EL MICROPOLICIAL
Juan Armando Epple
De las varias concepciones teéricas sobre la literatura policial me interesa des-
tacar, para los efectos de ordenar el registro de microrrelatos policiales hisp4nicos,
In clasificacién oftecida por Todorov en su ensayo “Tipologia de la novela policial”
(1970: 46-51).
‘Todorov describe tres modalidades narrativas, que él denomina “géneros” del
iclato policial. El primero, y el que precede histéricamente a los otros, es el relato de
chigma o whodonit (quién lo hizo). Segin el critico, el relato de enigma contiene dos
historias: la del crimen y la de la investigacién. La primera (del crimen) termina an-
tes de que empiece la segunda (la investigacién). En la segunda historia el detective
solamente investiga, pero no participa de las situaciones y acciones que circundan
cl acto criminal. El crimen ocurrié antes. Por lo tanto, el investigador esta fuera o
al margen del mundo social donde se produce el crimen, y la historia de la inves-
tigacién explica cémo el detective llegé a desentrafiar lo que realmente ocurrid. La
historia del crimen es por tanto una historia ausente. Para saber sobre ella el narrador
debe reconstruir lo que ha pasado a partir de informes o informantes. La segunda
historia se da en el presente en la natracién, pero su importancia es menor: el lector
se interesa por lo que ya sucedié.
La segunda modalidad es el relato negro o noir. Este tipo de policial funde las dos
historias en un mismo decurso temporal. La historia del crimen y la investigacién se
dan en un presente o en un tiempo en progresién. Bl interés del lector se centra en la
secuencia de los acontecimientos y su resolucién final, con el castigo del asesino. En
el relato negro el investigador estd involucrado en la historia y puede ser afectado por
los acontecimientos. Si en el relato de enigma prima el uso de la razon deductiva, en
cl relato negro el investigador se vale de la intuicién y muchas veces de la violencia
para imponerse.
Hay un tercer tipo de relato policial, el relato de suspenso o thriller, muy cercano
al noir, donde se potencia la aventura, la sucesién de hechos (persecuciones, trampas,
engafios, errores, etc.) por sobre una investigacién secuencial y légica.156 El micropolicial
El relato de enigma es un género eminentemente urbano, donde el detecti
debe restablecer el orden de la sociedad descubriendo y deteniendo al antisocial. Li
victoria del detective restaura la confi anza en el sistema.
En los paises latinoamericanos el ordenamiento y control de la poblacién
formalizé con la creacién del cédigo civil y el cédigo penal, Fl cédigo civil, un
coleccién sistemética de leyes, se establece en Europa a partir de la Ilustracién,
formulando el cédigo romano, y luego se consolida con el cédigo civil napolednico,
de 1804. Este ultimo es el que se adopta como modelo en la mayoria de las nacion
latinoamericanas. El cédigo penal diferencia lo legitimo de lo ilegitimo, lo permitido
de lo prohibido. Por supuesto esta legalidad ha ido cambiando de acuerdo a las transe
formaciones de cada pals, lo que signifi ca que de tiempo en tiempo se establecen
nuevos delitos y nuevas sanciones.
Voy a comentar primero el aporte al micropolicial de algunos escritores que
podrfamos diferenciar como los fundadores de esta modalidad narratival
Ramén Gémez de la Serna, Max Aub, Jorge Luis Borges, Enrique Anderson
Imbert, Julio Cortazar y Marco Denevi.
El miccopolicial lo entendemos como una categoria de la minifi ccién que abarca
un amplio repertorio fi ccional donde el elemento comtin es el relato de un crimen,
El relato no se circunsctibe a los modelos defi nidos por Todorov (relato de enigma,
relato negro y relato de aventuras), si bien los eseritores los identifi can y pueden
parodiatlos 0 resemantizarlos. Nuestro repertorio incluye crimenes investigados,
crimenes sin investigar, crimenes accidentales, reelaboraciones cémicas, crimenes
pasionales, imaginados o virtuales, onfricos, absurdos, secretos, inexplicables, etc.
