Lectura

You might also like

Download as pdf
Download as pdf
You are on page 1of 10
NOt fay el ideal del Estado Giorgio del Vecchio Seeetia teen nem anne se 8 esta rmula no resuelve, en verdad, el problema del fin del Estado, ¢ inchuse puede alejar It mente de su soluci6n, induciendo a creer que el orden juri 0 sea a modo de un objeto extrafio, destacado del Estado y que éste encuentra ante s{ con la simple finalidad de conservaro. La verdad es muy otra, Todo sistema jusidico, segin es bien sabido, constituye una coordina: cién de Ia conducta de una pluralidad de sujetos, en cuanto sefala un limite a las facultades y a las obligaciones de cada uno. Pero cémo y en qué punto este limite deba ser fjado, eso es cosa que no resulta, ni tampoco puede resultar de aquella f6rmula puramente genérica: pues, en efecto, si estable. Giese de alguna manera una determinacién semejante, inmediatamente per dlesia su cardcter universal, de modo que no podria comprender en sf todos los posibles sistemas juridicos, segin corresponde a un concepto de indole categorial. La investigacién del fin del derecho, lo mismo que también la del fin del Estado, no puede, pues, fundarse s6lo sobre las nociones formales que hasta auf se han indicado, ni puede tampoco pretender reflear por igual todos los datos de la experiencia histérica en este campo. Una investigacién o Wl spencia primera de Ia justicia es que el ser humano sea recono- 0, es decir, en su espiritualidad, y, por Esto significa que a todos los hombres primordial e inabolible de libertad, cuya validex no as aun cuando deba encontrar en ellas su confirma- derecho constituye mis bien el presupuesto y la con- de que depende Ia legitimacién de toda autoridad ncia de los sujetos a ella, ‘un “derecho natural de igual libertad” fue concebido y tiempos antiguos, de modo que no resulta exagerado , misma conciencia de la humaniclad como un verdadero, ‘notable el hecho de que un principio tal haya sido afir- cita, aun cuando tal vez en forma no completamente resulta digno de nota que tal derecho haya sido asimismo | ‘los gobiernos despéticos precisamente con més vehemencia ‘no sin riesgo e incluso sacrificio de sus sostenedores, Muchas todo en tiempos recientes, escuelas filoséficas que, consi- ente Ia positividad como un cardcter esencial al derecho, itesis clésica, entre el derecho natural y el positive. Pero 9 han herido, sin embargo, aquella creencia que cuenta rafces en la naturaleza del espfritu humano, y que, de rigurosas y precisas demostraciones nunca eficazmente mente en los perfodos criticos de la vida de vando con gran angustia se advierte la necesidad, tanto l6gica | tica, de remontarse al principio que sirve de fundamento a todo poder \ yy gravisima crisis mundial, la elevada palabra | “que después de las luchas crucles, el nuevo. jobre Ia insegura arena de normas mudadizas y 5 del egoismo colectivo 0 individual”, sino “sobre ‘la roca inconmovible del derecho natural’ ue la nueva consttucién de la Republica | g los derechos inviolables SS El Estado racionalmente conceby 1 punto ideal e neebido repre. a ‘sea en pocas palabras, el pur 1 que convergen in ningtin de los momentos de su vida, puede prescindi, 4 wrazén de ser” para él fundamental que representa conjuns mente su principio y su fin, entendidas estas palabras no en un sentido empi. rico 0 cronol6gico, sino en aquel profundo significado fllosotico que ley corresponde, esto es, como fundamento de su existencia y como justificaign de su actividad. Sélo si se mantienen firmemente estas ideas, se puede comprender ef verdadero sentido de la secular teorfa del contrato social, Ia cual fue con free cuencia inexactamente concebida y expresada, incluso por sus mismos soste. nedores ademas que por muchos adversarios suyos. cuando, en parte, justificado por insuficiencias del lenguaje) , Por consiguiente, no requiere ninguna una sintesis 0 convergencia declaraci6n expresa de voluntad. La unidad del Estado resulta constituida precisamente por la intersec- ibn ideal de las individualidades singulares que reafirman en él su originaria autonomia y libertad a todas ellas comtin y en todas asimismo idéntica. no pr aqui, por lo demas, detenernos en una critica de los varios errores en que, tocante a este asunto, han incurrido las doctrinas con- tractualistas en cuanto se desvian de estas ideas fundamentales. 