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Revisión bibliográfica:

Teorías sobre el origen de las parafilias


KRAFFT-EBING.
El psiquiatra Richard von Krafft-Ebing (1840-1902) introdujo el estudio de la
perversión dentro del marco psiquiátrico con su obra Psychopathia Sexualis (1886), el
primer manual científico dedicado íntegramente a las perversiones sexuales. Diferenció entre
aquellas perversiones en las que la desviación se encuentra en la meta de la acción sexual,
como ocurre en el sadismo y el masoquismo, y aquéllas en las que es el objeto lo que está
desviado, como en la paidofilia, la homosexualidad, la zoofilia y el onanismo, clasificación que
perdura hasta nuestros días, pasando por Freud, quien la hizo propia.
Krafft-Ebing fue quien acuñó los términos “sadismo” y “masoquismo”. En su manual definió el
sadismo como:
La experimentación de sensaciones placenteras sexuales (incluyendo el orgasmo)
obtenidas mediante actos de crueldad, castigos físicos infligidos a uno mismo o a otros,
tanto personas como animales, en presencia nuestra. Puede además consistir en un
deseo innato de humillar, lastimar, herir o incluso destruir a otros para obtener así uno
mismo placer sexual. (Krafft-Ebing, citado en Weinberg, 2008, p. 33).
Propuso también una hipótesis etiológica al respecto: Tales asociaciones se explican por un
despertar de tendencias psíquicas latentes debido a circunstancias externas que en modo
alguno afectan al individuo normal. No se trata de desviaciones accidentales del sentimiento o
el instinto con arreglo a la doctrina moderna de la asociación. A menudo las sensaciones sádicas
pueden remontarse a la primera infancia y existir durante un período de la vida cuando su
reactivación no puede en modo alguno atribuirse a impresiones externas y menos aún al
temperamento sexual.
Describió el masoquismo como la contraposición del sadismo: el deseo de sufrir dolor y ser
dominado. El masoquista imagina fantasías en las cuales se inventa situaciones relacionadas a
hallarse total e incondicionalmente sometido a la voluntad de una persona del otro sexo, que
se comporta con él como un amo, humillándolo y maltratándolo y a menudo trata de realizar
dichas fantasías.
En aquellos casos en que la ira de la persona sádica termina por herir gravemente o matar al
otro se descubre el carácter psicopático de personas cuyo sentido moral incorrecto les impide
llevar a cabo la inhibición y el freno de la acción. Es aquí donde el estudio de estas parafilias se
vuelve un aspecto de interés jurídico.
Krafft defendió la idea de que la desviación sexual aislada no debe ser considerada como
patológica. “La patología, aunque se expresa en la conducta, ha de estar sostenida por una
estructura que haga de esa conducta algo más que un desvío circunstancial del deseo” (Baca,
2014, p. 116). Según Krafft, un acto sexual concreto, por monstruoso que sea no tiene un valor
clínico decisivo. Para poder distinguir entre la enfermedad y el vicio es necesario considerar en
su conjunto la personalidad de quien se trate, así como todas las motivaciones de sus
actuaciones perversas. Ahí esta la clave del diagnóstico.

FREUD, EL PSICOANALISIS Y LAS PARAFILIAS


Desde el aporte de Freud (1901 – 1905), las perversiones tienen una génesis en la infancia a
partir de las fijaciones y traumas preedipicos que acontecen en las primeras etapas del
desarrollo de los sujetos. Estos sucesos traen consigo la formación de dinámicas poco
particulares (Fetichismo, sadismo, masoquismo, pedofilia, etc.), orientadas a las fantasías de
carácter perverso. Para este autor, en el curso del desarrollo de la libido hacia la madurez
adulta genital, por un psicotrauma, los componentes pregenitales pueden sufrir fijación,
regresión o desplazamiento, lo cual explicaría también la aparición de perversiones como la
urofilia, la coprofilia, la klismatofilia y el voyeurismo.
Clasificación de las desviaciones
Dentro de esta teoría se mencionan dos conceptos fundamentales que permitirían a Freud
(1901 - 1905) delimitar las variaciones o las desviaciones que establecen las perversiones. Uno
de estos conceptos es el Objeto sexual, que se refiere a aquella persona de la que parte la
atracción y la meta sexual como la acción hacia la cual se centra la pulsión libidinal del sujeto,
estos dos conceptos son necesarios tenerlos en cuenta ya que en ellos es donde sucede la
desviación sexual que delimita la conducta del perverso.
Entenderemos como conducta considerada perversa a aquella que no cabe dentro de lo
socialmente establecido y que traspasa la norma.
Consideramos entonces dos clases de desviaciones: las desviaciones con respecto al objeto
sexual, en esta categoría se establecen las perturbaciones con respecto a la elección de objeto,
la más representativa es la inversión, la elección de un objeto del mismo sexo. En cuanto a las
Desviaciones con respecto a la meta sexual, Freud (1901 - 1905) deja entredicho la
particularidad de estas desviaciones pues se habla específicamente del camino por el cual se da
el coito o acto sexual, en donde se cambia la unión tradicional de los genitales para alivio de la
tensión sexual y se generan otros medios alternativos para conseguir dicho alivio.