El primer escritor que publicé relatos policiales o de crimenes, entre 1917 y
1935, fue Ramén Gémez de la Serna (1888-1935). Entre esos relatos se cuentan
“El sentenciado a diez muertes”, “La confi anza en Dios”, “La mano”, “Yo vi matar
a aquella mujer”, “La muerte en la botica”, “Un caso de ‘ambidextria espiritual con-
radictoria”, “EI negro condenado a muerte”, “El jorobado” y “Levantamiento de
cadaver", La mayoria de estos textos adopran el modelo del relato de enigma pero,
burlando las expectativas de lectura de quienes anticipan un desarrollo légico de la
investigacion, tienen un fi nal fantdstico o basado en algiin malentendido seméntico,
El micropolicial “La mano” de Gémez de la Serna presenta un tipico caso del motivo
del “cuarto cerrado”:
El doctor Alejo murié asesinado. Indudablemente muzié estrangulado.
Nadie habia entrado a la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormia
con el balcén abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por alli
hubiese entrado el asesino,
Juan Armando Epple 157
La policia no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto,
caiando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a le jefatura. Saltando de
Jo alto de un armario habia cafdo sobre la mesa, las habia mirado, as habta visto, y después
habia huide por la habitacién, una mano. solitaria y viva como una arafia. Alli la habian
\cjado encerrada con Ilave en el cuarto, oon
Llena de terror, acudié a la policia y el juez. Era su deber. Trabajo les costé cazar la
nano, pero la cazaron y todos la agarraron de un dedo, porque era vigorosa como si en
cll radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. a
{Qué hacer con ella? ;Qué luz iba a artojar sobre el suceso? ;Cémo sentenciatla? {De
5
quign era aquella mano?
Después de una larga pausa, al juez se le ocusrié darla la pluma para que declarase por
escrito, La mano entonces escribié: “Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por
cl doctor en el hospital y destrozado con ensaftamiento en la sala de diseccién. He hecho
justicia” (Gémez de la Serna 2005: 58).
Jorge Luis Borges (1899-1986) fue un destacado estudioso, difusor y a
ic relatos policiales. Sus cuentos de este género incluyen “La muerte y la brijula’,
V'nnma Zunz”, “Bl jardin de los senderos que se bifurcan y “Abejarin El Bajar
hnmerto en su laberinto”. Ademés esctibié con su amigo Bioy Casares el libro Sei
problemas para Isidro Parodi. Borges solia destacar que este es el primer libro policial
\londe el detective estd preso y resuelve los casos desde la carcel.
[in su cuento “La muerte y la briijula” Borges hace confluir y contrasta dos sipos
le telato: el cuento de enigma y otro parccido a la serie negra. Erik Lonrot es un
swvonador puco”, 2 quien no Te interesa la realidad y busca respuesta los a
«ios libros y en la bala. Flasesino, Red Scharlach, acta motivado por el odio y
leseo de venganza. Scharlach le tiende una trampa al detective usando el sistema de
jensamiento légico, le construye un Jaberinto donde el detective anticipa un cuarto
‘vimen, sin saber que la victima ser el propio investigador. Ea
Fn “Emma Zunz” hay un doble relato: el crimen que prepara minuciosamente
| nma para vengar a.su padre, quien acaba de fllecer en Brasil, en la persona del
luciio de la fabrica donde trabaja la muchacha, y Ja historia de lo que ella padecié
\icmpo atrés, un drama psicolégico cuyos indicios ¢ interpretacién se ofteven como
\in reto para el lector inteligente. De hecho, se han publicado mas de diez ensayos
inaliticos sobre este cuento. . ;
Borges escribié muy pocos textos breves sobre cximenes: “Cain y Abel”, “Andrés
Armoa”, “El pufial” y “La trama”, Son relatos donde la muerte sirve para reflexionar
sobre el sentido de la vida, sus paradojas, el tiempo y el destino humano. En su texto
“J a trama” vemos uno de los tipicos preferidos del autor, la nocién de que los sucesos
humanos y la historia se repiten inexorablemente:158 El micropolicial
Para que su hortor sea perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes
pusiales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su
protegido, acaso su hijo, y yano se defiende y exclama: {Tii también, hijo mio! Shakespeare
y Quevedo recogen el patético grito.
