerte influencia italiana.
O rnam ento de estuco, p in tu ra y lam ina­
acentuación de las líneas verticales do d e' m adera, tallado con sistema deco­
por las altas ventanas, las lucernas rativo equivalente, n eutral. E n el o rn a­
y los empinados remates de chi­ m ento, com ienzos d el enrollado,
meneas. El dibujo de Ducerceau
da a la vez una idea de la configu­ que, sin embargo, aparece reinter-
ración de un parque del Renaci­ pretado en función de una volun­
miento: el gran rectángulo está tad estilística diferente, Con so­
dividido en rectángulos menores si­ berana imparcialidad, Francia fun­
métricos, cuya distribución da lu­ de, en una ingeniosa tras-posición,
gar a figuras geométricas. El par­ ¡as influencias extranjeras con sus
que se extiende, por tanto, como propias tendencias estilísticas. Si
tina alfombra ante el palacio. La Rafael había creado en el palacio
arquitectura y el paisaje se rela­ Vidoni-Caffarelli de Roma [512]
cionan de una forma fundam ental­ una modelación plástica de la pa­
mente accidental, no intencionada red, la articulación de la fachada
y lógica, como más tarde en el del Louvre de Lescot — en las zo-
ñas en que está constituida por El adorno del extenso complejo
columnas enteras— produce un palaciego llega a constituir un nue­
efecto de decorado plano, racional­ vo estilo de decoración que une la
mente ordenado, e impuesto a la pintura y la plástica de estuco en
fachada desde el exterior. Apenas un todo unitario. Es muy caracte­
se pueden percibir los resaltos co­ rística la Galería de Francisco I
ronados ¡por frontales de arco re­ [5 6 5 ], realizada p o r Rosso Fioren­
dondo, como articulación plástica tino hacia 1533-1540; con 58 m.
del cuerpo arquitectónico, sino de longitud por 5 m. de altura
como acentuación rítm ica de u n forma un típico «espacio fugado»
muro susceptible de continuarse manierista. Si comparamos su sis­
por cualquiera de los lados. Esta tema de decoración con el techo
llana y severa articulación, unida de Miguel Angel de la Capilla Six-
a la fría elegancia de la forma sin­ tina, encontramos aquí, en ía ar­
gular, se m antendrá predom inante­ ticulación pintada, una supraor-
mente en Francia. Cuando, a la dis­ denación y subordinación de ele­
tancia de más de una centuria, el mentos bivalentes: las escenas de
arquitecto barroco rom ano Lorenzo la historia de la Creación, en las
Bernini presenta una proposición zonas principales, y los medallones
para lia prosecución del Louvre, su en las pequeñas zonas laterales,
proyecto se encontrará con el re­ están determinados por una dife­
chazo general, precisam ente por renciada sucesión de orden espi­
su acusada plasticidad. ritual. E n Fontainebleau, por ed
M ientras que 3a fachada del Lou­ contrario, la tensión interna, que
vre de Lescot parece enlazar con llena el sistema de Miguel Angel,
la etapa estilística del alto Rena­ se transforma en una ampulosa y
cimiento italiano (como puede exornada «neutralidad», que no
apreciarse en sus partes prom inen­ hace diferencia alguna en la valo­
tes, en las que se adopta el motivo ración de las distintas partes de la
del arco de triunfo con nichos en­ decoración. E n el fondo, se puede
tre las parejas de columnas), el pala­ percibir una tendencia a la rk-
cio de Fontainebleau es ya plena­ mificación uniform e y llana, aná­
mente manierista. Si se exceptúan loga a la de los frentes exteriores
las construcciones de Florencia, de la arquitectura renacentista fran­
esta edificación palaciega irregu­ cesa.
lar, levantada en varios siglos, a la
que los reyes franceses otorgaron España
una especial predilección, es la
que más influencia ejerce durante Antes que en Francia, en Espa­
los decenios de la fase manierista. ña aparecen ya, a finales del s. xv,
E ntre ios más im portantes repre­ los primeros indicios de un con­
sentantes de la escuela de Fon­ tacto con el Renacimiento. Se li­
tainebleau se encuentran dos artis­ mitan durante largo tiempo, sin
tas italianos: Rosso Fiorentino embargo, al adorno decorativo, que
(1494-1540), procedente de Floren­ recubre literalm ente ei edificio
cia, y Francesco Primaticcio (1505- {estilo plateresco). Los ejemplos de
1570), formado en la escuela de una auténtica asimilación espiri­
Giulio Romano y, por tanto, dis­ tual de las formas italianas son
cípulo indirecto de Rafael. El peso escasos. En la construcción de igle­
orincipal de su obra recae sobre sias, sigue predom inando el G ó­
las artes decorativas y figurativas. tico tardío. Sólo a mediados del
s. x v i se levantan amplias iglesias cunferencia, E n la práctica, el
de planta de salón, en las que va­ cuadrado se halla ligeramente des-
rían paulatinam ente las proporcio­
nes y la articulación arquitectónica
siguiendo las influencias del nuevo
estilo.
Las obras que más se aproximan
al modelo italiano son las que en­
carga ei propio emperador Carlos V
(1519-1556). Ningún otro edificio
español posee una fisonomía tan
m arcadam ente renacentista como el
pdlaeio imperial de la M ham bra
en G ranada [566], comenzado en
1526. Si hubiera sido concluido ha­
bríamos tenido una idea más exacta

[567] Juan B autista de T oledo y Juan


de H errera, E l E scorial, 1563-84. U n ifi­
cación de m onasterio y residencia, som ­
b ría gravedad y com pleta renuncia al
ornam ento. Sosiego del aparato form al
com o etapa de transición introductora del
fu tu ro Barroco.

plazado hacia el rectángulo, res­


pondiendo a las necesidades del
lugar, y dentro de él se encuentra
el patio circular, que presenta dos
órdenes superpuestos de columnas,
uno toscano y el otro jónico. La
colocación de las columnas se halla
tan hondam ente informada del es­
[5 6 6 ] P edro M achuca, palacio de C ar­
los V en la A lham bra de G ranada, co­ píritu equilibrado, clásico, del alto
m ienzos de 1526. P atio circular de for­ Renacimiento italiano, que nos
m as renacentistas clásicas, según el m o­ hace recordar el Tem pietto de Bra­
delo de la V illa M adam a de Rafael en
Rom a. mante.
Bajo ed influjo de ia Contrarre­
de su modelo, la villa Madama de forma, cuyos ideales defienden con
Rafael en Roma, de la que igual­ tenacidad el envejecido Carlos V
m ente sólo nos ha llegado algún y su hijo Felipe II, la arquitectura
resto. Puede admitirse que el ar­ renacentista de España adquiere
quitecto, «1 españci Pedro M a­ un rasgo de severa e incluso som­
chuca, m uerto en 1550, se inspiró bría monumentalidad. E l punto de
para su proyecto en el taller de partida de esta evolución lo cons­
Rafael y A ntonio da Sangallo el tituye la colosal obra de El Esco­
Joven. Sobre la base de la teo­ rial [567], que Felipe I I manda
ría arquitectónica del Renaci­ comenzar en 1563 como testimo­
m iento, se intenta realizar un «re­ nio de su idea de la misión de
cinto de arquitecto»: en la planta un soberano cristiano. Solitario
se conjugan dos formas geométri­ monumento de su fe, la construc­
cas idead es, el cuadrado y la cir­ ción, que reúne monasterio, iglesia
y residencia bajo un solo techo, constituyó, sin lugar a dudas, ur.
está situada en una altiplanicie etaipa de transición necesaria.

Inglaterra
Igual que en toda la arquitectura
no italiana, en la inglesa del s. xvi
se unen elementos locales de tra­
dición gótica con las formas rena­
centistas importadas. Pero al con­
trario de lo que ocurrió en Francia,
este enfrentamiento no conduce a
la síntesis de un estilo nacional.
Lo propio y lo extraño coexisten
en cierto m odo sin violencia. Sin

[568] R obcrt Sm ythson, WoUaton HaU


en N ottinjjham shire, 1580-88. Superficie
m ural disuelta en form a de enrejado en
el sentida del «perpendicular style» g ó ­
tico ta rd ío ; form as ornam entales m anie-
rístas sugeridas por m odelos de graba­
dos flam encos.

despoblada, E l enorme bloque pro­


duce el efecto de una fría y severa
masa -pétrea, aliviada únicamente
por la interm inable sucesión de
ventanas. Torres cuadradas en las
cuatro esquinas le confieren el as­
pecto de una fortaleza. El frente
principal, de más de 200 m. de
longitud, está subdividido por tres
frontones. A unque el central está
fuertem ente realzado por el orden
colosal de las columnas, que abarca
varias plantas, anima tan sólo muy [569] Tilomas H o lt, «Torre de los cin ­
ligeramente la uniform idad del co órdenes» en la Bodleian Library de
conjunto. A partir de la sustitu­ O xford, 1625. E m pleo sistem ático de
«Los libros de columnas» d entro de un
ción de la superabundancia formal sistem a decorativo aun de inspiración
por una ornamentación mesurada gótica.
y ascética, se pueden desarro­
llar las condiciones previas sobre embargo, el Gótico permanece co­
las que después construirá el Ba­ mo base del lenguaje formal y de
rroco: el m uro no está animado la intencionalidad constructiva. El
por la «forma superpuesta» del «perpendicular style» gótico tardío,
adorno, sino por las fuerzas que con su descomposición, en forma
operan en la misma pared. Si bien de reja, del volumen mural [397],
la fachada de El Escorial está aún marca la dirección de toda la época
muy alejada del punto final de la T udor (1485-1603). A esta concep­
evolución estilística, su austeridad ción se opone diametralmente la
actitud básica plástico-corpórea d d interrum pido por tímpanos ciegos y
Renacimiento italiano. Aun cuando lucernas, lo hace con una balaustra-
se emplea eí orden clásico de co­ da circundante. La prom inente
lumnas, no está ideada como ar­ cornisa de remate de los «palazzi»
ticulación estructural dal muro, italianos no pudo imponerse en el
sino del entramado, y frecuente­ Renacimiento inglés, como tam­
m ente sólo se lim ita a la decora­ poco la lum inosidad de los cuerpos
ción externa. cúbicos del edificio. En la acen­
También en la Inglaterra del tuación de las horizontales y en la
s. xvi las obras arquitectónicas más demarcación de las zonas de pisos
im portantes surgen en el terreno es donde con mayor claridad se
de la edificación profana. La G ue­ manifiesta la influencia del Renaci­
rra de Jas Rosas (1459-1485) ha­ miento, e igualmente en la simetría
bía traído la anhelada paz general, de la planta. La de W ollaton Hall
y la nobleza, a la que gustaba vivir es nueva para Inglaterra. Se re­
solitaria y apartada en el campo, monta a un precedente que fue to­
no estaba ya condicionada, como an­ mado del tratado de arquitectura
teriorm ente, por las necesidades de de Sebastiano Serlio: a un núcleo
su defensa a la hora de construir edificatorio cuadrado, que contie­
sus viviendas. En medio de la N a­ ne gI «hall», se adosan a ambos
turaleza libre surgieron espaciosas flancos galerías algo más largas.
residencias señoriales, que, llegada Las cuatro esquinas están ocupadas
la ocasión, podían albergar a toda por torces cuadradas, de manera
la C orte en viaje por el país. Junto que la construcción se escalona,
a das antiguas familias aristocráti­ para la perspectiva frontal, en tres
cas, tam bién contribuyeron al des­ niveles de profundidad. Es sor­
arrollo de la arquitectura los co­ prendente al profuso empleo de
merciantes potentados y ennoble­ ornamento arquitectónico que pro­
cidos, que buscaban adornar con cede del conjunto de formas del
grandes edificaciones palaciegas su Manierismo continental. La mayor
recién adquirida posición social. parte de las formas ornamentales,
Un ejemplo característico es Wol- el llamado herraje y enrollado,
laton Hall [568], en Nottinghams- las volutas y obeliscos, podrían re­
ire, que fue construido en 1580- montarse de nuevo a modelos de
1588 p o r Robert Smythson. E l ex­ láminas y concretamente a las gra­
terior se caracteriza por la disolu­ bados de ornamentos y arquitectu­
ción del m uro en grandes vanos ras, de infinitas variantes, de Hans
rectangulares de ventanas, su-bdi- Vredeman de Vries (1527 hasta
vididos en forma de enrejado se­ 1604). En los «Libros de colum­
gún el «perpendicular styie». El nas», de Serlio, los grabados fla­
cuerpo medio, que se alza en el mencos de ornamentos y los tra­
centro de la edificación apoyán­ tados y disertaciones provenientes
dose en torres medievales habita­ de Francia, tenemos —junto con
bles, tiene todavía ventanas con el contacto directo con el arte
auténtica tracería gótica. Las dis­ italiano y ios artistas inmigrados
tintas plantas están separadas en­ de Italia— ias fuentes im portantes
tre sí por frisos, de triglifos y de las que se nutre la arquitectura
bandas de adornos. Desaparece el renacentista de la Inglaterra isa-
tejado inclinado francés, y en lugar belina. El enfrentam iento teórico
de cerrar por arriba las partes p rin ­ con los cinco órdenes de columnas
cipales con el voladizo del tejado desempeña aquí un papel impor­
tante. BI norte de Europa había pio dentro de la actitud artística
llegado a conocerlo a través de la universal característica del Rena­
literatura italiana. Los principales cimiento italiano.
transmisores fueron los escritos de La actividad constructiva estaba
Serlio [499] y Vignola. Estos es­ en manos de albañiles, canteros y
tudios encontraron su expresión carpinteros. Paulatinam ente surge
plástica en numerosos edificios, junto a ellos el arquitecto que,
preferentem ente en torres. Pero exento de la presión gremial, puede
ningún arquitecto se ciñó tan es­ adoptar, en las distintas G>rtes, una
trechamente a las reglas como posición más independiente. Al
Thomas H olt en su Torre de los mismo tiempo se forma el tipo del
cinco órdenes [5 6 9 ], de la Bod- oficial-arquitecto, quien en un
leian Library, en O xford (1625). principio constructor de fortifica­
Las columnas «toscana, dórica, ciones, ha de asumir nuevas tareas
jónica, corintia y composita» están en el terreno de la arquitectura
superpuestas como en una- ilustra­ palaciega. E n tre estos arquitectos
ción para u n libro. Sin embargo, en el sentido moderno de Ja pala­
el sistema decorativo en el que bra, se encuentran también algunos
aparecen insertas revela en qué me­ italianos, pero no se conoce nin­
dida escapa a su maestro la com­ gún nombre im portante. Si se pres­
prensión del sentido arquitectónico cinde de los casos en que artistas
de los órdenes de columnas: están italianos construyeron por encargo
colocadas como puro aditam ento alemán en u n estilo radicalmente
ornamental sobre el cuerpo de la nuevo (Residencia en Landsbut,
torre, igual que los restantes ele­ 1536), la situación general ■—ios
mentos decorativos — escultura de grandes conjuntos, como castillos
estilo gótica, corona almenada y y palacios— está caracterizada por
torrecillas de aguja con caracolas— . el m antenimiento del núcleo ar­
quitectónico gótico-medieval ai que
Alemania se añaden las nuevas formas deco­
rativas. Tampoco en las nuevas
La arquitectura alemana del construcciones se procede de ma­
s. XVI, junto a la holandesa y la nera diferente: la estructura ar­
escandinava, ha sido definida co­ quitectónica queda sometida a la
mo «arte de lo decorativo», tér­ tradición propia e incluso la adop­
mino que expresa el aspecto esen­ ción de formas renacentistas se
cial de su carácter. M ientras que deforma por el exceso de elemen­
la arquitectura italiana estuvo so- tos decorativos. En este sentido
meitida durante dos siglos a una las iglesias, casas burguesas, pór­
evolución constante, la arquitec­ ticos, tímpanos, altares, epitafios,
tura alemana no experimenta un púlpitos y asientos o muebles
desarrollo estilístico continuo en eclesiales —y también los vasos
dicho período de tiempo. A dife­ de vidrio y otros objetos del arte
rencia también de la arquitectura menor— nos m uestran la misma
francesa de palacios, que asimiló imagen. La transmisión de estas
e! modelo italiano en un conse­ formas ornamentales, que están
cuente proceso de transformación, desarrolladas con gran frecuencia a
la alemana dependió siempre de partir de las partes básicas fijas,
influencias externas. En Alemania se realiza a través de «Los libros
no existió ningún arquitecto que de columnas» y las láminas de
desarrollara un estilo nacional pro­ modelos de ornamentos; sobre todo
[570-571-572-573] La ornam entación del culm inante en los grutescos arcaizantes
tem prano R enacim iento italian o se in s­ (A gostino V eneziano, hacia 1520 [570],
pira en dos fuentes: la N aturaleza y la arriba izq.) redescubiertos po r Rafael.
A ntigüedad. P artiendo de los marcos Eí a r a b e s c o (H ans R udolf M anuel
de las puertas de bronce [551] de Ghi- D eutsch, hacia 1549 [570], arriba dere­
b erti, la ornam entación n atu ralista, es­ cha)—cuyo entrelazam iento lineal simé-
pecialm ente en form a de guirnaldas de trico-geome trizante ha de entenderse co­
flores y frutas [531-555], cubre una m o ' abstracción de la antigua hojarasca—
p arte considerable de los m otivos deco­ procede del arte islám ico, F rancia y los
rativos de los siglos xv y xvi. A la vez, P aíses Bajos introducen en el siglo xvi
la ornam entación de la A ntigüedad sir- el enrollado (H , Vredem an de V ries,

ve com o m odelo, prim ero en los capi­ hacia 1560-70 [572], abajo izq,), cuyas
teles de los órdenes de colum nas, luego bandas se enredan unas en otras y se
en los más diversos m otivos ornam en­ enrollan en ios extrem os. Se une fre­
tales en form a de bandas de ondas, en cuentem ente el herraje [5 7 2 ], que re­
las palm etas y en las hojas de acanto cuerda formas estam padas o aserradas.
[5 5 2 ]. E ste sistem a form al, en parte Figuras de sátiros o cabezas de anima-
abstracto y en p arte tam bién n atu ralis­ les se insertan a m enudo entre las cintas
ta, está m uy entrem ezclado con lo f i­ y volutas de estas form as ornam entales
gurativo {leones, centauros, herm as, e t­ abstractas (Cornelís Bos, 1554 [573], aba­
cétera). La evolución llega a su punto jo derecha),
Jos grabados de ornatos se utilizan Fontainebdeau marca la pauta de
con exagerada profusión. La apli­ esta tendencia. Es, sin embargo,
cación de estos elementos se lleva en Alemania donde el estilo deco­
a cabo de una forma mecánica, rativo sufre su más exuberante
tanto sobre una fachada de iglesia desarrollo: la puerta suntuaria de
[581 ] como sobre un mueble la Sala Dorada del palacio de Büc-
keburg [5 80], de 1605, nos pro­
porciona un ejemplo -muy carac­
terístico. E l centro de la arquitec­
tura de la puerta lo ocupa la vo­
luta sobre la hoja, en la que ya
están contenidos todos los ele­
mentos de 'la decoración. Partiendo
de aquí se extiende ésta sobre todo
el contorno : ningún hueco queda
sin utilizar. Un verdadero «horror

[575J A rm ario francas de dos pisos, se­


gunda m itad del siglo xvi. La rica ar­
ticulación plástica está inspirada segura­
m ente en grabados de ornam entación,
con acentuación de los m otivos figura­
tivos: ángulos y centro resaltados por
herm as y cariátides. Zonas de puertas
con relieves de escudos y em blem as h e ­
ráldicos.

[574] A rm ario bávaro de dos pisos,


1590. M unich, M useo N acional. Em pleo
de grabados de ornam entos y «L ibros de
colum nas»; articu lació n tom ada de la fa­
chada de la arqu itectu ra m ayor (arco de
triu n fo , pilastras, nichos, volutas}. E jem ­
plo de la carencia de escalas en dichas
adaptaciones.

[574]. Los grutescos [570] o el


arabesco [5 7 1 ], el 'herraje [57 2 ] o
el enrollado, la voluta y el obelis­
co, encuentran acceso a todas las
ramas artísticas vinculadas a la ar­
quitectura, E n el Renacimiento ita­
liano los elementos decorativos se
encontraban en una relación cla­
ram ente definida respecto a su ob­
jetivo [552,555]; con el M anie­
rismo comienza a esfumarse esta
unívoca relación, sobre todo al vacui» domina a los artistas. No
norte de los Alpes: formas abstrac­ dejándose cegar por su fastuosi­
tas y figurativas se interpenetran; dad e intentando penetrar a través
dibujos estereométricos y planos se del adorno, se reconoce con traba­
unen con la figura humana y la jo la armazón arquitectónica sub­
estilizan en una línea ornamental. yacente.
La fachada de la iglesia de la Tres decenios antes (1582-1597)
ciudad de Biickeburg [581], cons- se comenzó en M unich la iglesia
truida en 1611-1615, refleja jesuíta de San Miguel [582, 583],
claramente que la confusa relación concebida como reducto de la Con-
entre el armazón arquitectónico y trarreform a. U n flamenco formado
el decorado exuberante no atañe en Italia, Friedrich Sustris (hacia

[576] Mesa italiana de flancos, s. xvi. [577] Silla italian a de tije ra , siglo xvi.
Dos flancos con volutas talladas, que se P a rís, M usée Cluny. Forma redondea­
transform an por arriba en cabezas y por da de listones cruzados que aparece ya
abajo en garras de león, soportan el en el siglo xv. Respaldo curvado con es­
sólid o tablero. E l travesano, hahitual- cudo tallado, de una sola pieza. Cortos
m ente a m edia altura entre los flancos listones horizontales form an el asiento
para dar consistencia a la mesa, está y le dan m ayor consistencia.
sustituido aquí po r una pesada plancha
en el suelo.
1540-1599), es su arquitecto. T an­
to la Compañía como la finalidad
sólo a la arquitectura interior. E l
de la iglesia condicionaron el pro­
recinto interior se presenta como yecto inspirado en la iglesia ma­
sala gótica de tres naves, en la que
triz de los jesuítas, II Gesü de Ro­
sólo ios capiteles corintios de los
ma [523]. A primera vista el pa­
pilares redondos denotan eá Rena­ rentesco parece inmediato: ambas
cimiento. Se cierra la nave con un ediciones pertenecen al tipo de
frontón carente de torre, que re ­ iglesia de planta de salón «mo-
presenta expresivamente el modo noespacial», con bóveda de medio
de configuración arquitectónica p u ­ cañón y capilla. Sin embargo, sus
ramente decorativa, característica de sistemas murales representan posi­
la arquitectura renacentista del nor­ bilidades completamente diferen­
te de Alemania. Las ventanas y tes en la constitución constructiva.
la articulación vertical con contra­ E n II Gesü la superficie mural so­
fuerte corresponden plenam ente a bre las capillas laterales es el ele­
las formas conocidas del Gótico, m ento constitutivo del recinto, y
Este sencillo esquema está revesti­ en San Miguel lo son los pilares
do de una rica indum entaria orna­ del muro dispuestos transversal-
mental, cuyos motivos proceden de mente respecto al eje espacial. E n­
los grabados de ía época. tre ellos se tienden galerías altas
que forman un nicho trifórico cía- En cambio, a las pilastras de la
ram ente iluminado y abovedado planta inferior les falta toda fuer-
por cañones transversales, que al za ordenadora. Parecen estar su-
mismo tiempo cierran por arriba perpuestas al fondo a¡l igual que
ias oscuras capillas laterales infe- la división en zonas de las plan-
ribres. La alta bóveda de cañón tas superiores. La idea de hacer
del recinto principal descansa igual- descansar las bandas de cornisas
mente sobre recios pilares con arco, de las plantas segunda y tercera
cuyas partes frontales constituyen sólo exteriorm ente y sobre una pí-
— en su conjunto— la «pared» que lastra, m uestra que la configuración
cierra el espacio, Este sistema, que de es,te frente visual se desarrolla
en principio se remonta a iglesias según la decoración de una super-
góticas tardías de pared de pilares, ficie y no según la manifestación
se generalizó más tarde en las igle- de fuerzas arquitectónicas; consti-
sias barrocas del sur de Alemania, tuye una labor de tablero de dibu-
En la fachada de San. Miguel jo, ideada principalm ente con 1a
[582] se ha intentado aplicar al regla y el compás. -
frontón alemán las soluciones ro- Esta idea, concebida a partir de
manas de fachada. El resultado es la figura planimétrica dibujada, se
de un efecto bastante ambiguo. En manifiesta en la planificación ur-
comparación con lia lógica articula- banística de Freudenstadt [584].
ción del frente de 11 G esü [5 2 4 ], C u a n d o H einrich Schickhardt
lo que se consigue es una inge- (1558-1634) proyectó hacia 1600
nua y amable arquitectura de eba- esta colonia para protestantes aus-
nista. Los pórticos, que intentan tríacos exiliados, ordenó los traza-
dar un acento plástico a la recu- dos de calles como las lineas so-

[578] BaccLo Pontelli taraceas en e] [579] C uarto de estar del «SeMeríhofs»


«scudiolo» del duque Federigo da M onte- de Z urich, 1592, M useo regional. Pesado
feltre, hacia 1480. U rbino, Palazzo D ucale. techo de casetones, paredes con srticula-
Técnica de taraceado introducida para ob- ció n tallada y taraceada con senncolunv
tener efectos picíórico-ilusionistas, típ ic a ñas antepuestas y edículos. Chim enea de
de la p redilección del R enacim iento íem - azulejos de porcelana policrom ados, de
prauo p a r los efectos de perspectiva. 1620,

bierta fachada, son lo que más re- bre el tablero del juego de «tres
cuerda al Renacimiento italiano, en raya», de forma concéntrica, en
torno a la gran plaza cuadrada del de Dresde, Residencia de M u­
mercado. E n su centro estaba pro­ nich, Palacio de Aschaffenburgo y
yectado, en forma de cuadrado co­ otros), no se consigue crear, sin
locado diagonalmente, el palacio embargo, un estilo nacional de
ducal que nunca fue construido; validez general. Los elementos co-
las esquinas de la pdaza están des­ múnes se reducen generalmente
tacadas por edificios angulares más sólo a los adornos decorativos. La
altos, como el ayuntam iento o la misma ordenación simétrica de la
iglesia local. Seguramente en la planta no es, en modo alguno, algo
disposición general opera el esque­ evidente. Así aparecen, por ejem­
ma del antiguo campamento ro­ plo, las distintas partes dsl Pala­
mano, pero la arquitectura rena- cio de Heidelberg como un grupo

[580] E vcrt y Joñas W olf, m agnífica [581] Fachada de la iglesia de Biicke-


p u erta de la Sala D orada del palacio de burg, 1611-15. Forma básica de una igle­
Bückeburg, 1605. E xuberante estilo deco­ sia de planta de salón gótica ta rd ía , cu­
rativ o, con m otivos de gran calidad en yos botareles y ventanas de tracería están
com posición sobrecargada, revestidos de abundantes ornam entos ma-
nieristas.
centista ha desarrollado la antigua arbitrariam ente organizado de cons­
división por barrios en una form a­ trucciones análogas. También la es­
ción geométrica mucho más dife­ tructura cerrada — actualmente en
renciada. forma cúbica— del edificio de Ot-
En el terreno de la arquitectura theinrich [585], levantado hacia
profana, el palacio es también en 1556-1559, es menos un resultado
Alemania el elemento arquitectó­ de ia planificación arquitectónica
nico más representativo. Á pesar que un producto de la casualidad:
de algunas obras im portantes (Pa­ desde el incendio de 1689 falta el
lacio Hartenfels de Torgau, Palacio empinado tejado. E n ia articulación
[582-583] F ried rich S ustris, fachada e de la fachada italianizante, alara-
in te rio r de San M iguel de M unich, 1582-
1597, según el m odelo de II G esü de
mente estratificada y escalonada en
Rom a, iglesia de plan ta de salón con ca­ la altura de plantas, se manifiesta
pillas laterales. E ntre los pilares del m uro, la cultura de la época. También en
que sustentan el cañón principal, galerías este caso los escritos de teoría ar­
quitectónica, sobre todo los de Ser-
lio, inspiraron al príncipe elector,
prom otor de la construcción. Como
hombre culto pudo haber interve­
nido personalm ente en la configu­
ración del edificio, y en cualquier
caso no sabemos quién fue su ar­
quitecto: quizá no hubo ninguno.
Debido a que la arquitectura se
había convertido en un arte figura­
tivo, que cabía aprender en ios li­
bros, podía confiarse también la

[584] H ein rich Schickhardt, plano de


urbanización d e F reudenstadt, hacia 1600.
La im agen aérea m uestra los rectángulos
concéntricos de la planificación en « ta­
bla de tres en raya», cuyos ángulos en
el cuadrado in te rio r están acentuados
por edificaciones más altas. D elante, la
iglesia de la ciudad levantada en ángu­
lo t con una zona para las m ujeres y
otra para los hom bres.

realización práctica al artesano téc­


nicamente hábil y encomendar la
dirección teórica a un hombre cul­
to. Es im portante señalar que la fa­
chada muestra también, junto a la
altas cubiertas por cañón transversal con deformación profana de elementos
grandes ventanas. E n el exterior no se ha renacentistas clásicos, un rasgo au­
m antenido el efecto m onum ental del inte- ténticam ente manierista: se ha su­
rio r; fachada con fro n tó n , perfilada plana­
m en te y concebida más b ien como pieza
primido la segunda pilastra y se la
d e eb an istería. ha sustituido por una ménsula bajo
el entablado. Como consecuencia de debe, en gran m edida, al escaso
este cambio la representación de influjo que ejercieron ias Cortes de
las funciones naturales de apoyo y los príncipes en ai desarrollo artís­
carga aparecen perturbadas. En lu ­ tico alemán, a diferencia de lo
gar de la pilastra suprimida, se ocurrido con la Corte real en Fran­
ha abierto en el muro un nidio sin cia'.
molduras. Estos nichos forman los De una manera general, el Rena­
asientos para un conjunto de es­ cimiento en el norte de Europa
tatuas cuidadosamente concebido, — desde Suiza a los Países Bajos, y
con las figuras alegóricas de las por arriba hasta Escandinavia—
virtudes y los planetas, trabajos de consistió en un arte burgués. Sus
un escultor holandés; del mismo más extensas empresas construo

[585] E dificio de O ttheinrich del p ala­ [536] ja k o b W olff el V iejo, patio inte­
cio de^ H eideiberg, 1556-59, Por la fusión rio r de la Fellerhaus de N ureniberg, 1605,
de influencias italianas y holandesas y A pesar de la lib re u tilizació n de m oti­
por la estructura ■constituye una de las vos gótico-tardíos de tracerías, la dispo­
creaciones más logradas de la edificación sición general revela una inteligente in tu i­
palaciega renacentista alemana. ción de la esencia del m odelo italiano.

modo debemos señalar que parte tivas se dieron en el mareo de la


del rico ornam ento de cantería, floreciente com unidad urbana: des­
evoca a los Países Bajos (Comedís de 3a vivienda, pasando por la
Floris). En virtud deí tratam ien­ fortificación (baluartes, murallas,
to fantaseado de las influencias ita­ puertas y torres) hasta ios edificios
lianas y holandesas, esta fachada públicos (ayuntamientos, hospitales,
es una obra espléndida de la ar­ casas comerciales y almacenes, etc.).
quitectura renacentista a l e m a n a , La vivienda de varias plantas con
pero su consecuente conformación altos frontones constituyó el pun­
estructural apenas pudo crear es­ to de partida. E n ella se manifies­
cuela, Esta falta de continuidad se ta ia nueva intencionalidad cons­
tructiva, ante todo en la acentua­ casa burguesa alcanza un grado de
ción de las horizontales, que están calidad que revela en gran medida
realzadas p o r las formas ornam en­ el influjo del Renacimiento.
tales talladas en las vigas del entra­
m a d o , Tam bién en la más preten­
ciosa construcción en piedra se Los Países Bajos
conserva el tipo autóctono de la
casa con frontón que aparece ri­ En ei bajo Rhin, en Holanda
camente cubierto con decoración y Flandes, donde se mezcla la he­
renacentista, no rehuyendo dos fuer­ rencia francesa y del sur de Ale­
tes contrastes de material. Son muy mania, se habían desarrollado ciu­
características de esta orientación dades florecientes, como Brujas y

[ 588 J C ornelis r jo ris , palacio m unici­


pal de A m beres, 1561 a 1565. E jem plo
flamenco de fuerte influencia m anierista,
discreto en la riqueza decorativa, e In ter’
pretación muy lograda de la arquitectura
contem poránea de Ita lia ,

Gante, Amberes y Bruselas, que


constituían im portantes centros ar­
[587] V iviendas de A m beres, siglo x v í . tísticos, cuyo influjo llegaba hasta
D ebido a su vecindad con ei palacio m u­ Suecia e Inglaterra. Los artistas
nicipal [ 5 8 8 ], los constructores concedie­
ron especial valor a la rica configuración holandeses concedieron una espe­
de los frontones ornam entales. C onser­ cial predilección al ornamento; en­
vando la form a básica de la d iv isió n de tre ellos destaca el escultor, arqui­
la fachada fundam ental, los distintos edi-
ficios m uestran la evolución del orna­ tecto y grabador de ornatos Cor­
m ento en el transcurso del s. xví. nelia Floris (1514-1575). Desde me­
diados del sigilo x v í aparecieron
las edificaciones burguesas de ios sus series de grabados, en los que
países nórdicos, donde gusta com­ eleva a lo fantástico los grutescos
binar el tradicional ladrillo rojo romanos [570]. Característica del
con el sillar claro, signo de una in­ estilo Floris, así llamado por el
tencionalidad constructiva más pic­ nombre del arquitecto, es la mez­
tórica que plástica. E n sus ejemplos cla del ornamento vegetal de hojas
más destacados, como la Fellerhaus y zarcillos con el enrollado abs­
de Nuremberg [5 8 6 ], de 1605, la tracto e inorgánico, cuyas cintas
y bandas se entrelazan, con gran ción que estuviera tan fuertem ente
variedad, para enrollarse en los marcada por el espíritu del M anie­
extremos como carreas de cuero. rismo italiano. Sin embargo, la
.Las bandas resailtan plásticamen­ estructura del alto tejado mani­
te del fondo, m ientras que el he­ fiesta, con toda evidencia, su vin­
rraje [5 7 2 ], que conoció amplia culación a la arquitectura de más
difusión a través de los libros de alia de los Alpes. Ocupa el centro
modelos del discípulo de Floris, un alto frontón apuntado, que no
H ans Vredeman de Vries (1527 oculta su procedencia de la casa de
hasta 1604), con sus prismas, cin­
tas y arcos {que recuerdan formas
estampadas o aserradas), perm ane­
ce vinculado al fondo. A m enudo
se introducen en este m undo or­
nam ental detalles figurativos: más­
caras burlescas, cabezas de anim a­
les, bustos masculinos y femeninos
le confieren un carácter surrealista
y demoníaco.
U n lugar privilegiado p ara la
aplicación del ornam ento son los
frontones escalonados de las casas
burguesas. E l ejemplo reproduci­
do de Amberes [587] presenta,
como un catálogo, el vocabulario
decorativo del s. x v i: abarca des­
de el arco gótico tardío en sus
postrim erías basta el cartílago. De
este modo se pone, al mismo tiem ­
po, de manifiesto, con sorprenden­
te claridad, cómo cambia únicamen­
te el aparato ornamental de for­ [589] A lberto D urero, Adán y E va, gra­
mas, m ientras que la concepción bado en cobre, 1504. H um anidad re fle ­
básica que se halla detrás de la jada con la más alta perfección técnica
estructura de todas estas fachadas em iento,
idealizada en ía lín e a del alto R enaci­
ante u n paisaje de bosque cargado
permanece inmutable. Dada la d i­ de am biente.
solución del m uro en superficies
vitrales enmarcadas con entramado frontón, aunque sus plantas estén
y la estrechez acentuada vertical- estrictam ente articuladas siguiendo
m ente, apenas pueden diferenciar­ la teoría arquitectónica renacentis­
se las casas. ta. La altura proporcionada y equi­
E n comparación con los edificios librada de las plantas sobre el zó­
anteriores, el Ayuntamiento de A m ­ calo de sillería almohadillada y el
beres [588] adquiere una im por­ orden de columnas habla netam en­
tancia especial, porque s u -construc­ te el lenguaje de la arquitectura
tor, Cornelis Floris, prescinde de clásica italiana. Es manierista el
la sobrecargada abundancia de de­ complicado sistema de! cuerpo me­
coración y se limita exclusivamen­ dio y la inserción de las pilastras
te a una ordenación arcaizante. entre las grandes ventanas, que
Apenas podría encontrarse en los apenas dejan suficiente superficie
países germánicos otra construc­ ai trasfondo del muro. La tenden-
d a al ventanaje am plio es, sin em- fael. Como u n auténtico artista re-
bargo, un ejemplo de que la tra- nacentista escribió tratados teó-
dición gótica propia se infiltra ricos, en los que intentaba rendir
hasta en esta obra maestra de la cuenta, a sí mismo y a los demás,
arquitectura renacentista. del proceso creativo artístico. Su
form a se basa prim ordialm ente en
p TMTT_ . trabajos de grabado. Conocemos
aproximadamente cien cuprotipias
Alemania
E l arte alemán debe figurar sin
lugar a dudas al comienzo del ca­
pítulo sobre la p in tu ra renacentis­
ta no italiana, pues en este terreno
el norte prestó una gran aporta­
ción creadora al Renacimiento. En
la representación e interpretación
del m undo de la experiencia alcan­
zaron 'los artistas alemanes su má­
xima maestría. E n el área de ten­
sión entre el G ótico agonizante y
el Renacim iento incipiente surgie­
ron creaciones de rango suprana-
cionai. El concepto época de D ure­
ro alude a un período que comien­
za en el s. x v i y de apenas unos
decenios de duración, en el que
la pintura y las artes gráficas ale­
manas vivieron u n sorprendente
florecimiento, rico en matices,
para después, incluso antes de me­
diado el sigilo, sumirse de nuevo [590] A lberto D urero, los C uatro A pós­
en la mediocridad provinciana. Si toles (Juan y P edro, Marcos y Pablo),
la arquitectura renacentista había 1526. M unich, Pinacoteca. P or ¡a in ten ­
sidad de la expresión espiritual y ia u n i­
influido sólo superficialmente en la dad formal constituye una obra maestra
arquitectura alemana, sin lograr de la pintura alem ana del alto Renaci­
transform ar sus bases, la pintura m iento, que une la imagen clásica del
sur de Europa con el arte de caracteri­
tuvo un desarrollo muy diferente. zación aním ica del norte.
El encuentro de Alberto D urero
(1471-1528) con el arte italiano y trescientas cincuenta xilografías
se basó en motivaciones plenamen­ de la mano de Durero, que dan
te personales. E n sus apuntes se testimonio de cómo logró llevar
manifiesta el anhelo del nórdico este género artístico, técnica y for­
por el sol d d sur, por la fuerza malmente, al más alto nivel [589].
vitalizante de un arte que podría En sus dibujos, de los que se con­
ayudar a adarar y dirigir su pro­ servan aproximadamente novecien­
pia idea formal. Por propia inicia­ tos, concluye un proceso — al igual
tiva viajó a Venecia (1495 y 1505), que en Italia Leonardo da Vinci y
donde fue acogido amistosamente Miguel Angel— que tiene como
por los artistas italianos e inter­ meta d valor propio y la indepen­
cambió cartas y dibujos con Ra- dencia d d dibujo como obra artís­
tica autóctona. Junto a muchos es­ ta lo más profundo su fisonomía
tudios y apuntes, conocemos de él interior. Su encuentro con el arte
numerosas láminas de tal perfec­ italiano le inspiró la realización
ción que sólo pudieron ser crea­ de las dos tahlas de M unich con
das en virtud de sí mismas. En sus los Cuatro Apóstoles [5 9 0 ], de
pinturas se manifiesta el goce por 1526. Sobre fondo oscuro repre­
la descripción de estados aními­ senta D urero — en aquellos años
cos, la amorosa representación del de conmociones políticas y religio­
detalle y la profundización en los sas— las monumentales figuras
secretos dd paisaje. En una serie como «guías del camino recto» que

[592] A lbrecht A ltdorfer, paisaje del D a ­


n u b io en Regensburgo, hacia 1520-25. M u­
n ich, Pinacoteca. P aisaje independiente
sin figuras accesorias, realizado a p artir
del detalle, en profunda vinculación con
[591] M atthias G rüncw ald, los erm ita ­ la N aturaleza.
ños Sun A ntonio y San P ablo, del altar de
Isenheim , h a d a 1515. C olm ar, M useo Un- exhortan a la verdadera fe. E n Ita ­
terlin d e n . A centuación expresiva de la
form a y el color; incorporación de los lia el ideal humano del arte clá­
elem entos figurativos d el G ó tico ta rd ío sico sólo fue realizado con tanta
ju nto a los de! Renacim iento. perfección por los más grandes
maestros; pero en profundización
anímica y en la caracterización in­
de magníficos retratos, entre ellos dividual D urero supera tal vez al
varios autorretratos dibujados y propio arte italiano. La envergadura
pintados, no sólo logra crear una espiritual y formal que alcanzó la
minuciosa reproducción externa del pintura alemana en los primeros
personaje, sino que descubre has­ decenios d d s. xví se percibe da-
ramente cuando se compara con pía cualidad expresiva, a través
D urero la obra, mucho más reduci- de la cual se manifiesta la vincula­
da, de M atthias G rünew ald (en ción a la Naturaleza y la soledad
realidad, Matihis N eithart-G othart, de la vida eremítica. También el
hacia ¿1460P-1528), que tam bién color, de nuevo con contenido
sufre las influencias del Renací* simbólico, sirve a la intensificación
miento. La voluntad formal que del contenido expresivo, que llega
anima ei Aliar de Isenbeim (hacia hasta lo visionario.
1515) no puede concebirse sin su Encontram os otro grupo de pin-
proximidad. Pero si Durero se ha- tura renacentista alemana alrede-

¿593] Hans H o lb ein el Joven, los em ­


bajadores franceses en ia Corte inglesa,
1533. Londres, G a le ría N acional. Los re­
tratos y el am biente circundante resum en
el m undo de los personajes, A pesar de
la m u ltitu d de detalles, com posición ar­
m ónica, en la que se incluye, en prim er
térm ino, en una gran proeza de perspec­ [594J Jan G ossaer; van M abuse, Venus
tiv a, la calavera desfigurada, que, vista en y A m or, 1521. P arís, colección privada.
diagonal, queda reducida a su tam año M abuse, el verdadero fundador del roma-
n a tu ra l. nism o, representa la figura desnuda y el
nicho redondo, inspirado en m odelos ita ­
bia propuesto como meta el dom i­ lianos.
nio formal del propio m undo de
imágenes, donde ei conocimiento dor del artista Albrecht Altdorfer
de las leyes del arte imponía la me­ (hacia 1480-1538). Aunque no po­
dida, la obra de G ünew ald se or­ demos concebir su arte al margen
dena bajo el prim ado de la expre­ de la significación de D urero, im­
sión anímica, que a m enudo rom­ puso, sin embargo, como principal
pe las leyes creadoras habituales. maestro de la llamada escuela del
Los ermitaños San A ntonio y San Danubio, un estilo propio caracte­
Pablo [59-1], del A ltar de Isen- rizado tanto por una interpreta­
heim, se hallan situados en un pai­ ción fantástica de la Naturaleza
saje construido según los puntos y u n encanto romántico como por
de vista formales de la perspectiva. el apasionado afán narrativo y el
Pero cada objeto adquiere su pro- sentido dramático de la luz y el
color. Interiores audazmente cons­ sobre el motivo retratado. La ex­
truidos, ruinas y Naturaleza exube­ presión de los semblantes está cap­
rante constituyen el fondo que tras­ tada con la misma agudeza que. los
lada el suceso real a un m undo de detalles del vestido. Este realismo
fantasía. Nos encontramos, p o r vez absoluto, pero no molesto, consti­
primera en el arte europeo, con el tuye una unidad indisoluble con la
paisaje como género pictórico in­ severidad de formas aprendida de
dependiente; así, por ejemplo, en ■los italianos.
su paisaje del Dánubio [5 9 2 ], de
1520-1525 —carente de todo ele­
mento representativo— testim onia Países Bajos
una profunda vinculación a la N a­
turaleza. M ientras que en el arte En el realismo austero de ios
italiano coetáneo el paisaje tiene un pintores holandeses irrumpe, en la
carácter heroico y mitológico e in­ segunda década del s, xvi, el ro-
cluso, más adelante, titánico, el es­ manismo, que funde las influen­
tilo narrativo y gráfico de Altdor- cias del arte renacentista italiano
fer se sume amorosamente en cada con elementos góticos tardíos, en
detalle: en el resplandor de una un Manierismo temprano llevado al
mancha de sol, en ia sombra pro­ extremo. Si hasta entonces los lo­
ducida por un arbusto o en la for­ gros formales de los italianos, como
ma fantástica de una rama. También la perspectiva, servían únicamen­
a veces representa de una forma te como recurso para el dominio
amplia un detalle paisajista, sin
buscar el efecto m onum ental, sino
el encanto ambiental, la «imagen
interna» universal de un paisaje,
que abarca lo pequeño y lo grande.
El últim o gran pintor alemán
del Renacim iento fue H ans Hol-
bein, el Joven (1498-1543). Con su
muerte a causa de la peste, conclu­
ye tam bién en Londres el ■ auge
que había alcanzado la pintura en
Alemania. H olbein se form ó artís­
ticam ente en Augsburgo y Basilea,
y tam bién conocía Italia; en In ­
glaterra fue retratista de la Corte
del rey. Precisam ente en sus retra­
tos reside su actual celebridad.
Posee en común con los retratos
de los m anieristas italianos el rea­
lismo con el que reproduce cada
detalle. Pero el afán narrativo con
que están representados, por ejem­
plo en el doble retrato de los Em ­
bajadores [5 9 3 ], de 1533, los múl­ [595] Bariholom áus Spranger, M inerva
tiples atributos de la sabiduría y triunfando sobre ia ignorancia, 1590. Vic-
del Hum anism o ya no es italiano. na, K unsthistorischcs M useum. E jem plo
de la total integración de la etapa esti­
El espectador examina el cuadro y lístic a del M anierism o, tam bién al norte
recibe una información objetiva de los Alpes.
de la Naturaleza, la imitación los ción posterior de pintores holande­
convierte en u n dogma de moda. ses, como A drián de Vries, Bartho-
Se aprende de ellos con ardor con­ lomaus Spranger o Abraham Blo-
movedor, aunque interesa más el m aert, nacidos todos a mediados
virtuosismo formal que las leyes del s. xvi, se interesa directamen­
te por el M anierismo florentino.
Su adhesión es tan acendrada que
a este grupo se le puede conside­
rar, decididamente, como manieris-
la a la manera de un Vasari o un
Giovanni da Bologna. Bartholomáus
Spranger (1546-1611), de Amberes,
fue pintor en la Corte del empera­
dor M aximiliano II , y desde allí se
dirigió a Praga a la Corte de Ro­
dolfo II, que le acogió amistosa­
mente. E n Praga, al norte de los
Alpes, se había formado un centro
[596] P ieter Brueghel, la Parábola de artístico m anierista, tardío pero
los Ciegos, 1568, Ñ apóles, G alería N a­ auténtico. Italianos y holandeses
cional. E fecto trágico-grotesco con sobria o alemanes de escuela italiana
ob jetivación d e la representación. Descu*
brim ien to del m undo cotidiano cam pesino. competían entre sí para adornar el
palacio de Hadcarny y la cámara
internas. Especialmente el m undo imperial de arte con obras de es­
de imágenes de Rafael y Miguel cultura, pintura y arte menor, aun­
Angel es explotado sistemáticamen­ que tam bién con algunos objetos
te. E l conocimiento de este últim o exóticos. Resulta significativo que
lo porporcionaron los grabados en Rodolfo I I intentara sistemática­
cobre (1527) de M arcanton Rai- m ente hacerse con las principales
mondi, mientras que el encuentro obras de D urero y Piéter Brueghel.
con Rafael resultó más sencillo e Al mismo tiem po, es tam bién ca­
inmediato, porque sus cartones para racterística del espíritu de su Cor­
Jos tapices de la Capilla Sjxtina te la actividad del lombardo Giu-
llegaron a realizarse en talleres de seppe Arcimboldo (1530-1593), que
Bruselas (1516-1519). En el s. xv, realizó sus retratos como «capricci»,
el arte del tapiz se había desarro­ compuestos con los objetos más
llado en los Países Bajos meridio­ insólitos. P intó así una figura ya­
nales como una auténtica industria, cente del O toño con frutos del cam­
cuyas m anufacturas, como las de po cuya cabeza posee los rasgos
Arras y Bruselas, eran famosas en del emperador.
toda Europa. A unque los cuadros E n tre los artistas más importan­
de los romanistas m anifestaban es­ tes de la C orte de Praga destacan
casa personalidad artística, sus crea­ los pintores H ans von Aachen y
dores {Joos van Cleve, Jan van Bartholomaus Spranger, cuyos cua­
Scorel, Jan Gossaert van M abuse dros rebosan erudición. Su repre­
[594], M aerten van H eem skerck y sentación de Minerva triunfando
otros) contribuyeron a la liberación sobre la ignorancia [595], de 1590,
definitiva de la tradición gótica, y nos m uestra la cultura alegórica de
ayudaron así a preparar el terreno la época, cuya intencionada cons­
para la gran época de la pintura ciencia determ ina también la apa­
holandesa del s. xvn. Una genera­ riencia formal. La diosa está re­
presentada como «figura serpenti- evolución estilística general: Pie-
nata» manierista, en movimiento ter Brueghel (1525/1530-1569), el
torneado. Tras ella se diluye el es­ p in to r más im portante de la segun­
pacio en una profundidad incon­ da m itad de siglo al norte de los
mensurable. Las miradas de las tres Alpes. A un nivel más profundo
figuras se entrecruzan intenciona­ se vislumbra tam bién en su obra
damente, con lo que se evita que una relación interna con el M anie­
recaigan directamente sobre el es­ rismo, si bien ésta se manifiesta
pectador. Luces y sombras alter­ en la totalidad de la composición.
nan con brusquedad, y en los co­ Brueghel, que descubrió para ei
lores predom inan tonos inquietos arte la vida campesina como tema
e irisados. Con tales cuadros la pin­ independiente (hasta entonces re­
tura del norte enlaza plenamente producido sólo simbólicamente en
con el arte italiano. Si se piensa las .representaciones medievales de
en Parmígianino, en el que se ins­ los meses [440]), renuncia a los
piró Spranger, o en las esculturas motivos italianos, a pesar de que es-

[597] M aestro desconocido de la escuela [598] Frangois C louet el Joven, retrato


de F ontainebleau. Dam a joven en el to ­ ecuestre de Francisco I, hacia 1545. F lo ­
cador, hacia 1560. D ijon, M useo. A ctitud rencia, U ffici. R etrato cortesano represen­
frív o la y preciosista; u nión d ei arte cor­ tativo, con influencias de H o lb ein , aun­
tesano francés y el M anierism o. que de m enor intensidad psíquica.

de Giovanni da Bologna, se cierra tuvo en Italia en 1533. Su fantasía


el círculo de un estilo vigente a inagotable se nutre de la observa­
ambos Jados de los Alpes: el M a­ ción de la vida cotidiana. En su
nierismo. representación de los refranes ho­
En la pintura holandesa hubo, landeses, de 1599, se manifiesta la
sin embargo, un artista que no se diferencia: ei Renacimiento intenta,
adscribió al romanismo, sino que aun en contenidos multiformes,
buscó su camino al margen de la tratar la composición como una
unidad orgánica; en Brueghel ésta artística pudo irrum pir sin que se
se disgrega en una abundancia de le ofreciera resistencia. Su centro
manchas de color, cuya acumula­ se localizaba en el palacio de Fon-
ción revela, ya antes de la interpre­ tainebleau, donde Rosso trabajaba
tación de su contenido, la ironía con artistas italianos, flamencos y
y fantasía de las escenas de los franceses en la decoración [565].
refranes. El arte de Brueghel no Dos años después de Rosso llegó
es ni idealizante ni ingenuo; lo Francesco Prímaticcio (1504-1550),
demoníaco y lo fatal, lo trágico que había colaborado antes con
y lo grotesco laten en él persis­ Giulio Romano en 3a decoración del
tentemente. En sus obras tardías, Palazzo del Té, en M antua, y que,
especialmente, hay impresionantes por otra parte, se encontraba bajo
alegorías de la amenazada existen­ la influencia de Parmigianino
cia humana. En Los ciegos [596], t 534]'
de 1568, una fila de invidentes si­ La escuela de Fontainebleau ob­
gue a un compañero de infortunio tuvo de nuevo un fuerte im­
que se precipita a! abismo. El pulso de Italia cuando, en 1552,
escenario del suceso, un paisaje con Niccolo delTAbate (1509-1571),
idílico, lleno de realidad, pintado un tercer pintor italiano asumió
con una claridad trasparente, pre­ un papel dirigente. E ntre los miem­
senta la típica escala cromática bros franceses de este círculo se
que va del marrón, pasando por ha de citar a los escultores Gaujon
el verde, hasta el azul, con la que [606] y Pilón [6 05], y a los pin­
Brueghel había de influir aún du­ tores Jean Cousin (padre e hijo)
rante el s. x v n. Sobre el plano y Antoine Carón. Pero junto a
inclinado del primer término del ellos trabajaban también algunos
cuadro— con la composición dia- maestros desconocidos, como el
gonil típica de Brueghel— se tam­ creador del famoso retrato de ía
balean las figuras hacia un destino Diana de Poitiers, que camina por
fatal; 1a escena es de un efecto el bosque como diosa desnuda de
tanto más im presionante cuanto la caza.
que el artista la trata con la mis­ Tampoco se conoce al pintor d d
ma sobriedad que imprime al pai­ Retrato de una dáma joven en el
saje. tocador [597], realizado en 1560,
que se atribuye a Fran^ois Bunel
Francia el Joven (1522-1595). En el fondo,
casi oculta por la cortina, se arro­
Al igual que la arquitectura, dilla una criada ante un arca, mo­
1a pintura y la escultura estuvieron tivo que pudo ser tomado de Ti
también vinculadas a la Corte real, ziano.
que regía el acontecer político y En primer plano la retratada
cultural del país. Su evolución esti­ exhibe su bello cuerpo adornado
lística fue condicionada asimismo con joyas preciosas. Sobre sus
por la presencia de artistas italia­ hombros cae un tenue velo; con
nos. Antes de que el Manierismo delicados dedos coge un valioso
florentino se introdujera en Fran­ anillo de una bandeja. La afecta­
cia en 1530 con Rosso Fiorentino ción preciosista de su postura, la
(1494-1540), el Gótico tardío sobre­ frivolidad con que subraya el ador­
vivía ya sin fuerza creativa. La no su desnudez, y la rigidez de
pintura constituía un espacio va­ máscara de rostro de corte clásico,
cío, en el que la nueva tendencia aunque poco expresivo, especial­
mente en el reflejo del espejo, E scu ltu ra
hacen aparecer el cuadro como
testimonio unívoco del M anieris­ Alemania
mo y, a la vez, del arte cortesano
francés, en el que la libre sensua­ El desarrollo de la escultura
lidad del Renacimiento se trans­ renacentista fuera de Italia se con­
forma en refinado erotismo. centra en el ám bito germano-holan­
ju n to a este grupo cerrado de dés y francés. Por el contrario,
m anieristas extranjeros y france­ España e Inglaterra muestran— a
ses, la casa real también emplea través' de obras aisladas muy va­
artistas que no pueden incluirse liosas— una evolución de estilo
en la escuela de Fontainebleau, menos cerrada y pueden, por ello,
entre ellos el pintor de cámara ser pasadas por alto,
Jean Clouet (m uerto en 1540-1541) El ám bito artístico alemán pro­
y su hijo Fran^ois Clouet (m uerto dujo en el terreno de la escultura,
en 1572), que le sucede a su muer­ en el últim o cuarto del s. xv y
te en el cargo. E n los retratos de a comienzos del s. XVI, un gran
este últim o se puede reconocer,
en Ja objetividad distanciadora,
el m odelo de H olbein, cuya vita­
lidad interna nunca pudo alcanzar
Clouet.
En su retrata ecuestre de Fran­
cisco I [5 ? 8 ], p intado seguramente
en 1545, están representados con
toda fidelidad el jinete y el corcel.
La pequeña superficie del cuadro
(27 X 22 cm.) está absorbida
plenam ente por la representación
del esplendor cortesano y así, por
ejemplo, la arm adura aparece fá­
cilmente representada como pieza
m aestra de artesanía. M ientras que
H olbein intentaba interpretar la
fisonomía espiritual del modelo
con ayuda de los objetos compren­
didos en el cuadro, Clouet los
emplea por completo dentro del
marco ceremonial cortesano. Sólo
la pequeña cabeza con los astutos [599] P eter Vischcr el V iejo, estatua
ojos perm ite adivinar que ahí está en bronce del rey A rturo, de Ja tum ba
de M axim iliano I , 1513. Innsbruck, ig le­
representado el hábil rival de sia de la C orte.
Carlos V.
C iertam ente que dicho géne­ número de talentos, con los que
ro del retrato vivirá durante mucho alcanza el Gótico su última cima
tiempo dei arte de Holbein: sin im portante. Las escasas influencias
embargo, nunca volverá a alcan­ italianas que pueden detectarse
zar la intensidad con que éste en dichas obras están traducidas
captaba la personalidad de su mo­ al propio lenguaje formal —here­
delo. dero del Gótico tardío— y de tal
forma se consigue esta fusión que del emperador Maximiliano I ( 1493-
los motivos dinámicos renacentistas 1519) en la iglesia de la Corte de
se unen con el estilo gótico tardío Innsbruck, que fue encargada en
de pliegues logrando una descon­ el prim er decenio del s, xvi, según
certante riqueza. el proyecto del hum anista Peutin-
Diohas obras, enraizadas aún ger. El volumen de este proyecto es
en d G ótico tardío, están acom­ característico de las empresas del
pañadas, en los primeros decenios emperador, cuyos encargos impulsa­
del s. xvi, por un gran núm ero de ron el arte alemán, si bien el gran
creaciones de p uro estilo renacen­ número de artistas invitados y la
tista de corte alemán. Su patria complejidad de los programas cau­
artística la constituyen Augsburgo saban una enorme dispersión. Se­
y Nuremberg, Jas dos metrópoJís gún los proyectos, la decoración de
del sur de Alemania unidas comer­ la tumba la integraban los ante­
cial y cuituralm ente con la Euro­ pasados y allegados del soberano
pa m eridional. E n Augsburgo se y, además, los emperadores roma­
levanta, en los años 1509-1518, nos y los patronos cristianos. Esta­
el prim er edificio renacentista de ban previstas cuarenta estatuas de
la arquitectura alemana: la capilla
funeraria de la fámilia de los ban­
queros Fugger en St. Anna. En
la historia arquitectónica consti­
tuye una obra de transición: una
basílica gótica revestida con un
orden veneciano de pilastras. For­
ma el marco para una serie de
obras relacionadas con los nombres
de im portantes representantes del
nuevo estilo: de Hans Daucher
(1485-1538) es el «grupo de la
Piedad», exento sobre el altar; de
Sehastián Loscher (hacia 14804548)
los dos relieves centrales de las
arcadas retranqueadas, que se re­
montan a su vez a dibujos de
Durero, La caja .del órgano la
proyectó el ebanista, diseñador de
ornamentos y escultor Peter Floot-
ner (1490-1546), famoso más tarde
en Nuremberg. En lugar de la ac­
tual cancela de piedra había sido
encargada a la fundición nurember- [óOO] Peter V ischer el Joven, placa de
guense de Peter Vischer el Viejo bronce con G rfeo y E urídice, 1519. Ham -
burgo, Museusn tü r K unst und G ew erbe.
(hacia 1460-1529) una reja m onu­ E jem plo de una escultura de efecto mo­
mental, que fue a parar más tarde num ental en form ato m ínim o.
al ayuntamiento de aquella ciudad.
El más famoso entre los repre­ tamaño mayor que el natural, trein­
sentantes del nuevo estilo es Peter ta y dos bustos y cien estatuillas
Vischer el Viejo. Su nom bre está — un ambicioso programa, cuya
relacionado con el proyecto más realización sólo era posible con
im portante de la época: la tum ba la participación de un ejército de
artistas— . Cuando se suspendieron El taller de fundición de Vischer
■los trabajos en 1550, quedó un produce además una serie de es­
fragmento que estaba destinado a cultores menores que despiertan
una suerte análoga, aunque no tan tm gran interés entre los coleccio­
catastrófica, a la de la tumba del nistas alemanes. Medallas y pla­
papa Julio II de Miguel Angel. cas, bustos y estatuillas permiten
Si la mayoría de las estatuas reali­ a la burguesía dar prueba de un
zadas está aún condicionada por sentido artístico de cuño hum a­
los modelos gótico-tardíos tradicio­ nista. Corno ejemplo de este gene-
nales, con las dos estatuas de Peter
Vischer el Viejo, trabajadas en
bronce en 1513, se abre paso un
auténtico espirito renacentista. En
la estatua del rey A rturo [599] se

[601] H u b ert G erhard, Bavaria, 1595.


Schelcissheim . M anierism o m oderado y
realism o en los atributos alegóricos (es­
pigas, b a rril de cerveza).

f 602 J H u b ert G erhard, estatua en bron*


lleva a la práctica el «cantraposto» ce de San M iguel, 1588. M unich. Fachada
clásico con natural seguridad. El de San M iguel. G rupo de figuras de ta ­
m año superior al natural encajado en
cuerpo ofrece u n aspecto rea] y nicho redondo entre dos pilastras estrecha­
tangible, bajo la plenitud de ia m ente colocadas; conjunto típ icam en te
coraza ricamente adornada. No se m an ien sta .
exagera al comparar la obra de
Vischer con el Coileoni [554] de ro, que fue cultivado también en
Verrochio: en ambas figuras se otros talleres (por ejemplo, por
manifiesta la arrogancia del hombre Konracl Meit, de W orms, que tra­
renacentista. bajaba en los Países Bajos), puede
citarse Ía placa (1519) de sólo sin embargo, el ideal manierista de
16 X l l cm. con Orfeo y Euridice belleza: anchas caderas, hombros
[600], de P eter Vischer el Joven relativamente estrechos y cabeza
(1487-1528). El tema de los dos pequeña.
desnudos encuentra, tanto en la La mayor tarea de G erhard fue
realización formal como en la dife­ la decoración de la iglesia de San
renciación psíquica, una grandiosa M iguel en Munich, de la que se
interpretación. La m onumentalidad conservan actualmente muchas pie­
interna está a la altura de las crea­ zas dispersas. E n el nicho central
ciones del arte clásico de Italia. de la fachada [582], apenas un
La escultura d d norte, como la poco por encima del espectador,
pintura, se encuentra fuertem ente se alza la estatua colosal de San
influida, en la segunda m itad del Miguel [602], de 1588. Sobre un
s, xvi, por el Manierismo italiano, diablo retorciéndose salvajemente
inspirándose prim ordialm ente en en el suelo se eleva la curva fuer­
el modelo de Giovanni de Bologna temente torsionada del movimiento
[557], Al igual que los pintores d d arcángel. E l vestido flota en
(por ejemplo, Bartholomáus Spran- pliegues inquietos en torno a su
ger), tam bién los escultores de esta cuerpo, y la pequeña cabeza con su
etapa estilística son artistas de perfil dásico desaparece bajo una
Corte, inmigrantes, que se liberan montaña de encrespado cabello.
de la atadura gremial, artesana, Todos estos detalles forman parte
que existía aún en la generación de ios rasgos característicos de la
de principios de siglo. E l holandés escultura manierista.
Adriaen de Vries (hacia 1560-
1626) — escultor de cámara del Francia
emperador Rodolfo II y creador
de la fuente, auténticam ente ma- Las obras principales de la es­
nierista, de M ercurio y Hércules cultura renacentista en Francia
en Augsburgo— , es quien asume surgieron en un marco relativa­
más consecuentemente las influen­ m ente limitado: son generalmente
cias de Giovanni da Bologna. Tam ­ adorno funerario o decoración ar­
bién su com patriota H ubert Ge quitectónica. Como en Italia los
rhard (hacia 1550-1620), que tra­ papas y en Alemania los emperado­
baja en Alemania meridional, m an­ res, los reyes franceses volcaron su
tiene estrechos contactos con el ta­ especial atención sobre los monu­
ller de Bologna, pero conserva en mentos fúnebres, como forma de
gran medida, a pesar de su época vincular sólidamente su renombre
italiana de aprendizaje, el íealismo a su persona. En este sentido, el
de su patria. La especificidad de nrnato plástico arquitectónico plan­
sus rasgos puede percibirse clara­ tea una tarea cuantitativamente
mente en la figura de la Bavaria más extensa. Sin embargo, sólo
[601], de 1595, que estaba pen­ despierta interés cuando rebasa ia
sada para una fuente en el jardín esfera de la mera decoración, ob­
del patio de la residencia de M u­ jetivo que consiguió Jean Goujon
nich. Se han evitado en ella las con la fachada del Louvre de Les-
violencias de movimientos multi- cot [564]. En dicha fachada se
axiales. A pesar de la riqueza de puede vislumbrar el lenguaje for­
la silueta, la estatua está confi­ mal y severo que iba a caracterizar
gurada por movimientos suave­ la posterior arquitectura francesa.
mente fluyentes; su cuerpo sigue, Un fenómeno paralelo puede obser­
varse en la escultura, en ia que mentales propias del nuevo estilo
tam bién predomina la forma tran­ con elementos del Gótico tradicio­
quila, fría, con que la razón amor­ nal — un fenómeno típico del es­
tigua todo exceso sentimental. E l tadio tem prano del Renacimiento
espíritu francés, tan estrictam ente francés— .
metódico, sigue aquí una evolución En cambio, la tumba de Fran­
nacional propia, tan ajena a la ac­ cisco I [604] en la Abadía de St.
titud retórica italiana como a la Detiis, mausoleo de los reyes fran­
agitada expresividad de algunas es­ ceses, representa la transición a la
culturas alemanas. etapa clásica. El sepulcro, proyec-

[603] Roulland Leroux y P ierre d'A u- [604] P h ilibert D elorm e, tum ba de Fran*
beaux, tum ba de los cardenales Jorge I cisco I, proyectada en 1547. St. D enis,
y Jorge I I d ’A m boise, e n la catedral de abadía. En el zócalo, m otivo clásico de
R ouen, com enzada en 1515. Form as orna­ arco de triunfo; en el arco cen tral, los
m entales y relieves com o fondo p ara dos sarcófagos; sobre la plataform a, las f i­
esculturas m onum entales. U n ió n estilístic a guras arrodilladas del rey y su esposa.
de G ó tico y R enacim iento.
tado en 1547 por Philibert D e­
En la tum ba de los cardenales lorme, que enlaza con el sepulcro
Jorge I y Jorge I I d'A m boise medieval, parte del motivo del ar­
[6 0 3 ], que fue comenzada en 1515 co de triunfo clásico de propor­
por Roulland Leroux en la cate­ ciones perfectas. Las figuras arro­
dral de Rouen, se mantiene vivo dilladas sobre la plataform a están
el legado medieval de las esculturas representadas con cierta aridez ob­
de pórtico de Claus Sluter en la jetiva y fría. Describe al rey con
cartuja de Champmol (finales del el mismo distanciam iento realista
s. x iv ), Como en la arquitectura y desinteresado que el retrato
de la época, también en esta tumba ecuestre de Franfois Clouet [598].
m ural de mármol se une una rebo­ O tro ejemplo sereno de la ten­
sante abundancia de formas orna­ dencia estilística clásica francesa lo
tenemos en el m onum ento en m ár­ pajes de pliegues aristados, es in­
mol realizado en 1559 [605] por confundible y netam ente francés.
Germ aín Lilon (hacia 1536-1590), Los cuerpos parecen llenos de vida,
en el que las Tres G rad as sostienen pero la espiritualización dominada
sobre sus cabezas la urna con el no deja traslucir, como en el arte
corazón del rey E nrique II. P or italiano, el sentimiento de una sen­
3a época en que fueron creadas sualidad inmediata. Sobre las fi­
parecería posible considerarlas ma- guras flota más bien un hálito de
nieristas; pero, ¿quién podría si­ inaccesibilidad. La concepción artís­
tuar a estas figuras junto a las tica francesa integra las figuras

[606] Jean G oujon, C ariátides de la ga­


le ría de músicos en la Sala G rande det
Louvre, 1550-51. C um bre de la etapa clá­
sica idealizadora de la escultura francesa
del Renacim ieilío.

sensuaiíes en una estructura de com­


posición formal, y las envuelve con
un dibujo abstracto de líneas.
El representante más importan­
te de esta etapa clásica de la es­
[605] G erm ain P iion, Las T res Gracias cultura renacentista francesa es
con e! corazón d e E n riq u e I I , 1559. P a­ Jean G oujon (1510-1568). De su
r í s , L ouvre. C om posición cerrada con
esp iritu alizació n distante y f r ía idealidad. m ano proceden las Cariátides
[606] que sustentan la galería de
creaciones de Bar.tholomaus Spran­ músicos en la Sala G rande del Lou­
ger o G iovanni de Bologna? Sin vre (1550 hasta 1551). E l entabla­
duda cabe observar algunos ras­ m ento, sumamente delicado y con
gos afines, pero el equilibrio inter­ rica ornamentación, acusa la in­
no de las figuras envueltas en ro- fluencia de la A ntigüedad clásica.
92 V II. RENACIM IENTO Y MANIERISMO

Con adm irable paciencia se ha al­ por su precisión, contraria al ple-


canzado la máxima precisión en su torismo barroco, más bien a ios
realización. En los rasgos que he­ relieves griegos que al arte clá­
mos señalado se revela que el orden sico romano. E n el año 1563 Gou-
racional y la disciplina espiritual jon, protestante fugitivo, abandona
constituyen las fuerzas impulsoras la intransigente Francia, para re­
de este arte, tan unido espiritual­ fugiarse en la católica Bolonia
m ente al alto Renacimiento italia­ donde se pierde su pista. Debemos
no. Su actitud estilizada en el sen­ suponer que la Italia manierista
tido dásico-distanciado une la ele­ no ofreció un campo propicio a un
gancia decorativa y la elevación artista que representó como nin­
idealizadora. Los pliegues, de finas guno el espíritu francés en el arte
aristas, de los ropajes recuerdan del s. xvi.
BARROCO
El barroco es un arte dinámi­ El arte barroco, cuando intenta
co. Acción y «pathos» determ inan destruir las barreras entre ilusión
sus creaciones y tratan de incluir y realidad, no aspira únicam ente a
también al observador. Así como la mera representación y transfor­
el cuadro y la escultura, por me- mación de ésta. Los medios que
dio de la apasionada movilidad d d tiene a su disposición son nume­
motivo y la audacia de los medios rosos. Abarcan desde el efecto
formales, sacan al espectador de ilusionista en la p i n t u r a del
sn contemplación objetiva, la a r­ cuadro de caballete, el paso de la
quitectura le envuelve en la pró­ pintura a las formas plásticas de
diga abundancia de sus plazas, su­ los estucados barrocos, la indusión
bidas, rampas, escalinatas, ¡pórticos, de la luz real en la composición
escalerillas y fugas espaciales. E! plástica y los artificios de perspec­
salón de fiestas, la sala ajardinada tiva de la arquitectura, hasta los
y la escalera forman el núcleo del desconcertantes efectos de reflejo
palacio barroco. Constituyen el es­ d d agua y los gabinetes de espe­
pacio solemne para los aconteci­ jos. Al mismo tiempo se prefiere 1a
mientos en los que culmina la forma abierta al infinito, de lí­
época barroca: procesión, ballet, mites difusos, los grandes ejes y
ópera y fiesta. los espacios amplios. Su objetivo
El delirio dinámico barroco se es una realidad en la que lo natu­
despliega en contrastes: en tre for­ ral y lo sobrenatural concurren en
mas pequeñas y grandes, cercanas una grandiosa unión, y que en­
y lejanas, entre lo cóncavo y lo cuentra su realización ideal en el
convexo, la luz y la oscuridad. teatro barroco.
Pero tales contraposiciones son E l concepto de Barroco, deriva­
superadas p o r una unicidad supe­ do del italiano barocco = desigual,
rior; ia síntesis constituye un ideal tuvo en u n principio, lo mismo que
del arte barroco. La obra de arte el térm ino «gótico», la connotación
individual tiende casi siempre a la negativa de «anormal», raro. Marca
unión con otras obras; el género una época que se inicia con el
artístico aislado, a la fusión con paso d d s. x v i al s, x v ii , llega
todos los demás géneros. Bajo la hasta mediados d d s. x v m , para
dirección de la arquitectura, que luego encontrar, aunque sólo en
ocupa, como en el M edioevo, el pintura y decoración, su continui­
prim er puesto, se unen la pintura, dad en el Rococó. La patria del
la escultura, la decoración y la Barroco es Italia y los países in­
jardinería. Es muy característico fluidos p o r ella, pero los principios
de esta evolución el nuevo tip o del barrocas son válidos también para
artista universal, que es arquitecto, los estilos propios de los países
pintor, escultor y decorador al mis­ nórdicos.
mo tiempo. Su .prototipo es el ita­ E l término «barroco», en sentido
liano Giovanni Lorenzo Bemini, más estricto, no puede aplicarse
que se convirtió en una autoridad a todas las manifestaciones artís­
en toda Europa y para todas las ticas de este período. Francia des­
cuestiones artísticas. arrolla en d s. x v ii un Clasicismo
[607] E gid Q u ilín Asam , San Jorge, q j ventanas crea «esferas sagradas», así como
el coro de la iglesia dei m onasterio de un curioso efecto ilusionista. Las colum-

W eltenburg, '.717-172!. El vencedor del ñas torneadas, las guirnaldas de ñores y


dragón aparece representado como en un los perfiles trepados anim an la arquitec-
escenario. El contraluz de las disim uladas tura,
barroco francés y también al arte delirante, constituía para los je­
de H olanda. Alemania del norte y, suítas un elemento propicio en su
sobre todo Inglaterra, está deter­ afán contrarreformista.
minado por rasgos clasicistas. España en un principio conoció
Política y socialmente esta épo­ el Barroco únicamente a través de
ca está dominada por el absolutis­ artistas italianos de segundo o r­
mo, tanto de la Iglesia como deJ den, pero pronto logra liberarse
Estado, cuyo representante más de esta tutela. M ientras el poder
im portante es el Rey Sol, Luis X IV de la Corona va hundiéndose pro­
{1638-1715). Su palacio de Versa* gresivamente, florece el «Siglo de
lles es símbolo de un Estado cen­ Oro» de la pintura y literatura es­
tralizado sin cuyos recursos no h u ­ pañolas. Inglaterra, mientras tanto,
biera podido surgir: en Versalles tras la decapitación del rey ca­
trabajaron en algunos momentos tólico Carlos I, se convierte, bajo
de 4.000 a 5.000 operarios al rnis- el gobierno de Cromwell, en la
mo tiempo. E l poder encarnado en primera potencia protestante de
una persona encuentra su justifi­ Europa. Como todos los países pro­
cación en la idea de la monarquía testantes, también rechaza el len­
instituida por Dios: el rey es el guaje barroco sensual y rico de
representante de Dios sobre 1a tie­ formas.
rra. A dicha concepción se une da Los estilos, muy divididos aún
idea de los antiguos héroes. En por naciones en el s. x v i i , experi­
general, la cultura barroca está mentan en la época de la Ilustra­
determinada por la alegoría, un ción un cierto acercamiento. La
sublime juego espiritual con for­ burguesía enriquecida sigue su pro­
mas imaginativas humanísticas clá­ ceso ascendente en todos los paí­
sicas y cristianas. ses y se convierte en el nuevo me­
•Pero no sólo el gran soberano, cenas, mientras que la influencia de
sino tam bién innumerables p rín ­ la Iglesia y de las Cortes principes­
cipes de muy escaso poder sueñan cas en el terreno artístico descien­
con el absolutismo, que intentan de lentam ente.
plasmar en edificaciones palaciegas Los supuestos del Rococó se
desmesuradas. Dicha situación se desarrollan ya hacia 1700, a fina­
manifiesta especialmente en Alema­ les del estilo llamado Luis catorce.
nia, desmembrada en muchos terri­ Sigue entonces el corto período de
torios- pequeños, sin poder centra­ transición de la Regencia hasta
lista. Roma seguiría siendo, hasta 1725, aproximadamente, y hacia
mucho después de mediados del 1750-1760 finaliza ya el estilo Luis
s. x v i i , el gran centro artístico quince, para ser relevado por el
europeo, a donde se dirigen arqui­ Luis dieciséis. La Regencia se re­
tectos, pintores, escultores y aman­ fiere a la ejercida por Felipe de
tes del arte de todos los países, Orieáns (1715-1723) durante la
para adm irar y estudiar, junto a minoría de edad de Luis XV; lue­
las obras clásicas, a Rafael, M i­ go sigue e¡ período Luis quince,
guel Angel y la Roma barroca de que en la historia de ios estilos
ios papas. T anto los artistas que no abarca toda la época del rei­
vuelven a su patria como la Com­ nado hasta 1744, pues el Luis die­
pañía de Jesús colaboran en la ciséis comienza ya en los últimos
expansión universal del Barroco años del mismo. El Rococó, que
romano. E l carácter majestuoso y coincide sobre todo con el Luis
triunfal de es-te estilo, su esplendor quince y cuyo nombre se deriva
de «rocaille», así como el Rococó en sus orígenes, consiguiendo de
del sur de Alemania, son de im­ este modo un florecim iento incom­
portación francesa o manifestacio­ parablem ente preciosista del arte
nes derivadas, que se designan a religioso barroco tardío. En los
m enudo como Rococó particular. restantes países ias formas rococó
N o sin razón tam bién fuera de constituyen sólo manifestaciones
Francia se han denom inado los di- marginales.
diferentes estilos del s. x v m se­
gún los nombres de los reyes fran­ LA A RQ U ITECTU RA D EL
ceses, pues tanto el arte francés BARROCO
como la vida de este país influyen
durante dicha centuria sobre ex­ Italia
tensas regiones de Europa. Si el
Luis catorce de Versalies era, en A ninguna ciudad y a ninguna
sus formas más puras, un estilo región debe el Barroco europeo
oficial que aspiraba a la superación tanto como a -Roma. En 3a más alta
e idealización de la realidad, el sede eapiritual del occidente ca-
Rococó, más íntimo, buscaba su
glorificación y poetización. Es un
estilo de la sociedad y n o de una
Corte. Tras la m uerte del anciano
Rey Sai se había abandonado apre­
surada y despreocupadam ente el
fastuoso Versalles. París se con­
vierte ahora en centro .político y
cultural. La nobleza, liberada del
ceremonial cortesano y ociosa, apa­
rece con sus favoritos, los ricos
financieros, literatos, filósofos y ar­
tistas en los pequeños salones d i­
rigidos p o r mundanas e ingeniosas
damas. E l pequeño, palacio urbano
parisiense, el hdtel ha destronado
a Versalles. Se decide sobre el
gusto y la moda, se desarrolla el
estilo de la rocalla, consciente­
m ente considerado moderno, como
alegre y elegante decoración de los
interiores de una sociedad, cuya
única preocupación se orienta h a ­ [608] C ario M aderna, Santa Susanna en
cía el más alto refinam iento del Rom a, 1596-1603. La íachada plana, sin
goce vital sensitivo y espiritual. torre, es característica de Italia desde
E n Francia el Rococó se .mani­ siem pre: el Barroco hace de ella una
rica arquitectura de arco triu n fal, con p i­
fiesta casi exclusivamente en obras lastras y edículos; es nuevo el m otivo de
profanas; en la decoración de los la balaustrada ascendente.
palacios, en jardines, en el retrato
y en los temas de una pintura de tdJico, se toman las decisiones ar­
carácter ‘ paradisíaco, alegre y fes­ tísticas que determ inan la arqui­
tivo. Alemania meridional, en tectura de la época. La rígida orga­
cambio, perm ite ia entrada en sus nización de ias instituciones ecle­
iglesias a la rocalla, tan mundana siásticas, sobre todo la de la Com­
pañía de Jesús, se ocupa de una rá­ dos en lo posible simétricamente,
pida difusión de las nuevas ideas, toman como pu n to de referencia
precisam ente la iglesia jesuíta m a­ ei «Salone», la gran sala de fiestas.
triz II G esü de Roma (1568-1575) La escalera adquiere cada vez más
[523], construida por Vignola, im portania, llegando a desplegarse,
prototipo de incontables iglesias, más tarde, en el s. x v m y sobre
juega u n papel determ inante en todo en Alemania [630], en un
esta difusión. Con II Gesü se su­ enorme espacio, que sirve de marco
pera la antigua controversia entre para grandes galas. El edificio se
edificio sacral central o de direc­ convierte en una totalidad plás­
ción longitudinal!. La nave y el ticamente concebida, dominada por
cuerpo radial con cúpula se fun­ un elemento central muy sobre­
den en un mismo y único edificio. saliente: la cúpula llena de luz en
La configuración de los morivos la iglesia y el pabellón central en
centrales y la supraordinación y el palacio. Un flujo continuo de
subordinación de elementos arqui­ movimiento domina todas las par­
tectónicos, en vez de la ordena­ tes del edificio que se orientan en
ción codateral tradicional, consti- ritmo creciente hacia el centro.

[609] P ietro da C ortona, Sam a M ari a [610] Francesco B orrom ini, San Cario
delia Pace en Rom a, 1656. C aracteriza Ja alie qu attro fontane en Roma. En la fa­
fachada un centro dom inante ante fla n ­ chada (comenzada en 1667) ha desapare­
cos retranqueados. E l juego de contraste cido toda superficie plana. La p lan ta baja
entre la convexidad de la antesala en fo r­ se ondula en sentido cóncavo-convexo-cón-
ma de tem pietto (cf. [5 1 9 ]) y la conca­ cavo, lo que refuerza el centro. En el
vidad de Sas alas se repite en el piso piso superior, más ligero, tres partes
superior de la p arte central en menoi cóncavas alineadas una junto a otra.
escala.

tuyen también los modelos de ia Roma es, pues, el escenario de


arquitectura profana. Todas las ha- estas evoluciones, si bien los arqui-
bitaciones de los palacios, construi- tectos no son generalmente rama-
nos, sino del norte de Italia. Con más patética y solemne del estilo
Cario Maderna (1556-1629), que de la época. A rquitectura, pintura
procede de Tesino, comienza la escultura y decoración concurren en
enérgica articulación de la fachada él en una síntesis única [611], y
barroca de la iglesia: en Santa Su- con la incorporación de la luz a
sanna [608], San Andrea della Valle la concepción arquitectónica, vuel­
y San Pedro aparecen columnas de ve a adquirir aquélla, por primera
fuerte efecto plástico con entabla­
mentos muy prominentes y abul­
tados, que provocan efectos de luz
y sombra llenos de vida.
El Barroco romano alcanza su
máximo a<pogeo entre 1630 y 1670.
Tres arquitectos importantes de­
terminan 'la evolución en esta épo­
ca; Giovanni Lorenzo Bernini,
Pietro da Cortona y Francesco

[ 6 H ] Giovanni Lorenzo B ernini, Scala


Regia de] Vaticano en Roma, 1660-70.
M agistral aprovecham iento del plano in ­
clinado de la pianta. E l de ángulps o b li­
cuos, tramo principal de la escalera con
columnatas, se reduce m ediante la «pers­
pectiva acelerada».

