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debates metafÍsICos en torno al sexo.

esenCIas, Clases naturales y fronteras



Siobhan Guerrero Mc Manus

comentaba la filósofa española esa díaz león en una entrevista reciente


que le realizó Píkara Magazine1 que en nuestros días se vive un debate
muy álgido e intenso alrededor de conceptos como “mujer”, “sexo” y
“género” . esta filósofa del lenguaje experta en la semántica de términos
como “raza” o “género” añadía que, en general, se podían reconocer
dos grandes posturas . por un lado, están aquellas personas que se in-
clinan por una lectura anclada en la biología y en la cual los referentes
de estos términos remitirían justamente a un sustrato biológico fijo y
transcultural . de acuerdo con esta postura, dicho sustrato sería la base de
los usos coloquiales propios de estas palabras y, además, debiera fungir
como fundamento de las legislaciones encaminadas a crear políticas de
acción afirmativa que buscan proteger a las mujeres .
por otro lado, estaría un segundo conjunto de personas que consi-
dera que la semántica de estos términos no está anclada en un sustrato
biológico fijo y que tanto la semántica como la metafísica de dichos
términos serían mucho más complejas que lo que se revela al atender
al sentido común implícito en una parte significativa de nuestras prác-
ticas lingüísticas más coloquiales . este segundo grupo no solo negaría
esta supuesta estabilidad metafísica del sexo, sino que reconocería su
contextualidad; de allí que no solo sostengan posiciones incluyentes
tanto de los cuerpos trans2 e intersex en el espacio político, sino que
explícitamente defiendan que dichas personas están ya incluidas en

1
la entrevista puede consultarse en https://www .pikaramagazine .com/2020/07/el-termino-
mujer-puede-tener-distintos-referentes-en-distintos-contextos/ (última consulta el 23 de agosto
de 2020) .
2
Hago referencia aquí al grueso de los cuerpos trans sin que esto implique pensar que es
una condición necesaria para ser una persona trans el haberse sometido a terapias de reemplazo
Hormonal o intervenciones quirúrgicas . en cualquier caso, mi punto es que ningún elemento
biológico en sí estaría fungiendo un papel “esencial” para este segundo grupo de autores, es decir,
donde se le considere necesario y suficiente para la pertenencia a cierta categoría .

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lo que estos términos nombran, al menos en la mayoría de los casos,


cuando se les emplea en el ámbito cotidiano . la propia díaz león se
posiciona a sí misma dentro de este segundo grupo .
en cualquier caso, este texto comparte el punto de vista expresado
por esta autora, y por ello toma como su objetivo central el realizar un
ejercicio crítico en lo que refiere a la metafísica del sexo . si se ha deci-
dido centrarse en este concepto ello obedece a dos razones . primero, en
trabajos anteriores ya se ha explorado la metafísica del género (Guerrero
Mc Manus, 2020) . segundo, el concepto de sexo tiene una centralidad
política y teórica que hoy es ineludible, pues presuntamente alude a una
base material dada que dividiría a la humanidad en dos clases naturales:
los hombres y las mujeres; estas clases naturales, como también lo señala
díaz león son leídas por algunas ramas del feminismo como castas polí-
ticas que demandan un trato diferenciado por parte del estado . lo que
se persigue en este capítulo es por tanto concentrarse en la metafísica del
sexo —y en menor medida en su semántica— y en la aseveración de que
estamos ante un concepto que en efecto permite distinguir de manera
exhaustiva entre dos clases naturales de personas . como se hará ver en
las conclusiones, esta aseveración enfrenta numerosos problemas, que
si bien no son necesariamente irresolubles sí conducen a una mirada
deflacionaria que es difícilmente compatible con la tesis de que estamos
ante dos castas políticas fundadas sobre un hecho biológico .
en términos argumentativos el trabajo se divide en las siguientes
secciones . en una primera sección se introducirá el concepto de castas
sexuales haciendo ver cómo es que dicho concepto se ancla en una lec-
tura que asume que las categorías de hombre y mujer se asientan en
hechos biológicos metafísicamente estables . en este punto habremos
de tener en cuenta que estas ideas fueron originalmente desarrolladas
por feministas como Kate Millet (1995) y shulamith Firestone (1973),
aunque no resulta del todo claro que la recuperación que hoy se hace
de sus ideas sea fiel a lo expresado por estas autoras hace ya más de
tres décadas . sea como fuere, aquí se ha elegido atender las fuentes
primarias mismas, haciendo ver cómo ambas propuestas presuponen
implícitamente que estaríamos ante clases naturales .
a dicha discusión le seguirá una segunda sección en la cual se
presentará el modelo Kripke-putnam sobre clases naturales y que en su
momento retomó el filósofo John dupré para analizar justamente si el
sexo puede conceptuarse como una clase natural . si se ha decidido traer
este trabajo pionero a la discusión es precisamente porque este recupera

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tres intuiciones en concreto que parecen acompañar a ciertas interpre-


taciones que hoy están presentes en el resurgimiento del feminismo
radical que, como he dicho, sostiene que los hombres y las mujeres son
castas sexuales . nos referimos así a (i) la aseveración de que los términos
propios de los lenguajes naturales remiten, aunque quizá de manera
imperfecta, a clases naturales que las ciencias habrán de delimitar de
forma más eficaz; (ii) dicho proceso implicaría una suerte de progreso
científico en el cual la ciencia avanzaría al ir descubriendo las clases
naturales que componen al mundo y al ir refinando los términos con
las cuales las nombramos; y, finalmente, (iii) ello implica el descubri-
miento de esencias o atributos necesarios y suficientes que explicarían
la conducta general de los miembros de dichas clases .
en una tercera sección se abordará el porqué puede resultar
atractiva la idea de clases naturales en la biología, pues de esto podría
seguirse un compromiso con la unificación explicativa de las conductas
sexuales en los seres vivos . sin embargo, sería por esas mismas razones
que una parte de los feminismos ha rechazado la multitud de lecturas
biologicistas que se han ofrecido sobre la conducta humana a lo largo
de los últimos dos siglos . por si ello no fuese suficiente, existen nume-
rosas objeciones ante esta visión en torno al sexo (y a los sexos) como
clases naturales que también vale la pena mencionar para mostrar los
alcances reales de dicha tesis . en esta sección dichas objeciones serán
brevemente abordadas para dar pie, en una cuarta y última sección, a
una exploración igualmente breve de propuestas alternativas que pre-
tenden ofrecer una caracterización distinta en torno a la metafísica del
sexo . concretamente, se revisarán las sugerencias realizadas por allison
stone, quien ha propuesto entender al sexo como una clase, en el senti-
do de un conglomerado de propiedades homeostáticamente agrupadas
(HpCk), y de la propia díaz león, quien sugiere abordar esta categoría
a través de una perspectiva contextualista .
Finalmente, en la sección de conclusiones, se expondrá el porqué
la noción de clase natural, al menos en su acepción más clásica, resulta
incapaz de fundamentar cualquier apuesta por pensar a los hombres y
las mujeres como dos castas a una misma vez políticas y biológicas . el
relajamiento de los criterios que permitirían calificar dichas categorías
como clases, paradójicamente nos llevaría a coincidir con las tesis de la
inestabilidad metafísica del sexo y su carácter contextual, ambas aso-
ciadas con los feminismos de tercera ola, e implicarían asimismo que
no existen buenas razones para excluir a las personas intersex y trans

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del alcance de los términos “hombre” y “mujer” incluso si estos buscan


asociarse con un supuesto sustrato biológico .

