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Biodiversidad 

o Diversidad Natural

Se le llama biodiversidad a la variedad de formas de vida que se desarrolla en un ambiente


natural. Se incluyen en la definición todas las plantas, animales, microorganismos, así como el
material genético de cada una de ellas.

Son importantes tanto las especies que habitan la región como la función ecológica que cada una
cumple, que de alguna forma permite la existencia de todas las demás.

El valor más importante de la biodiversidad está en el hecho de ser un proceso entablado por


una variedad de especies durante una gran cantidad de años, tiempo necesario para alcanzar algo
así como el equilibrio de la biósfera.

La supervivencia de las especies viene asegurada por el sistema biológico en el que se encuentran,
y en este plano el hombre solamente es una especie más: el uso y beneficio de la biodiversidad ha
contribuido de muchas formas al desarrollo de la cultura humana.

Sistemas biológicos

Los sistemas biológicos tienden a tener una dinámica propia, en la medida que las especies
cumplen funciones pero también se van extinguiendo, por lo que una especie extinguida en forma
natural causa una perturbación en el ecosistema que puede ser reemplazada por otra especie.

Sin embargo, diferentes acciones que realiza el hombre tienden a modificar la diversidad biológica
desde distintas aristas: las alteraciones de las condiciones climáticas, la persecución y
sobreexplotación de especies, la destrucción y fragmentación de hábitats, la introducción de
especies invasoras y la agricultura intensiva son nocivas para algunas de las especies de la
Tierra.

Importancia de la biodiversidad

Cuando la pérdida de diversidad es causada por la manipulación por parte del hombre de los
sistemas naturales, esta recomposición no se hace en forma automática y puede peligrar la
totalidad del sistema ecológico.

Es por esto que permanentemente existen campañas tendientes a favorecer el cuidado de la


biodiversidad, y la preservación de los ecosistemas. Para ello se recomiendan una serie de
acciones:

 Integrar el desarrollo económico con la preservación del medio ambiente.


 Relacionado con esto último, abandonar técnicas de producción que degraden los
recursos vivos o el suelo.
 Dimensionar la importancia de cada componente de la diversidad biológica, además del
sistema en general.
 Cuidar los bosques nativos, desde los comportamientos individuales pero también con
políticas públicas.
 Mapear y monitorear los ambientes, así como sus poblaciones de flora y fauna.
 Evitar la introducción de especies exóticas salvo que sean especialmente beneficiosas.

Indicadores y ejemplos

Diferentes indicadores se utilizan para medir la biodiversidad: el índice de Simpson es uno de los


más frecuentes. De acuerdo a esos indicadores, se ha generado una clasificación que contiene
diecisiete países llamados megadiversos, que entre todos albergan más del 70% de la biodiversidad
del planeta.

A continuación la lista, incluyendo algunos elementos de la biodiversidad de cada uno de ellos:

 Estados Unidos: El enorme espacio del país alberga 432 especies de mamíferos, 311
de reptiles, 256 de anfibios, 800 de aves, 1154 de peces y más de 100.000 de insectos.

 China: Cuenta con más de 30.000 plantas avanzadas, y 6.347 vertebrados que representa entre el 10% de
las plantas y el 14% de los animales del mundo.
  Perú: Existen unas 25.000 especies, de las cuales un 30% son endémicas. Existen unas 182 especies
de plantas domesticadas andinas.
  Ecuador: Existen entre 22.000 y 25.000 especies de plantas, con una alta tasa de endémicas. Además,
hay una gran cantidad de mamíferos, aves, anfibios y reptiles.
  Madagascar: Incluye 32 especies de primates únicos en el mundo, 28 especies de murciélagos, 198
especies de pájaros y 257 especies de reptiles.
  Brasil: Es el país con mayor biodiversidad del mundo, con el mayor número de mamíferos y más de
3000 peces de agua dulce, 517 especies de anfibios, 3150 de mariposas, 1622 tipos de aves y 468 tipos de
reptiles.
  República Democrática del Congo: Se destacan los mamíferos grandes como los elefantes, leones,
leopardos, chimpancés o jirafas.
  Indonesia: En los llamados ‘Bosques del Paraíso’ se encuentra una gran cantidad de especies, entre
ellas 500 mamíferos y 1600 aves.
  Venezuela: Existen unas 15.500 especies de plantas, así como una gran cantidad de animales entre las
que aparecen 1200 especies de peces.
  Filipinas: Caracterizada por una gran cantidad de reptiles y anfibios.

   Papúa Nueva Guinea: Cerca de 4.642 especies de vertebrados viven en la selva de Nueva
Guinea.

Fuente: https://www.ejemplos.co/ejemplos-de-biodiversidad/#ixzz5QYM53cDU
EL AMBIENTE VIVO

La gente se cuestiona mucho acerca de los seres vivos: cuántas especies diferentes hay, cómo son, dónde
habitan, cómo se interrelacionan y cómo se comportan. Los científicos tratan de responder éstas y muchas
otras preguntas acerca de los organismos que pueblan la Tierra. Particularmente, intentan desarrollar
conceptos, principios y teorías que permitan a cualquier persona comprender mejor el ambiente de los seres
vivos. Los organismos vivos están hechos de los mismos componentes que cualquier otra materia, interviene
el mismo tipo de transformaciones de la energía y se mueven utilizando los mismos tipos básicos de fuerzas.
Así, todos los principios físicos que se comentaron en el capítulo 4 se aplican a la vida de la misma forma
que a las estrellas, las gotas de lluvia y las televisiones. Pero los organismos vivos también poseen
características que se pueden entender mejor a través de la aplicación de otros principios.

Este capítulo ofrece recomendaciones sobre el conocimiento básico de cómo funcionan e interactúan los
organismos vivos entre sí y con su ambiente; se centra en seis puntos principales: 1. la diversidad de la vida,
reflejada en las características biológicas de los organismos del planeta; 2. la transferencia de
características hereditarias de una generación a la siguiente; 3. la estructura y función celulares, los bloques
de construcción básicos de todos los organismos; 4. la interdependencia de todos los organismos y su medio;
5. El flujo de materia y energía a través de ciclos de vida a gran escala; y 6. cómo la evolución biológica
explica la similitud y la diversidad de la vida.

DIVERSIDAD DE LA VIDA

Existen millones de diferentes tipos de organismos individuales que habitan la Tierra al mismo tiempo
algunos son muy similares entre sí; otros, muy distintos. Los biólogos los clasifican dentro de una jerarquía de
grupos y subgrupos con base en semejanzas y diferencias de su estructura y comportamiento. Una de las
distinciones más generales entre los conjuntos de órganos se da entre las plantas, las cuales toman
directamente su energía del Sol, y los animales, que consumen inicialmente los alimentos ricos en energía
sintetizados por las plantas. Pero no todos los organismos están claramente definidos. Por ejemplo, existen
algunos unicelulares sin núcleos organizados (bacterias), que se clasifican como un grupo distinto.

Los animales y las plantas tienen una gran variedad de formas corporales, con diferentes estructuras generales
y disposiciones de partes internas para realizar las operaciones básicas de preparar o encontrar alimentos,
obtener energía y sustancias de éstos, sintetizar nuevos materiales y reproducirse. Cuando los científicos
clasifican los organismos, consideran primero los detalles anatómicos y después la conducta o el aspecto
general. Por ejemplo, debido a rasgos como las glándulas secretoras de leche y la estructura del cerebro, las
ballenas y los murciélagos se clasificanjuntos al ser más parecidos entre sí que las ballenas con los peces o los
murciélagos con los pájaros. En diferentes grados de afinidad, los perros se clasifican con los peces por la
columna vertebral, con las vacas por el pelo y con los gatos por ser carnívoros.
  
Para organismos que se reproducen sexualmente, una especie abarca todos aquéllos que pueden aparearse
entre sí para producir una descendencia fértil. Sin embargo, la definición de especie no es precisa; en los
limites puede resultar difícil decidir sobre la clasificación exacta de un organismo en particular. En efecto, los
sistemas de clasificación no son parte de la naturaleza. Más bien son marcos creados por biólogos para
describir la enorme diversidad de organismos, sugerir relaciones entre éstos y formular preguntas de
investigación.