[612-613J Francesco Borrom ini, interior


Borromini. Bernini, «II Cavallere» y planta de San Cario aile quattro fontone
(1598-1680), llega a ser arquitecto en Roma, 1638-41. F usión de edificio
de los grandes papas del Barroco y central y longitudinal. A unque la p la n ta
está construida en rigurosa geom etría poE
representa — no sólo para sus con­ segm entos elíp tico s, el recinto vibra eo
temporáneos italianos— la forma libre m ovim iento.
vez después del Gótico, una im por­ pite las sinuosidades cóncavas y con­
tancia simbólica y formal. vexas del interior, empleadas con
Pietro da Cortona (1590-1669), predilección p o r Borromini [612,
que procede de Toscana, introdu­ 613], Las nuevas formas arquitec­
ce innovaciones de tan grande im ­ tónicas que desarrolla, tan descon­
portancia para el arte posterior certantes a primera vista, son, sin
como la fachada combada ade­ embargo, ei resoltado de un espí­
lantada. Así el frente prom inente ritu creador altam ente racional.
en semicírculo [60 9 ] de Santa Ma­ Al contrario que Roma, la Tos-
ría della Pace (1656) constituye el cana se m uestra extraordinaria­
motivo principal de una plaza pen­ mente reservada frente al Barroco.
tagonal, igual que más tarde la La aportación de Venecia culmina
fachada de San Pedro queda in­ en el edificio central ornado con
cluida en las columnatas de Bernini. volutas de Santa María della Sil*
La relación e interdependencia en­ lute (1631-1656) de Baldassare
tre espacio libre y arquitectura se Longhena (1598-1682). Génova de­
manifiesta especialmente en los pa- sarrolla en sus palacios urbanos,
i

[614] F ilip p o Ju v ara, Palazzo M adama [615] F ilippo ju v a ra , iglesia de p ere­


en T u rín , 1713-21. E n el relieve plano grinación de Supersa en T u rín , 1716-31.
de la fachada, decorado con precisión, se Sala de colum nas claslcista; juguetonas to ­
percibe el frío e s p íritu francés. E l sali­ rrecillas rococó se unen form ando una gran
dizo m edio ligeram ente prom inente apa­ rotonda. Aún conserva la fuerza barroca de
recía antaño, con la pared m ás re tra íd a , la com posición.
com o u n a zona oscura, hueca.
con sus columnatas y amplias esca­
lacios y en sus espaciosos jardines. linatas, una variedad del Barroco
Con Francesco Borromini (1599- de aspecto aparentem ente clásico
1667), tam bién del norte de Italia, en al detalle, pero que consigue
el más personal de los tres gran­ crear una imagen espacial de des­
des genios de la arquitectura ba­ concertante riqueza en las perspec­
rroca romana, se .produce la má­ tivas y superposiciones. En Pia-
xima acentuación, audaz, y dram á­ m onte se forma un segundo centro
tica, de las formas. La fachada de del Barroco en torno a la arqui­
la pequeña iglesia de San Cario tectura fantástica del padre teatino
alie quattro fontane (comenzada en G uarino G uarini (1624-1683). Las
1667) [6 1 0 ], ya sumamente ani­ iglesias de G uarini sobre planta
mada por nichos y esculturas, re­ central están abovedadas en un pa­
radójico juego geométrico de for­ combinados por los grandes maes­
mas, con cúpulas torneadas en es­ tros de manera sumamente origi­
piral, con nervaduras exactas exen­ nal. E n general, la prim era mitad
tas q u e se entrecruzan. La luz, que del siglo trae consigo una tendencia
penetra quebrada en múltiples ra­ a las grandes dimensiones, una es­
yos por grandes ventanas, recuerda tricta geometrización de los con­
las mezquitas hisipano-árabes. En juntos arquitectónicos y una cierta
Apulia (Lecce) se construyen, entre rigidez de la forma plástica del
1650 y 1700, extraños edificios que alto Barroco.
unen los elementos decorativos es­ La escalera española (1723 a
pañoles con las formas barrocas 1725), con su elegante movimiento
romanas. cóncavo y convexo, constituye un
D urante la época rococó en Ita ­
lia perviven de tal manera los
vínculos con la monum entalidad
barroca, que las formas rococó ais­
ladas sólo pueden considerarse ra­
ras excepciones. En cambio apare­
cen, bacía 1700, en la multiplict-

[617] Casas y Novoa, fachada de la


catedral de Santiago de Com postela, 1738.
E l frente, en lugar de com barse, está
tenso entre las dos torres m edievales en
su origen; aligeram iento sólo por la deco­
ración superpuesta, A pesar de la ex tre­
ma riqueza, dom ina un orden severo.

fugaz «intermezzo» deil espíritu del


Rococó en Roma. Pero ya la fa­
[616] Luigi V anvitclli, P ah zzo Reale de
chada de San Gtovanni in luterano
Casería, 1752-74. En las m olduras de agu­ (a partir de 1732), de Alessandro
das aristas y en el brillo difuso de esta Galilei (1691-1736), realizada po­
espaciosa escalera se percibe el rechazo cos años después, produce, al com­
del Rococó y la proxim idad del N eocla­
sicism o. Form a de cruz, p ero ilum inación pararla con su modelo — ia facha­
diagonal en el recinto popular. da de San Pedro de Roma— un
efecto de rígido entramado de duras
formas estereométricas, carente por
dad de las formas arquitectónicas completo de la plasticidad vibrante
dom inantes ciertos rasgos clasicis- deí alto Barroco.
tas. Pero se debe señalar que cons­ Sin embargo, el esplendor tardío
tituyen únicam ente elementos, for­ de las t'ormas barrocas no surge en
mas aisladas de estilos anteriores, Roma, artísticam ente en decaden-
cía, sino en Piam onte, con las ginariamente destinados a decora­
obras de Filippo Juvara (1678- ción de escenarios, que habían en­
1736). La magnífica fachada de su contrado sus maestros insuperables
Palazzo Madama (1718-1721) [614] en la familia boloñesa de los
emplea todavía motivos de Versa- Bibiena, y que a'hora ejercen in­
lies, tan admirados en ese siglo, fluencia sobre la arquitectura ma­
pero las dimensiones son más re­ yor.
ducidas y todo parece más concen­
trado, más intenso. El «piano no-
bile» (planta principal) pasa a ser España
elemento dominante y el frente an­
cho— aun totalm ente barroco— que­ Resulta difícil hablar d e una ar­
da recogido por un imponente sa­ quitectura barroca específicamente
lidizo central de columnas. Cerca española en el s. xvil. Se hace
de Turín, sobre una escarpada sentir la falta de un gran arqui­
cumbre, se alza la majestuosa igle­ tecto, y los numerosos maestros
sia de peregrinación de Superga de Jas provincias artísticas más ac­
(1716 a 1731) [615], conjunto de tivas —Castilla, Andalucía y Va­
iglesia y m onasterio y sucesora de lencia— ' logran superar sólo len­
análogas edificaciones alemanas y tam ente el estilo berreriano [567],
austríacas. E l d a ro y despejado clásico y sobrio, con las formas b a ­
recinto se a¡lza sobre una compli­ rrocas tomadas de Flandes e Ita ­
cada planta central con alta cúpula lia, Las pilastras y columnas, sin
y pórtico de columnas muy salien­ embargo, ganan en volumen plás­
te. Por detrás, dos torres con cha­ tico, los muros adquieren mayores
piteles barrocos form an la transi­ aberturas y los contrastes de luz
ción al edificio destinado a vi­ y sombra cobran una creciente im­
viendas. portancia. M ientras que para eil in­
Con la clara intención de supe­ terior de las iglesias avanzadas se
rar Versalles, Luigi Vanvitelli adopta en España, como en P ortu­
(1700-1773) construye en Nápoles gal, el esquema de II Gesü de R o­
el Palazzo Reate de Casería, de ma [5 2 3 ], en la fachada se produce
descomunales dimensiones (comen­ un retraso característico: el m uro y
zado en 1752) [616]. El bloque la decoración no se funden en una
habitable, integrado p o r cuatro pa­ unidad, sino que las formas orna­
tios interiores con mil doscientas mentales que rellenan superficies
habitaciones, está dividido por una están simplemente aplicadas, de
larga galería abierta que une el lado una forma que ya era típica de Es­
de la calle con los jardines, que se paña en épocas anteriores. Muy a
extienden a lo largo de kilómetros. m enudo la armazón de columnas
Justam ente en el centro se encuen­ de una fachada italiana de dos o
tra la magnífica escalera con vistas tres 'plantas aparece colocada ante
fantásticas sobre corredores de ar­ un liso frente occidental compren­
cadas interminables, estrictam ente dido entre dos torres de apariencia
simétricos, que se pierden como m edieval
imágenes de espejos en la p rofun­ Es con José Benito Churríguera
didad. Esta intencionada planifi­ (1665-1725) y su círculo cuando
cación, con arreglo a determ inados surgen edificios de carácter más
efectos ópticos, revela el fuerte in­ específicamente español. Como en
flujo de la escenografía, de aque­ el estilo plateresco [423], el orna­
llos proyectos arquitectónicos ori­ mento de las fachadas [617] recu­
bre en agitada capa, columnas, por­ nich [5 83], Pilares laterales, co­
tales, ventanas, frontones y torres. mo paredes divisorias transversales,
limitan los espacios para las ca­
Alemania pillas sobre las que, a veces, hay
pequeños triforios. Éá m uro de la
En Alemania se desarrolla muy fachada, desarrollado en un plano,
lentam ente el Barroco a consecuen­ se encuentra enmarcado general-
cia de da G uerra de los Treinta mente entre dos torres, motivo ori­
Años. Sin embargo, ya a principias ginariamente medieval. El norte
del s, xviij existen aisladas ten­ anima los blancos interiores, ca­
dencias a abandonar el gusto por rentes de frescos, con algunos or­
la minuciosidad, la sencilla alinea­ namentos discretos de estuco, En
ción y acumulación de motivos, y
se va im poniendo d principio ba­
rroco de la subordinación, de la
fusión d e todas las formas deta­
llistas en una form a total plástica
y monumental. E n el ayuntamiento
de Augsburgo, de Elias B o íl (1573-
1646), las horizontales típicas del
Renacimiento están interrum pidas
por la poderosa vertical d e la sec­
ción central [618], Después de la
guerra disminuye d poder y la
importancia de las ciudades y de
la burguesía. Los nuevos promo­
tores son los príncipes territoriales,
especialmente ios de la Iglesia y
la alta nobleza. A rquitectos extran­
jeros asumen ahora la dirección:
en el norte protestante, desde
W estfalia hasta Konigsberg, los
holandeses; en el sur católico, des­
de Viena hasta el lago Constanza,
los italianos. Esta escisión confe­ [618] E lias H qII, palacio m unicipal de
sional en un estilo ■barroco septen­ A ugsburgo, 1615-20. M onum ental cuerpo
trional y en o tro meridional seguirá en forma de bloque, ante el que ae ex­
tiende la poderosa fachada. C entro as­
siendo también decisiva 'posterior­ cendente y partes laterales más bajas
mente. com o alas.
El norte de Alemania construye
sus iglesias para la predicación cambio, el interior de la iglesia del
dentro de un sobrio y severo Clasi­ sur — cuyo ejemplo más suntuoso
cismo, y, correspondiendo a las lo encontramos en la iglesia de los
exigencias dal culto protestante, Teatittos de M unich (comenzada
crea numerosas variantes del re­ en 1663 por Barelli y Zucaili)—•
cinto central: cuadrado, octógono produce una desbordante abundan­
oblongo, cruz griega y rotonda cia de pesadas zarzas de acanto y
[623 ]. En el sur predomina la cons­ guirnaldas de frutas, entre las que
trucción de nave longitudinal con juguetean robustos angdotes ba­
bóveda de medio cañón siguiendo rrocos, cargados de adornos alegó­
el modelo de San Miguel de M u­ ricos [619]. Hacia fines del s. xvii
vuelven a asumir la dirección ar­ aún fuertes influencias francesas.
quitectos alemanes. Dan comienzo Las iglesias suabas se ciñen estre­
a una actividad constructiva que chamente al tipo de la iglesia de
dura aproximadamente dos genera­ pilares murales [583]. En Baviera,
ciones, en la que artistas de gran en cambio, se asimilan rápida­
talento realizan k síntesis de las m ente los elementos italianos y
formas italianas, francesas y pro­ franceses y se desarrollan formas
pias, en un sorprendente número arquitectónicas de gran fantasía,
de obras -maestras; en A ustria el aunque con tendencia hacia un arte
Clasicismo francés se une con for­ popular-d ecorativo.
mas barrocas italianas que se re­ Los principales arquitectos de la
montan a Borromini; en Berlín, fase temprana son Andreas Schiü-

[619] Agustino Bareíli y E nrico Zucalli, [620] Andreas Schlüter, frente m eridio­
iglesia d e los T eatin os de M unich, co­ nal del Palacio de B e rlín , 1698-1706. Una
mienzos d e 1663. C onstruida p o r Zucalli y solución de fachada en ia que se m ani­
Barelli como sala con capillas laterales y fiesta a la vez la influencia italian a y
crucero plano, y decorada por P erti con el propio deseo de m onum entalidad. Los
estuco blanco, el edificio se co n v irtió en frentes ligeram ente planos de las ventanas
modelo para los artistas del sur de A le­ acentúan las form as poderosas del porta!.
m ania.

Sajonia y W estfalia desempeñan un ter (1660/64-1714) en Berlín, Jo­


gran papel los austeros edificios hann Fischer von Erlaah {1666-
de H olanda; la familia de arqui­ 1723) en Austria y Lucas von Hil-
tectos D ientzenhofer introduce en debrandt (1668-1745) ya en el ca­
Francia, a través de Bohemia, el mino del Rococó [628]. El severo
movimiento m ural y los recintos y m onumental Palacio de Berlín
ensamblados del italiano G uarini; (1698-1706), de Schiüter, sobre
en Renania y en Franconia, bajo el cuyas altas plantas de zócalo, de
dominio de los poderosos prínci­ rectilíneo desarrollo clasicista, se
pes Schonborns, se pueden percibir elevan unas columnas colosales, re­
fleja la grandeza d e la Antigüedad lariza progresivamente en los in­
clásica romana [620], E n Salzbur- teriores. Hacía 1730 los muros ex­
go, un poco anícs, se construye la ternos y los pórticos de numerosas
Colegiata (1696-1707),, de Fisoher iglesias aparecen animados única­
von Erlach, con una faohada de mente por articulaciones planas,
gran plasticidad, convexa, y torres m ientras que su interior está con­
laterales, que había de convertirse figurado con una gran riqueza de­
en el modelo para numerosas igle­ corativa y con multiplicidad de for­
sias [622], mas espaciales. E l recinto ovM, en
Después del 1700, Alemania y cierto modo símbolo de la fusión
A ustria se ven dominadas por uiia de recinto central y longitudinal,

[6 2 1 ] Jafcob P randtauer, convento de


M alk sobre e l D anubio, 1702-26. A prove­
cham ien to topográfico d e l terreno: iglesia,
sala im p erial y b ib lio teca agrupadas en la
cim a del roquedal eji un conjunto fastuoso.

verdadera pasión constructiva.


Príncipes seculares y eclesiásticos,
pequeños y grandes terratenientes [622] johann Fischer von E rlach, C ole­
compiten en da construcción de giata de Sateburgo, 1696-1707. E l abom ­
bam iento de la fachada se obtiene po r la
m onasterios, castillos, palacios ur­ m odelación del cuerpo del edificio. La
banos e iglesias de peregrinación. articulación m ural queda com pletam ente
Una variedad particular del mo­ plana: fase previa de la concepción a r­
quitectónica del Rococó alemán.
nasterio alemán consiste en la
unión de la parte dedicada a la
vivienda con el edificio de la igle­ pasa ahora a prim er término, Al
sia. El convento de benedictinos principio se prefieren aún formas
de M elk (comenzado en 1702 por puras que se colocan unas junto a
Jacob Prandtauer), que se alza so­ otras, pero pronto comienzan a di­
bre un roquedal del Danubio, es namitarse las paredes, los techos
uno de los ejemplos más impresio­ se abren en visiones celestiales pin­
nantes de estas poderosas residen­ tadas, los pilares se colocan dia­
cias monacales [621] semejantes gonalmente y el recinto presenta
a castillos. E n lo sucesivo, sin em­ las más complicadas combinacio­
bargo, la fantasía creadora se po­ nes del círculo, el rectángulo y el
óvalo, como puede verse en los pla­ to— pierden totalm ente la clari­
nos de sección de la zona de b ó ­ dad de sus formas y su peso, y
vedas. están insertados en paredes diná­
El arquitecto más im portante de micas cubiertas por ornamento
estas formas espaciales barroco-tar- plano, m ultiforme; el adorno plás-
días es Balchasar N eum ann (1687- tico-decoratívo cubre capiteles, cur­
1753}, que, partiendo del principio vaturas de arco y entablamentos
de la interpenetración de los es­ adaptándolos a todas las variantes
pacios, cuyo desarrollo prosiguió curvilíneas del Rococó.
Bohemia, alcanza en sus dos igle­ E n el Barroco tardío alemán, es­
sias de Vierzebnbeiligen [627] y pecialmente las iglesias del sur, no

[623] Georg Báhr, F rauenkirche de


Dresdc, 1726-38. Iglesia protestante de
predicación, edificada po r el m aestro eb a ­
n ista de la ciudad. Sobre el basam ento
cu adrilátero se alza elegante la cúpula de
audaz construcción, sin tener en cuenta
las reglas clásicas.

Neresbeim las cimas del Rococó


del sur de Alemania. Las variantes
bávaras de este arte religioso tien­ [624-625] Johann M ichael Fischer, vista
del in te rio r y planta de la iglesia del
den más a la acentuación excesiva m onasterio de R ott del In n , 1759-63. Ro­
de los elementos decorativos, aun­ cocó tardío: el fresco de la cúpula está
que tam bién los problemas espa­ rígidam ente enm arcado por una circun­
ferencia; cada arcada tiene un valor pro ­
ciales desem peñan un papel im por­ pio; la «rocalla» está concentrada sobre
tante. En la iglesia de W ies (1746- las volutas.
1754) [626], la obra maestra de
Dominikus Zim m erm ann, los ele­ están concebidas solamente desde
mentos arquitectónicos clásicos u n p u n to de vista arquitectónico:
— columnas, capiteles, entablamen- las diferentes artes — arquitectura,
escultura y decoración— sólo en­ en Francia, se construyen caballeri­
cuentran su sentido y efecto verda­ zas e invernaderos, a modo de pa­
deros en su m utua conjugación e lacios para caballos y plantas exó­
interrelación. En 'la obra tardía de ticas; la arquitectura se continúa
Johann Michael Fischer {1691-
1766) —-la iglesia de R o tt del In n
{1759-1763) [624, 625]— la to ­
rrencial! riqueza de fantasía co­
mienza a dar paso a formas más
claras. Las unidades espaciales, si
bien aún centralizadas, ya no se
superponen, sino que se yuxtapo­
nen aisladamente. Los frescos de
bóveda adquieren lím ites más de­
finidos y el estuco se lim ita a al­
gunos lugares determ inados. Se

[627] B althasar N eum ann, i g l e s i a de


peregrinación de V ierzehnheiligen, en la
A lia Franconia, 1743-72. E l in terio r no
posee ninguna pared recta, ninguna repe­
tic ió n de tramos de bóveda, sino cjue se?
dilata y contrae en b lan d o s• m ovim ientos.
E l altar de la G racia, en el centro de la
nave m ayor, fue proyectado e n 1763 por
J , J, K üchel.

en innumerables jardines [652],


co r abundantes juegos de agua. El
'¿winger de Dresde (comenzado en
1711), de Matcháus Daniel Poppel-
[626] D om inikus Zim m erm ann, zona de
mann (1662-1736) constituye el
galerías altas en el coro de ia iglesia ejemplo extremo de un espacio li­
de W iest 1746-54. La esencia de la «ro­ bre, circundado arquitectónicamen­
calla» con sus form as disueltas y pu lv eri­ te y destinado a festivales, en el
zadas ocupa todo el interior. O rnam ento
y arquitectura, escultura y p in tu ra apenas que desaparece totalmente la fron­
pueden separarse. tera entre el gran compilejo arqui­
tectónico y la arquitectura menor
anuncia un nuevo ideal espacial decorativa [629],
que marca ya el camino del Neo- El modelo de Versalles, vigente
si,cismo. en todas partes, deriva desde el
Tam bién la construcción de pala­ s. x v m hacia un estilo más ligero
cios adquiere un impulso extra­ y social. En lugar de las serias y
ordinario después de 1700. Como dignas columnatas, nichos de es­
tatúas y pórticos enmarcados por nos. El tnezzanin, planta interm e­
esculturas, ei alegre y pretencioso dia con pequeñas ventanas casi
ornam ento del estilo de la Regen­ cuadradas, entre la planta baja
cia y el Rococó, anima ahora ven- —-«étage noble»— y la zona del te­
jado, rom pe al severo ritm o de las
filas francesas de ventanas. E n 3a
distribución interna se encuentra
ahora cada vez con mayor frecuen­
cia la sala terrena en forma de gru­
ta situada a ras de tierra, que co­
munica el jardín y el vestíbulo de
entrada. Lo más relevante del Ba­
rroco alemán son, sin embargo,
las escaleras de palacios y conven­
tos, Balthasar N eum ann construye
algunas en Wurziburgo, Bruchsal y

[628] Johann Lukas von H ild eb ran d t,


Belvedere superior en Viena, 1721-23, El
palacio, construido para el p rin cip e E uge­
nio, está com puesto p o r diversos pabe­
llones, lo que evita ia sucesión de ejes [630] B althasar N eum ann, escaleras del
uniform es y adquiere una expresión de palacio A ugustusburg en B rühl, 1743-48.
agradable ligereza. D entro de una form a arquitectónica básica
[629] 'M atthaus D aniel P oppelm ann, p a ­ del recinto, sum amente sencilla, se con­
bellón de Zwinger de D resde, 1711-22. sigue una sorprendente solución de efec­
Concebido en su to talid ad com o recinto to m agnifico, por el trazado de la esca­
para torneos, el pabellón es uno de los lera, ia retracción de la galería superio!
lugares destinados a los espectadores, y y la decoración genial.
su adorno plástico está dedicado a una
div in id ad griega.
Brühl [6 3 0], como salones de fies­
tanas y puertas, sube por las p i­ tas de enormes dimensiones, en
lastras, juega en las formas de va­ los que se elevan, simples y do­
sos de las balaustradas y quita su bles, acompañadas de espléndidas
carácter grave a ios frontones pla­ balaustradas rococó, desde el ves-
[631] W iilem H esius, iglesia jesuíta de tíbulo a los amplios salones. A tra­
San M igue! en Lovaina, 1650-66. La facha­
da es un m agnífico ejem plo del Barroco vés de numerosas y graneles venta­
flam enco: com posición vertical, ornam en­ nas irrum pe una gran claridad; un
to lleno de vida, en el que incluso las ornam ento d e estuco, en parte
colum nas y pilastras, fijadas por anillos
d e fuste a la pared, se convierten en ■blanco y en parte de color, cubre
m otivo ornam ental. todas las superficies murales y en
los tedios se abren pintados m un­
dos alegóricos.

Los Países Bajos


meridionales
Flandes
M ientras que el norte de los Paí­
ses Bajos, debido a la Reforma,
se enfrenta con extrema reserva a
las nuevas formas italianas, en Flan-
des meridional se acepta conscien­
tem ente el Barroco romano como
estillo católico, quedando sancio­
nado en cierto modo por parte de
la Iglesia. Se toman, sin embargo,
los modelos romanos en un senti­
do muy decorativo: se utilizan dis­
tintas formas aisladas de su con­
texto original y se disuelven los
elementos plásticos en u n juego
pictórico de luz y de sombra. A
pesar del entusiasmo por las for­
mas ornamentales barrocas, abun­
dantem ente empleadas, no se lo­
gra com prender la estructura de la
arquitectura barroca, homogénea­
m ente configurada, y las formas ar­
quitectónicas conservan en lo esen­
cial su carácter renacentista.
En la arquitectura de iglesias
marcan la pauta los jesuitas, de ma­
nera que tam bién la mayoría de
los edificios se inspiran en la igle­
sia matriz romana del II Gesú. Al
mismo tiempo perviven, como en
otros países no italianos, tenden­
cias góticas. Como obra brillante
del Barroco flamenco se ha de
citar la iglesia jesuíta de Lovaina
(1650-1666), del padre Willem He-
sius. Es característica la enorme
[6321 Casas grem iales en la G rand-Pla-
cc de Bruselas, hacia 1700. E jem plos de
vertical del salidizo central que se
la arq u itectu ra, muy personal, de Braban­ eleva con columnas esbeltas y en­
te, con su recia ornam entación dogm ática. tablam ento múltiplem ente quebra-
do. En cierto modo, como contra­ de ventanas de las casas gremiales
peso de esta audaz ascensión, el construidas entre 16% y 1720 en
atrio y eí frontón están cargados la Grand’Place de Bruselas [632]
con adorno superabundante. no dejan apenas espacio a la ar­
ticulación plástica de la fachada.
[633] Jacob van Cam pen, M auritshuis en En las partes que quedan libres
La H aya. La noble apariencia se basa en
las prudentes proporciones y en la severa
entre las ventanas y sobre todo en
articulación. Se evitan los elem entos ba­ las zonas del frontón, se acumula
rrocos m eridionales. la vida desbordante, pletórica de
ornamentación completamente irra­
cional y de inagotable fantasía,
que recuerda en sus motivos, de
figuras cómicas y fantásticas, el
ornam ento de las catedrales me­
dievales.
Los Países Bajos
septentrionales
Holanda
Después de escindirse las pro­
vincias nórdicas calvinistas por el
tratado de U trecht (1579) de las
provincias meridionales católicas
(Flandes), la sobriedad puritana
de los Países Bajos nórdicos, la­
tente desde siempre, adopta un ca­
rácter netam ente olasicista. Se di­
ferencia éste de! Neoclasicismo, es
decir, de la recreación del espíritu
clásico, en que recoge determinadas
formas estilísticas, ya históricas, y
las utiliza de nuevo de manera más
o menos eoléctica. El Clasicismo
holandés, desarrollado en la prime-
ra m itad del s. x v i i , rebasa sus
fronteras e influye sobre el norte
de Alemania, los países bálticos e
Inglaterra. En el Mauritshuis (1633-
[634] Jacob van Cam pen, A yuntam iento
de A m sterdam , 1648-1700. El Clasicism o 1635) de Jacob van Campen (1595-
holandés adquiere aq u í caracteres monu* 1657) surge, respetando estricta­
m entales. U n ancho resalto central y mente Jas superficies planas y su­
pabellones angulares más estrechos articu ­
lan las dos sucesiones uniform es de las primiendo toda forma plástica pro­
plantas. pia del Barroco (no se emplea ni
una sola columna), un edificio que
Más severa que la arquitectura sigue el principio de subordinación
de los jesuítas se muestra !a edi­ de dicho estilo [633]: la parte
ficación de viviendas, que desplie­ central de la fachada se adelanta
ga una suntuosidad palaciega en las un poco en frente recto como moti­
casas de los poderosos gremios de vo dom inante y está coronada por
artesanos. Las inmensas superficies tímpano de templo antiguo; un or­
den colosal de pilastras planas se del Barroco italiano coetáneo, aun­
tiende en torno a todo eil edificio que ambos se basan en los órdenes
y como único motivo plástico apa­ clásicos de columnas [499], Se re­
recen pequeñas guirnaldas arcaizan­ chaza el movimiento y la exagera­
tes entre las ventanas. El segundo ción delirante y en su lugar sur­
gran edificio de Campen, la obra gen la claridad, la simetría y la
más im portante de Clasicismo h o ­ regularidad, normas que formula
landés, es el ayuntamiento de Ams- la Academia Real como institución
terdam {comenzado en 1648} [634], absolutista vigente para todo el
También aquí aparece el sistema país.- La prim era mitad de siglo
centralizante: en la planta, un rec­ se caracteriza por un continuo en­
tángulo alargado con sala central, frentam iento entre el espíritu for­
cuya estructura exterior forma un mal clásico y los elementos barro­
saliente rectangular muy prom inen­ cos, italianos importados. Bajo el
te; se le añaden cuatro pabellones gobierno de la reina María de Me­
angulares menos pronunciados en d id , de origen italiano, del carde­
las esquinas. Un severo orden co­ nal Richelieu, y de Luis X I I I , al­
losal de pilastras y motivos cortos canza su ¡punto culm inante la «mo-
de 'guirnaldas lim itan a su vez las de italienne». E n 1613 surge en
ventanas rectangulares. París la primera iglesia construida
El núcleo d d edificio lo consti­ en el estilo de la romana de I I
tuye la enorme sala de patricios, Gesú: 3a Egltse des Carmes; en
que abarca dos plantas, y que con­ 1616-1621 la sigue la fachada de
siste en una obra de configuración columnas de doble planta de Saint-
espacial barroca, notable por la Gervais.
fusión que se consigue entre arqui­
tectura, escultura y pintura. La
edificación de iglesias desarrolla,
respondiendo a las exigencias de la
predicación, numerosas variantes
del edificio central, si bien sólo en
casos excepcionales conducen -a for­
mas de planta complicadas. La
edificación de viviendas se lleva a
cabo mediante la colocación de
fachadas de varios pisos en hile­
ra, tan estrechas que entre las al­
tas y amplias superficies de venta­
nas apenas queda espacio suficien­
te para una parca ornamentación. [635] F ra n jáis M ansart, ata de O rleans
del Palacio de. Blojs, 1635-38. C olum na­
Ya hacia 1680 pierde H olanda sus tas curvadas ocultan las esquinas del pa­
características propias y se imponen tio y conducen hacia el saliente del por­
plenam ente las influencias france­ ta l. Cada planta se configura indepen­
sas, de tal manera que a fines de dientem ente, sin que exista una articula­
ción vertical.
siglo se habla ya de un «style
Louis-quatorze». La edificación palaciega es un
producto de la época y se extien­
Francia de por tocia Europa. E l arquitecto
francés -más im portante del s. jtvii,
Eí estilo clásico francés del y al mismo tiempo el más puro
s. x v i i se diferencia rigurosamente representante de la fase clásica aho­
ra iniciada, es Francois M ansart ve, sutilm ente articuladas, que re­
1598-1666}. Sus obras, realizadas sultan de la variada disposición de
principalmente entre 1635 y 1660, pilastras, entablamentos y marcos
nos revelan su especial sensibilidad de puertas y ventanas. M ansart
para la configuración de los m u­
ros, alcanzando tal perfección que,
comparada con ellas, una fachada
de iglesia italiana parece ruidosa­
mente instrum entada. Aparecen co­
lumnas sólo en determinados lu­
gares de im portancia o, en alguna
ocasión, para conseguir el aligera-
miento espacial de grandes super­
ficies, c o m o e n el a h de O rlcúns

[638] C laude P errautl, fachada orienta!


del Louvre en P arís, comenzada en 1665.
Solución francesa ejem plar con zócalo sim ­
ple; colum nas acanaladas en la planta p rin ­
cipal, colocadas en parejas ante el fondo.
Sólo en los resaltos la pared se sitúa en
e! plano anterior.
[639] Louis Levau y Jules H ardouin-
[636-637J Louis Lev.au, P alacio de Vaux- M ansart, frente del ja rd ín del Palacio de
le-Vicom te, 1657-61. P lanta y lado del Versalles, 1661-84. La fachada, com enza­
ja rd ín . El perfecto óvalo de la sala de da por Levau y llevada a cabo a p artir
fiestas está flanqueado por las form as m o­ de 1678 según un nuevo plan por J . H ar-
deradas de los planos pabellones angu­ douin-M ansart, refleja en sus dim ensio­
lares, con techo inclinado gótico, con­ nes, en ia severa form a de bloque y en
traste que confiere al edificio su apa­ la alineación uniform e de los ejes, el
riencia im presionante. esp íritu absolutista de Luís X IV .

del palacio de Blois (comenzado impone tam bién la «enfilade», ali­


en 1635) [6 3 5 ]. Las paredes están neación regular de los recintos de
animadas por lisas capas de relie­ un palacio u hotel sobre un eje,
e
motivo que había sido desarrolla­ en las siguientes obras de Versalles
do primeramente en Italia. a formas más elegantes y cúbicas.
Louis Levau (1612-1670) que, al En 1665 Luis X IV hizo llamar
contrario que Mansart, ganó el fa­ a París a Bernini, el artista uni­
vor del rey y fue nombrado arqui­ versal del Barroco, para reconstruir
tecto de la Corte, creó en el edifi­ el Louvre. Pero el proyecto de Ber­
cio del Palacio de V’a ux-le-Vicomte nini suscitó tan vivas y unánimes
(1657-19661) [636, 637] el modelo protestas que el artista hubo de
para casi todos los restantes edi- partir sin haber encontrado com­
prensión para sus planes, aunque
cubierto de oro y honores. En lu­
gar de su proyecto se llevó a cabo
el del polifacético médico Glaude
P errault (1613-1688). La fachada
del Louvre de Perrault [638] com­
pendia todas las exigencias es­
téticas del «G tand Siécle» y an­
ticipa, a la vez, las del siglo x v m .
Aparecen claramente materializa­
dos en ella por prim era vez los
principios esenciales de ‘la evolu­
ción posterior; aprecio p o r la con­
secución de formas lo más pura­
mente geométricas posible, supre­
sión de un motivo central domi­
nante, valoración sin reservas de la
conexión de planos. Con la mis­
ma orientación reconstruyó Jules
H ardouin-M ansart (1646-1708) la
faobada que da a los jardines del
Palacio de Versalles [639] de Le­
[640] Julcs H ardouin - Mansart, Catedral vau. El engarce de un motivo que
de los Inválidos en P arís, 1675-1706. De sirve para reforzar la impresión de
modo típicam ente barroco, la corporeidad superficie llega aquí a los últimos
de la fachada aum enta desde ias esquinas
lisas hasta el centro, lleno de colum nas, extremos. Es digna de elogio esa
con io que se anticipa, desde el punto pared — de 600 metros de longitud
de m ira del observador el efecto plástico
de Ja cúpula.
sólo en la parte que da a los jar­
dines— dd. genial André Le N ótre
(1613-1700) [6 5 1 ], con unas ven-
ficios palaciegos '!el s. xvu y, en
tainas que destellan, en una estruc­
parte aún, de! s. xv m . De la an­
tura de líneas geométricas de gran­
tigua construcción de varias alas
diosa composición, a kiiómetros
queda sólo un único cuerpo de gran
de distancia d d edificio.
extensión longitudinal, al que limi­
tan cuatro pabellones en las esqui­ Hacia finales de esta época se
nas que apenas destacan. Ocupa el observa una primera distensión en
centro de gran salón de fiestas las formas estilísticas, concebidas
oval, coronado por una cúpula que siempre al modo cortesano, de
se abomba hacía el lado del jar­ acuerdo con una representación dis­
dín. La concisión y gravedad que tanciada. La nueva corriente se ma­
subsisten en esta obra ceden paso nifiesta en prim er término en la
decoración de los espacios interio­ un patio, queda reducido frecuen­
res. Los macizos revestimientos de temente a un bloque sencillo, cu­
mármol de las paredes dejan paso yos extremos y centro están anima­
a ciaros laminados de madera, so­ dos únicamente p o r ligeros resal­
bre los que ligeros y dorados or­ tos y débiles convexidades.
namentos de estuco, y amorcillos Se prescinde a menudo de la
jugando, difunden una alegría que maciza planta baja de grandes si­
conduce al Rococó. llares almohadillados y de los ór­
D urante el estilo de la Regen- denes majestuosos. De este modo

[641] Jean C ourtonne. H otel de Matig- [642] jacques-A nge G abriel: P etit Tria-
non en P a rís, com enzado en 1721. El non en el parque de Versalles, 1762-68.
palacio urbano de «estilo Regencia» e lu ­ Renuncia intencionada a la grandeza re­
de toda pom pa: en la fachada del jardín presentativa y al núm ero habitual de edi­
se ha conseguido un efecto noblem ente ficaciones. El edificio, com o un cristal
ín tim o , con m edios sencillos. pulido, se abarca con una soia m irada.

cía que signe al Luis catorce y ol se consiguen los pisos casi equiva­
Rococó, o sea, aproxim adam ente en­ lentes, cerrados arriba por un te­
tre 1710-1715 y 1750-1760, traba­ jado plano. La impresión general
ja una generación, cuyos principa­ viene determ inada por una nueva
les representantes son Robert de concepción de las formas arquitec­
C otte. (1656-1735), Germ ain Bof- tónicas.
frand (1667-1754) y Jacques-Ange Junto a los extensos complejos
G abriel (1698-1782 [ 642], que mar­ palaciegos, los grandes arquitectos
ca ya el camino del Neoclasicismo. franceses del s. x v n crean una no
Los elementos nuevos que apor­ menos im portante arquitectura sa­
tan atañen menos a la edificación cra. El aspecto urbano de París se
palaciega y religiosa que al peque­ modifica gracias a monumentales
ño palacio urbano, el hotel y las edificios cupulares, como la iglesia
habitaciones íntimas que, como en de la Sorbonne (1635-1642), de
Versalies, se inspiran en lás gran­ Jacques Lemercier: la iglesia con­
des salas fastuosas del Luis cator­ ventual de Val-de-Gráce (1645-
ce. Al esplendor público oficial si­ 1665), de Fran¡;ois M ansart; la igle­
gue ahora una necesidad de inti­ sia des Qucttre Nations (1661), de
midad y convivienda familiar. Louis Levau y, finalmente, la Ca­
El hotel urbano parisino [641], tedral de los Inválidos (1675-1706),
con sus alas agrupadas en torno a de Jules Hardouin-M ansart [640].
Todos ellos constituyen variantes planta y confieren al edificio una
de la planta de cruz, que aún será gran riqueza plástica p o r el jue­
válido para el Panteón de Souf- go de luz y sombra.
flot [723]. E l pórtico representa Tam bién son de gran im portan­
el motivo central de da fachada, ins- cia artística las innovaciones en el
urbanismo. La vieja plaza, estre­
cham ente rodeada por casas, se ex­
tiende, se hace amplia y despeja­
da y se abre en anchas avenidas y
calles, cuya perspectiva cierran fa­
chadas de iglesias, monumentos o
palacios. En lo posible se funden
varias unidades de plaza en un es­
pacio total armónico, disimulán­
dose hábilm ente las transiciones
con motivos artísticos d e jardine­
ría, como zonas verdes, juegos de
agua y columnatas. Plazas como la
Pldce de la Concorde de París (co­
menzada en 1757) [643] y las pla­
zas reales de Nancy (1753) figuran
entre las más im portantes obras
de la arquitectura urbana.

Inglaterra

Inglaterra nunca participó ple­


nam ente en el Barroco y Rococó
europeos, pero, en cambio, cultivó
una variante específicamente in­
glesa de la arquitectura francesa y
holandesa del 5. x v i i . Se desarro­
llan paralelamente dos amplias co­
rrientes arquitectónicas: una íla-
menco-manierista, hasta la guerra
[643] C atedral de la Concordia de P a rís. civil de 1642, y otra gótica, que
M ientras que la configuración de plazas rebasa con m ucho esta época. Ya
en Italia se consigue m ediante volúm enes hacia mediados del s. x v m eí Clasi­
dinám icos, aquí se persigue la consonancia
arm ónica de ias paredes blancas, sim é­
cismo inglés, de fuerte tinte inte­
tricas, de la plaza. Los edificios del p r i­ lectual, desemboca imperceptible­
m er térm ino son de Jacques-A nge G a­ mente en un Neoclasicismo, que
b riel, comenzados en 1757. pronto había de expandirse sobre
[644] Iñigo Jones, B anqueting H ousc de toda Europa.
Londres, 1611-22. E stá inspirada en el
m odelo de Palladio, pero presenta rasgos Palacios y mansiones para reyes
com pletam ente nuevos en la interrelación y nobles, casas burguesas, univer­
de las partes: superficie m ural y arm a­ sidades y hospitales son las obras
zón articulantes se interpenotran y alcan­
zan e l m ism o valor.
capitales de la arquitectura ingle­
sa aproximadamente desde 1630
trum entado p o r gran núm ero de hasta 1750. La edificación de igle­
columnas, que en la Catedral de los sias sólo se modifica dos veces en
Inválidos se anteponen en doble este lapso de tiem po y, .por así de-
c irio , desde arriba: una tras el su obra capital, la reedificación
gran incendio de Londres de 1666, de Saint Paul's Cathedral (1675-
y la otra en 1711. Iñigo jo n es 1710) [645, 646], también destrui­
( 1573 -1652 ) es el prim er arquitec­ da, sino asimismo, en un tiempo
to inglés que de su viaje a Italia mínimo, 51 iglesias para sustituir
trae a su .patria, apenas influencia­
da por el Renacimiento, los nue­
vos y revolucionarios modelos de
las obras de V itruvio, de los monu­
mentos antiguos y, sobre todo, de
los edificios de Palladlo [526]. Pero
el llamado palladianismo inglés, ini­
ciado con Jones, ao ha de enten­
derse en ninguna de sus fases
como una p u ta imitación: los pa­
lacios y otras realizaciones de Jo­
nes aparecen como bloques cúbi­
cos claramente delimitados, gene­
ralm ente de dos plantas, cada una
de las cuales ¡posee su .propio or­
den. El centro se destaca frecuen­
temente p o r columnas, como en ia
B a n q u e tin g Hotise (1611-1622)
[644]. D urante la guerra civil de
1642-1660, la actividad constructi­
va es, en conjunto, reducida e irre-
levante. Tras la subida al trono de
Carlos I I , y debido a los exilia­
dos procedentes de H olanda, el es­
tilo palladiano es desplazado tem­
poralmente p o r el Clasicismo holan­
dés. El edificio holandés de ladri­
llo se im planta de este modo en
Inglaterra, y en M auritshuis de
Campen encuentra una entusiasta
y extensa continuidad. La casa bur­
guesa adopta el orden colosal de
pilastras que abarca todas las plan­ P[645-646.1 Sir C hristopher W ren, Saint
au l’s Cathedral de Londres, 1675-1710.
tas, adquiriendo los frentes de ca­ Fachada occidental y p lan ta. E l e sp íritu
lle, como en H olanda y Flandes, rigurosam ente clásico, po r ejem plo, en la
un enérgico verticalismo casi gó­ colum nata de la entrada prin cip al, se
transform a súbitam ente en original fan­
tico. tasía , como m uestran los rem ates de las
En 1666 se declara el gran in­ torres. Esta oscilación entre el Clasicism o
cendio que destruye aproximada- yEn el laBarroco es característica de W ren.
planta se percibe claram ente ej
mente 13.000 casas londinenses. Sir descom unal tam año á e l edificio.
Ghristopher W ren (1633-1723), has­
ta entonces profesor de' A strono­ a ias 86 encendí adas. Su amplia for­
mía en O xford, se revela como mación y un espontáneo diletantis­
gran planificador y arquitecto en mo le permitieron utilizar, a la hora
ia reconstrucción. Con increíble de resolver los problemas, formas
fuerza inventiva proyecta no solo romanas, góticas holandesas o fran­
cesas. Sobre sus multiformes igle­ convierte en el modelo predilecto
sias londinenses se alzan extrañas para toda clase de edificios. Es ca­
formaciones, torres en las que va­ racterístico el aislamiento, cada vez
rían por pisos los distintos estilos. más destacado, de los distintos
De manera original se apilan plan­ cuerpos edificatorios, cuyas interre-
tas de rusticado, pisos de los más laciones se limitan a una sencilla
diversos órdenes con pilastras o simetría, que ni siquiera la parca
columnatas, templetes con colum­ y fría ornamentación puede disi­
nas en forma de «tem pietto», cua­ mular, La tendencia clasicista del
dra ngulares u octogonales, y agu­ arte inglés conduce a la interpre­
jas redondas o con forma de lá­ tación histórico-estilística mucho an-
piz [647].
En los campanarios de W ren, así
como también en su fachada de
Saint Paul’s, se manifiesta un rasgo
válido para todo el Clasicismo in­
glés: el sentido de las proporcio­
nes se refleja sólo en los detalles
de la interrelación de las formas;
falta el equilibrado juego de rela­
ciones entre los distintos volúme­
nes y espacios, que une entre sí las
distintas 'partes de un conjunto. La
grandiosa composición conjugado­
ra de cuerpos y espacios libres del
Barroco europeo continental y tam­
bién del Neoclasicismo, se reduce
en' Inglaterra a una simple unión
simétrica de elementos, de lo cual
el Chelsea-Hospital de W ren [648]
ofrece un claro ejemplo.
E n la época que va de 1710 has­
ta 1750, es decir, el período en
el que florece en Francia y Alema­
nia la alegre fantasía dei Rococó, [647] Sir C hristopher W ren, torre de
vive Inglaterra una segunda fase la iglesia de St. M ary-le-Bow en L on­
del pálladianismo. En 1715-1717 dres, 1670-75. E jem plo de la gran fan­
tasía de su constructor: diversas form as
publica el arquitecto Colen Camp­ de rem ates superpuestos en sucesión casi
bell su «Vitruvius Britannicus», interm inable.
una obra de grabados con más de
cien reproducciones de edificios tes de que el Continente llegue a
clasicistas ingleses, es decir, palla- ello.
di anos en su mayoría. Aproxima­ Pronto la configuración artísti­
dam ente al mismo tiempo apare­ ca se apodera también del edificio
ce la primera traducción direc­ colonial. E l Royal Crescent en
ta del tratado de Palladio. Bath (1767-1775) [650], de John
La llamada Casa Palladiana Wood el Joven, una edificación
[6 4 9 ], introducida por Campbell, semicircular abierta a la vegetación
constituida por un bloque rectangu­ y a la luz del sol, constituye un
lar con pórtico, tímpano llano o ba­ ejemplo de conjunto residencial
laustrada, con o sin alas laterales, se planificado homogéneamente.
LOS JARDINES DE LA de césped, parterres de ñores y
ÉPOCA BARROCA los primeros bosquetes, espacios li­
bres simétricos circundados de ár­
A partir de! s. XVII, Italia dele­ boles y arbustos. El jardín está
ga en Francia su ¡hegemonía en el orientado según un gran eje cen­
a r t e de jardines renacentistas, mi- tral; fuentes, grutas y pabellones
nucisos y adornados con estatuas, no surgen ya de manera casual,
grutas y numerosas fuentes. Es ha­ sino ordenados, según un sis-tema
cia finales del siglo cuando, bajo determinado, en ios puntos de in­
la influencia de Versalles, se perci­ tersección de las avenidas o en sus
be a veces una configuración más extremos. Hacia la mitad del siglo

[648] Sir C hristopher W ren, Royal H o s­ [649] Colen Cam pbell, Casa M ereivorth,
pital en Cheisea, com enzado en 1682, E d i­ K ent, 1723. E l Clasicism o inglés de co­
ficio u tilita rio de riguroso carácter prác­ mienzos d el siglo X V II aparece im per­
tico; el fron tón de tem plo en el centro sonal, f río e incluso epigónico. Mere-
es sobrio, y só lo í l m ontante del tejada w orth es casi una copia de la Villa R o ­
rom pe el aspecto severo. tonda de Palladio [5 2 6 ].

ampulosa, como en los jardines de se añaden factores de perspectiva,


Cdserta y los de la Villa Pisani, de que pronto habrán de determ inar
Stra, en Venecia. la creación de canales, avenidas y
En Francia se desarrolla, a p ar­ complejas formas de bosquetes.
tir de Enrique IV , es decir, en ila A p artir de 1661 comienza el
transición all s. x v i i , el jardín clá­ gran artista de la jardinería, A n­
sico, q u e no sólo se convierte en dré Le N ótre (1613-1700), los tra­
un espacio que reúne grutas y obras bajos del Parque de Versalles para
artísticas, por ejemplo, esculturas, Luis X IV [6 5 1], que en pocos
sino que pretende conseguir tam ­ años había de convertirse en una
bién el rango de obra de arte. Ya obra prodigiosa de la Naturaleza,
hacia 1630 aparecen en el jardín del transformada artísticamente, admi­
Palais de Luxem bourg los nuevos rada e imitada por todas las Cortes
elementos: el terreno no se divi­ de Europa. La equilibrada disposi­
de ahora como un tablero de aje­ ción de terrazas, avenidas, arbolado,
drez en distintas parcelas de iguaá parterres de fiores y agua, que
valor [563], sino que, a derecha sorprende al observador desde cual­
e izquierda de u n eje central, se quier punto con nuevas perspec­
alinean simétricamente superficies tivas, está acompañada por el len­
guaje alegórico de las esculturas han variado, pero con la misma
de jardín, que relatan el m ito del sistemática se consigue una «N atu­
Sol, referido & Luis xiv. raleza» m ediante la creación artís­
D urante ia Regencia y el Reco- tica: corrientes de agua serpen­
có el jardín francés apenas sufre tean por ondulantes superficies de
modificaciones. :La nueva moda, césped, pequeños manantiales bro­
procedente de Inglaterra, del jardín tan de rocas apiladas, y pintorescos
paisajístico no desplaza ni el gran gropos de árboles cierran ei hori­
eje ni la planta regular, si bien, zonte. Ei reciente conocimiento de
a menudo, se combinan los dos la jardinería china y d entusiasmo
sistemas, de manera que pueden romántico por las ruinas romanas

[650] John W ood el Joven, viviendas


del Royal Crescent en Bath, 1767-75. La
u n ió n de un cóm odo u tilitarism o con la
belleza representativa fue posible gracias
a la relajación de las ataduras ceremonia-
ies, en el siglo x v in .

subsistir partes simétricas junto


a partes irregulares. Las grutas, [651] A ndré Le N ótre, Parque de V er­
los nichos de fuente, las dispersas sa le s, lóói-68. El plano dem uestra en
arquitecturas menores y ei gran qué m edida la jard in ería está determ inada
por 1a geom etría. N o se cae en un es-
núm ero de esculturas se consideran quem atism o. sino que se in ten ta captar y
ahora sobrecargadas y anticuadas, ordenar la N aturaleza en todas sus form as.
Una serie de preciosos parterres
de flores se sustituye por superfi­ hacen surgir en los jardines series
cies de césped, y se intenta no completas de arquitecturas histó­
turbar demasiado el efecto de la ricas [653]. W illiam K ent (1684-
Naturaleza. P or tanto, las inno­ 1784), el arquitecto inglés de jardi­
vaciones más im portantes en el nería más im portante de la pri­
estilo d e jardines no parten en d mera mitad del siglo, puebla sus
s. x v ili de Francia, sino de Ingla­ jardines de Chistoick y Stow e con
terra. Al compás de toda una serie antiguos teatros, obeliscos, pirám i­
de escritores teorizantes se desarro­ des egipcias, pagodas chinas, an­
lla el jardín paisajístico, opuesto tiguos templos de Venus, de las
claramente al jardín francés, si­ V irtudes y de la Victoria, tumbas
métrico y arquitectónico. Las tesis piramidales y puentes palladianos,
así como una gruta de D ido y te, como el grandioso Belvedere
una cabaña de pastor. En Alemania, inferior de V iena [652 ], creado
que como Jos restantes países h ad a 1700. Pero ya antes de la
había adoptado con entusiasmo el realización d d prim er jardín paisa­
modelo de Versaíles, se lleva a jístico puro, que creó el príncipe
la práctica ai mismo tiem po la teo­ Pückler en W órlitz (1769), se en­
ría'inglesa del jardín natural. E n el tremezclan de vez en cuando zonas
s. xvii, los jatdines seguían mode­ irregulares en el rígido sistema
los italianos prim ero y franceses de las avenidas y caminos axiales.
más tarde, y por lo tan to siempre Más tarde, los príncipes del Roco­
estaban dispuestos geométricamen- có, seducidos p o r el encanto 'de
lo exótico, se construyen pagodas
y casas de té chinas o buscan en
ruinas arquitectónicas artificiales
la melancolía de lo perecedero. Las
creaciones más sugestivas de este
género se encuentran en el parque
de N ym phenburg y en el de Fede­
rico el G rande en Sanssouci.

E l ornam ento en el

B arroco

Con el s. x m adquiere el or­


namento tanta importancia, que
sus formas influyen en las otras
artes: pintura, escultura e incluso
arquitectura. U na sociedad que
rehuye las galerías y salas oficiales
desarrolla el nuevo estilo deco­
rativo del Rococó en espacios que
reflejan deseo de intim idad y gusto
cultivado. Así los «ipetits appar-
tements» de los grandes palacios
y del palacio urbano 'parisino se
convierten en el origen del «style
moderne», creación de grandes de­
coradores, como Gilles-Marie Gp-
penord (1672-1742) [654] y Fran-
[652] ja r d ín del Belvedere inferior de ^ois-Antoine Vassé {1683-1736).
Viena, hacia 1700. C lara correspondencia
del jard ín barroco con el edificio a'l que La pesada guirnalda plástica de
rodea y de] que, en cierto m odo, es con­ acantos había cedido ya el paso,
tin u ació n . C ircundan el parterre paredes a finales del estilo Luis catorce
de vegetación con corredores, p ó rtic o y
pu erta, y estancias laterales. a zarcillos más ligeros y planos.
Al principio de la Regencia, hacia
[653] J a rd ín inglés del duque de Pras-
lin en NeuiUy, 1788. E l ja rd ín p aisajístico 1710-1715, aparece un refinado e n ­
inglés renuncia a la tendencia arq u itectó ­ trelazado enmarcador, que se enro­
nica y a ¡a proyección en la le ja n ía . Su lla en los extremos y en las esqui­
red serpenteante de caminos no conduce
a ningún pun to , sino que invita más
nas del recinto, o cubre como
bien a la contem plación pasiva. u n enrejado superficies completas.
En las zonas así enmarcadas de Rococó, La asimetría domina no
las paredes revestidas de madera sólo el motivo aislado, sino que
se distribuyen simétricam ente rose­ se extiende a todo el sistema deco­
tas de elementos naturalistas y abs­ rativo. En las obras de modelos
tractos, cuelgan pequeños trofeos de famosos grabadores se revela
de armas, máscaras e instrum entos como el más versátil de todos los

[65-1] G illcs-M arie O ppenord, diseño de [655] F raníois CuviUiés, grabado en co­
d ecoración, hacia 1730. El «ornam ento re­ bre de las «Piezas de fantasía», hacia
gencia» tiene su origen en los grutescos, 1740. La rocalla, aparecida hacia 1730,
pero es, sin em bargo, m ás fragante y se convierte en la forma ornam ental p re ­
p ictó rico. Con inusitada riqueza de fan­ dilecta de m ediados del siglo. Las « in­
ta sía se com binan pequeñas escenas cos­ venciones» adquieren frecuentem ente el
tum bristas, figuras antiguas o m otivos de­ carácter de una obra artística m enor in ­
corativos (a ía izquierda un «trofeo») en dependiente, cuyos diversos grados de rea­
com posiciones caprichosas, grácilm ente as- lidad no se adaptan a la transposición
cendentes. en la decoración de recintos.

de música tallados en el más exqui­ ornam entos: de una forma capri­


sito relieve, y se interponen a veces chosa, el borde, que asemeja un
escenas (pastoriles o chinescas pin­ encaje, se enrolla en torno a una
tadas. escena bucólica, el agua mana so­
Hacia 1730 aparece, con el estilo bre juncales, y pequeños amor­
Luis quince, la rocalla, combada cillos trepan desde los montículos
en curvas en forma de S o de C, rocosos del interior de las conchas
una forma m ixta de palmeta y [655]. La rocalla enmarca arqui­
concha que ha dado su nom bre al tecturas profundizadas en perspec-
tiva con 'grutas, pabellones y fuen- sas publicaciones, .se introduce en
tes en u n juego abstracto de la la Renania, Berlín y, sobre todo,
fantasía. Aunque, para el efecto en Baviera y Austria, donde apa-
óptico, la rocalla aislada puede rece aproximadamente desde 1730
ser una formación espacial, en los como una derivación ligeramente
interiores franceses se coloca como modificada.
ornamento de superficie sobre la La rocalla se asienta con prefe-
pared; ésta conserva siempre, a rencia en «sitios de sutura», es
excepción de los tradicionales re- decir, donde se encuentran dos
vestimientos de espejos sobre la elementos espaciales distintos: en
chimenea, el carácter de una su- las 'transiciones del capitel al enta-
perficie claramente delimitada, que blamento, entre el marco y el cua-
en ninguna zona, ni siquiera en el dro, en cúspides de arcos, en los
techo, está interrum pida por ador- riñones de -bóveda [626]. Pero
nos ilusionistas al fesco. aparece también en altares, con-
Pero la rocalla, tan propicia fesionarios, púlpitos, órganos, ante-
a irracionales fantasías de formas, pechos de trifolios y en cualquier
nunca pudo arraigar en su patria, y clase de muebles [660], no total-
hada 1750 se hacen sentir ya mente configurada, y en forma de
violentas reacciones, que abogan nube, Miembros arquitectónicos

[656] Fran^ois C uvilliés, P alacio Ama- im pone una rica ornam entación de mar-
lienburg en el parque de N ym phenburg eos curvados, zarcillos y elem entos pai-
de Munich* 1734-39.A rquitectura sin co- sajístícos. Los espejos disuelven los lí-
lum nas, p ilares, n i entablam entos. Se m ites espaciales hacia lo irracional.

por un ornam ento nuevo, más cía- completos comienzan a adquirir un


ro. E ntretanto, a través de exten- mivimíento de balanceo en las for-
mas de rocalla. E sta particular riadas 'formas, de distintas dases
consonancia de elementos arquitec­ de madera, aunque también de
tónicos y decorativos confiere al estaño, cinc, marfil y carey, se
recinto rococó su peculiar musi­ componen ornamentos abstractos
calidad. Ju n to al exquisito adorno o figurativos; para aum entar el
rococó del Palacio Amalienburg efecto de suntuosidad se emplean
en Nymphenburg [656], de F.ran- numerosos herrajes de bronce, pe­
gois Cuvilliés (1695-1768), su tea­ sados, figurativos, con brillo dora­
tro y las Reichen Zim m ern (habi­ do, D ado que la artesanía extrae
taciones ricas), de la Residencia de continuam ente sus ideas esenciales
M unich, encontramos el p unto cul­ de la decoración de la época, los
m inante de esta época en la mag­ grabadores de ornamentos, como Le
nífica decoración de los palacios P autre, M argot, Bérain, y, más
de Federico el G rande en Berlín y tarde en el Rococó, Meissonnier,
Postdam (Sanssouci), cuya rocalla
se diferencia de la rocalla bávara
por su elegancia y el gusto refinado
de los motivos más alegres y po­
pulares.

M uebles del B arroco

E l paso de la minuciosa arti­


culación renacentista a 3a pesada
forma plástica barroca se realiza
lentam ente en la artesanía del
mueble. E n el s. 3CV11 Francia y
H olanda son los países que marcan
la pauta. Las influencias de H olan­
da se extienden hacia el norte de
Alemania, Inglaterra y Escandina-
via, donde se mantienen sus for­
m as'rígidas durante mucho tiempo.
H acia finales del siglo, Francia
se convierte en norm a europea y
supera m uy pronto en gusto, ele­
gancia y refinam iento a todos los
demás países. Ya hacia mediados [657] A ndré - Charles Boulle, arm ario,
del s. x v m se perfilan las tenden­ 1672. E l chapeado en m adera de ébano,
incrustado en cobre y nácar, y las guar-
cias hacia las formas cíasicístas, niciones doradas crean un selecto y ele­
más frías, del Luis dieciseis. gante acorde crom ático. Form a sum am ente
sencilla y sim ple de proporciones arm ó­
El mueble suntuario de ambien­ nicas.
te cortesano fue proyectado y rea­
lizado en la Real M anufactura de Toro y Pineau, jugaron un papel
Muebles de Francia, fundada expre­ de máxima importancia en este
samente con este objetivo por arte. Los muebles del ebanista
Luis xiv. La nueva técnica, muy André-Gharles Boulle (1642-1732),
semejante a la taracea itaiiana re­ cuya fama rebasa las fronteras de
nacentista, es la marquetería. Con Francia, reflejan la evolución gene­
pequeñas placas, cortadas en va­ ral, desde la pesada hojarasca de
acanto áe comienzos del Luis cator­ bles adoptan formas gráciles; las
ce, a través de las elegantes ramas sillas se hacen estrechas, y sus res­
de hojas y flores del período tar­ paldos, así como los de las buta­
dío [¿ 5 7 ], hasta el entrelazado y cas, cada vez más bajos y pintados
¡as chinescas de la Regencia, Pero a m enudo en color blanco o .do­
junto a los muebles de m arquetería rado. Los preciosos tapizados de
que resaltan lo plano y lo rectilí­ seda clara o bordado exquisito
neo, aparece también una rica pro­ con ramilletes de flores y pequeñas
ducción de -muebles de mesa y escenas añaden un tono de alegre
asiento tallados, de movidos contor­ elegancia. Como gran moda se
nos y pesadas formas plásticas; a impone, junto al mueble ahapeado,
menudo se dora incluso todo el la luminosa pintura de laca, imita­
mueble. E n la Regencia, Charles da de los asiáticos orientales, que
Cressent (1685-1768) se convierte coloca, sobre fondo rojo u oscuro,
en el gran rival de Boulle, de flores en graciosos jarrones, pája­
mayor edad. Sus muebles evitan ros o pequeñas chinescas.
la pesada pom pa y responden con E l mueble barroco italiano es
sus formas panzudas, combadas, de apariencia pesada y compacta,
al nuevo ideal de elegancia y co­ y al mismo tiem po de un poderoso
modidad. El armario de habitación, dinamismo. La única variedad
grande y macizo, se hace cada que adquirió una cierta transcen­
vez más raro y, en cambio, apa­ dencia fue la técnica florentina de
recen las cómodas [6 5 8 ], el ar­ la «pietra dura», una labor de
mario de esquina y todo tipo de incrustación en las superficies del
asientos cómodos, adaptados a las mueble a base de piedras de eolo-

C658J Charles C ressent, cóm oda, m ed ia­ [659] Cóm oda veneciana, m ediados de]
dos del siglo x v iii . La p articu lar m aes­ siglo XVIII. Venecia es eí único enclave
tr ía de Cressent reside en los diseños del auténtico Rococó en Italia : precisa­
de los adornos de bronce. N egando su m ente en ¡a producción de m uebles se
función práctica, las asas están ocultas m uestra con p articu lar claridad. E n la d e ­
en los zarzos dorados. C ada m ueble se coración se suele em plear la p in tu ra de
convierte en p a rte in tegrante de la deco­ flo res.
ració n espacial.
res pulidos, distribuidos en motivos
formas corporales. La butaca baja figurativos y abstractos. En el
y acolchada, el sofá y la «chaise- Rococó los perfiles adquieren un
longue» surgen también en esta aspecto agitado y confuso, aunque
época. las distintas formas ornamentales
Con el Rococó, hasta 1750 se mantienen pesadas y espesas.
aproximadamente, todos los m ue­ Sólo V eneda logra crear un estilo
más original de muebles, basado E n el segundo cuarto del s.
principalm ente en el efecto cro­ x viii, se inicia un sorprendente
mático. Las sólidas y panzudas florecimiento del mueble alemán.
cómodas [659] y mesas, general­ El entrelazado y la hojarasca de
m ente cubiertas coa placas de már­ la Regencia ceden pronto ante las
mol, están pintadas o lacadas en formas de rocalla asimétricamente
un tono claro como el resto del talladas, en las que se despliega

[66 0] M echior K am bly, escritorio, hacia


1765. Kam bly, uno de los más destacados
ebanistas de la C orte de Federico eí
G rand e, realizó esta mesa para el Palacio
Nuevo de Postdam , E l Rococó requiere
las m aderas fácilm ente m oldenbles, que
p erm iten incluso asim etrías.

mobiliario, y provistas de tallas


polícromas; constituyen un estilo
de mueble que puede recordar
el arte popular alpino.
En Alemania apa recen, en el [661] D avid Roentgen, escritorio, ha­
s. x v n , m últiples formas de mue­ cia 1775. F rente a los m uebles de la
bles, que hasta aproximadamente generación anterior se ha introducido, a
través de In g laterra, un aqutetam iento,
1700, tienen, en general, un carác­ que vuelve a dar im portancia a la d e li­
ter bastante provinciano. E n las cadeza de las proporciones.
regiones del norte, los talleres más
avanzados trabajan en formas cla- una turbulenta y desbordante fan­
sicistas-bolandesas más severas, tasía, a m enudo en perjuicio de la
pero que adolecen generalmente proporción y del buen gusto. Tam ­
de una sólida gravedad burguesa. bién resulta sugestiva la mesa or­
E n las regiones del sur se siguen namental francesa, que, sin embar­
utilizando, especialmente para los go, es interpretada en las distintas
enormes armarios, sistemas enteros regiones de modo diferente, con
de fachadas renacentistas de casa mayor o menor originalidad. La
o iglesias [5 7 4 ], o bien formas familia Roentgen de Neuwied crea
arquitectónicas menores, que, hasta muebles de m arquetería elegantes
la segunda m itad del siglo, no y de gusto refinado [661]; for­
experim entarán una cierta barro- mas rococó más vivaces poseen
quizadón por abultamiento y acen­ los muebles de los palacios de
tuación d e .lla n o s motivos. Neumann en W ürzburgo y Bru-
chsal, como también los de las debió sobre todo a su obra de mo-
Residendas de M unich y Nymphen- délos aparecida en 1754. Todos
burgo. Pero los muebles de Fede- sus diseños se caracterizan por una
rico el G rande en Postdam [660] cierta rigidez; las famosas silla's
y Sanssouci superan en caüda< ar- Chippendale tienen altos respaldos
tística, gusto y distinción a de listas estrechas, generalmente
restantes. onduladas, que o bien discurren
derechas hacia arriba o se entre­
cruzan en dibujos geométricos, pe­
ro terminan tam bién de vez en
cuando en curvaturas góticas o de
pagoda. Hacia mediados del s.
x v m se manifiestan asimismo en el
mueble inglés tendencias dasicis-
tas: presenta formas más ligeras
y nuevos ornamentos.

LA ESCULTURA DEL
BARROCO

Italia

En el Barroco temprano comien­


za a comunicarse al volumen plás­
tico una agitación anímica que
conduye lentam ente en un movi­
miento fluyente, distenso, Los ro­
pajes se van desprendiendo paula­
tinam ente de la figura y en el alto
Barroco llegan a cobrar la misma
importancia que ésta, a la que
[662] E stilo de Tilom as C hippendale, frecuentem ente superan en volu­
silla, mediados del s. x v iii . C hippendale men. El amplio movimiento, que
opone a los m ueblistas europeos una cons­
trucción fuerte y una ríg id a m oderación. parte del contenido emocional de
En el borde del respaldo, aparece, sin la representación, unifica todos los
em bargo, el ornam ento rococó francés. detalles formales en un arabesco
grandioso y agitado. La esencia de
También en Inglaterra, en el la escultura del alto Barroco, cuyo
s. x v m , los muebles pierden su principal representante es de nue­
rudeza provinciana. Elem entos ho­ vo Bernini (1598-1680), niega las
landeses y franceses se unen con leyes propias de la plástica: la
la finura de líneas propia del G ó­ gravedad, la consistencia del ma­
tico inglés, que aparece aún más terial empleado, y a menudo in­
acentuado por la oscura madera de cluso la corporeidad del modelo
caoba, empleada muy frecuente­ representado. Una escultura ba­
mente. Thom as Ghippendale {1718- rroca es, en el fondo, una para­
1779) crea entonces un estilo de doja, y Bernini fue el único artista
mueble que lleva su nom bre [662] que supo resolver genialmente esta
y que se difunde en parte a tra­ contradicción.
vés de su propio taller, aunque se­ La figura aislada también se
guramente la mayor difusión se despliega al principo en d plano;
por ello as marcadamente pictórica donde adquiere su pleno derecho
y cuenta con efectos de luz y som­ de existencia: así la mirada del
bra. E n consecuencia, la escultura San Longtnus de Bernini en San Pe­
barroca está concebida para uno, dro se dirige hacia la cúpula ra­
o a lo sumo dos lados, de perspec­ diante de luz trascendente. Sóio
tiva y sólo en casos excepcionales por esta orientación hacia un pun-

[663] G iovanni Lorenzo B ernini, Extasis [ó64] G iovanni Lorenzo B ernini, Fuente
de Santa T eresa, 1644-47. Rom a, Santa de T ritó n en la Piazza B arberini de
M aría della V itto ria. La escena aparece Rom a, hacia 1640. La obra está consta
como una visión sobre el altar. B em ini tuida por figura ancestral con cuerpos
lleva el ilusionisrno hasta ta l p u n to que de delfines, valvas de concha realistas
■el d e m e n to m aterisl de! m árm ol blanco y el m usculoso T ritó n . B ernini es - el
queda relegado a un últim o plano. p rim ero que im pone m edios con figura­
tivos tan absolutos.

se convierte en auténtica escultura


exenta. En general, está orienta­ to de referencia existente, o imagi­
da dentro de un más amplio con­ nado en el espacio, adquiere la fi­
texto arquitectónico, como la figu­ gura su significación propia. La más
ra de nicho en una iglesia, la ima­ audaz síntesis barroca, en la que
gen de un altar o la de una tum ba se funden arquitectura, escultura,
mural. Asimismo, el monum en­ pintura y luz en una unidad, es la
to de la plaza o ía figura de jar­ configuración de la capilla Cornarn
dín están orientados según los de Bernini con el Extasis de Santa
grandes ejes visuales del plano ar­ Teresa (1644-1647) [663]. El ca­
quitectónico total. Al principio ba­ rácter escenográfico del recinto su­
rroco de la penetración recíproca braya el patetismo y el éxtasis an­
se debe el que el efecto de una te la visionaria aparición; la repre­
figura nunca quede restringido al sentación se convierte en punto cul­
espacio que ocupa, sino que se ex­ minante de un drama, cuyo audito­
tienda a su entorno y es en éste rio pintado contempla la escena
desde las paredes laterales. La mul­ comprender la alusión. Como en
tiplicidad de estratos de la obra las otras artes existe en ésta tam­
artística barroca se manifiesta es­ bién una oposición de orientación
pecialmente en la escultura. Así, clásica, cuyo principal exponente
por ejemplo, en la Fuente de Tri­ es el boloñés Algardi (1602-54)
tón (hacia 1640) [664], de Berni- que trabaja en Roma. Su decapita­
ni, el agua y su simbología apare­ ción de Sun Juan conserva, a pe­
cen en diversas alusiones. El hijo sar del dramático acontecimiento,
de Posidón, T ritón, soplando en un equilibrio clásico.
una caracola, era para Jos griegos Sin embargo, ya hacia finales del
un ser benéfico; conchas y delfi­ siglo, dos escultores franceses al­
nes constituyen aquí sus atribuios. canzan en Roma cada vez mayor
Junto a este significado se da por importancia y son muy pocos los
otra parte la intención de glorifi­ italianos que se salvan de la me­
car al Papa Urbano V III: el Tri­ diocridad. Los encargos más im­
tón alude al mismo tiempo al me­ portantes recaen sobre franceses,
cenazgo papal, que recae, amable como M onnot, Legros y Slodtz; en­
y benévolo, sobre los hombres. Ai tre los italianos destaca hacia fi­
hombre 'humanísticamente formado nales de siglo especialmente Cami-
de aquella época le resultaba fami- 11o Rusconi (1658-1728), cuyas cua-

[663J Fontana di T rcvi en Roma, pro- Fachada palaciega, arco de triunfo y fuen-
yectada en 1732 por el arquitecto N icola te m onum ental al m ism o tiem po (agua-
Salvt; acabada en 1762, en su adorno fuerte de G iovanni B attista P iranesi, d d
escultórico, por el escultor P ie tro Bracci. año 1751).

liar este lenguaje metafórico y, pro- tro figuras del tabernáculo en San
bablemente, sólo necesitó contem- Giovdnrti in Luterano conjugan
piar el escudo de abeja paipai para las doctrinas de Bernini y las de
los franceses en una voluminosi- España
dad más ¡holandesa que romana. D e
la generación posterior se debe El clero y los gremios son, salvo
destacar a Pietro Bracci (1700- raras excepciones, los clientes de
1773): su N eptuno de la Fontana los escultores españoles; pero para
di Trevi [665] dirige aún, con ambos grupos se realizan exclusiva­
berninesca riqueza de movimientos, mente obras religiosas, ya que di­
los caprichosos motivos acuáticos, chos gremios compiten entre sí en
pero una gracia femenina comien­ los encargos de las populares fi­
za ya claramente a paralizar el guras de la Pasión, para los pasos
ímpetu Barroco. E l más original de las procesiones del Viernes
— dentro de un gran virtuosismo— , Santo.
y 'polifacético escultor italiano dai Las figuras que adornan el re­
s. x v m es seguramente el sicilia­ cinto de la iglesia [667] represen­
no Giacomo Sepporta (1656-1732): tan con gran frecuencia a santos

[666} G iacom o Serpotta, La Fortaleza, [667] G regorio H ernández, Santa V eró ­


1714-1717. P alerm o, O ratorio del Rosario. nica, 1614. V alladolid, M useo provincial.
La v irtu d cardinal aparece encarnada en M ientras que a los italianos y franceses
una m ujer joven, ricam ente vestida, y con les gusta el brillo del m árm ol y el
el atrib u to de la colum na. El estilo deí bronce, los artistas españoles prefieren
ropaje, pictóricam ente agitado, revela el el antiguo policrom ado para aum entar el
conocim iento del arte de B ernini, al que realism o de sus figuras religiosas.
le añade u n a orientación preciosista.

de una orden determinada y exhi­


introduce una gracia rococó algo ben una característica dignidad a
atrevida en los recintos sacros, co­ la que añade una nota de elegan­
mo en el Oratorio del Rosario de cia el moderado m ovimiento de
San Doménico en Palermo (1714- los pliegues de los hábitos. La aten­
1717 [ 666 ], revestido por com­ ción concentrada y grave de Jos
pleto de estatuillas y ornamentos. semblantes, sumidos en oración, se
dirige con intensa penetración ha­ repertorio de formas barrocas. Pero
cia su propio interior o hacia los ya en los años cuarenta su obra
fieles. Las figuras de los pasos, en sigue una dirección clasicista, tal
c a m b i o , se distinguen p o r su ex­ como está representada en la arqui­
tremo realismo. Con gestos exage­ tectura de Frangois M ansart y en
rados y colores luminosos, oro, bri­ la pintura de Nicolás Poussin. Sus
llantes trocaos de vidrio, cejas de famosas tumbáis, la del Príncipe de
pelo y ojos de crista! se intenta re­ Con dé (1649-1663) [ 668 ] y la del
presentar la intensidad de los sen­ cardenal Bérulle (1667) son ejem­
timientos religiosos. La calidad, plos de un estilo clásico cortesano.
como suele suceder en ei arte p o ­ Sarazin es también uno de los
pular, reside más en ia expresión fundadores de la Académie de Pein-
emocional que en la forma artísti­ lure el de Sculpture, creada en
ca. Ya hacia finales del s. x v u y 1648, que se ocuparía en primer
luego a lo largo del s, x v m ia es­
cultura española va perdiendo im­
portancia visiblemente: la figura
aislada se halla ahora absolutamen­
te en función de la riqueza orna­
mental de u n contexto decorativo
más amplío (paredes de pórtico y
de altar). Como ejemplo brillante
puede citarse el llamado Transpa­
rente (concluido en 1732), de N ar­
ciso Tomé, en la catedral de Tole­
do, un altar que se eleva con in­
numerables figuras y ornamentos,
iluminado por u n oculto manan­
tial de luz.

Francia

Al contrario que la arquitectura


y la pintura, Ja escultura francesa
del s. x v i i apenas sufre ei enfren­
tamiento entre formas clásicas' y
barrocas. El ideal de la Antigüedad
clásica es, desde un principio, la [668] Jacqucs Sarazin, tum ba d t E n ri­
medida válida. La escultura de la que II de B orbón, p rin cip e de Condé,
1649-63. C hantilly, capilla de palacio. E l
primera mitad del siglo es esencial­ Barroco no se contenta con hacer jugar a
mente religiosa, debido a un impul­ los am orcillos: la pequeña niña que sos­
so pietista que se m anifiesta en nu­ tiene la lápida m ortuoria m anifiesta con
m irada llorosa el dolor por et difunto,
merosas fundaciones de monaste­ pero alude tam bién a la eterna juventud
rios y órdenes religiosas y que in­ que existe tras la m uerte.
fluye también en las creaciones
del arte. La personalidad artística lugar de la elaboración de un ca­
dominante es Jaques Sarazin (1588- non clásico de formas, inspirado en
1660), quien, aproximadamente al Rafael y en Antigüedad clásica,
mismo tiempo que el p in to r Simón para toda clase de representación
Vouet, regresa en 1628 de Italia, artística. El severo control de las
y, como aquel, transm ite todo un reglas da lugar a que, en la época
de máxima autoridad de la Acade­ inspiran siempre en la Antigüedad
mia, aproximadamente hasta 1680, clásica, en Rafael o Poussin, son
la individualidad artística pierda barrocas en su manera de repre­
su originalidad debido al carácter sentación pictórico-bidimensional y
colectivo de la organización. El úni­ en su vinculación a un contexto
co escultor «barroco» y seguramem más amplio, pero el patetismo y el
te el más im portante genio plás­ movimiento de Bernini se trans­
tico de Francia, el francés meri­ forman en una elegancia fría, equili­
dional Pierre Puget (1620-1694), brio absoluto y severidad formal.
entra enseguida en conflicto con La obra capital de Girardon, Apolo
este sistema. Su lenguaje formal,
inspirado en los italianos Miguel
Angel y Bernini, tiende a una re­
presentación realista y expresiva,
frente a la que el academicismo
resulta anémico. E n 1666 se funda
en Roma la Academia Francesa. Sus
alumnos estudian las obras clási­
cas, las dibujan y sacan su molde.
Reproducciones y originales llegan
en gran cantidad a París, aunque
apenas se conocen las obras barro­
cas contemporáneas de Roma,

1670] Jean-B aptiste Lem oyne, busto del


p in to r C oypel, 1730. P a rís, L ouvre. La
obra se desarrolla a p a rtir del escorzo
barroco del cuerpo. E sta com posición
confiere a! personaje una despierta ac­
tividad y revela la m irada certera del
pintor.
[669] F ran;ois G irardon, A polo y las
ninfas de T etis, 1666-75. Versalles. E l
grupo en m árm ol, escénico y efectista, atendido por las ninfas de la diosa
representa e n su frío estilo arcaizante eí del mar Tetis (1666-1675) [669],
arte cortesano prom ovido por Luis X IV . no sólo en el aspecto forma!, sino
£1 dios servido por las ninfas es el
sím bolo dei rey. también en cuanto al tema cons­
tituye una creación característica de
Para el rey y los círculos cor­ la época d e Luis X IV , Se trata de
tesanos trabaja entretanto un ar­ de una alegoría auténticamente
tista que supo asimilar todas las barroca, que glorifica en la figura
tendencias y doctrinas de su tiem ­ del dios de la luz, Apolo, al Rey
po: Fran^ois G irardon (1628-1715) Sol y que constituye a la vez un
es el insuperable intérprete del símbolo de Versalles. Como el
«G rand Siécle». Sus obras, que se dios del Sol, tras su diaria vuelta
alrededor de la tierra, se hunde En el Rococó, la silueta se hace
al atardecer en el mar por el oeste caprichosa, los vestidos drapean
y regresa a Tetís para el descanso elegantes y agitados. Sin embargo,
nocturno, así acudía el rey a Ver- la escultura francesa no llega nun­
salles para entregarse allí al ocio. ca a abandonar p o r completo la
Tras la muerte del m inistro representación clásica del cuerpo,
Colbert (1683), que también había como ocurre en el sur de Alema­
ejercido su soberanía sobre la pro­ nia. En el extraordinario arte del
ducción artística, se pone seria­ retrato, con su principal represen­
mente en duda Ja autoridad de la tante Jean-Baptiste Lemoyne (1704-
1778), vuelve a ser utilizada la
arcilla como material pJástica, que
perm ite da modelación de los más
delicados matices en la represen­
tación hum ana [670]. Si el arte de
Lemoyne parece móvil, elegante,
y capta magistral-mente la fugaci­
dad de una mirada o de un senti­
miento, Edm e Bouahardon (1698-
1762), que trabaja en la misma
época resulta a su lado muy con­
servador. En su Fuente de las Es­
taciones, de la Rué de Grenelle

[671] Jean Antoine H oudon, K tírato


de V oltairc, 1778. G o th a, M useo. L a ins­
piración en los retratos rom anos clá­
sicos caracteriza al d asicista H oudon que
ha rotó con la riqueza de m ovim ientos
y la p len itu d decorativa del Barroco.

Antigüedad clásica y de los anti­ £672] E tienne - M aurice Falconet, A lego­


guos maestros. E n la célebre dispu­ r ía de la Caza, hacia 1758. Copenhague,
colección privada. E l form ato pequeño y
ta de los «'ariciens» y los «moder- el m aterial (arcilla cocida) caracterizan el
nes» se manifiesta en todos los arte del Rococó, opuesto a todo lo mo­
terrenos un relajamiento de la se­ n um ental,
vera doctrina académica. Una nueva
época se prepara en los retratos en París, que sigue el modelo de
de Antoine Coysevox (1640-1720): la fuente mural romana monumen­
sus figuras gráciles, que resaltan tal, pervive el espíritu clásico, ri­
más e! encanto amoroso juvenil val del Rococó, Etienne-Maurice
que la representatividad regia, con­ Falconet (1716-1791) proyecta, para
ducen a la nueva concepción artís­ la manufactura de porcelanas de
tica de la Regencia. la marquesa de Pompadour, encan-
tacioras figurillas [6 7 2 ], tn parte derivadas de su valor ornamenta],
según diseños de Boucher; en 1766 A ello se añade frecuentemente un
es llamado a Rusia para erigir en cierto descuido en la realización,
Petersburgo la grandiosa estatua pues las obras estaban pensadas casi
ecuestre en bronce de Pedro el siempre para ser contempladas a
Grande. Im perceptiblem ente se distancia. Es característico de Ale­
llega a ia etapa del alto Neocla­ mania el eterno recuerdo del G ó­
sicismo, cuyo genial maestro resultó tico tardío que siempre vuelve a
ser jean Antoine Houdon (1741 resurgir, y el deseo de interpretar la

[6 7 3 ] G corg P ctel, Santa M agdalena,


1625 hasta 1630. Regensburgo, Catedral
Baja. La riqueza de las formas aisladas
y los ademanes profundam ente sentidos
dan una idea de la fuer?-a expresiva del
arte alem án en los comienzos del siglo
x v n , antes de que la gran guerra fuera
paralizando su evolución.
[674] Andreas Schlüter, máscara de un
1828). Con él el retrato [671] guerrero m oribundo, 1696. B erlín, A rse­
nal. Ei dram ático últim o instante de una
alcanza el predominio absoluto m uerte violenta aparece captado en la
frente a los otros géneros artísticos. piedra. P atetism o apasionado, enérgica
m ovilidad y superficie tratada p ictó ric a­
Basado en la antigua tradición arte- mente son características de esta genial
sana y la nueva interpretación de escultura arquitectónica.
la Antigüedad clásica, consigue
la poco frecuente unión del ideal expresión anímica antes que el
clásico de belleza con la represen­ planteam iento de cualquier proble­
tación fisomónica, ma formal. Ya a principios deí si­
glo xvir se realiza el grupo de la
Alemania Crucifixión (1625-1630) de Georg
Petel (1590/93 hasta 1633), que
Como en los otros países, tam­ supera ampliamente en calidad a
bién en Alemania la escultura está la arquitectura y pintura de la épo­
vinculada principalm ente a la arqui­ ca [673]: ía figura de Magdalena
tectura y sólo algunos escultores postrada al pie de la cruz, cuyo
consiguen liberarse de las trabas vestido de agudas aristas, aun gó­
tico, deja vislum brar el voluminoso un nuevo ím petu apasionado de
cuerpo barroco, constituye la mis­ movimiento. Se echa de menos,
mo expresión del dolor. Esta emo­ no obstante, todo patetismo efec­
ción extrovertida se serena e inte­ tista: sus figuras conservan una
rioriza después de mediados de interna m onumentalidad viril que
siglo. E l ademán grandioso des­ alcanza una grandeza realmente
aparece, para surgir de nuevo en las trágica en ias cabezas de los guerre­
obras del Barroco tardío. ros moribundos [674], de 1696,
En Berlín, Andreas Schlüter de la Real Armería de Berlín.