Los sexos como castas

la noción de castas sexuales3 está íntimamente vinculada a la historia


del feminismo radical de los años 1970, en especial a los trabajos de
autoras como Kate Millet (1995) y shulamith Firestone (1973), siendo
esta última particularmente relevante en lo que a este tema respecta . de
manera general, podríamos afirmar que dicha noción está presente en
las obras más emblemáticas de ambas pensadoras ya que tanto Millet
como Firestone sostienen que históricamente hablando la distinción entre
hombres y mujeres ha sido un hecho invariante y pancultural, esto es,

3
a lo largo de esta sección se defiende una interpretación de las castas sexuales en la que
estas se comprenden como clases naturales —en un sentido clásico— mutuamente excluyentes y
conjuntamente exhaustivas; dichas clases estarían jerarquizadas de tal modo que sistemáticamente
se colocaría a las mujeres (entendidas como hembras humanas) en una posición inferior . asimismo,
a dichas clases naturales se les concibe exhibiendo tanto una estabilidad metafísica (es decir, son
invariantes en el sentido de ser transhistóricas y panculturales) como una suerte de transparencia
epistemológica —o, de menos, cierta translucidez— que implicaría que toda cultura a lo largo de
la historia ha ganado un acceso epistémico mínimo a las fronteras entre dichas clases y a ciertas
propiedades típicas de una u otra morfología .
la razón por la cual se ha escogido esta interpretación obedece a que, si bien Millet y
Firestone no explicitaron una metafísica concreta cuando emplearon este término, sí parecen
tener en mente todos los aspectos antes mencionados . Hay, adicionalmente, una segunda razón
para favorecer esta lectura, y esta consiste en que una interpretación que admite la inestabilidad
metafísica o rechaza la transparencia epistemológica conduce a reconocer que la categoría de sexo
es mucho más contextual y, por ende, termina por alinearse con lo que este texto busca defender,
esto es, la contextualidad del sexo .
cabe decir que esta lectura mucho más difusa de lo que sería una casta sexual no parece
tener mucha popularidad al interior de las posturas radicales contemporáneas, pues para dichas
propuestas el sujeto político del feminismo sería la mujer (cis) precisamente porque dicho sujeto
está constituido con el objetivo de resistir y eventualmente abolir una opresión que comienza a
operar sobre ciertos cuerpos cuando en ellos se detectan rasgos anatómicos que llevan a clasificarlos
como mujeres . el presupuesto es que aquí opera un principio clasificatorio universal que detecta
elementos igualmente universales e histórica y culturalmente invariantes; un segundo supuesto es
que toda dinámica de opresión y violencia que llega a sufrir una mujer es eventualmente rastreable
a este momento bautismal que etiqueta a un cuerpo como femenino en el momento mismo en
que nace, o incluso antes . de allí que se considere que el sujeto político mismo no pueda exhibir
una variabilidad histórica, pues está definido ante una opresión universal . abdicar de esta pos-
tura fuerte implica coincidir con posiciones más incluyentes como las defendidas por Baizabal y
palumbo en esta misma obra .

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presente de forma constante en toda cultura . en la metafísica de lo social


solemos denominar a esta postura como un compromiso con la tesis de
la estabilidad metafísica del sexo, es decir, con la idea de que el sexo es,
como ya se ha dicho, una categoría históricamente estable y que la división
entre hombres y mujeres sería de igual manera un hecho transhistórico
(Guerrero Mc Manus, 2020) . la tesis de la estabilidad metafísica del
sexo sería por tanto precondición para concebir a los sexos como castas .
ahora bien, esta tesis sería sin embargo insuficiente . pensar los sexos
como castas requiere adicionalmente considerar que, en tanto clases, hay
un ordenamiento jerárquico entre ellas que privilegia a una por sobre
otra . en otras palabras, es menester asumir que no únicamente existe
una diferencia, sino que dicha diferencia está jerarquizada . precisamen-
te sería esto lo que se afirma cuando se sostiene que el patriarcado es
aquel sistema jerárquico que coloca a las mujeres en una posición de
inferioridad .
aquí cabría señalar que, si bien ambas autoras se comprometen con
la existencia de castas sexuales, es decir, con la estabilidad metafísica
del sexo y la persistencia histórica del patriarcado en el grueso de las
sociedades occidentales y occidentalizadas, hay asimismo una serie de
matices que diferencian las posturas de una y otra .
Millet, por ejemplo, reconoce que el patriarcado ha cambiado a
lo largo de su historia y que no es por tanto una estructura del todo
invariante . sin embargo, sí considera que un elemento fundamental
del patriarcado es la subordinación de la mujer en el espacio político
y en el entorno social . dicha subordinación es entendida en términos
funcionalistas al señalar cómo se ha gestado una división sexual del
trabajo que no solo ha condenado a las mujeres a las tareas del cui-
dado, sino que las ha imposibilitado de tener un peso político real en
sus comunidades . aunado a esto, agrega Millet, hay también un perfil
psicológico y afectivo diferenciado y que se engarza con este arreglo
funcional de las sociedades y en el cual los hombres son educados para
expresar violencia y deseo mientras que a las mujeres se les exige tener
afectos relacionados con el cuidado y la sumisión .
en épocas recientes, señala esta autora, se ha buscado fundamentar
dichas lógicas funcionalistas a través de discursos naturalizantes que
han querido apelar a una suerte de naturaleza humana invariante . sin
embargo, Millet señala que las propias ciencias biosociales habían ya
mostrado que tales pretensiones naturalistas eran cada vez más difíciles
de sostener —y aquí no debemos olvidar que Millet está escribiendo a

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comienzos de la década de 1970— . la propia Millet se hace eco, en ese


sentido, de los trabajos de stoller y Money en torno al carácter social-
mente construido del género, una tesis que Millet habrá de entender en
términos funcionalistas emanados de las formas de operar del propio
patriarcado .
ahora bien, Millet también afirma que las sociedades contempo-
ráneas están estructuradas en clases socioeconómicas y que quizá ello
pudiera sugerir que hay mujeres con mayores privilegios dada su po-
sición de clase . empero, para esta autora ello es una ilusión dado que
en todo momento hay una subordinación de la casta de las “hembras”
ante los varones ya que, para las mujeres, la adscripción a cierta clase
está siempre supeditada a su relación con los varones . sería pues en este
punto donde emerge con más claridad la forma en la cual esta autora, a
pesar de reconocer el carácter construido del género y la existencia de
importantes fuerzas sociales, sigue afirmando que la clase compuesta
por las “hembras” —palabra que ella misma usa— ha estado sistemáti-
camente supeditada y subordinada a la casta de los varones .
en cualquier caso, una noción mucho más acabada y contundente
del sexo como casta se encuentra en el trabajo de shulamith Firesto-
ne, quien retoma a Marx y a engels como referentes para teorizar en
torno al patriarcado, aunque explícitamente rechaza su economicismo
y la centralidad otorgada a la producción . en contraste con el énfasis
marxista clásico otorgado a esta categoría, Firestone busca poner en el
centro la reproducción, haciéndose eco de la oposición entre la estruc-
tura y la superestructura precisamente para dar cuenta de cómo se ha
configurado un orden social sobre la base de distinciones biológicas .
es justo en ese contexto en el cual esta autora se compromete con
la realidad transhistórica del sexo y, de paso, de la familia a la cual
entiende en términos biológicos . a diferencia de Millet, Firestone sí se
compromete con la existencia de una naturaleza humana que bien puede
ser plástica, pero que en cualquier caso sería real y constante . de allí que
para esta autora la cultura opere como una anti-physis que puede abolir
el estado de naturaleza al cual considera la base de la opresión actual
de las mujeres dado que sería a causa de las capacidades reproductivas
de estas el que se vieron históricamente sometidas a una posición su-
bordinada . no sorprende, por tanto, que su propuesta emancipatoria
esté enfocada en alcanzar el carácter neutro de los genitales, la supera-
ción de toda orientación e identidad sexual y, finalmente, la abolición
misma del sexo vía nuevas tecnologías reproductivas que desincorporen