La variedad de las formas de vida terrestre se evidencia no sólo en el estudio de las semejanzas y diferencias
anatómicas y conductuales entre los organismos, sino también en el estudio de similitudes y diferencias entre
sus moléculas. Las moléculas más complejas que se sintetizan en los organismos vivos son cadenas de estas
mismas pero más pequeñas. Los diversos tipos de pequeñas moléculas son casi idénticos en todas las formas
de vida; pero las secuencias especificas de los componentes que constituyen las muy complejas son
características de cada especie. Por ejemplo, las moléculas de ADN son cadenas largas que unen sólo cuatro
tipos de moléculas más pequeñas, cuya secuencia exacta codifica la información genética. La proximidad o
lejanía de la relación entre organismos puede inferirse a partir del grado en que sus secuencias de ADN son
semejantes. La afinidad de los organismos deducida de la similitud en su estructura molecular casi concuerda
con la clasificación basada en semejanzas anatómicas.

La preservación de la diversidad de las especies es importante para la humanidad, ya que depende de dos
cadenas alimentarias para obtener la energía y los materiales necesarios para la vida: Una principia con
plantas y algas microscópicas del océano, e incluye a los animales que se alimentan de éstas y a los animales
que se alimentan de esos animales. La otra comienza con plantas terrestres e incluye animales que se
alimentan de éstas, y así sucesivamente. Las complicadas interdependencias entre las especies sirven para
estabilizar estas cadenas alimentarias. Perturbaciones menores en un sitio particular tienden a originar
cambios que con el tiempo restauran el sistema; pero los trastornos graves de las poblaciones vivas o sus
ambientes pueden resultar en cambios irreversibles en las cadenas alimentarias. Mantener la diversidad
aumenta la probabilidad de que algunas variedades fortalezcan su naturaleza para sobrevivir en condiciones
cambiantes.

HERENCIA

Es muy común observar que la descendencia se parece mucho a los padres pero siempre presenta alguna
variante: los hijos difieren en algo de los padres y de entre uno y otro de ellos. Por generaciones, estas
diferencias se van acumulando, de tal manera que los organismos pueden ser muy distintos en
comportamiento y aspecto de sus antepasados remotos. Por ejemplo, los seres humanos han criado animales
domésticos y cultivado plantas para lograr en ellos las características más adecuadas; los resultados son
modernas variedades de perros, gatos, ganado, aves, frutas y cereales, que son visiblemente distintos de sus
ancestros. También se observan cambios en granos, por ejemplo que son capaces de producir nuevas especies.
De hecho, algunas ramas de descendientes de la misma especie progenitora son tan diferentes de otras que ya
no se pueden cruzar entre sí.

Las instrucciones para el desarrollo se transmiten de padres a hijos en miles de genes discretos, cada uno de
los cuales, se conoce ahora, es un segmento de la molécula de ADN. La descendencia de organismos
asexuales (clonas) heredan todos los genes de sus padres. En la reproducción sexual de animales y plantas, se
fusionan una célula especializada de una hembra y una de un macho. Cada una de estas células sexuales
contienen una mitad impredecible de la información genética del progenitor. Durante la fecundación, se
fusionan una célula específica masculina y una femenina, de lo cual se forma una célula con una serie
completa de información genética apareada, una combinación de la mitad de la serie de cada progenitor.
Conforme la célula fecundada se multiplica para formar un embrión, y finalmente un individuo maduro, o una
semilla, se replican las series combinadas en cada nueva célula.

La clasificación y combinación de genes en la reproducción sexual da por resultado una gran variedad de
mezclas genéticas en la descendencia de dos progenitores. Existen millones de posibles combinaciones
diferentes de genes en la mitad asignada a cada célula sexual separada, y también hay millones de posibles
mezclas de cada una de las células sexuales especificas masculinas y femeninas.

Sin embargo, las nuevas combinaciones de genes no son la única fuente de variación en las características de
los organismos. Aunque las instrucciones genéticas pueden trasmitirse prácticamente sin cambios por miles
de generaciones, a veces llega a alterarse algo de la información en el ADN de una célula. Pueden ocurrir de
manera espontánea supresiones, inserciones o sustituciones de segmentos de ADN por errores aleatorios en el
proceso de copiado, o bien, orginarse por exposición a sustancias químicas o radiaciones. Si un gen que ha
sufrido mutación se encuentra en la célula sexual de un organismo, las copias de éste se trasmiten a la
descendencia, llegando a ser parte de todas sus células y tal vez dándole a los hijos características nuevas o
modificadas. Algunas de estas características pueden hacer que aumente la capacidad de los organismos para
crecer y reproducirse, en tanto que otras pueden reducirla, y otras más pueden no causar ningún efecto
apreciable.

CÉLULAS

Todas las formas de vida que se autorreplican están compuestas de células desde las bacterias unicelulares
hasta los elefantes, con sus muchos millones de células. Aunque unas cuantas células gigantes, como los
huevos de gallina, se pueden ver a simple vista, la mayor parte de ellas son microscópicas. Muchas de las
funciones básicas de los organismos se llevan a cabo en el nivel celular: síntesis proteínica, extracción de
energía a partir de los nutrientes y replicación, entre otras.

Todas las células vivas tienen tipos similares de moléculas complejas que intervienen en las actividades
básicas de la vida. Estas moléculas interactúan en una mezcla, de unos dos tercios de agua, limitada por una
membrana que controla lo que entra y sale. En células más complejas, algunos de los tipos comunes de
moléculas están organizados en estructuras que realizan las mismas funciones básicas de manera más
eficiente. En particular, un núcleo encierra al ADN y un esqueleto proteínico ayuda a organizar las
operaciones. Además de las funciones celulares básicas comunes a todas las células, la mayor parte de las
células en organismos pluricelulares realizan algunas funciones especiales que otras no efectúan. Por ejemplo,
las células glandulares secretan hormonas, las musculares se contraen y las nerviosas conducen señales
eléctricas.

Las moléculas de las células están compuestas por átomos de un número pequeño de elementos
principalmente carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre. Los átomos de carbono, debido a su
reducido tamaño y a sus cuatro electrones de enlace, se pueden unir a otros átomos de carbono en cadenas y
anillos para formar moléculas grandes y complejas. La mayor parte de las interacciones moleculares en las
células ocurren en solución acuosa y requieren fluctuaciones bastante pequeñas de temperatura y acidez. A
bajas temperaturas las reacciones son muy lentas, en tanto que las altas temperaturas o la acidez extrema
pueden dañar de manera irreversible la estructura de las moléculas de proteína. Aun cambios pequeños en la
acidez pueden alterar a las moléculas y la manera en que interactúan. Los organismos unicelulares y
pluricelulares contienen moléculas que ayudan a mantener la acidez celular dentro de los límites necesarios.

La célula realiza su trabajo mediante los muchos tipos diferentes de moléculas que ella ensambla,
principalmente proteínas. Las moléculas de proteínas son largas, generalmente constituyen cadenas plagadas
hechas de 20 tipos distintos de moléculas de aminoácidos. La función de cada proteína depende de su
secuencia específica de aminoácidos y de la forma que toma la cadena como consecuencia de las atracciones
que existen entre sus partes. Algunas de las moléculas ensambladas ayudan a replicar la información genética,
reparar las estructuras celulares, facilitar a otras moléculas la entrada o salida de la célula y generalmente
catalizar y regular las interacciones moleculares. En las células especializadas, otras moléculas proteínicas
pueden transportar oxigeno, efectuar contracción, responder a estímulos externos, o proveer material para
cabello, uñas y otras estructuras del cuerpo; aun en otras células, se pueden exportar moléculas ensambladas
para funcionar como hormonas, anticuerpos o enzimas digestivas.

Todas las células de un organismo son descendientes del óvulo único fecundado y contienen la misma
información de ADN. A medida que generaciones sucesivas de células se forman por división, pequeñas
diferencias en sus ambientes inmediatos provocan que se desarrollen de manera un poco distinta mediante la
activación o desactivación de diferentes partes de la información de ADN. Las generaciones posteriores de
células se diferencian más aun y finalmente maduran en células tan distintas como glandulares, musculares y
nerviosas.

Las complejas interacciones entre los innumerables tipos de moléculas en la célula pueden dar origen a
distintos ciclos de actividades, como crecimiento y división. El control de los procesos celulares también
puede venir de afuera: el comportamiento celular puede recibir la influencia de moléculas de otras partes del
organismo o de otros organismos (por ejemplo, hormonas y neurotransmisores) que se unen a la membrana de
la célula o pasan a través de ella y afectan las velocidades de reacción entre los constituyentes
celulares.