3. Los principios ahora enunciados requieren, sin embargo, como es obvio, ulteriores aclaraciones, sin las cuales podrian parecer vacios o infecun- dos a causa de su misma generalidad 0 abstraccién. Esta afirmacién del derecho natural de la persona humana a que acaba- mos de hacer relacién, no quiere tanto significar una defensa o un obsticulo de germen anarcoide contra la autoridad del Estado, cuanto una concepcién racional de esa misma autoridad, que haga digna del hombre la sujecion a ella, asi como también simboliza la exigencia de una radical reforma ab ints de todo poder politico que se halla desviado de lo que es sit legitimo funda- mento. Sin duda, el fin inmediato de semejante afirmacién (tantas veces ¥ ee he el a ls, 405, tantos modos repetida en el curso de los siglos) fue el reclamar de los ganas del Estado Ia observancia de limites juridicos para su poder. Desde a putcs de vista se habl6 acertadamente del Estado de derecho, en el sen tao de un tipo ideal de Estado contrapuesto al Estado absolito o Esty ci. Pero esa {Sula fe entendida ante todo en un sentido demasiado, Pingo ¥ meramente negativo, en cuya virtud se sostuvo, por parte de disintos autores, que el Estado debia reducir su accién al mimo, abstenién. dose de promover el bien o la felicidad universal para no invadir la amplia esfera de libertad reservada a cada individuo. La desconfianza contra formu. las como la de “Estado providencia’ o “régimen paternal o pattiarcal", las cuales bajo su aparente embeleco han tendido a atribuic al Esado un poder limitado, no era ciertamente injustificada, ya que una larga serie de experien- cias habia mostrado muy claramente que semejantes férmulas habjan sido usadas con frecuencia para cohonestary encubrir toda suerte de opresiones y abusos. Ya en esa ruta se llegé incluso por parte de alguna escuela a consi- derat el Estado como un “mal necesario” y a representar la gradual dismint- cia de su actividad como un indice del progreso humano, sin que tampoco faltasen te6ricos que propusiesen derechamente la desaparicién del Estado. ‘Aun prescindiendo del hecho de que ~en contra de lo que estas hipéte- sis sostienen- el Estado, en la presente fase de su evoluci6n, tiende mas bien ‘a aumentar que a disminuir sus funciones, radica la debilidad de las doctrinas indicadas, a nuestro modo de ver, en que se olvidan de un elemento de importancia fundamental, a saber, que el derecho personal de libertad no sélo puede sino que debe transfundirse en la estructura del Estado como un factor determinante y condicionante de la misma. L bao ci6n en aquel otro segtin el cual, en el Estado sélo la ley es soberana Exceptuados exclusivamente los casos de incapacidad fisica o de indig- nidad a causa de condena penal seguida tras un juicio regular (punto este thtimo acerea del cual procederfa, tal vez, hacer algunas reservas), ninguno Puede resultar privado del derecho a participar, en condiciones de paridad, en el ejercicio de la funci6n legislativa, ya sea directamente, ya por medio de ‘epresentantes libremente elegidos, hasta tal punto que cualquier exclusi6n 0 limitacién a este Propésito, priva al Estado de su caracter de Estado legitimo © Estado de justcia, 406 sempre natin o Interesa, ciertamente, hacer notar, que, permaneciendg cha relacién fundamental de paridad entre toclos los ciudad perfecto de representacién deberia también dar cabida a une cién de las diferencias de capacidad en lo que conciema materias, como, por ejemplo, a las distintas profesiones o an pre a salvo el respeto debido a las eyes de