‘Al destino le agradan las repeticiones, las vatiantes, las simetrfas; diecinueve siglos
después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros
gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvencién y lenta
sorpresa (estas palabras hay que oitlas, no leetlas): ;Pero, che! Lo matan y no sabe que
26).
muere para que se repita una escena (Borges 1960:
Marco Denevi (1922-1998), otro de los grandes esctitores de minificciones, hace
uso del esquema formal del policial de enigma y, con un dejo de ironfa, le da a su
relato un nombre genérico, “Cuento policial”:
Rumbo a la tienda donde trabajaba como vendedor, un joven pasaba todos los dias por
delante de una casa en cuyo balcén una mujer bellisima le‘a un libro. La mujer jamés le
dedicé una mirada. Cierta ver el joven oy6 en Ia tienda a dos clientes que hablaban de
aquella mujer. Decfan que vivia sola, que era muy rica y que guardaba grandes sumas
de dinero en su casa, aparte de las joyas y de la platerfa, Una noche el joven, armado de
ganaia y de una linterna sorda, se introdujo sigilosamente en la casa de la mujer. La mujer
despertd, emper6 a gritar y el joven se vio en la penosa necesidad de matarla. Huyé sin
haber podido robar ni un alfiler, pero con el consuelo de que Ja policfa no descubriria
al autor del crimen. A la mafiana siguiente, al entrar en la tienda, Ja policia lo detuvo.
‘Azorado por la increible sagacidad policial, confes6 todo. Después se enteraria que la
mujer Ievaba un diario intimo en el que habia escrito que el joven vendedor de la tienda
de la esquina, buen mozo y de ojos verdes, era su amante y que esa noche la visitaria
(Denevi 1980: 191).
El libro Crimenes ejemplares (1956) del escritor espafiol exiliado en México Max
‘Aub, es un hito imprescindible ¢ insélito en el desarrollo del micropolicial, El libro
ineluye textos publicados por entregas entre 1948 y 1950. Son narraciones muy bre-
ves, algunas de s6lo una linea (“Lo maté porque era de Vinaroz”, “Lo maté porque
no pensaba como yo") donde los victimarios ofrecen una variedad de justificaciones
para asesinar o suicidarse, desde las més nimias o absurdas hasta aquellas que esperan
la simpatia de los lectores. Estas variadas explicaciones incluyen el hastio, 1a impa-
ciencia, el orgullo herido, Ia critica a la autoridad, ete.
Fernando Valls ha notado que estés textos muestran dos nociones provenien-
tes de la cultura popular mexicana: el poco valor que se le asigna a la vida y una
fascinacién por la muerte (Valls 2008: 125-154). Los textos se desplicgan como
brochazos impactantes, donde se omite parte de la historia narrada: la etapa que
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lleva al asesinato, el acto de matar, las consecuencias del acto. El lector se ve forza-
ilo a elegir una interpretacién coherente.
Fstébamos en el borde de la acera, esperando el paso. Los automéviles se seguian a toda
marcha, el uno tras el otro, pegados por sus luces. No tuve més que empujar un poquito.
Llevébamos doce afios de casados, No valia nada (Aub 1996: 25).
{Si el gol estaba hecho! No habla més que empujar el baldn, con el portero
descolocado... ;¥ lo envié por encima del larguero! ;Y aquel gol era decisivo! Les ddbamos
cn toditita la madre a esos chingones de la Nopalera. Si de la patada que le di se fue al otro
inundo, que aprenda alli a chutcar como Dios manda (Aub 1996: 47).