“Freud distinguió, dentro de la perversión, entre desviaciones respecto al objeto sexual y


desviaciones respecto al fin sexual. Las primeras son aquellas en las cuales la atracción sexual
no se dirige hacia una persona adulta y del sexo opuesto, esto es, la inversión u homosexualidad
(persona del mismo sexo), la zoofilia (animales) y la pedofilia (impúberes). Las segundas, en
cambio, son aquellas en las cuales la atracción y la satisfacción sexuales se descargan por otro
medio diferente al del coito genital, subdividiéndose a su vez en transgresiones anatómicas de
los dominios corporales destinados a la unión sexual (sexo oral, sexo anal, fetichismo, etc.) y
detenciones en fases intermedias que normalmente se recorren con rapidez en el camino hacia
el fin sexual definitivo (masturbación, voyeurismo, sadismo y masoquismo).”
La característica que distingue la práctica perversa normal de la práctica perversa patológica
reside en la existencia o no de exclusividad y fijación. “El perverso típico tiene una sola manera
de hallar placer sexual”.
Cuando la perversión no aparece al lado de lo normal (fin sexual y objeto), sino que, alentada
por circunstancias que la favorecen y que se oponen en cambio a las tendencias normales, logra
reprimir y sustituir por completo a estas últimas; esto es, cuando presenta los caracteres de
exclusividad y fijación, es cuando podremos considerarla justificadamente como un síntoma
patológico. (Freud, 1905, p. 1230) (perversión sexual)
La pedofilia, según Freud, se establece como la desviación de el objeto sexual específicamente
con personas genésicamente inmaduras donde se selecciona al niño como objeto sexual
exclusivo; llegando siempre a desempeñar este papel cuando un individuo desde una posición
cobarde e impotente ve al infante como a un igual o en su defecto, cuando la pulsión urgente
no puede seleccionar un objeto en ese momento que sea más apto. De acuerdo con Freud
(1901-1905) en el ámbito de la perversión de esta categoría el sujeto no cumple con otras
conductas diferentes a las normales más allá de su objeto sexual, por esto se adaptan con
facilidad a la sociedad, se debe entender que en el acto sexual de estos sujetos se ve
reemplazada la satisfacción sexual en el sentido del objeto sexual. (Psicoanálisis pedofilia)