caricter gener Es obvio que en las asambleas legislativas, lo mismo cualquier colectividad, debe prevalecer el principio de fa mayors fe no significa que todo le resulta iso a In mayor. Es meneven eet ge hacer resaltar ta idea de que el derecho fundamental de libertad. SC Hm 1a sg N95, un Sistem Ista consider, 3 determinads, FS, dejando sient WE eM el Seng gp : ine b que pop natualena comesponde igulmente a todos lo sere humane, no po,” abolido ni siquiera bajo la forma de ley, en virtid de una votacion ve aa 2 fuese uninime, de una asamblea; porque 4. La actividad legislativa del Estado, si se desenvuek en funcién de los derechos naturales del individuo, no tiene limite algune su objeto més que aquel que deriva de tan indeclinable presupueso nec ta es, por consiguiente, aquella doctina, a la que acabamos de relenmnos aque asigna al Estado como tinico fin, el derecho. La verdad es, en canbe que el Estado debe obrar teniendo coro fundamento y forma de su activa, ol derecho, y es en este sentido como nosotros afirmamos que debe ser “Estado de derecho” y, mejor atin, “Estado de justcia’, Misién del Estado e¢ no sélo impedir la ofensa de los derechos individuales (como si fuese simple mente, segin ha sido dicho, un “Estada gendarme” y casi un "guanla : turno”); sino que, ademas de esto, lo cL lve sobre la base y ues al derecho le compete dar las i Ia vida en todas sus manifestaciones, y el Estado ¢s precisamente, el érgano del derecho. Pero si, por un lado, se cumple semejante incremento de actividad esta- tal (como de hecho se observa en los Estados mas desarrollados y pro vos), también Se a olvimue iY; €s0 es lo que hay precisamente de verdad en los postulados y exigencias ry 407 —— \s para limitacién de Ia intervencién del Estado en la vida. Pero inviduli impropio hablar aqui de limitaciones como no sea en sentido gut mpleo relatvo, Ya que, en verdad, no hay ninguna abdieren del ppor comp sabes ninguna disminucién real del poder que ejercita, si, en vez pe piale ecbades’y aruntta las derechos funda cca de la persona, aitise ‘de los cuales, €5, precisamente, la libertad de concieneia, Tal fue, segtin es sabido, la doctrina platénico aristotélica, y tal también la de Santo Tomas de Aquino, doctrinas clasicas 2 las que podemos, en cierto sentido, retomar la mirada, si bien con la adver. tencia de que los derechos individuales de la persona no han tenido en ellas el relieve que han adquirido en la moderna teoria del Estado, segtin resulta también, de las recientes enciclicas pontificias. Cuan esencial resulte, para la estructura del Estado legitimo o Estado de hustcia, el igual derecho de todos los ciudadanos a participar en la formaciéon de las leyes, es cosa que ya hemos visto anteriormente. Tanto éste, como los ones derechos fundamentales no son, sin embargo, otra cosa que consecuen Clas especifcaciones 0 aspectos de la dignidad propia de la persona hua. ne en virtud de su naturaleza espiritual, de manera que no seria err6neo el ensideratlos todos, conjuntamente, como un solo derecho. Pero la unidad Ios until de todos estos derechos no excluye una consideracién separada de les mismos, en cuanto que se manifiestan como exteriorizaciones distintas del those rnneiPio Unico, parejamente como también resultan posibles contra cllos especies diferentes de amenazas y de ofensis, Sin la pretensién de dar aqui una lista completa de estos derechos fun- damentales (incluso Porque siempre son posibles manifestaciones nuevas de '2 libertad humana, y, consecuentemente, también nuevas formas para su tutela juridica, como ocurri6, por ejemplo, a continuacién del descubrimiento de la imprenta), recordemos Principalmente aqui las siguientes: derecho a la Ten cf conciencia, y especialmente en lo que concieme a las creencias ae tetho al reconccimiento de la condicién de persona humane y recjuPatidad juridica; derecho al respeto de la integridad fisica y moral mane 2! honor); derecho de reuniGn y de asociac rel (de derecho a la libertad pean ¢, “© imprenta; derecho a participar en condiciones de paridad en ‘acion de |; * erectig las leyes; i derecho a desarrollar una actividad productiva Piedag pana) ¥ 8 gozar sus rendimientos; derecho a la tutela de la pro- emigracigns Gennante adquirida; derecho a la libertad de movimientos yal legos, est ‘frecho de admisién a los oficios piiblicos sin exclusiones ni pri- HONG €8, sin atenci6n a otro criterio que el del métito personal ee ne ee are ee Unidos indsolublemente con estos derechos estin los deere pondientes: ante todo, porque perteneciendo tales derechos a ogg: @ también vilids frente a todos, del hecho de su misma afmacign 7% también para todos la necesidad de un respeto reciproco; y, ademas e782 por causa de que no deben ser ejercitados mis que cle conformidge propia racionalidad (quatenus iurls ratio pati). De ahi resulta aaa iy plo, importa, ademas, en especial, el tomar en considera a aie henos advertido, al derecho correspondiente a cada indy de paripar mediante su propio y libre voto (directa 0 indizecamente) formacién de las leyes, se contrapone Ia obligacin de observar ls leyes mas establecidas por la voluntad comtin del pueblo. Estas leyes no puede, derogar los principios fundamentales, acabados de enuncixe, pero pueden» deben adapiaros a las circunstancias desarollandolos en lo que sea posi y limitindolos en cuanto resulte necesario para compaginarlos orgénicamente en un sistema, habida cuenta siempre de las condiciones de hecho. Asf e¢ evidente, por ejemplo, que la capacidad jurfdica puede y debe resultar res tringida en las personas que no tengan una cierta edad 0 que psiquicamente se hallen enfermas; 0 que quien atenta a la incolumidad de otro no pueda pretender en el acto mismo de ofensa el respeto a la propia incolumidad, o que la libertad de emigrar humano). Resulta de esto que Ia actividad de! Estado mientras esti ende:. 2ada idealmente a la consecuci6n de estos eleva- dos fines, queda, por tant. ligada también a la existencia real de los medios idéneos para conseguir! °. de manera que la busqueda de semejantes medios, constituye parte, . » precisamente tiltima, de esa actividad. Y a este propésito procede observ. :jue las cargas y contribuciones necesarias para el 2 de los intereses comunes deben resultar repartidos entre todos, a tenor loro Cacia de ca Cua) ‘da de los individuos y Ia de la sociedad entera puede desde el interior del Estado como desde fuera de él ros Estados), se hace necesaria una doble tutela (re enurdad povadaY publica, saber, tanto por medio de érganos judi- dee y de organos de policfa, cuanto también mediante Srganos de carécter ‘odes ellos debidamente preparados Y en condiciones de eficiencia ‘dt cumplimiento de sus respectivas funciones. Se comprende firme defensa contra agresiones exteriores presupone un nnte constituido, a tenor de los principios gene- oxla ver que I Vi rar amenazada, tant0 {por ejemplo, Por ODF de ot militar, constante para ficilmente que una orden interno también Firmemet rales ya expuestos. Ta protecciéa y Ia asistencia del Estado en favor de la integridad fisica y moral de la persona son debidas, en general, & todos, pero resultan especial- vrente obligatorias, respecto de aquellos que 0 bien por su edad 0 por defi- Tencas fsicas o psiquicas, no pueden valerse hoy por ‘sf mismos ni tienen la saficiente ayuda por parte de los familiares, especialmente obligados a ello, ni por parte de ninguna: ‘Como consecuencia inmediata de su naturaleza jurfdica, le corresponde al Estado reprimir los delitos ‘cuando no sea posible prevenirlos, ast como hacer que sean resarcidos los dafios dolosa culposamente causados por cualquiera, tanto a los individuos, cuanto a la sociedad en general, cuya pet sonificacién es el Estado mismo. asist is otras entidades. amb’ a g t adgusicién de la misma, mediante el uso de los instrumento® de trabajo y de fos medios de produccién, que no deben serle negados