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La Formalización Del Discurso Del Psicoanálisis en Lacan
La Formalización Del Discurso Del Psicoanálisis en Lacan
El texto-clínico
Introducción 1
Capítulo1 8
Relevancia del tema
Capítulo 2 14
Antecedentes históricos
2.1 Freud y la creación de un nuevo lazo social: el Psicoanálisis
2.1.1. Campo teórico-conceptual del psicoanálisis
2.1.2. El witz como analizador de la tríada: lenguaje-palabra-inconsciente
2.2 Michel Foucault
2.3 Lingüistas del discurso:
2.3.1 Roman Jakobson.
2.3.2 Emile Benveniste
2.4 Síntesis conceptual: primera parte del mapa conceptual
Capítulo 3 64
Estado del arte
3.1 La primacía del significante en la teoría del signo.
3.2 La narratología de Paul Ricouer.
3.3 Roland Barthes y la semiocrítica
3.4 La concepción del discurso del psicoanálisis en el campo lacaniano,
luego de la muerte de Lacan.
3.4.1 Miller
3.4.2 Isidoro Vegh
3.5 Síntesis del capitulo: segunda parte del mapa conceptual
Capítulo 4 102
Marco teórico central
4.1 Lacan: su programa de investigación. Función y campo de la palabra y
4.2 el lenguaje:
4.2 Significante
4.2.1 Significante y estructura
4.2.2 Significante y discurso formalizado del psicoanálisis
4.2.3 El significante en el campo de la lingüistería
4.3 Síntesis del capítulo: tercera parte del mapa conceptual
Capítulo 5 130
Formulación del problema e hipótesis de trabajo
Capítulo 6 133
Objetivos
6.1 Objetivo general
6.2 Objetivos específicos
Capítulo 7 135
Proceso de investigación y metodología
Capítulo 8 141
Primer eje: Del campo del lenguaje al discurso formalizado.
Construcción de la noción de referencia
8.1 Teoría de campos
8.2 Formalización y matema
8.3 Antecedentes de la formalización lógico matemática del discurso
del psicoanálisis en su pertenencia al campo del lenguaje.
8.3.1 La formalización del discurso
8.4 La construcción de la noción de referencia
Capítulo 9 186
Segundo eje. El texto como operador de la estructura del discurso del psicoanálisis:
texto-clínico, especificado como un nuevo género de discurso
9.1 El psicoanálisis al revés y el reverso del psicoanálisis:
la espacialidad del texto-clínico
9.2 El plano narrativo del dispositivo clínico, a la luz del discurso del psicoanálisis:
El referente: Eso habla y la historización
9.3 Texto-clínico: un nuevo género de discurso
9.4 Texto-clínico
Referencias 230
Citas 234
Resumen
El estatuto del discurso para el dominio del psicoanálisis queda establecido en la modalidad que
adquirió específicamente en la enseñanza de Jacques Lacan, a partir de la formalización lógico-
matemática del discurso del psicoanálisis
Es a partir del estatuto del discurso en la escritura de su fórmula, plenamente articulado a la lógica
significante posibilitando las vueltas del dicho, que se plantea esta tesis en los siguientes términos:
bajo la lógica propuesta de la retroacción, que en una primera vuelta del bucle significante sanciona
y establece el nacimiento del psicoanálisis como un nuevo campo discursivo, una segunda vuelta
hace efectivo un nuevo género de discurso que se propone designar con el término técnico: texto-
clínico.
The statute of the discourse for the domain of psychoanalysis remains established in the
modality that it acquired specifically in Jacques Lacan´s teaching, from the logician-mathematics
formalization of the discourse of psychoanalysis
It is from the statute of the discourse in the writing of its formula, fully articulated to the significant
logic making possible the returns of the saying -what was said-, that appears this thhesis in the
following terms: under the logic proposed of the retroaccion, which in the first return of the
significant loop sanctions and establishes the birth of the psychoanalysis as a new discursive field;
the second return makes effective a new kind -genre- of speech that it proposes to designate with
the technical term: clinical-text
Para citas y referencias bibliográficas se han utilizado las normas APA internacionales
6ta.edición, con notas al final del documento. En el cuerpo del texto se conservó la modalidad de las
citas en lo que refiere a títulos de libros en cursiva, pero se prefirió la utilización de comillas para
identificar los nombres de artículos y capítulos con el fin de facilitar la lectura.
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Introducción
La utilización del término discurso reconoce una variada gama de acepciones, tanto en su uso
coloquial como así también en las diferentes disciplinas que lo especifican en su implementación.
Trazando los límites que esta tesis propone, el estatuto del discurso para el dominio del
psicoanálisis queda establecido en la modalidad que adquirió específicamente en la enseñanza de
Jacques Lacan, a partir de la formalización lógico-matemática del discurso del psicoanálisis
expresado en la fórmula:
ù°ú
Es a partir del estatuto del discurso en la escritura de su fórmula, plenamente articulado a la
lógica significante posibilitando las vueltas del dicho, que se plantea esta tesis en los siguientes
términos: bajo la lógica propuesta de la retroacción, que en una primera vuelta del bucle significante
sanciona y establece el nacimiento del psicoanálisis como un nuevo campo discursivo, una segunda
vuelta hace efectivo un nuevo género de discurso que se propone designar con el término técnico:
texto-clínico.
Un párrafo aparte amerita uno de los aspectos más complejos en una investigación de tesis, en
lo que refiere a la posibilidad cierta de hacer inteligible la trama conceptual en su doble
movimiento; uno el que ya opera desde el trabajo de interrogaciones que derivó en las hipótesis que
abrieron y diseñaron la investigación. El otro, referido específicamente a la tesis, que revela una
propuesta nueva en la articulación de conceptos que, en la lógica de la enseñanza de Lacan, se
producen como red conceptual.
Probablemente, el primer movimiento es el más sencillo de poner a consideración, ya que buena
parte de los capítulos trabajan con la evidencia de su explicitado orden de aparición y articulación.
La complejidad se plantea en el segundo movimiento, el que está en marcha, pero en buena medida
aún invisivilizado, apenas asomando en cada trazo que dibuja el paso dado en la trama explicitada;
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y que -sincerando la cuestión- en parte ya están sus elementos -siempre conceptuales- introducidos
en la decisión plena e intencionada. Sin embargo, en el transcurso de esta elaboración, fue
surgiendo un tejido que construyó un camino que suscitó sorpresas, en el hallazgo de junturas y
contrapuntos no premeditados que, a pesar de la falta de cálculo, muestran su razonabilidad. En su
hallazgo, evidencian una lógica surgida en la acción de lectura que escribe y de escritura que lee.
Por esta razón y para no entorpecer la lectura con subcomentarios, se encontrará en el cierre de los
capítulos 2 y 3 una síntesis -que a diferencia del resto de los capítulos- incluye el diagnóstico del
estado de la red conceptual hasta ese momento. Esta articulación permitirá seguir el mapa de la
conexión lógica que relaciona los distintos temas y puntos entre sí, los que deberán confluir en el
capítulo final con la tesis ya expuesta en su momento conclusivo.
- Capítulo 1 Relevancia del tema: en el que se explicitan los campos teóricos y conceptuales, en
la presentación de las razones que justifican la elección del tema y lo que se considera relevante en
su propuesta.
- Capítulo 2 Antecedentes históricos: Este capítulo trabaja dentro del área de justificación de lo
que se propone como eje teórico de esta tesis, en el marco de los que se consideran antecedentes de
los temas específicos del campo investigado.
En el primer ítem se plantea la imprescindible presentación de Sigmund Freud como creador del
psicoanálisis, abordando puntualmente el núcleo temático de interés específico.
El segundo ítem se centra en la figura de Michel Foucault considerando, por una parte, el fuerte
impacto de sus desarrollos sobre el tema del discurso y, ligado a esto, el conjunto de los argumentos
que permiten leer la posición de Freud como “nombre de autor” en la fundación de un nuevo
discurso.
En el tercer ítem se aborda el campo de la lingüística, que necesariamente se ha tomado como
antecedente dada la importancia y valor que Lacan le ha otorgado como disciplina insoslayable al
proponer “el inconciente estructurado como un lenguaje”. En lo específico de la elección de temas y
autores, la orientación se basó en considerar tanto el tema específico de esta tesis, como así también
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las referencias que el mismo Lacan toma en el diálogo con la lingüística; los nombres de Roman
Jakobson y Emile Benveniste quedan justificados en estas dos condiciones consideradas.
El cuarto ítem es en el que se presenta un mapa conceptual que apuesta a sintetizar lo central del
capítulo y dejar planteados los puntos de proximidad y diferencias que establecen las características
de lo que implica ser considerado como “antecedente” en la enseñanza de Jacques Lacan.
-Capítulo 3 Estado del arte: este capítulo presenta el estado de situación en el que se encuentran
los desarrollos estrictamente vinculados a los temas centrales de esta tesis, ya sea en el ámbito del
psicoanálisis que se inscribe en la línea de la enseñanza de Lacan, como de las disciplinas que
involucran aspectos puntuales en relación al campo investigado.
Para este último caso, fue necesario tomar las elaboraciones realizadas en el campo de la lingüística
y la narratología. En lo que respecta a la lingüística, el interés se volcó en dejar señalado lo que,
desde ese campo, se considera el aporte de Lacan en relación a su teoría del significante. De la
narratología resultó imprescindible recuperar la teoría de la narración establecida por Paul Ricoeur,
no sólo por la relación directa con unos de los puntos más relevantes del tema de tesis -el plano
narrativo del dispositivo clínico-, sino además porque dicho autor se ha pronunciado
específicamente sobre la condición narrativa de la clínica psicoanalítica.
Por último, en la articulación de temas de la narrativa y aspectos estructurales de la lingüística, se
incluye la perspectiva de Roland Barthes en los desarrollos sobre la semiocrítica y su aporte en el
análisis de la relación lenguaje-escritura.
Respecto de lo que involucra al campo del psicoanálisis lacaniano, se tomaron en consideración los
trabajos que específicamente abordan el tema del discurso formalizado en la enseñanza de Lacan.
En tal sentido, se presentan los desarrollos de Jacques-Alain Miller e Isidoro Vegh, en la lectura
particular que le dedica cada uno de ellos al lugar que ocupa la conceptualización del discurso en la
teoría lacaniana.
Cerrando el capítulo, se presenta la segunda parte del mapa conceptual, en la especificación de un
sintético sistema de diferencias entre los términos de la lingüística y la narratología respecto de las
nociones psicoanalíticas contrastadas y la puntuación de los aspectos diferenciales respecto de la
ponderación del discurso formalizado en el campo lacaniano.
-Capítulo 4 Marco teórico central: Este capítulo está dedicado íntegramente a situar el contexto
teórico y conceptual en el que se apoya la fundamentación de esta tesis: la enseñanza de Jacques
Lacan. Considerando la amplitud y características de dicha enseñanza, se decidió presentar como
punto de partida los puntos centrales del programa de investigación que se puede leer en su escrito:
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-Segundo eje. El texto como operador de la estructura del discurso del psicoanálisis: texto-
clínico, especificado como un nuevo género de discurso”: Este último capítulo presenta los
elementos del texto-clínico en su articulación operativa en el dispositivo clínico y bajo la condición
de género de discurso. En los dos primeros ítems se analiza a partir de la textualidad las condiciones
del campo clínico, considerado como dispositivo de discurso en los términos establecidos en su
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formalización. En un caso, las lógicas articuladas del psicoanálisis al revés y del reverso del
psicoanálisis, tanto para ponderar el efecto de “tomar el proyecto freudiano al revés”, sancionando
la creación de Freud como un nuevo lazo social, como así también el régimen del reverso como la
espacialidad topológica que establece lo específico de la trama o texto que le corresponde al
discurso del psicoanálisis.
El segundo ítem presenta el análisis del “plano narrativo” del dispositivo clínico; dicho análisis
permitió localizar la modalidad específica de las posiciones enunciativas que derivaron en presentar
otro aspecto ligado al campo referencial: eso habla. A su vez, se articularon los términos para
construir la la noción de historización que le compete al plano narrativo efecto del discurso del
psicoanálisis.
Los dos ítems finales abordan específicamente la construcción del texto-clínico, por una parte en su
carácter de género de discurso, y por la otra parte, la articulación de los términos que lo constituyen
en su operatividad respecto del dispositivo clínico en el campo del psicoanálisis.
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Capítulo 1
La tesis propuesta, en su expresión más sintética se enuncia del siguiente modo: a partir de la
formalización del discurso del psicoanálisis en la escritura de la fórmula
ù°ú
se deriva la posibilidad de establecer un nuevo género de discurso.
Para mostrar el alcance y relevancia de esta afirmación, primero es necesario desplegar su
enunciación -acotada en el párrafo precedente a sus términos mínimos- explicitando la enumeración
de los elementos del campo teórico-conceptual que sustenta sus proposiciones.
El estatuto que adquiere el discurso del psicoanálisis en la escritura de su fórmula, plantea una
nueva articulación de los fundamentos teóricos y conceptuales que ya operaban en la enseñanza de
Lacan. En razón de esta propuesta, se hace necesario presentar los temas directamente involucrados
con esta nueva articulación.
Desde la lógica significante de estructura combinatoria -lo que exige al menos cuatro términos-
operando en una cadena de espacialidad topológica y temporalidad retroactiva, se sostiene una parte
de la fundamentación del inconsciente estructurado como un lenguaje.
En el nivel de los términos que participan de dicha fundamentación, se parte de la existencia del
lugar del lenguaje y la cultura, designado con la letra A del álgebra lacaniano y del Otro como
localización y puesta en acto de la lengua, considerados elementos lógicamente anteriores al sujeto
-efecto de un decir- y el objeto a de estatuto lógico, los otros dos términos articulados a la noción de
estructura con la que sostiene la hipótesis del inconciente.
La enumeración recién presentada puede ser propuesta como condición necesaria y suficiente para
dar cuenta de una cierta teoría de la enunciación presente en la enseñanza de Lacan, que involucra
una modalidad de sujeto y una concepción del significante, que si bien reconoce alguna proximidad,
no se corresponde con el dominio de la lingüística.
Tomando en este punto lo producido en la primera vuelta, se plantea que la eficacia del nuevo
campo discursivo creado por Freud, instituyendo un nuevo lazo social, al que nominó psicoanálisis,
debe ser pensada como efecto de una práctica discursiva orientada a proponer una respuesta posible
a cierta forma de padecer determinada por una época. Esto permite decir que se constituyó como un
dispositivo que opera efectos específicos en el sujeto que se corresponde con dicha época. Para
precisar esta idea, se señala que la mencionada eficacia se evidencia tanto en el campo social-
cultural, en el sentido de configurar una referencia para otros discursos, como así también y
fundamentalmente, en la particularidad del dispositivo clínico.
Si se acuerda entonces, que la práctica del psicoanálisis tiene estructura discursiva y como
quedó planteado en la introducción, el discurso no es un elemento privativo de este campo, sino que
según las diversas disciplinas de las que participa se le otorga un valor conceptual diferente, es
necesario presentar la condición particular del discurso para el psicoanálisis. A su vez y en lo que
implica el interés específico de esta tesis, se trata de poner de relieve el aporte fundamental de
Lacan al formalizarlo, constituyendo una condición original y específica del psicoanálisis, respecto
de lo que hasta ese momento se había planteado.
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La formalización del discurso del psicoanálisis, en tanto escritura de una fórmula que se ajusta
a la condición de matema que sostiene Lacan, permite interrogar, a grandes rasgos, dos direcciones
distinguibles. En un sentido, la posibilidad de establecer, en su escritura, el valor de este nuevo lazo
social –analizante / analista- en su carácter de discurso diferenciable de otros discursos, habilitando
en su distinción la apertura a un diálogo que inscribe al psicoanálisis en relación a otros discursos
presentes en la cultura.
En otro sentido, se plantea el recorrido abierto a partir del punto de inflexión que introduce dicha
formalización, resaltando la potenciación de lo ya desarrollado por Lacan en diferentes escritos y
seminarios, respecto de las nociones que se detallan a continuación.
La formulación de enunciado – enunciación, tal como se presentan en los dos pisos del grafo del
deseo; el lugar de la palabra en su estatuto de símbolo e introduciendo el pasaje a significante, a la
luz de “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis” (1987), junto al interés
específico de la letra, con la noción de significante ya estabilizado, en “La instancia de la letra en el
inconsciente o la razón desde Freud” (1987a).
Respecto de las tres instancias planteadas, se puede considerar que la formalización del discurso del
psicoanálisis, articula la teoría de la enunciación -tal como se puede leer a instancias del grafo del
deseo- con la producción de una teoría del decir, claramente configurada en el seminario 20 Aún
(1995). En relación a lo central de los dos escritos mencionados, el discurso formalizado potencia el
alcance y articulación del término campo con el concepto de goce, propuesto como efecto del
discurso y regulado por una economía de estatuto político; esta producción encuentra su
designación en el objeto a como plus-de-gozar.
A su vez, se plantea una nueva forma del significante en la función de los significantes distinguidos
Sin avanzar sobre aspectos que se corresponden con otros capítulos de esta tesis, se deja
mencionado para ponderar la relevancia del tema, que si el psicoanálisis advino como una respuesta
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posible a un modo de padecer de más y que se instituye como una práctica de palabra, es
fundamental dar cuenta de las diferencias que operan con otros dispositivos que también se ordenan
en la centralidad de la palabra.
Se trata para el campo del psicoanálisis, de explicitar el valor de una práctica que se construye
desde el acto de habla, en una operación de discurso y que como lazo social funda y articula lugares
novedosos para la cultura. Comprender el alcance de esa novedad remite al discurso psicoanalítico,
en tanto es la condición de existencia de su práctica. Sin embargo, lo que se intenta señalar como
novedad es que, al ser formalizado desde la concepción lógica y matemática, no sólo es un nuevo
discurso respecto de la cultura-sociedad y la ciencia, sino que opera un corte que afecta la estructura
misma de lo que, hasta ese momento, se podía situar como discurso psicoanalítico -entendido en la
amplitud ya señalada.
Cuando Lacan (2006) propone por primera vez en el seminario 16 De un Otro al otro “...un
discurso sin palabras” (2006 p.14) anticipa aquello que hace referencia a la escritura de la fórmula
del discurso del psicoanálisis utilizando las letras de su álgebra y la espacialidad topológica,
produciendo dos planos de lectura para la designación discurso del psicoanálisis. Una, es la que
corresponde a la articulación en un sistema de los cuatro discursos -del amo; de la histérica;
universitario; del psicoanálisis- la otra es la que identifica la fórmula específica -la cuarta del
sistema de cuatro- bajo el nombre de discurso del psicoanálisis. Tanto la producción de las
fórmulas, como así también el sistema de relaciones estables de los cuatro discursos, está regulado y
reglado por la lógica simbólica, la matemática y la topología, tal como se anticipó en párrafos
precedentes. Esto indica que se trata de una escritura que no sólo cuenta con elementos y lugares
relacionados a partir de una combinatoria establecida, sino que además las letras de su álgebra se
articulan a partir de la noción de función, tal como se la comprende en matemática.
Como efecto de lo precedente, abriendo en este punto lo propuesto como la otra vuelta que se
plantea en el régimen del bucle significante y en lo concerniente al aporte novedoso que esta tesis
intenta presentar, se considera que esta estructura lógico-matemática escribe un nuevo discurso del
que se deriva un nuevo género discursivo, al que se propone designar: texto-clínico.
En tanto género de discurso involucra el acto de habla o de decir, que se despliega como
articulación significante y si se prefiere, organiza un conjunto de enunciados cuyas consecuencias
se formulan desde el decir. Sin embargo, como parte de su misma construcción, será fundamental
ubicar las diferencias con otros géneros discursivos que guardan cierta proximidad -lingüística y
narratología-, en el régimen epistemológico que se desarrollará en los dos capítulos específicos de
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fundamentación de la tesis.
Dada la centralidad de este punto se dejan anticipados de manera sintética los tres núcleos teóricos y
conceptuales que organizan el análisis de este tema.
El primer núcleo es el que articula las distinciones surgidas a partir de la teoría del significante
propuesta por Lacan, en lo que implica un conjunto de funciones del significante según se articule
con la estructura, el discurso formalizado o el campo de la lingüistería.
Desde estas articulaciones se podrá avanzar respecto del plano narrativo que forma parte del texto-
clínico, tal como será desarrollado.
Este plano narrativo es en el que queda explicitada la condición del significante interviniendo
respecto de la palabra en la lógica que establece la escucha del significante, el efecto de significado,
la lectura-escritura de la letra. Asociado a esto, se constituye como el lugar que localiza la
significación en el registro de lo enunciado.
Como efecto de lo trabajado en este núcleo teórico-conceptual, surge la construcción de las
posiciones enunciativas y la historización como términos integrantes del texto-clínico.
El tercer núcleo trae a consideración el lugar de la ética como el campo que establece el valor
diferencial específico del género texto-clínico, en relación a otros géneros discursivos, tal el caso de
aquellos ligados al arte cuyo rasgo central es la estética. Si bien la posición ética está presente o
puede ser leída en toda intervención humana, el lugar que ocupa en un dispositivo nacido como
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respuesta a un modo del padecer subjetivo, se establece en una consideración ajustada a esa razón.
En este sentido, se propone al campo de la ética como uno de los términos que participan del texto-
clínico, en tanto se implica con la posición teórica asumida respecto del psicoanálisis en lo que
concierte a su hipótesis de sujeto y su incuestionable implicación clínica.
Otro aspecto de interés que surge de la propuesta realizada en esta tesis, es la de establecer que,
si tal como queda argumentado en el desarrollo del capítulo 8, el psicoanálisis participa del campo
de la ciencia, la estructura de la formalización del discurso se corresponde con este criterio. En este
sentido, el género discursivo texto-clínico es coherente con la formulación que realiza Lacan (1984)
en el escrito El atolondradicho, al afirmar que “...con la lógica este discurso toca a lo real, al
encontrarlo como imposible, por lo cual es el discurso que la lleva a su última potencia: ciencia, he
dicho de lo real”(1984 p.18). Se deja planteado que esta cita señala la condición que hace al texto-
clínico específico al campo del psicoanálisis y lo desliga de cualquier otra forma de género. De tal
modo que, aunque de manera evidente por su condición de texto trabaja en la lengua, en su
perspectiva retórica y sosteniendo la narrativa en la función poética del lenguaje -según la
clasificación de Jakobson- no queda equiparado al género literario o al hacer de la poesía. Además,
si bien admite su inclusión en el campo de la ficción, no será en los términos propios de la
clasificación lingüística o literaria, sino en función de la definición de Lacan respecto de la verdad
en su estructura de ficción. A su vez, la verdad en su articulación al sujeto -siempre medio dicha- es
uno de los elementos diferenciales entre el texto-clínico y los textos literarios, lo que permite
proponer una de las formas posibles para distinguir el efecto significante del lenguaje en su eficacia
estética, del efecto sujeto que implica la hipótesis del inconsciente.
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Capítulo 2
Antecedentes históricos
.. la batería de los significantes, designada por el signo ©. Se trata de los significantes que
ya están ahí, mientras que en el punto de origen en el que nos situamos para establecer qué
es el discurso, el discurso en su estatuto de enunciado, ¨ debe considerarse como el
significante que interviene. Interviene sobre una batería significante que nunca, de
15
A efectos de esta instancia, se resalta de esta cita que el saber no la pertenencia de persona
alguna o que haya surgido a partir de algún objeto previo; la definición del saber como una batería
significante, implica la condición establecida por Lacan respecto a que el significante se articula a
otro significante. Por lo tanto, no sólo no habría objeto de conocimiento sobre el que se produce el
saber, sino que además no opera la condición del significado.
Por otra parte, pero en estrecha relación con lo anterior, el antecedente será planteado bajo la
temporalidad lógica de la retroacción, expresada en la cadena mínima de dos significantes leída en
el cierre del bucle:
¨ ©
Cuando Sigmund Freud, en los albores del Siglo XX, se detiene ante las formas expresivas de
un modo de padecimiento, que si bien parece merodear el cuerpo, no responde a los mapas
construidos desde el saber de la medicina, registra el enigma de un padecer cifrado en palabras.
En todo caso, si de un mapa se trata, sólo responderá al recorrido caprichoso de una anatomía ajena
a un organismo biológicamente organizado por el conocimiento médico. Pero no se trataba de un
capricho ni de alguna vía neurofisiológica desconocida. Una modalidad del habla, una lengua sin
léxico común, se hace oír sólo bajo la condición de una nueva forma de escuchar, aquella que Freud
propone en su apuesta fundante, un nuevo lazo social: el psicoanálisis.
Su impacto en la sociedad, el arte y la cultura -pensada en sentido amplio- puede ser valorado
desde perspectivas tan diversas y cuantiosas que, para sostener el criterio de esta tesis, se remite
específicamente a la lectura que, en la línea conceptual del discurso, realiza Michel Foucault (1994)
sobre la figura de Sigmund Freud y el psicoanálisis.
En la ya mencionada conferencia ¿Qué es un autor?, pronunciada en La Sociedad Francesa de
Filosofía, el 22 de febrero de 1969, afirma que lo que está en juego es un nuevo discurso. El alcance
y magnitud de lo que esto implica se puede interpretar - bajo esta línea de pensamiento - por el
lugar que adquiere el nombre de Freud en la propuesta de Foucault: Freud es un nombre de autor
que, al operar como función, funda discurso. Por lo tanto, ya no sólo podemos pensar en la
maniobra freudiana como el establecimiento de un conjunto de elaboraciones conceptuales
apegadas a su persona; la función nombre de autor instituye una creación que excede el límite de
los textos que integran fehacientemente la obra producida por él, se trata de una función
instauradora de discursividad. (1999 pp. 344-345)
El peso de este pronunciamiento queda refrendado en la cita que realiza Lacan en la clase del 26
de febrero de 1969, en el dictado del seminario 16; en esa ocasión se remite a dicha conferencia, en
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la que estuvo presente y, según se puede leer en el texto publicado de la conferencia, acordó con
Foucault en uno de los puntos implicados directamente con su diagnóstico función nombre de autor,
“el retorno a Freud”. (1999 pp.359-360)
En la citada clase de su seminario, se refiere al tratamiento que Foucault realiza sobre la
originalidad de Freud y el valor que se le reconoce; Lacan por su parte establece su propia
designación: el acontecimiento Freud (2006 p.174). Si bien esta forma de nombrar el suceso del
nacimiento del psicoanálisis ligado a la figura de Freud sólo aparece en la clase citada y en las
Reseñas de enseñanza, resulta oportuno citarlo para ponderar la posición de Lacan, tal como la
explicita en el siguiente párrafo extraído de la primera parte del libro recién mencionado: Reseña
con interpolaciones del seminario de la ética.
La cita pone en evidencia, junto con su diagnóstico sobre los psicoanalistas y su deficitaria
lectura de la obra freudiana, la puesta en valor que realiza Lacan de la relación intrínseca que existe
entre el acontecimiento Freud, el discurso como concepto y la temporalidad propia del discurso.
Sobre esta última, aclara que no se corresponde con la idea de un tiempo desdoblado, el que le
corresponde al suceso primero -o acontecimiento- y uno posterior en el que se produce el discurso,
que de este modo pasa a adquirir una condición de relato histórico.
Esta noción temporal, además, genera una falsa división que hace del texto escrito -en este caso la
obra freudiana- una acción que permanece en el pasado y del discurso un speech -se emplea el
término en su uso coloquial- cuya única misión es relatar lo sucedido admitiendo tantas versiones
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como lectores existan. Si el acontecimiento es de discurso, no se trata del discurso planteado como
relato de algo que tenga entidad en sí misma, ni del acontecimiento como una acción previa y ajena
al discurso. Se volverá sobre esta referencia en el ítem siguiente, en el que se trabaja
específicamente la figura de Michel Foucault.
Una vez presentado el nacimiento del psicoanálisis como acontecimiento de discurso, resaltado
hasta el momento como la instauración de un nuevo lazo social, se abordará en esta instancia la
creación del campo del psicoanálisis a partir de la trama conceptual articulada por Sigmund Freud.
Por razones metodológicas y de interés específico de esta tesis, el conjunto de desarrollos teóricos
que se presentan son aquellos que guardan relación directa con el propósito central del tema
investigado; a saber, la concepción de lenguaje y palabra implicados en el estatuto del inconciente y
la noción de sujeto que le corresponde.
Si tal como fue planteado en la introducción de este capítulo, el psicoanálisis puede ser
propuesto como una respuesta posible a una forma específica de padecimiento subjetivo, va de suyo
que el centro de interés sobre el que se apoya el conjunto de sus reflexiones es el sujeto asociado a
una modalidad del padecer que cobra valor en la particularidad de cada caso. Con todos los
recaudos que esta afirmación exige -fundamentalmente por la amplitud de las nociones de sujeto y
padecer, que se definirán de manera más ajustada a medida que se avance en este desarrollo- se
retoma a partir de ella lo expresado previamente. En ese sentido, lo central es la intervención de
Freud, que funda un lugar para una forma del habla que no se corresponde al léxico común de la
lengua. Desde la configuración de los síntomas, el hallazgo del valor expresivo de los sueños, los
lapsus linguae, los actos fallidos, hasta la meticulosa y exhaustiva indagación sobre el chiste, se
hace inteligible el estatuto de trama y, a su vez, cómo se trama el inconsciente.
de palabra.
A su vez, hay que señalar que lo que en un principio podría evaluarse como “noción” de
inconsciente, es trabajado por él como concepto, cuya construcción “racionalista y elegante” (1993
p.38) dirá Lacan, le permitió rescatarlo de diversas concepciones en las que se lo registraba hasta
ese momento en la cultura.
En general se lo categorizaba como expresión esotérica y abismal, tanto en obras literarias, como en
ciertas construcciones filosóficas y psicológicas. Freud conceptualiza el inconsciente desde su
marco de referencia científico; le da una localización espacial, articulándolo en relación al
consciente y el preconsciente, en la configuración del aparato psíquico, según la primera tópica.
El aparato psíquico está pensado desde la analogía con un modelo óptico de “localizaciones
psíquicas ideales”, que Freud expresa en su escrito Lo inconciente, de este modo: “...Nuestra tópica
psíquica, provisionalmente, nada tiene que ver con la anatomía; se refiere a regiones del aparato
psíquico, donde quiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas” (Freud,
S. 2007 p.170). La analogía óptica se expresa en la comparación que elige para explicar las
localizaciones ideales, al modo de un microscopio o de un telescopio, tal como lo presenta en el
capítulo VII de La interpretación de los sueños (1991).
tensión o conflicto tiene lugar por la existencia de pulsiones que tienden a satisfacerse, y el rechazo
a esta satisfacción por parte de instancias de censura que apuntan a la inclusión del individuo a la
sociedad humana. La economía de este sistema se regula según dos principios que rigen estas dos
tendencias: el principio de realidad y el principio del placer.
...¿de qué modo se entrama lo pulsional con la compulsión a la repetición? Aquí no puede
menos que imponérsenos la idea de que estamos sobre la pista de un carácter universal de
las pulsiones (no reconocido con claridad hasta ahora, o al menos no destacado
expresamente) y quizá de toda vida orgánica en general. Una pulsión sería entonces un
esfuerzo, inherente a lo orgánico vivo, de reproducir de un estado anterior que lo vivo debió
21
resignar bajo el influjo de fuerzas perturbadoras externas; sería una suerte de elasticidad
orgánica o, si se quiere, la exteriorización de la inercia de la vida orgánica. (Freud, S.
[1920] 2004 pág. 36)
Lo citado resulta el núcleo argumental fundante de la elaboración -en capítulos posteriores del
mismo trabajo- del concepto pulsión de muerte; para estos desarrollos recurre a los fundamentos
teóricos presentes en distintos trabajos de investigación del campo de las ciencias biológicas en
general, destacándose la referencia crítica a la teoría morfológica de Weismann. Esta nueva
conceptualización reordena su teoría sobre las pulsiones en general y también la consideración de lo
que definen para él los modos del padecer subjetivo.
La breve síntesis expuesta hasta aquí permite resaltar la posición teórica de Freud en su
permanente esfuerzo de reelaborar sus hipótesis y arribar a nuevas tesis, apoyado en modelos
científicos, con el espíritu de proponer al psicoanálisis en el rango de la ciencia -hecho siempre
considerado y destacado por Lacan.
A su vez, el recorrido de las posiciones teóricas presentadas permiten interpretar cómo se delinea en
la obra freudiana la noción de sujeto con la que opera; se trata de la noción de individuo, pensada
como categoría abstracta que hace posible articular la pertenencia a una especie viva, con todas las
características que lo hacen partícipe de la misma, pero a su vez, con las modalidades que adquiere
para cada uno la resolución de las tensiones inherentes a su condición humana.
Respecto de lo que permite efectivamente a cada individuo pronunciar su conflictiva, es la
existencia del lenguaje puesto en forma por la palabra, que a su vez es la condición que establece la
diferencia radical con otras especies.
Según la primera tópica, esta operatoria con la herramienta del lenguaje es la que desempeña el
aparato psíquico -localizado al interior del individuo- en la medida que articula la vida anímica y el
sustrato viviente; lo que lleva a considerar que -dicho metafóricamente- el aparato oficia de
“traductor” - siempre fallido- en el intento de representar lo que se impone desde lo pulsional, que
a su vez se inscribe como concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático.
Retomando lo expuesto sobre el lugar del lenguaje y la palabra, se considera oportuno introducir
un análisis específico sobre algunos puntos del libro El chiste y su relación con lo inconsciente
22
El trabajo sobre el mencionado texto que se propone para este ítem consiste en formular un
esquema conceptual y metodológico del mismo, calculando que esta forma de organizar la lectura
permitirá analizar y a partir de ese análisis establecer tres puntos: el primero bajo qué teoría del
lenguaje piensa Freud esta formación del inconsciente, el segundo, si resulta pertinente extenderlo a
las otras formaciones, tercero y en estrecha vinculación con los dos primeros, localizar el estatuto
de sujeto que se puede leer en su teoría del lenguaje, verificando si se corresponde o no con la
hipótesis planteada en párrafos precedentes, en los cuales quedó propuesto bajo la categoría de
individuo.
El punto de partida, en correspondencia con la lógica de esta tesis, es establecer el alcance con
el que se debe leer el campo semántico del término alemán witz, que ha sido traducido como
“chiste”, según consta en el título y el cuerpo del texto en español.
Si bien es admisible y en general consensuada su traducción bajo este término, la amplitud del witz
en lengua alemana se extiende e incluye: “broma”, “gracia”, “gracejo”, “gracioso ingenio” Este
señalamiento obedece a que en el uso coloquial en nuestra lengua -que para este caso más que
designar como “española”, resultaría más adecuado plantear como “porteña”- chiste tiene un
sentido de peso cultural tan arraigado, que se corre el riesgo de reducir su alcance semántico. Esta
misma circunstancia es la que se tendrá en consideración cuando haya que ocuparse del modo en
que Lacan lo toma del francés y del que resalta el sentido de “ingenio”.
Uno de los aspectos que hacen al interés de Freud por este tema es la cantidad de veces que ha
consignado en su investigación sobre los sueños la presencia del witz; dato que lo induce a
interrogar si estos dos procesos guardan alguna vinculación de interés para el psicoanálisis,
23
relacionado con el criterio ya expuesto de la concatenación de los hechos anímicos. Esta pista es
una de las vías hipotéticas con la que abre su investigación y que de alguna manera pareciera oficiar
de justificación por la elección de un tema que inicialmente resultaba de poco interés para el
psicoanálisis.
Explicitando otro paso metodológico, Freud comunica que su material de trabajo será el
conjunto de los ejemplos ya transitados por los autores de referencia y le otorgará valor preferencial
a aquellos chistes que han producido mayor impresión y risa en “nuestra propia vida” (2008 p.17).
La utilización del plural mayestático en este caso, que por una parte lo incluye, tiene el valor de
plantear una manera de validar la elección del ejemplo, haciéndolo extensible a “nosotros lectores”
sumados a la tarea de la intelección del tema; la modalidad de tomar la experiencia-referencia
personal como uno de los parámetros de validación es una opción metodológica.
Se pasa a considerar en esta instancia el proceso en el que Freud avanza sobre La técnica del
24
chiste.
Inicia con la referencia a Heine, en la que este trae el relato de Hirsch-Hyacinth, personaje de
Hamburgo, dedicado a ser agente de lotería y pedicuro, quien le comenta sobre sus vínculos con el
rico barón de Rothschild. Para poner en evidencia cierta condición de esos vínculos frente a Heine,
Hirch-Hyacinth cierra la narración con la siguiente frase: “Y así, verdaderamente, señor doctor, ha
querido Dios concederme toda su gracia; tomé asiento junto a Salomón Rothschild y él me trató
como a uno de los suyos, por entero famillonarmente”. (Freud, S. 1905 [2008] pág.18).
Este ejemplo, retomado de Heymans y Lipps, es el caso a partir del cual plantea la interrogación
que orientará su búsqueda: “¿Qué es lo que convierte en chiste el dicho de Hirsh Hyacinth?” (Freud,
S. 1905 [2008] pág.18). Dos son las opciones:
a) o lo chistoso es el pensamiento que luego será expresado en la frase.
b) o el chiste adhiere a la expresión que lo pensado halló en la frase.
El planteo de esta doble opción instala no solamente dos polos relacionados pero
diferenciables teóricamente: por una parte el pensamiento-contenido y por la otra parte el polo de
las palabras, sino que además se abre a dos hipótesis respecto de la relación “jerárquica” entre estos
elementos. Esto se advierte en que la primera alternativa implica cierta servidumbre neutra de la
palabra al servicio del pensamiento-contenido, en cambio la segunda indica una relación con
complejidades aún no establecidas en el texto de Freud -que serán asequibles en el capítulo V Los
motivos del chiste. El chiste como proceso social- que involucran la puesta en valor de formas
lingüísticas, tal como será abordado en los próximos párrafos.
Es importante detenerse en este ejemplo, dado el interés que reviste el análisis puntual de esta
técnica lingüística que trasciende el mero efecto poético y permite vislumbrar el efecto subjetivo en
juego, tal como será retomado en diferentes capítulos de esta tesis. Por el momento, se resalta el
análisis propuesto por Freud (2008 p.18) en relación a lo que designa como técnica del chiste.
25
Milionar(mente)
---------------
Familionar(mente)
Se produce una abreviación que opera sobre el pensamiento, permitiendo reunir en un sólo
término la síntesis de dos frases: “me trató como a uno de los suyos por entero familiarmente” y “o
sea como lo hace un millonario”. Estas dos frases están contenidas en el chiste, sin embargo es
necesario realizar una cierta interpretación para localizar su existencia, al respecto Freud aclara: “La
frase perdida no se fue sin dejar algún sustituto a partir del cual podemos reconstruirla” (2008 p.
20). Se trata de pensamientos que son regulados por un proceso: “el trabajo del chiste”, que a esta
altura de su investigación consiste en trasportar el pensamiento al chiste.
Abriendo una serie de hipótesis -según se interpreta, de los términos que utiliza: “imaginemos”,
“supongamos que por alguna razón”- que le permitirán avanzar con la intelección del ejemplo
abordado, ubica a una “fuerza compresora” que actúa sobre las frases, siendo la segunda frase la de
menor resistencia.
El cálculo que propone es que dicha frase es “...constreñida a desaparecer” (Freud, S. 2008 p. 21) en
tanto que su elemento de más valor, la palabra millonario/a vulneró esa fuerza y logró quedar en la
primera frase -”me trató por entero...”- logrando la fusión con el término que resulta ser muy
semejante: familiar. Aunque esto se deba al azar, se constituye en la posibilidad de favorecer el
sepultamiento de los componentes de relativa importancia, haciendo posible el nacimiento del
chiste.
Una vez que Freud ha presentado el desarrollo precedente, hace lugar a una serie de
aproximaciones teóricas que hacen visible la técnica del chiste, que para este caso es una forma de
condensación con formación sustitutiva.
Luego de analizar distintos ejemplos, llega a la conclusión que la técnica del chiste consiste en
operaciones lingüísticas que utilizan diferentes modalidades que combinan la condensación con
formas sustitutivas.
Se propone ahora presentar una breve síntesis de lo que resta del trabajo de investigación
26
realizada por Freud sobre el witz, destacando los aspectos más relevantes para el interés de esta
tesis, para luego plantear un conjunto de reflexiones sobre el texto de Freud en general, cerrando
este ítem con algunas conclusiones.
En tanto Freud ha avanzado con los ejemplos que le permiten ordenar formas de sustitución,
surge la comparación con el sueño; llega a la conclusión que el trabajo del sueño y el trabajo del
chiste guardan una correspondencia tal, según las distintas técnicas clasificadas, que esto no podría
obedecer a una casualidad.
Luego de analizar, relevar y clasificar las diferentes formas técnicas, en la búsqueda de lo esencial
del chiste y dado que lo ha localizado en todos los ejemplos analizados, concluye que la tendencia
al ahorro es el carácter universal del chiste; de este ahorro surge una ganancia de placer.
Del capítulo Las tendencias del chiste (Freud, S. 2008 p.85) interesa señalar la posición teórica
que se puede leer en los desarrollos con los que produce, y en el primer caso desestima, nuevas
clasificaciones; la primera de ellas es la siguiente:
a) chistes tendenciosos: los que comportan un propósito particular.
b) chistes inocentes: los que tienen al chiste como fin en sí mismo.
A partir de esta clasificación, que resulta ser más descriptiva que esencial, intenta plantear si hay
algún nexo con la distinción producida sobre chistes de palabra y chistes de pensamiento.
Al extenderse sobre el chiste abstracto o inocente, advierte que si bien es un juego de palabras, estas
no son sin sustancia; por lo que concluye que no es válido el distingo, ya que un chiste inocente
válido puede involucrar “una sustancia” consistente. Es sobre este punto que se deja indicado el
valor que adquiere la idea de sustancia ligada a pensamiento, dado que será lo que oficie de
parámetro para sus conclusiones; a modo de ejemplo se cita a Freud:
Pero si nos atenemos con firmeza al distingo entre sustancia de pensamiento y vestidura
chistosa, llegamos a una intelección capaz de esclarecernos muchas incertidumbres en
nuestro juicio sobre los chistes. En efecto, resulta -lo cual es sin duda sorprendente- que es
la impresión sumada de sustancia y operación del chiste la que nos produce agrado en este, y
que fácilmente nos dejamos engañar por uno de esos factores sobre la dimensión del otro.
Sólo la reducción del chiste nos esclarece ese juicio engañoso.” (Freud, S. 2008 p. 87).
Valiéndose de la indagación del chiste desnudador, llega a la pulla cuyo origen se plantea como
un decir indecente dirigido a una mujer con el fin de seducirla. Pero luego pasa a ser algo relatado
en una reunión de hombres en los que provoca risa al evocar la situación originaria que no pudo
concretarse por inhibiciones sociales.
Al detenerse en los aspectos de la sexualidad puesta en juego, advierte que en ella queda incluido
algo más que las condiciones específicas para los dos sexos distinguidos, también incluye lo común
a los dos: lo excrementicio; dato que valida en la experiencia de la neurosis, que remite a las etapas
infantiles en las que se localizan estas tendencias.
La explicación acerca del placer que subyace en la pulla queda propuesta en la siguiente cita:
libidinal:
Cabe describir así el proceso: El impulso libidinoso de la primera despliega, tan pronto
como halla inhibida su satisfacción por la mujer, una tendencia hostil dirigida a esta segunda
persona, y convoca como aliada a la tercera persona, originariamente perturbadora.
Mediante el dicho indecente de la primera, la mujer es desnudada ante este tercero, quien
ahora es sobornado como oyente -por la satisfacción fácil de su propia libido.” (Freud, S.
2008 p.94).
Interesa ahora, traer algunos puntos específicos extractados del capítulo VI El vínculo del
chiste con el sueño y el inconsciente, para cerrar este tramo dedicado a la puntuación del libro de
Freud. (2008 p.153)
Respecto de las condiciones del deseo formador del sueño, Freud es categórico al afirmar que
necesariamente debe ser ajeno al pensamiento conciente o, dicho en sus términos: “un deseo
reprimido” (2008 p.155). Esta es la relación al inconsciente, en el que ubica una actividad de
29
pensamiento, claramente diferenciada del pensar preconciente, que sí puede acceder a lo conciente.
En lo más detallado y específico de la descripción del trabajo del sueño, la que le permite la
hipótesis sobre la vía en la que transita el proceso que va de los pensamientos a las imágenes
perceptivas -las que serán el núcleo de la imagen onírica manifiesta- presenta lo que él designa
como “una peculiarísima” elaboración de lo pensado.
La elaboración de la que se trata es un procedimiento de carácter sintáctico gramatical, que se inicia
en la condición del modo desiderativo en la que se encuentra el material de lo pensado: “¡Cómo me
gustaría!”, expresando un anhelo o gusto por algo, para pasar de esta condición al presente del
indicativo: “es”. (2008 p.156)
Se deja señalado respecto del ejemplo propuesto por Freud, que la primera frase que se clasifica
gramaticalmente como una oración desiderativa, se corresponde en alemán con el verbo modal
gustar que se conjuga en el modo konjunktiv II; este modo se puede corresponder en español tanto a
los modos subjuntivo como condicional, siendo este último el modo en el que se ha traducido
gustaría.
Es de interés resaltar que el alemán konjunktiv II sólo se refiere a sucesos que admiten un sentido
hipotético o irreal, en esto se opone al modo indicativo, propuesto por Freud para establecer la
condición de lo elaborado en el pasaje del desiderativo al presente del indicativo por el trabajo del
sueño.
Esta suerte de breve excursus tiene como objetivo puntualizar la potencia que alcanza el análisis de
una formación del inconsciente -en este caso el sueño- cuando se releva la condición lingüística en
la configuración de la trama, que con toda evidencia debe ser pensada como un texto.
Volviendo sobre el trabajo del sueño, surge una especificación respecto de lo que Freud
denomina la regresión, que se empalma con el ya mencionado es del modo indicativo, del que
resulta la producción de la figuración alucinatoria (2008 p.156).
Esta afirmación aporta otro indicio en relación a la eficacia gramatical, dado que si se toma en
cuenta que se parte de un pensamiento construido en un modo verbal que sólo admite sucesos
hipotéticos o irreales, su pasaje implica que eso deseado o anhelado es figurado alucinatoriamente.
Pero cuando se completa el pasaje bajo el régimen de un modo verbal opuesto a lo irreal, se puede
concluir que es la condición gramatical la que afecta al soñante, ya que es esta construcción
gramatical la que establece el estatuto de lo anhelado y no el parámetro de una hipotética condición
per se de lo anhelado. Se volverá sobre este asunto en las conclusiones de este ítem.
30
En la vía de localizar puntos de semejanza con el trabajo del chiste, Freud ubica lo que designa
como “la pieza más valiosa” del trabajo del sueño en la analogía que se ha propuesto; es la
compresión, juntura o condensación a la que se ven sometidos los pensamientos oníricos. Resalta el
hecho de que ya no se trata en la condensación de aspectos derivados de la regresión, de “la
mudanza retrocedente” en imágenes sensoriales. Esta se realiza por la existencia de relaciones de
comunidad presentes en los pensamientos oníricos, ya sea por casualidad o por sus contenidos, pero
como estas no serían suficientes para generar una condensación extensa, es el trabajo del sueño el
que crea nuevas relaciones de comunidad, las que guardan un carácter artificial y pasajero; son
fundamentalmente palabras en “cuya fonética coinciden varios significados”.