[675] B akhasar Perm oser, Apoteosis del [676] Joseph A ntón Feuchrm ayer, altar
príncipe E ugenio, 1718-21. V iena, G ale­ de San Juan B autista en la iglesia de
ría austríaca. U na alegoría del general peregrinación de B irnau, 1748-50. A ltar
triunfador en una desbordante y fantás­ lateral de mármol estucado con policro­
tica riqueza de form as; espléndido m ovi­ m ía, estrecham ente unido a la arquite-
m iento de la com posición, tura e integrado en la decoración general.
Son característicos la asim etría y los e le ­
m entos paisajísticos.
(1664-1714) representa en la tran­
sición al nuevo siglo la etapa del La Apoteosis del príncipe Euge­
alto Barroco. Ju n to a Bernini, es nio [675], del sudalemán Baltha-
el más valioso talento escultórico sar Permoser (1651-1732), que vi­
de rango internacional, En sus figu­ vió muchos años en Italia y que,
ras han desaparecido las últimas a su regreso, trabajó durante mu­
reminiscencias góticas, los rasgos cho tiempo como escultor de la
duram ente quebrados y sobrealar- Córte en Dresde, se sitúa, por sus
gados expresionistamente. En cam­ pesadas formas, dentro del Barroco.
bio, los cuerpos han ganado mucho A uténticam ente barroco es tam­
en plasticidad, lo que se une a bién el tema de la glorificación,
que, con su abundante aditamento mente, Ja figura aislada se integra
alegórico, amplía la figura cons- aún más en el conjunto decorativo
tituyendo un grupo complejo, pero de los interiores, cuando no con­
tieno de movimiento. E n su forma serva como las figuras del jardín
general arabesca de ornamentación un cierto aislamiento forzoso. Es-
ya se presiente, sin embargo, la penalm ente en el sur de Alemania
proximidad del Rococó. ■y en A ustria trabajan ahora nu­
En Viena, Georg Raphaei Eton- merosos escultores, de los cuales
ner (1693-1741) representa una sua­ muchos son al mismo tiem po estu­
ve e idealista variedad del Barroco cadores, Sus obras, concebidas para
tardío. Es característico de este espacios dispuestos escenográfica­
artista el empleo del plomo de mente y pensados para la contem­
brillo mate, como lo hace en su plación a distancia, rayan con fre­
obra principal, la fuente del Mebl- cuencia en la artesanía decorativa.
Destacan sobre todo el muniqués
Egid Q uirin Asam (1692-1750)
[607], escultor de la Corte; Paul
Egell (1691-1752) de Mannheim;
Joseph A ntón Feuchtmayer (1696-
1770) [676], que trabaja en la
región del lago de Constanza, y

[67ÍS1 Georg Raphael D onner, Ninfa re ­


clinada, de la fuente del M ercado nuevo,
1737-39. Viena, G a le ría austríaca. E l sua­
ve brillo del plom o y los contornos blan­
dos y serenos caracterizan muchas obras
de este escultor vienés.
[677] Ignaz G ünther, Santa M agdalena,
175.3. Starnberg, H eim atm useum . La fer­
viente santa, con ondulantes vestiduras y el escultor de la Corte de Munich,
vibrantes superficies, constituye el últim o Ignaz G ü nther (1725-1775). E l
refinam iento virtuosista de la escultura, sin donaire, la gracia y el gusto del
que deje de percibirse la nota popular Rococó francés p o r la fisonomía
del arte rococó bávaro.
individual se convierten en Alema­
markt en Viena (1737-1739) [678], nia, sobre todo en el arte religioso
cuyas figuras alegóricas femeninas del sur, en una expresiva descrip­
— los principales ríos de la Baja ción de estados anímicos: entrega,
Austria— constituyen un prece­ dolor, éxtasis y fervor se manifies­
dente del Neoclasicismo. tan en vehementes ademanes, en
A partir de 1730 aproximada- el agitado drapeado de los ropajes,
en las forzadas torsiones del cuer­ como llorando, q u e retozan en
po y en los ojos extraviados o las draperías de sus monumentos
semicerrados. Las figuras de santos funerarios, no sólo le granjearon
alargadas de manera manierista de gran fama en Roma, sino también
Ignaz G ünther [677J son seres el sobrenombre de «fattore di
suprasensibles, con cabezas peque­ putti», De su taller surgió Artrus
ñas y cejas nerviosamente alzadas. Quellinus el Viejo (1609-1668).
Sin embargo, sus figuras consiguen Dotado de grandes facultades de­
afirmarse como volúmenes plásticos corativas, adorna prim ero las igle­
de una forma casi única en el sias de Ambercs y realiza, con un
conjunto decorativo. grupo de ayudantes, su obra maes­
tra en el inmenso decorado es­
cultórico del Ayuntamiento de Ams-
Los Países Bajos

El norte de los Países Bajos,


aJ igual que Inglaterra, no produjo
en el s. x v n ninguna escultura
digna de mención. Cuando se plan­
tean tareas escultóricas de mayor
envergadura, como en el adorno
del gran salón de diputados del
Consistorio de Amsterdam, se recu
rre a los escultores flamencos.
En el Flandes barroco y católico
florecen entretanto grandes escuelas
de escultores, sobre todo en Ambe-
res, Bruselas, Lieja y Malinas.
Bernini y Rubens constituyen ¡as
fuentes inagotables, cuyos motivos
son imitados y variados muy pro­
fundamente. Comparado, sin em­
bargo, con las obras romanas, el
ímpetu garroco decrece en Flandes.
Una gravedad terrena reduce el
efecto, patético del conjunto sua­
vizando los gestos, y los cuerpos
carecen de la elegancia romana;
en cambio, están configurados con
una corpulencia burguesa, no oculta [679J Artus Qucilrnus el Viejo, D iana
totalmente bajo las macizas ves­ (m odelo en terracota), 1650-57. A m ster­
dam , Rijksm useum . Un vestigio de e s p í­
tiduras, aún muy movidas. ritu greco-clásico revela al m aestro for­
m ado en Italia . Es de gran virtuosism o
Escultores flamencos trabajan en la actitud lib re y suelta, a pesar de la
Amsterdam, Versalles, París y vinculación al fondo del relieve.
Roma. El más famoso, Fran^ois
Duquesnoy (1594-1643), ipasa en terdam [679], También aquí im­
Roma toda su vida. Como todos pera en primera línea el lenguaje
los flamencos, consigue modelar formal profuso y generoso del fla­
con perfecta maestría el cuerpo menco, la frondosa exuberancia de
infantil. Los ¡pequeños y rollizos lo decorativo y una corporeddad
seres alados, tan pronto jugando muy sustancial, aunque blanda.
LaESCULTURA DEL no de los dioses de sus célebres
BARROCO frescos en la Galería del cardenal
Farnese (1597 basta 1604) es sólo
I taha ligeramente más realista. En los
Dos personalidades artísticas, sucesores de Carracci se borra to­
que trabajan principalm ente en talmente la frontera entre lo sacro
Roma, determ inan la pintura ita­ y lo profano, de manera que a
liana del Barroco temprano: Miahe- m enudo no pueden separarse te­
langelo da Caravaggio (1573-1610), máticamente ambos dominios.
procedente de la región de Bér- Pietro da Cortona (1596-1669),
gamo, y el boloñés A nnibale Carra- el representante de la pintura del
cci (1560-1609), junto a quien se alto Barroco en Roma, pinta en
debe citar a sus herm anos, Lodo- el gran «salone» del Pdlazzo Bar-
vico y Agostino. E1 arte de Cara­ berini una glorificación del papa
vaggio constituye una verdadera Urbano VI I I , realzada con toda
revolución., que influye más allá la pompa m undana (1633-1639).
de las fronteras de Italia, especial­ M ientras que en la Gallería Far­
mente en España, Francia y los nese algunas zonas de frescos están
Países Bajos; Al ideal clásico del rodeadas, como cuadros en las pa­
alto Renacimiento y al mundo de­ redes, por fuertes marcos de estu­
sorbitado, y a menudo extravagan­ co, en esta obra, la vista está
te, del M anierismo responde con
una realidad apasionadamente ob­
servada, en la que, junto a esce­
nas realistas de mártires, aparecen
descripciones anímicas delicadas y
casi líricas. Con el fin de evitar
la profundidad y la perspectiva
del espacio del cuadro, se concen­
tra sobre la realidad objetiva de
los cuerpos que, alcanzados por
fríos y poderosos rayos de luz, re­
saltan con enérgica fuerza sobre
los fondos generalmente oscuros
[680], La misma reacción contra
sus predecesores manieristas se
muestra en las descripciones rea­
listas de la vida cotidiana, de [680] M ichelangelo da Caravaggio, V o ­
C arraca, pero sobre todo en sus cación de San M ateo, 1601. Roma, San
paisajes impregnados de un nuevo Luigi dei Francesi. En la luz artificial se
Clasicismo, cuya belleza arcádica encuentran las m iradas y adem anes, se re­
dondean las figuras con fuerte plasticidad
determ ina el cuadro [681]; ¡as y nada aparece idealizado.
pequeñas escenas de figuras espar­
cidas actúan como puro accesorio. orientada, más allá del enmarca-
P or el contrario, los cuadros piado­ miento pintado que sigue a la
sos de figuras grandes de Carracci bóveda, hacia un cielo repleto de
son ejemplos de la retórica barro­ innumerables figuras alegóricas.
ca; actitud patética, éxtasis místi­ Este ilusionismo conduce a fina­
co, emociones anímicas y sensitivas les del siglo a continuar, por me­
caracterizan tanto a los santos dio de pinturas, la arquitectura
como a las figuras profanas. El rei­ real. Con los más audaces escor­
zas el padre jesuíta Andrea del En Venecia, la gran tradición
Pozzo, de Trento (1642-1709), abre colorista continúa en los tres pin­
el recinto de San Ignacio (1685- tores, Domenico Feti (1588/1589-
1688) en Roma hacia alturas ver­ 1624), el alemán Johann Liss (ha­
tiginosas [682]. En un cielo le­ cia 1579-1629) y Bernardo Strozzi
jano, la figura aislada es ahora sólo (1581-1647). En Bolonia, el influjo
un elemento perdido entre innu­ de la «Accademia degli Incami-
merables figuras difusas. nati», fundada por Carracci, se
mantiene om nipotente y domina du­
rante todo el siglo, aunque sin apor­
tar impulsos esenciales a la evolu­
ción posterior. En Nápoles están á
punto de desarrollarse rasgos barro-
co-tardíos.
Sin embargo, en el segundo de­
cenio del s. x v i i i , Venecia deja
muy atrás a los restantes centros
artísticos. En la ciudad lacustre
tiene lugar la brillante culmina­
ción de la pintura barroca italiana,
[631J A n n ib a k Carracci, Paisaje fluvial que poco después cae en un seco
romano con p u en te, hacia 1600. A nt. M u ­
seos E statales de B e rlín , M useo D ahlem ,
G alería d e P in tu ras. Carracci introduce
en sus cuadros 1a belleza del extenso p a i­
saje italian o , con el que las figuras se en­
cuentran en perfecta consonancia.

En la pintura d e .tablas perdura,


junto al patetism o ligeramente es­
tridente de C ortona, una oposición
clasicista, cuyos mejores represen­
tantes son los boloñeses sucesores
de los Carracci, G uido Reni (1575-
1642), Domeniohino (1581-1641) y
Andrea Sacchi (1599-1661). In s­
pirados en Rafael y en la Antigüe­
dad clásica, crean un m undo su­
mamente poético; sus figuras son
más profundas, más moderadas en
la manifestación de sentimientos
y sus claras formas siguen el ideal
clásico [683]. E n esta dirección
adquiere .también el cuadro de
[682] Andrea del Pozza, Fresco de te
paisaje, desarrollado .por Annibale cho en San Ignacio de Rom a, 1685-88. La
Carracci, una mayor importancia. arquitectura pintada suscita la im presión
La tranquila Naturaleza, a menu­ de un espacio abierto hacia arrib a, cuya
bóveda es el cielo m ismo. U n ejem plo
do monumental, aparece animada triunfal de la p in tu ra barroca de techos.
por idílicas escenas de pastores o
por santos en actitud meditativa, Clasicismo. Giovanni Battista Pia-
que anuncian un m undo de fe zzetta (1683-1754) marca sus co­
más íntimo, más vertido hacia den­ mienzos con sus plásticas figuras te­
tro. rrenales, que, alcanzadas por cía-
ros rayos de luz, se destacan de las con amarillo miel y marrón café,
oscuras zonas de sombra [684]. Su proporcionan, independientemente
escala de colores del pardo al ro­ del tema, el más alto goce colorista.
jizo, que oscila entre lo frío y lo Las obras principales de Tiépolo
cálido, se aclara en los años pos­ aparecen en las paredes y techos de
teriores, y junto a los cuadros de iglesias y palacios venecianos, y
altar, ascendentes a menudo en también en la Residencia de Wttrz-
zig-zag, a¡parecen pequeñas escenas burgo y en el Palacio Real de
idílicas rococó, transportadas a un Madrid, donde pinta durante los
m undo campestre e ingenuo, que últimos ocho años de su vida el
responden a! gusto de la época. Triunfo de la Monarquía española.
D el taller de Piazzeta sale el Tiépolo es el último gran represen­
genial Giovanni Battista Tiépolo tante de la pintura mural ílusio-

[6H4] G iovanni Battista Piazzetta, Idilio


en la playa, hacia 1740. Colonia, M u s e o
W aüraí-R icharzt. La luz de torm enta con­
1683] Andrea Sacchi, San Rom ualdo re­ fiere al cuadro veneciano su peculiar en­
lata ia visión de la escalera celestial, ha­ canto: agudos contrastes de claroscuro,
cia 1640. Rom a, V aticano. M useos. Se vcsiidos ahuecados y resplandecientes, pá­
han evitado los acentos dram áticos. La lidos rostros ilum inados.
com posición de las figuras esta inspirada
en el R enacim iento; la ilum inación y la
m anera suelta de p in tar son, en cam bio, nista. En el veneciano Palazxo La­
barrocas. bia (1757), o en las salas meno­
res de la Villa Vedmarana ( 1737)
(1696-1770). Del claroscuro ensom­ [6 8 5 ], en Vicenza, los límites es­
brecido de su maestro llega pronto paciales verdaderos ya no se dis­
s claros tonos fríos, que, en su tinguen en absoluto. Colosales,
transparencia, en su refinadas y fantásticas paredes de fachadas
audaces combinaciones de azul cla­ ofrecen vistas sobre arquitecturas
ro, rosa, amarillo’ claro y gris plata de «loggias» y puertos de m ar; en­
gañosamente cerca, una mano toca quieto: la pintura de vistas, de
una columna pintada; flotan n u ­ «vedute». Fachadas de palacios
bosidades a través del espacio ha­ resplandecientes a la luz del sol,
cia una Ifígenia postrada ante el ■!a amplia plaza de San Marcos,
altar y dispuesta para el sacrificio. tas siluetas pintorescas de la ca­
Sin embargo, el mundo de la idea­ tedral de San Marcos y otras igle­
lidad barroca camina con Tiépolo sias, las tranquilas aguas de la la­
hacia su fin; aunque sus cortejos guna, son consideradas ahora obras
de príncipes y escenas de dioses y artísticas dignas de pintarse, Pe­
héroes poseen aún el antiguo es­ queñas y multicolores figuritas pu­
plendor, fastuosidad y grandeza, lulan ante estos escenarios de en­
y constituyen un soberano juego sueño o se deslizan en góndolas
con todos los medios artísticos, ia sobre superficies de agua verdi-

[685J G iovanni B attista T iépolo, S acri­ [686] Francesco G uardi, Rio dei Men-
ficio de Ifígenia, 1737. V icenta, Villa Val- dicanti, hacia 1776. Bergamo, Accademia
m arana, Un ú ltim o triu nfo de la pintura C arrara. G uardi consigue una gran fideli­
ai fresco barroca. D ecoración no sólo fes- dad a la realidad representada. Capta en
tiva, concertada con el recinto, sino tam ­ escenas que parecen casuales, brillantem en­
bién im presionante ilu stración del tema te pintadas, la atm ósfera pictórica particu­
clásico. lar de su ciudad natal, Venecia.

ingenuidad barroca, que encontra­ azuladas. El pincel de Antonio Ca-


ba ejemplar el «pathos» y el gran naletto (1597-1768) capta con agu­
gesto, cede ahora claramente ante deza y precisión casi pedante cada
una espectacular «grandeza» sola­ detalle arquitectónico en sus cua­
mente momentánea. dros de ciudades, cuya exactitud
Junto a la gran pintura decora­ topográfica queda suavizada por
tiva del Settecento veneciano, flo­ una cálida y serena luz. Menos co­
rece — con casi igual im portan­ rrectas y ordenadas, y también me­
cia— un género más íntimo, más nos objetivas, pero, en cambio, de
mayor belleza colorista, son las «ve- ñas 65 años, cinco grandes pin­
dute» [ 686] de Francesco Guardi tores —Ribalta, Ribera, Zurbarán,
(1712-1793), que capta más acer­ Velázquez y Murillo— crean un
tadamente la riqueza ambiental de incomparable y grandioso mundo
Venecia. de imágenes de eminente dignidad
y belleza, de penetrante realismo
y profundidad psíquica, que pasea
España por todo el mundo la fama de la
pintura barroca española.
Hasta aproximadamente el año Pese a ser España un país emi­
1627, en que Velázquez es- lla­ nentem ente católico y estar ligado
mado a la O írte de M adrid, la pin­ por muchos lazos a Italia, nunca
tura barroca temprana se encuen­ adoptó la forma romana del Ba­
tra principalm ente en manos de ita­ rroco. Las emociones aparecen me­
lianos inmigrados. La gran pintura nos artificiosas, más auténticas, e
española del «Siglo de O ro» flo­ incluso las más ardorosas manifes­
rece más adelante, más o menos taciones de sentimiento carecen de
hasta 1692, cuando de nuevo un patetismo. Hombres y santos irra­
italiano, Luca Giordano, asume el dian l a 'misma gravedad. El mundo

[ 6 5 7 J Francisco de Zurb.irán, San Fran [688 | Diego Velázquez, El bufón Sebas­


cisco, hacia 1658-60. M unich, Pinacoteca. tián de M ora, 1643-44- M adrid, Museo del
Tangiblem ente cerca y bajo una aguda lu í Prado. Realism o despiadado, a pesar de
lateral, como enseñaba Caravaggio, se des­ Jo cual la figura adquiere un m elancólico
taca e! santo del som brío cielo. E l fervor esplendor y una gran dignidad interna
religioso caracteriza una parte del arte gracias a la indum entaria y al colorido.
barroco español.

papel principal en la Corte. Le si­ de los sentimientos religiosos y el


guen luego numerosos compatrio­ mundo real de ¡a experiencia pa­
tas^ de ios cuales el más im portante, recen fundirse, ya que la forma de
Tiépolo, marca el final de una épo­ representación es la misma para
ca. En el corto intervalo de ape- ambos. La escena bíblica no pierde
su carácter sacro, aun cuando es M adrid, al que acompaña en via­
presentada con detalles extremada­ jes y campañas y del que recibe
mente naturalistas. encargos im portantes para la orga­
Un pintor profundamente reli­ nización ceremonia!, arquitectónica
gioso es el sevillano Francisco de y administrativ? de la vida de la
Zurbarán (1598-1664), que a dife­
rencia del pintor de la Corte, Veláz
quez, pinta principalm ente para
pequeñas iglesias y monasterios.
La severidad monástica de la vida
conventual parece haber trascendi­
do también en 'parte a su obra
[687]. Los fríos, pero penetran­
tes colores, caracterizan las figuras
de monumentales santos, animadas
de gran fuerza interior y fervor;
el fuerte claroscuro crea una at­
mósfera de misticismo y éxtasis.
Los condicionamientos externos [690J Bartolom é Esteban M urillo, E sce­
na fam iliar, hacia 1660. Colección priva­
da. Un resalto com o única indicación es
pacial. C oncentración sobre las personas
en su postura casual, en su quehacer pro ­
saico. U n cuadro de costum bres sincero,
consecuente y de fuerza poco frecuente.

Corte. Sus cuadros muestran un


carácter más m undano, lo que le
convierte en un caso aislado en­
tre los -pintores españoles. Salvo
algunas excepciones, crea una pin­
tura puram ente profana. Como sus
contemporáneos, parte del natura­
lismo de Caravaggio, pero pronto
se distancia de su neto objetivismo
de iluminaciones llenas de contras­
tes, y compone sus cuadros sobre
los matices y el juego recíproco de
superficies de color más claras, más
serenas [ 688 ]. Los rostros inmen­
samente serios de niños de sus
[669J Diego Veiázquez, La Infama M ar­ retratos cortesanos tardíos [689],
garita Teresa, hacia 165*1. M adrid, M useo
del Prado. Un retrato de niño en el que los pequeños y débiles cuerpos cu­
se eq u ilib ran la gracia ingenua y la acti­ biertos por suntuosos vestidos de!
tud representativa de !a más alta delica­ más selecto colorido, muestran la
deza p ictó rica, especialm ente en la repre­
sentación de los contrastes m ateriales enorme distancia que sopara esta
obra del triunfal retrato de prín­
de Diego Velázquez (1599-1660), cipe de italianos y franceses.
formado igualmente en Sevilla, son El favor d e la posteridad fue
fundam entalm ente distintos. Des­ voluble para con la obra de Bar­
de 1627 se convierte pronto en tolomé Esteban M urillo (1618-
pintor de la Corte de Felipe IV en 1682). Admirado apasionadamente
en los siglos x v m y xix, — se le una persuasiva e indisoluble uni­
equiparó a Rubens y Tizíano— fue dad [6 91]. Un máximo movimien­
tachado luego de .pintor superficial to del conjunto se une sin esfuerzo
y sentimental, que pintaba (princi­ a la dinámica física de cada cuerpo
palm ente deliciosas vírgenes y con­ aislado, lo que confiere a sus re­
movedores niños mendigos. Pero tratos su gran espontaneidad. Es
junto a estos temas pinta también única 1a armonía de todos los ele­
numerosas escenas bíblicas, vidas mentos del cuadro: forma, color
de santos, retratos y descripciones y el claroscuro que determ ina a
que se distinguen por una rigurosa ambos. Especialmente en los paisa­
observación de los más diversos jes, es decir, en representaciones
medios sociales [690], Todo pa­ sin acontecimiento, no dramáticas,
rece dispuesto expon táneamente y el juego de relaciones de los me­
sin esfuerzo, bien equilibrado, con dios figurativos puede sugerir pro­
un delicado sentido para la distri­ piedades anímicas. Así la tensión
bución del espacio y la acentuación de una tormenta que se aleja se
de lo psíquico. transmite a la imagen del paisaje;
la oscuridad inquietantem ente pro­
Los Países Bajos meridionales funda del bosque se opone a la ale­
gre actividad en la llanura abierta;
(Flandes) un arco iris sirve como medio na­
Pedro Paiblo Rubens (1577- tural para lograr la armonía de la
1640), pintor, arquitecto, decora­ composición.
dor, diplom ático y hombre de m un­ N inguno de sus numerosos se­
do, colmado ya en v k k de fa­ guidores alcanzó la universalidad
ma, no es sóio el más grande re­ de Rubens. La mayoría se limita a
presentante del arte flamenco del temas determinados, como bode­
s. xvii, sino también su señor gones, retratos u otras representa­
absoluto. A lo largo de varios si­ ciones de costumbres. Su rico es­
glos hasta el Im presionismo, su in­ tilo 'retratista desemboca en el es­
fluencia sobre las distintas genera­ tilo cortesano y elegante de su dis­
ciones de pintores europeos ha sido cípulo Anthonis van Dyck (1599-
constante. Para sus clientes ecle­ 1641) [692], quien destaca siem­
siásticos y de la nobleza crea un pre la posición social aristocrática
m undo altamente patético, que de sus personajes, m anifestada en
reúne santos, dioses, príncipes, hé­ la indum entaria, la actitud y los
roes, pueblo y mendigos en una ademanes. Unidas a una cromática
representación triunfal d e la Cre­ extraordinariam ente efectista, estas
ación. Rubens es el único artista cualidades hacen que Van Dyck
del norte de Europa que domina llegue a convertirse en el retratista
las formas y los temas barrocos de más solicitado por muchas Cortes
manera verdaderamente universal. europeas; en especial influyó per­
Lo que le diferencia de los pinto­ durablem ente en la pintura retra­
res italianos es la natural alegría tista de Inglaterra en los últimos
expresada por el flamenco en los años de su vida como celebrado
fenómenos naturales Henos de vida. pintor de Corte.
Sus composiciones, pintadas con su­ Los maestros menores se limitan
mo virtuosismo, con frecuencia generalmente a un-, tema determi­
enormes ya por su formato, nunca nado: así, los pintores de flores y
degeneran en un falso patetismo; animales del taller de Rubens y
contenido y representación forman los pintores de costumbres, como
por ejemplo D avid Teniers el Jo- jo, ¡pintan la vida cotidiana, fies-
ven (1610-1690), que, siguiendo Ía tas populares, costumbres vulga-
tradición de Píeter Brueghel el Vie- res, la enfermedad y la miseria.

[691] Pedro P ablo Rubens, R apta de ias libremente! en grupo grandioso en el pai-
hijas de L eucipo, hacia 1618. M unich, Pi- saje. En la expansión y concentración
nacoteca. E l rap to de las m ujeres, e s tra í- constituye u n m odelo del arte com positivo
do de la m ito lo g ía griega, está enm arcado barroco.
[692 J A nthonis Van D yck, M arquesa Adriaen Brouwer (1605-1638),
Elena G rim aldi, hacia 1625. W ashington, discípulo de Frans Hals, se con­
N ational G aliery. Como retratista p re fe ri­
do de la sociedad elegante, V an Dyck re ­ vierte en el pintor más im portante
produce a las personas no sólo como son, de los estratos sociales más bajos
sino como quisieran aparecer ante el m u n ­ [693]: campesinos que en la ta­
do. El paje y las colum nas acrecientan
la dignidad. berna se entregan con pasión a las
riñas, ias cartas, los dados y el ta­
baco, son sus cómicos y drásticos
héroes. Sus pequeñas tablas, corno
miniaturas, constituyen obras ma­
estras de una cultura crom ático
pictórica, realizadas con extraordi­
naria soltura.

[694] Jacob van R uysdael, Egm ond y Zee,


1655. G lasgow , A rt Galiery. Im agen de un
pueblo holandés captada con fidelidad re ­
tratista y, sin em bargo, con am biente espe­
cial y transfigurador. E l descubrim iento de
tales bellezas constituye el m érito de ios
pintores holandeses del siglo x v ii ,
[693] A driaen B rouw er. El o íd o , hacia [695] W iilem Claesz H eda, N aturaleza
1630. M unich, Pinacoteca. De u n ciclo de m uerta, 1650. H aarlem , M useo Frans
los cinco sentidos. La certera in terp reta­ H a ls . E l cuadro reúne una serie de ele­
ción de los cam pesinos en su ruidoso m entos sobre los que el p in to r puede d es­
desenfreno es tan característica del p in ­ plegar todo su virtuosism o y cultura cro-
to r como la m anera suelta de pin tar, la másíca; es una m uestra de p len itu d vital
viva ilum inación y el reducido sector de y al m ism o tiem po una alegoría de k
imagen. perecedero.
Los Países Bajos septentrionales más de lo habitual y concentra su
atención exclusivamente en la inte­
(Hola’n da) rioridad de un proceso. El detalle
pasa a segundo plano y los tonos
La máxima gloria de la pintura
de cálido dorado ya no significan
holandesa está unida al nombre solamente lujo, sino que se con­
de Rembrandt H arm ensz van Rijn
vierten en portadores de expresión
(1606-1669}. Los misteriosos efec­ anímica [697].
tos de luz de sus cuadros revelan Como en Flandes, también en
la influencia de Caravaggio, a pe­ Holanda el arte pictórico cuenta
sar de que el artista holandés nun­ con un enorme número de pintores
ca estuvo en Italia. Estas influen­ menores. Se ocupan de la vida co­
cias proceden de ios «caravaggis- tidiana y se especializan en distin­
tas de Utrech», a los que pertene­ tos géneros. Adriaen Van Ostade,
cen los pintores G erard H onthorst Jan Steen, Pieter de Hooch pin­
y H endrick Terbrughen. Tam bién tan escenas de costumbres; Willem
su maestro de Am sterdam , Pieter C. Heda [695] y W illem Kalf se
Lastman, es u n transm isor de la
escuela italiana. Frente a las obras
mundanas de estos artistas, Rem­
brandt busca desde un principio
—especialmente en sus temas bíbli­
cos— densificar el suceso e inte­
riorizar lo -humano, objetivo que
persigue con penetrante intensi­
dad. Su subjetivismo, así como su
tímido y apasionado carácter se
reflejan en los autorretratos tem­
pranos. El período posterior de
creación de R em brandt se mues­
tra más abierto al mundo. Reco­
nocido, como el prim er retratista de
Amsterdam, es colmado de encar­
gos honoríficos. D e esta época data
el Autorretrato con Saskia (hacia
1634), que nos presenta al pintor [696] Rem brandt, A utorretrato con Sas­
como hombre de m undo en una kia, h a d a 1634. D resde, G a le ría de P in ­
turas. De la época aparentem ente feliz del
postura gallarda, exaltada [69ó], m aestro. La postura de ambas figuras, com­
Un verde cálido y pardo constitu­ pletam ente inusitada para un retrato, re ­
ye el tono básico del precioso cua­ fleja, de m anera convincente, orgullo y
euforia.
dro, brillante tam bién en el deta­
lle. Más tarde —la Ronda de noche limitan a los bodegones; los miem­
(1642) señala el viraje crítico— bros de la famiba Van de Velde
el pensativo maestro se aparta del se dedican a las marinas; Paulus
gusto del público. Solitario y en Potter y M elchior d’Hondecoeter
la miseria, Rem brandt crea su in­ cultivan las representaciones de
gente obra tardía, en la que el animales: Pieter Sanredam y Ema-
efectismo y la pom pa dejan paso nuel de W itte reproducen interio­
a un sentimiento grave y espiritua­ res de iglesias. Gracias a esta ex­
lizado. Sus interpretaciones de re­ tensa producción la pintura paisa­
latos bíblicos se alejan cada vez jística asciende a rango europeo.
Las obras de Jacob van Ruysdael mo, en este marco, el arte se con­
(1628-1682) [694], o también las vierte en una creación vigorosa y
de M eindert Hobbemas, dan, con noble del espíritu humano.
su sencilla y gran concepción, una Frans H als (hacia 1580-1666) al­
idea del altQ valor que se atribuye canza, como pintor de retrato, im­
a este tema. A unque el paisaje portancia suprarregional. Sabe real­
queda generalmente fijado con zar la figura del hom bre medíante
exactitud topográfica, lleva en sí una postura orgullosa y una osada
un cierto espíritu religioso: u n ár­ y altiva mirada y ofrece, sin em­
bol m oribundo es en Ruysdael, bargo, a la vez, ejemplos de estruc­
símbolo de vanidad; una cruz so­ turas de calor de efecto sumamente
bre la fcca, en medio de la Casca­ autónomo. Su pincelada escueta y
da, una alegoría de la Iglesia. enérgica no sólo transcribe con

[697] R em brandt, KetDrno del hi¡o pro- [698] Frans H als, R etrato de hom bre,
digo, 1668-69. Leningrado, E rem itagc. Una hacia 1650. Leningrado, E rem itage. V olu­
de las últim as obras del m aestro, en la m en m arcado y pesado del cuerpo vestido
que se intensifica lo esp iritu al en cada de negro; el cuello y el puño constituyen
adem án: en la im posición de las m anos, ligeros acentos blancos. La cabeza —llena
en el giro de una cabeza, en la m irada. d e m atices— revela inteligencia y superio­
Todos los detalles de objetos se hunden ridad.
en la som bra.
precisión lo fisonómico, sino que
Los Estados protestantes — en diluye también el fondo y la in­
aquel mom ento libres de ¡tutela dum entaria de manera casi im pre­
política— no conocen ios temas sionista [698]. Sus retratos de
barrocos del sur: triunfo de la grupos — de corporaciones, gremios
Iglesia, vida de los dioses, glorifi­ de tiradores, presidentes, etc., muy
cación de los príncipes. D epuran agudamente caracterizados— mues­
el arte dentro de las fronteras de tran su estrecho contacto con la
la cultura autocrática, burguesa, sociedad.
Las obras de Frans H als y de Jan Un profundo silencio impregna
Vermeer van D elit nos m uestran có­ los cuadros de Jan Vermeer van
DeMt (1636-1675), Los hombres en en la pintura, por lo que el nivel
su trabajo, la criada ocupada en la de sus prcducciones es más bien
cocina, la mujer cosiendo, deno­ provinciano. Los pintores alema­
tan un estado de inmovilidad que nes marchan en gran parte al ex­
les hace aparecer extrañam ente em­ tranjero, pues carecen de encargos
parentados coa el m undo de las d e la Iglesia y la nobleza. A Joa-
cosas inertes. Un cromatismo esco­ ebim von Sandrarí (1608-1688), el
gido, propio de orfebre, confiere polifacético y viajero autor de la
a su pintura un lujoso esplen­ «Teutstíhen Akademie» — tina co­
dor [699], lección de biografías de artistas pa­
En las postrimerías del siglo no recida a la Vasari— se debe el
vive ya ninguno de jos grandes retrato de un alcalde, que muestra
maestros. Las influencias francesas la «grandeza» algo rígida con la
que se quería im itar el cuadro re­
presentativo italiano, pero, sobre
todo, el holandés. Se fbm eten tam ­
bién al influjo d e Holanda los nu­
merosos pintores de bodegones,
cuyos temas cotidianos encuentran
acogida en las habitaciones bur­
guesas.
Después de la guerra, Johann
Heinridh Sohonfeld (1609-1682)
regresa de Italia y transm ite a la
zona del sur de Alemania las for­
mas del Barroco italiano. Pero la
vitalidad de las figuras de Sdhón-
feld tiene un aspecto más apagado
en Alemania; aparece en un paisa­
je lleno de luz que se pierde^ en la
niebla coloreada de la lejanía [7 0 0 ].
En general, la pintura en la se­
gunda m itad del siglo es hetero­
génea y oscila entre influencias
[699] Jan V erm etr van D elft, Lectora de italianas y holandesas, siendo más
una carta, hacía 1657, D resde, G alería de
Pinturas. La cortina de brillo sedoso, el perceptible prim ero el modelo de
cristal de rcSejo m ate, la blanda estructura Rubén s, Rem brandt y Van Dyck,
de las alfom bras y la delicada silueta de y luego el de Caravaggio y Cor-
la m ujer ante la pared soleada se funden
en una arm o n ía de «naturaleza m uerta». tona, Se paraliza el desarrollo de
un estilo alemán propio, dada la
dominan, a través de todo el si­ desmembración territorial y la falta
glo x v n i, las distintas manifesta­ de un poder centralizador de las
ciones artísticas en Holanda. artes y las ciencias. Es sintomático
que el único artista verdaderamen­
te genial del alto Barroco, Michael
Alemania W illmann (1630-1706), trabaje en
la periferia del país, en Bohemia
Lo mismo que en la arquitectu­ y Silesia. Sus cuadros, casi exclusi­
ra y la escultura, la larga guerra vamente religiosos, son obras del
de la prim era m itad de siglo ejer­ ■más alto patetismo [701], en las
ce también su efecto paralizador que se disuelven figuras de santos
y paisajes en un visionario espec­ nores. Como en los Países Bajos,
táculo de color, luz y sombra. Ade­ cada uno se concentra en un de­
más de las de Rem brandt, se pue­ term inado tema, entre ios que úni­
den -percibir las influencias de Ru- camente el retrato posee una cierta
bens, aunque las figuras de Wi- calidad. Significativamente, los dos
límann nada tienen de su hum ani­
dad y alegría. Con sus bruscos con­
trastes de luz y sombra, parecen
signos descorporeizados de u n acon­
tecimiento supraterreno. E n el
Dolor de Marta ha desaparecido
todo movimiento, todo dramatismo

[701] M ichael WiUmann, D olor de M a­


ría , hacia 1700. M unich, Pinacoteca. Agu­
da luz lateral que resalta en la oscuridad
el cuerpo digno de piedad, pero noble­
m ente configurado, de C risto y !a figura
de M a ría, que fe sostiene por detrás;
Juan aparece sólo insinuado. Pincelada
vivaz.

retratistas más solicitados provie­


nen del extranjero: el pintor de
[700] jo h an n H etnrích Schónfeid, P ara­ Corte prusiano en Berlín, Antoine
da an te la fonda, 1655-60. V iena, Kuns- Pesne (1683-1757), procede de Pa­
rhistorisches M useuro. G rupo compuesto
en hábil claroscuro. E n m elancólico re­ rís, y oí p intor de Corte bávaro,
cuerdo de los años de viaje por Ita lia , la George Desmarées (1697-1776), de
escena piasm a amorosam ente el encanto Suecia. Formados en los grandes
de la vida rural italiana.
centros artísticos de Europa, am­
y una insondable oscuridad espa­ bos traen a Alemania el estilo in­
cial rodea ios ardientes colores de ternacional y altamente cultivado
las figuras principales. del retrato del Rococó. E l único
E n una época en que Alemania alemán que se hace famoso en toda
eclipsa, con obras del máximo ran­ Europa, Antón Raffael Mengs
go en literatura, música y filosofía, (1728-1779), vivirá también en Ro­
a todos los demás países de Euro­ ma y, más itarde, en Madrid. M a­
pa, el cuadro de tabla es solamente yor importancia que su pintura,
el resultado de la dedicación cui­ que desembocó pronto en un frío
dadosa de distintos maestros me­ Clasicismo, tienen sus trabajos so­
bre teoría del arte; con sus «Ge- enfrenta con condiciones comple­
danken iiber die Schooheit und tam ente nuevas; dado que su obra
den Gsechmack in d er Malerei» está siempre ligada a la arquitec­
trata de evocar u n nuevo Clasicis­ tura, ha de tomar en consideración
mo, según el modelo antiguo. no sólo el punto de vista del ob-
Pero, en el s. x v iíi , los grandes
talentos pictóricos no se dedican
ya al cuadro de tabla, sino a las
nuevas tareas decorativas de ]a p in ­
tura m ural y de techos. Se convier­
ten en los grandes decoradores de
salas imperiales y de fiestas, de
escaleras, bibliotecas, monasterios e
iglesias y desarrollan, especialmente
en el sur de Alemania y Austria,
una p in tu ra de fresco ilusionista,
de gran estilo, vinculada al re­
cinto. Para sus maestros destaca­
dos., como D aniel G ran (1694-
1757), Paul T roger (1698-1762),
Franz A ntón M aulbertsoh (1724-
1796) en A ustria, Cosmas Da¡mian
[703] Simón V ouct, A legoría de la Paz,
Asam (1686-1739), Johann Bap- hacia 1630 - 40. C hatsw orth, D evonshire
tist Zimmermann (1680-1758), Mat- Collection. El program a ideológico adquie­
tiháus G ünter (1705-1788) y Janua- re una arm onía hum ana. La com posición
rius Zick (1732-1797), entre otros, briosa de ios vestidos, sum am ente ¿trapea­
dos, revela la form ación italiana d d
m aestro.

servador, las formas de recinto y


bovedajes, sino tam bién la decora­
ción plástica y cromática y la in-
cídencia de la luz. O tra vez vuelve a
servir de guía el modelo de A. del
Pozzo, sobre todo el tedbo de San
Ignacio de Roma [682]. Siguiendo
el ejemplo romano, las edificacio­
nes tempranas continúan la arqui­
tectura real en una arquitectura pin­
[702] Franz A ntón M aulbertsch, Corio- tada, y sólo entonces se abre el
)ano ante Roma, hacia 1790, S tm rgart
W ürttem bergische Síaatsgalcrie (G alería
amplio cielo. Pero p ronto empe­
estatal de W iirttem berg). C om o K ogartii, zarán a surgir variaciones e inno­
Goya y los hijos de T iépoio, tam bién vaciones a esta solución clásica.
M aulbertsch tien d e a la caricatura en su En Asam se introducen escenas
étxxa ta rd ía . P ervive el sentido de la
com posición grandiosa y m ovida y de la m undanas en las zonas de bóveda
estructura p ictó ric a preciosista. reservadas al cielo y sus visiones;
Zimmermann prescinde totalm ente
en el sur de Alemania — ios talentos del fondo arquitectónico y pinta,
son aquí muy numerosos— el cua­ en lo alto de la bóveda, maravillo­
dro de tabla aislado ya sólo juega sos paisajes terrenales al borde del
el papel de un esbozo de proyecto. cielo; G ran y Troger 'hacen comen­
El p in to r decorador del Rococó se zar él cielo, lleno de luz, inmedia-
íarnente al ¡borde de la bóveda. dios formales. A ello se añade, ai
M aulbertsoh constituye la cum bre igual que en el Clasicismo griego,
y el fin de la gran pintura de te­ un sentido de la medida y !a dig­
chos austríaco-alemana. Sus techos nidad, que penetra todas las figu-
parecen pura materia de color, de
intensa luminosidad. Figuras muy
agitadas, alcanzadas por pálidas lu­
ces, revelan la fantasía supersen-
sible del pintor '[702], y su gusto
por lo extraño. En las obras tardías
de M aulbertsoh, como en las de
Zick, ya se anuncia la transición es­
tilística al Neoclasicismo.

Francia

E l enfrentam iento existente en


el s. x v ii en Francia, en todos los
dominios culturales, entre tenden­
cias clásicas y barrocas tiene lugar
en la pintura a lo largo de todo el £,W. W
siglo. E n 1627 regresa Simón Vouet
(1590-1649) de Italia y funda una
escuela que im prim e formas barro-
cas, durante largo tiempo, a la
casi totalidad de la pintura de los
círculos cortesanos de París [7 0 3 ].
Sin embargo, tam bién en las am­
pulosas draperías de Vouet y en su
escénico lujo de columnas late una
secreta moderación clásica.
Casi al mismo tiempo que Vouet
trabajan dos pintores, Nicolás Pou-
ssin (1593-1665) y Claude Lorrain
(1600-1682), que junto a arquitec­
tos como M ansart y Levau, y lite­
[70*1] Nicolás P oussin, Pastores de A rca­
ratos como Corneille y Racine, dia, hacia 1639. P a rís, Louvre. P atetism o
constituyen entre 1640 y 1660, las barraco dom inado p o r un e s p íritu severa­
cumbres de! arte clásico francés. m ente ordenador. Figuras en posturas clá­
Ambos pasan casi toda su vida en sicas reunidas en to m o a una tum ba con
la inscripción «E t iti arcadia ego». E legía
Roma para preservar su libertad sobre la vanidad de ia vida.
artística del om nipotente órgano es­ [705] Claude L orrain, E l rep u d io de Ha-
tatal de da Academia Francesa de gar, 1668. M unich, Pinacoteca. Como en
A rte. Poussin se convierte en el más un cuadro escénico, el tem plo es el «re-
poussoír» para el extenso paisaje deí . fo n ­
genial representante de un ideal do. D elante, el suceso b íb lic o en una
clásico que perdura hasta nues­ representación sencilla, casi de fábula.
tros días. Sus composiciones [7213,
configuradas sobre formas geomé­ ras, arquitecturas y paisajes. Los
tricas básicas, se caracterizan por elementos momentáneos y episó­
un equilibrio absoluto de los me­ dicos se elevan a una esfera supra-
individual, arcádica e ideal de va­ tico [706], Los hermanos Le Nain
lidez intem poral. Su compatriota intentan también dicha descrip­
en Roma, Claude Lorrain, desa­ ción realista de situaciones y con
rrolla una pintura de paisajes, en sus escenas costumbristas a la ma­
la que se condensan ia campaña nera holandesa, aportan un tono
romana y arquitecturas fantásticas más animado a la idealística te­
de antiguos templos y palacios en mática de cuadros del siglo x v n
un cuadro ambiental de ensueño francés.
[705]. Los cuadros de Lorrain El prim ero y típico representante
nunca intentan una reproducción del arte cortesano bajo el reinado
objetiva de la Naturaleza, como de Luis X IV es el discípulo de
ocurría en la pintura holandesa, Vouet, Charles le Brun (1619-
sino que son paisajes ideales, con­ 1690), el gran organizador artístico
figurados con sutil racionalidad y de Versalles y otras edificaciones
penetrados p o r una luz transfigu-
radora, con vistas sobre gradas de
templos, a lo largo de majestuosas
fachadas, sobre mares resplande­
cientes en una lejanía llena de luz.
Turner y Corot, como en general
toda la pintura paisajística del si­
glo xixj no podrían haber surgido
sin la existencia de este artista.
En Francia se desarrolla, al mis­
mo tiempo, una pintura más fuer­
temente realista, cuyo parentesco
espiritual con la ascética de los
jansenistas en Port-Royal es muy
evidente, especialmente en Philip-
pe de Campaigne (1602-1674). Sus [706] Georges de La T our, El nacim ien­
retratos, en absoluto patéticos, cap­ to, hacia 1645, R ennes, M usco. Com o d is­
tados hasta en el menor detalle, cípulo de Caravaggio, el pintor suele si­
tuar la fuente de luz en m edio del cuadro,
son obras maestras del arte de re­ de manera que personas y objetos apare­
presentación psicológica, mientras cen intensificados ai pasar de la sombra
que sus .pocos cuadros religiosos a la mágica luz.
— seguramente p o r la gran repre­
sión de toda manifestación de sen­ para el rey y la nobleza. Su talento
timientos— nos parecen do más radica principalmente en su capa­
convincente en expresiones religio­ cidad creadora en la decoración:
sas que nos ha legado esta época. sabe inventar y configurar de ma­
Georges de la T our ( 1593-1652), nera única grandes conjuntos de­
natural de la Lorena, interpreta corativos. Impregnados de un «pa-
de manera muy personal el realis­ frhos» uniforme y majestuoso, sus
mo de Caravaggio, creando a base cuadros cubren techos y galerías
de efectos lumínicos cuidadosamen­ de los palacios reales. Como primer
te equilibrados, las más sencillas director de la Académie cíes Beaux
formas de serena estatuaria. Sus Arts trata de codificar la forma de
escenas de santos en ambientes cam­ pintar clásica de Poussin y sus
pesinos, ligeramente idealizados, teorías en un inagotable libro de
adquieren, por los efectos de la recetas para los artistas franceses,
iluminación, un acusado matiz mís­ con lo que coarta considerable­
mente ai desarrollo de talentos pic­ vaje ni espantosa, sino que se ofre­
tóricos individuales. ce como amable paraje de parque
En la pintura del estilo Regen­ en las postrimerías del verano. Al
cia y del Rococó se extinguen los más auténtico. Rococó pertenece el
ideales heroicos y varoniles del es­ tema de las «fétes galantes»: un
tilo Luis cátorce que ceden el paso paisaje de parque di'fuminado por
a una sensibilidad más femenina. una niebla coloreada, en el que se
Frente a 3a pasada influencia de
la nobleza y los príncipes, la rica
burguesía comienza a conquistarse
un puesto; la élite intelectual y
artística se reúne en los «saions»
dirigidos por damas de la sociedad,
y en círculos privados donde se
discute más o menos seriamente
sobre cuestiones de gusto.
Correspondiendo a este público
más amplio y a sus nuevas de­
mandas, los temas varían; parecen
menos pretenciosos, con más en­
canto, más agudos, a veces osten­
siblemente inteligibles y, al mis­
mo tiempo, poéticos, sensibles o
caprichosos. El Amor y el propio f 708 J Fran^ois Bouciier, El baño de
tema de Venus aparecen en infi- D iana, 1742. P arís, Louvre. La m itología
clásica es só lo un pretexto para el capri­
choso Rococó. A quí aparece la diosa de
la caza más bien como una sugestiva d io­
sa del amor. La pintura de claros colores
rivaliza con las porcelanas,

pasean, despreocupadas y felices,


amorosas parejas a la sombra de
estatuas de Amor, de ninfas y de
Venus. Magníficos trajes tomados
del mundo del teatro cubren a los
dialogantes rodeados por una Na­
turaleza dispuesta escénicamente.
Al mismo tiempo, en Francia flo­
rece también, como en todas p a r­
tes, el retrato m undano como fe­
nómeno de moda internacional.
El colorido del mismo es de má­
Í707] Antonie W ittcau , L ’em harquem ent xima calidad: tonos claros y fríos
pour Cythere (detalle), poco después de — gris, azulado, verdoso, rosa, ama­
1717. Antiguos Museos estatales de B er­
lín , Museo Dalilem, G a le ría de P inturas. rillo claro— son aplicados, por me­
Graciosa fusión de m itología y auténtica dio de las más delicadas gradacio­
fiesta cortesana escenificada. Rem iniscen­ nes. Ei retrato, algo amuñecado y
cias de los jardines de am or del M edioevo
y de Rubens.
convencional, adquiere un inefable
encanto gracias a los delicados bri­
nitas variantes, pero siempre en llos de los tejidos de seda, raso,
el mismo alegre tono de sociedad. tafetán y terciopelo, y por el ca­
La Naturaleza de Pan no es ni sal­ bello empolvado en blanco que ro­
dea los rosados semblantes. En ge­ m undo del teatro. Pinta repetida­
neral, el blanco es descubierto m ente las figuras de la comedia
ahora como color vivaz y deriva francesa e italiana, y un poso del
progresiva y suavemente hacia gris, onírico y efímero mundo del tea­
azul claro, verde suave y violeta. tro se deposita, como ligera me­
Cuando Rosa Iba Garriera (1675- lancolía, sobre muchos de sus cua­
1757) lleva bacía 1720, de Venecia dros.
a París, su pintura al pastal, es
acogida con entusiasmo convirtién­
dose rápidam ente en moda. El li­
gero trazado de la barra, que guar­
da, con la preciosa fragancia y la
delicadeza de los colores, la más
intensa fuerza luminosa, ejerció una
auténtica fascinación sobre los co­
etáneos, especialmente en Alema­
nia.
El pintor más im portante de la
Regencia y, sin duda, el de mayor
relieve de este siglo es e l . francés
Antoine W atteau (1684-1721), el
creador de las «fétes galantes»
[707], Los ra9gos humanos y en­
soñadores, hondam ente sentidos, de
sus cuadros se convierten en vacíos
en manos de sus numerosos imi­
tadores. Rara vez ha evocado un

[710] Jean-H onoré Fragonard, La lectu ­


ra (dibujo), 1760-70. P arís, L ouvre. La
espontánea ligereza de la época tard ía del
«Luis quince» se manifiesta claram ente en
esta fragante hoja, librem ente com puesta.

Fran?ois Boucher (1703-1770),


el célebre favorito de la marquesa
de Pom padour, se ha hecho fa­
moso como el pintor celebrado por
la sociedad ligeramente frívola, en
busca siempre de nuevos atracti­
vos [708]. Sus damas rococó, no
siempre del todo ingenuas, y la
[709] Jean - B aptiste Sim eón C hardin,
N aturaleza m uerta, hacia 1760. P arís,
elegancia femenina de sus retratos
Louvre. El encanto del arte de C hardin de hombres son ciertamente encan­
reside en sus m atices. La disposición de- tadoras, pero la brillantez formal
licadam ente calculada y la preciosa p in tu ­ no puede ocultar una frecuente su­
ra elevan los o bjetos cotidianos, sencillos,
a una esfera poética. perficialidad. Sus paisajes, provis­
tos, algo inverosímilmente, de arro­
pintor de forma tan penetrante la yos, rocas, molinos destruidos y
esencia de su tiempo. N o en vano puentecillos, conservan aún así, en
le une una profunda relación al su colorido verdeazulado y gris
plateado, un alto encanto pictó­ glaterra. Es característico que la
rico. suntuosidad distinguidam ente mo­
E n cierto sentido, Jean-Baptiste derada de un Van Dyck tuviera
Simeón Chardin (1699-1779) cons­ un influjo perdurable sobre la pin­
tituye un caso aparte. Tiene en tura inglesa, m ientras que las pin­
común con sus coetáneos la fina turas de Rubens en la Banquet'mg
sensibilidad del color, pero su House pasaron francamente desa­
m undo de imágenes vive m uy apar­ percibidas.
tado de las formas sociales de moda
en su época. Inspirado en la pin­
tura holandesa y flamenca, busca
sencillos motivos en la calle, la co­
cina o la vida familiar. Su m undo
pictórico es silencioso, insignifi­
cante, no heroico [709], Colores
muy cultivados, d aro s pero cálidos,
añaden objetividad a la representa­
ción. De este m odo anticipa ya el
realismo pictórico del s. xrx.
El últim o y quizá el más brillan­
te pintor del Rococó, que muere
superado y olvidado en la época
napoleónica, es Jean-Honoré Fra-
gonard (1732-1806). En él 3a lige­
reza de la pincelada, la audacia y
delicadeza de la matización de co­
lores raya en el virtuosismo. Es sig­
nificativa su condición de maestro
en dibujos abocetados, tempera­
mentales, que, junto a los de Wat- [711] Sir P eter Lely, H enry Sidncy, E&rl
oí Rom ney, hacia 1650. Colección par­
teau, pertenecen a lo mejor que ticular. El p in to r sigue la m oda de su
nos legó el s. x v m francés [710]. étxxra a! representar al joven aristócrata
con la indum entaria del antiguo cazador
Adonis. La postura es rebuscada; el efec­
I nglaterra to, casi d e salón. D ecidida inclusión del
elem ento p aisajístico como intencionado
La pintura inglesa de los siglos contraste.
x v iiy x v m sigue caminos comple­
tam ente propios y el Barroco y Sir Peter Lely (1618-1680), el
Rococó del C ontinente solo en­ prim er pintor inglés de im portan­
cuentran de vez en cuando un 'e- cia, entronca con el modelo de
jano eco en dicho país. La pin­ Van Dyck. Con él tiene sus co­
tura religiosa no alcanza ninguna mienzos ol gran arte inglés del
im portancia; los pintores trabajan retrato, que hasta aproximadamen­
por encargo del rey, de la nobleza te 1800 no es relevado por otro
y de la burguesía. A unque el m un­ género, el paisaje romántico. Los
do de imágenes es, por tanto, p ro ­ retratos de Lely de la familia real
fano y la representación humana y y la nobleza [711] reflejan la po­
el paisaje figuran en prim er lugar, sición social, son impersonales, y
el multiform e juego de alegorías, su encanto reside en ios tejidos de
alusiones y ‘p ersonificaciones barro­ seda, magistralmente reproducidos,
cas nunca encontró entrada en In ­ de los ropajes. Su colorido posee
ya el tono pecuJiannente frío que trato para la clase media burguesa,
será, en lo sucesivo, característica en la que se representa, a la vez,
de esta época. Im portante para sus a varios miembros de la familia o
sucesores es la alteración de los amigos en las habitaciones o al
accesorios del fondo: el repertorio aire libre.
convencional de columnas y drape- E n 1753 regresa Sir Joshua Rey­
rías deja paso totalm ente a un nolds (1723-1791) de Italia y lo­
variado paisaje, o es arrinconado gra enseguida el éxito que siem­
al borde del cuadro para perm itir pre se le negó a Hogarth, La hábil
la libre contemplación de la N atu­ conjunción de rango e individuali­
raleza, -La inagotable riqueza de las d ad corresponde exactamente a la
posturas —-acompañadas frecuente­ afición inglesa por la diferenciación
mente de una rigidez artificial—■ social y el individualismo, ahora
manifiesta un cierto interés por el en auge. Reynolds sabe aligerar
movimiento barroco. magistralmente la actitud reser­
vada inglesa m ediante un m atiz
de movimiento barroco [713], que
encuentra su eco en el paisaje, la
luz y la sombra, estableciendo una
relación recíproca entre el repre­
sentado y el espacio circundante.
Su influencia a lo largo de treinta
años se debe también, y no en úl­
timo lugar, a sus «Discourses» en

[712] Williasn H og arth , La servidum bre


del pintor, 1755 - 60. Londres, N ational
Gallery. U na p in tu ra com puesta por es­
tudios, Q uizá se trate de una obra fortui
ta pero típ ica de u n a época tard ía c r í­
tica, en la que la idea individual se con­
sidera más im portante que ia reajización
cte[ conjunto,

Wiliiam H ogarth (1697-1764),


artista amargo y más intelectual,
tuvo poco éxko d urante su vida.
Sus retratos [7 1 2 ], especialmente
los de sus últim os años, son de
[7133 Sir Joshua Reynolds, Lord H eath-
una sencilla y emocionante huma­ íield, 1788, Londres, N ational G allery. N o
nidad y de extraordinaria calidad existe aún ruptura con el pretencioso re ­
pictórica. D e él proceden las .pri­ trato estam ental barroco, pero la actitud
es más natural y existe una estrecha u nión
meras series de grabados ilustra- al fondo paisajístico.
tivo-narrativos con trasfondo mo-
ralizador, que constituyen u u ejem­ la Academia londinense, en los que
plo temprano de caricatura crítico- su «alto estilo», dentro del gusto
social. Además, inventa la «pieza barroco, encuentra una expresión
de conversación», la forma de re­ teóriccnprogramática.
Richard W ilson (1713-1782), que Venus o a ninfas— poseen sin du­
vivió en Roma al mismo tiem po que da la máxima gracia femenina e in­
Reynolds, se 'limita a una .pintura cluso m uestran de vez en cuando
puram ente paisajística. Las colinas una leve coquetería. Los cuadros de
y iagos de los alrededores romanos, niños son de una candidez pura y
e incluso las verdes llanuras de In ­ áuténtica, quizá jamás superada.
glaterra, adquieren una cierta clari­
dad clásico-romana en la que se
mezcla una singular melancolía que
deja ya presentir el idealismo ro­
mántico de la época posterior. Ya
no existe ninguna relación con las
risueñas arcadias del paisaje rococó.
Sólo Thomas G ainsborough (1727-
1788) constituye, dentro de la p in ­
tura inglesa, ia única y auténtica
aproximación al Rococó [714]. Se
form ó en el Rococó francés y en la
pintura paisajística holandesa, al
margen de las influencias de Italia.
Con pincelada ligera, muy libre, cap­
ta los más sutiles matices de luz y
color de la atmósfera. La represen­
tación de paisajes y de hombres tie­
[714] T hom as G ainsboraugh, Sus hijos
ne para él idéntico valor, pero da cazando m ariposas, hacia 1758. Londres,
preferencia — u n rasgo típicamente N ational Gollery. E l m otivo aclara fácil­
rococó— al retrato femenino. Sus m ente la dirección de las m iradas y ios
gestos. D elicadeza y distancia se conju­
retratos femeninos — aunque r¡o gan en el cuadro, com puesta con libertad
son, como en Francia, similares a im presionista.
LOS SIGLOS XIX Y XX
LOS SIGLOS XIX Y XX
La historia estilística del arte eu­ Panthéon) en París [723], El cul­
ropeo entra, hacia mediados del si­ to al pasado gótico y clásico apare­
glo x v m , en una nueva fase. El ci­ cen simultáneamente y a menudo
clo de los grandes estilos de época, en la persona del mismo arquitecto;
que se extienden a todos los géne­ su raíz común es la libertad de elec­
ros artísticos, parece haber llegado ción, que perm ite al artista decidir­
a su fin. El historicismo infunde se por una u otra fórmula estilísti­
una cierta inseguridad. Si bien afir­ ca [716], El eclectici-smo de los
ma que cada estilo pertenece a la clientes conduce a los arquitectos a
época que lo engendró, duda en proyectar piezas de decoración his-
conceder al propio presente el de­ tórico-estilísticas, que, en su con­
recho a nuevas formas no derivadas junto, consiguen crear un museo de
de ningún estilo histórico. El artis­ arquitecturas y estilos. E l parque
ta se encuentra ante el problema inglés brindaba el fondo escénico
de la elección de estilo. ¿Debe ad­ idóneo. E n un p arque cerca de Bir-
herirse a uno de los estilos históri­ mingham construyó James Stuart,
cos o es m ejor arrojar el lastre del en 1758, un templo dórico, muy
pasado, independizarse y crear para próxim o a una casa de guarda gó­
el presente un lenguaje actual? E s­ tica, encargada a la vez por el mis­
tos interrogantes dan lugar a una mo cliente. La renovación de las
posición compleja, dubitativa y di­ formas arquitectónicas antiguas iba'
vidida que marcará el arte del si­ acompañada de publicaciones de
glo xix. La conciencia artística se historia, entre las que se ha de ci­
escinde en dos bandos que contien­ tar en primer lugar la Historia del
den violentam ente entre sí; uno que arte de la Antigüedad (1763), de
confía en la ejemplaridad del pasa­ W inckelmann. Se creaban de esta
do e im ita la A ntigüedad clásica, el manera, al mismo tiempo, los fun­
Renacimiento o el G ótico; otro damentos arqueológicos sobre los
que, consciente del presente, se que podían construir los arqui­
plantea la resolución de los proble­ tectos.
mas artísticos con medios de expre­ Pocos años después d e l redescu­
sión nuevos. brim iento del G ótico y de la Anti­
La interpretación histórico-esti- güedad clásica, comienza la otra lí­
lística ha de p a rtir de este dualis­ nea de desarrollo, cuyos represen­
mo. Cronológicamente la escisión se tantes no quieren ponerse bajo la
sitúa a mediados del s, x v m . Hacia tutela de estilos ya probados. En
esta época se inicia la adopción de 1777 Abraham Darby levanta el
los estilos históricos: hacia 1750 puente de arco sobre el Severn, de
comienza el inglés H orace W alpole hierro colado, en Coalbrookdale
la construcción de la m ansión neo- [7 2 9 ], donde dicho material en­
gótica de Straivberry HUI [7 1 7 ], y cuentra, por vez primera, aplicación
en 1757 comienza Soufflot — quien en mayor escala. H e aquí los mo­
ya en 1741 había dado una confe­ destos comienzos de una evolución
rencia sobre el Gótico— la iglesia que, gracias a su rápida difusión,
clasicista de Ste. G eneviéve (hoy se pone al servicio de las nuevas
tt
tareas constructivas efe la era indus- ción más atenta, que tampoco la ar-
trial, de las cuales derivará una nue- quitectura del hierro desdeña en

[715] Paul Gézanne, La G arriere Bibé* clara innovación histórico-estilista de Cé-


m us, hacia 1900. Zurich, Colección Bührle. zanne — ía legitim ación del proceso con-
E sta representación de una cantera perte- figurativo p ictó ric o con sus leyes propias—
nece a los paisajes tard ío s, en los que la se manifiesta con particular claridad.

va intencionalidad arquitectónica sus comienzos el apoyo ornamental


utilitaria. Sin embargo, no puede de ios estilos históricos.
pasar inadvertido, en una observa- A partir de ahora la arquitectura
se escinde en dos corrientes: la ar­ recta de la realidad, entre la inter­
q u ite c tu r a estilística
ideaíista y ia pretación idealizada y ia documen­
c o n s tr u c c ió n realista
de ingeniería. tal. Del mismo modo, algunos de­
La arquitectura idealista emplea las cenios ante que él, el pintor histó­
formas históricas para ocultar el rico Tihornhili se había planteado
núcleo constructivo de la edifica­ el problema de si debía pintarse un
ción, levantando una impresionante cuadro histórico tal como el suceso
fachada estética; de este modo las había ocurrido o si e! artista podía
exigencias prácticas del cometido enriquecer el acontecimiento e idea­
constructivo son desplazadas por lizarlo alegóricamente. Este conflic­
puntos de vista decorativos; ia ar­ to de posiciones se decide a fines
quitectura realista reconoce el prin­ det s. x v i i i por David [736] y Go-
cipio constructivo y hace visible la ya [738] en favor de la reproduc­
misma estructura básica. La actual ción no embellecida de la realidad:
actitud de la arquitectura de inge­ ambos artistas crearon nuevas for­
niero se expresa en el empleo de mas de imágenes que permitían
nuevos materiales «artificiales», es plasmar la realidad más directamen­
decir, producidos industria]m ente te y sin rodeos que hasta entonces.
(hierro, vidrio, hormigón armado). Sin embargo, el conflicto entre
El nuevo material participa decisi­ «historia» y «vida» permanece plan­
vamente en el desarrollo de princi­ teado hasta mediados del s. xix,
pios constructivos adecuados. Im po­ tanto en el dominio pictórico como
ne el abandono del volumen cerra­ arquitectónico, y es entonces cuan­
do del cuerpo edificatorio y la apli­ do se resuelve a favor de la «vida»,
cación de la construcción por estruc­ es decir, del presente.
tura. Así nace para los arquitectos También la escultura se halla ba­
el problema de desarrollar una nue­ jo el mismo signo, aunque su radio
va belleza de la forma que se adap­ formal de acción sea más limitado.
te a las condiciones materiales y En el liso e inmóvil esteticismo del
constructivas. La evolución de la Neoclasicismo se reúnen todas las
arquitectura de ingeniero, al prin­ fuerzas que persiguen el ideal de la
cipio inadvertida o despreciada por Antigüedad clásica; el cuerpo apa­
la historia de la arquitectura, se sionado dominado por la acción y
desarrolla de forma paralela a la de la inquieta fisonomía aparece en
estilos. Esta última prevalece du­ las obras en que se antepone la vi­
rante el s. xix como la arquitectura talidad a las nobles formas estilís­
propiam ente representativa, que sa­ ticas.
tisface el gusto oficial y la necesi­ La pintura y la escultura se ase­
dad de prestigio cultural. mejan a la arquitectura en la medi­
Un proceso análogo tiene lugar da en que estas artes también ma­
en la pintura hacia finales del si­ nifiestan la lucha entre las formas
glo xv m . Los esquemas compositi­ realistas e idealistas. Las corrientes
vos del Barroco y del Rococó pier­ idealistas se entregan a los modelos
den su vigencia general. Aparecen estilísticos históricos: fomentan Ja
artistas a los que ha dejado de in­ forma concluida que no revela nada
teresar la consonancia armónica de de su proceso de gestación — análo­
la forma; la encuentran vacía, hue­ gamente al modo como oculta su
ca y convencional. E l inglés William construcción la arquitectura de esti­
Hogarnh [712] se había planteado lo— ; las corrientes realistas permi­
ya el conflicto entre la representa­ ten, por el contrario, al observador
ción histórica y la reproducción di­ participar en el proceso configura-
tivo: no ocultan la escritura del El Neogótico parte en el s, x v m
pincel, sino que extraen de ella be­ de Inglaterra. A unque se mantiene
neficio estético —-igual que la ar­ fiel -a la A ntigüedad en su Clasicis­
quitectura de ingeniero no sólo pro­ mo orientado hacia Palladlo [644],
clama-su proceso constructivo, sino m ientras domina el Barroco en el
que además le confiere valores for­ C ontinente, pone el germen en el
males positivos— . jardín paisajístico [653] para la in­
tencionalidad anticlásica, a ia que
LA ARQUITECTURA D E deberá el Romanticismo finalmente
E STILO D E LOS su triunfo. El jardín paisajístico
SIGLOS X IX Y XX
Una mirada sobre la historia del
Neogótico europeo perm ite recono­
cer en su evolución los siguientes
pasos: al principio se da el descu­
brimiento de detalles arqueológicos
y su respetuosa imitación, y al final
(en el paso del s. xix al xx) todos
los intentos se concentran sobre la
renovación y el desarrollo del p rin­
cipio de configuración gótico, con
el consiguiente abandono de la pre­
ocupación p o r la forma aislada de
«estilo auténtico». Se puede decir,
por tanto, que la apropiación del
[717J Horacc W alpole, habitación neo-
estilo crece en intensidad, desde la gótica en Ja m ansión rural de Straw-
adopción superficial hasta la recrea­ berry H ill, T w ickenham en Londres, ha*
ción de la base espiritual del G óti­ cia 1750. U tilización decorativa de formas
arquitectónicas góticas, sin auténtica com ­
co, La Sagráda Familia, de G audí, prensión, de su necesidad estructural.
en Barcelona [720], es prueba visi­
ble de ello.
rompe con la severa simetría lineal
de los parques italianos y franceses,
y aboga por perspectivas variadas,
por un suelto ensamblaje de las zo­
nas arbóreas y por la apertura de
la Naturaleza al espacio infinito.
Esta predilección por lo pictórico,
irregular y orgánico, debía favore­
cer también el redescubrimiento dei
Gótico. A ello hay que añadir que
en Inglaterra el Neogótico surge di­
rectamente del Postgótico, al que
quiere, sin embargo, sobrepasar poi-
una imitación lo más correcta y ex­
[716] John Soane, proyecto para una tensa posible del estilo. Al princi­
iglesia en tres estilos diferem es. Desde
la segunda m itad del s. x v m , la concien­ pio se carece de los conocimientos
cia histórica del historicism o comienza a necesarios y del sentido de percep­
enfrentar al artista con el problem a de ción de la unidad estilística. Domi­
la elección de esrilo. En la vuelta al pa­
sado, todos los estilos se hacen in ter­ na el gusto p o r el detalle pintores­
cam biables- co, existe entusiasmo por el arco
apuntado y la atención se concentra tal, que rompe todas las reglas. La
sobre las formas decorativas meno­ admiración de G oethe p o r la cate­
res [717], Agujas, tracerías y ner­ dral de Estrasburgo {«Von deuts-
vaduras de cruz son imitadas con oher Baukunst», 1773.) añade a es­
evidente placer en las coloreadas e tas concepciones una nueva, que
inquietas formas. N o importa el presagia ia interpretación dei G óti­
conjunto, sino la idea original. En co 'por el Romanticismo. G oethe
la acentuación de motivos ligeros y alaba en el Gótico, junto a sus ras­
graciosos se hace patente que el re­ gos «característicos» — es «más sen­
descubrimiento del Gótico se super- tido que medido»— , la expresión

[718] Friedricii W ilhelm von Erdm an- [719] Friedrich Schmidr, Palacio Muni-
nsdorff, «Casa gótica» en e! parque de cipal de Viena, com enzado en 1873. Un
W orlitz, 1773. U n palacete de jard ín eiem plo de ios com plejos edificatorios
neogótico en el «parque inglés»: la a r­ cada vez más extensos, cuyas m últiples
q uitectura y la ja rd in e ría denotan un funciones intenta dom inar la arquitectura
carácter p ictórico , irregular, orgánicam en­ de estilos. Y uxtaposición acum ulativa de
te desarrollado. Un ejem plo dei m ovi­ form as de las d istin tas etapas estilísticas
m iento anticlásico que conduce al R o ­ del G ótico.
m anticism o.
de la manera de ser alemana. El Ro­
pone cronológicamente ai Rococó. manticismo contribuirá a que el
También es sintomática la contem­ Neogótico se alce en símbolo de la
poránea moda china; sus adeptos conciencia patriótica. Los sentimien­
coinciden con los neogóticos en la tos de fe, despertados por el G óti­
admiración por lo fantástico y ex­ co, se extienden no sólo a los ámbi­
travagante. En los decenios sucesi­ tos religiosos, sino también a los
vos, ei Gótico se convierte progre­ antecedentes nacionales de un pa­
sivamente en esencia del desarrollo sado, que es empujado cada vez
orgánico y no vinculado a ningún más hacia una luz transfiguradora.
esquema. Estas propiedades se opo- Esta visón histórica se sirve del G ó­
nen a la simplicidad y a la simetría tico como de un símbolo de la tota­
de la A ntigüedad. Especialmente en lidad — o sea, de la fe inquebran-
Alemania, donde el Neogótico hace tada, de la ordenación totalizadora
su aparición con la Casa gótica y jerárquica de la vida, etcétera— y
[718] del parque de W orlitx de se opone a lo «rebuscado» de los
1773, el estilo se orienta en direc­ imitadores de la A ntigüedad, a cu­
ción a lo original, enorme y eleraen- yas forma-s se reprocha que fueron
pensadas, pero no sentidas. Así el W illiam M orris, iniciador de una
Gótico, en las guerras de liberación, evolución que intenta renovar la
se proclama como estilo nacional artesanía artística a partir de la au­
alemán, p o r lo que pro n to se le tenticidad del material.
plantearán problemas, fuera del ám­ .La praxis arquitectónica del se­
bito de ia iglesia, en forma de gundo tercio de siglo se encuentra,
nuevas ideas arquitectónicas. N u­ en prim er término, con nuevos pro­
merosos proyectos intentan realizar blemas arquitectónicos profanos. Á
el sueño de la unidad nacional en la iglesia y al m onum ento arquitec­
el monum ento nacional gótico. De tónico {por ejemplo, el de hierro
los complejos de lo orgánico y lo colado de Schinkel para las guerras
originario se deducen, en la tercera de liberación, 1821) se añade ahora
década del s. xix, nuevas concepcio­ el amplio edificio de reunión y ad­
nes valorativas, E l G ótico ya no es m inistración. Inglaterra es de nue­
considerado solamente un estilo ar- vo la iniciadora, con el edificio del
Parlamento de ¡Londres, de Gharles
Barry y Á ugust W . N. Pugin (co­
menzado en 1835), y más tarde se
levanta el Palacio M unicipal de
Vierta [719] de Friedrich Schmidt
(nacido en 1873). Para estas ta­
reas arquitectónicas profanas no es
suficiente ya el caudal de formas
del G ótico religioso, por lo que se
recurre al castillo como una fuente
adicional de estilo. El desarrollo del
castillo neogótico se ajusta a estas
tendencias: el carácter de Í2 casa
rural o de la ruina artificial se rele­
ga cada vez más, y cobra im portan­
cia la edificación dilatada de múl­
tiples patios, que anticipa ya la
compleja articulación del edificio
adm inistrativo moderno.
La interpretación no romántico-
pictórica, sino estructural-construc-
tiva del G ótico tiene sus anteceden­
tes en la intensa actividad de res­
tauración de la segunda m itad del
[720] A ntoni G au d í, T em plo de la Sa­ s. xix. La preocupación por un es­
grada F am ilia en Barcelona, 1883-1926.
Una reinterpretación fantástica y capri­ tilo lo más puro posible, libre de
chosa del G ó tico con e! objeto de al­ posteriores añadiduras, condujo a la
canzar, partiendo de formas naturales, investigación sobre la manera de
una configuración orgánico-plástica del
conjunto aw juitectónico. construir. Ahí reside la diferencia
respecto a la otra interpretación li-
quitectónico puram ente religioso, si' teraria-sentímental del estilo gótico,
n o la encarnación de la autenticidad la cual —«más sentida q u e medi­
y veracidad artesanas. Esta idea tie­ da»— toma su lenguaje formal co­
ne su origen en Inglaterra; con m o punto de partida de su errante
ella enlaza, hacia mediados del si­ fantasía y sigue la opinión de Rus-
glo, el movimiento reformista de kin, según la cual la decoración es
la parte más im portante de la ar­ país, William Richard Lethaby
quitectura. (1857-1931) distingue entre la ar­
Francia, cuna del estilo, abrió el quitectura «blanda» y la «dura» de
camino para una sobria recapitula­ la época victoriana. El mismo opta
ción de las formas estructurales del por la dura, es decir, por la adecua­
Gótico. E n g e n e Viollet-Íe-Duc da al material. En este sentido
(1814-1879) creó !a base para ello construye en 1900-1902 la iglesia
en sus restauraciones y escritos teó ­ en Brockhampton [721], cuya sen­
ricos, que influyeron esencialmente cilla articulación espacial de los vo­
en el arquitecto español Antoni lúmenes anuncia ya las posteriores
G audí (1852-1926), en su renova­ interpretaciones del Gótico por par­
ción del Gótico «desde dentro». te del Expresionismo. De 1894 a
Cuando comenzó en 1883 la cons­ 1902, Anatole de Baudot (1834-
trucción del Tem plo de Id Sagrada 1915} construyó en París la iglesia
fam ilia, en Barcelona [720], se de Sí. Jean de Montmartre, [722],
propuso superar el Gótico: «El G ó­
tico es sublime, pero incompleto; a
sus comienzos se interpuso dem a­
siado pronto el lamentable Renaci­
miento. Hoy no debemos im itar el
Gótico, sino proseguirlo rem ontán­
donos a la época anterior al Gótico
tardío.» Gaudí se concentró sobre
la bóveda y la planta, que no debía
estar sometida a ningún esquema,
sino parecer orgánica. Los caracte­
res de lo orgánico debían estar p re­
sentes no sólo en el detalle, sino en
el desarrollo dei cuerpo constructi­
vo y sus miembros. Las zonas de
muro y de tejado debían fundirse
entre sí y las torres habrían de sur­
gir orgánicamente de las- naves.
G audí consideraba como «muletas»
a los arbotantes góticos e intentó
resolver el problema de la absorción
de presiones por medio de puntales
arboriformes oblicuos. De esta ma­
nera ideó una estrutura de soporte,
[721 ¡ W iüiam Richard Lechahy, iglesia
cuya originalidad arquitectónica y en Brockham pton, 1900-02. Clara articu­
calidad son comparables a la diná­ lación de volúm enes de acuerdo con el
mica diagonal de las construcciones m aterial. E l p unto de partida no es ia
contemporáneas en acero [734], adopción directa de form as detallistas
góticas, sino la aspiración a captar las
[735], El estilo de G audí, orienta­ leyes estructurales del G ótico.
do hacia las formas naturales, cons­
tituye además un puente del Neo- Utilizó los últimos adelantos de 3a
gótico ai Modernismo [781], construcción en hormigón armado,
Análogos esfuerzos por entender sobre todo la viga armada, inventa­
estructuralm ente el Gótico se ma­ da por H ennebique en 1892. La
nifiestan al mismo tiempo en Fran­ iglesia de Baudot es el primer edifi­
cia e Inglaterra. En este último cio que concede al hormigón arma­
do - una función dominante. Como m iento) no consigue su culminación
discípulo de Viollet-le-Duc, llegó ei creadora al final, sino al principio:
arquitecto por vía directa a una sín­ a medida que avanza el s. xix, la
tesis de la construcción estructural imitación de estilos adopta formas
gótica con las más modernas técni­ cada vez más superficiales y teatra­
cas de su tiempo. Emplea ei mate- les. Las dimensiones llegan a ser
pomposas y colosales; las formas
ornamentales se sirven de los mate­
riales atractivos y fastuosos [728],
La evolución recorre, en su misma
sucesión histórica, todos los estilos
dependientes de la antigua cons­
trucción por columnas: a la arqui­
tectura griega sigue la romana, lue­
go se imita la basílica paleocristia-
na, más tarde el arte bizantino y el
Románico, hacia la m itad de siglo el
Renacimiento y, finalmente, los co­
mienzos del Barroco. E l Neogótico
encuentra sus seguidores entre quie­
nes conceden a las fuerzas irracio­
nales de 3a fantasía un papel prin­
cipal en el proceso creativo. Las ten­
dencias cíasicistas despiertan eco en
aquéllos que anteponen la forma
medida a la sentida, la exactamente
delimitada a la dinámica errante. En
el bando gótico se dice; «Todas las
formas bellas están formadas por
curvas.» (Ruskin.) El Clasicismo de­
[7¿2J An.iiolc de Buudót, Si. J ímh <ie fiende su lenguaje de formas este­
M ontm arire en P arís, 189-4-1902. In te r­
pretación de la construcción gótica de reométricas básicas, como el cubo,
arm azón con los medios técnicos más la esfera, el cilindro y la pirámide.
m odernos de la época: la construcción H e aquí su manera de asegurar­
de los pilares y de la bóveda nervada
está realizada en horm igón armado. se de lo originario y elemental.
Construye volúmenes corpóreos, en
ría! de manera directa, y exhibe, a contraposición al Neogótico, que se
través de ensamblajes espaciales, guía por el desarrollo de la estruc­
una gran audacia estructural. En tura espacial. En los primeros dece­
esta creación de Baudot coinciden nios se manifiesta de una manera
las dos tendencias evolutivas: la impresionante la importancia de los
construcción en acero y en horm i­ volúmenes macizos, en los lapida­
gón armado, que puede considerar­ rios cuenpos murales lisos [725],
se como la réplica moderna a la que más tarde cede paso a una es­
forma de construcción gótica por ar­ tratificación más compleja de ¡as su­
mazón, y el Neogótico estructural, perficies,
que pronto se ve enfrentado a los Germain Soufflot (3713-1780) lo­
nuevos materiales de construcción. gra la estricta articulación de enor­
Al contrario que el Neogótico, la mes cuerpos arquitectónicos en el
resurrección de los estilos m edite­ exterior de la iglesia de Ste. Gene-
rráneos (A ntigüedad clásica, Renaci­ vtéve, en París (comenzada en 1757)
[723]. M odelos romanos y renacen- templo para honra de los héroes y
tistas determ inan el proyecto, que fue proclamada Panteón de la Na-
también pudo haber sido apadrina- ctón. A esta penetración de inten-
do p o r la Saint Paul’s Catedral de ciones extraeclesiásticas responden
Londres, d e Ghristopher W ren los arquitectos con una curiosa in-
[645]. La construcción tuvo una seguridad en la tradición: por ejem-

[7 2 5 j Friedrich Gilly, proyecto para tin


teatro nacional en B e rlín , 1800. Una so­
lución futurista de sencillos cuerpos es­
tereom étricos. Ya en la apariencia externa
se distingue la función de las d istin tas
[723] G erm ain Souffiot, Ste G eveniéve partes (v estíb u lo , recinto de espectador
(actualm ente P anthéon) en P arís, 1757’ res, escenario). La articulación se adapta
90. Cuerpo arq u itectó n ico cerrado como a la lapidaria concepción general.
un bloque concebido en la línea neo­
clásica, y con form as básicas estereom é­ [726] Karl F riedrich Schinkel, A ntiguo
tricas. A pesar de las dim ensiones gi­ Museo en B erlín , 1822-28. U n jem plo ca­
gantescas, firm e articulación con m otivos pital del C lasicism o alem án, al que la
de la A ntigüedad clásica y dei R enaci­ digna decoración da eí carácter de «san­
m iento, tuario». El ensam blaje entre el espacio
exterior y el in terio r en las escaleras
[724] Claude - N icolás L edoux, B arriére abiertas sugiere ya ideas arquitectónicas.
de la V ilette en P a rís, 1784’89. A ctitud
general grave y severa, realce del volum en
m ural y form as estereom étricas sencillas.
pío, cuando se levanta la iglesia de
Edificio u tilita rio (Casa de Aduanas) co­ Ste. Madeleine en París en forma
m o m onum ento, de templo clásico; con esta situa­
ción enlaza más tarde Napoleón
suerte variable de la que se deduce con su nada sorprendente proyecto
que la iglesia había perdido su posi­ de transform ar la mo"ada de Dios
ción central como motivo arquitec­ en un «Temple de la Gloíre».
tónico. Tras el estallido de la Re­ Con más rigor aún trataron el
volución, la iglesia se convierte en modelo de la Antigüedad clásica
dos arquitectos de la generación si­ franceses, en John Soane (1753-
guiente a Soufflot: Glaude-Nicolas 1837) en Inglaterra ( Rotonda del
Ledoux {1736-1806) y Etienne-Louis Banco de Inglaterra, comenzada en
Boullée {1728-1799}, Recurren a la
columna dórica y destacan el carác­
ter macizo y pétreo del edificio; las
consideraciones de utilidad son de
importancia secundaria y, en cam­
bio, se acentúa todo aquello que
apoya el carácter grave y simbólico
de un monumento, A estos arquitec­
tos que construyeron poco, pero
que dejaron muchos proyectos, se

[728] C harles Garniel-, escalera de la


O pera de P arís, 1861-74. La fastuosa y
recargada exuberancia son características
frecuentes de! «carnaval de estilos» de
la arquitectura de finales del s. XIX.
[7 2 7 ] G ottfried Semper, O pera de DreS'
d e, 1834-41 (según un grabado de la épo­ 1788), y -poco más tarde Friedridh
ca). E l funcional planteam iento general
se realiza aquí enlazando con las form as Gi-lly (1772-1800) los introduce en
dei R enacim iento florentino. Berlín, tras una estancia en París.
M uerto tempranamente, dejó dos
les ha llamado arquitectos de la grandiosos proyectos, que, sin em­
Revolución. T al apelativo es correc­ bargo, no fueron realizados: uno
to si se mide la revolución de 1789 para un m onum ento a Federico El
según las más altas normas m ora­ Grande, en el que pueden descu­
les, Su «et-hos» de mejorar el m un­ brirse los orígenes de la concepción
do caracteriza también a los arqui­ arquitectónica realizada más tarde
tectos: Ledoux proyectó u n plan en la W alhalla, y un plan para un
para una ciudad ideal, que debía teatro nacional en Berlín (1800)
deparar felicidad y armonía a una [725]. E l nuevo problema arqui­
sociedad purificada moralmente. De tectónico del teatro es resuelto por
sus pocos edificios, las Aduanas de este proyecto en forma futurista:
París (1784-1789), aún conservadas los volúmenes arquitectónicos refle­
en parte, son las que mejor dan jan la distribución interior, el semi-
idea de su voluntad de expre­ ciíindru corresponde a la sala y ej
sión [724], cubo dom inante al escenario. Los
Caracteres estilísticos afines se en­ bloques claramente ensamblados
cuentran, aproximadamente al mis­ unos en otros discurren en superfi­
mo tiempo, pero libres de influjos cies sobriamente articuladas, ininte­
rrumpidas. La extensa obra de Karl A principios del segundo decenio
Friedrich Scihinkel (1781-1841) se del s. xix se entiende la adopción
basa en el ejemplo de su m aestro de ¡a arquitectura paleocristiana-
Gilly, y recoge la tradición de la
Antigüedad dásica y del Gótico.
Como el inglés Soane, plantea la
elección entre amibos estilos en un
proyecto de iglesia. Su m oderado
hístoricismo no olvida que «la u ti­
lidad es el principio básico de toda
construcción». Por eso tampoco p e r­
sigue únicam ente una estrecha in­
terpretación arqueológica de la An-

[730] K. L. A lthans, fuHdición en Sayn


(Ren&nia), 1824-30. E jem plo tem prano de
una nave con estructura interna de h ie ­
rro. La articulación de la p arte del fro n ­
tó n no es una im itación neogótica de
tracería, sino el resultado de nuevas so­
luciones. E n los dos lados lo n g itu d in a­
les la construcción perm anece aún oculta
por los m uros.
[729] A braham D arby, puente de arco
en h ierro colado sobre el Sevem , en Coal- bizantina, de la que resulta el estilo
brookdale, 1711-79. La masa cerrada de de arco redondo, formulado por
obra maciza d e anteriores puentes es sus­
titu id a por la transparente estructura del Ludwig Persius (1803-1845), y del
nuevo m aterial de vigas de hierro. Renacimiento. D entro de la evolu­
ción que tiende cada vez más a un
tigüedad clásica; intenta más bien «carnaval de estilos», y que, a ve­
«retenerla en su principio espiri­ ces, se plantea ser totalm ente fiel
tual» y a la vez «extenderla a las al modelo (así, Feldberrnhalle de
condiciones de nuestra nueva época M unich es una réplica de la Loggia
mundial». Desde este p u n to de vis­ dei Lanzi florentina), la obra de
ta logra aplicar sus fundam entos a G ottfried Semper (1803-1879) re­
la austera edificación utilitaria (E s­ presenta el intento de hacer prevale­
cuela de arquitectura en Berlín, co­ cer puntos de vista racionales en el
menzada en 1832). E n tre sus obras marco de la arquitectura de estilo.
clasicistas más maduras figura el E n sus edificios de museos y tea­
Antiguo M useo (1822-1828) en Ber­ tros se preocupa >por una estructu­
lín [726], Con el teatro, el museo ración funcional de los cuerpos ar-
pertenece a las tareas más im por­ quitectónios. Ejemplos de ello son
tantes de -la arquitectura hum anís­ la Opera (primera versión 1838-
tica de principios del s. xix. El m u­ 1841) [727] y la Galería de pintu­
seo de Scihinkel confiere al centro ras (1843) en Dresde. El último ter­
cultural nobleza y dignidad reli­ cio de siglo está dominado por una
giosas. arquitectura grandilocuente y espec­
tacular que, basada en las formas puente de arco en C o d h rookáde,
clásicas, busca fundam entalm ente que fue concluido tras dos años <de
un efecticismo pomposo y aparato- trabajo [729] y tiene 30 metros de
abertura. E n 1793-1796 Burdon
construyó, según los planos de Tilo­
mas Paine, el puente de Sunder-
land, con una abertura de 70 me­
tros. En 1803 se construyó el Pont
des A rts en París. En este contexto
se han de citar Sambién algunos
puentes colgantes de importancia.
Samuel Brown construyó en 1819
un puente de cadena, de hierro for­
jado, sobre el Tw ecd, en Berwick,
con una abertura de 135 metros.
Ocho metros menos tenía el puente
de Conway-Castle-Brücke, en Gales,
construido al mismo tiempo por
Thomas Telford. I. K. Brunel co­
[731] Jam es Bogardus, fábrica de h ie ­ menzó en 1836 la construcción del
rro colado en N ueva Y ork, 1848. Las pa­ puente de Clifton, en Bristcl, Los
redes extenores sustentantes son de e le ­
m entos de hierro colado prefabricados en tramos de acceso de estos puentes
serie (colum nas renacentistas) y con su­ colgantes fueron realizados en pie­
perficies vitrales tendidas en tre ellos. Fase dra, inspirándose en la monumen-
precursora de la actual construcción por
esqueleto.
talidad de los pilones griegos o
egipcios.
so. L¡a Opera de Párís (1861-1874),
de Charles G arnier (1825-1898),
nos ofrece, en sus escaleras, la más
pura interpretación de este tipo de
arquitectura [728],