nadie. El derecho de propiedad no’es, por ende, ilimitado, ni debe ser concebido, a tenor de la viea formula, como ius atendi et abutendt. Los limites de este derecho deri- van racionalmente del fin del derecho en general, que es Por esencia princi- pio de coordinacién social, y que por ello mismo debe armonizar Ia facultad de todo y de cada uno en relacién al bien comin. ‘Afin de que el derecho al trabajo y el derecho 2 los frutos del mismo no pase de ser una formula vacta, es necesario que cada cual reciba en la Céad adecuada un cierto grado de ‘netruecion y de educacion, 2 las que bin debe aunder el Bsa, viailando y completando la obra de [ss familias re ‘as entidades privadas. En ningiin caso a escasez de medios econdmices € consttuir un obsticulo sobre todo, un absticulo insuperable- par la pero que impida — | 409 410 es a elevacién dentro de un campo profesional, e incluso en el blag: artitco, sempre que existan las aptitudes necesaria par ee ica y repetir que ningtn privlegio ni ninguna exclusién que no q. basen Plug tos personales, son admisibles en lo que concierne al libe seco tc arte, profesién u oficio. alquiee Las obras del ingenio son, como nadie ignora,fruto del desenvolvin to libre de Ia conciencia individual, y, cle consiguiente, wea absurd pe de una clencia, de un ate, de na concepcién de ls vide ea Saree oficiales 0 estatales. La impronta de estabilidad 0 el caries oficial gaa inns dara nt determina actividad epi oneaiga campos, lejos ce aumenta, disminuitia su valor. Eto no signif ue el ae’ do deba limitarse a garantizar la libertad del Pensamiento: le correspond, también Ia obligacién de promover la cultura, procuranda ng edios de estudio en la mayor medida posible mediante la crescién de kx estabec. mientos adecuados para las diferentes materas, por tanto, ne soe escuelag de todo orden y grado, sino también bibliotecas, museos, ete fy Ua sentido todavia mas general, coresponde al Estado conservar el patients moral de la naci6n, recoger los documentos en que se condensa ee historia, mantener viva la memoria de sus glorias literarias, artisticas, cienificas 6 an cualquier otra indole, en las que se hayan manifestado de una manera ejemplar las vig tudes del intelecto o las del corazén, Esto no sélo por motivos de exaltacién infecunda, ni de mera remem. branza, sino también para que el conocimiento de las obras Ya realizadas y de las metas ya conseguidas en cualquier orden, sirva de aliments ¥ de inci taci6n al espfritu para conseguir ulteriores objetivos posiblemente més eleva. dos. Del tronco perennemente vivo de la tradicién historia nacional, pueden ¥ deben brotar siempre ramas nuevas, de modo que resulta necio pensar que Para lograr frutos mejores haya que cortar Ins ramas ya crecidas ¢ desprender los frutos que ya han brotado, Gonviene, por lo demés, afadir, que la nacién y el Estado no deben Constituir algo cerrado, sobre todo en lo que concieme a las obras del pensa- interés general de la cultura, de manera que no queden circunscritas a perso- nas O a grupos singulares, Al mismo tiempo el Estado debe acoger con libera- lidad las obras de los autores de otros paises, procusando que las més nota $e 411 hagan accesibles en realidad a los estudiosos de su nacién por medio bles se riblicas y de otras instituciones adecuadas. Para el mismo fin ee oe nesta, en cuanto resulte posible, las reuniones y las asocia. See crvacionales ene calivudores de una misma ciencia, ast como los Se chs en paises extranjeros con fines de estudio, mediante la pes et: Geis ayolis apace favor de los jévenes mejor pee “ través de €3t0s y otros anflogos procedimientos en cuyo detale pee gic cat arta de Bad Puede ser preciosa, ya que no para raped si para coordinar y complementar la obra de los particulars, procs. Ses de ead taanera la cooperacin de aquella comunidad universal del Rey dal peabanlenis qic‘es coma vine ideal a la que tiende por su propia naturaleza el ser humano.

You might also like