Las nuevas condensaciones ingresan al material manifiesto del sueño como representantes de los
pensamientos oníricos. (2008 p.157)
Por último, Freud sitúa el desplazamiento como la otra operación que realiza el trabajo del
sueño sobre los pensamientos oníricos. La describe como un descentramiento de aquello que en el
sueño manifiesto se expresa central y de gran impacto sensorial, pero que en verdad en los
pensamientos oníricos era periférico y accesorio; a su vez esta condición se da a la inversa (2008
p.157).
Respecto de la localización en la que se realiza el proceso del trabajo del sueño -preparatorio de
este último- arriesga la tesis de que se produce en “la región de lo inconsciente”.
Esta tesis implica una construcción teórica que le permite plantear una síntesis sobre los estadios de
la formación del sueño: primero se produce el traslado de los restos diurnos ubicables desde el
preconciente al inconsciente; segundo el trabajo -que él adjetiva como “genuino”- del sueño en lo
inconsciente y tercero, la regresión del material onírico ya elaborado a la percepción, en función de
la cual el sueño alcanza lo conciente (2008 p.158).
Para concluir con esta síntesis, Freud enumera las fuerzas participantes de la formación del
sueño: deseo de dormir, la investidura que los restos diurnos siguen conservando a pesar de la
degradación por el dormir, la energía psíquica del deseo inconsciente formador del sueño y la fuerza
de la censura que gobierna el estado de vigilia. De lo que resulta la identificación de la tarea de la
formación del sueño: vencer la inhibición que la censura impone, gracias a los desplazamientos de
energía psíquica al interior del material de los pensamientos oníricos (2008 p158).
Recuperando la interrogación que lo llevó a indagar aspectos del trabajo del sueño, en la
31
comparación con el chiste, Freud sitúa la similitud en las técnicas expresivas del chiste
-condensación, desplazamiento y figuración indirecta- y lo que sucede en el sueño. Dicha similitud
le hace posible localizar una respuesta a la pregunta surgida en función de lo que se le ocultaba
sobre el proceso de la formación del chiste en la primera persona.
Su tesis es: “Un pensamiento preconciente es entregado por un momento a la elaboración
inconsciente, y su resultado es aprehendido enseguida por la percepción conciente.” (2008 p.159).
Con esta cita se cierra la puntuación del texto sobre el witz y, como se anticipó en el inicio, se da
lugar a plantear un conjunto de reflexiones sobre el mismo.
Si bien es en el avance del texto que va incorporando los elementos que evidencian la necesidad
lógica de explicitar un nuevo plano en la compleja interpretación del tema, se considera oportuno
señalar cuáles son esos planos en los que se sustenta -en la lógica freudiana- lo esencial de lo que
configura al witz:
a) Plano retórico, en el que analiza cómo las palabras se reformulan bajo leyes propias de las formas
lingüísticas, a partir de las cuales surgen formas expresivas que otorgan a los contenidos de
pensamiento sentidos inéditos. La figura que rige el plano retórico es la condensación con
formación sustitutiva.
b) Plano de contenidos de pensamiento, es el registro en el que se pueden reconocer las distintas
ideas que se ven modificadas de alguna manera por las formas expresivas de la lengua; Freud
distingue los procesos ligados al pensamiento bajo las siguientes formas: desplazamiento, falacia,
contrasentido, figuración indirecta y figuración por el contrario.
Si bien desde cierta concepción resulta una división artificial entre pensamiento y lenguaje, lo que
surge de su planteo es que considera los contenidos de pensamiento como expresiones de sentido o
aun como significados que se apoyan en un referente sustancial -tal como surge del plano
32
económico- por esa razón las formas recién enumeradas operan modificaciones -que se deben
considerar en el plano lingüístico- pero que afectan el sentido o el significado originario.
Es pertinente suponer que esta concepción se apoya en las leyes propias del aparato psíquico, según
las cuales, determinados contenidos del pensamiento y las palabras no quedan localizados en el
mismo sitio ni coinciden en el tiempo; se volverá sobre esta idea en el apartado correspondiente a
las conclusiones de este ítem.
c) El plano económico es en el que se justifica el trabajo -en este punto se incluye tanto el trabajo
del chiste como del sueño- que tiende al ahorro de displacer o la ganancia de placer; el ejercicio de
las diferentes fuerzas que pugnan por imponer o rechazar contenidos de pensamiento en la
generación de tensión o conflicto, de lo que resulta una teoría energética que fundamenta “lo que
mueve” al sistema.
Estos tres planos que se leen en la transversalidad del texto de Freud en general, se presentan
claramente articulados en los procesos que designa como el “trabajo”, ya sea del witz o del sueño.
Si a partir de esto se piensa su manera funcional, surge que así como en su aspecto retórico y en el
de los contenidos de pensamiento se expresa el trabajo, el aspecto económico es el que muestra las
razones causales del mismo.
A continuación se dejan planteados un conjunto de comentarios que si bien cierran el ítem sobre
la obra freudiana, no tienen el carácter de palabras conclusivas, ya que serán retomados
oportunamente en distintos capítulos, dado el lugar fundante que ocupa la teoría de Freud y los
contrapuntos que se generan a partir del marco conceptual presente en la enseñanza de Lacan.
El chiste es interés de Freud porque puede considerarlo “ un proceso anímico”, en parte por una
de las razones más categóricas que él explicita al referir la cantidad de veces que lo detectó en los
sueños; pero a su vez esta categorización -el chiste como proceso anímico- queda refrendada en su
propia referencia, de allí que para escoger determinados ejemplos se apoya en el efecto que a él
mismo estos le han ocasionado, tal como ya procedió en su investigación sobre los sueños.
Este accionar, que guarda estrecha relación a un criterio metodológico, se corresponde con la idea
que recorre la posición teórica freudiana respecto de la condición del individuo como objeto
validado y valioso para la investigación psicoanalítica. En el cálculo está el discernir en el
inconsciente aquellas especificidades que hacen al proceso anímico un efecto directo de su
existencia; dicha existencia se confirma a partir del método inductivo que le ha permitido construir
leyes generales sobre su funcionamiento. Simultáneamente, y sin que implique contradicción
33
alguna, en cada individuo se expresa esta generalidad bajo la manifestación de contenidos únicos;
esta es la razón que hace necesaria la interpretación como método en el dispositivo clínico.
A diferencia del ítem anterior, centrado en la obra de Freud como punto de partida, bajo el
estatuto de nombre de autor incuestionable ligado al discurso del psicoanálisis, este ítem se plantea
ubicando a Michel Foucault como una de las referencias que participan del contexto en el que
Lacan construye la formalización del discurso del psicoanálisis.
Si bien hay registro de varios momentos en los que aparece citado o aun invitado al seminario -tal
como ocurrió en la clase del 18 de mayo de 1966- los intercambios que más valor adquieren para
esta investigación son los que se producen alrededor del tema del retorno a Freud. Allí parece
radicar el interés que movió a Lacan a sumarse a la conferencia -ya mencionada en varios
momentos de esta tesis- que Foucault presentó en la “Sociedad Francesa de Filosofía” el 22 de
34
No solamente por coincidir con el año -1969- en el que Lacan está desarrollando en su seminario
De un Otro al otro la fórmula del discurso del psicoanálisis, sino por los temas implicados en la
pregunta sobre la condición del autor, es que se tomará como texto central de este ítem la edición de
dicha conferencia en la recopilación: Michel Foucault. Entre filosofía y literatura. Volumen I
(1999).
A su vez, en la medida que este desarrollo lo exija se hará referencia a otras producciones de
Foucault y al Vocabulario de Michel Foucault de Edgardo Castro (2004) como herramienta de
orientación para realizar una secuencia ordenada de puntos específicos y acotados dentro de la
compleja y amplia producción de Foucault.
Entre tantos sucesos de fuerte impacto social y cultural en la Francia de la década de 1960, se
estima pertinente señalar aquellos que tal vez no se desarrollaron en las calles o en el fragor de
contiendas políticas, sino los que se localizaron en espacios académicos, en el intercambio
apasionado de intelectuales que ponían en cuestión la academia, o los que se pueden resumir como
aquellos sucesos que marcaron una época de debate de ideas. Más allá de la formalidad de los
escenarios en los que se desarrollaron, el punto es que pusieron en cuestión nociones que parecían
inconmovibles.
Del conjunto de estas nociones, la figura del “autor”, nacido como efecto de la modernidad al calor
del prestigio del individuo y de la persona humana, según lo señala Roland Barthes en el ensayo: La
muerte del autor (1994a), es tomado por la literatura que pasa a ordenar su historia sobre el eje del
autor propietario de su obra. Este efecto específico diagnosticado en el campo literario se hace
extensivo a la consideración de cualquier forma de obra, no solamente artística. A su vez, este
cuestionamiento abarca el amplio campo conceptual en el que anida: la condición misma de la idea
de “hombre” como un todo que lo define y por lo tanto excluye lo que no queda incluido en esa
totalidad. A la luz del debate centrado en el “humanismo”, Michel Foucault en el prefacio de su
libro Las palabras y las cosas (1966), afirma sobre la idea de hombre: “...es indudablemente sólo un
desgarrón en el orden de las cosas, en todo caso una configuración trazada por la nueva disposición
que ha tomado recientemente en el saber.” (Foucault, M. [1966] 2010 p. 17).
Entrelazados el hombre y el autor, deslindan problemas específicos una vez que se advierte que lo
que está en juego es un entramado de configuraciones discursivas, que según se apoyen en algún
saber catapultado en la hipótesis de verdad que sus enunciados postulan, generan la ilusión
sustancial de ser.
35
Desde la puntuación del texto ¿Qué es un autor? -orientada en el estricto interés de esta tesis- se
dejará planteado el conjunto de términos que participan de la tensión que se evidencia en la
presentación de Foucault, que se puede leer como aquella que se establece a partir de cierta posición
teórica ligada al discurso y que establece la función autor.
“¿Qué importa quién habla?” En esta diferencia se afirma el principio ético, el más
fundamental tal vez, de la escritura contemporánea. La desaparición del autor se ha
convertido, para la crítica, en un tema ya cotidiano. Pero lo esencial no es constatar una vez
más su desaparición; hay que repetir, como lugar vacío -a la vez indiferente y coactivo-, los
emplazamientos en donde se ejerce esta función.
(Foucault, M. [1969] 1999 p. 329)
La cita precedente reserva algunos datos de sumo interés, en primera instancia es que necesitó de
una decisión, la que llevó en esta tesis a designar como autor de la misma a Foucault. En parte esto
es así y respeta las condiciones de cierto origen, dado que quien pronunció estas palabras fue
Foucault; sin embargo, el párrafo en cuestión es el inicio de la esquela o gacetilla escrita -en la que
además constan los cuatro puntos centrales de la conferencia- con la que difundió la actividad la
Sociedad Francesa de Filosofía. Por lo tanto ¿a quién corresponde la cita? Cuando además, la
pregunta con que la misma se abre -encomillada, lo que indica que es a su vez una cita- pertenece a
Samuel Becket, según lo explicita Foucault en el desarrollo de su presentación.
Pero al recuperar la cita completa que él hace de Becket, resulta que avanza hasta: “Qué importa
quién habla, alguien ha dicho qué importa quién habla” (Foucault, M. [1969] 1999 p.332).
El “alguien ha dicho” envuelve el asunto en un aparente deslizamiento sin fin -casi al modo de las
cajas chinas-que salta de una referencia de enunciación a otra.
Advertidos de lo que se presenta como un encadenamiento incesante de marcas registrables que
evoca siempre a un “alguien” anterior, se propone pensar esto como un problema recursivo que
tiende a cierta resolución cuando Foucault dirime el rango que se abre entre: “quién y alguien” en la
postulación de la ética.
Lee el estatuto de “quien y alguien” bajo la categoría de la indiferencia, a la que establece como
uno de los principios éticos inmanentes de la escritura moderna, aclarando que no se trata de
formular la modalidad del habla o la escritura, sino que se manifiesta como una regla que no acaba
de aplicarse del todo, por lo tanto no afecta su resultado -el de la escritura- sino que “la domina
36
ocupar el lugar del muerto en el juego de la escritura. Todo eso es sabido; y ya hace bastante
tiempo que la crítica y la filosofía han levantado acta de esta desaparición o de esta muerte
del autor. (1999 pp. 333-334).
Los términos de la cita son contundentes; se puede interpretar de su lectura que “los traveses”
señalados por él son las vías por las que se ejecuta cierta conmoción en el espacio-tiempo del
escribir. Se lee el término “traveses” en la acepción que lo deriva de la locución preposicional a
través de que denota que algo pasa de un lado a otro; los dos lados quedan construidos desde la
brecha o intervalo que perforó la continuidad entre el autor y su texto, anulando el posesivo “su”.
Ese intervalo es la ausencia de los trazos individuales de la que habla Foucault y los dos lados se
ocultan uno al otro alternativamente, no se los podría pensar como las dos orillas permanentes y
estables, menos aun suponerlas vinculadas por el río de tinta del texto. Pero a su vez, ese nuevo
espacio-tiempo aloja las razones de interrogar por la obra y la escritura como desposesión del autor.
Se deja planteada la pregunta: ¿será en ese vacío de los trazos individuales de “un alguien” que se
puede pensar en una función autor?; esta interrogación será retomado en el capítulo final de esta
tesis.
A pesar de lo que afirma en la frase final de cita, Foucault estima que aún no se ha terminado de
establecer el conjunto de consecuencias derivadas de esta situación; y de alguna manera, según lo
piensa, las que obstaculizan lograr establecerlas se concentran justamente en “un cierto número de
nociones que hoy están destinadas a sustituir el privilegio del autor” (1999 . 334). Dos de estas
nociones que bloquean la constatación de la desaparición del autor, son las nociones de obra y de
escritura.
La construcción de la idea de obra produce como problema el poder establecer qué es una obra,
qué la define, cuál es el límite que demarca los elementos que la componen y respecto de qué
parámetro. Este conjunto de interrogantes tienden a asociarla como producto de un autor; como si la
condición de obra conlleva a la inevitable existencia de un creador.
La puesta en cuestión que introduce Foucault sobre el estatuto que alcanza el planteo sobre la
escritura y cómo obtura la verificación de la desaparición del autor, pone de relieve uno de los
aspectos de mayor interés para esta tesis; conforme su análisis pondrá en evidencia una torsión que
vuelve a llevar el texto a dos formas de “autor creador” (1999 p.335).
Si bien destaca que cada vez más la escritura se separa del gesto de escribir y por lo tanto de
38
cualquier marca -entendida como signo o síntoma- de lo que alguien hubiera intentado decir, esa
maniobra que borra algunas señales visibles de la empiricidad del autor, parece llevar a la escritura
al destino de un anonimato trascendental.
Desde la hipótesis del “anonimato trascendental” vuelve el problema -mencionado en párrafos
precedentes- de la obra bajo dos formas de caracterizarla: la modalidad religiosa y la modalidad
crítica. Al ubicar la escritura en el origen, se opera una retraducción en términos trascendentales que
imprime en la obra como escritura dos modos; del lado de la afirmación teológica un carácter
sagrado y del lado de la crítica un estatuto creador.
La lógica que la instala en ese punto es la que admite que la escritura misma fue la posibilitadora de
una historia, que la deja sometida a la prueba del olvido y la represión. Desde el principio religioso,
esto conlleva a representar en términos trascendentales un principio oculto y la consecuente
necesidad de interpretar; desde el principio crítico lo que se representa es la significación implícita,
las determinaciones silenciosas y los contenidos oscuros, que se ajustan a la necesidad de comentar.
Esta noción de escritura genera el riesgo de mantener los privilegios del autor con la salvaguarda
del a priori, en el que subsiste, bajo cierta neutralidad, el juego de representaciones que han
configurado una imagen del autor.
Como conclusión, Foucault plantea una línea de indagación respecto de las consecuencias de la
muerte del autor:
Lo que debería hacerse es localizar el espacio que ha quedado vacío con la desaparición del
autor, seguir con la mirada el reparto de lagunas y de fallas, y acechar los emplazamientos,
las funciones libres que esta desaparición hace aparecer. (1999 p.336)
Desde el “deber hacer” propuesto en la cita, el desarrollo del texto avanza en la dirección de
desglosar el problema del autor a partir de cuatro líneas de análisis: 1) El nombre de autor; 2) La
relación de apropiación; 3) La relación de atribución y 4) La posición del autor.
Se considera pertinente señalar que el criterio que rige la sucesión de los cuatro puntos es el de
rescatar desde el problema del lugar vacío del autor-individuo, la función autor y su articulación al
emplazamiento de los distintos discursos en una especificación y complejidad creciente.
En el primer punto surge de la comparación entre el nombre propio y el nombre de autor, la idea de
función de autor. Aunque pareciera no admitir diferencias, el nombre propio, que puede englobar al
nombre de autor, este último no opera exactamente como los otros nombres propios. Las diferencias
se vinculan con la condición que tiene el nombre de autor en un discurso: no puede ser ubicado
39
como un elemento más; asegura en el discurso una función clasificadora. Esta función es la que
hace a la posibilidad de operar con los textos para agruparlos, oponer unos con otros, excluir y
delimitarlos.
También el nombre de autor caracteriza un modo de ser del discurso, ya que por el hecho de
plantear que determinado texto fue escrito por alguien -en tanto autor- indica que el discurso no
refiere a palabras cotidianas, que no puede ser indiferente el destino que ellas tengan; las palabras
de dicho discurso deberán ser recibidas en una cultura dada bajo cierto estatuto.
Caracterizando el nombre de autor como ajeno al individuo, ya que a diferencia del nombre propio
que en su situación respecto del discurso va desde el interior de este al individuo real y exterior que
lo ha producido, el nombre de autor circula en le límite de los textos, los recorta y de algún modo
los caracteriza. De tal modo que los refiere al interior de una sociedad y de una cultura. Esto lo deja
situado por fuera del estado civil de los hombres, como así también fuera de la ficción de la obra; su
lugar de emplazamiento es en la ruptura que efectúan cierto grupo de discursos y su manera singular
de ser. Como resultado de estas condiciones de funcionamiento se pueden distinguir en nuestra
cultura un número de discursos que incluyen la función autor y otros que están desprovistos de ella.
Esta constatación le permite a Foucault concluir que: “La función autor es pues característica del
modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una
sociedad.” (1999 p.338).
reproducción, etc. En ese momento -finales del siglo XVIII y principios del XIX- la posibilidad de
transgresión perteneciente al acto de escribir, pasa a ubicarse como el imperativo de la literatura. El
autor pasó a ejercer la escritura en la ahora bipolaridad del peligro de transgredir y el beneficio de la
propiedad.
Como parte del tercer punto, Foucault introduce la distinción que señala en la función autor un
ejercicio que no es universal ni constante en todos los discursos, hecho que relaciona con la
atribución.
La maniobra que realiza es invertir el punto de perspectiva del análisis; así como la condición de la
propiedad es pensada desde el lugar del escritor, la atribución es considerada a partir del texto.
En otras épocas de nuestra civilización, ciertos textos que en la actualidad serían clasificados como
literarios, en los que incluye la epopeya, el relato, los cuentos, las tragedias y las comedias,
circulaban sin que a nadie le preocupara conocer al autor. No así para los textos que hoy
pertenecerían al orden de la ciencia, y que referían a la cosmología y los cielos, a la medicina y las
enfermedades, a la geografía o las ciencias naturales, dado que no eran aceptados en la Edad Media
y tampoco se les otorgaba valor de verdad si no eran rubricados con el nombre del autor. Sin
embargo, importa aclarar, que estos nombres no quedaban en función de un principio de autoridad;
su misión era la de establecer un índice, el señalamiento que marcaba a los discursos destinados a su
aceptación para ser aprobados.
Pero entre el siglo XVII y el XVIII, se produce un quiasmo; una inversión que envía la función
autor a los textos literarios y acepta el anonimato en los discursos científicos. Sobre estos últimos,
aclara Foucault, sólo cuenta una verdad establecida o siempre demostrable nuevamente; se
independiza de la función autor, porque aun, si un teorema lleva el nombre de quien lo demostró, un
síndrome patológico o una proposición son bautizadas con el nombre de quien las descubrió, sólo
cuenta como una nominación. No así los discursos literarios, que a partir de ese momento no son
aceptados si no incluyen la función autor. Esta pasa a ser la marca de valor que indica la validez a
partir de datos que lo refieren a quien los produjo; en qué fecha, bajo qué circunstancias, y si estos
elementos permiten establecer a qué proyecto pertenecen.
Resulta oportuno intercalar una consideración; se puede suponer que este registro de validación de
la obra según el autor, se relaciona directamente con la consabida “psicología de autor”, elevada a
herramienta capaz de justificar y habilitar la “interpretación” de una producción literaria. Se volverá
sobre este aspecto en el ítem de la síntesis de este capítulo.
trama que opera en las distintas épocas determinando la atribución de determinado texto a un autor.
Parte de la afirmación que establece que la función autor no se formula espontáneamente
atribuyendo un discurso a un individuo; sino que es el resultado de una operación que construye un
cierto “ente de razón”, al que se designa como autor. La maniobra es darle un estatuto realista, que
lleva a consignar en un individuo dicho ente de razón, al que se lo hace consistir como una instancia
profunda, un proyecto que ubica el lugar originario de la escritura.
Sin embargo, esto oculta que en aquello que es designado como la instancia autor, el individuo -que
inmediatamente se desliza a hacer de un individuo un autor- no es más que un conjunto de
proyecciones. Lo proyectado es una serie de pautas que, según las épocas, establecen formas de
tratar los textos, de las que resulta el lugar de las comparaciones y a partir de ellas las continuidades
admitidas o las exclusiones resultantes; esto no sólo se ajusta a cada época sino que además tiene
relación con cada tipo de discurso. No será la misma operación la construcción del autor filosófico
que del autor poeta.
Llevando el eje del análisis a lo que centraliza esas operaciones -que bajo ningún concepto se
debería asimilar a “personas” que digitan estrategias conforme a su voluntad- toma como caso de
ponderación a la crítica literaria, en la que localiza formas que se sostienen en el tiempo, al modo de
invariantes que insisten atravesando las diferentes épocas.
El patrón deriva de la tradición cristiana; las formas con las que la crítica literaria construyó la
función autor a partir de textos y discursos existentes, se aproxima a las formas de autentificación o
rechazo que realizó la exégesis cristiana cuando intentaba demostrar valor de un texto por la
santidad de su autor.
La comparación surge a partir de los cuatro criterios que propuso San Jerónimo y que implicaba no
basar la atribución en la simple homonimia; puede suceder que varios individuos lleven el mismo
nombre o alguno usurpar el nombre de otro. Los cuatro criterios se resumen en: el nivel constante
de valor; coherencia conceptual o teórica; la unidad estilística y por último, la coincidencia entre el
momento histórico y los acontecimientos relatados, por ejemplo que no se presenten hechos
posteriores a la muerte del autor.
Por su parte, la crítica literaria moderna opera en la misma dirección, aun cuando no sea su eje la
autentificación, el autor es la razón que puede explicar los diferentes aconteceres presentes en su
obra; las transformaciones, las modificaciones y deformaciones, pueden ser comprendidas a partir
de su biografía personal, el proyecto individual que tiene, su pertenencia a una clase social, etc. A su
vez, también es el autor el principio de unificación de una escritura, que permite incluir las
diferencias justificadas en el criterio de evolución, maduración o de influencias.
42
Hasta aquí, las condiciones de atribución que ha planteado Foucault quedan ligadas
específicamente a los discursos que incluyen función autor, los que además coinciden con discursos
que la cultura distingue por participar de la producción artística o científica.
En el punto siguiente, el que se señaló como el cuarto: la posición del autor, introduce algunas
especificaciones de gran interés para el tema específico de esta tesis. Inicia el comentario señalando
que la función autor no es sencillamente una reconstrucción de “segunda mano” que toma como
objeto un texto en calidad de “material inerte” (1999 p.342).
Centrado en el texto e ingresando en los aspectos más estructurales, se refiere al conjunto de signos
del dominio de la gramática: los pronombres personales, las conjugaciones verbales, los adverbios
de tiempo y lugar, elementos presentes en todos los textos, pero que obran diferente funcionamiento
en los discursos provistos de función autor, respecto de los que no la incluyen. Sobre estos últimos
en particular se deja un llamado de atención, porque se considera que incluyen, como una primera
aproximación desde la perspectiva de Foucault, el esbozo de la operación del texto-clínico, dado
que es en relación a estos elementos estructurales del texto en el que se consigna “la posición del
autor”.
Señala que en estos discursos, los conmutadores, también llamados embrayeurs o shiffters-según la
designación de la lingüística, especialmente de Jakobson, de los elementos recientemente
enumerados- remiten al sujeto real y a las coordenadas de espacio-tiempo de su discurso, aun con
las modificaciones que puedan surgir en aquellos que están en primera persona. Se volveré sobre
este aspecto en las conclusiones de este capítulo.
prólogo, que el que presenta la demostración del teorema y así en los distintos momentos de un
hipotético libro de matemática.
Para concluir esta parte, en la que se desarrolló lo más destacado de la función autor, se presenta
una cita de Foucault, en la que resume magistralmente sus características, en relación a la
complejidad discursiva de la sociedad en la que se construye:
...la función autor está vinculada al sistema jurídico e institucional que rodea, determina y
articula el universo de los discursos; no se ejerce uniformemente y del mismo modo sobre
todos los discursos, en todas las épocas y en todas las formas de civilización; no se define
por la atribución espontánea de un discurso a su productor, sino por una serie de operaciones
específicas y complejas; no remite pura y simplemente a un individuo real, puede dar lugar
simultáneamente a varios egos, a varias posiciones-sujeto que clases diferentes de
individuos pueden ocupar. (1999 p.343)
Volviendo al cuarto punto de este desarrollo, la posición del autor, se presenta el tema que cierra
el texto de Foucault y que entraña una importancia particular conforme los distintos momentos en el
que fue aludido en la presente tesis; se hace referencia al “nombre de autor” o, como lo presenta en
primera instancia, “fundadores de discursividad”.
Luego de haber revisado el problema del autor, proponiendo la función autor desde las nuevas
condiciones de la escritura y las marcas en el texto, tensada en el régimen de los discursos,
introduce una nueva pauta de lectura de la posición de autor, de la que deriva la posición
“transdiscursiva” y a partir de esa marca, localiza una modalidad bien específica, sólo aplicable a
Marx y a Freud (1999 p.344).
Siempre partiendo del orden del discurso, se hacen distinguibles autores que, además de libros, son
autores de teorías, de tradiciones o de disciplinas, que posibilitan el lugar para otros autores
produciendo en la pertenencia, a cada uno de los espacios configurados por ellos; los casos pueden
ser tanto Aristóteles e Hipócrates, como los Padres de la Iglesia o los primeros matemáticos, los que
sostienen una posición transdiscursiva. Sin embargo, es durante el siglo XIX en Europa, que
Foucault plantea el surgimiento de un tipo de autor absolutamente diferente y singular, la primera
evidencia es que el mismo los introduce por su nombre: Marx y a Freud.
Si bien ellos han producido sus libros en término de obra, han generado “algo de más”;
44
expresión que es posible interpretar como el efecto de un excedente que no admite medida, que se
mantiene siempre como excedencia en la posibilidad de pautas de formación de otros textos. Lo que
no habrá que confundir con el efecto de otro tipo de autor, por ejemplo el caso que toma Foucault
de Ann Radcliffe, quien no sólo escribió novelas de terror, sino que hizo posible ese tipo de novelas
en los inicios del siglo XIX, en un más allá de su propia obra. Esta fundación de un modelo para la
novela de terror específica a ese momento histórico, se apoya en las similitudes que el modelo
propone. El caso de Marx y Freud abren otra lógica del más allá de sus respectivas obras. De ellos
dice:
ciencia o la misma discursividad la que se remite a su obra “como a unas coordenadas primeras”.
Desde esta lógica deviene como necesaria la exigencia de “un retorno al origen”; del que aclara no
guarda la menor semejanza con un redescubrimiento o una reactualización.
La hipótesis que presenta Foucault para establecer la condición esencial del “retorno a”, incluye
como parte constitutiva del discurso instaurador el “olvido”; un olvido de características tales que
no pueda plantearse como accidental o de aspectos incomprendidos, ya que cualquiera de estas dos
opciones se corresponden con el “redescubrir” o “reactualizar”. El olvido en cuestión, al ser parte
del mismo discurso instaurador, no ha sido agregado desde el exterior -sólo basta recordar que no
será algún saber previo el que sirva de rasero para su ajuste. Por lo dicho, se debe comprender que
el olvido sólo opera por el retorno, constituyendo una legalidad que regula la existencia del olvido,
su cerrojo y su llave, desde siempre incluidos en el discurso instaurador y puestos en evidencia en la
maniobra del retorno.
Tal vez la clave que demuestra que toda la operación del retorno -con todos los elementos ya
enunciados- ya está incluido en la obra fundante, pueda ser leída en la siguiente cita:
Además, este retorno se dirige a lo que está presente en el texto, más precisamente, se
regresa al texto mismo, al texto en su desnudez, y, a la vez, sin embargo, se regresa a lo que
está marcado en hueco, en ausencia, como laguna en el texto. Se regresa a un cierto vacío
que el olvido ha esquivado o enmascarado, que ha recubierto con una falsa o mala plenitud y
el retorno debe redescubrir esta laguna y esta carencia [manque]; de ahí el juego perpetuo
que caracteriza a esos retornos a la instauración discursiva... (1999 pp.347-348)
El juego del que se trata en el retorno, mencionado en la cita, se abre en dos movimientos
contrarios; por una parte se plantea como la recuperación de lo que siempre estuvo allí pero nadie
logró leer; por la otra parte, es la idea de buscar entre cada palabra, en los intervalos del silencio lo
que no está dicho. Sea cual sea la opción, siempre funciona como ya incluido y que a su vez
modifica ese discurso; por lo tanto no se trata de suplementación histórica, sino del trabajo
transformador de la discursividad misma.
Como última característica, hace falta agregar que el retorno se lleva a cabo en torno a “una costura
enigmática de la obra y el autor” (1999 p.348). Es su condición, el trabajo con el texto es retorno
porque pertenece a ese autor cuyo texto tiene valor instaurador. Se vuelve al texto y se lo
reposiciona, provocando tal vez modificaciones de su campo teórico; esta sería una razón para
46
El cierre del artículo de Foucault propone un giro crucial; si bien permanentemente el tema del
discurso estuvo como trasfondo en todo su desarrollo, cierta forma difusa en su mención parecía
desdibujar su lugar específico, hasta que él, como punto final, da las razones de su interés por el
tema del autor.
Se trata de lograr, a partir de estas reflexiones, una introducción a la “tipología de los discursos”; ya
no solamente organizada según las estructuras formales y gramaticales o de la lógica del objeto
presentes en los mismos, a estas condiciones habría que incorporarles las relaciones o las no-
relaciones con un autor y las formas que estas adquieren, como parte de las propiedades discursivas.
Lo que además haría posible una introducción al análisis histórico de los discursos.
Pero el aspecto que mayor interés reviste para esta tesis, es la que plantea a partir de preguntas
orientadoras para avanzar en la inteligibilidad del emplazamiento del sujeto. Si bien aclara que ya
ha sido puesto en cuestión el lugar absoluto y el papel fundador del sujeto, propone dejar en
suspenso este asunto para volver sobre él interrogando, no para restituir a un supuesto sujeto
originario, sino para ubicar sus puntos de inserción, formas de funcionamiento y las dependencias
del sujeto. Se cierra esta puntuación sobre el texto de la conferencia con el conjunto de preguntas
que el mismo Foucault deja planteadas:
¿cómo, según qué condiciones y bajo qué formas algo como un sujeto puede aparecer en el
orden del discurso? ¿Qué lugar puede ocupar en cada tipo de discursos, qué funciones
ejercer, y obedeciendo a qué reglas? En una palabra, se trata de quitarle al sujeto (o a su
sustituto) su papel de fundamento originario, y analizarlo como una función variable y
compleja del discurso.
El autor -o lo que he tratado de describir como la función autor- sin duda no es más que
una de las especificaciones posibles de la función-sujeto. ¿Especificación posible o
necesaria? (1999 p.350)
47
nueva circulación de la ficción y los textos polisémicos; si bien siempre bajo un sistema coactivo,
pero ya no con el autor, sino con nuevas formas aún por determinar o “experimentar”.
Se abren a partir del comentario sobre este último punto una serie de reflexiones que apuestan a
poner en tensión los ejes temáticos que son planteados tanto por Foucault como por Lacan, cada
uno desde su posición teórica, pero bajo la condición de contexto del primero, tal como se propuso
en este ítem centrado en la figura de Michel Foucault.
En la misma línea, la de poner en cuestión la condición fundante del sujeto, Lacan afirma que este
es efecto de un discurso y no a la inversa, idea que será debidamente desarrollada en el capítulo 4,
pero que ya permite ubicar una cierta correspondencia entre el análisis de Foucault y la propuesta de
Lacan.
A medida que avanza en sus investigaciones, Foucault irá reemplazando el uso de la noción de
episteme por el de dispositivo hasta llegar al de práctica; el interés que plantea este movimiento de
sustitución, pero no de eliminación absoluta, se relaciona con la inclusión del análisis de lo no-
discursivo -prácticas en general- cada vez más entramado al análisis del discurso.
El mismo Foucault se confronta con la paradoja de que tratando de cernir la significación flotante
del término discurso, se ha producido una multiplicación de sentidos; siendo que tanto puede leerse
como el dominio general de todos los enunciados, como un grupo individualizable de enunciados o
como una práctica reglada que da cuenta de un cierto conjunto de enunciados.
los discursos”, planteada en relación al emplazamiento del sujeto; resulta pertinente señalar la
proximidad temática de la producción de Lacan del discurso del psicoanálisis y la posterior
especificación de los cuatro discursos, cuando además, se establece cierta coincidencia temporal.
De alguna manera, se hará inteligible en el desarrollo de la tesis, que Lacan en buena medida
produce posibles respuestas a los interrogantes de Foucault; no dados a suponer en Lacan el
propósito de responderle, sino de verificar que Lacan dialoga con su época y, como en este caso,
ubica al psicoanálisis en posición de dar cierto tipo de respuestas, que sin desorientarse de su propio
rumbo, abre su participación como parte de la cultura en un circuito de ida y vuelta.
Este ítem se plantea en la necesidad de enmarcar cierto contexto del campo de la lingüística, no
sólo acotado al marco conceptual del psicoanálisis en la enseñanza de Lacan, sino en lo específico
de su diálogo con los temas puntuales del dominio lingüístico, localizados en la producción de los
autores de referencia.
A su vez, y por derivación, se hace extensivo a la ubicación en este campo de la concepción de
sujeto que se define respecto del acto de habla o discurso, ligado especialmente a la propuesta de
esta tesis respecto del texto-clínico. En razón de lo antedicho es la elección de los dos nombres que
ordenan este desarrollo, entendiendo que circunscriben un área más acotada a los fines de este ítem.
Tanto Jakobson como Benveniste son citados como referencia por Lacan en diferentes escritos
y seminarios, entramados en los desarrollos que él realiza sobre la estructura del lenguaje y su
puesta en acto en el discurso, siempre en la articulación al psicoanálisis.
Como definición más general sobre los autores y explicitando la razón de reunirlos en el título
que los agrupa como “lingüistas del discurso”, se toma la afirmación amplia y tradicional en las
ciencias del lenguaje que establece que un discurso es siempre y necesariamente un acto de habla.
Cada uno de estos autores -en la diferencia de sus concepciones- se ocupó de teorizar sobre las
condiciones de los actos de habla.
Por otra parte, existe un punto de confluencia entre ellos y Jacques Lacan sobre la noción
epistemológica estructura, respecto de la cual cada uno con sus diferencias y posicionamientos,
51
A su vez, con el fin de delinear el campo de inclusión de los dos autores de referencia, se
considera pertinente abrir este desarrollo con algunas consideraciones generales sobre las Ciencias
del lenguaje, con el fin de establecer criterios de juicio para el sistema de relaciones en las que se
inscriben sus teorías.
Los autores introducen su trabajo desde la explicitación de las razones que hacen del título del
diccionario de referencia, el resultado de dos opciones fundamentales, dadas en la conjunción del
plural para el término: ciencias y el singular para: el lenguaje. Este singular ubica al lenguaje en su
acepción restringida, con el sentido trivial y preciso de “lengua natural”; de tal modo que excluye la
definición “sistema de signos”, que abarcaría todas las formas posibles en las que se organizan
distintos lenguajes, admitiendo el lenguaje animal, gestual, etc. Este “etcétera” sería la ocasión de
diluir la delimitación del objeto al que se recorta la construcción de este diccionario.
En cambio, la pluralidad de las ciencias indica en el estudio de la lengua la inclusión del conjunto
de sus producciones, entendidas como su puesta en funcionamiento en el lugar acordado a la
enunciación, los actos lingüísticos y el lenguaje en situación, junto a las secuencias discursivas que
resultan de ello. Este punto es de gran interés para esta tesis porque, tal como ellos lo indican,
abarca organizaciones que ya no dependen sólo de la regulación propia de los mecanismos de la
lengua; en este sentido los autores hacen especial referencia a uno de los discursos más estudiados,
el discurso literario.
Para el caso de esta tesis, admite la puesta en interrogación respecto de la relación entre “los
mecanismos de la lengua” y “las organizaciones” dadas en el discurso del psicoanálisis.
52
2.3.1 Jakobson
Se abre este ítem con la presentación de algunas consideraciones sobre Roman Jakobson,
centralizando el desarrollo desde el artículo “Lingüística y poética”, incluido en el libro Ensayos de
lingüística general (1985), junto con algunas referencias a otros textos del autor, en la medida que
la ampliación de algún concepto así lo exija.
La elección de este texto, obedece a que en él, Jakobson, trabaja una serie de conceptos y nociones
que abarcan la mayor parte de las referencias de interés para este ítem, dado que son las citadas y
mencionadas en los momentos de la enseñanza de Lacan centrales para esta tesis. A su vez, se toma
este texto como el punto límite de la articulación entre la lingüística y el psicoanálisis, dado que si
bien incluye aspectos compartidos, también queda en evidencia el punto de fuga que abre otro
horizonte para el sujeto del psicoanálisis, tal como lo sanciona Lacan (1995) en el seminario 20 Aún
al proponer el campo de la lingüistería.
“Lingüística y poética” se inicia con dos consideraciones básicas, una es la que ubica el objeto
de la poética y la otra es la inclusión de esta en la lingüística. La poética se ocupa principalmente
del arte verbal, respecto de la diferencia con otras artes y otras conductas verbales, por esta razón
integra el interés de la lingüística, considerada la ciencia que tiene por objeto los actos que engloban
a toda la estructura verbal.
La pregunta que formula Jakobson para localizar el objeto de la poética es: “¿Qué hace que un
mensaje verbal sea una obra de arte?” (1985 p.28); esta interrogación introduce un excedente en el
campo de la lingüística, dado que desde su perspectiva es factible tratar la poética en su condición
de “mensaje verbal”, pero el factor “obra de arte” pareciera necesitar de otros elementos de juicio
que pondrán a prueba el dominio de la lingüística y que empujan a plantear articulaciones con otros
discursos.
Esta idea aproxima de alguna manera lo que luego será expuesto en la relación lingüística –
psicoanálisis, no para pensar el problema del objeto estético, sino el excedente que funda el sujeto
del inconsciente.
los ejes del lenguaje, por lo tanto trabaja con dos grupos de problemas: los sincrónicos y los
diacrónicos. Respecto de estos dos términos, es necesario decir que la distinción que plantea
Saussure entre sincronía y diacronía es sostenida por Jakobson pero en una operación articulada.
Asimilando la diacronía a los aspectos históricos y la sincronía a lo más estable, sitúa un dinamismo
que puede resumirse desde sus propias palabras: “Una amplísima poética histórica o historia del
lenguaje es una superestructura susceptible de basarse en una serie de descripciones sincrónicas
sucesivas” (1985 p31).
Al incluir los estudios literarios, resulta imprescindible un distingo de gran interés para este
desarrollo, es el que se produce entre poesía y poética; dado que la poesía es un género literario, no
puede equivaler a la poética, siendo esta una de las funciones presentes en el lenguaje. Para
comprender a qué refiere esta primera afirmación sobre la poética, es necesario especificar primero
los elementos que constituyen el acto de habla para luego ubicar, a partir de estos, las distintas
funciones que se derivan de ellos, entre las que se encuentra la función poética.
Jakobson señala como elementos básicos que constituyen el soporte mínimo de cualquier hecho
de habla en un acto de comunicación, los siguientes términos: un hablante, un oyente, un contexto o
referente, un código compartido, un mensaje y un contacto o canal por el que circula dicho mensaje.
Cada uno de estos elementos determina una función diferente del lenguaje. La predominancia de
alguna de estas funciones es lo que le da al mensaje su estructura verbal; aunque, habrá que
observar, que las otras funciones también estarán presentes con menor preponderancia. A título de
mención, las funciones son: emotiva, referencial, conativa, fática, metalingüística y poética, esta
última es la de interés especifico para esta tesis.
La función poética es la que se relaciona con el mensaje como tal y deberá ser estudiada en el
marco de los problemas generales del lenguaje, o dicho de otra forma, el estudio del lenguaje
requiere indagar sobre la función poética.
Como ya se anticipó en párrafos precedentes, pero ahora con una indicación más precisa, aunque
muy ligada a la poesía, la función poética no será reductible a esta, ya que como una de las
funciones más destacadas del arte verbal en general, excede su campo -localizable por ejemplo en
otro tipo de producción literaria- y además participa de los actos verbales que no necesariamente
tienen estatuto artístico.
Uno de los aspectos a destacar de la función poética es que permite una mejor organización del
mensaje. Para comprender cómo abordar esta organización es necesario partir de la condición
54
estructural dada por los dos modelos básicos de la conducta verbal: la selección y la combinación,
términos fundamentales en la teorización de Jakobson, los que son formulados a partir de los
problemas de la afasia entendida como un problema lingüístico.
Para ampliar las nociones de selección y combinación se toma la referencia del artículo “El
carácter doble del lenguaje”, incluido en el libro “Fundamentos del lenguaje” (Jakobson, R. y
Morris, H. 1973).
Habrá que partir de la descripción del acto de habla en el nivel de la estructura, lo que implica
considerar los elementos lingüísticos que participan del proceso de selección, para ser combinadas
en unidades de una complejidad mayor. Para su mejor comprensión, hay que pensarlo en el plano
léxico, en el cual un hablante selecciona palabras que combinará en la formación de frases,
reguladas por la sintaxis de la lengua que emplea y que a su vez esas oraciones se combinan hacia la
construcción de enunciados.
Una vez presentada la operación básica del acto verbal, en la articulación de la selección y la
combinación, se puede considerar la puesta en acción del habla incluyendo todos los elementos que
la configuran, según Jakobson (1973). Lo primero a señalar es el condicionamiento que regula al
hablante, en la medida en que la elección de palabras se ajusta al campo léxico que comparte con
quien establece la comunicación. Por lo tanto, se sabe que el acto de habla, sostenido en el objetivo
de la comunicación, se despliega desde una determinación insoslayable en su origen. Luego es
posible describir cómo se articula; un emisor se dirige a un receptor en un canal de comunicación en
el que transcurre el mensaje, siempre ajustado a un código. En el caso de que alguna duda se
plantea en la comprensión del mensaje, es posible efectuar una comunicación metalingüística que
ajusta el código; esto se expresa, por ejemplo, mediante la pregunta: ¿me entiende?.
Se incluye en este punto una reflexión; resulta pertinente plantear que si bien el rango en el que se
analiza el acto de habla trabaja con el supuesto de un sujeto con voluntad de comunicarse, ciertas
consideraciones que hacen a la estructura de la puesta en acto del habla, resultan equiparables a
cierta condición estructural del inconciente. Si el inconsciente está estructurado como un lenguaje,
las condiciones del sujeto que le corresponde señalan su determinación por los significantes en el
juego de la selección y la combinatoria. No obstante lo señalado, se habrán de introducir las
diferencias y especificidades del discurso del psicoanálisis, en las que se avanzará oportunamente.
desigualdad, la sinonimia y antonimia, como sistema comparativo entre los elementos lingüísticos;
la combinación soporta el entramado de la secuencia, basada en la proximidad. De tal manera que
cuando se realiza la selección de los términos, estos se combinan dentro de la cadena de la lengua,
dando lugar a una determinada secuencia.
El tema de las secuencias y el manejo de equivalencias, ya sean métricas o fónicas, resulta ser un
punto propio de la poesía, sin embargo resulta evidente que, aún sin llegar a abordar el cálculo de la
versificación, la función poética está en el corazón de cualquier acto de habla. A lo que hay que
agregar además, que el problema de la versificación tampoco es lo determinante respecto de la
poesía, si bien es de absoluta competencia de la poética.
Como conclusión sobre la función poética, se puede plantear que es la función fundamental en la
construcción del mensaje, a lo que hay que agregar que es la posibilidad de poner en potencia la
lengua en su polisemia, hecho que -más allá de su condición ligada al arte verbal- permite
establecer los efectos significantes; los que no necesariamente implican efecto sujeto en términos de
la existencia del inconsciente, este efecto sujeto es, en todo caso, cuando la función poética se
articula al texto-clínico.
En esta dirección que toma el artículo, frente a la pregunta sobre lo que hace de un mensaje
verbal un hecho artístico, algunos aspectos de la función poética se interrogan tomando su
apoyatura en consideraciones psicológicas, que como tales, se plantean como leyes generalizables.
Tal el caso de “la satisfacción humana por lo inesperado”, mencionada por Edgar Allan Poe o,
cuando en el texto se aborda el tema del sonido, relacionando su efecto con el campo de los afectos
(Jakobson, R. 1985 p.50).
En cualquiera de estos casos, el problema de la generalización psicológica no es equivalente a una
noción estructuralista de la subjetividad. La diferencia la introduce una expresión de Paul Valéry,
cuya visión de la poesía es: “una vacilación entre el sonido y el sentido” (Jakobson, R. 1985 p.56),
que sí abre otra línea de interrogación en lo que respecta a pensar si en esa vacilación no se produce
56
la oquedad en la que pueda suponerse el efecto sujeto, que jamás podrá ser categorizada como
sustancia preexistente o pasible de ser abarcada por leyes psicológicas generales.
El desarrollo propuesto para este ítem, que no respetará un criterio cronológico, toma como
punto de partida, una llamada al pie de página que ubica Lacan en “El seminario sobre la carta
robada”, en Escritos 1, en la que hace alusión al artículo de Benveniste sobre el trabajo de Freud . A
partir de esta cita, el recorrido se apoya en el mencionado artículo de Benveniste, pasando por
Freud; para retornar a Lacan en la cita que hace Benveniste sobre un párrafo de “Función y campo
de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”.
Antes de abordar el eje conceptual del texto de Benveniste, es necesario hacer una breve
introducción a las concepciones básicas de su posición teórica.
El lugar que define para el lenguaje es fundamental, lo plantea como la condición necesaria que
hace posible la existencia del hombre. Esta forma existencial acontece a partir de lo que él
denomina: el ser del lenguaje, expresado en la característica propia de la lengua: significar. En este
sentido, la línea de desarrollo filosófico que podría abrirse respecto del ser del lenguaje, Benveniste
la desestima explícitamente, otorgándole un valor estrictamente lingüístico.
Este ser del lenguaje, el significar, constituye el punto de partida que organiza su teoría, a partir de
los dos niveles que, según su criterio, se pueden establecer en la lengua; el nivel semiótico, o lo que
refiere en general a los signos y el nivel discursivo.