Se le olvidé. Ast por las buenas: se le olvidé, Era cuestién impostante, tal vez no de
vida o muerte. Lo fue para él.
—Hermano, se me olvidé.
jSe le olvidé! Ahora ya no se le olvidard (Aub 1996: 49).
Yo habfa encargado mis tacos mucho antes que ese desgraciado. La mesera, meneando
las nalgas como si nadie més que ella tuvicta, se los trajo antes que a mi, sonriendo.
La desctistiané de un botellazo: yo habja encargado mis tacos mucho antes que ese
desgraciado, cojo y con acento del norte, para mayor inti (Aub 1996: 52).
En la serie encontramos un texto donde el protagonista actia en defensa de las
leyes del relato de enigma, y que el autor ficticio, un especialista en el género, ha
\lesdefiado completamente:
No se pudo dormir hasta acabar de leer aquella novela policiaca, La solucién era absurda,
tan contraria a la légica que Roberto Musioz se levanté. Salié a la calle, fue hasta la esquina
esperar el regreso de Florentino Borrego, que firmaba Archibald MacLeish —para mayor
inti y muestra de su ignorancia—; lo maté a las primeras de cambio: entre la sexta y la
séptima costilla (Aub 1996: 56).
Enrique Anderson Imbert (1910-2000) se caracterizé por escribir textos brevisi-
ios con sentido hidico, basados en juegos semnticos, intertextualidades y parodias
le géneros literarios, ‘Tal es el caso de su relato “Novela que cambia de género”:160 El micropolicial
Adrién Bennet sube al wen y cuando va a sentarse observa que se han olvidado sol
el asiento una novela de tapas amarillas, No tiene tiempo de examinarla porque
exe Momento entra en el vagén un hombre de anteojos negros y boca avinagrada q
acomoda la valija, se arrellana frente a Bennet y se queda inmévil. Bennet, intimidado,
se atreve a dirigirle la palabra.
El viaje es largo. Mira por la ventanilla, se aburre, intenta dormir pero no lo consig
y de pronto recuerda la novela que encontré en el asiento. Ya tiene con qué entretene
La examina. El titulo no le dice nada, el autor le es desconocido. La hojea a saltos. Par
ser una novela policial en la que cierto detective, sospechando que el viajante de comerel
Walter Lynch es en realidad un sicario al servicio de la Organizacién, va en pos de él
Villa Maria, le sigue los pasos hasta cl hotel, lo acecha por el ojo de la cerradura y ve cémi
despanzurta al incorruptible periodista.
El uen acaba de parar. Ei hombre de los anteojos negros y la boca avinagrada, cu!
nombre Bennet alcanza a leer: “Walter Lynch”, baja del tren. Rapido como la luz, Benne!
arroja una mirada por la ventanilla y en el letrero de la estacién lee: “Villa Maria’. jPronto]
eQué hacer? Piensa que su obligacién es bajarse, seguir a Walter Lynch, acecharlo,
denunciazlo, pero opta por no entrometerse.
El tren empieza a alejarse. Aliviado y avergonzado, Bennet entiende que acaba de
escaparse de un peligro futuro pero no sabe exactamente de cudl. Para averiguarlo abre la
novela y busca la revelacién de lo que le pasé al detective cuando, después de ser testigo
del asesinato en Villa Maria, tuvo que dar la cara al asesino. Antes Ia habia hojeado a
saltos: ahora la lee pagina por pagina, En la novela, que ya no es policial sino
psicolégica, se describe un asesinato en Villa Maria pero, por més que se busque, alli no
figura ningiin detective (Anderson Imbert 1971: 179)
De Julio Cortdzar (1914-1984) identificamos dos mictopoliciales. El primero,
“the Canary Murder Case II”, es una parodia de la novela policial inglesa “The
Canary Murder case” (1927) de S. S. van Dine, pseudénimo del escritor norteame-
ricano Willard Huntington Wright (1888-1939). Este texto toma al pie de la letra
el titulo de la novela que parodia: el narrador relata el lamentable fallecimiento del
canario de su tia, presintiendo que le va a ser muy dificil consolarla. El segundo re-
lato, “Cortisimo metraje”, evoca las secuencias répidas, la sucesién sin pausas de los
relatos y peliculas de suspenso
Automovilista en vacaciones recorze las montafias del centro de Francia, se aburre lejos
de la ciudad y de la vida nocturna, Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop,
timidamente pregunta si direccién Beaune o ‘Tournus. En la carretera unas palabras,
hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostto, lacénicamente a las preguntas del
que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje
el auco sale de la carretera y se pierde en lo més espeso, De reojo sintiendo cémo cruza las
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manos sobre la minifalda mienteas el terror poco a poco. Bajo los érboles una profunda
jyruta vegetal donde se podrd, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los
hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la
soledad del bosque, Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los Arboles,
pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien lena, de paso roba el auto que
abandonaré algunos kilémetros més lejos sin dejar la menor impresién digital porque en
ese oficio no hay que descuidarse (Cortézar 1980: 56).