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la función gestacional del cuerpo de las mujeres . todo lo anterior se


ilustra en la siguiente cita:

la presuposición intuitiva del hombre medio de que la división desigual


de los sexos es una división “natural”, puede estar bien fundamentada .
a diferencia de la estamentización económica, las clases sexuales nacie-
ron directamente de una realidad biológica: hombres y mujeres fueron
creados con distinta configuración y diversidad de privilegios . si bien,
como sugiere de Beauvoir, dicha diferenciación no exigía por sí misma
el desarrollo de un sistema de clases –la dominación de un grupo por el
otro–, tal como lo demandaron las funciones reproductivas basadas en tales
diferencias . la familia biológica constituye una distribución de poder in-
trínsecamente desigual . (Firestone, 1973: 17; cursivas como en el original)

como espero que pueda verse, esta autora pretende retomar al-
gunas intuiciones del marxismo como herramienta para conceptuar el
patriarcado y la jerarquización que este conlleva . sin embargo, en este
proceso de reapropiación la autora rompe no únicamente con la visión
marxiana de las clases como el resultado de la praxis sino también con
una parte importante del legado spinoziano presente en Marx y que
justamente hacía posible evitar una lectura mecanicista y cartesiana tanto
de la materialidad como de la causalidad (Grosz, 2017) . este hecho, como
se verá más adelante en este ensayo, no es menor y habrá de jugar un
papel importante en la forma en la cual se concibe al cuerpo sexuado
desde otros abordajes teóricos .
en cualquier caso, no quisiera concluir esta sección sin señalar
que al interior del propio feminismo filosófico se han desarrollado
importantes críticas a los planteamientos antes expuestos . de hecho,
las reflexiones que este texto ofrece abrevan fuertemente de algunas de
dichas críticas, aunque la elección de un vocabulario mucho más cercano
a la filosofía anglosajona pueda oscurecer esto . sea como fuere, me ha
parecido fundamental mencionar al menos las críticas realizadas por
donna Haraway, pues estas coinciden en gran medida con lo que aquí
va a señalarse, a saber, que la idea misma de castas sexuales es metafí-
sicamente problemática y que la suposición de que podemos equiparar
las unidades de análisis social con las unidades de análisis biológico es
algo que va a encontrar numerosas objeciones .
dicho esto, doy pie a la crítica que Haraway realizó en su obra Si-
mians, Cyborgs, and Women ante las posturas de Firestone . Haraway nos
dice así lo siguiente:

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Firestone (1970), in the Dialectic of Sex, also faces the implications of


Freud’s biopolitical theory of patriarchy and repression but tries to
transform it to yield a feminist and socialist theory of liberation . she
has been immensely important to feminists in this task . i think, however,
that she committed the same mistake that Brown did, that of ‘physiolo-
gical reduction of the body politic to sex’, which fundamentally blocks
a liberating socialism that neither fatalistically exploits the techniques
given by the sciences (while despairing of transforming their content)
nor rejects a technical knowledge altogether for fantasy . Firestone located
the flaw in women’s position in the body politic in our own bodies, in
our subservience to the organic demands of reproduction . in that criti-
cal sense she accepted a historical materialism based on reproduction
and lost the possibility for a feminist-socialist theory of the body politic
that would not see our personal bodies as the ultimate enemy . in that
step she prepared for the logic of the domination of technology… she
made the basic mistake of reducing social relations to natural objects,
with the logical consequence of seeing technical control as a solution .
she certainly did not underestimate the principle of domination in the
biobehavioral sciences, but she did misunderstand the status of scienti-
fic knowledge and practice . this is, she accepted that there are natural
objects (bodies) separate from social relations . in that context, liberation
remains subject to supposedly natural determinism, which can only be
avoided in an escalating logic of counterdominion .4 (Haraway, 1991: 10;
cursivas como en el original) .

4
“Firestone (1970), en La Dialéctica del sexo, también confronta las implicaciones de la teo-
ría biopolítica del patriarcado y la represión de Freud, pero intenta transformarla para producir
una teoría feminista y socialista de la liberación . ella ha sido inmensamente importante para las
feministas en dicha cuestión . creo, sin embargo, que cometió el mismo error que Brown, el de la
‘reducción fisiológica de la política del cuerpo político al sexo’, que fundamentalmente bloquea un
socialismo liberador que no explote de manera fatalista las técnicas dadas por las ciencias (mien-
tras falla a la hora de transformar su contenido) ni rechace un conocimiento técnico al tomarlo
como mera fantasía . Firestone atribuyó el defecto en la posición de la mujer dentro de la política
del cuerpo en nuestros propios cuerpos, en nuestro sometimiento a las demandas orgánicas de
la reproducción . en ese sentido aceptó un materialismo histórico basado en la reproducción y
perdió la posibilidad de una teoría feminista-socialista de la política del cuerpo que no viera
nuestros propios cuerpos como el enemigo último . dada esa asociación se preparó para la lógica
del dominio de la tecnología… cometió el error básico de reducir las relaciones sociales a objetos
naturales, con la consecuencia lógica de ver el control técnico como una solución . ciertamente,
no subestimó el principio de dominación en las ciencias bioconductuales, pero entendió mal el
estatus del conocimiento y la práctica científica . es decir, aceptó que hay objetos naturales (cuerpos)
separados de las relaciones sociales . en ese contexto, la liberación permanece sujeta a un determi-
nismo supuestamente natural, que solo puede evitarse en una lógica creciente de contradominio .”
(traducción de la autora) .

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Vale la pena señalar, tras haber presentado la cita anterior, que la


crítica allí elaborada es parte de una reflexión mucho más compleja y
abarcante, que en su momento Haraway articuló también en su libro
Primate Visions (1989) . en dicha obra esta autora examinó tanto la cons-
trucción material/semiótica de la diferencia sexual como las propias
críticas ante su supuesta universalidad e invarianza . específicamente,
se enfocó en el trabajo de adrienne Zihlman dentro del campo de la
paleoantropología y en la forma en la cual sus análisis cuestionaron
sistemáticamente el carácter transhistórico y estable de la diferencia
sexual anatómica (y funcional) en el linaje de los homínidos .
para Haraway, tanto las ciencias biológicas y de la conducta como
una buena parte de los feminismos, se han comprometido con la apa-
rente solidez de la diferencia anatómica y su capacidad para fundar
una diferencia entre hombres y mujeres . sin embargo, como también
señala esta autora, la diferencia sexual como supuesto hecho biológico
invariante y transhistórico ha sido ya falseado por las propias antropó-
logas, paleoantropólogas y primatólogas que se revisan en aquella obra
mostrando así el carácter heteroglósico y contextual de dicha diferencia
y la imposibilidad de afirmar que estamos ante un universal con un sig-
nificado unívoco y estable que denotaría una colección de diferencias
igualmente unívocas y estables .
empero, como se verá en las siguientes secciones, la noción de castas
sexuales parece haber cobrado relevancia una vez más . en el proceso,
se ha movilizado una metafísica en torno al sexo que implícitamente
ha sido ya cuestionada, pero que abordaremos de manera explícita en
el resto de este texto .