57
Es en el plano discursivo donde ubica los tres términos en los que se produce el acto de habla: las
dos personas gramaticales que establecen lugares, partiendo del yo que se dirige al tú y la tercera
persona o impersonal: él, también designada como el mundo, dado que es aquello a lo que la
primera y la segunda persona refieren.
Es importante acentuar el estatuto que Benveniste le otorga a estos términos; como primera cuestión
es establecerlos como lugares y a eso se agrega que son definidos como personas gramaticales, lo
que hace del acto de habla una operación lingüística, que bajo la definición del lenguaje como
condición de existencia, participa del proceso de subjetivación, sin que se coagule en un ser -como
equivalente a sujeto- acabado.
La lógica que asiste a esta afirmación es que “alguien” al asumir la posición enunciativa yo, por una
parte asume una identidad soportada en el acto de enunciar, pero como hecho simultaneo también
asume que ese yo, al ser la misma partícula que identifica a todo aquel que se posiciona en la
enunciación, no lo representa en términos absolutos.
A) La apertura del texto marca una línea que Benveniste instala como sistema de referencia el
campo de la ciencia, en la medida que estima que la intención del psicoanálisis es participar de
dicho campo; en razón de esta apuesta, considera que se le puede exigir dar cuenta de su método, de
su proyecto y pasos, para contrastarlos con los que configuran las “ciencias”i reconocidas
Para analizar la cuestión del método toma en cuenta que entre el inicio del trastorno y su cura, todo
transcurre sin que intervenga algo material; esto dicho en función de no presentarse elementos de
ponderación objetiva, lo que además le permite establecer que no se está en presencia de un
régimen reglado por la lógica causa-efecto. Por esta razón el autor se detiene en indagar la
naturaleza de los fenómenos y sus nexos, dado que lo piensa en la diferencia con otras disciplinas.
En este sentido, señala como fundamental que el proceso se basa en lo que el paciente le dice al
psicoanalista; por lo tanto es considerado en el acontecer de un discurso, que lentamente se
configura como “otro” discurso, que queda a cargo del psicoanalista explicitar. Será en ese discurso
-responsabilidad del psicoanalista- en el que se revela el “complejo sepultado en el inconsciente.”
(Benveniste, E. 2007 pág. 75).
lenguaje la mediación de este proceso -se debe leer esta especificación como “el darse en medio de,
como posibilidad de existencia”(2007p.76). Pone especial atención en lo que designa la motivación,
definida por la existencia del problema inconsciente, localizado inicialmente en el paciente. Esta
motivación originaria aparece traspuesta a motivaciones falaces, pero una vez descubierta la
motivación inconsciente, lo que se encuentra es la sustitución simbólica.
En este proceso es donde queda discernido el rasgo esencial del psicoanálisis, dado en la
relación de las motivaciones y los “fenómenos”, en el punto de ser estas los que gobiernan; en este
sentido propone que serán las motivaciones las que funcionan como equiparables a las relaciones
de causalidad que rigen a las ciencias naturales.
Con los términos establecidos sobre el método, Benveniste enuncia que la técnica del
psicoanálisis “hace del lenguaje su campo de acción y el instrumento privilegiado de su eficiencia”
(Idem).
A partir de esta afirmación, que ubica al lenguaje en un lugar fundamental para el psicoanálisis, abre
una línea de interrogación sobre el estatuto del lenguaje con el que este campo opera; primero
formula la pregunta que apunta a despejar cuál es este “lenguaje” que actúa tanto como expresa;
para pasar luego a interrogar si es idéntico al que se utiliza fuera del análisis o es el mismo para los
dos ámbitos. La vía que toma para diseñar su indagación parte de una cita de Lacan, del escrito
“Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”:
Sus medios son los de la palabra en tanto esta confiere a las funciones del individuo un
sentido, su dominio es el del discurso concreto en tanto que realidad transindividual del
sujeto; sus operaciones son las de la historia en tanto que constituye la emergencia de la
verdad en lo real. (Lacan, J. Citado en Benveniste, E. 2007 p.77 )
A Benveniste le interesa la distinción que Lacan introduce entre medios y dominio, a partir de
59
lo cual y desde su perspectiva, en tanto lingüista, interroga la modalidad en la que el lenguaje queda
comprometido en el proceso analítico.
Señala que el lenguaje es utilizado como palabra, lo que hace posible introducir el factor subjetivo;
la lengua suministra el instrumento de un discurso, en el que el paciente libera aspectos de su
personalidad para crearla en esta acción, dirigiéndose al otro y haciéndose reconocer por él.
Al hecho histórico no le otorga un valor en sí mismo como hecho fáctico, sino que señala que sólo
opera cuando es explicitado en el discurso que se construye en el proceso con el analista (2007
p.78).
Si bien la apertura de sus interrogaciones se realiza desde el escrito de Lacan, la síntesis que
propone la construye desde la lectura de los casos de Freud, lo que parece indicar que desde su
mirada habría una continuidad en sus concepciones, tema que se deja abierto para retomar en las
conclusiones de este capítulo.
como una de sus acepciones la de traductor, en realidad es una figura que, fundamentalmente,
actuaba en la Edad Media Baja, articulando transacciones comerciales entre personas de diferentes
lenguas, en un campo mucho más acotado e improvisado que el de una traducción.
B) La formulación de la lectura crítica que realiza Benveniste sobre el articulo “El doble
sentido antitético de las palabras primitivas” está centrada en el cuestionamiento al lingüista Karl
Abel, tomado como referencia por Freud en dicho artículo. Si bien en primera instancia reconoce su
esfuerzo y confirma la necesidad de establecer las relaciones del lenguaje con las “estructuras
infraconcientes”, el problema se plantea en la teoría errónea de Abel, que deriva su falacia al
artículo de freudiano.
El núcleo argumental de Abel es que en algunas lenguas antiguas o primitivas, es posible utilizar
el mismo término para designar dos cosas de carácter contrario; afirmación que Benveniste
cuestiona por estar fundamentada en argumentos falaces, producto de desatender reglas
61
C) Por último, luego de las observaciones realizadas desde el campo de la lingüística, ubicando el
error en la teoría del filólogo Karl Abel, señala cómo este error se desliza en la concepción de
Freud.
Realiza críticas a la noción de lenguaje que utiliza Freud, en la medida que se pierde la condición de
sistema de cada lengua y, en ese desconocimiento se propugna una idea de universalidad que
desemboca en un origen único. A partir de esta crítica, quedaría invalidada la equiparación de los
procesos de elaboración del sueño con la existencia de una lógica particular de las lenguas
primitivas, fundamentalmente cuestionada en la idea evolucionista que sostiene Freud, evidenciada
en el criterio que sostiene un origen que inscribe lenguas primitivas y lenguas evolucionadas.
Esa posición teórica es la que para Benveniste ubica el punto de partida erróneo, ya que supone la
conservación de lo “primitivo” en el inconsciente, bajo la lógica de “la ontogénesis que repite la
filogénesis”, teoría invalidada y que sin embargo Freud insiste en dar por buena para sostener su
andamiaje teórico.
Se plantea la síntesis del capítulo, no tanto como la enumeración esquemática de los temas
abordados, sino como el esbozo de la primera parte de un mapa conceptual, que a medida que se
enuncia construye su territorio; la idea en la que esto se sostiene es: primero el mapa, luego el
territorio.
A su vez, en la medida de especificar el objetivo de este apartado, lo que se pone en juego es el
diseño de un campo conceptual que formula un dominio, nacido con nombre propio: Psicoanálisis.
Según lo propuesto hasta el momento en la parcialidad de este capítulo, se parte del nacimiento
del psicoanálisis sancionado como un nuevo discurso y por lo tanto como un nuevo lazo social, que
opera una respuesta a un modo de padecer específico. El estatuto de este dominio de carácter
discursivo, ha implicado el diálogo con otros discursos, en el propósito de construir una red
conceptual que articula al menos cinco términos: lenguaje – palabra – discurso - inconsciente –
sujeto.
A partir de la contradicción que se formula entre estas dos tendencias -la del lenguaje y la
biológica- es posible considerar que el acontecimiento Freud es en verdad un acontecimiento de la
enseñanza de Lacan en vías de plantear que el inconsciente está estructurado como un lenguaje.
Esto se apoya en buena medida en la coincidencia que permite localizar los términos de Lacan con
los dichos de Foucault en relación con la lógica del “retorno a Freud” bajo el régimen del discurso.
63
Por lo tanto, el acento marcado sobre este régimen discursivo actualiza el descentramiento del
sujeto, que en la perspectiva de Foucault se lee, por ejemplo, en la caída de la idea del autor
propietario; en la posición de Lacan y en el marco específico del discurso, el sujeto efecto de un
decir, nunca podría calcularse el centro productor de lo dicho, es solidario del sujeto descentrado.
Como conclusión de esta síntesis, se sostiene que lo desarrollado en el capítulo mostró una
primera articulación de discursos que van tramando tensiones liminares, que marcan la lógica y por
lo tanto la dirección en la que se abre la red conceptual en la que avanza la tesis.
64
Capítulo 3
El criterio general que ordena este capítulo, con los distintos ítems y sus secuencias, es el de
establecer un cierto diagnóstico, a partir de las producciones localizadas respecto del impacto de la
formalización -su escritura como fórmula- del discurso del psicoanálisis, tanto en relación a otros
discursos, como así también en el campo psicoanalítico de orientación lacaniana.
En lo específico del campo a relevar, los otros discursos involucrados son aquellos que participan
de la trama urdida desde la enseñanza de Lacan, por lo tanto se trata de temas acotados y
restringidos a esa ponderación; en ningún caso podría calcularse un diagnóstico realizable sobre la
totalidad de la disciplina en cuestión.
A su vez, estas otras disciplinas, integran este capítulo en la medida de estar relacionadas con la
proposición de “un nuevo género discursivo”, en tanto la categoría género tiene su tradición en el
campo de las ciencias del lenguaje. Sin embargo, la posición desde la cual se las aborda no implica
que se defina la existencia de este nuevo género en la pertenencia al dominio de alguna de estas
disciplinas. Uno de los propósitos de esta tesis es justificar que al quedar articulado al discurso del
psicoanálisis participa de la urdimbre de la textualidad definida desde la lingüistería. Este término
ya fue anticipado en el capítulo anterior y será plenamente desarrollado en el próximo.
Configuran el conjunto de los otros discursos escogidos: el recorte que en las ciencias del
lenguaje -tal la designación de Ducrot y Todorov presentada en el capítulo 2- se establece respecto
del significante, su articulación al sujeto del inconsciente y su derivación en la consideración sobre
el discurso; esto implica lo que compete a la lingüística.
Por otra parte, bajo el estatuo de la narratología en la perspectiva de Paul Ricouer, se incluye el
análisis sobre la condición narrativa del psicoanálisis según este autor.
La primacía del significante se discute en dos planos, uno el que ubica la reformulación de la
simetría en la cuestionada definición que dice que significante y significado son “las dos caras de
una sola y única producción” (Wahl, F. 1998), de tal modo que el análisis del problema es al interior
mismo del signo. El campo de estas reflexiones es el de la semiótica, encabezado por Derrida con
su propuesta de una Gramatología, cuya misión es des-construir el “artificio estructural” que
promueve la concepción del signo en una perfecta simetría (Idem).
El otro plano del debate ya no es a nivel del signo sino de la cadena significante, discusión
encabezada por Lacan desde la perspectiva del psicoanálisis, en tanto introduce el
“descubrimiento”ii del inconsciente. La condición de existencia del inconsciente determina la
localización del sujeto como excéntrico para la conciencia, establecido desde ciertas reiteraciones
del significante y sus leyes de desplazamiento.
Para este autor esto implica destacar la exterioridad y la autonomía del orden significante;
66
exterioridad respecto de los “sujetos de enunciados conscientes que creemos ser” (Wahl, F. 1998 p.
393) y consecuentemente, la autonomía de dicho orden significante implica que su formulación no
obedece a ningún sujeto de voluntad que comanda su decir. Tanto la exterioridad como la
autonomía son determinantes para “la significación real de lo se enuncia en nosotros.” (Wahl, F.
1998 pág. 393).
A partir de esta primera aproximación y desde esta perspectiva, Wahl señala que para definir el
signo habrá que considerar tres puntos:
1) Ante el algoritmo: ý
Lacan toma de manera literal la barra que se escribe entre significante y significado, si se
considera que es una barrera resistente a la significación, por lo tanto no habría un pasaje de uno al
otro, sino el juego formal del funcionamiento del significante según leyes combinatorias que
regulan la composición. Dicha composición se establece a partir de elementos diferenciales bajo las
reglas de un orden cerrado; el autor aclara especialmente que no operan las leyes de contenido o
sentido, todo lo contrario, es con las leyes desprovistas de sentido que se propicia mediante el
fraccionamiento y la combinatoria la generación del significado.
En síntesis, el argumento es que el significante no sólo se opone al significado, sino que en su
función activa determina los efectos sobre aquello significable, marcándolo y convirtiéndose en el
significado.
2) Este primer punto permite deducir que no se está pensando en una oscilación que ocurre en la
interioridad del signo, porque al poner de relieve la significación, la unidad en juego no es la del
signo sino la de la cadena significante. A diferencia de la palabra en el diccionario -que opera como
signo- la cadena engendra un efecto de sentido al momento en que retorna sobre sí y desde ese final
es posible interpretar retroactivamente el inicio. Esto implica que el significado se desliza bajo el
significante sin que haya una correspondencia válida entre ellos que pudiera realizarse en cada
instante, sólo será factible la significación como efecto del momento de la puntuación que se
realice.
En esta instancia, Wahl introduce una observación adjudicada a Jacques Lacan, en la cual se plantea
que el significante es el material -sincrónico- del lenguaje, ese conjunto sincrónico debe ser
67
considerado como un lugar; en tanto el significado forma parte del conjunto diacrónico constituido
por lo discursos pronunciados -aquí el autor indica entre paréntesis “escritos”, haciéndolo coincidir
con pronunciados- los que equivalen a un momento. De esta articulación entre lugar y momento se
deduce que la cadena no es pensada con el criterio limitado de la linealidad del habla.
La noción de sujeto, que según el autor se redefine en esta concepción, es la que se corresponde
con el sujeto centrado en el yo consciente que pretendía hablar en el enunciado y, que a partir de un
discurso inconsciente, se descentra en el sujeto en posición de enunciación.
A su vez, su localización depende del significante, dado que no es ni previo ni exterior a este; su
existencia es una función de ausencia cuyo lugar ocupa el significante que a cada momento oficia
como significante agregado que “sostiene la enunciación en su avanzar” (Wahl, F. 1998 p.395). Esta
idea da entidad a la fórmula: “El registro del significante se instituye por el hecho de que un
significante representa un sujeto para otro significante” (Idem) -esta definición, encomillada en el
artículo, no aparece referenciada a un texto determinado de Lacan.
La “sigla” $ es la que le corresponde a ese sujeto “suelto” en relación al enunciado y propuesto
como representado-ausente en el significante, en la modalidad de un sujeto dividido.
El objeto, representado por la “sigla” a, queda planteado como aquello que pone en
funcionamiento la cadena, es lo que hace avanzar el discurso dándole una dirección, “hacia lo cual
68
Los términos mínimos para describir la estructura del significante son: ¨ © $ y a; estructura que
reformula la estructura del signo, que hasta la primacía del significante era la estructura que
gobernaba la tradición del saber sobre el lenguaje.
A su vez, no sólo se pone en cuestión la teoría sobre el signo, sino que además se libera al lenguaje
del modelo de la comunicación, siempre subyacente en la posición de los semiólogos. Dos fórmulas
expresan la distinción entre la primacía del significante y la centralidad del signo, para el primer
caso el significante es lo que representa un sujeto para otro significante, para el segundo un signo
es lo que representa algo para alguien (Wahl 1998 p.395).
Wahl concluye su síntesis sobre la posición de Lacan, aludiendo al efecto de la ciencia -a partir
de Descartes- sobre el sujeto; según el autor esta modalidad de ciencia se constituye “como
suturando el lugar del sujeto y la exterioridad del objeto” (Wahl, F. 1998 p. 395). Frente a estas
condiciones, se hace necesario -en lo que refiere a la significación- reintroducir la doble ausencia
del sujeto y del objeto. Por último, aclara que ese sujeto dividido por el significante sólo se detecta
en la estructura planteada en el párrafo precedente; a lo que se debe agregar que la división del
sujeto deja un resto: el objeto a.
La posición asumida por Lacan respecto del significante, que evidentemente impacta en cómo
se defina el signo, siempre guardó relación específica al campo del psicoanálisis, tal como él lo
entendió en su articulación incuestionable al lenguaje; a partir de esto la existencia del inconsciente
69
interroga el campo de la lengua desde un nuevo horizonte, poniendo en crisis la condición del sujeto
definido por las teorías de la enunciación.
Desde la afirmación “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” que define en su
condición general la relación del lenguaje y el inconsciente, hasta la precisión de la fórmula del
discurso del psicoanálisis, el significante en la operatividad de la cadena alcanzó su propio estatuto
en la enseñanza de Lacan.
A raíz de esto, no es sorprendente que desde las ciencias del lenguaje se tome el planteo lacaniano;
sin embargo, la construcción del artículo no deja de plantearse desde la perspectiva de la lingüística
y el cedazo de su criterio epistemológico. La resultante es que conservando los términos de la
arquitectura de una ciencia que tiene por objeto el lenguaje, la conceptualización tomada del
psicoanálisis es leída en ese sesgo y aun, cuando se alcanza a valorar la novedad en juego, los
términos fundamentales se relativizan desde el análisis que hace eje en el lenguaje. Como muestra
de lo dicho, se puede tomar el caso de la noción de sujeto u objeto que se proponen como reemplazo
o reformulación de las nociones habituales de la lingüística. Al conservar la pauta propia de dicho
campo, cierta sombra se proyecta sobre el molde en el que se mide y pondera el nuevo estatuto del
sujeto y el objeto.
El problema que surge de esto es que la radical novedad que pondría en crisis el molde queda
desdibujada y esta dilución -que recae puntualmente sobre sujeto y objeto- está presente, en primer
término, en la descripción del espacio-tiempo de la cadena significante.
En palabras de Wahl, el movimiento de retroacción que implica un espacio-tiempo, se indica en la
circularidad del retorno, pero esta aclaración no es suficiente para resaltar el movimiento -operado
en el espacio-tiempo- del “bucle” significante. Para sostener la lógica de la “retroacción” es
necesario explicitar que el movimiento se produce en la espacialidad topológica que hace del
recorrido la creación de la función del agujero y a partir de este localizar al sujeto y al objeto.
Pensar el sujeto y el objeto en relación al agujero despeja el problema de la ausencia y la pérdida
planteadas respecto de una sustancia -viviente para el sujeto y “la cosa” para el objeto- que no es
alcanzada por el significante; esa lógica vuelve a poner en la escena la idea de signo: lo que
representa algo (en ausencia) para alguien.
Este marco teórico conmueve la condición epistemológica de los términos en juego, ya que se trata
de otro concepto de real a los que quedan referidos. Una evidencia de esto es la designación de
“sigla” para las letras del álgebra lacaniana, porque aunque puedan coincidir en casi todos los casos
con la primera letra de la palabra aludida en el concepto, su régimen pertenece a una escritura
calculada en la función -en su acepción matemática- de cada una de las letras. Esto se relaciona con
la noción de real, en la medida que una sigla es la primera letra de una palabra en el régimen de la
70
representación y aunque Wahl parece advertido de la diferencia que establece “un significante es lo
que representa a un sujeto para otro significante”, respecto de “un signo es lo que representa algo
para alguien”, la ponderación de “representar” en lo disímil de los dos casos pasa desapercibida.
También en el artículo puntuado, surge una especificación que se realiza sobre discurso
“pronunciado” haciéndolo coincidir con “escrito”; aclaración escueta que no permite comprender la
razón, ya que en la enseñanza de Lacan el lugar de lo escrito se articula -al menos en el momento
que desarrolla el discurso del psicoanálisis- a las letras de su álgebra y la función en la que se
sostienen.
Por otra parte, también se suscita la necesidad de marcar un desacuerdo respecto de ubicar al sujeto
del inconsciente en equivalencia al sujeto de la enunciación, dado que esto entra en contradicción
con la teoría del sujeto de Lacan y con su afirmación: “el inconsciente es el discurso del Otro”.
Estas consideraciones serán desarrolladas en el capítulo 4.
Para ponderar la interpretación que realiza Ricouer del dispositivo clínico del psicoanálisis
como construcción narrativa, primero se presentarán las categorías conceptuales en las que se
apoya, para localizar en qué contexto introduce, al modo de una interrogación, el caso especial del
psicoanálisis. Para tal fin se tomará como referencia central el libro Tiempo y narración.
71
Según lo propuesto en el párrafo precedente, se abre este recorrido a partir de la siguiente cita:
Tal llamada de atención me parece justificada teniendo en cuenta que una lectura de la obra
de Ricoeur, desde presupuestos no estrictamente ontológicos, dejaría su filosofía desposeída
de su único objetivo. Nuestra intención es, precisamente, contribuir a señalar ese hilo
conductor ontológico que no puede olvidarse al leer todos sus textos sobre el simbolismo, la
lingüística, la poética, la historia, la narratividad, etc. Sin duda el filósofo va a encontrar en
la obra de Ricoeur materiales heterogéneos y extraños al lenguaje ontológico tradicional que
deberá pensar e integrar en la unidad del discurso sobre el ser del yo.
Y el no filósofo (lingüista, historiador, mitólogo, narratólogo, psicoanalista, teólogo, etc.),
no podrá pasar por alto, a su vez, la intención ontológica de toda la obra. (Maceiras, M. en
Ricoeur 2009 p.9)
Ricoeur toma como base de su argumentación la distinción que introduce Emile Benveniste
entre el nivel semiótico, cuya unidad mínima de significación es la palabra, en tanto signo de un
código y el nivel semántico, en el que es la frase la que cumple con esa condición. A partir de esa
72
diferencia y como Ricoeur trabaja su tesis en relación al sentido, según el nivel semántico, la
metáfora no será definida como sustitución de palabras, sino como tensión entre dos sentidos,
surgida en la totalidad de la frase considerada como un todo; resultando la metáfora enunciado.
Bajo esta condición la metáfora se constituye en una significación emergente, creada en el lenguaje
(Maceiras, M. en Ricoeur, P. 2009 pp.23-25).
A su vez, la razón de necesidad teórica en articular su obra sobre la metáfora viva con los
argumentos de Tiempo y narración, obedece a que puede trabajar los dos planos en los que se
incluyen la metáfora y la narración -el plano retórico para la primera y los géneros literarios para la
segunda- en la confluencia de los efectos de sentido que fundan como fenómeno la innovación
semántica. En los dos casos, dicha innovación se produce en el plano del discurso, o lo que es lo
mismo: en los actos de lenguaje cuya dimensión es igual o superior a la frase.
En el caso de la metáfora, el hecho innovador es una creación semántica nueva, que resultará
pertinente aun cuando es producto de una impertinencia; como ejemplo Ricoeur propone la
siguiente frase: “La naturaleza es un templo en el que pilares vivientes...” (Ricoeur, P. 2009 p.31).
El juego de nuevos sentidos es producto de elementos “impertinentes” que muestran por medio de
la nueva pertinencia semántica, la resistencia de las palabras ligadas a su uso corriente, lo que
impide una interpretación literal de la frase.
Sin embargo, no se trata principalmente del desplazamiento de sentido de las palabras en el
enunciado metafórico -al modo que lo reducía la retórica antigua-, el desplazamiento sólo es un
medio “...al servicio del proceso que se sitúa en el plano de toda la frase, y tiene por función salvar
la nueva pertinencia de la predicación “extraña”, amenazada por la incongruidad literal de la
atribución.” (Ricoeur, P. 2009 p. 31).
Otro eje temático, de fundamental interés para esta tesis, es la consideración de la referencia
73
-asimilada en palabras del autor a “la pretensión a la verdad”- presentada en relación a la metáfora y
narración.
Una de las tesis de la metáfora viva sostiene que la función poética del lenguaje excede la condición
de exaltación del lenguaje mismo que podría plantearse en detrimento de la función referencial
preponderante en el lenguaje descriptivo. Habría una modalidad más encubierta del discurso que
pareciera construir un reverso que suspende el estricto valor descriptivo de la enunciación, haciendo
del discurso poético la posibilidad de transformar en lenguaje distintos aspectos, cualidades y
valores de la realidad, en la medida en que estos resultan inaccesibles al lenguaje descriptivo.
Estos elementos inaccesibles a la descripción sólo serán decibles en el juego complejo de la
enunciación metafórica y la ruptura regulada de las significaciones habituales de las palabras. La
tesis se completa en la idea de proponer que no solamente habría que considerar un “sentido
metafórico”, también se agrega la “referencia metafórica”, a partir de la cual se alude al poder re-
describir la realidad inaccesible a la descripción directa que porta el enunciado metafórico. Esto le
permite a Ricoeur llevar su análisis al plano ontológico más radical al sugerir que, en lugar del “ver-
como” que compendia la potencia de la metáfora, se instala el revelador “ser-como”. (Ricoeur, P.
2009 p.33).
La cita precedente pone de relieve la incumbencia de cada una de las nociones centrales de su
concepción teórica y a su vez, presenta la relación entre la narración y el tiempo, a partir de la cual
construye su articulación, tal como la desarrolla en el libro Tiempo y narración (2009).
Para situar las primeras aproximaciones a dicha relación -entre tiempo y narración- se parte del
lugar y función que define a la trama como aquello que cada uno “inventa”, permitiendo que opere
como un medio privilegiado para reconfigurar la vaga experiencia que se tiene del tiempo. De lo
que resulta, que la función referencial de la trama consiste en la potencia que tiene la ficción de re-
figurar la experiencia temporal, a la que considera “víctima de las aporías de la especulación
filosófica”. (Ricoeur, P. 2009 p.34).
Con las nociones fundamentales ya presentadas, el paso siguiente será avanzar en el entramado
de las mismas para conocer los argumentos de su propuesta; una primera cuestión es establecer que
dicha propuesta se organiza tomando en consideración la historiografía y los relatos de ficción,
sobre los que ubica un núcleo común en torno a su identidad estructural: en los dos casos domina la
exigencia de verdad. A su vez, parte del presupuesto de que en última instancia, ya se trate de la
identidad estructural de la función narrativa como en la exigencia de verdad, lo que está en juego es
el carácter temporal de la experiencia humana. Esta idea es el núcleo de su tesis, en la que afirma
que el universo desplegado por una obra narrativa es un universo temporal; o también que el tiempo
se constituye tiempo humano una vez que es articulado de modo narrativo, a su vez, una narración
será significativa si alcanza en su descripción los rasgos de la experiencia temporal. De tal modo
que la tesis así presentada evidencia una circularidad, de la que Ricoeur afirma que es condición de
todo “aserto hermenéutico”, a lo que agrega: “el círculo entre narratividad y temporalidad no es un
círculo vicioso, sino un círculo bien construido, cuyas dos mitades se refuerzan mutuamente.”
(Ricoeur, P. 2009 p.39).
A partir de los términos con los que opera la tesis de Ricoeur, articulados con lo expuesto en
párrafos precedentes, se pone de manifiesto que en alguna medida “la referencia” de la narración es
un modo de la experiencia que no implica lo empírico, sino que la sitúa por fuera de la experiencia
ordinaria. Para comprender a qué refiere esta distinción, se debe recuperar la condición de la
metáfora que participa en la re-descripción de la experiencia, a partir de lo cual se revelarían
categorías ontológicas no reductibles a la experiencia empírica; siguiendo en parte a Heidegger,
para Ricoeur la experiencia humana por excelencia es la temporalidad.
temporalidad según Agustín en la Distentio animi y con la idea de trama, tomada de la Poética de
Aristóteles.
El problema del tiempo, según Agustín, es que si no me lo preguntan sé qué es, en cambio si tengo
que explicarlo no lo sé. Por esta razón, no será por la vía de la “atención” sino de la “distensión” del
espíritu que se puede hacer experiencia del tiempo, que por otra parte, como experiencia viva,
siempre se sitúa en el momento presente, en el que se vive como recuerdo lo pasado y como
expectación lo futuro.
Generar la relación entre tiempo y narración es el modo, según Ricoeur, de lograr la concordancia
discordante de la temporalidad como experiencia humana. La concordancia y discordancia
describen una relación, aquella que se plantea entre el tiempo -como categoría- y la experiencia que
de él realiza el hombre. Esto tiene sentido en tanto que, el valor de la experiencia temporal es en
función de la pregunta por el ser del yo.
Por lo tanto, la mimesis es una producción que no queda en la mera transcripción de un suceso
prenarrativo, sino que lo constituye con nuevos valores que le agregan la condición mediadora entre
76
Como ya fue señalado, Riccouer distingue tres mimesis, esto se le plantea como necesidad
frente al carácter de la mimesis, tal como él la considera en su función de corte para la apertura del
espacio de ficción, pero también en su función de unión, en la medida que establece el estatuto de
trasposición “metafórica” del campo de la acción en el mythos.
Al quedar planteado en esa modalidad, se advierte que en la significación misma del término
mimesis se impone una referencia al “antes” de la composición poética, esta referencia es la que él
designa mimesis I, en tanto la mimesis-creación es la mimesis II que opera como función-base. Pero
a su vez, en el dinamismo de la mimesis, siempre habrá un término que no acaba de encontrarse
hasta la mimesis III, en la cual la participación del espectador o lector es la que cierra el proceso.
Este momento de la mimesis III indica un “después”; lo que señala a la mimesis-creación como
función-base, en tanto queda articulando la temporalidad del “antes” y “después” de la instancia de
invención de la trama. La distinción de las tres mimesis de alguna manera articulan la narración y el
tiempo, en la potencia de la invención particular que hace del antes y del después los ordenadores
de la temporalidad como categoría ontológica, en tanto “experiencia humana” no empírica.
Sin embargo, la articulación del tiempo y la narración en la secuencia de las tres mimesis no
implican un ajuste perfecto; como ya se anticipó, la circularidad de la tesis de Ricoeur debe
defenderse de quedar constituida como “un círculo vicioso”. Si sus dos partes -el tiempo y la
narración- se ligan en la base de la metáfora viva, necesariamente se trata de un movimiento, de una
dinámica que él propone como dialéctica, que incluye un trabajo de interpretación. A su vez, se le
impone revisar ciertos aspectos que podrían entrar en contradicción en el establecimiento de la
mimesis I, aquellos que indican un estatuto de la acción que debería ser calculada como ya siendo
parte de un conjunto de mediaciones simbólicas y por lo tanto narrativas.
Pero por otra parte, acepta la existencia de experiencias temporales que no se han configurado aún
como narraciones, a lo que responde proponiendo la existencia de situaciones en las que se revela la
necesidad de otorgar a la experiencia temporal una narratividad incoativa. Si se define
gramaticalmente a lo incoativo como la característica de ciertos verbos o locuciones que indican el
principio de una cosa o acción que progresa, por ejemplo el verbo “amanecer” o “florecer”, llega a
la conclusión que se trata de una verdadera demanda de narración incluida en la experiencia
temporal. Esto lo que lo lleva a plantear sin vacilación una estructura pre-narrativa en dicha
experiencia.
77
Frente a estas conclusiones, introduce al modo de una evidencia, el registro que alguien tiene de
su experiencia cotidiana como el encadenamiento de sucesos que son historias no narradas todavía,
que reclaman ser contadas, operando como el anclaje de la narración. Esto es así aun en la
perspectiva de resultar incongruente que se proponga la idea de “historia no narrada todavía”,
considerando que si es historia es porque fue contada; defiende esta idea a fuerza de distinguir entre
“historias efectivas” e “historias potenciales” (2009 p.144).
A partir de esta distinción y realizando una pequeña desviación en su desarrollo, propone como
ejemplo de la “historia potencial”, en el marco de una experiencia menos cotidiana, el dispositivo
del psicoanálisis, en el que se impone la condición potencial de la historia con una “fuerza
extraordinaria”:
Sólo para señalar las diferencias -dado que su análisis específico es parte del capítulo 9 de esta
tesis- la noción de inconsciente que se desprende de la propuesta de Ricoeur debería leerse en el par
de oposición: conciente / inconsciente, dado que todo el conjunto de fragmentos rechazados -por el
yo- serán recuperados, reinventados e integrados por el yo, con la cuota de responsabilidad
necesaria para asumir la historia como propia.
En este punto, interesa introducir una salvedad respecto de lo que podría confundirse; la apuesta
ontológica de Ricoeur no opera con la noción de un yo unificado o con una identidad inamovible.
En su libro Sí mismo como otro (2011) introduce la diferencia entre la ipseidad y la mismidad para
poner en interrogación el problema de la identidad como una condición férrea e inconmovible de la
personalidad como núcleo invariante. Sin ingresar en desarrollos que exceden el alcance de este
ítem, se deja establecido que esta intervención sobre la noción de identidad, descompone la unidad
del yo, al ingresar el problema del sí mismo que, en el acento del término sí, problematiza la
mismidad. Sin surgir plenamente lo alter, como otredad absoluta, se plantea una dialéctica que
trabaja con el sí y el otro distinto del sí (Ricoeur, P. 2011 p.XIV).
Sin embargo, esta aclaración no afecta lo planteado respecto de la perspectiva ontológica que
apuesta a la identidad narrativa del yo.
Como fue anticipado en el inicio, la figura de Roland Barthes ocupa un lugar particular en este
capítulo; dicha distinción obedece a que, si bien a diferencia de los otros autores abordados en el
capítulo de antecedentes históricos, no se presentan desarrollos teóricos ligados directamente a
alguna cita o referencia específica por parte Lacan, interroga temas de interés específico para esta
tesis.
Su propuesta será trabajada a partir de tres artículos de referencia, en los que presenta el conjunto de
los aspectos más significativos de la interpelación a la relación del lenguaje con la literatura y las
consecuencias que esto trae aparejado en el campo de la ciencia. Por esta razón se considera que sus
reflexiones, al menos las que desarrolla en estos textos escogidos, involucran buena parte de los
criterios teóricos que son necesarios revisar para pensar los términos involucrados en la producción
del discurso del psicoanálisis formalizado, que habilitan la propuesta del texto-clínico nuevo género
de discurso.
Para ubicar el valor de la propuesta de Roland Barthes, se tomarán como textos fuente tres
artículos: “Escribir ¿un verbo intransitivo?” [1966], “La muerte del autor” [1968] y “Escribir la
lectura” [1970]; los tres textos están incluidos en el libro: El susurro del lenguaje. Más allá de la
palabra y la escritura. (1994).
Las ideas que Barthes revisa en los textos de referencia plantean en términos generales la
tensión en la relación entre el lenguaje y la literatura. Su ejercicio crítico pone en cuestión ideas
consolidadas en el sentido común de la época y sustentadas por la academia en general, tal el caso
de la centralidad de la figura del autor como instancia creadora de las obras literarias. Sin embargo,
su propuesta sobre la muerte del autor debe ser leída en la complejidad de una serie de
formulaciones que interpelan la escritura, la lectura y la jerarquización de los campos de
conocimiento en su pertenencia a distintos dominios.
El diagnóstico del que parte Barthes puede sintetizarse en la afirmación que abre su artículo
“Escribir, ¿un verbo intransitivo?”:
El diagnóstico concluye con una sentencia: “la literatura ya no se siente lenguaje”; si bien
existiría el atenuante de escritores precursores como Mallarmé, ni siquiera la lingüística parecía
haber avanzado más allá de la “estilística”, mínima brecha del acotado derecho a intervenir la
literatura (Idem).
Sin embargo, plantea que es el momento de advertir que se ha puesto en movimiento un cambio
que permitiría que la literatura y el lenguaje vuelvan a encontrarse. Los factores que indicarían esta
recuperación se centralizan en dos aspectos, por una parte el trabajo de escritores, que luego de
Mallarmé, realizaron su práctica de escritura como indagación que deriva en que la obra misma sea
la exploración; los ejemplos son Joyce y Proust. Por otra parte, la lingüística parece haber llegado
con nuevos desarrollos que amplían el dominio incluyendo a lo poético, lo que implica abordar los
efectos relativos al mensaje y ya no al referente, tal como se presentó en el capítulo precedente, en
el ítem que trabaja la teoría de Roman Jakobson.
La interpretación que realiza Barthes de estos dos factores es que la literatura y la lingüística
confluyen en una misma perspectiva de reflexión; tanto el escritor como la crítica abandonan
lugares fijos y desvinculados para vincularse en una actividad en la que el escritor es cada vez más
un crítico del lenguaje. Desde esta posición propone que la escritura puede generar sus enunciados
apoyada en categorías de la lingüística.
A esta conjunción de la literatura y la lingüística propone llamarla provisionalmente semiocrítica,
en razón de definir que la escritura es un sistema de signos. Es una posición que articula al escritor
con la lengua que excede por lejos el problema de las formas o cuestiones estilísticas, es un trabajo
en la lengua.
Fundamenta sus argumentos apoyado en cuatro de los planteos de la antropología lingüística
estructural:
1) Romper con la idea de evolución de las lenguas, suponiendo una relación de simplicidad para las
más antiguas y mayor complejidad en las modernas; no hay historia progresista del lenguaje.
2) Respecto de la literatura, no se piensa en el lenguaje como instrumento o herramienta decorativa
del pensamiento; el hombre no preexiste al lenguaje, este no adviene para ayudarlo a expresar lo
que sucede en su “interior”. Es el lenguaje el que enseña a definir al hombre.
3) Tomar la propuesta metodológica de la lingüística, en tanto la construcción de una nueva
objetividad; a diferencia de lo tradicional para las “ciencias humanas” en las cuales era la
81
Desde esta perspectiva, Barthes plantea un postulado de trabajo, al que denomina homológico:
la estructura de la frase es el objeto de lingüística, que a su vez se encuentra homológicamente en la
estructura de la obra, ya que el discurso no es la acumulación o sumatoria de frases, sino que es una
gran frase.
A partir de estas hipótesis, propone una metodología de confrontación entre ciertas categorías de la
lengua y el trabajo del escritor respecto de la escritura:
b) La persona: esta categoría gramatical tiene el mismo valor e interés para la lingüística y la
literatura; siguiendo el planteo de la lingüística, la persona -en sentido estrictamente gramatical- es
propuesta como una existencia universal.
Siguiendo en este punto también a Benveniste, se plantea que toda lengua organiza la persona en
dos oposiciones: una es la que postula la persona (yo o tú) a la no persona (él) signo de lo que está
ausente; la otra, dada al interior de esta primera, es la correlación de subjetividad que opone dos
personas: el yo y el no-yo, que asume el término tú.
Esto amerita tres observaciones; una es que la polaridad de las personas no está organizado como
simetría o igualdad, ya que siempre el yo es trascendente respecto del tú, porque es interior al
enunciado, a diferencia de tú que será exterior; no obstante, estas dos posiciones son susceptibles de
inversión.
La otra observación, es que el yo lingüístico debe definirse de manera a-psicológica, ya que es la
instancia lingüística que enuncia esta acción de discurso.
Por último, la tercera observación es respecto de la no-persona -él- que nunca ubica instancia de
discurso, es exterior a ella.
El interés para el discurso literario es señalar cómo la alternancia de las personas y la no-persona
permite, mediante utilización de pronombres y verbos descriptivos, la producción de un régimen
mixto que produce una “conciencia ambigua” que consigue la propiedad personal en lo que se
enuncia, aunque rompa “periódicamente la participación del enunciador en el enunciado” (Barthes,
R. 1994 p.29).
El cierre del desarrollo de esta categoría introduce una complejidad fundamental, se trata de
situar que la trayectoria del yo no es algo homogéneo, ya que, por una parte, el yo que asume quien
83
habla, siempre ubica un hecho inédito propio de la distancia entre esa partícula lingüística y quien la
sume en cada acto de habla. Por otra parte, surge la disparidad entre el yo enunciado cada vez y el
modo en que el tú toma registro. Esto se plantea en términos de “sentido”, ya que lo mencionado
como inédito desde el yo está marcada por el sentido que adquiera cada vez para el hablante,
mientras que desde el tú se lo registra como signo estable dado por el código. Esta disimisetría
fundamental de la lengua es la que Jakobson y Jespersen explican con la noción de shifter.
Esta complejidad pone en crisis la idea de situar “un deseo piadoso relativo a los méritos del
diálogo” (Barthes, R. 1994 p.30), enviándo el intercambio subjetivo a un descenso a veces
intrincado al interior del “laberinto del sentido” (Idem).
excluye la transitividad. Una vez así definida, la voz media se corresponde por completo
con el estado del moderno escribir: escribir hoy en día, es constituirse en el centro del
proceso de la palabra, es efectuar la escritura afectándose a sí mismo, es hacer coincidir
acción y afección, es dejar al que escribe dentro de la escritura, no a título del sujeto
psicológico (el sacerdote indoeuropeo bien podría rebosar subjetividad mientras sacrificaba
activamente en lugar de su cliente), sino a título de agente de la acción. (Barthes, R. 1994
pp.30-31)
La propuesta de Barthes es clara, la condición que rescata de esta voz media para el verbo
escribir es justamente el nuevo estatuto de la escritura y el escritor como agente, afectado y
afectando el lenguaje en una contemporaneidad con su propia intervención; la escritura en su misma
acción produce al escritor.
Concluye el artículo, sintetizando la reformulación que articula a la lingüística con la literatura, en
términos de recuperar y profundizar “el pacto de la palabra”, aun a costa del “escándalo” que parece
producir el hecho de plantear que todo ocurre en el lenguaje.
Su llamado a instituir esta propuesta, parte de retomar lo que en la Edad Media fue la “exploración
del universo” en los términos del Septenium, que dividía los campos de indagación en el
quadrivium que ordenaba los secretos de la naturaleza y el trivium los de la palabra -gramática,
retórica y dialéctica-, será ahora el tiempo de los nuevos exploradores de la palabra: la lingüística, el
psicoanálisis y la literatura (1994 p.33).
El punto de partida será considerar que si se trata del escritor como agente, en relación directa a
las categorías gramaticales de temporalidad, persona y diátesis -por lo tanto en la intervención del
lenguaje- la figura del autor será presentada como una entidad contrapuesta.
Es fundamental establecer que la contraposición entre esas dos categorías que alojan y definen
“escritor” y “autor”, se dirime en la escena del texto, en la acción de escribir como asunto que
transforma la lengua.
El autor es un personaje moderno, efecto de un cambio de época que Barthes resume en tres
razones: empirismo inglés, racionalismo francés y la fe personal de la Reforma; estas condiciones y
85
. Esta función lector es la que se despliega en el tercer texto de referencia: “Escribir la lectura”;
allí se plantea que hay un modo de la lectura que implica una escritura, aquella que es efecto de un
gesto reconocible: cuando se levanta la cabeza, inclinada hasta ese momento sobre el texto. Esa
acción de aparente desatención al texto, es en realidad donde se funda el espacio en que se asocia,
un ir y venir con lo que se está leyendo. Es la acción que está escribiendo la lectura, que imprime
una determinada postura al texto, y es por eso por lo que el texto está vivo, a lo que se agrega:
Pero esta postura, que es invención nuestra, sólo es posible porque entre los elementos del
texto hay una relación sujeta a reglas; es decir, una proporción. Lo que yo intentaba es
analizar esta proporción, describir la disposición topológica que proporciona la lectura del
texto clásico, su trazado y su libertad al mismo tiempo. (Barthes, R. 1994 p.38)
En este ítem, tal como fue anticipado en el inicio de este capítulo, se presentan dos posiciones
teóricas, que si bien se incluyen en el marco de la enseñanza de Jacques Lacan, presentan
divergencias en la interpretación que realizan de la concepción del discurso y el valor otorgado a su
formalización; las mismas tienen lugar luego de la muerte de Jacques Lacan.
Es necesario aclarar que las líneas teóricas tomadas para pensar el estado del arte no se apoya en la
investigación exhaustiva sobre la producción desarrollada en de cada una de ellas, sino que se han
tomado textos, artículos o presentaciones en las que se desarrolla específicamente el tema de
interés. Esto se justifica en que el propósito es localizar en el campo del psicoanálisis -determinado
por la enseñanza de Lacan- el estado general del tratamiento de este tema puntual, algo que descarta
la idea inversa: revisar la producción particular de cada autor que inscribe su práctica en el
psicoanálisis lacaniano.
La primera de las dos expresiones escogidas, es la que propone Jacques Alain Miller en su
curso La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica (2013), dictado durante 1998-1999; el eje
de la referencia es la clase XIII: Paradigmas del goce, del 24 de marzo de 1999, en la que presenta
el quinto paradigma bajo el título: “El goce discursivo”.
De manera sintética, la idea que sostiene este quinto paradigma es la de considerar que frente al
problema de la falta, leída como agujero del goce y considerada como falta natural, fue necesario el
pasaje a considerar la falta a partir del significante, desde el desarrollo de los cuatro discursos que
introduce El reverso del psicoanálisis.
Para entender el alcance de esta propuesta, es necesario articular los ejes conceptuales que
desarrolla Miller en su curso, junto con los lineamientos generales de su posición epistemológica; se
organizará con un esquema de tres puntos lo central de la teoría en la que produce dicha propuesta.
1) Establece la enseñanza de Lacan con un criterio evolutivo, considerando que avanza por
períodos distinguidos, a partir de los cuales se sitúan modificaciones conceptuales superadoras,
marcando cortes según algún parámetro localizado.
Los períodos se apoyan en el eje de los tres registros: simbólico, imaginario y real- sobre los que se
construye una línea de análisis apoyada en rescatar la supremacía de uno de los registros respecto de
los otros. Esta pauta organiza la lectura de la sucesión de tres períodos, según los enumera en otro
de los libros propuesto como referencia, en la clase XIII, titulada “Períodos en la enseñanza de
Lacan, del curso” El ultimísimo Lacan (2013a).
Sin embargo, en esa clase presenta un cuarto período que ubica la ultimísima enseñanza, que ya no
se apoya en el parámetro de alguno de los tres registros, sino de la deconstrucción creadora de su
enseñanza del psicoanálisis o, según se lo interprete del psicoanálisis mismo. De tal modo que ese
último período pone en cuestión cualquier régimen teórico formalizable que sustente la trasmisión
del psicoanálisis.
Si los tres primeros períodos se organizan tomando en cuenta no solamente los tres registros sino
además la fundamentación que Lacan articula con la lingüística, la matemática, la topología, la
física y la lógica, la deconstrucción del psicoanálisis conlleva dejar caer aún la lógica -último
bastión de lo formalizable, según esta lectura. Desde ese punto, Miller propone su hipótesis,
arriesgando la pregunta que pone a la poesía como la modalidad de la ultimísima enseñanza de
Lacan.
Se presenta el esquema planteado en la clase citada:
88
conceptualmente como uno de los tres registros, sino como una entidad en sí misma. Establecer lo
real en estos términos opera un cambio a nivel epistemológico, que resulta posible interpretar en
tanto fin de la estructura como elemento organizador para pensar el dispositivo psicoanalítico
(2013a p.211).
3) Como efecto relacionado con lo expuesto en los dos puntos precedentes, otros conceptos de
la enseñanza de Lacan adquieren un estatuto coherentizado con la propuesta de Miller; en esta
lógica se destaca la noción de jouissance. Traducido como goce, lo ubica como un término
fundamental en relación al viviente definido como real; esta relación caracteriza también al goce
como real.
En el sistema conceptual así ordenado, el conjunto de los otros términos que participan de la teoría
psicoanalítica, como deseo, sujeto, Otro, objeto, libido, pulsión y falta, pasan a ser concebidas como
nociones que según los tres períodos de la enseñanza de Lacan, quedan más o menos regulados por
el significante, hasta que en la ultimísima enseñanza el significante ya no opera como función y por
lo tanto deja de tener la condición ordenadora.