Teorías conductistas
Para los conductistas las parafilias se forman por aprendizajes inadecuados, al sustituir el
estímulo esperado, hombre o mujer, por otros estímulos externos. Un estímulo no adecuado se
asocia a una fuerte activación sexual del individuo, lo cual puede convertirse en un estímulo
condicionado sexualmente en otras ocasiones; estas situaciones ocurren generalmente durante
la adolescencia. Experiencias posteriores de condicionamiento a través de fantasías y
masturbación reforzarían las respuestas sexuales.
Existen factores que predisponen a un individuo al establecimiento de estos mecanismos, como
son las dificultades para establecer una relación sexual interpersonal o la falta de autoestima. El
inicio del voyeurismo lo sitúan en la adolescencia, asociado a la excitación sexual después de la
observación, tal vez casual, de una mujer desnuda, una pareja durante el acto sexual, u otras;
posteriormente el sujeto asocia las fantasías con la masturbación, condicionando la excitación
sexual. El froteurismo lo explican a través del aprendizaje por imitación, o sea, la observación
de la misma conducta en otras personas y su posterior repetición.
Desde este planteamiento las parafilias tendrían su origen en la asociación accidental entre un
estímulo atípico y la excitación sexual. Dicho aprendizaje quedaría reforzado por la repetición
buscada de situaciones similares y por la inclusión de fantasías relacionadas con dichos
estímulos durante la masturbación.
Por ejemplo un bebé puede excitarse sexualmente al ser tocado en los genitales durante el
cambio de pañales, y tal acontecimiento puede coincidir con la mirada de una mujer de largos
cabellos plateados. En su adolescencia, el muchacho se masturba y fantasea con cabellos
plateados, dotándolos de muchas asociaciones eróticas. La combinación habitual
del pensamiento de los cabellos y la excitación se vuelve tan fuerte, que la persona puede
llegar a dudar de su capacidad de desempeñarse sin ella. (Tiefer, citado en Flores, 1999,
p. 21)
DSM Y TEORIAS MAS ACTUALES
Las grandes teorizaciones de Krafft-Ebing y Freud han sido gradualmente reemplazadas (a partir
del DSM-II) por aproximaciones más cuantitativas, guiadas por los datos y basadas en los
síntomas, especialmente en las últimas ediciones del DSM. A partir del DSM-III-R (1987) el
término de “desviaciones sexuales” es sustituido por el de “parafilias”, porque “…subraya de
una forma correcta que la desviación (para) yace en aquello que es atractivo para el individuo
(philia)”.
Algunos grandes autores clásicos como Kinsey defendieron que las antiguamente llamadas
«perversiones sexuales» no eran enfermedades, algo que en épocas más actuales es defendido
por autores como Moser (2001). En contraste, autores como Krafft-Ebing y Kraepelin
argumentaron ya hace décadas que las parafilias eran biológicamente anormales y, por tanto,
enfermedades. En nuestros días, Blanchard y otros autores defienden una versión actual de
esta perspectiva biomédica argumentando que las parafilias están causadas por defectos
genéticos y cerebrales(Gijs, 2008).
El DSM-5 hace un intento de realizar una distinción más explícita que en versiones anteriores
entre desviación sexual y trastorno mental, entre parafilias perjudiciales y otras que no lo
son. Se llego al consenso de que las parafilias no son en sí mismas trastornos mentales y que,
por tanto, no requerían intervención clínica y por eso distinguió entre parafilias y TP. Un
trastorno parafílico es una parafilia que está causando actualmente malestar o daño al
individuo o cuya satisfacción ha producido ya daño o riesgo de daño a la persona que la tiene
o a otros. Para el grupo de trabajo de la APA encargado de estos trastornos en el DSM-5,
comportarse de acuerdo con esos impulsos era un criterio relevante. Según ellos, la única
diferencia en algunos casos de pedofilia, sadismo, voyeurismo, exhibicionismo y frotteurismo,
entre individuos parafílicos y con TP es que estos últimos habrán tenido víctimas.
Moser y Kleinplatz (2008) afirman que los factores culturales y temporales están
completamente imbricados en la sexualidad humana y en qué consideramos normal o no.
Según estos autores, todas las sociedades intentan controlar el comportamiento sexual de sus
miembros y una forma de hacerlo es definir un determinado interés sexual como
patognomónico de un trastorno mental. El tipo de comportamiento sexual sancionado ha ido
variando a lo largo de la historia: la masturbación, el sexo oral, anal y la homosexualidad fueron
considerados en algún tiempo síntomas de trastornos mentales, aunque ahora ya no lo sean.
Por otra parte, lo que es aceptable para una cultura, como el sexo no marital en la sociedades
occidentales, no lo es para otras como las sociedades musulmanas. Por ello es difícil
comprender que un interés sexual poco común sea entendido como un trastorno.
Moser y Kleinplatz (2008) denuncian que dado que de los criterios del DSM en sus diferentes
ediciones se derivan consecuencias legales a la hora de atenuar la pena de un crimen o de
justificar una sentencia de custodia de niños y también el estigma de muchos individuos, los
manuales diagnósticos tienen una gran responsabilidad, puesto que equipar intereses sexuales
poco comunes a trastornos no solo es una cuestión científica, sino de derechos humanos. Estos
autores se defienden contra la acusación de que están abogando por que personas como las
que cometen actos pedofílicos queden libres de ninguna sanción. Afirman que se trata más bien
de lo contrario. Esas personas deben pagar por sus crímenes contra la libertad sexual sin ser
confundidos con enfermos mentales, pero su crimen no es sentirse atraídos por menores de
edad, sino realizar actos sexuales con esos menores.

Estas afirmaciones van en la línea de las corrientes despatologizadoras actuales de las parafilias,
que indican que muchas de ellas no son realmente un trastorno y no necesitan por tanto
ninguna intervención psicológica. Sabemos por ejemplo que las fantasías parafílicas están
presentes en muchos individuos sanos (Hinderliter, 2010). Pero también existe literatura sobre
los posibles problemas hormonales o genéticos y el posible desarrollo cerebral anormal de las
personas con parafilias (Cantor, 2012); sobre la comorbilidad con otros trastornos mentales
como el síndrome de déficit de atención con hiperactividad y otros trastornos afectivos (Kafka y
Hennen, 2002); y la correlación entre parafilias y algunas condiciones médicas como tumores
cerebrales y escleroris múltiple (Gijs, 2008).

Relación entre variables

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