Las castas sexuales como clases naturales

como ya se mencionó anteriormente, la noción de castas sexuales pre-


supone que los hombres y las mujeres conformamos clases mutuamente
excluyentes y conjuntamente exhaustivas . asume, de igual modo, que
estas clases tienen un fundamento biológico dado por la presunta reali-
dad material del sexo . Finalmente, esta idea adelanta un tercer elemento
que consiste en denunciar la jerarquización pancultural de una clase
sobre otra siendo los varones, históricamente hablando, la clase que ha
detentado el poder . nótese, en este sentido, que el sexo opera aquí no
únicamente como una esencia que diferencia a los hombres y las mujeres,

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sino que funge también el papel de un signo que permitiría asignar a


los recién nacidos a una u otra clase; dicho signo, de acuerdo con esta
visión, ha sido históricamente estable sin que los diferentes contextos
culturales le hayan afectado .
la pregunta, llegado este punto, es si en efecto todas las tesis
antes mencionadas son verdaderas . para responder ante esta interro-
gante retomaré en la presente sección el trabajo del filósofo británico
John dupré, especialista en epistemología y metafísica de las ciencias
biológicas . la razón por la cual lo he elegido es precisamente por su
interés en la metafísica de categorías tales como raza, género o sexo .
concretamente, dupré ha sido pionero en el uso de herramientas con-
ceptuales desarrolladas al interior de la filosofía analítica para abordar
cuestiones relacionadas justamente con diversas formas de categorizar
al ser humano apelando a rasgos que se toman por naturales .
así también, dupré ha sido de los pocos filósofos analíticos que
explícitamente han expresado un interés por comprender y criticar las
tesis emanadas del feminismo radical y que versan justamente sobre el
tema que nos interesa, a saber, si el sexo puede considerarse un rasgo
esencial que permitiría construir dos clases mutuamente exclusivas y
conjuntamente exhaustivas .
de hecho, adelantándonos a la presentación de su propuesta, este
filósofo explícitamente rechaza que esta idea sea verdadera y la considera
parte de una metafísica esencialista y determinista . se hace eco, en ese
mismo sentido, del trabajo de Jaggar (1983), y afirma que una de las
grandes fallas del feminismo radical es justamente su compromiso con
el determinismo biológico y su afirmación de que los aspectos biológicos
propios del sexo causaron en un sentido histórico el orden social que
ahora denominamos género (dupré, 1993: 273) . dicha tesis, como ya
vimos, está presente en la obra de shulamith Firestone .
ahora bien, atendiendo a los detalles concretos de su análisis,
podemos señalar que dupré comienza por mostrar en qué sentido las
nociones del sentido común en torno al sexo pueden interpretarse como
aseverando que estamos ante lo que en filosofía se denominan clases
naturales . esto es precisamente lo que se afirmaría cuando se sostiene
que hay dos clases mutuamente exclusivas y conjuntamente exhaustivas
cuya diferencia fundamental puede localizarse en el sexo .
Brevemente vale la pena señalar que la noción de clases naturales
tuvo su cenit en la filosofía medieval y que en el siglo xIx volvió a ocupar
un lugar central en la filosofía occidental con el renovado interés por

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

saber si las categorías con las cuales organizamos la experiencia son me-
ros artificios del intelecto humano (nominalismo) o si, por el contrario,
recuperan la estructura causal propia del mundo (realismo) . llevado al
tema de nuestro interés, la cuestión sería entonces dirimir si categorías
como sexo (o género o raza) son meros nombres o, por el contrario, si
son categorías que recuperan la estructura causal del mundo .
dupré justamente se aproxima a esta inquietud retomando uno
de los modelos más influyentes en torno a la semántica y metafísica de
las clases naturales . nos referimos aquí al así llamado modelo causal-
histórico elaborado en un primer momento por saul Kripke (1971;
1972) y retomado posteriormente por Hilary putnam (1975) . Más espe-
cíficamente, a dupré le interesa mostrar el modo en el cual un término
como el de sexo suele interpretarse en tanto una clase natural; le interesa
asimismo mostrar el porqué esto sería problemático .
sucintamente, lo que este autor nos muestra es que el modelo
Kripke-putnam usualmente demanda identificar cuatro elementos .
en primer lugar, un marcador sintáctico que nos permite saber que el
término “sexo” es, por ejemplo, un sustantivo . en segundo, requiere
identificar un marcador semántico, esto es, situar dentro de un campo
semántico al término “sexo” al, por ejemplo, mostrar su conexión con
otros términos, como masculino, femenino, etc . en tercero, es necesario
hacer ver cuál es el estereotipo asociado al término “sexo” . Finalmente,
habría un cuarto elemento que denota la extensión del término, esto
es, los objetos que son referidos por dicho término .
de cualquier modo, dados nuestros objetivos quizá sería más ade-
cuado especificar que estamos refiriéndonos a la categoría sexo como
separable en dos: el sexo masculino y el sexo femenino . esta precisión
es importante porque nos ayudará a especificar los estereotipos aso-
ciados a uno y otro término y, también, a mostrar el modo en el cual
las extensiones de estos términos son lo que busca denotarse cuando
hablamos de castas sexuales .
una vez identificados estos cuatro elementos podríamos especificar,
siguiendo en esto también a dupré (1993: 23), que los primeros tres
elementos —el marcador sintáctico, el marcador semántico y el este-
reotipo— son los únicos elementos que requiere conocer un hablante
competente de una lengua . el cuarto, por el contrario, suele ser accesible
únicamente a los expertos de las áreas científicas pertinentes, porque
serían estos los que son capaces de identificar la propiedad esencial que
subyace a esta clase y que delimita justamente su extensión . Histórica-

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mente se ha supuesto que estas propiedades son intrínsecas (es decir,


no son relacionales) y que son de carácter microestructural; en nuestro
caso de estudio los cromosomas sexuales (xx o xy) suelen interpretarse
de este modo .
nótese, en este punto, que este modelo implica la existencia de una
división de la labor lingüística entre legos y expertos . solo estos últimos
pueden identificar correctamente estos cuatro elementos, porque solo
estos son capaces de desentrañar cuál es la esencia que subyace a una
clase . nótese, de igual modo, que una clase natural sería aquella en la
cual es posible identificar una propiedad microestructural (o, en cual-
quier caso, una propiedad intrínseca) que es a una misma vez necesaria
y suficiente para pertenecer a dicha categoría .
sea como fuere, lo que a John dupré le interesaba mostrar y la ra-
zón por la cual lo hemos retomado en la presente sección tiene que ver
con lo siguiente . el modelo causal-histórico de Kripke-putnam puede
tomarse como base para erigir una suerte de reconstrucción racional
de los compromisos metafísicos propios del sentido común (y de cierta
parte del feminismo radical) . esto es así ya que ambas posturas parecen
comprometerse con tres tesis:

i . la aseveración de que los términos propios de los lenguajes


naturales remiten, aunque quizá de manera imperfecta, a
clases naturales que las ciencias habrán de delimitar de forma
más eficaz . en nuestro ejemplo, ello implica que las nociones
cotidianas que nos permiten distinguir entre los hombres y las
mujeres —por ejemplo, ser humano con vagina vs . ser humano
con pene— operan como herramientas que nos permiten una
identificación aproximada de estas clases naturales .
ii . el proceso de descubrir dichas esencias puede interpretarse
como una instancia del progreso científico ya que estaríamos
ante un ejemplo en el cual las categorías del lenguaje natural
son validadas al mostrar el modo en el cual nos permitían co-
nocer la estructura causal del mundo, es decir, las propiedades
esenciales subyacentes a dichas categorías . en nuestro caso de
estudio ello se correspondería con el descubrimiento de los
cromosomas sexuales y, eventualmente, con el famoso gen sry
presente en el cromosoma y .
iii . Finalmente, ello implica el descubrimiento de esencias o atribu-
tos necesarios y suficientes que explicarían la similaridad entre

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

los miembros de cierta clase . de nuevo aludiendo a nuestro


caso de estudio esto implicaría revelar la forma en la cual la
presencia de cierto par de cromosomas da lugar a una u otra
trayectoria del desarrollo que nos configura anatómicamente
como seres humanos con pene o como seres humanos con
vagina .