Si en ese ultimísimo período Lacan abandona la lógica y se trata de poesía, todos los términos son
subsidiarios de lo real, tal como advenga en la experiencia del viviente y su goce singular.
En este sentido, el único lugar para lo simbólico es constituirse en un pálido reflejo de lo real o
como “embrollo”, algo del orden del “malestar” que afecta al “animal humano” (Idem)
Una vez planteados los tres puntos que sintetizan brevemente algunos de los aspectos de la
teoría de Miller, estrictamente acotados a la necesidad de esta tesis, se retoma el desarrollo que este
autor realiza sobre el lugar epistemológico de la presentación de los cuatro discursos -tal como ya se
anticipó- en la clase XIII “Paradigmas del goce” en el libro La experiencia de lo real en la cura
psicoanalítica (2013).
El eje de su artículo es el movimiento del concepto de goce a lo largo de la enseñanza de Lacan; en
buena medida, los primeros tres paradigmas evidencian según Miller, la distancia que habría entre
el goce y el significante, en tanto la imposibilidad de quedar ligado -el goce- a lo simbólico, pero es
a partir del cuatro paradigma, llamado por Miller “goce fragmentado”, que se desmiente la
separación, por lo tanto goce y significante se advierten claramente articulados.
En ese momento de la teoría, el goce queda articulado al objeto a, en su vertiente pulsional, según el
seminario Los cuatro conceptos fundamentales.
El soporte teórico que Miller ubica para fundamentar este argumento es el mecanismo de
90
¿Cuál es la finalidad de todo este aparato que Lacan busca en la teoría de los conjuntos? ¿De
qué se trata? Se trata de una articulación estrecha entre lo simbólico y el goce. Se trata de
mostrar que este último no es un agregado, que está integrado al funcionamiento del
significante, al que es afín. (2013 p.235)
Avanza sobre esta idea, distinguiendo en alienación – separación dos operaciones; la primera es
de carácter puramente simbólico y la segunda es una respuesta de goce. La alienación implica la
unificación de dos conceptos freudianos: identificación y represión. El sujeto se identifica a un
significante que está en el Otro y que lo representa, a su vez el sujeto permanece como conjunto
vacío, esto se escribe como división subjetiva; de lo que resulta que el sujeto sigue como conjunto
vacío pero representado por un significante.
Para localizar la represión hay que partir del par mínimo: ©-© de la cadena significante; este
mecanismo implica que el primer significante -el que representa al sujeto-“pasa hacia abajo”
(Miller, J.A. 2013 p.236) apareciendo solamente el segundo. Esta operación que se produce con la
identificación y la represión es la alienación, de claro corte significante.
Según la línea de Miller, la separación es la forma que Lacan utiliza para “retraducir la función de
la pulsión que responde a la identificación y la represión. Allí donde estaba el sujeto vacío viene el
objeto perdido” (2013 p.237); este objeto perdido es el objeto a.
Para alcanzar la comprensión de la articulación con el goce, es necesario retomar su presentación en
el tercer paradigma, el que ubica en el seminario sobre La ética del psicoanálisis; en esa instancia,
el acceso al goce es siempre a través de “una terrible transgresión”. En cambio en el pasaje al cuarto
paradigma haciendo eje en alienación-separación, será en el polo de la separación donde se ubica
el funcionamiento normal de la pulsión, que es posible por el vacío, efecto de la función significante
resultante de la operación de identificación y represión.
Esto implica “sobreimponer la estructura del sujeto a la del goce”; a su vez esta lógica conlleva a
que si el sujeto toma el valor de la falta en ser, la definición de la pulsión incluye una “hiancia o
huequito” (Idem).
Según este autor, en concordancia a la formulación del cuarto paradigma, corresponde una
nueva presentación del inconsciente; ya no como una cadena ordenada sino en la discontinuidad y
no solamente con la discontinuidad que es compatible con la cadena significante; en esta instancia
91
se trata del inconsciente como un borde que se abre y se cierra. En este punto, Miller se pregunta
por qué destacar la condición de apertura y cierre, su respuesta alude a la necesidad de
homogeneizar el inconsciente con una zona erógena y explicita: “Quiero decir que describe
exactamente el inconsciente, que se abre y que se cierra, como un ano o una boca, para mostrar que
hay una comunidad de estructura entre el inconsciente simbólico y el funcionamiento de la pulsión”
(2013. p. 237).
Luego concluye que estructurar el inconsciente con la forma de la zona erógena se corresponde con
“modelar el goce sobre el sujeto mismo” (Idem).
A continuación indica que Lacan introduce para la pulsión el modelo del vaso heideggeriano, que da
cuenta del hueco creado por la anulación significante; hueco que se colma de manera inadecuada
por un objeto y que a este paradigma el objeto que le corresponde es la libido.
En este momento de su enseñanza la definición de la libido es “el mito de la laminilla”, que se
distingue de cualquier articulación al deseo, al significado o al das Ding; tampoco se trata de un
goce masivo fuera del significante que sólo se alcanza por la vía de la transgresión. En esta
instancia es como órgano, como objeto perdido y matriz de todos los objetos perdidos; en este
sentido y bajo la propuesta de Miller, la operación de separación es pensada como la recuperación
del objeto perdido libidinal, pérdida que responde a la falta significante que se sigue de la
articulación entre identificación y represión (2013 p.237).
Sin embargo, este autor señala un punto teórico -al que caracteriza como “una pequeña dificultad”-
que para él justifica la introducción del quinto paradigma, el que en definitiva concentra el interés
para esta tesis; se trata del estatuto del objeto perdido, ya que al ser independiente del significante se
plantea como “una pérdida natural”, explicitado en la siguiente cita:
En otras palabras, el objeto perdido, este agujero, es introducido y justificado como una
pérdida natural. Es el recurso constante de Lacan, quien por ejemplo, cuando elabora el
estadío del espejo, lo refería a una prematuración del nacimiento, nuevamente a una falta
natural. Por cierto, hay una disimetría puesto que tenemos la falta significada, $, que después
se articula con una falta natural, con esta pérdida que se produce naturalmente. (2013 p.
238).
que realiza de la elaboración de Lacan sobre los cuatro discursos presentados como el reverso del
psicoanálisis.
Respecto de lo localizado en la línea teórica que propone Miller para establecer la enseñanza de
Lacan, surge como evidencia que la propuesta de los cuatro discursos y simultáneamente el discurso
del psicoanálisis, quedan subsumidos a la ponderación de la relación entre las condiciones del
viviente con sus atributos, fundamentalmente la condición de gozar en la singularidad de cada
individuo, y el “embrollo de lo simbólico”, expresado fundamentalmente en el significante. Esto
implica que si bien el paradigma que sostiene al goce discursivo es una resolución al problema de la
falta concebida como natural, la unificación de la alienación -de corte significante- y la separación
-respuesta de goce- como discurso deja en pie la relación viviente-sujeto -englobando goce y
significante- ahora en coincidencia “temporal”.
93
Esta construcción teórica resulta opuesta a la línea sostenida en esta tesis, tal como se detallará a
partir del marco teórico desarrollado en el capítulo 4 y lo explicitado en los capítulos 8 y 9; sin
embargo, es posible adelantar dos discrepancias que se considera oportuno introducir en este ítem.
… A partir de lo expuesto, se plantea que la brecha con la posición teórica presentada en este ítem,
es de carácter epistemológico, ya que no solamente es una cuestión de ordenamiento de la red de
conceptos y, como consecuencia directa, el valor diferencial que cada uno de ellos adquiere en el
sistema de relaciones. Se trata de la centralidad que pasa a tener la noción de real cada vez más
tendiente a definirse desde “lo viviente”.
A partir de esto el goce se sustenta, encuentra su razón de ser y apoyo en la sustancia viva. Si bien
en el quinto paradigma el goce queda “originariamente”, “primitivamente” localizado junto al
significante, en la resolución de lo que Miller plantea como la discordancia entre alienación y
separación, esta resolución es un pasaje casi efímero hacia el horizonte de un “contrapsicoanálisis”,
la descontrucción que hace inútil cualquier intento de formalización, aspecto clave en los
argumentos de esta tesis.
Con esta breve presentación de los argumentos -que serán debidamente desarrollados en los
capítulos ya mencionados- se concluye con los comentarios a la concepción de Jacques-Alain
Miller sobre el lugar y valor teórico del concepto de discurso en la enseñanza de Lacan.
Se introduce en este punto la posición teórica que postula Isidoro Vegh en el libro Los
discursos y la dirección de la cura, a partir del momento de la enseñanza de Lacan en que la palabra
discurso pasa a tener el valor de un concepto. Este pasaje de palabra a concepto, es interpretado por
el autor de referencia, de la siguiente manera:
Creo que con el concepto de discurso Lacan resuelve un error de su propia enseñanza. Según
mi lectura, el concepto de deseo como lo planteaba en sus inicios, llevaba a una posición
anarquista. El deseo, entendido como un desasimiento absoluto de los mandatos de goce del
Otro, llevó a muchos discípulos de Lacan y en algunos escritos a Lacan también, a suponer
que afirmar el deseo como una cifra singular, impar, implica una imposibilidad absoluta del
encuentro con el otro. (Vegh, I. y otros 1999 p.12)
95
Los argumentos de este diagnóstico avanzan, al menos, en dos direcciones, una es la que se
plantea al incluir junto a la formulación de los cuatro discursos, la idea del discurso como lazo
social, que resolvería el problema del “encuentro con el otro”; hecho que Vegh relaciona con la
proximidad histórica del Mayo de 1968.
La otra es la que indicaría que con el discurso Lacan de un paso hacia lo real del sujeto y del goce
(Vegh, I. 1999 p.12); esta última consideración es la que implica un desarrollo conceptual que da
cuenta, en última instancia, de cierta definición de lo real lacaniano junto con la articulación: goce /
Otro / otro.
Para abordar su posición teórica, se tomará parte de lo planteado por este autor en la presentación
del curso que dio origen al libro de referencia, en tanto ubica los fundamentos desde los cuales
sostiene su lectura.
En el prólogo, explicita las razones de articular los discursos y la cura, partiendo de la condición de
respuesta que tiene el psicoanálisis a cierta forma del dolor humano; desde esa perspectiva, pone en
valor el lugar de la palabra y “aun a un discurso sin palabras” (1999 p.7).
Al presentar los “cuadrípodos” desarrollados por Lacan en el seminario El reverso del psicoanálisis,
ubica “cuatro lugares, dos barras que indican la represión -se trata del Inconsciente y sus enlaces- y
cuatro letras en secuencia ordenada” (Idem).
Concluye que cada uno de los cuatro -discursos- que se construyen en la rotación ofrecen su
singularidad, junto a sus eficacias “mejores y peores”.
Valora las referencias clínicas y de la vida cotidiana como muestras -que al modo de “apostillas”-
evidencian el origen de los matemas; en última instancia, estima que las notaciones de estos
matemas colaboran en permitir una articulación entre la teoría y la práctica. Permitiendo que dicha
práctica se eleve a una “praxis” y que la dimensión teórica se rubrique en “la validez clínica de su
experiencia” (1999 p.8).
Retomando el lugar que ocupa la “palabra discurso” en su pasaje a concepto, Vegh la asocia al
“aforismo” que da inicio a la enseñanza de Lacan: “el inconsciente está estructurado como un
lenguaje”; indicando que su referencia es “el concepto mayor de la conceptualización freudiana”,
aludiendo a lo que Lacan denomina “el horror del Inconsciente” (1999 p.10)
Con el horror alude a la condición de atadura al inconsciente respecto de nuestras acciones,
demostrando el ínfimo porcentaje de actos voluntarios que participan en las decisiones cotidianas;
marcando que se trata de lo que Freud estableció como una de las mayores heridas narcisísticas.
A partir de estos principios que ubican una continuidad entre Freud y Lacan, avanza especificando
los puntos que él considera fundantes de la conceptualización del discurso.
Siempre en el punto de partida: “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, resalta el
96
“como”, señalando que no es lo mismo que decir: es un lenguaje; lo explica argumentando con la
teoría lingüística -específicamente refiere a André Martinet- y la teoría matemática de conjuntos. De
lo que resulta que un lenguaje es un conjunto de elementos discretos -en oposición a la idea de
continuo- ya que se trata de partes separables, las que ofician como elementos.
Siguiendo con esta lógica, agrega que para la lingüística “nuestro lenguaje” es la doble articulación
de, por una parte los fonemas que forman palabras y por la otra, las palabras que se combinan para
formar enunciados. Al extrapolarlo para plantear el “como” un lenguaje en la estructuración del
Inconsciente, indica que está formado por elementos discretos y regido por la lógica de la teoría de
conjuntos, de la que privilegia el axioma “no hay conjunto universal”. Articula esta idea con la
teoría psicoanalítica en los siguientes términos: “No hay conjunto que tenga todos los elementos del
cual ese conjunto dice dar cuenta, al menos le falta uno, forma lógica de nombrar lo que los
psicoanalistas llamamos castración.” (Vegh, I. 1999 p.11)
A partir de estos ejes teóricos, formula lo que considera la “primera tesis de Lacan”, derivando
desde la construcción “el inconsciente está estructurado como un lenguaje” al hecho que lo sanciona
como un saber, dado que se trata de significantes articulados. De esta noción, pasa a otra cita de
Lacan, tomada del seminario 18: “el inconsciente es un lenguaje que en medio de su decir produce
su propio escrito”, explicándola bajo la siguiente articulación a la teoría freudiana: “Es simple: el
sueño, típica formación del Inconsciente es un producto del Inconsciente, es lo que retorna de lo
reprimido. El Inconsciente produce ese sueño, y el sueño para Freud es una ´escritura jeroglífica`”.
(Vegh, I. 1999 p. 11).
Basado entonces en esta idea, plantea que Lacan necesita dos letras para “nombrar” el inconsciente,
en tanto saber será ©, la otra letra que estaría nombrando el retorno del inconsciente -en lo que se
entiende, propuesto como retorno de lo reprimido- es ¨.
Siempre avanzando desde la perspectiva que ordena lo que Vegh designa la primera tesis de Lacan,
agrega una frase presente en L´Etourdit: “el Inconsciente está estructurado como un lenguaje y es
en el análisis que se ordena en discurso” (1999 pp. 11-12). Este es el paso que para este autor
resuelve un problema en la teoría lacaniana, ya que si bien con lo simbólico había respondido al
“rebajamiento a lo imaginario del Inconsciente” por parte del post-freudismo, su eficacia no se
produce en la “relación de una palabra con otra”, por lo tanto se le hizo necesario “abordar de un
modo focalizado, en qué punto implica al sujeto y en qué medida la relación a los objetos
pulsionales” (Vegh, I. 1999 p.12).
Según su interpretación, plantear el discurso permite dar un paso más hacia “el Inconsciente en
relación a lo real” (Idem), a lo real del sujeto y a lo real del goce, dado por “los objetos
97
pulsionales”.
Además, suma otra definición de Lacan, la que establece que el discurso es un lazo social, lo que le
permite a Vegh articular su lectura sobre las razones teóricas que tienden a resolver un problema en
los desarrollos conceptuales lacanianos. Se vuelve a destacar que en la perspectiva del autor de
referencia, tal como se anticipó en el inicio de este ítem, que la noción de deseo se plantea como
“un desasimiento absoluto de los mandatos de goce del Otro”. Es más, agrega que el concepto de
deseo de los inicios de su enseñanza, lleva a una posición anarquista, dado que al afirmar el deseo
como cifra singular, impar, lleva a una imposibilidad absoluta al encuentro con el otro. (Vegh, I.
1999 p.12)
A partir de la síntesis presentada respecto de la posición teórica desde la que Isidoro Vegh
explicita su lectura sobre la conceptualización del discurso en la enseñanza de Jacques Lacan, se
introducen los comentarios surgidos desde la propuesta de esta tesis.
El primer punto a señalar es que el marco epistemológico en que se basan las argumentaciones de
IsidoroVegh remite a la concepción freudiana de la teoría psicoanalítica. Posición que implica un
ajuste de los términos partícipes en la enseñanza de Lacan con los propuestos por Freud; tal como
se desprende del modo en que lee “el inconsciente está está estructurado como un lenguaje”. De
esta condición se derivan una serie de conclusiones teóricas que conllevan a que todo lo planteado
sobre el discurso no sea más que la reiteración de lo ya existente en el psicoanálisis fundado por
98
Sobre el primer punto, se advierte que coincide con Freud en distinguir dos campos, el de la
teoría y el de la práctica, relacionando esta última a la “experiencia”; de lo que resulta que esta
distinción opera sobre la necesidad de producir una articulación para validar la práctica con la
elaboración teórica, que todo indica es considerada un hecho posterior. De esto se desprende que los
matemas y la construcción de la estructura del discurso, es una escritura que organiza la
comprensión de cierta práctica y cumpliría la función de abreviar los desarrollos conceptuales al
modo de “siglas”. Esto dejaría por fuera la concepción de la instancia clínica como un dispositivo
de discurso que necesariamente incluye la condición teórica como previa, a partir de la cual se
funda su operatividad, tal como se sostiene en esta tesis.
Como cierre de este comentario, se toma el argumento que propone Isidoro Vegh sobre la
relación que habría entre los acontecimientos del Mayo Francés y la oportunidad de rectificar el
error de su enseñanza. En alguna medida, ese suceso histórico es entendido como el disparador que
lleva a Lacan a advertir el problema conceptual generado por su exclusión del otro en el contexto
del sujeto y el deseo como singularidad.
El punto que se intenta destacar es que tomar el hecho social como el detonante de la revisión
conceptual contradice no sólo las palabras del propio Lacan en la clase inicial del seminario, sino
que desvía de las razones que él da para proponer El reverso del psicoanálisis, o dicho en los
términos del propio Lacan:
No crean que este título le deba nada a la actualidad, que se cree en situación de poner
bastantes cosas patas para arriba. Sólo daré una prueba de ello. En un texto fechado en 1966,
en concreto en una de esas introducciones que hice en el momento de la recopilación de mis
Escritos y que los escanden, texto titulado De nuestros antecedentes, caracterizo en la
página 68 lo que ha construido mi discurso como volver a tomar, digo, el proyecto freudiano
al revés. Así que está escrito mucho antes de los acontecimientos; volverlo a tomar por el
revés.” (Lacan, J. 1992 p.10)
La claridad de sus expresiones no amerita mayor comentario, sin embargo es pertinente agregar
que esta cita apoya la interpretación que puede surgir respecto de la posición asumida por Isidoro
99
Vegh o, si se prefiere, del planteo de una lógica que se mueve en la dirección de sostener una
continuidad entre la teoría de Freud y la de Lacan. .
A partir de lo desarrollado en el presente capítulo, es posible delinear un estado del arte acorde
a la estricta pertinencia del núcleo conceptual de esta tesis. En este sentido, se toma la expresión
“estado del arte” en la condición de ubicar el contexto en el cual se intenta introducir una idea no
considerada o a la que no se ha interpretado en los términos propuestos en esta tesis.
Por esta razón, sumado a lo ya expuesto en la presentación del capítulo, se presentan a continuación
los puntos relevantes de cada una de las líneas teóricas escogidas, en función de dos criterios; uno,
el de las disciplinas asociadas -ciencias del lenguaje: lingüística, y narratología-; el otro, la lectura
al interior del campo lacaniano.
1) Disciplinas asociadas:
Este campo queda integrado en lo que abarcan las llamadas ciencias del lenguaje, para este caso
particular lo volcado por Francis Whal desde la perspectiva lingüística y los desarrollos de Paul
Ricoeur, en lo tocante a la narratología.
-como ya fue señalado en el ítem correspondiente- la perspectiva desde la que se analiza dicho
aporte, queda sesgado y tal vez empobrecido, al no incluir los argumentos matemáticos y
topológicos con los que Lacan fundamenta su planteo sobre el espacio y el tiempo por una parte y,
por la otra para establecer la noción de referencia.
Tanto en un caso como en el otro, son desarrollos fundamentales para comprender la noción de
sujeto y objeto con la que opera el psicoanálisis. De lo que se concluye que llegado el momento, era
imprescindible para Lacan plantear la lingüistería como el nombre de lo que el psicoanálisis le
puede aportar a la lingüística.
Desde otro perfil de quello que construye las diferencias entre Ricoeur y Lacan, claramente se
impone el lugar que le otorga el primero a la ontología y especialmente a la búsqueda del ser del yo,
nada más antagónico respecto del criterio lacaniano sobre la dirección de la cura en un análisis.
Próximo a lo anterior, en tanto referencia filosófica, son las apoyaturas en la Poética de Aristóteles y
la idea de temporalidad presente en la Distentio anima de Agustín, que vuelven a situar el campo
diferencial que construye Lacan. En este caso, porque el estatuto de la narración se plantea como
una trama que siempre se constituye con posterioridad de un suceso pre-narrativo por definición y
por lo tanto pre-discursivo; a su vez, la temporalidad narrativa es siempre el presente.
Sin embargo, resulta de interés destacar que la teoría de Ricoeur permite construir en un sistema de
diferencias lo que hace al plano narrativo del dispositivo psicoanalítico -sistema que será parte de la
argumentación y metodología desarrolladas en los capítulos pertinentes. Se deja para esa instancia
la especificación de los términos y elementos conceptuales que configuran el aspecto narrativo del
texto-clínico.
2) El campo lacaniano:
La síntesis que se puede proponer en este apartado del mapa conceptual es que las dos
posiciones teóricas referidas, le otorgan al término discurso un valor conceptual a partir de la
presentación de los cuatro discursos por parte de Lacan en el seminario El reverso del psicoanálisis.
Si bien en los dos casos esto queda señalado como el hito de un movimiento conceptual en la
enseñanza de Lacan, que trae aparejada la rectificación de un error o dificultad teórica, el sentido
que se le otorga en cada una de las dos corrientes es diferente. Para Jacques-Alain Miller, se
101
rectifica la caracterización de la falta en el goce como “natural” y para Isidoro Vegh, se corrige el
error de cierta primacía del deseo, que en su condición de cifra singular no articula a los mandatos
de goce del Otro y simultáneamente no hace lazo al otro.
Sin embargo, en las dos posturas hay cierta coincidencia sobre la impotencia de lo simbólico y por
lo tanto cierta relativización del lugar del significante; expresado por Miller como “el embrollo de
lo simbólico” y en Vegh la postulación de la falta de “eficacia” de lo simbólico.
En los dos casos, este diagnóstico queda contrastado con el lugar que se le da a lo real; para Miller
tiende a ocupar un lugar central y en el caso de Vegh, lo ubica en relación a “lo real del sujeto”, que
pareciera situarse en referencia a los objetos pulsionales.
De manera coincidente en los dos, es el goce el término clave para entender la relación que habría
entre el sujeto y lo real. Esta noción de real tiende a definirse como la sustancia viva, ya sea en
relación al individuo viviente o la pulsión.
En ninguno de los dos casos se otorga relevancia a la escritura formal de los matemas, ya sea en
términos generales o a lo específico de la escritura de la fórmula de los discursos, a pesar de utilizar
los matemas del álgebra lacaniana.
Otro de los aspectos recurrentes en las dos posiciones es dar por sentado o señalar puntualmente la
continuidad teórico-conceptual entre las teorías de Freud y de Lacan, decisión que acarrea en
muchos casos el borramiento de la novedad teórica que plantea la enseñanza de Jacques Lacan.
102
Capítulo 4
El marco teórico central en el que se apoyó esta tesis, nacida y perteneciente al campo del
psicoanálisis, es la enseñanza de Jacques Lacan. Si bien, de allí en más, surgió la inevitable
incursión a otros discursos y la necesidad conceptual de ordenar la articulación que dicha enseñanza
propone con la lingüística, la lógica, la matemática, la topología, la física y la filosofía; en la
medida de circunscribir el interés específico, esos campos serán presentados estrictamente en su
punto de diálogo con el psicoanálisis.
De igual manera se procedió con producciones no tomadas por Lacan, ya sea por ser posteriores a
su muerte o porque sencillamente él no las consideró; en cualquiera de los dos casos, se trata de
desarrollos que se encauzan y sostienen desde la lógica que su enseñanza despliega, en lo que se
puede plantear como la potencia de un decir.
De esta primera aproximación a lo más general del marco teórico central, se pasan a localizar
los fundamentos utilizados para establecer la selección, tanto de los recortes conceptuales de la
teoría psicoanalítica, como así también la de los conceptos y recortes teóricos de los otros discursos
involucrados.
Se trata en primera instancia de la construcción del problema que sistematizó la investigación
realizada. Como ya fue mencionado en la Introducción y el 1° capítulo Relevancia del tema, el
dispositivo clínico psicoanalítico es un dispositivo de palabra ordenado como discurso, una vez que
Lacan escribe la fórmula del discurso del psicoanálisis y la derivación de los cuatro discursos,
queda en evidencia que se impone distinguirlo de otros dispositivos de palabra. La distinción será
factible a partir de los elementos propios del campo psicoanalítico en intersección con otros
discursos, conservando el eje del objetivo ético del psicoanálisis; de lo que se deriva que se trata de
un nuevo género de discurso.
Dicho problema teórico, conlleva recuperar la red conceptual en que se sostiene el tema del discurso
en la enseñanza de Lacan y las referencias a otras disciplinas que este autor propone para articular
sus argumentos, conjuntamente con aquellos otros discursos que no han sido tomados por él, pero
se imponen por la relación al problema expuesto; el desarrollo de estos puntos conceptuales son el
eje de este capítulo, quedando para los capítulos 8 y 9 su articulación.
Pasando a la organización específica de este capítulo, se dejan señalados los ítems que lo
componen, en la razón que los justifica.
Se inicia con el esbozo de un marco general, construido a partir de algunos puntos del escrito
“Función y campo de la palabra y del lenguaje” para luego centrar lo que refiere al nudo conceptual
de esta tesis. Para abordar los ejes teóricos centrales que hacen a dicho nudo, la decisión
metodológica es tomar como término central el concepto de significante para desarrollarlo según
tres articulaciones conceptuales específicas de la enseñanza de Lacan, de tal modo que se pone de
relieve el sistema de relaciones con las nociones de estructura; discurso y lingüistería,
considerando que desde esas tres instancias se componen campos teóricos que permiten organizar la
red conceptual que mejor responde a la necesidad de establecer el marco teórico central para esta
tesis.
Se deja indicado que esta organización se basa en un orden de relevancia en un régimen jerárquico
pertinente para los propósitos de este trabajo. Aclarando que dicha desagregación y su consecuente
jerarquización de los términos intenta no contradecir el criterio propio de la enseñanza de Lacan
-dada su posición epistemológica cada término es pensado en red y no vale por sí mismo - por lo
tanto, la modalidad metodológica con la que se opera, apuesta a respetar dicho criterio.
Se abre este capítulo con una breve síntesis conceptual de “Función y campo de la palabra y del
lenguaje en psicoanálisis” al considerarlo un programa de investigación, el que inicia la enseñanza
pública de Jacques Lacan.
Si se acepta esta condición, se puede coincidir en que este escrito dejó establecido un marco
general, del que se recuperan líneas teóricas, conceptuales y fundamentalmente epistemológicas,
que marcaron la dirección y establecieron el dominio para el psicoanálisis en la orientación que
propone Lacan .
En su apertura, según consta en el prefacio, asistimos al pronunciamiento de una postura asumida
frente a la tendencia que anclaba al psicoanálisis a una concepción del “hombre” que lo define en
términos neurobiológicos.
Así, el exergo que oficia de epígrafe al texto, resume y sintetiza al menos tres afirmaciones con
las que Lacan discutirá en su escrito, desarrollando los argumentos que delimitan un campo -del
lenguaje- y una función -de la palabra- en lo que establece como respuesta que funda una nueva
posición para el psicoanálisis:
3) Por último, el hombre es definido, abordado y conocido por una única disciplina, que según ese
criterio, mejor puede devolver la unidad natural a su “objeto” de estudio.
Estas afirmaciones entraman una lógica coherente con los enunciados producidos por la
105
De alguna manera, los tres puntos que Lacan indica en la Introducción como “los problemas
actuales del psicoanálisis” (1987a p.232) señalan la ironía de sus términos, ya que los presenta
enmarcados en “esa literatura que llamamos nuestra actividad científica”. Tanto la “función de lo
imaginario”, como la “noción de las relaciones libidinales de objeto y la “importancia de la
contratransferencia y, correlativamente, de la formación del psicoanalista”, agrupan las tres líneas
principales de la deriva del psicoanálisis.
Junto a su distinción, también señala que confluyen en un rasgo común: el abandono del
“fundamento de la palabra”. Sin embargo, “esa literatura” se trama con palabras, por lo tanto lo que
allí cuestiona es el estatuto que la palabra alcanza en relación al lugar otorgado, en tanto la confina
al territorio de lo “inefable”. (Lacan, J. 1987a p.232).
La respuesta a los problemas diagnosticados será el desarrollo, a lo largo del escrito, de una
idea central, expresada en la siguiente cita:
Afirmamos por nuestra parte que la técnica no puede ser comprendida, ni por consiguiente
correctamente aplicada, si se desconocen los conceptos que la fundan. Nuestra tarea será
demostrar que esos conceptos no toman su pleno sentido sino orientándose en un campo de
lenguaje, sino ordenándose a la función de la palabra. (1987a p. 236)
106
Los argumentos trazados en esa afirmación, sancionan que, en sentido lógico, primero están los
conceptos, por lo tanto una construcción teórica, luego la técnica o la puesta en acción de una
práctica; a su vez, si la orientación está delimitada en y por el campo del lenguaje, nada de lo que
funda el concepto -objeto- sería por fuera de sus límites.
Esto permite desechar cualquier hipótesis que sostenga un objeto extra-lingüístico para el
psicoanálisis, o que la teoría es efecto de la experiencia. El otro resguardo epistemológico esta dado
por la condición que cumple la palabra, cuya función “ordena” el campo semántico en relación al
“pleno sentido”, esto apela a lo que en ese momento para Lacan implica la relación: palabra –
símbolo. Es fundamental tomar en cuenta que, aunque él aún no había desarrollado su teoría sobre
el significante, considera a la palabra como un elemento que opera en una “función”, por lo tanto no
es pensada para el psicoanálisis en términos de la palabra que nombra la “cosa” que la ata a su
consistencia en la evocación.
Este punto es el que se relaciona con el criterio que sostiene para presentar el símbolo, derivado del
griego symbolón. Si la historia del término remite a un objeto que inscribe un pacto, eso es
precisamente lo que Lacan destaca; la marca de la partición representando un acuerdo previo, un
elemento tercero respecto de las dos partes en las que se divide y de los que pactaron, una
abstracción ubicada en el corte mismo.
Esto se articula directamente con el problema de lo inefable, señalado por Lacan al plantear el uso
dado a la palabra; recordemos que “inefable” indica aquello que existiendo per se no puede ser
abordado completamente por las palabras.
Los trazos gruesos aquí expuestos, sólo han sido presentados con el propósito de abrir el campo
que permitirá sostener en su contexto el conjunto conceptual específico para esta tesis.
4.2 Significante
La noción de significante con la que opera Lacan, reconoce su fuente en una tradición que se
remonta a la Grecia de los estoicos, reflejada en el tratamiento de Agustín y vinculada de un modo
más directo con la lingüística del Siglo XX.
Sin embargo alcanza un desarrollo conceptual y específico en su enseñanza en la pertenencia al
campo del psicoanálisis; pertenencia expresada en el plano epistemológico del concepto y sus
107
desarrollos teóricos construidos por una parte, desde la distinción con el significante concebido por
la lingüística y por la otra, en la particularidad de un campo definido por el inconsciente
estructurado como un lenguaje. El recorrido retoma las definiciones canónicas con las que Lacan
presentó el término y las distintas complejidades producidas a partir del análisis de las funciones
con las que opera en su enseñanza.
Es a partir de esas funciones soportadas por el significante que se plantea la propuesta metodológica
de organizar el marco teórico correspondiente a la enseñanza de Lacan a partir de su centralidad,
entendiendo que opera como llave teórica y conceptual para establecer la articulación lógica del
campo discursivo del psicoanálisis.
Para abordar la noción de significante en los términos de este apartado, se toma como referencia
el tratamiento que Lacan realiza en distintos momentos de su enseñanza, sin que esto implique una
condición cronológica, sino que están establecidos según una organización epistemológica y
conceptual.
Las referencias centrales son: el Seminario 3 Las psicosis, clase XIV; Seminario 16 De un Otro al
otro y Seminario 17 El reverso del psicoanálisis, clases I y II, respectivamente; Seminario 20 Aún,
clase 3 y la clase 13 en la versión no establecida (página digital staferla.free.fr y la versión crítica de
Ricardo Rodriguez Ponte), correspondiéndose a las clases II y XI de la edición publicada según el
establecimiento de Jacques-Alain Miller; por último, la clase del 11/12/1973 del Seminario 21 Les
non dupes errent, inédito, en la versión de la página digital staferla.free.fr.
La afirmación planteada en la clase XIV del Seminario 3: “todo verdadero significante es, en
108
tanto tal, un significante que no significa nada” (Lacan, J. 2004 p.264) pone en jaque la formulación
canónica de la lingüística que define como función para el significante la de significar.
De esta afirmación se derivan dos consecuencias fundamentales, una es la que descompone la
totalidad del signo, ya que si se sostiene que el signo es una unidad compuesta por el significante y
el significado, el significante será el elemento que apunta al significado y necesariamente su
función será significar. Sin embargo, al cuestionar esta construcción, rescatando al significante en la
articulación a otro significante, habilita otra lógica para pensar la relación: lenguaje – sujeto –
objeto.
La otra consecuencia, derivada de esto, es una nueva perspectiva sobre el tema de la comunicación,
tal como se desarrolla más adelante al analizar el tema del mensaje.
La afirmación que abre este apartado sintetiza los principales criterios de la posición teórica
asumida por Lacan respecto de la operatividad del significante en el psicoanálisis, partiendo de la
relación al lenguaje, el sujeto y el objeto, como así también de su participación en el campo de la
ciencia.
La primera condición epistemológica insoslayable es la relación: significante – estructura, señalada
por Lacan como indisociable.
La noción de estructura merece de por sí que le prestemos atención. Tal como la hacemos
jugar eficazmente en análisis, implica cierto número de coordenadas, y la noción misma de
coordenadas forma parte de ella. La estructura es primero un grupo de elementos que
forman un conjunto co-variante. […] A fin de cuentas, al examinarlas de cerca, la noción de
estructura y la de significante se presentan como inseparables. De hecho, cuando analizamos
una estructura, se trata siempre, al menos idealmente, del significante. (2004 p.261) (El
subrayado es nuestro)
Uno de los puntos relevantes en esta cita, es que para pensar el lugar del psicoanálisis en la
ciencia abandona la modalidad tradicional de una división marcada por un objeto de estudio, que
por su condición designa y determina el dominio que abarca -tal el caso de naturales o humanas. La
introducción de la estructura como nuevo parámetro descompone las categorías canónicas y
reformula la condición de pertenencia.
Instalados estos ejes temáticos y la enumeración de algunas de sus consecuencias, habrá que
detenerse específicamente en las particularidades de la noción de estructura, para avanzar luego
109
La noción de conjunto permite trabajar con “una colección de elementos” que sólo necesitan ser
enunciados o definidos, sin necesidad de hacerlos corresponder con algún tipo de referente real.
Otra de las condiciones fundamentales para articular con la particularidad del hablanser,iii es la
posibilidad de operar con una idea de totalidad que implique: “todo” y “no-todo” a la vez, lo que
habilita una noción de estructura coherente con la práctica de la palabra en psicoanálisis.
La fundamentación de este argumento se construye a partir de la lógica que asiste a la noción de
conjunto en matemática, tal como lo muestra el surgimiento de diversas paradojas matemáticas en
cuanto se consideran los efectos de pensar una totalidad completa. En este sentido, desde la
paradoja de Cantor -del conjunto de todos los conjuntos-, hasta la más conocida paradoja de Russell
-del conjunto de todos los conjuntos que no son elementos de sí mismos-, queda expresado el
inevitable surgimiento de paradojas si el conjunto es considerado un todo completo (Eidelsztein, A.
2001 p.49).
Es importante advertir la relación intrínseca entre la lógica y la teoría matemática de conjuntos, que
para el interés de esta tesis se puede recuperar en su relación al lenguaje; si “la colección de
elementos” que definen un conjunto lo es por el sólo efecto de ser enunciado, prescindiendo de
cualquier referente real, el enunciado produce un conjunto que se constituye en el “objeto”. A su
vez, a partir de las paradojas, queda en evidencia -lógica- que lo que puede ser enunciado está
afectado por cierta regulación.
A partir de estos fundamentos, se puede establecer la relación de interés con el psicoanálisis, según
se lee en la siguiente cita:
misma la falta, lo que Lacan designa mediante la expresión “tesoro del significante”.
( Eidelsztein, A. 2001 p.50)
Para hacer más explícitas las dos categorías que se definen en la cita, se agrega que “la batería”
es un agrupamiento que está completo según se defina la cantidad de los elementos que la
componen, por ejemplo una batería de cocina de 6 piezas, estará tan completa como una de 24.
En el caso de la noción de “tesoro”, habrá que pensarlo en dos sentidos; por una parte para que se
considere un tesoro en términos de acumulación de algo valioso, es condición que al menos uno de
sus elementos no sea parte de dicha acumulación. Pensemos en que si alguien poseyera todo el oro
del mundo, el oro perdería su valor de cambio y referencia.
En el otro sentido, se trata de la coincidencia del nombre del lugar -tesoro- en el que se guarda; por
ejemplo el tesoro en los bancos.
Resta situar la noción de co-variancia, que tal como se anticipó, es el otro término necesario
para abordar la idea de estructura con la que trabaja el psicoanálisis, en tanto “conjunto de
elementos co-variantes”.
Este término de la lengua francesa -no existe en español- se deriva de covariation que quiere decir:
cambio que coincide con otro. El sentido que le otorga Lacan es el de caracterizar a los elementos
en su sistema de relaciones, lo que implica que no tienen valor cada uno en sí mismos y que no son
lo que aparentan ser, siendo en todo caso cada uno “un lugar vacío en el sistema de relaciones que
mantiene con todos los otros. Su valor dependerá de la co-variancia, ya que no posee una relación
fija con ningún otro elemento del sistema o fuera de él” (2001 p.51).
La co-variancia es una condición que establece la diferencia entre lo que se define como estructura
y cualquier otra forma o modalidad de organizar agrupamientos y sistemas de elementos, dado que
en la estructura así caracterizada, el cambio de un elemento implica necesariamente el cambio de
todos los otros.
Las condiciones hasta aquí desarrolladas, dan cuenta de que el lenguaje es la estructura,
operando bajo las leyes de combinación y sustitución, en la diacronía y la sincronía tal como
Lacan lo toma de los argumentos de Roman Jakobson, según lo presentado en el capítulo 2, punto
2.3.1 de esta tesis.
En relación directa con estas leyes, él especifica los términos que participan de la relación lenguaje-
inconciente, incorporando desde la retórica las nociones de metáfora y metonimia, “dicho de otra
manera los efectos de sustitución y de combinación del significante en las dimensiones
111
Según lo planteado, se puede sintetizar que la letra es el elemento articulador del significante
-en tanto negatividad que implica “no ser todos los otros”- y los efectos del juego significante, que
siempre implicaran una posición interpretativa de lectura.
Avanzando en esta línea, la localización que habilita la lectura, está indicando necesariamente que
dicha lectura está operando en la relación a una escritura. Ingresar a las condiciones de la escritura
en el contexto del discurso del psicoanálisis implica revisar el otro plano de articulación entre
significante y letra, señalado como b) en párrafos precedentes:
enseñanza de Lacan (desarrollado en el capítulo 8 de esta tesis), en este apartado se aborda el plano
en que la letra es un elemento fundamental para pensar las condiciones de lo que se designa como
escritura en el discurso del psicoanálisis.
Partimos de una cita de Lacan: “Todo lo que está escrito parte del hecho de que será siempre
imposible escribir como tal la relación sexual. A eso se debe que haya cierto efecto de discurso que
se llama escritura.”(Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973]p.20)
La idea que surge de esta cita es la posibilidad de leer la noción de escritura como un eje que ordena
dos campos, por una parte que la escritura sea “cierto efecto de discurso” y por la otra su relación a
lo imposible, que al ser planteado en términos lógicos-matemáticos, habilita la escritura formalizada
que en el uso de letras -tal el caso del álgebra lacaniano- se exime del sentido que inevitablemente
conlleva el significante.
De este hecho, que el significante no pueda definirse sino justamente de no ser todos los
otros significantes, depende esta dimensión, igualmente verdadera, de que no podría ser él
mismo. No es suficiente con adelantarlo así de esta manera opaca, justamente porque ella
sorprende, zozobra, esta creencia suspendida al hecho de que está ahí el verdadero soporte
de la identidad, es necesario hacerlo sentir.
¿Qué es un significante?
Si todo el mundo, y no solamente los lógicos, hablan de a cuando se trata de a es a no es por
azar. Es porque para soportar lo que se designa, es necesario una letra. Pienso que ustedes
me lo acordarán, pero no consideraré este salto como decisivo hasta que mi discurso no lo
recorte, no lo demuestre de una manera suficientemente sobreabundante, como para que se
convenzan; y estarán tanto más convencidos cuanto que voy a tratar de mostrarles en la letra
justamente esta esencia del significante, por donde él se distingue del signo. (Rodriguez
Ponte, R. s/f [1972-1973] pp.10-11)
lo que agrega Lacan en esta cita es que justamente se trata de una letra la que permite esa maniobra.
No se confunde el algo con la letra, sino que se lo considera el producto de la relación letra-
significante; a lo que se agrega, que no se trata de algo previo a esta articulación; una forma de
definirlo es que la designación es la relación entre símbolos y constructos.
Para cerrar este punto, se retoma de la cita el “designar”, como una construcción que se distingue
del “significar”, función cuestionada por Lacan como ya se anticipó y que a continuación se
desarrollarán sus argumentos, siempre en la relación: significante estructura.
Como otra de las consecuencias del criterio que sostiene a la estructura y el significante en una
relación indisociable, es la posibilidad de ubicar la posición del psicoanálisis en el campo de la
ciencia en coherencia con el cuestionamiento a la función de significar del significante.
Lacan plantea de modo categórico que:
Nos situamos en un campo distinto al de las ciencias naturales, y como saben, decir que es el
de las ciencias humanas no basta. […] ¿En qué medida debemos tender hacia los ideales de
las ciencias de la naturaleza, me refiero a la forma en que se han desarrollado para nosotros,
esto es, a la física ante la cual estamos? Pues bien, en relación a las definiciones esas de
significante y estructura es que se puede trazar la frontera adecuada.” (Lacan, J. 2004
pp.262-263)
Si partimos de considerar el lugar del significante en el orden de las ciencias naturales, la física,
Lacan afirma que nadie en la naturaleza “se sirve del significante para significar” (Lacan, J. 2004 p.
263) en todo caso, la formulación de una ley natural es despejar una fórmula insignificante.
Sin embargo, agrega que en la naturaleza tenemos que encontrar el significante que buscamos, de
otro modo no se hallaría nada. Esta afirmación pone de manifiesto que no se trata de cosas con
entidad en sí mismas que pululan en la naturaleza aguardando que alguien las “signifique”
valiéndose del significante; esa concepción se llama signatura rerum, que en última instancia
conduce a localizar la voz de Dios que habla en los fenómenos naturales en su propia lengua.
Contrariamente a esta idea, de corte místico, o al régimen de la física antigua, la física moderna a
grandes rasgos y fundamentalmente con Einstein, presenta la “insignificancia” bajo la modalidad de
la escritura de fórmulas, que a su vez, habrá que detenerse a considerar que las relaciones que estas
fórmulas prescriben no tienen “la menor significación”, por lo tanto son “un puro significante”
(Lacan, J. 2004 p.263).
Esto tampoco quiere decir que en la ciencia se llegue a la máxima reducción de toda significación,
114
ya que la formulación de un sistema significante puede fundar una significación: “que hay uno, un
umwelt” (Lacan, J. 2004 p.263). Si se traduce el término umwelt como medio ambiente, en tanto
régimen cerrado que por una parte hace un todo, pero que ese todo se lee como “uno”, es lo que le
permite a Lacan plantear que: “la física implica la conjunción mínima de los dos siguientes
significantes: el uno y el todo -que todas las cosas son una o que el uno es todas las cosas. (Lacan, J.
2004 p. 263).
Por otra parte, aun cuando en la ciencia se plantean estos significantes -el uno y el todo- en su
máxima reducción, es un error suponer que están dados y que por la vía empírica se los descubriría
como acto de conocimiento; el argumento ofrecido por Lacan es que “ninguna teoría empírica es
capaz de dar cuenta de la mera existencia de los primeros números enteros” (Lacan, J. 2004 pp. 263
y 264)
La idea que él discute es aquella que confina al significante a la función de significar, restando de
ese modo su potencia, fundamentalmente cuando se lo aprecia en el campo subjetivo; mención que
hace necesaria una fuerte distinción con el uso frecuente que inscribe a lo subjetivo como la
oposición a objetivo. Esta idea coloca al sujeto del lado de quien habla y por lo tanto cargando con
lo ilusorio y fallido en su aproximación a una “realidad objetiva”; en este sentido, se hace
imprescindible ubicar al sujeto en lo real, definido por su condición de valerse del juego
significante, en tanto no será para significar algo, sino “para engañar acerca de lo que ha de ser
significado […] Lo subjetivo es para nosotros lo que distingue el campo de la ciencia en que se basa
el psicoanálisis, del campo de la física” (Lacan, J. 2004 p.266).
Otro de los aspectos que desarrolla en esta clase, es el que interroga la idea de comunicación a
partir de su conceptualización del significante, complejizando y poniendo en cuestión los términos
asociados al circuito comunicacional básico.
Su cuestionamiento confronta con teorías que definen como comunicación la operatividad de un
circuito de retroalimentación; un ejemplo de esto es el funcionamiento en el organismo biológico de
las hormonas, que funcionan como “mensaje” segregado por un órgano y que llega a otro órgano
generando una respuesta.
Lacan pone en tela de juicio que se pueda hacer equivaler esta secreción con mensaje y que la
“respuesta” orgánica cierre un proceso de comunicación; él indica que si bien, el retorno de algo
registrado en algún lugar genera una operación regulatoria que puede ser designada como respuesta,
esto sólo indicaría el comienzo de la comunicación.
Pero este inicio definido en la auto-regulación implica un nivel que no incluye al significante; para
115
aislar su funcionamiento es necesario que cuando llegue el mensaje, el receptor más que evidenciar
el efecto de su contenido, tome registro y de constancia del mensaje mismo.
Su planteo es que en ese punto de registro del mensaje se establece la existencia del significante en
su articulación a la subjetividad; dicho a su manera: “El acuse de recibo es lo esencial de la
comunicación en tanto ella es, no significativa, sino significante”. (Lacan, J. 2004 p. 269).