LAS CON STRU CCIO N ES


E N A CERO D E LOS
IN G E N IE R O S
El prim er país que utilizó el hie­
rro como m aterial de construcción
fue Inglaterra, que en el s. x v m
estaba a la cabeza de la industriali­
zación. Las condiciones materiales
para ditibo empleo se produjeron [732] Juies Saulnier, fábrica de choco­
cuando, hacia mediados del siglo, late M enier en N oisiel-sur-M am e, 1871,
La función de soporte de! m uro exterior
se comenzó la producción industrial es asum ida por un esqueleto de hierro
del hierro. interior.
La prim era fase de aplicación
comprende puentes de arco y puen­ E n da edificación de altura, ya
tes colgantes, y, en el terreno de la en 1796 aparece la prim era estruc­
edificación de altura, las construc­ tura de hierro colado en una fabri­
ciones de cubiertas y cúpulas. En ca textil de lino en Shrewsbuty, y
1777 Abraham Darby comenzó el ya anteriorm ente se habían cons­
truido techumbres de hierro. Así, John Ruskin: «La verdadera arqui­
en 1780, se cubre con una techum­ tectura no admite el hierro como
bre de hierro el Grand Salón del material constructivo»; de lo que se
Louvre, en 1787 siguió el Tédtre deduce que las naves de hierro de
Frangais, y en 1842, el British M u- las estaciones ferroviarias no perte­
seum. La cúpula del mercado pari­ necían, p ara Ruskin, al dominio de
sino de cereales (2809-1811) mos­ la arquitectura. El arqueólogo ale­
traba neryaduras de hierro cola­ mán Karl Boetticher explica, er»
do de 40 m etros de abertura; el 1846, por qué era equivocado con­
techo en forma de bóveda de ca­ fiarse al modelo de los estilos his­
ñón, construido diez años después, tóricos: están ya acabados, y por
del Baño de Diána de Viena, pre­ eso no se les puede «superterm i­
senta una anohura de 19 metros. nar». Expresa luego su convicción
Aunque en la primera m itad del de que «un arte distinto, en el que
s. XIX el hierro se utiliza sólo espo­ el tono básico responda a otro prin­
rádicamente, y además sin una fina­ cipio estético, surgirá del seno del
lidad claramente estética, su aplica­ tiempo»: un nuevo material ven­
ción ocupa u n lugar principal en los dría a sustituir los elementos cons­
problemas teórico-artísticos de los tructivos tradicionales por otros que
arquitectos. El sector más conserva­ se atengan a . un principio de fuer­
dor juzga con abierto escepticismo zas distinto. Por tal motivo, el hie­
sus posibilidades en el dom inio ar­ rro está destinado «a servir a la ar­
quitectónico. El hecho de que la quitectura de la época venidera co­
construcción de hierro esté deter­ m o base del sistema de techum­
minada sólo por una idea utilitaria bres». Boetticher propone dejar la
supone, en opinión de los críticos, su máscara de estilos y comenzar de
imperfección. En tal sentido había nuevo por lo originario y primitivo
expresado ya Schinkel en una au~ — este postulado recuerda el anti­
toconfesión que «al desarrollar una tradicionalismo que se manifiesta al
idea para una obra determ inada..., mismo tiempo en la pintura realis­
partiendo únicamente de una finali­ ta de Courbet y cuya meta es reha­
dad trivial inmediata, puram ente bilitar el «proceso de pintar»— .
constructiva..., surgía algo seco, rí­ Pocos años después de Boetticher
gido, falto de libertad y carente de escribe Théophile G autier: «Se
dos elementos esenciales: el histó­ creará una arquitectura propia, en
rico y. el poético». el momento en que se utilicen los
Frente a esta duda sobre la fuer­ nuevos medios que produce la nue­
za de expresión poética de la cons­ va industria. La aplicación del hie­
trucción pura, planteada en todas rro fundido perm ite e impone mu­
partes, que reprocha al hierro su chas formas nuevas que se pueden
brutal fealdad, pronto surgieron de­ estudiar en las estaciones, puentes
fensores apasionados de las posibi­ colgantes y en las bóvedas de los
lidades del nuevo material. Los pros invernaderos» (1850), El «proceso
y los contras de las convicciones y de descomposición de los tipos ar­
opiniones estéticas alcanzan su cul­ tísticos existentes» (Semper), muy
minación justam ente cuando hacia evidente hacia mediados dei siglo,
mediados del s. x ix interviene la tiene sus causas en la industria, la
praxis en la controversia de las teo­ cual, al mismo tiempo, está llama­
rías y la decide a su favor. En el da a poner a disposición del inge­
tratado aparecido en 1849, «The se- niero constructor los medios de
ven lamps of Architecture», afirma expresión del futuro.
En aquellos años surgen algunas tal. En combinación con éste el hie­
de las más importantes obras «pio­ rro pudo conquistar también el m u­
neras» <le la nueva m anera cons­ ro externo, con lo cual el puro
tructiva. En 1843-1850 realiza Hen- principio constructivo se consiguió
ri Labrou-ste (1801-1875) la sala de
lectura de la Biblioteca de Ste. Ge-
neviéve en Pares. En 1845 comien­
zan Burton y T urner la Casa de las
palmeras en Kew , y en 1848 James
Bogardus construye una fábrica de
hierro colado en N ew Y o rk [731].
En 1851 se levanta, bajo la direc­
ción de John Paxton, el Palacio de
cristal de Londres [733]; tres años
después, K. Brunel y M. D. W yatt
construyen la nave de la Paddington
Station en Landres. E n 1858 co­
mienza Labrouste la gran sala de
lectura de la Biblioteca Nacional de
París. A estos años pertenece tam­
bién un im portante logro técnico en [733] Joseph Paxton, Palacio de C ristal
la producción de acero fundido en en Londres, 1851. prim era aplicación en
grandes cantidades y a precios eco­ E uropa de elem entos de construcción p re ­
fabricados (hierro y vidrio). Ventajas:
nómicos. reducción del tiem po de construcción,
Los edificios surgidos hacia me­ m ontaje por trabajadores no calificados,
diados de siglo ya dejan entrever desm ontable. La transparencia del cerra­
m iento espacial suprim e lá separación
las posibilidades y los límites es­ entre espacio interior y exterior.
tructurales que el nuevo material
proporciona al constructor. Ei hie­ aplicar, asimismo, al caparazón del
rro es más material de construcción edificio.
que de edificación; a sus propieda­ De ello se derivaron diversas con­
des materiales no corresponde, co­ secuencias estéticas. Un ejemplo
mo en la piedra, el volumen plás­ temprano lo constituye la fundición
tico cerrado, sino el elem ento en de Sayn (comenzada en 1824), de
forma de barra. Por eso no es nin­ K. L. Alrhans [7 3 0 ]. E n el tímpa­
guna casualidad que su utilización no frontal del edificio de tres naves
en la edificación de altura se ex­ ya se distinguen las líneas de fuer­
tienda sólo lentamente desde el in­ za arqueadas de la construcción. En
terior al exterior. Las primeras es­ 1848 James Bogardus (1800-1874)
tructuras de hierro coiado son apli­ aplicó la construcción de esqueleto
cadas al interior de los edificios, por vez primera a un edificio
por lo que desaparecen los muros tradicional. Su fábrica de hierro co­
de separación, como, por ejemplo, lado [731] utiliza ya elementos
en la hilandería de Sbrewsbury, cu­ prefabricados, estandarizados, pero
yo exterior está constituido por la­ exteriormente se sujeta aún al tipo
drillos. La preocupación por impo­ del palacio renacentista italiano.
ner el hierro también en el muro Bogardus no oculta su orgullo por
exterior, teórica y formalmente, te­ haber sido el primero en fundir en
nía que buscar el acompañamiento hierro las formas ornamentales anti­
de un material cuya lisura comple­ guas. Más notable que este compro­
tara su carácter de armazón: el cris­ miso con los estilos históricos pare­
ce el hecho de que se lograra obte­ barras de hierro plantea un conflic­
ner del vidrio colocado en el m uro to análogo al de las columnas re­
exterior una función armonizadora. nacentistas de hierro colado de Ja­
Una consecuencia más de esta ma­ mes Bogardus.
nera de construir fue el cambio de También en la mayor parte de !as
los valores tradicionales, es decir, la estaciones ferroviarias de mediados
desvalorización estructural del m u­ de siglo — la King’s Cross Station
ro externo del edificio en favor de (1851-1852), en Londres, y la Gare
la armazón interna sustentante. En de l'Etat de París (comenzada en
el edificio de una fábrica de choco­ 1847)— se recurrió a soluciones am­
late [732] en N oisiel-s ur-Marne biguas. Los frentes de calle están
(1871) ilogró Jules Sauinier la rea­ realizados como edificaciones de
lización de un nuevo principio cons­ volúmenes en piedra. Su despliegue
tructivo. La carga está sustentada suntuoso, inspirado en formas his­
por ei esqueleto de hierro; el muro tóricas, oculta las naves, que testi­
exterior es «cortina» no sustentan­ monian la audaz aplicación de la
te, integrada por una red romboidal construcción en hierro.
de barras férreas. Las zonas de este Las primeras construcciones cu­
retículo visible de superficie están yos creadores se liberan totalmente
rellenadas con ladrillos huecos de del convencionalismo de la fachada
colores. E sta combinación del ador­ antepuesta y transfieren al hierro,
no tradicional de superficies con junto al dom inio estructural, tam­
bién el exclusivamente formal, sur­
gen en Inglaterra: son la Casa de
las palmeras en Kew (1846-1847),
de Decimus Burton y Ricshard Tur-
ner, y el Palacio de cristal de Lon­
dres [733], construido por Joseph
Paxton (1803-1865). Si los edificios
de oficinas y fábricas [731, 732] de­
pendían, por múltiples razones prác­
ticas, de la línea vertical del muro
(a partir de la cual se desarrollará
el esqueleto reticular del rascacielos
norteamericano [773]), derivada de
la construcción en piedra, nuevas
creaciones arquitectónicas, como el
invernadero o la nave de exposi­
ción, abrían el camino a otras posi­
bilidades de expresión del hierro,
concretamente la pared exterior cur­
vada. Posibilidades de construcción
que ia edificación p o r volúmenes
sólo había utilizado en el dominio
de la cúpula, encuentran aplicación
ahora en todo el edificio.
[7 M ] F erdinand .D uten y C ontam in, El Palacio de cristal de Londres
G alería de las m áquinas de la Exposición fue levantado en pocos meses como
M undial de P arís de 1889. U n espacio nave de exposición para la Primera
único de 115 metros de luz que descansa,
aparentem ente ingrávido, sobre los puntos Exposición Mundial. El período
'd e apoyo de su construcción de arcos. asombrosamente corto de construc-
d ó n fue posible gracias a la ■utiliza­ to a sus enormes dimensiones —la
ción por .primera vez en Europa de longitud total era d e casi 600 me­
elementos de construcción prefabri­ tros— , su contenido poético. Bajo
cados, que se ensamblan in situ. La este aspecto se ha de entender la
edificación con partes prefabricadas vivencia espacial propia del edificio
obliga a los arquitectos a la norma­ de cristal. Nunca un recinto había
lización, es decir, a la unificación de proporcionado una sensación pare­
su caudal de formas, Precisamente cida de falta de límites. Ningún
en esta limitación residen las «cua­ m uro de separación distrae la vista,
lidades» estéticas del edificio de que puede atravesar en todas direc­
Paxton: concretamente, el claro tra­ ciones eí fluyente «espacio único».
zado de líneas y da sencilla compo­ Los observadores de la época se en­
sición del enorme complejo arqui­ tusiasmaban ya de que desaparecie­
tectónico, que da lugar a su monu- ran las barreras entre eí exterior y
mentalidad. El edificio no represen­ el interior y de que la materia pa­
ta ninguna aportación al desarrollo reciera deshacerse en la atmósfera
— lo que más tarde intentaría el
Impresionismo con los medios for­
males de la pintura— .
En la segunda mitad del siglo, In­
glaterra cede a Francia el papel de
vanguardia en la construcción de
hierro. H oreau, Flachat y Baltard
habían realizado allí un importante
trabajo de «pioneros» cuando se dis­
cutió, hacia mediados de siglo, da
construcción de grandes naves de
mercado; Labrouste había destaca­
do con sus dos salas de biblioteca.
Las dos cumbres de la construcción
en acero del s. x ix surgieron en el
recinto de la Exposición M undial de
París de 1889: la galería de las má­
quinas, de D utert y Contamin
[734], y la Torre de Eiffel [735],
así llamada debido al nom bre de su
constructor, Gustave Eiffel (1832-
1923).
La longitud de la Galería de las
máquinas era de 420 metros y su
[735] G ustave E iffel, T orre E iffel en
P a rís, 1889. S ím bolo de las nuevas po­ vuelo de 115, representando una
sibilidades técnicas y expresión de una nueva cumbre de la técnica del bo-
m anera figurativa, que. ha superado el vedaje. Los dos constructores em­
peso y la volum inosidad de .la edifica­
c ió n en piedra. plearon un método edificatorio que
no sólo eliminaba la diferencia en­
del problema del abovedamiento. tre apoyo y carga, sino que rompía
Los puntales están estrechamente con todas las reglas tradicionales de
colocados: la mayor anchura es de la estática. La construcción tiene
22 metros. E l elemento que convir­ por base el arco triarticulado, que
tió a este edificio en u n símbolo perm ite transm itir las fuerzas en el
triunfal de la era industriad fue, jun­ vértice superior y en dos puntos de
apoyo por medio de articulaciones. históricas y adquiere confianza en
De esta m anera desaparece la dife­ sus posibilidades estéticas. La esté­
renciación entre puntal y viga, y la tica se basa en la aceptación del ca­
construcción se eleva en una curva rácter lineal, no plástico, del ele­
desde el p unto de apoyo 'hasta el mento aislado, en la acentuación
vértice. del carácter dinámico de armazón
La atracción principal de la Ex­ del conjunto, y en el empleo con­
posición M undial de París fue la trapuntista del vidrio como una
Torre de Eiffel [735], de 300 me­ barrera espacial transparente. Téc­
tros de altura. Como se trataba de nica y formalmente la nueva con­
un símbolo y no de una edifica­ cepción significa la unificación de
ción utilitaria, pudo imponerse la los elementos edificatorios, con lo
tendencia, inherente al hierro, de que se impulsa la prefabricación.
transform ar un edificio de cuerpo La belleza de la construcción de
cerrado en una estructura abierta, acero no reside en el detalle artís­
sin ser obstaculizado por conside­ ticamente interesante, sino en el de­
raciones utilitarias. D iscutida al talle anónimo normalizado.
principio, la torre se convirtió pron­
to en símbolo del optimismo téc­ LA PIN TU RA ,
nico que se cree en poder de posi­ D EL CLASICISM O, AL
bilidades sin límite. IM PR E SIO N ISM O
Con estas obras alcanzó -la arqui­
tectura del hierro en Europa su Igual que la arquitectura, la pin­
cumbre histórico-estilística. E n el tura se convierte en el escenario de
centro de la posterior evolución ya corrientes contrapuestas, pero las
no se halla la nave monoespacial, diferencias signen, en este dominio
sino la edificación celular de la artístico, un curso más complicado,
casa de negocios y oficinas. La ini­ debido a que las controversias for­
ciativa para Ja solución de esta males no coinciden ya con las del
tarea arquitectónica, por m edio de contenido. Desde el punto de vista
la construcción por esqueleto, pasó formal, la antítesis es: pintura li-
en d. últim o decenio deí s. x ix a neabpiintura pictórica; según el con­
la llamada escuela de Chicago [773] tenido: pasado - presente, historia-
Dioha escuela inicia una evolución vida. La línea de contorno se in­
que está más cerca del s. xx que clina hacia la forma cerrada, está­
las creaciones de Eiffel, D utert y tica; su tema predilecto es la his­
Contamin. E n la misma Francia se toria y el cuadro de figuras; el co­
realizó este cambio con ayuda de un lor, autónomo, no dominado por
nuevo material de construcción, el ninguna traba lineal, es lo más ade­
hormigón armado, que debía asu­ cuado para lo ilimitado, abierto, es
mir paulatinam ente la función del decir, para el espacio atmosférico
hierro [722]. libre. Por regla general, las corrien­
Si se revisa el desarrollo de la tes conservadoras, especialmente al
construcción en acero, que com­ Neoclasicismo, se sirven de la línea
prende 100 años, puede compro­ estrictam ente delimitadora p a r a
barse que, con los recursos técni­ configurar sus temas históricos y
cos, crece tam bién la seguridad de mitológicos [736, 737], En los ro­
los constructores en sí mismos. La mánticos, realistas e impresionistas,
construcción se extiende cada vez en cambio, el trazo de pincel mar­
más a todo el edificio, abandona cadamente pictórico coincide ge­
compromisos iniciales con formas neralmente con ia representación de
temas de la época [743, 745, 756, Í825), ya fue interpretado por los
757], Un e x a m e n más detallado coetáneos como el cuadro pragmáti­
muestra, sin embargo, que existeja co del Neoclasicismo. La im portan­
múltiples excepciones a esta regla: cia revolucionaria de dicho cuadro
así, por ejemplo, se da un Rom anti­ se hace patente cuando se confronta
cismo pictórico y otro lineal — éste sú sobrio lenguaje con el ambiente
en Alemania [740] y aquél en Fran­ amable y frívolo de la pintura ga­
cia 174-3 j — y un Clasicismo tardío lante del «dix-ihuitiome». David ar­
pictórico y otro lineal [753, 751]. ticula su composición en una clara
También ¡a reproducción de la sen­ visualización y nada queda aban­
cilla realidad cotidiana se sirve donado a la casualidad de la alu­
sión. Si se le compara con Bouoher
o Fragonard [710] salta a la vista
su autenticidad a ¡a par que una
arcaica severidad. Ei escenario su­
perficial, como d e bajorrelieve, la or­
denación paralela al plano del cua­
dro, en correspondencia con las ar­
quitecturas de los grupos de figu­
ras, la aguda caracterización gráfi­
ca (en contraposición al daro-os-
curo pictórico barroco), y la renun­
cia a superposiciones complicadas,
todos ellos medios formales carac­
terísticos del Neoclasicismo, consi­
guen producir una especial sensa­
ción. A la composición ponderada
í7 > 6 ] Jacques-Louis D avid. El juram en­
corresponde el frío y racional co­
to de los H oracios, 1784-85. P a rís, Lou- lorido. La forma y el contenido del
vre. U na obra ciave del Neoclasicism o
severa com posición determ inada por el
dibujo, f río colorido, y un escenario cla­
ram ente delim itado; de gran patetism o
moral.

unas veces del aligeramiento atm os­


férico [746], de donde recibe el en­
canto de lo espontáneo e instantá­
neo, y otras de una ilusión material
limpiamente delimitada por líneas
[749], cuya minuciosa precisión
produce u n efecto intemporal, im ­
perecedero. Sólo a principios del
últim o tercio del siglo x ix logran
las tendencias dirigidas formalmen­ [737] W illiam Blake, Visión de las h i­
te at color y temáticamente al pre­ jas de A lbión, dibujo, 1793. Londres,
sente, un doble triunfo: el Im pre­ Testilizadas
ate G allery. La fantasía lineal de las
figuras se funde con el espa­
sionismo. Las fuerzas lineales con­ cia irracional, abierto a lo infinito,
servadoras son relegadas en casi
todas partes a un segundo plano. cuadro rindern 'homenaje ■&la Roma
El Jurafnento de los Horacios clásica y son una expresión del
[7 3 6 ], de Jaques-Louis David (1748- «pathos» moral, con cuyo apoyo la
revolución social proclamará unos del Gótico, culto del genio original
años más tarde sus ideales. E n la y de la fantasía en el «Sturm und
pintura de David, la revolución Drang»), Es característico de la si­
artística precede a la política; pro­ tuación estilística de hacia 1800
pugna un contenido im portante; que la tendencia romántica trabaje
la seriedad moral y la dignidad con los medios de los que —con
humana. distinto acento— se sirven también
El Neoclasicismo de David extrae los neoclasicistas. Un ejemplo de
su vital fuerza persuasiva de la pe­ ello es Williarn Rlake (1757-1827),
netrante observación de la realidad que no confía en el mundo de
y su estilización en un gesto heroi- nuestras experiencias racionales, si­
no en la fuerza imaginativa. A un­
que exige la delimitación lineal de
las formas («cuanto más definida,
aguda y concisa sea la línea delimi-
tadora, tanto más perfecta será la
obra artística»), rechaza el modelo
de la Antigüedad clásica: «La for­
ma griega es matemática, 3a forma
gótica es forma viva». E l lenguaje
formal de W illiam Blake, basado
en esta postura [737], muestra los
siguientes caracteres: las figuras se
estilizan en formas lineales, si bien
dicha ünealidad carece de volumen
plástico; su ritm o se funde con la
onda llameante en un juego de cur­
vas de fuerzas orgánicas. De esta
[758] Francisco de G oya, Casa de locos manera el Romanticismo irracional
(detalle), 1800. M adrid, Academia de San
Fernando. D escripción de la realidad lle ­
se sustrae a la linearidad «griega»,
vada a ¡o dem oníaco, rechazo del esque­ netam ente delimitadora, de los neo­
ma com positivo tradicional y de la tran s­ clásicos. Las dos figuras paralelas
form ación idealizadora. C om plejidad es­
pacial.
al plano del cuadro permanecen en
la parte anterior del espacio de éste,
co. Su realismo destaca sin reservas que cobra una apariencia superfi­
en el retrato, mientras que en los cial; carece del decorado racional
cuadros históricos tardíos —David del fondo, y de relieve, y se abre
llega a ser pintor de Corte de N a­ sin transición a la profundidad espa­
poleón— se pierde el prim itivo ri­ cial. El mar constituye una román­
gor en favor de una suavidad aca­ tica metáfora de !a infinidad virgen.
démica. El clasicista revolucionario Se percibe u n conflicto entre el
se convierte en un conservador, que hombre y el mundo exterior ame­
a finales de la segunda década del nazante y poderoso. También las
s. xix, dará lugar a la com ente dos figuras forman .parte de este
contraria de los románticos fran­ tema principal romántico: presen­
ceses. tan una apasionada nostalgia e
Fuera de Francia, el Romanticis­ irredimida soledad. No parecen pro­
mo se abre paso anteriorm ente. Sus tegidas como en el espacio del cua­
comienzos histórico-espirituales es­ dro de los neoclásicos, sino ame­
tán en Inglaterra y Alemania (re­ nazadas y abandonadas a los ele­
descubrim iento de Shakespeare y mentos.
E n Blake se manifiesta el rasgo cisco de Goya (1746-1828), une
visionario y supraterreno del Ro- la representación directa de la rea-
manticismo con la falta de ínhibi- lidad con el m undo irracional y

[739] Caspar D avid F riedrich, Rocas abre, entre el fantástico fondo de rocas,
cretáceas en R ügen, 1820. W interthur, M u ­ el espacio infinito en un contraste que
seo de A rte, fundación R einhart. Cum bre tam bién refleja la escala crom ática, desde
d e la p in tu ra p aisajística contem plativa del los tonos cálidos del p rim e r térm ino
R om anticism o. E i ser hum ano sólo ocupa hasta el azul difum inado de la superficie
la zona anterior del cuadro; detrás se del agua.

ción propia del hom bre solitario. subconsciente. Su centro de inspi­


Ai mismo tiempo, en España, Fran- ración lo constituyen lo atroz y lo
absurdo y encuentra sus temas en de su contem poráneo inglés. Igual
la -realidad como, por ejemplo, en que éste, rechaza las reglas acadé­
la Casa de locos (1800) [738], Lo micas, la virtuosista «destreza de
que sorprende e inquieta en este pincel» y el hueco patetism o, que
cuadro es el carácter confuso de hacen del cuadro un «bazar de ba­
su espacio. De nuevo se trata de ratijas», «donde hay muchas cosas
una escena de acción superficial, revueltas y amontonadas, pero ais­
que se desarrolla en una platafor­ ladas y sin relacionar». A partir de
ma estrecha, amenazada por todas estas renuncias Friedrich desarrolla
partes p o r ia oscuridad, por grietas su peculiar forma del cuadro, en la
y abismos. Tam bién la arquitectura que reinan ia lejanía y el silencio
resalta los elementos inquietantes y [739]. D e nuevo debe experimen­
laberínticos. A diferencia del Ba­ tar el hombre, en el encuentro con
rroco, el claroscuro no tiene nin­ Ja Naturaleza, su soledad e insig-
guna función acentuante y activa-
dora, sino que resulta opresivo.
Además, las figuras ya no corres­
ponden, como en la pintura ante­
rior, a la totalidad del espacio del
cuadro: no sobresalen por encima
de su m itad inferior y no pueden,
por tanto, determ inar con su acción
el curso de los ejes dei cuadro; su
impotencia se enfrenta a la om nipo­
tencia del espado. Goya rechaza los
esquemas compositivos que habían
aído válidos desde el Renacimiento.
Su ordenación del cuadro resulta
en gran medida espontánea, pero
también disonante. Carece de toda
glorificación e idealización poéticas
en el sentido de la alegoría barro­
ca, pero tam bién de toda tenden­
cia arminozadora clasicista. Goya
rompe con el canon de belleza tradi­
cional; él es el prim er «afeador»
demoníaco de la p in tu ra moderna. [740] P eter von C ornelius, K rim ilda
Sus seres constituyen sordas masas descubre eí cadáver de Sigfrido, dib u jo ,
compactas cuyos gestos inarticula­ 1811. F rankfurt am M ain, Stádelsches
K unstinstitut. E stilo gráfico preciosista al
dos y crudos están sometidos al servicio de una representación narrativa,
instinto. im petuosa y patética.
«El sentim iento del artista es su
ley», a s i expresa G a s p a r David nificancia. La Naturaleza ya no es
Friedrich (1774-1840) el credo del enemiga del hombre, sino símbolo
nuevo subjetivismo. Friedrich per­ del cambio y de la fugacidad de la
tenece al ala idealista del Roman­ vida. Friedrich aspira a la poeti­
ticismo. Su frase «cierra tu ojo zación del m undo de la 'percepción,
físico para v e r tu cuadro pri­ es decir, a una reproducción idea­
mero con el ojo espiritual» parecen lista de la Naturaleza. Su obra re­
p a ia D ra s de blake, pero su p i n t u r a presenta la más pura y sublime en­
sigue un camino distinto al del arte carnación de la pintura paisajística
contemplativa d e 1 Romanticismo. contraron encarnados en D urero y
Sus figuras 'humanas, a las que co­ en los quattrocentistas italianos, por
loca en actitud interrogante y ex­ ejemplo, Perugino); su meta era un
pectante en medio de la Naturaleza, arte «neoalemán reJigioso-patrióti-
se convierten en símbolos del en­ co?>, una pintura de espíritu noble
simismamiento. Su veneración por y croyente. La elección del .tema se
la Naturaleza es expresión de un centra en lo prodigioso, extraño y
ánimo subjetivo, que en el trans­ fabuloso, en leyendas [740] y mi­
curso del sigio x ix iba a exten­ tos, en ios viejos cantos populares
derse cada vez más hasta llegar a y en la Naturaleza llena de los glo­
constituir una especie de religión. riosos monumentos del pasado — en
El rigor y el carácter poético y figu­ aquella imagen de ía Edad Media
rativo de Friedrich representan que evocó Novalis en su escrito
una cima de la pintura romántica «La Cristiandad o Europa» (1799).
en Alemania. Su observación de la La destreza del pincel y superficia-
Naturaleza se dirige tanto a la ma­
terialidad de las cosas cercanas
como a Jas dimensiones del enorme
espacio, que no pueden ser abarca­
das por el hombre. Su lapidaria
construcción del cuadro se sirve de
ejes estercogénicos: casi siempre la
horizontal expresa lo uniform e, lo
ilimitado, que permanece eterna­
mente idéntico a sí mismo, en tanto
que las verticales — personas, árbo­
les, ruinas de iglesias, barcos de
vela— rapresentan el intento d d
ser aislado por afirmarse ante la
inmensidad. D e este modo u n ca­
rácter misterioso —que constituye
la razón existencial de la Crea­
ción—■ se -apodera del cuadro, de
una forma tan pofunda y universal
como no la logró ninguno de los
pintores coetáneos de la hermandad
de Lucas. Comparado con él, eí Ro­ [7 4 1 J M oriia von Schw ind, E rm itaño
con dos caballos, después de 1860. M u­
manticismo de los hermanos de L u­ nich, G alería Sdiack. La confrontación
cas es más estrecho y, precisamente típicam ente rom ántica del hom bre con
por eso, se aviene mejor al gusto la om nipotencia de la N aturaleza tiene
aq u í, a pesar del im ponente fondo de
de !a época. Esta doble alianza rocas, un carácter idílico.
artística se estableció en 1809 en
Viena, y al año siguiente se trasla­ lidad enseñada en las academias es
daron sus miembros, ios pintores rechazada y sustituida por un estilo
Qverbeck y Pforr, a Roma, donde dibujístico e x a c t o y profundo,
se les unieron Cornelius y Schnorr aprendido en Durero. Su objetivo
von Carolsfeld. Enclaustrados, en un es un lenguaje formal, ingenuo y
monasterio, aspiraban al ideal de la sencillo. Se concede, por tanto, al
vida religiosa, y tomaron como mo­ color sólo una importancia secunda­
delo el «viejo santo arte» del Me­ ria: no participa en el desarrollo de
dioevo. Sus ideales artísticos los en­ la forma, sino que en cierto modo
se añade ulteriorm ente como color Se celebran los valores vitales que
local, que no está som etido a ningún buscan el recogimiento. E l círculo
tono general. La peculiar forma de temático de cuadros de costumbres
aplicación del color confiere a los se extiende principalm ente a la fa­
cuadros su especial policromía. Pe- milia, la felicidad conyugal, el niño
ter von Cornelius (1783-1867) y el anciano. Tema central es ia
llega incluso al extrem o de califi­ vida tranquila, protegida de la pro­
car al pincel como enemigo de la fana cotidianidad, que, se desarrolla
pintura. Su severo arte gráfico se en contemplativo recogimiento. El
desarrolla a partir de una inspira­ Erm itaño con dos caballos [741],
ción arcaizante hacia un impetuoso de M oritz von Schwind {1804-1871),
y preciosista patetism o [7 4 0 ], del nos ofrece un ejemplo característico
que más tarde tomará la pin tu ra' de cómo el símbolo romántico de
histórica su ideal formal y heroico, vida — el hombre solitario en medio
pero austero. de la poderosa Naturaleza— apa-

[742] T héodore G éricau lt, La balsa de


¡a M edusa, 1819. P a rís, L ouvre. La balsa
con quince náufragos de la «M edusa» h u n ­
dida en 1816 es representada, tras d e te n i­
dos estudios anatóm icos previos, en una
com posición realista y dram ática, cuya d i­
nám ica recuerda al Barroco.
[743J Eugene Delacrobc, La matanza de
Q u ío s, 1824. P arís, Louvre. Una escena
En las décadas del período ante­ de la lucha de liberación de los griegos
rior a la revolución del 48 y del Ro­ contra los tuteos, realizada en una forma
m onum ental dram áticam ente m ovida, cu­
manticismo burgués (Biedermeier), ya com posición, m anera figurativa y co­
el Romanticismo alemán gira hacia lor se inspiran en el Barroco.
temas de carácter contemplativo.
La reservada interioridad de los rece minimizado en la fase burgue­
«Nazarenos» {tal era ei apodo de la sa tardía.
hermandad de Lucas) es explotada En Francia el Romanticismo se
a h o r a sentim ental y anecdótica­ inicia más tarde y sigue otros de­
m ente; la sublime devoción por la rroteros. Su espíritu no es exclusi­
Naturaleza de Friedrich se convier­ vamente contemplativo y enemigo
te en un idilio en el que ya están de! presente, sino que apunta a la
contenidos los gérmenes del poste­ expresión directa de la vida, las pa­
rior «sentimentalismo de cenador». siones humanas y los conflictos dra­
máticos. La evolución se inicia con sobre el color. Su opinión es que
David. Su estilo tardío académico incluso las nubes y el hum o debe-
condiciona en gran medida al más ' rían ser interpretadas con líneas.
importante d e sus discípulos: Cada forana debe cerrarse en sí
J. A. D. Ingres (1780-1867). En misma. El color ha de resaltar la
Ingres la inclinación por la repro­ materialidad y la plasticidad. La
ducción objetiva de la realidad se serenidad, la simetría y el equili­
encuentra en pugna con la incon­ brio son las propiedades más impor­
dicional admiración de la Antigüe- tantes de la composición. El frío
y pulido ideal artístico, al que
Ingres, corno director desde 1834
de la Academia Francesa en Roma,
confiere la más alta autoridad artís­
tic a y que transmitió a un gran
número de discípulos, se convirtió
en una de las raíces principales
de la pintura histórica académica
de! s. xix, que incurrió pronto

[744] John C onstable, Nubes sobre á r­


boles, hacia 1821. Londres, V ictoria and
A lbert M useum. E jem plo del tem prano
Im presionism o internacional; p in tu ra p a i­
sajista como espontánea im presión p ic­
tórica, sin pretensiones, de un sector ca­
sual de la N aturaleza.

dad clásica p o r el ideal plástico del


c u e r p o . Sus comienzos pertene­ [7*15] Camille C orot, Le quai des Pá-
cen a un estilo de gran belleza de quis, 1841. G inebra, M usée d 'A rt et d '
líneas, románticamente exaltado. El H ístoire. Paisaje de am biente lleno de
luz, delicadam ente idealizado y con clara
insobornable sentido de la realidad com posición.
de Ingres encuentra el campo ade­
cuado en el retrato; en el cuadro en el perfeccionismo sin vida de los
histórico se une frecuentemente a epígonos.
la necesidad de escrupulosa fideli­ En el lenguaje formal, discipli­
dad y minuciosidad. El cuerpo 'hu­ nadamente cerrado, de David e In ­
mano desnudo ofrece a dicho artis­ gres se manifiesta la tendencia pe­
ta la posibilidad de prescindir de culiar del Neoclasicismo a la arro­
la seca pedantería en la que le gancia doctrinaria que cree poseer
hizo caer su escrupulosidad, y en­ la única solución formal correcta
tregarse al culto de la línea orna­ y valedera para todos los tiempos.
mentalmente depurada [752], Esta actitud dogmática provocó la
El idea! formal de Ingres se oposición de los románticos. Para
apoya en la primacía de la línea sus portavoces, Gérácault y Déla-
croix, las formas de Ingres no son David, que a la vez era admirador
perfectas, sino que carecen de vida. de Rubens. Tam bién Eugene Dela­
Buscan medios figurativos opuestos: croix (1798-1863) adopta el colo­
en adelante el observador debe rismo y el canon compositivo de
asistir a la gestación de la forma; los venecianos del siglo x v i y de
ésta ha de nacer del color y no los flamencos del siglo x v n : ejes
ser expresión de un orden está­ diagonales, dramático claroscuro e
tico irreversible, sino signo de fuer­ impetuoso entrelazamiento de los
zas dinámicas, de deseos humanos, cuerpos son los caricte res d e esta
forma estilística [743]. Al margen
de tales relaciones históricas, el
Romantiscismo de Delacroix y de
G éricault posee un carácter revo­
lucionario y combativo. Entusiasma
a una juventud que, cansada de la
tradición, quiere liberarse de ía
autoridad de los dogmas, tanto
artísticos como políticos. Tras la

[746] A dolph von M enzel, E l C uarto


del balcón, 1845. Museos Estatales de
B erlín , G alería N acional. E spontáneo es­
tu d io im presionista tem prano de u n d e ­
talle d e la realidad, resaltada por la luz
y e l color.
[747] Gustavo C ourbet, Las cribadores
y de procesos naturales. La forma de grano, 1854. N antes, M useo. E l pa­
efervescente y 'perturbada se p re­ tetism o social y la v isión auténtica de
la realidad perm iten descubrir al realista
fiere a la que descansa en sí; ía C ourbet el am biente p ro letario , que re­
silueta se rom pe -y destaca la es­ produce fielm ente con todo detalle.
critura del pincel como equivalente
formal de la pasión creadora. Tam ­
bién el Romanticismo se rem ite a temprana m uerte de Géricault
modelos históricos, pero no a la (1824), Delacroix se convierte en el
Antigüedad clásica o al Gótico, portavoz del movimiento romántico.
sino a la pintura del Barroco, Ju n to con su antípoda Ingres de­
afín a su sentim iento de la vida, term ina el campo de fuerzas de
l ’héodore G éricault (1791 - 1824), la pintura francesa en la primera
cuya La balsa de la Medusa [742] mitad del siglo xix. Prescindiendo
en el «Salón» de 1819 desató la de las diferencias en la forma y
irrupción romántica, se halla bajo el contenido, ambos pintores se
el influjo de G ros, discípulo de encuentran aún dentro de la tra­
dición del cuadro histórico lite- vo im portante, sino que toma con
rario-alegórico. Se centran en la preferencia el detalle más insig­
composición m onumental y el cua­ nificante, ya que el arte, según su
dro de figuras de gran tam año de hum ilde y al mismo tiempo pre­
línea renacentista. tenciosa opinión, «se puede encon­
A parte de este género lleno de trar bajo cualquier seto» (Consta­
pretensiones, aparecen, de forma ble) [744]. Ahí reside la diferencia
casi inadvertida, los comienzos de respecto a los paisajistas holande­
una tendencia que centra su in­ ses e ingleses de los siglos x v n
terés artístico no en la acción del y x v m , quienes enriquecían la
hombre, sino en el evento de Ja imagen natural para dar mayor
Naturaleza, de la que se anuncia dignidad a la representación del
una nueva visión que con frecuen­ mundo, mediante una composición
cia se remite, para justificarse, a cerrada. En el s. x ix se pone el
leyes científicas. El empeño de esta acento sobre el detalle sin preten­
pintura paisajística por reproducir siones y el am biente lumínico efí­
la impresión lo más directa y es- mero. E n John Constable (1776-

[748] H onoré D aum ier, V agón de ler-


cera clase, hacia 1862. Nueva York, The
M etro p olitan M useum of A rt. La escena
realista se convierte, gracias a la expre
siva interpretación y la dram aturgia de
la luz, en sím bolo de la existencia h u ­
mana.

pontáneam ente posible, se convierte


pronto en una de las grandes me­ [7493 W ilhelrn L eibl, Tres m ujeres en
la iglesia del pueblo, 1882. Ham burgo,
tas artísticas del siglo y en estímulo K unsthalle. El realism o de Leibl se di­
de los más destacados talentos. rige al m edio cam pesino, al que idealiza
en su m ism a elección tem ática y p o r su
Al contrario que la pin tu ra de técnica de consum ada m aestría,
ideas, que generalmente extrae su
m ando imaginado y mentalmente 1837), por ejemplo, la luz y las
razonado de fuentes literarias nubes son los temas que ofrecen,
[736, 737], la nueva pintura paisa­ a una manera de configuración en
jística se contenta con la misma extremo pictórica, la ocasión para
realidad. Tampoco busca el moti­ el apunte espontáneo y natural del
pincel [744]. Como la imagen de tural bucólica, de colorido ¿mor­
las nubes varía constantemente, ace­ tiguado, a la que las esf/ea.as ar­
lera la escritura del pincel, Ja alí­ borescencias dan una gra/i intensi­
gera y exige de ella capacidad para dad, De forma independiente, Ca-
la improvisación. De este modo, milie Corot (1786-1875), influencia­
el Im presionism o se anuncia ya do por el paisajismo italiano y el
en la segunda m itad del siglo. E ste ejemplo de Q aude Lorrain, tien­
Impresionismo temprano es un fe­ de hacia las formas clásicas, hacia
nómeno europeo. Ya hacia 180ó una reproducción más delicada, li­
se encuentran estudios de nubes geramente idealizadora de la N atu­
en Caspar David Friedrich; en -los raleza. Sus motivos despiertan la
años 20 y 30, en G oethe, Bleohen, impresión de espontánea casuali­
Stifter, W asmann y Delacroix. El dad, pero se basan en ejes cuida­
Impresionism o tem prano se une a dosamente dispuestos, que crean un
veces a un aetailismo naturalista, equlibrio flotante [745], Corot
y otras veces a elementos am bienta­ evita el relato topográfico y difu-
les románticos. En la escuela de mina el detalle en un tono general
lleno de luz y de sol.
Es muy característico del s. xix
el que el gusto realista de muchos
pintores no se manifieste en públi­
co, y que pierda gran parte de su
frescura y espontaneidad en el ca­
mino del boceto al cuadro acabado.
Las obras de Delacroix y Constable
constituyen ejemplos de lo que
hemos didho. Lo mismo ocurre con
Adoiph von Menzel (1815-1905),
que eclipsó sus cuadros de Im pre­
sionismo tem prano con su extensa
producción de cuadros patrióticos.
Su Cuarto del balcón [746] cons­
tituye una de las cimas de la poe­
sía luminosa del color de la prim e­
ra m itad del siglo. Eí tema está en
relación con el gusto del período
anterior a la revolución del 48
por la escena del hogar seguro y
confortable, p e r o se encuentra
despojado por completo de su afec-
tívic^d sentim ental y transforma-
[750] D ante G abrie! R oss e it i, Ecce An- uo en un acontecimiento de luz
cilla D om ini, 1850. Londres, T ate G al-
lery. La herm andad de los prerrafaelitas y ’.olor. La elección audaz, pero
trata de u n ir en la obra artística p re ­ di ¿creta, del motivo, coincide con
ciosism o, efecto decorativo, naturalism o ía intim idad de la decoración del
y sencillez expresiva.
recinto. Todo en este cuatro — ven­
Barbizon, a la que también se ha tana, cortina, espejo, silla y pared
llamado la «escuela de 1830^, vacía— sirve como pretexto para
Rousseau, M illet y D upré optan, el despliegue de la lm .
bajo el influjo de los holan'ieaes Hacía mediados del siglo penetra
(Ruysdael), por una Lmage.i na­ el nuevo sentido de la realidad
—afirmado cada vez más en sus dio el nombre programático de
aspiraciones por el positivismo cien­ «Le Réalisme». La densidad y el
tífico— en el cuadro de figuras peso de su pintura constituyeron
y se apodera de un círculo temá­ uno de los supuestos de los que
tico nuevo, descuidado por el Ro­ poco más tarde tomaron los impre­
manticismo y el Neoclasicismo. El sionistas su forma figurativa. La
hombre en su trabajo se convierte agudeza de Courbet para la per­
ahora en tema digno de ser p r e ­ cepción del detalle m aterial y su
sentado. Uno de los iniciadores de pintura inspirada en Rembrandt,
este nuevo realismo, que quiere Hals y Velázquez, provocaron en
sustraer definitivamente el mundo 1869, cuando expuso algunos de
de los hechos reales a la inter­ sus cuadros en Munich, una gian
vención embellecedora de la ima­ sensación entre los pintores jóve­
ginación, es Gustave Courbet (1819- nes y su decidido abandono del
1877) [747] que pinta el hom­ academicismo de la pintura histó­
bre, la Naturaleza y el animal con rica postnazarena, W ilhelm Leibl
instintiva y provocadora crudeza; (1844-1900) siguió el ejemplo de
Courbet, pero sustituyó pronto el
ambiente proletario por la inge­
nuidad campesina y su alejamiento
de la civilización [749]. Esta de­
vota idealización radica en el recha­
zo, característico ya dei Romanticis­
mo alemán, de los conflictos socia­
les. y en el deseo de «intimidad», A
ello corresponde una cuidadosa
técnica de consumada m aestría, que
parece garantizar la inmortalidad
a cada detalle material.
El peligro del naturalismo, de ser
dominado por el estímulo aislado,
es evitado hábilmente en Francia
por Honoré Daumier (1810-1879).
[751] Puvis tle Chavannes, Visión an-
rigua, 1855. Lyon, Musée des Beaux-Arts.
Como caricaturista, había aprendido
Pintura monumental clasicisca de eq u ili­ a acentuar expresivamente la reali­
brada composición y delicado colorido. dad y a simplificarla concisamente.
Esta fuerza sintética confiere a sus
cuadros una m onum entalidad épi­
su fanático afán de captar la vida ca que se sitúa entre el Romanticis­
espontánea conlleva el gusto por mo y el Expresionismo [748], El
lo feo y lo vulgar. El tratamiento «parhos» social de Daumier va más
cromático de lo material evita cons­ allá que el de Courbet, pues nunca
cientemente toda idealización, y el busca la fidelidad a los hechos, sino
detalle destacado con dureza no un símil para la «condition hu-
deja espacio a la dirección trans­ maine».
figurados de la luz. En el año Es curiosa la participación de In­
1855 Courbet se hizo célebre glaterra en el cuadro figurativo de
cuando el jurado del «Salón» ofi­ mediados de siglo. E n el año 1848
cial de París rechazó sus cuadros, fundan Dante G abriel Rossetti,
a ¡o que él respondió con una Holman H unt y John E. Millaís la
exposición de protesta, a la que cofradía prerrafaelita. Su antiaca­
démica voluntad artística está en la clasicista, igual que su conflicto for­
línea de la hermandad de Lucas mal, la lucha entre la línea y el co­
romana, y se remite, igual que ésta, lor. Cornelius e Ingres m ueren en
a la más sonora y menos artificiosa 1867; este últim o concluye el Baño
proximidad a ia Naturaleza de los turco [752] cuatro años antes de
pintores anteriores a Rafael, La lí­ su muerte; Delacroix muere en
nea tiene una importancia primaria 1863. La pintura de ideas sigue con­
y el color de está subordinado. La tando, como antes, con el fervor ex­
elección de temas es m uy diversa: clusivo de los clientes oficiales.
está dirigida al hombre de la gran Ideas de la A ntigüedad clásica pre­
ciudad, al trabajador y al emigran­ dominan en las pinturas y ciclos
te, pero se enfrenta también con murales de Puvis de Cbavannes
motivos religiosos [750], cuentos (1824-1898), que representa una hu­
medievales y epopeyas heroicas. manidad noble y digna [751], La
Desde el p unto de vista 'histórico forma épica, de serena sencillez,
estilista, los prerrafaelitas se sitúan emplea motivos de paisajes arcádi-
entre el púdico Romanticismo de los cos para la articulación de las gran-

[752] Jean-A uguste-D om inique Ingres, el


Baño turco, 1863. P a rís, L ouvre. La p re­
cisión lineal de la configuración pictórica
y la ilu m inación plásticam ente m odelado­
ra ciean una atm ósfera f ría y sensual. [753] H ans van M arees, La E dad D o­
rada II, 1879-85. M unich, N eue Staats-
galerie. N aturaleza hum ana representada
nazarenos, el documento social de con el esp íritu de la A ntigüedad clásica,
la hum anidad de mediados del xix üena de idealidad estatuaria. A rticulación
y la pintura romántica de ideas de del espacio del cuadro por la m odulación
de los tonos.
la segunda m itad de dicho siglo,
Su participación en la reforma del des superficies y da preferencia (si­
arte industrial, introducida por guiendo La línea del Neoclasicis­
William M orris, tiene lugar en los mo) a la ordenación de las figuras
comienzos del M odernismo. paralela al plano del cuadro. No se
En la pintura de ideas de la se­ representan acciones y conflictos,
gunda m itad del siglo perviven los sino una serena paz.
principios del idealismo romántico En Alemania, la pintura de ideas
es cultivada p o r Anselm Feuerbaoh, pintores de ideas se opone radical­
Hans von Marees (1837-1887) y el mente la de los impresionistas: tras­
suizo Arnold Boecklin (1827-1901). ladan la acción de pin tar del taller
El entusiasmo de Feuerbaoh por la al aire libre; anteponen el aconte­
Antigüedad clásica está en contra­ cimiento al motivo inventado y li­
dicción con el ilusionismo natura­ terario. E l motivo de la realidad es­
lista de su manera de pintar. Une pontáneam ente captado responde
la alegoría, a menudo sentim ental más a sus intenciones que el tema
de sus ideas, con un duro y seco «digno», alambicado y cuidadosa­
naturalismo, y .pierde así la posibili­ mente compuesto. Su visión pictóri­
dad de una estilización integradora. ca acepta el m undo con todos sus
Hans von Marees se nutre de una encantos fortuitos, casuales o pere-

[754] Auguste Renoir. El Sena en Ar- [755] C laude M onet, El desayuno en


genteuil, 1873. P ortland-O regón, P ortland e l jard ín , 1872-74. P a rís, Louvre, El
A rt M useum . Los im presionistas «tratan cuadro im presionista está descom puesto
de presentar los objetos de la N atura- en partículas de color, que se funden
leza no en su corporeidad, sino en la en el ojo dol observador, creando una
disolución crom ática que provoca el sol, imagen coloreada de la atm ósfera,
la luz y el aíre» (Uhde).

fuerza creativa .mucho más podero­ cederos. Al contrario que a Cour­


sa [753]. Se sirve del m undo clási­ bet, de cuyo naturalismo parten, las
co para transform ar los conocimien­ formas reales les atraen no por su
tos históricos en una visión cerra­ estructura objetiva y su condición
da totalizadora, en una composición material de color local, sino por la
orgánica. Compone sus cuadros de apariencia que la luz confiere a ca­
figuras con masas de color sucinta­ da objeto. Su meta es crear una
mente articuladas. A unque en su textura de colores saciada de luz y
cromatismo reina el oscuro tono de sutilmente diferenciada. Sus comien­
taller y los efectos de contraste del zos históricos se encuentran en el
Romanticismo, manifiesta también Impresionismo temprano de la pri­
la intención audaz de destacar el mera mitad del siglo [7 4 4 ]; una
color como elemento originario y mayor claridad cromática fue ya re­
constituyente del cuadro. comendada por Delacroix: «El gris
A la intención artística de los es el enemigo de toda pintura; en
la Naturaleza sólo hay reflejos de pieron en el variado mundo de la
colores...» Los impresionistas des­ gran ciudad, descubrieron la ruidosa
terraron de su paleta todos los co­ vida de los bulevares, el ambiente
lores oscuros y tam bién pintaban la festivo de los jardines y de los res­
sombra en color. El nombre del taurantes y el encanto del paisaje
grupo de pintores, acuñado en un suburbano. La verdadera provoca­
principio por la crítica como burla, ción partió, sin embargo, de su apli­
tiene su origen en un cuadro que cación del color. Del procedimiento
expuso Claude M onet (1840-1926) de Delacroix de la mancha de color
en 1874 con el título Impresión, sa­ rápida hicieron una nueva técnica.
lida del sol. E l núcleo del grujió fue El dibujo y la silueta cerrada fueron
un círculo de amigos que se formó suprimidos. En lugar de estos ele-

[756] E douard M anet, C arrera de caba­


llos en el Bois de Bouíogne, 1872. Nueva
York, colección j . H . W hitney. R epro­
ducción del instante fugaz (el m ovim ien­
to y posición aparentem ente casual) me
diante un estilo p ictó rico espontáneo, des
m aterializado.

en 1862 en los estudios de París y [757] Edgar Degas, Le Café-Concert,


1876-77. Lyon, M usée des Beaux-Arts.
ai que pertenecen Augusíe Renoir Para Degas, no es la N aturaleza ei tema
(1841-1919), Sisley, M onet, Baziüe, preferido, sino el hom bre, al que repre­
Cézanne y Pissarro, y a partir de senta desde sorprendentes ángulos de vi*
sión y con fascinantes efectos de ilum i­
1874, Edgar Degas (1834-1917). nación.
El jefe espiritual del grupo era
Edouard M anet (1832-1883), quien, mentos estabilizadores de la textura
sin embargo, nunca tomó parte en del cuadro, el observador percibía
las exposiciones (1874-1886). partículas de color sueltamente en­
Lo que irritaba al público en los tretejidas. Esta vibrante modalidad
cuadros de los impresionistas [754- hacía que los objetos se desborda­
757] era su logro histórico; el des­ ran unos en otros y borraba las
cubrimiento de una manera nueva, fronteras entre el primero y el úl­
directa, de contemplar y reproducir timo plano, entre las cosas y su
las experiencias sensoriales. Irrum- sombra. Una manera de pintar tan
elemental, disolvente y desmateria- animal. Cabría también la posibili­
lizadora produjo desconcierto en el dad — como ha demostrado el si­
público, sobre todo cuando los ar­ glo x x — de ampliar imaginativa­
tistas pasaron a aplicar los colores mente este estrecho círculo de for­
sin mezclar en cortas pinceladas, en mas, transportar la figura del hom­
forma de comas, cuya combinación bre a los dominios del ídolo y del
óptica corría a cargo del observador. demonio e inventar de esta manera
A los impresionistas les interesa­ nuevas creaciones; pero este camino
ba acercarse lo más posible al m un­ está cerrado al s. xix, ya que entra
do visible. Se instalaban con sus ca­
balletes al aire libre y se sometían
al dictado de los fugaces ambientes
lumínicos. En este afán por el testi­
monio directo asignaban al color
un papel central: sólo él debía ac­
tuar como mediador del objeto y.
junto a su función reproductora, in­
tegrar el organismo del cuadro en
un vibrante cuerpo total. El color
se convierte en vehículo de la luz.
La atmósfera de color es lo univer­
sal, en tanto que los objetos disuel­
tos de contornos borrosos deben in­
tegrarse de nuevo en esa totalidad. [758J Antonio Canova, P aolina Bona-
parte, 1808. Roma, G allería Borghese.
Neoclasicism o inspirado en m odelos ro ­
LA ESCULTURA, m anos, que logra, a pesar de la exacta
D EL N EO CLA SICISM O observación detallista, la elevación a una
sublim e actitud intem poral.
AL IM PR E SIO N ISM O
en contradicción con una de las
La evolución de la escultura des­ ideas dominantes de la época: el
de el s. x v i i i hasta finales del si­ afán de aproximarse a la realidad.
glo xix está relacionada con la de La escultura aparece sólo esporá­
la pintura, si bien el escultor no dicamente en dicho siglo. No faltan
dispone de la misma gama de posi­ talentos, pero sí una evolución con­
bilidades formales y temáticas. Su tinua, y se puede comprobar un
ámbito de acción artística es más cierto aislamiento histórico-evoluti-
reducido — una de las razones por vo. La explotación sistemática y
las que debe ceder a! -pintor el pa­ concentrada de la realidad está en
pel dirigente— . H e aquí la conse­ manos de los pintores, que logran
cuencia del proceso histórico que la transformación de la materia en
comienza en el Renacimiento y di­ color y atmósfera, y dejan fuera de
rige cada vez más intensam ente las competencia a los escultores.
fuerzas artísticas 'hacia el problema Como 1a pintura, la escultura
de la representación del mundo vi­ pierde en el s. xix su relación con
sible. Desde esta perspectiva el ám­ la arquitectura, quedando abando­
bito de realidad que puede introdu­ nada a sí misma. Se trata de evitar
cir el pintor en su obra es mucho este aislamiento con el monumento
mayor que el del escultor, que (h a arquitectónico y el m onum ento co­
de lim itarse a dos formas corpó­ losal de múltiples figuras. La pér­
reas: la figura dei hom bre y la del dida de su posición dentro de la
arquitectura relega finalmente la es­ tista. Si la escultura neoclásica des­
cultura a la estatuilla. El gusto cubre en el monum ento funerario
burgués, no duda, como escribe u n motivo adecuado especialmente
gaudelaire en su tratado «Por qué a su espíritu elegiaco, el monu­
es aburrida la escultura» (1846), mento conmemorativo, que celebra
en transform ar las tumbas reales a grandes hombres y acontecimien­
medievales en cajas de cigarros y tos de la H um anidad, se convierte
los bronces florentinos en monedas paulatinam ente en el tema central
de adorno. de la escultura oficial. La escultura

[759] G o ttfried Schadow, G rupo de prii> [760] Adolf von H ildebrand, Joven des­
cesas, 1795. Museos E statales de B e rlín , nudo, 1884. M useos E statales de B e rlín ,
G alería N acional. E n la n atu ralid ad , la G a le ría N acional. Un arte que aspira a lo
nobleza y la acertada diferenciación de universal p o r encima de la individualidad,
los caracteres, este g rupo en m árm ol refle­ a ía sencillez clásica, sin patetism o.
ja el Neoclasicism o n atu ralista de Schadow.
se transforma en instrum ento de la
La tendencia a lo caprichoso y política artística estatai-patriótica.
sentimental, que se encuentra ya en A la «religión de los grandes hom­
el Neoclasicismo y que en el Rom an­ bres», fundada por Rousseau y ro-
ticismo recurre a la producción en mantizada por Carlyle, se le erigen
serie, halla su respuesta en u n mo­ en plazas y avenidas fastuosas, en
vimiento contrario hacia lo teatral los parques y en el campo, suntuo­
y lo colosal. Un rasgo melodramá­ sos templos. Si se estudia el des­
tico es ya propio del grupo de figu­ arrollo de los medios de «opresión,
ras clasicista, como m uestra la tu m ­ a los que se adscribe este sector de
ba de la archiduquesa Cristina, de la escultura, se comprueba su enru-
Canova, en Viena, y aparece más decimiento y su potencialización ex­
tarde de forma más enérgica y efec­ terna. Se recapitula en cierto modo
la historia de los estilos, comen­ dásica, aspira a un desconcertante
zando en ía Antigüedad dásica y acercamiento naturalista.
acabando en el Neobarroco. Del Cla­ Principal testimonio, junto a sus
sicismo de principios de siglo pue­ bustos, es la estatua yacente de
de decirse que se manifiesta con Paolina Bonaparte [758]. La figura
rigor, disciplinado y moderado; ei está situada on el plano paralelo al
estilo neobarroco, m ultifigural, del cuadro, característico del Clasicis­
monumento conmemorativo, surge mo, o sea, calculada prim ordial­
ruidoso y estruendoso; sus formas m ente para la contemplación fron­
son duras y macizas, el ornam ento tal y dorsal. La .postura está artifi­
arquitectónico es desconcertante- ciosa y al mismo tiem po provoca­
m ente m ultiform e y suntuoso, y el doram ente desnuda, en el más au-
complejo es, en conjunto, de efecto
acumulativo.
Una selección de !a producción
escultórica, cuantitativam ente im­
presionante, de la época, perm ite
distinguir dos ramas evolutivas:
una neoclásica, que cultiva formas
serenas y superficies lisas, y otra
romántica, que conforma la masa
figurativa no como símbolo de
existencia intemporal, sino corno
agitados y palpitantes documentos
de la vanidad humana. Por u n la­
do, la estatuaria y la elegante pure­
za; por otro, seres que respiran y
están en contacto con la vida.
El Neoclasicismo de A ntonio Ca­
nova (1757-1822) se remite a mo­
delos romanos. Su culto al gran
hom bre, al que la época napoleóni­
ca contribuyó con abundante m ate­
ria], está penetrado por el despre­
cio del presente. La grandeza e in-
temporalidad no le parecen repre-
sentables en el vestido de la época, [761J Francois Rude, La M arsellesa,
al que considera expresión del «gus­ 1832-36. P a rís , A rco de T riu n fo . E n con­
to corrompido». Por eso representa traposición a 3a estatuaria del N eocla­
sicism o, Rude crea una com posición q u e­
a W ashington como general romano brada llena de dinam ism o arrebatador,
y al emperador N apoleón como en la que resuenan rasgos barrocos.
heroico joven desnudo. Este recha­
zo de la profana indumentaria del téntico sentido de la palabra. La
presente no es, sin embargo, expre­ mirada, dirigida a la lejanía, tiene
sión de una voluntad artística que un efecto distanciador. La figura
desprecie en general la proximidad descansa en ademán exquisito sobre
a la Naturaleza y la realidad; por almohadones que, distensam ente re­
el contrario, Canova, en el detalle pletos, contrastan con la esbelta
íisonómico y corporal, nos muestra tersura d d cuerpo. La materialidad
que, dentro del canon de belleza está imitada tan detallada e ilusio-
justamente como sólo el oculto na­ plo, en el m onum ento de Lulero y
turalismo de u n disciplinado neo­ la Reforma, W orms, 1858). Una vez
clásico hubiera podido hacerlo. más, como a principios de siglo, el
En Alemania, G ottfried Sohadow Neoclasicismo propugnaba sereni­
(1764-1850) representa el Neoclasi­ dad y purificación de la forma.
cismo. Su realismo es más cálido y Adolf von H ildebrand (1847-1921)
directo que el de Can ova, con quien asumió el papel que en la pintura
entra en contacto en Roma. Su arte había recaído sobre su amigo Hans
se nutre aún del aliento vital de la von Marees [753]: defendió la
tradición barroca, que confiere un configuración y la silueta sencilla.
sencillo encanto y gracia a las me­ De esta manera se oponía no sólo
jores de sus figuras [759], a la degeneración de las formas de
los monumentos teatrales, sino tam ­
bién a la «arbitrariedad» de Ro-
din; anticipó, por tanto, aunque
con fuerzas artísticas más exiguas,
1a corriente que más tarde debía
dirigir Maillol, pero su intención
reformista carecía de ímpetu vital.
Esta es seguramente la razón de
que H ildebrand esté íntimamente
ligado al Clasicismo del s. xix y de
que no tuviera seguidores. Su Jo­
ven desnudo constituye una obra
maestra [7 60 ], cuya natural belle­
za no tiene p unto de comparación
en el panorama europeo de enton­
ces. En ella se cumple el credo clá­
sico del escultor; «cuanto más tí­
picos y normales sean los acentos
efectistas en una obra artística, tan­
ta más trascendencia objetiva po­
see».
Si H ildebrand se preocupa por
una form a depurada, ía línea evolu­
[762] Jcan-B aptiste C arpcaux, La Danza, tiva que va de Rude a Rodin y
1869. P a rís, fachada de la O pera. El pa-
tetism o barroco de la escultura rom án­ Rosso se interesa, en cambio, por
tica de Francia está sublim ado en Car- las formas de acción y aconteci­
peaux en una risueña e im petuosa alegría miento. Está orientada pictórica­
v ital.
mente y trabaja con los medios de
El estilo neoclásico tuvo pronto fusión y separación de las formas;
seguidores en todos los países. P o ­ sus figuras se introducen en el es­
demos citar al danés Thorwaldsen, pacio o dejan que éste se introduz­
al francés David d ’Angers, al aus­ ca en ellas; 3a masa coupórea no es
tríaco Zauner y a los alemanes Dan- cerrada y compacta, como en los
necker, Schwanthaler, Rauch y neodásicos, sino desgarrada en grie­
Rietsdhel. La obra de este últim o tas y fallas. Por eso se puede hablar
ailcanza ya la segunda m itad del si­ también de una forma abierta,
glo, a cuyo estilo de monumentos, comparada a la pincelada abierta
doctrinario y triunfalista, p ropor­ de los pintores que hacen visible
ciona las prim eras bases (por ejem­ sobre el lienzo el acontecimiento
de la creación de 3a forma (por didas a la acción conjunta, impulsa­
ejemplo, los impresionistas). das por una salvaje diosa de las
La corriente romántica se da batallas. D entro del conjunto cerra­
principalmente en Francia. Su pri­ do se descubren ademanes duros,
mer gran representante es Frangois impulsivos, y complejas superposi­
Rude (1784-1855), cuya obra más ciones. N o se persigue la claridad
importante, al relieve colosal de la de la forma aislada, sino su entrela­
Marcha de los voluntarios de 1792 zamiento.
en el Arco de Triunfo de París En el dramático amontonamiento
(1832-1836), se ha hecho popular y entrelazamiento de las figuras de
Rude pueden apreciarse caracteres
estilísticos barrocos, que aparecerán
aún con mayor claridad en la segun­
da m itad del siglo, cuando ía es­
cultura entra en su fase romántica
tardía. Un ejemplo representativo
es el Grupo de la danza, que rea­
lizó Jean-Baptiste Carpeaux (1827-
1875) en 1869 para la faahada de
la nueva Opera de París [762],
También en esta obra está repre-

[763] H onoré D aum ier, R atapoil, 1850.


Colonia, M useo W allraf-Richartz, En la
e s ta tu illa de bronce de Ratapoil la masa
plástica, surcada por aristas y p rotuberan­
cias, se convierte en el objeto de ener­
gía expresiva. En el gesto y la expresión
dom ina el esbozo y la caricatura.

bajo el título de La Mdrsellesa


[761], La imagen distinguida y
[764] Auguste R odin, La puerta del
aristocrática que Canova había da­ infierno (detalle), comenzada en 1880. Zü-
do de la heroica época napoleónica rich, Kunsthaus, La disolución im presio­
fue completada por Rude en su as­ nista de ia figura hum ana y la fusión d(j
figura y espacio se unen en un flujo d i­
pecto democrático-popular, que glo­ nám ico de m ovim iento.
rifica el surgimiento elemental, cu­
yo protagonista es el pueblo. E l sentada una acción de conjunto,
grupo del relieve, de tamaño supe­ pero esta vez no es bélica. Una dio-
rior al natural, constituye la expre­ nisíaca alegría vital se inflama y se
sión de la unidad y la fuerza, deci­ comunica en suave ritmo al espacio.
Luz y sombra animan el entrelaza­ arrebatada p o r ¡a silueta inquieta
miento de las figuras. La ingeniosa del cuerpo [7 6 3], de manera que
ligereza del grupo se remite al m un­ parece fundida con él. El cazador
do de formas del Rococó, al que de­ de ratas del bonapartism o se con­
be sus delicados y caprichosos acen­ vierte en símbolo intem poral del
tos. oscurantista. Las esculturas de Ed­
Al margen de la evolución esti­ gar Degas ( 1834-1917) perm iten
lística pública y oficial, la escultura distinguir la transición de la esta­
r o m á n t i c a presenta una evolución tuilla romántica al estudio de movi­
íntima, que se da en el pequeño m iento impresionista, y es la con­
formato, y en la que destacan secuencia del camino que empren­
Jean-Pierre D antan, Daum ier y más dió Daumier: puesto que la vida
tarde Degas. D antan creó u n gran se manifiesta en continuas varia­
número de pequeños bustos de re­ ciones, la figura movida es su re­
trato y estatuillas que tienen cla­ flejo más claro,
ros matices caricaturescos. La Auguste Rodin (1840-1917) cons­
acentuación desproporcionada se tituye la cima del movimiento ro­
convierte en el nervio vital plástico mántico, Sintetiza las influencias
de estas figuras. A ú n va más allá estilísticas impresionistas y barrocas
en esta dirección H onoré Daumier de la segunda m itad de siglo. Su
( í 810-1879): para él, la figura h u ­ arte abarca toda la gama de las po­
mana se convierte en una forma lle­ sibilidades plásticas de su época,
na de pujantes energías, cuyo cur­ desde la íntim a improvisación de
so, procedente del interior del movimiento basta el patetism o he­
cuerpo, emerge a su superficie y la roico. La característica de su obra
articula dinámicamente. La fusiona- es la agitación transitoria. N ingún
dora fuerza plástica de D aum ier es cuerpo está aislado, sino que cada
compatible también con la indumen- uno se encuentra inserto en un rit­
mo superior, expuesto al espacio o
sometido a la m ateria de la que
surge. La obra principal de Rodin,
La puerta del infierno [764], co­
menzada en 1880, nos m uestra los
complejos caminos formales de sus
intenciones expresivas. No es difícil
distinguir, junto a las cualidades
de este estilo figurativo — en pri­
mer lugar, la licuefacción y espacia-
lización del conjunto formal— ,
tam bién sus peligros. N o parece
desacertada la disolución pictórica
[765] M edardo Rosso, C onversación en en sí, sino la arriesgada unión de
el ja rd ín , 1893. B arrio en Lecco, M useo afectos gratuitos. La afirmación de
M edardo Rosso. M ientras que R odin tra ­ R odin de que la escultura podría
bajaba can dram áticos conglom erados de
form as, Rosso busca en sus figuras, su­ rivalizar con el teatro se vuelve a
m ariam ente sim plificadas, el silencioso veces contra él, y el desatado dina­
juego de los reflejos lu m ínicos, para re mismo m uestra su reverso: ia ten­
presentar la caducidad de la existencia
hum ana.
dencia al compromiso y la gesticu­
lación patética.
taria de la época. En la estatuilla de E l recurso artístico de Rodin de
Ratapoil, la vestim enta es incluso hacer visible la creación de 1a for-
rna a partir del caos como proceso Aunque esta crítica puede ser re­
dramático, prometeico, se debe en batida, da una idea de los deseos
alguna medida a la obra de M edar­ que el Impresionismo había dejado
do Rosso (1858-1928). La configu­ irrealizados en los círculos que le
ración sumaria que hace desapare­ eran favorables. La suelta y ligera
cer la forma fue sugerida segura­ técnica de los pintores les hada
mente por los impresionistas (a los sopetíhosos de falta de rigor, y la
que Rosso continúa tam bién en la desintegración cromática de la si­
fusión de las figuras con el espa­ lueta fue interpretada como alusión
cio), pero desemboca en un nuevo provisional. Tam bién en los círcu­
simbolismo romántico de la fuga­ los de artistas se manifestó la nece­
cidad de las cosas [765]. sidad de hallar nuevas soluciones.
Rodin y Rosso marcan los p un­ .A p artir de esta situación ha de
tos histórico-estilísticos finales del comprenderse la no muy extensa
movimiento form al transitorio y ex­ obra de Seurat. Representa el in­
pansivo del s. xix. Su arte desenca­ tento de monumentalizar el Im pre­
denó, prim ero en H ildebrand y sionismo mediante la aplicación me­
más tarde y con mayor duración en tódica de sus propios medios de
Mailiol, el movimiento contrario: lenguaje y, de esta manera, supe­
la form a serena, calmada y desdra­ rarlo. La rápida e inquieta escritura
matizada, que de nuevo retorna del de pincel es sistematizada: en lugar
espacio al bloque [768]. de los vibrantes ganohitos y comas,
el pintor dispone un orden superfi­
P O SIM PR E SIG N ISM O Y cial de puntos de color de igual
E X PR E SIO N ISM O tamaño. Este puntillism o favorece
TEM PRA N O
En 1886 tuvo lugar la últim a ex­
posición colectiva de los impresio­
nistas. Ju n to a los nombres cono­
cidos, a los que ya se había acos­
tum brado el público, surge uno
n u e v o , Georges Seurat (1859-
1891). Con su cuadro Una tarde de
domingo en la Gránde Jatte (1885)
[766] (una isla del Sena junto a
París) provocó un escándalo. E ste
cuadro parece contener una res­
puesta al epílogo crítico q u e Zola
publicó ya en 1880 sobre los im­
presionistas, En él decía; «La ver­ [766] Georges Seurat, Una tarde de d o ­
m ingo en la G ran d Ja tte , 1885. Chicago,
dadera desgracia es que ninguno de The A rt In stítu te . E l p u n tillista Seurat
los artistas de este grupo p u d o for­ trata de superar la reproducción im pre­
m ular con autoridad y definitiva­ sionista del m om ento m ediante la con­
solidación del cuadro en un nuevo orden
mente el nuevo modo de expresión de superficies, com puestas p o r pu n to s de
que se encuentra disperso por todas color no m ezclados, colocados tinos junto
sus obras. Todos ellos son precur­ a otros sin discontinuidades.
sores. El genio no se ha despertado.
Podemos ver sus intenciones y la transposición de ía superficie del
aprobarlas, pero buscamos inútil­ cuadro a un campo de tensión ho­
mente la nueva obra maestra.» mogéneo, que significa para la his­
toria de la pintura un paso más en tidiana moderna parece rodeada, en
el camino (hacia la independízación estos cuadros, de un hálito de dig­
de los medios figurativos artísticos, nidad y clásica inmortalidad.
pues el punto de color constituye En la década de los 80 del si­
una m agnitud independiente, no glo xix, los llamados años de crisis
subordinada a ningún objeto for­ del Impresionismo, Paul Gauguin y
mal. Las células de color puntuales, Paul Cézanne desarrollaron también
aplicadas sin mezclar, producen un los fundam entos de nuevas formas
pictóricas, que tienen en común
con Seurat su afán de armonía de
conjunto. El camino hacia esta me­
ta pasa por la nueva acentuación
de lo corpóreo y la simplificación
de las relaciones espaciales. G au­
guin (1848-1903), que sigue duran­
te cierto tiempo a tios impresionis­
tas, desarrolló en 1888, junto con
Emile Bernard, los principios esté­
ticos del sintetismo. Sus tempora­
das en las islas del Océano Pacífico
le confirmaron en la búsqueda de
formas sencillas, primitivas (es de­
cir, naturales) >[767]. Como Seurat,
veía la pin tu ra en función de repre­
sentar, con líneas y colores, estados
anímicos: un determ inado trazado
[767] Paul G auguin, ES oro de sus
de diahas líneas debe despertar
cuerpos, 1901. P a rís, Louvre. A lejam ien­ tristeza; otro, alegría; líneas y colo­
to de ía reproducción espacial-ilusionista res deben formar «acordes mági­
de la realid ad . La representación plana cos», en los que suene la «música
lleva a acentuar la superficie pictórica.
Las figuras sc construyen con formas de cuadro». En contraposición a la
planas y am plias sin d ibujo interno y técnica divisionista de Seurat, G au­
delim itadas por lín e a s oscuras. guin solía cerrar sus figuras con
contornos continuos (por lo que
encadenamiento continuo de con­ su técnica ha sido comparada con
trastes- elementales. Abora bien, es­ el «cloisonné», el método de fundi­
ta impresión de encadenam iento y ción alveolar del arte del esmalta­
de tejido sólo aparece ante el obser­ do). Como la modelación interna
vador cuando éste se sitúa a una de los cuerpos es descuidada en fa­
distancia determ inada. Entonces el vor de un colorido plano, no se
retículo se convierte en contextos crea ningún ilusionismo corpóreo.
concretos. Dicha técnica transformó El ilusionismo espacial se evita ha­
la vibrante inquietud de los im pre­ ciendo que los acentos de luz y
sionistas en su contrario: si ia raya sombra, y el alineamiento, no des­
goza de una tendencia dinámica, el taquen el escalonamiento de pers­
punto posee una estática; la dis­ pectiva. El resultado es la acentua­
persión de puntos no está «dirigi­ ción del plano del cuadro. El pro­
da», sino que forma una red uni­ pio G auguin reconoció cómo este
versal de relaciones. La técnica pun- proceso subraya la autonomía de la
tillista apoya las tendencias de ar­ textura formal: «Antes de saber lo
monización del artista. La vida co­ que representa el cuadro, se en­
cuentra uno fascinado por el acorde esto es utilizado por Cézanne para
mágico de sus colores.» A partir de crear algo que posee una armonía
estas palabras, M aurice Denis, pin­ interna que se llama cuadro»
tor del círculo de Gauguin, llegó a (1912).
la célebre definición: «Hay que te­ Por distintos caminos lucharon
ner en cuenta que un cuadro, antes Seurat, G auguin y Cézanne por la
que un caballo de batalla, un des­ representación de la imagen del
nudo o una anécdota, es una su­ m undo, libre de lo cotidiano e ins­
perficie cubierta por colores agru­ tantáneo, que defendían los impre­
pados según un orden.» sionistas. Formalmente poseen una
En 1890, cuando fueron escritas cierta tendencia arcaizante que
estas palabras, creaba Paul Cézanne G auguin subraya con elementos
(1839-1906) sus obras maduras exóticos. Cézanne es el que acentúa
[7 1 5 ]. También él adoptó elemen­ más acertadamente la im portan­
tos del Im presionism o antes de en­ cia propia del plano del cuadro: la
contrar su propio camino. Su pro­ configuración no limita y aísla co-
pósito era «realizar» el mundo, es
decir, hacer visible su textura ele­
mental, no reproducirla, sino crear­
la. Quería «pensar con los ojos». Al
rebasar así a los impresionistas, el
color se le aparece como símbolo
de la sustancia espiritual del m un­
do, dando lugar a la profunda y
reveladora misión que impone a su
arte: la de crear armonías parale­
las a la Naturaleza, y la de ser,
como ella, expresión de lo eterno y
lo sublime.
El alcance histórico de la obra de
Cézanne consiste en haber legitima­
do las leyes propias del proceso pic­
tórico. Para él, el cuadro no co­
mienza con el modelo natural, sino
con sus elementos propios. De este [768] A risdde M ailiol, La noche, hacia
1902. W interthur, M useo de A rte. Como
m odo logra una nueva espontanei­ reacción al desgarram iento de form as de
dad que visualiza el acto de pintar. la escultura de m ovim iento im presionista,
El cuadro se independiza como crea­ M ailiol crea figuras calladas, de líneas
claras, cuyas form as cerradas no niegan
ción propia y se separa del modelo su procedencia de! bloque.
y de las impresiones de la percep­
ción. Consecuentemente, también mo la de Gauguin, ya que se basa
está en relación con ello el que en una modulación cromática gra­
Cézanne haya suprimido el orden dual que comprende toda la super­
espacial de perspectiva lineal, pues ficie del cuadro.
no le interesaba el «sector» único, La tendencia hacia lo perdurable
sino la perdurable «pura verdad e inmutable, hacia la forma afirma­
pictórica de las cosas». Kandinsky da y quieta se percibe también en la
es quien mejor ha interpretado el escultura. El cambio no partió, sin
estilo de Cézanne: «No aparece re­ embargo, del Clasicismo latente, tal
presentado u n hombre, ni una man­ como se refleja en el arte distingui­
zana, ni un árbol, sino que todo do, aunque no muy vital, de Hilde-
brand [7 6 0 ], sino que necesitaba el ciso se acerca ai cartel, que surge
im p u l s o de fuerzas nuevas. Sólo en a finales del s. x ix y que es enno­
el últim o decenio del siglo logra blecido artísticamente por Toulouse-
A r í s t i d e M aillol (1861-1944), Lautrec [769]. El trazado de líneas
avanzando lentamente desde la ele­ tiende a lo agitado y a la sintetiza-
gancia ornam ental a la vitalidad ción sumaria; los contrastes cromá­
corporal, la superación de la agitada ticos no se detienen ante violentas
y romántica gesticulación de Rodin disonancias, sino que las buscan.
y Rosso [764, 765]. E n lugar de El afeamiento del hom bre debe re­
complejos formales, ramificados en saltar su carácter humano, A esto
el espacio e inestables, alisó las su­ corresponde, en lo que respecta al
perficies, configuró las siluetas y se modo de pintar, el rechazo de la de­
limitó al bloque de líneas cla­ licada y dócil pincelada de los im­
ras. También se advierte una rela­ presionistas. Los cuadros no quie-
ción moderada con las formas ar­
caicas [768],
Hasta entonces, todas las reaccio­
nes que surgían frente al Impresio­
nismo estaban condicionadas por
éste, al contrario de lo que ocurre
con las acentuaciones expresivas ded
contenido form al impresionista, que
encontramos en Van Gogh, Toulou-
se-Lautrec, M u n d i y Ensor. E n es­
tos artistas — de los cuales tres no
son franceses-— se prepara la res­
puesta del norte de Europa que más
tarde se bautizará con el nombre de
Expresionismo. Es característica de
los cuatro primeros expresionistas
su posición no equilibrada ante el
mundo circundante, en oposición a
los impresionistas.
El credo a r t í s t i c o , vertido
por los impresionistas en pura ale­
gría existencial, se traslada ahora a
Jo instintivo y demoníaco, e infor­
ma los insolubles conflictos del ser
hum ano en medio de un m undo a [769] H enri de T oulouse-Lautrec, Jane
A vril, litografía para cartel, 1893. La re­
menudo hostil y generalmente om­ producción de la im presión m om entánea
nipotente. Si se exceptúa a Van se convierte en la com posición «tem pra­
Gogh, en los demás impera como no-expresionista», acentuada en lo expre­
sivo. Escoraos exagerados y m anchas de
síntoma general u n agudo pesimis­ color de contornos caprichosos, afines a !o
mo. Tam bién el lenguaje formal su­ ornam ental, determ inan el efecto d el cua­
fre este desplazamiento. Se evitan dro.
las posibilidades figurativas equili­
bradas, armonizadoras; la composi­ ren despertar la impresión de «pin­
ción prefiere elementos inquietos, tura bella», sino proclamar verda­
perturbadores. BI espectador 'ha de des humanas. La escritura pictóri­
ser impresionado con procedimien­ ca habría de caracterizarse en su
tos a veces drásticos. E l estilo pre­ aspecto negativo como impetuosa,
indomable y a intervalos descuida­ cada por enérgicas y cortas pince­
da. Su aspecto positivo es la apari­ ladas, que se juntan en vibrantes
ción de unas fuerzas formales que ■haces de formas [770], También
anuncian una nueva espontaneidad las cosas inanimadas parecen vivas.
expresiva. A la fuerte participación subjetiva
E! 'holandés V kent van Gogh corresponde la acentuación de los
(1853-1890) llegó a París en 1886, ejes de Ja perspectiva.
ano de la última exposición impre­ En cierto sentido, los nuevos ca­
sionista. D urante u n corto tiempo minos que hicieron tom ar al Im pre­
hizo intentos en el «divísionismo», sionismo Van Gogh y Toulouse-
pero el contacto con G auguin ace­ L a u t r e c constituyen su poten­
leró la liberación de sus fuerzas vi­ ciación o bien la transferencia de la
sionarias que pujaban por la des­ sensibilidad visual a lo psíquico,
carga irreprim ida de lo psíquico. de los ojos a los nervios. H enri de
También él quería expresar lo aní­ Totdouse-Lauírec (1864-1901) sigue
mico con colores: por ejemplo, cap­ directam ente las interpretaciones
tar «con el rojo y el verde la terri­ que dio Degas del m undo de diver­
ble pasión de ios hombres». Con sión de la gran ciudad. Su arte des­
extático ademán intenta captar ia cansa sobre una asombrada preci­
Naturaleza y el mundo circundante: sión lineal inspirada en eí modelo
toda la Creación debe ser un eco del xilograbado japonés. La econo­
fraternal de hombres. M ientras que mía de medios expresivos en la ca­
racterización hace que la pintura
impresionista parezca, comparativa­
mente, cómoda y ampulosa. El co­
lorido es artificial y caustico. Tou-
iouse-iLautrec también sabe mane­
jar la línea ornamentalmente, en lo
cual coincide con la articulación de
superficies del A rt Nouueau (Mo­
dernismo). D e ello son testimonio,
especialmente, sus litografías y car-
íeles [769],
El noruego Edvard M unch (1863-
1944) llegó en 1889 por vez prime­
ra a París, donde conoció la obra
de G auguin y Van Gogh. Su pri­
mera exposición tuvo lugar en
1892 en Berlín y promovió tal es­
cándalo artístico que hubo de ser
[770] V incent van Gogh, Cam po de cc-
clausurada. Resumiendo sus rasgos
bada, 1889. O tterlo. Rijkm useum Krol- característicos puede decirse que
ler-M iiller. La pincelada de un trazo, n e i’ su fantasía es melancólica y su len­
viosa, se convierte e n elem ento pictórico guaje formal denso. Se halla pró­
cargado de expresión, que im pregna de
vida dram ática todas las cosas visibles- ximo a Strindberg y al simbolismo
literario [771]. Las sombrías vi­
Cézanne prescinde de la línea en siones de su «introspección» giran
la estructura del cuadro, Van Gogh en torno a situaciones en las que
se sirve de ella como intenso medio se representa la impotencia deil
de expresión. Dibuja con el color; hom bre frente a su fatalidad: la
toda la superficie dái cuadro es sur­ soledad, 1a muerte, la lucha de los
sexos, la tentación y los-celos. La currieron dentro del realismo am­
forma tiende a la densificación mo­ biental. Al iniciarse la década de
numental. Lo típico de un paisaje, los ochenta su paleta se aclaró y
en los interiores burgueses irrum ­
pieron máscaras y lémures. En este
engendro mixto, arbitrariam ente in­
ventado, descubre Ensor su mundo.
Ciertamente hay en él relaciones
con el arte fantástico de siglos an­
teriores (Bosch, Brueghel, Callot),
pero su amenazadora agresividad
crea una imagen incomparablemen­
te desconsoladora del dolor exis-
tencial del hombre. La histeria y
la hipocresía rigen la humanidad,
en donde ya no existe compren­
sión alguna [772], La representa­
ción del absurdo se anticipa ya a
los surrealistas. La caustica e iró­
nica concepción de la vida se corau-
[772] Jam es Ensor, La intriga, 1911.
P arís, Colección A. Croquez, La visión
pesim ista del m undo adquiere aquí acen­
tos fantásticos e irreales; la procesión de
máscaras de muecas m alignas, en formas
y colores rrém ulos, se convierte en s ím ­
bolo de ia esperanza.