estos tres puntos son interesantes porque pretenden hacer ver no


solamente los compromisos metafísicos y de corte realista asociados a
las categorías propias del sentido común (y de cierto feminismo radical)
sino, también, su implícita aceptación tanto de una visión esencialista
del modo en el cual operan estas categorías, por un lado, y, por otro,
cierto chovinismo epistémico que opera en dos registros al suponer,
primero, que la ciencia será el árbitro que dirima entre las categorías
que habremos de tomar como verdaderas y, segundo, que serán las ca-
tegorías occidentales las que muy seguramente serán validadas .
sea como fuere, a dupré le interesa mostrar que esta lectura opti-
mista que el sentido común tiene con respecto a sus propias categorías va
a fracasar porque no encontraremos propiedades necesarias y suficientes
y mucho menos ancladas a una escala microestructural . así también, le
interesa hacer ver que las propuestas clasificatorias del sentido común
no son las únicas posibles y que de facto habrá más de una manera de
agrupar a los seres humanos, incluso si nos restringimos al tema del
cuerpo sexuado .
Justo será en las próximas secciones en las que habremos de mostrar
estos elementos, lo cual nos permitirá afirmar que no estamos ante clases
naturales y que, por ende, la idea de castas sexuales habrá de fracasar
ya que esto conduce a desechar la idea de la estabilidad metafísica del
sexo, así como su presunta capacidad de fungir como un signo pancul-
tural igualmente estable .

La tentación biologicista y sus límites

en esta sección presentaré brevemente el porqué se afirma en el presente


ensayo que toda apuesta esencialista en torno al sexo habrá de fracasar .
sin embargo, antes de llevar a cabo tal exposición considero importante
abordar una pregunta que no es menor ni tampoco trivial . a saber, por
qué una parte del feminismo ha decidido comprometerse con las inter-

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

pretaciones del sentido común y un cierto realismo ingenuo en torno al


cuerpo sexuado que le lleva a coincidir con otros discursos biologicistas .
para ello quiero comenzar aludiendo a las famosas guerras de las
ciencias de finales del siglo xx y en las que justamente entraron en
choque diversas concepciones biologicistas emanadas de las ciencias bio-
lógicas y biomédicas con posturas antagónicas emanadas de las ciencias
sociales y humanas y en las cuales la cultura era el elemento explicativo
central a la hora de caracterizar al ser humano (Guerrero, 2013) . como
es bien sabido, dichas concepciones biologicistas le daban prioridad a
la naturaleza humana como elemento explicativo tanto de la conducta
como de los arreglos sociales propios de nuestra especie . por el contrario,
las apuestas sociales y humanísticas enfatizaban la crianza y los procesos
de aculturación que esta acarrea como elementos explicativos centrales .
ahora bien, al examinar dicho episodio histórico puede señalarse
que, al menos en parte, el conflicto entre unas y otras ciencias versaba
acerca del alcance de los patrones explicativos de las ciencias naturales
y de la autonomía metodológica de las ciencias sociales y humanas; si se
mostraba que los patrones explicativos de las primeras eran transpor-
tables, mutatis mutandis, a las segundas, entonces la autonomía metodo-
lógica de estas últimas quedaría socavada . desde luego la controversia
no era puramente metodológica, sino que implicaba dos imágenes en
competencia en torno a qué es el ser humano, pero estas imágenes
daban lugar a abordajes metodológicos radicalmente distintos y, cosa
no menor, a apuestas políticas igualmente diferentes . sea como fuere,
la primera de estas imágenes colocaba al ser humano como un animal
más, exorcizando así toda pretensión de excepcionalismo humano; la
segunda imagen, por el contrario, afirmaba ese mismo excepcionalismo
al señalar la centralidad de la cultura como elemento sui generis del ser
humano .
dado este antecedente resulta aún más sorprendente encontrarnos
con un feminismo con un fuerte compromiso biologicista . empero, creo
que hay una razón de fondo que explica el porqué esto ocurre, y que
ilustra una coincidencia interesante entre los discursos biologicistas de
aquellos años y dicho feminismo . aludo en ese sentido a la búsqueda
de patrones explicativos de gran alcance y a las consecuencias que esto
acarrea . para explicar a qué me refiero apelaré al concepto de unificación
que ha sido articulado al interior de la filosofía de la ciencia y que bási-
camente recupera la noción decimonónica de consiliencia originalmente
formulada por William Whewell (Kitcher, 1989) .

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

de forma sucinta, lo que el concepto de unificación busca señalar es


que es deseable tener patrones explicativos de gran alcance y que sean
aplicables en diversos dominios . el propio Kitcher ha señalado cómo el
trabajo de charles darwin puede entenderse en estos términos ya que
uno de sus grandes logros fue hacer ver el modo en el cual fenómenos
propios de la biogeografía, la embriología, la anatomía comparada o la
paleontología podían explicarse a través de un único patrón explicativo,
a saber, la idea de un origen común de todos los seres vivos aunada al
cambio a causa de sus condiciones de existencia . en ese sentido la teoría
evolutiva implicó la unificación de todos estos diversos dominios .
ello resulta deseable no únicamente porque nos revela una visión
más parsimoniosa del mundo sino porque nos presenta un mundo más
inteligible ya que con un número menor de principios o presupuestos
tomados como primitivos podemos explicar un mayor número de fe-
nómenos . de allí que sea tentador afirmar que el progreso de la ciencia
implica la construcción de teorías cada vez más unificadoras, porque
esto implica tener menos presupuestos de partida que tomamos como
base (axiomas) a la hora de dar cuenta de un número cada vez mayor
de fenómenos (teoremas) .
curiosamente, podríamos afirmar que la guerra de las ciencias
antes mencionada muestra el lado patológico de la búsqueda de ex-
plicaciones unificadoras . esto es así ya que justamente las apuestas
sociobiológicas de la década de 1970 o las de corte psicoevolucionista
de los años 1980 y 1990 tenían como cometido unificar a las ciencias
sociales y humanas dentro del marco teórico de las ciencias biológicas .
en cualquier caso, la coincidencia que deseo señalar entre dichos
discursos biologicistas y el feminismo radical es precisamente su anhe-
lo unificador .5 tanto en uno como en otro caso se busca encontrar un

5
en este punto valdría la pena hacer un par de acotaciones aparentemente contradictorias .
en primer lugar, podría afirmarse que el mérito mismo del feminismo, al menos en sus primeras
dos olas, fue mostrar la persistencia de la desigualdad entre hombres y mujeres en prácticamente
todas las culturas y tiempos . en otras palabras, al menos uno de los grandes méritos del feminismo
fue el señalar el carácter históricamente invariante de la desigualdad entre hombres y mujeres, lo
cual no solo se traduce en el descubrimiento de un patrón explicativo unificador sino, también,
de un patrón de acción política potencialmente unificante ya que interpelaría a mujeres en muy
variados contextos . empero, a modo de segunda acotación, los feminismos de tercera ola podrían
interpretarse como una suerte de correctiva o llamado de atención acerca de los peligros de un ethos
unificacionista que ignora precisamente la enorme variedad de sujetos históricos y la multiplicidad
de formas en las cuales de hecho se realiza el patriarcado .