La cita precedente pone de relieve que la lógica de un sistema de auto-regulación como el
ejemplificado con las hormonas, trabaja en el registro del todo o nada, aun si existe algún umbral
que marca los niveles de tolerancia; en ese sentido, algo es significante no como “todo” o “nada”,
sino que si algo constituye un todo -tal el caso del signo- sólo está para no significar nada. Es a
partir de esta concepción que es posible pensar el orden significante, distinguiéndose del orden de la
significación. (Idem)
A lo expuesto -según los desarrollos de la clase de referencia del Seminario 3- resulta oportuno
agregar una idea, presente en el escrito “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde
Freud” (1987b). Es la que afirma que el significante se sostiene en el criterio de una teoría del
lenguaje que renuncia a la manera tradicional de plantearlo como instrumento expresivo que
siempre remite a un objeto exterior y preexistente a él. Esta posición teórica ubica la significación
como una propiedad del significante que afecta al objeto concebido como referente ajeno a su
campo, anclando el significante a un significado que tiende a coincidir con dicha referencia
extralingüística. En el escrito se lee la argumentación que responde a esta teoría, en una evidente
oposición:
Con la segunda propiedad del significante de componerse según las leyes de un orden
cerrado, se afirma la necesidad del substrato topológico del que da una aproximación el
término de cadena significante que yo utilizo ordinariamente: anillos cuyo collar se sella en
el anillo de otro collar hecho de anillos. (1987b p.481)
Sin lugar a dudas, la condición de cadena propuesta en los términos topológicos enunciados,
despeja el problema de la linealidad en la sucesión de significantes que tiende al infinito, ya que se
corresponde con un orden cerrado en el que la estructura significante se encadena y se sella. Esta
concepción de la espacialidad no parece entrar en conflicto con lo desarrollado hasta este punto, es
más, se ajusta coherentemente con la noción temporal de la retroacción planteada en el efecto del
bucle significante.
Sin embargo, en la clase del 11 de diciembre de 1973, correspondiente al dictado del seminario
número 21 de Jacques Lacan, él afirma lo siguiente:
...el lenguaje es un efecto de lo siguiente: de que hay significante Uno. Pero el saber no es la
misma cosa. El saber es la consecuencia de que hay otro. Con lo cual hacen dos, en
apariencia. Porque este segundo obtiene su estatuto, justamente, del hecho de que:
- no tiene ninguna relación con el primero- de que no forman cadena
Aún cuando yo he dicho, en alguna parte, en mis plumiferajes, los primeros, Función y
Campo, eso no era tan boludo. […] Es un error, porque para descifrar , fue preciso que yo
hiciese algunas tentativas […] Descifrar. Es decir, sustituir el otro significante por el
significante Uno. Aquél no da dos sino porque ustedes le agregan el descifrado. Lo que
enseguida permite contar tres. (staferla.free.fr. S/21 p.22) Traducción personal
117
Lo primero que se debe anticipar es que como se trata de un material inédito, la única fuente
utilizada es la versión de la página de internet staferla.free.fr., por lo tanto la traducción es personal,
no establecida y forma parte de la propuesta metodológica de trabajar con la fuente en su idioma
original.
Lo segundo, es señalar que hay un error en el recuerdo de Lacan respecto del texto en el que plantea
la cadena significante, no se trata de “Función y Campo de la palabra y el lenguaje” como dice la
cita, sino de “La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud”.
Si bien, como ya se anticipó, el desarrollo minucioso de este tema no será parte de este item, es
necesario introducir cierto contexto para entender a qué alude Lacan en esta cita.
Está presentando el nudo borromeo en el marco de un nuevo seminario al que designa Les non
dupes errent, que en la lectura ajustada a la ortografía de su escritura se lee: Los no incautos yerran;
sin embargo, él alude al juego de homofonías que permiten escuchar el título bajo otro sentido: Los
nombres del padre. Este contraste posible entre la ortografía y los sentidos que se abren en lo que
puede escucharse, le permiten introducir la complejidad de la relación entre: saber, sentido,
temporalidad, enigma y comprensión, con los tres registros: imaginario, simbólico y real.
El punto de interés surge en que los plantea -los tres registros- como dimensiones, apoyado en el
campo de la matemática, específicamente en relación al espacio vectorial. A partir de estos trazos
gruesos que se señalan, se puede sostener como idea que Lacan está avanzando en relación a una
reconsideración de la eficacia del significante bajo cierta concepción de la estructura. En esa
dirección, presenta las dimensiones imaginario, simbólico y real, como las tres del espacio que
habita el hablante; las que serán referidas a su neologismo dit-mansions, traducible como “dicho-
casa”. Sin embargo esa fórmula casi literal no alcanza a poner de relieve lo que el neologismo
puede expresar; se toma una cita del libro de Alfredo Eidelsztein Otro Lacan. Estudio crítico sobre
los fundamentos del psicoanálisis lacaniano, que lo especifica: “Confundimos las dimensiones
matemáticas con nuestra intuición espacial, tal es el motivo por el cual Lacan nos propone su crítica
mediante: dit-mensión, dit-mansion y dit-mention.” (Eidelsztein, A. 2015 p.403).
De tal modo que, si se trata de un espacio vectorial y este se corresponde al régimen del álgebra
abstracta, las dimensiones aludidas por Lacan no están proponiendo como cuestionamiento a “la
cadena” significante, la ausencia de una tercera dimensión que tiene volumen en el espacio definido
por Euclides.
El señalamiento que se lee en la cita de referencia alude a un tercer término -el que ya no permite
contar dos aunque los significantes en juego sean el Uno y el otro- que entrará en juego cuando se
incluye el “desciframiento”, el que en última instancia llevará a la necesidad de trabajar con las tres
118
Presentados los dos argumentos, se puede considerar que uno no deshecha al otro, dado que
siguen perteneciendo al mismo campo epistemológico, permitiendo articulaciones novedosas entre
ellos.
Un tema que ha quedado enunciado en los desarrollos precedentes, apoyados en la clase XIV
del Seminario 3, es la articulación: significante - sujeto; será a partir de la segunda referencia
propuesta, la clase 2 del Seminario 17, que se abordará dicha articulación.
Para abrir este tramo, se parte de una serie de indicaciones ajustadas y precisas que Lacan plantea
en la clase de referencia, recordando que estos desarrollos se localizan en el marco de la
formalización lógico matemática del discurso del psicoanálisis; con los cuatro discursos escritos en
el pizarrón, él dice a su auditorio:
Estas cuatro fórmulas son útiles para tenerlas aquí de referencia. Los que asistieron a mi
primer seminario pudieron oír el recordatorio de la fórmula de que el significante, a
diferencia del signo, es lo que representa a un sujeto para otro significante. Dado que no se
dice en ninguna parte que el otro significante sepa del asunto, está claro que no se trata de
representación, sino de representante.
Por medio de esto creí poder ilustrar, ese mismo día, lo que llamé el discurso del amo.
(Lacan, J. 1992 p. 29)
Se señalan y resaltan de la cita precedente dos aspectos, uno es el que distingue entre
representante y representación, vinculando el primer término con la lógica del significante y el
119
A partir de esta sanción, habrá que recuperar la idea fundamental; la representación se produce
por la existencia del significante en su formulación de ser lo que representa a un sujeto para otro
significante; de lo que se deduce que el psicoanalista en su función sostiene esta fórmula.
A su vez, es necesario retomar desde la fórmula ya trabajada, lo que Lacan propone como el
“corolario” que se deduce de ella: “el significante no se significa a sí mismo” (Idem); este corolario
pone en cuestión la posibilidad del sí mismo, hecho que afecta directamente a la idea de identidad,
en términos de lo idéntico consigo mismo. Al respecto señala que el significante es opaco,
condición que refuerza la imposibilidad de saber; aun cuando la fórmula remite al otro significante
-que sería el que sabe- resulta que “no tiene cabeza, es un significante” (Idem) de lo que se concluye
que ninguno sabe. Respecto de lo que no se sabe, anticipando lo que será desarrollado más adelante,
se puede plantear que es lo que refiere a lo que hace causa en el discurso.
En esta lógica, queda en evidencia la determinación del significante sobre el sujeto, causa que
inscribe la falta, la falta-en-ser que afecta al sujeto que, se debe insistir, es producto del significante,
lo que explica la afirmación que establece que el sujeto apenas surgir con el primer significante ya
se extingue en el segundo.
Este desarrollo permite concluir que antes del significante no hay sujeto posible, por lo tanto la
relación entre significante y sujeto no es del orden de una representación, ya que implicaría una
existencia previa, sino de representante. A su vez, esto debe articularse necesariamente al problema
del saber, como fue señalado anteriormente, ya que la representación sólo puede plantearse respecto
de una instancia -que sabe- para la que resulte identificable y por lo tanto conocido, aquello re-
presentado; sólo con leer “re-presentado” se advierte que se vuelve sobre algo que ya estuvo
121
presente.
Retomando la diferencia entre representación y representante, para concluir este punto, se dirá
que no sólo permite distinguir al significante del signo, sino que además, se afirma el estatuto del
saber en juego para el psicoanálisis:
“Lo que descubrimos en la menor experiencia del psicoanálisis es ciertamente del orden del
saber y no del conocimiento o de la representación. […] Se trata precisamente de algo que
une a un significante ¨ con otro significante © en una relación de razón. Sin embargo, la
base donde se apoya lo que se sabe, lo que se articula tranquilamente como un pequeño amo,
como yo (moi), como quien sabe un montón, está en esta relación, y precisamente en la
medida que no se sabe. (Lacan, J. 1992 p.30)
Es entonces que se trata de un campo de saber que opera con un no saber, pero este no saber es
una posición estructural epistémica de esa instancia de saber, no se trata de contenidos pre
existentes que aguardan el momento de salir a la luz.
Si bien desde los inicios de la enseñanza de J. Lacan el diálogo con la lingüística en general
siempre estuvo presente, es necesario destacar que una de las referencias fundamentales está
apoyada en el trabajo de Jakobson; dato que permite constatar, junto con su elección de la línea
teórica de ese campo, la crítica a ciertos aspectos de la posición epistemológica sostenidos por
Saussure.
Sin embargo, también se impone para el psicoanálisis trazar las especificidades de su campo y
ubicar el punto de inflexión en el que se desprende de las concepciones propias de la lingüística. Tal
es así, que en la clase 3 del seminario de referencia, introduce el término lingüistería como
delimitación de la relación entre lenguaje e inconsciente; aunque es importante aclarar que no se
122
trata de la desestimación de la lingüística, dado que se distingue de la lingüistería no tanto por sus
dichos -que en muchos casos siguen siendo compartidos- sino por el decir.
En esta instancia se hace necesario introducir el contexto teórico en el que se plantea la dupla:
dicho-decir, ya que se desprende de su uso coloquial para adquirir un valor específico en el marco
del discurso del psicoanálisis establecido.
Si bien este tema será ampliado y debidamente articulado en los capítulos 8 y 9, se adelanta la idea
que relaciona al dicho y al decir como términos conceptuales propios de la producción de los cuatro
discursos.
Retomando entonces los puntos compartidos entre los dos campos -lingüística y lingüistería- que se
establecen como los dichos, estos se producen en la operatividad de las leyes del lenguaje y las
formas gramaticales, semánticas y léxicas presentes en la lengua.
Pero es el decir, articulado desde la fórmula del discurso del psicoanálisis que escribe una lógica y
una topología que no es deudora de la lingüística, porque esos mismos dichos tendrán otras
consecuencias, ya no ligadas al conocimiento de la lengua o el plano estético sino consecuencias
directamente ligadas a la clínica psicoanalítica y su relación a la ética.
En esta línea teórica, la lógica que se lee desde la dupla: decir-dicho en la lingüistería, permite
volver a pensar el lugar del enunciado-enunciación, que no será en oposición, sino desbaratado en
sus consecuencias desde el decir del discurso del psicoanálisis y, si desde la lingüística queda al
servicio de la comunicación, para la lingüistería permite situar la operación de lalangue
-neologismo planteado por Lacan que se tradujo como lalengua- en relación al inconsciente
estructurado como un lenguaje.
Esta primera aproximación parece evidenciar que en esta instancia Lacan alude lisa y
llanamente a lo que deberíamos desestimar por intrascendente; sin embargo se puede leer en la clase
del 9/1/1973 del seminario de referencia: “la dimensión de la tontería (bêtise) en el discurso
corriente no llega lejos” (Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973] clase 4 p.3)
Esta indicación permite pensar que se trata del lugar diferente -respecto del discurso corriente- que
ocupa un término en el discurso del psicoanálisis y las consecuencias que produce.
En esa pertenencia, la tontería es planteada como una dimensión del significante y la función
asociada a la sustanciación; para abordarlo tomo una cita de la clase del 19/12/1972:
“La cuestión es lo que el discurso analítico introduce por un adjetivo sustantivado, ¿no es
cierto?, en la tontería, en tanto que es una dimensión, en ejercicio, del significante. Ahí, es
preciso examinar eso más de cerca. Pues, después de todo, desde que se sustantiza, es para
suponer una sustancia”. (Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973] clase 3 p.16)
Como ejemplo, Lacan alude a la “redondez” que se extrae de lo redondo. Este caso es uno de los
tantos posibles de los designados como formas sustantivas, idea que retoma de la presentación de
Récanati en la clase anterior, dictada por el invitado en el seminario de referencia, sobre la “La
lógica de Port Royal”.
Sin abrir en extenso la cuestión, sólo se menciona que la articulación en esa intervención de
Récanati transita sobre la predicación, la sustancia y el ser. La sustancia soporta el predicado, pero
la sustancia falta, por lo tanto el predicado es un efecto de falta, una envoltura de la falta, de la falta
en ser.
Es a partir de estos casos que se puede avanzar sobre la tontería, dado que no se trata de “una
categoría semántica” -esto refiere al significado o al sentido- sino a “un modo de colectivizar el
significante”. Colectivizar sería una manera de aproximar esa función del significante a una
predicación, aquella que permite suponer una sustancia (Idem).
A partir de esto, se puede plantear que la tontería, como una dimensión del significante, sitúa la
124
suposición de sustancia articulada en el discurso, vía por la que se piensa el problema del ser en la
enseñanza de Lacan.
A su vez, surge otra línea argumentativa para articular a una función del significante el tema del
ser y el sujeto, siempre en el contexto de la lingüistería y, en este caso, a lalengua; se trata del
signo, propuesto por Lacan como una función del significante.
Se parte de una cita de la clase del 26/6/1973 del seminario 20, según la versión crítica de
Rodriguez Ponte:
Hago observar que el inconsciente, yo no entro allí, como Newton, sin hipótesis: la hipótesis
de que el individuo que está afectado por él, por el inconsciente, es el mismo que constituye
lo que yo llamo el sujeto de un significante, lo que yo enuncio bajo esta fórmula mínima de
que un significante representa un sujeto para otro significante. Yo reduzco, dicho de otro
modo, la hipótesis, según la fórmula misma que la sustantifica, a esto: que la hipótesis es
necesaria al funcionamiento de lalengua. Decir que hay un sujeto no es otra cosa que decir
que hay hipótesis.
La única prueba que tengamos al respecto es esto: que el sujeto se confunde con esta
hipótesis, y que sea el individuo, el individuo hablante quien lo soporte, es que el
significante se convierte en signo. El significante en sí mismo no es otra cosa definible que
una diferencia con otro significante. Es la introducción, como tal, de la diferencia en el
campo la que permite extraer de lalengua lo que es propio del significante. (Rodriguez
Ponte, R. s/f [1972-1973] clase 13 p.9)
Esta cita puede constituir una fuente de equívocos si se desconoce el contexto de la red
conceptual articulada en la clase y el seminario en general, en definitiva, lo que permite un método
adecuado para validar el establecimiento de un texto. En ese sentido, el término a considerar como
orientación es: hipótesis, en la medida que especifica la posición teórica que anticipa lógicamente el
estatuto del conjunto de los términos involucrados. De tal modo que “el individuo que está afectado
por el inconsciente” es una hipótesis o, lo que es equivalente, se trata de suponer categorías
conceptuales que fundan existencia. Esto se confirma en la reiteración del supuesto o hipótesis
como antecedente lógico a todo lo que se enuncia, que en ese hecho discursivo que es la fórmula, la
sustantifica -a la hipótesis-.
Bajo esta línea conceptual habrá que pensar lalengua, aquí con el agregado de presentar en el
mismo rango la hipótesis y el sujeto, condición necesaria para su funcionamiento.
125
En este punto, habrá que recuperar el lugar conceptual en el que se localiza lalengua, en tanto
articula: sujeto, inconsciente y significante en su posibilidad de convertirse en signo.
Como primer deslinde hay que ordenar los campos discursivos; si la lengua o habla se corresponde
con la lingüística, lalengua pertenece a la lingüistería. Esta distinción, si bien conserva la
equiparación entre los dos términos -lengua y lalengua- en tanto definen la condición
particularizada del habla, se funda en el destino previsto para lengua en el campo de la lingüística, a
saber que su fin es la comunicación.
Lalengua es presentada en relación al inconsciente estructurado como un lenguaje, por lo tanto
desde el decir, en la pertenencia al discurso del psicoanálisis.
Partiendo de esta especificación, se avanza con otra cita en continuidad con la anterior:
Pero es a partir de ahí, y porque hay inconsciente -a saber, lalengua en tanto que es por
cohabitación con ella que se define un ser llamado el ser hablante- que el significante
puede estar llamado a hacer signo -y entiendan este signo [signe] como lo entien...,
como les guste […] El significante, si de un sujeto en tanto que significante constituye
el soporte formal, alcanza algo diferente en tanto que lo afecta. Un otro [Un autre], un
otro que lo que es muy simplemente, él, como significante -un otro hecho sujeto o al
menos pasa por serlo. Es en esto que es, y solamente para el ser hablante, que resulta ser
como ente, es decir algo cuyo ser está siempre en otra parte, como lo muestra el
predicado. El sujeto no es nunca más que puntual y evanescente. No es sujeto más que
por un significante, y para otro significante. (Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973] clase
13 p.9)
Si se articula lo ya presentado con esta cita, se advierte que la línea teórica sigue en la misma
dirección; siempre es el antecedente lógico del significante el que abre la posibilidad de pensar
cosas tales como “ser hablante” o “signo”.
Para pensar la cuestión del “ser hablante” primero, y luego el tema del “signo”, habrá que orientarse
en el primer párrafo de la cita que pone en relación: inconsciente, lalengua, ser hablante y signo.
Si se presta atención a la modulación que introduce lalengua respecto del inconsciente estructurado
como un lenguaje, se hace posible establecer que una pura abstracción o algo siempre hipotético
como es el lenguaje, realiza su existencia en la puesta en acto del habla, evidenciándose como
sistema articulado; desde el discurso del psicoanálisis este acto es lalengua.
A su vez, para avanzar sobre el alcance de este término, se hace necesario introducir parte de un
desarrollo que se abre al inicio de la clase de referencia y unos párrafos más adelante de la cita
126
A partir de lo dicho y desde la puesta en forma del discurso de la filosofía, Lacan recupera la
afirmación aristotélica que establece la definición del individuo como un cuerpo, en tanto se
mantiene como Uno y será desde el individuo que se funda el ser.
De esta lógica se desprende que si hay un saber como enigma, este apunta al problema de cómo ese
individuo, Uno, se reproduce; una línea es plantear que el cuerpo, en la medida de articular en su
existencia el ser Uno, pasa a ser el artífice del saber del Uno. Sin embargo, en la otra lógica, la que
se despliega en la enseñanza de Lacan, el saber del Uno proviene del significante Uno, no del
cuerpo.
El significante Uno puede pensarse como efecto de que el significante siempre es uno entre otros, la
pura diferencia con los otros; sin embargo, hace falta decir hay Uno para localizar la articulación
significante que hace posible que de uno entre otros “se levante” ¨un enjambre -essaim- de
significantes todos marcados por el Uno.
El ¨ es el que instaura el orden significante, que a su vez es tal por su relación a © -significante que
establece el saber articulado-.
De esta relación ¨¯© surge que el significante como amo es el que asegura la unidad de “la
copulación del sujeto con el saber” (Idem p.12); este es el fundamento de que únicamente en
lalengua -interrogada como lenguaje- se pueda despejar la existencia del elemento, ya que el
significante Uno es el orden significante “en tanto instaura por el envolvimiento por donde toda la
cadena subsiste” (Idem).
Desde esta formulación se retoma la afirmación planteada en la cita respecto de que “el
significante puede estar llamado a hacer signo”, dado que es en la articulación a “un ser llamado ser
127
hablante” que puede generar -como hecho de discurso- la referencia a un cuerpo como unidad.
En esta perspectiva, el signo es una función del significante, en parte articulada a lo expuesto como
la tontería, pero desde la posición teórica asumida por Lacan en los fundamentos epistémicos, habrá
que recordar que él descompone la unidad del signo definido en la composición del significante y el
significado.
4.3 Síntesis del capítulo 4 Marco teórico central: tercera parte del mapa conceptual
El criterio con el que se organiza el mapa conceptual de este capítulo prioriza una lógica, más
que una colección de conceptos más o menos vinculados a la necesidad de esta tesis.
Proponer un marco teórico central, en relación a un autor como Lacan, implica el desafío de escoger
alguna de las formas de armar redes conceptuales, dado que su posición epistemológica renuncia a
estructurar su enseñanza como sistema.
Por lo tanto, el desafío es localizar un eje conceptual que se articule coherentemente con la
interrogación central de la investigación que originó esta tesis.
La elección del significante como noción que recorre la línea argumentativa de los distintos
conceptos necesarios, implicó exponer los temas fundamentales que organizan la red elegida.
B) Fundación del dominio del psicoanálisis en el campo del lenguaje y la función de la palabra.
C) Argumentación sobre la fundación de la práctica del psicoanálisis como efecto de una teoría.
La puntuación de los temas desarrollados perfilan el énfasis dado a la centralidad del significante
en la enseñanza de Lacan, idea que se puede expresar desde la perspectiva lógica en términos de:
“nada habría previo al significante”; aun la misma “nada” sólo se piensa con el significante,
creación ex-nihilo, que no ha sido abordada en este capítulo pero que se hará presente en el ítem
sobre la ética del capítulo 9.
A su vez, el régimen planteado desde esta centralidad evidencia los efectos de la complejización
del concepto de significante en la medida que hay que dar cuenta de la construcción de la idea de
texto que involucra escritura, articulación del enunciado y la enunciación con la dupla del dicho y el
decir a partir de la formalización del discurso y el campo de la lingüistería. Término este último -en
formato neológico- que la misma lógica de la teoría desplegada por Lacan impone en la necesidad
de despejar el acto de habla en lo específico del sujeto del inconciente.
Una de las consecuencias más evidentes a la luz de esta lógica significante es cómo queda
fundamentada la falta-en-ser como respuesta, en oposición, a cualquier forma ontológica, con lo
que esto implica en lo relativo al sujeto que le corresponde al psicoanálisis.
En relación a esta última afirmación, no resulta aventurado proponer que en el tratamiento otorgado
al problema del signo, la sustancialización, el cuerpo, el individuo en las citas del Seminario 20, se
asienta el precedente de lo que en el seminario 22 quedará establecido como el parlêtre, neologismo
129
que, siguiendo los lineamientos propuestos por Alfredo Eidelsztein, en el libro Otro Lacan. Estudio
crítico sobre los fundamentos del psicoanálisis lacaniano, debería traducirse como: hablanser.
130
Capítulo 5
Partiendo de lo antedicho y apoyados en los desarrollos del capítulo 4 “Marco teórico central”
presentado en esta tesis, se propone como herramienta metodológica constituir un término que
permita analizar ordenadamente los elementos conceptuales que sostienen la argumentación de esta
investigación.
Estos elementos se articulan enunciados bajo la siguiente construcción interrogativa: ¿cómo se
articula el campo del lenguaje en una práctica que se define discursiva?; cuya condición es contar
con un propósito que la orienta, en tanto respuesta a una forma del padecer subjetivo
particularizado. Sobre lo que habrá que destacar que se diferencia de cualquier otra práctica
discursiva por la noción sujeto del inconciente. Esta noción es la que especifica la condición con la
que opera el significante a la luz del discurso psicoanalítico apoyado fundamentalmente en la
función de letra, definida por su estructura localizada en la cadena significante y de soportar la
materialidad del lenguaje en el discurso en acto.
Esta pregunta se configura en la complejidad propia del campo que se intenta acotar; para orientar
la construcción del término operativo que se propone, en su función de límite, se ubicará la pauta en
la enseñanza de Lacan. Se tomará en cuenta lo planteado en las clases del 19 de diciembre de 1972
y del 9 de enero de 1973, correspondientes al Seminario 20 Aún.
Hipótesis principal:
Hipótesis secundaria 1:
A partir del decir de Lacan: “el inconciente está estructurado como un lenguaje” y “el
inconciente es el discurso del Otro”, articulado a la estructura discursiva del dispositivo clínico, se
hace posible plantear que en la enseñanza de Lacan se puede leer una teoría de la enunciación, tal
como la propone en el grafo del deseo: enunciado – enunciación, introduciendo diferencias con el
campo de la lingüística, dada la condición particular enunciativa del inconciente. A su vez, al
formalizar el discurso del psicoanálisis, surge un nuevo régimen enunciativo: dicho – decir. Será a
partir de proponer la explicitación y delimitación del campo de la lingüistería que se plantea la
articulación entre: enunciado – enunciación y dicho – decir.
132
Hipótesis secundaria 2:
Hipótesis secundaria 3:
A partir del discurso del psicoanálisis formalizado se produce la lectura y sanción de la creación
freudiana del psicoanálisis como “un nuevo lazo social”, leído en la lógica de la retroacción del
bucle significante y las vueltas del decir, desde la formalización del discurso del psicoanálisis en la
enseñanza de Jacques Lacan.
133
Capítulo 6
Objetivos
En este capítulo quedarán presentados los objetivos, tanto el principal como aquellos que
ameritan la calificación de específicos.
En este sentido, el principal apunta a establecer el objetivo de máxima, en la intención de abarcar lo
esencial de la idea fundante que orientó la investigación cuyo resultado es la presente tesis.
A su vez, sintetiza el argumento central de lo planteado como novedoso, considerado en el alcance
teórico y ético que definen la práctica del psicoanálisis.
Respecto de los objetivos específicos, se pueden considerar como el desglose de los efectos
puntuales y particularizados que surgen como consecuencia de una propuesta que necesariamente
reformula la posición y el valor de los distintos elementos que participan de ella. En coherencia con
la idea de estructura y la co-variación de los elementos que la integran, junto con la presentación de
los temas organizados como red conceptual, necesariamente si surge una nueva propuesta para leer
e interpretar un aspecto de la teoría, se harán evidentes las variaciones sobre otros puntos ligados a
lo central de la idea. Esto indica que si lo propuesto en esta tesis va en la misma dirección teórica
que la enseñanza de Lacan, lo aportado implica un nuevo término -texto-clínico- que organiza una
nueva forma de armar la red conceptual afectada. Para darle más precisión a lo expuesto, son los
objetivos que ponen de relieve lo novedoso producido en temáticas partícipes de la propuesta
principal.
El objetivo principal de esta tesis es proponer como aporte un paso teórico que opera como otra
vuelta sobre las consecuencias de la formalización del discurso del psicoanálisis. Esto implica en
primera instancia de poner en evidencia que, como consecuencia de la posición epistemológica que
sostiene el despliegue de la enseñanza de Lacan, expresada específicamente en la formalización
lógico matemática del discurso del psicoanálisis, se orienta de manera diferencial, respecto de otras
líneas teóricas dentro del psicoanálisis, la concepción del campo clínico.
Dicho campo, organizado bajo esta estructura -formalizada- particular de discurso, es la condición
134
que se sostiene para establecer en esta tesis que de ella se deriva un nuevo género discursivo, cuya
narrativa textual se distingue de la concepción habitual de narración como mimesis, en tanto la
mimesis implica un referente que preexiste temporalmente a la narración. En el sentido que aquí se
incorpora y desarrolla, este nuevo género texto-clínico opera con la temporalidad de la narrativa
textual, de tal modo que funda y construye la referencia y el referente -de estructura lógica
matemática- en el mismo acto discursivo.
a) Dejar indicado que, al concebir el dispositivo clínico como una estructura discursiva que se
organiza desde una referencia que es lo real lacaniano desde un decir que así lo sanciona,
entendiendo por tal a lo imposible de estatuto lógico matemático, la condición del sujeto que le
corresponde en la narrativa del texto-clínico es la de ser efecto de un discurso, a diferencia de la
narrativa definida por la lingüística que propone al sujeto como soporte del acto de habla.
c) Establecer que la posición ética asumida en la práctica discursiva del psicoanálisis, opera
como valor diferencial respecto de otras prácticas discursivas, dado que otorga el sentido en el que
se dirige el proceso psicoanalítico. De esto se desprende, además, que será desde el campo de la
ética desde donde se puede distinguir el puro efecto de lenguaje de aquel efecto significante
articulado a suponer sujeto, como localización inconciente.
d) Demostrar que la delimitación del campo clínico, como efecto del discurso psicoanalítico
formalizado como estructura lógico matemática, se construye como texto correspondiente al género
texto clínico, entendido en este sentido como una operación de escritura-lectura, tal como la
prescribe la práctica del psicoanálisis.
Capítulo 7
La investigación llevada a cabo para la construcción de esta tesis, se encuadra dentro de las
características de la investigación básica. Por esta razón, el proceso se ha centrado en la
sistematización del estudio y análisis de las fuentes bibliográficas necesarias para desarrollar los
argumentos fundamentales respecto de lo propuesto en las hipótesis de trabajo.
El proceso se organizó a partir de la jerarquización y el consiguiente ordenamiento de los textos,
fundado en el interés de esta investigación. Tomando en cuenta que ya se han desarrollado y
explicitado en los distintos capítulos de esta tesis, la relevancia del tema, el nudo conceptual, el
marco teórico central, las hipótesis de trabajo y los objetivos, se considera que en ellos descansa la
justificación de las elecciones que se enuncian a continuación.
En esta instancia se indica el relevamiento de los textos que resultan centrales como fuente
principal y aquellos otros que se aplican como referencia o para desarrollos puntuales que
especifican los conceptos de interés.
Del conjunto de la obra de Sigmund Freud se tomaron como referencia los siguientes artículos:
El chiste y su relación con el inconciente; El yo y el ello; Más allá del principio del placer; Lo
inconciente; La interpretación de los sueños; El doble sentido antitético de las palabras primitivas.
A su vez, del campo del psicoanálisis, ligado a la orientación en las lecturas e investigación de
los trabajos abordados, se recurrió a las publicaciones del Dr. Alfredo Eidelsztein, tanto en la
137
ampliación bibliográfica de los temas principales, como de las referencias utilizadas. De este último
conjunto: Modelos, Esquemas y Grafos en la enseñanza de Lacan; Las estructuras clínicas a partir
de Lacan. Volumen 1; el artículo: El origen del sujeto en psicoanálisis. Del Big Bang del lenguaje y
el discurso en la causación del sujeto; Otro Lacan. Estudio crítico sobre los fundamentos del
psicoanálisis lacaniano.
Por otra parte, se trabajó con los cursos publicados de Jacques-Alain Miller: La experiencia de lo
real en psicoanálisis y El ultimísimo Lacan. De Isidoro Vegh y otros: Los discursos y la cura. De
Guy Le Gaufey: Anatomía de la tercera persona.
de Thomas Hobbes.
A) Lectura en su lengua original. Es necesario aclarar que en este punto surgió un obstáculo que
fue sorteado incluyendo en el proceso de investigación no solamente la lectura en la lengua original
de los textos establecidos, sino que al encontrar diferencias y discrepancias entre los textos
establecidos y la versión libre publicada en el sitio de internet: staferla.free.fr., se agregó una lectura
crítica.
En ese sentido, al comparar las versiones, surgió la necesidad de ponderar la pertinencia de tomar
en cuenta aquellos desarrollos no incluidos o notablemente modificados en los textos establecidos.
Un caso paradigmático ha sido el del Seminario 20 Encore, en el que se produce una alteración en
la cantidad de clases publicadas; una primera razón es la omisión del registro de la segunda reunión
a cargo de Francois Récanati, invitado por Lacan. A su vez, las dos últimas clases están resumidas
en una clase en la versión establecida.
La modalidad elegida fue trabajar comparativamente con los textos establecidos y publicados y el
sitio de internet ya mencionado; sitio en el que están volcadas las transcripciones de todos los
seminarios dictados por Jacques Lacan, junto con los audios de las clases. Se sumó como
herramienta de consulta el conjunto de traducciones con versión crítica realizadas por el
psicoanalista Ricardo Rodriguez Ponte para circulación interna de la Escuela Freudiana de Buenos
Aires, que generosamente se comparte sin costo alguno con quien lo solicite. Si bien no están
traducidos todos los materiales utilizados, la posibilidad de orientación que brinda su trabajo
riguroso fue de gran ayuda a la hora de decidir por un término u otro.
139
B) Orientación teórica de las propuestas de lectura sobre la enseñanza de Lacan del Dr. Alfredo
Eidelsztein, según consta en sus libros publicados y el conjunto de clases del curso de doctorado “El
Seminario 20 de Jacques Lacan: Aún. El psicoanálisis entre el Otro, el sexo, el amor y el goce".
Una formulación metodológica particular ameritó la construcción del término técnico texto
clínico en su condición de nuevo género discursivo.
Tal como se propuso, este término se establece como efecto de leer en los textos que conforman la
fuente de esta investigación, un conjunto de elementos que se estructuran como una textualidad que
se produce en la práctica discursiva del psicoanálisis. Específicamente, las referencias bibliográficas
para su elaboración y desarrollo, parten fundamentalmente de un conjunto de clases de los
seminarios: 16, 17 y 20 de Jacques Lacan.
Como referencia para abordar las concepciones tradicionales de texto, textualidad, narración y
género discursivo, se trabajó con la primera parte del libro Tiempo y narración tomo I, integrada por
los siguientes capítulos: 1- Aporías de la experiencia del tiempo. El libro XI de las Confesiones de
San Agustín; 2- La construcción de la trama. Una lectura de la Poética de Aristóteles y 3- Tiempo y
narración. La triple “Mimesis”. De Tiempo y narración tomo II, los cuatro capítulos que lo integran:
1- La metamorfosis de la trama; 2- Las restricciones semióticas de la narratividad; 3- Los juegos
con el tiempo y 4- Experiencia ficticia del tiempo.
Además, del libro Los géneros del discurso de Tzvetan Todorov, los siguientes artículos: “Poiética y
poética según Lessing”; “El origen de los géneros”; “Los dos principios del relato”; “La lectura
como construcción”. Por último, se han considerado algunas de las propuestas realizadas por
Roland Barthes en distintos artículos de su libro El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y
la escrtura.
140
Para el caso de esta tesis, el texto-clínico se propone como la singularidad, que al ser suspendido
de su función operativa, será el término analizador de la textualidad que configura al dispositivo
clínico, tornando inteligible la singularidad presente en la práctica discursiva del psicoanálisis. De
esto resulta que en ese movimiento, muestra y funda la singularidad del conjunto al que pertenece,
el que se designa: género discursivo texto-clínico.
A su vez, estas categorías metodológicas son las que hacen posible establecer el género texto-
clínico respecto a los criterios que definen al texto desde las disciplinas ya enumeradas, como un
valor diferencial construido en un sistema de diferencias.
141
Capítulo 8
Este capítulo aborda el desarrollo de los fundamentos teóricos y conceptuales del sistema
argumentativo que sostiene lo propuesto como objetivo para el primero de los dos ejes en los que se
organizó la investigación que concluyó en la presente tesis.
En este sentido, el propósito planteado en esta instancia es presentar los elementos teóricos para
construir el concepto de referencia; esto implica centrar el análisis en la formulación del real en
juego para el psicoanálisis, en tanto se puede afirmar que la referencia es a lo real. Por otra parte,
este recorrido se orienta hacia la formalización del discurso, de lo que deriva el establecimiento del
hecho según lo dicho, condición que plantea la complejización de la noción de referencia, tal como
se articulará en el cierre de este capítulo.
La necesidad teórica de avanzar sobre este término remite a la construcción conceptual del texto-
clínico, en la medida de poder establecer como uno de sus elementos a la referencia. A su vez, en la
lógica del método del paradigma -según Agamben en lo presentado en el capítulo precedente- esto
se analizará en un sistema de diferencias. Dicho sistema de diferencias es el que surge como
conjunto de las concepciones de textualidad en otros discursos, ligadas al dispositivo narrativo
literario, tal como se desarrollará en el siguiente capítulo.
Si tal como se propuso en el capítulo 4, dedicado a situar el marco teórico central que orienta
esta tesis, Jacques Lacan con el escrito “Función y campo de la palabra y el lenguaje en
psicoanálisis” presenta su programa de investigación en psicoanálisis, se abre este apartado desde
143
Al referirse a la relación: concepto / técnica, Lacan establece que serán los conceptos los que
determinan la técnica oficiante de la práctica psicoanalítica y, a su vez “Nuestra tarea será demostrar
que esos conceptos no toman su pleno sentido sino orientándose en un campo de lenguaje, sino
ordenándose a la función de la palabra.” (1987a p.236).
Esta afirmación plantea la necesidad de considerar el alcance de los términos que otorgan el
“sentido pleno” a los conceptos que participan del psicoanálisis en la medida que orientan y
ordenan: campo -del lenguaje- y función -de la palabra.
Si, como ya fue desarrollado en el capítulo 4, proponer el eje del lenguaje y la palabra es la
respuesta al sustancialismo biologicista diagnosticado por Lacan sobre la práctica del psicoanálisis
de ese momento, necesariamente la definición de lenguaje y palabra adquieren un valor conceptual
acorde a su crítica. En ese sentido, una primera lectura puede dar cuenta de un aspecto general, que
pasa por establecer la traza del dominio del psicoanálisis, término entendido a la luz de dos
acepciones dadas por el Diccionario de La Real Academia:
Sin embargo este asunto general que puede resultar neutro y descriptivo, es la introducción a la
posición desde la cual se definen las condiciones del dominio; si para el psicoanálisis se trata del
inconciente, este será la clave que establece un dominio absolutamente novedoso que no retoma la
idea de sujeto definido desde otras disciplinas, sea la biología o alguna ontología. Dicho
explícitamente, el inconciente no es considerado en la enseñanza de Lacan como el epifenómeno de
alguna forma de sujeto establecido desde otros discursos, sea la noción de individuo biológico,
ciudadano político, ser humano de las distintas corrientes filosóficas, etc.
Por otra parte, el estatuto del inconciente es propuesto bajo la condición de estar “estructurado
como un lenguaje”, aspecto que tampoco hace al dominio específico del psicoanálisis subsidiario de
la lingüística, más allá del diálogo establecido en condiciones de paridad. Sobre esta distinción de
dominios, es pertinente recuperar el deslinde que plantea Lacan en la clase del 19/12/72 del
144
seminario 20, cuando establece que, si necesariamente las condiciones del inconciente implicaron la
relación a la lingüística, la estofa del sujeto subvertido y absolutamente novedoso que se supone en
relación al inconciente, marca los límites.
Por lo tanto, establecer un dominio desde esta perspectiva implica calcular bordes y condiciones de
pertenencia que se espacializan desde las legalidades que regulan al lenguaje pensado como una
estructura, que en tanto tal, incluyen como uno de sus elementos al sujeto en los términos recién
señalados, tal como se refiere en el capítulo 4 de esta tesis.
Es bajo esta lógica que se puede leer la noción de campo planteada por Lacan, que a medida que
avanza en el escrito de referencia, dicha noción se articula no solamente a “lenguaje” sino también a
“psicoanálisis”; baste para corroborar esto el título del apartado II: Símbolo y lenguaje como
estructura y límite del campo psicoanalítico, en “Función y campo de la palabra y el lenguaje en
psicoanálisis”.
Se trata de una modalidad en la que campo no es la representación ideal de una instancia previa al
lenguaje mismo y con una existencia de por sí, al modo de la clásica idea de un territorio dado y el
mapa que trata de representarlo en un esfuerzo cartográfico. En todo caso, guarda relación y
coherencia con la noción de lenguaje con la que trabaja Lacan, lenguaje que no es representación de
alguna realidad previa, como tampoco será considerado el instrumento encargado de nominar
entidades destinadas a ser alcanzadas parcialmente por las palabras, desechando por lo tanto
posiciones sustancialistas y empiristas.
A la luz de lo planteado, resulta factible proponer que la idea de campo en juego es la que se
corresponde con la teoría de campos directamente relacionada con la física moderna.
Para justificar esta afirmación, se introduce una síntesis de los argumentos desarrollados por dos
autores fundamentales para contextualizar la posición asumida por Lacan; se trata de Alexandre
Koyré y de Albert Einstein.
En el caso del primero, es indiscutible el lugar que le asignó Lacan para pensar la ciencia en
relación al psicoanálisis, lo que permite plantear que lo sitúa como referente de su posición
epistemológica, al punto de quedar plenamente relacionado con la idea de real definido como “un
imposible de estatuto lógico matemático”, tal como se lee en su enseñanza.
Para dar cuenta de esto, se trae una de las tantas menciones a Koyré; en este caso la que
corresponde al escrito “La ciencia y la verdad”, en el punto en el que se presenta la condición de la
ciencia moderna, ligada fundamentalmente a la física y lo que esto implica para pensar la postura
teórica sobre la noción de sujeto que le compete al psicoanálisis: “Koyré es aquí nuestro guía y es
145
Retomando el punto central de este tramo del capítulo, se sitúa una de las propuesta que
Alexandre Koyré desarrolla en el libro Estudios galileanos (2005) a fin de dar el marco teórico y
epistemológico del momento histórico en el que surge el concepto de campo en la ciencia física.
En el planteo de Koyré queda señalada la transformación intelectual que se produce con “la
revolución científica del siglo XVII”, comparable a la importancia que implicó en su momento la
invención del Cosmos a cargo del pensamiento griego. Sin embargo, lo que podría ser designado
como “ciencia moderna” efecto de la mencionada revolución científica, cede su nombre a la que
Koyré caracteriza como la revolución científica del siglo XX, la física cuántica, proponiendo
entonces designar a la primera como “física clásica” , considerada precuántica.
Más allá de la distinción recién establecida, sobre la que se volverá más adelante, lo que en este
punto interesa señalar son los parámetros que marcan el cambio en el sistema de pensamiento que
implicó el surgimiento de la física clásica, tomando en cuenta las figuras de Descartes y Galileo en
la modificación de dos paradigmas:
Por ello pensamos que la actitud intelectual de la ciencia clásica podría estar caracterizada
por esos dos momentos, por lo demás íntimamente ligados: la geometrización del espacio y
la disolución del Cosmos, es decir, la desaparición, en el interior del razonamiento
científico, de toda consideración a partir del Cosmos; la sustitución del espacio concreto de
la física pregalileana por el espacio abstracto de la geometría euclidiana. (Koyré, A. 2005
p.5)
Para comprender el alcance de esta afirmación, Koyré explica que la clave de este cambio no se
basa en la corrección de teorías equivocadas o insuficientes, lo que se juega es la transformación del
marco de producción de pensamiento, “...trastocar una actitud intelectual, en resumidas cuentas
muy natural, sustituyéndola por otra, que no lo era en absoluto.” (Koyré, A. 2005 p.5)
Esta última afirmación, al incluir la caída de lo “natural” como soporte argumental, aporta la clave
para ponderar los efectos de partir de la geometrización de un espacio que ya no se piensa con la
lógica del Cosmos.
El breve argumento presentado da cuenta de una posición epistémica que coincide con la sumida
por Lacan a lo largo de su enseñanza; posición desde la cual se abordará lo específico de la teoría de
campo en física para fundamentar lo propuesto precedentemente, tal como se anticipó, tomando
146
como referencia la figura de Albert Einstein y lo desarrollado junto con Leopold Infeld en el libro
La física. Aventura del pensamiento
Es a mediados del siglo XIX que los trabajos de Faraday, Maxwell y Hertz, condujeron al
desarrollo de la física moderna con la creación de conceptos nuevos “que constituyen una nueva
imagen de la realidad” (1984 [1959] p.111).
La referencia especial dada por los autores es el concepto de campo, señalado como la invención
más importante desde Newton. El lugar central de este concepto permitió sustentar la idea de que no
son las cargas ni las partículas sino el campo existente entre ellas lo fundamental para pensar los
fenómenos físicos.
Probablemente, la eficacia más notable del concepto de campo se hizo evidente al posibilitar la
formulación de las ecuaciones de Maxwell que permitieron describir la estructura del campo
electromagnético, articulando simultáneamente los fenómenos ópticos y eléctricos; lo que da origen
a su vez, al surgimiento de la teoría de la relatividad.
147
El paso conceptual dado con la teoría de campo, es que se piensa el espacio como una estructura,
dejando de lado la noción de sustancia, idea que es esencial a la interpretación mecánica; ya no es el
punto de vista mecánico sino el nuevo lenguaje del campo.
De la breve síntesis expuesta sobre la teoría del campo, surgen los ejes centrales para pensar los
fundamentos teóricos y epistemológicos que articulan la propuesta de Lacan sobre el concepto de
campo -no sólo del lenguaje- con los argumentos de la física moderna.
En esta dirección y conservando las diferencias entre los dominios de la física y del psicoanálisis, se
puede proponer que existe una equivalencia en el plano epistemológico de los fundamentos del
pasaje de la interpretación mecánica al concepto de campo en la física y los argumentos que plantea
Lacan en el escrito “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”.
En el acotado sistema de comparaciones propuesto, se parte del cambio formulado por la física
moderna sobre la interpretación mecánica que sostiene que las leyes del movimiento están
determinadas por las condiciones intrínsecas de los elementos participantes del fenómeno,
considerados sustancias con propiedades específicas. A esto se le debe agregar que el espacio que
rodea los cuerpos también es considerado una sustancia, tal el caso de los fluidos -por ejemplo el
éter. El cambio propuesto plantea que las leyes que operan son las de la estructura del campo
-insustancial- que afecta y regula la relación entre los cuerpos participantes; de lo que se puede
deducir que el campo es una abstracción en términos matemáticos o, dicho de otra manera es la
estructura misma.
En equivalencia, Lacan propone una idea contrapuesta a la tendencia que él diagnosticó en el
psicoanálisis; tendencia que, coincidiendo con los principios de la perspectiva mecánica, piensa al
sujeto como individuo determinado por sus condiciones intrínsecas de carácter biológico. Bajo esta
concepción, las relaciones de objeto, la idea de pulsión y libido pasan a ser fenómenos sustanciales
que obedecen a leyes propias de la esencia biológica del individuo.
De manera semejante con la perspectiva mecánica, se trata de una teoría que sostiene la idea de
energía -libido- que se mueve según el régimen: atracción – repulsión.
La propuesta de Lacan, que como ya se anticipó puede ser considerada como su programa de
investigación, articula palabra y lenguaje bajo la posición epistemológica que replica los principios
de la teoría de campo de la física moderna. El campo del lenguaje es pensado en términos de la
legalidad que regula su funcionamiento o, lo que es lo mismo, la estructura del lenguaje que opera
148
con la palabra entendida como una función, según la acepción matemática. En este sentido, la
función es “una relación entre dos cantidades variables cuando el valor de una de ellas está
determinado por el valor de la otra” (Kasner, E. y Newman, J 1985). Esta breve definición permite
situar la condición con la que Lacan piensa la palabra en concordancia con el campo del lenguaje,
es una relación en términos abstractos que se establece bajo un régimen de determinación pero
asentado en variables. Bajo esta formulación la palabra no podría ser considerada como el elemento
-segundo- nominador de una “cosa” en sí.
Esta idea en general se corresponde con la afirmación canónica “el inconciente está estructurado
como un lenguaje”, considerando que el lenguaje es una estructura y como ya se dijo, el campo es
lo que permite pensar que hay legalidad en una cierta estructura, en ese punto el campo no es
planteado como una analogía a efectos de comparar lo propio de un dominio con parecidos de otro.