[771] E dvard M unch, V irgen, litografía


en color, 1895. L a im agen trágico-pesim is­
ta del m undo dei artista determ ina la
com posición y la forma aislada: del fondo
oscuro, con oprim ente vacío, se despren­
de la figura, cuyos contornos de espesa
fluidez le dan la apariencia de u n ser sim ­
bólico, densificado m onum entalm ente.

de un árbol o de un hom bre apa­


rece destacado por contornos opre­
sivos. El vacío al que se adhieren
Jas voluminosas figuras se convier­
te en un elemento esencial de ex­
presión del espacio que confiere a
los cuadros y grabados de Munoh, mica también a la forma. El traza­
su ahogada e inquieta angustia. La do lineal se hace rígido, anguloso
pincelada discurre lenta y en cur­ y drásticamente torpe; Ja composi­
vas reblandecidas. En todos estos ción se conforma mediante la ali­
caracteres se encuentra ya el com­ neación lapidaria y sin arte, a la
ponente trágico-pesimista del Ex­ manera de los aleluyas; eí colori­
presionismo. do da preferencia a los tonos cla­
Los dos últimos decenios del si­ ros y los rudos contrastes, a los
glo xix fueron los más fecundos en que envuelve una pálida luz.
la obra del bolga James Ensor Todos los pintores que hemos
(1860-1949), cuyos comienzos dis­ citado parten del Impresionismo
y del realismo. Sus caminos se en­ Como arquitecto y teórico, Louis
cuentran en el deseo de profun- Suliivan (1856-1924) era la persona­
dización simbólica del contenido. lidad más fuerte de dicha escuela.
Tal deseo se extiende cada vez más Se opuso al m é t o d o eclec-
en los últimos decenios del s xrx. ticista, que enmascara las fachadas
«Todo arte es a la vez superficie y dé los edificios con diseños estilís­
símbolo», escribió Oscar W ilde en ticos asimilados superficialmente.
el año 1890, Sus palabras abogan Estas fachadas de efecto decorativo
por la transformación simbólica, no guardaban una auténtica rela­
por el libre juego de la fantasía ar­ ción con el interior del edificio y
tística, por la emancipación de la de hecho negaban su concepción.
experiencia, por la acentuada auto­
nomía de la obra de arte. Frente a
esta exigencia, la poesía relativa­
mente ingenua y sin rodeos de los
impresionistas tenía que parecer co­
tidiana y «superficial». Así se llegó
al reahazo del suceso único instan­
táneo, y a la búsqueda del conte­
nido significativo y del símbolo
perdurable,

LA A PA R IC IO N D E LA
A RQ UITECTU RA DEL
S IG L O X X
Las dos últim as décadas del si­
glo XIX fueron también de gran im­
portancia para la arquitectura; en
este lapso de tiempo, igual que en
la pintura, se someten a prueba
los fundamentos de una nueva in­
tencionalidad arquitectónica. M ien­
tras que Francia conoce dos cimas 1773] Louis Suliivan, G uaram y T rust
de la arquitectura de ingeniero en B uilding en Buffalo, 1895. El nuevo pro­
blem a de la torre conduce en la «escuela
el dominio de ía nave y del monu­ de Chicago» a soluciones revolucionarias.
mento arquitectónico [734, 735], E l edificio forma in terio r y exterior-
en los Estados Unidos se desarrolla m ente una totalidad orgánica d eterm i­
una nueva tarea arquitectónica de nada p o r la función. E i severo bloque
cúbico se caracteriza por una articulación
gran ciudad, la torre de oficinas, y m arcadam ente vertical.
se encuentran nuevas soluciones
para un tema que venía preocupan­ Suliivan quería construir de nuevo
do a los arquitectos desde el Re­ desde dentro hacia afuera. Para él
nacimiento: ía casa particular ro­ la construcción no es u n mal necesa­
deada de jardín. En los años 80, rio, sino el núcleo esencial del edi­
cuando en Europa regían aún el ficio. Más aún; el exterior de éste
eclecticismo y eí historicismo, la debe formar con su interior una
escuela de Chicago tomaba decisio­ unidad indivisible, de forma que
nes que la arquitectura europea no parezca una pura aplicación. Cada
tuvo en cuenta hasta finales de edificio ha de representar un todo
siglo. orgánico, inconfundible, al qu<=-
nada se pueda añadir o suprimir. ción recíproca. Como la masa pier­
Esta concepción totalizadora la de su pesadez gravitante, es activa­
resume Sullivan en una fórm ula la­ da estructuralm ente y ya no da la
pidaria: «La forma sigue a la fun­ impresión de un espacio inter­
ción». Cada parte debe reflejar las medio.
funciones que le corresponden. N o En la escuela de Chicago se ma­
es ninguna casualidad que este fun­ nifiesta inconfundiblemente la ten­
cionalismo quiera restringir el papel dencia hacia la unificación. Como
de las formas arquitectónicas del todas las células espaciales sirven
adorno y del ornam ento: «Desde a una misma función, el edificio de
un punto de vista estético, lo me­ oficinas favorece la formación de]
jor sería abstenernos totalm ente
durante algunos años de cualquier
empleo de adorno, para que nues­
tro pensar pueda concentrarse por
completo en la construcción de edi­
ficios que resultan elegantes en su
desnudez» {1892).
Para la realización de su idea,
Sullivan empleó la construcción por
esqueleto de acero. Precursora de
este procedim iento había sido la
construcción p o r travesarlos de hie­
rro colado {7 3 1 ], utilizada en Esta­
dos Unidos desde mediados del si­
glo. C uando Sullivan erigió en 1895
el Guaranty T rust Building en Buf-
falo [7 7 3 ], la edificación por estruc­
tura de acero contaba con las expe­
riencias de más de un decenio,
pues ya en 1883 había comenzado
Wílliam Le Barón Jenney el H om e
Insurance Building en Chicago. El
exterior de este edificio de negocios
mostraba aún reminiscencias h is tó
ricas. Sullivan suprim ió esta rela­
ción con el pasado. La torre en Buf-
falo aúna la transparencia construc­
tiva característica de la edificación
por armazón con nuevas cualidades [77-4. 775] F. L. W rigbt, Casa W illits en
expresivas. Su constructor se pro­ H igbíand P ark en Chicago, 1902. P lanta
pone que dicha torre «forme d e í piso inferior y vista exterior, La cons­
desde el suelo hasta el teoho una trucción orgánica de d entro hacia fuera
conduce en la vivienda a la «planta
unidad sin una sola línea divergen­ abierta», que se extiende al espacio.
te». Tam bién son importantes las
nuevas soluciones que introduce trazado superficial uniformemente
Sullivan para la relación entre vo­ articulado. También se puede de­
lumen mural y ventanaje: la ven­ signar a este retículo de superficie
tana ya no está cortada en el fon­ como «divisionismo» arquitectóni­
do del m uro como una «figura», co. Depende del arquitecto el con­
sino que ambos se hallan en rela­ trarrestar la tendencia a la repetí-
ción, acentuando la individualidad rió esta idea de Suliivan del edifi­
dal edificio. cio de oficinas a la casa particular.
Si el edificio comercial y de ofi­ Se libera de fórmulas de prestigio
cinas se ihalla bajo el dictado racio­ externas y, respondiendo a las ne­
nalista de la unidad, a 3a vivienda cesidades de habitabilidad, une una
destinada a la utilización individual cón otra las células espaciales en
le está reservada la pluralidad ar­ lugar de imponerlas a un rectángulo
quitectónica. E l edificio de altura es de planta prefijado. Así se crea
el símbolo orgulloso de la gran un conjunto multiforme proyectado
urbe, un todo aütárquico y cerrado al espacio. También en el interior
en sí; la vivienda se encuentra en de la casa se preocupa W right por
ía Naturaleza y enfrenta a ios hom ­ la supresión de límites espaciales rí­
bres con los elementos. E n esta con­ gidos. Grandes ventanas establecen
traposición radica el papel que des­ la- comunicación con el espacio li­
empeñó Frank Lloyd W rigbt (1869- bre, pero los macizos tejados pro­
1959) en la arquitectura de vivien­ tectores resaltan el carácter íntimo
das. Procedente del estudio de del interior. Así se produce una
Suliivan, volvió pronto la espalda interacción gradual: el habitante se
a las tareas arquitectónicas de gran cobija en la casa y ésta a su vez
ciudad. A 3a orgullosa verticalidad descansa en la Naturaleza. En Euro­
de las torres opuso el horizontalis- pa no se tuvo al principio en cuen­
mo de sus villas. De su maestro ta la evolución norteamericana.
adoptó la afición por lo orgánico, Adolf Loos {1870-1933) parece ha­
pero interpretándolo en un sentido ber sido el único arquitecto que,
mucho más amplío: para él no sig­ a finales de siglo, tuvo conocimien­
nificaba sólo que el edificio parti­ to de ello por propia experiencia.
cular 'había de formar una totali­ Cuando, en 1896 regresó a Viena
dad, sino que también debía unirse tras una estancia de varios años, en
con su entorno en una unidad de los Estados Unidos, se adscribió a
forma. Este criterio borra las fron­ los fundamentos racionalistas de los
norteamericanos. En eílo descubría
teras entre arquitectura y N atura­
ía . ocasión de dar de nuevo una
leza. W right elige para sus vivien­
base ética a la arquitectyra y pro­
das materiales orgánicos, naturales
veerla de un inequívoco contenido
(madera, piedra), que responden a
de veracidad. En su rechazo de toda
su romántica idea de la función forma ornamental, expuesto en su
protectora de 3a arquitectura. Para
ensayo «Adorno y crimen» (1908),
hacer visible la interacción entre la
va mucho más lejos que Suliivan.
obra hum ana y 3a Naturaleza se sir­ Una de sus obras más tempranas,
ve de la planta abierta [774, 775],
el comercio de moda masculina
que se remonta a 3a arquitectura ru ­ Goldman en Viena, creado en el
ral inglesa anónima; también, de año 1898, aplica el purismo rectan­
forma aislada, tiene relación con gular de los norteamericanos con
el Neoclasicismo, donde se emplea una efectividad única en la Europa
como motivo arquitectónico «pictó­ de finales del sigio pasado. El soli­
rico» (Schinkel). En la historia de tario Loos pasó inadvertido al prin­
la arquitectura adquiere im portan­ cipio, pues la reforma que proponía
cia cuando se abandona el esquema tenía un rival superior en contra,
de fachadas y se construyen desde cuyo dominio se extendía sobre to­
dentro hacia fuera. W right transfi­ da Europa: el Modernismo.
nificaba para Sullivan o W right,
Ciertam ente hay en Sullivan abun­
El Modernismo (A rt Noveau) fue dantes ideas ornamentales que se
un fenómeno europeo. Comenzó, acercan al trazado de la fluyente
aproximadamente, en 1890, alcanzó línea modernista, pero el ornamen­
su apogeo hacia eí final del siglo y to no penetra en la armazón ar­
concluyó más o menos media dé­ quitectónica del cuerpo del edificio,
cada más tarde. Cuando empezó a sino que se limita a zonas deter­
extenderse desde Inglaterra a Bél­ minadas y se considera superfino.
gica, Alemania, Francia y Austria Para el Modernismo, en cambio,
había sonado la hora del eclecticis- resulta imprescindible. Se le con
sidera el origen vital de las for­
mas, no un invento ulterior, sino un
impulso elemental. Dos propieda­
des del ornamento destacan su im­
portancia como «leitmotiv»: su cur­
so variable de la forma, del que
continuamente pueden surgir nue­
vas transformaciones, especialmen­
te agrupaciones mixtas de motivos
abstractos e indicios objetivos, y
su dinámica extendida, que rebasa
los límites de la realidad, y reúne
los distintos objetos en un conjun­
to totalizador. L a capacidad de sín­
tesis y fusión asigna al ornamento
una posición clave en ei marco del
lenguaje formal del Modernismo: le
corresponde constituir el denomi­
nador común para todas las artes,
dado que una de las metas dei Mo­
dernismo era conseguir la obra de
arte m oderna total, realizada con
[776] Louis C om fort Tiffany y Em ile
los medios de expresión del presen­
Gallé, copas y candelabros» hacia 1900. te. Las grandes obras artísticas del
Nueva Y ork, colección Edgar Kauffm ann, s. xix habían tenido hasta enton­
júnior. El M odernism o quiere recrear el
proceso orgánico del crecim iento. Las de­
ces el carácter de avances aislados:
licadas copas ascienden como flores. la unidad de las artes se 'había per­
dido. Los grandes pintores no se in­
mo tam bién en Europa. El arma teresaban por el desarrollo de la
con que se enfrentó a la arquitec­ arquitectura y ésta, a su vez, ha­
tura de estilos fue el ornamento bía excluido las «artes menores»,
— no histórico, sino dinámico y or­ pintura y escultura, de su contexto
gánico— que expresase una nueva general. Los aspectos negativos de
y original intencionalidad formal. este desarrollo se hicieron sentir
Para el «Jugendstil» — llamado así primero en Inglaterra, pues era
en Alemania por la revista Ju- allí donde más había progresado
gend ( = juventud), que apareció la industrialización y, en consecuen­
en 1896 por prim era vez en M u­ cia, había actuado con más fuer­
nich— «orgánico» significa, por za el empobrecimiento de la cul­
tanto, algo diferente de lo que sig­ tura del gusto. Se había impuesto
el vado patetism o de formas so­ cer artísticamente el objeto de su
brecargadas y Ja copia de los esti­ uso; en resumen, intenta vincular
los 'históricos. Después de que la de nuevo la actividad artística a
Prim era Exposición- M undial de la vida y colocarla en el centro de
Londres (1851) hubo mostrado el una nueva cultura vital y del gus­
ínfimo y banal nivel formal de la to' El artista ya no debe dedicar
moderna «industria del gusto», sus fuerzas únicamente al cuadro
aparecieron f u e r z a s contrarias. de caballete, sino proveer de be­
Wilíia-m M orris y el crítico de arte llas formas las necesidades cotidia­
John Ruskin se preocuparon de pa­ nas del hom bre. E n el manifiesto
labra y de hecho p o r la renovación de la Secesión Vienesa de 1897
de la industria artística. Como M or­ se dice: «Nos dirigimos a todos
ris sospechaba que la industriali­ vosotros, sin diferencias de estado
zación era la causa de la decaden- ni. de riquezas. No reconocemos di­
ferencias entre el «arte mayor» y
el «arte menor», entre el arte para
los ricos y el arte para los pobres.
El arte es un bien común». Este
deseo de síntesis, de suprim ir las
diferencias formales y las barreras
sociales, posee en el ornam ento
su más im portante vínculo. El or­
namento es forma pura y, como
tal, acompañamiento de todas aque­
llas artes que no comunican nin­
gún contenido abstracto, es decir,
la arquitectura y el arte industrial;
pero también está en condiciones
—en v irtu d de su capacidad de
mutación— de penetrar en la es­
cultura y la pintura, es decir, de
o mamen ralbar algo objeti vo. De
[777] H écto r G uim ard, estación del estas posibilidades de acercamiento
«M etro» en P a rís, hacia 1900. La forma entre los distintos géneros artís­
orgánica se hace ornam ento y se funde
con Ja construcción en 1111 conjunto fan­ ticos hizo uso abundante el orna­
tástico y caprichoso. mento m odernista: e n ‘la estructu­
ra ornamental el dibujo del tejido
cía formal pasó de nuevo a la pro­ se parece a la fachada de casa, la
ducción artesana. E n 1861 fundó em puñadura de puerta a la encua­
una sociedad para industrias artís­ dernación de libro, lo más pequeño
ticas y decoración, en la que cola­ o lo más grande, la forma íntima a
boraron tam bién los pintores pre- la pública; todos los elementos se
rrafaelitas (M adox Brown, Rossetti, funden, las barreras entre las co­
Burne-Jones). El interés de M orris sas se borran, un objeto se vierte
estaba dirigido a las formas senci­ en otro. D e esta forma se manifies­
llas, escuetas y a un tratam iento ta el estilo peculiar del M odernis­
genuino. mo, su predilecícón por lo inesta­
El M odernismo tiene en M orris ble, lábil y fluctuante de la forma.
su precursor y guía. Tam bién él A parte d e que el carácter lineal
persigue el objetivo de superar el por el que se reconoce al Modernis­
aislamiento de das artes y ennoble­ mo, concretamente la línea serpen­
tina o flagelánte, tiene sus antece­ de la energía del que la ha traza­
dentes en Blake [737] y en Ja roca­ do». Es así como se siente ligado
lla del Rococó [655], las primeras a la Naturaleza el artista deí Mo­
manifestaciones de dicho estilo pue­ dernismo; su energía subjetiva se
den comprobarse al comienzo de une con la belleza natural que es
los años oahenta y, concretamente, peculiar de todo movimiento vital
en una cubierta de libro de Mack- orgánico, en crecimiento. El artis­
murdo (1883) y en los vasos de ta trasciende de lo orgánico a lo
Gallé (desde 1884). Los delicados e fantástico, como, por ejemplo, H éc­
íntimos impulsos formales de estos tor G uim ard (1867-1942) en sus
comienzos son puram ente pictóri­ vegetales entradas del «metra» de
cos y se agotan en el ornamento París, hacia i 900 [777], En las
de superficie o el objeto de adorno. zonas en que el objeto no perm ite
Por eso pasan algunos años hasta ser sintetizado en líneas se modela

[773] H en n / van de Velde, escritorio,


1899. Tam bién el m ueble m odernista debe
parecer «orgánico». Superficies volantes y
apoyos osteom orfos aparecen en lugar de
la co n stitu ción rectangular.

que el M odernismo penetra en la


arquitectura. Al principio los ar­
tistas se concentran en la configu­
ración de la íorm a pequeña, en
donde se manifiesta su espontanei­
dad y .naturalidad. Se quiere bacer
visible el acto de la creación en
[779] V íctor H orta, escalera de la Casa
la forma acabada. La forma no es Tassel en Bruselas, 1892-93. El ornam ento
algo rígido, definitivo, sino una del M odernismo marca el efecto general
fase, que, por ejemplo, un artista de un interior. Se une con m iem bros tec­
tónicos y determ ina los m otivos om ati-
como Louis Comfort Tiffany (1848- vos del suelo, la pared, el techo y las
1933) extrae de las muobas 'posibi­ barandillas.
lidades de un interm inable proce­
so de transformación [776]. Tras el volumen con suaves ondulacio­
la forma artística se halla el mo­ nes. Un ejemplo de ello es e! escri­
delo de 3a Naturaleza, pero no torio de H enry van de Velde (1863-
como forma acabada que es im ita­ 1957), creado en 1.899. El ángulo
da, sino como crecimiento, como recto es desplazado en gran medi­
fuente de fuerza. A ugust Endell da por formas lobuladas y curvilí­
(1871-1925) define la línea como neas, y el mueble parece haber
una fuerza: «Ella toma su fuerza crecido orgánicamente [778],
Al principio de los años noven­ llas, cuerpos luminosos y teoho for­
ta penetraron en la arquitectura las man una unidad espacial de líneas
formas menores ensayadas en la y superficies curvas. Los límites
industria artística. De manera ca­ entre las partes de apoyo y las de
racterística se apoderan primero de carga han sido borrados; el efec-
los lugares que se prestaban a su tó de una configuración orgánica
dinámica lineal. Ya ei Palacio Güel sustituye a la idea habitual de la
en Barcelona, construido en 1885- arquitectura como construcción ra­
1889 por Antoni Gaudí (1852- cional. De la escalera de H orta
1926), posee una reja curvilínea en tomó Augusí Endell im portantes
eí portal; análogamente, pero de sugerencias para la configuración
forma aún más disuelta y asimétri- de su Estudio fotográfico Elvira

[780] Augusí Ende!!. E studio fotográfi­


co Elvira, en Munich, 1897-1898, E¡ ador­
no monumentalizado del plano de la fa­
chada está utilizado como portador de
energía lineal. La diferenciada estructura
de! relieve contrasta con los huecos de
puertas y ventanas, rigurosamente contor­
neados .

ca, configuró Guim ard la entrada


al Cdstel Béranger en París (1894- [781 ] A ntoni G a u d í, cuarro de estar en
1898). El edificio más importante ia «Casa Batlló» de Barcelona, 1905-07. E!
de esta fase estilística es la Casa in terio r ondea en formas redondeadas has­
ta en la zona del techo y se funde con
Tassel, <jue levantó Víctor H orta todas las partes {ventana, puerta, arm ario
(1861-1947) en 1892-1893, en Bru­ de esquina, sofá) en una totalidad in d iv i­
selas [779], Eí exterior de este edi­ sible.
ficio es severo y sólo las rejas de
ios -balcones muestran entrelazados [780], en ^Munich ( 1897-1898),
lineales vegetales. La escalera es donde además ablandó la rigurosa
de puro estilo modernista. H orta elasticidad del trazado lineal. El
se sirve del hierro no como silueta muro exterior está dominado por
ornamental de superficies, sino un fantástico motivo ornamenta]
asignándole misiones configurativas. de inspiración asiático-oriental.
De la esbelta columna serpentean La cumbre de esta variedad del
líneas hacia fuera, que se continúan Modernismo la representa la crea­
en la teahumbre y en el ornamento ción del arquitecto español Anto­
pintado. Suelo, escalera, barandi­ ni G audí, D e 1905 a 1907 cons­
truyó Gandí la Casa Baílló y hacia cimiento. Su despliegue no sigue
1910 la Casa M ilu, en Barcelona. ninguna relación axial, con lo que
La configuración de la fachada su­ se da origen a un conjunto labe­
prime la diferenciación tradicional ríntico. Ventanas y puertas discu­
entre pared y abertura. El muro rren en suaves curvas. Los muebles
no es una superficie bidimensional, parecen brotar de la pared. Las
sino un conjunto plástico-corpóreo. fronteras espaciales son fluctuantes
M uro y aberturas están indisolu­ y dentro de los recintos no hay án­
blemente entreverados, y en ellos gulos entre el techo y ia pared.
se despliega una creciente energía En contraposición a la supera­
espacial que recuerda a los armazo­ bundancia barroca de G audí, en la
nes óseos. La creación de G audí que no se destaca ninguna forma
geométrica básica, la variante in­
glesa del M odernismo se basa en
el principio del ángulo recto. Su
característica es la forma severa,
alargada verticalmente. A diferen­
cia de su coetáneo español, los
ingleses y escoceses se atuvieron
a los efectos del «understatement»,
La voluntad artística no eludió las
consideraciones utilitarias. Se que­
ría vivir no sólo bella, sino tam­
bién cómodamente y hacer con­
cordar lo estético con lo confor­
table. Gharles F. Annesley Voysey
(1857-1941) r e n o v ó , desde estos
[782] C harles F- A nnesley Voysey, cuar­ puntos de vista, el estilo inglés
to de estar en la Casa «The O rchard»,
Cbarley W ood, 1900. E l M odernism o in­ de vivienda. Se apoyó para ello
glés prefiere formas rectangulares. E l in­ en la mansión rural del s. xvn,
terior y su m obiliario han de ser oorgá- pero evitó la imitación de formas
nioos», pero no en el sentido de una
exacerbación expresiva de todos los ele­
'históricas. La planta es cerrada
m entos, sino en fu n ción u tilita ria , ade­ o tiene forma de L, el cuerpo del
cuada a las necesidades de ¡a vivienda. edificio se tiende horizontalmente,
y tejados y chimeneas dan sen­
pertenece, en el sentido más literal, sación de peso y recogimiento. El
a la arquitectura orgánica. Apenas interior está sobriamente distribui­
hay una superficie plana; todo do, el recinto debe ser claro y
son formas abombadas, protuberan­ acogedor, y los muebles no deben
cias y sinuosidades. Tampoco exis­ «obstruir» el espacio. Con solu­
te casi el ángulo recto; todo pa­ ciones de interiores como los de
rece como de una sola pieza, en la Casa The Orchard [782], Voysey
ninguna parte se perciben suturas, ejerció una influencia moderadora
ranuras o ángulos. También en la sobre el Modernismo vienes en
planta y en la configuración de torno a H offm ann y OIbrich. Sin
los interiores [78 1 ] manifiesta embargo, se hizo notar más fuerte­
G audí la predilección del M oder­ mente en Viena el influjo del
nismo por la síntesis y la fusión. escocés Charles Rennie Mackintosh
Ablanda las rígidas barreras form a­ (1868-1928). Su obra capital como
les y los recintos parecen desarro­ arquitecto es la Academia d.e Be­
llarse como en un proceso de cre­ llas Artes de la ciudad de Glasgow
(1897-1899) [783], E l frente prin­ constituyen formas duramente cor­
cipal del alargado edificio presenta tadas. Su verticalidad pone fin a la
una noble asimetría. El eje de ancha ventana de mirador, pasa
entrada señala el centro exacto, al delicado balcón y se continúa
pero a su deredha 'hay cuatro ejes en la ventana de la planta baja.
de ventanas y a la izquierda sólo D e manera abrupta, la ventana
tres. También la zona de entrada doble en el prim er piso aparece
está dispuesta asimétricamente. Sus junto a la del mirador, en lo cual
formas plásticas, de apariencia ro­ se pueden detectar algunos rasgos
mánica, contrastan con las grandes del Modernismo: la asimetría y
superficies de ventanaje que las el juego con los excéntricos efectos
rodean. Aislándolas de éstas, pa­ de sorpresa.
recen un añadido extraño, que E n 1898 construyó joseph 01-
nada tiene que ver con la restante brioh (1867-1908) el Edificio de
arquitectura del edificio. Formas Exposiciones de la Secesión Viene-
cúbicas contrastan con otras suaves sa [784], El complejo, articulado

[783] Charles Rennie M ackíntosh, entra­ [784] Josepb M aría Q lbrich, Edificio de
da principal en la fachada norte de la Exposiciones de ia Secesión V íenesa en
Academ ia de Bellas A rtes de Glasgow, Viena, 1898-99. E l edificio, sim ilar a un
1897-99. A sim etrías y contrastes intencio­ tem plo, se compone de sencillas formas
nados confieren al edificio una monumen- cúbicas.
talídad llena de tensión.
según una simetría axial, y que
y curvilíneas; éstas aparecen hundi­ parece constituido por una serie
das y cargadas, mientras que aqué­ de bloques, tiene el carácter de
llas resaltan la verticalidad y mues­ un m onumento arquitectónico que
tran una severidad de fortaleza. m uestra la dignidad y solemnidad
E l conjunto está articulado de sacra! del templo del arte.
manera sorprendente. La torre y Los cubos de aspecto macizo
la estrecha ranura en ■el m uro están coronados por un motivo
formal extraordinariam ente ligero, recinto encontró expresión válida
que se inspira en la tradición la obra de arte total del M oder­
barroca local: entre cuatro pilones nismo.
se eleva una cúpula de hojas Tam bién la p in tu ra y la escul­
de laurel en bronce. E l ornam en­ tura, aunque se encuentran más
to superficial se convierte en orna­ al margen de Ja tendencia estilís­
mento espacial. tica, son alcanzadas por el lenguaje
La obra principal del M odernis­ formal del Modernismo. La vuelta
mo vienés es el Palais S to d e t, en hacia la línealidad curva se puede
Bruselas, que construyó Joseph comprobar en Gauguin, Touíouse-
Hoffman (1870-1956) de 1905 a Lautrec y tam bién en M uneh [767,
1911 [785]. Es inconfundible el 769, 771],
modelo de Mackinto&h, -pero éste E í tipo hum ano cultivado por el
pierde su ascética severidad con Modernismo es delgado y de largos
tendencia a lo fantástico, y adquiere, miembros. Su origen se encuentra
con .mano ligera, una alegría inge­ en Blake [737]. Ademanes pre-
niosa, que se expnesa en una es­
cenificación festiva.
Los cuerpos se continúan suelta­
mente en el jardín. Parterres, ar­
bustos y estanques aparecen en­
marcados, del mismo m odo que
las superficies murales están reves­
tidas de mármol blanco. La dis­
posición general acentúa la idea
básica de asimetría. Superficies va­
cías se oponen a Jas grandes ven­
tanas.
Las del segundo piso superior,
que llegan 'hasta la zona del tejado,
constituyen un motivo de sorpre­
sa, que H offm ann debe a la casa
rural inglesa. E n la medida en [785] jo se p h H offm ann, P alais Stoclet en
Bruselas, 1905-11. Bajo influencias ingle­
que se tiende la banda de adorno sas, pero con formas más m oderadas, sur-
plástico-ornamental a lo largo de con m ateriales selectos (paredes reves­
ios ángulos de los bloques, se Sua­ tidas de márm ol) un conjunto sum amente
refinado.
viza la composición del edificio, y
recuerda a los muebles preciosos.
También en e! interior dominan ciosistas subrayan la deiíícada fra­
las formas esbeltas, limitadas rec­ gilidad del cuerpo y las siluetas
tangularmente. La decoración in­ son de valiosa Jinealidad, a veces
terior fue obra de las W iener quebradizas, a la manera del G óti­
W erkstatte (Industrias Vienesas), co, y luego, ondulantes de nuevo,
fundadas por H offm ann en el año en ricas curvas. La transformación
1903. ornamental emplea reducciones y
Eí comedor, revestido de mármol, entretejim ientos sorprendentes. La
presenta en tres lados un mosaico composición transforma ei espacio
de Gustav Klimt, cuyas represen­ en energías lineales, que van desde
taciones figurativas están insertas el centro del cuadro a los bordes
en delicado ornam ento. En este para oponer el vacío a la plenitud.
E) cuerpo ¡humano se convierte La pintura dsl M odernismo no
en una planta artificial. De esta dio ningún impulso nuevo, cofi
excentricidad proceden las figuras proyección de futuro, al desarrollo
con las que G ustav Klimt cons­ del cuadro de tabla. La voluntad
truye unos años más tarde sus artística de estos dos movimientos
cuadros [786]. Un mosaico menu­ nó se encarna en la formación
do, multicolor, de motivos orna­ estética aislada, sino en la obra
mentales, llena com pletamente el de arte total. Con su extinción
plano del cuadro. ■hacia mediados de la primera déca­
Apenas perceptiblemente una p ar­ da del nuevo siglo, finaliza un
te de la zona, de ornatos se ciñe período de transición y la reno­
a un contorno, del que surgen vación pictórica recurre de nuevo
paulatinam ente brazos de dedos, a las personalidades más destacadas
hombros y u n rostro. La cabeza entre los «superadores» del Im pre­
— en el tnorde extremo del cuadro— sionismo, prim ero a Van Gogh y
se encuentra en m e d i o de un Gauguin, y tam bién a Cézanne.

FAUVISM G,
E X PR E SIO N ISM O
Y CUBISM O

En 19ÜI tuvo lugar en París


una gran exposición conmemorati­
va de Van Gogih. Dos años más
tarde fue expuesta la obra de
Gauguin, poco después de su muer­
te, en el nuevo Salón d ’A ütom ne
en cuya fundación había tomado
parte H enri Matisse, E n 1905,
dicho Salón vivió ia irrupción
de un grupo de jóvenes pintores,
a los que un crítico dio el nombre
de «fauves» (fieras). A este grupo
pertenecían Matisse, Rouault, Via-
minck, Derain, Dufy y, p o r ultimo,
[7.S6J G ustav Kiimr, R etrajo de Ja se­ Braque.
ñora A. Block-Bauer, 1907, V iena. G alería
au stríaca del siglo x¡x y xx. N egación to ­
En la misma época, se formaba
tal de lo espacial y corpóreo, com posición en Alemania el núcleo del Expre­
m arcadam ente asim étrica. A ctitud aním ica sionismo pictórico. En 1905 tuvo
estilizada con adem anes pieciosistas refi­ lugar en Dresde una exposición
nados.
de Van Gogh, y, en el mismo
laberinto de formas artificiales y aiio, cuatro pintores, estudiantes
caprichosas. Por medio de esta de arquitectura (Kirchner, Heckel,
concepción del cuadro pudo rea­ Sohmídt-Rottluff y Bleyl), funda­
lizar Klimt, en el Palais Stoclet, ban en dicha ciudad el «Puente».
la disolución consecuente del cua­ En 1906 se unían a ellos Nolde
dro de tabla en la decoración y Pechstein.
mura!. En sentido figurado, cabe cali­
ficar al Fauvismo y al «Puente» de E l rudo, además de antiacadémico
estilo pictórico juvenil propiam en­ y anticlásico lenguaje elemental de
te dicho, ya que ambos movi­ estatuillas y máscaras fascina a una
mientos artísticos supusieron una generación de artistas que ya no
renovación radical, en la que, en puede extraer nada del concepto
c ie rta . medida, tomó cuerpo un de belleza europeo considerado tra-
estilo realm ente joven, no ya un dicional.
estilo decadente, sujeto a disciplina
y lleno de refinam iento estético.
La vigorización de la forma y la
renovación del contenido nos re­
miten al im petuoso gesto rebosan­
te de Van Gogh, en el que la
misma vida parece «balbucear»
(Vlaminck), y a las combinaciones
acabadas y bien empastadas de
color de Gauguín.
Este había señalado, al llamarse

[787] M aurice de V lam inck, E xcursión [788] H enri M atisse, L úas, Calme et
al cam po, 1905, P arís, colección privada. V olupté, 1905, Museo E statal de A rte de
Frente a la estética sublim ada de la p in ­ Copenhague, Un lenguaje formal más so­
tura m odernista se encuentran las form as segado, más objetivado, dom ina la com ­
sensuales y enérgicas de los «fauves». Las posición, plana. La «expresividad» de los
figuras están insertas en el ritm o cargado m ovim ientos de las figuras, de contornos
de expresión dei cuadro. n ítidam ente dibujados, se apoya, más que
en la intensidad em ocional, en su carác­
ter ornam ental-expresivo integrado en el
cuadro.
a sí mismo bárbaro, las fuentes de
las que la severidad y el enrade-
cimiento de la forma habían de Matisse lo expresó así: «El Fau­
recibir im portantes sugerencias: el vismo se sacudió la tiranía del
arte de los pueblos salvajes de divisionismo. No sé puede vivir
Africa y Oceanía, que era descu­ en un hogar demasiado ordenado,
bierto y seleccionado por los un hogar de tías de provincia.
«fauves» V los artistas de la Brücke. P or tanto, se va uno a la selva,
para hacerse con medios más sen- y franceses de la primera década
cilios, que no a/hoguen el espíritu, no persiguen mundos inmateria-
Entonces u no se tropieza también les, nunca vistos, sino que se pro-
con V>an G ogh y Gauguin. Aquí ponen desnudar lo natural: lo que
hay ideas originales: composición
y superficies de color. Buscar e!
efeoto cromático más fuerte — la
materia— es indiferente». Nolde
se declara partidario de la creación
instintiva: «Deseo que mi obra
surja de la materia. No hay reglas
estéticas fijas. El artista crea la
obra siguiendo su instinto. El

[ 790J Em ii N olde, M aría Aegyptiaca,


ala izquierda de un tríp tic o , 1912. Ham-
burgo, Kunsthalle. Figuras grotescas en
agudos contrastes de colores y form as con­
vierten el tem a religioso en estremeocdo-
ra acusación.

pintan lleva a m enudo los carác-


teres de una aipasionada sensua­
lidad. La Naturaleza y el hombre
no son para ellos, por supuesto,
motivos parciales, sino elevación
a metáfora del caso individua!.
Este arte anuncia así un mensaje
espontáneo y directo «del Yo al
L789 J E rnst Ludwig K irchner, Cinco
m ujeres en la calle, 1913. C olonia, Museo
Tú» (Kokosohka). La «vida» se
W allraf'R jchartz. Los pintores expresionis­ antepone al «arte». Todo lo vivo
tas alemanes del «puente» se distancian tiene razón — como proclamaban
de la norm a habitual tanto por la estruc­ ya los románticos— . A esta razón
tura del cuadro, cargada de expresión,
frecuentem ente xilográfica, como por su ha de doblegarse el arte, que debe
tem ática crítico-social. rechazar la técnica cuidadosa y
el ideal de belleza idealizante — es
mismo se encuentra sorprendido decir, lo pulido y perfecto— y
ante ella y otros con él». Pintar elegir a menudo medios expresivos
se convierte ahora, en el sentido fuertes y ruidosos.
más expresivo de la palabra, en Dentro de las afinidades gene­
acto. También la elección de los rales pueden descubrirse diferen­
temas está determinada por esta ciaciones nacionales y personales.
concepción que lucha por la vera­ El revuelto lenguaje formal de
cidad. Los expresionistas alemanes Maurice de Vlaminck (1876-1958)
permanece adherido al ritm o de sión brota de la superficie cro­
superficies de Van Gogh [7 8 7 ], En mática total» (Matisse).
Alemania se tiende a contornos as­ ¿Cuáles son los contenidos pre­
tillados que imitan la técnica de feridos por los expresionistas?
Una nota característica es la alegría
de vivir. Los franceses proponen
este tema con mayor despreocupa­
ción que los alemanes, en los que
se manifiesta constantemente da
angustia existencial. E n ambos
países los artistas recurren a si­
tuaciones extremas: primero a la
desnudez paradisíaca [788], luego

C791J H enri M atisse, La Serpcntine,


[792] W ilhelm Lehm bruck, El Caído,
1909. Nueva Y ork, M useum of M odem
Art. La creación de formas de leyes pro­ 1915 a 1916. S tuttgart, colección Lcbm-
bruck. Formas corporales estiradas llenas
pias, dom inante en la p in tu ra desde Cé-
de fuerza expresiva p síquica. Los espa­
zanne, p en etra e n la escultura y conduce
más tard e a una deform ación de la rea­ cios vacíos encerrados po r !a arm azón l i ­
lidad. neal de la figura participan fuertem ente
en el efecto total.

grabados en madera [7 8 9 ], o a al pandemónium amenazador de


exuberancias de formas barro­ la gran ciudad [789]. El -hombre
cas [7 9 0 ], E n Francia comienza en su estado prim itivo constituye
pronto con H enri M atisse (1869- una de sus imágenes predilectas;
1954), el 'portavoz de los «fauves», otra es el hom bre ai que la sociedad
el afán de las relaciones formales burguesa condena al desarraigo de
equilibradas. En la búsqueda de una existencia marginada: la pros­
«pureza de los medios» llega, como tituta, el saltimbanqui, el actor.
en Luxe, Calme et V ólupté, de Los acontecimientos de 1905 en
1905 a una fría y superficial orde­ París y Dresde marcaron el co­
nación de imágenes, en la que mienzo del s. xx. La escultura tam­
son decisivos los ritmos curvilíneos bién está dominada por esta nueva
[788], Un rasgo esencial supra- orientación: busca otra vez adema­
nacional es el siguiente: la forma nes ejemplares. El ideal de Maillol
general domina sobre el detalle y del cuerpo concentrado como co­
el conjunto figurativo es más im­ lumna o bloque, sirve de punto de
portante que la vida propia de las partida. El juego de los miembros,
células formales que lo constitu­ al que Maillol no concedía ningu­
yen, «pues 5a fuerza de la expre- na importancia, es descubierto de
nuevo. El cuerpo se abre al creci­ Con este im portante paso resal­
m iento vegetal o a las estructura­ ta Matisse la autonomía de la crea­
ciones configurad vas. ción artística frente al motivo de
También en la escultura le co­ la misma, la circunstancia anató­
rresponde a H enri M atisse el pa­ mica «hombre». Con ello se quiere
pel de precursor y propulsor. expresar el trascendental intento
Transform a la masa quieta en ener­ de reclamar para el escultor la li­
gía fluyente, cíclica. Los miembros bertad de acción que había con­
se hacen más flexibles y son, por quistado, paso a paso, el pintor
esa mayor elasticidad, los portado­ desde el Impresionismo. La p re­
res de líneas de fuerza [7 9 1 ]. Al tensión del escultor de imprimir a
sus objetos divergencias respecto
a la realidad, entra en La fase de
un nuevo radicalismo.
No menos trascendental es la
incorporación del espacio. Así como
en 1a pintura, desde Seurat, Gau-
guín, Van Gogh y Cézanne, la su­
perficie de color está tan activada
como un tejido, hasta el punto de
que ya no se puede distinguir en­
tre las «formas» y su «entorno» o
«■fondo», pues la trabazón cromá­
tica y formal confiere a todos los
elementos del cuadro la misma in­
tensidad, en la Scrpentine, de Ma­
tisse, puede decirse que los hue­
cos ya no son simples espacios in­
termedios. Se establece entre el vo­
lumen y el espacio, entre la fotima
positiva y la negativa, una rela­
ción recíproca equivalente. El es­
pacio no es relleno o pretexto, si­
no elemento formal modelado.
Tam bién el alemán W ilhelm
[7 9 3 ] C onstantin G r a n c u s i , M aiastra, Lehmbruck (188-1-1919), al que
1912. Veneciíi, colección Peggy Guggen-
heim . E l pájaro fabuloso del círcu lo de su estancia de varios años en
leyendas de !a patria de! artista rum ano Francia influyó de manera decisi­
d eviene en sím b o lo d el ím petu interno. va, sometió las relaciones del cuer­
Superficie noble, desm aterializadora (bron­
ce p u lid o ), form as rigurosam ente sim plifi­ po humano al esfuerzo por el diá­
cadas. logo entre volumen y espacio. Su
concepción del hombre no es ve-
desaparecer con d io la diferencia­ getaloide, sino plástica. Las ex­
ción en tre cuerpo y extremidades, tremidades se convierten en ele­
en tre «tronco» y «ramas», triunfa m entos estructuradores del espa­
la armonía del conjunto sobre las cio [792], E l cuerpo se desarrolla
diferencias entre los distintos en articulaciones, en vías lineales
m iembros formales. Igual que en de energía.
la pintura, el efecto de conjunto En este camino de independiza-
está por encima de cada una de ción de la form a plástica el ruma­
las partes. no Constantin Brancusi (1876-
1957) fue el que más lejos llegó. de un culto externo a la belleza,
Sus puntos de partida son también sino que se hizo cargo de los con­
Rodin y Mailiol, pero sus resulta­ tenidos espirituales que lo inmacu­
dos no admiten comparación con lado — como metáfora de lo per-
los de sus coetáneos. Llegó en fecio— puede ofrecer. La sublima­
1904 a París y rechazó pronto el ción del material y la espiritualiza­
surcado tratam iento de superficies ción del contenido se encuentran
de Rodin. Con la tirantez, la lisu­ en Brancusi inseparablemente uni­
ra y tensión de los miembros per­ das entre sí. Sin embargo, el volu­
seguía, sin embargo, distintos ob­ men no excluye el espacio, que
jetivos que Mailiol. N o le intere- contribuye a la desmaterialización

[794 j Georges Braque, Casas en L ’Esta-


que, 1908. Berna, M useo de A rte. Leyes
internas determ inan en el «Cubism o tem ­
prano* —com o ya en Cézanne— la e s­
tructura dei cuadro, q u e se convierte en
una copia densificada de la realidad- A s!,
el grupo d e casas se compone aquí de
bloques «cúbicos» en form as cristalinas.
[795] Pablo Picasso, El Aficionado, 1912.
saba la concentrada plenitud cor­ Basilea, M useo de A rte. E l «Cubism o ana­
lítico» disuelve los contornos y formas
poral, sino la belleza equilibrada internas de las apariencias reales en d i­
que se halla fuera de lo meramen­ m inutas f o r m a s individuales facetadas,
te humano, a la que revistió de cuya sum a ha de tran sm itir la visión con­
junta de los diversos aspectos del tema
severidad e inaccesibilidad de ído­ del cuadro.
lo. La creación plástica pasaba de
este modo a u n ámbito que hasta del primero. El espacio está con­
entonces el Neoclasicismo había tenido como reflejo en el cuerpo
considerado como dominio propio: liso y la superficie ejerce una atrac­
el tratam iento cuidadoso del m ate­ ción espacial. Desde todas partes
rial, que ha de alcanzar efectos se irradia espacio a la figura y que­
preciosos. Pero la perfección arte- da encerrado en ella como un frag­
sana no se puso ahora al servicio mento de eternidad [793],
En 1907 ‘tuvo lugar en París una un objeto en un todo complejo.
exposición retrospectiva de Cézan- E l p in to r abandona la posición fi­
ne. Llegó justo a tiempo para im­ ja y «circunda» su modelo para
pulsar y confirmar un nuevo giro captar su totalidad. Protesta con­
de la pintura que estaba naciendo: tra la porción de realidad que la
el Cubismo. Pablo Picasso (1881- perspectiva central, en tanto que
1973) y Georges Braque (1882- asigna al pintor un determinado
1963). los dos prim eros cubistas, punto de visión, extrae de los in­
asumieron de nuevo la exigencia numerables aspectos posibles. El
que Cezanne se había impuesto y Cubismo t e m p r a n o intenta, en
cuya exteriorización metódica ha­ cambio, evidenciar la coexistencia
bían demorado los «fauves»; la de varias perspectivas de una ca­
exigencia de una mayor realidad y beza o un bodegón, lo que conduce
densidad. Referido a mayores con­ al rom pim iento definitivo con el
textos, se reconoce en el Cubismo espacio perspectivo de la imagen.
el intento de conciliar el realismo Se concentra en la determinación
con el idealismo. Como este ambi­ de la objetividad corpórea. El
cioso proyecto no se realiza m etó­
dicamente, aparecen en prim er
plano unas veces rasgos realistas
y otras rasgos idealistas. La exigen­
cia defendida p o r el Cubismo tem ­
prano de más realidad efectiva se
dirige contra el ilusionismo de la
pin tu ra tradicional. Picasso dice:
«En una pintura de Rafael no es
posible comprobar la distancia en­
tre la punta de la nariz y la boca.
Yo quisiera pintar cuadros en los
que esto sea posible.» E l pintor no
quiere engañar al observador, por
lo que su actitud tiende al informe
auténtico, al documento objetivo. [796] Juan G ris, Bodegón con guitarra,
1915. O tterlo , Rijksniuseum K róller-M ül-
AI pasar a la praxis pictórica, co­ ¡cr. Las partícu las form ales independiza­
m o en El Aficionado, de Picasso das se integran en el «Cubism o sintético»
[7 9 5 ], se desconcierta al observa­ de nuevo en el objeto, cuya configuración
queda, sin embargo, som etida a leyes de
dor, cuya experiencia visual no es­ imagen autónom as, art iculadoras de su­
tá preparada para esta manera de perficies.
representación.
A la vez se hace patente el con­ hom bre, la cosa y el paisaje son
tenido paradójico de esta interpre­ perfilados angulosa y duramente,
tación de la realidad: se descubre y la escala cromática se reduce al
que el artista se interesa por la marrón, gris, verde y ocre, como
distancia entre la punta de la na­ en las Casas en ¡'Estaque [794],
riz y la boca, sólo porque ve en de Georges Braque. Así se crean
ello el pretexto para organizar de compactos bloques formales de for­
nuevo formalmente la idea estereo­ mas básicas que se repiten este­
tipada de «cara», para llenarla con reotípicamente y que destacan lo
una nueva realidad. A esta necesi­ lleno, rígido y cubico.
dad se supedita también k visión E l Cubismo analítico (1909-
conjunta de diversos aspectos de 1911) inserta esta forma básica en
ana estructura de líneas facetada es más sereno que en la fase ana­
y transparente [7 9 5 ]. El cuerpo, lítica, la disgregación ha cedido a
hasta entonces cerrado, es abierto, una estructura formal claramente
se comunica con el entorno espa­ estratificada, pero los objetos con­
cial y éste penetra en la forma in­ servan su transparencia. E l cuadro
terna, ahora rota. Surge así un se convierte en una «arquitectura
fluctuante diálogo de barras, ar­ de superficies cromáticas» (G ris).
cos, facetas y cantos, que tiende Una m a n e r a particularm ente
hacia una geometría independiente drástica de elevar el contenido de
de la imagen. La superficie del realidad del cuadro, sin incurrir
cuadro, que ya no perm ite la dis­ por ello en el ilusionísmo tradicio­
tinción entre «figura» y «fondo», nal, la constituye el «papier collé»
se convierte en campo de tensión [7 9 7 ], al que se dedican los cubis­
formal. De esta manera, el motivo tas hacia 1912. Al pegar trozos de
objetivo es cifrado poco a poco
configurativamente Lo que la ima­
gen pierde en legibilidad objetiva,
do gana en densidad figurativa, con
lo que la com ponente idealista del
Cubismo logra imponerse.
La posterior evolución de Bra-
que, Picasso y G ris intenta resta­
blecer de nuevo, en el Cubismo
sintético (desde 1912), un equili­
brio con el m undo de la experiencia.
Tal intento significa que los inde­
pendizados medios figurativos son
conducidos de nuevo a lo objetivo,
sin perder p o r ello su autonomía.
Este «cambio» de una función a
la otra puede reconocerse clara­
mente en el Bodegón con guitarra
(1915), de Juan G ris (1887-1927)
[796]. Las curvas que designan el
cuerpo del instrum ento musical
poseen, además, una función de
articulación de superficie. La hoja
de música central forma p arte de
un pentágono irregular, cuya zona [797] Pablo Picasso, Botella, vaso y p e ­
rió d ico , 1912. P arís, colección privada.
superior está arbitrariam ente re­ Con el «papier collé» los cubistas crean
cortada y no sigue, por tanto, el com posiciones en las que el conjunto for­
perfil de un objeto, El objeto se m al es enriquecido por elem entos y objetos
de la vida cotidiana. Estos fragm entos de
convierte en una figura trascenden­ realidad adquieren en él cuadro un nuevo
te (el pentágono), para la que sólo valor expresivo, casi mágico.
existen zonas composicionales, pe­
ro ningún -motivo real. E n el Cu­ periódicos y de papeles pintados
bismo sintético lo objetivo se hace en el contexto form al, éste adopta
de nuevo legible, e incluso allí el carácter de m aterialidad palpa­
donde aparece fragmentado, está ble —es como si el artista quisie­
contenido en un orden form al su­ ra ironizar sobre la pintura del en­
perior. El curso de los contornos gaño óptico— . Estos fragmentos de
realidad tienen, por tanto, no sólo m iento fue unificada la superficie;
la misión de testificar una realidad todo el cuadro se convirtió exclu­
banal, auténtica, sino tam bién la sivamente en «pintura», y todo el
de ser leídos como puros elemen­ trabajo fue confiado al pincel, sím­
tos de form a y de composición, bolo de la voluntad subjetiva de
para evidenciar que el cuadro no configuración. El rectángulo del
realiza ninguna imitación, sino que cuadro es, a partir de entonces, un
representa una realidad artística plano ideal, y representa el resul­
independiente. El Cubismo logra tado de un acto configurativo con­
la formulación de dos principios tinuo, manual, que se impone sin
que polarizarán la evolución veni­ diferenciación a todas las zonas del
dera. Las posibilidades idealistas cuadro.
del Cubismo analítico llevarán a Los cubistas contradicen estas
M alevitdh y M ondrian basta el premisas. Los cuerpos son segmen­
punto donde todo vestigio concre­ tados y pierden su unidad orgáni­
to ha sido borrado del conjunto ca; en lugar del espacio continuo
formal y éste es proclamado «pin­ aparece la combinación de espacios
tura pura» (Apollinaire) [800]. discontinuos. Finalmente, en el
Ambos lud ían por este paso al pu­ «collage», la superficie hasta en­
rismo de la forma geométrica con tonces homogénea se transforma,
los medios figurativos del Cubis­ por medio de pegaduras, en hete­
mo y los llevan a la autorrepresen- rogénea. Los rasgos señalados son
tación «pura», sin ninguna carga caracteres figurativos que acentúan
de objetivismo. El otro camino la arbitrariedad inventiva del ar­
realista conduce de los «collages» tista, y justifican su pretensión de
de los cubistas a los cuadros de ser gestador de realidades artificia­
materiales clavados y pegados de les, independizando el a n o de
los dadaístas [816]. creación del modelo de 3a realidad
La trascendencia histórica del objetiva.
Cubismo se refleja en su acción in­
mediata. Elimina los dos presu­
puestos sobre los que descansaba D el C u b is m o a la

la pintura europea desde el Rena­ ABSTRACCIÓN


cimiento. Desde la introducción de
la perspectiva central, el espacio Los logros formales de- los cu­
del cuadro y el espacio experimen­ bistas cayeron en suelo fértil. Su
tado estaban en relación de reci­ objetivo de alcanzar una represen­
procidad. El espacio establecía en­ tación de la realidad «total» fue
tre todos los elementos figurativos proseguido en su desarrollo por
una continuidad. A esta continui­ los futuristas italianos (Baila, Boc-
dad dentro de las relaciones de las cioni, Carra, Russola y Severini).
imágenes aparentes correspondía, Los cubistas insertaban la multivi-
como equivalente material, la su­ sualidad en una estructura de rela­
perficie 'homogénea del cuadro. La ciones estáticas, que los futuristas
superficie del cuadro medieval enriquecían con un momento mó­
m ostraba un carácter heterogéneo, vil. U m berto Boccioni (18824916)
se descomponía en zonas dispares consideraba digno de ser represen­
(p o r ejemplo, representación figu­ tado el proceso, el desarrollo de
rativa, fondo dorado decorativo, acontecimientos, no el estado in­
gemas incrustadas, bandas de escri­ móvil. Así surgía ia necesidad de
tura doctrinarias). En el Renaci­ dar una dimensión temporal a los
acontecimientos representados. Ei Esta técnica da lugar a la «revela­
instante de la -percepción senso­ ción de la lógica», a composiciones
rial es entretejido en un campo de objetivas no perturbadas por nin­
asociaciones, cuya procedencia sim­ guna emoción subjetiva. Con la eli­
bolista puede deducirse de los títu ­ minación de todo contenido con­
los {«La ciudad despierta», «Re­ creto, su pintura lleva hasta las
cuerdos de una nodhe»), Se hace últimas consecuencias los elemen­
referencia a Bergson («Percibir no tos geométricos del cuadro, que de
es más que motivo para recordar»), este modo se convierte en una
Los cuadros deben ser «jeroglífi- ecuación armónica, en puro objeto.

[798] U m berto B o c c i o n i , D espedida, [799] U m berto Boccioni, D esarrollo de


1911. Nueva Y ork, colección privada. Los una botella en el espacio, 1S12. M ilán,
«futuristas» abren el cuadro a una nueva G allería d ’A rte M oderna. La escultura fu­
dim ensión: el m ovim iento. La com posi­ tu rista, como la p in tu ra , disuelve la in ­
ción p ierd e la severa configuración del tegridad de la m anifestación real y abre
Cubism o y adquiere acentos dinám icos de la forma hacia el entorno.
valor expresivo aním ico,
Si se quiere simplificar, la «pin­
eos dinámicos» del pasado y el pre­ tura pura» a que llegó M ondrian
sente [798], Los futuristas abren entre 1911 y 1914 puede llamarse
y deshacen la forma constante, «apolínea». Junto a su carácter
.multiplican sus límites y la 'hacen «clásico» aparece al mismo tiempo,
aparecer transparente; con particu­ con la obra de Wassily Kandinsky
lar predilección recurren a la dia­ (1866-1944), la voz de la forma
gonal y a la espiral. «romántico-dionisíaca». Este im­
En contraposición a esta dina- pulso no se remite al Cubismo, en-
mización de elementos formales durecedor de la forma, sino que
cubistas, que intenta evocar una nace de un Fauvismo intensamente
superabundancia de datos, el ho­ cromático, que a su vez tiene sus
landés P iet M ondrian (1872-1944) raíces vi vencíales en el Modernis­
emprendió el camino hacia la con­ mo y en el Impresionismo tardío
cepción estática del cuadro llegan­ de Monet, es decir, en los domi­
do a conseguir una form a propia, nios de la forma abierta, fundida
el Neoplasticismo. Separa cuida­ y difusa. En 1911 fundó Kandins­
dosamente el complejo vocabulario ky con Franz Marc (1880-1916) en
formal del cuadro cubista. Tras la M unich el grupo de artistas «Der
eliminación de las diagonales se blaue Reiter» (el jinete azul). Ya en
mantienen las verticales, las hori­ 1910 el descubrimiento de que el
zontales y los rectángulos [800], objeto perjudicaba sus cuadros, dio
lugar al prim er cuadro intenciona­ licos y entonces se hará necesario
dam ente sin objetos .Es éste — aná­ traducir las formas del m undo ex­
logamente a los posteriores cua­ terno al lenguaje interior.» Este
dros de Kandinsky [8 0 1]— un espiritualism o considera al objeto
diálogo entre bruscos y fluyentes como un elemento innoble, y su
ovillos de color, jirones de líneas modelo es, lógicamente, la música.
y rayones, Al contrario que en Ya el esteticismo de finales del
M ondrian, se resalta lo subjetivo, siglo x ix había afirmado que «todo
trágico y efímero. Con estas voces arte pugna constantem ente por lle­
primitivas se abre al artista una gar a ser música» (W aiter Pater).
zona aún intacta de la espontanei­ Kandinsky y M ondrian abrieron
dad, Kandinsky descubre, como ya el camino a la configuración del
habían descubierto Delacroix, Scu- objeto, denominada en general
rat y G auguin, que ciertas formas «abstracta», indicando' a la vez ias
y colores producen en el observa­ posibilidades extremas entre las
dor determinados sentimientos. De cuales se mueve desde entonces: el
ahí saca como consecuencia que los vitalismo ardiente, que se desarro­
contenidos concretos son super­ lla en el vértigo de la transforma­
ítaos y provoca el despliegue áu­ ción, y la imagen geométrica me-

[801] Vassily Kandinsky, C o m p o s i ­


[800] Piet M ondrian, Com posición en c ió n 7 (boceto 1), 1913. Berna, colección
azul A , 1917, O tterlo , R ijksm useum Krol- privada. T am bién K andinsky llega —par­
let'M üIier. La arm onía abstracta del cua­ tiendo del fuerte colorism o de los «fau-
dro, lograda a base de rectángulos de vess— a la p in tu ra libre de objetos, pero
tam años diversos, es el resultado de una en él se despliega ya la com posición en
descom posición gradual y lógica del m o­ una dinám ica expresiva.
d elo estructural,

tónomo y el movimiento propio ditativa, que irradia un silencio


de los medios figurativos. En su fascinante. A la revolución en la
soliloquio, opina, debería resonar pintura corresponde en la escultu­
el más íntim o misterio de ía ar­ ra la obra de Brancusi [793]. La
monía universal. «Así — vaticina comparación se extiende sólo, na­
Kandinsky— se desarrollará con el turalmente, a la tendencia interna
tiem po la posibilidad de hablar a y no al resultado formal. Brancusi
través de medios puram ente artís- hizo plenamente autónomo el ob­
jeto plástico, sin necesitar de las decir, que es absorbido por la es­
teorías cubistas. tructura formal— . Esto significa pa­
Los logros cubistas — estratifi­ ra el escultor que la figura y d
cación y bloqueam iento de la for­ espacio circundante son equivalen­
ma— tuvieron gran importancia tes. A partir de dicha equivalencia
también para la escultura, en cuan­ llega Arohipenko a nuevas solucio­
to que ofrecían la posibilidad de nes formales: abre el volumen de
reanudar con nueva radicalidad el sus figuras, contrasta consciente­
diálogo entre cuerpo y espacio que mente la forma convexa con la
Matisse había vuelto a recordar cóncava y confiere valor formal po­
[791]. E n este aspecto le corres­ sitivo al «espacio intermedio» (la
ponde a Boccioni [799] un papel forma vacía) [802], Análogas in­
particularm ente importante. Su tenciones perseguía Boccioni con
«Manifiesto de la escultura fu tu ­ la ruptura de la figura y su trans­
rista» (1912) celebra a Rosso posición al entorno. Ambos artis­
[765] como el único escultor que tas se basan en los supuestos que
había logrado poner en contacto a engendró el Cubismo. Sus aspira­
la escultura con su entorno. Esta ciones en cuanto a la adopción de
es también su meta: «Proclamamos los nuevos materiales pueden po-
la supresión absoluta y total de lí­
mites lineales definitivos, procla­
mamos la supresión de la escultura
cerrada en sí. Abrimos la figura y
la trasladamos a su espacio cir­
cundante. Declaramos este espacio
parte del cuerpo plástico.» Boccio­
ni difundió tam bién el empleo de
nuevos materiales «modernos» (vi­
drio, hierro, cuero y otros). AI mis­
mo tiempo, Alexander Arcbipenko
(nacido en 1887) se hacía la si­
guiente reflexión: en el momento
en que la form a plástica se hace
autónoma, puede optar por com­
binar cualquier materia. La técnica
de la sculpto-peinture de Archipen-
ko constituye un intento de com­
binar la pintura con el relieve, con­
cebido como protesta contra la [802J Alexander Archipenko, Com bate
realidad aparente del plano ideal de boxeo, 1913. V iena, M useo del si­
del cuadro. glo xx. En e! juego com positivo con la
masa y el hueco se convierte el espacio
De nuevo se tropieza aquí con vacío en form a independiente.
un aspecto formal, que ya se venía
percibiendo en la evolución de la nerse en relación con Kandinsky,
pintura desde el Im presionism o: la quien afirmaba en 1912 que el pre­
figura y el fondo, la figura y el sente poseía la libertad espiritual
entorno están dotados en medida para emplear «cualquier materia,
creciente de la misma intensidad desde la más dura a la bidimensio-
formal — lo que implica necesaria­ nal (abstracta), como elementos
mente que el m undo objetivo del formales».
cuadro pierde su singularidad, es ¿Q ué ocurre en la arquitectura
en la década, tan revolucionaria (o bien segmentar) el cuerpo ce­
para la pintura y la escultura, que rrado; la interpenetración de volu­
va de 1906 (cuando Picasso co­ men y entorno espacial; la visibi­
mienza el prim er cuadro cubista lidad de las líneas de fuerza del
temprano, Las señoritas de Avi- armazón formal. De este modo se
nón), hasta la Prim era G uerra M un­ logra una espacialidad de ejes múl­
dial? ¿Hay edificios en los que tiples y — especialmente en el Cu­
pueden descubrirse los principios bismo— la superposición alterna­
estructurales válidos para el Cubis- tiva de complejos formales, de ma­
nera que ya no se produce la yux­
taposición de formas, sino sü m u­
tua interpenetración, es decir, 3a
unión transparente. E n 1903 cons­
truyó Auguste P erret (1874-1954)
una casa en la R ué Franklin de
París [803 , 804], El frente de la
calle recuerda el esquema del patio
de honor de la arquitectura pala­
ciega francesa. Tiene cinco ejes de
ventanas q u e se adelantan y re­
tranquean alternativam ente. E l pa­
tio de honor «reducido» produce
el efecto de una fachada que se
abre y deja la vista libre sobre el
interior del edificio. Por ello íos
balcones no son ampliaciones en el
espacio libre, sino incisiones en las
que el espacio exterior se funde
con el interior. La graduación del
edificio discurre en líneas quebra­
das y ángulos. Las verticales atra­
viesan todo el edificio: en cambio,
el observador que mira desde la
calle hacia arriba no puede com­
probar ninguna horizontal conti­
nua, sino que ve una línea m últi­
plemente quebrada, que adopta di­
ferentes formas: una vez es banda
plana, luego borde externo de bal­
cón. Estas dislocaciones ópticas
[803-804] Aüguste P errei, E dificio de la producen la impresión de que las
Rué F ra n k ü n en P a rís, 1903. P lanta y fa­ cinco ventanas de un piso se en­
chada. E n las partes de la fachada retran ­ cuentran a tres niveles diferentes.
queados oblicuam ente, los balcones crean
u na zona de u n ió n entre el espacio in­ En el especial efecto logrado y en
terio r y el exterior. E n el in terio r, la la interpenetración del espacio ex­
construcción de horm igón armado perm i­ terior e interior puede reconocerse
te una m áxim a lib erta d en la d istrib u ció n
de espacios. un principio afín al Cubismo. La
construcción de la casa emplea
mo, el Futurism o y el purismo el hormigón armado, inventado y
geométrico (M ondrian)? Estos desarrollado en Francia; la arma­
principios son: el abrir y perforar zón sustentante es visible en la fa-
obada, que está conformada de un de un espacio total; por tanto, no
modo heterogéneo, como un «colla- rige la alineación aditiva, sino el
ge» cubista: los dos ejes externos ensamblaje recíproco. Si la casa de
de ventanaje resultan representa­ Perret se acerca en este punto al
tivos, las ventanas quedan enmarca­ laberinto de espacios del Moder­
das por un ornam ento de hojas que nismo, por su objetividad cons­
está de nuevo ceñido por bandas tructiva pertenece, sin embargo,
planas de planchas, Hacia el centro más a los comienzos del s, x x que
desaparece el revestimiento «be- a las postrimerías del xix.

(805] P eter B ehrens, Fábrica de T urbinas


de A E G en B erlín , 1908-09.
Ambos edificios m uestran el com ponente
expresionista de la arquitectura alem ana.
En Behrens se pone el acento sobre el [806] H ans Poelzig, T orre de Agua en
contraste entre las esquinas, m arcadam en­ Posen, 1911.
te volum inosas e integradas por estratos
horizontales, y las grandes superficies de Poelzig alza su T orre de Agua en tres pisos
ventanas delicadam ente articuladas. El con­ de zócalo escalonados CQmo tensos cuer­
torno quebrado d el fro ntón de horm igón pos prism áticos, La arquitectura u tilita ria
confiere al edificio una expresión enérgica. adquiere un carácter m onum ental.

¡lo», dejando libre la estructura El rechazo de la dinámica linea]


desnuda de los elementos susten­ orgánica del Modernismo fue lle­
tantes. La fachada queda en cierto vado a cabo primero p o r sus segui­
modo desnuda. La planta [803] de dores austríacos, y ya hacia 1900
ia casa m uestra que el reducido se pasó a la utilización del cua­
número de apoyos verticales deja drado y del rectángulo. El ángulo
al arquitecto u n gran margen en la recto y el suelto ensamblaje espa­
distribución del espacio. La articu­ cial del Palah Stoclet, de Joseph
lación del interior gana con ello H offm ann [785], m uestran ten­
flexibilidad. Dado que en el inte­ dencias «cubizantes», si bien se
rior los tabiques de separación son conserva la conexión estilístico-
corredizos y pueden ser dispuestos histórica con el Modernismo. Este
a voluntad, no se produce la m o­ ideal de la síntesis estética de las
nótona yuxtaposición de las distin­ artes, en la medida en que ante­
tas células espaciales cerradas, sino pone la forma bella a la funcional,
la interpenetración de las partes tiene su sede espiritual en e¡I «fin
de siécle». En este sentido se di­ un «Cubismo» monumental, son
ferencian también las Wiener el resultado del escalonamiento rít­
W erkstátte (Industrias Vienesas), mico del cuerpo constructivo, que
fundadas por H offm ann en 1903, parece un monum ento [806],
de las aspiraciones del Deutscken Lo que estos edificios pierden
W erkbund (Unión Laboral Alema­ en formas ornamentales lo com­
na) de 1907. En Viena se perseguía pensan con sus proporciones y la
el preciosismo artesano, mientras precisión de su realización. Surge
que en Alemania se buscaba des­ así una sobria y severa belleza de
arrollar el utensilio a partir de la los materiales, que está orientada
máquina y superar el conflicto en­ más objetivam ente que la pura
tre la producción formal indivi­ complacencia del M odernismo so­
dual y la industrial (en la que Mo­ bre ellos. Es válida en este caso
rris había fracasado), sentando así
las bases del moderno diseño in­
dustrial. Uno de sus pioneros fue
Peter Behrens (1868-1940), que
ya diseñó en 1898 botellas para la
producción en serie. En 1906 le
nombró la A EG consejero artís­
tico, donde consiguió sentar los
fundamentos del diseño industrial.
Sus diseños se extendían a artícu­
los industriales (aparatos de luz,
ventiladores, etc.), a su embalaje
y su propaganda (prospectos, ana­
gramas), Bohrens trabajó también
como arquitecto para la AEG. En
1908-1909 construyó la Fábrica de [807] Adolf Loos, Casa Scheu en V ie­
Turbinas de dicha empresa en Ber­ na, 1912. Cuerpo escalonado del edificio
en lugar de forma cerrada de bloque: es­
lín [805], Su intención era crear pacio y masa edificatoria se interpenetran.
un poderoso símbolo de energía N inguna acentuación especial de la facha­
y por ello recurrió a acentuaciones da, en la que se renuncia a todo adorno.
dramáticas de las formas. La ne­
cesidad constructiva fue sacrifica­ la sentencia de O tto Wagner
da a los efectos expresivos. Esta (1841-1918) según la cual «nada
monumentalización de formas u ti­ que no sea útil puede ser bello»
litarias es también característica (1896), E l mismo llevó a la prác­
de los edificios industriales de tica este credo funcionalista en
Hans Poelzig (1869-1936), La po­ 1905 en la sala de taquillas del
larización de su trabajo en el edi­ edificio de la Caja Postal de Aho­
ficio industrial descansaba sobre rros de Viena. En dicho recinto
la convicción de que sólo en este domina el ángulo recto; el volu­
terreno de la construcción poseía men mural contrasta con la delga­
el arquitecto la libertad para ope­ da membrana de! techo de cristal.
rar con «formas específicas puras». Este duro enfrentam iento de ma­
Un ejemplo de ello es la Torre de teriales heterogéneos recuerda el
Agua que erigió en 1911 en Posen, procedimiento de m ontaje de los
En ella se 'hace visible la construc­ cubistas. W agner no aportó nada
ción en acero; los valores expresi­ nuevo al problema de la abertura
vos, que apuntan en dirección a de la planta (a la p!anta abierta
corresponde en la pintura del Cu­ sible la interacción entre éste y
bismo la ru p tu ra de los contor­ d volumen.
nos cerrados de seres y cosas). La idea de un proyecto arqui­
El intento de P erret de abrir el tectónico revolucionario aparece
cubo cerrado quedó lim itado a] con Loos hacia 1919 y es realiza­
frente de calle del edificio d e la da por vez prim era en el año 1922
Rué Tranklin [804], dado que se en la Casa Rufer: en ella rompe
halla en u n a sucesión de casas. El con la costum bre de situar los re­
juego libre, abierto al espacio, de cintos de un piso a un mismo ni­
[os bloques sueltam ente yuxtapues­ vel, Loos emplea el siguiente pro­
tos (como se adoptó, por ejemplo, cedimiento: de dos estancias con­
en el Palais Stoclet de Hoffm ann tiguas, una se encuentra más al­
[785 ]) de la quinta angloameri­ ta que la otra; los tabiques de
cana no habría sido posible ni
deseable ('por razones de rentabi­
lidad) sobre esta estrecha base de
edificación. El principio, desarro­
llado por ios ingleses y los norte­
americanos, de adosar unas a otras
las células espaciales de diferentes
tamaños a la manera del juego de
dominó o de la ordenación de su­
perficies de M ondrian [8 0 0 ], fa­
vorecía especialmente la disten­
sión horizontal del cuerpo del edi­
ficio.
En Viena Adoif Loos (1870-
1933) abrió otro camino: conser­
vó el rectángulo cerrado de la
planta y se decidió por su dife­ [808] Max Berg y el ingeniero T rauer,
renciación vertical, es decir, trans­ Jahrhunderrhalle en B r e s l a a , 1912-13.
firió la «abertura» de la planta al T em prano in ten to de adoptar, después de
las construcciones de h ierro de finales
alzado. E n la Casa Scheu en Vie­ del siglo x ix , tam bién el horm igón arm a­
na [807], q u e construyó en 1912, do para cubrir grandes recintos; e n este
cada piso tiene un planta de dife­ caso a m odo de audaz cúpula nervada,
cuyas lín eas de fuerza proporcionan una
rentes . dimensiones: el piso bajo dinám ica sensación espacial.
]a mayor, el segundo la menor.
Surgió así por influencias segura­ soparación son eliminados en su
m ente del edificio en terraza del mayor parte; escaleras cortas es­
ámbito m editerráneo, el bloque es­ tablecen la comunicación entre ios
calonado, Lo que prim ero llama recintos. De esta manera dos re­
¡a atención es la falta de fachada cintos de diferentes dimensiones
representativa. El bloque no es crean una continuidad espacial:
ya una zona cerrada, enmarcada cada una de las dos partes cede
verticalmente p o r los dos bordes una porción de su individualidad
extremos y horizontalm ente p o r el al conjunto superior. Con ello lo­
suelo y la línea de cubiertas, sino gra Loos transferir la interacción
que una p arte de este cubo —con­ de la superficie al espacio. E n los
cretamente las dos «gradas»— años veinte Le Corbusier aplicó
está cedida por el arquitecto al es­ dicha técnica (con independencia
pacio, de forma que se hace vi­ de Loos, probablemente) de una
manera más consecuente: constru­ se empezó a construir armazones
ye en un gran espacio de dos plan­ sustentantes espaciales, consistentes
tas dos recintos superpuestos de en estructura y cubierta. Tal téc­
una sola planta. nica de construcción perm ite cu­
Por más que este modo de ed i­ brir amplios espacios con un m í­
ficar atendiera a la diferenciación nimo gasto de material. Un ejem­
del espacio interior, nunca dejaría plo temprano del «pachos» espa­
de ser arquitectura enm urada: e¡ cial de esta arquitectura es da
recinto aparecía como forma vacía J a h r h u n d e r t b a l l e de Breslau
y no como una entidad rodeada [808], construida en 1912-1913
de líneas de fuerza. Esta configu­ por Max Berg (nacido en_ 1870) y
ración espacial tampoco correspon­ por el ingeniero Trauer. La cúpu­
de al carácter íntimo de la vivien­ la descansa sobre cuatro ábsides
da y aparece en edificaciones p ú ­ y está sustentada .por treinta y
blicas, es decir, en aquellas de dos nervios de hormigón armado.
dimensiones mayores. Ya en las En el caudal de formas del recin­
construcciones de ingeniero de las to predom inan las líneas y super­
ficies curvas, que producen la im­
presión de tensión elástica y ac­
ción dinámica. Las vías lineales
de fuerzas ofrecen a la vista nu­
merosas superposiciones. La cons­
trucción está informada de un
movimiento circular, interfluyen­
te. A l contemplar estos rasgos
esenciales no se puede 'por menos
de compararlos con las fantasías
cósmicas de los futuristas (por
ejemplo, el cuadro Mercurio pasa
ante el Sol, de Baila) como lo ha­
ce el pintor Lothar Sdireyer: «Me
pareció como si se hubiera abier­
to el Cosmos y revelara el orden
de las órbitas siderales y la vis­
ta sobre el Empíreo».
[809] A ntonio S ant'E lia, estudio para la
E l interés de los futuristas por
«C ittá futurista», 1914. Proyecto de una el movimiento no se dirigía sola­
estación central de tráfico en M ilán, con mente a las 'fuerzas cósmicas, sino
varios niveles de paso entre edificaciones a las realidades del mundo de la
d e altura; el nivel superior, al fondo, es
el aeropuerto. gran ciudad. Su conciencia del p re ­
sente se pone de manifiesto cuan­
do afirman que un automóvil de
postrimerías del siglo x ix fueron carreras es más bello que la Vic­
cubiertos grandes recintos con bó­ toria de Samotracia. P o r tal moti­
vedas de acero [734]. Cuando se vo, el tema del tráfico en la gran
empezó a utilizar el hormigón ar­ ciudad es también una constante
mado tam bién para estos fines, de ía pintura futurista. El arqui­
hubo de desarrollarse antes una tecto A ntonio Sant’ Elia (1888-
forma de construcción que cum ­ 1916), que se adhirió en 1914 a
pliera a la vez con los requisitos los futuristas, situaba el tráfico
estéticos, lo cual se logró cuando ('he aquí la traducción a fenóme-
no social del térm ino abstracto to d o el complejo. El medio figura­
«movimiento») en el centro de tivo del escalonamiento, que Loos
los proyectos urbanísticos. En su ensaya aproximadamente al mismo
«Manifiesto de la arquitectura fu­ tiempo en el dominio de la vivien­
turista» reclama una adhesión in­ da [807], es entendido dinámica­
condicional a los 'materiales de mente por Sant’ Elia, que lo u ti­
construcción ('hierro, hormigón, vi­ liza para la separación de distin­
drio). En su tarea constructora, el tos planos de tráfico. Sus proyec­
arquitecto debe ser consciente del tos abordan una de las tareas más
presente y dominar, por tanto, con importantes con que habrá de en­
exactitud todas las ciencias mecáni­ frentarse la fuerza inventiva inte-
cas. La casa futurista deberá aseme­ gradora de la arquitectura del
jarse a una máquina gigantesca y la s. XX: la síntesis de la arquitec­
calle a un dique. La relación con tura de estancia ( l o s edificios en
la máquina expresa la idea de un lo s que viven o se reúnen los
valor utilitario máximo. P or ello hombres) y la arquitectura urba­
Sant’ Elia propugna una perm a­ nística.
nente renovación creadora y re­
chaza la museificación de la ima­
gen urbana, análogamente a como
los pintores futuristas reclamaban
la supresión de los museos. La
vida de una casa debe ser más
corta que la de un hombre. En
tal exigencia se une el culto del
movimiento con el de una conti­
nua transformación. Los proyec­
tos de Sant’ Elia, cuya realización
impidió su muerte tem prana y la
Primera G uerra M undial, parecen
tener en cuenta sólo parcialmente
estos puntos programáticos radi­
cales: son visiones arquitectóni­
cas megalómanas de una metrópo­
li sin fin. En esta arquitectura to ­
tal el complejo aislado se funde
con el conjunto [8 0 9 ]; edificios
y dispositivos de tráfico (puentes,
calles y pasos elevados) forman
un indisoluble complejo de rela­
[81ÜJ W alter G ropius y A dolf Mayer,
ciones, en el que predom inan los Industrias Fagus en A lfeld an der Leine,
elementos dinámicos. La fusión y 1911. C onstrucción transparente en vidrio
relaciones recíprocas entre la masa y acero. Las paredes exteriores están to ­
talm ente disueitas, entre los apoyos de
y el espacio ya no se realizan en m anipostería, en superficies vitrales que
el edificio aislado sino en el con­ se cortan en ángulo recto en las esqui­
glomerado urbanístico. Superposi­ nas por la falta de volum en en los apoyos.
ciones e interpenetraciones mu­
tuas hacen que ningún cuerpo for­ Con la ampliación del edificio
mal pueda ser percibido aislada­ aislado en la interm inable insta­
mente, sino sólo dentro de los lación arquitectónica, Sant’ Elia
ejes espaciales multivisuales de lleva la planta abierta hasta las
últimas consecuencias, lo cual da más bien se tiene la impresión de
a sus proyectos el carácter de una que toda la pared es vitrea. Los
visión laberíntica. La realidad con­ delgados apoyos sustentantes del
temporánea avanzaba entretanto m uro aparecen como interrupción
con mayor moderación. De 1911 vertical. Las cristaleras ininte­
a 1914 W alter G ropius (nacido en rrum pidam ente extendidas a to­
1883) y Adolf Meyer (1881-1929) dos los pisos descansan en una es­
construyeron el edificio de una tructura de acero y no tienen nin­
Fábrica de hormas para calzado en guna función sustentante: con ello
A lfeld an der Leine [810]. La la construcción queda al descu­
crítica arquitectónica considera las bierto y se separan los elementos
Industrias Fagus como la síntesis de soporte de los elementos de
de las posibilidades de la cons­ relleno. También aparece el sín­
trucción moderna de edificios in­ toma de la polivalencia formal:
dustriales. A ello hay que añadir la ventana de cristal de un piso
que la tarea constructiva permite
pertenece tanto a Ja unión de las
al arquitecto una solución total­
bandas de ventanaje verticales
mente nueva de las relaciones en­
tre cuerpo y volumen, espacio ex­ como a las horizontales. Al ali­
terior e interior. Al igual que geramiento y desmaterialización con­
Loos, Gropius elige el ángulo rec­ tribuye esencialmente la omisión
to como forma básica, aunque lo del soporte angular enmurado: la
emplea de diferente manera. G ro­ esquina del edificio queda prácti­
pius se distancia de la patética camente suprimida. Los recintos si­
edificación industrial de su maes­ tuados inm ediatamente detrás de la
tro Behrens [805] con una con­ pared de cristal tienen tanto el ca­
creción fría y objetiva. Abre el rácter de espacio exterior como de
cuerpo edificatorio, es decir, lo interior, lo cual significa que el ob­
hace transparente, sin estratificar servador percibe simultáneamente,
la planta o escalonar el alzado. con el cuerpo del edificio, las célu­
La disposición de los recintos in­ las espaciales que lo constituyen.
teriores se pone al descubierto. De esta manera se verifica la suma
La relación entre vidrio y apoyo de las experiencias arquitectónicas
está elegida de tal manera que las (en el lenguaje de la pintura: cu­
ventanas no parezcan incisos; bistas-puristas) de 3a preguerra.
EL ARTE D E
ENTREGUERRAS

La Prim era G uerra M undial des­ tica sobre la preferencia artística


acreditó los Ideales burgueses y del cuadro pintado sobre madera.
nacionalistas desenmascarando su Tales aspiraciones caracterizan ya
ambición de poder político y eco­ al M odernismo de principios de
nómico. Esta pérdida de confianza siglo, y hacen nuevamente eclo­
alcanzó tam bién a todas las formas sión en tres grupos de artistas
tradicionalistas de la vida artísti­ (Constructivismo, D e StijI, Bau-
ca y social. Pero no sólo el males­ haus), cuyos comienzos surgen a
tar político, al cual no podían sus­ la sombra de la Prim era G uerra
traerse ni vencedores ni vencidos, Mundial.
ponía en peligro los símbolos ar­ Les distingue del M odernismo
tísticos con los que se adornaban su actitud sobria ante ante los
las diferentes clases sociales y las problemas, su negativa al patetis­
instituciones estatales establecidas, mo estetizante y la búsqueda, de
sino que las mismas artes im pul­ una fundamentación consciente del
saron el espíritu crítico y renova­
dor. D entro de esta crisis es muy
sintomático el papel del cuadro
pintado sobre madera, pues está
en relación dilecta con las nece­
sidades artísticas de la sociedad
burguesa-liberal. Corresponde a su
propia concapción estética, que
ensalza el arte como reflejo enno­
blecido de la "/ida, pero q u e le
niega el derecho a transform arla,
es decir, a mejorar sus condiciones
reales, En sentido estético consa­
gra y fosiliza la obra de arte en [811] G uerrit Thomas R íetveld, Casa
los museos y la admira primor- Schrdder en U treeh t, 1924. In terp en e tra­
dialmente como expresión de la ción dinám ica de superficies horizontales
y verticales, macizas y acristaladas, en
genialidad aislada; así como la cam biante graduación de profundidades.
sociedad burguesa, ¡en el terreno
económico, actúa según los prin­ presente de la actividad artística,
cipios del «laissez faire», recha­ no sentida, sino racional, N o es
zando la planificación y coordina­ ninguna casualidad q u e estas ten­
ción, en el terreno artístico se en­ dencias arraiguen precisamente en
cuentra seducida por la libertad Rusia, Alemania y los Países Ba­
del cuadro de caballete, por su jos, es idecir, en los países que,
completa disponibilidad y m uta­ situados al 'margen del ámbito de
bilidad. P or tanto, es evidente irradiación de las culturas medi­
que cada intento de traspasar los terráneas, cuentan con resistencias
distintos géneros artísticos a una relativamente reducidas en la su­
«voluntad artística» conjunta, ejer­ peración ¡de la estética antropo-
ce también inevitablem ente la crí­ céntrica del Renacimiento. Los ob-
¡etivos artísticos y filosóficos po­ ei ángulo recto y los tres colores
seen rasgos protestantes o p u rita­ primarios debían cubrir el caudal
nos: quieren servir a los intereses de formas. El cuadro sobre tabla
públicos, se guardan de la «suges­ ya no debe ser adorno mural ais­
tión artística» y condenan la de­ lado, sino elemento integrante de
senfrenada expresión de senti­ una totalidad mayor. iSe aspira a
mientos. símiles formales del «equilibrio
En vísperas de la guerra se vital armónico». Este componente
produjo en Rusia el encuentro utópico-idealista adopta la forma
de Vladimir E. Tallin (nacido en más pura en los «iconos» de
1885) y Alexander Rodchenko M ondrian, pero a la vez se expre­
(nacido en 1891). De este contac­ sa en los dominios profanos de la
to surgió el Constructivismo, que tipografía y del cartel y sitúa la
más tarde, en los prim eros años
después de la Revolución de O ctu­
bre y previa aprobación política,
había de ejercer fuertes influen­
cias. N aum Gabo (nacido en 1890)
y A ntoine Pevsrser (1886-1963)
con su «Manifiesto r e a l i s t a »
(1920) y Malevitcb prestaron apor­
taciones independientes a esta re­
novación con la proclamación del
Suprematismo, A p artir del p rin­
cipio del pensamiento formal geo­
métrico estos artistas siguieron
un severo ascetismo, cuyo punto
extrem o se consigue en un cuadro
de Kasimir M alevitch (1878-1935),
que representa un cuadrado blan­
co sobre fondo blanco. Esta p u ri­
ficación meditativa trae a la me­
moria la veneración de i c o n o s .
Sin embargo, la utilización de los
relieves y formaciones plástico-es­
paciales de los construcliivistas re­
vela al mismo tiempo la presen­
cia d e materiales de la era técni­ [812-813], Ludwig M ies van der Rohe,
Pabellón A lem án en la Exposición In te r­
ca: el vidrio y el 'hierro ocupan nacional de Barcelona de 1929. P lanta y
ahora el lugar del bronce y el perspectiva. La cubierta plana está susten­
mármol; la figura plástica aban­ tada por apoyos de acero crom ados, entre
los que se disponen paneles m urales no
dona a m enudo su superficie de sustentantes de v idrio o travertino, de tal
a-poyo y se hace ílotante y m o­ manera que se crea un espacio «fluyente».
vible.
El movimiento «De Stijl», fun­ arquitectura sobre nuevos funda­
dado en 1917 en Holanda por mentos. El cuerpo d d edificio es
M ondrian y Theo van Doesburg, abierto, ya no está rodeado de un
se propone de modo mucho más muro, sino articulado plásticamen­
metódico la renovación de todos te y diferenoiado cromáticamente.
ios dominios figurativos. También Tales tendencias constructivas fue­
en este caso se busca el ascetismo: ron recogidas y elaboradas peda­
gógicamente en la «Bauhaus», fun­ quedan visibles en su autonom ía
dada en 1919 en W eimar por el y parecen desmontables. Esta ca­
arquitecto W alter G ropius. En racterística de transparencia se
esta «Academia de Arte» actuaron debe en la arquitectura, e n t r e
e n t r e otros Klee, Kandinsky, otras cosas, al creciente empleo
Sohlemmer, Feininger, Moholy-Nagy de elementos de vidrio. Los miem­
y, más tarde, Mies van der Robé. bros (arquitectónicos parecen mon­
El mencionado manifiesto procla­ tados o unidos unos con otros. Y
maba: «No hay ninguna diferen­ si bien cada elemento conserva
cia esencial entre el artista y él su autonomía formal frente a las
artesano. El artista es una eleva­ exigencias funcionales, no nos en­
ción del artesano...; queremos, contramos ante una yuxtaposición
pensamos, creamos juntos la nue­ acumulativa, sino que se trata de
va edificación. Todas las artes se penetraciones y superposiciones.
hacen una: arquitectura, escultura E n otras palabras: los miembros
y pintura.» formales —por ejemplo, la lámina
Los intentos artísticos q u e tu ­ vertical en el balcón de la Casa
vieron lugar en Rumania, H olan­ ScbrÓder en Utrecht ( 1924), de
da y Alemania perseguían dos me­
tas: por fuña parte, ¡el arte debía
convertirse de nuevo en u n fac­
tor vivo de civilización, es decir,
utilizando, p o r ejemplo, el diseño
industrial sobre la cotidianidad
moderna, y p o r otra, debía afir­
marse Ja obra de arte como reali­
dad autónoma que no se presentaría
ya como apariencia ilusoria, sino
como ‘h echo real, «que no (es)
menos im portante que las realida­
des de la Naturaleza misma» (Ma-
levitcih). E n consecuencia, com en­
zó a propagarse el concepto del
arte concreto (Van Doesburg), [814] G iorgio de C hirico, Los goces dei
que transcribe esta realidad mejor poeta, 1913. Nueva Y ork, M useum of
M odera A rt. La «pintura m etafísica» de
que la palabra «abstracto». Con C hirico libera la figura y el objeto dei
ello desaparecía, por tanto, la d i­ contexto habitual y relaciona dom inios de
ferencia fundam ental, operante des­ realidad aparentem ente contradictorios en
sorprendentes conjunciones, que general­
de el Renacimiento, entre p in tu ­ m ente están colocadas en frías y oprim en-
ra y escultura por una parte y tes arquitecturas,
arquitectura por otra. El análisis
formal puede comprobar este h e­ G errit Thomas Rietvelt [811]—
cho en razón de caracteres es truc- intervienen en diferentes domi­
turales que abarcan todos los gé­ nios funcionales, es decir, se ha­
neros artísticos y que e s . posible cen polivalentes. Algo análogo
expresar de la siguiente m anera: ocurre en los paneles murales que
en lugar del volumen cerrado, aparecen en lugar de Jos muros
corpóreo, aparece la estructura ar­ en el Pabellón Alem án en la Expo­
ticulada, abierta, transparente. Los sición Internacional de Barcelona
elementos que componen el ente (1929), de Ludwig Mies van der
formal no se funden, sino que Rohe (1886-1969) [813]: pertene­
cen a distintos complejos espacia­ ta que el parcial mundo aparente
les, lo cual significa que las formas del cuadro tradicional. Se mani­
se sobreponen a las barras funcio­ fiesta una intención vital que as­
nales y las superan [812]. H e aquí pira a «diluir los supuestos, hasta
un medio figurativo con cuya ayu­ entonces contradictorios, de sueño y
da se protege el arte constructivo realidad en una realidad -absoluta,
contra el dominio total del funcio­ en una «supra-realidad» (B retón).
nalismo lógico. «Los elementos Dada fue un .movimiento fun­
deben engendrar formas, pero, sin dado en 1916 en Zurich por Ball,
sacrificarse a sí mismos, conservar Mülsenbeck, Arp, Tzara y Janeo.
su autonomía» (Klee, 1920). El nombre, descubierto al intro­
Este principio de configuración ducir al azar un cuchillo entre
es válido también para la p in tu­ las hojas de un diccionario, se
ra: así como la arquitectura abre debe a una palabra, que en francés
la planta por todas partes, el pin­ significa caballo de madera de ju­
tor no p arte ya de una magnitud guete. En la lucha contra la «dic­
preconcebida (de tan objeto o de tadura de los cajones cerebrales»
la figura 'humana), sino que reti­ (A rp) la casualidad se convirtió
ne elementos de cuya transparen­ en la fuente inexplorada de liber­
te ordenación surgirán finalm en­ tades absolutas: con su ayuda se
te figuras de su invención. Tales esperaba captar lo primigenio,
«figuras» m uestran los mismos ca­
racteres estructurales que las obras
de la arquitectura y de la escul
tura, pero a veces se sirven de
las 'posibilidades caprichosas de la
improvisación [819].
La rebelión contra las tradicio­
nales funciones del arte y su sím­
bolo de prestigio burgués, el cua­
dro, no se limitaba únicam ente a
los movimientos constmctivistas;
es el motivo central contra el que
dirigen, al misma tiempo, sus pro­
testas los dadaístas y surrealistas.
1815] Max E rnst, M ujer, anciano y flor,
E3 arte no debe servir ya a la jus­ 1923-24. Nueva York, M usemn of M odern
tificación museal de los «engaños A rt. E l «Surrealism o verista» utiliza ele­
vitales» burgueses; sus nuevos m entos de la realidad representados con
precisión en conjunciones fantásticas irrea­
motivos son la buida y el desen­ les, am biguas. Con ello intenta d a r expre
mascaramiento. Análogamente a lo sión a su convencim iento de la irrealidad
q ue ocurre en las tendencias ar­ de una existencia sólo superficial.
quitectónicas, se intenta integrar
de nuevo la obra de arte en la maravillosamente incoherente y
«vida», eliminar las barreras en­ enigmático. «Dada era una espe­
tre las esferas d e . la obra artísti­ cie de nihilism o..., un camino para
ca y el objeto profano y, final­ escaparse de una concepción de­
m ente, establecer una realidad que term inada..., para liberarse, para
sea más amplia <y — por estar car­ alejarse de los clisés» (Marcel Du-
gada de conflictos y contradicio­ ohamp). Bajo la denominación de
nes no resueltos— también más clisés han de entenderse los laaos
auténtica, más verdadera y realis­ mediante los cuales se orienta
nuestra razón en la realidad. Si lar su contenido poético. O tro so­
este orden de la razón es derriba­ litario, K urt Schwitters (1887-
do, es decir, distanciado y tras­ 1948), desarrolló, partiendo de los
tornado, surgen aspectos nuevos e «collages» cubistas, el cuadro de
insospechados de la realidad. P or materiales [816]: «la pintura
esta reflexión se guía la contem ­ «Merz» no sólo se sirve del lien-
poránea pintura metafísica de Gior-
gio de Chirico (nacido en 1880),
a quien interesa «lo enigmático de
las cosas que encontramos insigni­
ficantes...; y así, vivir en el m un­
do como en u n enorme musco lle­
no de curiosidades» [814], Tam ­
bién en 1914 descubrió Marcel
Ducbamp (nacido en 1887) que
basta con alejar un objeto fami-