INTERDEPENDENCIA DE LA VIDA

Cada especie está ligada, directa o indirectamente, con una multitud de otras especies en un ecosistema. Las
plantas proveen comida, refugio y nidos a otros organismos. Por su parte, muchas plantas dependen de los
animales para que las ayuden en la reproducción (las abejas polinizan las flores, por ejemplo) y en la
adquisición de ciertos nutrientes (como minerales en productos de desecho animal). Todos los animales
forman parte de cadenas alimentarias que incluyen plantas y animales de otras especies, y en ocasiones de la
misma. La relación entre depredador y presa es común, con sus herramientas ofensivas para los depredadores
dientes, picos, garras, veneno, etc. y sus instrumentos defensivos para las presas camuflaje para esconderse,
rapidez para escapar, escudos o espinas para que no los puedan tocar, sustancias irritantes para repeler.
Algunas especies llegan a depender mucho de otras (por ejemplo, los pandas o los koalas sólo pueden comer
de cierta clase de árboles), otras han llegado a adaptarse entre si a tal grado que no podrían sobrevivir de otra
manera (por ejemplo, las avispas que solamente anidan en las higueras y son los únicos insectos que pueden
polinizarlas).

Existen también otras relaciones entre los organismos. Los parásitos se nutren de sus huéspedes, a veces con
malas consecuencias para los últimos. Los animales necrófagos y los desintegradores se alimentan sólo de
animales y plantas muertos. Y algunos organismos tienen relaciones benéficas para ambas partes por ejemplo,
las abejas que extraen néctar de las flores y de manera incidental transportan polen de una flor a la siguiente, o
las bacterias que viven en el intestino humano e incidentalmente sintetizan algunas vitaminas y protegen la
mucosa intestinal contra los gérmenes.

Pero la interacción de los organismos vivos no se lleva a cabo en un ambiente pasivo. Los ecosistemas están
determinados por el entorno no vivo de la Tierra y el agua radiación solar, precipitación pluvial,
concentraciones minerales, temperatura y topografía. El mundo contiene una gran diversidad de condiciones
físicas, las cuales crean una amplia variedad de ambientes: aguas corrientes y oceánicas, bosques, desiertos,
pastizales, tundras, montañas y muchos otros. En todos ellos, los organismos utilizan los recursos vitales de la
Tierra, cada uno busca su parte en formas específicas que están limitadas por otros organismos. En cada parte
del ambiente habitable, los diferentes organismos compiten por comida, espacio, luz, calor, agua, aire y
abrigo. Las interacciones fluctuantes y eslabonadas de las formas de vida y el entorno componen un
ecosistema total; para entender bien cualquier parte de éste se requiere conocer cómo interactúa esa porción
con las demás.

La interdependencia de los organismos en un ecosistema con frecuencia da por resultado una estabilidad
aproximada durante cientos o miles de años. A medida que una especie prolifera, es refrenada por uno o más
factores ambientales: falta de comida y lugares para anidar, aumento de pérdidas por depredadores o invasión
de parásitos. Si ocurre un desastre natural, como una inundación o un incendio, es probable que el ecosistema
dañado se recupere en una serie de etapas que finalmente terminará en un sistema similar al original.

Como muchos sistemas complejos, los ecosistemas suelen presentar variaciones cíclicas cercanas al estado
aproximado de equilibrio. Sin embargo, a la larga, los ecosistemas se modifican inevitablemente cuando
cambia el clima o cuando aparecen nuevas especies muy diferentes como resultado de la migración o
evolución (o los seres humanos las introducen de manera inadvertida o deliberada).

FLUJO DE MATERIA Y ENERGÍA


A pesar del complejo funcionamiento de los organismos vivos, éstos comparten con todos los demás sistemas
naturales los mismos principios físicos de conservación y transformación de la materia y la energía. Durante
mucho tiempo, la materia y la energía se han transformado entre los organismos vivos y entre ellos y su
ambiente físico. En estos ciclos a gran escala, la cantidad total de materia y energía se mantiene constante,
aun cuando su forma y localización experimenten un cambio continuo.

Casi toda la vida en la Tierra se mantiene fundamentalmente por transformaciones de la energía solar. Las
plantas captan la energía del Sol y la utilizan para sintetizar moléculas complejas ricas en energía, sobre todo
azúcares, a partir de moléculas de dióxido de carbono y agua. Estas moléculas sintetizadas sirven entonces,
directa o indirectamente, como una fuente de energía para las mismas plantas y por último para todos los
animales y los organismos desintegradores, como bacterias y hongos. Esta es la cadena alimentaria: los
organismos que consumen plantas derivan su energía y materiales al descomponer las moléculas de las
plantas, las utilizan para sintetizar sus propias estructuras y después estos mismos son consumidos por otros
organismos. En cada etapa de la cadena alimentaria se almacena cierta cantidad de energía en las estructuras
recién sintetizadas y otra se disipa en el ambiente en forma de u calor producido por los procesos químicos
liberadores de energía en las células. Un ciclo similar de energía comienza en los océanos con la captación de
energía del Sol por pequeños organismos semejantes a plantas. Cada etapa sucesiva en la cadena alimentaria
captura solamente una pequeña fracción del contenido energético de los organismos de que se alimenta.

Los elementos que forman las moléculas de los seres vivos se reciclan de manera continua. Entre éstos
destacan: carbono, oxígeno, hidrógeno, nitrógeno, azufre, fósforo, calcio, sodio, potasio y hierro. Estos y otros
elementos que se encuentran en moléculas ricas en energía son transferidos a lo largo de toda la cadena
alimentaria y finalmente son reciclados por los organismos desintegradores, que los convierten en nutrientes
minerales utilizables por las plantas. Aunque a menudo puede haber excesos y déficits, la situación en toda la
Tierra es que los organismos mueren y se descomponen en la misma proporción en que se forma nueva vida.
Esto es, la biomasa total se mantiene casi constante, hay un flujo cíclico de materiales de vieja a nueva vida, y
existe un flujo irreversible de energía de la luz solar captada hacia calor disipado.

Al parecer, hace millones de años ocurrió una interrupción importante en el flujo de energía cuando el
crecimiento de plantas terrestres y organismos marinos superó a la capacidad de los organismos
desintegradores para reciclarlos. Las capas acumuladas de material orgánico rico en energía se transformaron
gradualmente en carbón y petróleo por la presión de la tierra suprayacente. La energía que se almacenó en su
estructura molecular, ahora se puede liberar por combustión, y la moderna civilización depende de cantidades
inmensas de energía proveniente de esos combustibles fósiles de la tierra. Al quemarlos, se está pasando
finalmente casi toda la energía almacenada al entorno en forma de calor. También regresan a la atmósfera en
un tiempo relativamente corto grandes cantidades de dióxido de carbono que había sido retirado lentamente
durante millones de años.

La cantidad de vida que cada ambiente puede sustentar está limitada por sus recursos básicos: la afluencia de
energía, minerales y agua. La productividad sostenida de un ecosistema requiere suficiente energía para que
se sinteticen nuevos productos, como árboles y cosechas, y también para reciclar completamente los residuos
de los viejos (hojas muertas, aguas residuales, etc.). Cuando la tecnología humana interviene, los materiales se
pueden acumular como desperdicio que no se recicla. Cuando la afluencia de recursos es insuficiente, se
acelera la desecación de los suelos, la desertización o el agotamiento de las reservas minerales.

EVOLUCIÓN DE LA VIDA

Las formas de vida que existen en la Tierra hoy en día han evolucionado de ancestros comunes, empezando
desde los organismos unicelulares más simples hace casi cuatro mil millones de años. Las ideas modernas de
la evolución ofrecen una explicación científica para tres grupos principales de hechos observables acerca de la
vida en la Tierra: 1. el enorme número de formas de vida que se observa alrededor; 2. las semejanzas
sistemáticas en la anatomía y la química molecular que se nota dentro de esa diversidad, y 3. la secuencia de
cambios en fósiles encontrados en capas sucesivas de rocas con una antigüedad de más de mil millones de
años.

Desde que se empezaron a registrar fósiles, han aparecido muchas formas nuevas de vida, y la mayor parte de
las estructuras antiguas han desaparecido. Las diversas secuencias rastreables de formas anatómicas
cambiantes, inferidas a partir de eras de capas de rocas, convencieron a los científicos de que la acumulación
de diferencias de una generación a la siguiente ha conducido a la larga a especies tan diferentes entre si, como
las bacterias de los elefantes. La evidencia molecular refuerza la evidencia anatómica de los fósiles y provee
detalles adicionales acerca de la secuencia en la cual varias descendencias derivan unas de otras.