El campo es un concepto que construye epistemológicamente una cierta forma de establecer alguna
ley de funcionamiento de un determinado dominio.
Para nosotros, el sujeto tiene que surgir del dato de los significantes que lo recubren en un
Otro que es su lugar trascendental: por lo cual se constituye en una existencia donde es
posible el vector manifiestamente constituyente del campo freudiano de la experiencia: a
saber lo que él llama el deseo. (Lacan, J. 1987e p.635)
En la respuesta que Lacan propone a un argumento del informe de Lagache, se deja señalado que
el deseo es presentado como el vector -noción específica del concepto de campo- que justamente, y
abusando de la reiteración, constituye el campo freudiano.
Por otra parte, como se anticipó, también en su enseñanza está planteado el “campo lacaniano” y,
aunque diga que no alcanzó a dejar los fundamentos suficientes para que así sea designado, los
criterios que expuso guardan coherencia con la idea de campo que se aborda en este ítem.
Según se puede leer en el Seminario 17 El reverso del psicoanálisis, ese campo lacaniano sería el
149
Por lo que se refiere al campo del goce - por desgracia, nunca lo llamarán el campo
lacaniano, porque seguramente no tendré tiempo ni siquiera de sentar sus bases, pero lo he
deseado -, hay algunas observaciones que hacer. (Lacan, J. 1992 p. 86)
De vez en cuando meto la nariz en un montón de autores que son economistas. Vemos hasta
qué punto esto tiene interés para nosotros analistas, porque si algo debe hacerse en el
análisis, es la institución de ese otro campo energético que precisaría de estructuras distintas
de las de la física y que es el campo del goce. (Lacan J. 1992 p.86)
Se trata entonces de plantear la formalización del discurso y sus implicancias en lo que hace a la
centralidad del tema en esta tesis; para situar de forma ordenada su desarrollo, es necesario
implementar dos pasos previos. El primero es la fundamentación conceptual sobre el tema
específico que se abre al considerar la escritura formal de la estructura del discurso, que por su
interés se le dedica un apartado completo; el segundo es presentar el desarrollo de la función plus-
de-gozar, en lo que escribe la relación: discurso-goce. Esto último desarrollado en relación a lo
indicado en la última cita de referencia, la economía política tomada desde la noción de plusvalía de
Karl Marx, tal como lo propone Lacan.
El enfoque respecto del tema de la formalización en la enseñanza de Lacan podría haber sido
150
abordado desde el sesgo estrictamente matemático, ya sea la modalidad que él implementa en “El
seminario de la carta robada” a partir de las cadenas de Markov; la teoría de conjuntos; los grupos
de Klein; la topología combinatoria y la teoría de nudos, por mencionar sólo las de mayor peso
referencial. Sin embargo por el interés específico y los límites de la investigación realizada, el sesgo
abordado fue el que queda comprendido en las consideraciones que el mismo Lacan explicita al
respecto y las articulaciones con los desarrollos sobre el discurso. De todos modos se deja señalado
que en determinados puntos se hizo lugar a los imprescindibles conceptos matemáticos implicados.
Como punto de partida, habrá que señalar que la razón por la cual se incluye en su enseñanza la
formalización, es la de contemplar las condiciones de comunicabilidad o, más precisamente, de
transmisión adecuada a un campo con estatuto científico, tal como él propone al psicoanálisis. Para
entender la importancia de esta razón, se debe explicitar que lo que está en juego en dicha
transmisión es una enseñanza ligada estrechamente a una práctica. Por lo tanto no solamente es la
transmisión de los conceptos del psicoanálisis, sino además la comunicabilidad de los casos clínicos
y la formación del analista. Esto se enmarca en la posición que él asume en relación a la ciencia
como una forma del saber, específicamente la ciencia moderna, en tanto las formalizaciones con las
151
Sin embargo, es importante agregar que si bien la formalización queda estrechamente ligada al
problema de la comunicabilidad, habrá que incluir lo Real, que tal como se define para el
psicoanálisis, inscribe una complejidad que afecta a la idea de lo transmisible. Este aspecto será
retomado en los próximos párrafos.
Si bien en la cita se expide por lo que caracteriza a la formalización matemática en general, esta
definición se da en el marco del intercambio suscitado al final de la clase del 1/12/54 entre Lacan y
algunos de los asistentes a su seminario -Hyppolite; O. Mannoni, entre otros. En esa instancia,
luego de la distinción que él introduce sobre dos maneras de plantearse lo formal, por una parte la
vía matemática y por otra la forma según la Gestalt, frente a la pregunta de Hyppolite sobre cuál es
la que toma Lacan, su respuesta es categórica, sin dudas es la formalización matemática.
Como una manera posible de avanzar sobre la presentación de estas articulaciones y para orientar el
desarrollo hacia lo específico de la formalización del discurso, se tomarán dos modos -anticipados
en párrafos precedentes- con los que Lacan propone la escritura de sus fórmulas a partir de su
álgebra: a) los algoritmos y b) los matemas.
Es lo que simboliza la sigla ($&a) que hemos introducido a titulo de algoritmo que no por
casualidad rompe el elemento fonemático que constituye la unidad significante hasta su
átomo literal. Pues está hecha para permitir veinte y cien lecturas diferentes, multiplicidad
admisible hasta el límite en que lo hablado permanece tomado en su álgebra.
Este algoritmo y sus análogos utilizados en la gráfica no desmienten en efecto en modo
alguno lo que hemos dicho de la imposibilidad de un metalenguaje (1987c p.796)
La apertura del encuentro mencionado -año 1971- sitúa un interrogante que parte del planteo: “la
incomprensión [del discurso] de Lacan es un síntoma”; expresión que él dialectiza articulando el
término “incomprensión” a su posible condición de síntoma, de lo que resulta una nueva pregunta:
¿es la incomprensión un síntoma? Lacan, J. 2012 [1971] p.50).
A partir de esa interrogación reformulada, y luego de una mención -que en el transcurso de su
exposición adquiere gran relevancia- a la dificultad en la comprensión de la matemática y a la etapa
en que se prohibió que se escuche su palabra por parte de la institución del psicoanálisis, plantea si
el modo de entender la noción de síntoma permite que se lo traduzca “como valor de verdad”
(2012[1971] p.54-55); a lo que agrega, que no podría pensarse recíprocamente que el valor de
verdad pueda ser traducido como síntoma.
confundírsela con el síntoma, dado que al quedar referida como “valor de verdad” se trata de una
condición lógica aplicable a una cierta proposición que desconoce la relatividad de la palabra.
Ahora bien, introducir las condiciones de la palabra para desestimar la relación de equivalencia
del síntoma con el valor de verdad, lleva a Lacan a tener que referirse al “ser del ente”, aclarando
que se trata del “ser hablante”, sobre lo que además pide disculpas por el uso del término “ser”,
advertido y discutiendo con la utilización de este término que deriva en establecer la noción de
“hombre”. En definitiva, él ubica allí un problema ligado al discurso de la filosofía que construye
un saber que apuesta a una totalidad apoyado en la idea del “ser”.
De lo que concluye que si el síntoma es pensado como un rechazo a la verdad -del ser habrá que
agregar- se confunde y, me permito interpretar, se distorsiona la intervención del psicoanálisis en el
tratamiento del síntoma.
Una vez que ha presentado los primeros términos del problema, retoma las preguntas del
principio, pero incluyendo una tercera: ¿es la incomprensión matemática un síntoma?, a lo que
agrega:
Seguramente, cuando nos interesamos por esos sujetos que manifiestan incomprensión
matemática -bastante difundida todavía en nuestro tiempo- tenemos la sensación -empleé la
palabra sensación exactamente como hace un rato, para lo que los analistas llaman
resistencia-, tenemos el sentimiento de que proviene, en el sujeto victima de incomprensión
matemática, de algo que es como una insatisfacción, como un desfasaje, algo experimentado
en el manipuleo precisamente del valor de verdad. (2012[1971] p.57)
De lo que resulta el rechazo a cualquier formalización lógico-matemática, que desde esa perspectiva
expresa la condición de manipuleo del valor de verdad generador de insatisfacción, tal como se lee
en la última cita.
A partir de lo presentado, se puede establecer que Lacan abre a la consideración un problema que
supone un obstáculo en la posición de los analistas mismos; su respuesta a ese problema-obstáculo
es el matema. Este término, según el Diccionario de psicoanálisis de Elizabeth Roudinesco y
Michel Plon, es “una escritura algebraica que permite formular científicamente conceptos
psicoanalíticos y transmitirlos en términos de estructura” (Roudinesco, E. y Plon, M. 2006 p.693).
Tomando esta definición como punto de partida, se avanzará sobre el modo en que cierta dimensión
de la verdad se articula en la formalización, para luego situar la relación que esto tiene con la
concepción de lo real definido por Lacan.
La incomprensión matemática debe por lo tanto ser otra cosa que lo que llamé esta exigencia
que resurgiría de algún modo de un vacío formal. Muy lejos de eso, no es seguro a juzgar
por lo que pasa en la historia de las matemáticas que no sea de alguna relación del matema
aunque fuese el más elemental, con una dimensión de verdad, que se engendra la
incomprensión. (Lacan, J. 2012[1971] p.66)
Ahora bien, esa dimensión de la verdad que engendra la incomprensión, en términos del
psicoanálisis, es del orden de lo real en juego, que no es el ser, que no es sustancia alguna, sino
aquello que el matema puede escribir como imposible, el impasse que implica un límite efecto de
una escritura lógico-matemática. Ampliando esta afirmación, se retoma otra cita:
El matema, aunque lo abordemos por las vías de lo simbólico, no deja de ser real. La verdad
en juego en el psicoanálisis es lo que por medio del lenguaje, quiero decir, por la función de
156
la palabra, toca un real. Sin embargo, se trata de una perspectiva que no es de en modo
alguno de conocimiento, sino más bien, diría, de algo como la inducción, en el sentido que
tiene este término en la constitución de un campo. Se trata de la inducción de algo que es
totalmente real, aunque nosotros no podamos hablar de eso sino como de significantes,
quiero decir que no tiene otra existencia más que significante. (2012[1971] pp.67-68)
En ocasión del dictado del seminario 12 “Problemas cruciales del psicoanálisis”, cuestiona esa
forma de plantear el lenguaje como un edificio que superpone a ese lenguaje objeto una sucesión de
niveles de metalenguaje, en la construcción de información de la verdad.
En esa ocasión Lacan está discutiendo la conocida “paradoja del mentiroso”, recordando que no es
necesaria esa idea de lenguaje para desestimar las paradojas, ya que sólo es necesario remitirse a los
límites formales del propio lenguaje expuestos en párrafos precedentes. En última instancia, admitir
el lenguaje objeto y las capas de metalenguajes es sostener la idea del ser como sustancia primera
sobre la que se predica, olvidando que es en definitiva el uso del lenguaje el que hace falta para
introducir el metalenguaje.
Se trata de mostrar adonde va la formalización, ese metalenguaje que no es, y que hago ex-
sistir. Sobre lo que no puede ser demostrado, algo verdadero puede, empero, ser dicho.
(Lacan, J. 1995 p.145)
Por lo tanto, si se trata de la ex-sistencia y no del lenguaje del ser, lo que está en juego es la
condición del decir, tal como se desarrolló en el capítulo 4 “Marco teórico central”, en el punto. En
palabras de Lacan:
Voy a decir -es mi función- voy a decir una vez más -porque me repito- algo que es de mi
decir, y que se enuncia: no hay metalenguaje.
Cuando digo eso, quiere decir, aparentemente, no hay lenguaje del ser. ¿Pero hay ser? como
señalé la última vez, digo lo que no hay. El ser es, como dicen, y el no ser no es. Hay o no
hay. Ese ser, no se hace más que suponerlo a ciertas palabras, individuo, por ejemplo, o
sustancia. Para mí, no es más que un hecho de dicho. (1995 p.143)
A modo de cierre de este punto específico sobre el matema y como fundamentación conceptual
respecto de la posición de Lacan sobre la formalización, tema general de este ítem, se presentan los
siguientes argumentos apoyados en el capítulo 9 “Lenguaje del ser o formalización matemática para
158
el psicoanálisis”, del libro Otro Lacan. Estudio crítico sobre los fundamentos del psicoanálisis
lacaniano (2015) del Dr. Alfredo Eidelsztein.
El texto de referencia brinda la posibilidad de retomar en este punto, luego del desarrollo ya
presentado, una de las razones que fundamentan la posición de Lacan sobre la formalización y el
matema en su enseñanza, para establecer la condición con la que opera en el psicoanálisis. La razón
en cuestión es la idea de transmisión integral como una manera en que se plantea la
comunicabilidad, según lo mencionado en el inicio de este capítulo.
Necesariamente para bordar el alcance que tiene la transmisión integral en nuestro campo, habrá
que ponderarla en el conjunto del cuerpo teórico lacaniano, conjunto que puede ser pensado bajo el
régimen del no-todo, considerada como la posición lógica que recorre la enseñanza de Lacan
afectando a todos los conceptos involucrados.
Desde esta concepción sería impensable suponer que lo que está en juego es del orden de una
transmisión completa, una totalidad que implicaría la ausencia de límite alguno. Como argumenta
Eidelsztein (2015), esto supondría desconocer el límite formal del lenguaje y del saber; agujero en
el lenguaje que el mismo lenguaje crea y que indica que nunca podría ser considerado un todo
completo, de esto se deduce que el saber tampoco será completo, en especial en el régimen de la
ciencia moderna.
A su vez, esto implica que la verdad es medio dicha, lo que se relaciona con lo planteado
previamente respecto de la relación de la verdad con la función de la palabra, articuladas
inexorablemente al campo del lenguaje. En este sentido, se puede proponer que la ex-sistencia del
matema como expresión de la formalización pensada para el psicoanálisis no es ajena a la
incidencia de la lengua que la soporta, tal como lo afirma Lacan en la cita siguiente:
La formalización matemática es nuestra meta, nuestro ideal. ¿Por qué? porque sólo ella es
matema, es decir, transmisible íntegramente. La formalización matemática es escritura, pero
que no subsiste si no empleo para presentarla la lengua que uso. Esa es la objeción: ninguna
formalización de la lengua es transmisible sin el uso de la lengua misma. A esta
formalización, ideal metalenguaje, la hago ex-sistir por mi decir. Así, lo simbólico no se
confunde, ni de lejos, con el ser, sino que subsiste como ex-sistencia del decir. (1995 p.144)
A su vez, en el final de la cita, queda sintetizada la idea central del desarrollo de este ítem, la
propuesta de calcular que el matema es la respuesta al problema del ser, a lo que se agrega que en
última instancia, se trata del decir.
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Lo que se ha desarrollado hasta este apartado del capítulo permite ordenar lo que sigue desde la
concepción de campo que sostiene Lacan para el psicoanálisis y la fundamentación sobre el lugar y
condiciones de la formalización como eje central en su enseñanza. Esta aclaración obedece a la
necesidad de dejar establecido que si bien este ítem parte de la presentación de los términos que en
el Seminario 16 De un Otro al otro introducen a la posterior formalización de los discursos en el
contexto del Seminario 17 El reverso del psicoanálisis, metodológicamente la interpretación de esos
primeros argumentos producidos por Lacan se leen en la lógica de dichos términos: campo, función
del significante y formalización lógico-matemática. A lo que se agrega, que el análisis de dichos
términos es abordado en su carácter de antecedentes de la escritura formal.
“La esencia de la teoría psicoanalítica es un discurso sin palabras” (Lacan, J. 2006 p.11) Con
esta frase se inicia el seminario de referencia. La frase, reiterada en distintos momentos de dicho
seminario, retomada en el año siguiente -seminario 17- puede ser leída en una doble articulación.
Esta doble articulación inscribe dos instancias que hacen al punto que define en la enseñanza de
Lacan el momento en el que formaliza el discurso, indicando el pasaje de un uso amplio del término
a la especificación teórica y conceptual. Una instancia refiere a un cierto contexto histórico y la
otra, responde estrictamente a las condiciones epistemológicas de la enseñanza de Jacques Lacan. A
su vez, estas dos instancias ofrecen aspectos diferenciables en su estatuto de vinculación al
establecimiento teórico señalado, lo que indica que no serán leídas en el régimen “causa – efecto”.
análisis del discurso, organizado como la disciplina que recoge en su cuerpo teórico elaboraciones
originadas en distintos campos. Esta circunstancia llevó a que existan posiciones teóricas que
consideran al análisis del discurso como una disciplina transversal, en el sentido que no constituir
un dominio propio, sino que es articulada en distintos dominios específicos.
Para fundamentar lo dicho, se extrae la siguiente cita del Diccionario de análisis del discurso,
dirigido por Patrick Charaudeau y Dominique Maingueneau:
En el interior de estas ciencias del lenguaje, el análisis del discurso no nació de un acto
fundador sino que fue producto de la gradual convergencia de movimientos basados en
presupuestos extremadamente diversos, surgidos en Europa y en los Estados Unidos durante
la década de 1960 y que giraban, todos ellos, en torno del estudio de producciones
transoracionales, orales o escritas, cuya significación social se intentaba aprehender.
(Chraudeau, P. y Maingueneau, D. 2002 p.VII)
Por otra parte y tal como lo explicita el mismo Lacan en su primera clase del seminario 16: “qué
pasa con este discurso llamado el discurso psicoanalítico, cuya intervención en el momento actual
conlleva tantas consecuencias.” (Lacan, J. 2006 p.11) Esta interrogación, que se presenta como una
formulación retórica, es la maniobra para abrir una serie de consideraciones por parte de Lacan, que
instalan los primeros lineamientos de su posición teórica. Pone en cuestión lo que llama “una
etiqueta sobre el proceso del discurso” (Idem) y lo que diagnostica como una cierta confusión
reinante sobre el estatuto del estructuralismo. A partir de estos señalamientos, en el transcurso del
seminario, se va construyendo la posición desde la cual trabajará -junto a otros temas- la
presentación de su teoría sobre el discurso ligada estrechamente a su noción de estructura.
En este sentido y en el contexto señalado, la frase citada sobre “un discurso sin palabras” bien
puede interpretarse como la posición asumida por Lacan frente a modalidades con las que se plantea
el proceso de discurso. Con una expresión que bien puede sonar provocativa, dado que parece
desestimar lo que fundamenta la idea general de discurso, en realidad puede pensarse como una
maniobra que ataca el sentido común y que sanciona las condiciones específicas del discurso del
psicoanálisis. Desestimando desde ya que “sin palabras” aluda al silencio, en todo caso, habrá que
161
considerar que esta afirmación se vincula con el criterio del discurso apoyado en el significante.
Posición que incluye no solamente las razones de su funcionamiento como práctica de discurso en
tanto dispositivo clínico, sino aquello que el psicoanálisis produce como decir en diálogo con otros
discursos, aspecto ligado a su condición de lazo social.
La otra articulación propuesta es la que abre a la consideración del valor que adquiere en el
contexto de la enseñanza de Lacan la frase que hace de lo esencial para la teoría psicoanalítica un
discurso sin palabras. Como en cierta medida ya fue introducido en párrafos precedentes, lo que
está en juego es la estructura, aquello que se escribe con las letras del álgebra lacaniana, las que
conformarán los futuros matemas de los cuatro discursos resultado de sancionar la escritura del
discurso psicoanalítico, punto que será abordado en el próximo ítem.
Según lo expuesto, resulta evidente que la presentación del discurso del psicoanálisis está
intrínsecamente articulado a la formalización lógica-matemática, en los términos presentados en el
ítem precedente.
Este aspecto responde a la posición epistemológica en la que se sostiene y construye la enseñanza
de Lacan, lo que resta es desarrollar la articulación que propone como la función del discurso en la
teoría psicoanalítica.
En este sentido, un primer aspecto a considerar es que a la hora de pensar la función del discurso, la
existencia de la palabra es localizada como elemento del campo psicoanalítico, pero sosteniendo la
distinción planteada en “un discurso sin palabras”. Se trata de situar la relación existente entre el
discurso -como estructura, matema- y la palabra, dicha relación está articulada por el significante,
tal como se expresa en la siguiente cita:
El hecho que sea en potes que hayamos encontrado los manuscritos del Mar Muerto, está
hecho para hacernos sentir que no es el significado lo que esta en el interior, es muy
precisamente el significante y que es a él a lo que debemos atender cuando se trata de
aquello que nos importa, a saber: la relación del discurso y la palabra en la eficiencia
analítica. (Staferla.free.fr. (s/f) S/16) [Traducción nuestra]
El interés de la cita radica en que no sólo dice explícitamente que el significante es la clave en la
relación discurso–palabra, sino que vuelve a retomar la condición del significante en la lógica del
agujero, en tanto alude a los “potes” en la referencia al “pote de Mostaza”, ejemplo utilizado por
Lacan en varias ocasiones. En esta oportunidad, interesa señalar que no se trata de “contenidos”
162
Retomando el punto planteado sobre la función del discurso, enunciada como la “esencia de la
teoría psicoanalítica” (Lacan, J. 2006 p.16) se hace presente la necesidad de ordenar el avance de
este desarrollo tomando en consideración el valor que adquiere el término “teoría” y lo que de esto
se desprende.
El primer señalamiento es que la teoría se presenta en un lugar crucial, en tanto lo que marca la
posición desde la cual se orienta la concepción de un dominio y la intervención de una práctica; aun
cuando, por ejemplo, se defina que un conocimiento surge desde una experiencia inmediata,
inevitablemente habrá que admitir que eso mismo es una teoría, la que sostiene que se conoce desde
una experiencia inmediata.
En este sentido se puede interpretar que la teoría con la que Lacan piensa el psicoanálisis se
corresponde con una posición asumida sobre la estructura, tal como se presentó en el capítulo 4,
articulada con el significante como elemento y definida desde la lógica de la teoría matemática de
conjuntos. Esto no implica sostener que esta posición queda incluida en lo que se designó en
términos tan amplios e imprecisos como “estructuralismo”, dado que difícilmente se pueda
establecer una unidad sistematizada de lo que se conoció con esa denominación. A su vez, lo más
relevante es que en el contexto de la frase que se está analizando, la mención al estructuralismo por
parte de Lacan está atravesada por una serie de consideraciones que permiten distinguir lo
pertinente al campo del psicoanálisis de aquello que no lo es. En lo inmediato pasa a diferenciar al
estructuralismo de una filosofía, en tanto se la equipare con una “visión del mundo” o de “asegurar
las posiciones de un pensamiento” (Lacan, J. 2006 p. 12). Señala a su vez que en todo caso la
noción de estructura para nuestro campo incluye la falla que implica una imposibilidad
formalmente establecida; una manera de equipararlo a los enunciados freudianos es designar esto
como castración, término que adquiere su dimensión al vincularlo a la desarmonía de la unión entre
un hombre y una mujer (Lacan, J. 2006 p.12). En palabras de Lacan, situando el término
castración:
El mero hecho de evocarlo implica que, por lo menos en el que es aparentemente nuestro
campo, no se admite ninguna armonía, la llamemos como la llamemos. Por eso seguramente
se nos impone la pregunta por el discurso que debemos llevar a cabo, adecuado a este
163
Retomando desde el cierre de la cita -la frase subrayada- y para avanzar en la articulación de los
pasos teóricos presentados, se vuelve a situar la función del discurso como aquello esencial para la
teoría psicoanalítica, de lo que habrá que decir que esencial será interpretado en su pertenencia al
léxico, que lo define como algo fundamental, necesario e importante.
En este sentido, si lo esencial es la función del discurso, a lo que se debe agregar “sin palabras”, se
puede establecer que se trata de una estructura escrita como matema que construye una relación de
estatuto lógico-matemático que da cuenta de un imposible pensado como lo real. Dicho en términos
de Lacan: “La estructura es entonces real, lo que se determina generalmente por convergencia hacia
una imposibilidad. Por eso es real.” (Lacan, J. 2006 p.29).
A partir de lo dicho se puede adelantar que la función de este discurso será articular aquello que
lo causa, bajo la advertencia que dicha causa es efecto del discurso mismo; dicho en otros términos,
se trata de situar qué es lo que mueve al discurso y, como primer dato, se puede decir que “el
discurso apunta a la causa del discurso mismo” (Lacan, J. 2006 p.29).
Para desarrollar este argumento es necesario tener presente, por una parte, el significante como uno
de los elementos de la estructura del discurso, en la distinción de ¨ y © tal como opera en el matema
que se abordará en el ítem siguiente; por la otra parte el objeto a como el elemento articulador de
una función específica al discurso. Dicha función es designada por Lacan plus-de-gozar, introducida
por él bajo la modalidad de una homología con la plusvalía según la presentó y desarrolló Karl
Marx.
Con el interés de trabajar los argumentos en juego, se presenta una breve síntesis de la noción de
plusvalía, que necesariamente implica una articulación entre los términos que participan de su
construcción; esto justifica introducir en esta instancia el siguiente excursus.
Plusvalía:
La primera de las nociones que se impone definir es la de valor de cambio asociado a una
mercancía, en este sentido, habrá que determinar por una parte, que dicho valor es relativo a todas
las demás mercancías, lo que implica el establecimiento de las proporciones en las que esta debe
cambiarse con las otras; por lo tanto el punto es cómo se regula y determina la proporción en que se
cambia por las demás. Todas estas estimaciones se producen a partir de la existencia del mercado de
estructura capitalista.
Sin embargo, la proporcionalidad no es algo que pueda establecerse en el marco de la comparación
entre una mercancía y otra, basada en sus condiciones intrínsecas -ya que estas remiten al valor de
uso- como por ejemplo, si se trata de establecer el valor de cambio entre un quintal de trigo y una
tonelada de hierro. Por lo tanto será necesario determinar un elemento tercero común a todas las
mercancías que permitan establecer las diferentes proporciones que cada mercancía incluye. Dado
que el valor de cambio se produce como una función social y, a su vez, dicho valor no se relaciona
con las propiedades naturales de las mercancías -relacionadas al valor de uso- sino con una
sustancia social, el término común será necesariamente un elemento social. La conclusión es que lo
que tienen en común todas las mercancías es el trabajo, pero en función de lo recién dicho, se
especifica como trabajo social. Concepción que incluye el desarrollo de los medios de producción
de una sociedad en un tiempo y lugar determinado, en la diferencia que existe entre el producto que
implicó el trabajo de quien lo elaboró para consumo personal y la mercancía; para definirla se
incluye la siguiente cita:
Pero, para producir una mercancía, no sólo tiene que crear un artículo que satisfaga alguna
necesidad social, sino que su mismo trabajo ha de representar una parte integrante de la
suma global de trabajo invertido por la sociedad. Ha de hallarse supeditado a la división del
trabajo dentro de la sociedad. No es nada sin los demás sectores del trabajo, y, a su vez, tiene
que integrarlos. (Marx, K. 1987[1865] p.484)
165
Sin embargo, lo dicho no es suficiente para determinar cómo se establece la unidad de medida
para la comparación en términos de proporciones; la forma es considerar la cantidad de fuerza de
trabajo invertida y dicha cantidad es el equivalente al tiempo que duró el trabajo para la producción
de la mercancía. De lo que se concluye que una mercancía tiene valor por cristalizar trabajo social y
la magnitud de su valor o valor relativo depende de la cantidad de trabajo social invertido en su
realización.
A partir de lo desarrollado podría pensarse que el trabajo también participa del sistema de valor,
sin embargo Marx aclara que no existe el valor del trabajo, ya que lo que el obrero vende es su
fuerza de trabajo, cediendo temporalmente al capitalista el derecho a disponer de ella. Dicha
temporalidad opera como límite que plantea la diferencia con la esclavitud, dado que bajo esta
condición nada limita el uso de la fuerza de trabajo por parte del esclavista.
Por lo tanto se trata del valor de la fuerza de trabajo, que es uno de los elementos que participan del
mercado, del que es necesario comprender su particular composición; hay un grupo de compradores
que poseen tierras, maquinarias, materias primas y medios de vida; sobre lo que debe tenerse en
cuenta que, excepto la tierra virgen, todos los otros son elementos producto del trabajo. El otro
componente del mercado es el conjunto de hombres que venden su fuerza de trabajo; en este punto
Marx abre la interrogación que deja planteadas las líneas por las que se avanzará:
¿Cómo se explica que uno de los grupos compre constantemente para obtener una ganancia
y enriquecerse, mientras que el otro grupo vende constantemente para ganar el sustento de
su vida? La investigación de este problema sería la investigación de aquello que los
economistas denominan "acumulación previa u originaria ", pero que debería llamarse,
expropiación originaria. Y veríamos entonces que esta llamada acumulación originaria no es
sino una serie de procesos históricos que acabaron destruyendo la unidad originaria que
existía entre el hombre trabajador y sus medios de trabajo. (1987[1865] p.490)
Antes de retomar el alcance de las consecuencias de lo planteado en la cita, resta establecer cómo
considerar el valor de la fuerza de trabajo. Este valor se determina de manera equivalente a como se
lo establece para cualquier otra mercancía, por lo tanto se basa en el cálculo de la cantidad de
trabajo necesaria para su producción.
En palabras de Marx: “La fuerza de trabajo de un hombre existe, pura y exclusivamente, en su
individualidad viva.” (Idem) Esta afirmación implica que esa fuerza de trabajo conlleva a que un
166
hombre consuma una cierta cantidad de artículos de primera necesidad para su desarrollo y
sostenimiento. Además, habrá que considerar que ese hombre, del mismo modo que la máquina,
sufre un desgaste que indica un tiempo útil, luego del cual deberá ser reemplazado; lo que implica
sumar a su propio sostén, la cantidad adecuada para su prole, dado que serán sus reemplazantes en
el mercado de trabajo, garantizando la continuidad de la clase obrera o proletariado. Junto a este
consumo de artículos de primera necesidad, se suman otros valores para desarrollar su fuerza de
trabajo y destreza.
Con los argumentos hasta aquí desarrollados, se puede abordar el punto de interés específico
para este ítem, la noción de la plusvalía.
Un primer cálculo a realizar es el que da cuenta de lo presentado en el párrafo previo sobre el valor
de la fuerza de trabajo. Esa cuenta indica que el obrero, para mantener -en los términos ya
mencionados- su fuerza de trabajo, necesita un promedio de artículos imprescindibles, que se
estiman en relación a la cantidad de trabajo diario para satisfacerlos; se puede suponer que eso es
equivalente a seis horas de trabajo diarias. Luego, se puede suponer que esas seis horas se reflejan
en un cierto valor en oro que equivalen a tres chelines, esta es la expresión en dinero o precio del
valor diario de la fuerza de trabajo del obrero que se ha tomado como ejemplo; por lo tanto su
trabajo de seis horas producen un valor suficiente para mantenerse como obrero y perpetuar el
proletariado.
Sin embargo, la condición de asalariado implica que le vende su fuerza de trabajo al capitalista y si
lo hace por tres chelines lo está haciendo conforme al valor de esta fuerza de trabajo; esto redunda
en que incorpora a la materia con la que trabaja el valor equivalente a sus seis horas de trabajo, o
sea los tres chelines de su salario. Si esto es así, el valor incorporado no genera ningún plusvalor o
plusproducto al capitalista y este es el punto en el que Marx señala la emergencia del problema.
(1987[1865] p. 491)
El capitalista al comprar la fuerza de trabajo por su valor, adquiere el derecho a su uso como con
cualquier otra mercancía; lo que implica que su puesta en funcionamiento no queda necesariamente
ajustada a la cantidad de horas que fijan su valor, de lo que surge una distinción: “La cantidad de
trabajo que sirve de límite al valor de la fuerza de trabajo del obrero no limita, ni mucho menos, la
cantidad de trabajo que su fuerza de trabajo puede ejecutar.” (Idem).
Por lo tanto, si el obrero trabaja más de las seis horas que se ajustan a la equivalencia del valor
traducido en el precio -tres chelines- necesarias y suficientes para reproducir su mantenimiento, el
valor que incorpora a la materia trabajada se incrementa en más, respecto de los tres chelines
167
correspondientes a las seis horas. Suponiendo que en lugar de trabajar seis horas se duplica a doce
horas, esas seis horas sumadas son el plustrabajo, que a su vez produce una plusvalía y un
plusproducto. Para establecer cuál es la cuota de plusvalía, se tomará en cuenta la proporción entre
la parte de la jornada de trabajo que cubre el valor de la fuerza de trabajo y el plustrabajo requerido
por el capitalista.
Por último, para cerrar este excursus, por una parte, se deja mencionado que la posición científica
de Marx se expresa en la nomenclatura de los términos con los que escribe las fórmulasiv de la
plusvalía; por la otra, se presenta una cita que resume la razón del capitalismo:
Este tipo de intercambio entre el capital y el trabajo es el que sirve de base a la producción
capitalista o al sistema del asalariado, y tiene incesantemente que conducir a la reproducción
del obrero como obrero y del capitalista como capitalista. (1987[1865] p. 492)
***
Retomando el punto presentado previamente, en esta instancia se aborda la “función esencial del
objeto a” en relación al discurso y como ya se anticipó, según lo establece Lacan, articulado en la
función plus-de-gozar, para lo que propuso la “homología” a la noción de la plusvalía de Marx.
Interpreto esta homología como una relación entre el discurso de la economía política y el discurso
psicoanalítico que involucra ciertos términos y nociones que en algunos casos operan desde la
semejanza y en otros desde la equivalencia; sin que esto lleve a desconocer que en última instancia
se lee en la perspectiva del psicoanálisis.
masa y la cuota de plusvalía, participan de una teoría que hace su causa en el problema de un
desajuste, de la inexistente armonía reinante en el mercado del trabajo. Esto se corresponde con un
discurso que articula la renuncia al goce, acentuando la novedad del hecho de ser articulada,
inscribiendo el desacople entre los términos participantes, ya que el objeto en cuestión -llamado
“objeto del capital” u “objeto a”- no salda la insuficiencia de los términos que no hacen unidad,
dado que inscriben una pérdida. Efecto de esta renuncia es la aparición de la función plus-de-gozar;
“esta función aparece debido al discurso y demuestra en la renuncia al goce un efecto de la renuncia
misma” (Lacan, J. 2006 p.17).
Por otra parte, interesa remarcar que el marco conceptual con el que se interpretan estas nociones
indica que la renuncia al goce no podría considerarse otra cosa que no fuera un efecto de discurso,
que no sólo articula la “renuncia”, sino que involucra al “goce” también como efecto de discurso,
eliminando cualquier modalidad de existencia pre-discursiva o de un acto individual de renuncia a
un placer.
Para avanzar en la comprensión del funcionamiento de los términos presentados, habrá que
recuperar cómo piensa Lacan, en el dispositivo clínico, el efecto del discurso, respecto de la
condición del sujeto en la acción de decir:
¿Qué hacemos nosotros en el análisis sino instaurar por la regla, un discurso tal, que el
sujeto suspende algo allí? ¿Qué? Lo que precisamente es su función de sujeto, es decir, ser
dispensado de sostener su discurso de un “yo digo”, pues es otra cosa hablar que plantear
“yo digo lo que acabo de enunciar”. El sujeto del enunciado dice: “yo digo”, dice “yo
planteo” como yo hago aquí con mi enseñanza. Yo articulo esta palabra; esto no es poesía.
(Lacan, J. 2006 p.19)
La cita escogida, ya trabajada en el capítulo 4 bajo otra perspectiva de lectura, presenta una de
las modalidades en las que se pone en escena la no correspondencia entre el enunciado y la
enunciación, en el sentido de mostrar la falta de unidad entre el sujeto del enunciado y el que se
hipotetiza en la enunciación. Sin duda, este aspecto también es señalado por los lingüistas que se
han tomado como referencia en esta tesis, sin embargo la condición de la instancia de enunciación
será el punto diferencial con el campo del psicoanálisis. Como ya se desarrolló en el capítulo 4, es
la diferencia que se inscribe entre: lingüística y lingüistería.
Por otra parte, esta división estructural entre enunciado y enunciación fue teorizada por Lacan con
el grafo del deseo, presentando el piso de la enunciación como la existencia del inconciente en su
relación al lenguaje, en correspondencia con “el inconciente está estructurado como un lenguaje”.
Sin embargo, el planteo de la cita de referencia pone en relación la instancia de enunciación con la
operación del discurso, introduciendo además la noción del decir que, como ya fue anticipado en el
capítulo 4, se corresponde con su teoría del discurso. Sobre esto se impone dejar en claro los
términos en los que se presenta el discurso en este momento; aún no se ha formalizado su escritura
como matema pero se está presentando la lógica que deriva en ese punto de llegada, la presentación
del discurso del psicoanálisis y la producción de los cuatro discursos.
Por lo tanto, a partir de la cita, se abre desde la secuencia que propone Lacan la lógica que organiza
el estatuto de los términos que participan de la estructura del discurso, a saber, el significante, el
sujeto y el objeto a, junto con la introducción de lo que luego serán los “lugares”: el agente, el otro,
la producción y la verdad. Si bien es necesario anticipar esta enumeración, se deja indicado que su
tratamiento es tema del próximo ítem.
Recuperando lo central de la cita precedente, queda planteado que la intervención del discurso en
170
el contexto de un análisis muestra la división que pone en jaque al yo como fuente de enunciación,
del que no se admite que sea el soporte del discurso. Esto muestra la complejidad de la noción de
sujeto con la que opera la teoría del discurso en la enseñanza de Lacan, ya que en la dispensa que lo
exime de sostener “yo digo lo que acabo de enunciar”, no se alude a la escisión de un ente unitario
que reserva una parte oculta a develar. Si se suspende la función de sujeto en los términos dichos, se
puede pensar que la instancia de la enunciación queda interrogada como lugar y posición de un
decir, en relación a un saber y una forma de la verdad -medio dicha- que no se condice con un
sujeto previo a ese decir.
A su vez, eximir al sujeto de su función -lingüística- de sostener el lugar del decir no debe generar
la suposición de que este se disipe, ya que el dispositivo del psicoanálisis ubica la función del
psicoanalista en la posición de “representarlo, es decir, para mantenerlo durante todo el tiempo en
que él no puede encontrarse respecto de la causa de su discurso” (Lacan, J. 2006 p.20).
Esta operatividad que se pone en marcha a partir del discurso es la que nos vuelve a remitir a la
definición canónica de la enseñanza de Lacan: “un significante es lo que representa a un sujeto para
otro significante”, pero en esta instancia articulada a “la causa de su discurso”, tal como se lo pasa a
presentar.
De esta cita se desprenden dos consideraciones a explicitar y argumentar; por una parte la
representación y por la otra, la condición en que debe ser pensado el objeto a.
Retomando el tema de la representación, se recuerdan los términos centrales de lo fundamentado en
el capítulo 4 de esta tesis, en el que se insistió que no podría implicar la idea que parte de algo que
cuenta con una presencia e identidad previas que luego son vueltas a presentar o sea re-presentadas,
dado que lo presentado previamente implica la lógica de algo en sí mismo. Por otra parte, resulta
oportuno traer a consideración en este momento del desarrollo, la modalidad con la que es
considerada la representación en la teoría de las estructuras en matemática, dado el contexto en el
que inscribe la enseñanza de Lacan.
Según se plantea en el artículo “Sobre el sentido del término estructura en matemática” de Marc
Barbut (Noviembre 1966), las nociones de representación y la de isomorfismo son nociones
inseparables del término estructura.
Por el interés específico de este apartado, sólo se hará referencia a la noción de representación,
sobre la que en el artículo de Barbut se dice que consiste en la posibilidad de “dar una
significación”. Esto refiere a las condiciones particulares de la estructura algebraica, que sin
necesidad de abundar en su desarrollo, se presenta con la definición que Barbut toma de Bourbaki:
El objeto del álgebra es el estudio de las estructuras determinadas por el dato de una o varias
leyes de composición, internas o externas, entre elementos de uno o varios conjuntos.”
(Barbut, M. Noviembre1966 p.103)
En este contexto, la representación como la posibilidad de dar una significación, implica que
cierto sistema abstracto establecido por una ley de composición, que no incluye una semántica que
especifique los elementos que participan, otorga una significación a cada uno de los elementos que
se decida lo compongan.
Tomando en consideración esta vertiente, interpreto que es adecuado plantear que la representación
que articula el término sujeto desde un significante al otro significante, está connotado por la
posibilidad de significar. Sobre este punto también habrá que introducir una aclaración que no lleve
a confundir el valor que toma significar en este contexto, en la diferencia de la crítica que realiza
Lacan a la definición canónica de “significar como la función del significante”. En este sentido, tal
como se presentó en el capítulo 4, “significar” implica sostener la unidad del signo en su
composición de: significante y significado, en tanto la función del significante es significar en
referencia al significado.
172
En cambio, significar a partir de un sistema abstracto indica que no hay un significado en juego, ya
que las leyes de composición no están determinadas por significados previos que puedan asociarse a
signo alguno. Además, ingresando en el tema de la referencia, se puede anticipar que estas
estructuras algebraicas determinadas por leyes de composición operan como lo real, tal como lo
define Lacan y por lo tanto en su escritura fundan la referencia, que resulta ajena a cualquier modo
de dato o elemento previo asociable a cualquier significado.
Para pasar al punto pendiente de ser abordado, en lo que refiere a la condición con que será
pensado el objeto a, recuperamos la idea presente en la cita que ubica este asunto; allí está
planteado que en función de lo antedicho sobre el problema del sujeto, que en el régimen de la
representación ligada al régimen significante, el objeto a se ubica como la pérdida en la identidad. .
Lacan lo retoma en estos términos:
Un sujeto es lo que puede ser representado por un significante para otro significante. Pero,
¿no hay allí algo calcado sobre el hecho que, valor de cambio, el sujeto del cual se trata, en
lo que Marx descifra -a saber, la realidad económica- el sujeto del valor de cambio está
representado cerca de qué? Del valor de uso. Y es en esta falla que se produce, que cae, lo
que se llama la plusvalía. (staferla.free.fr. p.9) (Traducción nuestra)
Esta cita encierra un argumento clave para el propósito de este ítem; se trata de lo que implica
esa brecha, planteada como falla en relación a la posición del sujeto como “valor de cambio” en la
representación ante un “valor de uso” que no lo identifica y de lo que resulta que en esa falla cae la
plusvalía.
Para dar el alcance que esto tiene, es fundamental despejar qué se define como valor de uso; según
fue presentado en el excursus sobre plusvalía, quedó explicado que en el sistema capitalista la
fuerza de trabajo es una mercancía, que en tanto tal, tiene un valor de cambio calculable en relación
a otras mercancías según la cantidad de trabajo social incorporado. Pero al considerar el trabajo
como la actividad del hombre, este ingresa al sistema como valor de uso, o sea el uso específico que
se le da a la fuerza de trabajo en tanto mercancía. A diferencia de otros valores de uso, el trabajo
tiene la particularidad de crear valor, ya que genera valores de cambio que se materializan en
nuevas mercancías.
Para comprender el aspecto más relevante de esta síntesis, habrá que acentuar que el valor de uso se
corresponde con las condiciones naturales del bien que, en su condición de objeto, satisface una
cierta necesidad; de lo que se deriva que el trabajo como valor de uso responde a satisfacer la
173
necesidad implícita en la fuerza de trabajo. Como a su vez, según se explicó, la venta de la fuerza de
trabajo como mercancía implica un valor que se determina por la cantidad de tiempo necesario para
el mantenimiento y perpetuación de dicha fuerza, esa necesidad queda satisfecha trabajando el
tiempo establecido.
Pero, como ya se sabe, esto implicaría la inexistencia de la ganancia del capitalista, por lo tanto el
hipotético circuito natural que cierra con la satisfacción dada por el objeto adecuado a dicha
naturaleza, muestra su desajuste y la plusvalía se constituye en la evidencia que se inscribe en esa
falla.
Para dar alcance a la hipótesis en la que se sostiene, en última instancia, la idea de plusvalía,
volvemos a una cita del texto de Marx:
Y veríamos entonces que esta llamada acumulación originaria no es sino una serie de
procesos históricos que acabaron destruyendo la unidad originaria que existía entre el
hombre trabajador y sus medios de trabajo. (Marx, K. 1987[1865] p.490) [subrayado
nuestro]
Lo subrayado pone en evidencia que la homologación planteada por Lacan permite no sólo
mostrar la falla, sino que se redobla la localización de una falla en la idea que sustenta una “unidad
originaria”, que tal como ya se dijo, no responde a la lógica con la que opera su enseñanza; la teoría
de la pérdida de dicha unidad es efecto de un discurso que la articula.
Una vez que se ha podido articular la propuesta de Lacan sobre la homología entre la plusvalía y
el plus-de-gozar, es imprescindible dar el alcance que esto tiene en el contexto general de su
enseñanza.
A partir de lo desarrollado, se puede vislumbrar que una cierta escritura ya está en ciernes, la que
se insinúa en localizar que un ¨ viene a representar a un $ ante otro © de lo que resulta un producto
174
de una pérdida: a.
Para que estos elementos puedan ser articulados en término de su función discursiva, es necesario
presentar los lugares que ordenan su localización y su consiguiente formalización, de lo que ya se
anticipa será la legalidad que organiza en un plano el campo del goce o campo lacaniano, como el
mismo Lacan manifestó y en el otro plano el lazo social.
Como introducción a este ítem se presentan por una parte las letras del álgebra lacaniana con las
que se escriben los matemas de los cuatro discursos:
¨ el significante amo
© el saber
$ el sujeto
a plus de gozar
A su vez, como ya se anticipó, cada uno de estos términos se localiza alternativamente en cuatro
lugares:
el agente el otro
________ ___________
la verdad la producción
La alternancia de los cuatro términos en los cuatro lugares escriben formalmente en cada cuarto
de giro cada uno de los cuatro discursos:
ó°ô õ °ö
Amo Universitario
÷°ø ù°ú
Histérica Analista (gráfico 1)
Una lectura de la condición que inscribe la formalización de los cuatro discursos, es que al estar
175
producida desde de la existencia misma del psicoanálisis, estos deben ser considerados
específicamente a instancias del dominio del psicoanálisis. En palabras de Lacan: “Si hay algo
seguro es que no pude articular estos tres discursos en una especie de matema más que porque
surgió el discurso analítico.” (Lacan, J. 2012[1971] p.74)
Esto implica que ninguno de ellos aplica a ser pensado como la reunión de nomenclaturas que
abrevian elementos pertenecientes a otros dominios; sea la historia, la política o cualquier otra
disciplina. Si bien, en el diálogo con otras disciplinas o en la pertinencia de leer o interpretar
determinadas situaciones no acontecidas en el estricto marco del dispositivo clínico, no se pierde la
perspectiva del psicoanálisis, esto no indica que el psicoanálisis abarque las complejidades
específicas de cada dominio. Esto queda descartado por la formulación misma de estos discursos, ya
que en su escritura de matema incluyen una cláusula de imposibilidad que hace límite a cualquier
forma de “saber absoluto” o, tomando las palabras de Lacan, que den una “cosmovisión” todo
terreno.
Volviendo a los cuatro matemas, en términos generales se puede decir que se trata de relaciones
estables respecto de los elementos que configuran localización y posicionamiento de sus términos.
Los cuartos de giros en los que se desplazan estos cuatro términos ocupando cada vez los cuatro
lugares en una combinatoria precisa, quedan acotados a una estructura tetraédrica, de lo que resulta
que sólo admiten los cuatro discursos propuestos.
Si bien en párrafos precedentes se presentó cada uno de los matemas que escriben la estructura de
los cuatro discursos con sus nombres respectivos, se deja establecido que no es el propósito abrir el
análisis de cada uno de ellos, sino que el interés de este ítem es abordar aspectos de la estructura
que implican al cuaterno como tal.
Esto involucra la especificación del valor con el que operan los términos de la relación fundamental
formalizada que determina la posibilidad sujeto en la estructura del discurso.