David Lagmanovich, destacado especialista en la minificcién y espléndido crea-
lor de ficciones, no escribié micropoliciales de enigma, sino que prefirié el relato
duro, De sus textos, de excelente factura y con escenas que evocan el cine negro
jorteamericano, quiero destacar el titulado “La desconocida”:
La desconocida me miré a través de la mesa del café. Sus ojos eran de un color extrafio,
entre azules y griséceos; a pesar de lo tenue del color, la mirada era intensa. Senti un
escalofifo ¢ instintivamente me eché un poco hacia atrés.
—zA quién te recuerdo? —pregunté por fin.
-No lo sé, a alguien que amé mucho pero de quien tuve que alejarme —improvisé.
—Mentiroso —sentencié sobriamente—. Crees que me puedes conquistar con esas
tonterfas. Esto no es una aventura galante. Y lo que aqut Ilevo, te lo aseguro, no es un
simbolo sino mi instrumento de trabajo.
Sélo entones noté la hoja metélica que apenas asomaba entre sus ropas. También de
3).
un color extrafto, entre gris y azul (Lagmanovich 2005:
Muchos micropoliciales comparten con el modelo del relato negro 0 noir una
visidn escéptica del papel de la policia oficial: ineficiencia, corrupcién, tergiversacién
ule Las prucbas, etc.
En los escritores que comienzan a publicar a partir de los noventa hay una mayor
prclerencia por las historias de las series negras y de suspenso antes que por el tra-
\licional telato de enigma. Esto de algtin modo se corresponde con las preferencias
\lcl llamado neopolicial latinoamericano, la novelistica de Mempo Giardinelli, Paco
Inacio Taibo II, Daniel Chavarrfa, Iber Conteris, Leonardo Padura, Ramén Diaz
Merovic y otros. Esta generacién de esctitores adogta el modelo de Ia novela dura
horteamericana y el correspondiente cine para dar cuenta de las represiones de las
\lictadutas, el impetio de la violencia, la corrupcién politica, la desarticulacién de un
inodelo de sociedad solidaria, en suma.
En el micropolicial de factura mds reciente es notorio el uso parédico de los mo-
«clos ya establecidos, a los que hacfamos referencia més arriba, Hay un incremento de
las historias de crfmenes, generalmente sin castigo. En otros relatos hay una novedosa162 El micropolicial
fusién entre el relato policial y el fantastico, con finales de resolucién sobrenatural, ti
como vimos antes en los relatos Ramén Gémez de la Serna. El recurso de la elipsi
recurrente en la mini ficcién en general, aqui resuilta especialmente eficaz.
‘Veamos algunos ejemplos de esta fusién genérica.