Aunque los detalles de la historia de la vida en la Tierra siguen ensamblándose a partir de la evidencia
geológica, anatómica y molecular, en general concuerdan los rasgos principales de esta historia. Al principio,
las moléculas simples pudieron haber formado moléculas complejas que finalmente se convirtieron en células
capaces de autorreplicarse. La vida sobre la Tierra ha existido durante tres mil millones de años. Durante los
primeros dos mil millones de años de vida, solamente existieron microorganismos algunos de ellos al parecer
muy semejantes a las bacterias y algas actuales. Con el desarrollo de células nucleadas hace aproximadamente
mil millones de años, hubo un gran incremento en el ritmo de evolución de organismos pluricelulares cada
vez más complejos. Desde entonces, el ritmo de evolución de nuevas especies ha sido desigual, lo que tal vez
refleje los índices variables de cambio en el ambiente físico

Un concepto central de la teoría de la evolución es la selección natural, que surge de tres principios bien
establecidos: 1. existe cierta variación de las características hereditarias dentro de cada especie de organismos;
2. algunas de estas características les darán a los individuos una ventaja sobre otros para sobrevivir hasta la
madurez y la reproducción, y 3. esos individuos quizá serán más proclives a tener mayor descendencia, lo
cual les dará mayor probabilidad de sobrevivir y reproducirse que otros. El posible resultado es que al paso de
generaciones sucesivas, tenderá a incrementarse la proporción de individuos con características ventajosas
heredadas.

Las características seleccionables pueden incluir detalles de bioquímica, como la estructura molecular de las
hormonas o las enzimas digestivas, y rasgos anatómicos que se presentan en el desarrollo de los organismos,
como el tamaño de los huesos o la longitud del pelo. También pueden incluir características más sutiles
determinadas por la anatomía, como la agudeza visual o la eficiencia en el bombeo del corazón. Ya sea por
medios bioquímicos o anatómicos, las características seleccionables también pueden influir en el
comportamiento, como tejer determinada forma de telaraña, preferir ciertas características en un compañero, o
manifestar disposición para cuidar la descendencia.

Pueden aparecer nuevas características hereditarias como resultado de nuevas combinaciones o mutaciones de
los genes de los progenitores. A menos que sean mutaciones en el ADN de las células sexuales de un
organismo, las características que resultan de acontecimientos durante la vida de un organismo no pueden
transmitirse biológicamente a la generación siguiente. Así, por ejemplo, los cambios causados por uso o
desuso de una estructura o función en un individuo, o por alteraciones en su ambiente, no pueden propagarse
por selección natural.

Por su propia naturaleza, es probable que la selección natural dé lugar a organismos con características que
están bien adaptadas para sobrevivir en ambientes específicos. Aun así, especialmente en poblaciones
pequeñas, puede resultar en una propagación de características hereditarias que no tienen ventaja o desventaja
inherentes de sobrevivencia o reproducción. Además, cuando un ambiente cambia (en este sentido, otros
organismos son también parte del entorno), la ventaja o desventaja de características puede también cambiar.
Por tanto, la selección natural no necesariamente resulta en progreso de largo plazo ni en una cierta dirección.
La evolución construye sobre lo que ya existe, de tal forma que además de la variedad que ya existe, puede
haber más.

La acción continua de la selección natural sobre nuevas características y en ambientes cambiantes, una y otra
vez durante millones de años, ha producido una sucesión de diversas especies nuevas. La evolución no es una
escala en la que las formas más bajas son reemplazadas por formas superiores, con los humanos emergiendo
finalmente en la cima de las especies más avanzadas. Más bien es como un arbusto: muchas ramas
emergieron hace mucho tiempo, algunas de ellas han muerto, otras han sobrevivido aparentemente con poco o
ningún cambio durante años, y otras más se han ramificado repetidamente, dando origen a veces a organismos
más complejos.

El concepto moderno de la evolución ofrece un principio unificante para entender la historia de la vida en la
Tierra, las relaciones entre los seres vivos y la dependencia de la vida respecto del ambiente físico. Aunque
todavía es poco claro cómo funciona la evolución en cada detalle, el concepto está tan bien establecido que
provee una estructura para organizar la mayor parte del conocimiento biológico en una descripción coherente.
Los indicadores ambientales

En prácticamente todas las actividades que involucran decisiones se utilizan indicadores, aunque quizá no
tengamos plena conciencia de ello. La definición formal de indicador es: “relativo a indicar. Dar a entender o
significar una cosa con indicios o señales. Señalar, advertir, manifestar, apuntar, mostrar”. En otras palabras,
la información clave que usamos para conocer algo y, frecuentemente, tomar una decisión, es un indicador.
La temperatura corporal o la presión arterial, por ejemplo, son indicadores de nuestro estado de salud y
según su valor nos permiten tomar la decisión de visitar o no al médico.

La capacidad de identificar de manera adecuada los indicadores del entorno es fundamental para tomar
mejores decisiones; una elección incorrecta de la información o una pobre compresión de lo que significa el
indicador puede llevarnos a interpretaciones y acciones equivocadas. Por ello, es importante enfatizar que
un indicador es una herramienta y no un fin mismo. Los indicadores se emplean en todos los ámbitos del
quehacer humano; aunque éstos varían en su grado de complejidad y relación con el fenómeno al que se
refieren; desde sencillos, como el color de una fruta que sirve para evaluar su grado de madurez, hasta más
sofisticados, como la concentración de agentes inmunológicos para detectar cáncer.

En el campo ambiental se han desarrollado indicadores para entender, describir y analizar distintos
fenómenos como el clima, la pérdida de suelos y el riesgo de especies, entre muchos otros. Si bien el uso de
indicadores ambientales se ha extendido, no existe una definición única del concepto y éste varía de
acuerdo a la institución y a los objetivos específicos que se persiguen. Una de las definiciones más conocida
y aceptada proviene de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que desde
hace varios años utiliza un conjunto de indicadores como información base para realizar evaluaciones
periódicas del desempeño ambiental de los diferentes países que integran la organización. Según la OCDE,
un indicador ambiental es un parámetro o valor derivado de parámetros que proporciona información para
describir el estado de un fenómeno, ambiente o área, con un significado que va más allá del directamente
asociado con el valor del parámetro en sí mismo.

Para el Florida Center for Public Management, institución que desarrolló un sistema de indicadores con el fin
de asesorar a las dependencias ambientales de la Unión Americana, un indicador ambiental es un elemento
que describe, analiza y presenta información científicamente sustentada sobre las condiciones y tendencias
ambientales y su significado (Florida Center for Public Management, 1998). Por su parte, el Ministerio del
Ambiente de Canadá lo define como una estadística o parámetro que, monitoreado a través del tiempo,
proporciona información de la tendencia o las condiciones de un fenómeno más allá de la que se asocia a la
estadística en sí misma. En particular, precisa que los indicadores ambientales son estadísticas clave
seleccionadas que representan o resumen un aspecto significativo del estado del ambiente, la
sustentabilidad de los recursos naturales y su relación con las actividades humanas (Environment Canada,
1995).

Cabe señalar que frecuentemente se utilizan las palabras “parámetro” e “índice” como sinónimos de
indicador, sin embargo, no tienen el mismo significado. Un parámetro se define como cualquier propiedad
que es medida u observada, mientras que un índice designa a un conjunto agregado o ponderado de
parámetros o indicadores (OCDE, 2001); en secciones posteriores se amplía la información sobre los índices.

1.1. Funciones y características de los indicadores ambientales

La importancia de los indicadores reside en el uso que se les puede dar. Idealmente, deben informar a los
tomadores de decisiones o usuarios, ayudarlos a esclarecer un tema y descubrir las relaciones entre sus
componentes, todo lo cual conduce a decisiones mejor sustentadas. También son una excelente
herramienta de información al público porque, acompañados por una buena estrategia de comunicación,
ilustran conceptos e información científica, contribuyendo al entendimiento de los temas y a que la sociedad
tome un papel más activo en la solución de los problemas ambientales.

Según la OCDE (1998) las dos funciones principales de los indicadores ambientales son:

Reducir el número de medidas y parámetros que normalmente se requieren para ofrecer una presentación
lo más cercana posible a la realidad de una situación.

Simplificar los procesos de comunicación.

Estas funciones básicas convierten a los indicadores en el instrumento mediante el cual se proporciona
información concisa y sustentada científicamente a diversos usuarios, tomadores de decisiones y al público
en general de manera que pueda ser entendida y usada fácilmente.