En esta instancia se abordará el valor que adquieren en su articulación los términos y lugares
implicados en la estructura del discurso, lo que orienta en un tratamiento que no admite tomarlos de
a uno, ya que no operan como nociones en sí mismas.
A su vez, surge como interpretación posible que el núcleo que da origen a la distinción de los cuatro
discursos, implica una formulación del discurso como estructura a partir de la puesta en forma de la
fórmula: “un sujeto es lo que un significante representa para otro significante”, tal como es
desarrollada a lo largo del seminario 16.
Sin embargo, esto no implica que se lo considere como un “proto-discurso”, sino como la escritura
176
que implica una lectura que sanciona que ya es efecto del discurso del psicoanálisis en la lógica del
revés, tema que se presentará en el primer ítem del próximo capítulo.
Aun antes de ser debidamente desarrollado, se puede anticipar que por la espacialidad topológica en
la que se apoya su formulación y la retroacción como temporalidad, la lógica que escribe y lee dicha
estructura del discurso está escribiendo el reverso. De lo que se puede concluir que la formulación
de los cuatro, junto con la combinatoria efecto de los cuarto de giro, implica la recuperación del
reverso; tanto entre el discurso Amo / discurso del Psicoanálisis, como así también entre el discurso
Universitario / discurso de la Histérica, tal como se muestra en el gráfico 1 con las líneas diagonales
que los unen respectivamente.
Por lo expuesto, la manera de abordar los términos implicados en la estructura del discurso se
acota al tratamiento necesario para el interés de esta tesis, lo que no incluye el desarrollo de cada
uno de los cuatro en particular.
Para presentar lo propuesto se vuelve sobre la fórmula ya trabajada en distintas instancias de esta
tesis, “el significante es lo que representa a un sujeto para otro significante”. En esta ocasión será
retomada para situarla bajo una lectura que hace posible localizar el punto fundante que abre a la
articulación entre la lógica de la enunciación y el discurso.
Si lo que se trata de despejar es la construcción de una noción de discurso en la cual la condición
del sujeto no se especifica como soporte del decir, en el sentido de poder asumir de manera integral
y unificada, tanto la posición en lo que enuncia como en su enunciación, el punto de partida será el
significante. Esto obedece a que partimos de una condición inversa, es el discurso el que genera una
posibilidad de sujeto y si bien la fórmula de inicio ya pone en evidencia, tal como se trabajo en el
ítem precedente, que el sujeto es efecto de la articulación significante, es necesario presentar la
complejidad planteada con el discurso.
Una primera aproximación remite a recuperar la afirmación: “un discurso sin palabras” como la
esencia de la teoría psicoanalítica, en esta instancia se articula a la diferencia fundamental que se
produce en el dispositivo clínico dado que, si lo que está en juego es localizar el sujeto, la palabra
como referencia reduce la maniobra a los enunciados. Esta reducción impacta en la noción de
identidad con la que se opera; por una parte queda ligada a lo que se puede pensar como la
identidad que distingue a una persona de otra, algo que se apoya en el sentido común. Por otra
parte, si el único registro queda en esa condición descriptiva del enunciado, la identidad atada a la
palabra pasa a ser “un juego de marionetas” (Lacan, J: 2006 p.282), en el cual el sujeto sería algo
177
ó° © (Gráfico 2)
¨ © (Gráfico 3)
En esta fórmula el valor de los significantes está dado por su lugar en la cadena significante y,
por lo tanto, no dan cuenta de lo específico que se produce en la localización previamente
presentada en el gráfico 2, sin que esto indique condiciones contradictorias o de evolución
superadora de la teoría, sino de otro plano del régimen: enunciado / enunciación.
A su vez, como se habrá notado, hay una distinción en la manera que se plantea: un de el sujeto,
ya que en la primer instancia se trata de un sujeto hipotetizado que en la segunda instancia, al
aparecer representado, está marcado por cierta condición de identidad. Si es una “cierta condición
de identidad” es porque en ese aparecer, de manera sincrónica, se desvanece; que sea “sincrónica”
178
indica que es en el mismo movimiento que están operando las dos modalidades. Esto se relaciona
con los términos que también son parte de la complejidad del discurso formalizado, por una parte el
saber y por la otra la verdad, tal como se presentará en párrafos siguientes.
ó ° ô (Gráfico 4)
Si bien este matema escribe el discurso designado como Amo y, aunque como ya se dijo, sólo
puede ser pensado -junto a los otros componiendo el cuadrípodo- como efecto del discurso del
psicoanálisis, en esta instancia, por el interés puntual de avanzar en este análisis, será tratado como
una estructura pertinente para abordar los términos del discurso.
Volviendo a lo propuesto sobre la producción del cuarto término, del que se dijo “escribe” la
pérdida de identidad, se pone el acento en esta condición de escritura que es necesario que
acontezca para que la pérdida se produzca como tal. Con esta aclaración se deja establecido que se
parte de un real cuya condición de imposible es efecto de la escritura formal, dicho en términos de
Lacan: “Esta lógica matemática, para llamar las cosas por su nombre, es enteramente esencial a
vuestra existencia en lo real, lo sepan ustedes o no lo sepan.” (Lacan, J. 2006 p.33). Esta posición
teórica implica -como ya se desarrollo en el ítem precedente- que se desestima como hipótesis un
punto de partida que piensa al hombre como un ser natural que por efecto del lenguaje pierde dicha
naturalidad, de lo que se interpreta que el objeto a adviene al lugar de lo que -previo al lenguaje-
tuvo existencia fehaciente.
Por lo tanto, que el movimiento escrito en el gráfico 4 inscriba un término, el objeto a, de cuenta de
un modo de identificación del sujeto que no lo recompone -dado que nunca estuvo compuesto- en la
plenitud de una identidad lograda, también implica que dicho objeto no responde a colmar una
necesidad natural. Esto se articula con lo trabajado en el ítem precedente sobre la función plus-de-
179
Resta avanzar sobre las especificidades de esta “relación fundamental” (Lacan, J. 1992 p.11) la
que se produce a partir de los significantes distinguidos en su localización, según la escritura de ¨ y
©, en el alcance que se explicita en la siguiente cita de Lacan tomada de la clase 3 del Seminario 17
El reverso del psicoanálisis:
Hay aquí cierto enlace significante que podemos plantear como algo del todo radical. Este
simple hecho nos permite ilustrar qué es la estructura. Si planteamos la formalización del
discurso y, en el interior de esta formalización, nos damos ciertas reglas destinadas a ponerla
a prueba, encontramos un elemento de imposibilidad. Esto se halla en la base, en la raíz, de
lo que es un hecho de estructura.
Y de la estructura, esto es lo que nos interesa en la experiencia analítica no porque estemos
aquí ya en un nivel elevado de elaboración, al menos por sus pretensiones, sino desde el
punto de partida.” (Lacan, J. 1992 p.47) el subrayado es nuestro
La cita no solamente sitúa lo dicho respecto de esta modalidad del enlace significante que hace a
la formalización del discurso, sino que agrega un dato fundamental, la condición de imposibilidad
de la estructura identificable en un elemento según una escritura formal ajustada a las reglas que la
regulan.
Esta consideración es la que orienta la elección de la línea y marco teóricos para avanzar en el
análisis de los términos que escriben el discurso; el eje conceptual se ordena desde los desarrollos
que Lacan produce fundamentado en la axiomática de la teoría de conjuntos. Esta decisión se
produce en la ponderación sobre la vía más adecuada para poner de relieve la presentación de la
lógica que regula la relación: dicho / decir ligada al discurso formalizado, como otro plano de
análisis que se articula a lo que él abordó en el grafo del deseo como formulación del régimen
enunciado / enunciación. Por lo tanto no será presentado bajo la idea de lo contradictorio, sino,
como ya se dijo, en la articulación imprescindible que configura uno de los aspectos del texto-
clínico, según se lo presenta en el cierre de esta tesis.
¨ ° © Gráfico 5
El significante establecido como ¨ escribe una exterioridad, la que se plantea como tal respecto
del tesoro de los significantes, también designado como el campo del Otro y cuyo lugar está
marcado por la letra A del álgebra lacaniano. El otro término del par de los significantes
distinguidos es el término ¨ que escribe el saber articulado, en tanto batería significante entendida
como una red ya configurada. Para despejar y desarrollar la lógica que ordena las condiciones de lo
expresado, se hace lugar a las articulaciones mencionadas en párrafos precedentes.
El sustento teórico de estas precisiones se remontan al trabajo de articulación que realiza Lacan en
los primeros tramos de su seminario 16, poniendo en relación algunos elementos de la escritura del
grafo del deseo y la relación presentada en el gráfico 5.
En este sentido, se hace imprescindible situar el valor que adquieren los distintos términos que se
relacionan con la misma lógica, pero que en los diferentes sistemas de relaciones escriben variantes
no contradictorias de lo que se puede pensar como un mismo problema.
Lo primero a ser interrogado es la función del A, en tanto la letra que escribe el lugar del campo
del Otro como tesoro de los significantes y lugar de la verdad; en el primer piso del grafo,
identificado como el nivel del enunciado, la escritura de s(A) localiza la significación del sujeto
respecto del Otro. Sin embargo, como lo señala Lacan (Lacan, J. 2006 p.49) la relación al Otro
implica una duplicidad; una es la recién presentada, la otra la del efecto sujeto en el nivel de la
enunciación: S(%) que designa el significante de la falta en el Otro, sin el cual todos los otros
significantes no podrían representar al sujeto.
Esto entraña una homología que articula las dos formas que adquiere el valor del tesoro de los
significantes; como lo dice Alfredo Eidelsztein en el libro Modelos, esquemas y grafos en la
enseñanza de Lacan:
Es decir, para que se produzca la significación del Otro (s(A)), todo significante hará
referencia a éste. […] La cadena superior determina las significaciones producidas en la
inferior, pero el grafo indica claramente que no se articulan significaciones en la cadena
superior. Así se concluye un proceso de vaciamiento del inconciente. (Eidelsztein, A. 1992
p.163).
caso fue planteado en relación a los dos niveles o pisos del grafo, pero que en la cita de referencia
están claramente designadas como las dos cadenas, designación que a partir de ahora será utilizada
dado que se corresponde con lo que se abordará.
Esta primera aproximación será ahora articulada a los elementos que Lacan toma de la
axiomática de la teoría de los conjuntos. En este tramo se parte de la relación elemental de la
cadena significante, en tanto la relación de un significante con otro significante, a lo que se
especifica como función del significante el de representar a un sujeto para otro significante.
Para avanzar con la teoría de conjuntos, la maniobra es plantear que dicha función -la del
significante- escribe una relación de conexión, definida como pertenencia; de lo que se establecerá
la legalidad para lo que puede o no pertenecer al conjunto. En este sentido, habrá que tener presente
uno de los axiomas de la teoría de conjuntos, la que establece la inconsistencia de plantear el
conjunto de todos los conjuntos, inconsistencia que sólo surge a partir de la axiomática, ya que si se
plantea en términos de “extensión del predicado” sólo con enunciarlo sería suficiente. Pero como se
señaló, surge un límite enunciado como paradoja que plantea una imposibilidad lógica.
De esto puede derivarse que un significante no podría designarse a sí mismo o, retomando el
“corolario” ya presentado, no puede representarse a sí mismo. De la única manera que podría
hacerlo es distinguiéndose de sí mismo, esta distinción produce la alteridad del significante con él
mismo; esta alteridad es la que se designa como el “término del Otro marcado por una A” (Lacan, J.
2006 p.284).
Al hacer de este término un significante, lo que va a designar es el significante como Otro, que
podrá ser cualquier significante encontrado en el campo del significante, el primero que se
encuentre, que será siempre radicalmente Otro distinto de sí mismo. De lo que se concluye que va a
introducir el Otro como tal en su inscripción, dado que está separado de la inscripción misma.
(Lacan, J. 2006). Ese Otro como alteridad misma, es el que hace del ¨ el orden significante, el que
establece el elemento, la posibilidad de contar de a uno, tal como se lo abordó en el capítulo 4.
A su vez, hace falta indicar a qué refiere “el término del Otro marcado por una A”, tal como es
citado en el párrafo precedente. Esto surge del desarrollo que realiza Lacan al relacionar los
elementos del grafo del deseo y la fórmula central de este ítem que articula la función del
significante como la de representar a un sujeto para otro significante. La modalidad que elige es
construir un par ordenado con los elementos S -el significante- y A -como otro significante- pero
recordando que A es lo que designa el lugar del tesoro de los significantes (Lacan, J. 2006 pp.52-53)
Previamente a continuar con el desarrollo de Lacan, se deja aclarado que “un par ordenado” es una
182
dupla de dos objetos matemáticos que se distingue uno del otro, forman parte de un conjunto en el
que también se incluye el orden en que se presentan.
Se tiene en cuenta que partimos de una relación que implica a un significante y la alteridad del
otro significante, o sea A; pero que si A es el sitio del tesoro de los significantes, de algún modo
plantea lo que fue mencionado como una paradoja, ya que el A del par ordenado sería además el
mismo que debería contener a la alteridad del Otro, la relación (S ° A).
Lacan propone su formalización escribiendo:
A
( S ° A) Gráfico 7
Donde el A que designa el conjunto de la relación es el A que forma parte del par ordenado; para
resolverlo formalmente escribirá la relación entre S con A (S ° (S °A)) reemplazando A por
aquello que es A, o sea el significante del conjunto integrado por la relación de S con A. De lo que
surge:
( S ° (S °A))
(S (S (S (S A)))) Gráfico 8
A partir de este proceso, se puede ver que se genera una repetición indefinida de S, sin que se
pueda frenar la reiteración de la distancia de A, sin que implique este A se termine diluyendo; en
todo caso, lo que termina demostrando esta escritura es la condición inasible del A.
La generación de la multiplicación de esta escritura obedece a que siempre se escribe el A en el
183
Esta fuga que hace que en su interior mismo una envoltura encuentre su exterior, no es más
que lo que antes designamos con la forma topológica del plano proyectivo, materializado
para el ojo por el cross-cap. (Lacan, J. 2006 p.54)
Que A como tal, tenga en sí esta falla que obedece al hecho de que no pueda saber lo que
contiene, más allá de su propio significante, es la cuestión decisiva donde se puntualiza lo
que se refiere a la falla del saber. En la medida que la posibilidad del sujeto, por cuanto él se
formula, está suspendido del lugar del Otro, es sumamente importante saber que eso que lo
garantizaría, a saber, el lugar de la verdad, es él mismo un lugar agujereado.(Lacan, J.2006
p54)
A su vez, se puede interpretar que lo planteado en la cita señala la condición del saber como un
lugar en el que el saber no podría saberse a sí mismo, dado que por su misma estructura es abierto,
según se desarrolló en párrafos precedentes.
Con estos desarrollos, junto con lo presentado en los tres ítems precedentes, se considera que se
han planteado los argumentos necesarios para abordar la construcción de la noción de referencia
específica del texto-clínico, en su pertenencia al campo del psicoanálisis.
184
Si se toma como punto de partida la idea más generalizada y difundida sobre la referencia, habrá
que decir que es “aquello de lo que se habla”. Sin ingresar en las diferentes acepciones que le
corresponden al término, según sea el discurso que la define o la teoría del lenguaje en la que se
soporte, la generalidad de la afirmación planteada permite abrir una serie de consideraciones que
conducirán a plantear lo más específico de una definición acorde a la noción de texto-clínico.
Decir por otra parte que lo real es lo imposible es también enunciar que es sólo el
estrechamiento más extremo del decir, en la medida en que el decir introduce lo imposible y
no simplemente lo enuncia. (Lacan, J. 2006 p.60)
El valor que adquiere “el decir” está dado por la formalización que permite establecer la
articulación significante en el “artefacto” del discurso; esta designación -artefacto- planteada por
Lacan en el Seminario 18 De un discurso que fuera del semblante, es la que exhibe la condición que
tiene el decir como fundante de los hechos. La lógica de esta idea es que los hechos son de discurso,
185
lo que a su vez implica a la enunciación como hecho que se sanciona en el hecho de discurso, que
permite interpretar que la enunciación se complejiza en el decir, tal como se desarrolló en la
articulación entre: enunciado / enunciación y dicho / decir, en el ítem precedente.
A su vez, la fundamentación de la articulación recién mencionada se ha desarrollado en el capítulo 4
de esta tesis, en el apartado sobre “El significante en el campo de la lingüistería”; argumentos que
permiten vincular claramente lo expuesto en este ítem con la afirmación “no hay ninguna realidad
pre-discursiva”, enunciada por Lacan en el Seminario 20 Aún (1995 p.43)
Ligado a lo precedente, pero en lo que se puede considerar como más específico a la centralidad
del dispositivo clínico, la consecuencia directa del régimen dado en que “sólo hay hechos de
discurso” o “sólo hay hechos de dicho”, es la dependencia del sujeto del efecto de un decir.
Al respecto afirma Lacan: “Nunca, jamás surge un sujeto sino porque el hecho es dicho” (Lacan, J.
2006 p.61).
Esta lógica permite plantear a la referencia como una función liminar, en tanto su operatoria
parte de aquello que escribe la causa de/en un real para advenir como un decir. En este sentido,
habrá algo que del hecho no puede ser dicho, pero recordando siempre que esto es obra misma del
decir, a lo que se agrega que esa falta es aquello que de la verdad no puede ser toda dicha. Si como
ya se trabajó en relación al matema, la verdad no se resuelve en términos del “valor de verdad”,
según V -verdadero- o F -falso- de la lógica bivalente, esto no implica que en su estructura de
ficción, en su carácter de medio dicha, no pueda admitir ser calculada “allí donde sólo ella tiene su
lugar, entre líneas”.
Por otra parte, en ese lugar perforado el saber escribe su imposibilidad de totalización, tanto por la
lógica de la teoría de conjuntos que permite sostener que “el saber no se sabe a sí mismo”, como así
también por esta modalidad de la verdad que no lo garantiza.
Una última consideración sobre la noción de referencia se apoya en lo presentado sobre la teoría
de los campos; de lo que se retoma que su postulación se impuso para despejar la condición
biologicista, sustancialista, que hace del sujeto un individuo biológicamente definido. La crítica de
Lacan a esta formulación es la de justamente construir una referencia de esta índole, que
necesariamente lleva no sólo al problema de un sustrato carnal, sino que deriva en última instancia
en una referencia al ser humano.
La teoría de los campos permite recuperar la condición de lo que hace referencia en la formulación
de una legalidad que como sistema regula y establece el campo mismo y sus elementos.
186
De lo expuesto, se concluye que la referencia específica del texto-clínico, como nuevo género de
discurso, es el sujeto según fue indicado precedentemente, a lo que se agrega, sujeto dividido en su
origen entre saber y verdad, articulado a lo imposible -real- y necesariamente efecto de un decir.
La noción de referencia será retomada, como ya se anticipó, en la construcción del sistema de
diferencias entre la texualidad del discurso del psicoanálisis y otros dispositivos narrativos, de lo
que surgen especificaciones a partir de su función en el plano narrativo del dispositivo clínico.
187
Capítulo 9
Segundo eje: El texto como operador de la estructura del discurso del psicoanálisis:
texto-clínico, especificado como un nuevo género de discurso
El recorrido de este último capítulo apuesta a presentar los argumentos que sostienen la
construcción del término texto-clínico en su calidad de nuevo género de discurso efecto de la
formalización del discurso del psicoanálisis, necesariamente originado en el lazo social creado por
Sigmund Freud.
Dichos argumentos serán fundamentados en el desarrollo de los temas involucrados en este
propósito, a partir de un ordenamiento de los diferentes planos que hacen a la composición del
mencionado término.
En tal sentido, se trabajará en primera instancia las condiciones del revés / reverso en el régimen
estructural del discurso del psicoanálisis, de lo que se podrán derivar las condiciones de la
espacialidad y la temporalidad que estructuran la formulación del texto-clínico.
Como segunda instancia se abordará lo que se propone designar como el plano narrativo en lo que
establece poder considerar el campo clínico del psicoanálisis como un dispositivo de palabra que
transcurre en un espacio-tiempo; a su vez, descriptivamente, incluye posiciones enunciativas
articuladas a la formulación de una historización.
Todo esto se produce en el marco de un propósito que direcciona su movimiento bajo el criterio
ético que lo orienta.
La tercera de las instancias a desarrollar es la que trabaja el sistema de diferencias, a partir de la
condición de textualidad, entre el campo del psicoanálisis y los otros campos ligados a esta
investigación, el de la lingüística y el de la narrativa.
Por último se plantea, por una parte la construcción fundamentada en lo trabajado en este capítulo,
del término texto-clínico como nuevo género de discurso; y por otra parte, arribar a las conclusiones
que dan cuenta de los objetivos propuestos para esta tesis.
Como ya se anticipó, en este ítem se abordarán las condiciones del régimen del revés y del
188
reverso como dos lógicas articuladas a la formalización del discurso del psicoanálisis en el efecto de
la producción de los cuatro discursos y, simultáneamente como dos lógicas articuladas entre sí. De
este desarrollo se espera derivar en la propuesta del establecimiento de las condiciones de la
espacialidad y la temporalidad pertinentes al texto-clínico.
A su vez, retomando uno de los aspectos que hacen al contexto del planteo de esta tesis, habrá que
despejar lo dicho en la propuesta general introducida en el primer capítulo sobre la relevancia del
tema y especificada en la tercera hipótesis secundaria.
Se trata de la operación que hace posible plantear que la lectura y sanción del discurso del
psicoanálisis bajo la condición de ser un nuevo lazo social, es una de las consecuencias de su
formalización y de establecer como hecho de dicho la condición señalada.
Dicha operación implica la lógica de la retroacción articulada a la espacialidad topológica del
discurso, considerando que dicha lógica sanciona el paso dado por Freud como la primera vuelta
respecto de una segunda vuelta que resuelve un recorrido completo, efecto de la formalización del
discurso del psicoanálisis, establecido como “hecho de dicho”.
Por esta razón, se desglosa este apartado en dos sub apartados: a) El psicoanálisis al revés y b) El
reverso del psicoanálisis.
a) El psicoanálisis al revés.
Se abre esta instancia a partir de la siguiente cita:
El psicoanálisis al revés, creí que debía titular este seminario […] hice muy precisa alusión,
o más exactamente caractericé, que ha sido “el discurso –como yo me expresé- de una
reanudación del proyecto freudiano al revés. (staferla.free.fr. S/17 p.6)
Se toma como punto de partida esta afirmación de Lacan, justamente en el comienzo del
seminario correspondiente a los años 1969 – 1970. Tal como él mismo lo creyó, según se lee en la
frase –que se ha subrayado- el título del seminario es: El psicoanálisis al revés y, si bien el párrafo
de la cita es una traducción personal del sitio staferla, en la edición del seminario en español,
basado en el texto en francés establecido, coincide la afirmación subrayada, por lo tanto el título con
que se ha publicado en francés y español: El reverso del psicoanálisis, aunque no plantea
diferencias radicales, se reserva la elección de un término que no se ajusta del todo a lo propuesto
en la primera clase por Lacan.
189
En la edición en español se enfatiza la elección del término reverso, dado que luego del
aceptado: “proyecto freudiano al revés”, se incluye una frase -ausente en el texto francés no
establecido- “volverlo a tomar por el reverso”. A pesar de que esto puede ser considerado un detalle
nimio también puede desestimar un matiz importante; no es lo mismo el reverso que implica una
cara opuesta a otra principal, sino que además se establece su existencia en la simultaneidad, ya que
si el reverso de la cara de una moneda es la seca, estos dos lados coexisten a la vez y en el mismo
momento en que se acuña de la moneda. En cambio, el adverbio al revés, significa: al contrario o
invirtiendo el orden; por lo tanto esto implica una cierta acción sobre algo, que además sucede con
posterioridad. Para ser más precisos, el término usado por Lacan en francés es: à l’envers, cuya
traducción al revés, no presenta dudas, dado que se trata de un adverbio y no del sustantivo
l´envers.
Sin embargo, también habrá que considerar que el título en francés sí utiliza el sustantivo y el año
de edición es 1975, por lo tanto esto sucede en vida de Lacan; aunque el texto fue establecido por
J.- A. Miller, nada nos permite suponer que aquel desconociera el título con el que se publicó su
seminario. Esto lleva a asumir una cierta posición respecto del lugar y estatuto del texto, en
coherencia con la lógica que organiza esta tesis; se trata de tomar como referencia la intención que
se puede leer en el texto, sin incluir hipótesis sobre las supuestas intenciones de las personas que
ocupan la función de autor. La mencionada función de autor se ajusta a las propuestas de Michel
Foucault, mencionadas por el mismo Lacan en el seminario precedente y abordada en el capítulo
previo de esta tesis. A su vez, se articula con la idea de Giorgio Agamben (2005) del autor como
gesto, que de manera sintética puede ser expresada como la indicación de un lugar, al modo de
función o gesto, presente en el texto y que es aquello que la función lector construye, en tanto son
parte constitutiva de cualquier textualidad (Agamben, G. 2005 p.85).
Tomando en cuenta lo precedente, referido a la primera clase del seminario y sumado a los
desarrollos que se leen en las clases siguientes sobre los cuatro discursos, se puede hipotetizar que
es válido pensar en la coexistencia en la obra de Lacan de dos sentidos posibles que sostienen, por
una parte el proyecto freudiano al revés y por la otra la condición de reverso. Esta última, planteada
por Lacan en relación a los giros de los pasajes de un discurso a otro que implican la escritura de los
matemas du sus estructuras.
Como ya se anticipó, en esta primera instancia se presenta un desarrollo sobre la cuestión del
proyecto freudiano al revés.
El modo de argumentar será el apoyo en el análisis del contexto en el que se produce este
190
enunciado; para ser más precisos, se señala que el contexto será pensado en dos direcciones. La
primera, ubica las condiciones históricas próximas al momento del seminario -en parte ya
presentadas en la introducción de esta tesis- al respecto Lacan alude a distinguir su planteo de: “…la
actualidad, que se cree en situación de poner bastantes cosas patas arriba” (Lacan, J. 1992 p.10).
La alusión al momento social, que tuvo su epicentro en el Mayo Francés del 68, se le hace
necesaria, en todo caso, para desmarcar su propuesta respecto de los hechos mencionados, que no
agregan o quitan en lo fundamental a su postura teórica sobre el psicoanálisis y los otros tres
discursos. Aunque se le hizo necesario explicitarlo -considerando que a lo largo del seminario el
clima convulsionado está presente- no será ese el eje de su trabajo; en todo caso frente a distintas
irrupciones relacionadas con episodios de cuestionamiento político, él interviene interrogando el
reverso de ciertos discursos. Con esto se intenta ubicar que ese plano del contexto histórico tiene un
carácter circunstancial que le servirá de pretexto para avanzar sobre su programa. No es lo decisivo,
a pesar de ciertas consideraciones que tienden a proponer el Mayo Francés como una de las
motivaciones de la producción del concepto de discurso en Lacan.
En cambio, habrá que prestar atención al otro plano del contexto, al que él mismo señala como
directamente relacionado con el proyecto freudiano al revés; contexto que es justificado designar
como la posición epistemológica que ordena su enseñanza.
Esto se lee en la indicación al escrito “De nuestros antecedentes” de 1966, al que se refiere en 1969
como el lugar en el que expresó la “reanudación del proyecto freudiano al revés”. Interesa volver a
ese texto en una breve puntuación, específicamente en el recorrido que refiere Lacan para llegar al
psicoanálisis. La orientación de la lectura es la interrogación sobre la condición de antecedente,
respecto de la temporalidad que el término introduce.
construcciones teóricas ligadas a autores de otros campos -como la criminología- sitúa su llegada a
las puertas de ingreso al psicoanálisis.
Es en el Congreso de Marienbad de 1936, que localiza el “primer pivote” en su intervención en el
psicoanálisis, al que le suma el artículo “Más allá del principio de realidad” escrito en el mismo
año. Su interés en mencionar dicho artículo es por la apreciación de sus alumnos de localizar “ya
allí” los elementos que derivaron en la enseñanza del psicoanálisis a su cargo; expresión a la que
responde: ¿No es bastante que lo que está allí no haya cerrado el camino? (Lacan, J. 1987f p.61)
Recuperando la lógica que lo llevó a generar el entrecruzamiento de los términos: “placer” y
“realidad”, en la paráfrasis del “Más allá de...” (Lacan, J. 1987f p.61) formula las condiciones de un
interrogante que Lacan promueve como parte de “... ese abordar del revés el proyecto freudiano con
que hemos caracterizado recientemente el nuestro”. (Lacan, J. 1987f p.62).
Concluido el punteo mínimo necesario para avanzar en el propósito de este ítem, se retoma
desde la revisión de la noción de “antecedente” a considerar.
El aspecto temporal de este término podría resultar evidente, sin embargo según se desplacen los
puntos de enfoque sobre el artículo de referencia, tanto puede ordenarse bajo una linealidad
ordinal, como también en el régimen de la retroacción.
En el primer caso, el de la linealidad, se lee la sucesión ordenada de lo que fue primero: la
pertenencia de Lacan a la psiquiatría, luego la insuficiencia de este campo para pensar al sujeto lo
lleva a lo segundo, que es lo que se abre en Freud y así podemos enumerar los pasos dados por
Lacan hasta llegar de la enseñanza del psicoanálisis.
Sin embargo, situando el momento en el que el texto es formulado, podemos ordenar su lectura con
el criterio del futuro anterior, en la medida que la publicación de los Escritos -a los que pertenece
este artículo- establece y construye determinados hechos como antecedentes y organizan su orden.
De un modo explícito, refiriéndose a los textos producidos antes del inicio de su enseñanza,
podemos leer:
Nos encontramos pues con que volvemos a colocar estos textos en un futuro anterior:
se habrán adelantado a nuestra inserción del inconsciente en el lenguaje. (Lacan, J.
1987f p.65)
Del mismo modo, se puede aplicar la misma lógica para centrar la lectura desde la dirección que
inscribe haber citado el escrito en 1969, en la instancia de presentar la articulación de los cuatro
discursos y fundamentalmente el discurso del psicoanálisis. Según este criterio es posible interrogar
192
si los antecedentes de 1966 coinciden plenamente con los evocados por Lacan en 1969; como
respuesta se retoman en la siguiente cita del escrito de referencia algunos argumentos ya
presentados en el punteo precedente:
Nos ha parecido bien ofrecer al lector en primer lugar un pequeño artículo, contemporáneo
de aquella producción. [Lacan hace referencia a su artículo Más allá “del principio de
realidad”, de 1936].
Sucede que nuestros alumnos se hacen la ilusión de encontrar “ya allí” aquello a lo que
después nos ha llevado nuestra enseñanza. ¿No es bastante que lo que está allí no haya
cerrado el camino? (Idem p. 61)
Para argumentar este breve análisis, destacamos lo que es de interés para este ítem, la posibilidad
de recuperar la lógica que organiza la vuelta sobre el proyecto freudiano, estableciendose su revés
en la formulación de Lacan. En este sentido, tomamos la cita que él mismo propone como
antecedente de 1966 en el año 1969:
¿Qué resulta en estas condiciones de aquel entrecruzamiento por el cual la identidad de los
pensamientos que provienen del inconsciente ofrece su trama al proceso secundario,
permitiendo a la realidad establecerse a satisfacción del principio de placer?
He aquí la pregunta en que podría anunciarse ese abordar del revés el proyecto freudiano
con que hemos caracterizado recientemente el nuestro. (Lacan, J. 1987f pp.61-62)
Resulta de interés leer en esta cita la interrogación que precede a la condición del revés como el
lugar desde el que Lacan aborda el proyecto freudiano; de manera explícita plantea la pregunta que
altera el orden de los términos propuestos por Freud, introduciendo en la teoría del psicoanálisis no
solamente el entrecruzamiento de los mismos. Necesariamente este movimiento de alteración
modifica el valor conceptual de dichos términos, por ejemplo, la idea de realidad que adquiere otra
condición al situarla en una relación de satisfacción respecto del principio de placer; a la luz de esto,
no resultaría injustificado plantear que la noción de real propuesta por Lacan evidencia otra
respuesta al problema de la realidad.
En este sentido se puede leer que inscribe el revés del proyecto freudiano respecto del que designa
el nuestro, lo que rápidamente permite ubicar que su proyecto se construye desde un nuevo orden y
puesta en valor de los conceptos del psicoanálisis.
193
Una primera conclusión que se plantea, es que junto con la condición específica de cada término
en juego, aún en el estatuto gramatical, cada uno de ellos no vale por sí mismo –sea sustantivo o
adverbio- sino que debe ser puesto en su debido contexto.
Volviendo al problema que dio inicio a este apartado, se pueden construir al menos dos preguntas:
¿Preexistía en el proyecto freudiano un reverso o revés que sólo implicaba darlo vuelta y descubrir
que allí estaba? o ¿Es posible que el reverso o revés sólo se engendre bajo cierta forma de lectura
que promueve otra combinatoria de los términos en juego y aun otro estatuto de los mismos? Se
dejan propuestas las orientaciones que estas preguntas abren, para ser desarrolladas y analizadas en
el próximo apartado.
Vueltos a considerar el problema de la diferencia entre reverso y al revés, lo que implica generar
otra vuelta al análisis de esta cuestión, se propone sostener las dos preguntas formuladas en el
párrafo precedente, entendiendo que cada una de ellas se genera desde un paradigma diferente.
Retomando la clase de inicio del Seminario 17, tal como se hizo con la cita del primer sub ítem,
leemos que allí donde Lacan presenta su propuesta de retomar el proyecto freudiano al revés, la
introduce remitiéndonos –nuevamente- a un discurso sin palabras. Que sea sin palabras indica
-junto a lo que se trabajo en el capítulo previo de esta tesis- que el énfasis está puesto en que el
discurso se sostiene en un “cierto número de relaciones estables” (Lacan, J. 1992 p.11), a las que en
párrafos siguientes designa como estructuras, que se develan más adelante como la escritura
formalizada de los cuatro discursos.
Esto permite indicar que el trabajo fundamental que se realiza sobre el discurso en este seminario es
su tratamiento en el nivel de la estructura espacial topológica.
194
Así como en el seminario previo -”De un Otro al otro”- los argumentos que dan cuenta de la
formulación del discurso son fundamentalmente lógico-matemáticos, en este se fundamenta la
existencia de los cuatro discursos en el régimen de desplazamientos espaciales que relacionan
lugares y elementos.
A su vez, esto da lugar a situar una localización que escribe respecto de dichos desplazamientos
una cierta relación particular entre las dos duplas que se pueden establecer: discurso Amo / discurso
del psicoanálisis y discurso Universitario / discurso de la histérica. Esta es la modalidad que da
acceso a la interrogación sobre el tema del reverso; por el interés de esta tesis, sólo se hace lugar a
la primera de las duplas enumeradas.
Para trabajar esta condición, se escogieron tres ocasiones en las que Lacan plantea el tema; la
primera es en la apertura la clase del 21/1/70:
Que este discurso analítico cierre este escalonamiento en cuarto de círculo que
estructura a los otros tres no quiere decir que los resuelva y que permita pasar al
reverso. Eso no resuelve nada.
El reverso no explica ningún anverso. Se trata de una relación de trama, de texto, de
tejido, si quieren.” (Lacan, J. 1992 p.57)
Para contextuar lo enunciado en la cita, se vuelve a recordar que el escalonamiento del que se
trata es producto del cuarto de giro de los elementos ocupando rotativamente los lugares fijos y, a su
vez, los elementos conservan siempre la misma sucesión: por ejemplo, si se parte del discurso Amo
y se realiza un cuarto de giro hacia la derecha se produce el discurso de la Histérica.
Por otra parte, habrá que tener en cuenta que el “cierre” del escalonamiento alude a concluir el
recorrido de un círculo o circuito o, de manera más ajustada, una vuelta completa; esto se
fundamenta en el uso del verbo boucler, del que se deriva la forma sustantivada bucle, tal como se
lee en la versión en francés del sitio de internet staferla. Este verbo tiene varias acepciones, todas
ellas en relación a cerrar un recorrido circular o completar un circuito o vuelta; también cerrar un
cinturón con la hebilla; el recorrido de dicho circuito produce una línea cerrada de Jordan. A
diferencia de fermer que se traduce como cerrar, en oposición a abrir, por ejemplo: “cerrar la
puerta”.
Sobre el final de la cita se plantea una primera idea respecto de la condición de reverso en juego;
si no puede ser aquello que “explique ningún anverso”, es que la lógica de la estructura de los
195
discursos no es la de las caras de una moneda o de universos totales que implicarían un orden
cerrado. En este sentido se puede remitir a lo trabajado en el ítem sobre “Formalización del
discurso” del capítulo precedente, en la medida que no sería posible admitir el “universo de
discurso” según la lógica desarrollada respecto del significante “que no puede representarse a sí
mismo”.
Envers » assone avec « vérité », « en vérité »[Reverso asuena con “verdad”, “en verdad”]
(staferla.free.fr. S/17 p.24)
Es evidente el juego que descompone y recompone las palabras, pero a pesar de ciertas
correspondencias no alcanzan la coincidencia, lo que permite ser pensado a la luz del final de la cita
previa: "Se trata de una relación de trama, de texto, de tejido, si quieren.” (idem).
Si esto se puede articular como relación en el nivel de “la trama o texto”, aun sin avanzar sobre la
condición narrativa -sobre la que sí se avanzará este punto en el próximo ítem-, se puede interpretar
que en el nivel del reverso algo de la verdad se alcanza. Si se resalta ese algo, es porque en la
estructura del texto está implícito tanto el límite formal del lenguaje, como así también la condición
de la verdad "medio dicha".
.
El tercero de los momentos en el que se aborda el tema de interés, es en clases posteriores a la
que se ha tomada hasta este punto como referencia. Los argumentos son fundamentalmente los que
196
La primera indicación es que el reverso del psicoanálisis es el discurso del amo; esta idea puede
sostenerse tomando como fundamento la estructura en la disposición de los cuatro términos en cada
una de las fórmulas del discurso amo y del discurso del psicoanálisis:
ó°ô ù°ú
Del Amo Del Psicoanálisis
La producción del reverso es efecto de una simetría que se construye como contrapunto, por lo
tanto, la relación se plantea con un punto; no con una línea o un plano –tal como aclara Lacan. Para
hacerlo más preciso agrega: “…se obtiene dando un vuelco a este discurso del amo” (Lacan, J. 1992
p.91)
Para darle a esta idea el alcance que tiene, se hace necesario revisar, no sólo, algunas condiciones
propias del discurso amo, sino también un término que la traducción establecida no resalta lo
suficiente.
Una característica del discurso amo -según el desarrollo que le ha dado Lacan en clases
precedentes- tanto en su relación a la tradición filosófica, como en la actualidad que lo presenta a
nivel de la política, puede sintetizarse en la idea de “el abarcarlo todo”; incluso lo que se cree una
revolución, la de la tradición romántica, agrega Lacan.
Este señalamiento, que hace hincapié en el tema de la revolución, además de una cierta ironía sobre
las revoluciones de corte político, cumple la función de despejar una diferencia clave. Una forma de
entender la revolución es aquella vuelta que retorna al punto de partida, por lo tanto no se está
produciendo algo diferente, lo otro.
En este sentido, la revolución que realiza el discurso amo es una vuelta que no genera pasaje a otra
condición, más que la de continuar como Amo.
Sin embargo, el recorrido como vuelta que se plantea en relación al “contrapunto” que articula al
197
discurso Amo con el del psicoanálisis, es un recorrido efecto del “medio giro”, en cuanto son los
dos cuartos de giro necesarios para llegar desde el discurso Amo al del psicoanálisis. El medio giro
planteado en relación al punto mencionado por Lacan, respecto del contrapunto, realiza una
semitorción.
Es en este sentido que se evidencia la razón de argumentar que es “un punto” engendrado por el
medio giro -los dos cuartos- que se hace necesario para operar la producción de un reverso. Sobre lo
que se debe aclarar que implica el recorrido de una vuelta completa en relación a la simetría que
este punto impone; dicho en términos precisos, es el recorrido que establece una banda de Moebius.
Brevemente, habrá que introducir las características básicas de la banda de Moebius, según se
define en el libro Topología elemental (1993) de Mario Tomei; es una superficie que se define por
ser unilátera, esto quiere decir que tiene un solo lado. Para explicitar esta idea, se puede recurrir a
una representación con una cinta o banda de papel desplegada, coloreada de color azul una de las
caras y de rojo la otra cara. Si se produce una semitorsión y a continuación se unen los bordes del
extremo, lo que podría ser en apariencia un cilindro, al realizar un recorrido completo se advierte
que no es así. A diferencia del cilindro, si se parte de un punto perteneciente al lado azul, se llegará
del lado rojo a un punto que coincide con el punto de partida sin haber atravesado ningún borde, tal
como se observa en la siguiente imagen:
Lo presentado permite dar cuenta de la espacialidad topológica del movimiento discursivo; sin
embargo en lo que implica al hecho de dicho, hay que agregar que la vuelta que se engendra en el
198
“contrapunto” es un hecho de discurso, por lo que se deduce que el reverso no está dado per se;
necesariamente, en el sentido lógico del término, es un efecto de dicho discursivo.
Este ítem, que transitó metodológicamente la indagación del discurso del psicoanálisis en el
nivel de la estructura topológica, permite proponer algunas conclusiones.
Una primera conclusión indica que el análisis realizado sobre las citas de Lacan, centradas
fundamentalmente en el momento en que la formalización del discurso del psicoanálisis marca su
enseñanza, revela una tensión entre: “el proyecto freudiano al revés” y el estatuto de “reverso” que
se produce desde la perspectiva de los discursos formalizados.
Llegados a este punto, con los elementos analizados, es posible plantear que tomar el proyecto
199
freudiano al revés implica necesariamente la existencia del proyecto de Lacan, que en el plano
discursivo tiene su escritura en las fórmulas de los cuatro discursos y por lo tanto, esto implica
establecerlo por las vueltas del decir.
Por último, resta presentar los argumentos básicos sobre las condiciones de la espacialidad y la
temporalidad que se derivan de lo desarrollado, en el propósito de presentar dichas condiciones en
tanto configuran el texto-clínico.
9.2 El plano narrativo del dispositivo clínico, a la luz del discurso del psicoanálisis: el
referente eso habla y la historización
La apuesta es sostener la construcción de cierto campo que se designa narrativo y que en tanto
campo, según se trabajó en el ítem precedente, se constituye desde una legalidad teórica que
organiza sus elementos según el valor que adquieren en el sistema de relaciones que dicha legalidad
articula.
En ese sentido, el régimen regulatorio está dado por la lógica del significante, en la amplitud y
limitación propuesta en el capítulo 4 de esta tesis; la amplitud en tanto la complejidad del
dispositivo clínico así lo amerita y la limitación en lo específico de articular lo narrativo al
significante en el decir de la lingüistería.
Haber establecido las condiciones de la lingüistería permite retomar términos de otras disciplinas en
la reformulación que construye un nuevo alcance conceptual, en la medida que dicha reformulación
incluye la existencia del inconciente, tanto como: “estructurado como un lenguaje”, como también:
“discurso del Otro”.
Esto se sostiene en lo planteado por Lacan en la clase del 19/12/ 72 del Seminario 20 Aún, en tanto
explicitó que hay asuntos en común con la lingüística, que se encuentran – con la lingüistería- en los
dichos, dado que muchos de ellos coinciden, a lo que agrega que la disyunción se opera en el decir.
Este argumento se ha desarrollado en el capítulo sobre el marco teórico para esta tesis.
Para avanzar en lo que hace a la diferencia específica de la condición narrativa del dispositivo
clínico, se tomarán dos aspectos para su análisis; uno es el que se plantea en relación a las
posiciones enunciativas y su modalidad, el otro aspecto es el de la historización en juego.
El punto de partida será establecer que desde la posición teórica que se sostiene habrá que
plantear que un dispositivo es en tanto tal un hecho de discurso, por lo tanto los elementos que
participan de la situación discursiva adquieren valores diferentes según el discurso que los articule.
En términos generales, tanto la lingüística como el psicoanálisis, admiten como primero -en sentido
lógico- al lenguaje, pero la acción discursiva para la lingüística se apoya necesariamente en la
persona gramatical;que en la perspectiva de un objetivo comunicacional se establecen como las dos
posiciones alternadas entre un emisor y un receptor, desde nuestro campo esta estructura se
complejiza a partir de la existencia de “Eso habla”, según se lo puede pensar desde la enseñanza de
Lacan:
Eso habla. ¿Pero por qué habla? ¿Por qué eso habla para el sujeto mismo? ¿Por qué eso se
presenta como una palabra, y esa palabra, es eso, y no es él? (Lacan, J. 2004 p.424)
Una primera aproximación para ordenar este desarrollo, será justamente considerar qué implica
en el campo teórico y ético aceptar que “Eso habla”, en la clara y evidente confirmación que no se
está calculando en esa idea que “Eso” que habla tenga algún estatuto conceptual ligado a la
lingüística o la narratología; desde esos campos “Eso habla” es impensado. Por lo tanto, ya se puede
anticipar que la configuración narrativa del dispositivo clínico psicoanalítico se regula con un
régimen lógico específico.
Siendo esto así, se anticipa la descomposición en nuestra práctica discursiva del tránsito narrativo
que parece sostenerse en las tradicionales personas gramaticales; las que desde el “yo” que enuncia
al “tú” que recibe el mensaje construyen el circuito de intercambio para las personas concretas que
asumen dos roles sociales diferenciables: analizante / psicoanalista.
Al descomponer esa narrativa, las condiciones de las personas gramaticales si bien conservan su
estatuto lógico, tal como lo sostienen en general los lingüistas, lo más relevante es que se muestran
insuficientes a la hora de “representar” la posición generadora de enunciación ubicada en un sujeto.
Un modo posible de recuperar esta idea en Lacan es la siguiente cita, ya trabajada en dos
oportunidades en esta tesis:
¿Qué hacemos nosotros en el análisis sino instaurar por la regla, un discurso tal, que el
sujeto suspende algo allí? ¿Qué? Lo que precisamente es su función de sujeto, es
decir, ser dispensado de sostener su discurso de un “yo digo”, pues es otra cosa
hablar que plantear “yo digo lo que acabo de enunciar”. El sujeto del enunciado dice:
“yo digo”, dice “yo planteo” como yo hago aquí con mi enseñanza.[...] He ahí a ese
sujeto dispensado de sostener lo que enuncia. (Lacan, J. 2006 p.16)
203
Claramente en la cita queda establecida la distinción entre el sujeto del enunciado, señalizado en
la primera persona del singular “yo”, de aquella otra instancia que desvanece la integridad unificada
y nos remite a la hipótesis de la enunciación, plano discursivo que habilita la pregunta ¿quien dice
lo que “yo” enunció?. Si se sostiene la interrogación sobre el referente del decir, la línea conceptual
se orienta a pensar la enunciación como la otra cadena -tal como se puede leer en el grafo del deseo-
lo que puede sintetizarse con la expresión: “el inconsciente es el discurso del Otro”, tomando en
consideración que “decir” no es lo mismo que hablar.
En ese sentido, se puede ya anticipar que el decir se corresponde a un discurso de alguna forma
articulado y que no podría ser adjudicado a un sujeto que lo soporte; por lo tanto “hablar”, abre otra
línea de indagación, aquella que se produce en la expresión “eso habla”, en la que “eso” no admite
la menor posibilidad de confundirse con persona alguna, sea en sentido amplio o gramatical.