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

patrón explicativo de gran alcance que pueda aplicarse en contextos


aparentemente diferentes . en el caso de las ciencias biológicas esto impli-
ca mostrar la aplicabilidad de ciertas explicaciones a diversos dominios
(e . g ., la anatomía, la fisiología, la paleontología, etc .), pero también a
distintos grupos de organismos . en el caso del feminismo radical esto se
traduce en la búsqueda de diversas invarianzas entre distintas culturas
humanas tanto en espacio como en tiempo para así afirmar no solo el
carácter transhistórico de la desigualdad, sino también de sus causas
y de los sujetos mismos que se ven afectados por ella . irónicamente,
dado el carácter altamente contingente de los elementos propios de las
diversas culturas humanas, se termina aquí por apostar por el carácter
supuestamente constante de la biología del sexo en el caso humano .
esto, al menos, parece estar implícito en la obra de Firestone y, en menor
medida, en la de Millet; se olvida así que el cuerpo sexuado no ha sido
simbolizado, interpretado y habitado de la misma forma en toda cultura
y que, por ende, no puede fungir como un fundamento pancultural y
transhistórico en la búsqueda de un patrón explicativo aplicable a todo
tiempo y lugar .6
de hecho, la filósofa sally Haslanger ha expresado recientemente
en un breve ensayo intitulado “Why i don’t believe in patriarchy” (2020)
sus insatisfacciones con el concepto de patriarcado, al cual suele enten-
dérsele como un sustantivo que denota invarianzas históricas a través de
las diversas sociedades humanas . como también señala esta filósofa en
ese mismo ensayo, esto oculta el hecho de que las desigualdades entre
hombres y mujeres son múltiplemente realizables, es decir, que no hay
tal invarianza de causas y sujetos, sino que, más bien, hay una miríada
de sociedades patriarcales en las cuales hay desigualdades entre hombres
y mujeres que ocurren sin que se pueda señalar un único entramado
causal que dé cuenta del porqué . es por ello que esta autora prefiere
emplear el término a modo de adjetivo, es decir, hablar de sociedades
patriarcales y no de patriarcado .
sea como fuere, hay una segunda razón por la cual me ha pa-
recido importante presentar la analogía entre el feminismo radical y
los biologicismos . Básicamente, lo que deseo mostrar es que hay un
riesgo no menor que se le presenta a cualquier feminismo que desee
apelar a la biología como una realidad dada y no interpretada ni

6
Justo esto era lo que expresaba Haraway en la obra citada en la sección primera de este
ensayo .

42

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

entretejida con las prácticas culturales . este riesgo consiste en que,


al apelar a dicha biología, entendida de manera ingenua, se abre la
puerta a una serie de interpretaciones biologicistas sobre la naturaleza
humana que no puede simplemente rechazarse . Falsear dichas inter-
pretaciones requirió problematizar el supuesto carácter de dado y no
interpretado en torno al cuerpo sexuado, así como la dicotomía misma
de naturaleza vs . cultura . la imagen que emergió de este debate no es
compatible con una lectura ingenua del cuerpo sexuado de tal modo
que el feminismo radical se confronta con un dilema . o bien apela a
una biología dentro de un realismo ingenuo y se expone a toda suerte
de biologicismos, o bien rechaza dichos biologicismos y por ende es
incapaz de apelar a un cuerpo sexuado como algo dado, pancultural
y metafísicamente estable .
Hay, finalmente, otro conjunto de desafíos que no son trivialmente
superables . por brevedad mencionaré únicamente dos . ambos coinciden
en rechazar que el sexo pueda entenderse como una clase natural, al me-
nos en su acepción clásica que presupone esencias y atributos necesarios
y suficientes . la primera de estas críticas fue elaborada por la filósofa
carla Fehr (2006) y centra su análisis en el sexo como fenómeno bioló-
gico . de manera sucinta Fehr señala que el sexo no se comprende igual
en la teoría evolutiva y en la genética molecular y que, curiosamente, los
elementos que se vuelven centrales en una y otra caracterización tienen
un origen histórico independiente y no necesariamente coocurren en
cada organismo en el mismo momento . en el caso de la teoría evolutiva
el sexo se entiende como un mecanismo para eliminar mutaciones dele-
téreas —esto es, negativas— y para generar variación de formas mucho
más rápidas y eficientes de lo que el mero azar permitiría . en el caso
de la genética molecular el sexo se entiende como un mecanismo de
reparación del dna de los organismos . dada esta doble acepción del
término es que resultaría imposible identificar un atributo necesario y
suficiente cuando se habla del sexo biológico a lo largo y ancho de la vida,
pues en algunas ocasiones se realza un aspecto y en otras tantas el otro .
en cualquier caso, podría argüirse que en nuestra discusión los
argumentos de Fehr son irrelevantes, y lo que nos interesa es saber si, en
Homo sapiens, el sexo puede entenderse como un rasgo dimórfico que da
lugar a dos clases mutuamente excluyentes y conjuntamente exhaustivas
que pueden caracterizarse como clases naturales en la medida en la que
pueden identificarse atributos necesarios y suficientes para adscribir a
las personas a una u otra categoría .

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

ante estas preguntas responde la también filósofa alison stone


(2007) con una negativa que explícitamente rechaza la aplicabilidad de
la concepción clásica en torno a las clases naturales cuando pensamos
en seres humanos . su argumento es en realidad muy sencillo y se centra
en exhibir que no es posible identificar un atributo necesario y suficiente
que esté presente en todos los individuos adscritos al sexo masculino o al
sexo femenino . esto es así no solamente por la existencia de morfologías
intersexuales sino por un hecho mucho más pedestre, a saber, que los
cuerpos existen en el tiempo y que, por ejemplo, hay rasgos que solo
se expresan en cierto momento del ciclo de vida y que hay múltiples
situaciones en las cuales alguien simplemente no posee cierto carácter
que incluyen tanto accidentes, enfermedades, intervenciones médicas y,
claro está, la propia variación morfológica del cuerpo humano . Valgan
un par de ejemplos: un hombre puede nacer sin próstata o una mujer sin
útero, pero ello difícilmente implica que no serán adscritos a tales cate-
gorías, y lo mismo puede decirse de prácticamente cualquier rasgo que
pudiéramos imaginar, incluyendo desde luego los cromosomas sexuales .
es a causa de esta situación que stone concluye que el sexo, como
categoría, exhibe vaguedad y que sus fronteras no son claras, y no
pueden serlo ya que el sexo no es una única propiedad, sino que es el
nombre que colectivamente le damos a un conjunto de atributos que
suelen estar correlacionados, pero sin que en ello medie necesidad al-
guna; precisamente porque tal necesidad está ausente es que en algunas
ocasiones están presentes algunos, pero no todos los atributos que aso-
ciamos con un sexo . así, la vaguedad del sexo no resulta de una falla o
una limitación epistemológica sino que es una característica ontológica
del sexo en sí mismo, es decir, la vaguedad del sexo no obedece a nin-
guna falta de conocimiento por nuestra parte, es algo consustancial al
cuerpo sexuado mismo, el cual no se presenta de manera binaria sino
en términos de gradaciones que exhiben una distribución bimodal que,
en cualquier caso, no puede describirse en términos de clases naturales
en su acepción clásica .