Los indicadores ambientales se han utilizado a nivel internacional, nacional, regional, estatal y local para
diversos fines, entre los que destacan: servir como herramientas para informar sobre el estado del medio
ambiente, evaluar el desempeño de políticas ambientales y comunicar los progresos en la búsqueda del
desarrollo sustentable. No obstante, para que los indicadores cumplan cabalmente con estas funciones es
necesario que tengan ciertas características. A continuación se presenta una lista de las más importantes
(OCDE, 1998)

Ofrecer una visión de las condiciones ambientales, presiones ambientales y respuestas de la sociedad o
gobierno.

Ser sencillos, fáciles de interpretar y capaces de mostrar las tendencias a través del tiempo.

Responder a cambios en el ambiente y las actividades humanas relacionadas.

Proporcionar una base para las comparaciones internacionales (cuando sea necesario).

Ser aplicables a escala nacional o regional, según sea el caso.

De preferencia, tener un valor con el cual puedan ser comparados.

Estar teórica y científicamente bien fundamentados.

Estar basados en consensos internacionales.

Ser capaces de relacionarse con modelos económicos y/o de desarrollo, así como con sistemas de
información.

Estar disponibles con una razonable relación costo/beneficio.

Estar bien documentados y gozar de calidad reconocida.

Ser actualizados a intervalos regulares con procedimientos confiables.

En la mayoría de los casos, los indicadores comúnmente propuestos no cumplen todas estas características.
En este sentido, es importante considerar que, en la medida en que los indicadores cuenten con menos
características de las señaladas, su confiabilidad también será menor y, por consiguiente, la interpretación
que de ellos resulte deberá tomarse con las reservas necesarias.

Como resultado de la experiencia de las distintas etapas en el desarrollo de indicadores, se reconocen las
tres primeras características como criterios básicos. El primero se refiere a que deben proporcionar la
suficiente información de las condiciones ambientales, presiones ambientales y respuestas, para entender
claramente el fenómeno que se está tratando, de tal manera que las decisiones que se tomen estén
sustentadas. El valor de los indicadores descansa precisamente en la premisa de que un mayor
entendimiento de un fenómeno o proceso conduce a mejores decisiones. Cabe recordar que una de las
justificaciones para el uso de indicadores señala que es imposible medir todo, por lo que resulta
fundamental contar con la información más relevante.

El segundo criterio está relacionado con el aspecto de la sencillez, lo cual no implica necesariamente que el
indicador sea “simplista”. Detrás de la selección y definición de cada indicador debe existir un análisis
profundo y con frecuencia complejo. No obstante, cuando se presente a sus usuarios (tomador de
decisiones o sociedad), el indicador debe cumplir su misión principal de comunicar su mensaje de forma
clara y objetiva. Esto representa un reto, ya que siempre existe la disyuntiva entre incorporar los detalles
técnicos y la formalidad y rigor de los análisis o bien omitirlos para facilitar su interpretación (Adriaanse,
1993).

El tercer criterio, referente a responder a cambios en el ambiente y las actividades humanas, ha sido
particularmente útil en la identificación de los indicadores. Con frecuencia, al analizar un fenómeno
ambiental se presenta un cierto número de variables importantes para comprender la magnitud o
distribución del mismo. Sin embargo, cuando se obtiene una respuesta negativa a la pregunta “¿este
indicador responde a un posible cambio en las políticas?”, entonces se está presentando información de
contexto o complementaria que, si bien puede ser muy importante para entender el fenómeno, no
constituye un indicador. Un ejemplo es la precipitación pluvial en el análisis de disponibilidad del agua en
una región. La cantidad de lluvia que cae en una zona es fundamental para entender la dinámica del
fenómeno, así como en el establecimiento de políticas y acciones, pero no responde a la política de gestión
del líquido. En este sentido, es recomendable que, junto con los indicadores, se proporcione información de
contexto o adicional que contribuya a un entendimiento más claro de lo que se intenta describir con el
indicador.

La importancia de realizar comparaciones internacionales fue puesta de relieve por la OCDE. En este aspecto
es fundamental que los métodos de obtención e integración de los datos cumplan procedimientos
reconocidos, documentados y, de preferencia, estandarizados, de tal manera que la comparación de
indicadores (ya sea con otro país, entidad o región) sea posible y confiable. También es importante
considerar la escala en la confiabilidad o pertinencia de los indicadores. Por ejemplo, para México se cuenta
con información sobre pérdida de suelo a escala 1:1’000’000, que resulta útil para conocer la situación
nacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos su resolución no es adecuada para utilizarse a nivel
municipal –si bien numéricamente es factible hacer los cálculos–. En este sentido, lo más recomendable es
que los indicadores se diseñen considerando la escala a la que se pretende aplicar (regional, estatal,
nacional, internacional, etc.); de hecho, a menudo ocurre que incluso en un mismo tema se requieran
indicadores particulares para cada nivel.

Es muy importante contar con un valor con el cual pueda ser comparado el indicador, sobre todo para
quienes miden el avance de políticas y programas concretos, ya que permite evaluar con mayor claridad los
desempeños. Por ejemplo, el hecho de tener valores umbrales de contaminantes como referencia, posibilita
saber qué tan cerca o lejos se está de lograr una condición aceptable. Desafortunadamente, no existen
valores de referencia aceptados para muchos de ellos (World Bank, 1997). Ejemplos de indicadores
comúnmente utilizados que carecen de un umbral definido y aceptado son: la generación de residuos
municipales, el cambio de uso de suelo, las especies amenazadas y la intensidad de uso del agua.

De los criterios restantes, se reconocen como fundamentales el que un indicador debe estar teórica y
científicamente bien fundamentado, que exista información disponible y que sea actualizado de manera
periódica. Los demás criterios sólo se consideran deseables.
Otras instancias y organizaciones han propuesto también criterios para evaluar los indicadores. Por ejemplo,
la Academia Nacional de la Ciencia de los Estados Unidos propone algunos criterios que pueden ser usados
para evaluar la importancia potencial de un indicador, sus características, aplicabilidad y limitaciones.
Sugiere que estos aspectos se expresen en forma de preguntas durante el proceso de selección y
formulación de indicadores (National Academy of Sciences, 2003). En cierta medida, tales criterios
complementan la lista anterior:

i) Importancia general: ¿El tema es relevante? ¿El indicador provee información acerca de cambios o
procesos de relevancia? 
ii) Base conceptual: ¿Se basa en un modelo conceptual aceptado, bien entendido y con buen sustento
científico?
iii) Confiabilidad: ¿Ha probado su utilidad en otros sistemas de indicadores?
iv) Escalas espacial y temporal: ¿Tiene la suficiente resolución espacial o temporal para evaluar cambios o
situaciones?
v) Propiedades estadísticas: ¿Es suficientemente robusto como para distinguir entre variabilidad natural o la
atribuible a la medición del comportamiento real del fenómeno en estudio?
vi) Requerimiento de información: ¿Los datos que se requieren para documentar el indicador se pueden
obtener y ser confiables?
vii) Calidad de los datos: ¿Existe información clara de cómo fue obtenida la información (por ejemplo,
método de cálculo, instrumento utilizado, etc.)?

1.2. Índices y conjuntos de indicadores

Cuando se utiliza un parámetro o indicador para describir la situación de un tema, frecuentemente ocurre
que no refleja bien la condición del sistema o lo simplifica, de tal suerte que resulta inútil para la toma de
decisiones. Por ello, a menudo se recurre a la elaboración de índices y “conjuntos de indicadores”.

En temas complejos, como el ambiental, la elaboración y utilización de índices es muy atractiva porque
permiten una visión general de la situación del ambiente.

Algunos de los índices más conocidos que tratan de evaluar la sustentabilidad ambiental son el Índice del
Planeta Viviente (Living Planet Index), la Huella Ecológica (Ecological Footprint) y el Índice de Sustentabilidad
Ambiental (Environmental Sustainability Index) (ver el recuadro de Índices para evaluar la sustentabilidad
ambiental).

Índices para evaluar la sustentabilidad ambiental

El Índice del Planeta Viviente (IPV) pretende evaluar el estado de la biodiversidad mundial a
partir de la medición de las tendencias en las poblaciones de diferentes especies de
vertebrados que habitan ambientes terrestres, marinos y dulceacuícolas. A la fecha, el IPV
incorpora información de aproximadamente 3 mil poblaciones de más de 1 100 especies. El
IPV es un promedio de los cambios en la abundancia de 555 especies terrestres, 323
dulceacuícolas y 267 marinas. Incluye la información del estado de diferentes poblaciones
de animales desde 1970 a la fecha. La reducción de las poblaciones (con respecto al año de
referencia) se considera como una señal de deterioro del ambiente natural. La actualización
de este índice está a cargo de la WWF y la UNEP.

