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Teorias Parafilias
Teorias Parafilias
Teorías conductistas
Para los conductistas las parafilias se forman por aprendizajes inadecuados, al sustituir el
estímulo esperado, hombre o mujer, por otros estímulos externos. Un estímulo no adecuado se
asocia a una fuerte activación sexual del individuo, lo cual puede convertirse en un estímulo
condicionado sexualmente en otras ocasiones; estas situaciones ocurren generalmente durante
la adolescencia. Experiencias posteriores de condicionamiento a través de fantasías y
masturbación reforzarían las respuestas sexuales.
Existen factores que predisponen a un individuo al establecimiento de estos mecanismos, como
son las dificultades para establecer una relación sexual interpersonal o la falta de autoestima. El
inicio del voyeurismo lo sitúan en la adolescencia, asociado a la excitación sexual después de la
observación, tal vez casual, de una mujer desnuda, una pareja durante el acto sexual, u otras;
posteriormente el sujeto asocia las fantasías con la masturbación, condicionando la excitación
sexual. El froteurismo lo explican a través del aprendizaje por imitación, o sea, la observación
de la misma conducta en otras personas y su posterior repetición.
Desde este planteamiento las parafilias tendrían su origen en la asociación accidental entre un
estímulo atípico y la excitación sexual. Dicho aprendizaje quedaría reforzado por la repetición
buscada de situaciones similares y por la inclusión de fantasías relacionadas con dichos
estímulos durante la masturbación.
Por ejemplo un bebé puede excitarse sexualmente al ser tocado en los genitales durante el
cambio de pañales, y tal acontecimiento puede coincidir con la mirada de una mujer de largos
cabellos plateados. En su adolescencia, el muchacho se masturba y fantasea con cabellos
plateados, dotándolos de muchas asociaciones eróticas. La combinación habitual
del pensamiento de los cabellos y la excitación se vuelve tan fuerte, que la persona puede
llegar a dudar de su capacidad de desempeñarse sin ella. (Tiefer, citado en Flores, 1999,
p. 21)
DSM Y TEORIAS MAS ACTUALES
Las grandes teorizaciones de Krafft-Ebing y Freud han sido gradualmente reemplazadas (a partir
del DSM-II) por aproximaciones más cuantitativas, guiadas por los datos y basadas en los
síntomas, especialmente en las últimas ediciones del DSM. A partir del DSM-III-R (1987) el
término de “desviaciones sexuales” es sustituido por el de “parafilias”, porque “…subraya de
una forma correcta que la desviación (para) yace en aquello que es atractivo para el individuo
(philia)”.
Algunos grandes autores clásicos como Kinsey defendieron que las antiguamente llamadas
«perversiones sexuales» no eran enfermedades, algo que en épocas más actuales es defendido
por autores como Moser (2001). En contraste, autores como Krafft-Ebing y Kraepelin
argumentaron ya hace décadas que las parafilias eran biológicamente anormales y, por tanto,
enfermedades. En nuestros días, Blanchard y otros autores defienden una versión actual de
esta perspectiva biomédica argumentando que las parafilias están causadas por defectos
genéticos y cerebrales(Gijs, 2008).
El DSM-5 hace un intento de realizar una distinción más explícita que en versiones anteriores
entre desviación sexual y trastorno mental, entre parafilias perjudiciales y otras que no lo
son. Se llego al consenso de que las parafilias no son en sí mismas trastornos mentales y que,
por tanto, no requerían intervención clínica y por eso distinguió entre parafilias y TP. Un
trastorno parafílico es una parafilia que está causando actualmente malestar o daño al
individuo o cuya satisfacción ha producido ya daño o riesgo de daño a la persona que la tiene
o a otros. Para el grupo de trabajo de la APA encargado de estos trastornos en el DSM-5,
comportarse de acuerdo con esos impulsos era un criterio relevante. Según ellos, la única
diferencia en algunos casos de pedofilia, sadismo, voyeurismo, exhibicionismo y frotteurismo,
entre individuos parafílicos y con TP es que estos últimos habrán tenido víctimas.
Moser y Kleinplatz (2008) afirman que los factores culturales y temporales están
completamente imbricados en la sexualidad humana y en qué consideramos normal o no.
Según estos autores, todas las sociedades intentan controlar el comportamiento sexual de sus
miembros y una forma de hacerlo es definir un determinado interés sexual como
patognomónico de un trastorno mental. El tipo de comportamiento sexual sancionado ha ido
variando a lo largo de la historia: la masturbación, el sexo oral, anal y la homosexualidad fueron
considerados en algún tiempo síntomas de trastornos mentales, aunque ahora ya no lo sean.
Por otra parte, lo que es aceptable para una cultura, como el sexo no marital en la sociedades
occidentales, no lo es para otras como las sociedades musulmanas. Por ello es difícil
comprender que un interés sexual poco común sea entendido como un trastorno.
Moser y Kleinplatz (2008) denuncian que dado que de los criterios del DSM en sus diferentes
ediciones se derivan consecuencias legales a la hora de atenuar la pena de un crimen o de
justificar una sentencia de custodia de niños y también el estigma de muchos individuos, los
manuales diagnósticos tienen una gran responsabilidad, puesto que equipar intereses sexuales
poco comunes a trastornos no solo es una cuestión científica, sino de derechos humanos. Estos
autores se defienden contra la acusación de que están abogando por que personas como las
que cometen actos pedofílicos queden libres de ninguna sanción. Afirman que se trata más bien
de lo contrario. Esas personas deben pagar por sus crímenes contra la libertad sexual sin ser
confundidos con enfermos mentales, pero su crimen no es sentirse atraídos por menores de
edad, sino realizar actos sexuales con esos menores.
Estas afirmaciones van en la línea de las corrientes despatologizadoras actuales de las parafilias,
que indican que muchas de ellas no son realmente un trastorno y no necesitan por tanto
ninguna intervención psicológica. Sabemos por ejemplo que las fantasías parafílicas están
presentes en muchos individuos sanos (Hinderliter, 2010). Pero también existe literatura sobre
los posibles problemas hormonales o genéticos y el posible desarrollo cerebral anormal de las
personas con parafilias (Cantor, 2012); sobre la comorbilidad con otros trastornos mentales
como el síndrome de déficit de atención con hiperactividad y otros trastornos afectivos (Kafka y
Hennen, 2002); y la correlación entre parafilias y algunas condiciones médicas como tumores
cerebrales y escleroris múltiple (Gijs, 2008).