[817] Marcel D ucharap, Portabotellas,


19M. Cuando D ucham p daba el nom bre
de «obra de arte» a los utensilios co ti­
dianos, «readymade», p reten d ía provocar
i la sociedad, p ero tales objetos pueden
revelar al m ism o tiem po un sorpren­
dente co ntenido poético.
[816J K urt Schw itters, relieve de m on­
taje, 1923. C olección privada. En los
cuadros de m ateriales clavados y pega­ zo y del color, del p in e d y de
dos, e! « o b jeto hallado» (billetes, tr o ­ la paleta, sino de todos los mate­
cí tos de m adera, cartó n , núm eros de riales perceptibles por la vista y
guardarropa, etc.) conserva su «valor»
propio y a ia vez se integra en el de todos los instrumentos necesa­
nuevo orden de una com posición «no rios. Carece d e im portancia que
figurativa». dichos materiales estuviesen ya
empleados o no con vistas a una
liar de su ambiente convencional finalidad. La rueda del codhe de
para bacer (visible el poético mis­ niño, la red metálica, la cuerda
terio del m undo de las cosas y al algodón son factores con igfua-
[817]: el objeto encontrado no les dereahos que «1 color»,
necesita siquiera la elaboración o Todas estas tendencias caminan,
tranformación artística para reve- de modo consciente, sobre la es­
trecha arista que separa la per­ y Paul Klee (en algunas de sus
cepción intencionadam ente inar­ obras, adm iradas por los surrealis­
tística de la realidad [817] de su tas). Dejan «hablar» a las formas
traducción artística. Se puede ha­ y a los materiales y dirigen esta
blar de un nuevo «realismo», conversación hacia protoformas
que toma elementos directos del orgánicas y creaciones fantásticas.
m undo real. Tam bién los surrea­ Los procesos de ensueño y fanta­
listas hacen profesión de utilizar sía, generalmente sombríos y cifra­
totalm ente y sin restricciones el dos literariam ente, que constitu­
material que proporciona la reali­ yen el tema central del ala verista
dad. Construyen sobre las tesis y de Jos surrealistas, son muy dife­
los logros de los dadaístas, pero rentes de estas improvisaciones
se preocupan más por la justifi­ juguetonas y a veces cándidas. A
cación literario-filosófica y se plan­
tean el delicado problema de eli­
minar las zonas del inconsciente
valiéndose precisamente de la con­
ciencia. En última instancia, el Su­
rrealismo conduce — su «Prim er
m er manifiesto» fue publicado en
1924 ¡por A ndré Bretón— a la
auíoabolición de lo creador: afir­
ma el absurdo de la apariencia es-
téticom oral de la civilización fren­
te al poder de las fuerzas vitales
irracionales, pero se sirve a ¿a
vez de estas fuerzas — de la locu­
ra, el éxtasis, el sueño y la libido—
para formar con ellas un fantásti­
co m undo de imágenes .[815].
P resdndiendo de este dilema —ya
que su debate queda fuera del
marco del análisis histórico-artís- [818] H ans A rp, objetos ordenados ca­
tico— los hechos artísticos del Sur­ ligráficam ente, relieve de cuerda, 1928.
realismo pueden ordenarse en tor­ Z urich, colección G iedion-W elcker. En
formas vegetativas rítm icas y agrupadas,
no a dos centros de gravedad. E n que «surgen, como signos, de las pro­
prim er lugar deja aparecer las fundidades de un fantástico m undo im a­
leyes de la casualidad — ¡nada es ginativo», A rp devuelve «a cada criatura
y cosa su m ística existencia básica» (C.
previsible!— en los mismos me­ G iedion-W elcker).
dios figurativos, en tanto que los
libera de la función de reprodu­ dicha ala pertenece parte de la
cir objetos. El artista recurre a producción de Max E rnst [8 15],
una zona pre-objetual de la confi­ Salvador Dalí, Magritte, Delvaux
guración formal, a la línea incons­ y De Chirico, que es el precursor.
tantem ente errante y a la mancha H eterodoxa y contraria a las for­
de color. E sta liberación de las mas tradicionales íes también la
exigencias de una expresión obje­ escultura surrealista, en la que se
tiva de ilos medios figurativos puede incluir a Giacometti, G on­
abandonados (aparentem ente) a sí zález y Calder. A lberto Giacomet-
mismos, es cultivada por H ans Arp üi (1910-1966) se dedicó a Ja crea­
[8 1 8 ], A ndré Masson, Joan Miró ción de formas plásticas, cuyo ex­
traño y a menudo hiriente atrac­ ticulada esté; sus intentos inter­
tivo está en estrecha relación con pretativos pueden seguir distintas
los dominios vivenciales que ha­ direcciones y decidirse alternati­
cen referencia al m undo de los vamente por este o aquel capricho
ídolos, los fetiches y La magia. H a­ del contenido. La ambigüedad que
cia 1930 comenzó Julio González caracteriza al Surrealismo verista
(1876-1942) a crear máscaras, fi­ es distinta [815]. El cuadro re­
guras de barras y planchas de produce con gran rigor 3a reali­
■hierro; al principio del montaje dad, y el pintor se sirve para ello
de partes heterogéneas, añadió la de recursos artísticos ilusionistas
técnica transform adora de la for­ (modelación del cuerpo, profun­
ja. Sus dem entes laminares mos­ didad espacial); pero esta suges­
traban resonancias de las cortadas tión de la realidad está ai servicio
formas facetadas de los cubistas,
Pronto dieron paso al material li­
neal del q u e González extraía b u r­
lescas y fantasmales invenciones,
Con estos «dibujos espaciales»,
dicho escultor se convirtió, en las
dos últimas décadas, en modelo
para la mayoría de los araistas que
se enfrentaban con las posibilida­
des lineales del hierro. La apor­
tación de Alexander Caider (na­
cido en 1898) a la escultura es
la técnica del «móvil». Hacia
1930 construyó formas metálicas
móviles de barras, alambres y
planchas. Al principio un motor
proporcionaba el movimiento; más
tarde pasó Caider a configurar for­
mas orgánicas, cuyos miembros en
su movimiento conjunto, flotante
y giratorio, en su elevación y des­
censo producen constelaciones siem­ [819] Paul K lef. El paso, 1932. Berna,
pre nuevas. Como en Arp, el gus­ colección privada. En el lenguaje sim bó­
lico de Klee, las «letras formales» —en
to por lo casual adopta las formas este caso las sigias indicadoras de ojos
de un hum or risueño. y pies— tienden el puente al m undo de
En cuanto al contenido y a la objetas de la experiencia.
forma, las obras de los surrealis­
tas y dadaístas se encuentran ba­ de la representación de un mundo
jo el criterio común de la ambi­ profundam ente «irreal», en el que
güedad. Cuando se repliegan al ¿a razón no constituye una clave:
lenguaje formal sumario y elemen­ se presiente que tras la significa­
tal, dicha ambigüedad está funda­ ción literal de los objetos repre­
da en la circunstancia de que las sentados se oculta su verdadero
formas iniciales, al carecer de di­ sentido. Surgen así enigmáticas
ferenciación, perm iten m uchas in­ e inciertas relaciones que permi­
terpretaciones [818], El observa­ ten un gran número de posibili­
dor puede leer tanto más en una dades de interpretación. El crite­
forma cuanto menos acabada y ar­ rio de la ambigüedad determina
también los cuadros de materiales, intención de que, más allá del
de tal manera que la m ateria u ti­ camino de la razón, lo extraño
lizada —por ejemplo, un trozo se convierta súbitamente en un
de cuerda [8 1 8 ]— tiene un sig­ romántico y (fantástico mundo de
nificado en sí misma y otro que imágenes, en el que todo se re­
la trasciende. Kandinsky confesó laciona.
ya en 1912: «La línea es u n ob­
jeto que tiene tanto sentido prác­
tico-utilitario como una silla...»,
de donde, a la inversa, es posible
que un objeto pueda hacer las
veces de un medio figurativo.
E sto quiere decir que el Porta­
botellas [817], desprovisto de sus
fines prácticos, se convierte en for­
ma escultórica. Los montajes de
K urt Schwitters (1887-1948) si­
túan al observador ante la alter­
nativa de ver en un conglomera­
do de cosas un fragmento de rea­
lidad reproducida o una conste­
lación de formas indiferentes a [821] M ax Beckmann, La noche, 1918-
los objetos [816]. 1919. D üssetdorf, colección de arte
Ñ ordrbein - W estfalen, En u n a escena de
Al carácter de la ambigüedad to rtu ra, como de pesadilla, que parece
sigue el de la heterogeneidad. En rom per el espacio del cuadro, el artista
la obra de arte debe conservarse representa, tras la experiencia de la gue­
rra, la m iseria y angustia de ia existencia
en cierta medida la lógica con­ hum ana.
tradicción de la existencia, y las
En consecuencia, heterogeneidad
significa formalmente la unión
de materiales diversos y la re­
unión de diferentes maneras fi­
gurativas, entre ellas la inclusión
de objetos en la superficie ideal
del cuadro, como se practicaba
ya en algunos experimentos del
Cubismo.
H e aquí los principales medios
con los que dadaístas y surrea­
listas se apoderan del terreno que
antes había sido cultivado por el
arte fantástico, la alegoría, el je­
[3 2 0 j O skar Kokosohka, El alba en
Dresde (N eustadt I), 1919. Chicago, A rt
roglífico y la sátira. La «poliva­
Lnstitute (W iníerbotham CoUcction). Con lencia» atañe no sólo a formas y
colores lum inosos, extendidos y aplicados contenidos, sino que se refleja
pastosam ente, traduce Kokoschka el mo- también en Ja resonancia social
délo natural a com posiciones parecidas
a un ta p « , cuyo patetism o expresionista de ambos movimientos. La acti­
continúa la tradición del Barroco. tud batalladora antiburguesa in­
tenta poner su tendencia anár­
uniones ingeniosas deben recordar quica al servicio de la- izquierda
la soberanía del absurdo, con la y legitimizar — desde una con-
cepción marxísta— la necesidad de d e caballete y de emancipar la
la revolución. Si se separa de los escultura de su vinculación al
objetivos políticos didácticos el cuerpo humano. Esta actitud
núcleo poético fantástico, aparece abierta conlleva nuevas posibili­
claramente que éste no p u e d e dades creativas, pero supone tam­
satisfacer las exigencias de la gran b ién una renuncia: no existe el
masa. E l público de los surrealis­ enfrentam iento con la realidad de
tas constituía una élite espiri­ ía percepción. Es precisamente en
tual: los mecenas de la crítica este enfrentam iento, independien­
antiburguesa provenían de la aris­ temente de los condicionamientos
tocracia del dinero. Sólo a tra­ de posición radicalmente nuevos,
vés del arte gráfico y la decora­ donde se realiza, sin embargo,
ción de escaparates alcanzaría más úna p arte considerable del arte
tarde el Surrealismo una cierta de las décadas de entreguerras.
popularidad. Constructivistas, de- E l cuadro sobre tabla y la téc­
daístas y surrealistas buscaban por nica de la pintura al óleo recu­
caminos diferentes una nueva ci­ peran de nuevo sus derechos.
mentación de la labor artística. Paralelam ente a la advocación de
E n este em peño se llegaron a es­ las funciones tradicionales del
tablecer contactos entre ellos como arte —rendir testimonio del hom ­
sucede siempre que partidos dis- bre y del m undo aparente— se
vuelve a los antiguos modelos.
G skar Kokosdhka (nacido en
1886) adopta de nuevo el pate­
tismo del Barroco '[820], Max
Beekmann ('1884-1950} hace recor­
dar las violencias anatómicas del
G ótico tardío alemán [821] y los
artistas q ue se reúnen en torno
a la divisa d d «nuevo objetivis­
mo» siguen el modelo del rigu­
roso realismo de la época de
D urero. E n general, este arte sub­
jetivo está en la línea cosmovisual
del Expresionismo de los años de
preguerra. La participación hu­
mana del artista en el m undo que
le rodea ha conservado sus di­
recciones principales: una se ex­
presa en la obstinada afirmación de
los aspectos oscuros de la exis­
tencia, destaca con amargo escep-
[822] Pablo Picasso, Bañista en la pla­
ya, 1929. N ueva Y ork, M useum of Mo­
ticismo el vacío irredim ido en el
dera A ft {M rs. Simón G uggenheim F und). que se realizan los hechos de nues­
H acia el final de los años 20 Picasso tra civilización, y los identifica con
une elem entos cubistas y surrealistas en
figuras fantásticas, orgánico-técnicas.
viejísimas situaciones simbólicas en
las que desempeñan u n papel im­
tintos com prueban q u e tienen un portante la máscara, la ramera y
enemigo común. Coincidieron en el circo. La otra dirección, pres­
la decisión de liberar la pintura cindiendo de los aspectos polí­
de las convenciones del cuadro ticos o filosóficos, se orienta
hacia el Cosmos polícromo y or­ sentar expresión objetual). De
gánico, pudiéndose hablar de qué aquí se deduce que pueden fluir,
se da una afirmación pagana de la por ejemplo, zonas de color a
vida — un cuadro de Kokoschka través de diversos conjuntos de
se llama «Los paganos» y repre­ objetos [823], de manera que la
senta una pareja humana desnu­ línea señala un ensamblaje rít­
da— , En esta pintura vital se mico de formas, que, si bien re­
representa al hom bre antes de la cuerdan siluetas de objetos, des­
caída origina! viviendo en armo­ pliegan su propia vida. Así, la
nía con la Naturaleza. En Beck- línea forma parte, en su curso,
mann pesan ya la desconfianza, el de distintos objetos, confiriendo
miedo y la desesperación. E ntre
estos polos bay que situar ia obra
de algunos pintores que trabajan
en Francia (Matisse, Modigliani,
Chagall y Soutiae).
Es, sin embargo, diferente la
evolución que se produce en los
países donde son objetivizadas
experiencias cubistas. Picasso. Bra-
que y Léger dan testimonio de
ello. En Picasso hace eclosión ¿a
demonía expresiva [822]; Rraque
prosigue su obra en ei recogido
mundo de la «Naturaleza muerta» [823] Georges Braque, Bodegón con pe­
[823]; Fernand Léger (1881- riódico, 1929. W ashington, N ational Ga-
1955), que había comenzado con llery o í A rt (Colección Chester D ale).
P artiendo de la estética cubista, Braque
la transposición de elementos for­ consigue la m etam orfosis de lo objetivo:
males cubistas a «piedras edifi­ «los objetos se convierten en signos de
catorias» cilindricas, tiende en los imagen y las form as se reducen a signos
de objetos» (G eorg Schm idt).
años veinte a! cuadro monumental
de figuras con carácter de «N atu­ al hom bre y a ia cosa inanimada
raleza muerta», que somete hom ­ una razón común de existencia:
bres y cosas a una misma linea- la metamorfosis.
lidad geométrica, El volumen y Esta manera figurativa es afín
la cohesión de superficies deben a la forma en que Paul Klee
estar en m utua consonancia. El (1879-1940) intentó guardar la
concepto espiritual del cuadro se autonomía y 'transparencia de los
halla cercano al del fresco. elementos y, al mismo tiempo,
¿En qué consisten las conquis­ alcanzar la invención figural [819],
tas cubistas de las que parte ei Pero existe una diferencia: en
lenguaje formal de estos pintores? Klee se ha extinguido el recuerdo
Precisamente en ja liberación radical de! m undo de la experiencia en
de los elementos lineales y cro­ favor de una serie de «letras
máticos de la función del cuadro formales», libres del peso de las
como designación del objeto. Una impresiones visuales. En Picasso
línea tiene ahora primariamente y Braque, el medio auxiliar de
significación de imagen y sólo se­ la distorsión se aplica, en cambio,
cundariam ente {y esto únicamente de tal manera que se impone
en algunos casos) significación de inmediatamente la presencia de
objeto (es decir, que ha de pre­ objetos familiares, lo cual confie­
re a su arte un rasgo «creatural» ces a la crítica de la época y ¡la
que enlaza con las tendencias con­ sociedad y otras hacia ideales pa­
servadoras de la época de entre- radisíacos. El ¡hombre, tan pronto
guerras. Por otra parte, no hay coetáneo como figura mítica, ocu­
que olvidar que los monstruos pa de nuevo un papel dominante;
fantásticos inventados p o r Picasso se resalta su carácter de criatura.
están en contacto con el m undo Las posibilidades formales se ma­
fantasmal de los surrealistas, en tizan extremadamente y sus lími­
cuyas exposiciones tam bién tomó tes se encuentran unas veces en
parte. el exceso y dramatización de la
Si queremos reducir las varia- escritura subjetiva [820] y otras

[824] Jacq u ts LipchÍL£J M adre y niño,


1929-1930. A p artir de la maciza v e rti­
calidad de sus obras cubistas tem pranas,
íle&a L ipchitz ai volum en elem ental y [S25J Ludw ig M ies van dcf Rohc, Sen-
am plio, cuya transform ación contribuye al gram B uilding en N ueva Y ork, 1958. Una
aum ento de la expresión. torre, rigurosam ente rectangular, que as­
ciende vertical m ente, y en cuyas fachadas
m olduras de bronce antepuestas refuerzan
ciones nacionales aludidas a un el m ovim iento ascensional.
denominador común, resulta el
siguiente cuadro: por su conte­ en su endurecimiento objetivo
nido la pintura abarca todos los [821], Domina por un lado el
géneros tradicionales — la com­ fanatismo preciso, implacable de
posición de figuras (a veces ale­ los objetos y, por otro, la super­
góricas), el desnudo, el paisaje, abundancia cromática como expre­
la «Naturaleza m uerta», el retrato sión de ¿a sensualidad. La situa­
individual y de grupo— . También ción postcubista tiende también
se produce el resurgim iento de hacia dos extremos: en Braque
ciertos rasgos del cuadro de cos­ [823], a la saciedad y la redon­
tumbres. La interpretación de la dez del lenguaje formal; en Pi­
realidad está orientada unas ve- casso [822]; al cortante aguza­
miento. En general, la postura arquitectura nuevas y amplias ta­
formalista se caracteriza por con­ reas: la reconstrucción de las ciu­
templar el mundo desde el .ángulo dades europeas destruidas, cuyas
visual de la terrenalidad. Hombres
y cosas acusan toda su gravedad
terrena; se resalta lo pesado, m a­
cizo y gravitante.
La escultura, con la que se
pueden equiparar estas corrientes
de la pintura, se repliega de nue­
vo a la figura hum ana, pero sin
renunciar a las posibilidades ya
adquiridas de la metamorfosis cor­
pórea. P or ello se recurre al ser
de fábula, remitiéndose a las cria­
turas mixtas de la antigua m ito­
logía. H en ri Laurens y jaeques
Lipohitz (nacido en 1891) son
los que mejor representan la preo­
cupación por el incremento orgá­
nico y expresivo del volumen cor­
póreo [824].

[826] P ier Luigi N ervi y A nnibale Vi-


tellozzi, Palazzetto dello Sport en Roma.
1956-57. Con las superficies curvas de ¡a
construcción en form a de caparazón y las
cubiertas de am plio tendido de elem entos
prefabricados, como las em plea N ervi en [827] Alvar Aalto, Casa de ¡a C ultura
sus edificios, se llevan a la práctica nu e­ en H elsinki, 1955-58. La forma plástico-
vas concepciones espaciales, diam etralm en­ orgánica de) edificio describe curvas on­
te opuestas a la «arquitectura del ángulo dulatorias en el espacio; la variedad de
recto». color de ias baldosas anima el muro
exterior.

posibilidades, sin embargo, sólo


fueron percibidas en algunas oca­
siones (Roterdam constituye una
excepción); la creación de centros
culturales y comerciales («Civic
Centers», universidades, supermer­
cados) en las grandes urbes nor­
teamericanas, cuyos constructores
habían descuidado en su tiempo
la creación de «centros cultura­
les»; la fundación de nuevas ca­
pitales en Asia (Chándigarh de Le
D e s d e la S egunda
Corbusier) y en Sudamérica (Brasi­
lia). Se trata en todos los casos de
G u e r r a M u n d ia l empresas de máxima envergadura,
HASTA EL PRESENTE que enfrentan a menudo a los
arquitectos con enormes dimensio­
Desde el final de la Segunda nes espaciales. Consecuentemente,
G uerra M undial se presentan a la se guian p o r la idea rectora de
la coordinación. La técnica de a adaptar las formas a la corres­
grandes conjuntos relevó a Ja edi­ pondiente tarea edificatoria. Pa­
ficación aislada de los años veinte rece iniciarse una diferenciación
y treinta. Dicho cambio se mani­
fiesta con toda claridad en ia in­
terpenetración que empieza a per­
cibirse entre la arquitectura tra­
dicional de estancia (que abarca
los recintos culturales, laborales
y de vivienda) y la arquitectura
de comunicaciones ( autopistas,
puentes, aeropuertos), con lo que
el arquitecto penetra en el domi-
nío de la planificación del paisa­
je y del espacio. Tal interacción
se hace evidente en el urbanismo
por una p arte — en la reunión
de distintas tareas constructivas
en complejos extensivos, en ins­
talaciones arquitectónicas— , y por
otra, en su creciente diferenciación
estructural. H e aquí los indicios
de que el lenguaje formal de «la [829] H ans J. W egner, sillón, 1949. I b
ejem plo de ia tendencia orgánica «n el
m o b iliario m oderno, representada, sobra
todo, por los escandinavos: m odelación
plástica de ía-s partes de m adera dilatadas
y co n traíd as, arm ónica conjunción de
m ateriales entre la m adera de teca, de
pulim ento m ate, y la rejilla clara,

de las formas simbólicas arqui­


tectónicas. E n el transcurso de
este proceso el funcionalismo que
se atribuía al ángulo recto expe­
rimenta un considerable retroce­
so. La reflexión creadora se vuelve
cada vez más hacia una reinter-
pretación de la arquitectura «or­
gánica». Tal situación recuerda ei
(828J Le C orbusier, iglesia de p ereg ri­ final del s. x ix cuando W right
nación de N ótre-D am e-du-H aut en Ron-
champ, 19^0-54. «La arquitectura es el se apartaba del prototipo arqui­
juego exacto y m aravilloso de las form as tectónico de la escuela de Chicago.
en la luz» (L. C .), aplicado aquí a las el «rascacielos», y enfrentaba a la
superficies abom badas y a la form a p lá s­
tica general. arquitectura de volúmenes de las
grandes urbes ei ideal de la casa
nueva arquitectura», desarrollada rural asentada en medio de la
en los años veinte por G ropius, Naturaleza. E ntretanto Mies van
Le Corbusier y Mies van der der Rohe ha llevado 'la torre hasta
Rohe, es ahora revisado en sus un grado de refinamiento estruc­
valores artísticos y poéticos. Los tural en que concuerdan, en una
problemas de los conjuntos u rb a­ solución clásica, los tres factores
nísticos obligan a los arquitectos de la realización de la función,
la producción técnicamente nor­ rece un grupo de obras m onumen­
malizada y la invención formal tales, que nacen de una situación
[825]. Con ello esta tendencia de única e irrepetible y al que per-

mm

[830] Ludwig M ies van der R ohe, si­ [831 j Charles Eam es, silla, 1952. E l en­
llón. Barcelona, 1929. Un ejem plo, aún tram ado m etálico afiligranado, que sus*
hoy apenas superado, de elegancia clá­ ten ta una cesta de alam bre acolchada, co­
sica; form a m atem áticam ente precisa y rresponde al ideal m oderno de ligereza
sutil contraste d e m ateriales {acero cro­ visual y m aneja intencionadam ente la fo r­
ma do-eneró). ma técnica com o elem ento estético.

la arquitectura parece haber alcan­ tenecen principalmente edificios


zado su punto culminante. religiosos, teatros, salas de con­
El sistema riguroso de las ver­ cierto, naves de reuniones, edifi­
ticales y las horizontales consti­ caciones de tráfico e instalaciones
tuye la característica externa de deportivas. Para la realización de
la edificación celular. Considera­ tales cometidos, desde el final de
ciones técnicas y prácticas (pro­ la guerra se recurre cada vez más
ducción en serié y crecimiento de- a formas libres, orgánicas y plás­
monográfico) abogan por que este ticas. Se recordó el papel de pre­
procedimiento se siga empleando cursor que babía desempeñado
con preferencia en aquellos lugares W 'right, quien proporcionó a esta
donde se trate de alojar grandes nueva arquitectura simbólica una
concentraciones humanas (edificio aportación con la creación plástico-
de oficinas y viviendas). Las ven­ arquitectónica de su M useo Gug-
tajas urbanísticas son un mayor genbeim en New Y ork (1947-
número de zonas verdes y de 1959). En el mismo sentido se lle­
espacio para el tráfico. Sin em­ vó a cabo el redescubrimiento de
bargo, cabe suponer que el es­ G audí [720, 781], Las construccio­
quematismo rectangular se irá con­ nes de ingeniero, tal como las ha­
viniendo cada vez más en ins­ bía desarrollado Pier Luigi Nervi
trum ento de una edificación anó­ (nacido en 1891) para instalaciones
nima marcadamente utilitaria. En deportivas (estadio de Florencia,
contraste con el ascetismo formal 1930-1932) y de hangares de aero­
de esta arquitectura utilitaria, apa­ puertos (1939), representan un
puente más que se tiende hacia el Ronchamp (1950-1954) [828] y las
pasado. Con el empleo de la cons­ edificaciones en Chandigarh. La vo­
trucción monobloque, que trabaja luntad figurativa espacio-corpórea

[833] F ritz W otruba, M ujer yacente,


1951. El proceso laboral de «esculpir di
rectam ente en piedra» debe, según W o­
truba, «im peler la concepción de la im a­
gen hacia la claridad y la sencillez por
m edio de la lim itación consciente...»

[832] A lberto G iacom etti, Bosque, 1950. no se sirve de formas ligeras y deli­
G rupo en bronce de figuras escuálidas cadas, ni tampoco busca Jos efectos
en form a d e varas, que, en trágica sole­ flotantes o las posibilidades del gran
dad, n o parecen guardar ninguna relación
en tre sí. recinto de salón — la materia no
debe ser superada, sino realzada
con superficies curvadas, pudo ex­ en su peso— . Este tipo de cons­
traerse del hormigón armado un trucción ha conducido al «new
lenguaje formal marcadamente plás­ brutalism » (Kenzo Tange en Ja­
tico [8 2 6 ]. Es al finés Alvar Aalto pón). Muy diferente es la elegancia
a quien hay que considerar como constructiva especialmente cultiva­
el verdadero precursor de la edifi­ da en Italia y en Sudamérica, que
cación orgánica. Ya el techo de su pretende seguir desarrollando la
sald de biblioteca en Viipuri (1927- delgada membrana de hormigón
1934) constituye una clara negati­ para edificaciones de salón de am­
va al dom inio del ángulo recto — su plio recinto (Niemeyer, Candela,
paralelo se encuentra en el fluido Castiglioni).
mundo de formas de H ans A rp Las tendencias configurativas de
[818]— . Con ayuda de la curva la arquitectura se manifiestan tam­
abrió Aalto más tarde el cuerpo bién en los muebles de nuestro si­
del edificio y traspasó su macizo glo, Funcionalismo y forma plásti­
aislamiento al asentamiento en el co-orgánica [829], construcción por
paisaje. armazón y construcción monoblo­
E ntre las más audaces y convin­ que [831], acero [830] y material
centes creaciones de la arquitectu­ sintético junto a los materiales or­
ra plástica figuran algunas de las gánicos tradicionales, como ía ma­
edificaciones de posguerra de Le dera o el cuero, determinan tam­
Corbusier (1887-1965), como, por bién en este terreno la envergadu­
ejemplo, su unidad de habitación ra de las posibilidades que pueden
de Marsella («Cité radieuse», 1947- dar lugar — más claramente que
1952), la iglesia de peregrinación de en la arquitectura— a una marcada
diferencia entre las distintas va­ La imagen que consigue la crea­
riantes nacionales (¡por ejemplo, a ción plástica difícilmente puede
una dirección estilística italiana o reducirse a un denominador co­
escandinava). m ún; su diversidad llega — utili­
La importancia de la escultura zando recuerdos surrealistas--- has­
ha crecido constantem ente en 3as ta' la figura conglomerada de des­
dos décadas de posguerra, pasa ca­ perdicios mecánicos u objetos or­
da .vez más del interior al exterior gánicos (César, D ubuffet). E n re­
y está en condiciones de poder ser lación con ello se extienden cada
comparada con la arquitectura vez más las tendencias ihacia la
[836], Su evolución ha ganado en exuberancia barroca y el tratamien-
independencia respecto a 3a p in tu ­
ra, pero se desarrolla aún por las
vías que se habían abierto desde

[834] H enry M oorc, figura yacente, 1953-


54. Formas plásticas y espacios huecos,
que ofrecen continuam ente aspectos n u e­
vos al rodear la figura de bronce, fo r­
m ando una parábola orgánica y dinám ica
que sim boliza la creación m aternal.

principios de siglo. Los polos for­


males ,son cuerpo y espacio, densi­
ficación de volumen y estructura­
ción lineal, a lo que se añade co­ [S55] Nicolás de Stael, figura al borde
mo nuevo elemento —generalmen­ del m ar, 1952. Basilca, E . Beyeler. Su­
perficies y bandas de color aplicadas con
te siguiendo a Caider— el movi­ la espátula constituyen un lenguaje de
m iento. E n lo figurativo los cen­ im ágenes que revelan el deseo de co­
tros de gravedad se encuentran en existencia entre el mundo de las formas
y el de los objetos.
la figura humana, que es sometida
a nuevas metamorfosis, y en la for­ to caprichoso de la materia in­
ma libre, inventada, que ha de forme.
ilustrar conceptos simbólico-poéti- Una trágica y deteriorada imagen
cos. E l ámbito de acción material humana se expresa en la obra de
de la configuración plástica ha ex­ A lberto G iacometti (1901-1966) y
perim entado, por la creciente u ti­ G erm aine Richier (1904-1959), el
lización del hierro (apadrinada por prim ero de los cuales se concentra
González), una ampliación consi­ en la figura 'humana desde media­
derable, cuyos efectos secundarios dos de siglo. La verticalidad en­
no han faltado en la estructura de hiesta, pero aparentem ente amena­
la forma. zada, de sus figuras está expuesta
a las fuerzas corrosivas del espa­ tuye un rasgo característico de me­
cio; la masa corpórea parece en diados de siglo: el bloque, al per­
trance de encogimiento [832], G ia­ der su dureza geométrica, parece
cometti recurre en u n doble aspec­ «orgánico». Igual que en 1a arqui­
to a Rodin: en prim er lugar, en tectura (donde la superficie curva­
tanto que prosigue la descorporei- da triunfa sobre la plana), en la
zación y linealización, y en segun­ escultura se da preferencia a lo or­
do lugar, en la medida en que se gánico, que es la oscura fuente
ocupa del hom bre «arrojado» a su de la que nacen 5a forma y la vi­
soledad existencial. Las frágiles an­ talidad.
tenas del cuerpo hum ano tienen La obra de H enri Moore (naci­
do en 1898), eclécticamente orien­
tada en su conjunto, gira en torno
a este centro de gravedad. La for-

[836] Naum G abo, C onstrucción en el [837J H ans H artung, T . 1948-8, 1948.


espacio, 1954 - 57. R otterdam , Com ercio P arís, colección H á rd y , Signos «psico-
B ijenkorf. E scultura constructivista, en Ja gráficos» com o expresión espontánea de
que una estructura transparente de p re ­ situaciones elem entales de la existencia
cisión m atem ática encierra una form a n u ­ hum ana.
clear ligera y flotante.

una doble significación: son de­ ma fluyente, animada por Jas re­
marcaciones variformes de un labe­ dondeces que la circundan, es la
rinto del que a la vez son cautivas. parábola de fuerzas vitales germi­
No es casualidad que el existencia- nantes en pugna [834], E l espacio
lismo literario y filosófico se haya hueco es utilizado 'por Moore como
.identificado con estas creaciones una metáfora que alude tan pronto
(G enet, Sartre). Fritz W otruba al recogimiento como a lo oscuro,
(nacido en 1907) se declara parti­ a lo oculto.
dario del emblocado 'pétreo del vo­ El gigantesco monumento m etá­
lumen corpóreo, que resalta lo gra- lico que creó Naum G abo (nacido
vitante [833], Su evolución consti- en 1890) para unos grandes alma­
cenes de Rotterdam podría conce­ creto de una armazón de edificio.
birse como paráfrasis constructiva La trabazón lineal está ligada por
del tema «forma interna y forma superficies de fuerte cromatismo;
externa» [836]. La transparencia la ordenación del cuadro resalta el
y las múltiples relaciones axiales cargar y el sustentar.
—caracteres ambos que distinguen Nicolás de Stael <1914-1955) in­
al Constructivismo de la escultura terpreta e l. Cubismo en otro senti­
nuclear tradicional— aparecen aquí do. La composición debe extraer
en un tejido de vibrantes oscila­ su firmeza y tensión de los bloques
ciones.
La evolución que sigue la pintu­
ra en la posguerra se apoya sobre
los ¡ogros de los movimientos pio­
neros: Cubismo, Expresionismo y
Surrealismo son sus más importan­
tes impulsores. Inmediatamente
desipués de 1945 la escena europea
está dominada por los frutos tar­
díos del Cubismo, que tiene su

[838] Wols> composición, 1947. Hambur-


go, Kunsthallc. Las obras, de pequeño for­
mato en su m ayoría, de Wols, quien
rechaza expresamente la reproducción de
las imágenes del recuerdo, surgieron de
un «automatism o psíquico», en el que
coinciden la invención y la fijación de
la forma.

centro en París. Ei enrejado lineal


y la formación celular cromática
conferían a la composición una
[839] Jackson Pollock, C athedral, 1947.
dignidad geométrica, pero misterio­ Dallas-Texas, Musetim of F ine A rts (fun­
sa (Manessier, Vieíra da Silva, dación de Bernard J. Reis). S n la «ac-
Bazaine, etc.). Los grandes maes­ tion painting» la p in tu ra se convierte en
acción. Cuadros de form ato gigantesco
tros demostraron al mismo tiempo surgen a p a rtir de líneas qu e se en tre­
las posibilidades de objetivación lazan y superponen.
del concepto cubista. «Los albañi­
les» de Léger transforman la es­ cromáticos. El color, provisto de
tructura de facetas de los elemen­ nueva libertad y espontaneidad,
tos del cuadro en el elemento con­ evoca superficie y profundidad.
proxim idad y lejanía; Ja luz sugie­ Wols, que quería suprim ir todo
re, asimismo, lo persistente y fluc- recuerdo al pintar) debe esperar
tuante. El color alcanza aquel se­ del cuadro la respuesta a aquello
creto punto de la ambivalencia, al que busca. El cuadro no informa,
que había llegado Cézanne: cada por tanto, acerca de sensaciones o
célula d'e color es pin tu ra pura y sentimientos, sino que ilustra una
a la vez capaz de una encarnación experiencia vital que se inicia sólo
figurativa [835]. Al carácter pre- durante el acto de configuración.
servador de «Naturaleza muerta», La interpretación se ve, pues, re­
de esta pintura se oponen las co­ m itida a los caminos de la intui­
rrientes que anteponen al equili­ ción; relaciona el trazado de lí­
brio el conflicto y la rápida pince- neas elásticamente tenso y firme de
htdura. Se rem iten al Picasso de los H artung con un elegante mundo
años treinta, al Kandinsky dioni- idealista de imágenes, en el que
síaco de 1912, al automatismo psí­
quico de los surrealistas y a la gra­
fía semiótica de Klee [801, 819].
A este movimiento se le han aplica­
do las más diversas etiquetas, entre
las cuales las más corrientes son «ta-
chismo» (del írancés tache— man­
cha), «informel», «action paint-
ing», «abstracción lírica» y «Expre­
sionismo abstracto». E ste giro ha­
cia la forma dinámico-abierta apa­
rece en H artung y Wols, dos ale­
manes residentes en Francia, y en
el norteamericano Pollock.
En 1912, precisamente en el
momento en que K andinsky co­
menzaba a domar y codificar su
desbordante mundo de formas
[801], H ans H artung prosigue sus
tanteos en el terreno de las for­
mas iniciales. Lentam ente fue
creando un vocabulario de signos
no figurativos, que abrían al ob­
servador y a sí m ism o un nuevo [8-10] Jean D ubuffet, A ntom n Arthaud
aux H ouppes, 1947. Chicago, colección
dominio de comunicación. Esta N eum ann. T aies retratos grotescos «están
pintura no pretende ya ia modifi­ determ inados por ¡a idea de que si se
cación de contenidos de la percep­ ouiere pintar la esencia no es necesario
fijarse en los elem entos accidentales, ni
ción, es decir, la «abstracción», siquiera cuando se trata de un retrato»
sino la comunicación de vivencias (D ubuffet).
y experiencias más amplias que .los
datos sensoriales óptim os [837], lucha lo claro con lo oscuro, y ve
Se deben representar situaciones en la pintura hiriente, nociva para
elementales de la circunstancia hu­ el lienzo, de Wols (1913-1951), que
mana, lo cual significa que el pin­ parece hundirse en e-1 caos, un ac­
tor debe dejarse conducir por la to de conjuración demoníaca
suma de sus recuerdos y vivencias [838], Más o menos cerca de H ar­
(como H artung), o bien (como tung se encuentran los cuadros de
A P F N D I C F S
INDICE ONOMASTICO
(Loa núm eros rom anos entre paréntesis indican el volum en donde aparece cada nom bre;
los núm eros arábigos representan la ¡página del tom o correspondiente.)

A Alemania: (I), 185, 190, 193, 198


202, 208,209, 224, 225, 226
Aachen, H ans von: (II), 83. 227, 228,'230, 234, 236, 237
Aalto, Alvar: ( I I ) , 244, 246. 239, 259, 261, 263, 270. (I I)
Abbeville: ( I ) , 192. 14, 69, 71, 72, 73, 74, 77, 79
Abigail: (I), 358. 82, 89, 97, 98, 99, 104, 105, 106
Abraham: (I), 167. 111, 118, 121, 124, 126, 133
Actium, batalla de: (I), 101. 134, 136, 149, 150, 151, 155,
Ada: (I), 186, 207 , 208, 211, 214, 165, 178, 179, 189, 195, 207.
216. 214, 233, 234.
Adán: (I), 216. Aleppo: (I), 126, 129, 130.
Adonis: ( I I ) , 156. Alfeld an der Leine: ( I I ) , 231, 232.
Adriano: (I), 107, 113, 114, 115. Algardi: ( I I ), 129.
Adriático, m ar: (I), 142. Alpes: (I), 182, 188, 327, 358. (II),
A ethelw od, obispo: (I), 208. 12, 59, 71, 78, 82, 83, 84.
Africa: ( I I ) , 215. Alpes orientales: (I), 95.
Africa del N orte: (I), 29. Alpirsbach: (I), 232, 235.
Afrodisias: (I), 132. AIsacia: (I), 203, 221, 236, 237,
A frodita: (I), 20, 80, 92, 93, 108, 337.
109, 110. ( I I ) , 120, 154, 158. A ltdorfer, A lbrecht: (II), 80, 81,
Agamenón: (I), 27. 82.
Agesandro: ( I ) , 93. Aitenberg: (I), 291.
Agorácrito: (I), 74. A lthans, K. L.: (II), 171, 174.
Agripa: (I), 114. Allerheinligen: (I), 235.
Aigues M or tes: (I), 323, 325. Amberes: (I), 343. (II), 77, 78,
Aisne, región del: (I), 174. 137.
Alalia, batalla naval de: (í) , 95. Amiens: (I), 297, 299, 306, 326,
A lberti, Leone Battista: (II), 15, 328, 331, 332.
16, 18, 19, 24, 29, 33, 36. Ammanati, Bartolomme: (II), 25.
Albi: (I), 298. Amor (véase Eros).
Alcamenes: (I), 74. Amsterdam: (II), 111, 137, 147.
Alceo: (I), 37. A na, santa: (II), 46.
Alcibíades: (I), 55. Anaxágoras: (I), 55.
Alechinsky: (II), 252. Andalucía: ( I I) , 103.
A lejandría: (3), 79, 85, 86. Andócides: (I), 63.
Alejandro M agno: (I), 75, 81, 83, Angélico, Fra: (II), 42, 43.
84, 85, 86. Angers: (I), 341.

ir
Angilberto: (I), 192. Aristodico: (I), 53, 54.
Angulema: (1), 244. Aristogitón: (I), 37, 54, 56.
Annaberg: (I), 318, 319. A ristóteles: (I), 75.
Annesley Voysey, Charles F.: (II), Arles: (I), 266,
211 . Amolfini, Giovanni: (I), 356.
Antelarai, Benedeíto: (I), 268, 269, Arp, H ans: (II), 236, 238, 246.
272. A rquíloco de Paros: (I), 37.
A ntenor: (I), 54, 56. Arras: (II), 83.
A ntínoo: (I), 112, 113. Artemís: (I), 21, 45, 46, 51, 66, 67,
A ntíoco IV : (I), 89, 91. 68, 79, 96, 109.
A ntíope: (I), 52, 54. Artem isa (véase Artemis).
A ntioquía: (I), 85. Artem ision, cabo: (I), 62.
A ntium : (I), 88. Asam, Cosmas Damian: ( I I ) , 151.
Antonino Pío: (I), 107. Asam, Egid Q uirin: (I I ) , 96, 136.
Antoninos, los: (I), 88. Ásclepio: (I), 21, 76, 77.
Antonio: (I), 101. Aschaffenburgo: (II), 74.
Apolo: (I), 21, 29, 41, 43, 47, 51, Asia: (II), 243.
52, 53, 54, 61, 67, 68, 95, 96, Asia M enor: (I), 29, 37, 51, 78, 79,
109. (II), 132. 81, 90, 92, 101, 123, 126, 129,
Apolodoro de Damasco: (I), 111, 130, 142, 144, 145.
112. Asís: (I), 303.
Apollinaire: (II), 222. Asís, san Francisco de: (I), 303.
Apoxiómeno: (I), 85. Asturias: (I), 196, 301.
Appel: (II), 252. A talanta: (I), 78.
Apulia: (I), 257, 260, 261, 269, Atálidas, los: (I), 84.
270, 335. (II), 102. Atalo 111: (I), 84.
Aquiles: (I), 47, 48, 49, 68. Atena: (I), 21, 28, 39, 49, 65, 64,
Aquí no, santo Tomás de: (I), 285. 65, 66, 67, 70, 77, 79, 81, 89,
A quisgrán: (I), 190, 191, 203, 206, 91, 92.
208, 213, 216. Atenas: (I), 22, 26, 27, 28, 29, 31,
A quítania: (I), 240, 244, 245, 254. 32, 33, 34, 37, 42, 43, 49, 51, 52,
Arcimboldo, Giuseppe: (¡I), 83. 53, 54, 55, 56, 58, 64, 66, 68, 69,
Archípenko, Alexander: (II), 225. 71, 72, 73, 74, 75, 76, 77, 82, 85,
Ares: (I), 21, 103. 89, 90, 91, 92, 94, 101, 161, 162.
Arezzo: (I), 304. A tenodoro: (I), 93.
Argólide: (I), 28, 45, 64, 75. Atica: (I), 21, 29, 37, 64, 66, 90.
Argos: (I), 34, 37, 45, 68. Átreo: (I), 26.
A riadna: (I), 106. Atrídas: (I), 28.
Arianos, los: (I), 137. Augsburgo: (I), 202, 214, 217, 278,
Aristión: (I), 51, 53, 54. 337, 354. (II), 82, 87, 89, 104.
Aristocles: (I), 51, 53. Augusto, César (véase Octaviano).
Auranca: (1), 267.. Baudot, Anatole: (II ), 167, 168.
Aureliano: (I), 117. Bautista, san Juan el: (II), 47, 334.
Aurora: (I), 109. Bavaria: (II), 88.
Austria: (I), 290. (II), 105, 106, Baviera: (I), 236, 318. (II), 105,
123, 136, 151, 183, 188, 196, 123.
207. Bazaine: (II), 249.
Austria, Baja. (II), 136. Bazille: (II), 191.
A utun: (I), 236, 242. Beauvais: (I), 297, 306.
Auvernia: (I), 237, 238, 239, 243. Beckmann, Max: (II), 240, 241.
Auxerre: (I), 40, 41. Behrens, Peter: (II), 227, 228, 232.
Avignon: (I), 351. ( I I ) , 13. Belén: (I), 151, 159.
Avila: (I), 249, 260, 261, 302. Bélgica: (I), 355. (I I), 207.
Ayante: (I), 47, 48, 49; Beccini, Giovanni: (II), 40.
Bendis: (I), 76.
Benito, san: (I), 217.
E Berain: (II), 124.
Berg, Claus: (I), 341.
Baalbeck: (I), .115. Berg, Max: (II), 229, 230.
Backofen, H ans: (I), 341. Bérgamo: (I), 179, 180. (II), 138,
Bahr, Georg: (II), 107. 141.
Balcanes: (I), 142, 144. Bergson: (II), 223.
Baltard: (II), 176. Berlín: (I), 72, 90, 342, 349, 352.
Báltico, m ar: (I), 310, 324. (II), 105, 123, 124, 134, 135,
Ball: (II), 236. 139, 150, 154, 169, 170, 171,
Baila: (II), 222. 185, 193, 202, 227, 228.
Bamberg: (I), 202, 208, 209, 210, Berna: (II), 219, 224, 239.
211, 230, 305, 332, 333, 334, Bernard: (II), 199.
337, 351. Bernardo, san: (I), 289.
Barcelona: (I), 277, 303. (II), 166, Bernini, Giovanni Lorenzo: (II),
167, 210, 211, 234, 235, 246. 65, 95, 100, 101, 114, 127, 128,
Barelli, Agostino: (II), 104, 105. 129, 130, 132, 135, 137.
Barletta: (I), 132, 270. Bernward, obispo: (I), 204, 216.
Barrabás: (I), 156. Berry, duque de: (I), 345, 355, 356.
Barry, Charles: ( I I ) , 166. Berwick: (II), 172.
Bartolommeo, Fxa: (II), 48. Bezold, von: (I), 244.
Basilea: (I), 217, 218. (II), 82, 248. Bibiena, los: (II), 103.
Basilio I: (I), 148, 157, 158. Biedermeier: (II), 183.
Basilio II: (I), 142, 159. Birm ingham : (II), 161.
Bataille, Nicolás: (I), 341, Birnau: (II), 135.
Bath: (II), 118, 119. Bitón: (I), 45, 113.
Baudelaire: (II), 193. Bizancio (véase Constantinopla).
Blake, William: (II), 178, 179, 180, Brabante: (II), 110.
181, 209, 213. Bracci, Pietro: (II), 129, 130.
Blechen: (II), 187. Brake: (II), 214, 219, 220, 221,
Blomaert, Abraham: (II), 83. 241, 242.
Boccioni, Um berto: (II), 222, 223, Bramante Donato: (I), 287. (II),
225. 14, 21, 25, 26, 27, 28, 29, 32,
Boecldin, A rnold: (II), 190. 33, 34, 47, 64, 66.
Boetticher, Karl: (II), 173. Brancusi, Constantin: (II), 218,
Boffrand, G erm ain: (II), 115. 219, 224.
Bogardus, James: (II), 172, 174. Brandeburgo, marca de: (I), 232,
Bohemia: (I), 327, 337. (II), 105, 235, 291, 318, 319.
107, 149. Brasilia: (II), 243.
Bologna, Giovanni da: (II), 59, 60, Breisach: (I), 340.
83, 84, 89, 91. Breslau: (I), 339. (I I ) , 229.
Bolonia: (I), 261, 304, 351. (II), Bretón, André: (II), 236, 237.
59, 92, 139. Briaxis: (I), 78, 79, 80.
Bondone, G iotto de (véase G iotto). Brístol: (II), 172.
Bonn: (I), 174. Britania romana: (I), 171.
Boochardon, Edrne: (II), 133. Británicas, islas (véase Inglaterra).
Borgoña: (I), 189, 198, 199, 203, Brockhampton: ( I I ) , 167.
223, 226, 228, 240, 241, 243, Brooner, Adriaen: (I I ) , 146.
264, 266, 288, 289, 290, 327, Brown, Madox: (II), 208.
338, 344, 355. (II), 114. Brown, Samuel: (II), 172.
Borromini, Francesco: (II), 99, 100, Bruchsal: (II), 109, 126, 127.
101, 105. Brueghel, Pieter: (II), 83, 84, 85,
Bos, Cornelis: (II), 70. 145, 203.
Bosco, el (véase Bosch, Hierony- Bruggemaan, H ans: (I), 341.
mus). Brühl: (II), 109.
Bosch, Hieronymus van Acken: (I), Brujas: (II), 77.
357. (II), 203. Brujas, A nequin de: (I), 341.
Bosforo: (I), 144. Brunel, I. K.: (II), 170, 174.
BottíceUi, Sandro: (II), 41, 43, 45, Brunelleschi, Fiiippo: (I), 257, 315.
49. (II), 16, 17, 18, 20, 21, 24, 31,
Boucher, Fran<;ois; (II), 134, 154, 40, 42.
155, 178. Bruno, arzobispo: (I), 203.
Boulle, A ndré - Charles: (II), 124, Brunsberg, H inrich: (I), 318.
125. Brunswick: (I), 237, 271, 273, 335.
Boullée, Etienne-Louis: (II), 170. Bruselas: ( I I ) , 77, 83, 110, 111,
Bourges: (I), 284, 294, 298, 302, 137, 209, 210, 213.
320. Brutus, hombre llamado: (I), 98,
Bouts, Dirk: (I), 357. 99.
Bucéfalo: {I), 83. Campen, Jacob van: (II), 111, 112,
Bückeborg: ( I I ) , 71, 72, 74. 117.
Budapest: (I), 176. Campo de los Mirlos, batalla del:
Buffalo: ( I I ) , 204, 205. (I), 144.
Bulgaria: (I), 144, 164. Canaletto, Antonio: (II), 141.
Bunel el Joven, Fran^ois: (II), 85. Cánova, A ntonio: (II), 192, 393,
Buonarroti, M iguel Ángel: (I), 115, 194, 195, 196.
118, 287. (II), 10, 14,27, 28, 29,Canterbury: (I), 299, 300.
30, 31, 32, 33, 37, 45,46, 50, 54,Capua: (I), 276, 279.
57, 58, 59, 60, 65, 79,83, 88, 97,Caíacalla: (I), 107, 115, 116.
132. Caravaggio, PoÜdoro di: (II), 41,
Burckhardt, Jakob: (II), 11. 138, 143, 147, 149, 153.
Burdom: (II), Í72. Carcassonne: (I), 322.
Burgos: (I), 302, 311, 313. Cardona: (I), 200, 201.
Burne-Jones: ( I I ) , 208. Caria: (I), 29.
Burton, Decimus: (II), 171, 175. Carlomagno: (I), 188, 189, 190,
Busketos: (I), 255. 192, 210, 213.
Carlos el Calvo: (I), 214.
Carlos I: (II), 97.
Carlos I I : (II), 117.
C
Carlos IV : (I), 316, 338, 352.
Carlos V , emperador: (II), 13, 14,
Caballeros Teutones, O rden de los: 66 , 8 6 .
(I), 320, 322. Carlyle: (II), 193.
Caen: (I), 244, 245, 246, 291. Carolsfeld, Schnorr von: (II), 182.
Caín: (I), 216. Carón, A ntoine: (I I ) , 85.
Caiamis: (I), 62. Cárpatos; (I), 171.
Calcis: (I), 52. Carpeaux, Jean-Baptisíe: (II), 195,
Calder, A lexander: (II), 238, 247. 196.
Calías, paz de: (I), 55. Cartago: (I), 54.
Calícrates: (I), 70. Carra: (II), 222.
Calidonía: (I), 47., 78. Carracci, Agostino: (II), 138.
Calígula: (I), 107. C arraca, Annibalé: (II), 138, 139.
Calixto, san: (I), 134, 135. Carracci. Lodovico: (II), 138,
Callot: (II), 203. Carracci, los: (II), 139.
Cambio, A rnolfo di: (I), 313, 314, Casamari: (I), 303.
315. Casandro: (I), 83.
Cambridge: (I), 313. Casas y Novoa: (II), 102.
Campagna: (I), 267, 268. Casería: (II), 102, 103.
Campania: (I), 95. Casíagno, Andrea: (II), 43.
Campbell, Colen: (II), 118, 119. Castel del Monte: (I), 260, 261.
Castiglione, Bsldessare: (II), 49. Clouet, je a n : (II), 86.
Castilla: (II), 103. Cnosos: (I), 23, 24.
Cataluña: (I), 200, 201, 248, 277, Coalbrookdale: (II) , 161, 171.
301, 303. Coeur, Jacques de: (I), 320.
C átulo: (I), 101. Colbert: ( I I ) , 133.
Cáucaso: (I), 142. Colmar: (II), 80.
Cefalú: (I), 163. Colonia: (I), 201, 203, 209, 212,
Cellini, Benvenuto: (II), 54, 60, 61. 215, 230, 232, 233, 234, 237,
Ceneo: (I), 47. 239, 272, 275, 286, 306, 308,
Centola de AbbeviUe: (I), 192. 309, 310, 337, 350, 351, 353.
Ceres (véase Deméter). (II), 140, 196.
Cerveteri: (I), 97. Colonias griegas (en Italia y Sici­
César Augusto, O ctavio (véase Oc­ lia): (I), 30.
taviarlo). Comnenos, los: (I), 142, 163.
César: (II), 247. Comq: (I), 250.
César, Julio: (I), 101, 106. Conón: (I), 75.
Cézanne, Paul: (II), 162, 191, 199, Conques: (I), 241.
200, 202, 218, 220, 250. Conradino, rey: (I), 345.
Cicerón: (I), 101. Conrado IX: (I), 231.
Cicladas, islas: (I), 19, 23, 29, 53. Constable, John: (II), 184, 186,
Cim abue: (I), 346, 348, 349, 350. 187.
(II), 11. C onstant: (II), 252.
Cimón: (I), 55, 64. Constantina: (I), 126, 127, 135,
Cipselo: (I), 37. 136.
C íster: (I), 303. Constantino el G rande: (I), 112,
Claesz H eda, W illem: (II), 146. 117, 118, 119, 123, 125, 126,
Clairvaux (Claraval): (I), 290. 131, 134, 135, 141.
Claudio: (I), 107. Constantino V II, Porfirogéneta:
Cleobis: (I), 43, 45. (I), 157.
Cleofón, el pintor de: (I), 71, 73. C onstantinopia (Bizancio): (I), 117,
Clerm ont-Ferrand: (I), 237. 119, 125, 129, 132, 133, 134,
Cleve, Joos van: (II), 83. 136, 141, 142, 143, 144, 145,
Clifton: (II), 172. 146, 147, 148, 149, 150, 153,
Clístenes: (I), 37. 154, 156, 161, 165, 166, 241,
Clitias: (I), 46, 47. 245, 254, 276.
Cluny: (I), 197, 198, 199, 217, 228, Constanza, lago de: (I), 336. (II),
230, 231, 234, 236, 241, 242, 104, 136, 353.
290. Constanza, santa: (I), 135, 136.
Clodoveo: (I), 177. Contamin: (II), 175, 176, 177.
Clouet el Joven, Fran<;ois: (II), 84, Conway-Castle-Brücke: (II), 172.
86, 90. Conze, Alexander: (I), 30.
Copenhague: (I), 175. (II), 133, Cuma, batalla de: (I), 55.
Córcega etrusca (batalla nava] de Cruzadas, las: (I), 245.
Alalia): (X), 95. Cuvillies, Framjois: (II), 122, 123.
Córdoba: (I), 195, 196.
Corfú: (I), 46.
Corinto: (I), 37, 55, 60, 76, 84, CH
101.
Corinto, congreso panhelénico de; Chagall: (II), 241,
(I), 75. Cham bord: (II) , 62.
Corneille: (II), 152. Champaña: (I), 307.
Corot, Camilíe: (II), 153, 184, 187. Champmol: (I), 338, 339.
Cornelius, Peter von: (II), 181, Chantilly: (I), 355.
182, 183, 189. Chardin, Jean-Baptiste Siméon:
Corrutius: (I), 89, 91. (II), 155, 156.
Cortona, Pietro da: (II), 99, 100, C ham es: (I), 294, 296, 297, 329,
101, 138, 139, 149. 330, 331, 347.
Corvey: (I), 192, 193. Chatsw orth: (II), 151.
Cósmatas, los: (I), 257, Chelsea: (II), 119.
Cossutius (véase Corrutius). Crevaiier, Etienne: (I), 344.
Cotte, R obert de: (II), 115. Chicago: (II), 198, 205, 240, 251.
Couhert: (II), 173. Childerico: (I), 176, 177,
Courbet, G ustavo: (II), 185, 188, Chío: (I), 159.
190. Chippendale, Thomas: (II), 127.
Courtonne, Jean: (II), 115. Chipre: (I), 55.
Cousin, Jean: (II), 85. Chorin: (I), 291.
Coysevox, A ntoine: (II), 133. Churriguera, José Benito: (II),
Cracovia: (I), 339, 340. 103.
Creglingen: (I), 341.
Cremona: (I), 253. D
Crésilas: (I), 72, 74,
Cressent, Charles: (II), 125. D alí, Salvador: (II), 238.
Creta: (I), 21, 22, 25, 28, 29, 40. Dallas (Texas): (II), 250.
Crisaor: (I), 46. D ’Angers, David: (II), 195.
Cristo: (I), 124, 125, 132, 136, Daniel, profeta: (I), 331.
137, 151, 152, 156, 158, 160, D annecker: (II), 195.
161, 163, 166, 210, 211, 217, Dantan, Jean-Pierre: (II), 197.
218, 280, 329, 330, 331, 332. Danubio, cuenca del: (I), 176, 181.
Critias: (I), 55, 56, 57, 58. D anubio, río: (I), 142. (II), 106.
Cromwell: (II), 97. Danzig: (I), 318, 324.
Cruzadas, las: (I), 142, 165, 221, Darby, Abraham: (II), 161, 171.
224, 266. Dario: (I), 83.
D ’Aubeaux, Fierre: (II), 90. Dijon: (I), 338, 339. (II), 84.
Daucher, H ans: (I I ) , 87. Dinkelsbühl: (I), 288, 318.
Daumiei, H onoré: (II), 186, 188, Dioclecíano: (I), 117, 118, 123,
196, 197. 131.
David, jacques-Louis: (II), 163, Dionisio: (I), 80, 82, 106.
178, 179, 184, 185. Dionisos: (I), 21.
David, rey; (I), 157, 159, 358. Dipylón: (I), 32, 34.
Dayanira: (I), 43. Domagnano (San M arino) — Ita ­
De Chineo, Gíorgio: (II), 235, lia— : (I), 176.
236, 238. Domenichino: ( II) , 139.
D e Kooning: (II), 251. Domiciano: (I), 107, 111, 112.
D e la T our, Georges: (II), 153. Donatello: (II), 24, 43, 53, 54,
Dédalo: (I), 40. 55, 56.
Degas, Edgar: (II), 191, 197, 202. Donner, G eorg Raphael: (I I), 136.
Dehio: (I), 244. Dracón: (I), 37.
Delacroix, Eugene: (II), 183, 184- Dresde; ( II) , 74, 107, 108, 109,
185, 187, 189, 190, 191, 224. 135, 147, 149, 171, 214, 217,
Delíos: (I), 29, 40, 41, 42, 43, 50, D ublín: (I), 205.
52, 53, 57, 75. D ubufíet, Jean: (II), 247, 251,
Delorme, Philibert: (II), 63, 90. 252.
Délos: (I), 47, 68. Duccio: (I), 350.
D elvaux: (II), 238. Ducerceau, A ndreouet: (II), 63,
D ell’Abate, Nicolo: (II), 85. 64.
Dem éter: (í), 21. D uchamp, Marcel: (II), 236, 237.
Dem etrio, San: (I), 157. Dufy: (II), 214.
Demóstenes: (I), 75, 85, 87. D upré: (II), 187.
Demus, O : (I), 153. Duquesnoy: {II), 137.
Denis, Maurice: (I), 200. D urero, A lberto: (I), 353, 354, 359.
Derain: (II), 214. (II), 78, 79, 80, 81, 83, 87, 182,
Desmarées: (II), 150. 241.
Deutsch (M anuel): (II), 70. Durham : (I), 247, 248.
Devonshire: (I), 207. Dusseldorf: (II), 240.
Dexileo: (I), 76, 77. D utert, Ferdinand: (II), 175, 176,
D ’hondecofter, M elchior: (II), 147. 177.
Diadómeno: (I), 68.
Diana (Véase Artemis),
Diana de Poitiers: (II), 63, 85. E
Dido: (I I ) , 120.
Didyma: (I), 51. Eames, Charles: (II), 246.
D ientzenhofer, familia de arquitec­ Earl Barton: (I), 197.
tos: (II), 105. Eberbach: (I), 305.
Echternach: (I), 209. Esculapio (Véase Escíepio).
Eíeso: (I), 50, 51, 133, 146. España: (I), 29, 171, 196, 197, 198,
Egell: (II), 136. 201, 217, 224, 225, 226, 240,
Egeo, mar: (I), 29. 248, 261, 263, 265, 266, 301,
Egina, isla de: (I), 37, 72. 302, 303, 311, 313, 314, 321,
Egipto: (I), 84, 123, 131, 132, 134, 323. ( II),' 65, 66, 86, 97, 103,
173, 206. 130, 138, 142, 180.
Eherbach: ( í) , 290. España visigoda: (I), 190, 191
Eiffel, G ustave: (II), 176, 177. 218.
Eínville-au-Jard (Francia): (I), 184. Esparta: (I), 28, 37, 55, 73, 75.
Ekkehard: (I), 333. Esperadas, islas: (I), 29.
Elba, río: (I), 228, 290. Esquilo: (I), 55,
Eleusis: (I), 38, 46. Esquines: (I), 75.
Eleyl: (II), 214. Essen: (I), 203, 212, 215.
Eltz: (I), 320. Essex: (I), 196, 260.
Emilius Paulus, L.: (I), 84. Esslingen: (I), 305, 307, 310, 346,
Endell, A ugust: ( I I ) , 209, 210 348.
Eneas: (I), 110. Estado Pontificio (I I ) , 13.
Enobardo, Domicío: (I), 103. Estados Unidos: ( I I ) , 204, 206.
Enomao: (I), 62. Estam bul (I:), 78, 79, 81, 83, 180,
E nrique I I : (I), 209, 211, 217. ( i l ) , 183.
6 3 ,9 1 , 345. Estocolmo: (I), 172, 180,
Enrique IV : (I), 231, 232. (II), Estrasburgo: (I), 283, 308, 309,
119. 310, 326, 332, 333, 334, 335,
Enrique el León: (I), 237, 273. 337, 340, 345, 348. (II), 165.
Ensor, jam es: (II), 201, 203, 251. Etruria :(I), 95, 101.
Epam inondas: (I), 75. Eudocia: (I), 158, 160.
Epicuro: (I), 85. Euforbo: (I), 39, 40.
Epidauro: (í) , 76, 77, 90, 91. Eufrates: (I), 142.
Epígono de Calisto: (I), 88, 90. Eugenio, príncipe: (II), 109.
Epiro: (I), 144. Eumenes I I : (I), 88, 90.
Eretria: (I), 52, 54. Euquerio: (I), 133.
Erfurt: (í), 307, 337. Euridice: (II), 87.
Ergótimos: (I), 46, 47. Eurípides: (I). 55.
Ernst, Max: (II), 125, 236. Europa: (I), 30, 171, 188, 221, 224,
Eros: (I), 21, 92. 259, 267, 268, 339. (II), 12, 14,
Erzbebirge: (I), 319. 69, 79, 87, 95, 97, 98, 112, 116,
Escalda, río: (I), 177. 119, 144, 150, 174, 204, 206,
Escandinavia: (II), 76, 124, 207.
Escipión: (I), 101, Eva: (I), 216.
Escopas: (I), 77, 78, 102. Exequias: (I), 48, 49, 50.
Eyck, H uberto van: (I), 356. Flavios, ios: (I), 107, 111.
Eyck, Jan van: (I), 343, 356, 357. Flootner, Peter: (II), 87.
Florencia: (I), 46, 47 , 221, 255,
256, 257, 288, 304, 312, 313,
F 314, 315, 324, 334, 335, 342,
344, 346, 348, 349, 350, 357.
Fabriano, G entile da: (I), 349, 350, ( I I ) , 13, 16, 17, 20, 21, 22, 23,
( I I ) , 42. 24, 25, 31, 33, 34, 39, 41, 42,
Falconet, Etienne-M aurice: (II), 43, 44, 46, 48, 50, 53, 54, 55,
133. 57 , 58, 60, 65, 84.
Farnese, el cardenal: (II), 138. Floris, C om elius: (II), 76, 77, 78.
Federico el G rande: (II), 121, 124, Fócide: (I), 147, 149, 161.
126, 127. Fonnas H edm ark (Noruega): (I),
Federico I I : (I), 260, 261, 270. 178.
Fedón, rey: (I), 37. Fontainebleau: (I I), 65, 71, 84,
Feininger: (II), 234. 85, 86.
Felipe, apóstol: (I), 273. Fontenay: (I), 289, 290.
Felipe de Orleans: (II), 97. Fontevrault: (I), 240.
Felipe el Atrevido: (I), 339. Formis: (I), 276, 279.
Felipe II: (II), 66. Fossanova: (I), 290, 303.
Felipe IV: (II), 143. Fouquet, Jean: (I), 343, 344.
F em ando III el Santo: (I), 301. Fragonard, Jean-Hondré: (II ), 155,
Ferrara: (I), 253. 156, 178.
Feti, Domenico: (II), 139. France: (II), 22.
Feuchtm tayer, Joseph A ntotn: (II), Francesca, Piero della: (II), 38,
135, 136. Francia: (I), 29, 146, 174, 184,
Feuerbach, Anselm: (II), 190. 189, 198, 203, 204, 205, 218,
Fidias: (I), 22, 62, 64, 65, 66, 68, 224, 225, 226, 227 , 228, 237,
71, 74, 89. 238, 239, 240, 241, 243, 245,
Fiésole, M ino de: (I I ) , 57. 248, 249, 263 , 265, 266, 261,
Figalia: (I), 90. (II), 12, 13, 37, 64, 65, 67, 68,
F ilaret: (II), 16. 70, 85, 89, 92, 95, 98, 103, 108,
Filipo I I de Macedonia: (I), 75. 112, 118, 119, 120, 124, 131,
Filoxeno de Eretria: (I), 83, 86. 132, 138, 152, 153, 154, 158,
Fischer, Johann Michael: (II), 107, 166, 167, 176, 178, 179, 183,
108. 188, 196, 204, 217, 218, 226,
Fischer von Erlach, Johann: (II), 250.
105, 106. Francis: (II), 251.
Flachat: (II), 176. Francisco I: (II), 61, 62, 64, 84.
F lan d es: (I), 324, 339. (II), 77, Franconia: (II), 105.
103, 110, 117, 137, 147. Franconia, Alta: (II), 108.
F rankfurt Am M ain: (II), 181. G erhard, H u b ertt: (II), 88, 89.
Frauenburg: (I), 318. Géricault, Théodore: (II), 183, 184,
Freudenstadt: (II), 73, 75. 185.
Friburgo: (I), 307, 308, 309, 310, Germ ania: (I), 174.
336, 337. Germigny-des-Pres: (I), 196, 205.
Friedrich, G aspar David: (II), 180, G ernrode: (I), 202, 203, 204.
181, 182, 183, 187. G ero, margrave: (I), 204.
Fulda: (I), 192. G hi'bertti, Lorenzo: (II), 19. 53, 55,
70.
G hirlandaio, Domenico: (II), 19,
G 45.
G iacom etti, Alberto: (II), 238, 247,
Gabo, Naum : ( I I ) , 233, 248, 249. 248.
G abriel, Jacques: ( I I ) , 115, 116. Gilly, Friedrich: (II), 169, 170,
Gala (Véase M adre Tierra). 171.
G ainsbdrough, Thom as: ( I I ) , 158. G inebra: (I), 353. (II), 184.
Gaisted: (I), 175. G inebra, lago de: (I), 353.
Gala Placidia: (I), 136. Giorgio Marti ni, Francesco di: (ÍI),
Gales: (II), 172. 16 ,
Galias, las: (I), 101. Giorgione: (II), 40, 47, 48.
Galicia: (I), 240. G io tto di Bondone; (I), 277, 303,
Galieno: (I), 117. 342, 343, 346, 347, 349, 350.
Galilei, Alessandro: (II), 102. (II), 11, 38, 42.
Gallé: (II), 209, G irardon, Fran^ois: (II), 132.
Ganimedes: (I), 58, 60, 61. G laber, Raoul: (I), 223.
G ante: (I), 356. (II), 77. Glasgow: (II), 146, 211, 212, 230.
G ardon, valle del: (I), 105. G loucester: (I), 312.
Garger: (I), 131. Goes, H ugo van der: (I), 357.
Garnier, Charles: ( I I ) , 170, 172. Goethe: (I), 67, 84, 283. (II), 165,
G audí, A ntoni: ( I I ) , 164, 165, 167, 187.
210, 211, 246, Gonzaga, Federico: (II), 30.
Gaugamela, batalla de: (I), 84. Gonzaga, Lodo vico: (II), 18.
Gaughin, Paul: ( I I ) , 199, 200, 202, Gólgota: (I), 151.
213, 216, 218, 224. González, Julio: (II), 238, 247.
G autier, Théophile: (II), 173. Gorgonas: (I), 38, 39, 46.
Ge (Véase M adre Tierra). Gossaert van Mabuse, Jan: (II),
Gelnhausen: (I), 258. 81, 83.
Gelón: (I), 55. Gotland: (I), 181, 183,
Genet: (II), 248, G otlandia: (I), 172.
Genova: (II), 101. Goujon, Jean: (II), 85, 89, 91,
G erhaertt, Niklaus: (I), 340. 92.
Goya, Francisco de: ( I I ) , 163, 1 ,
H ades: (I), 20, 21, 98.
180, 181. H alberstadt: (I), 273, 275.
Gozzoü, Benozzo: (II), 43. Halicarnaso: (I), 78.
Gracos, ios: (I), 101. Hals, Franz: (II), 146, 148.
G ran, Daniel: (II), 151. Halle: (I), 318.
G ranada: (I), 314, 321. (II), 65.H am ann: (I), 215.
Gránico, batalla del: (I), 84. Ham burgo: (I), 352. (II), 87, 186,
G ran M aestre: (I), 320. 216, 250.
Grasser, Erasmus: (I), 340. H annover: (I), 323,
G raubünden: (I), 205. Hansa alemana: (I), 310,
Hardouin-M ansart, Jules: (II), 113,
Grecia: (I), 20, 21, 22, 28, 29, 30,
35, 37, 38, 42, 43, 56, 59, 75, 84,114, 115.
96, 101, 107, 149, 160. Harmodio: (I), 37, 54, 56.
Greco, el (Véase Theotokopoulos, H artung, H ans: (II), 249, 250,
Domenikos). 251.
Greenstead: (I), 196, 197. H aterri, los: (I), 110, 111.
G regorio Nacianceno, San: (I), H auser, A.: (I), 285.
158. Heckel: (II), 214.
G rek, Teófanes: (I), 167. H éctor: (I), 40.
G ris, Juan: (II), 220, 221. Heda, 'Wiliem C : (II), 147.
Gropios, W alter: (II), 231, 232, Hedingham : (I), 260.
234, 244. Hefestos: (I), 21.
G ros: (II), 185. H eidelberg: (I), 345. (II), 74, 76.
H eilbronn: (I), 178.
G rünew ald, M atthias: (II), 80, 81.
H élade: (I), 99.
G uardi, Francesco: (II), 141, 142.
Heiligenkreuz: (I), 290.
G uarini, G uarino: (II), 101, 105.
G uerras de religión: (I), 241, 331.
Helio: (I), 67.
G uikard, H éctor: (II), 208, 209,Heliópolis: (I), 115,
210 . Helsinki: (II), 244.
Guillerm o de H irsau, abad: (I), H ennebique: (II), 167.
234. Hera: (I), 20, 21, 34, 41, 42, 44,
Guillerm o el C onquistador: (I), 45, 49, 51.
244, 246, 298. Heracleion: (I), 23, 28.
G ünther, Ignaz: (II), 136, 137, Heracles: (I), 42, 43, 53, 62, 63,
151. 95.
Heraclio: (I), 142.
H Herculano: (I), 106.
Hércules: (I), 214, 217. (II), 89.
Haarlem : (II), 146. Kermes: (I), 21, 80, 82, 96.
Habsburgo, casa de: (II), 13. Hermodoro: (I), 102.
Habsburgos, los: (II), 12. Hernández, Gregorio: ( I I ) , 130.
Hersfeld: (I), 227, 230. H oreau: (II), 176.
Heródoto: (I), 30, 55. H orta, V íctor: (II), 209.
Herrera, Juan de: ( I I ) , 66. Hostiliano: (I), 116.
Hesíodo: (I), 30, 89. H oudon, Jean A ntoine: (II), 133,
Hesius, 'Willem: ( I I ) , 110. 134.
Hestia: (I), 2 1 ,2 8 . H ülsenback: (II), 236.
Hierón: (I), 55. H u n t, Hozman: (II), 188.
H ildebrandt, Adoif von: ( I I ) , 193,
198, 201.
H ildebrandt, Johann .Lukas von: I
(II), 105, 109.
Hildesheim: (I), 189, 203, 204, Ictino: (I), 64, 65.
213, 216, 217, 218, 231, 268, Ifigenia: (II), 141.
280. Iglesia católica: (I), 123, 142, 228,
Himera, batalla de: (I), 55. 229.
Hiparco: (I), 37, 56. Iglesia cristiana: (I), 188, 189.
Hipias: (I), 54, 58. Iglesia ortodoxa: (I), 142.
H ipodam ia: (I), 62. lile de France: (I), 221, 224, 228,
H ipoderm o de M ileto: (I), 91. 239, 267, 285, 293, 294.
H irsau: (I), 230, 232, 234, 250. Im ad: (I), 271, 274.
H itda: (I), 209, 211. Im perio bizantino: (I), 141, 144,
Hobbgmas, M eindert: (II), 148. 164, 166.
H ochstaden, Konrad von: (I), 308. Im perio carolingio: (I), 171, 189,
Hoffman, Joseph: (II), 211, 213, 196, 221.
227, 228, 229. Im perio de los O tones, Sacro: (I),
Hogarth, W illiam : (II), 157, 163. 228.
Hohenlohe, Friedrich von: (I), 337. Im perio español: (II), 14.
H ohenstaufen, K onradin: (I), 270. Im perio germánico: (I), 154, 189,
H ohenstaufen, los: (I), 270. 202, 204, 209, 228, 234, 249.
Holanda: (I), 355. ( I I ), 77, 97, 105, «Im peria latino» (Véase Im perio
111, 112, 117, 124, 147,149, 234. bizantino).
Holbein el Joven, H ans: (I I ) , 81, Im perio persa: (I), 177.
82, 86. Im perio romano: (I), 171, 173, 188.
Holbein el Viejo: (I), 354. Im perio romano de Occidente: (I),
Holmqvist, W ilhem : (I), 171, 180. 123.
Holt, Thomas: (II), 67, 69. Im perio romano germánico, Sacro:
Holl, Elias: (II), 104. (I), 305, 316. (II), 13.
Hornero: (I), 22, 28, 30. Im perio sálico: (I), 234.
H onthorst, G erard: (II), 147. India: (I), 84.
Hooch, Pieter de: ( I I ) , 147. Inglaterra: (I), 174, 189, 190, 197,
Horacio: (I), 102, 107. 208, 224, 225, 226, 242, 247,
248. (II), 36, 67, 68, 77, 8; !, 86, Jesús de Nazaret (véase Cristo).
97, 111, 116, 117, 118, 120. 124, Jessé: (I), 280.
126, 127, 137, 144, 156, 164, Jludov: (1), 157.
166, 167, 170, 172, 175, 176, Jones, Iñigo: (II), 116, 117.
179, 207. Jonia: (I), 91.
Ingres, J. A. D,: (II), 184, Jorn: (II), 252.
189. Josué: (I), 158.
Innsbruck: (II), 86, 87. Juan, san: (I), 211, 330. (II ), 42,
Irán: (I), 177. 79, 150.
Iris: (I), 72. Judea, guerra de: (I), 110.
Irlanda: (I), 173, 189, 190, Julio I I : (II), 13, 26, 27, 46, 57,
206. 88.
Isabel, santa: (I), 332. Juno (Véase Hera).
Isis: (I), 86, 134. Jú p iter (Véase Zeus).
Islam : (I), 142, 197. Justiniano: (I), 142, 144, 146, 154,
Iso: (I), 84. 254.
Isécrates: (I), 75. Jutlandia: (I), 175.
Issoire: (I), 238. Juvara, Fiiippo: (II), 101, 103.
Italia: (I), 29, 30, 123, 124, 154
165, 171, 176, 181, 189, 197
198, 217, 224, 225, 228, 248 K
249, 250, 251, 253, 254, 255
267, 261, 263, 268. (II), 12, 13 Kalat Seman: (I), 126, 129.
19, 22, 37, 41, 44, 50, 52, 62, 64 Kalf, W illem: (II), 147.
68, 72, 77, 80, 82, 84, 85, 86, 89 Kambly, Melchior: (II), 126.
92, 95, 98, 99, 102, 103, 114 Kandinsky, Wassily: (II), 200, 223,
116, 117, 118, 119, 127, 131 224, 225, 234, 239, 250.
135, 139, 142, 147, 149, 152 K ent, 'Willíam: (II), 119.
246. Keratea: (I), 54.
lu n u s Bassus: (I), 131, 132. Kew: (II), 174, 175.
Kirchner: (II), 214.
Kiev: (I), 150.
J Klee, Paul: (II), 234, 235, 238,
239, 242, 250.
Jacob: (I), 155. Kleinkomburg: (I), 235.
Janeo: (II), 236. Klimt, Gustav: (II), 213, 214.
jan tzen , H .: (I), 189. Kline: (II), 251.
Jenny: (I), 183. Kochel, J. J.: (II), 108.
Jerichow : (I), 232, 235. Kodja Kalessi: (I), 126.
Jerónimo, san: (II), 47. Kokoschka, Oskar: (II), 216, 240,
Jerusalén: (I), 158. 241.
Kolmar: (I), 354. León: (I), 264, 302.
Konigsberg: (I), 318. (II), 104. León X : (II), 14, 26,
Kore: {I), 21. Leonardo (Véase Vinci).
Krumau: (I), 337, 339. Leonicares de Atenas; (I), 78.
Leroux, Roulland: ( I I ) , 90,
Lescot, Fierre: (II), 63, 64, 65, 89,
Lethaby, W illiam Richard: (II),
167.
Labrouste, H cnri: ( I I ) , 174. Leto: (1), 21.
Lacio; (I), 95, 101. Lauctra, batalla de: (I), 75.
Landshut: ( I I ) , 69. Levau, Louis: (II), 113, 114, 115,
Laocontc; (I), 92, 93, 94. 152.
Laon; (I), 292, 293, 294, 299. Líbano: (I), 115.
Lastman: ( I I ) , 147. Liberna: (I), 133.
Laíona (Véase Leto). Libón: (I), 60, 61.
Laurens, H en ri; (II), 243. Licia: (II), 137.
Lázaro; (I), 158. Licurgo: (I), 37, 75.
I^e Barón Jenney, WiUiara; (II), Lidia: (I), 37.
205. Liebarrzell: (I), 259.
Le Brun, Charles: ( I I ) , 153. Lüienfeld: (I), 290.
Le Corbusier; (II), 229, 243, 244, Lim burg a. d. H ardt: (í), 230.
245, 246. Limburg, hermanos van: (I), 355.
Le D autre; ( I I ) , 124. Lincoln: (I), 300.
Ledoux, Claude-Nicolas: (II), 169, Lindo de Rodas: (I), 92.
170. Lipchitz, Jacques: (II), 243.
Léger, Fem and; ( I I ) , 241, 249. Lippi, Fra Filippo: (II), 43, 44,
Legros; (II), 129. 45, 46.
Lehmbruck, W ilhelm: (I)), 217, Lippo, Filippino: (II), 45.
218. Lisícrates: (I), 90.
Leibl, W ilhelm: (II), 186. Lisipo: (I), 77, 81, 82, 83, 84, 85,
Leinberger, H ans: (I), 341. 94, 102.
Lely, Sir Peter: (II), 156. Liss, Johann: (II), 139.
Le Mans: (I), 298, 302. Livia: (I), 108.
Lemercier, Jacques: (II), 115. Livio Andrónico, C.: (I), 101.
Lemno: (I), 95. Lochner, Stephan: (I), 353.
Lemoyne, jean-Baptiste: (II), 133. Loira, río: (II), 61, 62.
Le Main, los herm anos: (II), 153. Lombardía: (I), 198, 249, 250, 255,
Leningrado: ( I I ) , 148. 267.
Le N ótre, A ndré; (II), 114, 119, Londres: (I), 39, 66, 71, 80, 309,
120 . 313, 355, 356. (II), 49, 63, 81,
Leocares; (I), 81, 82, 83. 116, 117, 118, 157, 158, 164,
166, 168, 174, 175, 178, 184, M aestro de las Barajas: (I), 359.
187, 208. Maestro E. S.: (I), 359.
Longhena, Baldassare: (II), 101. M aestro Francke: (I), 352.
Leos, Adoif: (II), 206, 228, 229, M aestro H artm ann: (I), 339.
232. M aestro HL.: (I), 340, 341.
Lorena, la: (II), 153. Magdalena: (II), 134.
Lorenzo el Magnífico: (II), 25. M agdeburgo: (I), 202, 272, 306,
Lorsch: (I), 194, 195, 211, 214. 308, 309, 335.
Lorrain, Claude: (II), 152, 153, Magna Grecia: (I), 84,
187. Magno, Alejandro: (I), 56.
Loscher, Sebastián: (II), 87. M agritte: (II), 238.
Lotaringia: (I), 274. Maguncia: (í), 202, 226, 229, 230,
Lovaina: (II), 110. 231, 232, 238, 305.
Lübeck: (I), 307, 310, 311. Maillol, A rístide: (II), 195, 198,
Lucas Evangelista, san: (I), 186. 200, 201, 217, 219.
Lucca: (I), 256. Maia: (I), 21.
Lucina: (I), 134, 135'. Maiano, Benedetto da: (II), 37.
Ludwig, E rnst: (II), 216. Malar, lago: (I), 180.
Ludovisi: (I), 116, 117. Malevitch, Kasimir: (II), 222, 233.
Luis el Santo de Francia: (I), 323, Malinas: (II), 137.
344, 345. Mals: (I), 205.
Luis X I I I : (II), 112. Mambré, Floresta de; (I), 167.
Luis X IV : (II), 97, 98, 114, 119, Manesse, Rüdiger: (I), 345.
120, 124, 132, 153. Manessier: (II), 249.
Luis XV: (II), 97. Manet, Edouard: (II), 91.
Lyon: (II), 191. Mangia: (I), 321.
M ansart, Frangois: (II), 112, 113,
114, 115, 131, 152.
M Mantegna, Andrea: (II), 19, 38,
40, 44.
Macedonia: (I), 84, 101, 164. Mantinca, batalla de: (I), 75.
M ackintos H ., Charles Rennie: (II), Mantua: (I), 319. (II), 18, 19, 30,
211, 212, 213. 33, 40, 85.
M ackmurdo: (II), 209. M aratón, batalla de: (I), 55, 56.
Madre Tierra: (I), 21, 89, 110. M arburgo: (I), 305, 307, 322.
M adrid: (I I ) , 140, 142, 143, 150. Marc, Franz: (II), 223.
Machuca, Pedro; (II), 66. Marco Aurelio: (I), 107, 113, 114,
Maderna, Cario: (II), 27, 98, 100. 115. (II), 37, 56.
M aerten van Heehskerck: (II), 83. Marcos, san: (II), 79.
M aestro de Naumburg: (I), 329, Marees, Hans van: (II), 189, 190,
334. 195.
Margot: ( II ) , 124. Meleagro: (I), 78,
María, Virgen: (I), 124, 134, 151, Melk: (II), 106.
152, 163, 164, 166, 280, 329, Memling, H ans; (I), 357.
332. (II), 38, 42, 43, 44, 46, 48, M enandro: (I), 85.
51, 150. Menelao: (I), 40.
M aría Laach: (I), 225, 232, 237. Menzel, Adoíph: (II), 185, 187.
Mariemburgo: (I), 320. Mercurio: (II), 89.
Mario: (I), 101. M erionethshire: (I), 319.
Marsella: ( I I ) , 246. Mesenia: (I), 37.
M arsuppini, Cario: (II), 57. Mengs, A ntón Rafíael: (II), 150.
M arte (Véase Ares). Metz: (I), 208.
M artini, Simone: (I), 348, 350. Meurthe-et-Moselle: (I), 184.
Masaccio: (I), 350. ( II ) , 41, 42, Micale, batalla de: (I), 55.
43, 44. Micenas: (I), 25, 26, 27, 64.
Masolino: (II ) , 42. Michelozzo, Bartolommeo: (II), 21,
Masson, A ndré: (II), 238, 251. 23, 24.
Mathieu: (II ) , 251. Mies van der Robe, Ludwig: (II),
Matisse, H enry: (II), 214, 215, 217, 234, 235, 243, 244, 245, 246.
218, 225, 241. Miguel Angel (Véase Buonarroti).
M aulbertsch, Franz A ntón: (II), Miguel, san: (I), 193, 200.
151, 152. Milán: (I), 124, 132, 133, 136, 252,
M aulbronn: (I), 290, 305. 315, 337. (II), 13, 38, 46, 223,
Mausolo: (I), 78, 79, 80. 230.
Maximiano, obispo: (I), 154. Milán, duque de: (II), 22.
Maximiliano I I : (II), 83. Milcíades: (I), 55.
Mayer, Adolf: (II), 231, 232. Mileseva (Servia): (I), 164.
Meandro: (I), 92. M ileto: (I), 51.
Mecenas: (I), 95. M ileto, Isidoro de: (I), 144, 146.
Médici, Cósimo di: (II), 43. Millais: (II), 188.
Médici, G iuliano: (II), 58. M illet: (II), 187.
Médici, Lorenzo: (II), 58. M inden, Bertram von: (I), 311,
Médici, los: (II), 13, 17, 31, 50, 53. 317, 352.
Médícis, M aría de: (II), 112. Minos: (I), 22.
M editerráneo, mar: (I), 22, 37, 84, M inotauro: (I), 22, 47.
101, 129, 141, 142. M irón: (I), 57, 64, 83, 102.
Medusa: (I), 39, 46. (II), 60. Mnesicles: (I), 69, 70.
Meersburg: (I), 353. Módena: (I), 253, 268, 269.
Meidías, pintor de: (I), 75. Modigliani: (II), 241.
Meissen: (I), 335. Modre, Henry: (II), 248.
Meissonnier: (II), 24. Mohamed I I : (II), 144.
Meit, Konrad: (II), 88. Moholy-Nagy: (II), 234.
Moiras: (I), 20. N
Moisés: (I), 137, 328.
Moissac: (I), 264, 266, 277. Nancy: (I), 184. (II), 116.
Molesmes, Roberto de: (I), 289. Nantes: (II), 185.
Mondrian, Piert: ( I I ) , 222, 223, Napoleón: ( I I ) , 169, 179, 194.
224, 226, 229, 234. Ñapóles: (I), 55, 86, 109, 136. (II),
M onet, Claude: (II), 190, 191, 223. 13, 83, 103, 139.
M onnot: (II), 129. N atum s: (I), 205.
Monreale: (I), 257, 258. Naum burg: (I), 230, 274, 305, 329,
M ont St. M ichel: (I), 243, 246. 333, 336.
Naxos: (I), 43.
M onte Athos: (I), 144, 166, 167.
Negro, m ar: (í) , 171, 173, 177.
M ontefeldre, Federigo da: (II), 43,
N eithart - G othart, M athis (Véase
73.
G rünew aid, M atthias).
M ontes Metálicos (Véase Erzge-
Némesis: (I), 106.
birge).
N eptuno (Véase Posidón).
Monza: (I), 133. Nerón: (I), 107, 111.
Moraca (Servia): (I), 164. Nervi, Pier Luigi: (II), 244, 246.
Morea: (I), 144. N eptuno: (I I ) , 130.
M orris, W illiam: ( I I ) , 166, 189, Nepveo, Pierre: (II), 62.
208. Neresheim: (II), 107.
Mosa, río: (I), 274. Nerón: (I I), 16.
Moscú: (I), 144, 150, 157, 167. Nesiotes: (I), 55, 56, 57.
Mosela, río: (I), 274, 320. Neso: (I), 42, 43.
Nessos, N etos (Véase Neso).
Moser, Lukas: (I), 353.
Neuburg: (I), 279, 280.
M ultscher, H ans: (I), 339, 340,
Neuilly: (II), 121.
353.
Neum ann, Balthasar: (II), 107,
M ummius: (I), 84.
108, 109.
M unch, Edvard: (II), 201, 202, Neuwied: ( I I ) , 126.
203, 213. Nicandro: (I), 157.
M unich: (I), 31, 32, 73, 88, 211, Nicea: (I), 213,
354. (II), 12, 70, 71, 72, 79, 80, Nicias de Atenas: (I), 80.
88, 89, 104, 105, 123, 124, 127, Nicias, paz de: (I), 55, 70.
136, 142, 145, 146, 150, 152, Nicolás V: (II), 43.
171, 182, 189, 207, 210, 223. Nike: (I), 21.
M ünster: (I), 178, 307. Nilo, río: (I), 113.
M urbach: (I), 222, 237. Nimega: (I), 203.
MuríUo, Bartolomé Esteban: (II), Nimes: (I), 104, 105.
142, 143. Nocera Umbra-Perugia (Italia): (I),
M üstair: (I), 205. 179.
INDICE ONOM ÁSTICO 275

Noísiel-sur-M aine: (II), 172, 175. Onatas: (I), 62.