La Huella Ecológica (HE) mide el consumo de los recursos naturales y lo compara con la
capacidad natural de renovación de estos recursos. La huella ecológica de un país es la
cantidad de área requerida para producir los alimentos e insumos necesarios, así como para
absorber los desechos de su consumo de energía. Esta propuesta fue hecha por
Wackernagel y colaboradores a mediados de los noventa y se ha utilizado como una forma
de evaluar la sustentabilidad ambiental de un país. Tanto el Índice del Planeta Viviente
como la Huella Ecológica forman parte del Reporte del Planeta Viviente, que se publica
periódicamente.

El Índice de Sustentabilidad Ambiental (ESI, por sus siglas en inglés), elaborado por las
universidades de Yale y Columbia, integra la información de 76 variables clasificadas en 21
indicadores de sustentabilidad ambiental (por ejemplo, calidad del agua, calidad del aire,
biodiversidad, estrés ambiental, vulnerabilidad a desastres y manejo de recursos naturales).
Dichos indicadores están agrupados en cinco componentes que, según los autores, son
importantes para la sustentabilidad ambiental:

Sistema ambiental.

Reducción del estrés ambiental.

Reducción de la vulnerabilidad humana al estrés ambiental.

Capacidad institucional y social para responder a los cambios ambientales.

Administración global.

El ESI busca evaluar, a través de la integración de las condiciones actuales, la capacidad


relativa de los diferentes países para mantener condiciones ambientales favorables en el
futuro. Las variables que se utilizaron para la construcción del índice fueron seleccionadas
tratando de seguir el esquema de presión-estado-respuesta, a partir de una extensa
revisión de la literatura ambiental y consulta a expertos, siempre en el contexto de la
disponibilidad de la información. Se trata de un índice relativo donde la posición de un país
depende de sus condiciones y su relación con la de los otros países y no con respecto a una
meta o estándar establecido.

El gran reto de los índices es convencer de que sus evaluaciones en verdad reflejan la situación real (en este
caso, la sustentabilidad ambiental). Las críticas más frecuentes se concentran en tres aspectos: i) los criterios
y razones para seleccionar los temas y las variables que se incluyen en el índice, ii) la forma de integrar estas
variables (esto es, los algoritmos utilizados) y iii) para el caso de los índices que pretenden incorporar
muchos temas o hacer comparaciones entre países (como el ESI), la heterogeneidad y los problemas con la
calidad de la información. Aunque puede resultar paradójico, en el sentido de que los índices están
orientados a simplificar sistemas complejos, para una correcta interpretación de los índices es necesario
conocer tanto la forma y criterios utilizados en su elaboración como sus limitaciones.

La OCDE ha clasificado el desarrollo actual de índices en cuatro grupos: i) los índices basados en ciencias
naturales, como el índice de toxicidad, DBO o el de calentamiento global); ii) los índices para la evaluación
de políticas, que en general están ligados a aspectos normativos o metas políticas; iii) los índices basados en
un marco de cuentas nacionales, que incluyen las “cuentas verdes”, el índice de "genuine savings” del Banco
Mundial –donde la agregación se alcanza asignando valores monetarios a variables que generalmente no
tienen precio–, la “Huella Ecológica” (WWF, 2000) y “Requerimiento Total de Materiales” (WRI et al., 1997),
y iv) los índices sinópticos, que mediante un conjunto muy reducido de valores pretenden ofrecer una visión
sintética de un aspecto complejo, como los índices de presión de Eurosat, el Índice de Desarrollo Humano y
los índices de Sustentabilidad Ambiental (OCDE, 2001).

Otra alternativa para la elaboración de índices es constituir grupos de indicadores que, al revisarse de
manera conjunta, pueden dar una mejor y más clara evaluación del sistema. Sin embargo, con frecuencia se
comete el error de sacar conclusiones a partir de los resultados de un solo indicador. Por ejemplo, el hecho
de observar una reducción en la generación de basura por habitante no implica necesariamente que se esté
avanzando en el cuidado del ambiente, ya que podría ser resultado de una menor capacidad de compra
derivada de una baja en los ingresos o, incluso, un mayor desempleo. Otro ejemplo muy ilustrativo es el
volumen de pesca como indicador de la salud de las poblaciones de peces de interés. Bajo el argumento “si
las poblaciones están bien se pescan más ejemplares”, se puede llegar a conclusiones erróneas, ya que
existe la posibilidad de que el incremento en el volumen de pesca se deba más bien a una mejora en la
técnica de captura; la interpretación equivocada podría sugerir que es posible incrementar la pesca, lo que
traería consigo seguramente una sobreexplotación del recurso.

Los conjuntos de indicadores sobre un sistema particular están determinados por dos requerimientos
distintos:

Proveer información clave para dar una imagen clara y completa acerca del estado actual del sistema o
fenómeno.

Proporcionar suficiente información para tomar decisiones que permitan dirigir al sistema hacia los objetivos
seleccionados y determinar el nivel de éxito de las acciones puestas en práctica.

En otras palabras, están determinados tanto por el sistema mismo como por los intereses, necesidades y
objetivos que se persiguen. Esto implica que se requiere: i) un conocimiento lo más amplio posible de los
conceptos y dinámicas de los fenómenos ambientales, y ii) claridad en los objetivos, intereses y necesidades
que se pretende alcanzar y monitorear con la ayuda de los indicadores (Bossel Hartmut, 1996). 

Si bien ambos aspectos son esenciales en el desarrollo de un sistema de indicadores, se ha observado con
frecuencia que en la práctica el segundo es obviado o minimizado, lo que conlleva a un sistema anárquico,
desordenado e incapaz de dar respuesta a una necesidad específica. En otras palabras, la selección y
definición de los indicadores que se deben incluir en un conjunto dependerá de los objetivos que se
persigan. En este sentido, los indicadores para evaluar las políticas ambientales de un país pueden ser
sustancialmente diferentes de aquellos necesarios para evaluar la política de saneamiento de una cuenca o
la efectividad de un instrumento de gestión ambiental, ya que en ellos no sólo varía la escala y agregación de
los datos sino que, además, variables significativas en un caso pueden carecer de sentido en otro. La utilidad
de un indicador depende del contexto particular; por ejemplo, la tasa de pérdida de suelo puede ser muy
importante para evaluar la estabilidad ambiental en terrenos montañosos, pero puede no serlo, por
ejemplo, en la tundra o suelos permanentemente cubiertos por hielo.

En el caso de los indicadores ambientales, además de contar con el conocimiento del fenómeno, los
objetivos, intereses y necesidades, es necesario comprender ampliamente las necesidades políticas; la clave
de un buen conjunto de indicadores es encontrar una opción práctica para definir políticas, instrumentar
programas, decretar normas, asignar presupuestos, etc. (World Bank, 1997). En este contexto, el primer
paso para definir conjuntos de indicadores es establecer las prioridades con base en las políticas
ambientales de la institución.

La utilidad de los indicadores es incuestionable; sin embargo, esto no significa que sean perfectos. En el
mejor de los casos, reflejan sólo una parte de la realidad; lo que obtenemos de ellos es una abstracción de
los sistemas y de lo que conocemos sobre los mismos. No obstante tales reservas, se debe reconocer que los
indicadores son, posiblemente, la mejor herramienta disponible para tomar decisiones.

Una de las maneras para avanzar en el perfeccionamiento de los índices y sistemas de indicadores es
identificando algunas de sus fallas comunes:

Existe el riesgo de simplificar demasiado los temas y, con ello, malinterpretar el fenómeno. Por ejemplo, es
frecuente utilizar el número de especies como un indicador de la salud de los ecosistemas, bajo la lógica de
que un ecosistema perturbado perderá especies, pero a menudo sucede que sistemas recientemente
perturbados o con perturbaciones no muy intensas incrementan su número de especies por la invasión de
especies exóticas.

La agregación en índices puede provocar resultados tan abstractos que dificulten su comprensión. En este
caso, la regla es que no necesariamente un conjunto mayor de elementos resultará en un mejor indicador.

Un problema común en el proceso de identificación de indicadores es que su conjunto refleje la experiencia


particular de quienes los elaboran en lugar de las necesidades de la sociedad. Por ello, es altamente
recomendable que estos procesos sean participativos y que incorporen ideas e intereses tanto de los
sectores académicos y gubernamentales como de la sociedad civil.