A su vez, siguiendo la lógica presente en estos desarrollos, se puede establecer una vuelta más sobre
la condición del decir y el hablar, movimiento que permite hipotetizar que el pronunciamiento: “Eso
habla” es un hecho efecto de un decir, en ese sentido se puede proponer que se trata del decir del
discurso del psicoanálisis.
Llegados a este punto y para avanzar sobre fundamentaciones teóricas y conceptuales en las que
se sostiene el “Eso habla” como noción insoslayable del psicoanálisis en general y en la enseñanza
de Lacan en particular, es necesario localizar desde qué punto de partida se construye esta idea
central de la práctica psicoanalítica.
Plantear que hay un punto de partida remite a cierta condición histórica, en ese sentido, podemos
afirmar que las condiciones de existencia del psicoanálisis están dadas a partir del sujeto de la
ciencia moderna, tal como fue presentada en el capítulo previo. De tal modo, que el psicoanálisis
opera con un sujeto particular, un sujeto dividido, dividido entre saber y verdad; división que Lacan
propone en la teoría psicoanalítica y escribe con su álgebra desde el contexto epistemológico en el
que se posicionó.
Sin embargo, los inicios del psicoanálisis se relacionan con otras formas de registrar una división
que fue percibida como una extrañeza, que no se corresponde con la noción de sujeto que construyó
Lacan, ya que en todo caso, la extrañeza se suscita justamente porque resulta inaceptable una
división desde la hipótesis del individuo. A lo que se debe agregar que el individuo es lo que en ese
paradigma define la categoría de “sujeto”.
Por tratarse de esa concepción de sujeto el registro de algo que insiste en quebrar la unidad de una
primera persona del singular que sostiene sin fisuras “yo digo, porque pienso”, gestó el desconcierto
204
que fue interpretado desde diferentes concepciones filosóficas, esotéricas y cientistas, llegando a ser
designado en sentido amplio como “inconsciente”.
En este punto, para ordenar el desarrollo, se tomarán como referencia algunas ideas presentadas
por Guy Le Gaufey en la introducción de su libro “Anatomía de la tercera persona”, considerando
que presenta una síntesis adecuada para el propósito de este ítem.
La línea que propone el autor es la que indica que el wo es war, soll is Ich werden planteada por
Freud, diagnostica que en “el corazón del sujeto hablante” (Le Gaufey, G. 2001 p.12) se produce
una zona que si bien es neutra, se manifiesta como una invasión y obstáculo al desarrollo de la
subjetividad.
Desglosando esta primera idea, se advierte que el acento está puesto en analizar la cuestión a
partir de la formulación cartesiana de una subjetividad cuyo centro es el ego que existe en el soporte
de su propio pensamiento. En una segunda instancia se produce un deslizamiento a la condición de
“hablante” que pasa del ego al “yo” como persona gramatical con todo el peso de la unidad
discursiva, por esa razón, la designada como “zona neutra en el corazón del sujeto” es comprendida
desde el parámetro gramatical.
Esto implica que “zona neutra” es el modo de una tercera persona gramatical, definida por la
ausencia de cualquier forma de primera persona, ya que la alternancia entre el “yo” y el “tú” no
serían más que los lugares en los que se turna la primera persona. A su vez, plantearlo como “zona”
denota un criterio de espacialidad que bien se puede relacionar con lo que luego será pensado como
lugar en el aparato psíquico, produciendo como conclusión que si “ello habla” alguna
personificación gramatical lo avala.
Lejos queda este criterio estrictamente gramatical del campo de la lingüística que toma de
referencia la enseñanza de Lacan; en el decir categórico de Benveniste la tercera persona es la no
persona, tal como se puede leer en la clase 22 del seminario 3:
neutro y no neutro -pero sosteniendo esa mitad de camino que admite la personificación- es
establecer bajo la designación de “representaciones reprimidas” a esa intromisión acontecida en el
“corazón del sujeto”. La maniobra da como resultado establecer que lo reprimido, aunque en lo
inmediato no se lo considere propio, no se está autorizado a suponerlo ajeno.
Esta condición de propiedad y ajenitud sin límites precisos, expresado como registro de la
extrañeza, es dado en el marco de la condición de un sujeto definido como individuo y como tal las
fronteras de lo externo y lo interno están debidamente establecidas, por lo tanto la pregunta es qué
hizo posible esta forma disruptiva de lo más ajeno en lo más íntimo.
Llegado a este punto, Le Gaufey introduce un giro hacia los orígenes de los Estados modernos,
en una articulación que plantea el cambio de régimen político y jurídico en su impacto sobre la
condición subjetiva, fundando las condiciones de la escisión.
Su movimiento consiste en inscribir lo que él llama el acontecimiento del inconsciente freudiano en
un contexto epistémico mucho más amplio, que le permite localizar una relación insospechada, tal
como lo expresa en la siguiente cita:
En ese sentido, el movimiento que se registra en el texto es la localización de los giros que
complejizan la noción de esa tercera persona, aun partiendo de condiciones previas al surgimiento
mismo del psicoanálisis, en la indicación de las condiciones subjetivas necesarias para que este sea
posible.
la persona ficticia propuesta Hobbes en su libro Leviatán o La materia, forma y poder de una
república eclesiástica y civil; en tanto suceso histórico, datado en 1651, es previo al surgimiento de
los Estados Modernos pero fuertemente ligado a sus fundamentos.
La noción de persona ficticia concierne a los casos de “cosas” personificadas instaladas entre la
persona y la no-persona; su especificidad es que siendo sujetos del derecho no pueden decir “yo”
sin la interpósita declaración de un otro debidamente designado para la representación. Esta breve
síntesis que realiza Le Gaufey en su libro amerita, por el interés de este desarrollo, abrir el término
propuesto desde la fuente original, por lo tanto se presenta una mínima explicitación tomando los
argumentos de Hobbes en el Leviatán.
Una persona es aquel cuyas palabras o acciones son consideradas o como suyas propias, o
como representando las palabras o acciones de otro hombre, o de alguna otra cosa a la
cual son atribuidas, ya sea con verdad o por ficción. (Hobbes, T. 2005 p.132)
Este es el punto de partida que ordena las posibles formas de la persona que se articulan a los
distinto estatutos, el político, el jurídico y el religioso que participan de un “Contrato Social”, el que
permitirá regular las “mociones” naturales del hombre, a las que establece como “crueles” y que
implican el atentado a la vida de los hombres entre sí.
Dicho Contrato supone una cesión de poder o autoridad por parte de los hombres a un cierto
artificio que los representa bajo distintas formas: Estado, instituciones de salud, etc. (Hobbes, T.
2005 p.126)
Por lo tanto, la condición de persona ya es una producción compleja que involucra los estamentos
jurídicos y religiosos que conforman la idea de sociedad basada en un “Contrato Social”.
Las dos formas en que se presenta la persona se distingue según sean las palabras y acciones; si le
son propias se trata de la persona natural, en cambio cuando son de otro es la persona imaginaria o
artificial. (Hobbes, T. 2005 p.132)
A su vez, deriva la noción de “persona” de sus orígenes latinos y griegos, en el primer caso es el
disfraz y en el segundo la faz; en cualquiera de los dos casos implica que la condición natural del
hombre es cedida al asumir la posición de “persona”.
Estas construcciones diferenciales instrumentan además dos categorías, la de autor, si las palabras y
207
acciones son propias y la de actor cuando son de otro. El primer caso implica el dominio y posesión
de esos bienes, de lo que se desprende la autoridad para las acciones sobre ellos; el segundo caso
indica la necesidad de autorización para la realización de algún acto por “comisión o licencia de
aquel a quien pertenece el derecho” (Hobbes, T. 2005 p.133)
Retomando el texto de Le Gaufey, se puede leer que desde la lógica recién presentada, avanza su
análisis hacia la instalación fáctica del Estado Moderno, en la articulación con la Declaración de los
Derechos del hombre y el ciudadano. Su interpretación sobre la Declaración es la de constituirse
como el signo de una duplicidad que deja expuesto un punto medio que distingue y a la vez conecta
al “hombre” y al “ciudadano”.
Se torna imposible confundirlos tanto como separarlos; si el ciudadano implica una plena
pertenencia al nuevo soberano, -el pueblo o la nación-, el hombre es la condición que hace límite a
esa “voluntad general”, expresada en lo presentado previamente como Contrato social, que lo
parcializa de una sujeción absoluta, como lo era antes el súbdito del rey por derecho divino.
Le Gaufey señala que la respuesta se delínea a partir del “magnetismo animal”, teoría propuesta
por Franz Anton Mesmer, que si bien no es estrictamente la “naturaleza” humana definida según
Hobbes, el espíritu de esta idea se vincula plenamente con esta concepción en los argumentos con
los que define las leyes de la materia. .
El “fluido magnético universal”, teoría que explicaba el movimiento y animación de la materia, en
equivalencia a la gravitación newtoniana, es la idea de la que parte Mesmer para construir su teoría
del “Magnetismo animal”.
Llegados a este punto, en que puede parecer que se ha desviado el análisis por vericuetos ajenos
al tema de este ítem, su inclusión aporta al argumento sobre “representación” que será retomado
más adelante; a su vez, en lo específico del tema tratado, abre la pregunta: ¿Por qué podría ser de
208
Parecía necesario entonces sondear lo que, en ese hombre considerado como siempre en su
falsa eternidad, escapaba de la representación que él se daba a sí mismo (confundida muy a
menudo con conciencia), sin que se pensara mucho que esta duplicidad subjetiva pudiera ser
también una consecuencia de su nueva naturaleza política. El inconsciente freudiano –
miembro de esa estirpe a pesar de todos los “cortes epistemológicos” con los que a veces se
lo quiera proteger- llevaba a su culminación la intimidad de ese clivaje (Le Gaufey, G. 2001
p.15).
El campo teórico que se estableció con el aporte de Le Gaufey, permite localizar una red
conceptual que articula una buena parte de los fundamentos epistémicos freudianos, otorgando la
condición de persona gramatical a la construcción de una tercera persona que si bien no puede
sostenerse en la enunciación del yo, filtra el problema de la personificación, en tanto la teoría que
sanciona que para que algo hable debe haber inexorablemente un emisor.
A su vez, esto queda implicado con la idea de “hombre” por fuera de la representación, reforzando
las teorías de fluidos, magnetismo y su derivación energética, que no sólo plantean sustancias
previas al lenguaje, sino que además justifican mediante la internalización de esas consistencias
universales su emergencia en el plano individual. Por lo tanto, en el individuo, se verifica lo
reprimido inconsciente o el caldero de las pulsiones del ello.
Esta construcción teórica es solidaria de la idea de la duplicidad expuesta por Le Gaufey, ya que
opera en una dirección que lleva el problema de la división a la formulación de dos términos
heterogéneos; uno, la abstracción del ciudadano ligado a la representación delegada y el otro, la
materialidad del hombre irrepresentable.
209
Lo expuesto se puede fundamentar desde una gran cantidad y variedad de citas de su enseñanza,
me remito a una que da la apertura necesaria para articular las ideas presentadas:
Hay lenguaje. Eso habla en el mundo, y a causa de eso hay toda una serie de cosas,
de objetos que son significados, que de otro modo no lo serían absolutamente. Quiero
decir si no hubiera en juego, si no hubiera significante en el mundo (Lacan, J. 1999 p.230).
A su vez, es oportuno agregar que la teoría de campos, tal como fue presentada en el capítulo
precedente, vuelve a distinguir la concepción “mecánica” anclada en elementos sustanciales, de
aquella que plantea el campo como la legalidad de una estructura; estas dos concepciones se
vinculan claramente con la diferencia que se aborda en esta instancia. Si por parte de “la tercera
persona” hay una estrecha relación a la física clásica, en el “eso habla” el régimen del lenguaje
como campo se apoya en la teoría de la física moderna.
Según lo expuesto, eso no podría asociarse a ninguna tercera persona gramatical, ya que si se
trata de la concepción del lenguaje tal como se la presentó desde la enseñanza de Lacan y, en la
misma lógica, la representación implica al significante, del que se afirmó que “no tiene cabeza”, la
condición de que “eso hable” se apoya en otra concepción.
En ese sentido, retomando lo planteado en la apertura de este ítem, “eso habla” porque el
inconciente está estructurado como un lenguaje y, como tal, incluye el “agujero formal” que le hace
límite. A su vez, la condición que hace operativo que “eso hable” en el dispositivo clínico se
relaciona con el inconciente como “discurso del Otro”, lo que implica que el límite formal
mencionado se articula con la disyunción entre saber y verdad, tal como se enunció en el capítulo
precedente.
Estos argumentos requieren necesariamente remitirse a lo planteado previamente, se trata del decir
del discurso del psicoanálisis que sanciona y establece que “eso habla” articulado en un discurso e
instrumentado en la existencia de lalengua como elemento que particulariza al sujeto efecto de este
decir.
De lo expuesto se puede concluir, que junto a lo planteado en el capítulo precedente respecto del
estatuto de la referencia con la que opera el discurso del psicoanálisis, se debe incluir como otra
vuelta sobre ese asunto la condición del eso habla en términos de referente.
Esta condición alude a lo más específico que hace a la particularidad del sujeto efecto de un decir en
el tránsito de la narrativa del dispositivo clínico.
Para fundamentarlo se parte de que si en el campo de la lingüística se trata de plantear que el
referente -entendido como el elemento real- del yo que sostiene su decir en la enunciación es la
persona que habla -con estatuto gramatical o no-, en nuestro campo, el de la lingüistería, el
referente es eso habla.
respecto de la posición enunciativa derivada de eso habla en el régimen del discurso del
psicoanálisis.
Como primera aproximación se toma la siguiente cita del escrito “Función y campo de la palabra
y del lenguaje en psicoanálisis”:
Si bien la modalidad en la que quedan expresadas en este párrafo las nociones de inconciente e
historia no parecen corresponderse con la lógica significante desarrollada posteriormente por Lacan,
se puede considerar que sí es pertinente con la noción de lo simbólico que, como ya se desarrolló en
el capítulo 4, se correlaciona con su su teoría del lenguaje. Por otra parte, tal como se expuso en el
capítulo sobre metodología, se trabaja en el régimen de la retroacción, entendiendo que en la
medida de no generarse incompatibilidades o incongruencias, es posible leer estos
pronunciamientos en la lógica significante.
Lo que importa rescatar de la cita es la idea de historización que permite localizar el trabajo
narrativo respecto de una “historia” que se equipara al inconciente, del que se puede sostener -en la
perspectiva de la estructura- que está estructurado como un lenguaje.
En conjunto con lo dicho se puede agregar que también participa de esta historia una composición
establecida desde la lógica discursiva para el inconciente como discurso del Otro.
A su vez, resulta factible proponer que la “actualización” es el término que implica la temporalidad
en juego respecto de esta narrativa que hace eje en la historización, tanto el “presente” de la
enunciación, como la retroacción de la lógica del bucle significante en el sistema interpretativo.
En este sentido, el de la temporalidad, cabe la distinción que se plantea respecto del acto de habla
que, como hecho enunciativo, inexorablemente acontece en el presente de cada vez que se enuncia,
en la correspondencia del “yo” que asume la acción.
Sin embargo, la temporalidad que implica al sujeto efecto del decir, nunca podría coincidir con
dicho presente de la enunciación, ya que se efectúa en la interpretación significante ligada a la
retroacción de la cadena. Para justificar esta idea se vuelve a presentar la escritura del bucle
212
significante:
¨ ©
En esta oportunidad se incluye el efecto sujeto respecto del agujero que entorna y engendra el
bucle, entendiendo por tal al movimiento de retroacción que en la espacialidad de la cadena articula
al menos dos significantes. Dicha articulación se produce en la línea que parte de ¨ y conecta con ©
para retornar, en el movimiento inverso desde el que aparentemente es el segundo significante, al
primero del que partió la vuelta.
Se destaca el término “aparentemente”, ya que la clave de lo que se establece con la lógica del bucle
es que el primero de los significantes sólo se produce por el retorno de lo que estableció la
conexión.
El recorrido de esta línea, que en el movimiento del bucle se cierra, engendra un agujero de cuya
topología es pertinente plantear que se efectúa el sujeto, a lo que resulta imprescindible agregar que
el efecto de dicho sujeto es en las vueltas del decir. Esta afirmación lleva a concluir que el modo de
graficar el bucle significante es la reducción a su mínima expresión, aquella que puede evidenciar
una lógica que, aun sobre una primera vuelta, implica la creación tanto del antecedente -que
necesitó del retorno- como de lo creado impactando a futuro.
De lo dicho se desprende que la retroacción es la condición que crea una temporalidad lógica que
no responde a la línea temporal de la flecha del tiempo que tiene una única dirección, la que se
inicia en un punto de origen, constituye el pasado, avanza hacia el futuro y sólo se lee desde el
punto que inscribe un presente siempre inaprensible.
Esto lleva a considerar que en la operatoria para establecer el sujeto efecto de un decir, el
conjunto de hechos ligados a la historización también están afectados por la temporalidad dada en la
lógica significante recién abordada, ya que responde al estatuto de ser hechos de dicho.
Esta lógica temporal indica que el proceso narrativo entraña una condición de movimiento que no
se ajusta a la idea de “descubrir” contenidos del inconciente para acceder a verdades inamovibles,
ya sea porque la idea del inconciente lacaniano no se condice con los “contenidos”, como así
tampoco habría condiciones para una verdad absoluta.
213
Las especificaciones enunciadas hasta este momento, se relacionan con la temática de la referencia,
en la medida de lo que se consignó en el capítulo precedente, en su estatuto de ser una función
liminar, en tanto su operatoria parte de aquello que escribe la causa de/en un real para advenir como
un decir
A partir de lo desarrollado se puede concluir que el análisis del plano narrativo del dispositivo
clínico ha permitido localizar y establecer el estatuto de la temporalidad ligada a la historización y
las condiciones de las posiciones enunciativas en relación a otra modalidad del referente. Desde
estas elaboraciones será posible avanzar sobre estas nociones en su pertenencia al texto-clínico.
En este último ítem se presenta la construcción del término técnico texto-clínico, propuesto
como un nuevo género de discurso. La posibilidad de llegar a esta instancia se apoya
fundamentalmente en los desarrollos del capítulo 8 y los ítems precedentes de este capítulo, en tanto
hicieron posible argumentar el establecimiento de un conjunto de términos pensados como aquellos
que formulan la estructura del texto-clínico. Esto sin desconocer que la fundamentación general de
dicho establecimiento reconoce su génesis teórica y conceptual en el “Marco teórico” propuesto
desde la enseñanza de Jacques Lacan en el capítulo 4 de esta tesis.
Por otra parte, los “Antecedentes históricos” y “El estado del arte”, permiten la localización de la
propuesta central de esta tesis en el contexto que tanto configura el campo del psicoanálisis, como
así también el de los espacios discursivos que comparten y difieren en la especificación del
dispositivo de palabra que define cada uno de ellos.
Según se puede leer en el recorrido mencionado, el análisis del discurso formalizado en la lógica
que articula la enseñanza de Lacan presentó los elementos estructurales que remiten a considerar el
campo clínico en términos de dispositivo de discurso.
En ese tránsito se pudo establecer que, como parte del campo del lenguaje, la legalidad que regula
la operatividad de la palabra en su función es la estructura significante; hecho que en cierto aspecto
coincide con los desarrollos de la lingüística y, que a su vez, plantea las diferencias específicas
establecidas en lo que Lacan designó lingüistería, como un decir que determina las consecuencias
de los dichos.
214
La articulación entre esta última formulación -derivada de la estructura del discurso- con los
fundamentos presentados en el capítulo 8 sobre la formalización, permitió establecer la complejidad
de la referencia. Si bien en la lógica de la enseñanza de Lacan, la formalización siempre ocupó la
condición de plantear la concepción de lo real y, desde la propuesta de esta tesis, una relación
directa a la referencia, es a partir de tomar en cuenta la escritura del discurso que es factible
completar la vuelta que permite producir en esta investigación la teoría de la referencia en su
complejidad.
Por otra parte, en la necesidad teórica de analizar la configuración del dispositivo clínico en su
condición discursiva, se hizo lugar, en primera instancia, a establecer la estructura del espacio-
tiempo específico de un discurso que trabaja con el supuesto del inconciente y la hipótesis del sujeto
que le corresponde. En segunda instancia se planteó la operatividad del plano narrativo que permitió
despejar la particularidad de las posiciones enunciativas en relación al referente “eso habla”, junto
con las condiciones temporales de la historización.
Esta breve recapitulación que, como ya se dijo, presenta la enumeración de los términos
implicados en el dispositivo clínico del psicoanálisis, es el punto de partida para establecer los
argumentos sobre el término técnico texto-clínico y su condición de género de discurso.
Para avanzar en este sentido, se pondrá en valor la noción de texto pensada para el psicoanálisis y
las razones de la composición “texto-clínico”, que no es planteada como la sumatoria de dos
términos, sino que indican su condición de género de discurso.
ítem que abre este capítulo de la tesis, es posible leer una concepción de textualidad que responde a
la lógica abordada en esta investigación:
El reverso no explica ningún anverso. Se trata de una relación de trama, de texto, de tejido,
si quieren. A pesar de todo este tejido tiene relieve, encierra [captura] algo. Por supuesto, no
todo, porque el lenguaje muestra los límites, precisamente, de este término, que sólo tiene
existencia de lenguaje.” (Lacan, J. 1992 p.57) Subrayado nuestro
En la cita Lacan hace equivaler los términos: trama, tejido y texto, noción a la que le adjudica un
relieve y la capacidad de “encerrar, capturar” algo, no todo, dado el límite que el lenguaje le impone
al término reverso, en tanto su existencia es de lenguaje.
En este sentido, es posible sostener que la textualidad efecto del discurso del psicoanálisis es el
modo que caracteriza la relación que siempre escribe un reverso entre los discursos y que,
específicamente la relación de reverso entre el discurso Amo y el discurso del Psicoanálisis, articula
desde un decir la existencia del inconciente.
Al respecto se deja aclarado que si bien el señalamiento específico a la dupla de discursos recién
mencionada obedece a los estrictos límites de esta tesis, esto no implica que en el pasaje de un
discurso al otro, incluyendo a los cuatro, este pasaje no deba ser considerado solamente a partir de
la existencia del discurso del psicoanálisis. Como ya fue especificado, es por la existencia de este
discurso que “los cuatro son realizados”, de lo que puede concluirse que siempre hay una
emergencia del discurso del psicoanálisis en el pasaje de uno a otro, tal como lo afirma Lacan
(1995) en la clase del 19/12/2 del Seminario 20 Aún.
Por otra parte, volviendo a la cita de referencia, surge una indicación respecto de lo que hace
216
“cierre” y “límite” a la trama o texto, dado por el límite del lenguaje, que como ya se planteó es un
límite formal, pero a su vez ese modo de la relación de reverso también instala un cierre, una
clausura dada por su estructura misma. Esto permite proponer que en esta textualidad, indicio de
texto, junto a la condición de entramar, se agrega la condición de delimitar un espacio-tiempo, que
permite señalar que no equivale al discurso mismo, sino que es una operación realizable en el modo
específico del discurso del psicoanálisis.
Como operación el texto incluye de manera organizada el conjunto de elementos que se presentaron
en los desarrollos previos: referencias, posiciones enunciativas, narrativa y espacio-tiempo; si bien
todo esto es efecto del decir del discurso del psicoanálisis, el texto funciona como otra instancia
ligada estructuralmente a este, una instancia que articula el movimiento complejo del dispositivo
clínico.
El paso dado abarca la presentación de la textualidad específica del campo del psicoanálisis, que
se puede anticipar, resulta comparable con las condiciones estructurales que establecen las ciencias
del lenguaje para el texto.
Las razones de lo anticipado se pueden sintetizar brevemente a partir de algunas observaciones
rescatadas del Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje (1998), que ya se ha
presentado como referencia en distintos momentos de esta tesis.
Un primer dato es que en la perspectiva de las ciencias del lenguaje no surge una “teoría
sistematizada del texto” (Ducrot, O. y Todorov, S. 1998 p.337), si en cambio un conjunto de
definiciones, caracterizaciones y tipologías aportadas por distintos trabajos sobre el tema;
perteneciente en general al campo de la lingüística.
En relación a este conjunto de aportes, surge una manera de definir al texto como sistema, tomando
en cuenta sus condiciones de autonomía y clausura; la clausura alude a que contiene los elementos
suficientes para su constitución y la autonomía se apoya justamente en esta suficiencia, en la
medida de no necesitar de alguna propiedad externa a él.
En relación con lo dicho, además se puede decir que el texto: “constituye un sistema que no debe
identificarse con el sistema lingüístico, sino relacionado con él: se trata de una relación a la vez de
contigüidad y de semejanza” (Idem).
Tomando en consideración esta breve síntesis, es que se mantiene la idea de poder validar
aspectos estructurales de la noción de textualidad definida para la complejidad del dispositivo
clínico desde la perspectiva de las ciencias del lenguaje. Tal es el caso de ser pensado como un
217
sistema en términos de autonomía y clausura, dado que el campo clínico es abarcado por dicha
textualidad sin que refiera a otro elemento exterior al dispositivo, dado que, como ya se explicitó, la
referencia es una construcción que acontece en la operación del texto-clínico.
También se verifica que es un sistema relacionado al sistema lingüístico por contigüidad y
semejanza, ya que participa de la lengua pero no es la lengua y, fundamentalmente trabaja con el
inconciente estructurado como un lenguaje que no es el lenguaje.
9.4 Texto-clínico:
Una primera aproximación a este término técnico es la posibilidad de definirlo como: una
operación de lectura que se especifica a partir de elementos estructurales, tal como se formulan en
el campo del psicoanálisis producido en la enseñanza de Lacan y, consecuentemente permite la
escritura de casos en el régimen lógico del álgebra lacaniana y de la estructura en términos
matemáticos y topológicos.
Que la escritura advenga como una construcción lógica ligada de manera intrínseca a la
operación de lectura propuesta indica, por una parte, la condición temporal de la retroacción ya
presentada en relación al bucle significante y por la otra remite al estatuto de la referencia tal como
se la formuló en el capítulo 8 de esta tesis.
Para desplegar las ideas presentadas se parte de considerar que la existencia de la letra es la que
justifica que se trata de leer, tal como lo explicita Lacan en la clase del 9/1/73 en el dictado del
Seminario 20 Aún, según la versión crítica de Rodríguez Ponte:
219
Desde luego, que la letra, eso se lee […] se lee, y literalmente. Pero justamente, quizá no es
para nada lo mismo leer una letra, o bien leer. […] Es muy evidente sin embargo que en el
discurso analítico no se trata más que de eso. (Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973] p.3)
En su otra vertiente, la letra es el elemento básico del álgebra lacaniana, lo que remite a la
ubicación de lo que fue presentado como intrínsecamente articulado a la “referencia”, en tanto es
parte de la escritura formalizada de la estructura, en el punto de escribir el impasse que define a lo
real en la enseñanza de Lacan.
Una vez articulado lo antedicho, que involucra la “localización del significante” y la lógica que
asiste a su funcionamiento, es factible plantear que bajo el régimen de la temporalidad del bucle
significante, la lectura se formula respecto de una referencia que es efecto de la retroacción, de lo
que se concluye que la letra no es una preexistencia a la operación de una lectura que en la misma
acción escribe.
Considerando este criterio, cabe plantear que la estructura que escribe el discurso del
psicoanálisis justifica lo propuesto en esta tesis. Como consecuencia de esto, para nuestro caso, la
dimensión que ofrece el establecimiento de este género discursivo, texto-clínico, organiza los
límites formales para la escritura y producción de casos clínicos.
Respecto de la escritura, cabe agregar que se plantea en el sentido más amplio que incluye todas las
modalidades en las que Lacan sostuvo y construyó epistemológicamente su formalización
conceptual. Se trata del conjunto de modelos, esquemas, grafos, las superficies de la topología
combinatoria, los nudos y cualquier otra escritura que se apoye en los matemas lacanianos.
Si tal como se propone, el texto-clínico es un género de discurso y, bajo esa condición, admite
los límites formales específicos a la estructura del discurso que lo determina, su limitación no se
relaciona con las circunstancias estandarizadas de la situación clínica.
Esto implica que, más allá del contexto de la ocurrencia de dicha situación, sea en el marco de una
consulta en el ámbito que fuere o en el recorte de una producción de carácter narrativo en general,
las condiciones de operatividad del texto-clínico depende de la existencia de lo términos necesarios
para su lectura-escritura.
Traer a consideración las diferentes referencias, armado de viñetas, alusiones y cualquier otra forma
221
de ejemplos tomados de la literatura, cine, teatro, etc., por parte de Freud o Lacan -sólo por
mencionar los dos nombres indiscutibles del campo psicoanalítico- no necesariamente en todas esas
ocasiones se construyó un caso.
Sin embargo, aun cuando se podría cuestionar que algunos de los dos autores mencionados sólo
propusieron tal o cual ejemplo para “mostrar” algún concepto o noción psicoanalítica, se corre el
riesgo de suponer que los conceptos en psicoanálisis son entidades en sí mismas, aislables y con un
funcionamiento per se. La respuesta posible desde la perspectiva que se sostiene en esta tesis, es
que sería impensable que los conceptos no operen en red y que además no haya que considerarlos
en el marco de una hipótesis de sujeto en los términos del campo psicoanalítico, por lo tanto en
relación a la existencia del inconciente. Para reforzar esta idea, se trae a consideración que si el
inconciente está estructurado como un lenguaje y es el discurso del Otro, la presencia de la palabra
en función de un campo de lenguaje admite la lectura-escritura en términos de la lógica significante.
Respecto de lo argumentado, se puede agregar que existe similitud entre las situaciones no
acontecidas en consultorio y los casos clínicos presentados en ámbitos hospitalarios, académicos o
de instituciones psicoanalíticas. Sin embargo es necesario explicitar lo incuestionable, se trata de
admitir que existe un conjunto de diferencias circunstanciales que enmarcan el desarrollo de un
análisis fehacientemente realizado y alguna fuente narrativa escogida, pero a pesar de esas
diferencias, si se conservan y verifican las condiciones estructurales señaladas, sigue siendo factible
el texto-clínico.
De lo expuesto se puede concluir que el texto-clínico al definirse como un género discursivo, no se
confunde con lo que se plantea como “psicoanálisis aplicado”, esto en función de trabajar con las
condiciones estructurales que no admiten la idea de dos espacios ajenos entre sí -la teoría
psicoanalítica y el material narrativo-. Si a una determinada producción se la puede leer y escribir
en las condiciones ya presentadas, esa narración ha sido intervenida y se promueve como caso
clínico.
Es en este punto que alcanza su mayor relieve la condición de paradigma propuesta desde Giorgio
Agamben, ya que es en el registro de “género de discurso” que el texto-clínico adquiere su carácter
de “exclusión inclusiva”. En la medida de poder mostrar la particularidad de la operación del texto-
clínico en el acto específico del dispositivo clínico, se suspende del acto mismo para organizar el
caso en esa otra instancia en la que no está sucediendo.
Por último, si se retoma la idea que concibe el discurso como un lazo social, junto a lo
desarrollado ampliamente sobre los efectos que el discurso produce en tanto un decir, es posible dar
222
un paso más y articular con aquello que plantea Lacan a partir de la escritura de la fórmula del
discurso del psicoanálisis en el Seminario 20, clase del 9/1/73,:
Esta escritura partió de una evocación inicial, a saber, que el discurso analítico es un nuevo
modo de relación fundado únicamente en lo que funciona como palabra, y ello, dentro de
algo que puede definirse como un campo. Función y campo, escribí, de la palabra y del
lenguaje, terminé, en psicoanálisis, que equivalía a designar en qué consiste la originalidad
de ese discurso que no es homogéneo con cierto número de otros discursos que cumplen
oficio, y que por este mero hecho distinguimos como oficiales. (1995 p.39)
Reuniendo lo señalado de cada una de las citas, se puede articular que el discurso del
psicoanálisis es un nuevo lazo social y que dicha novedad implica la creación de un conjunto de
hechos nuevos fundados en su decir. Esta afirmación se apoya en la construcción teórica
ampliamente desarrollada en el capítulo precedente, que se sintetiza en que el dicho funda el hecho.
Llegados a este punto, es momento de presentar y desarrollar el conjunto de los términos que
participan del texto-clínico articulados en el funcionamiento del plano narrativo, la razón para
retomarlo es que se plantea como el espacio complejo en el que se realiza la operación que lee la
letra y la escritura de la estructura en las condiciones ya establecidas.
Como ya se abordó, el plano narrativo del dispositivo clínico es la instancia marcada por el
moterialismo o, planteado en términos más clásicos, es la instancia de la materialidad de la palabra.
Esta condición se constituye como el factor que puede llevar a la suposición de que la narrativa del
texto-clínico se corresponde punto a punto con las narrativas definidas desde otros dispositivos de
palabra.
En razón de esto fue que se presentaron en el capítulo 3 de esta tesis, dedicado al “Estado del arte”,
dos posiciones teóricas que si bien toman entre sus desarrollos al psicoanálisis, considerado como
un saber articulado a la palabra, la perspectiva que los orienta es de otra índole. Específicamente, se
presentó la teoría narrativa de Paul Ricoeur y el conjunto de trabajos de Roland Barthes en los que
construye una posición novedosa sobre la literatura, apoyado en argumentos fundamentados en los
desarrollos del estructuralismo próximos a Claude Levy-Strauss.
En los dos casos se especificó la condición diferencial con el campo del psicoanálisis construido
desde la enseñanza de Jacques Lacan, sin embargo resulta útil recuperar en esta instancia una breve
especificación de términos centrales de dichas concepciones teóricas para sostener la radicalidad de
223
Una apreciación sobre la producción teórica y conceptual de Paul Ricoeur, tal como se la
presentó en el ítem 3.2, ya incluye las primeras distinciones con el campo del psicoanálisis trazado
en el enseñanza de Jacques Lacan. Sin embargo es de interés recordar que la orientación del
desarrollo sistematizado en la indagación sobre el problema del tiempo y la narración es la de
alcanzar un objetivo ontológico; tomando sus palabras así queda expresado: “es el deseo de esa
ontología el que mueve la empresa aquí propuesta” (Ricoeur, P. 2006 p.12).
Desde este punto de partida ya se puede localizar lo que inscribe la diferencia fundamental que se
plantea en una idea de la narrativa que busca en el régimen de su temporalidad acceder a alguna
forma del ser y la narrativa del texto-clínico que descansa en la lógica que lo articula al matema.
Como ya se lo presentó en el capítulo 8, se trata de la respuesta dada por Lacan al problema del ser;
por otra parte y por esta misma razón, esta lógica no trabaja en la búsqueda de una “identidad”
lograda en el devenir de una narrativa.
Una vez planteadas las diferencias específicas, es necesario localizar la condición que señala la
radical diferencia, en ese sentido se propone que dicha diferencia se construye desde el lugar
determinante de la ética.
Desde una perspectiva general, esta afirmación se justifica en la medida de ser la posición que se
contrapone al argumento ontológico, de tal modo que se localiza en la encrucijada narrativa su
punto de apertura en la habilitación de otra dirección que no es la literaria, sino la de la hipótesis del
sujeto del inconciente, según se orienta el texto-clínico. En párrafos siguientes se desarrollarán los
aspectos más específicos de la articulación de la ética y el texto-clínico.
224
Una primera condición a establecer es cómo interviene en nuestro campo la lógica significante,
en tanto se admite que el mismo no es ajeno a la palabra; en este punto, la condición parte desde un
aspecto que la lingüística pone en marcha.
Según se puede leer en la clase del 9/1/73, la lingüística en su carácter de discurso de la ciencia,
introduce la dimensión del significante “en el campo donde se produce la palabra” (Lacan, J. 1995
p.40). Este orden de disociación, de división que es fundante de la distinción introducida, señala que
aunque parece ir de suyo que en la medida que se habla, ese hablar significa y por lo tanto comporta
un significado, “eso no se soporta más que de la función de significación”. (Idem)
En este señalamiento, que indica la existencia de la función de significación, importa retomar algo
de lo trabajado en el capítulo 8 de esta tesis, al momento de situar la relación entre el s(A) y el S(%),
que justamente muestra la articulación entre la significación del Otro y el significante de la falta en
el Otro, en torno al A como “tesoro de los significantes” y lugar de la verdad. Se vuelve a la cita
presentada en su momento:
Es decir, para que se produzca la significación del Otro (s(A)), todo significante hará
referencia a éste. […] La cadena superior determina las significaciones producidas en la
inferior, pero el grafo indica claramente que no se articulan significaciones en la cadena
superior. Así se concluye un proceso de vaciamiento del inconciente. (Eidelsztein, A. 1992
p.163).
Por lo tanto, para producir “la significación del Otro, todo significante hará referencia” al A,
tesoro del significante. Lo que interesa incorporar a lo ya desarrollado, es que la modalidad
específica de la significación recién presentada es lo que constituye el enunciado, la trama de la
narrativa ofertada a la lectura que escribe desde la estructura significante de la enunciación.
Esto se ajusta a la concepción del inconciente estructurado como un lenguaje, que implica la no
225
existencia de contenidos, sino que es la instancia de la lógica del significante en su pura diferencia
con el Otro significante.
A su vez, para articular la lógica recién planteada con el “eso habla”, tal como se lo presentó en
relación a lo que entraña la referencia en la posición enunciativa en la narración, que es el momento
de proponerla como parte del texto-clínico, se trae a consideración la siguiente cita del escrito
“Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano”:
Contentándonos con dar un paso en gramática: allí donde eso estuvo... ¿qué quiere decir? Si
no fuese sino "ello" que hubiese estado (en aoristo), ¿cómo llegar allí mismo para hacerme
ser allí, por el hecho de enunciarlo ahora?
Pero el francés dice: Là où c'etait. [allí donde estaba]. Utilicemos el favor que nos ofrece de
un imperfecto distinto. Allí donde estaba en este mismo momento, allí donde por poco
estaba, entre esa extinción que luce todavía y esa eclosión que se estrella, Yo [Je] puedo
venir al ser desapareciendo de mi dicho.
Enunciación que se denuncia, enunciado que se renuncia, ignorancia que se disipa, ocasión
que se pierde, ¿qué queda aquí sino el rastro de lo que es preciso que sea para caer del ser?”
(1987c p.781)
Varios señalamientos se hacen posibles a partir de la cita de referencia; en una primera condición
es advertir que la localización de “eso”, aun cuando se lo remita al “ello”, pasa a ser un asunto de
gramática, pero que condiciona el estatuto de “eso” respecto de una persona gramatical, sino de la
secuencia temporal dada en los tiempos verbales. La mención al aoristo, tiempo verbal trabajado
por Emile Benveniste en el “Vocabulario del indoeuropeo”, indica un modo de lo verbal que no
conjuga ligado a persona alguna; es característico de los discursos históricos, en los momentos en
los que el relato no se sostiene en personas gramaticales y que se localizan en un tiempo no
determinado.
De alguna manera, el aoristo encuentra su equivalencia en el pretérito indefinido, pero también
cierta aproximación al imperfecto, que le permite a Lacan resaltar el juego de una temporalidad
inaprensible en la articulación a la espacialidad que no termina de realizarse.
El efecto de esta lectura es determinar en la posición enunciativa que nunca alcanza a ser, la
condición de un shiffter, de una incipiente forma que parece dejar la marca en el enunciado de lo
que fue una enunciación en tanto “eso habla”, sin que a “eso” lo afecte la temporalidad de alguna
conjugación.
226
Si hasta este punto se ha planteado la modalidad en la que la narrativa del texto-clínico localiza
las posiciones enunciativas en su relación a significar, resta plantear la operación de lectura respecto
del significante, tal como se define en la clase del 9/1/73 del seminario 20 “Aún”:
Pero esta dimensión de leerse ¿acaso no es suficiente para mostrarles que estamos en el
registro del discurso analítico?, que aquello de lo que se trata en el discurso analítico, es
siempre, a lo que se enuncia de significante, que ustedes den otra lectura que lo que
significa. (Rodriguez Ponte, R. s/f [1972-1973] p. 25)
De alguna manera, este destino de la lectura que parece romper todo el tiempo con la armonía
narrativa, se corresponde con la condición de lo escrito, que en esta perspectiva, es la dimensión de
lo que tiene que ver con el significado, en tanto es el efecto de lo que “se escucha”: el significante;
lo que a su vez, implica la lectura de lo escrito.
Esta forma que puede parecer circular, es en verdad la lógica del bucle significante, tal como se la
presentó en párrafos precedentes, lo que indica acciones que en su retracción establecen una
existencia.
Para concluir el análisis de este aspecto de la narrativa del texto-clínico, se afirma que,
paradójicamente, aquello que la “compone” es lo que permanentemente “descompone” la linealidad
del relato. No se trata de leer entre líneas, ya que esa alternativa tiende a capturar la lectura en la
polisemia significante, cuyo producto puede resultar un juego de palabras ingenioso pero carente
del sujeto de nuestro interés, porque no necesariamente este efecto de lectura implica la condición
de existencia del inconciente.
En apoyo a lo dicho, se trae como referencia un punto del artículo de Roman Jakobson, trabajado en
el capítulo 2 de esta tesis, “Lingüística y poética”. En la consideración de la función poética del
lenguaje en la escena del acto de habla, pueden ser localizadas ciertas formas que potencian el
mensaje y que lo lleven a decir algo que no necesariamente intenta transmitir el emisor. Si bien se
puede plantear que esto podría implicar “un más allá” de la intencionalidad que abre la perspectiva
de “otra escena”, sin la lectura que establezca lo escrito de la estructura, sólo hay puro efecto de la
función poética del lenguaje. Que esta función sea un aspecto que participa del texto-clínico no
implica que de por sí sea suficiente para establecer la hipótesis del sujeto.
Como último punto a presentar, se propone la articulación de los términos que participan del
227
Para construir la noción de los términos del texto-clínico, resulta imprescindible partir de
analizar su funcionamiento en el plano narrativo, tomando en cuenta lo planteado respecto de su
condición de ser la instancia en la que se opera la lectura de lo escrito.
El tiempo es la categoría que ordena los elementos con estatuto de suceso en la construcción
narrativa. Según las concepciones de tiempo que se propongan, se instruye la categoría de los
elementos-sucesos; si se trabaja con la secuencia de la línea de tiempo que se divide en pasado,
presente y futuro, la tendencia evolutiva señala una progresión que avanza hacia adelante, lo que
además se articula inevitablemente al espacio e instala causalidad en el origen, dado que este
régimen opera además con la noción de origen y fin.
Esta modalidad crea además una condición que a simple vista puede resultar paradojal, ya que si
bien es un encadenamiento secuencial que lleva de uno a otro los elementos-sucesos, marcando la
relación causal entre ellos y de alguna manera sus puntos de coopertenencia, a su vez, admite la
aparición inesperada de una “singularidad”.
Sin embargo esto puede ser considerado como dos movimientos que son parte de la misma lógica,
ya que la idea de lo que se sucede causado por algo previo, bien puede admitir que una
excepcionalidad interrumpa dicha secuencia y advenga lo extraño, aquello que resulta radicalmente
ajeno a la secuencia previa.
Si se considera que el tiempo es uno de los aspectos claves y, ya sea desde la tradición de
Agustín con la distentio animi, o el criterio canónico del acto de habla siempre asumido en tiempo
presente, surge el contrapunto con la concepción del tiempo en psicoanálisis definido como
retroacción, lo que implica una temporalidad circular -en el sentido del bucle significante- que se
establece como futuro anterior.
Esta operatoria no trabaja con la idea del “presente”, aun en lo que respecta al momento del acto de
habla, ya que, tal como se desarrollo en párrafos precedentes, el régimen enunciativo en el decir del
discurso del psicoanálisis, está afectado al “eso habla” fuera de un tiempo lineal y afectando la
consistencia de la posición del sujeto en la enunciación.
discursivos. Del mismo modo, no se corresponde con nociones ontológicas que se correspondan con
el acceso a un supuesto ser verdadero.
Más allá de la relevancia que dicho seminario tiene, por los límites e intereses temáticos de esta
tesis, solamente se deja planteada esta breve mención realizada.
Sí, en cambio, se señalarán dos consecuencias que esta concepción del campo de la ética permite
proponer.
230
La segunda consecuencia es la que remite específicamente a constituir la diferencia con los otros
dispositivos de palabra.
En un sentido amplio, se puede establecer que la condición misma de la existencia del dispositivo
clínico del psicoanálisis como una respuesta posible a un modo de padecer específico del sujeto,
conlleva una condición ética ligada a su propósito. En cambio, el propósito ligado al espacio de la
literatura o la narrativa se corresponde con la estética, articulado en algunos casos con un destino
ontológico.
En un sentido más restringido, la ética es la que compromete la definición del sujeto en juego,
marcando la diferencia con cualquier otro estatuto de sujeto hipotetizado desde otros dispositivos de
palabra, circunstancia que define que más allá de la ética que se juegue en ellos, siempre será otra
distinta a la del campo del psicoanálisis. A lo que debe agregarse la condición puntual del sujeto en
juego.
Son estos aspectos los que marcan la diferencia con cualquier otro estatuto de sujeto pensado desde
otros dispositivos de palabra, circunstancia que define que más allá de la ética que se juegue en
ellos, siempre será otra distinta a la del campo del psicoanálisis.
231
considerar que en última instancia el caso será su escritura formal, la sistematización de los
elementos que conforman el material clínico está dada por el régimen del texto-clínico cuyo punto
conclusivo será justamente lograr la escritura formal del caso, sea con alguno de los matemas, los
modelos, esquemas o nudos.
El aporte de lo propuesto es sistematizar un método para establecer los casos organizados a partir de
pautas que construyen su estructura, habilitando su comunicación en términos racionales para
contrastar apreciaciones formuladas desde la intuición definida por puntos de vista o impresiones
personales. La racionalidad está dada en el estatuto de los argumentos producidos en el régimen del
texto-clínico en sus dos registros, el primero el que se sostiene en el dispositivo clínico mismo, el
segundo en la transmisión acotada por el género discursivo.
233
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i
Se respetan las comillas presentes en el texto de Benveniste, en el cálculo de interpretar que las
mismas señalan cierta puesta en suspenso de un hipotético modelo cerrado para la categoría ciencia.
ii
Se entrecomilla el término para señalar que es el que utiliza Wahl; se deja indicado que la idea de
descubrimiento puede interpretarse como una preexistencia oculta, idea que no se corresponde con la
línea teórica que se sostiene en esta tesis. En todo caso, la noción más pertinente desde la concepción
que aquí se sostiene sería la de invención.
Se toma la traducción del término neológico: parlêtre, construido por Lacan en lengua francesa, en la
iii
variante que propone Alfredo Eidelsztein: hablanser. La decisión se apoya en que se corresponde con la
línea teórica que discute la posición ontológica que formula el habla como condición del ser,
haciendolo consistir en tanto tal.
iv
MP: MASA DE LA PLUVALIA
CP: CUOTA DE PLUSVALIA O TASA DE PLUSVALIA
CC: CAPITAL CONSTANTE
CV: CAPITAL VARIABLE
JT: JORNADA DE TRABAJO
TN: TIEMPO DE TRABAJO NECESARIO
TE: TIEMPO DE TRABAJO EXCEDENTE
VM: VALOR TOTAL DE LA PRODUCCION
VN: VALOR NUEVO
PV: PRECIO DE VENTA
PE: PUNTO DE EQUILIBRIO
FORMULAS DE LA PLUSVALIA
MASA DE LA PLUSVALIA
MP: CV X CP MP: VN – CV MP: VN – (VN/(CP+1)) MP: VM – (CC+CV)
COUTA DE PLUSVALIA
CP: (TE/TN) X 100 CP: (MP/CV) X 100