Nolde, Em il: ( I I ) , 214, 216, 251. O ppenord, Gilles-Marie: (II), 121,
Nórdlingen: (I), 318. 122 .
Norm andía: (I), 192, 199, 224, 226, Q rfeo: (II), 87.
228, 236, 240, 245, 247 , 248, O riente Próximo: (I), 20, 21, 22,
291, 292. 29, 37, 38, 41, 51, 123, 124, 132,
Norte, m ar del: (I), 171, 173, 174, 134,
175. Orleáns: (1), 191.
N orthum bria: (I), 173. Q rvieto: (I), 304, 305, 315.
Noruega: (í) , 178, 185. Oseas, profeta: (I), 278.
Notke, B em t: (I), 341. Osiris: (I), 86.
Nottinghansire: ( II ) , 67, 68. Oslo: (I), 178, 182.
Novalis: (II), 182. O stia: (I), 100.
Novgorod: (I), 147, 150, 151, 167. O tón de Netz: (I), 190.
«Nueva Roma» (Véase Consíanti- O tón I el G rande: (I), 189, 202,
nopla). 203.
Mueva Y ork: (II), 172, 174, 186, O tones, los: (I), 154, 189, 209,
191, 217, 235, 236, 245. 228, 229, 231, 308.
Nurem berg: (í), 176, 317, 337, 353, O tterlo: (II), 220, 224.
354. (ID , 76, 77, 87. Qverbeck: (II), 182.
O vidio: (I), 107.
O xford: (II), 69, 117.
O

Oberzell: (I), 195, 201, 210. P


Oceanía: (II), 215.
Océano Pacífico, islas del: (II), Pablo, apóstol san: (I), 132. (II),
199. 79.
Occidente europeo: (I), 123, 132, Pacher, M ichael: (I), 340, 354.
133. Padua: (I), 255, 347. (II), 56.
Octaviano, César Augusto Octavio: Paestum : (I), 60.
(I), 101, 107, 108, 109, 112. Paine, Thomas: (II ), 172.
(II), 16. Países Bajos: (I), 339, 341, 344,
O dín: (I), 183. 355. (II), 14, 70, 76, 77, 82, 83,
Oikonom os, G .: (I), 34. 88, 110, 111, 137, 138, 147, 150,
Ochrid (Servia): (I), 159. 233.
O lbrich, Joseph: (II), 211, 212. Palaicastro: (I), 28.
Olimpia: (I), 21, 36, 44, 45, 47, Paleólogos, los: (I), 144.
58, 59, 60, 61, 68, 80, 81, 82. Palermo: (I), 257, 258. (II), 130.
Olim píadas: (I), 30. Palestina: (I), 123, 124.
Olimpo: (I), 60, 67. Palestrina: (II), 16.
Paliaanova: (II), 36, 37 Península ibérica: (I), 196, 201.
Paliadic, Andrea: ( I I ) , ió , 34, 35, Pérgamo: (I), 72, 84, 87, 88, 89,
36, 116, 117, 118, 119, 164. 90, 91, 92, 115.
Pan: (I), 92. (II), 154. Periandro: (I), 37.
Panecio: (I), 101. Pericles: (I), 55, 65, 66, 71, 72,
Panfilia: (I), 29. 73, 74.
Parcas (Véase Moiras). Périgeux: (I), 241, 244, 245, 254.
París: (I), 41, 61, 89, 93, 103, 155, Permeser, Balthasar: (II), 135.
157, 158, 159, 160, 176, 192, Perséfona: '(I), 98.
210, 238, 293, 294, 299, 324, 343. Perseo: (I), 28, 38, 39.
(II), 22, 39, 49, 61, 63, 64, 81, Persépolis: (I), 56.
91, 98, 112, 113, 114, 115, l i ó , Persia: (I), 54.
132, 133, 137, 150, 152, 155, Persius, Ludwig: (II), 171.
161, 167, 168, 169, 170, 172, Pem gia: (I), 328.
173, 174, 175, 176, 178, 183, Perugino: (II), 182.
188, 190, 191, 194, 195, 196, Perrault, Claude: (II), 113, 114.
198, 203, 207, 209, 215, 217, Perret, Auguste: (II), 226, 227.
219, 221, 226, 249. Pesne, Antoine: (II), 150,
Parler, los: (I), 327. Pete!, Georg: (II), 134.
Parler, Peter: (I), 316, 317, 338, Petersburgo: (II) , 134.
340, 351. Petrossa (Rumania): (I), 178.
Parma: (I), 252, 253. (ÍI), 51. Peutinger: (II ), 87.
Parmigianino: (II), 39, 51, 84, 85. Pevsner, Antoine: ( I I ) , 233.
Paros: (I), 44, 77. Pforr: (II), 182.
P ater, W alter: (II), 224. Piacenza: (I), 261.
Patroclo: (I), 47. Píam ente: ( II) , 101, 103.
Paulinzella: (I), 235. Piazzetta, Giovanni Battista: (II),
Pausanias: (I), 36, 55, 63. 139, 140.
Paxton, joseph: (II), 174, 175, 176. Picasso, Pablo: (II), 219, 220, 221,
Paz de los 30 años: (I), 55. 226, 241, 242, 243, 250, 251.
Pechstein: (II), 214. Pidna, batalla de: (I), 84.
Pedro, apóstol san: (I), 132, 141. Pignatta: (I), 133.
( I I ) , 79. Pilato: (I), 156, 329.
Pegaso: (I), 46. Pilo: (I), 25.
Peleo: (I), 47. Pilón, Germain: (II), 85, 91.
Peloponeso: (I), 22, 29, 45, 68, Píndaro: (I), 55.
69, 77. Pinder: (I), 270.
Peloponeso, guerra del: (I), 55, 73, Pineau: (II), 124.
74, 75. Pinturrichio: (II), 45,
Pelops: (I), 62. Piranesi, Giovanni Battista: (II),
Pelplin: (I), 291. 129.
Pireo, El: (I), 55. Pollock, Jackson: ( I I ) , 250, 251.
Pirineos: (I), 189, 216, 301. Pomerania: (I), 318.
Píritoo: (I), 47. Pom padour, marquesa de: (¡I),
Pirna: (I), 319. 133, 155.
Pisa: (I), 250, 254, 255, 256, 334, Pompeya: (I), 86, 101, 106, 107,
335, 348. 109.
Pisanello: (í) , 350. Pontelli, Baccio: (II), 73.
Pisani, los: (I), 270. Pontigny: (I), 291.
Pisario, A ndrea: (I), 334, 335. Pontorm o, Jacobo: ( I I ) , 49, 50.
Pisano, G iovanni: (I), 314, 327, Poppelm ann, M a t t h a u s Daniel:
328, 334, 335. (II), 108, 109.
Pisano, Niccoló: (I), 328, 334, 335. Porcius Cato, M.: (I), 101.
Pisístrato: (I), 37, 89. Portland: (II), 190.
Pissarro: (II), 191. Portugal: (II), 103.
Pitágoras de Regio: (I), 59. Potter, Paulus: (II), 147.
Pido: (I), 78, 79, 80. Posen: (II), 228.
Platea, batalla de: (I), 55, 56. Posidón: (I), 16, 20, 43, 44, 62,
Platón: (I), 75. 64, 66, 67, 68, 70, 104.
Plauto: (I), 101. Postdam: ( I I ) , 124, 126, 127.
Plíezhausen (Tübingen) --A lem a­ Porta, Giacommo della: (II), 32,
nia— : (I), 184. 34, 37, 61.
Plinio el Viejo: (I), 93. Poussin, Nicolás: (II), 131, 132,
Plotino: (I), 116. 152, 153.
Plytón (Véase Hades). Pozzo, A ndrea del: (II), 139.
Poblet: (I), 290, 301. Praeneste: (I), 105.
Poelzig, H ans: (II), 227, 228. Praga: (I), 316, 317, 338, 343, 351,
Poget, Fierre: (II), 132. 352. (II), 12, 83.
Poggio a Caiano: (II), 25, 26. Praga, Theoderich de: (I), 351,
Poitiers: (I), 240, 266, 298. 352.
Poitou: (I), 239, 240, 243, 244. Prandtauer, jak o b : (II ), 106.
Polibio: (I), 101. Praslim, duque de: (II), 121.
Policleto: (I), 102. Prato: (I), 327. (II), 20, 21.
Polidoro: (I), 93. Praxiteles: (I), 77, 80, 85.
Policleto: (I), 57, 64, 68, 69, 83, Priene: (I), 79, 81, 92.
108. Primaticcio, Francesco: (II), 61,
Polícrates: (I), 37, 51. 65, 85.
Polieucto: (I), 85, 87. Primias: (I), 40.
Polifemo: (I), 38. Provenza: (I), 240, 241, 245, 266,
Polignoto de Tasos: (I), 63. 269. (II), 12.
Polimedes: (I), 43, 45. Prusia: (I), 322.
Polizalo de Gela: (I), 57, 59. Ptolomeos, los: (I), 79, 84.
Pückler, duque de: ( I I ) , 121. Reni, G uido: (II), 139.
Puente Milvio, batalla de: (I), 119. Rennes: (II), 153.
Pugin, August W. M .: (II), 166. Renoir, Áuguste: (II), 190, 191.
Puvis de Chavannes: (II), 188, 189. Retia: (I), 95.
Revolución francesa: (I), 241, 242,
331, 335.
Q Reynolds, Sir Posbua: (II), 157,
158.
Quelón de Eiis: (I), 83. Rey Sol (Véase Luis X IV ).
Quellinus el Viejo, Artos: (II), Ribacta: (II), 142.
137. Ribera: (II), 142.
Q ueronea, batalla de: (I), 75. Richelieu: (II), 112.
Richier, Germaine: (II), 248.
Riegj, Alois: (I), 173, 201.
R Riemenschneider, Tilman: (I), 340.
Rietschel: (II), 195.
Rábula: (I), 155. Rietveld, G u e r r i t Thomas: (II),
Racine: (II), 152. 2 3 3 ,235.
Rafael (Véase Sanzio, Rafael). Rím ini: (I), 177. (II), 16.
Rahtgens: (I), 230. Rin - Danubio, frontera militar: (I),
Raimondi, Marcan ton: (II), 83. 173..
Ratisbona: (I), 209, 214, 261, 307, Rin-Mosela, región del: (I), 171.
324. Rin, río: (I), 174, 274, 336. (II),
Rauch: (II), 195. 77.
Rauschenberg: (II), 252. Rinaldo: (I), 132.
Rávena: (I), 133, 136, 141, 145, Robusti, Jacopo (Véase Tintoretto).
146, 154, 190, 191, 213. Rodas, isla de: (I), 39, 91, 93.
Reco: (I), 49, 51. Rodchenko, Alexander: (II), 233.
Reconquista, guerra española de la: Rodin, Auguste: (II), 195, 196,
(I), 301. 197, 198, 201, 211, 201, 218.
Regensburgo: (II), 80, 134. Rodolfo I I : (II), 12, 83, 89.
Reichenau, isla: (I), 195, 208, 209, Roentgen, David: (II), 126.
210, 212, 213, 217. Roentgen, familia: (II), 126.
Reims: (I), 206, 207, 208, 209, 211, Rolin, cardenal: (I), 356.
212, 214, 287, 294, 296, 302,Roma: (I), 30, 39, 48, 63, 70, 71,
310, 329, 331, 332, 333. 82, 84, 85, 87, 88, 90, 93, 94, 95,
Rem brandt Harmensz Van Rijn: 96, 97, 98, 99, 101, 102, 105,
(II), 147, 148, 149, 150, 188. 106, 107, 108, 110, 111, 113,
Remo: (I), 96, 110. 115, 117, 118, 123, 124, 126,
Renania: (I), 237, 238. (II), 105, 127, 130, 131, 134, 135, 136,
123, 171. 137, 156, 179, 188, 192, 195,
205, 211, 221, 242, 249, 256, S
257. (I I ) , 13, 16, 19, 20, 21, 22,
23, 25, 26, 27, 31, 32, 33, 34, Sacchi, Andrea: (II), 139, 140.
37, 43, 45, 46, 48, 50, 60, 61, Safo: (I), 37.
64, 66, 72, 75, 97, 98, 99, 101, Sahredam, Pieter: (II) , 147.
102, 103, 128, 129, 132, 137, Saint Albans: (I), 246.
138, 139, 140, 150, 153, 158, Saint Denis: (I), 208, 292, 293,
178, 182, 184, 192, 195, 244, 294.
Romano, Giulio: ( I I ) , 30, 65 85. Saint Dionys: (I), 348.
Romano I I : (I), 158, 160. Saint Etienne: (I), 291.
Rómulo: (I), 96, 101, 110. Saint Genis-des-Fontaines; (I), 216,
Ronchamp: (II), 245, 246. 218.
Rosalba Garriera: (II), 155. Saint Gilíes du G ard: (I), 265,
Rossano: (I), 155. 266.
Rossetti, D ante G abriel: (II), 187, Saint Savin-sur-Gartempe: (I), 276.
188, 208. Sainte Trinité: (I), 291.
Rosso Fiorentino: (II), 61, 64, 65, Sajonia: (I), 189, 202, 203. (II),
85. 105.
Rosso, M edardo: (II), 195, 197, Sajonia Baja: (I), 226, 236, 237,
323.
198, 201, 225.
Salamanca: (I), 302, 313, 323.
Rostock: (I), 311.
Salamina, batalla de: (I), 55, 56.
Rothko: (II), 251.
Salin, Bernhard: (I), 183.
Rothenburg: (I), 307, 341.
Salios, los: (I), 234.
Rote d el Inn: ( I I ) , 107, 108,
Salisbury: (I), 299, 300,
R otterdam : (II), 243, 249,
Salomón: (I), 342.
Rousseau: (II), 187, 193.
Salona (Véase Spelato).
Rouault: (II), 214.
Salónica: (I), 126, 128, 146, 156,
Rubens: (II), 137, 144, 145, 149,
157.
150, 156, 185.
Salustio: (I), 101.
Rublev, A ndrej: (I), 167. Salvi, Nicola: (II), 129,
Rucellai, Giovanni: (II), 24. Salzburgo: (I), 317, 318. (II), 106.
Rude, Fran^ois: (I I ) , 194, 195, 196.
Samos: (I), 34, 35, 37, 41, 42, 49,
Rudolf, H ans: (II), 70. 51, 59.
Rumania: (I), 176, 178. (II), 234. Sandrart, J. V.: (II), 32, 149.
Rusconi, Gamillo: (II), 129. San G all: (I), 193, 194, 205, 207.
Rusia: (I), 150, 152, 162, 171. (II), Sangallo, Antonio da: (II), 28, 29,
134, 233. 66.
Ruskin, John: (II), 168, 173, 208. Sangailo, Giuliano da: (II), 16, 20,
Russ, Jacob: (I), 325, 21, 25, 26,
Russola: (II), 222. San Gimignano: (I), 261, 324.
San M arino: (I), 176. Schongaüer, M artin: (I), 354, 358,
Sanssouci: (II), 121, 127. 359.
Sansovino, Jacobo: (II), 33, 34. Schreyer, Lothar: (II), 230,
Santes Creus: (I), 301, 302. Schwabiseh, G m ünd: (I), 316, 317,
Santiago de Compostela: (I), 240, 318, 337, 338.
241, 249, 264, Schwanthaler: (II), 195.
Santiago el Mayor, apóstol: (I), Schwarzrheindorf: (I), 278, 279.
240, 247. Schwind, M oritz vom: (II), 182,
San Zeno; (I), 257, 268. 183.
Sanzio (o Santi), Rafael: (I), 287. Schwitters, K urt: (II), 236, 237,
(II), 14, 19, 25, 28, 30, 39, 42, 239.
45, 46, 47, 48, 49, 50, 64, 65, Seeland: (I), 175.
66, 79, 83, 97, 132, 139, 189, Selene: (I), 67.
220. Seléucidas, los: (I), 84.
Sarpedón: (I), 53. Selva Negra: (I), 230, 234.
Sarti, A ntonio: (I), 113. Semper, G ottfried: (II), 170, 171,
Sarto, A ndrea del: (II), 48. 173.
Sartre: (II), 248. Sena, río: (II), 198.
Sant'Elia, Antonio: (II), 230, 231. Sendotta, Gíacomo: (II), 130.
Sarazin, Jaques: (II), 131. Septimio Severo: (I), 107, 114,
Sasánidas, los: (I), 177. 115.
Saulnier, Jules: (II), 172, 175. Serapis: (I), 79.
Sayn: (II), 171, 174. Serena: (I), 133.
Scanmozzi: (II), 16, 36, 37. Serlio, Sebastiamo: (II), 15, 16,
Scorel, Jan van: (II), 83. 30, 61, 63, 68, 69, 75.
Schadow, G ottfried: (II), 193, 195. Servia: (I), 144, 162, 164, 166.
Schafhausen: (I), 235. Sessa: (I), 267.
Schickhardt, H enrich: (II), 73, 75. Settignano, Desiderio: (II), 57.
Schinkel, K arl Friedrich: (II), 166, Seurat, Gedrges: (II), 198, 199,
169, 171, 173, 206. 218, 224.
Schlemmer: (II), 234. Severini: (II), 222.
Schliemann, H .: (I), 26. Sevem: (II), 171.
Schlüter, Andreas: (II), 105, 134, Sevilla: (I I ) , 143.
135. Shakespeare: (II), 179.
Schmidt, Friedrich: (II), 165. Shrewsbury: (II), 172, 174.
Schm idt-Rottluff: (II), 214. Sicilia: (I), 29, 30, 34, 35, 37, 55,
Schneberg: (I), 319. 57, 84, 142, 162, 163, 249, 258,
Schneider: (II), 251. Sidón: (I), 78.
Schonborns: (II), 105. Siebenbürgen (Rumania): (I), 177.
Schonfeld, Johann H einrich: (II), Siena: (I), 304, 305, 314, 315, 321,
149, 150. 324, 348, 350. (II), 22.
Sifnos, isla de: (I), 53, Staro Nagoricino (Servia): (I), 166.
Signorelli: ( I I ) , 45, Staufen, los: (I), 228, 229, 230,
Sila: (I), 90, 95, 101, 104, 105, 232, 236, 237, 238, 258, 260,
.
112 261, 269, 270, 280, 305, 308,
Sileno: (I), 106. 309, 332, 334, 335, 336, 348.
Silesia: (II), 149. Steem', jam : (II), 47.
Simeón el E stilita, San: (I), 130. Steinbach, E rw in von: (I), 308,
Síón; (I), 259. 310.
Siracusa: (I), 101. Steingraber, E.; (I), 186.
Siria: (I), 84, 123, 124, 126, 123, Stethaimer, H ans: (I), 317, 318.
129, 134, 255. Stifter: (II), 187.
Sisley: ( I I ) , 191. Still: (II), 251.
Sixto IV : ( I I ) , 46. Stoss, Veit: (I), 340.
Slodíz: ( I I ) , 129. Straer: (II), 119.
Sluter, C laus: (I), 338, 339. (II), Stralsund: (I), 311.
90. Strindberg: (II), 202.
Smythson, R obert: ( II ) , 67, 68, Strozzi, Bernardo: (II), 139.
Snartemo, príncipe: (I), 182. Stuart, James: (II), 161.
Soane, John: (II), 164, 270, 171. Studenica (Servia): (I), 164, 166.
Sócrates: (I), 55, 15, 82. Stuttgart: (I), 180, 184. (II), 217.
Soest, Konrad von: (I), 352. Sudamérica: (II), 243, 246.
Soest (W estfalia): (I), 178, 180, Suecia: (I), 173, 180, 181, 183,
233, 344. 185. (II), 77, 150.
Soester (véase Soest). Suger, abad: (I), 293.
Sofía: (I), 180. Suiza: (I), 180, 205, 259. (II), 76.
Sófocles: (I), 45, 55. Sullivan, Louis: (II), 204, 205,
Solón: (I), 37. 207.
Sonnenburg: (I), 272. Sunderland: (II), 172.
Spocani: (I), 164,165. Sunion, cabo: (I), 43, 44, 61.
Soufflot, G erm ain: (II), 167, 168, Sustris, Fiedrich: (II), 72, 75.
169, 170. Sutton Hoo: (I), 185.
Soulages: (II), 251. Svear, los: (I), 180.
Soutine: (II), 241. Syrling, Joog: (I), 324.
Spelato: (I), 118. Szilágy-Somlyó (Rumania): (I), 176.
Spira: (I), 228, 229, 230, 231,
232, 233, 236, 238, 242.
Spoerri: (II), 252.
Spranger, Bartholomaus: (II), 82,
83, 84, 89, 91. Tagliacozzo: (I), 270.
Stabio: (I), 180, 183. Tarento: (I), 101.
Staél, Nicolás de: (II), 248, 249. Tarquinia: (I), 98.
Tarragona: {!), 302. Tiziano: (II), 39, 40, 41, 48, 49,
Tatlin, Vladimire: (II), 233. 5 1 ,5 2 , 85, 144.
Tebas (véase Argólide). Toledo: (I), 302.
Tegea: (I), 77, 78, 90. T horn: (I), 339.
Telford, Thomas: (II), 172. T horrhiü: (II), 163.
Tellus (véase Madre Tierra). T hor W aldsen: (II), 195.
Temístocles: (I), 55. Tobey: ( I I ) , 251.
Teniers el Joven, David: (II), 145. Toledo: (II), 52, 131.
Teócrito: (I), 86. Toledo, Juan Bautista de: (II), 66.
Teodorico: (I), 137, 177, 178, 190, Tomé, Narciso: (II), 13.1.
293. Torgau: (II), 74.
Teodoro: (I), 49, 51. Toro: (II) , 124.
Toscana: (I), 95, 249, 255, 256,
Teodosio: (I), 123,131, 132.
270, 324, 335, 348. ( II) , 20,
Teodulfo, obispo: (I), 196.
Teodulfo de Orleáns: (I), 191.
.
101
Toscana, duques de: (II), 50.
Terbrughen, Hendrich: (II), 147.
Toulouse: (I), 235, 241, 263, 264,
«Tercera Roma» (véase Moscú).
Terencio: (I), 101. 265, 298.
Toulouse-Lautrec, H enri de: (II),
Teseo: (I), 22, 47, 52, 54.
2 0 1 ,2 0 2 ,2 1 3 .
Tesina: (I), 180.
Tournai (Bélgica): (I), 176, 177.
Tetis: (I), 47.
Toum us: (I), 198, 199.
Thann: (I), 337.
Tours: (I), 208,241.
Theotokopoulos, Domenikos: (II),
Tracia: (I), 144.
14, 52.
Trajano: (I), 100, 107, 111, 112,
Tiberio: (I), 107, 109.
113, 114, 115, 216.
Tibulo: (I), 107.
Tralles, Antem io de: (I), 144, 146.
Tiépolo, Giovanni Bañista: (ÍI), Transilvania: (I), 177.
140, 141, 142. Traver: (II), 229, 230.
Tierra Santa: (I), 125. Trebisonda: (I), 144.
Tiffany, Louis Comfort: (II), 207, Trento: (II), 139.
209. Tréveris: (I), 186, 207, 307.
Timoteo: (I), 76, 77, 78. Trinqueau (véase Nepveu, Pierre).
Tinguely: (II), 252. Troger, Paul: (II), 151.
Tintoretto: (II), 50, 51. Troilo: (I), 47.
Tirinto: (I), 25,64. Troya: (I), 22, 48, 53 , 66, 77.
Tirol: (I), 205, 272. Tucídides: (I), 55, 71.
Tirreno, mar: (I), 95. T urín: (II), 14, 103.
Tito: (I), 93, 107, 109, 110, 111, Turm anin: (I), 129.
112. Turner, Richard: (II), 153, 174,
Tívoli: (I), 115. 175.
T uttlingen (Alem ania): (I), ISO. Van Gogh, Vicent: (II), 201, 202,
Tweed: ( I I ) , 172. 214, 215, 216, 217, 218.
Tyche: (I), 115. Van O strade: (II), 147.
Tzara: (II), 236. Van Ruysdaey, Jacob: (II), 146,
148, 187.
VanviteUi, Luigi: (II), 102, 103.
Varrón: (I), 101.
U
Vasari, Giorgío: (I), 283. (II), 11,
55, 83, 149.
Ucello, Paolo: ( I I ) , 43. Vassé, Franfois-Antoifte: (II), 121.
Ulises: (I), 38. Vaticano: (I), 48, 82, 85, 87, 93,
Ulm: (I), 310, 324, 339. 108, 132, 158, 211. (II), 45, 47,
Ulpia: (I), 111,112- 50.
U m bría: ( I I ) , 43. Vedova: ( lí) , 251.
U ppland: (I), 180, 182, 185. V edstrup (Dinamarca): (I), 175.
Uppsala: (I), 179, 181. Velázquez, Diego: (II), 142, 143,
Urano: (I), 21. 188.
U rbano: (II), 129. V endel (Suecia): (I), 180.
Urbino: (I I ) , 43, 73. Vendóme: (I), 309, 312.
Urbino, duque de: ( I I ) , 22. Venecia. (I), 142, 146, 162, 249,
250, 252, 254, 314, 321. (II), 13,
Uta: (I), 333.
15, 20, 23, 33, 34, 37, 38, 41,
Utrech: (I), 206, 208, 339. (II),
43, 47, 48, 50, 51, 56, 79, 101,
147, 233, 235.
119, 139, 155, 218.
Uzzano, Niccolo da: (II), 55.
Veneziano, Agostino: (II), 70.
Veneziano, Domenico: (II), 43.
Venus (véase A frodita).
V Verdum , Nikoiaus von: (I), 274,
275, 279, 280.
Valencia: ( I I ) , 103. Verm eer van D elft, Jan: (II), 148,
Valeriano: (I), 117. 149.
Valsgiirde (Suecia): (I), 179, 181. Verona: (I), 251, 268. (II), 44.
Valladolid: (I), 313, 321, 323. (II), Veronese, Paolo: (II), 51.
130.
Versalles: (II), 97, 98, 103, 108,
Van de V elde, familia: (II), 147. 114, 115, 119, 121, 132, 133,
Van de V elde, H enry: (II), 209. 137, 153.
Van D oesburg, Theo: (II), 234. Verrochio, Andrea: (II), 56, 60,
Van Dyck, A nthonis: (II), 144, 88.
146, 149, 156. Vespasiano: (I), 107, 111.
Van Eyck, Jean: (II), 40. Vest-Agder (Noruega): (I), 182.
Vcsta (véase Hestia). W
Vesubio: (I), 106.
Veyes: (I), 95. W agner, O tto: (II), 228.
Vézelay: (I), 227 , 243, 264, 266, W alkhof: (I), 203,
277. W alpole, Horace: (II), 161, 164.
Vicennes: (I), 322, W ashington: (II), 194, 242.
Vicenza: (II), 34, 140, 141. W asmann: (II), 187.
Victoria (véase N ike). W atteau, A ntoine: (II), 154, 155,
Vieira da Silva: (II), 249. 156.
Viena: (I), 133, 155, 203, 327, W egner, H ans J.: (I I), 243.
337. (II), 12, 82, 104, 109, 135, W eimar: (II), 234.
136, 150, 165, 173, 182, 193, Weismar: (I), 311.
206, 211, 212, 214, 225, 228, W eltem burg: ( I I ) , 96.
229. W ells: (I), 288, 301.
Vierzehneiligen: (II), 107, 108. W estfalia: (I), 178, 237, 311, 342,
Vignola, Giacomo da: (II), 16, 19, 351. (II), 104, 105.
32, 33, 34, 69, 99. W estm inster: (I), 309, 313.
Vignory: (I), 199, 200, 201. W etterau: (I), 258,
V iipuri: (II), 246. W ettin, Friedrich von: (I), 271,
Vinci, Leonardo da: (I), 287. (ÍI), 272.
19, 22, 39, 40, 45, 61, 62. W eyden, Rogier van der: (I), 357.
Viollet-le-Duc, Eugene: (II), 167. W ienhausen: (I), 351.
Virgilio: (I), 107. W ies:’ (II), 107, 108.
Vischer el Joven, P eter: (II), 87, W ilde, Oscar: (II), 204.
89,
W ilhelm von Erdm annsdorf: (II),
Vischer el Viejo, Peter: (II), 86,
165.
87, 88.
Wiligelmus, M aestro: (I), 268.
Vi'tellozzi, Annibale: (II), 244. W ilson, Richar: (II), 158.
V itrubio: (II), 16, 17, 37, 117. W illm ann, Michael: ( II) , 149, 150.
Vlaminck, M an rice de: (II), 214, W inckeliaann, J. J.: (I), 59, 60,
215, 217. 71. (II), 161.
Volterra: (I), 99. W inchester: (I), 207, 208,
V ouet, Simón: (II), 131, 151, 152, W interthur: (II), 180,
153. W itte, Em anuel de: (II ), 147.
V redem an de Vries, H ans: (II), W ittels Bach, los: ( l í ) , 12.
68, 70, 78. W itz, Konrad: (I), 353, 354. (II),
Vries, Adrián: (II), 83, 89. 40.
Vulca: (I), 95. W ladimir: (I), 150.
Vulcano (véase Hefestos). W olf, Euert y Jonás: (II), 74.
Vulsa de Veyes: (I), 102. Wolff, Jakob: (II), 76.
W olgemut, Michael: (I), 354, 358, Z
359.
Wols: (II), 250, 251. Zamora: (I), 194, 196, 248.
Wood ei Joven, John: {II), 118, Zanica-Bérgamo (Italia): (I), 179.
120 . Zaragoza: (I), 314.
Worlitz: ( I I ) , 121, 165.
Zauner: (I), 195.
W orms: (I), 202, 230, 234, 238,
Zenón; (I), 85.
305. (I I ) , 88, 195.
Worringer, Wihelm: (I), 18. Zeus: (I), 20, 21, 41, 42, 47, 52,
Wotan, dios: (1), 185. 58, 59 , 60, 61, 62, 65, 67, 68,
W otm ba, Frite: (II), 247, 248. 90.
W ren, sir K ristopher: (II), 117, Zick, Januarius: ( I I ) , 151, 152.
118, 119, 169. Zimmermann, D o m e n ic u s : (II),
W right, F. L.: (II), 205, 206, 207, 107, 108, 151.
244, 245. Zinna: (I), 291.
W urm lingeo (Alemania): (I), 180 Zoca: (II), 198.
W ürttem barg: (I), 178, 180, 184.
Zucalli, Enrico: ( II) , 104, 105.
W urzburgo: {II), 109, 126, 140,
Zurbarán, Francisco de: (II), 142,
W yatí, M. D .: (II), 174.
143.
Zurích: (I), 180. (II), 162, 196,
Y
236, 238.
Yprés: (I), 322, 324. Z w etd: (I), 291.
INDICE DE EPOCAS, ESTILOS,
MOVIMIENTOS, FUENTES Y
OBRAS ARTISTICAS
A Afrodita de Melos: (3), 92.
Afrodita, E ras y Pan: (I), 92.
Abadía de Cluny: (I), 242, Alcázar: (I), 259.
Abadía de H ersfeld: (I), 231. «Alegoría de la caza», de Falconeí:
Abadía de Pobíeí: (I), 301. (I I ) , 0 3 .
Abadía de San A b b o n d i o , en «Alegoría de la paz», de Vonet:
Como: (I), 250. (I I ) , 151.
Abadía de Saint Denis: (II), 90. A ltar de Domicio Enobardo: (I),
Abadía de Saint Etiennc: (I), 246 103.
Abadía de Sainte T rínité: (I), 246. .Altar de Isenheim: (11), 80, 81.
Abadía de San tes Creus: (I), 302. A ltar de Zeus: (I), 88.
Abadía de W estm inster: (I), 313. Alto románico: (I), 229.
Abovedamiento en Alemania: (I), «Amor sacro y amor profano», de
236, 233. Tiziano: (II), 41, 48, 49.
Ábside de la catedral de Palermo: Anfora ádca: (I), 32.
(I), 258. Anfora del p in to r de Neso: (I), 43
Abside de Sant’Aquilino: (I), 135. Anfora protoática: (I), 38, 46.
Abside de Santa Pudenziana: (I), Anfora tetroática: (I), 39.
135. Anfora ventral: (I), 48.
Academia de Bellas A rtes de Glas­ Antigüedad: (II), 12, 13, 15, 70,
gow: (II), 2 1 1 , 2 1 2 . 164, 165.
Academia de San Fernando, M a­ Antigüedad clásica: (II), 14, 15, 36,
drid: (II), 179. 91, 131, 132, 133, 134, 161, 163,
Academia de Venecia: (II), 50. 168, 169, 171, 179, 183, 18?,
Accademia Carrafa, Bergamo: (II), 189, 190, 194.
141. Antigüedad clásica grecorromana:
Accademia degli Incam inati: (II), (I), 224, 242.
139. Antigüedad romana: (II), 14.
Académie de Peinture et de Sculp- Antiguo M useo en Berlín: (II),
ture: (II), 131. 169, 171.
Académie des Beaux Arts: (II), Antiguo Testamento: (I), 123, 124,
153. 131, 136, 151, 152, 214, 276,
Academia Francesa de A rte: (II), 279.
152. Antipcndio de Basiiea: (I), 217,
Academia Francesa de Roma: (I I ), 218.
132, 184. «A ntonin A rthaud sux H ouppes»,
Academia Real: (II), 112. de D ubuffet: (II), 251.
Acrópolis de Lindo, en Rodas: (I), Apolo de Belvedere: (I), 81.
91. Apolo de Veyes: (1), 95, 96.
Action painting: (II), 251. «Apolo y las ninfas de Tetis», de
Aduanas de París: (I I ) , 170. Girardou; (II), 132.
«Apoteosis del príncipe Eugenio», A rquitectura orgánica: (II), 211,
de Balthasar Permoser: (II), 135. 245.
Apoxiómeno: (I), 82, 83. A rquitectura otónica: (I), 198, 203.
Ara Pacis, en Roma: (I), 109; (II), A rquitectura paleocristiana: (I),
57. 125, 126, 127, 128, 129, 130,
Arco apuntado: (I), 291. 197.
Arco de herradura: (I), 196. A rquitectura paleocristiana-bizanti-
Arco de Septimio Severo; (I), 115, na: (II), 171.
Arco de Tito: (I), 110 . A rquitectura romana: (I), 104, 221.
A rquitectura románica en Alema­
Arquerías ciegas: (I), 226.
nia: (I), 228.
Arquitectos de la revolución: (II),
A rquitectura románica en España:
170.
(I), 248, 249, 250.
Arquitectura alemana: (I), 202 ,
Arquitectura románica en Italia:
204.
(í), 250.
Arquitectura árabe: (I), 1%.
A rquitectura románica francesa:
Arquitectura bizantina: (I), 129,
(I), 225.
145, 146, 147, 148, 149, 150,
Arquitectura románica tardía: (I),
196.
261.
Arquitectura borgoñona; (I), 201,
Arquitectura románica temprana:
242.
(I), 239.
Arquitectura carolingia: (I), 193,
Arquitectura utilitaria romana: (I),
200 , 202 .
105.
Arquitectura cisterciense: (I), 289, Arsenal de Berlín: (II), 134.
290, 291. Art Gallery. Glasgow: (II), 146.
Arquitectura civil (o profana) me­ Art Nouveau: (II), 202, 207.
dieval: (I), 258, 259, 260. Arte alemán antiguo: (I), 221.
Arquitectura de estilo: (II), 163, A rte antonino: (I), 115.
164.
A rte bizantino: (I), 141 a 168, 214,
Arquitectura de ingeniero: (II),
221 , 224; (II), 168.
204.
A rte bizantino medio: (I), 144.
Arquitectura de pórticos del N orte
A rte bizantino tardío: (I), 144.
de Italia: (I), 268.
Arte bizantino temprano: (I), 144.
Arquitectura del gótico temprano:
A rte carolingio: (I), 186, 188, 213.
(I), 291, 292.
Arquitectura estilística idealista: A rte clásico de Italia: (II), 89.
(II), 163. Arte clásico romano: (II), 92.
Arquitectura griega: (I), 22 a 94. Arte concreto: (II), 235.
Arquitectura ilusionista romana: Arte cortesano: (II), 153.
(I), 110. Arte cortesano en el mosaico: (I),
Arquitectura medieval: (I), 189. 136.
Arte cortesano occidental (p alco A rte jónico: (I), 96.
cristiano): (I), 132. A rte lombardo: (I), 181.
Arte cortesano oriental (paleocris- A rte medieval temprano: (i) , 186,
tiano): (I), 132. 204.
A rte cortesano romano: (I), 102. A rte neogriego: (I), 221 .
A rte cristiano: (I), 157. A rte occidental: (í), 221.
A rte cristiano, comienzo del: (I), A rte otónico: (I), 186, 216, 217.
123. A rte paleocristiano: (I), 123 a 137,
A rte de la ornam entación germana: 214, 249.
(I), 171, 172, 173, 174, 175, A rte popular romano: (I), 111, 114.
176, 177. A rte pregótico: (I), 221 .
.Arte de entreguerras: {II), 233. A rte republicano (romano): (1),
Arte estatal romano: (I), 102. IOS.
Arte etrusco: (I), 95, 98, 99. A rte románico: (I), 201, 223, 224.
A rte etrusco (influencias griegas en A rte románico temprano: (I), 224.
el): (I), 95, 96. A rte romano: (I), 101, 102, 107,
A rte figurativo germano: (I), 184. 213, 249.
A rte figurativo griego: (I), 102. A rte romano del relieve: (I), 111 ,
A rte figurativo romano; (I), 102, 213.
A rte flavio: (I), 109. A rte sepulcral: (I), 123.
A rte germánico autónomo: (I), 171. Ascensión de Cristo: (I), 208.
A rte gótico: (I), 201, 2 2 i, 263. Atena en lucha con ¡os gigantes:
A rte griego: (I), 89.
arcaico: (I), 42. Auriga de Delfos: (I), 59.
arcaico tardío: (I), 49, 51, 54, 58. «A utorretrato con Saskia», de Rem-
ático: (I), 45. brandt: (II), 147.
cicládico: (I), 45. Ayante y Aquiles jugando a las da­
clasicismo tem prano, del: (I), 54. mas: (I), 48.
clásico: (I), 54, 64. A yuntam iento de Amberes: (II),
clásico tardío: (I), 75. 78.
cretense: (I), 45. Ayuntam iento de Amsterdam: (II),
geométrico: (I), 29, 110, 113, 137.
helenístico: (I), 70, 84, 85. Ayuntam iento de Augsburgo: (II),
helenístico tardío: (I), 94. 104.
independiente (últim a obra): (I),
92. B
minoico: (I), 22, 23, 24, 25, 26,
27. Balaustrada del templo de Atena
preclásico: (I), 56, 64. N iké: (I), 75.
A rte imperial (romano): (I), 123. Banqueting H ouse de Londres:
A rte islámico: (II), 70. (II), 116, 156.
«Bañista en la playa», de Picasso; Biblioteca E statal de Bsmfeerg: (I),
(II), 241. 209.
Baño de Diana en Viena: (II), Í73. Biblioteca Estatal de Munich; (I),
«Baño turco», de Ingres: (II), 189. 208, 211 .
Baptisterio de Florencia: (II), 54, Biblioteca Laurenziana: (II), 30,
55. 31, 50, 58.
Baptisterio de ¡os A ríanos: (I), 137. Biblioteca M unicipal de Tréveris:
Baptisterio de los ortodoxos: (I), (I), 186.
136. Biblioteca Nacional de París: (II),
Barriere de Is V ilette en París: 174.
(II), 169. Biblioteca Real de T urín: (II), 14.
Barroco: (I), 221 ; (II), 11, 12, 19, Biblioteca Regional de Darm stadt:
33, 36, 65, 93, 95, 97, 98, 100, (I), 209.
101, 104, 111, 114, 117, 118, a Bodegón con guitarra», de G ris:
127, 131, 135, 156, 163, 164, (I I ) , 220, 221.
168, 181, 185, 240, 241. «Bodegón con periódico», de Bra-
Barroco, alto: (II), 102, 127, 138, que: (II), 242.
149. «Bosque», de Giacometti: (II), 247.
Barroco italiano: (II), 112, 149. «Botella, vaso y periódico», de P i­
Barroco romano: (II), 100, 110. casso: (O ), 221 .
Barroco romano tardío: (I), 115; Bóvedas nervadas de crucería: (I),
(II), 98, 107, 135, 136. 292.
Barroco temprano: (II), 127, 138. British Museum: (II), 173.
Basílica de Fulda: (I), 192. Broche de Jutlandia: (I), 175.
Basílica de Saint Denis: (I), 192. Busto de César: (I), 106.
Basílica de San Demetrio: (I), 128. Busto del hom bre con barba: (I),
Basílica de San Pedro de la Nave, 98.
en Zamora: (I), 196. «Busto del pintor Coypel», de Le-
Basílica del Studion: (i), 128. moyne: (II), 132.
Batalla de Alejandro contra D arío:
(I), 83.
Bauhaus: (II), 233, 235. C
Bendicionario del obispo Aetheí-
wold: (I), 208. Cabeza de Eüeso en Viena: (I), 133.
Belvedere Superior en Viena: (II), Cabeza de Hades: (I), 98.
109. Cabeza de un kurros: (I), 43.
Biblioteca de la Universidad de «Camera degli sposi», de Mante-
Heidelberg: ( í) , 345. gna: (II), 40.
Biblioteca de San Marcos de Ve- Camera della Segnatura en las Es­
necia: (II), 33, 34. tancias del Vaticano: (II), 47.
Biblioteca del Vaticano: (I), 158. Cam panik: (I), 250.
«Campo de cebada», de Van Gogh: Casa Wiilits, en Highland Park, en
(II), 202. Chicago: (II), 205,
Capilla funeraria de la íamilia da Castel B&anger, en Pavía: (II), 210,
ios banqueros Fugger en Sí. An­ Gaste! del Monté: (í), 261.
sia: (II), 87. CasteHo Sforsesco: (II), 22.
Capilla funeraria de San Bernardo: Castigo de Amor: (I), 110.
(ID, 44. Castillo: (I), 259.
Capilla palacio?, de Aquisgrán: (I), Castillo anular: (I), 259.
190, 203. Castillo de Chambord: (II), 62.
Capilla Pazzi: (II), 20. Castillo de sector: (I), 260.
Capilla Sbctina: (II), 46, 37, 63, Catacumba de San Calixto: (I)
83, 135.
Capitolio de Roma: (II), 37, 56. Catacumbas de Roma: (I), 134.
Caravaggistaa de Utrech: (II), 147. Catedral Baja de Regensburgo:
«Carrera de caballos en el Bois de (II), 134.
Baulogne», de Manet: (II), 191. Catedral de Albi: (I), 298.
Carta Magna de 1215: (I), 298, Catedral de Anaiens: (I), 297.
Cartuja de Champmol: (II), 90, Catedral de Arejsso: (I), 304.
Catedral de Avila: (I), 249, 302.
Casa Batlló en Barcelona: (II), 210,
Catedral de Bamberg: (I), 305.
211.
Catedral de Barcelona: (I), 303.
Casa de la Cultura en Helsinki:
Catedral de Beauvais: (I), 297.
(II), 244.
Catedral de Bourges: (I), 298.
«Casas en l ’Estaque», de Braque:
Catedral de Brunswick: (I), 237.
(II), 219, 220.
Catedral de Burgos: (I), 302.
Casa de la® Palmeras, en Kew: (II),
Catedral da Canterbury: (I), 299,
174, 175.
«Casa de Locos», de Goya: (II), Catedral de Colonia: (I), 308.
179, 181. Catedral de Cremona: (I), 253,
Casa Gótica del Parque Würltee: Catedral de Chai tres: (I), 294.
(II), 165. Catedral de Durham: (I), 247.
Casa Mereworth, Kent: (II), 119. Catedral de Es sen: (I), 203.
Casa Milá, en Barcelona: (II), 211. Catedral de Estrasburgo: (I), 309.
Casa Rufee, en Viena: (II), 229. (II), 165.
Caaa Schen, en Viena: (II), 228, Catedral de Ferrara: (I), 253.
229. Catedral de Florencia: (I), 315,
Casa Schroder, en Utrecht: (II), (II), 31, 32, 53.
235, 235. Catedral de Friburgo: (I), 310,
Casa Tassei, en Bruselas: (II), 209. Catedral de Granada: (I), 314.
C a s a «The Orchurd», Charle? Catedral de Hleldesheim: (I), 189,
Wocd: (II), 211. Catedral de Koimeses: (I), 150.
Catedral ¿c h Anunciación: (i í, Catedral Nueva de Salamanca: (I)
150. 313.
Catedral & ia Concordia, de Pe «Cathedral» de Poílcck: (II), 250.
rís: (lí)' i1 ^ 4 Cimborrio: (I), 249.
Catedral ^ ^ Mans: (i)» 298. «Cinco mujeres en la calle» de
Catedral ^ León. i 1)» -302. Kvichner: (II), 216.
Catedral d¿ Lincoln: (I), 300. Cinquecento: (II), 51.
Catedral & los ínválicbs> en Pa­ Cité radieuse, de Le Corbusier-
rís: (II)' 115, 116. d i ) , 247.
Catedral Magdeburgo: (I), 308. Ciudad Fortificada: (I), 259.
Catedral & Maguncia: (I), 231, Clasicismo: (II), 117, 168, 177
305. 194, 200.
Catedral ¿£ MUán: d ), 315. Clasicismo adriánico: (I), 112
Catedral d* Módena: (I), 253. Clasicismo barroco francés: (I), 95.
Catedral de Naumburg: d ), 305. 97.
Catedral ¿c Notre Dame: d ), 294. Clasicismo griego: (II), 152.
Catedral ° rvieto: (I). 304. Clasicismo griego temprano: (I)
Catedral $ Psnna. (I), 252, 112.
Catedral de Pisa: d ), 250, 255.
Clasicismo holandés: (II), 111.
Catedral Pokíers: d ), 298. Clasicismo inglés: (II), 119.
Catedral Keims: (I), 297.
Clasicismo justínianeo: (I), 137.
Catedral Rouen: d i) , 90. Clasicismo tardío: (II), 178.
Catedral & Sainí Front; d ), 254. Claustro de la catedral de Mon-
Catedral ¿c Saim Lazarc: d ), 242. reale: (I), 258.
Catedral ^ Salamanca: d ), 302. Claustro de San Giovanni in Ls-
Catedral & Salisbury: (I), 299. terano: (I), 257.
Catedral San Marcos: (I), 254; Claustro de San Pablo Extram u­
(II), 141- ros: (I), 257.
Catedral ^ Santiago de Compos- Clerestorio: (I), 296.
tela: (!>• 241> 249> d D , 102. Codex Aureus de S Emmereman,
Catedral Siena: d ), 304. en Ratisbona: (I), 214.
C atedral Spira: (I), 228. Códice Saluzza, Biblioteca Reale,
Catedral ^ Tarragona: (I), 302. T urín: (II), 14.
Catedral ¿c Toledo: d ). 302; (II), Colección A. Croque*. París: (II)
131. 203.
Catedral ^ Ulm. (I), 310. Colección Bührle, Zurich: (II), 162.
Catedral ^ e^s: d ), 301 Colección D uke of Devonshire: (I),
Catedral Worms-' d ). 238, 305. 207.
Catedral Zam°ra: (I), 249. Colección Edgar Kauffman, júnior,
Catedral Zaragoza: (I), 314. Nueva York: (II), 207.
Colección Giedion-W elcker, Zu- Contrarreforma, la: (II), 14, 33,
rid i: (II), 23S. 51, 12.
Colección H ardy: (11), 249, Convenio de Benedictinos de
Colección H eum an, Chicago: (II), M elk: (II), 106.
251. «Conversación en el jardín», de
tolección J. H . W hitncy, Nueva Rosso: (II), 197.
York: (II), 191. «Coriolano ante Roma», de Maní-
Colección Lehmbruck, Sruítgart: bertsch: (II), 151.
(II), 217. Crátera: (I), 33.
Í’xílección Peggy Guggenheim. Ve- Crátera de calis del pintor de las
necia: (II), 218. Nióbides: (I), 63.
Colegiata de Salzburgo: (II), 106. Cristo corona a Romano I I y Eu-
docia: (I), 158.
Colegio de San Gregorio, en Va-
Cristo entronizado: (I), 264.
lladolid: (I), 322.
Cruz chapada en oro de Stabio:
Coliseo romano (I), 111; (II), 24,
(I), 183.
34.
Cruz de San G ereón: (I), 215.
Coloso de Barletta: (I), 132.
«Cuatro Apóstoles», de Durero:
Columna de Marco Aurelio: (I),
(II), 79, 80.
115.
Cubismo: (II), 215, 220, 222, 225,
Columna de Trajano: (I), 112.
226, 228, 229, 240, 250.
«Colloni» de Verrochio: (II), 56,
Cubismo analítico: (II), 219, 220,
60, 88 . 222 .
«Combate de boxeo», Árchijenko:
Cubismo sintético: (II), 220, 221.
(II), 223.
Cubismo temprano: (II), 219, 220.
Comercio Bijenkorf en Rotterdam :
(II), 249.
Compañía de jesú s: (II), 97, 98- D
99..
«Composición en azul» de Mon- Dada: (II), 236.
drían: (II), 224. Dama de Auxerrc: (I), 40, 41.
«Composición 7 (boceto X)», de «David», de Donatello: (II), 54,
Kandinsky: ( I I) , 224. 55.
Concepciones espaciales (romanas): «David», de Miguel Angel: (II),
(I), 111. 58.
Concilio de T rento: (II), 14. De Architectura, de Vitrubio: (II),
«Construcción en el espacio», de 16,
H aum G abo: (II), 249. ."Decapitación de San Juan», de
Construcción realista de ingenie­ Algardi: (II), 129.
ría; (II), 163. Démoncs: (I), 39,
Constructivismo: (II), 233, 234. Dentellones: (I), 36.
«Der blaus Reitera (El jinete mil): Eglise des Carmes en Paría: (II),
{II), 223. 112.
«Desarrollo de una botella en si «Egmond y Zea», de Ruysdad:
espado», de Boccioni: (II), 223. (II), 146.
«Despedida», de Boccioni: (II), «El Aficionado», de Picasso: (II),
223, 219, 220.
De Stije: (Ií), 233, 234. «El alba en Dresde», de Kokosch-
Davonshire Coílection, Chatsworth: ka: (II), 240.
(II), 131. «El baño de Diana», de Boucher:
«Diana», de Qudlinus el Viejo: (II), 134.
(II), 137. «El bufón Sebastián de Mora*, de
Díptico de marfil, en Milán: (I), Vd&qura: (II), 142.
133. «El Caído», de Lehmbruch: (II),
Díptico de Stilicon: (I), 132, 217.
Discóbolo: (I), 64, 33. «El cuarto dd balcón», de Von
Discurso Fúnebre, da Pendes: (I), Menzel: (II), 184, 187.
71. «El desayuno en d jardín», de Mo­
Divisionismo: (XI), 202, 213, nee (II), 190.
Dolor de María, de Willmann: (II), El Escorial: (II), 63, 66.
150, «El juramento de los Horacios»,
de David: (II), 178.
«El nadmlento», da La Tour: (II),
E 133.
«El oído», de Bronwer: (II), 146,
Edecticismo: (II), 204. «El oro de sus cuerpos», de Gau-
Edad de o del: guin: (II), 199 .
Bronce: (I), 20, 22. «El Paso», de Klee: (II), 239.
Hierro: (I), 20. «El repudio, de Hagar», de Le-
Piedra: (I), 25. rrain: (II), 132.
Edad Media: (II), 11, 182. «El Sena en Argentenil», de Re-
Edad Moderna: (II), 11, 37. noir: (II), 190.
Edificio de Exposidones de la Se­ «Embajadores», de Hobbein d Jo­
cesión Vianesa en Viene: (II), ven: (II), 81, 82.
212. Empuñadura de espada: (I), 184,
Edificio de la me Franklin en Pa­ Epoca (en Grecia):
rís: (II), 226, 229. Alto hdenismo: (I), 81.
Edificio de Ottheinrich dd Palacio Arcaica: (I), 21, 47, 48, 33, 61,
de Heildeberg: (II), 74, 76. 69.
Eáipo en Colono: (I), 43. Arcaica primitiva: (I), 47.
Efebo en bronce de Ddfos: (I), Arcaica tardía: (I), 33, 96.
40,42. Clásica: (I), 37, 64, 81.
Dedálica: (I), 43, Eginática: (I), 60.
Estilo geométrico: (I), 29. Fontainebleau: (¡I), 61, 64, 65,
Helenística: (I)f 98. 85, 86.
Micénica: (I), 28, 64. Hlrsafl: (I), 199.
Epoca (en Roma): Italiana: (II), 147.
Augústea: (I), 108, 112. Pisa: (I), 256.
Constantinisna: (I), 131. Ratisbona: (I), 209.
Imperial: (I), 111, Reichenau: (I), 209, 210, 212,
Imperial tardía: (I), 117. 217.
Republicana: (I), i 11, Reims: (I), 206, 207, 208, 214.
Tardía de la república: (I), 109, Rodas: (I), 39,
110. Umbría: (II), 43.
Epoca bizantina tardía: (I), 152. Veneciana: (II), 52.
Epoca carolingia: (I), 200, 201, 208, Winchester: (I), 208,
209, 213, 216. Escuela de A rquitectura en Berlín :
Epoca de Durero; (II), 79. (II), 171.
Epoca de Luis XIV: (II), 132. Escuela de 1830: (II). 187.
Epoca gótica; (I), 260, 267. Escultura figurativa: (I), 223.
Epoca gótica, final de la: (I), 255. Escultura gótica: (I), 326.
Epoca otónica: (I), 209. Escultura griega: (I), 22 a, 94.
Epoca paleológica temprana: (I), Escultura paieocristiana: (I), 130,
165. 131, 132, 133.
Epoca románica: (I), 196, 204, Escultura romana: (I), 101 a 119.
263. Escultura romana de sarcófagos:
Epoca Tudor: (II), 67. (I), 0 2 , 133.
Epoca victoriana: (II), 167. Escultura románica: (I), 262 a
Erecteón: (I), 74. 275.
«Ermitaño con dos caballos», de Escultura románica italiana: (I),
Von Schwind: (II), 182, 183. 267 s 270,
«Escena familiar», de MuriUo: (II), Escultura románica francesa: (I),
143. 218, 263 a 267.
Escolástica: (I), 285. Esfinge: (I), 38.
Escuela (de): Estancias del Vaticano: (II), 45,
Ada: (I), 207, 208, 210, 214, 47.
216, Estatua con coras® da Augusto;
Barbizon: (II), Í87. (I), 108.
Colonia: (I), 209, 212, 353. Estatua de Alejandro: (I), 81.
Chicago: (II), 177, 204, 205, Estatua de Antinoo: 'I), 113.
245. Estatua de Artemis: (I), 79.
Danubio: (II), 81. Estatua de Detnóstenes: (I), 85,
Echtemach: (I), 209. Estatua de Efebo: (I), 57.
Estatua de Herm.es, en Olim pia: del Partenón: (I), 65;
(I), BO. dórico: (I), 35, 45, 52, 65, 70;
Estatua d d gáíata m oribundo: (I), fidíaco: (I), 74;
87. geométrico: (I), 30, 31, 36, 38;
Estatua de i a anciana borracha: geométrico estricto: (I), 31;
(I), 86. geométrico tardío: (I), 33;
Estatua de 3a doncella de A ntium : geométrico temprano: (I), 30;
(I), 86. jónico: (I), 52, 56, 70, 79;
Estatua de Mausolo: (I), 79. partenónico: (I), 74;
Estatua de Posidón: (I), 16. protogeom étricc: (í), 30;
Estatua de Pedro el G rande, de . severo: (I), 54, 56, 64;
Boucher: (II), 134. suntuoso: (I), 75, 98;
Estatua de San M iguel de G erhard: trém ulo (I), 33.
(II), 88, 89. Estilo (en Roma):
Estatua de Sócrates: (I), 82. augústeo: (i), 110;
Estatua ecuestre: (I), 115. Flavio: (I), 110;
Estatua ecuestre de Marco Aurelio: posteodosiano en el mosaico:
(II), 37. (I), 136.
Estatua ecuestre de Pedro el G ran­ Estilo A lto Románico: (I), 278.
de de Boucher: (II), 134. Estilo barroco meridional: (II),
Estatua ecuestre del rey A rturo, 104.
de Vischer el Viejo: (II), 186. Estilo barroco septentrional: (II),
Estatua funeraria de Aristódico: 104.
(1), 54. Estilo bizantino: (I), 164.
Estatuas de magistrados de Afro- Estilo blando: (II), 11, 54.
disias: (I), 132. Estilo clásico francés d d s. x v n :
Estatuilla de Delfos: (I), 41. (II), 112.
Estatuillas de marfil: (I), 34. Estilo comneno tardío: (I), 163.
Estela de Dexileo: (I), 76. Estilo de arco redondo: (II ), 171.
Estela de Egina: (I), 74. Estilo de Thomas Chippendale:
Estilo (en Grecia): (II), 127.
arcaico: (I), 37, 54; Estilo Flamígero: (I), 312.
arcaico, fase «orientalizante»: (I), Estilo Floris: (II), 77.
38; Estilo helenístico en el paleocristia-
arcaico I I (fase dedálica): (I), no: (I), 137.
39; Estilo herreriano: (II), 103.
arcaico I I I : (I), 43; Estilo imperial: (I), 154.
claro: (I), 33; Estilo internacional: ( II), 11, 12.
corintio tardío; (I), 39; Estilo justinianeo: (I), 154.
dedálico: (I), 40, 41, 42; Estilo Luis xiv: (II), 97, 98, 112,
de Escopas: (I), 78; 115, 121, 125, 154.
Estilo Luis x v i: ( I I ) , 97, 124. Exposición M undial de París: (II),
Estilo Luis XV; (II), 97, 122, 155. 177.
Estilo m odernista (véase M oder­ Exposición M undial, primera: (II),
nismo). 175.
Estilo mozárabe: (I), 196. Expresionismo: (II), 167, 201, 203,
Estilo neogótico: (I), 283. 214, 241, 250.
Estilo psicológico: (I), 166. Expresionismo abstracto: (II), 251.
Estilo paleológico antiguo: (I), 167, Expresionismo alemán contemporá­
Estilo paleológico tardío: (I), 167. neo: (I), 223.
Estilo palladiano: ( I I ) , 117. Expresionismo temprano; (II), 198.
Estilo plateresco: (1), 313; (II), 65, Extasis de Santa Teresa, de Ser-
103. nini: (II), 128.
E stilo regencia: (II), 97, 109, 115,
120, 121, 125, 126, 133, 154,
155. F
Estilo románico: (I), 164.
Estilo zoomóríico escandinavo: (I), Fábrica de chocolate en Hoisiel-
181, sur-Marne: (II) , 172, 175.
Estilo zoomóríico germano: (I), Fábrica de hierro colado en Nueva
180, 183. York: (II), 172, 174.
Estilo zoomóríico germano, segun­
Fábrica de turbinas de AEG en
do: (I), 182, 183, 185. Berlín: (II), 227, 228,
Estilo zoomóríico, primero: (I),
Fauvismo: (II), 214, 215, 223.
183.
Feldberrnhalle de M unich: (II),
Estilo zoomóríico tem prano: (I),
171.
185.
Fíbula de plata de Soester: (I), 180.
Estilos de época: (II), 161.
Fíbula de Siebenbürgen: (I), 177.
Estilos históricos: (II), 161, 162.
Fíbula sudescandinava: (I), 175,
Estilos m editerráneos: (II), 168.
E studio fotográfico Elvira, en M u­ Í79.
nich: (II), 210. Fíbula suntuaria noruega: (I), 178.
Evangeliario de la catedral de Filipeion de Olimpia: (I), 81.
Aquisgrán: (í), 208. Filosofía neoplatónica: (II), 151.
Evangeliario de Rábula: (I), 155. Fontana delle Tartaruche en Roma:
Evangeliario purpureo de la cáma­ (II), 60, 61.
ra del tesoro de Viena: (I), 208. Fontana di Trevi en Roma: (II),
«Excursión al campo», de Wía- 60, 129, 130,
minck: (II), 215. Frauenkirche de Dresde: (II), 107.
Existencialismo: (II), 249. Fresco de la Trinidad, de Masaccio:
Exposición Internacional de Barce­ (II), 42.
lona de 1929: (II), 234, 235. Frescos de Kalirie D jam i: (I), 166.
Frescos de Sania Maris Antigua, Gallería d ’A ste M oderna, Milán;
en Roma: (I), 156. (I I), 223.
Fréseos del ábside de la iglesia de Gallería Farnese: (II), 138.
San Clemente de Tahull: (I), G are de l ’fítüt de París: (II), 175.
277. «G atíam elata» de D onaídlo: (II),
Frescos en los monasterios de Mon­ 55, 56.
te Áthos: (I), 167. Génesis de Viena: (I), 155.
Frigo: (I), 38. Gorgona: (I), 38.
Fuente de Mehlmarkt, en Viena: Gótico: (I), 221, 223, 224, 233,
(II), 136. 247, 248, 255, 258, 267, 281 a
Fuente de Neptuno, en Bolonia: 359; (II), 15, 39, 44, 53, 61,
(II), 59, 60. 65, 86, 95, 101, 161, 164, 165,
Fundición de Sayn: (II), 174, 166, 167, 171, 185, 213.
Fuente de las Estaciones en París: Gótico alemán: (I), 288,
(II), 133. G ótica bárbaro: (II), 14,
Fuente del Tritón en Roma: (II), G ótico contemporáneo: (I), 238.
128, 129. G ótico de ladrillo; (I), 311.
Futurismo: (II), 226. G ótico del norte de Europa: (I),
286.
Gótico Flamígero (o Flamboyant):
G (I), 287.
Gótico francés; (I), 286, 296, 297,
Galería Austríaca de Viena: (II), 309,
135, 136. Gótico inglés: (I), 290, 301.
Galería de Máquinas de la Exposi­ Gótico italiano: (I), 304, 305.
ción Mundial de París de 1889: Gótico maduro: (I), 294.
(II), 175, 176. Gótico puro: (I), 285.
Galería de pintores en Dresde: Gótico tardío: (I), 248, 286; (II),
(II), 147, 149, 171. 65, 80, 85, 86, 87, 134, 241.
Galería de Tríforios: (I), 296, G ótico temprano: (I), 286.
Galería estatal de Württemberg. G ótico toscano: (I), 289.
Stutígart: (II), 151, G ótico tradicional: (II), 90.
Galería Nacional, Londres: (II), 49, G ran Salón del Louvre: (II), 173.
81. G rand Sifecle: (II), 114, 132.
Galería Nacional, Nápoles: (II), 83, G rupo «Cobra»: (II), 252.
Galería Schack, Munich: (II), 182. «G rupo de la C rucifixión^ de
Galería Uffici, Florencia: (II), 39, G eorg Pete!; (II), 134.
43, 84. «G rupo de le danza», de Caroeaux;
Galerías enanas: (I), 226. (II), 196.
Gallería Borghese, Roma: (II), 48, G rupo de Laceóme: (I), 92.
192. G rupo de los Tiraniddas: (I), 56.
«G rupo de princesas», de Schadow: Iconostasis de Tw er: (I), 167.
(II), 193. Iconostasis de Vladimir-Susdaí: (I),
G uaranty T ru st Building en Buf- 167.
falo: (II), 204, 205. «Idilio en la playa», de Piazzetta:
G uerra de los T reinta Años: (II), (II), 140.
104. Iglesia conventual de Val-de-Gráce:
G uerrero blandiendo una lanza: (II), 115.
(I), 34. Iglesia de Alpirsbach: (I), 235.
Iglesia de Casamari: (I), 303.
H Iglesia de EarI Barton, torre oc­
cidental: (I), 197.
Hagia Sofia en Constantinopla: (I), Iglesia de E rfurt: (I), 307.
144. Iglesia de Essüngen: (I), 307.
H eitm atm useum , Stam berg: (II), Iglesia de Fossanova: (I), 303.
136. Iglesia de Frari: (I), 314.
H erm andad de Lucas; (II), 182, Iglesia de Germigny-des-Pres: (I),
183, 189. 191.
H ilandería en Shrewsbury: (II), Iglesia de G reenstead: (I), 197.
172, 174. Iglesia de il G esú de Roma: (II),
«H istoria de la G uerra del Pelopo- 19, 32, 33, 34, 36, 72,73, 75,
neso», de Tucídides: (I), 71. 99, 103, 110, 112.
«H istoria del arte de la Antigüe­ Iglesia de Kleinkomburg: (I), 235.
dad», de W inckelmann: ( I I ) , Iglesia de M ont St. Michel: (I),
161. 246.
Historicisrao: (II), 161, 164, 203. Iglesia de M urbach: (I), 237.
Home Insurance Building en Chica­ Iglesia de N uestra Señora, en Tré-
go: (II), 205. veris: (I), 307.
H otel de M atignon en París: (II), Iglesia de Paulinzella; (I), 235.
115. Iglesia de Peregrinación de Bimau:
Humanismo: (II), 13, 39, 82. (II), 135.
Iglesia de Ratisbona: (I), 307.
Iglesia de la Sagrada Familia, en
I Barcelona: (II), 164, 166, 167.
Iglesia de Saint Fobt, en Conques:
Iconografía cristiana: (I), 123, 134. (I), 241.
Iconos de mosaico: (I), 165. Iglesia de Saint F ront de Périgeux:
Iconostasis (pared de cuadros): (I), (I), 245.
152. Iglesia de Saint Gervais, en París:
Iconostasis de Kiev: (I), 167. (II), 112.
Iconostasis de Novgorod: (I), 167. Iglesia de Saint Jean de Montmar-
Iconostasis de Pskov: (I), 167. tre, en París: (I I), 167, 168.
Iglesia de Saint Philibert: (I), 199. Iglesia de San Miguel, en Lovaina:
Iglesia de Saint Sermin, en Tou- (II), n o .
louse: (I), 241. Iglesia de San Miguel, en Munich:
Iglesia de Sainte Geneviéve, en Pa­ II), 72, 73, 75, 88, 89, 104.
rís: (II), 161, 168, 169, 174.Iglesia de San M iniato al Monte:
Iglesia de Sainte Madeleine: (I), (I), 256.
242, 243; (II), 169. Iglesia de San Pantaleón, en Colo­
Iglesia de San Ambrosio: (I), 252. nia: (I), 203.
Iglesia de San Andrea della Valle:Iglesia de San Pedro, en Roma:
(II), 100. (I), 125; (II), 22, 27, 28, 31, 32,
Iglesia de Santonio, en Padua: (I), 33, 57, 100, 101, 102, 128.
255. Iglesia de San Pedro en Roma,
Iglesia de San Francesco, en Bo­ Antigua: (I), 195.
lonia: (I), 304. Iglesia de San Pedro y San Pablo:
Iglesia de San Francesco, en Ri- (I), 234.
mini: (II), 36. Iglesia de San Pietro in Vincoli,
Iglesia de San Francisco, en Asís: Roma: (II ), 10.
(I), 304. Iglesia de San Sebaldo: (I), 317.
Iglesia de San Giovanni in Late- Iglesia de Sant’Apollinaire Nuovo:
rano: (I), 125; (II), 102, 129. (I), 137.
Iglesia de San Gregorio en Vallado-Iglesia de San Vital: (I), 146.
lid: (I), 313. Iglesia de San Zeno: (I), 251.
Iglesia de San Ignacio en Roma: Iglesia de Sant’Andrea de Man­
(II), 139, 151. tua: (II) , 18, 19, 33, 36.
Iglesia de Ean jorge, en Oberzell:Iglesia de Santa Croce: (I), 314.
(I), 195, 201. Iglesia de Sant’Andrea de Mantua:
Iglesia de San jorge, en Salónica: burgo: (I), 307.
(I), 135. Iglesia de Santa M aría delle Car-
Iglesia de San Juan, en Efeso: (I), ceri, en Prato: (II), 20, 21.
146. Iglesia de Santa M aría della Pace,
Iglesia de San Luigi dei Francesi, en Roma: (II), 99, 101.
en Roma: (II), 138. Iglesia de Santa María della Sa-
Iglesia de San Lorenzo, en Floren­ lute: (II ), 101.
cia: (II), 17, 18, 31. Iglesia de Santa M aría delia Vic­
Iglesia de San Marcos, en Vene- toria: (II), 128.
Iglesia de Santa M aría, en Capito­
cia: (I), 146, 163, 245, 250; (II),
20. lio: (i), 232.
Iglesia de San M artín, en Tours: Iglesia de Santa M aría Novella:
(I), 241. (I), 304,
Iglesia de San Miguel de Hildes- Iglesia de Santa Sofía, en Kiev:
heim: (I), 216, 217, 218. (I), 150.
Iglesia de Santa Sofía, en Novgo- Iglesia prioral cluniacense de Saint
rod: (I), 150. Piere: (I), 265.
Iglesia de Santa Sofía, en O chrid Ilusionismo arquitectónico (roma­
(Servia): (I), 159. no): (I), 110.
Iglesia de Santa Susana, en Roma: Ilusionismo espacial justinianeo:
(II), 98, 100. (I), 143, 146.
Iglesia de Santa T n n itá: (I), 304. Imagen del culto a Serapís: (I),
Iglesia de Vignory: (I), 200. 79.
Iglesia de W ies: (II), 107, 108. Industrias Fagus en Alfeld an der
Iglesia del Castillo de San Vicente S eb e: (II), 231, 232.
de Cardona (Cataluña): (I), 201. Industrias Vienesas: (I), 213, 228.
Iglesia del G ran San M artín, en «Im presión, salida del sol», de Mo-
Colonia: (I), 237. net: (II), 191.
Iglesia del Pantocrátor: (I), 149. Impresionismo: (II), 144, 177, 187,
Iglesia de la Corte, Innsbruk: (II), 192, 202, 203, 214, 225.
86, 87. Impresionismo tardío: (II), 223.
Iglesia de la Sorbonne: (II), 115. Impresionismo temprano: (II), 187,
Iglesia de Jos Apóstoles, en Cons­ 190.
tantinopla: (I), 146. In stitu te de France, París: (II),
Iglesia de los Apóstoles, en Saló­ 22 .
nica: (I), 166.
Iglesia de los Prem onstratenses de J

Jerichow: (I), 235.