Con el surgimiento de nuevos problemas ambientales o ante el cambio del ambiente, es importante que los
indicadores sean flexibles y puedan ser revisados periódicamente. En caso necesario, deben ser modificados,
transformados o sustituidos para reflejar mejor las condiciones y tendencias del tema, y así mantener su
utilidad. Un buen ejemplo de esta necesidad lo encontramos en materia de salud pública. Hace 100 años, la
mortalidad asociada a la viruela quizá fue un buen indicador; en la actualidad no lo es. De la misma manera,
si en esos años se hubieran utilizado los decesos por VIH o los desórdenes asociados a la obesidad como
indicadores de salud seguramente habrían tenido muy poca utilidad, mientras que ahora tienen una gran
relevancia.

Desafortunadamente, hoy en día la tendencia a contar con sistemas de indicadores es cada vez más común,
pese a no tener completamente claros los objetivos que se persiguen con los mismos, por lo que aumenta
también el riesgo de que estos esfuerzos sean poco aprovechados. Es importante remarcar que, para que un
sistema de indicadores realmente cumpla su función, debe existir asociado a él un sistema de información
que asegure contar con datos para las actualizaciones y un equipo que continuamente revise, actualice o
modifique los indicadores para mantener su utilidad. En e caso del Sistema Nacional de Indicadores
Ambientales desarrollado por la Semarnat, éste se encuentra asociado al Sistema Nacional de Información
Ambiental y de Recursos Naturales (SNIARN) y a los productos de integración como los Informes de la
Situación del Medio Ambiente.
PREMISAS DE LA ECOFORMA
- El sistema de unidades naturales a proteger
 
La conservación de los ecosistemas naturales o su recuperación (en caso de estar alterados),
es una matriz básica para configurar el territorio sobre la base de los valores naturales. Se
trata no solo de su funcionamiento en términos de biodiversidad, sino de sus flujos de materia
y energía de carácter natural, incluyendo lo no solo a los recursos bióticos sino a los abióticos
(agua, tierra, aire, fuego). Este concepto es de vital importancia, porque permite salvaguardar
los valores psicosociales en la vida de las poblaciones humanas y animales en el territorio y
los centros urbanos.
También dentro de este sistema se incluye la preservación o manejo de los cursos de agua,
las escorrentías, los bosques, las nacientes de agua, los cerros, la vegetación nativa y otros
valores naturales que identifiquen como básicos para el soporte ambiental del lugar. De esta
manera se minimizan riesgos (inundaciones, desmoronamientos, aludes, etc.), se preservan
cadenas bióticas, valores paisajísticos, etc. A esto se sumarán también otros valores desde el
soporte natural como las áreas de valor productivo o soporte natural de los valores productos
de la zona tratando de garantizar la preservación del recurso
- El sistema de flujos cíclicos de materia y energía (interfases de materia y energía)
Los flujos de materia y energía (agua, cloacas, electricidad, residuos, alimentos), son
problemas gravísimos en las ciudades actuales, que suelen condicionar la propia salud de su
población. Para su buen funcionamiento es necesario que los flujos de datos del circuito de los
procesos naturales, cíclicos, re-internalizando el sistema y evitando los flujos lineales,
creadores de desechos y externalidades negativas.
Un valor adicional surge de la necesidad de que las ciudades, sean cada vez más autónomas,
utilizando el agua de lluvia y reciclando sus aguas negras para ser reutilizadas, más y más a
la idea de autosuficiencia, que es una de las bases de la sustentabilidad. En este sentido
Puerto Madryn, con la política de manejo de los efluentes del sistema cloacal donde se
minimiza el volcado al Golfo y el reuso para riego están en esta línea.
Este es un imperativo básico de la disponibilidad limitada de agua en el territorio del Municipio
y en la región actual (incluyendo el Valle del Río Chubut).
Este tema del manejo del agua se ha trabajado en dos escalas, en la escala urbana
avanzando sobre lo que existe y en el manejo (reciclaje y reciclaje) dentro de las edificaciones
siendo tema de este último tema las ideas dentro de las propuestas de renovación del Nuevo
Código de Edificación, esto es una alternativa a Hábitat sustentable.
El tema del ahorro energético también se trabaja las mismas dos escalas. En la escala
urbana, se asocia a ideas como la ciudad compacta y multipolar porque se lleva a menores
desplazamientos, a la dependencia del automóvil individual y otros conceptos que se
desarrollan más adelante. Serán temas incluidos en el Plan de Ordenamiento y en especial
asociados al nuevo Código de Ordenamiento Territorial y de los planos sectoriales como el
transporte o la distribución de equipamientos y centralidades urbanas.
El tema de los residuos urbanos, que es un tema relacionado con esta premisa, se entiende
que está en proceso de solución con proyectos existentes.
- El paisaje identitario (interfases psico-sociales)
Una región que protege sus ecosistemas naturales y camina hacia la autosuficiencia, está
fortaleciendo su alianza con la naturaleza. Este fue el origen de la ciudad y su identidad hasta
hace escasos 50 años. Esta identidad se manifiesta en una gastronomía local, en una
infraestructura y en unos diseños de equipamiento altamente vinculados a las ofertas que su
paisaje productivo le ofreceba. El paisaje identitario es una de las condiciones de la
sustentabilidad psico-social y del valor patrimonial y como tal se refiere a las tres condiciones
de la sustentabilidad, crecimiento económico, conservación ecológica y justicia social.
En este campo aparecen temas como "loma blanca", el patrimonio de la colonización y de los
primeros pobladores u otros a identificar.
Cual es ese paisaje en Madryn y en especial sus consecuencias en el territorio son parte de
este proyecto.
- La ciudad sana y de aire limpio
El uso irracional de automóvil en directa vinculación con la falta de transporte público
adecuado, provocar tumbas alteraciones por congestión vehicular, que inciden negativamente
en las relaciones urbanas, provocando contaminación del aire, ruidos molestos, y
"estrés". Además, otros usos urbanos de alto consumo energético, como las mismas
industrias, el tránsito y la publicidad callejera, la producción y contaminación sonora y del aire,
que afectan notablemente a la salud.
Por lo tanto, lograr que las ciudades sean sanas es una parte indisoluble de la sustentabilidad
urbana. Una de las variables esenciales para el efecto es la gran presencia de las áreas
verdes, además del logro de una distribución más adecuada en el espacio para que ofrezcan
sus servicios ambientales a todos y cada uno de los barrios de la ciudad, amortiguando la
superconcentración de actividades.
Esta premisa se relaciona con varias cosas como puede ser la anterior o con la siguiente
(hábitat sustentable) o de otro grupo de premisas como el llamado "de la urbanidad y los
espacios abiertos" donde aparecen elementos para trabajar o proyectar como ser del tema del
sistema (rojo) de espacios abiertos, incorporación de vehículos, incentivo al transporte público
u otros.
- El hábitat sustentable (Interfases construidas)
En la forma de los ecosistemas urbanos, no solo es importante la recuperación y valorización
de los ecosistemas naturales, sino que también es la adecuada forma de construir el
hábitat. Históricamente, siguiendo este principio, las ciudades se construyen de forma menos
dispersa, a pesar de lo cual y debido a la falta de saneamiento, el aparejo aparejado de la
contaminación industrial, la aparición de diversas enfermedades, pestes y demás condiciones
de insalubridad.
La ciudad sustentable y su área de influencia, debe apuntar al ahorro energético en la
edificación, en el uso de materiales que requieren, bajo consumo de energía para su
producción y mantenimiento, la recolección de agua para ser reutilizada y muchos otros
servicios ambientales que, en definitiva, puede contribuir al logro de un buen diseño urbano.
Este tema cobra cuando se terminan que las edificaciones son el responsable del consumo
del 30 al 40% de la energía que se produce en el planeta y que este número trepa a más del
50% si se suma el estilo de vida en su período de construcción o para la producción de sus
elementos componentes (materiales, terminaciones, etc.). Este consumo viene de los
diferentes tipos de energía necesarios para su calefacción, funcionamiento o construcción, por
tanto las edificaciones son grandes responsables de la producción de CO 2y de otros gases
nocivos de efecto invernadero Estos datos ya están disponibles en línea o corriente que se
pueden encontrar con pequeñas variaciones según cual fuente se consulte. Entre las fuentes
consultadas se recomienda el Libro Verde de la Unión Europea, el libro Arquitectura
Ecológica. 29 Ejemplos Europeos de Dominique Gauzin-Müller, editorial GG o el informe de la
Comisión Eficiencia Energética SAU (Sociedad de Arquitectos del Uruguay) del 2007.
Será la incorporación de un nuevo Código de Edificación que se incorporará a la edificación
sustentable que incluye los temas como el uso de reciclaje o el reciclaje del agua. asociación
las normas IRAM), indicación de materiales saludables, aplicaciones ajardinadas, tecnologías
de artefactos, manejos de residuos de obra, etc.