Tridngulo criminal
Raiil Brasca
A Tommy Neuman
Yayamos por partes, comisario: de los res que estibamos en el boliche, usted, yo y ¢
‘occiso”, como gusta llamarlo —todos muy bortachos, para qué lo vamos a negar—
no soy el que escapé con el cuchillo chorseando sangre, Mi pufal esté limpio como pued
apreciar: y ademds estoy aqui sin que nadie haya tenido que tractme, ya que nunca me full
El que huy6 fue el “occiso” que, por la forma como corria, de muerto tiene bien poco.
como él esté vivo, queda claro que yo no lo maté, Al revés, si me atengo al ardor que siento
aqui abajo, fue él quien me maté. Ahora bien, puesto que usted me esta interrogando y
yo, muerto como estoy, puedo responderle, tendré que reconocer que el “occiso” no sdlo
me maté, a mf, también lo maté a usted (Brasca 2010: 55).
; aoe
Podemos distinguis, por otra parte, una serie ligada al relato de enigma que es
la confesién. Esta confesién, hecha en forma privada o ante un juez, muchas veces
tiene un aspecto equivoco, que debe dilucidar el lector:
Un crimen
Luis Mateo Diez
Bajo la luz del flexo la mosca se quedé quiera.
Alargué con cuidado el dedo indice de la mano derecha.
Poco antes de aplastarla se oy6 un grito, después el golpe del cuerpo que caia.
En seguida llamaron a la puerta de mi habitacién.
—La he matado —dijo mi vecino.
—Yo también —musité para mi sin comprenderlo (Mateo Diez 1994: 106).
Hay una serie que podrfamos llamar “crimenes virtuales”, donde se enuncia la
posibilidad o el deseo de cometer un crimen, pero su posible realizacién queda como
incégnita:
Celogismo
Juan Romagnoli
‘Todos los hombres son mortales.
Mi cufiada... es tremenda mujer.
Mi hetmano es mortal (Romagnoli 2014: 585).
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No es extraiio, en un género tan aleatorio como es la minificcién, que algunos
jnicropoliciales transiten con naturalidad entre el suefio y la realidad, cotidianidad
y la fantasia:
Ana Maria Shua
F'n un primer momento el crimen horroriza pero luego se sabe que todo ha sucedido en
suefios y las conciencias se tranquilizan, todo consiste ahora en descubrir y ejecurar al sofiante
sipido posible porque la pesadilla se reitera, ripidamente los va diezmando (Shua 1996: 96).
Ll escritor Antonio Cruz describe habilmente ambientes policiales donde los
personajes terminan por deftaudar sus suefios de protagonistas avezados. En su re-
\uio “Novela negra’, un lector de novelas policiales cree enfrentarse a una escena de
sangre en su propia casa, Al ingresar sigilosamente a la cocina para sorprender al
hresino, descubre azorado que es su esposa que est trozando un pollo para la cena.
Jn “Asesino serial” un hombre se ve obligado a postergar indefinidamente el inicio
\le su actividad criminal ya sea porque se impresiona al ver a un perro atropellado
vn la calle 0 tropieza con un hombre muerto, revelando una aversién y profundo
iemor a la muerte.
Finalmente encontramos una serie temdtica con micropoliciales pirandelianos,
donde el protagonista y objeto de la narracién es el género mismo. Primero, tenemos
cleaso de un escritor de microrrelatos que debe recurrir a un tipo especial de violen-
cia para hacer valer su creacién. Nuestro versatil Antonio Cruz relata en “Secuestro”:
Pensé en matarlo pero deseché la idea.
Bien sabja que la tortura y el extcaiiamiento son peor que la muerte, por lo que decidié
secuestratlo y se lo llevé lejos.
Cuando Mlegazon al Lugar del cautiverio, no reparé en atenciones para el raptado y desde
aquel lejano dfa, le da con todos los gustos para que se mantenga saludable. No obstante,
cada mafana, al despertar y cada noche, antes de dormir, le lee tres 0 cuatto microrrelatos
de aquel libro que el rchén se atreviera a criticar en la pégina cultural del diatio de an
apartado pueblo de provincia (2010: 49).
En el mictopolicial “Escena del crimen”, de Juan Romagnoli, encontramos nue-
vamente el motivo del “cuarto cerrado”. Es como volver al origen clésico del policial.