Jahrdunderthalle en Breslsu: (II),
Iglesia de los Santos Apóstoles:
229, 230.
(I), 237.
«jan e Avril», de Toulouse Lautrec:
Iglesia de los Santos Sergio y Baco:
(II), 20.
(I), 145.
Jansenistas: (II), 153,
Iglesia des Q uatre Nations: (II),
ja rd ín del Belvedere inferior de
115.
Viena: (II), 121.
Iglesia de los Teatinos de M unich:
Jardín de Chiswick: (II), 120.
(II), 104,105.
ja rd ín del D uque de Praslin, en
Iglesia monacal de Sopocani: (I), Mevilly: (II), 121.
164. ja rd ín del Palacio de Ltuiemburgo:
Iglesia m onasterial de Dafne: (I), (II), 119.
161. ja rd ín de Stowe: (II), 120.
Iglesia-monasterio de Centula: (I), Jardines de Casería: (II), 119.
192. jardines de Villa Pisani, de Stra:
Iglesia-monasterio de Corvey: (I), (II), 119.
193. «José en Egipto», de Por tormo:
Iglesia N ueva: (I), 148. (II), 49, 50.
«Joven desnudo», de H ildebrand: «La puerta del infierno», de Ro-
(I I ) , 193, 195. din: (II), 196, 197.
«jugensstil»: (II), 207. «La Serpentiñe»,, de M atisse: (II),
217, 218.
«La servidum bre del pintor», de
K H agarth: (I I), 157.
«La tempestad», de Giorgione:
(I I), 47, 48,
Kore del Peplo: (I), 49, 50, 52.
«Las cribadores de grano», de
Kremlin: (I), 150.
Courbet: ( II), 185.
King’s Cross Station: (II), 175.
«Las señoritas de Avignon», de
KunsthaUe, Ham burgo: (II), 186,
Picasso: (II), 226.
216, 250.
«Las tres gracias con ei corazón
Kunsthaus, Zürich: (II), 196.
de Enrique II» , de Pilón: (II),
Kylix de Buíorbo: (I), 40.
91.
«Le Café Concert», d e Degas: (II),
191.
L
«Lectora de una carta», de Ver-
meer van D eift: (II),
«La balsa de la Medusa», de C é­ «L ’em barquem ent po u r Cythére»,
rica ult: (I), 183, 185. de W atteau: (II), 154.
«La Garriere Bibémus», de Cézan- Libro de H oras, del D uque de
ne: (II), 162. Berry: (I), 345.
«La Edad Dorada», de Van M a­ Libro del pintor, de M onte Albos:
rees: (II), 189. (I), 166.
«La Escuela de Atenas», de Ra­ Libro de la C onstitución de la O r­
fael: (II), 45, 47. den cisterciense: (I), 290.
«La Fortaleza», de Serpotts: (II), Libro de serpiente de Nicandro, en
130. París: (I), 157.
«La infanta M argarita Teresa», de Libros de Columnas: (II), 71,
Velázquez: (II), 143. Libros de Columnas, de Serlio:
«La intriga», de Ensor: ( I I ) , 203. (II), 68, 69.
«La lectura», de Fragonard: (II), Loggia dei Lanzi, Florencia: (II),
155. 60, 171.
«La Marseilesa», del Arco de «Lord H eathfield», de Reynolds:
T riunfo de París: (II), 194, 196. (I I ) , 157.
«La matanza de Q uíos», de Dela- «Los ermitaños San A ntonio y San
croix: (II), 183. Pablo», de G rünew sld: (II), 80,
«La Noche de Beckmann: (II), 81.
240. Literatura romana (prim er floreci­
«La noche», de Mailloi: ( l í ) , 200, miento): (I), 101.
Loba capholina: (I), 96. M arquesa Elena Grim aldi, de Van
«Los goces del poeta», de Chineo: Dyck: (II), 146.
(II), 235. M artirio de San Mauricio y la Le­
.;;Luxe, Calme &t Volupté». de Ma­ gión Tebana, de E l Greco: (II),
tisse: (II), 215, 217, 52.
Mausoleo de Constantina: (I), 135
Medioevo: (II), 14, 95, 182.
M Menologio de Basilio I I: (I), 159
Mercurio pasa ante el Sol, de Baila:
M adonna de Im ad: (I), 271. (II), 230.
Madona del Tesoro de la Catedral M ezquita de Córdoba: (I), 196.
de Esen: (I), 215, M inerva triunfando sobre la igno­
«M adonna di Foiigno», de Rafael: rancia, de Spranger: (II), 82, 83.
(II), 47. M itra: (I), 41.
«M adonna del eolio lungo», de Modernismo: (II), 167, 189, 202,
Parmigianino: (II), 51. 206, 207, 208, 209, 210, 211,
«Madona della Sed Ia», de Rafael: 212, 213, 214, 227, 228, 233.
(II), 46, 48.
«Moisés» de la tum ba del Papa Ju ­
«Madre y niño», de Lipehitz: (II),
lio II, Miguel Angel: (XI), 10,
243.
57, 58.
«Maisón Carree» (Tem plo romano
M onasterio de Claraval (Clairvaux):
en Nim es): (I), 104.
(I), 290.
«Maniera greca», en Italia: (I), 165.
M onasterio de H irsau: (I), 230
Manierismo: (II), 11, 12, 14, 19,
234.
, 29, 30, 31, 35, 3 6 ,4 1 , 50, 51, 52,
M onasterio de Hosios Lukas: (I),
59, 60, 68, 71, 82, 84, 88, 138.
160.
Manierismo florentino: (II), 83, 85.
Manierismo italiano: (II), 78, 89. M onasterio de Lorsch, Pórtico dei:
M anierismo tem prano: (II), 82. (I), 195.
Manifiesto de la arquitectura fu tu ­ M onasterio de M aría Laach: (I),
rista, de Sant’Elia: (II), 230. 232.
Manifiesto surrealista, Prim er: (II). M onasterio de Poblet: (I), 290.
238. M onasterio de San Marcos de Ve-
Manifiesto de la Secesión Vienesa necia: (II), 42-43.
de 1897: ( I I ) , 208. M onasterio de San Miguel, en Hil-
Manifiesto realista de Pevsner: (II), desheim: (I), 204,
234. M onum ento a Federico el G rande:
Mansión de Straw berry H ill: (II), (II), 170.
161, 164. M onum ento de Lutero y la Refor­
María Egipcíaca, de H olde: (II), ma en W orms: (I I ) , 195.
216. Mosaico de Deesis: (I), 165.
M onasterio de W citcnburg: (II), (Cluny) de Cluny: (II), 72.
96, (Colonia) W allraf-Richarzt: (II),
Mosaico paleocrisíiano; (I), 135, 140, 196, 216.
136, 137. (Copenhague) Estatal de Arte:
Mosaicos en la basílica de San De­ (II), 215.
m etrio, en Salónica: (I), 156. (Chantilly) Condé: (I), 35.5,
M ovimientos renacentistas: (I), (Dallas, en Texas) Fine Arts:
131, 132. (II), 250.
M ujer, anciano y flor, de Ernst: (Delíos) de Delíos: (I), 43, 50,
(II), 236. 57.
M undo de ultratum ba de los Ptolo- (Dijon) de Dijon: (II), 84.
meos; (I), 79. (D ublín) del Trinity College: (I),
Muros ciclópeos: (I), 26. 205.
Museo: (Eleusis) de Eleusis; (I), 38.
(Amberes) de Bellas Artes: (I), (Epidauro) de Epidauro: (I), 91.
343. (Estam bul) Arqueológico: (I), 79,
(Aquisgrán) Tesoro de la Cate- 83.
. dral: (I), 206. (Estocolmo) Histórico Estatal:
(A tenas) del Cerámico: (I), 31, (I), 172, ISO.
43, 76. (Florencia) Arqueológico: ( í), 46,
(Atenas) de la Acrópolis: (I), 48, (Florencia) Galería de los Uffizi:
49, 56, 64, 66, 73. (I), 342.
(A tenas) Nacional: (I), 16, 23, (G inebra) d ’A rt et d ’Histoire:
26, 28, 31, 32, 33, 40, 42, 43, (II), 184.
51, 53, 58, 68, 72, 76, 77. (G otha) de G otha: (II), 133.
(Barcelona) de A rte de Cataluña: (Haarlem ) Frans Hals: (II), 146.
<I), 277. (H eilbronn) Histórico: (I), 178.
(Basilea) de Arte: (II), 219. (Lecco) M edardo Rosso: (II),-
(Bérgamo) Biblioteca Cívica: (I), 197.
179. (Londres) Británico: (I), 39, 66,
(Berlín) Dahlem: (I), 342; (II), 71, 80; (II), 63,
139, 154, 185, 193. (Londres) G alería Nacional: (I),
(Berlín) de Pérgamo: (I), 72, 90. 355.
(Berlín) Staatliche: (I), 19. (Lyon) des'Beaux-Arts: (II), 188,
(Berlín) Unterlinden; (II), 80. 191.
(Berna) de Arte: (II), 219. (M adrid) del Prado: (I), 357;
(Bonn) Rheinisches Landes: (I), (II), 142, 143.
174. (Milán) Tesoro Catedralicio: (I),
(Budapest) Nacional húngaro: 124.
(I), 176. (Monza) Tesoro Catedralicio: (I),
(Calcis) de Calcis: (I), 52. 133.
(Moscú) G alería Tretjakov: (I), (Rom a) Palacio de ios Conserva­
167. dores: (I), 97, 99, 118.
(M unich) fur antike K leinkunst: (Roma) Toríonia: ( í ), 106.
(I), 31. (Roma) Vaticano: (I), 48, 82, 85,
(M unich) Pinacoteca: (I), 354. 87, 93, 108, 211; (II), 140.
(M unich) Staatliche Andkcnsara- (Roma) Villa G iulia: ((I), 39, 96,
mungen; (I), 71, 88. 97.
(M ünster) Regional de Prehisto­ (Saint Q uentin) A ntoine - Lécu-
ria y Protohistoria: (I), 178. yer: (I), 174.
(Nancy) H istorique Lorrain (;I), (San Gall) Biblioteca del Monas­
terio: (I), 205.
184.
(Sofía) Arqueológico: (I), 180.
(N antes) de N antes: ( I I ) , 185.
(Uppsala) Universitario: (I), 179.
(Ñapóles) Nacional: (I), 55, 86,
180.
109.
(Valladolid) Provincial: (II), 130.
(Nueva York) Guggenheim: (II),
(Viena) K unst Historisches: (II),
246.
82.
(Nueva Y ork) of M odern A rt:
(Viena) Siglo XX: (II) , 225.
(II), 217, 235, 236, 241.
(Volterra) de Volterra: (I), 99.
(Nueva Y ork) M etropolitano:
(W interthur) de Arte: (II), 180,
(I), 107. 200 .
(Nurem berg) Germ ánico Nacio­ (W ürttem berg) R e g io n a l: (I),
nal: (I), 176. 180, 184.
(Olim pia) de Olim pia: (I), 58, (Zurich) Regional: (I), 180; (II).
59, 82. 73.
(Oslo) Colección de la Universi­ M útulos: (I), 36.
dad: (I), 178, 182.
(O stia) de O stia: (I), 100. N
(París) Cabinet des Medailles:
(I), 176. Nacimiento de María, de Ghirlan-
(París) de Cluny: (I), 217. daio: (II), 42, 45.
(París) del Louvre: (I), 41, 61, Nacimiento de Venus, de Botticelli:
89, 93, 103, 210; (II), 39, 49, (II), 41, 43, 45, 49.
91, 152, 154, 155, 178, 183, Nazarenos, Los: (II), 183.
190, 199. Nea Moni de Chio: (I), 159.
(Rennes) de Rennes: (II), 153. Neobarroco: ( II) , 194.
(Roma) Capitolino: (I), 90. Neoclasicismo: (I), 283; (II), 37,
(Roma) de las Termas: (I), 63, 102, 107, 108, 111, 115, 116,
84, 88, 116, 117. 118, 134, 136, 152, 163, 177,
(Roma) Laterano: (I), 110. 178, 179, 184, 188, 189, 192,
(Roma) Nacional: (I), 179. 193, 194, 206, 219.
Neogótico: (II), 164, 167, 168. de Nymphenburg, de M unich:
Neoplasticismo: (II), 223. (II), 123, 124.
Nervaduras de crucería: (1), 236. Palacio Ancy-le-Franc: (I), 63.
New brutalism : (II), 247. Palacio Anet: (I), 63 , 64.
Nicho de Lucina: (I), 135. Palacio Augustusburg, en Brulil:
N iké atándose una sandalia; (I), (II), 109.
75. Palacio de Aschaffenburgo: (II),
N otre Dame: (I), 233. 74.
Nouveaux Réalistes: (II), 252. Palacio de Berlín: ( II), 105.
Nubes sobre árboles, de Constable: Palacio de Blois: (II), 112, 113.
(II), 184.
Palacio de Bruohsal: ( II), 127.
Nuevo Testamento: (I), 123, 124,
Palacio de Carlos V, de ia ALham-
131, 135, 151, 152, 276, 279.
bra de G ranada: (II), 66.
Palacio de Cristal, de Londres:
(II), 174, 175.
O
Palacio de Dresde: (II), 74.
Obelisco deí H ipódrom o en Cons- Palacio de Federico ei G rande, en
tantinopla: (I), 132, Berlín: (II), 124.
Odisea; (I), 45, Palacio de Federico el G rande, en
O lim peion: (I), 90. Postdam (Sanssouci): ( II) , 124.
O pera, de Dresde: (II), 171. Palacio de Fontainebleau: (II), 64,
O pera, de París: (II), 170, 172, 65, 85.
196. Palacio de Heidelberg: (II), 74,
O ratorio de! Rosario, Paiermo: 76,
(II), 130. Palacio de Micenas: (I), 25.
O rden corintio: (I), 112, 114. Palacio de Tirinto: (I), 25.
O rden dórico: (I), 35, 91. Palacio de Vaux-íe-Vicomte: (II),
O rden jónico: (I), 79, 91, 112. 113, 114.
O rden toscano (dórico): (I), 112. Palacio de Versalles: ( II), 113.
O rfebrería carolingia: (I), 214. Palacio de W ürzburgo: ( II) , 126,
Palacio en Salona; (I), 118.
Palacio de El Louvre: (II), 63, 64,
P
65, 89, 113, 114.
Paddington Station, en Londres: Palacio G üell, en Barcelona: (II),
(II), 174. 210.
Paisaje del D anubio en Regensbur- Palacio Hartenfels, de T orgas: (II),
go, de A ltdorfer: (II), 80, 82. 74.
Palacio: (í), 259. Palacio Municipal, de Amberfis:
Palacio Amalienburg, en el Parque ( II), 77.
Palacio M unicipal, de Viena: (II), Parada ante la fonda, de Schbnfeld:
165, 166. (II), '150.
Palacio Real, de M adrid: (II), 140. Parapeto: (I), 260.
Palais Stoclet, en Bruselas: (II), Parlamento, de Londres: (II), 166.
213, 214, 227. Parque de Federico ei Grande, en
Palazetto delio Sport, en Roma: Sanssoucí: (II), 121.
(II), 244. Parque de N ym pbenburg: (II), 121.
Palazzo Barberini, en Roma: ( XX), Parque de Versalles: (II), 115,
13S. 119, 120.
Palazzo del Té, en M antua: (II), Partenón: (I), 65.
29, 30, 85. Pastores de Arcadia, de Poussin:
Palazzo della Signaría, de Floren­ (II), 152.
cia: (II), 22, 23. Pellerhaus de Nuremberg: (II), 76,
Palazzo Farnese, de Roma: (II), 77.
29. Pentecontecia ateniense: (I), 55.
Palazzo Labia, de Venecia; (II), Período del o de la' (en Grecia):
140. alto clasicismo: (I), 61.
Palazzo Madama, en Turín: (II), alto helenismo: (I), 92.
101, 103. arcaico tardío; (I), 54.
Palazzo Medici-Ricardi, en Floren­ clasicismo temprano: (I), 61.
cia: (II), 23. forma del alto helenismo: (I), 85.
Palazzo P itti, de Florencia: (II), forma helenística tardía: (I), 91.
25, 31, 46. forma helenística temprana: (I),
Palazzo Pubblico, de Siena: (II), 85.
22. geométrico: (I), 29, 41.
Palazzo Reale, de Casería: (II), helenístico: (I), 84.
102, 103. Perpendicular Style: (II), 67, 68.
Palazzo Rocella, en Florencia: (II), Perseo, de Cellini: (II), 54, 60.
24, 29, 31. Pinacoteca, de M unich: (II), 79,
Palazzo Vidoni-Caffarelli, en Roma: 80, 142, 145, 146, 150, 152.
(II), 25, 29, 64. Pintura ática: (I), 6.3.
Pintura de ideas: (II), 189. Pintura bizantina: (I), 150 a 168.
Paleocristianas, basílicas (época de P intura bizantina, comienzo de la:
Constantino): (I), 112. (I), 137.
Palladianisan: (I I ) , 36, 117, 118. Pintura bizantina de libros: (I),
Parábola de los ciegos: (II), 83, 152, 155, 157, 160.
85. Pintura cristiana más antigua: (I),
Panteón: (I), 114. 134.
Panteón, de Roma: (II), 20, 116. Pintura de iconos: (I), 160, 161,
Paolina Bonaparte, de Cánova: (II), 162, 163, 164, 165.
192, 194. Pintura de Novgorod: (I), 167.
Pintura de vasos: (I), 63. Prerrenacim iento florentino: (I),
Pintura ilusionista (romana): (I), 257.
107, 110. Presbiterio de San Vital, en Ráve-
Pintura irlandesa de libros: (I), na; (I), 154.
205. Protorrenacim iento florentino: (II),
Pintura italiana hasta el 1300: (I), 17.
277. Puente de arco sobre el Severa, en
Pintura medieval de libros: (I), Coalbrookdale: (II), 161, 171,
205, 208. 172.
Pintura miniada carolingia: (I), Puente de Clifton, en Bristol: (I I },
206, 207. 172.
Pintura miniada franca: (I), 206. Puente de Conway-Castle-Brücke,
Pintura miniada otónica: (I), 209. en Gales: (II), 172.
Pintura m ural (ática): (I), 63. Puente de Sunderland; (II), 172,
Pintura m ural (etrusca): (I), 97, 98. Puente, El; (II), 214, 216.
Pintura mural (romana): (I), 107, Puente sobre el Tweed, en Ber-
110. wick: (II), 172.
Pintura románica: (I), 275 a 280. Puertas de bronce de la Catedral
Pintura paleocristiana: (I), 130, de Áugsburgo: (I), 217.
133, 134, 135, 136, 137, Puertas de bronce de la Catedral de
Pintura paleocristiana de libros: H ildesheim : (I), 216.
(I), 134. Puerta de los leones, de Micenas:
Pintura teodosiana (romano-orien­ (I), 25.
tal): (I), 135. Purismo geométrico: (II), 226,
Pinturas murales de la época caro­
lingia: (I), 205,
Placa de O rfeo y Eurídice, de Vis- Q
cher eí Joven; (II), 87 , 89.
Place de la Concorde, de P arís: Q uattro Übri dell’A rchitettura, de
(II), 116. Palladio: (II), 36.
Plazas Reales, de Nancy: (II), 116. Q uattrocento: (II), 11, 15, 22, 40,
Pompeion, en Atenas; (I), 82. 43, 60.
Pont des A rts, en París: (II), 172.
Por qué es aburrida la escultura, R
de Baudelaire; (II), 193.
Porta Triumfalis; (I), 111. R apto de las hijas de Leucipo, de
Pórtico de las Cariátides: (I), 74. Rubens: (II), 145.
Portland A rt Museum, Portland- Rapto de ¡as Sabinas, de Da Bo-
Oregón: (II), 190. logna; (II), 59.
Posgótico: (II), 164. Ratapoil, de Daunier: (II), 196,
Posimpresionismo; (II), Í98. 197.
Real Armería, d e Berlín: (II), 135. Residencia, de Munich; (II), 74,
Real M anufactura de Muebles de 124, 127.
Francia: (II), 124. Residencia, de Landsbut: (II), 69.
Réalisme, Le: (II), 138, Residencia, d e Nyraphenburgo:
Realismo: (II), 188, 203. (II), 127.
Realismo burgués tem prano: (I), Residencia, de W urzburgo, 140.
285. Retrato de hombre, de Frans Hals:
Reforma, La: (II), 14, 110. (II), 148.
Relieve de montaje, de Schwitters: R etrato de una dama joven en el
(II), 237. tocador, de Fran?ois Bunel: (II),
Relieve del jinete de Villa Albani: 85.
(I), 71, 72. R etrato de Voltaire, de H oudon:
Relieves de la tum ba de los Hate- (II), 133.
rii: (I), 111. R etrato del Conde Castiglione, de
Rafael: (I), 49.
Renacimiento: (II), 11, 13, 14,
Retrato ecuestre de Francisco I:
17, 19, 20, 21, 22, 34, 37, 38,
(II), 84, 86.
39, 40, 41, 52, 53, 54, 56, 57,
61, 62, 65, 68, 72, 77, 79, 80, R etorno del hijo pródigo, de Rem-
82, 84, 91, 104, 117, 161, 167, brandt; (II), 148.
168, 171, 181, 192, 204, 222, Rio dei M endicanti, de G uardi:
233. (II), 141.
Renacimiento, A lto: (II), 11, 12, Rinascita: ( I I ) j 11.
14, 21, 22, 23, 27, 28, 29, 33, Rocas cretáceas, en Rugen de Frie-
34, 35, 43, 44, 45, 46, 57, 65, drich: (II), 180,
78, 79, 92, 138. Rococó: (II), 95, 97, 98, 102, 105,
Renacimiento, arte del: (I), 111, 107, 109, 115, 118, 120, 121,
221, 224, 255, 257, 258. 124, 125, 126, 133, 136, 150,
151, 154, 156, 158, 163, 197,
Renacimiento francés: (II), 90.
209.
Renacimiento, influencia sobre el:
Rococó alemán: (II), 106.
(I), 93.
Renacimiento inglés: (II), 68. Rococó francés: (II), 136, 158.
Rococó «particular»: (II), 98.
Renacimiento itaáiano: ( I I ) , 68, 70,
73. Rollo de Josué: (I), 158.
Renacimiento macedónico: (I), 157. Románico: (I), 196, 2C4, 218, 221
Renacimiento tardío: ( I I ) , 36. a 280; (II), 168.
Renacimiento temprano: (II), 11, Románico alemán: (I), 230.
15, 16, 17, 20, 21, 24, 31, 34, Románico alemán, superación del:
42, 53. (I), 239.
Rendim iento de los Comuneros: Románico anglo-normando: (I),
(I), 161. 247.
Románico tardío alemán: (I), 225, S a k de las Korai: (I), 71.
234. S ak Dorada del Palacio de Bücke-
Románico español: (1), 248, 249. burg: (II), 71, 74,
Románico italiano; (I), 243 a 238. Salón d ’Autom ne, en Paría: (II),
Románico tardío; (I), 278. ' 214.
Románico tardío italiano: (I), 257. Salón de París de 1819; (II), 185,
Románico tem prano: (I), 225, 226, 189,
230, 241. Salterio de París: (I), 158.
Románico tem prano alemán: (I), Salterio de U trecht: (I), 206, 210,
227. 215.
Románico tem prano Italiano: (I), San Francisco, de Zurbarán; (II),
250. 142.
Romanismo: (II), 82, 84- San Longinus: ( I I ) , 128.
Romanticismo: (I), 283; ( I I ) , Í64, Santa Ana, la Virgen y el niño, de
165, 178, 179, 180, 181, 182, Leonardo da Vinci: ( I I ) , 39, 46.
183, 187, 183, 189, 190, 193. Santa Magdalena, de Ignaz Günt-
Romanticismo de k caballería cor­ her: ( I I ) , 136.
tesana: (I), 285. Santa Magdalena, de Peíel: ( I I ) ,
Ronda de noche, de R em brandt: 134.
( I I ) , 147. Santa María degli Angelí: ( I ) , 113,
R otonda del Banco de Inglaterra: Santa Verónica, de G regorio H er­
(II), n o . nández: ( I I ) , 130.
Royal Crescent, en Bath: (II), 118, Santuario de la Fortuna: ( I ) , 104.
120 . Santuario de San Simeón d Es ti*
Royal H ospital, en Chelsea; (II), Mía: ( I ) , 130,
118, 119. Sarcófago de Iunus Bassus: ( I ) ,
132.
Sarcófago de las afligidas: ( I ) , 78.
S Sarcófago de Liberio: ( I ) , 133.
Sarcófago de Pignatta: ( I ) , 133.
Sacra Conversazione con donante Sarcófago de Rinaldo: ( I ) , 133.
arrodillado, de Fiero della Fran- Sarcófago Ludovisi: ( I ) , 117.
ccsca: (II), 38. Sarcófago de pórfido dei Vaticano;
Sacrificio de Ifígenia, de Tiépolo: ( I ) , 132.
(I I ) , 141. Sarcófagos de Rávena: ( I ) , 133.
Sacristía de San Lorenzo, en Flo­ Sarcófagos etruscos: ( I ) , 96.
rencia: ( I I ) , 20, 58. Sculpto-peínture: ( I I ) , 225,
Sagrada Escritura (véanse Antiguo Seagram Building en Nueva York:
y N uevo Testamento). ( I I ) , 243,
Saint P au l’s Cathedral, de Londres; Segunda Iglesia de Cluny: ( I ) , 234,
(I I ) , 117, 118, 169. Seldenhoes, de Zuríeh: ( I I ) , 73.
Set-te libri d ’A rchitettura, de Serlio: Templo de Artemis: ( I ) , 46, 51.
( I I ) , 15. Templo de Asclepio; ( I ) , 77.
Setíecento veneciano: ( I I ) , 141. Templo de A tena Alea; ( I ) , 77.
Siglo de O ro español: ( I I ) , 97, Templo de Atena, en Priene: ( I ) ,
142. 79, 90.
Simbolismo: ( I I ), 202. Templo de A tena Nike: ( I ) , 70.
Sinietismo: ( I I ) , 199. Templo de Atena Parhenos: (I),
Sistema ligado: ( I ) , 204, 229, 231; 64.
Tem plo de H era: ( I ) , 36.
( I I ) , 13.
Templo de Hera, en Olimpia; ( I ) ,
Stadelsches X unstinstituí: (II),
45, 51.
181.
Tem plo de M inerva Médica de Ro­
Stamnos del pintor de Cleofón:
ma: ( I I ) , 21.
( I ) , 73.
Templo de Zeus, en Olimpia: (I ),
Suprematismo: ( I I ) , 234.
61, 65.
Surrealismo: ( I I ) , 238, 241, 250, Templo gigante del Zeus Olímpico:
252. ( I ) , 89.
Studioio, del D uque Federico da Templo períptero: ( I ) , 35.
M ontefeltre: ( I I ) , 73. Templo próstilo: ( I ) , 35.
Style Louis-quatorze (véase Estilo Tercera edificación del M onasterio
Luis C atorce). de Cluny: ( I ) , 290.
Termas de Caracalla: ( I ) , 116.
Termas de Diocleciano; ( I ) , 118.
T Termas en Roma; ( I ) , 118.
Tesoro de Atreo: ( I ) , 26.
Tachismo: ( I I ) , 251.
Tesoro de ios Sifnios: ( I ) , 52.
Talleres neoáíicos de Atenas; ( I ) ,
Tesoro de oro de Petrossa: ( I ) ,
94.
178.
Tapa de urna cineraria de V alie­
Tesoro de San Marcos, en Vene-
r a : ( I ) , 99.
cia: ( I ) , 163.
Teátre Fran^ais: ( I I ) , 173.
Teutschen Akademie: ( I I ), 149.
Técnica al fresco palepcristiano:
Tituli: ( I ) , 204.
( I ) , 135.
Tem pietto de Bramante: ( I I ) , 26, Tomba delTOrco: ( I ) , 93.
27, 32, 47. Torre de agua en Posen: ( I I ) , 227,
Templo circular de Boalbek: ( I ) , 228.
115. Torre del homenaje: ( I ) , 259, 261.
Templo de Apolo, en Didyme.: ( I ) , Torre de la Iglesia de St. Mary-le-
51. Bow, en Londres: ( I I ), 118,
Tem plo de Apolo, en E retria: ( I ) , Torre de los Cinco O rdenes, en
54. O xford: ( I I ) , 67, 69.
Torre Eiffel, en París: ( I I ) , 176, Tumbas de falsa cúpula: ( I ) , 26.
177. Tumbas mediceas: ( I I ) , 58.
Torre Gatlery, Londres: ( I I ) , 178.
Transición del Románico al Gótico:
U
( I I ) , 293, 294.
Traslado del cadáver de San M ar­
Ultima Cena, de Leonardo da Vin-
cos, de T intoretto: ( I I ) , 51.
ci: ( I I ) , 46.
Tres mujeres en la iglesia del pue­
Una tarde de domingo en la G ran­
blo, de Leibe: ( I I ) , 186.
de Jatle, de Seurat: ( I I ) , 198.
Triglifos: ( I ) , 36.
Unión Laboral Alemana: ( I I ) , 228.
Triunfo de la M onarquía española,
Urnas cinerarias: ( I ) , 98.
de Tiépolo: ( I I ) , 140.
Triunfo de Séneca, de Veronese:
( I I ) , 41. V
Tum ba de E nrique I I de Borbón:
( I I ) , 13. Vagón de tercera clase, de Dsu-
Tum ba de Francisco I en la aba­ mier: ( I I ) , 186.
día de St. Denis: ( I I ) , 90. Vaso Chigi: ( I ) , 40,
Tum ba de Gala Placidia: ( I ) , 130, Vaso frangois: ( I ) , 47.
136. Vaticano, Sala Constantina: ( I I ) ,
Tumba de M arsupini: ( I I ) , 57. 50.
Tumba del Cardenal Bérulle: ( I I ) , Vaticano, Scala Regia: ( I I ) , 100.
131. Venus A frodita (véase A frodita de
Tum ba del Duque Lorenzo de Me­ Melos).
d id : ( I I ) , 58. Venus y Amor, de Gossaert van
Tum ba del Em perador Maximilia­ Mabuse: ( I I ) , 81.
no I: ( I I ) , 86, 87. Verticalismo en arquitectura: ( í ) ,
Tum ba del Papa Julio I I : ( I I ) , 146.
57. Victoria and A lbert Museum, Lon­
Tumba del Príncipe de Condé: dres: ( I I ) , 184.
( I I ) , 131. Victoria de Samotracia, La: ( I I ) ,
Tum ba de la Archiduquesa Cristi­ 230.
na, en Viena: ( I I ) , 193. Vidas de pintores, escultores y ar­
Tum ba de las leonas, en Tarquinia: quitectos famosos, de Vasari:
( I ) , 97. ( I I ) , 11-
Tum ba de los Cardenales Jorge I y Villa de Boscoreale, en Pompeya:
Jorge I I d ’Amboise: ( I I ) , 90. ( I ) , 107.
Tum ba de Santiago el Mayor, en Villa de los Médici, en Peggio a
Compostela: ( I ) , 240. Caiano: ( I I ) , 25, 26.
Tum ba real de Sutton Hoo: ( I ) , Villa de los Misterios, en Pompe­
184. ya: ( I ) , 106, 107.
Villa Madama, en Roma: ( I V) , 66. W
Villa Rotonda, en Vicenza: ( I I ) ,
35, 119. WalhaUa: ( I I ) , 170.
Villa Valmasana, en Vicenza: ( I I ) , W ollaton H all, en Nottinghamshire:
140, 141. ( I I ) , 67, 68.
Virgen, de M unch: ( I I ) , 203.
Visión antigua, de P ira s de Cha-
vannes: ( I I ) , 188. Z
Visión de las hijas de Albión, de
Blake: ( I I ) , 178. Zeus raptando a Ganimedes: ( I ) ,
Vocación de San M ateo, de Cara- 60.
vaggio: ( I I ) , 138. Zwinger de Dresde: ( I I ) , 108, 109.
INDICE DE ILUSTRACIONES
DEL TOMO I
Anfora estilo protogeométrico, siglo x a. de C. (Fig. 12).
Crátera del período micénico, siglo x n a. de C. (Fig. 11).
Estatuilla de taza de una sacerdotisa, Palacio de Cnosos, siglo x v n
a. de C. (Fig. 3).
Estatuilla de una diosa de las Cicladas, siglo xxx a. de C. (Fig. 2).
Máscara de oro de una tum ba de fosa de Micenas, siglo xvi a, de C.
(Fig. 9).
Palacio de Cnosos, plano, siglo xv a. de C. (Fig. 4).
Palacio de Micenas, siglo x m a. de C. (Fig. 6).
Palacio de T irinto, plano, siglo x m a. , de C. (Fig. 5).
Sello de oro de Micenas, siglo xv a. de C, (Fig. 8).
Tum ba de fosa en anillo en Micenas, siglo xvi a. de C. (Fig. 7).
Vaso de arcilla de Palaicastro, siglo xv a. de C. (Fig. 10).

Siglos ix al vi antes d e Cristo

Anfora ática de Eleusis, siglo v n a. de C. (Fig. 24).


Anfora ática estilo geométrico, siglo v m a. de C. (Fig, 14).
Anfora estilo geométrico tem prano, siglo ix a. de C. (Fig. 13).
A nfora ventral del pintor y ceramista Exequias, hacia el siglo vi
a. de C. (Fig. 39).
Cabeza de un kuros de la muralla ateniense, siglo v n a. de C.
(Fig. 32).
Crátera ática estilo geométrico tardío, siglo v n i a. de C. (Fig. 15).
Crátera de volutas, del pintor Clitias, hacia el siglo vi a. de C.
(Fig. 38).
Anfora ática, pintada, siglo v n a, de C. (Fig. 31).
E statua en m árm ol de Cleobís, tipo dórico, siglo v i a. de C. (Fig. 34).
E statua funeraria en mármol de Aristodico, hacia el siglo vi a. de C.
(Fig. 46).
Estatuas de diosas cretenses, siglo vil a. de C. (Fig. 27).
Estatuas en mármol, grupo del frontón del templo de Apolo en Ere-
tris, hacia el siglo VI a. de C. (Fig. 45).
Estatuilla ática en bronce, siglo v iii a. de C. (Fig, 17).
Estatuilla, cretense probablem ente, siglo v n a. de C. (Fig. 28).
E statuilla de m arfil, alto estilo geométrico, siglo v iii a. de C. (Fig. 16).
Estatuilla en bronce, dedálica, siglo v n a. de C, (Fig. 29).
Estela en mármol, realizada por Aristocles, hacia el siglo vi a. de C.
(Fig. 44).
Frontón de piedra caliza, del templo de Artem is en Corfú, siglo vi
a. de C. (Fig, 37).
K ore en mármol de la acrópolis ateniense, hacia el siglo vr &. de C.
(Fig. 40).
Kuros en mármol, ex voto, siglo vi a. de C. (Fig. 33).
Kylix de Euforbo, de la escuela de Rodas, siglo v n a. de C. (Fig. 25).
M ueble del templo de H era, en Samos, dedálico, siglo v n a, de C.
(Fig. 30).
O rden dórico (Fig. 22).
O rden jónico (Fig. 23).
Sepulcro, con sarcófago de arcilla de Cerveteri, finales del siglo vi
a. de C. {Fig. 97).
Tem plo de arcilla del Heraion de Argos, siglo v m a. de C. (Fig. 21).
Tem plo de Artem is en Efeso (reconstrucción), siglo v i a. de C.
(Fig. 42).
Tem plo de H era, planta, siglo v m a. de C. (Fig. 20).
Tem plo de H era en Olimpia, siglo v n a. de C. (Figs.35-36).
Templo de H era en Samos, planta, siglo vi a. de C. (Fig. 41).
Templo de antas, planta (Fig. 18).
Templo próstilo, planta (Fig. 19).
Tesoro (reconstruido en escayola) de los Sifinios, en Delfos, hacia el
siglo vi a. de C. (Fig. 43).
Vaso corintio tardío, siglo vis a. de C. (Fig. 26).

S ig l o s v ál i antes de C r is t o

Acueducto rom ano para la ciudad de Mimes, hacia el año 25 a. de C.


(Fig. 107).
A ltar a Zeus de Pérgamo, entre 180 y 160 a. de C. {Fig. 89).
Busto de César, labrado después de su muerte (Fig. 108).
Cabeza de P e n d e s, copia romana, entre los siglos v y iv a. de C.
(Fig. 68),
Cabeza de Sócrates, copia romana, según una estatua de Lisipo, hacia
el 350 a. de C. (Fig. 81).
Cabeza en mármol de uno de los frontones del templo de Aten a, en
Tegea, en tre siglos iv y i n a. de C, (Fig. 73).
Capitel corintio de Epidauro, de mediado el siglo IV a. de C. (Fig. 92),
C rátera ática de figuras rojas, hacia el siglo v a. de C. (Fig. 56).
Escultura de arcilla sobre una urna cineraria de Volterra, mediado el
siglo i a. de C. (Fig. 102).
Escultura en bronce, busto de hombre, del siglo m a. de C. (Fig. 101).
Estatua de Alejandro Magno, transformación de una estatua de Leo-
cares, hacia 330 a. de C. {Fig. 80).
Estatua de andana borracha, copia romana según el original de me­
diados del siglo iii a. de C. (Fig. 85).
Estatua de Apolo de Belvedere, copia romana según eloriginal de
Leocares, hacia 330 a. de C. (Fig. 79).
Estatua de Iris del frontón oeste del Partenón (Fig. 65).
Estatua de terracota, en la acrótera de un templo de Veyes, hacia el
siglo v a. de C. (Fig. 96).
Estatua del «gálata moribundo», copia romana según el original de
Epígono de Caristo, hacia 230 a. de C. (Fig. 88).
Estatua en bronce de auriga de una cuádriga, hacia el siglo v a.de C.
(Fig. 49).
Estatua en bronce de la loba capitolina, de mediados del siglo v a. de C.
(Fig. 98).
Estatua en bronce de Posidón, siglo V a. de C. (Fig. 1).
Estatua en mármol de Mausolo, realizada por Briaxis hacia mediados
del siglo iv a. de C. (Fig. 76).
Estatua en mármol del discóbolo de M irón, copia del original reali­
zado en bronce en el siglo v a. de C. (Fig. 57).
Estatua en mármol de Venus de Milo, mediado el siglo n a. de C , to­
mada como modelo de una estatua del siglo IV a. de C. (Fig. 95).
Estatua en mármol de Victoria (N ike) de Samotracia, hacia 190 a. de C.
(Fig. 87).
Estatua en márm ol, de doncella de Antium, hacia 240 a. de C. (Fig. 86).
Estatua en mármol, del «efebo de Critias» de la necrópolis ateniense,
siglo v a. de C. (Fig. 48).
Estatua en mármol, por P rax itd es, hacia 330 a. de C. (Fig. 78).
Estatua retratista de Demóstenes, copia romana según el original de
Polieucto, del 280 a. de C. (Fig. 84).
Estatuas de terracota, del santuario de Zeus en Olimpia, hacia el si­
glo v a. de C. (Fig. 50).
Estatuas en mármol del grupo de Laoconte, esculpidas por Agesandro,
Polidoro y Atenodoro, en el siglo i a. de C. (Fig. 96).
Estatuas en mármol de los tiranicidas (copia de la época romana), rea­
lizadas por Critias y Nesiotes, siglo i a. de C, (Fig. 47).
Estatua en mármol del Apoxiómeno, copia romana según el original
en bronce de Lisipo, hacia el 320 a. de C. (Fig. 82).
Estatua en mármol, del díadúm eno, copia romana del original en b r o n ­
c e de Policíeto, en tre los siglos V y ¡V a . de C. ('Fig. 62).
Estela funeraria de Dexileo, en mármol, hacia el siglo rv a. de C.
{Fig. 71).
Estela funeraria en mármol, isla de Egina, entre los siglos v y iv
a. de G. (Fig. 67).
Figura de acrótera, en mármol, frontón occidental del Templo de As-
clepio, en Epidauro, entre los siglos m y XV a. de C. (Fig, 72).
M ausoleo (reconstrucción de la tum ba del rey Mausolo) en Halicar-
naso, proyectada por Pitio hacía mediados del siglo iv a. de C.
(Fig. 74).
Mosaico de pavim ento en Pompeya, Alejandro batallando, copia se­
gún pin tu ra de Filoxeno de E retria, hacia el 320 a. de C. (Fig. 83).
Pared con pintura ilusionista en la Villa de Boscoreale, en Pompeya,
hacia el año 25 a. de C. (Fig. 110).
Partenón y su planta, entre siglos v y iv a. de C. (Figs. 58-59).
P in tu ra m ural en Pompeya de la época augústea (Fig. 113).
P in tu ra m ural en Tarquinía, representando la cabeza de Hades, media­
dos del siglo iv a. de C. (Fig. 100).
P in tu ra m ural en la Villa de los M isterios, en Pompeya, de mediados
del siglo i a. de C, (Fig. 109).
Plano de la ciudad de Príene, del siglo xv a. de C. (Fig. 93).
Pórtico de las Cariátides del Erecteón, entre los siglos v y iv a. de C.
(Fig. 69).
Propileos de la Acrópolis de Atenas, entre los siglos v y i v a. de C.
(Fig. 63).
Relieve ático en mármol de un monumento funerario, entre los siglos
V y jv a. de C. (Fig. 64).
Relieve de la balaustrada en mármol del Templo de A íena N ike, hacia
el siglo iv a. de C. (Fig. 70).
Relieve de la me topa sur d el Partenón, según diseño de Fidias,entre
siglos v y iv a. de C, (Fig. 60).
Relieve de la placa del friso oriental d d altar a Zeus d e Per gamo. ISO
a 160 a. de C. (Fig. 90).
Relieve del friso oriental del Partenón, fragmento, entre los siglos v
y iv a. d e C. (Fig. 61).
Relieve en u n friso del Ara Pacis, de los años 13 al 9 a. de C. (Fig. 112).
Relieve en un friso romano del altar .de Domicio Enobarbo, de ios
años 80-70 a. de C. (Fig. 104).
Relieve en mármol del santuario de A tena, en Sunion, hada el si­
glo v a. d e C. (Fig. 5 Í).
Relieve del frontón occidental del templo de Zeus en Olimpia, hacia
el siglo v a. de C. (Fig. 52).
Santuario de Atena en Rodas (reconstrucción), según el estilo del
alto helenismo del siglo iv a. de C. (Fig. 94).
Santuario sobre terrazas en Praeneste, construido después del año
82 a. de C. D ibujo de la reconstrucción (Fig. 106).
Sarcófago de la necrópolis real de Sidón, mediados def siglo iv
a. de C. (Fig. 75).
Stamnos de figuras rojas del pintor de Cleofón, entre los siglos v
y iv a. de C. (Fig. 66).
Templo de A tena en Priene, planta, proyectado por Pitio, de media­
dos del siglo IV a. de C. (Fig. 77).
Templo de H era en Paestum, peristilo, hacia el siglo v a. de C.
(Fig. 55).
Templo de Zeus en Olim pia, planta y alzado, hacia el siglo v a. de C.
(Figs. 53-54).
Templo de Zeus O lím pico en Atenas (columnas con capiteles corin­
tios), 175 a 164 a. de C. (Fig. 91).
Templo romano en Mimes, construido en el antepenúltimo decenio
del siglo i a. de C. (Fig. 105).

A rte romano desde el s ig l o i

Arco de Septimio Severo en Roma, levantado en el 203 (Fig, 121).


Busto en mármol de Trajano, posiblemente posterior a su muerte
(año 117) (Fig. 103).
Busto, en mármol, del emperador Constantino (Fig. 125).
Busto, en marmol, del em perador Galieno, después del 260 (Fig. 124).
Coliseo de Roma, anfiteatro, de los años 69 a 79 (Fig. 116).
Estatua de Augusto, en mármol, labrada después del año 14 (Fig. 111).
Estatua ecuestre, en bronce, de Marco Aurelio, hada 173 (Fig. 120).
Estatua retratista, en mármol, de A ntínoo, año 130 (Fig. 118).
Foro de Trajano, plano, concluido en el año 113 (Fig. 117).
Panteón de Roma, interior, entre los años 120 y 126 (Fig. 119).
Relieve de la tumba de los H aterii, de finales del siglo I (Fig. 115).
Relieve del friso en la pared interna del Arco de Tito, en Roma, del
año 81 (Fig. 114).
Sarcófago de H ostiliano, llamado «Sarcófago Ludovisi», año 251
(Fig. 123).
Templete circular, en Heliópolis (Líbano), de finales del siglo II y
comienzos del m (Fig. 122).
Tepidarium de las Termas de Diocleciano, en Roma, inaugurado el
306 (Fig. 126).

A rte p a l e o c r is t ia n o

Basílica de Hagios Demetrios, en Salónica, siglos v-vn (Fig. 135).


Basílica de Hagios Demetrios, planta, en Salónica, siglos v-vn
(Fig. 129).
Basílica de Kalat Seman (Aleppo. Siria), siglo v (Fig. 137).
Basílica de Kodja Kalessi (Asia M enor), dibujo en sección longitudi
nal (Fig. 138).
Basílica de San Pedro en Roma, planta, fundada en el 324 por Cons­
tantino (Fig, 128).
Basílica de San Pedro en Roma, reconstrucción interior, del año 324
(Fig. 133).
Basílica en Kalat Seman (Aleppo, Siria), planta, siglo v (Fig. 132).
Basílica en Kodja Kalessi (Asia Menor), planta, hacia el 450 (Fig. 130).
Basílica en Turm anin (Siria), reconstrucción, siglo v (Fig, 136).
D íptico en marfil (hacia el 400),en Monza (Fig. 141).
D íptico en marfil de la Italia superior, segunda mitad delsiglov
(Fig. 127).
Mosaico en la bóveda de Santa Constanza, Roma, mediados del si­
glo iv, con el busto de ¿Constantina? (Fig. 143).
Mosaico en la nave central de Santa María Maggiore, Roma, segundo
cuarto del siglo v (Fig. 144).
Nicho sepulcral de Lucina, en fe catacumba de San Calixto, Roma,
mediados del siglo I I I (Fig. 142).
Sarcófago de lunius Bassus, en Jas grutas de S. Pedro — Roma— , des­
pués del 359 (Fig. 139).
Sarcófago'de Rinaldo, 420-430, en Rávena (Fig. 140).
Templo de Santa Constanza (planta), tumba de Constantina (Roma),
después' del 354 (Fig. 131).
Templo de Santa Constanza, tumba de Constantina (Roma) (Fig. 134).

A rte b iz a n t in o

Catedral de Santa Sofía (planta), en Novgorod, siglo xi (Fig. 154).


Catedral de Santa Sofía, en Novgorod, exterior (Fig. 159).
Códice purpúreo del «Evangeliario», de Rossano, sigio vi (Fig. 162).
Códice purpúreo del «Génesis de Viena», siglo vi (Fig. 161).
Fresco en la iglesia de Sopocani, Servia, hacia 1265 (Fig. 174).
Icono, de A. Rublev, principios del siglo XV, Moscú (Fig. 176).
Iglesia de Pammakáristos, en Constantinopla, siglo x m (Fig. 158).
Iglesia de San Teodoro (Kilisse Djarai), planta, Constantinopla, siglo X
(Fig. 152).
Iglesia de San Teodoro (sección longitudinal) (Fig. 155).
Iglesia San Vital (Rávena), interior, 538-547 (Fig. 147).
Iglesia de San Vital (Rávena), mosaico del presbiterio (Fíg, 160).
M iniatura del «Evangeliario», de Parma (sigio xi), (Fig. 169).
M iniatura en forma de friso «Homilías de San Gregorio Nacianceno»,
años 880 al 886 (Fig. 164).
M iniatura en marfil, hacia 950 (Fig. 166).
M iniatura pictórica, hacia 985 (Fig. 167).
M iniaturas del «Salterio de París», siglo x (Fig. 165).
M onasterio de Lip (Fenari-Issa Djami), planta, en Constantinopla ( Fi ­
gura 151).
Mosaico de luneto en el nártex de la iglesia Kakrie Djami, C onstanti­
nopla, hacia 1315-1320 (Fig. 175).
Mosaico del ábside de la Catedral de Cefalie, Sicilia (Fig. 172).
Mosaico del transepto sur de la Catedral de Monreale, Sicilia (Fig. 173).
Mosaico en la basílica de San D em etrio (Salónica), posterior ai año 629
(Fig. 163).
Mosaico en el M onasterio de San Lucas, Fócide, Grecia (Fig. 168).
Mosaico en el nártex del K atholíkn de Dafue, en Atenas, final del si­
glo xi (Fig, 171).
Mosaico en Sant’ApoIlinarej Rávena, hacia el 520 (Fig. 145).
Tapa de libro repujada en plata y oro, mitad del sigio xi, Venecia
(Fig. 170).
Templo de San Lucas (Fócide, Grecia), planta, sigio xi (Fig. 153).
Templo de San Lucas (interior), en Fócide, G re d a (Fig. 156).
Templo de San Lucas (exterior), en Fócide, Grecia (Fig. 157).
Templo de San Vital (planta), en Rávena (Fig, 149).
Templo de Santa Sofía (Hagia Sofia), Constantinopla, 532-537 (Fig. 146).
Templo de Santa Sofía (planta), en Constantinopla (Fig. 148).
Templo de Santa Sofía (planta), en Salónica, siglo v i i j (Fig. 150).
R o m á n sc o

Abadía de Cluny, reconstrucción de la tercera edificación, 1088 hasta


1130 {Fig. 268),
Abadía de María Laach, comenzada en 1093 (Fig. 248).
Arca de las reliquias de los Reyes Magos de la Catedral de Colonia,
1186-1196, plata repujada en oro (Figs. 331-332).
Arca románica, de madera de nogal, siglo x n (Fig. 308).
Ayuntamiento de Piazenza, siglo x m {Fig. 313).
Busto en mármol de principios del siglo x i i i (Fig. 324).
Castel del Monte, hacia 1240 (Fig. 310).
Castillo de Hedingbam, Essex, hacia 1140 (Fig, 309).
Castillo de Liebenzelí, finales del siglo x n (Fig. 307).
Castillo de Müzenberg, finales del siglo x i i (Fig. 306).
Catedral de Avila, comenzada hacia 1200, coro (Fig. 288).
Catedral de Borgo San Donnino, hacia 1200, estatua en la fachada
(Fig. 323).
Catedral de Durham, 1093 hasta 1130 aproximadamente (Figs. 284-285-
286).
Catedral de Maguncia, coro oriental, románico, terminado hacia 1135
(Fig, 249).
Catedral de Maguncia, nave mayor y parte oriental, 1031-1137
(Figs. 255-256).
Catedral de Módena, hacia 1120, relieves en la fachada (Fig. 321).
Catedral de Monreale, finales del siglo x n , claustro (Fig. 303).
Catedral de Palermo, 1172-1185, parte oriental (Fig. 304).
Catedral de Parma, 1139 hasta aproximadamente 1160 (Fig. 294).
Catedral de Parma, relieves en la fachada en 1178 (Fig. 322).
Catedral de Pisa, 1063-1270 (Figs. 297-298-299).
Catedral de Saint Front, en Périgeux, interior, 1120 a 1150 (Fig. 277),
Catedral de Saint Lazare, en A utun, erigida en 1120 a 1140 (Fig. 269).
Catedral de San Marcos, en Venecia, comenzada en 1063 (Figs. 295-296).
Catedral de Sessa Aurunca, siglo x m , pulpito (Fig. 320).
Catedral de Spira, cripta, 1036 a 1061 (Fig. 253).
Catedral de Spira, nave mayor después del abovedamiento, comenzada
hacia 1082 (Fig. 254).
Catedral de Spira, reconstrucción de la nave mayor, época sálica tem ­
prana (Fig. 252).
Catedral de Worms, coro, fase tardía del Románico alemán, 1170 a 1224
(Fig. 264).
Catedral de Zamora, finales del siglo x n , cúpula del crucero (Fig. 287).
Convento de Alpirsbach, fundado en 1095, interior (Fig. 260).
Deambulatorio de Saint Sernin, en Toulouse, relieve en mármol, des­
pués de 1096 (Fig. 314).
Escultura de la Virgen en Santa M aría en el Capitolio, finales del
siglo x n (Fig. 328).
Escultura del m onum ento de Enrique el León, en Brunswick, 1166
(Fig. 329).
Fresco de la iglesia de San Clemente de Tahull, Barcelona, hacia 1125
(Fig. 334).
Fresco en el techo de la iglesia de Saint Savin-sur-Gartempe, hacia 11Ó0
(Fig. 333).
Fresco, románico tardío, en la iglesia de Schwarzrheindorf, hacia 1156
(Fig. 336).
Fresco del techo de la iglesia de San Miguel, en H ildeshein, hacia 1220
(Fig. 339).
Frescos en Sant’Angelo (Capua), segunda mitad del siglo xi (Fig. 337).
G rupo de la Crucifixión, fragmento, del monasterio de Sonnenburg,
finales del siglo XII (Fig. 327).
Iglesia capitular de Saint Sernin, en Toulouse, comenzada hacia 1080
y consagrada en 1096 (Figs. 265-266-267).
Iglesia de Fontevrault, posterior a 1120, nave mayor (Fig. 276).
Iglesia de H ersfeld, vista sobre el transepto y el coro, 1037 a 1144
(Fig. 251).
Iglesia de Jerichow de los prem onstratenses, comenzada en 1149
(Fig. 261).
Iglesia de M ont Saint Michel, comenzada hacia 1060 (Fig. 279).
Iglesia de Notre-Dame-du-Port, en Clermont Ferrand, siglo x n (F i­
guras 270-271).
Iglesia de Notre-Dame-ia-Grande, fachada, hacia 1150 (Fig. 275).
Catedral de Saint A lban, hacia 1080-1155 (Fig. 283).
Iglesia d e 'S a in t A ustrem oine, en Issoire, principios del siglo x n (F i­
gura 272).
Iglesia de Saint E tienne, en Caen, 1064 a 1077 (Figs. 280 y 281).
Iglesia de Saint G ilíes du G ard, hacia 1150, pórtico occidental (Figu­
ras 317-318).
Iglesia de Saint Pierre, pórtico de la fachada, hacia 1120 (Fig. 315).
Iglesia de Saint Savin-Sur-Gartempe, hacia 1080 (Figs. 273-274).
Iglesia de Saint Tropaim e de Arles, segunda m itad del siglo x n , pilar
en el claustro (Fig. 319).
Iglesia de Sainte Madeleine, en Vézelay, interior, del 1120 ó 1140
(Fig. 250).
Igiesia de Sainte Madeleine, pórtico en la fachada, hacia 1130 (Fig. 316).
Iglesia de Saintes-Maries-de-la-Mer, en Provenga, hacia 1150-1180 (Figu­
ra 278).
Iglesia de Sainte Trínite, en Caen, comenzada en 1054 (Fig. 282).
Iglesia de San A bbondio, en Como, 1063-1095 (Fig. 289).
Iglesia de San Ambrogio, en M ilán, hacia 1130 hasta aproximadamen­
te 1160 (Figs. 292-293).
Iglesia de San M iniato al M onte, en Florencia, finales del siglo XI hasta
aproximadamente 1170 (Figs. 300-301).
Iglesia de San Pablo Extram uros, en Roma, 1220-1241, claustro (Figu­
ra 302).
Iglesia de San Pedro y San Pablo, en Hirsazz (planta), 1082-1091
(Fig. 259).
Iglesia de San Zeno, en Verona, comenzada en 1123 (Figs. 290-291).
Iglesia de Santa M aría de Hóhe, principios del siglo x n i (Fig. 262).
Iglesia de Santa M aría en Capitolio, en Colonia, consagrada en 1065
(reconstrucción) (Figs. 257-258).
Iglesia de Santos Apóstoles, en Colonia, comenzado en 1192, coro
(Fig. 263).
M onasterio de M urbach, en Alsacia, hacia 1150 (Fig. 247).
Murallas de la ciudad de Avila, siglo x i i (Fig, 311).
Palacio imperial, en Gelnhausen, finales del siglo X II (Fig. 305).
Placa de oro esmaltado, altar del monasterio de N euburg, 1181 (Figu­
ra 338).
Placa sepulcral, en bronce, hacia 1150, relieve (Fig. 326).
Relieve en estuco en las balaustradas del coro de la iglesia de Nuestra
Señora, en H alberstadt, hac ¡2 1190 (Fig. 330).
Talla de la Virgen del obispo de Im ad, «M adonna de Imad», hacia 1050,
madera chapada en oro (Fig. 325).
Torres de defensa, en San Gim ignano, siglo x ii (Fig. 312).
Vidriera, detalle de 3a catedral de Augsburgo, principios del siglo X II
(Fig. 335).

A rte de la E po c a de las

G randes I n v a s io n e s

Adorno en oro de cinturón, segunda mitad del siglo v n (Fig. 193).


A ntipendio de Basilea, figuras en chapa de oro repujada sobre madera
de cedro, hacia 1020 (Fig. 246).
Apocalipsis de Bamberg, de E nrique II, ilustración, de hacía eí 1020
(Fig. 235).
Bendicionario del obispo A ethelw old, de hacia el 980, m iniatura de la
ascensión de Cristo (Fig. 233).
«Book of Kelís», de comienzos del siglo v m , página inicial (Fig. 229).
Brida de caballo, remate de oro y bronce, hacia el 650 (Fig. 191).
Broche de cinturón, de hacia el año 400 (Fig. 178).
Broche de cinturón en bronce, d el siglo vi (Fig. 202).
Broche de plata dorada, fragm ento del prim er estilo zoomórfico, fina­
les del siglo v (Fig. 180).
Broche de plata, mediados del siglo v n (Fig. 190).
Broche plateado para vestido, hacía el 600 (Fig. 187).
Capilla palatina de Carlomagno, consagrada en el 805 (Figs. 204-205).
«Codex aureus», de S. Emmeram, encuadernación con repujados en
chapa de oro, hacia el 870 (Figs, 239 y 240).
Crucifijo de la C atedral de Colonia, en madera, hacia el 970, llamada
Cruz de San G ereón (Fig. 242).
Cruz chapada en oro, segunda m itad del siglo v il (Fig. 194).
Cruz de oro, comienzos del siglo V II (Fig. 189).
Dintel de la puerta de la iglesia de St. Genís-des-Fontaines, con orna­
mentación figurativa, hacia 1020 (Fig. 245).
Díptico en marfil, de Lorch, del siglo ix (Fig. 238).
Dorso de una guarnición de u n broche triangular de cinturón, finales
del siglo v u (Fig. 192).
Em puñadura de una espada, revestida de oro, del siglo vi (Figs. 198
y 199).
Estatuilla ecuestre, en bronce, hacia el 870 (Fig. 237).
Evangeliario de Colonia («Códice: de H itda»), ilustración, siglo xi
(Fig. 236).
Evangeliario de la C atedral de Aquisgrán, m iniatura de los cuatro evan­
gelistas, principios del siglo ix (Fig. 231).
Evangeliario de la Catedral de Bamberg, de finales del siglo x, ilus­
tración de San Lucas Evangelista (Fig. 234).
Evangeliario irlandés, m iniatura de Cristo en la cruz, hacia el 750
(Fig. 230).
Fíbula de oro en forma de águila, hacia el 500 (Fig. 184).
Fíbula de plata, de mediados del siglo vi {Fig. 185).
Fíbula de plata, segunda m itad del siglo VI (Fig. 186).
Fíbula de plata chapada en oro, mediados del siglo IV(Fig. 182).
Fíbula plateada del prim er estilo zoomórfico, siglo vi (Fig. 181).
Guarnición en la vaina de una espada, época previkinga, siglo v i i i
(Fig. 177).
Guarniciones de espada, h ad a 460-70 (Fig. 183).
Hebilla en bronce del siglo ii (Fig. 1/9).
Iglesia del castillo de San Vicente, en Cardona, consagrada en 1040
(Fig. 223).
Iglesia de Germigny-des-Prés, en Orleans. consagrada el 806 (Figu­
ras 206-207).
Iglesia de Earl Barton, torre occidental,' hacia el año 1000 (Fig. 217).
Iglesia de San Jorge, comenzada a finales del siglo x (Fig. 214).
Iglesia de San Miguel, en Hildesheim; 1001-1033 (Figs.226-227-228).
Iglesia de San Pantaleón, consagrada en 980 (Fig. 224).
Iglesia de Saint Philibert, en Tournus, 950-1120 (Figs. 219-220).
Iglesia en Greenotead, 1013 (Fig. 216).
Iglesia fundacional de monjas de San Ciríaco, en G ernrode, hacia 975
(Fig. 225).
Iglesia-Monasterio de St. Riquier, concluida en 799 (Fig. 208).
Iglesia prioral en Vignory, comenzada a finales del siglo x, y nave ma­
yor de la misma (Figs. 220 y 221).
Iglesia visigoda de San Pedro de la Nave, siglo v i i i (Figs. 212-213).
M adonna en madera cubierta con chapa de plata dorada, de comienzos
del siglo xi, tesoro de la Catedral de Essen (Fig. 241).
Mezquita de Córdoba, comenzada en el 786 (Fig, 215).
M onasterio de Cluny, consagrada en 981 (planta) (Fig. 218),
Monasterio de Corvey, 873-85 (Fig. 209).
Monasterio de Lorsch, pórtico, hacia el 770 (Fig. 211).
M onasterio de San Gall, plano, hacía el 820 (Fig. 210).
Placa ornamental de oro, siglo v n i (Fig. 200 y 201).
Puerta de bronce de la C atedral de Augburgo, con alegorías del Antiguo
Testam ento, hacia 1015 (Fig. 244).
Puerta en bronce (detalle con las figuras de Adán y Eva) de la Ca­
tedral de Hildesheim (Fig. 243).
Salterio de Utrecht, de hacia el 820, ilustración de los Salmos (Fig. 232).
San Lucas Evangelista, del «Evangeliario Ada», hacia el 800 (Fig. 203).
Vaina de espada (detalle en bronce y oro), hacia el año 700 (Figs. 195
y 196).
Vaina de espada, guarnición (Fig. 197).
Yelmo de hierro, revestido de bronce, hacia el 650 (Fig. 188).
G ótico

Abadía de Saint Denis, 1140-1143, coro (Fig, 352).


Abadía de W estm inster, 1503-1519, capilla de Enrique V II (Figu­
ras 396-397).
Adoración de los Pastores, 1473-1475, por H ugo van der Goes (Figu­
ra 493).
Adoración de los Reyes Magos, 1423, por G entile de Fabriano (Fi­
gura 478).
Adoración del Cordero Místico, tabla central dei Poiíptico de G ante,
por los Van Eick, 1426-1432 (Fig. 491).
Aigues M ortes, fortificación de la ciudad, después de 1272 (Fig. 428).
Alhambra de G ranada, patío de los Leones, concluido en 1377 (Fi­
gura 422).
A ntipendio de la W iesenkirche, en Soest, hacia 1250, transición del
Románico ai G ótico (Fig. 479).
Anunciación en el altar de H ohenfurth, hacia 1350 (Fig. 481).
Anunciación, hacia 1328, Escuela de Colonia {Fig. 480).
Anunciación, hacia 1445, p o r Konrad ■Witz (Fig. 485).
Anunciación, 1333, por M artini (Fig. 477).
Anunciación, hacia 1440, por Stephan Lochner (Fig. 486).
A parador flamenco, siglo xv (Fig. 433).
Arca francesa, siglo xv (Fig. 432).
Arm ario de frontón de la Baja Sajonia, siglo x m (Fig. 429).
Armario suabo, 1465 (Fig. 430).
Bóveda nervada de crucería de la fase tem prana del Gótico (Figu­
ras 349-350).
Calcografía, por M artin Schongauer, hacia 1475 (Fig. 496),
Cama francesa de baldaquino, hacia 1510 (Fig. 431),
Carcassonne, ciudad-fortaleza, siglo x m (Fig. 427),
C artuja de Champmol, Dijon, 1395-1406, esculturas (Fig. 461).
Castello di San Giorgio, M antua, finales del siglo x iv (Fig. 416).
Castillo de Eltz, Mosela, siglos x i i i -x v i (Fig. 418).
Castillo Harlech, M erionethshire, 1283-1290 (Fig. 417).
Castillo de M ariem burgo de la O rden Teutónica, finales del siglo x m
(Fig. 420).
Castillo de Mariemburgo, segunda mitad del siglo xív, gran refectorio
(Fig. 421).
Catedral de Albi, comenzada en 1282 (Figs. 370-371).
Catedral de Amiens, 1220-1269, nave mayor y coro (Fig. 368).
Catedral de Amiens, relieve en ei pórtico occidental izquierdo, ha­
cia 1230 (Fig. 440).
Catedral de Amiens. «Vierge Dorée» en el pórtico sur del transepto,
hacía 1258 (Fig. 437).
Catedral de Bamberg, 1240-1245, estatua de M aría (Fig. 448).
Catedral de Bamberg, 1240-1245, estatua ecuestre (Fig. 449),
Catedral de Beauvais, 1247-1272, coro (Fig. 369).
Catedral de Beauvais, dibujo de sección transversal (Fig. 364).
Catedral de Bourges, coro, comenzado en 1190-1200 (Fig, 340).
Catedral de Bourges, dibujo de sección transversal (Fig. 363).
Catedral de Breisach, 1523-1526, altar mayor (Fig. 465).
Catedral de Burgos, comenzada en 1221 (Fig. 380).
Catedral de Burgos, crucero, 1539-1567 (Fig. 401).
Catedral de Canterbury, 1175-1184, coro (Fig. 372).
Catedral de Colonia, comenzada en 1248, fachada sudoeste y sección
transversal (Figs. 389-390).
Catedral de Colonia, hacia 1320, madonna del gótico tardío (Fig. 457).
Catedral de Creglingen, altar de M aría, hacia 1500 (Fig. 464).
Catedral de Chartres, dibujo de arcadas, triíorio y clerestorio (F'ig. 359).
Catedral de Chartres, dibujo de sección transversal (Fig. 362).
Catedral de Chartres, figuras murales de la jamba derecha del pórtico
occidental central, hacia 1145-1150 (Fig. 444).
Catedral de Chartres. G rupo de la jamba derecha del pórtico septen­
trional izquierdo, 1205-1215 (Fig. 445).
Catedral de Chartres, 1194, nave mayor (Fig. 365).
Catedral de Chartres, 1145-1150, pórtico del rey en ia fachada occi­
dental (Fig. 443).
Catedral de Estrasburgo, boceto de torre de la logia, finales del si­
glo xiv (Fig. 436).
Catedral de Estrasburgo, hacia 1280, estatuas de la jamba derecha del
pórtico occidental (Fig. 451).
Catedral de Estrasburgo, comenzada en 1276, fachada occidental (Figu­
ra 393).
Catedral de Estrasburgo, Pilar de los Angeles, en el transepto, hacia
1230 (Fig. 447).
Catedral de Estrasburgo, vidriera de la nave lateral (fragm ento), ha­
cia 1260 (Fig. 473).
Catedral de Florencia, comenzada en 1296, gótico toscano (Fig. 343).
Catedral de Florencia, planta, comenzada en 1296 (Fig. 404).
Catedral de Florencia, 1330-1336, relieve de la primera puerta de bron­
ce del baptisterio (Fig. 454).
Catedral de Friburgo, 1275 (Fig. 394).
Catedral de Laon, coro, comenzado alrededor de 1155-1160 (Fig. 351).
Catedral de Laon, dibujo de la fachada (Fig. 355).
Catedral de Laon, dibujo de sección transversal (Fig.361).
Catedral de Laon, dibujo del sistema mural de la nave central (Fig. 358).
Catedral de Laon, fachada occidental, hacia 1190 (Fig.353).
Catedral de Lincoln, segundo cuarto del siglo x i i , fachada occidental
(Fig. 375).
Catedral de Lincoln, vista de la nave mayor, concluido en 1233 ( Fi­
gura 376).
Catedral de Milán, comenzada en 1387 (Fig. 406).
Catedral de M inden, gótico temprano alemán, comenzada en 1267 (Fi­
gura 411).
Catedral de N aum burg, hacia 1250, figuras (Fig. 450).
Catedral de N aum burg, M aría Dolorosa, del grupo de ia Crucifixión,
en el atril occidental, hacia 1260 (Fig. 456).
Catedral de N aum burg, relieve del atril occidental, hacia 1260 (Fig. 442).
Catedral de Notre Dame, París, dibujo de la fachada, hacia 1200 (F i­
gura 356).
Catedral de N otre Dame, fachada occidental, hacia 1200 (Fig. 354).
Catedral de Pisa, 1260, relieve del pulpito del baptisterio (Fig. 452).
Catedral de Pisa, 1302-1310, relieve del pulpito (Fig. 453).
Catedral de Prato, estatua en mármol, hacia 1315 (Fig. 438).
Catedral de Reims, dibujo (Fig. 360).
Catedral de Reims, dibujo de la fachada, hacia 1240 (Fig. 357).
Catedral de Reims, coro, 1210-1241 (Fig. 341).
Catedral de Reims, grupo de la jamba derecha delpórtico centralocci­
dental, hacia 1230 (Fig. 446).
Catedral d e Reims, 1210-1241, planta y coro (Figs. 366-367).
Catedral de Saint Veit, después de 1353, coro (Fig. 407).
Catedral de Salisbury, 1220-1258, planta y vista aérea (Figs. 373-374).
Catedral de San Esteban, de Viena, hacia 1320, estatua (Fig. 439).
Catedral de Siena, nave mayor, hacia 1230-1259 (Fig. 385).
Catedral de Siena, fachada occidental, hacia 1300 (Fig. 405).
Catedral de Toledo, comenzada en 1227 (Fig. 381).
Catedral del Ulm, hacia 1430, «Ecce Homo» del pórtico occidental
(Fig. 462).
Catedral de Wells, en 1338, crucero (Fig. 377).
Catedral de Wells, Inglaterra, e&tilo «early english», hacia 1200-1239
(Fig. 342).
Colegio de San Gregorio, Valladolid, fachada, 1488-1496 (Fig. 423).
Cristo en el Monte de los Olivos, hacia 1380, altar de W ittingau (Fi ­
gura 483).
Crucifixión, hacia 1360, por Theoderich de Praga (Fig. 482).
Descendimiento, hacia 1435, Rogier van der W eyden (Fig. 492).
Fuente del Mercado de Perugia, relieve, hacía 1275-78 (Fig. 441).
Giovanni Arnolfini y su esposa, 1434, por Jan van Eyek (Fig, 489).
G rabado monofoliot hacia 1450 (Fig. 4.94).
G rupo escultórico de Cristo y San Juan, en Friburgo, principios del
siglo xiv (Fig. 455).
H uida a Egipto, fresco de la iglesia de Ja Arena, en Padua, 1305-1307,
por G iotto (Fig, 476).
Iglesia de la abadía cisterciense de Lilienfeld, prim era m itad del si­
glo x m (Fig. 347),
Iglesia de la Trinité, en Vendóme, siglo xvi, fachada occidental (Fi­
gura 395).
Iglesia de los franciscanos, de Salzburgo, comenzada en 1408, coro
(Fig. 412).
Iglesia de los dominicos en Esslingen, construida aproximadamente
entre 1255-68 (Fig. 386).
Iglesia de María, en Cracovia, 1477-1489, altar mayor (Fig. 463).
Iglesia de María, en Danzig, nave mayor (1483-1502), coro (1379-1447),
bóvedas (1498-1502) (Fig. 413).
Iglesia del monasterio de Chorin, concluida en 1334, fachada occiden­
tal (Fig. 348).
Iglesia de San Dionisio, en Esslingen, hacia 1300, vidriera del coro
(Fig. 474).
Iglesia de San Francisco, en Asís, 1228-53 (Figs. 382-383).
Iglesia de San Jorge, gótico tardío sudalemán, comenzada en 1448
(Fig. 344).
Iglesia de Santa Ana, en Annaberg, 14991522 (Fig. 414).
Iglesia de Santa Catalina, en Brandeburgo, comenzada en 1395 (F i­
gura 415).
Iglesia de Santa Croce, franciscana, en Florencia, 1295-1442 (Figu­
ras 402-403).
Iglesia de Santa Cruz, en Schwabisch Gm ünd, nave mayor, primera
m itad del siglo xiv (Figs. 408, 409 y 410).
Iglesia de Santa Isabel, en Marburgo, comenzada en 1235 (Fig. 387).
Iglesia de Santa María, en Lübeck, mediados del siglo x m (Figu­
ras 391-392).
Iglesia de Santa María Novella, de los dominicos, en Florencia, comen­
zada en 1283 (Fig. 384).
Iglesia de Todos ios Santos, «M adonna», de G iotto, hada 1310 (Fi­
gura 467).
Libro de H oras del duque de Berry, hacia 1416, ilustraciones por los
Hermanos van Lim burg (Fig. 490).
Lonja de los Paños, de Yprés, hacia 1260-1380 (Fig. 426).
Madonna, de Dangolsheim, h ad a 1460-1470, Berlín (Fig. 459).
M adonna, de G latz, hacia 1350 (Fig. 468).
M adonna, de K rum an, Viena, hacia 1400 (Fig. 458).
Madonna, de St. T rinitá, hacia 1290, por Cimabue (Fig. 475).
M anuscrito de Manesse, hacia 1300, escena caballeresca (Fig. 472).
M onasterio cisterciense de Fontenay, 1139-1147 (Figs. 345-346).
Nacimiento de Cristo, 1379-1383, por Bertram von M inden (Fig. 484).
Palacio de Jacques de Coeur, 1442-1453 (Fig. 419).
Palado del Dogo, Venecia, siglos x iv y x v (Fig. 424).
Palazzo Pubblico, en Siena, 1289-1310 (Fig. 425).
Pesca milagrosa, 1444, por Konrad W itz (Fig. 487).
Sala consistorial, en Uberlingen, 1494 (Fig. 435).
Salterio de San Luis de Francia, hacia 1260, escena (Fig. 471).
San Agustín y San Gregorio, hacia 1483, por Michael Pacher (Fig. 488).
Sillón holandés, siglo xv (Fig. 434).
Tapices para la Catedral de Angers, detalle, serie realizada hacia 1377-
1381 (Fig. 466).
Tracerías góticas, tempranas y tardías, dibujos (Figs. 398, 399 y 400).
Ventanas del gótico inglés, siglo x m , dibujos (Figs. 378-379).
Virgen del canciller Rolin, de Jan van Eyck, hacia 1434, París (Fig. 469).
Virgen de Melun, de Fouquet, siglo xv, Amberes (Fig. 470).
Xilografía, por Michael W olgemut, 1491 (Fig. 495).
IN D IC E D E IL U S T R A C IO N E S

D EL TO M O II
Adán y Eva, de D urero: (Fig. 589).
Amor sacro y airioí profano, de Tiziano; {Fig. 542),
A nuario bávaro- de dos pisos, 1590: (Fig. 574).
Arm ario francés de dos pisos, segunda m itad del siglo xvi: (Fig. 575).
Capilla Pazzi en Santa Croce de Florencia: (Fig. 504).
Cariátides de la galería de músicos en la Sala G rande del Louvre; (Fi­
gura 606),
Castillo de Cham bord, escalera de Francisco I: (Fig. 562).
Castillo de Cham bord, vista general y planta: (Figs. 560, 561).
C atedral de Florencia, tribuna de cantores: (Fig. 552).
C ondottiero Colleoni, de Verrocchio: (Fig. 554).
C ondottiero G attam elata, de D onatello: (Fig. 553).
Cuadro circular con la Virgen y el Niño, de Fra Fiüppo Lippi: (Figu­
ra 539).
C uarto de estar del «Seldenhofs» de Zurich: (Fig. 579).
C uatro Apóstoles, de D urero: (Fig. 590).
Dama joven en el tocador, de autor desconocido, de 1a escuela de Fon-
tainebieau: (Fig. 597).
David, de Donatello: (Fig. 548).
D avid, de Miguel Angel: (Fig. 549).
Edificio: dibujo de la planta y perspectiva, por Leonardo da Vinci: (Fi­
gura 508).
Embajadores franceses en la corte inglesa, de Holbein el joven: (Figu­
ra 593).
E statua de Moisés (de la tum ba de ju lio II), por Miguel Angel: (Figu­
ra 497).
Estatua de San M iguel, de G erhard: (Fig. 602).
Estatua del rey A rturo, de Vischer el Viejo: (Fig. 599).
Fresco en la Santísima Trinidad en Santa M aría Noveile de Florencia:
(Fig. 535).
Fresco en el Vaticano, la Escuela de Atenas, de Rafael Sanzio (Santi);
(Fig. 538).
Freudenstadt: plano de urbanización: (Fig. 584).
Iglesia basada en la figura hum ana (planta): (Fig. 498).
Iglesia de Bückeburg, fachada; (Fig. 581).
Iglesia de San Lorenzo en Florencia: (Fig. 501).
Iglesia de San M iguel de M unich, fachada e interior; (Figs. 582-583).
Iglesia de San Pedro de Roma, de Bramante (planta): (Fig. 516).
Iglesia de San Pedro en Roma, de Miguel Angel (planta): (Fig. 517).
Iglesia de San Pietro in M onto rio, de Roma (planta del Tempieto): (Fi­
gura 515).
iglesia de Sant’Andrea en M antua, nave mayor; (Fig. 502).
Iglesia de Sant’Andrea en M antua (planta): (Fig, 503).
Iglesia de Santa M aría delle Carceri en Prato: (Fig, 505).
iglesia de Santa M aría della Consol azione en Todi: (Fig. 507).
Iglesia de Sanio Spirito en Florencia (planta): (Fig. 500).
Las Tres Gracias con el corazón de E nrique II , de Pilón: (Fig. 605).
Louvre de París: (Fig. 564).
M adonna del eolio lungo, de Parmigiano: (Fig. 534).
M adonna della Sedia de Rafael Sanzio (Santi): (Fig. 540).
Mesa italiana de flancos, siglo x v i: (Fig. 576).
M inerva triunfando sobre la ignorancia, de Spranger: (Fig. 595).
M onasterio de El Escorial: (Fig. 567).
M onasterio de San Pietro in M ontorio, de Roma (tem pietto): (Fig. 506).
N acim iento de M aría, de Ghirlandaio: (Fig. 536).
N acim iento de Venus, de Botticelli: (Fig. 537).
Paisaje del Danubio en Regensburgo de Altdorfer: (Fig. 592).
Palacio A net: (Fig. 563).
Palacio de Biickeburg: Puerta de la Sala Dorada: (Fig. 580).
Palacio de Carlos V, en la Alham bra de G ranada: (Fig. 566).
Palazzo de Farnese de Roma: (Fig. 518).
Palacio de Fontainebleau, G alería de Francisco I: (Fig. 565).
Palacio de Heidelberg: edificio de O ttheinrich: (Fig. 585).
Palazzo Medici-Riccardi de Florencia: (Fig. 510).
Palacio M unicipal de Ámberes, 1561 a 1565: (Fig. 588),
Palazzo P itti de Florencia, patio interior. (Fig. 513).
Palazzo Rucellai en Florencia: (Fig, 511).
Palazzo Vidoni-Caífarelli en Roma: (Fig. 512).
Parábola de los ciegos, de Brueghei: (Fig. 596).
P atio de «loggias» del Palazzo Medici-Riccardi en Florencia: (Fig. 509).
Pellerhaus de Nuremberg, patio interior: (Fig. 586).
Perseo, de Cellini: (Fig. 550).
Placa de bronce con O rfeo y Eurídice, de Vischer el Joven: (Fig. 600).
P o rta del Paradiso del Baptisterio de Florencia: (Fig. 551).
Renacim iento tem prano italiano: Ornam entación: (Figs. 570, 571, 572,
573).
R etrato del conde Castiglione, de Rafael Sanzio (Santi): (Fig. 543).
R etrato ecuestre de Francisco I, de Clouet el Joven: (Fig. 598).
Sacra Conversazione con donante arrodillado, de Piero delíe Franceses:
(Fig. 532).
Sacra Conversazione de A ndrea Mantegna: (Fig. 531).
San Antonio y San Pablo, de M attbias Guinewaid: (Fig. 591).
Santa Ana, la Virgen y el Niño, de Leonardo da V in d : (Fig. 553).
Scheleissheim, de G erhard: (Fig, 6 0 i).
Silla italiana de tijera, siglo xvi: (Fig, 577).
Taraceas en el «studiolo» del duque Federigo da M ontefeltre: (Fig. 578).
Tem pestad, de Giorgione: (Fig. 541).
Torre de ios cinco órdenes, de O xford: (Fig. 569).
Tumba de Cario M arsuppini: (Fig. 555).
Tumba de Francisco I, de Delorme: (Fig, 604).
Tumba del duque Lorenzo de Médici, de Miguel Angel: (Fig. 556).
Tumba de los cardenales Jorge I y Jorge II, d ’Amboise: (Fig. 603).
Venus y Amor, de G ossaert van M abuse: (Fig. 594).
Villa Médici, en Poggio a Caiano: (Fig. 514).
Viviendas de Amberes, siglo xvi: (Fig. 587).
WoIIaton H all, en N ottingham shire: (Fig. 568).
Xilografía de Sette d ’A rchitettura: (Fig. 499),

Barroco

Alegoría de la caza, de Falconet: (Fig. 672),


Alegoría de la Paz, de Simón V ouet: (Fig. 703),
Apolo y las ninfas de Tetis, de G irardou: (Fig. 669).
Apoteosis del príncipe Eugenio de Permoser: (Fig. 675).
Armario de André-Charles Boulle: (Fig. 657).
A utorretrato con Saskia, de R em brandt: (Fig. 696).
A yuntam iento de Amsterdam: (Fig, 634).
Banqueting H ouse de Londres: (Fig. 644).
Baño de Diana, de Fran^ois Boucher: (Fig. 708).
Belvedere superior en Viena: (Fig. 628),
Bufón Sebastián de M ora, de Diego Velázquez: (Fig. 688).
Busto del pintor Coypel, de Lemoyne: (Fig. 670).
Casa M erew orth, K ent: (Fig. 649).
Casas gremiales en la Grand-Place de Bruselas, hada 1700: (Fig. 632).
Catedral de la Concordia, de París: (Fig. 643).
Catedral de los Inválidos, en Psrís: (Fig. 640).
Catedral de Saint P au l’s, de Londres, fachada occidental y planta: (Fi­
guras 645, 646).
Catedral de Santiago de Compostela, fachada: (Fig. 617).
Colegiata de Salzburgo: (Fig. 622),
Cómoda de Charles Cressent: (Fig. 658).
Cómoda veneciana, de mediados del siglo x v n i: (Fig. 659).
Convento de Maik sobre el D anubio: (Fig. 621).
Coriolano ante Roma, de Franz A ntón M aulbertsch: (Fig. 702).
Diana, de A rtus Quellinus el Viejo: (Fig. 679).
Dolor de M aría, de Michaei WUlmann: (Fig. 701).
Earl of Rommey, de Sir P eter Lely: (Fig. 711).
Egim ond y Zea, de Jacob van Ruysdael: (Fig. 694).
«El oído», de A driaen Brouwer; (Fig. 693).
Escena familiar, de Bartolomé Esteban Murillo: (Fig. 690).
Escritorio de David Roentgen: (Fig. 661).
Escritorio de M elchor Kambley: (Fig. 660).
Extasis de Santa Teresa, de Bernini: (Fig. 663).
Frauenkirche de Dresde: (Fig. 623).
Fresco del techo en la iglesia de San Ignacio de Roma: (Fig. 682).
Fontana di Trevi, en Roma: (Fig. 665).
Fuente de T ritón, en k Piazza Barberini, de Roma; (Fig. 664).
Gilles-Marie O ppenord (diseño de decoración): (Fig. 654).
H otel de Matignon, en París: (Fig. 641).
Idilio en la playa, de Giovanni Battista Piazzetta: (Fig, 684).
Iglesia de peregrinación de Vierzehnheiligen: (Fig. 627).
Iglesia de W ies, galerías altas en el coro: (Fig. 626).
Iglesia del M onasterio de R ott del Inn (interior y planta): (Figs. 624,
625),
Iglesia de la Peregrinación, altar de San Juan Bautista, en Bim au; (Fi­
gura 676).
Iglesia de los Teatinos, de M unich: (Fig. 619).
Iglesia de Santa Susana, en Roma: (Fig. 608).
Iglesia de Santa M aría della Pace, en Roma: (Fig. 609).
Iglesia de San Cario A llequattro Foníane, en Roma: (Fig. 610).
Iglesia de San Cario A llequattro Fontane, en Roma (interior y planta):
(Figs. 612, 613).
Iglesia de peregrinación de Superga, en T urín; (Fig. 615).
Iglesia de San Miguel, en Lovaina: (Fig. 631),
Iglesia de St. Mary-le-Bow, en Londres (torre): (Fig. 647).
Infanta M argarita Teresa, de Diego Veiázquez: (Fig. 689).
Jardín del Belvedere inferior, de Viena: (Fig. 652).
Jardín inglés del duque de Praslin, en Meüilly: (Fig. 653).
La Fortaleza, de Giacomo Serpotta; (Fig, 666).
La Lechera, de Jean-H onoré Fragonard: (Fíg. 710).
Lectora de una carta, de Jan Vermeer van D elft: (Fig. 699).
L ’em barquem ent pour Cythére, de A ntom e W atteau: (Fig. 707).
Lord Heathfield, de Joshua Reynolds, 1786: (Fíg. 713).
Louvre, París {fachada oriental): {Fig. 63S).
M arquesa Elena Grim aldi, de Anthonis van Dyck: (Fig. 692).
Máscara de un guerrero m oribundo, de Schlüter: (Fig. 674).
Mauriíishuis en La Haya: (Fig. 633).
Nacim iento, de Georges de La Tour: (Fig. 706).
N aturaleza M uerta, de Jean-Baptisie Simeón Chardín: (Fig. 709).
Naturaleza M uerta, de W illem Claesz: (Fig. 695).
Ninfa reclinada en la fuente del Mercado Nuevo, de Donner: (Fig, 678).
Pabellón de Zwinger, de Dresde: (Fig. 629).
Paisaje fluvial rom ano con puente, de Carracci: (Fig. 681).
Palacio Amalienburg, en el parque de H ym phenburg, de Munich: (Figu­
ra 656).
Palacio Augusíusburg (escaleras), en Bruhe: (Fig. 630).
Palacio de Berlín, frente meridional: (Fig. 620).
Palacio de Bíois, ala de O rleáns: (Fig. 635).
Palacio M unicipal de A.ugsburgo: (Fig. 618).
Palacio de Vaux-ie-Vicomte: (Figs. 636, 637).
Palacio de Versalles (jardín): (Fig, 639).
Folazzo Reale de Caserta: (Fig. 616),
Palazzo Madama, en T urín; (Fig. 614).
Parada ante la fonda, de Johann H einrich Schonfel; (Fig. 700).
P arque de Versalles: (Fig. 651).
Pastores de Arcadia, de Nicolás Poussín: (Fig. 704).
Petit T ríanon, en el parque de Versalles: (Fig. 642).
Piezas de fantasía, grabado en cobre: (Fig. 655).
R apto de las hijas de Leucipo, de Pedro Pablo Rubens: (Fig. 691).
Repudio de H agar, de Claude Lorrain: (Fíg. 705).
R etorno del hijo pródigo, de Rem brandt: (Fig. 697).
R etrato de hom bre, de Franz Hals: (Fíg. 698),
R etrato de Voltaire, de H oudon: (Fíg. 671).
Rio dei M endicanti, de Francesco G uardi: (Fig. 686).
Royal H ospital, en Chelsea: (Fig. 648).
Sacrificio de Ifigenia, de G iovanni Battista Tiépolo: (Fig. 685).
San Francisco, de Francisco de Zurbarán: (Fig. 687).
San Jorge, de Egid Q uirin Asam: (Fig. 607).
San Rom ualdo relata la visión de Ja escalera celestial, de Andrea Sacchi:
(Fig. 683).
Santa Magdalena, de G eorg Petel: (Fig. 673).
Santa Magdalena, de G ünther: (Fig, 677).
Sania Verónica, de G regorio Hernández: (Fig, 667).
Scala .Regiíí deí Vaticano, en Roma: (Fig. 611).
Servidumbre del pintor, de W iüíam H agarth: (Fig. 712).
Silla de estilo de Tnomas Chippendale: (Fig. 662).
Sus hijos cazando mariposas, de Thornas G ainsborougb: (Fig. 714).
Tum ba de E nrique I I , de Borbón de Sarazín: (Fig. 668).
Viviendas del Royal Grescení, en Baíh: (Fig, 650).
Vocación de San M ateo, de Caravaggio: (Fig. 680).

M a n ie r ism o

Biblioteca Laurenziana, vestíbulo: (Fig. 520).


Capitolio de Roma: (Fig. 530).
Catedral de Florencia, cúpula: (Fig. 521).
Fontana delie Tastarughe, en Roma; (Fig. 559).
Fuente de N eptuno, en Bolonia: {Fig. 557).
Iglesia de II G esú, en Roma: (Figs. 523, 524).
Iglesia de San Giorgio Maggiore, en Venecía (fachada): (Fig. 528).
Biblioteca de San Marcos, en Venecia (Antigua): (Fig. 525).
Iglesia de San Pedro, en Roma (cúpula); (Fig. 522).
Iglesia del Redentor, en Venecia (nave mayor): (Fig. 527).
José en Egipto, de Jacopo Pontorno: (Fig. 544).
M artirio de San M auricio y la Legión Tebana, de E l Greco: (Fig. 547),
Palazzo del Té, en M antua: (Fig. 519).
Palmanova, de Venecia: (Fig. 529).
Rapto de las Sabinas, de Giovanni da Bologna; (Fig. 558).
Traslado del cadáver de San Marcos, de T intoretto: (Fig. 545).
Triunfo de Venecia, de Veronese: (Fig. 546).
Villa Rotonda, en Vicenza: (Fig. 526).

S ig lo s x ix y xx

Academia de Bellas Artes de Glasgow, entrada principal en la fachada


norte: (Fig, 7S3).
Aficionado, de Pablo Picasso: (Fig. 795).
Alba en D resde, de O skar Kokosohka: (Fig. 820).
Antiguo Museo en Berlín: (Fig. 7.26).
Antonin A rthaud Aux H ouppes, de Jean D ubufíet: (Fig. 840).
Balsa de la Medusa, de Théodore Géricaulí: {Fig. 742).
Bañista en la playa, de Pablo Picasso: (Fig. 822).
Baño turco, de Jean-Auguste D om inique Ingres: (Fig. 752).
Barriere de la V ilette en París: (Fig. 724).
Bodegón con guitarra, de Juan G ris: (Fig. 796).
Bodegón con periódico, de Georges Braque: (Fig. 823).
Bosque, de A lberto G iacometti: (Fig. 832).
Botella, vaso y periódico, de Pablo Picasso: (Fig. 797).
Café-Concert, de Edgar Degas: (Fig. 757).
Caído, de W ilhelm Lehm bruck: (Fig. 792).
Campo de cebada, de Vincent van Gogh: (Fig. 770).
Carrera de caballos en el Bois de Boulogne, de Edouard ívianet:
(Fig. 756).
Carriére de Bibémus, de Paul Cézanne: (Fig. 715).
Casa de la C ultura en H elsinki: (Fig. 827).
Casa de locos, de Francisco de Goya: (Fig. 738).
Casa gótica en el parque de W orlitz: (Fig. 718).
Casa Scheu en Viena: (Fig. 807).
Casa Schroder en U trecht: (Fig. 811).
Casa W ielits, en H ighland Park, en Chicago: (Figs. 774, 775).
Casas en l’E staque de Georges Braque: (Fig. 794).
Catedral de Jackson Pollock: (Fig. 839).
Cinco mujeres en la calle, de E rnst Ludwig Kirchner: (Fig. 789).
Com bate de boxeo de Alexander A rchipenko: (Fig. 802).
Composición, de W ols: (Fig. 838).
Composición en azul, de Pier M ondrian: (Fig. 800).
Composición 7 (boceto 1), de Vassily Kandinsky: (Fig. 801).
Construcción en el espacio, de Naüm G abo: (Fig. 836).
Conversación en el jardín, de M edardo Rosso: (Fig. 765).
Cribadoras de grano, de G ustavo C ourbet: (Fig. 747).
C uarto de estar en la Casa Batlló de Barcelona: (Fig. 781).
Cuarto de estar en la Casa T he O rchard, Charley W ood: (Fig. 782).
Cuarto del balcón, de A dolph von Menzel: (Fíg. 746).
Danza, fachada de la O pera de París: (Fig. 762).
Desarrollo de una botella en el espacio: (Fig. 799).
Desayuno en el jardín, de Claude M onet: (Fig. 755).
Despedida, de U m berto Roccioni: (Fig. 798).
Ecce Ancilla Domini, de G abriel Rossed: (Fig. 750).
E dad Dorada I I , de H ans van Marées: (Fig. 753).
E dicic de exposiciones de la Secesión Vienesa en Viena: (Fig. 784).
Edificio de la R ué Franklin en París, planta y fachada: (Figs. 803-804).
E l Sena en A rgenteuil, de A uguste R enoir. (Fig. 754).
Ermitaño con dos caballos, de M oritz von Schwind: (Fig. 741).
Escalera de la Casa Tassel en Bruselas: (Fig. 779).
Escritorio de Henry van de Velde: (Fig, 778).
Estación del «Metro» en París: (Fig. 777).,
Estudio fotográfico Elvira, de A ugust E ndell: (Fig. 780),
Estudio para la Cittá futurista, de Antonio Sant’Elia: (Fig. 809).
Excursión al campo, de Maurice de Vlomínck: (Fig. 787).
Fábrica de chocolate M einer, en Hoisiel-sur-Marne: (Fig. 732).
Fábrica de hierro colado en Nueva York: (Fig. 731).
Fábiica de Turbinas de A .E.G., en Berlín: (Fig. 805).
Figura al borde del mar, de Nicolás de Stael: (Fig. 835).
Figura yacente, de H enry Moore: (Fig. 834).
Fundición en Sayn (Renania): (Fig. 730).
Galería de las máquinas de la Exposición Mundial de París de 1889:
(Fig. 734).
Gallé, copas y candelabros, de Louis Comfort Tiffany y Emile Gallé
(Fig. 776).
Goces del poeta, de Giorgio de Chineo: (Fig, 8Í4),
Grupo de princesas, de G ottfried Scbadow: (Fig. 759).
Guaranty T rust Building en Buffalo: (Fig. 773).
Habitación neogótica en la m ansión rural de Strawberry tíili: (Fig. 717).
Iglesia de la Peregrinación, de Nótre-Dame-du-Hauí, en Rondiam p: (Fi­
gura 828),
Iglesia de la Sagrada Familia, en Barcelona: (Fig. 720).
Iglesia de St. Jean de M ontm artre, en París: (Fig. 722).
Iglesia de Ste. Geneviéve, en París: (Fig. 723).
Iglesia en Brochham pton: (Fig, 721).
Industrias Fagus, en Alfeld an der Seine: (Fig. 810).
Intriga, de James Ensor: (Fig. 772).
Jane Avril, de H enri de Toúlouse-Lautrec: (Fig. 769).
Joven desnudo, de Adolf von H ildebrand: (Fig. 760).
Juramento de los Horacios, de Jacques-touis David: (Fig. 736).
Krimilda descubre el cadáver c!e Sigfrido, de P eter von Cornelius:
(Fig. 740).
Labrhunderthalle en Breslau: (Fig. 808).
Luxe, Calme et Volupté, de H en ri Matisse: (Fig. 788).
M adre y niño, de Jacques Lipchitz: (Fig. 824).
Maiastra, de Constantín Brancusi: (Fig, 793).
María Egipcíaca, de Emil Naide: (Fig. 790).
Marsella, de Franjáis Rude: (Fig. 761).
Matanza de Quíos, de Eugéne Délacroix: (Fig. 743).
M ujer, anciano y flor, de Max E m st: (Fig. 815).
M ujer yacente, de F ritz W otruba: (Fig. 833).
Noche, de Aristide Maillol: (Fig. 768).
Noche, de Max Beckmann: (Fig. 821).
Nubes sobre árboles, de Jo h n Constable: (Fig. 744).
Objetos ordenados caligráficamente, relieve de cuerda, de H ans Arp;
(Fig. 818).
O pera de Dresde: (Fig. 727).
O pera de París (escalera): (Fig. 728).
O ro de sus cuerpos, de Paul G auguin: (Fig. 767).
Pabellón Alemán en la Exposición Internacional de Barcelona. Planta
y perspectiva: (Figs. 812-813).
Palacio de Cristal en Londres: (Fig. 733),
Palacio M unicipal de Viena: (Fig. 719).
Palais Stoclet, en Bruselas: (Fig, 785).
Palazzetto dello Sport, en Roma: (Fig. 826).
Paolina Bonaparte, de A ntonio Cánova: (Fig. 758).
Paso, de Paul Klee: (Fig. 819).
Portabotellas, de M arcel Ducham p: (Fig. 817),
Proyecto para un teatro nacional en Berlín: (Fig. 725).
Proyecto para una iglesia entres estilos diferentes, de John Soone:
(Fig. 716).
Puente de arco en hierro colado sobre el Severn, en Coalbrookdale:
(Fig. 729).
Puerta del infierno, de Auguste Rodin: (Fig. 764).
Quai des Páquis, de Camille Corot: (Fig, 745).
Ratapoil, de H onoré Daumier: (Fig. 763).
Relieve de m ontaje, de K urt Schwitters: (Fig. 816).
R etrato de la señora A. Block-Bauer, de G ustav Klimt: (Fig. 786),
Rocas cretáceas en Rügen, de Cas par David Friedich: (Fig, 739).
Seagram Building, en Nueva York: (Fig. 825).
Serpentine, de H enri M atisse: (Fig, 791).
Silla, de Charles Eames: (Fig. 831).
Sillón, de H ans J. W egner: (Fig. 829).
Sillón, de Ludw ig Mies van der Rohe: (Fig. 830).
T. 1948-8, de H ans H artung: (Fig. 837).
Torre de Agua en P osen ; (Fig. 806).
Torre Eiffel en París: (Fig. 735).
Tres mujeres en la iglesia del pueblo, de W ilheim Leibe: (Fig. 749).
Una tarde de domingo en la G ran d Jatte, de Georges Seürat: (Fig. 766).
Vagón de tercera clase, de H onoré Daumier; (Fig. 748).
Virgen, de Eduard Munch; (Fig. 771).
Visión antigua, de Pubis de Chavannes: (Fig. 751).
Visión de ias hijas de Albión, de William Blake; (Fig. 737).

You might also like