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El Río Hablador
El Río Hablador
El Río Hablador
¡SÍ, CLARO!
Pero esa leyenda de que al río Rímac lo llamaran así porque “hablaba”,
no se la creía ni a su maestra de historia.
—¡Ja, ja, ja! ¡Sí, claro! ¡Esas historias son para niños! ¿Quién se las va a
creer? ¿Vamos, Dani? ¿Me llevas? Te voy a demostrar que ese río no sabe decir
ni una palabra y que el palacio tampoco existe.
1
El sábado en la mañana, después de dos horas en auto por la Carretera
Central, los tres hermanos llegaron a Chosica, buscaron alguna entrada al río
Rímac y se sentaron sobre una roca gris, redonda e inmensa, a orillas del cauce.
Era agosto, mes en el que las lluvias son escasas en la sierra peruana,
por lo que muy poca agua recorría el río.
Daniela empezó a sentir el sol del mediodía sobre su cuerpo. Del cesto
de merienda sacó una botella con jugo de naranja y tres vasos de plástico rojo.
Se puso un sombrero de paja y se acomodó para leer el periódico y tratar de
descansar después de una larga semana de trabajo.
—Mira las cosas que hago por ti —le dijo a Sebastián bromeando—.
Acuérdate cuando te pida algo.
¡Un palacio! ¡Y era dorado! Igual al que había descrito su profesora. Igual
al que había visto dibujado en Internet.
2
soplaba con suavidad acariciándole el rostro. No olía a campo, ni a flores, ni a
hierba fresca.
Trepó las ramas de un arbusto que en algún momento debió haber estado
lleno de hojas verdes, debió haber tenido algún aroma delicioso, pero ahora no
tenía ni una sola ramita viva y olía a madera seca.
Esta vez, era la voz delgada, suave pero potente, de una mujer. ¿Una
niña?
3
¿Serían el Dios Inti y sus hijos Chaclla y Rímac? ¡Tenían que ser ellos!
“Hace muchos años, un joven llamado Rímac, bajaba todas las tardes al
mundo de los humanos a contarles bellas historias. Un día, se dio
cuenta de que la costa sufría una grave sequía. Las hierbas, flores y
árboles se marchitaban. Los hombres y animales morían de sed. Los
dioses se preocuparon y acudieron al Dios Inti, padre de Rímac y Chaclla,
a pedirle que libere a la humanidad, al mundo animal… a la naturaleza,
de aquella terrible sequía.”
Suplicó el niño.
4
ella no había aceptado porque los hombres echarían de menos las bellas
historias que Rímac les contaba…
El silencio fue total, pero solo por unos minutos ya que de un momento a
otro el viento empezó a soplar con fuerza. Parecía que aullaba.
¿El Dios Inti había sacrificado a sus hijos por el bien de los seres
humanos? ¿Por el bien de la naturaleza? ¡Tenían que ser Rímac y Chaclla!
¡Sebastián los había escuchado en el palacio dorado!
Sebastián bajó tan rápido como pudo, resbalando y ensuciándose una vez
más con la tierra convertida en barro.
—¡No! ¡Por favor! ¿Me dan un ratito para escuchar las historias que quiere
contarme el río? ¡Nos está hablando! ¿Lo escuchan?