Como en el texto de Luisa Valenzuela, ese cuarto corrado ¢s el propio microrrelato. El
narrador describe el episodio criminal y la investigacién con una légica que aprobaria
Korges, proponiendo ciertas pistas que halagarfan la perspicacia de lectores de alta
competencia filolégica. Veamos que le ocurriré a quien tenga que volver a leer esta
historia:que encontré en mi coleccién la ayuda precisa, de la pluma de Ana Marfa Shua:
Obras cITapas
Aus, Max. Crémenes ejemplares (1957]. Prélogo Eduardo de Haro Tecglen, Madrid: Cal:
AwpeRson Imperr, Enrique. La locura juega al ajedrez, México: Siglo XXI Editores, 1971,
Borers, Jorge Luis. EY hacedor (1960), Prosa completa. Vol. 2, Barcelona: Bruguera, 1980.
Brasca, Raul. Antologéa personal, Buenos Aires; Desde la Gente, 2010.
Corrizar, Julio, Uhimo round. Vol. 2. México: Siglo XXI Editores, 1980,
Crwz, Antonio. Cuadernos de microrrelatos, Santiago del Estero: Coleccién Albigasta, 2010,
Denevi, Marco. “Cuento policial”. Obras completas. Vol. 5. Buenos Aires: Ediciones Corre:
Gomez pe La Serna, Ramén. Disparates y otros caprichos. Palencia: Menoscuarto, 2005.
Lacmanovicu, David. La otra minada. Antologia del microrrelato hispiinico, Palencia: Menos-
Lacmanovict, David. Las intrusas, microrrelatos. México: Iberia Editorial, 2007.
Mateo Dirz, Luis, “Un crimen”. Lor males menores. Madrid: Alfaguata, 1994, p. 106.
Romanous, Juan. “Escena del crimen’”, Eds. Carlos Paldao y Laura Pollastri. Entre el ojo y la
El micropolicial Juan Armando Epple 165
Suwa, Ana Maria. La suefera [1984]. Buenos Aires: Alfaguara, 1996.
Casa de geishas. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1992.
lononov, Tzvetan. “Tipologfa de la novela policial”. El juego de los eautos. Ed. Daniel Link.
Buenos Aires: La Marcha, 2003. _
\Vants, Femando. “Por qué la mat6? Los Crimenes ejemplares de Max Aub”. Soplando vidrio y
otras estudios sobre el microrrelato espafiol. Ed. Fernando Valls. Madrid: Editorial Paginas
de Espuma, 2008, pp. 125-154.
En el cuarto sin yentanas se encontraban el infalible detective y el inspector de policfa,
cuerpo yacfa junto al sillén, el pufal clavado atin en su espalda, la sangre seca.
No le encuentro explicacién posible —dijo el inspector de policfa—. Si la tinica puel
estaba cerrada por dentro, zcémo pudo entrat el asesino y luego marcharse, volviendo
dejar cerrada la puerta del mismo modo?
ELfamoso c implacable detective chupé dos veces su pipa, se acaricié el bigote, y respond!
como quien explica lo obvio:
—E] asesino es el lector, no cabe duda.
A continuacién, expuso los detalles que sefialaban al tinico sospechoso. Y concluyé:
—Esperaremos un tiempo prudencial; si el lector regresa a leer este texto, mi hipst
quedard demostrada (Romagnoli 2014: 585).
No sabfa cémo concluir esta presentacién panorémica del micropolicial, has
Pista fla
Seguir el reguero de manchas, zno seré peligroso? ;Cémo saber que conducen hasta
cadaver, y no hasta el asesino? (Pero las manchas son de tinta, y llevan hasta la palabra fi
(Shua 1992: 164).
bur, 1996.
gidor, 1980, p. 191.
cuarto, 2005.
Letra, El microrrelato hispanodmericano actual. New York: Academia Norteamericana de la
Lengua Espafiola, 2014, p. 585.