El sexo y la vaguedad

como veíamos en la sección anterior, el sexo no parece ser la clase de


rasgo que puede caracterizarse en términos de clases naturales si por
estas entendemos agrupamientos que demandan la existencia de atri-

44

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

butos necesarios y suficientes como criterios de adscripción . empero,


en las últimas tres décadas ha habido una importante revolución con-
ceptual al interior de la filosofía de la ciencia en lo que respecta a la
noción misma de clase natural . esto se debe en gran medida al trabajo
del filósofo richard Boyd (2010), quien ha ofrecido una caracterización
muy novedosa de cómo podríamos entender las clases naturales una
vez que reconocemos que los criterios de necesidad y suficiencia son
demasiado fuertes .
para Boyd habría que atender a un elemento que ha sido central en
la noción misma de clase natural y que quizá es mucho más importante
que la búsqueda de límites claros . en ese sentido este autor ha señalado
que tanto en el siglo xIx como en el xx el interés por encontrar clases
naturales estaba íntimamente atado a la búsqueda de categorías que
pudieran fungir dentro de explicaciones de carácter inductivo . esto es,
lo que nos interesaba era reconocer categorías que pudieran ayudarnos
a predecir y explicar el mundo y que también nos permitieran generar
inducciones y enunciados contrafactuales que describieran situaciones
que podrían ocurrir en caso de que ciertas condiciones antecedentes se
presentasen . curiosamente, agrega este filósofo, todos estos atributos
pueden encontrarse en categorías que no admiten una descripción en
términos de necesidad y suficiencia . un ejemplo por lo demás claro lo
encontramos en las especies biológicas, pues suele ser el caso que la
adscripción de un organismo a una especie permite generar prediccio-
nes, explicaciones, inducciones y contrafactuales, incluso si no podemos
encontrar un rasgo esencial, necesario y suficiente para adscribirle a
tal especie .
sin embargo, si bien no somos capaces de identificar dichos ele-
mentos necesarios y suficientes, lo que sí suele ocurrir es que diversas
propiedades coocurren de manera más o menos sistemática en los
organismos de cierta especie, de allí que tal vez podamos reconcebir
las especies —y las clases naturales mismas— como cúmulos de propie-
dades homeostáticamente agrupadas, o HpCk, por sus siglas en inglés .
el término enfatiza en este sentido que lo que debiera interesarnos es
la coocurrencia de diversas propiedades a las que subyacen procesos
responsables de dichas correlaciones; a estos procesos Boyd los carac-
teriza como mecanismos homeostáticos, porque mantienen precisamente
la coocurrencia y, por ende, permiten explicar el porqué estos agru-
pamientos son robustos y, a causa de esto, capaces de fungir un papel
central dentro de nuestras explicaciones .

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

ahora bien, alison stone (2007) explícitamente sugiere abordar


al sexo como una clase natural entendida bajo la propuesta de richard
Boyd, es decir, entender al sexo —o los sexos— como conjuntos de
propiedades homeostáticamente agrupadas . la ventaja de esta nueva
forma de conceptuar el sexo consiste en que las clases naturales, en
tanto HpCk, son compatibles con el hecho de que el sexo no se presenta
de manera binaria sino en términos de gradientes que exhiben una
distribución bimodal, pero en los que también es posible identificar
morfologías que simplemente no se acomodan dentro de ambas mo-
das . en este sentido, concebir el sexo como HpCk permite reconocer
la relevancia explicativa que tiene este concepto tanto en los ámbitos
sociales como médicos, pero sin que ello implique un compromiso
esencialista de ningún tipo .
en este punto cabe, sin embargo, plantearnos una pregunta que
stone no aborda y que resultará central para comprender a profundidad
la naturaleza metafísica del sexo . esta pregunta consiste en inquirir cuál
es el mecanismo homeostático que subyace al sexo como cúmulo de
propiedades homeostáticamente agrupadas . esta pregunta no es menor
porque podría responderse aludiendo a distintas posibilidades . por un
lado, podría señalarse que el mecanismo en sí es el conjunto de procesos
ontogenéticos que producen un cuerpo sexuado . si se da esta respuesta
entonces se habrá logrado acomodar la ya mencionada vaguedad, pero
a costa de presentarla como una falla de dichos procesos ontogenéticos .
de igual manera, esta respuesta dejará excluidos en gran medida a los
cuerpos trans y los colocará como simulacros de un cuerpo sexuado al
que meramente imitan .
empero, quisiera explorar otra posible respuesta en lo que resta
de esta sección y que justamente nos ayudará a entender la postura de
filósofas como la ya citada díaz león y su afirmación de que tanto las
personas trans como intersex están ya incluidas en la gran mayoría de
usos del término sexo . examinar esta postura permitirá en este sentido
radicalizar la posición de la propia stone al reconocer no solamente la
vaguedad propia del sexo sino también la pluralidad de formas en las
cuales puede circunscribirse . en otras palabras y de manera sucinta, lo
que se busca es presentar un recuento metafísico que acomode la va-
guedad, pero no a costa de patologizarla y que, a un mismo tiempo, nos
ayude a entender nuestras propias prácticas lingüísticas al hablar de sexo .
dicho esto, cabe señalar que concebir al sexo como HpCk tiene un
conjunto de méritos adicionales que la propia stone no menciona, pero

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

que podremos caracterizar sin mayor esfuerzo si atendemos con cuidado


a la propuesta original de Boyd . este abordaje cuidadoso será lo que nos
permitirá construir la propuesta ya esbozada . así, y para comenzar, cabe
señalar en primer lugar que Boyd abandona toda pretensión de que
las clases naturales, entendidas como HpCk, sean simplemente parte de
una descripción objetiva del mundo que se ofrecería desde una mirada
que se asume neutra y universal . para este autor las clases se describen
dentro de los aparatos teóricos de matrices disciplinares concretas, es
decir, las clases admitirían diversas descripciones si se abordan desde
perspectivas teóricas disímiles . Básicamente, lo anterior se traduce en
que Boyd acepta que es posible un pluralismo de perspectivas en lo que
refiere a las clases naturales de tal modo que hay diversas formas de
recortar o categorizar al mundo y que dan lugar a conceptos igualmente
útiles en la construcción de explicaciones .7
un segundo elemento presente en la apuesta de Boyd consiste en
que este filósofo considera que las clases, concebidas como HpCk, están
espacio-temporalmente acotadas, y que en ese sentido pueden tener
validez dentro de ciertos intervalos sumamente acotados; es decir, la
utilidad explicativa de una categoría está acotada y no necesariamente
admite su uso en otros contextos . esto último es un aspecto que stone
tampoco menciona, pero que conlleva una segunda ruptura con la
concepción clásica en torno a las clases naturales y en las cuales estas
se conciben como espacio-temporalmente irrestrictas .
tanto uno como otro aspecto implican así una profunda recon-
ceptualización, no solo de las clases naturales sino de los conceptos que
queremos describir en tales términos . en este punto vale la pena aludir
al trabajo de la propia díaz león (2016) cuando señala que términos
como “sexo”, “hombre” o “mujer” no remiten a significados unívocos,
universales e invariantes, sino que de hecho revelan la existencia de
una multitud de sentidos que se emplean de maneras contextuales . a
esta propuesta ella la caracteriza como un contextualismo de tópicos a los
que vienen asociados reglas específicas que determinan si un sujeto epistémico
sabe o no cierto hecho y si, por ende, emplea adecuadamente un concepto; bási-

7
nótese que este pluralismo en torno a las diversas formas de caracterizar al sexo hace in-
teligible la afirmación de Judith Butler de que el sexo siempre está ya generizado, es decir, de que
las fronteras entre los sexos siempre revelan los efectos del género en su delimitación (Guerrero,
2020) . esto es así porque la vaguedad del sexo ha dado lugar a que en diferentes culturas los límites
se fijen de diversas maneras, apelando a criterios históricamente cambiantes .