Esquema teórico de instalación optimizada para reutilización y reciclaje de agua, incluyendo el


aprovechamiento del agua de lluvia.
 
La figura muestra la comparación entre la superficie de la envolvente y la superficie útil de los
edificios. Cuanto menor es la cifra, más energéticamente eficaz es el edificio (Esquema:
Solarburö, Dr. Goretzki, 1997)
Premisas de la Socio Forma
- Estructura urbana compacta y multipolar y sistemas de movilidad basados en el transporte
público colectivo (Interfases de centralidad)
Es necesario pasar el crecimiento urbano y dispersivo fundado en apetencias inmobiliarias
exageradas y descontroladas, con el mito de la casa propia con jardín, una idea de ciudad de
varios barrios o núcleos en rojo, más compacta y peatonal, interconectada por transporte
público y procurando una estructura urbana de alta legibilidad y claro funcionamiento
sistémico.
Esta premisa bien manejada, asociada por ejemplo con la "multipolaridad y el sistema de
atractores urbanos" colabora con otras como la "ciudad sana y de aire limpio", la de "sistemas
de lujo cíclicos y ahorro energético" o de unidades naturales y paisaje.
Esto se entiende claro cuando se piensa que tiene una estructura urbana compacta sirve para
tratar de contener la expansión de la ciudad. Esta contención trae muchos beneficios
ambientales, desde la disminución del consumo de suelo hasta la disminución de los
desplazamientos para acceder a las facilidades urbanas (comercios, servicios, diversión,
educación, etc.) .
La compacidad también se encuentra en la densidad. Esa condición que implica mayor
población por unidad de superficie, facilita los temas de economía urbana como las redes o el
transporte público.
- Multipolaridad y el sistema de atractores urbanos (Interfases entre modos de una red)
Un modo directo de apuntar a la premisa anterior es propiciar la multipolaridad de la gran
ciudad. Se basa en la idea de crear o reforzar macro-interfases sociales que conciben a la
ciudad como focos de vida asociada (roles diversos y complementariedad; aumento de focos
productivos y de empleos; ubicaciones locales de la terminación de servicios y equipamientos;
disminución de viajes entre focos urbanos; etc.)
Esta condición de multipolaridad distribuye mejor las facilidades o servicios urbanos. Esto!
Lleva a la disminución de Desplazamientos en especial en automóviles particulares
aparejando Como Mejoras urbanas la disminución de ruido, de Conflictos de tráfico, de
accidentes de tráfico y Menores Emisiones de CO 2 y Otros Gases nocivos.
El sistema multipolar y de atractores urbanos tiene también un fin social, que es reforzar
identidades barriales o territoriales de la ciudad.
- Base productiva sustentable (interfase de generación de riqueza y empleo)
Se debe verificar que la base económica-productiva está funcionando sustentablemente
(puerto, pesca, tejidos, turismo) y promover un proceso de actualización y fortalecimiento.
Desde la escala del Plan de Ordenamiento Urbano, se busca el uso, la instalación y el uso de
los sistemas de control de carga y descarga. , incluso disminuyendo costos operativos.
- La urbanidad y los espacios abiertos
Se deben conservar, las microinterfases dentro de la trama urbana, tanto de espacios
construidos o naturales. Estas microinterfases son en realidad los espacios abiertos
disponibles para la apropiación social generalizada. En este grupo de espacios se incluyen
tanto espacios públicos (centros culturales, parques, recintos deportivos, ferias u otros) y
privados (centros culturales, clubes deportivos recreativos, asociaciones vecinales) pero sí en
espacios públicos donde se debe hacer más hincapié en este ámbito natural de trabajo de
esta escala de Planes.
La calidad de los espacios públicos cambia notablemente la calidad de vida de una
sociedad. Es un tema muy estudiado y comprobado y que actualmente forma parte importante
de todas las políticas de sustentabilidad urbana. Esto es porque no solo hay cambios desde
aspectos paisajísticos que, a partir de ahora, aumentan los niveles de interacción de la
comunidad, aumentan la cohesión social, la integración social sentido de pertenencia social,
disminución de la violencia social y urbana, aumento del uso del transporte público, etc. 
Esta premisa se conjuga o cruza con muchas otras por su entidad, por estar asociada a un
tema como el transporte público o la movilidad en general, ser elemento conector los usos y
ser parte del paisaje. Por ejemplo, de la red de espacios abiertos debe formar parte
corredores de biodiversidad detectados o cuencas de cursos de agua y otro elemento natural.
- Desarrollo local e inclusión social (Interfases de empleo e inclusion social)
Es necesario propiciar un modo de desarrollo social altamente creativo, para que surjan las
iniciativas locales, que conjuguen recíprocamente, de modo de disponer de hechos factibles,
realistas, consensuadas, imaginativas, que puedan entrar en una sinergia productiva y
generadora de empleos, también de abajo hacia arriba y propiciando el modelo multipolar.
Esta premisa, está más ligada a procesos de planificación estratégica. En la escala del PDU
debemos garantizar la distribución de las oportunidades para el desarrollo local o la creación
de un territorio que de oportunidades a la creatividad. Esto estará contemplado desde las
acciones en el espacio público, en el manejo de las áreas o en diferentes distritos urbanos
(desde los más asociados a las actividades como los industriales o comerciales a las
residenciales). También es tema de la escala del PDU la accesibilidad a equipamientos
cívicos y sociales, culturales así como el de las infraestructuras.
- Los flujos de información y comunicación social
La ciudad se conecta, no solo a través de sus flujos de materia y energía, sino también a
través de los flujos de información, aquellos generados por la sociedad y la cultura que
provocan información, comunicación y toma de decisiones.
Muchos estudios realizados sobre ecología urbana, que a su vez son dependientes de su
materia y energía y de su importancia decisiva. La ciudad debe ser un sistema de interacción
social y creatividad cultural para que los flujos de información y toma de decisiones faciliten la
gobernabilidad benéfica de un sistema tan complejo.
A través del PDU, se facilitarán estos temas a través de no solo de acciones relacionadas con
las redes sociales (redes de fibra óptica u otras) sino por otras acciones como las ya
enunciadas sobre el espacio público.
También la información sobre el estado de la ciudad, las obras o planes, las acciones o
actividades que se desarrollan en la misma, tanto como las partes privadas de esta premisa y
llevar a cabo un proceso para mejorar los procesos de intercambio y sociabilización de la
información.
- La participación social (Interfases de Interacción social y gobernanza)
El territorio urbanizado "es" para todas sus microculturas y subculturas emergentes, en
diversidad, libertad y democracia; o "es" sectario, marginador y antidemocrático; por lo tanto,
es imprescindible que todos sus ciudadanos logren "sentirse participes de sus cambios" y sus
grandes decisiones.
En Este SENTIDO los Procesos de Participación Social ante implican todo un reclamo de
Legitimidad en Toda acción de Transformación del Territorio, donde son los Ciudadanos
Cambian su rol de “Actores” a “Autores”. Por Eso Este PDU NACE apoyado En un Sistema de
Participación Amplia , inclusiva
- La producción concertada del territorio y la ciudad (Interfases de alta "performance").
Se reconoce que un territorio urbanizado multifocal, de interfases, de espacios abiertos, de
flujos cíclicos, hábitat ecológico, no se puede seguir produciendo como el de hoy,
monopolizado por dos extremos de poder: la producción comercial especulativa; y la
producción de las clases marginadas, mediante ocupaciones ilegales de tierra. Ambos
extremos son formas de violencia. Se debe apuntar a la concertación de un nuevo estilo de
producción, articulando intereses y prioridades con la mira puesta en un territorio más
atractivo para los inversores innovadores y más competitivo para la exportación al mundo de
su conocimiento avanzado.
Desde el PDU se buscan estrategias de gestión y producción innovadoras para el poder de la
producción, así como la definición o identificación de áreas o espacios donde sea necesario
realizar este tipo de articulación.

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