47

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

camente, esta propuesta consiste en señalar que el valor de verdad de


una proposición que adscribe a cierto sujeto a la categoría de hombre
(o de mujer) depende del tópico que se esté discutiendo y de cuáles
son los criterios de relevancia que importan para dicho tópico . son así
estos criterios los que determinan si un sujeto sabe usar el término y si
sus afirmaciones son verdaderas o falsas .
así, por ejemplo, si estamos hablando de violencia misógina en
el espacio público, los criterios de relevancia atienden a cómo son leí-
dos ciertos cuerpos en el espacio público . allí sería irrelevante apelar
a rasgos como los cromosomas, los genitales o la genética puesto que
dichos atributos no son causalmente relevantes a la hora de clasificar a
los cuerpos en el espacio público cuando estamos hablando justamen-
te de violencias que ocurren en función de una lectura social de tales
cuerpos . precisamente la irrelevancia causal de dichos atributos en
ese tópico haría que fueran irrelevantes a la hora de juzgar el valor de
verdad de una proposición así y, por tanto, dichos atributos no estarían
contenidos en el significado del término “mujer” cuando se está abor-
dando dicho tópico .
por el contrario, la situación sería diferente si estamos hablando
de otros tópicos, aunque aquí vale la pena señalar que no debiéramos
esperar que los tópicos operen distinto en función de si son “sociales” o
“naturales”, es decir, no debiéramos esperar a que la dicotomía natural
vs . cultural y su vástago sexo vs . género nos dé una clave que delimite dos
familias de reglas, unas biológicas y otras sociales . de nuevo un ejemplo
será instructivo . pensemos así en el cáncer de mama y la forma en la
cual este puede afectar con mucha mayor incidencia tanto a mujeres cis
como a mujeres trans que están en trH . aquí la categoría de sexo apela
a atributos distintos a los del ejemplo anterior y probablemente recorta
el mundo de maneras un tanto diferentes, pero claramente sigue siendo
transincluyente, aunque ahora por motivos distintos .
ahora bien, vale la pena señalar que el hecho de que un término
opere distinto en función de diversos tópicos no implica que su uso
sea caprichoso o enteramente subjetivo . los criterios de relevancia son
contextuales, es verdad, pero dado un tópico es una cuestión objetiva
el reconocer si cierta persona presenta o no dichos atributos o si ciertas
reglas se han aplicado correctamente . esto no descarta, desde luego,
que ocurran polémicas y desacuerdos ya que esto es característico de
la ciencia, pero lo que sin duda sí cancela es cualquier lectura de corte
relativista .

48

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

lo anterior resulta importante no solo para comprender la semán-


tica de términos como “sexo” o “cuerpo sexuado” sino porque quizá
revela la existencia de una semejanza entre su semántica y su metafísica .
como hemos visto, el recuento de Boyd en torno a las clases naturales
reconoce que estas se describen al interior de ciertas matrices discipli-
nares y que su relevancia explicativa no se traduce en su universalidad .
Quizá podríamos afirmar, siguiendo estas tesis, que detrás de la cate-
goría sexo opera en realidad una multiplicidad de significados que se
corresponden con diversas formas de recortar al cuerpo sexuado y que
reflejan aquel pluralismo de perspectivas ya mencionado . si esto es así,
entonces resulta ocioso intentar hallar una noción universal y trans-
histórica y convendría más retomar la expresión de la también filósofa
sarah richardson (2022) cuando habla de un contextualismo sexual en
el cual esta categoría remite a diversos procesos causales en función de
la diversidad de tópicos bajo estudio .
sea como fuere, en función de lo ya dicho estamos finalmente en
condiciones de abordar la pregunta planteada hace algunos párrafos
cuando nos cuestionábamos cuál era el mecanismo homeostático que
mantiene agrupadas las propiedades o atributos que solemos asociar
con el sexo . si atendemos a lo ya dicho, la respuesta es que no habrá un
único mecanismo homeostático y que, así como hay un contexutalismo
de tópicos y hay una multitud de perspectivas/matrices disciplinarias, hay
también una multitud de procesos homeostáticos que operan en estos
contextos . en algunos casos estos mecanismos serán de corte sociológico
como cuando se mantienen ciertos rasgos culturales asociados a ciertas
morfologías sexuales en función de la aculturación, de tal suerte que se
asocia a un sexo con una cierta conducta . empero, en otros contextos
los mecanismos pueden ser psicológicos, genealógicos, biológicos o una
combinación de todos ellos .
si este es el caso, entonces no debiera sorprendernos que la pala-
bra “sexo” nos aparezca tan polisémica y que parezca que es imposible
dar un único recuento con pretensiones de universalidad al intentar
responder a la pregunta de qué es el sexo . afirmar esto no implica des-
materializar al cuerpo sexuado ni ignorar su estructura causal, pero sí
implica rechazar aproximaciones que sobresimplifican la tarea cognitiva
de comprender cuál es dicha estructura causal y cómo se imbrica con el
mundo biológico y social que nos rodea . implica, asimismo, reconocer
que dicha materialidad estructurada no se puede describir en términos
de categorías mutuamente intertraducibles y universalizables .

49

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materIalIdades semIótICas. CIenCIa y Cuerpo sexuado

Conclusión

este ensayo ha tenido como objetivo abordar la metafísica del sexo —y


del cuerpo sexuado—, teniendo como fondo un contexto político muy
concreto en el cual se discute si los hombres y las mujeres son castas
sexuales, es decir, si son clases naturales jerarquizadas . la relevancia
de esta discusión no es únicamente filosófica, pues tiene claros alcan-
ces políticos que afectan la inclusión de personas intersex y trans, pero
también de otras muchas corporalidades que no se acomodan a los
dos estereotipos morfológicos reinantes acerca de cómo deben ser los
hombres y las mujeres .
lo que se ha buscado defender puede resumirse en tres puntos
concretos . primero, la noción de casta sexual como fue originalmente
formulada por el feminismo radical acarrea una serie de compromisos
metafísicos que se ven falseados por la variedad misma de cuerpos se-
xuados, por la forma en la cual operan nuestras prácticas lingüísticas y
por la vaguedad inherente al sexo .
reconocer esto permite, en segundo lugar, entender la materialidad
del cuerpo sin que esto dé lugar a una mirada determinista y mecanicis-
ta . los nuevos materialismos feministas han sido pioneros en dar este
paso y este trabajo se formula dentro de esta misma óptica . considero,
haciendo eco de dichas apuestas, que dicho legado spinoziano debe
tomar más preeminencia en el feminismo contemporáneo .
tercero, este texto ha retomado trabajos pioneros en torno a la
metafísica del sexo que buscaban caracterizarlo como un cúmulo de pro-
piedades homeostáticamente agrupadas . se ha buscado radicalizar estas
tesis al señalar que es menester incorporar un pluralismo de perspectivas
y un contextualismo semántico para comprender adecuadamente las
múltiples dimensiones del sexo y del cuerpo sexuado .
de forma por demás interesante este abordaje en torno al sexo
también hace inteligible la afirmación de que el sexo está ya siempre
generizado y que hay una enorme variación cultural e histórica en torno
a cómo se le ha entendido y delimitado . esto es así precisamente porque
diversas perspectivas/matrices disciplinarias nos permiten reconocer los
diversos mecanismos homeostáticos que se intersectan y dan forma al
cuerpo sexuado .
Finalmente, y para concluir este ensayo, quisiera señalar que los
textos que integran esta obra ilustran en qué sentido la diferencia se-
xual es construida siempre desde matrices disciplinarias concretas que

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debates metafÍsICos en torno al sexo. esenCIas, Clases naturales y fronteras

buscan identificar mecanismos homeostáticos que no siempre coinci-


den . curiosamente, prácticamente en todos los textos aquí contenidos
también se revela la posibilidad de que aquello que en un momento se
postula como un claro ejemplo de la diferencia sexual como un fenómeno
netamente biológico termine, sin embargo, por ser rechazado cuando
nuevas evidencias muestran que dicha diferencia era un artefacto y, por
tanto, una diferencia sostenida por mecanismos sociales que reificaron
un orden social al buscar rastrearlo a ciertas estructuras causales . así
pues, lo que vemos no es la negación de la materialidad del cuerpo sino
su imbricación constante con lo semiótico .

Agradecimientos

la autora agradece al proyecto papIIt In 400720 “ciencia y Género .


cuerpos, identidades y subjetividades periféricas” .

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